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The Project Gutenberg EBook of El cuarto poder, by Armando Palacio Valdés This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included with this eBook or online at www.gutenberg.org Title: El cuarto poder Author: Armando Palacio Valdés Release Date: February 13, 2008 [EBook #24601] Language: Spanish *** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL CUARTO PODER *** Produced by Chuck Greif and the Online Distributed Proofreading Team at DP Europe (http://dp.rastko.net) BIBLIOTECA de LA NACIÓN ARMANDO PALACIO VALDÉS —————

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TheProjectGutenbergEBookofElcuartopoder,byArmandoPalacioValdés

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withthiseBookoronlineatwww.gutenberg.org

Title:Elcuartopoder

Author:ArmandoPalacioValdés

ReleaseDate:February13,2008[EBook#24601]

Language:Spanish

***STARTOFTHISPROJECTGUTENBERGEBOOKELCUARTOPODER***

ProducedbyChuckGreifandtheOnlineDistributed

ProofreadingTeamatDPEurope(http://dp.rastko.net)

BIBLIOTECAdeLANACIÓN

ARMANDOPALACIOVALDÉS

—————

Page 2: BIBLIOTECA de LA NACIÓN ARMANDO PALACIO VALDÉS

ELCUARTOPODERimage

BUENOSAIRES

1913

El autor de esta obra haautorizadoaLANACIÓNparaeditarla y venderlasolamenteenlasRepúblicasArgentina y Uruguay. Estaedición no puede circularfuerade lasdosRepúblicasmencionadas.

Imp.deLANACIÓN.—BuenosAires

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ÍNDICE

I. — Selevantaeltelón,porestavezsinmetáforaII. —Delfelizarribodela«Bella-Paula»III. — Enquelaparejaenamoradacomienzaapensarenelnido

IV.—CómolosparticularesdeSarriósecongregabanenunrecintonombradoel«Saloncillo»,yloqueallíseplaticaba

V.— ¡¡¡Ladrones!!!VI.—QuetratadelequipodeCeciliaVII. —Quetratadedostraidores

VIII. —DelareuniónquelospróceresdeSarriócelebraronenelteatroconasistenciadelcuartoestado

IX.—Historiadeunalágrima

X.—Delagloriosaapariciónde«ElFarodeSarrió»enelestadiodelaprensa.—Primerosfuegosdelabatalladelpensamiento

XI.—QueGonzalosecasó.—Gravesrevueltasentrelossociosdel«Saloncillo»

XII. — CómosedivertíaPablitoXIII. — EnquesedescubrenalgunossecretosdelavidadeGonzalo

XIV.—Delosgalicismosquecometía«ElFarodeSarrió»yotrosasuntosnomenosinteresantes.—Primerasbajasdelabatalladelpensamiento

XV.—DelaentradafamosaquehizoenSarrióelduquedeTornos,condedeBuenavista

XVI.—DelomuchoybuenoquehizoelduquedeTornosenSarrióXVII. —QueGonzalotomaunagravoresoluciónyCeciliaotraXVIII. —DondetiradoñaBrígidadelamanta

XIX.— Enquedafinlapresentehistoriaconalgunosnotables,cuantotristessucesos

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—ObrasdePalacioValdés

CAPITULOPRIMERO

SELEVANTAELTELÓN,PORESTAVEZSINMETÁFORA

En Sarrió, villa famosa, bañada por elmar Cantábrico, existía hace algunosañosunteatronolimpio,noclaro,nocómodo,peroqueservíacumplidamentepara solazar en las largas noches de invierno a sus pacíficos e industriososmoradores.Estabaconstruído,comocasitodos,enformadeherradura.Constabadedospisosamásdelbajo.Enelprimerolospalcos,asíllamadosDiossabeporqué, pues no eran otra cosa que unos bancos rellenos de pelote y forrados defranela encarnadacolocadosen tornodel antepecho.Para sentarse enellos eraforzosoempujarelrespaldo,queteníabisagrasdetrechoentrecho,ylevantaralpropio tiempoelasiento.Unavezdentrosedejabacaerotravezelasiento, sevolvíaelrespaldoasusitioyseacomodabalapersonadelpeormodoquepuedeestar criatura humana fuera del potro de tormento. En el segundo piso bullía,gritaba,coceabayrelinchabatodalachusmadelpueblosindiferenciadeclases,lomismoelmarinerodealturaqueelquepescabamuergosenlabahíaoelpeónde descarga; la señá Amalia la revendedora igual que las que acarreaban «elfresco»alacapital.Llamábaseaaquelrecinto«lacazuela».Lasbutacaserandelmismoaborreciblepelotequelospalcosyelforrodebiósertambiéndelmismocolor, aunquenopodía saberseconcerteza.Detrásdeellashabía, a la antiguausanza, un patio para ciertos menestrales que, por su edad, su categoría demaestros u otra circunstancia cualquiera, repugnaban subir a la cazuela yjuntarse a la turba alborotadora. Del techo pendía una araña, cuajada depedacitos de vidrio en forma prismática, con luces de aceite.Más adelante sesubstituyóésteconpetróleo,peroyonoalcancéavertalreforma.Debajodelaescalera que conducía a los palcos había un nicho cerrado con persiana quellamaban «el palco de don Mateo». De este don Mateo ya hablaremos másadelante.

Pues ha de saberse que en tal lacería de teatro se representaban losmismos

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dramas y comedias que en el del Príncipe y se cantaban las óperas que en laScaladeMilán.¿Parecementira,eh?Puesnadamáscierto.Allíhaoídoporvezprimeraelnarradordeestahistoriaaquellasfamosascoplas:

Sioyescontardeunnáufragolahistoria,Yaqueenlatierrahastaelamorseolvida...

Por cierto que le parecían excelentes, y el teatro unamaravilla de lujo y debuengusto.Todoenelmundodependede la imaginación.Ojalá la tuviese tanviva y tan fresca como entonces para entretenerles a ustedes agradablementealgunashoras.TambiénhavistoelDonJuanTenorio.Ysusdifuntosuntadosdeharinadetrigo,sucomendadorfiltrándoseporunapuertaatadaconcuerdas,suinfierno de espíritu de vino y su apoteosis de papel de forro de baúles, leimpresionarondetalmodoqueaquellanochenopudodormir.

En la sala pasaba, poco más o menos, lo mismo que en los más suntuososteatrosdelaCorte.Noobstante,porreglageneralseatendíamásalespectáculoque en éstos. Aun no habíamos llegado a ese grado superior deperfeccionamiento,mediante el cual las acciones deben formar grato contrasteconellugardondeseejecutan;verbi-gracia,charlarenlosteatros,reirseenlasiglesias, ir graves, y silenciosos, y patéticos en el paseo, como sucede,afortunadamente,enMadrid.IgnorosienSarrióhansubidoyaalahorapresenteestepeldañodelacivilización.

Nisecreaquefaltabanporesoalgunosespírituslúcidosqueseadelantabanasu épocaypresentían loquehabíade ser el teatro andandoel tiempo.PablitoBelinchóneraunodeellos.Teníaabonadosiempre,encompañíadeotrostresocuatroamigos,elpalcodeproscenio.Desdeallídirigíalapalabraaotrosseñoresde más edad, abonados en el palco de enfrente: se decían cuchufletas, seburlaban de la tiple o del bajo, y se tiraban caramelos y saetas de papel. Porcierto que el público de las butacas, ajeno todavía a estos refinamientos de lacivilización, solía hacerles callar bárbaramente con un enérgico chicheo. Lasfamiliasmásimportantesacostumbrabanaentrarenaquellospalcosfementidosdespuésdeabiertoel telón,conlamismasolemnidadquesipenetrasenenunaplatea del teatroReal, y por de contado conmuchomás ruido.No es posiblefigurarsebienelhorrísonotraquidoquedabaaquelrespaldoalserempujadoyaquelasientoaldejarlocaerconánimodellamarlaatención.

Dígalosinolafamiliaqueenestemomentohacesuentradatriunfalenunode

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ellosypermaneceenpiedespojándosedelosabrigos,mientraslosespectadoresdivierten por un instante la vista de la escena y la fijan en ellos, hasta que sesientan.SonlosseñoresdeBelinchón.Eljefedelafamilia,donRosendo,esuncaballero alto, enjuto, doblado por el espinazo, calvo por la coronilla, de ojospequeños y hundidos, boca grande, que se contraía con sonrisa mefistofélica,dejandoverdosfilasdedienteslargoseiguales,laobramásacabadadeciertodentistaestablecidohacíapocosmesesenSarrió.Gastapatillascortasybigote,yrepresentaunossesentaañosdeedad.Está reputadoporelprimercomerciantedelavillayunodelosprimerosimportadoresdebacalaodelacostacantábrica.Durante muchos años monopolizó enteramente la venta por mayor de esteartículo, no sólo en la villa, sino en toda la provincia, y gracias a ello habíagranjeadouna fortuna considerable. Su esposa, doñaPaula... ¿Pero por qué sedespierta tal y tan prolongado rumor en el teatro a su aparición? La buenaseñora,alescucharlo,quedatemblorosayconfusa,noaciertaadesembarazarsedel abrigo, y su hijaCecilia se ve obligada a quitárselo y a decirle al oído:—¡Siéntate,mamá!Sesienta,opormejordecir,sedejacaersobreelbancoypaseauna mirada extraviada por el público, mientras sus mejillas se tiñen de vivocarmín. En vano se abanica con brío y procura serenarse. Nada: cuantosmásesfuerzoshaceporalejar la sangre tumultuosadel rostro,másempeñopone lamalditaenocuparaquellugarvisible.

—¡Mamá, qué colorada estás!—le dice Venturita, su hija menor, pugnandoparanoreir.

Lamadrelamiraconexpresióndeangustia.

—Calla,Ventura,calla.—diceCecilia.

DoñaPaula,animadaconestaspalabras,murmura:

—Estachiquillanogozasinoenavergonzarme.

Yestuvoapuntodeenternecerseyllorar.

Al fin, el público se cansó de atormentarla con sus miradas, sonrisas ymurmullos,yfijódenuevosuatenciónenlaescena.LacongojadedoñaPaulafuécesandopocoapoco;peroquedaronrestosdeellaportodalanoche.

La causa de aquel incidente era el abrigo de terciopelo guarnecido de pielesque la buena señora se había puesto. Siempre que estrenaba alguna prenda de

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aparienciabrillante,sucedíalomismo.YestonoporotracosamásqueporquedoñaPaulanoeraseñoradenacimiento.Procedíadelaclasedecigarreras.DonRosendohabíatenidoamoresconellasiendocasiunaniña,deloscualesnacióPablito.Asíytodo,donRosendoestuvocincooseisañossincasarseniquereroirhablardematrimonio;perovisitándolaensucasayasistiéndolacondinero.Hastaquealfin,vencidomásporelamordelhijoqueeldelamadre,y,másquepor todo esto, por las amonestaciones de sus amigos, se decidió a entregar sumano a Paulina. La población no supo del matrimonio hasta después deefectuado:talsigiloseguardóparallevarloacabo.Desdeentonceslavidadelacigarrerapuededividirseenvariasépocasimportantes.Laprimera,queduraunaño,comprendedesdeelmatrimoniohasta la«mantilladevelo».Duranteestetiempo, la señora de Belinchón no semostró poco nimucho en público. Losdomingosibaamisadealbayseencerrabaotravezencasa.Cuandosedecidióaponerselaantedichamantillaeiramisadeonce,lomismoenlaiglesiaqueenlascallesdeltránsito,laacribillaronamiradas,ysehablódelsucesopormásdeochodías.Elsegundoperíodo,queduratresaños,comprendedesde«lamantilladevelo»hasta«losguantes».Lavistadetalornamentoenlasmanosgrandesycoloradasdelaexcigarreraprodujounaexcitaciónindescriptibleenelelementofemeninodelvecindario.Enlascalles,enlaiglesia,enlasvisitas,lasseñorassesaludabanpreguntando:—¿Havistousted?...—Sí,sí,yahevisto.—Ycomenzabaeldesuello.Vienedespuéseltercerperíodo,queduracuatroaños,yterminaen«el vestido de seda», que dió casi tanto que murmurar como los guantes, yprodujo general indignación en Sarrió.—Diga usted, doña Dolores, ¿qué nosqueda ya que ver?—Doña Dolores bajaba los ojos haciendo un gesto deresignación.Porúltimo,elcuartoperíodo,elmáslargodetodosporqueduraseisaños, termina, ¡ohescándalo!«conelsombrero».NadiepuederepresentarseelestremecimientodeasombroqueinvadióalavilladeSarriócuandociertatardede feria se presentó doña Paula en el paseo con sombrero-capota. Fué unverdadero motín. Las mujeres del pueblo se santiguaban al verla pasar ypronunciabancomentariosenaltavozparaquelosoyeselainteresada.

—¡Mujer,miraportuvidaalaSerenaquégabarrallevasobrelacabeza!

PorquehayqueadvertirquealamadrededoñaPaulalallamabanlaSerena,yalaabuelayalabisabuelatambién.

Excusadoesañadirquedesdequelacigarrerasubióalacategoríadeseñora,niporcasualidadladieronyasunombrepropio.

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Aldíasiguiente,altropezarselasseñorasdeSarrióenlacalle,noencontrandopalabrasconqueexpresarsuhorror,sedabanporcontentasconelevarlosojosalcielo, agitar los brazos convulsivamente y pasar de largo murmurando:«¡¡¡Sombrero!!!»

Anteaquelgolpedeaudaciaquenotieneparejasinoconlosdealgunoshéroesde la antigüedad, Aníbal, César, Gengis-Khan, la villa quedómuda y abatidaalgunosmeses.Noobstante, cadavezque labuenadedoñaPaulaaparecíaenpúblico con el abominable sombrero en la cabeza o con cualquier otra prendapropia de su alta jerarquía, era saludada siempre con un murmullo dereprobación.Ylooriginaldelcasoestabaenqueellanoprotestabanienpúbliconi en secreto, ni aun en lo sagrado de la conciencia, contra este procedermalévolodesupueblonatal.Juzgábalonaturalylógico.Noseleocurríapensarquepudieraserdeotromodo.Susideassociológicasnoleaconsejabantodavíarebelarsecontraelfallodelaopiniónpública.Creíadebuenafequealponerselosguantesoelabrigodepielesoelsombrero,cometíaunactoreprobadoporlas leyes divinas y humanas. Los murmullos, las miradas burlonas, eran elcastigonecesariode esta infracción.Deaquí sus temoresy congojas cadavezqueibaapresentarseenelteatrooenelpaseo,yelruborquelaacometía.

¿Porquéentonces,sedirá,doñaPaulasevestíadeestemodo?Noseránmuyconocedoresdelcorazónhumanolosquetalpregunten.DoñaPaulaseponíaelsombrero y los guantes a sabiendas de que iba a pasar unmal rato, como unchicoabreelaparadoryseatracadedulceasabiendasdequeenseguidalehandeazotar.Losquenosehayancriadoenunpueblo,nuncasabráncuánapetitosagolosinaeselsombreroparaunaartesana.

EradoñaPaulaalta,seca,desgarbada.Cuando jovenhabíasidobuenamoza;perolosaños,laclausuracontinua,alaquenoestabaavezada,ysobretodolaluchaqueveníasosteniendoconelpúblicoparaestablecersujerarquía,lahabíanmarchitado antes de tiempo. Todavía conservaba hermosos ojos negrosencajadosenunrostrodecorrectasyagradablesfacciones.

Elactoprimerotocabaasufin.Serepresentabaunmelodramafantástico,cuyonombre no recordamos, donde la compañía había desplegado todo el aparatoescénico de que podía disponer. La cazuela estaba asombrada, y acogía cadacambio de decoración con estrepitosos aplausos. PablitoBelinchón, que habíapasadoenMadridunmeselañoanterior,sereíaconincontestablesuperioridadde aquel aparato; hacía guiños inteligentes a los del proscenio de enfrente. Y

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parademostrarquetodoaquelloleaburría,concluyóporvolversedeespaldasalescenario y mirar con los gemelos a las bellezas locales. Cada vez que lospreciososanteojosdepieldeRusiaapuntabanauna,lamuchachasufríaunleveestremecimiento:cambiabadepostura,llevabalamanounpocotrémulaalpelopara arreglarlo, sonreía a sumamáo a su hermana sin razón alguna, se poníaseriadenuevo,yfijabaconinsistenciaydecisiónsusojosenlaescena.Peroalinstanteloslevantabarápidaytímidamentehaciaaquellosredondosybrillantescristales que la ofuscaban.Al fin concluía por ruborizarse. Pablito, satisfecho,apuntabaaotrabelleza.Lasconocíacomosifuesensushermanas,tuteabaalamayorpartedeellasydemuchashabíasidonovio:perolaplumaenelairenoeramásmovibley tornadizaqueélenmateriadeamores.Todashabíantenidoquesufriralgúndolorosodesengaño.Últimamente,hastiadodeenamorarasusconvecinas,sehabíadedicadoafascinaracuantasforasterasllegabanaSarrió,paraabandonarlas,porsupuesto,sicometíanlatorpezadepermanecerenlavillamásdeunmesodos.

Había razonespoderosasparaquePablitopudiesedisponera subuen talantedel corazón de todas las jóvenes indígenas y aun de las extrañas. Era unapuestísimomancebo de veinticuatro o veinticinco años, de rostro hermoso yvaronil, de figura gallarda y elegante. Montaba a caballo admirablemente yguiabaun tílburiouncarruajedecuatrocaballos, locualnadiesabíahacerenSarriómásqueloscocheros.Cuandose llevabanlospantalonesanchos, losdePablito parecían sayas; si estrechos, era una cigüeña. Venía la moda de loscuellosaltos,nuestroPablitoibaporlacalleamedioahorcarconlalenguafuera.Estilábansebajos,puesenseñabahastaelesternón.

Estas y otras facultades eminentes hacíanle, con razón, invencible. Quizásalgunos no hallen enteramente justificada la dictadura amorosa de nuestromanceboenSarrió.Estamosnoobstantesegurosdequelasjóvenesdeprovinciaqueleanlapresentehistorialajuzgaránlógicayverosímil.

Cuandobajóeltelón,unancianoencorvado,conluengabarbablancaygafas,seacercóarrastrándosemásqueandandoalpalcodelosdeBelinchón.

—¡DonMateo!Imposiblequeustedfaltase—exclamódoñaPaula.

—¿Puesquéquiereustedquehagaencasa,Paulita?

—Rezarelrosarioyacostarse—dijoVenturita.

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DonMateosonriócondulzura,ycontestóaaquella impertinenciadandoa laniñaunapalmaditacariñosaenelrostro.

—Esverdadquedebierahacereso,hijamía...pero¿quéquieres?simeacuestotempranonoduermo...Yluegonopuedoresistirlatentacióndeverestascaritastanlindas...

Venturitahizounmohíndesdeñosodondesetraslucíalasatisfaccióndeverserequebrada.

—¡Sifueraustedsiquieraunpolloguapo!

—Lohesido.

—¿Elañocuántos?...

—¡Qué mala, qué mala es esta chiquilla!—exclamó don Mateo riendo yacometiéndoleactocontinuoungolpedetosqueleembargólarespiraciónporalgunosmomentos.

Don Mateo, anciano decrépito, no sólo estropeado por los años, sino pormultituddeachaquesadquiridosconunavidahartodisipada,eralaalegríadelavilladeSarrió.Ningunafiesta,ningúnregocijopúblicooprivadoseefectuabaenelpueblosinsuintervención.ErapresidentedelLiceo,sociedaddebaile,desdehacíamuchos años, y nadie pensaba en substituirlo por otro. Presidía tambiénunaacademiademúsicadelacualerafundador.Eravocal-tesorerodelCasinodeartesanos.Lareedificacióndelteatrodondenoshallamosaélsedebía;ypararecompensarle de sus molestias y desembolsos, el Ayuntamiento le habíapermitidolabrarenelhuecodelaescaleraelpalcocerradoconpersianadequeyahemoshablado.Vivíadesuretirodecoronel.Estabacasadoyteníaunahijadetreintaytantosañosaquienseguíallamando«laniña».

Ni se crea por esto que donMateo era un viejo verde. Si lo fuese, el sexofemenino no le demostraría tanta simpatía, ni le guardaría respeto alguno. Suúnicoplacereraverdivertidosalosdemás,quelaalegríareinaseentornosuyo.Para conseguirlo, hacía esfuerzos increíbles de habilidad, y se molestaba loindecible. Su imaginación, puesta al servicio de tal idea, no descansaba uninstante.Unas veces era un baile campestre el que organizaba; otra vez hacíaconstruirunescenarioenelsalóndelLiceo,yensayabaalgunacomedia;otras,contratabacompañíasdesaltimbanquisodemúsicos.Encuantosepasabanocho

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díassinquelosvecinosdeSarrióserecreasendealgúnmodo,yaestabanuestrodonMateonerviosoynoparabahastalograrlo.Graciasaél,podemosasegurarquenohabíapuebloenEspaña,enaquellaépoca,dondelavidafuesemásfácilyagradable.

Porqueloshonestosrecreosquesincesarserepetían,engendrabanlauniónyhermandad en el vecindario. Además, don Mateo, elemento conciliador porexcelencia,formabagranempeñoendestruirtodaslasmalquerenciasyrencoresqueenelpuebloexistiesen.Alcontrariodeciertosseresvilesquesecomplacenen transmitir elvenenode lamurmuración, teníagustoen ir repitiendoacadacuallobuenoquedeélhablasenlosdemás:—«Pepita,¿sabeustedloqueacabadedecirmedoñaRosariodelvestidoqueustedlleva?...queeselegantísimo,muysencillo y de mucho gusto.»—Pepita se esponjaba en su palco, y dirigía unamiradadeternuraadoñaRosario,apesardequenuncalehabíasidosimpática.—Buen negocio ha hecho usted en la partida de cacao de la viuda e hijos deVillamor,amigodonEugenio.—Phs;regular.—«Enestemomentomeacabadedecir don Rosendo que ese negocio se le ha escapado a él de las manos portonto.» Como don Rosendo pasa por el primer comerciante de la villa, donEugenionopuedemenosdesentirselisonjeadoporestaspalabras.

Después de haber charlado algunos instantes con la familia Belinchón, donMateosedespidepararecorrertodoslospalcos,comoteníaporcostumbre;peroantesdice,dirigiéndoseaCecilia:

—¿Cuándollega?

Lajovensepusolevementeencendida.

—Nosédecirausted,donMateo...

DoñaPaulasonrióconmalicia,yvinoenauxiliodesuhija.

—DebedellegarenlaBella-Paula,quehasalidoyadeLiverpool.

—¡Oh!Entoncesaquílotenemosmañanaopasado...¿HabrásrezadomuchoalaVirgendelasTormentas,verdad?

—¡Una novena nada menos la ha hecho! Hace días que están seis ciriosardiendodelantedelaimagen—dijoVenturita.

Ceciliasepusoaúnmáscoloradaysonrió.Eraunajovendeveintidósaños,no

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agraciadaderostronigallardadefigura.Loquemásdesconcertabalaarmoníadeaquél,eralanarizexcesivamenteaguileña.Sinestatachaquizánohabríasidofea,porque losojoseranextremadamente lindos, tan suavesyexpresivos,quepocasbellezaspodíangloriarsedeposeerlos tales.Nialtanibaja,peroel talledesgarbadoyloshombrosuntantoencogidos.SuhermanaVenturateníadiezyseisaños,yaparecíacomounhermosopimpollo, llenodegraciayalegría.Surostroovaladoparecíahechoderosasyclaveles.Apretaditadecarnesypequeñade estatura; tan sabiamente proporcionada por la Naturaleza, que parecíamodeladaencera.Susmanoseranjazminesysuspiesdecriolla,celebradosenSarrió como nunca vistos; la suavidad y tersura de su cutis, vencían a las delnácaryalabastro.Sobrelafrente,altayestrechacomolasdelasvenusgriegas,deunblancoargentino,caíanlosbuclesdesuscabellosrubios,cuyamadeja,tanespesacomodócilybrillante,letapabaenteramentelaespaldahastamásabajodelacintura.

—¡Búrlatedetuhermana,picarilla;notardarásenhacerlomismo!

—¿Yorezarporunhombre?Ustedchochea,donMateo.

—Yame lo dirás dentro de poco—repuso el anciano pasando a otro palco asaludaralosseñoresdeMaza.

EnestoseacercóPablitoaldesuspapás, trayendoensucompañíaaun fielamigoquemereceespecialmención.Erahijodelpicadorquehabíaenelpueblo,ymozoqueporsufigurapodíaserelregocijodelosespectadoresenuncircodeacróbatas. Nada necesitaba añadir a su persona, ni polvos de harina, nibermellón,nitizneparaquedarconvertidoenclown.Eraunpayaso«alnatural».SunarizvivamentecoloreadayaporlaNaturaleza,susojostorcidos,laausenciadepestañas,subocadelobo,ladisparatadaanchuradesushombros,elarcodesuspiernasy,sobretodo,lasmuecasgrotescasconqueseacompañaalhablarogruñir,provocanlarisa,sinmáspelucasyafeites.BienlosabíaPiscis(queasísellamabaolellamaban)ydeelloestabafuertementepesarosoyhastaindignado.Para contrarrestar estas nativas disposiciones cómicas de su rostro, habíadeterminado no reirse jamás, y cumplía su promesa religiosamente. Además,paraelmismoefectoacostumbrabasabiamenteaentreverarsuspalabrasconlasmás ásperas y temerosas interjecciones del repertorio nacional, y varias de suinvenciónparticular.Peroesto,envezdeproducirelefectoapetecido,contribuíaadespertarlaalegríaentresusconocidos.

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ElúnicoquehastaciertopuntoletomabaenserioeraPablito.PiscisyPablitohabían nacido para amarse y admirarse. El punto de conjunción de estos dosastroseraelgéneroecuestre.Piscis,adiestradoporsupadredesdeniño,eraelmejorjinetedeSarrió;porconsiguiente,paraPablitolapersonamásdignadeseradmirada.El hijo dedonRosendo era el chicomás ricode la población: paraPiscis, debía de ser, claro está, lo más respetable y digno de veneración quehabíasobreelplaneta.Nadiesabíaaquéépocase remontabaestaamistad.SehabíavistoaPablitoyPisciseternamentejuntos,cuandoniños.Yahombresnofué parte a separarlos la diversa posición social que ocupaban. El lugar dereunióndeestosjóvenesnotableseraconstantementelacuadradedonRosendo.Desdeallí,despuésdecelebrarsiempreunalargayeruditaconferencia,frentealos caballos, con parte teórica y parte práctica, salían a pasear su figura y susprofundosconocimientosporlavilla,unasvecescabalgandoenbriososcorceles,otrasenunalindacharrette,Pablitoguiando,Piscisasuladofijoyabsortoenlacontemplación amorosa de los traseros de los caballos.Algunas también, paradarejemplodehumildad,caminandosobrelaspropiaspiernas.

Pabloseacercóasufamilia,retorciéndosederisa.

—¿Quétehapasado?—lepreguntadoñaPaula,sonriendotambién.

—HemosseguidoaPeriquitoalacazuelayleencontramosmanoamanoconRamona—dijoeljoven,acercandolabocaaloídodesuhermanaVentura.

—¿Sí?...¿Quéledecía?—preguntóéstacongrancuriosidad.

—Puesledecía...(unaavenidaderisalointerrumpióporalgunosmomentos).Ledecía...«Ramona,teamo».

—¡Ave María! ¡A una sardinera!—exclamó la niña riendo también yhaciéndosecruces.

—¡Si vieras con qué voz temblorosa lo decía, y cómo ponía los ojos enblanco!...AquíestáPiscis,quetambiénlooyó...

Piscisdejóescaparungruñidocorroborante.

Enaquelmomento,Periquito,queeraunmuchachopálidoyenteco,deojosazulesypocayralabarbarubia,aparecióenlaslunetas.LasmiradasdetodalafamiliaBelinchón se clavaronen él sonrientesyburlonas.Sobre todoPabloy

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Venturitasemostrabangrandementeregocijadosasuvista.Periquitolevantólacabezaysaludó.LafamiliaBelinchóncontestóalsaludosindejardereir.Tornóalevantarlacabezaotrasdosotresvecesyviendoaquellasinsistentessonrisas,sesintiómolestoysalióalpasillo.

Levantósenuevamenteeltelón.Ladecoraciónrepresentabaunascavernasdelinfierno, aunque no era imposible que alguien creyese que se trataba de labodega de un barco. El acto comenzaba por un preludio de la orquesta,dignamentedirigidaporelseñorAnselmo,ebanistadelavilla.Figurabanenellacomobombardinos el señorMatías, el sacristán, y el señorManolo (barbero);comoclarinetes don Juan elSalado (escribiente delAyuntamiento) yPróspero(carpintero); como trompas Mechacan (zapatero) y el señor Romualdo(enterrador); como cornetines Pepe de la Esguila (albañil) yMaroto (sereno);comofigleelseñorBenitoelRato(escribientedeunacasadecomercioyfiglede la iglesia). Había otros cuatro o cinco muchachos aprendices, queacompañaban.ElseñorAnselmo,envezdebatuta,teníaenlamanoparadirigirunaenormellavereluciente,queeraladesutaller.

Elpreludioeramuytristeytemeroso;comoqueestábamosenelinfierno.Elpúblicoguardabaabsolutosilencio:esperabaconansialoqueibaasalirdeallí,clavadoslosojosenlastrampasabiertasenelsuelodelescenario.Depronto,deaquella música suave y misteriosa salió un trompetazo desafinado. El señorAnselmo se volvió y dirigió unamiradade reprensión almúsico, que se pusocoloradohastalasorejas.Huboenelpúblicofuerteyprolongadomurmullo.Delacazuelasalióentoncesunavozquegritó:

—FuéPepedelaEsguila.

Las miradas del público se dirigieron hacia este menestral, que se hizo eldistraídosacandolaboquilladelcornetínysacudiéndola;peroestabacadavezmáscolorado.

—Sinosabetocarquesevayaalacama—gritólamismavoz.

Entonces el corrido y avergonzado Pepe de la Esguila montó en cólera depronto, dejó el instrumento en el suelo, y alzándose del asiento con los ojosencendidosyagitandolospuñosfrentealacazuela,gritó:

—¡Yatearreglaréencuantosalgamos,Percebe!

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—¡Chis,chis!¡Silencio,silencio!—exclamótodoelpúblico.

—¡Quéhasdearreglar,morral!Andaadelanteytocamejorlatrompeta.

—¡Silencio,silencio!¡Quéescándalo!—volvióaexclamarelpúblico.

Ytodoslosojossevolvieronhaciaelpalcodelalcalde.

Eraésteunhombredesesenta,asetentaaños,bajodeestaturaymuysubidodecolor, el pelo bien conservado y enteramente blanco, lasmejillas rasuradas, lanarizborbónica, losojosgrandes,redondosysaltones.ParecíauncortesanodeLuisXVouncocherodecasagrande.

DonRoque,queasísellamaba,serevolvióenelasientoydióunavoz.

—¡Marcones!

Un alguacil octogenario se acercó al respaldodel palco con la gorra azul degrande visera charolada en la mano. El alcalde conferenció con él algunosmomentos.Marconessubióalacazuelabajandopocodespuésconunjovenentrajedemarinero,agarradodelbrazo.Ambosseacercaronalpalcopresidencial.

DonRoquecomenzóaincreparleprocurandoapagarlavozyconsiguiéndoloamedias. Se oía de vez en cuando:—«¡Zopenco!»... «no tenéis pizca deeducación»... «animal de bellota»... «¿Te figuras que estás en la taberna?» Elmarineroaguantabalarociadaconlosojosenelsuelo.

Unavozgritódesdeelpatio:

—Quelollevenalacárcel.

Perodesdelacazuelacontestóotraalinstante:

—QuelleventambiénaPepedelaEsguila.

—¡Silencio!¡Silencio!

Elalcalde,despuésdehaberreprendidoyamenazadoásperamenteaPercebe,le dejó volver otra vez a su sitio, con gran satisfacción de la cazuela, que lorecibióconhurrasyaplausos.

Laorquesta,calladauninstante,tornóasuinfernalpreludio.Antesqueésteseterminase,comenzaronasalirporlastrampasdelescenariohastaunadocenade

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diablos con sendas y enormes pelucas de estopa, el rabo de etiqueta, y teasencendidas,enlasmanos.Asícomosehallaronsobreelentarimadoycerradasconvenientemente las trampas, dieron comienzo, como es lógico, a una danzafantástica; pues bien sabido es de antiguo que no pueden estar juntos cuatrodemonios sin entregarse con furor al baile. Los espectadores seguían conextremadacuriosidadsusvivosyacompasadosmovimientos.Unchiquillolloró.Elpúblicoobligóasumadreaquelosacase.

Masheteaquíquecontantoiryvenir,pasaryrozarselosministrosdeBelcebúenaquelnomuyampliorecinto,unateallegóaprenderfuegoalapelucadeunodeellos.Elpobrediablo,sindarsecuentadeello,siguióbailandocadavezconmás infernal arrebato. El público reía a carcajadas esperando el próximodesenlacedeaquelincidente.Enefecto,cuandosintiócalientelacabezamásdela cuenta el espíritu maligno, se apresuró a arrancarse la peluca, y la careta,quedandoaldescubiertoelrostrodeLevita,dondesepintabaelterror.

—¡Levita!—gritóelpúblicoalborozado.

Elgranujaqueteníaesteapodo,privadodesusatributosinfernales,confusoyavergonzado,seretiródelaescena.

Alpocoratoempezóaarderotrapeluca.Nuevosmurmullosymayoransiedadpor ver lametempsícosis de aquel ángel exterminador.No se hizo esperar.Alcabodepocosminutoslapelucaylacaretavolabanporelairecomoencendidocometa.

—¡Matalaosa!—gritarontodos.Unainmensacarcajadasonóenelteatro.

—Mátala,notedescubrasquetevasaconstipar—dijounodesdelacazuela.

MatalaosaseretiróavergonzadocomosucompañeroLevita.

Todavía ardieron otras dos o tres pelucas, poniendo a la vergüenza a otrostantos pillastres de la calle que servían de comparsas en el teatro. El baile seterminóalfinsinmásincendios.

UnavezsepultadosdenuevoenelAvernolosdemoniosquesehabíansalvadodelaquema,sepresentaronenlaescenaungallardomancebo,deoficiopastor,ajuzgarporelpellicoqueletapabalaespalda,yunahermosadoncelladeidénticaprofesión. Los cuales, en el mismo punto, siguiendo el antiguo precepto que

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obliga a todo pastor a estar enamorado y a toda pastora amostrarse esquiva,comenzaronsudiálogo,dondelasquejasamorosasylostiernoslamentosdeélcontrastaban con las indiferentes carcajadas de ella. Alegres y regocijados sehallaban todos, lomismo los del patio que los de la cazuela, con las sabrosasrazonesquepasabanenlaescena,cuandoalapuertadelteatroseoyóunagranvozquedijo:

—DonRosendo,estáentrandolaBella-Paula.

Elefectoqueaquelinesperadogritoprodujo,fuéinexplicable.PorquenosólodonRosendoselevantacomoimpulsadoporunresorteyseapresuraconmanotrémulaaponerseelabrigoparasalir,sinoqueportodoelconcursoseesparcióunfuerterumoracompañadodevivaagitaciónqueestuvoapuntodeinterrumpireldiálogopastoril.Losmenestralesdelpatiolanzáronseactocontinuoalacalle.De la cazuela bajaron con fuerte traqueteo casi todos los marineros que allíhabía. Y de los palcos y butacas salieron también numerosas personas. A lospocosminutosnoquedabanapenasenelteatromásquelasmujeres.

Ceciliasehabíaquedado inmóvil,pálida,con losojosclavadosen laescena.Sumadreyhermanalamirabanentantoconsemblanterisueño.

—¿Por quémemiráis de esemodo?—exclamó volviéndose de pronto. Y aldecirestosepusofuertementecolorada.

DoñaPaulayVenturitasoltaronunacarcajada.

II

DELFELIZARRIBODELA«BELLA-PAULA»

Elpelotóndeespectadorescorrióporlascallesendirecciónalmuelle.Delante,rodeadodeseisuochomarineros,desuhijoPabloyalgunosamigos, ibadonRosendo, silencioso, preocupado, escuchando los comentarios de susacompañantes,quelospronunciabanconlavozentrecortadaporlafatiga.

—Tiene suerte don Domingo; llega con más de media marea—dijo unmarineroaludiendoalcapitándelaBella-Paula.

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—¿Qué sabes tú si llega ahora?Bien puede estar fondeado desde la tarde—respondióotro.

—¿Dónde?

—¿Dóndehadeser,mamón?enlaconcha—replicóelotroenfureciéndose.

—Sihubieraestadosevería,tíoMiguel.

—¿Cómo lohabíasdever,papanatas?... ¿Hasestadopor si acasoen lapeñaCorvera?

—LabanderadelaBella-Paulaseveporencimadelapeña,tíoMiguel.

—¡Québanderaniquémalrayoqueteparta!

—¿Qué carga trae, donRosendo?—preguntóle al armador uno de los que leacompañaban.

—Cuatromilquintales.

—¿Escocia?

—No;todoNoruega.

—¿VieneabordoelseñoritodelasCuevas?

DonRosendonocontestó.Alcabodeunmomentodemarchacadavezmásprecipitada,sevolviódiciendo:

—Aver;esnecesarioavisaradonMelchorqueestáentrandolaBella-Paula.

—Yo iré—respondió un marinero destacándose del pelotón y marchando ainternarseotravezenelpueblo.

Llegaron almuelle.Lanoche estaba fría, sin estrellas: el viento acostado: lamarencalma.Dejaronelantiguoydiminutomuelleysedirigierona lapuntadelPeónreciénconstruídaqueavanzababastantemásporelmar.Brillabaenlaobscuridadtalcualfarolillodelosbarcosanclados.Apenasseadvertíalaespesareddesujarcia.Loscascosaparecíancomounamasanegrainforme.

Losreciénllegadosnovieronungrupomuchomayordegentequeseapiñabaen la punta misma del malecón hasta que dieron sobre él. Todos guardaban

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silencio con los ojos puestos en el mar, esforzándose por advertir entre lastinieblaslasmaniobrasdelbuque.Lasolas,querompíanblandamentecontralaspeñasmáspróximas,blanqueabandevezencuandoenlaobscuridad.

—¿Dóndeestá?—preguntaronvariosdelosespectadoresdel teatrosacándoselosojosporveralgo.

—Allí.

—¿Dónde?

—¿Noveusted aquí, hacia la izquierda, una lucecitaverde?...Sigaustedmimano.

—¡Ah,sí,yalaveo!

DonRosendo subió al segundocuerpodelparedón,y encontró allí ya adonMelchordelasCuevas.Eraésteuncaballeroalto,muyalto,enjuto,afeitadoalausanzadelosmarinos,estoes,dejandolabarbaporelcuellocomounavenda.Tenía más razón para ello que la mayoría de los vecinos de Sarrió que seafeitabandeestemodo,puespertenecíaalhonrosocuerpodelaArmada,sibienen calidad de retirado. Pero en los puertos demar, particularmente cuando lapoblación es pequeña, como la en que nos hallamos, el elemento marítimopredomina y se infiltra de tal modo, que todos los habitantes, sin poderloremediar, sin darse cuenta de ello, adoptan ciertos usos, palabras y formas devestirdelosmarinos.

Habríasidoapuestoygalánelseñorde lasCuevasensus tiempos juveniles;porquehoy,alossetentaycuatroaños,esunhombrebrioso,erguido,devivosypenetrantes ojos, nariz aguileña, noble y descubierta frente. Toda su figuraanunciaenergíaydecisión.

Estaba en pie sobre uno de los asientos adheridos al pretil del paredón, conunosenormesanteojosdemardirigidoshacialalucecitaverdequebrillabaconintermitenciasalláalolejos.Eraconmucholafiguramáselevadaquesalíadelgrupodeespectadores.

—¡DonMelchor,ustedaquíya!...Acabodeenviarleunrecadoasucasa.

—Haceunahoraquehevenido—repusoelseñordelasCuevas,separandolosanteojosdelacara.—Hevistolabarcadesdeelmiradorpocodespuésdepuesto

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elsol.

—Debíasuponerlo.¿Cómoselehabíaausteddeescaparnadaquepaseporahíafuera?

—Tengo mejor vista que cuando era un mozo de veinte años—dijo donMelchorconfirmeentonaciónyenvozaltaparaquelooyesen.

—Locreo,locreo,donMelchor.

—Aquincemillasveovirarunalanchabonitera.

—Locreo,locreo.

—Y si me apuran un poco—profirió en voz más alta aún,—les cuento lasportasalasfragatasquecruzanparaelFerrol.

—Arríe,arríeunpoco,donMelchor—dijounavoz.

Hubo en la obscuridad carcajadas reprimidas, porque el señor de lasCuevasinspirabarespetoprofundoatodalamarinería.

El viejomarino volvió airado la cabeza hacia el sitio donde había salido lacuchufleta.Esforzóseenpenetrarlastinieblasensilencioalgunosinstantes,yalcabodijoconvozronca:

—Sisupiesequiéneres,prontotearriabayoenbandaalamar.

Nadieosódecirunapalabra,nihuboelmásleveconatoderisa.EnSarriósesabíaqueelseñordelasCuevaseramuycapazdehacerlocomolodecía.Habíaservidoenlamarinadeguerramásdecuarentaaños,gozandosiempreopiniónde oficial bravo y pundonoroso, pero al mismo tiempo de una severidad querayaba en barbarie. Cuando ya ningún comandante de buque se acordaba denuestrasantiguasordenanzasmarítimas,donMelchorseempeñabaenponerlasen práctica y en todo su rigor. Contábase con terror en el pueblo, que habíaahogado a un marinero por pasarlo tres veces debajo de la quilla, segúnprescribíalaordenanzaparaciertasfaltas;yamásdecientohabíaderrengadoapalosoleshabíalevantadoelpellejoconelchicote.AdemásnohabíaenSarriópiloto omarinero que se las pudiese haber con él en lo referente a lamar, lomismoenel conocimientodel tiempo,que en lasmaniobrasde losbarcos; entodoslossecretosdelanavegación.

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La lucecita verde se iba acercando con lentitud. Percibíase ya el bulto de laBella-Paula a simplevista,yademásotrosdoso trespuntitosnegroscercadeella,quecambiabanamenudodesitio.Eran la lanchadelprácticoy losbotesauxiliaresparatirardelbarcocuandofuesenecesario.Comoelvientonosoplabaapenas, la corbeta mantenía izadas todas las velas. Sin embargo, ya estabademasiadocercadelparedónparaqueestonoconstituyeseunpeligro.AlmenosdonMelchorasíloentendió,porquecomenzóajurarporlobajoyamostrarseinquieto.Nopudiendoresistirmás,asabiendasdequenolehabíandeoir,gritó:

—Aferralasgavias,Domingo.¿Quéaguardas?

Apenashabíaacabadodepronunciarestaspalabras,cuandosevieronsobrelascofaslosbultoscasiimperceptiblesdelosmarineros.

—¡Acabáramos!—exclamódonMelchor.

—¡Sí,queDomingosechupaeldedo!—dijoporlobajoelmarineroaquienelseñordelasCuevashabíaamenazado.

El casco de la corbeta, pintado de negro con una banda blanca en la obramuerta, se destacó al fin con pureza del fondo obscuro. Los ojos de losespectadores, habituados ya a las tinieblas, veían perfectamente todo lo quepasabaabordo.Sobreelpuentehabíadosbultos,eldelcapitányeldelpráctico.Enlaproauno,eldelpiloto.

—¿Ylaescandalosa?—gritódenuevodonMelchor.

Laescandalosademesana,comosiobedecieseasuvoz,cayó.Labarcasiguióacercándosecadavezconmáspausa.Elvientonoconseguíahenchir lasvelasbajas: lacangrejapendíadelpalo laciaydesmayadacomounvestidodebaileusado.Prontoquedaronaferradasaquéllasyarriadaésta,yelbarcocomenzóacaminar con sosiegodesesperante remolcadopor losdosbotes.Las figurasdelosremadoresselevantaronacompasadamentesobrelosbancos.Ylavozdelospatronesgritando:—¡Halaavante!¡haladuro!—rompióconbríoelsilenciodelanoche.

Perolostironeserantandébilesconrelaciónalamasa,queelbuqueapenassemovía. Cuando al cabo de un cuarto de hora consiguió acercarse unas treintabrazasdelapuntadelPeón,largóuncabo,queunodelosbotestrajoalmalecónparaayudaraviraralacorbeta.

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—¡Capitán,capitán!—gritóunoconvozestentóreadesdeelgrupo.

—¿Quéhay?—contestarondelbuque.

—¿VieneabordoelseñoritodelasCuevas?

—Sí.

—PuesojoconelseñoritodelasCuevas...Losdemásqueseahoguen.

La broma produjo gran algazara en la muchedumbre. Volvió a reinar elsilencio. La corbeta comenzaba a virar, apoyada en el cabo de tierra, querechinabaconlatensión.Lagentedelmuellesepusoahablarconladeabordo.Peroéstasemostrabasilenciosa,taciturna,atendiendoalasmaniobrasmásquealaspreguntasquelesdirigían.Entonceseltemperamentoburlóndelamarineríaenaquellacomarcaseostentódenuevo.Losdetierracomenzaronadarvayaalosdeabordo,sobretodoaunciertosujetoqueparecíaunmontóndepelos,aquienapodabanTanganada,elcualsemovíadeunladoaotro,conlagraciadeun oso, manejando los cables, y lanzando gruñidos de desprecio a lamuchedumbre.

—Oyes, Tanganada; ya tendrás ganas de comer una cazuela de bacalao,¿verdad?

—Alégrate,Tanganada;haysidraenellagardeLlandones.

—¿HacíacalorenNoruega?

—¡Allí te quisiera ver yo, ladrón!—gruñó Tanganada,mientras aferraba unavela.

Losmarinerossaludaronlafrasecongrandescarcajadas.

—¡Largatierra!—gritóelprácticodesdeelpuente.

—¡Hala a bordo!—contestó el marinero que tenía el socaire soltando elchicote.Elcablecayóalmar,ycomenzóasubirvelozmenteporelcostadodelbuque.

Este se encontrabaal abrigodelmalecón,peronohabíamareabastanteparaatracaralantiguomuelle.Elcapitándióunavozalpiloto.

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—¡Fondo!

Elpilotodijoalosmarinerosqueteníaasulado:

—¡Arría!

Elanclacayóalmarconunruidoestridentedecadenas.Labarcasedispusoavirarsobreella.

—¿Vasaamarrarteatierra,Domingo?—preguntódonMelchor.

—Sí,señor—respondióelcapitán.

—Nohaynecesidad;amárrateendos.Dentrodeunahorapodrásenmendarte.

—Tantome cuesta uno como otro—dijo en voz baja el capitán alzando loshombros,yluegoenvozaltaañadió:

—¡Echaladeuso!

Otraanclacayóalmarconelmismoruido.

—¿Cómolevaausted,tío?—dijounavozdulceyvaronildesdeabordo.

—Hola,Gonzalito.¿Llegasbueno,hijomío?

—Perfectamente;voyalláahoramismo.

Ysebajócongranagilidadporuncablealbote.

—Vamosaesperarle—dijodonRosendoponiéndoseaandar.

PerolamanodelseñordelasCuevaslesujetócomounastenazasporelbrazo.

—¿Dóndevausted,hombredeDios?

—¿Qué es eso?—preguntó el armador asustado.—¡Ah, es cierto! ¡No meacordaba de que estábamos en el segundo paredón!... La obscuridad... Tantotiempoaquí...Elmareodeestarconlavistafija...enelbarco...¡Diosmío!¿Quéhubierasidodemísiustednomesujeta?

—Puesnada,sehubierausteddeshecholossesoscontralaslosasdeabajo.

—¡Virgen Santísima!—exclamó don Rosendo poniéndose horriblemente

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pálido.Lafrenteselecubriódeunsudorfrío,ylaspiernasleflaquearon.

—No tenga usted miedo por lo que ya pasó, amigo. Bajemos a recibir aGonzalito.

Bajaronenefectoalmuelle,dondeacababadesaltarun jovenalto, rubio,degallardoaspecto,vestidoconunlargogabánquecasilellegabaalospies.

—¡Tío!

—¡Gonzalo!

Sefueronacercando,hastaquequedaronabrazadoslosdosgigantes.Tambiéndon Rosendo saludó con efusión al joven; pero estaba tan preocupado con elpeligroquehabíacorridosuexistencia,quealinstantevolvióaponersesombríoymelancólico.Apenas pudo contestar a las preguntas que el contramaestre lehizo,pidiéndoleinstruccionesporencargodelcapitán.

Pusiéronseenmarcha luegohacia lacasadedonMelchor, situadaen lomásaltode lavilla, señoreandounaextensión inmensademar.Duranteelcamino,Gonzalo dejó que su tío fuese delante, y un poco acortado hizo algunaspreguntasadonRosendoacercadesufamilia.

—¿Cómo está doña Paula? ¿Le ha desaparecido la rija del ojo? ¿Y Pablo?¿Continúaconlamismaaficiónaloscaballos?¿YVenturita?Estaráhechaunamujer ya, ¿verdad?... (Pausa.) ¿Cecilia está buena?—terminó preguntandorápidamente.

AtodassuspreguntasrespondióelseñordeBelinchónconmonosílabos.

—¿Sabes, Gonzalo—dijo parándose de pronto,—que por un poco me matoahoramismo?

—¡Cómo!

Lecontóconprolijidadelpercancedelmuelle.Terminadoel relato, cayóenunaprofundaconsternación.

—¿Supongoquelafamiliayaestaráenlacama?—preguntóGonzalodespuésque hubo deplorado bastante (al menos en su concepto) el peligro delcomerciante.

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—No;estánenelteatro...Nosabeunodóndelatiene;¿verdad,querido?

—¡Hola!¿Haycompañía?

—Sí,desdehaceunosdías.¿Creesquemehubieramatado,Gonzalo?

—Phs...talvezsehubieraustedrotounapierna,olasdos...ounacostilla.

—¡Menosmalo!—exclamóelseñordeBelinchóndejandoescaparunsuspiro.

En esto se habían internado ya bastante en la población, y al llegar a ciertacalle, don Rosendo se despidió del tío y del sobrino. Dióle éste lamano convisibletristeza.

—Voyalteatroabuscaralafamilia.Hastamañana;quedescanses,Gonzalo.

—Hastamañana...Recuerdos.

ElseñordelasCuevasysusobrinoseemparejaroncaminandolentamentelavueltade la casadelprimero.Cayóentonces sobre el viajerounchaparróndepreguntas,norelativasasuestanciaenInglaterra,sinotodasellasreferentesalviajepormar.«¿Quétalelviento?debolinasiempre,¿verdad?...¿Noseoscayóalguna vez? El barco no cabecearía mucho; viene bien cargado... ¿Y lascorrientes?Nomarearíaissiemprecontodalatela,¿eh?¿AquehabéisarrizadoalasalidadeLiverpool?¡Conozco,conozcoelpaño!

Respondía Gonzalo con distracción a las preguntas, que, por otra parte,entendíaaduraspenas.Ibacabizbajoymelancólico.Observándoloalfinsutío,separóenfirmeydijo:

—¿Quétienes,Gonzalito?Parecequeestástriste.

—¿Yo?¡Ca!No,señor.

—Juraríaquesí.

Siguieron otro rato en silencio, y donMelchor, dándose una palmada en lafrente,exclamó:

—¡Yaséloquetienes!

—¿Qué?

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—Maldela tierra.Amímehapasadosiemprelomismo.Cuandosaltabaentierradespuésdealgúnviaje¡meentrabaunadesazón,unatristeza,undeseotangrande de volverme a bordo! Duraba dos o tres días hasta que me ibaacostumbrando.Elcasoesqueteníaafándellegaralpuerto;pero,unavezenél,echaba de menos la vida de a bordo. No sé lo que tiene el mar que atrae,¿verdad?...¡Aquelairetanpuro!...¡Aquelmovimiento!...¡Aquellalibertad!...Aquesientesganasdevolvertealbarco,¿eh?—terminódiciendoconunasonrisamaliciosaqueacreditabasuextremadaperspicacia.

—Malditas...De loque tengogana, tío,voyadecírseloenconfianza...esdeveraminovia.

DonMelchorquedóasombrado.

—¿Deveras?

—Loqueustedoye.

ReflexionóunmomentoelseñordelasCuevas,yalcabodijo:

—Bien;siquierespuedesiralteatroasaludarla...Mientrastanto,yovoyavercómoseenmiendaDomingo.

—¿De qué se ha de enmendar? Es una persona excelente—repuso el jovensonriendo.

Eltío,sincomprenderlaironía,lemirócondesprecio.

—Vaya,veoquevienestanignorantecomohasido...Teaguardoparacenar.

—Nome aguarde usted, tío—contestóGonzalo, que ya estaba lejos.—Quizánocene.

Y sin tomar carrera, pero con extraña velocidad, gracias a sus descomunalespiernas, salvó las calles, alumbradas por algunos raros faroles de aceite, endirecciónalteatro.Cualquieraqueletropezaseenaquellahoralediputaríaporun inglesote de losmuchos que llegan a Sarriómandando barcos unas veces,otrasareconocercotosminerosoamontaralgunaindustria.Suestaturacolosal,sucorpulencia,nosonlossignoscaracterísticosdelarazaespañola,siquieranoshallemosenunade lasprovinciasdelNorte.Luego,aquelgabán tan largo, lasbotas de tres suelas, el sombrero de forma exótica, denunciaban claramente al

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extranjero.Puesmirándole al rostro acababade completarse la ilusión,porqueera blanco y terso y adornado con larga barba rubia, los ojos azules, o máspropiamentegarzos, al igual de losque seven casi sin excepción en las razasseptentrionales.Aprovechemos loscortosmomentosquenosquedanantesquellegueal teatroparaproporcionaral lectoralgunosdatosbiográficosacercadeestemancebo.

La familia de las Cuevas a la cual pertenece, venía siendo de gigantes ymarinos, desde tiempo inmemorial. Marino había sido su padre, marino suabuelo,marinossus tíos,ymarinos también loshijosdeéstos.Gonzaloquedóhuérfanodepadreymadrecuandonocontabaochoañosdeedad,dueñodeunafortuna no despreciable, administrada por su tío y tutor donMelchor, en cuyopoderyguarda ledejóelpadrealmorir.Bienquisiera elviejomarinoque supupilocontinuaselanointerrumpidatradicióndellinajedelasCuevasencuantoa lacarrera.Paradespertarle laaficióno inclinarlea lamarina, lecompróunapreciosabalandradondeambossepaseabanporlastardesosalíandepesca.

Perotodoslospropósitosdelbuencaballeroseestrellaroncontralasaficionesterrestresdesusobrino.Delamarnolegustabanaéstemásquelospeces;peroaderezadosyayhumeandoenmediodelamesa.Todavíatransigía,noobstante,conlacalderetamerendadaalláenalgúnrecododelacosta,sentadosobreunapeña donde manase agua fresca potable. A los catorce años era Gonzalo unmuchachoespigadoyrobusto,queestudiabaenelcolegioprivadodeSarrió lasegunda enseñanza y se examinaba todos los años en la capital, obteniendoordinariamente la calificación de bueno y una que otra vez, muy rara, la denotablemente aprovechado. Bien quisto de sus compañeros por su condiciónnoble y franca, y respetado también por virtud de sus puños formidables.Loscaballeros de la villa le agasajaban a causa de su posición y la familia a quepertenecía; losmarineros y demás gente del pueblo le amabanpor su carácterllanoycomunicativo.

Después de graduado bachiller en Artes, permaneció en Sarrió tres añostodavíasinhacernada.Levantábasetarde,seibaalcasinoyallípasabalamayorpartedeldíajugandoalbillar,enelcualllegóaserextremado.Apesardeserelniñomimadode lapoblación,visitabapocas casas.Prefería lavidaestúpidaydepravada del café, a la cual se había habituado. No obstante, como no eracerrado de inteligencia y su exuberante naturaleza rebosaba de actividad y defuerza, las empleaba una que otra vez en el estudio de algunos ramos de la

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ciencia.Aficionósealamineralogía,ymuchastardes,abandonandoelcasinoyel billar, se iba por los contornos de la villa en busca de piedrasminerales yejemplares de fósiles, llegando a reunir una rica colección. A ratos le diótambiénporejercitarseenelmicroscopio:hizotraerunocostosodeAlemaniaycomenzó a examinar diatomeas y a prepararlas admirablemente sobre unoscristalitos que élmismo cortaba. Por último, habiendo caído en susmanos unlibrosobrelafabricacióndelacerveza,entregóseconahincoasuestudio,pidióaInglaterraotrosvariosycomenzóaimaginarqueacasoenSarrióseobtendríaun resultado feliz y pingües beneficios con esta industria desconocida. Se leocurriómontaruna fábrica.Perohabiendocomunicadoelproyecto con su tío,este varón esforzado creyó oportuno lanzar una serie de gritos inarticulados,fueratodosellosdeldiapasónnormal,terminadosloscualesseleoyóexclamar:

—¡Cómo!¡UnCuevasmetidoacervecero!¡Elhijodeuncapitándenavío,elnietodeuncontralmirantede laArmada!Túestásdesarbolado,Gonzalo.Biendice el refrán que la ociosidad es madre de todos los vicios. Si hubiesesingresadoenlaEscueladeMarinacomoyoteaconsejaba,aestashorasseríasyaguardia marina de primera, y estarías corriendo el mundo sin pensar en talespayasadas.

Gonzalosecalló,peronodejódeseguirleyendosusmétodosdefabricación.Comprendiendo que sin visitar por sí mismo las fábricas principales y sinestudiar con seriedad el asunto no alcanzaría resultado alguno, se resolvió aseguir la carrera de ingeniero industrial en Inglaterra. Cuando se arrojó adecírselo a su tío, no le sonómal al marino el nombre de ingeniero; pero elcalificativodeindustrialvolvióadespertarensuespíritulamismatempestaddeodiosyrencoresquelehabíaproducidolacerveza.

—¡Industrial, industrial!Hoycualquier limpiabotasse llama industrial.Haztebuenamenteingenierodecaminos,canalesypuertos,odeminas.

Porestetiempoconoció,oparahablarconmáspropiedad,trató,puesenSarriótodosseconocían,asunoviaactual, laseñoritadeBelinchón.Undíasu tío leenvióacasadelricocomercianteconencargodepreguntarlesipodríadarleunaletrasobreManila.DonRosendonosehallabaensuescritorio,queestabaenlaplantabajadelacasa,ycomoelnegocioeraurgente,Gonzalosedecidióasubir.Ladoncellaqueleabrióestabaconprisa.

—Paseusted,donGonzalo;laseñoritaCecilialedirádóndeestáelseñor.

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Penetró enuncuartodesarreglado, conmontonesde ropapor el sueloyunamesa en el centro, donde la hija primera de los señores de Belinchón estabaaplanchandounacamisaentrajenoadecuadoasucategoría.Unvestidilloraídoyunpañueloatadoa la cinturacomo lasartesanas; en lospiesunaszapatillasbastanteusadas.Noseruborizóporqueeljovenlaencontraseenaquelarreonientanbajaocupación,niexclamócomootrasmuchasharíanensucaso:

—¡Jesús,dequéformameencuentrausted!—llevandolasmanosalpelooalagarganta.

Nadadeeso.Suspendióunmomentosutarea,sonriócondulzurayaguardóaqueeljovenhablase.

—Buenastardes—dijo,poniéndosecolorado.

—Buenastardes,Gonzalo—respondióella.

—¿Podríaverasupapá?

—Nosésiestáencasa.Voyaver—repusolajoven,dejandolaplanchasobrelamesaypasandopordelantedeél.

Cuandoyasehabíaalejadounpoco,sevolvióparapreguntarle:

—¿Sutíoestábueno?

—Sí,señora,sí...Digo,no...hacealgunosdíasquenoselevantadelacama...Tieneuncatarrofuerte.

—¿Noserácosadecuidado?

—Creoqueno,señora.

La joven continuó su camino sonriendo. Le hacía gracia que Gonzalo lallamaseseñoranohabiendocumplidolosdiezyseisañosycontandoélmásdeveinte.Ambos, sinhabersehablado«degrandes», seconocíancomosi fuesenhermanos.Seencontrabantodoslosdíasenlacalle,enelpaseo,enelteatro,enla iglesia. «De pequeños» recordabaCecilia que cierta tarde en la romería deElorrio bailando la giraldilla con otras chicas de su edad, se llegaron unosgranujasaestorbarlas,tirándolasdelpelodesdefuera,empujándolasconfuerzaymetiéndoseenelcorrogritandoparahacerlasperderelcompás.Gonzalo,queera un grandullón de trece años, viendo aquella fea tosquedad, acudió en su

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auxilio,ypuntapiéva,trompadaviene,soplamocosaunoypuñadaaotro,enuninstantepusoendispersiónalostresocuatrodescortesesmozuelos.Losojosdelasdiminutasbailarinaslecontemplaronconadmiración.Enaquelloscorazonesfemeninos de cinco a diez años quedó grabado para no borrarse jamás unsentimientodegratitudhaciaelheroicomancebo.Otravez,añosadelante,undíadeSanJuan,Gonzalocedióaellaysufamilialabalandraparapasearseporelmar,pues losbotesy lanchasescaseabanen talocasión.Masningunadeestascircunstancias engendró el trato entre ellos. Si los encontraba muy de frente,Gonzalosolía llevarse lamanoalsombrero;sino,pasabade largocomosinolos viese, a pesar del conocimiento, ya que no amistad íntima, que su tíomanteníaconelseñorBelinchón.Lavidaexclusivadecafé,elningúntratoconlasmujeres,habíanhechodeGonzalounjovenapocadoyvergonzoso.

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—Paseusted,Gonzalo; papá le espera en la sala—dijo la joven cruzandodenuevopordelantedeél.—Quesealiviesutío.

—Muchas gracias—respondió acortado.Y al alejarse caminando hacia atrás,comoeratanalto,dióuntestarazoconlalámparadelaantesala,queporpocolahaceveniralsuelo.

Miróconangustiahaciaarriba,seapresuróasujetarlaysepusomuycolorado.

—¿Sehalastimadousted?—preguntóCeciliaconinterés.

—¡Ca!No,señora...alcontrario...¡Caramba,porunpocolarompo!

Yseretirócadavezmásconfuso.

Hallábase nuestro mancebo en aquel punto y sazón en que los hombres seenamorandeunaescoba.Laedaddelamorsehabíaretrasadoparaélunpoco.Esto sueleaconteceren todosaquellosenquienes losmúsculos tiranizana losnervios. Por eso la señorita de Belinchón, aunque nada linda, despertórepentinamenteenélciertasimpatíaqueesfáciltransmutarenpasión.Ycomoconsecuencia de aquella brevísima entrevista, Gonzalo pasó desde entoncesalguna que otra vez sin necesidad por delante de la casa de los señores deBelinchónmirandoconel rabodelojoa losbalcones;cuidómásdelaliñodeltrajey lapersona; ibaamisadediez losdomingosaSanAndrés,dondedoñaPaulaysushijoslaoían.Enelteatrosolíadirigirlecondisimulovivasmiradasyalgunaqueotravez seaventurabaa soltarleunsombrerazo.Peroencuanto lohacía se ponía colorado ymiraba con susto a todas partes, temblando de queaquelnacientesentimientodesualmafuesedescubierto.

¡Inocente Gonzalo! Mucho antes de que él se diese cuenta cabal de talinclinación, lavilla entera la conocía.Nada sepuedeocultar, sobre todoen loquetocaalasrelacionesdesexoasexo,alosojoszahoríesdelascomadresdeunpueblodeescasovecindario.Ynosóloseconoció,perohastasedabacomocierto el matrimonio en plazo más o menos lejano. Pasaban los meses, noobstante,yaquellonoavanzabaunpaso.LostestimoniosqueGonzalodabadesuaficiónseguíansiendolosmismos.Lamayorpartadelosdíassereducíanapasardespuésde comerpordelantede la casadel rico comerciante, para ir alcasino. Cecilia solía estar cosiendo detrás de los cristales.Mano al sombrero;sonrisa;adelante;luegoelbillar,yhastaotrodía.DonMelchorleencargóotras

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dos veces recados para don Rosendo, pero tuvo la buena suerte de hallarlesiempreeneldespacho.Decimosbuenasuerte,porqueGonzalotemblabaantelaideadesubiralacasaytropezarseconCecilia.

Habíacumplidoya losveinteaños.La ideadehacerse ingeniero industrialyocuparseenalgoútil,volvíadevezencuandoasuespírituenmediodeaquellavida holgazana. El compañero que tornaba de alguna academia militar, laconversaciónconalgúningenieroinglés,lafrasededesprecioqueescuchabaenelcasinoacercadelosquenoteníancarrera,despertábanledeprontoeldeseo.Alfin,undíaledijoasutíoquesiledabapermisoseibaaInglaterraaestudiaralgoyvermundo.ComodonMelchornadapodíaoponeraestejustoylaudablepropósito, pocos días después Gonzalo recorría algunas casas de parientes yamigos, donde hacía años que no ponía los pies, para despedirse, y una tardeapacibleybelladeprimavera seembarcabaenelbergantín redondoVigíaconrumboalaGranBretaña.

¿Se acordaba de Cecilia? No lo sabemos. En temperamentos como el denuestro mancebo, el fuego de las pasiones tarda mucho tiempo en prender,aunquealapostrecausagrandesestragos.

Pasarontresaños.Terminólacarrerade ingenieroqueesbreveyprácticaenInglaterra, y se determinó a visitar las principales fábricas de este país y deFrancia y Alemania. En el tiempo que duraron sus estudios el recuerdo deCecilia asaltábale de vez en cuando, sin causarle, por supuesto, emociónmuyviva.Alláenlaprimaveracuandolasangrecirculaconmásfuerzaporlasvenasy lamadreNaturaleza con el verdorde los campos, losvívidos coloresde lasflores,losjuegosdelaluz,elairetibioembalsamado,ysobretodo,pormediodesus intérpretes más fieles, los pájaros, nos incita para que en modo algunoconsintamos que la especie humana se extinga, Gonzalo pensaba en elmatrimonio. Y siempre que tal idea surgía en su mente, presentábasele deimprovisohechacarneenlaniñaprimeradelosseñoresdeBelinchón:—«Paseusted,Gonzalo;papáleespera.»«¿Sehalastimadousted?»—Volvíanasonarensus oídos aquellas palabras y el acento cariñoso con que fueron pronunciadasencendíaensucorazónvirgenunachispadesimpatía.Lajovennoerahermosa,perosusojossí,ysobretodorevelábaseenellaelatractivodelsexoporelairemodesto y sencillo, el timbre de la voz, la delicadeza exquisita, enteramentefemenina de sus modales. «No me disgustaría casarme con ella» pensabadejandoescaparunsuspiro;porquejuzgabaimposiblequeseatrevieseadecira

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éstanianingunaseñoritapalabraalgunadeamor.Hastaentoncesnoconocíadetalpasiónmásqueelaspectomaterialygrosero,lasrelacionesfugacesytristesdelasmujeresqueleabocabanporlanocheenlascallesdeLondresyParís.

UndíaescribiendoaciertoamigoíntimodeSarrióseleocurriópreguntarlesiCeciliaBelinchónsehabíacasado.ContestólequeaúnpermanecíasolterayquesieramuyciertoquealgunosgalaneslarondabanseducidosquizáporeldinerodeBelinchónmás que por las gracias de su hija, hasta ahora no se sabía quehubiese dado oídos a nadie. Al leer esto, se le subió la sangre al rostro alingenieroindustrial.Tuvolafatuidaddepensar(queseledispenseporDios)queCeciliarechazabaalospretendientesasumano...porqueaningunoencontrabatanguapocomoél.Entoncesimaginódeclararlesuamorpormediodeunacarta.Estandotanlejosnotendríavergüenza.Sinembargo,latuvo,ycuandotratódecogerlaplumaparahacerlo,antesdetrazarelprimerrenglón,volvióadejarlaalrepresentarselasorpresaquelajovenrecibiría.Pasaronalgunosdías.Laideanoleabandonaba.Pormediodemilsutilesrazonamientosprocurabapersuadirseaescribir la epístola amorosa.Si se reíadeél, ¿qué?nohabíadeverlo.ConnovolvermásaSarrióestabaconcluído;ysivolvíayaprocuraríanoencontrárseladefrente.Alfinlaescribió.Túvolaguardadaenelcajóndesumesavariosdías.La ideadeecharlaalcorreo leaterraba.Paradecidirseaello,necesitóbeberseunas copitas de ron.Cuando estuvo un pocomareado sacó la carta del cajón,lanzósea la calle conbrío,y enelprimerbuzónconque tropezaron susojos,¡zas!laencajó.

¡Diosmío,quéhehecho!Disipóse laborrachera.Sepusocoloradohasta lasorejas, como si por el agujero de aquel buzón le estuviesenmirando los ojosburlonesdetodoslosvecinosdeSarrió;yseapresuróameterlosdedosenélporversiaúnpodíaatraparelmalhadadosobre.Nada.Selohabíaengullidoconlavoracidad de un tiburón, y lo estaba ya digiriendo. Ocurriósele entoncespresentarseen lasoficinasdeCorreosyreclamarlo;peroallí leexigieron talesformalidades,queantesdepasarporellasprefiriódejarcorrerlasuerte.

Pasóochodías engran zozobra.A lahorade repartir las cartas en la fonda,experimentabaunaansiedadquelesofocaba,esperandoverllegarencerradasenunsobrecitolasfeasycolosalescalabazas,castigojustoasudemasíaysandez.Transcurrieron,noobstante,losochodíasyaunlosquince,ylacontestaciónnoparecía. Se fué calmando con la esperanza vaga de que la carta no hubiesellegado a su destino. Si había llegado, forjábase la ilusión de que Cecilia la

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habríarotosindarcuentaanadie.Masheaquíque,cuandoyanolaesperaba,seencuentra a la hora de almorzar sobre el plato una carta de España, letradesconocidademujer.Esirrepresentablelacongojaqueleacometió.Sepusotanblancocomoelmantel.Elcorazónqueríasaltárseledelpecho.Abriólaconmanotrémula... ¡Ahaaa! suspiró descansado, después de haberla devorado en dossegundos.Llevóselamanoalpecho,limpióseelsudorconelpañuelo,yvolvióatomarlacartayareleerlaconcalma.

Era,enefecto,deCecilia,yestabaescritaenuntonosuavementeirónico,quenadatenía,sinembargo,deofensivo.Manifestábasesorprendidadesurepentinaeinopinadadeclaración.¿Quémoscalehabíapicadoalcabodecuatroañosdeausencia? Sus padres, que antes que ella habían abierto la carta, estabanigualmente sorprendidos: opinaban que era un paso irreflexivo, propio de lospocos años, un capricho del momento, del cual ya estaría probablementearrepentido. Ella compartía enteramente esta opinión. Sin embargo, la habíanpermitido,yaunaconsejadoquecontestase,portratarsedeunjovendelpueblo,concuyafamiliamanteníanrelacionesdeamistad.

Estaepístolalepusocontentísimodepronto.Noeranlasdesdeñosascalabazasque esperaba.Después sepuso triste, y alminutootra vez alegre, leyéndolayreleyéndolaporversidabaenlaclave.¿Eranonoerancalabazas?Apresuróseacontestar, pidiendo perdón de su atrevimiento, y confirmando su declaraciónanteriorconnuevasyvehementesfrases.Replicóalcabodealgunosdíaslaniñaen términos más blandos y afectuosos. Tornó a escribir Gonzalo; cruzáronseretratos;intervinodoñaPaula.Ensuma,alcabodepocotiempo,seencontrabanambos jóvenes en relación formal. Comenzó a hablarse de matrimonio;mediaroncartas entredonMelchory su sobrino;despuésvisitas entre aquélydon Rosendo. Finalmente todo quedó arreglado, conviniéndose que a laprimaveraregresaríaGonzalo,yseefectuaríaelcasamiento.

III

ENELQUELAPAREJAENAMORADACOMIENZAAPENSARENELNIDO

Salían ya del teatro los que habían quedado.Gonzalo tropezó con la ola de

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gente que vomitaba la puerta, y así como fué reconocido, se apresuraron arodearley saludarle susantiguosamigos.Elprimeroque leechó losbrazosalcuellofuédonMateo,despuésvinodonPedroMirandaysuhijoPeriquito,enseguidaelalcaldedonRoque,despuésdonVictorianoysuesposadoñaRosarioy sus tres hijas. En un instante se formó círculo en torno del joven, quien seapresurabaacontestarconefusiónalosplácemes,abrazosyapretonesdemanosque de todos sitios le venían. Losmarineros, lasmujeres del pueblo tomabanparteenaquellasmanifestacionesdecariñolomismoquelosseñores.Noseoíanmásqueexclamacionesdeadmiraciónyalegría.

—Cuánto has engordado, Gonzalito.—¡Vaya un real mozo!—¿Por qué nocrecescomoél,Periquito?—DonGonzalo,lescomeustedlassopasenlacabezaatodoslosmozosdeSarrió.—Crecernohacrecido,loquehahechoesdoblardecuerpo.—Venacá,granadero,dameunabrazoapretado.

Un patrón de barco afirmó que se parecía como una gota de agua a otra alPríncipedeGales.AcasoGonzalofueseunpocomásalto.

El robusto corpachón de éste, alzábase sobre el grupo. Daba la mano porencima de las cabezas a los amigos que no podían llegarse a él, y su noble ybondadosafisonomíasonreíaatodos.

DonMateo,alzándosesobrelapuntadelospiesytirándoledelbrazoparaquesedoblase,pudodecirlealoído:

—¡Quéfuncióntehasperdido,Gonzalo!Lástimaquenohayasllegadoporlatarde.Latiplecantócomounángel...¡Yelbaile!...Elbailetedigo,chico,quenienBilbaonienlaCoruñalosacanmejor...Peronotedisgustes,queyoharéqueserepitaantesquesevayalacompañía...opocohedepoder.

PeroGonzalonoatendía.Conlosojosclavadosenlapuerta,esperabainquietoyafanosolasalidadelafamiliadeBelinchón,quecomoprincipalydelasmásencopetadas,seretrasabasiempreparanoconfundirseconlaplebe.Porfinalaluzdelfarolqueardíasobreelmarcodelapuerta,divisólafisonomíadedoñaPaula y en seguida la deCecilia.Abalanzóse trémulo a saludarlas. La hija sepuso colorada como un pavo (es natural), y lamadre también (esto esmenosnatural). ¿Qué le tocabahacer a él?Ruborizarse igualmente;yesto fué loquellevóacabodeunmodoperfecto.Alostreslestemblabalavoz,ydespuésdepreguntarse por la salud, no supieron qué decirse. Las miradas cargadas, de

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curiosidaddelagentecontribuíanaembarazarlos.FelizmentellegóPablitoconVentura, que se habían rezagado, y nuestro joven saludó al primeroafectuosamenteydirigióalasegundaunaceremoniosacabezada.

Pablosonrió.

—Qué,¿nolaconoces?EsmihermanaVentura.

—¡Oh!¿Cómohabíadeconocerla?Esunamujer...¿Cómoestáusted,Ventura?

La niña le alargó lamanomirándole con expresiónmaliciosa y burlona queacabódedesconcertarle.

Pusiéronseenmarchahaciacasa.Venturitaechóacorrerdelantearrastrandoasu hermano. Detrás marchaban doña Paula, Cecilia y Gonzalo. Cerraba lamarchadonRosendoconsubuenamigodonPedroMiranda.Lascallesestabanobscuras.Sóloardíanaaquellashoraslosfarolesdeesquina.Ladistanciaentrelostresgrupossefuéhaciendocadavezmayor.

Gonzalocomenzóahaceresfuerzosdesesperadosporsostenerlaconversaciónconsufutura,esposaysuegra;peroaquéllanodespegabaloslabios,dominada,sinduda,porlavergüenza,ydoñaPaulaandabamuylejosdeserunamadameStael.ComotampocoélhabíacolaboradoenelDiccionariodelaConversación,el resultado era que ésta no prosperaba. Por cartas había llegado a tenerconfianza. Doña Paula ponía a menudo postdatas en las de Cecilia. Gonzaloreplicabaconalgunacuchufleta,mandabaestampitas,caricaturasparaVentura,yse portaba en todo como un miembro de la familia. Pero ahora los tresexperimentabanmalestar embarazoso.Nuestro joven en su vida había habladocon la señoradeBelinchón,yconCecilia sólohabíacruzado laspalabrasquehemosdicho.Luego,alládelante,Venturitareíaacarcajadasconsuhermano,ylos novios presumían fundadamente que estaban ellos sobre el tapete. Noobstante, cuandoya seacercaban, a casa, laplática fué tomandocaloryhabíaalgunossíntomasparacreerquemuyprontoibaareinarlaconfianza.

Formóseungrupoa lapuertade lamoradadelosseñoresdeBelinchón,queestabasituadaenlaRúaNueva,lacallemásprincipaldeSarrió,yeragrandeysuntuosapara loqueallí seestilaba.ComoGonzalonohabíacenadoaún,donRosendo le invitó a subir a hacerlo con ellos tan de veras, y con palabras tanapremiantes, que el joven, que no deseaba otra cosa, concluyó por aceptar.DespidiéronseelseñorMirandaysuhijoPeriquito,ylafamiliaBelinchón,con

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el nuevo individuo que iba a formar parte de ella, subió a la casa. En elrecibimiento, las señoras se despojaron de los abrigos y las toquillas. La luzvolvióaturbarlos.Gonzalopudoverbienentoncesasunovia,yobservóquenohabíaganadonadaen losañosdeausencia.Estabamásalta,peromásdelgadatambién.Losamoresnoponengordasalasniñas.Lanariz,conesto,selehabíapronunciado todavía más. Sólo aquellos ojos hermosos, suaves, inteligentes,persistíanenbrillarcomodosestrellas.LatransformacióndeVenturita,aquellaniña que veía cruzar para el colegio, colgada del brazo de la doncella dandosaltitos para no perder el paso, le llamó poderosamente la atención. Era unamujer, una verdaderamujer, no tanto por la estatura, como por la redondez yamplituddelasformas,comoporlafirmezasingulardesumiradayciertobrillomaliciosoque laacompañaba.Examináronseamboscomodosextrañosdeunarápidaojeada.GonzaloledijoporlobajoadoñaPaula:

—¡QuécambioeldeVenturita!Esunajovenpreciosa.

Porbajoquelodijolaniñalooyó.Sepusoseriaconafectación,hizounlevemohín de desdén con los labios, y se fué derecha al comedor, ocultando elcosquilleoplacenteroqueaquelrequiebrotanespontáneolahabíacausado.

Lamesaestabapuesta:unamesapatriarcaldeprovincia,abundante,limpia,sinfloresnilosdemásrefinamientoselegantesquelacivilizaciónvaintroduciendo.Yalacercarseaella,elembarazodeGonzalohabíadesaparecido.Parecíaqueayer había cenado allí también. Una ráfaga de alegría sopló sobre todos.Cambiáronsepalabrasy risas.Gonzalo abrazaba aPablitoy le preguntabaporsus caballos. Doña Paula arreglaba la distribución de los cubiertos. Venturita,sentada ya, se atracaba de aceitunas, tirando los huesos a su hermana yhaciéndoleguiñosprovocativos,mientrasésta,conlasmejillasencendidasylosojos brillantes, se llevaba el dedo a los labios pidiéndole discreción. DonRosendohabía idoaponerse labatay elgorro, sin los cuales lehabríahechodañolacena.Suesposainvitóaljovenforasteroasentarseenelpuestovecinoalde Cecilia. Pero ésta se había pasado al otro extremo de la mesa, y allí sedisponíaasentarse.

—¿Quéhaces,chica?¿Porquénovienesatusitio?—lepreguntódoñaPaulaconsorpresa.

La jovense levantó sincontestar, ruborizada,yvinoa sentarseal ladode sunovio.

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Laclásicasopademantecaconhuevoshumeabayaenelcentrodelamesa.

—Mira, haz plato a Gonzalo... Comienza ya a servirle—le dijo despuéssonriendo bondadosamente, comomujer que profesaba ideas semejantes a lasexpresadasporSanPabloensucélebreepístola.

Cecilia se apresuró a obedecer, colmando el plato de su futuro. Este poseíaordinariamenteunapetitoexcelente,apropiadoasugrandehumanidad.Ahora,sobreexcitadoporelairedelmaryalgunashorasdeayuno,eravoraz.Comiósindejarmigaja, sincortedadalguna, cuanto leponíandelante;yesoqueCecilia,comopodrásuponerse,notenía lamanocortaenservirle.Cuandoempezabaacomer,Gonzaloperdíalavergüenza.Lanecesidadapremiantedesuorganismogiganteo se imponía. En cambio, Cecilia apenas si tocaba en los manjares.Viendo en su plato dos pedacitos de jamón del tamaño de dos avellanas,preguntóleeljoven:

—¿Paraquiénhaceustedeseplato,paraelloro?

—No;esparamí.

—¿Ynotieneustedmiedoqueseleindigeste?

Eralaprimerachanzaqueseautorizabaconsufutura.Estacontestósonriendo:

—Nuncacomomás.

DoñaPaulaacercólabocaaloídodeVenturita,yledijo:

—¿Noreparasconquéceremoniasetratan?

VenturitaselodijoaloídoaPablo,yésteasupadre.Todoscuatrosoltaronareir,mirandoalosnovios,mientraséstos,confusos,preguntabanconlavistalarazóndeaquellasúbitaalegría.

—Mamá,¿quieresquelesdigadequénosreímos?

—Díselo.

—Pues bien, señores, pensamos todos que podrían ustedes ir apeándose eltratamiento.

Losfuturosespososbajaronlacabezasonriendo.

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La alegría de los comensales se expresaba ruidosamente, se charlaba, sebromeaba.Pablitoasabaapreguntasasupróximocuñado,acercadelascarrerasde caballos, skating-ring, y otros asuntos más o menos transcendentales,relacionadosconelsport.SóloelgozodeCeciliaeraconcentradoysilencioso.Advertíase en lasmejillas teñidas de vivo carmín.De vez en cuando ponía eldorsodelamanosobreellasparaenfriarlas,aunquesinlograrlo.Cuandocreíaque no la miraban, pasaba largos ratos con los ojos fijos en su novio. Aquelbravoengullir,incesante,signodevidaydefuerza,lasorprendíaylacautivabaa un mismo tiempo. Contemplábale arrobada, adorando en él al símbolo delpodermasculino.EstaslargasmiradasextáticasnoseleescapabanaVenturita,quien hacía muecas a Pablo o a su madre, para que las observasen. Gonzalopagabalasatencionesdesunoviaconun«muchasgracias»rápido,sinvolverelrostrohaciaellaportemorderuborizarse.AllevantarloparacontestaraPablo,sus ojos tropezaban siempre con los de Venturita, cuya mirada risueña, ymaliciosaleturbabamomentáneamente.

Levantáronse al fin de la mesa y se diseminaron. Don Rosendo y Venturadesaparecieron. Pablo, después de charlar algunos instantes, concluyó por irsetambién.QuedaronsolamenteenelcomedordoñaPaulay losnovios.Y todostresfueronasentarseenunrincóndelaestanciaensillasbajas.Alpocoratonoseoíamásqueuncuchicheodiscreto,comosiestuviesenconfesando.Unidaslastressillas,adelantandoloscuerposhastatocarsecasilascabezas,comenzaronacharlaranimadamente.DoñaPaulaabordóalinstantelamagnacuestión.

—Estamos a veintiocho de abril...De aquí al primero de septiembre no haymás que cuatro meses—dijo, echándoles una larga mirada entre risueña yenternecida.

Si fuese posible que Cecilia se pusiese más colorada, se hubiera puesto. ElrostrodeGonzalosecontrajoconunasonrisasinexpresión,ybajólosojos.

Despuésdehaberlosmiradootrorato,gozándoseensuconfusión,siguiódoñaPaula:

—Esnecesarioirpensandoenelequipoderopa...

—¡Mamá,porDios!Esmuypronto—exclamólajovenavergonzada,mientraselcorazónqueríasalírseledelpecho.

—Noespronto,Cecilia.Túnosabeseltiempoqueaquíechanlasbordadoras

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en cualquier cosa. Unmes ha empleadoNieves para bordar dos escudos a lachicadedoñaRosario...YmáspesadaqueellatodavíaesMartina...

—Nievesbordamuybien.

—No,comobordarnohayenlavillaquienlepongaelpiedelanteaMartina...Tienemanosdeoro.

—AmímegustanmáslosbordadosdeNieves.

—Pues si quieres que ella te borde la ropa, por mí...—repuso doña Paulamirandoasuhijaconunacondescendenciamaliciosa.

—¡Nodigoeso,mamá!—exclamóéstatodaapurada.—SólodigoquemegustamáselbordadodeNievesqueeldeMartina.

Alpocoratoyahabíaconsentidoendiscutirlacuestióndelaropa.

Tratáronlaentodossusaspectosconlagravedadyelcuidadoquemerecía.Aquién se encargarían los juegos de sábanas de batista, a quién los ordinarios,quién haría las camisas, dónde se comprarían losmanteles, etc., etc.Todo fuétratado,medidoyponderado.DoñaPaulaemitíasuopinión.Ceciliaaparentabacontradecirla,peroenelfondo¿quéleimportaba?Loqueembargabasualmayhacía palpitar su corazón era aquella proximidad del matrimonio, reconocidaexpresamente.Así,quesuvozsalíatemblorosayalgunasvecesseleanudabaenlagargantasinquerersalir.Susojossoltabanefluviosdedicha;teníanelbrillosuaveymisteriosodeloslucerosenlasnochesserenasdeinvierno.

—¡Qué calor!—exclamaba de vez en cuando, y apoyaba las manos en susmejillasencendidas.

Gonzaloasentíaconestúpidasonrisaacuantodecían,yestirabaamenudosusdesmesuradaspiernasque,porlaescasaalturadelasilla,seledormían.

Y cuando se concluyó con la ropa blanca, comenzaron con la de color.Y laconversaciónseenredaba;yCecilia,sinmirarasunovioleveía;ylosojosdedoñaPaula, posados alternativamente en uno y en otro, se iban enterneciendocadavezmás;ylosalientossecruzaban.Loshombrosdelosfuturosesposossetocaban.Aquel suave cuchicheo, la dormida luz de la lámpara que apenas losenvolvía,elcontactofrecuenteconelbrazodesuamado,ibanhinchendoelsenode Cecilia de una emoción voluptuosa que la desasosegaba. No pudiendo

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resistirlalevantósedosotresvecesparabesarconvehemenciaasumadre.Alaterceravezéstasehizocargodeloqueaquellosignificaba,yexclamómirándolaconojosrisueñosycompasivos:

—¡Pobrecita!¡Pobrecitamía!

Ceciliasetapólossuyosconlasmanosyestuvoasíunrato.

—¿Quétienes?—ledijoalfindoñaPaula.

—Nada,nada.

Perocontinuócubriéndoselosojos.

—Vamos,¿quétienes,hijamía?

—Notengonada—contestódestapándosealfin.Sucarasonreía;peroteníalosojoshúmedos.

—Yasé,yasé—dijolaseñora—¿Quiereseléter?¿Sientesopresión?

—Nosientonada.Estoymuybien.

Lapláticaseenredódenuevo.DoñaPaulaexpresólaideadequeGonzalosevinieseavivirconellos.Estese resistióunpoco,porquecomprendíaqueestoibaadisgustarasutío.Noobstante,concluyóporcederalosruegosdeambas.¡Eratannaturalquenoquisieransepararse!

—Puedenustedes tener independencia.Yomeencargode ello.Hayuna salagrande,lasalaamarilla...yasabes,Cecilia...Tieneunaalcobaespaciosa...SólofaltaeldespachoparaGonzalo;peroyahepensadoeneso.Al ladode la salaestáelcuartodelaropa,queaunquedaalpatio,tienebuenaluz.Hoyestáhechounasco;perohaciendoobraenélpuedequedarunahabitaciónmuydecente...¿Quiereustedverlo,Gonzalo?

El jovenmanifestó que no había necesidad; que pasaba por todo lo que elladijese; que ya lo vería... Sin embargo, la señora insistió y tomando unapalmatorialosguióalotroextremodelacasa.

—Estaes la sala...Grande,¿noesverdad?Dosbalcones...Laalcoba.Cabenmuybiendoscamas...cuantomásuna—añadiómirandoasuhija,quesehizoladistraídacerrandounbalcón.—Vamosahoraaverelcuartodelaplancha.

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Ysalierondelasala,ysalvandouncorredorydandounavuelta,entraronenotrocuartollenodearmariosyotrostrastos.

—Noseasusteustedporladistancia.Estecuartoestápegadoalasala.Nohaymásqueabrirunapuertadecomunicación.

Gonzaloseinclinóhaciasunoviayledijoporlobajo:

—¿Porquénometratarámamádetú,comotupapá?Díselodemiparte...yonomeatrevo.

Ceciliaentoncesseacercóaloídodesumadreymurmuróconvozapagada,llenadevergüenza:

—Gonzalosealegraríadequeletratasesdetú.

—¿Quédices,niña?—preguntódoñaPaula,poniendolamanoenlaoreja.

Cecilialevantóunpoquitolavoz,haciendounterribleesfuerzo.

—DiceGonzaloqueporquénoletratasdetúcomopapá.

—Ah... me alegro que haya salido de él. No me atrevía... Bueno, pues encuanto se abra una puerta aquí, en esta pared, ya puedes pasar de la sala aldespachosincruzarelpasillo...¿Tegustalahabitación?¿Esbastantegrande?

—Demasiado.Misnegocios,porahora,noexigentanto.

ACecilialeretozabaenelcuerpounapregunta.Estabainquieta.Variasvecesestuvoportomarlapalabra,peroel temorlaretenía.Allá,alfin,enunapausalarga,seaventuróadecir:

—Faltaunacosa,mamá.

—¿Quéfalta?

Lajovensedetuvouninstante,comoparatomararranque,ydijoalfinconvoztemblorosa:

—FaltauncuartoparaarreglarseGonzalo.

—Esverdad;nomehabíahechocargo... ¿Dónde tendríayo la cabeza?Puesahorano encuentro sitio aquí cerca...Aguardaunpoco... aguarda...Podríamos

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bajar la despensa al sótano y quedaba un cuartito, que bien arreglado, acasoserviría...Loquehayesquenocomunicaconestashabitaciones.Tendríasquecruzarelpasillo.

—¡Quéimportaeso!

Fuerondenuevoalcomedorysesentaronenelmismorincón.Pocodespuésde hacerlo apareció Venturita con un peinador blanco que dejaba verenteramente la garganta de alabastroyunaparte de suhermoso senovirginal.Traía sueltos por la espalda los cabellos, y calzaba unos lindos pantuflosbordados.Veníaadespedirseparairalacama.Acercóseasumadreyladióunbeso en lamejilla, haciendo,mientras tanto,muecasmaliciosas a su hermana,queGonzalonopodíaver.

—Vaya,buenasnoches—dijoalargandoaéstelamano.

—Buenas noches—repuso él mirándola extático, con cierta especie deembelesamientoquenopasóinadvertidoparalaniña.

Ibaaretirarse,perounsentimientodecoqueteríalahizovolverdesdelapuertaypreguntaraCecilia:

—¿Dóndehascolocadoelcalzador?Hetenidoquevenirconchinelaspornohallarlo...

Yalmismotiempomostrósulindopie.

—Puesalláestá,enelcajóndelamesadenoche.

—¡Sisupieraisquésueñotengo!—dijoavanzandomásycolocandounamanosobre la cabeza de su hermana.—¿Sabéis con qué se quita esto?—añadiósonriendo.

Gonzalo la examinaba con atención. Era realmente una criatura perfecta.Cuantomásdecercaselaobservase,másseadmirabanlassingularespartesdequeestaba,dotada.Laepidermiserasuaveybrillantecomoelraso,deuncolorrosadesvanecido;labocahúmedayfresca,delabiosrojosuntantograndesquedescubrían al abrirse dos filas de dientes menudos e iguales; los cabellosdorados,sedosos,abundantes.Suúnicaimperfecciónconsistíaenlaestatura.Situvieraladesumadrenadieseatreveríaaponerleunreparo,exceptuando,porsupuesto,susamigas.

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Notando que la examinaban, no acababa de marcharse. Daba vueltas enredondo para que se la viese bien por todas partes, adoptaba posicionescaprichosas, afectadas, dirigía preguntas impertinentes a su hermana, reía sinmotivo,lacubríadebesosylasobabasinconsideración.

—Déjame, Ventura. ¡Qué retozona estás hoy!—exclamaba aquélla con sufrancasonrisabondadosa,procurandodesasirse.

—Vaya,vaya,alacama—decíadoñaPaula.

—Voy.

Pero en lugar de irse se abrazaba de nuevo a Cecilia; la hacía cosquillasaprovechandocualquiermovimientoparadecirlaaloído:

—¡Cómoestásgozando,picarona!Noleechesesosojazos,mujer,quelevasaaturdir.—Adiós,adiós,señores—concluyópordecirenvozalta...—Ydejaralgoparamañana,¿eh?

—¡Quétonta!—exclamóCeciliaruborizándose.

DoñaPaulayGonzalosonrieron.Estedijoenvozbaja:

—¡Quépelotanhermoso!

Venturalooyó,ydijosacudiéndolo:

—Espostizo.

Todosseecharonareir.

—¿Nolocreeusted?—preguntóconseriedadyacercándose.—Tireusted.Verácómoselequedaenlamano.

Eljovennoseatrevió,ycontinuósonriendo.

—Tireusted,tireusted—insistióellavolviendolaespaldaymetiéndoleelpeloporlacara.

Gonzalollevólamanoaél,peronohizomásqueacariciarlo.

—¿Qué,noselehaquedado?Esqueestámuybiensujeto.

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Ysaliócorriendodelaestancia.

Unratotodavíaduróelcuchicheosecreto.Setocaronalgunospuntosdelavidafutura.Ceciliaescuchabaasumadredisertarsobreloquedebíanhacerunavezcasados,sintiendouncosquilleoenelalmaqueapenaserapoderosaaocultar.Lehabía cogido una mano y se la apretaba y acariciaba con intermitenciasnerviosas.Devezencuando la llevabaa los labiosy se labesabacon fuerza.DoñaPaula lamirabaconenternecimientoy sonreíagozándoseen la felicidadqueinundabaelcorazóndesuhija.

El reloj del comedor vibró, dando las doce y media. Gonzalo levantóseapresuradamente.

—¡Oh,quétarde!¿QuédirádonRosendo?

—Nuncaseacuestaantesdeestahora—repusoCecilia.

—Sí;peroyasabesqueempleamucho tiempoencerrar laspuertas—replicódoñaPaula.

Ceciliacalló.Gonzalolesdiólamanoconefusión,prometiendovolveraldíasiguiente.DespuéspasóaldespachodelseñordeBelinchónparadespedirse.

Lamadre y la hija siguieron charlando en el mismo rincón sobre el mismotema,recibiendolaprimeraunsinnúmerodeabrazosybesosapretadísimos.

—Estonoesparamí—decíaconciertaexpresiónentrealegreymelancólica.

—Sí,mamá,sí—replicabalajovenabrazándolaconmásfuerza.

IV

CÓMOLOSPARTICULARESDESARRIÓSECONGREGABANENUNRECINTONOMBRADOEL«SALONCILLO»,YLOQUEALLÍSEPLATICABA.

DonMelchordelasCuevasselevantódelamesa,encendióuncigarro,ydijo,ofreciendootroasusobrino:

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—Vámonosatomarcafé.

Gonzaloquisoguardarlo en el bolsilloporque jamáshasta entonces sehabíaautorizadoelfumardelantedesutío;peroésteleretuvoelbrazo.

—Enciende,chiquito,enciende;yahasdejadodesergrumete.

Eljovensacóunfósforoysepusoadarchupetonesalcigarroconemoción.

Salierondelacasaemparejadosybajaronlentamenteporlacalledisfrutandodel bienestar voluptuosoque sienten las naturalezas poderosas despuésdeunacomidaabundante.Parecíandoscedrosgigantes,majestuosos,orgullososdesualtura.Yguardabanelmismosilencioqueelloscuandono les soplaelviento.Lasmujeresquetrabajabanalaspuertasdesuscasaslosmirabanconcuriosidadtocadadeadmiración.

—¿QuiéneselseñoritoquevacondonMelchor?

—Mujer,¿noleconoces?Elsobrino;elseñoritoGonzalo,quellegóayerenlaBella-Paula.

—¡Vayaunrealmozo!

—ComosupadredonMarcos,queenpazdescanse.

—YcomosuabuelodonBenito—añadióunavieja.—¡Quéfamiliatannobleycampechana!

En las bocacalles por donde se descubría un cacho de mar, el señor de lasCuevassolíadetenerseunmomentoparaecharunaojeadaescrutadora.

—Porahorabonanza.Dentrodepocoterral.

—¿Lasves?—dijoconexpresióndetriunfoalcabodeuninstante.

—¿Qué?

—Laslanchas,hombre,laslanchas.¡Cómolohanolido!

—Noveo nada,—repusoGonzalo sacándose los ojos por columbrarlas en elhorizonte.

—Sigues como antes.No vesmás que la sopa en el plato—manifestó el tío

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sonriendoconlástima.

El café de laMarina hervía ya de gente. El rumor de las conversaciones ydisputas,elcampaneodelascopas,elchoquedelasfichasdedominócontraelmármol de las mesas, formaba un ruido ensordecedor. Estaba situado en unaplazoletaqueformaba laRúaNuevaaldesembocarenelmuelle,yunadesusfachadasmirabaalmar.ReuníanseenéllamayorpartedeloscapitanesypilotosqueestabanenSarriódepaso,ycasitodoslosquesinejercereloficiohabitabanenlavilla,conmáslosvecinosquesentíandeunmodoodeotroinclinacionesmarítimas.Alatravesarpormediofueronllamadosagritosdediferentesmesas.DonMelchoreraelhombremáspopular,elmásqueridoyrespetadoqueentrabaenaquelcafé.Fuénecesarioacercarseasaludaraunosyaotros,ypresentarlesaGonzalo. Aquellos lobos se extasiaronmirándole; le apretaban la mano hastadescoyuntársela,yleofrecíancontodaslasverasdesucorazónunacopaderonymarrasquino. Cuando la rehusaba hablando de subir a tomar café arriba, latristezamáshondasepintabaensusrostroscurtidos.

DonMelchor tenía,enefecto, lacostumbrede tomarloenelSaloncillo.Esteeraunaposentodelpisoprincipaldeaquellacasa,queteníacomunicaciónconelcafé por medio de una escalerilla de hierro. Por ella subieron al cabo tío ysobrino. Ya estaban reunidos los notables del pueblo, sentados en un diváncorrido,consendasmesillasjaponesasdelante,dondecadacualtomabasucafé.Porunadelaspuertas,quegeneralmenteestabaabierta,seveíalasaladebillardondejugabansiemprelasmismaspersonasrodeadasdelosmismosmirones.

Cuando don Melchor y su sobrino entraron, se hablaba de un proyecto demercado cubierto para preservar de la intemperie a las pobres mujeres quevendíanalrasolegumbresyleche.YGonzalorecordóqueenciertaocasiónquesubióabuscarasutíoantesdeirseaInglaterra,seestabadebatiendoelmismoasunto.Lostemasvariabanpocoenaquellaasamblea.Laexistenciadelavillasedeslizaba tranquila y serena en medio del trabajo cotidiano. Los únicosacontecimientos que sacudían de vez en cuando su letargo, eran la entrada osalida de cualquier barco importante, lamuerte de una persona conocida, unaletraprotestada,elempedradodealgunascalles,laaveríadealgúncargamento,elalijodeuncontrabando,lalimpiezadelmuelle.

Lasmujeresylosmuchachosestabanmássocorridosdeasuntosparasaciarelhumano afán de novedades: la llegada de un forastero guapo y elegante (gransensaciónentre lasniñas casaderas), queFulanito acompañóaMargarita en el

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paseoporprimeravez(¿por lovistoescosahechaya?),queSeverinoelde latiendadequincalladeslomóasumujerdeunapaliza(¡bienempleadolaestáporhaberse casado con ese burro!...). El traje queFulanita sacó el día deNuestraSeñora(dicenquevinodeMadrid...¡QuéMadrid,mujer,siyomismaselohevistocortaraMartina!).ElbailedeconfianzaquesedaráeljuevesenelLiceo.(Notocabaileesedía.—Paganelgastolospollosaescote.)Losgravesvaronesque se reunían en el Saloncillo desdeñaban estos temas, aunque de vez encuando,porexcepción,picabanenellos.

Aalgunos,adonRosendo,adonMateo,adonPedroMirandayalalcaldedonRoque, ya Gonzalo les había saludado la noche anterior. Pero estaban allíademásGabinoMaza,donFelicianoGómez,elingenierofrancésM.Delaunay,AlvaroPeña,Marín,donLorenzo,donAgapitoyotroscincooseisseñores,queselevantaronparaabrazarle.

DonPedroMiranda, de quien ya hemos hechomención, era un hombre quepasababiendelossesenta,bajodeestaturaydecolor,lasmejillasrasuradas,lacabezamondaylironda,losojosgrandesyapagados,losademanestímidos.Eraelpropietarioterritorialmásricodelapoblaciónyelrepresentantegenuinodelaaristocraciaporvenirdeunaantigua familiade terratenientesynohaberen lavilla persona titulada que mejor la representase. No daba, sin embargo,importancia a este privilegio. Era hombre afable, modesto, que con todos losvecinos alternaba sin atender a su condición social, extremadamente servicial,siempre que no se tratase de dinero, y poco amigode imponer su voluntad nicontradecir a nadie. Pero si declinaba enteramente las preeminencias delnacimiento, en cambio era celosísimode sus derechos de propiedad. Jamás sehabía conocido ni se conocerá un propietario más propietario que don PedroMiranda. Las instituciones de derecho vigente, las del derecho antiguo, lasuniversidades,elejército, lamarina, laconstituciónpolíticayhasta lareligión,noteníanrazóndeserasusojossinocomoelementosquedeunmododirectooindirecto afianzaban aquellos derechos. La máquina asombrosa del Universoestaba formadapara sustentar sus títulos indiscutibles al dominio plenode losPraducos,caseríosituadoamedialeguadelavilla,yaldirectoqueposeíasobreeldelasMeanas,conuncanonanualdecientoquinceducados.Estaconcienciaclarísimadesuderechoengendraba,noobstante,porexcesodeclaridad,algunosconflictos. Venía un colono y le decía:—Señor; Joaquín el martinetero, hacortadoayerlascañasdelnogalquecolgabansobresuhuerta.—¡Peroelnogaleramío!—exclamabadonPedroenrojecidosúbitoporlacóleraysorpresa.—Sí,

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señor...perocomocolgabansobresuhuerta...—¿Cómosehaatrevidoesepilloatocarenunacosaqueesmía,mía?—Inmediatamenteentablabauninterdicto,ycomoesnatural,loperdía.Deestosinterdictoshabíaperdidoyaalgunasdocenasensuvida,sinescarmentarjamás.

DonRoquedelaRiva,alcaldeconstitucionaldeSarrió,aquienhemostenidoel honor de comparar, cuando por primera vez le vimos en el teatro, a uncortesano deLuisXV, o a un cochero de casa grande, no se distinguía por lapurezadeladicción;anteseraéstatanatropelladayconfusa,quealinterlocutorlecostabagrantrabajoentenderle.Nosabemossieraenlabocaoenlagargantao en la región de las fosas nasales, donde el señor de la Riva tenía a bienmachacar y atormentar las palabras; lo cierto es que salían casi siempretransformadas en sonidos obscuros, huecos, caóticos, completamenteininteligibles. Particularmente después de comer, se hacía imposible conversarcon él.Y esto, no por otra razón, según decían, sino porque donRoque solíaencargaralospilotosamigosunvinodelRivero,tanexquisito,quenadiedejaríadebeberlo,aunariesgodequedarsemudo.Eljefesuperiorcivildelavillasalíatodas las tardes de su casa solo, en la apariencia, en realidad gratamenteacompañado. Su enorme faz rasurada quería echar la sangre por los poros,concentrándoseconpreferenciaenellomogigantescodesunarizborbónica.Losojos, con ramosde sangre también,medioveladospornopoder sufrir la granpesadumbrede lospárpados,seespaciaban lentamentepor todoelanchode lacalle,expresandoungradoenvidiabledebienestar físico.Elpasograve, lento,vacilante, acusaba de igual modo una armonía perfecta entre sus facultadespsíquicas y corporales. No le faltaba a don Roque para alcanzar labienaventuranza más que tropezar con un alguacil, o barrendero, o sereno, opicapedrero, con cualquier empleado, en fin, del municipio. Desde lejos locolumbraba,ysuspárpadosselevantabanrepentinamente,y lasventanasdelanarizseleabríanalolordelapresa.Siésta,olfateandoaltigre,sepasabaalaotraacera,otratabadeesconderse,donRoquelellamabaconvozdetrueno.

—¡Juan,Juaan,Juaaaan!

Lavíctimaacudíabajandolacabeza.

—¿HasllevadoeloficioadonLorenzo?

—Sí,señor.

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—¿Hasdichoalsecretarioquedejaseapartadoelexpedientedelcementerio?

—Sí,señor.

—¿HasllevadolascédulasalpedáneodeSanMartín?

—Sí,señor.

—¿HasidoaavisaradonManuelquequitelosescombrosquetienedelantedesucasa?

Enfin,ibapreguntando,hastaqueelpobrealguacilcontestabanegativamente.

Entonces,lavozdesochantredelalcaldesedejabaoirentodalacalle,yaunenlosconfinesdelavilla.Susojosseinyectaban,ysurostroapopléticollegabaaponersemorado.Imposibleentenderloquedecía,sinoeranlosajosconquesalpicabaeldiscurso,yaunéstoslosahuecabadetalmodo,quesólolajotasepercibía con claridad. La reprensión nunca duraba menos de quince o veinteminutos,eltiempoindispensableparadesalojarlainmensacantidaddeajosquese le habían acumulado en el cuerpo desde la noche anterior. Así como haypersonasqueporlamañanasemetenlosdedosenlabocaparaprovocarlabilis,donRoquenecesitabaindefectiblementeestedesahogoparaquedaragusto.Nose le había oído jamás otra interjección, pero, en cambio, de ésta poseía talabundancia,quenolebastabaponerunaacadapalabra;avecesponíadosotres.

Los tenderos salían a la puerta a escucharle, pero sonriendo, sin sorpresaalguna,comoacostumbradosdeantiguoaesteespectáculo.

—DonRoquehoyhatiradodefirmealosvencejos—ledecíaunoaotroenvozalta.

—MiraquécasolehaceJuan.

Enefecto,elalguacilacadavueltaenredondoquedabaelalcalde,sellevabaeldedopulgaralabocayhacíalaseñadeempinar.

DonRoquepreferíaencontraraunbarrenderoopicapedreroenelejerciciodesus funciones. Se acercaba a él cautelosamente por detrás, y le hincaba susdedazosenelcuello.

—¡...ajo! so tuno, ¿quémodo de barrer es ése? ¿Te parece ¡...ajo! que yo tepagoparaquemedejes lamitadde laporqueríaentre laspiedras? ¡...ajo! ¿Es

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estogratitud?¡...ajo!¿Esestovergüenza?¡...ajo!

Avecesélmismoenelentusiasmodeldiscursoempuñabalaescobayseponíaadaralbarrenderounaleccióndesuoficio.Lostenderos,lospocostranseuntesquecruzabanporlacalleyalgunaseñoraqueseasomabaalbalcónconelruido,soltabanareiralegremente.Elbarrenderomismo,apesardesucríticasituación,no podía reprimir una sonrisa viendo a aquel energúmeno con la levitaremangadadandofuriososydesconcertadoslimpionesalsuelo.

—¡Así se barre!... ¡...ajo! (Golpe terrible de escoba.) ¡Así se barre!... ¡...ajo!(Otrogolpe.)¡Asísebarre!...¡...ajo!(Otrogolpe.)¡Asísebarre!...¡...ajo!

Hasta que fatigado, sudoroso y a punto de caer a tierra con un derrame, leentregabalaescobayrecogíaelbastónconborlas.

Desahogado de este modo su noble pecho de la copia de ajos que leembargaba, emprendía de nuevo su camino y llegaba al Saloncillo en unafelicísimadisposicióndecuerpoyespíritu.

GabinoMazaerahombredeunoscuarentaycincoañosdeedad,oficialdelaArmada, retiradoantesde tiempoporquesucarácterdíscolonopodía sufrir ladisciplina militar. De rostro moreno aceitunado, ojos pequeños y vivos conojerasconstantesquepregonabansutemperamentoexcesivamentebilioso.Alto,seco, musculoso, la barba y el pelo de un color negro que daba en azul; losademanes descompuestos siempre y violentos; la voz indefinible, grave unasveces, otras, cuando se enfadaba, que era casi siempre que se ponía a hablar,chillonayaguda,deunfalsetetanestridentequerompíalosoídos.Disfrutabadeuna pequeña renta y de un pequeñísimo retiro, con los cuales podía vivir yalimentarasufamiliaenSarrióconelrespetodeuncaballeroacomodado.Enlacapital de la provincia le sería ya imposible. Disputador eterno, poniendo encada disputa, por nimia que fuese, una cantidad de pasión y de violenciaverdaderamente asombrosas; ganoso siemprede llevar la contraria a cuanto sedecíaaunquefuesemásclaroquelaluzdelmediodía;deunpesimismoferozyantipáticoparajuzgaraloshombres,atalpuntoquenosedióelcasojamásdequecreyesepuroslosmóvilesdeunaacciónhumana,pornobleyhonradaqueapareciese;rencorosoyvengativohastalalocura.Estehombre,sinembargo,noconcitabalosodiosdelvecindariocontrasí,comopodíasuponerse.Enlasaldeasyvillas,poreltratoíntimo,largoyconstantedelaspersonas,sepenetramásenelalmadecadaunoqueenlasgrandespoblaciones.Untratosuperficialhace,en

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éstas, simpáticos a muchos hombres fríos, egoístas y hasta perversos. Losmodales corteses, las palabras afables, la sonrisa insinuante, proporcionan enseguidaopiniónde«personaagradableydecente».Enprovincianovalenadadeesto.Al contrario, se desconfía de la amabilidad excesiva y, sobre todo, de lasonrisadulzona;selebuscanacadahombrelosplieguesyreplieguesdelalmaconelmismocuidadoyatenciónconqueundisecadorvapalpandoyponiendoala vista con el bisturí todas las fibras de lamáquina corporal. Por donde songeneralmenteaborrecidosalgunoshombresquealforasteroleseducen,mientrasotros,duros,violentos, agresivos, suelencaerengracia.Eldisimulo,queeseltalento de las naturalezas rudas y vulgares, no se perdona jamás en provincia,quizáporserelviciopredominanteentodaslasrelacionessociales.Losgeniosvivos, los temperamentos exaltados, no causan temor como los«toros claros».Hay casi siempre en ellos un espíritu justiciero, que aunque exagerado yadulterado por la pasión, no acaba de hacerles antipáticos. Además, como laviolenciaylaexaltaciónsoncausaconstantedesufrimiento,demalestarfísicoymoral, se juzga con razón que los hombres de tal temperamento llevan en símismoselcastigodesusdemasías.

GabinoMazanoeraaborrecidoniexcesivamenteamado.Losqueteníandeélagravios, le murmuraban y evitaban su encuentro llamándole «envidioso» y«mala lengua». Los que no, se reían de sus exageraciones y le abocaban congusto,sinprofesarlegranafectotampoco.

OtrodelospersonajesallícongregadoseradonFelicianoGómez.Comercianteengénerosultramarinosalpormenor,poseedoralmismotiempodetresocuatropataches y algunos quechemarines que hacían el comercio de cabotaje por lacostacantábrica,aventurándoseunaqueotravezlosdemásporteallegarhastaSevilla. De mediana estatura, la cabeza desnuda de cabellos en forma depirámide, patillas que le llegaban hasta la nariz, la voz casi siempreenronquecida. Era hombre divertido, bondadoso, optimista. Estaba soltero yvivíacontreshermanasdemásedad,aquieneshabíahechoverdaderasseñorasafuerzadetrabajoyeconomía.Elpagoqueellasledabansegúnpúblicavoz,eratenerledominadoysujetocomounniño,reprenderleagriamentelasfaltasmásligeras,ymortificarleyaburrirleportodoslosmediosimaginables.Noobstante,aélnuncaseleoyóunaquejadeellas.

El ingeniero belga, M. Delaunay, había llegado a Sarrió años atrás, con elobjeto de beneficiar un coto minero de una poderosa compañía inglesa. La

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explotaciónnodióresultado.Lacompañíaleretirósucomisiónyelsueldo.PeroDelaunay,queposeíagenioemprendedoryalgúndinero,semetiósucesivamenteen seis u ocho empresas industriales. Primero montó una fábrica de papel;despuésotradepuntasdeParís;mástardeintentóformaruncriaderodeostras;despuésfábricadequesosydehielo.PorúltimoquisoaprovecharunasgrandesmarismasquehabíacercadeSarrió.Todasestasempresashabíanfracasado,sinsabernadieporqué.Delaunayerainteligente,ilustrado,laborioso.Conocíacadaindustria que iba a ejercitar como el más competente maestro; encargaba losaparatosaInglaterra, losmontabay loshacíafuncionarfelizmente,obteniendoproductos muy aceptables. El achacaba sus caídas a la falta de vías decomunicación.La última de sus grandes empresas, abortada antes de nacer, ledesacreditómásqueningunaotra.Enunadesusexcursionesporlosalrededoresdelavilla,habíavistopróximosaunapequeñaríaciertosterrenosincultosqueconpocoesfuerzopodíanreducirseacultivo.Túvoloencuenta;levantóelplano.Pocos meses después, cuando se vió forzado a cerrar la fábrica de hielo ydespediralosobreros,acordósedelasmarismasyhablódeellasadonRosendoBelinchón,adonFelicianoGómezyadosindianosmásparaqueleayudasenensumagna empresa. Replicaron ellos que era necesario verlas, y concertóse laexcursión. Una mañana montados en sendos caballos emprendieronsecretamentelamarchahacialaríadeOrleo,distantecuatroleguasdeSarrió.Alllegarcercadeelladejaronloscaballosysubieronapieunacolina,desdelacualse oteaban lasmarismas. ¡Cuál sería la vergüenzay confusióndeDelaunay alver los terrenos que intentaba robar al mar, cubiertos de maíz, verdes yflorecientesqueeranunabendicióndeDios!Enefecto,hacíamásdeseisañosque estaban cultivados. Su equivocación nació de haberlos visto en diciembrecuandoestabandescansando.Dieronlavueltaparalavilla,yelsucesoprodujoenellalarisaquedebesuponerse.

Quedóalcaboarruinado.Vióseobligadoavivirmiserablemente.Pero,lejosdeapagarseen suespírituel furorde lasempresas, encendióseen lapobrezaconmás ímpetu.De talmodoquenodejóun solocapitalistaenSarrióaquiennotantease con el fin de embarcarle en alguna. Unas veces era un tranvía a lacapital, otras un puerto de refugio o unos muelles de madera, otras una granfonda. Algunos indianos, pocos por cierto, por él seducidos, pagaron conalgunosmiles de duros su inocencia. El caso es queDelaunay era hombre detalento, estudioso, enteradomuybiende todos los adelantosde la cienciay laindustria.Imposibledespreciarlesincometerunainjusticia.

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ElayudantedeMarinadelpuerto,AlvaroPeña,jovendetreintaaños,moreno,congrandesojosnegrosybigotesa loVíctorManuel, secaracterizabaporunodioprofundo,implacable,alestadoeclesiásticoyatodoelquelorepresentase,aunquefuesesumismohermano.Sinseraficionadoenmodoalgunoalacienciao la literatura, poseía una biblioteca bastante numerosa, compuestaexclusivamente de libros contra la religión y susministros. Estaba suscripto atresocuatroperiódicosconocidospor susopinionesanti-clericales,y sedecíaquedesdehacíaalgunosañosveníaocupándoseenacumulardatosparaunlibroque pensaba publicar con el título de La religión al alcance de todas lasfortunas, del cual varios vecinos conocían ya algunos fragmentos. Era alegre,valiente, aficionado a cuentos y chascarrillos, donde siempre jugaba papelprincipalísimoalgúncuraomonja.Nopronunciababienlaserres.

Don Jaime Marín, propietario de cuatrocientas fanegas de pan, que con lacontribución equivalían a unas seis mil pesetas, sería un gran calavera, unlicencioso,unmonstruodecorrupción sino tuviesepormujeradoñaBrígida.Estaeminenteseñorahabíaconseguidoconunasaludableenergíaquesumaridonoarruinasealafamiliaylosechaseatodosporpuertas.Antesquedesbaratasesu hacienda logró que se le privase judicialmente de la administración de losbienesyseleencomendaseaella.NoesfácilrepresentarselafirmezaconquedoñaBrígidaempuñólasriendasdelacasa.Ningúnpatricioromanotuvojamásuna ideamás perfecta del sui juris, de los sagrados derechos que «la ciudad»habíadepositadoensusmanos.Desdequeestoacaeció,donJaime,apesardesuscincuentaypicodeaños,pasóaserensusmanosunaverdaderacosacomopreviene la Instituta. En su condición de alieni juris hubo de sufrir la accióndirectayconstantedesudueñoyseñor,ysujetarseenuntodoasuomnímodavoluntad.¡AdióscenasopíparasconmariscosyvinodeRuedaenelcafédelaMarina!¡AdióscazadelaliebreconFermoelcarniceroyMarcelinoeltallista!¡Adiósnoches seductorasde tresillo! ¡Tardesdepazydedicha en el lagardeSebastiándelaPuente,adiós!Lainflexibleseñoradepositabaensusmanoscadadomingo tres pesetas; ni más ni menos. Era todo el caudal de que disponíadurante la semana para sus vicios, salvo el fumar, que ella subvencionaba,comprandoloscigarrosporsímisma.Cuandonecesitabaunsombrero,ellaselocompraba;cuandountrajeounasbotas,seavisabaalsastreozapateroparaqueviniesea tomar lasmedidas.Hastase le impedía ira labarbería,por temordequesegastaselosdosreales.Veníaelbarberoaafeitarlelossábados.Porciertoque, con poca o ninguna consideración, el rapador de barbas llegaba algunas

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vecesalasnuevedelamañana,cuandodonJaimeestabadurmiendo.

—¿Quéhago?—preguntabaadoñaBrígida.

—Aféiteleusted—contestabalaseverísimaseñora.

Elbarbero,obedeciendo la consigna, se acercaba, le embadurnaba la caradejabónyledespojababonitamentedelasbarbassinquedonJaimesedespertasemásqueamedias.Echabaotrosueño,yaldespertarsedeverassolíadeciralacriadaqueleservíaelchocolate:

—Hoyessábado;quellamen,albarbero.

—¡Tonto, borricote, incapaz de sacramentos!—contestaba su dulce consortedesdeelgabinete.—¿Novesqueestásafeitadoya?

—¡Puesesverdad!—decíaelbuenseñorpalpándoselacara.

Enunprincipiosolíapedirasusamigosoconocidosdelcaféalgúndineroparajugaral tresillo,ybebíaal fiadoenelcafé;peroalpoco tiemponi losamigosquisierondarlenada,nieldueñodelestablecimientolefiabayaporvalordedoscuartos. Faltó poco para que doña Brígida le echase a rodar por las escalerasciertodíaquelellevóunacuentadecientoveintereales.

DonJaimequedó,pues,reducidoapasarlashorasmirandojugaraltresilloydando a los jugadores consejos que no le agradecían. Los gananciosos solíanpagarlelacopaderon.UnaqueotravezjugabaalasdamascondonLorenzo,ycomoéstesenegabarotundamenteaseguirlapartidasininterés,precisoeraqueMarínarbitrasealgunoqueno fuesemetalprecioso.Discurrióexponerunodelosdos cigarrospurosque sumujer ledabapor lamañana.Cuando loperdía,aquellatardesequedabasinfumar.Avecesbuscandoeldesquite,perdíadosytresqueibaentregandounoaunoasuadversarioenlosdíassucesivos.Entoncessededicaba,comosusamigosdecían,«a lagramática»,estoes,apediraquíyallíunpitilloparacalmarelinsufriblepruritodechupar.¡PobreMarín!

LoquedoñaBrígidanopudojamás,fuéhacerleacostarseaunahoraregular.Tantos años de trasnochar hasta las cuatro o las cinco de la mañana, habíanformadounhábitoimposibledevencer.Comoreteniéndoleencasanoseibadetodosmodosalacamahastaquerayabaelalba,ypasabalanochetrasteandoporlashabitaciones,ycomoelviciodetrasnocharporsísoloesdelosmásbaratos

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que se conocen, la ingeniosa señora le dejaba retirarse a la hora que quisiera.PermanecíaenelcafédelaMarinaconlosúltimosparroquianos.Despuésqueéstosseretiraban,todavíasequedabamientraslosmozoscolocabanensusitiola vajilla y el dueño apuntaba las últimas partidas. Cuando materialmente leechabandelestablecimientoseibaahacercompañíaalserenodelaRúaNueva,muy su amigo. Charlando con él mataba las horas que aun faltaban para elamanecer.

Don Lorenzo, don Agapito, don Pancho, don Aquilino, don Germán y donJusto,eranindianos,estoes,genteaquiensuspadreshabíanenviadoaAméricadeniñosaganarselavidayhabíanvueltoentreloscincuentaysesentaañosconun capital que variaba de treinta a cien mil duros. Había de éstos más decincuentaenSarrió.Eldurotrabajoylasujeciónenquehabíanvividomuchosaños, les hacía tener de la felicidad una ideamuy distinta de la nuestra. Paranosotros la dicha consiste en gozar un placer nuevo cada día, agitarse, viajar,gozar con el cuerpo y el espíritu de la hermosa variedad de cosas que laNaturaleza nos ofrece. Para ellos se cifraba única y exclusivamente en notrabajar,pasarundíayotroredimidosdeladuraleyimpuestaporDiosaAdándespués del pecado. Y la verdad es que se cebaban ferozmente en este gocesingular. La mayor parte de ellos tenían su capital en papel del Estado, cuyarenta,cuandosecobranooriginamolestiaalguna.Levantábansetempranoporelhábitodemadrugar,yandabantodalamañanaporlascallesoporelmuelleenpandillasdeseisuochomirandolaentradaysalida,lacargaydescargadelosbarcos.DespuésdecomerseibanalentresuelodelcafédelaMarinaoaldelaAmistad,ypasabantresocuatrohorasjugandoomirandojugaralbillar.

«¡Anda,bolitadehueso,anda,entraencabaña!—Déjela,déjela,donPancho,quevaherida.—Sal,niña,saldelamanigüita.—¡Ah,ah,québienmeteuté,donLorenso!—Nosepongabravo,donPancho!»

Eljuegosiempreibasalpicadodeestasfrasesqueolíanaplátanoycocotero.Cuandolosdíaseranlargos,veíaselesalláalatardeporlascercaníasdelavillapaseandotambiénenpandillaosentadossobreelcéspedaorillasdeunafuente.Eralahoradelosrecuerdostropicales.

«¿Seacuerdauté,donAgapito,seacuerdautédeaqueyamulaticaperraquelevenía a dar plasé a la tienda?—¡Y qué bien que cantaba las guarachas, lasinvergüensa!—Disen que uté alguna vese la sobaba, don Agapito, la sobabaduro.—¿Ycómono,donPancho,sialomejósemeibaalbailedelagentede

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colóconelnegrodemicomparedonJusto?—¡Vaya,hombre,nodigaeso,quemeenoha!Elqueseibaalbaileerauté.¡Poquitavesequelehevistotrabaoconeyabailandoelchiquitaabajo,chiquitaabajo!»

Nohabía que contar con ellos para subvencionar la orquesta, ni el teatro, niotro recreo público. Los jóvenes indígenas si querían divertirse necesitabanapelaralbolsillodesuspapás.Yasabíanqueerainútilsolicitarelauxiliodeloroamericano. Esto les indignaba. Por la espalda, y aun de frente, les llamabanroñosos, aldeanos, burros cargados de dinero. Pero los indianos tenían la pielmuyduraydespreciabantalesdesahogos.Elquelesteníaunodiodeclarado(¿aquiénnolotenía?)eraGabinoMaza.—«¿Paraquésirvenesoscincuentavagostiradostodoeldíaporlacalle,abriendolabocayestirándosecomolosperros?¡Sidestinaransiquierasudineroaalgunaindustriaútilalapoblación!»

CuandodonMelchordelasCuevasysusobrinoentraronenelSaloncillo,elúnicoque semantenía enpie enmediodel corrogesticulando era estemismoGabino Maza. No podía permanecer dos minutos sentado. La continuaexaltación de su organismo, la vehemencia con que trataba de persuadir a susoyentes,leobligabaaalzarseenseguidadelasiento,lanzarsealmediodelsalónygritarymanotearhastaqueseleconcluíaelalientoylosfuerzas.Sehablabade la compañía del teatro que había anunciado su marcha por haberexperimentadopérdidasenelprimerabonodetreintafunciones.Mazatratabadeconvencerles de que no había habido semejantes pérdidas, que todo era unasuperchería.

—¡No es verdad, no es verdad! El que diga que han perdido un céntimo¡miente!... (Bajando la voz y dando la mano a Gonzalo.)—¿Cómo estás,Gonzalo?Ya sé que has llegado ayer.Vienes bueno:me alegro... ¡Repito quemiente!¿Aquenoseatrevenadecírmeloamí?

—Seismilrealeshanperdidoenlastreintafunciones,segúnlosdatosquemepresentóelbarítono—apuntódonMateo.

Mazarechinalosdientes.Laindignaciónnolepermitehablar.Alfinrompe.

—¿Yustedhacecasodeeseborracho,donMateo?...Vaya,vaya(conafectadodesdén), a fuerza de tratar con cómicos se le ha olvidado el oficio, como alherrerodemarras.

—Oyetú,botarate;yonohedichoquelocreyese.Loúnicoquedigo,esque

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asíresultadelosdatosquemepresentóelbarítono.

Mazadaunavueltaenredondo,secolocaotravezenmediodelsalón,arrancaviolentamenteelsombrerodelacabezaconambasmanos,yagitándolovociferafrenético:

—¡Pero,señor!¡pero,señor!¡noparecemásqueaquínoshemoscaídodeunnido!...¿Quierenustedesdecirmequéhanhechodeveintemilypicoderealesquehaimportadoelabono,ycasiotrotantoquehabráentradoenlataquilla?

—Lossueldossonmuycrecidos—apuntóelayudantedelpuerto.

—¡No seas borrico, por laVirgenSantísima,Alvaro! ¡No seas borrico!... Tediré en seguida los sueldos (contando por los dedos). El tenor, seis duros; latiple,otrosseis,sondoce;elbajo,cuatro,sondiezyseis;lacontralto,tres,sondiezynueve;elbarítono,cuatro...

—Elbarítono,cinco—apuntóPeña.

—Elbarítono,cuatro—insistiófuribundoMaza.

—Amímeconstaquesoncinco.

—Elbarítono,cuatro—rugiódenuevoMaza.

AlvaroPeñaselevantaexaltadoasuvez,ardiendoennobledeseodellevarelconvencimientoasuadversario,yseentablaunacontiendafuriosa,descomunal,queduracercadeunahora,enlaquetomanpartetodosocasitodoslossociosde aquella ilustre reunión de notables. Nada más semejante a las famosasreyertasqueentrelosgriegospasabandelantedelosmurosdeIlion.Elmismofragor y cólera. La misma sencillez primitiva en los argumentos. La mismaviolenciacandorosaybárbaraenlosdictados.

«¡Habrá hombremás pollino!—¡Calla, calla, cabeza de alcornoque!—¡Hablóelbuey,ydijomú!—Tedigoquefaltasalaverdad,ysiloquieresmásclaro,tedigoquemientes.—¡Jesús,quégansada!—Pareceustedunamalamujer.»

Eranmuy frecuentes, casicotidianos, talesaltercadosenelSaloncillo.Comotodos losque tomabanparte teníanunmododirecto,enteramenteprimitivodeapreciarlascuestiones,parecido,pornodecirigualaldeloshéroesdeHomero,laargumentaciónestablecidaalcomienzodeladisputa,seguíainvariablemente

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hastaelfin.Habíahombrequepasabaunahorarepitiendosincesar:«¡Nohayderecho a meterse en la vida privada de nadie!» o bien: «Eso sucederá enAlemania,¡perocomoestamosenEspaña!»...Algunoera,todavíamásbreve,ygritabasiemprequeledejabanunhueco:—«¡Chiflosdegaita!¿sabéis?¡chiflosdegaita!»hastaquecaíaexánimeeneldiván.

Peroloqueperdíanenamplitudlosargumentosganábanloenintensidad.Cadavez eran expresados con mayor y contundente energía, y con másdescompasadas voces.De talmodo, que raro era el día que no saliese de allíalgunoronco;generalmente,eranAlvaroPeñaydonFeliciano;losmásdébilesde laringe,no losmásvoceadores.QueelAyuntamientohabíamandadopodarlosárbolesdelpaseodeRiego:disputaenelSaloncillo.QueeldependientedelacasaGonzálezHijos sehabíaescapadoconcatorcemil reales:disputa.Queelcura de la parroquia se negaba a dar certificado de buena conducta al pilotoVelasco:AlvaroPeñatuvounvómitodesangreaconsecuenciadeestadisputa.

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Ningún desabrimiento quedaba jamás después de ellas, ni habíamemoria dequehubiesenoriginadocuestiónpersonalalguna.¿Cómopodíahaberlacuandotodoshabíanconvenidotácitamenteenaceptarsinenojarselosgraciososepítetosdequehemoshechomención?Elcarácter localde los temas, eraperfecto.Lapolítica tenía en Sarrió muy pocos cultivadores. Sólo cuando los periódicosnoticiabanalgúnsucesodemuchobulto,sepreocupabanmomentáneamenteconellasushabitantes.HacíacercadeveinteañosquelarepresentacióndeldistritoenelCongresoestabaencomendadaalopulentobanqueroRojasSalcedo,elcualsólo una vez en su vida había estado enSarrió a tomar leche de burra.Nadiepensaba en disputarle la elección. Generalmente se hacía reuniéndose lospresidentesysecretariosdeloscolegios,yapuntandoenlasactaselnúmerodevotosque se les antojaba.La razóndeesto, eraqueSarrió siemprehabía sidounavillacomercialdondecadaunopodíaganarselasubsistenciasinrecurriralosempleosdelEstado.Lamayoríadelosjóvenes,despuésdehaber,pasadodoso tres años en algún colegio de Inglaterra o Bélgica, se empleaban en losescritoriosdesuspadresyeransussucesoresenellos.Otros,losmenos,seguíanalguna carreramilitar o civil de sueldo fijo, y sólo venían de tarde en tarde apasarunosdíasconsufamilia.

Sarrió,hayqueconfesarlodeunavez,eraunapoblacióndormidapara todaslasgrandesmanifestacionesdelespíritu,paratodaslasluchasregeneradorasdela sociedadcontemporánea.Nadieestudiaba losaltosproblemasde lapolítica.Las terribles batallas que los diversos bandos libran en otras partes paraconseguirlavictoriayelpodernoapasionabanenmodoalgunolosánimos.Enuna palabra, enSarrió el año de gracia de 1860no existía la vida pública. Secomía,sedormía,setrabajaba,sebailaba,sejugaba,sepagabalacontribución;perotododeunmodoabsolutamenteprivado.

Cuando se cansaron de disputar los del Saloncillo y llevaban de vencida ladigestión, don Mateo les anunció, relamiéndose de gusto, que le tenía sincuidadolamarchadelacompañía.Dentrodepocosdíaspreparabaunasorpresaa los sarrienses.Despuésdemuchos trabajos, se consiguióquedesembuchara.Estaba en tratos con el célebreMarabini, frenólogo, prestidigitador. Acaso elmartes...sí,elmartesoelmiércolespodríanadmirarsushabilidadesenelteatro.Traíaademáscuadrosdisolventesyunlobodomesticado.

Gonzalosehabíaidoalasaladebillaryveíajugarelchapóamediadocenadeindianos,loscualesaldareltacazo,hacíansonarcomounrepiquedecampanas

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todos los dijes de oro que pendían de sus enormes cadenas de reloj. Estascadenasyestosdijeseranelatractivomáspoderoso, la tentaciónsupremaquepresentaban a sus hijos los artesanos de Sarrió para decidirles a ir a Cuba.—«¡Tonto,quiénteverávenirdentrodepocosañosconlevitadepañofino,grancamisola planchada, bota de charol y mucha cadena de relós, como donPancho!» A este último envite casi ningúnmuchacho resistía.—«¿Queme désietevueltasalcuello,padre?—Sí,hombre,sí,yconunaporcióndelapicerosdeoroyguardapeloscolgando.»Yallá se ibandecabeza lospobreschicosen laBella-Paula, en laCarmen, en laVilla de Sarrió o en otro barcucho de velacualquiera,aperecerdelvómitonegroodelhambre,másnegraaún,fascinadospor el brillo de aquellas joyas cursis que representaban los ojos de la terribleLoreley.

Lasactitudesdealgunosindianosjugando,comogentequenoestáavezadaareprimir sus ademanes y componerlos, eran extrañas y graciosas; servían deregocijoalosjóvenesdelpueblo,cuyaantipatíaalosamericanossemanifestabasiempreporlaburla.Quién,comodonBenito,dabafuertestaconazosenelsuelomientraslasbolascorrían;quién,comodonLorenzo,seinclinabaaunladoyaotro,setorcíayseretorcíacomosidesusmovimientosdependiesequelabolaseinclinaseaunsitiouotro;quién,porfin,comodonPancho,queerapequeñoy gordo, casi cuadrado, se subía de un brinco al diván después de haberempujadolabola,paramejorverlosestragosquehabíahechoenlospalos.Devezencuandoseoíaelgritodeimpacienciadealgunodeellosdirigiéndosealchico:—«¡Apunte,niño,nosedistraiga!»

Al lado de Gonzalo vino a sentarse don Feliciano Gómez, que comenzó amarearle con su charla bondadosa e insubstancial, dándole a cada instantepalmaditasafectuosasenelmuslocomoteníaporcostumbre.

—¿Cuándoeselgrandía,Gonzalín?¿Pronto,eh?¡Vaya,que tengoyaganasdevertecontuseñoradelbrazoyendoamisadedoce!...Bien,miqueridín,bien;vasaserfeliz.Encasalasnenas(asíllamabaasusancianashermanassiempre)no me dejan vivir desde ayer: «¿Cuándo se casa Gonzalín? no dejes depreguntárselo.» ¡Como te han visto nacer las pobres!... No hay nada como elmatrimonioparavivircontentoytranquilo.Túmedirás:ysiendoasí,¿porquénosehacasadousted,donFeliciano?Oyes,miqueridín,¿porquémehabíadecasarsivivofelizsoltero?¿Quémehacefaltaamí?Tengoencasaalasnenasquemecuidanaquéquieresboca,quemeadoran...(¡Pobrehombre!otracosa

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muy distinta se decía en el pueblo.) Y para otras cosas... nunca falta Dios;¿verdad,miqueridín?...Además,mientrasunoesmozosepadecemucho.Todose vuelve apetecer y rabiar... Hay aquí dentro un fuego que no le deja a unososiego... Pero cuandovienen los años y cesa el calor amante y se queda unofresco como una lechuga, entonces, ¡en grande, mi queridín!... Mira, si medijesenahora:«Feliciano,¿quieresvolvertealosveinteaños?»¡Ca!aotroperrocon ese hueso. La gran edad del hombre, los cincuenta años. No lo dudes,Gonzalín.Ahoraescuandosesabeloqueescomerydormircontranquilidad.¿Hay ninguna Fulana que valga una fuente de sardinas frescas acabadas defreir?...¿Yunalangostaconsidrasacadaporelespichón?¿Nosetehacelabocaagua,hijodelalma?...Túahoracasarteybesitosy«mivida»paraaquíy«almamía» para allá, ¿verdad?... Bien, bien, descuida que todo se andará. Esto esbueno,peroaquelloesmejor...Lamuchachaesdebuenafamilia...DonRosendoestárico...Vasbien,vasbien,miqueridín...Perooye,¿porquénotecasasconlapequeña,conVenturita,queesmásguapa?Yonodigoque laprimeraseafea;peronohaydudaquelasegundaesmáslinda;unbotónderosa.¡Quéojostanpícaros! ¡quépelo! ¡quédentadura! ¡quégarbo!En fin, si estás comprometidocon la otra no digo nada... ¡Pero lo que es como guapa!... Y la familia, lamisma...

EstaspalabrashicieronunaimpresiónextrañaenGonzalo.Elpensamientoasíexpresadoera la fórmulabrutal,peroexactayprecisadesuvago imaginar,deciertodesasosiegoquelehabíaquedadodesdelanocheanterior.Efectivamente,¡qué ojos tan hermosos, tan cándidos y maliciosos a la vez! ¡Qué cutis dealabastro! ¡Qué labios,quédientes,quédoradamadejadecabellos!Cecilia, lapobre, estaba aún más delgada que cuando se había ido y más desgarbada.¿Cómo le había gustado aquella chica?Gonzalo se confesó con sencillez quegustar... lo que se llama gustar de veras... como ahoraVenturita, por ejemplo,nunca le había gustado. ¿Entonces por qué?... ¡Vaya usted a saber lo que sonestas cuestiones! Era un niño, no hablaba con señoritas. La amabilidad deaquélla le impresionó... Luego cierta vanidad de tener novia... Después ladistancia que agranda ymejora los objetos...En fin, todo se había combinadopara ligarleaaquellamuchacha... ¡Pero si élhubieravistoantesaVenturita!...Más valía no pensar en ello. El asunto estaba ya demasiado adelantado paravolverseatrás.

Contrasucostumbre,quedóseunbuencuartodehorapensativomirandorodarlas bolas de marfil sin verlas. Don Feliciano se había ido. Al fin su robusto

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temperamento sanguíneo se sobrepuso a aquellas nerviosidades insanas quepretendían turbarle.Alzósedelasiento.Losrasgosdesufisonomía,contraídosmomentáneamente,sedilataron,yseesparció,porella lasonrisaserenaquelacaracterizaba.Almismotiemposeencogiódehombrosconunsupremodesdén.Con aquel gesto parecía decir:—«Me caso con la más fea de las chicas deBelinchón...bueno,¿yqué?Detodosmodos,seaconunaoconotra,¡aunquenomecaseconninguna!yohedeserfeliz.Nonecesitoquelafelicidadmevengadefuera.Lallevodentrodemí,enestehumordeángelqueDiosmedió,eneldineroquemispadresmedejaron,enestasaludinconcebible,enestafuerzadetoro...»

CuandoentródenuevoenelSaloncillo,grandementeperturbadoshallóasuscotidianostertuliosconlanuevaqueacababadetraerSeverinoeldelatiendadequincalla:—«¿Nosabenustedesloquepasa,señores?»—Todosselevantanylecercan.Elcomerciantehablavisiblementeconmovido.—EstanochehanrobadoyasesinadoadonLaureano.—¿QuédonLaureano,eldelaquinta?—Sí,eldelasAceñas... Dicen que a las dos y media, poco más o menos, entraron nuevehombres enmascarados en su casa,molieron a palos al criado, amarraron a laseñorayalacriadayadonLaureanolodegollaron...Antescreoquelehicieronsufrirmuchoparaobligarleasoltareldinero...Elbuenseñornoteníamásquedocemilreales,yellosempeñadosenquehabíagatoescondido...Leamarraronporaquí,salvasealaparte,ytiraquetiraparahacerlecantar...

Un estremecimiento de horror agitó a los notables de Sarrió. Quedáronsepálidoscomosiseleshubieseaparejadoyaatodosaquelespantosotormento.LaquintadelasAceñasestabaaunaleguadelavilla,enlasoledaddeunbosquedepinos; peronadie tuvo esto en cuenta.Veíanseya asaltados en sus casasde laRúaNuevaodeCaboranayasesinadoscrudelísimamente.¡Sobretodoaquellostirones!¡SantoCristo,quéatrocidad!

Pasados losprimerosmomentosde sorpresa, comenzaron los comentarios envozbaja.Losladronesnoseríandemuylejos.Sinembargo,noserecordabaqueenSarrióniensusalrededoreshubierapasadojamásunacosasemejante.Marínafirmóquehacíayadíasqueveíaalgunoshombressospechososdenoche.Estanoticia produjo en los circunstantes un saludable terror que no llegó amanifestarse. Todos se propusieron no salir de casa por la noche, sincomunicarse,noobstante, tanacertadaresolución.Elalcaldemanifestóque,ensuopinión,losladronesdebíandehabervenidodeCastilla.—¿DeCastilla?—Sí,

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señor,deCastilla...Oícontaramipadre(queengloriaesté),queelañodecincosepresentarondiezysietehombresacaballoyarmadosenSariego,rodearonelpueblo y robaron a don José María Herrero sesenta mil duros que teníaescondidosdebajodeunodelosladrillosdelhogar.

Encualquieraotraocasión,lostertulioshabríanobservadoqueelquehubieraacaecidotalsucesoenSariegoelañodecinco,noimplicabanecesariamentequesucedieselomismoenlasAceñaselañodesesenta.Peroahoranadieseatrevióacontradecirlaaventuradaproposición.Ysiguieroncementandoenvozbajaelsuceso,yparecíanestartodosdeacuerdoenlasopinionesmásextravagantesycontradictorias.MascomonosehabíadadojamáselcasodequeGabinoMazaasintiese por más de diez minutos a lo que en su presencia se hablase, tomópretextodeunasencillísimaindicación,hechapordonFelicianoGómez,conlaperfecta naturalidad y modestia que caracterizaban los discursos de estedistinguido comerciante, para caer sobre él de un modo tan violento comoinjustificado.

—¡Ya me extrañaba que no soltases alguna coz! ¿Para qué quieres que seregistren las casas de los vecinos? Te figuras que te vas a encontrar allímuyapiladitoeldinerodedonLaureano.

—Sinosehallaeldinero,sehallaráalgúnindicio...

—¿Dequé,cabezadechorlito,dequé?

Armóseladisputaconsabida.Sechilló,sealborotóloindecible.Alfin,nadiepudo entenderse, como siempre. Las voces se oían perfectamente en toda laplazoleta de la Marina; pero los transeuntes estaban acostumbrados, y no separabanaescucharlas.

V

¡¡¡LADRONES!!!

Y desde entonces los notables de Sarrió, no pusieron el pie en la calle denoche,comodiscretamenteselohabíanpropuesto.LatertuliadelSaloncillode

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última hora, la de la tienda de Graells, la de la Morana misma, quedaronabandonadas. Los cuatro o seis herreros establecidos en la villa no daban nipodían dar cumplimiento a los numerosos pedidos de cerraduras, pasadores,trancas de hierro y llaves maestras que de todas las casas les hacían. Losladrones de las Aceñas no habían sido habidos. Todos preveían, con más omenos fundamento,queandaban rondando lapoblaciónparacaer, sobreella asacoenunplazoperentorio.

Noobstante,comoelhombresehabitúaatodo,hastaalaenfermedad,hastaalas conferencias delAteneo, los vecinos de Sarrió, al cabo de algunos días sehabituaronalpeligro.Comenzarona salirdesuscasas,cerradaya lanoche, sibienconlasdebidasprecauciones.ElprimeroqueseaventurófuéMarín.Siendoinútiles todos los esfuerzosquedoñaBrígidahizoparaque sedurmieseaunahoraracional,learrojódecasasinconmiseración.DonJaimepidiópermisoparasacardebajodelatalmaazulgendarmequeusabaporlasnoches,unviejofusildechispaquehabíaeneldesván.Lamagnánimaseñoraselootorgóacondicióndellevarlodescargado.SaliódespuésAlvaroPeña.Comoautoridadmilitarhastaciertopuntoyhombrequegozabafamadeenérgico,estabaobligadoamostrarvalor en aquellas críticas circunstancias: llevaba dos pistolas de arzón en losbolsillos, y bastón de estoque. El alcalde don Roque, que desde tiempoinmemorialveníaasistiendoalatiendadelaMoranaencompañíadedonSegiselcapellándelasmonjasAgustinasydonBenignoelcoadjutordelaparroquia,ysebebíaeneltranscursodelanoche,decuatroaochovasosdevinodeRueda,según las circunstancias,nopudo sufrir elhogardomésticomásde tresdíasysalió tambiéna la calle.Leacompañabaeloctogenario alguacilMarcones contercerolaysable.Elibaarmadoderevólveryestoque.

Después, y sucesivamente, fueron saliendo y diseminándose por las tertuliasnocturnas don Melchor, Gabino Maza, don Pedro Miranda, Delaunay, donMateo, y todos los demás. Los indianos tardaron más tiempo. Lo mismo latiendadeGraellsqueladelaMoranayelSaloncillo,setransformabanalllegarla noche en verdaderos arsenales. Cada uno de los que iban llegando dejabaarrimadas a la pared sus armas y pertrechos de guerra. Al salir tornaban aempuñarlasconunvalor impávido,dignode lasangrecántabraquecasi todosllevabanenlasvenas.Allíelantiguoarcabuzdechispaalternabadeigualaigualconelmodernorifleamericanodedocetiros,elestoquecilíndricodehierroconel espadín pavonado que guardan los nuevos bastones, el cachorro tosco debronce con el revólver nielado. Y estamisma diversidad de armasmortíferas

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contribuíapoderosamenteamantenerentodoslospechoselespíritubélicotannecesarioenaquellaocasión.

Sehabían tomadoalgunasmedidasacertadísimas;degranutilidad.Hasta lasdocedelanochelosserenosteníanordendenoapagarningúnfarol.Aaquéllosseleshabíaprovistodenuevospitosinfinitamentemássonorosquelosantiguos.Además tenían prevención para vigilar a cualquier persona desconocida quetransitaseporlascalles.Entrelosvecinossehabíaconvenidojuiciosamentenodejar la acera a nadie desde las diez en adelante como no fuese a un amigo.Sabida es de todos la enorme influencia que tiene en la criminalidad estacostumbrededejarlaacera.Contalmotivo,encontrándoseunanocheenlacalledeSanFlorenciodonPedroMirandaydonFelicianoGómez,ambosembozadosen sus carriks, con los estoques desenvainados, prevenidos para cualquierevento,donFelicianolegritóadonPedrodesdelejos:

—¡Eh,amigo,alarroyo!

—Phs,phs;sepáreseusted—contestadonPedro.

—Quien debe apartarse es usted—replica el comerciante.—¡Al arroyo, alarroyo!

—Phs, phs, haga usted el favor de dejar franco el paso—responde el señorMiranda.

Ningunodelosdossemovíadesusitio.Habíansedesembozadoymostrabanyalapuntaaguzadadesusfloretes.

—Tengaustedlabondad...

—Hagaustedelobsequio...

¿QuiénsabelahorribletragediaquehubieraacaecidoenSarrió,sialcabodeunratobastantelargodehallarseestosvaronesasídetenidosensucamino,nosehubiesenreconocido?

—¿SeríaustedtalvezdonFeliciano?...

—¿SeríausteddonPedro?

—¡DonFeliciano!

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—¡DonPedro!

Yseacercaroncorriendoyseestrecharonlasmanosconefusión.

—¡Quésuertehatenidoustedenquelehubiesereconocido,donFeliciano!—exclamó el señorMirandamostrando su ancho estoque de hierro conpuñodehueso.

—¡Puesladeustednohasidopequeña,donPedro!—contestaelcomercianteesgrimiendoenelaireunahojafinaypavonadadeToledo.

ParaentrarenlatiendadelaMoranaeraprecisobajardosescalones.Latiendaeraunaconfitería,aunquenolopareciese;laúnicaconfiteríaquehabíaentoncesenSarrió.Hoy,sinomeengaño,cuentayacontres.Ydigoquenoloparecía,porque se vendían cirios de iglesia, pies ymanos y cabezas y troncos de cerapara ofertas. Estos objetos poco a poco habían ido llenando todo su ámbito,pasandodecomerciosuplementarioaprincipal,envirtuddelonadagolososqueeranlosvecinosdeaquellavilla.Yésteesunodelosrasgoscaracterísticosquereclamoparaella.EnEspañaesmuygeneralque loshabitantesde lasvillasyciudades pequeñas sean dados con pasión a los confites. No gozando de losplaceres de toda laya con que brindan las grandes capitales, la sensualidad seescapaporahí.

Acaso se arguya que en Sarrió las monjas Agustinas también fabricabandulces; pero debemos advertir que esta fabricación estaba limitadaexclusivamentealralladodeciruela,membrillo,perayalbaricoque,algunaqueotratartadealmendrayborraja,yundulceespecialísimoparecidoalasescamasdelospecesllamadoflordeazahar.Nohayquedudarlo;enSarrióhabíapocosgolosos.Despuésde todo, esta virtud rara en las villas de lo interior, no lo estanto en las poblaciones marítimas menos sometidas, como es sabido, a lainfluenciaclerical.PorquesegúnlaobservaciónquepuedehacerseviajandoporlospueblosdelointeriordeEspaña,allísecomenmásdulcesdondeelcultoylasprácticasdelareligiónabsorbenmáspartedelavida,ylamayorenergíadelsentimiento religioso se traduce en novenas, rosarios cantados, cofradías ycanónigos.Locualdemuestraquedebedeexistirciertamisteriosaafinidadentreelmisticismoylaconfitería.

EstasehallabarepresentadaenlatiendadelaMoranapordosarmariosdepinopintado de azul con puertas de cristales, situados a entrambos lados del

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mostrador.Enestosarmariosseguardabaunarazonablecantidaddecaramelos,rosquillas bañadas, suspiros, magdalenas, almendrados, y sobre todo, lasalabadas crucetas y famosísimas tabletas cuyo renombre habrá alcanzadoseguramentelosoídosdenuestroslectores.Tododelamásremotaantigüedad.Lastabletas,cuyamágicacomposiciónnuncahemospodidoaveriguar,teníanunatractivo irresistible, basado, ¡caso extraño! en su extraordinaria dureza. A laedadenque se comían las tabletasde laMorana lo importantenoeraque losdulces fuesen delicados, sabrosos, exquisitos, sino que durasen mucho. Paralograrquelosdientessehincasenenellas,eraforzosoimpregnarlaspreviamentedeuna cantidad fabulosade saliva.Unavezhincados en supasta pegajosa enalto grado, el separarlos de nuevo llegaba a constituir unverdaderoproblema.Permítasemededicarundelicadorecuerdodesimpatíayreconocimientoaestastabletasquedesdeloscuatrohastalosochoañosvanunidasalosmomentosmásdichosos demi existencia.A su azucarado influjo quizá deba el autor de estelibrolaflordeoptimismo,que,aldecirdeloscríticos,resplandeceensusobras.

LaMorana,hijayherederadeotraMoranaqueyahabíamuerto,eraunamujerde cuarenta años, pálida, con parches de gutapercha en las sienes para losdoloresdecabeza.EstabacasadaconunJuanCrisóstomo,quealdecirdedonSegis,elcapellán,noeradelosCrisóstomos.Sinembargo,cuandoadministrabaalgunapalizaasumujer,solíamostrarciertaerudiciónpococomún.

—«Yoqueamabaaestamujer—exclamabaconenternecimiento,arrimandoelgarrotealapared.—¡Yoqueamabaaestamujercomoesposaynocomosierva,segúnmandaelapóstolSanPablo!...¿TúhasleídoalapóstolSanPablo?...¡Quéhabíasdeleertú,granvaca!...»

El vino era muy bueno, casi puede decirse que era lo único bueno en esteestablecimiento, y eso que no paraba mucho en la bodega. Don Roque, donSegis, don Benigno, don Juan el Salado y el señor Anselmo el ebanista, seencargabanaplazo fijodehacerlopasara la suya.Eraunvinoblanco, fuerte,superior, que se subía a la cabeza con facilidadasombrosa.Los tertuliosde latienda,todaslasnoches,entreonceydoce,salíandandotumbosparasuscasas;perosilenciosos,graves,sindarjamáselmenorescándalo.Solíansalirloscincocogidosdelbrazo,apoyándoselosunosenlosotros.Alllegaralastapiasdelahuertadelconventode lasAgustinas,orinaban.Despuésproseguíansucaminosin decirse una palabra, aunque bufando y soplando mucho. El instinto, quenunca les abandonaba por completo, les sugería esta prudente conducta.

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Comprendían que si hablaban poco o mucho, podían enredarse en algunadisputa.Deahílasvocesyelescándaloconsiguiente...Nada,nada,lomejorerano chistar. Al llegar a sus casas se soltaban murmurando con torpe lengua«buenasnoches».ElúltimoeradonRoqueporvivirmáslejosqueninguno.

Deestemodoserio,modesto,patriarcal,seemborachabanaquellosvenerablesancianostodaslasnochesdelaño.Dosdeellos,donJuanelSalado,escribientedelAyuntamiento,ydonSegis,experimentabanyalasconsecuenciasdeaquellavida.ElSaladoteníaunanarizquedabamiedoverla:eldíamenospensadoselecaíasobreellibrodeactas.DonSegishabíapadecidounataqueapoplético,deresultasdelcualarrastraba lapiernaderechacual si llevaseenellaunpesodeseis arrobas. Verdad que el insaciable capellán no se contentaba con loscuarteronesdevinodelaconfitería.PorcadaunoquesetragabaeraprecisoquelaMoranalesirvieseunacopadeginebra,lacualvertíacuidadosamenteenunfrascoquellevabaalefectoenelbolsillo.Sieranseiscuarterones,seiscopas;siocho,ocho.Todaestaginebrapasabadelicadamenteasuestómagoenpequeñossorbosdespuésquesehabíametidoenlacama.«¿PerodonSegis,cómosebebeustedtantaginebradeunavez?—Notengomásremedio—contestabaenuntonoresignadoyhumildequepartíaelcorazón.—¿Sinobebieseunacopaporcadacuarterón,quéseríademí,hijodelalma?...¡Pasaríalanochecomouncaballo!»

Las conversaciones de la tienda de la Morana eran menos interesantes ymovidas que las del Saloncillo. A los viejos tertulianos les interesaban yapoquísimas cosas en el mundo. Los asuntos más graves de la villa, los quepromovían tempestades en el Saloncillo, se trataban, o por mejor decir, setocaban ligeramente sin apasionamiento alguno. Que los González habíandespedidoalcapitándelaCarmenynombradoensulugarunandaluz.

—CuandolosGonzálezlohanhecho—afirmabaunolentaysordamente,—susrazonestendrían.

—Es verdad—contestaba otro al cabo de un rato, llevándose el vaso a loslabios.

—Ripalda parecía un buen sujeto—afirmaba un tercero, después de cincominutos,dejandoelvasosobreelmostradoryeructando.

—Síloparecía—replicabaotrogravemente.

Transcurrían diez minutos de meditación. Los tertulios daban algunos

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cariñososbesosalvaso,queparecíadetopacio.DonRoquerompeelsilencio:

—Detodosmodos,nohaydudaquedonAntonioleabrasó.

—Leabrasó—dicedonJuanelSalado.

—Leabrasó—confirmadonBenigno.

—Leabrasó—corroboraelseñorAnselmo.

—Leabrasócompletamente—resume,porfin,donSegislúgubremente.

Loquealteraba losánimosunaqueotravez,era lacuestióndepichones.Elseñor Anselmo y don Benigno alimentaban pasión inextinguible por estosanimalitos.Cadacualteníasupalomar,suscastas,susprocedimientosdecría,ysobretalesextremosseenredabanamenudoenlargasyvivasdiscusiones.Losdemás escuchaban gravemente sin atreverse a decidir, subiendo y bajando elvasodelmostradoraloslabiosconreligiososilencio.ElcrimendelasAceñasles disgustó, pero no causó en ellos la profunda desazón que en el resto delvecindario.Alcabodecincooseisdíastornaronasuspatriarcalescostumbres.Yeratalsuvalor,quelamayorpartedelasnochesdejabanolvidadaslasarmasenlatienda.

Serían las doce por filo de una, en que don Roque había rebasado con trescuarteronesmáslatasadeseisqueordinariamenteseimponía,cuandolascincocolumnas de la confitería de laMorana salieron en apretada cadena hacia susdomicilios.CerrabalamarchaMarcones,conelfusilalhombro.Elprimeroquese soltó fué don Segis, que vivía en una casita de dos balcones, pegada alconvento de las Agustinas. Después fué don Juan el Salado. Después elcoadjutor.Porúltimo,elseñorAnselmo,sacandolaenormellavelustrosaqueleservíadebatutacuandodirigíalaorquesta,abrióeltallerdondedormía.

Quedóelalcaldesoloconlafuerzadesumando.Dijoalgo;perolafuerzanoleentendió.Comenzaronacaminarhaciacasa,queyanoestaba lejos.Masantesdellegaraella,donRoque,quesoplabaybufabacomounaballena,eimitabaenloposiblelamarchajadeanteyarremolinadadeestecetáceo,separóderepente,ypronuncióenaltavozun largodiscurso,delcualnoentendióMarconesmásquelapalabraladrones,repetidabastantesveces.Miróelalguacilconsobresaltoatodaspartesporversiveíaalguno,preparandoelfusilalmismotiempo;peronadaobservóque lehiciesesospechar lapresenciade los forajidos.Tornódon

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Roqueausarde lapalabra,si talnombremerecía laregurgitación intermitentedeunaporcióndesonidosextraños,bárbaros,lamentables,queinfundíantristezayhorroralmismotiempo,yMarconespudocolegirentoncesquesujefedeseabaquehiciesenunabatidaporlavilla,enbuscadeloscriminalesdelasAceñas.

Marcones meditó que la fuerza era escasa y mal prevenida para aquellaempresa;peroladisciplinanolepermitióhacerobjeciones.Además,nacióensupecholaesperanzadequelosasesinosfuesenpocoaficionadosatomarelfrescoa tales horas. Y después de haber examinado cuidadosamente las armas,emprendieronunamarchapeligrosaaltravésdetodaslascallesycallejasdelavilla.Enhonordelaverdad,hayqueadvertirquedonRoquemarchabadelantecomocumpleaunvalerosocaudillo,consurevólverenlamanoizquierdayelbastóndeestoqueenladerecha,exponiendoelprimerosunoblepechoalplomoenemigo.Marcones,agobiadobajoelpesodelfusilydelosochentaydosañosqueteníamarchabadetrásaunadistanciadeseispasospróximamente.

Lanocheeradeluna,peronegrosygrandesnubarroneslaocultabanamenudoporlargorato.Yentonceslaescasaclaridaddelosfarolesdeaceitequeardíanen las esquinas de las calles no bastaba a deshacer las sombras que seamontonabanhaciaelmediodeellas.Sarrióconstadecincoprincipales,asaber:laRúaNueva,quedesembocaenelmuelle;ladeCaborana,ladeSanFlorencio,ladelaHerreríayladeAtrás.Estascallessonlargas,bastanteanchasyparalelasentresí.Losedificiosengeneralsonbajosypobres.Otrascallessecundarias,ennúmero considerable, las cruzan y las comunican. Además, en las afueras lesalenalgunosrabosalavilla,dondehanedificadosuntuosascasaslosindianos.Sonloquepudierallamarseelensanchedelapoblación.

Al llegar la columna caminando por la calle de Atrás, cerca de la de SantaBrígida,oyógritosylamentosquelaobligóahaceralto.

—¿Quéeseso,Marcones?—preguntóelalcalde.

Elancianoalguacilseencogiódehombrosfilosóficamente.

—Nada,señor;seráencasadePatinaSanta.

—¿Ycómo se atreven esas pendangas?...Vamos allá,Marcones, vamos actocontinuo.

«Acto continuo» era una frase de la que usaba y abusaba don Roque.

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Simbolizaba para él la energía, la decisión, la rapidez de la autoridad pararemediartodoslosdaños.

Patina Santa era el gran sacerdote de uno de los dos templos del placer queexistíanenSarrió.Devezencuandosalíaporlasaldeascomarcanasytraíalassacerdotisas que le hacían falta, que nunca pasaban de cuatro. No había másgabinetes,yesoquedormíandedosendos.Vestíanelmismorefajodebayetaverde o encarnada, el mismo justillo sin ballenas, la misma camisa de lienzogordo,elmismopañuelodepercalquecuandotriscabanalláporlospradosylosmontesconlosvaquerosvecinos.PatinaSanta,comoúnicossímbolosdelnuevoy elevado destino a que la suerte les había llamado, colgaba de sus orejaspendientesdeperlasyaprisionabasuspiesconzapatosdescotadosdesarga,loscualeseranbienesadheridosalacasayservíanparatodaslasqueibanllegando.MásadelantePatina,haciéndosecargodequeelmundomarchayquelasleyesdel progreso son indeclinables, tuvo la audacia de introducir en su templo lospolvos de arroz. Después compró unos medallones de doublé para colgar alcuelloconunterciopelitonegro.VerdadqueatodasestasreformasleestimulabalacompetenciadesastrosaquelehacíaPocaRopa,elcualteníasuinstitutoenlacalledelReloj,alotroextremodelavilla.

—¿Quéescándaloeséste?—gritódonRoqueconvozestentóreaacercándosealainmundacasucha.

Tres o cuatromuchachos que había en la calle huyeron como pajarillos a lavistadelgavilán.Peroquedabanlaspalomas.Dosdeellasestabanalapuertaencamisa,lasotrasdosasomadasalasventanasenelmismotraje.Lasdelapuertaquisieronretirarsealavistadelalcalde,peroéstelasagarróconsusmanazas.

—¿Quéescándaloeséste,...ajo?—repitió.

—Señoralcalde,noshandadodospiezasfalsas...—dijounadeellas.

—Noestáisvosotrasmalaspiezas...¡Alacárcel!

—¡Pero,señoralcalde!

—¡A la cárcel,...ajo, a la cárcel!—rugió don Roque.—Y vosotras lomismo.Todoelmundoabajo.¿DóndeestáesemaricóndePatina?

¡Santocielo,quéalborotosearmóallíenunmomento!

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Lasniñasdelaventananotuvieronmásremedioquebajar,yPatinalomismo,todosencamisa,porquedonRoquenoadmitiótérminodilatorio.Noseoíanmásquegemidosy lamentos,yporencimadeellos lavozhorripilantedelalcalde,repitiendosincesar:

—¡Alacárcel...ajo!¡Alacárcel...ajo!

LasinfelicespedíanporDiosyporlaVirgenquelasdejasenvestirse;peroelalcalde,conlafazarrebatadaporlacóleraylosojosinyectados,cadavezgritabaconmásfuerza,aturdiéndoseconsupropiavoz:

—¡Alacárcel...ajo!.,¡Alacárcel...ajo!

Y no hubo otro remedio. El sereno, que se había acercado al escuchar losprimeros ajos, las condujo en aquella disposición a la cárcel municipal, encompañíade sudigno jefe,mientras losvecinos, entre risueñosycompasivos,contemplabanlaescenapordetrásdeloscristalesdesusventanas.

LaautoridaddedonRoquecerróporsímismalapuertadelpalomar,ypusolallave «acto continuo», bajo la custodia deMarcones. Después continuaron sumarchapeligrosa.

Nohabíancaminadomuchoespacio,cuandoenunadelascallesmásestrechasy lóbregas, acertaron a ver el bulto de una persona que se acercabacautelosamentealapuertadeunacasaytratabadeabrirla.

—¡Alto!—murmuró don Roque al oído de su subordinado.—Ya hemostropezadoconunodelosladrones.

Elalguacilnoentendiómásquelaúltimapalabra.Fuébastanteparaqueselecayeseelfusildelasmanos.

—No tiembles,Marcones,queporahoranoesmásqueuno—dijoelalcaldecogiéndoleporelbrazo.

SielvenerableMarconestuvieseenaquelmomentocabalessusfacultadesdeobservación,hubieseadvertidoacasoenlamanodelaautoridadciertatendenciamuydeterminadaalmovimientoconvulsivo.

El ladrón,alsentir lospasosde lapatrulla,volvió lacabezaconsobresaltoypermanecióinmóvilconlaganzúaenlamano.DonRoqueyMarconestambién

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seestuvieronquietos.Laluna,filtrándosecontrabajoporunanube,comenzóaalumbraraquellafatídicaescena.

—Phs,phs,amigo—dijoelalcaldealcabodeunrato,sinavanzarunpaso.

Oirelladrónesteamicalllamamientodelaautoridadyemprenderlafuga,fuétodouno.

—¡Aél,Marcones!¡Fuego!—gritódonRoque,dándoseacorrercondenuedoenposdelcriminal.

Marcenesquisoobedecerlaordendesujefe,peronolefuéposible;elmartillocayó sobre el pistón sin hacer estallar el fulminante. Entonces, con decisiónmarcial, arrojó el arma que no le servía de nada, sacó el sable de la vaina decueroehizoesfuerzossupremosporalcanzaralalcalde,queconvalortemerarioselehabíaadelantadolomenosveintepasosenlapersecucióndelladrón.

Estehabíadesaparecidoporlaesquinadeunacalle.

Peroalllegaraellalacolumnapudoverletratandodeganarlaotra.

¡Pum!

DonRoquedisparósurevólver,gritandoalmismotiempo:

—¡Date,ladrón!

Tornóadesaparecer:tornaronaverlealllegaralacalledelaMisericordia.

¡Pum!OtrotirodedonRoque.

—¡Date,ladrón!

Pero el forajido, sin duda como recurso supremo, y para evitar que algúnserenoledetuviese,comenzóagritartambién:

—¡Ladrones,ladrones!

Se oyó el silbido agudo y prolongado del pito de un sereno, después, otro,despuésotro...

La calledeSanFlorencio estababien iluminada, ypudoverse claramente alcriminal deslizarse con rapidez asombrosa buscando envano la sombra de las

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casas.

¡Pum,pum!

—¡Date,ladrón!

—¡Ladrones!—contestóelbandidosindejardecorrer.

Dosserenossehabíanagregadoalacolumna,ycorríanblandiendoloschuzosalladodelalcalde.

El criminal quería a todo trance ganar la Rúa Nueva con objeto tal vez deintroducirseenelmuelleyesconderseenalgúnbarcooarrojarsealagua.Masantes de llegar a ella tropezó y dió con su cuerpo en el suelo.Gracias a esteaccidentelapatrullaleganóconsiderabledistancia;anduvocercadealcanzarle.Pero antes que esto sucediese, el forajido, alzándose con extremada presteza,huyómás ligeroque el viento.DonRoquedisparó losdosúltimos tirosde surevólver,gritandosiempre:

—¡Date,ladrón!

DesaparecióporlaesquinadelaRúaNueva.Aldesembocarenellaelalcaldey su fuerza cerca de la plaza de laMarina, no vieron rastro de criminal porningunaparte.Siguieronvacilanteshastallegaradichaplaza.Allísedetuvieronsinsaberquépartidotomar.

—Almuelle,almuelle;allídebedeestar—dijounsereno.

Yyasedisponíantodosaemprenderlamarcha,cuandoseabrióconestrépitoelbalcóndeunadelascasas,aparecióunhombreencalzoncillos,yseoyeronestaspalabras,queresonaronprofundamenteenelsilenciodelanoche:

—¡ElladrónacabadeentrarenelcafédelaMarina!

ElquelaspronunciabaeradonFelicianoGómez.Lapatrulla,alescucharlas,seprecipitó hacia la puerta del café, y entró por ella tumultuosamente. El salónestabadesierto.Alláenel fondo,al ladodelmostrador, sevelaa tresocuatromozosconsudelantalblanco,rodeandoaunhombrequeestabatiradomásquesentado sobre una silla. El alcalde, el alguacil, los serenos cayeron sobre él,poniéndole al pecho los chuzos, el estoque y el sable.Y a un tiempo gritarontodos:

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—¡Date,ladrón!

Elcriminallevantóhaciaellossufazdespavorida,máspálidaquelacera.

—¡Ay,re...siesdonJaime,asímesalveDios!—exclamóunserenobajandoelchuzo.

Todoslosdemáshicieronlomismo,mudosdesorpresa.Porque,enefecto,elforajido que habían perseguido a tiros, no era otro que Marín sorprendidoinfraganti,enelmomentodeabrirlapuertadesucasa.

Huboquellevarleaellaenhombros,ysangrarle.Aldíasiguiente,donRoquesepresentóapedirleperdón,yloobtuvo.DoñaBrígida,suinflexibleesposa,noquiso concedérselo, sin haberle soltado antes una buena rociada de adjetivosresquemantes,entreotroseldeborracho.DonRoquesufriócon resignacióneldesacato,ynohizonadademás.

VI

QUETRATADELEQUIPODECECILIA

En lamorada de losBelinchón habían comenzado los preparativos de boda.Primero, con mucha reserva, doña Paula hizo venir a Nieves la bordadora, ycelebró con ella una larga conferencia apuertas cerradas.Después sepidieronmuestrasaMadrid.Pocosdíasmástarde,aquellaseñora,acompañadadeCeciliayPablito,hizounviajealacapitaldelaprovincia,enelfamiliardelacasa.LafisgonadedoñaPetra,hermanadedonFelicianoGómez,quepasabaporlaRúaNuevaaltiempodeapearsedoñaPaulaysushijos,pudoobservarqueelcriadosacaba del coche una porción de paquetes, que se le antojaron piezas de tela.BastóparaquetodoSarriósupiesequeencasadedonRosendosetrabajabayaenelequipodelahijamayor.DoñaPaula,contalmotivo,tuvounasofocación.EchólaculpaaNieves.Estaprotestódequenohabíasalidopalabraalgunadesuslabios.InsistiódoñaPaula.Llorólabordadora.Enfin,undisgusto.

Pues que todo se había descubierto, nada de tapujos, y pelillos a la mar.Constituyóseenlasaladeatrás,laquedabaalacalledeCaborana,untalleru

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oficinade ropablanca,bajo laaltadireccióndedoñaPaula,y la inmediatadeNieves.Secomponíadecuatrooficialas,lasdosdoncellasdelacasa,cuandolosquehaceres domésticos se lo permitían,Venturita y lamismaCecilia. Era unajuventudbulliciosa,alacual,eltrabajoactivonoimpedíacharlar,reirycantartodo el día. La alegría les rebosaba del alma a aquellas muchachas, y sedesbordabaenrisasinmotivadas,queavecesdurabanlarguísimorato.Queaunaselecaíanlastijeras:risa.Queotrapedíalamadejadelhiloteniéndolacolgadaalcuello: risa.Quesepresentaba lacocineracon lacara tiznada,pidiendoa laseñoradineroparalalechera:granalgazaraenelcosturero.

NosolamenteeranjóvenesyalegreslasquecosíanelequipodeCecilia;peroademás guapas, comenzando por su directora. Nieves era una rubia alta yesbelta,decutisblancoytransparente,ojosazulesclaros,narizybocaperfectas.Tenía veintidós años de edad, y un carácter que era una bendición del cielo.Imposibleestarmelancólicoasulado.Noquefueradecidoraochistosa;nadadeeso.Lapobrecillateníapocomásingenioqueunpez.Perosualegríainagotablechispeabaensusojosdetangentilmanera,sonabaenlagargantaconnotastanpuras, tan frescas y argentinas, que comoun contagio adorable se esparcía entorno suyo. Era la única riqueza que poseía. Con el trabajo de sus manosmantenía a una madre paralítica y a un hermano vicioso y perezoso, que lamaltrataba inicuamente cuando no podía darle lo que necesitaba paraemborracharse. Sus padecimientos, que para otra serían insoportables, laturbabansólomomentáneamente.Porencimadeellosrezumabamuyprontolalinfadeaqueldivinoygozosomanantialqueguardabaensucorazón.Gozabatambiéndeunasaludperfecta.Losúnicosdoloresquesentíaeranenelcostadoizquierdo,despuésdereirsemucho.

Valentina,bordadora también,y también rubia,noera tanhermosa.Susojosmáspequeños,sucutismenosdelicado,lanarizunpocoremangada,másbajadeestatura. En cambio sus cabellos dorados eran rizosos y le caían con muchagracia por la frente; susmanos y sus piesmás delicados y breves que los deNieves; y, sobre todo, tenía a menudo, casi constantemente, un ceño, ciertofruncimiento del entrecejo que no era de enfado y prestaba a su fisonomía unmatiz picaresco extremadamente simpático. Encarnación era costurera; mozarobusta,colorada,mofletuda,defisonomíavulgar.EntrelosartesanosdeSarriópasaba por lamejormoza de las cuatro: para el catador inteligente y refinadovalíamuypoco.Teresa,costureratambién,eraporsurostrounaverdaderamora,yde lasmásoscuritas;elcabellonegrocomoelazabache, losojos rasgadosy

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tannegroscomoelpelo,lanarizylabocacorrectas.Pasabaporfeaenlavillaacausadesucolor:enrealidaderaunhermosotipooriental.Delasdosdoncellasdelacasa,launa,Generosa,nadateníaquellamaselaatención;laotra,Elvira,eraunapalidita,deojosgrandesyentornados,muygraciosa.

LasartesanasdeSarriónohanentrado jamáspor la ridícula imitaciónde lasdamas, tanextendidahoy,pordesgracia,entre lasdeotrospueblosdeEspaña.Creíanycreenestasinsignessarrienses,yyomeadhierodeltodoasuopinión,queeltrajeylasmodasadoptadasporlasseñoritasnoavaloranpoconimuchosusnaturalesgracias;anteslasmenoscaban.Yestoeslógico.Enprimerlugarnoestán acostumbradas a vestirse con tal sujeción o aprieto como los figurinesexigen de sus subordinadas. Después, en las villas no hay quien corte conelegancia.Porúltimo,elgénerotienequeserdepeorcalidad,máspobreymásfeo.En cambio, ¿quién sobre el globo terráqueo, y aun sobre losotrosglobosquenaveganporelespacio,compiteconellasenponerseel ricomantónde laChina floreado, anudándolo a la cinturapordetrás? ¿Quiéndeja caer conmásgracia, ni siquiera con tanta, los rizos del pelo por la frente en estudiadodesgaire?¿Quiénsemueveconmásgarbodentrodelagiraldillanidaconmáseleganciaunrempujónalseñoritoquesedesmanda,diciendoalmismotiempoentrerisueñayenojada?—«¿Cristiano,ustedestonto,osehace?¡Mirequesevaapinchar!»¿Quiénescapazdecantarconmás sentimientoymenosoídoa lavueltadeunaromeríaaquellode

Aben-HametalpartirdeGranadaelcorazóntraspasadosintió?

No hay que dudarlo. Las artesanas de Sarrió, cuyos arraigados principiosestéticos son la admiración de propios y extraños, hoy sobre todo en que vandesapareciendo los caracteres, hacen bien enmantener su independencia y enlevantar la cabeza delante de las señoritas encopetadas de la villa. Porque(digámoslobajoparaqueéstasnoseenteren)laverdadesquesonmuchomáshermosas.Esto,sinofenderanadieenparticular;líbremeDios.Nohayviajeropeninsular que al recordarle a Sarrió no afirme lo mismo con más o menosenergía,segúnlaíndoledesutemperamento.NohayinglesotedeaquellosqueatracanporunosdíasalapuntadelPeónquealhablaralláenCardiffoBristolasus amigos de este spanish town, no comience por levantar mucho las cejas,abrirlabocaenformadecírculoperfectoextendiendohaciaafueraloslabios,yechándose hacia atrás en la silla no exclame:—¡Oh, oh, oh! Sarrió the yeung

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girlsvery,very,verybeautiful!

Ycuandolosingleseslodicen,¡quénodiremoslosespañoles,yenparticularaquellosquehemosvividotantotiempobajosuinfluenciabienhechora!

Las cuatro oficialas, y Nieves también, aunque ésta picaba más alto,pertenecían,pues,aesta famosísimacastademujeresporcuyaconservaciónyprosperidadhagovotosal cielo todos losdíasyaconsejoa todobuencatólicoqueloshaga.Enlosdíasdetrabajovestíandepercal,mantoncitodelanaatadoatrásypañuelodesedaalcuello,dejandoaldescubierto,porsupuesto,lacabeza.Nieves,porexcepción,traíaaldiariomantóndelaChinanegroconfleco.

Acaban de ponerse al trabajo después de comer. El sol penetra por los dosbalcones de la sala al través de los visillos. Para que no les moleste, lascosturerasseagrupanenunodelosrincones.Teresa,lamásfilarmónicadeellas,entona con voz suave y tímida un canto romántico de cadencias tristes yprolongadas,apropósitoparaseracompañadoen terceras.Yenefecto,Nievesno tardóenhacerleeldúo, comoallí sedecía.Lasdemás la siguen cantando,unasenprimerayotrasensegundavoz.Detodolocualresultaunaarmoníaasazmelancólica,desabor románticomuymarcado.El romanticismopodráhuirdelas costumbresy ser arrojadode lanovelay el teatro;más siemprehallaráunnidotibioydeliciosodondeguarecerseenelcorazóndelasjóvenesartesanasdeSarrió. Aquella armonía dura hasta que Pablito se encarga de desbaratarlalanzandorepentinamenteenmediodeellasuvozarróndecarnero.Lascosturerassuspendenelcantoylevantanasustadaslacabeza.Despuésseechanareir.

ElbelloPablito,recostadoensubutacaalláenotrorincón,seríetambiénconfuertescarcajadasdesugracia.

Desde que había comenzado a coserse el equipo de su Hermana, Pablitomanifestabaciertogustoporlavidasedentariaquehastaentoncesjamássehabíaobservadoenél.¿Quiénlehabíavistoenlosdíasdelavidadetenerseunminutoen casadespuésde comer? ¿Quiénpudiera imaginar que se pasaba lamañanasentado en aquella butaca dando parola a las costureras?Nadamás cierto, sinembargo.Hacía ya cerca de unmes que no salía a caballo ni en coche, y nopasabaenlacuadramásdeunahoratodoslosdías.

Piscissehallabaconsternado.Veníadiariamenteabuscarlo,peroenvano.

—Mira,Piscis,hoy tengoque limpiar losestribosdeplata,nopuedosalir.—

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Mira,Piscis,tengoqueiracobrarunaletraporencargodepapá.—Mira,Piscis,laLindaestácontorozónynoselapuedemontar.

—Yaestábuena—gruñíaPiscis.

—¿Vienesdelacuadra?

—Sí.

—Bien...puesdetodosmodoshoynopuedosalir...Tengounarozaduraaquí...salvasealaparte...

AlgunosdíasPiscisentrabaen lasaladecostura,ysindecirnadaaguardabasentado un rato, no muy largo casi nunca, porque abrigaba vehementessospechasdequelascosturerassereíandeél,yestoleteníasobresaltadoyenbrasas. Cuando le parecía llegado el momento oportuno, o porque observasesíntomasdecansancioenPablooporcualquierotracircunstanciaquenoestáanuestro alcance, se levantaba del asiento y hacía una seña con la mano a suamigosilbandoalmismotiempo.Yestoporqueseentendíanmuchomejorconsilbidos que con palabras. Ambos sentían aversión por el sonido articulado,sobretodoPiscis,yescatimabansuempleo.MasaPablitolomismoledabanyapitosqueflautas.

—Hombre,Piscis...¡tengounapereza!...¿QuiereshacermeelfavordeiralacuadraydecirleaPepequeledéotraunturadeaceitealRomero?

—Yoseladaré—respondíaconsemblantefoscoPiscis.

—Bueno,Piscis,muchasgracias...Adiós...Nodejesdevenirmañana,¿eh?...Puedequesalgaacaballo.

Decía esto con gran dulzura y amabilidad, para desagraviarle. Piscismascullabaunas«buenastardes»sinvolversehacialoscircunstantes,ysalíaconlosojostorcidos,másfeoyendemoniadoquenunca.Aldíasiguientelomismo.ApesardelaveneraciónquePablitoleinspirabaPiscisllegóapresumirquelegustabaunadelascostureras.¿Cuál?Superspicacianollegabaaresolverlo.

Comenzarondenuevosucánticolasjóvenes,peroalllegaraaquellode

Sólotú,mujerdivina,rezarásunaplegaria

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enmitumbasolitaria,etc.

Pablitosoltóotroberridoestridenteyatronador.Vueltaa la risa.Venturitasepusoseria.

—Mira,Pablo,sihasdeseguirhaciendopayasadas,másvalequetevayasconPiscis.

AsuvezPablitoseponefosco.

—Me iré cuando semeantoje. ¡Siemprehasde ser tú la que todo lo eche aperder!

Quería decir con esto el joven Belinchón, que sólo su hermana Ventura seempeñabaendesconocerelingenioconqueelcielolehabíadotado.Yasíeralaverdad. Todas las demás reían alborozadas, como si en vez de un berridoacabasendeescucharunpasajedeRabelais.DoñaPaula,quesentíaporsuhijoprimogénitoadmiraciónidolátrica,yalmismotiempoguardabaciertorencorasu hija por sus contestaciones, aunque se hallase grandemente pagada de suhermosura,vinoenayudadeaquél.

—Tiene razón Pablo. ¡Siempre has de aguar todas las fiestas!... ¡Jesús quécriatura!... Lo que es el hombre que te lleve, algún pecado gordo tiene quepurgar.

EnaquelmomentoaparecióenlapuertadelaestanciaGonzalo,quiensedoblócomounarcoparadarlamanoasufuturasuegra,aVenturayaCecilia.Estasepusoseria.Sinvolverhaciaellaslacabeza,advertíaquetodaslascostureraslamirabanconelrabillodelojo.Veíaconelpensamientoelesbozodesonrisaqueseformabaensusrostros.

Todos los días pasaba igual. Antes de llegar Gonzalo, las costureras secomplacíanendirigir,siemprequeveníaacuento,algunapullaalanovia.

—Cecilia,¿cuáldeestascamisastevasaponereldíadelaboda?

Hay que advertir que algunas de ellas la tuteaban por haberse conocido deniñas.Esmuyfrecuenteenlospueblos.

—Señorita,enestassábanastanfinassevaustedaresbalar.

—Noseráellasolalaqueresbale.¿Verdad,Cecilia?

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—¡Anda,picarona,quebuenmozotellevas!

—NolollevarátanguapoVenturita.

—¡Quiénsabe!—replicabaésta.

Ceciliaescuchabaestosdichosconlasonrisa,enloslabiosyruborizada.Desdequehabíancomenzadolospreparativosdeboda,susmejillas,antestanpálidas,estaban casi siempre arreboladas. Esta animación y el brillo que la felicidadprestaba a sus ojos, si no bonita, la hacían interesante y simpática. No haymuchachaqueenvísperasdecasarsedejedeserlomásomenos.

Cecilia era de condición reservada y silenciosa, sin dar por eso en taciturna.Ordinariamente no hablaba más que cuando le dirigían la palabra; pero suscontestaciones eran suaves, claras, precisas. No era la nota distintiva de sucarácter la timidez, que suele prestar soberano hechizo a las jóvenes.Mas ensustitucióndeesta cualidad,poseíanuestraheroínauna serenidaddulce, ciertafirmeza simpática en todas sus palabras y ademanes que revelaban la perfectalimpidez de su espíritu. Esta serenidad pasaba para algunas personas pocoobservadoras,sinopororgullo,quebienclaroestabaqueCecilianolotenía,porfrialdaddecorazón.Creían,aunlosmásallegadosalacasa,queeraincapazdeconcebirunapasiónvivaytierna.Acostumbradosaverlaimpasiblecumpliendolosdeberesdomésticosconlaregularidaddeunreloj,leseraforzosounesfuerzogrande de penetración, que no todos pueden llevar a cabo, para adivinar laverdaderafisonomíamoraldelaprimogénitadelosBelinchón.Lamayorpartede estos seres viven y mueren desconocidos, porque no poseen una de esascualidadesbrillantesqueseducenyatraenalqueseacerca.Lainocenciamisma,aunqueparezcararo,perteneceaesenúmero,ynoeslaquemenosrelieveprestaalcarácterdeunamujer.Muycontadossonlosquesabenapreciarlahermosuraque encierran estas almas cristalinas.Lamirada se sumerge en ellas sin hallarnadaquedespierte la atención.Pero lomismopasaconciertosvenenos; igualcon ciertos filtros quedan la vida.Porquenuestros ojos torpes y limitados noveanloselementosdesaludodemuertequehayensuspensiónenellos,¿hemosdeafirmarquenoexisten?

Difícil era averiguar las emociones tristes o placenteras que cruzaban por elalma de Cecilia, aunque no imposible. No sabemos si ponía empeño enocultarlasoera forzadaaelloporsumismanaturaleza.Lociertoesqueen la

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casa, hasta sus mismos padres las desconocían casi siempre. Se trataba,verbigracia, de salir un día a visitas, o de comprarse un vestido, doña Paulapreguntabaasuhijaconsolicitud:

—¿Quéteparece,Cecilia?

—Meparecebien—contestabaésta.

—Teparecebien,¿deveras?—decíalamadremirándolafijamentealosojos.

—Sí,mamá,meparecebien.

DoñaPaulasiemprequedabaendudadesienrealidadleplacíaoledisgustabaelvestidooloquefuese.

Llorabapoquísimasveces, y aun esas, se ocultabade talmodopara hacerlo,quenadielosabía.Elmayordisgustoquehubieratenido,sólosedenunciabaporunaligeraarruguitaenlafrente;lamayoralegríaporunpocomásdeintensidadenlasonrisadelicada,esparcidaconstantementeporsurostro.CuandoGonzaloleescribiódesdeelextranjero,asíqueleyólacartasepresentóasumadreyselaentregó.

—¿Te gusta el muchacho?—le preguntó ésta después de leerla con másemociónquehabíamanifestadosuhijaalentregársela.

—¿Tegustaati?

—Amísí.

—Puessitegustaatiyapapá,amítambiénmegusta—replicólajoven.

¿Quién pudiera imaginar después de estas frías palabras que Cecilia estabatiempo hacía profundamente enamorada? Sin embargo, como el amor es elsentimientohumanomásdifícil de disimular, y despuésdel consentimientodesus padres no había razón alguna para ocultarlo, lo dejó ver con bastanteclaridad.Enlostemperamentoscomoeldenuestraheroína,cualquierseñal,porleve que sea, tiene una importancia decisiva. La felicidad que henchía sucorazón, brotaba, pues, a su rostro a la vista de todos los que la conocíaníntimamente.PocossereshabrángozadomásenlatierraqueCeciliaenaquellatemporada. Todo aquel lienzo extendido por la estancia, aquellos patrones depapel, los dibujos, los bastidores, los carretes dehilo, le hablabanun lenguaje

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misteriosoytierno.Lastijerasalcortarchischis, lasagujasalcosercruj,cruj,¡ledecíantantascosasgraciosasdelofuturo!Unasvecesledecían:«—¿Quiénteverá,Cecilia,iramisalosdomingosdelbrazodetumarido?Eltellevaráeldevocionario,tedejaráiralaltardeNuestraSeñoradelosDoloresysecolocarádetrás entre los hombres. Luego te esperará a la salida, te ofrecerá el aguabenditayvolveráacogertedelbrazo».Otrasvecesledecían:«—Porlamañanatemprano te levantarásmuydespacitoparaqueélnosedespierte, limpiarássuropa, pondrás los botones a su camisa, y cuando llegue la hora tú misma leservirás el chocolate». Otras exclamaban de pronto: «—¡Y cuando tengas unniño!»Entonces la novia sentía unvuelcogratísimo en el corazón; susmanostemblabanyechabauna rápidamiradaa lascostureras temiendoquehubiesenadvertidosuemoción.

Cuandolasdiferentespiezasderopaestabanterminadasyplanchadas,Cecilialas iba poniendo cuidadosamente en una cesta. Así que estaba llena la subíasobre la cabeza a uno de los cuartos de arriba, donde con todo esmero y artecolocabalascamisas,laschambras,cofiasypeinadoressobreunosmostradoreshechos al intento: las cubría delicadamente con un lienzo, y luego se salíacerrandolapuertayguardandolallaveenelbolsillo.

Después que hubo saludado, Gonzalo fué a sentarse cerca de Pablito, ypasándolelamanofamiliarmenteporencimadelhombro,ledijoaloído:

—¿Cuáleslaquemástegusta?

Yalinclinarsehaciasufuturocuñado,clavabaunamiradaintensaenVenturita,quecorrespondióaellaconotramuysingular.DespuésamboslasconvirtieronaCecilia.Estanohabíalevantadolacabezadelbastidor.

—Nieves—respondióPablosinvacilar,yenelmismotonodefalsete.

—Losabía,yteaplaudoelgusto—dijoriendoGonzalo.—¡Quécutisderaso!...¡Quédentadura!

—¡Yquéandares!Pasi-corta,¿sabes?

Ambosmirabanalabordadora.Estalevantólacabeza,ycomprendiendoquesetratabadeella,leshizounamuecaconlalengua.

—Vamos, no vale hablarse al oído—dijo doña Paula con la susceptibilidad

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vidriosaquecaracterizaalasmujeresdelpueblo.

—Déjelosusted,señora—replicóNieves.—Estánhablandodemí:nohayquequitarleselgusto.

—Cierto;Pablomehacíanotarelcolorrojodeciertoslabios,latransparenciadeciertocutis,unpelodoradoafuego...

—Valentina, entonces hablaban de ti—dijo Nieves ruborizada tocando en elmusloasucompañera.

—¡Quégracia!Noteapures,mujer.¡Siyasabemosqueereslamásguapa!—dijolaotravisiblementepicada.

—¡Paz, paz, señoras!—exclamó Gonzalo.—Verdad que Pablo comenzóhablándomedelasperfeccionesdeNieves;perotambiénesciertoquepensabacontinuarconlasdetodaslasdemás,sinoselehubieseinterrumpido...¿Noeseso,Pablo?

—Desdeluego:contabaseguirconValentina...

Esta levantó la cabeza y le miró con aquel gracioso ceño burlón que dabacarácterasurostro.

—Tencuidado,Nieves,queestosseñoritossepierdendevista.

Pablo,sinhacercasodelainterrupción,prosiguió:

—DespuésconTeresayEncarnación,ElvirayGenerosa.HablaríatambiéndeVenturita (paraponerla,por supuesto,por lospiesde loscaballos).DeCeciliano, porque está comprometida, y algo diría también demi señora doñaPaula,que,sinofenderanadie,eslamáshermosadetodas.

—¡Quépillastre!—exclamóéstaadmiradadeldonairedesuhijo.

Pablosehabíalevantadodelabutaca,yabrazóasumadreconefusión.

—¡Quita,quita,adulador!—dijoellariendo.

—Veaflojandoelbolsillo,mamá—dijoVenturita.

—¡Loves!Lapatadegallodesiempre—exclamóiracundoeljoven,volviendolacabezahaciasuhermana,mientraséstasereíamaliciosamentesinlevantarla

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suyadelbastidor.

—Muchohas trabajado—dijoGonzalo envozbaja, sentándose al ladode sunovia.

—Así,así—respondióCeciliafijandoenélsusojosgrandes,llenosdeluz.

—Mucho, sí; ayer no tenías bordado ese clavel... digo, me parece que esclavel...

—Esjazmín.

—Niesasdoshojasmás.

—¡Bah!Esonoesnada.

—¿Yquéesloqueestásbordando?

Ceciliasiguiómoviendolaagujasincontestar.

—¿Quéesloquebordas?—preguntóGonzaloenvoz,másalta,pensandoquenolehabíaoído.

—Unasábana...¡calla!—replicólajovenlevantandounpocolosojoshacialascosturerasyvolviendoaabatirlosrápidamente.

Almismotiempo, losdeGonzaloyVenturitase tropezaronporencimadelacabezadeCecilia,ydeellosbrotóunachispa.

—Yavenustedesquehayparatodas—decíaPablitomirandoalmismotiempofijamenteaNieves,comodiciendo:«Nohagascaso,estolodigoporcumplir».

—¿Quéesloquehayparatodas,donPablo?—preguntóValentinacontonilloirónico.

—Flores,criatura.

—ÉcheselasustedalSantísimo.

—Yalasniñasguapascomotú.

—Sino soyguapa,pasodelantede lasguapasyno leshago lavenia, ¿sabeusted?

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—¡Demonio! No hay que acercarse a esta Valentina; se levanta de atrás—exclamóelapuestomancebo.

Elsímil,aunquenadaculto,yacasoporeso,hizoreiralascostureras.

—AValentinanolegustanlosseñoritos—manifestóEncarnación.

—Hacebien;de losseñoritosnosesacamásqueparola, tiempoperdidoyaveces la desgracia para toda la vida—dijo sentenciosamente doña Paula sinacordarse de que ella había sacado la felicidad.—Tocante a eso, Sarrió estáperdido.Apenas haymuchacha que se deje acompañar de uno de su igual.Elmozohade traerpor lomenoscorbatayhongo,yhade fumarconboquilla...aunquenotengaplatoenquecomer.Ningunaseocultayaparairalobscureceracompañada de algún señorito, y a la vuelta de las romerías da grima verlasvenir colgadas del brazo de ellos cantando al alta la lleva... ¡Pobrecillas! Nosabéisloqueosespera.PorqueelhijodedonRudesindosecasóconladePepelaEsguilayelpilotodelaTrinidadconladeMechacan,seosfiguraquetodoelmonte es orégano. Al freir será el reir... Mirad, mirad a Benita la del señorMatíaselsacristán.¿Quélindaestáyquecompuestita,verdad?

—Benitaestáescriturada—dijoEncarnación.

—Escriturada,¿eh?¡Yaveréisdequélevalelaescritura!

—Señora,elnovionopuededejarla;siladeja,vaapresidioportodalavida.

—Calla,calla,bobalicona;¿quiénoshametidoesasbolasporlacabeza?

—Esosesabe...vamos.Benitaestáconsultada.

—Mire, señora—dijo Teresa, la morena sentimental,—la verdad en quenosotrascorremospeligro; tieneusted razón... ¿Peroquéquierequehagamos?Los artesanos de esta villa ¡están tan echados a perder! El quemás y el quemenos pasa el domingo y el lunes en la taberna, y algún día también por lasemana. ¿Cuántos son los que traen el jornal a casa y lo entregan a sumujer,dígame por su vida? Si es marinero, se le ve una vez cada año; trae cuatrocuartos,yhala,otravezparaallá.Loscuartosseconcluyen,ylainfelizmujersevearrastrada,trabajandoparadarunpedazodepanasushijos...Yluego,¿quésabenellosdedarestimaciónniunpocodegraciaalamujer?Sisalenconellaun domingo por la tarde, se van parando en todas las tabernas del camino,

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dejándola, si se tercia, a la pobrecilla a la puerta, o llamándola para que oigaalguna sandez, que la pone más colorada que una amapola... ¡Calle, calle,señora,sihaycadamostrencoque,comoDiosmehadejuzgar,novaleelpanquecome!...ElotrodíaencontróaTomasina...yasabe,ladeltíoRufo,quenohace tan siquieraunañoque secasóconunoficialdePróspero...Pues ibaenaquelmismoinstanteapordosrealesencasadesupadreparacomprarunpan,porqueen todoaqueldíanohabía comidounbocado.Sumarido sebebecasitodo el jornal, y a mitad de semana, ¡claro! tiene la infeliz que apretarse labarriga...¡VálgateDios!Ylasmásdelasnochesvieneborrachoperdidoacasa,yledacadasopimpaqueladejapormuerta.¡Cuántasvecessevalapobrecillaala cama sin cenar y harta de palos!... Luego quieren que una, viendo estascosas...¡Vaya,másvalecallar!Loqueyodigo,¡caramba!yaquelalleveaunaeldiablo,quelalleveencoche.

—Oye,tú—saltóValentinalevantandoelrostroconsuceñohabitualalgomáspronunciado,—no te pongas tan fanfarrona. Di que te gustan los señoritos,bueno...yonomemetoeneso;peronovengasquitandoelcréditoalosrapacesde tu igual...Seemborrachan, losque seemborrachan...Másdeun señoritoymasdedoshevistoyovenircomocabrasparasucasa...Ypeganasusmujeres,tambiénlosquepegan...Siellasnotuvieranlalengualarga,nolasllevaríanlamitaddelasveces...Atiende;ydonRamónelmaestrodemúsicacuandollegabaa casa por la noche ¿daba bizcochos a sumujer?Tú lo debes de saber... biencercavivías.

—Mujer,yonohabloportodos—repusoTeresaamainandoporeltemordequesudíscolacompañeralesacasearelucirelacompañamientonocturnodeDonatoRojo,elmédicodelaSanidad,—sólodigoqueloshaymuybrutos...

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—Bueno,puesdéjalosenpazynoteacuerdesdeellos,queellostampocoseacuerdan de ti.Cada una es cada una, y la quemás y la quemenos sabe pordóndecorreelaguadelmolino.

—Oyes,Valentina—dijoElvira sonriendomaliciosamente,—cuando te cases,¿piensasllevarlasdeCosme?

—Si lasmerezco las llevaré...Másquiero llevardosbofetadasdemiCosmequeeldespreciodeunseñorito,¡alza!

—Asímegusta;¡aprended,aprended,chiquillas!—dijoPablito.

Gonzalo, después de un rato de conversación en voz baja con su novia, selevantó, dió tres o cuatro vueltas por la sala, y vino a sentarse al lado deVenturita, con la cual solía tener jarana. Gustaban ambos de embromarse yretozar después que había nacido la confianza. La niña estaba dibujando unasletrasparabordar.

—No vengas a hacer burla, Gonzalo. Ya sabemos que dibujo mal—dijoclavándoleunamiradaprovocativa,relampagueante,queobligóaljovenabajarlasuya.

—No es cierto eso; no dibujas mal—respondió él en voz baja y levementetemblorosa,acercandoelrostroalpapelqueVenturitateníasobreelregazo.

—Puragalantería.Convendrásenquepodíaestarmejor.

—Mejor...mejor...todopuedeestarmejorenelmundo.Estábastantebien.

—Tevashaciendomuyadulador.Yonoquieroqueteríasdemí,¿looyes?

—¡Oh! yo no me río de nadie... pero mucho menos de ti...—repuso él sinlevantar los ojos del papel, con voz cada vez más baja y visiblementeconmovido.

Venturitateníasiemprelosojosfijosenélconunaexpresiónmaliciosa,dondeseleíaclaramenteeltriunfodelorgullosatisfecho.

—Vamos, dibújalas tú, señor ingeniero—dijo alargándole con graciosodespotismoelpapelyellápiz.

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Eljovenlostomóyosólevantarlavistahacialaniña;perolabajóenseguidacomositemieraelectrizarse.Plantóellibro,queellateníaenelregazo,sobresusrodillas,aplicóencimaunpapelblanco,ysepusoadibujar.Masenvezdelasletras, comenzó a trazar con soltura la cabeza de una mujer. Primero el pelopartido en dos trenzas, después la frente estrecha y bonita, luego una narizdelicada, una boca pequeña, la barba admirablemente recortada unida a lagarganta por una curva suave y elegante... Se parecía prodigiosamente aVenturita. Esta, apoyada sobre el hombro de su futuro hermano, seguía losmovimientosdellápiz.Pocoapocoseibaesparciendoporsurostrounasonrisavanidosa.Despuésdetrazarlacabeza,Gonzalosiguióconelbusto.Lepusoelpeinador o matinée que la niña vestía, y se entretuvo buen rato a dibujarminuciosamente los lazos de seda con que se sujetaba por delante.Cuando elretratoestuvoterminado.Venturitaledijoconacentopicaresco:

—Ahora,pondebajoquiénes.

El joven levantó la cabeza y sus miradas chocaron sonrientes. Luego, convivezaydecisión,escribiódebajodelafigura:Loquemásquieroenelmundo.

Venturita tomó el papel entre las manos y lo contempló unos instantes condeleite.Después,haciendounamuecade fingidodesdén, se loalargóotravezdiciendo:

—Toma,toma,embustero.

Pero antes de llegar a manos de Gonzalo, Cecilia extendió la suya y se loarrebatóriendo.

—¿Quépapelitossonésos?

Venturita, como si la hubieran pinchado, brincó en el asiento y sujetófuertementelamuñecadesuhermana.

—¡Trae, trae, Cecilia! ¡Deja eso!—exclamó con el rostro echando fuego,contraídoporforzadasonrisa.

—No;quieroverlo.

—Yaloverásdespués;¡suelta!

—Quieroverloahora.

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—Vamos,niña,déjaselover.¿Quéteimporta?—dijodoñaPaula.

—No quiero que me lo quite nadie por fuerza—gritó poniéndose seria.Después,comprendiendolaimprudenciadeesto,tornóaponerserisueña.

—Vamos,Cecilia,suelta;noseasmala.

—¡Vayaunempeño!¡Sueltatú,quemelastimas!

—¿Quién eres tú para quitarme el papel de la mano?—profirió con rabia,poniéndose esta vez seria de verdad.—¡Suelta, suelta, fea, narices de cotorra,tonta!... ¡Suelta, o te araño!—añadió con los ojos centelleantes y la fazdescompuestaporlacólera.

Al verla de aquel modo, la risa que agitaba el pecho de Cecilia paralizósesúbito,yabriendosusgrandesojosdondesepintabalasorpresa,exclamó:

—¡Jesús!Parecesloca,niña.Toma,toma,novayaadartealgo.

Ysoltóelpapelitoquearrugabaenelpuño.Venturita, la fazalteradaaún, lohizomiltrozos.

—¡En los días de mi vida he visto una criatura más loca!—exclamó doñaPaulina santiguándose.—¡Ave María! ¡Ave María! ¿De quién has sacado esegenio,chiquilla?

—Seríadeti—respondióVenturitaenfoscada,sinmiraranadie.

—¡Desvergonzada!...¡Sinofueramirandoaquehaygentedelante!...¿Cómocontestasdeesemodoatumadre,picara?¿NosabeslosmandamientosdelaleydeDios?MañanamismotellevoaconfesarcondonAquilino.

—Bueno,dalememoriasadonAquilino.

—¡Espera, espera, grandísima picara!—gritó la señora haciendo ademán delevantarseparacastigarasuhija.

PeroenaquelinstanteaparecíaenlapuertalafiguradedonRosendoconbatamulticolorygorrodeterciopeloconborladeseda.

—¿Quépasa?—preguntósorprendidoviendolaactitudairadadesuesposa.

Estalepusoalcorriente,sofocadaporlossollozos,delafaltaderespetodesu

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hija.

Don Rosendo se creyó en el caso de arrugar el entrecejo, y decir con tonosolemne:

—Esoestámalhecho,Ventura.Veapedirperdónatumamá.

Seleconocíaqueestabadistraído,absortoporalgúnpensamiento,yqueaquelsucesodomésticonoconseguíamásqueamediasarrancarledesupreocupación.

Sinembargo,alvera lachica inmóvil,enactitudaltivaydesdeñosa,dijodenuevo,conmásfirmeza:

—Vamos,hija,veapedirlaperdón,yaquelahasofendido.

Laniñahizosupeculiarmohíndedespreciocon los labios,ymurmurómuybajito:

—¡Sí,enesoestoypensando!

—Vaya,Ventura,¿quémurmurasahí?Anda,antesquemeenfade.

—Anda, anda, Venturita. Ve allá. No seas así—le dijeron por lo bajo lascostureras.

—Nomedalagana.¿Queréisdejarmeenpaz?—lesrespondióellaenvozbajatambién,masconacentoiracundo.

—¿No quieres ir?—preguntó don Rosendo con afectada severidad.—¿Noquieresir?

Laniñapermanecióinmóvilysilenciosa.

—¡Puessaldeaquíahoramismo!¡Quítatedemivista!

Venturita se levantó de la silla, pasó por el medio del concurso erguida yenfurruñada,ysaliódelasaladandoungranportazo.

Don Rosendo, después de permanecer un momento inmóvil con los ojospuestosenlapuertapordondesuhijahabíasalido,volviósediciendo:

—Sientomuchoestartanfuerteconmishijas...peroalgunasvecesnohaymásremedio.

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VII

QUETRATADEDOSTRAIDORES

Borróse súbitode sunoble fazpseudomarítima la temerosa expresiónque laobscurecía, y apareció de nuevo aquella otra distraída, signo de constantesmeditaciones.

—Gonzalo, si no temolesta, te rogaría que pasases conmigo al despacho—manifestódirigiéndoseasufuturoyerno.

Este,quedurantelaanteriorescenahabíaempalidecidoyvueltoasuservariasveces, tornó a desconcertarse. Nadamenos se le ocurrió que don Rosendo sehabíapercatadodelainstabilidaddesussentimientosamorosos,yleibaapedirdeelloestrechacuenta.Fuese,pues,detrásdeélcabizbajoyreceloso,ypenetróenelescritorio.Eraunaestanciaespaciosa,amuebladaconlujodecomercianterico:granmesadecaobamaciza,armariosdecaobatambién,dondehabíamáslegajos de papeles que libros, alfombra de terciopelo, divanes forrados debrocatel,yescribaníadeplataenormecomounmonumento.Cercadelacuartapartedeestacámaraocupábalounmontóndepaquetitosenvueltosenpapeldevarioscolores,queparacualquieraqueporprimeravezentraseenella,seríaunmisterio. No lo era para Gonzalo ni para ninguno de los íntimos de la casa.Aquellospaquetesguardabanpalillosdedientes.

¿Cómo?—preguntará el lector.—¿DonRosendoBelinchón, un negociante detanto fuste, comerciaba también en palillos de dientes? No, don Rosendo nocomerciaba con ellos, los fabricaba. Y esto no con el fin de especular, cosaindignadesucategoría,sinoporpuraydesinteresadainclinacióndesuespíritu.Desdemuyjovenselehabíamanifestado.Lasasiduasocupacionesdelcomercioy las vicisitudes por que había pasado su existencia, no le habían consentidosatisfacer esta pasión sino de unamanera precaria en los ratosmaterialmenteperdidos. Pero desde que pudo dejar el escritorio confiado a algunos fielesdependientes,entregósedellenoconalmayvidaatanútilyhonestadistracción.PorlamañanaenlatiendadeGraells,porlatardeenelSaloncillo,porlanocheensucasaoenladedonPedroMiranda,siempretrabajando.Sucriadoocupabauna gran parte del día en cortarle unos tacos de avellano seco perfectamenteiguales,dedondesumanodiestrahabíadesacarlagaladelospalillos.

Ycomonosedabapuntodereposo,niaunenlosdíasfestivos,laproducción

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eraexcesiva.Nohabíabastantesconsumidoresenlavilla,yseveíanecesitadoaremitir paquetes de ellos a los amigos de la capital, cuando el montón deldespacho llegaba al techo. Gracias a los esfuerzos nobilísimos de este clarorepresentantedesucomercio,podemosdecirconorgulloqueSarrió,entalramointeresantedelprogreso,sehallabaalaalturadelasgrandescapitales.Ningunaotravillaespañolaoextranjerapodríasufrirconellacompetencia.Encasadelrico, como en la del menestral, jamás faltaba un bien abastecido palillero,testimonioindiscutibledelarefinadaculturadesushabitantes.

SeñalódonRosendoundivánasuhijoenciernes,yéste,asustado,dejósecaerenélhundiéndoleprofundamente.Acercódespuéselcomercianteunasillaconademán misterioso, y sentándose frente al joven y mirándole entre risueño yavergonzado,dijo,dándolealpropiotiempounapalmaditaenelmuslo:

—Vamosaver,Gonzalito:¿quéteparecedelacuestióndelmatadero?

—¿Elmatadero?—preguntóaquélabriendounosojoscomopuños.

—Sí,elnuevomatadero;¿creesquedebeemplazarseenlaEscombrera,oenlaplayadelasMeanasdetrásdelascasasdedonRudesindo?

Gonzalovióelcieloabierto,y,sonriendodeplacer,respondió:

—YocreoqueenlaplayadelasMeanasestaríabien...Muyabiertoaquello...muyventilado...

Peronotandoque la frentedesusuegrose fruncía,yensusojosseapagabarepentinamentelasonrisa,añadióbalbuciendo:

—TampocomeparecequeestaríamalenlaEscombrera...

—Muchomejor,Gonzalo...¡Infinitamentemejor!

—Puede,puede.

—Hombre, tanpuedeser,quereservadamentetediréqueelemplazarloenlaplayalojuzgo(hazmeelfavordeguardarreservasobreestaopinión),lojuzgo...una verdadera insensatez... u-na ver-da-de-ra in-sen-sa-tez—repitió señalandomejortodaslassílabas.

—Yestaopiniónmía—añadió—novayasa figurartequeesdeayermañana,sinodetodalavida.Desdequefuícapazdeentenderciertascosas,comprendí

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que el matadero no debía estar donde hoy está. En una palabra, que debíatrasladarse. ¿Dónde?Una voz interiorme decía siempre que a laEscombrera.Antesdepoderdarningunarazóncientífica,estabatanconvencidocomoahorade que allí debía emplazarse, y no en otra parte. Hoy que la resolución delproblemaseaproxima,mecreoobligadoasostenerestaopinión,acomunicaralpueblo mi pensamiento y el resultado de mis meditaciones. Si no tienes quehacervoyaleertelacartaquedirijoconestemotivoalProgresodeLancia.

Yenefecto,sinaguardarlacontestacióndeGonzalo,sedirigióalamesa,tomóunospliegosdepapelquehabíasobreella,sepuso lasgafas,yacercándosealbalcóndió comienzo, no sin cierta emociónque se le traslucía en la voz, a lalecturadelacarta.

Estabaescritaenpapelcomercial,grandeyrayado.Todaslasquedesdehacíaaños dirigía al Progreso de Lancia y a otros periódicos de la capital de laprovincia, ibanescritasenelmismopapelpor lasdoscaras.Aunnosabíaquepara la imprentadebíaescribirseporunasolamente.Peromuyprontoadquirióestepreciosoconocimiento,comohemosdever.

Casi almismo tiempo que la de los palillos de dientes había nacido en donRosendoBelinchónlaaficiónaescribircomunicadosalosperiódicos:esdecir,que databa de una remota antigüedad. Ardiente partidario de los progresoshumanos,delasreformasentodoslosórdenes,deladiscusiónydelaluz,claroestá que la prensa había de infundirle respeto y entusiasmo. Los periódicoshabíansidosiempreunelementoindispensabledesuexistencia.Estabasuscriptoa muchos nacionales y extranjeros; porque, como educado para el comercio,conocíabastantebienelfrancésyelinglés,ynuncalehabíafaltado,niaunenlosdíasmásocupados,unpardehorasquededicarasulectura.Estashorasseaumentaron considerablemente desde hacía algunos años, no sin que seresintieseporelloelbacalao.Elgocequenuestrohéroeexperimentabapor lasmañanas después de tomar el chocolate tragándose los artículos de fondo delPabellónNacional, los sueltos de La Política y lasNouvelles à la main delFígaroeratanvivo,quelequedabaimpresolargotiempoenelrostro,hastaqueporlairradiaciónseibaperdiendoenlaatmósfera.

Como todos loshombresdemirasampliasyelevadas,noeraexclusivistaensus gustos periodísticos. Amaba el periódico por el periódico, por ser unamuestra gentil del progreso de la razón humana, o como él decíamejor, «unamanifestaciónlevantadadelaconcienciapública».Lasopinionesquecadacual

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defendía,erancosasecundaria.Estabasuscriptoaperiódicosdetodoscolores,ylos gozaba por igual. Si alguna predilecciónmostraba, era únicamente por losartículos y sueltos intencionados. Porque eso de decir una cosa aparentandoexpresarlacontrariayretorcerlasfrasesdemodoqueunacláusulainocenteenlaaparienciallevasedentro«unasaetaenvenenada»llenabadeadmiraciónadonRosendoylevolvíalocodealegría.¡CuántasvecesalleerenLaEspañaalgúnpárrafoporelestilo:—«AyeraparecióporfinlacirculardelseñorPresidentedelSupremo a sus subordinados. Felicitamos al general O'Donnell, presidente deestasituaciónliberal,alseñorNegrete,queenalgúnratolúcidohadadocimaaobra tan colosal, y a los demócratas protectores de este Gobierno»,—huboexclamado agitando el periódico en las manos:—¡Qué intención! ¡Caracoles!¡¡Quéintención!!

Este afán,mejor dicho, esta pasión por la prensa, no era platónico como yahemosadvertido.AlláensusmocedadeshabíadirigidodoscartasaunperiódicosemanalquesepublicabaenLancia,tituladoElOtoño,conmotivodelasfiestasanualesqueenSarriósecelebranenelmesdeseptiembre.Estascartasleyéronsecon fruición en la villa y le valieron no pocos plácemes. Esto le animó paraescribir otras tres al año siguiente, dando cuenta al público del númeroasombroso de cohetes que se dispararon en Sarrió los días 13, 14 y 15, lalindísimailuminacióndel16,yelsuntuosobailecelebradoenelLiceolanochedel17.Despuésdehabergustadolasdulzurasdelapublicidad,donRosendonopodíamenosdepaladearlasdevezencuando.Elmenorpretextolebastabaparadirigir,bienunacarta,orauncomunicadoalosperiódicos.Unasvecesfirmabacon su nombre, otras con cualquier gracioso pseudónimo o anagrama.Celebraban los mareantes una fiesta en honor de San Telmo: don Rosendoescribía inmediatamente su carta al Progreso de Lancia o a La Abeja,describiendo la verbena, los fuegos artificiales, la misa, la procesión, etc. Sedabaunbanqueteenelnuevoedificiodelasescuelasparainaugurarlo:alostresocuatrodíasserecibíaelperiódicodeLanciaconlaconsabidacartapublicandolos brindis y los sonetos improvisados. Se caía un albañil de un andamio;comunicado de donRosendo pidiendomás garantías para los albañiles que seponen en los andamios. Cantaba misa el hijo de don Aquilino; carta de donRosendo describiendo la conmovedora ceremonia, y elogiando la voz clara, ysonoray la serenidaddel jovenpresbítero.Si lasmareaseranaltasy fuertesyarrancabanalgunaspiedrasdelapuntadelPeón;carta.SilosbuquesdeBilbaosenegabanarecibirabordolosprácticosdeSarrió;comunicado.Siseperdíala

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cosechadelmaízporlasequía;carta.SilosvientosreinanteserandelNoroeste;carta.Enfin,noacaecíasucesoenelsuelooenlaatmósferadelavilladignodemención, que no la recibiese de la diestra y bien tallada pluma de nuestrocomerciante.

¡Cuánto trabajo se evitarán los futuros historiadores de Sarrió con esto,valiosísimosmaterialesacumuladosporunodesusmásclaroshijos!

Según iba avanzando en años donRosendoBelinchón, daba a sus cartas uncarácter menos romántico, por no decir frívolo (sería tan inexacto comoirrespetuosotalcalificativoaplicadoalosescritosdeaquelestimablecaballero).Esdecir,quelostemasdeellasnoerantanamenudolosholgoriosyrecreosdelos habitantes de la villa, como cualquier cosa que tendiera directa oindirectamente a fomentar los intereses morales y materiales de ella. Losmercados,lasescuelas,elsalvamentodenáufragos,laereccióndeuntemploode una cárcel, etc., etc., eran los asuntos en que para gloria suya y bien delpuebloqueleviónacer,seejercitabaconmásfrecuencia.

Unodeellos,de«vitalinterésparaSarrió»,comoélafirmabamuybien,eraelmatadero.Hastaentoncesjamáshabíaabordadoestacuestión,porquesabíaquesupareceribaadiscreparalgodeldeunagranpartedelvecindario.Mashabíallegado, a su entender, la hora de «emitirlo sin ambages ni rodeos». ElcomunicadoqueleyóeraelprimeroqueacercadeesteasuntodirigíaalProgresodeLancia.Comenzabaasí:

«SeñorDirectordeElProgesodeLancia.

Muyseñormío:Lapreferenciaconquesemiranlascienciasfísico-naturales,yenparticularlacienciadelaHigiene,comoquedeelladependelasalud,tantodelospuebloscomodelosindividuos,envistadesugranutilidadpráctica,haidopocoapocodesterrandolatimidezdelosque,influídosporunaeducacióncasi errónea y deficiente, condenaban el estudio de estos grandes problemasarrastrados por antiguas y torpes preocupaciones que felizmente se vandisipando al soplo poderoso del sigloXIX, llamado con razón el siglo de lasluces.»

LospárrafosdedonRosendoeransiemprenutridoscomoelanterior.Seguía:

«Hoy que la civilización, rotas las cortapisas que detenían las conciencias ysupeditaban el espíritu, nos abre vasto campo a todos pormedio de la prensa

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paraexpresarnuestrolibrepensamientoyemitirloalafazdelmundo,confiadoenlaamistadconqueustedmehadistinguidosiempre,yenlabenevolenciaconque el público ha acogido hasta ahora los humildes partos demi pluma, etc.,etc.»

Despuésdeotrostresocuatropárrafosamododepreámbulo(queeldirectordeEl Progreso acostumbraba a recortar) entraba donRosendo en la cuestión,estudiandoelmataderoomacelopúblico, comoél lonombraba,por todas susfases, para venir a condenar, en términos que no daban lugar a dudas, suemplazamientoenlaplayadelasMeanas.Lasrazonesqueteníaparaoponerseaél, eran «obvias». Por una parte, los vientos del Sudoeste, reinantes lamayorparte del año, que arrastraban consigo fétidosmiasmas, etc., etcétera. Por otraparte,ladificultaddehallarterrenofirmeparalacimentación,locualoriginaríaungasto excesivo, etc., etc.Porotra, la necesidaddepenetrar en la poblacióncon las reses, etc., etc. Por otra, la proximidad de las casas, etc. Por otra, elperjuicioquealosbañistasselesirrogaba,etc.,etc.Enfin,eranmásdeveintelas razones que don Rosendo «apuntaba de un modo ligero y sucinto»,proponiéndosedarle«másamplitudydesarrollo»enotrascartassucesivasconquepensaba«molestarlaatencióndeloslectoresdesuilustradoperiódico».

Cuandoterminólalectura,Gonzalolasjuzgóincontrovertibles,ydonRosendo(con las gafas en la punta de la nariz) declaró que no tenían vuelta de hoja.Habiendollegadoaunacuerdotanperfecto,sesepararonllenosdealegría,comoesnatural.DonRosendosequedóeneldespachoponiendoenlimpiosucarta.Gonzalosefuédenuevoalasaladecostura.Noobstante,antesquefranqueaselapuerta,llamólesufuturosuegroparadecirle:

—Deesto,niunapalabraanadie,¿eh?

—¡DonRosendo,porDios!—respondióeljovenalzandolamanoenseñaldeprotesta.

Elcomerciantesesintióacometidoporunvivosentimientodeexpansión.

—Pronto sabrás—dijo acercándose—otra cosa que te ha de sorprenderalegremente.Esuna ideaque semehaocurridohacedosmesesyque esperorealizar, Diosmediante,muy pronto. ¡Oh, es una idea feliz! La faz de Sarriócambiaráradicalmente,¿sabes?

Elademánmisterioso,el tonograveyconmovidodelavoz, laesperanzadel

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triunfo que fulguraba en sus ojos al decir esto, ya sorprendió más quemedianamenteaGonzalo.Noseatrevió,sinembargo,apedirexplicaciones.Sufuturosuegroledejómarchardirigiéndoleunamiradarisueñayabstraída.

LatertuliadelasalacontinuabaamenizadaporlaconversacióndePablito,quelasalpicabaacadainstantecondonaires,nodeconcepto,sinodeacción,comoconvenía a su naturaleza plástica. Venturita no había vuelto aún. Sentóse denuevo el sobrino de donMelchor al lado de su novia, y comenzó a hablarlamostrandotimidezyembarazo.Porquenoestabaacostumbradoadisimularsussentimientos y la traición le pesaba en el alma. A veces Cecilia levantaba lacabeza para contestarle. Su mirada clara, serena, inocente, le encendía lasmejillas.Paralibrarledeaquelmalestar,creyólomejorexpresarle,entérminosmásvivosqueotrasveces,suamoryrendimiento.Comotodoslosseresflacosdeespírituen loscasosdeapuro,acudíaal recursopeor,con talque ledejaserespirar por el momento. Cecilia recibió aquellos homenajes con sosiego, sinmanifestar el gozo que las mujeres suelen sentir al oirse requebrar de quienaman.

—Vienesmuyaduladorhoy,Gonzalo.Nomegustanlosmimos—ledijoalfinsonriendo.

—Esquetengogustoenexpresarteloquesiento—respondióélsofocado.

—Puesesungustoquenocomprendo—replicóellacondulzura.—Yocuantomásquieroaunapersona,menosganastengodedecírselo.

—Esoconsisteenquenoquieresdeveras.

—¡Oh!—exclamóellaconentonación tanverdaderayexpresiva,quenuestrojovenseinmutó.

—Sí,sí,consisteenqueeresfríapornaturaleza.Elcalordelsentimiento,comoel calor físico,nopuedeocultarse largo tiempo: llega siempreunmomentoenquesalealasuperficiecomolalavadelosvolcanes...YelamoresdetodoslosSentimientos el quemejor sabe romper las trabas de la lengua. Sólo se gozarealmentedeélcuandoseledicealseramadoentodoslostonosydetodaslasmanerasposiblesqueseleama...Loqueacabasdedecirmepareceunabsurdo.Almismo tiempo que nace en nuestra alma un sentimiento de simpatía haciacualquierpersona,naceeldeseodeexpresársela;yestedeseosatisfecho,eselmayordelosplaceres...

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—¡Sí será! ¡sí será!—respondió ella con acento de profunda convicción.—Aunque no lo he experimentado, lo adivinomuy bien... lo adivino por lo quepadezco...Mira,Gonzalo—añadió con voz temblorosa,—porDios te pido quenomidasnuncamicariñopormispalabras...Yonosé...yonopuedodecirnuncaloquepasadentrodemí...Sientocomounnudoenlagargantaquenodejasalirmásquetonterías,cosasinsignificantes,cuandoyoquisieraquesaliesenpalabrascariñosas...¡Oh,esuntormento!...Soylomismoqueunperrosinrabo.

Gonzalo se echó a reir. Ella, que había hablado con más viveza que decostumbre,sepusocoloradaybajólacabeza.

—Peroatinadietehacortadolalengua.

—Paraestecasohazcuentaquemelahancortado.

—Bien, entonces me lo dirás por escrito—dijo él riendo. Al mismo tiempolevantóvivamentelacabezahacialapuertaquesehabíaabierto.

EraPiscis.Despuésdemascullarlasbuenastardessefuéasentarenelrincóndecostumbre,perseguidopor lasmiradasburlonasde lascostureras,aquienesporéstayotrasrazones,teníadeclaradoodioeterno.

Despuésdepagarlesaquellarisueñaacogidaconotramiradaoblicuayferoz,guardósilencioporalgunosminutos.Sinembargo,comoteníahenchidaelalmadegravesyprofundossecretosyPablitonosedespegabadeNievesaunque leechasenaguacaliente,despuésdehaberle silbadopara llamarle laatención, seaventuró a descargar el fardo en público, a riesgo de que sus confidencias nofueranbienentendidasyapreciadasporelelementofemeninodelatertulia.

—¿Quéhay,Piscis?—preguntóPablitoaloirelsilbido.

—¿AquenosabespordóndedalascocesahoraelRomero?

Enefecto,lascostureraslevantaronlacabezasorprendidas.ValentinaledijoaTeresapugnandopornoreir:

—Chica,¿quédiceése?

—¿Quepordóndetiralascocesuncaballo?

—Seráporelc...

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Aunquehablabaenvozbaja,Piscislooyóperfectamente.SinatenderaPabloquehabía tomadomuyen serio lapregunta,yquería saber la especialidaddelRomero,exclamó,dirigiéndoseaValentina:

—¿Quierescallarte...zapalastrona?

Estaspalabrasenérgicasfueronrecibidasconunaexplosióndealegríaporlascostureras.

—No te enfades, Piscis, déjalas... ¿Has sacado a paseo el Romero?... Mealegro.

—LoenganchéenlacharretteconlaLinda—respondióelcentauro,haciendounamueca horrible de disgusto dirigida a la simpáticaValentina.—¡Si vieras,malrayo,quémododealzarse!Yo¡zis,zis!conlafusta,yél¡pan,pan!sobreeltablerodelpescante.Mevolvíalacuadra,ylepusealtableropordebajounosclavillos.Salíotravez...Encuantosepinchóseestuvoquieto.Pero,¿quéhizoelgranpillo?...¿Vesentreel tiranteylarueda?Porallícomenzóadarlascoces.¡Malrayo!Porpocomedeshaceunfarol...

—Pues es necesario quitarle esa zuna—manifestó Pablito hondamenteafectado,levantándosedelasiento,ydejandoaNievesparaacercarseaPiscis.

—Déjame discurrir esta noche—respondió el centauro poniéndose muysombrío.—Yaveremossimañanahallamosalgúnmedio.

Losdosamigosbajaron lavoz,y se enfrascaronenunaconversaciónvivayreservada.

Gonzalo estaba inquieto. No hacía más que echar miradas a la puerta,esperando a cada instante ver entrar a Venturita. Transcurría, no obstante, eltiempo,ynada; laniñanoparecía.Ladistracciónaumentabade talmodo,queCeciliatuvoquerepetirletresveceslamismapregunta:

—¿Quetienes?Parecequeestásconelpensamientoenotraparte.

—En efecto—dijo él un poco colorado;—me acuerdo de que hoy tengo queescribiraLondresparaunnegociourgente...Además,yasoncercadelasseis.

Despidiósedeella,despuésdedoñaPaulinaylatertulia,ysefué.

Unavezen lospasillos,acortóelpaso,ycomenzóamirara todos lados,sin

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lograr ver lo que deseaba. Triste y cabizbajo descendió lentamente por lasescaleras.Yasedisponíaalevantarelpestillodelapuerta,cuandocreyóadvertirque lacuerdaconque laabríandesdearriba seagitaba.Quedóseunmomentoinmóvil. Tornó a llevar la mano al pestillo, y otra vez percibió la sacudida.Entoncesvolviósobresuspasos,yasomólacabezaalacajadelaescalera.Alláarriba,unacabecitahermosalesonreía.

—¿Erestú?—preguntóconvozdefalsete,rebosandodegozoelsemblante.

—Sí,soyyo—contestóVenturitaenelmismotono.

—¿Quieresquesuba?

—No—respondió laniñadeunmodoquesignificaba:—¡Esonosepregunta,hombre!

Gonzalosubiólaescalerasobrelapuntadelospies.

—Aquí no debemos estar; nos pueden ver. Ven conmigo—dijo Venturitatomándoledelamanoyconduciéndolealtravésdelospasilloshastaelcomedor.

Gonzalosesentóenunasillasinsoltarlamano.

—Creí que no te volvía a ver hoy. ¡Qué geniecillo tienes, chica!—le dijosonriendo.

ElsemblantedeVenturitaseobscureció.

—Sinomeloirritasenacadainstante,nolotendría.

—Perohaztecargoqueestumamálaquetehareprendido—repusoélsindejardesonreir.

—¿Y qué?—exclamó ella con violencia.—¿Porque es mi madre me ha demortificar a todas horas y en todos losmomentos?... ¡Si cree queyo lo voy asufrir,estábienequivocada!¡Anda,quelasufraesemastuerzo,queparaesolesacaloscuartos!...Aquíyanohaymimosmásqueparaél...Mira,Gonzalo,siquieresqueseamosamigos,nometoquesmásesatecla.

Yaldecirestoconrabiosaentonación,pintadalairaenlosojos,dióunafuertesacudida a lamanopara soltarla.PeroGonzalono lo consintió, ybesándoselavariasvecesconpasión,ledijoriendo:

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—Chica,chica,notedisparescontramí,queyonotengolaculpadenada...Sia mí me gustas precisamente por ser tan viva y tan rabiosilla. No me hacengracialasmujeresdepastaflora.

—Esporquetúloeres—respondióellaaplacándoselavariasvecesconpasión,ledijoriendo:

—Nolocreas;nosoydetanbuenapastacomotefiguras...Cuandomeenfado,esdeveras...

—¡Bah...alláunavez;cadaaño!

—Además... por lo mismo que yo soy así, debieran gustarme las mujeressuavesytranquilas.

—Estásequivocado;siempresebuscalocontrario.Alasrubiaslesgustanlosmorenos,alosflacoslasgordas,alosaltoslaschiquitas...¿Notegustoyoatisiendotanaltoyyotanpequeña?

—Nosóloesporeso—dijoélriendoyatrayéndolahaciasí.

—¿Porquémás?—preguntóellaclavándoleunamiradaprovocativa.

—Nosé.¿Quieresqueteregaleeloído?

—¿Porquémás?—insistiósindejardemirarle.

—Porlofeísimaqueeres.

—Gracias—respondióconelrostroiluminadoporlavanidad.

—NolahaymásfeaquetúenSarriónienelmundoentero.

—Algunasmásfeashabrásvistoporesospaísesdondehasandado.

—Teaseguroqueno.

—¡VirgendelAmparo!Deboserunmonstruo—exclamóriendoyaceptandolahiperbólicalisonjaqueibaenvueltaenaquellaspalabras.

—¡Alguienviene!—dijoGonzaloquedándoseinmóvilyserio.

Venturitaavanzóhastalapuerta.

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—Eslacocineraquepasa—dijovolviendoenseguida.

—Meparecequeestamosmalaquí.Pudieraentrartumamáocualquieradelaschicas...oCecilia(añadióenvozmásbaja).¿Yquédisculpadoy?

—Cualquiera;esoeslodemenos...Pero,enfin,sinoestástranquilo,podemosiraotraparte.Vamosalsalón.

—Vamos.

—No,túquédateaquíunmomento;yoirédelante.

Perodeteniéndosealapuertayvolviendosobresuspasos,ledijo:

—Simediesespalabradeserformal,tellevaríaamicuarto.

—Palabraredonda—respondióeljovenalegremente.

—¿Nadadebesitos?

—Nada.

—Júralo.

—Lojuro.

—Bien,quédateahíun instante,ydespuésvienesenpuntillas,¿sabes?Hastaahora.

—Hastaahora—dijoGonzaloapoderándosedeunadesusmanosybesándola.

—¿Lo ves?—exclamó ella fingiendo enojo,—antes de ir, ya comienzas afaltar...

—Yocreíquelasmanosnoentrabaneneljuramento.

—¡Entratodo!—dijoellaconseveridadenlavozylasonrisaenlosojos.

A losdosminutos el joven la siguió.Halló la puertadel cuarto entornada, yentró. La habitación de Venturita, era como su dueña, pequeñita y linda,amueblada con lujo.La camade palo santo con pabellón de brocatel de seda,cubierta por una colcha de damasco azul, un armarito de ébano conincrustaciones de marfil, que servía de escritorio al abrirse, una butaca

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confidentederasoazul,untocadorconespejo,forradotambiénderasoaligualque lasparedes,unarmariode espejo,depalo santo como la cama,y algunassillasdoradas.Lahabitaciónexhalabaunperfumepenetrantecomoel camaríndeunaodalisca.

—¡Oh!EstoestámejorqueelcuartodeCecilia.

—¿Cuándolohasvisto?

—Hace pocos días me lo ha enseñado. Las paredes desnudas con unoscuadritosbastantemalos;lacamasincortinas;unacómodavulgar...

—Puessinolotienecomoyo,esporquenoquiere...Verdadquehetenidoqueandardetrásdepapáunatemporadaparaquemelopusieradeestemodo...Peromihermanaesasí...comoDioslacrió...Noleimportapornada...Todolegustaaloaldeano,¿sabes?

—Enestecuartitohaymuchogusto...ymuchacoquetería.Deestacualidad,nopuedesprescindirenningunadetuscosas.

—¿De dónde sacas que soy coqueta, tonto?—le preguntó ella volviendo amirarledeaquelmodoprovocativodeantes.

—Loeres,yhacesbienenserlo.Lacoquetería,cuandonoesexcesiva,damásatractivoalahermosura,comolasespeciasdansaboralosalimentos.

—¡Ya salió a relucir el gastrónomo!... Pues mira, aunque la coquetería déatractivo o sabor, o lo que quieras, yo no soy coqueta... Túmenos que nadietienesderechoadecirlo...Digo...¡meparece!...

—Es verdad; tienes razón, tienes muchísima razón. Yo no puedo llamartecoqueta...Perolacoqueteríadequeyohablabaesdeotraclase.

—Hazmeelfavordesentarte,porqueyahascrecidobastante,segúncreo...ydéjatedesutilezas.

Gonzalo sedejócaeren labutacaque laniña le señalaba,dominadopor susojosbrillantesymaliciosos.Desdequehabíaentradoenaquelcuartosentíaungozo íntimo, mitad corporal, mitad espiritual que le embargaba a la vez lossentidosyelalma.Elperfumequerespirabaselesubíaalacabeza.LamiradamagnéticadeVenturitahabíaconcluídoporelectrizarle.

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—Hashechomalentraermeatucuarto—dijosonriendomientrassepasabaelpañueloporlafrente.

—¿Pues?—preguntóellaabriendoycerrandovariasveceslosojos,comoesosrelámpagosqueseadviertenalacaídadelatardeenlosdíasmuycalurososdelverano.

—Porquemesientomal—respondióélconlamismasonrisa.

—¿Tesientesmal,deveras?—replicólaniñaabriendomuchosusojosazulessinconseguirqueparecieseninocentes.

—Unpoco.

—¿Quieresqueavise?

—No;siloquemehacedañosontusojos.

—¡Ah,vamos!—exclamóellariendocomosicayeseentoncesenlacuenta.—¡Entoncesloscerraré!

—¡Oh,no;noloscierres,porDios!Siloscerrases,mepondríamuchopeor.

—Entoncesmeiré—dijolevantándosedelasilla.

—¡Eso seríamatarme,niñamía! ¿Sabesporquémepongoenfermo?pornopoderbesaresosojosquemeasesinan.

—¡Jesús!—exclamó Venturita soltando la carcajada.—¡Qué fuerte te da!¡Sientonopodercurarte!

—¿Permitirásquememuera?

—Si.

—¡Gracias!Déjamebesartuscabellosentonces...

—No.

—Tusmanos.

—Tampoco.

—Déjamebesarcualquiercosatuya...¡Miraquemehacesmuchodaño!

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—Besa ese guante—dijo la niña riendo y tirándole uno que había sobre eltocador.

Gonzaloseapoderódeél,ylobesóconfrenesírepetidasveces.

Al lector que en su fuero interno haya diputado ya a Gonzalo por hombredesleal y pérfido, o por lo menos débil, declarándole quizá «un carácterrepugnante»,comodicenloscríticoscuandolospersonajesdelasnovelasnosontodo lo heroicos y talentudos que ellos quisieran, pusiérale yo en aquel nidopequeñoyperfumadocomoelcálizdeunamagnolia,frentealaniñamenordelosseñoresdeBelinchón,vestidaconpeinadordecintasazulesquedejabanveruna buena parte de su garganta amasada con rosas y leche, recibiendo en elrostro los relámpagos azulados de sus ojos, y escuchando una voz grave ypastosaque removía todas las fibrasdel alma.Y si laniña le tiraseunguantediciéndole:

—Bésalo,—quisieraverenquéformasenegabaabesarlo.

—¿Tevascalmando,Gonzalo?—dijodisparándoleunasonrisacapazdevolverlocoaSanAntonio.

—Así,así.

—Bueno,puesahorahablemosenserio...hablemosdenuestrasituación...

Gonzalosepusoserio.

—Apesardeloquemehasdichohaceyatresdías,nohesabido,hastaahora,que hayas hablado con mamá o con papá, ni que les hayas escrito... Por elcontrario, no sólo dejas el tiempo correr, con lo cual cada vez empeoran lascosas,sinoqueteveomásatentoycariñosoquenuncaconCecilia...

Gonzalohizoungestonegativo.

—¡SitehevistohaceunmomentodesdeelcuartodePabloporelagujerodelallave!...Amínosemeescapanada...Esoestámuymalhechosiesqueno laquieres...Ysilaquieresestámuymalhecholoquehacesconmigo...

—¿Noestásbienseguraaúndequetúsolaposeesmicorazón?—dijoeljovenlevantandosusojosapasionadoshaciaella.

—No.

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—¡Pues sí, sí; mil veces sí!... Pero yo no puedo estar al lado de Ceciliadesabrido o indiferente... Eso es muy feo... Prefiero decírselo claramente yconcluirdeunavez.

—Puesdíselo.

—...Nomeatrevo.

—Puesno se lo digas, y concluyamos tú y yo...Mejor será—replicó la niñaconimpaciencia.

—¡Nohables,porDios,así,Ventura!Semefiguraquenomequieres.Debescomprender que mi posición es extraña, comprometida, terrible. Estar envísperasdecasarseconuna jovenexcelente,y sinmediardisgustoalguno, sinantecedentesdeningúngéneroquepuedantenerlaprevenida,decirledepronto:«Todo se acabó, ya no me caso contigo porque no te quiero ni nunca te hequerido»,eslomásbrutalymásodiosoquesehayavistojamás...Porotraparte,yo no sé cómo tomarían mi conducta tus papas. Lo más probable es que,indignadosjustamenteporella,merecriminasenduramenteymeprohibiesenlaentradaenestacasa...

—Bien,cásateconella...¡yenpaz!—dijoVenturitaponiéndoseenpieunpocopálida.

—¡Esonunca!Omecasocontigo,oconnadie.

—Entonces,¿quéhacemos?

—Nosé—replicóeljovenbajandolacabezacontristeza.

Ambosguardaronsilenciounosinstantes.

AlcaboVenturitadijo,dándoseconlapalmadelamanoenlacabeza:

—¡Discurre,hombre,discurre!

—Yalohago,peronosale...

—¡No sirves para nada!... Vamos, vete, y déjalo a mi cargo. Yo hablaré amamá...PeroesnecesarioqueescribasunacartaaCecilia...

—¡Oh,porDios,Ventura!—exclamóangustiado.

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—Entonces, ¿qué quieres, di?—preguntó la niña encolerizada.—¿Crees quevoyaservirdejuguete?

—¡Sipudiéramospasarsinesacarta!—manifestóGonzaloconhumildad.—Túnopuedesfigurarteloviolentoqueesparamí...¿Nobastaríaquedejasedevenirunoscuantosdíasaestacasa?

—Sí,sí;vete...¡ynovuelvas!—respondió,dandounpasohacialapuerta.

Peroeljovenlaretuvoporunadelastrenzasdesuscabellos.

—Vamos, no te enfades, hermosa. Bien sabes que me tienes dominado,fascinado,yquealapostreharécuantotúmemandes,inclusoarrojarmealmar.Nohacíamásqueexpresarteunaopinión...Sitúnoquieres,nadadelodicho...TratabasolamentedeevitaraCeciliaundisgusto.

—¡Presuntuoso!—exclamólaniñasinvolverse.—¿AquetefigurasqueCeciliasevamorirdepena?

—Sinosedisgusta,mejorquemejor;asímeevitaréunremordimiento.

—Ceciliaesfría;niquieremucho,niodiamuchotampoco.Esmuybuena;noconoceelegoísmo.Perosiemprelaencontrarásigual,nialegrenitriste;incapazdetomarseundisgustopornadanipornadie...Almenos,siselostoma,nadieloconoce...¿Quéhaces?—añadióvolviéndoserápidamente.

—Estabadesatandoloslazosdelastrenzas...Queríaverotraveztuscabellossueltos.Nohayespectáculoquemecausemásplacer.

—¡Si es capricho, yo las desataré!... Aguarda—dijo la niña, que estabaorgullosa,yconrazón,desupelo.

—¡Oh, qué hermosura! ¡Esto es un prodigio de la naturaleza!—exclamóGonzalo, introduciendo en él sus dedos.—Déjame, déjame meter la cabezadentro,déjamebañarmeenesteríodeoro.

Yocultó,aldeciresto,surostroenlacabellerablondadelaniña.

Massucedióque,pocosmomentosantes,comosonasenenelrelojlassietedelatarde,lascosturerasybordadorasdejaronsuobra,ysedispusieronaretirarse.Antesdehacerlo,ValentinafuécomisionadapordoñaPaulaparairalcuartodeVenturita, y traer de allá unos patrones que debían de estar sobre el armario-

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escritorio. Llegó, y empujó la puerta en el instante crítico en queGonzalo seestababañandodeaquellaoriginalmanera.Alsentirelruido,ésteselevantódeunbrincoyquedó,máspálidoquelacera.Valentinasepusoencarnadahastalasorejas,ydijobalbuceando:

—Mamá quiere los patrones... los del otro día... Deben de estar sobre elarmario.

—Noestánsobreelarmario,sinodentro—respondióVenturita,sin inmutarsepoconimucho.

Y dirigiéndose a él, y abriendo un tirador, sacó un lío de papeles y se loentregó.

—Aguarda un poco, Valentina—dijo antes que saliese.—Hazme el favor deatarmeelpelo,queyonopuedoporestededomalo...

Y enseñó uno, por dondemanaba sangre.Al ir por los patrones se lo habíapinchado.

Valentina,muyturbadatodavía,comenzóaatárselo.

—Metirabamucho,y,aldesatarlo,mepinchéconelalfilerquesujetalacintadearriba...ElpobreGonzalonosearreglabamuybienparaatármelo,¿verdad?—añadióriendo.

—¡Oh,no!—replicóel jovenconforzadasonrisa,pasmadodeaquellasangrefría.

Ladisculpa, aunquebienurdida, no coló.Valentina estababien segurade loquehabíavisto.

—¿Crees que se habrá tragado lo del pinchazo?—preguntó Gonzalo conansiedadluegoquehubosalido.

—Talvezno;peronohaycuidadoconella.Eslamásreservadadetodas.

Valentina fué a entregar los patrones a la señora y se despidió hasta el díasiguiente. Al cruzar por el pasillo oyó claramente el rumor de un beso.Miróhacia el cuarto obscuro que allí había, y creyó percibir los cuadros blancos ynegrosdelvestidodeNieves.

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—¡Alza!¡Estoestáquearde!—murmuróconaquelceñosaladísimoquetantolacaracterizaba.

Bajó la escalera y salió a la calle, donde ya la esperaba su Cosme paraacompañarlahastacasa.

VIII

DELAREUNIÓNQUELOSPROCERESDESARRIÓCELEBRARONENELTEATROCONASISTENCIADELCUARTOESTADO

Eldía9dejuniode1860,debeseñalarseconcaracteresdeoroenlosfastosdelavilladeSarrió.

Para ese día, socorrido de Alvaro Peña y de su hijo Pablo, don RosendoBelinchón había rogado por medio de atento B.L.M. a sus convecinos queconcurriesenporlatardeallocaldelteatro.Setrataríaunasuntode«vital(pornadaenelmundoseleescaparíaadonRosendoelvital)interésparalavilladeSarrió y su concejo». Sólo cuatro o cinco personas de las más obligadas alcomerciante, conocían el noble y patriótico pensamiento que motivaba laconvocatoria.Así que, arrastrados de la curiosidad, tanto como de la cortesía,acudieron a las tres en punto todos los convocados y muchos más a quienesnadiehabíadadovelaenaquel entierro.El teatro se llenódeboteenbote.Lagente principal se apoderó de las butacas y los palcos. La plebe subió a lacazuela.Enelescenariosehabíacolocadounamesadeescribirviejaysucia.Aentrambos lados de ella hasta media docena de sillas, no más nuevas ni máslimpias,queservíanparaladecoraciónde«salaprobrementeamueblada».

Elteatrohervíayadegente.Elescenariopermanecíaaúndesierto.Estabancasientinieblas.Sóloporuntragaluzdevidriosempolvadosabiertoalláenelfondodelaescena,despojadadeltelóndeforo,penetrabaescasísimaclaridad.Afuerzadetiempo,acostumbradoslosojosalaobscuridad,podíandistinguirselosunosalos otros. El que entraba, iba despacio por el pasillo de las butacas para notropezar,palpandoloscráneosdelosquelasocupaban,porversihabíaalgunavacante.

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—Aquíno,donRufo.

—¿Nohayasiento?—preguntabasonriendoalvacíocomolosciegos.

—No;subaustedarriba,alospalcos.

—Véngase aquí, don Rufo, véngase aquí—gritaba uno que estaba másadelante.

—¿Erestú,Cipriano?

Yempujandoytropezando,llegabaelreciénvenidoacolocarse.Algunomásprácticoencendíaunacerilla,peroalinstantesalíanvocesdelacazuela:

—¡Eh! ¡eh! ¡Cuidadocon lasnarices,donJuan!Cuandovapor lasnochesacasadelaPeonza,eldiabloquecerillaenciende.

DonJuanseapresurabaaapagarlaparalibrarsedeaquellosinsultosquehacíanprorrumpirencarcajadasalociosopúblico.

A medida que el tiempo transcurría, el zumbido de las conversaciones ibacreciendohastahacerse insoportable.Los salvajesde la cazuelaexpresaban suimpaciencia con patadas, gritos y baladres. Cambiaban unos con otros, porencimadelasbutacas,bromasyfrases,másqueobscenas,asquerosas.Graciasaquenohabíaseñoras.

Al fin aparecieron en el escenario cuatro señores, don Rosendo Belinchón,Alvaro Peña, don Feliciano Gómez y don Rudesindo Cepeda, propietario yfabricantedesidraespumosa.Loscuatrosedespojarondelossombrerosalpisarel palco escénico. Prodújose repentinamente el silencio. Algunos de losespectadores,losmenos,sedescubrierontambién.Lamayorparte,prevalidosdela obscuridad y cediendo al instinto de grosería, poderoso en aquella región,permanecieroncubiertos.DonRosendoysuscompañerossonrieronalconcurso,avergonzados. Para librarse del embarazo y temor que sentían, comenzaron ahablar con los espectadores de las primeras filas, a quienes podían divisar.AlvaroPeña, algomás atrevido, en razón quizá de su caráctermilitar y de suinstrucciónantirreligiosa,avanzóhasta lacáscaradelapuntador,ydandoasuspalabras una entonación excesivamente familiar, sonriendo sin gana como lasbailarinas,dijo:

—Señores, tantomiscompañeroscomoyodesearíamos¿eh?,quesubiesena

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estesitioalgunaspejsonasdejespeto¿eh?,quehabráenelpúblico,afindequenosayudenconsuautoridad¿eh?,yconsuilustración...afindequenosayuden¿eh?(noencontrabaelfinal)enlaempresaquevamosaemprendej...

Elayudantedemarinapronunciaba laserresconlagarganta,produciendounsonidomuysemejantealajota.

Hubounmurmulloenlaasambleadeasentimientoysimpatíaporlamodestiaqueresaltabaenaquellaproposición.

—¿NoestáporahídonPedroMiranda?—preguntóPeña,serenoya,volviendoaadquirirlaresoluciónmilitarquelecaracterizaba.

—Aquíestá...Aquí—dijeronvariasvoces.

—DonPedro,sinoshicieseustedelfavoj...DonPedrosedefendíadelosqueleempujabanhaciaelescenario,diciendoporlobajo:

—Pero,señores,¿yoporqué?¿Aquéasunto?...Hayotraspersonas...

No hubo más remedio. Poco a poco lo fueron llevando hasta cerca delescenario.Unavezallí,comonohubiesetablaniescaleraparasubir,entrePeñaydonFelicianoGómez,loauparonporlasmanoshastaponerlosobreeltablado.

—Aver,donRufo,subausted.

DonRufo(médicotitulardelavilla),despuésdehabersedefendidounpoco,fué subido en vilo también. Y por el mismo sencillo mecanismo pasaron alescenariootroscincooseisseñores.Cadaascensiónerasaludadaconunasalvade aplausos y un murmullo de complacencia por el benévolo concurso. ElayudantevióaGabinoMazasentadoenunabutacacercadelapared,ylegritóconalegría:

—¡Gabino,notehabíavisto!...Vamos,hombre,venacá.

—Estoybienaquí—respondióconsequedadelbiliosoexoficialdelaArmada.

—¿Quieresquebajeporti?

Mazacontestóenvozbaja:

—Nohacefalta.

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Losqueestabanasuladohicieronloqueconlosdemás.

—Vaya,donGabino,arriba.Noseaustedperezoso.Hombrescomoustedsonlosquedebenestarallí.¡Nofaltabamásqueustednosubiese!

Y trataban al mismo tiempo de levantarle. Mas fueron inútiles todas lasinstancias. Maza se empeñó en permanecer en la butaca con una insistenciaorgullosaqueacobardóalosqueleexcitabanasubir.AlvaroPeñabajóentoncesporél;perodespuésdeunabregalargatuvoqueretirarsedesairado.

Yaqueestuvocasi llenoel escenario, se trajeronmás sillas recabadasde loschiribitilesdeloscómicos.SeacomodaronenellaslosmásselectosvecinosdeSarrió,ycelebraronconciliábulopararesolverquiénhabíadepresidirlareunión.Por cierto queno acababande entenderse, y el públicodaba señales claras deimpaciencia.LamayorpartejuzgabaqueadonRosendocorrespondíalahonrade sentarsedetrásde lamesadepino;peroéste la rehusabaconunamodestiaquelehonrabamuchísimomás.Alfinsesentóalobservarqueelpúblicoseibacansando.Esteaplaudióreciamente.

Nuevayfastidiosadilaciónantesderesolversequiénhabíadedirigirlapalabraalconcurso.AlvaroPeña,queerahombredespachadoydearranque,sedecidióadarunospasoshacialabocadeltelón,ydijoenvozalta:

—Señores.

—¡Chis,chis!¡Silencio!—gritaronalgunos.

Yreinóelsilencio.

—Señores: El motivo de celebrajse estemeeting (sorpresa y extraordinariacomplacencia del concurso al escuchar la palabreja exótica) no es otro ¿eh?,queeldeunirnostodosparafomentajlosinteresesmoralesymaterialesdeSajió.Hacealgunosdíasmeindicabanuestrodignísimopresidentequeestosinteresesse hallaban abandonados, ¿eh?, y que era necesario a todo trance fomentajlos.Señores,enSajióhayvariosproblemasquejesolvejenestemomentohistórico;elproblemadelmejcadocubiejto,¿eh?,elproblemadelcementerio,elproblemade la cajetera a Rodillero, el problema del matadero y otros. Yo le dije amiqueridoamigo,eldignísimopresidente:Elúnicomedio¿eh?,de jesolvejestosproblemas es celebraj un meeting donde todos los sajienses puedan emitijlibrementesuopinión...

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—¿Eh?—gritóunsocarróndesdelacazuela.

Peña alzó los ojos furibundos hacia allá. Y como era hombre a quien se lesuponíanmalaspulgas,ygastabaunosbigotesdesmesurados,elsocarróntemblóporsupellejoynovolvióachistar.

—Mibuenamigo, cuyograncorazónyamoj alprogresoconocen todos,medijoquehacíatiempoquepensabasobrelomismo,yqueélademás,¿eh?,teníaotroproyectoquenotajdaráencomunicajalilustradopúblico.EnconsecuenciadeestohemosconvocadoalosvecinosdeSajióparaunajeuniónpública,yaquíestamos...porquehemosvenido.(Estedesenfadoproduceexcelenteefectoenelauditorio,queríeconbenevolencia).

—Señores—siguióelayudanteanimadoporlosrumores,—yocreoqueloquelehacefaltaaestepuebloesdespertajdelletajgoenqueyace,¿eh?,vivijdelavida de la razóny del progreso, ¿eh?, ponerse a la altura de los adelantos delsiglo,¿eh?,tenejconcienciadesíydesusfuejzas.Hastaahora,Sajióhasidounpueblo dominado por la teocracia; mucha novena, mucho sermón, muchorosario, y no pensaj para nada en el fomento de sus intereses, ni en aprendernadaútil.Esnecesariosalijcuantomásantesdeestasituación,¿eh?Esnecesariosacudij el yugo teocrático. Un pueblo dominado por los curas, es siempre unpueblo atrasado... y sucio. (Risas y aplausos, entre los cuales se oye tal cualchicheo.)

El ayudante hablabamejor, y adquiría cierto donaire en cuanto se trataba dedenigraralclero.

—Pidolapalabra—gritóunavozatipladadesdeunpalco.

—¿Quiénes?¿Quiénes?—sepreguntaronunosaotroslosespectadoresylosaltosdignatariosdelescenario.

—Es el hijo del Perinolo.—¿Quién?—El hijo del Perinolo.—El hijo delPerinolo.

Estafrasesefuérepitiendoenvozbajaportodoelámbitodelteatro.

El hijo del Perinolo era un joven pálido, de ojos negros, que gastaba largamelena.Noseadvertíamásenlamedialuzquereinaba.Eraparaélgranfortuna.Aserentera,severíanperfectamenteloslamparonesdesulevitaañeja,lagrasa

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desucamisaylasgreñasdelamelena,dadoquelosagujerosdelasbotasyloshilachosdelpantalón,enmodoalgunopodíanservistosacausadelabarandilladelpalco.PerotodolosabíandememorialosvecinosdeSarrió,portropezarlehartoamenudoenlacalleyloscafés.Digamosque,apesardeesto,eramozodegentildisposiciónyrostro.

Supadre,elseñorJoséMaríaelPerinolo,antiguoyclásicozapaterodelavilla,eraunodeaquellosviejosartesanosqueamediadosdelsiglogastabanchaquetay sombrero de copa alta. Carlista fanático, miembro de todas las cofradíasreligiosas.Rezabael rosariopor las tardesal toquedeoraciónen la iglesiadeSanAndrés,acompañadodeunascuantasmujerucas;salíaenlasprocesionesdeSemanaSantaconhábitodedisciplinanteycoronadeespinas,yteníaasucargoy cuidado la capilla delNazareno en la calle deAtrás. Este santo varón «quenunca había dado nada que decir» (suprema expresión de la honradez en lospueblos pequeños), educó a su hijo Sinforoso y a otros dos más, en el santotemordeDiosydel tirapié.Azotes,penitenciasde rodillas,díasapanyagua,estironesdeorejasybofetadas.LainfanciadeSinforosoestabapobladadeestosrecuerdospoéticos.Cuandollegóalapubertad,comomostrasesingulardestrezaparaaprendersuslecciones,elPerinolosepersuadióaquenoestaballamadoasustentar la zapatería cuando él fuesemuerto, sino a ser firme columna de laIglesia Romana. Faltábanle medios para mandarle al seminario de Lancia.Vinieron en socorro suyo don Rosendo y don Melchor de las Cuevas, donRudesindo y el párroco de la villa, que espontáneamente le asignaron trespesetas diarias mientras no cantase misa. Mas al cursar el segundo año deTeología, recibieron estos señores del seminarista una carta elegantementeescrita.Enella lesmanifestabaqueno se sentía llamadoporDios a la carreraeclesiástica,yqueantesdeserunmalsacerdotepreferíaaprendereloficiodesupadre o embarcarse para América. Terminaba suplicándoles con palabrasfervorosasquelepermitiesencambiarlaTeologíaporelDerecho,haciaelcualsecreíainclinado,yconestonodaríatangrandisgustoasupadre.Accedieronsusbienhechoresalademanda.YSinforososehizoalcabocolumnadelEstadoen vez de la Iglesia, como deseaba el Perinolo.Mientras siguió la carrera deleyesconsobresalientesypremiosalprincipio,notablesdespuésyaprobadosalfin,emborronóalgunosarticulejosenlosdiariosdeLancia.Conestosecreyóenelcasodedejarcrecerlospelosyponerselentessobrelanariz.AsísepresentóelnuevolicenciadoenSarrióconlaaureoladegloriaademásquerodeaaquienha hecho sus primeras armas, y aun reñido batallas en la prensa periódica. Se

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habíaafiliadoenelpartidoliberalmásavanzadorenegandoasídesuprosapia.Con esto, su padre estaba fuertemente desabrido. Si le dejó entrar en casadebiósea la intercesióndelamadre.Nolehablabani ledabauncéntimoparasus gastos, limitándose a consentir que durmiese bajo su techo y comiese laración.Alcabodealgunosmeses loszapatos sehabíandespellejadoy la ropadaba lástima verla. Pero todo lo suplíamuy bien el letrado con el empaque ygravedaddelafisonomíayloairosodesuporte.Pasabalamañanaleyendoenlacama: las tardesy lasnochesenelcafédiscutiendoagritos loquehabía leídoporlamañana.Losvecinosnolequerían;perorespetabanmuchosuilustraciónytalento.

—¿Quiénhapedidolapalabra?—preguntódonRosendo.

—Suárez... Sinforoso Suárez—dijo el joven inclinando su busto sobre labarandilla.

—Ustedlatiene,señorSuárez.

Eljoventosió,metiólosdedosdeentrambasmanosporelpelo,dejándolomásahuecadoy revuelto, sepuso los lentesque traíacolgadosdeuncordoncilloydijo:

—Señores.

La entonación firmey sosegadaque dió a esta palabra, y la pausa larga quedespués hizo asegurando los lentes sobre la nariz y paseando una mirada degrandehombreporelconcurso,impusieronsilencioyrespeto.

—Despuésdelabrillanteoraciónqueacabadepronunciarnosmiqueridísimoamigoelilustradoayudantedeestepuerto,señorPeña(elayudante,aunquenohahabladoconSuárezmásdetresvecesensuvida,seinclinaagradecido.Losrespetables vecinos de Sarrió aprenden que hay más oraciones que el PadreNuestro,laSalveylasdemásrezadasporlaIglesia),quedarábienconvencidalaasambleadelfingenerosoypatrióticoquehainspiradoa lospromovedoresdeestemeeting.Nadatangrande,nadatanhermoso,nadatansublimecomoveraunpuebloreunidoparadeliberaracercadelosmásaltosycarosinteresesdesuvida.¡Ah,señores!alescucharhaceunmomentoalseñorPeña,meimaginabaestar en el Agora de Atenas decidiendo, como ciudadano libre, entre otrosciudadanoslibrestambiéncomoyo,delosdestinosdemipatria.Meimaginabaoir la palabra vigorosa y ardiente de alguno de aquellos grandes oradores que

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ilustraronalpuebloheleno...Porque laelocuenciademiqueridísimoamigoelseñor Peña, tiene mucho de la arrebatada pasión que caracterizaba aDémostenes, el príncipe de los oradores y bastante también de la fluidez yeleganciaquebrillabaenlosdiscursosdePericles.(Pausa:manoaloslentes.)Es viva y animada como la de Cleón; es mesurada y prudente como la deArístides; tiene tonalidades graves y precisas como la de Esquines, y notasagradables al oído como la de Isócrates. ¡Ah, señores! Yo también, como elelocuente orador quemehaprecedido en el usode la palabra, deseabaque elpueblo donde he visto por primera vez la luz del día, despertase a la vida delprogreso,alavidadelalibertadylajusticia...¡Sarrió!¡Cuántodulcerecuerdo,cuánta inefable alegríadespierta enmi almaeste solonombre!Aquí corrieronlos años felices demi infancia...Aquí comenzó a formarsemi espíritu...Aquíhizo el amor palpitar por primera vez mi corazón... En otra parte se haenriquecidomirazónconelconocimientodelasciencias,conlasgrandesideasqueengendraelestudiodelDerecho...Aquísehanutridomialmaconlassantasydulcesemocionesdelhogar.Enotrapartesehaadiestradomiinteligenciaenlapolémica, en la lucha de las ideas... Aquí he cultivadomi sensibilidad con eltierno amor de la familia... Señores, lo diré muy alto, suceda lo que suceda:Sarrióestállamadoagrandesdestinos.Tienederechoaserunadelasprimeraspoblacionesdelacostacantábrica,unemporiodeactividadyderiqueza, tantopor la excelente situación en que la naturaleza lo ha colocado, como por lalaboriosidad, lahonradezy lasgrandesdotesde inteligenciade sushabitantes.(¡Bravo!¡Bravo!Unánimesyestrepitososaplausos.)

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Rotoelhieloquelasorpresa,másqueunaprevencióninjusta,habíaformado,losbravosylosaplausossesucedieronsininterrupciónacadapárrafo.Jamásloslaboriosos, honrados e inteligentes habitantes deSarrió habían oído hablar tanfácil y pulidamente.Aquel discurso fué la revelación de la vida parlamentariamoderna,segúndecíaAlvaroPeñaaldisolverselareunión.

Mediahorallevaríaenelusodelapalabraenmediodelcrecienteentusiasmodelauditorio,cuandoaunodelospróceresdelescenarioseleocurrióquepodíatener seca la boca y sería oportuno servirle un vaso de agua con azucarillo.Comunicadaenvozbajalaobservaciónalpresidente,ésteinterrumpióalorador,diciéndole:

—SielseñorSuárezestáfatigado,puededescansar.Voyadarordendequelesirvanunvasodeagua.

Estaspalabrasfueronacogidasconunmurmullodeaprobación.

—Noestoyfatigado,señorpresidente—respondiósuavementeelorador.

(Sí,sí,quedescanse.—Dejarledescansar.—Queseletraigaunvasodeagua.—Puedehacerledaño:queleechenunasgotasdeanís.)

Losespectadores,acometidossúbitodeunaardientesimpatía,seconvertíanenmadrescariñosasparaelhijodelPerinolo.

Este,inflándosemásdeloqueestaba,sonrióalauditorio,ydijo:

—La fatiga es propia de los soldados bisoños. Los que como yo estánacostumbrados a las lides de la tribuna (había hablado varias veces en laAcademiadejurisprudenciadeLancia)noserindentanfácilmente...

Digamos ahora queMechacan, zapatero, vecino y competidor hacíamuchosañosdel señorJoséMaríaelPerinolo,quehabíavistocriarseaSinforosoy lehabía arreado más de uno y más de dos lampreazos con el tirapié cuando alvolverdelaescuelalellamaba,paravejarle,porelapodo,leestuvoescuchandodesdelacazuelaconlasmanazasapoyadassobrelabarandillaylacaraerizadadepúassobrelasmanos.Ensusojos,sombreadosdeunaselvaenmarañadadepestañas,noseadvertíalachispadeentusiasmoqueardíaenlosdelosdemás.Antes se leía el asombro, la ira y la envidia.Cuando acertó a oir las palabrasjactanciosasdelhijodesurival,nopudiendosufrirtantafarsa,gritóconrabia:

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—¡Fueraesepiojo,sollo!

Indescriptibleindignaciónenelauditorio.Todoslosrostrossevuelvenairadosalacazuela.Oyenselasvocesde:

—¿Quiéneseseborrico?—¡Alacárcel!—¡Fueraesecerdo!

Elpresidentepreguntaconterribleseveridad:

—¿Estamosenunpueblocultooentrehotentotes?

Estapreguntaasíformulada,producehondaimpresiónenelpúblico.

Suárez,unpocopálidoyconvozalterada,dicealfin:

—SilaAsamblealodesea,estoydispuestoasentarme.

(¡No,no!—¡Quesiga!Estrepitososyprolongadosaplausosalorador.)

La indignación contra el grosero interruptor creció a tal punto con estashumildespalabras,queseoyengritosamenazadoresymuchosagitanlospuñosfrentealsitiodedondehabíapartidolavoz.AlvaroPeña,eloradorgriego,másindignadoquenadie,subeporfinalacazuelayapescozonesycocesarrojaaldesgraciadoMechacandelteatroentrelosaplausosdelpúblico.

Sosegadasyalasolas,eloradorcontinúa.Haceunaexcursiónporelcampodela historia para demostrar que los sarrienses, desde la épocade la dominaciónromana, cuando laEspaña estaba dividida enCiterior yUlterior y después enTarraconense, Bética y Lusitania, hasta nuestros días, habían demostrado entodasocasionesuningeniopoderosomuysuperioraldeloshabitantesdeNieva.Tales declaraciones fueron acogidas con vivas muestras de aprobación.IntrodúcesedespuésrepentinamenteenlosdominiosdelDerechoyhacegaladeconocimientospococomunes,sobretodoenSarrió,enlacienciadeTribonianoy Papiniano. Al llegar a cierto punto, con unamodestia que le honramucho,dice:

—Loqueacabodeexponer,señores,notieneningúnvalorcientífico.LosabecualquierniñoquehayasaludadolasPandectas...

DonJerónimode laFuente,maestrodeprimeras letrasde lavilla,quehabíaestudiado por los métodos modernos y sabía algo de Froebel y Pestalozzi,hombre ilustrado, que había escrito un prontuario de los verbos irregulares y

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teníauntelescopioenelbalcóndesucasasiempreapuntandoalcielo,selevantadelabutaca,ysonriendoconmuchalástimadice:

—Laspalmetashaceyabastantesañosquesehansuprimidodelasescuelas.

—Nohedichopalmetas,hedichoPan-dec-tas—replicaSuárezsonriendoconmuchamáslástima.

DonJerónimoenrojeceporelpasoenfalsoqueacabadedar.

Eloradorcontinúayterminaalfin,deseando,comoelelocuenteayudantedemarina,queSarriódespiertealavidadelprogreso,quesalgadelletargoenqueyace, y que de algúnmodo semanifieste en su recinto la lucha de las ideas,fecundasiempre,yluzcaensuhorizonteelsolradiantedelacivilización.

«...Siesverdad,comotengoentendido,quemercedalainiciativapatrióticaygenerosa de un respetabilísimo personaje de esta villa, se prepara eladvenimientoaelladelcuartopoderdelosestadosmodernos.SiesverdadqueSarrió estará dotado en breve de un periódico que refleje sus legítimasaspiraciones, que sea el palenque donde se ejerciten sus inteligencias, elsalvaguardiadesusmáscarosintereses,elcentinelaavanzadodesutranquilidady reposo, el órgano, en fin, por donde se comunique con elmundo espiritual,felicitémonos,señores,¡felicitémonosdetodocorazón!yfelicitemostambiénalilustrepatricioporcuyoesfuerzovaallegarhastanosotrosunrayodeeseastroluminosodelsiglodiezynuevequesellamalaprensa.»

(¡Bravo,bravo!Todas lasmiradasse,vuelvenansiosashacia lapresidencia.LafazdedonRosendoresplandecellenademajestadydulzura.)

Después del hijo delPerinolo, pidió y obtuvo la palabra don Jerónimode laFuente. El ilustrado profesor de primeras letras, deseaba ardientementelevantarsealosojosdelpúblicodespuésdelacaídadelasPandectas.Comenzó,pues,manifestandoqueabundabaen las ideasdeldignoorador(obsérvesequeno dijo elocuente ni ilustrado, sino digno, digno nada más) que le habíaprecedidoenelusodelapalabra;queél,destinadoporsuprofesiónaencenderla antorchade la ciencia en las inteligencias infantiles, nopodíamenosde serpartidario decidido de los adelantosmodernos y, sobre todo, de la prensa. Encorroboracióndeestaspalabras,secreeenelcasodemanifestarque,tanprontocomolacreacióndeunperiódicoenSarriófueseunhecho,tendríaelgustodeexponerasusconvecinoslaresolucióndeunproblemaquehastaeldíadehoy

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sehabíacreídoinsoluble,eldela«triseccióndelángulo»,alcualhabíadedicadomuchos esfuerzos y vigilias, coronadas unas y otros afortunadamente por elmejor éxito. Habló después con gran oportunidad de algunas materias, deGeografía física y Astronomía, explicando algunos problemas de la mecánicaceleste, en particular la ley de la atracción universal, descubierta porNewton,graciasalacual,losplanetassemuevenalrededordelsolenórbitaselípticas.Aeste propósito expuso congranbrillantez lo que era una elipse. Por último, alhablardenuestrosatélitelaluna,hizoobservarqueeltiempodesurevoluciónalrededor de la tierra iba disminuyendo sensiblemente, lo cual indica que suórbita se va estrechando.Esto, en opinión del orador, daría por resultadomástarde o más temprano que la luna caería sobre la tierra, y ambas se haríanpedazos.DonJerónimosesentó,dejandoelauditoriosumamenteagitado,bajoelpesodeestaprofecíaaterradora.

Avanzó acto continuo hasta las candilejas, don Rufo, el médico de la villa,hombre flaco,conbarbadecazo,ygafasdeoro.A laspocaspalabrasdeclaróexplícitamente que, en su opinión, el pensamiento no esmás que una funciónfisiológicadelcerebroyelalmaunatributode lamateria.Pero,¿enquépartedelcerebroresideelfocodelaactividadintelectual?—sepreguntaelorador.—En su concepto, esta actividad tiene su centro en la «sustancia gris, parda oamarilla», y enmodo alguno en la «sustancia blanca», que no esmás que laconductoradetalactividad.Hablódespuésdeladura-máter,deloshemisferios,deloslóbulos frontal,parietalyoccipital,de lahozdelcerebroydela tiendadelcerebelo.Enestepuntotuvounaocurrenciafeliz,comparandobellamentelascircunvoluciones de la sustancia gris a un montón de intestinos arrojados alacaso.Todaslasfacultadesquellamamosdelalma,nosonsinofuncionesdeestasustancia gris, de estemontón de intestinos. El cerebro segrega pensamientoscomoel hígado segregabilis y los riñonesorina.Elorador termina afirmandoque,mientras lahumanidadnosepenetredeestasverdades,nopodrásalirdelestadodebarbarieenqueyace.

Comonunca quiso sermenos que elmédico, pidió la palabra el profesor deveterinaria Navarro. Después de dedicar algunas frases a congratularse por lacelebración de aquel meeting (ninguno de los que hablaron dejó de citar lapalabreja)expusoalgunasideasmuyrazonablesacercadelaanginagangrenosadelcerdoysutratamientoprofiláctico.Eloradortropezaba,balbuceaba,sudabapara emitir su pensamiento. Pero esta deficiencia de expresión, la suplíacumplidamente lanovedadyel interésqueel temaofrecía.A lasazónestaban

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falleciendodeanginas,enSarrió,bastantesdeaquellossimpáticosanimales.

Elpúblico,pormásqueescuchabaconrespetoysimpatíaestasnoticiasacercadelaenfermedadqueaquejabaenaquelmomentoalganadodecerda,sentíayaimpacienciaporoir lasdeclaracionesdelpresidente.Despuésde laalusióndelhijodelPerinoloalasuntodelperiódico, todosansiabansaber loquehabíadecierto.MientrasNavarrodisertaba,salióunavozdelacazuelagritando:

—QuehabledonRosendo.

Yaunqueelpúblicocastigóconunenérgicochicheoestagroserainterrupción,eraunánimelaopinióndequeNavarrocomoorador«noteníacondiciones».

PorfinelhombrenotabledeSarrió,elportaestandartedetodoslosprogresos,elilustrepatriciodonRosendoBelinchón,alzósubustomajestuosoporencimadelamesa.

(Silencio,¡chis,chis!—¡Callarse,señores!—¡¡Atención!!—¡Porfavor,unpocodeatención!)

Estos fueron los gritos que salieronde lamuchedumbre, aunquenadie habíaosado mover un dedo siquiera. Tal era el afán de escuchar la palabrapresidencial.

Comotodosloshombresdeespíriturealmenteelevadoydeingeniopenetrante,donRosendoescribíamejorquehablaba.Sinembargo,supalabrareposadateníaun sello de grandeza que en vano se buscaría en los oradores que le habíanprecedido.

—Señores (pausa), doy las gracias a todas las personas (pausa) que hanacudido esta tarde (pausa) a la reunión que he tenido el honor de convocar(pausa mucho más larga durante la cual se suena con ruido). Tengo unaverdadera satisfacción (pausa)enver reunidoseneste sitioa laspersonasmásilustradasdelavilla(pausa)yatodoslosqueporunooporotroconceptovalenysignificanalgo.

(Bravo:muybien,muybien.)

Despuésdeesteexordiotanlisonjeramenteacogido,manifestóeloradorqueloque urgía en aquel momento era «levantar el nivel intelectual de Sarrió».Despuésañadióquesupropósitoalconvocarestemeetingnohabíasidootroque

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levantar este nivel. (Aplausosprolongados.) Para llevar a cabo tal empresa seconsideraba sin fuerzas yméritos suficientes. (Si, si.Aplausos.) Pero contaba,creía contar al menos, con el auxilio poderoso de los muchos hombres decorazón y patriotismo, de inteligencia y de progreso que Sarrió encerraba.(Muestrasdeaprobación.)ElmedioquecreíamáseficazparaelevaraSarrióalaalturaque lecorrespondía,yhacerle rivalizardignamenteconotrasvillas,yaunciudadesmarítimasdemenosimportancia,eralacreacióndeunórganoquesostuviesesusinteresespolíticos,moralesymateriales...

—Y,señores(pausa),aunquetodavíanosehayanorilladotodaslasdificultades(pausa),tengoelgustodemanifestaraestailustradaAsamblea...(Atención,chis,chis. ¡Silencio!) que tal vez en el próximo mes de agosto... (¡Bravo, bravo!Ruidosos, frenéticos aplausos que interrumpen al orador por algunosmomentos.)Quetalvezenelpróximomesdeagosto(¡bravo,bravo!¡silencio!)la villa de Sarrió contará con un periódico bisemanal. (Estrepitosos aplausos.Navarro arroja su sombrero de copa a la escena. Algunos otros espectadoressiguenelejemplo.AlvaroPeñaydonFelicianoGómezseocupanenrecogerlosy volverlos a sus dueños. La fisonomía de don Rosendo brilla con expresiónaugusta,ysuslabios,alcontraerseconunasonrisafeliz,dejanverlasdosfilassimétricasdesusdientes,testimonioelocuentedelosprogresosodontálgicos.)

—Apesardeesasmanifestacionesdecariñoqueagradezcohastaelfondodelalma(pausa)elorgullonomeciega.Laescasezdemisfuerzas(No,no),mifaltadeilustración(No,no:aplausos)haráqueelórganoquefundenocorrespondaseguramente a las esperanzas del público. (Voces de varios sitios: ¡Sicorresponderá! Tenemos confianza. Aplausos.) Pero si alguna vez (pausa) lafaltadeinteligenciapuedesersuplidaporlafeyelentusiasmo,seráciertamenteahora.MihumildeplumaymimodestafortunapertenecenalpueblodeSarrió.(Muestrasvehementesdeaprobación.)

Elnuevoperiódico,segúnelorador,tenía«unagranmisiónquecumplir».Estamisiónconsistíaenplantear las reformas, losprogresosque lavilla reclamaba.La necesidad de estas reformas y estos progresos «estaba en la conciencia detodo el mundo». El mercado cubierto se había hecho absolutamenteindispensable. La carretera a Rodillero era el anhelo constante de ambospueblos.EncuantoalmacelopúblicodonRosendosepreguntabaconsorpresacómo la villa podía consentir que existiese un foco de inmundicia como elactual,queera«unverdaderopadróndeignominia».

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GabinoMazahabíaestadoescuchandoconmarcadodesdénydisgustodesdesu butaca, a cuantos habían hecho uso de la palabra. Revolvíase como si elasiento tuviese pinchos. Le venían ganas atroces de gritar a los oradores:«¡Burros,pollinos!»comoacostumbrabaahacerenelSaloncillo,odefulminarcontra ellos uno de esos sarcasmos feroces que levantan roncha. «Aquellaspayasadas» le habían revuelto la bilis.No eramilagro.Ya conocemos la granvirtuddesegregaciónqueelhígadodelexmarinoposeía.Respirabaconfuerza,sonreíasarcásticamente,rechinabalosdientesyescupíaamenudo,mostrandodeeste modo su desaprobación a todo lo que se había dicho, lo que se estabadiciendo y lo que se había de decir. De vez en cuando, dejaba escapar algún¡bah! o algún ¡pouh! o un ¡ta! y otras partículas nomenos significativas. Porúltimo,enmitaddeldiscursodedonRosendo,oporquenadapudieseoponerasugrave elocuencia, o porque el ruidode los aplausos le exacerbasedemodoirresistible,eslociertoquesaliódelasala,ycomenzóadarpaseospordelantede la puerta del teatro en un estado de agitación lamentable. A los pocosmomentos, volvió a entrar y subió a la cazuela. Allí, oyendo a don Rosendotocarelpuntodelmatadero,pidióporfavoralaplebequeledejasepaso.Unavezenlasprimerasfilas,gritóreciamente:

—¡Aquínosejuegatrigolimpio!

Después,seretiró.

Nosabemosenquéconsiste;peroeslocierto,quesiemprequeenunareuniónseinsinúaporalgunolaideamásomenosgratuitadequeallínosejuegatrigolimpio, tal afirmación produce efectos desastrosos. Esto es tanto másextraordinario,cuantoqueporreglageneral,en lasasambleasnadie lleva trigoenlosbolsillos,nilimpionisucio.Ysiporcasualidadalgunolollevase,esbienseguroquenolepasaríasiquieraporelpensamientojugarconél.

DonRosendo,aloirlafrase,quedórepentinamentemudoypálido.Unfuertemurmullodesorpresacorrióportodoelámbitodelteatro.Algunosgritaron:—¡Fuera!—Otros dijeron:—¡Chis, chis!—Las miradas de todos, después deescrutar las alturas de la cazuela, se dirigieron a la presidencia.DonRosendoturbadoaún,yconvozalgoenronquecida,dijo:

—Señores:Siconesaspalabrassequieremanifestarqueyo,alconvocarestareunión,heabrigadoalgúnpensamientobastardo,midelicadezanomepermitecontinuarenestesitio,ymeretiro...

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—¡No,no!¡Quesiga!¡Vivaelpresidente!

—Yoestoyseguro,señores—dijoeloradorvisiblementeconmovido,—dequeelindividuoquehagritadonoesvecinodeSarrió,nohanacidoenSarrió,¡nopuedeserdeSarrió!

HabiendomurmuradounoqueelinterruptoreradeNieva,searmóenelteatroterribleconfusiónyestruendo.Ungritoformidablede:—¡Mueranlosmazaricos!¡Viva Sarrió!—se eleva de todas partes. Hay que advertir que en Sarrió sellamabaaloshabitantesdeNievamazaricosacausaquizádelgrannúmerodepájarosdeestenombrequeallísuelehaber,mientraslosdeSarrióeranllamadosenNievapinzones,porlamismarazón.

Sosegadosalfinlosánimos,donRosendodalasgraciasycedealasinstanciasdelpúblico.

—Antesdeocuparotravezestesitial(elpresidentesehabíaretiradoalfondodel escenario), debo manifestar que si ese papagayo... o mazarico (risas)pretendearrancarmeunadeclaraciónacercadelproblemadelmacelopúblico,notengo inconveniente en hacerla, porque a mí no me duelen prendas. (Viva,curiosidad.Noseoyeunamoscavolar.)Yodeclarosolemnemente,señores,queel nuevomacelo, enmi concepto, no debe emplazarse en otro sitio que en laEscombrera.(Inmensasensación.)

Elorador terminaconpocaspalabrasmássugrandiosodiscurso,y levanta lasesión. Los espectadores salen del teatro medio asfixiados, tanto por lasmúltiples emociones que en poco tiempohabían experimentado, comopor lostreintayochogradoscentígradosquehabíaenellocal.

IX

HISTORIADEUNALÁGRIMA

Estopasabaen lasaltasesferas.En losdominiosobscurosde lavidaprivadaocurríanalmismotiempoalgunossucesos,queaunquenotanmemorables,nodejabandetenerimportanciaparalaspersonasqueenellosintervinieron.

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Aldía siguientede laentrevistadeVenturitayGonzalo,quehemosnarrado,éste no visitó la casa de su prometida. Permaneció en la suya, fingiéndoseaquejadopor un fuerte dolor demuelas.Tal fué almenos la noticia que llegóhastaCecilia por conducto deElvira, la doncella, que había visto al criadodedonMelchor en la plaza. Al otro día, como no pareciese tampoco, la familiasupusoqueaunseguíaeldolor.NadiedudabamásqueVenturitayValentina.Labordadorahuíadetropezarconlamiradadelaniña.Quizátemeríaavergonzarla,quizáellamismasesintieseavergonzadasinsaberporqué.Venturitaestabatanrisueñacomosiempre.Cecilia,aquiensóloseleconocíaelmalhumorenquehablaba menos, sacó de su cómoda un elixir dentrífico, copió una oración aSantaPoloniaquelehabíandado,yllamandoconmisterioaElvira,ledijotodaruborizada:

—Elvira, ¿quieres hacerme el favor de llevar este frasco y este papel alseñoritoGonzalo?

—¿Ahoramismo?

—Cuando puedas... Si ahora no tienes que hacer... Quisiera que no seenterasen...

—Descuide usted, señorita—respondió la morenita pálida sonriendo conamabilidad;—nadiesabráunapalabra.Sumamámevaamandarporalmidón,yalavuelta,¡zas!meencajoallá.

AlrecibirGonzaloelrecado,sintióseacometidodepunzantesremordimientos.Comenzó a pasear agitadamente por su cuarto. Tres o cuatro veces estuvo apunto de tomar el sombrero y plantarse en casa deBelinchón, y dejar que lascosas siguiesen como habían comenzado. Los sentimientos honrados,bondadosos y compasivos que en su corazón existían; la voz de la razón queabogabaendefensadeCecilia;elángel,enunapalabra,quetodohombrellevadentro de sí, le incitaba para que lo hiciese. La imagen gentil y graciosa deVenturita,presenteal recuerdo;el fuegodesusojosqueaun le relampagueabaporelalma;eldulcecontactovoluptuosodesuscabellosdeoro;eldemonio,enfin,leretenía.Gonzaloeraunhombresanodecuerpo,demúsculospoderosos,rico de sangre, pero muy pobre de voluntad. Los diablos temen más a lostemperamentos exhaustos que a los opulentos comoel suyo.Labatalla que eldemonioyelángel libraron,nodurómuchotiempo.Vinoadecidirla,enfavordelprimerounbilletitodeVenturaqueGenerosa,laotradoncelladelacasa,le

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trajo.Decíaasí:Noteimpacientes.Hoyhablaréamamá.Tenconfianzaentu—Ventura.

Lamirada de la doncella al entregárselo, donde creyó advertir a pesar de lasonrisa una tácita censura, le turbó un poco.Despidióla con larga propina.Alabrir después con mano trémula la carta, percibió el perfume de sándalo queVenturita usaba. Ofrecióse súbito a su imaginación la imagen hermosaprovocativadelaniña,yremoviólasúltimasfibrasqueensuseraunnohabíanvibrado.Acercólaaloslabios,yembriagadoypalpitantededeseo,labesóconfrenesírepetidasveces.

¡PobreCecilia!Tomabaelprimerpedazodepapelqueleveníaalamano,ysincuidarsedeguardarloentreesencias,escribíaasunovioconlápizlamayoríadelas veces. ¡Si las mujeres supiesen la importancia de estos miserablespormenores!

Venturita había dado vueltas todo el día alrededor de su madre, esperandoocasióndehablarlasintestigos.Alahoradelcrepúsculo,cuandolascosturerassefueron,madreehijaquedaronalfinsolas.Ceciliasehabíaretiradoasucuartodominadaporlatristezaquehabíadisimuladocontrabajoduranteeldía.DoñaPaula estaba sentada en una butaca con los ojos clavados en el balcón,recogiendo los últimos rayos de la luz moribunda, en actitud melancólica yreflexiva,pocofrecuenteenella.Parecíapresentireldisgustoquesecerníasobresu cabeza.Venturita colocaba los bastidores en un rincón y los tapaba con unlienzo,arreglabalassillasyarrastrabalacestadelacosturaaunladoparaquenoestorbase.

—Avisaquetraiganluz—dijodoñaPaula.

—¿Paraqué?—respondió laniñasentándoseenunasillabajaasu lado.—Yaestátodoarreglado.

Su madre volvió a entornar los ojos hacia el balcón y quedó en la mismaactitudmelancólica.Alcabodeunosmomentosdesilencio,Venturita tomósumano y la llevó con ternura a los labios. Doña Paula volvió la cabeza consorpresa.Pocasveces,pornodecirnunca,suhijamenorlehabíadadoestebesorespetuoso.Sonriócondulzuraytomándolelabarbaentrelosdedos,ledijo:

—¿Estáscontentaconelvestido?

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—Si,mamá.

—Tehaceun cuerpomuybonito.En cuanto le toquenunpoco en el pecho,quedaráquenipintado.

Laniñacalló.Alzandolosojosalcabodeuninstanteledijo,esforzándoseendarasuvozunainflexiónsegura:

—Dime,mamá,¿quéopinasdelaretiradadeGonzalo?

—¡La retirada de Gonzalo!—exclamó la señora volviendo con asombro lacabeza.—¿Quéquieresdecir,criatura?

—Sí,laretirada,porqueamímeconstaquenoestáenfermo.AyerestuvotodalanochejugandoalbillarenelcafédelaMarina.

—¡Bah,bah!¿Tienesganasdereir?

—Nomerío,mamá,habloenserio.

—¿Yquiéntehadichoatieso?

—LoséporNieves,queselodijosuhermano.

—Puedeque le haya aliviado el dolor por la nochey saliese a esparcirse unpoco.

—Yentonces,¿porquénohavenidohoy?

—Porquelehabrávueltootravez.

—Nolocreas,mamá...TenlaseguridaddequeGonzalonoquiereaCecilia.

—¿Sabes loqueestásdiciendo,necia?Hazmeel favordecallarte, antesquemeenfade.

—Mecallaré;perolaspruebasdecariñoqueestádandonosongrandes.

—¡Tendría que ver eso!—dijo la señora volviéndose airada.—SiGonzalo esmucho,Ceciliaesmás...AmihijanoladesprecianiGonzalonielPríncipedeAsturias,¿sabes?...Meenterarédeloqueacabasdedecir,ysiresultacierto,yatomaréyomismedidas.

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DoñaPaulaeradenaturalbondadosoytierno,amigadelospobresygenerosa;peroteníalaaltivezirreflexivaylasusceptibilidadexageradadelasartesanasdeSarrió.

—No,mamá,nosetratadeeso.¿QuiéntehadichoqueGonzalodespreciaaCecilia?

—Túmisma.¿Porquénolaquiereentonces?

Venturitasedetuvouninstante,yrespondióconfirmeza:

—Porquemequiereamí.

—Vamos—dijo la señorasonriendo.—Yadebícomprenderdesdeelprincipioqueeratodounabroma.

—Noesbroma,eslapuraverdad...Ysiquieresconvencerte,entérate...

Sacóalmismo tiempodelpechounacartaque llevabaaprevención,y se laalargó.

DoñaPaulasepusoenpievivamente,ygritó:

—¡Pronto!...¡Unaluz,pronto!

Venturita tomó una caja de cerillas que había sobre el costurero, y encendióuna.

Madreehijaestabanpálidas.Aquéllaarrimólacartaalaluz.Encuantoleyóunos cuantos renglones, se dejó caer en la butaca, y clavando los ojos conexpresióndolorosaensuhija,ledijo:

—Ventura,¿quéhashecho?

—¿Yo?Nada—respondiólaniñatirandoalsuelolacerillaquetocabaasufin.

—¿Nada te parece, loca, impedir el matrimonio de tu hermana, engañarlamiserablemente,darunescándaloenlavillacomonuncasehabrávisto?

—Yonohehechonadadeeso.Elfuéquiensemedeclaró.¿Especadodejarsequerer?

—En esta ocasión, sí—replicó con severidad la señora.—A la primera señal

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debiste advertirme. Consentir que te hablase de otro modo que como unahermana,erahacertraiciónatuhermanayhacerteatimuypocofavor.

—Puesyaestá—replicólaniñaentonodesdeñoso.

—Puesnoestará—replicódoñaPaulaconenojoylevantándose.—¿Quétehaspropuesto,vamos,di?...Mejordicho,¿quéoshabéispropuesto?

—Debessuponerlo.

—Casaros,¿verdad?—preguntóentonosarcástico.

—¡Quéequivocadaestás!...Elmatrimoniodetuhermanaquedarádeshecho...Desdeahoramismolodoypordeshecho...¡peroloqueestú,bienlibreestásdecasarteconGonzalo...nidequeéstepongasiquieralospiesmásencasa...!Enprimerlugar,túeresunamocosaquedebierasestarjugandoconlasmuñecasyrecibiendoazotes...yaunquenolofueras,nitupadreniyopodíamosconsentirquetecasarasconunhombrequehaengañadomiserablementeatuhermanaynoshaengañadoatodos...Lomenosquediríalagenteesqueestamosmuertosporhacerlenuestroyerno.¡Quesetequite,niña!

—Pues que quieras o no quieras—dijo Venturita retrocediendo de espaldahacialapuerta,—mecasaré.

Doña Paula quiso castigar la insolencia; pero la niña salió precipitadamente,sujetólapuerta,yentreabriéndoladespués,dijoconacentorabioso:

—¡Mecasaré!¡mecasaré!¡mecasaré!

Aldíasiguiente,Gonzalorecibióunacartadeella,quedecía:«Ayerhabléconmamá.Sehaenfadadomucho.Hoyhablaréotravez,yesperoquecederá.Tenconfianza.»

Yenefecto, aquellamismamañanamadre ehijavolvíana tenerhabla enelcuarto de la última. Fué larga, y no sabemos lo que en ella pasó.DoñaPaulasalióalcabodeunahoraconlosojosenrojecidosdellorar,llevándoselamanoal corazón, del cual padecía amenudo, en dirección a su cuarto, y se acostó.Ventura salió en pos de ella, serena; pero pálida. Llamó a Generosa, suconfidente,y ledióun recadoparaGonzalo.Este, a lasnuevede lanoche, sepaseabapordelantedelacasadeBelinchón.Pocosminutosdespués,Venturitaabríalaventanadelescritorio,queestabaenlaplantabajayteníarejas.

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—Yaestá todoarreglado—dijoenvozde falsete luegoqueel jovensehuboacercado.

—¿Cómo?¿Deveras?—preguntóésteconalegría.

—¡Oh,buentrabajomehacostado!Estabafuriosa.

—¿Ytupapá?

—Papáaúnnosabenada;perocederátambién...¡Vayasicederá!...Larecetanopuedesermáseficaz.

—¿Quéreceta?

—Laqueheempleado...Lacosasehabíapuestotanfea,queyaestabaresueltoque tú no volvieras más a casa. A mí me mandaba a Tejada en castigo. Nisúplicas ni razones valían de nada. Estaba loca de ira. Te llamaba infame ytraidor.Amí,¡figúratecómomepondría!...Entoncesnotuvemásremedioqueapelaralúltimorecurso...pormásqueseaunpocofuerte—añadióenvozmásbajayalterada.

—¿Quérecurso?—preguntóGonzaloconcuriosidad.

Venturitaguardósilencioalgunosmomentos.Alcaborespondióavergonzada:

—Ledije...ledijequetúyyonopodíamosmenosdecasarnosya.

—¿Pues?

—Pues...pues...adivínalo—dijolaniñaconimpaciencia.

En efecto, Gonzalo adivinó y experimentó una impresión de repugnancia ytemor.Callóobstinadamenteporalgúntiempo.Venturitalepreguntóalfin:

—¿Tehaparecidomal?

—Sí—respondiósecamente.

—Pues dispensa, chico... Mañana le diré que todo ha sido una mentira... yhemosconcluído.

—Nadaseadelantaya.Loquemeparecemalnoeselresultado,comodebescomprender,sinoquehayasalidoesodeti.

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—Máspierdoyoquetú.

—¡Porlomismolosiento!

—Bien, pues dale expresiones—replicó desabridamente levantándose delalféizardelaventana,dondeestabasentada.

Gonzaloalargólamanoporentrelasrejas,ylaretuvoporelvestido.

—Espera.

Latelacrujió.

—Yamehasrotoelvestido,¿loves?

—Sinotedisparasestanpronto...

Ylograndocogerlaporunbrazo,laobligóasentarse.

—¡Québarbaridad!—exclamólaniñariendo.—Asídebenhacerseelamorlososos.

—¿Mequieres?—preguntóGonzaloriendotambién.

—No.

—Sí.

—No.

—Damelamanodeamigo.

Laniñalealargósublancayprimorosamano,yelhercúleomancebolabesóconpasiónrepetidasveces.

—Hastamañana.Yatedarénoticiasdeloqueocurra—dijolevantándoseotravez.

Gonzalosealejó.Aloscuatropasosse leocurrióque lasnoticias teníanqueserreferentesalmodocomoCeciliarecibíaladesudeslealconducta,ysufrentesearrugódenuevoconexpresióndolorosa.

A vueltas con esta preocupación cruzó distraído la Rúa Nueva, entró en laplazadelaMarina,siguiócaminandoporelmuelleysealargóhastalapuntadel

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Peón. La noche estaba serena y despejada. Las estrellas centelleaban en elfirmamento cabrilleando en las aguas tranquilas de la bahía. La jarcia de losbuquessurtosenellasedestacabaconbastanteclaridaddelfondoazulobscuro.Aún no había sonado el grito de «apafogones», y se notaban en ellos algunasluces y algún movimiento. Los marineros, recostados sobre la obra muerta,departían antes de retirarse al camarote.De vez en cuando,mirando hacia ungranvapor inglés anclado en elmedio, gritaba uno: «Allright» exagerando lapronunciación:«allright»,contestabandeunpatache.Elgritoseibarepitiendoentodaslasgoletas,patachesyquechemarines.Eralabromaquegastabanconlos ingleses que allí arribaban. Pero el gran vapor se mantenía silencioso,cabeceandoflemáticamenteconesedespreciotanprofundoquenadiemejorqueunhijodeAlbiónsabeafectar.

En la punta delPeón se tropezaba con tal cual paseante que tomaba el pocofresco que había. Era una de las noches más calurosas de agosto. Gonzalo,atormentadoporelcaloryporlaideadesucomprometidasituación,sepaseabacon el sombrero en lamano.Antes de llegar al términodelmalecón, percibiósobreelsegundoparedónunafiguragigantesca.

—Allíestámitío—sedijo.

Elviejomarinopasabaunagranpartedesuexistenciasobreaquelparedón,eníntimo coloquio con el mar, su antiguo amigo y compañero. Para él no teníasecretoselterribleOcéano,oradurmiesetranquiloensuinmensolechodearena,oradespertasefuriosoescupiendoalcielosusespumas.Podíadarnuevassegurasy anticipadas de sus cóleras, de sus desmayos, de sus sonrisas, de sus másprofundas palpitaciones. El monstruo le abría su seno líquido, como a unconfidenteleal:ledecíacuántoseaburríaensuprisióndegranito,yquéganasleacometían a veces, presenciando las infamias de los hombres, de precipitarsesobre la tierra, y barrer de una vez este asqueroso hormiguero. Y el buencaballerosolíaresponderle,pensandoenelcrimenqueacababadeleer:

—Tienesrazón,camarada;yo,entucaso,esposiblequelohiciera.

Por nada en el mundo dejaría don Melchor de dar sus paseos matutinos,vespertinos y nocturnos por la punta del Peón. En vida de su mujer, cuandoestabaacatarrado,veíaseprecisadoaprescindirdeestasvisitas,yeraloquemásleatormentaba.Ahoraque,pordesgracia,noteníaquienlesujetase,acatarradoytodosalía.

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—Paraloscatarros,nohaynadacomoelairelibredelmar.

Cuandode tardeen tarde se resentíadelestómago,bebíaunpardevasosdesalmuera,yquedabaarreglado.

—Nohaypurgatannatural,taneficazeinofensivacomoelaguadelmar.

Enciertaocasiónadoleciódeunapierna.Dosúlceraslefueroncorroyendolacarne,hastadejardescubiertoelhueso.Losmédicos,nosólodabanporperdidalapierna,sinoquetemíanporsuvida.Desahuciadoya,tuvolaaudaciadehacerque le llevasena laplayay lebañasen.A losnuevebaños, lasúlcerasestabancerradas. Imagínese lo que pensaría después de esto, de la virtud curativa delmar.

Encambio,teníamarcadaojerizaalosríos.Elairedelríoleponíaronco.Lahumedad le daba dolores de reuma. Las nieblas le sofocaban y le poníanasmático. Eso de que el aire fuese en ellos «encallejonado», le inspiraba unaaversiónyundesprecioindecibles.

DonMelchordormíapoco.Selevantabaconestrellas,yencuantoselevantabasubíaalmirador, escrutabaelcieloyelmar,ydespuésdehaber trazadoen lacabeza un estado meteorológico provisional del día, bajaba a fijarlodefinitivamentea lapuntadelPeón.Allíestablecíadeunavezsielvientoeraentabladoosimplevahajillo, si era francamentea la estrella o se inclinaba alcuarto cuadrante; si el semblante estaba calimoso o cerrado; si lamar estabapicada o de leche; cuánto tiempo duraría todo esto; qué viento apuntaría almediodía; si lamar sería gruesa a la tarde o abonanzaría, etc., etc.No podríatomarelchocolatesinohubiesehechotalesobservaciones.

Y,enverdad,queaunqueestoparezcaunamanía,téngolapormenosinsensataqueladelevantarsedelacamaparaescrutarelrostrodelvecino,siestálimpioosucio,alegreoaborrascado,sicomeosiayuna,siduermeosivela,sihuelgaotrabaja,cuántotiempopermaneceencasa,yquérumbotomacuandosale.

Gonzalo subió al segundo paredón con un deseo irresistible de desahogar elpecho,yponerasutíoaltantodeloqueocurría.Yesoquelacondiciónbruscayseveradeéstenoseamoldabamuybienalasconfidenciasamorosas.Perolaocasión era crítica y precisa.DonMelchor, que con el peso de los años solíadoblar un poco el cuerpo hacia adelante, al ver acercarse un hombre a él, seirguió.Porqueeraempeñoelqueteníaenquenadieadvirtiesesudecadenciayle

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diputasenporvaróninexpugnable.

—¿Erestú,Gonzalillo?

—Elmismo,tío.

—¡Milagro!Atitegustamásverrodarlasbolasdemarfilquelasolas.

—No;hoynohejugadoalbillar.Meencuentrotriste,preocupado...yquisierahablarconusteddeunasuntoserio,averquémeaconseja.

DonMelchorlemiróconsorpresa.

—¿Unasuntoserio?

—Sí...Vamosaver,tío:¿ustedsecasaríaconunamujeraquiennoquisiera?

—¡Qué pregunta! El matrimonio a mi edad es un barreno en los fondos,querido.

—¿Perosifuesejoven,secasaría?...

—Jamás.

—Puesbien,tío...YonoquieroaCecilia.

—¿QuenoquieresaCecilia?—exclamóestupefactoelcaballero.

HayqueadvertirquedonMelchorsentíauncariñociego,casiadoraciónporlaprometidadesusobrino.Paraélaquellacriaturaerasagrada.DesdequeGonzalosefijóenellayéllosupo,lahizoobjetodeunaobservaciónpertinazlomismoquesiestuviesereconociendoelcascodeunbuqueantesdearbolarlo.Lahallóbuena,callada,inteligenteyhacendosa,ysintióunaintensaalegríaamargadatansóloporlanoticiadequelosnoviosnoseiríanavivirconél.VisitabapocolacasadeBelinchón,perocuandotropezabaalajovenenlacalle,nuncadejabadepararla,mostrándosetangalanteyexpresivocomojamáslehabíavistonadie.

—¿Quenolaquieres?—repitió.—¿Yporquénolaquieres,zopenco?

—No lo sé. Hice esfuerzos sobrehumanos por cobrarle amor, y no lo heconseguido.

—¿Yahorateacuerdasdeeso?¿Unmesantesdecasarte?Vamos,Gonzalo,a

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tihayquedarteunacarenaenlacabeza.

—Es una atrocidad... lo comprendo... pero yo no puedo resignarme a serdesgraciadotodalavida.

—¡Desgraciado!¿Yllamasdesgracia,grandísimozarramplín,casarteconunajoventanbuenaytanhermosaquenohayotraenSarrióquelelleguealasueladeloszapatos?

Gonzalonopudomenosdesonreir.

—Ceciliaesunabuenamuchacha,dignadecasarseconunhombremejorqueyo...pero,hermosa,tío...

—¡Hermosa,sí,hermosa,majadero!—exclamófuriosoelseñordelasCuevas.—¿Seráscapazdeponertachasaunángel?

El veterano estaba (aunque la afirmación cause asombro) en la edad en quemejor se siente la poesía de la mujer, que es la exquisita sensibilidad, laresignación, la dulzura, el sacrificio y no la efímera disposición de la forma,comojuzgalaimpetuosaydesapoderadajuventud.

—Noriñamosporeso.

—Síreñiremos...NoquieroquevuelvasahablarmedeCeciliadeesemodo...¡Vaya,vaya!

—Bien;puesconfiesoqueCeciliaesunachicamuylinda...pero...

—¿Peroqué?

—Peroyonopuedoquererla...porqueyaquieroaotra.

—¡Qué mil diablos estás diciendo ahí, muchacho!—profirió don Melchorsujetandoporelbrazoasusobrinoysacudiéndole.

—Nopuedoremediarlo, tío.EstoyenamoradohastaelcogotedesuhermanaVentura.

—¿Estásentujuiciooentredosaguas,rapaz?

—Habloenserio...Laquiero,yellamequiere.

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—¿Y crees que con eso está dicho todo?—dijo el anciano cada vez másirritado.—¿Creesqueasísepuedefaltarauncompromisosagrado?¿Creesqueasísepuededejaraunajovenexpuestaa laburladelapoblación?¿Creesquehabrápadresqueautoricensemejanteinfamia?

—Tío—respondióGonzalosuavemente,—antesdeatrevermeadecirleaustedloqueacabadeoir,hanocurridocosasquemeobligabanadarestepaso.MisrelacionesconVenturitasonformales.Sumadrelasconoceylashaautorizado,yaestashorastambiénsupadredebetenernoticiadeellas.

—¿Ylasautorizará?

—Estoysegurodeello.

DonMelchordejóelbrazodesusobrinoqueteníacogido,ysellevólamanoalafrente.Estuvounratolargosinhablar.

Alcabodijoconpalabralentayacentomelancólico:

—Bienestá...Yonadapuedohacerparaevitaresavergüenza...¡porqueesunavergüenza!—añadióconenergía.—Eresmayordeedad,yaunqueno lofueses,enestosasuntosnointenvendríajamás.

—¿Seenfadausted?

—Tampococabeaquíelenfadarse.Losientoúnicamente.Losientoporella,pues he llegado a cobrarla cariño... y lo siento aún más por ti, Gonzalo. Alhombrequefaltaasupalabra,nopuedeayudarleDios...Estabasyaabordodeun barco seguro, de porte, de madera blanca bien sangrada, con los fondosforrados, los árboles recios y el aparejo limpio y sencillo, y lo dejas paraembarcarte en otro más ligero y galán... Buen provecho te haga. Pero ten encuenta,hijo,queelviajeeslargo,lamaranchaybrava;loqueahoraesbonanza,enuninstanteseconvierteenmarejadadeleva;elvientonosiemprefresquito,ycuando arrecia, se pone pesado de veras. Entonces no valen primores en laarboladuranipinturasenlasbandas,sinomadera,muchamadera.Damequillas,ytedarémillas.Depocovalesalirempavesadodelpuertosielcasconopuedecon el aparejo... Ya sabes que Cecilia me gustaba... Siento mucho no poderdecirte lomismodesuhermana...Estonoeshablarcontraella.Ni laconozcobastante, ni a mí me corresponde hacerlo; pero puedo y debo decirte missentimientos,aunquenohagascasodeellos...

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—¡Oh,tío!...

—Nada, nada, querido: cuando a un muchacho le cae sobre la cabeza unsuestazo de éstos, es menester arriar de salto las escotas y dejarle navegar abolina desahogada. Tú estás requemado al parecer... bueno, pues refréscate...Perotenencuentaquenillevasrumboseguro,niobrascomocaballero.

—¡Tío!

—Másclaroqueyo,elagua,querido.Sihas logradovencer laresistenciadelos padres, y si has salvado las dificultades, no lograrás por eso hacer de loblanconegro,noconvertir unamala acciónenbuena...Pica, pica los cablesylargavela.Yosoyviejoya,ytengoesperanzadenovertecorrerlostemporalesquesobretihandecaer...PerosiDiosquisieradarmeesecastigo,sialgúndía,pormispecados, teviese correr apalo secoybebiendoaguapor lasbordas...sentiré,hijomío,notenerfuerzasyaparatirarteuncabo.

Lavozdel anciano sehabíaconmovidoalpronunciar estasúltimaspalabras.Gonzalo sintió apretársele el corazón. Guardaron silencio obstinado un buenrato.AlcabodonMelchordijo:

—¿Vienesacenar,Gonzalito?

—Ahoranotengoapetito,tío;alláiréunpocomástarde.

—Bien,pueshastaahora—pronunciótristementeelseñordelasCuevas.

Y se alejó lentamente en dirección de tierra, perdiéndose a poco entre lassombras.

Gonzalo quedó como estaba, de bruces sobre el pretil del paredón,contemplandoelmarquelobatíasuavemente.Lasolas,despuésdechocarenlapiedra con leve y hueco estampido, retrocedían corriendo sobre las otras, yproducíanrumorsemejantealdeunacortinaquesedespliega.Desusespumasbrotaba la claridad fosforescente acusando la presencia de los millones demillones de seres que allí habitan, con el mismo sosiego que nosotros en latierra, a pesar de su vertiginosamarcha por los espacios. Elmonstruo dormíadebajodelmantoobscurodelanoche,tranquiloyfelizcomounniño,aquiennoagitantristesensueños.Apenassepercibíaelblandosoplodesurespiraciónenlas concavidades de las peñas.Hacia el Poniente alzábase la negra silueta del

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cabodeSanLorenzoqueavanzabamaradentrobuentrecho,yensuextremidadun faromovible desparramaba a intervalos iguales sus luces, ora blancas, oraverdes, ora rojizas. En el firmamento brillaban las estrellas con fulgorextraordinario.Hastalosinnumerablessolesdelavíalácteadejabancaercomonuncasublancaluzsobrelahúmedallanura.Júpiterrelampagueabaenelcielocomo el dios de la noche, rompiendo la obscuridad con sus hermosos rayosanaranjados..

Deprontocambióladecoración.AlláhaciaLevanteelpálidosemicírculodelalunaasomósucuernosuperiorsobrelasaguasdormidas.Unaesteladeluzcorrióvivamente sobre ellas inflamándolas. El lucero divino recogió sus rayos congalantería, ante la luz serena de la diosa que empezó a levantarse lenta ymajestuosamente,eclipsandolosdiamantesdetodostamañosqueentornosuyolucían. Alzábase enmedio de una atmósfera radiante y espléndida, dibujandosobre ella sus graciosos contornos y esparciendo por el ambiente balsámicoinflujo.YelOcéanoquedócil a élvayviene sincesardesdeelprincipiodelmundo,seencendióenpurallama,temblósuvastosenoinflamado,yarrojósusaguas a las peñas de Santa María como enormes capas de mercurio que alretirarsesesobreponíanaotrasysefundíanconellas.

Reinaba silencio sublime, un recogimiento de suavidad inefable en aquellaescenatanviejaytannuevaalavez.LaNaturalezaparecíasuspendersucursoparaescucharlaeternaarmoníadeloscielos.

Lasolasseacariciabanblandamentesinosarinterrumpirconruidososjuegoslaaugustaserenidaddelanoche.

Gonzalo, a pesar de la viva inquietud en que la conversación con su tío ledejara, sintió la fascinacióndeaquelmar,deaquelcielo,deaquella luna,ysuagitaciónsefuétransformandoentristeza.Lasseveraspalabrasdelviejomarinohabíandespertadoalatigazossuconciencia.Renacióconmásfuriaqueanteslaluchaentreelángelyeldemonio.Unavezestuvoaquélapuntodevencer.EljovenimaginópresentarsealdíasiguienteencasadeBelinchón,hablarcondoñaPaulayrogarlaquenodijesenadaaCeciliayapresuraseelmatrimonio.Peroalinstante se le ofreció a lamente la imagen deVenturita, y pensó que le seríaimposibleviviralladodeella,sinpadecerhorriblestormentos.Entonces,comoacaece casi siempre en estas luchas, vino el período de las transacciones.—«Nada,lomejor—sedijo—eshuir,marcharseotravezaFranciaoInglaterra,ynocasarseconunaniconotra.Deestemodonohaytraición.Laheridaque

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causoaCeciliasecicatrizarápronto.Hallaráunmaridoquevalgamásquéyo,ycuando vuelva al cabo de algunos años, probablemente la encontraré feliz yrodeadadehijos...»

Pero... ¡huir deVentura! ¡Huir de aquella imagen radiante de felicidad! ¡Noescucharmássuvozquecausabaenelalmadeliciasincomprensibles!¡Nosentireldulcecontactodesumanofrescaymacizacomounbotónderosa!¡Alejarsedesusojosbrillantesyrisueñosymagnéticos!...¡Oh,no!

Sentíalafrentebañadaensudor.Unamortalcongojaleacometiópensandoenesto, como si ya la decisión estuviese tomada, y para salir de ella tuvo quedecirse:—«Ya veremos, ya veremos... Ahora es muy difícil, casi imposible,volverseatrás...Lamadreyalosabe...DonRosendotambién...yCeciliaaestashorasacaso...»

El ángel aflojó sus brazos, cansados ya, desprendió lasmanos y cayó al finrendido.Sinoconlosdelcuerpo,Gonzalopudoverconlosojosdelespíritusublanca imagen cruzar la atmósfera serena y hundirse en las aguasresplandecientes.

Ylloróacometidodeextrañatristeza.Estaclasedeluchasnuncaseefectúanenelalmahumanasindesgarrarlaporalgúnsitio.Paraalcanzarladichanecesitabapisarelcorazóndeunainocentejoven,violarunjuramento,seruntraidor.Laspalabrasdesutíovibrabanaúnensusoídos:—«AlhombrequefaltaasupalabranopuedeayudarleDios.»Y,enefecto,élseconsiderabaindignodeestaayuda.Un presentimiento cruel, indefinido, de desgracia, de muerte, de tristeza, leatravesóelpecho,yenintensayrápidavisiónobservólafealdaddelavidasinvirtud ni sosiego, como el caballero de la leyenda que, abrazado a una damajovenyhermosa,aloscilarlaluzporlafuerzadelvientolaveíatransformadaenvieja,descarnadayhedionda.

Lasaguasbatíansuavementeelparedónasuspies.Conlosojosclavadosenellas seguíadistraído sumovimientoondulante.Las algas, sujetas al fondo, seagitaban con el vaivén de las olas semejando la cabellera de unmuerto. ¡Québiensedormiríaallíabajo!¡Quépazenaquelfondotransparente!¡Quémágicaluzarriba!Gonzaloescuchóporprimeravezensuvida lavozelocuentede laNaturalezaqueinvitaareposarensusenomaternal,esavozdulcedeirresistibleatractivoquelosdesgraciadosescuchanhastaensueños,yquelesimpulsatantasvecesaacercarelfríocañóndeunapistolaalasien.

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Fuéuninstantenomás.Sufeliztemperamentosanguíneoserebelócontraesellamamiento.Lavida,quehervíaexuberanteensunaturalezadeatleta,rechazóconindignaciónaquelfugazpensamientodemuerte.Unsucesoinsignificante,laaparicióndeunalucecitaverdeenlosconfinesdelhorizonte,bastóparadivertirsuimaginacióndeaquellasideastristes.—«Unbarcoquequiereentrar—sedijo.—¿Quéhoraserá?(Sacóelreloj.)¡Lasdiezymediaya!Sifueseunpocomástemprano,mequedaría.Vamos a ver si aún está esa gente en el café y quierejugarunoschapós.»

Sacó un magnífico cigarro habano de la petaca, lo encendió, y chupándolovoluptuosamente,sefuéacercando,pocoapoco,alcafédelaMarina.

Casi a la misma hora pasaba en casa de Belinchón una escena triste. Todoaquel día, había estado doña Paula en su lecho, quejándose de una fuerteopresiónenelladoizquierdo,queledificultabamuchoelrespirar.Nolegustaballamaralmédico,poresaantipatíainvencibleyaunterrorquetienelaplebealaciencia. En cambio acostumbraba a propinarse cuantos remedios absurdos leaconsejaban las muchas mujerucas que acudían diariamente a su casa parasacarleloscuartosconvilesehiperbólicasadulaciones.Así,quenocesaronlasfriccionesdesebodecarnero,lastazasdehortelana,laenjundiadegallina,etc.,etc.Porfin,adespechodeestaformidable terapéutica, labuenaseñoramejoróbastante al obscurecer: hasta quiso levantarse; pero se lo impidieronCecilia yPablito.Unoyotralahabíanacompañadolargosratossentadosalacabeceradelacama.EnparticularCeciliaapenasseseparómásinstantesquelosnecesariospara preparar las unturas y tisanas. Pablito hacía frecuentes, excursiones a loscorredores, donde, por rara casualidad, tropezaba casi siempre a Nieves y lahacíapagarderechosdepeaje.Aveces,suscarcajadasreprimidasllegabanhastaelcuartodelaenferma,yéstasonreíaconbenevolenciadiciendoaCecilia:

—¡Quélocos!

Sinocurrírsele,porsupuesto,quesuadoradohijopudierahacerotracosaquejugaralescondite.

Según iba quedando libre y desembarazado su pecho, cargábasele la cabezacon el cuidado de comunicar a su hija aquella tan triste noticia que la habíapuesto en cama. No hacía más que dirigirle largas y melancólicas miradas,suspirandoalmismotiempoconseñalesdedolor.Variasveceshabíadicho:

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—Cecilia,oye.

Yotrastantas,arrepentida,lahabíaordenadocualquiermenudencia.

Habíacerradolanoche.Venturitaencendiólalámparaveladora,ydespuéssefué. Pablo, viendo a sumadremejor, y no teniendo ya ocasión de ejercer susderechosseñorialesen lospasillosde lacasa, fuéadarunavueltaporelcafé.Quedaron madre e hija en la alcoba; la primera en la cama, tranquila ya; lasegunda,sentadacercadeella.Despuésderatolargodesilencio,duranteelcuallaseñoradeBelinchóndiómilvueltasensucabezaparahallarunaentradaquelallevasenaturalmentealaconfidenciaqueestabaobligadaahacer.

—¿Hancosidohoymucholaschicas?—preguntó.

—Nosé...Apenasheidoporallá—respondióCecilia.

—Me figuro que, si seguimos trabajando tanto, vamos a concluir demasiadopronto.

—Puedeser.

DoñaPaulanosupocómoproseguir,yguardósilencio.

Alcabodealgunosminutoscogióelhilodenuevo.

—En todo estemes de agosto quedará terminado el equipo...Y yo creo quetardaréisaúnalgunosmesesencasaros.

—¿Algunosmeses?...

—Meparece...CreoqueGonzalonodeseaquelaceremoniaseatanpronto—dijolaseñoraconvoztemblorosa.

—¿Telohadichoél?

—Sí; me lo ha dicho... Digo, no, decírmelo, no... pero lo he adivinado porciertascosas...poralgunaspalabrasindirectas....

Doña Paula estaba aturdida y sofocada. Afortunadamente, Cecilia no podíaobservarbienelcolorencendidodesusmejillas.

—Desearíasaberquépalabrasfueronésas—manifestólajovenconfirmeza.

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—¡No me lo preguntes, hija de mi alma!—exclamó la señora rompiendo asollozar.

Ceciliasepusofuertementepálida,ydejóquesumadrelebesaseconefusiónlamanoqueteníaentrelassuyas.

Repuestadelsusto,preguntó:

—¿Quéhapasado,mamá?...Habla.

—Una cosa horrible, alma mía... ¡Una infamia!... Quisiera morirme en estemomento,paranoverlaruindad,lamaldadquesehaceconunahijamía.

—Tranquilízate, mamá. Estás enferma, y puede hacerte mucho daño estaemoción.

—¡Qué importa!Tedigoquequisieramorirme...Daríacongusto lavidaporquenoquisierasaGonzalo...¿Lequieres,corazónmío,lequieresmucho?

Cecilianocontestó.

—¡Dime,porDios,quenolequieres!

Ceciliasiguiócallada.Alcabodealgunosinstantesdijo,esforzándoseenvanopordarunainflexiónseguraalavoz:

—Gonzalorenunciaacasarseconmigo,¿verdad?

AsuvezdoñaPaulaguardósilencioyocultósurostrollorosoentrelasmanos.

Transcurrieronalgunosinstantes.

—¿Tienealgunaquejademí?

—¡Quéhadetener!¿Quiénpodrátenerquejadeti,micordera?

—Entonces, siesqueyano legustoonomequiere,¿quévamosahacer?...Másvalequemedesengañeatiempo.

—¡Oh!—gritó doña Paula rompiendo de nuevo a sollozar. Bajo la aparenteresignación de su hija adivinaba un dolor profundo, que hacía esfuerzos porocultarse.

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—¡Qué le vamos a hacer, mamá! ¿No vale más que me lo diga ahora quedespuésdecasados?¿Nocomprendeslavidadetormentosquepasaríaunidoaunamujeraquiennoquisiera?...Lapenaquepuedecausarmeenestemomento,porgrandequesea,nopuedecompararsealaquetendríaalsaberquemimaridonomeamaba.Lapenaentoncesseríacadavezmayorhastalamuerte,mientrasqueahorapuededesapareceroporlomenoscalmarse...Acasodespuésqueélsevaya,noviéndoleenmuchotiempoleiréolvidandopocoapoco...

—Es...quenoseva—profirióconfusamentelaseñora.

—Sinoseva,paciencia...Procurarénosalirdecasa,yasínoleveré.

—Esque...¡hijademialma,tudesgraciaesaúnmuchomayor!...Gonzaloestáenamoradodetuhermana.

Ceciliasepusoaúnmáspálida,hastadarenlívida,yguardósilencio.

Sumadrelevolvióabesarlamanoconefusión.Despuéslatrajohaciasíylecubriódebesoselrostro.

—Perdónamequeteestémartirizandodeestemodo...Pormuchoquetúsufras,aunsufroyomás...Ayerporlatarde,tuhermanamelovinoadecir,..Figúrateelsustoyeldolorquehabrérecibido...Miprimerimpulsofuéahogarla,porqueesimposiblequeellanotengalamayorpartedelaculpa...Mediópruebasdequeestaban ya hace tiempo en relaciones, me enseñó cartas... Luego, la falta deGonzaloenestosdías,lohacíatodocreíble.Encuantoestuveconvencidadelatraición,ledijeloqueveníaalcaso,estoes,queyonopodíaconsentirquenadiehicieseburladeunahijamía,yqueGonzalonopondríamáslospiesenestacasaentodasuvida;quetanvillanoytaninfameeraélcomoella...Todoloquesemevinoalaboca.Peroestamañana...estamañanasupeunacosamáshorribletodavía...Supequetuhermanahallegadodondenopuedoniquierodecirte.Nohaymás remedioquecasarlos,ycuantomáspronto...Yasabesporquémehadado esta opresión que por pocomemata, ¡ymás valiera que así fuese!... Lomismotupadrequeyoestamoscogidos,tenemoslosbrazosatados.Sinofueseasí, antes que consentir en ese matrimonio, me harían primero pedazos... Lainfamiaquecontigohausadoesehombre,melohaceaborrecibleyaparatodalavida...¡Sí,sí,paratodalavida!—añadióconacentoiracundo.

Cecilia no respondió. Cruzadas las manos sobre el regazo, y la cabezainclinada sobre el pecho, miraba al suelo con ojos atónitos. Ni el discurso

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entrecortadoyvehementedesumadre,nilossollozosquelesiguieron,lograronhacerlavariardeactitud.Asípermanecióunbuenrato, inmóvilyblancacomounaestatua.

Enaquellosgrandesojosextáticos,temblóalfinunalágrima,creció,vaciló...desprendióse rodando, dejando húmedo surco sobre sus mejillas marchitas, ycayócomounagotadefuegosobresumano,quesedejóquemarsinmoverse.Pocodespués,sehabíaevaporado.UnángellarecogióylallevóaDiosparaquepidiesecuentadeellaaquiencorrespondiese.

X

DELAGLORIOSAAPARICIÓNDE«ELFARODESARRIÓ»ENELESTADIODELAPRENSA.—PRIMEROSFUEGOSDELABATALLADELPENSAMIENTO.

UnanuevayclaraluzamanecíasobreSarrió,despuésdetantastinieblas.Porlamerced y gracia singular de Dios, hallóse la hermosa villa provista, cuandomenos lo pensaba, de un órgano en la prensa, siquiera fuese semanal o«hebdomadario», según decía su ilustre fundador. Graves obstáculos, escollospeligrosos se oponían a la realización de la empresa. Todos supo vencerlos yevitarloslaperseveranciayelgeniodelhombreextraordinarioquelatomaraasu cargo. La primer dificultad vencida fué la del dinero. Se crearon cincuentaacciones de mil reales cada una, para el sostenimiento del periódico, de lascuales los amigos de donRosendo sólo tomaronnueve; donRudesindo cinco,donFelicianodosydonPedroMiranda,apesardesucuantiosarenta,otrasdosnada más. En cuanto a los otros, Alvaro Peña, don Rufo, Navarro, etc., sedisculparonconsufaltaderecursos,ynolesfaltabarazón.Además,poníanenelnegociosu inteligencia,quees loprincipal.Quedósecon lascuarentayunarestantes, don Rosendo. Grandeza singular de ánimo que causó excelenteimpresiónentodos.

Despacháronse emisarios a Lancia en busca de imprenta.No habiendo dadoresultadosusgestiones,elmismofundadorse trasladóa laciudad.Alcabodealgunosdíastuvolafortunadedescubriraunimpresorarruinadohacíaalgunosaños, cuyos tórculos rotos y enmohecidos no había querido comprar nadie y

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yacían cubiertos de polvo en un obscuro sótano. Cuando don Rosendo fué aexaminarlos en compañía de su dueño, no pudo menos de sentir respetuosaemoción. Un raudal de graves y profundas reflexiones se desprendió actocontinuode sumente al contemplarlos:—«Heaquí—sedijo—los instrumentosmáspoderososdelprogresohumanoenvergonzosaholganza,noporculpasuya,sinoporelabandonodeloshombres.¡Cuántailustración,cuántopanespiritualpudieronesparcirenlosañosquellevanarrinconadosysilenciosos!Mientraslabarbarieylaignoranciaimperanenlamayorpartedenuestrascomarcas,ellos,que son los únicos que tienen fuerza para desterrarlas, permanecían aquíinmóviles, faltos de unamano que los empuje y arranque de sus entrañas lossecretosdelacienciaylapolítica.»

Pocofaltóparaquelosbesarayabrazaratiernamente.Elimpresor,hallándoleentanbenévoladisposicióndeánimorespectodeellos,noquisosermenos,ysedeclaró enamorado hasta los huesos de sus instrumentos. Por ningún dineroconsentiría en desprenderse de aquellos antiguos compañeros que le habíanayudado a ganarse el pan (y el vino también, según lo que se decía por elpueblo).Cantósusexcelenciascon tal fuegoyentusiasmo,comosi fueransuspadresysushermanosyaellosdebieraelsoplodevidaqueleanimaba,ehizoademás la importantedeclaracióndeque imprimían, si no tanpronto,mejorymas limpioque todas lasprensasconocidashastaeldía.Deacuerdoconestosextremos, don Rosendo se esforzó, no obstante, en convencerle de que debíaenajenarlossiquieraporquenoseperdiesensusnotabilísimascualidades.Perocuanto más elocuente se mostraba el negociante, más tierno y encariñadoaparecíael impresor.Porúltimo,seconvinoenqueéstenosedesprendiesedeaquellasprendas, tan caras a su corazón, yaqueno teníavalorpara llevarlo acabo,ysetrasladaseconellasaSarrió,dondeseestableceríandefinitivamente.Llevaría consigo algunos cajistas que pudiesen enseñar a otros jóvenes de lavilla,ytodoslosenseresnecesariosparamontarlaimprenta.Folgueras,queasíse llamaba el impresor arruinado, quedaba como dueño y regente de ella.Cobraría por la tirada del nuevo periódico un tanto, mayor dos veces, segúnnuestroscálculos,a loquecobranen lasmejores imprentasdeMadrid.Noeramuchosisetieneencuentaelméritodelostórculosyelacendradoamorquelesprofesaba.

El título fuéunode lospuntos enquemejor semostróelgallardo ingenioeinvención de don Rosendo. Intitulólo El Faro de Sarrió, nombre altamenteexpresivoysonoro,ydealcancesingular,porcuantonootracosaseproponíasu

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fundadorqueesclarecerasupuebloydarleesplendor.SecretamenteencargóaMadridungrabadopara lacabezadelperiódico.Al llegarpocosdíasdespués,causóespasmosdealegría,tantoentrelosaccionistascomoentretodoslosquetuvieronlafortunadeverle.Representabaunpuertodemar,Sarrióalparecer,enlasaltashorasdelanoche,ajuzgarporlasnegrastintasdelcieloyelmar.Alaizquierdaseelevabaunaaltísimamontañaidealquelodominabaenteramente,ysobre ella se veía un caballero que guardaba cierto parecido lejano con donRosendo,dirigiendolosfuegosdeunainmensalinternasobrelavilla.Cercadeélpercibíanselascabezasdeotroscuantospersonajes.Losaccionistascreyerondebuenafequeeransusefigies,yquedaronvivamenteagradecidosaldibujante.

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Fué designado como local para la imprenta un almacén de don Rudesindo,pagándolelarenta,porsupuesto.Alaredacciónsedestinóenelmismolocaluncompartimiento,paralocualhuboqueejecutaralgunasobras.Montósealfinlaimprenta, no sin muchos e impensados gastos. Folgueras, que decía estarprovisto de todo lo necesario, no tenía nada, y fué preciso encargar aMadridfundiciones y piezas que faltaban a la prensa, construir galerines, comprarmesas,etc.,etc.Alfintodoquedóarreglado.DonRosendotrabajaba,comounnegro,ocupándosehastaenlosmásínfimospormenores.Sutalentoorganizadorse reveló en esta ocasión mejor que nunca. Se nombró redactor en jefe aSinforosoSuárez,conunsueldodeveinticincodurosmensuales,yadministradoralhijoprimerodedonRufo.

Faltaba el papel. Se había telegrafiado aMadrid pidiendo una remesa, y noacababade llegar.La impacienciadeBelinchóneragrande.Telegramas ibanyveníanporlosalambreseléctricos.Unas,vecessedecíaqueestabadetenidoenLancia: telegrama a Lancia reclamándolo. Otras, que no había pasado deValladolid: telegrama a Valladolid. Otras, que no había salido de Madrid:telegramaaMadrid.DonRosendo juróenestaocasiónquenoencargaríamáspapelaMadrid,ysíloharíatraerdeBélgica.Masloquefuémotivodedisgustotrocóseenplacerintenso,comosucedesiempre,cuandoalcaboselesparticipóqueunoscuantos fardoshabían llegadoaLancia,yqueallíesperabanelcarroquehabíadetraerlosasudestino.Comoelperiódicoestabayacompuestohacíadías, procedióse inmediatamente a la tirada, que había de ser cuantiosa. DonRosendopretendíaesparcirloprofusamenteporlaprovincia,enviarloatodaslasdeEspaña,yhastadarloaconocerenlasnacionesextranjeras.Tantoaquélcomosussociosasistieronconinterésalactodefuncionarlamáquina.Nosecansarondeadmirarsucomplicadorodaje,lasingularprecisióndesusmovimientos,ylapasmosavelocidadconqueimprimíaelperiódico,puesnobajabandedoscientoslos ejemplares que dejaba enteramente concluídos en una hora. Su ilustrefundador,nopudiendoreprimirelfuegoperiodísticoqueledevoraba,sedespojóapresenciadetodosdelalevita,ysepusoadarconenergíaalmanubriodelarueda-volante, hasta que el sudor brotó en abundancia de su despejada frente.Ejemploseñaladodeentusiasmoyamoralacivilizaciónquenoscomplacemosenreferirparaenseñanzadelasnuevasgeneraciones.

Salióal finElFarodeSarrióengran tamaño,porquesufundadornoqueríaqueseescatimasepapel,ybastantebienimpreso.Laúnicoqueaparecióborroso

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fuéelgrabadodelacabecera,hastaelpuntodequelamayoríadelpúblicoquedóconvencido de que en el individuo que tenía la linterna en lamano, se queríarepresentar un negro en vez de la respetable persona que ya hemos indicado.Contenía un artículo de fondo impreso en letra grande del doce, tituladoNuestros propósitos. Aunque estaba firmado por La Redacción, era debidoúnicamentealaplumadedonRosendo.LospropósitosdelFaro«alaparecerenelestadiodelaprensa»,eranprincipalmentedefender,«altalaadargaycaladalavisera»,losinteresesmoralesymaterialesdeSarrió,combatirlaignorancia«entodas susmanifestaciones» y en las batallas ardientes de la prensa, luchar sindescansoporeltriunfodelasreformasqueelprogresodelostiemposexigía.LaredaccióndelFaro creíaque«habíasonado lahorade romperdefinitivamenteconlasdoctrinasdelpasado».Sarriódeseabaconafánemanciparsedelarutinaydelasideasmezquinas,«romperlosmoldesestrechosenqueyacíaaprisionado»y «entrar de lleno en el dominio de su propia conciencia y de sus derechos».«Hacemosvotos—decíaelarticulista—porquelaaparicióndenuestroperiódicocoincidaconunperíododeactividadmoralymaterial,ypodamosasistiraunadeesastransformacionessocialesqueformanépocaenlosanalesdelospueblos.Si nuestra voz consiguiese despertar a la villa de Sarrió de su largo sueño yestancamiento,ylográsemosverlucirprontolaalboradadeunaeradelaborydeestudio propia del movimiento reformista que aspiramos a iniciar, ése será elmejorgalardónquerecibiránnuestrosesfuerzosysacrificios.»

Ellenguajenopodíasermásnobleypatriótico.Y,comosiempre,lamodestiacorríaalasparejasconlaautoridadylaelocuencia.

«Noabrigamoslapretensión—decía—deserloscaudillosenestagranbatalladel pensamiento que no tardará en iniciarse dentro del recinto de Sarrió. Sóloaspiramosalucharcomoobscurossoldados,yquesenosconcedaunpuestoenla vanguardia. Allí pelearemos como buenos; y si al fin caemos vencidos, loharemosenvueltosenlasagradabanderadelprogreso.»

Estaalegoríamilitar,causóexcelenteimpresiónentrelosvecinos,ycontribuyónopocoalaentusiastaacogidaqueelperiódicoobtuvo.Finalmente,elartículoera tan elegante en las palabras, tan lleno de graves sentencias, el estilo tanconcertado, que el público no tuvo a quién atribuírselo dignamente, sino a sugloriosodirector.

Yasíeralaverdad.

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Insertabadespuéselperiódicoun largoartículodeSinforoso, sobre lamujer.Erandoscolumnascerradasdeprosapoética,engalanadacontodaslasfloresdela retórica, en que se cantaba la dulce influencia de esta mitad del génerohumano.Asegurabaentérminoscalurosos,quelacivilizaciónnoexistesinoenel matrimonio. El amor conyugal es su única base. Todo es santo, todo eshermoso, todo es feliz en el lazo íntimo que une a dos jóvenes esposos. Estainvitación al matrimonio, aunque dirigida al bello sexo en general, iba enparticular, según la opinión pública, a cierta bella estanquera de la calle deCaborana, cuya amor pretendía Sinforoso hacía algunos años sin resultado.Elpúblico creía también que la joven concluiría por aceptarla, tanto por lostérminospoéticosenqueibaexpuesta,comoporlosquinientosrealesmensualesquehabíacomenzadoadevengarelinvitador.

Veníadespuésotrodelmaestrodelavilla,donJerónimodelaFuente,queerauna seria yviolenta impugnaciónde las tres famosas leyesdeKepler sobre lamecánicaceleste.

Graciasalanteojoqueteníaenelbalcóndesucasa,donJerónimohabíahechouna serie de prodigiosos descubrimientos, que daban al traste con todos losconocimientos existentes en astronomía. No es maravilla que el dignísimoprofesordeprimerasletras,poseídodelegítimoorgullo,exclamasealfinaldesuartículo:«¡Bajen,pues,delpedestalenquelaignoranciadeloshombresloshacolocado esos colosos, portaestandartes de una falsa ciencia: Kepler, Newton,Laplace, Galileo. Todos sus cálculos se han deshecho como el humo, y susmagníficossistemassonhojassecasque,desprendidasdelárboldelaciencia,notardaránenpudrirse!»

InsertábansetambiénunosversosdePeriquito,elhijodedonPedroMiranda,enqueledecíaaciertamisteriosaG.,que«éleraungusano;ellaunaestrella»;«éluna rama;elárbolella»;«ellauna rosa; laorugaél»;«ellauna luz;élunasombra»;«ellalanieve;elfangoél,etc.,etc.»

HabíamotivosparasospecharqueaquellaG...eraciertaGumersinda,esposadeuncomerciantedeharinas,mujernotableporlaabundanciadecarnes,quelahacían caminar con dificultad. Periquito amaba a las casadas y a las gordas.Cuando estas dos preciosas cualidades se reunían dichosamente en un ser, supasión no tenía límites. Y tal era el caso presente. No hay que pensar, sinembargo,quenuestro joveneraunanimaldañino.LosmaridospodíandormirtranquilosenSarrió.Periquitopasabalavidaenamorado,cuándodeuna,cuándo

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de otra señora, pero sin acercarse jamás ni osar siquiera enviarle un billeteamoroso. Tales procedimientos no entraban en su método, el cual consistíaprincipalmenteenfascinarlaspor lamirada.Paraesto,dondequieraque topabaconellas, fuese en la iglesiao en el teatro, procuraba, loprimero, colocarse aconveniente distancia. Una voz tomada la posición, dirigía en línea recta losefluviosmagnéticosdesusojoshaciaelsujetopasivodelexperimento,quedevezencuandolevantabahaciaéllossuyosconexpresióndeasombro.Muchasveceslashonradasesposas,noconsiderándosedignasdetansingularadoración,se miraban a todas partes, y preguntaban a los que estaban a su lado si porcasualidadteníanalgúntizneenlacara,ollevabanenredadoenelpelocualquierhilacho. Periquito era incansable, y tomaba estos asuntos con la seriedad quemerecían.Avecesacaecíapasarseunahoraymássinapartarunpuntolavistadel sitio. Y a veces acaecía también que, transcurrida esta hora, cuando yapensabaelenamoradomanceboquesualmasehabíafiltradoporlosporosdelaobesadama,yseapoderabadetodassusfacultadesysentidos,decíaéstaporlobajoasuscompañeras:

—¡Jesús,estemicodedonPedro,quémirónes!

¡Cuánajenoestabaelpoetadequelaestrelladesussueñoslehacíadescenderdeunmodotanodiosoenlaescalazoológica!

ElFarodeSarrió fuéparanuestro amartelado jovenunmedio admirablededarformaalasvagasfantasías,inquietudes,ardoresytristezasquealacontinualoagitaban,ydeclararsesucesivamenteconacrósticosmisteriosose inicialesatodaslasbeldadesmásomenosmacizasqueostentabansusamablescurvasporlascallesdelaflorecientevilla.

Venían por fin las gacetillas con su correspondiente título cada una, dondebrillabaelingenio,tantodeSinforoso,comodetodoslosquecolaborabanenElFaro.Unasetitulaba:Apasear,sarrienses.Elgacetilleroafirmabaenella,conestilo sencillo y elegante, que el tiempo estaba delicioso, y que nada mejorpodíanhacerloshabitantesdeSarrióenlashorasdelatarde,quedarunpaseoporlasamenasyfrondosascercaníasdelapoblación.Otra:¡SeñorAlcalde,porDios!SeexcitabaadonRoqueparaqueobligaseaponercanalonesenalgunascasas.

Posteriormente, esta seccióndejóel títulodeGacetilla que llevaba por el deNovelas a la mano, que le puso don Rosendo a imitación de las célebres

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NouvellesalamaindelFígaro.

Cerrabaelperiódicounacharadaenverso,que,sinorecordarnosmal,era lapalabraavellana.

ElfolletínestabaacargodedonRufo,quehacíaañoymedioqueestudiabaelfrancés sin maestro, por el método Ollendorf. Se resolvió a traducir, para elperiódico,LosmisteriosdeParís,obraenseistomos.ExcusadoesdecirqueElFarodeSarrió,apesardeviviralgunosaños,nuncapudollegaraltomotercero.DonRufoeraun traductornotable.Sialgúndefectopodíaponérsele,eraeldeajustarsedemasiadamentealoriginal.Undíaseaventuróadecirque«lacondesahabíaechadomanoalbotóndesusecretario».Estadeclaraciónlevantótangranpolvareda entre la gente ignorante, que donRufo, justamente irritado, dejó latraducción del folletín. Se le encomendó a un piloto que había hechomuchosañoslacarreradeBayona.

Eléxitodelnúmeroprimero,comoeradeesperar,fuéprodigioso.ElartículodeSinforoso,lasabiadisertacióndedonJerónimodelaFuente,lasgacetillasyhastalosversosdePeriquito,todofuéleídoyjustamentecelebrado.Peroloquepreferentementellamólaatencióndelaspersonasseriasycausóenellashondaimpresión,fuéelartículodedonRosendoNuestrospropósitos.Aquel lenguajeperiodístico tan animado y fogoso, aquellos tan nobles pensamientos, elentusiasmo por los intereses de Sarrió, la franqueza y la modestia que en élresplandecían, llenó de júbilo los corazones y les hizo presentir una era deprosperidad y bienandanza. Por la noche, la orquesta, dirigida por el señorAnselmo con su gran llave lustrosa, dió serenata a la redacción. Iluminóse lafachada de la imprenta con farolillos venecianos. Las bellas y regocijadasartesanasdeSarrió,cogieron,comosiempre,laocasiónporlospelosparabailarhabaneras y mazurcas sobre los duros guijarros de la calle. Los dignosindividuos que con la lengua de metal rendían tributo de admiración yentusiasmoalosredactoresdelFaro,fueronobsequiadosporéstosconvinodeRuedaycigarros.Laalegría rebosabade todos lospechosy sedesbordabaenabrazostanfuertescomoespontáneos.DonRosendoabrazabaaNavarro,AlvaroPeñaadonRudesindo,donRufoaSinforoso,ydonPedroMirandaalimpresorFolgueras.Losmúsicosseabrazabanentresí,ytodosycadaunoasuperitísimodirector el señorAnselmo. Fuera de la imprenta, y para conmemorar tambiénaquel día glorioso, Pablito abrazaba a la blonda Nieves, aprovechando laobscuridad de un portal; y varios otros mancebos, siguiendo su ejemplo,

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distribuían igualmente abrazos conmemorativos entre las alegres mozasaborígenes.

Lo único que turbó por un instante aquel general contento, fué la singulartristezaqueseapoderódeFolguerasencuantotuvoalgunoslitrosdevinoenelcuerpo.El recuerdodeLancia, supueblonatal, se leofreciósúbitoalespíritu,dejándoleenunestadodetribulacióndifícildeexplicar.Enelmomentoenquelaalgazaraycontentoalcanzabansugradomáximo,llamóaparteadonRosendoycon lágrimasen losojos, lemanifestóque lavidafueradesupatriaadoradaeraparaélunfardoinsoportable.Lamuerte,antesqueperderdevistalahumildecasa que albergó su cuna, y las calles que tantas veces recorrieron sus piesinfantiles. Aquella misma semana, si Dios quería, contaba dejar a Sarrió ytrasladarsedenuevoconsusbártulosaLancia.

AlrecibirdesopetónestanoticiadonRosendosepusopálido.

—Pero,hombredeDios,¿yelnúmeropróximodelFaro?

—Don Rosendo, bien puede dispensarme... Usted es un caballero... Uncaballerosabeapreciar lossentimientosdeotrocaballero...Lapatriaantesquetodo...GuzmánelBuenoarrojóelpuñalporencimadelamurallaparamatarasuhijo...Demasiadolosabeusted.¿Eh?...¿Quéhaydeeso?...Riegomurióenun cadalso. ¿Eh?... ¿Qué hay de eso? Si yo fuera de la Inclusa o no tuviesecariñoa lacamisaque traigopuesta,nonecesitabadecirmenada.Toda lavidame tendría usted como un perro dándole a la rueda... Pero los sentimientosahoganalhombre...Elhombrevive,elhombretrabaja,elhombretienealgunasveces un rato de expansión...Y porque beba un vaso, o dos... ¡o tres! ¿ha deolvidarlapatria?....¿Eh?¿Quéhaydeeso?

DonRosendollamóadonRudesindoensuauxilio.Entrolosdostratarondedisuadirle con poderosas razones. La más poderosa de todas fué una nuevabotella de vino de Rueda. Después de haberla introducido en el cuerpo, lossentimientospatrióticosdeFolguerassedebilitaronvisiblemente.Actocontinuopidióotrabotella,labebió,vomitó,ysedurmió.

Pensamientos de gloria, vagos deseos de inmortalidad agitaron lamente delilustrefundadordeElFarodeSarrióaltiempodemeterseenlacama.Despuésdeapagar la luz,auncontinuaronturbándole,hastaqueafuerzadedarvueltaslograron cuajarse o adquirir forma. Don Rosendo pensó con emoción en la

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posibilidad de que a su muerte la villa, agradecida perpetuase su memoriacolocandounalápidaconsunombreenlasCasasConsistoriales.Homenajedegratitud de la villa de Sarrió a su esclarecido hijo don Rosendo Belinchón,infatigable campeón de sus adelantos morales y materiales. No era fácilconciliarelsueñorodeadodeestasbrillantesimágenes.Sinembargo,alcabosedurmió con la sonrisa en los labios. Un ángel progresista que el Eterno tieneaparejado para estos casos, batió las alas toda la noche sobre su frente,inspirándoleensueñosfelices.

Alamañanasiguienteseencontróen lamejordisposicióndeespírituenquehombrealgunopuedehallarsedespuésdecoronadossusesfuerzosporunéxitolisonjero. Vistióse canturreando trozos de zarzuela. Tomó chocolate con lafamilia,dióunvistazoa losperiódicosnacionalesyextranjeros,y sin tallarelpaquetedepalillosacostumbrado,lanzósealacalleacerciorarsedelefectorealque el primer número del Faro había producido. En la tienda de Graells lerecibieron con regocijo, le felicitaronpor su artículo (que élmodestamentenoqueríaatribuirse)yhablaronlargoytendidodelperiódico.Loquemásexcitabaelentusiasmodelosbuenostertulianos,eralaconsoladoraconsideracióndequeNieva aun no había llegado ni llegaría en mucho tiempo a tal grado deperfeccionamiento. Y don Rosendo, un poco recalentado por los elogios,prometióemprendercampañasactivasenfavordetodoloqueseledemandaba.Unopedía que se hablara del barranco de la calle deAtrás, otro pedía que secolocase un farol cerca de su casa, otro que se le tirasen algunas pildoras alrematantedelasbebidas,otroquelosserenosnocantasenlahoraporqueestoleturbabaelsueño,etc.DonRosendoasentía,fruncíalascejas,extendíalamanoabierta en signodeprotección.El,periódico loarreglaría todo. ¡Aydelque serebelaracontralasreclamacionesdelaprensa!

En el estanquillo de doña Rafaela, de la calle de San Florencio, donde sereunían algunas honradas matronas de la vecindad con las cuales gustabaconversaralgúnrato,entregadoalospalillos,tambiénlehablarondelFaro.Allíse fijaban preferentemente en el folletín. Don Rosendo anunció que el delnúmeropróximoeramuchomás interesante,y se fué.Enuncorrodemarinosquehabíaenelmuellelefelicitaronconrudoentusiasmoyleinsinuaronlaideadequeladársenaestabamuysuciayeramenesterdragarla.Sedragaría:¡vayasisedragaría!DonRosendosealejógravementeposeídodesuomnipotencia.Yalver rodar a lo lejos las olas grandes y encrespadas, se preguntó si no seríaoportunodirigirlesunaexcitaciónpormediodelaprensaparaquemoderasensu

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impertinenteagitación.

Comosellegaseyalahoradecomer,diólavueltahaciacasameditandoenlagraveresponsabilidadenqueincurriríaanteDiosyloshombressi,teniendoensus manos aquel poder soberano, no lo emplease en la prosperidad yengrandecimientodesupueblonatal.AlllegaralaRúaNueva,seencontróenlaacera con Gabino Maza. El bilioso ex oficial le saludó muy finamente, lepreguntóportodasufamilia,ysefuéenterandoconamabilidaddelasaluddecadaunodesusmiembros.Despuéslehablódeltiempo,delaposibilidaddequeaquelnordestevivose trocaseprontoenvendavalcerrado,ynopudiesensalirlosbarcosdelacarreradeAmérica;sequejóenseguidadelpolvoquehabíaenloscaminos,locualleimpedíapasear;seenteródelpreciodelbacalaoydelasnoticiasquehabíade lapescaenTerranova.DonRosendoesperaba,comoeranatural,quelehablasedelperiódico.Nada:Mazanohizolamenoralusiónaél.Estocomenzóadesconcertarleyahacerviolentasusituación.Laconversacióngirabadeunpuntoaotrosintocarennadaqueserelacionaseconlaprensa.AlfindonRosendo,algoacortadoyenseñandotodalapastadesusdientes,ledijo:

—¿NoharecibidoustedElFaro?Seloheenviadodelosprimeros.

—Phs... creo que ayer lo han traído a casa; pero aún no lo he abierto—respondióMazaconafectadaindiferencia.—Vaya,donRosendo,¿gustausteddecomerconmigo?...-Pueshastalavista.

DonRosendoquedóuninstanteclavadoalsuelocomosileechasenunjarrodeagua fría.La sangre se agolpó con furia a su rostro, y emprendiódenuevo lamarcha, vacilante, hacia casa. Como estaba tan desprevenido, aquel despreciofuéunapuñaladaquelellegóalomásvivo.Despuésquecesóelaturdimiento,leacometióuna ira inconcebiblecontraaquel... (nosecontentabacon llamarlemenos de malvado y miserable). Llegó a casa en un estado de agitacióndeplorable. Aunque se sentó a la mesa, haciendo esfuerzos por calmarse, elestómago, repentinamente turbado, no quería admitir los alimentos. Estuvotaciturno y silencioso durante la comida. De vez en cuando sus labios secontraíanconsonrisasarcásticaymurmurabaun¡villano!

—¿Qué tienes, Rosendo?—se atrevió al fin a preguntarle su esposa, que yaestabainquieta.

—Nada, Paulina; que la envidia produce grandes estragos en el mundo—se

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limitóacontestarconamargura.

Unavezvertidaestaprofundasentencia,quedóenunestadoderelativoreposo.Setendióenunabutacaapensar,ytranscurridamediahorasaliódecasaotravezendirecciónalSaloncillo.AlentrarenelcaféoyólavozdeGabinoMazaquegritaba como siempre allá arriba. Se le figuró percibir desde la escalera quehablabadelperiódicoyquelocalificabade«solemnepayasada».Elcorazónledióunvuelcoyentróenlasalaagitadoytriste.AlverleMaza,quegesticulabaenmediodeungrupo,secalló,púsoseelsombreroconademánhoscoyfuéasentarse en el diván.Los que le escuchaban, don JaimeMarín,Delaunay, donLorenzo y don Feliciano Gómez, le saludaron con cierto embarazo y comoavergonzados, lo cual confirmó su sospecha. Disimuló cuanto pudo, yesforzándoseenponercaraalegre,comenzóahablardelasnoticiasquecorrían.Laconversacióntomóelrumbodetodoslosdías;laconfianza,volvióareinar.Mas el ingeniero Delaunay, personaje tan listo como malévolo, sacó laconversacióndelperiódico,preguntandoasufundadorconrisilla irónicaenelespañolchapurradoqueusaba:

—¿Quétrabajitospreparaustedparaelpróximonúmero,donRosendo?

—Yalosveráustedcuandosalgan—respondiósecamenteéste,queadivinólaburlaescondidadetrásdelapregunta.

—Aquí,endonFeliciano—prosiguióelingenieroconlamismasonrisa—tieneustedundefensoracérrimo.

—Simedefiendeesquealguienmehaatacado—respondiódonRosendoconmássequedadaún.

Nadie pronunció una palabra. El silencio se prolongó bastante tiempo, hastaque lo rompió el mismo Belinchón haciendo una pregunta indiferente a donJaime,conlocuallaconversaciónvolvióaanimarse.Peronosehabíaconjuradoel choque sinomomentáneamente.Lapelota estaba enel tejadoyno tardóencaer.MazateníavehementesdeseosdedeciradonRosendoquelodelperiódicoera«unamamarrachada».EstenolasteníamenosvivasdedecirleaMazaqueeraun envidioso.Y en efecto, a la primeraocasiónque se presentó, ambos lacogieronpor los pelos para comunicarse estas gratas noticias.La disputa durómás de dos horas. Maza procuraba reprimirse porque don Rosendo era uncaballerodemás edady ledebíaquincemil reales.El fundadordelFaro,por

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razones de prudencia, tampoco se atrevía a soltar enteramente la lengua. Sinembargo,alcabo,enmejoresopeorestérminos,todosedijoparaedificacióndelosnotables,quesedividieronenfavoryenprodeloscontendientes.HayqueconfesarquedepartedeMazasepusieronlosmenos.Losindianos,indiferentescomosiempreaestaspeleas,seasomabandevezencuandoalapuertadelbillarcon el taco en la mano, para escuchar las razones de los contendientes, eilustrarse.Paraellosaquellasdiscusioneseranmuyprovechosas.Lesenseñabanunaporcióndetérminosyfrasesquenoconocían,yseponíanaltanto,aunquefuese de un modo superficial, de ciertos problemas de la vida, enteramentecerradosparaellos... ¡Lástimaque laaficiónalbillar les impidieseescucharlassiempre!

ElestadodeagitaciónydecóleraenquesaliódonRosendodelSaloncillo,nopuede ponderarse. Su gran carácter elevado y magnánimo, fué herido de unmodo cruel por la ingratitud y la bajeza de aquellos falsos amigos. ¡Horribletormentodebede servivirymorir en laobscuridadcuando sehanacidoparabrillarenlacúspidedelasociedadhumana,yconsumirlasfuerzasrecibidasdelcieloenelvacíoylainacción!¡Másfierodolortodavíaesverdespreciadoslosmásnoblestrabajosdelespíritu,losesfuerzosgenerososporeltriunfodelbienyla verdad! Tal fué el caso de Sócrates, Colón,Galileo,GiordanoBruno, y taltambién el de nuestro héroe. La primeramordedura de la envidia le causó eldoloragudoquedebieronsentirestosgrandesbienhechoresdelgénerohumano.Su espíritu vaciló. Fué un instante nadamás, un desmayo pasajero que sirvióparaacreditarmejoreltempleadmirabledesualma.

Sinembargo,aquellanochenopudocenar.Tardómuchotiempoenconciliarelsueño. ¡A cuántas tristes consideraciones se presta este caso! Mientras laturbamultadelossarriensesdesprovistosdeingenio,deilustraciónydeánimo,dormíaapiernasuelta,aquelhombrebeneméritoserevolcabaensucamacomoenlechodeespinas,sinlograrlascariciasdelsueñoreparador.

A la mañana siguiente se levantó un poco pálido y ojeroso, pero firme yresueltoaproseguirsuobraderegeneración,adespechodetodoslosobstáculosmoralesymaterialesquesurgiesenensucamino.Aquellanochedeinsomnio,envezdeenflaquecersuánimoydespegarledesuempresa,leconfirmóenella,ledió alientos para llevarla a feliz remate. El fuego consume y hace pavesas lapaja;aloroloacendra.

Ocupóse,pues, conbrío en trazar el plandel segundonúmeroquehabríade

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aparecer el jueves próximo. Y como siempre acontece, el éxito feliz trajoconsigolavoluntaddeayudarle.Muchosfueronlostrabajosqueseleofrecieronparaelsegundonúmero;maslamayorpartenoerandepaso.Lafaltadeespacioobligóle también a rechazar algunos que lo eran. Con esto hubo algunasmurmuracionesydesabrimientos.Segundoescolloconquetropezósupatrióticaempresa.

Peroalpublicarseelquintonúmerosurgióotrodemayorcuentaqueprodujoenelpueblohondasensaciónyarrastróconsigofuertestorbellinos.SucedióqueAlvaro Peña, firmemente convencido, como ya sabemos, de que todos losdoloreseimperfeccionesquepadecemosloshumanosdependenexclusivamentedelapreponderanciadelclero,propúsoseaprovecharelarmadelperiódicoparaemprender contra él una activa campaña. Y para comenzar lanzó, a guisa deguerrilleros,unascuantasgacetillas.PreguntabaporlosfondosdeciertacofradíadelRosario,quenoparecían,hablabaentérminosirrespetuososdelasHijasdeMaría,ydecíachuscadasapropósitodelanovena,delasconfesionesydelosescapularios conque se adornaban las jóvenesbeatasde lavilla.Pero aquienibanparticularmentedirigidos los tiroseraadonBenigno, el tenientepárroco,director de las conciencias femeninas de Sarrió, y caudillo de todos aquelloscombateslibradoscontraelpecado.Elpárrocoeraunhombreapático,viejoya,que pasaba la vida en una casita de campo que poseía cerca de la población,dejando de buen grado a su teniente el cuidado del rebaño místico. Y donBenignocumplía sucometidocomopastorvigilanteycelosísimo, rondandoelrebaño noche y día, para que el lobo no le arrebatase las ovejas, y criandoalgunasconesmeroya lamanoparaofrecerlasalesposobíblico.Nadapuedeigualarse al ardor con que don Benigno procuraba esposas al Altísimo. Encuantounajovensearrodillabaasuspiesparaconfesarse,secreíaenelcasodeinsinuarlequeelmundoestabacorrompido,quenohabíapordóndecogerle,elcondenarse facilísimo, el amor terrenaluna inmundicia, losmismosafectosdehija y de hermana despreciables, el tiempo para merecer la salvación muylimitado. En su consecuencia lo mejor, abandonar este mundo terrenal (donBenigno era muy aficionado a este adjetivo), y correr a entregarse a Jesús,penetrar en la gruta deleitosa de que habla San Juan de la Cruz, y dejar allíolvidadosucuidado.Conocíaélun rinconcito feliz,unverdaderopedacitodelcielo,dondesegozabananticipadamentelasdeliciasqueDiostienereservadasasussiervas.ElrinconcitoeraunconventodeCarmelitasqueacababadefundarseenlasafuerasdelavilla,ydelcualeraeltenientegrandeydecididoprotector.

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Por cierto que esto tenía un poco desabrido a don Segis, el capellán de lasAgustinas, aunque no osabamanifestarlo, porque no le convenía ponersemalconsucompañero.

La insinuaciónproducíaefectounasveces,otrasno.Rara ladejabacaerdonBenigno en los oídos de una vieja. Quizá porque calculase que a Jesús legustabanmásdosdequincequeunadetreinta,oporquelashallasemásreaciasy desconfiadas que las niñas.De todosmodos, aquella cacería espiritual teníaepisodiosinteresantes.Enciertaocasióneltenientefuévíctimadelaagresióndeunjovenaquienhabíaarrancadosuhermanaparaelconvento.Enotra,despuésdehaberbuscadodoteparaunamuchachayhaberlaprovistoderopa,lafuturade Cristo se escapó de la noche a la mañana con un oficial de sastre. DonBenignoacostumbrabaaconducirélmismolasesposasalamoradadelEsposo.Cuandohabíadificultadesquevencerporpartedelafamilia,seportabaconlahabilidadylaosadíadeunconsumadoseductor.Organizabayllevabaacaboelrapto de la virgen con una astucia que para sí la quisieran muchos tenoriosmundanos.

De esto sacó pretexto Alvaro Peña para hablar en una gacetilla de ciertosacerdote aficionado a «cazar palomas». Ahora bien; como ya conocemos laaficióndedonBenignoalacríadepichones,lagacetillaibadirectamenteaélyconunaintencióndiabólica.Loslectoresasílocomprendieron.Secomentóyriónopocoeldañinosuelto.

Alversedeaquelmodoenridículo,elexcusador,queteníauntemperamentosusceptibleybilioso,comotodoslosartistas,seenfurecióterriblemente.

—¿HaleídoustedelpapeluchodedonRosendo?—preguntópor lanocheencasa de laMorana a don Segis. Es de advertir que desde la primera gacetillairreligiosadonBenignonovolvióallamardeotromodoalFarodeSarrió.

—Sí,loheleídoestamañanaencasadeGraells.

—¿Yquélepareceausteddeaquellaindignidad?

—¿Cuál?—preguntóconsosiegoelcapellán.

—Hombre,¿nohaleídoustedlasinfamiasquedicendemí?

DonSegis levantó el vaso a la altura de los ojos, examinó detenidamente el

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dorado líquido, lo acercó a los labios y bebió con pausa. Después de toser ydesgarrar un poco, y limpiarse la boca con un pañuelo de hierbas, dijogravemente:

—Phs...laintenciónnoesbuenaquedigamos...Perovalemástomarlascosasconcalma.Nadaseadelantaconalterarse.

Elteniente,queesperabaquedonSegisparticipasedesuindignación,recibióun nuevo golpe, y calló, devorando su enojo. En esta ocasión fué cuando semanifestó la sorda enemiga del capellán de las Agustinas por la injustificadapreferenciaquedonBenignootorgabaalconventonaciente.EltenientesevolvióentonceshaciaelseñorAnselmoydonJuanelSalado.Estostuvieronlaatencióndemanifestarsedisgustadosporlagacetilla,aunquesinhacertampocoextremos.Ya sabemos que esto no se acordaba con la naturaleza de aquella templada ypatriarcalreunión.

Pero al jueves siguiente,AlvaroPeñadejabadescansar a donBenignoy«semetía»conelcapellándelasmonjas,publicandodeélunasemblanzaenverso,enquesehacíamuygraciosamencióndelmatrimoniodelascopasdeginebracon los vasos de vino blanco. Le tocó entonces enfurecerse a don Segis, ytomarloconcalmaadonBenigno.Masel sosiegodeésteeraaparente,y sóloparavengarsedeldedonSegis.En realidad, suheridamanabasangre todavía.Así,quenotardóenrealizarselaconciliación,poniéndoseambosconinusitadoardor a quitar el pellejo a todos y a cada uno de los que escribían en el«papelucho de don Rosendo», principiando por éste, su ilustre fundador, yconcluyendoporeldueñodelaimprenta.Noselesocultabaqueelautordelaschufletas era Alvaro Peña. Pero como siempre habían tenido a éste por undesalmadomasón, capazdebeberse la sangre todadel clerodeSarrió, por norepetirse, le dejaron pronto para cebarse principalmente en Sinforoso. Lasrazones que tenían para ello, eran que éste había sido seminarista; porconsiguiente,untraidor.Luegoprocedíadelamismacepa,porquesupadreeracarlistaysuabuelolohabíasidotambién.Ademáspodíadispensarsehastaciertopunto que donRosendoBelinchón, donRudesindo,Alvaro Peña y donRufo,todos hombres que significaban algo en la villa, se despachasen a su gusto...¡peroaquelpetate!...¡aquelhambrón!

Excitado por lamurmuración, donBenigno bebió algunos vasosmás de losacostumbrados, y el capellán no quiso quedarse atrás. Cuando los tertuliossalieron de la tienda formando la clásica cadena, don Segis advirtió con

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satisfacciónquelapiernaentumecidalepesabamenos,yse lohizoobservaradon Benigno, que le dió por ello la enhorabuena. Luego, cuando a los pocospasossedesprendierontodosparadesalojarelácidoúricodesucuerpofrentealastapiasdelasAgustinas,elmismodonSegismanifestóenvozaltaqueaquellanocheno teníadeseosde irsea lacama,y lesacompañaría.Masel teniente ledijoaloídoquedeseabahablarconélensecreto,yambossequedarondelantedelconvento.

—AmigodonSegis,¿quélepareceausteddeiralimpiarlosmocosalhijodelPerinolo?

—¡Grave!¡grave!¡grave!—murmuródonSegis.

—Sipudiéramosdarleunasopimpa,sinescándalo,seentiende...

—¡Grave!¡grave!

—Alasonceuonceymediasaledelcafé.Podemosesperarleporallícercayalumbrarlealgunoscoscorrones.

—¡Grave!¡grave!¡grave!

—¿Esustedunhombreonoloes,donSegis?

La pregunta, aunque inocente, causa honda perturbación en el espíritu delcapellán, a juzgarpor la serie demuecasy ademanesdescompuestos a que seentregaantesdepronunciarunapalabra.

—¿Quién?¿Yo?...¡Parecementiraqueunamigoyuncompañeromedigacosasemejante!

Y dió la vuelta muy conmovido y se llevó el pañuelo a los ojos, de dondebrotabanalgunaslágrimas.

—Puesloshombresseportancomohombres.Vamosacastigarlainsolenciadeesepelgar.

—¡Vamos!—profirióconfirmezaelcapellán,echandoaandarendirecciónasucasa.

—Porahíno,donSegis.

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—Pordondeustedquiera.

Losdosclérigossecogierondelbrazoyempezaronacaminar,nosinciertasvacilacionesexplicables,endirecciónalcafédelaMarina.Noserádemásdecirqueambosvestíandeseglarpor lasnoches,consendas levitasnegrasde largofaldónymangaapretada,botasdecampanayenormessombrerosdefelpa.

Unbuencuartodehorainvirtieronantesdellegaralascercaníasdelcafé.Unavez allí, ofuscados por las luces como cándidas mariposas, quisieron caer, yretrocedieron.

—Lomejorseráesperarlehaciasucasa.Aquíhaytodavíamuchagente—dijodonBenigno.

Don Segis se mostró humilde también esta vez, siguiendo el impulso de sucompañero.

EnlacalledeCaborana,esquinaaladelAzúcar,quelaponeencomunicacióncon la Rúa Nueva, se situaron ambos como punto estratégico por donde elenemigohabíadepasar,dadoquesucasaestabasituadaal finalde lacalledeCaborana. Los dos clérigos tenían la firme voluntad de los navarros en eldesfiladerodeRoncesvalles.Asíquesoportaronconheroicaimpavidez,durantemediahoradeespera,lalluviamenudaqueestabacayendo,sinqueeltemordelreumatismoniotraconsideracióntemporalleshiciesemoverseunapulgadadelpuestoqueocupaban.

Alfin,descuidadoysatisfecho,despuésdehabersostenidolargayacaloradadiscusiónenelcafé,seretirabaelredactorenjefedelFarohaciasucasa,cuandoinopinadamentelesalealencuentroelirritableteniente,quelediceconsuvozchillona:

—Oiga usted, mocito, ¿quiere usted repetirme ahora las insolencias que hadichoenelpapeluchodedonRosendo?Tendríamuchogustoenello.

Lasorpresa,elacentosarcásticoyamenazadordelclérigo,ylavistadelbultodedonSegis,quepermanecíaaalgunospasos,inmóvil,comofuerzadereserva,infundieron tal pavor en Sinforoso, que en algún tiempo no pudo articularpalabra.Sólocuandoeltenienteavanzóhaciaélunpaso,logródecir:

—Tranquilíceseusted,donBenigno.Yonolehenombradoausted.

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—¡Hola!—exclamóelclérigoconsonrisaferoz,—parecequeyanocantas,tanalto... ¿Qué tiene el gallo que no canta? ¿Qué tiene el gallo que no canta,guapito?

DonBenignoavanzóunpaso,ySinforosoretrocedióotro.

LareservadedonSegisavanzótambiénparaconservarladistanciaestratégica.

—¡Tranquilíceseusted,donBenigno!—gritóSinforosoconterror.

—¡Siestoymuytranquilo,guapo!Nodeseomásqueoirotravezaquellodelaspalomas,quemehahechomuchagracia.

—¡Yonoloheescrito!—exclamóconangustiaelhijodelPerinolo.

—¿Deverasnolohasescrito,guapo?...¡Puesparacuandoloescribas!

Ydescargóunabofetadaenlapálidamejilladelredactor.

—¡Sosiégueseusted, donBenigno!—exclamóel desdichado retrocediendo, yextendiendohaciaadelantelasmanos.

—Notedigoqueestoymuytranquilo,majo.¡Tomaotrapalomita!

Yledióotrabofetada.

—¡PorDios,donBenigno,sosiégueseusted!

—¡Allávaotrapalomita!

Nuevabofetada.

Digamosahora,antesdepasaradelante,quedelasquesedieronenSarrióenlosdosaños siguientesa laaparicióndelFaro (y sabeDiosqueelnúmeroesincalculable), lo menos unamitad fueron a parar a las mejillas de este jovendistinguido.

No pudiendo calmar con sus ruegos al enfurecido excusador, y sospechandoqueelbandodepalomasibaasernumeroso,elredactorenjefedelFarogritócontodassusfuerzas:

—¡Socorro,quemematan!

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Y trató de dar la vuelta para huir; pero los dedos acerados del clérigo leretuvieron por un brazo. Almismo tiempo don Segis, creyendo llegado ya elmomentodeentrarenfuego,ledescargóconsubastóndeballenaungarrotazoenlasespaldas.

—¡Socorro!—volvióagritareldesdichado.

Es el caso que en aquel momento llegaba de la tienda de Graells, dondeacostumbrabaapasarlasnoches,elinvictoayudantedemarinaAlvaroPeña,quetenía su domicilio en la calle delAzúcar.Al escuchar los gritos de su amigo,echóacorrerhaciaelsitio,diciendo:

—¿Quépasa,Sinforoso,quépasa?

—¡Auxilio,donAlvaro,quemematan!

—Fijme, Sinforoso, ¡que allá va socojo!—le volvió a gritar acercándoserápidamente.

Losclérigos,oyendo lavozdeaquelodiosoy terribleenemigode la Iglesia,soltaron la presa; pero enardecidos por el combate, trataron de hacerle frenteponiéndoseen líneadebatalla con losbastonesenalto.AldivisarlosPeña, seestremeciódeiraydegozoalmismotiempo.

—¡Soncuras!

VibróelbastónensumanoyelenormesombrerodedonBenignosaltóveintevaraslejos.El tenienteretrocedió.DonSegisavanzóytratódealcanzarconelpalo la cabeza del ayudante; pero antes que pudiera hacerlo, un garrotazo lehabíacaídosobreelcogote,dejándolemalparado.

—¡Debiera suponejlo, caramba! Sólo estas aves nocturnas son capaces deesperaj traidoramente a un hombre indefenso, alterando el ojden público ytujbando el sueño de los vecinos... Es menestej concluij con esta raza dealimañas que chupan la sangre del pueblo, y aspiran a tenejlo sumido en labajbarie...¡EstossonlosministrosdeDios!¡Losapóstolesdelaclaridad!¡Losetejnospejturbadoresdelojdensocial!...

Ni aun en estos críticos instantes podía el ayudante prescindir de aquellaretórica anticlerical que acostumbraba a usar, y de sus frases campanudas. Acada una acompañaba un garrotazo. Los clérigos, no pudiendo sostener su

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rabioso empuje, volvieron grupas, y emprendieron desaforadamente la carrera.Eltenienteprontoseviófueradelalcancedelpalo,maselpobredonSegis,conel peso extraordinario de su pierna izquierda, se quedó rezagado, y tuvo quesufrirlascariciasdelbastóndePeñabuenrato.Alolejosseoíalavozdeéste,gritandoconchistosacorrección:

—¡Hipócritas! ¡Sepulcrosblanqueados!¿EsestoconfojmeconelespíritudelEvangelio, canallas? ¡Predicáis la paz y el amoj entre los hombre, y sois losprimerosenbarrenajlostextossagrados!¡Cuándosacudiremosvuestroyugo,ynosemanciparemosdelaesclavitudenquenostenéisdesdehacetantossiglos!

Cualquiera imaginaría al escucharle que estaba pronunciando un discurso enalgúnclubdemocrático,ynoadministrandounasoberanapaliza.

Asíterminóaquellarefriega.

A lamañanasiguienteelayudante recibió lavisitadelpárrocodeSarrióquevenía a suplicarle encarecidamente que no se hablase de aquel incidentedesagradable en el periódico, prometiendo en cambio todo género desatisfaccionesporpartedeltenienteydonSegis,lomismoaélqueaSinforoso.Peñanoquisocederasudemanda.Laocasióneraadmirableparaabrirbrechaen losenemigosde la libertadydelprogreso.Enefecto,elprimernúmerodelFaro insertó una relación circunstanciada escrita en estilo jocoso de todo loocurrido.

Conestolosánimosdelcleroydelaspersonastimoratasdelavillaquedarongrandementesobreexcitados.

XI

QUEGONZALOSECASÓ.—GRAVESREVUELTASENTRELOSSOCIOSDELSALONCILLO

LosaltosygravesnegociosqueembargabanadonRosendo,noconsintieronquededicasealdesagradablesucesoqueenelmismotiempoturbabalaquietudde su casa, aquella atenciónpreferente que enotra sazón le hubiesededicado.Sinembargo,altenernoticiadelatraicióndeGonzaloydelextravíodesuhija

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menor,sintiósefuertementealterado.Tuvoconsuesposalargasyvivaspláticasacerca del asunto. Prueba irrecusable de que los grandes hombres, aunquesolicitados por tantos y tan elevados pensamientos, no desdeñan por eso lascosas que tocan a la vida íntima, como vulgarmente se asegura. Su primerimpulsofuédespediraGonzaloyencerrarasuhijaenunconvento.LassúplicasdedoñaPaulaylareflexión,queejercíasobresuclaroespírituimperioabsoluto,lehicieronvolversobre talacuerdo.Alcabodealgunosdíasdedudas (pocos,porque otros cuidados le reclamaban), vino en permitir que se casasen losdescarriados jóvenes, no sin celebrar antes una conferencia con Cecilia yescuchar de sus labios que perdonaba, de buena voluntad a su hermana, ydeseabaquecuantomásprontosecelebraseelmatrimonio.

Obtenido el consentimiento, una tarde se presentó Gonzalo en casa deBelinchón. Hacía quince días que no había estado en ella. Sentía el corazónsingularmenteagitado,aunquesusdeseos tancumplidaybrevementehubieransidosatisfechos.Temíalaprimeraentrevista,ynolefaltabarazón.DoñaPaulale recibió con marcada frialdad, y hasta en los criados halló una sombra dehostilidadquelehirió.Porotraparte,laideadeencontrarseconCecilialehacíatemblar. Mas cuando se presentó Venturita en la sala, todos los temores ytristezas se desvanecieron. Su charla animada, el suave centelleo de sus ojos,aquellosademanesgraciososydesenvueltosiluminaronsualmarepentinamenteytocaronenellaagloria.Olvidadodetodoyenajenadoporeltimbreadorabledesuvozsehallaba,cuandoentróenlasalaCecilia.Lavistadesuvíctimaleprodujo una extraña y violenta impresión. Levantóse del asientoautomáticamente.Sufisonomíacambiódecolor.Ceciliaseacercóaélconpasofirmeylealargólamanoconlamismaplácidasonrisadesiempre.

—¿Cómoteva,Gonzalo?

Parecía que le había visto el día anterior, y que nada de particular habíasucedido.Sólosutezestabaunpocomáspálida.

Tal confusión se apoderó del joven, que no pudo contestar a esta sencillapregunta sinbalbucir.Lamirada claray tranquila deCecilia le hizo elmismoefectoqueunacorrienteeléctrica.VolvióseadoñaPaula,yelrostrodeéstasehallabafuertementefruncidoconexpresiónseveraydolorosa.Venturitamirabahacia los balcones con afectada indiferencia. Al fin se sentó todo convulso.Cecilia, que venía a pedir a su madre las llaves de los armarios, salió de laestanciadirigiéndoleunatranquilasonrisadedespedida.

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Comenzaron los preparativos dematrimonio.DoñaPaula tuvo la delicadeza,raraenunamujernacidaenelpueblo,denoconsentirquepiezaalgunaderopadestinada a Cecilia sirviese para su hermana. Hízose, pues, un nuevo equipoapresuradamente.Ceciliatrabajóenél,consorpresaprofundadelascostureras.Unasloachacabanabondad,otrasaindiferencia.Lociertoesquesufisonomía,aunque un pocomarchita, expresaba lamisma serena alegría de siempre. Susmanos semovían formando las inicialesde suhermanacon lamisma ligerezaquecuandobordabalassuyas.Perolastijerasalcortar,chis,chis,ylasagujasalcoser,cruj,cruj,noledecíanyaaquellascosastanlindasquelahacíantemblardegozo,sinootrasmuyhorribles, ¡ay!muyhorribles.Quedabansepultadasensucorazón.Elmejorlectornoleeríaensusojosgrandes,hermososysuavesmásqueelcapítulorisueñodesiempre.

—¿Notelodecíayo,mujer?—murmurabaTeresaaloídodeValentinamirandoanuestrajoven.—SilaseñoritaCecilianopuedequereranadie.

Gonzalohuíadeentraren la saladecostura.Cuandoalgunavez lohacía, semostraba tan alterado y confuso, que las bordadoras se guiñaban el ojosonriendo. Al verle de aquel modo y a Cecilia tan sosegada e indiferente,cualquieratrocaralospapelesqueamboshabíanhechoenaquel tristeepisodiodeamor.

Laslenguas,entanto,alláafuera,enlascalles,enlastiendas,enlascasasyenlos paseos, no se daban punto de parada. El acontecimiento había causadoprofundasensaciónenlavilla.MientrassepreparabaelmatrimonioconCecilia,laopinióngeneraleraqueGonzalodabapruebasde tenerungustodeplorable.Se despellejaba a la pobremuchacha, y se la ponía pocomenos que comounmonstruo de fealdad. Todos se maravillaban de que no hubiese elegido a suhermana,tanlinda,tangraciosa.Encuantoaprendieronelcambio,lasopinionesviraron asimismo repentinamente. ¡Qué escándalo! ¡Qué acción tan villana!¡Qué padres los que consienten tal ultraje! ¿Dónde está la vergüenza de loshombres?¡Pobreniña,tanbuena,tanesbelta,conunosojostanhermosos!—Yolaencuentromásbonitaquesuhermana.—Yolomismo...

Nodejemosescaparlaocasióndedecirqueestaconstantecensura,esteeternodescontentodeloshombresrespectodelasaccionesdesussemejantes,quetantonosdesespera,nosuponetantaruindaddeintención,maldadoenvidiaenelloscomonoscomplacemosencreersiemprequesomosobjetodecrítica.Noesotra

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cosaqueuntestimonioclarodelaimperfeccióndenuestraexistenciaplanetariaydelamoralidealquetodohombrellevadentrodesísinverlojamásrealizado.Después de habernos así mostrado filósofos y optimistas, prosigamos nuestranarración.

Llegóeldíadelmatrimonio.EfectuósedemadrugadadentrodelamismacasadeBelinchón,conasistenciadealgunosparientesyamigos.Despuésde tomarchocolate,partieronlosnoviosparaTejada.

Era ésta unposesión situada auna leguapróximamentede la villa, donde elgenio de don Rosendo, secundado por el dinero, había tenido ocasión dedesenvolverse libremente y dar prodigiosos frutos. Cuando la comprara, hacíamás de veinte años, constituíanla unos cuantos prados y un bosque dondepastaban las vacas y cantaban los malvises, jilgueros y mirlos. Don Rosendoprincipiópordesterrarestacoloniaindígenaysubstituirlaporotraextranjera.Elganado del país fué proscripto trayendo en su lugar otro de Suiza. Con igualseveridad fueron arrojados, a tiros, de los árboles, los pajaritos antiguos, paracolgar un sinnúmero de jaulas con aves raras y exóticas, que graznabanmiserablemente todo el año a la salida del sol. El espíritu emprendedor yreformista de donRosendo, no se detuvo tampoco en el reino animal.Con lamisma audacia pasó al vegetal, e hizo cambiar por entero la faz de aquelloscampos.Pocoapoco,aimpulsosdelhachaydelasierra,fuerondesapareciendolos copudos y grandes castaños de hojas anchas y frescas con sus torsosretorcidosdepielrugosa,losgigantescosroblesquehabíanrenovadosushojaspicadasmás de trescientas veces, los nogales que parecen enormes plantas dealbahaca,losjugosospomares,cuyasramassedoblanhastadejardelicadamenteelfrutoenelsuelo,yotrosárbolesdearraigoyrespetabilidadenelpaís.Ensulugar se plantaron washingtonias, wellingtonias, araucarias excelsas y otrosmuchosárbolesdecastaextranjera,perteneciendoensumayorpartealafamiliade las coníferas. Esto hacía que la posesión, en concepto del vulgo, guardasecierto parecido con un cementerio.Respondía donRosendo a tal observación,quelasconíferasteníanlaventajadeconservarlahojaporelinvierno.Replicabaelvulgoquedeestemodoparecíauncementerioporelinviernoyporelverano.DonRosendonosedignabacontestaraestasandez,yteníarazón.

Comoloquemuchovalemuchocuesta,aquellosextranjerosdeambosreinos,se llevabanunabuenapartede larentadeBelinchón.Lospajaritosdelpaíssebuscabanelalimentoyaliñabansusplumassinnecesidaddeayudadecámara.

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Los de fuera, encerrados en jaulas y enormes pajareras construídas al efecto,exigíanalgunosservidoresparaprocurarleslaadecuadaalimentaciónyhacerlesla limpieza. Después, la nostalgia causaba en ellos grandes claros, que sellenaban encargando a París y Londres nuevas y costosas remesas. Lomismopasaba con los vegetales. Para que uno se lograse a fuerza de cuidados ydesvelos,perecíantreintaocuarenta.Lavigilanciaconstantedelosjardinerosnobastabaaimpedirestaconsiderablemortandad.

Lacasa,tampocoeradeestilonacional,nisiquieraeuropeo.Estabaconstruídasegún los preceptos de la arquitectura chinesca, llena de torrecillas festonadaspor todos lados.Qué conexión tenían estas diminutas torres de ladrillo con lafamosadeBabel,donde los idiomas seconfundieron,nosotrosno lo sabemos;perodebemosmanifestarqueaestafábricaasíguarnecida,lallamabanenelpaísla Babilonia de don Rosendo. Estaba suntuosamente amueblada. No faltabadentro de ella ninguna de las comodidades y refinamientos que la modernacivilización proporciona a los ricos. Tenía una famosa habitación decorada alestilo persa, cuarto de baño, un espacioso comedor medianamente pintado yalgunos lindos gabinetes pequeños y tibios, donde la luz entraba cernida porcristalesdecolores.

AestenidovinieronapararGonzaloyVenturadoshorasdespuésdehallarseunidosparasiempre.Enelcaminosehabíanhabladocondesembarazodecosasindiferentes.Eljovenhabíaaplicadoalgunosbesosenlasmejillasdelaniña,lomismoquecuandonovios.Masalllegaralababilonia,yencontrarsesolosenlacámara persa, sintióse extrañamente confuso y acortado. Buscaba asuntos deconversación,yentodosseperdía.Venturitaapenaslecontestabamirándoledereojo,conunaexpresiónentreburlonayapasionada.

—Mira,¡calla,calla!Estásdiciendomuchastonterías...Calla,ydameunbeso—concluyópordecirleriendo,ytapándolelabocaconsuprimorosamano.

Gonzalosepusocolorado,ylaabrazóconfrenesí.

Su embriaguez en los primeros días rayó en locura. Venturita era, por subelleza singular, por la expresión lánguida y voluptuosa de sus ojos, por latendencia invencible al descanso, una verdadera odalisca. Pero no como éstassolamente un animal hermoso, sino animada por ingenio chispeante, quedesbordaba a cada momento en graciosos equívocos y felices ocurrencias.Gonzalo se desternillaba de risa, sin comprender que es peligroso que los

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maridosríandemasiadoloschistesdesusmujeres.

Lavidaquehacíanerahartosedentaria.AVenturanolegustabasalirdecasa.El sol leproducíadolordecabeza;el frescode la tarde le irritaba lagarganta.Cuidabadelaliñodesupersona,yvariabadetrajeslomismoquesisehallaseenMadrid. En su tocador pasaba una gran parte del día. Esto no disgustaba aGonzalo.Alcontrario,cuandolaveíasalirtanlindaygallarda,exhalando,comolasflorestropicales,unperfumepenetrante,sentíaseposeídodeentusiasmo.Unestremecimiento voluptuoso agitaba todo su ser, pensando que aquella obraexquisitadelaNaturalezaerasuya,enteramentesuya.

Sin embargo, no lo era tanto como él se figuraba. Algunas veces la jovenesposa,medioenserio,medioenbroma,seencerrabaensucuarto.Allípasabatresocuatrohorassinconsentirqueentrase,apesardelosruegoscariñososqueledirigíaporelagujerodelallave.

—Te privo de mi vista por algún tiempo—decía después riendo,—para quedeseesmáseltenermejuntoati.

Y, en efecto, por medio de estas coqueterías, el apetito del joven crecíaextremadamente,yseconvertíaendelirio.

Alashorasquebienleplacíaalahermosa,salíanapasearporlosjardines,sinalejarsemucho.Alllegaraalgúnsitioumbríoyfresco,delospocosquelamanoreformistadedonRosendohabíadejado,laniñaqueríasentarse;peronosobrelahierba ni sobre un banco rústico.Eramenester queGonzalo corriese a casa ytrajeseunabutaca.

—Ahora,siéntateaquíamispies.

El mancebo se postraba y besaba con entusiasmo los manos que la gentilesposaletendía.

—¡Sansón y Dalila!—exclamaba ella riendo y hundiendo sus manos comocoposdenieveenlarubiayrizadabarbadesumarido.

—Tienesrazón—respondíaéldandounsuspiro.—UnSansónsincabellos.

—¡Quénotienescabellos!...¿Yestoquées?—replicabalevantandosupelo,yponiéndoloerizadocomounaescoba.

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—Hablodemisfuerzas.

—¿Notienesfuerzas,eh?Aver:saqueustedesosbrazos.

El,riendo,sedespojabadelaamericana,yremangándoselacamisamostrabasus brazos enormes de gladiador, donde lamusculatura tomaba brioso relievecomounespesotejidodecuerdas.

—¡Québarbaridad!—exclamaba laniñacogiendounoconambasmanos, sinlograrniconmuchoabarcarlo.Yposeídaderepentinoentusiasmoyadmiración,añadía:

—¡Quéfuerte,quéhermosoeres,Gonzalo!Déjamemorderteesosbrazos.

Yseinclinabaparahincarsusdientesmenudísimosenellos.Peroelmancebotendíasusférreosmúsculos,ylosdientesresbalabanporlapielsinpenetrarla.

Entoncesellaseenfadaba,insistía,queríaatodotrancecogercarne.Alcabo,élaflojabalosmúsculosdiciendo:

—Tedejomorder;peroacondicióndequemehagassangre.

—No,esono—respondíaella,expresandoenlasonrisaanhelanteeldeseodehacerlo.

-Sí,quieroquemehagassangre;sino,notedejo.

Laniñaempezabaapretandopocoapocolacarnedesumarido.

—¡Más!—decíaéste.

Yapretabamás.

—¡Más!—volvíaadecir.

Seguíaapretandomientrasensusojoschispeabaunasonrisamaliciosa.

—¡Más!¡más!

—Basta—decía ella levantándose.—¿Lo ves? ¡ya te hice sangre! ¡Quéatrocidad,niquefueseunperro!

Einclinándosedenuevo,chupabaconafánvoluptuosolagotitadesangreque

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saltabaenelbrazo.Ambossonreíanconpasiónreprimida.Despuésmirabanalpequeñocírculocárdenoquelosdientesdelaniñahabíandejadoimpreso.

—¿Loves?—volvíaadecirellaavergonzada.—¡Vayaunoscaprichosextrañoslosquetienes!

—Gracias.Quisieraque estamarcaquedase, ahí eternamente.Perono; ¡bienprontoseborrará,pordesgracia!

—Puedorenovarlaadiario—replicómaliciosamente.

—Mealegraríamucho.

—Vamos,túquieresconvertiratumujerenperrita.Dilofrancamente.

Y abrazándole repentinamente, y besándole con frenesí en los ojos, en lasmejillas,enlaboca,enlabarba,lerepetíasincesar:

—¡Dilofrancamente!¡Dilofrancamente,pedazodeoso!...Estabocaesmía,ylabeso.Estabarbaesmía,ytambiénlabeso.Estecuelloesmío,ylobeso.Estosbrazossonmíos,¡míos!ylosbeso.

—Tómametodo:mividaestuya—decíaélebriodedicha.

—Tequiero,tequiero,Gonzalo,porlohermoso,porlofuerte...Aver,déjameponerunamanosobrelatuya...Quédisparate,¡pareceunahormiga!

—Una hormiga blanca—replicaba él ahogando aquella diminutamano entrelassuyasgrandesyfibrosas.

—Tequiero, te quiero,Gonzalo.Tómame enbrazos. ¿Serás capazde pasearconmigoasí?

—¡Oh!¿nohedeser?

La levantó comounapluma,yponiéndola sobreunbrazo comoa losniños,comenzóadarbrincosporeljardín.

—¡Notanto!Llévamesuavemente.Vamosdepaseo.

Lapaseósinfatigarseportodoelparque.Ydesdeaqueldíaaquellaformadepaseoleagradótantoalaniña,queencuantosalíandecasasecolgabaalcuellode su marido para que la subiese. Los criados al verlos movían la cabeza

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sonriendo.

Peromuyprontodescubrióotromediodepasarloaúnmejor.Habíacercadecasauncolumpioqueeltiempo,másqueeluso,habíadeteriorado.Hizoquesearreglase,yencuantolotuvoprestosepasabalashorasmecidaporGonzalo.

—Sivierascómogozo.Daunpocomásfuerte.

Yalempujevigorosodeljoven,elcolumpiovolaba,ylaniñacerrabalosojosdilatandolanarizconunsentimientodeintensoplacer.

Gonzalogozabaenverlaasíarrobada.

Transcurrieronveintedíasdeesta suerte.Duranteellos recibierondosvisitasdePablitoyPiscis,unavezentílburiyotraacaballo.EnestaúltimasuprincipalobjetoeradarpicaderoaunajacaquePablohabíacambiadoporotramásvieja.Y¡cosaextraña!apesardelenajenamientoamorosoenquenuestromancebosehallaba, recibió la visita de los équites con inexplicable alegría, les ayudóafanosamenteensutarea.Almarcharsesintióunaimpresióndevacíoensuvida.Porqueeraéstatanreposadaypacífica,quesusangreysusmúsculospadecían.Undíalehablóasuesposadeirdecaza,pueserafamosoeincansablecazador.Venturitanoseopuso,con talque la llevaseconsigo.Asíseconvino.Salieronunamañanaenbuscadeunbandodeperdices,decuyaexistenciasabíaGonzalodesdeeldíaenquehabíallegadoaTejada.Peroantesdealejarsedoskilómetrosdelacasa,Venturitasemanifestóenteramenterendida.Leeraimposibledarunpasomás.Sevióprecisadoatraerlaenbrazosyarenunciarasufavoritorecreo.

DoñaPaula,quehabíamiradoconhostilidadaquelmatrimonio,nohablódeiravera losnovioshastadespuésdepasadosmuchosdías.QuisoquePablito laacompañase,porquetemíaqueaCecilialecausasealgúndolorelhacerlo;mas,enteradaésta,expresósudecisióndeir tambiénaTejada.Yunatardemadreehijaemprendieronencarreteladescubiertaelcaminoquellevabaalaposesión.Peroal acercarse a ellay columbrar las famosas torrecillasde ladrillo,Ceciliacomenzóaempalidecer,sintióelpechooprimidoylavistaturbada.DoñaPaula,queadvirtiósuindisposición,ordenóalcocherodarlavuelta.

—¡Pobrehija!—ladijobesándola.—¿Vescómonopuedesvenir?

—Yapodré,mamá,yapodré—respondiótapándoselosojosconunamano.

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Al día siguiente, fué doña Paula acompañada de Pablo. Halló a los espososmuy propicios a dejar aquel nido escondido y trasladarse a la villa; como seefectuóenlamismasemana.

Ceciliasalióarecibirlosalapuertadelacalleyabrazóybesóasuhermanaconefusión.AGonzalo,letendiólamano,queporunesfuerzosoberanodelavoluntad, no tembló. El joven la estrechó con fraternal afecto, creyéndoseperdonado.

LosnoviosocuparonlashabitacionesquedoñaPaulahabíadestinadoasuhijaprimogénita. La vida comenzó a deslizarse serena en apariencia. Gonzaloadvertía, no obstante, con pesar, que no les envolvía esa atmósfera tibia yafectuosaquehace tangrato el hogar doméstico.DesdedonRosendohasta elúltimocriado,semostrabanconellosatentos,deferentes,nocariñosos.Venturanoloadvertía,ysiloadvertíaleimportabapoco.

Volvamosahora lavista a los asuntosmás interesantesde lavidapúblicadeSarrió.

Ganada aquella noble victoria de los clérigos, las cosas delFaro de Sarrió,procedíanbienyprósperamente.Elbriosoydenodadoayudantedemarina,pudocontinuarsucampañacivilizadorasinpeligrodenuevasceladas.Sinforosonoseretiraba, sin embargo, a su casa sin ir acompañado de él o de otro amigo,perfectamentearmadosambos.

Pero Gabino Maza, el eterno disidente, supo aprovechar maliciosamenteaquella ruptura con la Iglesia, para sobresaltar las conciencias de algunosvecinos. No que él fuese católico ferviente, ni le diese una higa por que sepusiera a los curas como hoja de perejil. Al contrario, toda la vida habíaprofesado ideas bastante heterodoxas y había maldecido de los beatos. Masahorasemostrabaescandalizado:«Alfinyalcabo,habíamossidoeducadosenelrespetodelareligión,lacualeselúnicofrenoparaelpueblo.Nosepuedenofender tan descaradamente las sagradas creencias de nuestras esposas, etc.,etc.» Algunos con estas pérfidas insinuaciones, dejaron la suscripción delperiódico.

Losredactoresysudirector,queadivinabandedóndeveníaelgolpe,estabangrandemente indignados. Gabino Maza, secundado por el no menos díscoloDelaunay,nocejabaensucampañademurmuración.Mientrasalgunodelosdel

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Faro estaba delante, nada; pero en cuanto se iba, esgrimían las lenguas consingular encarnizamiento. Unas veces hablando en serio, otras apelando a laburla, se trituraba a todos los que intervenían en el periódico, y muyparticularmente,comoeslógico,alquemejorymásaltamentelopersonificaba,eleximiodonRosendo.Decían¡oh,mengua!quesóloelafán«deverseenletrasde molde» había impulsado a aquellos beneméritos ciudadanos a encender laantorcha del progreso en Sarrió; que don Rufo, el médico, era un farsante;Sinforoso, un pobrete a quien arrojaban un mendrugo; Alvaro Peña (aquíbajaban la voz ymiraban a todos lados), un botarate sin pizca de juicio; donFeliciano Gómez, un pobre diablo a quien más importaba ocuparse en susnegociosnomuy florecientes;donRudesindo,ungrancazurro,que tratabadealquilarsualmacényanunciarsusidra.Encuantoalfundadorypromovedordeaquellaempresa,donRosendo,decíanquetodalavidahabíasidounbadulaque,unnecioquesecreíaescritor,sinentenderdeotracosaquedelalzaybajadelbacalao...

Sólo el deber imperiosode aparecer comocronistas fieles e imparciales, nosobligaadarcuentade taleshabladurías.BiensabeDiosquehasidoconhartotrabajoydisgusto.Porquelamismaplumaseestremeceennuestrasmanosyseniegaaestamparsemejantesabominaciones.

De don PedroMiranda, absteníanse demurmurar losmurmuradores, no porotra razón sino por tenerle solicitado para que dejase la participación en elperiódico,alocualleveíaninclinarsedesdelarefriegadelosclérigos;pueseradon Pedro cristiano viejo ymuy grande amigo del capellán de lasAgustinas.Con sus malévolos discursos, habían logrado desatar contra el periódico aalgunasdamasinfluyentesdelavilla,entreellasdoñaBrígida.ConestotuvieronporsuyodentrodelSaloncilloalsandioydegradadoMarín.Tambiénatrajeronasu bando, poco después, al borracho del alcalde. Por una parte el espíritu decompañerismoconlostertuliosdelatiendadelaMorana,yporotralamolestiaque sentía con las constantes excitaciones de la prensa, a las que no estabaacostumbrado,lehicieronrenegarprontodeaquelgranadelanto.Loqueacabóde ponerle mal con El Faro y sus redactores, fué cierta gacetilla en que secensuraba al ayuntamiento y al alcalde con alguna dureza, por el lamentableabandonoenqueteníanlosserviciosdepolicíaurbana,ylopocoquetrabajabanporhaceragradablelatemporadadeverano«alosdistinguidosescrofulososqueacudíanalaplayadeSarrióenbuscadesalud».

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Aunqueaparentementesetratabancomoamigos,existía,pues,entrelossociosprincipalesdelSaloncillosordaydisimuladaenemiga. Ibaéstaaumentandodedía en díamerced a los correveidiles que, en ocasiones análogas, no cesan desembrarenvidiasyrencores.Temíanseyalasdisputasyserehuían,porquelosdesaforados gritos y los baldones que antes se lanzaban sin resultado alguno,graciasalacordialavenenciaqueexistíaentretodos,eran,alpresente,demuchopeligro. Reinaba, por tanto, en aquel recinto,más silencio,más cortesía, peromuchísimamenosfranquezaycordialidad.

Aquella tirantez nopodía durarmucho tiempo.Entre personas que todos losdíassevenysehablan,ynosequierenbien,esimposiblequeenbreveplazonodejedeestallarladiscordia.Laocasiónfuéésta.LlegóalSaloncillo(¡noramalafué!), sin saber quién lo trajera, un ejemplar de cierta Ilustración catalana,donde, entre otros grabados, se veía uno representando las orillas de un ríoamericano, y en ellas solazándose hasta una docena de cocodrilos de diversostamaños.TeníaelejemplarenlamanoMaza,cuandoacercándosedonRufopordetrás,exclamóentonojocoso:

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—¡Vayaunoscocodrilosescuálidos!

—Nosoncocodrilos—manifestóMazaentonosecoydesdeñoso,sinlevantarlacabeza.

—¿Yporquénohandeser?—preguntóelmédicoheridoporaqueltono.

—Porqueno.

—¡Valienterazón!

—Si no te convence, estudia, que yo no estoy aquí para hacer obras demisericordia.

—¡Uf!¡ElsabiodelaGrecia!¡Apartarseaunlado,señores!

—Nosoyunsabio,peronodigoqueestosanimalessoncocodrilos,cuandoenelríoMarañónnosecríancocodrilos.

—¿Quésonentonces?

—Caimanes.

—¡Llámalohache!Caimanesycocodrilosvienenaserlomismo.

—¡Otrabarbaridad!¿Dóndehasaprendidoeso?

—Hombre,esdeclavopasado.Elcaimányelcocodrilonosediferencianmásqueenelnombre.AquíestádonLorenzoquehaviajado,ypuededecirsinoesverdad.

—El caimán es algo más pequeño—expresó don Lorenzo con sonrisaconciliadora.

—El tamaño es de poca importancia. La cuestión es saber si tiene o no lamismafigura.

DonLorenzoseinclinóenseñaldeasentimiento.Mazasaltó,hechounafuria:

—Pero, señores. ¡Pero, señores! ¿Estamos entre personas ilustradas o entrealdeanos?¿Dedóndesacanustedesquecaimánes lomismoquecocodrilo?ElcocodriloesunanimaldelMundoViejoyelcaimánesdelNuevoMundo.

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—Dispénseme usted, amigo Maza; yo he visto cocodrilos en Filipinas—manifestódonRudesindo.

—¿Yquéquiereusteddecirconeso?

—ComousteddecíaqueloscocodrilosnosecríanenelNuevoMundo...

—¡Otraquetal!¿LasFilipinassondelNuevoMundo?Señores,¡señores!hayqueabrirlosparaguas.Hoylluevenaquíburradas.

—Pues qué, ¿Filipinas querrá usted decirme que no esUltramar?—preguntódonRudesindoconlafazdescompuesta.

—¡Nada,nada,sigaelchaparrón!

—Ladiferenciaprincipal,señores,queexisteentreelcocodriloyelcaimán—dijo a esta sazón con autoridad don Lorenzo—es que el cocodrilo tiene trescarrerasdedientesyelcaimánsólotienedos.

—¡Noeseso,hombre,noeseso!Loscocodrilostienenlasmismascarrerasdedientesqueloscaimanes.

Don Lorenzo sostuvo con brío su aserto. Le ayudó en la defensa donRudesindo.Maza leatacóconnomenos fuego,apoyadoporDelaunay.Prontoentraron en liza otros cuantos socios generalizándose el combate, que fuéhaciéndose cadavezmásvivo.Lasvoces eranhorrendas.Si hubieranposeídotrescarrerasdedientescomoloscocodrilos,oaunquefuesendos,nodudoquesedevorarían,dadalarabiayelcorajeconqueseenseñabanlaúnicaconquelaNaturaleza les había dotado.Maza estuvo tan procaz, tan insolente, que al findon Rudesindo, sin ser dueño de sí, le descargó un paraguazo en la cabeza.Siguióseaésteunagranizadadeellosentreloscontendientes,conunpavorosoestruendodeballenas y varillas de alambrequedaba escalofríos al varónmásarriscado. Muchos, que no se habían acordado siquiera de emitir su opiniónsobre la dentadura de los reptiles citados, recibieron su parte alícuota deparaguazos, lomismo que los quemás habían esclarecido la cuestión con susdiscursos.Subierondelcaféelamoconalgunasotraspersonas;suspendieronlosindianosdelbillarsujuego; terciódonMelchordelasCuevas,dequienasíenguerracomoenpazsehacíamuchocaso.Alcaboselogróapaciguarelalborotoyaquenoconcertarlasvoluntades,hacíaalgunosmesesresfriadas.

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El resultado fué que desde aquel día Gabino Maza, Delaunay, don Roque,Marín y otros tres o cuatro sociosmás, se retirarondelSaloncillo.DonPedroMirandasiguióasistiendoconlargosintervalosdeausencia.EstohacíapresumiralostertuliosrestantesyalosredactoresdelFaroquenopodíacontarseconél,yquenotardaríamuchoencaerdelladocontrario.Comosucedióenefecto.Losdisidentes empezaron a reunirse en el café de Londres situado en la calle deCaborana.Peronomuchosmesesdespués corriópor lavilla lanoticiadequealquilabanunalmacénenlacalledeSanFlorencioparaestablecersusreuniones.Y así fué. Lo entarimaron, lo alfombraron, después pintaron sus paredes y sutecho, amuebláronlo con algunas sillas y butacas, pusieronmesas de tresillo ycomenzaronaasistir tardeynocheaaquelsitiotanasiduamentecomoantesalSaloncillo. Por ser bajo de techo y tener embutida en la pared una litera quesirvió para dormir la siesta Marín, empezó a llamarse a aquel sitio en lapoblación el Camarote, y este nombre le quedó. Los del Faro, que habíandesdeñadoalosdesertoresmientrasnoteníantechodondeguarecerse,entraronencuidado.Elprimersíntomadetemorfuéunagacetillaonovelaalamanoenverso-prosa describiendo aquella nueva tertulia y pintando a cada uno de sussocios con nombres de animales; Maza la víbora, Delaunay un gallo belga,Maríneljumento,donRoqueelcerdo,etcétera,etc.EstagacetillaexasperóalosdelCamarotedeunmodoindecible.

DonRosendo continuaba cada vezmás pujante y empeñado en su campañaperiodística. Introducía en el Faro todas aquellas formas y maneras queobservaba en la prensa nacional y extranjera, particularmente en la francesa.HabíacomisionadoaunescritordeMadridparaquelosmiércolesleremitieseun telegrama de veinte palabras, y le escribiese además cartas políticas yliterarias; traducía él todas las noticias curiosas que hallaba en los periódicos;hacíarevistasdemodas,detribunales,deteatros(cuandohabíacompañía).Perodonde más se distinguía era en las de mercados. No es fácil representarse ladestrezaconquemanejaba,traíayllevabaloscereales,losaceites,loscaldosylosarroces.Paraqueseveaconquéamenidadygalanurasabíatratarunasuntotanprosaico,diremosqueenunaocasiónescribía:«Lasmieles,sensiblesaestasalteraciones, sepronunciaronenbajaynoalcanzaronestabilidady firmezaensus precios hasta que los cafés, los cacaos y demás géneros ultramarinoslograronreprimirsusvivasoscilaciones.»Era,ensuma,elalmadelperiódico.

No bastaba, sin embargo, lo que había hecho para ponerlo a la altura de suideal.Belinchónsiemprehabíaseguidoconvivísimointerésenlosperiódicosde

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París aquellas polémicas personales que rara vez dejaban de terminar con unduelo.Y las peripecias de éste, contadasminuciosamente por algún testigo, leplacían tanextremadamente,queningunacomidahabíapara él tan sabrosa,nimás grato recreo. Cuando pasaban muchos días sin desafío, don Rosendolanguidecía. Las descripciones de los asaltos de armas entre los célebrestiradoresdelacapitaldeFrancia,excitabantambiéngrandementesucuriosidad.Y aunque un poco se le enredaban en el magín aquellas frases técnicasengagement de sixte, battement en quarte, contre-riposte, feinte, etc., allá lastraducía a sumodo y se daba por enterado. Decía él que en ningún signo seconocíamejorelgradodeculturadeunpaísqueen laaficióna lasarmas.Elmanejodeellasdespertabaoavivabalaideadelhonoryladignidadhumana.Suabandono arrastraba consigo la cobardía y la degradación.Conocíamejor quesus parientes la biografía de los grandes duelistas y gens des armes de París.Podíadescribirconpelosyseñaleslosdesafíosquehabíantenidoylagravedaddelasheridas.Encuantoseanunciabaunasaltoentredosmaestros,porejemploJacob y Grisier, ya estaba nuestro caballero excitado. Abría con precipitacióntodoslosdíaselFígaroyapostabaensuinteriorporunooporotro.

Undíaseleocurrióenlacama(dondeleasaltabansiemprelasgrandesideas)que ser periodista sin conocer las armas o manejarlas, era lo mismo que serbailarínynotocarlascastañuelas.Eldíamenospensadosesuscitabaunlance,habíaqueacudiralterreno,yélnosabíasiquieraponerseenguardia.VerdadqueentodoSarriónohabíaquiensupiesemás.Peronadieteníatantaobligacióndeconocerlaesgrimacomoél.Además,elaltercadopodíaserconunperiodistadeLanciaodeMadrid,yentonceseraprecisodejarseasesinar.Estasimaginacioneslellevaronaadoptarunaresolución;ladeaprenderatodacostaatirarelflorete.¿Cómo?Haciendo venir unmaestro aSarrió, ya que él no podía separarse deeste punto. Sin comunicar el pensamiento con nadie, escribió a un amigo deParís,elcualbuscóenlassalasdearmasdeestaciudadalgúnauxiliaroprevotquequisieraexpatriarse.Alcabodealgúntiemposehallóunoque,mediantelacantidad de dos mil francos anuales, y dejándole libertad para dar lecciones,consintióenveniraestablecerseenlavilladelCantábrico.

Un día, con verdadera estupefacción del vecindario, se dijo que acababa dellegaren lagoletaJuliaunprofesordeesgrima,M.Lemaire, conel exclusivoobjetodeenseñarelmanejodelasarmasadonRosendo.Y,enefecto,prontosevió a éste acompañado de un joven delgadito y rubio, de traza extranjera. Laimpresiónfuéhonda.Enlospueblospequeños,dondelagentesepegadepalosy

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bofetadas,lafrialdad,lacorrecciónylagravedaddelosduelosproduceasombroy terror. Lo primero que se les ocurrió fué que donRosendo deseabamatar aalguno. Sólo después de mucho tiempo comprendieron la razón de aquelaprendizaje.

Don Rosendo lo tomó con el ardor y seriedad que merecía. Todos los díasdedicabaunpardehorasporlamañana,yotroporlatarde,atirarseafondo,quefué lo único que le permitió hacer el profesor en los dos primerosmeses. Elresultadonotabilísimodeesteejerciciofuéquealcabodealgúntiemponosabíasisuspiernaseranverdaderamentesuyasodeotrobípedoracionalcomoél.Tanagudas y vivas fueron las agujetas que le acometieron, que hasta, cuando sehallaba durmiendo creía estar tirándose a fondo. Despertaba sobresaltado conterriblesdolores en las articulaciones. ¡Luego aquelM.Lemaire era tan cruel!Nuncasedabaporsatisfechodeltrabajodelasextremidadesdelbuencaballero:—«¡Plus! ¡plus! ¡Ancor plus saprísti!»Y elmísero donRosendo se abría, seabríadeunmodobárbaro,inconcebible,percibiendolagratasensacióndesileaserraran el redaño.Terminado tan noble ejercicio, el señorBelinchón se veíanecesitadoaircogidoalasparedesparatrasladarsedeunsitioaotro,formandounángulodeochentagradosconelsuelo.Desdeallí,hastaelfindesusdías,elglorioso fundador de El Faro de Sarrió siempre anduvo más o menosesparrancado.

Pero este tormento, aunque nada tenía que envidiar a los de losmártires delJapón,padecíalo,sinocongusto,convaronilentereza.Pensabaquesiemprehacostado enormes sacrificios civilizarse y civilizar un país.Al cabo de los dosmesescomenzóel eterno tic tac de los floretes.Pero sin abandonarpor esoeltormento de las piernas. Don Rudesindo, Alvaro Peña, Sinforoso, Pablito, elimpresor Folgueras y algunos otros, tomaban lección almismo tiempo. En lasala, las impresiones bélicas subyugaban de tal modo a los tiradores, queguardaban solemne silencio.No se oíamás que la voz áspera deM. Lemairerepitiendo sin cesar y de unmodo distraído:—En garde vivement—Contre dequarte.—Ripostez...¡Ahbien!—Engardevivement.—Contredesixte.Ripostez...¡Ah bien!—Parez seconde.—Rispostez ¡Ah bien! Don Rosendo se creíatrasladado aParís, y veía en donRudesindo,Folgueras ySinforoso, aGrisier,AnatoledelaForgeyelbaróndeBasancourt.ElFaronoeraElFaro, sinoLeGauloisoLeJournaldesDebats.

Al cabo de cinco meses, se mantenía bastante bien en guardia, paraba los

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golpesrectos,atacabaconfuriaysaltabahaciaatrásconmaestría.Creyóllegadoel casodedar un escándalo.Eranecesarioque la población sepersuadiesedeque los dos mil francos asignados al profesor no eran enteramente perdidos..Ademásconveníairintroduciendoenellaelgustoporestosrefinamientosdelasgrandescapitales.¿PeroconquiénteneraffaireenSarrió?AunquebuenasganasselepasabandedesafiaraalgunodelosdelCamarote,comprendíaqueelúnicocapazdebatirseeraGabinoMaza.Aésteleteníaunamigajitaderespeto,sobretododesdequehabíaoídodeciralprofesorqueenlosdueloseraprecisotenermuchocuidadoconloshombresviolentos,aunquenosupiesenesgrima.Despuésdelargasyprofundasmeditacionesimaginóquelomejoreraprovocarunlancecon algún periodista de Lancia aprovechando la polémica que el Faro veníasosteniendo con el Porvenir, acerca de cierto ramal de carretera. Y como lopensólohizo.Enelprimernúmerosemostrótanagresivo,taninsolenteconelperiódicode la capital,queéste, sorprendidoe indignado, contestóqueciertasfrasesdelFaronomerecíansinoeldesprecio.Ensuconsecuencia,donRosendocomisionó a sus amigos Alvaro Peña y Sinforoso Suárez «para que fueran aentenderse»coneldirectordelPorvenir.SetrasladaronaLanciayregresaronelmismodía.ElseñorBelinchónalverlesllegardeseabayaardientementequeelasunto se hubiese arreglado sin necesidad de duelo, a pesar de ser él quien loprovocara.Nuevotestimoniodesugrandezasingulardealmaydelaexquisitasensibilidaddequeestabadotado.PordesgraciaeldirectordelPorvenirsehabíamantenidofirme.Lostestigosconvinieronundueloasablequedebíarealizarsealdíasiguiente,enunaposesióndelascercaníasdeLancia.

Nuestrohéroe,alsaberlo,sintióquelaspiernasleflaqueaban,nodetemor,queesto ninguno osará siquiera imaginarlo, sino por la emoción de verse tanpróximo a ser objeto de la curiosidad y expectación públicas, no sólo en laprovincia,sinoenEspañaentera.Cuandocaminabanhaciacasa,Peñaledijoconrudafranqueza:

—LospadrinosdeVillarqueríanquesecortasenlaspuntasalossables;peroyo me opuse. «No, no, dije, conozco bien a don Rosendo, y es hombre queaborrecelasniñerías.Nosepuedejugarconél.Cuandosemeteenunlancedeéstos,esmenesterquevayatodomuyserio.Estoysegurodequesicortásemoslaspuntas,tendríaconélundisgusto...»¿Noheinterpretadobiensudeseo?

—Perfectamente.Muchas gracias, Alvaro—respondió el señor de Belinchónalargándole unamano que Peña halló demasiadamente fría.Y añadió con voz

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débil:—Aunque se limasen un poquito las puntas, ¿sabe usted? no tendríainconvenienteenaceptarlo...Elasunto,despuésdetodo,noexigeprecisamentequeseaamuerte.

—Nomeatrevísiquieraaaceptareso.Comonoconocíalaopinióndeusted,teníamiedoqueledisgustase...

—Nada,nada,puespormínohayinconvenienteenqueselimen.

—Ahora ya no puede ser. Están concertadas las condiciones. A menos queelloslopropongandenuevo,laspuntasiránafiladas.Austedleconvienemuchoporquetiraelflorete...

—Precisamenteporeso.Yonoquisierallevarventajaalgunaamiadversario.

Peñaguiñóelojoconmalicia.

—Noseaustedtanescrupuloso,donRosendo.Síustedpuedeensartarlo¡fiiit!comounpajarito,nodejedehacerlo.

Estas últimas palabras las acompañó el ayudante con un gesto expresivo,traspasando el aire con los dedos de punta, lo mismo que si los estuvieseintroduciendoporuncuerpohumano.

DonRosendohizoungestoderepugnancia,yguardóprolongadosilencio.Alcabo,manifestósordamente:

—Lo que sentiré es que estas malditas agujetas no me permitan tirarme afondo.

—¡Ca, hombre, ca! Pierda usted cuidado.Mientras dure el lance, no sentiráusteddoloralgunoenlaspiernas.¿Nolehasucedidodejardesentireldolordeunamuelaenelmomentodellamaralapuertadeldentistaparasacarla?

Este símil consolador produjo inmediatamente en el ayudante un acceso derisa, queduróbuen rato.Belinchón semantuvogravey sombrío, comodebenestarloloshéroeslavísperadelcombate.

Lanoticiacorriócomounachispaeléctricaporlapoblación.Elpasmodelosvecinos era indescriptible. A ninguno le cabía en la cabeza que una persona,entrada ya en años, con hijos casados, fuese a darse de sablazos con otra porcuestión de un ramal de carretera. Sin embargo, el partido que Belinchón

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acaudillabaadmiraba ladecisiónyelvalordesu jefe.Este,por lanoche, tuvounaespantosapesadilla.SoñóqueelsabledeldirectordelPorvenirleabríaporelmedio.Unamitadselallevabaelvencedorcomotrofeo.ASarriósólovolviólaotramitad.Susmismosgritosledespertaron.AdoñaPaula,quedormíaasulado, la aterraron de tal modo, que fué necesario acudir al antiespasmódico.Belinchón, con la fortaleza de los temperamentos heroicos, no dijo nada a suconsorte.Loquehizofuébeberuntragodelantiespasmódico.

AldíasiguientesalióencocheparaLancia,acompañadodePeña,Sinforoso,donRufoydossablesdetiro.Alasalidadelavilla,enlacarretera,másdecienpersonasledespidieron.Anteaquellamanifestacióndecariño,donRosendosesintióenternecido.

—¡Buena suerte!—Pongan ustedes telegrama, ¿eh?—No se diga que SarrióquedapordebajodeLancia.

DonRosendofuéestrechandoconemociónlasmanosdesuspartidarios.Todosseleofrecíanparaacompañarle,yleprometíanvenganzaparaelcasodeperecerenlalucha.

Al fin llegaron a la quinta designada, y se avistaron con el enemigo. Lostestigos platicaron, midieron los sables, y los pusieron en manos de loscontendientes. La fisonomía de éstos tenía el color adecuado a semejantessolemnidades; esto es, un verde botella, que a intervalos tomaba visosanaranjados.

Unavezenguardia,ydadalavozdeatacar,comenzaronambosatentarselossables metódicamente, primero de un lado, después de otro, con un lúgubresonidoqueponíaespanto.Alcabo,Villarsearrojóalevantarloparaherirenlacabezaasuadversario...Pero¡ca!donRosendodióunsaltotanprodigiosohaciaatrás,quelostestigossemiraronunosaotrosllenosdeasombro.Villar,pasmadotambién,esperóaquesucontrarioseacercasedenuevo.Volvieronallúgubretictac.DonRosendo,alcabodeotrorato,alzóelsable...Villar,instantáneamentedió otro brinco verdaderamente sobrenatural, que sobrepujó en mucho alprimero.Creyeron que salía de la quinta. Los testigos semiraron todavía conmayorasombro.

Lapeleaduró,enestaforma,másdemediahora.Duranteella,donRosendogritóunavez:

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—¡Alto!

—¿Quéhay?—preguntaronlostestigosacercándose.

—Quemeparecequeelsabledelseñorhaperdidolapunta.

Se reconoció el sable de Villar, y se vió que no era verdad. Este rasgo decaballerosidad,máspropiode laEdadMediaquedenuestros tiempos,elevóadonRosendo,enelconceptopúblicocuandosesupo,a laalturade loshéroeslegendarios,Roldán,BayardoyBernardodelCarpio.

Elcombate terminócuandoel sabledeVillar, sin intenciónninguna, tropezóconlafrentedeBelinchón.Fuéunsimplerasguño;perolospadrinosdieronporterminadoel lance.DonRufocolocóungranpedazodetafetáningléssobrelaherida.Elheridodiólamanonoblementeasucontrario.SeenvióuntelegramaaLancia,paraque lopusiesenaSarrió.Almorzaron todos juntosalegremente,ydurante el almuerzo, los campeones se comunicaron con gran expansión losgolpesqueseteníandestinados,yqueporfaltadeoportunidadnohabíanpodidoejecutar.

—Hombre,sinollegaustedaromperatiempo,lepartolacabezaendos.Fintade una dos a la cara, estocada al pecho y cuchillada a la cabeza—decía donRosendo,engullendounsoberbiotrozodemerluza.

—Puesnolohubieraustedpasadomejorsillegoahacerunacombinaciónqueteníameditada—contestaVillar.—Amagolafaja¡pin!Atacoenfalsoalacabeza¡pin!Ustedme contesta al brazo ¡pin!Yo hago una dos a la cara ¡pin!Ustedcontestaalacabeza¡pin!Yoparoycontestoalbrazo¡pin!...

AquíeldirectordelPorvenir deLancia, quemientras describía su famosoycomplicadogolpenodejabadeengullirtrazandoalavezcírculosenelaireconel tenedor, se atragantó con una espina, poniéndose súbito más rojo que unaguinda.Huboquesacarlealfresco.DonRosendofuéquienlediólospuñetazosconsabidos en la espalda para que arrojase la espina. ¡Espectáculo hermoso yejemplodehidalguíaquenopodráolvidarsejamás!

Terminado el almuerzo, don Rosendo y sus compañeros montaron en elcarruajeyserestituyeronaSarrió.Másdemediapoblación,prevenidayaporeltelegrama,lesesperabaenlasafueras.Ungritodejúbiloseescapódetodoslospechosalaproximarseelcarruaje.DonRosendo,conmovido,sacólacabeza,por

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laventanillaysequitóelsombreroostentandoelpedazodetafetáninglés.Asuvista, el público lanzó un ¡hurra! formidable.El vehículo fué escoltado por lamuchedumbre. El fundador del Faro, aclamado al entrar en su casa, se vióprecisado después a asomarse al balcón, donde fué nueva y calurosamentevitoreado.Porlanoche,susamigosleobsequiaronconunaserenata.

XII

CÓMOSEDIVERTÍAPABLITO

—Convendríaponerleunabarbadasuave—dijoPablito.

—Ounfilete—respondióPiscisgravemente.

Ambosguardaronsilencio.Pablitoexclamó:

—¡Malditayegua!Nohevistoenmividabocamásdulce.

—Unaseda—replicósuamigoconacentodeinquebrantableconvicción.

Otroratodesilencio.

—¿Creesquedebemosdarlemáspicadero?

—El picadero no sobra a ningún animal—gruñó Piscis con el mismoconvencimiento.

—Convienetrabajarlaeneltrote.

—Convienemucho.

Mientrasasíplaticaban,dirigíanselosinseparableséquitesapasolentodesdelascocherasdedonRosendo,sitasenunextremodelavilla,alotroextremodeella,atravesándolaporelmedio.Eranlasdiezdelanoche;latemperaturasuave,de primavera. Los pocos transeuntes que por las calles quedaban, dirigíanse apaso rápido hacia su domicilio. Únicamente permanecían abiertas las tiendasdondesehacíatertulia,ladeGraells,ladelaMorana,ytalcualestanquillo.EnelCamarotehabíamuchaluzygrananimación.Pablito,enquiengerminabanlos

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rencoresdesupadre,ledijoasuamigoalpasarfrentealaaborrecidatertulia:

—Piscis,tiraunapedradaaesapuerta,yrómpelesloscristales.

Piscis,siempre terrible,agarróunguijarrode lacalle,esperóaquesuamigodoblase la esquina, y ¡zas! lo encajó dentro delCamarote, haciendo polvo loscristales.Luegosedióacorrer.Paraquenoleconociesenlosquesalieranensupersecución,sedejócaersobrelasmanos,corriendoencuatropiesconhabilidadpasmosa.

EnelcafédelaMarinahabíatambiénalgunagente.Entraronenélybebieronensilenciosendascopasdechartreuse,sinqueporesoloscerebrosdejasendetrabajaractivamente.AllevantarsePablito,dijo:

—LomejorseráengancharlaconelRomero.

—Esomismoestabapensandoyo—profirióconfuegoPiscis.

Después que hubieron salido, éste preguntó, no con palabras, sino con unahorriblemueca,adóndeiban.

—Allá.

—Bueno;entoncesalpasarpordelantedecasarecogeréelroten.

Dejaron atrás las calles principales, no sin que Piscis se detuviese en sudomicilio un instante, para dar cumplimiento a lo que acababa demanifestar.Muyprontoalcanzaronlasextremidadesdelavilla,dondehabitaban,porreglageneral, losmenestrales.Detuviéronseenciertacalle, tansolitariacomosucia,frenteaunacasadepobreaparienciacontoscocorredordemadera.Pablitomiróatodosladosporprecaución,ydejóescaparunsilbidosuaveyprolongadoconlamaestría que le caracterizaba en este ramo del saber humano.Después dijomirandoconinquietudalfarolqueardíaunoscincuentapasosmásallá:

—¡Sipudiéramosapagaresefarol!

El terriblePiscissedestacóactocontinuo, trepópor laesquinade laparedyconsubastónloapagóalinstante,rompiendo,porsupuesto,eltubo.

Unbultodemujeraparecióenelcorredor.Pablitosecogiódeunsaltoa lasrejas.Luegoescalóporellasymontándoseenlabaranda,seintrodujosinhacerruidoenél.Pisciscomenzóahacer laguardiadesde laesquina,armadode su

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formidablegarrote.

¿Quiénera lamujerqueenaquelmomentoobtenía los favoresdel sultándeSarrió?LablondaNieves,responderánaunavozcuantoshayanseguidoelcursode esta verídica historia. Aunque sintamos ofender la perspicacia de nuestroslectores, laverdadnosobligaadeclararque ladamiseladelcorredornoera lablondaNieves,sinolablondaValentina.

¿Cómo?¿AquellaariscacostureratanenemigadelosseñoritosyqueademásteníaunnoviollamadoCosme?

Lamismaencuerpoyalma,consusrizosdoradossobrelafrente,suentrecejosaladísimoynarizunpoquitoremangada.Pablitoerahombreparahacerestosyotrosmayoresmilagros.Mientras seguía o aparentaba seguir sus amoríos conNieves, ya «le estaba poniendo los puntos» a Valentina. Pero ésta se resistiómucho más que aquélla. Al primer beso que le robó sobre la nuca estandobebiendoagua en la cocina, la arriscada costurera«le armóun escándalo».Sepusorojacomounacereza,chispearonsusojosexpresivosconira,ylegritó:

—¡Cuidadito,queyonosufroesascosas!...Vayaustedahacerlasconlasqueseloaguanten.

EstoibasindudaconNieves.Pablitoobróconmáscautelaenadelante,aunquenoconmenorosadía.Dondequieraquelaencontrabarequebrábalaasumanera,bromeaba,sufríaconpacienciasus«patasdegallo».PorqueeraValentinaeltipode laartesanadeSarrió, enquien la faltadeeducaciónesunagraciamásqueañadiralasmuchasqueposeen.ConcluídoelequipodeVentura,ynoteniendoocasión de verla, Pablito aprovechaba los bailes de las Escuelas para seguirfestejándola.

MasnoporesoabandonabaaNieves.Elgallardomanceboadivinabaqueelamorpropioexcitadoporlacompetencia,haríamásensufavorquelasmismasventajaspersonalesdequeestabadotado.Estaperspicaciaera innataenél.Sehabíamanifestadoclaramentedesdequehabíaenamoradoalaprimeramujer.Locualesunargumentomásparalosquecreenenlapreexistenciadelserhumano.Porque sólo habiendo seducido muchas costureras en vidas anteriores, pudonuestromancebo poseer una noción tan exacta del procedimiento adecuado aestefin.

Alfinsehabíarendido.Principióporabandonarasunovio.Concluyópordar

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citasdenochecomolapresentealgallardoPablito.

—¿Duermetupadre?—fuélaprimerpreguntaqueéstehizoencuantosevióenelcorredor.

—¿Quéteimporta?—respondiólaresueltacosturera.

—Esquesinoduerme...yaves...¡Cáspita,lacosaesgrave!

—Calla,cobarde;¡vergüenzahabíadedarte!Voyahacerruidoporelgustodevertecorrer.

Pablito laestrechóentresusbrazosy ledióunarazonablecantidaddebesos.La joven sonreía dichosa. Mas de pronto su frente se arrugó; su fisonomíaexpresóunagranseveridad.

—¡Quita, quita!—dijo rechazándole.—Tengo que hacerte una pregunta.¿Dóndehasestadoestamañana?

—¿Estamañana?...Enmuchaspartes.Encasa,enelSaloncillo,enlacochera...enlapuntadelPeón...

—¿NohasestadoenlacalledeSanFlorencio?

—Sí;hepasadoporallídosotresveces.

—¿Yaquiénhasencontrado?

—¡Chica,quéséyo!...Amuchagente.

—¿No has encontrado a Nieves?—preguntó con reprimida cólera la gentilcosturera.

—Sí,laheencontrado—respondióélconacentoindiferente.

—¿Ynotehasparadoconella?

—No;lahedichosimplementeadiós.

—¡Embustero! ¡hipócrita! ¡tío silbante!—exclamó con furia Valentina.—¡Toma,porzorro!(arrimándoleunterriblepellizcoenelbrazo).¿Conquelehasdicho adiós solamente y te has estado más de una hora con ella? ¡Toma,trapacero!¡toma!

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Y le descargó sobre los brazos una granizada de pellizcos.El buenPablo seretorcíadedolor,perosingritar,porquerespetabamuchoelsueñodelpapádelaferozmuchacha.

—PorDios,Valentina,siestásequivocada...Nofuémásqueuninstanteparapreguntarlesihabíaconcluídodebordarmispañuelos...

—¡Noestámalinstante!¡Unahoraporelrelojplantadoconella,riendocomolocos!...Meestándandoganasdeahogarteentremismanos,¡zorro!¡zorro!¡másquezorro!

Laenojadachica,cadavezmásposeídadelaira,echólasmanosalcuelloasugalán,yestuvoapuntodeestrangularle.

Dabacompasiónverauntanapuestoygentilmanceboconlalenguafueraylosojosllenosdeespanto.Valentinatuvo,enefecto,lástimadeél,yledejó;perotodavíaleretorcióelpellejodelosbrazosunascuantasveces.

—Amínosemeengaña,¿losabes?¡Amínosemeengaña!Sivuelvoasaberquehasestadoconella,excusasdevenirmásporaquí.

—Bueno, teprometonohablarlamás;peronovayasahacercasodelprimercuentoquetetraigan.

—¿Cumpliráslapalabra?—preguntólacruelcostureramirándoleairadamente.

—Pierdecuidado.

—Cuentaconmigosinolacumples.¡Alza!

De este modo apacible y tierno, trataba Valentina al tenorio de Sarrió. El,cuandodabacuentadetalestratosaPiscisoaalgúnotroamigo,sonreíacomohombredemundo;afirmabaqueestasmujeres irasciblesyaltivas, son lasquemásdeleitesproporcionanaloshombres,sobretodoalosquecomoélestabanyaunpocogastados.

Después que hicieron las paces, o por mejor decir, después que Valentinaotorgó lapaz,hubouncuchicheoquedurónosabemoscuánto.Despuésnoseoyónada,yhastaseríafácilquetampocoseviesegrancosa.Elcorredorestabacomosinohubiesenadieenél.Sinofueseporqueesmuyfeomancillarlahonradeunamuchacha,podríamossospecharquelaamarteladaparejasehabíametido

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enlointeriordelacasa.

Piscis,entanto,hacíalacentinelapaseandoalolargodelacalle.Yelcasoes,quenoerasóloélquien lahacía.Unhombreestabaapostado,desdequeelloshabían llegado, en el hueco de una puerta donde las sombras se espesaban.Inmóvil y protegido por la obscuridad, no pudo ser visto de Piscis.Aprovechandounmomentoenqueéstepaseabadeespaldasalacasa,elhombresaliódesuesconditeyseacercósigilosamenteaella.Miróhaciaelcorredoryvacilóunossegundos.Estofuéloqueleperdió.Cuandodióelsaltoparacogersealasrejas,elterriblePiscissehabíavueltoyaylevió.Dedosbrincosseplantódebajo del corredor, antes que el intruso pudieramontar sobre la barandilla, ycon su famoso roten, le descargó en las espaldas tal garrotazo, que el pobrehombresoltólasmanosysedejócaeralsuelo.Quisorepetirelferozcentauro,pero el hombre se levantó con agilidad y se dió a correr de tan prodigiosamanera,queelsegundogarrotazolodióenelsuelo,yencuantoalterceronilointentósiquiera.

—¡Malrayo!—rugióPiscis.

Esterugidodebiódellegaraoídosdesufelizamigo,porquealgunossegundosdespuésmontabasobrelabarandillayseapeababonitamenteenlacalle.

—¿Quéhay?—preguntó,acercándoseasuOrestes.

—Unhombre.

—¿Dónde?—volvió a preguntar el seductor ansiosamente, girando dos vecesenredondo.

—Yaescapó.Leatrapéenelmomentodesubiralcorredor,yletiréalsuelodeun palo... Luego echó a correr... ¡Mal rayo! Ni el Romero a todo escape loalcanzaba.

—Esehombre—profirióPablitosordamente—debedeserunnovioque teníaValentinahacealgúntiempo...¿Quétrataríadehacer?

—Pues si era el novio, comono fuese para darte una puñalada, no sé a quéhabíadesubir.

Pablitoechóelbrazoporencimadelhombroasuamigo,noparasostenerse,aunquelascorvasunpocoseledoblaban,sinoparadecirleconvozapagada:

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—¿Creeseso?

—Una...odos,otres...

Elbellomanceboguardósilencio.Alcabodeunmomentolepreguntó:

—¿Túleconoces?

—Yono,¿ytú?

—Nolehevistonunca:sóloséquesellamaCosme,yqueesbarbero.

Alejáronse en silencio de la calle y en silencio llegaron hasta casa deBelinchón.Allí,aldespedirse,Pablitodijoasuamigo:

—Sivuelvoporallá(quelodudo),meharáselfavordenoperderdevistaelcorredor,¿verdad?

—Aperropuesto—selimitóacontestarelindomablePiscis.

Al día siguiente era domingo y se celebraba en las Escuelas el baileacostumbradode todas las semanas.Sebailabapor la tarde,de tresa siete.Elsalón era espacioso, construído hacía pocos años para escuela de niños. Losbancos de éstos se amontonaban en la plataforma destinada al maestro. Lasparedes estaban tapizadas de carteles. Los adoradores de Terpsícore, mientrasbailabanlahabaneralánguida,podíandistraerseleyendoenellosunaporcióndeinestimablesconsejosencaminadosademostrarquelavirtudyeltrabajosonlosverdaderos tesoros del niño: El niño estudioso recibirá el premio de suaplicación.Lafeylaconstanciasuplenaltalento.Yalláenelfondo,sobrelamesa delmaestro, la imagen deCristo crucificado, ¡oh vilipendio! tapada conuna cortina de seda, presidía aquellas habaneras voluptuosas y furibundaspolkas.

Era el sitio donde sin temor al agua ni al sol, los extranjeros podían ver yadmirar en seductor ramillete a las yeung girls de Sarrió. Y en efecto, allíacudíantodosloscapitanesypilotosquehacíanescalaenlavilla.Suadmiraciónaveces,rebasandounpocoloslímitesdelagravedadbritánica,lesimpulsabaaaproximardemasiadolasluengasbarbasrubiasalrostrodealgunabella.

—¿Ustedesbobo,cristiano?—preguntabaellaponiéndolelamanoenelpechoyrechazándoleconfuerza.

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—¡Crijstiano!... ¡crijstiano!—repetía con asombro el inglés.—¿Qué sercrijstiano?

—HombredeCristo.¿Nosabeladotrina?¡Pusdepréndala!

Cuandoestabandeveraquellaspreciosasdamas,eradecincoaseisdelatarde,horaenqueyallevabanbailadoscuatroocincovalsesyotrastantaspolkas.Lasangrebienbatida,teñíadevivocarmínsusmejillasfrescas.Losrubiosonegroscabellos en grato desorden, se desparramaban por el espacio o bien caían enadorables bucles por la espalda; los ojos brillaban como luceros en aquellosrostros celestiales; los labios rojos y húmedos se entreabrían para dejar ver elaljófar inmaculadodesusdientes.Ybasta,porquenoconcluiríamosnunca.Enesto de admirar a las artesanas de Sarrió, no hay inglés que nos ponga el piedelante.

Enelelementofemeninodelosbaileshabíasiempreperfectahomogeneidad:todoélsecomponíadejóvenessituadasenelmismopeldañodelaescalasocial.Peroenloquetocaalmasculino,existíapeligrosavariedad:acudíanaaquelsitiolosjóvenesartesanosylosseñoritosdeSarrió.Losprimeroscreíanvulneradossusderechosporlacompetenciadelosseñoritos;tantomás,cuantoqueéstaerapara ellos desastrosa, por los repetidos ejemplos de uniones desiguales que seefectuaban en la villa. Ya hemos dicho, y si no, lo decimos ahora, que losindianossequedabanconelcontingentedeseñoritasmásomenosamojamadas,másomenospobresqueexistíanenlapoblación.Losjóvenesdelaclasemedia,vencidos en esta competencia se refugiaban en las artesanas, y no lo pasabanmal.Perolospobresobrerosomarineros,vencidosporlosseñoritos,¿dóndeserefugiaban?No les quedabamás recurso que la taberna y los palos. De éstoshabíaencadabaileunacantidadverdaderamentefantástica.RaroeraeldomingoenquenosalíandelasEscuelasdosotresseñoritosconlacabezarota.

Pablito había librado, hasta entonces, bastante bien, gracias a su fidelísimoPiscis,queseencargabadellevarporéllosgarrotazosqueseledestinaban.Elúnicocontratiempoquepadecíaenlamayorpartedelasreyertas,eralapérdidadel sombrero. Esto fué tan repetidas veces, que vino a averiguarse que lebuscaban quimera para que lo perdiese. Cuando un artesano necesitabasombrero,yasabíadóndebuscarlo.

PeroPiscisnopudolibrarledeciertasbofetadasquerecibiólatardedeaqueldomingo;noporfaltadevoluntadenelcentauro,sinoporquehaycosasqueno

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puedenser...vamos,quenopuedenser.¡Cuánajenoestabaelgallardomozoalretorcerse las guías del bigote frente al espejo y aliñarse las mejillas con unjaboncilloquesehacíatraerdeMadrid,queunahoradespuéshabíandesertanfieraycruelmentemachacadas!

Paseábase por el medio del salón tan apuesto, tan bizarro, que daba gloriaverlo.Mirabacuándoaunlado,cuándoaotro,comohacentodosloshombresdeverdadero ingenio en estos casos.De vez en cuando, al cruzar al lado de unadamisela,ladecía:—«¡Ustedtanbonita,Julia!»Obien:«Meestánmatandoesosojos»o«ComoTorcuatanolahayenSarrió»,uotrafrasefelizporelestiloqueencendíaenpurogozoaladoncella.Peroaldejarlaescapar,noperdíaunpunto,desugravedad.Porquesabíaqueéstaeraunadesuscualidadessobresalientesyquelehacíanmásapeteciblealbellosexo.

EsperabahacíaratoaValentina.Peroyaestabaelsalónpobladodedamas,ylafementida orquesta de metal había tocado dos bailables, sin que la costureragentilhubierahechosuapariciónenelbaile.Volvierona sonar losacordesdeunamazurka.Lajuventuddoradatornóaestrecharlostallesesbeltosdelashijasdel pueblo. Pero nuestro Pablito, fiel a la suya, permanecía inactivo mirandocruzarpordelantedeéllasparejasveloces.

Terminada la mazurka le asaltó la idea de que Valentina ya no vendría. Latirantezderelacionesquemediabanentreellayelautordesusdías,sobretodocuandoéste teníaalgunosvasosdevinoenel cuerpo, lohacíamuyverosímil.Pocosminutosdespués,Pablitoestabaplenamenteconvencidodeello.

EstasudisposicióndeespíritucoincidióconlaentradadelablondaNievesenel salón. Sus miradas se encontraron. La pobre muchacha, villanamenteabandonada no hacía siquiera dos meses, le sonrió con dulzura. Esta dulzurahabíasidoprecisamentelacausadesudesgracia.ElapuestoPablitosecansabaprontode lasmujeresdulces.Sinembargo,devolviólasonrisa,yalpasarasulado,ledijoáticamente:

—Tevanaembestirlostoros,Nieves.

Labordadoratraíaunpañuelorojoatadoalacintura.Estafrasedesuexgalánlecausóunefectotanvivo,quenosupoquécontestar.Sonriódenuevo,ydijo:¡ah!... ¡sí!... ¡no! y algunas otras partículas que no recordamos, y quisodesmayarsedeemoción.Alavueltasiguientelepreguntósiqueríabailarconél

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la primerapolka.Laprimera, la segunda, la tercera, y todas laspolkasque setoquenen eluniverso, respondióNieves conel sí temblorosoque salióde suslabios.Despuésquecomprometiólapolka,Pablosintióungranarrepentimiento:—«¡Quétonto,québrutosoy!¿YsiahorallegaValentina?»

Pero no llegó. La orquesta comenzó a preludiar los primeros compases. Eljoven,sinquitarlosojosdelapuerta,abrazóeltalledelabordadora,lanzándoseconellaenraudovueloporlasala.Otrosjóvenes,nomenosraudos,veníandelladoopuesto, y ¡claro! un choque primero, después otro y después otro.Talesencuentros eran un atractivo más en aquellos bailes. Las jóvenes, a quienesapabullabanelpeinadouobligabanatambalearse,envezdesentirenojo,reíanacarcajadasconplacervivísimo.PabloyNieves,quenopodíandarcuatropasossintropezarconotrapareja,estabanverdaderamentehechizados.Sinembargo,eljoven, siempre que pasaba por delante de la puerta, sentía un leveestremecimiento en las piernas, y se apresuraba a alejarse de ella. Cuando laorquestasecalló,llevóasuparejahaciaunángulodelasala,yallídepartieronunmomentodepie.Pablitosintióarderentrelascenizasdesuamorunachispadesimpatíaporaquellamuchachatanalegre,tanapacible,tancariñosa.

—Ya tenía deseos de bailar contigo,Nieves—ledijomientras se limpiaba elsudorconelpañuelo.

—Yyoconusted,Pablo.

—¿Usted?

Lajovenseruborizó.

—¿Hasolvidadoeltúya?

—¡Tantotiemposepasó!

—Tienesrazón...Peromiracómoyonoloheolvidado.

—El miércoles le vi... te vi en la carretera de Nieva... Ibas en un caballoblanco...

—Eraunayegua.

—Creíquetetiraba.

—¡Tirarme!—exclamó Pablito frunciendo el entrecejo.—¡Afloja un poco,

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chica!Amínometiratanfácilmenteunajaca.

—¡Esquedabaunosbrincostangrandes!...Seponíaasíparaarriba...¡Jesús!Yoestabaasustada.

—Es que la estaba enseñando a levantarse de manos—repuso el jovensonriendoconsuperioridad.—Comono lahan trabajadohastaahora, se resisteunpoquito.Algunavezdasusbotesdecarnero;perototalnada...enelfondoesmuynoblelaLinda...Mira,tú,cuandolacompré,o,pormejordecir,cuandolacambié por elNegrillo, dandomil quinientos reales encima, allá en elmesdeoctubre,bienteacordarás,teníaunaporcióndezunas.Semeplantabaalomejorenmediodelacarretera,seespantabaconloscarros...enfin,unanimalperdido.Yomedije:¿quéhayquehacerconestajaca?...

Pablito, en cuyo pecho la joven había hecho vibrar la cuerda más sensible,disertó larga y luminosamente acerca de aquellos asuntos ecuestres.Nieves leescuchaba embelesada, enternecida, figurándose acaso que detrás de aquelladescripciónminuciosadelaszunasdelaLindaibaaencontrarsuamorperdido.

De pronto, el orador ¡paf! recibe un golpe enmedio de la cara; el auditorio¡paf! recibe otro.Antes que se hubieran repuesto de la sorpresa, reciben otrosdos¡paf,paf!

Era lacoléricaValentinael autordeaqueldaño.Enmenosdeunminuto losllenóaambosdebofetadas.Pablitonoencontrómejorrecursoqueescabullirsebonitamente,yplantarseenlacalle.QuedóNievescomoinocentepalomaenlasgarrasdelgavilán.Peroéste,viendoquenopodíasaciarse,porquelesujetaronlosbrazos, sedesprendióbravamente,dejóel salón,dónde sehabíaarmadoelconsiguientejollín,ysalióalacalle.

Pablito caminaba a paso lento, harto sofocado aún, cuando sintió un terribledolorenelbrazo.Conocíatanbienaquelgénerodetormento,quesinvolverlacaraexclamó:

—¡Valentina!

—¡Yosoy!¿Creíaisqueosibaisareirdemí?

—Loqueacabasdehaceresmuy feo—profirióel jovenconacento irritado,mirandoasuqueridacaraacara.—Hasdadounescándalo,ymehaspuestoen

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ridículo.Yonotoleroeso,¿looyes?

—¿Quenolotoleras?Pues,mira;comovuelvaaverteotravezconella,nomecontentoconloquehoyhice...¡Osclavoalosdosconunanavaja!

—Ya te librarás de hacer nada de eso, ni presentarte siquiera delante demícuandoestéhablandoconotramujer—gritóeljovencadavezmásenfurecido.

—¡Encuantoteveaconesapendanga!¡Alza!¡yaverás!¡yaverás!

Entonces el hermosomancebo, justamente indignado, pero olvidando por elestado de ofuscación en que se hallaba todos los artículos del código de lagalantería, descargóunabofetada en el rostrode suquerida, ydespuésotra, ydespuésotra...enfin,unasopimpamásqueregular.Lagraciosaartesanasedejósolfearporsugalánpacientemente,sinhacerlamásleveseñalderesistencia,nisiquieradeesquivarlosgolpes.CuandoPablitocesó, lepreguntócondeliciosanaturalidad:

—¿Hasconcluídoya?

—Porahora...¡peromeentranganasdeempezarotravez!—rugióelmancebociegodecólera.

—Puesempiezacuandogustes.Yolashedellevartodassinmoverme.Peroteadviertoquemepeguesonomepegues,hedehacerloquetedijeencuantoteveahablandoconesa...Ahorallévameotravezalbaile.

—Noquiero.

—Bueno;puesllévameacualquierpartedondepuedaarreglarelpelo,porquemehasdespeinado.

EljovenhubodetransigirllevándolaalcafédelaEstrella,nosinirpensandoporelcaminoquesusconquistasleestabansaliendounpococaras.

Pocosdíasdespuéstuvoaúnmejormotivoparahacerseestareflexión.FuéenlaPeluqueríaMadrileña,dondeacostumbrabaaafeitarseyarreglarseelpeloamenudo.Acompañadode suprimercaballerizo, entróenellay se sentóenundivánesperandolavez.

—Cuando usted guste, caballero—le dijo al cabo un muchacho pálido, conligerobigotenegro,volviendoelasientodegutaperchaymirándoledetravés.

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Pablito avanzó distraídamente y se dejó caer en la butaca con esa languidezelegantequeadoptanenlaspeluqueríasaquellosaquieneslaProvidenciaseñalócon un destello de superioridad. El chico le embadurnó la cara con jabón. EljovenBelinchón,conlapreciosacabezainclinadahaciaatrás,esperóradiantedemajestad que se le despojase de la sombra negra quemanchaba sus mejillas.Tenía los ojos cerrados blandamente paramejor percibir los vagos y poéticospensamientosquecruzabanporsucerebro.Siemprequevolvíadelacuadratraíalacabezarepletadeideas.Suspiernasseextendíancruzadasdebajodelamesa,y sus manos enguantadas pendían de los brazos del sillón con la mismaeleganciaquelaspiernas.

—Fernando—dijoenvozaltaelartistaqueleibaaafeitarllamandoaunodesuscompañeros.

—¿Quéquieres,Cosme?

Este nombre hizo estremecer sin saber por qué a Pablito. Abrió los ojos ydirigióunalargayávidamiradaalpeluquero.Noleconocía.Debíadesernuevoen el establecimiento. Esto, en vez de tranquilizarle, le obligó a cambiar depostura varias veces, abandonando por el momento su habitual majestad ylanguidez.

—¿Puedesdarmelanavajaquehanvaciadohoy?

—Alláva.

Fernando alargó el brazo y Cosme recogió la navaja. Un vago deseo delevantarse nació en el espíritu de Pablito. Mas antes de que pudiera adquirirforma,elpeluquerolehabíacogidoporlanarizycomenzabaarasparle.

Al cabo de unos instantes en que nuestro joven por debajo de sus largaspestañasseguíaconmiradainquietalosmovimientosdelamanodelartista,éstele dijo en voz baja, plegados los labios por una sonrisa afectada que extendíadesmesuradamentesuboca:

—UstedeselseñoritodeBelinchón,¿verdad?

—Sí—articuló.

—Yo leconozcoaustedhacemucho tiempo—manifestóelpeluquerocon la

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mismavozapagadaysindejardesonreir.—¡Oh,sí,hacemuchotiempo!Ustednomeconocerá...¡Claro!losseñoritosnoacostumbranafijarseennosotros.Letengovistomuchasvecesporahíacaballoyencoche...ytambiénapie.Enlosbailes de lasEscuelas le veo amenudo.Baila ustedmuybien, señorito, ¡muybien!...

—¡Phs!—profirió Pablito, en quien el deseo de levantarse se habíatransformadoyaenverdaderoanhelo.

—Sí, muy bien... y además tiene gusto para escoger pareja. ¡Caramba quémuchachas tanguapasse llevaustedsiempre,señorito!Hacealgunosmeses leveíabailarsiempreconunarubia... ¡hastaallí!Eshermanadeunamigomío...Pero hace ya tiempo que le veo bailar con otra muy salada que se llamaValentina,¿verdad?Esunachicamuygraciosa... ¡Carambaquébuenojo tieneusted, señorito!... A esta Valentina la conozco un poquito... Hemos sido algoamigosenotrotiempo...¿Nolehahabladoalgunavezdemí...deuntalCosme?

—No—articulóeljoven,enquiencomenzabanlossíntomasdeunaabundantetranspiración.

—Pues es extraño, porque éramos bastante amigos... ¡Como que hace tresmesesestábamosparacasarnos!...Pero,amigo,vinousted,señorito,ytodofuérodando.

Cosmehabíapronunciadoestasúltimaspalabrasconvoz temblorosa.Pablitosudaba gotas como avellanas sin sentir calor alguno. Tenía el mismotemperamentodesugloriosopadre,enemigo irreconciliablede las traicionesyemboscadas.

—Naturalmente,¿quéhabíadepasar?—prosiguióelartistaenuntonodevozindefinible,puesnosesabíasiquería lloraroreir.Almismotiempopasaba lanavaja con suavidad por la garganta del bizarro mancebo para despojarle dealgunos pelos importunos.—¡Naturalmente! Un señorito tan principal comousted, ¿cómo no había de derrotar a un pelafustán como yo? Las chicas, encuanto uno de ustedes les canta al oído cualquier cosita, se vuelven locas,aunque lamayorpartede lasvecesustedes lohacenpordivertirse, cuandonopara otra cosa peor. Demasiado se sabe que usted no se ha de casar conValentina... Usted la quiere para pasar el rato por las noches con ella en elcorredoryhacersusescapaditasadentro,¿verdad?Ydespués¡ahíquedaeso!...

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Laverdad,yoqueríamuchoaesaniña...

La voz del barbero volvió a temblar y la mano también. Pablito no pudosiquierahacerotrotanto.Estabapetrificado.

—Peroahora—prosiguióCosme,—ahora,¿quiéneselquesecasaríaconellaano estar loco?... Los pobres estamos debajo, y tenemos que sufrir estasvergüenzas.Siustedhubierasidounigualmíonoshubiéramosvistolascaras...Perosiyomehubierametidoconusted,nofaltaríaquienmerompieselacabeza,ysobreesoiríaalacárcel...Ysinembargo—prosiguiódespuésdeunmomentode silencio con acentomás ronco,—si yo ahorame volviese de repente loco,señorito... ¡adióscaballosycoches! ¡adiósbailes! ¡adiósValentina!...Consóloempujarunpocolanavaja¡pif!todohabíaconcluídoparasiempre...

Pablito,cuyorostroyasinjabónestabatanblancocomocuandolotenía,dejóescaparaquíunjipidotanextrañoydoloroso,quePiscisqueveníaobservandocon ojos recelosos al barbero, saltó repentinamente sobre éste y le sujetó losbrazos.Pabloselevantóentoncesdeunsalto.Eldueñoylosmancebosytodoslosparroquianosgritaronauntiempo:

—¿Quéeseso?

—¡Pillo,asesino!—exclamóPablitolanzándosesobreCosme,queestababiensujetoporatrásytanpálidocomounmuerto.

Enuninstanteelgallardomancebo,queaunsudabacopiosamente, lesenteródeloquehabíapasado.ElpobreCosmefuéarrojadodelatiendaapuntapiésporelpatrón,quenoqueríaperderelmejorparroquianodelavilla.

XIII

ENQUESEDESCUBRENALGUNOSSECRETOSDELAVIDADEGONZALO

Gonzalo recordó que aun no le habían curado el vejigatorio puesto el díaanterior.Tiró violentamente del cordón de la campanilla.Estaba tendido en ellechobocaarriba,mirandolosarabescosdeltecho.Laestanciabienesclarecidaporlosdosbalconesquetenía.Nosehallabaensualcoba,sinoeneldespacho,

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dondelehabíanpuestounacamaeldíaprimeroquesesintiómal.Venturahabíamostrado pesar de dejar la alcoba, y prefirió salir él, ya que juntos no podíandormir. El ataque había sido tan fuerte como repentino: una erisipela que leinflamóelrostro,lasmanosylaspiernas,yestuvoapuntodecausarlelamuerte.Conjuradoelataquecerebralpormediodeviolentosrevulsivosalaspiernas,elmédicolefuéaplicandovejigatoriosendiversasregionesdelcuerpo.

—¿Quéseleofrecía,señorito?—dijoladoncellaentreabriendolapuerta.

—Hagaustedelfavordellamaralaseñorita.

Alcabodeunmomento,lacriadaentreabriódenuevo:

—Quevienealinstante.

El jovenesperó.Al cabodediezminutos largos, la lindacabeza rubiade suesposaasomóporlapuerta.

—¿Quémequerías,pichónmío?—preguntó,sinentrar,entonodistraído,quenoencajababienconlomelosodelapregunta.

—Entra...Sonlasonce,yaúnnomehancuradoelvejigatorio.

—Yopensabaqueesperaríasaqueelmédicolohiciese—dijoavanzandoconvacilaciónporlaestancia.Vestíaunamagníficabatadesedaazulquenopodíavelarlacurvapronunciadadesuvientre.

—Nohadichoquevendríaélacurármelo...Ademásmemolestamuchoya.

La joven se acercó a la cama. Después de unos momentos de silencio,poniendolamanosobrelacabezadesumarido,lepreguntó:

—¿Noseríamejorqueelmédicotecurase?

—No,no—respondióél,malhumorado.—Meestámolestandomucho...Buscalashilasylapomada,ytraeunastijerasquecortenbien.

Venturasaliósindecirnada.Pocodespuésvolvióconaquellosenseresenlasmanos.Sehabíapuestoseriayparecíadistraída.Elteníaimpresoenelrostroelhastíoyelmalestarquecausalacama.

Despuésquehubocolocadolosefectossobrelamesadenocheyesparcidola

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pomadasobrelashilasconuncuchillo,lajovenesposadijosuavemente:

—Vamos.

Gonzalose incorporó,ydesabrochando lacamisaexpusoalairesupechodehércules de circo, a cuyo costado derecho estaba adherida una cantárida. Lajoven se inclinó para levantar el parche. Gonzalo aprovechó la ocasión parabesarlaenlafrente.

Nosedijeronnada.Lavejigaeragrandeyrodeadaporuncírculorojodecarneinflamada.Venturasealzódenuevoydijoconsuhabitualdesenfado:

—Bah, bah, mejor esperamos que venga el médico: no puede tardar... Siquiereslepasaremosrecado.

—Yahedichoqueno—manifestóeljovenfrunciendoelentrecejo.—Cogelastijerasycortalavejigaalrededor.Despuésponeslashilasencimadelallagayseconcluyó...¡Yavesqueesbienfácil!

Venturanorespondió.Tornólastijeras,seinclinódenuevoysepusoacortarlapiel.

—¿Teduele?

—Nada:sigueadelante.

Pero al quedar la llaga al descubierto la jovennopudo reprimir un gesto derepugnancia.Losojosdesumarido,que laespiaban, se turbaron.Su frente searrugófuertemente.

—Mira, déjalo, déjalo... Esperaremos que venga elmédico—dijo cogiéndolaporlamuñecayapartándolasuave,perofirmemente.

Venturalemirósorprendida.

—¿Porqué?

—Por nada. Déjalo, déjalo—replicó abrochándose de nuevo la camisa ytapándoseconlaropa.

Venturitasequedócon las tijerasen lamanomirándole fijamente,enactitudconfusa.Elteníalamismaprofundaarrugaenlafrenteymirabaaltecho.

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—¿Peroporqué?...¿Quétehadado,chico?...

—Nada,nada.Déjamequevoyadescansar.

Lajovensequedótodavíaunosinstantesmirándole.Inflamándosedepronto,tiróconrabialastijerasalsueloydijoconelacentoaltivoydesdeñosoquetanbiensabíadarasuspalabrascuandoquería:

—Mealegro.Elespectáculonoeramuyagradable;sobre todopocoantesdecomer.

Al mismo tiempo se volvió dirigiendo sus pasos hacia la puerta. Gonzaloexclamóconsonrisasarcástica:

—Yyomealegrodehabertedadoesaalegría.

Luego, al quedar solo, sus ojos chispearon de furor y sus labios temblaron.Apretó la sábanacon lasmanosconvulsas,y lanzóuna seriede interjeccionesbrutales, entregándose a unade esas cóleras brevesy terribles de los hombressanguíneos.

Antes que se hubiese apagado por completo, oyó tocar en la puertasuavemente.Figurándosequeerasumujer,gritóconfuria:

—¿Quiénva?

Lapersonaquehabíallamado,estremecidasindudaporaquellavoz,tardóuninstanteencontestar.

—Soyyo,Gonzalo—dijoalcaboconvozdébil.

—¡Ah!dispensa,Cecilia.Entra—replicóeljovendulcificándosedepronto.

Sucuñadaabriólapuerta,entró,ylacerródespuésconcuidado.

—Veníaa sabercómoestabas,yalmismo tiempoadecirteque siquieres lalimonadayalatieneshecha.

—Estoymejor,gracias.Sisigoasí,meparecequemañanaopasadoatodotirarmelevanto.

—¿Tehancuradolacantárida?

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—Venturasepusoaelloahora;peronohaconcluído—respondió,volviendoafruncirlafrente.

—Sí; acabo de encontrármela en el pasillo, y me ha dicho que te hasincomodado porque te figurabas que lo hacía con repugnancia—dijo Ceciliasonriendoconbondad.

—¡Noeseso!¡Noeseso!—repusoeljovenentonodeimpacienciaynopocoavergonzado.

—Debes perdonarla, porque no está acostumbrada a estas cosas. Es unachiquilla... Además, el estado en que se encuentra, tal vez influya en suestómago.

—¡No es eso, Cecilia!—volvió a exclamar el joven con más impaciencia,levantandounpocolacabezadelasalmohadas.—Seríamuynecioymuyegoístasifueseaincomodarmeporunacosaquedespuésdetodonoestáensumanoelevitar.Escuestióndetemperamento,yyoacostumbroarespetarlo;muchomástratándosedemiesposa,queseencuentraenunestadoexcepcional...Perohayalgomás.Loquemeacabadepasar llueve sobremojado.Hacediezdíasqueestoyenlacama,ynohaentradoenestahabitaciónmásdedosotresvecescadadíaycasisiemprellamadapormí...¿Teparecequeesesoloquedebehacerunamujerporunmarido?...Sinohubierasidoportiypormamá...sobretodoporti...estaríaabandonadoenpoderdecriadoscomoenunafonda.

—¡Oh,no,Gonzalo!

—Sí,sí,Cecilia—replicóconenergíayexaltándose.—Abandonado.Mimujernoapareceporaquísinocuandohayvisita...Entonces,sí,vienehechaunbrazode mar, oliendo a esencias y demonios colorados... Pero traerme las tisanas,apuntarlasprescripcionesdelmédico,hacermeunpocodecompañíahablandooleyéndomealgo...¡Deeso,nada!...Ahoraleruegoquemecureelvejigatorio,y,encuantoselodigo,cambiadeltodosufisonomía...Comienzaabuscarsalidasparazafarse.Sólocuandoyoinsistoconempeño,sedecide...¡perodetanmalagana! con una cara tan estirada, que estuve tentado a tirarle a ella todos loschirimbolos.Notendríanipizcadedignidad,nivergüenzasiquiera,silahubieseconsentidoseguir...

Sehabíaidoexaltandocadavezmás,hastaelpuntodeincorporarsedeltodoenel lecho. Cecilia, en pie, en medio de la habitación, le escuchaba inquieta y

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confusa, sin saber qué replicar. Quería defender a su hermana; pero noencontrabaargumentosbastantepoderososparacontrarrestarlosdesucuñado.

—Gonzalo—ledijoal fin, convoz firmey semblante sereno, acercándoseallecho,—el disgusto que acabas de tener te ha exaltado un poco, y no ves lascosas como en realidad son... Es posible que Ventura se haya descuidado unpocoenel cumplimientode susdeberes;peroestate segurodequenoha sidopor falta de voluntad. La conozco bien. Sé que su carácter no se presta aocuparseenestospormenoresycuidadosqueunenfermonecesita.Nosirveparaenfermera.Además,consideraqueahoraseencuentraenunestadoenquehayquedispensarlemuchascosas...

—¡Pero si es así en todo, Cecilia! ¡Si es así en todo!—replicó el joven contantavivezacomomalhumor.—¡Siesunachiquillaqueno tieneatadero!Losasuntos de la casa le tienen sin cuidado. Para ella, lo único importante en elmundo es ella misma, su hermosura, sus trajes, sus joyas... Todo lo demás,padres, hermanos, marido, no significan nada... Estoy seguro de que le hapreocupadomáselsombreroquehaencargadoaParísquemienfermedad...

—¡Oh,nodigaseso,porDios!Estásloco.

—Noestoyloco.Digolapuraverdad...

Yconpalabra rápida, vibrante, tropezandomuchasvecespor la irritacióndeque estaba poseído, expuso prolijamente sus quejas, complaciéndose en hacersangrar de nuevo los pinchazos que había recibido en su vida matrimonial.Ventura teníauncarácterdiametralmenteopuestoalsuyo.Noeraposibleestarbien con ellamásdeunahora.Porque si durabamucho la avenencia, y no sepresentabamotivoderiña,seencargabaelladebuscarlo,hastiada,sinduda,dehallarse en paz con sumarido. Si hacía una cosa por proporcionarle un gocecualquiera,envezdeagradecérselo,lepagabageneralmenteconalgunaburlaosarcasmo. Todo le parecía poco. Los mayores sacrificios los encontrabapequeños.Nohabíaposibilidaddehacerlapensarmásque en susvestidos, ensusperfumes,ensuscintajos.¡QuévidalaquelehabíahechollevarenMadridlostresmesesqueallíhabíanestado!Nosalíandeloscomerciosdesedas,delasjoyerías,decasadelamodista.Porlasnoches,infaliblementealteatro.Aunqueestuviesecansadooselepartieselacabezadedolor,nada,eraprecisoexhibirseen algún palco delReal, del Príncipe o la Zarzuela. El dinero que allí habíangastado, sumaba una cantidad imponente. Creía haber llevado bastante, y por

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tresvecestuvoquepedirmásasucasa.Luego,comprendiendoquedadoaqueltrenconsusrentasnotendríanbastante,sobretodosiDiosledabamuchoshijos,había tratado de montar una fábrica de cerveza, para aprovechar siquiera losestudios que había hecho. Ventura se había opuesto resueltamente a ello,diciendoquenoqueríaser«laseñoradeuncervecero...»EstabaconvencidodequelasangrequesehabíaquemadoenMadrid,ylaqueseguíaquemándoseenSarrió,eraloquehabíacausadoaquelataquerepentinodeerisipela.¡Claro!Elnecesitaba una vida de actividad y de trabajo, salir mucho al campo, cazar,montar a caballo. Su naturaleza pletórica exigía el ejercicio. Aquella vidasedentariaque legustabaaVentura,aqueleterno teatro,aquellasvisitas, aqueltrasnochar sin sustancia, le mataban; la sangre se le ponía espesa como elaceite... ¡Pero qué le importaba a ella todo eso! Lo principal era satisfacer sugusto en todo y por todo... EnMadrid había aprendido a pintarse; ¡una granbarbaridad, porque era blanca como la leche!... Pues aunque él le habíamanifestadorepetidasvecesquelerepugnabaaquellaasquerosamanía,nohabíasidoposiblequelehicieracaso.

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Mientrassedesahogabadeestemodoenunflujo intermitentedepalabras,elrostro deGonzalo iba expresando sucesivamente la indignación, la tristeza, lacólera,eldesprecio,todaslasemocionesqueagitabansualmaalrecuerdodesuspadecimientos.Sugrantorsodeatleta,semovíaconvulsivamentesobreellecho,incorporándose unas veces, otras dejándose caer, mientras las manostemblorosasycrispadas seocupaban instintivamente en tirarde la ropa,queaimpulsodesusbruscassacudidasselemarchaba.

Cecilia, con la cabeza baja y las manos caídas y cruzadas, le escuchabaesperandoquedespuésdesoltarelfardodesusdisgustos,lacóleradeljovenseaplacase.

Yasífué.Despuésqueyanotuvomáspalabrasenelcuerpo,cubriéndoseconla sábana hasta los ojos dejó escapar una serie interminable de resoplidosentremezcladosdefrasesincoherentes.Ceciliacomenzóadecirleconvozmuysuave:

—Yonoséquédecirteatodoeso,Gonzalo.Meterseenlasdesavenenciasquepueda haber en un matrimonio es muy peligroso. Si a alguien correspondeintervenir en vuestras cosas no es amí, sino amamá... Pero siempre he oídodecir que en todos los matrimonios hay riñas y disgustillos, sobre todo alprincipio,mientrasloscaracteresnoseamolden...Todoesopasa.Sonnubesdeverano.Mientrasnoafecteal fondo,mientras loscorazonesnosedesunan, lasreyertasmatrimoniales tienen bien poca importancia...Y aquí no haymiedo aeso,porfortuna...TúquieresaVentura...

—¡Oh,cadadíamás!—exclamóél,conrabiadesímismo.—Estoyenamoradocomounburro...sí,sí,¡comounburro!

Una sombra demortal dolor, veloz como un relámpago, pasó por los clarosojos de Cecilia. Pero al instante volvieron a lucir serenos y brillantes comosiempre.

—Ella también te quiere a ti; no lo dudes. Su genio es vivo, acaso un pococaprichoso, por lo mismo que ha sido siempre el mimo de la casa. Pero esincapazdeguardarrencorporunaofensa,niobrajamásconpremeditación,sinoempujada por las impresiones del momento... Además, Gonzalo—añadiósonriendo,—considera que ahora le debesmuchasmás atenciones,muchísimomáscariño,siesposible...

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Lajoven,confrasesdelicadasempapadasdeternura,lehablódesufuturohijo;unclavitoqueremacharíademodoinquebrantablelaunióndesusalmas.Aquelniñoparaelcualtodoelmundoestabayatrabajandoenlacasa,disiparíaconsusonrisa inocente las nubéculas que sombrearan por un instante el amor de suspapas. Después que estuviese en el mundo ¡bien se acordaría Ventura decoloretes!¡Anda,anda!puesnotendríapocoquehacerparatenerlelimpio,darleel pecho y entretenerle cuando llorase. Y él estaría tan embobadocontemplándolo,quenotendríatiempoaocuparseensisumujertraíatalocualvestido,nisiquierasiestabadebuenoodemalhumor.

LavozdeCecilia,suave,persuasiva,unpocoempañadasiempre,locualdabaasuacentosingularternurayhumildadquellegabaalcorazón,logróconmoverprontoeldesucuñado.

Apaciguóse súbito.Dilatado su rostroporuna sonrisa, exclamóantesdequeconcluyese:

—¡Chica,quégranabogadoharías!

—Esquetengorazón—replicóellariendo.

—Ysinolatuviesesyatearreglaríasparaaparecerconella...¡Ea,yapasó!...Amílasrabietasmeduranpoco...Y,sobretodo,encuantotúempiezasahablar,pierdo la fuerza. No hay orador que se te iguale en eso de acumular losrazonamientosenelpuntoqueteconvenga;yhastasabessacarelCristo...digo,elniño...

Ceciliasoltólacarcajada.

—Reconocerásquehasidoconoportunidad.

—Noloniego.

Ambos rieron con alegría, embromándose cariñosamente, mecidos en dulcefraternidadqueloshacíafelices.

Ceciliaseretiróalfin.Antesdellegaralapuertasevolvió,preguntandocontimidez,dondeapuntabaunvivoymaldisimuladodeseo:

—¿Quieresquetehagayolacura?...Debesestarmolesto...

Eljovenvacilóuninstante.Temíaofenderelpudordesuhermanapolítica.

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—Sitúquieres...Nohaynecesidad...Acasotecauserepugnancia...

PeroCeciliayasehabíaacercadoalacamayrecogíalashilas,lapomadaylastijeras,poniéndolotodoenorden.Hizounanuevatableta,yextendióconesmeroel ungüento sobre ella. Gonzalo la miraba, un poco inquieto. Ella guardabasilencio, haciendo esfuerzos heroicos por vencer la confusión que se ibaapoderando de su alma. Ya estaba arrepentida de su proposición. Dejabatranscurrirel tiempopasandoinfinitasveceselcuchillosobre lashilas,conlosojos bajos, fingiendo gran atención a la tarea que tenía entre manos. Al fin,haciendounsupremoesfuerzo,tomólatableta,ylevantandolacabezahaciasucuñado,ledijoconafectadaindiferencia:

—Cuandoquieras.

Gonzalo, conmano vacilante, bajó la ropa. Se incorporó en el lecho, y conlentitud embarazosa principió a desabotonarse la camisa. Al fin descubrió suenormepechomusculoso.

—¡Buen cuadro para antes de comer!—exclamó avergonzado, repitiendo laideaexpresadaporsuesposa.

Cecilianocontestó.Sepusoaexaminarlallaga,cubiertaamediasporlapielqueVenturanohabíaacabadodecortar.Tomólastijeras,yconmanofirmecortóloquefaltaba.

—¿Tehagodaño?—preguntó.

—Ninguno.

Descubiertaenteramentelallaga,grandecomolapalmadelamano,aplicóconsuavidadsobreellalatabletadehilas,pasórepetidasveceslamanoporencimapara ajustarla, colocó un trapo sobre las hilas, y sin dejar de oprimirlo con lamanoizquierda,tomóconladerechaunavendaquehabíasobrelamesilla,ylaaplicóporelmedioencimadeltrapo.

—Ahoraesnecesarioquetepaseslavendapordetrásdelaespalda,paraatarladespuésaquíencima.

—¿Noteatrevestú?—dijoélconsonrisaentreburlonayavergonzada.

Ella no contestó. Quería a fuerza de seriedad dominar la confusión que la

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embargaba.Únicamentesepodíaadvertirsuemocióneneltemblorligerísimodesuslabios.Losojosmediocerrados,lucíanpordetrásdesuslargaspestañasconíntimo gozo que la expresión indiferente y grave de su fisonomía no podíaocultar.

Gonzalo trató de cruzar la venda por detrás, pero le fué imposible. Ceciliaacudióensuauxiliometiendolamanocondecisiónpordebajodelacamisa.Alsentir el tibio contacto de la carne del joven, aquellamano tembló levemente;masnodejódeseguirconfirmezasutarea.

—¿Buenpecho,eh?—dijoélconafectadodesenfado,paraocultarelembarazoqueaambosdominaba.

TampocorespondióCecilia.

—Nocreasqueestodonatural.EstosbrazosyestepechomeloshiceremandoenelTámesis.

—¿Remando?

—Sí,remando.Allílosjóvenesmásricosnosedesdeñandevestirlablusadelmarineroolacamiseta.Alcontrario,esdelomásfashionable,comoellosdicen.¡Cuántosviajeshabremoshechoríoarriba!Luegocadapocotiempohayregatas.AcudelagentecomoenMadridalostoros,secruzangrandesapuestas...¡Esunrecreodelicioso!¡Quéentusiasmoentrenosotrosdesdemuchosdíasantes!...

Seconmovíaalrecuerdodeaquellashorasfelicesdesaludydefuerza,cuandonielamornicuidadoalgunodomésticoturbabanaúnsuvidadeestudiantericoydesaplicado. Y viendo la atención que Cecilia le prestaba, se extendía enmenudenciaspueriles, trayendo al recuerdo los ínfimospormenoresde aquellaexistencia consagrada a la gimnasia.Refería las regatas que había ganado, lasquehabía perdidoy todos los incidentes que en ellas habían surgido.Contabasusimpresionesantesydespuésdelsuceso,laclasedealimentaciónqueusabaparaadquirirvigoryperderlagrasa;describíalostrajesqueusaban,laformadelosbotes,losgritosdelamuchedumbrequelosalentabadesdelaorilla...

—Nohabríaallíquientuviesemásfuerzaquetú—ledijoellacomiéndoloconlosojos.

—¡Oh,sí!Noeradelosmásflojos;perotodavíahabíaalgunosdemásfuerza

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—respondióélconmodestia.

Habíadesaparecidolacortedaddeambos.Tornabaaquelladulcefraternidaddeantes. Gonzalo descansaba sobre el lecho con los brazos fuera. En cuanto sevierafueradeél,yconánimos,seibaaTejada.Eranecesariocambiardevida,para evitar nuevos ataques. Pensaba dedicarse a la caza con ahinco.Montaríaademásungimnasioenelsitiomásadecuadodelacasa.Enfin,seprometíaserotrohombreasíquecurasedeltodo.

Cecilia aplaudía aquella decisión; prometía ir con él algunas veces. Gozabamuchomás enTejadaque enSarrió.Había nacidopara aldeana.El se reía deaquellospropósitos.

—Nosabesloqueesirdecazaenestepaís.AversimeveoprecisadoatraerteenbrazoscomoaVentura.

—Notengascuidado;soymásfuertedeloqueparezco.

Alfinlajoven,tratódemarcharse.Gonzalolepreguntócontimidez:

—¿Nomeleeshoyunpoco?

Cecilianohabíapensadoenotracosadesdehacíarato.Perocomohabíaoídoaljovenquejarseconamarguradequesumujernolohiciese, temíadejarlaenpeorlugar,ofreciéndoseadesempeñarestatarea.

—¿Quéquieresquetelea?

—Con tal que no sea una de esas novelas terroríficas que le encantan amimujer,cualquiercosa.

—Bueno;teleeréelAñoCristiano.

—¡Notanto!—exclamóélriendo.

Ceciliatomódelalibreríaunvolumendeversos,ysepusoaleersentadacercadelospiesdelacama.AlcuartodehoraGonzalodormíadeliciosamente,conlatranquilidad de un niño. La joven suspendió la lectura al observarlo, y lecontemplóatentamente,mejordicho,leacaricióconlosojoslarguísimorato.Alcabocreyósentirruidodepasosenelcorredor,yponiéndoseencarnadaalaideadequepudieransorprenderlaenaquellaactitud,sealzóvivamentedelasilla,ysaliódelaestanciasobrelapuntadelospies.

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Gonzalo, en cuanto estuvo convaleciente, quiso trasladarse a Tejada. Leacompañó toda la familia,exceptodonRosendo.Corríaelmesdeoctubre.Enmedio del ropaje amarillo de los campos comarcanos, la posesión de donRosendo,pobladadeconiferas, resaltabacomomanchanegra,nadagrataa losojos.El jovenpusoenpráctica inmediatamentesuprogramadevidahigiénica.Levantábasedemadrugada,tomabalacarabina,llamabaalosperrosylanzábasealtravésdeloscampos,llegandolamayorpartedelosdíasalanoche,rendido,con algunas perdices en el morral y un hambre de caníbal. Cuando lasexcursioneseranmáscortas,Cecilia leacompañaba,segúnlehabíaprometido.Aunque en esta ocasión se mataban pocas perdices, Gonzalo apetecía sucompañía como la de un agradable y simpático camarada. La joven nunca seconfesabafatigada;peroél,adivinándoloensumarchavacilante,dabaelalto,laobligabaasentarse,ysehacíaeldistraídocharlando,afindequedurasemáseldescanso.

Masellaluchabaentreelplacerdeestascorrerías,yelcompromisoquehabíacontraídoconsuhermanadehacerleelcanastilloparaelniño.Cuandollególaocasión de pensar en él, al quinto o sexto mes de hallarse en cinta, VenturadecidióencargarloaMadrid;peroCecilialehabíadicho:

—Simetraeslosmodelos,yorespondodehacérteloigual.

Venturita se había resistido un poco;mas al ver el empeño que su hermanaponía,consintióenello.Ceciliaemprendiócontantoafánlaobra,quelefaltabatiempoparacomerydormir.Algunasveces,cuandosucuñadoleinstabaasalir,lerespondía:

—Mira,hoydéjametrabajar.Hacetresdíasqueapenascosonada.

Y como él insistía haciendo burla de aquellos trabajos, ella se resignabadiciendo:

—Bien,lopeoresparati.Averconquévasavestiratuhijocuandonazca.

—Descuida, chica—replicaba él riendo.—Tengo bastantes camisas para él yparamí...¡Sobretodo,silegustandecuellobajo!...

Alcabodeunmes, laaccióndelaireydelsolhabíapuestoaCeciliamuchomásmorena.Parecíaunmuchacho,unmarineritodelmuelle,segúnlaexpresión

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deGonzalo.Mientras tanto, Ventura hacía su vida de sultana caprichosa, queahorateníamásrazóndeser.Apenassalíadelacasa.Elcuidadoexquisitodesupersona,leocupabamuchotiempo.Elresto,solíaemplearloenleernovelasdefolletín. Cada día estaba más hermosa. Aquel culto fervoroso de su cuerpo,contribuía no poco a realzar y aumentar sus gracias. Como un artista toca yretocaincesantementesuobra,sinqueleparezcajamásbastanteacabada,asílajovenesposacuidabadesuscabellos,desucutis,desusdientes,desusmanos,sin cansarse jamás. El matrimonio la había embellecido dándole la plenitudamablede la forma femenina,convirtiendosuhermosaprimaveraendoradoyespléndido estío. La misma maternidad, sin quitarle frescura ni desfigurar sucuerpo,leprestabaunamajestadsuaveyprotectora.Luegoelsoberanogusto,elarte,mejordicho,conquesabíaadaptarelcolorylaformadelvestidoaltonodesus carnes y a los cambios que en su naturaleza se operaban, daba primor yrelieveaaquellaadorablefigura.

Esosí,todalacasagirabaentornodeella.Comounadiosaadoradaytemida,movíaasutalantetodaslasfigurashumanasquecobijabanlastorreschinescas.Hasta doña Paula, que la había hecho rostro en los primeros meses dematrimonio, había vuelto a caer en su esclavitud. Ella no abusaba de aqueldominio. Dejaba que todos cumpliesen su gusto, menos cuando directa oindirectamenteibacontraelsuyo.Así,porejemplo,nadiesabíacuándotornaríanaSarrió,sinoella.Lacocineranoarreglabalacomidasinconsultarla.Elcocherosubíaapreguntarletodoslosdíassiqueríasalirdepaseo.Eljardineronomovíauntiestosinpedirlelavenia.Encambionolepreocupabapoconimuchoquesumarido saliese. Una sola vez, viéndole preparado a salir con Cecilia, le dijosonriendoenpresenciadeéstaydeotraspersonas:

—MuyamigososvaishaciendotúyCecilia.Miraquevoyacelarme.

Y al tiempo de decirlo, clavaba en él una de esas miradas soberanas queexpresabaconvencimientoprofundodesudominio.Gonzalo,pormuchoquesealejase,nopodríaromperlacadena;volveríablandoysumisoasuspies,comoel cometa que en vertiginosa carrera surca los espacios y a una distanciainconmensurablesienteelfrenodelsolyvuelvedócilhaciaélsufrente.

Gonzalo pagó aquella mirada con otra de rendimiento absoluto. Cecilia sehabíapuestolevementepálidaysonreíaparadisimularsuturbación.

—Vamos, ¡idos, idos! No os quiero ver delante—añadió.—Si me la estáis

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pegando,peorparavosotros,porquetomaréunavenganzasonada.

Labromanoeradelicada,teniendopresenteloquehabíamediadoentreCeciliayGonzalo.PeronoeraVenturitamujerquereparasemuchoparasoltarlas.

En los primeros días de diciembre se trasladaron a Sarrió. Unmes despuésVenturadabaaluzunahermosaniña,blancayrubiacomoella.Gonzaloestabatanenamoradodesumujer,quelarecibióconalegría,sí,masnoconaquelgozoy anhelo con que los hombres suelen acoger a su primer hijo. Lo que leinteresabaprincipalmenteeralasaluddesuesposa,quenosobrevinieseningúnincidente. Todo se volvía entrar y salir del cuarto, tomarla el pulso ymoler apreguntasadonRufo.Enopinióndeéste,Venturapodíacriarsininconvenientea su hija. Era una muchacha robusta, bien conformada. Tan sólo cuando losniñossalenmuytragones,lafrescuraylabellezadelamadresuelemarchitarseunpoco.Anteestaeventualidad,lajovensellenódemiedoyseopuso,primeroembozadamente, después en términos categóricos, a dar el pecho a la niña.Gonzaloseconvencióenseguidayhastahallórazonableaquellaoposición.EncambiodoñaPaulaseindignógrandemente,aunquesóloexpresabasudesagradoaespaldasdeVentura.

Ceciliasemostrótansolícita,tanvigilanteenelcuidadodelacriatura,queenpocotiemposeapoderóporcompletodeella.Colocóensucuartounacamaparalanodrizaylacunadelaniña,conpretextodequeVenturitaseponíaenfermacuando pasaba unamala noche. Ella resistía dos y tres en vela sin alteraciónalguna.Yenefecto,encuantolachiquillalloraba,eralaprimeraquesaltabadellechoparaentregárselaalanodriza.Siéstanoconseguíaacallarla,tomábalaenbrazos,ysepaseabaconellahorasyhoras,hastadormirla.

Conesto,losjóvenesesposos,pudierondormirjuntosdenuevoconlamismalibertadydescuidoqueen losprimerosdíasdenovios.Cuandopor lamañanapresentabanlacriaturaasumadre,yaCecilialahabíabañadoenaguatibiaylatraía envuelta en limpios pañales. Jugaba con ella un rato. Cuando llegaba lahoradeentrareneltocadorselaentregabadenuevoasuhermana.

Delmismomodo,aunqueconciertatimidez,nacidadeldeseodenoofenderasu hermana y formar contraste con ella, Cecilia intervino en el cuidado de laropadeGonzalo,yenelarreglodesudespacho.Aquélconcluyópordarlelasllavesdelosarmarios.—«Cecilia,voyavestirme.»Lajovencorríaalcuartoyalospocosmomentosvolvíadiciendo:—«Yalotienestodo».Gonzaloencontraba,

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enefecto,laropaplegadasobrelacama,lacamisaconlosbotonespuestos,lasbotasrelucientes,alladodelamesadenoche.—«Cecilia,semehadescosidounpocoelforrodelgabán.»Cuandotornabaaponérseloyaestabacosido.Yella,queeraasazdescuidadaenrenovarsusvestidos,gustabaextremadamentedequesu cuñado vistiese a la última moda; no consentía por ningún concepto, queanduvieseundíasiquieraconunabotapicadaoconlacorbatasucia.Gozabaenverle salir con algún nuevo traje elegante. Desde el balcón, levantando unpoquito lacortina,seguíalecon lavistacuandoibaalcaféconelcigarroen laboca.Ydespuésquedabalavueltaalaesquina,todavíacontemplaba,hastaquesedisipabaenelaire,laúltimabocanadadehumoquehabíasoltado.

Undía,Gonzalo,enojadoconsigomismopor loquegastabasinsustancia, ledió la llavedel dinero.—«Mira, guarda tú esa llave; niVenturani yo tenemosarte para manejar los cuartos. Cuando te pidamos dinero, lo apuntas en estecuadernitoynosavisasde loque llevamosgastadoenelmes.Talvezdeestemodonosiremosmoderandounpoco.»Convertidaenintendentegeneral,prontoobservaronlosespososciertamejoríaensusnegocios.Gonzalocuandollegabaalguna cuenta, decía al criado sonriendo:—«Páselausted al administrador».ElcriadosonreíatambiényselallevabaaCecilia.

Aquella intimidad, aquella compenetración singular de los cuñados en casitodoslosactosdelavida,habíaengendradounailimitadaconfianzaentreellos,sobretodoporpartedeGonzalo.Nadalepasabaaésteenlacalle,enelcafé,quenovinieseacontaraCecilia,queleprestabaincansableatención.Suesposaencambioniatendíaniqueríaoirhablarsiquieradesuscacerías,desusdisputas,de las ocurrencias de sus amigos. Todo lo que no fuese modas, bailes,descripciones de las soirées madrileñas, bodas de los grandes de España, leinteresabapoco.Loquemásexcitaba sucuriosidaderacuanto se refería a losreyesyalarealfamilia.Leíaconavidezelrelatodelasrecepcionespalaciegas,conocíalaetiquetatanbiencomoungentilhombredecámara,cómosesaludabaa los reyes, cómo se les besaba la mano, cuándo se había de hablar en supresencia, cómo había que retirarse. Sabía los nombres y la biografía de cadauno de los miembros de la real familia y también los de los nobles máscaracterizados de la corte. Las novelas, y una señora azafata de la reina quehabíaestadoatomarbañosenSarrió,lehabíansugeridoaspiracionesfantásticas,unanhelodevivirenaquellaatmósferabrillante.Lamajestaddelospríncipeslaconmovía, la embargaba de sumisión, ¡ella que era incapaz de humillarse anadie! Y aquella vida galante de la corte le producía cierto deslumbramiento

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comolosfulgoresdeunsueñofeliz.CuandohabíaestadoenMadrid,sucualidaddeprovincianarica,nolehabíaconsentidogozarmásquedelosteatros,delospaseosencocheporlaCastellana,delastiendasylascalles.Delacorte,desussaraos y regocijos, había permanecido tan distante como en Sarrió. Y sinembargo,ellaestababienconvencida,ynolefaltabarazón,dequepodíabrillarencualquierparte.Suhermosuraylavivaygraciosaimaginacióndequeestabadotada,lahubieranhechonotarinmediatamenteenlasociedadmásdistinguida.Algunasvecespaseandoenlandauconsumarido,habíavistofijarseenellaconatención y codicia las miradas del duque de S... del marqués de C... deencumbrados personajes políticos. En una ocasión había oído a la duquesa deMedinaceli al cruzarse los carruajes, decir a su compañera:—«¿Estará casadaestaniña tan linda?»Deaquellos tresmeses enMadrid, lehabíaquedadounavisión poética, un recuerdo confuso de sus placeres, y cierto prurito de imitarconlospobresmediosdequedisponíaenlavillaalasdamasencopetadasdelacorte,cuyascostumbressóloconocíadeoídas..Así,porejemplo,cuandosalíadecasa,queerapocasveces,solíahacerloencarruaje,sobretodosiibaalteatro.Lacostumbredequeelcochevinieraaesperarlesalconcluirselafunción,habíacausadoenSarrióalgunasorpresaynopocasmurmuraciones.Lostrajesconquesepresentabaenpúblicoeransiempredefantasía,distintosenteramentede losquevestíanlasotrasdamasdelapoblación.Estas,porreglageneral,solíanandarensuscasasconlaropausada«encualquierfacha»comoellasdecían.Venturaoperó una revolución, vistiéndose desde por la mañana con trajes nuevos yadecuadosa aquellahora.No se la sorprendía jamás,ni aunenel retirode sugabinete,sintodoslosadminículosyadornospropiosdelaocasión.Susbatasdesedadecolorsiempreapagado,suscofiasdeencajenuncavistashastaentonces,sus babuchas de terciopelo, eran el pasmo de la población. Había muchasseñorasqueibanavisitarla,sóloporenterarsedesutocadocasero.

Gonzalo, al verla enfrascada en la lectura de las revistas de salones, al oirdescribir, como si lo hubiera visto, un baile en Palacio, exclamaba riendo:—«¿Sabescómosellamaenmedicinaesamaníatuya?...Deliriodegrandezas».Ellaseenojaba.Comotodosloscaracteresburlones, leheríaprofundamenteelridículo.Consucuñadaeljovensereíaunasveces,otrassemostrabairritadodeaquellas extravagancias de su esposa, que calificaba de estúpidas y cursis.Ceciliaprocurabacalmarle,achacándoloalospocosaños,alcaráctertornadizodeVentura:—«Yaverás—ledecía;—dentrodealgunosmesesnoseacordarádesemejantestonterías».

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Cecilia era su paño de lágrimas, su confidente en todos los disgustosmatrimoniales.Nuncadejabade recibir de suboca algúnútil consejo, algunaspalabras consoladoras que calmaban sus fuertes y repentinos enojos. Se habíaacostumbrado de tal modo a aquellas confidencias, que cuando después dealgunareyertaconVenturanohallabaasucuñadaencasa,seponíaelsombreroycorríaabuscarlaalpaseo,alaiglesiaodondeestuviese.Elmuchotiempoquepasabanjuntosconvidabatambiénaéstosdesahogos.Venturanoqueríasalirdecasa. Y como don Rufo exigía que la niña tomase el aire libre, Cecilia seencargaba de acompañar a la nodriza. Gonzalo las acompañaba a ambas, lanodrizacon laniñadelante,élconCeciliadetrás.Enaquellos largospaseos leconfiabatodossussecretos,leexplicabaprolijamentesustemores,susalegrías,sus esperanzas. A veces, oyéndola discurrir con tanta perspicacia en aquellosasuntos morales, solía exclamar con poca galantería:—«¡Qué lástima queVenturanoposeatucarácterjuiciosoysensato!»

Ella,encambio,permanecíaimpenetrableparaél,comoparatodoelmundo.Oporque no tuviese secretos que contar, o por su temperamento excesivamentereservado, la primogénita de Belinchón huía de hablar de sí misma con uncuidadoextraordinario.Nisusalegríasni suspesareseranconocidosdenadie.Sólo un observador muy fino podría, a fuerza de costumbre, averiguarvagamente las emociones que la agitaban. Gonzalo no lo era. En su egoísmoinfantil de hombre sano ymusculoso, había llegado a considerar a su cuñadacomo un ser pasivo, razonable y frío, admirable para aconsejar y dirigir a losdemás, un ser superior, si se quiere, pero incapaz de sentir aquellas cóleras,aquellas alegrías, aquellas pasiones insensatas que alteraban a los caracteresdébilescomoelsuyo.Sinembargo,algunavez,ensondebroma,habíatratadode sacarle del cuerpo sus secretillos. Sabía que tres o cuatro mancebos de lapoblaciónaspirabanasumano.Aalgunodeellos lehabíasorprendidomásdeunavezpaseandolacalle.Enelteatrolaflechabanconlosgemelos.YaunqueGonzalo advertía con cierto disgusto que debía de haber en aquella adoraciónmásdeseode ladotequeverdaderoamor,procuraba lisonjearlahablándoladesuspretendientes.Ellarehuíalaconversaciónconsilencioobstinado,sonriendovagamente para no dejar traslucir su pensamiento; hasta que al cabo se veíaprecisadoahablarledeotracosa.

En cierta ocasión, sin embargo,Gonzalo tomó el asunto conmás seriedad ypersistencia.Unamigodelainfancia,ingenierodecaminos,lehablódeCecilia,ylepidiósuprotecciónparainteresarlaensufavor.Lafranquezaysinceridadde

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sulenguajeagradómuchoaljoven.

—Gonzalo—ledijo,—meencuentroyaenedadyendisposicióndecasarme.NohequeridohacerloenMadridoenSevilla,dondeestuvedestinado,porquedesconfío de las mujeres que no conozco de muy atrás. Los hombres debencasarseensupatriacon las jóvenesquehanvistocrecerasu lado.Decididoacasarme con una chica de la población, me he fijado en tu cuñada, y voy adecirtecontodasinceridadmispensamientos.Cecilianoesbonitaniesfea;esunamujer pasable. Siempre he creído que éstas son lasmás a propósito paraesposas.EnlascuatroocincovecesquehehabladoconellaencasadelasdeSaldaña, la he encontradomuy simpática ymuy razonable, franca ymodesta.Sus amigas hablan todas bien de ella. Es un dato importantísimo que loshombresno tienenencuentabastante al casarse.Porque las amigas suelen serimplacables las unas para las otras, y se buscan las cosquillas que es unabendición...Además, tu cuñada tendrá una buena fortuna el día demañana, yesto, ¿por qué no he de decírtelo? también es otro dato que debe tenersepresente.Noséporquésehandecasarloshombresporsistemaconlasmujerespobres. Las necesidades que el hombre se crea al contraer matrimonio, sonmuchas: los hijos pueden aumentar demasiado, y todo debe mirarse. Yo nonecesito casarmepor interés.Tengouna carrera bastante lucrativa.Mis padresme han de dejar también alguna hacienda... ¿Quieres preguntarle si le he sidoantipático en las pocas veces que he hablado con ella, y si consiente quemepresentenensucasa?

Gonzaloleprometióinterponersuinfluencia; ledejóentreverconreticenciasmás o menos claras, un éxito lisonjero, jactándose del poder que sobre ellaejercía. Hasta entonces todas las indicaciones que la hiciera, habían sidoatendidas.—«Creoquesiyonoconsigollevararematelaempresa,ningunaotrapersona podrá intentarla»—concluyó por decir en un rapto de expansión y deorgullo.

AquellamismanocheaprovechóelmomentoenqueCeciliavinoaencenderleelquinquéaldespacho,paradecirlarisueño:

—¿Tienesalgoquehacerahora,Cecilia?...¿No?...Puessiéntateunmomento,quevoyaconfesarte.

La joven lemiró con sus grandes ojos claros y suaves, donde se pintaba lasorpresa.Gonzalolaobligóasentarse.

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—¿Tienesnovio?—lapreguntóbruscamente.

—¡Quépregunta!—exclamóellaconsemblanterisueño,sinavergonzarse.

—Nohablodenovioformal.Silotuvierasyaestaríayoenterado.Quierosólosaber si entre los jóvenes que te obsequian hay alguno que hubiese logradointeresartemásomenos.

—¿Paraquéquieressabereso?

—Contesta.

Ceciliahizoungestonegativo.

—Puesentoncesvoya tomarme la libertaddehablartedeuno,queme lohasuplicado...SetratademiamigoPacoFlores,aquienyaconoces.Mehapedidoque le recomendasea ti,preguntándotealmismo tiemposi en laspocasvecesquecontigohahabladotehabíasidoantipático.

—¿Antipático?—preguntó con sorpresa.—¿Por qué? A mi no me es nadieantipáticomientrasnocometaalgunagrosería.

—Despuésmeha rogado te pregunte si consientes enque seapresentado enestacasa.

—Eso es otra cosa—respondió poniéndose repentinamente seria.—Yo nopuedo impedir que sea presentado aquí; pero, comomi consentimiento podríaimplicarquetengogustoenquenosvisite,noestoydispuestaadárselo.

—No se trata de que lo aceptes por novio—se apresuró a decir Gonzalo.—Únicamente desea que le permitas tratarte algún tiempo; y si al cabo leconsiderasmerecedordetumano,selaotorgues,ysino,selaniegues.

—Puesnegadadesde luego,y sinnecesidadde trato—replicócon firmeza lajoven.

—Esmuyprontoeso—dijoGonzalosonriendoparadisimularlairritaciónqueaquellabruscarespuestalehabíaproducido.

—Me parece que en estos asuntos cuanto más sinceros seamos, mejor paratodos. ¿Por qué ha de molestarse ese muchacho en visitarme una largatemporadapararecibirlarespuestaquedesdeahoramismolepuedodar?

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—Bien, bien; procedamos con calma. Si Paco no te es antipático, comoconfiesas,nopuedesasegurarquealcabodeseisuochomesesounaño,noteenamoresdeél.

—Soyincapazdeenamorarme—dijoellaconsonrisaamargaquesucuñadonoentendió.

—El amor viene cuandomenos se piensa—afirmó éste sentenciosamente.—Estamosañosyañossinsentirlo,yundía,¡paf!daunvuelcoelcorazón.Esquehemoshalladonuestramedianaranja.

Estaspalabrastancándidascomocrueles,removieronlasescasasgotasdehielqueCeciliaguardabaensupecho.Conrápidafraseymirandoduramenteaunodelosbrazosdelsillóndondesehallabasentada,repuso:

—Puesyoestoyseguradequemicorazónnohará¡paf!ningúndía.

—¿Por qué aseguras eso, Cecilia? Lasmujeres,más que los hombres, estánhechasparaelamor,paralosgocesqueésteproporciona,paralavidadefamilia.Sepuededecirqueelúnicodestinodelamujersobrelatierra,eselmatrimonio,porqueeslaencargadadesostenersobreellalavida.Sudisposiciónfísica,todoslosórganosdesucuerpoestánconstruídosparalaproduccióndeestavida...

Gonzalo abogaba por su amigo Paco, apelando, como se ve, hasta a lafisiología.Cecilialeescuchabaensilencio,elsemblantesevero,lamiradafijaenel vacío. Las palabras de su cuñado sonaban en su alma como un acento dedesolación. Sí; aquello era verdad, ¡por desgracia era todo verdad! Cuandoterminódehacerlaapologíadelamor,hizoladesuamigoPacoFlores,unjoventandespejado,tanformal,hijodeunabuenafamilia,conbrillantecarrera,etc.,etc.

Ceciliaseobstinósecamenteenrehusarsuconsentimientoparaquevinieseacasa. EntoncesGonzalo, un poco irritado por la disputa, y herido en su amorpropioporhabersejactadosinrazóndelantedePacodesuinflujosobrelajoven,dejóescaparalgunasfrasesduras:«¿Porventuraleparecíapocoparaella?Pacono era rico, peropodía aspirar a sumano.EnSarrió nohallaría unmuchachomejorqueél.Nadietacharía,seguramente,elmatrimoniodedesproporcionado.¿O es que esperaba un príncipe de la sangre?... Pues que no se descuidaramucho,porquelajuventuddelasmujerespasapronto,ysehanllevadoenestosasuntosbastanteschascos...»

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La joven escuchó la filípica de su cuñado hasta el fin, sin mover un dedosiquiera.Cuandoterminó, levantósevivamentedelasiento,el rostropálido, lasmanos convulsas, y salió con precipitación de la estancia.Al cruzar el pasilloparadirigirseasucuarto,dosgruesaslágrimasrodabanporsusmejillas.

XIV

DELOSGALICISMOSQUECOMETÍA«ELFARODESARRIÓ»YOTROSASUNTOSNOMENOS

INTERESANTES.-PRIMERASBAJASDELABATALLADELPENSAMIENTO.

Despuésdesuruidosodesafío,elesforzadoBelinchónsupo,aunqueotracosaafirmen algunos cronistas, gozar conmodestia de lamerecida fama y aureolaque inmediatamente le circundaron. Quizá se fijen aquéllos para sustentar laopinión contraria, en haberse descubierto algunas provocaciones del insignecaballeroaciertossujetosdelavilla,nobastantejustificadas.Masalhacerlo,notenían en cuenta que tales provocaciones vinieron, no a raíz del señaladoacontecimientoquehemosnarrado,sinoalgúntiempoadelante.Enlahistoria,lacronología es siempre de importancia capital. Y en este particular de quetratamos,explicasatisfactoriamentelosactosdenuestrohéroe.

Mientras duró en la villa la impresión del suceso, se le tributaron aquellasmuestrasdeadmiraciónaqueerasindisputaacreedor.Susmismosenemigosalverle pasar, le miraban con respeto, ya que no con simpatía. Entonces donRosendo,envezdeabusardesureconocidasuperioridad,comohubierahechootrohombredemenosesfuerzoymodestia,aparecíaconuncontinentegrave,sí,peroapacible,recorriendolascallesconelmismososiegoymesuraqueantes.Ejemplonotabledeprudencia,queenvezdeagradecérsele, sirvióparaque seintentasen y perpetrasen contra él algunos desacatos. Por lo pronto, en elCamarotecomenzóahacersechacotadetaldesafío.Seponderabaconintenciónmalévolayexagerándolos,lossaltosqueelfundadordelFarohabíadadohaciaatrás en el combate.Estas burlas, de las cuales, comopuede suponerse, era eliniciador Gabino Maza, no permanecieron mucho tiempo en el recinto de latertulia. Se extendieron por toda la población, de tal modo, que al cabo dealgunosdíasunagranpartedesushabitantessonreíairónicamentealoirhablardelfamosolancedehonor.DonRosendotraslucióalgodeestabefa,nosólopor

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los oídos, sino también por los ojos. Advirtió que en vez de las miradasrespetuosas y de la cortesía que con él se usaba, comenzaban sus vecinos aadoptar una actitud grosera, haciéndose los distraídos o volviendo la cabezacuando él pasaba.Al cruzar por delante de algún corrillo, creyó percibir risascomprimidas.

¿Quéletocabahacerenestecaso?Indudablementedejarlamodestiaaunladoyobligarasentiraaquellosbellacoselpesodesusconocimientosenlaesgrima.La primera señal que dió de su indignación y del soberano desprecio que susenemigos le inspiraban, fué el escupir al suelo, con ruido, cuando alguno deéstos cruzaba a su lado, como indicando que le daba asco. En cuantocomprendieron elmotivo de aquella extraordinaria secreción, losmás tímidoscomenzaron a pensar que el rayo podía muy bien acompañar a la lluvia, yevitaronconcuidadoeltropezarle.Losmásbravospasabanasuladosinhacercaso de aquella tos despreciativa; pero sin osarmirarle a la cara. Al cabo dealgúntiempounosyotroslotornaronconcalmaysedecíanriendo:—«Acabodeencontrarme con donRosendo.—Qué tal, ¿te ha tosido?—Ya lo creo; ¡parecíaquereventaba!»YenelCamarotecorríanlasbromasysecelebrabanlasburlasmásgroserascontranuestrogranpatricio.Unadeellasfuéeldesfilarunoenposdeotroaciertadistancia, todos lossociosde la tertuliapordelantedeél.DonRosendoquedódeaquellavezsinsalivayconlagargantadestrozada.TansóloGabinoMaza lo tomabaenserioyasegurabaqueyase libraríaaquelbuey(lapalabra es dura, pero textual) de escupir cuando él pasase. Y en efecto, donRosendosehabíaabstenidohastaentoncesdehacerlo.Creíaquedebíaguardarciertasconsideracionesaljefedelbandocontrario.Masunanocheenquetraíalacabezaunpocoexaltadaporlalecturadeciertodesafíodedosyankees,altoparjunto al café de la Marina con Maza, se le ocurrió escupir en la formaprovocativa que usaba. Aquél se volvió repentinamente hecho una furia, ysujetándoleconfuerzaporlamuñeca,ledijoaloídoconacentorabioso:

—Oigausted, señormajadero: amínome toseusted ¡ni encuartogradodetisis!¿looyeusted?

Don Rosendo, como hombre correcto y muy práctico en estos asuntos dehonor, no dijo nada en aquelmomento. Pero al día siguiente no salió de casaesperandolospadrinosdeMaza,loscuales,felizmenteparaéste,noparecieron.

EldesafíoylaactituddedonRosendo,tuvieron,sinembargo,consecuenciasprovechosasparalapoblación.Graciasanuestrohéroenacióenellalaaficióna

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lasarmas.Muchosdesushabitantesmásdistinguidoscomenzaronconahincoacultivar la esgrima. Ya no fueron solamente los redactores del Faro y lostertuliosdelSaloncilloquienesseentregabanaestenobleejercicioamaestradosporM.Lemaire.TambiénlossociosdelCamarote,comprendiendoalapostrelaimportanciadeestearte,establecieron,enunalmacéncontiguo,saladearmas.Al frente de ella, pusieron a un oficial de reemplazo perteneciente al armadecaballería,quehabíatiradoalfloreteenMadrid.Elresultadoinmediatodeesteadelanto fué que las reyertas, que a cada paso se suscitaban entre los delSaloncilloylosdelCamarote,eranconducidasconarregloatodaslasfórmulasyceremoniasprescritasenel códigodelhonor.No transcurría semana talvez,sin que la villa se estremeciese con las idas y venidas de los padrinos, losrumoresdelasconferenciascelebradasenlosángulosdeloscafés,lasactasqueinmediatamentesepublicabanenelFaroyenlosperiódicosdeLancia.Porquede veinte pendencias las diez y nueve se terminaban con un acta para ambaspartes honrosa, suscrita y firmada por los padrinos.Demodo que de aquelloslances de honor, lo único positivo eran los bastonazos o puñadas que loscontendientessedabanpreviamente,sinperjuiciodequelascosassiguiesensustrámitesordinarios.

Algunaqueotrararavez,cuandolosánimosseenconabandemasiado,seiba«al terreno». Delaunay se había dado de sablazos con don Rufo, por uncomunicadoinsertoenElPorvenirdeLancia,enelquesedecíaquelosmédicosnogirabanlavisitaenelhospitalalahorareglamentaria.ElimpresorFolguerassehabíabatidotambiénconuncuñadodeMarín,porhabernegadoelsaludounode ellos al otro. Afortunadamente, en ninguno de los dos encuentros habíahabidomás que planazos y verdugones. El desafíomás notable fué el de donRudesindocondonPedroMiranda,quedespuésdevacilaralgúntiemposehabíadecididopor losdelCamarote.Elmotivo fué«elproblemadelmatadero».Laocasión, la siguiente. Don Pedro había manifestado en una casa que donRudesindo apoyaba el partido de Belinchón sólo porque no se emplazase elmatadero en la playa de lasMeanas, donde sus casas salían perjudicadas. Elfabricantedesidratuvoconocimientodeestedicho,hablópestesenelSaloncillode don Pedro, y semostró vivamente ofendido de tal suposición;muchomásofendidodeloqueenrealidadestaba.AlvaroPeña,quenoestabacontentosinocuando tenía un desafío entremanos, se apresuró a decirle en voz alta con laarroganciaquelecaracterizaba:

—Pierda usted cuidado, don Rudesindo. Miranda le dará a usted una

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reparación.¿Quiereusteddejarlodemicuenta?

El bueno del fabricante hubiera deseado comerse las palabras que habíasoltado.¡AquelPeñaeraunhombretanexpeditivo!¿Porquédiabloshabíadichoque tenía ganas de tropezar a don Pedro para darle dos puntapiés, cuando enrealidadacababadeverlealsalirdecasa,yhabíacruzadoasuladosindecirleunapalabra?Peroestabanallímásdeveintepersonas,y sevióen ladolorosanecesidaddecontestaralayudante,aunqueeneltonomenosagresivoposible:

—Bueno...siustedcreequemerecelapena...

—¡Puesnohademerecer!Suponerqueustednoestáanuestroladosinopormóvilesmezquinosbastardosesinsultarle...Avej,donFeliciano.¿Quiereustedescuchajunapalabra?

Don Feliciano y él conferenciaron en un rincón breves momentos. Actocontinuosalieronalacalle.DonRudesindoquedóenlaaparienciatranquilo,enrealidad fuertemente alteradoybramandoen su interior contraPeña, contra elSaloncillo,contrasímismoycontralamadrequeleparió.¿Quénecesidadteníaéldemeterseenlíos?Unhombrecasado,conhijos,queentodasuvidanohabíahechomásque trabajar comoun esclavopara labrarse un capitalito...Y ahoraquelotenía...porunaquijotadadeesefarfantón...¡acaso!...Elfabricanteapenaspodíapasarlossorbosdecognacquedevezencuandointroducíaenlaboca.

Lacosasearreglómuypronto.DonPedroMirandaquedóviendovisionesconla visita de Peña y don Feliciano. Dijo que no recordaba... que él no teníaagravio alguno de don Rudesindo... al contrario. Pero Peña le había atajado,diciéndole:

—Bueno,donPedro.Nopodemosescuchar eso.Nombreusteddospersonasqueseentiendanconnosotros.

El atribulado propietario nombró a Gabino Maza y Delaunay porrepresentantes.Comodeéstoselunoerahombreacaloradoyfiero,yelotromalintencionado, no fué posible avenencia. Se negaron en absoluto a darexplicaciones.Ellancequedóconcertadoasableenelcementerioantiguo,enlasprimerashorasdelamañana.

DonRudesindoal saberlo,maldijode lahoraenqueviera la luzdeldía.SucontrariodonPedroselimitósencillamenteadejarsecaerenunsofáypediruna

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tazadetila.Masnohubootroremedioqueacudiradondeelhonorlosllamaba.Alasseisdelamañana,PeñaydonFelicianoporunaparte,yMazayDelaunaypor laotra, lossacarondesusdomiciliosparaconducirlosalcementerioviejo.¡Dios mío, al cementerio viejo! ¡Qué ideas tan lúgubres revolotearon por elcerebro de don Pedro Miranda mientras caminaba hacia allá! No es posiblecompararlassinocon lasqueasaltaronadonRudesindoenelmismo trayecto.Peñaledijoantesdellegar:

—Esevidente,donRudesindo,queustedleescabecha.Melodaelcorazón...Ustedleescabecha.Notiraustedmucho,perotieneunjuegomuydifícil,¡muydifícil!...

Elfabricantehubieradadoenaquelmomentotodasuhaciendaportenerlonodifícil,sinoimposible.

—DonPedronotienepierna;esademás,cortodebrazo...Pero,comoyasabeustedque en las ajmasnohaynada seguroy aveces el quemenos sepiensa,lleva el gato al agua, si usted tiene algo que encargarme, hágalo antes quelleguemos.

DonRudesindoseestremeció.Siguiócaminandounratoensilencio,yporfin,sacandounospapelesdelbolsillo,selosentregódiciendoconvozsorda:

—Siperezco,déleustedestoalseñorBenito.

Doslágrimasasomaronasusojosalmismotiempo.

—¿ElseñorBenitoelRato?—preguntóPeña.

DonRudesindonoleoyó.Sehabíaescapadoyaporlacarreteraadelanteparaocultarsuemoción.

Por qué el nombre de su escribiente le producía en aquel instante talenternecimiento,nopodemosexplicarlo.Acasoenlasgrandescrisisdelavida,sedespiertenvivasysúbitassimpatíasenelfondodenuestroser,delasquenoteníamoslamenorsospecha.

Elcementerioviejo,próximoyaadedicarsealcultivo,eraunpequeñocercadodondecrecíalahierbaylamaleza.Lascrucesdemaderasehabíanpodrido.Nohabíamás testimonio de que tal recinto eramansión de losmuertos, que doscalaverasincrustadasenlaparedaentrambosladosdelapuerta.Porciertoque

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estas calaveras, no produjeronuna impresióngrata en donRudesindo.EndonPedronosabemos;peropuedesospecharsequenoseríamásfavorable.Tardaronalgúntiempoenbuscarsitio,porquelasortigasyzarzalesimpedíanmarcharyromperconvenientementealoscombatientes.MientrasPeña,encompañíadelostestigoscontrarios,seocupabaenestatareagravísima,elbuenodedonFelicianoGómezcometióla incorrección (¡Dios lebendigaporella!)deacercarseadonPedroMiranda,quedescolorido,conlamiradaatónita,elestómagoencharcadopor la cantidad fabulosa de tazas de tila que había tornado aquella noche,esperaba,arrimadoalatapia,queaquellosseñoresconcluyesen,enlaactituddeunreodemuerte.

—Hola, don Pedro; frío, ¿eh? ¡Caramba qué mañana!... ¡Mire usted quelevantarse un hombre de la cama para esto! ¡Válgate Dios! (Silenciointerrumpido por algunos eructos del infortunadoMiranda.) Hubiera dado eldedomeñique, ¡el dedomeñique, sí! por no tener que asistir a una atrocidadsemejante.Perodicenqueesunfavorquenosepuedenegar.Bueno:quenosenieguecuandosetratadeunaofensagrave...¿Dóndeestáaquílaofensagrave?Vamos a ver, que me lo digan, ¿dónde está? ¡Válgate Dios! ¡Válgate Dios!(Nuevo silencio y nuevos eructos de don Pedro, que concluye por doblar lacabezasobreelpecho,conlamismaresignaciónquesilapusierasobreeltajo.)¡Cuánto mejor sería estar metido entre las sábanas tomando el chocolate!¿verdad, mi queridín?—profirió don Feliciano, poniéndole la mano sobre elhombro con gran familiaridad.Miranda dejó escapar un imperceptible sonidogutural.

—¡Yalocreo!—siguióelcomerciante.—Pormásquemedigan,donPedro,yonopuedocreerqueusted tengaganademataradonRudesindo...Unvecino...que ha sido su amigo hasta hace poco... con quien se ha criado y ha ido a laescuela...

—No...yogana...ninguna—murmuródonPedro,siempreconlacabezasobreeltajo.

—¡Velo usted ahí!—exclamó don Feliciano dando una gran palmada.—¡Loqueyodecía!PueslomismolepasaadonRudesindo,miqueridín.Yentonces,vamosaver,¿quiéntieneganasdematarseaquí?¡Aver,quemelodigan!

Y paseó lamirada en torno, buscando contestación. Peña,Maza yDelaunayestaban lejos y ocultos por algunos cipreses. Don Rudesindo yacía arrimado

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tambiénalatapia,aunoscincuentapasosdedistancia.Entonceselcomerciante,porunasúbitaycelestialinspiración,lehizoseñadequeseacercase.

DonRudesindoavanzóhaciaelloslentamente,conpasotímidoyvacilante.

—¿Dice usted, mi queridín, que no tiene ninguna gana de matar a donRudesindo?—preguntóelcomercianteaMiranda.

—Ninguna—murmuróéste.

—¿Tendríausted,porcasualidad,deseosdeherirle?

—Tampoco.YosiempreheestimadoaRudesindo—balbucióelpropietario.

—¿Eh? ¿Cómo? ¿Qué decía usted?—gritó don Feliciano con triunfalexaltación.—QueustedsiemprehaestimadomuchoadonRudesindo,¿verdad,miqueridín?¿Hadichoustedeso?

—Sí,señor.

—Dime,Rudesindo (andandounoscuantospasos al encuentrodel fabricantedesidra).¿TienesdeseosdemataraquíalseñordonPedro...unvecino...quehasidotuamigohastahacepoco...conquientehascriadoyhasidoalaescueladedonMatíaselChurro?

—Yo,¿porqué?—dijoelfabricanteabriendoansiosamentelosojos.

—¿Tendríasporcasualidaddeseosdeherirle?

—Nidehacerleelmenordaño.Siemprelehetenidoporverdaderoamigo.

—¿Cómoeseso?¿Eh?Porunverdaderoamigo,¿verdad?...Entonces, loquecorrespondeaquí,enmihumildeopinión,esqueosdeisunabrazo.

ApenashabíapronunciadodonFelicianoestaspalabras,cuandoMirandaydonRudesindo,porunmovimientosimultáneo,avanzaroncon ímpetu ferozelunosobreelotroalzaronbriosamentelosbrazosyseabrazaroncontalfuria,queporpocosedescoyuntantodosloshuesosdelacavidadtorácica.DonFelicianoenelmismopuntosedespojóconviolenciadelsombrero,dejandoaldescubiertosuenorme calva en declive, lo agitó con frenesí algunos segundos, y gritó:«¡Hurra!»nosesabeaquién;talvezaldiosastutoquelehabíasuministradotanfamosaidea.

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En aquel momento se acercaban los testigos. Al ver la escena se pararonsorprendidos.Mostráronsealegresdetalsoluciónenapariencia,perocadacualse separó por su lado, y aquella tarde en el Saloncillo Peña reprendióásperamente a don Feliciano por su conducta. Llegó a afirmar que le habíapuesto en ridículo y que si no fuese porque se trataba de un amigo antiguo ypersonademásedadqueél,«leexigiríaunajeparación».

—¡Unareparación!—exclamóelóptimodonFeliciano.—¡Quémásdaque laexigieras,rapaz!

—¿Se negaría usted a batijse conmigo?—preguntó el ayudante con su vozcampanuda.

—¿Aquéhabíamosdebatirnos?

—Aloqueustedquiera.

—Yo,abailaruntangoouna-guaracha,miqueridín—respondió,ydiciendoyhaciendocomenzóasaltarporlasaladandolascastañetashastaqueselecayóelsombreroyquedóalairelapiedradelavarqueteníaporcabeza.Lossociossetirabanporlosdivanes,derisa.Peñadejóescaparalgunasfrasesdedesprecio,yseretiróamoscadoydesabrido.

Los tertulios del Camarote, hostigados constantemente por las gacetillas delFaro, se habían decidido al cabo a fundar otro periódico en el que pudierantomarvenganzadelassinrazonesqueseleshacía.

Enormes sacrificios costaba esto. Muy pocos, de entre ellos, eran ricos. Elúnico que pudiera llamarse así era don Pedro Miranda. Este prefería que lesacasenunamuelaadescorrerloscordonesdelabolsa.Afuerzadecabildeos,deruegos, allegando recursos de aquí y de allá, haciendo sumas y restas en elCamarote, se concluyó por obtener la cantidad indispensable paramontar unaimprenta. En la de Folgueras, ni éste quería tirar el periódico, ni ellos sehumillaríanademandárselo.Cuandoestuvolaimprenta,modestísimaporcierto,en disposición de funcionar, celebraron el indispensable banquete. En él seconvino en denominar al nuevo órgano El Joven Sarriense. A los postres sebrindó con entusiasmo por su prosperidad y por la destrucción de sus vilesenemigos.

Laaparicióndelprimernúmero,quetraíalaconsabidaviñetarepresentandoun

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adolescentepeinadoconlarayaporelmedio,yrodeadodeunaporcióndelatasdeconservasamododelibros,enactituddeleer,másbiendemerendar,unadeellas, causó viva sensación en la villa. Lo merecía. Los del Camarote, comohombresquehabían tenidoquedevorardurantemuchosmeses los insultosdelFaro, se desahogaban con verdadera fruición. ¡SantoCristo deRodillero, quécúmulo de insolencias y procacidades! Desde el principio hasta el fin estabaconsagradoaescarnecer,aheriryridiculizaralossociosdelSaloncillo.Parecíaque les faltaba tiempopara llamar al uno feo, al otrohambrón, al demás alláenvidioso,aéstebruto,aaquélfarfantón.Porsupuesto,bajonombressupuestos,aunque tan transparentes, que nadie en la población dejaba de conocerlos.LlamábaseBelinchónDonQuijoteydonRudesindoSancho,SinforosoMarquésdelTirapié,PeñaElCapitánCólera,etc.,etc.Yescudadosconestolostraíanylos llevaban, losbarajabanque eraunabendición.No lesdejabanhueso sano.Por la noche hubo palos (¿cómo no?) en la Rúa Nueva. Folgueras, a quientambién insultaban en El Joven Sarriense, se había encontrado con GabinoMaza,yledescargóunbastonazosobrelacabeza.Mazalodevolvióconcreces.RepitióFolgueras.Vinoenayudadeésteuncajistaquepor allí cruzaba,ydeaquél su cuñado.Enun instante se armóunadegarrotazosque tocabaDios ajuicio.

ElJovenSarriensesepublicabalosdomingos.PeriquitoMiranda,queacausade la desavenencia de su padre con los del Saloncillo, padecía una peligrosaretención de lirismo, se alivió notablemente insertando en él un sinnúmero desonetos,sáneos,acrósticosyotrasdiversascombinacionesmétricas,destinadasapregonarsuadoraciónplatónicaalaseñoradelgerentedelafábricadeaceros,una francesota grande y pesada como un elefante, que le hubiera metidofácilmenteenelbolsillo.YasabemosquePeriquitoamabalasobrassólidasdelaNaturaleza. Para expresar los deseos que atormentaban su espíritu, valíaseingeniosamentedelaformadesueños.Eljovenplatónicosoñabaenversoquesehallabaenfrescagrutadeleitosadondedeprontoaparecíaunaninfadetorneadosbrazosy turgenteseno(laseñoradelgerente)quele instabaadormirsobreunlechoderosasyverdespámpanos.Otrasveces,seveíasobrelacúspidedeunaaltísima montaña. En las nubes amontonadas, en los confines del horizonte,comenzabanadibujarseloscontornosdeunamujer(laseñoradelgerente).Lasnubesseacercaban.Lamujererablancacomoelcampodelanieve,mórbidayespléndidacomo la florde lamagnolia.Lahermosaaparición llegabahastaélporfin,ylearrebatabaentresusbrazosporlosespaciosazules.Otras,navegaba

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en frágil barquilla por la superficie delOcéano.Labarca se hundía y él iba aparar al fondo del mar donde una blonda y hermosísima náyade (siempre laseñoradelgerente) le llevabade lamanoaunprodigiosopalaciodecristal, lesentabaasuladoenuntronodemarfil,yleinvitabaacontraerconellajustasnupcias,efectuadaslascuales,seretirabanalsondedulcemúsicaaungabinetereservado, maravillosamente decorado, donde la náyade enamorada le hacíaposeedorde susgracias.Estos ensueñosdedicha, versificados con facilidadyadornadosdeciertonaturalismopoético,causabanalgunainquietudalospadresdefamilia.Periquitocomíacadadíamás,yestabacadavezmásflaco.ElFaro,enelnúmerodeljueves,despuésdeinsultarconrabiaalosjefesdelCamarote,«semetía»tambiénconélllamándolemaliciosaytorpementePericles.

Colocadosasí,unoenfrentedelotro,enferozyperpetuarivalidad,ElFaroyElJovenSarriense emplearonútilmente sus columnas en injuriarse conmásomenosdescaro,segúnarreciabaoaflojabalalucha.Raroeraelnúmerodecadaunodeellosquenodabalugaraalgunosbastonazosobofetadas,cuandonoaundesafío formal. Sin embargo, en éstos eran más parcos todos. Padrinos sí senombrabanporunquítamealláesaspajas;perodarsedesablazosodetiros,yaeraotracosa.Lacontiendahabíaenardecidolosánimosenlavilla.MuchasdelaspersonasquehabíanpermanecidoindiferentesalasdesavenenciasdelosdelSaloncilloylosdelCamarote,habíanconcluídoportomarpuestoenunouotrobando,unasvecesporqueteníanmetidosenlarefriegaasusparientes,otrasporalgún antiguo resentimiento, otras, en fin, sin más motivo que el calor y elentusiasmoque el combatedespierta en los temperamentosbelicosos.Alpocotiempolapoblaciónestabaverdaderamentepartidaendos.ElbandodelcualeradignísimojefedonRosendoBelinchón,eraelmásnumerosoycontabaconcasitodos los comerciantes ricos de Sarrió. El de los del Camarote, más exiguo,contabaconlosterratenientesylaspersonastimoratasyreligiosasaquienesElFarohabíaescandalizado.Laluchasefuéacentuandodetalmodo,quealpocotiempo los que pertenecían a un partido ya no saludaban a los del contrario,aunquehubieran,sidohastaentoncesbuenosamigos.

ElFaroyElJovenSarriensecomenzaronacriticarserespectivamenteelestiloylagramática.Buscáronseconencarnizamientoporunayotrapartelasfaltasdesintaxis, fijándose lomismoen losvocablosqueenel régimen.—«Esapalabrano es castellana»—decíaEl Joven.—«La palabra desilusionar, que los pelelesdel Joven Sarriense afirman que no es castellana—contestaba El Faro,—lahemos visto empleada por los más eminente escritores de Madrid: Pérez,

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González,Martínezyotros.Estavez,comosiempre,alórganodelCamaroteleha salido el tiro por la culata.» ReplicabaEl Joven, contrarreplicabaEl Faro,citábansepárrafosdelagramática,deldiccionario,delosescritoresdistinguidos,yalcabonadiesabíaaquéatenerse.Ylascosasquedabancomoantes,aunquesehablabaavecesderemitirlascuestionesalaresolucióndelaAcademiadelaLengua.SecitabamuchoporlosdosladoselDonJuanTenoriodeZorrillaylosartículos del Curioso parlante. Esta competencia gramatical traía consigo almenosunaventaja;ladehacerquealgunaspersonasquenolahabíansaludadose dedicasen con ahinco a aprenderla. Lo mismo en el Saloncillo que en elCamarote había dos o tres ejemplares de la última gramática lata de laAcademia,quenoreposabannunca.

Contraquiensedispararonlostiroslingüísticosmásenvenenados,fuécontraelinspiradodonRosendo,comoquieraqueeralacabezayelnerviodesupartidoyconvenía,másqueanadie,aniquilar.Belinchónnohabíaestudiadolagramática,sinoporundiminutoepítomealláenlainfancia.Pero,comotodoslosingeniossuperiores,sinolasabía,laadivinaba.Loscontrarioslesacabanareluciracadainstantemildisparatesdesusartículos.Masestallaconfianzaquenosinspirasugenio poderoso, que nunca hemos dado crédito a estas afirmaciones,considerándolascomopurascalumnias.Sinohubieragramática,Belinchón,consólosuslucesnaturales,seríacapazdeinventarla.Nadiemanejójamáscomoéleselenguajeperiodístico,ligerosí,perobrillante,llenodefrasesconsagradasporelusodecienmilescritores,dondehastaloslugaresmáscomunes,expresadoscon adecuado énfasis, resplandecen como profundas y misteriosas sentencias.Mercedasuestiloprodigioso,donRosendoescribíaconlamismafacilidadunartículo sobre la libertad de cultos, que redactaba un informe acerca de laindustria pecuaria. Sus enemigos decían que cometía muchos galicismos. ¿Yqué?Enelmerohechodeprohijarlosunescritordetalvalía,dejabandeserlo,yseconvertíanenpurasycastizaslocucionescastellanas.

EstepruritodeajustarlelosgalicismosalFaro,fuéunadelasmaníasquetuvoElJovenSarrienseoseaelcolegalocal,comolellamabasiempreaquél,afindeevitarelnombrarlo,pornodañaralprofundodesprecioqueansiabamostrarle.Aprovechando cierto diccionario curioso que uno de los socios del Camaroteposeía,triturabansinpiedadlomismolosartículosquelas«novelasalamano»delFaro.Si donRosendodecía en él, verbigracia, quedejabade tocar ciertosasuntos«porno faltara lasconveniencias»,al instante se leechabaencimaElJoven,interpelándoleenformasarcástica.¿Dóndehabíaaprendidoelingenioso

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hidalgo (así llamaban casi siempre a Belinchón) esta acepción de la palabraconveniencia? No sería ciertamente en su famosa historia, contada porCervantes.Siempleabalapalabra«gubernamental»,o«banal»,olafrase«tenerlugar», ¡qué carcajadas las delJovenSarriense! ¡qué chacota! ¡qué desprecio!EstoduróhastaquelosdelSaloncilloadquirieronotrodiccionariodegalicismos.Entoncesambosperiódicoscomenzaronahilartandelgadoenestamateria,queal fin concluyeron por olvidar el purismo y volver a su estilo libre, feliz eindependiente.

Además, la disputa se había ido exacerbandode tal suerte, que las ligadurasclásicas lesembarazabanpara insultarse. Jugabanyaen todas lasgacetillas lasfrases de «reptil venenoso», «entes despreciables», «cerebros obtusos»,«revolcándose en el fango», «seres innobles y degradados» y otras nomenosafectuosas para los del bando contrario. Cansados de injuriarse unos a otros,comenzaronprontoaatacarseensusfamilias.Noperdonaronniasusmodestasesposasniasusancianospadres.ElJovenSarriense fuéelprimeroquedió laseñal,publicandouncuentoárabe tituladoLaesclavaDaraja enquebajoestenombre, se relataba ce por be la historia de doña Paula y sumatrimonio conMahomad Zegrí (don Rosendo) salpicado de chufletas de poco gusto y deinsinuaciones pérfidas. Belinchón estuvo tentado de mandar los padrinos a laredacción.Pero considerandoque esto sería dar su brazo a torcer y aceptar loqueelartículoconteníadeenvenenado,prefiriónomostrarsealudidoyvengarsetambién en la prensa. Sinforoso, por encargo suyo, escribió un cuento indio,dondesenarrabalavidaymilagrosdelpadredeMaza,quehabíasidocapitánnegreroyeneltráficodecarnehumanahicierasufortuna.Desdeentonces,loscuentos orientales como medio para decirse toda suerte de picardías, fueronusadosporambospartidos.

ElcampomásadecuadoparalaluchaquelosdelSaloncilloylosdelCamarotehabíanemprendidoyelderesultadosmáspositivoslomismoparaelvencedorque para el vencido, era la política. A él volvieron, pues, desde los primerosmomentos los ojos unos y otros contendientes. No perdonaron medio algunopara derribarse y triunfar. Hasta la división del vecindario ya sabemos que lapolíticajugabapocopapelenSarrió.Desdeestafecha,fuélacomidaordinaria,el elemento indispensable que se mezclaba en todas las conversacionesmasculinas.NiunosniotroshabíanpensadoendespojardesurepresentaciónenelCongresoaRojasSalcedo.Eraamigodetodosyhabíarepresentadoaldistritopor espaciodediezyocho años.Sin embargo, cuando llegaron las elecciones

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municipales,escribiéronlecartaslosdosbandos,pidiéndoleprotección.SesabíaquelosdelSaloncilloqueríanatodotrancesepararadonRoquedelaalcaldía,porqueyamásdeunavez,enusodesusfunciones,sehabíapuestodepartedelosdisidentesenperjuiciodesusantiguosamigos.ElFaro lehabíazarandeadodelolindoconestemotivo.Creciólaenemistad.VengósedonRoque,abusandodesuautoridad,paramandaralacárcelaFolgueras.RepitiéronselosataquesdelFaro con más furia. Don Roque, juzgándose por ellos un tirano de la EdadMedia,comenzóatemerporsuvidaysehizoacompañardenocheydedíaporel veterano Marcones. Se dijo que en una reunión misteriosa de los delSaloncillo, sehabíadecretadosumuerte.Alalcaldeno le llegaba lacamisaalcuerpo. Cuando en un paraje retirado alcanzaba a ver a alguno del Faro,ordenabaprontamentelavuelta.

Rojas Salcedo contestó a los del Camarote que si don Roque salía elegidoconcejal, sería nombrado otra vez alcalde. Pero almismo tiempo escribía conmisterioalosdelSaloncillo,encargándolesquetrabajasentodoloposibleparaque no saliese. De este modo se libraba de un compromiso. En efecto, lospartidariosdeBelinchón,porsunúmero,porsuriquezayporlabuenamañaquese dieron, lograron triunfar en toda la línea. La lucha, últimamente, se habíaconcentradoenelpuntopordondesepresentabadonRoque.LosdelCamarotesabían que si éste era elegido, la batalla estaba ganada. Sería alcalde y lasfacultades de éste contrarrestaban muy bien las del ayuntamiento. Los delSaloncillo lo presentían también.Ambos partidos luchaban con empeño feroz.Por fin, el anciano alcalde perdió la elección por un corto número de votos.Confusoyabatido,conlosojosterriblementeinyectadosylafazamoratada,quedabamiedo, se retiró al fin a su casa, después de pasar todo el día en la delmunicipio. Ni un rey a quien despojasen de la corona, sentiría golpe tantremendo.Llegóasudomiciliosinescolta,comoelmásínfimoparticular.Bienhabía visto a Marcones paseando por los corredores, y estaba seguro de queaquél levió tambiénaél.Noseatrevióapedirleque leacompañase.ElviejoalguacilestabahablandoconagasajoadonRufo,aunenemigosuyo,yfingiónoadvertirquesujefepasaba.Noeraquesevolviesealsolquemáscalentaba.ErasimplementequeMarcones,imbuídoenlasdoctrinasdelosmodernosestadistas,comprendía que la fuerza pública debe estar siempre al servicio del poderconstituído.

Y,sinembargo,nuncadonRoquetuvomásnecesidaddeseracompañadoqueentonces.Ademásdeunfríomoralquelehelabaelcorazón,sentíasefísicamente

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indispuesto. Aquellas horas mortales de agonía recibiendo noticiascontradictorias a cada instante, sin tomar alimento, con sólo algunas copas deginebra en el cuerpo desde la mañana, le habían alterado hasta un puntoindecible.Laspiernasleflaqueabanylavistaseleobscurecía.Parallegarasucasa tuvonecesidadvariasvecesde apoyarse en lasparedes.Cuandoentró, laviejacriadaquesalióaabrirle, retrocedióasustada.Lacaradesuamoparecíacomosiunasmanosinvisiblesleestuviesenapretandosinpiedadlagarganta.Apesardehallarsebienavezadaadescifrarloscaóticos,inextricablessonidos,quesalíandesubocaentodasocasiones,porestaveznocomprendiólaordenqueledaba.Vióqueseretirabaderechamenteasucuarto.Procediendoporinducción,lellevóluzyunvasodeagua.PerodonRoqueseenfureció,tiróelvasoalsuelo,gritócomounenergúmeno.Imposible,noobstante,averiguarquéqueríandeciraquellos rumores huecos, temerosos, infernales, que nacían en su garganta, yantes de salir se reflejaban con terrible resonancia cuatro o cincoveces en lasparedes de su enorme cavidad bocal. Temblorosa, azorada, fué a buscar unabotella de vino. Aunque un poco menos indignado, tampoco quiso recibirla;repitió conmayor énfasis, pero nomás claridad, la orden que había dado.Alcabo,afuerzadeaguzareloído,lasirvientavinoaentenderquesuamopedíaunponchederon.DonRoque,observandoque lehabíancomprendido,seserenó,despojósedelenormegabánenqueyacíaprisionero,delalevita,delchaleco.Altratar de sacarse las botas, su noble faz municipal tomó el color del vino deValdepeñasdespuésdeencabezado,ynopudollevarlaempresaafeliztérmino.Cuando vino la criada con el ponche, concluyó de sacárselas. Después,manifestóqueseibaameterenlacama,quecerrasenbienlaspuertasynonosele turbase bajo ningún pretexto. La criada no entendió una palabra de sudiscurso,peroadivinóbienestavezlasustancia,yseretiró.

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DonRoquesedejócaer,enefecto,sobreellecho.Secubrióconlaropahastalacintura,yreclinandolaespaldacontralasalmohadas,tomóelvasodeponcheyloacercóaloslabios.Alinstanteechódeverqueexistíadeficienciaenunadelasbases.Hizoungestoavinagrado,dejóescaparunsonidoguturalinadmisible,ylevantándoseencalzoncillos,sacódesuarmariolabotelladelron,quecolocósobrelamesadenoche.Tornóaacostarse.Después,graveysolemnemente,conelvasoenunamanoylabotellaenlaotra,fuéreparandoelyerrodelacriada.Bebíaunsorbodeponche,yenseguidaseapresuraba,a llenarelvacíoconellíquido de la botella. Así modificada la composición, resultaba mucho másadecuadaalestadodeagitaciónenquesuespíritusehallaba.Porque,bajoaquelaparentesosiego,elcerebrodedonRoquedesplegabaunaactividadprodigiosa.Todaslashorasdeaqueldíaselepresentabanunaaunatristesysombrías;lasdecepciones que había sufrido, las esperanzas fallidas, las disputas acaloradas,hasta el abandono deMarcones. Y luego, lo porvenir. Esto era lomás negro.Dejar el bastón de alcalde que tantos años había empuñado con gloria,convertirseenunsimpleparticular,enunquídam.Notenerderechoaentrarenelayuntamiento.Pasarcercadeunguardiamunicipal,ynopoderdecirle:

—«Juan,vea la fuentede laRabilaynoconsientasque lascriadas frieguenallílasherradas.»Verunpicapedrerotrabajandoenlacalleynotenerfacultadesparaordenarlequecalquemásomenoslaspiedras,quesubaobajelarasante.

Sentía frío intenso a los pies. Se levantó dos o tres veces para echar ropaencima,sinlograrcalentarlos.Labotellapasóalfintodaalvaso,ydelvasoalestómago. Esto produjo allá dentro un suave calor, que se fué esparciendogratamente por todos los miembros. Don Roque sintió que la lengua se ledesligaba, y comenzó a hablar solo con extremada claridad en su opinión. Enrealidad, si algún dios o mortal pudiese escuchar aquellos bárbaros sonidos,retrocedería horrorizado. Sobre todos flotaba sin cesar uno por demás extrañoalgo así como all, call, mall. Un filólogo perspicaz, después de estudiar bienaquelsonido,teniendoencuentalapersistenciadelavocalaydelaconsonantell, acaso deduciría que la palabra expresada por el alcalde era canalla. Sinembargo,estonoseríaotracosaqueunainducciónmásomenoslegítima.

Al cabo calló. Sintió un fuerte calor en la garganta, que le invadióinstantáneamente el rostro y la cabeza. La lengua no quiso trabajar.Experimentabaunaimpresióndeengrandecimientofísicodetodosuser.Sobretodo,lacabezacrecía,creíadeunmodotandesmesurado,queapenaspodíacon

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ella. Al mismo tiempo los objetos que le rodeaban, el armario, la cama, ellavabo,losbastonesarrimadosalaesquina,leaparecíandeuntamañodiminuto.Creyó sentir dentro del cerebro el ruido de una maquinaria de reloj enmovimiento, un volante que giraba con velocidad y un martillo que caía acompás con ruidometálico.Elmartillo cesó, y siguió el volantegirando.Alláfuera,enlacalle,percibiófuerterumordegente;luegoextrañossonidosqueledejaronyerto.ElpobredonRoquenosabíaqueleestabandandoaaquellahorasusenemigosunaregularcencerrada.Estuvoporllamaralacriada,perotemióquetalessonidosfuesencomootrasvecesimaginarios.Y,enefecto,seconfirmóen la ideaal escucharunadescargadecampanasque leensordecieron.Eraunrepique horrísono, donde tomaban parte desde la mayor de Toledo, hasta lacampanilla de su escribanía. ¡Quévértigo! ¡Qué fatiga!Afortunadamente cesódegolpeelcampaneo.Perofuéalinstantesubstituídoporunsilbidoprolongadoytanagudo,queledesgarrabaeltímpanodelosoídos.Instintivamentesellevólasmanosaellos.Al terminarelsilbido,se lefiguróquelacamase levantabaporlapartedelospies.Lacabezaseleibahundiendo.Veíasuspiesalláarriba.Esto le produjo fuerte congoja.Dióungran suspiro, y los pies volvieron a sunivel.Masenseguidatornabanpocoapocoalevantarseylacabezaahundirse.Eranecesariodargrandessuspirospararestablecerlosensusitio.

Niconaquelfantásticomanejosecalentabanlosmalditos.Erandospedazosdehielo. En cambio, lo restante de don Roque ardía, se abrasaba. Sobre todo lacabeza alcanzaba una temperatura pasmosa, que iba cada vez en aumento.Cuando se llevó la mano a la frente creyó advertir que brotaba una llamaazulada.Y oyó una voz, la voz de sumujermuerta hacía veinte años, que lellamabaagritos:«¡Roque!¡Roque!¡Roqueee!»Losdientesdelalcaldechocarondeterror.Dejódeverelarmario,lasparedesdelaalcoba,losobjetosqueteníaen torno, y en su lugar percibió un millón de luces de todos colores que alprincipio estaban inmóviles, después comenzaron a bailar con extremadaviolencia.Afuerzadecruzarselasunasconlasotras, llegaronprontoaformarcírculosconcéntricos,unoazul,otrorojo,otrovioleta,etc.,quegirabansobresíconstituyendounespectromuchomásricoqueeldelaluzsolar.Alfinaquelloscírculos, también desaparecieron, quedando un solo punto luminoso apenasperceptible.Masaquelpuntofuécreciendolentamente.Primeroeraunaestrella,despuésuna luna,despuésunsolenormeque se ibaextendiendoyadquiríaalmismo tiempounvivo color rojo.Aquel sol crecía, crecía constantemente.Sudiscoinmensodecolordesangretapabalamitaddelabóveda;después,cubrió

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lasdos terceraspartes;porúltimo la llenó toda.DonRoquequedóun instantedeslumbrado.Derepentenoviónada.

Jamás volvió a ver nada el buen alcalde. Por lamañana le hallaronmuerto,sentado en la cama, con la cabeza doblada hacia atrás. Un caso de apoplejíafulminante.

XV

DELAENTRADAFAMOSAQUEHIZOENSARRIÓELDUQUEDETORNOS,CONDEDEBUENAVISTA

El señorAnselmo, jefede labandademúsicadeSarrió, vino aparticipar alpresidente de laAcademia que el alcalde le había amenazado con suprimir lasubvencióndelaorquesta,siaquellatardeibanalaromeríadeSanAntonio.

—¿Cómoeseso?—preguntódonMateoincorporándoseenellechoenqueaunyacía, y echando mano a las gafas que tenía sobre la mesa de noche..—¿Suprimir?¿Porquélahandesuprimir?

—Nolosé.AsímelohaenviadoadecirporPróspero.

—¿PeroaélquéleimportaquelamúsicavayaaSanAntonio?—profirióconacentoirritado.

—CreoqueesporquehoyllegaunseñoracasadedonRosendo...ycomolacarreteraatraviesalaromería...

—Ah, sí, el duque de Tornos... ¿Pero qué tiene que ver?... ¡Vamos, estánlocos!...Mira,déjameunmomento;voyavestirme,yveréaMaza.Creoqueloarreglaremos.Déjame.

Despejóel señorAnselmo laestancia,y,conmáspremurade loquepudieraesperarsedesusañosyachaques,aderezósedonMateoparasalir.Suesposaysuhijaestaban,comodecostumbre,enlaiglesia.Pidióeldesayuno.

—No puedo dárselo, señor. La señora, se ha llevado las llaves, y no hay

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chocolatefuera.

—¡Siemprelomismo!—murmuróelanciano,notanenojadocomodebiera.—Yono sé por qué esamujer nodeja fuera almarcharse lo quehace falta...Esverdadque, por regla general,me levanto tarde; pero puede haber un negociourgentecomoahora...

—¿Quierequevayaapedirunaonzadechocolatealavecina?

—No,nohacefalta.EstoysegurodequeMatildeseenfadaría.¿Nohayporahínadaquecomer?

Lacriadatardóunossegundosencontestar.

—No,señor,meparecequenohaynada.Yasabequelaseñora...

—Sí,sí,yasé.

DonMateo fué al comedor y comenzó a escudriñar los tiradores. Nada; nohabíamásquelosutensiliosdelamesa,cuchillos,tenedores,elsacacorchos.Altravés de los cristales del armario vió algunas pastillas de chocolate y unabandejadebizcochos.

—¡Caramba,sidieraalgunallave!

Ysacando lassuyascomenzóa introducirlasen lacerradura.Laspruebasnotuvieronbuenéxito.

Desesperanzado, al fin, se arregló las gafas con impaciencia, se puso elsombrero,cogiósucayadoydijoemprendiendolamarcha:

—Vaya,vaya;nosaguantaremosporhoy.

Pero antes de llegar a la puerta se volvió, y algo acortado preguntó a ladoméstica:

—¿Haypanporahí?

—No ha venido aún la panadera. Si quiere de lo mío...—respondió lamuchachasonriendo.

—Bueno;averesepantuyo.

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Sefuéalacocina.Lacriadalevantólatapadelamasera,ydonMateosacóunmediopandecenteno,bastantenegro.

—Este pan moreno en otro tiempo no me disgustaba—dijo cortando unpedazo.—¡Viva la gentemorena!—añadió paseandopor la boca un bocado demiga,puesconlacortezahacíaañosquenoseatrevía.

Lacriadasereíasorprendidadeaquelbuenhumor.

—Esmássabrosoqueelnuestro.Sinofueraqueyaestáunpocoduro...

Sesacudiólasmigajasconlamano,volvióaarreglarselasgafasydespuésdebeber un trago de agua porque también el vino estaba cerrado, se partió endirección al ayuntamiento. El reloj del edificio señalaba las diez. Atravesó elsoportaldearcos, subió lavastaescaleradepiedrayal llegara loscorredoresdondehabíamásdeundedodepolvosobreelentarimado,preguntóaMarcones,quelesalióalencuentro,pordonGabino.

—Elseñoralcaldeestáensesión.

—¿Ensesión?¡Diablo,aquéhoratanrara!

Enefecto,porlorarasehabíaseñalado.

Dos años habían transcurrido desde el fallecimiento de don Roque. Los delSaloncillo,quehabíanentradoenelayuntamientocomotriunfadoresytuvieronpor alcalde a donRufo,más de año ymedio, a la hora presente padecían lasamarguras de la derrota. Aun tenían mayoría en la corporación municipal,aunque escasa. Pero los del Camarote se habían arreglado en Madrid de talmanera,quelograronhacernombraralcaldeaGabinoMaza.DecíasequeestosedebíaalpasteleorepugnantedeRojasSalcedo.Advirtiendoésteen lasúltimaseleccionesmunicipalesbastanteprogresoenlasfuerzasdelosdelCamarote,sehabía inclinado de su lado. No hay para qué decir la tempestad de odios yamenazas que contra él se levantó por talmotivo entre los partidarios de donRosendo.

Se había entablado una lucha feroz. Cada sesión del ayuntamiento era unescándalo. Los deMaza habían hecho procesar a la corporación saliente, pordilapidación de fondos: tenían al juez de primera instancia por suyo. Los deBelinchóncontabanconqueenlaAudiencialesharíanjusticia.Masporaquello

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que dicen que dijo Dios: ayúdate y ayudaréte, se ponían en juego poderosasinfluenciasparaconseguirlo.CartasibanyveníandeMadrid.LosdelCamaroteno se descuidaban tampoco para estorbarlo.Maza deslomaba a sus contrarioscon la vara de la justicia. Como lamayoría de don Rosendo era sólo de dosvotos, urdía tramas admirables para arrancárselos. Unas veces convocaba asesiónextraordinariaahorasenqueaalgunodeelloslefueraimposibleasistir;otras,mandabarecadosfingidosaciertosconcejales,anunciándolesquesehabíasuspendido; otras; en el momento de ponerse a votación cualquier asunto, lohacía con palabras ambiguas de acuerdo con sus amigos, para que los de donRosendoseconfundiesenyvotasencontrasímismos,comosucedióenmásdeuna ocasión.Enmás de una también, dejó cerrados en la secretaría a algunosconcejalesllevándoselallave.Despuésquelospadresdelmunicipiosehartabandegritarydargolpesalapuerta,veníaunalguacilaabrirles;peroyasehabíaefectuado la votación. Gracias a estas y otras tretas, a las arbitrariedades sincuentoquecometía,vengábaseelbiliosoexmarinodesusenemigos,queeraunprimor. Su táctica consistía en atacarlos donde más les dolía; esto es, en susbienes inmuebles.Cuandoen alguna callehabíaunaomás casasde cualquiersociodelSaloncilloyningunadesusamigos,hacíaqueelarquitectomunicipalvariaselarasante,dejándolamásbaja.Deestasuertesedescubríanloscimientosde las casas y corrían riesgo de venir al suelo, además de la molestiaconsiguientedeponer escaleraspara subir al portal.A lospocosmesesde seralcalde, había más de veinte casas en Sarrió con los cimientos al aire. Otrasveces,hacíasubirlarasanteparaquecuandolloviesefuerte,seinundasen.Comoes natural, tales picardías despertaban fuerte clamoreo en los partidarios deBelinchón, rabiosas diatribas por parte delFaro, y tumultos sin cuento en lassesiones municipales.. Pero a Maza se le daba por todo una higa. Seguíaimpasible sus inauditas reformas urbanas, escuchando con sonrisa cruel lasquejasdesusvíctimas,contestandoconsarcasmosferocesalosdiscursosdelosoradoresdelbandocontrario.

MarconesintrodujoadonMateoenunasalacontiguaalsalóndesesiones.Latribuna destinada al público era demasiado asquerosa para entrar en ella unapersonadecente.Además,leinteresabanmuypocolaspeleasdeaquellosgallosingleses.Enlamismasalaestabansentadosdepartiendoamigablementelosdosnotarios de la población, don Víctor Varela y Sanjurjo. El uno era un viejo,pequeño,deojossaltones,conenormepeluca, tangroseramentefabricada,queparecía de esparto; el otro, un hombre de media edad, pálido, con bigote

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entrecano y cojo de nacimiento. Saludóles nuestro anciano como antiguosamigos,aquienessevetodoslosdías.AnadieenelradiodelavilladejabadesaludardonMateo.

—¿Esperandoqueterminelasesión,eh?

—Sí, señor—respondió uno con sequedad y reserva que quitó al anciano eldeseodeentrarenmásaveriguaciones.

Buscóotraconversación,laquemáspodíacomplaceralosdepositariosdelafe pública; la caza. Los dos eran crueles perseguidores de las codornices,peguetasychochas;peromuchomásterriblesyempedernidosaúndelasliebres.Apenas venían algunos días despejados, estos veloces o inocentes animalestenían que sufrir una violenta persecución por parte del gremio notarial,activamente secundado por media docena de galgos que, para que mejorcorriesen,selesdejabamorirdehambre.

Hablar de las liebres, era para don Víctor y Sanjurjo la antesala del Cielo.Levantarlasconlasvaras,metidosenlamalezahastalacintura,elCielomismo.

—¡Qué lástimadedía!—exclamódonVíctor dandoun suspiroymirando alcieloporloscristalesdelbalcón,llenosdepolvo.

—Verdad—contestóSanjurjo, dandootro suspiro.—Sin embargo, la tierra deMaribonapuedequeestéunpocoblanda;llovióbastanteestosdías.

—¡Quéhadeestar!—profiriódonMateo.—Ahoraenelveranoprontoseseca.Además,todaaquellaregiónescalizayabsorbeelaguafácilmente.

Losnotarioslemiraronconenternecimiento.

—MehadichoPepelaEsguila—prosiguió—quelospaisanoshanvistosaltarlasliebresestosdíasenLadreda.

—Yalosabemos,—dijoSanjurjo.—Hoy,sinofueraporunquehacerquenoshasalido,hubiéramosidoaallá.

AlmismotiempohacíaunsignodeinteligenciaadonVíctor.

—PuesPepedebióde irseestamañanaconFermo.Esomedijeronalmenosayernoche.

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Losnotariossemiraronconsternados.

—¡Quéledecíayoausted,Sanjurjo!—exclamódonVíctor.

—Francamente,meengañóesetuno...Bueno;algunadejarán...Mañanairemosustedyyo,donVíctor.

Pero la noticia les había puesto tristes.Guardaron silencioobstinado.Dentrodelsalónseoíanvocesdescompasadas, fuertes rumores.Algunavezsonabaelagudorepiquedelacampanillapresidencial,llamandoalorden.

Don Mateo, pesaroso de no haber acertado aquella vez a animar laconversación,laestableciódenuevo,encarándoseconSanjurjo.

—Hombre, parece mentira que usted con su defecto en la pierna, puedadedicarsealacaza.

—¿Quién?¿éste?Ahídondeustedleve,correcomoungalgo—exclamódonVíctorconcariñosoentusiasmo.—Encuantoseponesobrelapistadelaliebre,dejadesercojo.Yoledigoqueesodelacojeralohainventadoélparallamarlaatención.Tancojoes,comoustedycomoyo.

—¡Si usted me lo hiciera bueno!—profirió Sanjurjo, sonriendo conresignación.

Aqueltoquedebroma,lespusoalegres.DonVíctorcontabalasproezasdesucompañeroendiversasocasiones.Undía,paracorrermejor,sehabíapuestoencuatropatas:eraunaexhalación.—¿Cómo?—preguntabadonMateoasombrado,—¿encuatropatas?—Loqueustedoye.Sanjurjosereíaacarcajadas,afirmandoquehabíaaprendidoacorrerasídeniño,cuandosucojeraeramáspronunciadaynopodíacompetirconloscompañeros.Asuvez,ponderabalapoltroneríadedon Víctor, un tumbón que registraba hasta la más pequeña hierba por no iradelanteycansarse.DonVíctorreíatambién,sosteniendoquenoselevantabanliebres con las piernas, sino con los ojos. ¡Cuántas veces aquella obstinaciónsuyahabíadadoalfinresultado!—¿SeacuerdausteddeaqueldíadeSanPedro,hacetresaños,cuandomedejósolocercadeArceanes?¿Quiénlevantólaliebre,ustedquesefuéconvientofresco,oyoquemequedéhurgaquehurgaporlasmatas?

LaconversaciónseibacalentandocongransatisfaccióndedonMateoqueno

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podíaveranadietristeasulado.Cuandomásembebidossehallabanenella,sinhacercasobenditodelosgritosycampanillazosquesonabandetrásdelapuerta,ábrese ésta con estrépito y aparece la majestuosa figura de don RosendoBelinchón, en un estado de trastorno difícil de pintar, los cabellos revueltos,algunosdeellospegadosalafrenteporelsudor,lasmejillasinflamadas,losojosvidriosos,elnudodelacorbataenelcogote.

—¡Sanjurjo!...¡Sanjurjo,vengausted!—dijoconvozalterada,sinsaludar,sinversiquieraadonMateo.

Elnotarioselevantótranquilamenteyentróenelsalónconél.DonVíctornohizo alusión ninguna a aquella repentina marcha. Quedó departiendoamigablemente sobre lomismoque estaban hablando con donMateo, el cual,aunqueunpocosorprendido,noseatrevíaapreguntarnada.Alcabodeunrato,apareció Sanjurjo, que cerró la puerta tras sí, y vino a sentarse con elmismososiegoal ladodeellos,continuandosuinterrumpidaconversación.Peronosepasaron muchos minutos sin que de nuevo se abriese la puerta con ruido,apareciendo esta vez la persona rechoncha de don Pedro Miranda en estadoigualmentededescomposición.

—¡DonVíctor,donVíctor,entreusted!

Tampocosaludó,niviósiquieraadonMateo.Elnotarioselevantógravementeylesiguió.

—¿Quédiablosignificaesto?—preguntódonMateoaSanjurjo,despuésquesehubocerradolapuerta.

Estehizounvagoademándedespreciolevantandoloshombros.

—¡Quétonterías!—gruñódonMateo.—¡BelinchónyMiranda,queensuvidasemetieronenestosasuntosdelayuntamientoniquisieronseralcalde,tomarloahoracontantoapuro!

Lascosashabíancambiadomucho,enefecto.Laluchaenconadísimaqueunoyotrobando sosteníanen todos los terrenosdondepodían, eramásempeñadaahora en la corporación municipal que en ningún sitio. La tiranía de MazairritabadetalmodolosánimosdelosamigosdedonRosendo,queapelabanatodos los medios imaginables para contrarrestarla. A todo trance queríanprocesarle por abuso de facultades. Para ello Belinchón había tomado a su

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servicioalnotarioSanjurjo,queconstantemente leacompañabaa las sesiones,levantaba actas ymás actas de las arbitrariedades del alcalde, que pasaban aljuzgado y allí se estancaban gracias a la mala voluntad del juez. Los delCamarote oponían notario a notario, actas a actas, quejándose de lainsubordinacióndelamayoría,desusvotaciones,enasuntosquenoerandesucompetencia.

Cuando terminó la sesión, don Mateo fué introducido en el despacho delalcalde.Estabatomandounalimonadapurgante.Cadapocosdíasnecesitabaunode estos brebajes para desalojar la bilis que se le acumulaba en el estómago.Aquellaluchadiariadesdehacíatresañoslehabíaechadoaperderelestómago.Estaba aún agitado, convulso. Su risita sardónica de las sesiones, la calmadespreciativaconqueafectabaescucharlosdiscursosdesuscontrarios,erapuracomedia.Allápordentro,lacóleralecarcomíalasentrañas,selemezclabaalasangre.¡Cuántotrabajolecostabareprimirlosciegosímpetusdeiraqueacadapasoleacometían!

Dosde sus amigos comentaban la sesión,mientras él, silencioso, lívido, consuseternasojerasmáspronunciadasaún,revolvíaellíquidoconunacucharilla.DonMateo,comounadelaspoquísimaspersonasquepermanecíanneutralesenSarrió,fuérecibidoconfranquezayagasajo.

—Siénteseusted,donMateo.¿Quétraedebuenoporaquí?

ElancianomanifestóqueveníaasabersieraciertalaamenazadesuprimirlasubvencióndelabandaenelcasodequefueseaquellatardealaromeríadeSanAntonio. El rostro de Maza se nubló. Era muy cierto. Que no contasen consocorroalgunodelayuntamientosiaquellatardesacabanlosinstrumentosdelaAcademia...DonMateopreguntó:¿quémotivo?...Maza,despuésderechinarlosdientes como introducción,manifestóquenoquería contribuir a solemnizar laentrada del personaje que iba a llegar por la tarde y se alojaba en casa deBelinchón.

—SeríacapazdonQuijotededarsetonohaciendopensarasuhuéspedquelahabíallevadoélparaobsequiarle.

—Pero, Gabino, si todos los años ha ido. Nadie puede creer ni pensarsemejante cosa.Consideraque es la romeríamás importantedel pueblo.Seríamuytristequelaschicasnobailasenysedivirtiesenporunapequeñezcomoésa.

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—Puesnada,porhoysesuprimeelbaile.Losientomucho.Siquierenirquevayan;peroyasabenaquéatenerse.

Fué imposible hacerle variar de resolución. Don Mateo rogó primero, seenfureció después, y con el derecho que le daban sus años y las noblesintencionesquesiempre leanimaban,yde lascualesnadiedudabaen lavilla,dijocuatrofrescasaMazayalosdosconcejalesqueallíestabanpresentes.Nielbiliosoalcaldeniéstosseenojaron.Unollegóadecirle:

—Acaso tengausted razón,donMateo;pero,¿quéquiereusted?La luchaeslucha.Estáinteresadonuestroamorpropio,yhayqueaplastaraesoscanallas,oqueellosnosaplasten.

Elancianosaliódelasconsistorialesmástristequeenojado.Enlos tresañosúltimoseranincalculableslosdesairesydesabrimientosdeestegéneroquehabíapadecido.Anadieencontrabayapropicioparasecundarsusproyectosderecreo.En vano redoblaba su actividad para traer al teatro compañías de verso ozarzuela. Todas quebraban al poco tiempo. Porque predominando en lasfunciones el elemento del Saloncillo, ya se sabía que los del Camarote seretiraban, y viceversa. Y como para que el teatro se sostuviese era preciso elconcurso de todos, el resultado era que los cómicos se escapaban siempremuertos de hambre.Lo primero que le preguntaban a donMateo en las casascuandoibaasuplicarqueseabonasen,era:—¿SehanabonadoFulano,MenganoyZutano?—Sicontestabaafirmativamente,yasesabíaloqueledecían:—Puesno cuente usted con nosotros.—Nuestro buen señor apelaba últimamente alengaño para comprometerlos; mas los enconados vecinos olían en seguida eltorrezno, y aplazaban su contestación para después que se enterasen de «quégentehabía».Ysi estopasabaenel artedramático, ¿quéno sucederíacon lasnotabilidadesqueenaquellapsodetiempohabíanposadosuvueloenlavilla?Un famoso violinista, otro que tocaba un instrumento de madera y pajaadmirablemente, cuatro hermanos campanólogos, un moro que mostraba dosvacassabias,undoctoringlésquetraíaunmicroscopio,elcélebregigantechino,una foca marina que decía papá ymamá, etc. A todos había protegido donMateo.Perosuactivacampañadepropagandanolesvaliógrancosa.Todoslosmonstruos, tanto españoles como extranjeros, conocían de oídas a nuestroretiradocoronel,yencuantoponíanelpieenSarrió,asucasaibanallamar.Ellos acompañaba a ver al alcalde, los presentaba en el Saloncillo, losrecomendaba al propietario del almacén donde pensaban exhibirse, y casi

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siempreencabezaba lasuscripciónparapagarleselviaje.Enotro tiemponosemarchabaunodelavillaquenofuesecontentoygordo.¡Peroahora!AhoranoestabalaMagdalenaparatafetanes,segúnlerespondíanalgunos.

EllugartenientededonMateoentodoslosfestejoseraSeverino,eldelatiendade quincalla. No había en la provincia quien le aventajase en fabricar globoselegantes, vistosos y bien proporcionados para que subieran sin dar tumbos.Tampocoenelartedifícildelevantararcosderamajecontransparentesparalanoche, ni en disparar cohetes velozmente y a plomo. Pues bien; esteingeniosísimo varón, que tanto había regocijado a la villa con sus peregrinasinvenciones, hacía yamucho tiempo que permanecía inactivo. Cuando algunavezledecíadonMateo,quepasabasiempreensutiendaalgunashoras:

—Severino,¿vamosaprepararalgoparalavísperadeSanAntonio?

—¡Paraqué,donMateo,paraqué!—respondíaeltenderocondesaliento.

—Una iluminacioncita de doscientos faroles nada más, un globo y algunoscohetes.

—¿Quiereustedquenos cueste a nosotros el dinero como la fiesta deSantaEngracia?

—Acasolosindianossueltenestavezalgo—murmurabadonMateo.

—Vaya, no sea inocente. ¡Parecementira que no los conozca! ¡Soltar! ¿Quéhandesoltaresosguanajossino...?

Unosyotroseraninjustosconlosindianos.Estossemanteníanenneutralidadabsoluta,asombradosdeque,hombresacaudaladoscomoBelinchón,Mirandayotros, se apurasen tanto por cosas que no atañían a sus negocios particulares.Aquel puñado de personas sosegadas, enmedio de la lucha feroz con que seagitabalavilla,semejaríaelcorodelastragediasgriegas,sinofueseporqueéstesentíaseconmovidoporlasdesgraciasoprosperidadesdeloshéroes,sealegrabay se entristecía. Los indianos de Sarrió permanecían por entero indiferentes,adormecidospor aquellavidaholgazanaymetódicaenqueel recuerdode sustrabajosypenalidadesdeAmérica les llenabaalgunasvecesdehorror,yhacíamás amable todavía su situación actual. ¡Qué les importaban a ellos lasvotacionesdelayuntamiento,lasperreríasqueElFaroyElJovenSarriense selanzaban,niloschismesquesincesartraíanconmovidaalavilla!Mientrasles

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dejasendarvueltaspor lamañanaen lapuntadelPeón (ynohabíapeligrodequenadieseloestorbase),jugaralbillaroaltresillodespuésdecomer,ydarsusfamosospaseosenpandillaalatardeporlospintorescoscontornos,lodemásnosignificabanada.Tansincuidadolestenía,quesóloporraracasualidad,cuandoestaban juntos, hablabande los episodiosde la lucha.Loúnicoque conseguíaturbarles eran los telegramas noticiando el alza y baja de los fondos públicos,donde tenían invertido su capital. Por lo demás, eran ciudadanos modelo: noofendíananadie;comíanloqueerasuyoyhabíantrabajadoconsusmanos.Queno daban dinero para las funciones y holgorios. Esto no puede considerarsecomouncargograve.Ellosnoveíanlanecesidaddetalesfiestas.¡Quémássepodíaapetecerenelmundoquevivirenunclimabenigno,comer,pasear,dormirtranquilamente las horas que a uno se le antojaran!Además, habían hecho unbeneficio al pueblo, conduciendo al altar a una porción de señoritas deveinticincoatreinta,que,sinesteinesperadosocorro,sehubieranidodesecandotristemente.Ahoraerancasitodasesposasobesasytranquilas,madresdefamiliafelices,rigiendounacasabienabastecida.

Aunque antipáticos a los dos bandos, los indianos eran los únicos que sesalvaban en aquel tiroteo incesante de los periódicos. Se contentaban conmurmurar de ellos, llamarlos asnos cargados de plata; pero no se atrevían aaludirlos públicamente. No había razón para ello. Y eso que en Sarrió en eltranscursode tres años, sehabía alcanzadoaquelgradodeperfecciónconquedon Rosendo soñaba; esto es, no existía la vida privada. Los actos de losvecinos, aun los de índolemás íntima y secreta, salían a luz en la prensa, secomentaban, se censuraban, se ponían en ridículo. Nadie estaba seguro en eltabernáculodesuhogar.Sicruzabaconsumujeralgunaspalabrasmalsonantes,sicastigabaconmásomenosseveridadasushijos,siandabaapuradodedinero,si salía por la noche apicospardos, si se le atragantaban lasces enmediodedicción,diciendoretoypato,envezderectoypacto,sicomíaconlosdedosose sonaba con ruido.De todos estos interesantes pormenores, daban cuenta alpúblicoElFaroyElJovenSarriense,unasvecesdirectamente,otraspormediodelosfamososcuentosorientalesyamencionados.

Desde el ayuntamiento, donMateo se fué al local de laAcademia, donde leaguardabael señorAnselmo,y leordenóprudentementequeno saliese con labandaaquella tarde.A fuerzade transaccionesy equilibrios, había conseguidohastaentoncessostenerlalomismoqueelLiceo.Enéste,porsupuesto,nihabíarepresentacionesteatralesya,nisebailabasinoendíasseñalados,comoeldelas

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Candelas,losdeCarnavalyeldeSantaEngracia.PerodonMateo,afuerzadeactividad y diplomacia, había logrado que la mayoría de los socios siguiesenpagando las dos pesetas mensuales de la suscripción. Todas las demásinstitucionesderecreoenquelavillaeratanrica,habíandesaparecido.

LoquetraíapreocupadosatiriosytroyanosalasazóneralavenidadelduquedeTornos.ElvigilanteyprudentísimodonRosendohabíaaveriguadopormediode sus agentes de Madrid, que el duque de Tornos, conde de Buenavista,emparentado con la real familia, embajador que había sido en Francia,mayordomomayordepalacio,etc.,etc.,unpersonajedemuchobultoenlacorteyenlapolítica,estabadecididoapasarelveranoenSarrióparatomarlosairesdelmar, que le hacíanmucha falta, conmás sosiego que en San Sebastián oBiarritz.SaberloBelinchónyescribirleunacartaofreciéndolesucasa,fuétodouno.ElDuquerehusó,comoeranatural,dándolegraciasmuyexpresivas.Peroelbuen don Rosendo que juzgaba un importantísimo triunfo la venida de talpersonajea sumorada,ycontabaconayudadeélexterminara suscontrarios,tanto insistió, valiéndose de toda clase de recomendaciones para conseguirlo,que el Duque concluyó por aceptar el ofrecimiento. Los del Camarote, quehabíanolfateadoelasuntoy les teníacongrancuidado,obligaronadonPedroMirandaaofrecer tambiénsucasa,prometiendoabonarentre todos, losgastosqueaquelloleocasionase.PeroelDuqueyaestabacomprometido.Nopudieronconseguir supropósito, aunquepusieronen juegobastantes influencias, loqueles llenó de ira y despecho, como acabamos de ver. Hay que advertir que elduquedeTornospertenecíaalpartidomoderado.AunqueenSarrióningunodelosdosbandosestababiendefinidoenpolítica,porqueloquelespreocupabaeralaluchalocal,yseinclinabansiemprealpartidovencedor,nocabíadudaqueenelSaloncillopredominabanlosliberales,principiandoporsueximiojefe.EnelCamarote,losmáseranretrógrados.Lapreferenciaotorgadaalosprimerosera,pues,doblementedolorosa.

DonRosendoelañoanteriorhabíalevantadounpisomásasucasa.Loqueledecidióaaquellaobrafuéelnacimientodeotranieta.Sielmatrimonioseguíatanaprovechado,nocabríanprontoenlacasa.Gonzalohablabadetomarotra;lefaltaba independencia. Para que no se fuese, la aumentó su suegro de aquelmodo.Elpisoenterofuédestinadoa lanuevafamilia.Afindequeestuviesenmás independientes, la escalera nopasabapor el cuarto de los padres; pero almismotiempohabíaunainteriordecaracolquefacilitabaelserviciodeunpisoaotro.Gonzalopodíaentrarysalirdesucasasinnecesidaddecruzarporladesus

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suegros.Comíantodosjuntos,sinembargo.

PuescuandosesupolaaceptacióndelduquedeTornos,seledestinóelcuartoentero del matrimonio joven. Este bajó de nuevo a ocupar sus antiguashabitaciones.Arreglóseaúnmejordeloqueestaba,yesoqueestababien,puesVenturitahabíaexageradoellujodeladecoración.Prontoyconpocoesfuerzoquedóconvertidoenunamansióndignadelpersonajequeibaaalbergar.EnelSaloncillo se esperaba con ansia el telegrama del prohombre, anunciando susalida.El rostrode todos los tertuliosexpresabagozoy triunfo,brillabacon laesperanza de que pronto podrían dar algunos golpes contundentes a susadversarios. Estos andabanmohinos y recelosos, disimulando, no obstante, lomejorquepodíansudespecho.Afectabannoconceder importanciaa lavenidadelDuque.NofaltóquienvinieseaavisarenseguidaaBelinchóndelazurdadadelalcalderespectodelamúsica.Estabaempezandoacomercuandorecibiólanoticia.Conadmirableserenidad,quedebíanenvidiarsusenemigos,concluyóelplato de sopa que tenía delante, se limpió los labios, bebió un trago de vino,volvió a limpiarse los labios, y levantándose acto continuo, salió sin decirpalabra. Como todos los grandes caudillos de que nos habla la historia, donRosendonoperdíajamáselaplomo.Enlosmomentoscríticos,comoelpresente,eracuandoaélleasaltabanlasgrandesideas,lasresolucionessalvadoras.SefuéaltelégrafoypusounpartealdirectordelaorquestadeLanciapidiéndolequevinieseconellaaSarrióyqueseñalaseprecio.Eldirectorcontestóquellegaríanalanoche.—«Perfectamente;—sedijo,—silamúsicanovaarecibirle,almenosnosequedarásinserenata.¡Yquerabienesosmiserables!»

LallegadadelduquedeTornoscoincidía,comohemosvisto,conlaromeríadeSanAntonio.Latardeestuvocomolamañanaserenayalegre,sinpizcadecalor;porquelabrisadelNordesteenSarrió,comoentodoslospuertosdelCantábrico,refrescadeleitosamente losardoresdel solen losmesesdeestío.Las romeríaspertenecíanatodaslasclasessociales,peromuyparticularmentealosartesanos.Gracias a esto no habían perdido nada de su primitiva alegría y animación.Desdeporlamañana,bientemprano,gruposnumerososdemuchachassalíandelosarrabalesycruzabanlavillaparatomarlacarreteradeLancia,vestidastodasconlaclásicafaldademerino,negraodecolor,yelfloreadomantóndeManilaatadoalacintura,zapatosdescotados,pendientesdeperlas,ylahermosacabeza,sencillamente peinada, al descubierto. Su charla bulliciosa, sus frescascarcajadasdespertabanalosvecinosqueaúnyacíanentrelassábanas,leshacíansonreirbeatamentetrayéndolesalrecuerdootrosdíasdeSanAntoniocuandola

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juventud chispeaba también en sus ojos y en la copa de la vida aún no habíacaídoningunagotadehiel. ¡Quiénno recordaría enSarrió algunode aquellosviajes a la ermita enunamañana límpiday suave, con laspiernas ligerasy elcorazónmecidodulcemente en la esperanzadeverpronto al dueñoadoradoypasareldíacercadeél!Elrumordeaquellasniñaseraunsoplodealegríaquedesde lacallesubíaa lascasas,entrabapor losbalcones invitandoasoltarporalgunashoraselfardopesadodelosquehaceres,delaambición,delaenvidia,de todas las ruines pasiones que consumen la mísera existencia humana. Yseguirlas, seguirlas agozardel ambientepurode lamañana,delverdorde loscampos,de la rica leche incomparableque sevendeen tornode laermita,deljuego a las cuatro esquinas y la deleitosa gallina ciega, de las habaneraslánguidas, los dulces caramelos y crucetas de la Morana, y tal vez que otra,cuando no se tiene una figura despreciable y se dispone de largos bigotesretorcidos,de susbesosmásdulcesy regaladosaún (habiendohechoalgopormerecerlos,seentiende).

PablitosaliódemadrugadaacompañadodesufielPiscis,montadosensendoscaballos pujantes y amaestrados, trabajando unas veces del costado derecho,otrasdelizquierdocomoeralógico.Parairdeestasuerte,nosolamentehabíalarazóndesusarraigadasinclinaciones,sinootratambiénmuyatendible.EljovenBelinchónhacíayamásdeunañoqueno ibaa las romeríasyevitaba todo loposible caminar a pie. Salía poco de casa, sobre todo de noche, procurandoatravesarpor lascallesmáscéntricas, sinqueporcasualidadse leviese jamássolo.Teníaenemigosocultosyencarnizados.Valentina, lablondaysaladísimacosturera, había jurado por todos los santos del Cielo clavarle un puñal en laespalda.Larazónnonecesitamosdecirla.Despuésdehabertenidounhijoconella, la había abandonado y volaba otra vez, cual libre y pintada mariposa,posándoseahoraenuna,ahoraenotraflor.¡Buentrabajolehabíacostado,opormejor decir, buenmiedo! Cuando supo el juramento de su amante, que no lecogió de sorpresa, pues conocía demasiado bien su temperamento, para evitaraquella dolorosa muerte prematura, mandó repetidos emisarios ofreciéndolagrandescantidadesdedinero,recogeryeducarasuhijo,ymantenerlaaellasintrabajar. La feroz costurera había rechazado con indignación todas las ofertas.Reiteraba, cada vez que un embajador iba a verla, su horrible y sanguinariojuramento. Como es natural, al hermoso mancebo no le llegaba la camisa alcuerpo.Quesepongacadacualensucaso.Hubieradadoelcocheyloscaballosporposeerotrosdosojos en el cogote.Losqueposeía, siempreque salía a la

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calle a pie, se entregaban,mira a un lado,mira otro, a un trabajo abrumadorsuperiorasusfuerzas.

Peroconeltiempo,habíaidoadquiriendoalgunaconfianza.Valentinanosalíaapenasdecasa.Enromeríasybailes,despuésdesudeshonra,nolahabíavistonadie.Pablito,queno lahabía tropezado todavíaen lacalle, seanimócon losconsejosdePiscisairaSanAntonio.Montaron,pues,acaballotemprano,yselanzaronporlaanchurosayempolvadacarreteradeLanciasombreadaunbuentrechoalasalidadelavilla,porgrandesolmos.Lavíaeraascendente,aunquesingrandeclive.Aun ladoyaotro, seextendía la risueñacampiñadeSarrió,limitada por dos o tres términos de suaves colinas.Más lejos, descubríase lanegra crestería de las montañas de Narcín, que se alzaban sobre el valle deLancia,cubiertoaúnporlaniebla.Volviendolavistaatrás,despuésdecaminarun trecho, se señoreaba la hermosa villa que la luz matinal hería de soslayo,haciendobrillar aquí y allá algunablanca fachada.Detrás, la vasta llanuradelmar,queconlosrayosoblicuosdelsolnaciente,ofrecíauncolorblancolechoso.

Los caballos de nuestros équites, orgullosos de su estampa elegante, de suslomosrelucientesymórbidos,caracoleabansincesarlevantandonubesdepolvo,felices por ostentar su recia musculatura a la luz de la mañana. Las jóvenesmenestralas, que ascendían lentamente hacia la ermita, se impacientaban,chillaban,másporlasuciedaddelpolvo,queportemoraloscorceles,dirigíanchufletas de peor o mejor gusto al inflexible Piscis, que éste no escuchabasiquiera,absortoenlacontemplacióndelaspatasdelcaballo,cuyaaltadirecciónleestabaconfiada.

—¡Uf, la carretera es poco para él!—Oye tú, fenómeno, no levantes tantopolvo.—Acaballoparecealgo;yesunperrosentado.—¡Sipareceunduque!—No,mujer,vizcon...de!

ConPablitonosemetían.Elbizarrojovenejercíaelmismodominiosobrelasartesanas que sobre las damiselas de la villa. No sólo las fascinaba por sudelicada figura, por su gallardía, por su riqueza, sino también, y acasoprincipalmente,porsusconquistas.Lamuchedumbredeenamoradasquehabíatenidoentodaslasclasessociales,formabanentornodesucabezaunaaureoladegloria.Semurmurabamuchodeélentrelasmenestralas,conmotivodellancede Valentina, se le llamaba falso, traidor, bribón; pero todas ellas, hasta lasmismasamigasdelavíctima, leadmiraban, leadorabanensecreto,yhubierancaídoapocosembatesensusbrazos,pormásquejurabanyperjurabanqueera

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bientontalaquehacíacasodeaquelmiquitrefe.

Pablitocaminabaserio,atentotambiénaregirelbriosocuadrúpedo.Devezencuando, no obstante, se dignaba sonreir ligerísimamente. Y este esbozo desonrisa animaba tanto a lasmuchachas, que arremetían conmás brío y graciacontrasucompañerofidelísimo,elinvictoPiscis.

Alamedia leguapróximamente,habíaungranpradollanoyhermosoque lacarretera partía por elmedio.Allí se celebraba la romería por la tarde, con lagente que venía de la villa y la que regresaba de la ermita. Para ir a ésta, eranecesario separarse en aquel punto de la carretera y tomar por callejuelasestrechas y pendientes, limitadas por toscas paredillas de piedra, cubiertas dezarzales.Alcabodeuncuartodelegua,sedesembocabaenlapequeñaplaniciede un montecillo, donde estaba situada. La vista desde allí era espléndida yregocijadacomopocas.Descubríaseuna inmensaextensióndecosta,no llana,sinoondulante,plantadademaízenunossitios,enotrosde trigo,en lamayorpartedehierbasolamente,cortadaporlagranvíaempolvadadeLancia,consufaja obscura de olmos gigantescos, a cuyo extremo parecía como unamanchablancayrojalavilla.LainmensasábanaazuldelOcéano,dondebrillabantresocuatrovelascomoblancasgaviotas,cerrabanelpanorama.

Alrededordelaermita,lasmujerucasdeloscontornos,entrelascualeshabíamásdeunafrescayhermosaaldeanaderojoslabiosyblancasmejillassatinadas,vendían leche en pucheritos de barro negro. Había también algunas mesascubiertasconmanteles,dondeseexhibíanbizcochosyotrosconfitesderemotaantigüedad.Lagraciadeaquellaromeríaestribabaentomarlecheporlamañanaenlaermita,jugarluegoconlospucherosyromperlosalfin,haciéndolosrodarporelmonteabajo.Secomíaa lasdoceelfiambrequese llevaba.DespuésseveníahaciaelpradodelosnogalesoNozaleda,dondetodossereunían.Pablitonoinfringióunápiceelprograma.Comprómásdeunadocenadepucherosdelecheygran cantidaddebizcochos, conqueobsequió a sus conocidas.Luegoretozóconellaslargamente,haciendorodaravariasporelpradoytirándoseélmismo en medio del entusiasmo general. A la sazón, estaba «poniendo lospuntos» a una morena muy agraciada, hija del sereno Maroto, que vendíapescadoenlaplazaysellamabaRamona,lamismaaquientalvezrecuerdeellectorquePeriquitohabíadichoenlacazueladelteatro:—«Ramona,teamo»—congranregocijodePiscisyPablo.CuandollególahoradeveniralaNozaleda,seempeñóenllevarlaacaballodelantedeél.Lamozaseresistióunpoco,pero

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alfincedió,¡nohabíadeceder!Eljovenentróconellapormediodelaromeríaentrelosaplausosy¡hurras!desusamigosylasmurmuracionesdelasjóvenes,que semostraban escandalizadas, sin perjuicio de dejarse arrebatar de aquellagentilmaneraeldíaquealbellosultánseleantojase.

Alastres,laNozaledaestabapobladaderomeros.Elvastopradoparecíaunaalfombradefondoverde.Lospañuelosdelasmujeres,blancos,rojos,amarillos,agitándose continuamente, llameando a la luz del sol, formaban sobre aquelfondoundibujomovibledebrillantescolores.LacarreteramandabadeSarrióacada instante nuevos pelotones de gente, que se diseminaban por el prado aentramboslados.Escuchábaseunrumorconfusocomoeldelasolasdelmaracierta distancia, sobre el cual saltaba el agudo sonde la gaita, y el repiqueteosordoymonótonodeltambor.Algunastiendasdecampaña,donde,sobremesasportátiles de tabla, yacían los hinchados odres, como víctimas preparadas alsacrificio, estaban rodeadas por numerosos grupos de hombres. En otro másnumeroso,deambossexos,haciaelmedio,sebailabaalusodelpaís,sonandolascastañetasconlasmudanzaspeculiaresdeaquellaregión.Aquelbailedurabacincoo seishoras sin reposoalguno.Se sudabacopiosamente, ¡perocansarse!loshombresalgunavez,lasmujeresnunca.Losqueasíbailabaneranaldeanos,loshabitantesdeloscontornosque,llegadalanoche,sevolvíanasuscasasporlos atajos sin pasar por la villa. Las artesanas de Sarrió formaban giraldillas,dondesecantabaagritoherido,abriéndoseycerrándosesucesivamente,dejandoenelmediooraungrupodehombres,orademujeres.Losseñoritos,enrelaciónconaquellasjóvenesporlosbailesdelasEscuelas,acostumbradosyaaldulce,noqueríanperdersuderechodemonopolioniaunalairelibre;entrabantambiénenellas,bailandosingarbo,conlosbrazosmuyabiertosylaspiernasinmóviles.Entonces los artesanos se salían ymarchaban un pocomás lejos a bailar conaquellasque,desdeñadasporloscaballeros,odetemperamentomásbravio,losseguían,arrojandomiradastorvasdedesafíoalcoroprincipal.

Nisecreaquefaltabatampocoaquellatardeelbailedesociedad.DonMateo,buscandomediodesubstituiralaorquesta,habíadadoconunarpistayunviolínitalianos,ylossubvencionó,desubolsilloparticular,paraquetocasen.Yallá,enunextremodelprado,bajouninmensonogaldelacintaquelocircundaba,unadocena de parejas estrechamente abrazadas, daban vueltas parsimoniosas alcompás de dulzona habanera, rodeadas por un espeso círculo demirones. Lasseñoritas solían presenciar con risita despreciativa aquel baile que imitabatoscamente los suyos, doliéndose en su interior de que jóvenes tan finos se

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abrazasen «a aquellas tarascas». Sin embargo, cuando alguno las invitaba,después de resistirse un poco, reir a carcajadas, ruborizarse y hacer buenaporción demonerías para atestiguar que sólo se rebajaban a aquello por puracondescendencia, solían agarrarse firme al brazo de su bromista amigo ytardabanensoltarlo.

GonzalohabíavenidoapiealaromeríaconCecilia,laniñamayorylaniñera.Ycomoelcaminoeralargoypendiente,porqueéstanosecansasetanto,habíatraído a su hija en brazos casi todo el tiempo. Ventura odiaba las romerías.Además, su padre había llevado el carruaje a esperar al duque de Tornos, ypensarenqueanduvieseapiemedialegua,eraunamonstruosidad.DoñaPaulatampocopodíavenir.Hacíatiempoqueestabadelicada.Losmédicoscreíanquesumalestar y decaimiento procedían de algún trastorno en la circulación, unaafeccióncardíaca,quepodíaconeltiempoofrecercaracteresgraves,aunqueporentonces no los presentase.Cecilia había querido durante el viaje ayudar a sucuñadoasoportarelfardo.Estesehabía,reído:

—Calla,Huesitos,calla—así la llamabafamiliarmente.—¡Tencuidadonomeobliguesallevarteatitambién!

Y así que llegaron, como marido y mujer comenzaron a vagar por el granprado, deteniéndose a cada instante para saludar a los amigos con quientropezaban.Comprarondulcespara laniña,estuvieronun ratoviendobailaralsondelagaita;despuéssepararondelantedelagiraldilla;porúltimo,sefueronadondesonabaelviolínyelarpa,ytuvieronocasióndeverentrelasparejasasuhermanoPabloestrechandolacinturadelahermosaRamona.Porciertoque,aladvertirsupresencia,elbizarrojovenseinmutóuntanto.Aprovechandounadelasvueltasparapasarcercadesuhermana,lepreguntóporlobajo:

—¿Estáahímamá?

Ceciliahizounsignonegativo,ysetranquilizó.

Laniñasecansóprontodeaquelespectáculo.Quisoirdenuevoaverelbailede los aldeanos. Desde allí, saltando otra vez a la carretera, entraron en laromería que quedaba del otro lado. Fué gran ventura para ellos. Porque a lospocosmomentosacaecióenelsitioquehabíandejado,unaescenaespeluznante,terrorífica,dignadeunatragediaromántica.

Hallábase Pablito bailando con su morena, sereno, feliz, procurando acortar

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distanciastodoloposible,yaúnmás.Susmejillas,siempresonrosadas,estabanahoravivamenteencendidas,notantoporelmovimientocomoporelamorquepocoapoco,a impulsode lascadencias lánguidasde lahabanerasehabía idoapoderandodesuser.Ramona,encendidatambiéncomounaamapola,apoyabalabarbaadornadaporlosladoscondoshechiceroshoyuelos,sobresuhombro.Ramona vió de pronto con horror un rostro pálido donde brillaban dos ojosairadosdeloco.Pablitoescuchódetrásunavozestridentequegritaba:

—¡Toma,bribón!

Y al mismo tiempo sintió un fuerte topetazo en la espalda. Volvióserápidamente. Vió el semblante desencajado, fatídico, de Valentina, la cualblandíaenlamanoderechaunarma.

El jovencomprendióque estabaheridodemuerte.Sedejó caer al suelo conseñalescadavéricasenel rostro. Instantáneamente,ungolpedegenteacudióalevantarle, mientras otro sujetaba a la costurera. Al conducirle a la casitapróxima de un aldeano, Pablo creyó escuchar confusamente los gritos deValentina,queintentabadesasirsedelosquelatenían,pararematarle,sinduda.

Lanoticiaseextendióporlaromería.Muchagenteacudiócorriendoalteatrodelsuceso.CeciliayGonzalo,quevieronelmovimiento,quisieronenterarse.Unamigo, conocedor de la verdad, les dijo que se trataba de una reyerta entrealdeanos,yprocuróllevarlosmáslejostodavía.

Mientrastanto,elmédicodeunconcejoinmediato,queallíestaba,fuéavisadoparaqueviniese a curar al herido.Eraun joven recién salidode las aulas.Loprimero que hizo fué despojarle de la chaqueta, cortándosela por la espalda;después hizo lomismo con el chaleco y la camisa.Cuando la carne quedó aldescubierto,nopudoretenerunacarcajada:

—¡Quéherida,niquécalabazas!Aquínohaynada.

En efecto, el pequeño cortaplumas, de que la costurera se había valido paraasesinar a su pérfido amante, atravesó la chaqueta, el chaleco, la camisa y lacamiseta. En cuanto a la carne aborrecida del seductor, había quedadoenteramenteincólume.

Nopocosealegróéstedevolveralgremiodelosseresvivos.Despuésqueelamadelacasalecosióprovisionalmentelacamisa,ysecubrióconelgabándel

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médico,mientrasPiscis ibaabuscar loscaballos, saliópor lospradosdeatraepara no ser visto, tanto por la vergüenza que le daba ir vestido con aquelespantoso sayo, comoporquecreyóescuchar aValentina,mientras iba con lasansias de la muerte, ciertas palabras pesadas. Si mal no recordaba (y podíarecordarmal, dado su desvanecimiento), la costurera decía gritando cuando lellevabanentrecuatro:

—¡Anda,cochino,quesiyonotehematado,nofaltaráquientemate!

Pablito hallaba tan feo el ser asesinado por un des-conocido, que no quisodetenerseunminutomásenlaromería.Encuantosalióalacarretera,dondeleesperabaPiscis,montóacaballo,ysetrasladóenuncredoalavilla.

Elsolseestabaponiendo.Algunagentecomenzabaadejarlaromería,cuandoésta fué violentamente conmovida por el escape de seis u ocho coches quellegabandeLanciaalacarrera.EraelduquedeTomosconsuséquito.EnunacarretelaabiertaveníaélconsusecretarioyelgranpatriciodonRosendo.Enelcoche de éste venían don Rufo, Alvaro Peña y dos señores de Lancia. Yacomodadosenlosotros,donFeliciano,donRudesindo,Navarro,donJerónimodelaFuenteyalgunosvaronesmásdelosqueseguíanlabanderadelgloriosoBelinchón. Al llegar al medio de la Nozaleda, el Duque mandó hacer altosorprendidodeveraquellamuchedumbreabigarradaocupandolaextensallanuradelprado.

Era un hombre de unos cuarenta y seis años. Lasmejillas flácidas, de colorpálido terroso,el labio inferiorunpococaído,expresandodesdénycansancio,losojosde indefiniblematiz, fríosyvidriososcomo losdeunbesugomuerto,con los párpados ordinariamente caídos, expresando igualmente el hastío. Enuno de ellos traía un cristal o monocle hábilmente sujeto, que daba a sufisonomíaunaspectoexcesivamenteimpertinenteyrepulsivo.Nogastababarba,sino largobigotecon laspuntasengomadas.Vestíaconeleganciaquenosevejamás en provincia, esto es, con cierta originalidad caprichosa de los que nosiguenlasmodas,sinoquelasimponen.Sombreroblancodealasestrechísimas,americanaqueparecíahechadeteladejergón,camisaamarilla,guantesdecolorlila,yenvezdecorbataunpañueloblancoenformadechalina,conunagruesaperlaclavada.

—¡Precioso, precioso!—dijo al contemplar aquel pintoresco cuadro,levantando con trabajo los párpados. La voz era, cascada y la pronunciación

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lenta, fatigosa, como si estuviera aplaudiendo en su palco del teatro Real lostrinosdeunaprimadonna.

DonRosendoseapresuróadarlenoticiasdelaromería.Lemostróconlamanoelcerrodelaermita,queseveíaalolejos.Despuéslefuéseñalando,paraquesefijaseenellos, losdistintosgruposdondesebailaba:«Veausted,señorDuque;allísebailaalsondelagaitayeltambor.Eselbailecaracterísticodelpaís,enelcampo, se entiende. Aquéllas son las giraldillas, donde bailan cantando lasmuchachas de la villa.Allí se bebe.Aquéllas son lasmesas donde se vendenconfites.Debajodeaquelnogalseestánbailandohabaneras...Mireusted,mireusted,señorDuque,laclásicadanzadenuestratierra;loshombresaunlado,lasmujeres a otro. Con ese vaivén monótono están horas y horas cantando lasantiguasbaladas...Esunbailecasto,nolonegaráusted...

—¡Precioso,precioso!—repetíaelDuqueconsuacentoarrastrado,enfilandoelmonocleprincipalmentealasgiraldillas.

ElduquedeTornosdecíaunaverdad.Pocosespectáculostanbellosyrisueñospodían ofrecerse en paraje alguno de la tierra. La romería, antes demorir, seagitabaconunfrenesídealegríaruidosa.Lagaitaacentuabasusnotasagudas,chillonas, que hacían vibrar el aire a larga distancia, acompañada fiel ysordamente por el tambor. Las mozas exaltadas, sudorosas, con las mejillasencendidasyloscabellosrevueltos,nocantabanya,gritabandandovueltasalagiraldilla,despidiéndoseconrabiadeaquelgoce,quesólodetardeentardeseles ofrecía. Cantaban también los borrachos de dos en dos o tres en tres convocesásperasdesafinadas,metiéndoseelalientoporlasnarices,balanceándosegrotescamente,esparrancadossobreelcésped.Ylosmozosymozasdeladanza-prima se desgañitaban, queriendo aguzar cada vez más las notas largas,dormilonas, de sus baladas antiquísimas. Hasta el violín y arpista italianoshabíanemprendidocon furorunamazurkaque lasparejasbailaban levantandoextremadamentelospies,dandofuriosaspatadasenlahierba.

Laluzseibahuyendodelcuadro;peroalhuirsesuavizabalostonos,esparcíasobre él un encanto misterioso, poético, que traía al recuerdo los dichososrinconesdelaArcadiaantigua.Parecíaqueaquellagentedebíavivirymorirasí,en perpetua alegría y juventud. ¿Por qué marcharse, por qué huir de aquelrecintofeliz,paravolverasumergirseen las fatigasde lavidacotidiana,en lapodredumbre ymiseria de los negocios humanos? ¡Gozar, gozar! gozar en lainocenciadelcorazónylossentidos,delasalud,delassublimesarmoníasdela

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luzydelsonido;gozardelasdulzurasdelamorfecundoengendradordetodaslascosas;gozarde la fuerza,quemantiene lacohesióndeluniverso;gozardelgorjeodelospájaros,delmurmullode lasfuentes,delaromadelasflores,delrocíode los campos,de las espumasde losmares, del cielo eternamente azul.Paraestodebiósercreadoelhombre,noparaacompañarseenlosbrevesdíasdesuexistenciadeltrabajoabrumador,delaairadavenganza,delapálidaenvidia,delatristezaroedora.LatradicióndelParaíso,eslamáslógicayvenerabledelastradicioneshumanas.

Elsoldorabayasolamentelascimasdelosnogalesquecircundabanelprado,extendiendo desmesuradamente sus sombras. Un leve estremecimiento frío,melancólico,corrióportodoslosámbitos.Envanolucharoncontraélaquellosaquienes el baile o el vino había enardecido. Poco tiempo después se habíaapoderadodetodos.Escuchábanselasvocesdelasmadresllamandoasushijos,deloshermanosllamandoasushermanas.Formábansegrupos,quepermanecíanalgún tiempo vacilantes, buscando con los ojos a alguno que les faltaba, parairse. Lo primero que se deshizo fueron las giraldillas. El baile y la danzapersistían.Losaldeanosestabanmáscercadesuscasasynoteníantantomiedoacaminardenoche.Entornodeloscochessituadosenmediodelacarretera,sehabíaidoaglomerandolagente.ElDuqueseguíaenfilandosumonocleatodoslosrincones,presenciandolospreparativosdeldesfile,conlacuriosidadatentadeun inteligenteenpintura.Al fin, reparandoenelnumerosopelotónqueportodasparteslosestrechaba,dióordendemarchar,perolentamente,alpasodelosromeros.Queríavertodoaquello,noporhermoso,sinopornuevo.

Loscochescomenzaronacaminarenmediodelamuchedumbre.Rodeábanlosamarteladas parejas quemarchaban de bracero en íntimo coloquio, viejos quellevabanniñosde lamano, sujetandoen laotragrandespañuelos atestadosdeconfites, grupos demuchachas cambiando sus impresiones en voz alta, riendoconsonorascarcajadas.EncuantosealejaronunpocodelsitiodelaNozaledacomenzaronloscánticos.Estoesloquecaracterizalavueltadelasromeríasenaquella región.LasartesanasdeSarrióseprecíande tenerbuenavoz,yhacenbien.Generalmente la emprenden con alguna canción romántica, unamelodíatendida y quejumbrosa, buscando armónico acompañamiento por medio de lasegundavozenterceras.Otrasveces,cuandoelgrupoesdemasiadonumeroso,seacogenalospasacallestradicionalesdelavilla,quesoninfinitosydeliciosos.Fué lo que hicieron en esta ocasión. ElDuque quedó sorprendido al escucharaquelcorodefrescasvocesrepitiendosincesarcoplasinocentescomoéstas:

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Enlatorremásaltadelamormevi;falsearonloscimientos,peronocaí.

——

Cómoquieresqueunpobrellameatupuerta,sinoledaslimosna,ricaavarienta.

Y los pueriles conceptos que guardaban, adquirían en sus bocas unaimportancia excesiva, parecían sentencias sagradas, fórmulas misteriosas yamablesquenadiepodía tocarsincometerunsacrilegio.Elairesepoblabadeaquellas notas suaves, prolongadas. Un enternecimiento delicioso íbaseapoderandodelascantantesamedidaquelasdejabanescapardesusgargantas.Cadavezlasrepetíanconmáscariño,conmásunción,exhalandoenellasaquelfondo de romanticismo que palpitaba eternamente en sus corazones,transmitiéndosedemadres ahijas en lapintorescavilladelCantábrico.Era lamelancolíadequienpresienteelmundodelabelleza,loama,loanhela,yporsucondiciónestádestinadoavivirymorirlejosdeél.Entrecoplaycopla,mediabaun rato de silencio. Escuchábase el ruido acompasado de los pies. El coroparecíasoñardespierto,atentoalosvagossentimientosdeternuraqueelcantoremovíaenloslimbosdesuespíritu.

Se venía la noche precipitadamente. Los altos olmos recortaban aún conadmirable pureza sus ramas en el fondo diáfano de la atmósfera; pero de suscopascaíasobrelacarreteraunasombracadavezmásespesa.Lacampiñahabíaperdido el color, extendía en el horizonte sus lomos sombríos donde apenasresaltabanlostoquesamarillosdealgunaheredadplantadadetrigo.AllálejoslagranmanchadelOcéanoseobscurecía.Suazulbrillantedelmediodíahabíasetrocadoenungristriste,verdoso,conreflejosmetálicos.

Elcorosacudiódeprontosumelancolía.Unamozainicióciertopasacallevivoyalegre.Lasdemáslasiguieron,debuenavoluntadcomosidespertasendeunsueñotriste.

Notecompongas

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queyanoirásaSanAntonioapasear,queestálloviendoytemojaráselvestiditoynotienesmás.

Laemprendieronconél agritos, desaforadamente, con la fey el ahincoconquelocantabantodo.Unadeellas,alospocosmomentos,improvisóunacoplaalusivaalasituación:

ASanAntonioventeapasear,verásalDuquequeesmuygalán.TodaslasniñasqueenSarrióhaylabienvenidalevanadar.

Ydesdeentonces,comosiaquéllafuese laseñal,nocesaronderequebrarensuscánticosalmagnate.Elcual,dirigiendoelmonocleunasvecesaladerecha,otrasalaizquierda,ysacudiendolacabezaconbenévolasonrisa,repetíaporlobajo:

—¡Precioso,precioso!¡UntapizdeTeniers!¡UnpaisajedeLorrain!

Cuandollegaronalavilla,eranochecerrada.

SubióelDuqueconsusecretarioalashabitacionesquedonRosendolehabíadestinado. El secretario era un joven de veinticuatro a veintiséis años, pálido,rubio, en cuyo cerebro abultado de feto no cabían más ideas que la de laimportancia colosal del Duque, y la necesidad imperiosa de llegar a ser unpersonaje,sinodetantacuenta,lobastanteparatenertambiénsecretario.Fueradeesto,elmundonoteníaexplicaciónparaCosío,queasísellamaba.Despuésque hubo descansado unos momentos el magnate, bajó a comer en traje detiqueta. Cosío lo mismo. Don Rosendo había cambiado la hora española decomer por la francesa.Al verle entrar de aquelmodo, la familia se turbó.Sin

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dudaBelinchón,suhijoysuyernohabíandadounapifianoponiéndoseelfrac.Venturitaselohizonotarásperamenteasumaridoenvozbaja.Esteseencogiódehombrosconsupremodesdén,moviendoloslabiosdeunmododespreciativo.Estaba de mal humor. Al ver la mesa puesta sin el plato de la niña, habíapreguntadoporél.Sumujerlehabíacontestadoconmalosmodos:

—¡Pero, hombre, no seas ridículo! ¿Quieres que la niña coma hoy connosotros?

—¿Porquéno?

Venturita se había escandalizado. Después se había reído preguntándole sihabía aprendido aquellos usos en el club de regatas. Esto le había irritado, leteníapropensoanomostrarseconelDuquetodolodeferenteyrespetuosoquedebía.En cambio, ellahacíadíasque sepreocupaba con lospreparativospararecibir al ilustre huésped. Por su consejo y dirección se había aumentado laservidumbre,poniendo libreaa loscriados.ViendoaPachín,unomuyantiguoen la casa, con aquel extraño uniforme, Gonzalo se había reído a grandescarcajadas, loqueexcitó labilisdesuesposa.HabíaseencargadounanuevayfinavajillaconlacifradeBelinchón;todoelaparatodelascomidasmodernas,cuchillosdehojadeplata,paralafruta,tenedoresdeostras,tarjetaslitografiadaspara elmenu y otros utensilios inusitados hasta entonces en las comidas de lacasa.Elvientodelextranjerismosoplabatambiénsobreaquellamesaabundante,sana,patriarcal,quehemosconocidoalcomenzarlapresentehistoria.

Venturasepresentóenelsalóncontrajeazulmarinodeseda,descotadoporelpecho, los brazos al aire. Había aprendido, no sabemos dónde, que en lascomidasdeceremonia lasseñorasvandescotadas.DoñaPaulanocumplíaconesteprecepto.Encambio,estabaesplendorosamentevestidacon telasdevivoscolores, que formaban triste contraste con su rostro marchito, minado por laenfermedad.LosúnicosconvidadoseranAlvaroPeñaydonRufo.

Pachín, el buen Pachín, vestido de máscara, abrió la puerta y dijo con vozsonoraqueVenturalehabíaensayado:

—Laseñoraestáservida.

ElDuqueofreciósubrazoadoñaPaulaysetrasladarontodosalcomedor.Estaocupóelsitiopreferenteporindicaciónpreviadesuhija.ElDuquesecolocóasu derecha; donRufo a su izquierda; los demás se fueron sentando sin orden:

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Venturitaaladerechadelegregiohuésped,despuésAlvaroPeña,Cosío,Pablito,donRosendo.GonzaloalladodeCecilia.

Ylacomidadióprincipio,ceremoniosa,fría,conlargosintervalosdesilencio.Todos estaban cohibidos, aplastados por la grandeza del personaje que teníandelante.Esteostentabaunacalvalustrosaqueletomabacasitodalacabeza.Lospocos cabellos de la parte posterior y de los lados eran negros a pesar de suscuarenta y seis años. Sus menores gestos eran observados con atenciónidolátrica.Laspalabrasquedejabaescapar,acogidasconunasonrisadeafectadacomplacenciayadmiración.Lasprimerasquesalierondesuslabios,despuésdealgunasdecortesía,fueronparaseguiradmirándosedeloscontornosdelavilla.

—Yo no conocía del Norte más que las Provincias—decía con supronunciaciónlenta,arrastrada.—Encuentroestepaísmuysuperioraellasenloqueserefierealpaisaje.Ofrecemayorvariedad,másriquezadecolor.Haysitiosagrestes allá en el puerto que hemos atravesado, comparables a los másdecantados paisajes de la Suiza.Y al llegar a la costa, se encuentra lamismasuavidaddelaslíneas,lamismadulzuraenelambiente,queenelMediodíadeItalia.

—¡Oh,señorDuque,ustednosfavorecedemasiado!—Puraamabilidad,señorDuque.—Enelveranopuedepasarestepaís;¡peroenelinvierno!

DonRosendo,AlvaroPeñaydonRufo, inundadosdefelicidadygratitud,seruborizaban, rechazaban aquellos elogios, como si fuesen dirigidos a ellos. ElDuque siguió hablando como si no hubiese escuchado siquiera susexclamaciones.

—Esmás abrupto que el de las Provincias, los tonosmás pronunciados.HevistodesdelacarreteradeLanciahaciaelOriente,untérminodemontañasconlas cimasnevadas aún,que esverdaderamentedelicioso.Sólo le faltan al paísalgunoslagos,paraserdignodepresentarsealosextranjeros.

—Tenemosunlagoeneloccidentedelaprovincia—dijoPeña.

—¿Un lago?—preguntóelDuque, levantando lospárpadospara fijarseensuinterruptor.

—Sí,señoj:sellamaellagoNojdón.

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ElDuquedejócaersobreelayudanteporalgunossegundossumiradavidriosa.Peña concluyó por turbarse. Después siguió, paseándola con esfuerzo por loscircunstantes:

—Enmi galería de Bourges, tengo un paisaje de Backhuysen con un fondomuysemejantealdeesasmontañas.Solamentequeenprimertérmino,apareceunlagocercadodemaleza.Aladerecha,hayunoscisnessumergiéndoseenelagua;alaizquierda,unabarcacondosjóvenescampesinos.Lohecompradoporladelicadezadelcoloridotansólo...

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—Al señorDuque legustanpor lovisto losbuenos cuadros—dijodonRufoplegandolabocahastalasorejasparasonreir.

—¿Y a quién no le gustan?—respondió el magnate clavando en él sus ojosmuertosdebesugo.

—¡Oh, sí, señor!... esverdad... tieneustedmucha razón.A todoelmundo legustan...Peroesunviciomuycaro...SólolosgrandespotentadoscomoelseñorDuquepuedenpermitirse...

DonRufoseconfundía,creyendohaberdichounanecedad.

—¿ElseñorDuqueposeemuchoscuadrosdelosmejorespintores,segúntengoentendido?—dijoalasazóndonRosendoparasalvarasucompañero.

—Tengo algunos—respondió el prócer echando agua almismo tiempo en elvasodeVenturita.

Estaseestremeciódegratitud.Lasangreseleagolpóalrostro.

—Lasuyaesunade lasprimerasgaleríasdeEuropa—decía,en tanto,por lobajoCosíoaPeña.

—Megustalapinturaporqueeselartenacional—siguiódiciendoelmagnate.—Eselúnicoenquehemosverdaderamentedescollado,elúnicoenelcualaúnhoyflorecemos...Porqueyo,aunquehepasadolamayorpartedemividaenelextranjero, amomucho ami patria—añadió con un amago de sonrisa en tonoprotector.

La patria, si pudiera escuchar aquellas benévolas palabras, se estremeceríainfaliblementedegozo,comoVenturita.

—La amo, confesando, no obstante, su degradación. La Naturaleza nos hadotadoconmanopróvidadelosmásricosdones.Unpaísfértil(notantocomovulgarmentesecree,pero,enfin, fértil),admirablementesituadoaunextremodelaEuropa,tendiendolamanoaAméricaaltravésdelosmares.Uncielo,¡oh,elcielo!nohayotrocomoél.Elairetieneaquí,sobretodoenelMediodía,unatransparencia...¡Oh,unatransparenciainfinita!Ladesesperacióndelospintores.En cambio esta transparenciadamayorpureza a la línea.Enningunaparte sedestacan los objetos como aquí. En Castilla las torres se perciben a muchas

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leguasdedistancia,conlamismadurezaenloscontornosquesiestuviéramosaalgunospasos.Estodepende,claroestá,delaalturaaqueseencuentrasobreelniveldelmar...

—Lospaísesmuyelevadossobreelniveldelmar,sehademostradoquesonlosmenosinteligentes—apuntódonRufo,respirandoporsumaníafisiológica.

ElDuquevolviólacabezaparamirarleysiguiócomosinohubieseoído:

—Luegoeladmirablebrillodelsolquehacemáscrudoelcontrasteentrelaluzylasombrayañadelaoposicióndelasmasasaladecisióndelaslíneas.Sóloaquí,enelNorte,elvaporacuosoqueflotaenlaatmósfera,reblandeceyborraun poco los contornos, los esfuma; pero en cambio la riqueza de los tonos esmayor. En el Mediodía los tonos de la tierra se extinguen por el esplendorpreponderantedelcielo,por la iluminaciónuniversaldelaire: ¡peroaquí! ¡quéinmensavariedaddenuances!¡Oh,hermosa,infinita!...¡Luego,quéfuerza,quémovilidad!EnelMediodíauntonopermanecefijo.Laluzinmutabledelcielolemantienedurantemuchashoras,ylomismoundíaqueotro.Masenestospaísesen que la luz cambia a cada instante, varía también el color; el modelado esperfecto,lasgradacionesdelcolorfondue,transformanenespesorelievesutonogeneral...

ElDuque,quehabíacomenzadoaenumerarlasventajasdequelosespañolesestábamos dotados, no acababa de salir del contorno, de la luz, del color, seperdíaendisquisicionespictóricasqueloscomensalesescuchabanconlosojosmuy abiertos, sin comprender, moviendo con pereza lasmandíbulas. Pero sindejar dehablar atendía aVenturita.Prevenía sus deseos, echándole agua en elvaso, alargándole los entremeses, el pan, todo lo que pudiera serle agradable,haciendoseñaalcriadoparaquelesirviesevinocuandoadvertíaquesuscopasestaban vacías, con esa oportunidad desembarazada, elegante, del hombreeducado en la cumbre de la sociedad. Venturita acogía aquellas galanteríasconfusa,sonriente,convivostembloresdegratitud,sincomprenderqueenaquelmomento no representaba para elmagnatemás que «la dama que estaba a suderecha».

Gonzalo,malprevenidocontraelegregiohuésped,sehabíallegadoacansardeaquel monólogo de pintura, y cambiaba frases por lo bajo con su cuñada,embromándola,comodecostumbre,conlopocoquecomía:

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—Vamos, Huesitos, otra chuleta, no te dé vergüenza porque este señor estédelante. Ya le hemos dicho que no se sorprendiera de verte comer tanto. Lostemperamentoscomoeltuyonecesitanreponerlagrasa.

Ceciliacontestabasonriendo,conmediaspalabras,dirigiendovivasojeadasderespetoalDuque.Este,quehabíaadvertidosuplática,pordosveceslevantólospárpadosparamirarlesdeaquelmodofrío,distraído,quepornoexpresarnada,nidesdénsiquiera,eraelcolmodelorgullo.Lasegundavez,sobretodo,enqueCecilia y Gonzalo se rieron con gana llevándose la servilleta a la boca paraapagar el ruido, lamirada del prócer fuémás larga,más fría y distraída aún.Venturita, indignada, losapuñalabaconlosojos.PeroGonzalo,oporvengarsede sus burlas anteriores, o porque en realidad no sintiese ante el personaje elembarazo y respetó que los demás, no amainó en lamanía de platicar con sucuñadayhacerlareir.

La fraternidadcariñosade losdoscuñados,nodecrecía.Gonzaloy sushijaspertenecíanaCecilia.Entodoslosmomentosdesuvida,lainfluenciadeéstasedejabasentirsuaveybienhechora.Delasdosniñas,laprimera,Cecilita,teníayadosañosymedio;laotra,Paulina,contabaochomeses.Lomismounaqueotra,vivían al calormaternal de su tía. Ella las lavaba, ella las vestía, las daba decomer,lassacabaapaseo,enseñabaaoraralaprimera.Lamadre,sindejardequererlas, se cansaba pronto, sus lloros la impacientaban, y cuando trataba dehacerlascallarnosabía;concluíaporaturdirseysofocarse.Deaquíqueensusnecesidades, en sus anhelos infantiles no clamasenmás que por titta. Algunavez, Ventura, herida por esta preferencia, celosa, las forzaba a aceptar susoficios,lasreteníaasupesaralladodeella.Estosólodabaporresultadomayordespego en las criaturas mezclado de miedo. En cuanto a Gonzalo, tenía enCeciliaunahermanayunamadreatentasiempreaevitarledisgustos,asepararlelosabrojosdelcamino.Enelladescansaba,aellaacudíacomounniñograndeymimoso, impacientándose cuando no cumplía al instante sus deseos,molestándolamásdelacuenta.Peroellazoqueleuníaasuesposa,continuabafirme, inalterable. El vivo sentimiento de adoración y de deseo que le habíahechocometer laprimeravilezade suvida,no seapagaba.Pormuchoque sealejase,porexcéntricaquefueselaórbitadesuvida,Venturalereteníaconlosrayos de su belleza, seguía fascinando como antes sus sentidos. Lo adivinabamuybienCecilia.Poresocuandoel joven,heridodealgúndesdén,dealgunapalabramalévoladesumujer,sedesatabaendenuestoscontraella,sonreíacontristeza,procurabacalmarle,seguradequesucuñadonotardaríaenhumillarse,

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enircontritoyavergonzadoabesarlelospies.

Cuandoelprócerterminóalfinsumonólogo,hubounosinstantesdesilencio.Después, como si recordase una omisión cometida, principió a enterarse conbenévolayafectadaatención,delosasuntosdesuscomensales.

ElseñordonRufoPedrosaeramédico,¿verdad?Elejerciciodelamedicinaespenoso,sobretodoenprovincias,dondenoobtieneporreglagenerallamerecidarecompensa.—ElseñorPeña,marino,¿noeseso?Oh,elcuerpode laarmada,siemprehasidobrillante.Lástimaquenocorrespondanuestromaterialdeguerraalvalorya lapericiade losoficiales.¿Correnmucho lasescalas?¿Damuchoquehacerladireccióndeunpuerto?PensabapresentarenelSenadounamoción,pidiendolaconstruccióndedosacorazados.—¿YPablito,sedivertíamuchoenSarrió? ¿Qué recursos ofrecía aquella villa a los jóvenes? ¿Había estado enMadrid?Eraaficionadoaloscaballos.¡Ah!laequitación,ungranejercicio.ElDuquecomprendíamuybienaquellaafición.¿Loscaballosque tenía,erandelpaísoextranjeros?...

Hacíatodasaquellaspreguntasdeunmododistraído,consonrisademaniquí,apresuradamente, como si estuviese recitando una lección. Era, en efecto, lapáginamáspenosadel librode labuenaeducación,aquellaenqueseadvierteque es preciso hacerse agradable a las personas con quienes se habla,interesándose por sus negocios. A Gonzalo y Cecilia los miró un instantefríamente; pero no les hizo pregunta alguna. Cumplida tan ímproba tarea, elmagnatevolvióacaereneleternomonólogo.Estaveznofuésobrepintura,sinosobre arqueología. En Lancia había visto una capilla bizantina que le llamómucho la atención por su pureza. No había en ella aún síntoma alguno detransformación.Lacatedralmediana.Sólo la torre eranotablepor su esbeltez.La aguja debía de ser, no obstante, primitivamentemás alta, más elancé. Sinduda al restaurarla después de la destrucción causada por un rayo, se habíanacortado sus dimensiones. Tenía entendido que Sarrió poseía una iglesiamuybella,estiloplateresco...

Mientras el Duque arrastraba más que movía su lengua en disertacióndoctísima,infinita(comoéldiría),donRosendomanifestabaensusademanesyen susojosuna inquietud extrañaqueprocuraba con cuidado refrenar, aunquesin resultado.Por tresveceshabíadado recados envozbaja al criado, yotrastantashabíarecibidodeésterespuestas,tambiénenvozbaja.

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Llegó elmomentodel café.ElDuque, terminado elmonólogo arqueológico,habíatrabadoconversaciónconVenturita,coneseadmirableinstintoqueposeenlosorgullososparacomprenderaquiénfascinanyaquiénno.Ysupláticasefuéanimandopocoapoco.Algunavezsedignabasonreirelegregiohuéspedyhacíaasubellainterlocutoraelhonordelevantarloscaídospárpadosparafijarenellaunamiradadecuriosidadysimpatía.Lajoven,exaltadaporaquellahonra,conlasmejillasencendidasylosojosbrillantes,departíaconfácilingenioypalabra,mostrando tanta gracia y finura, que el Duque quedó de ella altamentecomplacido.Alparecer,hablabandepintura.CeciliayGonzalo,quecharlabanaparte,laoyerondecir:

—¡Oh,Rubens! ¡Quémododepintar lacarne!RubenseselCervantesde lapintura.

Gonzalovolviólacabezacomosilehubieranpinchado.Yunavivasorpresasepintóensurostro.

—Chica, ¿dónde ha aprendidomi mujer estas cosas?—dijo en seguida a sucuñada.

Estaseencogiódehombros.PeroVenturitahabíaobservadoelmovimientodeGonzalo, su sorpresa y las palabras que dirigió aCecilia. Se puso colorada, ybajó lavoz.Luego,observando lamiradaburlonade sumarido, le clavóotra,relampagueanteycolérica.

Mientras tanto, doña Paula explicaba a don Rufo lamarcha de su dolencia.Cosíodescribía conorgullo aPeñayPablito lasgrandezasycomodidadesdelcastillodeBourges,dondeelDuqueteníasufamosagaleríadepinturas.

SólodonRosendopermanecíasilencioso,cadavezmásinquieto,haciendoconlosdedosnerviososbolitasdepan.Depronto,sunoblefazseextendióconunasonrisabienaventurada.Todoslevantaronalmismotiempolacabezaalescucharen la calleun trompeteohorrísono.Era laorquestadeLanciaque al finhabíallegado.

XVI

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DELOMUCHOYBUENOQUEHIZOELDUQUEDETORNOSENSARRIÓ

ElFarodedicócasitodosunúmerodeljuevesacantarditirambosalduquedeTornos. Publicó su biografía en la primera plana, describió en la segunda suentrada triunfalen laromeríayelmodogallardoconquefuéacompañadoporlasjóvenesmáshermosasdelavillaenmediodecantosyvítores.InsertócercadeestadescripciónunosversosconelmismoasuntodeunodeloschicosdedonRufo. Por último, en la plana tercera, aún podían leerse dos o tres gacetillasreferentesalegregiohuésped.ElJovenSarrienseselimitóadarlanoticiadesullegadaenungacetillacortésyfría,tituladaBienvenido.Peroarenglónseguido,y cogiendo la ocasión por los pelos, la emprendió como siempre a tajos ymandoblesconsusenemigos.FigurabaelgacetilleroquedonRosendollevabaalDuquealSaloncilloyleibapresentandounoporunoloshombresmásnotablesqueallísereunían.ContalmotivosehacíainnoblechacotadedonRudesindo,donFelicianoGómez,AlvaroPeña,donRufo,Navarroyotrasrespetabilísimaspersonas.IndignólagacetillaenaltogradoatodoslosamigosdeBelinchón,ehizo crecer en sus corazones el fuego de la venganza. Por lo bien escrita ymalintencionada,achacábasecomúnmenteaSinforosoSuárez.

¿Cómo? ¿Sinforoso no era el redactor principal deEl Faro, el amigo fiel yedecándedonRosendo?Yano.Cercadeunañohacíaque seapartarade susantiguos amigos para ir a formar en las filas de los contrarios. Estos,sospechando la flaqueza de su carácter y las pasiones que germinaban en elfondo de su alma, le habían hecho la rosca, como vulgarmente se dice.Persuadiéronle,pormediodesupadreyotraspersonas,dequeunidoalosdelSaloncillo no haría jamás carrera; que atacando las ideas religiosas de lapoblaciónnoseríarecibidoenlascasasrespetablesnibienquistodelasdamas.Almismotiempoprocuraronengolosinarleconlaperspectivadeunmatrimoniopara él muy brillante. La hija de un cuñado deMaza, era la joven que se leprometíavagamente.Alfin,consorpresayestupefaccióndelavilla,traicionóasusamigosyprotectores.DelanochealamañanadejólaredaccióndelFaroypasó a escribir enEl Joven Sarriense. No fué impunemente, sin-embargo. LaprimeravezquetropezóconélAlvaroPeñaenlaRúaNueva,alasdocedeldía,lellenódedenuestos,yloqueespeor,lellenólacaradededos.Lacorrecciónfué tan vergonzosa, tan humillante, que Sinforoso, que no pecaba de bravo yaltanero, concibió contra su verdugo odio feroz y un deseo punzante devenganza. Armándose de un palo de hierro que le facilitó su nuevo amigoDelaunay,esperóalayudanteen laesquinade lacalledeSanFlorencio,ypor

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detráslearrimóungarrotazoenlacabezaquelehizocaeralsuelosinsentido.TransportaronaPeñaa sucasayestuvomásdeochodíasen lacama.Fueroninútileslosesfuerzosdesusamigosparaobligarleaquediesepartealajusticia.A todo trance, como hombre irascible y arrebatado, quería tomársela por lamano, lo cual tenía sumamentemedrosoal agresorybastantepreocupadaa lapoblación.Contábasequeelayudante,mirandodesdelacamaporelbalcóndesu cuarto las tapias del cementerio, había dicho con acento de profundaconvicción:—«El pobre Sinforoso no tajdará muchos días en dojmij allí parasiempre.» Tales palabras produjeron gran sensación en la villa, porque se lesuponíaconarrestospara llevar a caboelpropósito.El efectoquehicieronenSinforoso,noesparadescrito.

Encuantoelayudantesalióalacalle,restablecidoyadesuherida,elhijodePerinoloseeclipsó.Nadievolvióaverleenunmes.Sedecíaquesólosalíadenocheycongrandesprecauciones.Pero,comotododecaeypasaenestemundo,sumiedomismofuéalcabodebilitándose,pensandotalvezquelossanguinariospensamientosdePeñasehabíanborradoigualmenteconeltiempo.Pocoapocose fué familiarizando con el peligro. Se aventuró a salir de día, huyendo, noobstante, de aquellos sitios en que pudiese tropezar con su cruel enemigo,informándose de todos si le habían visto pasar y hacia qué paraje se habíadirigido.Conesto,lavillaestabaanhelante,ypreveíaquelahoramenospensadaibaasucederunacatástrofe.

Cierta tarde, con la seguridad que le dieron de quePeña había ido de paseohacia laEscombreracondonRosendo,nuestroSinforososearriesgóaentrarabeber una botella de cerveza en el café de laMarina. Sentóse en una de lasprimerasmesasyalinstanteobservóquelosrostrosdelosparroquianos,muchosde ellos conocidos y amigos, se volvían hacia él sonrientes unos, otros conexpresióndesusto.Nosepasaronmuchossegundossinquellegaseasusoídoslavozcampanudadelayudante,quediscutíaconsusamigosalláenelfondodelcafé,enlomásobscuro.Oirlanuestroperiodistaydejarsecaeralsueloencuatropatas, fué todo uno. De esta suerte fué caminando sigilosamente hasta quealcanzó de nuevo la puerta, y se salió a toda velocidad. Cuando supuso queestabayamuylejos,unodelosparroquianosgritó:

—Alvaro,¿sabesquiénacabadeestaraquí?

—¿Quién?

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—Sinforoso:ahoramismosehaido.

—¡Ah,malacentellaque lomate!—exclamóbrincandomásquecorriendoaltravésdelasmesas,saliendodisparadocomouncohete.

Pero,¿dóndeestabayaSinforoso?Despuésdecorrerbuentrechoporlacallesin saber adónde iba, el ayudante sevióprecisadoadar lavueltay entrardenuevoenelcaféconeldespechoylairapintadosenelrostro.Tantotiemposepasó, no obstante, sin lograr tropezar con él, que al cabo concluyó porperdonarle.Satisfizo suagravioconarrearleunpardepuntapiés enel trasero,cuandodespuésdetresmeses,lehallópaseandoenlapuntadelPeón.ElhijodelPerinolodiógraciasalCielodehaberlibradotanbien.

Elenojoquelaindignagacetillalesprodujo,sefuétemplandoconlaesperanzade aplastarmuy pronto a los reptiles que la habían inspirado, o por lomenosdarles algunos golpes formidables con el ariete del Duque. Los amigos deBelinchón andaban, los días que siguieron a la llegada de aquél, satisfechos yrozagantes,mirandoasusenemigosconojosprovocativos.—«Temblad,petates,temblad»—parecían decirles con la mirada.—El mismo don Rosendo, tanmagnánimo, tan filósofo, tan humanitario, participaba de aquel rencorimplacable,deseabaardientementeelexterminiodesuscontrarios.Pocoapoco,aimpulsodelaluchamortalenqueestabacomprometido,aquellossentimientosrománticosdeprogreso,aquelamora losadelantosmoralesymaterialesdesuvillanatal,quehemos tenidoelplacerdeadmiraren losprimeroscapítulosdeestahistoria,habíancedidoelsitioauntristedeseodedestrucción.Sinembargo,estoerapuramenteaccidental.Alláenel fondo,sualmaquedaba tanpura, tanprogresistacomohabíasalidodelasmanosdelHacedor.

ElpartidodelSaloncilloformóentornodelDuqueunamurallaimpenetrable;«lesecuestró»,segúnlaexpresióndelJovenSarriense.Nosalíajamásalacallesiniracompañadodecuatrooseisdesusmiembrosmásnotables.Paramostrarlelo que guardaba la población digno de verse, le llevaban materialmenteescoltado.Despuésvinieronlasjirasaloscaseríosyparroquiasdelascercanías,a las casas de campode los amigos deBelinchón, los banquetes opíparos, lasexcursionesdepescaylascacerías.RealmentelavidaeragrataenSarrióporelverano. El Duque, que había mandado delante un regular equipaje, tenía losenseresnecesariosparapintar,yaprovechabalosratosenqueseledejabalibreparabosquejarhorrendospaisajesdignosdelfuegoeterno.Susrelacionesconlafamilia de Belinchón eran de estricta finura, una cortesía infatigable que

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mantenía admirablemente las distancias. En sus palabras, en su gesto, setraslucíasiempreunsentimientoafectuosodeprotecciónquesuavizabaunpocoaquella expresión de cansancio y hastío en que constantemente caía su rostrocuandoledejabanenlibertad.

Tan sólo con Venturita parecían animarse un poco aquellos ojos muertos.Cuandosehallabaalladodeella,elDuqueredoblabasufinurahastadarenvivaydesenvueltagalantería.Cuandohablabaal corrode la familia, sumirada ibadirigida a ella, como si entre los demás no hubiera ninguno capaz decomprenderle.LascreacionesdesupincelnadielasveíaprimeroquelaesposadeGonzalo,ysidealguienestimabalaadmiración,eradeella.Lehabíadadoaleeralgunasnovelasfrancesasquetraía,ysobresuargumentoyelméritodelosautores departían largamente en lamesa escuchados por los otros que apenassabíandequésetrataba.Yalcabodealgunosdíaslepropusohacersuretrato.Sus aficiones ledirigían al paisaje; nohabíapintadomás retratosque el de laduquesa deMontmorency y el de una de las infantitas deEspaña; pero ahorasentía un vivo deseo, un caprichomás bien, de retratar aVenturita tal cual lahabía visto por primera vez, con aquel traje azulmarino descotado. La jovensintióse profundamente lisonjeada. La primera una duquesa, la segunda unainfanta,¡laterceraella!Luegoaquelsingulardeseoderetratarlaeneltrajedelaprimera noche, ¿no hacía presumir con fundamento que era viva la impresiónque había producido en el Duque? Comenzaron las sesiones en uno de losgabinetesdel pisoprincipal.Don Jaime (que así se llamaba elmagnate)habíapensadoretratarlareclinadaenundivánrojoconalgunasplantasyfloresa loslados. Los tres primeros días asistieron a la sesión doña Paula, Gonzalo yCecilia.Perosecansaronpronto.Enlossiguienteslosdejaronsolos,viniendolamadredevezencuandoaecharunaojeadaalretratoyadecirdospalabritasdecortesía. En aquellos quince días que la pintura del retrato duró, la intimidadentre el Duque y la hermosa joven creció extremadamente. El magnate habíacondescendidohastacontarlemuchapartedesuhistoriaprivada.Lapúblicaerabienconocidadetodos.

DonJaimedelaNavaySandovalsehabíacasadomuyjovenconunaegregiadamaligadaporvínculosestrechosdeparentescoconlasoberana.Nohabíasidofelizensumatrimonio.Elamorfrenéticodeladama(quelahabíahechosaltarla barrera social que la separaba de su esposo), entibióse presto. Surgierondesavenencias.Huboalgúnescándalo,yconcluyeronporsepararse.DonJaime,aunque disfrutaba de las preeminencias y honores que correspondían a su

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elevadaposición,nohacía, sinembargo,unpapelmuyairoso.Sobre su frentepesaba un estigma fatal, que le había hecho padecer mucho hasta que se fuéacostumbrando.Deestaherida,quedadoeltemperamentodesuesposa,noteníatiempo a cicatrizarse, vengábase lindamente despellejando a la aristocracia deMadrid, arrojando puñados de lodo que llegaban, a salpicar a las más altaspersonas. Pasaba el duque de Tornos por una de las lenguasmás aguzadas ytemiblesdelacapital.

Venturita tuvo ocasión pronto de conocer su temple y su filo. En cuanto elmagnateadquirióconellaalgunaconfianzaypenetróporsulargaexperiencia,más que por su ingenio, el carácter que tenía, principió a dejarse resbalar untanto en las conversaciones, como si el desenfado para tratar los asuntosescabrososfueseunapruebade«buentono».Hablócongrannaturalidadycomocosa corriente, de las relaciones ilícitas que sostenía lamayoría de las damasaristocráticasdeMadrid.«LaduquesadeTal,ahoraestáenredadaconelhijodelbanqueroFulano.LamarquesadeCual,sefugóaBruselasconelsecretariodelaembajada deRusia.A esta señora le gustaban los toreros; a aquélla la habíansorprendidoconellacayo.LacondesadeTalsegloriabadetenertresamantesauntiempo.LabaronesaFulanaibaconelsuyoencarruaje,mientraselmaridoguiaba afanoso los caballos.» No quedaba dama en la corte a quien no learrancara una tirita de pellejo. No perdonaba siquiera a su esposa. Una vezconcluyópordecirsonriendocínicamente:—«Yporúltimo,sisequieresaberloqueeslaaristocraciadeMadrid,ahíestáladuquesadeTornos,queesunbuenresumendetodossusvicios.»

Venturaquedóaterrada.SabíavagamentelosmotivosderencorqueelDuquetenía contra su esposa; perono creíaposiblequeunmaridopudiesehablar deaquelmodode sumujer enningunacircunstancia.Noobstante, sehallaba tanfascinadaporlagrandezadelpersonaje,queprontovinoafigurarsequeaquellasformas, aquel cinismo, eran la expresiónde lamoday el «buen tono».Luegovinieronlasanécdotaspicantes.ElDuquecontabaconsuvozcascadayaquellasonrisa de hastío y superioridad que no se le caía de los labios casi nunca,multitud de aventuras galantes, devaneos y obscenidades que hacía pasar,diciendo previamente:—«Usted ya está casada y se le pueden contar ciertascosas.»Enpocosdíasdesplegócomoenungrantelónantelosojospasmadosdela joven, el mundo cortesano que tanto ansiaba ella conocer, la vida íntima,secreta,deaquellosjóvenespálidos,debigotesretorcidos,queveíapasarenlaCastellana guiando lujosos trenes, de aquellas lindas y orgullosas damas, que

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ostentabanensucarruajetimbreducalyapenassedignabandejarcaersobreellauna mirada indiferente y desdeñosa. Fingiendo nada más que complacienteatención,Venturarecogíaávidamenteaquellospormenoresmundanos.Luegolosrepasabaconfebrilactividadensuimaginacióninquieta,dondesiemprehabíangerminado vagos deseos de brillo, caprichos fantásticos, aspiracionesimposibles.ElduquedeTornos,sinpropósitodeello,sóloporelplacerdedarriendasueltaasulenguadehombregastadoyherido,corrompiómásenpocosdíaselalmadelajovenesposaquetodascuantasnovelashabíaleído.Alfinyalcabo lo que las novelas decían, era mentira, mientras que las anécdotas delDuque acababan de efectuarse, los personajes que en ellas habían intervenidovivían y eran conocidos de todo el mundo. En fin, todo aquello estabasangrando,comosedicevulgarmente.

El magnate, de alma corrompida y cuerpo gastado, y la bella provinciana,ansiosadevolaraesferasmásaltas,habíannacido,sinduda,paracomprenderse.Se atrajeron por afinidad electiva como muchos cuerpos de la Naturaleza.Venturita agotaba todos los recursos de su imaginación en el tocador, y sepresentabacadadíamásseductora.CuandoelDuque,levantandouninstantelospárpadosparamirarla,hacíaunaligeraseñaldeaprobación,elgozolesubíaenformadecarmínalasmejillas.Enaquelmomentodespreciabadebuenafe,contodaslasverasdesualma,almundocursienquelasuertelahabíahechonaceryvivir. Aunque no abusaba, sabía usar perfectamente de la intimidad que elegregio huésped la concedía; se autorizaba con él alguna bromita de buengénero,quehacía,noobstante,estremecerdesustoadonRosendo.Conocíaqueera la preferida y comenzaba a coquetear. El Duque, por su parte, afectandoindiferenciaabsolutapor todas lascosas terrenalesycelestiales,sepreocupabamuchísimodelosjaquetes,levitas,camisolas,corbatasy,engeneral,portodoloreferentealaindumentaria.Lavariedaddeprendasconquesepresentaba,ylooriginal y aun estrambótico de algunas de ellas, llamaba poderosamente laatencióndelpuebloydeslumbrabaaVenturita.Enrealidad,siellasevestíaparaelDuque,éstesevestíatambiénparaella.

Vagamenteprimero,conmásprecisióndespués,lahijamenordedonRosendopensabaquelaamistaddelmagnatepodíaaprovecharse,nosóloparaaumentarlainfluenciapolíticadesupadreenlapoblación,sinotambiénparadarlustreybrillo a la familia. Por ejemplo, una gran cruz... Los que la lograban teníantratamientodeExcelencia.Si supadre fueseunExcelentísimoSeñor, perderíaaquelcarácterdecomercianteenbacalao,queaellalecrispaba.¿Yporquéno

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selahabíandedar?AunpersonajedetalmagnitudcomoelDuquenolecostabamuchotrabajoconseguirla.Hastahabíaoídodecirquecondineroeinfluencianoeradifícil llegaraposeerun títulodecondeomarqués... ¡Un título!Venturita,sinconsiderarqueteníaunhermanoyunahermanademásedad,seestremecíadeliciosamentepensandoquealgúndíapudieraser«laseñoramarquesa»o«laseñoracondesa».Peroaquelmaridoqueteníaera¡tanobscuro!¡tanenemigodemezclarseenpolítica,nidarseimportancia!¡Oh,siellafueselaquellevaralospantalones,yaseveríahastadóndellegaba!

EnpocotiemposuamistadysuinfluenciaconelDuquecrecierondetalmodo,quepudieronsernotadas,nosólodeloshabitantesdelacasa,sinotambiéndemuchaspersonasdefuera.DonJaimelaibaaesperaralbañomuchosdíasylaacompañaba hasta casa atravesando la villa por el medio, excitandopoderosamentelacuriosidadpública.Lajovensemoríadeplacerdeslumbrandodeestemodo,haciendopadecerasusenvidiosasconocidas.PorqueelDuquenose ocultaba para prodigarle mil atenciones galantes, ni ella para ostentar ungradodeconfianzaconélsuperioraldelosdemásdelafamilia.Gonzalohabíaobservado, con secreto disgusto, aquella intimidad. El Duque «le había caídoantipático»ynotabaperfectamentequehabía reciprocidadenestesentimiento,por más que el personaje, como hombre de mundo, guardase frente a él unaactitudcortésyhastabenévola,dondesólounespírituobservadorounhombrede corazón y de instinto como Gonzalo podían traslucir la hostilidad. Sinembargo,amedidaquelaamistadyconfianzaconsuesposacrecían,laantipatíadel Duque parecía desvanecerse. Sus atenciones con el esposo eran cada vezmayores, y en apariencia, más sinceras. Como supiese que Gonzalo eraexcesivamente aficionado a la caza, le hizo el obsequio de una magníficaescopeta que a él le había regalado el czar de Rusia. El joven quedóagradecidísimo,yalgoseborróconestapruebadeapreciosuantipatía.Despuéselmagnateleinvitóvariasvecesasalirdecaza.Enestasexcursionestambiénseoperóundeshieloevidentedesussentimientoshostiles.Pero,desgraciadamente,vinounsucesocasuala recrudecerlos.Undía,porhallarseGonzaloenLanciacon una comisión de su suegro, salió el Duque a matar liebres acompañadosolamente de donFelicianoy deSanjurjo, el notario.Los perros que llevabaneran los de casa. Pues sucedió que el que más estimaba Gonzalo se portóinicuamenteenlacaza,talvezpornoasistiraellasuamo.EraungalgofinísimoquehabíaencargadoaInglaterraylehabíacostadounacantidadexorbitante.Lafaltaquecometió fuéde lasmásgravesqueun individuopuedecometerenel

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usodesusfunciones.Nadamenoshizoquedespuésdecobrarunaliebre,cuandoelDuquecorríahaciaélparaquitárseladelaboca,soltarladeprontoenelsuelo.Elinocenteanimal,quesóloestabaheridoenunapierna,corrióaesconderseenlamaleza.Tal fué la indignacióndelmagnateque,montando laescopeta,hizofuegosobreelperro;maséste,viendolaactitudagresivadelcazador,sehabíaalejado rápidamente y no le tocó un solo perdigón. El Duque, encolerizado,furioso,lesiguióparamatarle,peronologródarlealcance.Elculpablesehuyódelcazadero,ynadieleviómásaquellatarde.Cuandoelmagnatediólavueltaacasa le dijeronque había llegado a ella el perro.Don Jaime, en quien todavíapersistíalacólera,dijoalcriado:

—Cogeeseperro,sácaloalcampo,ypégaleuntiro.

El servidor se inmutó. Permaneció unos instantes suspenso; pero, ante lamiradafija,imperiosadelDuque,bajólacabezaysedispusoacumplimentarlaorden.Llamóal perro, le ató conuna cadena, y tomando la carabina, saliódecasa.¡Quéajenoibaelpobreanimaldequelellevabanalsuplicio!Brincabaconalegría, se retorcía, ladraba acariciando con lamirada al fiel servidor, el cualsentía que las lágrimas asomaban a sus ojos,maldiciendodel huéspedy de lahora en que había llegado, pues era mucho lo que amaba a aquel hermosoanimal.—¡SantoCristo,quévaadecirelseñoritoGonzalocuandollegue,ysepaquelehanmatadoelPolión!

Justamente,alpensaresto,asomabaGonzaloporlaesquinadelamismacalle.AcababadellegardeLanciaenladiligencia,ysedirigíaacasa.Altropezarconelcriado,lepreguntósorprendido:

—¿Adondevas,Ramón?

Elservidoracortado,temeroso,despuésdevacilarunasinstantes,lerespondió:

—Amatarelperro.

Laestupefaccióndeljovenfuétangrande,queparecióquedarpetrificado.

—¡Amatarelperro!

—Sí,señor;elseñorDuquemedióesaorden,porquesoltóunaliebredespuésdecobrarla.

Gonzalosepusolívido.

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—¡Yquétienequemandaresesinvergüenza!...—rugiósinpoderproferirmáspalabras, arrebatandoalmismo tiempo la cadenademanosdeRamón, con talfuerza,quelehizotambalearse.Ysedirigióapasolargohaciacasa,arrastrandoal perro, dispuesto a interpelar al Duque de un modo violento.Mas antes dellegar,tuvotiempoareflexionarquesuposicióneramuydelicada.Reñirconelhuésped por cosa tan baladí, a los ojos de todo elmundo, pormás que a lossuyosnolofuese,pasaríaseguramenteporelcolmodelagrosería.Contentósealfin con mandar al Polión a la perrera, y saludar al magnate con un poco defrialdad.

La antipatía, sofocada un instante, volvió a despertar con más fuerza. Laamistad,lasatencionesdelDuqueconsuesposa,comenzaron,noyaachocarlecomoantes,sinoaherirle.Noselepasabaporlaimaginaciónquetuviesenmáscarácterqueeldefinezasogalanteríasusadasen laaltasociedad.Laedaddelprócer y la de su esposa parecía alejar todo motivo de celos. Sin embargo,«aquellasmojigangas ibanpicandoya en historia».Undía, hallándose a solasconCecilia,lepreguntódeprontobruscamente:

—Vamosaver,Cecilia,¿atiquéteparecedelaintimidadquevaadquiriendomimujerconelDuque?

Lajovenquedósorprendida.

—¿Qué me ha de parecer?—le contestó mirándole con sus grandes ojosserenos.—Quepor lovistoVentura lehasidomássimpáticaque losdemásdecasa.

—Peroesapreferencia,¿noteparecequevasiendoridículaparamí?

—¿Porqué?

—Porquesí...porqueloes—replicóconenergía.

Despuésdeunosinstantesdesilencio,añadiócongravedad:

—Tú, Cecilia, no sabes aún lo fácilmente que queda un marido en ridículocuandotieneunamujertanfrívola,tanimprudentecomoVentura.

—¡Gonzalo!

—Tanimprudente,¡sí!...¿Perotúnoobservasquéafántienedehablaraparte

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con él, el placer que experimenta cuando todo elmundo la ve colgada de subrazo?...Nomedigasnada...Yasé,yaséqueespuravanidad.Todasuvidahatenidoelmismocarácterorgullosoyfantástico.Aunquenoquierasconvenirenello, bien lo sabes. Pero aquí su vanidad puede traer consecuencias muydesagradables para mí... y para todos. Bueno que cada día se ponga un trajedistinto, pensandoque elDuque se va a fijar en ellos. Pase que se recorte lasuñas en triángulo, y se dé colorete, y se descote, y hable de los cuadros deMeissonier, sin haberlos visto, y haga otra porción de cursilerías por el estilo.Pero, querida mía, esas sonrisitas delante de gente, esos apartes no sontolerables. Si esto dura algunos díasmás,me parece que voy a restablecer elordendeunmodoqueellanopuedesospecharsiquiera.

Ceciliaprocurócalmarle.Siélmismoconveníaenquetodoellodependíadelcarácter romancesco deVenturita, ¿a qué exaltarse de aquelmodo? Los celoseran ridículos. Nadie en el mundo podría suponer que Venturita fuese aconsideraralDuquesinocomoloqueera,unhombrecasado,unviejoquepodíabiensersuabuelo.

—No,sinotengocelos—decíaavergonzadoeljoven.

—Sí los tienes,Gonzalo.Aunque no te des cuenta de ellos, los tienes... Esefuror, esa exaltación, ¿qué son en el fondo más que celos?... Y mira, chico,perdónamequetedigaqueeshacertemuypocofavor,yhacerlemenosaúnatumujer.SisetehapasadoporlaimaginaciónqueVenturapuedepreferiruntrastocomoéseaunmaridocomotú,lasuponesconbienpocogusto.

Al decir esto se ruborizó. Gonzalo agradeció el piropo con una sonrisa, sindarseporvencido.Elinstinto,queenélerapoderoso,másquelainteligencia,ledecíaquesí,queeraposibleaquellaaberración.Sinembargo,noquisodiscutir,porquelehumillabadefendertalsupuesto,aunquefuesedelantedesucuñada.

DeseabaadvertirasuesposaqueledisgustabanlasconferenciasconelDuque,susapartes,susmuecasysonrisasqueibanyatomandocarácterdeverdaderascoqueterías. Pero conocía por experiencia aVenturita, y se temía a símismo.Cualquier frase punzante de las que ella usaba a menudo, cualquier burlainoportunaenaquellacircunstancia,podíadispararle,yélnosabíaadóndeibaapararcuandosedisparaba.

Así estaban las cosas, cuando al día siguiente de aquella conversación con

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Cecilia, fué a dar una vuelta por la mañana al Saloncillo, según costumbre.Hojeando los periódicos que había sobre el velador del centro, cayó en susmanoselúltimonúmerodeElJovenSarriense.Casinuncaloleía.Pormásqueestuvieseapartadode la lucha ferozde losbandos,odiabaa losdelCamarote.Luego temía encontrarse con injurias a su suegro, que le excitaban la cólera.Peroestavezpaseó lavistacon indiferenciaporél,y ladetuvopara leerunosversosdePeriquitoaungranodeciertadama,quelehicieronreiracarcajadas.Debajo de estos versos había una gacetilla que llevaba por título:Un maridocomohaypocos.Comenzóaleerlasingana.

«ViajandounmandaríndelaChina,llegaaalojarseenlacasadeciertochinoplebeyo que pone a su disposición las mejores habitaciones y compra lospescadosmás caros delmercado para obsequiarle. Este chino tenía unamujermuyhermosa,quedesdeluegollamólaatencióndelviejomandarín(porqueeraviejo). El mandarín no mira para los muebles que el chino le presenta conorgullo, no repara en los lujosos tapices, en los pescados suculentos.Mira tansóloa laesposadelchino.Este levallevandoacasatodossusamigos,quesedeshacenencortesíasygenuflexiones,leabrumanasonrisasylisonjas.Peroelmandarín, apenas se digna dirigirles la palabra.Toda su saliva la gasta con laesposadel chino.Lehacever lapoblación, losmonumentosmásnotables, loscontornospintorescos.Nada;elmandarínno tieneojosmásquepara lachina.Invítaleagrandesymagníficascacerías,condúceleenraudabalandraporelmarazuly tranquiloparaquepesqueplateadosy sabrosospeces.Maselmandarínmedita,cuandoechalosanzuelosalagua,queesmilvecespreferiblepescaralalinda consorte de su huésped. Y mientras todos en la casa y fuera de ella,observan, la melancolía del mandarín y adivinan sus deseos, sólo el maridopermanece sosegado, ignorante,persistiendosiempreenalegrarleconopíparosbanquetesyregocijadasfiestas.Hastaqueunamigoledicealoído:—«¿Noves,papanatas,queloquetuhuéspedquierenosonbanquetes,nipescas,nicacerías,sino a tu hermosa mujer?» Entonces el chino, despertando de pronto de suignorancia,tomaasumujerdelamano,sedirigeconellaalmandarín,yledice:—«Perdóname, señor,yonoveía tu tristeza,yonoadivinaba tusdeseos.Aquítienesamiesposa.Siantessupieraquelaapetecías,antestelahubieraofrecido,¡ohmandarínexcelso!»

Gonzaloterminódeleerlagacetillaconindiferencia.Depronto,cayócomounrayosobresumentelaideadequeenaquelcuentecillosealudíaaél.Unaoladesangre subió a su rostro, y se lo encendió como una brasa. Echó una rápida

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miradadevergüenzaen torno.Estabasolo.Con lasmanosconvulsas, tomódenuevoelperiódicoquehabíadejadocaer,yleyólagacetillaporsegundavez,portercera, por cuarta...Cuantomás la leía,más penetraba en su cerebro,más seaferrabaasuespíritulafunestasospecha.Ysintióunfríoextrañoqueleinvadíatodoelcuerpomenos lacabeza.Laprimera ideaque leacometiódespués, fuéésta:—«Voy ahoramismo a la redacción delJoven, y hago pedazos a cuantosencuentre dentro». Se puso el sombrero que se había quitado, y salió de laestancia.Peroalllegaralaescalera,seleocurrióotropensamiento;eldelgranescándalo,lacampanadaqueibaadarenlavilla.Ibaaconfesarseburladoantelapoblaciónentera.Susenemigos,opormejordecir,losdesusuegro,¡conquéplacer le hincarían los dientes! Subió de nuevo las escaleras y entró en elSaloncillo para reflexionar unmomento.Despuésdedar unas cuantas vueltas,con la mirada extática, sin saber él mismo si andaba o permanecía inmóvil,revocósuacuerdo.Tomódelamesaelperiódico, lodoblópausadamente,yloguardóenelbolsillo.Luegobajólaescaleradecaracolysedirigióasucasa,elrostroblanco,elpasolento,lamiradafija.Elexcesodeiraylaconfianzaensufuerza,lehabíandevueltolacalma.

—¿Está la señorita en su cuarto?—preguntó al criado que salió a abrirle lapuerta.

—Meparecequesíseñor:preguntaréaladoncella.

—No,nopreguntesnada;voyalláyo.

Yenderezólospasoshaciaelgabinetequeleservíadehabitación,desdequeelDuqueocupabaelpisosegundo.Alpasarpordelantedelcorredor,noreparóendoñaPaula,queestabacercadelapuerta,yseinmutóalverlaexpresiónextrañadesufisonomía.

Venturitaestabadelantedelespejo.Alverasumarido,sinvolverlacabezalepreguntó:

—Hola:creíquehabíassalidoya.¿Quétraesdenuevo?

Gonzalosacódelbolsilloelperiódico,lodesdoblólentamente,yselopresentódiciendo:

—Esto.

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—¿Yquéesesto?—preguntólajovenconsorpresa.

—Unperiódico.

—Yaloveo...¿Yqué?

—Traeunagacetillamuyinteresante.Léela.Aquí,enlaterceraplana,debajodeestosversos.

En el gabinete había aún tres o cuatro tiestos con plantas de las que habíanservidoparaelretrato.Este,fijoyaenungranmarcodorado,estabaarrimadoalapared,esperandolahoradesercolgadoenelsalón.LosojosdeGonzalo,altropezarconél,sehabíanobscurecidotodavíamás.Yesoquelaimagendesuesposa,más rubia que un canario ymás colorada que una rosa deAlejandría,mirabaalcieloconunaexpresiónmísticaquejamásél laconociera.ElDuquehablabadeenviarelretratoalSalóndeParís.

Mientras Ventura leyó la gacetilla, no le quitó ojo, escrutando con anheloinconcebiblelosrasgosdesufisonomía.Peroéstapermanecíainalterable.Sóloalterminaryofrecerledenuevoelperiódico,laencontróligeramentepálida.

—¿Porquémemandasleeresto?...Noentiendo...

—Voy a explicártelo—repuso Gonzalo con acento de ira concentrada,recalcandomucholassílabas.—Tehemandadoleeresto,porqueelmandaríndequeaquí se trata, es elduquedeTornos, la chinaeres tú,y el chinoyo... ¿Loentiendesahora?

Al decir esto, la miraba con extraña y terrible fijeza, apretando con manocrispadaunaramadelaplantaqueteníaasulado.

Venturarecibióaquellamiradasinpestañear,consorpresamásqueconsusto.Vacilóuninstante,moviendounpocoloslabiosparacontestar.Porúltimosoltóunagrancarcajada.

—¡AveMaría,québarbaridad!

—Seamos serios,Ventura—replicó el joven.—Estoque excita tu risa, esunacosagravísimaquepuededecidirdetufelicidadydelamía...

Ventura dió por toda contestación otra carcajada, y después otra. Parecíadesternillarse de risa. Mas aquellas carcajadas no salían de adentro. Gonzalo

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notabasuafectaciónperfectamente.

—¡Cuidado,Ventura,cuidado!—exclamóconelrostrodemudado.—¡Miraqueestoyhablandoenserio!

—¡Pero,hombre!¡ja,ja!...¿Quieresquenomería,simedices,¡ja,ja,ja!quetúeresunchinoyyounachina?¡ja,ja,ja!

Suscarcajadaserancadavezmássonorasymásfingidas.

—Haceyabastantesdías—profirióeljoven,despuésdeunapausa,conacentosombrío—que debiera haber puesto las cosas en orden... Esa intimidadinfundada, inconveniente, estúpida, de que haces alarde, delante de gente, detenerconelDuque,mecargabayahastalospelos...Peronoqueríadarmibrazoatorcer.Siempreparecenridículosloshombrescelosos.Ahorabien,¡mira,miraloquemepasaporserdemasiadoprudente!

Aldeciresto,arrancólaramaqueestabaapretando,ylahizounapelotadentrodelamano.

—¿Pero estás celoso de veras?—le preguntó ella, con acento entre burlón ycariñoso.

—Si lo estuviese, me callaría, Ventura... me callaría y observaría... Y si loscelosfuesenfundados,heaprendidoloquesedebehacerantesqueelcurameleyeselaepístoladeSanPablo...Peroaquínosetratadecelos...Nilaedad,nilaposición del Duque permiten bien que los haya, ni yo te hago la ofensa desuponerqueleprefieresamí.Loquehay,eselridículoquehacaídosobremípor tus imprudencias.¿Túnoves,desdichada,queelpúbliconosobserva,quetenemos muchísimos enemigos, y que éstos se han de aprovechar del másmínimopretextoparazaherirnos?

—Bien,confiesasqueestonoesmásqueunpretextoparamortificarte—dijolajovenponiéndoseseria.

—Sí,perofundadoenloquetúhashechoarrastradadeesavanidadnecia,queenvanohequeridoarrancartedelalma.

—Entendámonos, Gonzalo. ¿Qué es lo que yo he hecho?—profirió ella convozirritada.

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El jovenguardósilenciomirándola fijamente.Despuésdeunos instantesdijoconlentitud:

—Demasiadolosabes.Elrepetirlo,mehumilla.

Hubootroratodesilencio.Venturapreguntóalfinconimpaciencia:

—Enresumidascuentas,¿quéquieres?

—Voyadecírtelo—contestoeljoven,reprimiéndosecontrabajo.—Quieroqueceseesaintimidadofensivaparamí,comoacabasdever.Quieronopensarmásen el duque de Tornos, ni ver su sonrisa protectora, ni sus modales deconquistadoraburrido.Quierovolvera lacalmaquetodosdisfrutábamosantesde su llegada.Y como lo quiero a toda costa, estoy dispuesto a conseguirlo atodacosta...

Callóuninstanteyluegoañadióconfuerza,conmásfuerzadelanecesaria:

—Hoymismo,saldráelDuquedeestacasa.

Ventura lemiró conestupor.Sepuso repentinamente lívida, y con los labiostemblorososporlaira,exclamó:

—¿Qué estás diciendo ahí? ¿Será necesario llevarte a Leganés?... Vamos,vamos—añadió con acento despreciativo,—hazme el favor de dejarme enpaz.Vearefrescarte,porquelonecesitas.

La faz de Gonzalo se contrajo violentamente; su boca se abrió con unaexpresióndeferozsarcasmo,llamearonsusojos.

—¡Ah!—rugiómásquedijo.—Conque laamistaddeesecornudo (porqueesun cornudo, ¿sabes? toda España está enterada). ¡Conque la amistad de esecornudo,teinteresamásquelafelicidaddetumarido!¡Conquetefigurasqueyopor no ser duque y grande deEspaña, no sé hacer respetarmi honor! ¡Ahoraverás!¡ahoraverás!...Miraporloprontoloqueyorespetoaesecornudo...

Yaldeciresto,dióunpuntapiéalretrato,quecayóalsueloconestrépito.Enseguidasepusoabrincarsobreél losdientesapretados, losojosinyectadosensangre,conunadeesascólerasfragorosasdeloshombresfuertesypacíficos.Latelaquedóal instantehechapedazos.Ventura, enteramentedemudada,vomitó,másquedijo,conlaosadíainconcebibledelamujeradorada:

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—¡Bruto!¡bruto!

Laentonacióndeestainjuriaeratanferoz,tanrabiosa,queGonzalolevantólacabezacomosi lehubiesenclavadounhierrocandente.Saltandosobreella, laagarróporunbrazo.Lajovenlanzóungritopenetrantedeangustia.Lamanodesuesposoeraunatenazadeaceroqueibaatriturarleelhueso.

—¡Perdónala, Gonzalo, perdónala!—entró gritando en aquel instante doñaPaula.

Elindignadojovenvolviólacabezasinsoltarasuesposa.Alverasumadrepolítica, en cuyo rostro la enfermedad había hecho crueles estragos, contraídoahora por el terror, con los ojos suplicantes, lasmanos plegadas hacia él conmortalcongoja,aflojólasuyayladejócaersobreelmuslo.

Notuvotiempoadecirnada.DoñaPaula,sinmiraraVentura, lecogiódelaropadiciéndole:

—Ven,hijomío,ven.Yoarreglaréesteasunto,ytevolverélacalma.

YGonzalosedejóarrastrarcomounautómata,llenodeconfusión.

Alllegarasucuarto,labuenaseñoracerrólapuerta.

—Lo he oído todo—le dijo, clavando en él aquellos grandes ojos negros ytristes como los de una Dolorosa, único resto de su antigua belleza.—Te vicruzarporelpasilloconunacaratanextraña,quenopudemenosdeseguirte...NoséloquediceeseperiódicoquehasdadoaVentura,perodebeseralgomuyfeoyrepugnante...

—¡Lainjuriamayorquesepuedehaceraunhombre!—profirióGonzaloconlagargantaapretada.

—¡Quéinfames!¡Insultarteatiquejamásleshashechodañoalguno!Tienesrazón,laculpaesdeVentura.Susligerezas,elgusanilloquetienemetidoenlacabeza,hadadolugaraestedisgusto,comoatodoslosotrosmáspequeñosquehasta ahora habéis tenido. Pero no vayas a figurarte que hace estas cosas pormaldad...Venturaesunaloca,unataravilla;peroenelfondonoesmala.Coneltiemposeirácorrigiendo.Yotambiénhetenidomicachodeorgulloyhegozadocon ciertas tonterías que hoyme avergüenzan. ¡Oh, los años, las tristezas, lasenfermedades, le van arrancando a una todas las ilusiones!... Lo que importa

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ahora, es evitar a todo trance mayores disgustos. Hace tiempo que vengonotando las atenciones del Duque conVenturita y la intimidad que ha nacidoentreellos.Séfijamentequeesta intimidadno tiene importanciaalguna.Estoyenteramentesegurademihija,comotúdebesestarlo.Perocomprendomuybienquelaconductadeeseseñortemoleste...Sobretodo,desdequeunperiódicoseha aprovechado de ella para injuriarte, las cosas no pueden continuar así. Esnecesariotomarunaresolución...

—Yaestátomada—dijosordamenteGonzalo.—HoymismodespidoalDuquedeestacasa.

—No, tú no puedes ni debes hacerlo. Tienes el genio violento. Habría unaescenaescandalosaqueesnecesarioevitar.

—¡Puesesloqueyoquieroprecisamente!¡esaescena!

—No seas niño, Gonzalo—repuso la señora.—El arreglo de este asunto mecorresponde amí, ya queRosendo, fuera de su política, ni ve, ni entiende, nioye.Unescándaloahora,tepondríaenridículo...

—¡Puesaunqueasísea!—exclamóeljovenconrabia.—Quierotenerelgustodearrojarledecasa.

—Me obligas a decirte, Gonzalo—replicó doña Paula con impaciencia yautoridad,—quenotienesningúnderechoahacerlo.Nitúlehasinvitado,niereseldueñodelacasa...

El joven se puso colorado. Observando su confusión, la señora añadió conacentocariñoso:

—Túeresunhijonuestro,yloshijosnodebenintervenirenestosasuntos,quecorresponden a los padres. Nosotros tenemos el deber de velar por vuestrafelicidad, sacrificarnos por ella. Yo haré que el Duque salga de esta casa, sinescándalo, sin que se entere nadie del motivo, sin exponerte a cometer unabajeza,delacualtearrepentirías...Nocreasquelohagoporél,aquiendetesto...Desdeque llegómeha sidoprofundamente repulsivo esehombre. ¡Ahoraqueveoloquehatraídoanuestracasa,figúratecómolequerré!Lohagoúnicamentepor ti, a quien quiero, no dirémás que ami hija, porque los hijos... ¡Oh, loshijos!...Túya sabes loque son... pero tanto, por lomenos... y aquien estimomuchomás...

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Gonzalo,enternecido,sedejócaerenunasilla.Comenzóasollozarcomounniño, con el rostro entre lasmanos.Labuena señora le puso la suya, pálidaydescarnada,sobrelacabeza,diciendoconlágrimastambiénenlosojos:

—¡Pobrehijomío!Aguárdameuninstante.Voyadeciraeseseñorloquehacealcaso.

Subió la señora de Belinchón la escalera de caracol que conducía al pisosegundo.Arribatropezóconelayudadecámaradesuhuésped.

—¿QuéhaceelseñorDuque?—lepreguntó.

—Está pintando—respondió el criadomirando con sorpresa y curiosidad losojosllorososdedoñaPaula.

—Dilequedeseohablarconél.

Mientraseldomésticofuéaavisarasuseñor,doñaPaulacreyóquelasfuerzasiban a faltarle. Comenzó a sentir los síntomas primeros de una de aquellassofocacionesquedevezencuandoledaban.Perolafirmevoluntaddedevolverla calma a sus hijos venció a la enfermedad en tal instante. Encomendósedevotamente a la Virgen de las Mercedes, y penetró con resolución en elgabinete-estudiodedonJaime.

Elcual,vestidomedioaloorientalconuntrajeestrambóticoqueusabaporlasmañanasdentrodecasa,salióarecibirlateniendoaúnenlasmanoselpincelylapaleta.

—Señora—dijo inclinándose respetuosamente,quitandoelgorro turcoque lecubríalacalva,—muchosientoqueustedsehayamolestadoensubir.Bastabaunavisoparaqueyomehubieraapresuradoairaponermeasusórdenes.

DoñaPaularespondióconungestodegracias,llevándoselamanoalcorazónquelesaltabadentrodelpechocomounpotrodesbocado.

ElDuquelaexaminóconsorpresa.

—Siénteseusted,señora—ladijo,depositandolapaletayelpincelsobreunasilla.

Sentóse,enefecto,enunabutaca.DonJaimepermanecióenpie.

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—Hayquecerrarlapuerta—dijoellatratandodelevantarsenuevamente.Peroel caballero se apresuró a hacerlo.Después vino a colocarse frente a la dama,cuadrando lospiesenactitudexageradamente respetuosa,esperandoaqueellahablase.

Tardó aún algunos momentos. Al fin, elevando hacia él sus ojos doloridos,dijo:

—SeñorDuque,ustednoshahonradomuchoviniendoaestacasa.Nunca leagradeceremosbastanteestapruebadeestimaciónquenoshaconcedido...

ElDuque se inclinó, levantando almismo tiempo los pesados párpados paradirigir a su interlocutora una mirada, donde se traslucía la inquietud y lacuriosidad.

—¿Por qué no se sienta usted?—preguntóle doña Paula interrumpiendo sudiscurso.

—Estoybien,señora;sigausted.

Conaquellainterrupciónseturbó.Nosupoproseguirenalgunossegundos.Alcabomurmuró:

—¡Esunadesgracia!...Nosabeusted,señorDuque,loqueestápasandopormíenestemomento.¡Quisieramorirme!

Ylaslágrimasacudieronasusojos.Sacóelpañuelo,yocultóelrostroconél.

ElDuque,cadavezmásinquieto,ledijo:

—Serénese usted, señora.Soyunverdadero amigode usted y deBelinchón.Cualquieraque sea el disgustoqueusted tenga,yo lo comparto como si fuesemío también, y estoy dispuesto a hacer todo lo que esté de mi parte paracalmarlo.

—Muchas gracias... muchas gracias—murmuró la señora sin separar elpañuelodelosojos.Alcabodeunratodesilencio,dijoconvoztemblorosa:

—Puede usted hacerme un favormuy grande... Un favor que le agradeceríamientrastuvieseunsoplodevida...Peronomeatrevoapedírselo...

—Le repito que estoy a sus órdenes, y que todo lo que pueda hacer en su

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obsequiodebeusteddarloporhecho...

—¡Oh,no;esunaatrocidad!...SeñorDuque,ustedestámuylejosdesospecharquesuvenidaaestacasahaproducidogravesdisgustos.Sucarácterbondadosoy llano, la simpatía que el genio alegre y abierto de mi hija Ventura haconseguidoinspirarle,hadadolugarahabladuríasenelpueblo...

—¡Oh!—interrumpió el Duque sonriendo, para ocultar cierta emoción devergüenza.

—Sí;habladuríasmuyofensivasparatodosnosotros,peroprincipalmenteparamihijopolítico,aquienqueremosencasacomosifuesehijoverdadero...Nolerecriminoaustedniaella.Creoqueenustednohahabidomásqueexcesodeamabilidad,queenunpuebloremotocomoéste,dondetodochocaysecomenta,acasonohadebidoustedtener...Enellahahabidolaimprudenciaylaligerezaquesiemprehansidosusdefectos.Esunachiquillaquetienelavoluntadvirgen,comosueledecirse...Siestepueblonoestuviesedividido,nohubieraesamalditaguerra que a todos nos mata, acaso nadie se hubiera fijado... Por desgracia,nuestrosenemigosbuscanelmáspequeñopretextoparamortificarnosysacamosa la vergüenza... Se ha publicado ya una gacetilla que hiere de un modoescandalosoamiyerno...yestonolopuedoconsentir.

DoñaPaulahabíaidoperdiendosucortedadamedidaquehablaba.Lasúltimaspalabraslaspronuncióconenergía.AlafazterrosadelDuquehabíaacudidounpoco de color. Por la cabeza debieron pasarle ideas graves y tristes; pero enrealidad no le pasó más que la siguiente: «Esta mujer me está dando unalección».

—Siento mucho, señora—dijo con expresión soberbia,—haber ocasionado austedesundisgusto...Peroestoytanacostumbradoaqueelpúblicosefijeenmisactos y los comente a su gusto, que esas habladurías y esas gacetillas de queustedacabadehablarme,nomecausanlamásmínimamolestia.Lospequeñossevengandelasuperioridaddelosgrandes,murmurandodeellos.Esleyeternaquenosedebecontrariar.

—Todoesoestámuybien,señorDuque.Aunpersonajetanaltocomousted,no pueden llegar las murmuraciones del pueblo... Pero a nosotros es muydistinto.Noestamoscolocadosenesaalturaylasmalaslenguas,creaustedquenos hacen muchísimo daño...—respondió doña Paula con inocencia que

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resultabaprofundamenteirónica.

ElDuquealgoimpaciente,jugandonerviosamenteconelgorroqueteníaenlamano,replicó:

—Repito que lo siento mucho, señora. Si hubiera sabido quemis inocentesatenciones con su hija pudieran interpretarse tan malignamente, me hubieraguardado bien de prodigárselas... En adelante procuraré sermás cauto... Pero,¡Diosmío!—añadióriendo.—¿CómoesposiblefigurarsequeunhombredemisañospuedamiraraunaniñacomoVentura,sinoconojospaternales?

Alláenelfondo,sentíasehalagadodeaquellasuposición.

—¡Oh!señorDuque,loshombresdelaposicióndeusted,nosonnuncaviejos.Elbrilloatraemuchoalasmujeres...Poresonobastaqueustedsereprimaenadelante y sea prudente. Es necesario quitar al mundo todo pretexto paramurmurarnos...

ElDuquesepusorepentinamentepálido.Vacilóunosinstantes,ydijoalcabo:

—Saliendoyodeestacasa,¿verdad?

—Ese era el favor que venía a pedirle—dijo ella sin levantar los ojos, conentonaciónhumilde.

DonJaimesepusoaúnmáspálido.Dióunavueltapor laestanciaarrugandoconmanocrispadaelgorroturco,dejóescaparunarisitasarcástica,yvolviendoaplantarsedelantededoñaPaula,dijoconburlonaarrogancia:

—¿Demodo,señora,quemeechausteddesucasa?

—¿Yo,señorDuque?...¡Quéidea!...Loquequieroúnicamenteesdevolverlacalmaamishijos,yevitarunchoque...

—¿Qué choque?—preguntó elDuque, por cuyos amortiguados ojos pasó unrelámpagosiniestro.

Doña Paula adivinó un peligro para su yerno, y se apresuró a enmendar laimprudencia.

—El choque de mi hijo político con los canallas que pretenden insultarle...Mireusted,Duque;sitomaamallasúplicaqueacabodehacerle,seequivocará

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mucho... Nosotros estamos tan honrados con su estancia en nuestra casa, quenada nos ha causado tanto orgullo como esa preferencia... Mi marido la hasolicitadoconempeño,yharecibidogranalegríacuandosupoqueustedhabíaaceptadosuinvitación...¿Cómopuedenadiefigurarsequeyonomeencuentresatisfechateniendoenmicasaaunapersonatanelevada,yoquesoyunapobremujerdelpueblo,hijadeunmarinero,nietadeunsereno,aquientodalavillallama la Serena, como llamaron a mi madre y a mi abuela?... Verdad que sihubiera sido hace algunos años, estaría más orgullosa... Los desengaños, lastristezas,vanlabrandolasoberbia...Perodetodosmodosestoymuycontenta,ysólo el temor a los grandes disgustos que pueden venir a mis hijos, me haobligadoadarestepaso...queustedmeperdonará...

Don Jaimedió otro paseopor la sala, se detuvo en elmedio ameditar unosinstantes,yconcluyóporhacerungestodedesdénconloslabios,levantandoalmismotiempoloshombros.LuegovinohaciadoñaPaulaylepreguntó:

—¿Sumaridotieneconocimientodelpasoqueustedacabadedar?

—No, señor..., y me alegraría de que pudiera arreglarse todo sin que él seenterase...

—Perfectamente.Hoymismoquedaráustedcomplacida.

—¡Oh, señor Duque! Mil gracias... Usted sabrá perdonar...—exclamólevantándoseyextendiendohaciaéllasmanos.

Elmagnateselimitóainclinarseprofundamentesincontestar.

—Lesuplicoquenomeguarderencor...

—Lo que acabamos de hablar quedará secreto entre nosotros. Buscaremosmediodequenadiesospecheelmotivodemimarcha.Procureusteddesempeñarbiensupapel.Yorespondodelmío.

DoñaPaula salió de la estancia escoltadapor elDuque, que la despidió a lapuertaconunaexageradaysilenciosareverencia.

Alllegaralaescaleralaangustiadaseñora,respiróconlibertad.Aunquefuesea costa de, aquellas penosas emociones, se alegraba vivamente de haberarreglado el asunto sin escándalo y sin peligro. Y con pie ligero, ella queordinariamente se arrastraba ya para andar, a causa de su dolencia, fué a

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comunicaraGonzaloelresultadodelavisita.

AlahoradealmorzarelDuquemanifestóquehabíarecibidocartadeunodesushijosenquelenoticiabaquevendríaapasarelmesdeseptiembreconélaSarrió.Probablementevendría tambiénsuhermanoelmarquésdelRiego.Conestemotivoexpresósuresolucióndetomarhabitacionesenlafonda.Alinstantefué contrariada con gran calor por don Rosendo, con el apoyo de su esposa.Venturita se había puesto pálida. Miraba al Duque de un modo particular.Gonzalo, con los ojos bajos, el rostro sombrío, comía en silenciomientras sedisputaba.Apesarde todas las razonesquedonRosendoalegópara retenerle,haciéndolepresentequelacasaeracapazpararecibiralosnuevoshuéspedes,eldisgusto que a él y toda su familia iba a ocasionarles aquella tan inopinadamarcha,etc.,etc.,elDuquesemostróinflexible.Respondíaconlamismasonrisaprotectora a cuanto se le manifestaba, y repetía sin cesar frases deagradecimientoyamistad.

Convencido al fin de que era inútil insistir, el insigne cuanto atribulado donRosendo, fué conelmismoDuquey su secretario aver lashabitacionesde lafondade laEstrella, laúnicadecentequehabía en lavilla.Alquilaron todoelpiso principal. Al día siguiente se trasladó el magnate, a pesar de las vivasrepresentaciones de su huésped para que se quedase al menos mientras nollegasenlosotros.

Sorprendió vivamente a la población aquel traslado. Preguntóse la causa; yaunquedonRosendoinformócumplidamentea todoelmundode loquehabíaacaecido,nopudoevitarsequequedaseenelespíritudelpúblicoalgunadudaosospecha de que las cosas no habían pasado enteramente comoBelinchón lasrelataba.Particularmentesusenemigosrecibierongranalegría.Sededicaronconafánadescifraraquelenigma,pensando,nosinrazón,quelosdelSaloncilloyanopodríanutilizarlafuerzadelDuqueparacombatirles.Enlosdosmesesypicoqueéste llevabadepermanenciaenSarrió, losamigosdedonRosendohabíanconseguidoqueprosperaseeneljuzgadounadenunciacontraelalcalde,previala venia del gobernador de la provincia; habían logrado «tumbar» aladministrador de Correos que era del Camarote, y que se resolviese en favorsuyo«elproblemadelmatadero».LosamigosdeMaza,queandabancabizbajosyabatidos,recibieronlanoticiacomounamosca,próximaamorirenelotoño,recibe un tardío rayo de sol. ¡Santo Dios qué calurosos comentarios aquellanocheenelCamarote!¡Cuántaconjetura!Laalegríachispeabaentodoslosojos.

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Abríanse las narices olfateando la caída de los del Saloncillo, y su próxima ydefinitivavictoria.ElJovenSarriensepublicóensuprimernúmerolasiguientelacónica, pero endemoniada gacetilla: «El lunes se ha trasladado a lashabitacionesdelpisoprincipaldelafondadelaEstrellaelExcelentísimoseñorduque de Tornos, conde deBuenavista, que estaba hospedado en casa de donRosendoBelinchón.Damos al egregioDuque lamás cumplida enhorabuena».EsteindignocomentariotuvodosdíasenfermoalnobilísimoBelinchón,pasadosloscualesmandósuspadrinosaMaza.Peroéstecontestóquemientrasestuvieseconstituídoenautoridadnopodíabatirse.Cuandodejasedeestarloyaveríasileconvenía cruzar las armas con «semejante mamarracho». Como los padrinoscontestasen enmal tono, les amenazó con llevarlos a la cárcel, y hubieron deretirarse.

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ElduquedeTornossiguióvisitandodevezencuandolacasadedonRosendoydejándoseacompañarporésteysusamigossiemprequesalíaalacalle.Enlaapariencia,laamistadentreellosseguíainalterable.LapocagenteimparcialquehabíaenSarrióibacreyendoquenohabíamisterioalgunoensutraslaciónyquetodoeraimaginacionesridículasdelosdelCamarote,aquienescegabaeldeseode vencer a sus contrarios. Sin embargo, pasaban los días, había entrado yaseptiembre,ynielhijonielhermanodelmagnateacababandellegar.EstehabíamejoradomuchísimodesaludenSarrió,segúndecíaacuantosseleacercaban.HizotraerdeMadridcocheycaballosycompróunabonitabalandraparapescar.Parecíadisponerseapasartodavíaalgunosmesesenlavilla.

En sus relaciones exteriores con la familia Belinchón, esto es, cuando seencontraba con ella en público, observaba una conducta delicada y afectuosa,como personas a quienes debía muchas atenciones. Con Venturita no seautorizabatantasfamiliaridades,peronodejabadehablarlaenelteatrooenelpaseodeunmodocariñoso.Asíhacíaperderlapistaalosquebuscabanlacausadesusalidade lacasa.DoñaPaulaestabamuysatisfechadeestaconducta.ElmismoGonzalo,comprendiendoquenoselepodíaexigirmás,semostrabaconél atento y cortés. La tranquilidad había vuelto a renacer entre los jóvenesesposos. Venturita, después de unos días en que no cambió con su maridopalabraalgunayaparecíapálidayceñuda,herida,sinduda,porlaviolenciaqueéstehabíadesplegadoenlaescenaquehemosdescrito,volvióaserloqueantes,alegre y decidora unas veces, colérica y caprichosa otras, siempre de palabraaguzadaysarcástica.Notó,sinembargo,Gonzalociertaamabilidadydeferenciainusitadasenella.Loachacóaldeseodeborrarel recuerdodeaquelpasajero,peromuypeligrosodisgustoquehabíantenido.

Y así continuaron deslizándose los días serenos en la casa de donRosendo,sólo turbados por los altibajos que la enfermedad de doña Paula sufría. Tanprontoestabaenpiecomoen lacama.Salíaencocheadar largospaseosconCeciliaoconVentura,ysolía llevarasunietaCecilita,enquienadoraba.DonRufohablabadelanecesidaddetrasladarseaotroclima,aotropaísmáselevadosobre el nivel delmar, donde el aire tuviesemenos presión. Y don Rosendo,aunquecon repugnancia,pueselpensamientodeexterminarasuscontrariosyhacerdeunavezlafelicidaddesuvillanatal,leperseguíasincesar,ibaentrandopor la idea y trazando vagamente planes útiles y grandiosos como todos lossuyos.FlotabaensuimaginaciónelproyectofelizdetrasladarElFarodeSarrió

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aMadridyhacerlodiarioconel títulodeElFarode lasProvincias.Defenderlosinteresesmoralesymaterialesdelasprovincias,sostenersuvidaautonómica,independiente, frente a la acciónypoderío absorbentesde la capital, «focodeinmundiciaqueenvenenabalasaviadelanaciónysecabatodossusvenerosderiqueza».¡Quégrandeynoblepensamiento!

Afinesdeoctubre,GonzalofuéaLanciaconunacomisióndesusuegro.Setratabadepersuadiraunbanquerodeaquellapoblación,paraquenoenajenaselas acciones que tenía, en un embarcadero de Sarrió, a cierto individuo delCamarote,comosedecía.Entodocaso,queselascedieseporelmismoprecioadonRosendo.Hacíayadosdíasqueestabaallá.Alterceroporlatarde,cercadelahoradelobscurecer,se leocurrióadoñaPaulasubirahacerunavisitaasuhija Ventura, que desde el traslado del Duque había vuelto a ocupar el pisosegundo.Muyraravezsubíaya labuenaseñora laescalerilladecaracol.Peroaqueldíasesentíamáságil,másdesahogadadelpecho.Quisoprobarsusfuerzasydarseasímismaunapruebadequeestabamejor.

El móvil inmediato fué llevar a su nieta Cecilita una muñeca, cuyo vestidodesgarrado le acababa de coser la doncella. Los peldaños se le hicieron muyaltos.Al llegara lamitad tuvoquedetenersea tomaraliento.Cuando llegóalpiso,dijoenlavozmásaltaquepudo:

—Cecilita,hijamía,¿dóndeestás?

—Aquí,abuelita,aquí—respondiólaniñasaliendodelaestanciadesumadre.

Eraunacriaturaqueaunnohabíacumplido los tresaños, rubiacomoeloro,tanhabladorayespontánea,queejercíasobrelaabuelaverdaderafascinación.

—¿Quémetaes,abuelita,quémetaes?—preguntó,mirandoconavidezadoñaPaula,despuésdehaberlaabrazadoporlaspiernascontalímpetu,queporpocodaconellaentierra.

—Lamuñeca,hermosa,quetehaarregladolachacha.

—Muñecano...muñecapaLalina...yosoygande...yoquerounchocho.

—No tengo chochos aquí, vida mía—respondió la abuela mirándolaembelesada.

—Tenemamáchocho...Ven...dameuno.

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Ylallevóporelvestidoalgabinetedesumadre.

Alentrarenéllaniña,pareciósorprendidayechóunamiradaatodaspartes.Venturahabíasalidoarecibirlasconlasonrisaenloslabios,besandoasumadrecariñosamente:

—¡Jesús, quépinitos! ¿Cómo tehasdecidido?...No sé si te convendrá subirescaleras,mamá...¿Tesientesbien?

—No me he fatigado gran cosa. Yo creo que estoy mejor. Las pildoras deDehaud,meparecequemepruebanbien.

—Vaya,mealegroque al finhayamosdadoconunamedicinaqueproduzcaalgúnefecto...¿Quieressentarte?

—Abuelita,dameunchocho—dijolaniñainterrumpiéndoles.

—Notengo,hijamía...¿Tienesalgúncaramelo,Ventura?

—No.

—TeneJamequeestáaquí.

Venturitasepusohorriblementepálida.

—¿QuéJame,niña?—preguntódoñaPaula.

—Nada,nada,cualquiertontería...¿Conquetehanprobadobienlaspildoras?...Si donRufo, pormásquedigan, entiende... ¡Vaya si entiende!—seapresuró adecirVenturaconvoztemblorosa,lafaztandescompuesta,quesumadrelamirósorprendida.

—Jameestáaquí...Tenechocho...Ven,abuelita.

La niña tiró del vestido a la señora. Esta, pálida ya también, adivinandovagamentealgoterrible,sedejóarrastrarsinsaberloquehacía.

—¡Cecilia!—gritó Ventura con una voz extraña que jamás le había oído sumadre.

Perolaniñanohizocaso.Siguióarrastrandoasuabuelahacialaalcoba.Antesdellegaralapuerta,sepresentóenellaelduquedeTornos.

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DoñaPaula,anteaquellarepentinaaparición,sequedóuninstanteclavadaalsuelo,elrostroblancoyaterrado,lamiradaatónita.Despuéscayópesadamentealsuelo,arrastrandoenlacaídaasunieta.

ElDuqueseapresuróalevantarla.Luego,anteungestoimperiosodeVentura,ladejósobreelsofáyhuyó.

Alasvocesdelajoven,acudieronloscriadosyluegoCecilia.Secreyóqueeraun síncope producido por la fatiga. Transportósela a su cama, donde luego,merceda loscuidadosdeCecilia, recobróelconocimiento.Peronolafacultaddehablar.Lainfelizseñoranopudoyaarticularpalabra.Asíestuvodosdías,sinque los esfuerzos de don Rufo, ni los de otro médico que llegó de Lancia,lograsen poner en movimiento aquella lengua, que se había paralizado.Generalmente, estaba con los ojos cerrados, exhalando leves gemidos. Sólocuando Ventura entraba en el cuarto los abría para clavarlos en ella con unaexpresiónfijadeangustiayreconvención.Elsacerdoteaquiensellamó,sevióobligadoaconfesarlaporseñas.Dosdíasdespués,casialamismahoraenquehabíaacaecidolafatalescena,falleciólainfelizseñora,queniaunenlahoradelamuerteapartósusojosempañadosdelrostrodeVentura.

XVII

QUEGONZALOTOMAUNAGRAVERESOLUCIÓNYCECILIAOTRA

La familia Belinchón se refugió en Tejada para vivir a solas con su dolor,durante algún tiempo. Doña Paula fué llorada como lo merecía, por sumagnánimo esposo. Dando tregua al espíritu progresivo y reformista que leanimaba,supomostrarsetiernoysensible,locualennadamenoscabasugloriadepublicista.Cecilianosecansóenmuchotiempodellorarasubuenamadre,conquienla ligabatantoelparentescodelacarnecomoeldelalma.Detodossus hijos, era ésta la quemás semejanza guardaba con ella, aunque no era lapreferida.Elfavorito,Pablo,lasintiótodoloprofundamentequeélpodíasentiralgoenelmundo.Esfamaque,algunosdíasdespuésdelsuceso,vióalúltimopotroquehabíacompradoalcanzarseeneltrote,ynoleafectógrancosa.Peroenquienhizosobre todoaquella repentinamuerteunefectoextrañoy terrible,

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fuéenVenturita.Tanto la impresionó,queestuvoalgunosdíasen lacamaconfuertecalentura.Despuésquesanó,veíaselapálidaytriste.Contestabadistraídaaloqueledecían:nosalíacasinuncadelcuarto,apesardelasinstanciasdesuesposo.Estesentimientotanvivocomoinesperadofuéparaélunapruebadeloque Cecilia y doña Paula sostenían siempre; esto es, que Venturita era loca,caprichosayaltiva,perobuenaenelfondo.Algosemitigócontalconsideraciónelsincerodolorqueexperimentóporlamuertedesumadrepolítica.Elúltimoymaternalservicioquelabuenaseñoraleprestara,habíapuestoelselloalcariñoque,consuconductaprudenteyafectuosa,habíasabidoinspirarle.

El duque de Tornos se volvió a Madrid, poco después de la desgraciasobrevenida a sus amigos. Desde allá se escribía con don Rosendo, a quienobligó conmás de un servicio en la lucha sin tregua quemantenía contra susenemigoslosdelCamarote.Estosserviciosfueroncoronados,despuésdealgúntiempo, por una gran cruz de Isabel la Católica. Al mismo tiempo que eldiploma,leremitíaelmagnateunaplacadebrillantes,cuyovalornobajabadeveintemil reales.Puedecualquiera imaginarse laemocióny lagratituddedonRosendo,alrecibiraquellahonrosísimadistinción.ComoenSarriónadieposeíaunagrancruz,sevióprecisadoairaLancia,paraqueuncaballerodelaordenllevaseacabo laceremoniadeceñirle labanda.Yasíqueseviócaballero,él,que profesaba cierto despreciometafísico a las religiones positivas, aprovechóuna procesión de la parroquia para llevar el farol, con la hermosa placa en elpechoylabandaporencimadelfrac.LosamigosdeMazatragaronmuchahiel.Despuéslavomitaron,nosóloensutertuliadelCamarote,sinoenelperiódico,donde,enserioyenburla,vejarondeunmodorepugnantealgloriosofundadordelFarodeSarrió.Enalgunascáusticas,ferocesgacetillas,seestabaviendoalbiliosoalcaldecon laplumaen lamano.DonRosendo,porvezprimeraensuvida, leyóaquellasdiatribassinconmoverse,conundesdénsincero.Yesque,cuando se ha llegado a la cima de las sociedades humanas, deben parecer lasamenazasdelospigmeosmáscuriosasqueofensivas.

Venturitasalió,conestemotivo,desuletargosombrío.Habíaserealizadounodelossueñosquemásacariciaba.Tomóparteenlaalegríaytriunfodesupadre,y empezó a dejarse ver algunos días en la villa, siempre en carruaje, porsupuesto.Creció suorgulloyaquella languidezseñorial, imponente,quehacíamorir de envidia y de rabia a las señoras y señoritas de la villa, quienes sevengabandesudespreciollamándola,ensushorasdemurmuración,«laprincesadelBacalao».Lamuertedesumadre,aquientodoelmundohabíaconocidoen

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Sarrióartesana,«conpañueloatadoatrás»,comoallísedecía,contribuyótantocomo la gran cruz de su padre a elevar el nivel social de la familia, aaristocratizarla, por decirlo así. Ventura, con su desdeñoso porte, con susriquísimos vestidos, con la frialdad despreciativa con que trataba a susconocidas, vengaba lindamente a aquella pobre mujer, a quien las señoras deSarriótantohabíanhechosufrirenvida.

SepasóelinviernoenTejada,uninviernocrudo,comopocoslohabíansido.Atemporadas lloviómucho, y esto hacía imposible el salir de casa.Otras veceshelócruelmente.Elcielosemanteníasereno,pero loscampos,por lamañana,aparecían blancos, con una escarcha de medio dedo de grueso. En ocasionestambién nevó abundantemente. Todos estos fenómenos meteorológicos tienensusencantosen laaldeaparaelquesabehallarlos.GonzalohabíanacidoparavivirfelizenmediodelasfluctuacionesdelaNaturaleza.Sihelaba,levantábasedemadrugadaydejabaatónitosalosdecasasaliendoalcorredorenmangasdecamisa,lavándosetodoelcuerpoconelaguaquesehacíasacardelaspilasdemármol,despuésde rotoelhielo.Luego,sevestíaconun ligero trajedecaza,tomabalaescopeta,yemprendíafamosas,descomunalescorreríasdeseisyocholeguas,sinquenadieleoyera,jamásquejarsedecansancio.Sinevaba,seponíael impermeable, las botas altas y la gorra de pelo, y salía a matar palomastorcacesogachasporlascercaníasdelaposesión.Másdeunaveztienecaídoencisternas atacadas de nieve, logrando salir, gracias solamente a su vigorextraordinario.Cuandollovíanohabíamásremedioquequedarseencasa.Peroaunentoncesofrecíalaaldeaplaceresdesconocidosenlavilla.Aquellavadodelos árboles y plantas era grato a los ojos. El verde obscuro de las coniferas,despuésdealgunosdíasdelluvia,adquiríatonosclarosmercedalosretoñosqueapuntaban en la cima de las ramas; en cambio la escarcha los marchitabainstantáneamente. Las hojas de las magnolias brillaban como cristales, y enaquellaatmósferaacuosaloscolores,losmaticesdelanaturalezacambiabansincesar, los contornosde los árbolesy lasmontañas sedesvahaíancon suavidadexquisita. Y la misma monotonía del agua al caer constantemente sobre losárboles con triste rumor, engendra una soñolencia feliz, no exenta devoluptuosidadparalosquenadatienenquehacerfueradecasa,yencuentranenellalascomodidadesyrefinamientosquelacivilizaciónproporcionaalosricos.Era grato escuchar el pío, pío de los ateridos gorriones, guareciéndose porcentenares en una washingtonia que había cerca de casa, como en una granpajarera:eragratoiradardecomeralosanimalitosexóticosquedonRosendo

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tenía en su finca, salvando en almadreñas la distancia que separaba suscobertizosde lacasa:eragrato tambiénquedarseadormecidoenunabutacaalpie de la chimenea con el cigarro en la boca y la botellita de ron delante,mientras Cecilia leía un cuento interesante o algunos versos sonoros yarmoniosos.

DonRosendoyPabloseibantodoslosdíasinvariablementeaSarriódespuésde almorzar y venían a la hora de comer. El uno se ocupaba en encauzar laopiniónpúblicaporlosderroterosdelprogresomoralymaterial,conmenguadelos«reptilesquesearrastrabanporelcieno,impotentesparaelevarseuninstantea la región de las ideas, escupiendo su veneno a todo el que sobresale por lainteligenciaoporlavirtud».Excusadoesdecirquiéneseranestosreptilesalosque don Rosendo aludía con frecuencia en sus artículos. El otro, tratando deinclinarsiemprelosojosyelcorazóndecuantasforasterashermosasllegabanalavilla,haciasuadorablepersona.Algunamañanasalíaconsucuñadodecaza;peroobservandoquelaintemperieatezabasurostro,dejócasiporcompletoesteejercicio. Por otra parte, Piscis era enemigo nato de él. Para este inteligentecentauroholgabatodoenlatierramenosloscaballos.

En las horas de la tarde, cuando llovía, si Ventura estaba de buen humor,jugabaconCeciliayGonzaloal tresillo.Sino, jugaban losdosúltimosal tutemanoamanocon lasniñas sentadas en sus regazos respectivos, las cuales lesmolestabanacadamomentollevandosusmanecitasalosnaipes.Amboserandebuenapastaysecontentabanconapartárselassuavemente.

—Quieta,Cecilita,quieta,quesileenseñasmiscartasatutía,mevaaganar.

—Nohagascaso,monina,tiraporellas—decíalajovenriendo.

Hasta que concluían por entregárselas, quedándose ambos arrobadosmirándolas hacer castilletes, ayudándolas ellos mismos con grave atención,mientras la lluviaazotabaloscristalespintadosdelasventanaschinescasylosmaderosdehayachisporroteabanenlachimenea.

Lasniñascomíanantesquelafamilia.EraimportanteocupaciónparaCeciliahacerlesplato,anudarles laservilleta, servirlesaguayvigilar«quenohiciesencochinetas». Gonzalo, cuando estaba en casa, presenciaba con deleite larefacción:semanteníaenpiecomounmagiardetrásde lassillasdesushijas.Después,eraprecisollevarlasalacama.Ceciliacogíaunaenbrazos,Gonzalola

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otra, y las llevaban al cuarto de aquélla, donde ambas dormían. La tarea dedesnudarlaseracomplicadayentretenida.Gonzalo,apesardesumusculaturadetoro,poseíatantadelicadezacomounamujerparadesatarlascintasymoversuscuerpecitos a un lado y a otro sin lastimarlas. A menudo las manos de loscuñados se tropezaban. Cecilia retiraba la suya prontamente. Una leve nubesombría cruzaba rápidamente por su risueño semblante. Gonzalo no advertíanada. Cuando ya estaban acostadas, escuchaban sonriendo las inocentesoraciones que tiita hacía repetir a Cecilia. Paulina aun no sabía elevar suentendimientoalSerSupremo,yhastaserebelabaparahacerlaseñaldelacruz.Mientrassedormían,papáytiitahabíandeestarbienpegaditosalascamassinmoverse. Simantenían conversación entre sí, las niñas se agitaban y tardabanmucho más en conciliar el sueño. Así que procuraban guardar silencio, ocambiarsolamentepalabrassueltasenvozbaja.Cecilitanopodíadormirsesintener cogida una oreja de su tía. Contra este capricho protestaba a menudoGonzalo;todoslosdíashablabadequitárselo;perosucuñadanohacíacaso;ellamismaseinclinabasobrelaalmohadaparaquelaniñalosatisficiese.GonzalosequedabaalgunasvecesdormidosobreladePaulina,sobretodocuandohabíaidodecaza.Aldespertar,veíafrenteasíelrostropálidoydulcedesucuñada,conlosojosmuyabiertos,mirandoconfijezaalvacío.

—¿Enquépiensas,Huesitos?—lepreguntabarestregandolossuyos.

Lajovensalíadesuéxtasisestremeciéndose,ysonreíabondadosamente.

—Noloséyomisma...Ennada.

—¿Notienesalgúnquebraderodecabeza?—ledijounanochelevantándoseycogiéndolaafectuosamentelabarba.

—Bah, ¿qué quebraderos de cabeza quieres que tenga en esta aldea?—respondióCeciliaponiéndosecolorada,yretirandoelrostro.

—PuedestenerloenSarrió.

—¿Yhabíade ser tan ingratoquenovinieraavermeen losmesesquehacequeaquíestamos?...Yatehedichoqueyomequedoparavestirsantos—añadiósonriendo.

—No puede ser eso—replicó con calor el joven,—- ¡no puede ser! Sería undelitode lesahumanidadque tequedases soltera.Túhasnacidoparacasada...

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No tienes más aficiones que la de arreglar la casa, cuidar a los niños, coser,limpiar... Serás una perfecta casada, como la describe Fr. Luis de León. Nopuedetolerarsequepudiendohacerlafelicidaddecualquierhombre,teempeñesenserunasolterona...Miraquesonmuyantipáticas...

Nosabemos loqueCeciliapensóenaquelmomento;perobienpudoserunacosa semejante a ésta:—«Sí; hepodidohacer la felicidadde todos...menos latuya».

Alargóconungestodeindiferencialoslabiosyrespondió:

—¡Quélevamosahacer!Esascualidadeslastienentodaslasmujeresquenosonbonitas.Lasquepuedenbrillar,seocupandesustrajes,ytienenrazón.

Habíaenestaspalabrasuna ironía triste,desgarradora,queGonzalonopudomenosdesentirenelcorazón.

—¡Oh,siempreestásconesa tonadilla!...Mepareceque tehaces lamodestapara que te regalen el oído... Demasiado sabemos todos que tú puedes brillarcomolaprimera...Tienesunosojoscomonohayotros...eresesbelta,elegante,distinguida;¿quiereustedmás,mademoiselleHuesitos?...Loquehay,señorita,esqueustedtienemásdeaquíquedeaquí...

Ylepusoprimeroeldedoenlafrenteydespuésenelsitiodelcorazón.

—Cuando venga alguno que sepa interesarte de verdad, ya se verá cómodesaparecentodasesasideasdecelibato.

Cecilia levantó los hombros y volvió a quedarse con los ojos extáticos,rehuyendolaconversación.

Ya no salía tantas veces con su cuñado de caza. El cuidado de las niñasreclamaba su presencia. Pero casi siempre iba a esperarle por las tardes, unasvecessola,otrasconlasniñasysusdoncellas.AlpartirnoseolvidabaGonzalodedecirleporcuálcaminotomaba:

—«Hoy voy haciaNaves a ver si suelto alguna liebre.—Hoy volveré por lacarreteradeNieva.—HoyvoyporelcaminodeRodillero».

Estas esperas, cuando iba sola, como quiera que se alejaba de la casa, nodejabandeofreceralgunospeligros.PormásqueGonzalose los representaba,

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nunca quiso hacer caso. Desde niña había mostrado siempre una extrañaserenidad,nadafemenina,paradesafiarlos.Jamáshabíacreídoenaparicionesoenduendes, ni la sobresaltaban, hasta el puntode turbarle la razón, los ruidostemerosos,nisiquieralospeligrosciertos.Enmásdeunaocasión,anteunavacadesmandadaounariñadeborrachos,cuandosuscompañerashuíangritandoosedesmayaban,ellasolasemanteníafirmeysosegada,juzgandoconprecisiónelriesgo,yevitándolosindescomponerse.Talcualidadhabíacontribuidonopocoacrearleaquellafamadefríayapáticaqueteníadentroyfueradecasa.

LlegóelmesdeabrilylafamiliasetrasladódenuevoaSarrió.Efectuáronseelecciones municipales en junio, y Gonzalo salió elegido concejal, contra sugusto.DonRosendolehabíaimpuestoestesacrificio.Ventura,desdequeentróel verano, parecía más animada. Salía con alguna frecuencia de casa, y suapariciónencochedescubierto,causabasiempreciertasensación.Laverdadesqueestabapreciosaconsusricostrajesdeluto,llegadosdeParís.Porcoqueteríadebiera vestirse de negro, pues era incalculable lo que realzaba este color elbrillo nacaradode su tez, los reflejos dorados de sus cabellos.Cuando iba losdomingosalaiglesiaparaoirlamisadeonce,queeralamásconcurrida,nuncadejaba de levantar su presencia un murmullo reprimido de curiosidad en lasmujeres,deadmiraciónenloshombres.Aquelairedeprincesaqueponíafuerade sí a las señoras, era lo que más placer causaba a los caballeros. Todosconvenían enquepor subellezay elegancia, por susmodales distinguidos, seapartabamucho de las demás jóvenes del pueblo, y haría lucido papel en lossalones más aristocráticos. También Venturita había convenido en ello hacíamucho tiempo. La idea de irse a vivir a Madrid, trabajaba con ahinco en sumente.Insinuóselaasumarido;peroéstemostrógranrepugnanciaatrasladarse.Noeraélhombreparalacorte.Losdeberessocialesqueallíimponelacortesía,leaburrían.Habíanacidopara la libertad,paraelgocequeproporcionaelairelibre del mar, el ejercicio corporal, los trajes cómodos, holgados. Además,presumía muy bien que la renta que en Sarrió les permitía vivir como losprimeros,enMadridnobastaríaasustentarlosenelmismopie,sobretodo,dadalainclinacióndesumujeralboato.Venturita,sinembargo,estabatanseguradevencerestaresistencia,quenohablabasiquieradelasunto,meditandolaépocaylaformaenquehabíandeirse.

Un suceso vino a turbar en cierto modo la vida de la familia Belinchón.Gonzalo fué nombrado inopinadamente alcalde de Sarrió, por mediación delduquedeTornos.Suprimera idea fué rechazar aquelnombramiento, presentar

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algunaexcusa;perocayeronsobreéldonRosendoytodossusamigos,poniendotantoempeñoycalorenqueaceptase,quenotuvomásremedioquehacerlo.AlosdelSaloncillolesibamuchísimoenello.Verdadquesevierondefraudados,pueselnuevoalcaldenoquisodeningúnmodoponeralaireloscimientosdelascasas de sus enemigos, como había hechoMaza, ni cometer otra porción detropelíasqueleexigían.Enelmesdeseptiembre,cuandoterminólatemporadadebaños,queenlavillaeraanimada,ycomenzabaenelcampoladelacaza,Gonzalo se trasladó con la familia a Tejada. Las niñas se ponían aquí muybuenas y él se divertía extremadamente. Por otra parte, no dejaban grandesrecreos tampoco en Sarrió. Algo le estorbaba su cargo de alcalde para estetraslado;peroconvinoconsuscompañerosdemunicipioenvenirtodoslosdías,o por lo menos con mucha frecuencia. El trayecto se recorría en carruaje enmenosdemediahora.Noobstante,donRosendodejóabiertalacasadeSarriópara que Gonzalo y él pudiesen comer y dormir allí siempre que quisieran.Venturita, pensando en marcharse a Madrid la próxima primavera, no pusoobstáculoalosplanesdesumarido.

MuchosealegróéstedehabertomadoaquellaresolucióncuandosupoqueelduquedeTornospensabavenirelpróximomesdeoctubre,alegandoqueconlavida de Madrid habían vuelto a exacerbarse sus padecimientos, casi extintosmientraspermanecióenSarrió.Porqueallá,enel fondodelalma,ysinquererconfesárselo,nuestrojovensentíalamordeduradeloscelos.Cuantasreflexionessehacíayargumentospoderososasímismosepresentabaparatranquilizarse,nobastaban a arrancárselos del pecho. Había pensado,mientras el Duque estuvoporallá,queyanuncamásseacordaríadeaquelrincón.Lanoticiadesuvenidafué,pues,paraél,unacontrariedad,sinoundisgustoserio.Y,enefecto,haciaúltimos de octubre, no tuvo más remedio que ir a esperarle a Lancia, encompañíadesusuegroydeotraporcióndeseñores,todossociosdelSaloncillo.Elnombramientodealcaldeasufavor,habíaconstituídoalmagnateenprotectordecididodeestepartido.AlojóseconsusecretarioenlafondadelaEstrella,ycomenzóahacerlavidadeejercicioquetanbienlesentaba,segúndecía(yasíeralaverdad).Muchosdíasbuenossalíadepescaodepaseo;otrosibadecazaomontaba a caballo.Estaveznohabía traídomásquedos, unode tiroparauntílburi,yotromagníficodesilla.Elsecretario,cuandoibadepaseo,montabaenunoquedonRosendohabíapuestoasudisposición.

Con la familia de éste mantenía cordiales relaciones; pero sólo había ido aTejadatresvecesenquincedías.ComoVenturayCeciliasolíanveniraSarrióa

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menudo, aquí las veía y hablaba, por más que huía de acompañarlaspúblicamente.Gonzalo,desdequellegara,leíaasiduamenteElJovenSarriense,quesepublicabayatresvecesalasemana,lomismoqueElFaro.Loleíaparaapaciguar un poco la inquietud que sentía. Porque siempre estaba temiendoalguna gacetilla injuriosa como la que tanto le había hecho padecer el veranoanterior.Enlosprimerosnúmeros,despuésdelallegadadelmagnate,ElJoven,francamente hostil ya a él, se contentaba con ridiculizarle bajo nombrestransparentes,comopintorypescador,yhastacomohombrepolítico,insinuandola ideadequeelDuqueeraunpersonajedesprestigiadodeMadrid, rechazadoporlacorteysininfluenciaconelGobierno.Sacóaluzalgunasanécdotasdesuvida,enquenohacíamuyhonrosopapel,yhastalaemprendióconsustrajesycorbatas,noperdonandomedioparahacerreirasucosta.DonJaimenoleíatalpapelucho;perohabiéndoleindicadoPeñaalgodeloquedecíacontraél,sonriómalévolamente y escribió al gobernador de la provincia pidiéndole queaprovechaseelprimerpretextoparasuprimirle.LosdelSaloncillosabíandeestacartayesperabanconansiayfruiciónelgolpe.

Al fin laenvenenada flechaque tanto temíaGonzalo,vinoaclavárseleenelcorazón. No fué una gacetilla, sino un cuento que figuraba pasar en Escocia,donde bajo nombres ingleses, salían a relucir él, su esposa, el Duque, donRosendo y otras personas conocidas, para vejarlas y ponerlas atrozmente enridículo.Entreotrascosas,sedecíaquemientraselsheriff(él,sindudaalguna)cumplíaconextremadocelo losdeberesde sucargo, lordTrollope (elDuque)cumplíaporéllosdeberesdeesposocercadesubellamitad.Gonzalosintióelmismoescalofríodedolorydeiraquelavezpasada.Peroahora,aleccionado,sepropuso dominarse, cerciorarse de si aquella maligna insinuación tenía algúnfundamento,ysipordesgraciaestosucediese,tomarunavenganzacumplida,yquefuesesonada.Grantrabajolecostódisimularlaemociónqueleembargaba.No estaba avezado a ocultar sus sentimientos. Mas el vivo deseo de salir dedudas,leayudópoderosamente.Loúnicoquesenotóensucasafuéqueandabaunpocomás tristeydistraído.Sededicódurantealgunosdías aobservara suesposa, no perderla de vista un instante; pero nada encontró que pudiera darpábuloasussospechas.Almismotiempo,estudiabasielDuquepodíaavistarsecon ella y de qué manera. El resultado de sus investigaciones fué que sólocuandoélveníaalassesionesdelayuntamiento,podíadarseestocaso.Dedía,sumamente difícil, porque no era el Duque persona que pudiera pasarinadvertida.Fijóse,portanto,enlashorasdelanoche,cuandoélsequedabaa

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dormirenlavilla.

Resolvió saber de una vez la verdad. Para ello, anunció con dos días deanticipaciónalafamilia,queelviernesdebíadormirenSarrió,acausadeunasesióndelayuntamiento,quepresumíahabíadeserborrascosa.Denadamenossetratabaquedelnombramientodeunodelosdosmédicosdelpartido,quelacorporaciónmunicipal pagaba. Los deMaza tenían su candidato y los de donRosendotambién.Laluchaestabaempeñadísima,noporrazóndelosvotos,queestabanperfectamentecontadosdeantemano,sinoporquelosdelCamarote,quehabíanderesultarvencidos,teníanpreparadaunazancadillaparlamentaria,parainutilizaralcandidatodesusenemigos,por faltarlealgunosmesesdepráctica,para llenar el tiempo que el municipio había impuesto como condición a lospretendientes.

Eldíadelagranprueba,Gonzaloestuvomuyagitado.Habíatratadodeinquirircondisimulo, si algúncriadode lacasaestabacomprometido,opor lomenossabíaalgo.Nadaencontrótampocoquelohicierapresumir.Almorzósinapetito.Encuanto tomócafémandóengancharyse fuéencompañíadesusuegro.Lasesióndelayuntamientoduróhasta lasdiezde lanoche.Aesahoraseretiróacasa y don Rosendo también, el cual encontraba a su yerno harto distraído ypreocupado. Gonzalo se disculpaba diciendo que le irritaba mucho la bilis laconductadelosamigosdeMaza.Fuéronseadormir.Aesodelasonce,cuandotodoestabaensilencio,nuestrojovensaliósigilosamentedecasayemprendióapieporelcaminodeTejada.Lanocheestabanublada,peronomuyobscura.Laluzdelalunasecerníaaltravésdelacapadenubes,dejandobienpercibirlosobjetos a corta distancia. Caminaba con premura, apoyándose en un gruesobastóndeestoque.Ademásllevabaenelbolsillounrevólver.Sentíaunatristezaprofunda.Aquellapruebaqueibaahacerlecausabatemoryremordimientosalavez.Sisumujereraculpable,¡quéhorribletragedialaquesepreparaba!Ysinolo era, él cometía una bajeza sospechando de su honradez. Iba con el mismoreceloqueelladrónquevaaasaltarunacasa,ocultándosedetrásdelasparedesdelacarreteraencuantosentíapasos,estremeciéndosesiescuchabaunavoz,porlejana que fuese. La idea de que algún conocido le viese a aquellas horascaminando a pie, le causaba gran vergüenza, dando por seguro que había deadivinarsuintención.Elaireerafrescoylepenetrabahastaloshuesos,aunquerara vez había sentido frío en su vida. Los árboles, como negros fantasmasalineados a lo largo de la carretera, dejaban salir de sus copas blando rumormelancólico.Debajodeunodeelloscreyópercibirunbultoquesemovíaysaltó

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alosprados,temiendotropezarseconalguienqueleconociese.Miróporencimade la paredilla y vió una vaca acostada rumiando tranquilamente.Más allá, alpasarpordelantedelacasadeunlabrador,seabriórepentinamenteunaventanay apareció el bulto de unamujer. Echó a correr desaforadamente buscando lasombra de los árboles.Amedida que avanzaba, el corazón se le oprimía.Milencontradasideasbatallabanensumente.Tanprontorecordandolosdeliciososdetallesdesusprimerosmesesdematrimonio, laspalabrasdulces, laspruebasostensiblesdeamorquesumujerlediera,sumujer,cuyosdefectoseranlosdetodaslasniñasdemasiadomimadas,seponíaaimaginarqueestababajoelpoderde una maldita alucinación, una de las mil infamias que los enemigos de susuegro habían inventado para hacerles daño, y estaba a punto de volverse aSarrió y meterse nuevamente en la cama; como apreciando y pensando losmotivosqueteníaparasospechardeella,aquellagraveescenaquedeterminólasalida del Duque de la casa de sus suegros, su frivolidad y coquetería, ladenunciaaunqueembozadapersistentedelperiódicoenemigo,seleencendíalasangredegolpeyapretabavivamenteelpaso.¡Oh,desgraciadosdeellossieraverdad!¡Máslesvalíanohabernacido!Yapretabaconmanocrispadaelbastónytirabadelestoqueparacerciorarsedequeestabaallíprontoaobedecerle.Nose le ocurrió ni una vez acariciar el revólver. Necesitaba a toda costa ver lasangredelostraidores.

Cuandollevabalamitaddelcaminoandadopróximamente,sintiódetrásdesíelgalopedeuncaballo.Sinsaberporqué,ledióunvuelcoterribleelcorazón.Seapresuróasaltaralospradosyaguardóconansiedadmirandosigilosamenteporencimadelaparedaqueeljinetepasase.Notranscurrierondosminutossinque en efecto cruzase por delante de él como un relámpago. Pudo reconocerperfectamente el magnífico caballo alazán del Duque. A éste no pudodistinguirleporqueibaenvueltoenuncapote,conungransombrerocaladohastalasnarices.Perosilosojosno,elcorazónloviócontodaclaridad.Quedóyerto,pegadoalsuelo.Sintióundesfallecimientosingularenlaspiernascomosifueseacaer.Masprontamente lasangrehirviódentrodesubrioso temperamentodeatleta. Tendiéronse sus músculos acerados y saltó sin tocar con las manos laparedilla de seis pies que cerraba la finca.Cayó enmedio de la carretera. Sindetenerseunpunto,emprendióunacarreravertiginosa,loca,detrásdelcaballo,como si tuviese la absurda pretensión de alcanzarle. Aunque su aliento eragrande,sinembargo,seleconcluyómuchoantesdellegaralaquinta.Necesitópararsetresocuatroveces.Porfinllegóalaverja.Entróporlapuertadehierro,

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que sólo estaba llegada.Echóunamiradaen tornoyvió el caballodelDuqueatadoaunárbol.Siguióprecipitadamente,perocuidandodenohacerruido,porunadelasavenidasorladasdeconíferasqueconducíanalacasa.Comoconocíatodas lasentradas,nosedirigióa lapuertacuyo llavín llevabaconsigo.Temíaque algún criado le sintiese. Escaló por una parra que adornaba el balcón delcuartodesusuegro,quesolíaquedarabiertocuandoélnodormíaencasa.Pordesgraciaestabacerrado.Entoncessacóelestoque,ymetiéndoloporlarendijadelapuertalogrólevantarelpestilloyentró.

Unapersonalehabíavisto:Cecilia.Enunadelasnochesanteriores,ésta,cuyahabitaciónestabapróximaaladesushermanos,habíacreídosentirruidoporlanocheysehabíalevantado.MiróaltravésdeloscristaleshacialahuertayvióaPachín, el criado, en compañía de otro hombre a quien no pudo conocer. Sinembargo,concibióunavivasospechaquelaaterró.Elmododeandardeaquelhombre,dequiennopercibíamásqueelbulto,noeradeuncampesino.Gonzalodormía aquella noche en Sarrió. Además, su cuñado era mucho más alto.Fuertemente sobreexcitadaporuna idea espantosa, se acostóotravez,peronologró dormir. Todo el día siguiente estuvo triste y preocupada. Al cabo logródominarseyresolvióensuinteriorvigilarasuhermanaysaberdeciertosieranquimeras o realidades lo que pensaba.Al efecto, no perdió de vista a Pachín.Observó que el díamismo queGonzalo había de dormir en Sarrió, fué a estepuntoconunacomisióndeVentura,aunqueélnoeraelencargadodehacer lacompra. Cuando llegó quiso ver lo que traía. Era una novela francesa que nopudotenerenlasmanosporqueVenturaseapoderódeellaalinstanteysefuéasucuarto.Nolecupodudadequeellibrotraíaentresuspáginasalgunacarta.Sepropuso entonces no dormirse aquella noche y saber de una vez la verdad.DespuésdecomercosióunratomientrasVentura leíaa la luzdelquinqué.Encuanto sonaron las diez ambas hermanas se retiraron a sus respectivashabitaciones.Ceciliaseechóunamantaporencimadeloshombros,apagólaluzysesentódetrásdeloscristalesdelbalcón.Esperóuna,doshoras.Alasdoce,próximamente,delanochepercibióentrelosárbolesdossombras.Aunquecondificultad, reconoció a Pachín y al hombre de la noche pasada, que esta vezadvirtióbienqueeraelDuque.Lasdossombrasdesaparecieronalinstanteentrelosárbolescercanosalacasa.Quedópetrificada.Unaoladeindignación,queseformóensupecho,subióaloslabiosyexclamó:—¡Quéinfame!¡quéinfame!—Siguió sentada en la silla y con la sien pegada al cristal, aturdida, llena deconfusión y vergüenza como si ella fuese la culpable. Al cabo de algunos

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minutos,estandoconlamiradafija,atónita,enelparqueviócorrerotrasombracon extraña velocidad hacia la casa. No pudo reprimir un grito de espanto.Quedóenpiecomosilahubieranalzadoconunresorte.Luego,trompicandoenlaobscuridadconlosmueblesylasparedessedirigióalcuartodesuhermana.Sehallabaentinieblas.Vacilóuninstanteenllamar:masderepenteseleocurrióseguiradelantepensandoqueVenturanopodíadelinquirtancercadeellaylasniñas.Alospocospasos,alrevolverlaesquinadeunpasillovióclaridad.Corrióhaciaella.Enelgabinetepersa,queeraunarotondaaisladaenciertomododelacasa, había luz. Dió dos golpecitos a la puerta diciendo por el agujero de lacerradura:

—Soyyo,Ventura.¡Abre!Gonzaloestáahí.

Lapuertaseabrió,enefecto.AparecióVenturamáspálidaqueunamuerta.ElduquedeTornosestabaenelotroextremo,ysedirigíaaunaventanaparasaltarporella.Ceciliacorrióhaciaélylesujetóporlosbrazos.

—¡No, eso no!No se consigue nada...Ventura, escapa... ¡Hacia la cocina!...Gonzalosubeporelcuartodepapá.

Lajovenhablabaenfalsetecontonoimperioso,lamiradafulgurante.

Venturanoselohizorepetir.Salióconprecipitacióndelgabinete.

Cecilia entonces arrastró alDuque con fuerzahaciaunode losdivanes, y ledijo:

—Siénteseusted.

Elmagnatelamiródemudado,ypreguntó:

—¿Paraqué?

—¡Siénteseusted,ledigo!—pronuncióconrabialajoven,yalmismotiempo,poniéndolelasmanossobreloshombros,leempujóhaciaabajo.

ElDuquesesentóalfin.Actocontinuo,Cecilia lohizosobresusrodillas; leechólosbrazosalcuello;reclinósucabezasobreladelnoble,llegandoaponerloslabiossobresurostro.

En aquel momento se oyeron pasos precipitados en el corredor. Se abrió lapuertaviolentamente,yaparecióGonzaloconelestoquedesenvainado.Cecilia

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volvió lacabezaydióungrito.El jovenretrocedióasustadoal reconocerasucuñada. Soltó el arma que empuñaba, empujó otra vez apresuradamente lapuerta,ysefuétropezando,llenodeconfusión,haciasucuartomatrimonial.

Ventura estaba leyendo tranquilamente a la luz de un quinqué. Al ver a suesposodelante,selevantóasustada.

—¿Quéeseso?¿Cómoestásaquí?

Cualquieractrizlecompraríadebuenaganaaquellaactitudylainflexióndelavoz.

Gonzalo se detuvo cortado, sin saber qué decir. Salió del compromisoexclamando:

—¿Nosabeselescándaloqueestápasandoennuestracasa?

—¿Qué ocurre?—profirió la joven viniendo hacia él, con la faz tandesencajada,quesiGonzalotuvieseuntemperamentoobservador,comprenderíaquenopodíasersolamenteporsupresencia.

Cerrólapuertayledijoaloído:

—¡TuhermanaestáenelgabinetepersaconelDuque!...¿Nosabesnada?...Dilaverdad—añadiócogiéndolaporlamuñeca.

Ventura se confundió, vaciló, tembló, bajó los ojos admirablemente. Al findijo:

—¿Cómoquieresqueyolosepa,Gonzalo?

—¡Nomientas,Ventura!—exclamóconademánfurioso.Enelfondosentíaunaalegríainmensa,infinita.

—Te digo la verdad... No lo sabía... Pero sospechaba algo... Por eso measusté...Cuandotúentraste,estabapensandoeniralcuartodeCecilia,aversiestabaenél...

—¡Qué atrocidad! ¡Qué escándalo!... ¡Pero ese infame!... Esmenester tomarunadeterminación...Debeconcluiresto,sinquenadieseentere...

—Sí,sí...¿Peroquéquieresquehagamos?

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—Yonosé...Hablaréa tupadre...No,a tupadre,no...Elpobre recibiríaungolpemortal...HablaréalDuque...¡Yaveremossiseresiste!

Justamenteenaquelmomentooyeronruidoenelcuartocontiguo.

—Cecilia entra en su habitación—dijoVentura.—Voy ahoramismo a hablarcon ella. Todo terminará y quedará en secreto... No quiero que tú tecomprometas,Gonzalomío—añadióechándolelosbrazosalcuello.

Gonzalohizoungestodedesdén.

—No, no; no quiero. Es mejor que yo hable con Cecilia... Aguárdame uninstante...

Sumaridoladetuvoaltiempodesalir,yladijoenvozbaja:

—Nodigaspalabrasfeas.Procuraestarprudente...Elinfameesél,quesehaaprovechadodesuestanciaennuestracasa...¡Quémiserable!

Venturasaliódelcuartoysedirigióaldesuhermanatemblandodesusto.Laheroica joven, cuando aquélla abrió la puerta, estaba en pie en medio de lahabitación, con los brazos caídos y la vista fija en el suelo. Ventura cerró lapuertacuidadosamente,ysedirigióaabrazarla,murmurandoconvoztrémula:

—¡Ohhermanamía,gracias,gracias!

Pero Cecilia la rechazó brutalmente con un gesto de orgulloso desprecio,exclamando:

—¡Lohehechoporél;noportí!

XVIII

DONDETIRADOÑABRÍGIDADELAMANTA

Cecilianovolveríamás.Comprendía lafealdaddesuconducta.ArrepentíasedehaberdadoocasiónparaquelosenemigosdeGonzaloleinjuriasen,dudandodelahonradezdesuesposa.Dabasupalabrayhacíajuramentosolemnedeque

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aquellas escandalosas citas nocturnas no se repetirían. Tal fué el recado queaquellanochetrajoVenturaasumarido.

En los días que siguieron, éste no se mostró irritado, ni aun severo con ladelincuente.TodasucóleraymalquerenciaeranparaelDuque.Leacusabadehaber abusado inicuamente de la confianza de su suegro para despertar en lapobre Cecilia pasiones que siempre habían estado dormidas. Tratábala conafabilidad, hasta con mimo, lo mismo que a un niño enfermo, queriendopersuadirlaaquenohabíaperdidonadadesuafecto.Masestaamabilidaderatanhumillanteparaella,veíasedetrásunhombretansatisfecho,tanalegredesuculpabilidad, que la joven la rechazaba con aspereza: no lograba, pormuchosesfuerzos que hacía, aparecer sensible a tal generosidad. Encerrábase en sucuarto sin atender como antes al cuidado de las niñas: aparecía tan seria yreservada a las horas de comer, que llegó a despertar la atención de donRosendo, con hallarse este gran patricio más que nunca absorto en la altadirección de la batalla del pensamiento que se libraba en Sarrió. Y con laperspicaciaque le caracterizaba, en seguida comprendióque se tratabade«undecaimiento físico y moral, procedente de la vida monótona de la aldea. Lajuventudpidelosuyo,yhayquedárselo».

—Túestásmal,Cecilia.Teveopálidaytriste.Necesitassalirdeaquíyvivirconmás expansión, en unmediomás a propósito para los jóvenes. Iremos apasarunpardemesesdeprimaveraaMadrid.Enlaaldeateasfixias,comounpájarodentrodelacampanadeunamáquinaneumática.

Estegranpensadorteníaavecessímilesfelices,arrancadoscomoelpresentealas ciencias físico-naturales. En la viveza con que la joven aceptó elofrecimiento,entendióque,comosiempre,habíadadoenelclavo.

Venturaaparecíacomoantes.Laterribleescenaquehabíapasado,elsacrificiodesuhermanaysujustodespreciodespués,nohabíandejadohuellaensuvida.Hacía lo mismo que antes. Se mostraba tan cuidadosa de su persona ydescuidada de las otras como siempre lo había sido. Sin embargo, cuando seencontraba con la mirada clara y penetrante de su hermana, bajaba la suyaprontamente.Desdelanochedelsuceso,huíadeencontrarseasolasconella.Erabienfácil,porqueCeciliatampocoteníadeseoalgunodecruzarlapalabraconlainfiel.

Gonzalo,enteramenteseguroyadeella,gozabadeestaseguridadcondeleite.

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Entre los esposos había habido con tal motivo una recrudescencia de cariño.Ventura lehabíaexigidoquenuncamásvolveríaadormir fueradecasa.El loprometió solemnemente. Pensando en la falta de su cuñada, se repetía confrecuencia:

—«DelaguamansamelibreDios,quedelacorrientemelibraréyo».Ydesdeentoncesnosóloperdonabaasumujeraquella ligerezay frivolidad,aficiónallujoycarácteraltaneroque tanto lehabíandisgustado,sinoque llegóaverenestosdefectosunagarantíadesufidelidad.Nohaynadiesindefectos,sedecía,yespreferiblequetengaéstosalqueyohabíaimaginado.

Cincooseisdíasdespuésdelsucesorelatado,ElJovenSarrienseinsertabaunagacetilladondepérfidamenteseinsinuabalamismaideaquelehabíaobligadoahaceraquellamemorableexcursiónnocturnaaTejada.Laleyósinemoción,conlasonrisaenloslabios,burlándoseensuinteriordelengañoquesusenemigospadecían.Sin embargo, comoal finy al caboerauna injuria laquevenía allíescrita,resolviócastigaralosinsolentes,aunquenodeunmodotrágico.Porlanoche se introdujo súbitamente de modo sigiloso en la redacción del JovenSarriense.Noestabanallíalasazónmásquetresredactores.UnodeelloseraeltraidorSinforosoSuárez.Sindecirlesunapalabra,cayósobreellosapuñadasypuntapiés, con tal maña y coraje, que no pudieron hacer resistencia. Cuandoalgunoselevantabadelsuelo,untremendorevésamanovueltale tumbabadenuevo. No sólo los tumbaba a ellos, sino también las mesas y los armarios,haciendomayor destrozo que un terremoto. Cuando se cansó de sacudirles labadana,saliómuytranquiloalacalleriendo.Acudíayaalasvocesdesocorroalgunagente;peroéllesdijo:

—Nada,señores,queseestánpegandoahíarribalosredactoresdelJoven...Aver,guardia,subaustedydigaaesagentequesicontinúandandoescándalomevoyaverprecisadoamandarlesalacárcel.

Cuandosesupolaverdaddelcaso,seriómuchoestasalida.LosdelCamarotesepusieronfrenéticos.PeroGonzalo,notantoporsucualidaddealcalde,comoporsuspuñosterribles,inspirabatalrespeto,quealfinseresignaronaquedarseconlajustísimapalizaqueatresdesuscolegasleshabíanadministrado.

Pasó el Carnaval sin gran animación.Ya no se formaban en Sarrió aquellascelebradas comparsas y cabalgatas, que llamaban la atención de toda laprovincia,yhacíandeestavillaunaVeneciaenminiatura.

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En otro tiempo, todos los vecinos tomaban parte en aquella inmensa,desenfrenada alegría. Los ricos no sólo proporcionaban sus coches y caballos,sino también abrían suscripciones para encargar trajes lujosísimos a Madrid.Estas comparsas iban arrojando anises, almendras y caramelos a los balcones,sin darse punto de reposo. Los bailes del Liceo, si no tan brillantes, eran tananimadosydivertidoscomolosquesecelebranenlospalaciosmásopulentosdelacorte.¡Oh,elCarnavaldeSarrió!¡Quiénenlaprovinciaseptentrional,dondeestossucesosseefectúan,dejarádetenerrecuerdosvivosygratosdeél!

Peroconlaluchapolíticaentregüelfosygibelinos,entrelosdelSaloncilloylosdelCamarote,todosehabíahuído.Cadacualseencerrabaensucasa.Sóloseveía por la calle tal cual empedernido máscara haciendo las delicias de unenjambredechiquillosqueleseguían.LosesfuerzostitánicosdedonMateonohabíanbastadotampocoaprestaranimaciónalosbailesdelLiceo.Envanoibaconferenciandocontodaslasniñascasaderasdelapoblación,paraarrancarleslapromesadeasistir,locual,enverdad,nolecostabagrantrabajo.Masencuantoelpapáseenteraba,fruncíaelentrecejoydecíagravemente:

—Yaveremos,donMateo,yaveremos.

Este veremos significaba, las más de las veces, una prudente abstención.Podían estar allí Fulano oMengano, con los cuales, el buen papá, no queríacompartirnilaatmósfera.

Elañoanterior,donMateohabíatratadoderesucitarelantiguobailedePiñata,de imperecederos recuerdos para todo buen sarriense, que se celebraba en elprimer domingo de cuaresma. El alcalde, que era a la sazón Maza, bajo elpretextoreligioso,ytratandodehalagaralosbeatosdelavilla,negóelpermisopara efectuarlo.Este año, el incansable viejo volvió a la carga conmás ardor.Gonzalo no tuvo inconveniente alguno en permitirlo. Luego se dió tan buenamaña para alborotar a la población, anunciando extraordinarias sorpresas, quehabíandesalirdeunfamosogloboencargadoaBurdeos,queconsiguióinspirarvivos deseos en todos de acudir aquella noche al Liceo. Por primera vez enSarrió,despuésdeunoscuantos años, el salóndeesta sociedadprometía estarmuy concurrido. Los días que precedieron a aquel domingo, lasmuchachas ymuchachos,ocomosedecíaentonces,laspollasypollos,lograronsofocarconsuspláticasypreparativoseldesagradablezumbidodelapolítica.Fuécomounmomentoderespirodelaaburridavilla.Venturita,encuantotuvonoticiadequese preparaba un baile de verdad, se apresuró a encargar a la modista un

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lujosísimovestido,paradisfrazarsedeIsabeldeInglaterrayotroparaCecilia,dedama de LuisXV. Esta se había resistido bastante a ir al baile. Fué tanto, noobstante,elempeñoqueGonzalopusoenello,sindudaparadistraerlaunpocodelamelancolíaenquehabíacaído,que,alfin,cedió.ConiraSarrióaprobarselostrajesydarinstruccionesalamodista,sedistrajeronalgunastardes.

Llegóelesperadodomingo.Gonzalo,queestuvieraocupado toda lamañana,almorzóenSarrió.CercayadelobscurecersevolvióaTejadaconelobjetodecomerconlafamiliaytraerasumujerycuñadaalbaile.Cuandollegó,éstasseestabanvistiendoyaensusrespectivashabitaciones.Ambassepresentaronenelcomedorunpocodespuésde lahoraacostumbrada,primorosamenteataviadas.Cecilia, como suele acontecer a todos los temperamentos serios cuando seanimansúbitamente,estabaencendidaylocuaz.Parecíahabersacudidolasideasnegrasquetantoobscurecíansurostroenlosdíasanteriores.Gonzalo,antesdeponerse a lamesa, bromeó graciosamente, tanto con ella como con sumujer.Mientras duró la comida no dejó de reirse a su costa con aquella ruidosa ycordialalegríaquelecaracterizaba.

—¿Vuestramajestadnoquiereunpocodechorizo?—decíadirigiéndoseasuesposa.Y luego, regocijadopor su frase, soltabauna largay sonoracarcajada,como las que debían lanzar los reyes bárbaros en sus festines, sacudiendo suenorme tórax con temerosas convulsiones. Su alegría de hombre sano y bienequilibradoera comunicativa.Nadiedejabade reirse cuandoa él se leocurríahacerlo. Aquella noche Ventura estabamuy amable y daba palmetazos en lasespaldas a su marido pidiéndole que callase, que no podía comer en paz.Después que concluyeron, cuando estaban tomando el café, sea por habersereído demasiado o por cualquier otra causa, la joven esposa se sintiómal delestómago.Lacomidalehabíahechodaño.Dijoqueteníaganasdedevolverla.Yenefecto,sefuéasucuartoyalpocoratovolviódiciendoquehabíaarrojadoyledolíalacabeza.Selehizote.Estuvoreposandosobreundivánalgúntiempo;maseldolorylaincomodidadnodesaparecían.

—Mirad; idos vosotros al baile. Yo me voy a meter en la cama—dijolevantandolacabeza.

Cecilia,porcuyamentecruzósúbitounasospecha,respondió:

—No;yomequedotambién.

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—¡Quétontería!—exclamólaenferma.—¿VaisaprivarosdelaúnicadiversiónquehayenSarrióhacetiempo,porunacosatanligera?

—Sí—replicóCeciliaconlamismagravedad.—Yomequedo.

—Pero,mujer,¡sisabesqueestaincomodidadlapadezcoyoamenudo!Esunpocodebilis.Encuantoduermacuatroocincohorasestoybuena.

—Puesyomequedo.

—Pues me obligarás a mí a ir enferma y todo—dijo con impaciencia,levantándose.

—TienerazónVentura,Huesitos—dijoGonzalocogiendoasucuñadaporloshombros y sacudiéndola cariñosamente.—Esto no es nada; lo ha tenido cienveces. ¿Por qué te has de privar tú de ir al baile?...Ea, ea, a tomar el abrigo.Ramónyahaenganchado.Sonmásdelasnueveymedia—añadióempujándolahacialapuerta.

Cecilia no pudo resistirse.Antes de salir dirigió una penetrantemirada a suhermana,queéstaseapresuróaevitarsentándosedenuevo.

Abajolesesperabaya,enefecto,Ramón,conelfamiliarenganchado.Llevabanelcarruajemayorquetenían.DonRosendoyPablito,quesehabíanquedadoacomerenSarrió,volveríanprobablementeconellosalamadrugada.Duranteeltrayecto,Gonzalosemantuvoalegreyhablador,dandomatracaasucuñada,lacualestabataciturnaendemasía.Eljovencreíaqueelrecuerdodelafatalescenaquenarramoslaatormentaba,yhacíavivosesfuerzospordistraerla.

LasociedaddelLiceosehallabaestablecidaen laúnicaalasanadeunviejoconvento derruído. Primero había sido escuela; mas cuando el ayuntamientoedificó el nuevo local, hacía ya algunos años, la sociedad, que tenía unomalísimo, se trasladó a éste, previo un arreglo o restauración que dirigió donMateoycostómuybuenoscuartos.Lostrabajos,sinembargo,selimitaroncasiexclusivamente al salón de baile y la escalera. La secretaría, el despacho delpresidente, lasaladeensayosde laorquesta,eranampliasydesnudascuadras,conelpavimentodemaderapodridoyroto,ylasparedesblanqueadas.

La escalera estaba bien iluminada y adornada con macetas de flores, queatestiguabanelceloyelgustodedonMateo.GonzaloyCecilialasubieronde

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bracero.Al llegar arriba atravesaronunavasta antesaladondegrannúmerodejóvenesseapresuraronaabrirlespasoysaludarlesconlafamiliaridadqueseusaen los pueblos pequeños. En el salón había ya bastantes damas, todasdisfrazadas,aunquelamayorpartedeellas,comoCecilia,sinmáscara.Paralossarrienses era aquello una sorpresa. En los cinco últimos años, los bailes delLiceo parecían visitas de pésame. Media docena de señoritas más o menosjóvenes, con los hombros y el pecho al aire, el rostro muy empolvado,departiendoenvozbajaalláenunángulodelvastosalón,mientrasasuladolasmamás sacaban tiras de pellejo a alguna amiga ausente. Otros tantos pollosdando vueltas en la antesala, el aire triste, la mirada opaca, abrochándosemutuamentelosguantesconlashorquillasdesushermanas.Generalmenteeranlosmismos.Cadapollobailabadoso trespolkas,rigodoneso lancerosconlashermanas de sus amigos.A las doce o doce ymedia salían todos en pelotón,remangándose los pantalones y las faldas respectivamente, y guareciéndosedebajodelosparaguas,charlandoenvozaltaaltravésdelascallessolitariasyhúmedas. Los vecinos, a quienes el sueño no tenía presos, decían:—«Ahorasalen del Liceo». Esto era todo. Don Mateo, firme, indomable, conservabatenazmente,conamorosoesmero,esteexiguorescoldodelfuegodelplacer.

Gracias a su perseverancia, aquella noche se convirtió en viva y animadahoguera.Lajuventuddelavillatuvofuerzasparaarrollarlasruinespasionesqueagitaban los pechos de sus papás, y entró en aquel solitario salón como untorrente desbordado, haciéndolo resonar con sus risas y pláticas, con chillidoshorrísonos:

—Alvaro,¿meconoces?¿meconoces?¿Porquénotecasas?MiraqueyavascaminandoparaVillavieja.

—Periquito,¿tegusto?...¿Quealcelacareta?...¿Paraquélonecesitas?Túnote enamoras de las caras y haces bien. ¡Teniendo de aquí... y de aquí! ¿Eh?Adiós,adiós,Periquito.

—Hola,Delaunay...Hola,monsieur.¿Cómovaesetranvíaaéreo?¡Quécosasseteocurren!¡Quégrancabezatienes!¡Lástimaqueseastandesgraciado!Dicenquenoereshombrepráctico.Sinembargo,supistearreglara lahijadelRato...Adiós,adiós...

—¿Quétal,Sinforoso?¿CuándotedanlamanodeCipriana?...Bientehacenpenar,hombre.¿PorquénolosamenazasconpasarteotravezalSaloncillo?

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Habíamuchasseñorascondominónegro,queeranlasquedabanestasbromas,demasiadovivasaveces.Lamayorpartedeellaseranviejas.Alasjóvenes,lesgustabamostrar el palmito y la esbeltez de su talle, con algún traje histórico.Había damas venecianas, romanas, del bajo imperio, hebreas, de la época deLuis XV, del Directorio, de Felipe II, y hasta pasiegas de los tiempos másrecientes. Había también, algunas gitanas, nigrománticas y cautivas. Veíansetrajes caprichosos y románticos, que no admitían clasificación; uno de nocheestrellada,otrodetulipán,otrodepalomaviajeraconunacartitaalcuello.Loshombresengeneralnollevabandisfraz:vestíanlalargaydesairadalevita,quesólo salía a relucir enocasiones comoésta.Sin embargo,veíanse algunos condominó,que les servíaparaacercarseyhablar a susnovias, sinpeligrode serinterrumpidospor lasmamás.Ungrupode jóvenes afiliados alCamarote, queveníandeestemodo,habíantenidolafelizocurrenciadedisfrazaradonJaimeMarín demaragato. Cuando le tuvieron vestido de esta suerte, le dijeron quemejorquecareta,conveníaquesepintase;alocualélseprestó.Tomóunchicoelpincelylacajadepinturas,yfingiendoqueleembadurnabaconmilcolores,lepaseóelpincellargoratoporlacara,mojadoenaguasolamente.PidióMarínun espejo para verse. Los maleantes jóvenes tuvieron buen cuidado de noproporcionárselo.Todosevolvíagritar:—¡Peroquébienestáusted,donJaime!¡quéhorrorosamentepintado!Nilamadrequelepariópuedeconocerle.Bajolafe de esta palabra, el buen Marín se dejó llevar al Liceo. Sus amiguitos leaconsejaron que no dejase de dar bromas a ciertas señoritas; a lo que élcontestaba,queseríancomosinapismos.Yenefecto,asíqueentróenelsalón,comenzóadirigirsealasmuchachasgritandoconvozdefalsete:

—Hola, Rosarito, ¿dónde has dejado aAnselmo?Ya sabemos que todas lasnochesalasdiezletirasunacartitaporelbalcón.

—¡Pero, don Jaime!—exclamaba la niña mirándole con sorpresa.—¿Ustedcómovieneasí?

—¡Diablo!Yamehaconocido—decíaelbuenMarínalejándose.

Dirigíaseinmediatamenteaotra,ypasabalomismo.

—Esparticular—concluyópordecirse.—Todasmeconocenalinstante...Seráporlavoz,porqueloqueespintado,¡loestoydeórdago!

Cuando estaba haciéndose esta reflexión, una mano huesuda le agarró por

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detrás.

—Granburro,bobalicón,zoquete,¿quiéntehametidoaquídeestemodo?

Erasuamadacompañera,laingeniosayseveradoñaBrígida.

—¡Anda,bestia,anda,quesiemprehasdeservirdepayasoentodaspartes!

Yaempujoneslofuésacandodelsalón.Labuenaseñora,queveníadisfrazadacon dominó y careta, luego que le dejó en la antesala con orden expresa yterminante de irse inmediatamente a casa, se volvió a meter en el centro delbaile,dondeteníaunasuntodeimportanciaqueresolver,comoluegoveremos.

RodeadoporungrupodemáscarasestabaelsimpáticodonFelicianoGómez.Sugranpirámidedecabezamondayreluciente,descollabasoberbiaporencima.Eran mujeres las que formaban círculo en torno suyo, armando algarabíainsufrible.Lasbromasqueleprodigabantocabanamenudoenlainjuria.

—¡Feliciano,milagro que te han dejado venir al baile tus hermanas! ¿Aquéhora te hanmandado retirarte?Dicen que doña Petra te castiga cuando llegastarde,¿esverdad?¡PobreFeliciano!¡Quéseverassontushermanas!Yaquenotehanpermitidocasarte,debierandarteunpocomásdelibertad.

El bravo comerciante, sin ofenderse, contestaba con sonrisa bondadosa aaquellasarpías.Alfin,cansadasdesupaciencia,ledejaronenpaz.

El adorablePablito, vestido correctamentede frac, conuna flor blanca en elojal,llevabaacabomientrastantolaconquistadeciertahermosahebrea,hijadeuncomandantedeartilleríaqueacababadellegar.Lapobrecilla,alverrendidoasuspiesaljovenmásricoymásapuestodelavilla,dejabaescaparportodoslosporos de su lindo rostro ruborizado, el gozo íntimo que le embargaba. ¡Quésonrisas,quégestos tanexpresivos!Lasmuchachasdelapoblaciónlamirabanconexpresióndeburla.Aquellasmiradasdecían:—«Goza,gozaunpoco,infeliz,queprontovendráeldesengaño».

Pablito,inclinado,sumiso,lavertíaaloídofrasesardienteseingeniosascomoéstas:

—AyercuandoveníadeTejada,lahevistoaustedconsupapá,tanguapetonacomosiempre.

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—¡Qué guasón! También yo le vi.Venía usted en coche abierto.Guía ustedmuybien.

—Esfavor,Carmencita.Guiarahoraesoscaballosnotienenadadeparticular,lo hace cualquiera. ¡Si los viera usted cuando los compré! El cochero de donAgapitoloshabíaechadoaperderenteramente;sobretodoelGallardo,eldelaizquierda,¿sabeusted?unpocomásobscuroqueelotro...Aquéleraunacosaperdida.Sicaeenotrasmanos,aestashorasnovaledospesetas.Hoyesmejorque el otro todavía...Cuestióndepaciencia, ¿sabeusted?—añadió con fingidamodestia.

Lalindahebreaprotestó:

—Vamos,nosehagaustedelpequeño,queyasabemosquelohaceustedmuybien.

—Paciencia y un poco de costumbre—repitió Pablito bañándose en agua derosas.

Después leexplicócon toda latitud loqueensuconceptoconstituíaunbuencochero.Lamano suavey firme almismo tiempo, el ojo vivo, castigar fuertecuandohacefalta,perosinirritarse; luegoungranconocimientodeloquesonlos caballos. Sin el estudio atento y reflexivo del temperamento de estosanimales,imposibleguiarregularmente.Carmencitaleescuchabaembelesada.

ACeciliaselehabíaacercado,pocodespuésdeentrarenelsalón,PacoFlores,aquel ingeniero que pidió su mano por mediación de Gonzalo. Desde que lajoven le diera calabazas, él, que, como hemos visto, sólo buscaba una mujermodesta, hacendosa y con algún dinero, se había enamorado de ella y laperseguía a sol y sombra. En Sarrió, al ver la persistencia del ingeniero enfestejar a la primogénita deBelinchón, se creía que apetecía sólo con ansia ladote. Era un error. Flores se había llegado a enamorar de veras. Si Cecilia sequedasepobrerepentinamente,lomismolaharíasumujer.Laconductadeésta,también era adecuada para encender su ilusión. A todos sus obsequios ygalanteríasrespondíasiempreconamabilidadygratitud.Nohabíapeligrodequela joven se retirasedel balcón cuandoél pasaba, ni esquivase su conversacióncuandoleencontrabaenalgunacasaconocidaolediesealgunodeesosdesairesquetantohacengozaralamayoríadelasmuchachas.Letratabacomounbuenamigo,guardándoletodaslasatencionesquesedebenalapersonaqueseestima.

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Pero en cuanto el ingeniero quería pasar adelante, pedía un poco de amor, unrayodeesperanza,siquieraparaeldíademañana,encontrabalamismanegativa,suave, firme y constante.Y lo peor era queCecilia, al negar, no lo hacía conplacer,sinoconrepugnancia,comosiledoliesecausardisgustoaunamigo.Estesentimientoheríaaúnmáselamorpropiodelpretendiente.

Después que bailaron un vals, sentáronse fatigados en un ángulo del salón.Floreslehabíacogidoelabanico,ylaabanicabarespetuosamente.

—Asíquisierapasarmelavida—dijoconacentosincero.

—¡Oh!Secansaríapronto—respondióCeciliasonriendo.

—¿Quiereustedprobarlo?

Lajovennocontestó.

—Noesusted,Cecilia,de lasmujeresquehastíanpronto.Poseeusteden sucorazónyensuinteligenciarecursosparatenersiempreasuspiesalhombrequela ame. Hace más de dos años que vivo enamorado de usted, y, en vez decansarme, cada vez me siento más ligado a usted, cada vez la adoro másperdidamente...hastaelpuntodeserlaburladelapoblación.

—Esonosepuededecirdeantemano—repusoella,unpococonmovidaporelfuego y la emoción que Flores había comunicado a sus palabras.—No es lomismo ver a unamujer cortos instantes, y hablarla de Pascuas a Ramos, quetenerlaasuladoeternamente.

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—¡Qué más quisiera yo, Cecilia! Tenerla junto a mí siempre, ¡siempre!—replicóenvozbajaytemblorosaelingeniero,jugandoconelabanicoymirandofijamentealsuelo.—Consagrarmividaaservirla,aadorarladerodillas...Yoséque haría usted feliz a cualquier hombre, pero a nadie tanto como a mí queconozco lasgrandescualidadesdesualma,queadivinoademásensucorazónsentimientosqueacasoseanenteramentedesconocidosparaotros...¡Esterrible!Esodequeustednomehagaconcebirlamásremotaesperanzadequealgúndía,por lejano que sea, mi cariño llegue a ablandarla, y me acepte siquiera poresclavo...

—Leaceptoporamigo,porbuenamigo—dijolajovengravemente.

—Amigo,¡oh!...Esaamistad,Cecilia,esunamuralladehieloqueseinterponeentreustedyyo...Comprendoquenotengoméritoalgunoparamerecerelamorde usted... que hay cien jóvenes en la villa que pudieran con más derechosolicitarlo...Peroloextraño,loquemeanimaydesanimaaunmismotiempo,esque usted no se ha fijado en ninguno hasta ahora... Su corazón permaneceocioso,indiferente...Digo,anoserquetengaustedalgúnamoroculto.

CeciliaseestremeciólevementeylevantóunpocolosojoshaciaelsitiodondeseescuchabalavozdeGonzalo.Despuésrespondióleconmásseveridadquedeordinario:

—Deje usted de estudiar tanto mi interior, Flores; primero, porque lo másprobableesqueseatanvulgarcomoeldelamayoríadelasmujeres,ysegundo,porque,sihubieraalgodeparticularenél,noseríafácilqueustedlodescubriera.

—No se ofenda usted, Cecilia. Este estudio es una prueba nada más de lomuchoqueustedmeinteresa.

—No me ofendo—replicó la joven procurando sonreir.—Voy a saludar aRosario.¿Quiereustedllevarme?

En la antesala, separada sólo por algunas columnas del salón, charlaban lospadres graves, echando ojeadas satisfechas a éste, donde veían a sus hijasdivertirse. Alguna vez, se destacaba un máscara del baile, y venía aembromarles. Era alguna vieja contemporánea que les hacía reir y toser hastareventar con historias antiguas. Don Rosendo charlaba en un rincón con donMelchor de las Cuevas. Explicábale un vasto proyecto de puerto, grandioso

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como todos los suyos. Porque no es posible representarse bien lo que habíacrecidolaciencia,yagrande,deBelinchónenlosúltimosaños.Eraunacienciamás intuitiva que adquirida a fuerza de estudio, como acontece a todos losgrandeshombres.Alprincipio,cuandoibaaescribirenElFaro sobreun temaquenoconocía,mostrábasereceloso,vacilante,tímido.Masencuantoaprendióbienlostópicosdelperiodismo,ytuvoasudisposiciónunabuenacantidaddefraseshechas, y sobre todo, en cuanto recibióundiccionario enciclopédico enquincetomos,quelecostónomenosdedosmilreales,¡aquellosíquefuécortaryrajar!Nohuboasuntooproblemacientífico,social,económicoypolíticoenquedonRosendodejasedemeter lacucharadacongranlucimiento.Setratabade la peste que hacía estragos en el ganado: don Rosendo buscaba en sudiccionario las palabras ganado, caballo, toro, carnero, forrajes, industriapecuaria,etcétera,yasíqueleíaloquedecíasobreellas,tomabalapluma,ysugenio periodístico se encargaba de trazar uno o varios artículos, rebosando defilosofía y erudición. Venía, como ahora, la cuestión del puerto, y acudía aldiccionario enbuscade las palabraspuerto, dársena,mareas, dragas, vientos,etc. Siete artículos llevaba escritos y publicados a la sazón, para demostrar lanecesidaddeconstruirunagrandársenafrenteaSarrió,enunpuntodenominadoFonil.Parecíaunmarinoconsumado,hartodesurcarlosmares,encanecidoenelestudio de los problemas hidráulicos. Sin embargo, el señor de las Cuevas,aunque pasmado de aquelmodo de barajar términosmarítimos, alguno de loscualesniélmismoconocía,torcíaelgestoalasexplicacionesverbalesquedonRosendoledaba.Concluyópordecirle,poniéndolelamanoenelhombro:

—Desengáñeseusted,Belinchón:enladársenadeusted,convientoentabladodelNoroeste,noentrannilassardinas.

Elquemásgozabaenestafiesta,¿quiénlodiría?eraunanciano,elbuendonMateo,aquiensedebíaexclusivamente.Paraél,aquelbailesignificabaunodelosgrandestriunfosdesuvida.Mástrabajolehabíacostadocongregarallíalosenconadosvecinosdelavilla,quetomarunreductoaloscarlistasenlaaccióndeGuardamino.Nocesabaentodalanochedeandar,mejordicho,dearrastrarsedeunladoaotro,expidiendoórdenesaloscriados,alconserje,alaorquesta.

—Gervasio, ahora las bandejas de dulces... ¡Coged uno de cada lado,mastuerzos!—¿Quéquiereusted,señorAnselmo?¿Pidenlosmuchachosqueenvezdevalssearigodón?Puestoqueustedrigodón.—Aver,pollos,quehayunaporciónde señoras en el tocadorqueno tienenparejapara salir.—¡Marcelino!

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¿dónde se ha metido Marcelino? Baja al portal, que un pillo ha tirado unapedradaal farol,y loharoto.—¡Pero,donManuel,sinosonmásque lasdos!¿Sequiereustedllevaryaalasniñas,yaunnohemosrotolapiñata?

Aquella noche estaba rejuvenecido el buen señor. Gozaba por todos losjóvenes,comolosmísticosgozanenunacomunióngeneral.Devezencuandosusojosopacosse fijabanporencimade lasgafas,enelglobodemaderaquecolgaba enmedio del salón, y lo acariciaba con una sonrisa de placer. Aquelprimoroso artefacto, venido de Burdeos, estaba pintado con rayas azules yblancas.Pordebajodeélpendíaunamultituddecintasdevarioscolores,todaslascuales,menosuna,quedaríanenlasmanosdelasseñoritas,altirarporellas.Alaquedieraconlacintaqueabríalapiñataseleadjudicabaelglobo,cargado,sinduda,deconfites,y,segúnsedecía,dechucheríasmuylindas.

Gonzalo, en el medio del salón, mostrábase también alegre, departiendocuándoconuna,cuándoconotradama.Habíabailadoconsucuñadaunrigodón,yunapolkayunvalscondosamigasdesuesposa.Sudabacopiosamente.Nocesabadelimpiarselafrenteconelpañuelo.Sugranfiguradecoloso,descollabacomounatorreporencimadetodaslascabezas.

—¡Quéanimadoestáelseñoralcalde!—ledecíaunadamadelbajoimperio.

—HayqueaprovecharsedelaausenciadeVentura—respondíaeljovenriendo.—¿Dóndeestásumarido,Magdalena?

—Porahíanda.

—Baile usted conmigo esta polka. Vamos a engañar a nuestros cónyugesrespectivos.

—Nopuedo.LatengocomprometidaconPeña.

Mientrasasícharlabacontodoslosqueseleacercaban,unamujerrebujadaendominónegro,conmáscaradelmismocolor,noleperdíadevistaunmomento,situadaahoraenunpunto,ahoraenotro;pero siempreacortadistanciadeél.Por los agujeros de la careta se veían dos ojos lucientes y fieros. Era doñaBrígida,laingeniosacompañeradelrebajadoMarín,queacechabaelmomentooportuno, comoelbarítonodeUnballo inmaschera para dar la puñalada.Lavíctima allí, era un príncipe; aquí, nada más que alcalde. Las razones que laeminenteseñorateníaparameditartalcrimen,noserántanpoderosascomolas

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del barítono a los ojos de un hombre; mas de seguro lo parecen a cualquiermujer.ElFarodeSarrió,ensuafándemorderatodoslossociosdelCamarote,asusparientesyamigos,lahabíaemprendidodesdehacíatresocuatromeses,conlaesposadeMarín.Salieronarelucirtodoslossecretosdomésticos;lavidadel matrimonio, la dependencia y degradación de Marín fueron puestas encaricatura.Secontabanaestepropósito,enletrasdemolde,todaslasanécdotasmás omenos chistosas que corrían por la villa, y algunasmás descubiertas oinventadas por losmaleantes redactores.Y como si esto fuera poco, no habíanúmerodelcitadoperiódicoenquedeunmodouotronosehiciesemencióndelapelucadedoñaBrígida,queportalcircunstanciahabíallegadoaserpopularenSarrió.La irritación, la rabia,elodioyeldeseodevenganzaquesehabíandespertado en esta señora, nadie se los puede figurar.Baste decir que, cuandoveía a cualquier redactor de El Faro en la calle, empalidecía horriblemente;costabagrantrabajoimpedirqueselearrojasealcuello,comoungatorabioso.Hasta entonces no había podido satisfacer aquella ansia de venganza que ladevoraba. Por eso ahora, contemplando a Gonzalo, se relamía de gozo, seestremecía de anhelo, como el tigre que divisa la presa. Aprovechando uninstanteenquenadiehablabaconél,sefuéhaciaélmuyquedoypordetrás.Yponiéndoserepentinamentedelante,escupiómásquedijoestaspalabras:

—Gonzalo,¿cómoerestanborrico?Estássiendolaburlaylarisadetodoelmundo. No hay una sola persona en el baile que no sepa que tu mujer estádurmiendoaestashorasconelduquedeTornos.

El jovenquedócomosi lehubierandadoconunmazoen la frente.Sepusodensamente pálido. Trató de agarrar a la infame máscara para arrancarle lacareta; mas no le fué posible. Doña Brígida se había escabullido como unaanguila por entre la gente.Comohabíamuchas señoras con elmismodisfraz,imposiblesaberquiénera.Entoncesseapresuróasalirdel salón.Laspalabrasaquellaslesonabandentrodelacabezacomoferocesmartillazos.Temiócaerse.En la antesala respondió con sonrisa estúpida a las frases amicales que ledirigían.SutíodonMelchor,viéndoletanpálido,vinohaciaél:

—Quétienes,Gonzalillo:¿tesientesmal?

—Sí...Voyatomarunatazadete.

—Teacompaño.

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—No,no;vuelvoenseguida.

Ycorrió,dejándoleplantadocercadelapuerta.

Bajólasescaleras.Seencontróenlacallesindarsecuentadeloquehacía.Elaire frío de la noche le refrescó la cabeza y le hizo volver en su acuerdo.SúbitamentetomólaresolucióndepartiraTejada.Buscóconlavistaelcocheynolevió.SindudaRamónestabaencasaaún.Miróelreloj.Noeranmásquelasdosymedia.Dirigióseapasolargohacialacasadesusuegro,enlaRúaNueva,mas cuando hubo dado unos pasos, advirtió que iba sin sombrero y de frac.VolviósealLiceo.Alprimercriadoconquientropezóenlaescalera,lepidióquelebajaseelsombreroyelabrigo.

Cuandollegóacasa,Ramónestabaenganchandoya.

—Ramón,vasallevarmeahoramismoaTejadaatodoescape.

Elcocherolemiróconsorpresa.

—¿Sehapuestopeorlaseñorita?

—Me parece que sí—respondió metiéndose en el coche.—Para antes dellegar...enlarevueltadelmolino,¿entiendes?

—Teme asustar a la señorita, ¿verdad?—preguntó el cochero con granpenetración.

Nocontestó.

Los caballos partieron a escape, haciendo bailar el coche ásperamente porencimadel empedradodesigual de la villa.Gonzalono advirtió siquiera aquelmovimientoquelesacudíarudamentelasvisceras,nieltránsitoalacarreteraaldejarlapoblación.Todasuatenciónestabafija,concentradaenunpunto.¿Seríaverdad,ono?Desgraciadamente,sinsaberélmismoporqué, laconviccióndequesuesposaleestabaengañando,entrabaensualmayseenseñoreabadeella.CuandohabíavenidoaTejadaapie,hacíadosmesesescasos,estaconvicciónnoquería entrar. Por mucho que hacía para convencerse de que la delación delperiódicoeraverdad,sumenteysucorazónsenegabanadarleasenso.Ahorasucedíatodolocontrario.Sehacíainfinitasreflexionesparapersuadirseaquelaacusación de la encapuchada no eramás que vil expresión de la envidia y eldespechoenalgúnenemigooculto,yapesardeellasnopodíamenosdedarlafe.

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Cuandoelcocheparó,nosediócuentadeltiempoquehacíaquecaminaba;lomismopodíaserundíaqueunminuto.Saliódesusueñoybrincódelcarruajealsuelo.

—Ahora vuélvete por la familia—le dijo aRamón,—yno digas queme hastraído.Nohaynecesidaddeasustarles.

Sedirigiólentamentehacialapuertadelparque,queestabaaunosdoscientospasos,mientrasel coche sealejabaen sentidocontrario.Cuando llegó, la tocóconmanotrémula.Estabaabiertacomolaotravez.Sintióunfríoextrañoenelcorazónqueleobligóadetenerse.Entróalfinconcautela,yquisoversiestabala llavepordentroparacerrarla;perono lahalló.Lanochenoestabaclaraniobscura;elcielotoldado.Llovíaunaguamenudísima,muyfrecuenteenelpaís,queimpregnaalcabolaropacomolagorda,yaunmejor.Nohacíaruidoalgunoalcaersobre losárbolesyplantasdelparque;peroaquéllos,empapadosya,alser heridos por una ráfaga de viento, dejaban escapar multitud de gotas, unverdadero chubasco, que sonaba sobre los caminos con suave y fugazrepiqueteo.

Gonzalo se acordó de que no traía arma alguna. Pero alzó los hombros condesdén, con una confianza absoluta de que si llegara el caso no iba a hacerlefalta.MiróatodosladosaversidescubríaelcaballodelDuqueynolovió.Loquesípercibiófuélasombradeunhombredeslizándosealtravésdelosárboles.Corrió hacia ella,mas se desvaneció al instante. Figúresele que era Pachín, elcriado,yleacometiólasospechadequeélerael traidorqueabríalapuertaalDuque.Despuésdelanocheaquellaenquehallóasucuñadaconéste,sehabíadedicadoaaveriguarquiéneraelquedentrodecasaleprotegía,sinlograrnada.EnquienmenospodíasospechareraenuncriadotanantiguocomoPachín.

Pensó entonces en que podía ir a avisar a los traidores, y tomó otra vez ladireccióndelacasaalacarreraparaganarleporlamano.Subiódenuevoporlaparra al cuarto de su suegro.Esta vez, el balcón estaba llegado nadamás.Depuntillas, pero velozmente, se dirigió al gabinete presa por un movimientoautomático, como si, habiendo encontrado allí al Duque una vez, fuese denecesidadqueestuviesesiempre.Grandefuésuestuporalencontrarlodesiertoyobscuro.Quedóunmomentoclavadoalsuelo.Peromovidosúbitoporunaidea,corrióalcuartomatrimonial,dondeVenturadormía.Hallólocerradopordentro.Llamóconlamano.

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—Ventura,Ventura.

—¿Quiénestáahí?—gritódeadentrosuesposaconvozextraña,indefinible.

—Soyyo...abre,abrepronto.

—Estoyenlacama.

—Noimporta,abrepronto.

—Déjamevestirme.

—No;abreenseguidaorompolapuerta.

—Voy,voyallá.

Eljovenaguardóuninstante.Envezdelapuerta,creyópercibirqueseabríaelbalcóndelcuarto.

—¡Abre,Ventura!—gritóconfuror.

Ynorecibiendocontestación,dióungolpealapuertaconsupoderosapiernadecíclope,ehizosaltarelpestilloconestrépito.Elcuartoestabaentinieblas.

—¡Ventura,Ventura!—gritó.

Nadiecontestó.Sacóconmanotrémulaunacerilla,ypaseóunamiradadelocopor lahabitación.Suesposaestabaencamisaacurrucadaenun rincón,pálida,desencajada.Gonzalonodetuvolosojosenella.Miróatodaspartesenbuscadealgo,y,percibiendoelbalcónentreabierto,se lanzóhaciaél.Abrió.Viócorrerentrelosárbolesunacosablanca,elbultodeunhombreenmangasdecamisa.Nosedescolgó.Saltódeunbrincoal jardín,ycorrióhaciaélcomounasaeta.Maselhombreyallegabaalapuertadehierro,laabría,desaparecía.Gonzalolesiguiópocodespués,peroalecharunamiradaentorno,levióentrelassombras,montadoacaballo,lanzándosealacarreraendirecciónaNieva.Comprendióenseguidaqueerainútilperseguirle.Animado,noobstante,deunaesperanzaloca,volviócorriendoalascuadras,sacósuhermosocaballodesilla,y,poniéndoleunfreno,saltósobreélenpelo,yselanzóigualmenteaescapeporlacarreteradeNieva.No llevaba espuelas ni látigo,mas el bravo animal obedeció a su voz,mejordicho,asusrugidos,ytomóunescapeviolentísimo.Losojosdelcaballoveían el camino. El no percibía delante de símás que un gran agujero negrodondeibaasumirse.Losaltosálamosqueorlabanlacarretera,pasabanraudosa

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suladocomonegrosfantasmas.

—¡Up,up,up!

Elnoblebrutovolabacomosileclavaseelacicate.Asícorrióporespaciodemediahora.

—Esimposible—sedijo.—Sucaballoesaúnmejorqueelmío,ymellevabaunadelanteradedostirosdefusillomenos.

Mas cuando se iba haciendo esta reflexión, y vacilaba en tirar del freno alcaballo,pasópordelantedeotro,queestabaaunladodelacarretera,ensilladoysin jinete.Paróen firmeal suyocon trabajo.Dió lavueltaparaver loqueeraaquello.ReconocióenseguidolajacainglesadelDuque.

—¡Oh—rugió,—yaeresmío!

Porqueseimaginóenseguidaquehabíacaído.Apeóseyreconocióelterreno,pero no dió con el jinete. Encendió cerillas, y nada, no encontró rastro delDuque.—«Puede ser que oyendo el galope de mi caballo, y temiendo que lealcanzase, se haya escondido por aquí cerca»—se dijo. Saltó a los prados,reconoció todo lo escrupulosamente que pudo a la luz de las cerillas losalrededores,miródetrásdelossetos,escudriñólamaleza,siguióunbuentrecholaorilladeunarroyoquehabíaalaizquierda.Peroseagotólacajadefósforosantesquepudiesetoparconsuenemigo.Diólavueltadesesperado,bramandoderabia.

SiefectivamenteelduquedeTornosandabaporallíescondido,¡québuenratodebiódehaberpasado!

XIX

ENQUEDAFINLAPRESENTEHISTORIACONALGUNOSNOTABLES,CUANTOTRISTESSUCESOS

Ventura, así que vió desaparecer a su esposo por el balcón, se vistióapresuradamente.Saliódelcuartoenbuscadealgúncriado.Justamentellegaba

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Pachín,conunaluzenlamano,conlafazdescompuesta.

—ElseñoritovacorriendodetrásdelseñorDuqueporlahuerta—dijo,convozapenasperceptible.

—¿Loalcanzará?—preguntó la infielesposa,muypálida,aunquerepuestayabastantedelsusto.

—No lo creo. El señor Duque tiene el caballo amarrado al lagar de Antón.Llevadelanteraparapodermontar,yentoncesimposibleseguirle.

—¿Dóndemeescondoyo?Sivuelve,memata.

—Lomejorseríasalirdecasa,señorita...Vengaconmigo.

La joven lesiguióal travésde lospasillos.Bajaron laescaleradeservicio,ysalieronporlapuertadelacocina.Pachínqueríallevarlaacasadelpárroco,quela tenía no muy lejos de la posesión. Cuando salieron al jardín, vieron venircorriendo a Gonzalo hacia la casa. Sólo tuvieron el tiempo preciso paraescondersedetrásde lawashingtoniapróximaalcomedor.Desdeallí levieronentrar en la cuadra, sacar el caballo y partir a escape.Ventura creyómorir demiedo.

—No,no,yonoquiero ir acasadel cura.Puedevolverpronto,yel curanopuededefendermedeél...Esunpobreviejo...QuieroiraSarrió.

—¿Pero,señorita,aSarrióaestashorasylloviendo?

—¿Nohayningúncarruaje?

—Hay la berlina; pero faltan los caballos... Aguarde usted un poco, voy aponerlelasvaras,yengancharemoslajacadelseñoritoPablo...Norespondodequetire.

—¡Deprisa,deprisa!

Todolomásquepudo,Pachínhizoloquedecía.Venturasemetióenelcoche,y partieron. Aunque al principio la jaca se rebeló un poco, puesta ya en lacarretera, con la querencia de la cuadra deSarrió, donde estabageneralmente,anduvo bastante bien. La joven ordenó al criado que la llevara a casa de donRudesindo,concuyaseñoramanteníabastanterelación.Allíserefugió,yestuvohastaquesupadre,dosotresdíasdespuésdelsuceso,lallevóaMadrid.Deallí

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aOcaña,enunodecuyosconventoslaencerró,poracuerdodeélyGonzalo.Elgranpatricionoteníagranapego,comosabemos,alasreligionespositivas;pero«mientras la sociedad no dispusiera de otros medios coercitivos para ciertastransgresionesdelamoral,forzosoeraacudirendemandadeellosalasantiguasinstitucionessociales,siquierafuesentanviciadasydeficientescomoéstas».

VolvamosahoraaGonzalo.PasótodoeldíacerradoenTejada,enunestadodeagitaciónpróximoalademencia.Laúnicapersonaqueseatrevióaentrarensucuarto fué don Rosendo. Aunque adornado con perífrasis y redundanciasperiodísticas que acreditaban su temperamento de escritor, supo hablarle unlenguaje digno y generoso. Se ponía incondicionalmente de parte de él, ymaldecía a su hija «cuya conducta incalificable, barrenando (últimamente lehabíacogidomuchaaficióndonRosendoalverbobarrenar),almismotiempo,lamoral, el derechoy las prácticas sociales, la ponía fuerade todaprotecciónlegal y familiar». El fué quien propuso encerrarla provisionalmente en unconvento. El pobre Gonzalo, abatido, convulso, no le contestó una palabra.Escuchábale paseando por la habitación en sentido diagonal, lasmanos en losbolsillos,lamiradahúmedaysiniestra.Tansólolevantólacabezaparadecirconfirmeza:

—Lléveselausteddondequiera...¡Peroquenoveaamishijas!Noquieroquesuslabioslastoquen.

Alobscurecerentróuncriadoaavisarlequedosseñoresquehabíanllegadoenuna carretela, deseaban hablarle con urgencia. En seguida le cruzó por elpensamientoloqueaquellosignificaba,yseapresuróacontestar:

—Queentren.

EntrarondoscaballerosdeNieva.ElunoeraelmarquésdeSoldevilla,hombredemediaedad,enteramenterasurado,colorerisipelosoydientesamarillos,quehablaba muy alto para aparecer campechano: el otro, un coronel retirado,llamadoGalarza,viejo,canoso,yhombredepocaspalabrasyamigos.VeníandepartedelDuqueaarreglarunasuntograve,quehabíaacaecidolanochepasada,en el terreno del honor. El duque de Tornos no quería dejar al señor de lasCuevassinlareparaciónqueledebía.Huirenaquellaocasión,noentrabaensuscostumbresycarácter,nieradignodesujerarquíasocial.Peroalmismotiempo,en interésdeGonzaloydeélmismo,exigíaque todose llevaseacaboconelmayorsecretoposible.

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Gonzalo dejó hablar al Marqués, que fué prolijo hasta la impertinencia, sinpestañear,afectandounatranquilidadquenosentía.

—Está bien—dijo cuando terminó.—Acepto, desde luego, el desafío. Estoypronto a realizarlo como y cuando ustedes gusten... Un poco original es—añadió, al cabo, con risita nerviosa, que disfrazaba mal la cólera que ledominaba.—UnpocooriginalesqueseaelseñorDuquequiendesafía,siendoyoelofendido.Eseacto,alaverdad,másqueenlacaballerosidadpareceinspiradoenelmiedo.

—Señor de Cuevas—interrumpió agriamente el ex coronel,—nosotros nopodemosconsentirqueennuestrapresenciasepermitaustedesasapreciaciones.

Gonzalo le miró con ojos distraídos, como si no hubiese oído, y siguiódiciendo:

—En realidad, yo podía y hasta debía rechazar este desafío, porque no escostumbre que los hombres decentes se batan con los granujas, aunque éstosllevenuntítulodelreino.

—SeñordeCuevas—profirióGalarzamontandoencólera,—estoesinsufrible.Yonotoleroqueustedhabledeesemodo.

—ElduquedeTornosesunganuja,¿sabeusted?—respondiómirándolefijayprovocativamentealosojos.

Laverdadesquehubiera sidogran temeridadmeterseconGonzaloenaquelinstante.Galarzasepusopálido,ydijolevantándose:

—Estáustedensucasa.Yomeretiro.

—¿Quiere usted que vaya a decírselo fuera?—exclamó impetuosamente,levantándosetambién.

—Señores—gritóconvozcascadaelMarqués,—unpocodesosiego.Galarza,notieneustedderechoairritarse.Elgénerodeofensaquenuestroapadrinadohahecho al señor (y siento tener que referirme a ella), le disculpa paraextralimitarse en la apreciación de su carácter. Creo que en el momento queaceptaelduelo,hacebastanteyatenúaporcompletoelsentidodesuspalabras,hijasdelairritaciónnaturalenqueseencuentra...

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Gonzalo estuvo por dejar caer la mesa, que tenía delante, sobre el necioconciliador. Permaneció inmóvil y silencioso, no obstante, porque deseaba yaardientementeversefrenteafrenteconelDuque.Elexcoronelvolvióasentarsearuegosdesucompañero.Portemorasutemperamentoirritableoporvengarse,novolvióapronunciarpalabra.

Gonzalomanifestóquenombraría a dos amigosparaque se entendieran conellos,loscualesiríanaldíasiguienteporlamañanaaNieva.Porlotantopodíanvolversedesdeluegoaestepueblo,anoserquelehiciesenelhonordesersushuéspedesaquellanoche...

LosamigosdelDuquedieronlasgracias:sedispusieronamarcharse.Cuandoya estaban en pie les dijo Gonzalo dirigiéndose, por supuesto, solamente alMarqués.

—Deseo que tanto las conferencias que celebren ustedes conmotivo de estelance,comoellancemismo,serealicenenNieva...Porque—añadióconacento,mitad sarcástico,mitad enternecido,—pormás que a ustedes les parezca raro,todavíahayenestacasapersonasquemeaman.

Lospadrinosprometieroncomplacerle,yseretirarondandolavueltaaNieva.

Cecilialosviópartirysepusoarondarelcuartodesucuñadosinatreverseaentrar.Este,alsalirenbuscadePablito,se la tropezóenelpasillo,queestabamedioaobscuras.La joven lecogió repentinamente lamano, se laapretóconfuerza,yclavándoleunamiradaanhelante,ledijo:

—Notebatas,Gonzalo.

Eltuvofuerzasparadisimular,exclamandocondesprecio:

—¡Me había de batir yo con ese canalla! ¡Nunca!... Le mataré donde leencuentre...

Creyóensuspalabras;perovolvióadecirleconvozconmovida:

—Hazloportusinocenteshijas.

—Pormis hijas... y por ti—respondió acariciándole afectuosamente el rostroconlamano.Yseapresuróaalejarse,porquelaemociónleahogaba.

CuandohallóaPablo,ledijoreservadamente:

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—Contigopuedohablarconfranqueza.Eresunhombreysabesbienquehayenlavidacosasinevitables.AcabandeirselospadrinosdelDuque,yacabodeengañar a Cecilia prometiéndole no batirme. Como tú comprendes, eso esimposible...

—¿Porqué?...No:túnodebesbatirte...¡Yosoy,yo,elquehademataraesemiserable!—exclamófogosamenteelhermosomancebo.

—Gracias, Pablo, gracias—respondió Gonzalo gravemente con voztemblorosa, apretándole la mano con efusión.—Eso no puede ser. Medita unpocosobreelasunto,yverásqueteengañantusbuenosdeseosyelcariñoquemetienes.

Costómuchotrabajoconvencerle,sinembargo.AtodotrancehabíadeserélquiendesafiaraalDuqueprimero,yponíaenprensasunomuyrepletocerebro,parabuscarargumentosquelohiciesennaturalylógico.Sólodespuésdelargadiscusiónyquedandoenque, siGonzalosucumbíaosalíaherido,él retaríaalDuque,sedejópersuadirdemalísimagana.

Habíaenaquellaadhesiónycariñoquetodalafamilialemostraba,enlofrancay resueltamente que se ponían de su parte y rechazaban con horror a laextraviadahijayhermana,algoqueaGonzaloleconmovíaylesofocabaaunmismotiempo.Esteprocedertandigno,leobligabaaélausardegenerosidad,nomentandoen la conversaciónelnombrede la infiel,queen sus labios sólopodíairacompañadodeunepítetoinjurioso.Pablitonoselosescatimaba.Peroélcomprendíamuybienquenodebíaseguirle.

—Mira,mañanaaprimerahora,tevasaSarrióyllevasunascartasqueyotedaré,aAlvaroydonRudesindo.QueseponganinmediatamenteencaminoparaNieva... procurandonoasomarse a lasventanillas cuandopasenpor aquí.Quearreglen el asunto lomás pronto posible y envíen el aviso del día y la hora aSarrió. Tú lo recibes allí y me lo traes inmediatamente... Después ya mearreglaréparasalirdeaquísinquetupadreyCecilialoadviertan.

Cumplió su cometido Pablo, saliendo al amanecer para Sarrió a caballo.Cumplieronelsuyotambién,PeñaydonBudesindo,trasladándoseaNievaactocontinuo.Gonzaloviópasarelcochequelostransportaba,desdeelbalcóndesucuarto.

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ElescándaloenSarrióhabíasidoterriblecomodebesuponerse.Nosehablabadeotracosa.LosamigosdeBelinchónandabanmustios.Nofaltabanentreellos,sin embargo, quienes creían que le estaba bien empleado a donRosendo, porhabercriadocontalmimoasuhijamenor,yhaberlaconsentidotomaraquellasínfulas y aires de princesa. Los enemigos se bañaban en agua de rosas, yprocuraban aumentar con mil trazas el escándalo. Las pocas personasimparcialesquehabíaenlavilla,selimitabanacompadeceralpobreGonzalo,yacensurarelproceder repugnantede la ingeniosaseñoradeMarín(puesyasesabíaqueeraellalaqueprendierafuegoalamecha).Muchoscuriosospasabanpordelantede lacasadedonRudesindomirandoconatencióna losbalcones,preguntandoa loscriadosquesalían,husmeando,enfin, loquedentropasaba.SedecíaqueVenturaestabamuytranquila,ypocoarrepentidadesuconducta,quehabíacomidocomosi talcosa,yquehabíacharladoyreídotodala tarde,conlaesposadelfabricantedesidra.

Alaatenciónávidadeloscuriosos,tampocopudoocultarselamarchadeésteparaNievaencompañíadePeña.Enseguidasesospechóelobjeto.Corrióporlavilla como una chispa, la noticia de que Gonzalo se estaba batiendo con elDuque,nosesabíadónde.

DonMelchordelasCuevasvivíasoloconuncriadoyunacriada.Lanochedelbaile se había retirado a su casa, pasando antes por la de Belinchón. Allí ledijeronqueelseñoritoGonzalosehabíaidoaTejada.Elancianosospechóqueno sintiéndose bien, se iría ameter en la cama.Al día siguiente, élmismo sesintió un poco indispuesto, porque no estaba acostumbrado a trasnochar, y sequedóencasa.Mandó,sinembargo,alcriadoaladeBelinchón,apreguntarquésabíandesusobrino.Enteróseelcriadoinmediatamentedeloacaecido,peronoseatrevióadecírseloasuseñor.LetrajoelrecadodequeGonzalosehallabaenTejada bueno. Pasó aquel día así. Pero al siguiente, martes, oyó el criado laespecie de que el señorito se estaba batiendo con el Duque, y entonces, portemordeincurrirenresponsabilidadoporquecreyesequesuseñorpodíaevitaruna desgracia, le dió cuenta de todo, aunque con algunas precauciones. DonMelchor,heridoenlomáshondodesucorazón,selevantóconvulsodelabutacaypidióqueinmediatamentefuesenabuscaruncochequeletrasladaseaTejada.Encuantoestuvoalapuerta,semetióenél,ordenandoalcocheroquefueseatodoescapealaquintadeBelinchón.

Conquienprimerotropezófuéconéste,quienlerecibióconalgunaconfusión

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yvergüenza,comosielpobre tuviesealgunaparteen ladesgraciaquepesabasobreGonzalo.DonMelchorestuvounpoco fríoconél,no intencionalmente,sinoporelanheloqueteníadeverasusobrino.DonRosendolecondujohastala puerta de su cuarto, y allí le dejó. El señor de las Cuevas llamó con losnudillos.

—¿Quiénva?—preguntarondeadentroásperamente.

Levantóelpestillosincontestar,yentró.Gonzalo,queestabaenpieenmediode la estancia, se puso rojo como una brasa al ver a su tío. Este le oprimiófuertementecontrasupecho.Laslágrimascorrieronabundantesporlasmejillasdel joven. Nadie le había visto llorar en aquellas críticas circunstancias. Peroaquelancianoeraelpadredesuinfancia,yaélpodíamostrarsinvergüenzalasllagasmás recónditas de su corazón.Estuvieron largo rato así abrazados.DonMelchorseseparóalcabo,ydijoempujándolehaciaunabutaca:

—Siéntate.

Sedejócaerenella,yocultólosojosconlamano.

—El golpe es rudo—dijo el marino con voz ronca después de silencioprolongado.—Una racha traidora que te hametido la borda debajo del agua...Pero eres barco de mucha manga—añadió poniéndole las manos sobre loshercúleoshombros.—Tieneslascuadernassólidas...Yaachicaremoselagua.

Gonzalonocontestó.

—¿Porquénotehasvenidoinmediatamenteacasa?

—Porque hubiera sido un desaire cruel para esta pobre familia, que estáprofundamenteafligida.¡Sehanportadoconmigotancariñosamente!

—Siesasí,hashechobien...Perodebistedarmeaviso...Esonoteloperdono.

—¿Paraqué?Cuantomástarderecibieseustedeldisgusto,mejor.

—¡No;esono!Yosoytupadre,Gonzalo,ydebopadecercontigo...Además,mi presencia hacía falta...Me han dicho que vas a batirte con ese... ¡con esepirata!¿Esverdad?

—No...porahoranohaynada—respondióeljovenconalgunavacilación.

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—¡Nomeengañes,Gonzalo!Esedesafíonopuederealizarse.Vengoresueltoaimpedirlo.

—Nohaynada,tío.Sosiégueseusted.

—Es inútil quemeengañes.Yonome separaréde ti unmomento.Aquímequedo.Dormiréatuladoparaquenotemeescapes,ytedaréguardiadeprima,demediaydealba.

Gonzaloquedóestupefacto.Comprendióqueeranecesarioconfesarlotodo,yabordarlacuestióndefrente.

—¿Ysi fueseverdad, qué, tío? ¿Se atrevería usted a impedir que su sobrinofueseacumplirconloqueelhonorexige?

—Sí,señor...¡Puesnomehabíadeatrever!...Sí,señor,quemeatrevo—replicóelviejo,yaenfurecido.—¿Quieresqueyoconsientaqueexpongastuvidaporunpillo,porunladrón,quesehaintroducidoentucasapararobartevillanamentelahonra?A los ladrones se lesmata de un tiro, o se les ahorca; no semide lasarmasconellos...Túestásobcecado,Gonzalo...Párateunmomento,hombre.Dafondoalescandallo,yverásquenohayaguaparamarear...

—¿Qué quiere usted que haga entonces? ¿Quiere usted que le dejemarchartranquilamenteparaMadrid?¿Quiereustedquelevayaadespedir,yadesearlefelizviaje,dándolelasgraciasademásporelfavorquemehahecho?

—¡No,malacentellaqueloparta,no!...Mátalo,siquieres,peronoexpongastuvida.

—Eso esmuy fácil de decir, tío—replicó Gonzalo con amargura.—Figúreseusted que voy a Nieva, le busco y le pego un tiro o una puñalada y le dejomuerto...Puesdesdeallívoyalacárcel,y,porbienquemevaya,nomeescaposin unos años de presidio...Aparte de que lamayoría de los hombres, aunquedisculpasenlaacción,nolahallaríanmuyvalerosa.

Don Melchor se quedó unos momentos confundido, sin saber qué replicar.Aquello no tenía vuelta de hoja.Al cabo, levantó la cabeza conbrío, los ojosbrillantesdealegría:

—¡Yaencontrélasolución!

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—¿Cuál?

—Túteestásquietoencasa.YomevoyahoramismoaNieva,ledesafíoylemato.

—¡Oh, tío, muchas gracias! Eso no puede ser—replicó Gonzalo, sin poderreprimirunasonrisa.

—¿Dequéteríes,ciruelo?—exclamóelbuenanciano,echandofuegoporlosojos.—¿Tefiguras,porventura,quetutíoesuntrastoarrinconadoquenopuedeempuñarunsableounapistola?...¡Oh,demonio!¡Oh,diablo!—añadiócadavezmásirritado,gesticulandocomounlocoporlahabitación.—Yoestoylomismoquesituvieraveinteaños...Yosubodecuatroencuatrolasescaleras,ynomefatigo...Yobebocincobotellasdepale-ale,ynometambaleo...Yoderribountorodeunpuñetazo,ytrincoalmarineromásforzudoyleechoalagua...¿Aquenorompestúcinconuecesconloscincodedosdelamano,yesoquetelasechasdetanbruto?...

—Sinomereíaporeso,tío...Yasé,yasé...

—Vamosaver;traeesamano...Aversiséapretaronoséapretar...

Gonzalose laalargó,yelviejomarinose laapretócon todassus fuerzas,elsemblante rojo y contraído. Aunque no le lastimó gran cosa, fingió sentir undoloragudísimo:

—¡Uy,uy!

—¿Eh,quétal?—exclamósutíoconairetriunfal.—¿Puedoonopuedotodavíalibraralmundodeunpillo?

—¡Ya lo creo que puede usted!Tiene ustedmás fuerza que yo... Pero no setratadeeso.Loquehayqueveressidebeustedhacerlo;siesoseriadecorosoparamí...¿Nocomprendeusted,tío,queelridículoqueyaporelhechomismodesermaridoengañado,pesasobremí,seaumentaríadeunmodoinconcebiblesifueseustedelquesebatieseynoyo?...Esteridículoyaséqueseborraconsangre;perohadesersangrevertidapormimano.

Don Melchor no quiso convenir en ello: discutió, gritó, se enfureció. Seconocía, no obstante, que deseaba aturdirse. Las razones de Gonzalo letrabajabanenelalmayselallenabandeamargura.Últimamente,yasebatíaen

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retirada. Pedía tan sólo que se aplazase el lance; que se fuese a viajar unatemporada,ysialavueltapersistíaenbatirse,lohiciese.Durabaaúnladisputa,cuandodonRosendollamóalapuertaparapreguntarlessideseabanqueselessirviese el almuerzo allí o querían venir al comedor. Gonzalo optó por estoúltimo,porquedeningúnmodoqueríamostrarsefríoconsusuegroycuñada.

Elalmuerzofuétriste.Pormásesfuerzosquetodos,hastaelmismoGonzalo,hacíanpormostrarsedespreocupados,cerníasesobrelamesaunanubenegraqueobscurecíalossemblantes.Despuésquetomaronelcaféydescansaronunrato,Gonzalodijo:.

—Tío,ustedhasalidodelacamaparaveniraquí.Nodebeustedsentirsebien...¿Quierequeselearregleuncuarto?Creoqueleconvendríaacostarse.

DonMelchorcomprendióquesusobrinodeseabaquedarsesolo.

—No;mevuelvoaSarrió.Avisaqueenganchen.

DespidiósedeBelinchónyCeciliaencasa.Gonzalolofuéacompañandoapiehasta la salida del parque. Ambos iban silenciosos y sombríos. El anciano,además,sumamentepálido.Antesdemeterseenelcocheabrazóestrechísimaylargamenteasusobrino,yledijoaloídoconvozconmovida:

—¡Daleunbuenbarrenoenlosfondos,hijomío!

Cuandosesepararon,teníaelrostrobañadodelágrimas.Metióserápidamenteenlacarretela,yseocultóenunrincónsindeciradiós.Gonzalomiróalejarseelcoche, y permaneció largo rato inmóvil, agarrando con la mano una reja dehierrodelapuerta.

Poco después de anochecer, llegó Pablito de la villa. Después de comer,aprovechóunmomentoparadecirasucuñadorápidamente:

—MañanaalasochoenlaquintadeSoldevilla...apistola.AlasseispasaránporaquíPeñaydonRudesindo.Estátepreparado.

Gonzalodurmióaquellanochemejorquelaanterior.LasatisfacciónferozqueledabalaseguridaddeencontrarsealdíasiguienteconelDuque,tranquilizabasusnervios.Alascincodelamañanasedespertóágilyfrescosinacordarsedehabersoñado.Sevistióyaliñóconelmenorruidoposible,ysaliódepuntillascuándoaunestabaamaneciendo.

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—¿Vadecaza,señorito?—lepreguntóunacriadaconquientropezó.

—No;voyaavisaralmolineroparaquedejeensecolaacequia.Quieropescarestatarde.

Salióa lacarreteraysiguió ladireccióndeNievaesperandoqueelcochedesuspadrinoslealcanzaría,comoasísucedióalamediahorapocomásomenos.PeñaydonRudesindoestabanfuertementealterados.Cuandosubióalcarruajeleapretaronlamanocongranafectoyleenterarondelascondicionesdelduelo;aveinticincopasosavanzandoydisparandocuandoquisieran.Aquelnegocioerabastantemásgravequetodoslosdemásenquehabíanintervenido.Gonzalolosescuchó tranquilamente. Sólo indicó que hubiera deseado que fuese a sable:tendríagustoenhallarsemáscercadesuadversario.Noparecíasufrir.Yesque,comparadaconel tormentode losdosdíasanteriores,cuando la imagendesuesposa en camisa, acurrucada en un rincón, no se apartaba un instante de susojos,laemocióndeiraversefrenteasuenemigo,eraunafelicidadrelativa.Porotra parte, Gonzalo, como todos los temperamentos excesivamente vigorosos,habíanacidoparalospeligros;gozabaconelloscomosituvieralaseguridaddequelavidaquecorríaexuberanteporsusvenasnopodíasecarse.

NollegaronalaquintadeSoldevillahastalasochoymedia.ElDuqueysuspadrinoslosesperabanhacíarato.Elprimeronosepresentó.Estabadentrodelacasa.ElMarquésyGalarzallevaronaPeñaydonRudesindoadentrotambién,mientrasGonzalo daba una vuelta por la huerta. La posesión de Soldevilla secomponía de un caserón medio arruinado con pocos y antiquísimos mueblescubiertosdepolvo,unahuertabastantegrande,máscuidadaquelacasa,ydetrásdelahuertaunavastapomaradayavieja.EstaposesiónestabarodeadadepradosytierrasquetambiénpertenecíanalMarqués.

Lospadrinos,dentrodecasa,echaronasuertesobrecuálespistolashabíandeusarse, las que había traído Peña, o las del Duque. Fueron éstas las elegidas.Despuésredactaronelactadecondiciones.Porciertoquehubierondeescribirlaconunaplumaperversadelmayordomo,porqueelMarquésescribíaunacartacadaaño.Cargaronlaspistolasysesalieronabuscarsitio.

—Manuel—dijoelMarquésviendoauncriadoqueestabaplantandocebollínenunodeloscuadrosdelahuerta.—Retírate.

Elcriadolemirósorprendido.

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—Queteretires,hombre—repitióconmásseveridad.—Veteaotraparte.

Elcriadosesaliódelahuerta,lanzándolemiradasdeasombroycuriosidad.

Eligióseelsitioenunodeloscaminosmásanchosdelmedio.SoldevillafuéabuscaralDuque.

El día había amanecido despejado. Pero después de salir el sol, negros yespesosnubarronesquesurgierondelhorizontede tierra, sehabíanacumuladosobre aquel paraje de la costa, amenazando descargar muy pronto su pesadofardodeagua.Laluzsehabíamermadoextraordinariamente.Parecíaqueestabaamaneciendoentonces.

ElDuquesepresentóconlevitanegraysombrerodecopa,untantomáspálidoque de ordinario, pero afectandouna calmadesdeñosa, sin faltar a la cortesía.Traía en la boca un cigarro puro, y se envolvía en ligeras nubes de humo,mientrascaminabaalapardeSoldevilla.Cuandollegóalsitiodesignado,dirigióunfríosaludoceremoniosoalgrupodeGonzaloysuspadrinos,ynovolvióamirarles. Después de conferenciar unos instantes, Peña colocó en su sitio aGonzalo y le entregó una pistola cargada. Soldevilla hizo lo mismo con elDuque.Ambossehabíanquitadoel sombrero.Elprócerconservabaelcigarropuro en la mano izquierda, al cual seguía dando con impasibilidad un pocoteatral,largoschupetones.Empezabanacaerdelcielogruesasgotas,anunciandounfuertechaparrón.Peñagritóalfin:

—Señores,preparados...Una,dos,tres...

El Duque inclinó la pistola y apuntó. Gonzalo, apuntando también, avanzópálido, con los ojos inyectados. Su enemigo, le esperó serenamente hasta unadistancia de quince pasos. Y ya con la seguridad de volcarle, porque era untirador consumado, disparó. La bala rozó lamejilla del joven, levantándole lapielyhaciéndolesangre.Detúvoseuninstante,ysiguióavanzando.Lospadrinosempalidecieronterriblemente.ElDuquedejócaerlapistolaysecruzódebrazos,esperando lamuerte, con una bravura llena de afectación y soberbia.Gonzaloavanzóprecipitadamente,hastaponerseadospasosdesuadversario.Enaquelmomento una ola de sangre le cegó. Su temperamento de atleta venciórepentinamentealassugestionesdelarazón.Brillaronsusojosconlosreflejossiniestrosdeunabestiasalvaje,temblaronsuslabios,contrajeseespantosamentesurostro,yarrojandolejosdesílapistola,saltócomountigresobreeltraidor.

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ElDuquenoresistióelchoquedeaquelcolosoycayórodando.Gonzalosepusoabrumarle lascostillascon lospies, lanzandorugidos.Lospadrinosacudieroncorriendoa sujetarle.AlbiliosoGalarzase leocurrió,para realizarlo,darleunbastonazoenlacabeza.Gonzalonohizoseñaldesentirlo.Peña,indignado,alzasubastóny¡zas! learrimaotrogarrotazoaGalarza.ElmarquésdeSoldevilla,¡zas! le da otro a Peña.Y arrebatados de furor unos y otros, comenzaron unalucha tan brava como indigna a bastonazos, mientras Gonzalo, satisfaciendoferozmente su cólera acumulada, pateaba con saña el cuerpo, inerte ya, delDuque.

El cielo dejaba caer en aquel instante una cantidad fabulosa de agua. Tangrande llegó a ser, que el marqués de Soldevilla, abandonando el campo,emprendiólacarrerahaciasucasaparaguarecerse.SiguióleinmediatamentedonRudesindo,luegoPeñayGalarza.Labatallasedeshizocomoporensalmo.Masantesdeatecharse,atodosselesocurrióvolverlacabezaparaverquéhabíasidode sus apadrinados. Y por un simultáneo impulso de compasión, volviéronsepresurososysujetaronaGonzalo,cuyarabiacruelaunnosehabíaapagado.Elcontacto de lasmanos de aquellos señores le volvió a la razón. Les echó unalargamiradasiniestrayextraviada,ysindecirpalabra,recogióelsombreroysedirigió a la puerta de la quinta, mientras los padrinos conducían al Duquemoribundoacasa.ElmédicoqueSoldevillahabía traído,encerradoduranteellanceenunasalapornopresenciarlo,reconocióminuciosamentelasfracturasycontusionesdelherido.Declaró,desdeluego,suestadomuygrave.

Peña y don Rudesindo, encontraron a Gonzalo dentro del coche llorandodesesperado.

—¡Soyunbruto!—lesdijo.—¡Unbárbaro! ¡Quépensaránustedesdemí!Hecometidounaacciónbochornosa.Perdónenmeustedes.

Hicieronloposibleporcalmarlo.Enelfondo,niaunoniaotrolesparecíatanmalaquello.Despuésde todo, la accióndelDuquehabía sido tanvillana,quebienestabaquesecastigasevillanamente.Peña,duranteelcamino,llegóadecircuchufletasacercadelasoberanapalizaqueelmagnateacababaderecibir.

—Chico,no cabedudaque losgrandesde lanaturalezapuedenmásque losgrandes deEspaña—decía con su voz campanuda que no dejaba perderse unasola letra.Gonzalo,pronto, comoungranniñoqueera, apasardel llantoa larisa,sonrióprimeroydejóescaparal finsonorasyformidablescarcajadascon

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loschistesdesuamigo.

Perolavistadelacasadesusuegrolesumiónuevamenteenlatristeza.Habíasatisfechosujustavenganza.Peroquedabaunaheridahonda,cuyoagudodoloraun no había podido sentir bien, porque la exaltación colérica en que habíavivido aquellos dos días, lo sofocaba. ¡Oh! aquellas grotescas torrecillas yalmenares, testigos de su luna de miel, le produjeron horrible impresión demelancolía.Parecíaqueunamanocruelleestrujabaelcorazóndentrodelpecho.Sus amigos, comprendiendo que deseaba quedarse solo, siguieron a Sarrió.Pablitoleesperabaalapuertadelaquinta,yleabrazóconefusiónyentusiasmo.

—¿Lehasmatado?—preguntóleporlo,bajo.

—Nosé...Creoquesí—respondióeljovenmásbajoaún.—¿Ytupadre?

—Mipadre...Estabaaquíhaceun instante...Encuanto tevióbajar sanodelcoche,hamontadoenlaberlinaqueestabaenganchadaahíabajo,ysehaidoaSarrió.

Gonzaloadivinóloqueibaahacerysepusomássombrío.Losdoscuñadossedirigieronsilenciososalacasa,yfueronderechosalcuartodeGonzalo.Alcabode unos momentos, éste, que se había dejado caer en un sofá y permanecíainmóvil,conlacabezaabatidasobreelpecho,dijoasucuñado:

—Perdóname,Pablo...Deseoquedarmesolo...Noestoyenestemomentoparahablar.

Pablitoseapresuróaretirarse.

Pasóunlargorato.Lapuertaseabriódenuevosinqueeljovenlosintiese.Unasombrasedeslizóhastaélypusosobrelasillamáscercanaunabandejaconunatazayalgunosplatos.

—¡Oh!¿Erestú,Cecilia?

—Quierasono,vasatomaralgo...Yasonlasdosdelatarde,yestoyseguradeque no te has desayunado—dijo la joven, arrimando una mesilla y poniendosobreellaelcaldohumeante.

—¡Québuenaeres,Cecilia!—exclamóélapoderándosedeunadesusmanos.Aquellaexclamacióneraungritodeafecto,deentusiasmo,yalavezdeunvago

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remordimientoquejamáshabíapodidodesechardesí.—¡Québuenaeres!¡québuena eres!—repitió con lágrimas en los ojos.—Lo que has hecho aquellanoche...¡Oh!esonolohacenadie...¡Nadie!...Unasantaquebajasedelcielonoloharía...Ningunodelosquevivimosatuladomerecemosbesarelpolvoquepisas...

Y el joven, conmovido con sus propias palabras, sollozando perdidamente,cubriódebesosylágrimaslamanoqueteníacogida.

Ceciliasepusofuertementeencarnadaprimero;despuéspálida,ydijoentonoqueresultóunpocoseco:

—Deja,deja.

Retirando al mismo tiempo la mano con presteza. Al ver que su cuñadoquedabaacortado,seapresuróadecir:

—Mira, cuanto menos hablemos de esas cosas, y, si posible fuera, cuantomenospensásemos,seríamejor...Ahoraloqueimportaesquetomesestecaldo.Despuéstetraeréunascroquetasyunlenguado...¿quieres?

—No tengo apetito, Cecilia—respondió haciendo esfuerzos por reprimir suemoción.

—Todoesempezar...Verás...

—No,no;deveras,nopuedopasarnadaenestemomento.

—¿Ysitelomandoyo?—dijolajoven.Despuésquelodijosepusocolorada.

—Entonces, desde luego lo tomo... A ti no puedo negarte nada—replicó élacercandoelplato.

Aquella tangalante réplica,produjounapenosa impresióndefríoenCecilia.Paranodejarlaver,salióprecipitadamentedelaestancia.

TresocuatrodíasestuvoelduquedeTornosentrelavidaylamuerte.Alcabocediólacalentura,ydesapareciólagravedad.Sinembargo,lacuracióndebíaserlarguísima. Había dos costillas fracturadas, la mandíbula inferior también, ysobreesto,terriblesmagullamientosenotrosvariosparajesdelcuerpo.AlcabodeunmespudotrasladarseaMadrid.

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Gonzalonodejó lacasadesusuegro,quienalcabodecincoo seisdíasdeldesafío,tomódellevaraVenturaalconventodeOcaña.Perosuvidafuétriste,sombríapordemás.Negábase,apesardelasinstanciasdePablo,asalirdecazaopaseo.EnvanoésteydonRosendoy los amigosque solíanvenir aTejada,inventabanmilpretextosparahacerlesalirdeexcursión.Aunquenosenegabadefrenteaacompañarestambiénélacudióalosengañosparaquedarsesiempreen casa, donde descaecía a ojos vistas. Su tío donMelchor venía amenudo averle,yleaconsejabaquesefueseaviajarduranteunatemporada.Nosenegabaaello;peroloaplazabasiempre,pretextandonoencontrarsebiendesalud.DonRosendo,asesorándosedelseñordelasCuevasydeotrosvariosamigos,decidiótrasladarseaSarrió,porversiconlasociedaddesusamigoseljovenseanimabaunpoco.Salieronfallidostodosloscálculos.Gonzalosedejóllevaralavillasinhacerobservaciones.Peropusoaúnmásempeñoenaislarse,envivirretiradodeltratosocial.Salía tansóloalamanecer,ydabaalgunospaseosporlapuntadelPeón, contemplando el mar con ojos extáticos, que alguna vez tomaban unaexpresióndeangustiaqueapenaríaseguramenteaquienlosmirase.Encuantoelmuelle comenzaba a animarse, y la villa despertaba de su sueño, retirábase atodaprisaacasa.

¿PorquénodejabaaSarrió, teatrodesudesdicha,yse ibaapasaralmenosuna temporadaenMadrid, enParíso enLondres?Esta era lapreguntaque sehacían todos los vecinos de la villa. Nadie acertaba a contestarlasatisfactoriamente.Nierafácilqueesosucediera.Sonmuypocoslosquesabenexplicarseelorigensecreto,laúltimaraízdelasaccioneshumanas.Unosporquenoseparanenpsicologías,quejuzganinútiles,otrosdotadosdeentendimientosutil y perspicaz, porque lo aprovechan para escudriñar solamente el móvilinteresado, casi nadie destapa esa mágica caja de sentimientos, y deseos, yesperanzas, y contradicciones, que se llama corazón humano. ¡Qué vergüenzasentiría Gonzalo si le dijesen que no se iba de Sarrió por no alejarse de laatmósfera que envolvía a su esposa, a quien cubría de dicterios en secreto, yafectabadespreciaranteelmundo!Y,sinembargo,nadamáscierto.Quedándoseenaquellacasa, leparecíaqueaunnosehabían rotodel todo los lazosque leligabanaella.Losseresque lerodeabaneransucarneysusangre: laamabantodavía,aunqueculpable:nosepodía injuriarlaensupresencia.Venturahabíadejado en las habitaciones, en losmuebles, una parte de su ser.En el tocadoryacíanlosfrascosdepomadayesenciasqueellausaba,amedioconsumir;enlasperchas colgaban algunos de sus abrigos y sombreros. Su imagengraciosa, su

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blondacabezadeslumbradora,parecíaqueibaaparecerdetrásdelascortinas.Elambienteestabaembalsamadoaúnconsuperfumehabitual.Aquelmarido, tanvilmente ultrajado, sin querer darse cuenta de ello, respiraba con delicia elalientodesuesposa,yvivíadelasombradesuvida.Todavíamás;vivíadelaesperanzadeperdonarla.

Estonolosabíanadie...niélmismoquizádeunmodocabal...NadiemásqueCecilia,cuyosojosdezahoríenamorada,leíanclaramentelospensamientosmásvagosque cruzabanpor lamentede su cuñado.Estemanifestabapor ella unapredilección tan afectuosa, tal entusiasmo y veneración, que era muy fácilconfundir con el amor.Todas las compañías, hasta la de su tío, lemolestabanmenosladeella.Aunqueestuvieseentregadoaunameditacióndolorosa,y laslágrimascorriesenporsusmejillasescaldándolas, laaparicióndeCeciliaensucuarto,obrabacomouncalmante,suavizandosudolor.Cedíaasusconsejosconrespeto, y se dejaba guiar y mimar por ella como un niño enfermo. Cuandotardabaenirporsucuarto,seimpacientabayledabaquejascariñosaslomismoque un amante rendido y llagado de amor. Cuando entraba, sus ojos no laabandonabanniuninstante,cualsiestuviesenbajolainfluenciadeunencantoofascinación. Aquellos ojos expresaban cariño profundo, gratitud, admiración,respeto,entusiasmo,loexpresabantodo...menosamor.Ceciliabienloleía.Nopodíamirarlos sin sentir elmismodolorosopinchazo en el corazón, lamismagotaamargadehielenloslabios.Suespíritu,serenosiempre,turbábaseporuninstante, y aparecía fría unas veces, otras irritable y enigmática, con gransorpresaydolordeGonzaloqueseesforzabaenalegrarla.Prontoloconseguía.Elpensamientoaquel,caíaensucerebrocomolapiedraenunlago,revolviendolasaguas.Pocosmomentosdespués,lacalmavolvíaasuespíritu.Quedabapuroytranquilocomoellago.

Un día, al entrar repentinamente en la habitación de su cuñado, le encontróexaminandounrevólver.

Alverla tratódeocultarloenelcajónde lamesaque teníaabiertoysepusocolorado.

—¿Quéhacías?

—Nada,albuscarenestecajónunospapeles,mehalléconunrevólverqueyanomeacordabaquetenía,yloestabamirando.

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Cecilianocreyópalabra.Experimentódesdeentoncescierta inquietudque laobligabaavigilarlomásqueantes.

Transcurrierondosmeses.Eldesdichadojoven,aunquepersistíaen lamismavida apartada y sombría, mostraba algunas vagas señales de reverdecimiento.Unaqueotravezsalíaacaballo.HabíahabladoasusuegrodehacerunviajeporItalia,paísqueaunnoconocía.Lafuerzaquehacíasubirlasaviadenuevoasuser marchito, era un pensamiento dulce, tan dulce como vergonzoso, queocultabaconcuidadoatodoelmundo.Sinembargo,unatardeenquedepartíacariñosamenteconsucuñada,despuésdemuchosrodeos,yponiéndosecoloradohastalasorejas,lepreguntóporVentura.¿Quénoticiasteníadeella?Cecilialerespondió fríamente con las menos palabras posibles. ¡Pobre Gonzalo! ¡Sisupiese que aquella mujer traidora por quien preguntaba, lejos de estararrepentida, se revolvía con furia contra su familia, cubriéndolos a todos dedicterios,amenazándolesconentregarsealprimerhombreencuantosaliesedelaprisión, escandalizando con su soberbia y lenguaje procaz a la superiora delconvento!

Desdeaqueldía,perdidayalacortedad,preguntabaamenudoporella;gustabadementarla en la conversación, sinque lehiciesedesistir de ello el tono secoconqueCecilialerespondía,ylaprisaconquecambiabadetema.

LoquedonRosendotemía,por lascartasquedeOcañaleenviaban, llegóalfin.Undía,lasuperioradelconventolecomunicóqueVenturasehabíahuídodeaquel asilo, en compañía, según todos los informes, del duque deTornos. «Elgranhumanitario»,comolellamóelFaroenciertaocasión,recibiólanuevaconvalorestoico.Efectivamente,¿quésignificabaaquellapenapuramenteindividualque le afligía, en comparación con el dolor universal, con la marcha lenta yseguradelahumanidadhaciasusdestinos?Poraquellosdíasacababadeleeruncélebre folleto de autor francés, titulado El mundo marcha. Tenía los sesosrevueltosydeslumbradosconsusgrandessíntesishistóricas,locualleayudónopocoasoportaraquelgolpe.Procuró,sinembargo,quesuyernonoseenterasedelanoticia.Noteníalamismaconfianzaenlaelevacióndesuespírituyenlaamplitud de sus miras. Algunos días estuvo oculta. Al cabo corrió por lapoblaciónsinsaberquién la trajera.Gonzalo,que todas lasmañanasaprimerahoraibaporelSaloncillo,laleyóenunagacetillataninfamecomohipócritadelJoven Sarriense. «Circula por la población la especie—decía—de que unaseñora,protagonistadeciertodramaamorosonohamuchotiempoacaecido,se

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hafugadoencompañíadesuamantedelasilodondesufamilialahabíarecluído.Sentiríamos que este rumor se confirmase por afectar directamente a personasmuyconocidasyestimadasenlasociedadsarriense.»

Gonzalosintióquealgoqueaunestabapordesgarrarse ledesgarrabadentrodel pecho. Dejó caer el papel. Sonriendo nerviosamente y con voz aguda yextraña, se dirigió a don Feliciano Gómez, que era la única persona que allíhabía:

—Yasabráustedquelaz...demimujersehaescapadoconsuchulo,¿eh?

DonFelicianolemirósorprendido.Aunqueerahombrequeentendíapocodesonrisas,alverlesonreirdeaquelmodosesintiósobrecogido,ylecontestócontristeza:

—Sí,Gonzalito, sí. Ya sabía que todavía no habías pasado lo último... A laverdad,despuésde lo sucedido, estegolpe finalnodebecogertede sorpresa...Botoelfreno,debíassuponerdóndehabíadeparar.

—¿Yamí,qué?—exclamóelinfelizjovenconlamismasonrisa,mostrandoentodo su cuerpo una inquietud exagerada.—Que se escapa... ¡bueno!... VayabenditadeDios...Nadatengoyaqueverconella...¡Ah!¡silaleymepermitieracasarme!...Nosepasaríaunmessinhacerlo...¿Yporquéno,vamosaver,yporquénohedepoderhacerlo?...En fin, sinomecasoaperpetuidad,mecasarétemporalmente...Tomaréporahíunabuenamoza,¿eh,donFeliciano?¡yandaconDios!...Seráalfinyalcabounap...deprofesión,mientrasmimujerloesdeafición...

Mientras pronunciaba estas feas palabras, daba vueltas por la estancia, sequitabaelsombrero,seencogíadehombrosyhacíaotrosgestosextravagantes.Porúltimosoltóunacarcajada.

—Mira, Gonzalillo—le dijo don Feliciano.—Acabas de pasar una pelona...peroyavendrántiemposmejores.Trasdelomalosiemprevienelobueno.Lascosasdelmundohayquetomarlasconcachaza,miqueridín.Condisgustarseycriarse hiel en el estómago, ¿qué se consigue?...Aquíme tienes amí.Elmespasadoperdíunbarco...Todoelmundoveníaaconsolarmecreyendoqueestabadesesperado. Yo les contestaba: Es verdad que perdí el Juanito; pero, y sihubieraperdidolaCarmen,¿noseríamuchopeor?Pues lomismopudeperderuno que otro, porque los dos estaban en la mar. Tú has sufrido un disgusto:

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bueno...perotienessalud.¿Noseríapeorqueademástepusierasenfermo?Hayque pensarlo todo,mi queridín. La salud es lo primero... Tú come bien, echabuenostragos,¡yandaadelante!quelodemásyaseolvidará...

GonzalosaliódelSaloncillosindespedirse,dejandoalbuenodedonFelicianoconlapalabraenlaboca.

EncasasedióporenteradocondonRosendodelafugadeVentura.Contraloquetodospresumían,nolecausóunaimpresiónmuyhonda.Alcontrario;desdeaqueldía señalóseenéluna tendenciaa animarse,yaparticipardel comerciosocial,quenodejódesorprenderenlapoblación.Comenzóavisitarlascasasdelosamigos,apresentarseenelcafé,apasearporlascalles,acharlar,adiscutir.Novolvióahablardemarcharse.Hasta,congranpasmodelavilla,enunodelosbailesquesedieronenelLiceo,bailótodalanochecomounpollastrequeporprimeravezpisaseelsalón.

Noobstante,Ceciliaestabamuyinquieta.Aquellaanimacióndesucuñadoeratanextemporánea,quemásparecíaunataquedenervios.Sobretodo,laextrañasonrisa,parecidaaunamueca,quenoselecaíadeloslabiosdesdequeleyeralagacetilladelJovenSarriense,lahacíaestremecerseenalgunosmomentos.

Yllególoqueeranatural.Trasdeaquellainsanaexcitación,vino,alcabodealgunos días, un profundo y sombrío abatimiento. Estuvo tres sin salir de sucuarto,sinprobarapenasmanjaralgunodelosqueCecilialellevaba,y,loqueesaún peor, sin lograr conciliar el sueño. Con los ojos abiertos y extáticos, sepasabahorasyhoras tendidoensu lecho,mirandoa las tinieblas.En lanochetercera,aesode las tres, encendió luz, sevistióy sepusoaescribiruna largacartaa su tío.DespuésescribióotraconsobreaCecilia.Cerradasycolocadassobre lamesaenprimer término,paraquesevieranpronto, sacóunpitillo, loencendió a la luz de la bujía, y comenzó a pasear por la habitación.Antes deconcluirelcigarroloarrojó.Abrióelcajóndelamesa,ysacóelrevólverqueallíguardaba. Al acercarlo a la luz vió que estaba descargado, lo que no dejó desorprenderle.Teníacasilacertezadehaberlocargadohacíaunmes,pocomásomenos.Buscólacajitadelascápsulasynolahalló.¡Quécosatanextraña!Notardó en recordar queCecilia le había visto con él en lamano, y una sonrisadulce y triste se dibujó en sus labios. Fué a echarmano a las escopetas. Lasencontróigualmentedescargadas.Loscartuchoshabíandesaparecidodesusitio.Permaneció inmóvil y pensativo largo rato. Luego, como si despertara de unsueño,sacudiólacabezaydejóescaparunsuspiro.Sepusoelsombrero,abrióla

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puertaybajócongransigilolasescaleras.Alpasarpordelantedelapuertadelpiso principal, pegó el oído a ella. Estuvo un momento escuchando, la fazdemudada,loscabelloserizados.Habíaoídoclaramentelavozdesuesposaquelellamabadesdeadentro.Pasadalaalucinación,siguióbajando,abriólapuertaexteriorconlallavequecolgabadelpasador,ysalióalacalle.

Aun no había amanecido; pero en el Oriente parecía una tenue claridadprecursoradeldía.Lamañanaestabafresca.Caíadelcielounaguamenudísimadenieblamarina.Sinvacilar sedirigióalmuelle.Subióal segundoparedónymiróalamar,cuyohorizonteenaquelmomentonoeramuyextenso,acausadelaniebla.Losdíasanterioreshabíasopladoelnoroeste,ylahabíaencrespadoyrevueltohastaelfondo.Grandesolashinchadasveníandelejosextendiendosuslomos gigantescos y se estrellaban con fragor contra la punta del Peón,escupiendosusespumasaloalto.Losojosdeljoventropezaronconunpatacheque tratabade entrar en el puerto, y bailaba comoun cascode nuez sobre lasolas. Aquella entrada le interesó desde luego. Siguió todas las peripecias conviva atención, como si en ello le fuese algo. Al cabo de un cuarto de hora,cuando ya estuvo atracado al muelle, sintió de nuevo la espuela de supensamiento.Dióunsuspiroymurmuró:«Vamos».Ysiguióadelante,rozandoconsucinturaelpretildelparedón.Alllegaraciertoparaje,unaolamásfuerteque las demás le bañó enteramente con su espuma. Aquel inopinado baño leprodujogrataimpresión,lerefrescólapiel.Estuvoesperandoenelmismositiounrato,porversi llegabaotraconigualfuerza,peronovino.Yemprendiódenuevolamarcha.Cuandoestuvoenelextremodelmalecón,seechódebrucessobreelpretilycontemplóconsombríafijezalasolasquellegaban.Estabaenelmismositiodonde,hacíaalgunosaños,habíatenidopláticaconsutíoparadarlecuenta de que abandonaba a Cecilia y contraía matrimonio con Ventura. Laspalabrasdelviejo,severas,irritadas,sonarondenuevoensusoídos.«AlhombrequefaltaasupalabranopuedeayudarleDios...Elviajeeslargo.Lamaranchaybrava. Lo que ahora es bonanza, en un instante se convierte en marejada deleva.»«¡Quérazónteníamítío!»—pensó,sinapartarlavistadelmar.

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—¡Bah!—murmuróalcabodealgunosmomentos—sicienvecesmevieraenesecaso,cienvecesharíalomismo.Haycosasfatales.Llevoaesamujerenlasangrecomounveneno,ysólopuedesalirconlaúltimagota.—Estuvootroratopensativo.Elaguadelmarquelehabíabañado,yladelcieloquesincesarcaía,leenfriaronhastaloshuesos.Lamañanasepresentabasucia,cenicienta.Noera,no,aquellahermosanocheenquesehabíaquedadotambiéndebrucesdespuésdehablarconsu tío.Entonces, labellezaesplendorosadelcielo, tachonadodeestrellas, el limpio cristal de las aguas, donde cabrilleaba la luz de la luna, lablanda brisa juguetona, le hablaron un lenguaje de muerte, sí, pero dulce,recogido,íntimo.Eraunavozamigaqueleinvitabaareposar.Masahoraloqueoíaeraungritodedesolación,unaamenaza:«Vente,vente.Lamuerteesmuytriste;perolavidaesmástristetodavía.»

—Concluyamos—dijo levantando la cabeza. Avanzó el cuerpo; extendió losbrazos.Enaquelmomentopensóqueelinstintodeconservaciónleharíanadarseguramente, y se detuvo.Miró a todas partes buscando algún peso. Sus ojostropezaronconeláncoradeunquechemarínqueyacíaalláabajo,enelprimermuelle.Bajóporella,cortóconlanavajaunpedazodemaromadeunalancha,se la amarró, la alzó con sus brazos de atleta y subió la escalera como ungimnasta que quisiera dar muestra ante el público del enorme poder de susmúsculos.Una vez arriba, se ató la cuerda al cuello. Se puso en pie sobre elpretil,yabrazadoalanclasearrojóalagua.Sucuerpodecolosoabrióenellaunagrandebrecha,quesecerróal instante.Lamarprofundaextinguióaquellachispadevida,comotantasotras,conimplacableindiferencia.

Unmarineroqueleviódelejos,corrióhaciaelsitiogritando:

—¡Hombrealagua!

Otros tres o cuatro de las próximas embarcaciones le siguieron. En pocosminutosseformóungrupodeveinteotreintaenlapuntadelparedón.

—¿Quiénera?¿Leconocías?—preguntabanalquelehabíavisto.

—MeparecequeeradonGonzalo.

—¿Elalcalde?

—Sí.

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—Seríamuybien,seríamuybien...¡Reterroíasmujeres!

La nueva se esparció instantáneamente por la villa. Acudió al muelle unamuchedumbre de gente. Dos hombres en una lancha recorrieron con un largoremoelfondo,sindarconelcuerpodeldesgraciadojoven.Alcabotropezaronconél.Setrajoungancho,ytirandolosacaronafloteenelmismomomentoenque don Melchor, demudado, convulso, sin sombrero, llegaba al muelle,noticiosodelterriblelance.

—¡Hijodemialma!—gritóelpobreancianoalversobreelaguaelcadáverdesu sobrino. Sus corvas se doblaron, y cayó desvanecido en brazos de laspersonasqueleacompañaban.

Extendieronelcuerpodelsuicidasobreelmuellemientrasllegabaeljuzgado.Aquelespectáculoteníaprofundamenteimpresionadosatodosloscircunstantes,entrelosquesehallabanpersonasdelosdosbandosrivales.

Despuésquellegóeljuezyseinstruyeronlasdebidasdiligencias,colocaronenunacamillaelcadáver,y lo transportarona sucasa,porquedonRosendo,quesabíalanoticia,loreclamaba.Fuéunaprocesióntristísimaaltravésdelascallesde la villa.Losvecinos se asomaban a losbalcones, pálidos, inquietos, con latristezaenelsemblante.Gonzalogozabadegeneralessimpatías.

Don Rosendo, poseído de vivo dolor, no quiso ver el cadáver de su hijopolítico. Se encerró en su cuarto; pero dispusoque se le colocase en elmejorsalóndelacasasobreunamesacubiertadeterciopelo,quesetrajesendetodaspartesfloresycoronas,ysepreparaseunentierrosuntuoso.

Cecilia,porunodeesosesfuerzosheroicosqueestabaavezadaahacersobresualmaysucuerpo,supoencerrarsupenaenelfondodelcorazón.Veíaselalívida,sí,perotranquila,disponiendoporlacasalonecesariopararecibirelcuerpodesucuñado.Cuandollegó,ellamismaayudóacolocarloenelsitio,despuésquese le hubo amortajado. Lo cubrió de flores, encendió los cirios, adornó lahabitación con negros crespones. Después dispuso que velase el cadáver unahermanadelacaridadencompañíadeella.

Dejáronlasal finsolas.Rezaron largo ratode rodillas.Cuando terminaronsurezo,Cecilia rogóa lamonjaque fuesea lacocinaadarordenparaque se lehiciesete,porqueestabadesfallecida.

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Encuanto lamonjasalió,alzósevivamente.Ysacandounas tijeras,cortóunmechón de cabellos de la cabeza de su cuñado, que ocultó en el seno. Cortódespués de los suyos otro, y temblorosa y agitada, lo metió entre las manoscruzadas del cadáver. Luego le contempló un instante. Y bajando la cabeza,cubriódebesosaquelrostroinanimado.Losprimerosylosúltimosqueledaba.

Laesposa,laúnicayverdaderaesposadeaquelhombre,nopudoalfinresistirtantodoloryrodóporelsuelosinconocimiento.

FIN

OBRASDEPALACIOVALDÉS

ElseñoritoOctavio.—Untomo.MartayMaría.—Untomo.Traducidaalfrancés,alinglés,alsueco,alrusoyaltchèque.

Elidiliodeunenfermo.—Untomo.Traducidaalfrancésyaltchèque.

Aguasfuertes(novelasycuadros).—Untomo.Traducidaalfrancés,alinglés,alalemán,alholandés,alsuecoyaltchèque.Ediciónespañolaconnotasyvocabularioeninglés.

José.—Untomo.Traducidaalfrancés,alinglés,alalemán,alholandés,alsueco,altchèqueyalportugués.EdiciónespañolaconnotaseninglésparaelestudiodelespañolenInglaterrayEstadosUnidosdeAmérica.

Riverita—Untomo.Traducidaalfrancés.Maximina(segundapartedeRiverita).—Untomo.

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Traducidaalinglés.ElCuartoPoder.—Untomo.Traducidaalfrancés,alinglésyalholandés.

LaHermanaSanSulpicio.—Untomo.Traducidaalfrancés,alinglés,alholandésyalsueco.

Laespuma.—Untomo.Traducidaalinglés.LaFe.Untomo.—Traducidaalfrancés,alinglésyalalemán.

ElMaestrante.—Untomo.Traducidaalfrancésyalinglés.

Elorigendelpensamiento.—Untomo.Traducidaalfrancésyalinglés.

LosmajosdeCádiz.—Untomo.Traducidaalholandés.

LaalegríadelcapitánRibot.—UnTomo.Traducidaalfrancés,alinglés,alholandésyalsueco.Ediciónespañolaconnotasyvocabularioeninglés.

Laaldeaperdida.—Untomo.Tristán,oelpesimismo.—Untomo.Traducidaalinglés.

Semblanzasliterarias(LosoradoresdelAteneo,Losnovelistasespañoles,NuevoviajealParnaso).—Untomo.

PapelesdeldoctorAngélico.—Traducidaalalemán.

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permissionandwithoutpayingcopyrightroyalties.Specialrules,

setforthintheGeneralTermsofUsepartofthislicense,applyto

copyinganddistributingProjectGutenberg-tmelectronicworksto

protectthePROJECTGUTENBERG-tmconceptandtrademark.Project

Gutenbergisaregisteredtrademark,andmaynotbeusedifyou

chargefortheeBooks,unlessyoureceivespecificpermission.Ifyou

donotchargeanythingforcopiesofthiseBook,complyingwiththe

rulesisveryeasy.YoumayusethiseBookfornearlyanypurpose

suchascreationofderivativeworks,reports,performancesand

research.Theymaybemodifiedandprintedandgivenaway--youmaydo

practicallyANYTHINGwithpublicdomaineBooks.Redistributionis

subjecttothetrademarklicense,especiallycommercial

redistribution.

***START:FULLLICENSE***

THEFULLPROJECTGUTENBERGLICENSE

PLEASEREADTHISBEFOREYOUDISTRIBUTEORUSETHISWORK

ToprotecttheProjectGutenberg-tmmissionofpromotingthefree

distributionofelectronicworks,byusingordistributingthiswork

(oranyotherworkassociatedinanywaywiththephrase"Project

Gutenberg"),youagreetocomplywithallthetermsoftheFullProject

Gutenberg-tmLicense(availablewiththisfileoronlineat

http://gutenberg.org/license).

Section1.GeneralTermsofUseandRedistributingProjectGutenberg-tm

electronicworks

1.A.ByreadingorusinganypartofthisProjectGutenberg-tm

electronicwork,youindicatethatyouhaveread,understand,agreeto

andacceptallthetermsofthislicenseandintellectualproperty

(trademark/copyright)agreement.Ifyoudonotagreetoabidebyall

thetermsofthisagreement,youmustceaseusingandreturnordestroy

allcopiesofProjectGutenberg-tmelectronicworksinyourpossession.

IfyoupaidafeeforobtainingacopyoforaccesstoaProject

Gutenberg-tmelectronicworkandyoudonotagreetobeboundbythe

termsofthisagreement,youmayobtainarefundfromthepersonor

entitytowhomyoupaidthefeeassetforthinparagraph1.E.8.

1.B."ProjectGutenberg"isaregisteredtrademark.Itmayonlybe

usedonorassociatedinanywaywithanelectronicworkbypeoplewho

agreetobeboundbythetermsofthisagreement.Thereareafew

thingsthatyoucandowithmostProjectGutenberg-tmelectronicworks

evenwithoutcomplyingwiththefulltermsofthisagreement.See

paragraph1.Cbelow.TherearealotofthingsyoucandowithProject

Gutenberg-tmelectronicworksifyoufollowthetermsofthisagreement

andhelppreservefreefutureaccesstoProjectGutenberg-tmelectronic

works.Seeparagraph1.Ebelow.

1.C.TheProjectGutenbergLiteraryArchiveFoundation("theFoundation"

orPGLAF),ownsacompilationcopyrightinthecollectionofProject

Gutenberg-tmelectronicworks.Nearlyalltheindividualworksinthe

collectionareinthepublicdomainintheUnitedStates.Ifan

individualworkisinthepublicdomainintheUnitedStatesandyouare

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locatedintheUnitedStates,wedonotclaimarighttopreventyoufrom

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worksbasedontheworkaslongasallreferencestoProjectGutenberg

areremoved.Ofcourse,wehopethatyouwillsupporttheProject

Gutenberg-tmmissionofpromotingfreeaccesstoelectronicworksby

freelysharingProjectGutenberg-tmworksincompliancewiththetermsof

thisagreementforkeepingtheProjectGutenberg-tmnameassociatedwith

thework.Youcaneasilycomplywiththetermsofthisagreementby

keepingthisworkinthesameformatwithitsattachedfullProject

Gutenberg-tmLicensewhenyoushareitwithoutchargewithothers.

1.D.Thecopyrightlawsoftheplacewhereyouarelocatedalsogovern

whatyoucandowiththiswork.Copyrightlawsinmostcountriesarein

aconstantstateofchange.IfyouareoutsidetheUnitedStates,check

thelawsofyourcountryinadditiontothetermsofthisagreement

beforedownloading,copying,displaying,performing,distributingor

creatingderivativeworksbasedonthisworkoranyotherProject

Gutenberg-tmwork.TheFoundationmakesnorepresentationsconcerning

thecopyrightstatusofanyworkinanycountryoutsidetheUnited

States.

1.E.UnlessyouhaveremovedallreferencestoProjectGutenberg:

1.E.1.Thefollowingsentence,withactivelinksto,orotherimmediate

accessto,thefullProjectGutenberg-tmLicensemustappearprominently

wheneveranycopyofaProjectGutenberg-tmwork(anyworkonwhichthe

phrase"ProjectGutenberg"appears,orwithwhichthephrase"Project

Gutenberg"isassociated)isaccessed,displayed,performed,viewed,

copiedordistributed:

ThiseBookisfortheuseofanyoneanywhereatnocostandwith

almostnorestrictionswhatsoever.Youmaycopyit,giveitawayor

re-useitunderthetermsoftheProjectGutenbergLicenseincluded

withthiseBookoronlineatwww.gutenberg.org

1.E.2.IfanindividualProjectGutenberg-tmelectronicworkisderived

fromthepublicdomain(doesnotcontainanoticeindicatingthatitis

postedwithpermissionofthecopyrightholder),theworkcanbecopied

anddistributedtoanyoneintheUnitedStateswithoutpayinganyfees

orcharges.Ifyouareredistributingorprovidingaccesstoawork

withthephrase"ProjectGutenberg"associatedwithorappearingonthe

work,youmustcomplyeitherwiththerequirementsofparagraphs1.E.1

through1.E.7orobtainpermissionfortheuseoftheworkandthe

ProjectGutenberg-tmtrademarkassetforthinparagraphs1.E.8or

1.E.9.

1.E.3.IfanindividualProjectGutenberg-tmelectronicworkisposted

withthepermissionofthecopyrightholder,youruseanddistribution

mustcomplywithbothparagraphs1.E.1through1.E.7andanyadditional

termsimposedbythecopyrightholder.Additionaltermswillbelinked

totheProjectGutenberg-tmLicenseforallworkspostedwiththe

permissionofthecopyrightholderfoundatthebeginningofthiswork.

1.E.4.DonotunlinkordetachorremovethefullProjectGutenberg-tm

Licensetermsfromthiswork,oranyfilescontainingapartofthis

workoranyotherworkassociatedwithProjectGutenberg-tm.

1.E.5.Donotcopy,display,perform,distributeorredistributethis

electronicwork,oranypartofthiselectronicwork,without

prominentlydisplayingthesentencesetforthinparagraph1.E.1with

activelinksorimmediateaccesstothefulltermsoftheProject

Gutenberg-tmLicense.

1.E.6.Youmayconverttoanddistributethisworkinanybinary,

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compressed,markedup,nonproprietaryorproprietaryform,includingany

wordprocessingorhypertextform.However,ifyouprovideaccesstoor

distributecopiesofaProjectGutenberg-tmworkinaformatotherthan

"PlainVanillaASCII"orotherformatusedintheofficialversion

postedontheofficialProjectGutenberg-tmwebsite(www.gutenberg.org),

youmust,atnoadditionalcost,feeorexpensetotheuser,providea

copy,ameansofexportingacopy,orameansofobtainingacopyupon

request,oftheworkinitsoriginal"PlainVanillaASCII"orother

form.AnyalternateformatmustincludethefullProjectGutenberg-tm

Licenseasspecifiedinparagraph1.E.1.

1.E.7.Donotchargeafeeforaccessto,viewing,displaying,

performing,copyingordistributinganyProjectGutenberg-tmworks

unlessyoucomplywithparagraph1.E.8or1.E.9.

1.E.8.Youmaychargeareasonablefeeforcopiesoforproviding

accesstoordistributingProjectGutenberg-tmelectronicworksprovided

that

-Youpayaroyaltyfeeof20%ofthegrossprofitsyouderivefrom

theuseofProjectGutenberg-tmworkscalculatedusingthemethod

youalreadyusetocalculateyourapplicabletaxes.Thefeeis

owedtotheowneroftheProjectGutenberg-tmtrademark,buthe

hasagreedtodonateroyaltiesunderthisparagraphtothe

ProjectGutenbergLiteraryArchiveFoundation.Royaltypayments

mustbepaidwithin60daysfollowingeachdateonwhichyou

prepare(orarelegallyrequiredtoprepare)yourperiodictax

returns.Royaltypaymentsshouldbeclearlymarkedassuchand

senttotheProjectGutenbergLiteraryArchiveFoundationatthe

addressspecifiedinSection4,"Informationaboutdonationsto

theProjectGutenbergLiteraryArchiveFoundation."

-Youprovideafullrefundofanymoneypaidbyauserwhonotifies

youinwriting(orbye-mail)within30daysofreceiptthats/he

doesnotagreetothetermsofthefullProjectGutenberg-tm

License.Youmustrequiresuchausertoreturnor

destroyallcopiesoftheworkspossessedinaphysicalmedium

anddiscontinuealluseofandallaccesstoothercopiesof

ProjectGutenberg-tmworks.

-Youprovide,inaccordancewithparagraph1.F.3,afullrefundofany

moneypaidforaworkorareplacementcopy,ifadefectinthe

electronicworkisdiscoveredandreportedtoyouwithin90days

ofreceiptofthework.

-Youcomplywithallothertermsofthisagreementforfree

distributionofProjectGutenberg-tmworks.

1.E.9.IfyouwishtochargeafeeordistributeaProjectGutenberg-tm

electronicworkorgroupofworksondifferenttermsthanareset

forthinthisagreement,youmustobtainpermissioninwritingfrom

boththeProjectGutenbergLiteraryArchiveFoundationandMichael

Hart,theowneroftheProjectGutenberg-tmtrademark.Contactthe

FoundationassetforthinSection3below.

1.F.

1.F.1.ProjectGutenbergvolunteersandemployeesexpendconsiderable

efforttoidentify,docopyrightresearchon,transcribeandproofread

publicdomainworksincreatingtheProjectGutenberg-tm

collection.Despitetheseefforts,ProjectGutenberg-tmelectronic

works,andthemediumonwhichtheymaybestored,maycontain

"Defects,"suchas,butnotlimitedto,incomplete,inaccurateor

corruptdata,transcriptionerrors,acopyrightorotherintellectual

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propertyinfringement,adefectiveordamageddiskorothermedium,a

computervirus,orcomputercodesthatdamageorcannotbereadby

yourequipment.

1.F.2.LIMITEDWARRANTY,DISCLAIMEROFDAMAGES-Exceptforthe"Right

ofReplacementorRefund"describedinparagraph1.F.3,theProject

GutenbergLiteraryArchiveFoundation,theowneroftheProject

Gutenberg-tmtrademark,andanyotherpartydistributingaProject

Gutenberg-tmelectronicworkunderthisagreement,disclaimall

liabilitytoyoufordamages,costsandexpenses,includinglegal

fees.YOUAGREETHATYOUHAVENOREMEDIESFORNEGLIGENCE,STRICT

LIABILITY,BREACHOFWARRANTYORBREACHOFCONTRACTEXCEPTTHOSE

PROVIDEDINPARAGRAPHF3.YOUAGREETHATTHEFOUNDATION,THE

TRADEMARKOWNER,ANDANYDISTRIBUTORUNDERTHISAGREEMENTWILLNOTBE

LIABLETOYOUFORACTUAL,DIRECT,INDIRECT,CONSEQUENTIAL,PUNITIVEOR

INCIDENTALDAMAGESEVENIFYOUGIVENOTICEOFTHEPOSSIBILITYOFSUCH

DAMAGE.

1.F.3.LIMITEDRIGHTOFREPLACEMENTORREFUND-Ifyoudiscovera

defectinthiselectronicworkwithin90daysofreceivingit,youcan

receivearefundofthemoney(ifany)youpaidforitbysendinga

writtenexplanationtothepersonyoureceivedtheworkfrom.Ifyou

receivedtheworkonaphysicalmedium,youmustreturnthemediumwith

yourwrittenexplanation.Thepersonorentitythatprovidedyouwith

thedefectiveworkmayelecttoprovideareplacementcopyinlieuofa

refund.Ifyoureceivedtheworkelectronically,thepersonorentity

providingittoyoumaychoosetogiveyouasecondopportunityto

receivetheworkelectronicallyinlieuofarefund.Ifthesecondcopy

isalsodefective,youmaydemandarefundinwritingwithoutfurther

opportunitiestofixtheproblem.

1.F.4.Exceptforthelimitedrightofreplacementorrefundsetforth

inparagraph1.F.3,thisworkisprovidedtoyou'AS-IS'WITHNOOTHER

WARRANTIESOFANYKIND,EXPRESSORIMPLIED,INCLUDINGBUTNOTLIMITEDTO

WARRANTIESOFMERCHANTIBILITYORFITNESSFORANYPURPOSE.

1.F.5.Somestatesdonotallowdisclaimersofcertainimplied

warrantiesortheexclusionorlimitationofcertaintypesofdamages.

Ifanydisclaimerorlimitationsetforthinthisagreementviolatesthe

lawofthestateapplicabletothisagreement,theagreementshallbe

interpretedtomakethemaximumdisclaimerorlimitationpermittedby

theapplicablestatelaw.Theinvalidityorunenforceabilityofany

provisionofthisagreementshallnotvoidtheremainingprovisions.

1.F.6.INDEMNITY-YouagreetoindemnifyandholdtheFoundation,the

trademarkowner,anyagentoremployeeoftheFoundation,anyone

providingcopiesofProjectGutenberg-tmelectronicworksinaccordance

withthisagreement,andanyvolunteersassociatedwiththeproduction,

promotionanddistributionofProjectGutenberg-tmelectronicworks,

harmlessfromallliability,costsandexpenses,includinglegalfees,

thatarisedirectlyorindirectlyfromanyofthefollowingwhichyoudo

orcausetooccur:(a)distributionofthisoranyProjectGutenberg-tm

work,(b)alteration,modification,oradditionsordeletionstoany

ProjectGutenberg-tmwork,and(c)anyDefectyoucause.

Section2.InformationabouttheMissionofProjectGutenberg-tm

ProjectGutenberg-tmissynonymouswiththefreedistributionof

electronicworksinformatsreadablebythewidestvarietyofcomputers

includingobsolete,old,middle-agedandnewcomputers.Itexists

becauseoftheeffortsofhundredsofvolunteersanddonationsfrom

peopleinallwalksoflife.

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Volunteersandfinancialsupporttoprovidevolunteerswiththe

assistancetheyneed,iscriticaltoreachingProjectGutenberg-tm's

goalsandensuringthattheProjectGutenberg-tmcollectionwill

remainfreelyavailableforgenerationstocome.In2001,theProject

GutenbergLiteraryArchiveFoundationwascreatedtoprovideasecure

andpermanentfutureforProjectGutenberg-tmandfuturegenerations.

TolearnmoreabouttheProjectGutenbergLiteraryArchiveFoundation

andhowyoureffortsanddonationscanhelp,seeSections3and4

andtheFoundationwebpageathttp://www.pglaf.org.

Section3.InformationabouttheProjectGutenbergLiteraryArchive

Foundation

TheProjectGutenbergLiteraryArchiveFoundationisanonprofit

501(c)(3)educationalcorporationorganizedunderthelawsofthe

stateofMississippiandgrantedtaxexemptstatusbytheInternal

RevenueService.TheFoundation'sEINorfederaltaxidentification

numberis64-6221541.Its501(c)(3)letterispostedat

http://pglaf.org/fundraising.ContributionstotheProjectGutenberg

LiteraryArchiveFoundationaretaxdeductibletothefullextent

permittedbyU.S.federallawsandyourstate'slaws.

TheFoundation'sprincipalofficeislocatedat4557MelanDr.S.

Fairbanks,AK,99712.,butitsvolunteersandemployeesarescattered

throughoutnumerouslocations.Itsbusinessofficeislocatedat

809North1500West,SaltLakeCity,UT84116,(801)596-1887,email

[email protected]

informationcanbefoundattheFoundation'swebsiteandofficial

pageathttp://pglaf.org

Foradditionalcontactinformation:

Dr.GregoryB.Newby

ChiefExecutiveandDirector

[email protected]

Section4.InformationaboutDonationstotheProjectGutenberg

LiteraryArchiveFoundation

ProjectGutenberg-tmdependsuponandcannotsurvivewithoutwide

spreadpublicsupportanddonationstocarryoutitsmissionof

increasingthenumberofpublicdomainandlicensedworksthatcanbe

freelydistributedinmachinereadableformaccessiblebythewidest

arrayofequipmentincludingoutdatedequipment.Manysmalldonations

($1to$5,000)areparticularlyimportanttomaintainingtaxexempt

statuswiththeIRS.

TheFoundationiscommittedtocomplyingwiththelawsregulating

charitiesandcharitabledonationsinall50statesoftheUnited

States.Compliancerequirementsarenotuniformandittakesa

considerableeffort,muchpaperworkandmanyfeestomeetandkeepup

withtheserequirements.Wedonotsolicitdonationsinlocations

wherewehavenotreceivedwrittenconfirmationofcompliance.To

SENDDONATIONSordeterminethestatusofcomplianceforany

particularstatevisithttp://pglaf.org

Whilewecannotanddonotsolicitcontributionsfromstateswherewe

havenotmetthesolicitationrequirements,weknowofnoprohibition

againstacceptingunsoliciteddonationsfromdonorsinsuchstateswho

approachuswithofferstodonate.

Internationaldonationsaregratefullyaccepted,butwecannotmake

anystatementsconcerningtaxtreatmentofdonationsreceivedfrom

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outsidetheUnitedStates.U.S.lawsaloneswampoursmallstaff.

PleasechecktheProjectGutenbergWebpagesforcurrentdonation

methodsandaddresses.Donationsareacceptedinanumberofother

waysincludingchecks,onlinepaymentsandcreditcarddonations.

Todonate,pleasevisit:http://pglaf.org/donate

Section5.GeneralInformationAboutProjectGutenberg-tmelectronic

works.

ProfessorMichaelS.HartistheoriginatoroftheProjectGutenberg-tm

conceptofalibraryofelectronicworksthatcouldbefreelyshared

withanyone.Forthirtyyears,heproducedanddistributedProject

Gutenberg-tmeBookswithonlyaloosenetworkofvolunteersupport.

ProjectGutenberg-tmeBooksareoftencreatedfromseveralprinted

editions,allofwhichareconfirmedasPublicDomainintheU.S.

unlessacopyrightnoticeisincluded.Thus,wedonotnecessarily

keepeBooksincompliancewithanyparticularpaperedition.

MostpeoplestartatourWebsitewhichhasthemainPGsearchfacility:

http://www.gutenberg.org

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includinghowtomakedonationstotheProjectGutenbergLiterary

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