crisis económica y movilizacion social
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Estudio que aborda la crisis económica que azotó a la dictadura militarTRANSCRIPT
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Crisis económica y movilización social en Chile (1981-1984) Author(s): Francisco Zapata Source: Foro Internacional, Vol. 26, No. 2 (102) (Oct. - Dec., 1985), pp. 214-228Published by: Colegio de MexicoStable URL: http://www.jstor.org/stable/27738041Accessed: 07-10-2015 04:14 UTC
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CRISIS ECON?MICA Y MOVILIZACI?N SOCIAL EN CHILE (1981-1984)
Francisco Zapata
La FRUSTRACI?N del proceso de movilizaci?n de los actores sociales que tuvo
lugar en Chile entre 1983 y 1984 debe ser objeto de an?lisis desde el punto de vista de las consecuencias que ella puede tener para el futuro pol?tico del
pa?s.1 La crisis econ?mica del per?odo 1981-1982 que antecede dicha movili
zaci?n tiene varias dimensiones que siguen trayectorias diferentes pero inte
rrelacionadas. Por una parte, es posible argumentar que los problemas que
experiment? la econom?a del pa?s condicionaron la aparici?n de la movilizaci?n
social a la vez que dieron lugar a otros fen?menos, como la reconstituci?n del
sistema pol?tico del pa?s, la gesti?n de la recuperaci?n del consenso perdido al nivel de la sociedad civil, y la revelaci?n de que la estructura socio-econ?mica
hab?a experimentado transformaciones sustantivas desde el golpe de Estado
de 1973. Estas consecuencias permit?an observar el impacto que hab?a tenido
la pol?tica econ?mica de los Chicago Boys sobre la g?nesis de la movilizaci?n social y visualizar tambi?n las repercusiones que pod?a tener la formulaci?n
de un nuevo consenso sobre la redefinici?n del sistema pol?tico. Sin embargo, esta postura, que se limita al an?lisis de la coyuntura, debe ser profundizada.
Pensamos que es necesario ir m?s all? de la l?gica de los acontecimientos.
Hay que ver que tanto en la econom?a como en la sociedad chilena han tenido
lugar transformaciones estructurales que constituyen el tel?n de fondo sobre
el cual dicha coyuntura est? inscrita. La puesta en duda del r?gimen militar
que tuvo lugar entre 1983 y 1984 reflej? cambios en la estructura de clases; mostr? que el espacio pol?tico atraviesa por un proceso de redefinici?n en donde
las organizaciones existentes en las poblaciones marginales desempe?an un
papel m?s importante que los sindicatos, tradicionalmente centrales en la acci?n
pol?tica; adem?s, mostr? que estas organizaciones asumen un papel mucho m?s
directo en la expresi?n de sus intereses y relegan a los partidos pol?ticos a un
segundo plano. Consideramos que estas y otras ideas que surgen al considerar
la evoluci?n de la situaci?n chilena en los dos ?ltimos a?os deben ser analiza
1 La presente versi?n de este an?lisis recoge las reflexiones puntuales realizadas en "Fuerzas
sociales y actores pol?ticos en Chile", Le Monde Diplomatique en espa?ol, diciembre de 1983, y en
la conclusi?n al libro colectivo Clases sociales y acci?n obrera en Chile, M?xico, El Colegio de M?xico, 1985.
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das en la perspectiva de la evoluci?n general del pa?s en la ?ltima d?cada.2
A partir de ah? podremos conocer mejor c?mo se ha restructurado la relaci?n
entre estructura social, actores sociales y acci?n pol?tica, y dimensionar a partir de ah? las posibilidades de cambio de dicha situaci?n. Este prop?sito ser? abor dado refiri?ndonos al impacto de la pol?tica econ?mica en la g?nesis de la
movilizaci?n, a los elementos que permiten afirmar que el sistema pol?tico chileno se est? redefiniendo y, finalmente, a las bases objetivas que puede tener
el proyecto de lograr un nuevo consenso social en el pa?s.
Crisis econ?mica y movilizaci?n social (i98i-i984)
Fue a partir de la crisis econ?mica desencadenada a lo largo de 19823 que se
puso en marcha la din?mica de movilizaci?n que se inici? en marzo de 1983.
Cuando a fines de 1981 el gobierno tuvo que intervenir el aparato financiero,
anticip?ndose a una insolvencia del mismo, se sinti? la se?al de que algo andaba
mal en la puesta en pr?ctica del modelo de los Chicago Boys. Varios bancos
pasaron a ser administrados por la Superintendencia de Bancos y Compa??as de Seguro, con lo cual el mito del Estado liberal no interventor se vino al suelo.
M?s tarde, en junio y agosto de 1982, las sucesivas devaluaciones del peso con
respecto al d?lar (que lo llevaron de 39 a 46 pesos por d?lar y m?s adelante a 70, 112 y 144 en enero de 1985), reforzaron la crisis de confianza que se
hab?a iniciado con la intervenci?n de los bancos y la quiebra de algunas grandes
empresas. Adem?s, el deterioro del aparato industrial, sometido a ofensivas
ligadas a la baja de los aranceles, mostraba los resultados concretos de la aper tura al exterior. El Producto Nacional Bruto decrec?a en un 14.1% entre
1981-1982, conformando un cuadro dram?tico en la econom?a de un pa?s que todav?a en 1980 era mostrada como ejemplo del funcionamiento del plantea
miento liberal.
No obstante las afirmaciones tajantes de los economistas de Chicago en
cuanto a la bondad que las medidas adoptadas ten?an desde el punto de vista
de la inserci?n de la econom?a chilena al contexto internacional, la competiti vidad de la industria chilena no se hab?a incrementado: en 1978, el valor real
de las exportaciones chilenas era inferior en un 10% al de 1970, mientras que el valor de las importaciones era un 38% m?s alto. Los cambios en la distribu
ci?n sectorial del producto y del empleo suger?an que la aparente intensifica
ci?n del crecimiento obedec?a a la din?mica del sector comercial y financiero,
2 V?ase Sergio Spoerer, "Chili 1981-1983", crise institutionnelle et acteurs socio-politiques", Probl?mes d'Am?rique Latine, num. 72, 1984. Para una visi?n panor?mica del per?odo 1973-1981, v?ase el n?mero especial de la Revista Mexicana de Sociolog?a, num. 2, 1982.
3 V?anse Alvaro Garc?a Hurtado, "The Political Economy of the Rise and Fall of the
Chicago Boys", Centre for Latin American Studies, University of Cambridge, Working Paper, 38, 1983. Carlos Fort?n, "The Failure of Repressive Monetarism: Chile, 1973-1983", Third World
Quarterly, abril de 1984, y Carlos Ominami, "Le miracle ?conomique chilien: la fin d'un mythe", Probl?mes d'Am?rique Latine, num. 72, 1984.
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y no a resultados in?ditos en la producci?n. Los sectores productivos de bienes
durables hab?an disminuido su participaci?n en el total del PNB en un 7% entre 1970 y 1978 (F?lix, 1983). El incremento de la productividad del trabajo se explicaba m?s por la disminuci?n del empleo que por un aumento de los
vol?menes de producci?n.4 Todo lo cual indicaba que el milagro econ?mico
inducido por la escuela de Chicago era m?s una ilusi?n que una realidad.
Sin embargo, si bien es cierto que esta estrategia econ?mica hab?a tenido
los resultados se?alados y otros que han sido pormenorizados por muchos ana
listas (Garc?a-Hurtado, 1983), es necesario ahondar m?s en el sentido que
pueden tener algunas inversiones realizadas en el sector minero, en la agricul tura (fruticultura, ganader?a), en la red caminera y en otras ?reas de la econo
m?a que pueden tener repercusiones en el largo plazo y que repercuten en el
grado de estabilidad que pueda asignarse al r?gimen militar.
La importancia de la diversificaci?n de las exportaciones mineras (v?ase cuadr? 2), m?s que el incremento del peso de ellas en el total de las exportacio nes del pa?s, el cual ha disminuido (v?ase cuadro 1), muestra que el r?gimen militar ha tratado de poner en marcha una din?mica de valoraci?n de los
recursos minerales del pa?s, apoyado en la l?gica de las supuestas ventajas com
Cuadro 1
Porcentaje de las exportaciones cupr?feras como proporci?n del valor total de las exportaciones chilenas (1972-1983)
(Millones de d?lares)
Valor de las exportaciones Valor de las exportaciones
A?o_de cobre
(1)_totales (2)_1/2 %
1972 631 855 73.8 1973 1 026 1 231 83.3 1974 1 654 2 481 66.7
1975 890 1 661 53.6 1976 1 247 2 083 59.9 1977 1 187 2 190 54.2
1978 1271 2 478 51.3 1979 1 899 3 894 48.8 ?980 2 153 4 671 46.0 1981 1 715 3 906 43.9 1982 1 731 3 710 46.7 1983 1 836 3 836 47.9
Fuente: International Financial Statistics, Washington, D.C., 1980-1985.
4 Por ejemplo, en el cobre parte importante de ?a baja del costo medio por tonelada se debe a la baja en el costo de personal, por una mayor productividad y una reducci?n de m?s de 1 500
trabajadores entre 1974 y 1982. El costo por trabajador pasa de US$19.9 en 1981 a US$16.7 en
1982, una reducci?n del 16%. El ?ndice de productividad se incrementa en un 22.2%.
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parativas que el pa?s tiene en ese campo. La producci?n y exportaci?n de mi
nerales como el oro, la plata, el molibdeno, el plomo o el zinc experimentan incrementos muy importantes entre 1973 y 1982, que contrastan con la p?rdida de posiciones del hierro o los incrementos m?s moderados del cobre o del man
ganeso. Ello se ha llevado a cabo a trav?s de la apertura de nuevas explotaciones como son El Indio (oro, plata) y El Toqui (zinc), o de la prospecci?n de nuevas
minas de cobre como Los Pelambres, La Escondida, Quebrada Blanca, Cerro
Negro, Cerro Colorado, para mencionar s?lo algunas de las que son objeto de inversi?n.
Cuadro 2
Producci?n de la miner?a met?lica de Chile entre 1973 y 1982
(promedio para el per?odo y variaci?n porcentual entre 1973 y 1982)
Variaci?n
porcentual
Mineral_1973_1982_(1973-1982)
Cobre 743 1 255 68.9 Molibdeno 4 940 20 048 305.8
Plomo 431 1 552 260.0 Zinc 2 324 5 656 143.4 Hierro 9 416 6 470 - 31.3
Manganeso 14 413 16 111 11.8
Oro 3 226 16 007 424.0
Plata_157_382_143.3 Nota: Cobre, molibdeno y hierro en miles de toneladas m?tricas; oro y plata en kilos; plomo, zinc
y manganeso en toneladas m?tricas. Fuente: Chile Economie Repon, Corporaci?n de Fomento de la Producci?n, Nueva York, 1984.
La mayor parte de las inversiones realizadas tienen como protagonista al
capital extranjero que, a trav?s de algunas grandes empresas transnacionales
(St. Joe Mineral Corporation, Utah International, Atlantic Richfield, Foote Minerals, etc.) ha comprometido recursos humanos y financieros para valori zar esas riquezas. Igualmente, las minas ya en explotaci?n (Chuquicamata, El Teniente, La Disputada de Las Condes, etc.) han puesto en marcha planes de expansi?n que involucran el incremento de la producci?n de metales como
el molibdeno o el manganeso. Desde la entrada en vigencia del decreto 600, referido a la inversi?n extranjera, el 41% de las inversiones se ha localizado en el sector minero, lo cual equivale a 850 millones de d?lares (v?ase cuadro
3). Esta tendencia, cuyo impacto sobre la estructura econ?mica tardar? en ve
rificarse en toda su amplitud, dados los plazos sumamente largos que tiene
la valorizaci?n del capital en el sector minero, fortalece el restablecimiento de
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Cuadro 3
Inversiones extranjeras realizadas, clasificadas por sector,
desde la entrada en vigencia del decreto 600 (1976) (Miles de d?lares)
Porcentaje de las
N?mero de Monto de las inversiones realizadas
proyectos inversiones sobre las
Sector autorizados realizadas autorizadas
Miner?a
Industria
Servicios
Construcci?n
Agricultura Forestal
Transportes
Energ?ticos Total
53
266 394 69 68 5 14 2
871
850 524 502 510 560 205 97 466 43 350 9 786 9 445 1 655
: 074 974
41.0
24.2
27.0
4.7
2.1
0.5
0.5
100.0
Fuente: Banco Central de Chile, citado por Chile Economie Report, Corporaci?n de Fomento de la Producci?n, Nueva York, 1984.
la econom?a volcada hacia el exterior y le da viabilidad al modelo de desarrollo que el r?gimen militar est? tratando de restaurar.
Adem?s, no es s?lo en la miner?a que tiene lugar este proceso, cuyo signi ficado econ?mico en el largo plazo puede ser importante. Incluso las empresas estatales (electricidad, petr?leo, siderurgia, construcci?n naval, etc.) han puesto en marcha programas de inversi?n cuya realizaci?n repercute tambi?n en la
din?mica se?alada anteriormente.5 La construcci?n de la planta hidroel?ctrica
de Colb?n-Machicura, la expansi?n de la red el?ctrica interconectada en el
norte del pa?s, la prolongaci?n de la carretera longitudinal hacia la zona austral, las inversiones en la infraestructura agraria por organismos del Estado (INDAP,
CORA, SAG, CONAF, etc.), son algunos ejemplos de este proceso. Podemos
agregar que la penetraci?n del espacio austral abre una nueva frontera y no se
limita s?lo a cumplir con un prop?sito geopol?tico de integrar al pa?s por v?a
terrestre. La inversi?n p?blica en el sector agropecuario tampoco puede subestimarse. Las inversiones en fruticultura, vitivinicultura, forestaci?n y
reforestaci?n, maquinaria agr?cola, habilitaci?n de tierras, construcciones
agr?colas, ganader?a, se expresan en un incremento notable de las exportaciones
agropecuarias. La pol?tica de precios ha favorecido la producci?n de cereales, lo cual permiti? la autosuficiencia en trigo del pa?s en 1984, lo que no hab?a
5 Vale la pena citar la opini?n del Banco Mundial en este sentido: "En Chile, las empresas estatales son de las m?s s?lidas en la actualidad", Chile: an Economie Memorandum, 24 de septiembre de 1984, p. 17, nota 2.
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ocurrido durante varias d?cadas. Algo similar ocurre con la pesca, que tam
bi?n ha multiplicado varias veces el valor de sus exportaciones, que pasaron de 21 millones de d?lares en 1973 a m?s de 400 millones de d?lares en 1982.
Podr?amos mencionar tambi?n que algunos intereses privados han llevado
a cabo algunas inversiones (madera, construcci?n naval), si bien su impacto ha sido muy marginal al realizado por intereses transnacionales o estatales. Por
ello el nuevo modelo, implementado por el r?gimen militar, descansa esen
cialmente en estos dos sectores cuyos efectos sobre la din?mica futura de la
econom?a pueden ser muy significativos. Como ocurri? durante el per?odo de
crecimiento hacia afuera, el lugar de la toma de decisiones se traslada al exte
rior y descansa sobre la evoluci?n de la coyuntura econ?mica internacional.
Las necesidades del mercado nacional no son ya las que dictan las decisiones
de pol?tica econ?mica. Los requerimientos de empleo de la poblaci?n tampoco
figuran entre los criterios utilizados para la fijaci?n de prioridades. El Estado
y las empresas transnacionales se interpenetran para establecer un orden de
prioridades que sea beneficioso para ambos. Todo lo que no sea funcional a
estas prioridades es descartado.
De esta forma, la inversi?n en infraestructura, en la agricultura y en la
miner?a constituye un impacto que no puede ni debe subestimarse en una eva
luaci?n global de la estructura econ?mica de Chile en la actualidad.
A la luz de lo planteado se hace dif?cil reducir el proceso de movilizaci?n social del per?odo 1983-1984 a una simple respuesta a los problemas coyuntu rales de 1982. En efecto, lo ocurrido es m?s un cuestionamiento global de toda
la estrategia econ?mica que la formulaci?n de un proyecto aut?nomo de una
alternativa a la situaci?n existente. El cuestionamiento asume la estrategia que se puso en marcha y no la acepta. Adem?s, es el resultado de actores sociales
muy diferenciados de los actores pol?ticos, que tradicionalmente hab?an animado
la movilizaci?n socio-pol?tica en el pa?s. Entonces, el cuestionamiento que se
expresa en la movilizaci?n es el resultado tanto de la crisis coyuntural de 1982
como de la toma de conciencia de las implicaciones que tuvo la puesta en pr?c tica de la estrategia econ?mica del r?gimen militar en los ?ltimos diez a?os.
La acci?n emprendida por mineros, transportistas, comerciantes, pobladores,
peque?os y medianos industriales endeudados, fue desencadenada a partir de
los problemas de 1982 pero a la vez refleja las consecuencias de la restauraci?n
del modelo econ?mico orientado hacia el exterior.
Otro factor que impide identificar al movimiento con un proyecto alter
nativo es la segmentaci?n de las reivindicaciones, asociada a la especificidad de cada actor. Si bien los partidos pol?ticos tratan de canalizar esas reivindica
ciones, lo central es que ellas coexistieron sin articularse alrededor de un objetivo
que trascendiera la ca?da del general Pinochet. Gran parte del programa plan teado por el llamado
' 'di?logo'
' (agosto de 1983), culminaci?n de las jornadas
de protesta realizadas en 1983, se focaliz? en demandar la renuncia del general, lo que en parte contribuy? al fracaso del programa. Es por ello que fue dif?cil
mantener la movilizaci?n en un nivel suficientemente intenso y sobre todo
guardar la unidad entre la diversidad de sectores sociales comprometidos en
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ella. Con excepci?n de las grandes manifestaciones del primer semestre de 1983, las que tuvieron lugar despu?s fueron insuficientes para quebrar la resistencia
del r?gimen. Al contrario, el gobierno militar consigui? dividir a la oposici?n separando
las reivindicaciones de las clases medias (transportistas, peque?os y medianos
empresarios, propietarios rurales, comerciantes) de las planteadas por los po bladores o los obreros (empleo, salarios, vivienda). Los militares prometieron a cada actor algo de lo que solicitaba y, a fines de septiembre de 1983, era
claro que una parte de las peticiones hab?a encontrado una soluci?n o una pro mesa. As?, los sectores sociales pudientes, endeudados, encontraron una res
puesta favorable a su demanda de condonaci?n de deudas, y las presiones de
los industriales para mejorar su posici?n relativa en el mercado se resolvieron
con el alza progresiva de los aranceles, los cuales les permiten volver a obtener
ganancias. Los "cacerolazos" que hab?an agitado los barrios altos de la capi
tal, fueron as? parcialmente neutralizados.6
Pero, al mismo tiempo, el r?gimen endureci? su postura frente a los sectores
populares. Despu?s del paro en las minas del cobre en junio, el r?gimen pro cedi? a encarcelar a algunos dirigentes de la Confederaci?n de Trabajadores del Cobre (CTC) y a tomar medidas radicales en los campamentos, en donde
despidi? a muchos obreros que hab?an participado en el paro, adem?s de mili
tarizar las faenas. Todav?a en septiembre de 1984 segu?an plante?ndose demandas de reintegro al trabajo que no fueron satisfechas por el r?gimen a
pesar de haber accedido ?ste a la mediaci?n de la Iglesia. Despidos, renuncias
forzosas y procesos judiciales en el cobre, allanamientos masivos en las pobla ciones marginales, disparos, detenciones arbitrarias de j?venes y obreros. Los
dirigentes pol?ticos de m?s figuraci?n fueron encarcelados, pero la presencia de un poder judicial menos servil les permiti? recuperar la libertad en corto
tiempo. Frente a la heterogeneidad de la opci?n que permiti? la divisi?n a trav?s
de la estrategia del r?gimen militar, y frente a la ausencia de un programa alternativo que diera seguridades a los sectores propietarios, las jornadas nacionales de protesta tomaron un car?cter ritual que gradualmente tuvo menos
y menos que ver con una confrontaci?n con el r?gimen y m?s con la puesta en marcha de un proceso de recuperaci?n del sentido de identidad de las orga nizaciones pol?ticas.
Es por ello que a partir del comienzo de 1984 los principios de la moviliza ci?n descansan mucho m?s en los actores sociales populares, desprovistos de
una orientaci?n pol?tica definida y preocupados por resolver problemas muy
6 Los "cacerolazos" son ya una forma t?pica de protesta civil, particularmente identificada con las clases medias. En efecto, desde sus primeras manifestaciones en Chile, por octubre de 1972, hasta las m?s recientes en mayo-junio de 1983, pasando por algunos imitadores en Brasil, el hecho de hacer sonar las cacerolas en la oscuridad de las noches santiaguinas ha tenido efectos m?s que
significativos como forma de cuestionamiento pol?tico. Est? pendiente el estudio sistem?tico de su connotaci?n, dado que sus implicaciones no est?n s?lo ligadas, obviamente, a la sobrevivencia material de los grupos sociales que lo utilizan.
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concretos, que en los partidos pol?ticos, dedicados a recuperar el espacio insti
tucional hasta ah? ocupado por los militares. Es a partir de esta imagen global de lo ocurrido durante el lapso 1983-1984 que podemos plantear una reflexi?n
m?s espec?fica referida a los cambios que pueden explicar lo sucedido con el
car?cter de la movilizaci?n social en Chile.
La reconstituci?n del sistema pol?tico
Consideramos que, desde el punto de vista anal?tico, la innovaci?n principal de la coyuntura actual tiene que ver con la distancia que la derecha pol?tica ha tomado con relaci?n al r?gimen militar. Algunos de sus jefes, que pertene cen a la derecha "republicana", para diferenciarla de las otras dos derechas, la "gremialista" y la ''nacionalista", ambas comprometidas con los militares,
participaron en las jornadas nacionales de protesta.7 Esto muestra un comien
zo de ruptura de la base social de los militares y presenta una alternativa pol?tica
para los empresarios industriales y los propietarios rurales descontentos con
una situaci?n que achacan a la pol?tica econ?mica liberal.
Por otro lado, el ?xito de una organizaci?n como el Proyecto de Desarrollo
Nacional (PRODEN), dirigido por un hombre que pretendi? salirse del cauce de los partidos pol?ticos (Jorge Lavanderos) y que fue violentamente reprimido, permiti? que personas tan dis?miles como el ex general Gustavo Leigh, anti
guo integrante de la Junta Militar, el presidente de la Asociaci?n de Producto res de Trigo, Carlos Podlech, y el presidente de la CTC, Rodolfo Seguel, se sentaran en la misma mesa; la concretizaci?n del planteamiento del PRODEN,
mostr? en la coyuntura del inicio de 1983 que el car?cter heterog?neo de la
composici?n social de la movilizaci?n pod?a servir de base a un proyecto pol? tico poco ortodoxo.8
Sin embargo, cuando la Democracia Cristiana (DC) decidi? jugarse a fondo hacia fines del primer semestre de 1983, las bases estaban dadas para la re
constituci?n del sistema institucional en su versi?n original. La constituci?n
de la Alianza Democr?tica (AD), encabezada por la DC e integrando a radicales, socialistas democr?ticos y a la derecha ''republicana", fue la respuesta org?
7 Las diferencias entre las tres "derechas" son las siguientes: mientras la derecha republi cana trata de recuperar la herencia hist?rica de liberales y conservadores, que favorecieron el r?gi men democr?tico representativo, la derecha gremialista y la derecha nacionalista son variaciones de grupos que de una manera u otra apoyan al r?gimen militar: los unos porque favorecen una estructura de intermediaci?n formada por estamentos provinciales, ?lites de todo tipo (empresa riales, profesionales) y organizaciones sociales como sindicatos. Los otros, porque favorecen una estructura de apoyo de masas cuya cercan?a con un modelo fascista podr?a demostrarse. No cabe duda que ambas derechas tienen bases sociales distintas: la gremialista est? m?s cerca de grupos medios altos, profesionalizados pero excluidos de la oligarqu?a que ser?a republicana, y la nacio nalista ser?a claramente una lumpen burgues?a de clases medias bajas.
8 Para una exposici?n detallada del proceso de generaci?n de las nuevas agrupaciones pol? ticas, v?ase Sergio Spoerer, "Chili 1981-1983: Crise institutionnelle et acteurs socio-politiques", Probl?mes d'Am?rique Latine, num. 72, 1984.
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nica del sistema pol?tico a la iniciativa espontane?sta del PRODEN. La AD
pudo desempe?ar el papel de animador de las manifestaciones populares de
ah? en adelante y definirse como el interlocutor del r?gimen cuando ?ste decidi? nombrar al viejo pol?tico derechista Sergio Onofre Jarpa como ministro del Interior. No obstante, debido a la ausencia de cohesi?n dentro del propio
r?gimen y al maximalismo de la AD, el tan mencionado "di?logo" no tuvo
mayores consecuencias.
Lo ?nico que faltaba para que el cuadro estuviese completo era que la iz
quierda recuperara su lugar en el sistema pol?tico. Fue lo que ocurri? en octubre
cuando se constituy? el Movimiento Democr?tico Popular (MDP), que integr? a los partidos socialista y comunista en su versi?n m?s ortodoxa. Adem?s, en
paralelo, se constituy? el Bloque Socialista que agrupa a antiguos miembros de
los partidos de izquierda pero con base en planteamientos m?s pragm?ticos
y menos ideol?gicos de lo que el MDP hubiera estado dispuesto a aceptar. Incluso el Bloque adhiere a la AD y no al MDP, lo cual ilustra mejor su orien
taci?n. De esta forma, qued? planteado el sistema pol?tico en su versi?n
actualizada.
De ah? en adelante, el car?cter de las jornadas nacionales de protesta, sin
perder su arraigo popular, estuvo m?s y m?s marcado por la presencia de los
partidos constitutivos del sistema pol?tico. A pesar de las transformaciones que hab?an tenido lugar en la estructura social y que calaban hondo, y a pesar del
esfuerzo del r?gimen militar para erradicar la pol?tica, ?sta pareci? reencon
trar durante el verano de 1984 lo que hab?a estado diez a?os en hibernaci?n.
La reconstituci?n del sistema pol?tico y la reaparici?n de algunos integrantes de la clase pol?tica est?n vinculadas a la reconstituci?n de esquemas ideol?gicos
cuya relevancia actual puede prestarse a discusi?n. En efecto, la reivindica
ci?n de la democracia (que incluye el fin a la represi?n, a la dictadura pol?tica y la reformulaci?n del sistema institucional), remplaz? las reivindicaciones
tradicionales en favor de mejoramientos en el nivel de vida y en la distribuci?n
del ingreso o la generalizaci?n de beneficios como la seguridad social. La
democratizaci?n aparece como reivindicaci?n central en la medida que se con
cibe como el remedio al deterioro econ?mico y al autoritarismo pol?tico. Y va
acompa?ada de un proyecto ideol?gico centrado en la noci?n de "consenso",
cuya connotaci?n b?sica es la existencia de una unidad cultural de valores que van m?s all? de los intereses de clase y que permitir?an la superaci?n de las
divisiones paralizantes que han afectado al pa?s en las ?ltimas tres o cuatro
d?cadas.9 El logro del consenso permitir?a la articulaci?n de grupos sociales
con intereses de clase distintos y se justificar?a sobre todo por los efectos de
9 El proyecto ideol?gico alrededor de la noci?n de "consenso" tiene apoyos en la obra del historiador Gonzalo Vial {Historia de Chile: 1891-1973, Santiago, Editorial Santillana, 1982), en la que se defiende la hip?tesis seg?n la cual gran parte de lo ocurrido en Chile durante el siglo
XX no es sino la historia de la p?rdida de dicho "consenso", no s?lo al nivel de la organizaci?n pol?tica sino tambi?n en t?rminos culturales. Dicho proceso llev? eventualmente al golpe de Esta do en 1973. V?ase tambi?n Eugenio Tironi, "Consenso, crisis y reedificaci?n democr?tica", Pro
posiciones, tomo X, 1983.
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Oct-Dic 85 Crisis y movilizaci?n en Chile
Cuadro 4
El sistema pol?tico chileno en 1973 y en 1984
223
Organizaciones pol?ticas seg?n su orientaci?n (1984)
Alianzas entre organizaciones en 1984
Votos en las elecciones parlamentarias de marzo de 1983
Derecha
Partido Nacional (PN)(Carmen Puelma, Sergio Onofre
Jarpa)
Gremialistas (Uni?n Democr? tica Independiente UDI) (Sergio Fern?ndez, Jai me Guzm?n)
Nacionalistas (Pablo Ro
dr?guez) Social-cristianos (William
Thayer, Juan de Dios
Carmona)
Centro
Derecha Republicana (DR) (Hugo Zepeda)
Democracia Cristiana (DC) (Gabriel Vald?s, An dr?s Zald?var)
Partido Radical (PR) (Ansel mo Sule, Enrique Silva
Cimma) Social-dem?cratas (SD)
(Luis Bossay)
Partido Votos
PN 777 084
CODE
PIR
DR
Alianza Democr?tica (AD)
Incluye: DC + DR + SD + PR + PSCH (Briones)
+ MAPU OC
DC PR API IC
MAPU
70 582
1 049 676 133 751 29 977 41 432 90 620
21.1
33 918 0.9
65 120 1.8
1.9
28.5 3.6 0.8 1.1 2.5
Izquierda Partido Socialista de Chile
(PSCH) (Carlos Briones) incluyendo: Sector almey
dista (Stuardo) + Alta mirano + "suizos" (R. Lagos) + "humanistas"
(A. Rodr?guez) + Grupo Consenso + MAS (Me na) + M. Mandujano
Bloque Socialista (BS)
Incluye: PSCH (Briones) PSCH + MAPU + GCS + IC + USOPO
MAPU + OC PC
678 674 10 371
595 829
18.4 0.3 16.2
Partido Socialista de Chile
(PSCH) (Clodomiro Al
meyda) incluyendo: PS 24? Congreso + Coordi nadora de Regionales Movimiento Democr?tico Popu
lar (MDP)
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224 Francisco Zapata FI xxvi-2
Cuadro 4 (continuaci?n)
Organizaciones pol?ticas seg?n Alianzas entre organizaciones Votos en las elecciones parlamentarias de su orientaci?n (1984) en 1984 marzo de 1983
Partido Votos %
Izquierda Cristiana (IC) PSCH (Almeyda) + PC +
(Luis Maira) MIR
Movimiento de Acci?n Po
pular Unitaria (MAPU) (Jaime Gazmuri)
MAPU Obrero y Campesi no (MOC) (?scar Anto nio Garret?n)
Grupo por la Convergencia Socialista (GCS) (Ma nuel Antonio Barret?n)
Partido Comunista de Chile
(PC) (Luis Corval?n) Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR) (Andr?s Pascal)
Nulos y blancos 57 770 1.6 Votantes 3 680 307 100.0
(Registrados: 4 510 060)
(Abstenciones: 829 753)
compensaci?n que se revelan indispensables para superar la desagregaci?n, la segmentaci?n y las rupturas provocadas por el r?gimen militar en la estructura
social del pa?s. En realidad, lo que se busca es descalificar cualquier concepci?n de la sociedad chilena en donde las clases desempe?en el papel explicativo fun damental de la trayectoria pol?tica de Chile. Incluso se trata de afirmar que una concepci?n de ese tipo constituye un obst?culo en el camino del objetivo del derrocamiento del r?gimen militar. Por lo cual, el an?lisis de la sociedad chilena en t?rminos de las din?micas de las relaciones de clase se contrapone a otro en el cual la afirmaci?n de la unidad nacional se constituye en el cemento
de una alianza social que permita romper o al menos asegurar un contrapeso a la penetraci?n del discurso "patri?tico" difundido desde 1973 por los mili tares en el poder. La afirmaci?n de la unidad nacional en un contexto de crisis
econ?mica permite sentar las bases de un nuevo consenso nacional en el que se privilegia la dimensi?n pol?tica (o cultural) y se trascienden los esquemas divisivos de la sociedad chilena, primero entre militares y civiles y segundo entre las clases fundamentales. Con esto se pretende encontrar la base de legi timaci?n m?nima que permita la salida de los militares del gobierno.
No obstante, dicho proyecto se frustr?, ya que la movilizaci?n no fue lo
suficientemente fuerte como para fundamentar un poder de negociaci?n de
los partidos pol?ticos con el r?gimen militar. La separaci?n de los actores sociales
y de los actores pol?ticos desemboc? en una situaci?n en que los primeros re
basaron la capacidad de los segundos para convertirse en interlocutores de los
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Oct-Dic 85 Crisis y movilizaci?n en Chile 225
militares. Apareci? as? un cuadro ins?lito en el caso chileno: uno en el que la movilizaci?n social sobrepas? a los partidos, uno en el que la calle se convir
ti? en el escenario pol?tico, remplazando a las oficinas de los estados mayores de los partidos. Cuesti?n que el r?gimen militar aprovech? en su beneficio al
poner en movimiento una campa?a represiva muy intensa en poblaciones mar
ginales, la que no pudo ser contrarrestada por la acci?n partidista. Fue as? como
a fines de 1984 las protestas dejaron de ser lo que hab?an sido, y el cuadro
pol?tico chileno volvi? al cauce que hab?a tenido por los doce a?os anteriores.
La manifestaci?n final de que el c?rculo hab?a dado una vuelta completa tuvo
lugar el d?a en que el general Pinochet resolvi? reorganizar su ministerio ex
cluyendo a los ministros del Interior y de Hacienda que hab?an simbolizado, desde agosto de 1983, la ''apertura" del r?gimen a las presiones sociales (fe brero de 1985).
Las bases objetivas de la pol?tica del "consenso"
Este af?n tiene bases "objetivas". En efecto, los resultados de algunos estu
dios revelan que la sociedad chilena transforma su estructura en forma
profunda.10 En ?reas como el peso del proletariado industrial, la terciariza
ci?n de las ocupaciones, la movilidad social categorial y no individual, el debi litamiento del sindicalismo organizado como actor de clase, los cambios en la
relaci?n entre dirigentes y dirigidos, no s?lo en los sindicatos sino tambi?n en
las poblaciones marginales y en los partidos pol?ticos, se puede observar la apa rici?n de modos distintos de articulaci?n de los grupos sociales. La visibilidad de una estructura de clases bipolar, vigente hist?ricamente en Chile, al menos
desde fines del siglo XIX, se hace dif?cil mientras que se desarrolla una estruc
tura atomizada, poco plasmada, constituida por casi un mill?n de personas
que no tienen domicilio ocupacional estable.
En cuanto al peso del proletariado industrial, algunos trabajos demues
tran que ha disminuido, sobre todo porque en ramas econ?micas como la textil, la metal?rgica, la miner?a del carb?n y del salitre o el transporte ferroviario, los despidos de personal, han sido parte de una restructuraci?n completa del
aparato productivo. S?lo subsisten en forma ?ntegra dos o tres polos din?mi
cos, como son el cobre, la siderurgia y el petr?leo, que concentran lo que queda de la antigua clase obrera y suman no m?s de 100 000 personas. Al mismo
tiempo, aparecen nuevas categor?as de trabajadores en el procesamiento de
10 Algunos de estos trabajos son: Guillermo Campero y Jos? Valenzuela, El movimiento sin
dical chileno en el capitalismo autoritario: 1973-1980, Santiago, Instituto de Estudios Transnacionales
(ILET), 1984; Javier Mart?nez y Eugenio Tironi, "La clase obrera en el nuevo estilo de desarro llo: un enfoque estructural", Revista Mexicana de Sociolog?a, num. 2, 1982; Programa Regional del
Empleo para Am?rica Latina y el Caribe (PREALC), Sector informal: funcionamiento y pol?ticas, San
tiago, 1981 ; PREALC, "Los trabajadores por cuenta propia en Santiago", documento preliminar, 1978; Jaime Ruiz Tagle, El plan de empleo m?nimo: 1975-1982, Programa de Econom?a del Trabajo (PET), Academia de Humanismo Cristiano, Santiago, 1982.
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226 Francisco Zapata FI xxvi-2
la fruta de exportaci?n o en la explotaci?n maderera, sobr? los cuales poco se conoce. Tambi?n se ha producido un proceso de regreso a las minas, dadas
las inversiones hechas en El Indio, Disputada de Las Condes y en algunas in
dustrias ligadas a la fruta y a la madera (conservas, muebles). Sin embargo, esta readecuaci?n no absorbe sino una parte muy restringida de los que fueron
despedidos en el sector industrial. Puede incluso plantearse una separaci?n entre
lo que ocurre en las grandes empresas estatales monop?licas, y en las media
nas y peque?as empresas industriales. En las primeras el impacto de las pol?ticas liberales no ha sido del mismo tipo que en las segundas. Es decir, se ha inten
sificado el proceso de heterogeneizaci?n de la estructura ocupacional del pa?s. Y como si esto fuera poco, la terciarizaci?n del empleo, que ha ido en des
medro de las actividades productivas, revela una composici?n dual del sector
servicios. Por un lado, tenemos aquellos trabajadores que se han incorporado a los servicios vinculados a las finanzas, a los bancos, a las empresas de trans
porte terrestre, cuya situaci?n laboral forma parte del nuevo modelo econ?mico
que se pretendi? implantar en el pa?s. Por otro lado, observamos la aparici?n de dos fen?menos cuya importancia no debe subestimarse. Uno es el de la des
burocratizaci?n d?las capas medias y otro el de la estatificaci?n de la marginalidad. ?Qu? entendemos por ello?
El primer fen?meno est? vinculado a la reducci?n del empleo en el sector
p?blico que redund? en el despido de miles de personas en la salud, la educa
ci?n y los servicios generales del Estado. Despidos masivos en la burocracia
estatal dieron lugar al incremento del desempleo de "cuello blanco", que nunca
hab?a tenido un volumen tan alto como el que se produjo a partir de ese
momento. Una parte de los desempleados pudo reincorporarse a la vida activa
en los nuevos servicios financieros o las empresas de seguridad social que han
aparecido. No obstante, parte importante contin?a desarrollando tareas preca
rias, sin porvenir. Adem?s, al atomizarse dicha poblaci?n, la representaci?n sindical que pose?a se vino abajo. La antigua composici?n de las clases medias, ?ntimamente ligada al empleo gubernamental, sufre as? modificaciones pro fundas cuyos efectos sobre el comportamiento pol?tico podemos s?lo intuir.
El segundo fen?meno est? ligado al desempleo de los obreros despedidos del sector industrial. Como contin?an viviendo en las poblaciones marginales,
que siempre los albergaron, al encontrarse cesantes perdieron la fuente de
ingresos que les permit?a subsistir. Los militares enfrentaron esta situaci?n con
la formulaci?n de los planes de empleo m?nimo11 que recogieron a esta po blaci?n cesante remuner?ndola por debajo de los salarios m?nimos y rebaj?ndola socialmente al hacerla desempe?ar tareas como la limpieza de calles, la reco
lecci?n de la basura, el plant?o de ?rboles y otras tareas sin relaci?n con la
calificaci?n que estos trabajadores pose?an antes de experimentar esta nueva
situaci?n.
A partir de lo se?alado es posible pensar que la dependencia tradicional
1 ? Se pusieron en marcha los Programas de Empleo M?nimo (PEM) y de Jefes de Familia
(POJH), cuya cobertura alcanza a 359. 071 personas, en marzo de 1985.
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Oct-Dic 85 Crisis y movilizaci?n en Chile 227
de las clases medias con respecto al Estado ha disminuido r?pidamente mientras
que la p?rdida de la relaci?n salarial por vastos sectores de la clase obrera
modifica los t?rminos del an?lisis del comportamiento pol?tico de la poblaci?n. Ambos procesos son reflejo de uno m?s amplio, el cambio en la estructura de
clases inducido por la restructuraci?n econ?mica, que da lugar a una movilidad
social masiva dentro y fuera del mercado de trabajo. No es posible asociar las
transformaciones se?aladas s?lo a las que han tenido lugar en el sistema pol?tico sino que hay que aludir forzosamente a los cambios que han ocurrido en la
sociedad civil.
Esto se confirma claramente cuando se considera el opacamiento del actor
sindical dentro de la escena pol?tica. Los sindicatos, si bien han actuado y se
han movilizado en el marco de las jornadas nacionales de protesta, no poseen
hoy una influencia equivalente a la que ten?an en el pasado. La respuesta
gubernamental a las protestas, en t?rminos de despidos, ha debilitado las
posiciones de la clase obrera, que debe soportar una pol?tica de represi?n sis
tem?tica sin poder contrarrestarla. Adem?s, y sin que ello sea necesariamente
negativo, la relaci?n entre el liderazgo y la base obrera en sectores como el
cobre o el acero se ha transformado. Los dirigentes deben ahora buscar peri? dicamente la renovaci?n de su mandato, el cual ya no es renovado a trav?s
de presiones derivadas de adhesiones partidistas.12 Los l?deres sindicales se
colocan as? frente a una base que reclama y reafirma su derecho al otorga miento de la legitimidad de su representaci?n.
Otra dimensi?n de la complejidad del cuadro sindical es la relaci?n entre la c?pula dirigente del sindicalismo y las autoridades militares. En a?os recientes
se hace cada vez m?s dif?cil para esta c?pula negociar en nombre de los traba
jadores chilenos considerados como un conjunto, ya que los militares conocen
la debilidad del mandato que dicha c?pula tiene en la base y saben, adem?s,
que contin?a respondiendo ante los partidos pol?ticos. Ni la Coordinadora Na
cional Sindical ni la CTC pueden plantear una posici?n que pudiera, en un
momento dado, representar a la totalidad de la clase.
Y ello no porque no quieran sino m?s bien porque la heterogeneidad que ha adquirido la estructura ocupacional, junto con la represi?n que ejerce el
r?gimen contra cualquier intento de movilizaci?n de la clase obrera, impiden los pasos de organizaci?n que deben hacerse para lograr dicho prop?sito. Por
lo cual, y derivado de los hechos mencionados ?represi?n y despidos, cambio
en el tipo de v?nculo dirigentes-base, p?rdida de influencia del discurso
cupular? no es f?cil esperar que el sindicalismo est? en el origen de una fuerza
renovadora del panorama pol?tico.
12 V?anse ?scar MacClure e Iv?n Valenzuela, "Conflictos en la gran miner?a del cobre
(1973-1983)", Documento de Trabajo, CEDAL, Santiago de Chile, mayo de 1985; Rodrigo Gon z?lez y Alonso Daire, "Los paros nacionales en Chile (1919-1973)", Documento de Trabajo, CE
DAL, Santiago de Chile, noviembre de 1984.
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228 Francisco Zapata FI xxvi-2
Conclusiones
Las razones por las cuales ni la crisis econ?mica iniciada en 1981 ni la movili
zaci?n social del per?odo 1983-1984 fueron capaces de poner fin al r?gimen militar han sido discutidas aqu?. Hemos tratado de precisar que el modelo eco
n?mico puesto en pr?ctica por el r?gimen, si bien enfrenta problemas muy
graves, ha puesto en marcha inversiones que pudieran hacerlo m?s s?lido de
lo que se pod?a suponer o, en el peor de los casos, pueden ser capaces de ase
gurarle una estabilidad que no habr?a tenido si ellas no hubiesen existido. Por
otro lado, hemos constatado que la apertura pol?tica, forzada por la movilizaci?n
popular, sirvi? m?s para reconstituir un sistema pol?tico cuyas caracter?sticas
fundamentales volvieron a expresarse como si poco o nada hubiese ocurrido
en los ?ltimos doce a?os. El esfuerzo por romper con la divisi?n ideol?gica entre los partidos y la dificultad en hacer operativas las alianzas que se trataron
de construir durante el per?odo en cuesti?n, no prosper?. Al final de 1984 nos
encontramos con un cuadro pol?tico que, en lo fundamental, es decir en sus
principales expresiones organizadas, no es distinto del que exist?a en la v?spera del golpe de Estado de 1973. Es por ello que el foco de la atenci?n p?blica, tomando conciencia de la debilidad de la oposici?n al r?gimen, se desplaz? hacia el propio gobierno. Es as? como, parad?jicamente, observamos que las
expectativas respecto de un cambio en la situaci?n pol?tica est?n referidas a
lo que har?n las autoridades y no a qu? har? la oposici?n. La expectativa de
la expedici?n de las leyes pol?ticas (del registro electoral,13 de los partidos pol?ticos, etc. .
.) por parte de comisiones ad-hoc en donde s?lo participan adh?rentes al r?gimen, y la expectativa de la liberalizaci?n de las disposiciones constitucionales en materia de libertad de expresi?n y otras. As?, inesperada
mente, la iniciativa ha pasado a manos del gobierno que ha conseguido relegi timarse en sus propios t?rminos. La transici?n ser? la que el r?gimen quiera, al ritmo que ?ste fije y con las caracter?sticas que sus ide?logos deseen. S?lo
una agudizaci?n extrema de la crisis econ?mica o cambios radicales en la co
rrelaci?n de fuerzas dentro de las instituciones armadas podr?an hacer variar
esta conclusi?n.
13 Un buen an?lisis de esta situaci?n es el de The Economist (24 de noviembre de 1984), "Pi nochet Won't Go, Unless Chile's Politicians Create a Viable Alternative".
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