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European Review of Latin American and Caribbean Studies 71, October 2001 3-23 Adopcio ´ n, filiacio ´ n y el fracaso de la reciprocidad: El respaldo de residentes extranjeros en la Argentina a ‘la recuperacio ´ n’ de las Islas Malvinas en 1982* Rosana Guber A lo largo del siglo XX la Repu ´ blica Argentina participo ´ en un solo conflicto internacional. La Guerra de Malvinas por los archipie ´ lagos brita ´ nicos Sand- wich del Sur (South Sandwich), Georgias del Sur (South Georgias) y Malvinas (Falklands) fue el resultado de la ocupacio ´ n de la capital islen ˜a Port Stanley, por parte de fuerzas regulares argentinas el 2 de abril de 1982. Dicha ocupa- cio ´ n, que se justificaba en la afirmacio ´ n de la soberanı ´a argentina sobre estos territorios insulares, reclamados a Inglaterra desde 1833, comenzo ´ con un mes de presencia argentina en tensa espera a una solucio ´ n diploma ´tica. La Task Force brita ´ nica, enviada sin demora por decisio ´ n de la Primer Ministro Marga- ret Thatcher, llego ´ al Atla ´ ntico Sur para iniciar las hostilidades el 1 de mayo; el 24 los brita ´nicos desembarcaron en la Isla Soledad (East Falkland) y empren- dieron su avance hacia el oeste, a la capital islen ˜ a rebautizada ‘Puerto Argenti- no’. El 14 de junio la capital fue re-ocupada por Gran Bretan ˜ a y los argentinos entregaron las armas. Esta u ´ nica guerra presento ´ ciertas particularidades. Breve y contundente, puso en evidencia la asimetrı ´a estrate ´ gica y ta ´ ctica de las fuerzas desplegadas por la Argentina y por el Reino Unido, la segunda potencia de la OTAN (NA- TO). Adema ´ s, fue la primera y u ´ nica ocasio ´ n en que la Argentina condujo al campo de batalla a soldados conscriptos, desde que en 1901 se sancionara la ley de Servicio Militar Obligatorio de conscripcio ´ n masculina. Pero quiza ´ s el rasgo ma ´ s interesante haya sido su cara ´ cter parado ´ jico, aunque esta paradoja pueda ser leı ´da como tal, y casi exclusivamente, por la poblacio ´ n argentina. La ‘recu- peracio ´ n de las Islas Malvinas’ resulto ´ de la iniciativa del re ´ gimen dictatorial que ma ´ s vasta y sistema ´ ticamente persiguio ´ a argentinos y extranjeros residen- tes en el paı ´s, condena ´ ndolos a la desaparicio ´ n forzada, la tortura, la delacio ´ n y la muerte, por presuntas o reales actividades polı ´ticas consideradas ‘subversi- vas’ y, por ende, ‘antinacionales’. Aunque para la fecha de las acciones be ´ licas el re ´ gimen autodenominado ‘Proceso de Reorganizacio ´ n Nacional’ era no so ´ lo anti-popular sino ampliamente impopular, la ‘recuperacio ´ n’ conto ´ con el masi- vo apoyo de la poblacio ´ n, que irı ´a in crescendo en el transcurso de los 74 dı ´as siguientes y caerı ´a abruptamente tras la noticia de la rendicio ´ n. *La investigacio ´ n de la cual este artı ´culo forma parte, fue realizada con un subsidio doctoral de la Fundacio ´ n Antorchas. Una versio ´ n preliminar fue presentada al panel ‘Identidad en la Argentina: crisol o pluralismo?’ en las ‘Primeras jornadas de la Identidad Nacional: Inmigracio ´ n e Integra- cio ´ n’ (1997).

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European Review of Latin American and Caribbean Studies 71, October 2001 � 3-23

Adopcion, filiacion y el fracaso de lareciprocidad:

El respaldo de residentes extranjeros enla Argentina a ‘la recuperacion’ de lasIslas Malvinas en 1982*

Rosana Guber

A lo largo del siglo XX la Republica Argentina participo en un solo conflictointernacional. La Guerra de Malvinas por los archipielagos britanicos Sand-wich del Sur (South Sandwich), Georgias del Sur (South Georgias) y Malvinas(Falklands) fue el resultado de la ocupacion de la capital islena Port Stanley,por parte de fuerzas regulares argentinas el 2 de abril de 1982. Dicha ocupa-cion, que se justificaba en la afirmacion de la soberanıa argentina sobre estosterritorios insulares, reclamados a Inglaterra desde 1833, comenzo con un mesde presencia argentina en tensa espera a una solucion diplomatica. La TaskForce britanica, enviada sin demora por decision de la Primer Ministro Marga-ret Thatcher, llego al Atlantico Sur para iniciar las hostilidades el 1 de mayo; el24 los britanicos desembarcaron en la Isla Soledad (East Falkland) y empren-dieron su avance hacia el oeste, a la capital islena rebautizada ‘Puerto Argenti-no’. El 14 de junio la capital fue re-ocupada por Gran Bretana y los argentinosentregaron las armas.

Esta unica guerra presento ciertas particularidades. Breve y contundente,puso en evidencia la asimetrıa estrategica y tactica de las fuerzas desplegadaspor la Argentina y por el Reino Unido, la segunda potencia de la OTAN (NA-TO). Ademas, fue la primera y unica ocasion en que la Argentina condujo alcampo de batalla a soldados conscriptos, desde que en 1901 se sancionara la leyde Servicio Militar Obligatorio de conscripcion masculina. Pero quizas el rasgomas interesante haya sido su caracter paradojico, aunque esta paradoja puedaser leıda como tal, y casi exclusivamente, por la poblacion argentina. La ‘recu-peracion de las Islas Malvinas’ resulto de la iniciativa del regimen dictatorialque mas vasta y sistematicamente persiguio a argentinos y extranjeros residen-tes en el paıs, condenandolos a la desaparicion forzada, la tortura, la delacion yla muerte, por presuntas o reales actividades polıticas consideradas ‘subversi-vas’ y, por ende, ‘antinacionales’. Aunque para la fecha de las acciones belicasel regimen autodenominado ‘Proceso de Reorganizacion Nacional’ era no soloanti-popular sino ampliamente impopular, la ‘recuperacion’ conto con el masi-vo apoyo de la poblacion, que irıa in crescendo en el transcurso de los 74 dıassiguientes y caerıa abruptamente tras la noticia de la rendicion.

*La investigacion de la cual este artıculo forma parte, fue realizada con un subsidio doctoral de laFundacion Antorchas. Una version preliminar fue presentada al panel ‘Identidad en la Argentina:crisol o pluralismo?’ en las ‘Primeras jornadas de la Identidad Nacional: Inmigracion e Integra-cion’ (1997).

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Este artıculo analiza un aspecto de ese apoyo aparentemente espasmodico yciertamente complejo que ha sido soslayado e incluso trivializado por los ana-listas y por el periodismo de postguerra como producto de la manipulacionestatal o como reaccion inmediata suscitada por el nacionalismo perenne yfascista de los argentinos. Mi objetivo aquı no es dirimir el signo polıtico delconsenso resonante de aquellas jornadas segun alguna categorizacion presta-blecida como, por ejemplo, fascista o autoritario. Mi objetivo es comprenderque sentidos le asignaron distintos sectores de la sociedad civil al conflictointernacional y a su inherente causa de soberanıa, como una vıa para acceder alas definiciones que dichos sectores actualizaron de la Nacion Argentina y supertenencia a ella. Quizas este recorrido pueda ayudarnos a reconocer algunosmoviles de ese misterioso ‘respaldo popular’ a la ultima iniciativa del regimenmas cruel del siglo XX argentino y, tambien, para comprender parte de losfactores que condujeron a su caıda.

De los numerosos sectores que hicieron publico y explıcito su apoyo a la‘recuperacion’ islena, los extranjeros ocuparon un sitio nada desdenable, te-niendo en cuenta que el conflicto ostentaba un caracter internacional y que,ademas, la Argentina ha sido imaginada y forjada por sus estadistas e historia-dores como un ‘paıs de inmigracion’. En estas paginas no interesa tanto quebuscaban con su apoyo los extranjeros residentes en la Argentina, si tal o cualdirigente de esta o aquella asociacion perseguıa fines particulares; ni siquieraimporta si cada cual estaba genuinamente consustanciado con el animo patrio-tico general. Interesa, mas bien, reconocer los modos en que estos sectoresexpresaron su respaldo a los actos de soberanıa, poniendo de manifiesto ciertoconcepto de Nacion. Espero ası mostrar que aquellas personas autoadscriptaspor sus orıgenes nacionales extra-argentinos actualizaron su pertenencia a laArgentina en forma convergente con otros sectores alineados por su natividad.Esta convergencia se fundaba en la demanda al Estado argentino de la restau-racion de la filiacion. Su incumplimiento fue uno de los factores que, en elplano interno, contribuyeron de manera definitoria al desprestigio de la insti-tucion armada como defensora de la Nacion y, muy probablemente, a la caıdadel regimen instaurado en 1976.

Extranjeros como ‘inmigrantes’

Muchos de los extranjeros que residıan en la Argentina en 1982 se sumaron alfervor patriotico. El regimen del Proceso de Reorganizacion Nacional presidi-do por una Junta militar conformada por los tres comandantes en jefe de lastres Fuerzas Armadas – Ejercito, Marina y Fuerza Aerea – acababa de ocuparlas Islas Malvinas, intentando poner fin a 149 anos de dominio britanico. Lossucesivos gobiernos, bonaerenses primero y argentinos despues, reclamaronininterrumpidamente por vıa diplomatica los derechos argentinos arrebatadospor la ‘usurpacion’ (Ferrer Vieyra 1992, Guber 1999)1. En 1982 el regimenmilitar apelaba a otros medios.

El de Malvinas derivo, inmediatamente, en un conflicto internacional queinvolucraba a un estado europeo, Gran Bretana, y a dos estados americanos,uno como contendiente, la Argentina, y el otro como aliado enemigo, los Esta-dos Unidos. Durante los 74 dıas de la ocupacion diversos sectores estatales,

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sociales, polıticos, ideologicos, culturales, regionales, locales y provinciales dela Argentina lograron producir algo inedito en lo que iba del siglo. La cohesiontras una causa concebida como ‘anti-colonialista’ obligaba a inventar una ima-gen de la Argentina que contrastaba con la que habıa prevalecido, por lo me-nos, en los seis anos previos. El terrorismo de Estado o ‘guerra sucia’, la repre-sion de toda protesta, la proscripcion de algunos agrupamientos polıticos ygremiales, la veda partidaria, y el alineamiento anticomunista con el bloqueOccidental y neoconservador de la OTAN, encabezado por Ronald Reagan,presidente de los Estados Unidos, y por Gran Bretana, cedieron a un exhultan-te latinoamericanismo, la movilizacion popular y la celebracion de la ‘argenti-nidad’ donde antes campeaban las sospechas de ‘subversion’2.

En esta construccion participaron activamente agrupaciones de residentesextranjeros en la Argentina. Alemanes, chinos, irlandeses, japoneses, corea-nos, armenios, sirio-libaneses, europeos y asiaticos de ascendencia judıa, co-lombianos, venezolanos, bolivianos, peruanos, paraguayos y uruguayos, y porsupuesto italianos y espanoles, desarrollaron una serie de actividades que sesumaron a una definicion estatal e historica de la Nacion.

Esta convergencia, fomentada por los medios de prensa, el Estado, los ciu-dadanos argentinos y los mismos extranjeros encuadrados o no en dichas orga-nizaciones, tenıa lugar en un conflicto internacional y de cara a las alianzascorrespondientes: Gran Bretana y el Commonwealth secundados por los Esta-dos Unidos, Europa occidental, algunas pequenas ex-colonias europeas en te-rritorio americano, por un lado; la Argentina con America Latina y el Movi-miento de Paıses no Alineados, por el otro3; y el fracturado bloque socialistavocalmente anti-colonialista pero renuente a adoptar concretas medidas decondena a Gran Bretana en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas,en algun punto intermedio.

En este contexto, ser ‘extranjero’ podıa cobrar signos distintos para cadapersona, segun el alineamiento del Estado al que remitıa su nacionalidad. Asıcomo las cuentas bancarias y el patrimonio de los residentes britanicos en laArgentina podıan ser confiscados por alguna medida oficial que finalmente nose materializo4, cada extranjero encarnaba, mas alla de su voluntad, el alinea-miento ‘natural’ del gobierno de su paıs de origen. Por eso, y forzados por lapolarizacion belica, estos extranjeros tomaron una posicion inmediata y gene-ralmente inequıvoca a favor de la Republica Argentina. Residentes en el paıscon familia, negocios y capitales, evidenciaron su publico apoyo a la demandade soberanıa para no alentar dudas sobre su lealtad nacional, especialmente sieran europeos.

Este fin instrumental es el argumento mas recurrente para explicar las mani-festaciones de respaldo nacional que, como veremos, inundaron la escena pu-blica en los 74 dıas del conflicto. El apoyo explicitado, tanto por extranjeroscomo por nativos, suele justificarse en la opresion que venıa ejerciendo el regi-men sobre la sociedad civil y polıtica, y tambien en el control de la prensa yamenaza siempre latente de un Estado basado en el terror. Sin embargo, y auncuando parte de esta argumentacion fuera aplicable5, no alcanza para dar cuen-ta de las formas y canales que adoptaron esos apoyos, los cuales se encuadra-ron rapidamente en los canones historicos con que los argentinos definıan a suNacion.

Desde la primera semana de lo que se designo entonces como ‘la recupera-

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cion’, los medios periodısticos argentinos advirtieron la presencia de ‘colectivi-dades’ o ‘comunidades extranjeras’ en los largos listados de adherentes a la‘gesta soberana’ y de contribuyentes al Fondo Patriotico instaurado por la Ca-mara Argentina de Agencias de Cambio y el Ministerio de Economıa. Tambienregistraban su paso como manifestantes casi diarios a la Plaza de Mayo, Mecade las demostraciones publicas y sıntesis espacial del Poder Ejecutivo Nacional(Neiburg 1992), y al monumento al ‘General Don Jose de San Martın’, maximoprocer de la independencia, donde las delegaciones extranjeras oficiales suelendepositar ofrendas florales de visita en el paıs. ‘Colectividades’ aludıa, por logeneral, a grupos organizados en sociedades, asociaciones, clubes y centrosnacionales y regionales, siendo los mas numerosos los de las penınsulas italica eiberica que entre 1880 y 1945 proveyeron el mayor contingente inmigratorio.

En ese incesante desfile las ‘colectividades extranjeras’ actualizaban la defi-nicion de la Argentina como una nacion que, segun la carta constitucional de1853 aun en vigencia, habıa abierto sus brazos ‘a todos los hombres del mundoque quieran habitar el suelo argentino’. Esta presencia resultaba natural en unpaıs definido por los organizadores de su Estado moderno, por la historiografıaoficial, y por la sociedad civil, como un ‘paıs de inmigracion’. Pero para que lascolectividades participen en esta perspectiva de la argentinidad era necesariosu conversion de ‘extranjeros’ en ‘inmigrantes’. La Argentina, nacion migrato-ria, nacionalizaba en esta figura a los extranjeros de 1982, aunque la inmigra-cion europea se hubiera interrumpido a fines de los ’40, y aunque la inmigra-cion limıtrofe fuera denostada como indıgena, mestiza y ajena al espıritu blan-co y civilizado en este enclave europeo de America del Sur.

Ası, un importante diario comenzaba su columna editorial recreando el cli-ma porteno de principios de siglo, en pleno boom agro-exportador.

En estos dıas ha podido escucharse como muchos hombres y mujeres, enun castellano tenido de inflexiones y acentos de otras lenguas, hablaban dela lucha argentina como de la suya propia. El apoyo de las comunidades seha hecho publico de los modos mas diversos, la manifestacion callejerainclusive (Cların 6 de Mayo, 1982).

Esos hombres y mujeres no eran solo extranjeros. Si ‘La Argentina es un paısforjado con la voluntad y el esfuerzo de millones de inmigrantes de todo elmundo’ es porque

encontraron aquı un lugar en el que no se practican discriminaciones decredos o razas, donde no existen diferenciaciones entre nativos y extranje-ros, tal cual existieron y existen en paıses que se consideran entre los masadelantados y civilizados (Ibid.).

Soslayando la elevada proporcion de inmigrantes que regresaron a sus paısesde origen por la incertidumbre economica y polıtica de la nueva tierra, y ante laimposibilidad de ‘hacer la America’, el editorial sostenıa la representacion dela Argentina como una tierra de promision, pues el extranjero habrıa ‘conser-vado, en la medida en que lo ha querido, sus habitos particulares, sus costum-bres’ pero tambien ‘se ha integrado a la vida y el sentimiento nacionales’(Ibid.). La Argentina era pluralista porque no discriminaba, pero tambien acri-

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soladora porque los habıa ‘integrado’, segun el editorialista, a diferencia delracismo estadounidense. La asimilacion argentina, entonces, habrıa sido com-pleta pues no solo habıa garantizado la incorporacion de los extranjeros a losbeneficios – la libertad, la abundancia, el ascenso social, el trabajo – sino tam-bien a las crisis polıticas y economicas que debieron atravesar los nativos. Ypese a ello, destacaba la nota editorial, ‘ahora estan de pie frente a la agresion yen la defensa de las reivindicaciones argentinas’. El paıs, entonces, tenıa unadeuda hacia ellos que solo se superarıa saliendo ‘del estancamiento en que seve postrado, recuperar sus fuerzas y mover las palancas necesarias para reem-prender la senda del crecimiento’ (Ibid.).

Los ‘extranjeros’ presentados como ‘inmigrantes’ se sumaban a la Nacioncon los derechos que confiere haber padecido los mismos avatares que losnativos. La integracion, cuyas derivaciones veremos luego, era consideradacomo natural ya que ‘la Argentina es un paıs forjado con la voluntad y elesfuerzo de millones de inmigrantes’. Por eso, el editorial proveıa seguidamen-te una historia de la inmigracion que corrıa paralelo a la historia de la Argenti-na independiente y moderna. La narrativa comenzaba ‘Desde los albores de suhistoria’, cuando ‘la Nacion abrio sus puertas a los hombres de buena voluntadde cualquier lugar del mundo que estuvieran dispuestos a fecundar su suelo y acontribuir a su construccion’. La fecundacion migratoria del territorio patriohabıa comenzado en una primera etapa en 1850, con irlandeses, escandinavos,alemanes e ingleses; seguıa entre 1875 y 1930 con cuatro millones ‘llegados deEspana e Italia’, y terminaba en ‘las ultimas decadas’ con inmigrantes de lospaıses limıtrofes (La Nacion 17 de Mayo, 1982)6. La frase de la Constitucion del’53 – ‘la apertura del suelo argentino para todos los hombres de buena volun-tad que quisieran habitarlo’ (Ibid.) – hacıa de la Argentina un territorio recep-tor de hombres moralmente aptos, no de genealogıas etnicas. La ciudadanıacıvica no habıa obligado a los inmigrantes a optar por una pertenencia formu-lada en terminos culturales sino, en todo caso, a prestar su lealtad a las institu-ciones y a los sımbolos patrios, los mismos que en 1982 inundaban la prensa y lavıa publica, y que enarbolaban manifestantes nativos y extranjeros. En suma:la narrativa constitucional y periodıstica durante el conflicto recordaba el mar-co interpretativo oficial de la invencion de la Nacion Argentina desde 1880 ydel lugar que deberıan asumir las ‘colectividades’ durante los 74 dıas del con-flicto armado. El acuerdo era tan solido en esto como en los derechos argenti-nos a las Islas. Ahora bien: lo que suscitaba el fervor malvinero de los ex-tranjeros no era solo la necesidad de explicitar su apoyo en razones internacio-nales, y no era, ciertamente, un diferendo diplomatico por la redencion suda-tlantica. La transformacion de los ‘extranjeros’ en ‘inmigrantes’ constructoresde la Nacion Argentina, estuvo atravesada por un vınculo emocional que sueleencontrarse nutriendo buena parte de los rotulos de pertenencia a un pueblo(peoplehood) ya se lo defina en terminos raciales, etnicos o jurıdicos (Verdery1993). En este caso, el idioma del parentesco fue decisivo y central.

Madre adoptiva y madres abandonicas

A lo largo del conflicto las organizaciones de residentes extranjeros se aboca-ron a desplegar ostensiblemente su argentinidad. La velocidad, firmeza y mul-

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tiplicidad con que las ‘colectividades’ irrumpieron en la escena publica no sedebıa exactamente a la supuesta ‘memoria del contrato ciudadano’ de princi-pios de siglo entre inmigrantes y Estado receptor, contrato que por otra partehabıa sido violado reiteradamente por el Estado ante argentinos y extranjerospor igual (‘La Argentina es un paıs /…/ donde no existen diferenciacionesentre nativos y extranjeros’ habıa senalado el editorial de Cların con sobrada yvergonzosa razon). Se debıa, mas bien, a la asimilacion de la relacion social denacionalidad entre Estado y sociedad, en una imagen que, por razones queluego veremos, venıa cobrando enorme vigencia: la filiacion.

Esta imagen ha sido clasicamente homologada al nacionalismo etnico y alprincipio del ius sanguinis, por el cual la membrecıa a un Estado-Nacion de-pende de la ascendencia y ‘la sangre’. Pero el nacionalismo cıvico tambienrecurre a la filiacion para nacionalizar a quienes nacen en el territorio, bajo elsupuesto de que ello les garantizara sus vınculos primarios y muy probable-mente sus proyectos de vida. El contrato ciudadano es solo en parte una deci-sion individual, pues al nacer el Estado impone al nuevo ser su membrecıa(Brubaker 1992). La radicacion de ‘plantas’ foraneas en el nuevo suelo se re-presenta tan dependiente de las lıneas ascendentes y descendentes que es co-mun en los paıses de inmigracion la incorporacion de nuevos ciudadanos apartir de la previa radicacion de sus parientes.

Sin embargo, el uso de las metaforas y las figuras de ciudadanıa varıa histori-ca y culturalmente. En la coyuntura de 1982 habıa motivos suficientes paraasentar la nacionalidad en la filiacion en un paıs definido como ‘de inmigra-cion’ que habıa atravesado un sangriento proceso polıtico, y que ahora enfren-taba una situacion belica, todo esto bajo un regimen extremadamente autorita-rio. En las paginas siguientes veremos que si bien la metafora de la filiacion esinherente a la retorica nacionalitaria, sus usos y el tipo de parentesco por ellaaludidos cobraban por entonces un sentido particular.

La filiacion permeo los discursos y las practicas de los residentes extranjerosy de los argentinos, recorriendo los lazos de parentesco en lınea ascendentehacia padres y madres, colateral hacia los hermanos, y descendente hacia loshijos. En la lınea ascendente, los diarios se encargaron de destacar la decisionde un hombre de avanzada edad, autodefinido como ‘subdito italiano’, quedecidio renunciar a su nacionalidad y adoptar la argentina; con la decision desumarse al bloqueo europeo Italia desconocıa ‘la existencia de millones deconsanguıneos en la Argentina’ (Mauro Ruberto, en Cartas al paıs, Cların 13de mayo, 1982). Esta medida, un claro caso de eleccion ciudadana, extremabauna practica que no por cotidiana debıa pasar desapercibida en ese contexto:buena parte de las marchas de las colectividades unıa los monumentos a losheroes nacionales extranjeros – Artigas para los uruguayos, Bolıvar para co-lombianos y venezolanos (Cların 26 de abril 1982) – con el monumento a SanMartın, el ‘Padre de la Patria’ argentina, poniéndolos al amparo de una mismacausa. Los colombianos, por su parte, expresaron su ‘sorpresa e indignacion’cuando Colombia se abstuvo de votar la aplicacion del Tratado Interamericanode Asistencia Recıproca (TIAR) en la OEA para ası posibilitar una sancioncolectiva contra Gran Bretana; especularon entonces que si el Libertador Si-mon Bolıvar estuviera vivo se hubiera ‘apunalado el corazon’ y puesto rojo deverguenza (La Nacion 22 de abril, 1982)7. Las instituciones mutuales, cultura-les y comerciales italianas realizaron una campana de recoleccion de firmas

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para presentar un memorial informativo al presidente Sandro Pertini (Cların10 de mayo, 1982), mientras una comitiva de industriales italianos encabezadapor un importante empresario automotriz, viajo a Roma para entrevistarse conautoridades polıticas y dirigentes de las camaras industriales8.La relacion ‘ascendente’ daba, ademas, la oportunidad para articular la reivin-dicacion de las islas Malvinas con otras cuestiones pendientes de soberanıa queafectaban a los parientes en el paıs de origen. El Cırculo de Profesionales Ar-gentino-Arabes, por ejemplo, afirmaba que

La usurpacion de territorios, sea cual fuere el paıs que la realice, debe sercombatida con todos los medios y en todos los ambitos (La Nacion 7 deabril, 1982).

Los armenios evocaban el 67 aniversario del genocidio turco, con la siguienteleyenda:

La resignacion ante la arbitrariedad no puede ser respuesta permanentede un pueblo que respeta a todos los demas, pero que esta dispuesto adefender vigorosamente lo propio. /…/ Pretender resolver el problema delas Malvinas a traves del plebiscito es como quien soluciona por la mismavıa la cuestion de la Armenia ocupada por Turquıa, territorio donde ya nohay armenios porque todos fueron asesinados o deportados (Cların 23 deabril, 1982)9.

Se referıan ası a la propuesta britanica de someter la soberanıa del archipielagoal voto plebiscitario de los kelpers o nativos malvinenses. Los griegos, por suparte, recordaban la ocupacion inglesa de Chipre, los guatemaltecos la de Beli-ce, los venezolanos la del Esequibo, y los espanoles la de Gibraltar (La Nacion26 de mayo, 1982).

En la lınea colateral, el respaldo a la causa argentina era la logica compensa-cion de la polıtica, a veces mas ideal que real, de ‘puertas abiertas’ donde losextranjeros quedaban ‘en plena igualdad de derechos con sus propios hijos’, enla obtencion de ‘cobijo, trabajo digno, una segunda patria en la que pudierongozar a pleno de todos los atributos inherentes al ejercicio de la libertad’(Ibid.). En una pancarta las asociaciones italianas proclamaban:

Hermanos argentinos: compadecemos al gobierno italiano porque no sa-be lo que hace. Los italianos somos solidarios con ustedes, vivimos vuestrahora historica y compartimos un mismo destino (La Nacion 17 de mayo,1982).

Coherente con el mito de la nacion migratoria, los extranjeros-inmigranteseran nacionalizados a traves de lazos de parentesco como hermanos por adop-cion de los nativos; era logico que hubieran padecido juntos la misma (violen-ta) historia.

A la lınea de parentesco descendente apelo el presidente de la colectividadyugoslava cuando en un acto en la Plaza de Mayo afirmo que sus connacionales

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se han compenetrado profundamente con su nueva patria y han echadoraıces en esta tierra de promision; aquı formaron sus hogares y educaron asus hijos en el culto de la honradez y el respeto a las instituciones y lasleyes argentinas. /…/ esos mismos hijos son los que nuestra colectividadbrinda para luchar en las Fuerzas Armadas y en el puesto de trabajo coti-diano (La Nacion 31 de mayo, 1982).

Por su parte, la Federacion de Sociedades Espanolas se fijo un ambicioso plande accion (La Nacion 29 de abril, 1982), consistente en una marcha desde elMonumento a San Martın hasta la Plaza de Mayo, un viaje a Espana de ladirigencia de la Federacion y ‘personalidades representativas’, y el envıo de untelegrama al Rey Juan Carlos donde decıan estar ‘orgullosos de que sus hijoshayan sido alistados para la defensa de la soberanıa del paıs que nos cobijo’ (LaNacion 1 de mayo, 1982).

Del entrelazado de estas tres lıneas – ascendente, colateral y descendente –resultaba una configuracion parental de la Nacion que respondıa un importan-te dilema sobre la pertenencia por filiacion. Una ciudadana argentina de apelli-do italiano (Ferraro de Pozzi) senalaba que esa respuesta debıa expresarse enterminos de obligaciones mutuas o reciprocidad.

Nuestra tradicion de paıs de brazos abiertos atrajo nutridas corrientes deinmigrantes del Viejo Mundo, que se fusionaron con los nativos de estastierras privilegiadas, hasta formar el gran crisol de razas que las puebla/…/ la madre autentica que acogio en su regazo a las almas de todas laslatitudes que requirieron su amparo, y como tal se brindo, dando y reci-biendo beneficios en familiar y total integracion.Hay alguien en el mundo civilizado actual que lo ignore? Pese a ello, unimportante sector de ese mundo hoy ha vuelto la espalda a esa madregenerosa que recogio tan tiernamente a sus hijos disconformes, y lo hahecho en momentos que no por gloriosos son menos difıciles, demostran-do una incomprension e ingratitud inexcusables (La Prensa 20 de mayo,1982).

La inmigracion, convertida en protagonista principal de la causa de soberanıa,se sumaba a la Patria a traves de una Nacion concebida en clave de adopcion:otras madres, esto es, otros paıses del mundo civilizado habıan entregado a sushijos a esta madre argentina para su crianza. En 1982 la madre adoptiva eraignorada por aquellas madres abandonicas.

Esta concepcion planteaba dos dilemas. En la lınea ascendente, ¿cual era laverdadera madre-nacion de los inmigrantes: la adoptiva o la abandonica? En lalınea descendente, ¿cual era la verdadera nacionalidad de los hijos, la de origende sus padres o la de su nacionalidad adoptiva? Estos dilemas se habıan susci-tado reiteradamente a lo largo de la construccion de la Nacion Argentina,desde la gestacion del Estado centralizado y el fomento de la inmigracion de lasegunda mitad del siglo XIX, pasando por la admision de los extranjeros des-eables y el rechazo de los indeseables, la ley de residencia de 1902, las polıticasde nacionalizacion escolar, militar, matrimonial y electoral; ahora volvıan aplantearse con el primer y unico conflicto belico en que se involucro la Repu-blica Argentina desde 1870: Malvinas.

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El planteo y resolucion de los dos dilemas era de vital importancia en unacoyuntura en la cual los padres – los inmigrantes – no solo debıan explicitar sulealtad a la Argentina, a riesgo de ser considerados ‘enemigos tecnicos’, sinofundamentalmente para justificar la entrega de sus hijos en cumplimiento de sudeber con (y, eventualmente, dar la vida por) la Patria. En este contexto, ni elplanteo ni la resolucion de los dilemas se apartaron de una concepcion denacionalidad cıvica10, con vertice principalısimo en el Estado nacional.

Ası, las marchas de las ‘colectividades’ se dirigıan al monumento del Padrede la Patria, a la Plaza de Mayo y las plazas centrales de los pueblos y ciudades,sedes de los poderes ejecutivos nacionales, provinciales y municipales, y a la‘Plaza de la Republica’ de Buenos Aires donde se levanta el emblema de losportenos, el Obelisco, monumento levantado por un autentico procer del mo-derno estado-nacion argentino, Julio A. Roca. Sus participantes entonaban lasconsignas en castellano, intercalandolas con el himno nacional (argentino), laMarcha de las Malvinas y el flamear de banderitas de los estados nacionales deorigen y argentino.

Un millar de italianos, residentes en la Argentina, se reunio ayer por latarde frente a la Casa Rosada para testimoniar la adhesion de su colectivi-dad por la recuperacion de las Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur.Portando banderas italianas y argentinas, y cartelones donde se condena-ba al gobierno de Italia por haberse plegado al boicot decretado por elMercado Comun Europeo contra la Argentina, el nucleo de manifestan-tes, que representaba a casi dos decenas de organizaciones diversas, hizoconocer su posicion de solidaridad con el pueblo argentino (La Nacion 14de abril, 1982).

Por su parte, autoridades de las maximas organizaciones judeo-argentinas y delgobierno se reunıan para dar muestras de asimilacion pluralista de sus respecti-vos orıgenes. En un acto de los judıos sefaradıes su representante compartio elpalco con un General de Brigada y el presidente de todas las asociacionesisraelitas (DAIA) (La Nacion 24 de mayo de 1982). Otra personalidad de esa‘colectividad’ dijo, en los mismos terminos que empleaban polıticos y gremia-listas oriundos del paıs, que ‘los argentinos no nos estamos moviendo por elarrebato, sino que hemos decidido tomar, por los hechos, lo que nos correspon-de por derecho’ (La Nacion 22 de abril, 1982)11

Efectivamente, el dilema entre las madres fue claramente expuesto pormiembros de la colectividad hebrea ante lo que algunos de sus miembros en-tendieron como una provocacion. Con la creacion del Estado de Israel, losjudıos dejaron de plantearse como una nacion diasporica. Sin embargo, en los1960 se consideraba a la argentina como la tercera colectividad hebrea detrasde los EE.UU. y la Union Sovietica. La Republica Argentina habıa recibido avastos contingentes de inmigrantes judıos procedentes del este europeo y delMedio Oriente, que huıan primero de los pogroms zaristas y turcos de fines delsiglo XIX, y luego del antisemitismo del perıodo de interguerras. Si bien nofaltaron en la turbulenta historia argentina brotes antisemitas, como en la lla-mada ‘Semana Tragica’ de 1919, la polıtica exterior simpatizante con el Eje delgobierno argentino en el ’4012, y las eclosiones de antisemitismo de las FuerzasArmadas en la polıtica represiva y las camaras de tortura, ello no impidio que

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el matrimonio exogamico fuera la principal causa de reduccion de ‘la colectivi-dad judeo-argentina’.

A mediados de mayo del ’82, en pleno desarrollo belico, el entonces Minis-tro de Defensa israelı Ari Sharon afirmo, en estricta vena sionista-etnicista,que

hay judıos en el ejercito britanico destacado en las Malvinas y los haytambien en el ejercito argentino y por lo tanto somos testigos de una con-frontacion en la que judıos luchan entre sı en una guerra que no es la deellos (Cların 27 de mayo, 1982).

Varias voces le replicaron de inmediato desde la Argentina e Israel. Un sema-nario israelı en espanol senalaba que cada uno de estos judıos entendıa que esaguerra era la de su paıs, y denostaba el discurso de Sharon como

danino porque pone en manos de los conocidos antisemitas de siempreuna acusacion perversa de deslealtad nacional justamente cuando esa le-altad pasa por una verdadera prueba de fuego y de sangre,

y porque la mayor parte de los judıos argentinos que se radicaron en Israel lohicieron no por despreciar su lugar de origen sino

en busca de la concrecion de un ideal sublime y milenario y para concre-tarlo dejaron con genuino dolor su paıs de la infancia a la que por siemprelos uniran los lazos de cultura, fraternidad, nostalgia y agradecimiento(Semanario Tiempo, en Cların 27 de mayo, 1982).

Del mismo modo, ‘argentinos de ascendencia judıa’, como se autodenomina-ron en esos dıas los judıos nacidos en la Argentina, esgrimieron que la doblenacionalidad era un falso dilema y que la Constitucion Argentina garantizabala libertad de culto, la igualdad de todos los hombres en sus derechos y obliga-ciones como ‘defender nuestra Patria’. Ası lo entendıan las dos autoras de unacarta de lectores, oriundas de la provincia del Chaco, de donde procedıa unextenso contingente de soldados:

La guerra que hoy enfrenta nuestro paıs es “nuestra guerra” porque noso-tros somos argentinos; ningun ciudadano que se sienta tal, puede menosque luchar y morir, si es necesario, por esta causa justa (Susana M. Kessel-man de Goren y Silvia E. Kesselman de Umansky, Cların 3 de junio, 1982).

En una pagina periodıstica donde el comando del Teatro de Operaciones delAtlantico Sur (TOAS) en Comodoro Rivadavia proveıa informacion oficialsobre las tropas y generalidades de tactica y estrategia belicas, ocupo un lugarcentral la asistencia de un joven rabino a ‘los soldados conscriptos que profe-san la fe judıa’. Asimismo, en un oficio religioso local ‘50 familias de la Socie-dad Israelita de Comodoro Rivadavia rezaron por una paz justa para nuestropaıs’. Al evento habıan concurrido autoridades militares y un capellan de la IXBrigada de Infanterıa con asiento en la region (Cların 15 de mayo, 1982). Lossoldados argentinos de origen hebreo podıan pelear y hasta morir por su Pa-

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tria, sin desmedro de su identidad judıa; al menos ası lo expresaba la autoridadreligiosa y ası lo actuaba el brazo armado del Estado, destacando sus dotesasimilacionistas: la sangre de soldados judıos se derramaba junto a la de otrosargentinos por la recuperacion de las Islas Malvinas. La sangre de estos hijoshabıa sido traıda por sus progenitores desde otras naciones. Ahora se disolvıaen la tierra adoptiva de sus padres.

En suma, la Argentina se habıa convertido en un gigantesco escenario dondela Nacion plural y unica, diversa y asimilacionista, se actuaba a traves de sımbo-los estatal-nacionales que se derramaban al mundo en virtud de linajes ascen-dentes, unıan a los habitantes de la Argentina en terminos de una hermandadde sangre o putativa, y volvıan al mundo en un campo de batalla internacional,en virtud de una descendencia ‘netamente argentina’. Ası deberıa constar,anos despues, en las placas del cenotafio, el Monumento Nacional a los Caıdosen Malvinas de la Plaza San Martın, enclavado desde 1990 al pie de la barrancasobre la cual se levanta el Monumento al Libertador. Allı, grabados en 24planchas de marmol negro apellidos ucranianos, polacos, franceses, gallegos,vascos, italianos, judıos y arabes, alternan con otros de raız indıgena.

La recuperacion de la filiacion

De los dos paradigmas de ‘nacionalidad’ identificados por las ciencias polıticas– el democratico-revolucionario y el etnicista – el caso argentino se encuadraen el primero, segun sus organizadores modernos y el sentido comun nacionali-tario de los argentinos (Botana 1984; Halperın Donghi 1992). Desde esta pers-pectiva ‘la nacion consiste en una soberanıa colectiva basada en la participa-cion polıtica comun’ (Hobsbawm 1990:18), resultando la nacionalidad de uncontrato entre el estado y quienes residen en su territorio, los ‘ciudadanos’(Ibid.:22; Brubaker 1992). Segun esta perspectiva la nacion se erige sobre unarelacion contractual basada en la libre decision y eleccion individual13, y lanacionalidad depende de la adhesion a derechos publicos y racionales univer-sales. Este principio panhumanitario, frecuente en las naciones caracterizadascomo ‘de inmigracion’, difiere del principio de nacionalidad de ‘pueblo unico’o ‘etnicidad’ en que la nacion comprende a ‘todos aquellos que comparten unalengua e historia comunes, o una “identidad cultural” mas amplia’ (Verdery1993:8; mi traduccion). Este modelo considera a la nacion como resultante delespıritu del pueblo, siendo el Estado su mas conspıcuo representante (Green-feld 1992).

Segun se adopte uno u otro enfoque, el Estado y el parentesco expresado en‘la sangre’, desempenan un papel distinto. En la nacionalidad ciudadana elEstado vela por el cumplimiento de un contrato por el cual el individuo cumplecon ciertas obligaciones y goza de ciertos derechos. En el planteo etnicista, elEstado reproduce una pertenencia comun fundada en la ascendencia de sangrey en la tradicion. De este modo, el parentesco y, mas especıficamente, la filia-cion, opera distinto en uno y otro caso. En el primero los lazos de sangre serıancontingentes y solo se establecerıan, en principio, siempre y cuando las perso-nas renueven el contrato ciudadano. Los lazos de sangre en el planteo etnicistason inexorables y acompanan a cada ser adondequiera que vaya. El Estadodebe velar por su suerte, allende las fronteras.

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Ciertamente, estos modelos son solo eso, modelos que no se presentan demanera pura en la historia ni en la trayectoria de un paıs. Mas aun: las formasde apropiacion de argumentos de una u otra inspiracion, son tan diversas comopara merecer estudios contextuales especıficos y detallados. En la Argentina elcampo nacionalitario ha sido representado hasta la decada de los 1990 como elestudio del nacionalismo doctrinario entendido como una orientacion ideolo-gica autoritaria y generalmente de derecha14. La ‘nacionalidad’ en sentido es-tricto tendio a encuadrarse en el estudio historico de la Organizacion Nacionalen la segunda mitad del siglo XIX, cuando sus gestores forjaron un Estadocentralizado y una nacion inmigratoria, blanca, liberal y civilizada15. Ası, ‘na-cionalidad’ y ‘nacionalismo’ aparecen en la literatura como dos lıneas distintas,generalmente paralelas y frecuentemente contrapuestas, haciendo difıcil en-tender el crecimiento del nacionalismo no etnicista argentino a lo largo delsiglo XX, y la vigencia de una demanda territorial aparentemente insignifican-te que hizo eclosion en 1982.

El analisis de los sentidos atribuıdos a, y autoadscriptos por, el respaldo delos extranjeros a la causa soberana durante los 74 dıas del conflicto anglo-argentino, permite tender un puente entre estas dos lıneas de trabajo, revelan-do parte del misterioso consenso a la causa territorial. Ese puente se asientasobre argumentos basados en los lazos de sangre, conjugados en una logica noetnicista aunque sı, como veremos, regida por la apariencia de su imperiosanecesidad.

La profusa y recurrente presencia de los extranjeros en la dramatizacion dela nacionalidad argentina en los dıas de Malvinas fue la ratificacion de un espa-cio simbolico que, sostenido activamente desde la sociedad civil, el Estado y laprensa, se consideraba constitutivo de la Nacion Argentina. Dicho espacioapuntaba al papel que se ha atribuıdo a los extranjeros, principalmente deorigen europeo, en la formacion del paıs. Ese papel no era reminiscente delperıodo colonial como, por ejemplo, sucederıa con la esclavitud o la importa-cion de mano de obra ‘contratada’ (coolies), ni de una relacion colonialista(una figura que ciertamente evocaba la ocupacion britanica de 1833). Los ex-tranjeros eran considerados como individuos libres, como descendientes deaquellos que integraron el aluvion migratorio de fines del siglo XIX y princi-pios del XX contribuyendo a construir la gran Argentina de la carne y el pan.Precisamente, y como vimos, para que los extranjeros de 1982 recrearan estadefinicion de la Argentina como paıs aluvional, abierto y promisorio, era nece-sario convertirlos en ‘inmigrantes’.

Sin embargo, todos sabıan que 1982 no era 1910. La evocacion de la Argenti-na del boom cerealero, la afluencia de vidas jovenes (los inmigrantes), y lainstauracion del voto masculino, obligatorio y secreto (1912), tenıa lugar en uncontexto eficiente para la muerte, ineficiente para la economıa y supresor de lapolıtica16. Por eso, un editorial periodıstico contrastaba el ingreso de las masasmigratorias a un paıs de movilidad social, con el paıs en crisis cronica quevivieron sus descendientes. ¿Por que evocar a 1910 en 1982? Porque duranteMalvinas la interlocucion de estas dos epocas de la historia Argentina permitıaelaborar los sentidos del sacrificio presente. Dicha interlocucion autorizaba lageneracion de sentidos mediante las diferencias y las continuidades entre 1910y 1982, articuladas en el marco de una relacion de reciprocidad.

La reciprocidad fue argumentada desde ‘Un ensayo sobre el don’ de Marcel

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Mauss (1923/1971) y la obra seminal de Bronislav Malinowski sobre el Kulamelanesio (1922-) como base del lazo social, no solo de los llamados pueblosprimitivos sino tambien de las sociedades modernas (Boivin y Rosato 1998).De este concepto y el debate que lo circunda, nos interesan aquı tres propieda-des. La primera es que la entrega desinteresada obliga a la contraparte a devol-ver el favor. La segunda es que la reciprocidad entre las partes se opera en elcurso del tiempo, y la tercera, como senalara Pierre Bourdieu, que la relacionestablecida por reciprocidad puede reforzar relaciones desiguales de poder(1976). El caso que nos ocupa permite revisar la relacion de reciprocidad quese establecio entre la sociedad civil y el Estado argentinos, entre el Estadoargentino y otros estados, y entre el Estado argentino y los extranjeros residen-tes en el territorio nacional, en el marco de una nacionalidad ciudadana.

Buena parte del exito de la iniciativa oficial en recuperar las islas Malvinasresidıa, precisamente, en la performatividad de un acto recıproco que vincula-ba a los ciudadanos argentinos – muchos de origen migratorio – con el Estado,en un lapso temporal de unos setenta anos (1910). Los voceros de agrupacionesde extranjeros, los nativos y la prensa entendıan que el canal de esa reciproci-dad residıa en los lazos de filiacion entre las naciones y las generaciones, cuyovertice obligado era el Estado argentino (bajo el regimen militar). Serıa elEstado quien resultarıa como principal beneficiario, o damnificado, de la ac-tualizacion de este intercambio.

En efecto, segun vimos en los discursos y practicas del perıodo belico, habıacierto consenso de que ‘la recuperacion’ de 1982 no era solo de las islas sinotambien la de lo sembrado en un glorioso pasado. Pero para que esta imagenfuera plausible era necesario afirmar que, pese a ser un paıs acostumbrado a loscambios polıticos cataclısmicos, se trataba de una misma nacion, y por lo tanto,de una misma entidad uniendo un mismo trayecto, el comprendido entre 1910y 1982. Esta continuidad se expresaba en la permanencia de los sımbolos nacio-nales y hasta en la misma reivindicacion insular que llevaba ya 149 anos (argu-mento que no dejo de repetirse durante todo el conflicto). Pero estas abstrac-ciones debıan ser arraigadas en las relaciones sociales y en la cotidianeidad delos residentes en el territorio patrio, sobre todo teniendo en cuenta que unnumero ınfimo de argentinos conocıa el archipielago y un numero mas ınfimoaun habıa residido en el. El instrumento de esa radicacion era una reciprocidadargumentada en terminos de parentesco, por medio de la cual argentinos yextranjeros reinventaban una Argentina unida por una misma genealogıa queera tan nativa como extranjera, tan telurica como cosmopolita. Mostrare acontinuacion como se organizo ese argumento y que lugar ocuparon los ex-tranjeros en el.

La reciprocidad se argumentaba siguiendo dos lıneas paralelas y convergen-tes: una vinculaba a las naciones y la otra a las generaciones. Con respecto a laprimera, la imagen prevaleciente en los dıas de la guerra era no solo (ni tanto)la de una nacion luchando por su soberanıa contra las potencias del mundocolonial, como sı parecıa ser la imagen de pueblos y gobernantes del Peru,Venezuela, Bolivia y Uruguay fundada en un floreciente aunque fugaz latinoa-mericanismo17. La imagen dominante en la Argentina era, mas bien, la de unanacion que buscaba recuperar, al menos retoricamente, el lugar que habıa ocu-pado en el mundo metropolitano – civilizado, moderno – setenta anos atras.Esta busqueda la emprendıa la Argentina, hija del Padre de la Patria General

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San Martın, ahora en caracter de madre adoptiva, integradora de nativos yextranjeros, con sus actos beneficos y tambien cruentos, en demanda de ayudaa las madres de sangre que le habıan entregado a sus hijos para la crianza. Estaimagen era reproducida incesantemente por los medios de comunicacion, losvoceros oficiales y, como vimos, tambien por los extranjeros alineados o no enorganizaciones nacionales. En esta reproduccion el remanente del colonialis-mo britanico en el Atlantico Sur era referido no solo como una injusticia, sinocomo una flagrante falta de respeto, como una afirmacion inconcebible tenien-do en cuenta la estatura de un paıs que fuera el granero del mundo y, ademas, lamadre nutricia de los hijos desamparados de Europa de principios de siglo(XX). Por eso, una medida impulsada por el gobierno fue el envıo por correoregular de cartas standard a ciudadanos de otros paıses, firmadas por argenti-nos o extranjeros en la Argentina. Acompanarıa a la carta una foto del remi-tente, en lo posible familiar, para corregir la ‘absurda idea de que los argentinossomos indios y usamos plumas’ (Archivo TV Urioste).

Paralelamente, y como segunda lınea de reciprocidad, padres y madres en-tregaban a sus hijos a la tutela militar. Como vimos, los extranjeros y los des-cendientes del perıodo aluvional justificaban el envıo de sus hijos varones alcampo de batalla en gratitud por la receptividad de la Argentina a sus ances-tros. A traves de esta entrega se restituıa la continuidad entre las generacionesen una lınea eminentemente masculina; ası como la Argentina (una madre)habıa sido una ‘nacion abierta a todos los hombres de buena voluntad’, laconscripcion de hijos varones permitıa pagar en el campo de batalla el redobla-do precio de la gratitud migratoria. Igual que en el intercambio entre naciones-madres, el Estado ocupaba un lugar central en la conduccion de los hijos varo-nes, interponiendose en la lınea de filiacion como un artıfice del sentido patrio-tico de la gesta y del destino de sus ciudadanos. El consenso que presto lapoblacion a esta operacion estatal sobre la masculinidad (nacional) de los ar-gentinos fue evidente en la innecesaria advertencia oficial contra la desercion18,y en el activo soporte de los padres (mucho mayor que las madres) a sus hijos,cuando estos eran reincorporados a la milicia en los ultimos dıas de marzo yprimeros dıas de abril de 1982 (Kon 1982, Kamın 1984, Guber 1999).

Cabe entonces preguntarse, por un lado, a que se debio en el contexto espe-cıfico de la contienda belica, la centralidad del idioma de la filiacion para darcuenta del respaldo popular y de los residentes extranjeros a la causa de sobe-ranıa, y por el otro, como concibieron estos residentes, en el contexto general,el (in)cumplimiento de la debida reciprocidad entre las naciones y entre lasgeneraciones.

Empezando por el primer interrogante, el recurso habitual a la figura de laarticulacion filial compensaba – y denunciaba – su efectivo quiebre. Este quie-bre incorporaba a los extranjeros cum inmigrantes en las filiaciones truncas delos argentinos nativos. En sentido ascendente, el argumento de la filiacion in-tentaba restaurar, en un paıs de inmigracion, la presencia de los antepasadosque quedaron en sus respectivos paıses de origen, legitimando el lugar de laArgentina en Europa, la misma Europa que ahora se aliaba a Margaret That-cher. Por eso extranjeros y descendientes de extranjeros se comportaban comoembajadores ad hoc del Estado argentino, presentando el reclamo insular co-mo justo y legıtimo, no como un acto vandalico de militares autoritarios19. Es-tos ‘tours’ de esclarecimiento eran semejantes a otros que el regimen ya habıa

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ensayado entre 1977 y 1979, aprovechando la visibilidad internacional de laArgentina cuando el campeonato mundial de football (1978), y el campeonatomundial de football juvenil (1979). En dichas oportunidades comunicadoresmediaticos ligados al gobierno difundieron el slogan ‘los argentinos somos de-rechos y humanos’, replicando a ‘la campana anti-argentina’ (es decir, las de-nuncias sobre violaciones masivas de derechos humanos a un numero conside-rable pero indeterminado de ciudadanos argentinos y extranjeros en el paıs).Esta experiencia, temporalmente demasiado proxima, enlazaba dos filiacionestruncas, la ascendente y la descendente. Ahora, en 1982 el argumento de lafiliacion se inscribıa en una brecha no resuelta en la ostensible ruptura genera-cional causada por la desaparicion y el exilio, precisamente en el lustro previo ybajo el mismo regimen autor de la iniciativa soberana.

Estas dos rupturas convergıan en Malvinas – las islas y la guerra – converti-das en un territorio de redencion donde por fin se encontrarıan las nacionespobladoras de la Argentina y las generaciones, bajo el arbitrio unico e indiscu-tido del brazo armado del Estado argentino. Ese Estado, encarnado en lasFuerzas Armadas, serıa el responsable de llevar a los hijos-soldados al campode batalla para restituir las islas a la soberanıa de la misma Nacion que habıacobijado a sus abuelos. Esta logica, repetida una y otra vez en los testimoniosque citamos en la seccion anterior, era identica a la que expuso en una solicita-da la asociacion ‘Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Polıti-cas’. Aquı, el parentesco nutrıa y consolidaba la causa de Malvinas que, lejos dedesvanecerse por hallarse en manos del Proceso de Reorganizacion Nacional,ratificaba y acrecentaba su legitimidad.

En momentos en que miles de jovenes argentinos, entre ellos nuestroshijos, sobrinos, nietos, estan en el sur para defender nuestra Patria, nopodemos dejar de pensar en nuestros detenidos y desaparecidos, que se-guramente hubieran apretado filas junto a los soldados y que no puedenhacerlo por su injusta desaparicion (Cların 8 de mayo, 1982)20.

Estos descendientes, ‘nuestros hijos, sobrinos, nietos’, defendıan ‘nuestra Pa-tria’ en las islas, como lo hubieran hecho los desaparecidos, bajo el comandodel mismo Estado artifice de su desaparicion. En 1982 argentinos de diversosorıgenes nacionales y polıticos compartirıan la muerte en la turba malvinera yen las aguas del Atlantico Sur.

El idioma del parentesco expresaba pues la legitimidad de ‘la recuperacion’de las islas en virtud de una reciprocidad que sellaba deudas abiertas en tresmomentos del pasado: 1833, 1910 y 1976. Malvinas se erigıa, de pronto, como elescenario donde se restaurarıa por medio de la sangre, la continuidad diploma-tica pero tambien, y fundamentalmente, la continuidad entre las naciones(abandonicas y adoptiva) y las generaciones (ascendentes y descendentes). Encada una de estas instancias el Estado era una bisagra ineludible y un protago-nista principal. Fue el Estado de la Provincia de Buenos Aires primero, luegode la Republica, el encargado de sostener la reivindicacion insular ante GranBretana desde su usurpacion en 1833. Fue el Estado el encargado de fomentarla inmigracion ultramarina desde 1853, que alcanzo su clımax en 1910. Fue elEstado el autor de la Ley de conscripcion obligatoria masculina en 1901; y fueel Estado el responsable, al menos desde 1976, de desaparecer a un elevado nu-

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mero de jovenes entre 15 y 40 anos de edad. Por ultimo, fue el Estado, en virtuddel caracter internacional de la contienda, el autor de la ‘recuperacion’ arma-da, el organizador de una estrategia diplomatica exterior, y el conductor militarde la trinchera argentina.

Ası, desde la logica estatal de 1982, los varones de 20 anos debıan compare-cer en el Teatro de Operaciones sudatlanticas en virtud de sus deberes ciudada-nos instaurados ochenta anos antes, cuando la Argentina era el granero delmundo y uno de los polos receptivos de emigrantes de Europa (tambien delCercano Oriente y de America del Sur). La iniciativa de la recuperacion debıamostrar a un Estado consustanciado con la causa pendiente de soberanıa na-cional, pese a las denuncias en su contra, seguramente anti-nacionales, que seesgrimıan en los foros internacionales desde 1977. De este modo, el Estado seubicaba en el polo dominante (y sumamente exitoso por lo indiscutido de suposicion y su decision) de una relacion que, bajo la argumentacion patriotica,convocaba a todos los sectores que se veıan directamente interpelados por el,para compensar favores que no ese regimen sino algun otro anterior, les habıaofrecido.

Ahora bien. Hasta aquı describimos el lugar de los extranjeros residentes enla Argentina durante el conflicto como similar y convergente con el que osten-taban los argentinos nativos. Esta convergencia se explica, como ya dijimos, enla caracterizacion que estadistas, analistas y poblacion en general han hecho dela Argentina como un paıs de inmigracion principalmente europea. Sin embar-go, debemos subrayar un aspecto que revela la singularidad de los extranjeroso sus descendientes autoadscriptos como hijos y nietos de inmigrantes. Solo atraves suyo podemos visualizar el caracter (y el sentido) a la vez interno yexterno del conflicto y de la reciprocidad entre Estado y sociedad civil. Dichocaracter se puso de manifiesto desde el principio, pues efectivamente Malvinasera una guerra internacional que involucro a varios Estados, pero tambien fueun conflicto donde la parte argentina incluıa a varias generaciones, incluso deextranjeros, encarnados (y desangrados) en ‘nuestros hijos, sobrinos y nietos’.Por eso la intervencion explıcita de los extranjeros residentes en la Argentina,convertidos instantaneamente en la reencarnacion de los inmigrantes al grane-ro del mundo, advertıa el marco de la resolucion, o irresolucion, de las deudaspasadas. De estas deudas pendientes la recuperacion de los territorios usurpa-dos en 1833 era solo una.

En efecto, simbiotizado con las Fuerzas Armadas y con el regimen del Pro-ceso, el Estado argentino perdio las islas el 14 de junio ante Gran Bretana. Estanoticia no fue leıda como una derrota argentina, sino como un engano delgobierno militar a quienes lo habıan respaldado en la epica patriotica. A ello sefue agregando, progresivamente, un frondoso anecdotario que harıan trascen-der los ya ex-soldados que regresaban del frente, que contaba sobre las incle-mencias del tiempo y las injusticias de la guerra, pero tambien sobre la irres-ponsabilidad de la oficialidad y las comandancias, sobre los castigos desmedi-dos por faltas menores de disciplina y sobre abusos de autoridad, sobre laimprovisacion logıstica y tactica en el frente que anadieron a los resultadosnecesarios de una guerra, innecesarios padecimientos de hambre, frıo y muerte(Kon 1982, Esteban y Borri 1993, Guber 1999). El derroche de una sangre(ahora) inmerecida por el Estado, ocupado por el regimen de las Fuerzas Ar-

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madas, emergıa como una condena sin final ni redencion posible al esfuerzo delos ancestros por sembrar de habitantes (ahora) una falsa tierra de promision.

Ciertamente este animo fue parte del clima de desazon que se hizo sentir nibien se supo de la rendicion. Una de las consignas entonadas por los manifes-tantes en repudio a la noticia y a las Fuerzas Armadas, reprochaba al coman-dante en jefe de entonces: ‘Galtieri, borracho, mataste a los muchachos’. Sinaludir a Gran Bretana, la guerra externa que acababa de concluir se habıaconvertido en el campo (fallido) de pruebas del contrato ciudadano de 1910.Fue en el marco de tal descontento que el regimen inicio su veloz retirada haciauna era democratica que cerrarıa un siglo iniciado en la esperanza y la libertad.

Muchos episodios que tuvieron lugar en esta nueva etapa pueden leerse enesta clave de ‘reciprocidad incumplida’ por el Estado en un campo donde lasfronteras externas e internas de la Republica Argentina como nacion de nacio-nes, se desdibujaban una y otra vez. En primer lugar, alentados por la declina-cion economica y las recurrentes crisis motivadas en una deuda externa que seduplico durante Malvinas, muchos jovenes argentinos apelaron al derecho denacionalidad de sus abuelos europeos y emigraron a esas tierras. Segundo, traslas leyes de Punto Final y de Obediencia Debida (1987), instrumentadas por elprimer presidente constitucional Raul Alfonsın, y el indulto que su sucesorCarlos Menem otorgo a los comandantes de las tres juntas del regimen militar,quienes purgaban condena por crımenes de lesa humanidad (1990), fueron lascortes europeas las encargadas de iniciar sistematicamente procesos judicialesa militares y ex-militares argentinos por la muerte de ciudadanos europeosresidentes en este paıs. Por ultimo, fue Scotland Yard y no el gobierno argenti-no, la encargada de investigar en 1993 el fusilamiento de prisioneros de guerraargentinos – principalmente suboficiales y soldados – por las tropas britanicasen Malvinas. Cerrando un cırculo pendiente, estas medidas parecen dar cuentade un nuevo giro en la filiacion fundacional de este paıs de inmigrantes, revir-tiendo la indiferencia de las madres (otrora) abandonicas, mientras la madreadoptiva se muestra incapaz de resguardar a sus hijos. Ası, el fundamento dereciprocidad que liga al Estado con los sujetos ciudadanos, y oculta la violentadesigualdad de la relacion manifiesta en la entrega de un hijo para morir por laPatria, parecio quebrarse, quien sabe si para siempre.

* * *

Rosana Guber, Ph.D. en Antropologıa, investigadora del CONICET – Argen-tina, coordinadora del Centro de Antropologıa Social del Instituto de Des-arrollo Economico y Social (IDES), y de la Maestria en Antropologıa SocialIDES-IDAES / Universidad Nacional de San Martin (Argentina). Investigacuestiones relativas a la nacion, el nacionalismo, la memoria social, y el metodoetnografico. Ha publicado distintos artıculos en la Argentina y en el exterior,los libros El Salvaje Metropolitano (Buenos Aires, Legasa, 1991), La etnogra-fia. Metodo, campo y reflexividad (Buenos Aires, Norma, 2001), y el volumen‘Por que Malvinas?’ (Buenos Aires, Fondo de Cultura Economica, 2001).�[email protected]

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Notas

1. La historia de la ocupacion de las islas Malvinas/Falklands es ciertamente compleja e intrinca-da, y coincide con la expansion de los imperios coloniales en disputa por establecer puertos ofactorıas en su busqueda de un paso hacia el Oceano Pacıfico (Taiana 1985). Gran Bretana,Espana, Francia y, posteriormente la Argentina, han reclamado la soberanıa sobre el archipie-lago denominado por los holandeses ‘Sebaldinas’ (1600), y por los marineros franceses deSaint Malo ‘Malouines’ (desde 1698) (Del Carril 1986, Groussac 1910/1982). Pero solo laArgentina y Gran Bretana han sostenido sus respectivos derechos y reivindicaciones sobreeste y otros dos archipielagos que han permanecido relativamente deshabitados, las Georgiasdel Sur y las Sandwich del Sur. Segun la version britanica, las Falklands fueron ocupadas por elImperio de manera imprescriptible, en 1765, y tras su expulsion por una mision espanola en1770, fueron recuperadas el 1 de enero de 1833 (ver Ferns 1979). La Republica Argentinasustenta sus derechos a las Malvinas en que estas habrıan constituido un legado del Imperio deEspana – que las ocupo con una colonia en 1766 por concesion de la previa colonia francesa deBougainville – en la contiguidad territorial y proximidad geografica, y en la usurpacion violen-ta de las islas en 1833 cuando una flotilla britanica expulso al gobernador de la capital islenaPuerto Luis, delegado de las Provincias Unidas del Rıo de la Plata, poco tiempo despuesRepublica Argentina, y ocupo Puerto Luis imponiendo una administracion colonial (verGroussac 1910/1982, Destefani 1982, Goebel 1927, Gamba 1985).

2. Solo tres dıas antes del desembarco argentino, mas de un centenar de personas fue detenidapor participar en una protesta publica convocada por la Confederacion General del Trabajo.El coronel a cargo del ministerio del Interior califico la movilizacion como ‘ejercicios de sub-version’, pero tres dıas despues los presuntos subversivos recuperaron su libertad en aras de la‘recuperacion nacional’.

3. La participacion de los paıses latinoamericanos cubrio, sin embargo, un amplio espectro.Mientras Chile presto su territorio e inteligencia para las operaciones britanicas, y Colombiase abstuvo en votaciones decisivas de la OEA, Brasil y Uruguay mantuvieron una neutralidadque perjudico a Gran Bretana, al no permitırsele transitar su espacio aereo, marıtimo y terres-tre. Panama, Venezuela, Bolivia y sobre todo Peru dieron su respaldo a la causa argentina,mediante materiales, personal, decisiones polıticas en foros internacionales y hasta con inicia-tivas diplomaticas para el cese de fuego.

4. La inversa sı se concreto en los territorios del Commonwealth para con los residentes argenti-nos.

5. Que las Fuerzas Armadas lograran el respaldo tan ansiado a comienzos de 1982 no pre-deter-minaba ni sus formas ni los matices de su contenido. Ademas, y aunque regıa la censura paraciertas cuestiones – mantener elevada la moral patriotica de la poblacion, secreto en las accio-nes y su planificacion, etc. –, el periodismo escrito y grafico gozaba de un amplio margen quedio lugar a la publicacion de materiales inesperados. Ası, por ejemplo, las noticias producidasen las Islas Malvinas, se databan en un presunto Puerto Rivero, nombre aplicado a Port Stan-ley por un grupo de jovenes peronistas y nacionalistas, muchos de ellos futuros Montoneros,en un operativo comando para afirmar la soberanıa argentina, en 1966. Este bautismo dehecho fue propagado en 1982 por los diarios argentinos de mayor edicion, como Cronica,Diario Popular y Cların, durante los casi 20 dıas que Port Stanley carecio de denominacionoficial argentina.

6. Alejandro Grimson en su analisis de la inmigracion boliviana a la Argentina advierte de losrelatos de integracion argentina de los extranjeros (1999).

7. En una encuesta dada a conocer el 18 de Mayo de 1982 sobre la opinion latinoamericanaacerca del conflicto, la agencia Gallup mostraba que el 93 por ciento de los colombianosresidentes en Colombia pensaba la Argentina ofrecerıa lucha si Gran Bretana tomaba lasislas, y el 84 por ciento apoyaba a la Argentina ante el conflicto. Esta encuesta, que obviamen-te era aprovechada como instancia de propaganda pro-argentina, no incurrıa sin embargo enesquematismos: los brasilenos se pronunciaban en un 87 y un 41 por ciento con respecto a losmismos temas, Peru en un 95 y 94 por ciento, y Uruguay en un 85 y 74 por ciento (Cların 18 deMayo, 1982).

8. Los espanoles se dirigieron al Rey Juan Carlos, los italianos al presidente Sandro Pertini, y losgriegos a Papandreu (La Nacion 1 de mayo, 1982).

9. Solicitada de la Colectividad Armenia, Cların 23 de Abril, 1982. ‘Plebiscito’ se referıa a lapropuesta britanica de someter a consulta de los islenos la soberanıa final de las islas.

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10. Solo unos pocos grupos de extranjeros provenientes de naciones-estados euro-asiaticos deafirmacion etnicista – coreanos, armenios, japoneses y croatas – hicieron alarde de sus diacrıti-cos etnicos, con sus grupos de danzas, trajes y comidas tıpicos.

11. Un viejo polıtico democratico y maximo representante de un partido de centro-izquierda, donOscar Alende, dio su respaldo a la recuperacion en estos terminos: ‘En materia de soberanıa,no puede haber dos actitudes, sino la plena solidaridad nacional. Y cuando se trata del tema deMalvinas, eso se fortalece con el indiscutible derecho de la Argentina a integrar su territorionacional’ (Cların 4 de abril 1982). Quien el 10 de diciembre de 1983 se convertirıa en presiden-te nacional por elecciones libres del 30 de octubre, Raul Alfonsın, conducıa en 1982 una lıneainterna reformista en la UCR, senalo que ‘Nosotros los argentinos sabemos como unirnoscuando se trata de la defensa de grandes causas’ (Buenos Aires Herald 4 de Abril, 1982. Mitraduccion). E intentando diferenciar el jubilo popular y el respaldo de polıticos y gremialistasa la recuperacion, de sus autores materiales, el PRN, advirtio que ‘la opinion democraticainternacional no debe confundir el juicio crıtico que merece la gestion del gobierno con lajusticia de un reclamo que une a todo el pueblo del paıs’. ‘Las espontaneas /…/ manifestacio-nes de solidaridad de los argentinos frente al intento de agraviar nuestra soberanıa no impli-can renuncia alguna a juicio crıtico que puedan corresponder por el mal ejercicio o abuso delpoder’. La recuperacion de las islas no era, decıa, propiedad de ‘un gobierno autocratico /…/sino que se inserta en historicas reivindicaciones anheladas por generaciones de argentinos’(Cların 14 de Abril, 1982).

12. Esta fue una acusacion emprendida por el gobierno de los Estados Unidos que empujaban a laArgentina a abandonar su ‘neutralidad’ complaciente con Alemania e Italia. La acusacion seextendio a J.D.Peron. Gran Bretana, en cambio, preferıa que la Argentina mantuviera suneutralidad para poder seguir proveyendo de carne al Reino Unido.

13. Esta idea de ‘contrato’ debe entenderse en forma relativa ya que el Estado asigna determina-da nacionalidad al ciudadano al momento de su nacimiento. Anos despues, el Estado puedeapelar a rituales o instancias de confirmacion de dicho contrato – jura de la ensena patria,conscripcion, etc. (Brubaker 1992).

14. Barbero & Devoto 1983; Buchrucker 1987; Navarro Gerassi 1968; Rock 1993. Desde otroenfoque Quattrocchi-Woisson 1992.

15. Los trabajos de Halperın Donghi (1987, 1992) y de Natalio Botana (1984, 1985), entre otros,dan lugar a la apertura de los mas recientes analisis de la nacionalidad argentina. Ver tambienen Carmagnani (coord.) (1993) los artıculos de Chiaramonte, Botana y Bidart Campos.

16. Es notable que mientras el arribo de los inmigrantes de principos del siglo XX se evocaba en1982 como la llegada a un suelo abierto donde sembrar las semillas del trigo y la descendencia,el principal formato represivo que dio triste fama a la Argentina fuera la des-territorializacionde hombres y mujeres quienes, tras su desaparicion y muerte sin funeral, no debıan dejarrastros de su paso por este mundo (y esta tierra) (Franco 1985, Newman 1991).

17. Los uruguayos residentes en la Argentina en el 2000 aun recuerdan la unidad que, pese a susdiferencias polıticas, suscito la causa malvinera (Brenda Pereira, comunicacion personal).

18. El periodismo solo difundio una a lo largo de los 74 dıas, proxima a la finalizacion del conflicto.19. Ası lo expreso un polıtico al diario Cların (9 de Abril 1982). Por iniciativa del Ministro de

Trabajo, un brigadier de la Fuerza Aerea, sindicalistas de distintas lıneas y gremios viajaron alas internacionales obreras (Confederacion Internacional de Organizaciones Sindicales Li-bres – CIOSL; AFL-CIO con su central en EE.UU., y la Organizacion Regional Interamerica-na de Trabajadores) y a las sedes de las organizaciones obreras de Italia, Francia, Espana,Mexico y Colombia en ‘mision de esclarecimiento’ sobre la justicia de los derechos argentinossobre Malvinas (Cların 11 de Abril 1982, 13 de Abril, 1982). ‘La idea es que viajen a paısesdonde hay gobiernos con ideologıas afines a su ideario (de los “embajadores”) para explicar laposicion argentina sobre Malvinas’ Cların 9 de Abril 1982). Ası lo hizo la Democracia Cristia-na en Italia, el Vaticano y Venezuela; los radicales en el Parlamento Latinoamericano; undirigente peronista ligado a la izquierda peronista en Mexico, con su nutrida colectividad deexiliados Montoneros y de la Juventud Peronista; otros justicialistas fueron a Espana, EstadosUnidos, Francia y Portugal (Cların 13 de Abril, 1982); los comunistas enviaron representantesa la Union Sovietica y los socialistas a distintos puntos de America Latina (Cların 20 de Abril,1982). Estas gestiones intentaban compensar el alineamiento de la Comunidad EconomicaEuropea con Gran Bretana, y de obtener el apoyo del Tratado Interamericano de AsistenciaRecıproca (TIAR) en la OEA. El Ministro de Accion Social, un marino, aclaro que polıticos y

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gremialistas ‘van espontaneamente y pagan de su bolsillo’ (Vicealmirante Carlos A. Lacoste,en La Nacion 14 de Abril, 1982).

20. En la misma lınea, y justificando su asistencia a la asuncion del flamante gobernador militar deMalvinas e Islas del Atlantico Sur, el 6 de abril, el secretario general de la ConfederacionGeneral del Trabajo razono que pese a haber sido perseguidos, encarcelados y desconocidospor ese mismo regimen, ‘los soldados que estan en el territorio patrio recuperado son todoshijos de trabajadores argentinos’ (Cların 7 de abril, 1982).

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