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El Anti-Qufjote (1805)
FRANCISCO AGUILAR PIÑAL
e.S.Le. Madrid
L A HISTORIA DE LA CRÍTICA CERVANTINA en el siglo XVIII
es conocida en sus líneas generales por los estudiosos de Cervantes " pero sin agotar los temas, como ocurre, con mayor motivo, en los manuales de Historia de la Literatura Española. Con frecuencia quedan eliminados de la cadena histórica de la crítica literaria datos y autores de menor interés, como eslabones vergonzantes, que no merecen la atención del especialista, aunque se trate de críticos de obras maestras. Tal es el caso de El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, cuyos intérpretes y comentaristas a lo largo de casi cuatro siglos constituyen una legión numerosa, en la que, forzosamente, han de convivir la maestría con la osada ignorancia. Sin embargo, y precisamente por tratarse de obras maestras, debieran ser conocidos todos los eslabones de la cadena, sin menospreciar ninguno, aunque la estima y mayor consideración se reserve para los mejores. Incluso las «desviaciones lúdicas» de la crítica han de tener cabida en la historia, sin que ello suponga un prejuicio sobre su valor literario.
1 Pueden consultarse los trabajos de CÉSAR REi\L DE LA RIVA, «Historia de la crítica e interpretación de la obra de Cervantes», Revista de Filolog/a EsPañola, p (1948), pp_ 107-150; FRANCO MEREGALU, «Profilo storico della critica cervantina nel Settecento», en Rappre.rentaziofU artística e rappresentazione scientifica ne/ Secol. dei Lumi, Firenze, Sansoni, 1971, pp_ 187-210; y PAOLO CHIERCHT, Capitoli di critica cervantina (160J-1798), Roma, Bulzoni, 1977·
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Durante el siglo XVIII español, la crítica y análisis del Quijote se cimentó principalmente en los estudios preliminares con que Mayans (1737), Vicente de los Ríos (1780), Juan Antonio Pellícer (1797) y Quintana (1797) enriquecieron las más importantes ediciones del siglo. Los comentarios de Mayans, con sus evidentes méritos, sus errores y fallidas interpretaciones, fueron seguidos por los demás en su rígida interpretación neoclásica, aunque venciendo dificultades y solventando escollos con el paso del tiempo, gracias a los descubrimientos documentales que se fueron sucediendo en la centuria. La falta de originalidad en todo el período neoclásico, incapaz de encontrar los límites literaríos entre historia y novela, fue quebrada, en cierto modo, en 1814, con la aparición de un título novedoso: El esplritu de Miguel de Cervantes Saavedra Z, obra de García de Arrieta escrita a finales del siglo anterior que, pese a su pretendida novedad en la crítica, se mantuvo fiel al análisis de Vicente de los Ríos, defendiendo ardorosamente el principio de la verosimilitud 3, pero dando vida a un nuevo criterio, entendido como «filosófico», para enjuiciar la novela cervantina, como había hecho antes con la de Penelon, El espíritu del Felémaco (Madrid, 1796). Son títulos que inician un nuevo enfoque crítico y temático, que tanto juego daría a los muchos comentaristas y estudiosos del siglo XIX 4. Sin ser obras de creación, entrarían de lleno en el estilo «espiritoso» (o de exaltación del «espíritu») tan denostado por el
2 MIGUEL GARCÍA ARRIETA, El espirittl de Migtlel de Cervantes y Saavedra, o la fi/osofia de este grande ingenio, presentada en máximas, reflexiones, moralidades y agudezas de todas especies,] sobre todos los asuntos más importantes de la vida civil, sacadas de sus obras y distribuidas por orden alfabético de materias (Madrid, 1814). Esta obra, que tuvo una segunda edición en París (1827), se volvió a publicar en Madrid con el título de Filosofia del Quijote (1933). La novela La tía fingida, que incluyó la primera edición, provocó una violenta polémica, que resulta ajena a mi propósito. De Agustín Carcía de Arrieta, conocido traductor de los Principiosfilosóficos de la Literattlra de Batteux (1797-18oj) y de otras obras francesas, trato en mi Bibliografía de autores españoles de! sip,!o XVIII, tomo IV, 1986, núms. 600-616.
3 INMACULADA URZAINQUI, «Batteux españoh" en Imágenes de Francia en las Letras hispánicas, ed. F. Lafarga, PPU, Barcelona, 1989, pp. 239-260.
4 FRANCO MEREGALLI, «La critica cervantina del'Ottocento in Francia e in Spagna», Anales Cervantinos, XV (1976), pp. 121-148. LEONARDO ROMERO, «El Cervantes del XIX», Anthropos, 98/99 (1989), pp. ,,6-II9'
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P. Andrés, que, sin embargo, forma parte, aunque modificada por las nuevas ideas, de la teoría neoclásica vigente hasta el romanticismo pleno de la época fernandina 5.
Durante casi cien años se mantienen firmes, por tanto, las líneas básicas de la interpretación mayansiana del Quijote, a saber: a) la novela cervantina es una sátira cuya pretensión más evidente, propuesta por el propio autor, era desterrar la lectura de las «patrañas» contenidas en las novelas de caballería; b) Cervantes respeta la verosimilitud, tan irrenunciable para los clasicistas, aunque su novela más importante contenga errores, inexactitudes y descuidos (nunca falsedades o sucesos mágicos), como los anacronismos, olvidos y contradicciones; c) el estilo cervantino es aceptable para los neoclásicos, porque «es puro, natural, suave, sereno», sin la afectación ni la enrevesada sintaxis barroca; d) la unidad y el interés de la novela, sin embargo, están seriamente dañados con la introducción de textos ajenos al argumento principal, como es el caso de la narración «El curioso impertinente»; e) ElQuijote es una epopeya, comparable a la Odisea de Homero; f) La sátira cervantina no es una mera obra de diversión y pasatiempo, ya que encierra también una finalidad moral. Algunos escritores, como García de la Huerta y Cadalso, advierten, además, que esta obra «nos entibió mucho en materias de honor».
El «análisis» del noble cordobés, militar y académico Vicente de los Ríos, que precede a la lujosa edición del Quijote de la Real Academia Española (1780), ocupa más de cien páginas, en las que se siguen muy de cerca las opiniones de Mayans, pese al casi medio siglo transcurrido. Sin embargo, el criterio neoclásico de la verosimilitud queda aquí notablemente ampliado, ya que Ríos separa hábilmente lo verosímil de lo verdadero, lo imaginado de lo real, lo fabuloso de lo histórico. Aunque, a la postre, descubra su incoherencia crítica, al insertar un minucioso «Plan cronológico del Quixote», en el que se cuantifican todos los pasos del protagonista, prueba de que «él también le prohíbe a la ficción extenderse a todos los episodios de la
5 JOSÉ CHECA BELTRAN. «El debate literario español en el prólogo del Romanticismo (1782-1807)>>, Revista de Literatura, LVI (1994), II2, pp. 391-416.
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novela» 6. Juan Antonio Pellicer, que tampoco era un crítico profesional, sino un erudito bibliotecario, sigue también en sus comentarios al Quijote la senda iniciada por el valenciano Mayans y Siscar, resaltando en la novela su fina ironía, su naturalidad, oportunidad, y sobre todo la verosimilitud de la narrración. Por eso admira en ella <<una continua invectiva de los delirios de los autores de los libros de caballerías, que contienen tantos sucesos mágicos». Don Quijote es «un verdadero Amadís de Gaula pintado a lo burlesco; o lo que es lo mismo, una parodia o imitación ridícula de una obra seria». Para Quintana, Cervantes supo escribir algo original, dando variedad a la novela, «sin ofender a la unidad de los caracteres». Aunque supera la rigidez de otros críticos, Quintana se mantiene dentro de los límites clásicos, sin excesivas concesiones a la fantasía. Incluso el prólogo de Clemencín a la edición del Quijote de 1833, que fue redactado en 1820, prolonga hasta bien entrado el siglo XIX los ideales literarios de la Ilustración, manteniendo la postura crítica con que, desde hacía un siglo, se había enjuiciado en España la novela de Cervantes 7.
Ninguno de estos críticos dieciochescos se libró, a su vez, de la crítica de sus contemporáneos. Vicente García de la Huerta acusó a Mayans de anti-español 8. A Vicente de los Ríos le ataca Antonio Eximeno 9, en un librito dedicado al Príncípe de la Paz, para «justificar al más elegante y ameno genio de nuestro Parnaso, de los yerros de que se le acusa en tan aplaudida obra delQuixote». Eximeno, que fue compañero de estudios de Ríos, escribe contra él porque «si la sombra de Cervantes está algo resentida con el Real Colegio Militar de Segovia, por haber uno de sus más distinguidos individuos levantado esta niebla, bien será, para aplacarla,
6 FR"\NCOlSE ETIENVRE, «De Mayans a Capmany: lecturas españolas del Quijote en el siglo XVIII», en Aclas del Coloquio cervantino, Würzburg, 1983. Publicadas por T. Berchen y H. Laitenberger, Münster, '983, pp. 27-47-
7 ANA LUISA BAQUERO ESCUDERO, Una aproximación neoclásica al J!,énero 'novela'. Clemencín y el Quijote. Murcia, Academia Alfonso X, 1989.
8 JUAN ANTONIO Ríos, «García de la Huerta y el antiespañolismo de Mayans», Anales de Literatura Española, 1 (1982), pp. 217-224.
9 Apologia de Miguel de Cervantes sobre los yerros que se han notado en e/Quixote. Madrid, I806.
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que otro individuo, que cuenta por su mayor honra el haberlo sido del mismo Colegio, procure disiparla». El catalán Capmany lo critica también en su Teatro histórico crltico de la elocuencia española (Madrid, 1786-94, en cinco volúmenes) aunque lo plagia descaradamente 10. Más críticos aún con el «análisis» de Ríos fueron los abates Lampillas y Marchena JI.
Las opiniones de Pellicer fueron censuradas, sobre todo en el plano etimológico y lingüístico, por Juan Francisco Pérez Cagigas, a cuyo escrito, publicado anónimamente 12, responde el bibliotecario real con la ayuda del arabista José Antonio Conde, en el último año del siglo XVIII I3. César Real de la Riva, discípulo ideológico de Menéndez Pela yo, para quien el siglo de la Ilustración es un «siglo quijotastro» 14, considera que Quintana «se aparta del criterio retórico y neoclásico y se sitúa más cerca del romanticismo», ya que pone en juego palabras como genialidad y originalidad, extrañas al mundo clásico. Pero le responde el profesor Meregalli, afirmando que esto no deja de ser un espejismo, «si se tiene en cuenta que para tal concepción los modelos eran modelos, pero no derivaban de modelos» '5.
Llegados a este punto, conviene hacer una pequeña digresión sobre la verosimilitud, que tanto importaba a los neoclásicos, y que subyace en toda la crítica dieciochesca del Quijote. Para comenzar, ha de admitirse que, siguiendo la definición académica, veros/mil es todo aquello que «tiene apariencia de verdadero», es decir, que, sin oponerse a la razón, es «creíble» o puede ser creído como verdadero. Se
10 F. ETIENVRE, arl. cit., p. 45, n. 32. 11 JOAQUÍN ÁLVAREZ BARRIENTOS, «Sobre la institucionialización
de la literatura: Cervantes y la novela en las Historias literarias del siglo XVIII», Anales Cervantinos, XXV-XXVI (1987-88), pp. 47-63.
12 Carta crítica al autor de las notas de D. Quixote en la que se descubre el verdadero autor de su famosa historia, a quien Cervantes da el nombre de Cide Hamete Benengeli. Madrid, Ibarra, 1800.
13 Carta en castellano con posdata poliglota: en la qual Don Juan Antonio Pellicer y Don Josef Antonio Conde, individuos de la Real Biblioteca de S.M. responden a la Carta crítica que un anónimo dirigió al autor de las Nota" de Don Quixote, desaprobando algunas de e/las_ Madrid, Sancha, 1800.
14 CÉSAR REAL DE LA RIVA, arto cit., p. 124. 15 FRANCO MEREGALU, «Los primeros dos siglos de recepción de la
ob~a cervantina: una pe~pectiva», en Actas del Tercer Coloquio Internacional de la Asociación de CervantiJtas, Barcelona, '993, P.38.
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opone a lo irracional, mágico, increíble o imposible. Excluye, por tanto, cualquier acontecimiento milagroso, antinatural o sobrenatural. Esta es verdadera ley para el creador neoclásico, como afirmaba Luzán al escribir, siguiendo a Aristóteles, que «los poetas deben anteponer lo verosímil y creíble a la misma verdad». Verosimilitud que no excluye la falsedad. Lo falso puede ser tan creíble como lo verdadero, si se ajusta a la razón. El mismo Luzán advierte que <da poesía es una continua fragua de mentiras». Pero, si para la belleza poética, puede aceptarse la falsedad de los mitos paganos o los maravillosos milagros del santoral cristiano, ya que la verosimilitud poética es convencional y depende de la opinión 16, a la novela no se le pueden aplicar los mismos cánones, mientras sea considerada como «historia verosímil». Tratándose del relato histórico o novelesco, muchos de los sucesos yaventuras de los libros de caballerías o de la novela bizantina resultan inverosímiles, es decir, increíbles, por no ajustarse a las leyes de la naturaleza. Un comportamiento básico de la novela llamada bizantina es «la presencia de fuerzas sobrenaturales que continuamente están condicionando el comportamiento de los personajes» '7, algo que rechaza un lector verdaderamente «ilustrado», educado en las exigencias de la razón y del buen gusto. Aunque el tema de la verosimilitud dista mucho de estar agotado y requiere un tratamiento más extenso, será bueno recordar que ya el abate Lampillas alaba la imaginación cervantina porque «no ofende lo verosímil», y que el abate Marchena reclama también la verosimilitud para los sucesos «fingidos» de cuentos y novelas 18. En este sentido, la verosimilitud del Quijote se mantiene a lo largo de toda la novela, pese a la anárquica cronología, a sus errores históricos y geográficos y a las fantásticas ensoñaciones del caballero, que ve en todo cuanto le sucede la nefasta influencia del encantamiento mágico. «El mito de los encantadores,
16 JOSÉ CHECA BELTRAN, «Verosimilitud y maravilla en la poética española dieciochis,ta», Anthropos, 154/15 j (1994), pp. 32-38.
'7 MIGUEL A~GEL TElJEIRO FUENTES, «Jerónimo de Contreras y los nueve libros de la Selva de aventuras. Aproximación al modelo bizantinm>, Anuario de Estudios Filológicos, 10 (1987), pp. 345-359. Cervantes había seguido este modelo en el Persiles. Véase: Emilio Carilla, «Cervantes y la novela bizantina», Revista de Fi/oIog/a Española, LI (1966), pp. 1 j 5 -167.
IS ÁLVAREZ BARRIENTOS, arto cit., pp. 60-63.
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dice Martín de Riquer, es fundamental y constante en todo el Quijote, y sin ellos no tan sólo se desmoronaría la lógica y la verosimilitud de la novela, sino que don Quijote experimentaría, además del fracaso real, el fracaso ideal» 19. Toda interpretación, por tanto, que confunda lo inverosímil con lo falso o con el error, el descuido, la equivocación o la mentira, está condenado a no entender nada. Es precisamente lo que le ocurrió a Nicolás Pérez, clérigo y periodista, conocido como el Setabiense.
En un ambiente de mediocridad literaria, como nos hace ver otro periodista de la época 20, tras un siglo dominado por las interminables polémicas y posturas encontradas sobre Cervantes y sus obras 21, se celebró el segundo centenario de la aparición del Qu:/ote (1805). La novela, que había tenido tres ediciones el año anterior, una de ellas en Madrid, y otras dos en Berlín y Burdeos, no se publica en este año del centenario, aunque sí lo hacen La Galatea, El vitlje del Parnaso y El Persiles en la madrileña imprenta de Ibarra. Curiosamente, en vez de un Quijote, se publica un Anti-Quijote 22. Su autor era un clérigo nacido en Xativa, en el Reino de Valencia, antigua población romana de nombre Saitabi, de donde tomó el alias de «Setabiense». Se llamaba Nicolás Pére7: y hasta el momento se había significado por ser el autor de un pretencioso libro titulado El censor de la Historia de España (Madrid, 180z), en el que pretendía enmendar la plana a todos los historiadores, desde Ocampo y Mariana hasta la Historia crítica de España, de Masdeu, traducida al español entre 1783 Y 18°5, en veinte tomos. Aparte de su lugar de origen, poco sabemos del Setabiense, a no ser el año de su muerte (r8z8), sus estu-
'9 Don Quijote de la Mancha. Edición, introducción y notas de Martín de Riquer. Barcelona, Planeta, '988, pp. LIII-LIV.
20 FRANCISCO AGUILAR PIÑAL, «Las Letras españolas a comienzos de! siglo XIX», Homenaje a Rinaldo Froldi (en prensa).
1.1 FRA~CISCO AGUILAR PIÑAL, «Cervantes en el siglo XVIII», Revista de Literatura, XXI (1983), pp. 153-163. JOAQUíN ÁLVARE2 BARRIENTOS, «Controversias acerca de la autoría de varias novelas de Cervantes en e! siglo XVIlf: El curioso impertinente, Rinconete y CortadilJo y El celoso extremeño», en Actas del IX Congreso de la Asociación Internacional de Hispanútas, Francfurt am Maln, Verlag, '989, pp. 301-309.
22 El Anti-Quixote. Por D. Nicolás Pérez, el Setabiense, socio de varias Academias. Tomo primero. Madrid, Justo Sánchez, calle de las Veneras, 180j. 27 2 pp.
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dios en Valencia, su profesión docente y su pertenencia a la Sociedad Vascongada de Amigos del País y a la Academia Latina Matritense 23. Se conoce también una relación de sus escritos 24, pero nada de su dedicación profesional ni de sus amistades literarias. Bastó, sin embargo, el anuncio de su obra en el núm. XXII del Memorial Literario para que su nombre fuera conocido en toda España como el gran enemigo de Cervantes a comienzos del nuevo siglo. Los lectores del Memorial se apresuraron a escribir al periódico, escandalizados por el encarte publicitario, redactado por el propio autor, en el que se vertían las consabidas opiniones contrarias al Quijote, enunciadas hacía muchos años por los analistas neoclásicos, pero cargando las tintas con nuevos argumentos disparatados, y sobre todo en un tono pretencioso que resultaba imperdonable en un comentarista prácticamente desconocido. Comenzó la batalla el editor del periódico, que firma B.M., en unas extensas «Notas» en las que califica de «petulante» el título de la obra y menosprecia al autor, ya que «el saber que es Setabiense es poquísimo interesante a las Letras». Corrige algunos defectos léxicos y sintácticos del texto y comenta con ironía algunas de sus afirmaciones, en especial las que revelan el temperamento vanidoso del valenciano. Concluye así el editor:
Nuestros lectores habrán extrañado, y con razón, la prolixidad empleada en la censura del prospecto del AntiQuixote, pero hemos creído justo y debido a la memoria del inmortal Cervantes el hablar detalladamente del plan de la obra que pretende eclipsar el mérito de su producción: y por ser esta un modelo perfecto de lenguage, gracia e invención, mostrando claramente, qual acabamos de hacer, los defectos de locución y retórica, damos a conocer de qué clase debe ser la censura de quien no sabe exponer sus ideas, ni aun con orden gramatical. Cervantes vivirá eternamente: en vano las plumas audaces, ignorantes y noveleras escribirán censuras ridículas e infundadas; ellinage humano se gloriará de contar en su especie un
23 Sobre esta Academia, FRANCISCO AGUILAR PIÑAL, «La Real Academia Latina Matritense en los planes de la Ilustracióm>, Anales de/Instituto de Estudios Madrileños, III (1968), pp. 182-217.
24 JUAN PASTOR FUSTER, Biblioteca Valenciana, Valencia, ,830, n, p·464·
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talento tan singular, la nación española se jactará de haberle entre sus escritores, nosotros le admiraremos y le miraremos con mucho respeto, y en su defensa sacrificaremos nuestro reposo, empleando nuestros limitados conocimientos.
Aún faltaban unos años para que las Cortes de Cádiz decretaran la libertad de imprenta, pero la actitud del Memorial Literario, aceptando una colaboración con la que estaba en total desacuerdo, prueba que ya se respiraba en el ambiente el cambio de mentalidad.
Abierta la veda por el propio editor, los lectores se apresuraron a mandar sus cartas y comentarios a las páginas de los periódicos, que ya se habían convertido en una palestra pública donde expresar las propias opiniones, sin ningún género de cortapisas (respetando, por supuesto, el Altar y el Trono). En los meses posteriores aparecieron hasta siete artículos en el Memorial, y no menos de treinta en el Diario de Madrid. Casi todas las colaboraciones atacan con dureza la vanidosa arrogancia de Nicolás Pérez, que, «a manera de caballero andante, viene contra la opinión universal, para manifestar a todos los admiradores del Quixote lo engañados que habían vivido, porque «él solo sabe más que todos los siete sabios de Grecia juntos». La carta anónima, fechada en Madrid el 14 de agosto de r805, concluye así su argumentación: «O se han equivocado todos los sabios que el mundo reconoce por tales, que han elogiado al Quixote, lo qual es imposible, o el Setabiense es un ignorante que pretende prevalezca su opinión».
Hora es ya de saber qué dijo el Setabiense en su tan criticado librito, del que no llegó a publicar más que el tomo primero, aunque tenía anunciados cinco más. Lo que llama la atención es el mismo título escogido. El prefijo aniÍ- indica ya una actitud agresiva contra algo o contra alguien, que no parece justificada al tratarse de una novela, por otra parte, tan alabada por el Setabiense en algunos párrafos, para equilibrar la balanza de sus negativos juicios. La crítica, aun siendo severa, no ha de ser beligerante hasta ese extremo, a no ser que el amor de sí propio, lleve al crítico a considerarse muy por encima del autor que critica. Este me parece que es el caso del Setabiense, quien, imbuido del espíritu «quijotes-
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co», sale a los caminos de la opinión pública para vindicar la «verdad» y desagraviar a la «patria», en un acto que él considera de valentía sin igual, ya que, según afirma, hasta entonces «nadie ha tenido la valentía generosa de hacer resonar el eco de la verdad». El vanidoso escritor llega a escribir, con descaro, que «no ha aparecido en el teatro de la literatura un adversario digno de oponerse al inmortal Cervantes». Con la misma audacia crítica con que dos años antes había condenado las, a su juicio, desviaciones teológicas de su época en unos folletos periodísticos, que firmaba como El Anti-Regañón 25 J
ahora se presentaba al público lector para denunciar los errores y desviaciones históricas de Cervantes en su novela, a dos siglos de la primera edición. De su «contaminación quijotesca» no cabe dudar, desde el momento en que él mismo confiesa con orgullo que «mientras tenga el alma en mi cuerpo trabajaré para que se deshagan tales entuertos». Toma la pluma, por tanto, porque considera que lo que escribe es «un beneficio de inestimable grandeza que se hace a la especie humana, pues no debe consentirse que el error quede entronizado y la verdad miserablemente abatida». A continuación, se deshace en elogios de la «inimitable novela», asegurando que su impugnación será «sensata, racional y modesta».
El título, pues, de Antí-Quixote no debe confundir a nadie. No se trata de escribir otra novela, ni de crear otro personaje opuesto al caballero manchego, sino de una «censura juiciosa» del Ingenioso Hidalgo. Cervantes fue hombre, y como tal pudo caer en olvidos y equivocaciones, de los que conviene advertir a los lectores. Tal es la tesis de Nicolás Pérez, que se ve a sí mismo como el elegido de las Musas para tamaña empresa, «no con otro objeto que el de realzar más esta misma novela, pues semejantes errores no son comparables con las bellezas que adornan a una historia tan admirable». En esta última frase se encuentra el falso criterio en que se apoya el Setabiense para su censura: creer que está juzgando una historia y no una fábula. Error en el que habían caído los críticos educados en la mentalidad neoclásica, de la quc el valenciano es el más extravagante discípulo. Frente a la pre-
25 El Anti-Regaflón general (Madrid, 1803) aparecía dos veces por semana, en forma de «Cartas al Licenciado Samaniego», contra el editor de El Regañón general. Tribunal Catoniano de Literatura, Educación y Costumbres.
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tenciosa afirmación de ser el primero que se había atrevido a sacar a relucir los defectos del Quijote, se comprueba que todas sus argumentaciones están tomadas de los comentarios de Mayans, Vicente de los Ríos y Pellicer. Es decir, se trata de un plagio descarado que quiere presentar como un gesto de valentía y originalidad. Este talante de osada vanidad es lo que no le pudieron perdonar los españoles de su tiempo, y lo que ha hecho enterrar en el olvido un libro que sólo sabe repetir argumentos ajenos y confundir a los incautos.
Con respecto a la historia y a la cronología, refuta la opinión de Mayans con estas palabras: «No puedo persuadirme que Don Belianís de Grecia viviese en los primeros siglos del cristianismo, como discurre el señor Mayans: esto es una falsedad digna de menosprecio» (p. 16). Toda la novela es, para el Setabiense, <<una sarta de anacronismos». Siguiendo a Pellicer, ve totalmente inverosímil que Don Quijote fuese contemporáneo de Cervantes, puesto que en su tiempo ya no se usaban las letras góticas del supuesto manuscrito quijotesco. «¿En qué siglo diremos que vivió Don Quijote, para arrreglar la cronología de esta novela? Lo ignoro», confiesa con inocencia infantil. «Este es un problema que jamás se resolverá» (p. 28). En opinión del Setabiense, Cervantes faltó en muchas ocasiones a la norma de oro de la verosimilitud, irrenunciable para un neoclásico. La historia de Don Quijote, afirma el crítico, «aunque fábula, debe ser verosímil y apoyarse sobre la verdadera propiedad de las cosas». Es un ataque a la fantasía, excluida del género novelesco, todavía concebido como historia verdadera. He aquí algunos ejemplos.
De los epitafios incluidos al final de la novela se deduce que en 1605 había muerto ya el protagonista, y Nicolás Pérez se pregunta con ingenuidad: «¿De dónde sacó Cervantes las aventuras de la segunda parte?» (p. 33). Considerando los sonetos preliminares, publicados a nombre de Belianís de Grecia, Amadís de Gaula, Orlando y el Caballero del Febo, entre otros andantes, el ignorante censor concluye que si los compuso el propio Cervantes o algún otro escritor de su época, «faltaría sin duda a las leyes de la crítica» (p. 67). Porque, asegura, «he leído todas esas novelas de caballeros y en ninguna se encuentra la menor noticia de sus poesías. ¿De dónde, pues, ha sacado Cervantes estos sonetos, no encontrándose en ninguna
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obra anterior al Quijote? . .Y si todos ellos vivieron antes de 1600, ¿cómo podían elogiar a un héroe que aún no existía?» (pp. 69-71). Esta candorosa reflexión nos confirma que, pese al pretendido destierro de los libros de caballerías, como quería la crítica neoclásica, este tipo de novelas se seguía leyendo en España, muy al final del siglo XVITT. Conocido es que entre los libros del industrial Goyeneche, se encontraron en 1764 en su casa-palacio del Nuevo Baztán, cerca de Madrid, muchas de estas novelas, «de gran rareza y valor». Esta voluntad coleccionista, sin ser común, denota, «al menos, que el género no había caído en el vacío total que nuestro alejamiento histórico supone» 26. Así lo confirma, además, un valioso «Índice» manuscrito de libros de caballerías, de los últimos años del siglo XVIII, en el que el autor escribió: «Todos estos libros los he visto y tenido en mi poder, por lo que saqué estas papeletas teniéndolos a la vista» 27.
De los repetidos descuidos de Cervantes al nombrar a la mujer de Sancho Panza, se extraña nuestro crítico, con repetida incredulidad, pero, sobre todo, «Cervantes excedió los límites de la verosimilitud cuando pinta el carácter de Sancho Panza». Es crítica que repite varias veces, ya que le parece ridículo el comportamiento del escudero, «ajeno a la verosimilitud, no habiendo tenido ni educación ni estudios, ni medio alguno para ilustrar su entendimiento» (p. 120). Más adelante encuentra que «en esta fábula no se guarda cronología alguna, defecto a la verdad muy sustancial y que es uno de los puntos de vista más principales que desdoran esta fábula» (p. 121). Dice que ha hecho recuento de las aventuras y concluye que «la duración de esta fábula no es de cinco meses y doce días, como pretende la Academia». Y «¿cómo es creíble que muerto ya Don Quijote en el año 1605, hablase en 1614 Ó
1615 ?». Es tal el «cúmulo de errores» cronológicos de la novela que «cuantas veces, agrega el Seta bien se, me pongo a discurrir sobre este asunto, otras tantas me afirmo en la idea de que Cervantes debía haber vivido en el siglo XIX, siglo de la crítica y buena filosofía, pues en su edad no brillaban estas
26 N. BARANDA, "Una colección madrileña de libros de caballerías en el siglo XVITI», Homenaje al profesor José Frade¡as Lebrero, Madrid, UNED, I993, r, pp, 223-237.
27 Se conservan en la Biblioteca Nacional de Madrid, Ms. '3.\72.
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con tanto esplendor como ahora». Con esta simple apreciación, el sabio «quijote» valenciano descalifica toda la literatura del Siglo de Oro español.
¿Y qué ha de decir de los errores en 1 a geografía de la novela? Aquí sigue de nuevo el análisis de Vicente de los Ríos, al que, sin embargo, impugna por su cotejo entre Homero y Cervantes, comparación que no le satisface, «pues aquel grande poeta no fue caballero andante, ni por andar, no viajó sucesivamente, no tenemos plan geográfico de sus aventuras» (p. 201). Ni faltan en la crítica algunos párrafos sobre la moral, ya que le parecen indecentes las aventuras de Maritornes y el desnudo del caballero en Sierra Morena, quedándose «en carnes y en pañales», como se narra en el capítulo xxv de la primera parte. Se pregunta, con sincero asombro, «¿por qué no omitió Cervantes un pasage tan indecente?» (p. 248).
En resumen, tras una censura de tal severidad, el Setabiense finaliza su texto escribiendo que «si al cabo de dos siglos resucitase Cervantes y leyese estas advertencias que se hacen, no hay duda de que emprendería de nuevo su obra y, a la clara antorcha de la crítica, tanto la enmendaría, quitaría, añadiría y sustituiría que su fábula parecería un esqueleto, pero que, vistiéndola de nuevo con otro lenguage, otros adornos y con una invención menos complicada, tendríamos una obra singular, con la que tal vez no podrían compararse las epopeyas más sabias, ni la excelente producción del Telémaco, del inmortal arzobispo de Cambray» (p. 215) 28.
El altivo comentarista remata su censura con otra muestra de arrogante vanidad, escondida esta vez entre los pliegues de la didáctica: «Mi ánimo es el de instruir a los jóvenes, manifestando los defectos de este sabio modelo del Quixote, para que cuando emprendan algunas obras de invención, sepan las bellezas que deben imitar, las reglas que deben seguir y los defectos que deben evitar» (p. 2I6). Ante tanta insensatez, Juan Antonio Pellicer le recuerda las diferencias entre historia y novela: «Como los poetas gozan de la libertad
28 Es de suponer que el Setabiense no tendría conocimiento del cotejo entre ambas obras, presentado casi medio siglo antes en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras por el académico Cándido María Trigueros. Véase F. AGUlLAR PrJ>lAL, «Un comentario inédito del Quijote en el siglo XVIII», Anales Cervantinos, VIIn (J959-60), pp. 307-319.
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de fingir lo que más le viniere a cuento, su cronología no está sujeta a los términos de la historia» 29, Esta es la clave de la errónea interpretación que la crítica neoclásica, desde Mayans, hacía del género (<novela», buscando en ella la precisión histórica, pero ahogando la libertad poética del creador. Secuencia censora que tiene en Nicolás Pérez su más extremoso representante, porque, aun repitiendo muchos de los argumentos ya conocidos, es incapaz de admitir los derechos de la mera «invención», porque, «toda fábula debe ser verosímil y apoyarse sobre la verdadera propiedad de las cosas»,
Las equivocaciones y errores involuntarios de Cervantes han sido objeto de numerosos estudios, desde que Mayans los pusiera en evidencia, Como se dijo en el III Coloquio de la Asociación de Cervantistas, «el estudio de los descuidos debería contribuir a la comprensión del Quijote» lO, En este sentido, la obra crítica del Setabiense no supone un hito importante en la comprensión de la novela, sino todo lo contrario, por su actitud intransigente y arrogante, usurpadora de ideas ajenas. Así lo entendió Pellicer, al describir con sarcasmo lo sucedido en la conmemoración centenaria: «Sobreviene de improviso el emprendedor Setabiense y como si la cuestión estuviese intacta, entra él a romper el hielo y a vendimiar la viña ya vendimiada» JI. SU libro, por consiguiente, fue justa y duramente enjuiciado en su época, pero no se puede silenciar en una historia de la crítica cervantina, donde han de figurar, por deformantes que sean, todas las «desviaciones» de la cadena bibliográfica 32.
29 Examen crítico del tomo primero del Anti-Quixote, publicado por D. Nicolás Pérez, soi-disant e! Setabiense, socio de varias Academias anónimas. Por e! Tutor, Curador y Defensor de los manes de Miguel de Cervantes Saavedra, contra todos los Follonesy Malandrines, Griegos, Tiriosy Romanos, Cimbrios, Lombardos
y Godos, Lemosines y Castellanos, Celtíberos y Vascongados, que han osado y osaren mancillar su honor ¡¡terario. Madrid, Sancha, 1806, p. 7.
JO J. M. MARTíN MORÁN, «Los descuidos de Cervantes en la Venta de Palomeque», en Actas de! 111 Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, Barcelona, Anthropos, 1993. pp. 403-430.
31 Examen critico ... , p. 9· 32 Haría falta para los siglos XVIII y XIX una bibliografía semejante a
la excelente recopilación de J. MONTERO REGUERA. El Quijote y la crílica contemporánea, Alcalá de 1 Tenares, Centro de Estudios Cervantinos, 1997.