early in my upcoming book, a new kind of christianity: … · en mi nuevo libro. apocalipsis...
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En estos días el pueblo cristiano se
prepara para recordar el nacimiento de su
Señor, Jesús. A menudo cuando pensamos en
él lo hacemos como aquel adulto de treinta
años que transitaba los pueblos de Galilea
compartiendo las buenas nuevas de la
presencia del Reino de Dios. Sin embargo, este
hombre humilde y lleno de poder, vino al
mundo por María. Nació en el pueblo de Belén
en un pesebre, en medio de circunstancias muy
difíciles para sus padres, familiares y su pueblo.
María estaba embarazada por obra del
Espíritu Santo. José decidió permanecer con
ella por fe a lo que el ángel y María le habían
dicho. Quizás los familiares más cercanos
oyeron el testimonio de ambos y les creyeron,
pero ¿qué sucedió con todo el resto del
pueblo? No lo sabemos, pero es posible que, al
igual que a José, les costara creer tal historia y
los rechazaran.
Estando María ya con el embarazo
avanzado tuvieron que viajar desde Galilea
hasta Judea. No porque estuviera en sus planes
o porque buscaran mejorar sus vidas en otros
lugares; lo tuvieron que hacer obligados por el
imperio romano y sus vasallos judíos para ser
“censados”; y así, ser expropiados de sus
pocas pertenencias. El imperio era ambicioso y
para sostener su poder precisaba exprimir al
pueblo conquistado todo lo que pudiera.
Con los riesgos de perder la vida y la
censación de injusticia, los padres de Jesús
llegan a Belén. María debe de dar a luz en un
pesebre, entre animales y sin cuidados
mayores, porque nadie quiso cederle un lugar
apropiado; y probablemente, porque ellos no
tenían dinero para rentar un lugar. Jesús, el hijo
de Dios, nos habla claramente de sus opciones
de vida y su mensaje sobre el Reino desde esta
realidad. Su nacimiento nos habla de los
poderes de este mundo, de las relaciones
humanas y las esperanzas puestas en Dios.
También nos hablan de aquello que no
siempre tomamos en cuenta: los métodos
son también contenidos, las opciones de vida
y las decisiones de fe son una predicación
tan poderosa como las mismas palabras.
¿Qué nos dice respecto al poder, la presencia
de Dios y su Reino, aquel niño indefenso, más
indefenso todavía por provenir de una familia
pobre y que sufre los atropellos de un imperio?
¿Qué nos dice su opción por ser pobre? ¿Qué
iglesia queremos ser como seguidores de ese,
y no de otro, Jesús?
En este número escriben cuatro amigos
y seguidores de Jesús: Brian MacLaren, Claudio
Oliver, Alberto Castro y Roberto Guerrero.
Todos desarrollan temas vinculados a
“Emanuel, poder y el Reino de Dios”. Nos
encontraremos con opiniones diversas respecto
a las relaciones entre ricos y pobres, poderosos
y débiles, entre iglesia, inclusión y exclusión,
pero en todos ellos se podrá advertir:
seguimiento de Jesús, compromiso de amor y
amistad con quienes más sufren, búsqueda de
justicia y transito de esperanzas a partir de
comunidades de fe leales a Jesús, el de
Nazaret.
Deseamos que estos ensayos inspiren
nuestra reflexión sobre la vida cristiana y su
repercusión en el mundo, especialmente en
esta fecha tan importante. Les deseamos de
corazón que Dios los bendiga y que sean tan
bendecidos como lo hemos sido
nosotros en la compañía de estos
cuatro hermanos.
Juan José Barreda Toscano
Coordinador Revista “Del Camino”
Tomás Yaccino
Conector
Continental RdC
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Dos Tipos de PoderEn la primera parte de mi nuevo
libro, "Una nueva forma de Cristianismo: Diez preguntas que están transformando la fe", advierto cómo muchos cristianos han tergiversado al Jesús de los Evangelios siguiendo una interpretación distorsionada de Apocalipsis 19. Ante este hecho, muchas personas difunden una visión violenta y dominadora de Jesús; y como resultado de esto, el Jesús siervo de los Evangelios que trabaja por la paz es puesto a un lado de la mesa de forma silenciosa y dirigido cortésmente a la puerta para luego ser dejado afuera y no poder entrar de manera alguna a la comunidad cristiana. Sí, ciertas doctrinas acerca de él se mantienen; pero uno de los puntos más importantes y obvios acerca de Jesús es hecho a un lado: su visión radical del poder. Abajo les comparto la manera en la cual me acerco este tema en mi nuevo libro.
Apocalipsis 19:11-16, puede ser interpretado de dos maneras radicalmente distintas: Una cambia completamente el mensaje del Evangelio de vida de Jesús y el mensaje de paz y reconciliación; la otra, lo refuerza. Para mí, la ultima forma de interpretar este pasaje es en realidad la única aceptable. El texto no dice que el Jesús de los Evangelios fuese una farsa, que fingiera ser un Dios de paz y amor cuando en realidad estaba planificando su retorno al mundo en su forma real de perfecto
"César"; un líder militar brutal, deseoso de torturar y determinado a conquistar con una violencia demoledora. Este texto tampoco nos dice que Dios usará la violencia para imponer su divina voluntad al final de los tiempos.
Por el contrario, si fuera interpretada apropiadamente, la imagen de Jesús que presenta Apocalipsis 19 debería de dejar en claro a los cristianos que el Jesús pacífico que entró a Jerusalén sentado sobre un burro prestado no fue ni débil ni derrotado; sino que por el contrario fue más poderoso que el César cabalgando en su corcel. El mensaje de perdón y
reconciliación de Jesús, descrito como una espada saliendo de su boca (no de su mano --un detalle importantísimo--), prueba al final de cuentas que él es mucho más poderoso que las espadas y lanzas de César. La sangre de su manto no es la sangre de sus enemigos; sino su propia sangre puesto que en el relato la batalla no ha comenzado. Esta afirmación la respalda el hecho que en el Apocalipsis se muestra a Jesús parado como un cordero que ha sido degollado (Ap 5:6). La sangre en sus vestimentas también puede reflejar la sangre de los mártires (Ap 6:9-11), como una manera de expresar que al atacarlos a ellos estaban atacando al mismo Jesús, el Príncipe de Paz quien enseñó el camino de la paz.
Una vez más: el Apocalipsis no retrata el regreso de Jesús en el futuro habiéndose arrepentido de sus formas pacíficas de proceder que encontramos en los Evangelios. Mucho menos lo encontramos convertido a las formas "realistas" grecorromanas del César. Después de su resurrección Jesús no anduvo frustrado por la aparente victoria del César; sin embargo, hoy están quienes usan esa argumentación para decir que la mejor manera de vivir es por la espada (Mat 26:52). Pero Jesús nunca abandonó el camino de la paz (Luc 19:42), ni llegó a la conclusión que el camino de Pilatos era el mejor; y menos, le ordenó a sus discípulos que combatieran (Jn 18:36). Jesús no tuvo dudas respecto a sus enseñanzas sobre el
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perdón (Mat 18:22), ni concluyó que en la ofensa número 78 (o 491, dependiendo de la interpretación) uno pudiera tomar su espada y cortarle la cabeza a quien le ofendiera en vez de seguir poniendo la otra mejilla (Mat 5:39).
Jesús no ha abandonado la enseñanza de "amar al enemigo" (Mat 5:44), tampoco
la ha juzgado como ingenua (1Cor 1:25) para llegar a la conclusión que el poder de Dios no es manifestado en la debilidad, sino en su
poder aplastante (2Cor 12:9). Jesús no ha cambiado de corazón para decir ahora que él necesita armas físicas (2Cor 10:3-4), o que, después de todo, los enemigos del Reino son de carne y sangre (Efe 6:12); todo esto significaría que al camino a la gloria no se accede por la muerte en la cruz (Fil 2:8-9); sino por clavar a otros en la cruz.
Él no ha vendido el humilde burro (Luc 19:28) en e-Bay para comprar lanzadores de cohetes, minas, tanques y misiles inteligentes B-1 (Zac 9:9-10). Jesús no ha regresado a la cima del templo y se ha retractado de su primer error (Mat 4:1-10); tampoco ha llegado a la conclusión que de ahora en adelante será más inteligente y seguirá las estrategias grecorromanas "de los hombres" que Pedro le diera en algún momento (Mat 16:23). No ha decidido que el mensaje de la cruz es, al final de cuentas, demasiado tonto (1Cor 1:18), o que el Cristo que asesina a sus enemigos es mucho más excitante que ese Evangelio absurdo y cojo, medio "hippie", del "Cristo crucificado" (1Cor 2:2).
Jesús no ha dicho que no se pueda esperar que alguien adore a un Rey que podría ser humillado y torturado (Mat 27:27). No ha decidido que un rifle colgado en su hombro lo haga lucir como un "macho" antes que sus cicatrices en las manos, pies y costado (Jn 20:27). No ha decidido caer en la narrativa grecorromana
a pesar que la mayoría de la gente que, supuestamente, abraza la religión que lleva su nombre parece enmarcar sus vidas según estos parámetros en vez de hacerlo de acuerdo a los de las buenas nuevas del Reino de Dios.
Aquel quien yo creo que es el verdadero Jesús --el Jesús de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, el Jesús de los Hechos y las Epístolas, y el del Apocalipsis correctamente interpretado-- no puede ser entendido, y no debe ser rediseñado, para caber dentro del amor grecorromano al poder: él sólo pudo ser crucificado en la intransigencia del imperio. Jesús es pertinente precisamente porque ofrece una alternativa viva al amor al poder grecorromano por el cual nuestro mundo y nuestras religiones subsisten, se mueven y deben su existencia la mayor de las veces. Eso es precisamente lo que el Apocalipsis nos dice: que el hombre humilde y pacífico es el Señor. Confiesa, en medio de la persecución y el martirio, que el pobre galileo desarmado montando un burro, aclamado por los pobres y esperanzados, es en él en quien debemos confiar. Nos invita a prometer nuestra lealtad al que reina por el poder del amor en vez del amor al poder.
Es el poder del amor, no el amor al poder, el que Jesús nos revela con su vida y su ministerio. El Nuevo Testamento --interpretado sabiamente-- niega con toda
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audacia que el liberador de Dios es el "Terminator" Divino, que amenaza con la venganza para todos aquellos quienes rehúsan darle honor, que les grita: "¡Volveré!". Por el contrario, el Nuevo Testamento afirma que el ungido liberador de Dios es aquel a quien nosotros maltratamos, quien promete tener misericordia hacia quienes lo golpean mientras susurra: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen". El sufriente, el siervo quien sangró en la cruz --no el que tiene un compromiso para hacer que otros sufran y sangren-- es el Rey de reyes y Señor de señores. En respuesta al nombre del crucificado, y no al nombre de César o cualquier otro humano violento, es que toda rodilla se doblará agradecida.
Tenemos una decisión que tomar como naciones, iglesias e individuos. Podemos poner nuestra confianza en el César quien gobierna por el amor al poder y la violencia; podemos invitar a otros, de palabra y de hecho, a acompañarnos en ese camino ancho. O, por el contrario, podemos seguir al Jesús quien gobierna por el poder del amor y del servicio, y con palabras y ejemplos de servicio, seguir el camino
estrecho en compañía de amigos en la fe.
Brian MacLaren
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Por qué he desistidode servir a los pobres
Los que me conocen bien pueden encontrar el título más que raro, por decir lo menos. Estar con los pobres es parte de mi historia. Mi abuelo y mi abuela fueron fundadores del Ejército de Salvación aquí en Brasil y su ministerio es una referencia central para mi familia. Su vida estuvo dedicada a los "sin techo", a las prostitutas, y de manera especial, a los huérfanos, a los heridos y a los renegados. Mi gran pasión como joven fue la idea de luchar contra la pobreza, el hambre y la injusticia durante la dictadura militar.
Desde que me casé, hace 25 años, mi familia ha servido a estudiantes pobres entre poblaciones necesitadas, mendigos, personas sin dinero, desempleados y otros en una variedad de barrios centrales y periféricos. He ayudado a generar ingresos, facilitado la organización de familias, hice puentes entre ricos y pobres, les di alimento y la oportunidad de desarrollar profesiones, de encontrar una vocación y transformar su futuro. "Empoderar" a las personas alguna vez fue un punto clave en mi práctica de no crear dependencia. Después de todo esto, o incluso a causa de esto, hoy me siento llamado a la pregunta de mi vida: ¿Tiene sentido esto?
A lo largo de mi vida siempre me he preguntado si lo que estoy haciendo tiene sentido, si mi corazón está en consonancia con la voluntad de Dios o si yo podría estar “perdiendo la dirección". Con disciplina, sigo la regla de los tres "por qué". En esta regla se pregunta a cada respuesta que se recibe con el tipo de pregunta que sólo los niños saben hacer. Esto me ayuda a genera un vector de transformación permanente de autocrítica y de ajustes personales. Así, en cada paso, en cada cosa que hago, me pregunto: ¿por qué? Sea cual sea la respuesta, vuelvo a preguntar sobre la respuesta: ¿por qué? Recién cuando puedo superar el tercer "por qué" siento que estoy en el camino correcto, y luego sigo adelante.
Durante algún tiempo he estado reflexionando sobre la vida de Jesús, en el principio de la "kenosis" (vaciamiento), basado en el texto de Filipenses 2:1-11. He venido pensando en la encarnación de Jesús en la realidad y en los numerosos contactos y conversaciones que tuvo con los miserables y con los leprosos; con la gente rica, como los publicanos, los jefes de la sinagoga
y los príncipes de su pueblo, y con las familias de clase media, con los propietarios y con los funcionarios públicos y los mendigos. He reflexionado sobre lo que él vio y cómo actuó. Todo esto comenzó a crecer en mí y me hizo reflexionar sobre el texto en Mateo 5:3, en el que Jesús le dice a los pobres que marchen con sus vidas y se regocijen por ser pobres, porque tienen la posibilidad de tener sus vidas impulsadas y controladas por Dios, y de descubrir su buena y perfecta voluntad.
Poco a poco, durante estos últimos años, también he observado cómo a menudo amigos muy sinceros van y vienen, se entusiasman con el servicio; pero pronto continúan ocupados con sus asuntos y preocupaciones. Otros le pagan a alguien más para cumplir con el servicio de Dios durante un cierto período de tiempo, movidos por una sinceridad real, aunque a distancia y sin la participación personal. Desde otra perspectiva, he observado cómo la pobreza tiene mucho poder sobre las vidas de aquellos que son pobres, y cuánto ella revela su deseo insatisfecho de poseer y consumir, y cómo estos son seducidos por las mismas cosas que seducen y destruyen a los ricos: el mismo individualismo, el mismo egoísmo, la misma tendencia a buscar la seguridad en poseer cosas... y la total adherencia a un estilo de vida y una manera de pensar que les aprisiona en el mito de las necesidades modernas y los esclaviza al mito del desarrollo.
Casi sin excepción, ricos, pobres, y gente de clase media comparten la misma convicción: lo que necesitamos es algo que el mercado, el dinero, el gobierno o alguna otra agencia puede ofrecernos. Se cree que seremos felices con la propiedad, con el estómago lleno (algunos con el pan, con croissants) y con un flujo constante del dinero que puede hacerlo todo y resolverlo todo. Entre ellos, hay algunas personas bien intencionadas que extienden sus manos para
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"incluir" a otros en el estilo de vida o en la plataforma que lograron. Esta mano extendida de arriba es lo que hemos venido a llamar de servicio.A través de los años he descubierto que el acto de servir a los pobres, que fluye del compromiso de "liberarlos", está lleno de un sentido de superioridad, el tipo de superioridad que se traduce en dar a otros lo que tengo, enseñándoles a hacer lo que hago, suponiendo que lo que tengo o no, es lo que él / ella debe tener o no, una traducción sutil de la arrogancia de las políticas así llamadas de "inclusión", que siempre tratan de poner al otro dentro del cuadro de mi propio estilo de vida.
Todo esto me ha llevado a dejar de servir a los pobres, aunque no estoy tomando partido con los que, desde la altura de su riqueza, comodidad y bienestar van a decir: "¿Ves?, ¡Claudio finalmente ha visto la luz!". Yo Lamento informar a estas personas que de ninguna manera creo en su estilo de vida, completamente separado del contacto con los pobres, los enfermos, los hambrientos, los desnudos, el feo, el que huele mal y el "bárbaro". Tampoco estoy del lado de quienes pagan sus impuestos o contribuciones a la caridad como una forma de cumplir su función. Cuando digo que estoy renunciando a servir a los pobres, no es de esto de lo que estoy hablando. A estos les digo que voy a seguir en la re-transmisión del mensaje de Jesús quien enfrenta su estilo de vida ciego, insensible y arrogante con un mensaje que define su "seguridad" sencillamente como locura.
Desde 1993, cuando fui a las calles con un montón de niños con el fin de servir a las personas sin hogar, yo había desarrollado una disciplina espiritual. Cada vez que salíamos en las noches frías de mi ciudad les decía a los niños que nunca me sentía bien al servir pan a un mendigo, o hacerle una cama, o darle una ropa para cubrir su desnudez. Servir la comida o dar la ropa a Jesús mismo era mi motivación. Nuestro lema fue: «encontrar a Jesús en los más pobres de los pobres". Eso sí me entusiasmaba y a los niños también. Y descubríamos que cada vez que salíamos, en cada uno de estos encuentros con un Jesús camuflado, los así llamados "miserables" se transformaban en nuestros maestros, en denunciantes de nuestra miseria personal, en agentes de presentación de nuestros mecanismos de manipulación; y de repente nos veíamos reflejados en ellos, utilizando las mismas excusas y mentiras para conseguir lo que queríamos, sólo
que con más éxito. Descubrimos que nosotros éramos ellos.
Aquellos de nosotros que hemos experimentado este punto de vista espiritual hemos sido puestos en libertad. Hemos crecido y hemos cambiado. Frente a Jesús, y enseñados por él a través del contacto con su pobreza y su miseria, muchos de nosotros descubrimos lo que significa una buena noticia. En aquellos días, muchos de nosotros fuimos transformados por el toque de Jesús y por la buena noticia de que él nos había transmitido a medida que nos íbamos descubriendo a nosotros mismos como pobres.
Sin embargo, la mística no siempre se ha mantenido como una llama ardiente. Volví muchas veces para servir a los pobres, dejarme asumir por la posibilidad de convertirme en un ayudante y muchas veces se me olvidó mi propia miseria. Como ya he dicho, el verdadero camino no es mantenerse alejado de los pobres y juzgar sus actitudes desde la superioridad de mi cómoda posición social superior. Del mismo modo, ayudar a los pobres elevando su conciencia sobre su
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situación y "como" ellos deberían escapar de ella, revela solamente una sumisión incondicional a un mito, otro entre los muchos de los nacidos de la política de desarrollo de los últimos 60 años. Mi alternativa a este tipo de servicio es, por el contrario, la tentativa de seguir en una nueva relación descubierta por el encuentro, el reconocimiento y la identificación.
He renunciado a ayudar a los pobres, he dejado de servir, porque he experimentado una dura verdad: Jesús no tiene una buena noticia para los que sirven a los pobres. Jesús tiene una buena noticia sólo para los pobres. Él no tiene nada que decir a los que compiten con él por el puesto de Salvador, de Mesías. El Mensaje de Jesús es para aquellos que están dispuestos y capaces de reconocerse a sí mismos como pobres, desnudos, heridos, cansados, agobiados, necesitados y sin esperanza. Para el resto de nosotros, él tiene poco o nada que ofrecer.
La única manera de permanecer con los pobres es descubrir que somos nosotros mismos los miserables, es reconocernos a nosotros mismos como miserables. Cuando reconocemos nuestra propia miseria en ellos, cuando nos damos cuenta de nuestra pobreza y nuestra propia desesperación y necesidad de ser salvos, de ser restaurados, entonces, estamos listos para recibir algo de Jesús. Dios no se manifiesta en nuestra capacidad para curar, sino en nuestra necesidad de ser curados. Descubrir esta debilidad de nuestra vida nos deja en una posición de no tener nada que ofrecer, servir, donar; pero pone de manifiesto la necesidad de ser amados, sanados y restaurados.
Así pues, el poder dentro de nosotros no es el poder de nuestras capacidades y riquezas, sino el poder que está presente en nuestra miseria personal, tan bien ocultada y disfrazada en nuestras posesiones y en la estabilidad. Como dice Jean Vanier: "Estamos llamados a descubrir que Dios puede traer la paz, la compasión y el amor a través de nuestras heridas".
Ahora las palabras de Isaías sobre el Mesías tienen sentido para mí: "Por sus heridas
fuimos nosotros curados". Ahora empiezo a entender el ejemplo de Jesús, vaciado de sí mismo hasta el punto de convertirse en uno de
nosotros, de morir con nosotros y así abrir la puerta de resurrección para nosotros. El bálsamo que Jesús utilizó y utiliza para curarnos no reside en su acceso a la energía universal, sino en su identificación con nosotros en la cruz. En la apertura de sí mismo al herirse, al vivir nuestra vida, al morir nuestra muerte.
Estoy renunciando a servir a los pobres.
Vuelvo a la disciplina de encontrarme con los pobres y a la búsqueda de identificarme yo en ellos. Estoy descubriendo la miseria que se esconde en nuestro muy bien estructurado estilo de vida de falsa seguridad. Y de esta forma estoy llegando a una más profunda comprensión de este Jesús que habla con los leprosos y con los empresarios ricos, a los recaudadores de impuestos en sus oficinas y con los enfermos y miserables en su aflicción.
Me reencuentro con mi pobreza tratando de encontrarme a mí mismo en cada situación de miseria y para obtener contacto con mi dolor interno. A partir de ahí, puedo orar por la cura, la libertad, la comunidad y el amor. Desde allí puedo pedir misericordia y la restauración. El que sirve a partir de la sensación de tener algo que ofrecer, sirve desde arriba. Jesús nos llama a encarnarnos y vernos a nosotros mismos en el otro, a ser sumisos a él como impotentes que dependen de él. A renunciar a la confianza en nuestra propia capacidad para responder y encontrar nuestras heridas y nuestro dolor, así podremos llegar a estar enteros nuevamente. Para descubrir el poder en "el cada vez menos" y no en "el cada vez más".
Así pues, he renunciado a servir a los pobres. He redescubierto mi pobreza. Junto con mis hermanos y hermanas en la misma esclavitud en todo el mundo, sin reservas, me uno a otro para gritar: "¡Hijo de David, ten misericordia de mí!".
Claudio OliverRdC Brasil
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¿De qué está hecha la iglesia?
Las primeras iglesias prácticamente
no tenían biblias, equipos pastorales
altamente organizados, no tenían templos,
eran mayoritariamente pobres y sin letras,
no poseían muchas propiedades, y eran
víctimas de un gobierno opresor,
persecución religiosa. Realmente tenían
muy pocas ventajas. Probablemente si
colocáramos una iglesia de hoy en una
situación similar (sin Biblias, sin edificio, y
sin un pastor profesional), seguro seria un
fracaso. A pesar de todas sus dificultades,
la iglesia temprana no solamente
sobrevivió, sino que también prosperó
hasta que en pocas décadas tuvo un
impacto notable en el imperio romano.
¿Qué pasa con el evangelio de hoy?
Nunca en la historia la iglesia tuvo
tantos recursos, dinero, poder político,
tecnología, equipos humanos
especializados etc. “Nunca en la historia la
iglesia tuvo tan poca influencia”. Hoy
tratamos de justificar y racionalizar la
inexplicable pérdida de poder, autoridad e
influencia de la iglesia. Algunas excusas
más llamativas las pone el
dispensacionalismo. Algunos apologistas
cristianos sostienen que las
manifestaciones poderosas de la iglesia
primitiva fueron dispensadas sólo para ese
tiempo con la intención de establecer a la
iglesia, pero que hoy no son necesarios.
Para otros “el contexto es el pretexto”, no
doy porque no tengo, somos muy poquitos
para lograrlo, este es un pueblo muy duro.
La iglesia apostólica fue eficaz en la
respuesta a una sociedad en crisis
Si decimos que la iglesia primera era
mejor, más eficaz, más fuerte, lo que
decimos realmente es que la gente que
componía la iglesia era mejor, más
eficiente, más fuerte. ¿Qué clase de gente
era esa gente? Es obvio que tenían que
hacer algo diferente a lo que nosotros
hacemos, o creían algo diferente a lo que
nosotros creemos. Para poder comprender
el cómo lo hizo la primera iglesia es
importante reconocer el escenario en el
que se desarrolló. Las condiciones del
mundo en los últimos tiempos, no será muy
diferente al escenario en que se
desenvolvió la iglesia apostólica del siglo I.
Debemos considerar las realidades
religiosas, culturales, económicas,
educativas, y legales de aquellos días.
La iglesia de los últimos tiempos debe ser
contextualmente relevante.
De la misma forma que la religión
del siglo I no respondió a las necesidades
con su “modelo”, tampoco la iglesia
contemporánea podrá lograrlo. Una Iglesia
culturalmente relevante, es aquella que
sabe responder a su entorno con un
evangelio significativo y pertinente. Juan
Wesley quiso acercar el evangelio a la
gente de su tiempo usando canciones
seculares que eran comúnmente cantadas
en tabernas y les puso letra cristiana.
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Algunas de ellas después, se convirtieron
en himnos clásicos tradicionales. También
Hudson Taylor para ganar a los chinos fue
contra la corriente al dejarse crecer el
pelo, aprendió chino, cambió de vestimenta
y predicó el evangelio alcanzando a
cientos de miles de chinos. Ambos héroes
de la fe, tuvieron que hacer un ejercicio de
discernimiento. Se preguntaron: ¿Qué es el
evangelio?
La clave es que mientras
observamos a la comunidad que debemos
alcanzar, nos preguntemos: ¿Puede esta
clase de Iglesia alcanzar a esta clase de
mundo? El cristianismo satisfizo la
necesidad de pertenencia en una forma en
la que la religión o el enorme e impersonal
imperio romano jamás pudo.
¿Por qué fue tan fuerte la iglesia primera?
“Por la gente que la
componía”
Este evangelio
inclusivo del Reino
creó un sentido de
pertenencia
incomparable. La
iglesia y los pobres.
Los romanos
necesitaban muchos
recursos para poder
desarrollar sus
conquistas militares.
Por eso habían creado un sistema
eficiente para cobrar impuestos a través
del cual se trasladaban grandes cantidades
de dinero a Roma, centro del imperio. La
carencia de alimentos era muy común
porque la producción de comida era muy
baja, debido a métodos primitivos de
agricultura. Mucha gente vivía
continuamente al borde de la muerte por
hambre o enfermedad. Además los judíos
debían pagar anualmente la décima parte
de sus productos. Este “diezmo” estaba
destinado a financiar la mantención del
Templo y era cobrado por los sacerdotes.
Para los hermanos en Cristo la
situación era más difícil. Recordemos que
los primeros cristianos, eran despedidos
de sus puestos, expulsados por sus
familias y desheredados por causa del
evangelio. A pesar de una situación tan
difícil, compartían lo que tenían con
aquellos que recitaban más. Ricos y pobres
venían a ser igual ante Dios y tenían el
deber de cuidar el uno al otro. “Y si hay
entre ellos un hombre que es pobre y está
necesitado, aunque no tengan en
abundancia, en cuestión de dos o tres días
logran hacer provisión de los alimentos
que se necesitan”. Hch 6 y 2Cor 8 cuentan
del cuidado que tenía la iglesia hacia los
pobres. Pablo vaciló
en aceptar su ofrenda
por ser pobres”, pero
ellos no aceptarían un
no por respuesta. "Así
que no había entre
ellos ningún
necesitado; porque
todos los que poseían
heredades o casas,
las vendían, y traían
el precio de lo
vendido, y lo ponían a los pies de los
apóstoles; y se repartía a cada uno según
su necesidad" (Hch 4:34-35).
La iglesia fue muy atractiva para los pobres
“creo en ellos un sentido de gratitud”
La iglesia y las mujeres
En los tiempos de Jesús, como en
los nuestros, todas las culturas eran
patriarcales. Las mujeres estaban
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subordinadas primero a sus padres y luego
a sus maridos. Jn 4:27, dice: "En esto
vinieron sus discípulos, y se maravillaron
de que hablaba con una mujer; sin
embargo, ninguno dijo: ¿Qué preguntas? o,
¿Qué hablas con ella?". Se maravillaron de
que hablaba con una mujer “era impropio”.
Como este rabí no conocía aquella regla
rabínica que decía: “nadie hable con una
mujer en la calle, no, ni siquiera con su
propia mujer”. En Grecia, en el año 340
A.C., Demóstenes escribió: "Mantengan
amantes para obtener placer, concubinas
para el cuidado diario de sus personas,
esposas para darles hijos legítimos y ser
fieles guardianes de sus hogares". Las
mujeres romanas no podían votar o
desempeñar cargos públicos. Las mujeres
hebreas de Palestina estaban entre las más
pobres del mundo en la época de Jesús.
Esto era probablemente porque no tenían
derechos hereditarios y no podían
divorciarse ni aún por el más sólido de los
motivos. Los hombres hebreos podían
divorciarse de sus mujeres por cualquier
motivo, desde
quemar la cena,
hasta el
adulterio. De
acuerdo con la legislación judía, las
mujeres no podían ser testigos ni podían
enseñar las leyes. Las mujeres no tenía
roles religiosos o de liderazgo en el
judaísmo del primer siglo. Las mujeres no
eran mencionadas en los textos antiguos a
menos que tuvieran prominencia social. Es
decir, eran invisibles y no tenían poder o
valor alguno para nadie, excepto para
Jesús, que tenía un afecto especial por los
marginados.
Jesús acogió a las mujeres entre sus
discípulos más allegados (Luc 8:1-3)
Tener "discípulas" era realmente
revolucionario, ya que las mujeres
normalmente no podían hablar a los
hombres en público, y mucho menos
andar por los caminos con ellos. La
inclusión radical de las mujeres realizada
por Jesús también queda ilustrada por la
historia de Marta y María. María asume su
lugar a los pies de Jesús, el lugar ocupado
tradicionalmente por los varones
dedicados a los estudios rabínicos. Marta,
protesta al ver que María desafía las
leyes del patriarcado. Pero Jesús la elogia
“María ha escogido la parte mejor, y
nadie se la quitará.” (Luc 10:38-42). En
el último capítulo de la carta a los
Romanos, 10 de los 29 líderes
eclesiásticos cuyos favores solicita Pablo,
son mujeres.
La iglesia y los discapacitados
El 10% de la población mundial es
discapacitada. Personas con capacidades
diferentes estaban en el gran espectro de
marginados de Israel (Lev 21:16). El
sacerdocio de Aarón, era “tipo” del Sumo
Sacerdote perfecto, sin defecto (Heb
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7:24-27). Jesús recibía en el reino de Dios
a personas con toda clase de
discapacidades, aunque hubieran sido
excluidos del servicio bajo el Antiguo
Testamento (Mat 4:23; Luc 14:12-14).
Jesús y los esclavos
Un historiador de entonces: En
cuanto a sus siervos, mayordomos e hijos,
los persuaden a ser cristianos por el amor
que les tienen; y cuando llegan a serlo, les
llaman sin distinción, hermanos. El esclavo
cristiano obtenía el mismo nivel en la
iglesia que su amo cristiano, y en algunos
casos podía superarles ministerialmente
como diáconos o ancianos.
La iglesia y los extranjeros
La iglesia, el pueblo de Dios, es un
pueblo peregrino, tanto en el sentido
histórico, geográfico, como en el sentido
escatológico. Fue el apóstol Pablo en Gal
3:28 recordó que “ya no hay judío ni
griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni
mujer, ya que todos vosotros sois uno en
Cristo Jesús”. Jesús reveló como nadie el
conocimiento de Dios; él enseñó a sus
discípulos a ser bondadosos con quienes
son diferentes. La mujer samaritana se
sorprendió, pues los samaritanos eran un
grupo étnico despreciado por muchos
judíos. También se ve en los Evangelios
que Jesús sana al siervo de un centurión
romano, a la hija de la mujer cananea.
Por otro lado, Marco Aurelio (161-
180 d.C.), emperador y filósofo romano, no
disimuló el desprecio que tenía hacia el
cristianismo porque lo consideraba una
locura, porque proponía a la gente común,
ignorante, una manera de comportarse
(fraternidad universal, perdón, sacrificarse
por los otros) cosas que sólo los filósofos
como él podían comprender y practicar
después de largas meditaciones y
disciplinas. En Mat 25:34, Jesús nos
recuerda que lo que hagamos por ayudar o
por maltratar a un extranjero es como si
se lo estuviéramos haciendo a él mismo.
Recordemos que la encarnación constituye
el más violento cruce de fronteras en la
historia.
La iglesia cristiana estaba hecha de
gente agradecida por la inclusión que
significaba la aceptación de unos y otros
bajo el evangelio de Jesús. Fue gente
perdonada que perdonaba, que fue capaz
de romper con aquellas pautas culturales
que los alejaban de la vida en el reino y a
la vida plena en Cristo. Los extranjeros,
las mujeres, los esclavos, los
discapacitados, formaron una iglesia
poderosa que reflejó el evangelio
transformador de Jesucristo. Así estuvo
hecha la iglesia.
Alberto Castro
RdC Costa Rica
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Benefactores o siervos
En Luc 22:24-30, Jesús dice que existen dos maneras de construir una relación. Dos maneras de hacer el bien y servir al pobre. Una forma de hacerlo es como los reyes de este mundo (también como las autoridades del Estado en la vida política); la otra manera es la que está de acorde con el Reino de Dios (el Evangelio que es claramente revelado en la nueva comunidad creada por gracia). Los discípulos probablemente pensaban que por el momento seguían siendo débiles, pobres económicamente hablando, y que no tenían ninguna posición de poder. Pero siendo así, siendo guiados y gobernados por Jesús, reconocieron que habían hecho un bien tremendo. A pesar de esto, su vida en el "Reino al revés", el otro reino con Jesús, no los alejó del poder.
Existe una verdad en este texto que corre a través de las Escrituras que es central para la iglesia que ve su rol como colaboradora con Dios en sus planes redentores y que procura servir a los más necesitados. Cuando la iglesia en misión abre sus ojos a la realidad de su contexto, al sufrimiento y a las injusticias que dominan el tejido social del mundo actual, su motivo principal para involucrarse es justamente el "estar presente". Esa presencia va a instruir a la iglesia en la realidad de los que sufren las injusticias.
Otro gran factor motivador para la iglesia será el reconocer su propio poder, sus privilegios y sus recursos vías de solución a los problemas de los pobres. Aunque humanamente el potencial para traer soluciones y hacer el bien es grande, desde sus poderes, recursos y privilegios, existe la amenaza constante de la práctica del benefactor por parte de la iglesia en misión. Estoy totalmente comprometido con la misión de la iglesia local que trabaja a favor de la esperanza y el Shalom de Dios, conforme al Reino de Dios. Pero lamentablemente, vemos
que muchos de nuestros intentos de combatir la pobreza y servir a los pobres salen de un marco mundano que refleja más la práctica del benefactor.
En la Red del Camino hemos denominado este tipo de práctica de compasión y justicia "la intervención del opresor benévolo". Jesús en su reproche a los discípulos claramente dice: “...no deben servir de esa manera… ¡dejen de hacerlo de esa forma!“. Antes de subrayar la importancia de la actitud del siervo, describe con exactitud cómo el mundo sirve a
los pobres y les ordena que no lo hagan de esa manera; es contrario al Evangelio y da mal testimonio a los testigos del Reino. Este es, tristemente, el método "constantiniano" que hemos adoptado como iglesia y que hasta hoy no hemos podido romper.
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La mentalidad del benefactor:el espíritu de buscar identidad a través de la conquista. Perspectiva bíblico-teológica
Se dice a alguien “benefactor” cuando hace el bien a los necesitados, cuando comparte recursos y servicios desde puestos y posiciones de poder y riqueza. Muchas veces son motivados por una agenda escondida que busca lograr renombre (individual o corporativo). El benefactor quiere justificar o validar su condición a través de actos benévolos de caridad, todos sus actos desde esta posición, sin embargo, resultan opresivos aunque no lo parezcan. Generan dependencia en el dador benévolo y hasta violencia a través de estructuras impuestas, reglas, listas interminables de requisitos, y algunas veces, con amenazas en caso de no cumplirse.
El mandamiento de Jesús es enfático y es de mucha importancia cuando define relaciones para vivir el mandato de amar al prójimo en el marco del Reino: "No deben ser benefactores". Al mandamiento le sigue una descripción clara e indiscutible de la postura que debemos tener cuando amamos: la posición de la servidumbre. Profundizar el significado de estas palabras implica la desestructurar un sistema lógico que ha gobernado las relaciones humanas desde la caída de Adán y Eva. Esta lógica Adánica esta en el centro de todo tipo de dominación, disparidad y clasismo, todo espíritu de conquista y imperialismo. Es una lógica que legitima la dominación de los poderosos al presentarse como benefactor de los necesitados sobre quienes se señorean. Esta lógica llega a su clímax estructural en Babel (el símbolo usado en las Escrituras para el orgullo humano y el imperio), buscando un nombre (identidad, autovaloración, la justificación de nuestra existencia), a través de los resultados y logros (cf. Gén 10-11).
La estrategia de DiosDios contrarresta a las “Babel” con la
creación de comunidades alternativas, nacidas de la pura gracia en la que su reinado se
manifiesta y las relaciones brotan basadas en el amor, la justicia y la igualdad. Dios crea la respuesta a Babel con el llamado de Abraham. Fuera de Egipto crea la nación alternativa de Israel, también la respuesta al imperio Romano y el sistema religioso judío (que pervirtió las instituciones y los ideales divinos siguiendo el camino de Babel y el Imperio: La ley, El Templo y el Estado), se trata de Jesús y la creación de la comunidad del Rey en la cual “el más grande de todos es el que sirve a los demás”.
Con Jesús una nueva lógica y sistema se ha introducido al mundo, la lógica de la gracia, el favor no merecido, la cual aplicamos a la salvación personal pero también se aplica a toda relación comunitaria. La lógica de la gracia nos enseña que ya tenemos un nombre, y lo que sea del bien que se hace no debe ser el fundamento de nuestro gozo ni identidad (basado en nuestros logros), sino en el hecho que tenemos una identidad, no por nuestros méritos, ni por nuestros resultados o “éxitos”, sino por la gracia no merecida (Luc 10:17-20).
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Y en esta nueva lógica del Reino se crea una nueva comunidad: una comunidad de amor, humildad, igualdad y justicia. Las relaciones humanas dentro de ésta no tendrá ninguna forma de dominación de unos sobre los otros, y ninguna forma de opresión ejercida por los que tienen posiciones de poder. El servicio en el contexto de relaciones profundas de amor es la característica primordial (compartiendo pruebas, la mesa y la toma de decisiones, cf. Luc 22:28-30).
Uno de los ejemplos de la comunidad del Reino en contraste a babel está en la multiplicación del pan y el pescado. La provisión de comida con el mana fue cumplida en Jesús con este milagro. Jesús lo manifiesta
no con poder, lo cual fue la oferta de Satanás durante su tentación en el desierto ("cambia estas piedras a pan"); ¡sino por la comunidad que comparte sus provisiones resultando en lo suficiente para todos aun con una sobra! Este milagro es un ejemplo claro de como “el poder” debe empoderar la nueva comunidad a compartir su vida incondicionalmente.
Como la lógica Adánica se manifiesta en la misión de la Iglesia
La actividad misionera gobernada por la lógica de Adán/babel intenta hacer el bien mientras que el hacedor ejerce un poder que sutilmente oprime y violenta al necesitado. Detrás de esta posición/actitud del misionero bien intencionado están estas dos cosas:
-Un nombre: la búsqueda de un nombre “institucional” o personal, reconocimiento... Se generan relaciones pragmáticas donde los benefactores usan a los beneficiarios para justificar su existencia, se les usa para la propia sobrevivencia. Los benefactores terminan siendo un fin en sí mismo.
-El Señorío: Los benefactores mantienen el control. No son responsables ante nadie; y sin embargo, los pobres tienen que rendir cuentas, y como resultado, los pobres pierden su voz profética de desafío a los que están en puestos de poder. Si se atreven a contradecir lo ordenado, la ayuda queda frustrada y las sanciones vienen. Si siguen al benefactor en todo lo que se les "programa", los estilos de vida de la acumulación de recursos y poder queda justificada ("mira cuántos beneficios pueden resultar de todos nuestros recursos e influencias").
Tristemente, mucho de lo que vemos en la misión integral de las Iglesias y en las "alianzas estratégicas" entre Iglesias está construido dentro de este marco lógico adánico de poder y opresión. Relaciones sanas y auténticas construidas en confianza e igualdad no pueden ocurrir dentro de ese marco. En demasiados casos, nuestros intentos en la misión integral han llegado a ser algo que satisface nuestra sed para el éxito o
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reconocimiento, y han satisfecho el hambre de conquista y expansionismo de las iglesias e instituciones del norte.
La mentalidad necesaria para construir el Reino
Construir el Reino de Dios al iniciar, al hacer crecer y profundizar relaciones desde conversaciones y peregrinajes compartidos. Como había mencionado, la alternativa que Dios nos ofrece (el camino del Reino), que fue modelado por Jesús (el camino hecho posible mediante la gracia pura de Dios), es una comunidad que viva la igualdad en la diversidad. Lucas 22 continúa diciendo, en contraste a la manera de las naciones (vv. 28-30), que la manera es el compartir la vida juntos, compartiendo las pruebas, compartiendo la mesa y compartiendo la toma de decisiones bajo el direccionamiento de Dios. Todos nuestros intentos de vivir dentro del marco del Reino de Dios deben de ser instrumentos que faciliten ese sentido de unidad en diversidad, que demuestren la compasión y reconciliación bajo el reinado de Dios.
Nuestra vivencia de la misión puede servir para conectarnos con personas de diferentes contextos y realidades en un espíritu de “ser uno” como Jesús oró (Jn 17); para que el mundo crea en nosotros como testigos del Rey y su "Reino al revés". Si el hecho de ser uno dentro de nuestra diversidad es la credibilidad de nuestro testimonio, entonces nuestra coparticipación en la misión puede ser una herramienta excelente para crear comunidad dentro del Reino.
Tenemos que tener cuidado de construir relaciones con agendas pre establecidas bajo otros criterios, unos distintos a los del Reino de Dios. Necesitamos crear relaciones autenticas que comiencen con una conversación, con pasión y una visión compartida; un compromiso para el Reino que transcienda nuestras comunidades individuales. El siervo de Dios no trae una agenda a la mesa para forzar a los demás a cumplirla; sino que se acerca la mesa con un corazón abierto y el sentido de asombro y expectativas de lo que Dios va a hacer, no ejercer control. Necesitamos ejercitar el principio de la muerte. Morir a nosotros mismos, a nuestros deseo, planes, proyecciones, demandas, para poder vivir en Cristo y compartir en el Camino del Señor. Esto significa que no podemos entrar en la misión de Dios mientras ejercemos control uno sobre el otro. La discusión entre los discípulos antes de la Ultima Cena demuestra nuestro afán por tener y retener posiciones de poder y autoridad. Jesús, siendo Dios todopoderoso,
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no se considero a sí mismo; sino que se despojó de su autoridad y trono tomando forma de siervo. Este principio choca contra todos los principios del éxito que se están vendiendo hoy en día.
Si vamos a ser fieles a nuestro llamado de ser representantes del Rey y su Reino necesitamos invertir nuestros conceptos del poder, dejar de ser los benefactores y reconocer nuestra posición de siervos. Será entonces cuando Dios obre a partir de nuestra debilidad y se glorifique a partir de nuestro descanso en su autoridad.
“-El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Así que al santo niño que va a nacer lo llamarán Hijo de Dios”.
(Luc 1:35)
RobertGuerreroRdC República Dominicana
La “Red del Camino” es un movimiento de iglesias cristianas
comprometidas con la proclamación de las buenas nuevas del Reino de Dios desde la praxis del amor, la justicia y la vida en comunidad.
Existen redes en diversos países de América Latina. Si desea entrar en
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cuyos links están en nuestra página web.