pupo walker naufragios

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El Colegio De Mexico is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Nueva Revista de Filología Hispánica. http://www.jstor.org Notas para la caracterización de un texto seminal: los Naufragios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca Author(s): Enrique Pupo-Walker Source: Nueva Revista de Filología Hispánica, T. 38, No. 1 (1990), pp. 163-196 Published by: El Colegio De Mexico Stable URL: http://www.jstor.org/stable/40298990 Accessed: 29-03-2015 01:39 UTC Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected]. This content downloaded from 148.206.159.132 on Sun, 29 Mar 2015 01:39:17 UTC All use subject to JSTOR Terms and Conditions

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Artículo de investigación literaria sobre los _Naufragios_ de Álvar Núñez Cabeza de Vaca

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    Notas para la caracterizacin de un texto seminal: los Naufragios de Alvar Nez Cabeza de Vaca Author(s): Enrique Pupo-Walker Source: Nueva Revista de Filologa Hispnica, T. 38, No. 1 (1990), pp. 163-196Published by: El Colegio De MexicoStable URL: http://www.jstor.org/stable/40298990Accessed: 29-03-2015 01:39 UTC

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  • NOTAS PARA LA CARACTERIZACIN DE UN TEXTO SEMINAL: LOS NAUFRAGIOS

    DE ALVAR NEZ CABEZA DE VACA

    Una inspeccin somera de lo que se ha escrito sobre los Naufragios (1542) podra llevarnos a dos conclusiones inmediatas. Nos sor- prender, ante todo, la abundancia y diversidad del material bi- bliogrfico, y de modo muy sealado nos llamara la atencin la retahila de juicios contradictorios que, desde el siglo xvi, se han emitido en torno a la breve narracin de Cabeza de Vaca1. Con propsitos muy dismiles, numerosos comentaristas han exaltado las facultades narrativas de Cabeza de Vaca y tambin las visi- bles torpezas de redaccin que su texto contiene2. Se ha indica- do, ms de una vez, que los Naufragios estn desprovistos de los refinamientos expositivos que hemos celebrado en las pginas de Lpez de Gomara, Antonio de Guevara o del Inca Garcilaso3.

    1 Ese registro de opiniones est resumido en los siguientes estudios: Car- los Lacalle, Noticias sobre Alvar Nez Cabeza de Vaca: hazaas americanas de un caballero andaluz, Instituto de Cultura Hispnica, Madrid, 1961; Daro Fer- nndez Flores, Drama y aventura de los espaoles en la Florida, Instituto de Cul- tura Hispnica, Madrid, 1964; y John Upton Terrell, Journey into darkness, Morrow, New York, 1962. Sobre algunos de los investigadores que desacredi- tan los Naufragios vase el ensayo bibliogrfico de Henry R. Wagner,

    ' 'Al-

    var Nez Cabeza de y ac: Relacin", The Spanish Southwest, University of California Press, Berkeley, 1924, pp. 8-15; y Jacques Lafaye, "Les miracles d'Alvar Nez Cabeza de Vaca (1527-1536)", BHi, 64 (1962), 136-153. 2 Quiz el estudio que con mayor objetividad calibra algunas de las den- ciencias expositivas en los Naufragios se debe a Stephanie Merrim, "Historia y escritura en las crnicas de Indias: ensayo de un mtodo", ETL, 2 (1981), 193-200. La profesora Merrim prepara un estudio de mayor envergadura te- rica y analtica, sobre la historiografa indiana, que aparecer en la Cambridge History of Latin American Literature. Vase tambin Sylvia Molloy, "Formu- lacin del yo en los Naufragios de Alvar Nez Cabeza de Vaca", CH (7), t. 2, pp. 761-766; v Luisa Pranzetti, "II naufragio come metfora", Letteratu- ra d'America, 1 (980), 5-28. 3 Esa disparidad se apreciara, por ejemplo, en el importante estudio de

    NRFH, XXXVIII (1990), num. 1, 163-196

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  • 164 ENRIQUE PUPO-WALKER NRFH, XXXVIII

    Creo que, inclusive, el lector ocasional observara que el texto de Nez incide en descripciones morosas que, en algunos pasajes, nos hacen evocar las tonalidades sombras de la crnica medieval (por ejemplo caps. 3, 7). Adems, comprobaremos que la cons- truccin misma del proceso narrativo se expone, con facilidad, a las injerencias de lo fortuito as como a un exceso de ambige- dades que dificultan la exposicin fctica de lo ocurrido. Tam- bin hay evidencia de curiosas mutilaciones sintcticas que opa- can lo que el relator se empea en comunicarnos4. Si bien se ve, es mucho lo que a lo largo de siglos se ha dicho en favor y en con- tra de la famosa narracin de Alvar Nez. Pero observaremos que casi siempre se trata de juicios sobre aspectos particulariza- dos de la narracin. Ese desequilibrio me parece inevitable, si se toma en cuenta que los Naufragios han sido material predilecto tanto de la investigacin histrica y antropolgica como de la literaria5. En todo caso, quiz lo que ms resalta en ese grueso y desigual corpus bibliogrfico es la ausencia de una valoracin analtica que asuma el texto como unidad integral. Es, precisamente, ese tipo de elucidacin la que intentar en las pginas que siguen. Pero quisiera adelantar que no propongo un mero esbozo formalista de la narracin, sino ms bien una lectura global que reconoce tanto los rasgos especficos del enunciado como su configuracin evasiva e inconclusa.

    Es imprescindible que tomemos en consideracin, desde un principio, esa paradjica hechura del texto. Si insisto en ello es porque su engaosa sencillez ha motivado una profusin de ob- servaciones que, por lo general, no trascienden la dimensin anec- dtica de lo relatado6. Para encasillarla de algn modo se ha in- sinuado, en ms de una ocasin, que la de Nez es, en su base, una relacin - aunque espectacular - que escribi otro soldado

    Margarita Zamora, Language and history in the "Comentarios Reales", Cambrid- ge University Press, Cambridge, 1988. 4 Vase la elaboracin sintctica en caps. 22-27. 5 El registro informativo del texto lo expongo en mi estudio "La relevan- cia antropolgica de los Naufragios", que en breve aparecer en RIM. La im- portancia histrica del texto la resume, entre otros, Wagner, art. cit., pp. 10- 15; y a esas consideraciones aado otras en el estudio preliminar que contiene mi edicin crtica de los Naufragios, que prximamente publicar la editorial Castalia.

    6 Vase Jos R. Lpez-Gastn, Tradicin hispnica de Nuevo Mxico, Pro- greso, Mxico, 1985, pp. 81-88; y la edicin de los Naufragios y Comentarios de R. Ferrando, Historia 16, Madrid, 1984, pp. 7-38.

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  • NRFH, XXXVIII CARACTERIZACIN DE LOS NAUFRAGIOS 165

    conquistador7. Es evidente, en todo sentido, que Cabeza de Va- ca no alcanz una formacin intelectual equiparable a la que dis- frutaron Fernndez de Oviedo, Hernn Corts o Gonzalo Jim- nez de Quesada8. Pero, sin proponer comparaciones, una lectu- ra reposada de sus textos nos revelar que Nez logr un registro cultural que sobrepasa, con alguna amplitud, el saber que de or- dinario nos deparan las primeras letras. Son muy escasos los da- tos que tenemos sobre la actividad escolar de Cabeza de Vaca, pero esa carencia puede compensarse mediante la notacin de re- ferencias ocasionales que aparecen en sus escritos, as como a tra- vs del cotejo de sus proemios. Creo que al adentrarnos en una exploracin detallada de los textos reconoceremos un dominio de matices retricos y de tpicos que habitualmente asociaramos con una persona en posesin de no pocas lecturas. Ms all de esas precisiones textuales y biogrficas, cabe sealar, como anticipo, que los Naufragios son producto de una prolongada y acaso incon- clusa secuencia de redacciones. Adems, el texto no slo ha rete- nido ese indcil sesgo de boceto sino que a la vez encarna, su- brepticiamente, antinomias lingsticas que derivan, segn lo ve- remos, en hiatos expresivos y en pasajes de languidez descriptiva que seguramente dictaron las frecuentes incertidumbres del rela- tor (por ejemplo, caps. 16, 26).

    Con sobradas razones cabra preguntarse - sobre todo en los ltimos quince captulos - en qu lengua ocurri mucho de lo que se describe? Es razonable suponer que el impacto de viven- cias lingsticas tan extremas pudo haber afectado la capacidad de expresin que Nez desplegara al retomar el castellano, des- pus de haber vivido casi ocho aos en las penumbras culturales del paleoltico americano9. Esas y otras realidades que hoy cono-

    7 La ubicacin de los Naufragios y Comentarios, entre otras relaciones pro- ducidas por 'Viajeros y descubridores", no consigna la excepcional relevan- cia, sobre todo, del primero. Vase Francisco Esteve Barba, Historiografa indiana, Gredos, Madrid, 1966, pp. 237-248. 8 Consltese el excelente estudio de Demetrio Ramos, Gonzalo Jimnez de Quesada cronista, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, Sevilla, 1972; y el de Antonello Gerbi, La naturaleza de las Indias nuevas: de Cristbal Coln a Gon- zalo Fernndez de Oviedo, FCE, Mxico, 1978. 9 Nez vivi, principalmente, entre tribus y clanes cahuiltecas y caran- caguas que habitaron reas prximas al Golfo de Mxico; sobre todo en las zonas costeas que hoy ocupa el estado de Texas. Son referencias de esta n- dole las que frecuentemente sugieren un incierto trasunto lingstico en los Nau- fragios: "Los indios me dijeron que yo fuese a curarlos, porque ellos me que- ran bien [...]". " stos y los de ms atrs nos contaron una cosa muy extra-

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  • 166 ENRIQUE PUPO-WALKER NRFH, XXXVIII

    cemos sugieren la presencia, en los Naufragios, de informaciones diferidas e implcitas que pueden afectar o desfigurar el flujo de lo que la narracin nos transmite. Son esos dobleces expositivos los que nunca se han consignado al valorar el texto, a pesar de la importancia que retienen esas dimensiones un tanto secretas de la narracin. Pero al iniciar una lectura orientada de tal mo- do, ocasionalmente advertiremos los obstculos que supone aden- trarse en un texto tantas veces condicionado por las huellas remi- sas de la palabra hablada y hasta por sutiles recursos nemotcni- cos de un relator que al parecer todo lo guard en sus recuerdos10. Una vez conscientes de esas peculiaridades del enunciado, no de- be olvidarse que la Relacin11 de Nez emana de evocaciones en las que l simultneamente escribi su pasado y tambin sus aoranzas12. Vale la pena recordar, desde ahora, que el suyo es un relato que se inicia desprovisto de un marco textual de refe- rencias y que asume la difcil funcin de constatar, no slo lo des- conocido, sino adems las propias dudas y desasosiegos del relator.

    Delineamientos y estirpe del texto

    En trminos generales, las secuencias episdicas de los Naufragios se organizan en cinco segmentos diferenciados en contenido y rit- mo expositivo. El primero abarca los dos captulos que narran la

    a, y por la cuenta que nos figuraron paresca que aua quince o diez y seis aos que haba acontecido [...]" (cap. 23). Cito por la edicin de M. Serra- no y Sanz, Naufragios y Comentarios, Imprenta de Victoriano Surez, Madrid, 1906.

    10 Podremos comprobar que, tanto en su proemio como en el ltimo ca- ptulo de los Naufragios, Nez destaca su empeo de "hacer memoria". 11 Tambin me refiero al texto como la Relacin, porque se fue su ttulo inicial. La alusin a Naufragios ocurre, por primera vez, en el encabezamiento de la paginacin de la edicin vallisoletana de 1555. El ttulo de la edicin ori- ginal fue: Relacin que dio Alvar Nez Cabeza de Vaca de lo acaecido en las Indias en la armada donde yua por gouernador Pnphilo de Narbez, desde el ao de veynte y siete hasta el ao de treyntay seys que bolvi a Sevilla con tres de su compaa (Zamora, 1542). Este ltimo dato es errneo. No hay evidencia definitiva de que Casti- llo y Dorantes hubieran regresado a Espaa en compaa de Nez. Ese im- portante error da pie, una vez ms, a la idea de que la edicin zamorana se hizo sin el consentimiento de Cabeza de Vaca.

    12 Vanse cap. 30, y sobre todo el 36, en el que ya proyecta sus aspira- ciones de regresar a aquellas tierras y enmendar los errores cometidos en con- tra de los indios.

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  • NRFH, XXXVIII CARACTERIZACIN DE LOS NAUFRAGIOS 167

    salida de Sanlcar de Barrameda el 17 de junio de 1527 y la llega- da a la Espaola y a Cuba, as como la prolongada estancia de la expedicin en esta ltima isla. En segundo trmino destaca la relacin de hechos que se inician con el desembarco en la Florida y la incursin que hace la expedicin de Narvez hasta la aldea de Aute en el norte de la pennsula. Esa segunda porcin del rela- to se inicia en el cap. 3 y concluye en el 7. A partir de esos mo- mentos comienzan a palidecer el dinamismo y las proyecciones futuras de la empresa conquistadora. En aquellos parajes inhs- pitos, situados hoy entre las ciudades de Tallahassee y Appala- chicola, los espaoles construirn naves para escapar de los rigo- res brutales del medio y la lucha casi constante con los indios. Cons- truidas las naves, navegan bordeando la costa en direccin oeste rumbo a Nueva Espaa, hasta dispersarse en una sucesin deses- perada de naufragios. El tercer segmento de la narracin se inicia en el cap. 7 y culmina en el 15. Es en esas pginas donde comien- zan a narrarse las vicisitudes sufridas por los espaoles en la isla de Mal Hado13. De all en adelante, y ya con otro timbre, la na- rracin con frecuencia se torna introspectiva e imprecisa, acaso porque refleja el largo ciclo de humillaciones y aislamiento que sufren los cuatro ltimos sobrevivientes de la expedicin. Esa cuar- ta etapa del relato, que es la ms extensa y compleja, concluye en el cap. 33. En los ltimos cinco captulos - que constituyen el quinto segmento narrativo - , Cabeza de Vaca y sus compae- ros finalmente detectan la presencia alentadora de tropas espao- las que recorran regiones nrdicas de Nueva Espaa.

    Este ltimo sector es el que sirve como conclusin a los Nau- fragios, y en ese segmento final resaltan los dos ltimos captulos, ya que en ellos se narra la llegada de los sobrevivientes a Nueva Espaa, las profecas inesperadas de la Mora de Hornachos, y tam- bin el retorno, un tanto novelado, de Alvar Nez a Castilla14.

    En su configuracin primaria el texto de Cabeza de Vaca acata los preceptos retricos que guiaban la preparacin de relaciones, segn se prescriban en los reglamentos forenses derivados de las

    13 Se trata de la isla situada a la entrada del puerto de Galveston, Texas. Cf. Cleve Hallenbeck, The journey and route of Alvar Nez Cabeza de Vaca, Ken- nikat Press, New York, 1971, p. 121. 14 El ataque de piratas y corsarios franceses, as como las exclamaciones imaginativamente transcritas en un portugus incorrecto, son datos hoy no ve- rificables, que Cabeza de Vaca, muy probablemente, aadi a su relato como incentivo adicional, y muy afn por cierto al gusto literario de la poca.

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  • 168 ENRIQUE PUPO-WALKER NRFH, XXXVIII

    artes notariales del medioevo15. El diseo de la relacin, como ti- pologa diferenciada, conserva, en parte, su estirpe epistolar que de hecho nos remite a las cartas reales y de provisin. Aqullos eran documentos severos que resuman las comunicaciones oficiales en- tre funcionarios e instituciones de la Corona. En lo que se refera a las Indias, especficamente durante las primeras dcadas de la Conquista, los funcionarios recibiran, al partir, instrucciones pre- cisas en las que se indicaba lo que deban informar a la Corona y cmo hacerlo. Tal es el caso de Alvar Nez cuando asume sus funciones como tesorero y aguacil mayor de la expedicin de Nar- vez. Esos documentos - derivados en parte de los edictos impe- riales romanos y de las Instituciones de Justiniano16 - no slo es- pecificaban las responsabilidades de funcionarios supervisores, sino que adems sealaban cmo deban desempearse los cargos tanto en el mbito de las prerrogativas oficiales como en un plano individualizado17. Se trataba de disposiciones de gobernacin emanadas del poder real en el ejercicio de sus funciones rectoras; funciones que siempre fueron vigiladas con especial esmero en In-

    15 El impacto de esa tradicin retrica lo elucida Roberto Gonzlez Echevarra en su estudio "The law of the letter: Garcilaso's Commentaries and the origins of the Latin American narrative", The Yale Journal of Criticism, 1 (1987), 107-112. Vase tambin James J. Murphy, Rhetoric in the Middle Ages: a history of rhetorical theory from Saint Augustine to the Renaissance, University of Ca- lifornia Press, Berkeley, 1974, pp. 194-268; Alfonso Garca Gallo, Estudios de historia del derecho indiano, Instituto Nacional de Estudios Jurdicos, Madrid, 1972, pp. 123-286. De especial inters en este contexto es el estudio de Wal- ter Mignolo, "Cartas, crnicas y relaciones del descubrimiento y la conquis- ta", en Historia de la literatura hispanoamericana, ed. I. Madrigal, Madrid, 1982, t. 1, pp. 57-116. 16 En las Instituciones de Justiniano comentadas por Gayo se abogaba por informes que hicieran minuciosa referencia a "personas, cosas y acciones' \ Cf. Eugene Petit, Derecho romano, trad. Jos Fernndez Gonzlez, poca, M- xico, 1977, pp. 72-73. 17 Vase Coleccin de documentos inditos relativos al descubrimiento y conquista. . . del Archivo de Indias, ed. L. Torres Mendoza, Librera Jos Ma. Prez, Ma- drid, 1870, t. 13, p. 265. En los documentos a que he aludido se estipulan los encargos oficiales que la Corona haca a Panfilo de Narvez. Por su parte, Buckingham Smith, en su Relation of Nez Cabeza de Vaca, New York, 1871, aade, como apndice, las instrucciones que la Corona (a travs de Francisco de los Covos) daba a Cabeza de Vaca el 15 de febrero de 1527 en Valladolid, pp. 218-223. Datos mucho ms precisos sobre las responsabilidades asignadas a escribanos, alguaciles y otros funcionarios de la Corona en Amrica, apare- cen en Coleccin de documentos inditos de ultramar, t. 24, ed. ngel de Altoaguirre y Duvale, Academia de la Historia, Madrid, 1931, libro 2, p. 306; 4, p. 112; 5, pp. 112, 134, 276, 324 y 325.

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  • NRFH, XXXVIII CARACTERIZACIN DE LOS NAUFRAGIOS

    dias, segn lo verifican innumerables cdulas reales y todo el vas- to aparato del Derecho Indiano18. As, las relaciones que deriva- ban de tales medidas de gobierno eran ledas, con sumo cuidado, por los funcionarios del Consejo de Indias, por cronistas imperia- les y con anterioridad por autoridades virreinales19.

    En esas relaciones se procuraba con especial celo la informa- cin solicitada, que a su vez responda a las exigencias de la Cop- lala de leyes de Indias. Estos datos, resumidos en extremo, docu- mentan la minuciosidad con que se administr el Derecho India- no y el rigor con que la Corona vigil Sus asuntos legales - por leves que stos fuesen - , sobre todo si lo escrito estaba vinculado a procesos de gobernacin y recaudaciones20. En la prctica, la que he descrito era una tradicin originada en las legislaciones romanas, pero que se vera incrementada, con mucho, por la no- table tensin litigante que se haba desarrollado en todo el me- dioevo castellano, y que cobra an mayor mpetu al iniciarse la colonizacin del Nuevo Mundo. Con el tiempo, al amplio squi- to de letrados y leguleyos tambin se incorporara Alvar Nez al ocupar los cargos que la Corona le asign en la expedicin de Narvez. Recordemos que es l quien, con mentalidad de funcio- nario fiscalizador, informar desde Cuba - quiz prematuramen- te - sobre la marcha infortunada de una expedicin que an no haba alcanzado su destino21. Algn tiempo despus, ya en la Flo- rida, al suscitarse el primer desacuerdo entre Narvez y Cabeza de Vaca, este ltimo se comportar segn los formulismos legales que se convocaban para resolver desavenencias y porfas entre fun- cionarios con responsabilidades dismiles.

    18 Vase Coleccin de documentos (Torres Mendoza), pp. 77, 80, 537 y 540. 19 Ibid. , p. 235. La carta que sobre Cabeza de Vaca y sus compaeros en- vi el virrey Antonio de Mendoza a la Emperatriz es prueba indirecta de ese minucioso control. Una gran cantidad de datos muy tiles sobre esos contro- les aparecen en el valioso estudio de Manuel de la Puente y Olea, Los traba- jos geogrficos de la Casa de Contratacin, Escuela de Estudios Hispanoamerica- nos, Sevilla, 1950. 20 As, en el proemio de Pedro Cieza de Len a su Crnica del Per (ed. Carmelo Sanz de Santa Mara, CSIC, Madrid, 1984), se esboza ya la inme- diata funcin utilitaria que el cronista asigna a sus escritos, de cara, sobre to- do, a los intereses materiales de la Corona. La de Santa Mara es, con mucho, la mejor edicin que poseemos de este importante texto. 21 Esa relacin de 1527 - en contraste con los textos posteriores de 1536, 1537, 1542 y 1555 - debi hacer referencia a hechos muy limitados, ya que an no se haba iniciado la exploracin de la Florida. Ese texto no se conoce.

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  • 170 ENRIQUE PUPO-WALKER NRFH, XXXVIII

    El gobernador - nos dice Nez - sigui su parescer y que los otros le aconsejauan; yo, vista su determinacin, requerile de parte de Vues- tra Majestad que no dexasse los nauos sin que quedassen en jnierto seguros, y ans lo ped por testimonio al escriuano que all tenamos. El res- pondi que pues l se conformaba con el parescer de los dems de los otros officiales y comissario, que yo no era parte para hazerle estos requerimientos, y pidi al escribano le diesse por testimonio como por no auer en aquella tierra mantenimientos para poder po- blar, ni puerto para los nauos, leuantaua el pueblo que all aua assentado e yua con l en busca del puerto y de tierra que fuesse mejor (cap. 4)22. Al evaluar la peculiar envergadura constitutiva de los Naufra-

    gios , es imprescindible que comprendamos, ante todo, las razo- nes concretas que motivaron la gestacin de esos escritos, as co- mo las directrices institucionales que regan su preparacin. Son precisiones de esa ndole las que nos permitirn reconocer el for- mato bsico que sirvi como punto de partida a las relaciones de Indias en los siglos xvi y xvn23. Las distinciones que propongo a continuacin son an ms pertinentes cuando advertimos que los documentos informativos, preparados por funcionarios, con- quistadores y clrigos, al pasar los aos se convertiran en un es- trato fundamental del discurso histrico y cultural que produjo el descubrimiento y colonizacin del Nuevo Mundo. Hay que te- ner en cuenta, desde el principio, que el estrecho formato de la relacin inevitablemente sufrir alteraciones considerables ante las novedosas exigencias colectivas y personales que se afrontaron en las Indias. Puede inferirse que las frmulas y giros canonizados por la retrica forense sirvieron para otorgar un barniz de autori- dad y verosimilitud al contenido, a veces descomunal, que exhi- ban aquellos documentos24. Pero, como era de esperar, el registro de esos hermticos convencionalismos expositivos y los latiguillos

    22 En las citas todas las cursivas son mas. Obsrvese que en la edicin de Serrano y Sanz la puntuacin y ortografa puede ser equvoca. Con todo, fue la primera transcripcin rigurosa de la edicin de 1555. Cito aqu por mi edicin, cf. n. 5. 23 Esas particularidades formales, emanadas en parte del Cdigo Rolandi- no, las resume Roberto Gonzlez Echevarra en su libro The narrative of Ame- rica, que en breve publicar Cambridge University Press. 24 Las Cartas de relacin de Hernn Corts ejemplifican la relevancia que asume ese legado forense en la historiografa indiana. Cf. Stephanie Merrim, "Auto-biography, history and Corts' Segunda Carta-Relacin", de prxima apa- ricin en Dispositio.

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  • NRFH, XXXVIII CARACTERIZACIN DE LOS NAUFRAGIOS 171

    propios de un discurso de leguleyos pronto se vio desbordado por proyectos narrativos que iban mucho ms all de la habitual cons- tatacin de los hechos25. El registro descriptivo de los Naufragios confirma, en varios planos, ese proceso de desbordamiento que trasciende al inventario fctico propio de las relaciones.

    Anlogamente puede decirse que la relacin, como modalidad expositiva, se dilat de modo tan considerable que numerosos re- latores cultos y de indiscutible relevancia histrica llegan a consi- derarla, por extensin, como equivalente de las narraciones his- tricas propiamente dichas. Para el Inca Garcilaso, Cieza de Len y Bernal Daz, ' 'hacer relacin" ser, en muchos trances, tarea muy similar a la reconstruccin de un complejo proceso histri- co. En otros rdenes, es igualmente cierto que la relacin novo- mundista, al diversificar sus objetivos, superar el programa na- rrativo de la crnica medieval as como las codificaciones de la historiografa clsica, que tantas veces sera modelo para mlti- ples narraciones sobre las Indias elaboradas por cronistas y funcionarios26. Pero veremos que no es se el caso de los Naufra- gios. No hay pruebas corroborables de que Nez estuviese fami- liarizado con las formas de realizacin histrica que instituy la tradicin greco-romana. Por el contrario, lo que le distingue no es la presencia de conceptualizaciones historiogrficas, sino ms bien un crudo exceso de literalidad y el afn por ensayar formu- laciones testimoniales que se aproximan notablemente al diario; es decir, una redaccin que pretende circunscribirse a la vivencia inmediata, pero que muchas veces tambin ser, irnicamente, la glosa desesperada del que no alcanza a decir lo que ha conoci- do. En pginas subsiguientes comentar esas y otras dimensiones ambiguas del texto, pero de momento conviene que lo examine- mos a partir de su sorpresiva iniciacin.

    25 Los Naufragios, la Historia verdadera . . . , Bernal Daz del Castillo y las re- laciones sobre las acciones de Aguirre en Sudamrica son ejemplos vividos de ese proceso de amplificacin narrativa. Estos ltimos y curiosos textos son ase- quibles en Lope de Aguirre: crnicas 1559-1561, eds. Elena Mampel Gonzlez y Neus Escandell Tur, Universidad de Barcelona, Barcelona, 1981. 26 Sobre el vasto legado de la historiografa clsica, cf. A. Gerbi, op. cit. , pp. 170-231; 265-306; John H. Elliott, El Viejo y el Nuevo Mundo: 1492.-1650, Alianza Editorial, Madrid, 1970, pp. 9-41; y mi Vocacin literaria del pensamiento histrico en Amrica, Gredos, Madrid, 1982, pp. 15-95.

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  • 172 ENRIQUE PUPO- WALKER NRFH, XXXVIII

    Sobre el proemio

    Si bien es se el cariz general del enunciado en los Naufragios, no podra decirse lo mismo de su proemio. El ms leve cotejo delata la sutileza argumentativa de ese texto liminar de ofrecimiento ai monarca. Ms an: en su configuracin sintctica y conceptual el proemio se ofrece como anttesis formal de casi todo lo que N- ez nos relata en los 38 captulos de su Relacin. Pienso que es oportuno retomar, con toda brevedad, las pginas leves de ese proemio porque en ellas se confirman refinamientos expositivos que no seran los habituales en escritos debidos a figuras de baja extraccin castrense. Los que Cabeza de Vaca maneja en ese tex- to no son los cdigos ideados para asentar hechos, sino ms bien los que solan aprovecharse para hacer glosa sutil del que escribe y de su obra27. Se trata, por cierto, de un texto que ilumina, in- directamente, el casi secreto trasunto cultural de Alvar Nez. Refirindose precisamente al proemio de los Naufragios, el hispa- nista norteamericano Robert E. Lewis ha llegado a conclusiones de inters que quisiera esbozar ahora. Seala Lewis que el proe- mio escrito por Cabeza de Vaca difiere, en varios rdenes, de los que entonces se escriban como marco inicial de narraciones his- tricas. Destaca el mismo autor la ausencia de tpicos habitua- les, como seran: los rigores que impone la tarea historiogrfi- ca, la falsa modestia o la descripcin de fuentes manejadas por el escritor. Es cierto que algunos de esos tpicos se atenan en los Naufragios2*. Pero aunque as sea, desde otro ngulo de lec- tura advertiremos que tpicos de reconocida envergadura ret- rica se deslizan entre las mortificadas alusiones que Nez hace

    27 Ejemplos idneos de esa postura expositiva aparecen en los proemios que el Inca Garcilaso redact para su traduccin de los Dilogos de amor (1590) de Len Hebreo y para su Florida (1605) y Comentarios reales (1609, 1617). Con menos recursos argumentativos, y mayor ansiedad, otro tanto ha- ce Bernal Daz al confesar en su proemio: " Tengo que acabar de escribir ciertas cosas que faltan, que an no se han acabado[ . . . ] pido[ . . . ] que no se quiten ni aadan ms letras" (ed. Carmelo Sanz de Santa Mara, CSIC, Madrid, 1982). Esta, como la de Cieza, es la nica edicin crtica de ese valio- so texto.

    b No olvidemos que Nez no poda remitirse a versiones anteriores so- bre aquellos hechos y regiones, como s podan hacerlo Bernal Daz, el Inca Garcilaso y el padre Acosta al escribir sus respectivas obras. Esa ausencia de precedentes otorg una libertad expositiva que debi facilitar la obvia soltura que algunas veces alcanza su redaccin. Los ltimos seis captulos confirma- ran esta observacin.

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  • NRFH, XXXVIII CARACTERIZACIN DE LOS NAUFRAGIOS 173

    sobre su pasado y sus infortunios. Creo que lo que detectare- mos en ese texto introductorio es una eleccin, acaso ms res- tringida y tenue, de codificaciones retricas propias de este sub- gnero29.

    En su fase inicial se insina la laudatio al monarca como mere- cedor de la obediencia de todos y su caracterizacin, retricamente institucionalizada, como estandarte de la justicia y de la fe. En todo sentido, esa formulacin sigue muy de cerca las normas ex- positivas que se observan en proemios debidos a figuras ilustra- das de la poca30; y de raigambre no menos tpica es la implci- ta alusin a la fortuna, a la que - como base de tantos equvocos - se atribuyen bienaventuranzas y fracasos. Al mismo tiempo, to- do lo que seguidamente se relata en su proemio para justificar las vicisitudes que algunos padecen, le sirve al autor para expresar - veladamente - otra modalidad, slo que ms sutil, de su afec- tada modestia:

    sin culpa de nadie, mas por sola voluntad y juyzio de Dios, donde nasce que vno salga con ms sealados seruicios que pens, y a otro le suceda tan al reus, que no pueda mostrar de su propsito ms testigo que a su diligencia; y aun sta queda a las vezes tan encu- bierta que no puede uoluer por s.

    Manejando una cuidadosa conceptualizacin de sesgo para- lptico, se nos hace evidente que entre sus diligencias figur la escritura de su propia Relacin, y no solamente la hazaa explora- toria como tal. Excepto que en su caso, hasta la labor narrativa - que Nez quiso perfeccionar hasta el fin de sus das - ha que- dado "encubierta" por no haber logrado plenamente su objetivo como escritor. Pero queda claro, a la vez, que esa afirmacin suya ya haba sido contradicha por la existencia y efectividad de re- dacciones anteriores de un texto impreso y por la inminencia de una segunda edicin - con licencia real - de sus escritos. Obsr- vese tambin que esa afectada y disminuida visin de su labor es- critural aparece vinculada, en el revs de ese pasaje, a los tpicos antes mencionados de la fortuna, mediocritas mea y excusatio propter

    29 Las codificaciones propias de los prlogos las ha estudiado detallada- mente Alberto Porqueras Mayo en sus obras El prlogo como gnero literario, CSIC, Madrid, 1957; El prlogo en el renacimiento espaol, CSIC, Madrid, 1965. J Vanse, por ejemplo, los prlogos de Pedro Mexia a la Mua de vana leccin (1540) y a su Historia imperial y cesrea (1547), as como el de Francisco Lpez de Gomara a su Historia general de las Indias (1552), entre otros.

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  • 174 ENRIQUE PUPO-WALKER NRFH, XXXVIII

    infirmitatem31 . Si se explora con algn detenimiento la articulacin retrica indirecta de otros formulismos, cuyos antecedentes he- mos conocido en la tradicin clsica, as como en tratados y glo- sas medievales, veremos que Nez, al concluir su proemio, nos avisa que en su Relacin se leern ' 'cosas muy nueuas y para algu- nos difciles de creer' ' . Esa declaracin, aparte de ser cierta, reto- ma, desde su configuracin reiterada, dos vertientes retricas que nos dirigen simultneamente a la pica e historiografa clsica, as como a la patrstica. Es fcilmente comprobable que la aseve- racin de Nez tiene antecedentes bien conocidos en Herodoto, Sneca, Dante y Chretien de Troyes, entre otros textos semina- les, segn veremos en las pginas que siguen.

    Advertiremos, por igual, que las matizaciones que hace el re- lator en los Naufragios equivalen a las conocidas proposiciones re- tricas que emite aquel que nos "trae noticias sin precedentes"; y a ello suele aadirse que es su deber "compartir conocimientos valiosos y recin adquiridos". Con ese mismo sentido nos avisa el Libro de Aleixandre en su comienzo que "Debe de lo que sabe omne largo ser"32. Vinculndose a esa tradicin expositiva, Nez caracteriza su Relacin como una obligacin que debe al monar- ca, y simultneamente nos comunicar que lo que en ella se rela- ta "es auiso a mi parescer no liviano para los que en su nombre [del Rey] fueren a conquistar aquellas tierras". Con anterioridad a esa tradicional formulacin didctica, nos confesar la excep- cionalidad de noticias que ahora ofrece porque "no me qued lugar para hazer ms seruicio deste que es traer a Vuestra magestad relacin de lo que en diez aos que por muchas y muy extraas tierras que anduue perdido y en cueros, pudiese saber y ver"33. No menos clara es la tcita alusin - formalizada retricamen- te - que Nez hace a su memoria como espacio en el que se iba recopilando todo lo ocurrido:

    y de todas las otras particularidades que pude alcanzar y conoscer, que de ello en alguna manera Vuestra magestad ser seruido, por- 31 La utilizacin y variantes de esos tpicos se han elucidado minuciosa-

    mente en la obra de Ernest Curtius, European literature and the Latin Middle Ages, trad. W. R. Trask, Princeton University Press, Princeton, 1973, pp. 84, 149. 411 v 460.

    32 Para el linaje de tpicos como "noticias excepcionales o inslitas"; "la necesidad de compartir lo aprendido", cf. ibid., pp. 86, 88 y 477. 33 Otras variantes de esa frmula, de raz devocional, aparecen en ibid. , p. 546.

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  • NRFH, XXXVIII CARACTERIZACIN DE LOS NAUFRAGIOS 175

    que aunque la esperanza que de salir de entre ellos [los indios] tuue, siempre fue muy poca, el cuydado y diligencia siempre fue muy grande de tener particular memoria de todo.

    Las referencias literales y metafricas a la memoria, como facul- tad en la que se inscriben datos y toda genuina sabidura, son nu- merossimas en la antigedad clsica y tambin en la cultura del humanismo renacentista.

    La memoria es, en efecto, la tabula rasa de Alberto Magno y Santo Toms de Aquino y " pgina en la que todo puede escribir- se", segn ya lo haba sealado Aristteles34. Lo irnico es, co- mo bien lo ha destacado R. Lewis, que la memoria tambin ser responsable, con el paso de los aos, de la ambigedad temporal e informativa35; slo que esa ambigedad dar al texto una lati- tud semntica que parcialmente compensa las supuestas prdidas de su facticidad. Por ltimo, comprobaremos que en el proemio de sus Naufragios Nez hace exegesis de su persona en trminos muy prximos a las expresiones devocionales de humildad36; ma-

    34 Ibid. , pp. 304, 307, 326. La vigencia literaria y teolgica de la memo- ria, como tpico de amplia significacin, se documenta, por ejemplo, en el tra- tado que public en Perusa el mexicano Fray Diego Valads (1533-?), de la orden de los Observantes de San Francisco, titulado Rhetrica cristiana (1579). Se trata de un libro que instruye a futuros predicadores en el Nuevo Mundo, pero que incide, con cierta minuciosidad, en el arte de la memoria o ars memo- rativa. Cf. Esteban Palomera, S. J., Fray Diego Valads O.F.M. Evangelizador humanista de la Nueva Espaa, 2 ts., Porra, Mxico, 1962. Sabido es, por otra parte, que tanto Alberto Magno como Santo Toms de Aquino haban trata- do en detalle el tema de la memoria, que en un principio suscit Simnides y que tambin fue exaltado por Cicern tanto en su De Oratore (II, LXXXVI) como en su Herennium, IV. El tratado de Valads, como los de Gulielmus Le- poreus, Ars memorativa (1520), y muchos otros, ofrecan explicaciones grficas y conceptuales de la localizacin y alcance de la memoria; conceptualizaciones que son, por cierto, de obvia raz aristotlica. Para otras consideraciones, va- se Francis A. Yates, El arte de la memoria, Taurus, Madrid, 1974; y el trata- do de Rene Taylor, El arte de la memoria en el Nuevo Mundo, Edit. Swan, San Lorenzo del Escorial, Madrid, 1987. La importancia de la memoria en la tra- dicin retrica tambin la comenta Dorothy Severin en Memory in "La Ce- lestina", Tamesis, London, 1970. 35 Obsrvese que la utilizacin retrica de esos tpicos, asi como el de la autoexgesis", son, a la postre, resortes ideados para establecer un ascenden- te nivel de autoridad narrativa; nivel que debe verse en los Naufragios como complementario de la creciente proyeccin autobiogrfica que exhibe el texto; cf. Robert Lewis, "Los Naufragios de Alvar Nez: historia, ficcin", Revlb, 120/121 (1982), 681-694. 36 Ibid., pp. 621 y 632.

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  • 176 ENRIQUE PUPO-WALKER NRFH, XXXVIII

    tizaciones sas que por otra parte rimaban con su secreto prop- sito de regresar, como gobernador, a Norteamrica para enmen- dar el fracaso de Narvez y llevar a cabo la deseada conversin de los indios37. Sin necesidad de precisiones adicionales, el texto que he glosado sugiere la discreta proximidad de Nez a una tradicin culta; hecho ste que sus comentaristas han sospechado y que en alguna medida confirman las codificaciones que he iden- tificado en su proemio y que ms adelante sealar - desde otros ngulos - en varios pasajes de los Naufragios.

    En ms de un sentido, las notaciones expuestas hasta aqu nos revelan una confluencia de resortes expositivos que, por s solos, nos aclaran la fisonoma diversa y a veces contrapuesta de la es- critura en los Naufragios. En la medida que sus propsitos lo re- queran, el texto asimil las aportaciones de un legado forense, religioso y humanstico que se haba codificado en el espacio inte- lectual mediterrneo, sobre todo a partir del siglo xvi. As, los Naufragios, al igual que otras narraciones de tema americano, apa- recen como una entidad discursiva pluralizada que resiste todo intento de clasificacin simplista. La manifiesta urdimbre hbri- da del texto contribua, sin sospecharlo, a la consagracin de una tipologa novedosa del discurso histrico; tipologa sealizada, des- de entonces, por el uso particularizado de frmulas y tpicos, y tambin por una flexibilidad expositiva que tiene su razn de ser en la interdependencia de sus variadsimos componentes, as co- mo en la frecuente dinmica autobiogrfica de los textos.

    La directriz autobiogrfica

    Sabemos que la tentacin y la necesidad de hacer historia desde la vivencia personalizada son rasgo distintivo de buena parte de la historiografa indiana. Es comprensible que, ante la excepcio- nalidad de lo que se relataba, muchos de aquellos cronistas im- provisados buscaran el apoyo que poda brindarles la confirma- cin testimonial que genera la primera persona. Esa opcin tam- bin se hizo factible debido a la ausencia de reglamentacin historiogrfica, as como de textos autorizados en los que ya se hubiesen descrito aquellas regiones y sus habitantes38. Pero no

    37 Sobre ese proyecto de Nez vase mi "Pesquisas para una nueva lec- tura de los Naufragios", Revlb, 140 (1987), 516-538. 38 Existieron cdulas, traslados y diversas reglamentaciones que guiaron

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  • MRFH, XXXVIII CARACTERIZACIN DE LOS NAUFRAGIOS 177

    basta con aludir a esos factores coyunturales. Ocurre adems, que muchos optaron por la redaccin personalizada para reivindicar, desde esa postura, prerrogativas individuales, para manifestar re- pulsas o sustentar frecuentes querellas de todo tipo39. Es, en parte por esas razones que los textos de Hernn Corts, Bernal Daz y el Inca Garcilaso, entre otros, exhiben formas tan eficaces, y a la vez evasivas, de argumentacin; son, casi siempre, recursos de composicin que nos sorprenden, tanto por su variedad como por las sutilezas conceptuales que alcanzan40. Con las salvedades del caso, otro tanto podra decirse de los Naufragios.

    Pero antes de identificar las posturas que el relator asume an- te el texto - y que deben verse como parte integral del mismo - , se hacen necesarias algunas precisiones que la mayora de los co- mentaristas han desestimado, acaso porque desconocen, en sus pormenores, la secuencia de redacciones que a la postre se fun- den en los Naufragios. En pginas anteriores he indicado que Ca- beza de Vaca comenz a preparar probanzas y relaciones, por- que informar, por escrito, era inherente a los deberes que estipu- laban sus cargos. De simple ndole informativa debi ser la primera relacin que Nez enviaba a la Corona desde Cuba. Refirin- dose a ese documento y a los contratiempos que la expedicin de Narvez sufri en esa isla, dir: "yo hize una prouanga dello, cu- yo testimonio enbi a Vuestra Magestad"41. Ese texto - hoy desaparecido - sera, con toda seguridad, una escueta exposicin legal, como solan serlo las probanzas y testimonios que entonces

    la labor descriptiva y transmisora de cronistas oficiales. Sin embargo, la pro- gramacin institucionalizada de los proyectos historiogrficos de la Corona se llev a cabo tardamente y sin mejores resultados; sobre todo a partir de 1569, con las visitas de Juan de Ovando al Consejo de Indias. Vase Marcos Jim- nez de Espada, "El cdigo ovandino", Revista Contempornea, 81 (1891), 228-299.

    39 De esa ndole seran, por ejemplo, las relaciones y probanzas que ver- san sobre las medidas tomadas por Alonso Dvila en Yucatn, o las que des- criben las acciones del piloto Andrs Nino en el Mar del Sur, entre muchas otras; cf. Coleccin de documentos (Torres Mendoza), pp. 5, 128 ss. 40 Vase John H. Elliott, "The mental world of Hernn Cortes , Tran- sactions of the Royal Society, 17 (1967), 41-58; y mi Historia, creacin y profeca en los textos del Inca Garcilaso, J. Porra Turanzas, Madrid, pp. 6-27. 41 En su acepcin ms generalizada, probanzas eran testimonios que adu- can las pruebas requeridas por tribunales para procesar querellas. Sin embar- go en otros contextos asuman ms bien el carcter de informes. Las diferen- cias - en cuanto a mecanismos expositivos - se observan en los documentos recopilados por Torres Mendoza, Documentos inditos. . ., pp. 540, 553.

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  • 178 ENRIQUE PUPO- WALKER NRFH, XXXVIII

    requeran tribunales y consejos. Similar en tono debi ser tam- bin la que Cabeza de Vaca entregara al virrey don Antonio de Mendoza cuando el andaluz y sus tres acompaantes llegaron se- midesnudos a Nueva Espaa en el verano de 1536. De ella repro- duzco el fragmento que sigue:

    Parti Panfilo de Narvez de Sanlcar a siete das del mes de Junio de mil quinientos veinte y siete aos. La conquista que llevaba era desde el Ro de las Palmas hasta la punta de la Florida que est en tierra firme, con cinco naos y setecientos hombres. . . Llegaron a Santo Domingo, donde estuvieron quarenta das: de all fueron a Santiago de Cuba, que es puerto, a donde pasaron una muy gran- de tormenta, que llaman uracn en aquellas partes, y perdieron mu- cha gente y mantenimiento; llev de aqu el Gobernador para la conquista cuatrocientos hombres y ochenta caballos; de aqu fue- ron y toparon en los bajos que llaman Canarco, donde estuvieron veinte y cinco das tocando con las quillas, y de all fueron a Guani- guanico, donde les tom una tormenta que estubieron para perder- se, en Cabo de Corrientes otra, y de all, yendo a la Habana, que- riendo entrar, les tom un tiempo de Sur que les desvi della y ech a la Florida42.

    Aparte de las discrepancias informativas que obviamente exis- ten entre este texto y las ediciones de 1542 y 155543, percibimos, en esta relacin, la tercera persona relatora de un escribano que, partiendo de fechas y ubicaciones, constata lo ocurrido. En 1537, desde La Habana, Alvar Nez, Alonso del Castillo y Andrs Do- rantes enviaran otra relacin a la Audiencia de Santo Domin- go44. Es esa narracin la que, algn tiempo despus, el cronista Fernndez de Oviedo reprodujo y glos en su Historia general y na- tural de las Indias^. Slo que el cronista aprovechar el texto a su

    42 Ibid. , pp. 265-266. Trinidad Barrera Lpez, en un estudio muy re- ciente, destaca las diferencias entre el manuscrito que posee el Archivo de In- dias y el texto que acabo de citar. Cf. "Problemas textuales de los Naufragios de Alvar Nez Cabeza de Vaca' ' , Historiografa y Bibliografa Americanistas, Se- villa, 2 (1986), 21-30. 43 En mi edicin de los Naufragios (cf. n. 5), que publicar Castalia, se compulsan todas las variantes de textos redactados e impresos en el siglo xvi. ** As tenan que hacerlo porque la Florida, y sus regiones adyacentes, competan a la Audiencia de Santo Domingo. 45 Ed. Juan Prez de Tudela, BAE, Madrid, 1959, t. 4, pp. 297-318. Los primeros 16 libros de la Historia se publicaron en Sevilla en 1535. La obra com- pleta apareci en 1855 con la edicin de Jos Amador de los Ros. Al citar esta obra la paginacin se indicar en el texto.

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  • NRFH, XXXVIII CARACTERIZACIN DE LOS NAUFRAGIOS 179

    capricho, tal y como lo haba hecho con otras relaciones que manej46. En lo posible, Fernndez de Oviedo se apoderar de la relacin para casi darnos la impresin de que lo que en ella se relata es principalmente suyo. * 'Tornemos - nos dice despus de una de sus frecuentes digresiones - a la historia, que no habernos llegado al cabo, aunque de la gente de Narvez ya no nos quedan sino tan pocos hombres" (p. 299).

    Adems de stos, otros comentarios de Oviedo hacen an ms evidente las prerrogativas de relator privilegiado que l se otorga al invitar las reflexiones de sus lectores:

    Hacedme agora saber - nos dice en esa misma pgina - los que habis ledo, si ostes ni supiste de otra gente tan desdichada ni tan trabajada ni tan mal aconsejada. Buscad esa peregrinacin de Uli- xes, o esa navegacin de Jasn o los trabajos de Hrcoles, que todo eso es ficciones e metforas, que entendidas como se deben enten- der, ni hallaris de qu os maravillar, ni son comparacin igual con los trabajos de estos pecadores que tan infelice camino e fin hicie- ron . . . Oh maldito oro! Bien creo yo que si al precio que estos [so- brevivientes] hobieron aquella manta (que ha dicho la historia que se le qued a Narvez a vuelta de aquella pedrada) . . . pero esas [las capas y pieles de prncipes] cmpranse con dineros, y esto otras con sangre (p. 299).

    sta, entre otras glosas de Oviedo, me parece significativa de cara a la lectura que propongo. Se ver que la alusin a lo relata- do por los tres peninsulares sobre la aventura trasnochada de Nar- vez aparece inserta en sus comentarios, tal y como si la relacin de los tres espaoles no fuese ms que un punto de apoyo lateral para sus conclusiones y extensas glosas. Ese proceso de asimila- cin de textos es de considerable inters como ejemplo de la ges- tacin de un nuevo discurso histrico; discurso que Oviedo exal- ta, a la par de otros cronistas (Lpez de Gomara y el Inca Garci- laso), como una tipologa mucho ms veraz y genuina - a la vez que espectacular - que las que nos legaron los historiadores greco- romanos.

    Aunque en algunas ocasiones Oviedo designa a Cabeza de Va- ca como autor principal de la relacin que l comenta, debe des- tacarse que el cronista asigna a Dorantes y a Castillo acciones que luego, en sus Naufragios, Nez reclamar como suyas. De cual- quier modo, en la relacin que conoci Oviedo, el texto de los

    46 Cf. D. Ramos, op. cit, pp. 255-264.

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  • 180 ENRIQUE PUPO-WALKER NRFH, XXXVIII

    sobrevivientes se percibe como entidad pasiva sobre la que l cons- truye su dilatada glosa. Desde la perspectiva que impone el co- mentario textual, los tres espaoles parecen ser protagonistas - casi en igualdad de condiciones - de aquellos hechos. A la vez, con- firmaremos que sus aventuras se hacen algo ms distantes debido a las mordaces anotaciones de Fernndez de Oviedo, sobre todo al evocar la persona de Narvez:

    Pareceos, letor - dice el cronista - que es buen pasatiempo el que estos pecadores cristianos traan . . . Querra yo que me dijesen qu les predicaron esos frailes e Panfilo de Narvez a aquellos espaoles que tan ciegos se fueron, dejando sus patrias tras falsas palabras (p. 290). A los efectos de la lectura que he iniciado en estas pginas,

    esa subordinacin del texto que Nez y sus compaeros redac- taron al discurso oficial que Oviedo produce, no nos permite un conocimiento satisfactorio de la relacin que haba llegado a la Audiencia. Se interponen entre ese texto y nosotros las frecuen- tes y casi obsesivas intervenciones de Oviedo; y para colmo, el cotejo de esa relacin con los Naufragios nos induce a pensar que el cronista mutil aspectos de la narracin que no se ajustaban a su plan narrativo47. Es precisamente por ello que todo juicio so- bre las caractersticas especficas de esa tercera relacin ha de ser provisional y cauteloso. Lo que s podemos asumir es que el texto recibido por Oviedo debi ser algo ms explcito, y quiz ms ex- tenso que los anteriores. Esa conclusin me parece aceptable por- que el texto enviado a la Audiencia era, en aquel trance, el infor- me oficial y definitivo que, adems, recoga el parecer de tres individuos48. No hay razones para pensar que la relacin que an- teriormente se entreg a Mendoza fuese tan detallada. En ltima instancia, lo que el resumen contenido en la Historia de Fernn- dez de Oviedo nos ofrece es la posibilidad de una lectura intersti- cial, en la que a menudo se complementan y cancelan dos redac- ciones logradas con propsitos y hechuras muy dispares.

    En consecuencia, lo que ms nos sorprender al cotejar los tex- tos que he comentado hasta aqu con los Naufragios es la prepon- derancia de un yo relator que vara en sus proyecciones y timbre, pero que en los Naufragios emana, casi exclusivamente, de la. per-

    cibid. 9 p. 187, n. 207. w No hay indicios de que la relacin entregada a Mendoza fuese producto

    de los tres espaoles. Vase Documentos inditos, p. 265.

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  • NRFH, XXXVIII CARACTERIZACIN DE LOS NAUFRAGIOS 181

    sona histrica y narrativa de Cabeza de Vaca. Tambin habra que decir que el yo que se manifiesta en los seis primeros captu- los de la narracin cumple una funcin testimonial y a la vez con- tenciosa que difiere notablemente del yo contemplativo que reco- nocemos en las porciones intermedias de los Naufragios (por ejem- plo, caps. 7-16); aun ms sealada es la voz narrativa de sesgo piadoso y sermnico que predomina en los ocho ltimos captu- los. A este registro de precisiones hay que aadir otro dato cru- cial - antes no sealado - y que brevemente pone en entredicho la preeminencia de Nez como narrador central de sus Naufra- gios; dato ste que suscita otras interrogantes no menos significa- tivas. Me refiero a que en el penltimo captulo, al relatarse el encuentro con piratas franceses y la llegada de Nez a Lisboa, inexplicablemente aparece un narrador annimo, en tercera per- sona, que parece hacer las veces de un escribano o amanuense, y que pudo haber cumplido la funcin asignada a Pero Hernn- dez en los Comentarios. Es ste el trozo en cuestin, cuyo final he subrayado:

    Y passados los quinze das nos partimos de all con el armada y lle- gamos al puerto de Lisbona a nueue de Agosto, bspera del seor Sant Laurencio, ao de mil y quinientos y treynta y siete aos. Y porque es ass la verdad como arriba en esta relacin digo, lo firm de mi nombre: Cabeza de Vaca. Estaba firmado de su nombre y con el escudo de sus armas la relacin donde ste se sac.

    El dato que pongo en evidencia es curioso y nos hace pensar que quiz Nez quiso concluir su Relacin con ese prrafo; tam- bin la cita podra indicar que la primera edicin se tom de otro texto primario, al que se alude como

    ' 'donde ste se sac". La

    deduccin no nos parecer insensata si tenemos presente que el ltimo captulo, con sus sorprendentes referencias a las profecas que hizo la pintoresca Mora de Hornachos, bien parece una aadidura49. Lo estimo as, no slo porque esas referencias con- trastan, en todos los rdenes, con el contenido de los captulos anteriores, sino, adems, porque la alusin a la nigromntica de

    49 La presencia enigmtica de nigromnticas es recurso que detectaremos no slo en la tradicin celestinesca, sino que aparece por igual en El laberinto de Juan de Mena, y se personifica en la Camacha de Cervantes. Cf. Mara Rosa Lidade Malkiel, La originalidad artstica de la Celestina, EUDEBA, Bue- nos Aires, 1968, pp. 242-250; y Jos Antonio Maravall, El mundo social de la Celestina, Gredos, Madrid, 1964, pp. 129 ss.

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  • 182 ENRIQUE PUPO-WALKER NRFH, XXXVIII

    Hornachos no aparece en la redaccin anterior que manej Fer- nndez de Oviedo. El cronista no hubiese perdido la oportunidad de criticar a Nez por ese aparente desmn, al que aludir una vez ms en otras secciones de este estudio. Aparte de esas consi- deraciones, cabe preguntarse si esa tercera persona fue, en efec- to, un escribano. De ser as, creo que nunca sabremos cul fue el grado exacto de participacin que esa voz sinnima pudo tener en la preparacin del texto. Creo que los datos que acabo de sub- rayar esbozan la configuracin indeterminada y problemtica de los Naufragios, sobre todo si examinamos la narracin en sus di- versos estadios de redaccin; lo cual, por otra parte, me parece inevitable si se quiere llegar a valoraciones globales que eluciden el proceso de elaboracin que en alguna medida parece culminar en los Naufragios.

    Con no poca astucia, la concentracin expresiva en la prime- ra persona se intensifica en los Naufragios a medida que la expedi- cin se desintegra, hasta quedar patticamente resumida en la per- sona debilitada de Alvar Nez. En el texto que glos Fernndez de Oviedo se nos relatan las calamidades sufridas por Nez en estos trminos: ' 'el tesorero Cabeza de Vaca estaba en la otra parte de la tierra, muy doliente en su esperanza de vivir" (p. 295); pe- ro en la Relacin de 1542 el protagonismo narrativo que Nez asume exceder las prerrogativas de sus cargos y funciones admi- nistrativas. Esas referencias sucesivas a su persona contrastan se- veramente con la evidencia que nos ofrecen aquellos textos mera- mente noticiosos que Cabeza de Vaca y sus compaeros entrega- ron al virrey Mendoza y ms tarde a la Audiencia de la Espaola. Ya en las primeras pginas de los Naufragios destaca esa ascen- dente centralidad de un narrador que es vehculo de una tradi- cin expositiva y a la vez funcin motriz de lo que se relata. ' Tor esta razn yo determin de yr a la villa, aunque primero que fuese dex proueydo y mandado a los pilotos" (cap. 1); y ms adelan- te, al cerrarse ese mismo prrafo, aadir: "Dime [el goberna- dor] a m, cargo de los navios y de la gente para que me fuere con ellos a inuernar al puerto de Xagua"50. Pero aunque la di- mensin personalizada sorprende un tanto, sobre todo al cotejar- la con las relaciones anteriores, lo cierto es que los primeros cap- tulos mantienen, en general, el tenor informativo que ya haba- mos conocido en textos anteriores. La excepcin ms notable sera

    50 El puerto de Jagua, aqu mencionado, est hoy a la entrada de la ba- ha cubana de Cienfuegos.

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  • MRFH, XXXVIII CARACTERIZACIN DE LOS NAUFRAGIOS 183

    la desavenencia que surge en el captulo 4 - por razones estrat- gicas - entre Nez y Narvez. Con todo, en el captulo siguien- te, al intensificarse los descalabros y penurias de la tropa, Nez comenzar a distanciar sus acciones y juicios de los de Narvez. En la gradacin que los hechos le permiten, la centralidad narra- tiva de Cabeza de Vaca se har cada vez ms sobresaliente. Ante los trastornos que sufren los espaoles en el norte de la Florida, la tropa trata de obtener alguna informacin de los indios. Se nos dice all:

    estos nos lleuaron a sus casas, que estauan hasta media legua de all, en las cuales hallamos gran cantidad de maz que estaua ya pa- ra cogerse, y dimos infinitas gracias a Nuestro Seor por auernos socorrido en tan grande necesidad [ . . . ] y a tercero da que all lle- gamos nos juntamos el Contador y Veedor y Comisario eyo, y ro- gamos al Gouernador que embiasse a buscar la mar por ver si ha- llaramos puerto, porque los indios dezan que la mar no estaua le- jos de all. l nos respondi que no curssemos de hablar de aquello [. . .] Y cmodo era el que ms le importunaua, dixome que me fuese yo a descubrirla [ . . . ] y as, yo me part con el capitn Alonso del Castillo (cap. 5). Es esa disparidad de criterios, y otros resentimientos, lo que

    motivar sucesivas porfas entre Cabeza de Vaca y Narvez; y es, a su vez, el ardid que facilita, en el esquema narrativo, la pre- ponderancia de Nez como productor, cada vez ms singulari- zado, del discurso. l ser, a partir de ese trance, sujeto principal de lo relatado y tambin generador de un enunciado que gradual- mente se centrar en los avatares equvocos de su persona. Des- taca en esos sectores, como bien lo observ Sylvia Molloy, "una dimensin claramente narrativa y ms an: conscientemente na- rrativa de la primera persona"51. Se trata de una proyeccin in- dividualizada que suele trascender la organizacin informativa de lo que se relata. A medida que leemos, se observar que la narra- cin se aleja cada vez ms de su responsabilidad oficial, para aden- trarse en la zozobra de un andar que remite tanto a los hitos geo- grficos como a la expresin de ansiedades y duros escarmientos que Nez y sus compaeros experimentaban da tras da52.

    51 S. Molloy, "La formulacin. . . ", p. 762. La profesora Molloy ha redactado una versin ms detallada del estudio antes citado, titulada "Alte- ridad y reconocimiento en los Naufragios de Alvar Nez Cabeza de Vaca", NRFH, 35 (1987), 425-449, ensayo ste repleto de observaciones muy agudas.

    52 Al observar los hbitos de los corpulentos carancaguas, Nez dir: y

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  • 184 ENRIQUE PUPO-WALKER NRFH, XXXVIII

    Al expresarlo as, recordemos que casi todo lo que descubren Cabeza de Vaca y sus acompaantes constituye el reverso de lo que ellos anticipaban. La naturaleza les ser en extremo hostil; adems encontrarn a las comunidades indgenas en las que bus- caron amparo asediadas por el hambre y por los rigores incesan- tes de una precaria vida nomdica. Todo con lo que tropiezan parece negarles inclusive el breve consuelo de analogas con lo co- nocido o con lo que deseaban encontrar. Es ese entorno opresor y desprovisto de alicientes lo que reduce el radio de accin de N- ez, pero es tambin lo que, irnicamente, le sirve para destacar su individualidad de relator. Recordaremos que ya en los das en que todos estn a punto de naufragar se produce una breve con- versacin entre Cabeza de Vaca y el gobernador Narvez: inter- cambio que el primero ha reproducido con la efectividad de un pasaje novelesco. Es el momento difcil en que Nez presencia el desmembramiento total de la empresa y del contingente que hasta all les ha servido de apoyo:

    Yo, como vi esto, pedle [al gobernador] que para poderle seguir me diesse un cabo de su varea, y l me respondi que no haran ellos poco si solos aquella noche pudiessen llegar a tierra. Yo le dije que pues va la poca possibilidad que en nosotros aua para poder seguirle y hazer lo que aua mandado, que me dixesse qu era lo que mandaua que yo hiziesse. l me respondi que ya no era tiempo de mandar unos a otros; que cada uno hiziesse lo mejor que pares- ciesse que era para saluar la vida (cap. 10). Es en ese momento cuando quedan disueltos los vnculos ins-

    titucionales y de rango. Es, adems, cuando el yo asume buena parte del proceso narrativo para convertirse en ncleo referencial de singular importancia53. Comprobaremos ahora cmo las des- cripciones que aluden a las actividades de los dems sobrevivien- tes y de la comunidad indgena suelen culminar en detalles que giran en torno a la persona de Nez. Al relatar la lenta peregri-

    cierto, ver que estos hombres tan sin razn y tan crudos, a manera de brutos, se dolan tanto de nosotros, hizo que en m y en otros de la compaa crescies- se ms la passion y consideracin de nuestra desdicha" (cap. 12). DJ Pienso que el aprovechamiento de incidentes sealados, como puntos de apoyo para la consolidacin narrativa de la primera persona, debe verse como recursos deliberados y sagaces que fortalecen la autoridad del relator. Sylvia Molloy ha notado, entre otras, la referencia sugestiva al "leme" o timn, como metfora de la ascendente gestin narrativa de Nez, cf. "La formulacin. .

    .", p. 763.

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  • NRFHy XXXVIII CARACTERIZACIN DE LOS NAUFRAGIOS 185

    nacin hacia Nueva Espaa, Cabeza de Vaca describe as los re- cibimientos que le hacan algunas tribus:

    Dixmosles que nos llevasen hazia el Norte; respondieron de la mis- ma manera, diciendo que por all no aua gente, sino muy lejos e que no aua qu comer, ni se hallaua agua. Y con todo esto, noso- tros porfiamos y diximos que por all queramos yr y ellos todaua se escusauan de la mejor manera que podan y por esto nos enoja- mos e yo me sal una noche a dormir en el campo } apartado de ellos } mas luego fueron donde yo estauay toda la noche estuuieron sin dormir y con mucho miedo hablndome [. . .] (cap. 30)54.

    En otras ocasiones, al describir la aculturacin de los espao- les y la conducta inescrutable - para ellos - de algunas comuni- dades indgenas, las alusiones informativas desembocarn en la reaccin emotiva de Nez; sobre todo cuando ste enfrenta cir- cunstancias que le parecen incomprensibles:

    y despus de muertos ningn sentimiento hizieron ni los vimos llo- rar, ni hablar unos con otros, ni hazer otra ninguna muestra, ni osauan llegar a ellos hasta que nosotros los manduamos llevar a enterrar[ . . . ] antes porque una llor la lleuaron muy lexos de all y con unos dientes de ratn agudos, la sajaron desde los hombros hasta casi todas las piernas. E yo, viendo esta crueldad y enojado de ello les pregunt que por qu lo hazian (cap. 31).

    De igual modo, al relatar incidentes que les servan para pro- pagar la fe cristiana, Cabeza de Vaca asume, aun con mayor efec- tividad, la direccin de esa nueva empresa al referirse una y otra vez a la entereza de sus creencias. Al aludir a la figura diablica de Mala Cosa y a otras creencias estimadas por los indios, Cabe- za de Vaca confesar, hacia la conclusin del captulo 20:

    No tena, quando en estos trabajos me va, otro remedio ni consue- lo sino pensar en la passion de nuestro redemptor Jesucristo y en la sangre que por m derram, e considerar qunto ms sera el tor- mento que de las espinas l padesci.

    En general, al repasar el largo ciclo de penurias que conocie- ron los espaoles, observaremos que son las reacciones de Nez

    54 En ese sector de la ruta los sobrevivientes deban estar en compaa de indios jumanos o pimas altos.

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  • 186 ENRIQUE PUPO- WALKER NRFH, XXXVIII

    las que nos dan la medida ms precisa de la severidad de aquellas circunstancias: "Fue tan extremada la hambre que all se pass que muchas veces estuue tres das sin comer ninguna cosa" (cap. 15). Advertiremos, por igual, que el narrador, al concluir su re- lato, intercala un nivel de reflexin cuya irona y escepticismo ex- pande la latitud interior de lo que se nos comunica. Aludo, en este caso, a las disputas que Nez tuvo con otros militares espa- oles de Nueva Espaa, a quienes encontr cuando stos anda- ban en la penosa tarea de esclavizar indios:

    Despus que ouimos embiado a los indios en paz y regracindoles el trabajo que con nosotros auan passado, los christianos embia- ron, debaxo de cautela, a vn Zebreros, alcalde, y con l otros dos. Los quales nos lleuaron por los montes e despoblados por apartar- nos de la conuersacin de los indios y porque no vissemos ni en- tendisemos lo que de hecho hizieron, donde paresce quanto se engaan los pensamientos de los hombres, que nosotros endvamos a les buscar libertad y quando pensuamos que la tenamos sucedi tan al contrario, porque tenan acordado de yr a dar en los indios que embiuamos assegurados y de paz (cap. 34). En toda pesquisa centrada en la dimensin autobiogrfica de

    los Naufragios, son de especial inters esos pasajes en los que N- ez tiende a controlar la responsabilidad del proceso narrativo. Los que cito a continuacin son renglones que nos muestran su propia conciencia didctica de la actividad narrativa as como de los procesos de selectividad que ella requiere:

    Esto he querido contar porque allende que todos los hombres des- sean saber las costumbres y exercicios de los otros, los que algunas vezes se vinieran a ver con ellos estn auisados de sus costum- bres y ardides que suelen no poco aprovechar en semejantes casos (cap. 35). La lectura de esos fragmentos en los que destaca - en moda-

    lidades dismiles - la persona del narrador constituye, al valorar- los en conjunto, una suerte de exegesis graduada de la individua- lidad del relator a manera de causa finalis; es una dramatizacin velada que distingue al relator como ente personalizado y a la vez como donante de un legado cultural que subyace en la escritura que l configura. El proceso retrico que sealo nos remite a com- plejas y antiqusimas frmulas que tienen sus antecedentes ms concretos en la retrica epistolar. Esa elucidacin de la persona

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  • NRFH, XXXVIII CARACTERIZACIN DE LOS NAUFRAGIOS 187

    generadora del enunciado es todava ms justificable cuando cap- tamos la relevancia evangelizadora que Nez se otorga en los ltimos captulos de sus Naufragios. La expresin individualizada a que me he referido es especialmente visible en pasajes en los que Cabeza de Vaca se insina como receptor de la misericordia divina y a su vez como vctima de los ms crueles sacrificios: * 'En todo este tiempo no com bocado, ni hall cosa que pudiesse co- mer; y como traya los pies descalzos corrime dellos mucha san- gre" (cap. 21).

    Pero por arduas que fuesen sus desventuras, nos dir, aposte- riori, "de m se decir que siempre tuue esperanza en su misericor- dia [la de Dios] que me haua de sacar de aquella captiuidad; y as yo lo habl siempre a mis compaeros" (cap. 22)55. Siguien- do normas caractersticas de la narracin autobiogrfica del Me- dioevo - sobre todo en la tercera parte de los Naufragios - , la pro- yeccin individualizada del discurso se supedita al esquema pro- videncial que las relaciones indianas heredaron de la historiografa medieval. Esa subordinacin del relato a categoras canonizadas del discurso es eficaz por cuanto en ella se borra parcialmente la circularidad conflictiva que es inherente al discurso autobio- grfico56.

    Para evaluar en todas sus posibilidades los recursos narrati- vos empleados en los Naufragios, siempre habr que tener presen- te que el texto es producto de evocaciones, a veces muy posterio- res a los hechos. Obviamente, y en intervalos dismiles, el tiempo de la narracin difiere del de la secuencia histrica narrada. Sin embargo, en numerosas instancias el texto incorpora un ritmo ex- positivo que se aproxima discretamente a los efectos de lectura de un diario; es decir, a una suerte de escrito en el que se recopi- lan y se repiten datos adquiridos casi al mismo tiempo que se re- dacta. Identificamos de ese modo un tipo de redaccin que pare- ce anular los lapsos que podran existir entre la temporalidad de los acontecimientos y la escritura que intenta recogerlos. A mi pa- recer esa aproximacin a una ilusin de simultaneidad es uno de

    55 Esa reiterada dimensin piadosa de su conducta, hacia el final de su relato, la comento en mi estudio "Pesquisas. . .", n. 37. 00 Vase William Howarth, borne principles ot autobiography , New Literary History, 5 (1974), p. 365; y James Olney, Metaphors of the self: the mean- ing of autobiography, Princeton University Press, Princeton, 1974, pp. 34-45. Las formas primarias del discurso autobiogrfico las repasa Roy Pascal en su conocida obra Design and truth in autobiography, Cambridge University Press, Cambridge, 1960.

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  • 188 ENRIQUE PUPO-WALKER NRFH, XXXVIII

    los xitos narrativos ms sealados en los Naufragios^1 . De su vagar desesperado Nez nos dice: "y la maana yo

    me cargu de lea y tom dos tizones y bolu a buscarlos y an- duue desta manera cinco das siempre con mi lumbre y carga de lea, porque si el fuego se me matasse en parte no tuuiesse lea" (cap. 21); y dentro de una secuencia narrativa muy similar, el re- lator reconstruye as impresiones de otros sucesos: "y ouo hom- bres este da que juraron que auan visto dos robles, cada uno dellos tan gruesso como la pierna por baxo, passados de parte a parte [por las flechas de indios apalaches]" (cap. 7). Esa presen- cia sobresaltada de los hechos reaparecer de nuevo en esta ob- servacin: ' 'Estando yo con los de aguenes, no estando auisados vinieron sus enemigos a media noche y dieron en ellos" (cap. 24).

    Veremos que, aun bajo el impacto de innumerables calami- dades, las referencias a una cronologa expedicionaria se enun- cian con evidente precisin en los sectores iniciales de la narra- cin: ' 'El da que aqu llegamos era sexto del mes de nouiembre" (cap. 10); pero con el paso de los das esas anotaciones se harn ms ambiguas. Las fechas sern sustituidas - imitando a los in- dgenas con quienes conviven - por alusiones al ocaso, a las esta- ciones o al tiempo en que se cosechaban frutas y nueces. "Y al cabo de este tiempo ya las tunas comenzaban a madurar" (cap. 87); y cuando estn ms prximos al final de su ruta, el relato se va articulando sobre observaciones como esta: "A la puesta del sol, por vnos llanos y entre vnas sierras muy grandes que all se hazen, all hallamos una gente que la tercera parte del ao no co- men sino vnos poluos de paja" (cap. 31). Esa disolucin cronol- gica de las descripciones da a ciertos trozos de la narracin un creciente margen de ambigedad que espontneamente asocia- ramos no tanto con el flujo de un diario como con los recursos de la fabulacin propiamente dicha58. Al mismo tiempo compro- baremos, en varios de los pasajes ya citados, que el enunciado re- tiene las cacofonas y tropiezos que habitualmente vincularamos con los ritmos de la palabra hablada; adems, puede verificarse, en mltiples sectores de la narracin, un proceso de intermiten-

    57 Las implicaciones de esa postura narrativa se elucidan - en la ficcin - en las obras de H. Potter Abbott, Diary fiction, Cornell University Press, It- haca, N. Y., 1984 y Lorna Martens, The diary novel, Cambridge University Press, Cambridge, 1985. Ambas obras contienen una bibliografa selecta en la que se incluyen referencias a textos muy dismiles. 00 Esa disolucin tctica, que permite otros efectos de lectura, la comen- to en Historia ficcin, pp. 168-260.

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  • NRFH, XXXVIII CARACTERIZACIN DE LOS NAUFRAGIOS 189

    cias expresivas que nos hacen evocar un tipo de redaccin propia del que escribe para s mismo. Estos prrafos, entre otros, nos revelan ese hilo suelto y algo endeble que tantas veces asomar en los Naufragios: "Y cerca del alba parecime que oya el tumbo de la mar, porque como la costa era baxa sonaua mucho [ . . . ]" (cap. 10); "Otro da siguiente, otros indios de otro pueblo que estaban de la otra parte vinieron a nosotros y acometironnos de la misma arte [. . .]" (cap. 7).

    Por ltimo, esa proyeccin autobiogrfica que hemos confir- mado en los Naufragios incrementa, aun ms, el carcter proble- matizado del texto. Como en todo discurso guiado - en parte - por un propsito autobiogrfico, el pasado que se relata es cada vez ms el pasado del narrador. Aun sin proponrselo, ese tipo de enunciado suele procurar la imposible confluencia retrica en- tre el yo histrico y el del relator. Pero sabemos que esa yuxtapo- sicin ideal slo es alcanzable en los resortes que permite la estra- tegia narrativa como tal; aludo a ese difcil ardid de redaccin ca- paz de cancelar momentneamente el espacio y las diferenciaciones que obviamente existen entre el acto de enunciacin y la referen- cia especfica a los hechos ocurridos. Pienso que es ese enlace, siem- pre fugaz, el que ostensiblemente podra hacernos ver el pasado del relator como equivalente de un acontecer colectivo. Se trata de una postura narrativa - consagrada muchas veces en pginas de Hornero, Herodoto y Plinio - que nos hace ver la funcin del historiador como si sta fuera afn a la del poeta pico o del ju- glar; el que identificamos aqu es el relator que escucha e interro- ga sobre un acontecer para luego hacer memoria histrica, y aca- so imaginativa, de lo que ha conocido59. En los Naufragios ese re- curso lo configurarn pasajes como estos: "Esto caus muy gran admiracin y espanto [sus milagros] y en toda la tierra no se ha- blaua en otra cosa" (cap. 22); ya ms seguro de su ruta, el narra- dor no slo busca noticias sino que procura ampliarlas:

    y parescindome a m que eran muy buenas, les pregunt que dn- de las auan auido [puntas de flechas que Nez tom por esmeral- 59 La transferencia de tpicos literarios a la historiografa, y las variantes

    que esas modalidades asumen en el discurso histrico, las expone Curtius, op. cit. , pp. 82f, 128, 381. Herodoto en la casi totalidad de su libro II, al na- rrar la historia y costumbres de Egipto, nos muestra cmo va recopilando sus datos: "En fin, eso es lo que me dijeron sobre la crianza de esos nios; pero tambin alcanc otras informaciones en Menfis, cuando entr en conversacio- nes. . .". Cito la edicin de Carlos Schrader, Gredos, Madrid, 1977, t. 2, p. 280.

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  • 190 ENRIQUE PUPO-WALKER NRFH, XXXVIII

    das] e dixeron que las atrayan de vnas sierras muy altas que estn hazia el norte y que las comprauan a trueco de penachos y plumas de papagayos; y dezan que aua all pueblos de mucha gente y ca- sas muy grandes (cap. 3 1)60. No sera excesivo afirmar que la estrategia narrativa en los

    Naufragios en buena medida representa la lectura que hace el rela- tor no slo de su pasado, sino adems de sus textos anteriores, lo cual, en trminos epistemolgicos, problematiza aun ms la na- turaleza del texto. Para que comprendamos con mayor precisin algunas de las duplicidades que son inherentes al enunciado en los Naufragios, hay que tener en cuenta que el objetivo - siempre tcito - de la narracin no slo es corroborar los hechos. A lo que se aspira secretamente es a una efectividad expositiva que sea ca- paz de superar - desde su expresividad - el cariz y proporciones de lo ocurrido. Al estar conscientes de esa dimensin preponde- rante del discurso, reconoceremos que la narracin remite tanto a un proceso escritural - de redacciones anteriores propias y ajenas - como al contexto que se describe. Ms aun, al percibir- la as comprenderemos tambin que el texto repetidamente su- perpone, en sus diversos estratos, la temporalidad histrica y la del enunciado personal que hemos consignado. Posibilidad esa que emerge, en parte, cuando la formulacin escrita pretende suplan- tar, desde sus cdigos, el protagonismo de la experiencia descu- bridora.

    Creo que el proceso consignado hasta aqu nos revela que Ca- beza de Vaca se vio obligado a desarrollar otra percepcin de s mismo. Tal vez y sin quererlo, Nez logr niveles de autodes- cubrimiento que fueron motivados por su relacin, casi visceral, con seres humanos y contextos que eran, en todo sentido, el re- verso de lo que l haba conocido. El desplazamiento traumtico de un marco cultural a otro le obligar a conocerse en la margi- nalidad extrema de un ser que se siente totalmente ajeno a lo que le rodea. Ms tarde, con no poca sorpresa, se reconocer como chamn y a la vez portador de la promesa evanglica. Todo ello habr de ocurrirle en el lento y equvoco trayecto de un regreso que supuestamente le devolver a un mundo que es el suyo (Nue- va Espaa). Pero, en definitiva, gran parte de esa nueva sociedad virreinal le resultar paradjicamente ajena, acaso como resulta-

    60 Esa ya famosa referencia, entre otras, hizo pensar a las autoridades vi- rreinales que los "pueblos de mucha gente" bien podan ser las mticas ciuda- des medievales de Cbola.

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  • NRFH, XXXVIII CARACTERIZACIN DE LOS NAUFRAGIOS 191

    do de las cruentas transformaciones que ya l haba sufrido. Pero aunque as fuese, es factible sospechar que en ltima instancia ese proceso de autodescubrimiento se efectu plenamente en la lti- ma fase de verificacin; o sea, en la realizacin narrativa y en el acto mismo de escribirse.

    La lectura que ofrezco de los Naufragios nos revela que Nez tuvo una conciencia - cada vez ms aguda - de que el hecho his- trico no tiene vigencia perdurable fuera de la codificacin na- rrativa como rerum gestarum. No slo le interes hacer relacin del 6 'viaje, entrada y salida de la tierra" (Norteamrica) sino que aa-

    de, como propsitos ulteriores y ya camino de Espaa: " quiero hacer memoria y relacin de lo que hizieron los navios y la gente que en ellos qued [ . . . ]" (cap. 38). Pero hoy sabemos que una proporcin considerable de las experiencias y conocimientos a que Nez tuvo acceso permaneceran diferidas y atenuadas en sus textos61. Me refiero ahora a vacos lingsticamente insuperables. Ya en etapas anteriores de estas notas seal que sectores consi- derables de la narracin resumen, a su manera, dilogos y con- versaciones que se produjeron entre Cabeza de Vaca, sus compa- eros e indgenas norteamericanos que pertenecieron a culturas muy variadas. En esos casos el texto implcitamente encarna una secuencia de traducciones en las que significados formulados en la urdimbre de antiqusimas tradiciones orales del paleoltico ame- ricano se transfieren a la sintaxis de un castellano renacentista que Nez posea con evidentes limitaciones.

    Para que tengamos una percepcin ms clara de la compleji- dad lingstica que permanece como secreto trasunto de los Nau- fragios, recordemos que en las lenguas habladas por sociedades pro- pias del paleoindiano, las acciones individuales o colectivas solan despersonalizarse mediante sistemas establecidos de abstracciones que se aproximaban a los recursos expresivos de la sincdoque, como bien lo apunt Lvi-Strauss; figura esa que, en el cdigo lingstico, tiende a la configuracin de un objeto mediante la re- ferencia a uno de sus componentes reales o imaginarios. Todo lo cual alude a un sistema de representacin en el que una cualidad abstracta puede tener un valor superior al que se concede al obje- to material en s. Si retomramos esas consideraciones, en los tr-

    61 No le era posible aludir, por ejemplo, a la participacin que como cha- mn pudo tener en una gran variedad de ceremonias. Ni poda referirse a la intimidad que, sin duda, conoci con mujeres de aquellas tribus. Esas posibi- lidades estn implcitas en los comentarios que Nez hace en los caps. 13 y 35 entre otros.

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  • 192 ENRIQUE PUPO-WALKER NRFH, XXXVIII

    minos explicitados por Saussure, comprenderemos entonces que a menudo en los Naufragios captamos significantes y significados sin que queden claras las posibles relaciones entre ambos. La uti- lizacin de diversas calabacillas en actos ceremoniales nos servi- ra como un ejemplo de lo que he anotado (cap. 27).

    El que destaco es, pues, un proceso de transposiciones y pr- didas que supone enormes escollos de orden lingstico y que per- manece latente en la narracin; proceso que se pone en evidencia sobre todo cuando el relator se empea en lograr reducciones se- mnticas que puedan ser asequibles al lector europeo de la poca. Las dificultades inherentes a esfuerzos de esa naturaleza se refle- jan en la torpeza expresiva que nos muestran estos comentarios: "Entre estos - nos dice Nez - hay una lengua en que llaman a los hombres por mira ac, arre ac" (cap. 26). Esas experien- cias vividas en un contexto de adversidades lingsticas se hacen todava ms visibles en confesiones como sta que nos hace Ca- beza de Vaca:

    Pasamos por un gran nmero de diuersidades de lenguas, con todas ellas, Dios nuestro Seor nos favoreci, porque siempre nos enten- dieron y les entendimos. Y ans preguntuamos y respondan por seas como si ellos hablaran nuestra lengua y nosotros la suya, por- que aunque sabamos seys lenguas no nos podamos en todas partes aprouechar de ellas, porque hallamos ms de mil diferencias (cap. 31). Para que podamos hacernos una idea acerca de ese posible mar-

    gen de prdidas ocasionadas por traducciones y formas variadas de la parfrasis, es necesario apuntar que la lengua de los cahuiltecas62, por ejemplo, era rica en expresiones monosilbicas que a su vez solan amplificarse mediante un complejo registro

    62 Lo que sabemos sobre esos estratos lingsticos, hoy desaparecidos, se resume en los estudios recientes de Ivs Goddard, "The languages of South Texas and the Lower Rio Grande", en Lyle Campbell y Marianne Mithun (eds.), The languages of Native America: historical and comparative assessments, Uni- versity of Texas Press, Austin, 1979, pp. 355-389; L. Campbell, "Cahuilte- cans", en Encyclopedia of Indians of the Americas, Scholarly Press, Saint Clare Shores, Michigan, 1980, t. 4, pp. 265-267; vase adems Allan R. Taylor, "Nonverbal communication in aboriginal North America: the Plains' sign lan- guage", en Aboriginal sign languages of the Americas and Australia, eds. D. Umiker- Sebeoky T. Sebeok, Plennum Press, New York, 1978, t. 2, pp. 223-246. Para ms observaciones sobre los procesos de comunicacin entre indios norteame- ricanos, vase tambin Claude Lvi-Strauss, The savage mind, Anchor, Chica- go, 1966.

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  • NRFH, XXXVIII CARACTERIZACIN DE LOS NAUFRAGIOS 193

    mmico que no poda tener equivalente alguno en el contexto cul- tural que Nez representaba. No es aventurado suponer que el margen de errores y malentendidos debi ser considerable, ya que muchas de las traducciones que Nez resume las obtuvo de se- gunda mano a travs de Estavanico. "El negro les hablaua siem- pre, se informaba de los caminos que queramos yr, los pueblos que aua y de las cosas que queramos saber" (cap. 3 1)63.

    En su base, la dificultad mayor que acarrean esas transcrip- ciones libres resumidas por Nez ocurre cuando se pretenden integraciones lingsticas tan dispares en una relacin cuyos des- tinatarios eran, sobre todo, lectores oficiales que juzgaban el tex- to a partir de circunstancias radicalmente ajenas a lo que se describe64. Tenan que ser omitidas, por supuesto, las inflexio- nes y matices de lenguas indgenas que su castellano obviamente no poda alcanzar. En los trminos ms simples, esos sectores del

    63 La posibilidad reiterada de malentendidos, por parte de Nez, se ob- serva cuando califica repetidamente como festejos las ceremonias y rituales de aquellas dispares culturas indgenas. Vanse caps. 27, 30 y 31. Obsrvese que, ms de una vez, Nez confunde las ceremonias de los cahuiltecas con areitos de los indios tainos ubicados en las Antillas. La complejidad y grados de mati- zacin inherentes a una lengua parcialmente sealizada en la mmica no pue- den resumirse con facilidad. John P. Harrington del Bureau of American Eth- nology de la Smithsonian Institution (Washington, D.C.) constat, con razn, que esa comunicacin sealizada fue una de las grandes invenciones de los indios norteamericanos. Robert Hofsinde, en su revelador ensayo "Talk- without-talk", ilustra cmo se resuman, por ejemplo, entre los indios cheye- ne, conceptos de igualdad, falsedad o de amistad. As una narracin que hu- biese requerido ms de mil palabras en ingls o en espaol era resumida ple- namente en 169 gestos. Vase Aboriginal sign languages. . , pp. 148-155. La pre- sencia de esos datos sugiere de inmediato la enorme dificultad que presupona para Nez traducir formas de comunicacin condensadas hasta tal extremo y que a su vez remitan a contextos e iconografas totalmente ajenos al lector europeo. Recordemos que, ya en citas anteriores, Cabeza de Vaca alude con- cretamente al uso de esas comunicaciones no verbales. Cahuilteca es la deno- minacin que Manuel Orozco y Berra dio en 1864 a comunidades que habita- ron reas prximas al Golfo de Mxico, y sobre todo en la zona comprendida entre las costas de Texas y el rea de Coahuila en Mxico. Algunos de esos

    grupos se extendieron hasta la zona que hoy ocupa San Antonio (Texas). La informacin que se conserva de la lengua cahuilteca, y sus variantes, radica en un corpus limitado de documentos escritos por frailes que organizaron mi- siones en esa amplia regin. Vase Ivs Goddard, art. cit., pp. 355-389.

    64 Entre otras aportaciones, el texto de Cabeza de Vaca confirmaba un vasto espectro de diversidad cultural; datos estos que diferan, en extremo, de las concepciones generalizadas que los europeos tenan de los aborgenes ame- ricanos. Vase el magnfico estudio de Anthony Pagden, The fall of natural man, Cambridge University Press, Cambridge, 1982.

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  • 194 ENRIQUE PUPO-WALKER NRFH, XXXVIII

    texto de Cabeza de Vaca vienen a ser una sucesiva yuxtaposicin de significantes - entre los que figura la propia escritura de N- ez; significantes que se subordinan forzosamente al rgimen de representacin que supona, en tanto cdigo cultural, el castella- no renacentista.

    Consideremos a la vez que Nez debi retener en su texto slo aquellos datos y alusiones que parecan tolerables a las auto- ridades que recibiran y aprobaban sus escritos. Pero estimo que parte de esas limitaciones estn compensadas, en otro nivel, por narraciones intercaladas, hoy clebres, como el relato que descri- be a la diablica figura de Mala Cosa (cap. 22); y no menos po- dra decirse de episodios escatolgicos en los que presenciamos acciones de violencia extrema y el desgarrado canibalismo que co- metieron los espaoles entre s (caps. 7-1 7)65.

    Conclusiones

    Al proponer una caracterizacin global de los Naufragios, es nece- sario recordar que en este texto, como en todo relato que asume parcialmente un cariz autobiogrfico, el enunciado no slo cons- tata los hechos sino que adems describe directa e implcitamente la produccin misma de lo narrado66; hecho que, una vez ms, pone en evidencia la subrepticia autor