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Weetman Dickinson Pearson: el contratista de don Porfirio PRISCILLA E n el diciembre neoyorquino de 1889 partió a bordo del Montezuma Express un pasajero inglés, acompañado de su esposa, en búsqueda de un buen clima para bien de su salud y de sus negocios. Al cabo de dos décadas se le acusaría de haber sacado más riquezas de México que cualquier hombre después de Cortés. Ciertamente, cuando llegó por vez primera a estas latitudes, Weetman Dickinson Pearson no desconocía totalmente el éxito económico. Bajo su gestión, y gracias a la acelerada urbanización del norte industrial de Inglaterra y a las crecientes inversiones públicas en obras municipales, la mo- desta empresa fundada por su abuelo, Samuel Pearson -ex jornalero, fabricante de tabiques y constructor de obras me- nores en la localidad de Bradford, Yorkshire-, se había con- vertido en una de las principales contratistas del país, con sede en Londres y un ámbito de operaciones que empezaba a extenderse hacia el extranjero. Por lo menos su renombre in- ternacional brillaba lo suficiente como para llamar la aten- ción del gobierno de Porfirio Díaz, y de sus acreedores, res- pecto a la construcción del gran canal de desagüe del valle de México. El monto acordado entre Díaz y Pearson para la cons- trucción del gran canal fue casi diez veces mayor que cual- quier contrato realizado por la compañía en Gran Bretaña hasta 1890, y duplicó el importe total de las grandes obras contratadas en el extranjero: el ferrocarril Ávila-Salamanca y el túnel del río Hudson, ambas en proceso de negociación por esas fechas. De ahí en adelante, S. Pearson & Son Ltd., figuraría entre los beneficiarios principales de la política porfirista de diversificar las inversiones extranjeras en México. Empero, por la naturaleza de su oficio como contratista, a Pearson difícil- mente se le puede llamar inversionista. Más bien, lo que hizo fue canalizar de vuelta a Inglaterra buena parte de los préstamos otorgados al gobierno mexicano por la banca internacional. De hecho, se destinó para pagos a Pearson por lo menos la tercera parte de los fondos de inversión obtenidos por el endeudamiento público externo e interno. Sin duda el contratista predilecto (ONNOLLY del régimen resultó ser el más favorecido por la política de deu- da pública federal. Después del gran canal, siguieron los contratos para las obras portuarias y de saneamiento de Veracruz, Coarzacoal- cos y Salina Cruz, y para la reconstrucción del ferrocarril de Tehuantepec, entre otros proyectos menores. El costo de es- tas obras sumó 12 800 000 libras esterlinas: más de 50% del valor de los contratos que la empresa tenía en cartera entre 1890 y 1901. Los contratos con el gobierno mexicano constituyeron no sólo el eje principal de las ganancias acumuladas por la constructora de Pearson, sino también el punto de arranque para la diversificación de sus intereses económicos. Los obreros traídos de la Gran Bretaña para trabajar en la construcción de los puertos necesitaron luz eléctrica y obras de saneamien- to urbano; de la generación y distribución de electricidad dependía el transporte urbano de tranvías. De ahí, Pearson llegó a controlar las compañías de Luz y Fuerza de Veracruz, Córdoba, Orizaba, Puebla y Tampico, además de tener accio- nes en las compañías de su homónimo, el canadiense Fred Stark Pearson, principal magnate de la industria eléctrica en México. Por la relación funcional entre la tracción por fuerza eléctrica y la minería, el inglés (al igual que el canadiense) no podía dejar de comprar minas: sus dos adquisiciones en El Oro, Estado de México, fueron las únicas compañías mineras bri- tánicas que registraron ganancias durante las primeras déca- das del siglo xx. Por otra parte, la construcción de ferrocarriles y puertos puede resultar más interesante si uno también es propietario de la compañía que los administra. Además de adquirir la Veracruz Railway Ca. Ltd., Pearson entró en socie- dad con el gobierno mexicano no sólo para reconstruir, sino también para explotar el Ferrocarril Nacional de Tehuantepec, lo que le redituó sustanciales ingresos de operación además de las ganancias sobre los gigantescos contratos para la rehabili- tación de la vía y la construcción de los puertos terminales. El ferrocarril de Tehuantepec fue rentable hasta la apertura .3.

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Page 1: Weetman Dickinson Pearson · adquirir la Veracruz Railway Ca. Ltd., Pearson entró en socie dad con el gobierno mexicano no sólo para reconstruir, sino también para explotar el

Weetman Dickinson Pearson:el contratista de don Porfirio

•PRISCILLA

En el diciembre neoyorquino de 1889 partió a bordo del

Montezuma Express un pasajero inglés, acompañado desu esposa, en búsqueda de un buen clima para bien de su

salud y de sus negocios. Al cabo de dos décadas se le acusaríade haber sacado más riquezas de México que cualquier hombre

después de Cortés. Ciertamente, cuando llegó por vez primeraa estas latitudes, Weetman Dickinson Pearson no desconocíatotalmente el éxito económico. Bajo su gestión, y gracias a la

acelerada urbanización del norte industrial de Inglaterra y a lascrecientes inversiones públicas en obras municipales, la mo­desta empresa fundada por su abuelo, Samuel Pearson -ex

jornalero, fabricante de tabiques y constructor de obras me­nores en la localidad de Bradford, Yorkshire-, se había con­

vertido en una de las principales contratistas del país, consede en Londres y un ámbito de operaciones que empezabaa extenderse hacia el extranjero. Por lo menos su renombre in­

ternacional brillaba lo suficiente como para llamar la aten­ción del gobierno de Porfirio Díaz, y de sus acreedores, res­

pecto a la construcción del gran canal de desagüe del valle

de México.El monto acordado entre Díaz y Pearson para la cons­

trucción del gran canal fue casi diez veces mayor que cual­quier contrato realizado por la compañía en Gran Bretaña

hasta 1890, y duplicó el importe total de las grandes obrascontratadas en el extranjero: el ferrocarril Ávila-Salamanca y

el túnel del río Hudson, ambas en proceso de negociación poresas fechas. De ahí en adelante, S. Pearson & Son Ltd., figuraría

entre los beneficiarios principales de la política porfirista dediversificar las inversiones extranjeras en México. Empero, por

la naturaleza de su oficio como contratista, a Pearson difícil­mente se le puede llamar inversionista. Más bien, lo que hizo

fue canalizar de vuelta a Inglaterra buena parte de los préstamos

otorgados al gobierno mexicano por la banca internacional. Dehecho, se destinó para pagos a Pearson por lo menos la tercera

parte de los fondos de inversión obtenidos por el endeudamientopúblico externo e interno. Sin duda el contratista predilecto

(ONNOLLY

del régimen resultó ser el más favorecido por la política de deu­da pública federal.

Después del gran canal, siguieron los contratos para las

obras portuarias y de saneamiento de Veracruz, Coarzacoal­cos y Salina Cruz, y para la reconstrucción del ferrocarril de

Tehuantepec, entre otros proyectos menores. El costo de es­tas obras sumó 12 800 000 libras esterlinas: más de 50% del

valor de los contratos que la empresa tenía en cartera entre

1890 y 1901.Los contratos con el gobierno mexicano constituyeron

no sólo el eje principal de las ganancias acumuladas por la

constructora de Pearson, sino también el punto de arranquepara la diversificación de sus intereses económicos. Los obreros

traídos de la Gran Bretaña para trabajar en la construcciónde los puertos necesitaron luz eléctrica y obras de saneamien­to urbano; de la generación y distribución de electricidad

dependía el transporte urbano de tranvías. De ahí, Pearsonllegó a controlar las compañías de Luz y Fuerza de Veracruz,

Córdoba, Orizaba, Puebla y Tampico, además de tener accio­nes en las compañías de su homónimo, el canadiense Fred

Stark Pearson, principal magnate de la industria eléctrica enMéxico. Por la relación funcional entre la tracción por fuerza

eléctrica y la minería, el inglés (al igual que el canadiense) nopodía dejar de comprar minas: sus dos adquisiciones en El Oro,

Estado de México, fueron las únicas compañías mineras bri­tánicas que registraron ganancias durante las primeras déca­

das del siglo xx. Por otra parte, la construcción de ferrocarrilesy puertos puede resultar más interesante si uno también es

propietario de la compañía que los administra. Además deadquirir la Veracruz Railway Ca. Ltd., Pearson entró en socie­

dad con el gobierno mexicano no sólo para reconstruir, sinotambién para explotar el Ferrocarril Nacional de Tehuantepec,

lo que le redituó sustanciales ingresos de operación además delas ganancias sobre los gigantescos contratos para la rehabili­

tación de la vía y la construcción de los puertos terminales.El ferrocarril de Tehuantepec fue rentable hasta la apertura.3.

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UNIVERSIDAD DE MÉxICO

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del Canal de Panamá en 1915. Tres años después, Pearson ven­

dió sus acciones a buen precio al gobierno mexicano.

A partir de esta red de empresas y, sobre roda, con el res­

paldo seguro de las ganancias dejadas por los contraros de

obra pública, Pearson pudo ingresar en e! negocio mayúsculo

del siglo: el petróleo. Los intereses que Pearson desarrolló en

el Istmo lógicamente implicarían la adquisición de tierras:

5.8 hectáreas de lotes urbanizadas en Coatzacoalcos y Salina

Cruz, más casi doscientas mil hectáreas de propiedades rústi­

cas situadas en la parte veracruzana del Istmo de Tehuantepec.

Las tres cuartas partes de estas tierras habían pertenecido a

Romero Rubio. El motivo principal de la compra de estas

tierras a partir de 1906 no fue tanto la especulación que solía

acompañar al negocio ferrocarrilero, sino la existencia de pe­

tróleo en la región.Desde su primera visita para inspeccionar el ferrocarril

de Tehuantepec, Pearson había visto brotar los charcos de

chapopote. También observaba las bonanzas petroleras en

el sur de los Estados Unidos. "Si encontramos un depósitode petróleo similar a Tulsa en nuestros terrenos en México", le

escribió Pearson a su esposa, "y estoy seguro de que lo encon­traremos, será totalmente nuestro, en lugar de pertenecer

a ocho o diez mil personas como los campos de Oklahoma".

Pero no fue tan fácil. A lo largo de cinco años, Pearson sacri­ficó más de cinco millones de libras en aras del oro negro,

y tuvo que soportar una guerra de precios con el petrolero nor­

teamericano Henry Clay Pierce cuando intentó romper sumonopolio de la distribución de los derivados del petróleo

en México. Fue en diciembre de 1910 cuando brotó elPotrero del Llano Núm. 4 -el pozo conocido después

como el más productivo de la historia- y la compañíamexicana creada por Pearson, El Águila, empezó a

exportar en cantidades comerciales. La lis-ta de los socios minoritarios de El Águila

incluyeron al hijo del presidentey a Guillermo Landa y Escan­

dón, principal aliado mexica-no de Pearson. Después de

roda, no fueron las propieda­des del Istmo las que propor­cionaron la bonanza de éste,

sino sus concesiones en la zonade Tampico. Dos años después,

El Águila controlaba aproxima­damente la mitad de la pro-

ducción petrolera mexicana ycontaba con subsidiarias ca-paces de manejar su trans-porte, almacenamiento y dis­tribución en todo el mundo.

El desdoblamiento deeste imperio petrolero nohabría sido posible sin laayuda de! Estado británico,

tanro en materia de contraros de abastecimiento a la Mari­

na Real como por los indispensables apoyos políticos y di­plomáticos. Pearson podía contar con este tipo de respaldoporque, en la medida en que se enriquecía con la producción

de infraestructura básica en México, había escalado en las

esferas políticas y sociales en su país nativo. Electo desde1885 para representar e! distrito electoral de Colchester en la

Cámara de los Comunes -donde le pusieron e! apodo de"miembro por México" por ocuparse más en este país que en

los asuntos parlamentarios-, se convirtió en uno de los más

pudientes allegados del grupo dirigente liberal en e! poder apartir de 1905. Sus influencias en este medio se debieron no

sólo a sus generosas contribuciones al partido, y a los empe­ños de su mujer por lucir como la más distinguida anfitriona

en las reuniones selectas de políticos e intelectuales, sino tam­

bién al hecho de ser propietario del principal órgano de di­fusión liberal: el Westminster Gazette. Después de las derrotasinfligidas por la Cámara Alta, dominada por la aristocracia

conservadora, al parlamento liberal, Pearson y otros cuatroempresarios fueron ennoblecidos con el título de lord. (Al

cambiar el signo político de la mayoría en la Cámara Alta,pudo proceder una reforma que limitó las facultades de ésta

para vetar las iniciativas legislativas emanadasde la Cámara de los Comu­

nes.) Congruenre con su

ascenso en las jerarquíassociales, primero como

baronet en 1894, y luegocomo peer, Pearson había ad­

quirido considerables exten­siones de tierras y castillos

en Escocia eInglaterra.

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De una de estas propiedades, Cowdray Park en Sussex, antigua

sede feudal cuyo apellido había sido extinguido desde hacíacuatro siglos, se derivó el título nobiliario de los sucesores del

maestro albañil Samuel Pearson.Para el blasón del recién fundado linaje, en lugar de las

acostumbradas bestias míticas, el escudo se hizo sostener por

dos personajes inusitados en la tradición heráldica: un buzo-indispensable en la construcción portuaria- y un peón, ine­

quívocamente mexicano. Bien que sabía Pearson a quiénes se

debía su gran fortuna. (Ver ilustración.)Al situarse cerca de la cúspide de los poderes políticos

británicos, el primer lord Cowdray empieza a ocupar las pági­nas de la historia. En Inglaterra se le recuerda como provee­dor de combustible a la Marina Real cuando, por decisión

de Churchill en 1911, la flota dejó de depender del carbóny, por lo tanto, iba a requerir de grandes cantidades de pe­

tróleo durante la primera Guerra Mundial; como construc­tor de importantes obras de defensa marítima y de fábricasde armamentos; como presidente del Comité Aéreo y, por

supuesto, como partícipe de toda clase de intrigas y escán­dalos que suelen acompañar tal tipo de desempeños, inclui­

das algunas complicaciones diplomáticas con los EstadosUnidos.

Es en la historiografía sobre la Revolución mexicana y el

papel que en ella jugaron los intereses extranjeros, donde másse ha derramado tinta para escribir el nombre de Cowdray.

Aparte del papel desempeñado por la empresa para facilitarla salida precipitosa de don Porfirio del país en mayo de 1911-también le ofreció uno de sus castillos para su exilio, peroel dictador prefirió París-, Cowdray intervino para procurar el

reconocimiento y apoyo financiero a Huerta por parte del go­bierno británico y, por consiguiente, de los demás países euro­

peos, poco después de la decena trágica. (En esto están de acuerdotodos los historiadores excepto, naturalmente, los cronistasingleses.) Los beneficios y concesiones obtenidos por Cowdraydel régimen huertista, elementos clave para la consolidación del

poder económico de El Águila, se vieron como anatema de ladoctrina Montoe, tan requerida por el presidente WoodrowWilson: ni hablar de los intereses contrarios de la Standard

Oil y la Waters Pierce Petroleum Company. Fue entonces cuan­do se desató una campaña de prensa en contra de Pearson, pro­

movida principalmente en los periódicos controlados por lamisma Pierce, quien lo retrató como un tirano insaciable y sinescrúpulos, corruptor de gobiernos desprotegidos, enemigo

de la democracia y otros epítetos poco halagadores. Mientrastanto, por el advenimiento de las hostilidades contra Alemania,por la necesidad de obtener reducciones ~rancelarias en el

Canal de Panamá, y quizá por el descubrimiento de que alpetróleo surtido por Cowdray le faltaba la calidad del pro­ducto de la Standard Oil, entre otras razones, el gobierno

británico tenía poco interés en invocar la ira de los EstadosUnidos. Su apoyo a Cowdray en México ya vacilaba cuandola victoria del ejército constitucionalista echó otro peso en labalanza. Dos años después, la participación de los Estados Uni-

dos en la primera Guerra Mundial y el reconocimiento formal

de este país al gobierno de Carranza minaron para siempre

las influencias de Cowdrayen este continente. Por esas fe­

chas también, en noviembre de 1917, Cowdray fue pasado

por alto en el nombramiento del titular del nuevo Ministeriode Aviación.

Así, el curso de la Revolución y de la geopolítica mundial

significaron el ocaso de los negocios en México de la construc­tora S. Pearson & Son Ltd., para aquel entonces ya convertida

en cabeza de un vasto y complejo aglomerado de compañías

y holdings. Aunque la última sucursal de la Casa Pearson en

este país, la Anzures Property Ca. Ltd., no fue liquidada sino

hasta 1948, sus fuertes intereses en México se terminaron

con la venta de El Águila y subsidiarias a la Royal Durch Shellen 1919. Cerrado el paso aquí, Pearson buscó, con relativo

éxito, repetir sus hazañas en otros países latinoamericanos.

Empezó por la construcción, al igual que en México: sistemasde drenaje en El Salvador y en Chile, ferrocarriles en Colom­

bia, puertos en Brasil y Chile (El Pará y Valparaíso). Luegoestableció otro consorcio de compañías eléctricas en Chile.

Finalmente, consiguió concesiones petroleras en Ecuador, Pana­má y Trinidad. Ni éstas, ni las exploraciones realizadas en Rusia,

Estados Unidos, Canadá y otros países, pudieron igualar la

magnificencia de El Águila.En 1926, antes de morir, Cowdray dirigió sus activida­

des empresariales a Inglaterra: minas de carbón, acero y hastapetróleo. Posteriormente, su capital siguió creciendo, ya notanto con base en la creación de nuevas empresas, sino por la

adquisición de otras ya existentes. A partir del WestminsterGazette, los intereses de la familia Cowdray se extendieron

por el mundo de la prensa y los medios de comunicación,con la compra de periódicos nacionales y locales. Hoy en día,la rama más importante de S. Pearson & Son (en 1984 cam­

biada a Pearsons PLC) la constituye el siguiente grupo decompañías: Thames Television, Financial Times, The Econo­mist, Pearson-Longman, Penguin Books y sus filiales regis­

tradas en el Reino Unido, Estados Unidos, Canadá y Australia.La Pearson PLC también es propietaria de grandes compa­ñías en las ramas de la cerámica y vidrio, de la banca mercantil

(Lazards), de la ingeniería eléctrica y mecánica, de bienesraíces, del petróleo y de la producción de películas, así comode otras empresas de diversa índole, como Madame Tussauds

y Chauteau Latour, por ejemplo; todas ellas en adición a losholdings y compañías financieras que se formaron a lo largo

del desarrollo de este capital familiar. Y sigue siendo capitalfamiliar: en 1984, sólo 12 individuos controlaban 25% de

las acciones de la empresa y otras 36 personas controlaban53%, y casi todos los puestos directivos de sus compañíasestán ocupados por parientes o parientes políticos del tercer

visconde Cowdray. A la postre, las 21 465 hectáreas de tierracultivable adquiridas por su abuelo hace un siglo, le permi­

tieron a este aristocrático jugador de polo ponerse a la van­guardia de la nueva agricultura capitalista, cuyas técnicas de

producción han transformado el paisaje inglés casi a igual.5.

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velocidad que las técnicas de producción petrolera transfor­

maron el mexicano.Si México contribuyó en buena medida al arranque de

la dinastía Cowdray, cabe preguntar, ¿cuál fue la contribución

de S. Pearson & Son a México? Por una parte, los mexicanos

heredaron aproximadamente la mitad de las embrionarias

empresas petroleras y eléctricas, base para el desarrollo futuro

de la industria energética nacional. (Los conflictos en torno

a esta herencia enfriaron severamente las relaciones entre la

Gran Bretaña y el México posrevolucionario durante varias

décadas.) Por otra parte, están las obras que construyó Pearson.

Estas construcciones tocaron tres áreas medulares en el proyecto

histórico de México como país: la Ciudad de México -o mejor

dicho, su viabilidad como capital de la República-, Vera­

cruz y la comunicación transístmica; de ahí la preferencia otor­

gada hacia ellas como destinatarias del endeudamiento público

federal.El ferrocarril de Tehuantepec con sus puertos terminales

no resistió la competencia del Canal de Panamá y pronto perdió

su utilidad productiva. Por el contrario, siguen vigentes las obras

que construyó Pearson en Veracruz. El dragado, los muelles,

los terrenos reclamados y el sistema de agua y drenaje le per­

mitieron reafirmar su posición como puerto principal del

país, hasta la década de los ochentas por lo menos, a la vez

que propiciaron su desarrollo como ciudad.

En cuanto al gran canal, éste continúa eliminando la ma­

yor parte de las aguas negras y pluviales del valle de México,

próximamente por transformarse también en vía rápida para

automóviles. Sin embargo, duró poco la vigencia del sistema

de desagüe inaugurado en 1900, condición indispensable para

el saneamiento y crecimiento de la ciudad. Para mediados de

la década de 1920, debido justamente al drenaje, a la mayor

extracción de agua potable del subsuelo y a la consiguiente

reducción del nivel friático, el gran canal ya estaba por encima

de los colectores urbanos y hubo que bombear; después tuvo

que construirse otro túnel para sacar el agua del valle, luego unos

colectores profundos y, finalmente, el drenaje profundo que

suple al gran canal y a los túneles de Tequixquiac en época de

aguas. y para llenar tantos rubos de drenaje hubo que extraer más

y más agua del subsuelo y, luego, construir acueductos para

traer agua de lugares cada vez más lejanos. La obra de Pearson,

pues, no sólo permitió la sobrevivencia de la capital en el valle

de México y, por lo tanto, su crecimiento posterior hasta alcan­

zar dimensiones megalopolitanas. También cimentó el círcu­

lo vicioso de una política hidráulica gobernada por la lógica

de inversiones públicas en obras cada vez más ambiciosas que

saquen y surtan el agua de la ciudad. Tal es la lógica de un con­

tratista.

Quizá ésta sea la herencia más imporrante y duradera que

legó Pearson a México: el contratismo como forma de realizar

obras públicas y, por lo tanto, como lógica dominante de las

políticas de inversión. Si bien hubo otros contratistas, nacio­

nales y extranjeros, ninguno había logrado tanto éxito como

Pearson con sus contratos de obra pública para el gobierno

porfirista. Estos contratos establecieron los moldes legales,

financieros y administrativos para el desarrollo posterior del

contratismo. Ciertamente, la institución del contratismo en

el ejercicio de la política de inversión pública pasó por algunas

etapas poco edificantes durante los veintes y los treintas; no fueron

pocos los nuevos gobernantes que se enriquecieron con contra­

tos de obra pública. Sin embargo, durante las décadas posteriores,

el contratismo de obras públicas creó, entre los ingenieros

mexicanos, una industria de construcción verdaderamente

nacional y nacionalista. Irónicamente, una de las condiciones

para ello fue el carácter igualmente nacional, vale decir inter­

no, del financiamiento. Después de la Revolución, México no

volvió a endeudarse con el exterior para financiar inversiones

públicas hasta los sesentas. México no era sujeto de crédito

para las instituciones financieras internacionales, entre otras cosas

por aquella deuda porfiriana que venía arrastrando duran­

te medio siglo: aquella deuda que se había contraído en bue­

na medida para pagar a Pearson, contratista predilecto de don

Porfirio.•

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