ciencia y folclor

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Revista de la Universidad de La Salle Revista de la Universidad de La Salle Volume 1971 Number 1 Article 9 January 1971 Ciencia y folclor Ciencia y folclor Hno. Ramiro Pinzón Martínez Universidad de La Salle, [email protected] Hno. Daniel Julián González [email protected] Hno. Nicéforo María [email protected] Follow this and additional works at: https://ciencia.lasalle.edu.co/ruls Citación recomendada Citación recomendada Pinzón Martínez, H., H.J. González, y H.María (1971). Ciencia y folclor. Revista de la Universidad de La Salle, (1), 57-71. This Artículo de Revista is brought to you for free and open access by the Revistas de divulgación at Ciencia Unisalle. It has been accepted for inclusion in Revista de la Universidad de La Salle by an authorized editor of Ciencia Unisalle. For more information, please contact [email protected].

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Revista de la Universidad de La Salle Revista de la Universidad de La Salle

Volume 1971 Number 1 Article 9

January 1971

Ciencia y folclor Ciencia y folclor

Hno. Ramiro Pinzón Martínez Universidad de La Salle, [email protected]

Hno. Daniel Julián González [email protected]

Hno. Nicéforo María [email protected]

Follow this and additional works at: https://ciencia.lasalle.edu.co/ruls

Citación recomendada Citación recomendada Pinzón Martínez, H., H.J. González, y H.María (1971). Ciencia y folclor. Revista de la Universidad de La Salle, (1), 57-71.

This Artículo de Revista is brought to you for free and open access by the Revistas de divulgación at Ciencia Unisalle. It has been accepted for inclusion in Revista de la Universidad de La Salle by an authorized editor of Ciencia Unisalle. For more information, please contact [email protected].

CIENCIA Y FOLCLOR

Discurso pronunciado por el Hermano Ramiro Pinzón Martínez en el acto académico del viernes 14 de mayo, en el cual se le otorgó el título de Doctor Honoris Causa, junto con los Hermanos Da­niel Julián González y Nicéforo Marta.

Cuando en 1947, con ocasión del cuarto centenario del nacimiento de Cervantes, escribí mi primer artículo sobre el Quijote, con el título de DON QUIJOTE EDUCADOR, también apareció en el mismo nú­mero del Boletín de La Salle un estudio del Hermano Nicéforo sobre QUIROPTEROS DE COLOMBIA. Mi nombre figuraba dos o tres veces entre los colectores del material usado por el ilustre naturalista. En ese mismo número del Boletín apareció, firmada por el Hermano Daniel, una investigación histórica sobre el estudio de LAS CIEN­CIAS NATURALES EN ANTIOQUIA.

Curiosa y providencial asociación que hoy, veinticuatro años después, vuelve a repetirse. Entonces unió mi humilde nombre al de estos dos sabios la inteligente preocupación del Hermano Gonzalo Manuel por encontrar colaboradores para el Boletín que él dirigía. Hoy es la benevolencia del Consejo directivo de la Universidad de La Salle la que asocia nuevamente mi nombre al de estos dos bene­méritos investigadores en el campo de la ciencia.

Cuando yo figuraba como colector de murciélagos y al mismo tiempo escribía sobre el Quijote, era más bien un Sancho en la aven­tura científica, pues estaba encargado de portar las alforjas donde se llevaban las municiones de boca y escopeta, y donde se echaban, como ricos despojos, los ejemplares recolectados. Si tal vez en algo imitaba entonces al gran Manehego, era en la audacia para entrar en las cuevas de Montesinos que se encontraran por los lados de Gra malote, en busca precisamente de esos murciélagos.

Al evocar esos lejanos recuerdos, iluminados hoy con rayos ves­pertinos, pues ya se hace tarde en mi existencia, surge especialmente vivo el paisaje, abrupto en unas regiones y cubierto de exhuberante vegetación en otras. Han desaparecido los peligros; huyeron el can­sancio y las incomodidades y parece que solo ha perdurado lo poético de la naturaleza. Y sobre esa naturaleza, dominándola con su espíritu científico, la figura del Hermano Nicéforo con su típica vestimenta

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de cazador. Por esas épocas, años de 1938 y 1939, estaba haciendo yo, en compañía del Hermano Miguel Amaya, cuyo recuerdo deseo acompañe en esta hora de gloria, la colección de coplas y ensaladillas publicadas en 1940. Por eso, mientras era ocasionalmente el escudero de un hombre que encarnaba los ideales de la ciencia, venían natural­mente a mi memoria algunas coplas asociadas a los diversos acae- ceres de una cacería, ni más ni menos como lo había hecho el poeta errante de los campos que fue regando en las montañas y vertiendo so­bre animales y plantas su inspiración sencilla.

En tres direcciones principalmente se han orientado las inves­tigaciones científicas de los Hermanos de las Escuelas Cristianas en Colombia: Por las ciencias naturales, con las destacadas figuras del Hermano Apolinar, ya en la eternidad, y de los Hermanos Nieéforo y Daniel, aquí presentes; por los estudios geográficos e históricos especialmente con los célebres trabajos de los notables Hermanos Luis Gonzaga y Justo Ramón y los recientes del Hermano Jaime Panqueva; y por las folclóricas, con el Hermano Miguel Amaya, que de Dios goce, y el que en estos momentos os está hablando.

La Universidad de La Salle, al distinguirnos hoy con el honroso título que nos otorga, ha querido asociar el aspecto científico con el folclórico. Porque estos dos grandes aspectos constituyen, con harta frecuencia, una doble mirada sobre los mismos elementos de la na­turaleza. Objetiva la una, que observa, analiza y clasifica, labor de excepcional importancia llevada a cabo por mis dos ilustres compa­ñeros; axiológica la otra, que no se detiene en el objeto en sí, sino en lo que ha significado como valor estético al convertirse en fuente de inspiración para un poeta, y el mensaje que, por medio de él, sin proponérselo quizás directamente, ha transmitido entre la clase cam­pesina en cuyo ambiente se desarrolló su vida. Y lo que al principio fue solo expresión individual de un poeta, al apropiárselo el pueblo, ge ha convertido en ese misterioso lenguaje de la copia que se pres­ta para manifestar de generación en generación toda una gama de sentimientos.

Salvaron para la ciencia y el recuerdo muchos ejemplares de plantas y animales mis dos eminentes compañeros. Tal vez donde ellos recogieron ese material científico, no quedan ya ni vestigios de esa fauna y de esa flora, porque la civilización arrasó con todo; por este motivo el valor intrínseco de sus colecciones se acrecienta al convertirse en verdaderos documentos de geografía histórica. La civilización para incorporar al servicio de la humanidad esas regiones empleó diversos métodos, incluso los violentos del incendio inmiseri- corde de inmensas zonas selváticas.

Yo también ayudé a salvar coplas y composiciones poéticas que la civilización, por medio de cancioneros, radios y transistores iba haciendo desaparecer de los campos. Pero sobre todo he tratado de salvar del olvido lo que es mucho más valioso: ciertos ingenios popu­lares, como don Marco Antonio Rincón y don Natividad Angarita,

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ampliamente dados a conocer en sus vidas y en sus obras en mi últi­mo libro: LA ENSALADILLA EN EL FOLCLOR NORTE SAN- TANDEREANO.

La insignificante planta que crece quizás parásita en un árbol y el humilde batracio que se oculta entre las ciénagas, al ser coleccio­nado por un naturalista, va a ocupar puesto en los museos donde será objeto de estudiosas miradas por parte de los sabios. Esos con- densados de ingenio y sentimiento que son, en veces, las coplas pue­den convertirse, al difundirlas la prensa, en expresiones usadas hasta por las personas llamadas cultas.

Debiendo llevar la palabra en nombre de mis dos compañeros, eminentes naturalistas ellos y yo simple aficionado a la poesía po­pular, me ha parecido que estará muy de acuerdo con las investiga­ciones que hoy se recompensan el que trate de citar los más impor­tantes ejemplares de la naturaleza, especialmente de la fauna y de la flora, incorporados por el pueblo en su cantares. Esto me permitirá formar un original manojo de flores campesinas para colocarlo, en mi nombre y en el de mis compañeros, delante de la presidencia del acto como un homenaje de gratitud al Consejo directivo de la Uni­versidad toda entera y a los amigos que han querido venir a acompa­ñarnos en estos instantes.

Para documentarme usaré mi libro POESIA POPULAR DEL NORTE DE SANTANDER, publicado hace treinta y un años, en 1940, en colaboración con el Hermano Miguel Amaya y limitaré este estudio a la copla. Debo advertir que yo escribo la copla en forma de dístico y no de cuartilla romanceada. En el estudio sobre métrica popular publicado en La ensaladilla en el forclor nortesantandereano, creo haber justificado ampliamente esta preferencia.

Nota distintiva de nuestra poesía colombiana, tanto popular como erudita, ha sido su predominante romanticismo. Empero los caracte­res románticos, el que más se destaca entre los poetas populares es la proyección del yo sobre el ambiente, considerando que la naturaleza circundante experimenta los mismos sentimientos que el cantor que la contempla. Cuando un poeta, entristecido por el abandono del ser amado va de nuevo a aquellos lugares en donde estuvo en días alegres, no puede menos de proyectar su actual tristeza sobre esos sitios y sus circunstancias, considerando que ellos se ponen en conso­nancia con sus personales e íntimos sentimientos. Dominado por esta incomprensión no cree exagerar cuando dice:

Dende que mi bien faltó, yo no he vuelto a la lagunaporque el agua se enturbece de ver mi mala fortuna.

Dende que mi bien faltó, ni como ni tengo vida:Ni los pajarillos cantan, ni el agua del río camina.

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No sé si me equivoque al afirmar que el alma campesina se com­porta en forma diferente cuando contempla los grandes espectáculos que ofrece la naturaleza y cuando contempla los pequeños. Las pala­bras proyección e inyección, usadas en matemáticas, serían las más apropiadas para indicar esta diferencia. Sobre los grandes espectácu­los: sol, luna, firmamento estrellado el alma parece proyectarse toda entera, al paso que en los ejemplares de la fauna o de la flora inyecta solo algunos sentimientos. Por ejemplo con no poca filosofía, aunque un tanto utilitarista se proyecta sobre el sol, diciendo:

Goza del sol mientras dura que el sol se te acabará: porque el sol también se acaba, cuando anocheciendo está.

Su actitud con respecto a la noche es muy conforme con la mi- misión de reposo que le confió la Providencia y se arroja en sus brazos seguro de hallar descanso en los trabajos y tregua en las penas y angustias del día:

Ya se va ocultando el sol, mi vida, por altas cumbres: ya se van acabando mis penas y pesadumbres.

Si, dominado por el optimismo que infunde el amor “ve los cielos abiertos el amante”, como dice Schiller y proyecta ese estado de alma sobre la noche oscura y lluviosa, se atreve a afirmar:

La noche con ser la noche, si ella supiera querer, no se oscureciera tanto ni se ocupara en llover.

En qué pensaría, al ver el cielo estrellado, el poeta que dijo esta copla aparentemente ingenua:

Las estrellas en el cielo tan bravas con el Señor porque nos las hizo grandes como la luna y el sol.

¿Estaría preocupado por el problema de la desigualdad humana e inconscientemente dejó escapar su inquietud de esta manera?

El planeta Venus, llamado lucero de la mañana o estrella matu­tina, aparece sobre el horizonte, en ciertas épocas del año, unas tres horas antes que el sol. Es el astro madrugador y por eso también los antiguos lo llamaron estrella de los pastores, pues su aparición indicaba que había llegado la hora de empezar a movilizar las ovejas en busca de pastos. Un poeta campesino madrugador le preguntó, tratándolo de igual a igual:

Lucero de la mañana, de la mañana lucero:por qué no me despertabas siendo yo tu compañero?Lucero de la mañana, resplandor de todo el día: por qué no me despertabas cuando la aurora venía?

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Dejando el mundo de la naturaleza en lo que tiene de más es­pléndido, voy a fijar la atención en los ejemplares de la fauna y de la flora incorporados en las coplas recogidas en las regiones de Sala- zar, Gramalote y Santiago. De las numerosas especies, que en regio­nes como estas, podrían colectar los naturalistas, son relativamente pocas las citadas por los poetas populares. Lo que es apenas natural ya que solo la utilidad o un interés ocasional puede llevarlos a preocu­parse de los animales o plantas que están habituados a ver.

He dicho antes que en los ejemplares de la naturaleza, toma­dos aisladamente, el poeta campesino parece inyectar algo suyo y por lo mismo algo humano; en forma infinitamente inferior, este acto guarda cierta analogía con lo que hizo alguna vez el Creador al infundir espíritu en alguno de los seres por El organizado y prepa­rado para recibirlo, dando origen al hombre.

Pequeño o grande; profundo o baladí; delicado o vulgar, el sentimiento, como expresión humana de un poeta, queda inyectado en cada ejemplar de la fauna o de la flora que ha utilizado en sus coplas. Y esa inyección de espíritu humano en elementos de la na­turaleza, añade el valor científico que ya tienen y al utilitario que les comunica el pueblo, un tercer valor de carácter estético.

En mi colección de 1940, hay unos 79 nombres diferentes de animales y 67 de plantas empleados en los coplas. Voy a citar los más importantes acompañando la enumeración con algunas coplas para que no resulte demasiado monótona.

Entre los animales domésticos son de especial importancia las aves de corral como el pato, el pisco o pavo y sobre todo la gallina, el pollo y el gallo. Estos dos últimos nombres figuran, entre otras, en este par de coplas paralelas dedicadas a una cantante que debió ser célebre en su época:

Qué bonito canta el gallo, qué bonito canta el pollo:qué bonito que cantaba Rosalina en San Antonio.

Qué bonito canta el pollo, qué bonito canta el gallo:más bonito que cantaba Rosalina en El Rosario.

De los demás animales domésticos figuran en las coplas el perro, el gato, la vaca, el buey, el toro, la cabra, el cerdo; el asno, la muía, la yegua, el potro y el caballo. El nombre de este noble animal está asociado a este par paralelo:

Ensillando mi caballo, le puse la mano en l’anca:Quién será aquel que no llora por una paloma blanca?

Ensillando mi caballo, le puse la mano encima:Quién será aquel que no llora por una muchacha linda?

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Algún coplero, o tal vez él mismo, después de reflexionar añadió:

Por una muchacha linda yo no lloro ni llorando,porque cuando el sol se oculta, la luna sigue alumbrando.

Algunos parásitos, tan molestos como repugnantes, lograron encontrar sitio en la copla, como la pulga, la garrapata, el piojo, el mismís y la nigua. De esta última se dice:

Las niguas tienen la culpa que yo tenga fieros pies: que me han hecho caminar con las patas al revés.

Entre los animales dañinos se citan el zorro, el águila y el ga­vilán. Es curioso que haya tantas coplas dedicadas a estos dos úl­timos:

Aguila que vas volando por aquellos altos cerros: llévale muchos saludos a aquel de los ojos negros.

Gavilancito de peña, tan tarde que has venido: la paloma tiene dueño: gavilancito a tu nido.

El surrucuco o buho y la lechuza son utilizados ordinariamente para zaherir. Con intenciones análogas se usan ciertos animales re­pugnantes como la cucaracha, la lombriz, el sapo y el cangrejo. Res­pecto de este la gente del pueblo dice siempre, por anaptisis, can- garejo, disolviendo el diptongo de consonantes.

Qué bonito será ver un viejo enamorando que parece un cangarejo por lo seco caminando.

Empleando el término culebra, genérico de todo ese grupo de animales terriblemente repulsivos, especificó tres un poeta que quiso reforzar sus protestas de fidelidad en el amor, con la siguiente exe­cración:

Una culebra me pique: taya, víbora o serpiente y en sus ponzoñas yo muera si no volviera a quererte.

Son muchos los animales de caza citados en las coplas: la bucua, la guartinaja, el conejo, el venado, el armadillo; de este último animal se dicen muchas cosas y se le hacen decir muchas más que nunca ha dicho ni dirá. La iguana, el fara, el morrocoy o tortuga y el mono. Entre las aves la guacharaca, la pava, el paujil, la perdiz y sobre todo la paloma y sus dos más importantes especies monteses la torcaza y la rabiblanca, han inspirado numerosas coplas.

Yo vide la palomita cuando estaba encañonando; y ahora la vuelvo a ver por los árboles pipiando.

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Ayer tarde taba yo, a la escolta de una casa poniéndole puntería al pecho de una torcaza.

Si la paloma supiera lo recio que suena el tiro no comiera ni bebiera sino pensando en su nido.

Palomita rabiblanca, dónde tenés tu nidito?Encima de un arrayán, debajo de unos palitos?

Los pajaritos o pajarillos son nombrados, genéricamente en mu­chas coplas; los nombres especificados son los siguientes: la golon­drina, el mochilero, el carpintero, el turpial, el canario, la urraca, el mielero, el perulato y la quinchita. El perulato es el mismo sinsonte poseedor de excelentes cualidades canoras que lo hacen muy apreciado y digno, en poesía de personificar algún -ser amado:

Pajarito perulato, del copete perulero:mas que digan que te matan, no digás que yo te quiero.

Tenían que tener un puesto en la copla los simpáticos y bullan­gueros pericos y loros.

Los pericos y los loros hacen nidos en las peñas: cuando dos se están queriendo con los ojos se hacen señas.

No quiero ser aguilita, ni periquito ni loro: porque me hagan un desaire, lo siento pero no lloro.

Otros animales incorporados en las coplas son: el samuro, la garza que se alimenta de panches, único pez citado como especie separándolo del nombre genérico que siempre es pescado o peje. La siguiente es una de las tres coplas en que algún ingenio popular re­produjo un diálogo entre la garza y su víctima:

Le dijo la garza al panche: Vámonos a trabajar.El panche le contestó: ¿Sí? Conmigo no va a almorzar.

La utilidad y la belleza son los principales valores tenidos en cuenta para incorporar el nombre de las plantas en los cantares del pueblo. Entre ellas es natural que el campesino destaque aquellas en que busca y encuentra el sustento de sus vidas como el maíz, el trigo, la cebada, la cebolla, el ají, el pimiento, el haba, el fríjol o frísol como se nombra en la siguiente interesante copla:

Tengo que dirme poco a poco como matica’e frísol, que el que se va poco a poco en veces le va mejor.

La caña de azúcar, el algodón y el café fueron cultivos de mayor categoría por su importancia y por la extensión de terreno a ellos dedicado. El café hubiera podido ser la redención económica de gran

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parte del departamento de Norte de Santander, pero varias circunstan­cias, que no es el caso indagar, le impidieron prestar un mejor servicio social. Sin embargo difícilmente se hallará otro lugar en el país donde este producto haya despertado mayor simpatía en la musa popular que en las regiones de Salazar y Gramalote. Fuera de las frecuentes alu­siones a ese producto hace don Marco Antonio Rincón en varias de sus ensaladillas, este genial ensaladillista dedicó al café dos dispu­tas o contradicciones. Disputó el café con el algodón y la caña y lo gró vencerlos, dando con ello una expresión simbólica de lo que ha pasado con los productos desalojados por otros, quizás con verda­dero detrimento de la economía regional, Son muchas las coplas popu­lares que se refieren al café y bastante número de ellas forman pares paralelos, resultado, sin duda, del pato versiao, especie de desafío cuyo mérito estriba en responder a una copla con otra de inmediata inven­ción. Las cogías de café, en que se concentraban campesinos de toda la región, se convertían, merced al pato versiao, en verdaderos juegos florales. He aquí álgunas coplas en torno del café y su recolección:

En las cogías de café es donde se ven cositas: palabras de casamiento, comadres y comadritas.

Cuando yo era cafetera lo cogía verde y maduro: el amor para bonito ha de ser con disimulo.

A la pepa de café no se le chupla la baba,porque se enseñan los hombres a querer mujer casada.

A la pepa de café no se le chupa la miel:porque se enseñan los hombres a querer mujer de bien.

Tando el café maduro, yo lo vide enverdecer: tando en amor tan firme yo lo vide aborrecer.

Por una pepa’e café perdí mi comodidá: me hube de casar contigo y eso sí fue de verdá.

De las plantas medicinales cítanse: la albahaca, la mejorana, el laurel, la yerbabuena y el romero. Este, sin duda, por sus propieda­des aromáticas, se nombra en una copla de sabor mordaz que dice:

Si querés que yo te quiera, bañate con el romero, pa que se vaya el olor del que te quiso primero.

A la yerbabuena se atribuyen curiosas propiedades:La flor de yerbabuena sirve para un sudor: para aplacar unos celos y encender más el amor.

Nombres de árboles mayores solo se citan: el nogal, el higuerón, el caracoli, el pino, el comino (que es un maderable), el arrayán y el roble. Al lado de ellos aparecen plantas de menor importancia como el

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bejuco, el helécho, la palma, el mortiño, el junco, la cebolleta, las pajas. Estas figuran en una delicada e interesante copla:

Cansados tengo los ojos de mirar pa aquella loma: se rebullen las pajitas, me parece que ya asoma.

Al hablar de las frutas, débese dar preferencia al “primero de cuantos concedió ricos presentes, Providencia, a las gentes del ecua­dor feliz, con mano larga”, como dice del banano el gran Bello en su silva inmortal. En las regiones a que estoy limitando este estudio, el banano, plátano o maduro es llamado ordinariamente con el nom­bre genérico de guineo. Con muy buen espíritu de observación y no poco conocimiento de la sicología juvenil, un ingenio popular hizo el siguiente comentario:

Onde hay guineos maduros, no hacen falta pajaritos: onde hay muchachas bonitas, no hacen falta motolitos.

Otras frutas citadas en las coplas son: la granada, la pifia, la pi­ñuela, la mora, la cereza, la manzana y el durazno. Estas dos últimas no son de la región, pues en la siguiente copla se las considera como dignas de ser un regalo de cierta categoría, ya que dice:

Allá te mandé un durazno y una manzana amarilla: una canastilla’e flores y una rosa de Castilla.

Dignos de destacarse son los tres cítricos más abundantes en el clima medio, dominante en las regiones donde se hizo esta colección, el limón, la lima y la naranja.

Al limón saca'le el agrio y a la lima el amargoso: mi corazón es firme y el tuyo es dudoso.

Dicen que la lima pesa, pero más pesa el limón: pero más me habrá pesado la mucha conversación.

Son bastante numerosas las coplas relativas al naranjo y a su apreciado fruto que, en grandes cantidades se pierde por falta de vías adecuadas de comunicación:

Naranjito de quebrada, yo te tengo que cortar: porque todos los que pasan te han de cortar un azar.

Quién fuera naranjo dulce para vestir de amarillo: quién fuera pañuelo’e seda pa vivir en tu bolsillo.

Cierro esta cita de coplas relativas a frutas con la siguiente que bien puede ser considerada como una joya por su belleza y el hondo sentido sicológico que encierra:

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El amor y las naranjas se parecen infinitoque por muy dulces que sean de agrio tienen un poquito.

Y entro con especial gusto en el campo de las flores que es donde parece pasearse con mayor libertad la poesía. El jardín de la casa campesina, cuidado más con cariño que con arte, ordinariamentee por manos femeninas, consta de unas cuantas matas cultivadas en materos y en los sardineles interiores de la casa. A ese jardín muy personal y muy a gusto de quien lo cultiva, se refirió el poeta que colocó en labios de un amante esta queja en coplas paralelas:

Ayer pasé por tu casa y tabas en la ventana: no fuites para botarme de tu jardín una rama.

Ayer pasé por tu casa y tabas en el balcón: no fuites para botarme de tu jardín un botón.

Del jardín natural muy fácilmente se pasa al metafórico ya que el amor convierte el alma en jardín poblado de bellas flores:

A tu jardín yo me dentro a regar mata por mata: y el clavelito me dijo: ¿Por qué no me riega ingrata?

Dentré al jardín y cogí la flor de la siempreviva: con dolor me despedí: Adiós mi prenda querida.

Las flores más citadas en las coplas son: la siempreviva, la ale- jandría, la azucena, la amapola, el mirasol, el lirio, la clavellina, los jazmines, el maravilla, el alhelí, el botón de oro, la cayena y los cara- cuchos. El caracucho ha sido flor afortunada pues ha inspirado coplas muy sentidas:

Dende aquí te toy mirando, caracuehito entre flores:Quita di ahi, caracuehito, que me matan tus amores.

No quiero besitos blancos, ni flores de alejandría: ni caracuchos morados, ni amores en compañía.

La rosa es sin duda una de las más bellas flores que pueden culti­varse en un jardín. Hermosa flor cantada por los poetas, desde Safo que la juzgaba digna de ser elegida reina de las apacibles flores si a Júpiter se le hubiera ocurrido darles un monarca. En la literatura simbólica medieval la rosa personificó la belleza femenina en el Román de la rose de Guillaume de Lorris y Jean de Meun. Dos sonetos, consi­derados verdaderas joyas de la literatura clásica española, destacaron en la rosa lo fugaz de su existencia: el de Calderón que le hixo hallar cuna y sepulcro en un mismo botón, y el de Góngora que la vio nacer ayer para morir mañana. Este concepto de la fueacidad de la belleza humana, reforzado por la Biblia en los versos finales del elogio a la mujer fuerte, encontró eco en la musa popular que dijo:

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La rosa con ser la rosa, la botan a la basura: ninguno con ser bonito come con su bonitura.

Sin embargo este aspecto, en apariencia negativo, no es el pre­dominante y la rosa es también el mejor adorno del jardín de la poe­sía popular, por personificar a la mujer amada también en los cantares del pueblo.

Me gusta el nombre de Rosa, porque rosa es una flor: porque la rosa se encuentra en los jardines de amor.

En los jardines de amor me mandaron escoger yo escogí la bella rosa porque otra no puede ser.

Otra flor muy importante es el clavel. Los clavelitos forman una verdadera familia de coplas, y en veces, se desafían los cantores o recitadores populares a ver quién recuerda o recita mayor número de clavelitos. He aquí algunos clavelitos:

Clavelito colorado, clavelito marilusco:nos tenemos que querer aunque nunca tengan gusto.Clavelito colorado y de los orillos verdes: quereme pero sin celos; de jame mirar alegre.Clavelito colorado de la mata te cogí: la matica te ha llorado como yo te lloro a ti.Clavelito colorado, es esta mi idolatría:porque en mi pecho te tengo todas las horas del día.

Si en todas las épocas ha sido la rosa personificación de la mujer amada, en la poesía popular dijérase que de preferencia el clavel per­sonifica al hombre. Ello parece deducirse de la forma como suelen estáis dos flores asociarse en las coplas.

Ahora están bailando la rosa con el clavel: la rosa regando flores y el clavel a recoger.Asómate a la lomita, niña que te quiero ver:me han dicho que sos la rosa prima hermana del clavel.Si querés que yo te quiera como el clavel a la rosa, dejate de cariñitos: mirá que yo soy celosa.

Para poner fin a esta larga enumeración quiero añadir, a modo de síntesis algunas anotaciones sobre la manera como suele el autor de coplas utilizar los elementos que le ofrece la naturaleza para inyec­tar en ellos algo de su ser humano.

El primer paso es el interés que los seres de la naturaleza suscitan en quienes los observan. El autor de la copla deja simplemente cons­tancia de lo observado. Es la forma más objetiva y por lo mismo la menos poética:

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Al perro de mi vecino lo voy a mandar matar porque me sale al camino a no dejarme pasar.A las montañas más altas me subí y cogí bejuco: todas las aves cantan, menos el surrucuco.Todo el que fuere iguanero, madrúguese a levantar: cuando está rayando el alba se salen a calentar.

En una segunda etapa se relacionan los elementos de la naturaleza con el cantor y brota en él cierta envidia hacia ellos por alguna cualidad o circunstancia que posee el ejemplar observado y que el poeta ni tiene ni puede fácilmente conseguir. Origina esto un deseo que se ex­presa en forma simplemente enunciativa como en:

De todos los animales yo quisiera ser el fara:mas que me echaran los perros, como yo me encaramara.De todos los animales yo quisiera ser el monopara estar de gajo en gajo, dándome una cuarta’e tono.

Y con mayor delicadeza y finura como el animalito a quien quie­re parecerse:

De todos los animales yo quisiera ser quinchita: para estar de flor en flor chupando la mielecita.

Puede suponerse conseguido el deseo y expresarse lo que enton­ces se haría:

Si yo pajarillo fuera, no picara trigo vano: te picara el corazón y un dedito de la mano.Si yo fuera pajarillo que me ocupara en volar, me ocultara en el camino solo por verte pasar.

La expresión del deseo adquiere mayor viveza cuando va acom­pañada de una exclamación. ¿Quién no ha deseado volar? Caro expre­só este deseo en la poesía Las aves, pero no se atrevió a especificar a cuál de ellas quería parecerse. El cantor popular, sin tantos frenos sociales, no tuvo reparo en decir:

Quién fuera como el samuro que vuela tan a compás: sube al primer elemento y vuelve a mirar atrás.

Este deseo casi siempre encuentra en el amor su justificación: Quién fuera como el maiz seco que vuelve a reverdecer: quién fuera tu fino amante para volverte a querer.Quién fuera como el pático chiquitico y nadador para poderse embarcar donde se embarcó mi amor.Quién fuera botón de rosa, quién fuera gajo’e romero quién fuera cintica negra para andar en tu sombrero.

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En la tercera etapa se lleva a cabo una confrontación del compor­tamiento humano con los caracteres observados en los ejemplares de la naturaleza elegidos como fuentes de inspiración. Si de esa con­frontación resultan semejanzas, entonces se establecen comparaciones:

Los páticos pa nadar, echan l’agua con el deo: y yo para enamorar me sigo por lo que veo.Todas las estrellas del cielo caminan de dos en dos: así caminan mis ojos cuando van detrás de vos.

Con harta frecuencia la razón de semejanza, evidente para el autor de la copla, no lo es del todo para el que la escucha o lee:

Las flores en el camino se hicieron pal caminante: ya nací para ser tuyo y tú para ser mi amante.Me puse a contar estrellas y conté las menuditas: trabajos pasan los hombres por querer a las bonitas.Cuánta naranja madura, cuánta perla de oriente: cuántas lágrimas derrama quien tiene su amor ausente.

Si en vez de semejanza hay contraposición entonces resultan esas antítesis que, al reunirse en grupos paralelos, forman conjuntos de especial belleza:

Me puse a sembrar corales, corales no me nacían: me puse a mirar tus labios, corales se me volvían.Tan alta que va la luna y un lucero que la guía:qué triste que queda un hombre cuando una mujer lo olvida.

De la comparación se pasa fácilmente a la cuarta etapa que es la metáfora y al prolongar esta, a la alegoría dando origen a la poe­sía alegórica. Entre decir que alguien se parece al limón, decir que lo es y tratarlo como tal, no hay sino un paso:

Asómate a la lomita, yo me asomaré al portón: vos serés la verde lima, yo seré el verde limón.Limoncito, limoncito: ah limón para espinoso: que mi corazón es firme y el tuyo tan engañoso.Cada vez que veo flores me acuerdo de un bien que amé: una matica de azares. . . yo fui el que la deshojé.

Ya en este estado el elemento de la naturaleza está listo para reci­bir la persona humana y coronar así la etapa final. Si él ha sido lla­mado verde limón y ella matica de azahares, no son ni él ni ella quie­nes cambian de naturaleza sino que el limón y los azahares encarna­rán seres humanos. Me he atrevido a decir más atrás que, cuando el Omnipotente, tuvo alguno de los seres orgánicos preparado para re­cibir el espíritu, se lo infundió dando origen al hombre y poniendo término con él a la creación terrestre. También, guardadas las infinitas distancias que hay entre el Creador y la criatura, una vez preparado,

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a través de una labor inconsciente de transformación artística, el ele­mento que la naturaleza ofreció con motivo de inspiración al poeta, este infundió en él no solo el pensamiento sino lo que vale mucho más: la persona amada. Y esa planta, y ese animal, y ese lucero que la encarnan, entra por decirlo así, a formar parte de la familia y re­cibe reproches y expresiones de afecto:

Clavellina del pantano, azucena del peñón:que mal pago le habés dado a mi pobre corazón.Dos clavedes tan peliando: volvamos a la porfía.Volveme a querer de nuevo, bella flor de alejandría.Adiós matica de albahaca, cogollito de piñuela:si querés querer a otro, esperá que yo me muera.Clavelito colorado por qué pasás tan derecho,sabiendo que a mí me da un dolorcito en el pecho?Es este el triunfo de la copla popular, y también la mayor exalta­

ción de los seres que los sabios naturalistas estudian y clasifican. Ya no son simples ejemplares que llevan un nombre científico sino encar­naciones de personas humanas y entre ellas, de las que tienen mayor importancia por su íntima y decisiva infuencia en la vida: las personas amadas.

Las coplas que he estado recordando ante vosotros en este solem­nísimo acto han permanecido durante treinta y un años encerradas en las páginas de un libro del que solo existen ya muy pocos ejemplares. He vuelto a examinar esa colección de seres hoy muertos, pero que un día tuvieron vida. La vida de esas coplas se manifestaba corriendo de boca en boca, expresando sentimientos de seres humanos vivos y pres­tándose a ser modificadas en su formas y en su contenido según los caprichos de quienes las usaran.

He escogido algunas de las más bellas flores del jardín de la poesía campesina y ha sido mi intención formar con ellas un ramillete para colocarlo, en señal de gratitud, delante de quienes presiden este acto. Nadie podrá negar que en muchas de las coplas citadas hay real­mente poesía, “sangre del corazón”, como la llamó Caro.

En uno de los templos de Nápoles se muestra al viajero una masa negruzca e informe encerrada en una ampolla de cristal y afirman que es la sangre de San Genaro. Y cuenta la piadosa leyenda que si se acerca a esa masa informe una reliquia insigne del santo, especial­mente su cráneo, esa masa se licúa, toma el color rojo de la sangre y comienza a hervir como deseosa de circular nuevamente por los miem­bros del cuerpo del mártir.

Yo deseara que algo parecido sucediera hoy aquí con esas coplas que un día tuvieron vida y fueron de ella privadas para aprisionarlas entre negras letras de imprenta. Varias de ellas fueron el medio de que se sirvió un cantor campesino para inyectar sangre del corazón

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en algunos de los ejemplares que hoy guardan disecados mis dos sabios compañeros. Ojalá esos ejemplares quizás negruzcos por el paso de los años y con formas que nada tienen que ver con la vida, rociados otrora con las gotas de la sangre del corazón de un poeta, al contacto de nuestra gratitud volvieran a vivir como la sangre de San Genaro.

Y esas rosas, y esos alhelíes, y esos claveles, y esas flores de ále- jandría, y esos caracuchos, y esos azahares, se incorporaran perfu­mados y bellos; y los pajarillos, especialmente el perulato, con su hermoso canto, y las palomas con su arrullo, y los pericos y loros con su ensordecedor bullicio, volvieran hoy a repetir aquí el mensaje que el poeta popular les confió, para que nos ayudaran, a mis compa­ñeros y a mí, a expresar toda la gratitud que nos embarga al saber que el esfuerzo de muchos años, ha sido mirado con especial aprecio y simpatía por esta Universidad de la Salle.