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7/28/2019 BARRIO 6 OK http://slidepdf.com/reader/full/barrio-6-ok 1/16 » Continúa en la página 2 Yo Soy Culpable DIEGO ENRIQUE OSORNO Cavar la tumba de JFK fue un honor JIMMY BRESLIN RAYMUNDO PÉREZ ARELLANO GERSON GÓMEZ ISSA VILLARREAL 14/15_Opinión 5_Historia Nacional 12 _Historia Internacional /ELBARRIOANTIGUO @ELBARRIO ELBARRIOANTIGUO.COM Año Uno/Número Seis Del 9 al 15 de junio de 2013 Made in Monterrey POR ALMA VIGIL DE CÓMO  LA TUMBA  SIGUE EN PAZ ¿Puede la trova ser un arma para defender a un bar de la barbarie?  Y CON MÚSICA E n una noche de noviem- bre de 1994, en el interior de La Tumba , alrededor de 200 personas observan a una banda musical de cuatros chavos que tocan con armónica, dos guitarras y un bote de cartón a modo de tambor. El grupo, que fusiona rock, cumbia, ragga- mufn y hip hop se llama El Gran Silen- cio . Casi nadie los conoce, pero calientan el escenario para luego dar paso a Jaime López, trovador de Tamaulipas que pre- senta su segundo concierto en Monte- rrey. Al terminar el show de los cuatro  jóvenes, parte del público -al igual que López- quedan confundidos no sólo por la novedosa música, sino porque Tony Hernández, uno de los guitarristas de la banda, desocupa su instrumento y co- mienza a servir como mesero en el bar propiedad de Sergio Treviño. El lugar en el que El Gran Silencio hace sus primeros ruidos se llama La Tumba no por alguna ocurrencia funeraria, sino en honor al instrumento musical alto y ovalado de origen cubano que toca el dueño del si- tio, un percusionista-rockero de cabelle- ra larga y oscura, con un lunar en la fren- te al que se reere como su tercer ojo.

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» Continúa en la página 2

Yo Soy Culpable

DIEGO ENRIQUE OSORNO

Cavar la tumba deJFK fue un honor 

JIMMY BRESLIN

RAYMUNDO PÉREZ ARELLANO

GERSON GÓMEZ 

ISSA VILLARREAL

14/15_Opinión5_Historia Nacional 12 _Historia Internacional

/ELBARRIOANTIGUO

@ELBARRIO

ELBARRIOANTIGUO.COM

Año Uno/Número Seis

Del 9 al 15 de junio de 2013Made in Monterrey

POR ALMA VIGIL

DE CÓMO LA TUMBA  SIGUE EN PAZ

¿Puede la trova ser un armapara defender a un bar de la barbarie?

 Y CON MÚSICA 

En una noche de noviem-bre de 1994, en el interior

de La Tumba, alrededor de200 personas observan auna banda musical de cuatros chavosque tocan con armónica, dos guitarras yun bote de cartón a modo de tambor. Elgrupo, que fusiona rock, cumbia, ragga-mufn y hip hop se llama El Gran Silen-cio. Casi nadie los conoce, pero calientanel escenario para luego dar paso a JaimeLópez, trovador de Tamaulipas que pre-senta su segundo concierto en Monte-rrey. Al terminar el show de los cuatro

 jóvenes, parte del público -al igual que

López- quedan confundidos no sólo porla novedosa música, sino porque Tony

Hernández, uno de los guitarristas de labanda, desocupa su instrumento y co-mienza a servir como mesero en el barpropiedad de Sergio Treviño. El lugar enel queEl Gran Silenciohace sus primerosruidos se llama La Tumba no por algunaocurrencia funeraria, sino en honor alinstrumento musical alto y ovalado deorigen cubano que toca el dueño del si-tio, un percusionista-rockero de cabelle-ra larga y oscura, con un lunar en la fren-te al que se reere como su tercer ojo.

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_Historia Local

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Del 9 al 15 de junio de 2013Monterrey, N.L.

Al dueño de La Tumba todos ledicen el Pájaro y existen dos

versiones sobre el origen de su apodo.La primera es a causa de su enredadamelena que asemeja un nido. La otrase remonta al tiempo en que estudiababiología en la Escuela Normal Superior:un día, mientras estaba con sus amigos,vio volar un ave a través del plantely dijo “mira, un pajaro”, sin acentuarla primera letra “a” y produciendo esapalabra rara cuyo sonido causó gracia.Superado el bullying, el “pájaro” consi-guió la tilde que le faltaba. Como quie-ra, la metáfora es implícita: el Pájaro vi-gila La Tumba de El Barrio Antiguo,el único bar establecido en los 90 que

en 2013 sigue abriendo sus puertas enel herido corazón de Monterrey.

Además de atender las mesas de LaTumba, el vocalista de El Gran Silencio fue cajero, barman y una especie de ad-ministrador que organizó tocadas conel Pájaro, a quien conoció años atrás enun taller de percusiones. Con el dinerode la venta de una combi y el préstamode un amigo, entre los dos rentaron yarreglaron el lugar. La Tumba fue unasegunda casa para El Gran Silencio:fungió como cuarto de ensayo, foro ysede de la presentación en 1998 de suprimer álbum con la disquera EMI:el exitoso Libres y Lokos. Esa tocadarompió el récord de asistencia, por lo

que abrieron una fecha más para losque no alcanzaron a entrar. En el lugartambién trabajaron como cocineras lamamá y la hermana de Tony. Dicenque su especialidad eran los tacos decochinita pibil.

Cuando se le pregunta a Tony porqué cree que el local que los vio nacer sí sobrevivió a la violencia que azotó a laciudad, responde: “La Tumba nunca se

envolvió en esa nebulosa de soberbiay egolatría que invadió a Monterreydurante años. No era un lugar para ir a

perder el sentido, siempre fue más cul-tural, pero nunca elitista, podía ir gentede todos los estratos sociales y era muylibre. En sus 19 años de existencia nun-ca hubo sucesos turbios ni peleas”.

II

Hace 19 años, el 24 de junio de 1994,día del cumpleaños de Tony Hernán-dez, se inauguró por primera vez LaTumba en un local que después ocu-paron el Mesón del Gallo y el OK . Tresaños después, el Pájaro decidió mudar-se denitivamente a la casa contigua,al número 927 de la calle Padre Mieren El Barrio Antiguo. El sitio, antes deser la sede actual de La Tumba, era unafuneraria.

Los bares de El Barrio Antiguo noson los únicos lugares que se han vistoafectados por la inseguridad en Mon-terrey: el negocio de las funerarias tra-dicionales ha disminuido, a pesar delincremento de muertes en los últimosaños. Los buitres, personas que ofrecenservicios funerarios mucho más eco-nómicos les han ganado gran parte del

mercado. Marcos, un buitre que rondacerca del Servicio Médico Forense delHospital Universitario, cobra siete mil

pesos por un combo que incluye eltransporte del cuerpo del difunto consu respectivo arreglo y maquillaje, unvelorio en casa y un ataúd de metalparticularmente simple. Los buitres nocuentan con estructura ni laboratoriopero llevan a los cuerpos a otras fune-rarias donde se encargan de embalsa-marlos.

Instrumentos musicales, máscarasde guras africanas y mexicanas colo-cadas en las paredes principales sonparte de la decoración de La Tumba queluce un color ocre en la fachada. La pri-mera habitación es conocida como “ElCuarto de Omar”, en homenaje a OmarRivas, un cliente habitual de La Tumba que se hizo amigo del Pájaro y fallecióen un accidente de carro en el 2003. Undía, mientras Omar conducía por la ve-loz avenida Constitución para dar vuel-ta en Revolución, perdió el control y seestrelló contra una columna. Su cochequedó dividido en dos. Murió al instan-te. Luego de su deceso, su mesa favoritaquedó reservada durante un año sinque nadie pudiera sentarse en las sillascorrespondientes, aunque el lugar es-

tuviera lleno. Así concibe la amistad el 

Pájaro: nunca fue bueno para los ne-gocios.En la entrada se pueden apreciar

posters de conciertos realizados en ellugar. Son de artistas como Lila Downsy Astrid Hadad, trovadores como LuisEduardo Aute, Arturo Meza, El Mas-tuerzo, Alejandro Filio, El Grupo Pio-nero, Edgar Oceransky, Lazcano Malo,Armando Palomas y grupos de rock como  Jumbo, Zurdok, Cabrito Vudú,Prófuga del Metate y La Última deLucas. El cantautor Nicho Hinojosa,antes de ser famoso, amenizó durantemucho tiempo las noches en La Tum-ba.

Pese a su exitosa historia, durantelos cuatro años recientes de la Guerralas cifras de La Tumba han estado enrojo continuo. Para ahorrar costos, el Pájaro se fue a vivir en 2011 a un pe-queño cuarto situado en el segundopiso de su bar. Durante un tiempo, in-cluso durmió en la barra, en las sillasdel salón o en el sillón de la entrada,hasta que consiguió un colchón ina-ble en el que pernocta a diario cuandose cierra la cortina metálica de su nido.Hace poco se inscribió en un gimnasiopara ejercitarse pero sobre todo parabañarse. No hay regaderas en La Tum-ba.

Aunque la propietaria del localno le ha aumentado la renta, La Tum-ba sobrevive de milagro con la poca

auencia de personas que aún se atre-ven a salir en El Barrio Antiguo denoche. En realidad, sobrevive sobretodo gracias a la resistencia de su due-ño que no cede en su afán de seguirpromoviendo la cultura en la ciudad,albergar nuevas propuestas musicalesy darle un espacio a la trova, ese géne-ro musical que algunos creen que yase encuentra en peligro de extinción.

“La Tumba nunca se envolvió en esanebulosa de soberbia y egolatría queinvadió a Monterrey durante años. Noera un lugar para ir a perder el sentido,siempre fue más cultural, pero nuncaelitista”Tony, vocalista de El Gran Silencio 

Foto: Alma Vigil

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Del 9 al 15 de junio de 2013Monterrey, N.L.

III

Sobre el escenario ubicado al fon-do de La Tumba, en el patio, ataviadacon un traje de monja se encuentrauna mujer que roza los 40 años deedad. Jesusa Rodríguez, activista yperformancera mexicana recita elpoema Primero Sueño, consideradocomo una de las obras más impor-

tantes de Sor Juana Inés de la Cruz.Mientras pronuncia de memoria los975 versos que componen el poema,comienza a quitarse las prendas hastaquedar completamente desnuda. Elpúblico, desconcertado y sorprendi-do a la vez, la observa con atencióndurante la hora y media que dura supresentación. Es el 13 de octubre de2002. La Tumba, cuya leyenda es Mu-sicAntro CultuBar , derivada de mú-sica, canto, antro, cultura y bar, siguesiendo un importante espacio paralas diversas expresiones artísticas.En sus inicios, José Eugenio SánchezChepe, poeta nacido en Guadalajaraque reside en Monterrey, organiza-

ba lecturas de poesía los martes en lasala principal del local. Exposicionesde artes visuales, presentaciones delibros, obras de teatro y performancestambién sucedieron ahí.

La cultura es parte importante deLa Tumba. El Pájaro fungió durantenueve años como una especie de di-rector artístico en el Festival del Ba-rrio Antiguo organizado desde 1997por Roberta Sada, hasta que el enton-ces gobernador Natividad GonzálezParás trajo a Monterrey el cuestiona-do y polémico Forum Internacional de las Culturas en el 2007 y todo se fueal carajo.

La cultura como actividad persis-

te en Monterrey, sobre todo por losartistas y promotores independien-tes. Con la llegada en 2009 del actualgobernador de Nuevo León, RodrigoMedina, disminuyó aún más el pre-supuesto de Consejo para la culturay las artes de Nuevo León (Conarte),institución encargada de impulsarel arte y la cultura en la entidad. Re-cientemente, Hugo del Río, escritory ex jefe de prensa de esa institución, explicó que en la ciudad hay másinterés por temas como el futbol y losespectáculos que por el arte. Cuandola violencia alcanzó su punto másálgido, en el periódico El Norte, elmedio impreso más importante de la

ciudad, se redujeron varias seccionesentre las que destacó la sección cultu-ral “Vida”, que ahora cuenta tan sólocon dos páginas, mientras que el su-plemento deportivo “Cancha” tiene20 de información, principalmentede Tigres y Rayados, el duopolio de lacultura local.

En televisión abundan los progra-mas de telebasura: shows de baja ca-lidad pero con alto rating que mues-tran a jóvenes atractivas con pocaropa, bromas y comentarios vulgaresy despectivos, personas dispuestas adenigrarse y ridiculizarse en la pan-talla. Entre otros, se pueden ver en latelevisión local las Noches de Futbol  conducidas por un ex comentaristadeportivo de los partidos de los Tigres,Ernesto Chavana, quien tiene el másalto rating de la ciudad, junto con elprograma Pura Gente Bien, conduci-do por el actor Poncho DeNigris, her-mano de un afamado delantero de losRayados.

Estos fenómenos mediáticos ha-cen pensar que en Monterrey predo-mina un público reticente a la críticasocial y al activismo político. Pero

fuera de la ofcialidad , debajo de la su-percie, hay todo un inframundo li-bre e independiente. El local de trovaes un ejemplo de ello, aunque comotodo en la ciudad, redujo al mínimosus eventos culturales debido a la fal-ta de asistencia y de presupuesto, du-rante estos años de guerra en los quepese a todo, La Tumba logró mante-nerse en paz.

IV

A pesar de la lluvia que rematólos últimos días del huracán  Alex , el 6de Julio de 2010 se llevó a cabo en LaTumba el festival Diez guitarras, diez voces. Fue la primera vez que diezdestacados trovadores de México sereunían en un mismo lugar, en el cen-tro de Monterrey. Aunque era poca la

asistencia debido a la tormenta re-

pentina de la tarde, los diez músicos,

Edgar Oceransky, Jaime López, Paco

Barrios El Mastuerzo, Lazcano Malo,

Armando Palomas, Fernando Delga-

dillo, Alejandro Filio, Raúl Ornelas,

Alejandro Santiago y Arturo Meza,

fueron parte de uno de los mejores

conciertos de trova de la historia.

“Los bares de El Barrio Antiguo no son los únicos lugares quese han visto afectados por la inseguridad en Monterrey: elnegocio de las funerarias tradicionales ha disminuido, a pesardel incremento de muertes en los últimos años. Los “buitres”,personas que ofrecen servicios funerarios mucho máseconómicos les han ganado gran parte del mercado”

Fotos: Alma Vigil

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_Historia Local4

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Del 9 al 15 de junio de 2013Monterrey, N.L.

La trova siempre ha sido funda-mental en La Tumba. Se trata de ungénero musical que quizá tuvo mu-cho que ver con su sobrevivencia. Siel rock de los 80 era un género subte-rráneo, la trova lo era aún más, relataJaime Arreola, cantautor con 25 añosde trayectoria. En épocas del Renaci-miento, un trovador era un poeta, uncantante que mostraba el mundo quevivía en sus canciones, la mayoría delas veces con mensajes cifrados paraque los monarcas no los entendie-ran. Pero en la actualidad el género

no tiene la misma fuerza, según LuisCarlos López, director de Cultura enMonterrey y autor de la antología detrova De la peña al antro. “En las can-ciones de trova actuales prevalece eltema del amor y el desamor, cuandose debería estar contando lo que pasaen la calle, en el país, en el mundo”,sentencia.

Actualmente subsisten cuandomenos otros dos lugares que tocantrova en la ciudad, aparte de La Tum-ba: La Chunga y La Morena. Pero conel resurgir de El Barrio Antiguo,pronto reabrirá el foro La casa de Pan-cho Villa, cerrado en 2008 por el acosode la violencia. A diferencia de lo quesucedió en antros aledaños donde no

había trova, en La Tumba la mayoríade los parroquianos eran personasmaduras que pasaban de los 30 años yconsumían pocas drogas abiertamen-te.

Parecería que la trova salvó a LaTumba de ser blanco del acoso delnarco que vivieron otros lugares em-blemáticos de la cultura alternativaen la ciudad, como El Café Iguana.

V

El Pájaro nació en la tierra deRigo Tovar. Sus papás se conocieronen Matamoros, cuando su mamá, Jo-sena Flores, originaria de Linares,Nuevo León, trabajaba de bracera enla pizca de tomate, y su papá PabloTreviño, nacido en Laredo, Texas, eraun ferrocarrilero. Al preguntarle si suspapás todavía viven, el Pájaro respon-de: “Según dios sí, según Marx no”. El Pájaro es un hombre difícil de expli-car o de descifrar, dice su hija Kerime,de 24 años. Siempre ha hecho lo quele gusta; ha mantenido una familiahaciéndolo. El Pájaro también tieneun hijo, Jorge, de 29 años, quien fueraencargado del difunto bar Clandes-

tino ubicado también en El BarrioAntiguo, cuyo propósito era impul-sar el reggae en la ciudad.

El Pájaro está separado de su exesposa de 46 años, que también se lla-ma Kerime.

La descripción que ofrecen variosde sus allegados y seres queridos varíapoco. Para El Mastuerzo, ex bateristade Botellita de Jerez , el Pájaro es sen-

sible, solidario y bromista, aunquetiene cara de malo. De hecho Kerime,

su hija, relata que cuando ella teníaocho años y oteaba desde las escalerasde La Tumba a los grupos y la genteque asistía, su papá contaba que laniña era un fantasma que rondabapor el bar, pues su sombra era lo únicoque se veía. Sergio Treviño es ademásmaestro normalista de biología y ac-tualmente imparte clases de historiatres días a la semana en la Secundaria73 ubicada en Fomerrey 115, una co-lonia considerada como conictiva .

En toda su historia, La Tumba hatenido alrededor de 500 trabajadores,aunque actualmente son sólo seispersonas las que laboran aquí: Coco,una chica que organiza tocadas con

el Pájaro; Poncho e Isra, encargadosde la barra; Dany es el cajero; el Mudofunge de mesero y es el comisionadode mantenimiento, y Doña Mary, laafable cocinera del lugar.

A pesar de que ciertas paredes enel interior de La Tumba comienzana descarapelarse, que el equipo estámuy gastado y la iluminación es es-casa, el bar luce con cierto movimien-

to aún; en la tercera semana de mayoel miércoles hubo una tocada a bene-cio del músico Alán Vega, un amigodel Pájaro internado en el hospitalpor un derrame cerebral; el juevesmusicalizó un trovador local, mien-tras que el viernes tocaron las bandasde rock local Galactic Beans,  Acril ,Los Barragán, Dirty Wolfs, Los Cha-tos, Bello Público y Vonrat  y el sába-do, el cantautor Armando Palomas sepresentó ante más de 100 personas.

El Gran Silencio también conti-

núa presentándose en Monterrey yen otras ciudades ocasionalmente.Sin embargo, sus integrantes tienenproyectos alternos con los que tam-bién tocan en La Tumba: Campa for-mó el grupo Los Siriguayos, CarlosHernández Cano, hermano de Tony,toca con su banda Capricornio Man,mientras que Tony es ahora acompa-ñado por su esposa Vero Lazos, y porotros músicos en su proyecto de Hom-bre Lumbre. La Tumba ha formadomuchos hijos pródigos, pero el másdestacado, aunque estén lejos de latrova, es El Gran Silencio.

Sergio Treviño dice que mientrassiga siendo su dueño, La Tumba se

mantendrá en El Barrio Antiguo.Asegura que ya pasó lo más difícil.Está satisfecho de que su bar se hayamantenido en paz y con música todosestos años. Fue el único referente cul-tural que pudo sobrevivir a los peoresepisodios de la violencia y, ahora, LaTumba es como el nido de un pájaro:hay cautela pero también expectativapor lo que se avecina.

Parecería que la trova salvó a La Tumba de ser blanco del acoso del narco quevivieron otros lugares emblemáticos dela cultura alternativa en la ciudad, comoEl Café Iguana  

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Del 9 al 15 de junio de 2013Monterrey, N.L.

POR DIEGO ENRIQUE OSORNOFOTOGRAFÍAS: RODRIGO VÁZQUEZ

 YO SOY CULPABLE¿Qué es capaz de hacer un padretras la absurda muerte de su hijo?

El viernes 5 de junio de 2009 Ro-berto Zavala Trujillo y su esposaMartha Dolores Lemas Campu-zano dudaban sobre la conve-

niencia de practicarle la circuncisión a suhijo. En Sonora lo más común es circunci-

dar a los niños por motivos de higiene yprevención de enfermedades. Sin embar-go, Roberto no estaba del todo convencidoy había pedido permiso en su trabajo para

salir un momento a acompañar a su espo-sa a una plática que les daría sobre el temaun médico del IMSS. Roberto había entra-do a trabajar a las seis de la mañana. A lasocho se desprendió de la careta, el chaleco,los guantes y los lentes del equipo de segu-

ridad que requiere para trabajar en el áreade mantenimiento de PGG Industries, en-tre tanques gigantes de ácido sulfúrico ycalderas que hierven y emanan vapor.

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Del 9 al 15 de junio de 2013Monterrey, N.L.

Cuando el sol todavía no calen-taba en Hermosillo, a las nueve

en punto, Roberto estacionó su cocheChevy afuera de la casa. Su esposa y suhijo recién se habían levantado. La ideaera dejar en ese momento a Santiago enla  ABC , una guardería cerca de la casa,en donde tenía más de un año de estarinscrito. Pero al llegar, Roberto tomónota de que ya habían servido el desa-yuno. Decidió llevarse a Santiago a quecomiera algo con él, mientras su esposaentraba a la cita programada con el mé-dico. El doctor explicaba a Martha lospros y contras de la circuncisión del bebémientras Roberto y Santiago bebían jugode naranja y comían pingüinos y gansi-tos en el coche. Al terminar la charla,los tres regresaron a casa. Roberto teníaque volver a su empleo y Martha debíaentrar al suyo en un Call Center , dondetrabajaba haciendo llamadas. Cerca delmediodía salieron y pasaron a la Guar-dería ABC . Roberto bajó y entregó en lapuerta principal a su hijo, se despidió deél, y luego volvió al coche para llevar asu esposa al trabajo.

Aunque su hora de salida era a lasdos de la tarde, Roberto decidió quedarse

más tiempo para estar en una de las jun-tas de reexión que se hacían frecuente-mente, con el n de mejorar la producti-vidad y el buen ambiente laboral. Pocoantes de las tres de la tarde Roberto salióapresurado de la planta. Mientras cami-naba a su coche distinguió en el cielosoleado de la ciudad una torre de humo.

- Mira, fíjate allá. ¿Qué se estará que-mando?- dijo a un compañero.

A bordo de su coche, Roberto tuvoun presentimiento extraño y cambió surutina. La ropa con la que salía del tra-bajo solía estar impregnada de olores ysustancias químicas, por lo que primeroiba a su casa, se duchaba y cambiaba yluego se iba por su hijo a la Guardería ABC . Esa tarde decidió ir directo a la es-tancia infantil. Conforme se acercabaen el Chevy a la guardería, iba dándosecuenta de que la torre de humo salía pre-cisamente de ahí, una zona ubicada alponiente de la ciudad. Cuando estuvo ados kilómetros de distancia, se topó con

el sonido del tráco detenido y las callesde acceso bloqueadas por patrullas conlas torretas encendidas. Desconcertado,decidió brincarse el camellón e irse ensentido contrario por una avenida quetambién daba a la guardería. Al llegarestacionó el Chevy cerca de una llante-ra vecina. Lo primero que vio fue que elhumo salía de un almacén del gobiernode Sonora que compartía paredes con laguardería. Eso lo alivió. Supuso que el in-cendio estaba ocurriendo ahí, y que losniños estarían resguardados en algunacasa vecina.

Pero al dar vuelta para llegar a laentrada principal de la guardería se topócon una escena de caos. Una vieja ca-mioneta pick-up estaba ensartada en lapared, con su conductor desmayado so-bre el volante, rodeado por una nube dehumo que salía del hoyo que el vehículohabía logrado hacer en la construcción,para improvisar una salida de emer-gencia que nunca tuvo funcionando laestancia infantil. Roberto corrió hacia elcaos y agarró de los hombros a una de lasmaestras que estaba gritando cosas pocoentendibles con la vista al cielo.

- ¿Dónde está Santiago, Santiago Za-vala?- la increpó.

- Allí están unos niños, en aquellacasa- respondió señalando una viviendaa 100 metros de distancia en la cual ha-bía cerca de 20 niños tirados en el suelo,llorando desesperadamente mientraseran consolados por educadoras y desco-nocidos. Roberto corrió hacia allá, mirócon detenimiento pero no encontró a suhijo entre el grupo de pequeños rescata-dos.

- ¿Y dónde está Santiago?- preguntóa la siguiente maestra con la que se topó.

- No sé, no sé qué pasó.Sin pensarlo más, Roberto entró a

la guardería en la que aún había áreasincendiándose. Caminó entre el humobuscando la sala en la cual había dejadohoras antes a su hijo, pero no alcanzabaa ver nada. Tras cinco minutos de des-varío salió. Se topó con la maestra quehabía visto al llegar. Ella estaba cada vezmás desesperada.

- Oye, tranquila ¿en qué sala estáSantiago Zavala?

- En el B-1- ¿Dónde está el B-1?- Allá junto al baño al fondo.

Roberto ingresó de nueva cuentay se metió a lo que hasta esa mañanahabía sido la sala B-1. El humo se hacíamás denso conforme se acercaba al sitioindicado. Cuando llegó a la sala, Rober-to tuvo que empezar a caminar de cu-clillas, tocando con las manos el suelocon la esperanza de toparse con su hijoen medio del ambiente sofocante. Alpoco tiempo el humo lo asxió. Salió dela guardería, se quitó la camisa que lle-vaba y la mojó con agua de un garrafónque un vecino había llevado para laslabores de auxilio. Se amarró la camisahumedecida a la boca y entró de nuevo.Para entonces, ya había más personasque también estaban buscando niñosen la penumbra. El grupo de rescatistas,conformado lo mismo por bomberos

que por cholos del barrio, se topó con unplafón, mochilas y colchonetas, pero noencontró a ningún niño. En otro de loscuartos de la guardería, una silueta con

voz avisó que estaban sacando a los ni-ños que faltaban de la última sala.

Al salir, Roberto vio con desespera-ción a un par policías estatales en posi-ción de guardia, con ametralladoras enmano.

- ¿Qué pasó aquí?- les cuestionó.- No sé.- Entonces ¿por qué traes enseñando

esa arma?- No, no sé qué pasó.Sobre la banqueta de enfrente de la

guardería había varios niños tendidos.Un grupo de socorristas con los cuerpossudorosos trataban de revivirlos con res-piración de boca a boca. Roberto se acer-có con esperanza y temor para ver si en-tre ellos estaba Santiago. Ninguno era suhijo, quien ese día cumplía dos años, unmes y diez días de nacido. Un policía lepuso la mano en el hombro y le dijo quefuera al Cima, un hospital privado delas cercanías a donde habían sido lleva-dos la mayoría de los niños lesionados.Roberto se subió de nuevo a su Chevy ycomenzaron los pitidos, los acelerones,las mentadas de madre de ventana aventana vehicular y los atajos por colo-

nias perdidas. Pasó antes por su esposa,pero ella no estaba en su trabajo. Marthase había enterado de lo sucedido y habíaido a buscar por su cuenta a Santiago.

Roberto fue uno de los primerospadres en llegar al área de urgencias delhospital Cima. El recepcionista aún nose daba cuenta de la gran tragedia queestaba ocurriendo en la ciudad y actua-ba con el desdén que suelen actuar losfastidiados empleados de hospital.

- ¡Eh-, eh, reacciona! Estoy buscandoun niño, a Santiago de Jesús Zavala, de laGuardería ABC - gritó Roberto.

- Ah, sí mire, pásele por allá.Otro empleado de la clínica le conr-

mó que las salas de terapia intensiva esta-ban atiborradas de niños de la guardería

con quemaduras por fuego e intoxicacio-nes en su cuerpo. Por el momento no po-día dar más detalles. Al poco tiempo llegóMartha y otros padres.

Lo primero que viofue que el humosalía de un almacéndel gobiernode Sonora quecompartía paredescon la guardería. Esolo alivió. Supuso queel incendio estabaocurriendo ahí, y quelos niños estaríanresguardados enalguna casa vecina

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Del 9 al 15 de junio de 2013Monterrey, N.L.

El director del hospital se acercó aellos y les dijo en tono pausado que ha-bían fallecido algunos pequeños y queotros se encontraban muy graves.

A las cinco de la tarde, Roberto deci-dió irse a buscar a su hijo en otros hospi-tales. Fue al DIF, en donde a las siete dela tarde le permitieron entrar a ver a unbebé que había ahí y que aún no habíasido identicado. Roberto entró y vio a

un pequeño envuelto en un montón devendas que apenas dejaban que se le mi-rara el rostro. Preguntó el tipo de sangre yel doctor le dijo que era A positivo, lo cualdescartaba que fuera Santiago, cuya san-gre era O negativo. En las siguientes ho-ras, Roberto recorrió sin suerte todos loshospitales de la ciudad. El último que lefaltaba por visitar era el del ISSSTE, dondeacababan de reportar que había otro niñosobreviviente que hasta el momento nohabía sido identicado por sus familiares.Al llegar a la recepción, Roberto vio col-gada una camisetita que le recordó unade las que solía ponerle a Santiago. Paraagilizar el reconocimiento de los peque-ños pacientes, en las entradas de los hos-pitales del Hermosillo, el 5 de junio se co-locaron tendederos de ropa infantil con

los cuales se tenía la intención de que lospadres ubicaran más fácilmente a sus hi- jos. Tras toparse con la camisetita, Robertoalbergó la esperanza de que su hijo estu-viera ahí. Esa era la última oportunidadque tenía de encontrarlo con vida.

Una vez que la enfermera lo condujoa la sala de terapia intensiva se paró de-lante de una cuna. Había un bebé con lapiel enrojecida y un tosco aparato respira-dor en su diminuto rostro. Lo vio duran-te un minuto con los ojos ya cansados yluego dijo: “Sí, él es mi hijo”. Su hermanaJessica entró después para mirar tambiénal bebé.

-¿Estás seguro de que es él, Roberto?- Sí, Jessica. Velo bien. Es él, pero pues

está quemado.Luego entró Martha.- No es- dijo contundentemente la

esposa de Roberto.- Sí es, Martha.Las dudas de la pareja acabaron

cuando supieron el tipo de sangre delbebé.

El servicio médico forense era el si-guiente lugar al que debían ir. En la en-trada de la morgue, un empleado conrostro serio les mostró varias fotografíasde los niños que estaban ahí. En una deellas aparecía su hijo Santiago. Tras darlesel pésame, el empleado forense los llevóa una ocina del sitio en donde estabanel procurador de justicia de Sonora, AbelMurrieta, y el Arzobispo de Hermosillo,José Ulises Macías. El prelado le tomó lamano a Martha y empezó a hablarle deresignación. Roberto había pasado de latristeza a la furia.

-No diga nada- pidió.- Es que hijo...- No, no diga nada, quédese callado,

¡cállese!- Pero hijo, comprende que...- ¿No entiende lo que es quedarse

callado?El arzobispo calló por completo.- ¿Cuántos niños van?- preguntó Ro-

berto volteando la cara hacia el Procura-dor.

-No le puedo decir. Es una informa-ción condencial.

-¿Cómo chingados va a ser conden-cial?

Después de unos minutos, ante lainsistencia de Roberto, el funcionario es-tatal le dijo que 12.

Era medianoche y, en realidad, lacantidad de muertes era mucho mayor

de las reconocidas públicamente. Las au-toridades, en medio de la confusión, tra-taban de controlar el impacto que el in-cendio tendría en el cambio de gobiernoestatal, previsto para dentro de un mes.

Esa noche, Roberto y Martha no re-gresaron a su casa. Estaban destrozadosy la mamá de Roberto los convenció deque durmieran en la de ella.

Al día siguiente por la tarde, mien-tras el cuerpo de su hijo era llevado a unafuneraria local, donde sería velado y des-pués trasladado a un nicho de la Iglesia

de Fátima, Roberto decidió ir a su casacon el pretexto de acarrear algo de ropa.Al llegar al número 30 de la calle Mocte-zuma, en la colonia Perisur, Roberto se

quebró. Bajó del coche, abrió la cerraduradel barandal y dudó seguir en dirección ala puerta principal. Cuando estuvo fren-te a la puerta se armó de valor y entró.Convivió un rato con algunas cosas deSantiago: un triciclo marca  Apache, uncamioncito amarillo de la construcciónTonka, ropa de Batman, una sillita paracomer, fotos colgadas en la pared, jugue-tes de la película Cars y una playerita delas Chivas del Guadalajara. La sensaciónde soledad era inmensa.

Al poco rato Roberto estalló. Comen-zó a patear objetos y a pegarle de puñe-tazos a las paredes. Apretaba sombrascon la mano. El nacimiento de Santiagohabía representado un cambio radicalen su vida y su muerte anunciaba otro.Tiempo después, Roberto se asustaría

de la cantidad de cosas locas que pasa-ron por su cabeza ese sábado 6 de junio,mientras contemplaba la cuna donde suhijo dormía antes de morir en una de lasmayores tragedias en la historia recientede México.

El lunes 8 de junio a las nueve dela mañana Roberto Zavala se fue a laimponente ocina del procurador. AbelMurrieta lo recibió inmediatamente. Al-gunos funcionarios tenían la orden delgobernador de Sonora, Eduardo Bours,

de atender a las familias de los 49 niñosmuertos para tratar de aminorar el im-pacto inevitable de la tragedia hacia suadministración, responsable del almacénen donde había comenzado el incendio.Roberto le volvió a preguntar quién erael culpable del incendio. El funcionariole respondió que no lo sabía pero le pidióque le tuviera conanza, que iban a hacerlas cosas bien.

- ¿Cómo chingados crees que pode-mos tener conanza en ti, cómo, dímelo?-

respondió Roberto, tempestuoso.El funcionario le aseguró que llega-rían tres peritos independientes en lassiguientes horas, para que el esclareci-miento del incendio se hiciera de formatransparente. Roberto regresó a la casa desu madre y se encerró ahí con su esposaMartha.

El miércoles 10 de junio, un pequeñogrupo de auténticos dirigentes sociales,así como operadores tanto del PRI comodel PAN que respectivamente preten-dían manejar la tragedia con nes elec-torales, convocaron a una marcha deprotesta. Más de una veintena de padresy familiares respondieron a la convoca-toria. Roberto y Martha no. Todavía nopodían salir a la calle.

Pero una posterior conferencia de

prensa que dio el procurador Murrietaprovocó el enojo de Roberto y lo con-venció de que debía hacer algo. Murrietaanunció ante reporteros locales, nacio-nales e internacionales llegados para darseguimiento al acontecimiento que, deacuerdo con la indagación de los peritosindependientes, el responsable del incen-dio era un cooler , como se llama en Sono-ra a los aparatos de aire lavado. Además,el Gobernador Bours Castelo, un políticode aires napoleónicos, había tenido quereconocer en una entrevista con CarmenAristegui, que Marcia Matilde AltagraciaGómez del Campo Tonella, una de las so-cias de la guardería subrogada del IMSS,era prima de él y de Margarita Zavala, laesposa del presidente Felipe Calderón.También aceptó que dos funcionarios dealto nivel de su administración eran ac-

cionistas de la estancia infantil siniestra-da, junto con sus respectivas esposas. Lue-go, investigaciones de los diarios Milenio y El Universal habían demostrado que laestancia infantil subrogada por el IMSSoperaba pese a no cumplir con las medi-das de seguridad básicas e incluso, que sele había otorgado la renovación del con-trato a los dueños al inicio de la adminis-tración del presidente Calderón, median-te un ocio rmado el 29 de diciembre de2006 por el entonces director del SeguroSocial, Juan Molinar Horcasitas.

“Que su puta madre. Ahora sí, vamosa la marcha”, le dijo Roberto a Marthauna noche luego de ver en la televisiónlas noticias sobre la tragedia.

El segundo acto de protesta por el si-niestro de la Guardería ABC fue el sábado13 de junio. Cerca de 10 mil personas ca-minaron desde las trastocadas instalacio-nes de la estancia infantil hasta las puer-tas del palacio de Gobierno de Sonora.

Mientras marchaba en silencio porlas calles de Hermosillo con una fotogra-

fía de su hijo en las manos y los hombrosheridos, Roberto pensaba y pensaba so-bre quién era el culpable de lo que habíaocurrido en la guardería. En los mediosse habían dado a conocer evidencias denegligencia por parte de los inuyentesdueños de la guardería, del IMSS, del go-bierno estatal que rentaba el almacénaledaño donde se inició el incendio yde protección civil municipal que habíaotorgado el aval para que la guarderíasiguiera operando pese a tener una lonaamable que disimulaba el techo de lá-mina y no contar con una salida de emer-gencia adecuada. “Todos somos culpablesde esta pinche tragedia”, se dijo Roberto.

Al llegar a la plaza Zaragoza, algunospadres empezaron a lanzar sus reclamos.

Martha exigió justicia por la muerte deSantiago y después le pasó el micrófonoa Roberto, quien no tenía la intención dedecir algo en público pero encaró la situa-ción. Roberto ni siquiera sabía cómo aga-rrar correctamente un micrófono. Unavez que acomodó el aparato comenzóa hablar con voz baja, usando un ciertotono pedagógico.

- Entre el IMSS -arrancó- los socios dela guardería y la persona que rentaba labodega a Hacienda, ninguno ha aceptadosu parte de culpa, pero hay un responsableque sí está aceptando la culpa y la lleva enlas espaldas: ése soy yo.

- ¡Tú no lo eres, son esos corruptos losque tienen la culpa!-gritó contradiciéndo-lo alguien de entre la muchedumbre.

- Sí, dicen, son esos corruptos... Pero yosoy el principal responsable, por ser unapersona honrada que tiene un empleo,por tener que cumplir con un horario detrabajo, por tener la Seguridad Social queme dio la oportunidad, y me dio la elec-ción de que mi hijo entrara a esa guarderíadonde me dijeron que contaban con todaslas medidas de seguridad. Yo tengo la cul-pa por confiar, yo tengo la culpa por pagarmis impuestos, yo tengo la culpa por ir avotar. ¡Yo soy el responsable de la muertede mi hijo!

Al salir, Roberto viocon desesperacióna un par policíasestatales enposición deguardia, conametralladoras en

mano.- ¿Qué pasó aquí?-les cuestionó.- No sé.- Entonces¿por qué traesenseñando esaarma?

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Para ese momento, la plaza Zaragoza

había estallado. Los gritos a favor y en con-tra de lo que decía Roberto se confundían.Roberto detenía un poco su reflexión he-cha con voz tranquila y subía el tono. Em-pezaba a gritar, temblando de coraje.

“Señor Gobernador: ¡Aquí está uno delos responsables que está buscando! ¡Ven-ga por mí! ¡Aquí lo estoy esperando! ¡Vengapor mí! ¡Estoy harto! ¡Es demasiado que seestén burlando de todos nosotros! Que nosdigan que todo está bien, cuando sabemosque México es una basura. Todo en lasnoticias: corrupción, narcotráfico. ¡Ellos seburlan de nosotros! ¡Yo soy culpable pordejarlos!”

A principios de los 80, cuando Robertocumplió los cuatro años de edad, su padrefue trasladado de Hermosillo a un desta-

camento de la policía Federal de Caminosen Guadajalara, donde la familia ZavalaTrujillo se amplió al nacer Jessica, la úni-ca hermana que tiene Roberto. Tres añosdespués, el padre de Roberto fue comisio-nado a Ciudad Guzmán para que vigilarael camino de ésta a Guadalajara. En 1992,en medio de un ambiente de guerra porla disputa de los sicarios de los hermanosArellano Félix con los de Joaquín El Cha- po Guzmán, el padre de Roberto recibióun tiro en la espalda mientras se enfren-taba con un convoy del narco en la carre-tera. El padre de Roberto sobrevivió peroperdió movilidad en las piernas. Por su ac-ción, fue ascendido de capitán a segundocomandante.

Semanas después, la familia ZavalaTrujillo regresó a Hermosillo. Su padre

empezó a hacer labores de oficina en lacomandancia de la policía Federal de Ca-minos, mientras que la madre de Robertoocupó de nuevo el puesto de secretariaadministrativa en el cual había conocidoa su esposo.

Los constantes cambios de residenciahacían que Roberto tuviera problemaspara adaptarse en las escuelas, donde suscompañeros lo veían con extrañeza porser el nuevo. Al volver a Hermosillo suspadres lo inscribieron en una escuela deLas Isabeles, un barrio bravo de la ciudad,

donde las peleas a golpes fueron diariasdurante las primeras semanas. Ya despuéspasaría a la Escuela Técnica número 6, enla que la vida escolar resultó menos con-vulsa.

Al salir de la secundaria entró al Cole-gio de Bachilleres norte, donde sólo estuvohasta el cuarto semestre, cuando tuvo quedarse de baja a causa de malas calificacio-nes. Una vez que dejó los estudios iniciósu vida laboral trabajando en La Macedo-nia, una de las pizzerías más antiguas deHermosillo, ubicada en la colonia Granjasy famosa no sólo por sus pizzas sino tam-bién por sus raspados de hielo con jarabesdulces, tan necesarios como deliciososen los calurosos veranos de la ciudad. Encuestión de horas aprendió a conduciruna motocicleta y al día siguiente ya re-corría en ella las calles, entregando pizzasy espaguetis. Aunque los accidentes vialeseran comunes entre sus compañeros, élnunca tuvo ninguno.

De La Macedonia se fue a trabajar auna agencia de viajes como mensajero.Ahí se dio cuenta de lo difícil que sería lavida realizando arduos trabajos a cambiode livianos sobres de sueldos. Con el apoyode sus padres, reanudó a los 18 años sus es-tudios de preparatoria, sólo que esta vez seinscribió en una escuela privada llamadaPreparatoria Regional del Noreste, dondetuvo que iniciar cursos desde el primersemestre. Un maestro de ahí notó que Ro-berto era un árbol torcido: tenía poca disci-plina para estudiar y mucha rebeldía a lahora de las clases. Cierta mañana, el profe-sor abordó a Roberto.

- ¿Qué es lo que buscas?- Es que yo no estoy de acuerdo cómo

se hacen las cosas.A esa edad, Roberto se consideraba

a sí mismo como un anarquista ya quetenía una postura siempre en contra delas reglas. Su influencia anarquista, másque política o literaria, era musical. Oía abandas españolas como Ska-P , Sin Dios y  Reincidentes. Roberto entró en contactocon estos grupos poco difundidos en lasestaciones comerciales del país medianteuna radio hermosillense: La Bemba, conla cual, años después volvería a tener unlazo especial. Después de oír las bandasanarquistas en la estación comunitaria,Roberto empezó a buscar más música deesta en internet, a través de Youtube y pro-gramas especiales de descarga de música.

El maestro le respondió a Roberto.- Mira, entonces ¿tú vas en contra del

sistema, verdad?- Pues la verdad sí.- Entonces, ¿tú quieres cambiar las co-

sas verdad?- Sí, a mí me gustaría mucho, o sea, vi-

vir en un país distinto.- Pues métete al sistema. Cuando es-

tés dentro del sistema, cámbialo; si tú es-tás afuera del sistema nunca vas a poderhacer ningún cambio, solamente te vas aquedar gritando; si quieres hacer algo real-mente, métete al sistema, interactúa con ély cuando tengas suficientes herramientas,entonces empieza a cambiar las cosas deverdad.

La charla conmovió a Roberto. Si-guió siendo rebelde, pero hacía las tareas

y había conseguido un trabajo de medio

tiempo enDominos Pizza, donde empezócomo repartidor y meses después llegó aser el encargado de una sucursal ubicadaen la zona Satélite de Hermosillo. En esosaños, Roberto tenía el pelo a rape, usabaropa de colores oscuros, zapatos de casqui-llo y dejaba que candados y cosas de metalcolgaran de su cinturón. Sin embargo, nole gustaron nunca los  piercings. La rela-ción con su padre, un heroico policía fede-ral, fue difícil por esos años, y una de las ra-zones era precisamente el tipo de ropa queRoberto usaba. La mamá de Roberto solíadecirle: “Si te vistes como la gente normal,te compro un carro”. Roberto no tuvo co-che a esa edad. Su vestimenta era un códi-go que proclamaba: “Soy un indomable”.

La persona que sí pudo cambiarlo fueMartha, una vieja amiga de la prepa con

la cual se reencontró tiempo después. Sehicieron novios. A causa de su enamora-miento, Roberto empezó a usar de vez encuando una que otra camisa de coloresclaros y dejó de llevar los zapatos de cas-quillo todos los días. Cuando estaba porterminar la preparatoria, Martha le dio lanoticia de que estaba embarazada.

Roberto le pidió que se casaran. Lospapás de él acababan de mudarse de casay habían dejado sola la otra, a donde ter-minaron mudándose Roberto y Marthapara esperar el nacimiento de su hijo. Ro-berto dejó después su trabajo en Dominos,donde ganaba sólo mil 700 pesos por quin-cena, pese a que ya era encargado de unasucursal. Por fortuna había conseguido unmejor empleo ganando el doble de sueldoenHenkel , empresa de químicos que hacía

 jabones para la Ford . Roberto se encargabade cambiar filtros, limpiar tanques y checarla presión de la línea de producción.

El 21 de octubre de 2005 nació su pri-mer hijo, en una clínica particular. El doctorque lo recibió, cuando vio lo grande queera, bromeó: “De aquí se va mañana dere-chito al kínder”. Unas horas más tarde, elbebé comenzó a tener fiebre y días despuésfalleció a causa de un paro cardiaco. Rober-to y Martha prefieren no hablar mucho deDaniel Guadalupe, el nombre que le ha-bían puesto a su primer hijo.

Al poco rato Roberto estalló. Comenzó apatear objetos y a pegarle de puñetazosa las paredes. Apretaba sombras con lamano. El nacimiento de Santiago habíarepresentado un cambio radical en suvida y su muerte anunciaba otro

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Al año siguiente, en 2006, Henkel , laempresa donde trabajaba Roberto, perdiósu contrato con la Ford y tuvo que cerrarsu planta en Hermosillo.PPG Industries, lacompañía a la cual la empresa automotrizhabía decidido darle ese año el nuevo con-trato, reclutó a Roberto. Unos días después,Martha dio la noticia de que estaba emba-razada de nueva cuenta. Con el cheque dela liquidación de Henkel , Roberto le com-pró un seguro de gastos médicos mayoresa su esposa y pagó el nacimiento de su hijoen la clínica Licona, donde un ginecólogorevisaba cada mes a su esposa y en donde lehacían constantemente estudios médicos yultrasonidos de cuarta dimensión para vercómo iba creciendo su hijo en el vientre desu madre. “Este lo vamos a esperar comosi fuera niño rico”, le anunció Roberto a suesposa.

El 26 de abril de 2007 nació Santiago deJesús Zavala Lemas, sin ninguna complica-ción. Tras una noche en la clínica, Marthay el niño arribaron a la casa de la coloniaPerisur donde la pareja había colocado unacuna al lado de su cama y pintado las pare-des de la habitación con colores brillantes.Pusieron juguetes, pañales y ropita en unas

repisas especiales que permitían tener todoa la mano rápidamente. El nacimiento deSantiago hizo que Roberto decidiera estu-diar en la Universidad de Sonora por lastardes, para tener en el futuro una mejor si-tuación económica que ofrecerle a su hijo.Después de los primeros cinco meses en losque Santiago despertaba constantementeen las madrugadas, Roberto inició las cla-ses. Esos días de Roberto comenzaban a lascinco de la mañana, cuando abría los ojospara alistarse e irse al trabajo. Terminandola jornada, a las dos de la tarde, se iba directoa la escuela. Acababa poco antes de que ca-yera la noche, cuando se reencontraba consu esposa y su hijo en casa.

Pero al poco tiempo surgieron com-plicaciones en las finanzas familiares. Lacasa en la que vivían los Zavala Trujillo erapropiedad de los padres de Roberto. Ellospagaban al banco una mensualidad, queintempestivamente ya no pudieron seguircubriendo a causa de una enfermedad quedejó incapacitado nueve meses al papá deRoberto, para ese entonces comandantede la Policía Federal en Nayarit. Robertoacudió al banco en nombre de sus padres yarregló para cubrir el adeudo de la casa consu crédito laboral del Infonavit. A final decuentas, el banco aceptó y cuando empeza-ron a aparecer los descuentos en el salario,Roberto decidió suspender sus estudios.Para mejorar la alicaída economía de lacasa, Martha se empleó en un Call Center .Durante esos días comenzaron a buscar unlugar seguro donde dejar a Santiago mien-tras ambos trabajaban. Primero, encarga-

ron a su hijo con una hermana de Martha.Luego, una amiga le recomendó a Marthaque inscribiera a Santiago en la  ABC , quese encontraba cerca de la casa. Robertodudó inicialmente, pero después aceptó. Letranquilizaba saber que la estancia infan-til tenía muchas recomendaciones y queademás le darían en realidad poco uso, yaque Martha trabajaba solamente los finesde semana, por lo que de lunes a jueves elniño no tendría que ir necesariamente a laguardería. Para que no perdiera su lugara causa de inasistencia, Roberto llevaba aSantiago tres horas a la guardería, tres díasa la semana. El viernes era el único día enque Santiago pasaba el día completo en laestancia infantil, donde había otros 200 ni-ños inscritos.

Por la tarde, al salir del trabajo, Rober-

to recogía a Santiago y como no estaba sumamá en casa, solían pasar toda la tarde

 juntos. Si se quedaban en casa, Robertole ponía canciones como Basket Case, delgrupo Green Day , o alguna otra de TheOffspring. En el menú de actividades posi-bles estaba también ver el canalDiscovery Kids. Cuando salían, su lugar favorito era elzoológico de la ciudad. La primera vez quefueron, ni los leones ni los monos ni las ji-rafas cautivaron tanto a Santiago como loscuervos. En cuanto llegaron a la jaula en la

que estaban, Santiago empezó agitarse y ahacer señales para que su padre mirara conla misma emoción que él las aves. Robertole dijo esa noche a su esposa Martha queera posible que Santiago se tratara en rea-lidad del pequeño Demian, amigo de loscuervos.

La convivencia con Santiago habíacambiado radicalmente a Roberto, quienantes de que naciera, no era raro que se aga-rrara a golpes por cualquier pretexto. San-tiago hizo nacer en Roberto un sentido deprotección desconocido. Roberto empezó atratar de meterse en menos problemas, nodiscutir de coche a coche e incluso, se pusoa leer con sumo detalle las indicaciones deseguridad de los productos que tenía quemanejar en su trabajo en PPG Industries.

Después de aquella marcha en la queRoberto se culpabilizó a sí mismo, los pa-dres comenzaron a hablar de la necesidadde organizarse para impedir que la muer-te de sus hijos permaneciera impune. LaEmiliana de Zubeldía, una plaza públicaque huele a hot-dogs y está frente a la zonauniversitaria, se convirtió en el sitio dondefamiliares de los niños fallecidos y espontá-neos ciudadanos construyeron un altar enhonor de las pequeñas víctimas. Tras variosdías de discusiones, en las cuales llegarona participar hasta 40 parejas de padres, na-ció ahí el Movimiento Ciudadano por la Justicia 5 de junio. No todos los padres se

incorporaron a él. Cuatro parejas decidie-ron tratar de olvidarse por completo de losucedido y encomendaron a dios el destinode las investigaciones y la impartición de

 justicia. Otros pocos prefirieron estableceruna negociación económica con las autori-dades a cambio de no protestar.

Cada día 5 de mes, los padres del mo-vimiento emprenden algún tipo de acciónde protesta. Lo mismo marchas que míti-nes, o bien juicios ciudadanos en contrade los dueños de la guardería o de los fun-cionarios involucrados. Por lo común, susmanifestaciones tienen un aire como deperegrinación espiritual. Son silenciosas yal frente van mamás y familiares con las ca-rriolas vacías de sus hijos fallecidos, para darpie después a un contingente de familiaresque llevan fotos de los niños de la guarderíacomo si llevaran jirones de luz en las ma-nos. Se usan tambores que marcan el ritmo

de la caminata de una multitud bañada ensudor, y ocasionalmente se oye a través deun celular, la voz grabada de alguno de losbebés de la guardería. Canciones de cunacomo Pin Pon es un muñeco, son ento-nadas repentinamente como un canto deprotesta.

Roberto Zavala, al igual que otros pa-dres, modificó su manera de ver las cosasen el país tras la muerte de su hijo. CuandoRoberto veía en las noticias que había unaprotesta en Oaxaca o en el Distrito Federal,

le decía a su esposa: “Ay, pinche gente cómola hace de pedo, así estamos en México, nose puede arreglar nada así, vamos a seguirsiempre de jodidos”. Nunca imaginó queestaría delante de hasta 20 mil personaspronunciando un discurso de protesta. Lamuerte de Santiago le quitó cualquier tipode pena a hacer el ridículo o de miedo a algu-na represalia. Tras varios meses de compañe-rismo y lucha al lado de los otros padres delMovimiento por la Justicia, empezó a tenernuevos sueños y algo de esperanza. Uno deellos es que luego de conseguir que vayan ala cárcel todos los responsables de la muertede sus hijos y se modifique el sistema actualde guarderías nacionales, el Movimiento siga vigente ayudando a otras personas cu-yos derechos también hayan sido atropella-dos. Roberto anhela que dentro de 50 añossiga existiendo el Movimiento Ciudadano por la Justicia 5 de junio, con gente comple-

tamente nueva, jóvenes que ni siquiera ha-yan nacido cuando ocurrió la tragedia de laGuardería ABC .

La tarde de un sábado de marzo de2010, Roberto miraba a Diego, el hijo de suhermana Jessica, mientras éste jugueteabacon la hija de Julio César Márquez y otrosniños, en el patio de la preparatoria PauloFreire, donde se celebraba un baby shower,al cual asistían la mayoría de los padres queconforman elMovimiento por la Justicia.

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Aquellos padres tenían un ánimo desatisfacción. Sus acciones habían logradoya, nueve meses después, que la Supre-ma Corte de Justicia de la Nación pusieraa investigar el caso a un grupo de magis-trados, quienes en su informe preliminarconcluían violaciones graves a las garan-tías individuales por parte de los más altosfuncionarios del IMSS, y de los gobiernosestatal y municipal, así como la ilegalidaddel esquema de subrogación mediante elcual operaba la ABC y otras mil 400 estan-cias infantiles del Seguro Social.

Roberto estaba recargado en una pe-queña fuente mientras miraba con dete-nimiento a su sobrino Diego, quien pese aser el más pequeño de edad y estatura delgrupo de niños, era el que los lidereaba. Ro-berto veía a Diego y recordaba, con esa fugi-tiva tristeza que va y viene, cómo a veces elpequeño hijo de su hermana menor llega-ba y desordenaba los juguetes que su hijoSantiago trataba de acomodar en el suelo,cuando jugaban juntos. Pese a las buenasnoticias que iban apareciendo en su vida,era inevitable que a Roberto lo agarraraese enardecerse y derrumbarse, ese esfuer-zo permanente de intentar salir adelante.

Para esas alturas, el grupo de padres en lu-cha había conseguido, además del informepreliminar de la Suprema Corte de Justiciaa su favor, el apoyo de miles de personas entodo el país. Actos de respaldo a su causa sehabían celebrado lo mismo en el DistritoFederal, que en Monterrey, Guanajuato,Villahermosa, Guadalajara y Tijuana. Co-municadores respetados a nivel nacionalcomo Katia D’ Artigues, León Krauze, Ricar-do Rocha, Olivia Zerón y Epigmenio Ibarra,entre otros, daban seguimiento puntual asus acciones. El reconocido activista DanielGershenson, impulsor de la incorporaciónde las acciones colectivas a las leyes na-cionales, se había convertido en un activointegrante del Movimiento, participandoen eventos públicos y a través de Twitter ,

donde convocó con éxito a diversas accio-nes de apoyo a los padres. En Sonora, MariG. Escalante, propietaria de la preparatoriadonde se celebraba elbaby shower , era unade las personas que se habían adherido conmás pasión al movimiento de los padres, aligual que Claudia Díaz Symonds, el profe-sor Rubén Duarte, la periodista Silvia Nu-ñez y el abogado Lorenzo Ramos.

Y lo más importante, Roberto estabaviviendo a nivel personal un momentode gran ilusión. El baby shower que se ce-lebraba en la preparatoria Paulo Freire eraen honor de su esposa Martha, quien esta-ba a punto de dar a luz a una niña, la tercerahija del matrimonio, la cual nacería unoscuantos días después, el 29 de marzo, en elHospital San José y sería nombrada Ana

Victoria Zavala Lemas. Roberto estaba con-tento, pero tenía una íntima cicatriz. Pensa-ba en una fecha próxima: el 26 de abril de2010, cuando su hijo hubiera cumplido lostres años de edad. Para esa fecha, junto consu esposa Martha, Roberto pensaba reali-zarle un homenaje especial a Santiago. Esteconsistía en colocar una foto gigante de sufallecido hijo en un anuncio panorámicodel transitado bulevar Rodríguez, cerca deunas oficinas del IMSS y a unos metrosdel despacho privado del ex gobernadorEduardo Bours. Junto a la enorme foto, Ro-berto y Martha pedirían que se colocara elsiguiente mensaje: “La corrupción no medejó cumplir 3 años este 26 de abril. Santia-go de Jesús Lemas. 26 de abril de 2007-5 de

 junio de 2009. ¡JUSTICIA!”.

El 30 de abril de 2010, en medio de lascelebraciones del Día del Niño, el entoncespresidente Felipe Calderón Hinojosa reci-bió a padres que perdieron a sus hijos en elincendio de la Guardería ABC pero que noforman parte del Movimiento Ciudadano por la Justicia 5 de junio. Al término de lacita no hubo anuncio de compromiso al-guno para dar justicia en un caso por el cualhay 49 niños muertos y ningún funciona-rio o particular en la cárcel. Lo único que

hubo fue una fotografía del mandatariocon familiares de los niños. Roberto estabaese día en la ciudad de México, junto conotros padres que habían sido citados un díaantes por Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, elMinistro de la suprema Corte de Justicia dela Nación que lleva el caso que será valo-rado por el pleno del máximo tribunal de

 justicia del país, en este verano de 2010. Trasconfirmar la noticia, Abraham Fraijo, papáde Emilia, escribió en su cuenta de Twitter :

“Qué pena por las familias que se prestan aser objeto de burla por parte del presidente”,mientras tanto, Julio César Márquez, padredel pequeño Yeyé, escribió: “Jamás vuelvoa llamarlo presidente. ¿No le da vergüenza?Ha acabado usted con la poca fe de muchosmexicanos con su cobardía escudada”.

Roberto no tiene cuenta de Twitter ,pero el comentario que pensó sobre el pre-sidente Calderón no era más suave que elde sus compañeros.

El 6 de mayo de 2010, un día despuésdel más reciente acto de protesta del movi-miento en la plaza Zaragoza de Hermosi-llo -un juicio ciudadano contra los funcio-narios responsables del siniestro-, Robertofue al hotel Kino para reunirse con el fotó-grafo Rodrigo Vázquez, con quien habíaacordado encontrarse para que éste le hi-ciera un retrato. Cuando llegó, el fotógrafode la Ciudad de México estaba viendo ensu computadora unas imágenes que ha-

bía captado horas antes en el almacén dela secretaría de Finanzas del gobierno deSonora donde comenzó el incendio quese propagó a la vecina Guardería ABC . Elfotógrafo, acompañado por un colega lo-cal, Jorge Moreno, había logrado burlar lavigilancia de las dos patrullas que aún seencuentran resguardando el edificio calci-nado y había logrado captar una serie deimágenes del interior. Roberto se acomo-dó junto a la computadora y miró un ratolas fotos sin mostrar ninguna emoción

en especial. En algún momento de la pa-sarela de imágenes, dijo: “Ese es el pinchecooler ”, mientras señalaba unos errossin forma, achicharrados por el fuego.

Roberto y el fotógrafo salieron delhotel unos minutos después. Visitaronla antigua casa de Roberto, en la cual ha-bía vivido su hijo Santiago y donde aúnse encontraban algunas cosas de éste,como su cuna y juguetes. Tras la sesiónde fotos, salieron con rumbo a las insta-

laciones de la Guardería ABC . MientrasRodrigo hacía nuevas imágenes del ex-terior, aprovechando la luz de la tarde,Roberto se acomodó enfrente y se quedómirando el bodegón improvisado comoguardería. Para Roberto, el lugar dondemurió su hijo y otros 48 niños no es unlugar sagrado, como sí lo es para ciertagente en Sonora. Lo que Roberto quisieraes que este horroroso sitio fuera derribadolo más pronto posible y pusieran en su lu-gar una cosa bonita.

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13_Historia Internacional

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Del 9 al 15 de junio de 2013Monterrey, N.L.

POR JIMMY BRESLIN *

CAVAR LA TUMBA DE JFK FUE UN HONOR

¿De qué hablan unos enterradoresmientras hacen su trabajo en domingo?

Clifton Pollard estaba bastante se-guro de que le tocaría trabajar este

domingo, así que se levantó a las nuevede la mañana en su departamento detres habitaciones de Corcovan Street y sepuso el overol caqui antes de entrar a lacocina a desayunar. Su mujer, Hettie, lepreparó huevos con bacon. Pollard estabaen medio de su comida cuando recibió lallamada que estaba esperando. Era Mazo

Kawalchik, capataz de los sepultureros delCementerio Nacional de Arlington, don-de Pollard trabaja para ganarse la vida.“Polly, ¿podrías estar aquí sobre las oncede la mañana?”, preguntó Kawalchik. “Su-pongo que sabes a qué se debe”. Pollard losabía. Colgó el teléfono, terminó su desa-yuno y dejó su departamento para poderpasar el resto del domingo cavando latumba de John Fitzgerald Kennedy.

Cuando Pollard llegó a la fila de gara- jes de madera amarilla donde se guardanlas herramientas del cementerio, Kawal-chik y John Metzler, el superintendentedel cementerio, estaban esperándolo. “Dis-culpa por hacerte salir así un domingo”,dijo Metzler. “Oh, no digas eso”, respondióPollard. “¿Por qué?, es un honor para mí es-tar aquí”. Pollard se puso detrás del volan-te de una excavadora. Cavar tumbas no esun trabajo de hombres y palas en Arling-ton. La excavadora es una máquina verdecon un cubo amarillo que cava la tierraen dirección al operario, no en direcciónopuesta a él, como hace una grúa. Al pie dela colina, enfrente de la Tumba del Solda-do Desconocido, Pollard empezó a cavar.

Las hojas cubrían el césped. Cuandolos dientes amarillos de la excavadoramordieron por primera vez la tierra, lashojas hicieron el sonido de una trilladoraque pudo oírse por encima del ruido de la

máquina. Cuando el cubo se levantabacon su primera palada de tierra, Metzler, elsuperintendente del cementerio, se acercóy echó un vistazo. “Esta tierra es buena”,dijo Metzler. “Me gustaría guardar un pocode ella”, dijo Pollard. “La máquina ha he-cho unos surcos en la hierba por aquí yme gustaría llenarlos y sembrar un buencésped, me gustaría que todo quedara, yasabes, bonito”.

James Winners, otro enterrador, asin-tió y dijo que podría llenar un par de ca-rretillas con tierra de la mejor calidad y lle-varlas al garaje y preparar un buen césped.“Era un buen hombre”, dijo Pollard. “Sí, sí que lo era”, dijo Metzler. “Ahora vendrána ponerlo justo aquí, en esta tumba queestoy haciendo”, dijo Pollard. “Sabes, es unhonor encargarme de esto”.

Pollard tiene 42 años. Es un hombredelgado con bigote que nació en Pittsburgy cumplió servicio como soldado raso enel Batallón 352 de Ingenieros en Birma-nia durante la Segunda Guerra Mundial.Es un operador de maquinaria de grado10, lo que significa que gana 3.01 dólarespor hora. Uno de los últimos en atender aJohn Fitzgerald Kennedy, quien fuera elpresidente número 35 de Estados Unidos,fue un obrero que cobra 3.01 por hora ydijo que cavar su tumba era un honor.

***

La mañana de ayer, a las 11:15, Jacque-line Kennedy empezó a caminar hacia latumba. Inició su camino desde el pórticonorte de la Casa Blanca y, lentamente,siguió el cuerpo de su marido, que se en-contraba dentro de un ataúd cubierto porla bandera, atado a su vez con dos cintu-rones de cuero negro a un coche militarde dos ruedas tirado por caballos y con los

ejes de metal pulidos. Caminó derecha ycon la cabeza en alto. Caminó sobre el ca-mino de grava y a través de las sombrasque arrojaban las ramas de siete roblessin hojas. Caminó lentamente delante delos marines que llevaban las banderas delos estados de este país. Caminó delante depersonas en silencio que se esforzaban porverla y que luego, tras verla, agachaban lacabeza y se llevaban las manos a los ojos.

Caminó dejando atrás la puerta noroestey por el medio de Pennsylvania Avenue.Caminó con paso ajustado y la cabeza enalto y siguió el cuerpo de su marido por lascalles de Washington.

Todo el mundo la contemplabamientras caminaba. Es la madre de dosniños huérfanos de padre y se encontrabacaminando en el interior de la historia deEstados Unidos porque estaba mostrandoa todos los que se sentían viejos y descon-solados y desesperanzados que ella teníala terrible entereza que todos necesitabantanto. Aunque su marido ha sido asesi-nado y la sangre de éste corrió sobre suregazo mientras moría, ella pudo caminara través de las calles hasta su tumba y con-fortar a todos mientras caminaba.

Hubo misa y luego la procesión hastaArlington. Cuando ella llegó a la tumbaen el cementerio, el féretro ya estaba en sulugar. Había sido acomodado sobre rielesde metal y estaba listo para ser descendidodentro de la tumba. Éste debe ser el peormomento de todos, cuando una mujerve el ataúd que lleva a su marido listopara ser enterrado. Ahora ella sabe que espara siempre. Ahora no hay nada. No hayataúd que besar o abrazar con las manos.Nada material a lo que agarrarse. Pero ellacaminó hasta el área del entierro y se detu-vo delante de una fila de seis sillas verdes,

empezó a sentarse pero luego se puso rápi-damente en pie y así se mantuvo, porqueno iba a sentarse hasta que el hombre quedirigía el funeral le dijera qué asiento debíaocupar.

La ceremonia empezó, con avionesrugiendo sobre las cabezas de los asisten-tes y hojas cayendo del cielo. En esa colinadetrás del féretro, la gente rezó en voz alta.Había fotógrafos y periodistas y soldados y

hombres del Servicio Secreto y todos ellosdecían sus oraciones en alto, sollozando.Enfrente de la tumba, Lyndon Johnsonmantenía la cabeza girada a su derecha. Esel presidente y debe mantener la compos-tura. Era mejor que no mirase demasiadoa la tumba y el ataúd de John FitzgeraldKennedy. Luego todo se había acabado ylas limusinas negras se apresuraban bajolos árboles del cementerio y fuera, en elbulevar frente a la Casa Blanca. “¿Qué horaes?”, le preguntó alguien a un hombre queestaba en la colina. Miró su reloj. “Tres yveinte”, respondió.

Clifton Pollard no estaba en el funeral.Estaba detrás de la colina, cavando tum-bas por 3.01 dólares la hora en otra seccióndel cementerio. Sin saber a quién perte-necerían. Tan sólo las cavaba y las cubríacon tablas. “Serán usadas”, dijo. “Pero no

sabemos cuándo. Intenté ir a ver la tum-ba”, dijo. “Pero había tanta gente que unsoldado me dijo que no podía acercarme.Así que me quedé aquí y seguí trabajan-do, caballero. Pero más tarde me acercaréun momento. Para echar un vistazo y vercómo está todo, ya sabe. Como le dije antes,es un honor”.

* Traducción de Diego Salazar. Crónica publicada

en el desaparecido New York Herald Tribune, el 24 de

noviembre de 1963. 

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_Opinión14

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«CrónicasPerdidas»GERSON GÓMEZ

Escritor. Cronista. [email protected]

RAYMUNDO PÉREZ ARELLANO

Reportero de Punto de Partida.Papá de Mateo.@perezarellano

«Botellasal Mar»

Del 9 al 15 de junio de 2013Monterrey, N.L.

JUAN 23

Ya bailamos lorupestre de ArturoMeza, lo grungede Nirvana, lo

villero de DamasGratis, la murga deBersuit Vergarabat ,el nacionalismoa ultranza de losCaifanes.Al “Sabis”, dice conrostro divertido miesposa, refriéndose

al Sabino Gordo 

Ni la ocina del Partido Único

de los Pendejos (PUP), ubi-

cado a unos cuantos pasos, llamaba

tanto la atención. Se distinguía de las

otras casas de la cuadra por su colo-

rido intenso. El 649 de la calle Diego

de Montemayor pintado de naranja y

azul marino. Su fachada estaba acor-de con el nombre que le dieron al lu-

gar, que me sigue pareciendo poesía:

El Color de los Sueños.

El pintor César Naranjo había re-

gresado a Monterrey. Venía de una

larga estadía en el penal de Puente

Grande en Jalisco. En mayo de 2008,

 junto con otros jóvenes regiomonta-

nos, se unió a las protestas en contra

de la Tercera Cumbre de América La-

tina, El Caribe y la Unión Europea,

celebrada en Guadalajara.

Cientos de jóvenes fueron repri-

midos, golpeados, encarcelados y acu-

sados de terrorismo tan sólo por pro-testar contra las políticas neoliberales

durante la cumbre.

Naranjo fue señalado de terroris-

mo y acusado de delincuencia organi-

zada. Se le envió al Penal de Máxima

Seguridad, de donde se fugó Joaquín

Guzmán Loera, hogar de delincuentes

como Rafael Caro Quintero. Tras com-

probarse su injusto encarcelamiento

regresó a Monterrey para cumplir su

sueño: abrir una galería. Pero el 649 de

Diego de Montemayor se convirtió en

mucho más.

No recuerdo dónde nos conoci-

mos, seguramente en el Café Brasil oen alguna de las manifestaciones que

organizaba la  Alianza de Usuarios

del Transporte Público. Hiperactivo

como es Naranjo no sólo comenzó a

darle espacio a pintores y fotógrafos

locales, también albergó a músicos es-

critores, performanceros y activistas

sociales que no encontraban espacio

para exponer sus ideas en otros sitios

de Monterrey.

Los nes de semana por la ma-

ñana, César Naranjo impartía clases

gratuitas de pintura y dibujo a niños

que no podían costear estas clases en

escuelas privadas. En este rincón deEl Barrio Antiguo se organizaron

manifestaciones para exigir al gobier-

no la protección de periodistas.Desde el jueves hasta el domingo,

El Color de los Sueños se convertía enuno de los mejores antros culturalesde El Barrio Antiguo, a donde acu-dían desde darks, anarcopunks, acti-vistas y hasta periodistas bohemios.Siempre había cerveza fría, buena

música y mejores pláticas.

Una de las noches en las que to-

maba con Naranjo en su galería, vi

entrar a dos jóvenes de unos 25 años,

vestidos de short, playera polo y go-

rra. Nada que llamara mi atención,

hasta que Naranjo me dijo que eran

cobradores de la maa y llevaban va-

rios días visitando el lugar para exigir-

le el pago de cuotas. Pero él no había

accedido.

A los pocos meses me mudé de

Nuevo León y El Color de los Sueños 

cerró sus puertas. Hoy sólo quedan

sus colores resplandecientes en la fa-chada.

Naranjo conoció a Noreen, una

 joven estudiante alemana que vivía

en Monterrey y tocaba el acordeón.

Ambos decidieron mudarse a Alema-

nia.

Además de pintar cuadros, César

Naranjo continúa difundiendo el arte

y la cultura en ese país. Desde hace

años abrió El Mayan Café Galerie, un

espacio pequeño donde se sirve te-

quila, café, ensaladas y tacos. Ahí las

paredes dan albergue a pintores, fotó-

grafos y escultores.

A cientos de kilómetros de Monte-rrey, Naranjo sigue tratando de seguir

con su sueño: ser un difusor de cultu-

ra. A veces tengo noticias de él, cuan-

do escribe correos, manda fotografías

o videos. Se le ve contento cubierto

de un gorro y abrigo junto a su esposa

Noreen y sus hijas Amor y Sol, jugan-

do mientras cae la nieve en el norte

de Alemania.

EL COLOR DE LOS SUEÑOS

Vi entrar a dos jóvenes de unos 25años, vestidos deshort, playera poloy gorra. Nada quellamara mi atención,hasta que Naranjome dijo que erancobradores de lamafa y llevabanvarios días visitandoel lugar

De plano ya no nos gustó llegarpor la última bebida al Fantas-

ma de Villagrán, a la vuelta de la casa.Poco practicamos el billar. En la pe-numbra del Fantasma, los muros pin-tados de negro, azulejos como domino.Nos asxia. Traemos batería de sobra.

Pasamos el jueves de mar-cha en El Barrio Antiguo: An-

tropolis , Mac Mullen, La Tum-ba, Café Iguana y Salón Morelos.Ya bailamos lo rupestre de ArturoMeza, lo grunge de Nirvana, lo villerode Damas Gratis, la murga de Bersuit Vergarabat , el nacionalismo a ultranzade los Caifanes.

Al “Sabis”, dice con rostro diverti-do mi esposa, reriéndose al SabinoGordo. Nos acompañan dos cómplicesnorteños: Erich Moncada, sonorense in-tegrante del colectivo Radio Bemba. Elotro, el poeta y periodista regiomonta-no, Josué Gabriel Montemayor, avecin-dado en la progresista ciudad texana deDallas.

Sí algo hay común en toda la fron-tera norte de México: la singular ma-

nía por consumir incontables litros decerveza helada. Pareciera consigna.Terminar por agotamiento las reservasprobadas de los toneles secretos de laCervecería Cuauhtémoc.

Lo he constatado en Sonora,Coahuila y en Tamaulipas, aún no enTijuana o Juárez. El encanto del Sabinoson sus parroquianos, los del grupo Ver-sátil, los norteños y la banda sinaloense,arriba del escenario complaciendo a lasiempre voraz audiencia.

Las cheras, siempre sonriendo, unpasito para acá uno para allá; los mese-ros, gandallas profesionales de quien sedeje. Hasta los de intendencia, con eltrapeador siempre húmedo, despejando

los charcos, secando el vapor del baile.El sitio, abierto las 24 horas del día. Pa-rada obligatoria para quienes no quere-mos irnos a dormir.

Caminamos hasta el fondo, el me-sero nos cierra el camino. “¿Mesa paracuatro?”, asentimos. Levanta las bote-llas vacías de cerveza, los caballitos detequila, provocadores de locura. “Ensí-llense”, nos dice. Sonríe mientras conti-nua fregando con el trapo rojo, bastanteoloroso a aromatizante lavanda, mien-tras pule la formica de la mesa. Llevagafete:  Juan 23. Todas las esquinas delmundo se parecen.

Pedimos cuatro Superior. Es la máseconómica de todas las ofrecidas en elestablecimiento. Entrados en consumo

lo importante es ahorrar, no desfondar-se.

Erich, diáfano, mueve los pies, bienclavado en su sitio. Gabo, el más aven-tado, se lanza a la pista. Encuentra a lachica ideal para continuar la hazaña.Tres piezas y dos cervezas después re-gresa a la mesa.

Nos conesa el nombre de la afor-tunada: 16 años, cuatro meses de emba-razo. “Vaya si eres rápido”, le digo, sólopor el gusto de hacerlo enfadar. No lologro.

  Juan 23, minotauro efervescente

circula por entre el laberinto. Nuestrovecino ha caído vencido por el sueño yla bebida a medio consumir.

Con agilidad y soltura,  Juan 23 desliza el trapo por encima del cuellode nuestro vecino. El movimiento r-me, rutina de Andobas, personaje dela serie televisiva Los Polivoces, ape-nas lo roza. Despierta sobresaltado.Reímos cómplices y crueles, los cuatro.El alcohol nos dilata el entendimientoy nos convierte en hermanos. Ríe nues-tro mesero, Juan 23. Su rostro juvenil ycachetón.

En el transcurso de la madruga-da le vemos ofrecer la rutina variasocasiones, con el mismo resulta-do, con tan diversos parroquianos.Las alegres notas de inspiración, del to-loloche, el bajosexto y la tarola, adicio-nadas por agua, malta y cebada.

Abandonamos el lugar al alba,cuando despertó asustado el vecinode mesa, soltando una maldición. Se-guramente en casa lo esperan. Salimoscontentos y conversadores, caminamoslas cinco cuadras de distancia. Nos cal-zamos los lentes oscuros y dormimosgran parte del día.

Al Sabino Gordo volvimostres o cuatro veces más, sólo mi es-

posa y yo, después de visitar reli-giosamente El Barrio Antiguo.La última vez saludé a Juan 23. Seguíacon el show del trapo. Luego, al visitarel sanitario, me incomodó la insistenciadel dealer para venderme una grapa decocaína.

Sólo buscamos la última cerveza,antes de ir a casa a dormir. Ese fue elSabino Gordo de Juan 23 para nosotros.El paso intermedio en la noche de unaciudad a medio construir.

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El año pasado hice por primeravez un grati. En mi defensa,

debo decir que fue “por encargo”: eraparte de una breve investigación acadé-mica.

Compré un plumón rosa en Fun-dadores; el otro color no me gustaba. Yme atreví a pintarrajear la pared de uncementerio, pensando en que no se ibana quejar los muertos. Y pinté un par demuros más hasta que se me bajó la no-vedad.

Mi carrera como gratera fue suma-mente fugaz. Pero sí puedo señalar algo:cuando tenía el plumón en la mano ylo presionaba para que soltara la pin-tura, sentí la adrenalina. Por un brevemomento tenía el ritmo de la ciudad:cuánto tiempo tomaría para que cruzarael siguiente carro, a qué velocidad iba laseñora de enfrente, qué tan frágil era elsilencio en el que estaba.

Esta breve experiencia del año pasa-do me recordó a una idea que me fasci-na de Henri Lefebvre: para conocer lasvidas subterráneas de la ciudad hay queestar en el lugar adecuado en el momen-to adecuado. Si una de las dos cosas falla,el lugar o el tiempo, pierdes. Pierdes elritmo.

Esta idea siempre me ha intrigadoun poco y de alguna forma siempre es-toy buscando formas de contrarrestarla.Aplica lo mismo con la música, con elarte o con cualquier línea de vida under-ground . Son vetas cuyo túnel requierede un buen timing.

Por hacer un mapa mental, se meocurren algunas vías para tratar de crac-kear  la ciudad. Puede que suene arti-cioso ya en lista, pero son cosas que, in-tuitivamente, hacemos de todas formas.Una es que alguien te introduzca y telleve de la mano por los pasillos más os-curos de la ciudad. Un informante, pues.Como cuando un amigo te convence deque el Ray Bar  no es caro ni fresa, contodo y que está en Vasconcelos.

La otra: estar ahí y sondear. Salir denoche y buscar. Meterte por todas laspuertas abiertas hasta que encuentresen un pasillo un Ojos de Tizoc y pregun-tes cuándo se pone bueno. Pero supon-go que también es la más riesgosa de lasopciones.

Otra más: los espacios que son comoescaparate. Los escenarios y las áreas deexposición. Por algo son necesarios losbares con escenarios para la música: por-que están alejados de la agenda comer-cial. Porque cada día la ciudad se puedevaciar en ellos con cero compromiso. Elque es recurrente es uno, lo demás cam-bia.

La última que se me ocurre es hacertrampa. Conseguir una agenda. Si es quealguien se ha tomado la molestia de ha-cer la curaduría. Y si no, Facebook  paraeso resulta bien. Sólo así he podido man-tener de cerca de uno de mis secretos fa-voritos de Monterrey.

Es una banda que se monta y se va,y al día siguiente toca en otro lugar. Chi-pinque, El Barrio Antiguo, Centrito.Alternan entre varios restaurantes a lo

largo de la semana y sólo cuando ellospublican dónde andan (y haciendo unallamada al bar) es como puedo estar se-gura de toparlos.

Se llaman MusicVox . Le quitan loordinario a los martes, a los miércoles.Son tres chicos y una chica. Tocan có-

vers, y en la primera parte de su set tie-nen algo de Nouvelle Vague: acústico,escobillas para la batería, versiones bos-sa nova y jazz de canciones de The Cure,Coldplay, Fleetwood Mac y algunas co-sas más dulces.

Lo que me impresiona de ellos estáen la segunda parte de su tocada: sesueltan con Tears Dry On Your Own,Proud Mary , o Son of a Preacher Man,a sus anchas, con fuerza. Desde la caídadelChill’s n Fever , alguien, en la ciudadamarga, tiene soul y lo sostiene cada se-mana.

Están ahí siempre en rotacióndesde hace un par de años pero aúnsiguen siendo un secreto. Tener bue-na puntería es una cosa, pero conser-

var los secretos de la ciudad, regresara ellos con libertad, también es unasunto de buena sincronía.

15_Opinión

[email protected] 

Aquí recibimos sus crónicas,

comentarios y quejas.

 P  e s e  a  l  a  v i  o l  e n c i  a . . .

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« Ya estaba así cuando llegué»

ISSA VILLARREAL

Editora Web. Periodista Cultural.Fan del Karaoke.

@hiperkarma

Desde la Calle Rojo

Del 9 al 15 de junio de 2013

Monterrey, N.L.

PARA NO PERDER EL RITMO

Se llaman MusicVox .Le quitan lo ordinarioa los martes, a losmiércoles. Son tres

chicos y una chica.Tocan cóvers, y enla primera parte desu set tienen algo deNouvelle Vague

 18 de las más grandes empresasdel país siguen teniendo su baseoperativa en Monterrey.

Esta gran urbe se instalaba en mis sueños de chiqui-lla. Monterrey representaba una fantasía repleta de

amplias avenidas, altos edicios y espaciosenigmáticos que me colmaban de gran-

des relatos. Desempaqué a los 15 añosprocedente del Culichi, tierra calienteque me abrió la jaula para volar al pa-raíso de mis ilusiones. Mi labor me hapermitido recorrer la mayoría de sus

calles de punta a punta, esta metrópo-li me ha revelado que los sueños secumplen y que se forman a base de

rostros, cuerpos, lágrimas, risas ehistorias.

Aquí son contadas conentrega y pasión, y de vez encuando, algunos suspiros, his-torias que se asoman dentrodel corazón de La Calle Rojo,

de nuestra redacción. Este es-pacio de crónicas ha sido creadoporque sabemos que tenemosmucho que contar a quienes po-

seen el privilegio de pisar las aceras de la capital neoleonesa.No es que pretenda omitir los días oscuros y rojos que he-

mos vivido en años recientes, ni es tampoco que mi crianzaen la cuna del narco en Culiacán altere mi perspectiva, es so-lamente que sigue siendo la ciudad que aparecía en mis visio-nes, el pueblo prometido y el que me daría todo lo que ya meha dado: gente honesta, hijos, amigos y mucha tierra fértil dedónde escribir.

Esta vez nuestras planas demuestran que los ecos de losdías de auge siguen vivos en este sector de Monterrey y queparadójicamente, La Tumba es de los pocos bares que siguendando vida y canto.

Con profundo respeto remembramos el doloroso capítuloen la historia nacional que enlutó a 49 familias y a todos losmexicanos un fatídico 5 de junio hace cuatro años: la tragediade la Guardería ABC .

Amalgamados, regios, culichis, chilangos, francesitos y sal-tillenses hemos hecho retoñar el interior de La Calle Rojo.

Yo sigo trajinando por callejones y jardines, me paro enlas esquinas a observar y conversar y conozco a la gente y sucultura. Ando por estos caminos para narrar crónicas de la quetambién, ya es mi ciudad.

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16_Obituario

 _Dirección Diego Enrique Osorno

@

 _Administración Alejandro Regalado

 _Comercial  Adrián Gallegos 

Una publicación de:

Grupo Editorial La Razón

José María Rojo 440 Sur

Barrio Antiguo

Monterrey, Nuevo León.

Tel. (0052)(81)83429697/98a

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Del 9 al 15 de junio de 2013Monterrey, N.L.

 _Editor Adjunto Diego Legrand@legranddiego

 _Arte y Diseño  Oscar Hernández

@Ouscher

_Web Denise Alamillo@denisealamillo

Corrección y Verifcación 

 _Cronistas Alma Vigil

@almillavigilDaniela García@d_garcia91Melva Frutos

@fruttzyLeo González@yLeodice

Edgardo Pérez@EdgardoPez

_Columnistas  Gerson Gómez

Raymundo Pérez ArellanoIssa Villarreal

_Distribución Sergio Ramos

 _Consejeros Andrés Ramírez

Celso José Garza

ELÍAS MÁRQUEZ PADILLA 30/12/85 - 01/06/13

EL CONEJO POR EL QUE RUGIERON LAS MOTOSPOR CARACOL LÓPEZ

El hecho:A las 11:50 p.m. del primero de junio, el joven Elías

Márquez Padilla de 27 años, sufrió un accidente en mo-tocicleta que le quitó la vida. “Minutos antes había acu-dido a la 5ta. Concentración Nacional de Motocicletas,que se llevó a cabo frente a las instalaciones de la Ciu-

dad Deportiva, en la avenida Churubusco. De acuerdoa informes del personal de tránsito de Monterrey, elmotociclista se desplazaba en dirección poniente por laavenida Los Ángeles e intentó retornarse al llegar a No-galar, pero la conductora de una camioneta Venturecolor rojo no alcanzó a detener su marcha e impactó ala motocicleta. Lo golpeó en la cabeza y posteriormentelo arrastró por varios metros hasta que detuvo su mar-cha”.

Los datos:Según el Reporte (2006) del Centro Nacional para

la Prevención de Accidentes (Cenapra), en México losaccidentes de motocicleta han aumentado en un cienpor ciento desde el año 2000. Los estados de la Repúbli-ca Mexicana con mayor incidencia de accidentes enmotocicleta son: Jalisco, Quintana Roo y Nuevo León.

Si se hace un comparativo de las tasas medias na-

cionales entre automóviles y motocicletas, se encuen-tra que existe aproximadamente 50 por ciento másriesgo de sufrir un accidente circulando en motocicletaque en un automóvil. La mayor parte de los accidentesocurren entre los 17 y los 37 años. Lo anterior demues-tra cómo la juventud y las conductas de riesgo son fac-tores importantes cuando sucede un accidente.

Los errores:Una conductora aceleró cuando vio el amarillo del semáforo.Un muchacho trató de dar la vuelta mientras iba rápido.Milenio, El Porvenir, El Norte, Telediario, El Horizonte, Info 7  y medios en internet

publicaron con premura la información de que Elías Márquez Padilla se llamaba “ElíasHernández Padilla” y que en vez de proceder de Torreón era originario de Monclova.

Elías Márquez Padilla fue una de las casi dos mil personas al año que se accidentansobre motocicletas en México.

La historia:Elías no es un número.Nació en Torreón, Coahuila, el 30 de diciembre de 1985 y murió el sábado primero

de junio de 2013. Fue hijo de María Mayela Padilla Huereca y Elías Márquez Méndez.Fue hermano de Mayela Márquez Padilla y primo de Javier Marín Márquez, con quiencompartía casa en San Nicolás de los Garza. Llegó a la ciudad hace casi cuatro años. Traba-

 jaba en una empresa local de camiones; se encargaba de la pintura. Sus amigos cercanos ledecían Conejo, quizá por los dientes grandes que mostraba al sonreír. Bromeaba siempre;en una fotografía se le puede ver -joven, cabello negro engelado hacia arriba, lentes, bícepsfuertes-, encorvado sobre su computadora del trabajo, lleva cinta adhesiva blanca coloca-da en orejas y barba, queriendo parecer un chivo o un duende. Su frase favorita era “Yo notengo la culpa de ser tan bello”. Hacía reír a la gente.

Escuchaba a The Doors, Creedence, AC/DC .

Desde la adolescencia amaba las motocicletas y los autostuneados. Elías tenía dos mo-tocicletas y en esa dualidad repartió su vida. La Yamaha V Star Chopper era para salir a ro-dar con sus compañeros del Night-Condors Motoclub mientras que la Suzuki GSX-R 1000era la deportiva elegida para ir con los de Regados Racing, club al que acababa de unirsedías antes de su muerte. Usaba casco, como consta en el acta del accidente. Su favorito erael que tenía la forma del alien Depredador .

****

La avenida Santo Domingo en San Nicolás es una calle llena de talleres y tiendas. Du-rante el día no hay silencio, el continuo rugir de carros y rutas urbanas marca el compás decualquier conversación. Ahí, frente al Elektra y al lado de una yerbería en cuyo frente se

erige un altar a la Santa Muerte, está el Night-CondorsMotoclub: en la parte de adelante se encuentra el tallerde motocicletas y al fondo una casa donde se hacenlas reuniones. A ese lugar llegó Elías hace ya tres años.Quería que le repararan su moto y terminó pertene-ciendo a una hermandad. Esto lo cuenta José Salinas,al que llaman el Papis…tear, fundador y presidentedel Night-Condors Motoclub.

Cuando a José se le pregunta sobre la imagen ne-gativa que en el imaginario colectivo tienen los mo-tociclistas, él contesta achacándole la culpa a la tele-visión y las películas. José ronda la cincuentena, tienebigote de Hulk Hogan y está vestido con playera oscu-ra,Levi’s, pañuelo negro en la cabeza, lentes de sol; perodice que el estereotipo del chopper o biker que va porla carretera violando a meseras de pequeños restauran-tes y aterrorizando pueblos es algo muy alejado de larealidad.

LosCondors no son los Hells Angels. Ellos se dedi-can a hacer eventos para recaudar fondos destinadosa comedores infantiles en Apodaca, Salinas Victoria yEscobedo. Si alguien no tiene intención de ser altruista,

no cabe en Condors.Sin embargo, los Condors no son santos. Les gusta

la diversión, la bebida y la carne asada. El día de laCon-centración Nacional pusieron un stand  con la únicaintención de socializar y regalar carne; cada miembrodel club llevó un kilo del corte que prefirió. Treinta kilosfueron regalados a quien quisiera pasar y saludar.

De ese stand salió Elías, junto con dos compañe-ros. Iba por una chica y prometió regresar. “Prometió regresar, así que hice que volviera”cuenta José, quien junto con sus amigos logró que la carroza funeraria que llevaría a Elíasa Torreón se desviara de Constitución a Churubusco, donde estaba la Concentración. Ahí rugieron las motos en su honor.

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El área de comentarios de las páginas donde se publicó la muerte de Elías es un campode guerra. Siempre la guerra. Pareciera que automovilistas y motociclistas se odian. Mu-chos atribuyen imprudencia y descuido al motociclista, otros discuten acerca de la hege-

monía sin sentido que los autos tienen en Monterrey. Casi ninguno habla de Elías. Pare-ciera haber una rivalidad natural entre quien sube a una moto y quien sube a un auto. Lamotocicleta es casi sinónimo de libertad, de riesgo. Los coches son algo doméstico y cotidia-no. “La religión no dice cómo persignarte, por eso los motociclistas que pasan frente a unaiglesia se persignan con la izquierda, porque en la derecha llevan su vida, el acelerador”sostiene José. También cree que es la falta de regulación real la que produce tal pleito.

“¿Por qué crees que los policías nomás se limpian la parte delantera de las botas?Porque nomás les importa lo que se ve, la apariencia” dice, explicando que puede haberun reglamento de vialidad pero no se cumple. Y aunque hay un reglamento, no existenconsideraciones especiales para quien maneja otro vehículo que no sea un auto. El mismoinforme de la Cenapra hace señalamientos al respecto: “Deben considerarse las caracterís-ticas especiales de los motociclistas en el diseño de vialidades. No existen datos oficialesactualizados [sobre accidentes en motocicletas] ni miden los factores de riesgo. La legisla-ción mexicana no provee adecuada protección ni seguridad para el tránsito seguro de losmotociclistas. Los motociclistas no son reconocidos como una clase de vehículo diferentea los automóviles. Las políticas gubernamentales no consideran el desarrollo e investiga-ción de la accidentalidad en motocicletas”.

El funeral de Elías va a ser en Torreón. Sus compañeros de Night-Condors y RegadosRacingviajarán hasta allá para despedirse.-¿Van en sus motocicletas?-Esta vez no. Es muy peligroso andar de noche por la carretera.