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  • 7/25/2019 Testimonio, subjetividad y lenguajes femeninos en contextos de violencia poltica en Amrica Latina

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    KAMCHATKA5 JULIO2015

    ISSN: 2340-1869 PGS. 385-410 385

    Testimonio, subjetividad y lenguajes femeninos encontextos de violencia poltica en Amrica Latina

    Feminine Languages and Subjectivation Annotations on PoliticalViolence and Testimonial Narrative

    MARTHACECILIAHERRERAUniversidad Pedaggica Nacional [email protected] investigadora de la Universidad Pedaggica Nacional. Magster enHistoria de la Universidad Nacional de Colombia (Colombia) y Doctora enFilosofa e Historia de la Educacin de la Universidad Estadual de Campinas(Brasil). Fundadora del grupo de investigacin Educacin y Cultura Poltica.

    CAROLPERTUZBEDOYAUniversidad Pedaggica Nacional [email protected] en Psicologa y Pedagoga de la Universidad Pedaggica Nacional(Colombia). Tecnloga en Sistematizacin de Datos de la Universidad DistritalFrancisco Jos de Caldas. Miembro del grupo de investigacin Educacin yCultura Poltica.

    Resumen: En el marco del proyecto de investigacinNarrativa Testimonial, Polticas de la Memoria ySubjetividad en Amrica Latina, el presente artculolleva a cabo algunas reflexiones sobre un corpusdocumental basado en textos escritos por mujeres quehicieron parte de grupos de izquierda que optaron porla va armada entre los aos 60 y 90 del siglo pasado.Con ello se busca iluminar los modos como laviolencia poltica y el terrorismo de estado modularonla cultura poltica en Amrica Latina e incidieron en laconfiguracin de las subjetividades de quienes fueron

    a c t o r e s d i r e c t o s o i n d i r e c t o s d e d i c h o sacontecimientos, al tiempo que se explora en dichasnarrativas algunas de sus implicaciones sobre eltiempo presente.

    Palabras clave: Violencia poltica, subjetividadespolticas, narrativa testimonial.

    RECIBIDO: 23 DEENERODE2015ACEPTADO: 3 DEJUNIODE2015

    Abstract: In the framework of the researchproject

    Testimonial Narrative, Policies of Memory andSubjectivity in Latin America, this paper reflects on adocumentary

    corpusbased on texts written by womenwho once belonged to leftist groups opting for thearms between the 60s and the 70s in the 1900s.Through this, we aim at enlightening the ways inwhich political violence and State terrorism modulatedpolitical culture in Latin America and affected theconfiguration of the subjectivities of direct or indirectactors in these events. At the same time, the paper

    explores some of the implications for the present timein these narratives.

    Key words: Political violence, political subjectivities,testimonial narratives

    DOI: 10.7203/KAM.5.4572

    mailto:[email protected]:[email protected]:[email protected]:[email protected]
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    Ayer lo defendimos con banderas, poemas y fusiles y hoy lo seguimoshaciendo con campanas sonando al porvenir, al viento como los cantosde palomas con angustias de paz, haciendo del Internet una nueva armade futuro y de nuestro cansancio un silencio aborrecido. Con rencor a lamuerte prematura, sin consuelo por la muerte de inocentes. Sin

    perdonar, sin olvidar. Porque amamos la vida. Tuvimos derecho al fusil,como tuvimos derecho al goce libre de nuestro propio cuerpo. Y si nadade todo eso nos fue dado, sino que debimos arrebatarlo, pagamos muyalto el precio de perderlo todo. Y con el descuartizamiento de nuestra

    psiquis y el dolor extremo del cuerpo.

    Zabaleta

    Introduccin

    Las dcadas de los 60 y 70 del siglo XX constituyeron en Amrica Latina el despertar de una seriede movimientos sociales acompaados del surgimiento de organizaciones polticas y, dentro de ellas, degrupos que optaron por la va armada, a la luz de una serie de expectativas movidas por la revolucincubana, por diversos movimientos de liberacin nacional y por la crisis, en general, de lainstitucionalidad del orden social legitimado en la regin. As mismo estas dcadas se caracterizaron porla eclosin de movimientos culturales en cuyo contexto se cuestion el papel de la mujer y los rolestradicionales entre los sexos, al tiempo que emergieron los jvenes como categora especfica debido a suprotagonismo, representando, junto con las mujeres, el paradigma de algunos de los cambios dados en elperodo.

    Igualmente en buena parte de los pases la densificacin de las poblaciones urbanas estuvoacompaada de transformaciones en el campo de la comunicacin as como de procesos demodernizacin lo cual incidi en la ampliacin de las tazas de alfabetizacin, en mayores posibilidades deintercambio y de nuevos espacios de socialidad y, en general, en la circulacin de modelos y estilos devida que desbordaron las fronteras locales y nacionales, cuestionando, en su conjunto, los imaginariossociales e individuales de los estados nacin y, en trminos amplios, del proyecto moderno que habaacompaado el avance del capitalismo.

    El ambiente poltico y cultural del perodo estuvo marcado por la crisis de los modelos de

    desarrollo en el continente y la deslegitimacin de buena parte de los proyectos polticos de las clasesdominantes que los representaban, lo cual condujo en algunos de los pases al terrorismo de Estado,como fue el caso del Cono Sur, y a regmenes de democracia restringida en otros de los pases delcontinente, en la procura de obtener control social, poltico e ideolgico, poner bajo cintura a losmovimientos sociales y a los grupos polticos de oposicin, generando condiciones para las

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    modificaciones estructurales llevadas a cabo bajo directrices norteamericanas, en el contexto de laGuerra Fra.

    A lo largo de estas dcadas los sujetos fueron modulados, en muchos de sus aspectos, por procesosde subjetivacin en los que la violencia poltica dej una profunda huella en sus subjetividades, lo cualtuvo desdoblamientos diferenciales para el conjunto de la sociedad, de acuerdo a los modos como staincidi en sus experiencias y en el transcurrir de sus vidas cotidianas. En este sentido, el estudio en tornoa la configuracin de subjetividades y de constitucin de sujetos polticos en el perodo deber darcuenta de un panorama que aunque heterogneo y desigual, s lleva la impronta de los mismosacontecimientos histricos en los que la violencia poltica tuvo un despliegue significativo.

    Desde este horizonte, en el presente trabajo se busca dilucidar las maneras como se configuraronlas subjetividades de mujeres que pertenecieron a organizaciones polticas de izquierda, centrndonos en

    militantes de grupos poltico-militares, a travs de las narrativas testimoniales en las que plasmaron susvivencias y percepciones sobre la violencia poltica entre 1960 y 1990. El artculo se aproxima, enprimer lugar, a algunas reflexiones en torno al contexto de violencia poltica que caracteriz las dcadascomprendidas entre 1960 y 1990. En segundo lugar, se hacen algunas disquisiciones en torno altestimonio y su institucionalizacin como gnero en los aos 60 y 70, para pasar a abordar, acontinuacin, alguna de las producciones narrativas elaboradas por tres mujeres: en Chile (CarmenCastillo), Argentina (Pilar Calveiro) y Colombia (Vera Grabe).

    Violencia y poltica: una relacin inacabada

    Las relaciones entre poltica y violencia son bastante complejas y sus delimitaciones han estadosujetas a diferentes acercamientos en distintos perodos histricos, lo cual ha llevado en unas ocasiones aresaltar sus proximidades y en otras a relievar el extraamiento entre estos dos trminos. A partir de lasegunda mitad del siglo XX este debate cobra vigencia para tratar de comprender las dinmicas polticasque caracterizaron estas dcadas y las actuaciones de los distintos grupos que tuvieron expresin en elcampo poltico en el plano mundial y en, especial, en el continente latinoamericano, incidiendo en laconfiguracin de las subjetividades.

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    Violencia fundadora y violencia poltica

    Los seres humanos han hecho uso de diferentes estrategias para solucionar los conflictos

    implicados en la convivencia y en la configuracin de los rdenes sociales, para lo cual han acudido enmuchas de las ocasiones al uso de la violencia. Este hecho ha generado discusiones sobre la legitimidad ono de la misma, de acuerdo a quien la detente, dando pie a diversas formas de resolucin.

    En primer lugar podemos decir que el orden de lo sagrado ha sido una de las soluciones msantiguas de esta legitimacin, tal vez la primera en trminos histricos como lo indica Ren Girard(1982), para quienHieros, que procede del vdico isirah (fuerza vital), implica tanto una violencia-fuerzadestructora como una violencia-orden constructora. As, existe un lazo entre los dos tipos de violencia (laque divide y la que une) que vinculan a la sociedad humana y a la religin o, mejor, a lo sagrado, con estanocin en un todo comprensivo en el cual se modulan, no sin dificultades, las dos acepciones de la

    violencia.

    En segundo lugar, a la par con la dimensin de lo sagrado, la historia ha evidenciado otras salidascomo la de las normas jurdicas, en cuanto forma de control de las fuerzas violentas, haciendo uso paraello del ejercicio de la racionalidad; frmula que cobra importancia con la configuracin de los Estados yde manera particular con los Estados modernos, contexto en el que surgen interrogantes sobre el usolegtimo que stos tienen para ejercer la violencia (su monopolio) y, en este orden de ideas, de ladescalificacin de otras fuerzas que hagan uso de la misma por fuera de la accin estatal. Al respecto, enlos distintos acercamientos persiste como nudo problemtico bajo qu parmetros un Estado adquiere

    legitimidad entre sus gobernados para hacer uso de la violencia y as mismo cules son los lmites dedicho ejercicio, en torno a lo cual los tericos se dividen entre quienes la justifican y quienes ladescalifican como modalidad para acceder o mantener el poder; de este modo, mientras unos enfatizanen el problema de la dominacin otros lo hacen en el del consenso.

    Ricoeur (1998) propone una teora del Estado en la que articula estas dos aproximaciones,afirmando que el Estado debe actuar desde una idea del poder en trminos de concertacin perovalindose, al mismo tiempo, de un uso moderado de la violencia para obtener su legitimacin. Ricoeurasevera (2009) que la violencia ha estado siempre en juego en cuanto recurso del Estado para garantizarla supervivencia de las comunidades, de las cuales ha sido mediador y contina sindolo en la actualidad.

    A la vez define la violencia como un componente fundante de toda comunidad, lo cual le lleva a afirmarque si bien la violencia es una constante entre los seres humanos y, por lo tanto, debe ser regulada por elEstado, no es la violencia la que define al estado sino el objetivo de consolidar y proteger lascomunidades (p. 100).

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    Es en torno a esta finalidad suprema, la voluntad de supervivencia, que se han pronunciado lasdistintas escuelas de la filosofa poltica sobre el Estado para privilegiar en su anlisis ya sea, el problemade lafuerzacon la que debe operar el Estado como garante de la supervivencia de la comunidad, lo cual

    lleva a prestar mayor inters a asuntos referidos al poder; o ya sea, el problema de laformacomo se debellevar a cabo este propsito, lo cual conduce a preocupaciones referidas ms al estado de derecho y a susnormas constitucionales (Ibid., 2009, p. 101). No obstante, la otra dimensin del Estado referida a la

    fuerza, tambin corresponde a un Estado de derecho ya que ste no puede definirse si no se incorpora asu funcin el monopolio de la fuerza legtima. Por ello, la paradoja poltica consiste precisamente enesta confrontacin entre la forma y la fuerza en la definicin de Estado (Ibid, p. 102), en cuyo interioracecha permanentemente la huella de la violencia arbitraria y las posibilidades de su activacin.

    Violencia poltica en Amrica Latina: 1960-1990

    A la luz de las discusiones en torno al carcter legtimo o ilegtimo de la violencia para obtener elcontrol social, para detentar el poder, se requiere situar las acciones polticas de oposicin llevadas acabo por las generaciones que vivieron en Amrica Latina entre las dcadas de los 60 y 90, as como larespuesta estatal a las mismas y el tipo de subjetividades que de all emergieron en un contexto marcadopor la represin poltica y el uso de la violencia.

    Las expresiones de violencia poltica hicieron parte del entorno social y cultural en el quemiembros de esas generaciones crecieron e hicieron sus primeros escarceos en la esfera de lo poltico atravs de la militancia revolucionaria, con el fin de transformar las circunstancias histricas que lesrodeaban, caracterizadas por la desigualdad social y la intolerancia poltica, contexto en el cual, a pesarde las preocupaciones de Arendt (1970, edicin 2005), el uso de la violencia era moneda corriente.

    El contexto de efervescencia social y poltica que caracteriz el continente latinoamericano y losidearios que fenmenos como la revolucin cubana y los movimientos de liberacin nacional vietnamita yargelino haban avizorado, respecto a las posibilidades de construir modelos diferentes al capitalista,condujo a la conformacin de organizaciones de izquierda que tomaron las armas bajo la conviccin deque los rdenes sociales existentes, y los regmenes que los representaban, haban perdido su

    legitimidad, diagnstico que validaba el uso de la violencia para tomar el poder e instaurar regmenes queposibilitasen rdenes sociales ms justos. Es en este marco que surgen en Chile organizaciones como elMIR, MAPU, Brigada Ramona Parra y Brigadas del Pueblo Revolucionario; en Argentina las FAR, lasFAP, Montoneros y ERP; en Colombia las FARC, el EPL, el ELN y el M-19, entre otras organizaciones.

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    A pesar del optimismo que norte estas iniciativas la mayora de las organizaciones fueronquebradas durante los 60 y 70 por la violencia estatal, diezmando las filas de sus militantes yconduciendo a dictaduras en el Cono Sur, o al endurecimiento de regmenes considerados como

    democracias en otros de los pases del continente (haciendo uso del estado de sitio), con base en loslineamientos de las polticas de seguridad nacional estadounidense, segn los cuales los opositores alrgimen fueron considerados como el enemigo a derrotar/exterminar de la misma manera a como sehaca con un enemigo externo.

    Las dcadas del 80 y 90 significaron en algunos de estos pases procesos de transicin a lademocracia, a travs de los cuales se quiso tomar distancia de estos aos de plomo(como se los mencionapara el caso argentino), pero cuyas consecuencias sobre el presente de los regmenes democrticospende como una espada de Damocles ya que muchos de los cambios que se dieron en el plano macro-

    estructural durante las dcadas anteriores constituyen el fundamento de las actuales sociedadeslatinoamericanas. Por su parte Colombia aunque intent procesos de negociacin y reinsercin dealgunos de los grupos de izquierda alzados en armas, continu con un proceso de violencia poltica en elcual el paramilitarismo y el narcotrfico van a redefinir algunas de las caractersticas del perodo anterior,dando continuidad a un complejo conflicto armado en el que el desplazamiento interno ha situado al pasen los primeros lugares a nivel mundial.

    El restablecimiento de la democracia y el reordenamiento de los valores sociales en funcin de latransicin produjo modificaciones en la mirada en torno al uso de la violencia bien sea en trminos de lapreservacin o del acceso al poder. As, una mirada pasada por el filtro de los saldos de dos guerras

    mundiales y los efectos de la mal llamada Guerra Fra, cuyas polticas alcanzaron a tocar el corazn de lassociedades latinoamericanas, ha llevado a cuestionar la legitimidad de la violencia en un contexto en elcual se han afianzado los derechos humanos y la defensa de proyectos y regmenes polticos de carcterdemocrtico. Como consecuencia de ello el tema de la violencia poltica, ms all de su rechazo, parecequedar por fuera de los debates en la agenda pblica en pro de polticas de reconciliacin en las que no seha alcanzado, por un lado, a saldar cuentas con el pasado (violento) que estas sociedades han heredado y,por otro lado, en las cuales se escamotea el hecho de que en la esfera poltica el componente de laviolencia hace parte de las tensiones con las que toda sociedad debe lidiar.

    De este modo, con base en la actitud de invalidar el uso de la violencia poltica per se, se hacecomn la emisin de juicios descontextualizados con aseveraciones que condenan la recurrencia a losmedios violentos como posibilidad de acceso al poder y alternativa de subversin de los rdenes socialesvigentes. Esta manera de tramitar los acontecimientos de violencia poltica dados en el continentelatinoamericano en el pasado reciente cal en la memoria social incidiendo en los posicionamientos

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    respecto a los mismos. Segn Calveiro: Se podra decir que esta violencia de "escarmiento" del Estado,contra aquellos que intentaban poner en entredicho su ncleo ms medular, permanece como memoriadel miedo gigante que no se atreve siquiera, en el presente, a reconsiderar la difcil y decisiva relacin

    entre poltica y violencia (Calveiro, 2005, p. 190).

    Desde este horizonte problemtico toma relevancia el acercamiento a las miradas de los diferentesactores que jugaron algn papel en los acontecimientos polticos acaecidos entre 1960 y 1990, conmiras a rastrear las concepciones acerca de la violencia poltica y los procesos de subjetivacin que seconstituyeron en referentes de las generaciones vinculadas a lo poltico en este perodo.

    Testimonio, Subjetividad y lenguajes femeninos

    Entre las dcadas del 60 y el 90, el campo cultural y el poltico encontraron en Amrica Latinaimportantes puntos de confluencia. Podra decirse que todo lo cercano al campo cultural se convirtidurante los regmenes dictatoriales del Cono Sur y las democracias restringidas del resto del continenteen foco de hostigamiento y, al mismo tiempo, en la esfera de combate desde la cual los perseguidospolticos llevaron a cabo su accin poltica de resistencia; situaciones que derivaron en que la actividadpoltica fuera definindose cada vez ms como una poltica cultural (Ydice, 2003, p. 128).

    Dentro de las expresiones culturales privilegiadas durante este periodo, se sita el testimoniocomo blasn predominante de tal poltica cultural. Este gnero haba tomado fuerza en el continentedesde finales de la dcada de los 60, de la mano del auge de los movimientos sociales que se expresabanal margen de los partidos tradicionales y al cual se le dio legitimidad en el campo de la literatura cuandofue incluido en el Premio Casa de las Amricas (Ochando 1977). Adems de su evidente cercana conmtodos de accin poltica de oposicin, caractersticos de la poca inscritos en el paradigma dedenuncia como posibilidad de dar a conocer al mundo condiciones especficas de represin, o en eljurdico como prueba del testigo ante los tribunales internacionales los testimonios lograron crearrupturas importantes en las dicotomas constitutivas de la modernidad hegemnica (Ydice, 2003, p.128); as, por ejemplo, traspasaron y tornaron indiferenciables la esfera pblica y la privada puesto queen el propsito de la denuncia llevaron a lo pblico aquello que se pretenda privado.

    De esta manera, esta matriz discursiva se consolid como posibilidad de la prctica democrtica enlos lugares en que haba sido frustrada la realizacin del cambio social deseado; con la palabra como armay la literatura como trinchera la izquierda revolucionaria del continente intent mantener en firme losvalores que las dictaduras destruan a su paso. As, mientras los activistas polticos integraban laproduccin testimonial en el paradigma de las nuevas luchas, el campo cultural trataba de inscribirla en

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    las nuevas formas de lo literario (Peris, 2008, p. 124). Para comprender la significacin histrica deltestimonio en Amrica Latina es necesario en palabras de Garca (2013):

    considerar un dispositivo metadiscursivo programticamente impulsado desde el final de los aos'60, que interrelaciona dos operaciones simultneas: convierte en literatura una serie textualque, hasta el momento, se entenda como extraliteraria -periodstica, cientfica, poltica-, y larepresenta como propiamente latinoamericana, en la medida en que aluda a la agitada vidapoltica de la regin como insignia bsica de la autopercepcin de la poca- (p. 370).

    Desde este horizonte de comprensin, pasaremos a hacer una aproximacin de algunas narrativaselaboradas por mujeres en Argentina, Chile y Colombia, en las que se trata de abarcar diferentescircunstancias, formas de construir los relatos y de asumir la continuidad del trabajo poltico, a partir dela reelaboracin de las propias vivencias en torno a la violencia poltica. Para ello, aunque dialoguemos

    con una pluralidad de voces, nos centraremos en tres mujeres: Carmen Castillo, chilena, militante delMIR; Pilar Calveiro, argentina, militante de Montoneros; y Vera Grabe, colombiana, militante del M-19.

    El proyecto poltico de la izquierda chilena y la voz del testigo

    Chile signific como pas una apuesta diferente a la de Cuba, en el sentido en que a travs delmovimiento de la Unidad Popular, configurado por diferentes grupos de oposicin de izquierda y desectores democrticos, Salvador Allende lleg a la presidencia en 1970 legitimndose un proyecto quebuscaba cambios en la estructura econmica y social bajo los idearios del socialismo (una va chilena al

    socialismo con empanadas y vino tinto). Allende sera el primer poltico de orientacin marxista

    quellegaba

    al poder, a travs de elecciones generales en un Estado de Derecho, en el marco de una sociedadoccidental. En dicho contexto el MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionario) creado en 1965 comogrupo armado con orientacin marxista, que se encontraba en la clandestinidad, sali a la luz pblica ycomenz a llevar a cabo iniciativas de apoyo al rgimen de Allende, aunque guardando una prudentedistancia del mismo.

    No obstante, en este perodo la sociedad chilena se hallaba dividida y los problemas sociales y laviolencia poltica empezaron a copar buena parte de los espacios, conduciendo a problemas de

    gobernabilidad y al fortalecimiento de las fuerzas de extrema derecha. Esta situacin condujo finalmenteal golpe militar, dado el 11 de septiembre de 1973, al bombardeo de la Casa de la Moneda y a la muertede Salvador Allende, dando comienzo a una sangrienta dictadura a travs de una Junta Militar bajo elmando de Augusto Pinochet que se prolongara hasta 1989, ao en el que se inicia un proceso detransicin en el cual los acuerdos con los militares van a marcar un camino tortuoso para la instauracin

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    de un rgimen democrtico que deba saldar cuentas con el pasado dictatorial pero que, al mismo tiempo,daba continuidad a las polticas econmicas y sociales puestas en marcha en el perodo. No hay queolvidar que Chile signific el laboratorio de las polticas neoliberales implantadas en el continente, y que

    encuentra en los Chicago Boys el grupo de tecncratas chilenos encargados de su puesta en accindurante el perodo de la dictadura, el cual se form en la Universidad de Chicago bajo la gida deleconomista Milton Friedman.

    Los acontecimientos chilenos significaron la derrota de muchos de los sueos que la izquierdalatinoamericana vena acariciando y, si esto haba pasado con un proyecto poltico apoyado por lainstitucionalidad del estado de derecho, ya se poda avizorar lo que vendra para las organizaciones deizquierda, tanto al interior de Chile como de los dems pases de Amrica Latina, respecto a lasposibilidades de insercin de sus proyectos en el marco de las instituciones vigentes, lo cual valga la pena

    aclarar, tampoco era una aspiracin en dicho momento histrico, pues, como ya se ha mencionado, laopcin era la toma revolucionaria del poder y la instauracin de un orden social diferente al capitalista,bajo el entendido de que la burguesa no entregara el poder, a travs de medios pacficos.

    En este horizonte buena parte de la intelectualidad de izquierda y progresista chilena sali al exilioo se clandestiniz en el mismo Chile, en ocasiones por su propia voluntad y, en muchos de los casos, porla persecucin poltica. Dentro de este contexto los escritores chilenos en el exilio catapultaron con susactuaciones la denuncia del rgimen de Pinochet y la defensa del proyecto poltico de la Unidad Popular,posibilitando una serie de transformaciones con incidencias en el campo poltico y en el cultural en todaAmrica Latina. Para Jaume Peris:

    la figura del escritor exiliado fue, de hecho, uno de los puntos de anclaje en torno a los que sellevara a cabo ese proceso de redefinicin del sistema literario latinoamericano. En el casochileno ello adquirira una especial intensidad. Por una parte, porque el carcter enormementesimblico que el caso de Chile haba adquirido en el imaginario de la izquierda mundial convirtia los chilenos exiliados en los portadores emblemticos de los proyectos de transformacin socialque la Junta Militar haba cercenado. Por otra parte, porque los propios escritores tematizaroninsistentemente su condicin de exiliados, convirtindola en el nudo identificatorio que losmarcaba como sujetos de la derrota histrica de un proyecto que slo sobreviva en ellos y, a lavez, como sujetos a los que la violencia poltica haba arrebatado todo su mundo afectivo (Peris,

    Op. Cit., p. 127).

    Es en el marco de este horizonte que Carmen Castillo (hija del poltico y arquitecto FernandoCastillo Velasco

    y de la escritora Mnica Echeverra, as como profesora de historia e investigadora en el

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    Centro de Investigaciones de Historia de Amrica Latina de laUniversidad Catlica en el perodo) lleva acabo una produccin de carcter testimonial, algunos de cuyos elementos expondremos a continuacin.

    Ese da de octubre en Santiago: la memoria herida de Carmen

    Esa casa incrustada en m desde ese sbado 5 de octubre de 1974. S,todo empez en esa casa, el rompimiento con mi pas, el desgarramientode una familia, las andanzas (Calle Santa Fe, 3:15).

    Los lugares de la memoria se prenden en la piel, se incrustan en el cuerpo, para sealar con elloanclajes del recuerdo alrededor de los cuales se condensan la memoria y el olvido; su sola evocacinpuede dar cuenta del momento en el que la identidad del sujeto qued resquebrajada y a donde ste debe

    volver, una y otra vez, en los movimientos de su reconfiguracin para elaborar el duelo de la memoriaherida, de las prdidas, para ser otro ser. Esta es la apuesta que Carmen Castillo le hace a su narrativasobre la dictadura chilena al atar a la casa de la calle Santa Fe buena parte de los recuerdos sobre sumilitancia y su relacin con Miguel Enrquez (secretario general del MIR y una de sus figuras msimportantes en la clandestinidad). En esta casa, despus de un enfrentamiento con miembros de la DINA(Direccin de Inteligencia Nacional), Miguel es asesinado y Carmen es herida de gravedad, siendodetenida y llevada a un hospital militar para ser obligada posteriormente a abandonar el pas bajoamenaza de muerte.

    Cuatro son las producciones que podemos mencionar sobre el despliegue de Carmen en torno a su

    subjetividad y a las memorias de violencia poltica evocadas a partir de los hechos de la Calle Santa Fe: Ellibro Un da de Octubre en Santiago, los documentalesLa Flacay Calle Santa Fe. Y, en otro registro, el

    libro escrito a cuatro manos con su madre Mnica Echeverra, Santiago - Paris: El Vuelo de la Memoria. Son los mismos elementos los que golpean la memoria de Castillo y activan la bsqueda de sus recuerdos:el hecho puntual del 5 de octubre y su significado emblemtico, sus prdidas personales, su condicinfemenina, su compromiso social y militante, la precariedad de los recuerdos, el siempre inconclusobalance que bordea entre la melancola y la esperanza que vuelca en la accin poltica en defensa de losderechos humanos y la reivindicacin de los proyectos polticos setentistas, de los cuales, aunquereconoce sus errores, nunca invalida sus apuestas ni la pasin que les fue caracterstica.

    Su primer trabajo Un da de Octubre en Santiago, escrito en 1979, fue publicado en francs en1980, luego en espaol en Mxico en 1982 y, 20 aos despus, en Chile (1999). El libro estcompuesto por tres captulos y su estructura se apoya, a nuestro modo de ver, en la idea de los lugares dela memoria. El primero,La casa azul celeste de Santa Fe, inicia con el nudo central que cambi

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    definitivamente el curso de su vida: el enfrentamiento armado que termina con la muerte de Miguel yocasiona su propio exilio, evocando, al mismo tiempo, los das anteriores al Golpe Militar. Elsegundo,

    La casa Jos Domingo Caas, sita a la autora en el exilio y sus intentos por reconstruir ycomprender el asalto a la casa de la calle Santa Fe, introduciendo relatos sobre torturas hechas por laDINA (Direccin de Inteligencia Nacional) a algunos militantes del MIR en ese centro clandestino, elcual ser convertido durante la democracia, en 2002, en un sitio memorialstico y en 2010 instituidacomo casa de la memoria. El tercero,

    La calle Claude-Bernard, se detiene un poco ms en el transcurrirde Carmen en el exilio y sus bsquedas por desentraar los hechos que desencadenaron la muerte deMiguel y su propio exilio, as como los responsables del desastre. Una pregunta pende en el aire sobresus amigos y compaeros de militancia: Qu hicieron el 5 de octubre?. Ella desea reconstituir eltrayecto que condujo al enemigo hasta la casa de Santa Fe(p. 43). All habla de las prdidas, de losmuertos, de los desaparecidos, pero deja claro que no todo acab aquel da de octubre puesto que elcompromiso y la lucha revolucionaria continan.

    En 1993 realiza el documentalLa Flaca Alejandra: vida y muertes de una mujer chilena, en dondetrata de desentraar la subjetividad y los sentimientos de Marcia Merino, una militante del MIR al serviciode la DINA, cuyas declaraciones desencadenaron el hallazgo del sitio en el que Miguel y Carmen seencontraban. Marcia Merino, adems, fue utilizada para reconocer a varios integrantes del MIR,posteriormente torturados y asesinados. Este documental gan el FIPA de Oro en el Festival

    Internacional de Programas Audiovisuales de Biarrizen 1994, el Nestor Almendros Award en 1995 yotra serie de galardones en Ginebra, Montecarlo, San Francisco y Nueva York. Castillo comenta en una

    entrevista en 1999 como la escritura le empez a quedar corta para hablar de estos hechos, motivo por elcual decidi hacer uso del formato documental (Bedregal, 1999, s.p.).

    Los 59 minutos de duracin de este documental constituyen una larga conversacin entre CarmenCastillo y Marcia Merino recreada con la visita al centro clandestino de tortura Jos Domingo Caasdonde sta estuvo recluida. Carmen Castillo vuelve a Chile en 1992, para rodar este trabajo, en la pocaen que Marcia (liberada de la crcel siete meses antes) se presenta en tribunales para acusar a sus viejosjefes de la DINA, en un gesto de arrepentimiento y deseo de perdn, el cual es acompaado de lapublicacin de una biografa, Mi verdad(1994). La salida a la luz de los libros testimoniales de Marcia

    Merino y el de Alejandra Arce,El Infierno(1993) (otra militante que jug un papel similar al de Merino),acompaados del documental de Carmen Castillo, causaron desazn en la sociedad chilena; de ciertamanera sus testimonios ejemplificaban, en la poca de la Transicin, el triunfo de la dictadura en elpropsito de quebrar los idearios de la generacin que se haba agrupado en torno a la Unidad Popular.

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    Dice Castillo: Marcia que era de nosotros, que era como nosotros, cmo lleg a convertirse en eso, aconvertirse en qu (La Flaca, 4:10-4:14). Para Peris:

    Haciendo un paralelo con los procesos subjetivos vividos por las colaboradoras, no era difcilconstatar que la violencia, al adquirir un carcter sistemtico, haba jugado un rol esencial en ladisolucin y el derrumbe de las identidades polticas que haban hecho posible un proceso socialcomo el que Chile haba vivido antes del golpe de Estado. Pero que adems, la violencia extremade los campos haba contribuido decisivamente a la creacin de nuevas identidades y sujetossociales marcados por la docilidad, perfectamente moldeables por el poder poltico y funcionalespor tanto a la nueva sociedad que el rgimen militar estaba tratando de implantar (Peris, Op. Cit.,p. 30).

    En 2007 con los mismos ingredientes de la Calle Santa Fe, Castillo vuelve a sumergirse a travs de

    un documental del mismo nombre, sobre acontecimientos personales tejidos alrededor de historiascolectivas, tratando de incorporar a la memoria social los movimientos de oposicin, la denuncia de ladictadura y las huellas de los ausentes que pagaron con su vida las utopas de una generacin de la cualella hizo parte. Este trabajo recibi elPremioAltazor2008 en Artes Audiovisuales.

    No hay que olvidar que Castillo es historiadora y en ese sentido en sus textos habr inters enmostrar, de manera cuidadosa, los recursos paratextuales de sus trabajos, as como la heterogeneidad yfragmentacin de la memoria, al tiempo que su fragilidad. Su documental Calle Santa Fe inicia con untexto escrito en el que plasma el primero de los acontecimientos que anuda la trama: el golpe militar dePinochet al gobierno democrtico de Salvador Allende, el 13 de septiembre de 1973, y la consecuente

    represin que se desat en contra de toda resistencia al golpe y, de manera particular, al MIR comoorganizacin. A continuacin presenta el clip de la noticia televisada sobre el 5 de octubre de 1974 en laque se reporta el asalto por parte de los militares a la casa de la calle Santa Fe, la resistencia armada porparte de Miguel Enrquez y Carmen Castillo y el posterior hallazgo del cadver de Miguel y del cuerpo deCarmen herida de gravedad (Calle Santa Fe, 2007, 0:01-1:04).

    Una vez que termina la noticia en la que se muestra la casa de la Calle Santa Fe, unas manos, las deCarmen Castillo, recorren fotografas sobre estas mismas imgenes; en su escritorio reposan peridicosdel MIR, diversos libros sobre poltica y papeles relacionados con la militancia, fotografas (1:10-1:36),permitindole a ella zambullirse, con alguna legitimidad, en la Historia Oficial a travs de su historiapersonal llena de otros relatos que pugnan por oficializarse y en los que encajan, como piezas del mismorompecabezas, los sentimientos y los balances de la militante que ama, que recuerda, que se resiste alolvido. Las fotos que mira ya no son oficiales, son las de su lbum de familia, de sus hijas, de ella conMiguel. En el suelo un conejo y un oso de peluche, un carrito con juguetes, instalan un territorio que era

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    tambin infantil y le dan un tinte subjetivo a la trama (1:51). Esos son los activadores de la memoria conlos que Castillo nos introduce en su mundo privado, al cual le da una connotacin pblica a travs de unanarrativa intimista en la que el yo muestra sus desplazamientos.

    Ms adelante distintas voces entran en juego a travs de testimonios y entrevistas hechas ahabitantes del barrio, a lderes sindicales, a jvenes comprometidos, a mujeres militantes, de las cuales sedesprenden tanto claves para dilucidar lo sucedido aquel 5 de octubre como para sopesar lossentimientos sobre la dictadura, las luchas de los sectores populares, as como el compromiso que frentea ellas tuvo el MIR como organizacin. De esta manera, aunque en sus distintos trabajos de memoria,Castillo es el centro de la narrativa, su relato se acompaa permanentemente de otras voces que marcansu propia historia como parte de una historia colectiva.

    En este documental, la directora pondr en escena sus mltiples identidades: aquella de antigua

    militante, de mujer enamorada, de madre, de hija, de viuda, de exiliada. Esto parece explicar el cambio deinterlocutores a lo largo de su documental, donde ella se dirige indistintamente a Camila (su hija), aMiguel, a su padre, afirmando de este modo la presencia de sus mltiples yo (Ramrez, Op. Cit). Estaidea se refuerza en el libro de Castillo escrito con su madre Mnica Echeverra, en donde dice:

    Quin regresa? Cmo se llama? Tengo varios rostros, extraas amistades, dos lenguas, almenos dos posturas. Me gusta decir que no pertenezco a ninguna parte, que siempre hablfrancs sin acento. Estoy vestida de negro. Mis artimaas son mltiples, complejas, bienconstruidas. Poseo un don natural para renacer, cambiar, morir, rehacer hbitos. () No soy yo laque ha decidido hacer este trayecto en sentido inverso. () De todos mis rostros, el que ms

    detesto: la sobreviviente

    (Castillo y Echeverra, 2002, p.

    259, En: Ramrez,Ibid.).

    Castillo alude tambin a las implicaciones del exilio en cuanto posibilidad de mirar el mundo fueradel referente de lo nacional, lo cual marca otro tipo de subjetividad que incorpora elementoscosmopolitas:

    Soy chilena, de esas chilenas de la ruptura que produjo la dictadura () Como ciudadana delmundo lo miro todo con mis experiencias de chilena, porque el exilio me llev a entender elmundo como un territorio que nos concierne a todas/os, me voy sintiendo ciudadana del mundosin dejar de ser chilena, lo que sucede en el mundo me concierne y tengo el derecho y la

    necesidad de pensarlo, opinar, intervenir. Esta es una de las lneas de vida que pude sacar deldolor del exilio (Ibdem).

    En dicha experiencia resalta su contacto con el movimiento feminista que le dar elementos paraprocesar los acontecimientos traumticos desde una mirada de gnero:

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    Las que salimos exiladas, castigadas por nuestra propia posicin o detrs del marido, conocimosel feminismo afuera, o sea contactamos con los instrumentos para entendernos y para integrar lafragmentacin de nuestras existencias cuando ya no podamos contactar con nuestros orgenes

    concretos, con muchos de esos fragmentos (...) Yo creo que el exilio fue ms doloroso paranosotras, un sentimiento de retroceso hasta que nos encontramos con el feminismo. Fueronmujeres las que a mi me ayudaron a encontrar una nueva manera de recordar, de vivir y pensarque no la tenamos antes. En ese sentido, su experiencia se lig a mi historia (Ibdem.).

    Castillo empalma su pasado, con su presente y con el horizonte de futuro que sus vivencias y lasmaneras como han sido reelaboradas le trazan como sujeto poltico, mencionando como pas de ser unasobreviviente a tener una existencia ms ntegra en donde la percepcin de la lucha poltica rebasa elmarco nacional y el uso de las armas.

    El imaginario argentino y las grietas de la ltima dictadura

    Argentina, uno de los pases, al igual que Chile y Uruguay, que alcanz a finales del siglo XIXndices importantes de alfabetizacin, caracterizado por altas tazas de desarrollo industrial, habaconseguido configurar una clase media numerosa hacia mediados del siglo XX, as como un nivel de vidaaceptable en un margen amplio de la poblacin, sufri los estertores que acompaaron a toda AmricaLatina, con la introduccin de una dictadura cvico-militar entre 1976 y 1983 y, con ella, de las polticasque condujeron a la implantacin del neoliberalismo en la regin conllevando, dentro de numerosasconsecuencias, a una especie de emparejamiento por lo bajo del nivel de vida de la poblacin y delretroceso en las tazas de alfabetizacin.

    Argentina portaba una tradicin golpista a lo largo del siglo XX como expresin de algunos rasgosde su cultura poltica, marcados por cierto talante autoritario que se fue recrudeciendo al pasar de lasdcadas y condujo a su dictadura ms reciente, aunque sta tenga caractersticas que la diferencian de lasanteriores, en especial en la generalizacin del uso indiscriminado de la violencia y la institucionalizacindel terrorismo de Estado. As, en el perodo conocido como elProceso (1976-1983), ya que los militares

    bautizaron la toma violenta del poder como Proceso de Reorganizacin Nacional, las distintasgeneraciones fueron afectadas, de una o de otra manera, por una amplia oleada de violencia poltica,

    cuyas consecuencias todava marcan los destinos de los argentinos en los planos econmico, poltico,social y cultural.

    No obstante, Argentina ha sido uno de los pases caracterizados por dinmicos procesos, noexentos de altibajos y conflictos, que ha buscado dar cuenta de ese pasado, a travs de movimientos en

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    defensa de los derechos humanos, en los que las polticas de la memoria ocupan un lugar destacado y endonde, en su ltima fase, el juzgamiento a los responsables de la desaparicin de 30.000 personas, y deun sinnmero de nios/as apropiados/as por los victimarios, forman parte de la agenda pblica. Dentro

    de este horizonte, los testimonios de distinta ndole y en diversos formatos han tenido un despliegueimportante obligando a la sociedad en su conjunto a revisar este perodo, y a evidenciar la importancia dereconfigurar las subjetividades individuales y colectivas desarticuladas por la violencia poltica y elterrorismo de Estado, fenmeno que ha dejado salir a la luz una multiplicidad de relatos en pugna y dememorias en conflicto en torno a las cuales todava se avizora un trabajo de largo aliento en pro de losprocesos de reconciliacin.

    Pilar Calveiro: una sobreviviente que se mira a s misma a travs de los/as dems

    Pilar Calveiro fue secuestrada en el ao de 1977, a la edad de 24 aos, por un comando de laAeronutica en plena calle y llevada al centro clandestino de detencin Mansin Ser en Ituzaing,Provincia de Buenos Aires. Ella estuvo detenida-desaparecida

    en la comisara de Castelar, la ex casa delAlmirante Massera (enPanamericana y Thames) perteneciente al Servicio de Informaciones Navales, y enla Escuela Mecnica de la Armada(ESMA). En el ao de 1978 se exili en Espaa y ms tarde en Mxicodonde reside desde 1979. Pilar inici en la Universidad Nacional Autnoma de Mxico (UNAM) suformacin en ciencias polticas, llevando a cabo licenciatura (1986), maestra (1995) y doctorado(2001) en esta rea. En 2014 recibi el

    Premio Konex

    - Diploma al Mrito en el campo de ensayos

    polticos y sociolgicos.Puede decirse que Calveiro ha ejercido su narrativa fundamentalmente en el campo acadmico,

    lugar desde el cual se ha dedicado a reflexionar sobre la violencia poltica de los aos 70 y la experienciaargentina, caracterizada por los campos de concentracin-exterminio en donde ella misma estuvo por ellapso de un ao y medio. Calveiro es alguien a quien no le gusta hablar en sus textos de manera directasobre su experiencia, aunque haya dado numerosas entrevistas en las que alude a ella; ms bien procuraacopiar testimonios en los que a modo de espejo sus vivencias son narradas por quienes compartieronuna experiencia similar. Ella habla de s exponiendo a los/as dems y se dedica a fundamentartericamente sus reflexiones sobre los acontecimientos traumticos que marcaron este perodo y

    causaron daos irreparables desde el punto de vista de lo social, pero tambin de lo individual: ella mismaperdi a su compaero Horacio Domingo Campiglia, en 1980, quien fue detenido en Brasil y trasladadoa Argentina para luego desaparecerlo como una vctima ms del plan Cndor, al tiempo que, como yadijimos, estuvo detenida-desaparecida y posteriormente se tuvo que marchar al exilio.

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    http://es.wikipedia.org/wiki/Premio_Konexhttp://www.google.de/imgres?q=pilar+calveiro+poder+y+desaparici%25C3%25B3n&hl=de&sa=X&biw=1600&bih=734&tbm=isch&prmd=imvnso&tbnid=a3aLMWZTiugN_M:&imgrefurl=http://vadelinapredio.blogspot.com/2010/12/pilar-calveiro-362.html&docid=BoDmgMWo6JrMMM&imgurl=http://3.bp.blogspot.com/_F4EK3m3rggk/TP6Gomi8ohI/AAAAAAAAAHs/I7fFWOMFKOY/s320/PILAR_CALVEIRO_200.jpg&w=183&h=164&ei=fhYiUKyNHcnzsgbbkIHIBw&zoom=1&iact=hc&vpx=321&vpy=288&dur=1944&hovh=131&hovw=146&tx=119&ty=68&sig=110452678079131536585&page=1&tbnh=115&tbnw=138&start=0&ndsp=42&ved=1t:429,r:22,s:0,i:141
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    En el ao de 1988 Pilar public, con base en su tesis doctoral, el libro Poder y desaparicin,reeditado en 2004 (traducido al francs, al italiano y al portugus), en el cual proporciona un anlisisprofundo y descarnado sobre el funcionamiento de los campos como dispositivos de disciplinamiento ysubjetivacin, haciendo uso de testimonios y apoyada en un referencial que bebe de Foucault y de Arendtpara sus anlisis. La autora no vacila en mostrar las intencionalidades del Proceso de recomponer elorden social de manera radical, en donde el dispositivo de los campos marca el derrotero del poderdesplegado en distintas esferas sociales.

    En su libro Calveiro retoma el debate sobre el anlisis del Estado y de la poltica en torno a lastensiones entrefuerza yforma, para afirmar que al considerar la poltica ms en trminos de fuerza yhacer uso de la violencia, los jvenes adscritos a organizaciones poltico-militares en el perodo, nointrodujeron ninguna novedad en el contexto nacional e internacional. Segn sus anlisis la violencia ya

    estaba enraizada en la poltica argentina desde los aos 30 del siglo XX, sealando los distintos hechosviolentos que marcaron el entorno en el que creci esta generacin (dentro de los cuales menciona laproscripcin del peronismo entre 1955 y 1973, que representaba la mayora electoral compuesta por lossectores ms desposedos de la poblacin). Por eso la guerrilla consideraba que responda a unaviolencia ya instalada de antemano en la sociedad (Op. Cit., p. 8). A lo cual agrega: Al inicio de ladcada del 70, muchas voces, incluidas las de los polticos, intelectuales, artistas, se levantaban enreivindicacin de la violencia dentro y fuera de Argentina ( ibid).

    A travs de la descripcin y anlisis de los campos con base en la mirada de los testigos, de loscuales ella es una, Pilar muestra como la mquina concentracionaria busc moldear y reformatear lossujetos teniendo como base la tortura, la prdida de la identidad y el universo tabicado que configurasujetos fragmentados, con base en una lgica binaria de amigo/enemigo, adentro/afuera, que permea alconjunto de la sociedad. No obstante, la autora tambin se cuida de mostrar las fisuras de este universoconcentracionario y seala los modos como los sujetos encontraron puntos de fuga y de resistencia frenteal mismo. As, aunque el objetivo de la tortura era el de lograr la produccin de un nuevo sujeto,completamente sumiso a los designios del campo, la sumisin nunca se puede considerar como total:

    El campo intent arrasar la personalidad y toda forma de resistencia a travs de la torturasistemtica, ilimitada, irrestricta, produciendo dolor, terror, parlisis, pero no necesariamente lo

    logr. No hay tcnicas infalibles, y la tortura tampoco lo fue. A pesar de los interrogadores, frentea ella haba hombres, no masilla moldeable. Seres humanos que reaccionaron de las ms diversasmaneras (p. 44).

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    La idea de un universo binario, reforzado por las polticas de seguridad nacional propendidas porEstados Unidos y la lgica de la Guerra Fra, llev a situar a los disidentes como sujetos que secontraponan a lo que se consideraba el sujeto nacional argentino (Giordano, 2005, p. 85). Bajo la lgica

    de amigo/enemigo toda oposicin al rgimen fue elaborada desde la idea de un Otro ajeno, extrao,demonizado, cuyos puntos de vista no tenan ninguna legitimidad y sin derecho al respeto de su vida; unOtro al cual se denomin como subversivo cuyos lmites y alcances invadieron buena parte de losintersticios societales. De este modo bajo la figura del sujeto subversivo se obturaba cualquier expresindiferente a lo que se conceba como parte del proceso de reorganizacin nacional, en el cual se descart alos que se consideraban como malos dentro del universo binario:

    No qued el menor espacio para el disenso; cualquiera de sus formas ameritaba la calificacin desubversivo con todas las secuelas que ya se explic. Se desconoci la identidad de la sociedad o

    las identidades constitutivas, pretendiendo amoldar un pas de grandes matices al esquemaoccidental, cristiano, burocrtico y mediocre de los administradores militares (p.96).

    Si bien la figura del subversivo, como el sujeto Otro que deba ser anulado por el sistema porconsiderarlo no funcional (ajeno), abarc un amplio espectro, Calveiro es tajante en afirmar que buenaparte de los detenidos-desaparecidos tenan algn tipo de militancia poltica, social o sindical, y muestrala importancia de hacer explcita dicha militancia en la recuperacin de la memoria sobre ese perodo, ascomo las caractersticas de los sujetos que fueron aniquilados y los proyectos e idearios de los que eranportadores (p. 102).

    A lo largo de sus diferentes textos y de las entrevistas concedidas Calveiro es crtica sobre elaccionar de los grupos armados revolucionarios, incluido el deMontonerosen el cual militaba cuando fuedetenida, al indicar como la creciente militarizacin de estas organizaciones puso en segundo plano laaccin poltica y el contacto con los sectores populares a los cuales se deca representar, al tiempo que noles permiti sopesar sus condiciones desventajosas para enfrentar militarmente al rgimen dictatorialcontribuyendo, con sus acciones, al escalonamiento de la violencia, tema que aborda con amplitud en sutexto Poltica y/o violencia: Una aproximacin a los aos 70 (2005), en el cual interpela a suscompaeros a someter a crtica sus prcticas y asumir las responsabilidades que les caben para aportar alesclarecimiento del pasado de violencia poltica. En entrevista a Pikielny (2012) condensa susargumentaciones indicando, entre otras, como el binomio poltica/violencia est presente en la sociedadcon sus distintas modulaciones y debe ser enfrentado en los anlisis polticos:

    La heroizacin de los setenta es contraproducente y obtura la discusin porque no permite hacerel anlisis crtico de esa poca, y pensar en la responsabilidad que les cupo a los distintos actorespolticos. Yo no creo en la poltica como forma de exclusin de la violencia. Creo ms bien que en

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    la poltica siempre hay un ncleo violento y lo que hay que ver es qu lugar ocupa este ncleoviolento, cules son las formas de la violencia, y cmo operan en relacin con el poder instituido ycon las resistencias a este poder () En el contexto de democracias participativas esto requiere

    una formulacin. No puede pasarse al desconocimiento de esta relacin entre poltica y violenciacomo si esto hubiera desaparecido y como si en las democracias no existiera esta relacin(Calveiro en Pikielny, p. 3).

    Es importante resaltar la significacin que Calveiro le da a testimoniar sobre su experiencia en loscampos como parte de la necesidad que tenan todos los que estuvieron en los lugares en los que ellaestuvo.No obstante, para ella el testimonio, su testimonio, deba estar acompaado de una explicacininscrita en una narrativa de carcter poltico que le diera mayor inteligibilidad:

    Haba que contar tratando de explicar. Siempre pens que era una historia poltica, que

    entraaba un montn de dramas personales, pero que era esencialmente poltica y haba quecontarla desde la poltica, hablar del proyecto militar y de su confrontacin por parte de lasorganizaciones armadas (Calveiro en Gelman, 1998).

    Al preguntrsele sobre lo qu significa para ella la palabra militancia en el contexto actual afirmaque:

    La militancia es una apuesta de vida por un proyecto poltico. Los proyectos polticos de hoy sondiferentes de los que existan en los setenta y la militancia tiene otras caractersticas. Me pareceque hay una parte importante de la sociedad, y en particular gente joven, que vuelve a hacer unaapuesta poltica y en ese sentido vuelve a pensar a la poltica como parte de su apuesta de vida.

    Ahora bien, las caractersticas de la militancia cambian si uno est cobijado por el gobierno, siuno est en la oposicin o si uno est en la clandestinidad. Son circunstancias muy distintas de lamilitancia que exigen tambin compromisos diferentes (Pikielny, Op.Cit.).

    De la Violencia con nombre propio a la violencia como fenmeno persistente en Colombia

    A diferencia de Argentina, las dictaduras en la historia reciente de Colombia no han sido ninumerosas ni extensas, de forma tal que a la democracia colombiana se le ha llegado a considerar como lams antigua y estable del continente, valga decir que bajo largos perodos de estado de sitio. Slo en

    1953 el General Gustavo Rojas Pinilla se tom el poder por la va del golpe de Estado y se consagrcomo el nico dictador del pas. Para esa fecha Colombia se hallaba sumida en una profunda violenciaque mereci nombre propio (La Violencia) y tuvo como actores a simpatizantes de las dos fuerzaspolticas tradicionales: el Partido Liberal y el Partido Conservador, en todo el territorio, incluso de los

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    ms recnditos campos del pas. Este gobierno se prolong hasta 1957 cuando Rojas Pinilla comenz atomar vuelo propio y su figura a imponerse en tono caudillesco; de ah, ante diferentes presiones cediel poder a una Junta Militar y parti al exilio, para que en 1958 los dos grandes actores que ostentaban el

    bipolio de la esfera poltica, liberales y conservadores, presentaran el acuerdo del Frente Nacional.

    Para las elecciones de 1970 Rojas Pinilla se present como candidato presidencial por la Anapo(Alianza Nacional Popular, partido que haba fundado a su regreso a Colombia), una coalicin de fuerzasliberales y conservadoras disidentes y algunos sectores de la izquierda. El 19 de abril, luego de que Rojasfuera prcticamente declarado ganador por los medios de comunicacin, vinieron eventos dudosos conlos cuales se otorg el triunfo electoral a Misael Pastrana Borrero, el candidato conservador. Es a estehecho que se le atribuye la conformacin del M-19 (Movimiento 19 de abril), por parte del ala socialistade la derrotada coalicin, como brazo armado de la Anapo.

    El M-19 actu como movimiento guerrillero durante diecisis aos (1974-1990) sufriendofuertes represiones en el periodo de 1978 a 1982 bajo el gobierno de Julio Csar Turbay Ayala, quienimpuso un Estatuto de Seguridad, con el amparo de la figura del Estado de Sitio. Sera una poca deabusos militares en un pas donde, se supona, reinaba la democracia y que estara en consonancia con loslineamientos que guiaban las actuaciones de las dictadura del Cono Sur en donde se configuraba el sujetoopositor poltico, con cualquiera de sus matices, como subversivo y, por lo tanto, indeseable.

    Luego de algunos intentos fallidos por consolidar la paz durante el gobierno de Belisario Betancur(1982-1986), el M-19 y otras organizaciones armadas lograron este propsito en el ao 1990 bajo elgobierno de Virgilio Barco. No obstante la voluntad de paz de los ex-guerrilleros pertenecientes a lasorganizaciones firmantes, representada en la entrega de las armas y la reintegracin a la vida civil, losdesmovilizados fueron objeto de persecuciones y asesinatos. Algunos de los sobrevivientes debieronexiliarse o continuar su vida en el pas casi que en condicin de clandestinidad; algunos de losexcombatientes decidieron, incluso, excluirse de las listas de desmovilizacin por temor a represalias.

    Los devenires del ser mujer en Razones de vida

    Vera Grabe, militante del M-19 public en el ao 2000 una autobiografa bajo el ttuloRazones de

    vida, la cual fue reeditada en 2011 con una modificacin en el ttulo:Del silencio de mi cello o razones devida y con una nueva editorial: Obserpaz, del Observatorio para la Paz, institucin en la cual ella ha

    trabajado durante los ltimos aos. Razones de vida se teje a partir del dilogo que la autora pretendeentablar con su hija, Juanita, a quien trata explicar las causas que motivaron sus decisiones y de

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    entregarle el legado de su historia personal la cual abarca, en buena parte, los aos de la historia recientede Colombia; en ese sentido, es tambin un dilogo con el pas, hacia el cual procura un acto de memoriapactado en su narrativa.

    Razones de vida se compone de doce apartados a travs de los cuales la autora se desplaza pordiferentes momentos de su vida familiar, personal y militante, en un intento por recorrer de formacronolgica su propia historia y la del M-19. En su narrativa es posible observar tres grandes momentos:el antes, el durantey el despusdel Eme tambin podra decirse, de la opcin por las armas; estos son,

    a grosso modo, los puntos de inflexin a partir de los cuales se pueden rastrear las reconfiguracionessubjetivas de la autora. Con su mirada antropolgica y su innegable formacin poltica reconstruye elcontexto de cada una de las situaciones a las que se acerca y, adems, ausculta sus motivaciones en lahistoria, en el pasado suyo, el de sus padres, el del pas, tanto por una bsqueda personal como por

    ofrecer un marco de inteligibilidad a los acontecimientos que signaron los rumbos del pas en esasdcadas.

    Abonos para la militancia (El Antes). En el primero de los apartados, Races y pinitos, Vera seaproxima a las circunstancias familiares, personales y del contexto histrico que le llevaron a ciertasbsquedas y, como parte de ellas, a la militancia en el M-19. Dicho de otro modo, expresa una reflexinen torno a situaciones que de manera consciente o no configuraban su subjetividad abonando terreno ala opcin de la militancia: el legado de sus padres, el contexto histrico del pas, los sucesos que dabanviraje al mundo a lo largo de estas dcadas.

    Sus padres llegaron a Colombia luego de terminada la Segunda Guerra Mundial, en busca de unlugar para comenzar de nuevo y poder brindar un hogar a los hijos (las hijas, en realidad) que estaban porvenir. Su padre haba sido vctima de persecuciones, llevado a dejar su trabajo como ebanista y obligadoa trabajos forzados por las fuerzas nazistas. La carga histrica no vendra solamente del pasado de asediode sus padres. En la bsqueda de un lugar que marcara un empezar de ceros, la llegada a Colombia lesofrecera la posibilidad de que la violencia estuviera presente, tal vez relativamente distante, pues,mientras se mantuvieran al margen, incluso de la opinin, podran vivir en relativa paz. No obstante, elpas se encontrara en aos de fuertes confrontaciones y del recrudecimiento de la violencia (Grabe,2000, p. 17).

    Los cambios por los que estaba atravesando el mundo tambin seran determinantes para lasjuventudes en Colombia en lo referente a sus bsquedas y apuestas vitales. Para los adolescentes de losaos 70 una nueva poca surga.El mundo acuda a la revolucin. No solo el poder poltico era la fuentede fuertes cuestionamientos, sino que los cambios llegaran a todas las esferas de la vida. Sera un

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    momento de discusin de los cnones tradicionales y de reconfiguracin del ser mujer con opcionesdiferentes en cuanto a la fertilidad, el amor, la belleza y el rol social, de la juventud, de la iglesia y delEstado(p. 30-31).

    Cuando el yo se volvi nosotros (El Durante). Esa es la manera como Vera decide titular elapartado en el cual narra su integracin al M-19 en 1974. All expone los principios que empezaban aregir en la organizacin, sus posturas en relacin con el uso de las armas, respecto a lo cual afirma: Elarma era portadora y estaba al servicio de un ideal de pas, de sociedad, de una tica (p. 59). Escritadesde la distancia que ofrecen tanto el tiempo como las circunstancias la mirada hacia el paso por el Emese constituye en un ir y venir de cuestionamientos acerca de los lmites de la colectividad y del individuo;as, al tiempo que se observa en Vera la alegra de sentirse parte de un proyecto en el cual se expresabansus deseos de cambio se vislumbra la inquietud por s misma, por configurarse como un ser

    independiente de la organizacin (p. 90).Vera fue apresada el 26 de octubre de 1979, cuando estaba en vigencia el Estado de Sitio, luego

    de que la organizacin robara 5000 armas al Ejrcito Nacional en Bogot. Es en este punto donde seencuentra una de las inflexiones subjetivas en el relato de Vera: la tortura, desde cuya narracin se hacenfasis en la reafirmacin delnosotros, como expresin de triunfo sobre el enemigo, en el marco de unaexperiencia a la cual el sujeto se enfrenta en soledad. En contraste con el resto del relato, el pasaje de latortura rehye a ordenaciones cronolgicas, pues, la autora hace nfasis en la prdida de la nocin deltiempo y el espacio (p. 99-101).

    Con la mayora de sus lderes en las crceles, el M-19 puso de presente la existencia de presospolticos en Colombia a travs de un hecho ampliamente recordado que los catapultara y marcara losderroteros de la lucha poltica y militar como coexistentes: la toma de la embajada de RepblicaDominicana. Si bien no se logr ni la libertad ni la amnista de los presos polticos lograra visibilizar alEme como una organizacin que buscaba la concientizacin por encima de la violencia (p. 118). Se

    pondra sobre la mesa, tambin, el desconocimiento de los derechos humanos al interior de nuestro

    territorio y el uso de tratos crueles y degradantes que lesionaban la dignidad humana (p. 118).Asimismo, con este hecho Por primera vez en la historia moderna de Colombia, una organizacinguerrillera levantaba la bandera de la paz, y de la negociacin como salida al conflicto, y fue bien

    recibida (p. 119). En adelante se enfrentaran al binarismo entre guerra y paz: Lo fundamental eraacortar los tiempos de la guerra, con la propuesta en una mano, y la decisin de construir un ejrcito enla otra (p. 166). As, al tiempo que se intentaban acercamientos con el gobierno con propuestas dedilogo se procuraba el fortalecimiento militar de la organizacin (p. 181).

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    En 1984 el gobierno de Belisario Betancur inici un proceso de dilogos que adems delentusiasmo inicial o el desconcierto para algunos de los miembros de la organizacin dejara comoresultado un clima de desconfianzas mutuas. Como resultado de ataques militares en medio de treguas

    firmadas, el M-19 se sentira traicionado en sus intenciones. Es en este contexto que surge en 1985 elplan de la toma del Palacio de Justicia con el propsito de llevar a cabo un juicio pblico al entoncespresidente, Belisario Betancur, por el incumplimiento de los acuerdos. La toma sera una forma dehablarle al Estado desde el reconocimiento de sus instituciones, en este caso, la Corte Suprema deJusticia. La toma del Palacio se configurara como uno de los acontecimientos de mayor recordacin enla historia reciente de Colombia, cuyas heridas an no logran ser sanadas, un acontecimientoemblemtico por el cual militares y guerrilleros seran fuertemente cuestionados y que marcaraimportantes rupturas en diferentes sentidos: La tragedia del Palacio y otros hechos [] nos fueronmostrando el primer lmite de la guerra como opcin de transformacin. Lmites de la guerra y nuevas

    fronteras de la paz (p. 256).

    La reconciliacin por todos los frentes (El Despus). La decisin de la paz no afect a todas lasexcombatientes por igual. Para algunas sera sinnimo de contradiccin, de abandono, de prdida deidentidad colectiva, de desgarramiento. Para Vera ha sido fundamental la continuidad del trabajo por laconstruccin de la paz. Adems de su vida poltica como senadora (1990-1994) y como consejera paralos Derechos Humanos en la Embajada de Colombia en Espaa (1994-1997), de su aspiracin a lavicepresidencia de la Repblica (2002), y de su vida como acadmica, Vera ha debido pasar por talesprocesos de reconfiguracin: para m fue clave entender que a travs de mi propia vida hubo muchas

    maneras de asumir la paz (p. 215).La reflexin de la mujer como gnero es un asunto que atraviesa la obra de Vera, aunque la

    consciencia de tal se da a partir de la ltima etapa del Eme como organizacin armada. En Razones de

    vidase muestra como mujer que ama, vive, siente, experimenta y se busca a s misma en cada uno de susactos. En todas y cada una de sus etapas en la militancia Vera Grabe se vio retada por los hombres, debiesforzarse el doble para lograr ser escuchada y negarse a las pretensiones de las partes amigas quepretendan a la mujer como transaccin. Reconoce las posibilidades que le dio el Eme pero tambin laslimitaciones y contradicciones su cuerpo, como el de muchas colombianas y latinoamericanas fuetambin el arma de guerra utilizada por los torturadores. Asimismo, Vera reconoce la fuerza femenina en

    las luchas sociales y en la preservacin de la memoria, al evocar su papel en el momento de mayoresdetenciones en la organizacin:

    Las mujeres se erigieron en pilar de la defensa de los derechos humanos y la libertad de los presospolticos. Como sucede siempre: las madres de la Plaza de Mayo, las mujeres de negro, las madres

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    chechenas que se enfrentaban a los tanques para ganar la guerra fratricida. Madres, hermanas,abuelas, tas, sobrinas, hijas, amigas, eran el motor de los comits y asociaciones que persistanhaciendo denuncias, encuentros, y cabildeo entre los polticos por una amnista general (p. 123).

    A las mujeres excombatientes no las abandona el prejuicio de guerreras, se les concibe comomujeres de armas tomar (literalmente) y, en ese sentido, se entender la prevencin que recae sobre ellasen trminos de las sociabilidades, en un momento histrico en el cual la va de las armas perdilegitimidad. Desde all Vera intenta comprender su transcurrir en el Eme como una bsqueda de paz; aslo reivindica en este prrafo en el cual le habla a su hija:

    La tuya es una generacin de paz. La ma tambin lo fue, aunque de otra manera. La paz tiene

    tantas caras como pocas. Tambin entonces la paz y la libertad estuvieron presentes.

    Movilizaron por igual a hippiesy guerrilleros. Unos dijeron no a la guerra. Los otros abrazaron

    las armas contra las formas ancestrales de violencia. Todos lo hicieron como una gran entrega deamor. Ese amor todos los ejercieron en cada acto cotidiano. Otros en la poltica y la lucha por una

    sociedad justa. Paz y libertad tambin se vivieron en la msica, en el amor. Todos reivindicaban

    el derecho a la felicidad. Para unos era vivirla; para otros una utopa por alcanzar, as no fuera

    para s mismos (cursiva original del texto, p. 30).

    Conclusiones

    Como hemos intentado mostrar, los acontecimientos de la historia reciente han marcado en

    Latinoamrica expresiones de la violencia poltica que han sido determinantes en las subjetividades dequienes fueron protagonistas, de diferentes formas, en el curso de los conflictos. Nos referimos, demanera particular, a los sujetos que tuvieron una participacin activa desde la oposicin a los regmenesdictatoriales, en el caso de Argentina y Chile, y a los gobiernos de turno en el marco de la democraciarestringida en otros pases como Colombia; gobiernos desde los cuales se pretendi, adems de lacreacin de condiciones para el establecimiento de un proyecto poltico-econmico cercano a losintereses norteamericanos, la obtencin del control social, poltico e ideolgico a travs de la represinde cualquier intento de antagonismo; poniendo, as, a los movimientos sociales y a los grupos polticosde oposicin, algunos de ellos alzados en armas, en la mira de las polticas represivas.

    Las organizaciones de oposicin contaron en sus filas con la militancia de mujeres que desafiaronlas normas establecidas en torno a los roles que stas deban desempear en la sociedad, marcados por ladominacin masculina y por la delimitacin a los espacios domsticos y privados. Muchas de ellas leapostaron a un proyecto revolucionario que marc de manera definitiva la configuracin de sus

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    subjetividades y sus actuaciones en la esfera de lo pblico y sufrieron tambin los rigores de la represinpoltica y del quiebre de muchos de sus sueos en el plano personal y colectivo.

    En esta direccin, el presente artculo nos permiti un acercamiento a las percepciones ysensibilidades de algunas mujeres que fueron protagonistas de este perodo, dejndonos entrever, desdediferentes matrices discursivas desplegadas a travs del trabajo literario, cinematogrfico, acadmico,poltico y pedaggico, las sinuosidades de los procesos de subjetivacin y las complejas articulacionesentre lo individual y lo social.

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