rodo el ideal humanista de latinoamerica · rodo y el ideal humanista de latinoamerica la américa...

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LEOPOLDO ZEA RODO y EL IDEAL HUMANISTA DE LATINOAMERICA La América Latina termina el siglo XIX e inicia la historia de su siglo XX, con una especie de sentimiento de frustración. El siglo XIX ha sido el siglo de las libertades en esta parte del Continente; pero también el siglo de las anarquías de hombres que no han sabido cómo organizar su libertad, y el de. dictaduras de los empeñados en mantener un orden semejante al colonial. Un siglo de sacrificios que no han conducido a la realización del sueño de los próceres del liberalismo latinoamericano: el progreso y la libertad. En su lugar se han alzado divisas que siguen hablando del progreso, pero que ignoran la libertad, salvo la del enriquecimiento material de los que, de acuerdo con la tesis darwiniana, sean los mejores. La bandera del positivismo que habla de orden y progre- so, o de libertad dentro de un cerrado orden que la contradice y aniquila, es enarbolada por una seudoburguesía creadora de nuevas oligarquías o de supuestas dictaduras para la libertad o para el progreso. No es la clase que en el mundo occidental, Europa y los Estados Unidos ha originado lo que parecía el más alto sueño latinoamericano, el progreso; sino grupos sociales que hacen des- cansar el progreso, su progreso, en un conjunto de limitadas canongías cuya fuente sigue siendo la directa explotación del hombre y el usufructo de lo que deberían ser fuentes de trabajo comunes. Los campesinos ahora, como en la colonia, ayer, siguen trabajando tierras que no les pertenecen para mantener el boato y privilegios de los grupos sociales que, asimismo, se presentan tal y como las burguesías occidentales habían conducido a sus respecti- vos pueblos y naciones. Estos grupos, lejos de servir a sus naciones e intereses no son sino amanuenses, encargados de negocios de las grandes burguesías occidentales. Por otro lado, al norte de esta América, se alza un poderoso país, seguro de su "destino manifiesto", cuyo expansionismo se hizo ya sentir en México en 1847 Y que en paso del siglo XIX al XX se presenta pujante y decidido a hacer cumplir este destino. España, la España combatida por los próceres de la libertad latinoamericana y sus pueblos, ha sido nuevamente expulsada por el ansia de libertad de otro pueblo en las Antillas; pero para caer de inmediato en otra nueva sujeción. Simplemente, la poderosa nación sajona en América, los Estados Unidos, ocupan el "vacío de poder" que deja España. Un •'vacío" que la poderosa nación considera necesario llenar para la realización de su destino en el continente y el mundo. Latinoamérica, pese a su ya vieja pugna con la llamada madre patria, no puede menos que ver con pena y desconfianza la aparición de un nuevo poder en América. Un poder que amenaza absorberla. Los latinoamericanos que con Sarmiento y su generación soñaron en los Estados Unidos de la América del Sur. semejantes a los poderosos Estados Unidos de la América del Norte, titubean y buscan en su propia historia la fuerza de unificación de sus respectivos pueblos. Ante el poderoso coloso del norte, los mexicanos, avanzada latinoamericana en el Pinturas de Pedro Figarí

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LEOPOLDOZEA

RODO y EL IDEALHUMANISTA DELATINOAMERICA

La América Latina termina el siglo XIX e inicia la historia de susiglo XX, con una especie de sentimiento de frustración. El sigloXIX ha sido el siglo de las libertades en esta parte del Continente;pero también el siglo de las anarquías de hombres que no hansabido cómo organizar su libertad, y el de. dictaduras de losempeñados en mantener un orden semejante al colonial. Un siglode sacrificios que no han conducido a la realización del sueño delos próceres del liberalismo latinoamericano: el progreso y lalibertad. En su lugar se han alzado divisas que siguen hablando delprogreso, pero que ignoran la libertad, salvo la del enriquecimientomaterial de los que, de acuerdo con la tesis darwiniana, sean losmejores. La bandera del positivismo que habla de orden y progre­so, o de libertad dentro de un cerrado orden que la contradice yaniquila, es enarbolada por una seudoburguesía creadora de nuevasoligarquías o de supuestas dictaduras para la libertad o para elprogreso. No es la clase que en el mundo occidental, Europa y losEstados Unidos ha originado lo que parecía el más alto sueñolatinoamericano, el progreso; sino grupos sociales que hacen des­cansar el progreso, su progreso, en un conjunto de limitadascanongías cuya fuente sigue siendo la directa explotación delhombre y el usufructo de lo que deberían ser fuentes de trabajocomunes. Los campesinos ahora, como en la colonia, ayer, siguentrabajando tierras que no les pertenecen para mantener el boato yprivilegios de los grupos sociales que, asimismo, se presentan tal y

como las burguesías occidentales habían conducido a sus respecti­vos pueblos y naciones. Estos grupos, lejos de servir a sus nacionese intereses no son sino amanuenses, encargados de negocios de lasgrandes burguesías occidentales.

Por otro lado, al norte de esta América, se alza un poderosopaís, seguro de su "destino manifiesto", cuyo expansionismo sehizo ya sentir en México en 1847 Y que en paso del siglo XIX alXX se presenta pujante y decidido a hacer cumplir este destino.España, la España combatida por los próceres de la libertadlatinoamericana y sus pueblos, ha sido nuevamente expulsada porel ansia de libertad de otro pueblo en las Antillas; pero para caerde inmediato en otra nueva sujeción. Simplemente, la poderosanación sajona en América, los Estados Unidos, ocupan el "vacío depoder" que deja España. Un •'vacío" que la poderosa naciónconsidera necesario llenar para la realización de su destino en elcontinente y el mundo. Latinoamérica, pese a su ya vieja pugnacon la llamada madre patria, no puede menos que ver con pena ydesconfianza la aparición de un nuevo poder en América. Unpoder que amenaza absorberla. Los latinoamericanos que conSarmiento y su generación soñaron en los Estados Unidos de laAmérica del Sur. semejantes a los poderosos Estados Unidos de laAmérica del Norte, titubean y buscan en su propia historia lafuerza de unificación de sus respectivos pueblos. Ante el poderosocoloso del norte, los mexicanos, avanzada latinoamericana en el

Pinturas de Pedro Figarí

norte, no hablan ya de hacer de los latinoamericanos los "yanquis"del sur. La ciencia positiva no es ya la panacea educativa paraformar hombres semejantes a los estadounidenses en la esperanzade que formasen naciones igualmente semejantes. No, algo depropio tienen los pueblos de esta América, la América llamadalatula, que debe ser fortalecido, porque con ello se fortalecerá suespíritu de resistencia y su capacidad para seguir su propio destinoy no ser ya simple instrumento de destinos manifiestos ajenos.

Es en este tránsito de siglos, entre el XIX y el XX; entre elfracaso y la decepción y un lejano sueño de nueva esperanza, quesurge la figura de José Enrique Rodó. Y surge con unas palabrasde esperanza impresas en su primer gran libro, El que vendrá,publicado en 1897. " ...hay en nuestro corazón y en nuestropensamiento muchas ansias, a las que nadie ha dado forma..."escribe el maestro americano. Los sueños y esperanzas del sigloque termina han sido simplemente eso, sueños y esperanzas.Sueños y esperanzas para los que no se ha sabido dar instrumentosni rutas de realización. "De todas las rutas hemos visto volver losperegrinos" -dice Rodó, asegurándonos que sólo han hallado ante supaso el desierto y la sombra. " ...En medio de su soledad,nuestras almas se sienten dóciles, dispuestas a ser guiadas." "¡Lahora ha llegado! .. , y ésta es la hora en que la 'caravana de ladecadencia' se detiene, angustiosa y fatigada en la confusa profun­didad del horizonte." ¿Nuevos sueños? ¿Nuevas esperanzas? JoséEnrique Rodó hace vibrar las nuevas esperanzas; algo advendrá,

algo se perma en el futuro, en ese futuro que parece llegar con elnuevo siglo. ¿El siglo del progreso? ¿El siglo soñado por nuestrospróceres? Sí, pero con otro sentido del progreso, con otro sentidode la ciencia que lo haga posible; con el sentido que a toda obrahumana debe darle su creador, lo humano propiamente dicho. Hayuna profesión universal, dice Rodó, "la del Hombre"

El sueño; pero el sueño con posibilidad de realización, encamaen la gran figura creada por Rodó, precisamente en 1900, en elmismo principio del siglo de la esperanza: Ariel. El espíritu y suidealismo; el espíritu e idealismo propio del hombre de estaAmérica. No más el sueño de hombres que no somos; no másideales educativos que lejos de formamos nos deforman. No másimitaciones de un mundo que nos es ajeno con descuido de lo quenos es propio. El mundo del poderoso Calibán no es el de Arie!.Rodó se opone a la "América deslatinizada", a la América ajena asu destino, el destino que de una manera u otra le ha marcado supropia e ineludible historia. Está contra la "nordomanía", quemalgasta esfuerzos en un inútil empeño por ser lo que no debemosni podemos ser. "...No veo -escribe- la gloria ni el propósito dedesnaturalizar el carácter de los pueblos, su genio personal, paraimponerles la identificación con un modelo extraño al que ellossacrifican la originalidad irremplazable de su espíritu, ni en lacreencia ingenua de que eso puede obtenerse alguna vez porprocedimientos artificiales e improvisados de imitación". Ariel nopuede ser Calibán, aunque Calibán pueda ser la más alta expresión

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del poder material que tanto anhelan y necesitan los pueblos. Laspalabras de Rodó, al iniciarse nuestro siglo XX, recordaban otraspalabras, las de otro libertador, al iniciarse el siglo XIX de laslibertades latinoamericanas y los inicios de sus nacionalidades.Simón Bolívar se dolía de los. primeros intentos de imitación servil,sin adopciones, considerando que bastaba imitar para obtener,como milagro, los frutos alcanzados por los imitados. "Se quiereimitar a los Estados Unidos -decía- sin considerar la diferencia deelementos, de hombres y de cosas... nuestra composición es muydiferente a la de aquella nación, cuya existencia puede contarseentre las maravillas que de siglo en siglo produce la política.Nosotros no podemos vivir sino de una unión." "Yo pienso,-decía en otro lugar Bolívar- que mejor sería para la Américaadoptar el Corán que el gobierno de los Estados Unidos, aunQue esel mejor del mundo", basta si no echar una mirada a los resultadosde esa imitación, agregaba, en cada uno de los países latinoameri·canos que la han hecho. Esto es, la anarquía, las dictaduras yfrustraciones que al término del siglo provocarían un sentimientogeneral de decepción.

¿Cuál es entonces el ideal a seguir, el ideal a construir por lameta de los hombres de esta América Latina? Pura y simplementeel hombre; pero el hombre íntegro, el tipo de hombre propio deesta América, con sus naturales posibilidades e imposibilidades, lasunas para estimularlas, las otras para absorberlas o anularlas. "El

principio fundamental de vuestro desenvolvimiento, vuestro lemaen la vida, debe ser mantener la integridad de vuestra condiciónhumana." "Debe velar en lo íntimo de vuestra alma -dice Rodó-,la conciencia de la unidad fundamental de nuestra naturaleza queexige que cada individuo humano sea, ante todo y sobre toda otracosa, un ejemplo no mutilado de la humanidad en que ningunanoble facultad del espíritu quede olvidada y ningún alto interés detodos pierda su virtud comunicativa." Tal es el mens~ie del Arielde Rodó, las palabras de esperanza del que se anunciaba. Unavuelta pura y simplemente a ese pasado nuestro, al espíritu quehabía animado la fusión cultural y racial de esta parte de América.Una parte con su propio sentido de la vida, con su propio espíritu.Querer renunciar a su modo de ser propio, para ser otro, tal ycomo lo habían intentado hacer nuestros emancipadores mentalesen el pasado siglo XIX, habría sido el gran error; éste equivaldría auna dolorosa amputación. Bolívar había ya también hablado de estaAmérica que en vano trataría de ser semejante a la que se lepresentaba como modelo a realizar. "Yo deseo -había dicho- másque otro alguno ver formarse en América la más grande nación delmundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad ygloria."

Hombre pleno, sin amputaciones, tal debería ser el hombre deesta América, tal debería ser el ideal educativo para la formacióndel mismo. ¿Pero no implica esto una renuncia a los viejos ideales

de progreso por el que lucharon nuestros mayores y por el quemuchos hombres se sacrificaron? No, de ninguna forma, ya queello sería otra vez una nueva forma de amputación humana.También el hombre de esta América puede y debe aspirar alprogreso material, al mejoramiento material de sus pueblos, al alzade su nivel social y económico. Debe también aspirar a laformación de pueblos capaces de explotar sus riquezas y usufruc­t:uarlas. Nada de esto está reñido con el espíritu humanistalatinoamericano, todo lo contrario, es su natural complemento.Ariel no puede Jier Calibán; pero Callbán sí puede ser instrumentode Ariel. "Calib'án puede servir a Ariel -dice Rodó-, si Ariel sabeOrientar a Calibán. Sin la conquista de cierto bienestar material esimposible, en las sociedades humanas, el reino del espíritu." Nopodemos ni debemos ser los Estados Unidos; pero sí asimilar suespíritu para ponerlo al servicio del nuestro; hacer nuestra sucapacidad para transformar la tierra y hacerla su instrumento, paraque los frutos de la misma sirvan también a las metas de lo que

. nos es propio. La ciencia, la técnica, no pueden estar en contra denUestros propios afanes de vida; todo lo contrario, deben ser elinstrumento de posibilidades de los mismos. Latinoamérica norenuncia ni renunciará al progreso; simplemente hará de esteProgreso un instrumento al servicio de sus propios fines. "La obradel positivismo norteamericano -dice Rodó- servirá a la causa deAriel, en último término. lo que aquel pueblo de cíclopes haConquistado directamente para el bienestar material, con su sentido

de lo útil y su admirable aptitud de la invención mecaruca, loconvertirán otros pueblos, o él mismo en lo futuro, en eficaceselementos de selección."

El que vendrá, encarnado en el espiritual Ariel anunciaba labuena nueva, y con ella, un siglo de nuevas luchas. En esta ocasiónde luchas para el logro de ese ideal, el del hombre de esta Américanuestra. La lucha de Ariel contra Calibán; contra el Calibán de laspasiones internas dispuestas a sacrificar la integridad del hombre ysu nación para el logro o mantenimiento de limitados intereses; ocontra el Calibán de los apetitos externos que sólo puede ver enotros hombres y pueblos instrumentos de su lJropio desarrollomaterial. Se anuncia la ruda lucha contra el poderoso modelo denuestro mayores y las viejas fuerzas internas empeñadas en mante­ner no menos viejos privilegios, aunque esto implique el sacrificiodel porvenir de todo un pueblo. La lucha contra el poderosoCalibán del destino manifiesto que ha iniciado nuevas expansionesen el Caribe y en las lejanas tierras de Asia al llenar el "vacío" quedejaba España en Filipinas. Una lucha que en América tomarádiversas formas pero que en el fondo estará animada por el sentidoque Rodó ha señalado para el espíritu latinoamericano. Una luchaque se ha prolongado hasta nuestros días y que, encontramos, esparecida a la de muchos otros pueblos del mundo en condicionessemejantes a las nuestras y que aspiran, también, al desarrollo del .hombre integral, espíritu y materia, con independencia de las rudasy múltiples presiones que este empeño implique.

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