el dolor físico - wordpress.com...el dolor de la lesión el dolor de 1" collmoción el dolor...
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El dolor físico
A lo 11'110 de ftlH ~1'lIH ~ al dolo< ftsico. CllltrN ~t< p¡<tkill" M 1M0t de liso lI\It ~prendl. lO "'r. Que PI dolor j¡olo/li nuel.lr. \IIcI¡o como 1< mAd~ra,"trIOS • ~ de doIorH SiK~_ CUllndo II\lI'Kf un dolor Inten ..... , ;"'¡'1I"""oenttl\'ltfllt de que Ha l15ico <) psíquko. poOomo'l estar segurO'! de QI>! estamos aUlvnan. do ti umbtil de ul\I P'''''ba dKisiva. 1Quf pr~ball. prwb;! de ul'll pof"OOla, de ti ~rdlda bM,,1 de nutSlr' InteK~dad (Or¡lO"1. cuanOo Sf trat. del dok .. fI,ko. o de LI poo!,dlda bMal del w' que amamos (uando se t'lll del dolo, pS!quiclJ. Sin embargo. hay aun dos pof,dldas 11..allM'nrt bfuSUls Que p~n taus.Jr un dolo, Insoportable. MI! refiero al dolo< moliv.do PO< PI .balld<:lno. ,,,,,.00 ti Wr amado I'\OS
'tli" SIlt.¡am,mtt SIl amor. y.t fTI(I(ivado JIOI' la hum,1lId6n, cuando al,ulfn nos ~ 1I<Olul'ldal\'ltfllt en nuestro amor P'WIO. DI! IOdos estOS óolo~. en HIt libro .~remos .t dolo< ftsico
luA.N OAI'IO N!óIO
, ... n 0..-kI Malo o:omplft6 esh>dios de ~in. en a..enos Aorf'S y se ~b16 en ¡KIquiatr!;l en el ~tal [ .. t. de laOlÚS (p-ovintIf, de BwI'\OS AorH), En lo oHuda de los ~ta Inl(i6 Su lKIudio del PSIc~nillsls IloUn/¡ono. [mllró I f"'''''i. en tl.1I<> ,\)69. donde entrÓ en (onl.CI0 COn Jaeq\ltS lOKan ~ ~a1i16 La 'evisl6n de la lraclur:cOón al H~ftol de iU$ rcrils_ Ha sido pro'esor de PSi(O~IOloSra en la Un~rsld.ad de p,rfs VII. En '986 fund6 los Seminarios P$M;Qa1lllIilkos de Par!'; En 1999 le fue (O<K~i<Ia la dEslinción de C,b;llIe'o de la Le116r> de Hono,. en ,t(onodm~IO a su Labo< inltltclu.1 y sus 1«1 bajos dentro del dotnioio ~ p5i(oanilrsis y La pSlqui¡,lrf,. V. aollos ~ la de Ollcoaol de la Orden UacionII ~ W"10 de F/atICOa Edrtorlal Gtd<~ h.a publiudo ... La serie Pso:oa~oonobook sus libros fI d()Iot IN _ (2001) y El pIKH <k Wt # Uun ,El ~m_(lOOl).
J D N ·' .- . :1510
EL DOLOR FÍSICO
PSICOANÁLISIS / ECONOBOOK
El dolor de amar j.-D. Nas;o
Cómo se decide una psicoterapia de niilos 1V1arie-Cécile y Edmund Onigucs
El objeto en psicoanálisis El [eliche, el welpo, el nÍl¡o, 1" ciencia
11'1. Augé, lVl. Dav;d-lvIcnard, W. Granoff, J.-L. Lang yO. lVIannon;
Un saber que no se sabe Ld experÍencia al7dUticd
lVIaud lVIannon;
CIENCIAS HUMANAS / ECONOBOO¡<
Lenguaje y silencio Ensayos sobre /{l/itLTdllfra J el lenguaje JI lo inbuJi'Iano
Gcoroc Srcincr b
FL DOLOR FÍSICO
J.-D. Nasio
Traducción de Alcira Bixio
TítllJO elel origin;¡l en rr,11lcés: Lo clouleurph1Jsique
\:_ ,J,-D. Nassio. 2007 Este libro es Lll1G n:rsíón rcvisad;;¡ y aumentada de cliver<os capilulos ele El Nhro elel dolor!J del flmor.
TrnducciólI: Alcira Bi:-.:io
Disello de cubierTo: !\lm;] Larroca
1 a edición, Econobook, junio ele 2007
Derechos reservados para todas J;;¡S ediciones en castellano
(. Editorial Geclisa, S.A. Paseo BOnallc)\'3, 9 l' - 1 n
08022 Barcelona. Esp<'lña Te!. 93 253 09 04 Fé.l.X 93 253 09 05 gecl i satfl!ged i S8. com \\'W\\' .geclisa.com
ISBN: 978-84-978'1-183-2
Impreso en Argentina Pn"nlecl in Argentino
Queda prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio de impresión, en forma identica, extractada o ll'odificada, en castellano o en cualquier otro idioma.
índice
El dolor físico .................. . Preguntas)' respuestas sobre el dolor' Ú¿c'o' ~ : : : : : : Notas ............. . .........................
Extractos de obras de Freud y de Lacan sobre el dolor fisico, precedidas de nL~eS(rOs comentarios
Notas de los extractos .........................
Selección bibliográfica sobre El d%rfísico
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El dolor de la lesión
El dolor de 1" collmoción
El dolor de rCtlcciOJ7<lr
A menudo pensamos que el dolor físico corresponde exclusivamente J h esfera de la llcurofisiología y que sólo concierne a la psique cuando rCpCrClltC profundamente en la persona que sufre. El dolor de una quemadura} por ejemplo encontrarÍJ su expliclción en mecanismos ncuroquími(OS y el psiquismo de Ll persona quemada sólo recibiría las repercusiones ll1or:t!cs del dolor experimentado, como si cxisticLlll) por un bdo, el fenómeno doloroso -que se explica científicamente en virtud de la transmisión del mensaje nocíccplivo en el seno del sistema ncr\'i050- Yl por otro lado, bs inevitables consecuencias psicológicJ5 y sociales que provoca) por ejemplo, un dolor crónico. Por tanto, existirÍJ el dolor y después sus prolol1:;;1Cio!les emocionales. Sabemos la il11portanci;l quc (iene para el practicante -médico o psicoanalista- Cscuch;1r no sólo el sufrimiento corporal de su paciente.', sino ;1e1e
m3S bs perturbaciones psicológicas que dcsenc;:¡c!en;:¡ ese sufrimiento. No obstan
te, en este libro no nos ocupamos ele las repercusiones del trastorno doloroso, sino elel origen psíquico del t1';1storno doloroso; 111;15 ex;:¡ctamclltC', del factol' psíquico
L
E:L ¡)Ui.(ll', F1S1CU
que interviene en la génesis dc ¡,)(lo dolor
corpoLl1.
Quiero destacar que, curiOS;lC!ente, hoy los investigadores de bs llcurocienci;lS comp;1rten nuestro interés pOI delimitar de \;1 mejor manera posible el componente psíquico que interviene e 1 el hecho doloroso. Nlc sorprendió descubrir, por ejemplo) bs duelas e interrogaciones qllC se plantcabJl1 los científicos reunidos en la International Association for the Study of Pain (IASP) acerca de la incdencia dcl psic¡uismo en la ncurofisiologí;:-I del dolor. Sin lograr explicarlo formalmente, estos invcstig,Jdores consideran que el factor psi"quico es una de las causas principales de b emoción dolorosa cuyos resortes siguen aún sin ser explorados. Est::nlal1, particularmente, que e5e factor dc.::conocido también sería responsable de un dolor co[por:ll muy atípico calificado de «psicogénico», es decir, de origen excl1.lsivalTIen;c psíquico. Se trata de una sen, ación dolorosa expcrjmentada, sin dur',a, por el
. . sUJeto, pero que no tIene IlIng;Jna causa
identificable que la cxplique.
ASÍ, la definición «oficia]" :lcl dolor propuesta por la IASP deja cntrever esus distintos incertidumbres relativ,<s al papel que ejecuta el factor psíquico. Quiero reproducir aquí los términos exactos de esta definición. El dolor -se dice- . ería ·'una expcrienci;-¡ sensorial y ~emocicllaJ desagradable, asociada con una les; Sn tisular rcal o potenci;11 o incluso descr,ti.1 en términos que evocan una le5ión de esa índole». Al relcer cstas líneas podemos apre-
ci;1r h ambigüecl;-td del término "dolor". 1\155 que una sensación) es una emoción j'
hasL1 l.Ula emoción que puede nacer S¡;l que haya una lesión responsable: ,<Una experiencia [ ... ] descrita en términos qJ!e e'vocaJl una lesión de esa índole>,. Vemos hasta qué punto esta definición reconoce la existencia de un dolor real, es decir, sentido concretamente y del que el paciente se qucjJ, pero sin que haya necesariamente un traumatismo orgánico que lo justifique. En una palabra, la IASP reconocc que el dolor podría existir únicamente en lo sentido}' en la queja que lo expresa.
Esto nos da una idea de la extensión del campo clel dolor que excede ampliamente a UIlJ concepción estrictamente ncurofisiológicJ y nos permite comprender por qué hoyes neces;1rio abrir nuevos surcos en la investigación psicoanaJítica con el propósito de situar adecuadamente la parte correspondiente al psiqllismo en la dcterminación del hecho doloroso.
::-
Por tanto, si queremos saber por qué sufren nueSlros pacientes y por qué sufrimos nosotros, tenemos que observar a través de la Icnte de la metapsicología y descender al cor;1zón del yo para encontrar allí la psicogénesis del dolor. Queremos penetrar la trama íntima de las representaciones inconscientes, dclimitJ.f COIl la mayor precisión las fluctuaciones de las tensiones psíquicas y comprender así h incidencia irreductible dc la psigue en el nacimiento del dolor corporal. La pr:ícti-
JI; El. !lOLOlt [-lsleo
lor05a )' el dolor psíquico F,ropiamcntc dicho. Ello se debe) como ),_1 dijimos) a que el dolor es Ull fenómcllo mixto que surge en el límite que se estab. cee entre el cuerpo y la psique. Por ejemplo, cuando estudiamos el dolor corporal comprobamos que, al margen de sus es victos mecanismos neurobiológicos) esencialmente la emoción dolorosa tiene su explicación en una perturbación del psiqu ¡smo.
Proceso de formación del dolor
Ahora tenemos que identificar las diferentes etapas de la formación de Vil dolor, sea el que fuere. Ya se trate de ur dolor corporal provocado por una lesi6n en los tejidos, ya sea un dolor psíquico provocado por un s!Jocl, psicológico, el d.)lor se forma en un instante. Sin embareo veremos ,) , que su génesis, aunque insrand.nca, sigue un proceso complejo: comienza con una ruptura, continúa con la C0711;1oCÍón psíquica. que esa ruptura dcsenc~dena V culmina con una 1-eacóón defcn~;iva del yo que intenta detener la. conmoción. En cada una de estas etapas domina un aspecto concreto del dolor.
Así a.parecen, sucesivament;:, un dolor propio de la ruptura, luego un dolor inherente a la conmoción y, por último, un dolor suscitado por la defen,,·, refleja del yo en respuesta a la conmocié'!1. Evidentcmentc, en realidad estos tres dolores sólo son los diferentes ospeetos de un único)' mismo dolor formad~) instant<Í.!1eal11entc.
~------'-----------_ .. __ .
Toda lesión dolorosrl del cl/apo será pacibidd como 1/11.1 lesión)' tf11
dolor cxterno porque el mismo C11C1pO es percibido illltlg in a rimn eH t e como U11
envoltorio denso y sCJlsible que nos contiene .1' nos SUsflCJ!C.
_ El dnlnr (isicn ]7
Por tanto, en nuestro recorriJo respetaremos estos tres tiempos de la formación de un dolor: el tiempo de la mptllra o dolor de la lesióll, el tiempo de la conllloción o dolor de la cOllmocióll y el tiempo de lo lTdccióll defenÚ'ua del yo o dolor de reacCIOllaJ:
El dolor de la lesión
Tomemos el ejemplo de una grave quemadura en un brozo. Después de un breve instante de pánico en el que el brazo queda anestesiado por el shocl" el yo experimenta el dolor local de una herida en el brazo y siente de inmediato el dolor indefinido y penetrante de una perturbación interior. El yo ejecuta, pues, dos percepciones simultáneas: percibe a la vez un dolor que localiza en el nivel de la lesión cutánea y un estado de conmoción intcrna q lIe lo invade. Estas percepciones, mezcladas en la expericncia de un mis1110 afecto doloroso son, sin embargo, muy distintas. Por ello consideraremos sucesivamente el dolor producido por la lesión y el que es propio de la conmoción. Luego abordaremos el tercer tiempo de la génesis del dolor, es decir, el de la reacción. Diga-1110S enseguida que, para defenderse de la conmoción, el yo reacciona torpemente porque, en lugar de reducir el dolor, lo aun1enta.
Comencemos, pues, por el dolor de 1" Icsjóll, es decir, el afecto que sÍenEe el yo
/s EL nOlOH rislen
cuando sufre un daño en los (ejidos que se traduce, desde el punto de vi ta energético, en UJla excitación brut" I percibida imaginariamente en b perifcl<ia. Al m¡Hgen de que se trate de un alJC;Ue al envoltorio eXlerno del cuerpo o a 'los órganos internos, el yo que sufre pcrábirá imagi}hlrit7inclltc C1falr¡lficT lesión [umo UJM em
bestid" exterior a/ yo. En cfeceo, el Yo experimenta el cuerpo como su \:!xtcrioridad viva y sensible más allá de \;J cual se extendería el mundo cxterior.2 Es decir, existe el yo que siento y CXiS[I;; mi cuerpo, fuente de !J sensación dolora::';). ASÍ, CUJI
quicr lesión corporal, sea una herida cutíÍ.neo superficial o uno profunda necrosis del miocardio, sed. vivida pr)r el yo sufriente C0l110 una efracciór; fronteriza, más exactamente como una li:sión periférica, es decir, exterior al yo n'-'51110. En suma, el dolor no está más en m''', en mi interior, sino en mi brazo. Prel::isemos, sin embargo, que cuando se proéuce un accidente lllUy grave el yo ya no queda clisociodo del cuerpo y deja de pi:rcibir o éste como una unidad exterior. En esos momentos, en los que somos nu,~stro cuerpo conmocionado, ya no hay 1,: sión corporal: lo que se quiebra, sufre y se convIerte en dolor es tocio el ser.
La imagen mental de la heri da
La percepción de una-excitación doloroso localizada imaginariamente ('11 el exterior de nuestra yo que percibe -Lr quemadura, por cjemplo- imprime inmec'iatamente en el yo lo imagen del lugar l::sionado del
,,1:."/ dolorJúico IIU~' pone eJl
oposición con I/lIes/ro [!ferpo,
('1 w,d se 11711('51r<l
((¡JI! pi e t {/ 111 ('1I! e
{ljel7u ,1 lo ql/e L'Shé ell nosotros."
P. VAlfE)
El dulor (¡sien 19
cuerpo. Entonces, b sens;lción dolorosa se reaviva al formarse la representación mental de b herid;1. Por tanto, el sujeto experimenta un agudo dolor )r, simult;Íneamente, visualiza una il1lagcl~ imprecis;l de la quemadura del brozo. Así, pues, la percepción de la llaga no sólo es la apreciación de un cambio brut~11 del estado de los tejidos corporales, sino que también :1crúa como un aparato fotográfico que fiJa en la conciencia la represenL1ción mental de la región lesionada. LI;lmamos a esta representación, que tendrá. un p;lpcl decisi\'o en el tercer tiempo del proceso doloroso, «rcpresent:1ción del lugar lesionado y dolorido del cuerpo".~'
Ahor:1 bien, esta imagen mental de la herida, nacida de la percepción de la lesión, fija el dolor vivido en un lugar preCISO del cuerpo. Al sentir dolor, b persona quemada cree que su dolor se concentra en la herjda y sólo efl1ana de ésta, es decir, de lo abertura del tejido, como si la fuente del sufrimiento se redujera a la extensión de la quemadura. La experiencia doloroso parece estar tan localizada, tan encerrada e11 la lbga, que la región dolorida parece cobrar autonomía y separarse eI.el c~lcrpo como si fuera un parásito que t¡r;lJ1IZa, socava y clebilit;:l al yo. La percepción sensorial de b lesión ha formado la imagen mentol de la herida acompañoda no sólo del sentimiento de que el OSlento del dolor es"í en la herida y de que la herido es periférica, sino también del sentimiento de que el lugar doloroso, separado del cuerpo, se ha convertido en un retoño que nos es hostil. Y sin embar-
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Sin los ojos 1/0
,)(')"[1111105, pero la 'UÍsta 110 cst,i CII
los ojos, SfIlO L'/I
cllóbl//o occipital de! c1!1"ebro.
- El IJI) I 1." I{ I I ~ ti: \'
go, b vcnbd es I11UV distint \. El dolor n() esd en la hc:rieb s·lno en d yo misl11O, cOl:dcns:ldo en la imagen !l1cnral dellug;lr leSIonado.
P;lr;1 resumir) digamos que el yo es un C:1ptor sensible a los cambios tisulares) pero un m;tl cartógrafo. No sólo Se equi\'oca cuando identifica cu;dquier dolor corporal con una lesión exterior, sino que también yerra cuando crce que la fuente del dolor está en Ll lesión. PI~ro entonces, ¿dónde se encuentra la fllene del dolor? El dolor no está en la lesión; la sensación dolorosa está en el cerebro y la enl0ción dolorosa está en }<)5 cinlie~tos del yo -en el ello-.
Dicho de otro modo, el ck,lor de h 1(S10n comporta tres aspectcs: el rcal, el imaginario y el simbólico:
13 Red!: percepción somatusensorial dc una excicación violenta que toca los tejidos org,ínicos.
o Simbólico: formación súbjta de una represcntación mental V conscicnte del lu~ar del cuerpo don~le !>e produjo la lcsión.
o hnrrgi]]ario: puesto que el cucrpo se vive como eXTerior al yo; la sensación dolorosa será percibidé imaginariamente como si cmanJse de la herida, y la herida como lln hDstigador de quien uno quiere-deshacerse.
:;.
El dolur fisicu 21
El dolor de la conmoción
Pasemos ahora al dolor de la conmoción \' precisemos enseguíd;l que, si la eXcit;1ció;, sensorial es de débil intensidad, 110 se produce. Es necesaria un estimu!ación suficientemente fllene que, I1l;lS alLl del c!Jño tisular, desencadene un trJUI11J interno.
Ya dijimos que el dolor era el resultado elc una doble percepción: una, vuelta hacia fuera (percepción externa) para captar la lesión y la sensación dolorosa, y la otra, vuelta hacia dentro (percepción interna), para captar el trastorno psíquico que sobreviene, Los neurocienríricos denominan la primera percepción «S0I11atosensoriab; nosotros llamaremos a la segunda percepción «somJtopulsionah. Si reto-· mamas el ejemplo de la quemadura, el sujeto percibe a la vez el dolor que emana de su brazo magullado y el sufrimiento interior que lo estremece. El dolor de la lesión incide en la frontera de su cuerpo, micntras que el de la conmoción le consume dcsde el interior. Es como si primero apareciera la lacerante sensación de quemadura del brazo, locllizada en un punto de la periferia: <dvIe duelc» significa ,(circunscribo el dolor y lo afronto». Pero muy pronto, del trasfondo dcl ser, se eleva otro dolor muy diferente, esencial v profundo. Es un dolor que yo no domino; élmc posee J mí: «Soy todo dolor».
Pero ¿ cuál es este otrO sufrimiento que se apodera del Yo y lo marca profundamente con el sello de la desdicha? Para
responder, rctomaremos ahoLl hs hipófesis frcudian;ls del dolor físico F rcsentad;IS en el "Proyecto» y las :1plicFemos :11 Cl$O del dolor de L1 quemadura, [liremos, pues, que el calor de la llama, al atacar la epidermis, se transformó inmedi~tamente en unJ corriente de energía interna, devasladoLl y no dominada, que hunde al yo en un estado de shock: traumitict\. Por la brecha Jbicrta en la barrera de prutección (la epidermis lesionada) hace irrupción, en el seno elel )'0, un aflujo súbito y masivo ele energía que sobrecarga el psiquismo hasta en su núcleo, constituido pelr ((neuronas del recuerdo". La homcos1asis del sistema psíquico se rompe y su p:~inciplo regulador -el principio de placer- queda momentáneilmcnte ilbolido (véas'2 b fig, J). Así es como el yo, aunquc trasl ornado profundamente, consigue percibil su propio trastorno, es decir, el desbaLlt:\miento de sus tensiones pulsionales. Esta ':ingubr auto percepción que realiza el -'(o e e su estado de conmoción intern;1 -pcrl:epción somatopulsional- crea b emociÓ:l dolorOS;1.
La memoria inconsciente del dobr
E/ d%/' es el ú/tiuo /nllo, iJlmor(¡¡I, de la JI! T./CllUUI.
Así como el imp;1cto de la excitación externa y local imprime en el Yo la ¡magen
de lo zona lesionada y dolorida, la violencia de la conmoción deja sus luellas.
envoltorio de protección --- - .
del Yo
El dolor físi«("!
agresión exterior
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neuronas del recuerdo
Figura 1. El dolor procede de una lesión del envoltorio de protección del vo y de un afluio masivo de energía que llega hasra las neuronas
'def recuerdo, El yo aparece reprcsent,1do atluí con la forma simplificada de una vesícula viva.
"El hecho oh.údado 110
reaparccc el/ /11 forma de ft1/
'rcC/lcrdo; lo /;(/CC
en /a forma de 111'/;1 acción, El enfermo )'Cpile,
5/1/ sabcr qtle se trata de l/Ila
repetición. j.
FREIJO
También en este caso se te:tta de la formación de una imagen, pero muy diferente de la imagen conscicntc cincelada instJnt;Í.ncamente en el momento de la lesión. La sacudida imerna es [an perturbadora )' dolorosa que su impacto no sólo imprime una imagen en la memoria corriente (el recuerdo), sino también Ulla imagen grabada en la superficie del inconsciente quc también es memoria, aunque una 11lcrnoriJ diferente. En efecto, el inconscientc encubre el pasado pero no lo reflcja en la superficie de la conciencia. La conmoción y el dolor que provoca aquella sacudida interna tJmbién permanecen marcJdos en
1·/
El dolor del pdSildo retorna en e/ presente (0/1101111 IlfIe'-uo
d()IOJ~ fllIfl [J¡/¡It1,
1111 paso a/ ¡lelo y hastil 1I11¡1
alccc!rin psÍcoso¡n,i lÍC,1.
El. DOll)¡( l·rS~n
el inconsciente, pero sus rC;l]lanClones en el presente adoptarán Otr.1:: ilP;1riencias diferentes del recuerdo mis J menos fiel de un episodio desgraci;1do. ~;cgur;1mcntc ];1 perSOJ1;1 que sufrió un l,raumatisJl1o pucde recordar las circunstaEci;1s del ;1ccidente, revivir las sensncionC5 insop0r[nbies que experimentó entone:s y vivir temiendo una nueva ;¡gresió '1, pero hay otras formas de retorno del raumatismo que lo persona ignora, El dolcq' pasado resurgirá de manera inesperacb l en otro lug;1r diferente de la mcmori~! consciente. Puede tener la forma de otre dolor inexplicado, por ejemplo un dolor psicogénica; o bien ancbrsc en el cw'rpo mismo, como una manifestación psic)somática; y hnsta en b conciencia, tran:Jigtlrado en Otro afecto tan oprimente co.no la culpa, por ejemplo; o incluso transFormarse en una conducta impulsiva O d" fracaso, A través de tod,-1S estas cvcntualidades¡ el dolor del pasado retorna al presente sin que identifiquemos que se trata d,-;: reapariciones de sufrimientos olvidados, Por eso calificamos como «inconsciente" JI antiguo dolor corporal que retorna transfigurado en el presente. Registrado C.'l el inconsciente, ese clolor regresa adq!liriendo diversas npanCnCli.1S que se nos mponen Sin que nos demos cuenta.
Así es como distinguimos netamente unn primern experiencia dolerosa, difícil de tolerar, y su reproduccion ulterior. U na cosa es la experiencia p,'sada de un dolor violento provocado por un incidente rc;-¡!, como la quemadura, otra muy distinta su reaparición trans gurach C;1
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Ecné J\'lagriuc, L.l Memoria IJ (1948): óleo sobre [cla, colección del Estado bclg;¡ (in"cnrario 666) © fOtotcCI René l'Vlagrinc-Girauclon,
ADAGP, París, J 996.
"Vemos una '(frente inmóvil que súbitamente recuerda esto o aquello y la sien que se impregna con un antiguo acontecimIento trágico"))
HENRI MICJ-IAUX
,c) guli,;¡
lln~l nueva scnsación, un;! Jesi;)n psi cosomáticJ J un afecto, un comportJmicnto impulsivo o una conducta que tiende al fracaso. Mientras el dolor del posado hobía sido provocado por un agente externo, las J11i:lOifcsLJcioncs dolor<)sas de hoy pueden ser el resultodo de ura estimulación externa o interna a menudo anodina e imperceptible. Formulémoslo con mayor precisión. A partir del momcnto en que una primera experienciJ dolorosa queda registrada en la psique y reaparece de manera irreconocible, adquiere LJ condición de dolor inconsciente. Pero ¿c6mo explicar esta transformación? ¿ CÓF10 explicar el paso de un antiguo e imense· dolor corporJl a un dolor inconsciente?
'DecíJl11os que, durante!J cor'nloción, la entrada fulminante de energí~" JlcanzJba el núcleo central del yo (fig. 1). Pues bien, precisamente ahí, en el cora:t:ón mismo del )'0, se rcgistra la expcrienci:l traumática. PJra mostrar mejor esta clj"Jcidad del yo para conservar bs huellas inconscientes de las pruebas que afronta, debo detenerme un instante y describir brevemente los elementos constitutivos del yo.
En iJ época en que redactó e «Proyecto>;., Freud imaginaba que el yo está compuesto de dos elementos esen-;:iales: una (energía» que circula y tiend-:: a la descarga y ,(ncuronas>~ que la rr;\nsportan. Una parte de la energía proviene del exterior y otrJ se propaga por el lnterior en el espacio intra e intcrncuron;ll. En cuanto a las neuronas, se subdivid,;n en tres grupos. Un grupo, localizado ·:n la peri-
El el"j!'r fí,i':ll
(criil elel VO, tiene la función de percibir las cstjm~113ciones del mundo cxtcrior.-' Un scoundo OrUJ10 SitLLldo en el centro b b - ,
del \'0, compuesto por las «neuronas elel recl~crdo», cumple b función no de percibir, sino de conservar b huella de los acontecimientos memorJbles.~ Este último grupo es el que llcgaL1 a constituir, en el pensamiento frelldiano, el ',sistema inconsciente». En efecto, la neurona del recuerdo es el antepasado conceptual de la noción freudiana de la representación inconsciente, Del mismo modo en que la representación psíquica contiene dos elementos indisolubles -un contenido fiCTurativo, llamado "representante)), y la b
energía que Jo inviste-, la neurona de! reCitado contiene la huella o la imagen mnemónica de un acontecimiento pJsado V del afecro que la carga. En esros dos ~asos, estamos en presencia de un contenido representativo y de su ínvestidura afectiva.
Finalmente, el tercer conjunto neuronal cumple, como el primero, una funclón de percepción dirigida no hacia el mundo exterior, sino hacia el interior} para caprJr las fluctuaciones de la energía interna. Estas neuronas perceptivas no sólo tienen b tarea de detectar las variaciones de la tensión psíquica, sino también la de hacerlas repercutir en la conciencia, donde adquieren la forma de afecros agradables, desagradables o dolorosos. Agradables, cuando el ritmo del flujo energético es sincrónico; desagradables, cuando éste es acelerado, y asincrónico, y doloroso, cuando el ritmo se enloquece o se rompe.
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¿ Qué debemos retener de e ::;tc cuadro sintético? Ante todo, que esta ficción del yo, imaginada por rrcud en le:> primeros años del siglo xx, continúa siendo, COI1 algunas variantes, b matriz de la vidJ psí'luic;] tal como hoy b ma}'orí;] de los psicoanalistas la conciben. Y ,':s unJ ficción sorprendente por el ceo q'Je encuentra en los progresos cientÍficcs actuales. Tengamos presente este concepto de '\neuronas del recuerdo», pu es nos servlrá para comprender el p;]SO de un dolor físico a un dolor inconsciente.
El paso de un antiguo dolor corporal a un dolor inconsciente
Como hemos mostrado, el yo~ trastornado por la irrupción m3siva ~1e Llna implacable energía, consigue sin embargo autopercibir su estado de conmoci6n interna y el dolor es la traducción, en la I:onciencia, de esta percepción, También dijimos que el aflujo masivo de excitación, que entró por lo brech;] abierta de la lesión, llega hasta el grupo central de las «n,;:uronas del recuerdo». El paso forzado del flujo energético tiene dos consecuencias: por un 10do, se inscribe una imagen rnnemónica en algunas de esas neuronas y, i)or el otro, se acrecienta la excit;]bilidad ckl conjunto neuronal. La imagen que qued:d-á grabada en lo neurona es la de un dcralle de la agresión ü del objeto i·gresor. Si retomamos el ejemplo de la quemadr.ra, probablemente retengamos un aspecto del fuego, su crepitación, su olor, SlL: colores o bien un elemento elel context,) del acci-
VII doloroso suciio de mllli/ac/ólI puede pro7)Qcilr, en el lIIomento en fjlle
In persona
despierti-l, If/l
Íll¡}a!idalltc dolo)" el¡ 111/(/ pierna.
El Jolor físiro
dente. Ahora bien, esta Imagen, Illscntí1 para siempre en el yo por la conmoción, es muy diferente de la que imprimió la lesión. Ya no se trata de la representación consciente del asiento de la lesión, sino de una imagen no percibida por b conciencia que representa una particularidad del accidente.
Así pues, el yo conservara en b memoria la "fotografía» de un detalle de la agresión, una imagen mnemónica definitivamente asociada a lo experiencia dolorosa, De todas maneras, la neurona que conserva esta imagen se vuelve extremadanlente irritable. Está pronta a reaccionar ante una eventual excitación, lo que puede llevarla a descargar su energía de otra forma, en otro dolor, una lesión, una acción O un afecto penoso, Freud hablaba de «un c;]Il1ino abierto») para referirse a ese fenómeno de sensibilización de las neuronos del recuerdo. El aflujo de energía ha sensibilizado de tal modo ],S neuronas que las excitaciones más débiles bastarán para reactivarlas y reanimar la imagen que contienen. Estas excitaciones ya no seLin bnltales como lo fue la quemadura, sino casi imperceptibles}' de baja intensidad; pocld.n ser externas o internas. Pero, desde el momento en que una de esas excitaciones inadvertidas reactiva la imagen mneI11ónica de la agresión, puede aparecer, por ejemplo, un nuevo dolor, menos violento que el primero y situado en un punto del cuerpo diferente de aquel que resultó lesionado en el accidente inicial. En este c;]so el sujeto experimentará una sensación dolorosa inexplicada, es decir, que no ren-
" ,
.JO El ¡lOLO!', FísICO
dr;'í una CllIS;1 orgánica dCllTninablc. SuíriLÍ, pucs, sin s;1bcr que su color prescnte es el recuerdo representad, de un dolor pasado.
rJucrrÍ;l dctenerme 1111 inSi.',nte en . t ~ ." es J
cuestión del retorno doloroo, por el 01-cancc que tiene en la prJC[ic~, clínica. Este ncodolor, motivo frecuente de consult:1 médic:1, se le presenta con frcl,'uencia al clínico C0l110 un sufrimiento fí::ico sin causa org;:'inica. 1 maginemos a un médico cuyo paciente se lamenta porque ,,;ientc un dolor en un tcndón, muscubr o visceral) inexplicable. Probablemente el médico se contente con atribuirle un vao-o orioen b b
psicológico y con diagnost::car un dolor « psicogénico>" Prudentementc, tal vez lc prescriba un medicamento ansiolítico \' hasta un placebo. Sin embono estoy co~· vencido de qu'c este médic~:'c~mbiarÍa su actitud clínica si admitiera -,como proponemos en estas páginas- qu'~ el cuerpo es una pantalla en la que se ,:¡royectan recuerdos y que el sufrimientt:' somático actual de su paciente es la re::parición viva de un dolor anterior olvidado. En ese c;!so, el doctor invitaría a su rlacicnte a que éste hablose de todas aqu,lIas antiguas conmociones traumáticas! psíquicas o corporales, que pueda evocar.
Pero yo dijimos que el antiguo dolor también podía apatecer tr;:¡nsfigurado cn otro afecto tan penoso como un sentimiento de culpa, transformado en lesió" psicosomática y hasta meta:;norfoseado en acto impulsivo. ¿Cómo explicar, pues, cs· tos avatares del dolor?
,,{JI Id e'ida psir¡l/inl rli1d,¡ se ¡)¡ade, IliIl/.1
des,¡parece, todo lo que se furmó, JC ((mSCJ~J{/ •. )'
pUl'de l'Caparecer. ,.
FItEUD
El Julor fí~i("o 31
Puede suceder que el aflujo de energía dolorosa golpee otras neuronas difcrentes de aquellas donde se inscribe lo imagen de la agresión. Otras neuronas, por eje'-mplo, que contenían las huellas de <lcontecln:ientos desgraciados vividos y luego 01-vlcLldos por el sujeto. Tomemos el caso de una persona ausente del lecho de muerte de su padre y que ha olvidado lo que en aqllcl momento consideró una falta. Supongamos que aquella ausencia quedó grabada como algo grave en la neurona del recuerdo. 1vlás tarde, al producirsc un dol?r corporal violento, la neurona que contIene el recuerdo de esa falta se «abrirá,; es decir, .se sensibilizará de tal modo ql1~ una débIl estimubción ulterior bastará para despertar en esa persona un sentimiemo de culpa inexplicable. El paciente se sentirá oprimido y culpable sin comprender la razón. Con est:1 corta secuencia, vemos en qué medida la Ínfin1a cstimlllación de una neurona, ya sensibilizada por su apertura al dolor, puede generar un afecto agobiantc, provocar una lesión tis.ular e incluso despertar una compulSJon llTesJstlble. Todo depende del conteJ~Jdo representativo de la imagen mnem0111ca Inscnta en la neurona reactivada.
Nuestro primer dolor
A veces cnCllc11l1',1S en los hombres ¡/lUZ porción de dolor origina/tallado f. .. )
Sí, esto viene de lejos. Al1tfl110, fuimos ricos.
RA1NER MARtA R1LKE
Hasta aquí hemos establecido claramente que un violento dolor físico convertido
.
32
"Los afectos snn !¡/s reprotitfccioI/L'S de acolltecimlcJlros alltigllos, de imp0r!rllzcia Ujtlt!, cvel1-l!wfmcllte
pn:illdividlltl!es . . H
FREUD
El. IhlLOH l:f~IC(}
en inconsciente debe pcrcu:ir ncccsari:1-mente en lo vida del sujeto el lo forma de incidentes penosos. No ob;tante, surge un:1 preguntJ. Si admitimos <}UC un dolor en el cuerpo puede ser el r','[orno de un ,lnt1guo sufrimiento conve_:"tido en inconsciente, ¿cómo no podrL-'¡llos generaliz:1r -y suponer que todos nlJcstrOS sufrimientos físicos y pSÍcluicos están orioian-• b
dos por un dolor original? \. si fuera así, ¿cuál sería ese dolor inaugural? ¿}1Jst3 cuando hay que rcmontarse en el tiempo jJ:1Ll descubrir la expcrien::ia dolorosa m~ls primitiva? No lo sabemos. ¿Se trata de un slJfrimicntü extremo cxperinlentado hace lllucho tiempo, una primera vez, en la aurora de nuestra vida, aun antes de poder griiar? Tal vez en aquel momento nos sentimos trastornados profundamente y ese trauma original perdura activo en una rara mcmoria. ; Debemos situarlo en c-lmomcnto mismo -del nacin<lento o, m~ís precozmente aún, en los est;-emecimicntos de la vida fetal? ¿ O imaginaremos, como hizo Freud, que el priml'r dolor es el desgarro de una separación arcaica sobrevenida aun antes del estado embrionario, en una Llse preindividual y codificada CI1
la memoria de la especie?"
Seguramente nO sabemos de qué sufrimiento inmemorial hemos ';alido, pero podemos estar seguros de q';le ese dolor resurge en todos los dolores Jísicos y psíquicos y nos transmite-a cac18 uno su cua~ lielad específica de afecto penoso. Este dolor primordial e intemporc I retorna sin cesar en el presente para comunicar a tO
dos los demás la marca del e1i:.placer illlo-
Iodo ¡l/cero doloroso e5 un ,1I1!igU() dolor ¡rdllmáticu q/Il'
)"('¡'/,;;'c.
33
IerJblt: que experimc'ntamos cuando eSL1-
mas enfermos o afligidos. Pero la cxperiencia dolorosa pasada tam
bién es la quc nos hace vivir cada uno de nUL'Slros dolores de manera Ílnica e individu:11. La vivenci;-¡ dc un dolor es sicmpre la vivencia de mi dolor. Cada uno sufre'1 su Il1:1nera, sea cual fucre L'lmotivo de su sufrimiento. Cada vez que un dolor nos aflige, venga del cuerpo o del espíritu, se mezcla inextricablemcnte con el dolor míls antiguo que revive en nosotros. Y precisamente ese resurgimiento vivo del pasado doloroso es lo que hace que sea mío el dolor de este instante. El dolor que siento es mi dolor, porgue Jlev" el sello de lo m:ís íntimo de mi pasado.
Sin embargo, si la rcpetlelon funda el af eeto doloroso, ¿ no podrÍalllos considerar q ue tocio afecto -a~r"dable o desa"r"d,,-
'.... b ble- es la reproducción de un afecto origi-nario? Según Freud, en efecto, la emoción no sólo es lo que sentimos en el instante; también es la repetición de una vivencia intensa del pasado. Un "fecto siempre es el retorno atenuado de una primera emoción intens;l. La emoción más singular que yo pueda vivir hoy, placenter" o desagra(lable, inevitablemente es el doble de una emoción arcaica. Si, por ejemplo, ante una escena. insoportable siento que me invade la repulsión, tendré la certeza de experimentar un sentimiento inédito, como si estuvieríl seguro de no haber vivido nunca antes algo semejante. Más tarde, una vez atenuada la violencia del impacto, reconocerÉ sin embargo que ya he sentido una repugnancia p"recida. En resumen: no hay ningún "fec-
El {//CCIO IllfJ/U¡
es pI¡ro, SIL'lIlpre
lo redct!'¡.ltt l//IL/
[lIltl1sj¡/
cxprCSllt/d por
IIlld IJ¡r/'1!JrI1 Y es el molÍ-uD de I1l1a
cOl/dllct,r.
AlllhlrgclI de que lu /1101/1('11105
" ! fa 11 11 uí t ¡uJ>', porque es el rcw!tado de fm¡J agresión, () " I JI COI/ S ci C 11 te,·, por SIIllplitlld
/J.1/"1I rC¡¡rlce¡; y htlSI.-J
"prill7ordi"d", J'd (jite es /11 madre de todus los 511[rlm /C17 (o s, Siempre h'¡{;/,1II1OS del mismo dolor,
[O nul'\'o, el afeno siempre lS el fruto de Ul1;1 rcpcrlClun.
Pero ¿qué es lo que define intrínsecamente un afecto? ¿Cuál es la ;ustancia íntima y vibrante del sentinlir: nto que me conmueve en este instante? r·Jo podemos responder a esto. Tal vez lo cJ.racterÍsrico de dicha vivencia es esta sensación pura, simple e inmediata, esa rea!j(,ad desconocicla que llamamos energía. lero esta respuesta es insuficiente para cefinir la naturaleza de un afecto. Así, puesto que no sabemos qué es, tratemos dt' determinar de dónde procede: ¿cuál es 5\1 origen? La génesis de un afecto no es otr;1 cosa que un despertar, el clespertar de un afecto pasado. Insistimos. Tocio afecto es lo repetición ele Ulla experiencia enl0ciol1al primordial. Es evidente que esc': concepción eminentemente freudiana eS lo que nos permitiría identificar el afecto con el significante lacaniano. Un signifi::antc, enuncia Lacan, es siempre la repección de otro significante. De ahí que decir lue el afecto sería un significante equivale ;¡ afirmar: sólo hay afectos repetidos.
El dolor inconsciente no es una sensación sin conciencia; es un proceso estructurado COill0 un lengnaje
A lo brgo de es ros páginas hemos transformado insensiblemente lo Irutal sensación de una quemadura en un inasequible dolor inconsciente. Al pregunLlrnos de qué manera un traumatismo deja sus huellas en el inconsciente y cómo esas IT.lclbs reani-
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madas se cxtcriorizJn, finalmente hemos llegado a postular que el dolor inconsciente es la mellloria de un antiguo sufrimiento traunL1tico. A f1cs;1r del r¡nor de
b
eS[;l definición) de tocios modos quiero clisip:u un último malentendido sobre el concepto de dolor inconsciente.
Cuando nos interrogamos sobre la naturaleza de un sufrimiento traumático tan profundo y tan antiguo, que ha permanecido vivo a pesar de todo, nos sentimos atraídos por el reflejo mental de imaginarlo como una materia afectiva que palpita en los entrañas del ser. Es verdacl que, al identificar el antiguo traumatismo con el dolor inconsciente, probablemente dimos a entender que aquélla. era una emoción confinada en un lugar cerrado del psiquis-1110. Con todo) sería un error pintarlo así. El dolor inconsciente no puede reducirse al sufrimiento de un 1110mento, por traumático que sea, ni concebirse siquiera co-1110 un enclave de energía hostil. El dolor psíquico abarcJ una noción mucho mis amplia que designa un proceso activo) un proceso que comienza con un sufrimiento somático Illuy intenso provocado por una agresión externa y se complementa con otro) despertado por una ligera excitación, generalmente interna. Para decirlo de otra manera, cuando la agresión externa que provocó un dolor traumático deja huellas en el inconscielHc, también instala en él un estaclo de hipersensibiliclad que, e011 lo menor chispa, puede hacer que renazca un nuevo dolor. Para ser m6.s precisos) diremos que el dolor inconsciente no designa una cosa ni una sensación sin con-
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CiCllCi,l, sino un circuito qu '. rC;lCliv,ldo por l1n;l liger;1 estimllbción) St:' dCSc.lrg;l eJl un;l J1l;lnifl'st;lción penosa. '-
Fin;lIll1cntc, el dolor incPl1scil'ntc es una ;lplilUd, la ;lpritlld del -Y¡,) para rcmclllOr;1f lIn antiguo tLlll!l1;uisno doloroso de lln;l ma¡H.Ti.l diferente del recuerdu consciente: el dolor incofls<:iente es el nombre que damos J la l11cnYJria inconsciente del dolor.
I-Jasta aquí, ¿qué hemos querido dar a entender? Que el origen psíq',lieo del dolor corporal siempre es la reminiscencii.l de un dolor primordial. Así, en lo emoción dolorosa se conjugan Ll sensación desagradable de hoy y el despenar del primcr dolor. Precisamente e!iC despenar es 10 que proporciona un cadeter de ;lfecto doloroso y, m~s aún, espc;:íficamcnte hUI11Jllo a la sensación desag ~adi.lble del momento. Un dolor es hun~·;\no porque es memoria inconsciente. El ir consciente es lo que humaniza al afecto doloroso, ,/',1
que es lo que infunde nueva vida al antiguo dolor de un traum~ltismo undadaL
Antes de seguir, ya podemo,' llegar a b siguiente conclusión: en toda:; las etapas de su génesis, el dolor corpor21 est~í marcado por la preeminencia del ractor psíquico. En efecto, vimos que el psiquisll10 forma sucesivamente la -representación del cuerpo lesionado (yo-conciencia), sufre el impacto de la conmoción (yo trastornado), percibe su propio trastornu provocado por la conmoción (yo-órg;lno endo-
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perceptor) ~' registra y rl'¡nst;111L1 dicho impacto (yo-memoria inconsciente).
Los desJrrollos siguie!ltes confirm:1Lín la ;lcción poderosa del psiquis!llo en l;¡ dctermin;lción del hecho doluruso.
El dolor de reaccionar
]-1eI1105 reconocido que el dolor fue provocado por una lesión (herida en un brazo) y por la conmoción interna que se dcsenclelenó illlllediJt:llllclltl'. Luego vimos que el dolor de b conmoción 5C inscribió en el inconsciente V allí se rransformó en fuente ele posrerio¡:es sufrimientos.
Abordemos ahora el tercer tiempo de la formación del dolor. Para hacerlo, VOI\"l
mos al accidente de la quemadura, a\ momento en que el yo, inundado por el AluiD súbito de lInJ implaclhlc encrgLl, sufre Ll ruptura de su homeosLlsis y la neutLllización del principio de placer. Ahora )'a no eSUlll10S ante un )'U desbord.ldo que sufre la agresión, sino allle un yo que: reacciona a la avresión. Pues- bien, en \'irtud de
b
ese sobresalto defensivo, lejos ele suprimir el dolor, el yo sufrid. de otra m;1!lCLl e incluso más intensamente. J\iLb que sufrir un dolor de sumisión al malestar, el yo sufre un dolor de protesta contra ese malcsL1L El dolor corporal ya no se debe solamente J una lesión y a la perturbación interior que la acompaña) sino que a todo csto se suma el inmenso esfuerzo quc hace ti yo para detener esa perturbación. Así, el dolor físico 5e convierte en L1 expresión dc
38 ¡:I [lllLl'lt [-hle,1
UIl esfuerzo de clcfcns;l, ;lntcs, ¡ue en la mc~ ra manirestación ele U11 ~1taque alos lejidos.
Pero ¿qué es esta ddens;l ,_!ue h;lce sufri¡-? Cuando el VD se ellcuenira e11 esudo de conmoción) ¿qué h;¡cc p,l,"a defe11der~ se?, ¿cómo reilcciol1:1? Desesper;ldo, rC;llj~ Ll un gesto que todavía le hart'i sufrir más: [L1Ll desmañadamcnre ele al:vi:lrse solo) apel:1Ildó a UIla especie de a1,ltocuración. En respuesta a la agresión) el Yo conccn~ [ra roda la energía de que dispone al'Tdedor de la herida para tapar la Jrecha y detener el aflujo masivo de exci:.aciones. Ese movimiento reactivo de energí;¡ -que Freucl Ihmó "contrainvcstidura'i> o "contraCJ.r~ g;l',- es lo que intenta freIlar la irrupción brutal de energía liberacl;-¡ en el momento de 1:1 qllei11:1dura. Pero no no:: engañemos, esta aUlocuL1Ciól1 no se apli.:.:a sobre los tejidos lastimados de la herida, sino que recae sobre la reprcscnlació¡;' psíquica de la herida. Ahora bien, el hecho de que la contrainvestidura defensiva ~~ dirija, no a la herida mismJ} sino J su reFTcsentación, revela la naturaleza indiscutiblemente psíquica de todo dolor corporaL ¿Por qué? Porque la rcspuestJ a una agresión físicl no sólo es de orden fisiológi<::o, sino que consiste también y sobre todo I:n una trJnsferencia de energía JI corav:n de las representación psíquicJS constitutivas del yo. El cuerpo ha sido herido y el '10 reaceiom concentrando roda su cnergÍ;l para representar de la localización de la lesión (véase la fig. 2)
Cada vez que nuestro cuer!Jo sufrc una violencia} se desencadcna u na reacción psíguic.a: el yo contralllvlste la represen-
agresión exterior
convergencia de toda la energía "-t,.. \
hacia la representación "-(sobreinvestidura) __
~ _____ ~J) ~IJ
/.
39
herida real
representación psíquica del brazo herido
Figura 2. El yo, al no poder curar la !Jerid:l rC:lI, cura la representación de la herida.
rJC10n mental del lugar lastimado. y se muestra una consecuencia sorprendente: el dolor provocado por la agresión no se JtenÍla con esa curación simbólica; por el contrJrio, se intensifica. Eso es, justamente, lo que quiero explicar ahora: ese fenómeno que muestra una defensa dolorosa e inadecuada.
¿ En qué consiste eXJctamcnte esa defensa y por qué es dolorosa? Y, además, ¿ qué papel cumple la representación de la región herida en este proceso? Ante todo, hay que recordar que el yo funciona C0l110
un espejo psíquico que refleja, en un mosaico de im6.gcnes, esa parte de nuestro
en, NI'}/[ r,1 Sil
é'.'íj'Ii,-"ci611 ('JI 1.1 C(iIlCC}llr'¡CIOIl (le
Id ¡Il~'(,slidllr¡/ ¡!iuiJi!!.;!; el! /01 rcpn'.\ClIlilciríll
PÚ{j¡:Ú·¡¡ rle/ I¡!gdr du/oudo .re/ n;eJ"pu. Sobre 1's!c punID se
I',,,'de f. .. í Ir,liis(erir ¡" St'}I.,.I(ilÍlI de dolor ,rl dUJlIlJlío
/ISUjlUCO. "
1'.1 ])()LUI':: i-iSICU
CULTpt) O esc aspectu de los scres o hs cosa~ a los cuales estamos Jfecriva \ duraderalllente apegados. PoStUl.l!l10S, p\Jes~ 1.1 siguiellte hipótesis: cuando qllcdalT,os priv~ld()s de la integridad Jc nuestro :~uerpo o de nuestro objeto de apego, se pr;)c!llce un exceso de investidura ;¡fccrivJ el,;, la im,1-gCII dellligar he)'ido del C/ierpo, cIando lo que está en juego es nuestra intep'iebd física; o un exccsode investidura afeniva de la ;n7.1gell del objeto perdido, cuanto lo que est~ en juego es la presC'!lcia del CITO. Este e::-,:ceso compensatorio se traduce ':n dolor. En psicoanálisis, la 50brei!lve5tidura de L1 imagen psíquica de un punto de nuestro cuerpo se denomina "sobreinvcsti ;1urallarcisisl<l» y el de la imagen de UF aspecto p"rcial del objeto querido (el ser a'llado) se dCnOIllin:l «soDrcinvestidura del cbjeto».
Pero, ya se trate elel dulor físin debido a 1:1 investidurJ excesiv;l de h rej'-rcsentJción dcllugJr lesionado 1 )'J del d-=_dor psí~ quico debido :l la invl'stidur:l ex'::esiva de la representación del objeto amado y perdido, en ambos casos estamos ;-¡n;:c el mismo f (;'nómeno, Lv que engendra' el dolor es la 'i.NrlorizrIcióJI afectiva) dC1lJtl::iado intensa, de la representación q1fe está eH
lluestro interior de la cosa a la elrIl estábamos ligados y de la que abara ¡,ell105 sido pri'i.)ados, sea una parte de 1luestro cut.'JjJo o el ser q1le amamos.
Además, el dolor físicO' es lo (epresión sensible de una sobrestimación rC:lctiva ele lo representación ele la parte h':rida del cuerpo y el dolor psíquico, es de' ir, lo eXpresión sensible de una sobrest:'mación,
Lt )"eprc5(;'llltlcióll es
Id (lIn/e del l'spíritu, y SIl
su!ncin,)(' sl i ti 111',1,
la 5('11.1.-10'611
¡/U/Oro5il.
) !!-eJi,.1
1/
igtLllmen[e reJnivJ, de la representJción del objeto amado perdido.
l\claLldo es ro, VOIV;111105 J pregulltJrnos cómo j'l1tenta el yo sobreponerse J la conmoción desenc<1Jenad~l por I;¡ hcrid~l. Trastornado, reacciona mediante un reflejo de supervivencia y se ciñe desesperadamente íl la representación psíquica de la parre hcrie1J, como si quisiera curar su lastimadura no protegiendo los tejidos magullados, sino concentrando todas las fuerzas de que dispone en la imagen mental de la zona lesionado. Al no poder Clmlr la haicla misma, cura el símbolo de Slf hcrid[1. ASÍ, para resistirse a la conmoción, el yo se lanza perdidamente sobre el símbolo del lugar alcanzado por la agresión y se une afectivamente a él con todo su ser. Pues bien, ésle es precisamente el momento en que apareCe el dolor, como resultado del esfuerzo del yo por apartarse de la conmoción afeIT~ndose empecinadamente a un símbolo. Uno sufre porque se desequilibra ante el peligro. Así, lo que duele es una crispación inútil sobre la imagen del cuerpo herido, un esfuerzo de defensa inapropiado para tr;ltar la conmoción, un intento local, aislado y, por eso mismo, condenado al fracaso.
Por supuesto, aún nos queda la cuestión ele saber si el yo habría podido reaccionar de alguna manera diferente, más inteligente, menos vigorosa. ¿Una acción glob;d habría sido más eficaz )' menos penosa que un gesto aislado? Pero el yo no puede obrar de otro modo. Su contracción ciega en un punto es un reflejo ele supervivenci" y la únic" respuesta posible para no hundirse en la conmoción. Subrayémoslo nuc-
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vamente: el dolor se orit;in;1 en este últilllL) esfuerzo de rC;lcción elel Yo.
Pero aquí se nos preSenl:1 '')tr:1 pregun[:1: ¿por qué el Jpego apJSiOll;!do a unsíl11-bolo -es decir, un exceso de carga energética depositado en un;l repn:sentJción- se traduce en dolor? La respuc.~;ta estriba en UllO sola polobra: «exclusióll», Sí, lo representación mental del órg;1no lesionado está tan cargada ele energía que~ agobiada, se aísla y se excluye del COlljUllU de los otros representaciones estructuran tes del yo. Entonces la cohes1ón psíquicJ desaparece )' el yo debe funcion;1r con una estructura desest<lbilizacb por el i1islanT'CnLo de una representación en el seno de'! sistellla. En efecto, el yo consiguió con1"=ner la conmoción , pero para hacerlo tu'!O que pagar el precio de engendrar un nonstruo de afecto que ahora le perturbo. Lo que hace nacer el dolor es, sin duda, la polarización de toda la energía psíquica ('n una únicJ representJción que ha quedado descentrac\¡-¡. El corolario que se c:esprendc de nuestro cnfoque es sencillo :: 10 enunciaremos del modo siguiente: liO hoy dolor corporal sin representación. L::jos de ~Hemperar el dolor, yo lo intensifico s3tllrJndo de energía la representaci<ln de mi heric!J.
En esta última etapa, el ciclar corporol proviene del apego reactivo~, apasionJdo del yo 01 símbolo del hlgor lesionado del cuerpo. Dicho con mayor ri¡~or: ese símbolo, hipertrofiado de afecto se cristaliza como un cuerpo extraño y pesa sobre la trama del )'0 hasta desgarrarla. Este des-
sarro de las fibrJ:; íntim;1S es Jo que 1'ro\'oca el dolor.
Síntesis de las causas psíquicas del dolor físico
Ahora, si me pregunto por qué mc duele el brazo cuando me quemo, puedo responder empicando el vocabulario psicoanalítico: dejando de lado el conjunto de los mecanismos neurobioguímicos generadores del dolor, existe sobre todo un encadenamiento de CJusas de orden psíquico, a saber: la impresión de que el dolor el11Jna de la herida; la autopercepción del desequilibrio de l11is tcnsiones pulsionalcs; la reminiscencia de un dolor inmemorial; la movilización de tocL1S mis fuerzas sobre L1 representación mental del brazo dolorido y, finalmentc, el aisl<lll1iento de estJ representación.
La representación de la parte lesionada y dolorida del cuerpo
Destaquemos que ese encadenamiento de causas del dolor corporal evoca al que preside en la formación del dolor psíquico. Veremos que Jos esquemas lógicos que explicJn ambas [o1'111J5 de dolor son casi idénticos. No obstante, una de las diferencias estriba en el contenido imaginario de la representación hipertrofiada.' En efecto, mientras que en el caso del dolor corporal b representación remite i1 un cuerpo herido, en el caso del dolor psíquico remite a un objeto amado y perdido
·J_;
(un,l persnn~l) unJ COS',!, un \:,IIIJr). r\l~s
;lLlcblltt' H)!\'t'r(,llln~; ,-t lr;1t:l'" mi" ;llllpliamente cl dulor psíquico o t!nlur de :llll,H, pero pnr el momento tCIlCI1l:.-1S que definir Jll~S CLlf<l!llCl1lc Ll singuLH iU",lrquÍ;l que :ldquicn: la reprcscllLH.:ión le 1.1 pan!: Ji.:'SiOJl,lll,l dcl cuerpo. ¡\Sl IlOS r!:sulL1Ll m.1s Líeil comprender h n:ttuLlleZ;1 de !:l rcpn .. 'seIlLlción del ubjeto :l!ll;l.-ll) y perdido, elemento csencial en h bén::sis del dolor el e :1111:l r.
Preguntémonos, pues, cómo se form;l L1lllellcinn;Hla rcpn.>se!ltaci(:'n del cuerpo V cu;Í1 es su contenido ÍnLll2inario m;lS . ..' , cnnc:rl't;lrmentc visual. Suh::<1yellloS des-
de ilhur~l que la reprcscnLlci{;n del lugar dolorido no existía antes de 1.1 lesión, si!lO que se fOrJ1l;1 en l'se mi:;¡llU instante.
[s ckcir, esta representación nu cst5 ;11l¡ desde sicmpre, sino que nace con la percepción sensorial de la hcri¿l ~. la impresión de que el dolor se locaLz;l en ese lug;l r.
Sin embargo, la imagen dcl cuerpo herido no sólo e5 contcmpodJ1c: ele b lesión; proviene ,olllbién de Illúltipl, s huellas dejadas cn el inconsciente por lntiguus dolores y por los deseos de los "tros.Incluso la vivencia actual de mi cue~-po Illoviénduse en el espacio modela eS,l iJ1l;lgen. Es decir que ('St;1 imascn dclluL~1r dolorido, subrcin\'cstida f)or el vo j);F:1 mitio-ar b , b
l-DIl1l10ción, se funda e.n u!u 1l1uhitud de
percepciones no consciente::, quc fij,lron acontecimientos pasados, fe;_',isrr;1roll los
illlpoctos dejados por el dese,' de los otros
y que ho)' captan las vibracic1iles scnsori:l-
LII rcprcsClll,rción de I,I ZOlld IcsiulI,ul,(
cs dl'lIcialmente
111 (()l/S cIeJl le,
pero dll1"dll/C el ,,((t'.in Llu/u)osO ,¡(!ord (/ nI!
lIH/ClU/Cl,L
45
leS de mi cuerpo vivo. Pero si bien es \lcr
eLd que b representación n:1CC por h C0111-binación de toelos esos faCt01TS, t:l1l1bién es cieno que su paso al plano de b conciencia es dímeru: dura Jo que dura el ;1C
cesu de dolur.
Pero ¿cu;í.\ es el conten'lelo lmaglI1ario propio de la representación del lugar herido? l-Iasta aquí hemos lbmado a csta representación «im;1gcn)j¡ «símbolo)) o "rc
presentación psíquica de la zona lesioll:tela y dolorieLl >¡. Estas fórmulas son engaño~as, pues c!;ln a entender que el contenido imaginario es la copia fiel ele b parte magullada del cuerpo. Sin embar¡;o, sabemos quc nunC;1 e5 un;1 réplic;1 exacta. La imancn del IU2:ar dolorido -sea o no cons-t> L.'
cicnlc- nunca se ajusta a la anatomía rcal, sino que corresponde a una ;1natomÍa fant;:lseacla. Ninguna imagen ele una región corporal ofrece el estricto reflejo del cuerpo ¡-al oL11 es. 1\1is percepciones siempre son interpretaciones dcfonn;lntes de la realidad, ele las vivencias rantascacLts de mi
cuerpo.
AdCl11;ls, el cOlltenido 1111;1glI1ario de la representación se integra en una fantasía (fmlfdsme) ya dispuesta por nuestros deseos incoJlscientes. El lugar del cuerpo afectado por blcsión se presenta siempre l'ncelT:ldo ell la escena L1J1taseada de un sllciio \' i1sociada a la acción de un personaje fi~ticio. P;ua decirlo brevementc, la fepresellLlcióll de 1:1 ZOI1:l dolorida, surgi
eh de mis 111l[Jresiones p~lsacbs y actuales, 1ll0dcLld" por el impacto del cuerpo de 105 otros, lli1cie!J con la lesión y dcsrin:lc!;l
," , .:-"
/.,r c,¡I',¡ci¡{,/{! de ~'I¡'ir el dolo)")' lit'
rel' re)' e JI r, 1 nI o s
ru 11 i C/ 1'11 [L'J1JI.!JJ t L'
el Il/gllr dI.' /;; herid" .'e ,¡¡!ljflC)·C ()"i/S
la.i prhl7crtls fcp,¡r¡/OUlll'.';
trtlIlliI,íllCdS de! I1I7ClmiCIl!:J y de! desldi'.
a COllCC'lltr;¡r ell cl1.1 el flujo inconrrohdo de l'nergLl) C'S la imagen imprlcis~l de un fragmento dél cuerpo situ;1cLll'n el centro dl' una C'SCell:1 LlllLlscac!a. Si bien puede pcllctr;n en el GlmpO de b. concie,leí:1, esencialmente esta imagen sigue lcnclo inconsciellte. CU~lndo se hace consciente, su contenido imagin;lrio suele tOJT¡i1r presti1-da una configur~lción espaci;-¡I producida por sCllsi1cioncs, tanto visuales (J1110 cíctiles, tanto sinestésiclS como ccnestésicilS. Así, cu,lndo el sujeto sufriente visualiza 1.1 región dolorida internJ o cxtlTna de su cuerpo, se la rcpn:senlil en el c.;pacio. Al tratar de describir su dolor, cmplca fórmulas como: "Sienlo que me pesa una capa', o «un punto,·, "C0I110 un globo» o Ul1-.1 "barra):> y hastJ "como púas». 'To(hs eS[JS
expresiones muestran en qué llcdida la imagen consciente del cuerpo d,.)lorido es la metorOra espacial e imprecisa de la sensación dolorosa.
¿Cuál es el aspecto mas ImpO¡'tantc que debemos rescatar del dolor corpcral? Esencialmente, que es el afecto que e<perimenta el )'0 cuando herido, conmo::iol1-.1c!o o rememorando un dolor pJsado 'lace el esfuerzo de sobreinvestir la jmil,'~en de la parte dolorida. Este gesto defcns,vo mitiga la conmoción, pero acentúa el d olor. Seamos claros; el estado de conl11ol" ión duele y la defensa. contra la conmoción duele aún J11;ís. 1\1 dolor propio del desbaLltamicntD interior se agrega otro; el que expresa el esfuerzo desesperado del yo por sal\'ar su integridad.
Preguntas y respuestas
sobre el dolor físico
Sólo hay dolor sobre un fondo de 31110r::
e ¿Por qué, en su condición de psicoanalist{/, se ¡¡¡{e¡-es" usted por el tenw del dolor?
Trabajo con la cuestión elel dolor desde h;1CC unos veinte anos. Pero ¿por que quise retomar y profundizar el seminario que habfa org;:¡nizJdo sobre este tcm;]. en el período 1984-1985)' volcarlo en un libro titulorlo El libro del dolor y del amor? Porque el tcma del dolor, tanto el físico como el psíquico, ha sido poco tLuado en el campo del psicoanálisis. Cuando uno observa la bibliografía psicoanalítico y hasta la psicológica, comprueba que se ;1borcla muy poco b cuestión del dolor, aun cuando últimamente VC;-¡1110S que hay cierta revitalización del tema. Los grandes maestros del psicoanálisis, como Frcud, LacJn o JVle1anic Klcin, lo lralJrOll, pero muy brevemente. Frcud sólo hizo referencia al dolor en dos o (res artículos en el marco
L;ts pr('~untJS y rcspucst.15 que siguen fueron extraíebs de una entreviSLl n:,lliz,ld,l por Caro!ine Rey y Didit'r Llllru, J1l1blic;1da en la n:vi:;t,l EII/(f]¡~ ces el Psy, 1998, n.'" 5, Eres, pá¡!,s. 51-57.
50
de UIU ObLl que se extiende ¡durailte ClLl
renta ;1ilos! De modo que p;1ra m" fue un desafío intcresarme en el tcma, ;llovic\o por el deseo de tratar una cuestir'ql poco elaborada por los otros autores. Y LllTI
bién constituyó un reto interesaLne en el estudio del silencio)' publicar una obra colectiva sobre El silencio en psiuunálisis. No obstante, en lo que respecta ,,1 dolor, no sc tl";1tó sólo de un desafío teó.',-ico. lvli experiencia personal, tras experin: cntar el dolor provocado por la pérdida ele un ser querido, y mi trabajo con pacientl.'s, escuchando su dolor, me llevaron a ,:,'laborar profundamente la cuestión. Inicidmente, en 19% quise titular la obra El fibra del dolor, pero comprendí que era tan incompleta que necesitaba agregarle un ,:omplemento. Reelaborando el libro me ji cuenta de que el complemento estaba rresente, porque no podía hablar del dolO!" sin hablar del amor. En efecto, sólo b",)' dolor sobre //11 Jo 11 do de amor. Y ésta 1'5 mi hipótesis, al margen del tipo de doled', ya sea corporal o psíquico, )' de la ed,¡d de la persona~ sea niilo, adolescente, ;¡dulro o JnCJano.
El dolor es Ulla reacción afectiva a una pérdida. Siempre se trata de la pérdida de una unidad, tanto en el caso del d,)]or físico -cuando se pierden la. arlllonÍ:;. y la integración equilibrada de las cUeremes partes del cuerpo- como en el del dolor psíquico, cuando la pérdida estó relacio, nada con un ser querido. El dol"r es uno reacción afectiva y una pérdida brutal y violenta de Ulla parte que ten::mos en gr3.11 estima y de la que depende nuestra
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unidad. Para que podamos ILlbLlr de dolor debe haber una pérdida, la pérdida violenta e imprevista de un:1 unidad. Si la pérdida no es brutal no hablo de dolor, sino de sufrimiento. Para mí el dolor está vinculado con el tiempo) con b inlllcdi:1-tez, C011 lo imprevisto.
e ¿ Cuál e:; Id dl/ci"cJlcid entre doloTfísi~ co y dolor psíquico?
Desde el punto de vista analítico, en realidad no hav diferencia entre dolor físico y
dolor psíql;ico. NL1ntcnelllos artificialmcll'te b diferencia para elaborar b cuestión e investigarla. Continuemos diciendo que hay un dolor corporal)' un dolor psíquico, sabiendo que en el concepto del dolor hay una unidad. Comencemos por el dolor físico que todos hemos experimentado, AClualmente se conocen bast3.nte bien los mecanismos de producción de un dolor corporal (la circulación del influjo doloroso, los receptores, los mecanismos bioquímicos, etcéter3.). Pero los científicos reconocen que no s.lbell qué es una emoción dolorosa, Sabell responder a 1.1 pregUllta ¿cómo se produce un dolor?, pero no saben explicar cómo se siente un dolor en el cuerpo y en el espíritu. Distinguen la sensación dolorosa de la ellloción dolorosa. Dilmasio va más lejos y hace investigaciones relativas a la emoción dolorosa dejando de lado las referencias al tálamo y al hipot,ilamo, para decir que la emoción dolorosa tiene que ver con la representación,' Si "bordalllos el tema del dolor psíquico, lleg:1i1los a un fenómeno todavía nüs complejo, No conocemos ni los IllC-
'/
c,lnismos de producción de C.sr< dolor ni 1:1 éll1ución psíquica du!nro5:1.
H~l)' puntos en común entre el dolor físico V el dolor p.síquico. El dolor sólo puede comprenderse sobre ll!\ fondo de :11110r, pues no podemos sufrir en el sentido de expcrimCnlilr dolor, n(,) podemos "dolernos» -algo diferente del verbo «sufrir:·¡-, si no es por h pérdich el;, un objeto
que aprecialllos mucho, inrcns:¡mentc) con pasión, con un apego que nos e;; indispensable, mós allá de quc se trare ,le un objetu perteneciente :11 mundo físico o al mundo psíquico. J\dcmjs, h:ly otro :15-pecto importante: no hay dolo!' sin rcprcscnt~lción psíquica dcl objeto ;1 i cual eSLlmos :1pcg:1dos. El dolor siempre :1parcce acompaii:1do por una transformación de eS[;l rcpresentllción mental eDil un aflujo dc energía hacill b representacón, Puede ser la representación de un s(:r querido desap:lrecido (1 de una parte del cuerpo herida, En cualesquiera de los dos casos, el dolor corporal u el dolor psíquico, el yo snbrcínvíste la repn:senl:1ción mental del objeto perdido.
Q Con ,-cspccto (l /'15 rcpres(,]lttlciuJIcs, en Sil IcorÍi1, usted dbonld dos dspcctos diferen/es. Usted describe IfiM F!jJrcSCJlta
ció n 'visllal del dolcn)' habla d, "!otograj/a" i1S0ciadi1¡d dolor. ¿Podrra desarrollar un poco más lo que dice de la relación con el dolor del qlle ¡filO se 'de{icI1L'e crcando un sÍgJlZficmlu.'?
Decía antes que el dolor ;lpaL:cía aCOIl1-
jlllil:1do por una tI:;lllsfonnació!l de la rc-
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!J]"eSl'llL1Ción melltal del nLil'ro. En el C1-
so de un infarto de mioc.ndio, por cjl'lllpll")) b perSUIl;l ellferma rcndrií una repn.'-
2.1'1lL1Ción JllCnL1L ;HlIlCJl1C se;l imperfl'Cl:1, de L1 zona dc'.]nrida. Y sohrl'in\'l:,stiLi ('su rcprcscllt;-¡ción melltal del corazón enfermo. L;¡ rcpn:sCllt:lción pucde ser visual, l'l'j"¡) 110 sicmpn· lo cs. Puede ocurrir Cjue 1.1 jJcrsonil lL'Il~:l 111Ll il1Llt,l'n imprecis;l, V,l!;;l, de] lU~;1r dtJlldc sicllfL' dolor. cumo unJ especie dc fntn~r;lr¡;l difusa, poéticJ, rom;Íntica V no muy biell localiz~lda. EstJ ima)2;cn, cn'rcJlicbJ', no tiene nada que ver L'OIl 1.1 \'erebdcra anatomía. Es una reuión
" fallL15mitic;1 y esa fJJ1tasí:1 será el objeto ele la sobrein"csticlura, Podemos decir que b sobrein\'cstidura energética de esta representación es una especie de defensa del yo frente a lo pérdida. Pierdo algo)' roda mi encrgía se concentra en b rcpresenta~ ción de h COS;1 perdida. En mi espíritu, L1 sobrcc;1rgo, El dolor serÍJ h "ivellci;l cmocion~d correspondiente a la sobreinvestidura dc la represcntación Illcllt;ll de la zona dolori,h (en el coso del dolor carp'Jr<d) o del objero amodu)' perdido (en el C.1SO del dolor psi'l"ico).
<) ¿No (,51,1 pt;,.didd lo r¡lte !J'fC!.! fJue Ifno tcngl1 lfl1d n:prescJltdción del objelo?
EX;lCl;ll1lCnte. Respiro~' no Ille du),' CUCIlLl de que 10 hago. En c;1lllbiu, basLl que tenga una crisis de asmil o una bronquitis P;lLl darme CUCllta de que p;ua mí respirar es algo esenci;)!. EfecrivJmclltl\ L1 experienci" de la pérdida del objeto cn lo re,,1 es lo que realza b existencia (k la representación.
o Los reciL;" JldcidOS J ¿tlellell cprCSCHtdcioncs?
En efecto, podemos pbnlcarno3 !J cuestión de saber si un bebé de pecho tiene representaciones, si un bebé de do: días que perdió ;,1 su madre dULlnre el pano puede experimentar dolor. Freud lItiliz.1 mucho t'St:1 noción de pérdida de h representación. Pienso en un p;1s:1je de In{Jibición, síntoma y arzglfstid en el cual eseJ ;be: "SObre la engustie del bebé ele pecho es evidente que no h:1.y ninguna ducb, pero la expresión del rostro y la n\lcción dellbntO permitcn proponer b hipótesi,; de que, además de angustia, también siente dolur. Parece que en él confluyen estos dos sentimientos que posteriormente se rlividir;ln [b angustia y el dolor]. El niñr< aún no puede diferenciar la ausencia ex?erimentada temporalmente y la pérdida duradera; desde el momento en que pierde :le vista a su madre, se comporta como si n(l hubiese ele verla nunca más y necesita experiencias consoladoras repetidas para finalmente ;1prender que a esa dcs;¡parición de su madre suele suceder su re:1parición" ,.
Freud afirma, pues, que el beb,? expcrimcntJ angustia y siente dolor. E n ciertas circunstancias, el pequciio vivt los dos afectos confundidos porque aÍlr no sabe distinguir la ausencia temporal de su madre (angustia) de su desaparición definitiva (dolor). Confunde el hecho ce perdcr de vista a su madre y perderla re llmentc. En ese momento experimenta 1'n sentimiento mezclado de angustia y de dolor. Sól~) m:ís urde, alrededor de los c:os aiios,
l>rq.;\Hl!.l~;)' resptlt'SD5 ~obre el dolor físilOo 55
cuando sepa discernir una pérdida pro\'isionel de une pérdida definitiva, podLí diferenciar la angustia del dolor.
Freud sólo distingue el dolor de le ;1ngusti~l por los índice exteriores. La expresión del rostro permite reconocer que un niiio sufre. Parece trivial decirlo, pero Freud ye lo pudo hacer en su época y hasta podíe distinguir el dolor de la angustie. El bebé sólo puede vivir el dolor y la angustia, am bas reacciones afectivas, con la condición de tener un;:t representación del objeto perdido, en el ceso l11cncionedo le medre. Puedo estar seguro de que el bebé tiene una representación porque estoy seguro de que sicmc dolor. Porque es humano, ese pequeño se ha epegado el otro (la madre, en este caso), na como un Jnimal sino en virtud de elementos de representación y de lenguaje. Un recién nacido que ha perdido a su madre como consecuencia del parto presenta ll1;:tnifestaciones dolorosas. Puede mostrar un canÍttcr <lmodo, estar atónico, p,llielo, no comer y hasta es posible que no llore. Freud hebb delllanto, pero un dolor puede menife'tarse de otro modo, sin llanto, como un repudio del contacto con los demás y con e1mundo. Algunos dolores provocan reacciones de abendono completo que están más ellá de le tristeza o b depresión. Son dolores que perelizan e le persone. Un niño puede vivir perfectememe este estado de ebandono, de atoníe y de rechazo del contacto con el mundo porque sufre el dolor cn su cuerpo. Es un dolor mudo, no percibido, más bien impulsivo, provocado por la pérdicle treum;Ítice del objcto el cuel estuvo
, ....
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unido a lo brgo de todo e] L'l1lb:trazo. Por t;HHO, el bebé tielle un;l rcprc:;cnLlción; UI1:t represcnLlción rrimiti\'a, ¡ -lntaSC;¡c!a, rudimcnt,lri:t, elelllL'lltal, pero r;prcsent;¡~ cióll:11 fin, yeso me permite dc::ir que es~ la represent:1ción que existe es 1.1 dolor.
o ElllmIto, ¿puede exjJn:stlr ot:".1 cosa que no sed el dolor?
Podemos considerar ellL1I1[o de dos ma
neras. Podemos entenderlo desde un pun~ to de vista psicoJ11otor y económico, CO~ mo una descarga el1locion:tl qU 1 :! alivi:t a b persona. Pero también podcmcs illtcrpre~ tarlo de otra manera, C01110 un;; necesidad, es decir, la necesidad de expres;; r unJ emo~ ción. Éste es un punto de vist:! dinSmico que considera el lbnto no )'J corno una
descarga, sino como b expre~ ión de una e¡T\oción dolorosa quc b persc na debe vi~ vil' p:tra s~tlvagu;1rcbr la unid~ld psíquica. Ahora bien, podemos prcgunt:lrnos si los llantos y Jos gritos cdmJn el c!,:)lor. Hegel, en uno de sus libros de juvenLlcl, presentaba una hipótesis sobre la función que cumplbll hs lloronas quc ::1clynpai'üban a los deuclos en las ceremonias "·únebrcs. y proponía que el hecho de llorar y gritar c11ma \' alivia el dolor; no lo hace desaparecer, l;cro le otoq;a serenidad. Elll::1nto y los gritos permiten una integración del dolo-r. Yo diría, pues, que el llanto y los
gritos pucden ser no sólo manifestaciones del dolor} sino también"élementos, expre~ siones físicas que '<serenan)) el dolor, lo
suavizan y lo hacen mós sopo: table.
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:;¡ ¿ Cómo perciben los padres el d(jlor dc SI! In/o?
, t.ste es un punto rnuy irnponantc que IIlCldc en el tema de la identificación. Los p;ldJ'cs sufren el dolor de su hijo IlLís que el dolor propio. Cuando uno observa a un padrc que ;Jsiste ::1 una intcrvención como
u,llilJibroscopia, por ejemplo, a L1 que esta 51cndo sometido su hijo, tiene L1 impresión de que ese hombre está viviendo lo ,que vive su hijo en su propio cuerpo~ ;lhl tencmos un fenómeno de identificación, pero es una identificación m:1S il1l~ portante que la mera compasión. No es que los padres se sien[::1n ellos mismos como el niño que vive ese dolor. Los pJ~ e1res sufren el dolor de su hijo como si ! LleL1 un dolor más grande que el dolor propIO.
o ¿ Cómo deline usted el dolor incons~ riente?
En cuanto al dolor inconsciente, le contaré cómo lo concebí al principio \'. cómo debí luego cambiar mi posición. ]nicial~ rnentc pensi1ba que el dolor inconsciente e.ra unJ sens;1ción que existía cn nosotros S111 que tuvléri1nTOS conciencia de tal sen~ sación. Contrariamente a lo que dicra el buen sentido habría, me dCcÍJ yo, sensa~ ciones que llegarían al plano ,íe la con
ci_eneia. Main,e de Biran, filósofo y psicologo de la epoca de la Revolución. va
había sugerido la idea de que podía hab'er sensaciones inconscientes. Habla ele '(SCll~ saciones n~ ~onscicntesx. y considCLl que podemos VIVIr sensaciones de h;¡mbrc, de
violenci" (no milizo el ejemplo del dolor), cuya presencia no sabemos que existe en nuestro intcrior.'~ Son scnsaciOllC que pueden aparecer durante un;) pes;;Llilb o un sueilo. En realidad) )'0 me cc;uivocaba. Hoy, no creo que haya scnsacic: nes de las que no tengamos conciencia. C:'CO que el concepto del dolor inconscicnt<~ debe entenderse no como Ulla sensación anclada en el inconsciellte, 11na especie de quiste anclado en un terreno inconsciente, sino m<Í.s bien como un circuito qu:: se desarrolla en el tiempo. Para decirl" más claramente: es necesario que hay;-, una primera experiencia dolorosa, un olvido de esta experiencia y luego una f('ll1cmora(ión. No se trata de un recuerdo consciente, como la evocación de un acontecimiento pasado, silla de UIlJ recuerdo del cuerpo. En otros términos} Ibmamos dolor inconsciente al paréntesis que existe entre un dolor experimentado en el paSJdo y el dolor aClllalizado que lo ,·epite. Yo llamo dolor inconsciente a ese vmculo entre ambos. No podemos habla, de dolor inconsciente si no tenemos un;': manifestación dolorosa hov. Y, desde este punto de vista, cualquier dolor actual ::s la repetición de un dolor pasado. Lo que )'0 llamo dolor inconsciente es una rC1ctualización.
Lo que car3cteriza al ser hum~L11o cs tr3-zar un3 historia, tener vínculos. Ustcd podría prcguntarmc: «Pero ¿cu.í! es el primer dolor? ¿El nacimiento? ¿Un clolor en cl útero matcrno? ¿Un dolor inmemorial de la especie humana?". No lo s,§.
5')
G Todos tenemos una expericllcit-l singltI,n eJZ el dolor qlfe se inscribe en Il!tL'strd
historil1.
Sí yeso es lo humano; eso es lo que hace que nuestro dolor sea un dolor humano; eso es lo que nos distingue de Ote1s especies que viven sobre la tierra, el hecho de que nos inscrib3mos en una filiación histórica. Eso es lo que nos h3ce, como usted dice, singulares. Mi dolor es hum3-no porque es b repetición singular de un antiguo dolor.
Dolor somático y dolor psicogénico'~
o G. Ostemhlll11: el antropólogo Da'vid Le Bretoll eslaba el1 lo cierto al sellalm· que ·,el dolor 110 es sólo IIn becho /isiológica, sino q/{e es, mUe todo, lt11 hecho de la existencÍa. No es el Clfe11JO el que slffre, sino el i"divid"o ell Sil totalidad. El dolor 110 es solamente la medida de lfna lr:sión o de una afección, es el enCl1entTo Íntimo de llna situación potencialmente penosa)' de un hombre ;'1Jl1crso en {(na condición social V
clfltural, que tiene 51( propia historia)' un:-l
psicología que le pertel1ece sólo a él". E/ectlvmnentc, lUlO compone el dolor con toch1-Sil persoJMlidad, con todo su seJ~ V el dolur continIÍa siendo lIn misteTio t1tor;ncntador que quebranta cl C!tClpO, que sacude nuestras referencias identitarias JI afectivas JI la
Este di;ilogo, manrcnido cntrc j.-D. Nasio r G. OSlerJllal1l1, fue tomado de Le JlJ(;t!ecin, le JlJil'
I¡ule, /11 dOfflL'ffl", P. Qucl1eau y G. OSlerm.mll, 71.'1:1-son, 2000, págs. 475-481.
1_1 :·"1 'L-' I :'¡,
pcrson.I, Id expCri¡¡¡CJlLnlo, no SI cnnInc)"le en I!JZ mero rcccpltÍclflo Ihlsi'l)() de ftil ór
gano especi(¡Jl1 .. ddo IJUC sólo le" dr{{/ que obedecer t1 d¡PO ¡Isi como fflld serie de 1J10-
el l! I,-¡ UOJl es ll~:!f rob io/dg iCd s 1m ji enon d 1(' S
que pOdn'tlll ['.\.plicí1rsc ffllictlJJíen{c medianie!tl fisiologid. ¿ Cómo llcgllr 111 c,1rt"ÍclerpcrsOJli11 y snbictic-'() dc! dolor_ (di como parece proponer lUlO de los plfJllOS jl/JlddmeJllalcs de 1,7 dC!l"lZicÍon del du/ur ingerida por 111 I;lSP (jJ/[cnIi-1tioJ7,rI A5soclatioJl
for Ibe SliIdl' 01' P"in)? En esld dcepción, "la 5011-1 dcsc;-¡j}~ÍljJ1 de [.UId 'i.ÚVL-'I1c1¡I l/lle hace rc!f.TClICÚZ iI un dai"io l!sllla r btlstarÍtl pdrll /;;1bl"r de dolor. Así, por ['emplo, el hipoCOJldrfdco cstl¡¡-[a incluÍdo (:;1 esta de¡Inición.
Seilor Nasio: lfsted es psiljlli,lf:"a)' psicoa7ldlista y hi1 pllblic~1dn 1!JlIl obr,'1 titulada El libro del dolor y del amor. Debo decirle que eSd obra slfscitó ell mí, corno CJl 7Illf
eIJos atroslcelarcs, inI Vl7.JO interó, porque propone lfJlil "verdlulera mctdpsi~'olog,í{( del dolor)' porqué' desar}'o/!¡;l su r(;J!cxión de lfna mancra tüJl rigurusa como pL'd<-1,~úgied. En las obser"vdciol1es prclim ;ll¡1Tes que
usted hace id cumienzo del libre' rnenciond qlte, desde el punto dc 'Vistd psic JL1Jlillítico, no ha)' diFerencias entre dolor /(sico J' dolor PSir¡Il¡:CU. Siempre se trtlL1 de [til Ienómel10 de limiLcs: ,i Ya sca ellimi¡-c impreciso entre el cuerpo JI la psique, t'rr/rc el )'0 JI el otro o, principalmente, entre el j/f1]cionamicnto ordenado de ht psique y Slf desbarrltamiento ".
El dolor ]'cJJlitirÍt7 más id cuerpo JI il Id sensacióll! mientras que el Sfflri'lúento rc-
(j J
mitil-LIII Id psiqlfC y il 1.1 cmoción. El dulor remitiri.-[ a un dfdt¡lte ¡/sico locilliz,ulo, s()
bre todo cuando UI t'1 CJllfJlciIU!U 17pdrccc Ull cO}}7p/~>men{(J circlfJls!dllci,d de Iltg,.n: ,,11-11..' duele 11111i,..,. en LInIo quc el S1fIi-i
lllicllLO se pn:.'scJltaTi~l sobre todo CUJ/lO ~lIld respucsta PSiqllicd iJlscriltr cn ¡/lId difhl
ciÓJl) relación que C71CUiJtTi1JJlOS (;,J1 Slf eti
mo(o~i{/ laúlla) de suffcrc, que signz/icd reslSllI; SOpO r/a r. El filósofo )'-1'. DUp(ml /;[lbÍa enfocado est/1lflZea di'visaDa del modo. siguiente: ,,·Experimento dolor porqlfe m¡ cuerpo es 'ulflnerable en el mundo de LIS COS~1S J.' experimento slffrimiento porque mI eXIstencia es 7.1l!lnerablf' en el mU]l
do de los hllmanos". Con todo, IIlIO puede pn!gll17tarse acerca de la "ualidez operdLlvd de est[l distinción, sobre todo cl/mulo debemos afrontar la queja de I(J] pücieJ1te con d.olor crónico: siempre sienLe dolOJ; siempre
(u:nc 1fn sufrimiento. Por olra parte, uno también puede preguntarse si el término «sufrimiento.», con el trasfondo clfltural" religioso al que se le [lsocia) no es de algú;z modo perjudicial para la int)esLigación. Pues hienJ SólO)" l\Tasio, ¿clIál es, por así decirlo, el hilo ¡"ojo de su reflexión PSiCOí7l1fl!ítica referente alterna del dolo"r?
j.-D. Nasio: comparto sus reticencias en cuanto a la oposición entre dolor y sufrimiento_ Mi tema inicial de investigación fue, por supuesto, el dolor moral. Ante todo quiero destacar que en la biblioarafía psicoanalítica y psicológica el tel11a
b
del dolor moral, del dolor interior, del dolor ~. . ¡-
pSlq1llCO, SI se prellere, del dolor que se experimenta durante el duelo, por ejemplo, que es una ele los variantes del dolor
mor;ll, en ddinitiva ha sido uc asunto mu\' poco estudiado. Se habla ml,cho del duelo, pero no hay un libro que 'ir ~l\'cnturc a decir cu.-íl es la natuLl1cza el:; un dolor, el que vivimos cuando perdemos ;1 un ser querido. Esto es lo que me ]Jc"ó a trabaj,lr en ese libro. Al cLlbor:u ese tcm;l
en~ontré el problema del dolor cOl'poral )' lef lo que los ncurocientíficos dicen al respecto. )\] mismo tiempo y partiendo de los tcxlOS de Freud, de mi propa e"pericllcia y de mi pensamiento, traú; de presentar 'llgunas hipótesis sobre d dolor carpor;)l. Creo que cuando se tral} de dolores SOJl1;Í(icos~ corporales, hay (¡L1C distil1"uir dos aspectos fundamenL,Jcs: una o cosa es L, sensación dolorosa y otra la emoción. De la sensación doloro!:a ya conocemos los mecanismos neuror:isiológi.:. cos, ncuroquímicos, y en este se 'nido ha habido progresos muy notables. Es indiscutible que día <1 día continuaJl1(,tS avanzando en ese terreno. En cambi<), si habl'alllCls de la ellloción, quiero decir de la manera de vivir el dolor que ya (,'s dolor, debemos reconocer que es una g ~an desconocida. En este sentido ho hahdo pocos progresos en el campo de las ciencias \' en el de lo psicologío y el psico" nálisis.
• He IIalado que IiSted dislÍng"ía bas!{/}l!c clarmncnte el dolor corportll, el dolor psíquico y el dolor psicogénic!>. Habit/h1lmente, ClftlJzdo no se ha eJhontrado nada q1fe explique orgtÍnicnment:.' ltJ1 dolor, se tiende a decir: "Es psíquim,". Pero me pm-ecc qf!e clIando alguien dice eso no está diciendo nada. En efecto, I~on frecuencia el término "psíquico"., ap:Tece InI
63
poco como el "CItarto de los trastos,; de la ignorancia. ¿ Cómo podemos revisitar 171 menus estos dos términos que son el dolor psíquico J' el dolor psicogénico para. lener un PdHOTt1}]hl más elt7ro?
Pora el dolor psíquico le he dodo el ejemplo del dolor del duclo, es decir, lo pérdida de un ser querido, Pero la definición más eXaC[;1 sería: el dolor psíquico es un afecto, un estado afectivo 0, m',ís precisamente, una reacción afectiva a la pérdida brutol, '.¡la ruptura brutal imprevisto e imprevisible ele un vínculo de anlOr. Ésta es, por mi parte, la mejor definición que he encontrado. En mi opinión, hay cuatro vínculos ele amor posibles.
El primer vínculo de omor es 1" ,-elación de amor con el SC1- amado, una relación que todos conOCEmos con un ser con el cual hemos tendido un vínculo de apego potente. Puede ser la madre, el padre, Ill1cstra parcja, o nuestro hijo.
I-Iay un segundo vínculo de alllor que es el "vinculo de amor [un nuestro propio cuerpo. Estamos eminentemente apegados a nuestro cuerpo, lo amamos, lo atesoramos, 10 preserVJmos, sobre todo en su integridad. Amamos nuestro cuerpo como respiramos, sin darnos ClIenta. Es, de alguna manera, un vinculo de amor implícito en la Jllcdida en que no siempre somos conscientes de él.
U n tercer vínculo de amor es el de la imngen de nosotros núsJ71os; estamos muy apegodos a llueStra propio imagen; es lo
que se IlamJ al11,)r propio. El cuarto vínculo de amor cs m;ís difícil de discernir, pero cn el tr;lb:1jo psicn'1'1;1Iírico lo obser\':ll11os perl11:1ncntclllcntc; es el ;11110r no por cl ser que :1.1110, sino po;- el ''-'¡'?lodo t1J}70TOSO. Amamos C~lar en un l'SLldo de enamoramicnto. J\l11amos :lmar y scr ;lI11Jdos. Este sentimiento e~' !11ll": Importantc, sobre todo para las mujeres, L;¡ mujer es un sujeto -y digo la muje¡. J cr 1 la r rsona no necesariamente tiene que ser ;:, :,t6-lllic;1111ente mujer; tambié.J pu :(:c ser un hombre en posiCIón de nll.;l. '- 0 el Ser hum:1.no en posición "femcnina», que es un sujeto que mantiene un:l re':;:¡ción fundamental y h;1st;1 podría decirs( que necesaria con ese vínculo mismo de amor.
De modo que hay cuatro Ylnculos de amor: amor por el ser amado, ;"! mor por el cuerpo, amor por la propia imagen y amor por el vínculo amoroso mismo. La ruptu]';1 de cualesquiera de estos cuatro vínculos provoca un dolor que es un dclor psíquico. La brusca ruptura de un vínculo, súbi~ ta, definitiva, con el ser que an:;11110S es lo '.'.:e llamamos duelo. La ruptu"a, la quiebra de nuestra imagen que :,(' produce CHanclo perdemos la integridad de la im;1-gen que tenemos de nosotros "nisl11os, es el dolor de la humillación. La :uptura del vínculo con mi cuerpo, con b integridad de mi Cllerpo) es el tercer dolor, d de la mu~ tilación. Es el caso de una pacic,ltl' a la que atiendo actualmente '~quc 'viene a vermc porque sufre de cíncer en am':)os pechos y me dice: «Doctor, vengo a verle porque me aconsejan hacerme la abla.:ión de los dos pechos)' no sé si preficn.' continuar
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Prq:;UI11;l, L. rCsplh'5t;¡S sobrt: el dolor físico 65
viviendo con esta enfermedad o mOrir pues no soporto perder mi cuerpo y los dos pechos». Es[a lllujer se despbza en silb de ruedas V tiene una dolencia muv grave, muy av~nzada. Lo que siente es U;l espantoso dolor de mutilación. Yeso est:í. en el cuarto dolor psíquico: es el dolor no por el ser amí1do que va a morir, sino el dolor de perder al ser amado, de que se vaya, de que me abandone; en este caso podemos hablar de un dolor de abandono. Éstas son, de alguna manera, las cuatro variantes del dolor psíquico. El dolor psíquico es una ruptura, es un estado, podría decirse de hemorragia afectiva~ consecuencia de la ruptura de un vínculo amoroso. Desde el punto de vista corporal, por supuesto, hay repercusiones, pero no precisas; por tanto no hay una localización precisa del dolor psíquico en el cuerpo. En cambio, en cuanto al dolor que podemos calificar de psicogénico y que es un motivo frecuente de consulta sobre todo en medicina gener::d, es importante precisar que no se trata de un dolor en la cabeza, sino en el cuerpo, es un dolor corporal, pero cuyo origen orgánico no es identificable. Digamos que el origen de este dolor sin razón física es psíquico. A pesar de la rí1íz psi, es necesario distinguir claramente el dolor psíquico del dolor psicogénico. El dolor psíquico no es corporal, mientL1s que el dolor psicogénico sí es corporal pero de origen psíquico. En general, el origen psíquico del dolor psicogénico eSLl ligado a un conflicto interior, pasado, antiguo, que termina por expresarse con un dolor en el cuerpo. .
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('.:' geJio.:l
EL [J' JI UE ¡·jsICt"l
, ¿ ü posible i,. '111 poco I,ás lejos en estos dijCre/ltes paisajes psicoanalíticos? ¿Puede Jfsted t1c1dn1Tnos las 'lociones de afecto, síntoma)' objeto que !;a desarrollado para que podamos prec'sar más lodos estos conceptos?
Lo cierto es que finalment<' 11c llegado a la conclusión de que el pai'=aje, el problema, el campo del dolor pude dividirse en tres regiones} por SUpUl'Sl.0 hablando desde un punto de vista anahico: el dolor entendido como afecto, el dolor en cuanto síntoma)' el dolor en cuanto ob)eto.
El dolo,. como afecto. En esr:: caso lo enfocamos atendiendo a su carJ;~ter de estado afectivo. Y la dificultad que se presenta es definir la naturaleza eL un afecto, tanto en la perspectiva de la emoción como en lo perspectiva psicológ iea. De modo que, cuando abordamos el dolor en su condición de afecto, también lo encontramos en dos formas: el dolor corporal y el dolor psíquico.
Luego está el dolor entendido como sÍntonw y en este caso es siempre un dolor corp~ral} pues se experi:-:nenta en el cuerpo; la persona, el sujeto} lo vive completamcnte en su cuerpo, per:) se trata de un dolor que yo llamo sÍnton:a porque es la expresión palpable, sensib:e, perceptible en el cuerpo de un eonfli<to psíquico no palpable, no visible, incolsciente. El ejemplo habitual de este dolo!" síntoma es el dolor psicogénÍco.
(1 gnJis:.1
j'rq;lI11t.lS \' reSpUl'SI,\$ sobre ei de,l"r lí';ic,' 67
Por último, la tercer categoría del dolor es el dolor el1 CIIanto objeto de placer, tal como se puede observar en la perversión sadomasoquista. En este aspecto habría mucho que decir sobre el dolor en la práctica ele los pervertidos.
Pues bien, éstos son los tres campos que yo distingo: afecto) síntoma y objeto.
o EI1 lo que concieme al dolor c01por"l, usted desarrolla lo que llama "la sobreinvestidura de la imagen mental de la región dolorida". ¿ En qué aspectos esta teorización psicoanalítica permite suscitar el interés de fas neurociencias JI basta ofrecer puntos de convergencia con los avances n e Itrocien tí ricos ?
Me parece que aquÍ entramos de lleno en la distinción que hago entre sensación dolorosa y emoción dolorosa. En el fondo, la cuestión es la siguiente: ¿ cu,íl es la naturaleza de la emoción dolorosa? ¿Cómo delimitar ese estado, ese afecto? No lo sabemos. En realidad, lo único que sabemos hacer es proponer hipótesis que permiten reflexionar. Desde el punto de vista analítico hay muchas hipótesis, pero en el marco de estas declaraciones querría destacar al n1en05 tres que nle parecen importantes.
La primera es la cuestión de la l11emoria. Cuando sentimos un dolor en el cuerpo, sea cual fuere su causa, 5ca cual fuere la gravedad elel daño -no es necesario que sea un dolor extremadamente grave} no es
,necesario que sea un doJor trallIl1~(ico, in-
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t<Jlcrable, por ejemplo como el q'lc puede sentir uno tras un accidente serio -, lo que experimentamos comO sensJciói't es bastante poco compJraclo con lo q1 i C introduce b mel110riJ en estJ cxperien :i;l. Uno cree sentir ese dolor por primer:1 vez, pero en realidJd estJ revi\'iendo un dolor ;,ntiguo, El dolor que siento en el instante presente en mi brJzo, por ejemplo, es el result;¡do de la conjunción de dos mo
vimientos: por un lado, una sensación brusca)' actual, y por el otro el J'ccuerclll carnat percibido, concreto, no JTIenta!, el recuerdo concreto en el cuerpo, de un dolor pasado, Si lo que propongr; es verdaderamente así, podemos concebir y tcorizar la memoria de la sensación. Las sensJciones, ¿ tienen memoria? ¿ Existe un;l memoria de las scnsacionesr CU~llldo decimos «memoria', nos parece un;} idca sencilla, porque para nosotros t:~ner mcmoria de un acontecimiento que tUVO lugar en el pasado es recordarlo. E: acontecimiento del pasado retorna, pue'", a nuestro espíritu con la forma de un"- im~lgcn cn la que reconoce!110S que, cfecivtl!11cnte, vivimos ese 3cOnrCCIJlliento pa:;'lclo. Pero cllando hablo de memoria, me refiero a otro tipo de memoria a la que podemos JesignJr con la cxpresión «(memoria inconsciente»). ¿Por qué inconsciente? Porquc aunque· lo acontccido pJsó,;\nres¡ ese antes se repite en el presentc y Sn± que noS demos cucnta de qlle lo estamos repitiendo. En otras palabras, illgo se repite ho\', pero no somos conscientes de o que se repite, 3unque se tratc de la rcpr>:)ducción de un acontecimiento pasado.
(j~)
e Pero, desde ese PUJlto de 'ViS/d, ? lnl do-lor }1l{}1Ci7 serfil l1lff'i)O? '
Exactamente. Del mismo modo en que creemos ver con los ajes, cuando éstos sólo son la puerta de entrada que permite que se forme ];¡ visión en el cerebru, ha\' situaciones en bs que uno cree que el d~lor esto en talo cual parte del cuerpo y se trata de una blsa impresión, Lo mismo sucede con la impresión de que este dolor de ho)' es un dolor nuevo cuando en rcalidad es, de algún modo, la repetición de un dolor antiguo, original, que ya hemos vivido,;pcro cuya experiencia hemos olvidado. Esta es, pues, mi hipótesis: un fenómeno de retorno de la memoria de un dolor o de dolores antiguos.
e L~ Quiere lfsted decir con esto que los dolores iniciales 'ucndrían de la in/~lJlciil l' hasta del traumatismo del nt1cimi~Jllo? .
Sí, F-Iemos olvidado este acontecimiento doloroso porque ocurrió cuando éramos nluy pequeíios o h3Sta cuando eSLlbamos en el vientre de nuestra madre. Cuando uno está en presencia de un p3cie!lte que sufre de un dolor crónico, a veces inexplicable o a veces en parte explicable pero que dura mucho más tiempo de lo que debería durar, es muy importante ayudar <1
ese paciente a ir en busca de su historia. Contrariamente ,l la idca, demasiado difundida, de que lo que nos importa a los psicoanalistas es el pasado, las cuestiones del pasado, lo que sí nos importa es el presente y éste es un presente en el que el sujC'to puede, en su dí:ílogo COIl el médico,
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\.
EL DI'U!il1-!S\Ctl
rcconcctar una historia. Cll:!lldo ::t!guien sufre y viene a pedirnos ayuda, lo primero que podemos hacer es da¡!e la posibilidad de conslruir una histori,', ..
En suma, la primera hipótesis para comprender b naturaleza de la emoción dolorosa es la hipótesis de la memoria, es decir, el hecho dc considerar q'.IC un dolor eS la repetición de un dolor ant:'guo, y tal vez ésta sea la primera manera de concebir el psiquismo del primer dolor
La segunda hipótesis es que, cuando sufrimos unJ lesión en el cucr:~lo y esa lesión nOS provoca un dolor, inn1C,diatamcnte se produce una representación mental de la región dolorida, de la región lastimada. Hay, pues, una reprcsenlación mental. Pero esta representación m',~ntal no es una representación figurativa, DO es perfecta; es una representación vag:l, un poco indistinta, difusa, aunque una representación al fin y al cabo. y la hipótesis continúa del modo siguiente: Lt persona, con todo sU ser, investirá inten:;amente, es decir afcctivamcntc, esta rcprc5entación mental, al margen de que dicha representación . .. sea conSCiente, preconsClf;nte o Incons-ciente. 'Todas las energías de la persona se dirigirán hacia esta representación mental de la zona dolorida. De modo que, para concluir mi hipótesis, ye diría que esta sobreinvesticlura, la spbreinvestidura afectiva de esta representaclón, tendría el efecto de acrecentar la int~nsidad del dolor. En otros términos, podríamos decir que, cuanto más inviste uno la representa
ción, tanto más sufre. Dgedi!J;1
PregullL1s y respues¡;¡s sobre el dolor r¡oi(o 71
e ¿ Quiere usted decir que el do 1m· cor
para! .J'!O debe atribuirse únicamente il
la le5/011_ y a toda 1" perturbaciól1 que la [[coJJ7p~n[[) smo que se debe (1SÍmismo tI los n~ecr/JllSrnOS de delenstl destinados [[ n:acClOnar contra esa conmoción?
Sí; S! representamos el yo como una burbuJ<1, por elegir una manera de represen.tarlo, vemos que hay una agresión extenor que provoca lIna herida real, pero lu~go tocla la energía entra en el yo, en el sUJeto, en la persona, corno una especie de t~Oll1ba, como un aflujo masivo de energI~1. E~[a energía convergirá en la repres:~lacIón y la sobreinvestirá, sobreinvestira esa representación del brazo herido q.lIe era nuestro ejemplo. Esta sobreinves~ t¡dura ,es precis·,lmente 10 que elevaró la emoclOn dolorosa. De alguna manera el yo, como no puede (curar>, la herida ~·cal, «cura);. la representación de la herida. Esto refuerza la idea de que cuando nos atacan nos defendemos mal, es decir, la Idea de que tenemos «malas defensas),'. Es, de a¡~una manera, como si ante un ataque r~accIon;Íramos como lo hace el que se esta ahogando, dando brazadas desesperadas y lanzando golpes a diestro y sinies~ro, a veces contra la misma persona que Inte~nta salvarlo. En nuestro caso, el yo hara.como una especie de movimiento dcf~nsIvo, una acci?n desmañada, inapropIada, que sobrell1vestirá excesivamente la representación, y justamente ésa sed una de las fuentes de la emoción dolorosa.
• En SIl primera hipótesis, IIsted habló del dolor síntoma que se presCllla en cÍer-
EL nt-H\ll, ¡-ISIU!
lo modo como 1fna trrunp¡1 p.1rtl /,1; rcpreseJlltlcioncs, con todo lo que impliL -l el dolor en S1l !1Inción conmeJ770rati-¡)¡l.
En la scg1fndi1 IJIjJÓlCsis! lIsted h7"istiá en la valoración exccsivd reacál.'(l el'; la represenlt1ÓÓn de la )N7rte heridd y e)" lo inapropiado y hasta perj1fdicitl1 ífue reslllta este fenómeno de defensa doloras". ¿ el/ál seril~, pues, /(1 terccra hipótesis?
La tercera hipótesis continúa 2stando relacionada con el tem;1 de la representación; en el caso de b emoción dnloros3, habría no sólo una sobreinvestidHra de la representación de la zona lesionada y dolOI-ida, sino 3demás una exclusión) un rechazo, un aislamiento de esta rep:-esenltlciÓ71 del conjunto de las representaciones meJ7la.!es. De alguna manera, yo asimilo esta idea con lo que pensamos re:;pecto a lo psicosis. Es verdad que, debem"s admitirlo} no sabemos mucho de la pSICOSIS.
FIay que decirlo claramente, tencLlos muy pocos conocimientos sobre el cé-mo y el porqué de una esquizofrenia, por :.,jemplo. Hoy muchos teorías sobre el tena. Hay una que explica elmccanismo psi :ótico y que se denomina la teoría de la fD:-c1u~iónJ del rechazo, si se quiere. Este me ::a1llS1110
sería el siguiente: en un determinitdo momento (que es el que desencoden:t el proceso psicótico)} el paciente psic(:¡tico rechaza, excluye, Jísla una reprcs;,~ntación mental del coníunto de -represen lacioncs mentoles que pueblan nuestra psique. Yo diría que hoy una similitud entre .. se fenómeno de rechazo, esa operación di; forclusión
J de 3isbmicnto, y la cmociór; cloloro-
sao Creo que en la emoción doluro.')a se da primero un fenómeno de sobreinvcstidura de b representación )'} en segundo lugilr) una exclusión de la rcprcsent;1ción.
o Si (lbora consideramos los d%res psi·cogénicosJ e5 decú~ esos d%res que se sienten corporalmente, que se viven en el clferpo pero que no tienen un origcn orgánico que los jusufiquc J ¿cuáles son jJa}"austed las figuras clínicas de esos dolores psicogénicos?
Esto es lo que proponemos los psicoanalistas: los dolores psieogénicos representan situaciones que, en suma, son bastante frecuentes en la medicina general; son esos casos en los que el médico le dice al paciente: ((Usted no [iene nada».
Hay dos figuras clínicas de este dolor psicogénico. Uno sería la figuro del dolor psicogénico de carácter histérico y la otro lo del dolor de carácter hipocondríaco. Por supuesto) decir que un paciente sufre un dolor psicogénico de carácter histérico no significa que se trate de un histérico. Así como, cuando hablamos de un paciente con un dolor hipocondriaco, no
es(amos haciendo inmediatnn1ente un diagnóstico de hipocondría.
En el caso de! dolor psicogénico de carácter histérico, el paciente tiene deseos de hablar de su dolor. Hablo mucho, sobre todo si tiene un médico que le alienta el
hacerlo. Son pacientes que quieren hablar de sus dolores)' hoblor;Ín de ellos como si fueran persol.lajes diferentes de sí mismos
:,):n!i_\.:l
EL ))\)I-UI, FlslCU
que cstJn presentes en su cuerpo. Es un dolor aislado, la persona lo aconpaiiJ, cohabita con él. El dolor estó prcente y vemos sobre todo que tiene un c;!rJctcr n;)rrativ\.J. La segunda p;lI'ticularidad es ql~c ese dolor psicogénico es nóm;:; ~b, err;Í.tJco. Se desplaza, nunCl cstS en el mismo lugar. Y ademJs suele cambiar de intens!clacl. Por supuesto, uno tiene la tendencia a pensar en la ccfaJea, pues la cefalea es uno de los ejemplos más ilust ~ativos de este tipo de dolor. Hasta podría decirse que es el ejemplo mismo del dolor psi cogénico. Las cefalcns, con todas sus ~aracterísticas, nómacbs, narrativas. vanables en intensidad, también son cLfícilcs de situar en el tiempo. En el caso del dolor psicogénico de carJcter histérico, ~l paciente lo vive como algo que esd en el y la explícación del origeJ~ de este dolor sería un conflicto psíquico anterior no resucito, por ejemplo una culpa, un ;lm~r apasionado, excesivo y hasta algtm tIpO ele delirio amoroso, tanto en e1 hClJnbre como en la mujer, e incluso el odio. r-lay, por ejemplo, oelios vívidos, int:~nsos, potentes, que cst~n en el origen de conflictos que terminan lllanifesLlndose como un dolor O a\ouna otra seilal en el cuerpo. ~
El caso del dolor psicogél1ico oe carácter hipocondríaco es distinto. El p,ciente no Jo vive como algo que tiene y qce lo hablta; él mismo es el dolor. Con es to quiero decir que el dolor es sti- dOCll'llento de identidad, es él mismo, es su ser. Desde un punto ele vista psicoanalítico y tI1 lenguaje psicoanalítico, decimos que e dolor del hipocondríaco es un objeto puseguidor
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en el cuerpo. Por l'SO la hípocondri'a se asemeja a la par;lnoi;l. En la paranoia, el objeto perseguidor eSLl fuera y el sujeto se siente perseguido, hostigado. En el caso del hipocondríaco, el perseguidor est~ en su propio cuerpo y, aunque hostigado, el hipocondríaco se identifica con este objeto.
o Esto rile bace pCllsdr en aquel chiste que cuenta que sobre la tumba de llJl hipocondríaco aparecía la siguiente leyendL1: " Les dI/e que cstübtl enfermo}.>.
Efectivamente, toda su vida, toda su existencia está impregnada, podríamos decir perrificJcIJ, encarnada, de dolor. Quiero hacer una últi!lla observación sobre el dolor psicogénico. Por supuesto, no se trata de un dolor simulado. El pacientc no inventa sus dolores. El dolor psicogénico es un dolor que se sufre realmente. El pa_ ciente no simub y es importante señalarlo, porque, cuando se habla de histeriCl, con frecuenciJ la ncnte tiende a pcnSJr que se
" trata ele simulación.
Q En cierto estadio crónico, aUll clfandu
ht7l'a lfJla expresión de verdadero dolor cu;por,dJ siempre se da simultáneamente una si71to771atología psíquica que complictl aún más el panorm]]{l. En el plano psíquico a menudo es difícil, si no ya imposible, explicar las cosas ~tendiendo a lf7M causalidad lhzeal y uno se 've obligado {/ expresarse de 01,-0 modo, es decir, [{ no bllscdr verdadermnc!llC el porqué del dolo¡; sino fl tratar de comprender más !,H Cosas atendiendo a ¡¡na /illlción,; ¿quc; función está
cumpliendo esto? ¿PaTd qué sir·7..'f este do/or en la economía psíquiCtI de! ¡:1clentc? 0, incluso) ¿parl? ql!é sir'i.}(;' este dclm- ell 1" ccollonúa de las relaciones del prli iente?
Podemos h3bbr de [unción senlndaria del dolor, como en el caso Je los dolores crónicos. Supongamos, por ejemplo, el C;lS0 de un paciente que ha sufrido una pérdida importante. Sufre un dudo, hace su duelo. Este duelo es difícil y k provoca dolores. Aparece el dolor. P'.ro aquí me opongo J un:1 id ca, presentad;"; con excesiva rrecuenciJ, scgún la cual·:;] dolor del duelo sobreviene porque une· ha perdido a un ser querido. Al escuelar a los p:1cicntes, podemos darnos cuent:t de que el dolor e1el duelo, si bien se da en alguien que aC3ba de perder a un ser querido, en el curso del proceso de duelo ÍLl n1Jnircstjndose con accesos de dolores, de quejas de episodios dolorosos, Estos e¡)jsodios apart:cen cada vez que la persona se aproxima mentalmente J b persona desaparecida, al difunto. Es decir quc, en calidad, el dolor -y esto abona mi hipótesis ele la in\'cstidura de la rcpresentación- :.1parece cada vez que revivo su presencia. Es el caso, dig~1l110S, de un viudo que perdió ;l su mujer hace varios meses; esta to;hvÍa en ese período perturbador, dolormo. Abre la puerta de un armario y se da C!ellt1 de que allí ella guardaba sus pÚJueios. Esta mane!';} de hacer revivir la prcsenl.::ia de la persona amada desaparecida le hará sufrir. A partir de este lipo de experien,;ias elaboramos ést1 hipótesis de la sobn: investidura de la representación del cuerpo dolorido, pero, en el caso de ese V}lh!O, serí:l
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de algún modo una sobreinvestidura de b reprcsent:.1ción del ser perdido.
Pero, volviendo J Sll pregunta , a veces \"e1110S que 1.1 persona, sin que haya ningún delalle en la "ida real que pueda conducirla a ese recuerdo del dirunto, sufre dolores y has(a encuentra cieno placer en vivir el dolor. En mi opinión, esto no tiene nad:l que ver COIl.el placer masoquista, no tiene nada que "er con un placer perverso. Es como una especie de homenaje que se le rinde al muerto. De algún modo, el dolor se conviene en unJ suene de ofrenda J aquel que ya no esta. COIllO bien sabemos, el dolor adquiere la medida del apego; CUJnto más intenso fue el apego, (anto l11éís dolorosa será la separación.
o Abara querría reslImir sus palabras JI cerrar este di¿ilogo tan fecundo con una conclusión. PL1ra la persOJw que suIn..!) es d[cÍ¡; que soporla /111 do 1m; el problema se cnCllcnlTt1 clarmnente en la experiencia límite de un L1JlOiladamiento :;;¡:empre posible) JI aquí desembocamos en todas las relaciones con la angustia y las experiencias psicopalológicas. Hasta el síntoma orgánico puede utilizarse como metáIo1't? de liJ}
sufrimiento psicológico qlfe no encontró las palabras para expresarse y con el CIIal el indi'i.}l·duo tuvo que sobrevl~vir en una soledad mayor yen un ambiente dr' no reCOnOCIJ17 lent o.
Si lino intc17JTcta adecuadamente lo que IIsted dice, el dolor se explicaría en Dirllld del siguiente mecanismo: la representación de la Zonil lesionada estaría tan l!/trai1l7)I.'S-
78 EL llúLll!( FISJCU
tidl7 que el yo se ve impulsado a d;'sCmVdrtlZdrse de sus representación hdCl\mdo Inl
iJ1O'"I.)J·miento de Iorclusió71 vjoleJlta~
¡Jo)', lluestra tarea es hacer Locle lo posible j<-¡ra t11iviaT el dolor mcditlJlll 105 (/fi
d/ufos V las técnicas de q1fe disponemos, pero sin ¡;cultarpor ello la cuestión qlie JIlf71Cil
podría dejar de eme'rgcr: CHililtu ¡nás combale el hombre el dolor) tanto m,¡s aeia/tcado se siente por la CIIcstiólI qlfc el dolor pldJllet1) (l s({bcJ~ la cuestión del ser /JIfmmlO
'vi'va l' mond.
PsicO~I1álisis )' I1eurocieI1ci~s
o Usted nos pn?scntó su concep,:ión del dolor corporal partielldo dc la teoía ji-elfdimur. Peru ¿cómo podemos apoy, Tnos en una teorra Cl:'ntenflrÍa del dolor clf¡"J1do a[t!({dmente vemos tantos progn?S'H en el dominio de las JlclfrociencZtls?
Ante todo, como usted ha viste! el modelo freudiano del dolor corporal ¡iene un valor heurístico indiscutible, pw:sto gue nos ilumin;-¡ para construir una t:~orí;-¡ rigurosa del dolor i11enlal. Pero) mes alLí. de ~sla función ilustrativa, el modelo freudiano me ha permitido dclimitJr ncamentc el factor psíquico presentc en la fO.--mación de cualquier dolor corporal, de cualquier índole. Recuerde usted b idea fl eudial10 de base que hemos formalizado a,¡uí: sólo hav dolor si está sustentado por la :;obrelll\'c~ticlura llJrcisistJ de b repre5',:'ntación delllJaar lesionado del cuerpo. E,;a hipó-
b . .
tesIS me parecc tan rlCJ en pcrspeclivas
Pregun!."lS v rl"Spu<.'S!.1S sobre el dDlor [¡5¡en 79
gue no \'acibría en proponérsela a los nCllrofisiólogos que intentaran desvelar los resortes íntimos del dolor. Como 'le, ya no estamos <1 la espera ele que la ciencia actu~d confirme las antiguas elaboraciones psicoanalíticas; ocurre toelo lo contrario: invitamos a la ciencia del futuro a prolong;;1f la tesis de la sobreinvestidura de la imagen mental de la región dolorida. Estoy convencido de que esta tesis freudiana de la sobreinvestidura llegará a constituir un concepto clave en las futuras investigaciones de la neurofisiología del dolor.
Dicho esto, aprovecho la ocasión que me ofrece su pregunta para tratar de esbozar un cuadro comparativo entre las proposiciones freudianas -particularmente las formuladas en el "ProyecLO»- y las hipótesis neurocieI1tíficas. Seguidamente comcntaré la teoría del dolor propuesta recientcmente por un eminente representante de las neurociencias) Antonio R. Damasio. 11
Intentaré) pues, seii.alar los puntos de coincidencia más claros entre el psicoanálisis v las neurociencias. Pienso en panicula!: en la definición de la memoria, que los psicólogos identificamos parcialmente COIl el inconsciente y los neurólogos ex
plican como un almacenamiento de imágenes en las neuronas. Otra cuestión es la del ritmo de las pulsiolles respecto ;tI ritmo de propagación del influjo nervioso. Por úlrimo, trataré la relación entre la estmctlln! en red del yo )' el orden espacial del sistema neuronal. Ya ve usted que tenemos mucho trabajo por hacer.
se EL nu!.o? FI~,cn
Abordemos primeramentt: el problema de b memoria. ¿ Qué nos enseñan jos neurocielltíficos? Formulan hipótesi;: asombrosamente seme;JJ1tcs a los p:~imeros desarrollos de Freud de b memo,·ia trasbdada por las célulos llamadas "n'curonas elel recuerdo;,).I~ ActuJlmcnte algLl10s investigadores, cntre ellos ]eaJ1-Pierre Changeux, suponen la existcncÍJ de imágenes mentales aln1acenadas en las neuronas, J\;-tn1Jelas ((objetos ment;-tles),.L' Olros, como Damasio, consideran gue las inágenes mentales, en lugar de estar almacenadas en las células, se elaboran a pani,. de una protoill1Jgen que llaman ((representación potenciah. La apJrición de un E'Cuerdo penoso, po,. ejemplo, sería el resu.tado de lo activación de dicha representación potencial que no es el reCllerdo mismo, sino el medio de formar el recuerdo. En realidad, la expresión (representación potencial", no designa un element') ÍntrJneuronal sino, más bien, una c(>nexión muy particular entre diferentes ni:uronas que está a la espera de una reactiv'tción.
Ahora bien, ya sea que los n,'uronas conserven una imagen almacenad;!, o que la elaboren a partir de una representación en potencia, ¿no le parece que las hipótesis científicas se ascmejan asombrc-sa!l1ente a las primeras elaboraciones reuclianas? Tenga usted en cuenta nuestL¡ observación sobre las neuronaS del rt::cucrdo capaces de conservar la imagen deJ objeto agresor presente en el origen del primer dolor. Habíamos dicho que la n:activación de las neuronas del recuerdo a causa de una ligera excitJción endógena provocaba, o bien la aparición de un d .:,Jor se-
Ld I)Jcmoria del dojO);
l11cj;¡nte JI dolor inicial, o bien diversas mani{est;:¡ciones en 1.1s esferas dcl penS;1-miento o de la acción, manifestaciones que la persona viviL) sin llegar a comprender las rJZoncs que !J impulsan.
rJ· d' . lenso a emas en otra sen1cpnza que podemos mencionar entre el Freud de ayer y los investigadores de hoy, referente precisalTIente a esas neuronas del recuerdo y a la transmisión bioquímica del influjo nervioso. En efecto, actualmente sabemos que uno de los factores que clan por resultado la sensación dolorosa es la mediación de una protl'ÍnJ llamada sustancia P (Paill, que significa "dolor>.». El mensaje nociceptivo se transmite cuando el axón de una neurona segrcrra el neuro-, b
transmisor P, que entra en contacto con los receptores localizados en la dendritJ de otra neurona. Ahora bien, sorprende descubrir en el «(Proyector. la hipótesis que sostiene la existencia de un Contacto químico de este tipo entre las «neuronas del recuerdo» y otra cateooriJ de neuro-. b
nas llamadas «(neuronas secretoras». Según Freud, estas últimas, al recibir el estímulo de débiles excitaciones interllíls liberarían una SLlStancia generadora dd dolor. Sustancia que, una veZ destilada, excitaría las neuronas del recuerdo, reanimaría la imagen del objeto hostil l' despertaría el dolor del pasado. Po;lcmos imaginar, por tanto, gue una débil excitación endógena, transmitida por una sustancia secretJdJ, podría reanimar la neurona del recuerdo y hacer aparecer un nuevo dolor. Encuentro sumamente sorprendentes estas ideas de Freud, tenienclo
-82 EL iltll (lit ¡-j5IU'
en cuenta la época en que bs p '"opuso (1895), y asombrosamente acruaie:: según las teorías neurocientíficas moderr:J.s.
La nlcl1loria inconsciente y las ncuI'ociencias
e Usted propone la idea de llna memoria incoJlsáente apo)'lindose en el cUlcepto de ,'(neuronas del recuerdo;,·, ¿Podda precisar un poco más la nüUtraleztl de eS.15
nelfronas)' 511 reldción con el incons:iente? Recordemos primero quc, en el "Pro
yecto;.), Freud concebía el yo como una red neuronal formada por d~s componentes principales: las neuronas del re,cuerdo y las neuronas de percepción, Las Drimeras, llamadJs también HneurOI1:lS "de retención) o (células del recuerdo», ::on las neuronas de la memoria. Ya hemos hablado de ellJs. Tienen la función de registrar la excitación que les llega; archivar la ,-(fotografío" dejada por el agente que provocó la excitación (foto del objeto hcstil, en el coso del dolor; foto del objeto eL. amor, en el coso del placer); y finalmente ')ermanecen en suficiente estado de vigili;, como para reaccionar m5s tarde a una sc-gunda excitación, por mínima que ést:l s-;'a, Las otras neuronas, llamadas «células de percepción» -ele los que hablaremos iuegotambién tienen la [unción de tratar, a excitación pero, a diferencia de las nel:lronas del recuerdo, se dejan atraVesar por el flujo de excitación sin conservar sus huellas.
U incollsciellte es Ahora bien, usted me prcguntab~ justa-:1Il" J/]{'lJlfJri,¡, men~e cU~ll es la rebción entre las leuro-
Oscilacio/Jcs de ¡,H sdia!cs JlcJ",-'úJSi/S l' riJll10
de 1,15 -¡mÚ¡ol/cs,
ognJis:1
Pn:g\llllJs!, fCSPUt:S(JS ~ubre el Jol o !" risi':ll
Ilas ,del recuerdo)' el inconsciente, lo que eqlllvale a preguntarme cómo justifico mi proposición de considerar las neurOJ1;¡S elel recuerdo como los antepasados conceptuales de las represenLlciones inconscientes. -'{o respondería sencillamellte afirmand~ que esas neuronas, como hs representaCIones, poseen esta singular facultad ele conservar el pasado sin lJevado necesariamente a la conciencia. Se forma un recuerdo del pasado que no es consciente. ¿ Qué es el inconsciente sino un:l memoria cuyos recuerdos no se actualizan en b conciencia sino que lo hacen ell nuestros actos, en los slleiios y en el cuerpo sin que lo advirtamos?
Pero retomemos nuestro cuadro compJrarivo entre psicoanálisis y neurobiología Jbordando ahora el segu"ndo punto de coincidencia entre ambos. Este punto SOIl
las "Jriaciones temporales de L1 propagación de las sciiales nerviosas es dccir'-- el ritmo de la [ransJ~1isión del 'influjo n'cr_ vioso. 1-10)', las últimas investigaciones neurocientíficas sobre la natural~za de la conciencia se orientan precisamente al problema del ritl110 V de las oscilaciones del flujo nervioso i~tra e interncuro!l:ll. Un científico como R, LlinJs define la concienciJ C0l110 una relación armoniosa entre el ritmo de las neuronas oscibntes del t:ílamo y el ele las neuronas de la corteza cerebral.
Precisamente, esta preocup;lci6n Je los neurofisiólogos por las OSCi];lciones v los ritmos del influjo nervioso 110S remiten o Freud y al interés que sentí" por el
el dolor es 1/11
"fl'C!O
¡{('.',¡gr¡i¡{,-¡b!c,
pero /lO ('5 el disp Id I'i')'.
ritmo de hs v;1riaClones pulsion:des. ;1sí COlllO ;1 nuestra propia I1UJ1Cra de (Dl1ccbir el dolor COlllO la expresión consc:ente de la ruptura de lo cadencia pulsicnal. En efecto, Frcud lll;1l1ificsta tímidamente este interés por el ritmo y solamente en dos oC<lsiones en toda su obra.;~ Pero preferimos avanzar algo más por esta senda y definir todo afecto como ia cxpresii.')n en la conciencia de las variaciones de ritmo de las pulsiones. ASÍ, los sentimiento_; de placer y de displacer no serían la e:o_presión del nivel de intensidad de las p "Isiones (plocer = baja intensidad; dispLw:r = alto intensiebd), sino nl5.s bien b CXp12sión de las oscilaciones de tensión, de alt;:rnanciJ de alzas y caídas de la tensión dlEantc un período determinado. Desde este punto de visto, diremos que el dolor es muy diferente del plocer y del displacer. ¿Por qué' Porque expresa no un ritmo plllsit_,nal concreto, sino la ruptura violcnta de ese ritmo. Ruptura de la cldcncia pulsi()jlal que, recordémoslo, corresponde al di~sbaratamiento de las tensiones, J b abolición del principio de placer/displacer y, Lnalmente, al cese brusco de la homeostas:s del sistema económico del yo.
Sin embargo, para ser complcL;, esta hipótesis que define los afectos como la expresión en la superficie de las oscilaciones pulsiollJlcs necesita b intervención d~ una instancia intermedia, una instancia que, por un lado, detecte en lo :nás profundo el ritmo de las ¡misiones y, por el otro, las haga resonar en la super :icic de la conciencia. ¿Quién es este internediario? El )'0 mismo cuando ejerce su dJble [un-
S5
ción de detector endopsíquico y de traductor consciente.
Como podemos ver, el concepto psico~ ílnalítico de afecto en gencL1J V de dolor en particular sólo puede con;prendcrsc apeÍJndo a la noción de percepción endopsíqui ca . Esta percepción es la única que da cuenta de la función de <~raclar) qw..: cumple el yo cuando registra la cadencia pulsíonal y la traduce en la conciencia. donde dicha cadencia adquiere la forma de afectos agradables de placer, desagradables y hasta dolorosos. Freud ya había intuido esta ideo de lo percepciól~ endopsiqllica del yo cuando, siempre en el marco del «Proyecto de una psicología para neurólogos», al estudiar las neUrOl1;1S de la percepción (grupo que distinguía de las neuronos del recuerdo), las dividía en dos tipos concretos. Y, efectivamente, hJV dos clases de neuronas de percepción: 1a"s que perciben ];,s excitaciones procedentes de la periferia del cuerpo y las que copLln las oscilaciones de tensión inren1a )' las trasladan a la conciencia en fonna de ;fectos. Las primeras perciben sólo las estjmulaciones externas, las otras detectan los efectos internos de CS::iS estimulaciones y las traducen en ::if cctos conscientes.
El grupo detector traductor es precisamente el que nos interesa aquí. Las neuronas que detectan las amplitudes y las cl.dencias de las tensiones internas desempeñan el papel de un órgano sensorial de doble faz: por un lado, eoptan los ritlllos pulsionalcs )', por el otro, transfofm,ln esos ritmos en afectos di\'ersos, entre ellos
!_d !Uro/ugirl llo/ron,tI J Id csrrucfn)",¡
rdJ/ul/'c,.d,l del yo.
EL I.lULll!'. ¡:!SICO
el dolor. También el dolor es IIi alccto !n:rciln-do conscientemente (j!fe exjJ' esa '"()(/
ridciollC5 il1{o/cr/lb/cs JI bruscas r fjJtllfd5
del ritmo de las plIlsiolles.
Prosigamos nuestra comparaciéln COIl
bs neu~ocíencias y abordemos ~'"hora el tercer punto de co~tacto. Si bien ¡ne alejé un poco, lo hicc con el propósito dc profundizar al)1,o 1ll,1S cn este temJ, <]ue me intcrcsJ P:-lI\¡cularmcnte, del ritrdo y de su rebción con algunJs de mis pri"lcipales proposiciones relativas al dolor. T\Ju~str.o tercerJ coincidencia concierne a la lllCl
dencia de la topología de lo red n,~uronal en 1:1 transmisión de las señales !lEcviosas. Hoy los neurocientíficos manifiestan un inH.:rés creciente por el estudio el-'-' la disposición espacial de IJS ncuron;'¡s. Pues bien, yo no pude dejar de compar;lr b tO
pología de la red neuronal con la :opolo~ gí;l del yo establecieb por Frcu.d el" j 895.'· Una \'ez m~ís, quedé sorprcndJ<..lo al C0111-
probJr hasta qué punto los primi:ros escritos freudianos contienen las señ~lles vanguardistas de los desarrollos científicos modernos.
En aquella época, ]::"reud imagin;,ba el yo como UI1;l red de neuronas org;¡ni>_adas de lal suerte que el flujo dc exciclcicnes quc las recorría podía 1 cn determinadas circUllstJJ1cias, que(hr inhibido. Efectivamente, Freud no vacilaba cn afinnar qué «si existe un va, debe entorpecer los procesos psíguic~s primarios'-'r esto c.',;) obstaculizar b circulación de energía Lbre. La [unción del va es aminorar el movimiento cncrrrético ,; 10 hace oraciz¡s a un orden es-o. o pacial mlly preciso~ el de un enre':¡lc!o, un
Una teoria /1(' "rocien t zJlcl1 de! dolol:
Prq;:lllll,l" y r<.'SI'llCSL1S sobre el dolor (¡sien 87
enrejado dispuesto de tal ll1allCLl que lIn;l neurona demasiado investida de cncrgLl tenga la posibilidad de hacer derivar parte de su carga hJcia neuronas laterales. El yo organizado en red modera la intensíchd de la tensión porque su armazón hace que la carga cnergética se fragmente y se vuelvJ hacia otras neuronas vecinas. El sistema de las neuronas del yo llega" ser, por la singularidad de su tran1a, un verdadero órgano inhibidor. ¡Cómo no reconocer en esta concepción de un yo inhibidor el germen del concepto de represión! En esta estructura ramificada del yo podemos imaginar la primera figura de la represión.
Siendo así, no debemos olvidar que la inhibición cumple una función determiIlante, la de preservar al yo de un desborde de excitación que amenJzarÍa su integridad. Pues bien, el dolor, considerado como el más imperioso de los procesos psíquicos, es un estado particular de gran excitación que ninguna inhibición poclrÍJ refrenar. Se trata, en efecto, de un proceso perturbador e incontrolable pero que, con todo, respeta la imegridad del sistema. Sin duda, el afecto doloroso rompe todas las barreras internas, pero sin destruir el yo. Aquí volvemos a cncontrar el cadcter fromerizo del dolor, que soslaya la inhibición sin dañar con ello la capacidad de reacción del yo. El dolor daiía pero no destruye.
Para terminar, querría mencionar la teoría del dolor propuesta por Antonio R. Dal11asio. Más allá de nuestras diferencias, en Sll desarrollo científico encontré cier-
ss EL POLOI( )-l'i¡C()
tos puntos de analogía con nues'ro propio pensamiento inspirado en el p\lcoanálisis. I);lITIasio distingue dos com¡: Onentcs en !:t percepción del dolor; por UEa parte, una percepción somatoscnsorial r¡ ue nace de la piel, de una mucosa o de la :' ona del órgJno donde se sitúa una lesión -es b percepción de un cambio local d~1 cuerpo- y, por otra parte, la percep:ión de una perturb:1ción global del cuerpo, de un cambio general del cuerpo. A esU, últin1a percepción correspondería la emoción dolorosa. I
(, Según este Jutor, parti1~ndo de estas percepciones, el cerebro f:)rmaría dos imágenes del dolor que se superpondrían en el momento del sufrimiento: una imagen som<1tosensorial (imagcr; de un estado local del cuerpo) y una imagen emotiva (imagen del estado generd y perturbado del cuerpo). El yo, qu' según sostiene Damasio, es un concepto :nevitable en cualquier pensamiento científico, desempeñaría el papel de un tercero, una especie de «metayó)), cuya funci(¡ll sería realizar la síntesis y los ajustes enrre estas dos imágenes. Su yuxtaposición eL, lugar a la emoción dolorosa.
1\1e sorprende encontrar, formubdas en términos diferentes, concepcionc\ que se asemej;-¡n a nuestros dos primerc 5 tiempos del proceso de formación de: dolor. En cÍccto, como recorcbrá usted) distinguimos tres momentos en la génesis de todo dolor: el tiempo de la'lesión, el de la conmocjón y, por últjmo, el de ,'il reacción. Durante el primer tiempo, el dolor proviene de la percepción que tieLe el yo de.1a excitación periférica inherelte a la
Preguntas ;.- respuestas sobre d dullll- físicu
lesión; durante el segundo tiempo, procede de la percepción que tiene el yo del desbar;1tamienro de las tensiones pulsionalcs. Ahora bien, Dam;-¡sio propone una percepción som .. noscnsorial de la cual se deriva la imagen sensori;-¡!, una idea que evoca nuestra proposición de una percepción de la lesión y de la representación del cuerpo lesionado que procede de ella. En cllanto a la otra percepción descrita por DamaSlO, aquella de donde procede la calidad emotiva y que él c;-¡racteriza como una percepción de una perturbación 010-b
b
3.1 del cuerpo, recuerda nuestro seoundo . b
tiempo de la formación del dolor, a saber, la autopercepción que tiene el yo del esta-do de conmoción interna. .
Mientras este autor habla de percepción del estado perturbado del cuerpo, nosotros presentamos la ¡de;-¡ de un;-¡ percepción interna c inmcdi;-¡ta de las \'ari;-¡ciones bruscas de Jas tensioncs pulsionales o, más exactamente, de la ruptura del ritmo de las pulsiones. Es como si, para explicar la emoción dolorosa, Damasio se hubiese apoyado en la percepción nlo-
o b
bal elel cuerpo sin animarse a imaginar que lo percibido no es el cuerpo, sino la psique. La clifercncja elltre nosotros po~ dr]a condensarse en una réplica: «El cerebro percibe el estado perturbado del cuerpo y de ahí surge la emoción dolorosa», diría DamJsio; a lo cual yo respon~ derÍa: (,El yo conmocionado autopercibc el desbaratamiento pulsional y de ahí emana el dolor".
90
El dolor psicogénico
« :Podríc1 'UOf.7..Jt'r usted allem-l del do-C 'b' lor psicogénico? ¿ Cómo es pOS1 ie qrte rtn
dolor se loctllicc en un /ugm" del Clferpo y }1O en otro?
Recordemos ante todo que el dolor psicooénico no es un dolor pSÍquicc, sino un
b I .' sufrimiento COl"pOfa J 11111111110 <) may.or, agudo o crónico, cuyo origen. es pSíq~UIC.O (psicogénico significa «de ongel pSlqUIca);). Es un dolor somático que h pcrs~n.'l experimenta sin que haya raZones organlcas que lo justifiquen y al cual, a falta de de otros elementos, se le atribuye una causa psicológica, en general descoLocida. Se trata de dolores físicos persistertes, en la mayoría de los CaSOS erráticos y cngaílosos'. Es cierto que, cuando se fi;an en un determinado lugar del cuerpo, la raZón de esa loc;llizacióI~ sigue siendo ur, enigma. Generalll1l'nn:, el paciente descrije su dolor (l-ln cOJ.'p!tlccncia, con un lengui1je rico en dcu]'¡~'s) :mnque J veces }u hace de manera confus;1 y eVJsiva. Pero h más importante eS la relación concreta -;}ue nlantiene el paciente con ese dolor. .dabla de su propio sur rimiento CO~lO s; hablara de otru ser, c,tprichoso y CXIgenc:, que habitara en su cuerpo.
Dicho esto, anteS de respondeJ ~1 su pregunta sobre el lugar elegido po' el dolor para J.pareccr, debo plant~ar esta otra II~tcrroCTación previa: ,(¿Cuáles son los ono-enes
b psíquicos de este sufrimi-;nto psi
~ogénico percibido en el cuerpo)' de callsa orgál~ica no identificable?>l.l,'ropongo
Pero, [in,tlmen te, ¿qllé es pIles lo que se tr(llls[oTlna en dolores físicos? Y Id resp1/esta es: algo (jite habria podido y (fue /;,llní'1 debidD el,u 111tcimiC'l1to ir
l/JI dolor moral." FREUD
Ogtdio:¡
91
tres orígenes posibles del dolor pSlcogél1ICO.
La primera de las causas psíquicas capaces de prOVOC;1[ un padecimiento psicogé!lico supone la idea de un cllerpo dOlado de memoria. Recordemos lo que decÍ:1-mos al comienzo. Un dolor antiguo, intenso y experimentado en un punto del cuerpo, dejó tales huellas en el inconsciente que) mJS tarde, una excitación interna o externa -una situación de estrés, por ejemplo- podrá suscitar un dolor disminuido en el mismo lugar o en otra zona del cuerpo. Este segundo dolor, recuerdo somático de un dolor pasado, se presentad a los ojos del clínico como un sufrimiento físico completamente real pero injustificado.
La segunda hipótesis del origen psíquico se apoy;1 en la teoría freudiana que considera la conversión bistérictl como el salto de la psique a lo somático. Una pulsión reprimida salta del terreno del inconsciente al del cuerpo y se transforma en dolor somático. Una emoción pasada! ya olvidada, pero que permaneció activJ en el inconsciente en cuanto pulsiól1, se convierte, por ejemplo, en un dolor muscular inexplicado. Pero ¿qué parte del cuerpo elegirá la pulsión para manifestarse como sensación dolorosa? O, 10 que sería lo mismo: ¿en qué zona corporal se percibirá el dolor? El dolor se localizará precisamente en la parte del cuerpo que alguna veZ fue alcanzada por una emoción perturbadora e intensa, esa emoción que fue la forma de emerger momentánea de una
jJlllsión inconsciente. La zOlla c)rporal m:1rcac!;l por semejantc emoción permancce, pucS 1 impresa en el inconsciulte ;1 1.1 l11al1era de una imagen.
Tomcmos elc.iemplo de llnJ jovC'l histéricl que sufre de una conlranuJ'a en el muslo derecho. A lo largo de la cura, el térJpclItJ se cntera de que, poco ;lntes de quc aparecieran esos dolores, L: mujer cuichba a su padre enfermo y un (:;[a, sentoda a la cabecera de la cama jurto a él, había tomado tiernamente la cabeza del hombre y la había apoyado sobre umuslo derecho en un gesto cariñoso. En ese momento sintió un extraño reparD, n1ezcla de vergüenza y d~ placer incc 5tllOSO. Esta corta secuencia nos IllUestr:l claramente la aparición imperiosa de una pulsión incestuosa reprimidí1 por e: pudor (represión) y vivida como 1lfl si'~uación embarazosa. Así, una emoción tan profuneh quedará asociada a ese lugar prc ~i50 del cuerpo, el muslo derecho, lugar ckl deseo culpable de hoy, lugar de dolare" físicos de mailana.
i Qué pasó? La pulsión incestucsa afloró primero a la conciencia com(J sentimiento de incomodidad. Luego re;ornó al plano inconsciente llevándose consigo la imagen del muslo al más cxactan~ente, la imagen táctil del contacto scnsu:J entre lo piel del muslo)' el cabello de padre. lVIás tarde, la pulsión reapareció con la forma de una contractura doloras;; localizada en el lugar mismo donde se apoyó la cabeza del padre. La sensación erógena y culpable de un día se transformó, d~ pron-
I'lgnlis:l
;;3
to, en sensación doloros¡1 sin razón aparente.
j\ilicntras cs[e segundo oricrcn del dolur ..... b
psicogénico encuentra su explicación en la transformación de una pulsión en dolur inmotivado, la tercera causa psíquica se refiere a otro modo de relaciones entre 1'lflsión.1' ClfC1PO.
Retomemos el ejemplo de la joven v modifiquémoslo para ilustrar nuestra te1:cera explicación. Imaginemos que, en el momento en que la joven se siente incómoda al tener la cabeza de su padre apoyada en la pierna, fortuitamente siente un calambre en el hombro. Así pues, el sentimiento embarazoso, forma adoptada por la pulsión incestuosa para manifestarse, coincide con la aparición de un dolor muscular a lo altura del hombro. Por tanto PDdemos decir que la pulsión encuentra por azar un dolor banal que se le agrega. A partir de entonces, este dolor J11l1s~cular incidental marca la pulsión y sus destinos quedarán unidos para siempre. Y, en nuestro ejemplo, la pulsión marcada por el dolor del hombro se transformará más tarde en una sensación dolorosa situada precisamente en el hombro y sin motivo aparente. Es decir que una pulsión reprimida puede convenirse en cuerpo sufriente porque hace tiempo fue mordida, "calada», por un antiguo dolor orgJnico l por insignificante que haya sido. Llamaremos a este tercer mecanismo impronta somática sobre la pulsión. En otros términos, un dolor trivial que aparece en un determinado lugar del cuerpo y esti asociado al
1-:1_ r,\l!.\II( l'ISICl)
surgimiento de una pulsión «abri'l el caminu» p,ua que dicha pulsión) [1' ;:1Ílana, resurja adquiriendo la forma de una sensación dolorosa inexplicada en el mismo lugar del cuerpo.
Si ahora queremos comp;uar el orinen histérico del dolor psicogénico con ;ste otro origen que acabamos de dest;l';3.f, haremos la siguiente observ;lción: mientr3.s lo característico de b conversión histérica esre, contenido en la fórmula freud.ana del '-<salto enigmático de lo psíquico " lo 50-
mitico"', de la pulsión al cuerpo, h tercer~~ causa del dolor psicogénico est~:: contel1lela en una fórmula 111,lS larga: el alto de lo somático a lo psíquico y luego de lo psíquico a lo somitico. Es decir, d salto de un dolor orgánico a lo pulsión y de la pulsión a un «dolor psicogénico)).-;
Unas palabras a manera de síntc3is para terminar. El dolor Il;lmado psicr'lgénico puede, pues, definirse de tres man:ras diferentes. Primero, como la reminiscencia dolorosa de un antiguo dolor orgálico olvidado: el dolor psicogénico es, en este caso, el recuerdo en el cuerpo de :-:ln antiguo dolor. Después puede definir:: e como la expresión dolorosa de una puLión reprimida que tiempo atrás marcó e-;e lugar del cuerpo: es el caso de la conve;'sión. Y, por último, puede ocurrir que d dolor psicogénico ponga de manifiesto Lna pulsión que fue marcada a su \ICZ por un dolor orgánico pasado: es el caso d,: la impronta somática. Pienso que con esto he respondido a su pregunta sobre la elección del lugar de aparición de ln dolor
D gcdis:J
1)5
psicogénico. Puede aparecer allí donde surgió un antiguo dolor que parecía olvidado. O bien puede aparecer en el lugar marcado hace tlcmpo por una pulsión y hasta en el lugar donde la pulsión [u-c
marcada por un viejo clolor.
El dolor inconsciente
o Usted definió el dolor inconsciente [0-
¡no J:,n encadenamiento de e.ventas que co¡}]zenza con Ull trcrlfma doloroso J' desemboca en el despertcrr de ese t1-dUJJ7{L Pero ¿cómo podemos hablar de IIn dolor que se experimentaricr)' cr la vez scrÍt1 inconsciente?
Prefiero responderle proponiendo un esquema que separa netamente el pasado y el presente, es decir, el dolor traumático pasado y su reaparición en un dolor presente. Espero mostrar con esto que el dolor inconsciente es algo diferente dc una sensación no consciente. No es un objeto en sí mismo, sino una relación cntrc dos objetos o, más cxactamente, lt71l-l re/ación entre das acontecimientos: uno pasado y el otro actual. Comencemos, pu<:s, por el acontecimiento pasado.
En el pasado se produjo un incidente real en el curso del cual un objeto agresor provocó un dolor (Dl) muy intenso, hasta fulminante (lo que nosotros llamamos el dolor de la conmoción).
Se forn1a entonces una representación psíquica inconsciente que conserva la hue-
~- .
m
EL nnLU11 F15¡CU
lb del objeto :1grcsor como si fllCrí1 un:l [0-toorafía con la form;l de Uf:a imagen mne-
b ' ,
mónic;l de ese objeto. La renrescnt;lción así formJela tiene dos partes: un continente imaginario, que es la imagen-recuerdo del objeto agresor, más prec¡';;llllcnte de un detalle de ese objeto )1, per otra P;1rtC, b carga de encrgÍ;l que da vic:a <1 eS<1 in1agen y que llamamos {(invcstic!:,¡ra». La unión de la imagen y de su invest-cluLl constituye la representación psíqu: ca propiamente dicha. Más alLí de esta precisión, me he Camada la libertad de emp!ear indistintamente I;¡s pabbras «jm~lgeJ\») y <,represen
tación» .
El dolor (Dl) fue tan perturbador que la huella de su paso queda ¡"tremadamente sensible a cllalquier nue\'J exciLlción o a cualquier nueva investidilra. Desde entonces, la menor impresión podrá hacerla reaccionar. En pocas palabras, el paso fulminante del dolor de la conmoción dejó, por tanto, dos huellas: la fotografía del agresor y la excitabilidad de esta fotografía a toda nueva investidura, por mínima
q LlC sea.
Ahora veamos qué succd, en el presente. Sensibiliz'1Cb de esta forma, la representación recibe una inVCSl idura circunstancial, esto es, una estiI1111:ación puntual y ocasional. Desde el mom<~nto mismo en que la imJgen se reaviva, s¡:' produce una descarg;l refleja que s-e J11~;nifiesta coma un nuevo dolor (D2). Así, la persona que sufre hoy experimenta un dolor (D2) sin establecer el menor vínculo con el inci
clente doloroso inieial.
Prl'glll1tJ~ \' respueSfa.> sohn: el dolor fj)jco 97
También puede ocurrÍr que la reactivación de la imagen mnemónica del objeto agresor cié lugar no a un segundo dolor, sino a otras m~mifestaciolles en la vida cotidi:lll<l del sU,ieto: sueños, comportamientos inexplicables ° estados afectivos concretos. Pero ¿qué provoca que la reactlvación de la imagen mnemónica se manifieste co~ mo un dolor antes que como otra forma de perturbación? Esto depende del tipo de estimulación que haya despertado la imagen o bien de otros elementos secundarios que estaban asociados a ella.
Pero retengamos, sobre todo, esto: el sujeto que hoy experimenta un dolor o que sufre perturbaciones en su vida cotidiana, no tiene la menor idea del esquema temporal que acabamos de establecer, esquema que comienza con un dolor inicial olvidado, prosigue con la reactivación de su huella inconsciente y desemboca en la experiencia vívida de un dolor o de un desbaratamiento de la vida cotidiano.
En consecuenCla, llamamos ((dolor inconsciente» al conjunto del proceso ignorado por el sujeto que comenzó con un dolor traumático y culminó con la vivencia actual de una experiencia dolorosa. El dolor inconsciente es, filw/mente, el nombre que damos a un circuito impreso por !in dolor percibido, reactivado por lln<l
excitación ocasional y manifestado finalmente en otro dolor percibido. Se llama dolor inconsciente al conjunto de este circuito reactivable, que se sllstrae a la conciencia. Queda claro, pues, que en sí mismo el dolor inconsciente no es una
«scns;1ción sin conciencia)" pu:-a, simple y desconocil.L1, C0l110 diría 1Vlair e de Biran. sino un encadenJlllicllto c1esc)!1ocido d; eventos que da por resultado el dolor que siento hoy.
ScgurJfl1Cl1re el dolor inconsciente sólo existe en la ;1CLualidad concreta de mi dolor presente. Si queremos ser aún 111<1s precisos, debemos modificar nuestra frase v afirmar lo siguiente: el dolor inconscient'e sólo existe después ele lo aparic;ón del dolor de hoy. ¿Por qué agregamos {(después)'? Porque el único modo de deducir la existencia del dolor inconsciente es hacerlo retroactivamente~ paniei'ldo de los primeros balbuceos de mi dolor aCtual. Pero este dolor sin razón reconoe ¡ble me interroga como un enigmZ\. Preci~;amente su naturaleza oscura me incita a ',-ctornar al pasado y restablecer finalmente el encadenamiento de eventos que lo determinó. Ese retorno al pasado, ¿qué puede ser sino el gesto de quien escucha el enigma del dolor? Esto es lo que queremos lue se entienda: el dolor inconsciente sóh existe como consecuencia de la escucha.
Dolor, histeria y psicosis
o Pienso en el modelo de ILt <'o71versióJl histérica que lIsted utilizó para explicar el dolor psicogé¡¡íco )' me p,'egllnto sí los e/oIOI-es emporales más corrientes no contienen siempre una parte de hister;·'a.
Su pregunta se ajusta muy bien a nuestro planteamiento, Creo, efcc:ívamcllte,
o gediS3
l'rq.~unl;¡S y respllcst~s 50brl' el dolor fí~i«() 99
que todos los dolores que nos afectan, desde el más grave al más trivial, contienen una parte de histeria. Podríamos formular esto de otra manera: el dolor orgjnico se origina parcialmente siguiendo el mecanismo de la conversión histérica. Sin embargo, se me ocurre preguntarme, al contrario, por la afinidad entre b formación de un dolor cOl'poral y la génesis de un síntoma psicótico, es decir, como si a veces la eclosión de un dolor corporal evocara la eclosión de una histeria y, en ocasiones, de una psicosis, En realidad, la elección entre histeria y psicosis depende de nuestra manera de concebir el destino de la representación del cuerpo lesionado. Recordemos una de las hipótesis principales de la génesis del dolor: la sobreinvestidura de la imagen mental de la reaión lesionada y dolorida del cuerpo. El
b .
problema estriba precisamente en saber hasta qué punto el yo puede soportar esta representación que se le vuelve incompatible. Habíamos dicho que dicha representación quedaba excluida del conjunto de las otras representaciones del yo; es decir, que era inconciliable con el resto del sistema. Digamos que es aSÍ, pero b ClH.'$
tión que ahora se nos plantea es la del grado de esa exclusión. ¿Queda excluida pero guedZ\ vinculada a otras representación? O bien, ¿queda excluida hasta el punto de provocar un rechazo totí11 por parte del yo, como si éste arrancara de sus entrañas esa parte perjudicial de sí mismo y la expulsara fuera de sí?
Esta pregunta puede parecer abstraetí1 y puramente especulativa; sin embargo, pone de relieve;un problema clínico esencial
lor EL ¡JllLUH FíSJCl)
p;¡ra el practiC1J1tC. Seré más e aro. Si h rtprcscnt;¡ción psfquicJ hubiese sido mantl'Ililb J dist.1l1cia pero quedar 1 en el seno del sistema, el dolor corporal ,e explicaría en -virtud de Un mecanismo eL conversión semejante al ele la histeria. El dolor sería, pues, el doble somático de en elemento simbólico 0, en otros términos, la expresión somática de la representación del cuerpo herido. Siguiendo esta Jricntación, consideraríamos el dolor corporal como un síntoma histérico o hasta lj~garíamos J
la conclusión de que todo sufrimiento físico, sea el que fuere, comporta ,lna parrc de histeria. Hasta podrí;:¡mos enu neiar que la parre psíquica que está en el o"igen de todo dolor orgánico e.'irá sometida a las mismas leyes de la conversión his; érica.
Si, por el contrario, seguinos la otra orientación, que sostiene que la exclusión de la representación del cuerp') lesionado es una exclusión radical del :,"0, asimilaríamos el mecanismo del dolO! corporal al de la forclusión, mecanismo e::pecífico de la psicosis. En este tlltimo ca';o deberíamos saCar otra conclusión: todo dolor físico obedece a las mismas lc:,.·cs de producción que una alucinación psicótica.
Finalmente, ¿qué posición dcb,mos adoptar? No podríamos detcrminTlo. Comprobamos, una vez más, hasta g LIé punto el dolor se nos escapa entre los dedos y se SUstrae J la raZÓn. Y hasta: qué punto se sitúa en el límite, no sólo entre el cuerpo y el alma, también entre lo histeria Ji la psicosis.
Cuadro comparativo entre el dolor físico y el dolor psíquico
I DOLOR DOLOR pSíQUICO O FíSICO DOLOR DE AMAR j
I---~~:':::"'_-+-;-\.-P-L;I-d-'-d,-'-d-"-{ ,-c-,-,,-,,-,,-,_I-B:-.-::P-:é-,,-:-¡'~d-,,-,~h-' ~1';-"-"-t'-1
I o Lo bón mi 1oc>. L':"b;ón "ti 10,,1;- ~::'::::tO:I:,n::,~,po I liz;tJ;t en el cuerpo. Zal;t erroncamentc en '-l · como al l)trn Il1js
El dolor se vive erró
neamente en el cuerpo, pero en re<lliJild está en el cerebro,
en lo que respect<l a la sensaei6n doloro
sa, \' en el VD, en lo
qu~ re5pe~ta a la emoción dolorosa.
El dolo!" nos parece cxterior y remedia
ble. 1\"11.' molesta el)
J1l0 un mal pro\'islon,11.
el mundo exterior: de- amado. Sufrir b am-saparición de la persona del amado. En realidad, se sitúa en el pUnto en el que mi
Wl1sibifid,¡d más ínti
ma ha desaparecido en la medid;t C[1 que el cuerpo del ser amado ya no existe; en qUe
mi imagen interior vacila por carecer del apoyo quc era la per
SOna del amado; y hasta el pUlHO en que mi sistema simbólico faUa porque le íalta el eje que era el ritmo de nuestra pareja. La ver
dadera lesión reside en el derrumbe del íamasma que sujetaba nuestra unióll.
El Julor n05 parece interior, absolulO, irre
medi:lble y, a veces, h.lsta nect's.l["io. Estj
en mí como mi sustallC!;¡ vi[aL
putación de una pierna causa el mismo dolor imerinr atroz
que perder al scr
mas querido. Es!a pérdida nos exige realizar un verdadero
trabajo de duelo {lue nos enSCll:tr:l a amar
el nuevo cuerpo falto de un<l piern;¡.
1..1 lesión que CI\lS.1
un dolor físico se
sitúa en cl nivel de
la amputación, pero b que Cilusa un dolor psfguicn se sitú~ en tres pbnos difcn:!l[t's
st'!!lejill11l'S a los {lUC definen la pérdieb del ~;t'r amado: el de la smsibilid,¡¡j (la piern~l es tln~1 pane de mi todo .~ensible); el de lo im¡¡glllor¡u (la imagen de la auscncia
de pierna. cambia la imagen de mi cuer-
po) y el de lo simbólico (el orJen psíquico
pierde una de sus re
ferencias principales,
1
1 cual es la integriJ;td
i~ ________________ -1 __________________ -" ___ J_,_,_n_;_c'c_,,_.,_p_,,_), ____ ~
Notas
1. "Proyecto de una psicología científica)), en Los orígenes del psicoanálisis, PUF, 1979. Al releer el "Proyecto n veremos que uno de los f;1Sgos más sorprendentes de este texto fundador es su viva actu;didad, una actualidad confirmad;¡ por algunas de las hipótesis ncurocicntíricas recientes sobre el trayecto seguido por clmensaje del dolor.
2. El yo "ive el cuerpo como una periferia a veces externa (piel) mucosas), a veces interna (en el caso de los órganos). Para ilustrar la relación entre el yo y el cuerpo, podemos imaginar al yo como si estuviera situado en el cenrro de un espacio rodeado por una cinta de Mocbius. ESla cinta circular representaría el cuerpo percibido por d yo como un borde que en un momento ofrece su lado externo (sensaciones visuales, t~cti¡es, etcétera) y en otro su costado interno (sensaciones internas propioperceptivas).
3. Para dar mayor cbridad a mi demostración preficro empIcar indistintamcnte las expresiones '<representación psíquica), e "imagen» y hasta ,<símbolo}). Es verdad gue cada una de esas expresiones designa conceptos psicoanalíticos diferentes y, sin cmbargo, todas elbs dan cuenta de la presencia psíguica del objeto exterior en el seno del yo. Traté ampliamente la diferencia entre es (Os conceptos en Enseignement de 7 concepls CTflciall:\.'
de la ps)'cha1lal)'se, Payar, 1001, págs. 161-211. 4. Estas células periféricas, cuya función es percibir LIs exci
t;¡ciones procedentes del mundo exterior, están recubiertas de una capa superficial protectora gue Freud llama ,(barrera de protección» o "barrera antiexcitaciones». En la lesión dolorosa se des;J)prra justamente esa capa.
5. En el "Proyecto n , freud definió el yo concentrándose en las neuronas del recuerdo. El yo, nos dice, es un es(;:tclo panicu-
f) gc:JiS.1
J04
br lL: L1s llCUrOn,lS de] recundo que,;11 haber qucd:do sensibilii'~ad,ls como consecllcllci:t de pasos sucesivos de CIV rgía (aper~ tUL! de una brech:t), CSLll1 sometiebs J. la regulación de su excit;¡bilidacl y al control elL-la call1iebcl ele energía que ercierran. El .vo es el nombre de Ull;¡ instancia reguladorJ. de b e: citabiliehd de L1s neuronas dtl lTcucrdo y de las carga:; que las i;lVisrcn.
6. Los neurocitntíficos n(1 vacilan en suponer, ;:omo hizo Frcud, qut.' el homhre cunocería tI dolor en virtud di: una lejana mcmoria dt la especie. Damasio declara qllt b sens;lción llolorO$;l obedect a "l1ltcanis!llos neurol1:1les innatos", ti lnsmiticlos por mcns<l.ies genéticos propios del género human,,). El dolor ocuparÍí1 UI1 lugílr preponder;¡lltc en las estrategias de supervivencia de la especie, genéticamente coclific;ldas (D;lIl!:1sio, A. R., LTrrcur de Descarlcs, lil raison des émoliolls, Odile ]acob, 1995, págs. 326~32S).
7. El contenido inuginario de la rcpresentación, ;llll1QllC es principalmente visual, también es auditivo. olfativo, :áctil, crcétera.
S. Damasio, A. R., L'ErTClfr de Descartes, o/J. cit. 9. l:::reud, S., lllhibitio}J, sympu5me el rllIgoisse, PUF, 1996.
10. NIainc de BiLln, De /'apcrception immédiatc, \1rin, j 963. 11. Damasio, A. R., L'Errcur de Descarles, op. cil 12. rreucl, S., "Esquissc cI'une ps)'chologie sciencfique», op.
cit., págs. 319-320. 13. Ch;lngellx, J.-P., "Les neurosciences», el1 B¡¡'/elin de la
Société [rmu;aise de pbi/osophie, Armand Colin, 198L 14. El lector encontrará en la pág. 112 de la presc!'¡te obra los
dos p;lsajes en los que ]~'reud dcfjnió el placer y el d,splacer según los ritlllos ele las pulsiones.
15. Féase «Esquisse", op. cit., págs. 340-342. 16. Damasio, 1\. R., L'Erreur de Descarles, op. cif" p,lgs. 296-
306 Y 329-334. 17. Picrre BenoÍt ya se preguntaba sobre una po 'ible inver
sión de la célebre fórmula frcucliana que hace el!: la ,:0I1vcrsi6n histérica un «salto ele lo psíquico a los somático). \'éasc su artículo "Le saut du psychiquc au som<ltique), en PSJ'chiatrie fr(/11I;aise, n.O 5,1985. , 1 S. 1vlaine de Biran, De l'aperceptjoJl immédi~1te, 0,). cit., págs. 89-106.
Extractos de obras de Freud
y de Lacan sobre el dolor físico,
precedidas de nuestros comentarios
Ftcud)' Lacan rt7riJ vez liban/aran el lema del dolor)' nllJI
ca le dedicaron /In eSlfIdio exclusivo. Llis citas siguientes fuc-1'011 tonlildas de pasajes mff)' vreves diseminados en el conjunlo de la obra de estos autores.
El dudo de cada ajJartado, así como los comentarios ('11 cursiva que presentan cada extracto,
pertenecen a j.-D. N(/sio,
El dolor físico
Frelld considera qlle el dolor jfsico es el resultado de la irrupción ,[.n'olenta de grmules cantidades de energía que alcanzan al corazón mismo del yo, donde se sitlÍan las nellronas del n,'cuerdo, es deciJ~ en el ni'Uel del inconsciente, El dolor en el cuerpo se inscribe en el inconsciente,
"Es posible que el sentimiento específico penoso que acompaila ;11 dolor .físico provenga de una ruptura parcial de la barrera de protección, ASÍ, excitaciones procedentes de esta región periférica afluyen continuamente hacia el aparato psíquico centrab I Frelld
«El dolor consiste en una irrupción de grandes cantidades de energía [provenientes del exterior] en las neuronas del recuerdo.))" Frclfd
.
lOS
"El dolor pone en marcha el sistema [de percc¡:ción extern;¡] )' el sistema ele neuronaS del recuerdo; nin:_:ún Ob5-
dculo entorpece su tL1nsmisión. Lo consideramc s el más imperioso de todos los procesos,»' Frflld
Frelld defille el dolor físico como IIlIa irmpciólI masiva de cncr8íi1 en el )'0 que, como lUZ enamoramiento s¡f,~i[o, Slf
prime todas hu resistencias l' (r!c{/nza el J'l1íclco de 1,15 nCllmlws del rec/lerdo, dOllde cÍeja 511 hllella,
"La cantielad ele energía externa produce la ::pertura de una senda y es un hecho que el dolor, a su p'so, deja brechas abierras en Lts neuronas dcl recuerdo, C:)ITIO un flechazo amoroso.»4 Frcud
El dolor físico signilzca una desbaralmnielllo grm'c del yo J' la parálisis del priJlCipio de place); gllardiá" de 7/lIestro equilibrio psíquico, El dolor expres" algo 'lile está más allá del l' 1'''1 Clj,,'o de placer, Conmociona al )'0 pero n, lo des[rU)'E.
"Un suceso, por ejcmplo un traumatismo exterior, producirá siempre una gran perturbación en la ee onomÍa energética del organismo y pondrá cn marcha tcdos los medios de defensa, Pero el primero que quedará lucra de combate será el principio de pJacer.))c, Freud
El dolor es una seudopulsión
En las pocas ocasiones en que FrClfd definió el dclar físicO J lo comparó con la pu/sión. La agresión externa vanormal que provoca dolor evoca la agresión interna J' ;lonnal de la plllsión, En los dos casos, la excitación e5 co¡:stanle,
"Tampoco del dolor sabemos gran Cosa, El único contenido cierto est:i dado por el hecho de que el dolor [físico] 1 ",] aparcce cuando un estímulo que aLlca en h Fcriferia
":1;"'1\<,.\
109
;1brc una brech;l l'll los dispositivos antiestÍmulo y ;lctlía dcsde entonces como un estimulo plflsional contiIllJoJ'" Freud
«Es probable que el sentimiento específicamente penoso que acompai1a al dolor' psíquico provenga de una ruptura parcial de h barrera de protección, Así, las excitaciones que llegan de esta región periférica afluyen continuamente hacia el aparato psíquico central, como si se tratara de excitaciones procedentes del interior del apar:Ho.;:·7 Frcud
El dolor físico es, además, comparable con la plI!sióll, Cuando la agresión externa que provocó un dolor dCjd su huella en el inconsciente, se convierte en una excitación interna constante que hacer renacer el dolor en cualquier momento, También en este sentido, la plllsión)' el dolor se asemejan en la excitación pennanentc de Sil fuente.
<(Puede darse el caso de que una excitación externa que) por ejemplo) corroe y destruyc un órgano) se vuelva intcrna y así nazca una nueva fuente dc excitación constante y de aunlcnto de tensión que se asemeja en gran medida a l/na pulsión. Sabemos que en tal caso lo experimcntamos como dolores,»': Frcud
Pero, en verd¡1d, el dolor no es una ¡mIsión. SJfS objeti1)()S son diferentes: el dolor es una sÓlal de alarma para detener lo quc hace dar/o, mientras que la pu!sió1J busca el pldccr, Li-lS defensas del)'o son dlfe1'entes en c.1da caso: ante la plflsión, el .1'0 opone la represión; frente al dolor, qlfeda impolente.
"Pero el dolor, esta scudopu!sió¡¡, tiene el único objetivo de detcner la alteración del órgano y el displacer que la acompaña, [,,,] Además, el dolor es imperativo; sólo obedece a la acción elel tóxico que lo suprime,':> Frcud
Og~Jis:t
....
l/O
El placer y el displacer expresan el ritmo pdsional. El dolor, en cambio -tal como lo hemos defirido- es una ruptura de ese ¡-itIllO
DlI7"mlle ml(cho tiempo) Frclfd consideró el Ilacer y el displacer como las expresiones c/fiditrlÚ'vas de ;fJ1a dismiJllición o /(71 t1iill7Cnto de la tcnsióJI-psÍquica. En 1924, después de babe?- e¿'cnfi"cado que existen bajadas de tensión desagrt¡dablcs y suuidas de tensión placenteras, célmbió de criterio. Desde entonces, las sensaciones de pla¡ e¡- J' displacer cOiTe!Jponderán no )lIt a la intensidad de las l::J1s/ones, sino al ritrno de las variaciones tel1sionalcs. Esta JUleVd manera q/le M/opta Fre/ld para entender el placeri el displacer -que, sin embargo, 110 desarrolló- HOS incitá a dcfini1- eL dolor como /fna fuptlf)'{1 de! ritnzo jJ,,!sional ya distinguirlo del displace)'.
(,[ ... ] l-Iay tensiones marcadas de placer y distensiones desagradables [ ... ]. De modo que el placer "o el displacer no pueden atribuirse al acrecentamiento y 1:;; disminución de una cantidad que llamamos tensión de c.>tímulo. [ ... ] Parece que no dependen de ese factor cuantiutivo, sino de un carácter [ ... ] cualitJtivo. 'Tal veZ sea el ritmo, el fluir temporal en las modificaciones, o los aumentos y disminuciones de la cantidad de estímulo; no lo sabemos.» ;,' Frcud
"Probablemente, el displacer o el placer "O dependan del grado absoluto de !<lS tensiones sino, antes bien, del ritmo de las variaciones de estas últimas.))I! J-relfd
La memoria del dolor
Una COS11 es haber tuivido uu dolor violo:¡to J' otra es re·7)ie'ido como 1m arecto doloroso. Mie"tr"s que el dolor pasddo habia sido ¡n-ovoCtzdo por un agente exte,~noJ el afecto doloroso de boyes el resultado de Uila estlmhlación inter)la; a me¡¡udo imperceptible.
E~!r,ln!)s de nhr~s de Freud y do.' LJCJ!1 sobre el dolor físicu /JI
"En el caSO de una experiencia dolorosa, b fuente es, evidentemente, la cantidad de energía que llega desde el exterior~ en el caso de 105 afectos [dolorosos], es la cantidad de energía interna liberada por la brecha ya ;1bierl;1.'>
Frcud
El antiguo dolor traumático hizo qlfe las neuronaS del reclferdo sc volviesen tan sensibles quc la menor estilJ1Jflació}] interna las reactiva l' hace aparecer un nuevo dolor. FrclId llama ,(afecto.>' a ~5te nuevo dolor JI ,(apertura de Jli1t7 brechtP\ al fenómeno de sensibilización de 1,1s neuro
nas.
"El dolor pasa por rodas las vías abiertas. [ ... ] El dolor deja a su paso brechas permanentes abiertas en las neuron~lS del recuerdo, comO un flechazo ~lmoroso.) : Fn:ud
Como todo arecto, 1m dolor experimentado eS el rcwerda de U?l dolor anleá01:
"El afecto no es más que la reminiscencia de Ulla expericnci'l.)) H Frcud
«[Los afectos serían] reproducciones de acontccimientoS antiguos, de importancia vital, evcntualmente anteriores al individuo.»·" Frcud
"Los a[ecros en general [ ... .1 se incorporan a la vic'" del ;lIma como precipitados de experiencias muy antiguas vividas de manera traumática, que Juego se evocan en situaciones similares como símbolos mnemónicos .. '>''-' Frclfc!
Todo dolor es el recuerdo de un dolor antiguo y toda pérdida es la reproducción de una primera pérdida ya olvidada
Virmos adquiriendo la ci1pacidad de representarnos una le
sión corpor,,1 a medida que suFimos direrentes pérdidm en
r,)gnli;';1
J12 El IJtlLU1( F1SIC:O
la inf.lncltt: el Jlacimiento) el destete o la defec:'ción, Estas prueúas enseiian ~d niJlo que le pueden Ia!ttlr las COSaS
esenciales. Cuando el 'lJarón llega a repreSeJllane la pérdida del pene) aptnece Id angltstia de la pérdida, (, ue conocemos con el norrzbrc de "angustia de cast'ración)-'
((.El niiio adquiere la representación de un daj"',o l1;1rcÍ5i8-ta por pérdida corporal desde el momento en que pierde el pecho materno después de haber mamado, de"de elmomento en que desprende cotidianJ1l1ente las heces y aUn desde la separación del víentre materno en el momento del nacimiento. Sin emb;1rgo, no se deberi;1 habhr ck un con1-piejo de castración sino a partir del momento en que esa representación ele una pérdida se refiere al órgano genital masculino,:·) I~ Freltd
(( Llega un momento en que el nii1o, tan orgullC50 de poseer un pene, tiene ante sus ojos la zona genit;¡] ele una niila y necesita convencerse de que a un ser tan parecido :J
él le Falte el pene. Así, para él se vuelve representable lo pérdida de su propio pene." u. Frmd
El dolor inconsciente
Freud definió el dolor inconsciente como 1f71 cslab,')n intermedio entre 1/11a percepción externa JI Ot/'tl intl.'i"nt1, Lr¡ /mella que dejó un da/ar pas"da en el inconscien:e puede COJlVC7-tirse en una excitación interna capaz de de~'e71cadellar otro dolOl: El dolor pasado fue provocado por ,:l1a percepción externa, nzicntras que lo que despierta e,! nUC1)O dolor es Una percepción interna.
"Del mismo modo que las tensiones producidas por las necesidades, el dolor, ese eslabón intermeclió entre la percepción interna y la percepción externa, que se comporta como llJ1a percepción intcrnJ -aun cuando tenga S~l fuente en el mundo exterior-, puede permanecer iguJ :mcnte inconsciente.))~'¡ Frclfd
í) gnli,.,;¡
El dolor corporal halla su explicación en la sobreinvestidura de la representación mental de la f13rte herida del cuerpo
/1]
«[El dolm· físico] también se cxpliGl en virtud de la concentración -de la investidura en IJ represelllación psíquicl del lugar dolorido del cuerpo. Ahora bien, la analogía que permitió la trallSferencia de la sensación de dolor a la esfera anímica parece residir precisamente en este punto.»~" Frelld
El dolor físico es un exceso de amor por el organo lesionado en detrimento de los otros objetos de amor
Así es C01]10 reacciona el yo al trauma qlfe sigue a /[Jla
efracción de {os tejidos protectores: reZ:ine todas {as fuerzas de que dispone )', pagando el precio de debilitane, f,u concentra (contracargas) en un solo punto, el de la herida; más exacttZmellte, en e{ plinto de la Tepresentaáón psíqJfica de la herida.
« ¿ y qué reaccÍón [del yo] contra esta irrupción podemos esperar? [El yo] apelo a todas las cargas de energía existentes en el organismo a fin de constituir un;t carg<1 energética de una intensidad correspondiente en los alrededores de la región donde se produjo la irrupción [herida]. Así se fOfma una poderosa contracarga que se cobr" el precio de empobrecer todos los otros sistemas psíquiCOS.))2: Freud
El dala>· es 1111 afecto que proviene de la sobrein-vestidur(/ de la representación de! órgano lesionado )', súnltltáneaIIlCllte, de la desil1vestidura del mundo exteriOl:
"En el dolor corporal aparece una investidura elevada, que debemos llamar narcisista, del lugar del cuerpo dolorido, investidura que aument<1 sin cesar y actúa sobre el yo, por así decirlo, vaciónclolo.»éC Frwd
..
ll-l El DUI PR ríslcu
"L, persona que sufre un dolO?' orgánico r ... ] abandollJ su interés por L1S cusas del mundo exterior por ·:uanto ésras no tienen relación con su sufrimiento, [.,.: J\c!cm;ls, rctiLl su inter0s libidinal de los objctos de ame'!' quc dCj,l de alllar durante tudo el tiempo que sufrc.;·> rr::lfd
El dolor fortna nuestro yo y nos enseña a des,:ubrir nuestro cuerpo
Cut/lulo sentimos dolor, nos representmnos el cferpo y, al h'7ccrlo) constituimos nuestro yo, pues el yo IZtl(f: de todas 1.:1S percepciones sensoriales y de h/.s re¡JTeSellttlcinles qJfe se formall en el psir¡lfismo.
"El propio cucrpo y, antc todo, su superficie ,:10 piel] es un lugar de donde pueden provenir simultáneamente percepciones externas e internas. El dolor [ ... ] p¡:"recc tener una parte en esto. [ ... ] Uno adquiere un nue,'o conocimiento de sus órganos)' llega a representarse su propIO Cllcrpo.»)·:; Frcud
Elyo es IfIla SlIpCljlcic doble: la imagen 117ell/d de la 5/1-pCljicie del c/lapo )' la 5/1pelficic perceptiva a el aparato psíqUICO,
"El )'0, finalmente, se deduce de sensaciones corporales [entre ellas, el dolor], principalmente de las qu" tienen su fuente en la superficie del cuerpo. [el yo] puede, pues, considerarse como UllJ proyección mental de lZi superficie del cuerpo v además [ ... ] representa la superficie del aparato [psíquico].'" 1're/l'/
El dolor psicogénico
El dolor psicogénico es aquí la expresión so}]uit;ca de una ¡mIsión masoquista y reprimida; en lugar de lI:la plflsión n7t1Soqflist:1, aparece un d%rfisico sin Ct1!fsa or:/ánica qlfe
//5
lo jllstifiqlfe. Si /d repn:sión no hubiese detenido el tl'l-'iIllCr
de la plf!sión J éstt1 se habría expresado plenmnellte C0l/70
un dolor mm-id
«Pero, finJlmcllte, ¿qué es lo que se transforma en dulOTes f{sicos? Y la prudente respuesta es: algo que habría podido y que habría debido ehr nacimiento a un dolor moral.»" Frclld
«El mcclnislllo [generador de un dolor histérico] es 1;1 conversión, es decir que, en el lugar de los dolores morales evitados, sobrevienen dolores flsicos.»)~:; Frcl-ld
El dolorj/sico puede ser JI}] sÍntonul j es dcci1~ la sdtisfacción slfstitutiV¡7 de una plllsión reprimida.
"Tomemos como ejemplo el dolor de cabeza o los dolores lumbares histéricos. El análisis nos muestra que, mcdiante la condcnsación y el desplazamicnto, esos dolores han llegado a ser una satisfacción sustitutiva de toeb un;l serie ele fantasías o de recuerdos libidinales."l·' Fre/ld
Dolor y goce
Para LacmI, el dolorfísico es la figura más pUhl del goce.
«[ ... ] pues lo que yo llamo goce, en el sentido en que el cuerpo se siente a sí mismo, es siempre del orden de 1;1 tensión, de lJ activación, de la dcfensa, hasta de b h;1zaña. Indiscutiblemente, hay goce en el nivel donde comienza J aparecer el dolor y sabemos que sólo en ese nivel elel dolor se puedc experimcntar toda una dimensión del orgJnisl11o quc, de otro modo, queda velada.»": Laca]]
ognli'>:l
....
N atas de los extractos
1. "Au-clcJa clu principe de plaisir», en Essais de pSYc/hIJla/yse, Payor, 1971, pág. 37.
2. «Esquissc d'une psychologie scicntifique;}, en LI1 Nais-sanee de la ps)'chanalyse, PUF, ]1.)91, pág. 326.
3. 1bid. 4. 1bid., pág. 327. 5. "Au-dela du principe de plaisirJ', op. cit., pág. 37. 6. «Inhibítion, sympromc el angolsseJ', a!.Jfvrcs completcs,
PUF, lOmo XVII, 1992, p;'ig. 285. 7. "Au-dela du princjpc de plaisip>, op. cit., p;í.g. 37. 8. ,<Le reíoulcment», en ¡Hétt1psychologic, Gallimarcl, 1968,
pág.46. 9. 1bid.
10. "Le probleme éconoI11lque du masochismc", Cl:"wurcs completes, PUF, tomo XVII, 1992, pág. 12.
11. Abrégé de ps)'chanalysc, PUF, 1985, pág. 5. 12. "Esquissc c\'une psychologie scicmifique;<>, op. cit., p;í.g.
327. 13. 1bid., pág. 352. 14. Les Premien Psyc!Jt171alystes, GalJilllard, 1978, 101110 11,
pág.317. 15. «Inhibition, symptÓI11C et angoissc,), op. ci!., p~lg. 2-llJ. 16. ¡bid, pág. 211. 17. «L'organis3.tion génitalc inhmilc), Q'uvrcs compli'IL'S,
PUF, 101110 XV!) 1991, pág, 308, nota l. 18. "La disparition du complexc d'CEdipe,' Q'UrU),¡!5 cornpli:
tes, PUF, tomo XV!!, 1992, pág, 29. 19. ,-·Le Moi et le \=a)" en Essais de psycha.nalysc, Payor) 198 1,
pág. 234. 20. ,dnhibitiOll, symplol11c e[ 3.ngoissc», op. cit., pág. 286.
ID gcdis:¡
118
21. "i\u-clelJ c/u principc de pbisir,,~ op. cit., pág. ,i7. 7, "lnhibirioll, symptollll' tI ~1Jlgoissc}', op. cit., p,ig. 285. :23. ·,Pour inrroduire le l1arcissisll1c->" en La \fié' se:c'icllc, PUf,
1981, p,lgs. 8S-89. 1·1, "Le [vIoi el le (:'P" op. cit., p;ig. 238. 2.5. fL'id. :::6. ¡/;id.
27. {[{lIles Slfr I'byslérie, PUF, 1990, p;íg. 132. 28. lbíd.
29. ]lllrod"c!iol1 {¡ fa ps)'chawd)'sc, Payor, 1961, p:ig. 368. 30, .(Psychan~dyse el méclecillc), en Letlrr:s de !'-':colc frcll
dicl1nc, n.O 1, '1966 o también en Le Bloc-Notes de la ps),cba-1117/YSC, 1987, n.o 7, p;í.gs.14-25.
Agradecemos a Jos editores de cada obra citad8 de Freud y LaCi111 habernos permitido su inclusión en esta); páginas.
Freud, s.
Selección bibliográfica sobre El dolor físico
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