epica e inmigración: reescrituras del pasado...
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Epica e inmigración: reescrituras del pasado colonial
Silvia Tieffemberg Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas Universidad de Buenos Aires
Universidad de Morón Prepared for delivery at the 2001 meeting of the Latin American Studies Association, Washington DC, September 6-8, 2001" "¿Cómo optar entre hechos imaginados y hechos documentados? ¿No se complementan acaso en sus oposiciones y contradicciones, en sus respectivas y opuestas naturalezas? (...) son dos caminos diferentes, dos maneras distintas de concebir el mundo y de expresarlo. Ambas polinizan y fecundan a su modo (...) la mente y la sensibilidad del lector, (...)" Augusto Roa Bastos, Vigilia del almirante I. Literatura e historia, el asedio al pasado El estudio ya clásico de Amado Alonso sobre la novela histórica
comienza planteando un interrogante que el mismo estudio no termina por
responder: "Yo no sé que suerte de incompatibilidad pugna por insinuarse
entre la novela histórica y la creación literaria (...)"1. Esa incompatibilidad es
casi un malestar en sordina, una piedrecita en el zapato cuyas aristas se clavan
allí donde literatura e historia se cruzan. Porque, como dicen en el film
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argentino La historia oficial, literatura e historia siempre se encuentran. Y se
encuentran porque, si la historiografía actual ha renunciado a su rol mimético2,
reivindica aún su carácter explicativo, y la literatura es- tomando lo que dice
Saer sobre la ficción- una antropología especulativa3. Ambas compiten por
generar explicaciones4 o más precisamente "efectos explicatorios" en la
terminología de Hayden White5. Pero, aún cuando, también siguiendo a
White, consideremos a la obra histórica "una estructura verbal en forma de
discurso de prosa narrativa" cuyo "contenido estructural profundo" es de
"naturaleza poética"6, no podemos caer en la simplificación de asimilar
literatura e historia7. Mejor parece, considerarlos discursos que se asedian, tal
vez de manera unidireccional, pues a menudo es la literatura quien acecha la
presa que durante mucho tiempo se sintió como propiedad casi exclusiva de la
historia: el pasado. El pasado posee el aura que legitima el intento ciclópeo de
1 Amando Alonso, Ensayo sobre la novela histórica. El modernismo en La gloria de Don Ramiro. Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, Instituto de Filología, 1942, p. 9. 2 Para Lukacs, en su célebre estudio sobre la novela histórica (1937), tanto la historia como la novela histórica -continuación de la novela realista del siglo XVIII-, llevan como principal objetivo reflejar el desarrollo del proceso de transformación social que permite el paso de los pequeños ejércitos profesionales al ejército de masas, con los cambios cuantitativos/cualitativos que ello implica. (las cursivas son mías) 3 Juan José Saer, "El concepto de ficción" en Punto de vista, p. 28. 4 Paul Veyne en Comment on Ecrit l´Histoire. París, Seuil, /1971/ 1978, p. 67, expresa que aquello que llamamos explicación no es más que la manera que tiene el relato para organizar una intriga comprensible. 5 Hayden White. Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX. México, Fondo de Cultura Económica, /1973/ 1992, p. 9. 6 Op.cit., p. 9. 7 Si bien Chartier reconoce la "pertenencia de la historia a lo narrativo" no cree que la "inteligibilidad histórica" se mida solamente "con la vara de la credibilidad que ofrece el relato". La intriga o el relato es "una operación de conocimiento que no pertenece al orden de la retórica", centrada en el fenómeno histórico como "realidad borrada" que puede hacerse inteligible "a partir del cruce de sus huellas accesibles". Roger Chartier, El mundo como representación. Historia cultural: entre práctica y representación. Barcelona, Gedisa, 1999, pp. 74-75.
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aprehenderlo. La literatura -definida como artefacto cognoscitivo por Noé
Jitrik8- se lanza al ruedo sobre el discurso historiográfico que la precede como
referente9 y busca el flanco inerme -donde pueda disputar el sentido- para
clavar las banderillas. Aquella es, tal vez, la incompatibilidad entre literatura e
historia de la que habla Amado Alonso: la certeza de ser contrincantes ...
eternamente.
Podríamos partir desde lo fáctico y considerar el pasado como aquel
discurso que representa (dice representar/cree representar) acciones y sucesos
según una determinada organización que les confiere un orden y una jerarquía.
Pero, a los efectos de este trabajo, voy a partir de la afirmación de Manuel
Cruz en cuanto a que "el pasado es teoría del presente"10. Esta perspectiva no
quiere dejar de lado el hecho de que, efectivamente, "algo ocurrió en el
pasado", sino destacar que ese "algo" se rescata, se recupera, se plasma en un
discurso en relación directamente proporcional a la capacidad que le
atribuyamos de hacernos más comprensible nuestro presente. Y es en este
sentido que Manuel Cruz postula para el discurso histórico "la existencia de
un vínculo privilegiado con el presente"11. Eternos contrincantes, historia y
literatura, esta última también reclamará para sí el privilegio de ese vínculo.
8 Noé Jitrik, Historia e imaginación literaria. Las posibilidades de un género. Buenos Aires, Biblos, 1995, p. 65. 9 Op. cit., p. 49. 10 Manuel Cruz, Filosofía de la historia. El debate sobre el historicismo y otros debates mayores. Barcelona, Paidós, /1991/ 1996, p. 45.
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La imagen clásica del presente iluminado por el pasado deberá ser puesta en
perspectiva desde la evidencia de que es el presente quien propone los
interrogantes que van a encontrar respuesta en el pasado12. Frente al pasado y
al futuro no puede negarse la "superioridad ontológica" del presente, "único
lugar realmente existente"13.
"Nuestra idea del pasado" dice Pierce, "es precisamente la idea de
aquello que está absolutamente determinado, fijado, fait accompli, y muerto,
frente al cual el futuro está vivo, es plástico y por determinar", a lo cual Danto
replica: "La afirmación de Pierce es falsa. Siempre estamos revisando
nuestras creencias sobre el pasado, y suponerlo fijado sería desleal al espíritu
de la investigación histórica. En principio, cualquier creencia sobre el pasado
es susceptible de revisión, quizá de la misma manera que cualquier creencia
acerca del futuro." 14
Lo que sigue es un intento de mostrar a Uds. cómo dos momentos
históricos diferentes generan -a partir de un mismo referente, que remite a la
zona rioplatense argentina en la época colonial temprana- su propia teoría
sobre el presente.
11 Op. cit., p. 16. 12 Op. cit., p. 19. 13 Op. cit., p. 18. 14 Op. cit., p. 19. Cruz cita la disputa tomada del libro de A. Danto, Historia y narración. Introducción de Fina Birulés. Barcelona, Paidós, 1989, p. 100.
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II. El inmigrante, refundación y heterogeneidad
La ciudad de Buenos Aires, actual capital de la República Argentina,
fue fundada por primera vez en 1536 por Pedro de Mendoza y despoblada por
Domingo Martínez de Irala en 1541. Juan de Garay, quien poco tiempo antes
había fundado la ciudad de Santa Fe, vuelve a fundarla en 1580.
"La primera fundación de Buenos Aires", dice Enrique de Gandía, "fue
determinada por causas políticas y militares: las de ocupar el Río de la Plata
e impedir el paso de los portugueses (...) en dirección a las minas del Alto
Perú (...)"15. La corriente que originó la primera Buenos Aires vino del
Atlántico, siguiendo el derrotero marcado por Gaboto y llevaba el objetivo no
declarado de alcanzar el imperio fabuloso del rey blanco y -al menos- emular
la gloria y el oro conseguido por Cortés y Pizarro. La corriente que fundó la
segunda Buenos Aires, en cambio, llegó desde el interior de América y el
interés era puramente comercial: establecer un puerto para agilizar las
comunicaciones con Europa. Acompañaban a Garay un grupo de colonos
afincados desde tiempo atrás en la región, entre ellos, incluso, se contaba con
mayoría de mestizos.
15 Enrique de Gandía, "La segunda fundación de Buenos Aires" en Historia de la nación argentina (desde los orígenes hasta la organización definitiva en 1862. Director General Ricardo Levene. Buenos Aires, Imprenta de la Universidad, 1937, v. III, p. 275-276.
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Este núcleo narrativo constituye el referente de dos textos que
pertenecen a la literatura argentina del siglo XX: el drama histórico Santa
María del Buen Aire (1936) de Enrique Larreta y Río de las congojas (1981)
de Libertad Demitrópulos.
No abundaré en detalles sobre la situación histórico-cultural de la
década del treinta en Argentina. Digamos, simplemente, que la caída del
presidente constitucional Hipólito Yrigoyen en el ámbito nacional y el
fantasma de un segundo conflicto bélico agigantándose en el horizonte
europeo, cuando la primera guerra no acallaba aún sus ecos, implicó un
reacomodamiento en los sectores culturales dominantes. Reacomodamiento
que significó, en síntesis, revisar los mecanismos de legitimación de los
proyectos de estos sectores, privilegiando el eje Europa (España)/América.
Las tensiones ideológicas de la época pueden esquematizarse, para
Miguel Guérin, en dos grandes grupos de ideas contrapuestas: "quienes
proponían la defensa de lo nacional mediante la aceptación de un programa
único e insoslayable destinado a exaltar la consecuencia y continuidad con el
pasado, y quienes defendían la libertad de elegir el camino personal de
creación y explorar lo nuevo"16.
16 Miguel A. Guérin,"Inmigración, ideología y soledad en la génesis de Radiografía de la Pampa" en E. Martínez Estrada, Radiografía de la Pampa, Edición crítica. Coordinador: Leo Pollman. Argentina, Brasil, Colombia, España, Francia, Italia, México, Portugal, Archivos, 1991, p. 397.
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Enrique Larreta, quien, sin lugar a dudas, pertenece al primer grupo,
trama su relato sobre el pasado en el modo épico para construir su teoría sobre
el presente.
Retomo ahora el concepto de "efecto explicatorio", propuesto por
Hayden White, al que ya me he referido. Lo que me parece más interesante de
este concepto es que lo explicativo del relato histórico, que parecía ser el
punto final, resultado de una o varias operaciones lógicas -recordemos que
para Amado Alonso "La historia expone las acciones en sucesión, e induce de
ellas, explicativamente, la índole adecuada de sus actores."17- se convierte en
el punto de partida. Lo explicativo, muy cercano a lo que Cruz llama "teoría
del presente", está en la génesis del relato sobre el pasado. "Si en el curso de
la narración de su relato el historiador le da la estructura de trama de una
tragedia", dice White, "lo ha "explicado" de una manera; si lo ha
estructurado como comedia, lo ha "explicado" de otra. (...) Identifico por lo
menos cuatro modos diferentes de tramar: el romance, la tragedia, la
comedia y la sátira. Puede haber otras, como la épica, (...)"18.
Efectivamente, yo propongo la lectura del drama histórico de Larreta,
Santa María del Buen Aire, como un texto tramado desde la épica, cuyo efecto
explicatorio, lo connota con una postura ideológica acorde. Más allá de
17 Alonso, op. cit., p. 19. 18 White, op. cit., p. 18.
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tratarse de una narración sobre héroes y acciones bélicas, la epopeya es el
género monológico por excelencia. No admite el diálogo, ni las opiniones, ni
las dudas, tanto del enunciador como del enunciatario: en la epopeya no
existen contradicciones porque hay una sola concepción del mundo19.
Acorde con esto, Santa María del Buen Aire presenta un debate
obturado. El vínculo España/América que el texto propone es claro y unívoco
desde la génesis: los errores se justifican en aras de la nobleza y el idealismo
evangélico de la empresa, "(...) y eso es fácil comprobarlo, sin que sea
menester la defensa de nadie." 20, concluye Larreta.
"España", dice, además, en el Prólogo de su obra, "está ahora a punto
de ofrecer a la admiración universal el conocimiento de una nueva epopeya.
Llámola nueva porque habrá de serlo para muchos, habrá de serlo aún en
Buenos Aires, donde la primera fundación, la verdaderamente gloriosa, ha
permanecido olvidada y será conmemorada dentro de poco por vez
primera."21
El prólogo a Santa María del Buen Aire, no solamente abre un diálogo -
que clausura mediante la trama épica- sobre la redefinición del vínculo con
España, también lo hace con respecto a la llegada masiva de inmigrantes
19 Mijail Bajtín, Esthetique et theorie du roman. Traduit du russe par Darie Olivier. Preface de Michel Aucouturier. París, Gallimard, /c. 1940/ 1978, pp. 452-453. 20 Enrique Larreta, Santa María del Buen Aire. Drama en tres actos estrenado en el Teatro Español de Madrid el 6 de diciembre de 1935. Buenos Aires, Viau y Zona, 1936, p. 16. 21 Op.cit., p.14.
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europeos. "La primera fundación", dice Larreta, "la verdaderamente gloriosa":
el texto muestra, así, por elusión de una de ellas, dos figuras enfrentadas:
Mendoza y Garay. Ambas constituirán uno de los ejes que articularon el
debate sobre la inmigración masiva europea.
Con la llegada de la tercera ola inmigratoria a la Argentina22, finalizada
a comienzos de la década del treinta, la ciudad de Buenos Aires, que absorbió
el cincuenta por ciento de los recién llegados, vio establecerse en las casas de
inquilinato, hasta el momento solo habitadas por italianos y españoles, a rusos,
polacos, alemanes y franceses.
Los debates del proyecto de la república en cuanto nación habían
comenzado algunos años antes, impulsados por la celebración del centenario
de la emancipación. Estos debates se centraban "en el grado de articulación
que se produce en la "tierra", entre el indio, el español y la reciente
inmigración masiva, (...)"23.
Emilio Becher, crítico y articulista de La Nación entre 1906 y 1909, fue
uno de los primeros en sostener y defender la continuidad cultural del proceso
iniciado por España en el siglo XVI. De la misma manera, defiende "la idea
22 A partir de 1856 y aproximadamente hasta 1955, llegaron a la República Argentina miles de europeos conformando un proceso migratorio que no fue uniforme. En ese lapso pueden distinguirse cuatro períodos. El primero abarca desde 1856 hasta 1890, muchos de estos inmigrantes se instalaron en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores y en la Pampa húmeda. El segundo comienza en 1904 y finaliza en 1914, fue el período de mayor afluencia de extranjeros. El tercero abarca desde 1914 hasta 1930. El cuarto período comienza en 1947 y finaliza en 1955. A principios de siglo, tres de cada diez habitantes de la ciudad de Buenos Aires eran extranjeros.
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de la educación común como integradora y formadora de la identidad
nacional" ante la presencia de grupos culturales exógenos24. La obra de
Becher tiene evidentes puntos de contacto con las de otros precursores
portadores de las ideas del centenario: Manuel Galvez que había publicado El
diario de Gabriel Quiroga (1910) y El solar de la raza, y Ricardo Rojas.
El proyecto político de Ricardo Rojas sobre la nación, desarrollado,
fundamentalmente, en sus tres libros: La restauración nacionalista (1909),
Blasón de Plata (1912) y Eurindia (1924), consideraba la presencia masiva de
inmigrantes europeos una amenaza a "la autonomía espiritual" del país. Pero
este "cosmopolitismo" exótico podía ser controlado mediante un
"nacionalismo restaurado". La educación oficial -especialmente la historia y
las humanidades-, transformaría, no ya a los inmigrantes, sino a sus hijos, en
individuos susceptibles de ser asimilados al proyecto nacional.
Eurindia, cuyo título extenso es Ensayo de estética fundado en la
experiencia histórica de las culturas americanas, desarrolla la fórmula
indianismo/exotismo que Rojas propone como superación de la polarización
civilización/barbarie, para la interpretación de la cultura argentina25.
23 Guérin, op. cit., p. 392. 24 Jorge B. Rivera, "El ensayo de interpretación. Del centenario a la década de 1930" en Historia de la Literatura Argentina. Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1980/1986, p. 434. 25 Graciela Perosio y Nannina Rivarola, "Las primeras décadas del siglo" en op. cit., p. 220.
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Rojas entabla un diálogo retrospectivo con Alberdi, para quien la
inmigración anglosajona era garantía de la ruptura con el pasado colonial. Las
Bases para la organización política de la confederación argentina (1852) de
Juan Bautista Alberdi fueron el sustento teórico que condenó a la nación,
según Rojas, a padecer un interés desmedido por un progreso orientado
solamente al desarrollo material26. Del mismo modo, Rojas polemiza con el
joven Ezequiel Martínez Estrada.
Cuando en 1927, Martínez Estrada publica su cuarto libro de poemas,
Argentina, Rojas le dirige una carta con su apreciación crítica. La poesía de
Martínez Estrada tildada de "modernísima" por Rojas, lleva una sanción
implícita desde que en Eurindia había condenado el movimiento liderado por
Darío, que había encontrado adeptos en el país debido a la "vanidad
individualista" y a la "inmigración cosmopolita". La literatura argentina para
Rojas se reducía entonces -según la apreciación de Guérin- a "un instrumento
para resistir la agresión a la "conciencia nacional" que la inmigración
masiva implicaba (...)"27. La lectura de los poemas de Ezequiel Martínez
Estrada muestra su confianza en la capacidad de transformación de los
26 Guérin, op. cit., p. 394. 27 Op. cit., p. 398.
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inmigrantes de un orden social que se percibe como asfixiante28 y, en este
sentido, se acerca al pensamiento de Alberdi.
A poco de publicarse la carta de Rojas, Leopoldo Lugones sumó su voz
a la polémica y publicó una elogiosa crítica a la obra de Martínez Estrada. Si
bien Lugones difiere radicalmente, en cuanto a la estética, del pensamiento de
Rojas, puesto que para él la finalidad del arte es beneficiar el alma poniéndola
en "estado de belleza", en lo ideológico finaliza por acercarse. Los Poemas
solariegos, publicados por Lugones en 1927, están encabezados por una
dedicatoria a los antepasados que adopta el discurso de Rojas sobre los
orígenes, discurso en el cual Martínez Estrada no se sentía legítimamente
representado29.
Es curioso como, para algunos, el debate sobre los orígenes y el
exotismo de la inmigración masiva cristaliza en la construcción de la figura de
Juan de Garay.
El fundador de la segunda ciudad de Buenos Aires es descripto por
Enrique de Gandía de esta manera en un texto contemporáneo al de Larreta:
"(...) prototipo del inmigrante español que ha formado la grandeza del país
con su trabajo, (...) es el hombre que sale de niño de sus montañas para
28 Op. cit., p. 399. 29 Op. cit., p. 397.
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entregar su juventud a estas llanuras inmensas (...)"30. De la misma manera,
de Gandía hace una lectura profética de la inmigración, en la expedición
fundadora de Garay: "Todos sabían que les esperaba el trabajo duro de la
tierra, (...) pero no ignoraban, tampoco, que algún día, cuando fueran viejos,
cosecharían el fruto de sus sacrificios en miles de cueros y de cabezas de
ganado que representarían una riqueza mucho más grande y positiva que las
minas (...) de la Sierra de la Plata (...)"31.
Paul Groussac distingue una y otra fundación, caracterizando la
"tentativa" de Pedro de Mendoza como una "conquista" y la "obra" de Juan de
Garay como una "colonización"32, mientras que presentiza la figura de Garay
llamándolo "buen obrero"33.
Para Larreta, Garay es un personaje que "se dice por ausencia". Si el
drama histórico, Santa María del Buen Aire, es el vehículo para dar a conocer
-como él mismo declara- una fundación tan desconocida como gloriosa, la
otra, aquella liderada por Garay -"prototipo del inmigrante español" para
algunos-, carece de la gloria de la primera. Pero donde podemos ver
claramente que la aprehensión que hace Larreta del pasado colonial es una
30 Gandía, op. cit., p. 286. 31 Op. cit., p. 276-277. 32 Paul Groussac, Mendoza y Garay. Tomo II. Juan de Garay. Buenos Aires. Academia Argentina de Letras, 1950, p. 302. 33 Op. cit., p. 303.
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lectura del presente que percibe amenazado por la inmigración europea, es en
Las dos fundaciones de Buenos Aires.
Publicada en 1933, la obra es, sin dudas, la génesis de Santa María del
Buen Aire34. En ella puede leerse, mediante fragmentos que van componiendo
-a través de estructuras unimembres a la manera de pinceladas impresionistas-,
la imagen nostálgica de una Buenos Aires que irremediablemente se
transforma. A semejanza de un flâneur que se desplaza en el tiempo, Larreta
lleva al lector de la ciudad presente a la aldea colonial, para detenerse
finalmente en la colonia y narrar las dos fundaciones de Buenos Aires. A la
primera ya la conocemos a través de Santa María del Buen Aire. La segunda
se refiere en pocas líneas: "Todo se efectúa tranquilamente. Se acabó la
epopeya. Empiezan el orden y el provecho"35. Esta segunda fundación, para
Larreta, carece de las glorias de la épica porque la anima un fin práctico y no
la "nobleza" y el "idealismo evangélico" que animó el proyecto de la
conquista y colonización españolas36. Sin solución de continuidad, Larreta
pasa de considerar la estructura urbana delimitada por Garay, a los cambios
producidos por "la gran inmigración de Italia meridional"37 en la arquitectura
porteña: "(...) los zaguanes de nuestras casas, (...) se engalanan de bailarinas
34 En el prólogo de Santa María del Buen Aire encontramos párrafos enteros que también se encuentran en Las dos fundaciones de Buenos Aires. 35 Enrique Larreta, Las dos fundaciones de Buenos Aires. Estudio preliminar, notas y edición a cargo de María Hortensia Lacau. Buenos Aires, Kapeluz, 1964, p. 76. 36 Santa María ..., op. cit., p. 16.
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aéreas, sobre fondo negro encarnado, faunos que terminan en volutas de col,
amorcillos, estandartes, lorigas, terrazas imaginarias: (...)"38.
Abigarramiento, polimorfismo, colorido excesivo, disonancia. En definitiva se
ha producido "la invasión "de todos los hombres del mundo""39. Entonces, ahí,
la evocación y la nostalgia: el Buenos Aires aldea, la tranquilidad colonial
aromada de sahumerios, los zaguanes en la siesta de verano, la penumbra del
patio40. En el presente, el progreso, "proliferación morbosa, neoplasma"41 y
una arquitectura que muestra el rastro estético del inmigrante con "la peor de
todas las fealdades: lo heterogéneo"42.
El presente subsume al pasado y la segunda fundación de Buenos Aires,
obliterada en Santa María del Buen Aire, desaparece también en este texto
con/fundida con la presencia de la inmigración europea en el momento de la
escritura. El discurso se polariza entre espiritualidad/materialismo43, partiendo
de un desplazamiento semántico: Mendoza/Garay en el comienzo, deviene
Mendoza/inmigrantes italianos en el final. Esto es que Pedro de Mendoza se
convierte en el símbolo espiritual del "generoso sentimiento cristiano" que
37 Las dos fundaciones..., op. cit., p. 85. 38 Op. cit., pp. 85-86. 39 Op. cit., pp. 96-97. 40 Op. cit., p. 91. 41 Op. cit., pp. 94-95. 42 Op. cit., p. 98. 43 La generación del Centenario, dice Jorge B. Rivera, op. cit., p. 343-344, se caracterizó por "una notoria pasión hispánica" y "la íntima convicción de un doble deber pendiente: por una parte el que compete a la reivindicación espiritualista (...); por otra (...) la salvación (...) de la nacionalidad."
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trasunta la expansión española sobre América44, en "la santa locura de
España, creadora de naciones"45. Juan de Garay es, en cambio, para Larreta,
"la cordura vizcaína"46, el hombre práctico que se apropia de una fundación
ya realizada pero sin los peligros de la primera47. Los inmigrantes italianos, la
invasión de todos los hombres del mundo, se apropiarán también de la ciudad
preexistente. Así, la segunda fundación de Buenos Aires, la que priva a
Larreta del "misterioso hechizo"48 de la ciudad virreinal, será llevada a cabo -
no por Garay- sino por la "proliferación morbosa"49 del inmigrante europeo50.
Si bien Larreta sostiene la continuidad con el pasado colonial, no
adhiere al discurso de Rojas sobre los orígenes y, por ende, tampoco a la
síntesis indianismo/exotismo. Por el contrario, en el prólogo de Santa María
del Buen Aire, vuelve a la dicotomía civilización/barbarie para justificar el
comportamiento de Juan de Ayolas, quien propiciara -y llevara a cabo- el
asesinato de Osorio, maestre de campo de la expedición de Mendoza: "Ayolas
es el ejemplo de uno de aquellos conquistadores que al sentirse en un medio
libre y salvaje [América], recogían en su frenética astucia la lección terrible
44 Santa María ..., op. cit., p. 16. 45 Op. cit., p. 17. 46 Las dos fundaciones ..., op. cit., p. 81. 47 Larreta lo dice apelando a un refrán castellano: "Uno es el que mata la fiera, otro el que adereza la piel, (...)", op. cit., p. 176. 48 Op. cit., p. 87. 49 Op. cit., p. 95. 50 Un desplazamiento similar puede observarse en el cuento "El primer poeta. 1538" de Manuel Mujica Láinez. La acción se desarrolla durante una de las -al parecer- frecuentes hambrunas que vivieron los habitantes de la primera Buenos Aires, cuando llega un barco al mando del marino genovés León Pancaldo.
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de la naturaleza. El jaguar, el aguará, la liana misma y el mismo árbol de las
selvas con su ferocidad sigilosa: he ahí sus maestros."51
III. Y en el comienzo fue la memoria
En 1981, cuando Argentina vivía los últimos años de la dictadura que
asolaba el país desde 1976, se publica Río de las congojas de Libertad
Demitrópulos. El referente vuelve a ser Garay pero el presente de la dictadura
exige otra teorización. La inmigración europea se percibe como un hecho
consumado que ha modificado la idiosincrasia del "ser argentino", cualquier
cosa que esto signifique, pero, fundamentalmente, como un hecho del pasado
que no se cuestiona. En la década del ochenta, por el contrario, no pocas
familias argentinas habían emigrado ante la posibilidad de "desaparecer" en
alguno de los centros de detención clandestina. Los organismos de derechos
humanos que, desde los primeros años de la dictadura, habían comenzado a
indagar sobre el destino de miles de personas que se suponían muertas pero
cuyos cuerpos nunca se habían recuperado, intensifican ahora su labor.
Libertad Demitrópulos no fue la única en articular desde la narrativa un
discurso que permitiera enfrentar el silencio monofónico de la dictadura52.
En el panorama de desolación de la pequeña aldea, los italianos "invaden" la ciudad con innecesarios objetos suntuarios.
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Respiración artificial de Ricardo Piglia, El beso de la mujer araña de Manuel
Puig, Nadie nada nunca de Juan José Saer, por citar algunos ejemplos, son
textos que hacen gala de no pretender ser "un reflejo real de los hechos", sino
que, por el contrario, ponen de manifiesto su carácter de constructo y se
repliegan en un discurso que no opone "otra versión" de los hechos al discurso
oficial, sino que desnudan los mecanismos ideológicos que hacen que todo
discurso sea una versión siempre parcial y provisoria de algo que alguien
supone que ocurrió o está ocurriendo. La literatura argentina durante el
proceso -dice Francine Masiello- "(...) juega con el orden natural de las
cosas; crea otro orden y disuelve el discurso oficial desde dentro."53 Río de
las congojas juega a hacer de los márgenes, el centro, desarticulando un
discurso que se encuentra instalado en algunos sectores de la sociedad desde
mucho antes del inicio del Proceso54.
La epopeya permea nuestra producción textual55 desde la llegada de los
europeos a América56. De hecho en la Jerusalén liberada (1575) de Torcuato
51 Santa María ..., op. cit., p. 16. 52 Véase al respecto Daniel Balderston et al. , Ficción y política. La narrativa argentina durante el proceso. Buenos Aires, Alianza, 1987; y Nombrar lo innombrable. Violencia política y novela argentina: 1975-1985. Buenos Aires, Legasa, 1992. 53 Francine Masiello, "La Argentina durante el Proceso: las múltiples resistencias de la cultura" en Balderston et al. , op.. cit., p. 25. 54 Me refiero al Proceso de reconstrucción nacional, autodenominación que las juntas militares de la dictadura dieron a su "gestión". 55 Recordemos, por ejemplo, la importancia de la épica en el pensamiento de Ricardo Rojas. Los primeros dos volúmenes de su Historia de la Literatura Argentina afirman el carácter fundante de la literatura gauchesca, basado en el concepto de épica que desarrolla la Estética hegeliana. 56 Con la aparición de la primera parte de La Araucana de Alonso de Ercilla y Zúñiga en 1569 se inaugura la llamada "épica de tema americano", cuyo contenido estará basado en la narración de la expansión del
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Tasso -que sirvió como modelo a muchas de las epopeyas americanas- se
encuentra claramente representada la teoría de los dos demonios y la guerra
justa, presente también en la llamada doctrina de la seguridad nacional
implantada por el gobierno de facto en Argentina.
Frente al discurso monológico de la épica, Libertad Demitrópulos opone
un discurso polifónico que narra la segunda fundación de Buenos Aires desde
las voces de dos mestizos, una criolla y un negro. Recuerdos y olvidos
desgajan versiones a veces contradictorias, de una historia que subsume el
centro desde el margen. El lugar de la enunciación se focaliza no en Buenos
Aires, sino en Santa Fe, desde donde Garay partió para fundar Buenos Aires,
el Río de la Plata cede el protagonismo al Paraná -llamado "río de las
congojas y los desabrimientos", la fundación misma de la ciudad queda
desdibujada frente a la narración del levantamiento de los mestizos ocurrido
en Santa Fe y la figura del héroe épico se desplaza desde Juan de Garay a la
criolla María Muratore.
occidente cristiano sobre nuestro continente. Al poema le sigue un número significativo de epopeyas ambientadas en América: Cortés valeroso y Mexicana de Gabriel Lasso de la Vega en 1588, Elegías de varones ilustres de Indias de Juan de Castellanos en 1589, Arauco domado de Pedro de Oña en 1596, Cuarta y Quinta parte de La Araucana de Diego de Santisteban y Osorio en 1597, El peregrino indiano de Antonio Saavedra de Guzmán en 1599, Argentina y conquista del Río de la Plata de Martín del Barco Centenera en 1602, El temblor de Lima de Pedro de Oña en 1609, Historia de la Nueva México de Gaspar Villagra en 1610, Compendio historial del descubrimiento, conquista y guerra del reyno de Chile de Melchor Xufre del Aguila en 1630, El vasauro de Pedro de Oña en 1635, Poema heroico hispano-latino panegírico de la fundación y grandeza de la muy noble y leal ciudad de Lima de Rodrigo de Valdés en 1687, Los actos y hazañas valerosas del capitán Diego Hernández de Serpa de Pedro de la Cadena, Armas antárticas de Juan de Miramontes y Zuázola, Nuevo Mundo y conquista de Francisco de Terrazas, Las guerras de Chile de Juan de Mendoza y Monteagudo y la Relación de la conquista y descubrimiento que hizo el gobernador don
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Los textos de Larreta son historias de fundaciones, el de Libertad
Demitrópulos es, también, una historia de fundaciones. Pero en Río de las
congojas, mientras los varones fundan ciudades, las mujeres fundan familias.
La novela lleva como epígrafe un poema del poeta griego contemporáneo
Yannis Ritsos donde se nos advierte:
"Conviene que guardemos a nuestros muertos y su
fuerza, no sea que alguna vez
nuestros enemigos los desentierren y se los lleven
consigo. Y entonces
sin su protección nuestro peligro iba a ser doble. (...)
Quizá será más seguro que los guardemos
dentro de nosotros mismos, (...)"57
Saber guardar a los muertos se convierte en un punto de inflexión que
polariza la trama argumental y determina dos tipos de fundaciones y distintos
agentes sociales que las llevan a cabo. Mientras la fundación de una ciudad es
un acto casi instantáneo entre la voluntad de un hombre y su concreción, la
génesis de una familia es un acto que necesita de la férrea voluntad de una
Francisco Pizarro, anónimo, todo estos, manuscritos que datan de la primera mitad del siglo XVI y el Purén Indómito de Diego Arias de Saavedra, manuscrito de principios del siglo XVII.
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mujer que persiste hasta la concreción, a través del tiempo. La permanencia de
estas fundaciones es también disímil: Santa Fe se despuebla aunque Blas de
Acuña permanezca en el sitio fundacional, mientras que la familia fundada por
Isabel Descalzo perdura más allá de la vida de quien la fundara. De la misma
manera, y con esto vuelvo al epígrafe de la novela, los hombres sepultan en la
tierra y resguardan tumbas y las mujeres sepultan en el alma y resguardan
mitos a través de la memoria.
La identidad de Blas de Acuña, cofundador con Garay de Santa Fe y
Buenos Aires, está determinada por el lugar físico: la plaza donde murieron
los jefes rebeldes, el naranjo al pie del cual ha enterrado un anillo mágico, la
tumba con los restos materiales de María. A ellos se aferra en un intento
agónico de contrarrestar la desintegración.
Por el contrario, la figura casi fantasmal de Isabel Descalzo, la esposa
no reconocida por Blas, se agranda y adueña del relato hacia el final de la
novela. Ella ha dedidido emprender la tarea ingente de fundar una familia. Y
esa tarea necesita de una mujer que la lleve a cabo y de un sustento histórico:
el de la memoria. Si bien cuando Blas regresa a la casa con el cuerpo de
María, Isabel ayuda a cavar la fosa y cuida esa tumba en ausencia del marido,
su verdadera tarea será narrar a los hijos la historia de María Muratore: "Ella
57 Libertad Demitrópulos. Río de las congojas. Buenos Aires, Sudamericana, 1981.
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aderezó la historia de la finadita (...) De tanto oir contársela los hijos fueron
aprendiéndola"58. Es decir, para conformar esta familia, Isabel no solo pare
los hijos, también les da un pasado común: "Y también fueron entrando en el
mito, porque si otros tenían blasones ellos tenían su historia con una mujer
que parecía hombre por lo valiente (...)"59 y por ese pasado común, una
identidad: "Cuando les preguntaban en dónde vives, respondían: en lo de
Muratore; cuáles son tus bienes: una tumba; tu origen: una mujer heroica;
(...)"60.
En este personaje, costurera de profesión, se pone de manifiesto la
factura de la historia: Isabel corta, adereza, cose sus propios recuerdos, recrea
los ajenos, compone en su imaginación para producir una historia extraoficial,
no documentada, una historia mítica. La novela permite dos finales para la
vida de María Muratore. La historia oficial dice que María murió junto a
Garay, a la vera del río, mientras dormían la siesta61. Para Isabel, María muere
en el campo de batalla, vestida de hombre. Y esta historia mítica se trasmite,
infinitamente narrada, como único y verdadero legado, de madres -puesto que
los hombres escuchan pero no trasmiten- a hijos. Finalmente, cuando Isabel
58 Op. cit., p. 156. 59 Op. cit., p. 156. 60 Op. cit., p. 156. 61 La historiografía argentina hace hincapié en la conducta imprudente de Garay, quien no duda en recostarse a sestear sin la vigilancia suficiente. Incluso, Groussac transcribe un parlamento que éste trasmite a sus soldados en aquella ocasión: "A estos indios, téngolos yo muy sujetos y me temen: pueden estar seguros como
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próxima a morir es abandonada en un camastro, se pregunta por qué su hija,
anciana también, se ha alejado. Entonces recuerda que aquella -su única hija-
es ahora portadora del mito y comprende: " A eso se fue. (...) Así, hasta nunca
acabar. Hasta la memoria que es no morir. Para eso."62
Isabel comprende, en definitiva, que el sentido de la vida no es el
cuidado de una tumba en un pedazo de tierra, sino la conservación de la
memoria, en algún lugar del alma -que ni siquiera nosotros mismos
conozcamos- como única garantía de supervivencia.
A la luz de la desaparición forzada de personas que amenazaba la
integridad de la identidad social de la Argentina entre el 76 y el 83, tanto solo
contrarrestada por organizaciones no gubernamentales como las Madres de
Plaza de Mayo, Río de las congojas, no solamente disuelve por dentro el
discurso épico de la dictadura, implosionando la historia oficial, también
desplaza la problemática: del cuerpo -irrecuperable- a la memoria. De esta
manera, cada "ahora" crea un "antes" cuya densidad pone a prueba en la
medida en sea capaz de responder los interrogantes que se suscitan. A
menudo y simplemente, el pasado es uno de los subterfugios que utiliza el
presente para seguir manteniendo la ilusión de que existe la posibilidad de
"una proyección en el futuro".
en Madrid (...)", Groussac, op. cit., p. 341. Algunos documentos testimonian la presencia de una mujer, muerta junto a Garay, pero no se ha conservado su nombre.