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UNA INTERPRETACIÓN CONTEMPORÁNEA DE LOS EJERCICIOS DE SAN IGNACIO

Jacqueline Glénisson de Walque

PRESENTACIÓN (Javier Melloni) ..................................................................................INTRODUCCIÓN ...................................................................................................................

1. EL FUNDAMENTO .........................................................................................................

2. PRIMERA SEMANA ........................................................................................................

3. SEGUNDA SEMANA .......................................................................................................

4. TERCERA SEMANA ........................................................................................................

5. CUARTA SEMANA ..........................................................................................................

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Edita Cristianisme i Justícia, Roger de Llúria, 13 - 08010 Barcelona Tel. 93 317 23 38 - [email protected] - www.cristianismeijusticia.netImprime: Ediciones Rondas S.L. - Depósito Legal: B-23852-2014 ISBN: 978-84-9730-321-0 - ISSN: 2014-654X - ISSN (ed. virtual): 2014-6558

Revisión y corrección del texto: Pilar de la HerranMaquetación: Pilar Rubio Tugas Octubre de 2013

La Fundación Lluís Espinal le comunica que sus datos están registrados en un fichero de nombre BDGA-CIJ, titularidad de la Fundación Lluís Espinal. Solo se usan para la gestión del servicio que os ofrecemos,y para mantenerlo informado de nuestras actividades. Puede ejercitar sus derechos de acceso, rectifica-ción, cancelación y oposición dirigiendose por escrito a c/ Roger de Llúria 13, Barcelona.

Jacqueline Glénisson de Walque, religiosa del Sagrado Corazón. Misionera, educado-ra, acompañante y ermitaña.

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PRESENTACIÓN

Desde hace veinte años, la Escuela Ignaciana de Espiritualidad (EIDES)tiene por cometido transmitir el legado ignaciano, pensando particular-mente en la formación de personas que sean capaces de transmitirlo asu vez. El núcleo de este legado se encuentra, sin duda, en los Ejer ci -cios Espirituales, si bien no únicamente. Bucear en ellos una y otra vezha permitido extraer sus tesoros a múltiples generaciones desde hacecasi quinientos años. Tal es la característica de todo texto que se haconvertido en un clásico: permaneciendo intacto, tiene la capacidad dehablar a cada generación con su propio lenguaje. Cada incursión per-sonal y generacional descubre significados y posibilidades diferentes.Esto es lo que se ofrece en este Cuaderno: una interpretación de losEjercicios en claves contemporáneas por alguien que los ha orado ysedimentado a través de su propia práctica a lo largo de su vida y tam-bién en el servicio de proponerlos a diversas personas en el marco dela Vida Ordinaria y también en tanda de Mes.Jacqueline Glénisson de Walque, de origen belga y religiosa delSagrado Corazón, estudió la carrera de físicas y después de veinteaños como enseñante en El Congo, lleva el resto de su vida en territo-rio español recorriendo parajes bien diversos: primero fue profesora enNazaret (Valencia) durante trece años; ya jubilada estuvo unos años enel mundo rural del Moncayo y después ha estado en comunidades deinserción en barrios de inmigración en Santa María del Águila (Al -mería), en el casco viejo de Zaragoza y en los barrios marginales deBarcelona. Antes de su retiro definitivo, vivió como ermitaña durantedos años y medio en los bosques del Mas Blanc. Actualmente estáPamplona, en una residencia para hermanas mayores. Es decir, esta-mos ante una mujer que se ha nutrido tanto de una intensa vida interiorcomo de su compromiso con los desfavorecidos. Estas páginas sonfruto de su experiencia humana y orante, y también del acompaña-miento de los Ejercicios que ha hecho a gente bien diversa. Las pre-sentamos como un estímulo para que, con la unción del Espíritu, cadacual recree la interpretación de un texto que sigue vertebrando la vidaespiritual de muchas personas y que tiene la capacidad de hablar acada generación con su propio lenguaje.

Javier Melloni 3

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INTRODUCCIÓN

Dios en sí mismo es incognoscible. Pero Dios se da. Todo es manifes-tación de este Dios que se da. «Ordenar la vida» implica quitar las tra-bas que frenan este fluir de Dios que informa nuestro ser por medio denuestra libertad. Ignacio experimentó que quitar estas trabas le permitía tomar concien-cia de que todo él era don continuo de este fluir de Dios y le hacía vivirsu ser en plenitud. Con los EE nos comparte su experiencia. Al ser unaexperiencia profunda y auténtica, deviene universal y también actual.Esto significa que los textos más significativos que jalonan la dinámicade los EE pueden darse íntegramente, pero habiendo dado previa-mente las claves para traducir su lenguaje. Mi experiencia es que sólo cuando el ejercitante es capaz de integrar yasumir la experiencia profunda del maestro, puede acceder a tales tex-tos. Antes hay que esforzarse por transmitirlos en lenguaje contempo-ráneo. En este cuaderno se ofrecen las claves que interpretan el textodel maestro. No se da aquí el material concreto para hacer los EE. Por otro lado, este Cuaderno es heredero, no solamente del texto delos Ejercicios sino de la totalidad de los escritos que nos ha dejado sanIgnacio. Su legado deja vislumbrar el fuego interno que intentabaexpresar con la lengua y los contenidos de su tiempo. Es heredero también de todos estos hermanos jesuitas que han pro-fundizado, vivido y hecho vivir el legado del Padre. Es heredero finalmente de todos los hermanos y hermanas que en elacompañamiento han sabido entrever la profundidad que conlleva «lalucha de Jacob con el Ángel», combate del que salen marcados parasiempre.

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Antes de abordar el texto original con-viene apuntar lo que hoy podemos decirdel ser humano y esbozar algo de losvalores emergentes actuales.

1.1. El Fundamento es elManifestanteUn teólogo decía: «Cristo es toda lamateria». Todo el cosmos es manifes -tación del Inefable, origen, sostén y finde lo que es. No hay ruptura entre elManifestante y la manifestación, entreDios y lo que soy. El fundamento es elManifestante, pero no lo puedo alcan-zar más que por medio de sus manifes-taciones.

Los EE no presentan cualquier ma -ni festación sino que nos sitúan ante lacriatura responsable, libre y reflexivaque soy yo. Así, también puedo decirque el Fundamento es lo que soy, porgracia de Dios.

Todo lo que nos hace eludir nuestracondición humana no puede ser Fun da -mento de nuestra vida. Todo lo que sequiere construir fuera del condiciona -miento particular de lo que soy, no pue -de ser Fundamento. Por lo demás, loque soy no es estático sino sumamentedinámico. Cada elección mía, aunqueno necesariamente acertada, que da asu-mida por Él que me da el ser. Cada libredecisión que tomamos modifica, enri-

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1. EL FUNDAMENTO

De manera muy escueta Ignacio define los EE de este modo:«Ejercicios espirituales para ordenar la vida sin determinarse por afec-ción alguna que desordenada sea» [EE 21]. Ahora bien, no se puedeordenar la vida sin determinar cuál es su fundamento. Ignacio nos dauna clave general: «El hombre ha sido creado...». Este impersonal iráindividualizándose a través del «por mí» tantas veces repetido a lolargo de los EE.

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quece, individualiza lo que somos ha -ciéndonos una manifestación particulary original de El-que-Es.

Conviene indagar sin cesar en estamanifestación que somos, la cual tienelas dimensiones infinitas del misterio ynos reserva la sorpresa de mundos siem-pre más ricos y más amplios. Al igualque la curva de una función se acercacada vez más a la asíntota hasta el infi-nito, buscando lo que soy, me acercocada vez más a El-que-Es.

1.2. La no-dualidad entre Creadory criaturaVivimos un cambio de época y los fun-damentos de la anterior se derrumbanbajo una potente emergencia de valoresnuevos. Uno de ellos es la noción deno-dualidad respecto de Dios y de lacreación.

Dios es el Ser absoluto, incognosci-ble y sin nombre, fuente de toda mani-festación, origen de todo lo que hay sinconfusión pero sin ruptura. Como con-secuencia imperativa, todo lo creadoestá interconectado. El núcleo profundode cada cosa, acontecimiento, personaes el Ser-Totalidad fluyendo en el serparticular.

Cada ser individual puede percibiren el otro este núcleo profundo, esemisterio que le hace participar de «Diostodo en todo» (1Cor 15,28). Ignacio nolo podía expresar como lo hacemoshoy. Pero, sin forzar las cosas, tanto ensus escritos como en su vida, podemosdescubrir una experiencia espiritualmuy profunda que transgredía el tiem-po y que resulta actual y de todos lostiempos.

Es cierto que en la Contemplaciónpara alcanzar amor se dice que «elamor consiste en la comunicación delas dos partes» [EE 231], lo cual es dua-lidad declarada. Pero el texto prosiguecon el intercambio de todo lo que tieneel amante al amado, hasta el inconfun-dible momento donde no queda ni lomío, ni lo tuyo, ni tú ni yo, y la dualidaddesaparece en la no-dualidad. En eltexto original del segundo punto de lamisma contemplación se expresa contoda claridad el nexo ontológico decada criatura con Dios mismo: «Diosvegetando en las plantas, sensando enlos animales, entendiendo en los hom-bres...» [EE 235]. Son expresiones ex -traordinarias. Nos hallamos muy cercade las formulaciones y experiencias deOriente o del redescubrimiento actualde la física cuántica de la íntima cohe-sión de todo con todo.

1.3. «Ordenar la vida» Este ordenar supone primordialmentetomar conciencia, elegir y realizar loque soy, lo que soy como don, reto ytarea. Pero no desconectado del mundo:«y las otras cosas sobre el haz de la tie-rra...». Este mundo real es el lugar demi toma de conciencia. No el mundo denuestros sueños sino el que nos ha sidodado y tal como nos ha sido dado. Sóloel mundo real es el mundo de Dios.Este mundo como don, reto y tarea.

1.4. Interpretación de algunos términosBajo estas claves, el texto originalpuede ser reinterpretado del siguiente

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modo sin traicionar para nada el núcleode la experiencia ignaciana:

– «Es creado», el hombre y la mujerson el resultado de la evoluciónimpulsada por el Creador. Estamosante una creación continua y abier-ta, en absoluto fija ni cerrada, llenade potencialidades por descubrir.– «Alabar» significa recobrar la ca -pa cidad de estremecerse ante lo in -creíblemente bello de lo que existeen nuestro entorno: el universo, latierra, la flora, la fauna, los huma-nos, yo. – «Hacer reverencia» implica si tu ar -se como criatura de Dios frente alresto de las criaturas del cosmos,respetando a cada cosa desde lo quees en sí misma.– «Servir» es entrar en el movi-miento transformador del mundo,actuando, implicándose.– «Salvar su ánima» es alcanzar a laplenitud del propio ser.– «Hacernos indiferentes», es decir,li bres, liberados del subjetivismo quedistorsiona la realidad y de las pro-gramaciones de nuestra educación.Capaces de ver las cosas como son.– «No queramos de nuestra partemás salud que enfermedad, riquezaque pobreza, honor que deshonor,vida larga que corta». Es imprescin-dible llegar a una nueva percepciónde la realidad; más que nueva, setendría que decir perenne y que estásubyacente en todas las espirituali-dades tanto de Oriente como deOccidente. Para ello conviene dis-tinguir entre vivir a partir del ser o a

partir del estar. Estamos ante dosniveles de percepción muy diferentede la realidad.

1.5. Distinción entre el ser y el estarEl nivel del estar es superficial. En él se distorsiona continuamente la percep-ción de la Realidad según las fluctua-ciones de las emociones, del tiempo,del espacio, de los sentimientos, de losprejuicios, de las costumbres, de los ra -zonamientos, del miedo, del deseo o dela salud. El pun to de referencia es elego. El juicio es subjetivo y se tratatodo como objeto. El estrés, la agita-ción y el ruido son fruto de que vivimosnormalmente en el nivel del estar.

El nivel del ser es profundo. En él sepuede aprehender la Realidad tal comoes, más allá de las fluctuaciones. Elpunto de referencia son las cosas, laspersonas, el yo o los acontecimientos ensí, fuera de su relación conmigo. Allítodo es asombro. El juicio es objetivo, ytodo es tratado como sujeto. En el silen-cio llegamos poco a poco a vivir a niveldel ser. En el silencio podemos percibircómo recibimos la vida y podemos sen-tir cómo «en Él vivimos, somos y actua-mos» (Hch 17,28). Allí descubrimos lafuente inagotable del Dios que se da.

Entre el estar y el ser hay una zonade bloqueos hecha de miedos, apegos,defensas, heridas que dificultan llegaral ser. Para ello conviene reservar cadadía un espacio de silencio y tomar con-ciencia del propio ser, más allá del ni -vel del estar. Este espacio, poco a poco,se irá ensanchando hasta informar elnivel del estar e integrar toda la vida.

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Allí, sin saber cómo, se romperá el cír-culo cerrado del ego y se abrirá el asom -bro infinito de la compasión. Co mo dicesan Ignacio, seremos capaces de «ver atodas las cosas en Dios y Dios en todaslas cosas» (Constituciones 288).

Tal es el verdadero sentido de la in di -ferencia: la paradoja que permite vi vir

con un intenso interés por todo y, almismo tiempo, con una completa liber-tad. Todo me interesa y a la vez todo mees igual.

Todo ello se enuncia al comienzo delos EE para ser recorrido lentamente alo largo del proceso y convertirlo en unmodo de vivir real en el ejercitante.

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Los EE proponen hacer un recorrido porlos pecados de los ángeles [EE 50], deAdán y Eva [EE 51] y los pecados co-lectivos y personales [EE 52.56-58] asícomo propone meditar el castigo del in-fierno [EE 65-72]. A pesar de que hoy,presentadas así, estas meditaciones re-sultan inaceptables porque acorralan alser humano y a la creación en una si-tuación de culpabilidad generalizada, almismo tiempo nos confrontan ante unarealidad ineludible: la experiencia delmal, tanto sufrido como provocado.

En los EE es sumamente importan-te que el ejercitante pueda bajar a su po-zo interior –lo que uno es–, y tambiéncontemplar este mundo tal como es ydejarse impactar, incluso derrumbar,por el choque que nos produce el mal,para después poder integrarlo en el co-

razón mismo de su experiencia delAmor de Dios.

2.1. El misterio del malLos siglos XX y XXI han quedado abru-mados por la gran pregunta sobre el mal,tanto ante el mal en general como anteel mal personalizado en cada uno. SanIgnacio propone que antes de centrarseen el mal personal, se intente una refle-xión sobre el problema del mal en sí. Tales el sentido de la meditación sobre elpecado de los ángeles [EE 50] y de Adány Eva [EE 51]. No se trata de dar unarespuesta que neutralice el misterio, si-no de cernir su contenido y su expresióny, en la medida que se pueda, integrarlodentro de la comprensión de este mun-do tal como nos ha sido dado.

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2. PRIMERA SEMANA

Una vez sólidamente establecido el Fundamento sobre el cual seempieza a «ordenar» la vida, el conocimiento de Ignacio sobre el serhumano nos lleva a una inmersión en las zonas profundas de la psiquey en el misterio del mal.

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El mal no es objetivo. Se trata de unaexperiencia subjetiva, profundamentehumana, de la cual ninguno de nosotrospuede escapar. La noción de mal noexiste en el mundo animal. Aunque ten-gamos nuestro fundamento sobre roca,más pronto o tarde tendremos que en-frentarnos con él.

¿Qué contenido dar a la palabra? Elmal incluye todo lo que destruye y rom-pe la armonía. Se pueden distinguir tresámbitos diferentes: el mal provocadopor los fenómenos naturales: un terre-moto, un incendio, un tsunami, una ra-diación nuclear; el mal que podemosprovocarnos los seres humanos unos aotros: la explotación, la tortura, una vio-lación; el que proviene de los desarre-glos de la misma vida: un niño con sín-drome de Down, la enfermedad, lavejez, la muerte.

2.1.1. Algunos intentos de respuestasobre el malHemos oído al respecto muchas res-puestas, la mayoría de las cuales sonina ceptables o incompletas porque nonos atrevemos a considerar la radical di-ferencia entre nuestro querer humano yel trascendente, recio y inson dable amorde Dios. Me permito presentar algunasde estas respuestas para intentar desen-trañar su artificialidad, respuestas que,al no serlas, en lugar de calmar nuestraangustia la agudizan.

– «Tenemos que luchar contra lasfuerzas del mal en el mundo».¿Existe una fuerza del mal que luchacontra Dios? Hay que desenmasca-rar el maniqueísmo subyacente enesta respuesta. ¿Puede existir algo

que escape a Quien es origen, sus-tento y fin de todo? Por otra parte,¿qué nos da la seguridad de poderdiscernir cuáles son los buenos ycuáles son los malos? ¿Fue justiciaquemar a los herejes o guillotinar alrey, invadir Irak o matar a Bin Lan -den, mutilar un adúltero o reventarlos contenedores? ¿Quién tiene ra -zón y quién se equivoca? ¿Soy yo laverdad y el resto yerra? Al mirartanto la historia del pasado como laactual no nos queda más que llorarante las in creíbles injusticias y des-trucciones, guerras y venganzas quetal aserción provocó en nombre dela justicia o de Dios. Pablo dirá:«¿Quién eres tú para juzgar a tu her-mano?» (Rm 14,4.10). ¿Cómo edu-car para ensanchar el horizonte ytomar distancia ante las cosas, abrir-se a lo diferente, detenerse y descu-brir el núcleo profundo de tododonde el Manifestante se manifies-ta? Si Dios es Dios, ¿hay algo quese le pueda escapar? ¿Qué quieredecirnos Jesús en el evangelio con:«Dejad crecer la cizaña con el trigo,al final todo se arreglará» (Mt13,24-30)?– «El mal se da porque Dios noshizo libres». Eso significaría queDios no previó las consecuencias desus dones. Hoy estamos en condi-ciones de hacer una nueva interpre-tación de la intuición del mito delGénesis y comprenderlo como ladescripción del paso del animal a lahumanización, el modo de explicarcómo nació la libertad con la interac -ción del don gratuito y de la desobe-diencia. ¿No hablaba antiguamente

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la liturgia de Felix culpa? Los prime-ros Padres se encuentran enfrentadoscon un dilema: el fruto era apetitosoy, al mismo tiempo, prohibido. Adány Eva deliberan, escogen y actúan.Pasan de la inocencia prehumana aresponsabilizarse libremente de unacto que sabían lleno de consecuen-cias. Es el despertar de la libertad, eluso de la libertad como don primor-dial. Y Dios asumió la decisión. In -cluso nos podemos preguntar si fueDios mismo, bajo el disfraz de laserpiente, el que les tentó y les obli-gó, ante el dilema entre «bueno» y «prohibido», a discernir, decidir yactuar para dejar ya sin retorno elparaíso irresponsable del animal. Escierto que el uso de la libertad esmucho más importante que acertaren una decisión. El primero es fun-damental y constitutivo de nuestroser; el segundo es aleatorio. Se ha in -sistido demasiado sobre la desobe -diencia como pecado en lugar dever en ella un primer paso hacia lahumanización. Podríamos decir quea Dios le importa mucho más elejercicio de la libertad que la posibi-lidad de errar. Y asume el error. Esmás, impulsa a los primeros Padresa dar el enorme salto cualitativo quemarca toda la evolución y asume atal punto el error, que a partir de allíse da a conocer: «Seréis como Dios»(Gn 3,1-24).– «Dios no quiere el mal pero lo per -mite». Esta respuesta indica un mo -do demasiado humano de concebir aDios. No nos atrevemos a romper lacáscara de nuestro mundo. Es comosi nos quedáramos en una calle ilu-

minada con luz artificial en lugar demirar las estrellas en plena noche,olvidando que tenemos esta miste-riosa facultad de percibir la trascen-dencia. Hemos de entender que Diosno es un hombre bueno ni un hom-bre justo porque no es un hombre.Intuimos su Amor, pero, ¡qué recioes este Amor y qué distinto de nues-tro modo de amar! Sus horizontes deespacio y tiempo son infinitos. Tantolo infinitamente grande como lo in -finitamente pequeño nos deja con larespiración cortada. Sólo Él sabe.Nosotros, tan efímeros, superficiales,parciales y limitados, ¿qué vamos a entender? Si utilizáramos nuestrafacultad de percibir la trascendenciapodríamos descubrir que el malpuede ser una pedagogía divina yque la experiencia del mal se puedeintegrar en el misterio de Amor deDios. Sin seguir entendiendo el mal,podemos intuir que forma parte delproyecto de Dios. Esto nos hace en -trar en el Misterio, con la confianzabásica en que Él sabe.Aún así, cuando el dolor del mundo

se integra, sigue abrumándonos e inclu-so derrumbándonos con la impotenciade sentirnos sólo espectadores. ¿Es po-sible que alguien muera de hambre sinque algo en mí muera de hambre? Estapercepción podría ser ya una experien-cia de la no-dualidad, un despertar quenos lleva a la compasión, enfocando to-do nuestro sentir más allá de nosotroshaciéndonos sentir que somos el otro.

En definitiva, los EE nos llevan des-de el comienzo a recobrar la fe plena ante toda realidad y a percibirla comobuena, a fiarnos en lo que hay y a bus-

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car en lo que hay el plan de Dios, lo queDios quiere y siempre ha querido, y a tener la certeza de que Dios asume lasconsecuencias de lo que hay.

De aquí que podríamos reformularalguna de las oraciones de la PrimeraSemana y decir: «Pedir lo que quiero,aquí será: integrar la experiencia del malen el misterio del amor de Dios». Creoque esta reformulación no traiciona aIgnacio. Tanto en su correspondencia,como en su Autobiografía, Ignacio seabre a la gratitud de un mundo donde todo se integre en el misterio del Amor.La mística de Ignacio va mucho más lejos que la prudencia y a veces la con-vencionalidad de sus escritos. No haynada que pueda escapar «a Dios todo en todo» (1Cor 15,28). Él es la Realidadúltima de todo. Todo lo que experimen-tamos es contingente respecto al Ab -soluto. El Absoluto es Misterio, dondepodemos adentrarnos siempre más ydonde lo que no se entiende cobra cadavez más sentido.

2.1.2. ¿Qué sentido puede tener la experiencia del mal?Los EE nos lleva a considerar toda rea-lidad a partir de esta mirada escrutado-ra del Espíritu que nos ha sido dado. Eneste apartado intentaremos insinuar al-gún sentido la experiencia del mal.

Todos tenemos la experiencia de queel fracaso de nuestras expectativas nosha llevado mucho más allá de lo espe-rado.

El aguijón de Dios nos obliga a po-nernos de pie, a retomar conciencia delo que queremos de verdad. Nos obligaa estirarnos y dar un salto cualitativo sin

retorno, a descubrir «tantos bienes reci-bidos» [EE 233], capacidades, dones,recursos... que la comodidad había de-jado dormidos en nuestro potencial sinhacerlos realidad.

El aguijón de Dios nos obliga a dar-nos cuenta de que no estamos solos enel mundo, sino que estamos rodeados dehermanos que nos echan una mano oque también nosotros ayudamos a salirde la cuneta. Si fuéramos autosuficien-tes, ninguna necesidad nos obligaría atomar conciencia de que somos comu-nidad. Este despertar llega a veces des-pués de una larga marcha en la nocheque nos prepara para no ser deslumbra-dos por la irradiación de la luz.

Podemos considerar también cómola evolución utilizó el mal para llegar aproducir este ser extraordinariamentecomplejo, capaz de discernir, elegir, de-cidir en su autonomía personal y res-ponsable de su decisión, que es el serhumano. En un medio de bienestar to-tal, la evolución se habría estancado yestaríamos todavía en el estado de bac-terias felices.

En el Libro de Job se hace patenteque Job, justo y bueno, no merecía nin-gún castigo. Dios le maltrata hasta de-jarlo solo en un estercolero y lleno deenfermedades. Job grita justicia y cita aDios en el tribunal. Dios responde conun poema a la creación de una intensabelleza (Job 38-40,2). Dios responde sinresponder, haciéndole caer en la cuentade que hay cosas que superan a la men-te humana y que si Job no sabe, Dios sísabe. A Job no le queda más salida quecallar y «poner la mano sobre la boca»(Job 40,4). Y con la evidencia que Diossabe, se deja inundar de tal fuerte con-

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fianza que recupera salud, tierra, casa,hijos, mujeres, bueyes y asnos... (Job42,10-16).

San Ignacio nos pone ante elCrucificado [EE 53]. Como Tomás, nohay que retroceder ante los efectos delmal y hay que atreverse a meter nues-tros dedos en las llagas. Tal es la expe-riencia que hizo Jesús hasta el extremo:tomar conciencia de la realidad. Jesúsasumió el mal. Hoy y siempre, Dios loasume. Dios está dentro del mal. Él sa-be que el mal es la grieta por donde secuela su Espíritu.

En definitiva, no hay respuesta alproblema del mal. Como Job, nos po-nemos la mano sobre la boca o comoMaría, la madre de Jesús, que no enten-día, pero guardaba todo en el corazón(Lc 2,19 y 51). Nuestra razón no alcan-za la respuesta. Pero podemos encontrarun sentido que irá en aumento hasta que,como una música callada, acabará porsumergir toda la realidad.

2.2. La acción del mal en míDespués de las consideraciones genera-les sobre el mal, volvemos al subjectoque ahora tendrá que enfrentarse al pro-blema en el núcleo más profundo de supersona. No se trata de detectar los pe-cados concretos sino de alcanzar la con-ciencia de pecado. La tradición cristia-na nos dice que tal toma de concienciaes un regalo de la revelación.

La psicología contemporánea hadesvelado que la psique es el lugar don-de se acumulan los bloqueos, la culpa-bilidad, las pulsiones reprimidas. Hayque destapar, dejar aflorar todo lo queha sido reprimido o escondido sin re-

solver. Este infierno subconsciente estátan bien tapado que ni siquiera nos da-mos cuenta de su extensión, sino porqueprovoca en la superficie unas reaccionesque nos sorprenden por incongruentes odesproporcionadas.

No sirve de nada corregir las reac-ciones superficiales. Limitarse a lo su-perficial es una manera de engañarse a sí mismo, con el peligro de presentar ante los demás algo que está en contra-dicción con lo que se vive. Esta situa-ción, a largo plazo, puede provocar unaruptura de la cohesión psíquica y acabaren depresión.

Hay también que descartar el falsorespeto que impide admitir que, en rea-lidad, como todo ser humano, somos«pobres pecadores», tal como lo reza-mos en el Ave María [Cf. EE 58-60].Hemos de tomar conciencia de haberdañado muchas veces a nuestros her-manos, pero precisamente por esto po-demos vivir un humilde y casi infinitosentimiento de gratitud tanto a Dios co-mo al hermano: ¿Yo? Pues ¡Sí! Cómosoy, tal como soy, he sido escogido pa-ra vivir, colmado de bienes, llamado aconocer, a re-conocer, a con-nacer conEl-que-Es e irradiarlo y descubrirlo entodo lo que me rodea.

Todo lo que descubrimos sobre no -sotros hay que acogerlo sin juicios devalor. Hay que atreverse a mirar lo quesale sin dejarse afectar. Es lo que es yhace parte de lo que soy. Todo está enlas manos de Dios. La conciencia de serpecador descarta el sentimiento de cul-pa y el sentimiento de fracaso. Ambossólo refuerzan el círculo cerrado del egoque impide tanto la relación como elfluir de la gracia. Se trata de llegar al

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sentimiento del error, lo cual nos ayudaa recuperar la objetividad y reajustarnuestro hacer.

La consciencia del pecado hay queinsertarla en dos lugares nucleares: en laalianza entre Dios y su criatura y en eldinamismo de nuestras actuaciones ydecisiones.

a) Hay que tomar conciencia de laalianza ontológica entre el Creador y sucriatura, entre el Manifestante y su ma-nifestación. No son ni mis dones, ni misluchas para ser mejor lo que me haceamable a los ojos de Dios, porque todoeso no soy yo. Me ayuda a vivir, a rela-cionarme, pero no soy yo. Mis limita-ciones y mis fallos no es lo que me ha-cen repulsivo a los ojos de Dios. Hayque descubrirlos como un reto continuopara superarme e ir adelante. Lo queDios ama es lo que soy y no el bien o elmal que hay en mí. Este Amor no sabeni de castigo, ni de recompensa. Sóloama, sin condiciones. Nada ni nadienunca podrá alterar este Amor personal,creador y recreador que me tiene miDios. Este Amor es el fundamento de loque soy (Cf. Rm 8,31-39). Así lo vemoscon los trabajadores de la última hora(Mt 20,1-15) o con el hijo pródigo (Lc15,11-21).

b) Por lo que respecta a mi libre-ha-cer, hay que ponerlo en relación con laconciencia de las promesas de Dios y latensión para hacerlas entrar en mi reali-dad. ¿Qué soy o quién soy? Retomamosaquí el misterio de la relación de la«criatura con su Creador y Señor» talcomo lo menciona san Ignacio en lasAnotacio nes [EE 15]. Somos imagen deDios, una manifestación de Dios para el

mundo, absolutamente única, irrepeti-ble, original. Este «Rostro de Cristo»que soy es eminentemente dinámico, se recrea sin cesar. Toda mi vida terrestrees su construcción. Mi libre-escoger ymi libre-hacer le dan sus rasgos origi-nales. Tengo capacidad para intuir estacontinua relación amorosa que me da el estar, el hacer y el ser (Hechos 17,28).Lo que soy está en continua relacióncreadora con el universo. Se trata de una relación recíproca. Todo mi hacer ymi ser provoca ondas de propagaciónque refuerzan o neutralizan lo que meviene del exterior. Soy como una notade la sinfonía de la Creación que sostie-ne el Cos mos y, a la vez, está sostenidapor él.

La cuestión es entonces: ¿Cuál es latarea que me hará llegar a la plenitud demi ser o «salvar mi ánima» [EE 23]? Nohay otra vía que indagar en lo que soy,lo que soy como camino hacia el des-velamiento de El-que-Es. Si soy progre -siva y original manifestación suya, especado todo aquello que oculta, defor-ma, adultera o frena lo que soy:

– Atribuirme el ser, el hacer, los ta-lentos o las obras, oculta al Mani fes -tante.– Enfocar la atención, el interés, todala red de mis actuaciones sobre mímismo deforma o adultera la mani-festación y pierde su sentido porqueexisto en función del otro. – La ignorancia, el estrés de una vidadesordenada, el dejarse arrastrar, ladiversión… frenan la manifestación.

La conciencia del pecado es ya ilu-minación. Esta conciencia no nos sepa-

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ra sino que nos une a Dios. Lo cierto esque mirando en nuestra experiencia delpasado, fue la conciencia del pecado loque de repente iluminó la gratuidad delamor de Dios. Pablo dice: «En esto co-nocimos el Amor de Dios, que siendopecadores, Cristo murió por nosotros»(Rm 5,8). Conviene que el ejercitantepueda imaginarse frente a Cristo Jesúsen la cruz, expresión suprema del amory del perdón, tal como Ignacio lo sugie-

re en el precioso coloquio del primerejercicio [EE 53]. El pecado no daña aDios, sino a nosotros mismos. Dios, ensu amor, lo asume y salva. Más que pe-dir perdón, tenemos que dar infinita-mente gracias. Cuanto más grande es elpecado, mayor es el agradecimiento. Elpecado es sobre todo ignorancia. «Pa -dre, perdónales porque no saben lo quehacen» (Lc 23,34). En la luz de Dios esimposible de pecar.

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El único camino para «salvar el ánima»es la salida de sí hacia el otro. Esto va-le para todos los tiempos y no es exclu-sivo del cristianismo. En el islam, porejemplo, se trata del segundo grado delsufismo, que se define como tariqa: «lotuyo es tuyo, lo mío es tuyo» o la prác-tica del Ithar: preferir los otros a sí mis-mo. En el budismo, después de la expe-riencia del vacío, se desemboca en lacompasión, como el volver a la plaza delmercado: «Vuelves sin nada, ya sabesque nada te pertenece. Vuelves dándolotodo, eternamente feliz y sin necesidadde magia, adonde pisas, nace la prima-

vera» (Kakuan, s. XII). Así trabaja elEspíritu en todo ser humano. Es así co-mo el Manifestante se hace manifesta-ción. No es un llamamiento a un estado,ni a una forma extraña de vida sino queforma parte de la pedagogía divina de laCreación para todos los seres. Todos lle-garán, antes o después, con muchos ydolorosos extravíos o en vía recta de laabsoluta gratuidad. Un día despertare-mos libres del egocentrismo, introduci-dos en la corriente inefable de un Diosque se da. Este despertar nos pide unaactitud de escucha, clara, creativa, libre,responsable.

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3. SEGUNDA SEMANA

La Segunda Semana se centra en la contemplación e identificación conel camino seguido por Jesús hasta el don incondicional de sí mismo:«Esto es mi vida entregada por vosotros». Se trata de llegar a escucharcómo nos invita: «Haced lo mismo que yo he hecho».

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3.1. Sentido de la oblación en la meditación del Rey Eternal [EE, 91-97]

Ignacio nos despierta con la Llamadadel Rey Eternal. Es un primer paso a darla vida que invita a tomar parte en laconstrucción de la Realidad con una cooperación amorosa. Esta cooperaciónamorosa supone que el ejercitante tieneque dejar en el Otro el reino que se pre-paraba a construir con todo su corazón.Es costoso. El proyecto de Dios es másgrande que el nuestro, nos desborda.Sólo Él sabe. La llamada del Rey nos in-vita a dejar nuestros planes para entrarcon confianza y fiarse de una realidadmucho más amplia: el plan de Dios.Jesús lo llama el Reino. Muchas pará-bolas lo mencionan pero nunca nos di-cen qué es. Se trata de firmar un chequeen blanco.

La experiencia del Absoluto enIgnacio, más allá de sus imágenes y desus conceptos, fue conducida por elMaestro [Aut 27 4]. Para él, el caminofue Jesús. Andar con él supone ir a dón-de él, hasta el final. En la Oblación delfinal de la meditación [EE 98] se ofreceuna última prueba. Nos podemos pre-guntar cómo un texto de tal fuerza hapodido situarse al principio de estaSemana, cuando el ejercitante es aún unprincipiante. Durante mucho tiempopensé que el agere contra de lasAnotaciones [EE 16] o «más aún ha-ciendo contra...» de esta oblación [EE97] era para tener dominio de sí mismoy vencer las propias necesidades. Des -pués, contemplando en Jesús el dolordel mundo, creí que era para disponer-se a estar con él en un mundo sufriente,

como en el Tercer grado de Humildad[EE 167]. Con el tiempo he ido descu-briendo que lo que pretende Ignacio conesta oblación tan radical es provocar unaliberación del miedo que despeje el ca-mino para no distorsionar la relacióncon el Maestro y dedicarse al Reino.

En mi experiencia de acompañar losEE he descubierto hasta qué punto pue-de paralizar el potente condicionamien-to del temor. En su vida, Ignacio no es-conde la importancia que tuvo para él el honor y las vanidades del mundo [Aut1], y la ruda experiencia de humillacióny de pobreza que tuvo que sufrir en 1516con la quiebra de su familia de adopciónen Arévalo, al caer en desgracia JuanVelásquez de Cuéllar como ministro definanzas del Rey. San Ignacio tuvo mie-do tanto a la pobreza como al desprecioporque los había experimentado. Du -rante su convalecencia en Loyola, lacontemplación de Jesús en la vida de lossantos le hizo cambiar. Pudo hacer fren-te a sus miedos y pidió lo que temía: vi-vir en pobreza y padecer menosprecios.Se trata de algo semejante a lo que leyóen la Vida de los Santos a propósito deFrancisco de Asís: su beso a un leprosofue el origen de su conversión. Ambosrompieron la cadena del temor que lesimpedía el paso del fluir de Dios. A mientender, esto es lo que explica la im-portancia de esta oblación al principiode esta Semana. Es importante que elejercitante tome conciencia de sus mie-dos y redacte una oblación personaliza-da que le permita hacer frente a estos«globos» que son sus miedos y pin-charlos. Le costará tiempo y esfuerzo,casi una muerte, pero saldrá libre, obje-tivo, sin trabas.

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3.2. ¿Quién es Jesús?Antes de proseguir hay que hacerse dospreguntas: ¿Quién era Jesús para Igna -cio y quién es para los que le buscan ac-tualmente?

3.2.1. ¿Quién era Jesús para Ignacio?Toda la vida de Ignacio está imantadapor Jesús. En la Autobiografía se men-ciona los momentos privilegiados quetuvo de encuentro con él [Aut 29,41,44,48,96 y 99]. Entre ellos destaca la Vi siónde la Storta [Aut 96], donde sintió cómoel Padre le ponía con el Hijo. Tambiénen el Diario hallamos unos pasajes deextraordinaria comunión de Ignacio conJesús:

«Intensidad en el imprimírseme elnombre de Jesús» [D 68, 23 de fe-brero 1544].«Era en mí tanto amor, sentir o ver aJesús» [D 75, 24 de febrero 1544]. «Al decir Domine Jesu Christe, FiliDei vivi etc., se me aparecía en espí-ritu, viendo que primero había vistoa Jesús, como dije, blanco, esto es,la humanidad, y en este otro tiemposentía en mi alma de otro modo, esa saber, no así la humanidad sola,mas ser todo mi Dios etc., con unanueva efusión de lágrimas y devo-ción grande» [D 87, 27 de febrero].«La tal devoción y amor todo se ter-minaba en la Santísima Trinidad, noteniendo noticias o visiones distintasde las tres personas, mas simple advertencia o representación de laSantísima Trinidad. Así mismo al-gunos ratos sentía lo mismo, termi-nando en Jesús, como hallándome a

su sombra como si fuera el guía, masno diminuyéndome la gracia de laSantísima Trinidad, antes parecien-do juntarme más con la su divinaMajestad» [D 98, 3 de marzo 1544].«Volviéndome a Jesús le decía:Señor, ¿dónde voy? Siguiéndoos, miSeñor, no me podré perder» [D 114,5 de marzo 1544]. En definitiva, podemos decir que

Jesús era para Ignacio:– El Compañero y Amigo incon di -cional:

El que nunca falla (Lc 9,57-62y Mt 8,18-22).El que asume todo lo suyo (Rm8,28).El que le ama hasta el extremo(Jn 13,1).El que da su vida por él (Lc22,14; Mc 14,17; 1Cor 11,23).

– El Viviente (Rm 6,9-10; Ef 1,10).– El Señor, que le convida a partici-par en el Reino, implicando su cuer-po, su creatividad, el corazón y la in-teligencia (Mateo 4,18-25). – Jesús y él, conectados por el mis-mo Espíritu-Dios-Amor (Rm 5,5 y6,5; Juan 15,1-8).– El Camino hacia: «Dios todo en to-do» (1Cor 15,28).

El prepósito general de los jesuitasP. Adolfo Nicolás dijo durante su inter-vención en Barcelona el 12 de diciem-bre 2008: «Nos sentimos llamados a sercompañeros de Jesús como lo fue sanIgnacio». Esto quiere decir que nosotrosdeseamos ser movidos por el Espíritu de

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Jesús: por su manera de ser, su talante,sus valores, sus preferencias.

3.2.2. ¿Quién es Jesús para nuestroscontemporáneos?La pregunta «¿Quién es Jesús?» vuelvecada vez que intentamos ahondar en suvida. En realidad, no hay respuesta. Nohay respuesta, pero se puede aclarar sidistinguimos dos planos: el de la razóny el la experiencia. La razón nos sirvepara un tipo de conocimiento, mientrasque la experiencia va mucho más allá delo que podamos entender. En ella pode-mos encontrar sentido, sin por ello «en-tender».

– Con la razón: de Jesús sabemospoco. Él decía de sí mismo que erael Hijo del hombre. Lo vemos comoverdadero hombre, compartiendotodos los aspectos de la condiciónhumana. Aunque el ser humano esmuy misterioso, sabemos algo de loque pudo ser capaz Jesús porquetambién nosotros somos humanos.Pero lo que es Dios no lo podemossaber. El IV Concilio ecuménico deLetrán (1215) definió que «de Diosnunca diremos nada tan semejante aél que no tenga una desemejanzamucho mayor», y Tomás de Aquinotambién dijo: «No hay palabras hu-manas para hablar de Dios». QueJesús sea Dios lo podemos decir, pe-ro, en realidad, no sabemos lo quesignifica.– La experiencia de Dios: tal expe-riencia se vive como plenitud, comoruptura del ego y como comunióncon el universo y con la Trascenden -cia. Todo ello va acompañado de un

sentimiento de perderse en una dis-ponibilidad incondicional, junto consentimientos de agradecimiento, dehumildad y de ternura. Mucha gen-te, no sólo cristianos o creyentes, vi-ve esta experiencia.

¿Qué queremos decir cuando habla-mos de Cristo? En verdad, se trata de untérmino que tiene muchos significados.Inicialmente significa «el ungido por elEspíritu». Se utiliza para designar alhombre «ungido» Jesús de Nazaret.Pero Pablo también habla de la comu-nidad como el Cuerpo de Cristo, y porlo tanto se está refiriendo a una realidadde la que todos formamos parte (1Cor6,15; Ef 4,4-16; Col 2,16). Cristo se uti-liza también como sinónimo de Palabra,como Manifestación del que está másallá de todos los nombres y de todos losconceptos. Todo es manifestación deDios para los que saben contemplar.Todo el cosmos es manifestación, es elCristo total. Nosotros mismos, sin serJesús de Nazaret, somos «manifestacio-nes», es decir, entramos dentro de la rea -lidad de Cristo.

El recuerdo de los discípulos sobreJesús era casi un éxtasis en el que revi-vían lo que vislumbraron al haber esta-do en contacto con él. Dios en él eratransparente, resplandeciente. Jesús erauna manifestación evidente y con eltiempo fructificó la idea restringida deque sólo él era la manifestación de Dios.Hoy tendemos a creer que Dios tiene in-finitas maneras de manifestarse. Tam -bién como Palabra. Cristo es dicho enJesús de Nazaret, pero también es dichoen toda persona o situación que nos abrea la inmensidad del Dios inefable. Estotodavía puede desconcertarnos, pero tal

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ha sido la experiencia de todos los mís-ticos y la experiencia a la que tratan deabrirnos los EE: a un Dios todo en todo.

Durante esta Semana puede ser ade-cuado ponerse al día sobre lo que la in-vestigación contemporánea dice sobreel Jesús histórico. Se pueden proponerautores como José Antonio Pagola, Al -bert Nolan o Enrique Martínez Lozano.También se pueden leer algunos ensa-yos donde sitúan a Jesús en el contextode las demás tradiciones religiosas.

3.3. Cómo orar con el EvangelioLa petición que san Ignacio propone pa-ra todas las contemplaciones de la Se -gunda Semana es: «Demandar conoci-miento interno del Señor, que por mí seha hecho hombre, para que más le amey le siga» [EE 104]. El conocimiento desu humanidad, los rasgos de su perso-nalidad, de su actuar, de su hablar, es unencuentro en la fe y en el amor con Élcomo compañeros, viviendo del mismoEspíritu, como los sarmientos viven dela misma savia de la vid (Jn 15,1-8).

No se trata de acercarse a los textosevangélicos con espíritu científico ydescartarlos por ser poco fiables histó-ricamente. Hay que acogerlos como víaspara acercarse al Misterio, a la Verdadque no alcanza la razón humana. El Ine -fable se expresa a través de fábulas, po-emas, mitos. Una película, aun cuandonarra hechos ficticios, puede conmover-nos hasta lo más profundo y acercarnosa lo Real más que un documental histó-rico. Con esta actitud hay que orar todoslos pasajes de la vida de Jesús, tanto enesta Segunda Semana como en las de-más. La contemplación nos ayuda a ver

a Dios manifestado en Jesús y, sin que-darnos anclados en el pasado, ver la ac-tualidad de Dios manifestado en el mun-do y en mí.

3.3.1. Diversos accesos al misterio dela EncarnaciónEncarnación significa literalmente:«hacerse carne». Se puede ampliar elsentido: «hacerse palpable», «poder serexperimentado por los sentidos». En este sentido, todo el universo es encar-nación. Es la manifestación del Ma ni -festante, como la Palabra. Así mismo,Emmanuel («Dios en medio de noso -tros») puede entenderse como que cadaser es una individualización particular ydinámica de la Totalidad. El núcleo pro-fundo de cada cosa es el Ser del que ma-na el ser y el existir. En El no hay dua-lidad. Todo está conectado, como pozosen una misma capa freática. Pablo dice:«En Él vivimos, somos y existimos»(Hch 17,28), refiriéndose a todos los se-res humanos, sin exclusión. Padre e hi-jo son palabras humanas, son metáforaspara expresar una profunda experienciavivida por Jesús de su intimidad conDios. Jesús utilizaba las palabras y loscontenidos propios de su condición hu-mana y de su medio sociocultural.

Recurriendo a las mismas fuentes delos Evangelios, constatamos que hay di-versos modos de abordar este misterio.Lucas y Juan, en concreto, lo relatan condos géneros totalmente diversos. Am -bos textos son unos de los más bellos dela Escritura.

a) La Anunciación a María (Lc 1,26-38). Este relato, en su sencillez, dicemucho más que lo que dice. Hay que

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acercarse a él humildemente, con el co-razón de rodillas, sabiendo que el mis-terio de Dios no tiene ni palabra ni ima-gen humana para decirse. Leer el textoprimero sin hacerse preguntas. Dejarseinvadir por el Espíritu para después en-trar en un entendimiento no literal y de-jar que mane lo escondido del misteriodetrás de las palabras humanas.

b) Prólogo de Juan (Jn 1,1-16). Es -tamos ante otro tipo de texto, grandio-so, solemne, con una grandiosidad queaterriza en: «lo que hemos visto, oído,tocado del Verbo de Vida […], lo con-tamos para que vuestro gozo sea pleno».Verbo, Palabra son una manera de reve-lar lo oculto, manifestar lo escondido.«En el principio era el Verbo». Podemospreguntarnos qué sentía Jesús de estaunión inefable con el Padre, qué dice delo que experimenta. Y nosotros, callar,abrirnos a lo que se «ve» cuando se cie-rra los ojos… Adorar, no con la inteli-gencia sino con el sentido del corazónque intuye y acierta sin tener palabraspara expresarlo.

c) San Ignacio propone su propiacomposición del Misterio de la Encar -na ción: «Hagamos redención del génerohumano» [EE 101-109]. En una bellísi-ma imagen, Ignacio nos propone imagi-nar cómo la Trinidad se conmueve al verla desdicha de sus criaturas y decide sal-varlos. Es otro enfoque para expresar elMisterio. Nos propone un juego de ima-ginación: la contemplación. Despertarlos sentidos (ver, oír, tocar) y la afecti-vidad para ayudarnos a intuir el Misterioy entrar en él. Conocer: en el sentido bí-blico no es entender sino intuir hasta im-plicarse, «alterarse» (alter, «otro») deesa realidad distinta de la mía y que me

transforma. Suplicar, el corazón de ro-dillas, este «conocimiento» (ver tambiénOseas 2,20).

A lo largo de la historia de la Iglesia,ha habido diversas profundizaciones eneste misterio. Tal vez el más audaz ha-ya sido el Maestro Eckhart:

«El Padre engendra sin cesar a suHijo y me engendra en calidad de hi-jo, como el mismo Hijo. Y no sola-mente me engendra en tanto que suhijo, sino que me engendra en tantoque Él mismo y Él se engendra entanto que yo mismo, me engendra entanto que su propia esencia, en tan-to que su propia naturaleza.»

No estamos lejos de lo que el mismosan Ignacio sugiere casi imperceptible-mente: «Pidiendo según que en sí unosintiere, para seguir e imitar a nuestroSeñor, así nuevamente encarnado» [EE109]. Se trata de prolongar, de extenderesta encarnación continuada.

3.3.2. La vida oculta en Nazaret y bautismo en el JordánA partir de las pautas dadas en la con-templación de la encarnación, el ejer -citante ha empezado a comprender que contemplar la vida de Cristo es con-templar la propia vida. A través de la in-fancia de Jesús se pueden recuperarnuestras experiencias fundamentales.Seguimos pidiendo «conocer interna-mente al Señor que por mí se ha hechohombre, para que más le ame y siga».Sabemos muy poco de la infancia deJesús pero podemos preguntarnos:¿Cómo se forjó su personalidad y loscriterios que aparecen en los Evan -gelios? Sabemos algo de su entorno ru-

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ral, de la dominación romana, de lamentalidad judía, de sus fiestas, duelos,podemos imaginarnos participando delas pandillas de niños de su aldea. ¿Có -mo se formó la imagen y semejanza deDios en este niño judío? A partir de es-tas consideraciones, puedo descubrircómo mi vida está marcada por mi in-fancia. ¿Cómo me marcaron esas pri-meras experiencias? Dios se sirvió detodas ellas para formar mi personalidad.

Antes de empezar la vida pública,Ignacio nos detiene y nos recuerda queno podemos olvidar sumergirnos en laactualidad de Cristo.

3.4. Las Dos Banderas [ EE 136-147]La meditación de Dos Banderas y todoel evangelio nos sitúan ante el mundoque nos toca vivir. Estamos continua-mente en la obligación de discernir, pa-ra no dejarnos engañar. No hay manerade salir de nuestro egocentrismo y de to-dos los sufrimientos que nos ocasiona,sin coste.

La petición propia de lo que «quieroy deseo» para esta meditación se puedetraducir así: pedir luz para distinguir en-tre el camino que me lleva a la plenituddel ser y los callejones sin salida que nosllevan a una deshumanización que pro-voca una inmensa frustración, una frus-tración que se expresa en miles de eva-siones: diversión gratuita, destrozos,violencia, sadismo. Se trata de tomarconciencia de que no estamos inmunesa todo ello. Somos bombardeados portodo tipo de contaminaciones, ya sea aldescubierto o de manera insidiosa. Seríamuy ingenuo pensar que estoy a salvo.

3.4.1. La táctica del Maligno [EE 140-142]Ignacio imagina a Lucifer («luces bri-llantes») como un jefe del estado mayormandando por todas partes a sus secua-ces. Su táctica es sencilla: hacer caer enla trampa del poseer, del prestigio y delpoder: más dinero, más fama, más po-der mandar. Y así encerrarme, aislarmeen la autosuficiencia ciega y sorda, tan-to respecto del hermano como de Dios.Estoy dentro de este mundo, participocontinuamente de la ambivalencia desus valores. Hay que desenmascarar lasastucias de la propaganda. Hoy, en mí¿dónde están las tentaciones del poseer,del prestigio y del poder? ¿Siento en elfondo del ser la música interior de lagratuidad del no-poseer, la armoniosasolidaridad de ser «uno de tantos» (Fil2,7), la escucha humilde que abre el no-poder? Se trata de llegar a descubrir queal no tener nada, lo tengo todo.

3.4.2. La táctica del verdaderoCapitán [EE 143-146]En este mismo mundo que nos toca vi-vir hay que descubrir el trabajo delEspíritu escondido en lo cotidiano, sal-vando, saneando, construyendo, forman-do redes entre los hombres. Sólo mirar.Se trata de percibir cómo en medio mis-mo de nuestra ambigüedad, el Espíritugime, a la vez de dolor y de gozo, por laconstrucción del Cuerpo de Cristo (Rm8,18-23). Intentar captar la coordina-ción armoniosa de todas estas «mani-festaciones de Dios» que nos rodean.

Ignacio imagina a Cristo, nuestro sumo y verdadero capitán, escogiendo amuchas personas y enviándolas para

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transformar la muerte en vida, para con-gregar a todos en la lucha por vivir y pa-ra hacer vivir. Para ello utiliza la tácticaadversa a la de Lucifer. En lugar de en-redar, liberar: así propone pobreza con-tra riqueza, menosprecio contra presti-gio, humildad contra soberbia.

La meditación ignaciana de DosBanderas se ha de complementar con lasBienaventuranzas (Mt 5,1-11), dondevemos a Jesús sentado en «un lugar hu-milde» con gente también humilde. Y leescuchamos que dice: «Bienaventura -dos los pobres, los desarmados, los vul-nerables, los excluidos, los...». Miste -rio sa paradoja que lleva a Jesús a llamarfelices a todos los infelices de la tierra.¡Qué inmensa compasión ardía en sucorazón!

Saber mirar dónde están hoy día lospobres, los vulnerables en el mundo, enel barrio, en casa. ¿Dónde estoy yo?¿Dónde me sitúo? Dejarme conmover.Sólo se hace camino al andar y se en-tiende actuando: Francisco se desnudafrente a la casa paterna, Ignacio cambiasu ropa con la de un mendigo, vive enuna cueva mendigando su pan... Todosempiezan, con más o menos acierto, ca-minan y poco a poco aciertan, sin quepor eso sepan a dónde van, sin por esoalcanzar más perfección y virtud, sinpor eso tener otra seguridad que lamuerte y la resurrección de Jesús.Preguntarse si tengo experiencia perso-nal de alguna de las bienaventuranzas.

3.5. Los tres binarios [EE 149-156]Camino de la elección, Ignacio quiereconducirnos hacia un sí incondicional aDios. No quiere que nos dejemos enga-

ñar con una entrega superficial. Así ima-gina el caso de tres hombres que acabande recibir una herencia, que son buenagente y quieren estar en paz con Dios,con la dificultad de sentir un enorme de-seo de disfrutar de la riqueza de la quedisponen.

– El primer hombre quiere quedarseen paz con Dios pero continúa afe-rrado a la riqueza y ve obvio el dis-frutarla. No busca ningún medio pa-ra liberarse antes de la muerte.– El segundo pide que la voluntad deDios sea que se quede con el bien.Intenta manipular a Dios para poderllegar a la plenitud del ser, sin per-der la afección a sus bienes.– El tercer hombre se pone en indi-ferencia: «tener o no tener» y buscalo que mejor le ayudará a llegar a laplenitud de su ser. ¿Soy capaz de dis-cernir lo que me ata y lo que me dis-torsiona la realidad? ¿Qué es lo querealmente busco y quiero de verdad?

Todos los ejercicios nos llevan a uncambio de fondo en nuestro vivir, nosllevará a pequeñas y grandes elecciones.Recordar que la clave de todas las re-nuncias se encuentra en las Biena ven tu -ranzas (Mt 5,1-11). El criterio y el frutoson una inalterable plenitud de felicidad.En la cárcel de Salamanca dijo Ignacio:«No hay tantos grillos ni cadenas enSalamanca que no desee más por amora Dios» [Aut 69,3].

Después de esta meditación, se pro-sigue con la contemplación de los pasa-jes de la vida pública de Jesús. No es to-davía tiempo de elección concreto. Noshace falta todavía sumergirnos en elEvangelio y sentir el mismo Espíritu

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que impulsó a Jesús. San Ignacio pro-pone contemplar dieciséis pasajes [EE273-288] sin cerrar con ello las posibi-lidades de aumentar o disminuir el nú-mero de contemplaciones. Todo elloconduce al momento de la elección queestá precedido por otra importante me-ditación o consideración ignaciana: lostres grados o maneras de humildad.

3.6. Los tres grados de humildad[EE 165-167]Se trata de la última meditación de laSegunda Semana que precede directa-mente a la elección. Dios es el Bien su-premo y la suprema felicidad del que lorecibe. Y Dios se da. Pero para que sedé, tiene que encontrar espacio en no -so tros. Para Ignacio, el hueco que per-mite a Dios invadirnos tiene un cres-cendo:

– primero: pobreza contra riqueza,– segundo: oprobio y menospreciocontra el honor mundano,– tercero: humildad contra la sober-bia.

Este abajamiento no es fruto de es-fuerzos y conquistas sino de un amorentrañable y descendente que mide ypondera todo lo que podría alejar delDios-Amor, ese Dios-Amor que se con-vierte en el «otro», el hermano. Así sepueden traducir las siguientes palabras:

– Pecado mortal: el mal que condu-ce a la muerte física o psíquica delhermano.– Pecado venial: el mal que condu-ce a herir física o psíquicamente alhermano.

– Imitaros: de manera que el herma-no se sienta tratado como Dios mis-mo le trata.

Pedir lo que «quiero y deseo» y aquíserá identificarme de tal manera conCristo para que Él pueda, por mi medio,dar vida y vida en abundancia (Jn10,10). Se trata de dejar que este fluir deDios pueda manifestarse sin obstáculosen mi ser y en mi actuar de tal maneraque levante al hermano redescubriendosu dignidad, sus ganas de vivir, su ca-pacidad de entrega.

3.6.1. Primera manera de humildad[EE 165] La humildad es descentrarse de unomismo para centrarse en el hermano. Nosoy yo quien tiene que abajarse porqueeso me deja todavía centrado sobre mímismo, sino que tengo que enaltecer elotro.

El envío de la Segunda Persona a«hacer redención del género humano»se concreta en esta humildad, en estamanera de hacer humanidad. Tal es elcamino para ser simplemente humanosen un mundo inhumano. «Así me baje yme humille cuanto en mí sea posible»para coincidir con la realidad y agrade-cer. He nacido desnudo y todo lo he re-cibido. Tengo que vivir y hacer vivirporque Dios es Vida. Así, me compro-meto en este primer grado de humildada que no haya nada en mi actuar que démuerte a mis hermanos, ni muerte físi-ca ni muerte psíquica. Que no haya na-da, ni siquiera mi propia vida, que meimpida ser fiel a este propósito: que eldon de la vida física y psíquica sea pa-ra todos.

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3.6.2. Segunda manera de humildad[EE 166] Dios no es solamente vida, es Amor.«Como Él nos ha amado así nosotros...»(Jn 13,34-35). Dios es un Amor que sa-na, libera, consuela, levanta y hace an-dar con la cabeza alta. El compromisoen este grado consiste en que siempreque haya gente necesitada, proponerseque la vida no les humille sino que semanifieste la esplendidez del Amor. Ypor nada del mundo, incluso si hiciesetambalear nuestro bienestar y nuestravida misma, dejar sin socorro el herma-no herido físicamente o psíquicamente.

3.6.3. Tercera manera de humildad[EE 167]Dios es la Vida y Dios es Amor. EstaVida y este Amor se han manifestado enla entrega de Jesús hasta la muerte y lamuerte de cruz. Jesús luchó tanto por lavida, amó tanto, que se entregó, se hizono-vida. En este tercer grado ya no setrata de una opción por los que luchanpor vivir y dar vida; tampoco es sólo laopción de estar con ellos por amor a la vida, sino que es la opción de estarcomo ellos de parte nuestra, en la no-vi-da que les aqueja haciéndonos uno detantos, entrando en el mismo movi-miento de la encarnación. Todo ello nosupone nada extraordinario sino que,sencillamente, hay que:

– Descentrar nuestra atención, inte-rés, capacidad de sentir, de gozar ode llorar de nuestro egocentrismo. – Y en el mismo movimiento, cen-trar nuestra atención, interés, capa-cidad de amar hacia todo lo que nosrodea. Hay que destapar este fluir de

Dios que mana de nosotros mismoshacia el otro. Y todo ello «por imitary parecer más a Cristo NuestroSeñor», de manera que el hermanose sienta protagonista y valorado(prestigio), reconocidas sus riquezas(poseer) y respetado su área de res-ponsabilidad (poder). Es decir, tra-tarlo como Dios mismo le trata.

3.7. La elección

Estamos en el momento central y cru-cial de los EE. Es el momento en que,de una forma radical, el ejercitanteabandona su vida a Dios. Se trata de ungiro sin retorno, de hacer un acto de con-fianza absoluta y de liberar todos losmiedos. Aunque los EE están concebi-dos para hacer elección de estado, en lamayoría de los casos no es durante losEE cuando se hacen las elecciones con-cretas, sino que ya se han hecho antes ose harán después. En verdad, la elecciónque está en juego es la elección porDios, es decir, vivir a partir de este mo-mento con todo el ser vertido en Dios,en la escucha y búsqueda de su volun-tad en cada momento, y no de la mía.

Conviene considerar tres cosas:

a) Toda mi vida ha sido una prepa-ración para este momento. Los últimosmeses he tomado cada vez más cons-ciencia de mi lugar en el tiempo, en elespacio, relacionalmente, vitalmente.Soy un elemento imprescindible de unProyecto que me sobrepasa, formo par-te de un todo, como la ola de un Mar sinmedida. Disponerme con humildad,agradecimiento, asombro y disponibili-dad.

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b) Soy lo que soy. Y eso que soy escomo Dios se hace Palabra en mí. SoyManifestación de Dios y soy llamado aser cada vez más consciente, cada vezmás yo, no como algo ya determinadode una vez por todas sino como algo queva tomando forma en cada momento ycircunstancia. Acoger lo que soy en mitotalidad, hasta lo más profundo, hastalo más escondido. Disponerme con hu-mildad, agradecimiento, asombro y dis-ponibilidad.

c) Todo lo vivido, sin excepción al -gu na, forma parte de lo que soy. Acogerlo vivido, tal o tal momento más deci -sivo, recordarlo, abrazarlo. Es el mo-mento de acoger incondicionalmente lovivido. Disponerme con humildad, agra -decimiento, asombro y disponibilidad.

La vía unitiva comienza a partir deeste momento. Como ya se ha dicho, laelección es el nombre ignaciano de launión con Dios y de la unificación inte-rior.

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No existen lugares ni situaciones huma-nas donde Dios esté ausente. Siempreestá el Dios-vida, el Dios-amor creando,saneando, amando, humanizando, deifi-cando. Dios asume la totalidad de nues-tro estar en donde estamos, hasta si te-nemos culpa. Dios está en el centromismo de nuestro vivir. Lo asume todo.Su amor no se queda nunca corto, es ina -gotable, incondicional. Humildemente,con el corazón de rodillas, nos adentra-remos en el camino oscuro de Jesús quele lleva a la cruz y a partir de allí, tam-bién humildemente y con el corazón derodillas, nos adentramos en el dolor delmundo.

Tras su experiencia en el Jordán,Jesús no se echó atrás sino que se im-

plicó en la predicación del Reino.Ahora, se sitúa en el corazón mismo deldolor del mundo, solidario hasta las úl-timas consecuencias con los excluidosde la Tierra. Ciertamente no entendía.Pero no dudó sino que se entregó. SuEspíritu, vivo en nosotros, nos lleva, sinque tengamos que pensarlo mucho, a lamisma entrega. Se trata del movimien-to mismo de la Encarnación: «Tantoamó Dios al mundo, que le entregó lomás precioso que tiene un padre, su Úni-co Hijo» (Jn 3,16). Hoy me toca a mi.

Las contemplaciones de la TerceraSemana nos llevan a adentrarnos en esazona de oscuridad, con la certeza de queparticipamos en un movimiento que vamás allá de lo que podemos entender.

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4. TERCERA SEMANA

Con la decisión final de la elección ha tomado cuerpo y forma nuestra«deliberada determinación» de vivir en el mismo Espíritu que movía aJesús. Nos queda ahora reconocerlo en todas las situaciones que senos presentarán.

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Aunque parezca que nos vamos a perder,a dejar de ser nosotros, a aniquilarnos,sabemos que Dios está allí, que Dios seda, inagotable e incondicionalmente. LaPasión fue el núcleo del Evan gelio pri-mitivo, el corazón de la Eucaristía, elMemorial por excelencia: «Esto es miCuerpo entregado por voso tros».

4.1. Algunas claves para las contamplaciones de los misterios de la pasión

4.1.1. Reclinado a los pies (Jn 13,1-15)Jesús sirve en libertad y sirve dignifi-cando al hermano. Lo enaltece, lo glo-rifica como Hermano. Cristo en mí ele-va al hermano. Me necesita a mí parahacerlo. ¿Cómo dignifico yo a los queviven conmigo, a los de mi grupo, mitrabajo, mi familia? ¿Cómo dignifico alos que me apartan, a los que me expre-san desprecio, a los que quieren siem-pre tener razón? Demandar lo que quie-ro y deseo; aquí será que el amor mismode Dios, manifestado en Cristo, se ma-nifieste en mí para magnificar a mi her-mano. «El Amor ha sido difundido envuestros corazones por el Espíritu queos ha sido dado» (Rm 5,5).

4.1.2. La Eucaristía (Lc 22,14-20)La Eucaristía es rito y realidad. En laconsagración escuchamos: «Esto es micuerpo entregado por vosotros, esta esmi sangre derramada...». Luego Jesúsdice: «Haced esto». «Haced esto» no esrepetir un rito sino vivir la entrega. Setrata de contemplar y de participar de unmovimiento interior, el movimientomismo de la encarnación que se prolon-

ga en nosotros, tanto en lo excepcionalcomo en lo cotidiano, tanto en lo gran-de como en lo pequeño. En el acto ri-tual, las ofrendas son el pan y el vino;en la realidad, es mi propio ser; más quemi cuerpo y mi sangre, es mi vida, todolo mío y lo de toda la comunidad. En elmomento de la consagración, es la mis-ma comunidad la que se transforma enel Cuerpo místico de Cristo y es ella laque se entrega en la entrega de Cristopor la vida del mundo, la comunidad yyo mismo. El concelebrar es renovar«con determinada determinación» mivoluntad de entrar en el movimiento deDios de darse y entregarse «para quetengan vida y vida en abundancia» (Jn10,10). Comulgando, doy el paso paraque así sea. Y todo ello en comunión conlas comunidades parroquiales, de dere-chas o de izquierdas, cerradas o abier-tas; con el que preside, que es como no -so tros, de condición humana, con suslímites y ambigüedades; en comunióncon toda la Iglesia, con todos los cre-yentes y los no creyentes, con o sin re-ligiones. Recomiendo aquí participar y«con celebrar» en las misas parroquialesque se ofrecen en el propio barrio y queen el momento de comulgar, demos elpaso: «Esto es mi vida entregada porvosotros».

4.1.3. El huerto (Lc 22,39-46)Ver cómo en Jesús todas las seguridadeshumanas se derrumban. No queda nipueblo, ni familia, no quedan amigos.La misión y los proyectos se anegan.Queda la soledad y dentro de la soledad,el silencio de Dios. El futuro se ha ofus-cado. La noche oscura es sólo fracaso.Callar y mirarle. Estar con Él.

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4.1.4. Jesús en la cruz (Lc 23,33-46)Mirarle y dejarme mirar. Abrir los bra-zos para dejar caer mis últimas defensasy para acoger toda la realidad. Dejarmepenetrar de una fuerza que no es mía.Dejarme penetrar por el Espíritu. Repe -tir y reafirmar ante Él mi elección.Releer lentamente la oblación del finalde los EE: «Tomad, Señor, y recibid...».

4.1.5. Sábado SantoJesús muere. No es tiempo de huir ni declaudicar, sino de acompañar a María, a Juan, a Magdalena, a Pedro, a tantosamigos y amigas en su muda desolación.Jesús era joven. Tenía en sus manos elfuturo del Reino. Sus amigos creían enel Reino a través de Él; es más, creíanen Él como Reino. Habían visto el Ros -tro de Dios a través de su persona: en sumirada, en sus gestos, en su palabra.Creían en Él. Pero Jesús ha muerto.¿Dónde está? Experimentar el desgarroy la ruptura que todo ello supuso.

Con Jesús, ellos también mueren.Han perdido para siempre la vida de an-tes, tal como se expresa en la liturgia delBautismo: «Bautizados en la muerte deCristo». María también ha sido bautiza-

da en la muerte de Cristo, en su sangrederramada. Ella también muere. Al mis-mo tiempo, llenarse de la silenciosa es-peranza de María en el silencio delSábado Santo, sin campanas, sólo el tri-nar de pájaros y el viento suave «que nosabes de dónde viene ni a dónde va...»(Jn 3,8), y con los prados repletos de flo-res. Despertar la «advertencia amoro-sa», según decía san Juan de la Cruz.Todo el enfoque existencial de María yde los discípulos cambia. Ya no siguena Jesús, ya no van tras él, de sus dichos,de sus hechos. Cristo se revela vivo enellos mismos, en cada uno de los que losrodean, en la misma comunidad. Se tra-ta de un Cristo incipiente que se va afir-mando poco a poco en ellos. Viven unlento aprendizaje para dejar que se re-vele en ellos y, por medio de ellos, elDios Vivo.

Reflectir en mí mismo y percibir enqué medida estas contemplaciones meabren a la progresiva identificación delJesús que tenía delante con la realidaddel hermano. Jesús resucitado se meaparece a través del hermano. Tal es lanueva manifestación de Cristo que mue-ve mi corazón y mi entendimiento y pormedio de mí sigue entregándose.

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5. CUARTA SEMANA

La experiencia humilde, escondida y cotidiana de Dios que hacemoshoy día en la realidad no es diferente de las experiencias de los após-toles después de la resurrección. ¿En qué consistió esta experiencia?

Podemos distinguir dos tiempos: loscincuenta días hasta Pentecostés y eldespués.

5.1. Los primeros cincuenta díasHasta lo que conocemos como laAscensión fue un periodo excepcionalde manifestación y de experiencia de laVerdad en el sentido griego de aletheia,«desvelamiento». Después de la derro-ta de la pasión y muerte del Maestro, sedesgarró para los discípulos un velo: eljardinero es Cristo; el que mira desde laorilla a los pescadores es Cristo; el fo-rastero que irrumpe en la casa y enseñasus llagas es Cristo; el que asa el pesca-do y les invita a comer es Cristo; el quecamina hacia Emaús y les parte el panes Cristo. En todas estas situaciones losdiscípulos descubrieron la misma irra-

diación de lo Inefable que les había cau-tivado en Jesús y vislumbraron el nú-cleo profundo de su persona: la irradia-ción de El-que-Es. Estos días fuerondeterminantes. A partir de ese momentoya no pudieron retroceder. Se dio enellos un salto cualitativo sin retorno.

Si volvemos al Fundamento, recor-daremos que este salto sin retorno se ha-ce descubriendo las cosas como son. Lapercepción pasa de un nivel superficialy egocéntrico a un nivel profundo, el delSer. Hay lo que se ve, la apariencia, pe-ro tras ella se siente vibrar el ser dondeDios se manifiesta, el Cristo todo en to-do. Percibir esto es un proceso. Comolos discípulos, también dudamos: ¿Es elSeñor o no es Él? La apariencia es de-masiado densa en todas las cosas yacontecimientos y no sabemos si son ono manifestaciones de Dios.

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5.2. DespuésLos cuarenta primeros días pasaron yhubo un después. «Se volvieron a Jeru -salén con gran gozo» (Lc 24,4). En laoscuridad y a la espera, diez días mástarde reciben otra forma de Presencia: la fuerza interna del Espíritu, una fuer-za secreta, humilde, cotidiana, inagota-ble. Ricos del Memorial, entregan su vida en la cotidianidad. Creció la comu-nidad ba jo el impulso del Espíritu, enmedio de la ambigüedad de nuestra con-dición humana, pero con el Memorial:el Cuer po entregado por la vida delMun do. Cuer po de la comunidad ecle-sial, la Nueva Humanidad, constituidapor cada individuo, por creyentes y nocreyentes, bajo el mismo Espíritu, des-bordando cualquier estructura religiosa.

Ignacio también tuvo sus cincuentadías en los que poco a poco tuvo que iraprendiendo a ver y a reconocer. Cuentacómo al bajar de Montserrat revistió de dignidad a un mendigo camino deManresa y cómo más tarde, al verlomaltratado por los guardias, lloró con elcorazón inundado de ternura [Auto 18].El mendigo era el Amado. Tras la expe-riencia del Cardoner, el después se ex-tendió durante treinta y cinco años másde su vida como una entrega creciente,«hasta el extremo», a toda la gente quese le acercaba, a sus compañeros, a laIglesia, a la búsqueda de las prostitutasen las noches romanas (fundó la casa deacogida de Santa Marta), escribiendoin fatigablemente (nos quedan unas sie-te mil cartas suyas), en oración continua(cada hora hacía diez veces el examende conciencia para percibir si algo en lamúsica callada del corazón empezaba adesafinar) y sus misas no se acababan.

El Espíritu se había desatado en él y élamaba, como Dios ama, sin medida, sincansarse, gra tuitamente, sin condiciones.

De todo esto se trata en la Cuarta Se - mana: se intenta atraer al ejercitante pormedio de la contemplación de las apari-ciones y del último ejercicio, la Con tem -plación para alcanzar amor, a esta dis -ponibilidad que deja el ser, el hacer y lavida sólo como canal del Fluir de Dios.

5.3. La contemplación para alcanzar amor [EE 230-237]Nos acercamos con sumo respeto a loque fue lo más íntimo de la vida de Ig -nacio, a lo que fue el motor de su vida,a lo que él quiere trasmitirnos como sudon más preciado: hacernos partícipesde la compenetración con el Maes troque le hizo para siempre «compañero deJesús», viviendo del mismo Espíritu. ElEspíritu dado a Jesús, este mismo Es pí -ritu que me ha sido dado, este Espíritucreador que hace ser lo que existe. Viviren su Presencia, y a partir de esta pre-sencia oír cómo todas las cosas y losacontecimientos cantan, cómo de todobrota una luz de dentro que sólo se ve sise ama. Nos pide tomar conciencia delAmor que ha sido difundido en nuestroscorazones por el Espíritu que nos ha si-do dado (Rm 5,5). No es el amor lo quenos falta, lo que hace falta es realizarlo,hacerlo real.

Conviene aquí tomar el texto inte-gral de los EE y saber que esta contem-plación no se acaba con él sino que senos ofrece para todos los días de nues-tra vida y también para la eternidad.

Ignacio introduce dos notas aclara-torias. La primera es que el amor se ha

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de poner más en las obras que en las palabras. Una vez más estamos ante elrealismo de Ignacio. La segunda es que«el amor consiste en comunicación delas dos partes, es a saber, en dar y comu -nicar el amante al amado lo que tiene ode lo que tiene o puede, y así, por el con-trario, el amado al amante; de maneraque si el uno tiene ciencia, dar al que nola tiene, si honores, si riquezas, y así elotro» [231]. Se trata de llegar hasta unpunto en que no haya ni tuyo, ni mío, talcomo lo expresaba Al-Hallaj en el sigloIX: «Entre Tú y yo se arrastra todavía un“soy yo” que me atormenta. ¡Arranca,mediante tu “Soy Yo” mi “soy yo” deentre nosotros dos!».

Pedir lo que quiero: Tomar concien-cia de tanto bien recibido para que pue-da «en todo amar y servir». Mi amor esrespuesta de su amor; mi entrega, res-puesta de su entrega.

A continuación vienen los cuatropuntos propiamente dichos de la con-templación.

– El primero trata de volver a hacerconsciente al ejercitante de que suentera existencia es don: por crea-ción, redención y dones particulares[EE 234].– El segundo punto se adentra en lacontemplación de la inmanencia ra-dical y substancial de Dios en todaslas cosas: «mirar cómo Dios habitaen las criaturas: en los elementosdando ser; en las plantas vegetando,en los animales sensando, en loshombres dando entender; y así en mídándome ser, animando, sensando, yhaciéndome entender» [235]. Es tosgerundios son extraordinarios y enmuy pocas traducciones se transmi-

ten fielmente. ¿Cuál debió ser la ex-periencia de Ignacio para llegar asentir al Inefable desvelándose bajolas apariencias?– El tercer punto subraya el carácterlaborioso de esta presencia: «consi-derar cómo Dios trabaja y labora entodas las cosas por mí» [EE 236]. Denuevo aparece la polaridad ignacia-na: lo universal y lo radicalmentepersonal: «por mi» para que yo, a mivez, entregue lo que sólo yo puedoentregar como respuesta a lo que seme ofrece.– El cuarto punto es: «Mirar cómotodos los bienes y dones desciendenasí como del sol descienden los ra-yos, de la fuente de las aguas, etc.»[237]. Aquí se hace presente otra vezla experiencia mística de la no dua-lidad. La naturaleza de los rayos esla misma que la del sol y las aguasme indican la Fuente. Mirando en míy a mi alrededor, descubro que todoes manifestación del Manifes tante,más allá de los accidentes superfi-ciales. Sólo queda el Inefable mani-festándose.«Alcanzar Amor» nos recuerda el tí-

tulo de esta última contemplación. Peroesto no es fruto de ningún voluntarismo.Sólo hay que quitar los obstáculos paradejar a la Fuente manifestarse por me-dio de nosotros: «El amor ha sido di-fundido en vuestros sorazones por elEspítirtu que os ha sido dado» (Rm 5,5).

Quiero terminar con la última frasedel texto de los EE: «por estar en unocon el amor divino» [EE 370]. Así se al-canza la cima del carisma ignaciano: vera Dios en todo y todo en Dios.

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