1998. ars musicandi - geocities.ws · observaron los problemas macroestructurales en el marco de la...
TRANSCRIPT
Ars Musicandi:
la posibilidad de una retórica musical desde una perspectiva intersemiótica
Rubén López Cano
Seminario de Semiología Musical (UNAM). SITEM (Universidad de Valladolid)
[email protected] www.lopezcano.net
Rubén López Cano 1998
Los contenidos de este texto están bajo una licencia Creative Commons. Consúltela antes de usarlo.
The content on this text is under a Creative Commons license.
Consult it before using this article.
Cómo citar este artículo: How to cite this article: López Cano, Rubén. 1998. "Ars musicandi: la posibilidad de una retórica musical desde una perspectiva intersemiótica"; Retórica, música, artes escénicas y artes visuales; Actas del congreso El horizonte interdisciplinario de la retórica; México: Instituto de Investigaciones Filológicas (UNAM) (en prensa). Versión on-line: www.lopezcano.net (Consultado o descargado [día, mes y año]) (Accessed [Day Month Year of access])
Ars Musicandi Rubén López Cano
Rubén López Cano 1998
2
Para Virginia
Hi hintzena bi arrara zabarren gurutzaketa galdu da, galdu haiz hautsi da anphora...
Bernardo Atxaga
1. Introducción.
Entre 1535 y 1792 algunos tratados de teoría musical conocidos genéricamente
con el significativo nombre de Musica Poetica, aplicaron los preceptos de la
retórica literaria al estudio de diversas materias musicales.Analizaron los
procesos de creación musical a la luz de una inventio retórico-musical,
observaron los problemas macroestructurales en el marco de la dispositio y
formularon una pronuntatio musical que dictaba normas a los intérpretes para
la correcta ejecución de las obras. Como toda retórica que se respete, el mayor
desarrollo de la musica poetica se dió en la elocutio. La decoratio musical llegó
a especificar más de 120 figuras retóricas musicales.
En 1984 el historiador de la retórica inglés Brian Vickers publicó un
documentado y brillante artículo sobre la retórica musical el barroco ("Figures of
Rhetoric/Figures of Music?"; Rhetorica 2; 1984: 2). En éste descarta por
completo la posibilidad de adaptar el aparato de las figuras retóricas a la
música y pone en entredicho la validez de los principios de la retórica musical
Barroca. El trabajo de Vickers es notable por tres razones: 1) constituye uno de
los más rigurosos y profundos análisis críticos que se han hecho sobre la
adaptación musical de la retórica; 2) es el primero en señalar inconsistencias y
errores cometidos tanto por los tratadistas barrocos como por los musicólogos
modernos y 3) es el único trabajo que conozco dedicado a la retórica musical,
elaborado por un especialista en historia de la retórica. Efectivamente este
corpus de teorización retórica, que se extendió por más de doscientos años, ha
sido prácticamente marginado de estudios, historias y manuales especializados
Ars Musicandi Rubén López Cano
Rubén López Cano 1998
3
y, con perdón de la mesa, permanece ignorado por la gran mayoría de
especialistas y eruditos de la retórica.
En esta comunicación discutiré algunos puntos de la crítica vickerana a
la retórica musical del Barroco. No pretendo negar ni justificar los errores u
omisiones de los teóricos de la retórica musical del Barroco. Mi intención es
proponer una reinterpretación de esta teoría insertada en un marco más amplio
que el empleado por Vickers. Por razones prácticas omitiré referencias
bibliográficas básicas, nombres de autores y tratados históricos, datos, fechas y
demás informaciones que entorpecerían la lectura. Esta información está
disponible en la versión escrita de este trabajo.
2. Del lenguaje a la música: la creación de la retórica musical y la especificidad semiótica de la música.
Basta con ver en el Institutio Oratoria la exhortación que hace de Quintiliano a
los oradores a emular la dicción de los músicos para apreciar la longevidad y
cercanía de los vínculos entre retórica y música. El punto toral de esta relación
es el objetivo común de literatura y música de producir efectos en el escucha.1
Para los teóricos del XVII y XVIII si la música quería adquirir el poder de
conmover entonces debía imitar las estrategias persuasivas vinculadas con la
movere retórica, pues, como era bien sabido, los oradores eran las máximas
autoridades en este campo. Por otro lado los humanistas musicales afirmaban
que la música más apta para mover los afectos era aquella que se basaba en
un texto. La música vocal debía entonces girar entorno al poema, a la historia a
contar. Debía ilustrar de alguna manera los conceptos y significados de
palabras, frases o textos completos. La verba musical debía adaptarse a la res
literaria. Cuando este postulado llevó a la creación en la Italia de fines del XVI y
principios del XVII de la ópera, la retórica, una vez más, se reveló como una
eficaz aliada de la música. Por último, es bien sabido que todo personaje
medianamente instruido de los siglos XVI, XVII y XVIII tenía conocimiento de
las técnicas de la retórica pues así como toda institución educativa se impartió
Ars Musicandi Rubén López Cano
Rubén López Cano 1998
4
la disciplina, varios de los tratados fundamentales de la retórica fueron
reeditados continuamente durante este tiempo.
Vickers señala este trayecto histórico apoyado siempre en fuentes bien
documentadas. Además, subraya algunas analogías que pudieran observarse
entre las prácticas de la oratoria y la música. Ve con naturalidad que la música
se apoyara en la tradición retórica para desarrollar sus categorías y no duda en
afirmar que la música es deudora en más de un aspecto de la retórica.
Sin embargo, aun admitiendo la identidad de objetivos y de
coincidencias que han hermanado a estas dos disciplinas a lo largo de los
siglos, Vickers no acepta que las más detalladas técnicas de la retórica puedan
ser aplicadas a la música. Desprecia los intentos de un análisis sintáctico y
gramático de la música a la manera de Mattheson (1739) o Forkel (1788).
Menosprecia los intentos de Vogt (1719), Henichen (1728) y el propio
Mattheson de aplicar la inventio retórica a la música. Afirma que la dispositio
sólo puede aplicarse de modo superficial y fácil. Pero lo que cuestiona más
meticulosamente es la adaptación de las figuras retóricas a la música. Vickers
articula sus objeciones en torno a dos preguntas fundamentales: "¿hasta que
punto los términos retóricos se pueden aplicar directamente a la música?
¿Hasta que punto un sistema estético de naturaleza lingüística [como la
retórica], puede ser adaptado a otro no-lingüístico [como la música]?" (Vickers,
1984: 2).
Los tratadistas definieron más de un centenar de figuras retórico-
musicales. En su gran mayoría se trata de adaptaciones de figuras literarias al
campo musical. Si en algunas las similitudes con las figuras literarias son
evidentes y fuertes, en otras el vínculo es apenas identificable. Otras más
poseen nombres similares a los modelos literarios pero sus modos de acción
son completamente distintos. También existen, en menor número, figuras
originales que describen procesos exclusivamente musicales.
Vickers afirma que las similitudes entre literatura y música se apoyan
más en principios sugestivos que sistemáticos. Por ejemplo, la ilusión de que
las notas en música se comportan del mismo modo que las palabras en el
Ars Musicandi Rubén López Cano
Rubén López Cano 1998
5
lenguaje: si las notas pueden repetirse como lo hacen las palabras, entonces el
efecto de la repetición musical será similar al de las repeticiones literarias. Así
las cosas, la conformación de la retórica musical del Barroco, sentencia
Vickers, se redujo a la búsqueda en libros de texto retóricos, de figuras
adaptables a estructuras musicales. Así, la retórica musical se ató al modelo
literario importando también los defectos e inconsistencias terminológico-
taxonómicas que caracterizan la decoratio literaria.2 La teoría musical del
barroco permitió la adopción de la terminología retórica, aún con sus
imperfecciones y sus retorcidas tipologías, gracias a que poseía vagas y poco
definidas categorías propias, concluye Vickers.
Sin embargo, señala el retórico, en este proceso de asimilación, permea
una evidente ingenuidad, se cometen una gran cantidad de errores y
prevalecen los malos entendidos. Por si esto fuera poco, los musicólogos
actuales, la mayor de las veces acríticamente entusiasmados con el
deslumbrante hallazgo de una retórica musical, lejos de señalar los evidentes
errores que cometieron los teóricos Barrocos, los perpetran y, a su vez,
cometen nuevas tropelías contribuyendo al caos que caracterizan a esta
pseudodisciplina. Las deformaciones de la pretendida retórica musical son
achacadas por Vickers a la omisión histórica de dos consideraciones: 1) que no
se puede describir un arte con el lenguaje de otro sino hasta cierto punto y 2)
que no se pueden ignorar los problemas derivados de la aplicación de un
sistema de naturaleza lingüística a otro no verbal.
Vickers reta a "investigar el grado de trasladibilidad de un modelo
proveniente de un arte-sistema a otro, empezando por las simples figuras de
repetición" (Vickers, 1984: 27). Después del análisis de varias figuras de esta
clase,3Vickers señala múltiples deficiencias y errores en la constitución de la
decoratio musical.4 De entre estos equívocos, lo que más preocupa a Vickers
es que al trasladar el aparato de las figuras retóricas al ámbito musical, éstas
perdieron su riqueza y especificidad lingüística. La figura musical sólo es capaz
de preservar algunos de los rasgos que caracterizan la figura literaria y
desecha muchos otros que, para Vickers, son consustanciales a la retórica. De
este modo, el proyecto de una retórica musical no condujo sino a la
Ars Musicandi Rubén López Cano
Rubén López Cano 1998
6
simplificación y erosión de la especificidad lingüística de la retórica. "La
aplicación musical de una figura, nos dice Vickers, siempre es más limitada que
su función retórica, y este fenómeno es común al trasladar un efecto lingüístico
a otro plano" (Vickers, 1984: 41).
Para Vickers, este proceso simplificador ocurre, simultáneamente, en
tres ámbitos:
1) En el modus operandi: la figura literaria actúa con procedimientos muy
específicos sobre determinados elementos de uno o varios niveles lingüísticos.
Del espectro operativo de las figuras literarias, la música toma un limitado
número de rasgos que, vía semejanzas analógicas amplias y generalizantes,
permiten su aplicación al nuevo sistema: "el modelo de la retórica, dice Vickers,
puede ser aplicado sólo parcialmente por medio de una analogía o tertium
comparationis que preserva sólo un elemento del complejo contenido de la
figura retórica" (Vickers, 1984: 31). En consecuencia, las definiciones de las
figuras musicales son, en comparación con las literarias, vagas, confusas y
excesivamente generales. Muchos fenómenos musicales caben en cada
categoría retórica. Del mismo modo, dada sus particularidades semánticas, la
música no puede hacer pertinentes los modus operandi que actúan sobre el
nivel semántico de la lengua. En la música, la figura retórica se constriñe a los
niveles formales del sistema. En consecuencia, la retórica musical no produjo
sino meros remedos de esquemas formales de las figuras literarias.
2) En la producción de efectos: toda desviación retórica, aún las figuras de
repetición, pretenden producir determinados estados anímicos en el usuario del
sistema. Para Vickers es cierto que la música puede reproducir efectos
emocionales "generales" pero no puede abarcar ni la estructura verbal
específica de los mismos, ni "la dimensión completa de su significado" (Vickers,
1984: 40). Una vez más, perturbantes niveles de ambigüedad son introducidos
a la retórica cuando se traslada al sistema musical.
3) En las connotaciones semánticas: si bien la música puede adoptar los
aspectos formales de la figura retórica, jamás podrá asimilar el espectro de
connotaciones semánticas que ésta propicia. Aún en las figuras de repetición,
Ars Musicandi Rubén López Cano
Rubén López Cano 1998
7
los rasgos semánticos de la figura retórica se reducen a meras analogías
estructurales cuando son trasladadas a la música: "el efecto literario [de las
figuras], apunta Vickers, se disminuye considerablemente, o se traslada de
manera fundamental" (1988: 364). Apoyándose en la filósofa Susanne Langer
(Philosophy in a New Key, 1942), Vickers señala algunas de las diferencias
sustanciales entre los procesos de significación de lengua y música: la música
no tiene significado literal. Sus recursos expresivos no constituyen un
vocabulario en si. Si bien puede haber significados verbales asociados a las
estructuras musicales, ni sus estructuras significativas pueden reducirse a
unidades pequeñas de significado, ni sus factores semánticos se pueden aislar.
La música es un signo inconsumado.5 Por lo tanto, la música carece de
significados convencionales, por lo que ofrece una libertad de pensamiento
particular no verbalizable e intraducible a otro medio o sistema. La retórica es
inalienable de la comunicación y emplea exclusivamente palabras y unidades
de significado verbalizables (Vickers, 1984: 44).
3. Retórica, lenguaje y metalenguaje.
Para Vickers, la retórica es una disciplina, arte o sistema estético constituido
por y para el lenguaje. Al lenguaje se debe y al lenguaje limita su acción. Esta
condición se opone a todo intento de "trasladar" la retórica a cualquier sistema
no verbal como la música.
La mayoría de los manuales6 definen la retórica como un dispositivo
teórico (o metateórico) cuya pertinencia se limita a dos actividades: la creación
y el análisis.7 La retórica es un artefacto teórico que faculta la intervención
sobre un texto desde dos perspectivas: 1) permitiendo al productor del texto
regular ciertas funciones y fenómenos durante el proceso de creación y 2)
ofreciendo al analista una herramienta inductiva para la identificación y
descripción de la función retórica de algunos fenómenos textuales del complejo
global del texto.8 En el primer caso, el discurso retórico es explícito. Aparece
desarrollado en los manuales preceptivos, en la poética. En el segundo, la
dimensión retórica permanece en estado latente dentro del entramado textual.
Ars Musicandi Rubén López Cano
Rubén López Cano 1998
8
Esta retórica es de naturaleza implícita y requiere de la intervención del analista
para constituirse en discurso. Como ya sabemos, en muchas ocasiones el
trabajo y consideraciones retóricas que productor y analista generan sobre un
mismo texto, no coinciden entre sí.
Con estas observaciones no pretendo sino subrayar la realidad
extratextual del aparato retórico. La retórica no está en el texto. Lo retórico no
subyace en la configuración inmanente del texto, ni en su sustancia lingüística.
La retórica es un metalenguaje que se levanta sobre él. El discurso retórico es
una construcción, un coadyuvante al trabajo de productores y analistas del
discurso. El aparato retórico, si bien se expresa por medios verbales, no
pertenece al mismo nivel epistemológico de su lenguaje objeto (fig. 1).
Figura 1
Vickers omite esta distinción y asume que literatura y oratoria ostentan el
mismo status lingüístico que el aparato retórico destinado al estudio de ciertos
aspectos de éstas. Confunde los medios con que se expresan el lenguaje
objeto y su metalenguaje, con las pertinencias y ámbito epistemológico en los
cuales cada uno de ellos se desenvuelve. La retórica y la musicología son
metalenguajes explicitados por medios verbales. La primera tiene por objeto de
estudio un fenómeno verbal, la segunda no. Aunque los retóricos musicales del
Barroco no lo sabían, estaban haciendo musicología. Es en este nivel, el del
metalenguaje, que el aparato retórico se traslada a las categorías
musicológicas (que no musicales). La dimensión retórica de la música radica,
Ars Musicandi Rubén López Cano
Rubén López Cano 1998
9
en primera instancia, en la constitución del discurso que pretende explicarla.
Pese a que Vickers no pasa por alto este hecho, para él la retórica sólo
constituyó un mero estimulante al discurso de la crítica musical y a los recursos
de la verbalización del hecho musical. Pero este proceso intersemiótico no fue
inocuo.
Todo metalenguaje establece una compleja relación de interdependencia
con su lenguaje objeto. Entre ambos niveles se articula una relación oblicua.
Sin lugar a dudas, el metalenguaje retórico impactó la concepción que el
hombre barroco (o por lo menos un nutrido grupo de eruditos) tenía de la
música y lo musical. El estudio de la importancia y trascendencia de este
impacto no puede desvincularse del análisis semiótico de la dinámica de las
relaciones entre lenguaje y metalenguaje.
Pese a sus innegables diferencias, ambos, lenguaje y música son
sistemas semióticos. El hecho de que la aplicación de un sistema de naturaleza
lingüística a otro no verbal presente problemas específicos, como
plausiblemente sentencia Vickers, no es condición suficiente para reprimir todo
intento transemiótico. Si la retórica, entendida como andamiaje desarrollado
para el estudio de fenómenos verbales, tiene alguna posibilidad de aplicación a
la música, no es por las supuestas semejanzas que se pudieran observar en el
nivel inmanente de los textos y las obras musicales, sino por la identidad de
procesos que se registran en el ámbito de construcciones y relaciones
semióticas tejidas entorno a éstos. A fin de cuentas, la retórica no es otra cosa
que un auxiliar de ciertas conductas extratextuales.
Llegados a este punto, es menester reformular las preguntas
fundamentales de Vickers en los siguientes términos: ¿en que medida el
metalenguaje desarrollado para estudiar ciertos fenómenos de los sistemas
verbales pueden aplicarse a fenómenossimilares de naturaleza no verbal?
¿que adaptaciones y adecuaciones sufre un metalenguaje cuando es requerido
por otro lenguaje objeto?
Ars Musicandi Rubén López Cano
Rubén López Cano 1998
10
3.1. La desarticulación de especificidades. La adecuación de un modus operandi.
Resultaría tan absurdo negar los evidentes errores cometidos por los teóricos
musicales, como intentar justificar la irresponsabilidad en que han incurrido
varios musicólogos contemporáneos. Justo es reconocer que el inicio de la
crítica de los pilares de la retórica musical del Barroco es una deuda que
tenemos con Vickers. Sin embargo, lo que no comparto con el venerable
erudito, es que estas erratas devalúen tanto el ejercicio teorizador de los
tratadistas barrocos que nieguen su valor.
El que la retórica perdiera sus especificidades lingüísticas para
adaptarse a la música me parece un proceso lógico que no constituye una
irrespetuosa afrenta para esta disciplina. En todo caso, se trata solo un tránsito
en la expansión del domino retórico. Lejos de reducirse o simplificarse, durante
el los siglos XVII y XVIII la música vio la ampliación de sus fronteras lingüísticas
continuando un proceso iniciado en el siglo XV, en el cual se registran los
primeros intentos de retorización de la teoría de la pintura, los cuales llegarán a
su apogeo precisamente en el Barroco (cf. Baxandall, 1996 y Lee, 1982). Si en
un primer estadio el modus operandi de las figuras retóricas pierde su
especificidad lingüística al adaptarse "bruscamente" a la música, es de esperar
que en un segundo período las figuras comenzaran a asumir las
especificidades del sistema musical.9 Sin embargo, como apunta Vickers,
parece que la teoría de la retórica musical en el Barroco prefirió permanecer
vinculada estrechamente al modelo lingüístico. Este anclaje la convirtió en una
especie de aparato intermedio entre lo verbal y lo musical, en una retórica de
transición. De ahí la ambigüedad de las definiciones de las figuras retórico-
musicales.
3.2. Los efectos retóricos de la música
Es innegable el poder de la música para producir efectos en quien la escucha.
Los estados emocionales producidos por la música son construcciones
Ars Musicandi Rubén López Cano
Rubén López Cano 1998
11
psíquicas que emergen de la actividad semiótica del sujeto frente al objeto
musical. Su conformación está estrechamente vinculada a las posibilidades y
naturaleza semántica de la música. Discutiremos este punto más adelante. Por
el momento nos limitaremos a señalar que el hecho de que gran parte de las
descargas semánticas de la música nos resulten intransferibles a términos
verbales, no quiere decir que éstas no existan. Existen, ahí están y pese a que
no seamos capaces de dar cuenta de ellas con la misma precisión con que
especificamos nuestras experiencias verbales, no las podemos negar. La
abundante literatura sobre estudios psico-semiótico-musicales recientes nos
muestra que, día a día, la naturaleza de los efectos y estados anímicos
propiciados por la música deja de ser oscura, que es posible articular redes y
procesos cognitivo-semióticos de la actividad musical y construir una lógica del
perfil semántico de la música y de los mecanismos que la rigen. Si bien los
recursos expresivos de la música no constituyen un vocabulario, ni sus
estructuras significativas pueden reducirse a unidades pequeñas de significado,
la detección de los factores semánticos, de sus mecanismos y esencia, es una
tarea en proceso de la semiótica musical.
Por otro lado, si la lengua puede dar cuenta de las descargas
semánticas que se derivan de una figura de repetición, es solo mediante el
análisis de casos concretos. La definición de una figura retórica determinada no
se aventura a predecir los tipos de efectos semánticos que producirá en el
receptor. Habitualmente, sólo se limita a enunciar sus modus operandi
formales. No conozco ninguna definición de anáfora que especifique ni las
descargas semánticas ni los efectos que ésta pueda provocar. Curiosamente,
en el ámbito de la retórica musical, Athanasius Kircher (1650) afirmaba que la
anaphora musical "se utiliza frecuentemente para expresar las pasiones más
violentas, crueldad, desprecio como se puede ver en aquella canción Ad arma,
ad arma" (Civra, 1991:114-5). Obviamente, una predeterminación tan exacta
resulta excesiva. No se puede obviar la situación pragmática en que el hecho
retórico acontece.
Vickers sostiene que la diferencia fundamental entre lengua y música es
que la primera posee unidades de significado asignados fijos (Vickers, 1988:
Ars Musicandi Rubén López Cano
Rubén López Cano 1998
12
363-4). Aun aceptando este planteamiento semióticamente cuestionable,
podemos afirmar que la intervención retórica pretende precisamente diluir esa
referencialidad. La retórica estalla la univocidad de los significados, potencia el
grosor y posibilidades semánticas de las expresiones lanzándolas a derroteros
insospechados, mismos que se actualizan constantemente mediante los
cambios diacrónicos de las connotaciones. La ambigüedad semántica de las
figuras retórico-musicales de repetición no tiene por que perturbarnos en
exceso. Después de todo, no hay figura retórica que no sea una apuesta a la
transgresión de significados convencionales. Si la música por naturaleza
carece de significado literal, para la retórica el lenguaje también. Si para crear
el efecto retórico es necesario un ámbito semántico literal de referencia, la
propia figura retórica debe ser capaz de evocar, a un tiempo, el desvío y la
norma que viola. El riesgo del salto al laberinto semántico, es tomado,
conscientemente o no, por todos los usuarios del aparato retórico, aún en la
lengua.
3.3. El significado de la música.
Efectivamente, los sistemas de significación en lengua y música son
radicalmente distintos. Pero, ¿por qué? El estudio del significado de un sistema
no verbal se complica demasiado cuando lo limitamos al marco de nuestras
experiencias semánticas verbales. El semiólogo de cine Christian Metz, al
comparar el lenguaje y cine sostiene que
solemos comparar el lenguaje verbal más o menos analizado con el lenguaje
cinematográfico no analizado. Y tenemos la tendencia de establecer, según
la realidad sustancial de los dos lenguajes, diferencias que frecuentemente
se fundamentan en la desigualdad de los respectivos conocimientos.10 Por
lo tanto es muy difícil establecer las diferencias intrínsecas de sus dos
formas de expresión (Metz, 1981: 199).
Quizá el abismo que separa los procesos de significación de la música y
la lengua se deba sólo a que aun no hemos desarrollado herramientas
Ars Musicandi Rubén López Cano
Rubén López Cano 1998
13
analíticas adecuadas para analizar los primeros mientras que nuestra reflexión
sobre el lenguaje ha sido una constante en el desarrollo cultural de occidente.
Se han escrito millares de páginas sobre el célebre problema del
significado en música, "la más abstracta de las artes". Los estudios semiótico-
musicales se ha ocupado recurrentemente del tema con diversos resultados.
Sobre el paradigma de la lingüística estructural cuya noción de signo se
fundamenta en la distinción de dos facetas: la del significante y la del
significado, algunas semióticas musicales recientes prefieren la noción de
interpretante introducida por el filósofo norteamericano Charles Sanders Peirce.
Como sabemos, los interpretantes son cadenas de signos generados por otros
signos durante el proceso de semiosis. Para el musicólogo franco-canadiense
Jean Jacques Nattiez, el significado existe sólo cuando un objeto es situado en
relación con un horizonte de interpretantes. El significado no es otra cosa que
la constelación de interpretantes emanados de la experiencia viva del usuario
durante el proceso de semiosis (Nattiez, 1990a: 9-10).11
En la música se producen dos tipos de semiosis. Por un lado tenemos la
semiosis que genera cadenas de interpretantes extramusicales. Debido a ésta,
la música nos evoca imágenes, descripciones de objetos del mundo real y,
sobretodo, emociones. Por otro lado está la semiosis que produce
interpretantes intrínsecos a la música. La música es capaz de remitirnos a la
música misma.
Efectivamente, en el caso de la música, el signo no tiene la obligación de
remitir a objetos externos a su sistema. Una obra musical tiene la facultad de
remitirnos a esferas musicales más amplias de las cuales forma parte. A partir
de una situación pragmática especifica, el usuario del sistema semiótico vincula
el objeto musical que escucha con estilos, géneros, autores o períodos, que el
propio receptor construye de acuerdo a su competencia musical y su intentio
lectoris. Más aún, la semiosis musical establece remisiones intramusicales:
durante la recepción de una obra, un momento determinado nos permite
establecer una conexión de éste con otro que ya ha sido escuchado. Una frase
musical crea sentido sólo en virtud de otra información previa. Del mismo
modo, también en el marco de un contexto estilístico determinado, una
Ars Musicandi Rubén López Cano
Rubén López Cano 1998
14
competencia musical y situación pragmática concreta, un hecho musical es
capaz de crear la expectativa de otro hecho musical. Para el lingüista Robert
Austerliz
el significado expresado por un texto musical es básicamente deíctico y
catafórico en el sentido que constituye una predicción. El texto musical hace
referencia al futuro. A partir de la substancia musical percibida en un
momento dado, el escucha es retado a predecir la forma de la substancia
musical que viene a continuación en el inminente futuro... si algo puede
llamarse significado o semiosis en música, es la experiencia requerida para
predecir substancias musicales inmediatas inminentes (1983:4 y 6, citado en
Nattiez, 1990a: 117).
No existe manipulación o modificación en la estructura formal de la
música que no afecte al espesor semántico de la misma. La acción de
cualquier artificio retórico, aunque sea solo el esquema formal de una figura de
repetición, altera todo el proceso de semiosis intramusical.
Allende las diferencias entre los sistemas semánticos de música y
lenguaje, existe un nivel de actividad donde las operaciones de construcción de
significado en ambas esferas son unificadas por la retórica. Si como afirman la
ciencias cognitivas "el significado de un símbolo es el conjunto de cambios que
el símbolo permite efectuar al sistema de procesamiento sobre un objeto" (Bajo
y Cañas, 1991: 14), la adopción de esquemas retóricos altera, orienta e induce
el curso de estos cambios. Un simple ejemplo: como vehículos de persuasión,
las figuras de repetición llaman la atención de ciertos elementos sobre otros
induciendo la selección de pertinencias en el destinatario de la persuasión. En
otras palabras, la aparición de una anáfora o una anadiplosis modifica
sustancialmente la selección de elementos y criterios de segmentación del
continuum textual o musical que se procesarán prioritariamente durante la
semiosis. Así mismo, interviene en el establecimiento de los modelos de
referencia que determinan operaciones cognitivas como la discriminación de la
información de entrada (input), la configuración de las formas simbólicas que se
Ars Musicandi Rubén López Cano
Rubén López Cano 1998
15
trabajan en la memoria profunda, la evaluación y comparación de diversos
momentos musicales y la articulación de la información procesada en
estructuras lógicas que a la vez que crean sentido generan expectativas de
otros eventos. Dadas ciertas circunstancias de recepción, los modos con los
cuales el sujeto manipula el continuum formal, administra la información y
construye significado con ella, son ejemplo de un tipo de actividad semántica
semejante en literatura y música. Por esta razón, como afirma el profesor
Lopez Eire, aun en el signo lingüístico, la acción retórica es infragmentable: la
figura retórica actúa siempre simultáneamente en ambas caras del signo, el
significante y el significado.
4. Conclusiones.
4.1. La naturaleza intersemiótica de la retórica musical del Barroco.
Pese a que la literatura y la música pueden coincidir en su aspiración de
producir efectos retóricos, sentencia Vickers, no pueden homologarse sus
técnicas en virtud de las profundas diferencias entre música y lenguaje. De ahí
que para el estudioso inglés la mayor parte de las inconsistencias de la retórica
musical del Barroco vienen de su renuencia a abandonar el modelo de la
retórica literaria. Si bien es cierto que se elaboraron figuras exclusivamente
musicales, la filiación al modelo lingüístico parece más una opción deliberada
que una limitación metodológica de los teóricos Barrocos. La revaloración de
este hecho es la clave para entender por qué el corpus teórico de la retórica
musical del Barroco se fundamenta en la incompatibilidad e intraductibilidad de
la música a términos verbales.
Yuri Lotman afirma que toda traducción, en tanto transmisión de textos o
mensajes de un sistema a otro, supone la existencia de relaciones unívocas
que permiten esta operación. Sin embargo, cuando existen dos sistemas de
distinta naturaleza (como la lengua y la música) se produce una situación de
intraducibilidad. No hay lugar para una traslación exacta de significados. En su
lugar surge una "equivalencia aproximativa y condicionada por determinado
Ars Musicandi Rubén López Cano
Rubén López Cano 1998
16
contexto psicológico-cultural y semiótico, común a ambos sistemas". Entre
ambos elementos que no han podido fusionarse en una traducción única que
satisfaga la traducción unívoca se construye un elemento mediador, un tropo
semántico. Un tropo no es sino una irregularidad que comparte marcas
semánticas con ambos sistemas pero que impone sus particulares propiedades
de uno al otro en un intercambio irregular pero harto productivo. El efecto del
tropo se logra, según Lotman, no por la presencia de semas o marcas
semánticas comunes entre los elementos yuxtapuestos, sino por la
coincidencia de los semas en espacios semánticos incompatibles y por el grado
de lejanía semántica de los semas: la expresión tropada no pretende sustituir lo
decible de un modo por otro sino "expresar un contenido tal, en transmitir una
información tal, que no pueda ser transmitida de otro modo".
Podemos afirmar que la colisión semántica de sistemas incompatibles
funciona como una especie de inventio en la constitución de metalenguajes
científicos. Para Lotman este procedimiento constituye un proceso semiótico
fundamental dentro de la heurística: "todos los intentos de crear análogos
patentes de ideas abstractas, representaciones de procesos ininterrumpidos en
fórmulas discretas con la ayuda de grafos, construcciones de modelos físicos
espaciales de partículas elementales, etc., son figuras retóricas... en la ciencia,
el acercamiento irregular a menudo actúa como un impulso para la formación
de una nueva regularidad" (Lotman, 1996: 120-1, 126). En consecuencia, la
adaptación del aparato categorial de la retórica a la música constituyó, en sí
misma, un proceso retórico: las figuras retóricas musicales son tropos de las
figuras literarias.
4.2. La retórica musical: retórica de la significación, retórica del receptor.
Esta consideración nos revela un área de actividad retórica poco estudiada y
de la cual la retórica musical del Barroco puede ser ejemplo. Los manuales
reducen la pertinencia del trabajo retórico a la producción y análisis del texto,
¿pero que hay del receptor? Lausberg, por ejemplo, desrretoriza al receptor
confinándolo a la función de mero destinatario de la persuasión cuya
Ars Musicandi Rubén López Cano
Rubén López Cano 1998
17
intervención se limita al manejo de los códigos de comunicación (Lausberg,
1983: 14-15). Quizá, una retórica del receptor se ocupe de aquellos procesos
semióticos en los que éste organiza los campos semánticos de un sistema
echando mano de sus experiencias con otros. La teoría de la retórica musical
es resultado de una suerte de inventio donde una competencia musical es
auxiliada por otras competencias esgrimidas en otros contextos, por medio de
locis (o topoi) intersistémicos detectados en el ámbito de estrategias y
conductas receptivas de diferentes sistemas (fig.2).
Figura 2
La retórica musical es en verdad una transemiótica que actúa de modo
inverso a la retórica literaria. Mientras esta última abole los significados literales
redimensionándolos, la retórica musical es una retórica que acota los espacios
semánticos musicales, los orienta y los organiza al menos en algunos niveles.
La teoría de la retórica musical en el barroco, más que una preceptiva para la
composición como pretendía ser, es, en mi opinión, testimonio de una
estrategia receptiva de la música del Barroco. Los tratadistas no crearon un
modo de componer música. Crearon un modo de entenderla. Crearon la
música. Tendieron un fluido puente entre sus experiencias literarias y
musicales.
Ars Musicandi Rubén López Cano
Rubén López Cano 1998
18
4.3. Transacción de marcas semánticas entre niveles epistemológicos.
La traducción intersemiótica no se limita a la verbalización de los hechos que
acontecen a nivel del texto. Dadas la dinámica de la relación oblicua entre
metalenguaje y lenguaje objeto, el primero es capaz de modificar
sustancialmente las nociones básicas que tenemos sobre el segundo. Los
términos con los cuales designamos los objetos afecta severamente en nuestra
noción conceptual de los mismos. Los vínculos entre ambas esferas
epistemológicas se caracterizan por una fluida y constante adecuación y
resignificación mutuas (fig. 3).
Figura 3.
Si bien es innegable que no se puede ni se debe ignorar los problemas
derivados de la aplicación de un sistema de naturaleza lingüística a otro no
verbal, las diferencias sustanciales entre dos sistemas semióticos no impiden
un intento de traducción intersemiótica entre ambos. Es importante señalar los
errores que se cometieron durante la conformación de la teoría de la retórica
musical del Barroco y aquellos aportados por sus entusiastas defensores. Sin
embargo, no podemos negar que para los tratadistas Barrocos, los
musicólogos y músicos prácticos contemporáneos, la posibilidad de una teoría
Ars Musicandi Rubén López Cano
Rubén López Cano 1998
19
retórica de la música constituye la articulación de una herramienta de
naturaleza semiótico-hermenéutica que vendría a resolver de una vez por todas
algunas de las interrogantes seculares de estas actividades. Sin embargo, un
análisis comparativo de los objetivos, principios, metodologías y discursos de
las "diversas retóricas musicales del barroco" (la de las teorías del Barroco, la
de los musicólogos y músicos de este siglo) nos revelaría incompatibilidaes y
usos abusivos de este corpus teórico. La disciplina a la que aspiramos puede
estar en conformación, pero la teoría de la retórica musical sólo es una parte de
este proceso.
Aielo del Malferit y Valladolid. primavera de 1998
_______________________________________________________________
Notas
1. Cuando me refiero a la literatura y a la retórica literaria, me refiero a todas
las manifestaciones verbales que se vinculan a la retórica, sean escritas u
orales.
Regresar a texto
2. "Aun para los bien informados historiadores de la retórica, -nos dice Vickers- la doctrina de las figuras puede parecer incomprensible, tediosa, desagradable" (Vickers, 1984: 20). Regresar a texto
3. Vickers analiza la anaphora, epistophe, symploké, gradatio, climax, auxesis, palillogia, pleonasmus , hypallge, mimesis, antimetabole, analepsis, anadiplosis, también analiza la aposiopesis, hypérbole, metalepsis, congeries, distributio, hypérbaton, paranomasia con resultados similares. Regresar a texto
4. Por ejemplo, toda vez que la música no posee normas gramaticales tan rigurosas y convencionalizadas (hipercodificadas) como las de la lengua, el discurso musical es incapaz de producir fenómenos de desviación a la norma de la misma intensidad. Así, en la hipérbaton musical que es el intercambio de unidades o notas musicales, los efectos serán muy limitados si el receptor no tiene el entrenamiento musical suficiente para conocer las normas que se están violando. También el contexto o situación pragmática en los que las figuras literarias suelen aparecer cambia sensiblemente o simplemente deja de ser específico. Por otro lado, el valor de los efectos de desviación se modifican. Por ejemplo mientras el pleonasmus es un vicio para la lengua, el pleonasmus musical (la reiteración de disonancias dentro de un pasaje) constituye una virtud para los teoricos Barrocos. Si bien la lengua tiene un carácter lineal, en la música varias líneas melódicas pueden coincidir y actuar simultáneamente con
Ars Musicandi Rubén López Cano
Rubén López Cano 1998
20
armonías determinadas. Varias figuras se "verticalizan" al pasar a la música: la hypallague, la analepsis y la anadiplosis noema (empleo la terminología que propongo en López Cano 1997). Regresar a texto
5. Según Langer, la música posee todas las características de un sistema simbólico exceptuando la "existencia de una connotación asignada [...] en música trabajamos esencialmente con formas libres [...], [la música] es un So inconsumado [...]" (Langer en Vickers, 1984: 44). Regresar a texto
6. Cf. Beristáin (1997: 426), Albaladejo (1991:11-21), Azaustre y Casas (1997: 10), Lausberg (1983: 13-16), Mortara (1988: 9-11), Ceristola (1983: 18 y ss.). Regresar a texto
7. Los textos que llegan a hablar del receptor en sus definiciones de la retórica, no dudan en integrar los efectos en el destinatario a las estrategias de producción del creador. Regresar a texto
8. Cuando hablo de texto me refiero a todos los hechos de naturaleza verbal que pueden ser afectados por la acción retórica. Por ejemplo, los discursos, la narrativa y poesía, el habla común, los comportamientos orales cotidianos o rituales, etc Regresar a texto
9. Vemos algunos indicios de este proceso cuando los fenómenos de simultaneidad vertical de la armonía musical son incorporados a los mecanismos horizontales de las figuras, pero este fenómeno también molesta a Vickers. Regresar a texto
10. subrayado mío Regresar a texto
11. "Un objeto de cualquier clase, dice Nattiez, toma sentido para un específico e individual uso [apprehending] de tal objeto, tan pronto como este uso individual lo coloca en relación con áreas de su experiencia viva, esto es, en relación a una colección de otros objetos que pertenecen a su experiencia del mundo..." (Nattiez, 1990a: 9). Regresar a texto
_______________________________________________________________ Referencias Bibliográficas
ALBALADEJO, Tomás 1991 Retórica; Madrid: Síntesis.
Ars Musicandi Rubén López Cano
Rubén López Cano 1998
21
AZAUSTRE, Antonio y CASAS, Juan 1997 Manual de retórica española; Barcelona: Ariel.
BAJO, María Teresa y José Juan CAÑAS 1991 Ciencia cognitiva; Madrid: Debate.
BAXANDALL, Michael 1996 Giotto y los Oradores. La visión de la pintura en los humanistas italianos y el descubrimiento de la composición pictórica 1350-1450; Madrid: Visor.
BERISTAIN, Helena 1991 Diccionario de Retórica y Poética.; México: Porrúa.
CERISOLA, Pier 1983 Trattato di retorica e semiotica literaria; Brescia: La Scuola.
CIVRA, Ferrucio 1991 Musica Poetica ; Torino: Utet; 1991.
LAUSBERG, Heinrich 1983 Elementos de retórica literariaI; Madrid: Gredos.
LEE, Rensselaer W. 1982 Ut pictura poesis. La teoría humanística de la pintura; Madrid: Cátedra.
LOPEZ CANO, Rubén 1997 Música y retórica en el Barroco, Introducción a la teoría de la retórica musical en los siglos XVII y XVIII; México: Instituto de Investigaciones filológicas, UNAM (en prensa).
LOTMAN, Yuri 1990 "Iconic rhetoric"; en Universe of the mind; Bloomington: Indiana University Press; . 1996 "La retórica"; en La semiósfera. Semiótica de la cultura y el texto; Madrid: Cátedra.
METZ, Christian 1981 "Cine y lenguaje" en AAVV Imagen y Lenguaje; Barcelona: Fontanella; pp. 193-224.
MORTARA, Bice 1988 Manual de retórica; Madrid: Cátedra.
NATTIEZ, Jean-Jacques 1989 "Reflections on The Developmen of Semiology in Music", Music Analysis 8/1-2:21-75. 1990a Music and Discourse, Toward a semiology of Music; Princeton: Princeton University. 1990b Dalla semiologia alla musica; Palermo: Sellerio.
Ars Musicandi Rubén López Cano
Rubén López Cano 1998
22
STEFANI, Gino 1987 Il Segno della musica. Saggi di semiotica musicale ; Palermo: Sellerio.
VICKERS, Brian 1984 "Figures of Rhetoric/Figures of Music?"; Rhetorica 2; pp. 1-44. 1988 In defence of Rhetoric; Oxford: Claredon Press (Oxford University Press).