revista del instituto de cultura

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ANTROPOLOGIA TBltTRO ARQUITBCIVRA . .{ mSTORIA ARTES PUmaAS MOSlCA 1974 San Juan de Puerto Rico

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Primera serie número 62, enero - marzo de 1974.

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Page 1: Revista del Instituto de Cultura

ANTROPOLOGIA

TBltTRO

ARQUITBCIVRA

. .{

mSTORIA

ARTES PUmaAS

MOSlCA

ENERO-~RZO, 1974

San Juan de Puerto Rico

Page 2: Revista del Instituto de Cultura

s1vE TfADEL INSTITUTO

DE CULTURAPUERTORRIQUEÑA

R

JUNTA DE DIRECTORES

Car,los Conde, Presidente

Enrique Laguerre - Aurelio Tió - Elías López Sobá

Arturo Santana - Esteban Padilla

Milton Rua

Director Ejecutivo: Ricardo E. Alegría

Apartado 4184 SAN JUAN DE PUERTO RICO

AÑO XVII 1974

ENERO,MARZO

Núm. 62

SUMARIO

Hugo Margenat: Recuerdos para una semblanzapor Ramón Felipe Medina

El comercio al por menor en Puerto Rico a fi­nales del siglo XVII

por Angel Luis López Cantos 7

El paisaje de Puerto Ricopor Margot Arce de Vázquez . 11

Carlos Raquel y el mundo (Poesía)por Edwin Reyes . 15

Exposición de los pintores Reyes, Chiesa y Bo-nilla 16

Ricardo Alegría: Humanistapor Eugenio Fernández Méndez . 19

En el quinto centenario de Fray Bartolomé delas Casas

por Eladio Rodríguez Otero . 23

Exposición de dibujos de Bart Mayal . 26

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La razón ciega, de Gustavo Jiménez Sicardopor Nilda González 28

fNo des tu tierra al extraño (Poesía)

por Virgilio Dávila 32

La relación sobre los caribes del señor de LaBorde

por Manuel Cárdenas Ruiz . 33

PUBLICACION DELINSTITUTO DE CULTURA PUERTORIQUEi'lA

Director: Ricardo E. Alegría

Fotografías de Jorge Diana

Aparece trimestralmente

Suscripción anual $2.50Precio del ejemplar $0.75

[Application for second class mail privilege pending atSan Juan, P. R.]

DEPÓSITO LEGAL: B. 3343 -1959

IMPRESO EN LOS TALLERES GRÁFICOS DE MANUEL PAREJA

BARCELONA· PRINTED IN SPAIN • IMPRESO EN ESPAÑA

Page 4: Revista del Instituto de Cultura

COLABORADORES

Page 5: Revista del Instituto de Cultura

RAMÓN FELIPE MEDINA nació en 1935 enSanturce, Puerto Rico.' Hizo sus estudiossecundarios en la Escuela Superior Cen­tral de Santurce, graduándose en 1956.Obtuvo su Bachillerato en Saint John'sUniversity, CollegevilIe, Minnesota e hizo elNoviciado Benedictino en el Saint John'sMajar Seminary (1958-1959). En 1965 ter­minó su Maestría en Estudios Hispánicosen la Universidad de Puerto Rico y de Doc­torado (1971) en la Universidad Autónomade México. Ha publicado los siguienteslibros: El ruiseñor bajo el cielo (1968)poesía; Cantos de Dios Airado (1969) poe­sía; Te hablo a ti (1972) poesía; El 27 (1973)novela; Del Tiempo al Tiempo (1973) poe­sía. Actualmente ocupa el cargo de Pro­fesor de Estudios Hispánicos de la Uni­versidad de Puerto Rico.

ARCE DE VÁZQUEZ, MARGar. Ensayista y crí­tica literaria, nació en Caguas, Puerto Ri­co. Doctora en Filosofía y Letras de laUniversidad Central de Madrid (1930) ydesde esa fecha profesora de lengua y li­teratura española en la Universidad dePuerto Rico cuyo Departamento de Estu·dios Hispánicos dirigió hasta hace pocotiempo. Ha colaborado en numerosas re­vistas y periódicos, publicando artículosde análisis y crítica literaria, principal­mente sobre poesía. Es autora de la obra"Garcilaso de la Vega: una contribución alestudio de la lírica española del siglo XVI".(estudio publicado en 1931 por la Revistade Filología Española) y del libro "Impre­siones" (1950) que recoge diversos ensayossobre literatura puertorriqueña. El Insti·tuto de Cultura Puertorriqueña publicó sulibro "La obra literaria de José de Diego(1967).

EDWIN REYES BERRÍOS nació en el BarrioPozas de Ciales el 2 de julio de 1944. Hizosus estudios en su pueblo natal y estudiosuniversitarios en la Facultad de Humani­dades de la Universidad de Puerto Rico.Ha publicado poesía y prosa en revistasliterarias del país y tuvo a su cargo lapágina literaria del periódico Claridad. Ac­tualmente trabaja como Oficial de Prensade la Unión de Tronquistas de Puerto Rico.

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EUGENIO FERNÁNDEZ M~NDEZ. Nació enCayey, y realizó estudios superiores en lasUniversidades de Puerto Rico y Columbia.Fue presidente de la Junta de Directoresdel Instituto de Cultura Puertorriqueña.Ha publicado: Filiación .Y. sentido de unaisla: Puerto Rico, Tras siglo (poemas),Salvador Brau y su tiempo, La idel1tidady la cultura: críticas y valoraciones entorno a Puerto Rico, Conceptos fundamen­tales de antropología física, Historia dela cultura en Puerto Rico, Crónicas dePuerto Rico (2 vols.), Ensayos de antro­pología popular, Las encomiendas y laesclavitud de los indios de Puerto Rico,Antología de la poesía puertorriqueña. Esprofesor en la Facultad de Ciencias So­ciales de la Universidad de Puerto Rico.

ELADIO RODRiGUEZ OTERO nació en 1919 enRío Piedras, Puerto Rico. Hlzo sus estu­dios en la Escuela Superior de la Univer­sidad de Puerto Rico graduándose en 1935.Obtuvo su grado de Bachiller (1939) en laUniversidad de George Washington y enDerecho (1942) en la Universidad de Puer­to Rico. Hizo su Maestría en Derecho(1943) y Maestría en Artes (Ciencias Polí­ticas) en la Universidad de Harvard (1947).Tiene en preparación los siguientes libros:El Ateneo Puertorriqueño; Función y Des­tino (ensayos históricos e interpretativosde la Significación del Ateneo en la Histo­ria Nacional de Puerto Rico); La genera·ción de la Libertad y otros ensayos (Re­flexiones sobre el desarrollo histórico-po­lítico de Puerto Rico); dos volúmenes dedocumentos históricos; en colaboracióncon el Lic. Roberto Beascoechea Lota, so­bre la lucha para la obtención de un epis­copado autóctono, y el otro, sobre la luchaen pro de la puertorriqueñización de lasescuelas privadas en Puerto Rico. Ha pu­blicado numerosos artículos en los princi­pales periódicos y revista~ del país. Actual­mente ejerce su profesión de abogado ensu bufete de San Juan y preside el AteneoPuertorriqueño desde 1997.

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NILDA GONZÁLEZ MONCLOVA nació en Gura­bo. En la Universidad de Puerto Rico ob­tuvo el grado de Bachiller en Artes conespecialización en artes dramáticas, estu­dios que perfeccionó en la Universidad deYale (1951-1953). En 1960 la Universidadde Puerto Rico le confirió la Maestría enEstudios Hispánicos, grado al que optócon la tesis "El teatro mexicano del sigloxx". Actriz, directora de teatro y escritora,ha publicado numerosos artículos sobre suespecialidad, incluyendo crítica teatral, enlos periódicos y revistas del país. Pertene­ció a la Comisión asesora de Artes Tetralesdel Instituto de Cultura Puertorriqueña yfue miembro de la Junta de Gobierno delAteneo Puertorriqueño. Dirigió por mu­chos años el Departamento de Drama dela Universidad de Puerto Rico.

VIRGILIO DÁVlLA nació el 28 de enero de1869 en Toa Baja. Hizo sus primeros es­tudios bajo la dirección de su padre quienera maestro de escuela y los terminó enel Colegio de los Jesuitas, en Santurce.Ingresó luego en el Instituto Civil de Se­gunda Enseñanza donde en 1885 recibió sudiploma de Bachillerato. Fue maestro, co­merciante y agricultor y en los primerosaños de nuestro siglo ocupó durante algúntiempo la Alcaldía de Bayamón. Empezóa escribir versos en su juventud y a medi­da que maduraba como poeta sus trabajosiban apareciendo en las revistas del país.Ha sido Virgilio Dávila uno de los poetascon más auténtica emoción puertorrique­ña, ha cantado a los campos y montañas desu país. También ha llevado a nuestra poe­sía el criollismo de raíces campesinas. Suobra es muy copiosa. Aparte de su produc­ción esparcida en diarios, revistas y albu­mes y publicó cinco poemarios: Patria(1903), Viviendo y Amando (1912), Aromadel Terruño (1916), Pueblecito de Antes(1917) y Un libro para mis nietos (1928).En 1970 el Instituto de Cultura Puertorri­queña recopiló estos cinco libros en unvolumen de sus obras completas. Murióen Bayamón el 22 de agosto de 1943.

MANUEL CÁRDENAS RUIz. Es profesor delDepartamento de Ciencias Políticas de laFacultad de Ciencias Sociales de la Uni­versidad de Puerto Rico. Junto <::on Euge­nio Fernández Méndez ha publicado diver·sos artículos de crítica de arte en revistasy periódicos del país.

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Hugo Margenat: Recuerdos para una semblanza*

A María Cristina Mediavillay a Alfredo Margel1at, sus padres.

Por RAMÓN FELIPE MEDINA.

pARTIENDO DE ESTE MOMENTO HACIA EL PASADO, HA-

ce poco más de veintiún años, inicié una fruc­tífera y fraternal amistad con Hugo, quien, a raízde su muerte y apenas pasado un lustro, AdelaidaLugo Suárez juzgaría, en palabras acertadas e insus­tituibles, como un poeta "demasiado grande parasus años~'.1 El hecho ocurrió en la biblioteca de laEscuela Superior Central y transcurría el segundosemestre del año escolar de 1951-1952. Acababa yode entresacar de un anaquel las Novelas ejemplares,de Cervantes, y ojeaba el libro, cuando sentí quealguien habló hacia mi izquierda: "¿Qué, te gustaleer?" Era Hugo y con esa pregunta iniciábamosnuestra primera conversación, que tendría comotemas vinculares el gusto por la lectura, Cervantes{cuya obra tenía en mis manos) y Unamuno (dequien supe por él y allí mismo que también habíaescrito otras novelas ejemplares). Ya desde esa con­versación, me percataría de que estaba ante alguiena quien ciertamente le gustaba leer y leía con inte­ligencia y voracidad. Posiblemente, la mutua incli­nación por los libros hubiera bastado como puntode partida de nuestra amistad, sin embargo, otrohecho la selló (a mi entender) desde aquel inicialencuentro: la vocación que ambos sentíamos yejer·cíamos, incipientemente, como escritores. En losdías, semanas y meses que siguieron, no hicimosotra cosa que ir confirmando el venturoso hallazgocon otros nuevos hallazgos en los que coincidíannuestras inquietudes por la música, la pintura, lahistoria, la política, la filosofía ...

Por medio de esta última y a través de Platón(mi filósofo predilecto entonces), Hugo me desper­taría el interés' por los presocráticos y, luego, pro·vacaría mi iniciación en la lectura de las filosofías

'* Eslos Recuerdos se leyeron la noche del 9 de marzode 1973, en el Instituto de Cultura. (El trabajo original hasido corregido en algunas de sus parles.

1. Hugo Margenat: Rápida apertura de conciencia, ElMundo, 27 de abril de 1957, p. 28.

orientales y sus clásicos. De éstas, a Hugo le inquie­taba más (distintamente a mí) lo que las orientabamás allá de la razón humana. Era él, para esta ~po,

ca, un fervoroso de lo esotérico y, de hecho, estabaadscrito a los rosacruces, cuya literatura (llegó adecirme) le estaba vedado mostrar a nadie que nofuera un iniciado. Por esta época, también, empezóa hablarme del teosofismo, a cuyo templo asistieraen su compañía, luego, y por espacio como de unosdos años. A esas inquietudes de Hugo por lo mis­terioso debo, en gran medida, la cesación de miindiferentismo religioso y la vuelta a mi fe origina­ria (el catolicismo), unos tres años más tarde.

Durante ese mismo año de 1952, junto a otroscompañeros, formamos el Círculo Literario y, haciadiciembre, sacaríamos el primer número del perió­dico estudiantil El Palacete. En el segundo número,.correspondiente al 9 de marzo de 1953 y que (poruna causa rarísima: ¡falta de fondos!) sería el úl·timo, Hugo colabora con la primera parte de unensayo y un poema. Estos dos trabajos, a mi juicio,muy bien pueden ser pruebas del carácter extraor·dinario de Hugo, como estudiante del tercer añode escuela superior.

En el ensayo, titulado El Poeta y su Creación, seme ocurre poner de relieve dos puntos, que estimode importancia para aquellos que, en un futuro nomuy lejano (espero), estudien su trayectoria poéti­ca a fondo. En primer término, la concepción quepara entonces Hugo tiene de lo que es ser poeta,profundamente influenciada por idealismos filosófi·cos, tanto de Occidente como de Oriente. Así, pues,los poetas son

"seres extraordinarios. Seres que se apartan dela imperante generalidad vulgar para constituirseen antorchas de la visión idealista que descansaen incomprendidas verdades. Escrutan las profun­didades del Universo y de ellas extraen la luz queotros no pudieron encontrar, y todo se debe a queusan más los ojos eternos del alma que los ojosmortales de la cara. Saben a conciencia que para

1

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~

conocer 10 divino, 10 alto, 10 ideal, se necesita veren el espíritu y vivir en el espíritu".2

Y, un poco más adelante, añade del poeta que es

"Hijo de la Tempestad, de la paz y el Silencio,más que todo es hijo del Gran Misterio. Sientetoda la alegría, todo el dolor, éxitos y fracasos deeste mundo. He aquí al auténtico poeta. Y esauténtico poeta aquel que cultiva la poesía nopor vanagloria sino por la fuerza de una ineludi·ble vocación detenninada en su frente al ver la.luz por primera vez en esta existencia.~J

Pero, mucho más importante que esta concep­ción, en segundo término, es su entendimiento (yapara entonces) del papel que han desempeñado ydeben desempeñar los poetas en la sociedad queles ha tocado vivir. Veamos:

.. Pero aclaremos un poco más. A través de lahistoria de los pueblos, en los momentos de re­novación, de rebeldías y luchas justicieras, encon­traremos situados en lo más difícil y cruento dela pelea a estos sublimes soñadores con toda laabnegación y el fervor que pueda caber en elcorazón humano. Son los abanderados, los guías,los maestros, los soldados de la vanguardia. Muyescasos son en las filas de la retrogradación.Yesos, ya no son poetas."4

La otra composición, el poema, titulado Glad.ys,5me trae a la memoria una anécdota y otro aspectodel Hugo que conocí por aquellos tiempos. Pese asus idealismos de entonces, esta Gladys de Hugono fue una mera invención poética, sino una flaman­te rubia de carne y hueso, que por toda una tem­porada lo distrajo de sus ascetismos orientales. Tan­to, que accedí a ir con él a la casa de aquella joven,donde juramentó que se le declararía. Ella vivíaa una distancia no muy lejana de la escuela, asíque, un día acordado, emprendimos determinada­mente nuestros pasos. Como el hogar de Gladys es­taba en un edificio alto, antes de empezar a subirlas escaleras, aproveché y le pregunté: "¿Todavíainsistes?" Afirmativo. Llegamos a la puerta del apar­tamento y Hugo tocó a la puerta, primero con algu.na timidez, pero, como nadíe respondía, entoncescon segura fuerza. Nunca le pregunté, en los díaso años que siguieron, por qué, después de aquel fra­casado intento, no me había vuelto a insistir enGladys.

Durante el año escolar 1952-1953, conocería yo,también, a Juan Ramón Jiménez y asistiría (comooyente) a sus clases de Literatura, en la Universidad.En el primer semestre de nuestro último año en

2. El Palacete, 9 de marzo de 1953, p. 3. Los dos nú·meros de este periodiquito se encuentran en los archivos dela Sala Zenobia·luan Ramón Jiménez.

3. Ibídem.4. Ibidem.5. El Palacete, 9 de marzo de 1953, p. 5.

2

la Escuela Superior ~ntr¿il, visitaríamos juntos alpoeta de Moguer, en su casa de Hato Rey. Ademásdel deseo que Hugo tenía (y que por timidez habíaaplazado) de conocer personalmente a don Juan Ra­món, nuestra visita de aquel día la estimulaba elpropósito de llevarle al poeta español Vibracionesde aire y tierra, libro que Hugo pensaba publicar.Pero, aunque la crítica que el gran poeta hizo alos versos de Hugo fue positiva (y de ello, yo mismosoy testigo), aparentemente, nunca se lo dejó saber,a juzgar por dos cartas de Hugo, fechadas el 6 y el26 de septiembre de 1954 y que se encuentran enlos archivos de la Sala Zenobia-Juan Ramón Jimé­nez, en la Universidad de Puerto Rico. Veamo!= Joque al respecto le escribe en Ja del día 6:

"Recuerdo e indudablemente usted tambiénrecordará aquel día en que fui a su casa connuestro amigo Medina, y le entregué mis humildescreaciones en fonna de un libro al cual llaméVibraciones de Aire y Tierra. AsÍ' fue, y pasaronunos meses, y ya hoy, aunque deseo publicarlotengo el temor de que a medida que pasa eltiempo lo vea todo pequeño para publicarlo. Poreso espero de usted para decidir si mandarlo ala imprenta pronto."

La carta del 26, trata en su integridad- sobre Vi­braciones de aire y tierra. Veamos.

"Ultimamente he debido llevar a la imprenta,de una vez y por último, el pequeño libro que hetitulado Vibraciones de Aire y Tierra.

He escogido el mes de octubre. Quisiera te­nerlo todo preparado para fines de este mes, paradejar comenzar inmediatamente el trabajo de·impresión.

Estoy buscando que el tiempo me dé unaoportunidad para ir a donde usted y hablar unrato. Pero debido a las circunstancias en que meencuentro se me hace difícil. No obstante, esperome diga por cualquier medio su sincero juiciorespecto al libro y por último el día en todo seencontrará terminado.

Ta] vez sean supersticiones o caprichos de ju­ventud pero en verdad es que si he de publicaralgo, en fonna de libro, será antes que tennineel año 1955. De lo contrario, ya nada me intere­saría.

Perdone usted la molestia y el robo de tiempoque le pueda haber ocasionado. Apelo a su bonodad y honda comprensión. ti

Pero, Vibraciones de aire y tierra se quedaría iné­dito y, en su lugar, saldría Lámpara apag~da, endiciembre de 1954. El formato de este cuaderno, laselección de tipos y su corrección, Hugo me losencargaría; haciéndome incluir, además, en la pági.na 4, un dibujo (a líneas sueltas) para el cual meposara alguna vez.6

6. También le h,aría una breve reseña, Ojeada a cLdm­para apagada., que publiqué en Universidad, el 28 de fe­brero de 1955, p. 7.

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Hu¡:o Margenat

La contestación que tácita e inmediatamenteJuan Ramón Jiménez le daría a Hugo, apareció enla página 5 del periódico Universidad, del 30 denoviembre de 1953. Se trata del poema Carta Núm. 2,de Hugo. De todos los centralinos que le llevamosnuestras composiciones al poeta de Moguer, a Hugosería el primero que le publicara en el periódico dela Universidad y, luego, en el mismo vocero, delque más asiduamente apareciesen poemas. De ellofue único responsable don Juan Ramón.

Son incontables los recuerdos que me llegan delfraternal amigo de aquellos años de 1953 y 1954. Así,las conversaciones en el Parque Muñoz Rivera, ofrente al Océano (a la orilla de los acantilados,detrás del Colegio San Agustín; donde Hugo 1)icierasus primeros estudios y desde donde evocábamoslos versos de El Contemplado, de Salinas), o en sucuarto que, si fuera pintor, podría reproducir aún,detalle a detalle. Hugo vivía en la calle San Agus­tín 352 (altos), en Puerta de Tierra y su cuarto (queera dormitorio, biblioteca, estudio y rincón de ter·tulias) estaba en la esquina extrema del apartamen.

to, comunicándole con el resto de las habitacionesun pasillo abierto, con baranda en balaustres decemento y al que concurrían, además, las puertasdel baño, de la cocina, del cuarto intermedio, dela entrada principal y el portoncillo que daba acce·so a la escalera de entrada. Aquel rincón de Hugotenía dos ventanas: una, que se abría hacia un es·pacio interior (desde lo alto) del complejo multi·familiar; y la otra (nuestra preferida), a través dela cual veíanse azoteas, unos pinos distantes, unpedazo de la bahía y las lejanísimas montañas con­fundiéndose con el cielo. Recuerdo ahora dos libre·ros principales: el que, entrando a la habitación,ocupaba el espacio inferior de la pared izquierda(entre la puerta y la primera ventana) y el que esta­ba en la pared del fondo, en la esquina de ese mismolado del cuarto y contiguo, hacia la derecha, a aqueolla ventana de lejanías. El primero, era un mueblecon puertas de cristal corredizas y gran parte desu tablilla superior la llenaba El Capital, de Marx.(El mencionar esta obra, me trae al recuer¡;lo unaanécdota que, a su vez, se relaciona con otra. Re·

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sulta que, un día, no resistí más el impulso, abríla puerta de cristal de aquella tablilla superior yentresaqué uno de los volúmenes de Karl Marx. Hu­go entonces me relató cómo había adquirido aquellaobra. Algún tiempo antes, se la pidió (de regalo) adon Alfredo, su papá. Pero él, pensando que Hugoapenas tenía diecisiete años y que aquella era unalectura demasiado fuerte, le llevó un compendio. Hu­go, claro está, se sintió ofendido e insi.stió en quequería leer a Marx directamente. Entonces don Al·fredo le regaló el primer volumen y doña MaríaCristina el resto. Para el momento en que me locontara, ya estaba convencido de las buenas inten­ciones de su papá. Y, en aquella conversación, de­cidimos ir a visitarlo a su casa, pues Hugo queríaque yo lo conociera. Cosa que hicimos algunas se·manas después.) El otro librero era alto y rústicoy allí tenía la mayor parte de sus libros. Junto aél y debajo de la ventana de las distancias, estabauna mesilla, que hacía las veces de escritorio. A laderecha de la cual se erguía, casi hasta el techo, unantiguo ropero de caoba, en cuyas gavetas inferioresHugo solía guardar sus documentos y papeles másíntimos. Recostada en la pared de la derecha, estabala guitarra, que apenas si sabía rasguear. El mueblemayor de la habitación era la cama, que era mesatambién sobre la que se compaginaban trabajos ocómodo asiento para algún tertuliano. Recuerdotambién retratos de Whitman, Martí, Bolívar, Gan­dhi, Jesús Nazareno y un incensario de porcelanarepresentando al Buda meditativo. Objetos todosque denotaban rasgos de la personalidad de Hugo.

Por estos años de 1953 y 1954 conocimos tambiény nos relacionamos con otros poetas jóvenes, comolos del grupo de la Escuela Superior de la Univer­sidad (Pedro Santaliz, Manuel Martínez Maldonado,Eduardo. Morales); como también algunos univer­sitarios (Jorge Luis Morales, Violeta López Suria,René Rivera Aponte, Anagilda Garrastegui); y aúnotros, de promociones anteriores, como José EmilioGonzález y Laura Gallego (para mencionar sólo al­gunos).

En enero de 1954 el ejército yanqui interrumpi­ría los estudios del fraternal amigo. En'él, cumpliría(en contra de todo su ser) los dos años obligatorios,en los campamentos militares de Tortuguero, en Ve­ga Baja, y de Losey Field, en Salinas. Veamos lo queal respecto le escribe a Juan Ramón Jiménez, el 25de abril de 1954:

"Le escribo estas palabras desde mi casa conla pris~ y el temor de ver correr tan ligero lashoras lIbres que tengo. Y esa desesperación esparte de la desgracia de ser soldado.

Es duro pensar que estaré dos años bajo unrégimen que no concuerda conmigo. Soy pacifistapor temperamento y convicción. La razón por laque he acatado la imposición es que no he que·rido que la intranquilidad y el dolor reinen en elcorazón de mi buena madre. Tengo veinte años.

4

Soy joven. Y dos años crueles se soportan estoi·camente."7

Pero, aquel estoicismo tuvo momentos frágiles,porque las crueldades concretas de la rutina militarsuperarían a las imaginadas. Y no fueron pocas lasveces en que Hugo se aparecería, sorpresivamente,en mi casa (en el 302 de la calle Cuba, del barrioQuintana, en Hato Rey) y me contaría las peripeciasde su escapada del campamento. Su historia de cadafuga resumía estados de ánimo que iban desde eldolor, la_ indignación, la rebeldía, hasta rayar, a ve­ces, en la desesperación. Como,para compensar aqueltiempo, que él consideraba perdido inútilmente, fueque tomaría unos exámenes que el mismo ejércitoofrecía y que le proporcionaron un equivalente aldiploma de la escuela superior. Su propósito eraadelantar, conforme el entrenamiento militar se lopermitiese, algunas asignaturas básicas en la Uni­versidad Católica, en Ponce. Y, de hecho, se ma­triculó y empezó allí sus estudios universitarios (conun entusiasmo conmovedor, que aún me queda vi­brante en el recuerdo); pero, demasiado pronto tuvoque desistir de su empeño. Indirectamente, el ejér­cito yanqui frustraría una vez más sus aspiracionesescolásticas.

De principios de marzo de 1954, puedo evocarcon precisión un hecho que traza otros rasgos sig­nificativos del temperamento y la personalidad deHugo. La fecha exacta es el 2 de marzo de 1954. Eldía anterior Lolita Lebrón, Rafael Cancel, AndrésFigueroa e Irvin Flores le habían dado su "Golpede Gracia" al Congreso norteamericano, a tiro Hm·pio,a y las autoridades escolares (el Director de laescuela era un yanqui: Mr. Audas) petendieron quelos estudiantes firmásemos en masa, respaldando unacarta (que se dirigía al presidente Eisenhower), enla que se repudiaba servil y vergonzosamente la ges­ta heroica y de propósitos trascendentales de aque­llos compatriotas nacionalistas. Un grupo de compa­ñeros nos negamos rotundamente a firmarla. Nosllevaron a la oficina del Director antes aludido; nosamonestaron, nos tildaron de -rebeldes, de insensa­tos; pero, no firmamos. Y, una vez, en el patio, juntoal asta de la bandera puertorriqueña, improvisamosun pequeño mitin, en el que Hugo (que andaría depase o en una de sus escapadas) y otros compañe­ros arengaron a los que nos habían seguido.

En la parte final del 1954 y una buena partedel 1955, desventuradamente, nuestra fraterna amis­tad pasaría por una etapa de enfriamiento y crisis.La causa directa, ¿por qué no decirlo?, fue una com­pañera entrañable a ambos entonces, pero que, en

7. Esta carta, como las anteriores, está en los archivosde la Sala Zenobia·Juan Ramón Jiménel.

8. Sobre este hecho histórico, puede verse el articulo deBenjamín Torres, Ira de marzo de 1954, El golpe de graciade Puerto Rico, en Claridad, 4 de marzo de 1973, p. 14-15.

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el momento de la decisión inevitable, Hugo seríael afortunado. A fines de 1955, sin embargo, tanto

. los doloridos sentires como los enojos nunca decla­rados, quedarían ya vencidos. El libro Intemperie,de Hugo, vendría a ser el jaque mate de ese epi·sodio en la expe:¡;iencia vital de ambos.

Intemperie es el conjunto de poemas que vinoa sustituir (lo mismo que Lámpara apagada, aunquedespués), en urgencia de propósitos, a Vibracionesde aire y tierra. Como ya le había escrito a JuanRamón Jiménez, un año ante~, insistiría en decirmeque le era preciso publicar antes de que terminaseel 1955. Fue así que emprenderíamos la búsquedade la imprenta en que se imprimiría. Y, aunque nofue la que nos hizo la cotización más razonable (entérminos de dinero), Rugo prefirió dejar el manus­crito de Intemperie en los talleres de la Casa Bal­drich, porque estaban a sólo unos minutos de dondeyo vivía, de suerte tal, que yo pudiera vigilar cómoiba el trabajo del libro, a la vez que, siempre queestuviera de pase ó le diera con fugarse, podíamosir los dos hasta la imprenta. El 21 de octubrede 1955, radiante de alegría, Rugo me entregó, enel balcón de mi casa, mi ejemplar de Intemperie,dedicado "con un sincero abrazo de eternidad fra·ternal".

Corno unos ocho meses más tarde, mis herma­nas Dolores y Blanca recibirían otros dos ejempla­res de Intemperie, con una breve carta dirigida ala última:

"Aquí les envío los libros que les prometí aLolín y a ti. Espero les gusten algunos poemasporque no todos los poemas gustan yeso pasacon mi poesía. De todas maneras más tarde, cuan­do aparezca en los periódicos, podrán juzgar me­jor debido al (... ) estudio que hace Monchín deesa poesía."g

Rugo se refería a una cosa que yo titulara .. In­temperie" o El oscuro calor lwmano y que, la ~uena

voluntad que siempre ha caracterizado a Juan Mar­tínez Capó, permitió que apareciera en su SecciónLiteraria de El Mundo, en las ediciones respectivasa los días 22 y 29 de septiembre de 1956.10 Mi atre­vimiento crítico se debió, principalmente, al injustosilencio de que era objeto Intemperie. El haber vuel­to sobre ese balbuceo crítico mío, me ha hecho

9. Esta carta·nota (fechada el 25 de junio de 1956) y elejemplar que le enviara a Blanca Delia. obran en mi podcr.

10. El Mundo. 22 de septiembre de 1956, p. 21 Y 29 deseptiembre de 1956, p. 26. Más sensata que este artículo fuela reseña a Ldmpara apagada, a la que me refiero en lanota 6. Estimo de interés señalar aquí, que, ya para la fechaen que yo trabajaba en este artículo sobre Intemperie, Hugohabía escrito (entre marzo y abril de ese mismo año)Mundo abierto. En la carta que escribo a mis padres el 26de abril de 1957. les digo lo siguiente: .Cuando le estabahaciendo el comentario de Intemperie, él me dio' a lee~

Mundo abierto. Diferimos en algunas ideas del prólogo. Pero.tengo la impresión de que es su libro más maduro...

evocar lo que muy bien pudiera traducirse en unaanécdota.

Resulta que, en la parte final del trabajo, yo ha·bía trazado (detalle.por detalle y en forma paralela)lo que entendía fueran reminiscencias de Pablo Ne·ruda en la poesía de Hugo. No recuerdo haberlovisto más "agallao" que después de haber leídoaquellas cuartillas. "iPero, Monchín," me dijo, "túsabes que yo no tengo influencias de Neruda na!"Empezamos a tachar y a tachar y, finalmente, fuem~v poco lo que se quedó de aquella parte del tra­baJO.

. A mediados de septiembre de 1956, justamente.estaría yo (corno postulante) en el Monasterio deSt John, en Minnesota. En la segunda carta que leescribí a mis padres desde allá (fechada al 25 deseptiembre de 1956), le digo que había recibido unade Hugo. En aquella carta, aunque en tono triste,me corroboraba sus pensamientos de comprensióny hasta de estímulo por la decisión que yo habíatomado. y que él me anticipara en su poema El vuelo(desde la misma dedicatoria): "A Ramón Felipe, her­mano, ante su voluntad religiosa."n Algunos mesesdespués, en una de sus últimas cartas, llegaría a pre­guntarme (en tono algo humorístico) si yo creía po­sible que, en el monasterio donde me encontraba,admitiesen a un ateo. (Siempre he estimado comosui generis aquel ateísmo último de Rugo.)

A principios del semestre académico de 1956-1957.Rugo me entregó su ensayo Don Juan o el caso vivo,como su colaboración para el segundo número deYunque (revista que publicábamos estudiantes dela Universidad y cuyo primer número había salidoen marzo de 1956). Su alegría rayaba en la candidez(de tan grande), pues, al fin estaba en la Universi­dad, según había añorado. Ese segundo número deYunque saldría en diciembre de 1956, y yo lo recibiríaen Minnesota. Poco antes de esto, Rugo me escri­biría (en noviembre) sobre rumores (que no habíapodido confirmar o desmentir) de la muerte delMaestro don Pedro Albizu Campos.12 Fueron sólofalsos rumores, sin embargo, releyendo aquella car­ta, apenas unos meses más tarde, me resultó inevi·table entrever en ella presentimientos de su próximay prematura muerte (ya acaecida). Desde marzode 1957, empecé a recibir las noticias que, sobresu enfermedad, me escribía mi madre. Todavía re­cuerdo con emoción una, en la que me contaba de

11. El original de este poema lo envié desde Minnesota.a través de mis padres, porque habían dccidido incluirlo enVentana hacia lo último, cuya publicación se proyectaba ya,además de la de Mundo abierto. En la misma carta, referidaen la nota anterior, les escribo a mis padres lo siguiente:cAsí como dices 'que les preste' el poema de Hugo, asilotomo al pie de la letra: sólo se lo presto. Les mando eloriginaL.. Nunca lo recuperé.

12. A ello hago referencia en mi carta fechada el 14 denoviembre de 1956 (que está ahora en mi poder y que mimadre archivaría, junto a toda mi correspondencia, poraños):

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alguna de las visitas a la Clínica Mimiya, cuandofuera a verlo en compañía de mi padre (a quienHugo estimó con filial afecto), en la cual lloró cuan­do se nombrara al amigo distante y en la que leshablara también sobre sus planes para después quelograra restablecerse. En los últimos días de aqueolla enfermedad, me' escribiría mi madre, entró encoma, muriendo el 7 de abril de 1957. El 26 de esemismo mes, iniciaría una carta a mis padres (cuyotema central era Hugo) de la siguiente manera:

"No esperaba que mi carta a doña María Cris·tina llegara hasta ustedes. Y hasta confieso quedespués que la eché en el buzón me inquieté unpoco. No sabia cómo decirle algo. Y hasta tuveel escrúpulo de no haberle escrito como debía.Dar un pésame es de lo más embarazoso. Esperoque mi carta no 'haya sido motivo de mayor tris·teza para ella."

El verano de ese mismo año vine a Puerto Rico,con la idea de que, al regresar a Minnesota, no vol­vería a la Isla en muchos años. (y así fue, de hecho.)Ello me sirvió como una de las causas por las quedecidí quemar algunos paquetes de cartas, entre lasque estaban las de Hugo". (Hecho que lamento irre­mediablemente hoy.) Otra de las causas que moti·varon aquella quema (en el caso de sus cartas especí­ficamente), sería el contenido de juicios críticos queHugo hiciera a las obras de algunos escritores puer·torriqueños, que lo sobrevivían (y aún lo sobreviven).Mi pretensión fue evitar que, por uno de esos azaresde la vida, aquellas cartas fueran a dar en manosy en voluntades malintencionadas.

En ese mismo verano visité su tumba, en el ce­menterio de Villa Palmeras, y, alguna de las veces queestuve a ver a María Cristina (su mamá), creo quele pedí prestado uno de los dos discos que Hugohabía grabado de Mundo abierto. Así, cuando cincoaños más tarde opté por no hacer votos solemnes(como monje benedictino), habiendo regresado aPuerto Rico, una de las cosas que primero haría (en

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el mismo verano de 1962), sería visitar a María Cris·"tina y pedirle prestado, nuevamente, uno de aque­llos discos.

Entre agosto y septiembre de 1962, además, iríarelacionándome con unos poetas jóvenes, que notardarían en sacar el primer número de Guajana(cuya edición"conmemorativa de sus diez años -alservicio de la poesía y de posturas ideológicas deuna vanguardia patriótica- está próxima a salir).Como pronto descubrí el gran interés que teníanpor Hugo y por su poesía, prometí llevarles undía el disco de Mundo abierto, para que escucharansu voz. Y así lo cumplí, pero, quien había quedadoen llevar un tocadiscos, no se presentó, lo que re·sultó en una frustración para quienes querían es­cucharlo. Unos días más tarde, le devolví el discoa María Cristina.

Hace varias semanas (que podrían ser poco másde dos meses) José Manuel Torres Santiago (unade las voces mayores de Guajana) me comunicó"dos formidables noticias: que el Instituto de CulturaPuertorriqueña publicaría. próximamente, un volu­men de las obras completas de Hugo y que, máspróximamente aún, sacaría un disco en el que Hugomismo leía poemas de Mundo abierto. ¡Se tratabade la misma grabación que hace poco más de diezaños hubiéramos escuchado en algún salón vacíode Estudios Hispánicos y rodeando un tocadiscosque, al no llegar, frustraría aquella velada de es­cuchantes!

Hace apenas dos semanas José Manuel me co­municaría otra buena nueva: el Instituto de Culturale iba a hacer entrega simbólica de aquel disco alos padres de Hugo y me invitaba a participar enel acto, encomendándome hacer una semblanza su­ya. Algo más que eso he tratado de realizar. Pero, esla poesía que vibra en la voz de Hugo (cuya valora­ción ha crecido y crece con el correr del tiempo) laque, realmente, nos reúne hoy aquí, para que la es­cuchemos y le rindamos a él un merecido home­naje de recordación.

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El comercio al por menor en Puerto Ricohacia finales del siglo XVII

Por ANGEL LUIS LÓPEZ CANTOS

L A COMERCIALIZA~IÓN DE LOS PRODUCTOS EN SU ETAPAfinal, aquella por la que el consumidor se pone

'en contacto con lo que desea comprar, creemos quees de gran importancia a la hora de intentar recons­truir todo el proceso histórico de la economía dePuerto Rico en el siglo XVII. Conocer de qué mane­ra llegaban al puertorriqueño los productos quenecesitaba para subsistir, dónde los compraban,cómo eran los lugares donde se vendían, etc., pensa­mos que es de gran importancia, puesto que en de­finitiva todo proceso económico se decanta en elconsumidor como último y principal elemento. Loscauces de distribución de las mercancías fueron muyvariados, e iban desde el almacén público, con unafinalidad bien concreta y límites precisos, hasta eltrueque y la venta ocasional.

Gracias al embargo efectuado al capitán Balta­5ar de Andino, sobrino y cuñado al mismo tiempodel gobernador Gaspar Martínez 1 podemos conocercómo eran las tiendas de Puerto Rico allá hacia fina­les del siglo XVII, y más concretamente en el año1688. Su propietario había sido encarcelado, acusadoen el juicio de residencia de su pariente, el gober­nador, de haber realizado comercio ilícito en perjui­cio de la Real Hacienda. Le fueron confiscados todossus bienes y entre ellos el almacén que regentaba enSan Juan con todos los productos y dependencias queposeía en aquel momento. Por aquel entonces sólocontaba la capital de la isla con una tienda: la delsobrino del gobernador.

El inmdeble en el que estaba el comercio erauna pieza amplia y "en ella un mostrador grande y

1. De Gaspar de Arredondo al rey. Puerto Rico 28 deseptiembre de 1690. A.G.I. Santo Domingo, 159.

En esta carta se dice literalmente: .Don Baltasar deAndino es sobrino y cuñado del dicho Maestre de CampoGaspar Martínez, en cuya compañía vino a este gobiernodesde )a ciudad de San Cristóbal de la Habana».

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en las paredes puestas sus tablas donde había pues­tos algunos géneros y mercancías, todo puesto de lamanera y forma que es costumbre tener en las tien­das de mercaderes". Amén de las estanterías habíainnumerables cajones chicos y grandes, de cedro yde pino, junto con zurrones de cuero, barriles, redo­mas, fardos y talegas conteniendo los artículos pues­tos para su venta. Estaban esparcidos por acá y porallá, ocupando gran parte del suelo, como empedra­do a medio hacer. En un rincón había un bufete decaoba en el que se anotaban y guardaban los recibosde las mercancías que se daban a crédito y sirviendoal mismo tiempo de repisa para piezas de telas ysombreros.

Para pesar los sólidos se contaba con una seriede balanzas con sus respectivos juegos de pesas. Elalmacén poseía desde la pequeñita para pesar orohasta "la romana con su pilón" para grandes canti·dades, pasando por "un pesito de balanza" y "unpeso mayor con sus balanzas de cobre", utilizándosesegún los casos y en razón de las cantidades que sedespachaban.2

Los tejidos se vendían por varas y también pormedias y cuartas. El patrón era "una vara de medirseIlada".3 La vara de las Antillas tenía una equiva­lencia en el sistema decimal de 0'845 metro.4

El procedimiento para medir los líquidos erabastante más complejo. Empleábanse las pipas, fras­cos, botijas y botijuelas, sin que conozcamos ni lacorrespondencia que entre ellas existía, ni la equiva­lencia con las actuales medidas. Al vender el vino alpormenor, a granel, lo hacían sacándolo de grandestinajas o barriles por medio de unos recipientes lla­mados "barras de madera".

Semejaban estos comercios a las modernas fac­torías de un puerto donde se amontonaban los ar­tículos sin orden ni concierto, conviviendo costadocon costado una talega que contenía cacao junto aun cajón con telas y un fardo rebosando de pares dezapatos. Al mismo tiempo la variedad y cantidad delos objetos que se podían adquirir no desmerece enabsoluto de un moderno establecimiento por depar­tamentos, diferendándose únicamente en la racio­nalización y orden lógico de éstos y la tremenda pro­miscuidad .de aquéllos. Los géneros que se podíancomprar eran en extremo variados, desde unas librasde arroz pilada a un machete, unas medias, velas opapel.

Creemos que será interesante conocer lo queel puertorriqueño de la decimoséptima centuria po-

2. Embargo de los bienes de Baltasar de Andino. PuertoRico 15 de Agosto de 1688. A.G.l. Santo Domingo, 159.

3. Esta noticia no ha sido tomada del embargo de An·dino, sino de otro que se hizo de la tienda de Juan de Valdésen 1662, ya que en la que analizamos no la hemos encontra­do. Puerto Rico 13 de febrero de 1662 A.G.I. Contadurla, 1079.

4. Enciclopedia del Mar. 6 volúmenes. Ediciones Garri·ga, S.A. Madrid-Barcelona, 1958.

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día mercar o al menos admirar en sus tiendas. Losalimentos eran variados, había arroz, cacao, tortasde casabe, carne salada de cerdo, harina, azúcar,maíz, manteca, sebo~ vino, aguardiente y aceite.Para condimentarIos contaba con pimienta de Ta­basco, anís y cominos.

- Pero donde la variedad rayaba 10 excesivo eranen los tejidos, tánto por su cantidad como por sudiversidad. Prácticamente se encontraban enterra­das por cajones y estanterías las piezas de lienzocrudo, lona, coleta blanca y cruda, ruan, morles, es­tr0E.iIla, bretaña, holandilla azul y anaranjada. Nofaltaban los galones de hilos de oro y plata, los lis­tones "de colores anchos y angostos". Las ropas con­feccionadas eran pocas, reduciéndose prácticamentea las medias. Las había "de seda de torzal de colo·res", "de peso rosado", "de enrayar" y "plateadas".Los sombreros de palma eran abundantes; sus colo·res: blancos y negros, sin que faltaran los de vi­cuña. En costales se guardaban los zapatos, fabri­cados en Campeche. Tampoco faltaban los botonesde cerda y de estaño, ni los hilos de seda "de colo­res torcida".

La cera ocupaba un lugar preferente en las exis­tencias con que contaba el comercio puertorriqueño,pues junto con la manteca de cerdo y el sebo, forma·ba el trío con que los isleños se alumbraban. La cerapodía adquirirse sin elaborar, a granel, para la pos­terior fabricación de velas por los interesados, o yahecha cabos para su inmediata utilización. Existíandos tipos de bujías: las de "corazón amarillo" y lasde "corazón blanco". Los económicamente débilescontaban con velas de sebo.

También se podían comprar barajas, cordobanes,cuchillos "de cachas negras", pistolas, machetes: fras­cos de estaño, platos y escudillas de Nueva España,bateas de lampeche, acero por libras, clavos, jarcias,pólvora de Granada, tabaco en polvo, piedras deazufre, papel corriente y ..de hilo de media libra cadapliego" y guardado en zurrones hierro en planchas.s

i\nte esta descripción podía lógicamente inducira error el creer que la tónica general del comerciourbano en el Puerto Rico del XVII era un emporiode riqueza y por ende de abundancia. Nada más lejosde la realidad, San Juan y toda la Isla padeció autén­ticas necesidades, pero no ya de cosas supérfluas,como la mayoría de las que aquí se narran, sino deartículos de primera necesidad. No todas las tiendasfueron de este porte. Conocemos otra, de J662, yasimismo por medio de un embargo. La simple expo­sición de los artículos que se encontraron bastarápara comprender lo que afirmamos. Las mercancíaseran pocas y escasas y únicamente había: ocho varasde holandilla en dos pedazos, uno verde y otro ama·rillo; siete varas de estameña parda en cuatro pe­dazos; dos de jergueta; una de cordobán zapateado

5. Ut supra, nola 2.

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negro; una resma de papel blanco y 18 "manos suelota", once onzas y media de hilo; onza y media deseda de colores; cinco libras de pimienta de Tabascoy cuatro de anís. Amén de los artículos expuestosposeía dos pesos, una vara sellada para medir lastelas y unas tijeras para cortarla.6

La razón de esta diferencia está sin duda en larelación de parentesco del propietario con el go­bernador. Mientras que en la segunda tienda sólotenía para su venta aquellos artículos que habíanentrado de una manera legal; Andino" mantuvo unatienda pública -la primera descrita en este articu­lo- que armó de primera instancia con más de25,000 pesos que introdujo de ropas de contrabandoal tiempo de su llegada con el gobernador, su tío".

También amparándose en tal situación "tuvo ensu propia casa una especie de carnicería pública,vendiendo en ella carne sin rebozo, pescado y otrascosas comestibles de que usan en esta ciudad perso­nas de ínfima e~fera; que llaman pulpería.7

Se dieron casos de montarse este tipo de comer­cios de manera eventual. Los organizaban los dueñosde los barcos que llegaban con registro a Puerto Rico.Concretamente el capitán}oaquín de Aguirre,·dueñode una de estas naves, nos informa que "descargadolo que traigo en la fragata, y hechados en tierra to­dos los géneros y frutos que traje, pase a poner tien­da".8

Al. margen de estos almacenes, más o menos re·glamentados, donde se podía comprar todo o casitodo lo que se necesitaba para sobrevivir, había ven­dedores ambulantes, que con autorización del cabil­dó, justicia y regimiento de San Juan pregonabansus mercancías por calle$ y plazas. Solían ser por logeneral comestibles propios del país, como "carnesalada, manteca, melado, rapaduras de velas de sebo,casabe, jabón, plátanos y otras cosas de este génerocomestible", sin que faltaran algunos géneros impor­tapas como pimienta y cintas. Estos últimos eranadquiridos a los marineros de la Armada de Barlo­vento a cambio de hospedaje en sus casas cuandohacían escala en la capital de la Isla. También lossoldados del presidio a trueque de sus comestibles,les proporcionaban ropas, que eran venpidas juntocon las viandas que a viva voz pregonaban.9

Existía al margen del comercio que podríamos de­nominar oficial, otro de tipo eventual. Cuando losisleños tenían noticias de haber fondeado la Armadade Barlovento o algún otro navío' que hubiese llega­do de registro, los que tenían algunos pesos ahorra·

6. Ut supra, nota 3.7. Ut supra, nota 1.8. Memorial del capitán Joaquín Aguirre. Puerto Rico,

sin fccha. A.G.I. Santo Domingo, 160.9. Respuesta de Francisca Franco y Ana Franco, su hija,

al cargo de haber vendido en su casa géneros introducidospor balandros extranjeros. Puerto Rico 30 de octubre de1699. A.G.I. Escribanía de Cámara, 126 C.

dos, acudían al puerto donde fondeaban e invertíansus pequeñas economías, con una doble finalidad:obtener aquellas cosas que precisaban a menor pre­cio que en los comercios isleños, a'dquiriendo al mis­mo tiempo otras, que luego revendían en sus domici·Iios. Los artículos que casi siempre compraban eranropas, tejidos y especias.JO

La pobreza, la necesidad o falta de géneros euro­peos, que padeció la isla en los últimos años del si­glo XVII, llegó al extremo de que se vendían de par­ticular a particular los retazos de telas que sobra­ban después de haber confeccionado un vestido.lI

A la vista de lo expuesto en estas líneas, cuyointerés histórico nos podría parecer un tanto insig­nificante, si 10 analizamos con cierto detenimientocomproba~emos lo que al principio apuntábamos:que el conocimiento de este factor comercial nossirve para comprender mejor la calamitosa situa­ción económica que tuvo que soportar, no sólo laisla de Puerto Rico, sino todo el imperio españ~l en'las postrimerías del siglo XVII, que "gozó" de igua­les o parecida situación. Porque si bien es verdadque existió un gran almacén -el de Baltasar de An­dino-; no es más que un espejismo, puesto que suexistencia fue aislada y no como algo natural y concontinuidad. Esto indica por lo tanto U!1 hechoanómalo, que fue hijo de otro no menos anómalo: elcontrabando. Aunque paradójicamente el comercioilegal sea lo normal en este período histórico. Por elcontrario el pequeño comercio, el ocasional, fue latónica en el intercambio de los puertorriqueños, mos-

10. En la pesquisa que se cfcctuó en cl juicio de rcsi­dencia del gobernador Juan F. Franco de Medina sobre elcomercio ilícito que efectuaron algunos vecinos de San Juan,fueron acusados de haber contrabandeado. Estos se defen·dieron alegando iguales o parecidos argumentos. As! vemosFrancisco Antonio de Vergas, armero del presidio, cambióarticulas manufacturados por comestibles por un valor de850 pesos a Carlos Chevarría, dueño del navlo de registro.Lo adquirido lo vendió en su casa, .habiendo sido 10 últimoque vendí 6 varas de holandilla», nos dice en .su declaración.El soldado Marco Lexes Moscoso compró a la Armada deBarlovento platilla. cunas varas de coleta, hilo blanco, cin­tas y una docena de cordobanes, y al final de su manifesta­ción nos dice: .Todo lo utilicé en mi casa, y 10 que sobrólo vendl.» El capitán Francisco Valentín de Urquizo se dc·dicó a este negocio sólo dos años, porque afirmaba eramuy poco productivo, ya que .la ciudad está llena de ropas,debido a que los soldados venden lo que a ellos les dabana bajo precio•. Compró y vendió .crudos y lienzos, Jistados,cordobanes, seda y otros géneros». Jorge Rafael, vecino deSan Juan, afirmaba que ha vendido muy pocas cosas .yestas compradas lícitamente, como fue en la Real Armadade Barlovento. que entró en este puerto por el mes de sep­tiembre de 1698•. Lo mismo realizó Juan Antonio Guerra,que sólo compró «algunas menudencias» legltimamente paraluego revenderlas en su domicilio.

Respuesta hecha por algunos vecinos de San Juan alcargo de haber vendido en sus casas géneros introducidospor balandros extranjeros. Puerto Rico 30 de octubre 1700.A.G.1. Escribanía de Cámara, 126 C.

11. Ibidem.

Respuesta de Juan de San Juan, maestro de sastre.

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trándonos este hecho toda la crudeza de la realidadde la situación, donde se comprueba la falta de di·nero para poder adquirir grandes cantidades de pro­ductos, remediando tal estado con insignificantesadquisiciones. Pero donde se pone aún más de ma·

nifiesto es en el hecho de que los mismos importa.dores fueran los que abrieran las tiendas, pensandocon buena lógica que era debido por falta de lugardestinados para su comercialización o a la pocasolvencia de los comerciantes.

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El paisaje de Puerto Rico*

Por MARGOr ARCE DE VÁZQUEZ

D E NUESTRA ISLA DE PUERTO RIco SE PODlÚA DECIRlo que Cervantes dijo de Salamanca: .. que enhe-

chiza la voluntad de volver a ella a cuantos de la apa·cibilidad de su recinto hayan gozado." El tipo geo·gráfico de isla, perfectamente hermético en su formade rectángulo regular, ha determinado, con para­dojas, su economía y el carácter de sus habitantes.El puertorriqueño no es hombre de mar ni comer·ciante astuto; mas, como isleño, se deja ganar fácil·mente por los aires de afuera.

Mirada desde un avión, la isla parece una pequeñaalfombra de verdes variados y ondulantes. Todotiene en ella dimensión breve, gracia infantil. Unamericano del Sur, recordando sus Andes, llamabaa nuestros cerros "simulacros de montañas"; nues­tros árboles no tienen nunca el tamaño del samáno del panamá del Istmo.

La superficie de la isla se ondula como un lagoverde agitado por la brisa. Toda la llanura de lacosta comienza a encresparse a medida que avanzatierra adentro con un ritmo de ondas suaves queascienden poco a poco y sin violencia hasta la cordi·llera central. La cordillera la divide en dos vertien·tes de signo opuesto: la vertiente norte, húmeda; ladel sur, seca y con alguna tímida aspereza de contar·no. Esa oposición también es visible en el caráctery en el lenguaje. Navarro Tomás ha señalado cómoel español de Puerto Rico presenta caracteres dife­rentes en cada una de estas zonas. Abundan las coli­nas; cortinas y cortinas de cerros pequeños se mulotiplican hasta el horizonte y, por su forma redonday diminuta, parecen de juguete. La cantidad y suce·sión de colinas presta a la tierra un aparente dina·mismo; cambia ante nuestros ojos sin darnos ni darsereposo. El hombre se siente rodeado por esta vecinodad en movimiento y alucinado por la variedad de

* Reproducido de la obra Impresiones de Margot Arce.

líneas y por la calidad fosforescente de los verdesvegetales. La proximidad de la tierra ataja el paso yla vista. Se siente siempre bajo los pies; se tropiezacon ella como si alzara muros a nuestra libertad deacción. Esta inestabilidad del paisaje, esta sucesiónde planos, que ocurre plácidamente, ha influido ennuestro carácter como pueblo. Nos ha hecho sensua·les e inquietos; nos ha forzado a agarrarnos a latierra en busca de equilibrio y a hundir ávidas raícesen el suelo. Recordemos, por oposición, lo que se hadicho del paisaje de la pampa y del de la meseta casotellana en donde el hombre conoce la sed de abscrluto. Difíciles son en Puerto Rico la mística y la filo·sofía; lo telúrico tira de nosotros y quiere vencerlo espiritual.

El clima de la isla nos define como hombres de untrópico atenuado. En la poesía de Palés Matos estetropicalismo se evidencia con tanto relieve como enla de Lloréns Torres. Para describir nuestro sol, Pa­lés emplea versos llenos de fuego y aspereza:

La luz rabiosa caeen duros ocres sobre el campo extenso;humean rojas de calor las piedras,y la humedad del árbol corpulentoevapora frescuras vegetalesen el agrio crisol del clima seco.

No es extraño que el hombre de Puerto Rico,acosado por humedad y calores, sea de movimientospausados incapaz a menudo de acción enérgica, in­capaz de previsión. La actividad febril postiza que seregistra en las ciudades es el resultado de la influen·cia norteamericana, no de un ritmo innato puerto·rriqueño. El pitiyanqui posee cierta torpeza grotescade gestos que deforma su natural modo de expresión.El calor y la luz nos hacen excitables. soñadores, in­decisos. Como dice el Conde de Keyserling en sus"Meditaciones suramericanas", solemos actuar por

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el impulso ciego de la gana. Cuando sobre la isla des­ata la furia del huracán tropical, Puerto Rico salede este ritmo apacible, de esta dulzura de égloga. Pa­sado el temporal, se vuelve a construir la casa arrui­nada, a cultivar el campo abrasado y a esperar conpaciencia casi fatalista el nuevo desastre. Tiene elhombre de esta tierra un admirable desdén por losbienes materiales y una aceptación admirable tam­bién trágica a veces, de toda desgracia. En la picanteintención de una copla o en el chiste despreocupadosuele salvarse de la amargura. Este estoicismo leviene del español, con la diferencia de que en el espa­ñol la voluntad está más viva. Las desgracias resba­lan por su piel sin dejarle arañazos hondos. Sabehasta contemplar objetivamente sus dolores. PalésMatos describe, por ejemplo, el huracán como espec­táculo puro, con sentido estético:

Cuando el huracán desdoblasu fiero acordeón de ráfagasen la punta de los pies,ágil, bayadera danzas,sobre la alfombra del mar,con fina pierna de palmas.

Su principal virtud es una resistencia terca y sinprisa que va venciendo el tiempo y labrando su pro­pio destino.

La isla está ceñida por un mar maravilloso, verdeclaro en la costa, azul cobalto cerca del horizonte;mar amplio, fuerte y tranquilo que recuerda el Me­diterráneo en su luz y en su hermosura viril. Susespumas se deshacen sobre la arena dorada y lumino­sa de la costa. Las palmeras, con sus troncos more­nos y sus penachos oscuros a manera de flores gigan­tescas, estilizan en ágiles líneas el paisaje. En latarde, el mar parece de ópalo porque recoge los ma­tices delicados del cielo; en la noche se vuelve azulprofundo con espumas de plata.

El cielo de Puerto Rico es bajo, tan bajo que po­dría tocarse con la mano. Parece volcarse sobre lashondonadas y los valles, vaciarse en ellos. Sólo sedilata y eleva sobre las llanuras de la costa. Tambiénes azul cobalto como el mar y tiene una fosforescen­cia metálica. Muy pocas veces posee la limpidez abosoluta del cielo de Castilla; sus nubes redondas yblancas repiten la ondulante variedad de la tierra.

Predomina el día sobre la noche. La luz tremendadel sol da calidad de metal bruñido a cuanto toca;su reverberación encandila y nos parece que miramosa través de una gasa que diluye los contornos. El rá­pido crepúsculo pasa de la luz a la oscuridad en mi·nutos; pero esos minutos de la transición descubrenuna belleza imponderable. El sol baja de prisa, enor­me disco color naranja; el cielo se incendia en rojo,oro, verde, gris, rosa pálido; los tonos pasan por toodos los grados de la escala de intensidad, y aunqueestán llenos de luz, fingen la consistencia de lo mate·

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rial. La noche viene de golpe, las estrellas bajas semecen sobre la copa de las palmeras y casi se con.funden con las luces verdosas de los cucubanos. Laluna del trópico ilumina los cielos con una clarísimaluz de plata. El encanto de nuestras noches podríadescribirse con los conocidos versos del NocturnoTercero de José Asunción Silva:

Una noche toda llena de murmullos,de perfumes y de músicas de alas,una noche en que ardían en la sombra nupcialy húmeda las luciérnagas fantásticas,una noche en que la luna llenaaparece por los cielos azulosos,infinitos y profundos, su luz blanca...

La tierra de Puerto Rico, ceñida por ese mar virily bajo ese cielo voluptuoso, encierra todos los atrac­tivos de lo femenino. Su pulpa es blanda, llena de'humedad y frescura. Apenas hay el escorzo valientede una roca; abundan, en cambio, las gredas amari·llas, parda, rojizas y purpúreas, que tan dúctiles sonen las manos del alfarero rural. Predomina el verdecomo tono eje del paisaje. Pero es difícil imaginar lainverosímil variedad de sus matices desde los ver·des más tiernos hasta los más secos, desde los ver·des apagados hasta los brillantes. En el día, la tierrahuele a humedad, al denso azahar y a la turbadoraacacia; en la noche los aromas se hacen más penetran·tes y se funden en un olor indefinible que embriaga.

También hay sonidos: el de la brisa ligera sobrelas hojas, los susurros de millares de insectos, el gri­to variable y agudísimo del. coquí, el rumor de;: lasaguas, la voz ronca del mar. Los pocos pájaros can­tan dulcemente. Quien haya oído en el silencio de lanoche del trópico el canto del ruiseñor no lo olvidaránunca. Su hermosura recuerda las ardientes y purí­simas liras del "Cántico espiritual".

Algunos ríos pequeños y de lento fluir cargan unagua densa y amarilla; otros, claros y juguetones, sal·tan sobre el lecho de limpias arenas. No hay árbolesen sus orillas; corren entre los juncos y las cañas ypueden reflejar el cielo. El cañaveral cierra el hori­zonte con su oleaje de lenguas verdiazules y sus gua­janas de un violeta delicado, que repiten la imagende la espuma marina. Monte arriba, los cafetales cre­cen olorosos y sombríos. De la imprecisa masa deverdura, se destaca la geometría sorprendente delplátano con sus hojas como estandartes desplegados,los troncos dóridos de la palmera real, las rizadasy gemidoras hojas del bambú, la piña, acorazada ycoronada, el árbol de pan. Tal perfección de líneasparece hija del arte y no de la naturaleza. Del yagru·mo se podría decir 10 que Góngorn dijo del álamo:que tiene las hojas inciertas y nerviosas. La ceiba separece a los olmos del norte. Es el gran señor denuestros bosques; su apostura denuncia noble y or­gullosa soledad. Cuando florecen los flamboyanes,la violencia de su flor roja contrasta con los verdes

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"Paisaje puertorriqueño", óleo de Francisco Ol/er.

húmedos del fondo. A lo lejos, semejan la llamaradade una hoguera que ardiera sin humo y sin consu­mirse.

La isla es paisaje puro. Los pueblos conservanun manso sabor campesino. Guardan su aspecto co­lonial intacto, con la plaza mayor en el centro, laiglesia orientada y las casas terreras pintadas de co­lorines agrupándose en callejuelas largas y estrechas.No hay un estilo de arquitectura regional. Junto alas viejas y sólidas construcciones de tiempos deEspaña, el abigarramiento exótico de los chalets mi­núsculos con ventanas de absurdos cristales. A lavida monótona y conservadora de estos pueblos seha superpuesto la jadeante prisa norteamericana. Elcontraste es patético. La dulzura de égloga se va en­crespando con el agrio, inhumano tumulto de la vidafebril e industrial. Aquella "honda y ancha felicidad"de la décima de Lloréns ha desaparecido. El obser­vador interesado recoge en cambio, la impresión trá­gica de una explotación colonial unmisericorde, lamisma que el amargo Palés ha trazado en rápidacaricatura:

Antilla, vaho pastosode templa recién cuajada,trajín de ingenio cañero,baño turco de melaza;aristocracia de drildonde la vida resbalasobre frases de natillay suculentas metáforas

Estilización de costaa cargo de entecas palmas;idioma blando y chorreoso:mamey, cacao, guanábana...En negrito y cocoteroBabitt turista te atrapa;Tartarín sensual te sueñaen tu loro y tu mulata;sólo a veces don Quijote,por chiflado y musaraña,de tu maritorneríaconstruye una dulcineada.

El hombre de estas tierras mezcla en su sangrecriolla lo español y lo africano; la herencia indiacuenta poco. Habla un español dulce y relajado, deritmo cambiante y de timbre alto. Su entonaciónmás melódica y ondulante que la española, se elevasobre el tono normal para precipitarse en seguidaen reflexiones rápidas y sincopadas. Nuestra mú­sica popular tiene la monotonía sensual de todaslas músicas tropicales y se parece, en las plenas,al habla puertorriqueña. Somos sentimentales; lossentidos y las emociones nos mandan el espíritu.Nuestra hospitalidad llega a veces hasta la impru­dencia. Por desengañados secularmente, nos incli­namos al fatalismo. Nuestro temperamento nerviosoy susceptible nos hace indecisos y recelosos. Osten­tamos una alegría despreocupada y burlona q,uedesmiente la callada nostalgia de los ojos. Madu­ramos pronto como los frutos del trópico y nos

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apagamos pronto como la orgía de colores de nues­tro crepúsculo. En el amor y frente a la muerteseguimos siendo españoles; para el vivir diario te·nemos la ternura del negro y la parquedad del casotellano. Se da en nosotros esa síntesis de lo primor­dial y de lo refinado que Keyserling considera comola promesa de una cultura original. El extranjeroque viene a Puerto Rico, libre de prejuicios, sabegustar de la belleza de nuestro paisaje y de la dul·zura de nuestro mundo moral. Un español Gili Gaya,describía así el encanto acogedor de esta tierra.

Se siente allí el halago de deslizarsepor la atmósfera de las posibilidadesilimitadas. La angostura de los frenosracionales se quiebra pronto, el afán desaltar más allá de toda lógica se convierteen especial necesidad del espíritu.Junto a esa palma o aquel mango, desearíamoshundir como ellos nuestras raícesen el suelo, y sentimos por arriba,suavemente mecidos por la brisa. Elgallego previsor y el yanqui activo sonun contrasentido en esta isla de lascurvas gráciles... <Las olas vanllegando a la costa con suave ondulaciónde un vals. Nada de encrespamientos nide espumas desmelenadas. Las sirenasde Ulises se han refugiado aquí yenvuelven la mente del extranjero enuna canción acariciadora que le haceolvidarse de la patria lejana. Nadiepuede sentirse extraño en Puerto Rico;

es la isla de la flor del loto, sedantey borradora de nostalgias.

y Gabriela Mistral, hija de un país duro de mary de montaña, con sus ojos cargados de la majestuo­sa belleza del Aconcagua y del turbulento Pacífico,ha cantado también la gracia infantil de PuertoRico, hecha de ternura y de espiritualidad:

Isla de Puerto Rico,isla de palmas,apenas cuerpo, apenas,como la Santa,apenas pasadurasobre las aguas.La que como Maríafunde al nombrarla,y que como paloma,vuela, nombrada,del millar de palmerascomo más alta,y en las dos mil colinascomo llamada.Isla de caña y cafésapasionada;tan dulces de decircomo una infancia;bendita de cantarcomo un ¡hosannalSirena sin canciónsobre las aguasofendidas de maren marejadas:¡Cordelia de las olas,Cordelia amarga!. ..

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Carlos Raquel y el mundo

Por EDWIN REYES

seria cosa de crecer allí mismo esa parejahermosa inmensa callejuela de La Perlacon los ojos perdidos entre muchachitos grisesCarlos Raquel pintaba desde una tarde con la muerte

en la cintura uno se animacanta

no hay más remedio y esta casa que dejarécomo otras veces sólo me escuchan allá afuera?pensando CÓmo será la lluvia entoncescuando aprendí a decir hermano el miedomuchos años después y muchas nochesentregado como quien dice bastano es lo mismo estarse aquí sentadopadeciendo esa tromba de silencio ese acechosin que nadie ni un trago para evitarlocomo antes frente a lo que me aguardaen el cuartucho horrible con mis manostan cerca de mi abuelo y tan lejosde estas cuatro paredes del espacioaplastado entre mis posibilidades

yla fiebreorgullo de mi cuerpo enfermo tenebrosoacordándome de Artaud y arrepintiéndomejunto a unas ganas de ser Che sólo para darme cuenta

de que fallomás tonto cada día adolescente ebriocada noche del Rainbow con René perturbado por

un espejo hecho memoriamúltiple secreto

de los montes hermosos como su ausencia algunasveces

más acá de las palabras siempreenamorado como hasta ahora de-una sedienta

sucesión de rostros pecesentre mis piernas huyen saltancomo yo mismo esta noche deseandono detenerme nunca junto a esas voces nunca

inevitablemente me llamancon el sonido viejo odiosootra vez con mi capa y mi sortija

madre déjame solomás acá de esos filos aborrecibles seresque me escogen para humillarme hasta la sombrasuelto inadvertido de estos otrosno- volveré a pensar como lo hacía te jurono quedará del mar sino una verde historiacomo una tarde de paseo antiguoBulevar a esta hora duro extrañoCarlos Raquel y el mundo aquella gente"

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Exposición de los pintoresReyes, Chiesa y Bonilla

C ON EL PROPÓSITO DE DAR A CONOCER LA LABOR DE LOS

pintores jóvenes que se destacan como prome­sas en el campo del arte, el Instituto de CulturaPuertorriqueña ha venido auspiciando la presenta­ción de exposiciones de sus obras. La última muestrade esta clase, presentada en el Museo de Bellas Ar­tes de Puerto Rico, correspondió a los artistas Joa­quín Reyes, Wilfredo Chiesa y José Bonilla.

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La exhibición, inaugurada el 9 de marzo, incluyó'óleos, acuarelas y collages. Joaquín Reyes tambiénpresentó un grupo de dibujos.

Los tres pintores, fonnados en la Escuela de Ar­tes Plásticas del Instituto de Cultura, manifiestanpredilección por el arte abstracto, como 10 muestranlas fotografías que, para ilustrar la exposición, pu­blicamos en estas mismas 'páginas.

Oleos de Wilfredo Chiesa

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Obras de José Bonilla

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Dos de las obraspresentadas porJoaquín Reyes

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Ricardo Alegría: Humanista*

..Por EUGENIO FERNÁNDEZ MItNDEZ

EN LA VIEJA CIUDAD DE SAN JUAN -EN LA CALLE DE

San Francisco- con sus calles blasonadas dehistoria y nombres de santos (San Francisco, SanSebastián, Calle del Cristo) nació un 14 de abrilde 1921, Ricardo Alegría y Gallardo. Su infancia trans­currió en esas mismas calles adoquinadas, que tran·sitaran en otros tiempos, tantos personajes memo­rables de nuestra historia: los frailes y conquistado­res espirituales del Convento de los Dominicos; JoséCampeche, Bartolomé de las Casas, Fray DamiánLópez de Haro, el maestro Rafael Cordero, los Poncede León; D. José Julián Acosta, Alejandro Tapia,Salvador Brau, Francisco Oller, Román Baldoriotyde Castro, Rafael Balseiro. José de Diego, Luis Mu·ñoz Rivera, Luis Lloréns Torres y tantos otros per­sonajes amados e ilustres de nuestra historia depueblo.

Fue en ese ambiente. cargado de evocaciones épi­cas y episodios históricos que sus padres D. JoséAlegría y Da. Celeste Gallardo velaron celosamentepor la formación espiritual de sus hijos, inculcán­doles un profundo sentido del valor de la herenciaespiritual de España, y un acendrado amor por lascosas de Puerto Rico.

La familia Alegría, compuesta además por sushermanos José E. Alegría, hoy marchante y profun.do conocedor del arte antiguo y moderno, su her­mana María Antonieta, fina y bondadosa herederade la vocación materna; y Félix. Luis, maestro deliteratura española, hoy en servicio de la empresade relaciones !lumanas de una firma privada; for­maban una de las tradicionales familias saniuaneras

* Discurso leído por su autor I:n diciembre de 1973 conmotivo del acto que un grupo de amigos del Profesor Alegríacelebró con motivo de su renuncia como Director del Ins·tituto de Cultura Puertorriqueña.

de esta primera mitad de nuestro siglo. Su padre,abogado y escritor, nació en Dorado, Puerto Rico, dedonde nos ha dejado unas hermosas estampas evo­cativas de la vida y costumbres de su juventud: Re·tablas de la aldea, y el Alma de la aldea, retratos dela vida del área de Dorado y Barceloneta en PuertoRico. Dirigió la Revista Puerto Rico Ilustrado, du­rante 15 años y escribió la serie de artículos "PanchoIbero encadenado", en defensa del uso de la lenguaespañola como vehículo de nuestra enseñanza. Eradon José Alegría un aficionado ferviente a lecturashistóricas y coleccionista de obr;l~ de arte como laspinturas de José Campeche, en la familiaridad decuya presencia crecieron todos los hijos.

Ricardo Alegría, hombre de precoz madurez-puedo decirlo, pues le he conocido de cerca- hasido un profundo conocedor del alma humana. Suafán y su desvelo en su empresa directiva del Insti­tuto de Cultura Puertorriqueña, en los años 1955·1973, ha sido descubrir la potencialidad latente detodo puertorriqueño creativo, para ponerlo al servi­cio de la cultura de su pueblo. En esta tarea ha con·tado con la eficaz colaboración en arte, trabajo ycrítica, de su esposa Mela Pons de Alegría y de sushijos José Francisco y Ricardo.

Así en su gestión como director del Instituto deCultura Puertorriqueña ha protegido y brindado auxi·lios oficiales y personales a escultores, pintores, mú­sicos, escritores, investigadores, bailarines, hombresde teatro, poetas, críticos de arte y literatura, etc., ytodo ello sorteando siempre con el mayor tacto ysabiduría, y en aras de los fines comunes más altos,las miles de aristas, opiniones, vanidades y peligrosde la ilusión o la indisciplina de los hombres de taolento que era preciso organizar en una empresa deexq:lencia creativa; para sacar de cada uno -den­tro del marco real de la falibilidad y la grandeza hu·

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manas- su mejor aporte a la sociedad y a la cultura.Entre sus colaboradores más asiduos ha tenido aLuis Rodríguez Morales, quien le sucede en la Di­rección del Instituto, y a Roberto Beascoecha Lota;aparte de la Junta de Directores del Instituto de Cul­tura en distintas épocas. Asimismo muchos de losempleados y oficiales administrativos del Institutohan rendido lealmente sus obligaciones como tributoa una obra mayor. 4

Entre los recuerdos más preciosos que cada hom·bre conserva de su propia vida, los de la infancia ylos de la juventud constituyen una categoría parti·cularmente importante. Ricardo Alegría estudia enlas escuelas de San Juan -José Julián Acosta y Ro·mán Baldorioty de Castro- precisamente, por losaños en que Puerto Rico atraviesa por momentos di­fíciles de angustia e indefinición colectiva. Por esosaños conoció a hombres como don Epifanio Fernán­dez Vanga, amigo de su padre, y devoto defensor delas riquezas, secretos y tesoros, de nuestra lenguaespañola.

De José de Diego, tiene un afectuoso recuerdorecubierto por el velo mágico de las palabras de supadre don José Alegría. Se forma más con el espíritucurioso e inquieto de todo un señor bien nacido enla copiosa biblioteca de su padre con la lectura dela poesía de José de Diego, las cartas y poesías deLuis Muñoz Rivera, la prosa fina y aromada de re·sonancias cristianas de don Manuel Fernández Jun·cos, la poesía criolla o costumbrista de Luis LlorénsTorres y Virgilio Dávila, y muchos otros excelentesescritores puertorriqueños cuyas obras editará añosmás tarde, como Director del Instituto de CulturaPuertorriqueña. Asimismo forman parte de la biblio­teca de su padre obras ejemplares de los Clásicoscastellanos, desde Fray Luis de León a Lope deVega y en otro extremo hasta el profundo y angus­tiado maestro de la casta histórica, don Miguel deUnamuno. En ese mundo mágico de titanes y desimple pueblo, generoso y noble -simbolizado porlas figuras arquetípicas del Quijote y el Sancho Pan­za, maestro este último en su humildad, del refra·nero y la sabiduría popular y democrática española­se va sedimentando en su espíritu, esa prudencia,esa generosa posición de humanidad frente a la vida,que hacen de Ricardo Alegría a la vez un hombre re­concen~rado, reflexivo, valiente y político en el sen­tido gracianesco del término.

En las escuelas de Puerto Rico, por los años queestudiaba en la Escuel~Superior Central y más tardesus primeros años universitarios, se impuso el ingléscomo lengua en la enseñanza. Conoció allí en la Uni­versidad de Puerto Rico a maestros del Departamen­to de Estudios Hispánicos y se interesó en los temashistóricos de Puerto Rico. Asimismo conoció obrascomo IP1sülarismo de Antonio S. Pedreira y' Revis·tas como Brújula, Isla e IP1dice, que planteaban laangustiosa interrogante de si somos o no _uq.Pueblo.

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Ricardo aprendía -a veces con desgano, sus ma­terias escolares en inglés-, pero llevaba arraigadoen el hondón de su espíritu, en la intimidad de sualma, la sabiduría milenaria -a la vez humilde yaltiva- de la lengua española. El Puerto Rico deaquellos años -sus sucesos dramáticos y a vecestrágicos- dejan en su espíritu una honda preocu­pación por la suerte histórica ,de nuestros ldgrosculturales nacionales. Ricardo sabe y sabe bibn- queser un Pueblo implica de todos los que lo formanciertas reglas comunes de convivencia e historicidad.Porque Puerto Rico es, ya lo declara paladinamentenuestra Constitución, y lo confirma ampliamentenuestra historia: un Pueblo.

Luego de estudiar en la Universidad de PuertoRico se traslada a los Estados Unidos, y especifica­mente a las Universidades de Chicago y Harvarddonde es influido por notables antropólogos norte­americanos como Robert Redfield, Sol Tax, ClydeKluckhon, Gordon Willey, entre otros. Adquiere asíno sólo una visión local, sino universal de la culturahumana, y una experiencia que aprovechará en suservicio histórico a su pueblo en el magisterio dela Universidad de Puerto Rico y en el Instituto deCultura Puertorriqueña.

Honrar a Ricardo Alegría, como hacemos todoslos puertorriqueños aquí reunidos esta noche, eshonrar a uno de los más claros valores intelectualesde toda una generación de puertorriqueños, que hantenido por no!te de sus vidas conservar activos' ensus actos vitales el legadó que nos trajera España,nuestra querida Madre Patria; así como la buena he­rencia de los indios, ~e Puerto Rico y la valiosa bbrade trabajo y dedicación plena a la democracia, delos negros; para con todo ello, calibrado y asimilado,engrandecer las conquistas espirituales del Pueblode Puerto Rico (en arte, pensamiento y cultura) yafirmar y hacer valer un legado religioso y moraluniversal que encierra valor~s eternos: me refiero ala religión y la moral cristianá. La única capaz deofrecer al hombre principios por los cuales guiarsu vida y su conducta basados en el servicio a lossemejantes, y en la no resistencia al mal. Porque elmal -he aquí una de las más secretas verdades delcristianismo- sólo puede ser derrotado en el hom·bre, cuando el hombre lo encuentra.en sí mismo. Esfácil en(:ontrar el mal' en los otros: Es difícil cono­cerse y dominarse a sí mismo. La grandeza del espí­ritu cristiano reside precisamente en que sabe ven·cer no por la fuerza de las armas, o por el derechode la fuerza, sino por la verdad del espíritu, en elque reside la verdadera grandeza y humanidad delhombre. Hoy más que nunca el mundo necesita delos hombres dedicados 'al trabajo gustoso -al cul­tivo de la vida interior- sin la cual el hombre re·torna a las fieras- que haga amable y profunda yotorgue sentido humano al gusto de vivir en elmundo. Un mundo --desgraciadamente atribulado

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hoy- cuando parece haber tomado el extraviado ypobre camino de convertir la vida en pura tarea deganapanes, o en una agria lucha de vulgaridad, sexo,poder y vanidad.

Hace ya cuatrocientos ochenta años, un día 19 denoviembre de 1493, que Cristóbal Colón trajo a Puer­to Rico la promesa de un nuevo cielo y una nuevatierra, como dice,el Evangelio de San Juan. Y ese nue­vo cielo y esa nueva tierra prometida debía encon­trarla cada hombre americano -del norte o delsur- en sí mismo, en su propia conciencia, en supropio espíritu. Sólo así la convivencia humana en­tre los hombres y los pueblos, quedaría ordenadapor principios de humanidad y de auténtica sabi­duría.

Dentro de pocos días, el próximo 24 de diciem­bre, día de la Navidad Cristiana, cuyo espíritu yanos invade a todos por las fiestas de alegría y triunfoque conmemoraremos y que nos une a todos loshombres en una verdadera y. posible comunión dehermandad universal, celebraremos la Nochebuena,luego el Año Nuevo, cargado con sus augurios, no­vedades y promesas y finalmente, esa fiesta tanpuertQrriqueña: el día de Reyes, día de regalar atodos los niños de Puerto Rico. El tema es propicio yel ambiente de alegría también, pues la 'labor de Ri­cardo Alegría durante dieciocho años al frente delInstituto de Cultura Puertorriqueña, ha sido ungran regalo espiritual al Pueblo de Puerto Rico, yPuerto Rico así lo entiende y así lo agradece. Poreso, más allá de toda bandería de intereses, la obradel Instituto de Cultura Puertorriqueña, ante losojos de todo puertorriqueño está aureolada de presotigio. Prestigio que se debe en no pequeña medidaal tacto, la sabiduría, la capacidad técnica y admi­nistrativa- y por qué no decirlo, al devoto y amantepatriotismo de su Director de tantos años RicardoAlegría y Gallardo.

Hablemos también brevemente del hombre y sugeneración. Es difícil definir históricamente lo queconstituye una generación, yo diría que más quecuestión de edad, es cuestión de acción histórica.Así a la generación de Ricardo Alegría, pertenecenmuchos hombres que se han distinguido en las 'le­tras y las artes de Puerto Rico. Con todos ellos y mu­chos que nos es imposible nombrar aquí, pero quetienen nuestro aprecio, en lucha fraternal unas veceso en colaboración cordial otras, Ricardo Alegría haconstruido su obra.

Su magna obra que la forman de un lado suspropias creaciones personales y que incluye librosde cuentos, y estudios históricos y la colección dela Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueñade la cual también ha sido director; modelo de buengusto, sobriedad y acierto editorial. Y de otro lado, laobra mayúscula de creación en el campo de restau­raciones históricas, exposiciones, creación de un ar­chivo histórico, centros culturales, edición de libros,

recolección de tesoros documentales del arte, la mú­sica o la literatura histórica, lakayuda a "Ballets deSan Juan", de Gilda Navarra y Ana García; de Arle­quín, la Poesía Coreada de Maricusa Ornés (la silen·ciosa y diligente organizadora de este hermoso acto)y de Areyto, Conjunto de bailes folklóricos de Puer­to Rico; o en el fomento de las Artes Plásticas, elTeatro, la Poesía, la Museografía y los Parques Na­cionales, en los cuales Ricardo Alegría, ha concertadoel aporte de todos los amigos empeñados en obrasde cultura.

A esta tarea han contribuido generosamente es­critores como Francisco Arriví, Margot Arce, MaríaTeresa Babín, Enrique 'Laguerre, y tantos otros im­posibles de nombrar. Músicos oomo don Rafael Her­nández, Amauri Veray, Héctor Campos Parsi, los her­manos Figueroa, Jesús María Sanromá, Augusto Ro­drígue~, y muchos más; pintores como el doctorJosé R. Oliver, Director de la Escuela de Artes Plás­ticas y Lorenzo Homar, Rafael Tufiño, Augusto Ma­rín, Carlos Marichal, José R. Alicea, Rafael Ríos Rey,Carlos Raquel Rivera y otros. Escultores como Fran­cisco Vázquez (Compostela), Tomás Batista y RafaelLópez del Campo; directores de teatro y dramatur­gos como Manuel Méndez Ballester, don Emilio Be·laval, Luis Rechani Agrait, René Marqués, Piri Fer·nández de Lewis, Myrna Casas, Angel F. Rivera, Al·berta Zayas y muchos más. Archivistas, museógra­fas, arquitectos, etc.; en fin, sería nombrar unaparte significativa de los aquí presentes y de otrosque han reconocido en Ricardo Alegría un puerto­rriqueño a quien todos debemos y un amigo de qu~nhemos aprendido.

Sería quizás impropio o mejor imposible, ha.cer aquí la historia de todos los logros del Insti­tuto de Cultura Puertorriqueña: Museos y ParquesHistóricos como el Ceremonial Indígena de Utuado,el Histórico de Caparra, el Museo de Historia Militardel Fuerte San Gerónimo, el Museo de ImagineríaPopular, el Museo de Arte Religioso de Porta Coeli,el Museo de Arquitectura Colonial de San Juan, el

IMuseo del Grabado, el Museo de Bellas Artes, losMuseos regionales, el Archivo Histórico de PuertoRico, la Escuela de Bellas Artes y las Bienales Inter­nacionales del Grabado Latinoamericano, etc. Luego,un nutrido catálogo de conferencias y publicacionesdesde las Memorias de Pedro Tomás de Córdoba,hasta las Obras Completas de Alejandro Tapia, Joséde Diego, Virgilio Dávila, Luis Lloréns Torres, Con·cha Meléndez, Antonio S. Pedreira, Miguel MeléndezMuñoz, Julia de Burgos y muchos más; documenta­les filmicos sobre distintos aspectos de nuestra he·rencia histórica, una tarea que asombra que sea elproducto de un hombre que tan paradigmáticamenteha encarnado en su obra lb que la Ley del InstItutode Cultura se había propuesto lograr: afirmar y di­vulgar los valores del Pueblo de Puerto Rico.

Vaya, pues, a Ricardo Alegría, en esta noche, el.

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homenaje de un Pueblo que le admira y le reconocesu gran servicio. Y que su laboriosidad y su ejempla­ridad humanas sirvan para libertar concertadamen­te las energías creadoras de todos los puertorrique.ños en la tarea de acrecer nuestro propio cultivo ynuestro esfuerzo solidario, en la tarea de servir bieny de hacer la vida buena que nuestro pueblo merece.

Sólo me resta decir que de Ricardo Alegria ha-

brá mucho que hablar y decir todavía en Puerto Rico-pues el honorable Gobernador don Rafael Hemán­dez Colón le ha nombrado a un nuevo cargo conrango de Gabinete- y los invito a todos a estudiarcon profundidad, la obra enaltecedora del Institutode Cultura Puertorriqueña y a tributarle ahora a él-cálidamente, generosamente- un merecido aplau­so de adhesión y homenaje.

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En el quinto centenario deFray Bartolomé de las Casas

Por ELADIO RODRíGUEZ OTERO

E NTRS LOS NOBLES PROPÓSITOS QUE MOTIVARON LA

creación de las Naciones Unidas sobresale unoque en sí compendia todos los fines de la más altaentidad internacional: el desarrollo y protecciónde los derechos hUmanos. U Thant, quien por mu­chos años acupó con señalada distinción la Secreta­ría de las Naciones Unidas, redujo admirablementelos amplios propósitos de la organización a la si­guiente síntesis: "El establecimiento de los dere­chos humanos proporciona los cimientos en losque descansa la estructura política de la libertadhumana; el logro de ésta genera la voluntad y lacapacidad de alcanzar el progreso económico y so­cial; y la consecución del progreso económico ysocial proporciona la base para una paz verda·dera".

Hace cinco 'siglos nació en Sevilla un hombreque dedicó toda su larga y fecunda existencia a la

. defensa de la dignidad y los derechos del ser hu­mano, de los cuales en la actualidad es portaestan­darte las Naciones Unidas. Me refiero al fraile do­minico Bartolomé de las Casas, quien por su excelsoapostolado mereció que se le confiriera el títulode "Procurador universal y protector de los indios".

Las Casas poseía la inteligencia, el valor, la for­taleza física y la tenacidad requeridas para haberllegado a ser un gran conquistador, al estilo dePizarro o Hernán Cortés. Pero su innato sentido dejusticia le hacía rechazar con vehemencia toda ini­quidad y le acercaba a los caminos que conducenal reino de Cristo. .

En 1502, cuando sólo era un mozo de veinticua·tro años, cruzó la mar para hacer pie en La Espa­ñola, en plan de conquista y aventura. Tomó parteprincipal en las expediciones de guerra que contralos indios se hicieron en la provincia de Higüey, ypor ello recibió, su compensación: un repartimientode indios.

Pero Bartolomé de las Casas estaba tallado parala justicia y no pudo soportar la función de enco­mendero. Había escuchado en 1511 el célebre ser­món en el cual su hermano en religión, fray Anto­nio de Montesinos, condenó la crueldad y las injus­ticias. que sus compatriotas cometían contra losindios. Desde entonces, su espíritu no anduvo enpaz.

En 15J4, en la Villa de Sancti Spiritu, en Cuba,hizo pública su decisión de dedicarse a la defensade los indios. En 1515 se trasladQ a Baracaa, dondeconoció a Hernán Cortés y renunció a los reparti.mientos de indios.

Desde su luminoso despertar de 1514 hasta sumuerte en 1566, por más de medio siglo, Las Casasno se concedió un solo instante de reposo en su es­forzada lucha en favor de los indios american~s.

Asombran su incansable actividad y sus múltiplesescritos polémicos e históricos. En este hombrese dieron cita la más punzante agresividad, frentea los explotadores, y la más excelsa compasión antelos desvalidos habitantes del Nuevo Mundo.

La determinación de fray Bartolomé nunca re·conoció límites. Al igual que otros insignes campa·ñeros suyos de la Orden Dominica, sostuvo que lamera invasión y ocupación de las nuevas tierrasno podían conferir al rey o emperador títulos legí.timos de propiedad o de soberanía, por ser dichosactos contrarios a la justicia natural; rechazó confirmeza el criterio popular de que los indios erananimales parlantes o seres aniñados de muy escasoentendimiento; reclamó el más profundo respetopor las culturas aborígenes de América; se enfrentócon valor a los encomenderos que amenazaban ex­tinguirlas; intentó establecer una colonia de traba·jadores libres en Venezuela; arriesgó su vida en Ni­caragua tratando de obstruir guerras que conside·raba ilícitas; promovió la colonización pacífica y

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Fray Bartolomé de las Casas

cristiana de los indios de Guatemala; combatió du­ramente a los eclesiásticos que encubrían con false­dades y sofismas los atropellos contra los indios; noaceptó las riquezas del obispado de Cuzco peroabrazó con alegría la pobreza evangélica de la sedemexicana de Chiapas; realizó largos y peligrososviajes por las nuevas tierras americanas, siempreen defensa de su noble causa; cruzó catorce vecesel mar Atlántico -muchas veces capeando peligro­sas tormentas- para denunciar con vigor y absolutalibertad ante Fernando el Católico, el emperadorCarlos V y Felipe II los abusos que a nombre deellos se cometían en América.

Era admirable la libertad con que se dirigía alos monarcas. Estos -acostumbrados a escuchara traficantes y explotadores y a los licenciados ydoctores que, como Ginés de Sepúlveda, urdían ra·

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zones para justificar los atropellos- seguramenteoirían con una mezcla de asombro, veneración yrespeto a este solitario y raro personaje que al de­cir de José Martf, se presentaba en la Corte "sinmanchas de oro en el vestido blanco" y que comba·tía él solo por el mundo de la justicia y el amorcontra el mundo de la agresión y la crueldad.

Los reyes, hombres de estado, sabían que con latotal aplicación de los principios propugnados porBartolomé de las Casas no podría completarse laocupación de las tierras americanas. Pero ellos-formados en la doctrina y en la tradición cristia·na- conciencia y corazón adentro también sabíanque, si en la realidad no era posible alcanzar aplenitud el ideal de Las Casas, por lo menos po­dían reducirse considerablemente los atropellos ycrueldades, y mitigarse los sufrimientos de los na-

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tivos. Y así, no vacilaron en respaldar las recomen­daciones formuladas por la Junta de teólogos y ju­ristas reunida en Valladolid en 1542. Fue en estahistórica reunión en donde se originaron las NuevasLeyes de Indias, inspiradas en los justicieros prin­cipios que en favor de los nativos defendió desde sucátedra de Salamanca el insigne fray Francisco deVitoria, a quien el Padre Las Casas había suplidoamplia información sobre 10 que ocurría en Amé­rica.

Se ha acusado a Las Casas de haber sido el prin­cipal responsable de la leyenda negra de Españaen América al exagerar, principalmente en su deba­tida Historia de la Destrucción de 'las Indias, lascrueldades y atropellos que muchos de los conquis­tadores españoles cometieron con los indios. Escierto que Las Casas -apóstol apasionado- mag­nificó esas crueldades y atropellos, aun a riesgode oscurecer la verdad fundamental de sus relatos.Pero lo cierto es que de no haber existido la exage­ración, las potencias enemigas de España siemprese hubieran aprovechado de sus acusaciones, utili­zando como instrumento de propaganda política, loque sólo había sido un alegato a favor de la jus­ticia.

También se ha señalado a Las Casas como el res­ponsable del auge de la esclavitud negra en Améri­ca, al propiciarla como remedio a la situación delos indios. Es verdad que él, inadvertidamente lafavoreció al principio, pero luego que la vio funcio­nar, arrepentido, se golpeaba el pecho y exclamaba:

"¡con mi sangre quisiera pagar el pecado de aquelconsejo que di por mi amor a los indios."

De otra parte ¿no ayudaron Las Casas y su com­pañero el Padre Vitoria al buen nombre y a la dig­nidad de España en América? ¿Qué otro país colo­nizador produjo voces tan ejemplares en defensade la libertad y la justicia? ¿En qué otro país con·quistador se formularon y se escucharon con tanadmirable respeto planteamientos similares, hechos,no por los representantes del pueblo atropellado,sino por personalidades de la nación invasora? Sinlos escritos de Vitoria en defensa de los derechosde los indioos y sin el pensamiento y la acción apos­tólica de Las Casas, la colonización de España enAmérica seguramente no hubiera diferido de laexplotación inglesa en las Antillas y de la holandesaen Malasia.

Las Casas es honra de España, y más aún, comomuy bien ha dicho Gabriela Mistral, es honra de lahumanidad.

Cinco siglos después del nacimiento del Protec­tor de los indios, su palabra en defensa de la li­bertad y los derechos humanos resuena con enormevitalidad en América y se proyecta con fuerza entoda la tierra. •

Puerto Rico --cuyo suelo vio correr la sangre denuestros indefensos aborígenes- debe un recono­cimiento a fray Bartolomé de las Casas, adelantadode la más alta conciencia moral, apasionado de lajusticia y apóstol del amor y la fraternidad cris­tiana.

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Exposición de dibujos de Bart Mayol

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EN EL ANTIGUO CONVENTO DB SANTO DOMINGO, SEDE

del Instituto de Cultura Puertorriqueña. se abrióal público el 30 de marzo, y bajo el título de "Caras".una exposición de dibujos de Bart Mayal.

Integraron la exposición 72 obras, exponentesde diferentes medios. principalmente carboncillo,crayón, aguada y dilución de óleo.

Bartolomé Mayal nació en Utuado. En su adoles­cencia fue discípulo del pintor Osear Colón Del·gado. Posteriormente cursó estudios de arte en laGalería Corearan. de Washington, y en el Institutode Arte y Diseño de Maryland. En este mismo cenotro tomó un curso de especialización en la pinturamural. También estudió en el Instituto de Arte Otis.de Los Angeles. Ha expuesto en diversos puntos delos Estados Unidos y de Puerto Rico.

Las fotografías que acompañan a esta reseñareproducen algunas de las obras presentadas en laexposición.

El artista en su taller

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Otros aspectos' dela exposición

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La razón ciega, de Gustavo Jiménez Sicardó

Por NILDA GONZÁLEZ

pARA Mí, EL TEATRO ES TRAER LA VIDA A LA ESCENA,

sin mistifi::arla; que el público la entienda, Todolo que se salga de eso no es teatro, Si no hay vida,no hay teatro. La naturaleza se lo ha dado todo alhombre -ahí lo tiene todo."1 Con estas frases, re·sume su concepto de teatro Gustavo Jiménez Síear·dó, al hablarnos sobre su drama La razón ciega,pieza de teatro social puertorriqueño desconocidapor muchos de los estudiosos de nuestro teatro.

La razón c{ega, escrita en 1924, narra un sucesode la vida real, en el cual tomó parte Jiménca: Sicar­dó como Juez Municipal. Como marco de referenciapara la obra, dice el autor, existe una ley aprobadaen 1910 por ~l Congreso de los Estados Unidos queasigna diez millones de dólares para la realizacióndel proyecto forestal del Yunque. Esta asignación ylas perspectivas de ganancia implicadas, desperta­ron la ambición de los terratenientes en las áreasadyacentes que deseaban poseer más tierras y ob­tener más beneficios al expandir sus latifundios. Deesa ambición desmedida, como resultado de esa rea­lidad, surgió La razón ciega. Lloréns Torres, LastraChárriez, Muñoz Marín, Luis Antonio Miranda, Pa­lés Matos impulsaron a Jiménez Sicardó a escribirla obra, luego de escuchar la narración que él leshiciera de la historia real.

Jiménez Sicardó plantea en su obra el conflictosocial en nuestros campos y el problema de la jus­ticia. La justicia, el peso de la ley, cuyo funciona·miento no pueden entender los que son víctimas deella, se convierte en obsesión para don Heraclio,personaje central de la obra, quien dice:

"¡La leyI ¡Siempre y a nombre de la ley! Ni que·fuéramos los hombres muchachos pequeñitos a

1. Entrevista de la autora con el señor Jiménez Sicardó.

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.quienes se nos asusta con un fantasma. La ley.Va pa un año que me hieren por la espalda, yese mesmo tiempo hace que me vengo pregun­tando: ¿quién, me hiere? y siempre la mesmacontesta: "es la ley"2

".. .1os hombres solos no se atreverfan a tanto.¡Es la ley! A no ser por ella, los hombres malosque usté mienta, tendrían que venir de frente, yentonces su maldá, que se ampara en la razón delmás fuerte, seria vencía por la razón del. másbueno",!

Esta obsesión por la fuerza de la ley, llega a unclímax en la escena final de la obra. Don Heraclioy su esposa han sido desahuciados: deben cuatromeses lile casa, pues no hay empleo a causa de unahuelga que afecta a todos los trabajadores, Al llegarel alguacil a echarlos a la calle, se suscita el si­guiente diálogo:

Heraclio:- ...¿Qué desea el caballero?Alguacil:- Quo he venído a poneros en la calle

inmediatamente.Heractio:- ¿En la calle...? ¿Y quién es usté pa

atreverse a tanto?Alguacil:- ¿Yo... Yo? Yo soy la ley.

Heraclio:- ¡'Ah.. .! ¿LA LEY?.(Don Heraclio sacará un revólver que llevaráoculto en el cinto, y disparará sobre el Algua­cil, quien caerá desplomado en escena.)

Ceferil2a:- ¡Heraclio, has matao a un hombrelHeraclio:- No, ¡maté a la -LEYI"4

Al matar a la Ley, don Her~clio está matandoese monstruo tras el cual los hombres se han escu-

2. La razón ciega, p. 77,3. Ibid, p. 77.4, [bid, p. ll().81.

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dado para herirlo una y otra vez; ha querido buscarla comunicación directa entre los hombres que per­mitirá mejores relaciones entre todos. Don Heraclio,por ser pobre, ha sido víctima de los abusos y las in·justicias de los más fuertes. El Autor lo presentacomo prototipo del hombre honrado, trabajador, quelucha por defender lo que su conciencia le dictacomo bueno, no importa quién sea el enemigo. Laevolución del personaje es gradual a través de laobra; sus acciones lo van pintando como es. Don Ma·nuel le ofrece nombrarlo capataz de un grupo derompehuelgas, en momentos en que don Heracliono sólo ha perdido sus tierras, sino que está sintrabajo a causa de la huelga . Su reacción no tardaen llegar:

"No, si nQ vamos a discutir; porque al igual queusté, no soy yo persona de perder el tiempo ni·hacérselo perder a nadie. Por eso le vamos a po­ner remate a esta conversación y en cuantito queme oiga, saldrá usté por esa puerta, que pareceque quiere rajarse pa dejarle más ancha]a salía.

Hace meses, don Manuel, que su hermano DonAntonio me robó malamente las tierritas de alláarriba, que eran toa mi fortuna; y usté ahora,viene a mi propia casa a quererme robar ]0 únicoque me queda en mi pobreza: la vergüenza. An·tonces, ná le dije a él por falta de ocasión; peroya que usté me ]a dá, ]e voy a decir ]0 que damabos a dos se merecen.

Tanto usté como su hermano, son unos granujas,y unos hijos de la mala madre, y unos grandísi­mos pícaros, y ... "5

Mientras dice las últimas frases, don Heraclioagarra a don Manuel por el cuello, provocando laintervención de los vecinos que acuden a separarlos.Al quedar a solas con los vecinos, crece dentro desu propia adversidad y arenga a los que le miransorprendidos:

"Y ustedes, ¿qué hacen aquí? A la huelga, a lacalle, a pedir, a gritar. A pedir más pan para esosestómagos vacíos y más zapatos pa esos pies me­dios descalzos. lA la huelga, a pedir, a gritar, quea esos gritos y a esos ruegos contesten los dearriba con la razón de su fueru, ampará por lasmacanas y la cárcel. A la huelga, ya veréis comonuestra razón negá y atropellá, nos dará fuerzaslo bastante pa redimir la causa del trabajo. A lacalle, a la calle."6

En ese instante, don Heraclio deja de ser el po­bre campesino trasplantado al pueblo, para conver-

S. Ibid, p. 61-62.6. Ibid, p. 63.

tirse en el líder de la huelga. Una orden suya pondríaa trabajar a todo el mundo, pero, como dice Jacin­to, no 10 hace:

"Porque no debe; porque lo que ofrecen ]05 pa·tronos en ná remedia a los trabajadores. Y ustésabe como fue que nombraron a don Heracliojefe de la huelga. Se necesitaba -decían toos­un hombre honrao que supiera despertar la con­fianza de los oprimías; más que eso, y si era po­sible, un fanatizao con las ideas de redención delbrazo; uno que al estar con ellos, no lo estuvierapor curiosiá, sino ]anzao por una patá de los dearriba,"7

Este rol da una nueva dimensión al carácter dedon Heraclio; le hace trascender su propia e íntimarealidad. Poco a poco van quedando a un lado elcampesino embaucado, el pobre sin trabajo, paradar paso al redentor, al soñador:

"Hay ocasiones, en que sueño con un mundo me·jor, más justo y más bueno, en que toas sernasiguales, ande los hombres se miden por su bondáy por su apego al trabajo. En ese mundo no haypobres ni ricos, explotaos, ni explotaores. Taostrabajarán menos los viejos, los niños y ]05 en·fermos; y veo a los viejos contentos y agradecíasen aguarda de su hora, y a los enfermos gustososde curarse pa volver a su faena, y a los jóvenesalegres y gozosos, esperando impacientes ]a horade emplear sus brazos.'"

"...triunfará el bien. En un millón de jamacas,un millón de oprimíos sueñan con su redención.Son los más. Cuando despierten, el bien venceráal mal".9

El personaje de don Heraclio adquiere rasgos defigura trágica; las circunstancias lo van acorralandopoco a poco, sin que pierda su' fuerza, su estoicismo.Al final, se rebela ante la injusticia de las leyes hu·manas... y sucumbe en un acto que considera justo.

La razón ciega es una obra dura, seca; plantealos problemas del campesino y del obrero puerto­rriqueño en forma escueta, sencilla. No hay parla­mentos retóricos, sino las palabras que expresansentimientos, sucesos y convicciones en el hablartípico de nuestro campesino. Los personajes corres·ponden al medio ambiente en que se desarrolla laobra y hay fina delineación de los distintos caracte·res. Así, aparece doña CeferiJia, la esposa de don He·racHo, fiel, sufrida, debatiéndose entre los mil con­flictos que surgen a diario, volcando su cariño ma·ternal sobre su sobrino Jacinto, sufriendo los pro-

7. Ibid, p. 73.8. Ibid, p. 78-79.9. [bid, p. 79.

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blemas de Eladia y Matusalén, defendiendo su ho­gar ante el alguacil que viene a echarlos a la calle,cuidando de su marido cual perro de presa y lloran­do ante la injusticia de los hombres que no se apia­dan de los pobres.

Jiménez Sicardó ha sabido dar las pinceladas ca­racterizadoras a cada uno de los personajes. Dionisiaes el peón-agregado que sirve de noticiero en la obra;lleva y trae los chismes y no pierde ocasión de azu­zar o mortificar a los demás. Le falta el sentido dedignidad que posee don Heraclio: recibe dinero dedon Manuel para buscar rompehuelgas ... se vende.Sobre él, dice Jacinto: "Sólo estando ciega, se le po­día perdonar a usté que no viera las intenciones deDionisia. ¡Un hombre como ése; que 10 mesmo le dapor gritar: '¡Viva la huelga!, que ¡abajo la huelga'lToo está en lo que le convenga a la persona que lepague por gritar. nlO

Dionisia mismo, a través de sus acciones va reve­lando las distintas facetas de su carácter: es insidio­so en cuanto a Jacinto se refiere, trata de estar debuenas con el abogado que da dinero y ropa cuandose acercan las elecciones, se burla de Matusalén -unpobre anciano agobiado por el dolor de haber perdi­do a sus nietas, y que vive solo y enfermo. Respetaa don Herac1io y a doña Ceferina, quizá porque in­conscientemente reconoce su inferioridad moral anteellos.

Don Antonio y don Manuel son más bien tipos;representan el poder, la riqueza. Son arrogantes, so­berbios, arrasan con todo lo que se opone al logrode sus fines. A ellos se unen personajes como don Ar­turo (el abogado) y don Julio: ambiciosos, malosamigos. Para todos ellos, el dinero es 10 más impor­tante, los escrúpulos se echan a un 'lado cuando laambición está de por medio.

Jacinto hace las funciones de hijo, es cariñosocon doña Ceferina, de quien es sobrino, y respeta ydefiende a don Heraclio. Como joven al fin, está lle­no de ideales y lucha por ellos, rebelándose contralos que le oprimen a él y a los suyos. Personaje agra·dable y simpático, no alcanza la altura de don He­cIio, aunque siga sus pasos por el camino de la dig­nidad, la moral y el respeto a las normas que dictala conciencia.

Eladia y Matusalén, aunque aves de paso en laobra, contribuyen con sus problemas a crear un cua­dro más claro de la realidad. Eladia, al igual quedon HeracIio, ha sido víctima de los pocos escrúpu­los de don Julio; Matusalén 10 ha perdido todo enaras del progreso. Es víctima también de la ley, delprogreso, que le obliga a enviar a sus nietecitas a laescuela, "y al contar sus penas, reniega, maldice elprogreso, que al dictar sus leyes, impone deberes, ha­ciéndose el sordo al grito del cielo que clama: 'Si

10. Ibid, p. 57·58.

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quiés que se cumplan tus leyes terrenas, precisa queal pobre su jornal aumente'."1l

La estructura de la obra es sencilla. Las reglas detiempo, lugar y acción no se siguen; transcurren tresmeses entre el primero y el segundo actos, y uno en­tre el segundo y el tercero. El primer acto se desa­rrolla en el campo, los otros dos en una casa po­bre del pueblo. Hay continuidad tanto en el desarro­llo de la acción como el de los personajes. Quizásalgunas situaciones nos parezcan demasiado simplessi juzgamos a base de los cánones del teatro actual.No hay en La razón ciega escenas retrospectivas, nicaracteres freudianos, ni dobles personalidades, niefectos extraordinarios y suntuosos en el montaje.Hay una gran sencillez, unas palabras escuetas den­tro de la dureza de la vida que llevan los personajes.Cincuenta años después de haber sido escrita, La ra­zón ciega tiene vigencia; los problemas que plan­tea siguen siendo los mismos -en menor escaláquizás-; el sueño de don Herac1io no se ha realiza­do plenamente a pesar de los cambios industriales yeconómicos ocurridos en el país desde entonces.

La razón eiega fue presentada en 1924 por laCompañía de Prudencia Grifell; luego, en 1932, porla Compañía de Fernando Soler; y todos los añosSantiago Iglesias Pantín la presentaba el Día delTrabajo. Fue él quien costeó la impresión de laobra.u

Gustavo Jiménez Sicardó fue y sigue siendo aman­te del teatro. Tiene a su haber otra obra teatral,Gare's Hell, sátira política al Gobernador Gore quese estrenó en San Juan en 1933 y se representó congran éxito en numerosos lugares de la isla, aunquele costó ir preso en Mayagüez por cuestiones políti­cas. De ella se ocupó extensamente Thomas Mathewsen su obra Puerta Rico Polities and the New Deal,y el mismo Jiménez Sicardó le dedica varias págmasa los sucesos relacionados con su montaje, en Unpueblo que quiso vivir. Jiménez Sicardó ha sidopoeta, dramaturgo, empresario teatral, Juez de Paz,político, "sobre todo político", dice él mismo al ha­blar sobre su vida y sus actividades. El ente políticoha estado presente siempre; así, en unas notas escri·tas con motivo del estreno de la obra, dice LuisMuñoz Madn, entre otras cosas:

"El autor, que además de autor es político, tratael tema de un modo que trasciende su propiaidentificación en la polftica militante, nacionali­zándolo, llevándolo al terreno donde la realidad,la humanidad y la decencia patriótica se sobre­ponen a las divisiones políticas del momento. Larazón ciega señala vicios y defectos en la luchasocial de los trabajadores, pero también presentalas justificaciones y la humanidad de esa lucha.La reacción del público fue de entera compenetra-

11. Ibid, p. 7l.12. Entrevista citada.

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ción cordial con la obra, según 10 demostró enlos estusiastas y prolongados aplausos que reciobieron las escenas culminantes. Aunque La razónciega presenta aspectos de la realidad que pudie­ran dividimos superficialmente en banderías deintereses, tanto el autor como el público reaccio­naron, no como miembros de tal o cual gruposocial, sino como puertorriqueños ante una tra·gedia de Puerto Rico. Esa actitud, afianzándoseen nuestra conciencia, ha de ser de gran utilidaden el desarrollo de nuestro destino como pueblo.El hambre, la miseria y la injusticia no son pro­blemas de clase; son problemas de nuestra res·ponsabilidad como puertorriqueños."u

Jiménez Sicardó asumió su responsabilidad comoJuez Municipal al firmar el desahucio en el caso queinspiró la obra. La responsabilidad individual la

13. Op. cit., p. 8.

descargó al escribir La razón ciega para crear con­ciencia de la problemática puertorriqueña de aquelmomento. Aparte del valor dramático de la obra,Jiménez Sicardó nos ha legado un cuadro de costum­bres del momento en que escribe, una obra de carác­ter social que no debe olvidarse al hacer el estudiodel teatro social puertorriqueño. Hay muchos escri­tores puertorriqueños en el anonimato; el olvido hay'que subsanarlo yendo a los que encauzaron el teatropuertorriqueño, a los pioneros, no importan los cri­terios distintos, ni la posición un tanto sofisticadaque asume nuestro quehacer artístico actual. Hemosde remontarnos al pasado para trazar trayectoriascronológicas definidas, poder hablar de tradición yemitir juicios a la luz de la perspectiva que marcael correr del tiempo. Al trazarlas, La razón ciega de­berá ocupar un lugar importante dentro del desarro­llo del teatro social.

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No des tu tierra al extraño

Por VIRGILIO DÁVILA.

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No DES TU TIERRA AL EXTRAÑO

por más que te pague bien.El que su terruño vende

vende la patria con él.

Dios, el mundo concluido,tiróle un beso al azar;el beso cayó en el mar, yes la tierra en que has nacido.En ella formas tu nido, .de amor rendido al amaño;ella un año y otro añote brinda con su tesoro;ella vale más que el oro.¡No des tu tierra al extraño!

Mira sus campos. Arriba" es ornato de la loma la

breve y fragante poma delcafé, púrpura viva.Fruto que la mente avivay es del criollo sosténal par que orgullo. Si hayquien, extraño, quiera tu suelo,

que no se colme su anhelopor más que te pague bien.

De sus llanos la grandezaadmira la gente extraña.En ellos canta la cañala canción de la riqueza.

Como una enorme turquesaAllá el tabacal se extiende.¡La imaginación se enciendeante ese cuadro admirable!¡Qué bajo y qué miserableel que su terruño vende!

En la playa el cocotero,con su penacho elegante,es asombro al navegantey tentación al logrero.

No des por ningún dinerotu pedazo de vergel, queeres tú patriota fiely de 'legítimo cuño, yel que vende su terruñovende la patria con él.

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La relación sobre los caribesdel señor de La Borde

Por MANUEL CÁRDENAS Ru1z

D AMOS A LA PUBLICIDAD LA PRIMERA TRADUCCIÓN AL

español de la obra de Francois Blanchard, Se·ñor de la Borde, Relation de l'origine, moeurs, cous­tumes, religion, guerres et voyages des Caraibes,sauvages des isles Antilles de l'Amerique que formaparte de la llamada colección Billaine, o "Recueildes divers voyages". Esta colección, que lleva elnombre de su editor, comprende además de la obrade La Borde las de Richard Ligon ".Histoire del'IsIe des Barbades", y la "Description de l'Isie de laJamaique avec des observations faites par le sieurThomas, gouverneur de la Jamaique", y son ellaso reediciones de viejas relaciones que se· habían he­cho raras, o "memorias" inéditas. La obra de LaBorde tiene interés por su descripción bastante con­creta y específica de la religión de los indios Caribesque el autor, a juzgar por lo que declara en la obra,ha conocido directamente. La "Relation" de La Bor­de salió publicada en 1674, y hasta el presente senos ha hecho imposible obtener datos biográficos delautor, salvo lo que indica el mismo en su obra, yes que está "employé a la conversion des Caraibes,estant avec le R. P. Simon, Jesuite". Así que pasamosal texto del señor de La Borde.

Relación del origen, maneras, costumbres, religión,guerras y viajes de los caribes, salvajes de lasislas Antillanas de la América

Hay un número tan grande de relaciones de lasIslas, que es inútil el repetir 10 que se ha dichotantas veces. Si no obstante, pareciese que 10 hagoen algunas ocasiones, es porque se han presentadolas cosas de manera distinta a como ellas son. Porno haberlas visto, o por algunas otras razones oconsideraciones, nos las han falseado y han dicho deellas. más o menos, lo que no tienen. No pretendohablar aquí del aire, del clima y de la naturaleza delpaís; otros han hablado de ello bastante; hago sola-

mente algunas observaciones -para satisfacer aaquellos que 10 desearen- sobre las costumbres ysupersticiones de los salvajes, y lo que diré, lo pue·do asegurar verdaderamente por el mucho trato quehe tenido con ellos, y por haber sido bastante cu­rioso y haber tenido el cuidado de informarme. Es·ta curiosidad no es censurable cuando de ella seobtiene algún provecho; porque cuando yo conside·ro que los caribes son hospitalarios, sin ambición,muy simples, sin avaricia, muy sinceros, sin codicia,sin fraude, sin blasfemias, sin mentiras, no puedomás que admirarlos e imitarlos en su moral encuanto a los puntos anteriores; y aun cuando ellostienen esas perfecciones, también tienen sus vicios,de los que hablaremos a 10 largo de este discurso.Cuando considero su ofuscación, y el que no tienenni fe, ni ley, ni rey, me siento en la obligación dI'agradecer a mi creador haberme dado el conoci­miento de un Dios y haberme hecho nacer en laverdadera religión y súbdito del más grande Reydel Mundo.

No me detendré a buscar el origen y extracciónde los caribes, salvajes insulares de la América,puesto que ellos mismos no saben nada de él. Sontan poco curiosos del pasado como del futuro, y losautores hablan de aquél tan diversamente que noveo en todo ello más que obscuridad y poca certi·dumbre. Algunos, incluso, se han imaginado quedescienden de los judíos, porque efectivamente lospadres a las hijas las comprometen para esposasde natura, y porque no comen nada de cerdo. -

Los viejos salvajes me han dicho que ellos pro­vienen de los galibis de tierra firme, vecinos delos aluages, sus enemigos, ya que la lengua, lascostumbres y la religión tienen mucho de parecidocon la suya; y que ellos habían destruido entera·mente a una nación en estas Islas, con excepciónde las mujeres que las habían tomado para sí, yque es este el motivo de por qué la lengua de los

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hombres no se parece en varias cosas a la de lasmujeres. Yo creo también que 10 que ha hecho quelas relaciones sobre ellos sean tan diferentes pro­viene de que desde que los caribes tratan con losextranjeros, han cambiado de costumbres y de ma·neras de ser, renunciado a lo que les era más apro­piado. Hay allf, sin embargo, quienes no han cam­biado nada, y éstos les dicen a los otros que la causade todos sus males, de sus enfermedades, y de laguerra que los cristianos les hacen, proviene de queellos no viven como caribes.

De su reli1{iól1 y las ideas que tienen de la Creacióndel mundo y de los astros

Aunque' ellos tengan el espíritu extremadamentecambiable, muy ligero e inconstante en todas susempresas, tienen, no obstante, el temperamento delos heréticos en materia de religión; pues son tanobstinados Y. están tan sujetos a su Cemí Y a todassus otras supersticiones, que todo lo que se lespueda decir para hacerles ver que es el Diablo quiénles engaña bajo ese nombre no es suficiente parahacerles desistir. Ellos no tienen tal como los calvi­nistas. ni sacerdotes, ni altar. ni sacrificio, 10 queno se ve, creo yo, entre todos los otros paganos.Ellos han aplastado por sus pasiones brutales, porsus modos bárbaros Y por su vida de bestias, todoel conocimiento Y las luces que la naturaleza da, lasque proceden de la Divinidad; lo que es de asom­brar Y no creería, si no lo hubiese visto todos losdías, es que después de veinte años de estarles pre­dicando, no quieren creer, ni reconocer a su Crea­dor Y principio de todo bien. Ellos temen al [prin­cipio] del mal, que es el Diablo Y al que llamanMapoia, pero al que no le rinden cuIta alguno.

Si prestamos oídos a algunas de sus fábulas. haylugar para creer que hayan e.stado en otro tiempoiluminados por la luz del Evangelio; lo que cuentande Luquo, a quién consideran el primer hombre Yel primer caribe, sería enojoso Y también estaríacontra el decoro, Y podría chocar a oídos castos; deél informaré solamente alguna cosa.

Luqua fue el primer hombre y el primer caribe;no fue hecho de nadie, sino que descendió del Cieloaquí abajo, en donde vivió largo tiempo. Teníaun gran ombligo de donde hizo salir a los primeroshombres, así como de su pierna, haciéndose unaincisión. Pasó muchas peripecias durante su vida,las que serían vergonzosas e infames de contar. Hizolos peces de raeduras y pequeños trozos de man­dioc.a que tiró al mar; y el más grande de dos gran­des disparates: resucitó a los tres días después desu muerte y volvió al cielo. Los animales terrestresvinieron después, pero ellos no saben de donde.

Los caribes en otros tiempos vivían mucho yno envejecían; morían sin estar enfermos. También

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no comían más que pescado fresco, y así no enve­jecían.

Ellos encontraron luego un pequeño huerto demandioca que Luquo había dejado; pero no reco­nociendo esta planta, un anciano se les aparecióquién les enseñó la manera de servirse de ella yles .dijo que rompiendo la planta en pequeños tro­zos Y colocándolos bajo la tierra. brotarían de ellosotras raíces. Cuentan ellos que en un principio estamandioca no tardaba más que tres meses en retn.ñar, que después fueron seis, y al fin nueve, comoocurre en el presente, antes de que esté en condiciónpara hacer de ella el pan o casabe que ellos llamanaleba y las mujeres maru.

Creen que el Cielo ha existido siempre, no latierra y el mar, no al menos en el bello orden enque se encuentran en el presente. Su motor Y pri.mer agente Luquo hizo primeramente la tierra suave,lisa, sin montañas; ellos no pueden decir de dóndeél tomé! la materia. La Luna marchaba incontinentey se creía muy bella, pero después que hubo vistoal Sol, se fue a ocultar de vergüenza, y desde enton­ces no se muestra más que de noche.

Todos los astros son caribes; ellos hacen a laLuna masculina y la llaman Nonun, y al Sol Huoiu,'le atribuyen los eclipses a Mapoia, al Diablo, quetrata así de hacerles morir. Dicen que este ruinseductor, por sorpresa, les corta los cabellos y leshace beber la sangre de un niño pequeño; y cuandoestán bajo el eclipse total es entonces que se sientenmás enfermos, y se ponen así al no poder calentarsecon los rayos del sol y con su luz.

Estiman mucho más a la Luna que al Sol, y entodas las lunas nuevas, desde el momento en quecomienza a aparecer aquélla, salen todos de susbohíos para verla, gritando: He ahí la Luna. Cogenciertas hojas de árboles que enrollan como un pe­queño embudo, y hacen destilar en sus ojos algunagota de agua mirándola, lo que es muy bueno parala vista. Ellos cuentan los días por las lunas, comolos turcos, y no por el sol; en lugar de decir unmes, dicen una luna; no dicen ¿cuántos días estarásde viaje?, sino ¿cuántas noches dormirás fuera?

Sus números son sus dedos; para expresar docemuestran las dos manos y dos dedos de los pies; siel número excede al de los pies y las manos ellosse encuentran impedidos Y dicen tamieati, mucho,y si es una gran cantidad muestran sus cabellos oun puñado de arena. Cuando es necesario ir a laguerra, y encontrarse reunidos el día señalado, tomacada uno un número de piedras, según sea su deci·sión, y las meten en una calabaza Y cada mañanasacan una de ellas, y cuando no queda ninguna más,quiere decir que el tiempo que queda para partirha expirado y que hay que disponerse para la cam­paña. A veces hacen marcas sobre un trozo de ma­dera, o bien cada uno ata nudos en una pequeñacuerda y deshace uno cada día.

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En el principio la tierra era blanda, el sol des­pués la ha endurecido al igual que la del cielo; puesallí en lo alto hay más bellos huertos que los deaquí, bellas sabanas y bellos ríos; el uicu (brebajecomo la cerveza) allí corre sin cesar, y no se bebeagua; los bohíos, las casas comunales, están mejorhechas allí, donde viven sus Cernís, y también ellos,después de la muerte; allá tienen más mujeres queaquí y cantidad de hijos. Allí no se trabaja, todobrota sin sembrarlo; no se hace más que beber ydanzar, y no se está enfermo jamás.

Lo que ellos cuentan sobre el origen del mar yde la Creación, y en general de todas las aguas, serefiere en algún modo al diluvio. El gran Maestrode los Cernís, que son sus buenos espíritus, enfa­dado y éncolerizado por que los caribes de esos tiem­pos eran muy malos y no le ofrecían ni casabes niuicu, hizo llover varios días tan gran cantidad oeagua que casi todos se ahogaron excepto algunosque se salvaron en pequeñas canoas y piraguas so­"re una montaña, que en aquel entonces era la úni-

ca. Es este diluvio del Huracán quien hizo los mo­rros, los picachos y los acantilados que nosotrosvemos. Los morros son las colinas. Los picachosson las altas rocas puntiagudas, o altas montañas,en forma de pan de azúcar. Es aquel quién ha sepa·rada las islas de la tierra firme. Si le preguntais dedonde vienen estas aguas, ellos os responderán quede lo alto de los ríos, y que las primeras aguas vie·nen de la orina y de los sudores de los Cernís, y esesta la causa de la salinidad del mar, y que 10 queha hecho al agua dulce, es que se filtró del marpor debajo de la tierra y allí se purificó.

Racul1lon fue uno de los primeros caribes queLuquo hizo. Se convirtió en una gran serpiente ytenía la cabeza de hombre; estaba siempre sobre uncabatas, que es un gran árbol, muy duro, alto yerecto; vivía de su fruto, que es una gruesa ciruelao pequeña poma, y de ellas daba a los transeúntes;ahora se ha convertido en una estrella.

Savacu era también caribe; se convirtió en Era·bier que es un gran pájaro; este es el capitált de

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los huracanes, de los r~yos, y de los truenos; esquien produce las grandes lluvias: también es unaestrella.

Achinaon Caribe, actualmente una estrella, pro­duce la lluvia pequeña y el gran viento.

Curumon Caribe, también una estrella, es quienhace las grandes olas del mar y vuelca las canoas.Las oleadas del mar son grandes ondas a las que seve dar en tierra de un extremo a otro de la playa,de suerte que por poco fuerte que sea el viento, unachalupa o una canoa casi no podría abordar la tierrasin volcarse, o sin llenarse de agua. Es este también,por su viento, quien produce el flujo y reflujo delmar.

Cuentan y observan los años por la constelaciónde las Pléyades, sin embargo, no pueden decir cuantohace Que los primeros de su nación vinieron delcontinente a habitar las Islas; no pueden decir laedad que tienen: no distinguen nada de todo eso, yno se preocupan nada por esos conocimientos. Nose preocupan apenas por saber de donde venimos;no", llaman b,alanaele, es decir, hombres ,de mar, ycreían, -efectivamente, que habíamos nacido en elmar, y que. no teníamos otras' viviendas que losnavíos. En· el presente creen que nosotros somos deotro mU,ndó y que nuestro Dios no es el S1,1yo, y elnuestro ha' hecho el cielo y la tierra, pero no su"país. . ,.

Como jamás han creído que haya otras tierrasque las suyas, la primera vez que vieron los navíosy ov~ron el cañón. creyendo que eran los diablos, yque el navío y los hombres que estaban vestidosy armados de otra manera"que ellos, salían del fon­do del mar y venían para raptarlos y apoderarse desus tierras, huyeron a los bosques. Han reconocidodespués que se equivocaron en un punto y que elotro era verdad; ellos quisieran que jamás hubié­semos puesto el pie en su país, y en cualquier gestoque hacen nos muestran su aversión, pero no sonde temer, ya que están derrotados. Creo que hay allítodavía cuatro mil; d«;, treinta o cuarenta islas queellos poseían, no ocupan ahora más de dos o tres.·Las franceses, ingleses, españoles y los flamencoslas tienen todas en el presente. La primera vez quevieron un hombre a caballo, creyeron que el caba­llero y el caballo eran de una pieza y que el hombreera parte de la bestia; no miraban esta máquinacaminando, más que de lejos, y aún lo hacen en elpresente; hay allí quien no osa aproximársele; hay,en la misma San Vicente, quien no ha visto todavíaa los cristianos; y como es bien difícil que en estasuerte de relaciones no se haga alguna digresión,retornemos a nuestros astros.

Llaman al sol gobernador de las estrellas y dicenbien que es él quien con su gran luz impide queellas aparezcan durante el día. Creen, no obstante,que aquéllas se retiran y que en la noche descien­den. Los relámpagos se hacen por Savacu cuando

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sopla fuego por un gran canuto. El trueno y el rayose producen cuando el Maestro o capitán de losCernís ahuyenta a los pequeños Cernís que nos sonmanigats,·1 y es entonces, cuando éstos huven v secaen de miedo, que uno oye este gran ruido; ~lIostambién son quienes hacen temblar la tierra, y enella se convierten en bestias, que sienten gran temory se enconden cuando el rayo cae.

Cualina es el capitán de los Cemís; Limacani esel cometa enviado por el capitán de los Cemís parahacer mal cuando él está enojado.

Juluca, el Arco Iris es un Cemí que se alimentade peces, lagartos, torcaces y colibrís; está cubiertode bellas plumas de todos los colores, particular­mente ]a cabeza; ésta es semirredonda y es el cercoúnicamente lo que se ve: las nubes impiden que sele vea el resto' del cuerpo. Pone enfermos a loscaribes cuando él no encuentra nada que comer allíen lo alto; si este Arco Iris aparece cuando estánen el mar, lo reciben de buen grado y dicen queviene para acompañarlos y procurarles buen viaje;pero si aparece en tierra, ellos se esconden en suscasas y piensan que este es un Cemí extraño queno tiene Maestro, es decir, Piayé, de quien hablaréa continuación; y como no puede hacer más que elmal, por medio de malas influencias, procura porello hacer morir a alguno.

Del Cemf y de Mapoia, que son sus bueno y maloespíritus, y algunas' de sus supersticiones diabó­licas

Se ve que los caribes son hombres bestias, o másbien, bestias que tienen ]a figura de hombres, enque no quisieran ir jamás a gozar de estas deli·cias, que dicen están allá en lo alto, ya que para elloes necesario morir y ellos no tienen otros deseosque estos de la vida presente; es también por la mis­ma razón que se enfadan cuando se les habla de iral Paraíso; no quieren dejar ·105 bienes presentespor los bienes futuros, ni abandonar lo que poseenpor lo que les es' desconocido; ni dejar los placeresque siempre les atraen,- por las delicias eternas queno ven ni halagan sus sentidos. '

Éllos tienen gran cuidado de su salud, y te~~nde tal manera a la muel'te, que no quieren que de'ella se hable por temor a que venga; se entregaríanvoluntariamente al Diablo a cambio de tener una.larga vida; no mencionan jamás el nombre de susdifuntos por temor a tener que pensar en la muerte,19 que les haría enfermar inmediatametne; así, ellosdicen el marido de tal o la mujer de cual estámuerta.

Hay allí ciertos árboles con cuya savia no osantocarse el cuerpo o el mentón, dicen que ello lesharía crecer la barba y envejecer antes de tiempo.

1. Astuto en lengua caribe.

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No tienen enfermedad alguna -que no crean esun hechizo, y simplemente por un dolor de cabeza,o un mal de vientre, si pueden atrapar a éste dequien sospechan, lo matan o lo hacen matar; estepor lo común es una mujer, pues no osan atacartan libremente a un hombre. Antes de hacerla mo­rir, practican extrañas crueldades sobre esta pobreinfeliz; los parientes y amigos de aquél van a cap­turarla y le hacen cavar la tierra en distintos luga~

res, y la maltratan hasta que haya encontrado loque ellos creen que ha escondido; y, frecuentemen·te, esta mujer, para librarse de sus verdugos, confie­sa lo que no es, reuniendo varios trozos de conchas,burgós, lembes, erabes o algunos restos de pesca­do. El burgós es una especie de concha muy comúnen las Antillas y en la tierra firme, que se las en­cuentra a la orilla del mar. Los lembes son esasgrandes conchas que se ven en París colocadas so­bre los estantes de algunos farmacéuticos. Estoslembes los usan de dos maneras, a saber, comotrompas, por medio de las cuales se hacen oír, fre~

cuentemente, a una gran legua, e incluso más lejos.Tienen dos tonos, con los que hacen oír sus nece­sidades: el resultado de sus empresas guerreras, ode caza, o de pesca, y de acuerdo al mensaje, susmujeres, una hora o dos antes de que ellos lleguen,preparan la caldera, o el ahumadero, o aquello quesea necesario, si es que están heridos. Vamos a ter­minar de decir el uso de los lembes, aunque nosenfrasquemos en una digresión un poco larga. Esbueno saber que la paciencia fabulosa de Crisálidano se acerca a la de ellos en la fabricación de ciertoscollares con los que se adornan en sus fiestas y díasde ceremonias. Ellos los llaman cUbat y los salva­jes del Canadá, porcelana. Están hechos de peque­ñas piezas de estos lembes que liman, frotándolassobre guijarros hasta que se hacen redondas, y conun tamaño de dos líneas de diámetro y media líneade espesor, en un collar de razonable tamaño; comose dan con ellos varias vueltas en el pecho, hayentre tres o cuatro mil de estas piezas en cada co­llar, y no sabrían hacer una perfecta, y agujerearlacon las herramientas que ellos utilizan, en menosde tres días; es verdad que en aquel gran númerono se encontrará entre ellas una desigu~ldad delespesor de un cabello.

Ellos hacen también este tipo de collares conpiezas de nudos de palmeras negras, que cuanduestán pulidos, brillan como el jade; las piezas enéstos son un poco más alargadas y tienen menosdiámetro, y son dentadas en el filo. Cuando las mu·jeres capturadas por hechiceras recogen los frag­mentos de los burgós, de los lembes o de los erabes,aquellos dicen que- eso es el resto de lo que elloshan comido, que esta pretendida hechicera habíaenterrado. Después de lo cual le desgarran el cuerpocon los dientes de aguti, y la dejan toda ensangren·tada. A continuación, la cuelgan por los pies, la

embadurnan con piman, que es una especie de pi.mienta natural muy fuerte, frotándole con ella tam-.bién en los ojos, y la dejan varios días sin comer;al final, uno de estos verdugos viene medio ebrio yle abre la cabeza de un bastonazo o mazazo, y laarrojan al mar. Yo sé esto, por haber salvado a dos,de sus manos.

Invocan al Cemí a quien consideran, como se hadicho, su buen espíritu; es decir que consultan alDiablo por intermedio de sus magos o médicos Pia­yé o Boyé, quien los engaña con estos nombres.Hacen aquella perniciosa ceremonia en diversasocasiones. En primer lugar, en sus enfermedades,para saber si recobrarán la salud; para saber dondeestán aquellos que se encuentran perdidos en el mara causa del mal tiempo; para saber el resultado desus guerras y para conocer el nombre de este o estaque los ha hechizado, a los que matan como acabode decir; esto, frecuentemente, es un pretexto paradeshacerse de sus enemigos. Cada Boyé tiene suCemí particular, o mejor demonio familiar, y SI"

gobiernan por los funestos consejos de estos detec­tables Oráculos, a los que también le dan el nombrede Eocheiri.

Para saber el resultado de sus enfermedades ha·cen venir a un Piayé por la noche, el cual inmedia·tamente manda apagar todo fuego en el bohío yhace salir a las personas sospechosas; después seretira a un rincón a donde hace venir al enfermoy después de haber fumado un cabo de tabaco, lotritura en sus manos y lo sopla al aire, sacudiéndo­se y haciendo chascar sus dedos. Dicen ellos queel Cemí jamás falta de venir al olor de este inciensoy perfume administrado por este Boyé, quien sinduda hace pacto con el Diablo; y al consultárseleentonces responde con una voz clara como si vinie­ra de lejos todo aquello que se le ha preguntado.Después se acerca al enfermo, y toca, presiona ysoba varias veces la parte afligida, soplando siem­pre encima, y extrayendo algunas veces, o haciendoel fingimiento de sacar algunas espinas o pequeñostrozos de mandioca, de madera, huesos o raspadu­ras de pescado que este diablo le pone en la manoal enfermo persuadiéndolo de que es esto 10 quele causa el dolor. A continuación chupa esta partedoliente y sale constantemente del bohío para vo­mitar aquello que él dice es el veneno; así el pobreenfermo sana más imaginadamente que en realidad.E.s de -señalarse que él no cura las fiebres, ni lasheridas como de flecha, ni los bastonazos y cuchi·lIadas; y no hay que decir palabra en esta asambleadiabólica; no hay que hacer ningún ruido, incluyen­do los del trasero, pues de otra manera el Cemíhuiría. Yo me había figurado, al haberles sorpren·dido una vez, que el Boyé mismo era quien fingíala voz, y no rozaba apenas los pies con el suelopara hacer creer a los otros que iba a lo alto a bus­car al Cemí. Uno de estos Boyés me ha confesado

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que el verdaderamente no se movía del bohío, peroque sí era el Diablo quien respondía. Me asombrono obstante, cómo los caribes pueden creer que elPiayé o Boyé va a lo alto y que no retorna más quedespués que este Cerní se ha marchado; ciertamen.te que el Diablo tiene que engañar al enfermo yal médico.

·Al Cerní y al Piayé, como pago por haberlos lla­mado, les ofrecen en sus bohíos, sin ninguna cereomonia, el uicu y algunos casabes sobre uu matuttl.El matutu es una pequeña mesa de aromo o de mimobre, de un pie o dos de lado, y medio pie de alto,y en ella dejan lo dicho toda la noche; y cuando ala mañana siguiente encuentran lo mismo que elloshan puesto, se convencen de que el Cerní está enreposo, ya que no ha sido más que el espíritu quienha comido y bebido; por otro lado, si ellos le ofre·cen un machete o un hacha, el Piayé se adueña dela misma y les hace creer que el Cerní ha dispuestode ella para su espíritu y su corazón. Ellos reveren·cian tanto estas ofrendas paganas a las que llamanalakri, que no son más que los viejos y los másconsiderados de entre ellos quienes las practican.Algunas veces me han pedido beber de aquel uicu,y yo lo he hec:ho para desenmascarar las super!;ti­ciones necias de este sacrificio, una de las cualesconsiste en beber de este uicu en ayunas, y comode esta manera uno se debilitaría, yo, adrede, comíaprimero antes de beberlo; la otra es tener cuidadode que la taza o cuy esté derecha, y no derramarla,ya que si no se le doblaría a uno el cuello y los ojosle llorarían sin cesar; yo la derramaba y ponía elcuy vuelto boca abajo. .

Si la enfermedad cesa y recobran la salud hacenun festín a Mapoia, al cual el Piayé no falta jamás.Al final de este banquete pintan al convalecientecon los frutos de la quenepa y lo ponen tan bellocomo al Diablo.

Ellos también ofrecen a los Cernís las primiciasde sus huertos, y ello sin ceremonia alguna y sindecir palabra. Cuando tienen un gran vin (asam·blea) que es una bacanal, colocan siempre aparteun canary, una vasija de barro, o algunas calabazaspara el Cerní.

Ellos toman por espíritu una cosa que de ellono tiene nada; creen que los murciélagos, a los queellos llaman bulliri, que vuelan por la noche alrede­dor de sus casas son los Cernís que los protejen, yquien los mate se pondrá enfermo. Tienen tantasformas de bule-banum, que quiere decir malos pre­sagios, que no me puedo decidir a informar aquíde todos sus ensueños y simplezas.

Para hacer un Piayé o un Boyé, los viejos Boyéseducan al aprendiz desde su juventud de esta detes­table manera. Le hacen ayunar cinco meses a panyagua en un pequeño bohío donde no ve a nadie;le rasgan la piel con los dientes del aguti y le hacentragar varias veces el jugo del tabaco lo que les

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hace vomitar las tripas y las asaduras, hasta .quese desvanecen, y entonces dicen que su espíritu haido a lo alto a hablar con los Cernís. Les frotantambién el cuerpo con goma y lo cubren de plumaspara darle la facultad de volar, e ir al bohío delCerní, si se presenta algún motivo, es decir, algúnenfermo. Ellos le enseñan cómo es que hay que ha­cer la operación de tocar, chupar y soplar al pa­ciente y la manera de cómo hacer venir y hablaral Cerní.

Después de todo, lo que es digno de compasión,es ver la profunda ceguera en .que estas pobres gen.tes viven; ellos no dan gran importancia al Cemí,y tampoco le temen, porque él es bueno y no leshace ningún mal; pero temen extraordinariamentea Mapoia que les hace mal, y creo que es para apla­carlo, que algunos de ellos llevan su horrorosa yespantosa figura al cuello, y la pintan también, ola tallan en relieve, al frente de sus piraguas. Ellosme han dicho que éste era para atemorizar a losaluages, sus enemigos, cuando van-a la guerra, yaque aquéllos al· ver esta fea máscara con la bocaabierta, temen ser devorados por ella y se espantande tal manera que no pueden ni remar, y así elloslos atrapan fácilmente. Aluages es el nombre deuna nación situada en las riberas del río Orinoco,enemigos perpetuos de los caribes y de los galibis.

Tienen frecuentemente sueños horrorosos y terri­bles en donde se imaginan ver al diablo. Yo les heoído algunas veces por la noche, a dos de ellos, que·jarse, gritar y despertarse sobresaltados, llenos deespanto, y me dijeron que el diablo les había que­rido golpear. Ellos gritaban aunque ya estaban muydespiertos, y hacían ruido para espantarlo. Su hu­mor melancólico contribuye mucho a todas estassuertes de visiones.

Algunas veces meten en una calabaza los cabelloso algún hueso de sus familiares difuntos, la queguardan en su carbet, y de la que se sirven paraalguna hechicería, y dicen que el espíritu del muer­to habla allí dentro y les advierte de los designiosde sus enemigos.

Creen tener varias almas. La primera en el co­razón, que ellos llaman Yuanni o Lanichi; la segun­da en la cabeza, y las otras por todas las coyunturasdel cuerpo y allí donde hay latidos de las arterias;sólo la primera es la que va a lo alto después de lamuerte y toma un nuevo y bello cuerpo joven. Lasrestantes viven en la tierra convertidas en bestias oen Mapoia. Todas estas suertes de espíritus son dediferentes sexos y se reproducen.

De su naturaleza, de su simplicidad o estupidez

Los caribes son de un temperamento triste, so­ñador y melancólico; pasan a veces una jornadaente'ra en un lugar con los ojos en tierra sin decirpalabra. La pesca, la holgazanería y el aire contri·

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buyen mucho a este humor y ellos reconociendoque esto perjudica a su salud dominan su inclina·ción, manifestándose como alocados, sobre todocuando están un poco bebidos. Son en extremo bur­lones y se burlan no solamente entre.ellos sino tam­bién de los extranjeros, no obstante, sin ingenio,pero creen tenerlo más que otra nación y ser losmejor hechos, aunque, yo ereo, son los más estú­pidos y los más'brutales que hay en el mundo. Seburlan de nosotros cuando nos ven pasear y hablarjuntos sin avanzar un paso. Se ofenden cuando seles llama salvajes y cuando se les dice que no tienenespíritu y que viven como bestias, responden quenosotros para ellos 10 somos aún más, porque novivimos a su modo; y que ellos tienen su ciencia ynosotros la nuestra. iComO si hubiese dos manerasde saber las cosasl

Cuando se quieren hacer compadres nuestros, elprimer cumplimiento es el de preguntamos nuestronombre; después ellos dicen el suyo, y como tes­timonio de afecto y amistad quieren que de elloshagamos cambio, y para intimar más aún, que in­tercambiemos pequeños regalos. No se les debedejar ir jamás cuando nos vienen a visitar sin darlealguna cosa; ellos saben hacerse pagar bien por susvisitas, y exigen el mismo pago a aquellos que quie­ren hacerlos cristianos, por la molestia que se to­man en escucharlos.

Estiman y aman más su país desértico y horro­roso que cualquiera otro; nosotros 10 hemos vistopor experiencia en algunos que han sido llevados aFrancia, y quienes no han querido jamás vivir enella. Si no tienen curiosidad por las cosas distantesla tienen, y mucha, por estas que ven; si se abreun cofre, quieren ver todo lo que hay dentro, deotro modo se enfadan. Son muy inoportunos y pi­den siempre lo que ven sin ninguna consideración.Los considero desagradecidos, porque si se comien­za una vez a hacerles bien y lo descontinuáis, ol­vidan todo lo pasado; y lo que es peor, si l~ rehusáisla menor cosa os quieren mal.

Ellos se conservan mejor que nosotros, los vie­jos mismos no se arrugan nada y viven más largotiempo, contra la opinión de algunos que creen quese vive menos. en los países cálidos. La razón es,creo yo, que comen poco y seguido, y no tienen nin·guna preocupación, y están sin ambición, sin mal·humor y sin inquietud. Como no tienen ningún de­seo de adquirir, no tienen provisiones, y van y bus·can a' medida que tienen hambre. No hay nada re·gulado entre ellos; por la noche incluso se levantana comer, y no piensan más que en el presente; sise quiere adquirir de ellos una cama de algodón(hamaca) hay que comprarla por la mañana, ya queno sueñan que la noche habrá de venir y que en­tonces tendrán necesidad de la misma.

Si negocian con alguno, suelen desdecirse tanpronto les ha pasado la gana de lo que deseaban

con ardor, y hay que devolverles por un tiempo loque se ha intercambiado y tener paciencia; estimanmás el vidrio y el cristal, que el oro y la. plata; ysi tienen la fantasía de tener un machete o un cu­chillo, y no teniéndolo, vosotros les podéis ofrecerdiez veces más de otras mercancías, preferirán elmachete o el cuchillo; no tienen desconfianza algunaentre ellos, y cuando van de viaje dejan sus peque·ños ajuares y sus bohíos abandonad~s.

Nosotros comemos los frutos y los caribes losbeben, tanto les gusta a ellos el beber; dicen beberuna calabaza, un melón, un jagüey; o beber man­gós, jobos, anonas, mameyes, guanábanas, patatas,cocos, uvas, guayabas y mil otros tipos de frutos.Ellos beben también las cañas de azúcar; en finbeben más que comen, lo mismo en los frutos mássecos, en donde no hay ningún líquido, como elcourbal (la himenea); cuando comen, llevan el tro­zo a un lado de la boca y cuando beben, bajan lacabeza en lugar de levantarla; eructan, lanzan pedosy orinan comiendo sin ninguna vergüenza; se acucli·Ilan como las mujeres para orinar y cubren la su­ciedad como los gatos, con los pies. Beben todosen un mismo cuy, también los fiebrosos y los pus­tulantes, que son como enfermos de viruelas; Ila·man a esta enfermedad yea. No se asombran de versuciedad en sus comidas; no tienen nada bueno yapropiado más que el casabe, que es el pan del paíshecho de raíces de mandioca, de la cual, el aguaque se saca es venenosa, blanca como la leche y dela misma consistencia. No tienen más que un tipode salsa, el tomaIy, su m'ás importante condimentoque está hecho de esta agua de mandioca hervidacon la grasa de cangrejo y con piman, que es másfuerte que la pimienta de Oriente; no usan jamásla sal aunque tienen salinas. La creen nociva a lasalud. Pero en lugar de sal, pimientan tan fuerte,que lo que se comen sólo ellos pueden degustarlo;no comen nada de carne, si no es la de algunospájaros que arrojan al fuego sin sacarles las tripas,a los que después ahuman. No se toman tampocoel trabajo de destripar los peces para cocerlos; co­men los huevos empollados. Los hombres comenen el gran carbet, y las mujeres en el bohío. Ellosse sientan sobre sus traseros, como los monos, al­rededor del cuy y del plato. El cuy es la copa gran·de de la que ellos beben y que está hecha de unacalabaza, que allí las hay de distintos tamaños; hayalgunas que tienen tres pintas, y se la arrojan unoal otro en sus asambleas de perversión, hasta quese vacía.

Son extremadamente sucios; se comen las niguasy los piojos cuando éstos los muerden. Estas niguas

• son como pequeñas pulgas que se introducen entrecuero y carne, principalmente en los filos de lasuñas, sea de los pies o de las manos. Al comer, co­gen estas pequeñas bestias y se las tragan; comocomen en el suelo sus cangrejos muchas veces están

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llenos de tierra y de arena, yeso no es todo. Tienenpor servilletas las horcas del carbet o sus nalgas;lo que es más divertido es que los perros hacen fre~

cuentemente su agosto y atrapan los mejores bo­cados.

Estos postes del carbet son piezas de maderahorcajadas en lo alto y cuya base está clavada doso tres pies en la tierra; están colocadas de seis enseis pies, o aproximadamente, para sostener la cu·bierta del carbet, que no es otra cosa que unaespecie de mercado cubierto por arriba, y abiertotodo en derredor, el cual les sirve, de día, para re·cibir a los amigos y hacer orgías cuando viene alcaso; allá se retiran desde que el sol sale para dejara las mujeres en los bohíos donde ellas duermen yhacen todas las tareas de la casa. Es en el carbetque los hombres pasan jornadas enteras en sus ca·mas de algodón (hamacas) colgadas, fumando, ha·ciendo arcos, flechas, pequeños cestos con tapa. bas­tones o mazas, cuerdas de pitá, sedales para pescary otras cosas que son sus ocupaciones o~dinarias.

Cuando comen no invitan a nadie, el más des­conocido, si tiene hambre, se pone cerca de ellos,y bebe y come como si fuese de la casa, sin otra-ceremonia. No hablan ni toman jamás en sus comi­das, pero en la sobremesa su conversación es co­múnmente sobre la pesca, los viajes, la caza, el cui·dado del huerto, la guerra, la pelea o sobre algúngran vin que se haya celebrado, en donde algunohabrá muerto, y si entre ellos se encuentra algúnpariente de aquél, procura atraer a los otros a subando para vengarse.

Son muy vengativos y guardarán un odio no so­lamente diez años. sino toda la vida, y no estaráncontentos hasta que no hayan matado a sus enemi­gos; y lo más frecuentemente es por poca cosa: porflechas rotas, por un cuchillo, por anzuelos, por unapalabra, por un golpe, por .nada; solamente porquealguno les cae mal; algunas veces por tener a susmujeres, que ellos toman en cantidad y sin distin·ción de parentesco, pues se unen indiferentementecomo las bestias. Yo he visto allí quien tenía a sushijas por esposas, a las que abandonan y matancuando buenamente les parece, aunque él sea supadre. No hay pu~blo más inclinado a la embria­guez, y cuando están ebrios es que se masacran yhacen la guerra; entre ellos nada hay tan vil comoesto.

Son totalmente independientes, y ello es uno delos grandes obstáculos para su conversión; no obe­decen ni a su padre, y el padre no manda a su hijo.No hay ninguna norma, ni civilidad entre ellos.Cada uno hace 10 que bueno le parece. El capitánde una piragua jamás ordenará a sus marineros queremen. Ellos no hacen más que lo que les viene ala cabeza y según su capricho. No es deber del ca·pitán el mandar; él tiene la obligación únicamente

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de sacar el agua que entra en la canoa con un cuy;si tiene un yerno éste le hará el trabajo.

Hasta el presente, siempre se ha considerado aestos brutos muy castos, pero yo puedo asegurarque son muy lujuriosos y lúbricos, incluso los ni­ños pequeños; debido a que no se observaban entreellos, no obstante su desnudez, besos, tocamientosy otras acciones deshonestas, se creyó que vivíanen la inocencia, pero es que se ocultan para hacerel pecado, lo que muestra que Dios les ha dadobastante luz para discernir el bien del mal. Cuandoestán ebrios, los he visto realizar actos parecidos alos de los sátiros. Aun cuando tienen varias muje.res, no hay celos entre ellas. Cambian frecuente­mente de carbet y viven tanto por acá, tanto porallá; tienen mujeres en varios lugares y tambiénesto es un obstáculo y un impedimento para suconversión.

Nuestros caribes. tanto hombres como mujeres,tienen tanto horror a vestirse como nosotros 10 te­nemos a estar desnudos, y si algunos llevan ves·tidos, tienen la vanidad de querer las más bellastelas, las más finas y las más blancas, de maneraque ello no es tanto para cubrirse como para apa­rentar; los llevan con pesar y dicen que éstos lesincomodan para el trabajo; no pueden sufrir el su­dor dentro, ni sentirlos sobre la espalda cuandoestán mojados por la lluvia, porque si están desnu­dos, si sudan se bañan, y si están mojados, el sollos seca rápidamente.

De sus ocupaciones y trabajos, o mds bien de suextrema holgazanería

El primer trabajo que ellos hacen al levantarse,que es ordinariamente antes de amanecer, es irse abañar o lavar, arrojándose por encima del cuerpovarios cuys de agua dulce, ya que creen que el aguade mar les haría sentir mal y les saldrían forúncu­los. A continuación sus mujeres descuelgan sus ha­macas de dentro del bohío y las penden en el carbetque está próximo, donde ellas los peinan y los ata·vían, después de lo cual les llevan casabe fresco yel- tomaly con un pequeño canary lleno de uicucaliente que es la bebida del Señor. Este tomalyes una salsa o de cangrejo o de vianda, o de pesca­do, con mucho piman que es una especie de pimien­ta muy fuerte.

El canary es una vasija de barro cocido, cuyofondo termina en punta. Los hay allí de todos lostamaños y tienen uno hasta de medio tonel; los usanpara poner en ellos sus bebidas. Media hora despuésellas les ofrecen el casabe fresco, pues el seco lesdesconcharía los dientes y les haría secar el cuerpo,y a aquello le añaden algunos cangrejos o pescado,si lo tienen. Pasan los días haciendo unos pequeñoscestos con tapa, que los salvajes llevan consigo ensus viajes y que les sirven para portar los pequeños

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utensilios de los que tienen más necesidad común·mente, como su espejo, el hilo de algodón paraacomodar sus flechas, un punzón, una navaja deafeitar; se les cuelgan al cuello al marchar.

Se ocupan allí también de arrancarse la barbacon el dedo. pulgar y la punta de un cuchillo, algu·nos en tocar la flauta sobre -sus pequeños asientos,en sacarse las niguas, y otros en soñar en sus camasde algodón (hamacas), o en dormir; y esto últimoes la causa de que no puedan dormir por la nochey se la pasan a veces tocando la flauta una parte, ocomiendo; tienen siempre fuego debajo cuandoestán acostados, y todas las tardes y mañanas secolocan en derredor para conversar.

Los hombres son tan tontos y tan ridículos queno quieren tocar, ni poner la mano en el trabajo delas mujeres, aunque 10 puedan hacer tan bien comoellas. Por ejemplo, morirían de hambre antes quehacer el casabe, hacer la marmita, el canary, plan.tar la mandioca, etc. Y como las mujeres tienen laobligación de ir a buscar y a cortar la madera parael fuego, veis a estos pobres tontos acompañarlascelosamente por temor a que otros las perviertan;y después que la mujer, quien algunas veces estápara dar a luz, ha sudado y trabajado bastante conel hacha, estos verdugos que están sentados en elsuelo, las mirarán y no las ayudarán ni a cargar nia descargar su fardo, que es un montón de maderatan pesado que aquélla estará doblada bajo su peso.Si sus mujeres no les han preparado de comer a lahora que ellos tienen hambre, se van a comer conlos primeros que llegan; de igual manera, van a pin­tarse y peinarse, si no tienen a sus mujeres paraataviados; ellos esperan que otras les hagan estebuen favor; a las mujeres les toca plantar la man­dioca, que ellas llaman kaim y los hombres kucre,escardar y limpiar el huerto, y mientras tanto estospobres bobos están sentados cuidando a los niños,y la mujer trabajando.

Si alguno ha hecho sus necesidades en su huertolo abandonan y tienen gran dificult~d en comer lamandioca del mismo, diciendo que la tierra se in·fectó y aquello pasó a lo que está plantado en ella;como tienen la costumbre de establecerse al bordedel mar, desearían que los franceses, quienes a vecesestán a dos o tres mil pasos de ellos, fuesen tambiéna hacer sus necesidades sobre la arena.

Después de que han hecho una o dos recoleccio­nes en un huerto, lo dejan y hacen uno en otro lado;es por esto que no hacen más que talar árboles y deellos no cortan y queman más que las ramas me·nares, dejando las más gruesas y. el cuerpo delárbol sobre la tierra en donde ha caído, y el troncoy las raíces se quecian donde la naturaleza las hizobrotar, de suerte que cuando esta gran tarea estáterminada, las mujeres, rápidamente, plantan lamandioca, las patatas, los ñames, las piñas, las baonanas, allí donde puedan encontrar un lugar en

toda esta roturación, a menos que tengan necesidadde una canoa y que entre esos árboles se encuentrealguno apropiado para ello, lo que es una odisea,pues de tres canoas que empiezan, siempre hay dosqu ~e pudren o estropean antes de que estén aca·badas; digo si tienen necesidad de ella, por 10 pe­rezosos que son. Y aun cuando no hacen su huertomuy grande, sin embargo, se echan tanto tiempo enél, que el lugar por donde empezaron estará estro­peado antes de que acaben el otro extremo. Pasaigual con sus casas y con todas las otras tareas; latechumbre de un lado está podrida y gastada cuan­do el otro no está cubierto todavía. Los viejos hacensiempre las tareas más difíciles; son ellos los queabaten los árboles más gruesos; cuando meten manoa la obra, parece que se divierten, que juegan; notrabajan más que una hora o dos al día, y jamásdos días seguidos. Son en extremo holgazanes; losque intentan convertirlos no tienen mucho trabajoen hacerles observar el mandamiento de la Ley deDios que prohibe trabajar en domingo; ellos pre·guntan todos los días cuándo viene ese día; no vuel·ven de ningún trabajo que no se laven rápidamente,y no se hagan peinar.

Las mujeres son menos ociosas que los hombres;ellas son como sus esclavas; son éstas quienes plan.tan la mandioca, no con azadas como nosotros, sinocon grandes bastones puntiagudos; ellas escardan ylimpian el huerto, hacen el pan, y preparan las vian·das; cuidan del algodón, lo hilan, no con ruecas ytornos, sino sobre la pierna con un huso; hacen lashamacas, buscan la leña para el fuego, hacen elaceite de palmita y el de calaba; hacen el rucu ypeinan y atavían a los hombres; acomodan los cuysy las calabazas, hacen el uicu, los canarys, las pla­tinas y las marmitas. Omitía que además de las ocU·paciones ordinarias de los hombres, de las que he·mas hablado, ellos abaten los árboles para hacer laroturación que necesitan para sus huertos, y hacentotalmente los bohíos, los carbets y las canoas, conexcepción de las velas que las hacen las mujeres,así como las hamacas o camas de algodón; tantounas como las otras están tejidas con la misma ha­bilidad. A propósito de lo cual, diré aquí que ellastrabajan las camas (hamacas) sobre una especie debastidor, apoyado de arriba abajo en las horcas delbohío; la urdimbre va a parar a un rollo hechoabajo del bastidor, el que voltean a medida que latrama se urde, y cuando la cama está acabada, latienden sobre el bastidor para pintarla, si ésta espara 'Sus usos, pues si es para los europeos, la dejanblanca. Est~ pintura es comúnmente una especie derayado donde la justeza es observada con tantaexactitud y proporción, como si para ellos se sir·viesen de compás y ~egla. Ellas dejan a los dosextremos del tejido, unos hilos sueltos, no cortados,aproximadamente de un pie de largo, en forma defranja, y los atan con los dos extremos 'de una pe·

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queña cuerda de pita lo que las alarga en más de·un pie por cada lado; y por los dobleces de estaspequeñas cuerdas pasan una otra de la misma ma­teria, de una pulgada de gruesa y de tres o cuatrotoesas de largo que sirve para suspender la camade lado y lado, cuando de ello tienen necesidad. Lasmujeres son tan descuidadas como los hombres entodo ]0 que ellas emprenden, como cuando hacen eluicu, que es su bebida ordinaria hecha de casabeso de patatas hervidas, que son raíces que machacanen un mortero de madera, y que ellas mastican paradarle la fuerza de quemar y embriagar. A veces lasviejas dormilonas mascan tanto, que vomitan ybabean en el m'ortero, y en la vasija que llaman ca­nary, que tiene más de un barril de capacidad, enlos que hacen y conservan este vino; si sucede quelas mujeres, al estar masticando las patatas, cogenalguna nigua o pulga, la mastican todo junto sin di~

ficultad y sin tener mayor cuidado. A falta de estebrebaje hacen otros de coles caribes, de piña, debananas y de otras frutas; todas sus bebidas sontan espesas que hay en ellas para beber y comer.

Hacen frecuentemente asambleas para beber esteuicu; estas son sus grandes bacanales u orgías. Ellosinvitan a dos o tres' carbets, o familias, y si ellosson cincuenta caribes, hacen diez o doce barriles devino que beben en un día y una noche sin comer;sin embargo, pierden mucho de él vomitando y ba­beando la mitad, y como se arrojan el canary siem·pre hay alguno que se rompe. Se les puede llamar aestas asambleas bacanales, y de ellas salen ebrioscomo brutos, hombres, mujeres y niños; y lo quees peor, siempre hay alguno que paga por los otros,es decir, que es matado o herido.

Cuando las mujeres hacen las hamacas, que sonde.hilo de algodón, ponen en los dos extremos de laobra un montón de ceniza, diciendo que aquélla noduraría largo tiempo si no hiciesen esa ceremonia.Si han comido higos cuando tienen una hamaca nue­va, creen que eso ]a hará pudrirse. Tienen buen cui·dado de comer de cierto pesc'ado que tiene buenosdientes, ya que esto hará que la hamaca quede bientejida. Estas camas son de ocho o diez pies de anchoy de cuatro o cinco de largo, que cuelgan en doshorcas del bohío un poco elevadas de la tierra portemor a las serpientes; se enrollan en ellas como sifuera un covertor a causa de los marigons, que sonpequeñas moscas muy inoportunas y que pican muysensiblemente. Ellas pintan las hamacas con rucudiluido en aceite, y hacen varias rayas y figuras tandiferentes que casi no se encuentran dos parecidas.

El aceite de calaba está hecho de granos de pal­mita y les sirve de ungüento y para frotar sus ca­bellos.

El rucu es una pintura roja con la que se frotanel cuerpo; está hecha con el aceite de unos peque­ños granos que crecen en arbustos parecidos alalgodonero; estos granos se encuentran en una cás-

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cara, de forma casi como la de la almendra verae,la cual se abre por ella misma cuando los granosestán maduros y han llegado a su madurez. Loscuys son la mitad de una calabaza que utilizancomo vasijas; sus rayadores están hechos con unapequeña tabla que forran con pequeños guijarroscortantes para raspar la mandioca. La culebra (elcolador) es una invención muy ingeniosa para ex­primir la mandioca cuando está hecha harina, ylimpiarla de raeduras y raspaduras y hacerle salirel agua. Está hecha de aromo, un tipo de junco orama flexible bien pulido. Cuando han llenado esteinstrumento de harina, enganchan el extremo dearriba en un bastón atado a una de las horcas delbohío y en el de abajo ponen otro bastón en el quese sientan, lo que hace que la culebra se estire yal mismo tiempo exprima lo que hay dentro. Creoque nosotros los franceses lo hemos llamado cule­bra porque tiene la forma de una gran piel de ser·piente. Los hibichets son del mismo tejido; éstosson tamices o sacos para cerner la harina. Tienentambién otros para colar la harina y el uicu queson algo más delicados. Las platinas están hechasde barro cocido con un dedo de espesor, redondasy de un pie y medio de diámetro; las colocan sobretres piedras ú guijarros bastante grandes como paraque sirvan de trípode, y hacen fuego debajo; y cuan·do_la platina está bastante caliente, esparcen la ha­rina de mandioca hasta una cantidad como de undedo de espesor, y sin agua ni otra mezcla, al cocer·se todas las pequeñas partes de la harina se unen;y así, esta llamada harina de mandioca se convierteen lo que ellos llaman casabe, dándosele la vueltacuando está suficientemente cocida de un lado, paraacabar de cocerla por el otro.

El catoly es una especie de cuenco que no utili·zan más que las mujeres; no es la mitad de grandeque estos de Francia. Ellas 10 portan a la manerade los vidrieros, llevando la correa sobre la cabeza,siendo aquélla de una corteza de árbol fuerte y dul·ce al que llaman maho, y al cuenco maroma. Yo hehablado ya de los matutus o pequeñas mesas.

Los hombres hacen los rayadores, los tamices,los matutus, los paniers (cestos con tapa), los ca­to]ys, y las culebras y otros pequeños trabajos dearomo; hacen los arcos, las flechas, las mazas obastones, las cuerdas de pita para pescar que tuer­cen sobre la pierna. Hacen esas cuerdas de ciertoshilillos, más finos que la seda, que extraen y arran­can de las.largas hojas de una planta parecida a laalcachofa. Hacen las casas y las canoas; van a lapesca. En otro tiempo no tenían más que anzuelosde carey que es a lo que en Francia se les lIa'naescamas de tortuga. Sus bohios están cubiertos conhojas o ramas de palma hasta el suelo.

Sus piraguas para ir a la guerra o de viaje, sonde un árbol que excababan con fuego y con sushachas de piedra, antes de que usasen las nuestras;

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largas como de treinta y cinco o cuarenta pies, y decinco o seis pies de anchas, capaces de llevar atreinta o cuarenta personas. Tienen también otraspequeñas canoas para la pesca. Cuando van aboca·dando los árboles con el fuego colocan barras trans­versales como refuerzo. Si una mujer la ha tocadosolamente con el extremo de un dedo, creerán quela piragua se rajará; y cuando la colocan en la marpor primera vez, si alguno haciendo un esfuerzo,lanza algún viento posterior, creerán que es esto unmal presagio y que sin duda la piragua se hundirá.

De sus guerras, viajes y ornamentos

No van jamás a la guerra más que después dehaber hecho grandes vins y en ellos es que tienensu consejo, y resuelven y concluyen todos los asun­tos de estado. Todas sus guerras no consisten másque en hacer correrías sobre el enemigo; jamás lahacen al descubierto, sino a lo zorro, ocultándoseen los bosques y procurando dar la sorpresa. Tanpronto como han matado a alguno, o quemado al­guna casa, se retiran prontamente; si son descubier­tos, o si oyen tan siquiera a un perro ladrar, secuidan mucho de llevar a cabo su empresa, volvién·dose sin hacer nada; cargan con sus muertos, y esen esta ocasión que pierden más gente. Tener carobet, hacer un vin y tener consejo son para ellosequivalentes, ya que jamás hacen una cosa sin lasotras.

Si sirven de tumbas a sus enemigos es más bienpor rabia que por algún gusto que en ello encuen·tren; los más valientes ahuman aquéllos, los partenen pedazos y los comen, guardando en sus cestosnormalmente un pie o una mano bien seca y ahuma·da. Un salvaje de San Vicente me mostró un piede un aluage que él tenía en su cesto. Ellos no co­men más que a los aluages salvajes de tierra firmehacia las riveras del Orinoco. Dicen que los cristia·nos le hacen mal al vientre, no obstante se han co­mido, más de un año después, el corazón de algúninglés. Entre ellos hay de esta nación quienes fue·ron raptados cuando eran jóvenes y a los que tienentan acostumbrados a sus' maneras que éstos noquerrían actualmente regresar con los ingleses.

Hay cantidad de negros que viven como ellos,particularmente en San Vicente donde hay muchos.Ellos se han multiplicado tanto que son en el pre­sente tantos como aquéllos. Algunos son fugitivoscimarrones que han sido tomados en guerra; éstosallí son esclavos de los caribes a los que llamantamons; pero la mayor parte proceden de navíosflamencos o españoles que han encallado próximosa sus islas.

Ellos tienen por armas el arco y la flecha, elbastón y en el presente, el cuchillo. El bastón es untipo de maza de madera verde, o de brasil duro,macizo, pesado, de dos o tres pies de largo y tres

dedos de ancho, y hacia el extremo liso como la ma·no, grueso como una pulgada y grabado a su ma­nera.

Ellos llenan estos grabados con una pintura blan­ca, y de un solo golpe matan a un hombre. Hacenun montón de flechas que tienen el largo de unamano; las hacen de un canuto que crece en lo altode ciertas cañas, grueso como el dedo meñique, yde cuatro a cinco pies de largo, pulido y sin ningt1nnudo, amarillo y ligero como una pluma. En el ex­tremo grueso de este canuto engastan, en lugar dehierro, un trozo de madera verde de medio pie delargo y en ella hacen, con un cuchillo, cantidad dedardillos o pequeños arpones, con el fin de que nose puedan sacar. Envenenan el extremo de estasflechas con el licor de un árbol que se llama manza·nillero, y su fruto manzanilla, nombre que los espa·ñoles le han dado porque dicho fruto se parece alas manzanas. Al comienzo del descubrimiento de

-las Indias muchos europeos se han envenenado porhaberlas comido. Ellos hacen en aquél una incisiónen la corteza, y el jugo que sale blanco como laleche es un veneno más peligroso que el de las ser­pientes. Ponen también en algunas de sus flechasciertas raspas como el dedo que encuentran en lacola de un tipo de raya que es aquí bastante común.Esta raspa tiene veneno y es tan peligroso como elotro. Sus arcos son también de brasil y de palmita.No hacen viaje alguno sin que se adornen con susmás bellas cacO/mes (ropas y adornos); se peinan yse atavían y se embijan antes de que hayan llegadoa cualquier carbet. El Jefe del carbet pende- pronta·mente las hamacas de los principales; las mujerestraen de beber y de comer; y tan pronto como lesha presentado a sus hombres y los ha llevado anteel capitán de la piragua, los marineros, sin esperarmás a que les digan que tomen, arramblan contodo, de suerte, que si aquél no tiene a quién máspresentarle, y el hambre le aprieta, se verá obligadoa dejar su aire de gravedad y ponerse a comer conlos otros. Después él se vuelve a su lugar, y losmarineros devuelven los cuys y el matutu delantede él, indica que está satisfecho, y llama a los quele han sido presentados para que se lleven todo ylevanten la mesa. Sus anfitriones no comen conellos en esta ceremonia, y tampoco sus mujeres;pero después, comen desordenadamente; cuandotienen la panza llena dicen mabuy, es decir, dan losbuenos días a cada uno, uno después del otro, aña­diendo l1uichan, lo que quiere decir adiós. Cuandoestán en el mar, soplan una gran caracola que sellama Dambis para hacer oír a sus vecinos que sonamigos y continúan el viaje, llevando sus camas atodos lados.

Si un solo caribe llega a un carbet, se le recibiráde igual forma, y si el casabe que se le ofrece sobreel matutu está doblado, es esto una señal de quedebe dejar el resto, y si lo encuentra extendido,

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pero, escupe el pescado después de haberlo masca·do, ya que se pondría enfermo si hiciese tan buenacomida de golpe; ellos le hacen beber igualmente,teniéndolo sujeto por el cuello, y cuando ha acabadode comer, los viejos hacen distribución de dos pie­zas de casabe que este ayunador sacrificado ha ate­sorado, tirando los trozos por todos lados, que cadauno recoge con rapidez; sin embargo, los dos quetenía a sus pies durante el sacrificio, los debe co­mer, y con esta noble sangre que les ha caído en­cima, se le frota la cara al niño, estimando· queéste sirve mucho para mantenerlo géneroso; cuantomás testimonio haya dado el padre de paciencia,más coraje tendrá el niño. Acabada esta ceremoniaél se vuelve a su cama donde permanece todavíaalgunos días.

Esto no es todo. por espacio de seis meses esnecesario que se abstenga, no solamente por el pri.mer nacido, sino todas las veces que sus mujerestengan niños, de comer de distintos animales, paraque los niños no participen de sus cualidades o de·fectos naturales; por ejemplo, si el padre come tor­tuga, el niño será torpe y no tendrá cerebro; si comepapagayo, tendrá la nariz del mismo; si manatí, losojos pequeños; y generalmente debe abtenerse detoda otra comida fuera de los cangrejos; este largoayuno no se hace más que al nacimiento de primerhijo, para los otros no se hacen más que cuatro ocinco días de dieta.

Las mujeres tienen gran cuidado de sus hijos:los llevan por todos lados bajo sus brazos, o en unapequeña cama de algodón que ellas llevan como sifuera un echarpe; jamás los envuelven en pañales,y cuando ellos están un poco robustos por la lechedel pecho, ellas les mastican patatas, bananas yotras frutas, las que le dan como alimento. He ha·blado ya de su bautismo o imposición de nombre;están muy inclinados a comer tierra, a causa, yocreo, de su humor melancólico; yo he visto a losgrandes comer yeso con tanta satisfacción como sifuese azúcar.

Cuando los niños tienen cuatro o cinco años, losmuchachos siguen al padre, y comen con él, y lashijas con la madre; se crían tanto los unos comolas otras, como verdaderos brutos; no les enseñanni civilidad, ni honor, ni a decir siquiera buenosdías, buenas tardes, o a dar las gracias; ellos losmaltratan sin corregirlos, 10 que los cría en un ex­traño libertinaje; toda su ciencia cuando son gran­des, es tirar con el arco, nadar, pescar y hacerpequeños cestos, y las hijas, camas de algodón; siun hombre está herido o enfermo, mandará a suhermano, o a su hermana o a algún pariente quese guarde bien de comer tal o cual cosa, ya que ellole haría aumentar su mal, aun cuando estén a cin­cuenta leguas de allí. Cuando una hija llega a nubil,ellos penden su hamaca en la casa y la hacen ayunardiez días a casabe seco y un poco de uicu; si ocu-

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rriese que presionada por el hambre, esta pobremuchacha atrapase por la noche cualquier trozo decasabe, ella no será más que una holgazana y novaldrá nada para el trabajo; pero si alguno otro, porpiedad, le da un trocito, no valdrá menos por ello.

Cuando quieren criar a alguno para ser capitán,el muchacho procura tener primeramente una ciertaave de presa que ellos llaman uachi, a la que alimen­ta hasta el día fijado para esta ceremonia; llegadoese día, el padre reúne a los más viejos del carbet,y presenta a su hijo sentado sobre un pequeño asien­to, y después de haberlo animado a la venganza encontra de sus enemigos, toma el ave por las patas,la revolea, y se la estrella sobre la cabeza; y aunquele aturdan los golpes, es necesario que no manifies­te ningún resentimiento, ni dolor, ni eche la menorlágrima; aquél le arranca el corazón al ave, todavíaviva, y se 10 hace masticar, con el fin de que tengael coraje para comer a sus enemigos; después se leescarifía la piel por todo el cuerpo, y se le lava yfrota con este pájaro remojado en el agua del pi­mano Hecho esto se le cuelga una hamaca en lo altode un pequeño bohío aparte, donde él ayuna algu.nos días, y no es una muchacha, ni una mujer, quienle lleva de comer sino un hombre; de otra manerasería menos generoso. Hay algunos de ellos que aveces renuncian y dejan la partida a la mitad. Yocreo que si en Francia los recién casados, los mé­dicos y los capitanes tuvieran que superar esta prue­ba y pasar este tamiz, no habría muchos con prisapor alcanzar el oficio.

Para los matrimonios no tienen gran ceremonia,y algunas veces los hombres hacen la elección y lapetición; sin embargo 10 más frecuente es que lashijas sean ofrecidas por el padre o la madre. Hayquien sin pedirla ni decir una sola palabra se veacostado por la noche cerca de esta que le agrada;la pobre muchacha en un primer momento se retira,pero la madre que sospecha que el compañero laquiere tomar por mujer, le dice que es tiempo decasarse, aunque frecuentemente ella no tiene másque diez o doce años; en fin, mitad botín, mitadmercancía, ella acepta y he ahí que el matrimonioestá hecho; a la mañana siguiente ella viene a pei.nar al señor delante de los otros, y le trae el matutuy el casabe, y declaran por esta acción pública queellos se han casado. Si el caribe busca una viuda,él le hace saber su voluntad y no le da más que tresdías para decidirse y darle la respuesta.

Un viejo toma algunas veces a una joven, y unavieja sin dientes a un muchacho joven; ellos tienenuna gran deferencia por estas viejas hechiceras, yaunque ellos no hacen más que chochear, ellos si­guen sin embargo todos sus consejos; son común·mente las amas en un carbet; se encuentran madresque prostituyen a sus hijas cuando ven que comien­zan a crecer y que no se las toma lo bastante rápidocomo esposas, aunque por ello no tienen ninguna

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dificultad para desposarse. Hay quien se casa consu propia hija, y a veces con la madre y la hija;algunas veces con dos hermanas. Hay quien tienehasta seis y siete mujeres en distintos lugares, y sino fuesen tan holgazanes, ya que tienen que alimen­tarlas, tendrían más.

No hay que olvidar una ridícula costumbre quese practica cuando una mujer está embarazada; al­gunas veces un caribe pide la criatura al padre y ala madre, y en caso de que sea una hija, y si la ma­dre se la prometió, aquél la marca, como a una bes­tia para el mercado, haciéndole una gran cruz sobreel vientre eon rueu. Cuando la muchacha tiene sieteu ocho años, comienza a hacerla dormir con él, paraacostumbrarla de buen modo, aunque tenga otrasmujeres; esta niña será conocida como su sobrina.

La mujer no deja de vivir en el bohío de supadre después del matrimonio, y ella tiene más pri·vilegios que el marido, pues puede hablar a toda cla­se de personas, y él no osa hablar a los parientesde su mujer sin gran dispensa, sobre todo cuandono hay bebida en juego. Ellos evitan siempre el en­cuentro con éste. La madre le da una hamaca alyerno, y éste le hace un huerto. El está obligado ahacer los bohíos y algún otro pequeño trabajo.

Tienen pocos remedios para sus enfermedades;utilizan algunas hierbas comunes para las llagas, yal enfermo, aun cuando esté casi para morir, no ledan otro alimento que el que acostumbraba tomarcuando tenía salud, No tienen por él compasión al­guna y lo abandonan como a una bestia. Ellos re·curren al Cerní, como ya habéis visto.

Tan pronto como un caribe ha muerto, las mu­jeres, lo lavan, lo pintan, 10 peinan y lo atavían ensu hamaca, y le ponen bermellón en las mejillas yen los labios, como si estuvieran vivos, y lo dejanallí; poco tiempo después lo lían en esta mismacama para enterrarlo. Hacen la fosa en el bohío,pues no entierran jamás a sus muertos al descubier·to; lo ponen dentro, sentado sobre los talones yacodado sobre sus rodillas, o bien las manos cru­zadas sobre el pecho, y la cara en alto. Les ponendos pequeños canarys sobre los ojos a fin de queno vean a sus parientes y no los ponga enfermos;un hombre le cubre con un pedazo de madera y lasmujeres tiran la tierra encima; hacen fuego alrede­dor para purificar el aire y para que no tenga frío;queman todas sus ropas, y si tenía un Negro, lomatan -si no escapa por piernas-, con el fin deque sirva a su amo en el otro mundo; también leentierran su perro para que le proteja, busque a losque lo han matado, y capture lagartos para alimen·tarlo. Allí arrojan algunos canarys y utensilios. Des·pués se ponen a gritar. Todo el carbet resuena enllantos y gemidos, y es por la noche que su corazónse abre a los más tiernos sentimientos; se les vedanzar, llorar y cantar, al mismo tiempo, pero enun tono lúgubre. Ellos no dicen más que dos o tres

palabras, que repiten frecuentemente, entrecortadaspor los suspiros, como ¿porqué has muerto?, ¿estásvivo?, ¿has carecido de mandioca?, y vuelven a co­menzar siempre la misma canción; o si él ha sidomatado, dirán alguna cosa contra el matador, y lasalabanzas del difunto; si tienen parientes en otroscarbets, se reúnen para venir también a llorar; laviuda y su vieja Bibi están presentes y reparten Joscaconnes de aquél, a los que hacen mejor llanto;para dar testimonio de su duelo, se cortan los ca·bellos.

Ellos me han dicho, que en otros tiempos, que·maban los cuerpos de sus capitanes y mezclaban laceniza con su bebida, y que en el presente han de­jado esa costumbre, porque ya no había bravos, yellos ya no valían nada. Algunos franceses me qui­sieron hacer creer que mataban a sus padres cuandoéstos eran demasiado viejos, porque eran ya unacarga, e inútiles en este mundo; y que ellos conside­raban que les rendían un buen servicio librándolesde la incomodidad y fastidio de la vejez; y que aqué.llos frecuentemente lo deseaban; pero los caribesme han asegurado que ellos jamás han practicadoesta costumbre, y en verdad, aman demasiado estavida, como he hecho ver. Las danzas, que son lasseñales de regocijo, son también en este pueblo se·ñales de duelo y de tristeza; ellos danzan más pau·sadamente y con un aire más lúgubre en sus fune­rales; pero en otras ocasiones, como en los eclipsesde luna y de sol, y cuando la tierra tiembla, secontorsionan mucho. Danzan cuatro días y cuatronoches al claro de luna; dicen que la tierra al temoblar les quiere advertir que se porten bien, y ellosse ponen a hacer su mejor pantomima para solem·nizar el hecho; se hacen máscaras de diversos colo­res y figuras, y se adornan con sus más bellos trajesde baile, con sus ornamentos de cabeza, sus penodientes, de orejas, labios y nariz, can pequeñas con·chas y cascabeles, con los que hacen tanto ruido queno se oyen las maracas, que son calabazas llenas depequeños guijarros, que las viejas menean barbo­teando algunas palabras en un solo tono, sin tiemponi medida. Ellos tienen varias suertes de danzas, aimitación de Jos animales; ya danzan de pie separa·dos en dos filas, los hombres de un lado, las muje.res del otro, mirándose y haciendo mil fingimientosy posturas de sátiro; Juego se doblan hacia abajo, te·niendo los dedos en la boca, y forman un círculo, ya cada estribillo se vuelven a levantar gritando; lasmujeres son un poco más decentes y modestas; mi·ran el movimiento de sus pies sujetándose Jos pe·chos, a veces levantan sus manos y sus ojos a loalto, y para acabar se enderezan y se estremecen.

Observaciones sobre sus lenguajes

Aun cuando hay alguna diferencia entre la lenguade Jos hombres y de las mujeres, como he dicho en

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el capítulo sobre su origen, sin embargo, ellos en­tienden una y otra. Los viejos usan una jerigonza,cuando toman alguna decisión de guerra, que losjóvenes no entienden nada. Su lengua es muy po­bre; no pueden expresar más que lo que cae bajosus sentidos; son tan materiales, que no tienen tér­minos para significar las operaciones del espíritu, ysi las bestias pudiesen hablar yo no les daría otralengua que esta de los caribes. No tienen ningunapalabra para explicar las cosas de la religión, de lajusticia y de lo que hace referencia a las virtudes,las ciencias y muchas otras cosas de las que notienen ningún conocimiento. De todo ello por tantono pueden conversar. No mencionan más que treso cuatro colores. Por estas pocas observaciones so­bre la lengua, se puede juzgar lo que ellos son.

El Reverendo Padre Simón de la Compañía deJesús, quien ha trabajado mucho y trabaja todavíatodos los días con gran celo y fatiga en su conver­sión, ha hecho un Diccionario entero de preceptos

en forma de gramática, un Catecismo y varios re­latos familiares sobre los divinos Misterios de nues­tra fe; esta obra podrá servir a los que tengan laintención de ganar méritos en la conversión de estospueblos infieles, como he dicho aquí atrás.

Yo podría engrosar esta relación, pero estas son,me parece, las observaciones más necesarias paraconocer a los caribes. No queda más que un peque·ño resto de esta nación, porque además de que ellosse destruyen todos los días, los ingleses trabajanpara exterminarlos totalmente. Dios, creo yo, ha

-permitido -sin penetrar en sus juicios- que todala Europa invada su tierra debido a que son unagran injuria al Creador, por su vida de bestias y porque no lo quieren reconocer; aun cuando se les hapredicado durante veinte años, se burlan de El, ysi hubiese lugar para esperar hacerlos cristianos, esnecesario, primero, civilizarlos y hacerlos hombres.La Providencia Divina, allí proveerá cuando a ellale plázca. Ella tiene sus designios en todas las cosas.

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