tacto, promesa y convicción

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Études Ricœuriennes / Ricœur Studies, Vol 2, No 2 (2011), pp. 33-47 ISSN 2155-1162 (online) DOI 10.5195/errs.2011.83 http://ricoeur.pitt.edu This work is licensed under a Creative Commons Attribution-Noncommercial-No Derivative Works 3.0 United States License. This journal is published by the University Library System of the University of Pittsburgh as part of its D-Scribe Digital Publishing Program , and is cosponsored by the University of Pittsburgh Press . Tacto, promesa y convicción Conjunción ética de tradición e innovación en Paul Ricœur Beatriz Contreras Tasso Profesora asociada adjunta del Instituto de Filosofía, Pontificia Universidad Católica de Chile, Docente de Cursos de Ética y de Antropología Resumen La ética de la solicitud de Ricœur conjuga en una prolija articulación tres momentos polarizados que brotan de fuentes fecundas de la tradición: la phrónesis aristotélica, la herencia deontológica Kantiana y la formulación de la Sittlichkeit hegeliana. La sobredeterminación Ricœuriana de dichos modelos exhibe una cuidadosa reapropiación crítica, cuya originalidad hermenéutica revela su fecundidad filosófica para enfrentar las demandas éticas actuales y sus oposiciones más importantes, proponiendo una fina distinción de niveles de mediación y fases de efectuación. La sabiduría práctica es el resultado de esta interpretación y el género narrativo constituye su elemento mediador más notable. El mérito creativo de esta propuesta ética es la interpretación de la ipseidad, polo de la identidad que funda la relación ética originaria del sí mismo con otro. Tres momentos ejemplares de dicho camino son: el tacto, la promesa y la convicción. Palabras claves: Promesa, Tacto, Convicción, Sabiduría práctica, Articulación. Abstract The ethics of solicitude in Ricœur combines a detailed articulation of three polarized moments which spring from fertile traditional sources: Aristotelian phrónesis, the Kantian deontological legacy, and the formulation of Hegelian Sittlichkeit. The Ricœurian over-determination of these models exhibits a careful critical re- appropriation, whose hermeneutical originality takes account of its fertility philosophy to address current ethical demands and their more important oppositions. This overdeterminataion proposes a fine distinction of levels of mediation and stages of fulfillment. Practical wisdom is the result of this interpretation and the narrative genre is the most notable mediating element. The creative merit of this ethics proposal is the interpretation of ipseity, a pole of identity that is at the basis of the original ethical relation between oneself and another. Three exemplary moments in this path are: touch, the promise and conviction. Keywords:. Promise, Touch, Conviction, Practical wisdom, Articulation.

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Conjunción ética de tradición e innovación en Paul Ricœur

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  • tudes Ricuriennes / Ricur Studies, Vol 2, No 2 (2011), pp. 33-47

    ISSN 2155-1162 (online) DOI 10.5195/errs.2011.83

    http://ricoeur.pitt.edu

    This work is licensed under a Creative Commons Attribution-Noncommercial-No Derivative Works 3.0

    United States License.

    This journal is published by the University Library System of the University of Pittsburgh as part of its

    D-Scribe Digital Publishing Program, and is cosponsored by the University of Pittsburgh Press.

    Tacto, promesa y conviccin Conjuncin tica de tradicin e innovacin en Paul Ricur

    Beatriz Contreras Tasso

    Profesora asociada adjunta del Instituto de Filosofa, Pontificia Universidad Catlica de Chile,

    Docente de Cursos de tica y de Antropologa

    Resumen

    La tica de la solicitud de Ricur conjuga en una prolija articulacin tres momentos polarizados que brotan

    de fuentes fecundas de la tradicin: la phrnesis aristotlica, la herencia deontolgica Kantiana y la

    formulacin de la Sittlichkeit hegeliana. La sobredeterminacin Ricuriana de dichos modelos exhibe una

    cuidadosa reapropiacin crtica, cuya originalidad hermenutica revela su fecundidad filosfica para

    enfrentar las demandas ticas actuales y sus oposiciones ms importantes, proponiendo una fina distincin

    de niveles de mediacin y fases de efectuacin. La sabidura prctica es el resultado de esta interpretacin y

    el gnero narrativo constituye su elemento mediador ms notable. El mrito creativo de esta propuesta tica

    es la interpretacin de la ipseidad, polo de la identidad que funda la relacin tica originaria del s mismo

    con otro. Tres momentos ejemplares de dicho camino son: el tacto, la promesa y la conviccin.

    Palabras claves: Promesa, Tacto, Conviccin, Sabidura prctica, Articulacin.

    Abstract

    The ethics of solicitude in Ricur combines a detailed articulation of three polarized moments which spring

    from fertile traditional sources: Aristotelian phrnesis, the Kantian deontological legacy, and the formulation

    of Hegelian Sittlichkeit. The Ricurian over-determination of these models exhibits a careful critical re-

    appropriation, whose hermeneutical originality takes account of its fertility philosophy to address current

    ethical demands and their more important oppositions. This overdeterminataion proposes a fine distinction

    of levels of mediation and stages of fulfillment. Practical wisdom is the result of this interpretation and the

    narrative genre is the most notable mediating element. The creative merit of this ethics proposal is the

    interpretation of ipseity, a pole of identity that is at the basis of the original ethical relation between oneself

    and another. Three exemplary moments in this path are: touch, the promise and conviction.

    Keywords:. Promise, Touch, Conviction, Practical wisdom, Articulation.

  • Beatriz Contreras Tasso

    tudes Ricuriennes / Ricur Studies http://ricoeur.pitt.edu Vol 2, No 2 (2011)

    ISSN 2155-1162 (online) DOI 10.5195/errs.2011.83

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    Rsum

    Lthique de la sollicitude de Ricur sarticle prcisment autour de trois moments polariss qui viennent

    de trois sources fcondes de la tradition philosophique: la phrnesis aristotlique, lhritage dontologique

    kantien et la formulation de la Sittlichkeit hglienne. La surdtermination Ricurienne de ces modles

    prsente une rappropriation critique dont loriginalit hermneutique rend compte de sa fcondit

    philosophique pour faire face aux demandes thiques actuelles et ses oppositions les plus importantes.

    Cette surdtermination propose une distinction assez fine des niveaux de mdiation et des phases

    dexcution. La sagesse pratique, le rsultat de cette interprtation et le genre narratif constituent son

    lment mdiateur le plus remarquable. Le mrite cratif de cette proposition thique est linterprtation de

    lipsit, pole de lidentit qui est | lorigine de la relation thique originaire du soi-mme avec lautre. Trois

    moments sont exemplaires de ce chemin: le tact, la promesse et la conviction.

    Mots-cls : Promesse, Tact, Conviction, Sagesse pratique, Articulation.

  • tudes Ricuriennes / Ricur Studies Vol 2, No 2 (2011) ISSN 2155-1162 (online) DOI 10.5195/errs.2011.83 http://ricoeur.pitt.edu

    Tacto, promesa y conviccin Conjuncin tica de tradicin e innovacin en Paul Ricur

    Beatriz Contreras Tasso

    Pontificia Universidad Catlica de Chile

    Ejemplaridad de la tica

    La tica es un mbito privilegiado para examinar el aporte de Ricur a la reflexin

    filosfica actual. A nuestro juicio, con su propuesta tica se pone de relieve un ejercicio

    hermenutico amplio, desarrollado por este filsofo en su ltima etapa, que establece un puente

    entre polos aparentemente contrapuestos y sin transicin posible. Este gesto metdico global

    supera la oposicin entre la tradicin y la innovacin crtica y asume otras polaridades

    susceptibles de articulacin, como las oposiciones entre ser y deber ser o deseo y deber.

    Asimismo, la tica Ricuriana propone la interseccin entre bien y justicia para responder tanto a

    debates actuales relevantes (universalistas versus contextualistas), como a los dilemas de

    aplicacin que nuestra praxis suscita.

    Una clave ontolgico-hermenutica con la cual Ricur desarrolla la continuidad entre

    dichos polos es la relacin de co-pertenencia originaria entre estima de s y solicitud, dos

    nociones iluminadoras de su tica. Este binomio exhibe un horizonte de apertura que reafirma la

    capacidad tica del s mismo de responder al otro, a partir del fortalecimiento de su identidad

    ipse. Su fundamentacin surge de la exploracin de la polisemia de la identidad personal, como

    identidad idem/ipse, iluminada por la identidad narrativa. El desarrollo de esta interpretacin

    constituye uno de los focos centrales que la hermanutica del s despliega en toda su amplitud en

    S mismo como otro.1

    La sabidura prctica permite comprender la propuesta tica Ricuriana en un sentido

    unitario. Esta categora prctica marca el final de un proceso y permite articular en ella las

    distintas fases del trayecto hermenutico. El recurso tico mencionado devela la dimensin de la

    capacidad humana en el campo prctico: el de las elecciones apremiantes, considerando nuestros

    recursos para acoger las demandas del otro como si fueran propias. Esta instancia tica articula

    dos momentos esenciales: el nivel originario del deseo y el discernimiento normativo. Asimismo,

    la sabidura prctica tiene su anclaje en la configuracin cultural existente y se estructura como

    intencionalidad tica dirigida por un proyecto narrativo enraizado en su historia y orientado

    hacia un futuro.

    La proposicin Ricuriana de la sabidura prctica enfrenta el dilema irreductible de la

    accin humana desafiada por el conflicto. El escenario en el cual se concretan las elecciones

    prcticas se compone de elementos de incertidumbre inevitables, frente a los cuales se moviliza el

    inagotable potencial humano susceptible de iluminar la decisin. Por lo tanto, el gnero tico

    despliega una de sus posibilidades ms notables desde el punto de vista de la capacidad creativa

    del agente para encontrar nuevas salidas a los conflictos. Su peculiar creatividad surge de una

    tensin difcil, desde el punto de vista tico, como es la de discernir la justa distancia de la regla,

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    profundizando provisoriamente tal alejamiento, para acoger debidamente al otro en el

    acontecimiento singular. Asimismo, la sabidura prctica permite ensanchar las fronteras de la

    accin a travs de la mediacin narrativa, en un doble sentido: rastrea la condicin narrativa

    inherente a la praxis, como un soporte de comprensin que ilumina la accin, y toma de este

    gnero los modelos ejemplarizadores provenientes de la ficcin, espacio pre-tico esclarecedor

    para pensar el componente trgico del dominio del actuar y del sufrir.

    En este terreno, se enfrentan oposiciones fuertes y el criterio irreductible para salvar la

    incertidumbre, en los casos lmite, es la adecuada respuesta a la solicitud del otro. Sin embargo, el

    acto tico (phrontico) slo puede dar garanta de genuina hospitalidad hacia el prjimo, pero no

    alcanza un grado de certeza absoluta, sino la conviccin de hacer lo correcto; su fuerza procede

    de la atestacin de s. Por tanto, la decisin justa es fruto de un proceso complejo articulado por

    elementos provenientes de diversas fuentes.

    Destacaremos tres momentos ejemplares del trayecto que culmina en la sabidura

    prctica: el tacto, la promesa y la conviccin. Su articulacin permite dar cuenta de la

    complejidad tica, proporcional al campo de la accin humana falible y susceptible de mejora, y

    ofrece una gua para enfrentar sus ineludibles dilemas. Mostraremos a continuacin las fuentes

    de la tradicin en las cuales Ricur se inspira para relevar su reinterpretacin innovadora, en la

    ptica de una tica de la accin interpelada por las urgencias de nuestro presente.

    El peso de la tradicin

    El peso se puede sentir como carga agobiante o como potencia iluminadora. Esta

    segunda opcin no est exenta de exigencias pues supone, en clave Ricuriana, una

    interpretacin crtica rigurosa. El desafo de Ricur consiste en intentar, en primer lugar, una

    lectura de Aristteles sin traicionar su impronta, pero a la vez, exhibiendo las zonas de debilidad

    que su pensamiento deja expuestas. Y por qu esta vuelta a Aristteles? Tal vez el rasgo ms

    productivo y penetrante de su tica, que constituye una de sus fuentes de inspiracin ms

    importante, es la capacidad de acoger la singularidad sin dejar de lado la necesaria normatividad

    que exige toda autntica tica. La primera cuestin que nos plantea una decisin tica difcil es

    asumir la singularidad del caso, pues regularmente el dilema surge de la particularidad de la

    situacin, la cual afecta a personas de carne y hueso, en el hic et nunc.

    La tica aristotlica ofrece una va de regulacin de la accin mediante una frmula que

    determina la buena eleccin (phrnesis) a travs del justo equilibrio entre el razonamiento

    verdadero (orths logos) y del deseo recto (proaresis). Ambos componentes deben coincidir y

    adecuarse para una aplicacin efectiva a la accin humana concreta. La phrnesis es la virtud que

    posibilita el juicio moral en situacin. Su ejercicio asume la difcil experiencia del razonamiento

    pr{ctico y despliega una evaluacin intuitiva del querer, iluminada por su razn calculativa,

    para reconocer la peculiaridad de la situacin y decidir cul es el curso de accin bueno en el caso

    contingente.

    Aristteles nos ha legado una concepcin tica que fortalece la racionalidad prctica de la

    accin a travs de su anclaje fundamental en el elemento desiderativo. De esta manera, con la

    reivindicacin de la phrnesis Ricur enfatiza algo fundamental: la rehabilitacin del anclaje

    concreto del obrar humano, que intenta enriquecer una concepcin de la accin moral basada

    nicamente en un intelectualismo tico.2 El actuar bien se vincula al rectificar las pasiones y

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    adquirir las virtudes, actividad que se ejerce toda la vida. La fuerza de la accin tica est puesta

    no solamente en ver el bien para proceder bien, sino en el deseo de actuar bien. Es decir, la

    vinculacin de saber y puesta en prctica hace indiscernible, hasta cierto punto, en qu fase de la

    deliberacin concurre el dispositivo racional y en cul instancia es determinante el querer que

    conduce a la accin concreta. De este modo, la contribucin de la phrnesis aristotlica3, estriba en

    su potencia ejecutiva, disposicin que alcanza un grado de productividad importante, sin

    sobrepasar la condicin prctica, es decir, falible, pues est ligada ineludiblemente al elemento

    contingente y al sentido trgico (deinon) y sometida a los vaivenes de la accin humana, con todas

    sus limitaciones inherentes.

    Ricur evala este retorno a Aristteles a travs de tres implicaciones mayores4:

    1. La funcin singularizadora de la phrnesis, que consiste en la insistencia sobre la

    relacin de inteligencia prctica y situaciones singulares, que Aristteles ejemplifica con

    su comparacin de aisthsis y equidad.5

    2. La valorizacin de una manera de argumentar no demostrativa, cercana a la retrica de

    Aristteles. sta es comprendida como lgica de lo probable y su propsito es establecer

    una frmula del silogismo prctico que afronte el desafo de encontrar el universal

    apropiado a la situacin singular para la construccin de la premisa menor; pensar que

    Aristteles denomina calculador, opinante, legislativo.

    3. Insistir en el enraizamiento de la reflexin filosfica en una prctica dada, en una

    cultura viviente. Este punto de vista es muy importante porque se ve reafirmado con la

    concepcin ejemplar del sabio (prhnimos), y su referencia al phronein trgico como

    antecedente narrativo iluminador de su prctica poltica, funcin determinante del

    hombre (zoon politikn).

    Hemos esbozado fortalezas de la tica de Aristteles que ofrecen un grado de normatividad

    importante, expuesto ejemplarmente en el orths logos. Sin embargo, subsiste la preocupacin por

    un tema decisivo para nuestro filsofo: el problema de la irrupcin del mal. A su juicio, la

    manifestacin del mal en la violencia, en sus variadas formas, tomando en consideracin los

    terribles ejemplos del siglo XX, no queda neutralizada por una tica teleolgica. La tica

    orientada por la bsqueda de la vida buena no da garanta de contener un criterio de

    universalidad suficiente para modelar las prcticas o ideales inherentes a los planes de vida de

    nuestro presente. Es decir, la intencionalidad de la vida buena remite a sistemas particulares de

    valores insertos en instituciones que deben relacionarse con la variedad de los contextos sociales

    globales.

    En este escenario, no bastan los recursos personales orientados por un fin externo. Dicha

    falta de garanta justifica el paso por la moral kantiana y exhibe un punto de inflexin en la tarea

    hermenutica propuesta, para centrarse en los desplazamientos que se producen entre el deseo y

    el deber y tambin entre el bien y la justicia.

    El examen del modelo kantiano intenta responder a una cuestin decisiva: la disimetra

    fundamental de la accin humana y sus efectos negativos. La deontologa se funda en tres

    movimientos de distanciacin o depuracin que guan la accin. El primero es el criterio de

    universalidad que rige el juicio de la accin; el segundo, la obligacin o coaccin que se impone al

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    sujeto, derivada de dicho criterio; y el tercero, la autonoma sobre la cual ese criterio se funda. La

    universalidad y la obligacin excluyen todos los elementos que no permiten a la voluntad ser una

    voluntad buena sin restriccin. La autonoma es su principio supremo.

    El concepto de autonoma constituye una pieza clave para la interpretacin tica de

    Ricur. El mandato contenido en el imperativo: obra slo segn aquella m{xima que puedas

    querer que se convierta, al mismo tiempo, en ley universal,6 exhibe el dilema de la separacin

    entre una orden y su obediencia. Y as entramos de lleno en el problema kantiano que interesa a

    Ricur. La finitud de nuestra condicin humana, herida de nuestra libertad, obliga a asegurar

    esta frgil continuidad entre ley y obediencia. Kant, como es sabido, propone el imperativo

    categrico para contrarrestar la pasividad inherente a la inclinacin al costo de la restriccin

    (obligacin). El fundamento de esta radicalizacin es la autolegislacin o autonoma. Una

    autonoma sui generis pues est sujeta a s misma, por su capacidad de darse la ley y de

    obedecerla. La libertad (Wille) es lo nico que ofrece una salida a nuestra finitud, salvando a la

    voluntad de su condicin finita (Willkr). Esta es, a juicio de Ricur, la cima del formalismo

    kantiano, legislacin slo mediante la forma, como principio suficiente de determinacin de la

    voluntad.7

    El problema de la autonoma es su costo. Kant se ve obligado, segn Ricur, a escindir el

    ser razonable finito en dos: una parte razonable, donde cabe el sentimiento puro del respeto y

    una parte imperfecta, de las afecciones que dependen de la patologa del deseo. Dicho criterio de

    escisin no es viable en la concepcin de la intencionalidad tica. Ricur busca, por tanto, la

    transicin del deseo al deber y propone para ello una distincin de niveles de efectuacin, que

    permite reconocer el sitio legtimo de la depuracin kantiana, manteniendo intransable la fuente

    de inspiracin de la vida tica.

    Veamos esta reivindicacin de la tica en la interpretacin de la estima de s. Kant declara

    en su postulado moral que todas las pretensiones a la estima de s que preceden el acuerdo a la

    ley moral son nulas e ilegtimas. Ricur, sin embargo, mostrar que la estima de s anclada en la

    tica de la ipseidad sobrevive a la prueba moral y es enriquecida. Se trata de una mediacin

    fundamental del s mismo que prepara su genuino paso por el otro. La nocin Ricuriana de

    estima de s lejos de ser un amor egosta, una relacin inmediata de m a m, o un amor

    patolgico de uno mismo, -en el sentido de Kant8-, es una relacin larga, mediatizada por la

    mirada valorizadora del otro. Por tanto, el carcter autorreferencial de la estima de s es un

    movimiento de segundo grado, que deriva del fortalecimiento de la identidad del s a travs de

    acciones valiosas referidas a los otros, que lo hacen digno ante s mismo. De este modo, se

    convierten en equivalentes la estima del otro como s mismo y la estima de s mismo como otro.

    Entonces, la estima de s, hablando el lenguaje kantiano, es el polo bueno, y no el polo pervertido

    representado por el amor de s.9 La estima de s es sometida al paso de la prueba de

    universalizacin y resulta validada, aunque su legitimacin es de orden metdico y no

    ontolgico: dans loptique Ricurienne, le moment dontologique na pas de valeur absolue

    mais assure une fonction mdiatrice et opratoire.10 As pues, Ricur critica a Kant convertir la

    etapa terminal del camino moral, en el nico y definitivo de toda la tica.11

    Por otra parte, la nocin de solicitud, figura tica fundamental, se ve fortalecida tambin

    por el paso moral. El camino hermenutico elegido para su anlisis es la confrontacin de la

    Regla de Oro: No hagas a tu prjimo lo que aborreceras que se te hiciera12, con el segundo

    imperativo kantiano. En primer lugar, la interpretacin Ricuriana de la Regla de Oro reafirma

    el espritu de solicitud como una dimensin de intersubjetividad bsica, que tiene su fuente de

  • Beatriz Contreras Tasso

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    inspiracin en la economa del don y no en una interpretacin de corte utilitarista.13 Este nfasis

    en los actos de donacin que preceden a los imperativos acenta la capacidad de gratuidad pre-

    tica constatable en la experiencia humana desde sus albores.14

    En segundo lugar, la Regla de Oro revela la posibilidad de las figuras del mal en su

    amplia gama, desde sus formas leves hasta sus expresiones ms siniestras. La interdiccin,

    precedida siempre por un no, responde a la necesidad de contrarrestar el poder en su ejercicio

    abusivo y violento. Es decir, la norma es el punto de racionalidad que puede limitar dicha

    desviacin. Sin embargo, si se nos permite hacer una analoga, la norma es el remedio que se

    aplica a una enfermedad, la cual supone un estado de salud que la precede:

    En efecto, en el plano del objetivo tico, es totalmente afirmativa la solicitud, como

    intercambio mutuo de las estimas de s. Esta afirmacin, que podemos llamar sin duda,

    original, es el alma oculta de la prohibicin. Es ella la que, en ltimo trmino, refuerza

    nuestra indignacin, es decir, nuestro rechazo de la indignidad infligida a otro.15

    Este espritu optimista, aunque no ingenuo, de Ricur procede de la constatacin de la

    indignacin frente al abuso, raz fenomenolgica ltima de la intencionalidad tica de lo humano

    que exhibe el carcter derivado de la prescripcin, como correctivo de una desviacin.

    El contrapunto entre la Regla de Oro y el segundo imperativo kantiano exhibe un

    efecto de la moral kantiana muy relevante: se refiere a su nivel de abstraccin de la alteridad.

    Ricur apuntar su crtica a las nociones de autonoma y respeto ensanchadas por el binomio

    estima de s/solicitud, como relacin no reduccionista de la alteridad. El punto cuestionable es el

    concepto de humanidad presente en la segunda formulacin del imperativo kantiano, y el sentido

    all presente del respeto debido a las personas:

    Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de

    cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo, y nunca solamente como un

    medio.16

    A juicio de Ricur, el concepto de humanidad cumple el doble propsito de abarcar la

    diversidad de las personas, antes excluida por el concepto de autonoma, y atenuar (formalizar)

    el elemento de diversidad propio de la alteridad. En otras palabras, si Kant se ve forzado a

    elaborar un imperativo que sobrepase la Regla de Oro es debido a su contenido emprico; su

    referencia a sentimientos (amar y odiar) o inclinaciones no pasa la exigencia de universalidad. El

    trmino kantiano humanidad alude a aquello que es digno de respeto en mi persona y en la del otro.

    Se da as un paso desde la autonoma, ejercicio aislado, a la inclusin de la diversidad de las

    personas. Estamos en un terreno equivalente a la solicitud, en clave Ricuriana, en el dominio

    del s abierto al otro, pero desprovisto de toda su alteridad radical. Es decir, la inclusin de las

    personas rinde el beneficio de la pluralidad, pero evita perder el control que se derivara del

    elemento de la diversidad implicado por la disimetra de poder de una voluntad sobre otra.

    En suma, a juicio de Ricur, la alteridad es recuperada por la frmula que distingue

    entre tu persona y la persona de otro. Sin embargo, la frmula no usar a otro como un

    medio hace referencia a los intereses de la utilidad, que se queran descartar. En este mandato se

    cuela por decirlo as, la secreta intuicin que imperaba en la Regla de Oro, ciertamente no

    depurada, sino en su dimensin de expresin de la sabidura popular.

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    tudes Ricuriennes / Ricur Studies Vol 2, No 2 (2011) ISSN 2155-1162 (online) DOI 10.5195/errs.2011.83 http://ricoeur.pitt.edu

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    Ricur muestra la proximidad entre el imperativo del respeto debido a las personas y la

    Regla de Oro: no slo tienen el mismo campo de ejercicio: tienen, adem{s, el mismo objetivo:

    establecer la reciprocidad donde reina su carencia.17 Entonces, la originalidad del segundo

    imperativo kantiano no puede evitar el elemento de disimetra que conlleva la alteridad, presente

    en la Regla de Oro, que seguramente Kant rechazara. Ricur se pregunta:

    no estaba justificado ver en este imperativo la formalizacin de la Regla de Oro? Y no

    estaba igualmente justificado dejar or, siguiendo la Regla de Oro, la voz de la solicitud,

    que exige que la pluralidad de las personas y su alteridad no sean anuladas por la idea

    englobadora de humanidad?18

    En conclusin, el paso al segundo imperativo kantiano agrega un elemento que est en la raz de

    la solicitud, su referencia a la alteridad. Ricur enfatiza, eso s, la necesidad de una inclusin

    radical de la alteridad verdadera inherente a la pluralidad de las personas, y no una recuperacin

    a medias, que deja fuera cualquier vestigio de sus verdaderos intereses o motivaciones. La

    solicitud, por el contrario, es un paso de la estima de s a la alteridad, como dialctica necesaria

    para el desarrollo de una tica inclusiva, intersubjetiva y anclada en relaciones polticas

    sustentadas en el modelo del querer vivir juntos.

    El tema de la pluralidad nos conecta con el dominio pblico de las instituciones,

    preocupacin central de la formulacin de Ricur: intencionalidad de la vida buena con y para

    otros en instituciones justas. A este propsito sirve la filosofa hegeliana y su concepto de la

    eticidad (Sittlichkeit), la cual resulta iluminadora en la propuesta tica que examinamos. Empero,

    los elementos hegelianos que la inspiran son acotados. Hegel afirma la necesidad del despliegue

    de la vida tica en el marco institucional. Su preocupacin es la realizacin de la moral formal en

    la vida concreta, cuya necesidad se funda en una teora de la comunidad y del Estado. Entonces,

    la eticidad aporta, a juicio de Ricur, una moral efectiva y concreta que replica a la moral

    abstracta kantiana, en cuyo centro de gravedad estn las instituciones, y la cima es el Estado; esta

    esfera subsume estadios anteriores, la tica y la moral, en una sntesis superior. En otras palabras,

    la propuesta hegeliana intenta dar un lugar central a la moralidad en el mundo.

    Una contribucin innegable del enfoque esbozado proviene del fortalecimiento de la

    relacin integral de las relaciones sociales en el marco de las instituciones. Porque all el

    reconocimiento se hace objetivo y se despliega una relacin supraindividual, de lazos

    intersubjetivos anclados en una vida desplegada en la comunidad. La eticidad, a diferencia del

    derecho abstracto (Kant), es una instancia que une orgnicamente a los hombres entre s con un

    vnculo interno y no exterior, ms all de la moralidad simplemente subjetiva, pues se trata de

    una figura del espritu objetivo (Enciclopedia). La posibilidad de desarrollar capacidades y

    disposiciones humanas que permitan superar los intereses en conflicto se basa en las

    instituciones, las cuales son necesarias para la plena realizacin o desarrollo humano.

    Es decir, en el plano de la efectuacin de la libertad, Hegel exhibe (Principios de la Filosofa

    del derecho) un vnculo orgnico entre los hombres que supera la exterioridad de la relacin

    jurdica o econmica. El enfoque hegeliano en esta perspectiva es un aporte decisivo al

    pensamiento poltico de Ricur, que reafirma la dimensin tica de la ipseidad y refuerza el

    rango ontolgico esencial de la relacin del s con la alteridad en el marco de las instituciones.

  • Beatriz Contreras Tasso

    tudes Ricuriennes / Ricur Studies Vol 2, No 2 (2011) ISSN 2155-1162 (online) DOI 10.5195/errs.2011.83 http://ricoeur.pitt.edu

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    Este lazo social permite la organizacin de la comunidad histrica, establece una sociedad

    poltica y en suma, genera relaciones sociales no fragmentadas.

    La eticidad posee las fuentes y los recursos de la accin sensata. Es una idea que supone

    la moral efectiva y concreta que desarrolla la comunidad a travs del mutuo reconocimiento, en

    virtud del cual se co-construye una red de evaluaciones traducidas en costumbres que se ejercitan

    en la comunidad. Es decir, la eticidad es una red de creencias axiolgicas que regulan la divisin

    de lo permitido y de lo prohibido en una comunidad dada.19 Dichas costumbres son el marco de

    despliegue de la vida tica y poltica. De este modo, Hegel sigue siendo instructivo para Ricur

    al buscar en las estructuras sucesivas del orden familiar, luego econmico, finalmente poltico,

    las mediaciones concretas que faltaban a la idea vaca de ley.20 Adems, su tica concreta

    restituye la tradicin aristotlica que une el bien del hombre con la funcin del hombre (ergon),

    ejercidos en el marco de la comunidad y de los ciudadanos. Hegel, aportando recursos propios

    del pensamiento moderno21, concibe la poltica como un saber orgnico que coordina el bien del

    individuo con el de la comunidad, o lo que Ricur llama el car{cter arquitectnico de la

    poltica, que organiza las competencias particulares al servicio del todo de la Ciudad.

    Esta visin no deja de ser atractiva en el pensamiento de Hegel, aunque contenga, segn

    Ricur, aspectos cuestionables, en un sentido distinto a la crtica marxista. A saber, resulta

    tentadora la tesis hegeliana que propone la accin con sentido en y por la vida poltica, la cual se

    encarna en la idea del Estado en su forma incoactiva y tendencial, frmula que se fundamenta

    en la idea de una sntesis de la libertad y de la institucin. El Estado hegeliano opera esta sntesis,

    el problema es la exaltacin peligrosa e ilimitada de esta figura. Es decir, Ricur reconoce la

    importancia de la filosofa poltica de Hegel, no obstante, el punto crtico por el cual se distancia

    de la eticidad es su car{cter de tercera instancia superior. Rechaza una ontologa del Espritu

    elevada por sobre la conciencia individual y encarnada en el espritu de un pueblo, superando

    la intersubjetividad en la figura endiosada del Estado.

    Esta figura capaz de pensarse a s misma y de legitimar su juicio como superior a la

    conciencia moral puede desencadenar un desgarro entre ambas instancias ocasionando

    atrocidades trgicas irreversibles, como las que hemos visto en los totalitarismos del siglo XX. El

    Estado no est por sobre los individuos sino en una relacin de reciprocidad con ellos. Y si ese

    Estado deviene en la negacin de las libertades e iniciativas individuales debe ser deslegitimado.

    La pertenencia del individuo a un orden poltico, como el respeto de las instituciones, es

    irrenunciable y fundamental pero no totalmente incondicional. Por tanto, el modelo Ricuriano

    supone el mutuo reconocimiento de una autonoma individual que prospera en una sociedad que

    le reconoce y a la vez reconoce a la sociedad y sus instituciones polticas. Entonces, se rechaza

    una ontologa substancialista del Estado, como instancia superior totalizante dotada de un saber

    de s, idea mortal para la tica, por inadmisible y peligrosa para la democracia.

    En suma, la Sittlichkeit sobredeterminada por Ricur no es una substancia espiritual

    tico-poltica, sino que tiene su anclaje tico en la tradicin narrativa de una comunidad histrica.

    Las pretensiones de una cultura de priorizar este o aquel bien hacen que la discusin pblica sea

    inagotable, pues no existe un orden ltimo absoluto atemporal, que se sabe a s mismo, sino que

    las democracias deben establecer un consenso sobre la base de una buena deliberacin.

    En consecuencia, no hay una contradiccin en relacin al valor que Ricur otorga a la

    concepcin de la eticidad y a su crtica. Esta ltima se refiere a la fundamentacin metafsica de

    dicho postulado, en la ptica de una realizacin acabada y perfecta como figura desplegada del

  • Tacto, promesa y conviccin

    tudes Ricuriennes / Ricur Studies Vol 2, No 2 (2011) ISSN 2155-1162 (online) DOI 10.5195/errs.2011.83 http://ricoeur.pitt.edu

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    espritu, que parece congelar el elemento irreductible del conflicto. Por tanto, la phrnesis crtica

    pasa por Hegel, y esto supone para Ricur no caer en la tentacin hegeliana de asumir sin

    reparos una Sittlichkeit que ofrecera una salida perfecta al difcil equilibrio entre las demandas

    y expectativas individuales y los valores colectivos que representa el Estado. Por tanto, Ricur

    propone una Sittlichkeit depurada, la cual es despojada de sus pretensiones de superacin de las

    contradicciones que el Espritu auto-suscita y se reduce a la modestia de la phrnesis en el juicio

    moral en situacin. La contribucin que supone el concepto de eticidad es incorporar las

    mediaciones pblicas, que contienen en s una moral compartida, un mundo de costumbres

    construido en el debate de la comunidad.

    La relectura crtica de la tradicin de Aristteles, Kant y Hegel arroja un resultado

    concreto: la formulacin de la sabidura prctica, recurso que ilumina dicha tarea, a travs de la

    triple articulacin de las variadas fuentes del actuar, en su justo equilibrio. A saber: a) el dominio

    de la razn de actuar, el cual contempla toda la gama de la motivacin inscrita en el elemento

    desiderativo, ordenado desde una teleologa, o intencin ltima de la accin; b) El proceso de

    moralizacin que implica la conformidad de la accin con el deber, y c) El campo de la norma o

    regla de la accin, que contempla el anclaje socio-cultural simblico del actuar en el mbito de las

    costumbres, por el cual la accin individual deviene social.22

    De la angustia a la esperanza

    Lacte desprance, certes, pressent une totalit bonne [], mais ce pressentiment nest

    que lide directrices de mon tact mtaphysique; et il reste inextricablement ml

    langoisse qui pressent une totalit proprement insense. Que cela soit bon, je ne le vois

    pas: je lespre dans la nuit. Et puis, suis-je dans lesprance ? []. Rien nest plus proche

    de langoisse du non-sens que la timide esprance.23

    La esperanza, tal como nuestro filsofo sugiere, permite suavizar esa angustia inherente

    a la bsqueda del sentido de la vida y sus vicisitudes trgicas. La meditacin de carcter tico es

    una gua que despeja provisionalmente los escollos de este difcil trayecto. Y no es casualidad que

    en este hermoso prrafo aparezca la palabra tacto como un signo iluminador en dicha oscuridad.

    A nuestro juicio, el trabajo de sobredeterminacin de la phrnesis aristotlica alcanza un

    grado de sntesis notable en ese momento inicial que refleja el tacto del juicio moral en situacin.

    La interpretacin crtica de la phrnesis aristotlica recupera una phrnesis no ingenua, esto es,

    sometida a un proceso de prueba de universalizacin, que supone la evaluacin de su nivel

    normativo expresado en el orthos logos, depurado por la regla, y elevado as a una exigencia de

    adecuacin con ella. Sin embargo, el examen crtico mantiene intacto su rasgo distintivo, esto es,

    la capacidad de modificar la accin si la evaluacin muestra la insuficiencia de la norma para

    resolver de manera justa el caso concreto. El tacto es ese proceder sutil y lcido por el cual la tica

    aristotlica marca un hito decisivo de la reapropiacin crtica que Ricur desarrolla. No hay

    camino ms corto que ste para alcanzar ese tacto gracias al cual el juicio moral en situacin, y la

    conviccin que lo anima, son dignos del ttulo de sabidura prctica.24

    Es interesante notar que la palabra tacto aparece excepcionalmente mencionada en S

    mismo como Otro, y su mdico uso no releva su verdadera importancia, aunque en nuestra

    opinin es un aspecto esencial del ejercicio de la sabidura prctica. Si bien no hay una

    conceptualizacin textual expresa de esta nocin, podemos inferir que la puesta en marcha de la

  • Beatriz Contreras Tasso

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    sabidura pr{ctica exhibe ese momento decisivo de aplicacin del tacto inherente al juicio

    moral en situacin. Nos referimos a la cuestin de la sensibilidad como horizonte de posibilidad

    humana del sentir con otros. Apuntamos a un ensanchamiento del espectro de lo sensible que le

    confiere un rango de comprensin distinto al de la reflexin, aunque igualmente revelador.

    La sabidura prctica apela a los recursos de nuestra capacidad de sentir iluminados por

    la phrnesis. Podramos decir que esta nocin de sensibilidad es cercana al talante afectivo

    heideggeriano (Befindlichkeit), cuya capacidad comprensiva es decisiva para la accin.25 Ese tacto

    se verifica en el anlisis de la phrnesis aplicada a casos que Ricur denomina dolorosos. Un

    ejemplo de su lcida interpretacin se refiere al caso del enfermo terminal, que muestra la

    orientacin de la sabidura prctica cuando nos enfrentamos con conflictos difciles, para suavizar

    la tensin inherente al componente trgico de la accin. El dilema de la verdad debida a los

    moribundos nos propone una disyuntiva entre mentir al otro para suavizar su sufrimiento o

    decirle la verdad. Ricur no da una respuesta unvoca, imposible cuando es otro de carne y

    hueso quien nos interpela. Ms bien propone la que a su juicio respondera a la sabidura

    prctica, a saber:

    La sabidura prctica consiste aqu en inventar los comportamientos justos y apropiados a

    la singularidad de los casos, aunque, no por ello, est abandonada a la arbitrariedad. En

    estos casos ambiguos, la sabidura prctica necesita, sobre todo, meditar sobre la relacin

    entre dicha y sufrimiento.26

    La relacin entre la felicidad y el sufrimiento es gravitante en la decisin, que por

    supuesto supone la consideracin de la persona del caso y tambin de la perspectiva tica en la

    que se inscribe la felicidad, es decir, el supuesto de que la felicidad es un criterio tico valioso,

    aunque no excluye de su mbito el sufrimiento. No podemos ahondar en la reflexin profunda

    sobre la felicidad que Ricur desarrolla. Ms bien nos interesa mostrar que la sabidura prctica

    no es una receta, supone siempre un proceso renovado de evaluacin y no debera erigir en regla

    la que ha sido una eleccin de excepcin a la regla. En otras palabras, la sabidura prctica no

    puede imponer una sola forma de comprensin, lo que debe guiar la accin es el momento del

    tacto ejercido en el juicio moral en situacin, el cual reposa en ltima instancia en convicciones

    morales basadas en el respeto por el otro, y aspira a la universalidad, una universalidad que

    adquiere rasgos peculiares, al ser confrontada con los contextos de aplicacin:

    una cosa es decir el nombre de la enfermedad, otra sealar su grado de gravedad y las

    escasas posibilidades de sobrevivir, y otra exponer la verdad clnica como una condena a

    muerte. Pero existen tambin situacionesen las que la comunicacin de la verdad puede

    convertirse en la posibilidad de una reparticin en la que dar y recibir se intercambien

    bajo el signo de la muerte aceptada.27

    Por otra parte, la sabidura prctica exhibe una capacidad humana de continuidad de la

    persona moral. La expresin ms alta de la identidad ipse es la promesa. Es decir, una parte de la

    identidad, el ipse, opuesta al idem, representa esa forma de permanencia en el tiempo como

    continuidad tica a pesar de los vaivenes de la accin. Se trata del mantenimiento de s que surge

    como expresin de actos morales, cuyo ejemplo ms emblemtico es la promesa.

    La estructura de la ipseidad es dialgico-didica, pues el s mantiene su identidad (es el

    mismo) a travs de una narracin que da cohesin a los acontecimientos de su vida que

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    involucran a los otros, y en cuya aventura tienen significacin los compromisos ticos. La

    promesa expresa dicha capacidad tica, pues realza la relacin de la ipseidad con la alteridad.

    Ricur opera una crtica de la promesa en clave kantiana. En dicha perspectiva, la promesa es un

    acto de cumplimiento de la palabra que se sostiene en el deber de respeto a la persona como fin

    en s y, por tanto, un acto monolgico de auto-confirmacin. La reinterpretacin de la promesa

    en sentido tico, cuestiona la concepcin deontolgica centrada en el sujeto y reafirma su posicin

    inclusiva de la alteridad. Ricur ensancha esta interpretacin mediante la consideracin del

    cumplimiento que exige el respeto por el otro como una alteridad singular irreductible.

    Una segunda diferencia se refiere al plano del examen, pues en la perspectiva tica no

    interesa el anlisis lgico-lingstico del acto mismo en su configuracin interna. El valor tico de

    la promesa se centra en el examen del acto en relacin a su efectuacin, y no slo a su

    formulacin, paso que supone un nuevo escaln, el moral. A saber, lo central en la promesa es

    el principio de fidelidad a la palabra dada, en el marco de su estructura dialgica, cuyo xito va

    ms all de la satisfaccin del anlisis del acto de discurso involucrado. Asimismo, la promesa,

    desde el prisma Ricuriano, se cumple como respuesta a otro y no slo por el sentido normativo

    del cumplimiento.

    En sntesis, el punto crtico con respecto al marco normativo kantiano se refiere a que los

    resortes de la accin moral estn en la constitucin interna de la misma promesa, y la autonoma

    es su condicin de posibilidad. Hay una ligazn de necesidad entre decir y cumplir que permite

    que el agente responda al otro concernido. Este enfoque es insuficiente, a juicio de Ricur, como

    tambin lo es el enfoque lingstico que subraya el rol mediador del lenguaje entre el sujeto y el

    contexto. Ambos son vlidos pero se focalizan en el agente, sujeto, o locutor, como polos

    determinantes de la eleccin. La promesa que determina la ipseidad slo puede ser definida en el

    contexto de una relacin de cumplimiento con otro. Es decir, el aspecto que otorga un carcter

    tico privilegiado a este fenmeno es su referencia a la dimensin intersubjetiva en que un agente

    es capaz de postergarse a s mismo en favor de otro.

    Esta contraposicin de tica y moral retoma la crtica esbozada al comienzo sobre la

    reciprocidad, elemento de disimetra expresado en la Regla de Oro, y su empobrecimiento en el

    segundo imperativo de Kant. A la tica de la solicitud, interpelacin centrada en el otro, se

    contrapone desde la perspectiva kantiana, la moral del respeto a la persona. La distancia de

    ambas formulaciones es sutil aunque importante. El punto de interferencia respecto al concepto

    de respeto a la persona surge, a juicio de Ricur, de la afirmacin de Kant de la bondad de la

    accin a partir de su conformidad con la ley. Por el contrario, el respeto como respuesta a la

    demanda de otro permite fundar la bondad de la accin en un principio distinto, a saber, en un

    acto de fidelidad a otro por quien cobra sentido la obligacin de cumplir las promesas. Con este

    giro se intenta establecer la conexin entre los criterios de justicia y la idea del bien.

    Una sem{ntica del bien que inserta el compromiso con el otro como la virtud de la

    duracin, no una virtud del instante, puesto que como se expresa en el acto de prometer, ste

    muestra un cierto comportamiento con respecto al tiempo. Y podramos agregar, un deber de

    memoria, por el cual asumimos la tensin que supone luchar contra el olvido, en aquellos casos

    en que nos sera personalmente ms provechoso su incumplimiento. Esta sensibilidad con el

    otro refleja, desde la ptica de la solicitud, la idea de la mutualidad del intercambio

    intersubjetivo: la solicitud corresponde a la estimacin de s mismo como otro y del otro como un

    s mismo. En esta base de reciprocidad presupuesta se funda la posibilidad de cumplir con la

    promesa. Y nuestra negativa no slo propone una contradiccin lgica (deriva kantiana), sino

  • Beatriz Contreras Tasso

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    una violencia en contra de otro. Es decir, la contraposicin del plano dialgico al plano

    monolgico de la deontologa, exhibe la superioridad del nivel tico de respuesta a otro por sobre

    el nivel de la obligacin a m mismo, en el plano lgico de la no contradiccin.

    Por otra parte, la invocacin de la Regla de Oro apela a un estadio tico fundador de

    orden narrativo e interpretativo el cual es pre-moral y tiene un carcter de universal potencial, por

    dos motivos: se encuentra en diversidad de culturas y tambin necesita ser sometida a

    ratificacin y discusin en cada cultura que todava no la ha adoptado o que la interpreta de otra

    manera. En este sentido, es un principio de un origen muy distinto al imperativo kantiano que se

    funda en la sola razn. Este fondo inicial al cual Ricur refiere toda su arquitectura tica esboza

    su radical pretensin de superar un punto de partida trascendental, por una tica arraigada en la

    razn prctica encarnada en una comunidad viva, que comparte sus grandes relatos fundadores.

    El ltimo estadio de la formulacin emblem{tica de esta tica de la intencionalidad de la

    vida buena con y para otro en instituciones justas, alude precisamente a los relatos fundadores

    que dan pie a la conviccin, tercer momento ejemplar del trayecto que cerrar este anlisis. La

    conviccin es el punto de llegada crucial del proceso que sintetiza el camino de discernimiento y

    de asimilacin de la tradicin, una actitud de atento escuchar lo que la sabidura de la praxis

    social nos entrega, y al mismo tiempo, la capacidad de elegir lo que corresponde y es apropiado a

    la accin, sin obviar las limitaciones de la situacin. La ponderacin crtica de lo heredado exige

    la justa distancia que descarta los elementos que constituyen un prejuicio y no estn a la altura de

    la exigencia concreta de dar un cauce a la accin, la cual por su singularidad e historicidad nos

    demanda una decisin apropiada.

    La conviccin pertenece a uno de los estadios decisivos de la sabidura prctica, sin

    embargo, en nuestra opinin, no es simple en su determinacin terica, por su carcter mixto, de

    combinacin de elementos, de relacin dialctica entre deber y deseo, bajo cuya iluminacin se

    lleva a cabo el juicio moral en situacin.

    Yo comprendo, por conviccin, a la vez una argumentacin, pero tambin una motivacin

    de la cual no se puede dar cuenta. Hay ciertamente, en mis convicciones, un elemento no

    solamente ntimo y secreto, sino inaccesible a m mismo.28

    La conviccin, inserta en el ejercicio argumentativo, tiene un estatuto metdico importante en el

    despliegue del juicio moral, como resultado de una autonoma depurada por la perspectiva tica

    de la ipseidad, mediante la inclusin de la alteridad en su dimensin individual y social. La

    recuperacin crtica de la nocin de conviccin permite a Ricur responder a una discusin

    contempornea crucial entre universalistas y contextualistas. El nudo de la cuestin es la

    oposicin entre convencin (tradicin) y argumentacin (crtica). Ricur propone la sabidura

    prctica como una salida a dicho debate y el concepto de conviccin permite hacer frente a la

    crtica de Habermas.

    Enunciemos el problema de manera breve. Ricur se circunscribe a la exigencia de

    justicia en el plano institucional y sostiene que es preciso examinar los supuestos implcitos que

    permiten establecer criterios de justicia procedimentales. As, tanto el liberalismo de Rawls como

    las denominadas ticas de la argumentacin de tendencia universalista son recuperados (previo

    examen crtico), en la medida en que proponen procedimientos tendientes a universalizar ciertos

    patrones de conducta necesarios para vivir en comn. Sin embargo, las demandas opuestas, de la

    ticas contractualistas (comunitaristas) tambin son vlidas en atencin a su defensa de valores

  • Tacto, promesa y conviccin

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    culturales inalienables, que son inherentes a cada sociedad particular. Ricur intenta establecer

    un camino alternativo a dicha oposicin. La argumentacin es, a su juicio, una exigencia de

    universalizacin que est{ al servicio de la resolucin de cuestiones concretas que ataen a las

    cosas de la vida. Es decir, no se puede olvidar que toda instancia reguladora y crtica opera

    sobre y en el seno de convicciones que contienen elementos universales e histricos, que se deben

    entrecruzar.

    El paralelismo entre dos niveles fundamentales de la accin, universalidad e historicidad,

    obliga a ejercer toda la cautela necesaria para establecer una difcil armona que no puede

    prescindir del plano de las convicciones insertadas en formas de vida concreta. Sin embargo, este

    reconocimiento no implica una adhesin ciega a ciertas formas rgidas de tradicin elevadas al

    rango de convencin, sino que exige una discusin efectiva en el fuero de una comunidad

    representada por todos quienes participan en ella, para consensuar los universales en contexto que

    han de ser mantenidos y cuidados por la sociedad. Este ejercicio corresponde a lo que Ricur

    entiende como el nivel de la conviccin, al cual se accede a partir de una discusin abierta,

    reflexiva y participativa en el marco de la racionalidad y del consenso en el campo ineludible de

    las instituciones.29 La sabidura prctica muestra entonces una productividad en la dimensin

    pblica, que abarca el contexto social de las instituciones justas.

    Hegel sigue siendo instructivo si se le incorpora, a juicio de Ricur, la travesa histrica

    de los conflictos que agitan la prctica humana como parte ineludible y nunca superable de la

    vida moral; de ah la necesidad de la discusin, evaluacin y consenso de las convicciones. Con

    esto se cumple el trayecto que va de la estima de s a la solicitud y de esta al respeto de la

    alteridad, que se expresa en el momento de la conviccin. El s recorre todo el curso de las

    determinaciones tico-morales de la accin, curso a cuyo trmino la estima de s se convierte en

    conviccin.30

    Consecuentemente, el momento de la conviccin es clave en la medida en que sintetiza

    una relacin complementaria de dos polos de la accin deseo y deber- en dos niveles

    superpuestos mismidad y alteridad- que guan transversalmente el camino reflexivo de la tica

    Ricuriana que transita desde la justificacin a la ejecucin. En la conviccin se ensamblan

    procesos phronticos y universalizadores en una misma operacin. El s capaz de conviccin

    recorre un trayecto que recoge en la unidad elementos provenientes de sus deseos ms internos y

    profundos, junto con una prctica slida de argumentacin compartida. El acto de evaluacin

    crtica se ejerce en el plano personal y colectivo, considerando las normas establecidas y la

    complejidad del escenario concreto. Este ejercicio le confiere al s el estatuto de persona

    imputable, responsable, capaz de reconocimiento, es decir, la estima de s abierta a la solicitud y

    dispuesta a una relacin de compromiso con las instituciones:

    no hay que detener la trayectoria de la tica en el imperativo-prohibicin, sino

    proseguir su curso hasta la eleccin moral en situacin. La conminacin alcanza entonces

    al fenmeno de la conviccinel momento de la conviccin no sustituye a la prueba de la

    regla; adviene al trmino de un conflicto, que es un conflicto de deberes. Adems, el

    momento de conviccin seala, a mi entender, un recurso a las fuentes an inexploradas

    de la tica, ms all de la moral, pero a travs de ella.31

    Para concluir, diremos que la productividad de esta tica se muestra en su posibilidad de

    aplicacin. El examen de la conviccin ha puesto de relieve los conflictos inherentes al trayecto de

  • Beatriz Contreras Tasso

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    la efectuacin de la libertad, cuya discusin est orientada por la prueba de la aplicacin. Por lo

    tanto, el desafo tico que preocupa a Ricur es encontrar puntos de convergencia que traspasen

    las barreras locales y permitan aunar criterios universales, sin violentar a las comunidades y

    culturas marginales. De lo contrario, se fomenta el abismo que separa a los continentes y naciones

    entre los poderosos y los que se someten, reproduciendo as una disimetra que se transforma en

    injusticia.32 Ricur recomienda:

    por una parte, mantener la pretensin universal vinculada a algunos valores en los que

    lo universal y lo histrico se entrecruzan; por otra, ofrecer esta pretensin a la discusin,

    no en un plano formal, sino en el de las convicciones insertadas en formas de vida

    concreta.33

    As, plantea un espritu de tolerancia o de admisibilidad respecto de otros universales

    potenciales,34 que pueden anidar en culturas extraas; esto supone reconocer la verdad posible de

    proposiciones de sentido de otros, de una alteridad que en principio puede resultar extraa.

    Asimismo, el recurso a universales en contexto (potenciales o incoactivos),35 permite el equilibrio

    reflexivo entre universalidad e historicidad. Estos meta-valores deben ser evaluados en el dilogo

    respetuoso entre culturas diferentes y ser confirmados por dicho proceso. Pero su estatuto no es

    el de simples valores sino que aspiran a una adhesin meta-moral por su condicin de

    universalidad que, unida a su historicidad, los dota del grado de compromiso. Este sentido semi-

    trascendental, semi-emprico, semi-apriorstico, semi-histrico (Nabert) es el que pueden recibir

    las nociones de condena a la tortura; condena a la xenofobia; condena al racismo; condena a la

    explotacin sexual de los nios, etc.

    El carcter histrico permite la evaluacin continua de estas nociones en los contextos y

    el carcter universal hace de su formulacin una ley reconocible por todos. De este modo, se

    superan las meras convenciones por una discusin real en el nivel de las convicciones, cotejadas

    en el contexto y bajo el procedimiento de la argumentacin en una comunidad de comunicacin.

    uno de los rostros de la sabidura pr{ctica que perseguimos a lo largo de todo este

    estudio es ese arte de la conversacin en el que la tica de la argumentacin se verifica en

    el conflicto de las convicciones.36

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    1 Paul Ricur, S mismo como otro (Madrid: Siglo Veintiuno, 1996); org. Soi-mme comme un autre

    (Paris: ditions du Seuil, 1990).

    2 Galle Fiasse, LAutre et LAmiti chez Aristote et Paul Ricur: Analyses thiques et Ontologiques (Paris

    Louvain: Peeters, 2006), 148. Subraya la riqueza arraigada al obrar humano concreto y su fuerza

    desiderativa. 3 Paul Ricur, la gloire de la phronsis, in La vrit pratique:Aristote thique Nicomaque Livre VI

    (Paris: Ed. Jean-Yves Chateau, 1997), 22.

    4 Ricur, la gloire de la phronsis, in La vrit pratique Aristote, 22. Ac expone sintticamente su

    reevaluacin de la phrnesis.

    5 Paul Ricur, S mismo como otro, 285.

    6 Immanuel Kant, Fundamentacin de la metafsica de las costumbres, ed. Luis Martnez de Velasco

    (Madrid: Coleccin Austral, Espasa Calpe, 2001), 92.

    7 Immanuel Kant, Crtica de la razn prctica, ed. Dulce Mara Granja (Mxico: FCE, 2005); org. Kritik der

    praktischen Vernunft, (1788), 28.

    8 Egosmo ms o menos refinado al que se refiere Kant en La Fundamentacin, en el Captulo Segundo.

    9 Ricur, S mismo como otro, 189.

    10 Johann Michel, Ricur une Philosophie de lagir humain (Paris: Cerf, 2006), 311.

    11 Paul Ricur, Amor y justicia, trans. A. Domingo Moratalla (Madrid: Caparrs, 2001), 78.

    12 Ricur, S mismo como otro, 232. Ricur se refiere al Talmud de Babilonia, Shabbat, 31.

    13 La fuerza hermenutica de la Regla de Oro es poseer una intuicin de la persona como disposicin al

    bien, la cual funda el respeto por el otro. A la lgica utilitarista Ricur opone la lgica de la

    reciprocidad/gratuidad.

    14 Galle Fiasse, Asymtrie, gratuit et rciprocit, in Paul Ricur: De Lhomme faillible lhomme

    capable, ed. Galle Fiasse (Paris: PUF, 2008), 126-9.

    15 Ricur, S mismo como otro, 235.

    16 Kant, Fundamentacin de la metafsica de las costumbres, 84.

    17 Ricur, S mismo como otro, 239.

    18 Ricur, S mismo como otro, 239.

    19 Paul Ricur, Del texto a la accin, trans. Pablo Corona (Mxico: FCE, 2002), 231.

    20 Ricur, Del texto a la accin, 234.

    21 Joachim Ritter, Moralidad y Eticidad. Sobre la confrontacin de Hegel con la tica kantiana, in

    Angehrn et al., Estudios sobre la Filosofa del Derecho de Hegel (Madrid: Centro de estudios

    Constitucionales, 1989), 143-169.

  • Beatriz Contreras Tasso

    tudes Ricuriennes / Ricur Studies Vol 2, No 2 (2011) ISSN 2155-1162 (online) DOI 10.5195/errs.2011.83 http://ricoeur.pitt.edu

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    22 Peter Kemp, Sagesse pratique de Paul Ricur: Huit tudes (Paris: Sandre, 2010), 95-111. El autor

    valora la funcin de integracin de la tica Ricuriana en la relacin entre razn de actuar y regla de

    accin, donde retomando a Hegel ampla la idea de la moralidad con el aporte de la tica.

    23 Paul Ricur, Histoire et Vrit (Paris: Seuil, 1964), 306.

    24 Ricur, S mismo como otro, 259.

    25 Martin Heidegger, Ser y Tiempo, trans. Jorge Edo. Rivera (Santiago: Universitaria, 1997). Olivier Abel,

    La philosophie du proche, Cits 1, no. 33 (Avril 2008): 109-18. El autor se refiere ac a este nivel

    de sensibilidad como elemento significativo.

    26 Ricur, S mismo como otro, 294.

    27 Ricur, S mismo como otro, 295.

    28 Este texto es un entrevista a Paul Ricur con ocasin de sus 90 aos, LHerne Ricur (Paris: LHerne,

    2004), 15. El libro se llama Cahiers de lHerne.

    29 Habermas y Rawls son fuentes de inspiracin importantes que Ricur considera y discute de manera

    cuidadosa sus modelos.

    30 Ricur, S mismo como otro, 324.

    31 Ricur, S mismo como otro, 392-393.

    32 El peligro de la exacerbacin de las diferencias es que los polos marginales, supuestamente

    beneficiados por el reconocimiento de su diferencia, quedan a merced de dicho criterio de

    diferenciacin y vuelven a ser discriminados por los polos de poder.

    33 Ricur, S mismo como otro, 391.

    34 Ricur reproduce tambin otra expresin de Taylor, los universales incoactivos, que son

    transversales a los contextos, aunque se entrecruzan con la variable contextual, dejando as abierta

    su reformulacin crtica.

    35 En este punto, Ricur reconoce su deuda a Jean Nabert con el trmino valor entendido en un sentido

    semitrascendental, semiemprico-semiapriorstico, semihistrico.

    36 Ricur, S mismo como otro, 391.