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WOLF LEPENIES Between literature and science: the rise of sociology (Cambridge/París, Cambridge University Press/Editions de la Maison des Sciences de l'Homme, 1988) JOSÉ M. GONZÁLEZ GARCÍA La máquina burocrática. Afinidades electivas entre Max Weber y Kafka (Madrid, Visor, 1989) Son contadas las ocasiones en que se topa uno con un libro auténticamente redondo y ésta, sin duda, es una de ellas. En efecto, el trabajo de Lepenies, original en su enfoque y brillante en la exposi- ción, constituye no sólo una pieza inexcusable de la historia intelec- tual de nuestra disciplina sociológi- ca, sino, al mismo tiempo, todo un programa renovador para la recons- trucción de la tradición de la socio- logía, al que se acoge con agudeza el segundo de los estudios que aquí comentaré. El seminal ensayo Between litera- ture and science apareció originaria- mente en alemán en 1985, con el título Die drei Kulturen, siendo la presente edición inglesa fruto de una feliz iniciativa (el proyecto Ideas in context, apadrinado por la Universidad de Cambridge y la Maison des Sciences de l'Homme de París), cuyo objetivo es presentar, en lenguas de difusión internacio- nal, esfuerzos de la talla del que nos ocupa, revigorizadores de las líneas maestras del pensamiento europeo. El punto de partida de Lepenies es contextualizar el nacimiento de la Sociología dentro de las obsesio- nes y corrientes de fondo típicas de las culturas nacionales del Viejo Continente. Más concretamente, dentro de las recurrentes peculiari- dades culturales de Francia, Inglate- rra y Alemania, todas ellas engloba- das en una temática común, esto es, la pugna inmemorial entre los par- tidarios de las «humanidades» o las «letras», como expresión genérica Reis

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WOLF LEPENIES

Between literature and science: the rise of sociology(Cambridge/París, Cambridge University Press/Editions de la Maison

des Sciences de l'Homme, 1988)

JOSÉ M. GONZÁLEZ GARCÍA

La máquina burocrática.Afinidades electivas entre Max Weber y Kafka

(Madrid, Visor, 1989)

Son contadas las ocasiones enque se topa uno con un libroauténticamente redondo y ésta, sinduda, es una de ellas. En efecto, eltrabajo de Lepenies, original en suenfoque y brillante en la exposi-ción, constituye no sólo una piezainexcusable de la historia intelec-tual de nuestra disciplina sociológi-ca, sino, al mismo tiempo, todo unprograma renovador para la recons-trucción de la tradición de la socio-logía, al que se acoge con agudezael segundo de los estudios que aquícomentaré.

El seminal ensayo Between litera-ture and science apareció originaria-mente en alemán en 1985, con eltítulo Die drei Kulturen, siendo lapresente edición inglesa fruto deuna feliz iniciativa (el proyecto

Ideas in context, apadrinado por laUniversidad de Cambridge y laMaison des Sciences de l'Homme deParís), cuyo objetivo es presentar,en lenguas de difusión internacio-nal, esfuerzos de la talla del que nosocupa, revigorizadores de las líneasmaestras del pensamiento europeo.

El punto de partida de Lepenieses contextualizar el nacimiento dela Sociología dentro de las obsesio-nes y corrientes de fondo típicas delas culturas nacionales del ViejoContinente. Más concretamente,dentro de las recurrentes peculiari-dades culturales de Francia, Inglate-rra y Alemania, todas ellas engloba-das en una temática común, esto es,la pugna inmemorial entre los par-tidarios de las «humanidades» o las«letras», como expresión genérica

Reis

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de una cultura literaria, ensayísticay de sabor nacional, aunque univer-salizante en su ambición filosófica,y, por otra parte, los partidarios deuna ciencia social pensada y escritaen una determinada lengua y en unadeterminada patria, pero concebidade forma sistemática, depurada,contrastable y abierta al juicio de lacomunidad internacional de estu-diosos. El proyecto sociológico sealineó en los tres países menciona-dos en esta segunda postura, comoes lógico, y tuvo que pechar condificultades inherentes a ese mismoproyecto, y que se agrupan en dos:unas genéricas y otras específicas.Las genéricas van más allá de lascircunstancias de tiempo y lugar, yquedan condensadas en la acertadafrase del autor según la cual laSociología no puede ser una ciencianatural de la sociedad, pero tampo-co puede abdicar del rigor científi-co, si no quiere verse convertida enmera literatura. Y, en cuanto a lasdificultades específicas, Lepeniesalude a las resistencias domésticasgeneradas, sobre todo en Francia eInglaterra, ante la aparición de unosnuevos autores —Comte, Durk-hcim, Spenccr, los esposos Webb—que querían sacudirse la perezaintelectual colectiva depositada enesos fantasmales «problemas», «enig-mas» o «diferencias», supuestamentecaracterísticos de cada una de lastradiciones nacionales, aunque fi-nalmente chovinistas, de los que enEspaña, por cierto, sabemos unpoco.

En lo relativo a Francia, Lepeniesse detiene en la personalidad yentorno del «padre fundador» por

excelencia, Comte, destacando sudeliberada huida del mundo exte-rior, paradójicamente coincidentecon la pretenciosa voluntad de cap-tar a este último en su integridad, ydestacando también la peculiarnaturaleza de movimiento intelec-tual y social que tuvo el positi-vismo.

Sin embargo, es Durkheim quienmejor aglutina, en la escena france-sa revivida por el autor, los interro-gantes y las complejidades propiasdel nacimiento de la Sociología.Lepenies nos acerca al gran clásicofrancés, en su lucha contra laensayística representada, en particu-lar, por Tarde (de cuya no demasia-do conocida obra Fragmento de histo-ria futura el autor realiza un intere-sante análisis colateral), lo mismoque contra la reacción conservado-ra, enemiga del progresismo laicode la III República, encarnado porel propio Durkheim. Es especial-mente Péguy, en su condición deintelectual que a lo largo de su evo-lución asimila las dos tendencias,ensayística o «literaria» y nacional-conservadora, recién mencionadas,la personalidad que mejor represen-ta, en la descripción del autor, laoposición a la naciente Sociologíadurkheimiana.

El ámbito británico queda expre-sado en la emocionalmente intensaperipecia de los Webb, volcadoshacia el reformismo activo delsocialismo fabiano a partir de latradición utilitaria (de la que Lepe-nies recuerda un episodio: el pocodivulgado contrapunto balsámicoque supuso para Stuart Mili lapoesía, y la poesía de Wordsworth

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en particular). Frente a dicha pare-ja, a la que se debe la moderniza-ción de la Sociología inglesa poste-rior a Spencer y la creación de lahondón School of Economks, no deja-ron, como en Francia, de alzarsevoces que reclamaban no tanto unrespeto hacia el tronco de la culturanacional cuanto un anclaje en elfondo humanístico y literario deOccidente. Fue H. G. Well, en susinicios como autor, quien con másahínco plantó batalla a la so-calledsociology (tal es el nombre de uno delos primeros opúsculos a él debi-dos), recomendando, como alterna-tiva a los análisis socioeconómicosimpulsados por el fabianismo, unareflexión crítico-moral en línea conlos grandes momentos del pensa-miento utópico —Platón, Moro,Bacon, los enciclopedistas—. Laconsecuencia lógica de esta postura,arguye Lepenies, era volcarse en laliteratura de anticipación como sus-tituto de la Sociología, que es loque justamente acometió con indu-dable maestría el autor de La guerrade los mundos. Este gusto inglés porasimilar la crítica social a un genéri-co critkism, del que no está exentala crítica literaria, será rastreadoigualmente por el autor en lo refe-rente a C. P. Snow, Arnold, Huxleyy, sobre todo, T. S. Eliot, que blan-dió su «literaria» espada intelectualcontra Mannheim. Pero, en cual-quier caso, el momento cardinal dela disputa británica entre Sociologíay «cultura» se remite a la inicialamistad y posterior ruptura prota-gonizadas por Well y unos espososWebb a los que nuestro autor pre-senta, sagazmente, como prototipos

literarios malgre-eux o, mejor dicho,como personajes de su propia nove-la biográfica.

Aun cuando Lepenies dominacon rara hondura los mundos galo yanglosajón, se nota que es su pro-pio mundo germánico aquel al cualse acerca con mayor conocimientode causa y, fundamentalmente, conmás encendido pathos. El autorarranca de una peculiar «especiali-dad alemana», consistente en identi-ficar la historia con un alma poéticacolectiva o Geist. Así, pues, arte,historia y espíritu constituirían unatríada unitaria en Alemania que,por lo menos desde los tiempos deGoethe, habría impregnado dehistoricismo y ensayismo la produc-ción alemana de pensamiento social.En este contexto —que StefanGeorge ejemplificará con posterio-ridad a Goethe—, Lepenies meditasobre la especialísima ensayística deSimmel, toda ella revestida, para supropio autor, de tres facetas insepa-rables: «ciencia», «arte» y «vida».

No obstante, es Max Weber,como no podía ser menos, el clásicoque acapara la atención de Lepenies.Llegado a la Sociología por virtudde un proceso de depuración de lahistoriografía económica, Max We-ber nos es presentado más comocompilador genial de las ciencias dela cultura que como sociólogo stric-to sensu, y ello en consonancia con la«especialidad alemana», panlógica ypanhistórica, que está en la base dela alternativa comprensiva y losanálisis sobre el ethos capitalista y laburocracia que otorgan su iniguala-ble valor a la obra maxweberiana.Como concluye irónicamente Lepe-

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nies, en Alemania la Sociología secreó de la mano de unos grandesprotosociólogos que no acababande creer en ella.

Nuestro autor se detiene en unafaceta particular de la vida y obrade Max Weber que yo no vacilaríaen calificar como lo mejor dellibro: las relaciones entre el granclásico y Thomas Mann. Lepeniesdocumenta la excelente impresiónmutua que ambos se produjeron ensus encuentros personales deMunich. Pero va más allá, puesefectúa un análisis temático quemuestra el paralelismo existente, enel fondo y en la forma, entre losdos escritores. Según el autor, elpropio Max Weber pudo inspirar aMann la ascética y a la vez ator-mentada figura del doctor Aschen-bach —el protagonista de La muerteen Venecia— y, a su vez, parece quefue la lectura de El judaismo antiguode Weber lo que propició la redac-ción del José y sus hermanos de Mann(lo mismo que, más tarde, continúaLepenies, fue el trato con Adornolo que terminó de perfilar elDr. Faustus manniano).

Weber y Mann participaron de lamisma «vocación de Estilo», enten-dido este último en su doble acep-ción literaria y pedagógico-moral(aunque suene a boutade, yo mismoconfieso que hay veces en las queme es imposible separar, en elrecuerdo, las páginas de La montañamágica de las de Economía y socie-dad). Pues bien, en su evaluaciónfinal, Lepenies condena el «secreto»de estas auténticas «vidas paralelas»:tanto el uno como el otro sellaronmajestuosamente la crónica de la

profanación de la herencia religiosa.Los Buddenbrook son los capitanesmodernos de la ética protestante yel espíritu del capitalismo; HansCastorp personaliza y protagonizael perplejo desencantamiento delmundo, dejándolo en las trágicaspuertas de la 'destrucción colectivade 1914.

La obra se cierra con una refle-xión sobre Sociología y nazismo.En este sentido, Hans Freyer, elsociólogo nacional-socialista porexcelencia, habría simbolizado lailusoria síntesis de analitismo yVolkgeist. Pero lo que trajo el nazis-mo, en la Sociología y en todos losámbitos de la cultura alemana, nofue ninguna suerte de «superación».Lo que trajo, más bien, fue unaprofunda escisión que sólo al cabode medio siglo comienza a ser acep-tada sin exculpaciones hipócritaspor sus herederos. En ese largointerregno, otra conocida figurasociológica perteneciente a la etapade recuperación de la AlemaniaFederal, Schelsky, trató de repre-sentar la continuidad con el pasadoprenazi. Para ello se separó de lasenseñanzas de Freyer, aunque sólopara acabar descubriendo, nos diceLepenies, que la Sociología habíaperdido su capacidad de motivar ala opinión pública. En vista de eso,Schelsky dio un último giro a supensamiento, lanzando al literatoHeinrich Bóll la propuesta de ce-rrar filas en torno a un proyecto dedebate intelectual sin barreras disci-plinares que restaurara el viejoaliento de los hommes de lettres.Diríase una parábola: a casi dos-cientos años de su emancipación de

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los philosophes, la Sociología prosi-gue enredada en el dilema de tenerque equidistar problemáticamenteentre la ciencia pura y dura y laliteratura.

Con erudición pero sin fárrago,con elegancia teórica y agilidadnarrativa, Lepenies ha sabido en-frentarse valientemente a tal dile-ma, esclareciéndolo y situándolo ensus justas coordenadas. Tras estacontribución —que ha de ser muyrecordada—, el dilema no desapare-ce, si bien el estímulo para abordar-lo gana en atractivo y frescura.

De manera, pues, que la con-fluencia entre la cultura literaria yla sociológica, o, por expresarlo deotra forma, la creadora tensiónentre ambas, abre un campo fecun-do de posibilidades exploratorias,campo que ha empezado a ser culti-vado tenazmente en España porGonzález García. En efecto, esteautor, situado por propia vocaciónentre la Filosofía, la Teoría Socioló-gica y la Sociología del Conoci-miento, ya había abordado, en laspáginas de esta misma Revista, elestudio de la herencia de Goethe enla obra de Max Weber. Ahora —yreconociéndose deudor de Lepeniesdesde los párrafos introductorios—,González García prosigue su inves-tigación weberiana, encauzándola ha-cia las «afinidades electivas» (térmi-no goethiano) que pudieran existirentre Max Weber y Franz Kafka.El autor se refiere a las coinciden-cias en cuanto a percepción y res-puestas temáticas, comprensibles enescritores que comparten coetánea-mente parecidas experiencias ciuda-danas tardoimperiales.

El resultado es el segundo de loslibros considerados. En él, Gonzá-lez García reconstruye, con enco-miable actualizado aparato biblio-gráfico-documental, un ámbito —elde habla alemana— que él conocemuy bien, circunscribiéndolo alentorno histórico que hace fraguar,no por casualidad, los trabajossociológicos y literarios de tangrandes clásicos. No se trata debiografiar ni de glosar unas obrasminuciosamente. Lo que el autor sepropone es algo más atractivo,como es el resucitar, mediante suce-sivos chispazos, el trasfondo fin-de-siecle, crítica y aun proféticamentedesmenuzado por unos textos —losde Weber y Kafka— a cuya sombraningún lector contemporáneo sensi-ble puede dejar de pensarse.

La relación indirecta que Kafkatuvo con Max Weber a través delhermano de este último, Alfred,profesor del primero en Praga; laspeculiaridades, entre eficientes ygrotescas, de los sistemas burocráti-cos guillermino y vienes; las dificul-tades profesionales y educativas enambos imperios, punta del escleró-tico iceberg político-económico queconducía a la vieja Mitteleuropa alcolapso, todo esto es lo que la obrarecrea, ayudada por dos cronistasexcepcionales. Lástima que, quizámovido por la modestia, el autorhaya sido demasiado escueto en susjuicios y en su narración, prefirien-do sugerir o apuntar más que alzarla voz y dialogar con mayor vehe-mencia con los excepcionales maes-tros en cuestión.

Es muy interesante, en particular,el expurgo de los textos «oficines-

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eos» de Kafka, unos informes sobreseguridad e higiene en el trabajoque redactó el escritor checo,acompañándolos de sabrosas ilustra-ciones reproducidas en el presenteestudio. La minuciosidad que enellos se advierte, así como suinquietante mezcla de objetividad ydrama, los convierten, según seencarga el autor de poner de mani-fiesto, en indudables anticipos es-tilísticos y arguméntales de laulterior producción literaria kaf-kiana.

Igualmente es de resaltar en elensayo de González García el para-lelismo establecido entre los proto-tipos funcionariales de las pesadillaskafkianas y los trazos analíticos dela burocracia según Max Weber.El «guardián de las puertas de laley», los policías y agentes policialesdel «proceso», el director de la«colonia penitenciaria», entre otrascriaturas del genio de Kafka, secorresponderían con los burócratasmodernos tipológicamente enmar-cados por Weber en Economía ysociedad. Y, en concreto, la infernalmáquina punitiva de la menciona-da colonia penitenciaria coincidiría

—en su forma y su final destinoautofágico— con la weberiana stahl-hartes Geháuse, es decir, esa «jaula dehierro» que no traduce fielmente eltérmino alemán pero que expresacon fortuna los puntos más oscurosde nuestra civilización.

Son éstos algunos de los enfo-ques específicos que he queridodestacar de todo un conjunto valio-so de por sí, y que, además, no des-deña explorar avenidas tangentescuando la ocasión lo propicia.Tal es el caso, por ejemplo, de lascomplejas vicisitudes de los herma-nos Weber y la referencia a la iró-nica novelística de Robert Musil.

ha máquina burocrática, en suma,constituye una imaginativa indaga-ción que complementa con rigor laliteratura existente en torno a laera y figura de Max Weber, dela mano del atinado apoyo contra-puntístico en otra figura, la de unenorme escritor cuyas entrañablesclaves quedan retratadas precisa ysensitivamente. Esperemos que elautor continúe caminando por laprometedora senda que ha sabidoelegir.

José E. RODRÍGUEZ IBÁÑEZ

SUSAN SONTAGLa enfermedad y sus metáforas

(Barcelona, Muchnick, 1989)

«Me siento tan enfermo que casies interesante.»

Cuando se realiza un análisissobre la enfermedad y sus metá-foras se corre el riesgo de termi-

nar hablando en metáfora. SusanSontag analiza las esencias del sig-nificado de enfermedad comolos atributos que le construye la so-ciedad a través del tiempo. EnLa enfermedad y sus metáforas se en-

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cuentran condensadas las principa-les enfermedades de las que se haservido el ser humano para crear unmito de la verdad. El ensayo nopretende hacer un análisis históricode la formación de las metáforassobre la enfermedad, sino unaretrospectiva a manera de ejemplode algunos padecimientos (tuber-culosis, cáncer, cólera) que hanprovocado una alegoría del ma-lestar.

De un lado la historia y del otroel análisis social, hacen de este estu-dio una desmistificación de la metá-fora como un axioma de vida que,de manera inconsciente, traslada elsímbolo a la vida cotidiana de cadaser humano en su relación social,formando un ideal de padecimien-to. Este, lejos de ser una idea omito, es la manifestación de loscambios biológicos que alteran elfuncionamiento del cuerpo. Si bienpudiera haber una imprecisión enesta sentencia es preciso tratar deesclarecer los valores que adjudica-mos a estos cambios que, por serdesconocidos, se hacen más fácilesde etiquetar; ¿no es ésta acaso unaforma de evasión de la realidad?¿Qué miedo esconde la metáforacuando convierte al mundo en unvalor absoluto?

La metáfora utilizada como unaforma de conocimiento da unavisión de las múltiples posibilidadespara entender y analizar cualquierfenómeno. Sin embargo, el esfuerzose torna inútil cuando se trata deexplicar una esencia donde no que-da claro lo que significa. Por eso, lametáfora se convierte en una eva-sión. En algunas culturas la metá-

fora del nacimiento (de parir)se plantea como un «alivio», queproviene de la palabra aliviar: «Qui-tar parte del peso que carga sobreuna persona o cosa; disminuir omitigar la enfermedad; disminuiro mitigar las molestias corporales omorales*.» Tal connotación cobraun mayor significado en la culturapatriarcal y machista: la mujer es laque padece. La metáfora no ayuda aentender el proceso normal de laprocreación, por el contrario, per-judica el entendimiento y admira-ción por la naturaleza.

¿Qué pasa con el paciente queestá a punto de morir o que seencuentra en la parte «terminal» desu vida? La metáfora se traduce enuna evasión social e individual queagudiza la formalidad y reglamenta-ción del «buen morir». En unasociedad alejada de la naturaleza lamuerte deja de ser un procesonatural y pasa a ser una ficción.Cuántos casos de pacientes «termi-nales» sufren la presión de unasociedad que no les deja morir.La muerte, en tanto fracaso de lavida (estado pasivo ante el movi-miento), pone en evidencia la con-tradicción entre quien vive y noquiere morir y sabe que agoniza.

El cáncer, enfermedad relaciona-da de manera constante con lamuerte refleja la época de unasociedad industrializada bajo el estí-mulo del modo de producción capi-talista. Proceso histórico donde elcáncer como metáfora se desarrollaen forma independiente, rompiendo

* Ju l io CASARES, Diccionario ideológico dela lengua española (Barcelona: EditorialGustavo Gili, 1959), 2.a ed., pp. 37-38.

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el equilibrio de las funciones delcuerpo, así como el capitalismomoderno lo hizo con el antiguo.La idea lógica y ordenada en quedebía trabajar la sociedad se trans-formó en el despilfarro de energíay descontrol en el consumo. Esta sedefine como la cultura actual; cómoun cáncer ha perdido la posibilidadde ser controlado.

Los efectos que el cáncer produ-ce en las personas es la desvaloriza-ción y pérdida de lo humano en elser humano. Este ha sido despojadode su pertenencia a la sociedad;ahora su cuerpo lo traiciona y lasociedad lo rechaza porque el grupoteme que el cáncer sea contagioso através de la palabra. Así se mani-fiesta el poder que puede tener ellenguaje en un momento determi-nado: es real y angustiante a la vez.

La posición de la profesión mé-dica es ideal para desarticularlas enfermedades como metáforas.Es el médico/a quien está dedica-do/a a curar enfermedades. Está enla posición medular de este proble-ma. El proceso histórico en el quevivimos refleja una paranoia colec-tiva en relación a las catástrofesprovocadas por enfermedades des-conocidas (cólera, tuberculosis, cán-cer, SIDA recientemente) que oca-sionan la muerte. La metáfora par-te del pensamiento militar sobre elataque a la persona. Son las célulascancerígenas que avanzan dentro dela corriente sanguínea alterando lascélulas «benignas» (buenas) quecomponen los órganos del cuerpohumano. La enfermedad está enten-dida como lo contrario a la vida ycomo opuesta a la vida social.

Una vez que la enfermedad comometáfora ha creado su propia iden-tidad y se le mira como el absolutoque navega arriba de nosotros, con-trola los roles de cada persona.Regresando al ejemplo del médico/a,se pueden analizar, a través deltiempo, los tratamientos sobre elcáncer, que a la vez que solucionan,dañan el organismo. El pacientesometido a la violencia (a veces máspsicológica que la del propio proce-dimiento) busca refugio en los«cura-lo-todo», o curanderos/as,quienes en repetidas ocasiones hanprovocado, si no la muerte, almenos sí el aceleramiento de laenfermedad. Pero también la medi-cina moderna ha acarreado es-tos problemas de comunicación.El poco entendimiento de la enfer-medad ha reproducido otras metá-foras que ocultan el significado delpadecimiento (médicos y pacientessuelen bromear en los hospitalesoncológicos: «El tratamiento espeor que la enfermedad»).

La enfermedad, concebida comometáfora, altera el rol de la personaenferma de cáncer, quien se pre-gunta a manera de lotería por quéha sido él o ella quien tuvo queenfermar. Por un lado el médico/a,y los sistemas de salud por el otro,han fomentado la incomprensióndel problema a la vez que el/lapaciente entra en los juegos yfantasías sociales que se han creadoen torno a su padecimiento: trai-ción y aislamiento son vividos porquienes se sienten acechados por lamuerte.

¿No es suficiente con padecer ensí misma la enfermedad? ¿Por qué

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ha de sorprender enfermar de cán-cer o tuberculosis? ¿Por qué unaenfermedad produce más miedoque otra, aunque las dos provoquenla muerte por igual? ¿Qué pasaría siel/la médico/a enfermase de cán-cer? ¿Cómo enfrentaría el proble-ma? ¿Con qué metáforas tendríaque convivir? El momento coyun-tural que vive el médico/a cuandoestá enfermo puede abrir una formade conocimiento a la vez que unadesmistificación de la profesión enla sociedad. La metáfora empiezadesde la bata blanca, el olor estérilde los hospitales, y el uniformeestandarizado de los/as pacientes(que son eso, pacientes; que viene de«paciencia»), que recuerda la idea deuna sociedad libre de bacterias yvirus que atacan el cuerpo. Si elmédico/a modifica el lenguajemetafórico de la profesión, apoya elredescubrir lo maravilloso quetenemos de naturaleza en cada uno/ade nosotros. El ejemplo del médi-

co/a enfermo/a demuestra que elproblema no se localiza en la enfer-medad, sino en los fanatismos ideo-lógicos creados por la poca riguro-sidad para entender los fenómenosnaturales y sociales que nos rodean.

El ensayo de Susan Sontag ilustrael exceso oscurantista que se viveen el mundo actual, si bien no semanejan en profundidad los facto-res psicológicos, filosóficos, socialesy culturales que la componen, símanifiesta la esencia de lo que ellamisma llama «la condición humana».

Por último, me pregunto si lasmetáforas que no son enfermedad yque nos acompañan día a día pue-den en algún momento convertirseen una forma de conocimiento; yno ya en el idilio de los absolutosque dicen todo y no dicen nada.En La enfermedad y sus metáforas seabre la discusión sobre el tema,que, sin duda, alcanzará el tercermilenio.

Ornar G. PONCE DE LEÓN

SUSAN SONTAG

El SIDA y sus metáforas(Barcelona, Muchnik, 1989)

El SIDA está de moda. Inclusopara los sociólogos. Durante el últi-mo año se han publicado más librossociológicos sobre el SIDA quesobre muchos otros temas sociales1.

1 Otro clásico es Randy SHILTS, And theBand Played On: Política, People, and the AIDSEpidemic (Nueva York: St. Martin's Press,1987), 630 pp. Más epistemológico esRonald BAYER, Prívate Acts, Social Conse-quences: AIDS and the Politks of Public Health(Nueva York: Free Press, 1989), 282 pp. El

El excelente ensayo de Susan Son-tag abrió el fuego. Esta obra de

más sociológico es Charles PERROW yMauro GUILLEN, The AIDS Disaster: TheFailure of Organizations in New York and theNation (New Haven, Connecticut: YaleUniversity Press, 1990). También puedeverse Jesús M. DE MIGUEL y Santi MACIÁ,

«The Case of Spain», en David L. KlRP yRonald BAYER (eds.), AIDS Policy Making:An Eight-Nation Comparative Study, en prensa(1990).

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la ensayista norteamericana SusanSontag está enraizada en sus refle-xiones recogidas en un librito conel título La enfermedad y sus metáfo-ras, escrito en 1978 (publicado tam-bién por Muchnik en 1984, 131 pp.).La autora comienza su escrito re-memorando su estudio anterior yestableciendo comparaciones entreel cáncer (motivo del mismo) y elSIDA. Esta enfermedad, descubier-ta en la década de los ochenta, estáocasionando en todo el mundomúltiples sufrimientos y angustias.

El SIDA y sus metáforas es unaobra que está a caballo entre lasciencias sociales y el ensayo litera-rio. Tiene una intención humani-zadora, ya que pretende eliminarfalsas culpabilidades, disminuir su-frimientos inútiles y evitar la pre-potencia y la pretendida autoridadderivadas de ciertos conocimientosmás o menos científicos. Y es, a lavez, pragmática, pues lo que buscaes desenmascarar la ideología médi-ca, y derrumbar los obstáculos a laaplicación real de una medicinaverdaderamente eficaz. No es idea-lista (aunque la obra está cargadade ideales) pero sí desmitificadora;no se pone de un lado, sino quetrata de unir esfuerzos para queenfermos/as y gentiles se sientanmejor, y para que no se generenodios infundados ni angustias inne-cesarias.

En una tradición aristotélica, lametáfora consiste en dar a una cosael nombre de otra. El uso de eserecurso literario (filosófico, y hastacientífico) no es siempre recomen-dable. En el caso del cáncer, el nollamar a las cosas por su nombre

puede tener efectos perniciosospara la dignidad humana, e inclusopara la misma curación de la enfer-medad. El abandono, la alienacióny el abatimiento que sienten losenfermos/as, y que les impide salira buscar tratamiento a tiempo, sederivan de los prejuicios y temoresque esconde la metáfora.

También el SIDA ha llevadoaparejada una metaforización a granescala. La metáfora militar, la máscriticada por Sontag, concibe elvirus como un enemigo exterior acombatir. El SIDA, por otro lado,es una construcción clínica: la pro-fesión médica lo ha inventado comoproceso progresivo en el tiempo einexorable en su avance. Pero almiedo se añade la culpa: el SIDAdelata la pertenencia de la personasupuestamente infectada a los lla-mados «grupos de riesgo». Una acti-vidad sexual «desviada» (como lahomosexualidad) o un «hedonismopor dedicación» (la drogadicción)llevan a la enfermedad de maneravoluntaria, es decir, condenable.Hemofílicos y receptores de trans-fusiones sanguíneas son igualmentemarginados, ya que son difícilmenteidentificables. Todo ello conllevadeshumanización y degradación delque padece el SIDA, impidiéndoleademás acceder a los cuidados y tra-tamientos que la medicina le faci-lita.

La peste —asesina y desagradableal mismo tiempo— es la metáforaprincipal en el análisis de la epide-mia de SIDA. En base a ella se pre-senta la enfermedad como invasorade la colectividad («nosotros») y,normalmente, proviniente del ex-

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tranjero («ellos»). Esa nueva epide-mia catastrófica alcanza la categoríamoral de peste como consecuenciade tener por vía principal de trans-misión la vía sexual («la peste gay»).Y todo ello hace del SIDA unaespecie de juicio moral a la socie-dad. Algunas alocuciones expresa-das sin rubor por religiosos oideólogos autoritarios son: el SIDA«es la consecuencia de la decadenciamoral» (obispo Falcao, de Brasilia),o el «castigo de Dios» y la «vengan-za de la naturaleza» (cardenal deRío de Janeiro). Jean Marie Le Pen,político francés racista, advierteque «el SIDA no sólo es infecciososino además contagioso». El minis-tro de Asuntos Exteriores surafri-cano afirma que «los terroristas nosllegan ahora con un arma muchomás terrible que el marxismo: elSIDA».

El SIDA ha supuesto un cambiopara la medicina: el imparable avan-ce hacia la erradicación de las enfer-medades infecciosas ha quedadotruncado. También ha afectado a lasvisiones tradicionales de la sexuali-dad y de la catástrofe. En los Esta-dos Unidos el Departamento deEducación propone, a menudo, laabstinencia como medida preventi-va. Sin embargo, en Europa seprefiere informar sobre las manerasde afrontar una sexualidad libre ysegura.

Sería útil hacer aquí un parénte-sis para situar el caso español eneste contexto. Analizando algunasde las medidas políticas sobre elSIDA que se toman en nuestropaís, se comprueba que el modeloeuropeo es el más ampliamente

seguido. Así, la Generalitat deCataluña adopta una postura éticaen favor de una desdramatizaciónconstructiva. Muestra preocupaciónpor la necesidad de ayuda médica ymoral a las personas infectadas y alos enfermos. Andreu Segura, di-rector del Programa para la Pre-vención y el Control del SIDAimpulsado por la Generalitat, hapublicado recientemente un manualde difusión popular que se incluyecon el dominical del rotativo LaVanguardia2. El librillo aporta in-formación sobre las vías de conta-gio (principalmente sangre, semen ysecreciones vaginales), las manerasde convatirlo (preservativo y jerin-guilla desechable) y sobre algunaspautas de comportamiento a seguirante infectados y enfermos.

La intención del libro de SusanSontag se puede expresar con elsiguiente fragmento del final deltexto: «Es muy deseable que deter-minada enfermedad por la que sesiente tanto pavor, llegue a parecerordinaria [...] El esfuerzo por zafara esta enfermedad, que tanta culpay vergüenza despierta, de estossignificados, de estas metáforas, esparticularmente liberador, aun con-solante. Pero no se ahuyenta a lasmetáforas con sólo abstenerse deusarlas. Hay que ponerlas en evi-dencia, criticarlas, castigarlas, des-gastarlas.» En lo referente a la ca-tástrofe han habido, en opinión de

2 Andreu SEGURA, El SIDA: Un desafioasumible (Barcelona: La Vanguardia, 1989),63 pp. Guía 3, dominical, del periódico LaVanguardia. En una línea más militante estáR. DE BLAI, Disfruta la vida, evita el SIDA(Barcelona: Icaria, 1989), 123 pp.

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Susan Sontag, llamamientos múlti-ples a la movilización general en lassociedades de masas contemporá-neas, que han tenido escasa respues-ta por parte de la población. ElSIDA añade gravedad a ese supues-to declinar de la humanidad; elapocalipsis deviene constante y cre-ciente en la medida que aumenta lainterconexión espacial.

El texto hace alarde de un léxicorico y los contenidos variados delmismo sugieren la multitud de dis-ciplinas que la autora conoce:Sociología, Historia (de las ideas,de la ciencia, de las culturas, y de

las religiones), Medicina, Literaturay Psicología, entre otras. Las horasde lectura y reflexión que haydetrás de esta magnífica obra avalana su autora como una de las mejo-res ensayistas de nuestro siglo.Y además como una ensayista com-prometida, que no duda en escribirsobre los problemas sociales másimportantes del momento. Y es queel SIDA no es ninguna metáfora,sino un problema real sobre el quelos científicos/as sociales tienenmucho que decir.

Santi MACIÁ

ROMÁN REYES

Filosofía de las ciencias sociales(Madrid, Ediciones Libertarias, 1988)

Una vez analizada la obra, Filoso-fía de las ciencias sociales, soy de laopinión de que para iniciar estarecensión, probablemente no existanada mejor que acudir al autorcuando afirma —y en cierto modocondensa, precisa y concluyentc-mente, el contenido de su discur-so— que: «La voluntad de fragmen-to es ahora voluntad de ruptura: mepermito, en consecuencia, ser des-honesto al reproducir fragmentosdescontextuados: a uno no le quedamás remedio que forzar la proposi-ción, que remodelar la palabra culta,que burlar la lógica de la expresiónnoble, el juego de palabras malditode la reproducción institucional queun incómodo y odioso orden de loreal exige.

Mis fragmentos han sido y sonsimplemente eso: una vulgar socio-logía —un intento de aproximarse alo que los eruditos llaman «discursosociológico»— acerca de la vidacotidiana.

Ni discursivo ni sociológico —por-que los adjetivos terminan por sus-tantivar lo real—, mis fragmentosapuntan hacia una meta posible: elreencuentro —reiteradamente al al-ba— de la palabra con lo que origi-nariamente nombrara» (p. 10).

Sin embargo, de esta declaraciónconviene, al menos, precisar dospuntos que se refieren, el primero,a que no existe tal descontextualiza-ción, puesto que los fragmentos serelacionan y vinculan dialécticamen-te con la realidad existencial y for-

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mal-institucional que nos rodea. Deaquí que no se me alcance el com-prender dicha deshonestidad decla-rada; pienso que no existe —en tér-minos relativos— descontextualiza-ción desde el momento en que vivi-mos un proceso ya iniciado y cuyastendencias son, en cierta forma,probablemente previsibles.

Es ésta una obra que demuestraque se pueden hacer bien las cosas—sin apartarse de los criterios de lametodología y epistemología, de lasciencias sociales más relevantesactualmente— sin necesidad de serun bufón de lo establecido y para loestablecido.

El segundo relata que en cuanto alo de «vulgar» nada, porque si algonecesita la sociología es ese contactodirecto y transparente con toda larealidad y no sólo con la que leinteresa al poder. El proceso dedemocratización debe incluir, tam-bién, la construcción democráticade la sociología. Además: ¿no es lacalle una auténtica escuela de socio-logía?; ¿no es la realidad callejerauno de los mejores medios de quedisponemos para establecer compa-raciones objetivas entre las teoríasque versan sobre ella?

Ya sabemos, aunque no siempretodos somos conscientes de ello,que podemos acercarnos a la reali-dad por medio de variados procedi-mientos. Estamos ya en el tiempode admitir el pluralismo sobre larealidad y, consecuentemente, en lahora de abandonar los monolíticosdogmatismos que conducen a lasinrazón racionalizada de la razón.

El conocimiento nos informa ydocumenta sobre la realidad. Sin

embargo, no podemos olvidar queel conocimiento nos advierte ypreviene de forma constante de suslímites, resultado de su propia dina-mi cidad: los dogmatismos y losdogmáticos obstaculizan el desarro-llo y la amplitud del conocimiento.

Realizando acercamientos, de es-te tipo, a la realidad se muestrade manera diáfana la distancia entrelo real existencial y lo formal-real-funcional existente. Construyendouna «vulgar» sociología se contribu-ye a la des vulgarización de las posi-bles vulgarizaciones sociológicas —merefiero a las ya en exceso obsoletas—y, al mismo tiempo, se insiste en elhecho de que la sociología tiendea vulgarizar los conocimientos so-bre la realidad y que, ella misma,es conocimiento, sistematización -control de lo vulgar.

También se puede sostener quevulgar, evidente y común, en el sen-tido que aquí le atribuyo, es la reali-dad concluyente y no concluidadefinitivamente. O, lo que viene aser lo mismo: lo que es, lo estableci-do y nosotros formamos parte deesa realidad —se nos niegan otrasposibles— como edulcorados pro-ductos, como elementos integradosy adaptados.

Como decía Tierno Gal van: «Larealidad es un resultado. Resultadoy realidad son equivalentes. La reali-dad es en la medida en que re-sulta»(E. Tierno Galván, Escritos, Tecnos,Madrid, 1971, p. 544).

Una considerable parte de la pro-ducción sociológica actual tienecomo función propia y exclusiva,derivada de su posición, la produc-ción y reproducción de lo evidente

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y común de forma eminentementeinstrumental.

Se producen conocimientos «cien-tíficos» sobre la realidad cotidia-na y común, que nos invade a to-dos, de manera patente y de laque se suele decir lo contrario a loque posteriormente realizamos. Esya algo evidente, para todos, queuna cosa es hablar y otra actuar: eldesdoblamiento de la personalidades un hecho. Irresistible progresiónunilateral y limitada de la llamada«sociología científica» que ofrece susproductos acompañados por la eti-queta de «hecho científicamente» o,lo que es lo mismo en los tiemposactuales, realizado legítima y legal-mente. Sin embargo, bajo estehecho de aparente y firme neutrali-dad objetiva, subyace la inconfesa-ble pretensión (realidad en general),referida a desacreditar a todos aque-llos discursos que desacatan de for-ma ostensible los principios rectoresde la administración y administra-dores de la ciencia: frente a lasdiversas realidades que emergen dela realidad, el monopolio de losmedios de administración de la rea-lidad intenta configurar y definir aésta como única y válida para todos.Por lo tanto, todas aquellas aproxi-maciones a la realidad que no coin-cidan o no se adecúen a los cáno-nes establecidos, serán calificadas aacercamientos precientíficos o pseu-dociencia.

Cuando la teología y la metafísicahan sido superadas —lo cual noquiere decir abandonadas— por losprodigiosos y eficaces logros de laciencia; cuando se ha institucionali-zado su forma de proceder, a partir

de su administración, como el únicoque reporta un verdadero conoci-miento sobre y de la realidad, ycuando un determinado discursocientífico insiste en que es ésta lasingular realidad factible, incluida lasocial, eliminando de manera tajantetoda posible trascendencia o trans-formación; no cabe duda algunaque, inevitablemente, ante semejan-te «reducción» de la realidad y delhombre sólo puede quedar co-momáxima aspiración y deseo le-gal elconsumo de lo institucionaly socializado. Habida cuenta de quela ideología del consumo y del bie-nestar (que muy pocos alcanzan) eshoy lo común, vulgar y evidente, laque de mejor manera satisface lasdemandas del sistema imperante, dela dominación y, al mismo tiempo,la que provoca la anulación de lasposibilidades humanas que tiene elhombre. Es necesario, ante tal esta-do de la cuestión humana y social,prestar mayor atención a los discur-sos, como el que estamos recensio-nando, que insisten científicamenteen que aún existen posibilidadespara el hombre y la sociedad.

El proceso de la ciencia nos ense-ña e impide que se pueda dogmati-zar sobre las cuestiones sociales. Noobstante, la utilización de la cienciay sus productos como factores quesirven para legitimar la dominaciónes una realidad. Es evidente, comúny vulgar que en lo relativo a lascuestiones humanas y sociales, laadministración de la ciencia tiende acomportarse de forma ideológica-dogmática porque, entre otras cues-tiones, suele tachar de no científicasa todas aquellas tendencias discursi-

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vas, que formulan sus planteamien-tos a partir de unos supuestos quedifieran radicalmente de los suyos—que son los de la dominaciónestablecida—: sólo es ciencia lo quese atiene a lo que es, es decir, a loque es evidente, común y vulgar.

Dada la compleja problemáticapor la que atraviesan las denomina-das ciencias sociales, se hace inevita-ble el recurrir a aquellos discursosque son producto de los conoci-mientos adquiridos y que sin aban-donar los presupuestos científicos,juega, por así decirlo, con otro tipode variables o valores.

Siendo su olvido una realidadmuy frecuente conviene recordarque: «En algunos casos existen,pues, dificultades graves para lograrla neutralidad objetiva al nivel ópti-mo, que debe caracterizar la inves-tigación científica. Se puede sos-tener, y se ha sostenido, que esaneutralidad objetiva óptima esabsolutamente imposible de alcan-zar» (E. Tierno Gal van, Conocimientoy Ciencias Sociales, Tecnos, Madrid,1966, p. 19) aunque «la mecánicadel método y la implicación delobservador a esa mecánica impide,o al menos debe impedir en las lla-madas ciencias sociales, la arbi-trariedad que en el orden de lacreación caracteriza a la actividadestética» (E. Tierno Gal van, op. cit.,p. 20), no obstante, debemos teneren cuenta que en las ciencias socia-les es necesidad inexcusable noomitir que estamos tratando con«la epistemología de las sistemáti-cas arbitrarias» (E. Tierno Galván,op. cit., p. 22) y que «por mucho quegeneralicemos nuestras disciplinas

tendrán siempre carácter ocasionaly casuístico» (E. Tierno Galván,op. cit., p. 46). En suma, «el teóricode las ciencias sociales reflexionasobre los fenómenos sociales desdeuna determinada situación social,que condiciona sus puntos de vista,sus supuestos y conclusiones. Comonadie puede escaparse de estar enuna determinada situación social, ydesde ella se reflexiona sobre lallamada tradicionalmente «realidadsocial», resulta que no existe, pro-piamente hablando, «objetividadsociológica». Esta antinomia —paraalgunos «contradicción constituti-va»— de la sociología está presentea todos los sociólogos, pero a vecescontribuye más a condicionar que aneutralizar. Desde el punto de vistade la sociología, este hecho seadmite como un dato más. Que laobservación esté condicionada ple-namente no quiere decir que se in-valide la observación, sino que seacepta la observación de las condi-ciones del condicionamiento» (Tier-no Galván, op. cit., p. 109).

Por razones de carácter analítico,de espacio y lugar, me limito ahoraa la realización de una breve expo-sición-información de cada una delas partes y, para ello, nada mejorque resaltar algunas de las fraccio-nes de esos lúcidos fragmentos queconsidero más relevantes y signifi-cativos.

A la presentación, anteceden unasreflexiones del autor que, dada suimportancia, es obligatorio citar,puesto que contribuyen de formaeficaz a contextualizar lo producidoo reproducido y son, además, unalegato en defensa de lo escrito.

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Dice Román Reyes que su pre-tensión «no supone ningún intentode organización del pensamiento,antes al contrario una aproximacióna lo que pudiera considerarse reor-ganización de la vida en función deese conjunto de fragmentos a la quefielmente pretenden remitirnos»(p. 9) y arguye que «uno escribefragmentos porque vive fragmenta-riamente. A golpes. Y ese uno ter-mina por sistematizar el propiopensamiento fragmentario, porqueno de otra manera podría justificarun compromiso mínimamente ciu-dadano» (p. 9).

Partiendo de su posición y reco-nocida experiencia como docente,investigador y publicista aclara laposible ambigüedad en que se en-cuentran, o pueden encontrar, losque están «situados dentro de —en-cadenados a— la organización ins-titucional de la producción y trans-misión de conocimientos, cualquie-ra puede sentirse víctima de supropia contradicción: decir lo mis-mo y hacer continuamente lo otro,pensar lo mismo cuando sabemosque está sucediendo lo otro, repetirlo mismo —y hacerlo comprensi-ble— cada vez que asumimos dócil-mente nuestro papel de actores quesimulan lo otro. Vender —hacervaliosa— una imagen distorsionadade la realidad, cuando tenemosargumentos —esos que el silencioanuncia— para denunciar la farsa»(p. 9). En fin, el autor refleja consu autocrítica —acto de humildadintelectual muy loable y, sin dudaalguna, poco frecuente— una situa-ción que es de dominio público—real no formal— y que ya forma

parte del argot popular, basado enuna intensa y larga experiencia acu-mulada en el trascurso de los tiem-pos y registrada en la memoriacolectiva de los pueblos. Dichasituación o circunstancia se traduceen una serie de dichos o axiomasque denuncian las evidencias de loformal no declaradas aunque sí desobra conocidas.

Estas propuestas nos sirven,oportunamente, porque nos acercande forma efectiva al discurso aquípresentado —y valga la redundan-cia—, pues en ellas se transparentano sólo el contenido e intencionali-dad de lo escrito, sino también latransformación o reconversión deaquella disposición de fragmentopor un ánimo de ruptura. Sin dudaalguna, son ejercicios de meditaciónsobre los conocimientos adquiridosy que, acompañados de las puntua-les observaciones sobre el mediosocial, en el que cotidianamentedesempeñamos el producto denuestro «ser social» conducen inevi-tablemente a la necesidad imperiosade plantear y cuestionar todo aque-llo que constituye una remora parael conocimiento y el equilibrio delindividuo —hoy escindido en tantasparcelas que nos impiden su plenoreconocimiento—. El individuo hasido obligado a relacionarse con elmercado y venderse, y ha vendido(incesantemente) tanto de sí mismoque ahora sólo le queda aparentarde lo que no tiene con lo que tieney que constantemente le recuerdalo que ya no tiene. La mercantiliza-ción de su «ser» conduce al «no ser»,por lo tanto a la lucha entre las dostendencias encontradas.

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El conocimiento del hombre y delo social tiene que servir para algomás que: jerarquizar, dominar, con-trolar y reducir; ésta es la denuncia,siempre presente en este texto:habida cuenta de que somos resul-tados sociales, elaborados unos porlos otros y los otros por aquéllos yasí sucesivamente, se procede ademostrar y esclarecer que los indi-viduos antes que nada son estudian-tes de la particular lección de losocial. Obligado ritual de iniciaciónen lo que es y que implica de modoirreversible dejar de «ser».

Todos hemos sido y somos alum-nos que hemos aprendido la lecciónde lo establecido; ésta y no otra esla primera lección que figura entodo sistema de socialización: hu-manos despojados de su humanidadprogresivamente. Individuos so-cializados de una vez —«estigma-tizados»— y resocializados constan-temente. Tendemos mecánica ydialécticamente a producir a partirdel prefijo RE.

Adorno y Horkheimer argumen-taron que: «Este mérito de la socio-logía hay que recordarlo hoy, cuan-do la sociedad ha llegado a ejercersobre el individuo poderosísimapresión, y las reacciones individua-les son contenidas dentro de límitesmuy reducidos; pero la considera-ción psicológica es la que más amenudo se adelanta a la sociológica:cuanto menos individuo tenemos,tanto más individualismo» (T. W.Adorno y M. Horkheimer, La socie-dad, Proteo, Buenos Aires, 1969,pp. 55-56). Solidarios —cada vezmás— con lo que es insolidario porsu propia naturaleza. ¿De dónde

sino viene su efectividad? InsistenAdorno y Horkheimer en que «lacreencia en la independencia radicaldel ser individual respecto del todoes, a su vez, sólo apariencia. La for-ma misma del individuo es formade una sociedad que se mantieneviva gracias a la mediación del mer-cado libre, en el cual se encuentransujetos económicos libres e inde-pendientes. Cuanto más se refuerzael individuo, tanto más crece lafuerza de la sociedad, en virtud dela relación de cambio en que se for-ma el individuo» (T. W. Adorno yM. Horkheimer, op. cit., p. 54).Objetos dinámicos estabilizados ocon tendencia a la estabilización.O también dinamismo insolidario yestatismo retógrado. El proceso desocialización del hombre produce,de esta manera, que «para el indivi-duo totalmente interiorizado, larealidad se convierte en apariencia yla apariencia en realidad» (T. W.Adorno y M. Horkheimer, op. cit.,p. 58).

De nuevo, los autores anterior-mente citados hacen hincapié enque: «La comprensión de la acciónrecíproca que individuo y sociedadejercen uno sobre otro tiene unaconsecuencia fundamental —evitadaprecisamente por la sociología posi-tivista— en la idea de que el hom-bre como individuo alcanza su exis-tencia propia sólo en una sociedadjusta y humana» (T. W. Adorno yM. Horkheimer, op. cit., pp. 56-57),y en defensa de ello «se podríainclusive sostener que cada hombreviene al mundo como individuo,como ente biológico individual, yque frente a este hecho fundamen-

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tal su naturaleza social es secunda-ria, o sólo derivada. Este hechobiológico no es olvidado; unasociología verdaderamente críticadebe rehacerse de acuerdo con él, yno como último término, para evi-tar el idolatrar la comunidad social»(T. W. Adorno y M. Horkheimer,op. cit., p. 52).

En este sentido bienvenidos sean—pues aún nos queda el conoci-miento y la memoria— todos losdiscursos de este tipo (como el deRomán Reyes), carácter, sentido eintencionalidad que nos recuerdannuestra condición de ficciones alnivel sociológico, posiciones encuanto a lo social y de meros ele-mentos de una u otra abstraccióntanto en el plano de la sociedad engeneral como del pueblo colectiva-mente. Además de nuestra condi-ción actual se remembran en estelibro las posibilidades que tenemoslos individuos-sociales de transfor-mar, construir y modelar real, di-recta y democráticamente la reali-dad de la que formamos parte y,por lo tanto, consecuentemente anosotros mismos.

De forma responsable —con co-nocimiento y por el conocimien-to al servicio exclusivo del hombrey la humanidad— se oferta un plan-teamiento que implica, de formainexorable, un digno pronuncia-miento contra todo tipo de dogma(sea del signo que sea) que defina,unilateralmente, lo que es y tieneque ser la realidad social y humanasin apenas contar con ellos y a par-tir del estatuto de infalibilidad queposeen los conocimientos estableci-dos: es un alzamiento contra el

monopolio del conocimiento quemantiene subyugado al hombre.Dados los conocimientos actuales,es necesario cuestionar que existeúnicamente un sólo tipo de conoci-miento «verdadero». La administra-ción monopolística del conocimien-to sólo produce desconocimiento yoscurantismo porque raras vecesestá en función del hombre.

Se trata, por decirlo de algúnmodo, de forzarnos a ser lo queposiblemente podríamos haber sidoy que, si embargo, no somos. Sehace necesaria la ruptura con esedefinidor del acontecer social queintegra al hombre seccionándolo.

Distingue, con sólidos funda-mentos, que mientras que la cienciatiene por objeto lo real y se atiene,dado su carácter, a lo que «es», lafilosofía a partir de su condición —deno convertirse en otra cosa— le espermitido ir más allá de lo esta-blecido —en mi opinión es éstasu función principal—. Estamosinmersos en una actualidad esper-péntica fraccionada, producto delas elucubraciones instrumentalesde los expertos (objetivo priorita-rio de la «racionalidad instrumental»y de sus administradores).

El nuevo filósofo está llamado adesarrollar una importante funcióny ésta no es otra que denunciar, atoda voz, las arbitrariedades queexisten, tanto a nivel de la metodo-logía como de la epistemología enlas ciencias sociales particularmente.

Román Reyes, en esta obra, con-junta de forma idónea la filosofía yla sociología. De este fecundo mari-daje, emerge un tipo de discurso alcual no estamos acostumbrados, ya

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que es una reflexión realizada conel rigor de la ciencia y la lucidezimaginativa que reporta la filosofía.

Es un libro muy recomendablepara todos, porque su contenidoabre perspectivas y pone en eviden-cia al individuo (aquí radica sufuerza) sobre todo al docente quese sabe producto hecho a «imagen ysemejanza» de la sociedad en quehabita. Al mismo tiempo, nosrecuerda que somos nosotros, apartir del conocimiento y la razón,quienes tenemos que dar cuenta ymostrar a los demás que lo estable-cido no sólo reduce, sino que tam-bién aniquila las cualidades huma-nas, pues exige tanto la pasividadcomo la esquizofrenia. La conclu-sión no puede ser otra: atenerse ala miseria dada, sólo puede condu-cir a la miserabilización de la es-pecie.

Creyéndonos amos y señoresdefendemos, seria y puntualmente,una situación que obstaculiza eldesarrollo razonable y racional delas ciencias sociales.

A partir de su condición dehombre perteneciente a una espe-cie, de ciudadano y a tenor de lasituación formula una vindicación:con los conocimientos que posee-mos, los que aún están a nuestroalcance, y la posible disponibilidadde los medios, podemos y debemosocuparnos algo más de la cuestiónhumana y social.

Contando con la relativa autono-mía de lo superestructural (recor-demos que estamos inmersos en unproceso de deslegitimación crecien-te y cambiante a causa de lasdemandas económicas y de los

avances de la ciencia y de sus aplica-ciones prácticas) y asumiendo losconocimientos adquiridos, es facti-ble el desempeñar una función máscompleta que la que estamos reali-zando. Sin embargo, esto implicaalgo que es fundamental: entenderla enseñanza como medio —nuncacomo fin que es lo que suele suce-der— al servicio de la formaciónintegral y especializada de los indi-viduos. Como emancipación de lososcurantismos y de las parcialidadesde la socialización domesticadora,que es el único modo (hasta elmomento conocido) de evitar lascontinuas recaídas de los hombresen la idolatría. Enseñanza de, para ycon el hombre. Formar y dotar alos sujetos de ios conocimientossuficientes y necesarios que lespermitan valerse por sí mismos. Elconocimiento para provecho yrealización del nombre. El conoci-miento sin límites para todos. Elconocimiento tiene que dejar deestar subordinado a intereses ajenosa su propia esencia y función.

Román Reyes, recogiendo algu-nos resultados que ofrece la socio-logía —escrutadora de la realidad—los fundirá con las prerrogativasque facilita la filosofía —permite eldistanciamiento coherente de larealidad sociológica—, producien-do, de esta manera, un enriqueci-miento de las dos disciplinas.

En otro orden de cosas, peromanteniéndonos en la misma cues-tión, lo que nos ocupa es lo queCarlos Moya plantea: «La constitu-ción de la mayor objetividad socio-lógica que exige la "vocaciónactual" de nuestra disciplina, a la

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vez que supera muchos de los enfo-ques académicamente establecidos,supera decisivamente su críticapuramente negativa desde posicio-nes como las de Marcuse. La liber-tad no se recupera retrocediendodesde la razón científica positiva ala utópica metafísica: sino avanzan-do hasta una nueva forma de larazón científica que ha asumidoconscientemente, en su propiafundamentación y codificación me-todológico-teórica, su compromi-so con la libertad y la razón den-tro del desarrollo social de la histo-ria humana» (C. Moya, Sociólogos ySociología, Siglo XXI, México, 1975,2.a ed., p. 120.

Partiendo del análisis científico-social de lo establecido, una socio-logía a disposición de la libertad yla razón, probablemente tendrá queconvertirse en instancia crítica, da-das las insuficiencias de la realidadfáctica en cuanto a la realización delser humano.

¿Qué se puede esperar o pensarde unas ciencias sociales —existenotras formas de hacer ciencia socialaunque éstas no administran lo quees ciencia social— que bajo el arro-pamiento de «científicas» permane-cen subordinadas a lo establecidode forma pasiva y se acicalan decontinuo a sí mismas? Las cienciassociales, muy a menudo, dejan deser medios de emancipación paraconvertirse en fines, en ideologíafina y costosa. De ahí que comosiempre «la producción y reproduc-ción histórica de las estructurassociales es, siempre, producción yreproducción de relaciones dedominación» (C. Moya, «Argumen-

tos para otra ciencia social», enTeoría Sociológica Contemporánea, di-rección y prólogo J. J. Blanco yC. Moya, Tecnos, Madrid, 1978,p. 511).

En palabras de Tierno Gal van,«se podría decir que la sociología hasido una ideología con concienciade su inexorable destino científico»(E. Tierno Galván, Conocimiento yCiencias Sociales, Tecnos, Madrid,reimp. 1973, p. 33). Sin embargo, lasociología —al igual que otras cien-cias sociales— aún no ha logradoplenamente su objetivo. Nos en-contramos en los umbrales de laauténtica ciencia sociológica. Esta-mos inmersos en una compleja tran-sición interesada donde determina-dos grupos de interés obstaculizancon sus pretensiones el desarrollode las ciencias sociales: son lasremoras que hacen de la sociedad yde sus elementos una organizaciónal servicio de la dominación.

En la obra que estamos tratandose lleva a cabo y esboza esa necesa-ria y vinculante relación entre elsociólogo y el filósofo. O, lo que eslo mismo, en el autor de «Filosofíade las ciencias sociales» se producela filosofía —como oportuno com-plemento— ante las insuficienciasde la sociología imperante, todavíacontaminada por la ideología de ladominación.

La aportación de R. Reyes supo-ne un tratamiento de la realidadsocial necesariamente crítico, por-que en su análisis de la realidadincluye como objetivo prioritario eldesenmascaramiento de la real reali-dad de la dominación a partir desus fundamentos. Se interpeta la

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realidad partiendo del materialismo.Es una interpretación que arrancade las aportaciones de la cienciasocial, para demostrar la necesidadde transformar los supuestos de lasciencias sociales. El conocimientosociológico facilita la oportunadocumentación sobre la tangibili-dad de la dominación del hombrepor el hombre, y la filosofía setraduce en un quehacer que noaboga por la justificación lógico-abstracta de la necesidad de ladominación, sino que por el contra-rio, se convierte en la oportuna yeficaz —a la luz de los datos— ins-tancia que revela a todos los hom-bres sus carencias y desdichas actua-les, que vienen a ser la fuente de ladominación. La cuestión —tareaardua— es cambiar los papeles yfunciones que han tenido y tienenhasta hoy las ciencias sociales: deser legitimadoras pasan a ser crí-ticas.

Ante lo que estamos exponiendono deben existir muchas dudas,pues todo esto ya ha sido reflejadopor diversos y destacados autores.Así, por ejemplo, el ya citadoC. Moya finaliza su artículo «Argu-mentos para otra ciencia social»diciendo que «aquí no se pretendíaotra cosa sino empezar a encaminarel discurso de la Teoría Sociológicacontemporánea hacia la situaciónlímite de su propia ruptura episte-mológica, abriendo así la posibili-dad a la creación de nuevos para-digmas teóricos. Ajenos ya a to-da gloriosamente implícita legiti-mación teológica del Estado»(C. Moya, «Argumentos para otraciencia social», en Teoría sociológica

contemporánea, dirección y prólogoJ. J. Blanco y C. Moya, Tecnos,Madrid, 1978, p. 545). NormanBirnbaum apostilla que: «El proble-ma al que se enfrenta el discursosociológico es trascender las objeti-vaciones de las diferentes formas deobjetivaciones-limitaciones ideoló-gicas que deben ser tratadas en suspropios términos como sistemas dediscurso. Además, no todas las li-mitaciones de visión y pensamien-to de la sociología son ideológicas.Muchas se derivan de deficienciasdel saber, rigor e imagiación. Di-cho brevemente, el correctivo paraun discurso sociológico deficientees un discurso más convincente»(N. Birnbaum, «¿El final de lasociología?», en La miseria de lasociología, T. Bottomore, Tecnos,Madrid, 1982, p. 114). Franco Fer-rarotti ha señalado que «la institu-cionalización constituye tanto unaprotección como una barrera. Tien-de a alejar al sociólogo de su socie-dad concreta y de las necesidadespeculiares de su entorno socialinmediato» (F. Ferrarotti, «Comen-tarios introductorios sobre el te-ma: ¿Está en crisis la sociología?»,op. cit., p. 18) y además «parece quevivimos en una era en que la expe-riencia vivida es más rica que losmarcos conceptuales» (F. Ferrarotti,«Comentarios introductorios sobreel tema: ¿Está en crisis la sociolo-gía?», op. cit., p. 22). Ivan Kuvacicescribió «que la sociología del Esteestá convergiendo con la sociologíade Occidente en la medida en quehoy las dos desempeñan la funciónde integración social» (I. Kuvacic,«Sociología e integración social»,

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op. cit., p. 49) y soslayó que «la in-vestigación sociológica empírica noes una empresa noble para el biencomún de la humanidad, como pue-de que le parezca a algún entusiastainvestigador joven, sino que es, engran medida, un elemento del fun-cionamiento eficiente de las orga-nizaciones económicas y políticas»(I. Kuvacic, op. cit., p. 51). IgorS. Kon aludió significativamente aque «un ingeniero social que dedi-que todo su tiempo a los problemastécnicos puede aceptar fácilmentelas relaciones sociales existentescomo las únicas posibles y, por tan-to, convertirse en su apologista.Este peligro no debe olvidarse nun-ca» (I. S. Kon, «La crisis de la socio-logía occidental y el "segundo des-cubrimiento" del marxismo», op. cit.,p. 43) y, en fin, A. K. Sarán comen-ta la problemática diciendo que: «Laredención de la sociología del hom-bre "moderno" no se encuentra enla sociología reflexiva, crítica o dia-léctica, ni en las sociologías negra,china o india. Es necesaria unarevolución intelectual para que elmodo de pensamiento evolutivodeje paso al pensamiento cosmoló-gico, para que la perspectiva auto-lógica ocupe el lugar de la antropo-lógica. Esto exige una metanoia»(A. K. Sarán, «Algunas reflexionessobre la crisis de la sociología»,op. cit., p. 75).

Aunque estas últimas citas serefieren exclusivamente a la socio-logía, de forma eventual, se podríadecir lo mismo del resto de lasciencias sociales.

Prosiguiendo con el programa,del libro en cuestión, de la presen-

tación y del resto de los capítuloshe recogido las siguientes proposi-ciones:

0. Presentación: «La Universidades una deliciosa mentira de y en laque vivimos, entre otros, sus profe-sores, aunque no más mentira queesa principal fuente del equilibrio,el lenguaje cotidiano, que a diarioconsumimos y a diario mantenemoscaprichosamente vigente» (p. 12).«Estos son fragmentos que reflejanun pensamiento no menos fragmen-tario. En tanto que sistema sistemá-ticamente asistemático» (p. 12).«No justifico nada y creo que nadiepueda hacerlo de una vez por todas,a no ser que sea un dios o unhéroe» (p. 13). «Sólo a base demartillar con el "no" —mejor conun "tal vez no"—, es como puedellegarse a un "sí" válido "por aho-ra"» (p. 13).

1. Sobre la Universidad: «Y pues-tos a construir una Universidaddiferente, construyamos, pues, antesuna filosofía diferente. Cuestione-mos, en consecuencia, todos los dis-cursos filosóficos —sistemas oescuelas— que hasta ahora se hanpronunciado» (p. 21). «Y no se tra-ta de desplazar al poder del escena-rio de la transmisión y producciónde conocimientos, ni de pensar enla posibilidad de un poder más alláde la institución y sin efecto algunosobre la misma, porque, en su caso,esta ruptura jamás sería efectiva-mente realizable» (p. 22).

2. Sobre el poder: «El saber total—es decir, no excluyente, abierto einacabado, no absoluto— debe ser

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la meta de cualquier Estado quese autodefina como democrático»(p. 44). «El proceso de socializaciónno es, pues, otra cosa que un proce-so de paciente domesticación por lapalabra: domesticación académica—de la escuela a la Universidad—,domesticación doctrinal —de laiglesia al partido—, domesticaciónsocial —de la familia a los massmedia—. Al fondo... la palabra,siempre la "sagrada" palabra, la quesólo pueden pronunciar quienesestén en posesión del carisma preci-so y en una situación precisa deemisión. Y la verdad que esta pala-bra dice representar y defendernunca nos hará libres —¡oh, iróni-co espejismo!—, sino amaestradosesclavos de la monotonía y del len-guaje que la perpetúa» (p. 58).

3. Sobre la objetividad: «Cual-quier imagen de lo real ha de sernecesariamente imperfecta, si esque no desea anular las posibilida-des de corrección que toda imagenconlleva» (p. 79). «Pero una razónque sólo justifica puede ser cual-quier cosa menos "razón científi-ca"» (p. 90). «La ciencia ha de serprogresista, de lo contrario serácualquier otra cosa menos ciencia»(p. 104). «Es el enfrentamiento deposturas ideológicas lo que real-mente impide un desarrollo normalde las ciencias sociales» (p. 115).

4. Para una filosofía de las cien-cias sociales: «Que nadie piense quedudo de la eficacia de la institucióny la de aquellos que estamos a suservicio» (p. 129). «Y los dioses—por ser la negación del hombre—no son soporte de racionalidad

alguna» (p. 131). «Es necesario nue-vamente subrayar que tanto a lahora de interpretar, como a la depredecir resultados juega un papelimportante la ideología» (p. 136).«Y si hablo de dioses —algo que serepite machaconamente en misescritos— es precisamente porqueme importa el hombre, los hombresde aquí y de ahora» (p. 132). «Sigueaún teniendo sentido una filosofíade lo social, una reflexión sobretodo el hombre» (p. 145).

5. Para una filosofía de las cien-cias sociales: «La cuestionabilidad noes agotable» (p. 183). «El dogmatis-mo, junto al profetismo —y esto esya de dominio público— es la ten-tación que más acecha a los científi-cos de nuestros días. ¡Y cuántossucumben todavía a ambas tenta-ciones!» (p. 211). «El conocimientocientífico es conocimiento aproxi-mado» (p. 229).

6. Apuntes intempestivos: «Llama-mos ahora pluralismo a lo que an-tes registrábamos como objetividad.La objetividad era un compromiso,el pluralismo es un programa»(p. 247). «Es necesario, pues, con-trolar previamente el oportunosupuesto cultural para poder estaren situación de mostrar la vida-que-se-vive» (p. 251). «Y como "elsistema es la voz del jefe", el orde-namiento de la totalidad de lo realsigue siendo un privilegio del queejerce el poder político-económico»(p. 255).

Los cuatro últimos capítulos,para no agotar al penitente lector,los refiero brevemente:

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7. «Los fragmentos de (tla Princesi-ta" o un canto a la ambigüedad".

8. Filosofía y metodología de lasciencias sociales: Programa general. Enel que afirma que «lejos de presen-tarlo como definitivo, mi plan detrabajo sólo pretende ofrecer unaaproximación crítica al estado de lacuestión» (pp. 291-292). Finaliza laobra con los capítulos 9 y 10 dondese alude a una «Bibliografía GeneralA» y a otra «Bibliografía General B».La primera de las bibliografíasremite a las obras escritas en espa-ñol y la segunda a los libros en elresto de los idiomas.

Antes de finalizar, es preciso des-tacar por su relevancia las siguien-tes cuestiones en torno a la refle-xión que Román Reyes nos ofrece:

— No cabe duda alguna que,«Filosofía de las ciencias sociales»,constituye un magnífico libro por-que, entre otros menesteres, procu-ra desde el principio hasta el finalque los demás piensen —y no repi-tan— por sí mismos, y se formen através de su afirmación como hom-bres.

— Es una meditación que se ela-bora a partir de la informacióncientífico-social y de la experienciaobservacional sobre la representa-ción social que desempeñamosinhumanamente los humanos en lossistemas sociales en que vivimos.

— Los autores, que le acompa-ñan en su lúcido viaje, son entreotros: Habermas, Bachelard, Le-court, Nietzsche, Marx, Cioran,Weber y Foucault. Aunque, enhonor a la verdad, la obra lleva elsello de su autor.

— Constituye un ejemplar idó-neo y un útil instrumento tantopara la iniciación de los profanoscomo para los especialistas. Aportaalgo que, hoy en día, es fundamen-tal para formarse-haciéndose y nodeshaciéndose como suele ocurrir, ydicha aportación no es otra cosaque la potencialización y motiva-ción de la «curiosidad científica»integral. Aquí se deja notar la expe-riencia docente del autor y su sensi-bilidad para recoger de la realidad através de su «mirada», todo aquelloque los alumnos no domesticadospresentan como resultado de suestar y vivir la realidad social.

— Este libro contribuye a disi-par una serie de dudas y, al mismotiempo, permite comenzar la nece-saria huida del vacío en que nosencontramos. Es una producciónabierta y concreta donde las abs-tracciones son tan sólo el vehícu-lo utilizado para dominar lo concre-to y mostrarlo tal como es. A pesarde la problemática y complejidaddel tema que se trata es un volu-men que resulta claro, preciso,riguroso, ameno y eminentementepedagógico.

— Concretamente, la filosofía yla sociología deben abandonar sufunción compatibilizadora en rela-ción a la realidad establecida. Porotra parte creo que es acertado yconveniente relacionar las proposi-ciones teóricas con la realidad totalque se describe y no desconexionar-las como estamos haciendo desdetiempos inmemoriales.

— A partir del conocimiento dela situación, se nos muestra cuál es

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la circunstancia y condición de laciencia social y el papel que en estacoyuntura tiene que desempeñar y«jugar» la filosofía; es decir, seracicate y revulsivo del pensamientocientífico-social frente a las hordasneoconservadoras que nos invadene intentan asfixiar intelectualmente.

— A muchos —poseídos— aúnel recurso de la «objetividad» lesparece un medio suficiente y ade-cuado que garantiza eficazmente laimparcialidad de sus escritos ytransmisiones. Ante esta actitudque facilita la caída en el dogmatis-mo e intransigencia; ante este ries-go, «Filosofía de las ciencias socia-les» es un recomendable antídoto ycorrectivo, pues disidente de formaalevosa de las visiones, concepcio-nes y doctrinas que intentan impo-ner un único, unilateral, exclusivo yabsoluto criterio sobre la realidadsocial.

— Es evidente que la pretensiónde mantener como válidas posicio-nes dogmáticas y definitivas enciencias sociales es un productopatológico derivado del intento ins-titucional y académico por mono-polizar, a partir de su administra-ción, el control de lo que es objeti-vo y «verdadero» en los análisis quese realizan sobre las cuestionessociales.

— Las facultades de la «objetivi-dad» en ciencias sociales son limita-das, de ahí que sea un anacronismoacudir a la susodicha «objetividad»como recurso que de por sí garanti-za de manera suficiente la imparcia-lidad.

— La realidad —¡por suerte!—es compleja, problemática y, ade-

más, cambiante: se resiste, por supropia naturaleza humana, a serencasillada y definida definitiva-mente.

— Las formulaciones o defini-ciones sobre lo social y humanonecesariamente tienen que partirdel supuesto de su reducción, par-cialidad y en consecuencia de surelativa fragilidad. Por eso, a partirde la obra que hemos analizado,muchas producciones sociológicas yfilosíficas dejan de ser relevantespor su eximiedad, en la mayoría delas ocasiones, le había/ha sido adju-dicada a partir de su reverencia a ladominación establecida.

— Es curioso que ya, también,para los profanos existan dudas encuanto al sentido y función de lasciencias sociales: si el conocimientoque reportan las ciencias socialessirve para conocer y descubrir ¿porqué sólo se suele utilizar aquelconocimiento —que es el que fun-ciona— encubridor? Esta, y nootra, es la tesitura en que seencuentran nuestras ciencias:

1.° El potencial liberador quesuponen muchos de los conoci-mientos logrados permanecen inac-tivos, silenciados u ocultos.

2.° Las ciencias sociales tan sólomanifiestan, prácticamente, sus posi-bilidades para dominar y controlar.

Sin embargo, no seamos inge-nuos, la cuestión está en que lasciencias sociales son, por el momen-to, ciencias administradas, cienciasideológicas, ciencias comprometi-das.

De todo esto se deduce que lafunción emancipadora (latente) de-

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be o tiene que ser liberada so penade permanecer en la estructural cri-sis y conservadurismo galopanteque recorre de una a otra todas lasciencias sociales.

—Es esta una obra viva —y valgala expresión— que produce entu-siasmo y el consecuente optimismofrente al pesimismo interesado quetanto abunda. No sólo está henchi-do de esperanza en una posiblereconversión sino que resulta insó-lito y novedoso ante la uniformidady disidencia obsoleta.

Además, y esto es de destacar, esun texto atrevido porque sin cesar

golpea contra las formas que defor-man. No hay concesiones a la retó-rica o a cualquier configuración deocultamiento.

En «Filosofía de las cienciassociales» no aparece ni un solo atis-bo de dogmatismo, hecha la excep-ción del referido a la necesidad deconseguir unas ciencias socialesacordes con los actuales conoci-mientos y de esta manera facilitar eldesarrollo y plenitud del hombre o,en su defecto, dificultar la omni-presente dominación.

Manuel José RODRÍGUEZ CAAMAÑO

Varios autores(bajo la dirección de NONNA MAYER y PASCAL PERRINEAU)

Le front national a decouvert(París, Presses de la Fondation Nationale des Sciences Politiques, 1989)

Las últimas parciales de Dreux yMarsella —donde por primera veztuvieron que unirse en segundavuelta desde gaullistas a comunistas,para intentar evitar la elección delcandidato frentista— no hacen sinopatentizar que una súbita emergen-cia, se ha convertido en rápida pro-gresión. Vaya por delante que elvolumen de la PNFSP, donde hancolaborado politólogos, sociólogosy psicólogos, es de un rigor y crea-tividad, que resultan casi inéditoshasta ahora en la hojarasca de tópi-cos históricos, clichés y estereotiposa los que se recurría usualmente,sin haberse acercado en lo másmínimo a un estudio, ni siquieraaproximado, de la compleja proble-

mática que encierra el crescendoneofascista.

El prólogo de R. Remond es casitambién una conclusión. Comienzaavisando sobre el peligro de preci-pitadas predicciones de observado-res e investigadores, que después deun eclipse de una veintena de años,habían pronosticado la desaparicióndefinitiva de esta tendencia, y adeducir de esta situación que losfranceses estaban curados de todatentación extremista. De la obra seintentan extraer dos lecciones. Laprimera que aunque en políticanada es inintiligible, no necesaria-mente su explicación es puramenteracional. En política los comporta-mientos no estarían regidos por un

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cálculo de maximalización de bene-ficios; por el contrario puedenintervenir también desde los re-cuerdos, a lo largo de toda unatrama psicológica, hasta lo onírico...La segunda lección es que no hayun único principio de explicación;el éxito de un fenómeno es elresultado de una pluralidad de fac-tores convergentes. Esto lo com-probamos en el caso del FN, desdela primera aproximación en tornoal electorado que aglutina varioscomponentes diferentes: desde layuxtaposición de un núcleo politi-zado con fuerte contenido ideológi-co, hasta una masa que ordinaria-mente no se interesa por la política,y cuya adhesión tiene el significadode un voto de protesta global, puesel FN habría tomado el relevo delPCF en el ejercicio de la funcióntribunicia.

La comparación con la experien-cia de otros países sugiere otrareflexión importante: las condicio-nes para el éxito del FN se encon-traban reunidas en otros países, ysin embargo éstos no han conocidofenómeno análogo. Y viceversa,condiciones distintas han conlleva-do fenómenos de parecida caracte-riología antisistema. Signo de que enpolítica no hay causalidad mecánica,y presunción de que los hechospolíticos expresarían la singularidadde la historia y cultura nacionales.Dentro de las tradiciones políticasfrancesas, el FN asocia un compor-tamiento de protesta global y unapreferencia nacionalista. Es la posteri-dad de la derecha que Sternhell ha-brá bautizado como revolucionaria.Encontraremos en los temas del FN

las dos caras del nacionalismo: unaadhesión sincera a la identidadnacional, el culto de su pasado, unajusta apreciación de su originalidad,pero también el revés de estos sen-timientos, un miedo por todo loque pueda alterar su pureza, lainquietud por el futuro, un nacio-nalismo de exclusión.

El éxito del FN podrá encontrarotra explicación en la mutación queha modificado el rostro de Franciaen los últimos veinte años. Expresaun rechazo de este cambio y unareacción contra sus consecuencias.Canaliza la inquietud, el desencantode todos los que no reconocen ya lasociedad en la que habían crecido ylos valores con los que están identi-ficados. El libro muestra que el FNes una consecuencia de una urbani-zación precipitada y contradictoriosefectos caóticos que no han sidoprevistos ni corregidos. A este res-pecto el éxito del FN está próximoal pujadismo, que era también unaprotesta contra ciertas formas demodernización; incluso puede re-presentar ciertas analogías con el mo-vimiento de protesta de Mayo-68.Fenómeno que traduce en cualquiercaso las incidencias de la mutaciónsocial, de una general proyección dedesencanto colectivo y de réplica ala actual situación/frustración delEstado del bienestar.

Origen y formación del FN:1972-1981 (J. Y. Camus)

Fundado oficialmente en París el5 de octubre de 1972. Actualmentees la más antigua formación de

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extrema derecha activa, bajo unadenominación que no ha cambiado.Durante este período, el FN es unmovimiento débilmente implantadoy estructurado, no pudiendo encar-nar la totalidad de una derechanacionalista fragmentada en variastendencias. Delimitaremos a conti-nuación las diferentes etapas de suevolución ideológica y organizativapara poner de relieve las rupturasestratégicas y los conflictos decorrientes internas que la han agita-do hasta convertirse en un partidopolítico inserto en el juego parla-mentario.

La creación del FN es una inicia-tiva de los dirigentes de OrdreNouveau, movimiento nacionalistafundado en 1969 después de ladisolución de Occident, rompiendocon la práctica únicamente activistade este. ON quería convertirse en elfederador de la derecha nacionalis-ta, crónicamente dividida y privadade aparato político desde la disolu-ción de los Comités Tixier-Vignan-court en enero de 1966. Se queríaimitar el éxito electoral del MSIque había alcanzado en 1972 su scoremáximo. Retrospectivamente el FN,de 1988 aparece como una síntesisde tres corrientes de la extremaderecha: el activismo Jeune Nation,Occident, Ordre Nouveau, Parti ForcesNouvelles (PFN), el antigaullismo dederecha (OAS, Alliance républicainepour les libertes et le progrés), y la ten-dencia solidarista-integrista (Mouve-ment jeune revolution / Groupe actionajeunesse / Chrétiente-solidante)].

El primer programa frontista,salido de un compromiso entre losNR (Nacional revolucionarios) y las

facciones más conservadoras apare-ce en el número de noviembre de1972 en Le National. Afirmándosecómo la derecha social, popular,nacional, se plantea como una alter-nativa al gaullismo y al comunismo,abogando por una tercera vía entrelucha de clases y monopolios.Denuncia los escándalos político-financieros y la decadencia delpoder. Su programa económico noretoma las ideas intervencionistasde ON, sino que reclama la reduc-ción al mínimo estricto del sectorpúblico y nacionalizado, así comoel confinamiento del Estado a supapel de arbitro en los conflictoscategoriales. F. Duprat le asignaríaal FN el papel de ser receptáculode todos los descontentos. Ladefensa del pequeño comercio y ladifusión de la propiedad por elmutualismo serán las ideas-fuerzadesde su creación. El FN de 1972se opone a la inmigración salvaje enla medida en que pone en peligrola salud de los franceses, y desarrai-ga a los inmigrados. Califica a losresidentes extranjeros de minoríasinasimilables, sin establecer unarelación automática entre inmigra-ción y paro. En el dominio de lapolítica exterior y de las institucio-nes, proponen la instauración de unrégimen presidencialista y del es-crutinio proporcional. En las legis-lativas de 1973, ON redactaría unmanifiesto titulado Defender a losfranceses, cuya idea fuerza sería lamovilización de los sectores sanosdel país frente a la decadenciamoral, de las instituciones y delprestigio nacional. Se trataría deuna copia de la toería de los cuerpos

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sanos del MSI en Italia: búsqueda deapoyo en el ejército, la policía, elclero antiprogresista, los antiguoscombatientes, la juventud. El 4 demarzo los candidatos del FN, en sumayor parte miembros de ON, noobtienen más que un 1,32 por 100de los sufragios.

El período de 1974-78 es el desa-rrollo de un verdadero partido dela derecha nacional dotado de es-tructuras regionales, de una pren-sa regular y de órganos dirigentes.Para acrecentar su audiencia deberáutilizar la reserva militante, que sonlos grupúsculos NR. De esta formase constituirán en su seno tenden-cias como en el MSI. 1974 es unaño clave marcado por la llegada deDuprat. Este articula la estrategiadel FN en torno a tres polos: elantiparlamentarismo y la oposiciónintegral al sistema democrático, laautorización para todo afiliado alFN de pertenecer simultáneamentea cualquier otra formación nacio-nalista, la aceptación de negociacio-nes puntuales con cualquiera quese preste en escrutinios locales ynacionales, de hacerse complemen-tario de las pequeñas formacionesde extrema derecha implantadaslocalmente. Aunque el FN se bene-ficia del apoyo de los grupos NR,el FN bajo la presión de una partedel aparato, llevó a cabo un virajeideológico de tipo populista (1978).El Frente denuncia la arbitrariedadfiscal, la influencia destructora delos sindicatos políticos en la empre-sa y el estatalismo. El liberalismoeconómico que defiende tiende adar espacio a la iniciativa personal,a favorecer las pequeñas y medianas

empresas, a limitar los gastos deprotección social y el impuestosobre la renta. Busca un electoradode comerciantes y artesanos, depequeños empresarios y empleados,que reprochan a Giscard sus relacio-nes con el mundo financiero, y a losneogaullistas su timidez en la políticasocial.

A finales de 1981 puede hacerseun balance; electoralmente el FNrepresenta menos de un 1 por 100de los votantes; sin embargo, haconseguido en menos de diez añoshacer cohabitar hombres venidos dehorizontes políticos heterogéneos,dotarse de un líder que no disponeen el seno del partido ni en el con-junto de la extrema derecha de nin-gún adversario, y de un embrión deaparato. Su táctica será la oposiciónresuelta y sin matices tanto al socia-lismo como al liberalismo, dejandode ser una fuerza de apoyo paraconvertirse en el epicentro de una«derecha» en plena recomposición.La proliferación de clubs de reflexiónle permitirá aumentar su presenciaen los medios socioprofesionales yla desaparición progresiva del PFN,hará de él el único componenteestructurado del neonacionalismo.

Etapas de su implantación electoral1972-1988 (R Perrineau)

La revuelta de mayo del 68 y laexplotación del miedo al desordenno beneficiarían a la extrema dere-cha, que recoge penosamente el 0,1por 100 de los votos de las legisla-tivas de 1968. El empuje regular dela izquierda en los años setenta no

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favorecerá a una corriente políticaque en indiferencia general se hadotado de un nuevo partido en1972. Cuando se crea el FN suobjetivo prioritario será federar va-rios grupúsculos de extrema dere-cha, a fin de ir pesando electoral-mente. En las elecciones de 1973obtiene el 0,52 por 100 de losvotos. Incluso a este bajo nivelelectoral vamos a ir encontrandouna estructura geográfica carac-terística: el litoral mediterráneo, elSuroeste, el valle del Loira Medio yla región parisina. En las eleccioneseuropeas de 1979 la lista de laEuroderecha consigue un resultadomodesto, 1,3 por 100. En las legis-lativas de 1981 la extrema derechano atrae más que el 0,4 por 100 delos votos. Importante reseñar quela llegada de la izquierda al po-der no desencadena inmediatamenteningún avance de la extrema dere-cha en el cuerpo electoral. En lasmunicipales de marzo de 1983 laextrema derecha recoge un 0,1 por100. Estos mediocres resultados nodeben ocultar algunos buenos resul-tados en Marsella y en el sector 20de París.

Septiembre de 1983: el hito enDreux —un terreno trabajado porlos esposos Stirbois—. La lista delFN obtiene 16,7 por 100 de losvotos. La lista RPR-UDF opta porfusionarse con la lista del FN parabatir a la lista de izquierdas. Habrásido la rampa de lanzamiento. Enlas elecciones europeas de 1984alcanza un 11,2 por 100 y más dedos millones de electores. Ahora elelectorado de extrema derecha tie-ne una estructura de implantación

geográfica diferente del pujadismo yde las tierras del voto «Argeliafrancesa» en 1984 aun guardando elbastión de la costa mediterránea,la extrema derecha se implanta enla Francia urbana del SE, del E ydel N. El voto de extrema derechano traduce los esquemas de unaFrancia pasada, sino la insatisfacciónde una Francia urbana y modernatocada por la crisis. La geografíade implantación cubre a la vez tie-rras de derecha (E y Alpes del N)y tierras de izquierdas (Languedoc,Provence). La lógica de implanta-ción es más social que política. Va ahaber poca relación entre la evolu-ción de la derecha clásica de 1981-84 y el nivel del Frente en 1984.Tampoco entre la evolución de laizquierda y el nivel del FN. Sí quehay fuertes conexiones entre ciertascaracterísticas sociales (urbanizacióny tasa de población inmigrada) eimplantación del voto FN. Laszonas de fuerza del FN pertenecena la Francia de las grandes metró-polis urbanas y con importantesconcentraciones de población inmi-grada. El terreno de elección delFN es el de las grandes aglo-meraciones cosmopolitas: Roubaix-Tourcoing, París y la región parisi-na, Nancy-Metz, Lyon-Saint Etien-ne, Montpellier, Marsella, Niza.

En las elecciones cantonales demarzo de 1985 obtiene el 8,8 por100 de los sufragios emitidos. Enestas elecciones cantonales el FNmuestra que hay que contar con él,pues su poder permite impedir ofavorecer la elección de los candi-datos de la derecha tradicional másque permitir la elección de los

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suyos propios. En vísperas de laselecciones de 1986 se puede consta-tar que la extrema derecha registradesde hace dos años buenos resulta-dos, pero únicamente en eleccionesintermedias sin importancia nacio-nal decisiva. A pesar de que seproduce un voto útil a favor de laderecha, y Le Pen pierde un terciode sus electores que se unen a laderecha clásica, el FN atrae el 9,6por 100 de los votos emitidos yentra en 21 de los 22 consejosregionales, con más de 130 conseje-ros regionales, y asegura la victoriade la derecha clásica en la presiden-cia regional de seis regiones. Aunsiendo la elección presidencial pocopropicia para la expresión electoralde candidatos extremistas, el 24 deabril de 1988 con 4.367.269 votos—un 14,4 por 100 de los sufragiosemitidos— Le Pen establecerá elrécord histórico de implantaciónelectoral de la extrema derecha.

El FN sacaría su sustancia electo-ral de todas las corrientes políticas.Contrariamente al pujadismo de1956, encerrado en su bastión depequeños trabajadores independien-.tes, o del tiexerismo de 1965 refleja-do en un electorado de pieds noirsy de algunos nostálgicos de la Fran-cia colonial, el lepenismo de 1988hunde sus raíces en todos losmedios sociales, realizando la sínte-sis entre el pujadismo de antaño yla protesta obrera. La inmigración,la inseguridad, la nomia, el desarrai-go y la degradación de las formasde vida —inquietudes urbanas—explican el alto nivel alcanzado enalgunos departamentos. En aquellosdonde las capas medias son todavía

numerosas la temática antifiscal yantiestatal del FN ha seducido a unelectorado pujadista. La recupera-ción de una herencia nacionalista seha dado más fácilmente conformeel movimiento gaullista ha evolu-cionado al liberalismo y al euro-peísmo. En las legislativas del 5 dejunio de 1988 reúne 9,8 por 100 delos votos; este reflujo se ha debidoa una oferta política de apuestamuy partidista, a la fuerza de lalógica de los notables en el marcode un escrutinio mayoritario a dosvueltas y a la estrategia de candida-tura única adoptada por la URC.Una parte del electorado de Le Penprotestario en las pasadas eleccio-nes, venido de la abstención, leretira el voto. El rencor frente a laclase política tomará dos formas: elvoto Le Pen en las presidenciales yla abstención en las legislativas.Contrariamente a las legislativas de1986 donde había atraído a notablesde la derecha tradicional, en 1988sería sorprendido por la precipi-tación de la convocatoria gene-ral, elaborando rápidamente una lis-ta de candidatos muy militantes.A finales del año 88 numerosasvariables van a favorecer la erosióndel FN: la sucesión de elecciones deescrutinio mayoritario, la nuevaactitud de firmeza del RPR-UDFque intentan aislar al FN, la debili-dad y las divisiones internas delaparato del FN (siéndole difícilpresentar candidatos teniendo unacierta notabilidad) y, finalmente lacrispación del partido sobre temas yactitudes de polémicas internas/eternas en la extrema derecha. Sinembargo, la lógica social, la crisis

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económica y su cortejo de efectossociales que subyace en la implan-tación electoral del FN, junto conla crisis de representación políticaque evidencia la incapacidad de inte-gración de los electores por losgrandes partidos, van a permitir—según Perrineau— que el fenóme-no FN, pueda mantener su vigen-cia. Dreux y Marsella han demos-trado el acierto de su análisis.

Un nuevo actor político (P Ignazi)

A mitad de los años ochentala estabilidad del sistema políticofrancés es cuestionada por la apari-ción sorprendente del FN. El Fren-te no es un nuevo partido, susdébiles resultados electorales y unapresencia política insignificante lehan relegado durante mucho tiem-po a los grupúsculos de extremaderecha. El FN se presentaría en laselecciones de 1972 con el ambiciosopropósito de «detener el proceso dedecadencia intelectual, moral y físi-ca» en el que ha entrado Francia.Para llevar adelante este proyecto elpartido cuenta con una organiza-ción bastante esquelética concentra-da en París y en el SE. Hasta 1982no supera el 1 por 100. Un cicloelectoral positivo comenzó con lasmunicipales de 1983. Es la primeravez que el FN es acreditado comointerlocutor al mismo nivel que losdemás partidos. Juega ahora unpapel positivo en la constitución deuna mayoría. El eco del resultadomuy favorable de Dreux amplifica-do por el éxito en las eleccionesmunicipales de Aulnay y en la elec-

ción legislativa parcial de la segun-da circunscripción de Mobihan (tie-rra natal de Le Pen) le permitiríanal FN tener un puesto en todos losmedia. La invitación a la emisióntelevisiva ha heure de verité en febre-ro de 1984 le consagra como hom-bre político. Su imagen saldría muyreforzada (una buena ocasión parapatentizar el papel determinante/distorsionador de los media, en elproceso político, fundamentalmentecon relación a las opciones minori-tarias).

¿Cuáles son los factores del éxitode Le Pen para que en el espacio dedos años 1983-85 se haya implanta-do en el sistema político francés?Para responder a esta cuestión hayque interrogarse sobre una serie dehipótesis relativas al contexto elec-toral:

1. Modo de escrutinio: la in-troducción del modo de escruti-nio proporcional. Este sistema lesofrece a los partidos pequeños yextremistas una oportunidad derepresentación muy elevada, al anu-lar la lógica de las alianzas inheren-tes al sistema mayoritario, y elimi-nando el voto útil. El FN se habríabeneficiado de la proporcionalidadde las elecciones europeas de 1984 yde las legislativas de 1986.

2. Tipo de elección: la impor-tancia de una elección varía en fun-ción del nivel del escrutinio y de laimportancia de las cuestiones clavesque dominan el debate electoral.Un nuevo partido relegado a unaextremidad del campo político notiene ninguna posibilidad de éxitocuando lo que está en juego co-

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rresponde a .opciones vitales quecomprometen a toda la comunidadnacional. En otras palabras, si loque está en juego es la presidenciade la República, las posicionesextremistas suelen tender a serrechazadas por los electores. Si porotra parte la elección no es crucialel elector puede distribuir sus votossobre listas marginales; es el casode las elecciones de baja competid-vidad como las europeas o las elec-ciones locales. En función de ello sepuede decir que el FN se habríabeneficiado de elecciones sin impor-tancia decisiva, ya se trate de eleccio-nes parciales en Dreux Aulnayy Morbihan en 1983, como las euro-peas de 1984.

3. La polarización: Frente a lasolidez de las divisiones en torno alas que se estructura el sistemapolítico francés ha habido una pola-rización y una radicalización delenfrentamiento político favorablesa la entrada del FN en el sistema departidos. Ha habido también unamodificación de las prioridades y delas preocupaciones del electorado,que no ha sabido expresarse en lospartidos tradicionales. Ha habidoun desarrollo de una crisis de con-fianza frente al sistema políticofrancés, capaz de generar actitudesde protesta. En los años 80 la evo-lución hacia la derecha del electora-do ha pasado de un 31 por 100 aun 37 por 100. En Francia asistimosa una radicalización en la amalgamade posiciones de derecha, es así queel FN se ha podido acreditar comoel representante genuino de unaderecha radical diferenciada.

4. Los nuevos temas: la irrup-ción en el campo político de temasinéditos favorece el acceso al siste-ma de un partido que es portadorde nuevas demandas. Unas de lasrazones que explican el avance delFN se remonta a la existencia sub-terránea de una serie de problemasy actitudes que no habían encon-trado expresión política adecuada.Estos son representados en mono-polio por el FN. Este ha sabidointerpretar y politizar temas priori-tarios para una cierta parte del elec-torado, no tratados por los demáspartidos.

5. La crisis de representación:Una de las razones del éxito del FNreside en la creciente dificultad delsistema de partidos para expresar yarticular las demandas de la socie-dad. Al mismo tiempo asistimos aun proceso de desmovilización delelectorado acompañado de una faltade confianza en la política, las insti-tuciones, los partidos, los líderespolíticos... El sistema político fran-cés se ve de nuevo contestado. Losaños decisivos para el avance delFN (1983-85) han sido extremada-mente favorables a la aparición enel sistema de un partido nuevoaportador de un nuevo estilo, deuna temática y de un lenguajeexplosivos, en relación a los parti-dos tradicionales y al Sistema engeneral.

6. Otros factores habrían sidoel papel de los medios de comuni-cación y la existencia de una orga-nización bien estructurada con unjefe conocido, estimado y capaz deexplotar eficazmente el sistema de

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comunicación de masas. Más que laestructura organizativa del partidoel recurso mayor ha sido su líder,que se beneficia de un pasado polí-tico y de una experiencia considera-bles (presidente de la federación deestudiantes nacionalistas en los años50 y diputado con Poujade). Y,sobre todo, dotado de un talentode tribuno popular, sabiendo alter-nar sabiamente los acentos de des-precio y los de mártir perseguidopor los «amos de la política», queno soportan una voz diferente; esdecir, la de todos los que sonexcluidos en nombre de los quepretende hablar.

Unidad y diversidad de los dirigentesfrontistas (G. Birenbaum)

Hasta 1984 el FN se organizó entorno a una junta política omnipo-tente, estatutariamente elegida porlos miembros del Comité Central;elegidos a su vez por un congresoque reagrupa a los afiliados y de-legados del partido. Esta junta,gobernada por Le Pen y administra-da por el fallecido Stirbois, ejerce ladirección del partido. El FN seapoyaría en una instancia dirigenteúnica ocupada por un equipo defieles/fundadores, ya que la casitotalidad de los miembros de lajunta política son miembros funda-dores o muy antiguos del FN. Elproceso de modificación de lasélites se va a acelerar de 1985 al 86en todos los escalones del partido.Nuevas reglas de funcionamiento seinstauran, basadas sobre una dife-renciación de las funciones del par-tido y electivas, que tenderían a

asegurar la representación del FNpor un nuevo tipo de sectores másespecializados, más competentes ymás presentables. El verdadero girose va a efectuar después del éxitode las cantonales. La estrategia deaperturismo del partido como unRassemblement National, es decir, la«locomotora de una reunión dediversas derechas heteróclitas, desocioprofesionales y de indepen-dientes». Encontramos ahora en elgrupo parlamentario del FN la san-ción de esta renovación del perso-nal. Los nuevos diputados poseenrecursos utilizables por la organiza-ción. Son notables, altos funciona-rios, abogados, médicos, universita-rios, de los que algunos tienen yaexperiencia política.

Sus atributos les alejan de la ima-gen tradicional del personal deextrema derecha. Van a demostraren la Asamblea el carácter de respe-tabilidad, de seriedad y de compe-tencia tecnoburguesas, tanto en suspropuestas como en sus personas.Por el contrario, podemos constatarla sobrerrepresentación en el senode la Junta política de antiguosfrontistas, y una casi ausencia deélites/escaparate de las promociones1985-86; ellos representan al FN enla Asamblea Nacional y sobre laescena política, pero no asumiránaparentemente la dirección inernaefectiva del partido. Una clara dife-renciación de roles políticos.

Sociología de las élites del FN(C Ysmal)

Hacia finales de 1978 el FNaparecerá como una formación

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esencialmente masculina y extrema-damente joven: 17 por 100 de losdelegados tienen menos de 25 años;35 por 100 entre 25-34 años. Dehecho la generación del FN puedeser calificada de post-68. La juven-tud de los afiliados explica la pre-sencia importante de los estudian-tes. Todos los delegados de menosde treinta años frecuentan la uni-versidad: 80 por 100 son de De-recho, 10 por 100 de Medicina.Hay una ligera sobrerrepresentaciónde comerciantes y artesanos: 8 por100 en el partido, 5 por 100 en lapoblación. Hay también sobre-rrepresentación clara de miembrosde profesiones liberales, 8 por 100,y 26 por 100 de cuadros superioresde empresa dentro de las profesio-nes. Estos cuadros pertenecen en sutotalidad al sector privado. Parale-lamente coexiste una fracción máspopular, 11 por 100 de empleados y7 por 100 de obreros. A finales delos años setenta el Partido presen-taría una estructura social relativa-mente diversificada. Es una forma-ción política más popular que loshomólogos conservadores. Un últi-mo rasgo original del FN que lodistingue de los demás partidosconservadores viene de la débilinserción de sus militantes en eluniverso del catolicismo. La masade delegados se reclama del catoli-cismo pero sin practicarlo; un cuar-to de los delegados en 1978 sedeclaran sin religión.

Respecto de las élites, para 1986la originalidad del Partido radica enla juventud de éstas: 41 por 100 delos diputados con menos de 45años. La distribución por profesio-

nes muestra la sobrerrepresentaciónde empleados y obreros en el senode la élite del Partido. Por el con-trario se afirma el polo de los tra-bajadores independientes: 67 por100 entre los diputados. Los cua-dros superiores están ciertamentesuperrepresentados en relación a supeso en la población francesa, peromenos que en la mayor parte de lasformaciones políticas. Observamosla débil posición ocupada por losenseñantes (3 sobre 31 diputados);confirmamos también que los cua-dros superiores trabajan en el sec-tor privado, es el caso del 80 por100 de los diputados.

Los mecanismos de adhesión política(B. Orfali)

Los estudios recientes sobre losfenómenos de influencia subrayanque el proceso de adhesión searticula fundamentalmente sobre lanoción de conversión, y que con-forme el grupo se muestra máscomo una minoría convencida, tie-ne mayores posibilidades de atraer anuevos miembros. La entrevista aafiliados del FN ha puesto de relie-ve el proceso psicosociológico sub-yacente en el fenómeno de adhesiónal FN. Los entrevistados evocanrazones personales: el tipo de edu-cación, la influencia de la familia, elamor a la patria, la preocupación denuevo orden en relación con ladecadencia grosso modo...

La conversión al FN servirá, enmuchos de los casos, para reforzarla cohesión minoritaria, ayudandoal individuo a situarse en el grupo

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y en relación al mundo exterior.Convirtiéndose en miembro del FNel individuo puede adquirir unadimensión social. En la medida queel FN es un grupo minoritario lepermite al adherido distinguirse: lascualidades de anticonformismo y deoriginalidad le son reconocidas atodo inscrito. La estigmatización leda al grupo su fuerza y cohesión.Dado que el individuo se reconoceen su participación en las activida-des del partido hay proyección deesperanzas individuales en el grupoy la concrección de éstas en elproyecto minoritario. La hostilidadde la Sociedad —en términos muyamplios— acerca a gentes venidasde horizontes diferentes en un mis-mo destino, los conforma en unmismo espacio limitado, de ahí unsentimiento de bienestar en losadheridos por la apropiación de unlugar que de público y político seconvierte en privado. Mientras quela relación para el individuo con elmundo exterior se basa en unaexperiencia amenazadora, la rela-ción con los demás miembros delgrupo se basa en una participacióncomún que anula las divergencias,produciendo una reducción de laangustia. Es el carácter minoritariodel FN el que asegura un retorno ala esencia, a un orden originario...

Atenúa la decepción/frustaciónde las preocupaciones privadas yobliga al adherido a mezclarse en laarena política. Frente a la crisis, elFN desarrolla una lógica que parecesin fallas para sus adheridos, adoptaun discurso consistente y suministralos medios para descodificar el uni-verso, para actuar sobre la realidad.

La población, como consecuencia dediversas crisis políticas, toma con-ciencia de que el sistema en vigorno funciona adecuadamente, experi-menta la necesidad de escuchar undiscurso tranquilizador en nuevaclave, de comprender las causas deproblemas a los que se daban viejassoluciones que nunca encontrabanhorizonte. Y según Orfali, la cre-ciente influencia de esta minoría noes posible, sino en la medida de queexisten mayoritariamente deseos la-tentes de cambio. El FN se inspi-ra en un sentimiento de insatisfac-ción en la sociedad para reactivarviejas querellas, para situarse comosalvador y defender valores neotradi-cionales.

El círculo de simpatizantes(J. Ranger)

La primera imagen de los simpa-tizantes del FN nos la propone suautoposicionamiento sobre el ejepolítico izquierda-derecha. La divi-sión izquierda-derecha es aquí neta;son los únicos en reivindicar laposición más a la derecha. Y, por lotanto, neoderecha, con rasgos muyacentuados de heterodoxia, como elque los simpatizantes del FN seancasi tan numerosos como los simpa-tizantes socialistas a decirse no cre-yentes o sin religión, y no muchomás afectos a la práctica religiosaregular. La desconfianza hacia laIglesia católica se integra en unaactitud bastante general de rechazode las instituciones y de los poderesen la sociedad actual. La actitud delos simpatizantes traduce una incli-

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nación a la contestación radical. Unprofundo sentimiento de exclusiónpuede explicar el vigor de la reac-ción hacia los media y los gobernan-tes. Los simpatizantes contestan alconjunto del cuerpo social y deseanun profundo cambio de la sociedad.No es extraño encontrar entreéstos una proporción relativamenteelevada de personas que se declaranfuertemente interesadas por la polí-tica, junto a un gran conjunto deindiferentes confesos. Es el perfilhabitual de las tendencias extremis-tas y el reflejo de los orígenesdiversos del público frontista.

ha metafísica de Jean-Marie Le Pen(P. A. Taguieff)

El corpus de los textos metafísi-cos de la ortodoxia frontista sereduce en lo esencial a las produc-ciones orales y escritos de Le Pen.El cuerpo de textos prescriptivossuele ser coproducido por el líder yun cierto número de enunciadoresortodoxos, la conformidad de estosúltimos es garantizada por unaintervención legitimadora de la ins-tancia lepeniana. Dueño de la ver-dad, guardián y juez supremo de laortodoxia, guía infalible para laacción, visionario de los tiemposfuturos, profeta; el presidente delFN acumula estas funciones y estospapeles en el espacio de recepciónpositiva de su mensaje.

El nacionalismo ideológico sus-ceptible de una multiplicidad deinterpretaciones doctrinales envuel-ve una «metafísica especial». Cen-trada sobre el problema antropoló-

gico, de la naturaleza, de la des-naturalización, y del destino delhombre, definido en principio co-mo un heredero cuya primera he-rencia es nacional, luego como unanimal polémico cuya existencia escombate. Si la filosofía oficial delnacional-populismo pone en primerplano los valores vitales lo hacesegún dos tradiciones distintas. Unase ordenaría en torno a los valoresorgánicos de unidad, jerarquía, soli-daridad, armonía, visión comunita-ria. Otra deriva de esta nebulosapolítico-científica denominada dar-winismo social, donde coexistenconvulsivamente el individualismocompetitivo, las tesis de la raza y dela selección, las concepciones pole-mológicas de la existencia humana.La argumentación lepenista se apo-ya sobre las estructuras de la rea-lidad expresamente invocadas cuan-do se trata de dar una legitimidadal valor de desigualdad, es decirde transformarlo en valor positivoinserto en la naturaleza humana, ycomo norma de la acción política.De aquí la oposición muy marcadaentre el discurso verdadero adecua-do a la realidad, discurso autoatri-buido y el discurso demagógico ina-decuado a la realidad.

El adversario ideológico está ca-racterizado por el igualitarismo de-finido como ideología de la nivela-ción. Ahora bien, si la desigualdades una propiedad fundamental de larealidad, la exigencia de la igualdaddepende de la ilusión o de la utopíaengañosa, pero esta ficción instru-mental está fundada sobre un errorfácilmente refutable si retornamosa la realidad. Por otra parte, si la

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desigualdad está inscrita en la reali-dad humana, la voluntad de realizarla igualdad no puede hacerse másque en detrimento de los mejores,de suerte que la exigencia de igual-dad es la máscara de la voluntad denivelación por lo bajo, voluntadque puede reducirse a dos pasionesnegativas: envidia y resentimiento.Todo ello en función de que la des-igualdad deberá estar en función delos valores anteriormente aludidos:trabajo, respeto, prestigio, honora-bilidad...

En el discurso de Le Pen hay unareformuliU'ión estratégica y eufemiza-ción del tema racial a través de unasustitución del léxico: hablar depueblos, de culturas, de tradiciones,de mentalidades más que de razas,difundir los motivos de una retra-ducción culturalista o historicistadel racialismo evitando toda enun-ciación zoologista. Desplazándosede la aserción de desigualdad inter-étnica hacia la afirmación del prin-cipio de la preferencia nacional.Celebración de las diferencias inter-grúpales absolutizándolas en nom-bre del respeto de las identidadesnacionales. Se engendra así un mo-do de legitimación de exclusión ra-dical de los extranjeros inasimila-bles, se promueve su retorno a suspaíses para el bien común de losexpulsados. El mestizaje es rechaza-do como degradante y envilecedor,pues destruye el orden natural; lasdiferencias raciales forman parte delorden de la vida que hay que respe-tar. La indiferencia es identificada ala nivelación por abajo, todo cruza-miento es una pérdida de nivel o decualidad biocultural. Hay que recu-

sar el antirracismo en tanto queteoría y práctica de la mezcla nive-ladora, del mestizaje empobrecedor,inevitable efecto del cosmopolitis-mo que transgrede las leyes sagra-das de la creación por su falta derespeto ante la realidad... La re-formulación diferencialista permitetraducir la prescripción de exclu-sión en celebración del derecho a ladiferencia: «Nosotros tenemos nosolamente el derecho, sino el deberde defender nuestra personalidadnacional y también nuestro derechoa la diferencia...»

La moral lepenista es una moralnaturalista, sus valores y sus normasderivarían de las estructuras de lanaturaleza humana postulada eter-namente, idéntica a sí misma. Noseguir a la naturaleza es rechazar lasnormas naturales, es caer en laenfermedad, es hacer la elección dela descomposición y de la muerte.«¿Cómo remontar la pendiente deldeclive?». La respuesta de Le Penserá tajante: la decadencia no esfatal a condición de respetar uncierto número de leyes y de reglasa las que obedece la interaccióndel hombre con la naturaleza. Es-ta interacción se presenta a travésde cuatro sistemas de metáforas:1. Metáforas relativas al sexo: femi-nización ambigua de la naturaleza,materia prima que se trata de tra-bajar, de cultivar, de elaborar, defecundar; de otra parte, hipervirili-zación del hombre que encarna losvalores activos del esfuerzo, del tra-bajo, de la cultura, de la modela-ción. 2. Metáforas meritocráticas:contra el igualitarismo que nodistingue entre aquellos que tienen

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mérito y aquéllos que no lo tienen,entre los productores y los parási-tos. Los valores individales merito-cráticos son eminentemente traspo-nibles a las entidades colectivas:respeto de los valores tradicionales,sentido de la disciplina, esfuerzo,responsabilidad, rechazo de lo fácil.3. Metáforas guerreras: Hay unalucha entre el hombre viril, la natu-raleza y la victoria; no se consiguemás que por el sacrificio, por la fir-meza que reacciona ante las amena-zas, por el rechazo de la molicie,por las selecciones requeridas paraelevar la calidad de los combatien-tes. Los valores superiores sonvalores heroicos. La noción es lacomunidad popular en lucha contrael enemigo, concepción guerrera dela nación cuya supervivencia suponeque los fuertes sean privilegiados,pues vivir es vencer. 4. Metáforasdarwinistas sociales: la concepciónpolemológica de la existencia setraduce no sólo por el elogio delhombre de pie en el combate, sinotambién por la exaltación del indi-viduo responsable no asistido por elEstado, en buena salud, capaz deresistir por sí mismo en la luchapor la existencia. Uno de los princi-pales componentes de la decadenciaes la proliferación de los «incapaces»y, sobre todo, la consideraciónsocial de la que se benefician endetrimento del elemento sano de lapoblación. Le Pen denuncia así unode los efectos de la inversión de valo-res que engendraría el declive de lasnaciones occidentales.

Para no ser «barrido por los bár-baros» un pueblo debe preocuparsede su fuerza, mantenerla y acrecen-

tarla. El nuevo pensamiento se definepor la conciencia de deber ser fuer-te; ser fuerte es aquí inseparable deser mejor, un esfuerzo de calidad yde elevación. El progreso humanoestá hecho de luchas y selecciones,pero una sociedad de débiles y deirresponsables asistidos no podrásobrevivir. De aquí la visión de lacatástrofe final y fatal atribuida,como en el imperio romano, a ladelincuencia endógena, en base a ladesaparición de las virtudes milita-res y cívicas, a la inmigración ma-siva y al cultivo de los valoreshedonistas. Frente a la izquierdaaceleradora de la decadencia, laneoderecha será la fuerza de la reac-ción, prueba de vitalidad, afirmaciónde una salud triunfante.

¿Un programa revolucionario?(P. A. Taguieff)

Desacreditar la persona de LePen y desacreditar al FN recurrien-do a la demonología propagandísti-ca, de tradición antifascista y a susmodelos de etiquetado fijos; es asíque la crítica periodística no sehabría aventurado más allá de estosdos géneros de discurso polémico,oscilando indefinidamente entre laacusación y la denuncia, la sospechay la deslegitimación por medio derevelaciones escandalosas. Por otraparte los análisis no se han ocupadode los contenidos ideológicos deldiscurso frentista, ocupados enidentificar el fenómeno de Le Pen,bien por reconocimiento de unafiliación (esquema de «la vueltadel», del «resurgimiento», «supervi-

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venda»...), bien por objetivar elfenómeno sociopolítico según diver-sos modos de análisis cuantitativos.La conjunción de la denuncia demo-nizadora hacia la búsqueda de losorígenes y de la aproximación obje-tivista de los estudios electorales,habría tenido por efecto distraer laatención de los observadores de ladimensión ideológica tal como sepresenta en los textos ortodoxosdel FN.

El primer desconocimiento ideo-lógico del FN tiene que ver con suideología sometida a una política deanálisis sistemático: se supone casiinexistente, grado cero del pensa-miento político, «bien conocida»,como para requerir ser analizada,estrictamente decorativa o pura-mente instrumental. Por el contra-rio, parece que la oferta ideológicaconstituyó un factor importante deemergencia del FN en el sistemapolítico, y debe ser estudiada tantoen su forma estilística como en suscontenidos temáticos y programáti-cos. De entrada, en este plantea-miento ideológico, el FN asumetodo el pasado de Francia. Peroteniendo en cuenta que la Repúbli-ca ocupa un espacio pequeño en eledificio de la herencia francesa: dossiglos de República frente a cuatromil años de cultura europea, veintesiglos de cristianismo y 40 reyes.1789 y la República, sus ideales yel tipo de régimen no son asumi-dos más que en la medida que for-man parte de un todo. La alegoríadel 14 de julio debe ser sometida auna descodificación nacionalista, elacontecimiento debe ser releído a laluz de los valores de la preferen-

cia nacional: no es tanto la aboli-ción del Antiguo Régimen que debeser saludado y asumido, cuanto elsurgimiento del despertar colectivo.Tal es la manera selectiva a la quese acompaña una puesta en guardiapolítica; el FN, brega en el centrode su discurso para que la conme-moración de los acontecimientosrevolucionarios pasados, no sirvapara camuflar el inmovilismo del pre-sente.

A fin de introducir la iea delimperativo de una verdadera revo-lución francesa, el presidente delFrente aborda tres puntos de laherencia revolucionaria, de la quedenuncia de los enemigos exterio-res; muy bien denunciar los de hacedos siglos a condición de no olvidarlos peligros que pesan hoy en díasobre la ciudadanía y la nación fran-cesas. El enemigo del pueblo essiempre bifacial, a la vez exterior einterior; la inmigración no europeaes considerada como un ejércitoextranjero en el interior. En segun-do lugar la abolición de los privile-gios: condenar los privilegios dehace dos siglos, muy bien, perocombatamos también las feudalida-des burocráticas y sindicales del si-glo XX, sin olvidar la arbitrariedadfiscal. En tercer lugar, la soberaníadel pueblo: es por la asunción radi-cal del tema russoniano/revolucionario,de la soberanía popular que el FNpropone su celebración de la demo-cracia directa. El modelo suizo ilus-trando el uso populista del referén-dum es perfectamente congruentecon las formas mentales de la tradi-ción antiparlamentaria y bonapartis-ta: desconfianza frente a las institu-

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ciones representativas y mediadoras,imaginario del contacto directo, ydel acuerdo sin intermediarios en-tre el pueblo y el líder. Aceptar ysaludar el acontecimiento de lasoberanía del pueblo, pero dejandoque ésta se exprese en lugar desometerla, como es el caso hoy endía con los prejuicios de la castatecnocrátka y de los media. Le Penvindica una verdadera revolución fran-cesa que devuelva la palabra al pue-blo.

Decidido a romper radicalmentecon el socialismo, el FN trata derelanzar la economía y para elloremotivar a los que crean riqueza.El jefe de empresa debe ser de nue-vo motivado, las élites de la liber-tad emprendedora representan lagarantía de la prosperidad del pue-blo. La revolución verdaderamentefrancesa implicar hacer a los ciuda-danos simultáneamente libres y res-ponsables. Pero la responsabilidadno encuentra la posibilidad de desa-rrollarse más que por la propiedad.Responsabilidad contra irresponsa-bilidad, respeto del suelo contradevastación, mantenimiento de losbienes contra pillaje y ruina, trabajocontra robo, arraigo frente a des-arraigo, lealtad frente a astucia. Eltipo idealista del propietario tienedos caras: el cultivador y el comer-ciante. Dos figuras del herederofrente al individuo sin raíces. Lapropiedad permite decisiones; eltipo de propietario se opone al fun-cionario. Por una parte, un aparatode Estado, pesado, lento, inhumanoa veces; por otra parte, una rapidezy flexibilidad en la acción que haceeficaces a las empresas privadas. La

propiedad privada aparece como elfundamento de las libertades con-cretas y la condición del sentimien-to de seguridad. Las libertadesdesaparecen con la desaparición dela libertad de poseer los medios deproducción y de distribución. Puesla propiedad procura medios deexpresión que permiten el ejerciciode la libertad de expresión. Perocuidado, detrás de todo este dis-curso privatizador, subyace unaimpronta pseudoautogestionaria: lapropiedad privada e individual paraserlo debe estar totalmente genera-lizada. La actitud del FN comportala exigencia de llevar a cabo lageneralización de la propiedad pri-vada. Subsiguientemente a esto,entrará el tema de la seguridad delos bienes y las personas, paragarantizar los mencionados regíme-nes iusprivatistas; pues la primera delas libertades deberá ser el derechoa la seguridad, y el primer deber deun Estado que se respeta es asegu-rar la seguridad pública de los ciu-dadanos.

La denuncia de la decadenciapolimorfa de las sociedades occi-dentales encierra una crítica delliberalismo que interpreta todomovimiento de liberación como unproceso de relajamiento y de aban-dono, como un índice dimisionario.El FN tiene un doble discursosobre el liberalismo: se hace el elo-gio del liberalismo económico (enel sentido populista anterior), con-tinuando con el ataque al libera-lismo político asimilado a las ten-dencias de descomposición social yal relajamiento de la autoridad,denunciado como filosofía de la

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dimisión y de la debilidad. Esteliberalismo laxista es reconducido ala hegemonía ideológica del indivi-dualismo disolvente, puesto queconcibe al individuo con derechossin imponerle deberes. Lo más sor-prendente es que a tamaña afirmación presuntamente reaccionaria sele ha conseguido dar una lecturaprogresista, en el sentido de quehabría que traspasar deberes, aaquellos individuos o colectivos endonde la descompensación entrederechos y deberes sea más alta.

Querer una verdadera revoluciónfrancesa es también querer que losfranceses sean dueños de sí mismos.Para ello deben reapropiarse de lanación francesa en dos sentidos: ase-gurar, de una parte, la independen-cia nacional, y defender, de otraparte, la identidad de la naciónfrancesa. La nación es la comunidadde lengua, de interés, de raza, derecuerdos, de cultura donde elhombre se desarrolla. Está ligado aella por sus raíces, sus muertos, elpasado, la herencia... Este conjuntode pertenencias, de lazos memoria-les, de finalidades históricas, repre-sentarían un tesoro que se trata detransmitir y hacer fructificar. Dichaidentidad debe ser defendida contrala inmigración extraeuropea, puestal inmigración pone en peligro laindependencia política, militar yeconómica de Francia, manteniendoen su suelo un verdadero ejército,que amenaza la existencia profundadel pueblo francés, cultural y étni-ca. El flujo de familias de inmigra-dos puede provocar la sumersióndemográfica de Francia, condenadaa ser minoritaria en su propio país.

El Frente tendería mediante unapolítica natalista a invertir el cursode la fertilidad diferencial entrefamilias francesas e inmigradas.Puntos base de su programa serán:la revisión del estatuto de naciona-lidad y la supresión del artícu-lo 23, según el cual todo hijo de pa-dres extranjeros, procedentes de lascolonias nacido en Francia es auto-máticamente francés. En cuanto a launión europea habrá que construir-la no como una Europa federalsupranacional, sino como una Euro-pa confederal. En líneas generales,la puesta en marcha de una políticade preferencia nacional en materiade empleo y de prestaciones so-ciales.

En el plano estrictamente polí-tico, la única condición que posi-bilitará la verdadera revoluciónfrancesa será la extensión de lademocracia. El FN define la verda-dera democracia por el hecho de queestaría al servicio de los ciudadanosy no de las oligarquías políticas,sindicales, burocráticas o mediáticas.Lo que equivale a reafirmar la auto-ridad del Estado Nacional. El Esta-do debe ser el arbitro superior delinterés nacional. Debe velar por launidad y la solidaridad nacionales yencontrar su independencia frente atodas las oligarquías financieras, reli-giosas, políticas y económicas quesacrifican el interés del interésgeneral del pueblo por los interesesparciales de clase, de casta o declan. En la perspectiva de un refor-zamiento de la autoridad del Esta-do, el FN exige la revisión de laConstitución en el sentido de unrégimen ultrapresidencialista. La ex-

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tensión de la democracia implicala restauración del Estado Nacionalcontra las nuevas feudalidades quelimitan su ejercicio, y el estableci-miento de una comunicación direc-ta entre el pueblo y sus dirigentes.La realización de estas dos exigen-cias supone la aparición de hombrespolíticos que interpretan la voluntadprofunda del pueblo, le guían y «ledicen la verdad». Le Pen proponesustituir la democracia representati-va por un muy particular y ambi-guo proyecto de democracia directa.La sociedad de la comunicaciónrápida debería posibilitar la realiza-ción de la democracia directa, fun-dada sobre una inmediata expresiónde los ciudadanos. Modelo a caballode una tipología orgánica y el tiposuizo, que realiza una especie deconsenso populista en el marco deuna democracia pseudoorgánica. Unimportante colectivo ciudadano conun casi desatado instinto de auto-afirmación. A partir de ello unaproposición política en torno alreferéndum: desde el micro asam-bleísmo localista, hasta su introduc-ción como método general y con-tinuado de consulta. De ahí laspropuestas sobre el referéndum deiniciativa popular a partir de unmillón de firmas, y el referéndumde veto que permitiría a la naciónoponerse a leyes aprobadas por elParlamento.

Los terrenos (N. Mayer, R Platone,P Perrineau)

Esta última parte del libro sededica a un intento de establecer

las diversas lógicas electorales de laformación. Una de las conclusionesmás importantes es la de una ausen-cia del efecto directo en la presen-cia de extranjeros sobre el votofrentista; dándose indistintamentesus porcentajes en unas u otraslocalidades. Sin embargo, tal vezpudiera hablarse de cierta correla-ción a nivel de Departamentos, noasí de localidades. Haciéndose evi-dente la total ausencia de relaciónen las comunidades donde habitancolonias de españoles o portugue-ses. En cuanto a la comuniadmagrebí, no es ni una condiciónsuficiente, ni condición necesariadel voto. Y en este sentido, de unamayor complejidad del voto puedeser ejemplo paradigmático el capí-tulo sobre Les deux visages du vote LePen á Paris, plasmación parisina dela complejidad en la implantaciónelectoral de la extrema derecha conrespecto a la cuestión inmigrante.

Aquí se hará evidente la preemi-nencia de los barrios obreros y declase media baja en el voto frentis-ta. No obstante los orígenes socia-les y políticos son de lo más diver-so, y el elector consigna su voto enbase a planteamientos de «rechazoglobal del Sistema», particularizan-do en una «clase política corrupta eincapaz para dar nuevas soluciones»;siendo esta etiología mucho másajustada que la sola causa de la pre-sencia de comunidades extranjeras.Todo esto podría enlazar con elfuerte predicamenteo frentista enterrenos antaño bastiones comunis-tas. Le FN en terre communiste sededica a constatar cómo éste consi-gue sus mejores resultados electora-

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les en departamentos de tradicionalfuerte abstencionismo, y de fuerzapseudohegemónica del PCF, comopor ejemplo, el departamento deSeine-Saint Denis. No significando,como pudiera parecer desde algunarígida óptica metodológica, que seestaba produciendo una polariza-ción, sino más bien que el FN seestaría alimentando del porcentajecomunista. Siendo correlativa laemergencia en medios urbanos encrisis y la pérdida de influencia delPCF. Esto sería ampliamente cons-tatable en el Norte, el Midi medi-terráneo y el baluarte parisino. Lacohabitación social/comunista, consu inmutable política de gestióncoyuntural, habría acabado paraexasperar a los votantes más radica-lizados y menos ideologeizados delPCF (sic).

La estricta sociología electoralconcluye en la más absoluta disper-sión del voto en cuanto a composi-ción social, profesión y edad; difí-cilmente definible en alguna cate-goría. Localizable en zonas con unaprecaria infraestructura de servi-cios. Pero, sobre todo, en aquellaszonas donde sucesivas reconversio-nes las han desindustrializado par-cialmente, y donde se ha producidouna devastación ecológica del espa-cio merced a los residuos industria-les, a brutales infraestructuras decarreteras, amén de la pobreza enequipamientos derivada de un pro-ceso de cambio que depaupera unámbito espacial concreto. Así losscores de Saint Denis, en las zonasmás marginadas y siniestradas(Villepinte, Montfermeil, Aulnay...),son los más altos obtenidos por el

FN. En estas zonas es donde elvoto no es reconducible, en absolu-to, a la carga xenófoba y la insegu-ridad ciudadana, más bien perteneceal aumento de la protesta antisiste-ma, y a una señal hostil dirigida alcentro del sistema político.

La estrategia electoral del Frentese ha basado en la táctica de escalo-nes, con la acometida primera enelecciones locales. Y ya sobre labase de unos feudos concretos quele proporcionarán resonancia gene-ral, acometer el asalto a unas elec-ciones europeas que, merced a suproporcionalidad, le podían repor-tar —como así fue— mayores posi-bilidades de éxitos tangibles queunas generales.

Conclusión (L'introuvableéquation Le Pen)

El carisma de su líder, el aumen-to del desempleo, la importancia dela población inmigrada, la llegadade los socialistas al poder, la crisisde las organizaciones políticas tra-dicionales, el escrutinio de listaproporcional, cada uno de estosfactores han jugado un papel, peroninguno debe ser suficiente paraexplicar el fenómeno Le Pen. Estascondiciones están reunidas en otrospaíses de Europa sin que la extremaderecha alcance el nivel registradoen Francia desde 1984.

Es la alternancia en un paísdominado desde hace veintitrésaños por la derecha la que serviráde detonador. A la radicalización delos electores de la oposición, exas-perados por la alianza social/comu-

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nista respondería el desencanto delos electores del 10 de mayo,decepcionados por la política derigor llevada a cabo a partir de1983, a los que se han unido losdecepcionados por la cohabitación.Es la conjunción de los desconten-tos y el encadenamiento de eleccio-nes favorables por su naturaleza osu modo de escrutinio, las que danal fenómeno toda su amplitud. Laespecificidad del FN reside en lasmotivaciones de aquellos que lossostienen. Con excepción de unnúcleo duro de talla restringida,partidista y extremista, la mayoríade ellos no se consideran de extre-ma derecha ni próximos al FN. Elvotante se pronuncia contra losdemás partidos —aquellos que LePen llama la banda de los cuatro—y con respecto al desencanto yrechazo radical a un entorno queproduce una asfixia sociovitalamplia, en lo que se viene conside-rando crisis de la modernidad, y talvez agotamiento de un modelo derepresentación política. Y dichopronunciamiento se produce sinuna clarificación esquemática, sin lacomprensión de un bloque homo-géneo de ideas.

Todo ello conforma un voto deexclusión negativa: contra una clasepolítica que estiman corrompida,contra los gobiernos sucesivos y suimpotencia para yugular la crisis,contra un sistema en el que se sien-ten excluidos. De esta forma el FNrecuperaría por su cuenta la fun-ción tribunicia durante largo tiem-po ejercitada por el PC; y si nocuenta entre sus filas más que conuna porción débil de antiguos

comunistas, recluta en las mismascategorías sociales que éste: obre-ros, parados y marginados. Más queninguna otra fuerza política el FNse alimentará del miedo y de lasinquietudes producidas por el mie-do urbano. El terreno de las ciuda-des cosmopolitas sobre el que elvoto de extrema de derecha pros-pera segrega temores difusos decara al inmigrado, la inseguridad yel desempleo. La ciudad francesa noconoce desde hace diez años unfuerte crecimiento y renovación.Los diversos grupos sociales ycomunidades étnicas coexisten sinverdadera esperanza de movilidad.Una percepción inquietante de lacrisis económica y un excepticismoprofundo frente a sus solucionespolíticas se arraigan en los espíritus.Es en este universo acabado y ané-mico en el que aparecen y se avivanlas fricciones y los odios, de últimaproyección irracional.

A principios de los ochenta elFN con su mensaje de rechazo yexclusión es la única fuerza políticaen línea con los rencores destiladospor la crisis de la sociedad urbana, ypor la constatación de la impoten-cia de la política para responder alos desafíos de la crisis. A travésde argumentos de un simplismo de-vastador (v. gr. paro=inmigra-ción= inseguridad...) el FN ha cris-talizado políticamente las inquietu-des y las protestas de numerososfranceses que desorientados pormás de diez años de crisis estarían ala búsqueda de chivos expiatorios:el Estado, los inmigrantes, losdelincuentes, las minorías, la altafinanza... Esta cristalización ha sido

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facilitada por la actitud de la dere-cha clásica en ciertas regiones en1986 en donde legitimaría al FNcomo socio político (actitud que seha roto frontalmente en Dreux yMarsella/89). El reclutamiento defuncionarios y la nacionalizaciónhan hecho menos eficaz al Estado.Las leyes de octubre de 1981, el finde las jurisdicciones de excepción yla abolición de la pena de muerte,han cogido a contrapelo a unasociedad que conocía desde 1980una fuerte tendencia hacia la auto-ridad. No le quedaba a Le Pen másque ofrecer una salida política atodas estas angustias. El análisisgeneral del voto de extrema dere-cha como síntoma de una ciertaanomia social y política lo encontra-mos en el plano local. La crisis pro-funda de los sistemas de integraciónsociopolíticos y de los sistemas degestión urbana han abierto una bre-cha por la que se ha colado el FN.

El grupúsculo creado en 1972 seha convertido en un partido po-lítico que reivindica actualmente

su anterior secretario general se hafortalecido en cuadros y militantes.A los activistas de la primera horase han venido a añadir tránsfugasrespetables del RPR, del PR o delCNIR Paralelamente a las federa-ciones se ha tejido una red paralelade clubs y de círculos en direcciónde los jóvenes, de los pensionistasde los socioprofesionales... Y si porel momento ha perdido el gruesode la representación parlamentaria,en virtud de la manipulación delsistema electoral, le quedan más de130 consejeros regionales y 9 dipu-

tados en el Parlamento Europeo. Laaudiencia electoral del FN es inne-gable: no se limita a Francia urbanae industrializada con fuerte densi-dad de inmigrantes. En la primeravuelta de la elección presidencial de1988 obtiene más del 10 por 100 delos sufragios expresados en cuatrodepartamentos sobre cinco, y entodos más de 5 por 100, incluso endepartamentos rurales; y si lospequeños patronos y los obreros semuestran más proclives a votarlo,en ninguna categoría socioprofesio-nal, excepto en los enseñantes,recoge menos del 10 por 100 de lossufragios emitidos. Pero este electo-rado muestra una excepcional ines-tabilidad y la dimensión protestaríade su voto le hace imprevisible.

En estos electores se ha puestode manifiesto la crisis de las viejasorganizaciones y culturas políticasde izquierdas y de derechas. En laderecha la seducción social en basea una cultura católica de orden yarmonía social hace agua bajo losembates de una anomia y descris-

gaulltste olvida sus tendencias esta-talistas, plebeyas y nacionalistas pa-ra integrarse de forma suicida enel neoliberalismo. En la izquierda lacultura política de igualdad y desolidaridad social largo tiempoasumida por el PC y el movimientosindical, se topa con fuertes insufi-ciencias y contradicciones desmo-ronándose con estrépito. Nuevascapas sociales sin orientacionespolíticas y sociales definidas puedenestar prontas a ser seducidas por lassirenas del populismo.

Francisco J. PALACIOS ROMEO

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Genealogía de una utopía

KARL POLANYI

La gran transformación(Madrid, Ediciones La Piqueta, 1989)

Hay libros que por un extrañoinfortunio han sido prácticamentedesconocidos, cayendo en un olvidoal que la historia no hace justicia yque me gustaría pensar accidental.Los sofismas que tales obras desen-mascaran son ignorados cuando nocensurados, pues sobre ellos seasientan los pilares de nuestrasociedad. La vulneración de esosprincipios podría poner en tela dejuicio la propia legitimación del sis-tema y la forma con que fueronimpuestos, al menos en su nivel his-tórico y comprensivo. En definiti-va, de lo que aquí se trata es de losprincipios económicos sobre losque descansa el liberalismo econó-mico, o mejor dicho, la economíade mercado.

La importancia de la obra deKarl Polanyi radica en desmontarese «naturalismo» histórico comofuente de explicación, propio de laideología liberal, para narrar con elmayor rigor histórico los orígenespero también las consecuencias deesa «gran transformación» que tuvolugar a finales del siglo XVIII y dela que nosotros somos sus másdirectos herederos y fieles albaceas.Se trata, pues, de dar cuenta de losantecedentes y génesis del sistemaeconómico de mercado que llegó aconvertirse en un «molino satánico»que aplastó y dislocó a miles dehombres transformándolos en ma-

sas atomizadas al separarlos de su me-dio social, haciendo de ellos unosdesheredados.

Karl Polanyi (1886-1964) nacióen Budapest en 1886, en el seno deuna familia perteneciente a la frac-ción radical de la burguesía húngaraque se oponía a la dominación polí-tica y económica de la aristocraciarural magiar. Estudió Derecho yEconomía Política y pertenece a lageneración de teóricos tan impor-tantes como Von Hayek o KarlR. Popper.

Durante la primera guerra mun-dial combatió en el ejército austro-húngaro, afincándose posteriormen-te en Viena. De 1924 a 1933 fuemiembro del consejo de redacciónde la revista Der Osterreichiste Wolks-wirt, en la que escribió artículoscríticos de teoría económica y po-lítica. En 1933 huyó del fascismoy del antisemitismo, pues su origenera judío, para refugiarse en Lon-dres. Allí adquirió la nacionalidadbritánica, pasando a ser contratadopor la Universidad de Oxford y Lon-dres como profesor de extensiónuniversitaria.

Las principales tesis de La grantransformación son fruto de su traba-jo durante el año académico 1939-40. Una beca le permitió permane-cer en Estados Unidos desde 1941hasta 1943, y no sería hasta un añomás tarde cuando publique su obra

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principal The greast transformation(1941), dedicada a su esposa lionaDuczynska, militante comunista queparticipó en la revolución húngarade 1919.

En 1947, como muchos otrosintelectuales antifascistas, abandonaNueva York por la persecución delmaccarthysmo. Como señalan JuliaVárela y Fernando Alvarez Uría enla presentación del libro, «a pesarde que nunca fue marxista, ni so-cialdemócrata, a pesar de que nun-ca se adhirió a ningún partido, nodejó de manifestar en los momen-tos críticos su adhesión al socialis-mo y su simpatía por la UniónSoviética, que en los años veinteensayaba aisladamente con grandesdificultades, nuevas soluciones eco-nómicas, teóricas y prácticas a losproblemas sociales».

En 1947, Polanyi fue nombradoprofesor de Historia EconómicaGeneral de la Universidad de Co-lumbia en Nueva York.

Aunque han pasado casi cincuen-ta años desde la publicación de Lagran transformación, las tesis mante-nidas por su autor siguen estandovigentes, más aún me atrevería adecir, que en el momento de suformulación.

Su acertada comprensión de loshechos da cuenta de los descar-nados efectos que la imposición queese utópico mercado autorreguladotuvo para la población. Aunquecomo tal mercado autorreguladofracasó, el sistema liberal en el quese fundó no sólo aún se mantiene,sino que es el único que ha multi-plicado sus conquistas a nivel pla-

netario, incluidas las últimas de lospaíses del Este.

El valor económico se ha conver-tido en el valor supremo de la ideo-logía moderna y en ello radica elcarácter excepcional de nuestracivilización. En palabras de LouisDumont, que escribió el prefacioa la versión francesa de La grantransformación, «el liberalismo queha dominado el siglo XX, es de-cir, esencialmente la doctrina delpapel sacrosanto del mercado y susconcomitantes, reposa sobre unainnovación sin precedentes: la sepa-ración radical de los aspectos eco-nómicos del tejido social y su cons-trucción en un dominio autónomo».

También para Karl Polanyi, quedefiende la posición sustancialistafrente a la formalista, los hechoseconómicos se encuentran inserta-dos o imbricados (embededness) en eltodo social del que forman parte.Únicamente nosotros los modernoslos hemos extraído de su lugar, alorganizar la economía sobre la basedel mercado separándola de otrasinstituciones.

La tesis de fondo de Polanyi esque la idea de un mercado autorre-gulado era puramente utópica. Unainstitución como ésta no podíaexistir de forma duradera sin ani-quilar la sustancia humana y sintransformar el ecosistema en undesierto. Ante ello la sociedadadoptó medidas para protegerse,pero todas ellas comprometían laautorregulación misma. Por tanto,el liberalismo fue efecto de laacción del estado, mientras que loque se llamó conspiración antilibe-ral o contramovimiento proteccio-

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nista no fue más que la reacciónnatural y espontánea de una socie-dad que vio peligrar sus vidas y supropia naturaleza. De ahí que suscríticas sean, ante todo morales,pero también políticas que denun-cian un sistema en el que los hom-bres están subordinados a la eco-nomía y no la economía, a los hom-bres.

Pero ante todo cabe preguntar-se: ¿cómo se originó tal proceso?¿Cuáles fueron las raíces que hicie-ron brotar ese mal?

El paso de los mercados aisladosa una economía de mercado y deésta a un mercado autorreguladorno fue el resultado natural de unproceso de expansión, sino el efec-to artificial de la administración deestimulantes desde el interior de lasociedad. Fue preciso convertir eltrabajo, la tierra y el dinero en fic-ticios artículos de consumo. Tierra,trabajo y dinero pasaron a ser mer-cancías que fijadas por un preciopodían ser adquiridas en el merca-do, con lo cual el hombre se vioconminado a vender su fuerza detrabajo para no morir de hambre alprecio de la explotación y la degra-dación.

Aunque la creación de este mer-cado se fue imponiendo poco apoco, no es menos cierto queencontró a su paso serias resisten-cias como las leyes de pobres queprotegían a la sociedad de esa inmi-nente dislocación. A medida que seiban imponiendo las nuevas leyes dela economía de mercado, éstas erancolocadas bajo la noble autoridadde la naturaleza, a lo que contribu-yeron en gran medida la pléyade de

economistas, fabricantes de proyec-tos industriales y promotores deoperaciones (Adam Smith, Malthus,Bentham) cuyo único fin era ellucro y acérrimos defensores delLaissez-faire. La «mano invisible» sehabía puesto en marcha.

La ficción de este mercado auto-rregulado no llegó hasta el final, yaque desde el principio coexistió conun contramovimiento que controla-ba su expansión y que sirvió de fre-no a un movimiento que tenía sufi-ciente fuerza para aniquilar porcompleto a la sociedad.

Los tres dogmas en que se fundóel liberalismo clásico fueron:

— la creación de un mercado detrabajo concurrente;

— la creación de moneda some-tida a un mecanismo automá-tico (patrón-oro autorregula-do); y

— la libre circulación de mer-cancías entre países.

Para los partidarios de la eco-nomía liberal, la injerencia del Es-tado fue lo que imposibilitó quetal utopía no se llevase a cabo, conlo cual se originaron los verdaderosmales a la sociedad, opinión com-partida por todos los defensores delliberalismo y que forma parte delsofisma de la «conspiración antilibe-ral». Para Karl Polanyi el mito de la«conspiración antiliberal» obedece ala necesidad de buscar un chivoexpiatorio, ya que ésta se produjosin la intervención del Estado y fueúnicamente la reacción de la socie-dad que se veía llevada a su propiadestrucción.

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Cuando la civilización del si-glo XIX se derrumbó, las conse-cuencias no deseadas fueron elascenso del nacionalismo por todoel mundo. Los pilares de la antiguasociedad cayeron cuando se tamba-learon las instituciones en que seapoyaban: equilibrio de potencias,patrón-oro internacional, mercadoautorregulador y el propio estadoliberal. De este derrumbe al ascensode Hitler sólo había un paso. Paraexpresarlo con palabras del propioPolanyi: «se puede describir la solu-ción fascista como el impasse en elque se había sumido el capitalismoliberal, para llevar a cabo una refor-ma de la economía de mercado, rea-lizada al precio de la extirpación detodas las instituciones democráticastanto en el terreno de las relacionesindustriales como en el político».

Uno de los grandes logros deesta obra de ardua lectura pero in-discutible interés para la compren-sión de los fenómenos políticosy económicos de la sociedad con-temporánea reside en probar cómolos «orígenes del cataclismo que

conoció su cénit en la segunda gue-rra mundial, se encuentran en elproyecto utópico del liberalismoeconómico consistente en crear unsistema de mercado autorregula-dor».

Para acabar quería hacerlo to-mando en préstamo palabras de Mi-chel Foucault que, en cierta forma,resultan pertinentes para lo aquítratado. En realidad hay dos espe-cies de utopías —dice Foucault—:las utopías proletarias socialistasque gozan de la propiedad de norealizarse nunca y las utopías capita-listas que, desgraciadamente, tien-den a realizarse con mucha frecuen-cia.

Después de la lectura de esteadmirable libro me asalta una dudaque quizá no tenga respuesta en elesquema binario antes citado: ¿aqué clase de utopía pertenece larelatada en este libro y que vivie-ron los hombres de finales del si-glo XVIII? En cualquier caso nollegó a realizarse por completo,afortunadamente.

Eduardo VlNATEA

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