bellas artes. Órgano del insituto nacional de bellas artes€¦ · iba muy alto, el viento de la...

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loe te e UENTEME --(:o mCIl diciéndole de buenas a primera s, c uando sorbíamos í!I café de la so- breme sa y e ncogíamos n uestros cuerpos al ca- lor de la esiufa oyendo zumbar el :lire fria lra s de la pue rta desvcn ciiada- de a lg unos momentos en que haya se ntido mi ed o. El hombre sonr ió li gera ment e. - Miedo he sentido mu cha s veces ---dijo llevan- do las palabras desde un arranque agudo h asta los ton os graves y caden ciosos co n que los norteños ba- la n cean su decir. - Pem miedo de veras ... La mujer prepar aba una nueva o ll a de café 50 - bl'c la s lenta s b ras as; luego se a rr ebu y rué a sen- ta rse en un taburete, al fondo del eUMto. El viento a rreciaba afuera . A lo lejos au!blba n los coy otes. De los co rr ales venían los re lin chos Je l os nervi osos ca - ball os. Rodaban lruenos lej anos. - ¿Miedo? ¿Miedo? -----decí a el hombre so ban - dose con los dedos de un a mano lAS mej illas, mien - tra s que con los de la o tra tamborilea ba sobre la mesa- o ¿M iedo? Entonces siseó la mu j er escond iendo la ca ra en- tre sus ho mbros en co gidos, c omo si hab la ra consigo misma : - Pos luego el loco a qu el del ch apa rr al . .. - y balanceó la frase nor teña . El hombr e irgu ió la cabeza r to mó la actitud de qui en a gran distancia visl umbra un a señal in espe- rada , se limpió la boca con la ser vi ll eta, ence ndió un cigarl'O -s u cara se co ntraía deteniendo las frases y sopor tan do la lum bre del ce rillo y el hum o de la p rimera bocanad a - y dijo: -- ¡Ah ese sí f sus to , sí seit or, Ma dr e Santi si- lIlil _ ya Il oroba! -y guardó silencio, reco rdando . - ¿ Qué andaba haciendo aHi, pues? - pregu fltó yolviéndose a la mu je r. - Pues ¿ liD husca ndo la s reses aquella s .. ? - ¡Cá ll ate la boca! - se volvi6 hAcia dond e yo estaba- Que an daba yo cor tad? por los c hapar ra les buscando unas reses brava s-p mta s- go rda s- muy bue- n asre ses que se nos h abían hui do p'al monte. T an · to ti empo solas por ai, ni qUI en la r. vierll. T od os los años era lo mi smo. Todos los a1 10 s hacíamos Wl rodeo pa j un t ar las re ses del rancho pues. - ¿ y para Qu é? - P ara la venta. Allá a nt es ¿,,) ca lor ve nían 1m gringos a comprar ga na do. Caball"r y lanar y vacu - no y porcin o - as piraba prof undam ente el numo dt? su ciga rro, se hu rgaba la comezón bajo la de todo, <Iue ellos necesi tan en JOllS tierra s. Ese era el negocio de mi padre ... y andan Jos anima les ya le digo, solos sin qui en vea por ellos. Y crecen gor- dos, bonitos; mira un as bestias de este tam aflo, y bravos ¡uy seiior! como que no ven a nadi e. - ¿No hay vaqu ero s? ---: ¡ Qu é vaqueros! Si son Ihmndas mira, que se pierde la vista. Y en aquel breilal (. quién va a an- dar metido? No, no, no, Bueno, pues se n os hab ían cortado una porción de reses por El ToIoache, allá hay mucha planta mala , qu e no eran tierra s nues- tras, y m e dice Manuel que la h ada de padre con todos nosot.ros, pues mi papá qué iba a s aber, rna.is- tro de escue la h azme el favor, muy buen hombre, muy estim able, pero de campo, lo QUe se ll a ma de campo, no sabía nad a: "m ira coge dos peones y te vas al Toloache qUe POI' allá han rl e andar todas la s pin tas ". Yo me le quedé mirand o y dije ay pelao pues co n mi edo pues, pu s estaba muy chico ... .. . - Catorce año s - sus urró la muj er. - Por ai, ca torce, quin ce a ños .... .. y como que no tJueria ir, y a quél que era m alo, ja h gordo tan sin- ver güen za ! - ¡Caramba! --Sí señor, era m uy duro, .v lu€: go pien so qu e con razón. Te imagina s nosotros, nueVe pela os s in· ve r güenza s, r evoltosos y peleo ncros, sí seúor, ja h notiene remedi o! ¡Que mi padre prefirió ma ndarnos al r an cho en vez de ten ernos en la escue la! ¡ Ah . .. ! Bu en o, pues estaba haciéndome r emo lón y me gri - ta, ja j aja, ¡gordo can ijo!: " P ero ya te vas que te va a agarrar la noche". Ay ami go ... y ni modo ¿qué h acía? Ni modo. Buen o. Llamé dos peOnes qu e le nimnos, muy buenos, indios cer r eros, gran da· tes y buenos pa la lazada , y le digo a u no de e ll os: i1 ver , tr aime unos caballos frescos y los ensillan qu e nos vamos al "Tol oac h e"'. Aquéllo s no dij ero n nada . trajeron los caballos y nos fuimos. Pensába - / Ricardo qARIBAY mas, cayendo la ta rde, ma lar un venado y asar la ca rne. Cuando ha bia rodeo nu w:a nos hací an bas- timento, ai ca da quien mataba 10 qu e podía y conúll donde le da ba el hambre . Y ai vamos. IVlira aque- ll os son unos chapar rales pero tup idos qu e ai que ir abr ie ndo con m achete. Los caba il os nomás levil n tau cabeza)' cierr an los ojos pa ra c ubrirse de las es- pilla s. -Qué , ¿no h ay veredas? - ¡Qu é vereda s! Si nadie va po" a ll í. So n ca mi nos que nadien tr ansi ta, pues. Y siguió conta ndo cómo se intern aro n en el bre - ñal cuando el sol decl in aba. El horizonte era un per- fil eri za do de es pinas y nllnaz'Jnes. La ga rra del mezqu ite, su copa ra la y hlanc ll zca , alte rn a allí con la copa en ana, vigorosa y ceilllda de los chapa rros , c uaj ados de espada s temib les. L.a t iprra seca, parda , agri etada o casi arenosa en muc has part es, el cielo lim písim o, blanco de lu z)' de sol inmi seri co rde, y le nt o y dur o, qu e cae a plomo whre la infinita y humilde vegetación, espe ran al viajero para acom- pa ñarl o en jornada s de memoria execrabl e. Cua ndo estaba al filo del c repú sculo continua- ban al trO le, como al pr incipio, hacia un a in - móvil lejanía . Los caba llos, cu bier to s de sudor y de polvo, se de tuvieron en un agua j e. Los h ombres des- mont Ul'On y se repartienm los puntos de acecho de una improvi sada cace r ía. Tenian qU e bajar al agua los venados; los hombr es sabían "' so, y cada uno en su sitio aguardó pa cie ntem ente hasta ant es de que ll ega ra la úl tima lu z. Entonces su previ sión cam- pesina les t raj o los venados, y al r ato,- ra con las prime ra s es trella s, comía n la ca rne asada, y co n- , <eesa nd o de esto y lo otro, ca\cu:a onn el camino an- dado y el que faltaba po r reco rrer. - Es gra nde el Toloache, PW! s. - Pues mi r a, yo na s sé dpc irt e que lo qUI- siera s chj co pero sin lanlo mitote . - Ah ora nos vamo s cada quien por un lado. aga rra s cort and o por lodo este lado de acci , y tú por acá y yo ai me voy, a ver si las JOo rprende.mos. a un - Qu e y a ce rr ó la noche. - Ta bueno. Bue no ¿y qué pues c(J n don José? - P ues ai está, pu es aj está, es lo qu e te digo. Acos tumbrá ndose qui én sabe. pern pre fiero a ndar / f , /

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Page 1: Bellas Artes. Órgano del Insituto Nacional de Bellas Artes€¦ · iba muy alto, el viento de la estrcJladísima noche silbaba quedamente arriba del matorral. U egó a la via del

loe te e UENTEME --(:o mCIlCÓ diciéndole de buenas a

primeras, cuando sorbíamos í!I café de la so­bremesa y encogíamos n uestros cuerpos al ca ­

lor de la esiufa oyendo zumbar el :lire fria lras de la p uerta desvcnciiada- de a lgunos m omentos en que haya sentido miedo.

El hombre sonrió ligeramente.

- Miedo he sentido muchas veces ---dijo llevan­do las pa labras desde un arranque agudo h asta los tonos graves y caden ciosos con que los norteños ba­la ncean su decir.

- P em miedo de veras ...

La mujer preparaba una n ueva olla de ca fé 50 -

bl'c la s lentas brasas; luego se a rrebujó y rué a sen ­tarse en un taburete, al fondo del eUMto. El viento arrecia ba afuera . A lo lejos au!blban los coyotes. De los corra les venían los relinchos Je los nerviosos ca­ballos. Rodaban lruenos lejanos.

- ¿Miedo? ¿Miedo? -----decía el hombre soban­dose con los dedos de una mano lAS mejillas, mien­tras que con los de la otra tamborilea ba sobre la mesa- o ¿Miedo?

Entonces siseó la mujer esco nd iendo la cara en ­tre sus hombros encogidos, como si hablara consigo misma :

- Pos luego el loco aquel del chaparral . . . - y ba la nceó la frase nor teña .

El hombre irgu ió la cabeza r tomó la actitud de quien a gran distancia vislumbra una seña l inespe­rada , se limpió la boca con la se rvill e ta, encendió un cigarl'O -su cara se contraía deteniendo las frases y soportando la lum bre del cerillo y el humo de la primera bocanada - y dijo:

--¡Ah ese s í fué susto, sí seitor , Madre Santi si­lIlil _ ya Iloroba! -y gu ardó si lencio, recordando.

- ¿Qué andaba haci endo aHi , pues? - pregufltó yolviéndose a la mujer.

- Pues ¿ liD huscando las reses aquella s .. ?

- ¡Cállate la boca! - se volvi6 hAcia donde yo esta ba- Que a ndaba yo cor tad? por los chaparra les busca ndo unas reses bravas-pmtas-gordas-muy bue­nasreses que se nos habían huido p'al monte. T an · to tiempo solas por ai, ni qUIen la r. vierll. T odos

los años era lo mismo. Todos los a110s hacíamos Wl

rodeo pa juntar las reses del rancho pues.

- ¿ y para Qué?

- Para la ven ta . Allá antes ¿,,) calor venían 1m gringos a comprar ganado. Caba ll" r y lanar y vacu­no y porcino - aspiraba profundamente el numo dt? su ciga r ro, se hurgaba la comezón bajo la blusa-~ de todo, <Iue ellos necesi tan en JOllS tierra s. Ese era el n egocio de mi padre ... y andan Jos animales ya le digo, solos sin quien vea por ellos. Y crecen gor ­dos, bonitos; mira unas bestias de es te tamaflo, y bra vos ¡uy seiior! como que no ven a nadie.

- ¿No hay vaqueros?

---:¡Qué vaqueros! Si son Ihmndas mira, que se pierde la vista. Y en aquel breilal (.quién va a an­dar metido? No, no, no, Bueno, pues se nos habían cortado una porción de reses por El ToIoache, a llá hay mucha planta mala , que no eran tierras nues­tras, y m e dice Manuel que la hada de padre con todos nosot.ros, pues mi papá qué iba a saber, rna.is­tro de escuela hazme el favor, muy buen hombre, muy estimable, pero de campo, lo QUe se llama de campo, no sa bía nada : "m ira coge dos peones y te va s al Toloache qUe POI' a llá han rle a ndar todas las pin tas". Yo me le quedé mirando y dije ay pel ao pues con miedo pues, pus estaba muy chico ... .. .

- Catorce años - susurró la mujer.

- Por ai, catorce, quince a ños .... .. y como que no tJueria ir, y aquél que era m alo, jah gordo tan sin ­vergüenza !

- ¡Ca ra mba !

--Sí se ñor, era m uy duro, .v lu€:go pienso que con razón. Te imaginas nosotros, nueVe pelaos s in· vergüenzas, revoltosos y pe leoncros, sí seúor, jah notiene remedio! ¡Que mi padre prefirió ma ndarnos al rancho en vez de tenernos en la escuela! ¡Ah . .. ! Bueno, pues estaba haciéndome remolón y me gri­ta, jajaja, ¡gordo can ijo!: " Pero ya te vas que te va a agarrar la noche". Ay amigo ... y ni modo ¿qué hacía? Ni modo. Bueno. Llamé dos peOnes que lenimnos, muy buenos, indios cerreros, granda· tes y bue nos pa la lazada, y le digo a uno de ellos: i1 ver tú, trai me unos ca ba llos frescos y los ensillan que nos va mos al " Toloache"'. Aquéllos no dijeron nada . trajeron los ca ballos y nos fuimos. Pensába -

/

Ricardo qARIBAY

mas, cayendo la tarde, ma lar un venado y asar la carne. Cuando h abia rodeo nuw:a nos hacían bas­timento, ai cada quien mataba 10 que pod ía y conúll donde le da ba el hambre. Y ai vamos. IVl ira aque­llos son unos chaparral es pero tupidos que ai que ir abriendo con machete. Los caba ilos n omás levil ntau l ~ cabeza)' cierran los ojos para cubrirse de las es­pillas.

-Qué, ¿no hay veredas?

- ¡Qué veredas! Si nadie va po" a ll í. Son ca mi nos que n adien transi ta, pues.

Y siguió conta ndo cómo se internaron en el bre­ñal cuando el sol decl inaba. El horizon te era un per­fil erizado de espinas y nllnaz'Jnes. La ga rra del mezqu ite, su copa ra la y hlancll zca , alterna allí con la copa enana, vigorosa y ceilllda de los chaparros, cuajados de espadas temibles. L.a tiprra seca , parda, agrie tada o casi a renosa en muchas partes, e l cielo limpísim o, blanco de luz)' de sol inmisericorde, y lento y duro, que cae a plom o w hre la infinita y humilde vegetación, esperan al viajero para acom­pañarlo en jornada s de memoria execrable.

Cua ndo estaba al filo del crepúsculo continua­ban a l trO le, como a l principio, hacia una in­móvil lejanía . Los caba llos, cubier tos de sudor y de polvo, se detuvieron en un agua je. Los hombres des­montUl'On y se repartienm los puntos de acecho de una improvisada cacer ía. Tenian qUe bajar al agua los vena dos; los hombres sa bí an "' so, y cada uno en su sitio aguardó pacientemente hasta antes de que llega ra la úl tima luz. E n tonces su previ sión cam ­pesina les trajo los venados, y a l rato,- ra con las primeras estrellas, comía n la ca rne asada , y con­,<eesando de esto y lo otro, ca\cu:aonn el camino an­dado y el que faltaba por recorrer.

- Es gra nde el Toloache, PW!s.

- Pues mira, y o na má s sé dpcirte que lo qUI-siera más chj co pero sin la nlo mitote.

- Ahora nos vamos cada quien por un lado. Tú aga rras cortando por lodo este lado de acci , y tú por acá y yo ai me voy, a ver si las JOorprende.mos. aun­Que y a cerró la noche.

- T a bueno. Bueno ¿y qué pues c(Jn don José?

- P ues ai está, pues aj está , es lo que te digo. Acostumbrá ndose qui én sabe. pern prefie ro andar

/ f

, /

~

Page 2: Bellas Artes. Órgano del Insituto Nacional de Bellas Artes€¦ · iba muy alto, el viento de la estrcJladísima noche silbaba quedamente arriba del matorral. U egó a la via del

como ando que pasanne prendiendo mechas día "1 noche, pos va ...

-Pos la vieja no hizo m ás que ddender se. Y 101 huercos ya ha n de estar grandes ¡ no?

- Están en Macalen , allá está la vieja también.

- y ton's ¿qué? ¿aquí lo t ien~n nomás?

-¿Pos dónde?

- Pero ¿cómo va a estar bien pues, si son sus hijos? Bueno a mí nunca me lo ha n hecho, pero diablo de vieja tan sinver güenza, q uién sa be ...

- Pos todos somos humanos, unCl tarugada cual­quiera I hace, total. .. ¡no homhr~! ¡Y tenerlo asir N o hay derecho seIlOr. Mira yo paso, está bien, pe­ro ni siquiera pues hacerle la lucha.

--La lucha ya se la h icieron, pos por eso está'y . ¡bill€'tes que se echó don José!

- y ya empezaba a desmontar, ya habíamos l!e­gado ¿más acá del cuarto?, ya hdhíamos llegado más acá. No hay derecho .. .

H a blaban los peones acuclillados a nte la peque­Ila hoguera, lumaba n pausadamente sus cigar ros, has­ta que in terrwnpió el muchacho impacien te:

- ¿Qué t raen pues?

- Ya mejor sabrás más adela nte. No todo son caballos huerco canijo. Amonos yendo ...

Se dis persaron para buscar por diferentes rumbos a la vez. Desle hacía ralo esL:,ban en la s tierras de El T oloache. Los a nima les debían estar par ah í, ra ­monea ndo, o echados cerca de a lg ún aguaje recón­dito.

U na luna raquítica inició su ascenso por un lado del chaparral. El m uchacho iba solo. "No me va a ayudar esta luna", pensó, "y lo peor es que no co­nozco por aquí; ya no se oyen los gritos de aquéllos. ¿y ora este viento?" . Se había soltado un viento a flo r de tierra; levan tHhu nubes de polvo. Otras nu­bes, muy altas, comenzaron a descender. Zumba­ban Jos mezquües y los chaparros; trona ba la arena a l chocar con tra los troncos y las ramazones. El ji ­nete, doblado sobre su montura, nvanzaba casi a tien tas, an imaba a l caballo llam{¡ndolo por su nom­bre y palmenndole fuertemente el cuello. Trataba de pararse en los es tribos, pel'O una masa negra y cortante lo ohligaba ,1 desis tir Je su cmpeí'lo; en­tonces, echado sobre el a nilll a l, cuhriendose la bOed con la s mallOS gritaba con todas sus fue rzas a los peones. El viento al'l'ecioba, la tierra y las ramas desprendidas azota ban el ai re, las n ubes ennegrecían com pletamente el cielo. Todo era un rumol' que se pegaba con furia a los ropas, que chicoteaba la pan. za del caballo, y ensordecía, y ahogaba los gritos.

Y vino (le pronto, y se rué rápidamente, una ll u­via de I'Maga, y quedaron limpias la noche y la JIa­nura, lim pias y fragan tes.

E l m uchacho se habia guarecido en una hondo­nada ; allí habia soportado el último ímpetu del aire y el aguacero. Ahol'il se leva n taba, arreglaba la silla, montaba y reanuda ba la marcha sin querer e ncontrar más que cuatro paredes donde tumbarse a dormir .

¿Cuá nto tiempo había pasado? ¡Cuánto tiempo llevaba caminando despuós de la ll uvia? La luna iba muy alto, el viento de la estrcJladísima noche silbaba quedamente arriba del matorral .

U egó a la via del fe rrocarril. La soledad ah í. a lo largo de la vía, sona ndo en los alambres del lelé· grafo, era mucho más vasta , la llanura mucho m ás solitaria . y In comba del c:e!o mlÍs oscu ra . El jinete encend.:ó ~u~ ciga ~;o; aspiró con fruición y arrojó un htuno mVlSIble. SIempre ha de tener m ás fue rza el aire qU,e la b?ca" , ~en~~ disgtlst~do. Ti ró el ciga­rro, cruzo la Vla y SlgUlO adentrandose en los te­rrenos de "El Toloache".

- Ya me cansa ba amigo. Primero la tierra, luego el agua loca aq uella, y luego que es tábamos en fe­br::<>, Con aq~el frío . Llevaba yo una borrega b!en cem~a pero m por esas, pues. ¡No si era un frío l Y el nu edo q ue lleva ba, ipa su mecha!

Encendió otro ciga rro, sorbió el cafci.

La m ujer dormitAba en tre sus hombros friolen­tos.

- Bueno, ¿y qué p<!-só?

- Pues ai iba yo, al paso, tratando de ver. Cuan. do de pronto vi una lucecita, lej os, y p'allá voy me dije y en efecto. Pero se a pagó la lucecita, seguí caminando, y se volvió a encender. ¿Quci será?, m e dij e, t'aba raro, pues. Allá las luces se prenden y no se apagan, o se apagan y no Se prenden, pero no Se apaga n y se prenden. Era raro, pues, pero yo estaba mtrerto de cansancio, mira con una sed ...... y la bestia esta ba rendida , m uy buen a bestia, un penco-grande·fuerte-buenopa raa ndar, pero es q ue habíam os caminado quién sabe cuantisimo si y a ni conciencia ten ía. Mira, las manos las tenía yo du­ras como piedras, agarrotadas, apretando las riendas, y no le aflojaba, y no le Aflojaba, y la lucecita se apagaba y se encendía. Ya estábam os cerca, digo como de aquí a la esquina, y no se oia nada.

- y bucno qué, ¿era un rancho?

-No, cállate la boca , qué rancho, era un cuarto nomás, CUA tro paredes pelonas. Me fijci que había una vereda que pasa ba frente al cuarto, que iba a dar pues al cuarto y la lomé. Entonces ya no se veía la lucecita. Mira ya ibA yo a dar vuelta. Me estaba dando muy mala espina todo aquello. Pero uno de muchacho que va a pensar. Así que con miedo y todo me acerqué. "Buenas noches" ---dij~ pa danne valor a mí mismo, dije no vaya a ser un pelao sinvergüenza o sepa Dios-. ' ''Buenas noches" --oi que me contestaban-o En tonces desmonté ca· mo a dos metros de la puerta. " Buenas noches" - volví a decir- , "Buenas noches" --dijeron-, " pase señor, ¿qué no tend rá un c;garro .. . t " " Pa · se ... " La voz era ¿cómo te diré?, pos corno muy sua-

ILUSTRÓ: cadena m.

vecita pues, como muy dulce. Era voz de hombro!. pero ...... bueno dije es un cristiano ai pues que se­

metió a esperar que pasara el agua. " Pase, señor, pase". Pero m ira, era tan du lceclta la voz que em­pecé a maliciar y me metí la pistola enfrente, por si las m oscas, una pistola m uy buena niquelada que brillaba m ucho en la oscuridad. "Si aquí tengo ciga­rros; sabe que ando buscando unas reses Ein tas que se cortaron p'acá ... " Ya estaba yo en la entrada '1 miraba pa den tro y nada. N a m ás em pecé a oír una respiración tú, como muy agitada, y como que apre­ta ban los dientes pues, como si los rechinaran como cuando tiene uno soberbia. "No sea mala gen te -le di je y ya iba yo entrando pero con la pistola lista­déjeme estar aquí con usté, ai traigo venado, tem­pra no me SIgO p'al T oloache". " Pase seüor ~deda el pelao- pase", pero mira si parecía que esta ba re­zando el desgraciado. Y ya esta ba yo en medio cua rto.

- ¡No hom bre!

-jAh sí seúor!, estaba ya en medio del cuarto volteando pa todos lados cua ndo ~e prpnde la luce­cita y ¡Madre Santísima!, mira, he r ecibido una iID> presión, bueno, yo sentía que se me dobla ba. la, piernas, que me vom itaba,. no podía ni hablar Di gritar n i acertaba a moverme ...

- ¿Pues qué fué, qué ha bía?

- y que sien to las ma nos encima, pero m ira, pa-recía n tenazas, y al rato la ropa como tiras me la ar ra ncaba, y se movia y jadeaba y yo tiraba porra· zas con la pistola y le da ba pero no se quejaba. Yo ya buscaba la salida desesperado, ¡(I uién te metió andarte metiendo!, hazme el favor, y aquél andaba listo, brincaba cubriéndola, y entonces volvía a pren­der otro cerillo y m ás m iedo me daba.

- Qué era, porque los peones ...

- y me di;·e, no, aquí no queda otra, pues ¿qu16 remedio? Mira, cada vez que me logra ba coger me zarandeaba como murleco y me aven taba contra las pa redes. Ten ía la borrega hecha garras. Y yo oía tú, como cadenas, que arrastraba éste cada vez que se movía, y p'acá y p'a llá y pacá y p'allá, cadenas, gruesas, y luego prendía el cerillo jay Madre San· tí"iTn:l J, y ( 1(> rp.!Wn lp rt ue SP. sien ta en la entrada y y que se pone a llora r jora sí, hasta con esa!, pero ya estaba yo maleado compadre. arreglé la pistola 1 diie ni modo, si me echo un bi llete no t:ene remedio. Me fu í acercando. Mira estaba sentado y las barbas. las greÍla s, casi le llega ban a l suelo; bl:eno y ll eno de porquería que daba asco, asco, de vomitar. Y des­n \l{l<l toJo desnudo. (Bostezó largmncnte, se aco­modó en su silla, puso los codos sobre la mesa 1 alisó sus cabellos blnncos, enmarnÍlados sobre la r uda frente, roia tic sol. ) Pues pa!'é junto a ól, lleCUé al caballo, sin prisa no se fuera a descomponer otra vez, yeso sí amigo, cuando monté le piqué a la best ia a todo lo que daba.

- Bueno ¿y q ué era? Los peones habían estado hablando.

- Agarré la vía. Ande}' ande pa que descan­sara el caballo. Cuando ya estaba clareando llegué a l Toloache. A la casa. Bueno digo casa es como decir aquí dos o tres cuartos. y la ccc:na allá más r('ti rado. Mira iba yo ardiendo en calentura, y co­mo muerto. Ya allí me dieron unas yer bas y me acostaron. Les conté cualquier mentira . No; a los dos d ías ya estaba bien, listo pa 'o ira, sí seÍlor. AW me d ieroil razón de las vacas.

- llueno, pero no sUJlO usted .

- Ya cua ndo salía a los dos dias me dijo UD

vaquero que est<l ba aUí: "aga lTc la vereJa grande, no la deje", " la ch :ca qué" - le pregunlé-, "no. la b'Tan:le, no lo vuelvan a asus tar". Bueno. Entonce! vi una vieja Que sa li a con una canasta tapa da, como pa cargar el lonche pues. Ya iba COlTi corri Ja vie­ja cuando le gr itaron desde la cocina , allá las coci­nas dan a los corra les, no son más que dos o tres cuar~os, y lejos la ccc:na ; se ascmó otra vieja v le gri tó: "¡Adela ! jAdela~" Se regresó la vieja . "PUl las mechas, ya las dejaste". " ¡Otra vez! Yo no sé pa q ué han de ser siempre las mecha~" . "Usté DO sabe nada vieja mi totera - le gr itó el vaquero que esta ba acá conmigo----; usté lleve las mechas, q llá sabe lo que ve el cristiano". "Mire pa lo que sirvió todo esto pues". - me dijo, y serlaló mira, le ji sísimos y por todos lados el horizonte de espinas, y luego se metió a la casa.

febrero 1953.

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