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OCTAVIO HIDALGO C.SS.R. CELEBRACIONES )OMINICALES Y FESTIVA! SIN SACERDOTE CICLO A

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OCTAVIO HIDALGO C.SS.R.

CELEBRACIONES )OMINICALES Y FESTIVA!

SIN SACERDOTE

CICLO A

OCTAVIO HIDALGO

CELEBRACIONES

DOMINICALES Y FESTIVAS

SIN SACERDOTE

CICLO A

I EDITORIAL - Covarrubias, 19 - 28010 MADRID

Cubierta: Mosaico moderno en Ja capilla de la comunidad religiosa de Ja Catacumha de Priscila (Roma). En el se interpreta una escena eucarística paleocristiana de la Capi­lla griega.

© PS Editorial, 1998 Covaarrubias, 19. 28010 Madrid

ISBN: 84-284-0579-4 Depósito legal: M. 40.832-1998

Imprenta Fareso, S. A. Paseo de la Dirección, 5 28039 Madrid

PRESENTACIÓN

Es una realidad evidente, desde hace unas décadas, que hay escasez de sacerdotes, tanto diocesanos como religiosos. A nadie se le escapa el dato de que los seminarios, en buen número, están prácticamente vacíos. Las estadísticas reflejan una cierta estabilidad en las cifras de los últimos años, pero los números que manejan son preocupantemente reducidos. A corto plazo no se vislumbra una solución para que las comunidades cristianas estén atendidas como en el pasado. La figura del diácono per­manente, por las razones que sean, tampoco se ha extendido. ¿Será un signo de los tiempos por el que Dios está queriendo decir algo?

Debido a la corriente de aire fresco que supuso para la Iglesia el Concilio Vaticano II y a esta escasez de sacerdotes, los laicos y los religiosos no sacerdotes han ido adquiriendo una mayor relevancia y un creciente protagonismo en la evangeliza-ción; es mayor su participación y existe una mayor correspon­sabilidad donde se ha promovido una visión conciliar de la Igle­sia como Pueblo de Dios. En muchos laicos está surgiendo una vocación ministerial nueva, como fruto de los procesos catecu-menales y como respuesta a las aspiraciones y necesidades de las distintas Iglesias. En muchas de ellas ejercen unos ministe­rios que antes cubrían los sacerdotes, haciendo que laicos y religiosos no sacerdotes estén asociados de un modo estable al ministerio pastoral. ¿Podemos considerar esta situación como meramente transitoria? ¿Se trata de un remedio para salir del paso o de un bien y de una oportunidad para la Iglesia?

Lo cierto y apremiante es que, por unos motivos o por otros, como el corrimiento de la gente del campo a la ciudad, hay muchas parroquias y/o pequeñas comunidades cristianas sin pre­sencia ordinaria del sacerdote. Se dan casos en los que éste pasa con excesiva rapidez para la misa del domingo o alguna vez al mes. Tampoco es novedosa en algunos núcleos urbanos la cele­bración dominical sin sacerdote.

Esta situación ya fue tratada, hace casi cuarenta años, por el Concilio Vaticano II. En la Constitución sobre la Sagrada Liturgia se dice: "Foméntense las celebraciones sagradas de la Palabra de Dios en las vísperas de las fiestas más solemnes, en algunas ferias de Adviento y Cuaresma y los domingos y días festivos, sobre todo en los lugares donde no haya sacerdote, en cuyo caso debe dirigir la celebración un diácono u otro delega­do por el Obispo" '. De esta manera el Concilio reconoció una realidad que posteriormente se ha ido incrementando.

El Código de Derecho Canónico, en el canon 517,2, prevé que, por falta de sacerdotes, se confíen parroquias y capellanías a personas no ordenadas, bajo la autoridad de un sacerdote moderador.

Después, en 1988, la Congregación para el Culto Divino publicó oficialmente para toda la Iglesia un Directorio para las celebraciones dominicales y festivas en ausencia de presbítero. En 1992, el Secretariado Nacional de Liturgia, respondiendo a peticiones que se le habían dirigido en orden a ofrecer material para estas celebraciones, presentó, con la aprobación de la Comisión Episcopal Española de Liturgia, dicho documento como un subsidio general.

Por todo ello, creemos que tiene sentido la publicación que ahora ofrecemos. Está hecha para esas parroquias y comunida­des sin presencia frecuente del sacerdote. No hemos reparado ex­clusivamente en el mundo rural; menos aún en pueblos tendentes a desaparecer. Teniendo un gran respeto por éstos y considerán­dolos en el colectivo de destinatarios, hemos pensado en una plu­ralidad amplia: desde pueblos por donde el sacerdote pasa, pero no todos los domingos, a parroquias urbanas o de suburbio, a las que no se atiende suficientemente por semejantes razones.

Necesidad de celebrar la fe

Es claro que no hace falta la presencia frecuente del sacer­dote para que una comunidad sea viva. La vitalidad de una comunidad depende del dinamismo de los cristianos. Pero sabe­mos que este dinamismo necesita nutrición y celebración. Para ambas cosas no hay por qué depender de los sacerdotes. Una de

1 SC 35,4.

sus funciones es animar y presidir, siempre que les sea posible. Pero, cuando no es posible, deben buscar el modo de que la comunidad funcione. Y corresponde también a la propia comu­nidad buscar la manera de que su dinamismo no se reduzca. Tenemos que ir haciéndonos a la idea, y esto es bueno, de que ni los curas son imprescindibles de manera continua en las co­munidades, ni éstas dependen de los curas para avanzar, de tal forma que, si no hay cura, no se hace nada o casi nada. Las circunstancias y la mayoría de edad de los laicos están favore­ciendo la oportunidad de hacer Iglesia de una manera diferente al pasado.

Si una comunidad no siente la necesidad de celebrar la fe, es que no está viva. Y si no está viva, hay que diagnosticar por qué. La fe es personal, indudablemente; pero es también comunitaria. Y la experiencia asegura que lo que no se expresa y no se ce­lebra, se debilita y acaba muriendo.

En una celebración de la fe, la comunidad es agente, no espectadora. Por eso, en las celebraciones ha de haber movi­miento: expresiones, gestos, ritos, cantos, aplausos..., pero tam­bién puede y debe haber silencios, escucha, oración, reflexión en torno a Jesús y a la Palabra... La celebración de la fe debe ser la expresión vibrante y humana de la vida creyente, con símbo­los, gestos y recursos adecuados.

Las personas somos seres simbólicos no sólo por cultura, sino por naturaleza. Dado nuestro talante espiritual, necesita­mos ejercitarnos y expresarnos simbólica y celebrativamente. Por eso es muy importante cultivar la sensibilidad, la imagina­ción, la intuición, en definitiva, la espiritualidad. Las celebra­ciones de la fe han de tener el gusto de lo simbólico. Los cris­tianos tenemos experiencias hondas que comunicar y celebrar: la llamada a ser y a vivir como Jesús; la vivencia diaria de la presencia y del cariño de Dios; el reconocimiento del pecado, abiertos al perdón y a la reconciliación; el servicio como un talante continuado; la misión de impulsar el Reino de Dios, etc.

Indicaciones y esquema

Es claro que el ideal y el objetivo de toda comunidad cristia­na es poder celebrar la eucaristía, resaltando al mismo tiempo el valor del domingo como día del Señor. Es igualmente claro que

estas celebraciones sin sacerdote son admitidas oficialmente siem­pre que estén en conexión y subordinadas a la eucaristía, que es el centro y el culmen de la Comunidad. Por consiguiente, la cele­bración prioritaria será siempre la eucaristía2. Estas otras son entendidas por el Directorio como "celebraciones de la Palabra de Dios, que oportunamente pueden ir seguidas de la comunión eucarística. De este modo, los fieles pueden nutrirse al mismo tiempo de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo" 3.

Los primeros animadores o guías de estas celebraciones son los diáconos. Pero, si tampoco hay, es necesario escoger y pre­parar a laicos o religiosos, hombres o mujeres, sobresalientes por su pertenencia a la Iglesia y por su testimonio, y básicamen­te capacitados. Estos coordinan, guían o moderan la celebra­ción, pero no la presiden propiamente, aspecto que compete al sacerdote o al diácono. Por eso, no ocupan la sede del sacerdo­te, sino un lugar discreto del presbiterio u otro cualquiera den­tro de la asamblea. Corresponde al párroco o, en su caso, al obispo hacer la designación y el envío de las personas elegidas para este servicio en coordinación con la Iglesia local4.

Ahora bien, para desarrollar las iniciativas que propone este libro, hace falta, por un lado, un poco de inquietud, de partici­pación y de corresponsabilidad, aspectos al alcance de cual­quier comunidad si existe cultivo cristiano y eclesial. Por otro, se precisa, como acabamos de indicar, de alguna persona pre­parada (mejor aún si se consigue un grupo). Pero no se requiere una especial preparación. Basta con que se familiarice con el proceso de la celebración, partiendo de la experiencia que ya se tiene por el hecho de participar en la eucaristía. Con la vivencia cristiana, imprescindible, y con un poco de práctica, incluso personas, que no han llegado al graduado escolar, pueden ani­mar estas celebraciones a partir de los recursos que se ofrecen.

Siguiendo el Directorio oficial, presentamos, en primer lu­gar, un resumen del Ordinario de las Celebraciones. Correspon­de sólo a los casos en que coordina un laico. Después incluimos en cada celebración lo que podemos considerar textos variables. De esta manera, con el presente libro y el Leccionario oficial, se

2 Cf SECRETARIADO NACIONAL DE LITURGIA, Celebraciones dominicales y festivas en ausencia de presbítero, Barcelona 1992, 16.

3 Ibíd, 15 4 a ibíd, 17-18.

puede desarrollar con facilidad cada celebración. Apuntamos también, para quienes los quieran utilizar, el Misal de la Comu­nidad y el que venimos citando: Celebraciones dominicales y festivas en ausencia de presbítero.

Al preparar y desarrollar cada celebración se ha de procu­rar un máximo de participación y una adecuada distribución de funciones. Hemos optado por un esquema general, en línea con el Directorio, que recomendamos como esquema referencial, porque algunas veces caben las variaciones o exclusiones:

1. PREPARACIÓN-AMBIENTACIÓN.

2. RITOS INICIALES:

• Monición. • Canto. • Saludo. • Acto penitencial. • Gloria (excepto en Adviento y Cuaresma). • Oración.

3. LITURGIA DE LA PALABRA:

Monición a las lecturas. Primera lectura. Salmo o canto interleccional. Segunda lectura. Aclamación. Evangelio. Breve silencio. Comentario homilético. Silencio de interiorización. Credo. Oración de los fieles. Ofrendas simbólicas. Canto. Gesto.

4. RITO DE LA COMUNIÓN:

• Monición. • Canto. • Plegaria-padrenuestro.

• Gesto de la paz. • Comunión -canto-. • Silencio para la oración personal. • Acción de gracias.

5. RITO DE LA CONCLUSIÓN:

• Compromiso. • Bendición. • Monición final. • Canto final. • Despedida.

Con los libros oficiales, por un lado, y con los recursos que aportamos en esta publicación, por otro, cualquier parroquia o pequeña comunidad tiene unos medios para celebrar semanal-mente la fe, aun cuando no pueda contar con el sacerdote. Su­ponemos, no obstante, que existe celebración eucarística al menos una vez al mes. Por eso creemos viable el rito de la comunión.

Los subsidios que presentamos pueden ser utilizados directa­mente. Pero sería mejor que sufrieran la acomodación y el re­toque propio de la comunidad que celebra. Como hemos dicho en otras publicaciones, ojalá seamos creativos en la expresión y en la celebración de la fe. En cada lugar la vida presenta situa­ciones, problemas, circunstancias y matices particulares.

Guadalajara, 1 de Septiembre de 1998.

ORDINARIO DE LAS CELEBRACIONES

1. PREPARACIÓN-AMBIENTACIÓN

Es muy importante que el local de la Iglesia esté lo más acorde posible con lo que vamos a celebrar. La ubicación de las personas, la colocación de los símbolos y carteles, la preparación de las ofrendas, de los gestos, de los cantos y de las lecturas, la iluminación, los micrófonos, etc.. requieren atención y cuidado previos.

2. RITOS INICIALES

El laico que guía o coordina la celebración puede revestirse con un alba. Ocupará un lugar discreto en el presbiterio o en la nave con el resto de la asamblea, desde donde se le pueda ver y oír bien. No usará la sede presidencial, reservada al sacerdote o al diácono. Nunca usará la fórmula El Señor esté con vosotros u otro saludo propio del ministro ordenado, ni bendecirá al pueblo al final de la celebración, sino que usará otras fórmulas.

Reunida la Comunidad, y después de la monición y del can­to inicial, el que coordina dice: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Todos se santiguan y responden: Amén. Sigue el saludo, que el ministro hace con estas o pareci­das palabras: Hermanos, alabemos juntos al Señor; o bien: Her­manos, bendigamos al Señor, que nos convoca a este encuen­tro fraternal. La asamblea responde: Bendito seas por siempre, Señor.

El acto penitencial se puede hacer siguiendo diferentes for­mularios, pero también de manera espontánea, una vez que ha sido introducido por el ministro con estas o parecidas palabras: Hermanos, el Señor nos llama a la conversión; reconozcamos nuestros pecados. Las celebraciones tienen formularios propios o bien el común: Yo confieso... El ministro siempre concluye con una breve pleagaria: Dios, Padre bondadoso, tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. La asamblea responde: Amén.

Acabado el acto penitencial, el ministro entona el Gloria. El gloria se expresa en todas las celebraciones dominicales y festi­vas, excepto en Adviento y Cuaresma.

Después el ministro da paso a la oración diciendo: Oremos. Hay un breve silencio de oración personal y comunión orante, y seguidamente se expresa la oración del día. Al final de la oración todos aclaman: Amén.

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Después de la monición, el lector va al ambón y proclama la primera lectura del día. Entre la primera y la segunda lectura se intercala el salmo o un canto. Entre la segunda lectura y el evangelio hay una aclamación, que generalmente es un aleluya. Quien proclame el evangelio lo introduce con las siguientes palabras: Escuchad, hermanos, el santo Evangelio según San N.

Una vez que se ha proclamado el evangelio, conviene que haya un breve silencio para una primera interiorización de la Palabra. Luego se lee pausadamente el comentario homilético, al que sigue un silencio más largo de interiorización.

Seguidamente se hace la profesión de fe (credo) y después el ministro introduce la oración de los fíeles.

Concluye esta parte con las ofrendas simbólicas y/o con un gesto, separados por un canto breve para que resalte la signifi­cación particular de cada paso.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Después de la monición, el ministro se acerca al sagrario, lo abre, hace genuflexión, coge el copón, lo deja sobre el altar y hace de nuevo genuflexión. Mientras, la asamblea acompaña con algún canto eucarístico o adecuado al momento. Después todos a coro o alguien, en representación de los reunidos, hace la ple­garia e introduce el padrenuestro. Seguidamente el ministro invita al gesto de la paz con estas o parecidas palabras: Daos fraternalmente la paz; o bien: Como hijos de Dios, haced un gesto de fraternidad.

A continuación, el ministro hace genuflexión, toma una hos­tia y, elevándola un poco sobre el copón, dice: Este es el Cor­dero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los in-

vitados a esta comunión. Y la asamblea prosigue: Señor, no soy digno de que entres... El ministro comulga en primer lugar di­ciendo en voz baja: El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna. Después distribuye la comunión diciendo a cada uno: El Cuerpo de Cristo.

Acabada la distribución de la comunión y retirado el copón al sagrario, conviene que haya un silencio para la oración per­sonal. Seguidamente se hace la acción de gracias comunitaria, en la que pueden darse intervenciones espontáneas, participación que también se puede motivar en la oración de los fieles.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Toda oración comunitaria o celebración de la fe debe acabar proyectando el compromiso. El ministro motiva a la asamblea según se indica en cada celebración.

A continuación invoca la bendición de Dios y se santigua, diciendo: El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna; o bien: El Señor misericordioso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, nos bendiga y nos guarde. La asamblea responde: Amén.

La monición final recoge el sentido y la orientación de lo que se ha celebrado. Con el canto final y la despedida acaba la celebración. Para la despedida se pueden utilizar diferentes fór­mulas: Podéis ir en paz; o bien: En el nombre del Señor, podéis ir en paz; o bien: Glorificad al Señor con vuestra vida. Podéis ir en paz. La asamblea responde: Demos gracias a Dios.

TIEMPO DE ADVIENTO

PRIMER DOMINGO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "Ven, Señor Jesús".

— "Caminemos a la luz del Señor".

— "Conduzcámonos con dignidad".

— "Abrid las puertas al Salvador".

• Símbolos:

— Corona de Adviento (u otro montaje) con cuatro velas. Cada domingo se va encendiendo una.

— Cuatro grandes puntos negros (unos 25 cm. de diámetro) colocados en lugares visibles de la iglesia. Cada domingo se quita uno: compromiso de eliminar defectos o puntos negros de nuestra vida.

— Cinta o cubierta morada en el atril de la Palabra.

2. RITOS INICIALES

Monición.—Hermanos, hoy comenzamos el Adviento y, con él, un nuevo Año litúrgico. Adviento es un tiempo sugerente para conmemorar la iniciativa extraordinaria de Dios de visitarnos y redimirnos.

Cristo Jesús es siempre el que viene. No esperamos otro Sal­vador. En Él se cumple todo lo que buscamos y ansiamos. Por eso, Adviento es preparar los caminos del Señor. Y, en este sentido, es hacer sitio en nuestro interior para que Dios y Jesús puedan entrar aún más.

Durante las cuatro semanas de Adviento preparémonos para celebrar, como conviene, la Navidad de Dios.

Canto

Saludo.—Hermanos, alabemos juntos al Señor, que nos convoca a celebrar el Adviento.

Acto penitencial

• Porque hemos preferido nuestra tiniebla a tu luz, Señor, ten piedad.

• Porque vivimos despreocupados de Ti, Cristo, ten piedad.

• Porque muchas veces no te hacemos caso, Señor, ten piedad.

Oración.—Dios, Padre bondadoso, aviva en tus fieles, al comen­zar el Adviento, el deseo de salir al encuentro de Cristo, acom­pañados por obras y signos de conversión. Que nuestra Iglesia se abra fielmente a la redención y que esta Comunidad sea testigo de tu Reino. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Las lecturas nos ofrecen pistas de cómo debe caminar un cristiano. Jesús nos pide una vigilancia activa. El profeta Isaías invita a caminar a la luz del Señor, lo mismo que San Pablo, para quien Jesús es la mejor luz capaz de iluminar nuestra conducta.

Lecturas.—Is 2,1-5. Salmo o canto. Rm 13,11-14. Aclamación. Mt 24,37-44. Breve silencio.

Comentario homiiético.—La Palabra de Dios nos invita a ca­minar por la vida despiertos y con dignidad. Se abre el Año litúr­gico con la advertencia de que un cristiano debe ser siempre hijo de la luz, nunca cómplice de la tiniebla, es decir, de la maldad.

Por tanto, recuperad la conciencia, afinad la sensibilidad, estad preparados para que nadie os manipule, para que nadie os arrebate nada digno de vuestra personalidad. Amigos, se nos propo­ne actuar con los recursos de la verdad y de la luz, como Jesús, que no tuvo nada que ocultar ni ningún trapo sucio que esconder...

El ideal y el objetivo confluyen en la expresión de la segunda lectura: "conduzcámonos como en pleno día, con dignidad". Por eso, nada de malos deseos, ni desenfrenos, ni riñas, ni hacerse la

vida imposible... Se nos propone ya, al comenzar el Adviento, revestimos de Cristo, es decir, acercamos, lo mas posible, a su estilo de ser, de sentir y de actuar.

Emprendamos el camino de este nuevo Año litúrgico anima­dos por la esperanza. Es una de las tres virtudes esenciales del cristiano; y, porque es teologal, ha de recoger todas las esperan­zas humanas que llevamos en el corazón. (Silencio de interiori­zación).

Credo

Oración de Los fieles

• Señor, te pedimos que venga a nosotros tu Reino.

• Que todos los pueblos caminen por sendas de justicia y de solidaridad.

• Que todas las comunidades cristianas trasmitan tu luz en me­dio de la sociedad.

• Que nosotros, cristianos de N., sepamos acercar el Evangelio a nuestros vecinos.

• Que animemos la esperanza, sobre todo, en los más decaídos y desorientados.

• Te presentamos también las intenciones comunitarias y perso­nales de todos nosotros.

Roguemos al Señor.

Ofrendas

• Cirio o vela grande en maceta con cuatro flores alrededor: Señor, queremos vivir atentos para conducimos con dignidad.

• Mapa del pueblo, o bien de la región o comarca: Gracias, Señor, porque quieres salvar a todo el pueblo.

Canto

Gesto.—En un lienzo pendiente del altar se coloca, con letras de cartulina, la sílaba "ES". En los domingos posteriores de Ad­viento se va configurando, sílaba a sílaba, la palabra ES-PE-RAN-ZA.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Vamos a alimentarnos con el pan de la vida. Jesús mismo se nos entrega como alimento. Que su presencia nos alien­te para mantener el testimonio y el empuje de los verdaderos creyentes.

Canto

Plegaria

Padre bueno, desde los cuatro ángulos de nuestra pequeña geografía te bendecimos con los hombres y mujeres, jóvenes, niños y mayores de nuestro pueblo. Lanzamos al viento un canto de esperanza porque creemos en Ti. Nos alegramos, con sano orgullo, de que nuestra historia esté atravesada por tu salvación. Gracias a tu Espíritu, pretendes limpiar la atmósfera de la sociedad y de la Iglesia. Guiados por Jesús y por su Evangelio, caminamos con el estímulo que nos proporciona la Comunidad. Atraídos por tus promesas cumplidas y sintiendo a Jesús en medio de nosotros, a una, te bendecimos diciendo: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Te damos gracias, Padre bueno, porque vivimos la fe en co­munidad. Nos anima pertenecer a esta parroquia. En ella per­cibimos el entusiasmo del Espíritu y el calor de los hermanos.

• Te pedimos por todas las parroquias, especialmente por las pequeñas y sencillas como la nuestra, para que en todas se acreciente el dinamismo cristiano y la evangelización mi­sionera.

• Padre bueno, confiamos en Ti.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Quitar "puntos negros" de nuestra personalidad (Se quita uno de los "puntos negros" colocados en la iglesia). Trabajar la conversión.

Bendición

Monición final.—Adviento es tiempo de sana ilusión y de nece­saria esperanza. También hoy necesitamos salvación. Los cristia­nos sabemos que cuando Jesús es aceptado, la historia humana adquiere mejor sentido y destino. Prueba de que Cristo salvador ya ha llegado hasta nosotros es que sabemos compartir y somos capaces de aumentar nuestra cercanía y nuestra generosidad.

Canto final y despedida

SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "Dios nos humaniza".

— "El Señor está cerca".

— "Dad frutos de conversión".

• Símbolos:

— Permanecen los indicados el domingo anterior para todo el Adviento.

— Planta con tronco y brote: renuevo del tronco de Jesé.

— Hacha o tijeras de podar.

2. RITOS INICIALES

Monición.—Hermanos, avanza el Adviento, ese tiempo tan liga­do a la iniciativa de Dios para que todos lleguemos al conoci­miento de la verdad y a la salvación. Adviento es don y esperan­za. Hay un empeño por parte de Dios de poner nuestra vida en estado de salvación. Nadie como Él puede alentar nuestra espe­ranza. Hermanados en la fe cantamos al Dios que nos quiere y nos bendice en la persona de Jesús.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos al Señor, que nos convoca a esta celebración de la fe.

Acto penitencial

• Conviértenos a Ti: Señor, ten piedad.

• Muéstranos tu salvación: Cristo, ten piedad.

• Retínenos contigo: Señor, ten piedad.

Oración.—Dios, Padre bondadoso, te bendecimos por el don generoso de Jesús. Él es modelo de santidad y espejo para cuan­tos queremos convertirnos. No permitas que nos engañe ninguna tentación, ni nos despisten los afanes de este mundo. Condúce­nos con tu sabiduría, de tal manera que pasemos por la vida como verdaderos cristianos. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—La primera lectura nos presenta con imágenes sumamente gráficas el sueño de Dios por superar nues­tro pecado dotándonos de un estilo nuevo y limpio. La segunda nos invita a cultivar la esperanza y la solidaridad para bendecir unánimes al Padre común. En el Evangelio aparece ya la figura sugerente de Juan el Bautista, una persona que, con su presencia exterior y su palabra, denuncia y anuncia, dejando claro que todos podemos cambiar para mejor. Como precursor de Jesús, pone las cosas claras y aporta un mensaje exigente si queremos preparar adecuadamente los caminos del Señor.

Lecturas.—Is 11,1-10. Salmo o canto. Rm 15,4-9. Aclamación. Mt 3,1-12. Breve silencio.

Comentario homilético.—¡Qué precioso y chocante el mensaje de Isaías! El profeta de las intuiciones mesiánicas describe con un lenguaje plástico que podemos vivir superando impulsos de injusticia y de agresividad, y evitando malas influencias y con­tagios venenosos. El estilo de vida que Dios soñó para nosotros es convivir en solidaridad y en armonía. Dice también Isaías: brotará de entre el pueblo un hijo cargado de Espíritu y de razón, lleno de sabiduría y de equilibrio, que hablará de los planes de Dios como nadie, defenderá a los pobres y desamparados y hará justicia como Dios la entiende. ¡Qué gran mensaje para cualquier sociedad que busca una convivencia en paz y unión! Nosotros, que vivimos la historia de la Iglesia, sabemos que este gran retoño, salido del pueblo, es Jesús, y en su Evangelio hay justicia y motivación sin límites.

Chocante es también la figura de Juan el Bautista, hombre austero, que se arregla con lo estrictamente necesario. Su vesti­menta y su comida son un signo de su personalidad y de su testimonio. Profeta en obras y palabras, fue para muchos un gran

maestro espiritual. Su mensaje era provocativo, exigía signos y frutos de conversión. Bautizaba si se daban estas condiciones. La gente que acudía a escucharlo, confesaba sus pecados y Juan la sumergía en las aguas del Jordán. Era un símbolo de limpieza y también de renacimiento, de comenzar de nuevo, dejando atrás una mala condición.

Convertirse es una gran tarea para todo creyente. Esta pala­bra abarca más que tener remordimiento de conciencia. Implica cambio en el modo de pensar y en los modos de actuar, volver el corazón a Dios y obrar según sus criterios.

Juan era una persona auténtica, valiente, pero era también un creyente humilde y desprendido. Su misión era preparar el cami­no al Mesías. Él no era la Luz, sino testigo de la Luz, es decir, de Jesús de Nazaret, el hombre lleno del Espíritu de Dios. Él sólo bautiza con agua; Jesús, en cambio, con Espíritu Santo y con fuego. Por eso conviene que Jesús crezca y él disminuya. (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fíeles

• Para que crezca en el mundo la solidaridad y la esperanza, roguemos al Señor.

• Para que nuestra Iglesia trabaje cada día más por el Reino de Dios, roguemos al Señor.

• Para que, comprendiendo cada día más el Evangelio, seamos consecuentes en cumplirlo, roguemos al Señor.

• Por los enfermos, los que están solos y todos los que sufren, roguemos al Señor.

• Por todos nosotros, para que avancemos, como bautizados, en coraje y en compromiso, roguemos al Señor.

Ofrendas

• Libro parroquial de bautismos: Tenemos, Señor, una historia de fe. Te la presentamos.

• Lazo grande: Te ofrecemos, Señor, este lazo de unión, pues llevarse bien es propio de cristianos.

Canto

Gesto.—Continúa el esbozado el domingo anterior.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Compartir a Jesús, alimenta el interés por la santi­dad y el dinamismo por el bien comunitario. Necesitamos estar fuertes para dar frutos de verdadera conversión.

Canto

Plegaria

Te bendecimos, Padre Dios, por la experiencia cristiana. Reconocemos que Jesús es el ser humano más digno, el primogénito de la nueva creación, con un atractivo tan grande que no ha podido ser borrado por el desgaste de la historia. Ños apasiona su estilo de vida, porque todo Él sabe a verdad, a amor desinteresado, a pobreza elegida, a libertad, a desprendimiento..., los valores propios de quien quiere cumplir tu voluntad. También nosotros queremos dar frutos de conversión, desarrollando una existencia digna de nuestro bautismo y aprovechando la riqueza que nos da la redención. Acoge, Padre, la aventura personal y comunitaria de nuestra fe. Somos una comunidad sencilla, pero capaz de embellecer este pueblo con nuestros dones y con el color del Evangelio.

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Te damos gracias, Padre, por la Iglesia, porque, por medio de ella, ha llegado a nosotros la redención y el mensaje de Cristo salvador.

• También te damos gracias porque experimentamos que la ca­lidad interior es el principal motor para impulsar una buena convivencia.

• El ejemplo de Juan el Bautista nos ayuda a comprender que no es más feliz quien más tiene, sino quien menos necesita.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Trabajar la conversión personal y en relación con la familia y con los vecinos.

Bendición

Monición final.—En Adviento también se nos motiva a estar activos. Como cristianos sensibles y esperanzados, continuamos la tarea de mejorar la vida llenándola de calidad. Que no falte el ánimo de unos para con otros.

Canto final y despedida

TERCER DOMINGO DE ADVIENTO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con una de estas frases:

— "El Salvador está cerca".

— "Ven, te necesitamos".

• Símbolos:

— Permanecen los indicados para todo el Adviento.

— Cadenas rotas: el desquite de Dios.

2. RITOS INICIALES

Monición.—Contemplar la cercanía de la Navidad significa aco­ger a Jesús en nuestro interior, abriéndole las puertas de par en par. Significa reconocer su presencia divina en símbolos y seña­les de que Él es el que tenía que venir como verdadero salvador y orientador de la historia.

Celebramos comunitariamente la fe, compartiendo sentimien­tos e inquietudes. Y nos preguntamos desde el corazón, como lo hace el Evangelio de hoy. Hacerse preguntas es bueno y sa­ludable.

Canto

Saludo.—Hermanos, estamos reunidos por la fe. Bendigamos a Dios que nos quiere como hijos.

Acto penitencial

• Porque estás cerca de nosotros, Señor, ten piedad.

• Porque vas de camino con nosotros, Cristo, ten piedad.

• Porque te necesitamos, Señor, ten piedad.

Oración.—Estás viendo, Señor, cómo tu pueblo espera con fe el nacimiento de tu Hijo; concédenos llegar a la Navidad, fiesta de

gozo y de salvación, y poder celebrarla con alegría desbordante. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—El profeta Isaías habla de un futuro mejor. Anuncia un acontecimiento importante. ¿Sabéis de cuál se trata? El apóstol Santiago nos invita a mantenernos firmes y pacientes en la espera. El Evangelio nos propone recorrer el camino de Juan el Bautista, para, como él, poder reconocer a Jesús como el Mesías enviado por Dios.

Lecturas.—Is 35,l-6a.l0. Salmo o canto. St 5,7-10. Aclama­ción. Mt 11,2-11. Breve silencio.

Comentario homilético.—La salvación que aporta Jesucristo es una apuesta por la recuperación de la vida: "Id y anunciad a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muer­tos resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia". Ya lo anunciaba el profeta Isaías siglos atrás: "mirad a vuestro Dios que trae el desquite; viene en persona... y os salvará". Por tanto, "fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, decid a los cobardes de corazón: sed fuertes, no temáis".

La salvación mesiánica es siempre una provocación en posi­tivo. Y dentro de esta provocación resulta todavía más sorpren­dente el "desquite de Dios". "Desquite" es parecido a "vengan­za". ¡Qué chocante! ¿Dios se quiere vengar? Sí, pero a su manera; su venganza consiste en arreglar el mundo. Y, para eso, nada mejor que despegar los ojos del ciego, abrir los oídos del sordo... y regresar con cánticos a la condición primera, es decir, al estado original. Entonces vio Dios que todo era bueno... Este desquite de Dios es humanizador y pedagógico. La paradoja de su venganza estriba en animar todos los sentidos del ser humano, incluido el sentido moral.

Estos signos del Mesías son los mejores argumentos para sacar a Juan el Bautista de sus dudas. Pero, reparemos en la alabanza que hace Jesús del Bautista: "¿Qué salisteis a ver en el desierto?; ¿a un Profeta? Sí, os digo, y más que profeta... Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista"... Ciertamente Jesús sintió una gran admiración por

Juan. Al calor del movimiento que el Bautista generó, segura­mente Jesús fue madurando su vocación. Por eso, nada extraña que a la muerte de Juan, Jesús tomara el relevo de su palabra y de su dinamismo profético.

Existe un gran parecido entre el estilo de vida de Juan y el de Jesús. No militaron en ningún grupo religioso ni político de su tiempo. No se casaron. Hasta el final de sus vidas vivieron y actuaron de forma independiente, como laicos de a pie. Ambos fueron pacíficos. Predican un cambio de vida en las personas e invitan a la conversión. Ambos son reconocidos por el pueblo como profetas de Dios. Y ambos se juegan el tipo por la misma causa: el Reino de Dios y su justicia. Los dos ponen rúbrica a su fe con el martirio. (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fieles

• Pedimos por el mundo, para que se alegre con la sorprendente venganza de nuestro Dios.

• Oramos por la Iglesia, para que sea un símbolo operativo y constante de la salvación desbordada en Jesucristo.

• Oramos por los cristianos de nuestro entorno, para que traba­jemos, con todos los que tienen el mismo empeño, por la trans­formación positiva de nuestra sociedad.

• Oramos por los pobres, los necesitados, los que viven solos, los enfermos, para que se sientan queridos y acompañados.

• Oramos unos por otros, para que, abriendo el corazón a Dios, sintamos su cercanía.

• Por éstas y por todas nuestras intenciones, roguemos al Señor.

Ofrendas

• Corona o ramo de laurel: Padre, nos quieres salvar por medio de Jesús; te ofrecemos el deseo de redimirnos plenamente.

• Recipiente con arcilla y flor clavada en ésta: Aunque somos de barro, te ofrecemos, Señor, nuestra colaboración para hacer que nuestro pueblo sea Reino tuyo.

• Hucha de solidaridad (Campaña de Navidad): Te presenta­mos, Señor, un signo del apoyo solidario que debemos tener con los necesitados.

Canto

Gesto.—Continúa el esbozado el domingo primero de Adviento.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Jesús nos quiere alimentar con todo su ser. Viva­mos intensamente la comunión con Él, entre nosotros y con nuestro pueblo.

Canto

Plegaria

Reunidos en pequeña Iglesia, celebramos, Padre, que somos comunidad de salvación. Ños unimos a los santos de ayer y de hoy para bendecirte con la fidelidad de la vida. Gracias a ellos crecen nuestras capacidades y nuestro empeño por la perfección. Tu salvación, Padre, es como una alternativa: despegar los ojos del ciego, abrir los oídos del sordo, soltar los frenos del cojo, rescatar la lengua del mudo. Así es tu huella vital y alentadora. No eres un Dios de lo imposible, pero sí de una utopía, la del Evangelio: un reto de salvación y de alegría, de entusiasmo y de fuerza por todo lo nuevo. Mira nuestra fe sumergida en debilidad, pero acoge nuestro espíritu abierto. Nos importa tu Palabra y tu Cristo. Con Él te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Te damos gracias, Padre, porque eres bueno y estás pendiente de nuestra historia con sorprendente dedicación.

• Te bendecimos por la personalidad fascinante de Jesús, perso­na entera y competente.

• Valoramos y agradecemos la presencia del Espíritu: nos ayuda a conectar con la nobleza de nosotros mismos y nos enriquece con sus dones.

• Y en este tiempo de Adviento te damos gracias por María, mujer creyente y madre de la Iglesia. Su ejemplo nos ayuda a caminar como cristianos.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Anunciar con obras y palabras que Jesús tam­bién es Salvador ahora y para nosotros.

Bendición

Monición final.—Nuestra celebración continúa ahora en la ca­lle, en casa, con los amigos... y mañana en el trabajo. Reflejemos con obras y palabras lo que pensamos y sentimos de la Navidad de Dios. Esta no suele coincidir con las navidades comerciales, falseadas con tanta propaganda intencionada. Comparemos una y otra, y sigamos el mensaje que nos parezca más humanizador.

Canto final y despedida

CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con la frase:

— "Se acerca el Salvador".

• Símbolos:

— Permanecen los indicados para todo el Adviento.

— Cuna vacía.

— Imagen de María, a ser posible que dirija su mirada a la cuna.

2. RITOS INICIALES

Monición.—Estamos prácticamente a las puertas de la Navidad cristiana. La otra navidad, la comercial y consumista, hace ya semanas que la tenemos encima. Entre puntos de vista tan diver­gentes, a la hora de interpretar la Navidad, los cristianos hemos de ser partidarios y exponentes de valores solidarios. Sin amor compartido y generoso, la Navidad es pobre, casi indecente. Si algo especial tiene la Navidad es precisamente el acercamiento y la comunicación entrañables para felicidad de todos. Que el gozo compartido sea una realidad entre nosotros.

Canto

Saludo.—Hermanos, alabemos juntos al Señor, que nos ha lla­mado a formar parte de su Pueblo.

Acto penitencial

• Tú, el deseado de los pueblos: Señor, ten piedad.

• Tú, el anunciado por los profetas: Cristo, ten piedad.

• Tú, el fruto bendito de María: Señor, ten piedad.

Oración.—Nos has llamado, Padre, a formar parte de tu pueblo santo. Nos has hecho hijos de adopción y quieres que seamos testigos de la Luz. Aviva en nosotros la sensibilidad por el Evangelio, para que crezcamos en conciencia y en compromiso por la redención. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Entre los muchos anuncios y propa­gandas de estos días, intenta abrirse onda la Palabra de Dios proponiéndonos señales y experiencias acerca del Mesías. Dios ha cumplido con la entrega de Jesús. Ahora debemos tener la convicción de que es posible y necesario continuar su compro­miso.

Lecturas.—Is 7,10-14. Salmo o canto. Rm 1,1-7. Aclamación. Mt 1,18-24. Silencio breve.

Comentario homilético.—Una de las señales que caracterizan el proceder de Dios es que cuenta con las personas para llevar adelante la historia de salvación. Los que tenemos experiencia de ello sabemos que parte de Él la iniciativa. Él llama a colaborar.

Está muy claro en José y María. Son gente del pueblo, sen­cillos obreros. Viven en Galilea y participan de la situación so­cial, política y religiosa del momento. Dios se fija en ellos y los elige para una misión muy especial. Su respuesta es la que co­rresponde a los buenos creyentes: sí a Dios y a la historia; pero un sí no exento de conflicto y de debate, un sí no fácil de man­tener.

Hay que destacar, en honor a la ejemplaridad de José y de María, que ambos fueron fieles, que no se cansaron de colaborar con los planes de Dios y que lo hicieron de una manera sencilla y discreta. Esto supone que ambos le habían entregado a Dios sus personas por completo, quedando disponibles para la misión que les trazara.

María y José son, por encima de todo, unos grandes creyen­tes, que, incluso, supieron caminar en la oscuridad de la fe. Por estar abiertos al Espíritu, supieron interpretar las llamadas de Dios. Por eso se ofrecieron en disponibilidad y colaboración.

Por el don de Jesús también nosotros hemos sido llamados a la fe, a formar parte de un pueblo religioso, que tiene la santidad

como tarea, para hacer historia de salvación, es decir, Reino de Dios. (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fieles

• Por la Iglesia, para que presente en todo lugar el verdadero rostro de Jesús, roguemos al Señor.

• Por nuestro pueblo, para que dé más entrada al Mesías, rogue­mos al Señor.

• Para que, a imitación de María y de José, sepamos acoger y colaborar con los planes de Dios, roguemos al Señor.

• Para que celebremos la Navidad solidariamente y sin derro­ches innecesarios, roguemos al Señor.

• Para que no se malogre la esperanza de los pobres y de los que tienen menos suerte, roguemos al Señor.

• Por todos nosotros, para que seamos símbolos de la presencia de Dios en medio del pueblo, roguemos al Señor.

Ofrendas

• Evangelios o Nuevo Testamento: Te ofrecemos, Señor, el men­saje de vida y el testamento de salvación, que nos has entre­gado como Buena Noticia.

• Libros de catequesis (niños, jóvenes o adultos) y ropa de tra­bajo: Te ofrecemos, Señor, estos símbolos, expresión de nues­tro compromiso como creyentes.

Canto

Gesto.—Continúa el esbozado el primer domingo de Adviento.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Jesús quiere recorrer toda nuestra persona. Nos quie­re iluminar completamente. Abrámosle hasta los rincones más íntimos. Eso es también la comunión.

Canto

Plegaria

En vísperas de Navidad nos unimos, Padre, a la oración de Jesús en medio de la gente y te decimos: Bendito seas porque has ocultado el Evangelio a los orgullosos y lo has revelado a los sencillos. Sí, Padre, así eres Tú5. Te has manifestado de mil modos para que te encuentre el que te busca. Quieres que todos se salven y lleguen a la experiencia de la verdad. Invitas y convocas insistentemente al gran banquete de tu Reino. Has enviado a tu Hijo sólo para salvar. Pero hay quien se resiste a la Luz, quien rechaza tu invitación y así se incapacita para el Evangelio. También nosotros somos pecadores... Por eso, Padre, acerca aún más tu presencia y ven a salvarnos. Inyecta en la sociedad y en la Iglesia una dosis fuerte de espiritualidad. Nos unimos a cuantos quieren entenderte y te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias (espontánea).

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Navidad austera, solidaria y en comunión con los de cerca y los de lejos.

Bendición

s Mt 11,25-26

Monición final.—Gracias a la colaboración de María fue posible que la semilla salvadora de Jesús germinara en la tierra. En vís­pera de Navidad María ha vuelto a ser para nosotros modelo de cristiano sensible, cercano y colaborador. Ahora nos corresponde a nosotros hacer viables otros proyectos de servicio y de solida­ridad. Navidad es don.

Canto final y despedida

TIEMPO DE NAVIDAD

NATIVIDAD DEL SEÑOR (25 de diciembre)

1. AMBIENTACIÓN

• Adornar el pórtico y los bancos de la Iglesia.

• Cartel con uno de estos textos:

— "Navidad es amor, alegría y paz".

— "Dios está con nosotros".

— "Dios va de hombre por la vida".

• Símbolo: belén, nacimiento o misterio de la Navidad (si no se hace el gesto de la siguiente monición).

• Música de villancicos para la acogida.

2. RITOS INICIALES

Monición.—Los primeros cristianos vieron en Jesús la Luz que los orientaba. Él mismo significó el amanecer de una nueva era. Por eso, la Navidad cristiana es, ante todo, un símbolo. En ella consideramos el gesto amoroso de Dios para hacerse como uno de nosotros y salvarnos desde dentro. Celebrar la Navidad es acoger a Jesús como Salvador.

Con Jesucristo nace un tipo de persona diferente: la persona que apuesta por la paz, que fomenta la esperanza humana, que humaniza el trabajo, que es libertad y libera de toda esclavitud, que ama hasta a los enemigos, que experimenta y presenta a Dios como Padre, que es fiel hasta el martirio...

Nos felicitamos en el Señor y comenzamos esta celebración con un gesto:

(Aparecen dos personas que simbolizan a José y María. Se colocan en el altar donde previamente se ha preparado la cuna con el Niño).

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos a Dios que nos ha visitado y redimido de una manera tan humana.

Acto penitencial

• Tú eres la Palabra de Dios hecho hombre: Señor, ten piedad.

• Tú eres la imagen de Dios invisible: Cristo, ten piedad.

• Tú eres el Santo de Dios: Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Padre bondadoso, te damos gracias por Jesucristo, el mensajero de la paz. Nacido de María, es el esperado, la Luz del mundo, el Mesías, el Señor. Entregó su vida por completo para rescatarnos del pecado y preparar así un pueblo conforme al plan que Tú habías soñado. Nosotros, con conciencia de redimidos, renovamos ante Ti nuestra fe. Cuenta con nosotros para transfor­mar la sociedad. Amén.

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Navidad es expresión elevada de la Alianza de Dios con la historia humana. Él nos entrega su divi­nidad y acoge nuestra humanidad para ponerla en estado defini­tivo de esperanza. Por eso, lo que más importa de la Navidad es que nos estimule a vivir el Evangelio.

Lecturas.—Is 52,7-10. Salmo o canto. Hb 1,1-6. Aclamación. Jn 1,1-18. Breve silencio.

Comentario homilético.—En distintas ocasiones y de muchas maneras Dios se ha comunicado. ¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva!

Sí, Navidad es júbilo, aplauso, señal incipiente de victoria, porque Dios ha cumplido sus promesas. En Jesús hay una alter­nativa de humanidad que jamás podrá ya ser borrada de la his­toria.

Jesús es el Emmanuel (Dios-con-nosotros), la compañía y la comunicación de Dios más humanas posibles. Y nosotros, que

contemplamos el misterio de la Navidad desde la dilatada histo­ria de la Iglesia, podemos afirmar: Jesús es mensajero y alianza, redentor y testigo, luz, camino, verdad, vida, resurrección, y un sinfín de títulos y símbolos de profundo calado humano.

Navidad es acogida y agradecimiento, porque "tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenarlo, sino para salvarlo" (Jn 3,16). En efecto, Dios ha querido bajar de la altura y salvarnos desde abajo, desde dentro de la humanidad misma.

Por eso, Navidad es ocasión para no perderse en simples emociones contemplando, por ejemplo, a un niño que tinta de frío. , sino para considerar en bloque todo el gran regalo de Jesús para el hoy y el mañana de la humanidad.

Por último, Navidad es un reto: nos recuerda que la Reden­ción sigue .. y que para realizarla Dios cuenta con nosotros. Por eso, hay verdadera Navidad cuando uno se abre a la Luz y se aleja de las tinieblas, cuando es solución, no conflicto. (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fieles

• Por el mundo, para que acoja la Navidad de Dios como luz que ilumina y refuerza la esperanza, roguemos al Señor

• Por la Iglesia, para que muestre, día a día, el verdadero rostro del Mesías Salvador, roguemos al Señor

• Por los pueblos más necesitados, para que progresen en paz, justicia y desarrollo, roguemos al Señor.

• Por cuantos se sienten cansados y decaídos, para que la Navi­dad de Dios y el Evangelio les den fuerza y reanimen su esperanza, roguemos al Señor.

• Por todas nuestras familias, para que en estos días se refuerce la unión, roguemos al Señor.

• Por nuestra Comunidad, para que gocemos con el misterio de la Navidad y afiancemos el compromiso de servir al Evange­lio. Roguemos al Señor

Ofrendas

• Cesta o bandeja con...: Padre nos has regalado a Jesús. Noso­tros queremos corresponderte con buenas obras y sentimien­tos, como paz, entusiasmo, coraje, unión, generosidad, amor, perdón, y otros que podemos escribir en las tiras de cartulina que van en blanco...

• Castañuelas, pandereta y zambomba: Padre, nos alegramos porque nos has visitado y redimido. Acoge nuestro deseo de seguir tu plan de redención.

• Vela encendida: Señor, queremos ser hijos de la Luz.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Dios ha bajado del alto cielo para alimentar nuestro caminar diario. Comparte la aventura humana con todos. Acojá­moslo abriendo por completo el corazón.

Canto

Plegaria

Dios nuestro, Tú eres para nosotros un Padre y nosotros para Ti, hijos, porque a Jesús lo has hecho nuestro hermano. Te bendecimos porque hoy ha brillado una luz grande: hemos visto al Redentor. Los cielos pregonan tu bondad y los pueblos quieren cantar tu gloria. Gracias, Dios amoroso, porque te has revelado y te has entregado en tu Hijo, Jesús. Él ha venido para dilatar tu Reino con una paz sin límites, con una actitud de entrega desbordante desde la cuna hasta la cruz. Porque has querido ser tan bueno con nosotros, derrama tu Espíritu sobre esta Comunidad, de manera que la entrega de Jesús sea para nosotros motivo de buena convivencia y de arriesgado compromiso. Padre bondadoso, te agradecemos el mejor regalo que nos has podido hacer:

Jesús, presencia tuya y símbolo humano para todos los que quieren hacer buena la historia Que el Espíritu nos ayude a caminar con el coraje y con la esperanza de los redimidos. Porque te has desbordado con nosotros, te decimos con gozo fraternal: Padre nuestro..

Gesto de la paz.—Se presenta una pancarta con la palabra "Paz" o "Paz en la tierra" Alguien dice: En un día tan señalado como éste, que la paz de Jesús inunde nuestros corazones y los llene de amor hacia los demás. Nos damos cariñosamente la paz.

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Te damos gracias, Señor, por enviarnos a tu Hijo.

• Te damos gracias por la maternidad de María.

• Te damos gracias por el regalo de la fe

• Te damos gracias por celebrar juntos esta Navidad.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso —Poner en práctica los valores de la Navidad cris­tiana que hemos destacado en esta celebración.

Bendición

Monición final.—El tiempo de Navidad es especialmente expre­sivo de la cercanía de Dios. El ha querido acampar entre noso­tros, ser un vecino más, para compartir la marcha de la vida. Vivamos con fe y entusiasmo esta presencia amiga de Dios. Seamos testigos de su presencia entre nosotros.

Gesto final de despedida: Las dos personas, que simbolizan a José y María, dan a besar el Niño.

DOMINGO INFRAOCTAVA DE NAVIDAD (La Sagrada Familia)

1. AMBIENTACIÓN

• Carteles por la iglesia con frases como:

— "La familia, la primera escuela".

— "La familia, hogar necesario".

— "La familia depende de cada uno".

• Se coloca en el presbiterio una mesa redonda, cubierta con un mantel familiar, y sillas alrededor.

2. RITOS INICIALES

Gesto de comienzo.—Congregada la asamblea, entra una fami­lia (abuelos, hijos y nietos) trayendo:

— Uno, una hogaza: mesa común.

— Otro, una pina: familia unida.

— Otro, un ramo o un florero con flores variadas: unidad y diversidad de la familia.

— Otro, el Cirio encendido: Jesús, luz en la vida familiar.

— Otro, una bandeja grande con instrumentos de trabajo: agujas de hacer punto y ovillo, llave inglesa, bayeta para el polvo, libros de texto...

Esta familia preside la celebración.

Monición.—Hermanos, tiene especial relieve la acogida cuando nos reunimos con sentido de familia. En el nombre del Dios familiar, que nos acoge, nos saludamos.

La motivación y el símbolo de la celebración de hoy es la familia: familia humana y familia en la fe. La familia es una realidad querida y necesaria para todos. Es nuestra raíz. El hogar siempre ha sido para cada uno un nido especial.

Por medio de esta celebración nos unimos a todos los hoga­res que viven felizmente unidos, pero también a cuantos sufren el desgarro de un amor roto. Vaya para ellos nuestro ánimo y comprensión.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos a Dios, que quiere ser uno más de nuestra familia.

Acto penitencial

Siendo realistas, seguramente tenemos que reconocer que nuestra vida familiar está lejos del ideal que encontramos en la familia de Nazaret. Por eso reconocemos nuestros pecados per­sonales y comunitarios:

• Porque faltamos al amor y no damos el testimonio cristiano que debiéramos: Señor, ten piedad.

• Tú que supiste unir la obediencia al Padre con la responsabi­lidad familiar: Cristo, ten piedad.

• Tú, que eres Espíritu de unión: Señor, ten piedad.

Dios bondadoso, ten misericordia de nosotros, perdona nues­tros pecados y ayúdanos a ser testigos del Evangelio. Amén.

Gloria

Oración

Juntos, como familia creyente, te bendecimos, Padre bueno. Como eres Amor, has rociado de cariño nuestra vida familiar la relación de los padres con los hijos, el amor del hombre y la mujer, la convivencia entre abuelos, hijos y nietos. Te aclamamos, Padre, uniéndonos a tantos hogares, que viven felizmente el encuentro amoroso. Pero nos unimos también a cuantos, dolidos y frustrados, sobrellevan con dificultad las tensiones de la vida diaria. Deseamos que el amor canalice nuestra relación y que el perdón sea amplio y generoso entre unos y otros

Ayúdanos en la apasionante aventura del amor creativo y servicial. Danos comprensión para entendernos en las legítimas diferencias. Gracias por el cariño que experimentamos y por la fraternidad que expandimos como un regalo tuyo.

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—En la familia todo debe ser entraña­ble. Sin entrañas de cercanía y de cariño, la familia no aguanta, se quiebra. El autor de la carta a los fieles de Colosas amplía el horizonte de la familia de sangre en la perspectiva de la familia cristiana. En ambas lo decisivo es la comprensión, el buen enten­dimiento y el amor.

Jesús fue arropado y protegido desde pequeño por sus padres. El ejemplo de la Sagrada Familia nos ha de servir para arropar­nos unos a otros física y espiritualmente.

Lecturas.—Eclo 3,3-7.14-17a. Salmo o canto. Col 3,12-21. Acla­mación. Mt 2,13-15. Breve silencio.

Comentario homilético.—Llegada la Navidad, tenemos un día señalado para meditar la realidad familiar. Es también una fecha muy apropiada para resaltar en Comunidad los verdaderos valo­res que deben reinar en las familias cristianas.

En una familia cristiana, como en cualquier otra familia, lo que nunca debe faltar es el amor. Para ello el diálogo es esencial en todo momento, escuchándonos y poniéndose cada uno en el lugar del otro.

A veces los padres hacen valer su autoridad sin compren­der suficientemente las etapas por las que están atravesando los hijos. También éstos deben escuchar más y ser más razo­nables. Todos necesitamos de un diálogo abierto, sereno y cari­ñoso.

La familia es la primera escuela en la que aprendemos los valores fundamentales para andar firmemente por la vida. Estos valores se transmiten no sólo con palabras, sino también y prin­cipalmente con hechos. No cala ni convence una doctrina si no se demuestra con la vida.

Es importante preocuparse por el bienestar de todos en la familia. Pero nunca debemos olvidar el cultivo de valores como la humildad, la iniciativa, el servicio, el perdón, el compromi­so..., en definitiva, los valores de Jesús.

Tenemos la misión de hacer Reino de Dios en la tierra, y esta tarea empieza en nuestros hogares, procurando que reine el amor, el respeto, el servicio mutuo..., hasta el desvelo por el que más lo necesita.

Por último, reparemos también que todos nosotros formamos una familia cristiana. Para Jesús el que cumple la voluntad del Padre, ése es su hermano, su hermana y su madre, es decir, su verdadera familia. Vivamos hermanados unos con otros, valoran­do todo lo de Jesús y considerándolo como el principal entre nosotros. (Silencio de interiorización).

Credo de la familia

Creemos en Dios Padre, Hijo y Espíritu, comunidad y hogar de amor caliente, que han inyectado ternura al universo salpicando de cariño todo cuanto existe. Por ello creemos en el amor, que viene de Dios limpio y desinteresado. Creemos en el cariño que une al hombre y a la mujer en el camino de la vida. Creemos en el amor que se proyecta en cada hijo que nace. Creemos en la familia, hogar de convivencia, donde se comparte a diario el pan de la unidad, la acogida y el perdón. Damos gracias por lo mucho que nos ha dado y nos comprometemos a cuidarla como semilla del amor original de Dios.

Oración de los fíeles

• Para que haya fraternidad y buena convivencia, roguemos al Señor.

• Para que la Iglesia se parezca lo más posible a una familia y todos nos sintamos unidos en la fe, en la esperanza y en la caridad, roguemos al Señor.

• Para que haya amor en todos los hogares y las dificultades se superen con diálogo y respeto, roguemos al Señor.

• Para que huérfanos y separados encuentren en nosotros ayuda y comprensión, roguemos al Señor.

• Por las familias cristianas, para que cultiven la Palabra de Dios y la oración entre otras actividades de su hogar, rogue­mos al Señor.

• Por todas nuestras familias, para que sean bendecidas y así vivamos la fraternidad parroquial, roguemos al Señor.

Ofrendas

• Libro de familia: Te ofrecemos, Señor, este símbolo de un amor fecundo, laborioso y agradecido.

• Álbum familiar. Te ofrecemos, Señor, la historia de nuestra familia, de la que Tú también has formado parte.

• Llaves de casa: Presentamos, Señor, estas llaves de nuestra casa para que Tú nos sigas bendiciendo y nosotros sepamos mantener el testimonio cristiano.

• Un detalle o regalo: Acercamos también, Señor, este regalo, símbolo del reconocimiento mutuo, de la donación recíproca y de las iniciativas por hacernos la vida agradable.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Jesús es alimento personal y alimento comunitario. Compartir la comunión significa compartir el testimonio, el com­promiso y el proyecto común de la misión cristiana.

Canto

Plegaria

Dios, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra; Padre que eres amor y vida, haz que cada familia humana se convierta, por medio de tu Hijo Jesucristo, nacido de mujer, en verdadero santuario de la vida y del amor

para las generaciones que continuamente se renuevan. Haz, Señor, que tu gracia guíe a los esposos para el bien de las familias, de todas las familias de este pueblo. Haz que las nuevas generaciones encuentren en la familia un fuerte apoyo para su humanidad y crecimiento. Haz que el amor se demuestre más fuerte que cualquier debilidad y cualquier crisis por las que pasan las familias. Te lo pedimos, Padre, por Cristo que es Camino, Verdad y Vida. Unidos a El, te decimos: Padre nuestro...6

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

Gracias, Señor, por tener una familia. Haz de nuestro hogar una casa de tu amor. Que no haya distanciamientos, porque Tú nos unes; que no haya amarguras, porque Tú nos bendices. Que no haya intolerancias, porque Tú nos das comprensión; que no haya rencores, porque Tú nos das el perdón. Que no haya abandonos, porque Tú estás con nosotros; que no haya tristezas, porque Tú nos das alegría. Que cada día sea una ocasión de más entrega y servicio y cada noche nos encontremos en mayor comunión familiar. Que demos lo mejor de nosotros mismos para ser felices en familia y que hagamos del amor un motivo para amarte más.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Unión como familia y testimonio cristiano entre los vecinos.

Bendición

Oración de Juan Pablo II retocada y extractada

Monición final.—La familia es un ámbito privilegiado para el amor y la libertad; es pieza fundamental de la sociedad y la mejor escuela de la vida. Pero los cambios que actualmente está sufriendo no siempre la benefician. Ayudémonos unos a otros para que cada familia sea un embrión de fraternidad y de convi­vencia según el Reino de Dios.

Canto final y despedida

SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS

(1 de enero)

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con una de estas frases:

— "María, ejemplo desde el primer día".

— "Cada año es un don".

• Símbolos:

— Imagen de la Virgen.

— Al lado, cuna con el niño.

— Calendario y agenda del año recién estrenado.

— Botella de cava y copa.

— Flores en una bota militar.

• Alguien, en representación de la Comunidad, acoge a la puerta de la iglesia, felicitando el Año Nuevo.

2. RITOS INICIALES

Monición.—Bienvenidos a esta celebración en la que vamos a dar expresión y contenido cristiano a lo que ya hemos vivido en familia y con los amigos. Al estrenar un nuevo año nos hemos deseado felicidad. Si este deseo ha salido del corazón, debe movernos lógicamente a trabajar porque se cumpla. Tendremos que hacer mucho para que el año... sea feliz.

Oremos para que nuestras actitudes diarias engendren la paz y la felicidad que hoy expresamos.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos a Dios Padre, que nos ha en­viado a su Hijo nacido de María.

Acto penitencial.—Al recoger en una mirada global el año que ha terminado, seguramente descubrimos que existen motivos más que sobrados para agradecer y pedir perdón:

— Agradecimiento, porque la vida nos ha enseñado, sonreído, curtido..., porque hemos colaborado con ella y hemos apro­vechado sus favores.

— Perdón, porque no hemos estado a la altura de lo que la vida nos da, la hemos podido maltratar en otras personas y en nosotros... (Breve silencio).

Solemos decir: Año nuevo, vida nueva. ¿Qué debe cambiar en cada uno para que este deseo se cumpla? (Breve silencio).

¿Qué podemos hacer para que a ninguno de nuestros vecinos le falte a lo largo del año lo fundamental y necesario? (Breve silencio).

Paz y unión son dos grandes deseos que expresamos singu­larmente en estas fechas. ¿Qué hacer para que sean una realidad todos los días del año?

Gloria

Oración

Dios bueno, te damos gracias por el nuevo año que acabamos de estrenar. En reunión de hermanos reconocemos tus bendiciones y los muchos dones que recibimos de Ti, pequeños y grandes, materiales y espirituales. Pero reconocemos también nuestros fallos y perezas, nuestros despistes y superficialidades, todo el mal que hemos hecho y el bien que hemos dejado de hacer. Por eso, pedimos perdón, Padre: porque no hemos jugado limpiamente con la vida, no hemos hecho rendir debidamente los dones que nos has dado, hemos alimentado poco la fe, nos hemos quedado cortos en el testimonio. Confiando en tu misericordia, te pedimos el riego de tu gracia. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—La Palabra de Dios resalta hoy un valor importantísimo: "Somos hijos de Dios". El Evangelio apun­ta un rasgo característico de la personalidad de María: "conser­vaba todas estas cosas meditándolas en su corazón". También recoge cómo Jesús es sometido desde el principio a las costum­bres y tradiciones de su pueblo. Por eso es circuncidado. En la circuncisión recibe el nombre que define el sentido de su vida: Jesús, el Salvador.

Lecturas.—Nm 6,22-27. Salmo o canto. Gá 4,4-7. Aclamación. Le 2,16-21. Breve silencio.

Comentario homilético.—Este día nos da pie para destacar una pluralidad de mensajes, según atendamos a motivos litúrgicos o sociales.

En el umbral del año la liturgia nos presenta a María como madre y con un gran talante de interioridad: meditaba los acon­tecimientos desde la fe y en la perspectiva de la historia de la salvación. María rumiaba asiduamente el plan de Dios, conscien­te de que la obediencia creyente es una tarea diaria. Esta estampa de María constituye una sugerente invitación a vivir el año con una fuerte dosis de interioridad. (Pausa).

Cada nuevo año es un don: ¡Agradécelo! No es cuestión de llenar la vida de años, sino de llenar los años de vida. En este sentido cada año es un reto: es nuevo y distinto. ¿Lo valoramos así? Descubre la sorpresa de cada día e interprétalo como un tiempo de gracia. (Pausa).

Las instituciones promueven en este día el valor de la paz. Socialmente se invita a vivir todo el año en la tónica de la paz, del equilibrio, de una convivencia en armonía. Nosotros recorda­mos aquella bienaventuranza: "dichosos los que trabajan por la paz". Y la ampliamos con estas otras:

— Dichosos los que viven en paz consigo mismos y con Dios. — Dichosos los que construyen la paz en la familia. — Dichosos los que siembran la paz entre los vecinos. — Dichosos los que no se crean enemigos. — Dichosos los apóstoles de la no-violencia. — Dichosos los que saben perdonar y aceptan el perdón. — Dichosos los que piensan que siempre es posible el diálogo.

— Dichosos los que saben comprender y tienen hambre de paz. (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fieles

• Para que se promuevan y respeten la paz y los derechos huma­nos en todo el mundo, roguemos al Señor.

• Por la Iglesia, para que testimonie intensamente el valor de la paz, roguemos al Señor.

• Para que, a lo largo del año, crezcan entre nosotros la ayuda, la buena convivencia y la calidad de vida, roguemos al Señor.

• Por quienes ven con desesperanza este nuevo año, para que la atención de los demás les aporte estímulo y esperanza, rogue­mos al Señor.

• Por nuestra Comunidad, para que avance en servicio a la misión del Reino de Dios, roguemos al Señor.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Jesús es el pan vivo amasado en las entrañas de María. Dios nos alimenta de esta manera tan divina y tan humana.

Canto

Plegaria

Padre bueno, recibe nuestra bendición al comenzar este año nuevo. A Ti pertenecen, más que a nosotros, el tiempo y la historia. Nuestro caminar es como de romería: "pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero, ligero, siempre ligero"... En corro de hermanos celebramos la vida: el nacimiento de los niños y el de los mayores que nacen de nuevo.

También celebramos la paz y las reivindicaciones de los pueblos, la rebelión de los oprimidos y la bravura de los hombres con genio. Sí, ha nacido el Salvador: trae un clamor de Evangelio justo y un abrazo fraterno. Arrastra una liturgia de vida, un talante ejemplar que provoca seguimiento. Y en corro de hermanos celebramos a María, la Virgen Madre, pregonera y silenciosa, que ha depositado en el surco de la historia el fruto de su vientre: retoño de paz, Palabra de Dios definitiva, sacramento de amor, justicia y salvación. Esta es, Padre, nuestra píegaría, que rubricamos diciendo: Padre nuestro...

Gesto de la paz.—Alguien descorcha la botella de cava y echa en la copa que sostiene otro. Ambos levantan botella y copa, a modo de brindis, mientras un tercero dice: Ha comenzado un nuevo año. Traerá dificultades y alegrías, ventajas y recortes, satisfacciones y crisis... Apoyados en la esperanza y en nuestra solidaridad, nos atrevemos también aquí a hacer un brindis reco­giendo los que se han hecho en la noche pasada:

— Por un año en paz y bendición como Dios quiere.

— Por Jesús, el gran regalo con que Dios Padre nos bendice.

— Por el amor compartido y repartido, la mejor medicina para los problemas que nos esperan.

— Por todos nosotros, para que a lo largo de este año manten­gamos la mirada limpia, el corazón cálido y la moral alta.

Desbordemos nuestros sentimientos dándonos cariñosamente la paz. Se dejan la botella y la copa donde estaban.

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias {espontánea).

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso

— Proyecto personal de vida cristiana para todo el año.

— Proyecto parroquial para todo el año, si no existe ya para el curso.

Bendición

Monición final.—Felicidades es tal vez la expresión más oída en estas fechas navideñas. Ahora nos queda hacerla realidad en cada día del año que hemos estrenado. Estamos en el buen ca­mino si lo queremos hacer juntos, con autenticidad y constancia.

Canto final y despedida

SEGUNDO DOMINGO DESPUÉS DE NAVIDAD

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "Somos hijos de Dios".

— "Dios nos bendice en Cristo".

2. RITOS INICIALES

Monición.—Aunque han pasado fechas importantes, seguimos en el tiempo de Navidad. El mensaje de este día se condensa en que Dios nos bendice bajando hasta nosotros como Palabra he­cha persona, vida y luz. Actitud entrañable y elegante por parte de Dios. No suele ser así la nuestra, que muchas veces preferi­mos la tiniebla y rechazamos su presencia.

Dejemos que la Palabra, hecha vida humana, nos penetre, porque lleva consigo mucha energía y revelación.

Ambientamos esta celebración con los símbolos que presen­tamos:

— Biblia y tiesto florido: la Palabra sabia de Dios quiere echar raíces en nuestra tierra.

— Cirio en cuenco transparente con agua: Dios nos eligió para que fuésemos santos y nos predestinó a ser sus hijos.

Canto

Saludo.—Hermanos, alabemos juntos al Señor, que ha tenido la iniciativa de acercarse hasta nosotros.

Acto penitencial.—Agradeciendo el cariño de Dios que nos per­dona, reconozcamos el pecado personal y el pecado comunitario. {Breve silencio). Yo confieso...

Gloria

Oración.—Te bendecimos, Padre bueno, porque nos pensaste desde antiguo y nos llamaste a la vida para desarrollar una exis­tencia digna en tu presencia. Reconocemos que tu simiente está en nuestro interior. Ayúdanos a asumir nuestra vocación para saber comunicar tu sabiduría y tu bendición. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—En su afán de acercarse y de mani­festarse, Dios ha plantado su sabiduría en el campo de la historia y ha echado raíces donde se le ha acogido. Por eso, como per­sonas y como creyentes, tenemos muchos motivos para bendecir a Dios. Él nos ha bendecido el primero. Ya antes de nacer, había pronunciado nuestro nombre, nos había elegido como hijos y nos había soñado a imagen de Jesús.

Lecturas.—Eclo 24,1-4.12-16. Salmo o canto. Ef 1,3-6.15-18. Aclamación. Jn 1,1-18. Breve silencio.

Comentario homilético.—Al margen de nuestros merecimien­tos, Dios se ha revelado y nos ha comunicado su sabiduría, sobre todo por medio de Jesús. Su persona (hechos y palabras) es el mensaje culminante, la Palabra superior y definitiva de Dios, la que traza el estilo humano más convincente.

Jesús, comunicación sabia de Dios, anunciará y advertirá con claridad que quien escucha sus palabras y las pone en práctica es persona sensata y edifica su personalidad sobre un cimiento só­lido... Por eso resaltamos que Jesús es el ideal y el fundamento para vivir acertadamente. Por tanto, es inútil que nos calentemos la cabeza buscando otro. Sobre este cimiento vea cada uno cómo levanta su personalidad, porque llegará un día, el del juicio, en que la obra de cada uno quedará al descubierto.

Así es. Ya ahora, acogiendo a Jesús, experimentamos la ben­dición de quien nos eligió antes de la creación del mundo para que fuésemos santos. El sueño de Dios Padre es que lleguemos a la experiencia de sentirnos hijos adoptivos. La Navidad confir­ma este plan: Dios nos invita a compartir la herencia de los santos.

¡Qué enorme y sorprendente la corazonada de Dios! Ha que­rido entrar en la historia como una cuña de luz. Y nos ha dejado su Espíritu para alargar esta Luz de generación en generación, de

manera que podamos comprender la esperanza a la que nos llama y la riqueza de gloria que nos espera si trabajamos la santidad personal y comunitariamente.

Por eso, es un desacierto y una falta de elegancia dar la espalda a esta Palabra que es Luz, Sabiduría y Amor: Vino a los suyos y los suyos no la recibieron... Sin embargo, los limpios de corazón y los sencillos son quienes ven esta Luz, entienden la Palabra y aprovechan la Sabiduría que destila. (Silencio de inte­riorización).

Credo

Oración de los fíeles

• Para que llegue a todos el mensaje humano de la Palabra hecha carne, roguemos al Señor.

• Por nuestra Iglesia, para que presente con atractivo la presen­cia humana de Dios y la verdad del Evangelio, roguemos al Señor.

• Por cuantos formamos esta Comunidad, para que nuestra vida refleje que acogemos la Palabra, roguemos al Señor.

• Para que la experiencia de sentirnos hijos de Dios fortalezca nuestra fraternidad, roguemos al Señor.

• Por los deseos y las necesidades de cada uno de nosotros y por las de nuestro pueblo, roguemos al Señor.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Dios nos eligió y nos bendijo en la persona de Cris­to. Ahora Él alimenta nuestra vocación cristiana. Participemos de la comunión con profundo agradecimiento.

Canto

Plegaria

Padre que estás entre nosotros derramando bendición, sabiduría y mensaje salvador, bendito seas por tanto amor como nos has demostrado. La historia y la creación están empapadas de tu presencia, pero hace falta conciencia y sensibilidad para percibirte tan al lado en entrañable compañía. Has sembrado tu sabiduría en nuestra parcela

y nos convocas en libertad a ser hijos tuyos. Recibe nuestra alabanza y admiración: ha brillado tu Luz, hemos nacido de Ti, nos has bendecido con toda clase de bienes, hemos contemplado tu gloria. En el colmo del agradecimiento y de la comunión te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Gracias, Padre, porque te has adelantado a bendecirnos en la persona de Cristo.

• Gracias por elevarnos a la condición de hijos adoptivos. • Gracias por tu Palabra tan cargada de luz y de vida. • Gracias por tu Espíritu de sabiduría y de revelación. • Gracias porque podemos conocerte y llegar a comprender la

esperanza y la riqueza de gracia que nos tienes reservadas.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Comunicar la experiencia de la paternidad de Dios y cómo nos bendice.

Bendición

Monición final.—El tiempo de Navidad es especialmente expre­sivo de la cercanía de Dios. Como ha recordado el Evangelio, Él ha querido acampar entre nosotros, ser un vecino más y compar­tir la marcha de la vida. Vivamos con fe y con entusiasmo esta compañía amiga de nuestro Dios. Seamos testigos de que Él vive ya entre nosotros.

Canto final y despedida

EPIFANÍA DEL SEÑOR (6 de enero)

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "Jesús es para todos".

— "La verdad se llama Jesús".

— "La verdad no tiene fronteras".

— "Jesús, la gran estrella".

• Símbolos:

— Atlas o bola del mundo.

— Otros símbolos de signo misionero.

— Cirio pascual encendido.

• Distribución de velitas a la entrada.

2. RITOS INICIALES

Monición.—El nombre litúrgico de la fiesta que celebramos hoy es Epifanía del Señor, que significa manifestación de Dios. El nombre popular, sin embargo, sigue siendo Día de los Reyes Magos, con lo cual esta fiesta corre el riesgo de quedar rebajada, tal vez por incultura religiosa o porque pesan más las leyes tirá­nicas del consumo.

Como cristianos, hemos de considerar hoy que Jesús es el mejor regalo de Dios para todas las personas y para todos los pueblos; y que es la gran Estrella capaz de conducir por buenos senderos. Por tanto, dejémonos conducir por la Luz de Dios, siguiendo a Jesús.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos a Dios, que se ha manifestado por medio de Jesús.

Acto penitencial

• Tú eres la luz, que brilla en la tiniebla: Señor, ten piedad.

• Tú eres la luz, que alumbra a todos: Cristo, ten piedad.

• Tú eres la luz, que da vida al mundo: Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Dios, Padre nuestro, te has manifestado ampliamente porque quieres que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Nosotros confesamos que Jesucristo es luz y salvación para todas las personas y para todos los pueblos. Acogemos tu generosidad y renovamos el compromiso de nuestra fe misione­ra. Cuenta con nosotros para anunciar y extender el Evangelio. Amén.

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—El carácter universal de la manifes­tación de Dios queda resaltado en las lecturas que vamos a es­cuchar. El autor de la carta a los Efesios confiesa que ha re­flexionado seriamente sobre la novedad del misterio que se ha manifestado en Jesucristo en favor de todos y, cautivado por él, dedica su vida a pregonarlo. El Evangelio destaca que en Jesús, Estrella de Dios, brilla una luz fuerte, capaz de alumbrar a los de cerca y a los de lejos.

Lecturas.—Is 60,1-6. Salmo o canto. Ef 3,2-3a.5-6. Aclamación. Mt 2,1-12. Breve silencio.

Comentario homilético.—A lo largo de estos días venimos pro­fundizando, de diferentes modos, la gran verdad de nuestra fe: Dios nos ha visitado y redimido. Hoy consideramos que esta visita redentora es para todo pueblo y cultura. Epifanía es mani­festación de Dios, pero poniendo de relieve el carácter universal de la salvación.

Está claro que nuestro Dios no admite ningún tipo de privi­legio que recorte el acceso y el disfrute del Evangelio. El regalo de Jesús es para todos y su proyección ha de alcanzar igualmente a todos. Por eso la festividad de hoy tiene una perspectiva y un alcance misioneros: la distribución de la gracia de Dios ha de llegar a todos los rincones del mundo.

También resaltamos en este día que Jesús es la gran Estrella, con una luz tan intensa, que orienta y humaniza como nadie. Los hijos de las tinieblas intentan desviarnos de su influjo, despistar­nos. Hay un entramado de montajes y de propaganda para arras­trarnos tras otros liderazgos menores, que, en muchos casos, son turbios, cuando no falsos: estrellas del dinero, de la política, del deporte, astros de la música, del cine... Nosotros no doblamos la rodilla ante nadie más que ante el único Señor. Jesús, exaltado por Dios Padre, porque fue fiel hasta la muerte y muerte de Cruz.

En resumen, hoy hemos de realzar el sentido misionero de nuestra fe. Los que hemos conocido a Jesús y hemos experimen­tado el impacto del Evangelio somos ahora los encargados de que su influjo humano llegue a todos. Actualmente nosotros somos las manos, los pies, los labios, es decir, los medios huma­nos del Jesús misionero. (Silencio de interiorización)

Credo

Oración de los fíeles

• Para que la luz de Dios llegue a todos los pueblos, roguemos al Señor

• Por los misioneros que se esfuerzan por llevar esta luz de Dios a todos los rincones del mundo, roguemos al Señor.

• Para que nuestra Comunidad sea más misionera, roguemos al Señor.

• Por los que no reconocen en Cristo la gran estrella de Dios, roguemos al Señor.

• Para que los niños reciban ante todo el regalo de una buena educación, roguemos al Señor.

Gesto.—Algunos encienden su velita en el Cirio y van acercan­do la luz a los demás Alguien dice Todos tenemos la vocación de ser testigos de la Luz. La Palabra de Dios nos urge a ser misioneros.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición —Jesús nos entusiasma con su ejemplo y nos ilumina con su palabra. Recibámoslo en comunión, para ser, como Él, buenos comunicadores del Evangelio

Canto

Plegaria

Te bendecimos, Padre, por Jesús de Nazaret, tu gran Estrella y la Estrella de todos los tiempos. Lo expresamos con orgullo: en ningún momento de la historia se le ha podido quitar la razón: Jesús es la semilla celestial y vigorosa trasplantada a nuestro suelo, la luz que orienta nuestro caminar, el sacramento de la dignidad humana. Sí, Padre, nadie ha podido apagar a Jesús. Nuestra voz encuentra en Él el tono y la armonía. El es el Maestro que merece seguimiento, el Redentor cargado de Evangelio. Nos unimos a su proyecto y a su oración y te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Te damos gracias, Señor, porque te has querido volcar amoro­samente sobre todo hombre y mujer. No has tenido privilegios. Quieres que la salvación alcance a todos.

• Te damos gracias por Jesús, la luz verdadera que ilumina y orienta a todos cuantos se encuentran con su Palabra y su Espíritu.

• Te damos gracias por nuestra fe cristiana, que nos incita al testimonio y a la misión.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Reforzar el compromiso misionero.

Bendición

Monición final.—Recuperar el nombre y el significado de esta fiesta es una tarea que todavía tenemos pendiente. Hay que evitar confundirla con la fantasía consumista de los regalos para no caer en la trampa comercial.

Nuestro mundo sigue necesitando el alumbrado de Dios. Esto sí que es importante. Los creyentes somos hoy la luz de Dios. Por eso, que brille nuestra luz ante la gente, para que el mundo crea y camine según los valores del Evangelio. Jesús, la gran Estrella de siempre, nos acompaña.

Canto final y despedida

BAUTISMO DEL SEÑOR

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con una de estas frases:

— "Tú eres mi Hijo amado".

— "Jesús también se bautizó".

— "El bautismo compromete".

• Símbolos bautismales: Cirio pascual y pila o recipiente con agua.

2. RITOS INICIALES

Monición.—Jesús, que quiso ser uno más entre la gente de su tiempo, consideró que era un gesto de cercanía redentora pasar El mismo por el bautismo de Juan. Todos los que estamos aquí también hemos sido bautizados. Con este sacramento, asumido un día, hemos querido orientar la vida al estilo de Jesús. Ojalá se nos reconozca por la marca y el talante propios de los bauti­zados.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos a Dios Padre, que ha enviado a su Hijo para salvar al mundo.

Acto penitencial

• Tú, que te acercaste al bautismo como un pecador más: Señor, ten piedad.

• Tú, que te echaste encima el pecado de todos: Cristo, ten piedad.

• Tú, que quitas el pecado del mundo: Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Dios, Padre santo, que en el bautismo de Cristo, en el Jordán, quisiste revelar solemnemente que Él era tu Hijo amado enviándole tu Espíritu Santo; concede a tus hijos de adopción, renacidos del agua y del Espíritu Santo, la per­severancia continua en el cumplimiento de tu voluntad. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Dios, para convencer, no utiliza el argumento de la fuerza, sino el de la humildad y el de la man­sedumbre. Así lo expresa la primera lectura. Actitud semejante adopta Jesús al bautizarse. Puesto que acoge la experiencia de todos los seres humanos, se coloca en la fila de los pecadores y recibe el bautismo de manos de Juan. Dios Padre bendice este gesto, empapa a Jesús de Espíritu y lo reconoce como Hijo amado.

Nuestra vivencia del bautismo enlaza con esta experiencia de Jesús: el Espíritu nos empapa, nos fortalece y Dios Padre nos acoge como hijos.

Lecturas.—Is 42,1-4.6-7. Salmo o canto. Hch 10,34-38. Acla­mación. Mt 3,13-17. Breve silencio.

Comentario homilético.—Jesús hace su presentación en socie­dad poniéndose en la fila de los pecadores y acercándose como uno de tantos arrepentidos a pedir el bautismo. Él, que no tenía ningún pecado que echar al río, asume el pecado de la historia. Dio el paso del bautismo por nosotros, porque se solidarizó al máximo con la condición humana. La asumió y quiso cargar con todos nuestros errores.

En este gesto tan lleno de significados la primitiva Iglesia condensa ya una convicción: Jesús fue semejante a nosotros en todo, excepto en el pecado. Él pasó por el mundo haciendo el bien, porque se dejó conducir por el Espíritu, y luchó a brazo partido contra el pecado y sus influencias. No obstante, con este gesto Jesús atestigua públicamente que está a favor de la conver­sión y que su proyecto es cumplir la voluntad del Padre. Por tanto, si Jesús asumió y cargó con nuestro pecado, si nos salva desde dentro de la experiencia y de la historia humanas, si se comprometió con una opción fundamental: pasar haciendo el bien, ¿qué otra cosa debemos hacer nosotros?

Los bautizados hemos de estar siempre del lado de Jesús, hemos de encarnar la espiritualidad del Evangelio y se nos ha de notar que trabajamos por el Reino de Dios. Como Él, nos vere­mos acosados por mil tentaciones. Pero el Espíritu nos ilumina y nos curte para mantener la dignidad que corresponde a los miembros de Cristo. Así pues, es necesario mantener la concien­cia de bautizados. La aventura de Jesús es también la aventura de cada bautizado. (Silencio de interiorización).

Credo

• La tradición de la Iglesia nos ha acercado la experiencia de un Dios, Padre cercano, que nos salva en Jesucristo y nos quiere con cariño admirable. ¿Creéis en este Dios santo y misericor­dioso? — Sí, creo.

• El pueblo cristiano reconoce en Jesús al Hijo de Dios que es Luz para la historia, al Redentor que libera y alienta como nadie. ¿Creéis, por experiencia, que se concentra en Jesús el verdadero sentido de la vida? — Sí, creo.

• La Biblia nos dice que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. ¿Creéis que el Espíritu de Dios habita en nosotros, en la Comunidad, y nos impulsa a mejorar la vida personal y social? — Sí, creo.

• Nos han presentado el Evangelio como el mensaje y el estilo de vida que Dios quiere. ¿Creéis que en el Evangelio se encuen­tran el plan de Dios y los valores para una vida con calidad? — Sí, creo.

• Muchas veces valoramos nuestra dignidad humana: nuestras capacidades y aspiraciones. ¿Creéis en vosotros mismos, en vuestra bondad de fondo, en vuestra fidelidad renovadora, en vuestra mística al servicio del Reino de Dios? — Sí, creo.

Oración de los fieles

• Por los hombres y mujeres de buena voluntad, para que sigan regando su entorno de sensibilidad y de buen ejemplo, rogue-mos al Señor.

• Por la Iglesia, para que sea comunidad de bautizados cons­cientes, roguemos al Señor.

• Para que se note en todos los bautizados el talante de Jesús, roguemos al Señor.

• Para que mejoren los ambientes gracias al testimonio de los bautizados, roguemos al Señor.

• Por todos nosotros, para que seamos miembros vivos y respon­sables en la animación de nuestro pueblo, roguemos al Señor.

Ofrendas

• Recipientes de óleo y crisma o vaso con aceite: Padre, Jesús, ungido con la fuerza del Espíritu, pasó haciendo el bien. Nues­tra unción sacramental nos recuerda que Tú estás con nosotros y nos envías a evangelizar.

• Cruz y corona de laurel: Te ofrecemos, Padre, estos símbolos de la vida de Jesús: servicio, entrega y victoria de quien cum­ple tu voluntad como Hijo amado.

• Partida de bautismo: Recibe, Padre, nuestro compromiso de permanecer como seguidores de Jesús trabajando por tu Reino.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Comulgar con Jesús es parecerse tanto a Él, que vamos dejando un buen ejemplo por donde pasamos. Alimente­mos con la comunión el seguimiento de Jesús.

Canto

Plegaria

Bendito seas, Padre Dios, que en el Jordán nos presentas al Hijo amado, rebajado como un pecador, pero consciente de una misión: ser el Cordero que quita el pecado del mundo... Lo quisiste solidario y redentor, haciéndolo descender como un convertido, anticipando en su bautismo el despojo de su Pascua. Nos lo has entregado revestido de Espíritu

para reconciliar y levantar, como el mejor regalo caído del cielo, como la mejor bendición que has pronunciado. Ahora, Padre, envía de nuevo tu Espíritu, como lo hiciste sobre Jesús en el Jordán, y empapa nuestra debilidad de resurrección y de esperanza. Derrámalo sobre esta Comunidad, para que desarrollemos con nuestros vecinos el proyecto siempre desafiante del Evangelio. Unidos en el compromiso por tu Reino te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Te damos gracias, Padre bueno, porque en el bautismo del Jordán te has manifestado ungiendo a Jesús, bañándolo en el Espíritu y presentándolo a la historia como el Hijo amado y cumplidor.

• Te damos gracias por nuestra propia experiencia bautismal, baño provocador del Espíritu, experiencia de muerte y de re­surrección, tensión de despojo y de compromiso.

• Te damos gracias por los seguidores de Jesús, ungidos por el Espíritu, que se gastan en servicio a los demás y nos acercan vitalmente el modelo cristiano.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Continuar la línea de Jesús: pasar haciendo el bien y salvar a todos los influidos por el Maligno.

Bendición

Monición final.—Acoger en plenitud el bautismo no es cosa de niños. Para cumplir cuanto significa y para mantener la dignidad

de bautizados, hace falta ser adultos en la fe y almacenar grandes dosis de Evangelio.

Los bautizados han de vivir con la gente la aventura libera­dora de las Bienaventuranzas: crear fraternidad como consecuen­cia de una opción de pobreza y de servicio, dar la cara por la justicia, trabajar por la paz y por la libertad, cultivar la limpieza de corazón... Lo que ya de por sí es una responsabilidad humana, ha de quedar reforzado por el bautismo del Espíritu.

Canto final y despedida

TIEMPO DE CUARESMA

MIÉRCOLES DE CENIZA7

1. AMBIENTACIÓN

• En lugar destacado, silueta de Jesús caminante (puede perma­necer durante toda la Cuaresma).

• Pies de cartulina por el suelo con valores de conversión (pue­den reponerse durante la Cuaresma).

• Cartel con frases como:

— "La conversión es tarea diaria".

— "Dios camina conmigo".

2. RITOS INICIALES

Monición.—Con la Cuaresma iniciamos la orientación hacia la Pascua, el tiempo más significativo y retante del año para los cristianos. Hoy comenzamos la Cuaresma: todo un desafío y un entrenamiento en constante referencia a Jesucristo resucitado.

En Cuaresma recordamos que la conversión es tarea de todo el año. Día tras día debemos meditar el modelo ejemplar y vir­tuoso de Jesús que camina por la vida con firmeza y sin tropiezo. La conversión es la tarea fundamental del cristiano.

El signo externo que caracteriza este día es la ceniza. Sim­boliza que somos pecadores y que debemos cambiar.

Presentamos los símbolos que centran esta celebración:

— Cirio y ceniza: frente a la luz simbólica del Cirio, la ceniza es símbolo de algo apagado.

— Planta con flor y ceniza: frente a la vida pujante de la planta, la ceniza es símbolo de muerte.

1 Introducimos esta celebración por la importancia que tiene este día para muchos como inicio de la cuaresma

Canto

Saludo.—Hermanos, alabemos juntos al Señor, que nos llama a la conversión.

Oración.—Dios, Padre bueno, sabemos que nos amas y que eres fiel a tus promesas. Sigue mirando con cariño a esta Comunidad y refuerza en nosotros la presencia de tu Espíritu. Que Él nos ilumine para vivir con atención, con esfuerzo y con fidelidad. Y que el ánimo, que nos damos unos a otros, nos ayude a llevar a feliz término las esperanzas y los deseos de santidad que senti­mos como seguidores de Jesús. Por el mismo Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Todo tiempo es oportuno para acoger la salvación. La Cuaresma lo expresa y lo recuerda. Invita al cambio profundo, a la limpieza de corazón, a ser consecuentes con la misericordia de Dios. Si entramos con decisión en lo más profundo de nuestro ser, descubriremos que tenemos algo o mucho que reformar, cortar o cambiar. En Cuaresma se nos re­cuerda insistentemente que hay que meterle mano al hombre viejo. "Ahora es el tiempo de la gracia, dice San Pablo, ahora es el día de la salvación". Vivamos, pues, con la sinceridad y el arrepentimiento que nos presenta hoy la Palabra de Dios.

Lecturas.—Jl 2,12-18. Salmo o canto. 2Co 5,20-6,2. Aclama­ción. Mt 6,1-6. Breve silencio.

Comentario homilético.—Con el Miércoles de Ceniza comen­zamos la preparación para la Pascua. Nos preparamos para vivir, como conviene, el gran acontecimiento de la Historia de la Sal­vación: el paso de la muerte a la vida de Cristo con toda su transcendencia y motivación. La Iglesia nos recuerda que esta preparación consiste en buscar una conversión cada vez más sincera y perfecta mediante la meditación profunda de la Palabra de Dios, la vivencia de los sacramentos, la oración, las privacio­nes voluntarias —de las que son un ejemplo el ayuno y la abs­tinencia— y la renuncia al egoísmo. Se trata de poner todos los medios en juego para ahondar y avanzar en el vivir cristiano.

La Cuaresma es una ocasión propicia para reforzar convic­ciones y compromisos; por ejemplo, austeridad frente a consu-mismo, pensar bien de los demás frente a hablar mal de ellos, no

creernos los mejores y pensar que los malos son los otros, etc. Haremos muy bien, además, si nos echamos a la cara las Bien­aventuranzas (Mt 5,2-12); en ellas encierra Jesús el ideal cristia­no. Según ellas, ¿qué nos falta?, ¿qué nos sobra?

Junto a la ceniza, además del Cirio pascual recordándonos el cambio a ser criaturas nuevas, tenemos una flor que simboliza una vida renovada, sana, resucitada. Conversión es seguir a Jesús de Nazaret, dejarnos transformar por su Espíritu.

En la vida se nos presentan ocasiones para mejorar. La Cua­resma y la Pascua nos recuerdan el talante de renovación que debemos mantener a lo largo de todo el año. (Silencio de inte­riorización).

4. RITO PENITENCIAL

Monición.—La ceniza en nuestra tradición cuaresmal simboliza fragilidad humana y pecado. Recibirla en la cabeza al comienzo de la Cuaresma, es un reconocimiento público de nuestra condi­ción pecadora. Al imponerla se nos dice: Convertios y creed el Evangelio. Por tanto, la identificamos con el arrepentimiento y la reconciliación.

Los primeros penitentes se cubrían la cabeza de ceniza para indicar públicamente que eran pecadores, que el polvo sucio de sus pecados fluía de su interior. Reconocemos con la ceniza que nosotros también hemos destruido algo, hemos hecho polvo & alguien. Pero la ceniza es también resto de un fuego purificador e inicio de nueva vida.

Ahora es el momento de reconocer públicamente nuestros fallos y de proponernos una vida renovada. La ceniza recibida es signo de conversión, petición de perdón y confianza en la mise­ricordia de Dios.

Acto penitencial.—Reconocemos que nuestra vida está teñida de fragilidad y de pecado. Conscientes del mal que hacemos y del bien que dejamos de hacer, manifestemos nuestro arrepenti­miento confiados en la misericordia de Dios:

— Para que perdones todos nuestros pecados, Señor, ten piedad.

— Porque necesitamos tu ayuda para cambiar, Cristo, ten pie­dad.

— Porque queremos preparar la Pascua fuertemente converti­dos, Señor, ten piedad.

Gesto de imposición de la ceniza.—Alguien significativo de la Comunidad impone la ceniza a todos los presentes que se acer­quen; a cada uno le dice: Convertios y creed el Evangelio. El primero o uno de los primeros que se acerca a recibir la ceniza viene con cadenas sobre el cuerpo. Al imponérsele la ceniza, las deja caer y quedan en el suelo.

Canto

5. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—La comunión con Jesús debe ser causa y efecto de que trabajamos a diario la conversión. Nos acercamos a la comu­nión porque necesitamos el alimento y la fortaleza de los santos.

Canto

Plegaria

Bendito seas, Cristo despojado, que, siendo de condición divina, no te aferraste a tu categoría de Dios, sino que te rebajaste hasta la condición de esclavo, obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz. Jesús, no se ha borrado tu memoria. No eres un extraño para este pueblo. Conservas el atractivo; por eso muchos te miran con aprecio y no pocos corren a tu encuentro. ¡Qué saludable haberte conocido! ¡Qué ventajoso experimentarte por dentro! Nosotros resaltamos tu valía, te cantamos con agradecimiento; gritamos a quienes quieran oírnos que prueben a seguir tus consejos, que investiguen en tu causa, que lleguen hasta tu esencia, sin miedo, y descubran lo que eres: sabor humano y fraterno. Jesús, unimos nuestra voz a la tuya, para decir juntos al Padre: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Consideración motivadora (en la Acción de Gracias)

Cuaresma es superación, ventana abierta a la vida, experiencia de austeridad, motivo de crecimiento, chispazo de conversión, proyecto de calidad, horizonte de Pascua liberadora... Cuaresma es meditación de Jesús, hombre nuevo, sencillo y natural, uno de tantos, aunque diferente: evangelio caminante en marcha hacia un destino... Cuaresma es experiencia de salvación, vivencia de honestidad, reconciliación, mensaje de un sabio crucificado que escandaliza y desconcierta... Sólo los sencillos aprecian cómo resucita y salva. Cuaresma es siempre vida, y vida de calidad. Toda conversión es ya signo de nueva vida.

6. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Meditar las Bienaventuranzas (Mt 5,2-12) y for­mularse un compromiso preferente para toda la Cuaresma.

Bendición

Monición final.—Cuaresma es preparación y entrenamiento para vivir la Pascua. Al mismo tiempo nos recuerda la tarea y la res­ponsabilidad diaria de la conversión. No echemos en saco roto la gracia que pasa a nuestro lado. Recordemos que conversión es caminar por la vida con conciencia limpia, desarrollando fiel­mente la vocación a la santidad, como hizo Jesús.

Canto final y despedida

PRIMER DOMINGO DE CUARESMA

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con una de estas frases:

— "No a la tentación".

— "¿Adorar? Sólo a Dios".

— "Jesús también fue tentado".

• A los símbolos que pueden permanecer durante toda la Cua­resma, se añaden los específicos de este día, indicadores de tentaciones actuales:

— Botella de bebida alcohólica.

— Bandeja con dinero.

— Cesta con fruta atrayente a la vista.

2. RITOS INICIALES

Monición.—Nos reunimos para celebrar nuestra fe y para acer­carnos lo más posible a la condición positiva de Jesús. Lo que motiva principalmente la Cuaresma es la conversión del corazón. Y ésta es una tarea diaria.

Hoy vamos a reparar en que la tentación es un ingrediente real de la vida. En ocasiones nos engaña y nos arrastra. Tener conciencia de nuestras debilidades y pecados es bueno, porque así podemos corregirlos.

Siempre se puede superar la tentación. Jesús, también en esto, es un claro ejemplo.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos a Dios, rico en misericordia.

Acto penitencial

• Tú, que has vencido al Tentador: Señor, ten piedad.

• Tú, que te compadeces de nuestras flaquezas: Cristo, ten pie­dad.

• Tú, Salvador de todos: Señor, ten piedad.

Oración.—Dios, Padre nuestro, las personas somos tus criaturas preferidas; llevamos en nuestro ser la marca de tu Espíritu. Pero somos tan frágiles como el barro y estamos expuestos a todo tipo de tentación. Fortalécenos con tu Palabra, para ser dignos de tu elección. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Muchas y diferentes son las tentacio­nes que nos pretenden enredar a lo largo de la vida, unas desde dentro y otras desde fuera. Hay tres aspectos en los que especial­mente nos acosan: en el deseo de poseer, en el deseo de llamar la atención y en el afán de poder.

El Evangelio nos relata algunas tenciones que sufrió Jesús. Nada tan humano como la tentación; decimos: somos de carne y hueso. Pero también nada tan deshumanizador como la tentación cuando nos engaña y nos hace caer.

Lecturas.—Gn 2,7-9; 3,1-7. Salmo o canto. Rm 5,12-19. Acla­mación. Mt 4,1-11. Breve silencio.

Comentario homilético.—El ser humano es concupiscente (cf. Rm 7,14-25). Está sometido a la seducción, atravesado por la tentación (cf. Gá 5,17). Ésta es como una sombra oscura que acompaña a toda persona en su recorrido por la vida. Todos experimentamos esta tensión entre vivir según la carne o vivir según el espíritu (cf. Gá 5,16-17; Rm 8,5-8.12-13). El mismo Jesús, que fue un ser humano como cualquiera de nosotros, tam­bién sufrió el asalto de la tentación. Sin embargo, Él siempre quiso ser fiel a sí mismo (a su conciencia), honrado con los demás y obediente a Dios. Este ser igual y diferente es uno de los matices que lo hacen atractivo.

Efectivamente, en todos nosotros hay tendencias de vida e instintos de muerte. Todos, unos más y otros menos, somos cau­santes del ambiente de error y de maldad que es origen del pecado personal. Los fallos de cada uno influyen negativamente en el entorno. Por eso Jesús, como tú y como yo, no lo tuvo fácil.

Tuvo que trabajar mucho su espiritualidad para no dejarse llevar por la corriente, para que no le arrastrara ninguna tentación. Es humano sufrir la tentación. Lo que nos deshumaniza y desfigura nuestra dignidad es consentirlas, entrar y caer en ellas.

Hay tentaciones de corte íntimo, como brotadas del propio interior en las que se ponen en juego valores fundamentales. Jesús experimentó este tipo de tentación en soledad. Pero, ade­más, fue tentado por el ambiente, acosado por los enemigos que muchas veces lo ponían a prueba para hacerle tropezar (cf. Me 12,13-17; Jn 8,3-11). Hubo quien pensaba que estaba endemo­niado (cf. Me 3,22-30). Hasta sus amigos más íntimos lo tenta­ron (cf. Mt 16,21-23). Pero Él, atento, orante y coherente, supo y pudo desbaratar toda tentación que le salió al encuentro. Fue una persona profundamente espiritual.

Nosotros percibimos igualmente que la tentación nos acosa desde dentro y desde el ambiente. Podemos superarla. El ejem­plo de Jesús nos lo asegura. Para ello nos propone estar vigilan­tes y orar. En su oración recoge esta intención importante: "no nos dejes caer en la tentación..." (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fíeles Oremos unidos:

• Señor, nos sentimos frágiles, de barro; líbranos de las muchas tentaciones que nos acechan.

• Queremos colaborar con nuestra santidad a que la Iglesia sea fiel, de manera que actúe como buen fermento en medio de la sociedad.

• Te pedimos, Señor, por nuestra Comunidad y por nuestro pueblo, para que todos apoyemos una vida de calidad.

• Inspíranos esa misericordia que mana de Ti, para saber com­prender y animar a los caídos bajo el peso de la tentación.

• Y acoge todas nuestras intenciones. Roguemos al Señor.

Ofrendas

• Barra de pan y Biblia: Padre, necesitamos el pan de cada día para vivir; pero también necesitamos alimentar nuestro espíri­tu con tu Palabra.

• Varios nombres propios en una patena: Por medio de nuestros nombres te hacemos entrega, Señor, de nuestras propias vidas. No queremos seguir la corriente del mal, sino la del Evan­gelio.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Comulgar con Jesús ayuda poderosamente a superar las tentaciones. Jesús nos ilumina para vivir atentos y despiertos, como corresponde a los cristianos.

Canto

Plegaria

Padre bondadoso, es un deber bendecirte, más aún cuando la tentación nos ronda como una sombra. Una tensión grande nos envuelve. Somos hijos de una sociedad estéril, sedienta de valores humanos y de santidad. Pero también experimentamos el flujo saludable de una historia salvadora fuertemente animada por Jesús. Él, hijo de la Luz, rechazó toda tentación, sofocó la influencia del pecado y nos abrió la sana alternativa de la Pascua. Por la obediencia de su fe recibimos el desbordamiento de tus dones; tu bendición nos abarca por completo y nos impulsa a desplegar la mística de los convertidos. Reconocemos, Padre, que sigue en pie tu oferta salvadora y que esperas de nosotros un ritmo acelerado de bondad. Sensibles a tu misericordia y deseosos de cumplir tu voluntad nos unimos a todos los que te rezan: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de Gracias {espontánea).

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Vivir a diario despiertos, vigilantes, para no caer en ninguna tentación ni ser causa de tentación para nadie.

Bendición

Monición final.—Lo que hemos compartido y celebrado en este encuentro nos ha de animar para superar las muchas tentaciones que acontecen en la vida. Seguirán apareciendo ocasiones de tropiezo. Lo lógico, como cristianos auténticos, es no caer. La escena de Jesús tentado nos recuerda que nadie escapa de la tentación. Pero esta escena evangélica nos refleja también que la tentación se puede superar. Contamos con el Espíritu para lo­grarlo.

Canto final y despedida

SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con una de estas frases:

— "Éste es mi Hijo. ¡Escuchadlo!".

— "Dios nos bendice por Jesús".

• Además de los símbolos para toda la Cuaresma, pueden estar:

— Alba solamente o cruz cubierta con alba.

— Bastón de caminante: "Sal de tu tierra...".

2. RITOS INICIALES

Monición.—Hermanos, nos convoca la fe que sentimos como un don. El domingo pasado contemplábamos a Jesús frente a tenta­ciones fundamentales de la vida, aguantando el tipo y adoptando una respuesta digna y fiel. Hoy vamos a presenciar promesas y revelaciones en las que Dios pone en juego su palabra.

La alternativa que apasionó a Jesús y lo llenó de energía cau­só una gran admiración en sus discípulos. Tres de ellos lo experi­mentaron espectacularmente en una ocasión cuando subieron con Él a un monte para orar.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos a Dios Padre, que acredita a Jesús como el Hijo amado y la Palabra verdadera que debemos escuchar.

Acto penitencial

• Tú, que has sido probado con el sufrimiento: Señor, ten piedad.

• Tú, que haces brillar la luz en nuestro interior: Cristo, ten piedad.

• Tú, resplandor de la gloria del Padre: Señor, ten piedad.

Oración.—Padre Santo, nos vuelves a presentar el gran regalo de tu Hijo, Luz y Palabra, para que lo escuchemos y le hagamos caso. Como Él, queremos ser misioneros de a pie, caminando junto a la gente y con prisa de Evangelio. Acoge nuestros deseos de ser mensajeros de tu Reino. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Las primeras noticias que tenemos de la Historia de la Salvación nos hablan ya de promesas, bendicio­nes y alianzas. Dios siempre ha sido igual. Sus ofertas de gracia pueden ser más eficaces si encuentran acogida y responsabilidad en nosotros. Así fue en el caso de Abrahán, y lo mismo puede suceder en cualquier otro creyente: la compañía y el amor de Dios transforman la vida. Los tres discípulos que subieron al monte con Jesús lo experimentaron portentosamente.

Lecturas.—Gn 12,1-4a. Salmo o canto. 2Tm 1,8b-10. Aclama­ción. Mt 17,1-9. Breve silencio.

Comentario homilético.—Creyente es aquella persona religiosa que escucha los planes que Dios le traza y los pone en práctica, tal y como percibe que Dios le indica, aunque no alcance a comprender todos los matices y riesgos del sí que pronuncia. Así es el testamento que nos dejan Abrahán y todos los gran­des creyentes. Dios le dijo a Abrahán: "Sal de tu tierra...". Y "Abrahán marchó, como le había dicho el Señor". En la historia del Pueblo de Dios es reconocido como el padre de los creyen­tes. Su fidelidad, puesta en práctica, es de categoría.

Este relato de la vocación de Abrahán, como otros semejan­tes de la Biblia, nos revelan que el Dios bíblico muchas veces nos descentra saludablemente. Todos corremos el peligro de ins­talarnos o de centrarnos en unos intereses y proyectos que no son los principales desde la óptica del Reino de Dios. Es muy probable entonces que el Espíritu intente cambiarnos los criterios y descolocarnos en función de una mayor solidaridad o de un mayor servicio al Reino. El creyente que responde con fidelidad a estas intervenciones sorpresivas de Dios, siente su compañía y su bendición. En la obediencia de su fe estriba su seguridad y su confianza. Esta convicción es imprescindible para arrimar el hombro en los duros trabajos del Evangelio.

La experiencia que tienen los discípulos en el alto de la mon­taña, por un lado, les asombra. Dios refrenda a Jesús como el

Hijo predilecto. En adelante será el gran Profeta y la nueva Ley. Con El comienza una nueva historia. Con El acontece la plenitud de la Revelación. Tan fuerte fue el impacto, que querían quedar­se en el alto del monte. Pero Jesús, por otro lado, les invita a bajar de la montaña, a volver a la realidad cruda y dura, porque hay que seguir arrimando el hombro en los duros trabajos del Evangelio. Quedarse en el alto sería una evasión. Por tanto, las experiencias místicas son certeras si resultan oxigenantes y esti­mulan el compromiso por el Evangelio. (Silencio de interioriza­ción).

Credo

Oración de los fíeles

• Por todos los que se esfuerzan en la transformación y mejora de este mundo, roguemos al Señor.

• Por los gobernantes, para que procuren el desarrollo de los pueblos, roguemos al Señor.

• Por todos los que formamos la Iglesia, para que encontremos en la oración la luz y la energía de los cristianos comprome­tidos, roguemos al Señor.

• Por todos los que sufren, para que logren entender el valor cristiano del sufrimiento, roguemos al Señor.

• Por todos cuantos queremos seguir a Jesús, para que el men­saje de la transfiguración nos dé aliento en los momentos de dificultad y en las oscuridades de la vida, roguemos al Señor.

Ofrendas

• Mono de trabajo y evangelios: Señor, queremos poner en jue­go nuestra vocación y tomar parte en la tarea de evangelizar.

• Sandalias: Señor, queremos ser misioneros y extender el Evan­gelio más allá de los límites de nuestra Comunidad.

Canto

Gesto.—Alguien entrega evangelios a diferentes personas al tiempo que les dice alguna de estas frases:

Evangelizar es un don.

— Nuestra vocación es evangelizar.

— Antes de evangelizar, oremos el Evangelio.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Tratándose de Jesús, la sorpresa y la admiración no tiene límites. Renovemos en la comunión los aires sanos de la espiritualidad.

Canto

Plegaria

Unimos nuestros sentimientos y nuestras voces para darte gracias, Padre, por tu Hijo predilecto, esa Palabra última y principal que nos invitas a escuchar. Él es el Profeta venido de tu seno, el mensajero de la nueva Ley, el cimiento de una nueva sociedad. Te damos gracias porque nos has llamado a tomar parte en esta aventura: Nos has hecho partícipes de una vocación y nos confías el compromiso de evangelizar. Padre, experimentamos el seguimiento de Jesús como nuestra mejor realización personal. A la luz de tu llamada nos comprendemos mejor. Unidos en la fe y deseosos de servirte, te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Consideración motivadora (en la Acción de Gracias)

Hermanos y amigos, os invitamos de corazón a desarrollar con coraje las llamadas de la fe. No pequéis en la mesa de la vida. No cedáis a los imperativos del placer. No os dejéis llevar por la indiferencia. No perdáis el tiempo frenados por el pesimismo.

Nada de atrofiar el espíritu. Amigos, es la hora de aportar alternativas. Vuestra capacidad es inmensa: ¡Creedlo! Ha llegado el momento de aceptar el desafío de vivir. Nada nuevo nos vamos a encontrar hecho. El Evangelio es noticia siempre a punto y sorprendente, tan divina, que convierte y moviliza. Él nos desafía lo mismo que el sabio de Nazaret. ¡Ánimo! No hay mayor fracaso que vivir inútilmente.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Orar para transmitir lo que antes se ha orado: nadie da lo que no tiene.

Bendición

Monición final.—La experiencia religiosa siempre despierta ilu­siones y esperanzas, pero no por eso vamos a dejar de tener problemas y zonas de oscuridad. Lo importante de la fe es que nos pone en pie y nos da coraje para orientar con realismo el sentido de la vida. Es muy importante alimentar la experiencia cristiana. Gracias a ella aumenta nuestro nivel de aspiraciones.

Canto final y despedida

TERCER DOMINGO DE CUARESMA

1. AMBIENTACIÓN

• Además de los símbolos para toda la cuaresma:

— Cántaro u otro recipiente adecuado, con el texto siguiente en su exterior: "Dame de beber".

2. RITOS INICIALES

Monición.—Bienvenidos, hermanos, a esta celebración. Quienes nos reunimos por impulso de la fe tenemos conciencia de nuestra bondad, pero también de nuestro pecado. Una buena noticia que mana siempre de la revelación de Dios es que El nos ama, y esto nos debe influir para no endurecer el corazón.

En el caminar de la Cuaresma escuchamos frecuentes invita­ciones a la conversión. Ésta se ha de demostrar en la práctica diaria. Lo mismo que nos preocupa la eficacia en diversos aspec­tos de la vida, debemos analizar si rendimos como Dios y los demás esperan de nosotros.

Canto

Saludo.—Hermanos, alabemos juntos al Señor, que nos invita a abrirle el corazón y a darle culto en espíritu y en verdad.

Acto penitencial

• Porque no hemos sido fieles a nuestra conciencia, Señor, ten piedad.

• Porque no hemos seguido siempre las indicaciones del Espíri­tu, Cristo, ten piedad.

• Porque algunas veces hemos despreciado el agua de la vida, Señor, ten piedad.

Oración

Dios Padre bondadoso, en Jesús has salido a nuestro encuentro. En Él encontramos Camino y Alianza para vivir gozosamente la comunión contigo. Aplaudimos su preocupación y su esfuerzo para que podamos experimentarte como Abba. En el regazo de la Iglesia madre, te damos gracias por la experiencia cristiana. Y te bendecimos por estos encuentros saludables de fe. Confírmanos en el deseo de ser evangelios vivos para saber comunicar la experiencia de cristianos. Amén.

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Muchas veces, ante las necesidades y reveses que sufrimos en la vida, nos preguntamos si Dios está de nuestra parte. Le sucedió al antiguo pueblo en la travesía hacia la liberación.

Jesús también experimentó diferentes tipos de necesidad. El Evangelio nos lo presenta hoy sediento y cansado, pidiendo ayu­da a una mujer samaritana: dame de beber. Esta página evangélica es bella, sugerente y está repleta de sentido. Relata un encuentro salvador lleno de matices y de interrogantes de conversión.

Lecturas.—Ex 17,3-7. Salmo o canto. Rm 5,1-2.5-8. Aclama­ción. Jn 4,5-42. Breve silencio.

Comentario homilético.—En el encuentro con la mujer samari­tana y, posteriormente, con los apóstoles hay un diálogo rico, con una variedad de destellos reveladores. Jesús, aun estando cansado del camino y con necesidad de beber y de comer, deja claro que para él hay unos valores fundamentales que están por encima de toda otra necesidad.

En su línea de romper algunos moldes, carentes o contrarios de sentido, Jesús logra una comunicación profunda con aquella mujer que, además de no ser de muy buena reputación, pertene­cía a un pueblo rival. Dialoga con ella humanamente, sin dar aparente importancia a su condición moral, sacando lo bueno de su corazón, no resaltando lo negativo, sino potenciando lo posi­tivo, haciéndole ver que no sólo se da culto a Dios en el templo, sino en cualquier lugar, con tal de vivir en espíritu y en verdad.

Notemos la capacidad de Jesús para calar hondo y ayudar a cambiar desde dentro. Aquella mujer, que venía con un cántaro a sacar agua, al final éste le sobra. Y es que termina por entender el lenguaje de Jesús, lo acepta y acaba anunciando con alegría la transformación que se ha producido en su persona: de andar por la vida con un gran vacío y sin equilibrio moral, pasa a sentir que surge dentro de ella un manantial de agua viva que la riega y la estimula hasta el desbordamiento. La samaritana termina siendo misionera. (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fíeles

• Por la Iglesia universal, para que no deje de presentar en todo el mundo la imagen de un Dios cercano y comprensivo, rugue­mos al Señor.

• Por los gobernantes, los educadores y todos los que tienen alguna responsabilidad social, para que promuevan una cultura al servicio de la dignidad de las personas, roguemos al Señor.

• Para que la fe nos impulse más y más al compromiso, rogue­mos al Señor.

• Para que sepamos dar respuesta a los interrogantes y dudas de quienes preguntan desde lo hondo de la vida, roguemos al Señor.

• Por todos nosotros, para que sigamos empeñados en una reno­vación personal y comunitaria, roguemos al Señor.

Gesto.—Se entregan y van pasando unas velas encendidas, al tiempo que uno dice a otro: La fe nos urge a ser testigos.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—El encuentro con Jesús fortalece la vida. Un en­cuentro intenso y frecuente es el de la comunión. Aprovechemos el de hoy para vivir en verdad y con autenticidad.

Canto

Plegaria

Te bendecimos, Dios del encuentro, porque nos acercas a la verdad

y nos orientas acertadamente por medio de tu Espíritu. Muchos se ríen de nosotros porque todavía creemos y porque propagamos la razón del Evangelio. Pero nosotros te aplaudimos, Padre, porque nos has entusiasmado con la utopía de Jesús, que nos impulsa a ser testigos, como la samaritana, entre la gente de nuestro pueblo. Sensibles y agradecidos por los dones recibidos te decimos en comunión de hermanos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Te damos gracias, Padre bueno, porque hemos compartido este encuentro religioso que refuerza nuestra unión.

• Te damos gracias por las experiencias que fortalecen nuestro caminar diario.

• Te bendecimos por el encuentro contigo y con Jesús en el Espíritu.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Reforzar con hechos, gestos y palabras el anun­cio misionero y el testimonio evangélico.

Bendición

Monición final.—Al acabar, recordemos la enseñanza de con­versión que nos ha querido dejar el relato del Evangelio. Dios es comprensivo y paciente. Si nos ha creado con la capacidad de ser fecundos en los diferentes campos de la vida, también se ha de notar en el campo del testimonio. Un cristiano ha de pasar por la vida desbordando buen ejemplo y Evangelio, como Jesús, poniendo en juego toda su energía y su pasión por mejorar este mundo. Que el Señor nos acompañe.

Canto final y despedida

CUARTO DOMINGO DE CUARESMA

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con una de estas frases: — "Jesús nos ilumina". — "Jesús quiere que veamos".

• Además de los símbolos para toda la Cuaresma: — Recipiente con agua y pequeña toalla. — Fuente con barro. — Gafas de sol.

2. RITOS INICIALES

Monición.—Nos hemos reunido, una vez más, porque tenemos unas motivaciones personales y comunitarias parecidas: nos mueve la religiosidad, la fe y la pertenencia a esta comunidad cristiana.

El mensaje fuerte de este día nos viene expresado por el contraste luz-ceguera. El simbolismo de la luz es frecuente en la literatura bíblica. La fe proporciona luz. Sin fe podemos andar por la vida un tanto a oscuras. El Evangelio, incluso, apunta más: tal vez necesitemos que Dios nos cure alguna ceguera para que sepamos desentrañar el misterio de la vida y para ver bien a los demás.

Canto

Saludo.—Hermanos, alabemos juntos al Señor, que nos llama a una vida intensa.

Acto penitencial

• Porque eres luz para el mundo, Señor, ten piedad. • Porque muchas veces no hemos querido ver, Cristo, ten

piedad.

• Porque el pecado nos ciega, Señor, ten piedad.

Oración —Dios, Padre bondadoso, que nos has regalado la vida y la has enriquecido con la fe bautismal, manten en nosotros el vigor y la juventud de espíritu para caminar como dignos hijos de la luz y así construir tu Reino en comunión con todos los comprometidos. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas —Caminar como hijos de la luz es lo lógico en todos los cristianos y en todas las personas de buena voluntad. Para ello se necesita ver no sólo con los ojos, sino, sobre todo, desde el corazón El mensaje de las lecturas resalta el sentido iluminador que tiene la fe.

Lecturas.—ISm 16,lb.6-7.10-13a. Salmo o canto Ef 5,8-14 Aclamación Jn 9,1-41. Breve silencio.

Comentario homilético.—Seguramente hemos oído más de una vez afirmaciones cargadas de sabiduría como éstas: Lo esencial sólo se ve con el corazón; no hay peor ciego que el que no quiere ver... En esta línea, la primera lectura, rezumando sabidu­ría bíblica, aconseja: no te quedes en las apariencias; no te de­tengas en la fachada exterior. "La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero el Señor mira el corazón". Tal vez por eso, Dios no se cansa de querernos. Porque sabe que en el fondo de cada corazón humano laten unos buenos sentimientos y unas nobles aspiraciones. Na­die es tan perverso ni tan terco como para cerrarse definitiva­mente a la luz.

No obstante, la timebla del mal ejemplo y del engaño siem­pre está ahí como un nesgo y una amenaza. Incluso nosotros mismos hemos podido ser causa de tropiezo para otros. El autor de la carta a los efesios exhorta: "En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor". Por tanto, buscad lo que le agrada, denunciad lo que degrada y optad por lo que refuerza la dignidad de las personas. Esta es la dinámica bautismal que simboliza el texto evangélico. El don de Dios comienza por "abrir los ojos", es decir, por despejar la mente y equilibrar el interior. Si alguien con mala conciencia no se abre al Evangelio, será en la vida un torpe ciego, porque mantiene en tinieblas la mente y el corazón. {Silencio de interiorización)

Credo

Oración de los fíeles

• Oremos, hermanos, a Dios Padre por todos los que lo buscan, para que puedan ser iluminados con la luz de la fe.

• Oremos por todos aquellos, a quienes les ciegan los problemas de la vida y no ven la misericordia de Dios.

• Pidamos por nuestra Iglesia, para que se purifique y sea sím­bolo luminoso en el mundo.

• Oremos también por los cristianos de nuestra Comunidad, para que limpiemos el corazón y podamos mirar nuestra realidad con ojos claros y penetrantes.

• Oremos unos por otros, para que nuestra mirada sea siempre el espejo limpio de un alma digna y honrada.

• Por éstas y todas nuestras intenciones, roguemos al Señor.

Ofrendas

• Cirio pascual encendido y pequeñas velas encendidas alrede­dor: Recibe, Padre, nuestro compromiso bautismal de seguir a Jesús como hijos de la luz.

• Disfraz que se quema en la llama del Cirio: Señor, tú no miras la apariencia, sino el corazón; recibe nuestro empeño por asu­mir la espiritualidad del Evangelio.

Canto

Gesto.—Alguien sale con gafas de sol. Se acerca al recipiente con agua, se lava los ojos, los seca y regresa a su lugar sin las gafas que llevaba puestas.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Vamos a alimentarnos con el pan de vida. Jesús mismo se nos ofrece como alimento. La comunión con Jesús nos ayuda a ver en profundidad y a ser hijos de la luz.

Canto

Plegaria

Te bendecimos, Padre, porque sigues a nuestro lado favoreciendo, con la luz de tu Espíritu,

que no equivoquemos el camino de la vida. Te aplaudimos porque has sembrado en la historia un modelo humano repleto de claridad y cargado de razón. Jesús, un destello de tu luz, nos revela el misterio y el sentido de la vida. Su modo de ser y de hablar arroja tanta evidencia y convicción que ha inaugurado la era de los hombres nuevos. En Él brilla una nueva y definitiva solidaridad. Impulsados por su testimonio, alzamos el corazón y te decimos en común: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias (espontánea).

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Caminar como hijos de la luz.

Bendición

Monición final.—La luz de Cristo ha aparecido en nuestro ca­mino. Su persona es un ejemplo siempre atractivo. Él pasó ha­ciendo el bien. Y así ha soñado Dios que sea nuestra vida.

Que nos penetre muy dentro lo que hemos celebrado y que el Señor nos ayude a asimilar durante la semana aquello que más nos haya tocado el corazón.

Canto final y despedida

QUINTO DOMINGO DE CUARESMA

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con una de estas frases:

— "Sin espíritu, ¿qué nos queda?".

— "El Espíritu da vida".

— "Cristo nos ayuda a vivir".

• Además de los símbolos para toda la Cuaresma:

— Brasero con tierra y en el centro un recipiente con alcohol de quemar.

2. RITOS INICIALES

Monición.—Avanza la Cuaresma y cada vez somos más cons­cientes de que Jesús puede transformar radicalmente nuestras vidas con su Palabra y con su acción.

La conversión, que tanto evocamos, es una renovación vital y posible si vivimos al aire del Espíritu. Jesús ayudó a muchas personas. En el fondo, su gran preocupación es que la gente viva, pero que viva desde al alma, desde la más fina sensibilidad. Así es como se encuentra sentido al presente y al más allá de la muerte. El evangelio de la resurrección de Lázaro nos da hoy una pista de lo que quiere Jesús.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos al Señor, que nos impulsa a levantar la vida.

Acto penitencial

• Tú, que quieres nuestra conversión: Señor, ten piedad.

• Tú, que levantas nuestra moral: Cristo, ten piedad.

• Tú, que alimentas nuestras ganas de vivir: Señor, ten piedad.

Oración.-—Te rogamos, Señor Dios nuestro, que tu gracia nos ayude, para que vivamos siempre de aquel mismo amor que movió a tu Hijo a entregarse a la muerte por la salvación del mundo. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Lo que vamos a escuchar en las lec­turas debe resonar fuertemente en nuestro espíritu, muchas veces tímido y encogido. Cuando nos encontremos incapacitados o de­caídos, tristes o desencantados, hundidos o amargados, nos han de levantar el ánimo afirmaciones como "Yo soy la resurrección y la vida", "os infundiré mi espíritu y viviréis". Las lecturas de hoy aportan consuelo, estímulo y transcendencia.

Lecturas.—Ez 37,12-14. Salmo o canto. Rm 8,8-11. Aclama­ción. Jn 11,1-45. Breve silencio.

Gesto.—Al proclamar en el Evangelio: "Lázaro, ven afuera", un adulto, envuelto en sábanas, es presentado a la asamblea. Se le desata y se le quitan las sábanas; él mismo enciende el alco­hol del brasero.

Comentario homilético.—La espiritualidad es una condición natural en la vida de las personas; interesa a la salud y tiene mucho que ver con la mejora de los ambientes. Nada mejor que ser espiritual para encontrarse profundamente feliz. Si el ser humano es constitutivamente espiritual, quiere decir que es esen­cialmente vida, inspiración para existir con orientación divina. Sin el espíritu, la existencia humana carece de algo peculiar que la eleva y la dota de gran capacidad.

Por tanto, el ser humano tiene vocación espiritual. En el fondo de cada persona late esta necesidad. Es una dimensión apasio­nante, que compromete y complica, pero que también mejora la calidad de vida. Si hacemos caso al espíritu, vivimos; si nos desentendemos de él, nos deterioramos.

No hay madurez si uno se deja llevar por la carne. Es cierto que vivimos la espiritualidad amenazada por la concupiscencia. Pero uno es verdaderamente maduro cuando es dócil al Espíritu, cuando persiste en la conversión de la mente y del corazón, cuando tiene un compromiso radical por Dios y por el mundo, es decir, cuando su vida rezuma caridad.

Siempre tendremos en la Iglesia una referencia de correcta espiritualidad en Jesús. Él fue altamente espiritual, se dejaba conducir por el Espíritu. Venciendo la debilidad en su propia carne, se constituyó en Redentor de las debilidades ajenas. Ello fue posible por el sentido pascual que dotó a toda su vida. Por eso, es conveniente y sano confrontar nuestra espiritualidad con la de Jesús. Él no la vivió sólo hacia dentro, sino que la desplegó por la calle, le impulsó al compromiso misionero y social. (Silen­cio de interiorización).

Credo

Oración de los fieles

• Para que crezca en el mundo el respeto y servicio a la vida, roguemos al Señor.

• Por todos los creyentes, para que cultivemos un estilo limpio y espiritual, que corresponda con el Evangelio, roguemos al Señor.

• Para que avance la solidaridad y la superación en la gente de nuestro pueblo, roguemos al Señor.

• Por los que tienen alguna responsabilidad social, para que en­tiendan su servicio como un compromiso a favor de los que más lo necesitan, roguemos al Señor.

• Por todos nosotros y por nuestras intenciones, roguemos al Señor.

Ofrendas

• Planta estropeada, pero con una parte o retoño vigoroso: Se­ñor, somos carne de pecado, pero también espíritu y tenemos ganas de vivir.

• Varios carnets de identidad en una bandeja: Señor, nos ofre­cemos nosotros mismos con el propósito de que toda nuestra identidad te agrade.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Jesús es el pan vivo bajado del cielo. El que come de este pan vive para siempre. Él es vida para el mundo. Reci­bamos a Jesús con agradecimiento.

Canto

Plegaria

Con los ojos levantados y el corazón pendiente de tu voluntad te alabamos, Padre. Y enlazando con la fe de los que nos han precedido, reconocemos que sigue en pie tu propuesta salvadora. Oímos los reclamos de la vida por los cuatro costados. Tenemos conciencia de que has abierto todos los sepulcros y que tu plan de levantar la vida permanece inalterable. Bendito seas, Padre, por la redención copiosa que has derramado para que no se quiebre el equilibrio de la historia. Bendito seas por ese Espíritu rociado en nuestro interior para que nuestra alma se mantenga en vilo. Te agradecemos el impulso constructivo que nos contagias. Alentados por el estilo bondadoso y vivificante de Jesús, te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Te damos gracias, Padre, porque nos han enseñado a apreciar el mensaje de Jesús y a vivir en la onda del Espíritu.

• Te agradecemos que nos bendigas con ese regalo inigualable del Espíritu, que nos ayuda a evitar tantas trampas y a salir de tantos sepulcros.

• Como siempre nos concedes una nueva oportunidad, te agra­decemos ese "tiempo de gracia" inaugurado por Jesús y te prometemos caminar por la senda de las personas justas que siguen los pasos del Espíritu.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Compromiso.—Levantar la vida en uno mismo y en el entorno, conjugando misericordia y solidaridad.

Bendición

Monición final.—Las lágrimas que derramó Jesús por la muerte de su amigo Lázaro revelan su sensibilidad. A Jesús le conmueve el sufrimiento humano, es sensible hasta las entrañas. Pero, ade­más de llorar, Jesús hizo que Lázaro reviviera: lo sacó del sepul­cro. También hoy nos puede sacar de muchos sepulcros: rutina, vulgaridad, desesperanza, miedo, tristeza, egoísmo... Vivir y ayudar a vivir es lo más bonito y ejemplar que podemos hacer.

Canto final y despedida

DOMINGO DE RAMOS

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con una de estas frases:

— "Jesús es Señor".

— "Jesús, triunfador y mártir".

• Símbolo:

— Cruz con corona de laurel.

2. RITOS INICIALES

Monición.—Con la liturgia del domingo de Ramos damos co­mienzo a la Semana Mayor de todo el año, la que llamamos Semana Santa. Esta semana es Grande y Santa porque recorda­mos y celebramos hechos muy importantes de la vida fiel y entregada de Jesús. En estos días podremos revivir con admira­ción su talla de fe y de compromiso hasta el final.

El marco de todo lo que vamos a considerar fue Jerusalén, la capital a la que Jesús tenía que llegar para dar la cara ante las autoridades y echar el resto por la causa de Dios. Hoy, entre otras cosas, vamos a considerar la doble cara de las personas: Por un lado, aclaman a Jesús y lo aplauden; pero pronto, por otro, la misma gente lo rechaza y grita su muerte.

En cuento a nosotros, situémonos ante esta Semana Santa como creyentes, no como espectadores. Son días llenos de expresión y cargados de sentido, también en la actualidad.

Conmemoración de la entrada del Señor en Jerusalén.—Si se juzga conveniente, este rito puede hacerse fuera del templo, para entrar procesionalmente con los ramos. En este caso, la moni­ción anterior se hace una vez que la asamblea se ha concentra­do. El rito incluye oración, proclamación del evangelio y entra­da procesional con los ramos:

Oración.—Acrecienta, Señor, la fe de los que en Ti esperan y escucha las plegarias de los que a Ti acuden, para que quienes

alzamos hoy los ramos en honor de Cristo, permanezcamos en Él, dando frutos abundantes. Por el mismo Cristo...

Evangelio.—Mt 21,1-11.

Entrada procesional: canto

Oración.—Dios, Padre bondadoso, que en la persona de Cristo nos has dejado un ejemplo supremo de sensatez, oblación y dig­nidad doliente, haz que nuestra vida siga los pasos de tantos creyentes apasionados por tu Reino, creciendo más y más como testigos del Evangelio. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—La primera lectura nos habla del Sier­vo de Yahvé, ese personaje simbólico, obediente a Dios, con misión de profeta, que sufre por el pueblo y en lugar del pueblo.

Jesús es el auténtico Siervo de Yahvé. Sin aferrarse a su categoría divina, ha asumido un estilo sencillo, obediente y su­fridor hasta la muerte y muerte de cruz. Por haber vivido así, en beneficio del pueblo, hoy lo reconocemos Señor de la historia.

Lecturas.—Is 50,4-7. Salmo o canto. Flp 2,6-11. Aclamación. Mt 26,14-27,66 {puede ser proclamado por tres personas). Breve silencio.

Comentario homilético.—Este domingo abre la Semana Santa, que concentra gestos y símbolos de alto calado cristiano. Es una semana para la meditación y la confrontación directa con Cristo. Desemboca en la Pascua.

El mensaje de este domingo recoge una paradoja sufrida por Jesús: primero es aclamado y aplaudido, y después es rechazado. El pueblo reconoce el talante profético y humano de Jesús: había enseñado con autoridad y había ayudado a muchos; pero también criticó y predicó verdades que no gustaron, sobre todo a los más influyentes. Éstos lograron sublevar al pueblo. Por eso es tam­bién domingo de pasión. A veces, en cualquier pueblo, aparece esta doble cara y esta doble postura.

En comunión con la experiencia de la carta a los Filipenses, todo creyente debe aplaudir de verdad y con razón al siervo Jesús, que, por ser fiel hasta la muerte y muerte de cruz, es

también Señor en cielo y tierra. El despojo extremo, el no dar la espalda al sufrimiento, aunque sea injusto, son buenas pistas para orientarse desde el comienzo de esta Semana grande. En Jesús encontramos una escuela de humanidad que también hoy resulta paradójica. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si arruina su vida? Hoy, como ayer, ser cristiano es realizar el memorial de Jesús. Por eso, la Semana Santa es una ocasión singular para profundizar en la hondura del amor de Dios, que pasa por la hondura del dolor. (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fíeles

• Por la Iglesia, para que sea generosa y fiel hasta el final, como Jesús, roguemos al Señor.

• Para que no abuse del poder y se respeten en los pueblos los derechos humanos, roguemos al Señor.

• Para que en nuestros ambientes plantemos cara a todo lo que esclaviza, roguemos al Señor.

• Por todos los que sufren, para que no caigan en el desaliento, roguemos al Señor.

• Para que los cristianos celebremos santamente estos días que decimos santos, roguemos al Señor.

Ofrendas

• Ramo de laurel: Te ofrecemos, Señor, este ramo confesando que en Jesús está el sentido y la razón de vivir.

• Evangelio: Te presentamos, una vez más, el Evangelio de Je­sús, porque siempre representa una alternativa desafiante y saludable.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Jesús nos invita a vivir con mentalidad evangélica. Toda su persona es ejemplo y alimento para nuestra espirituali­dad. Compartamos la comunión para vivir como Jesús.

Canto

Plegaria Bendito seas, Dios Padre, que en un exceso de misericordia nos has amado apasionadamente en Jesucristo, rebajado y despojado por serte obediente. Sí, Padre, bendito seas por la lección humana que nos has dejado en el Redentor de la historia. Reconocido y aplaudido por unos, golpeado y abatido por otros, experimentó, como el que más, la desmesura de la injusticia. Él, que había alentado a tantos, mordió el polvo de la vergüenza y sufrió el rechazo de los que se decían religiosos. Pero no podía quedar confundido quien se fió por completo de Ti. Porque nunca se echó atrás, Tú lo levantaste de la tumba y lo has encumbrado hasta lo más alto, dándole un Nombre-sobre-todo-nombre, orgulloso de su comportamiento alternativo. Nosotros, Padre, doblamos la rodilla, admirados y gozosos, y proclamamos que Jesús es Señor nuestro, para gloria tuya, el ejemplo definitivo de la liberación por amor. Adheridos a su triunfo y a la grandiosa visión que nos deja, te decimos agradecidos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

Dios, Padre bueno, te damos gracias por la espiritualidad que hemos compartido. Aquí nos tienes con el interior abierto a la Pascua. Aquí estamos, dispuestos a irradiar la luz del Evangelio. Agradecidos a tu misericordia redentora, regresamos a la vida con la fuerza de los testigos. Vienes con nosotros a la calle, al trabajo, a la vida de familia, a los lugares de diversión... Todos nuestros proyectos buscan un mismo objetivo: tu Reino y tu santa voluntad.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Vivir con intensidad los mensajes de la Semana Santa.

Bendición

Monición final.—Reconocemos que Jesús es Señor para gloria de Dios y dignidad nuestra. Destacamos que la victoria de Jesús pasa por la obediencia y por el sufrimiento. Mensajes de amor y de pasión quedan ahora desgranados para que, a lo largo de esta semana, estemos donde estemos, profundicemos en el sentido cristiano. Ésta es una semana especialmente significativa, porque recoge lo más culminante del ejemplo de Jesús.

Canto final y despedida

TRIDUO PASCUAL

JUEVES SANTO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "El amor no pasa nunca".

— "Nos amó hasta el extremo".

• Símbolos:

— Mesa con mantel casero, hogaza y copa grande o jarra con vino.

— Sillas en torno a la mesa.

— En otra mesa, palangana, jarrón grande con agua y toalla.

2. RITOS INICIALES

Monición.—Jueves Santo nos suena a amor, entrega, servicio desinteresado y humilde, comunión, solidaridad..., valores que todos apreciamos.

Hoy consideramos especialmente que Dios es amor; en Jesús nos ha amado hasta el extremo. Por tanto, si Jesús se desborda en sentimientos, gestos y palabras, aprendamos nosotros a amar­nos según el ejemplo y el testamento que nos dejó. Hoy, día del amor fraterno, recordamos aquel encargo de Jesús: "amaos como yo os he amado".

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos al Señor, que nos quiere entra­ñablemente.

Acto penitencial

• Tú, el Amigo fiel: Señor, ten piedad.

• Tú, el Servidor de todos: Cristo, ten piedad.

• Tú, el Maestro que enseñas con el ejemplo: Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Señor, Dios nuestro, nos has convocado hoy para celebrar aquella memorable Cena en que tu Hijo, antes de entre­garse a la muerte, confió a la Iglesia el banquete de su amor, el sacrificio nuevo de la Alianza eterna; te pedimos que la celebra­ción de estos santos misterios nos lleve a alcanzar plenitud de amor y de vida. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Las lecturas de este día muestran la influencia decisiva que han tenido a lo largo de la historia tanto la Pascua judía como la Pascua cristiana. Fueron acontecimien­tos memorables, que no podemos olvidar por el significado fuer­te que han tenido y siguen teniendo. El Evangelio recoge la escena sorprendente de Jesús lavando los pies a los discípulos. Se trata de un gesto revelador y ejemplar. Si Jesús, el Maestro, se rebaja hasta lavar los pies, es porque está en juego un valor muy importante. Los seguidores de Jesús debemos servir y ayu­dar de semejante manera.

Lecturas.—Ex 12,1-8.11-14. Salmo o canto. ICo 11,23-26. Acla­mación. Jn 13,1-15. Breve silencio.

Comentario homilético.—Es muy sugerente el sentido bíblico y teológico de este día. Jesús tenía grandes deseos de celebrar la Pascua con sus discípulos. La cena pascual era para los judíos muy importante. Era el memorial del paso salvador de Dios liberando al pueblo de la opresión de Egipto. Pero Jesús le da un sentido nuevo, su propio sentido. En aquella cena se comunicó a corazón abierto, se desbordó entrañablemente. Habló mucho del Padre. Él mismo se definió como Camino, Verdad y Vida. Lavó los pies a sus discípulos condensando en este signo la pedagogía que lo identificaba. Entregó un testamento de amor: "amaos como yo os he amado". En lo que fue la primera eucaristía celebró sacramen-talmente su oblación y recomendó a los discípulos de todos los tiempos: "haced esto en recuerdo mío". La entrega hasta la muerte es el distintivo de los cristianos y el culto nuevo de la Iglesia.

Pero este día evocamos algo más. Después de cenar, Jesús salió con los amigos a dar una vuelta. Se fue directamente al campo, porque tenía unas ganas locas de rezar. En medio de un huerto se puso a orar tan intensamente que tembló ante la muerte que le amenazaba. Y llegó a sudar sangre. Sus amigos no fueron capaces de rezar con él; se durmieron. Estando así, llegó gente armada y se lo llevaron preso. Sus amigos huyeron de miedo... (Silencio de interiorización).

Gesto.—Lavatorio de los pies.

Oración de los fieles

• Para que se supere el desamor en todo ser humano, roguemos al Señor.

• Para que los cristianos seamos solidarios como Jesús, rogue­mos al Señor.

• Para que nadie se sienta solo ni abandonado en nuestro pueblo gracias a la ayuda de todos y al compartir de bienes, roguemos al Señor.

• Para que el valor del servicio cale muy hondo en todos noso­tros, roguemos al Señor.

Ofrendas

• Bandeja pequeña con alianzas: Renovamos ante ti, Señor, nuestros proyectos de amor de esposos y padres.

• Utensilios diarios de servicio: Te ofrecemos, Señor, estos medios de servicio. Que nuestra ayuda se redoble gracias a la fe.

• Libro de Caritas, programas de acciones para el pueblo: Te presentamos, Señor, unos signos de amor por nuestro pueblo.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Dios es amor. Jesús nos deja, como resumen de toda su vida, que amemos como Él. Compartamos la comunión para hacer como Jesús: "Haced esto en recuerdo mío".

Canto

Plegaria

Con los hombres y mujeres de buena voluntad, que son alternativa de fraternidad, de servicio y comunión, te aplaudimos, Padre, en este día de Jueves Santo. El ejemplo de tantos testigos que aman hasta el sacrificio, dentro y fuera de la Iglesia, es un acicate para los que celebramos a Jesús. Él, Maestro hasta lavar los pies, servidor hasta dar la vida, Sacerdote de la nueva Alianza porque convierte la vida en culto y el rito del amor en sacramento, nos deja un testamento para vivir con arte y con pasión. Él sí que vivió para los demás y amó hasta el extremo. Ha testimoniado que el amor auténtico se convierte muchas veces en sacrificio, siempre en donación y en generosidad sin límites. Acogemos, Padre, el gran testamento de Jesús y, unidos en su memoria, te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias {personal y en silencio).

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Reconciliación si hay enemistad con alguien. Reforzar la capacidad de amar y de servir.

Traslado del Santísimo al monumento: canto.

Oración ante el monumento

"Señor, haz de mí un instrumento de tu paz. Que donde haya odio, yo lleve el amor; donde haya ofensa, yo lleve el perdón; donde haya discordia, yo lleve la unión;

donde haya duda, yo lleve la fe; donde haya error, yo lleve la verdad; donde haya desesperación, yo lleve la esperanza; donde haya tristeza, yo lleve la alegría; donde haya tinieblas, yo lleve la luz. Padre bueno, haz que no busque tanto ser consolado, sino consolar; ser comprendido, sino comprender; ser amado, sino amar. Porque dando es como se recibe; perdonando es uno perdonado; y muriendo al propio yo se resucita a la vida eterna".

{Francisco de Asís)

Salida en libertad favoreciendo el recogimiento de los que quie­ren permanecer en oración.

VIERNES SANTO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "Nos amó hasta el extremo".

— "A Ti encomiendo mi espíritu".

• Símbolos:

— El Crucificado.

— Pósters de otros mártires.

2. RITOS INICIALES

Monición.—Antes de Jesús la muerte estaba cargada de miste­rios, de miedos, de dudas. Era una despedida... Con Jesús la muerte se convierte en vida, en promesa de resurrección. Lo mismo que Dios Padre no puede permitir la muerte eterna en su Hijo encarnado, tampoco la contempla en nosotros, también hi­jos suyos.

Jesús será humano hasta el final y convertirá la muerte-des­pedida en muerte-encuentro, principio de la vida definitiva en Dios para siempre. Él muere como nosotros para sembrar con su muerte una promesa de vida eterna, la que nuestro Padre nos ofrece en consonancia con la redención. El mensaje de Jesús en Viernes Santo es: muero por vosotros para que resucitéis conmigo. Breve silencio para la oración personal.

Oración.—Dios, Padre santo, que por la Pasión de Cristo, Señor nuestro, has destruido la muerte, consecuencia del primer peca­do, que a todos alcanza; te pedimos nos hagas semejantes a tu Hijo; así, quienes por nuestra naturaleza humana somos imagen de Adán, el hombre terreno, por la acción de tu gracia, seremos imagen de Jesucristo, el hombre celestial. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Frecuentemente se relacionan el des­pojo, el sufrimiento y la fidelidad de Jesús con la imagen del "siervo de Yahvé". Esta es una figura del Antiguo Testamento que encarna todo el sufrimiento humano. Pero se trata de un dolor que redime, porque es aceptado por un inocente que confía en la victoria de Dios.

La segunda lectura presenta a Jesús como el auténtico sacer­dote del Nuevo Testamento. El sacerdocio de Jesús no fue nin­gún privilegio, sino una vocación de obediencia y de sacrificio.

En el relato de la pasión y muerte de Jesús se contempla al que cumple todos sus compromisos y hasta el final. Murió de manera violenta porque no se echó atrás como profeta del Reino de Dios.

Lecturas.—Is 52,13-53,12. Salmo o canto. Hb 4,14-16; 5,7-9. Aclamación. Jn 18,1-19,42 {puede ser proclamado por tres per­sonas). Breve silencio.

Comentario homilético.—Por qué Jesús murió injustamente y de una manera tan violenta en una cruz? ¿Por qué le pagaron con maldad habiendo amado tan total y salvadoramente? ¿Tanto sen­tido tiene el dolor? ¿Está realmente en la cruz nuestra salvación?

Jesús nos dejó muchas enseñanzas y un testimonio admirable del camino que debemos recorrer. Hoy todo su sentido queda recogido en el gesto de su crucifixión redentora. La cruz y el Crucificado son el gran símbolo de los cristianos, un símbolo que para unos es una locura, para otros una necedad, mientras que para los creyentes convencidos es fuerza y sabiduría de Dios (cf. ICo 1,18-24).

El martirio de Jesús fue el resultado lógico de su compromi­so, la culminación de un proceso de ataques constantes. El, por honradez y fidelidad, tuvo que romper esquemas: acogía a peca­dores y comía con ellos; acogía a prostitutas, leprosos...; criticó la manera de entender el culto, el negocio del templo...; se pre­sentó como testigo e hijo del Dios Abba; predicó verdades que iban al grano de lo honesto... Jesús atisbaba que con su modo de proceder se estaba ganando el martirio. Siguió adelante cons­ciente y en libertad: Tengo que subir a Jerusalén, decía, aunque allí el Hijo del Hombre va a ser condenado a muerte (cf. Mt

16,21); pero "nadie me quita la vida; yo la doy voluntariamente" (Jn 10,18). "Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto" (Jn 12,24). Y Jesús muere perdonando...

Ser como Jesús es impopular. Mucha gente lleva una cruz al pecho, pero tal vez es más un adorno que el símbolo cristiano del Redentor crucificado. A veces parece que, incluso dentro de la Iglesia, la cruz es impopular, lo cual es un gran escándalo y un malísimo ejemplo, porque no hay seguimiento de Jesús sin cruz (Mt 16,24). El rechazo de la cruz es un obstáculo para entender a Jesús y su Evangelio. Tampoco se puede hacer Reino de Dios sin acoger la cruz.

Y un apunte final. María, corredentora, dijo a Dios en su juventud: "Hágase en mí según tu palabra" (Le 1,38). Ahora, en el trance horroroso de su hijo, mantiene la postura que ha rezado y mantenido a lo largo de la vida: "Hágase, Señor". Y ahí está, al lado de la cruz, cumpliendo fielmente su papel y confirmando su "amén" de creyente. (Silencio de interiorización)

4. ORACIÓN UNIVERSAL (según el misal).

5. ADORACIÓN DE LA CRUZ

Monición.—Un día, allá por Navidad, adoramos a Jesús niño en la alegría de su nacimiento, promesa de salvación. Ahora lo vamos a adorar en la cruz, en el sufrimiento que nos redime, con agradecimiento y veneración.

Compartamos el sentido de su compromiso. Mirad, no esta­mos solos en el deber de cargar con la cruz de cada día. Él ha ido por delante como garantía de que no hay sufrimiento inútil.

Se nos va a mostrar al crucificado y se nos va a invitar a mirarlo, es decir, a penetrar en el misterio que encierra: No existe mayor amor que el de dar la vida... Se descubre la Cruz.

Gesto.—Mirar al Crucificado y adoración -canto-.

6. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Jesús se ha entregado hasta el extremo. Voluntaria­mente ha dado la vida por nosotros. Comulgamos con Jesús para vivir con Él la fidelidad y el compromiso.

Canto

Plegaria

Bendito seas, Padre, por Jesucristo Redentor, tronchado por amor, bautizado en sangre, porque hizo de su vida una liturgia que siempre te agradó. Culminó su culto martirial desnudo, despojado de todo, aparentemente impotente, incomprendido, rechazado, abandonado, incluso, por los suyos. Crucificado, nos deja una última lección: el verdadero poder no reside en la fuerza sino en la debilidad del amor, que es solidario y oblativo hasta el final. Confesamos, Padre, que sus raíces han quedado en la historia y han retoñado gracias al Espíritu. El Redentor rebelde ha bajado hasta los abismos y ha conmocionado a los que dormían el sueño de la muerte. Los ha despertado con autoridad y les ha dicho: ¡Levantaos! Yo soy la vida de los muertos. Sí, Padre, nada de lo tuyo muere. Nosotros sabemos que las esperanzas prendidas en la tierra tienen proyección y vida para siempre. Bendito seas, porque nos salvas desde el aparente fracaso, porque vences desde la impotencia y porque suscitas vida desde la muerte. En comunión con todos los redimidos te alabamos : Padre nuestro...

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Gracias, Padre, por Jesús redentor, porque entregó la vida como expiación por nuestros pecados.

• Gracias, porque tanto la encarnación de tu Hijo como la reden­ción son una locura que sólo tienen una explicación: el amor.

• Gracias también porque la redención es una oferta de cariño y nos convocas a acogerla en libertad.

• Nos miras y nos perdonas en los gestos compasivos de Jesús. Que tu bendición descienda en abundancia sobre esta Comu-

nidad y sobre este pueblo; venga sobre él tu misericordia y guíanos hacia la salvación.

7. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Vivir con conciencia y con testimonio de redi­midos.

Bendición.—El Señor bendiga esta Comunidad, que ha celebra­do la muerte de su Hijo con la esperanza de su santa resurrec­ción; venga sobre ella su perdón y su consuelo. Por Cristo...

Monición final.—Iniciamos en silencio esta celebración; la con­cluimos igualmente en silencio. Meditemos el misterio de nues­tra redención, considerando los cambios que se deben dar en nosotros, para confirmar en la Vigilia Pascual que queremos vivir como criaturas nuevas.

Salida en silencio

SÁBADO SANTO: VIGILIA PASCUAL

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "¡Aleluya! ¡Ha resucitado!".

— "Pascua es levantar la vida".

— "Pascua es resucitar con Cristo".

— "Él vive entre nosotros".

• Iglesia ambientada y decorada.

• Símbolos:

— Soporte del Cirio Pascual adornado.

— Pila bautismal adornada.

• Pastas y bebidas para el brindis final en la iglesia, en el exte­rior o en un local parroquial.

Monición general.—Hermanos, la Resurrección de Jesús es el acontecimiento central de nuestra fe. Cristo ha vencido a la muerte, es decir, al mal, al odio, a la injusticia, a la insolidaridad, al pecado.

Esta celebración, la más importante del año, se desarrolla en cuatro partes: rito de la luz, rito de la Palabra, rito bautismal y rito de la comunión. Condensemos en esta celebración nuestros mejores sentimientos cristianos.

2. RITO DE LA LUZ

(Se realiza fuera del templo. La iglesia ha quedado a oscu­ras. Se ha preparado leña para el fuego y una madera clavada para el gesto).

Monición.—Con el rito de la luz vamos a reforzar nuestra res­ponsabilidad: simbolizamos el deseo y la promesa de dejar lo que hay de negativo en nosotros para vivir la condición que retrata a Jesús. Comenzamos con un gesto, por el que iniciamos

el paso de la Pascua: despojo de nuestros defectos para reves­tirnos del talante espiritual de las personas renovadas.

Se enciende el fuego.

Oración.—El Señor bendiga este fuego y encienda en nosotros un deseo tan grande del cielo que podamos llegar con un corazón limpio a las fiestas de la eterna luz. Por Cristo...

Gesto.—Se van clavando en la madera tiras de papel con los defectos que queremos quemar en el fuego de la renovación.

Del fuego se enciende el Cirio pascual. El ministro dice: La luz de Cristo, que resucita glorioso, disipe las tinieblas del corazón y del espíritu. Los demás encienden su velita directamente del Cirio o a partir del mismo.

Entrada procesional precediendo el Cirio pascual. Se encienden las luces de la iglesia.

Pregón pascual

¡Despierta, hermano! ¡Goza con la presencia de la luz! ¡Sumérgete en una sinfonía de aire y de claridad! La altura sonora de Dios te habla. La boca de la vida besa tu frente. ¡Vive, ama, comparte! ¡Siéntete querido, hermano! Toca con tus raíces las venas de la tierra. Agárrate al tiempo y a la historia. Marcha como un torrente, repleto de fuerza y de vitalidad. La luz de Dios es reto de nueva vida, de esperanza ancha, de espíritu irradiado por el subversivo de Nazaret. Él te dice: "Yo soy". Yo soy el día, yo soy la luz. No entiendo de sombras ni de oscuridad. Por eso tengo deberes de mañana, trabajos de primavera, empeño de pertinaz renovación. ¡Adviértelo, hermano! Mira cómo se acerca. Abre de par en par tus ventanas, echa abajo tu puerta, rompe muros,

ilumina todos tus rincones, siéntete denso de bondad: tienes muchas batallas que vencer, muchas sombras que acabar... También tú tienes que cumplir con tu obligación de luz. Te están esperando las calles, las casas, las personas... ¡Es urgente, hermano! Tienes que repartirte hasta que todo sea claridad, hasta que todo sea resurrección y cunda la Tierra Nueva8.

Se apagan las velitas.

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Con el pregón solemne de la Pascua hemos entrado ya en la noche santa de la Resurrección del Se­ñor. A la luz del nuevo Cirio pascual vamos a revivir la historia de la salvación, una historia, cuya etapa inicial se nos cuenta en las lecturas del Antiguo Testamento, y que alcanza su culmina­ción en la experiencia de la Resurrección de Cristo narrada por los primeros testigos. La Palabra de Dios nos quiere motivar en la fe, en la renovación y en el compromiso.

Lecturas del AT: Ex 14,15-15,1. Salmo o canto. Is 55,1-11. Salmo o canto. Ez 36,16-28.

Gloria

Oración.—Oh Dios, que iluminas esta noche santa con la gloria de la resurrección del Señor, aviva en tu Iglesia el espíritu filial, para que, renovados en cuerpo y alma, nos entreguemos plena­mente a tu servicio. Por Cristo...

Lecturas del NT: Rm 6,3-11. Aleluya. Mt 28,1-10. Breve silen­cio.

Comentario homilético.—Amigos, este mundo tiene arreglo. Todo tiene arreglo, porque en la resurrección de Jesucristo se levanta la moral y el ánimo por la vida, se refuerza la energía humana y crecen hasta el infinito todas las esperanzas. Dios

Inspirada en Oda a la Claridad de P Neruda

apuesta por ello. Hay solución si damos responsablemente los pasos que nos marca la Pascua: pasar de la muerte a la vida, de la condición rastrera al talante del espíritu.

El destino de Jesús es símbolo para todos nosotros, también hijos de Dios. La Pascua nos recuerda y nos vuelve a proponer el estilo genuino y decente de los cristianos. Por eso, singular­mente en esta noche, es lógico y necesario preguntarse: ¿Qué pasos tengo que dar? ¿De qué me tengo que desprender? Hemos de estar animados siempre por aquella experiencia creyente que resume muy bien el Evangelio de San Juan: "Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ningu­no de los creen en él, sino que tengan vida eterna" (Jn 3,16). El acierto y la responsabilidad está en acercarse a la luz. Los que no quieren la salvación detestan la luz, y no se acercan a la luz, para no verse acusados por sus obras. En cambio, si anhelamos la verdad, nos acercamos a la luz, porque no tenemos ningún reparo en que se vean nuestras obras (cf. Jn 3-20-21).

Recordemos que en esto consiste el desquite original de nuestro Dios: tiene la santa manía de que la sociedad sea de otra forma. La Tierra Nueva es posible con el espíritu de las Bien­aventuranzas. Ésta es la mejor y la más sana de las rebeldías. Ninguna otra concuerda con el Resucitado.

Amigos, tenemos a la vista la primavera del Evangelio. Vivir de primavera le pega a la Pascua cristiana. {Silencio de interio­rización).

4. LITURGIA BAUTISMAL

(Se desarrolla al lado de la pila bautismal. Si el espacio no lo permite, se coloca en un lugar destacado un recipiente con agua).

Monición.—En esta noche singular vamos a rememorar el sig­nificado de nuestro bautismo. Por él nos incorporamos al miste­rio pascual de Cristo. Éste es, por tanto, el marco más adecuado y el momento propio para renovar nuestras promesas bautisma­les. Hacia este objetivo han debido ir dirigidos todos los proyec­tos cuaresmales: incorporarnos definitivamente, por fe y por de­cisión, a la vida nueva del Resucitado. Reafirmemos, pues, nuestra vocación de ser como Jesús.

Bendición del agua.—El Señor Dios nuestro en esta noche en que celebramos la acción maravillosa de nuestra creación y la maravilla aún más grande de nuestra redención, bendiga esta agua. Que de nuevo nos vivifique ahora y nos haga participar en el gozo de la Pascua. Por Cristo...

Renovación de las promesas bautismales.—Hermanos: por el misterio pascual hemos sido sepultados con Cristo para que vi­vamos una vida nueva. Terminada la Cuaresma, renovemos las promesas bautismales.

—¿Renunciáis a todo aquello que va en contra de los valores cristianos, como el egoísmo, el rencor, la desesperanza, la in­comprensión, la envidia, el mal genio, la intolerancia, la pere­za...; en definitiva, renunciáis al hombre viejo para vivir en la libertad de los hijos de Dios? —Sí, renuncio.

—¿Creéis en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra? —Sí, creo.

—¿ Creéis en Jesucristo, que murió, resucitó y está sentado a la derecha del Padre? —Sí, creo.

—Creéis en el Espíritu Santo, que nos ayuda en nuestro caminar cristiano? —Sí, creo.

Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos regeneró por el agua y el Espíritu Santo, nos guarde en su gracia para la vida eterna. Amén.

Gesto.—Una persona significativa de la Comunidad coge agua de la pila y hace la señal de la cruz en la frente de varios fieles, al tiempo que dice: N., yo te sello y te distingo con la señal de los cristianos. Al final, la misma persona asperge al conjunto de la asamblea.

5. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—La comunión con Jesús resucitado actualiza su men­saje de amor y de entrega. Participemos de la comunión para fortalecer la fe y proclamar que Jesús sigue vivo en nosotros.

Canto

Plegaria Alzamos, Padre, la voz y el corazón para brindarte un canto de alabanza porque, año tras año, nos maravillamos con la experiencia gozosa de la liberación. En verdad, Dios de nuestros padres, has estado grande con nosotros. Estamos alegres por la luz derrochada en Jesús, que ilumina y regenera toda condición. Esta noche es clara como el día. El canto de nuestra fe y la música de nuestra esperanza se unen para aclamarte: ¡Aleluya, Dios libertador! ¡Aleluya por el Redentor resucitado, símbolo de una Tierra renovada! ¡Aleluya por nuestro bautismo, confirmado en el calor de la Comunidad! Y ¡aleluya para nuestro pueblo animado por las vibraciones de la Pascua! En la intimidad del Espíritu que nos recorre y en fraternidad festiva con toda la Iglesia, te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Te damos gracias, Padre, porque estás lleno de amor y de misericordia.

• Te damos gracias por Jesús resucitado, genio y figura de las criaturas nuevas que se fían del Espíritu, que siembran salud en la historia y dejan una estela que arranca seguimiento.

• Y te damos gracias por nosotros mismos, redimidos y forjados para impulsar tu Reino en comunión con todos los hombres y mujeres que alimentan la esperanza y las ganas de luchar.

6. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Vivir como criaturas nuevas.

Bendición

Monición final.—Con la Vigilia Pascual hemos celebrado el paso hacia una vida nueva. Ha quedado atrás todo lo negativo. Nos hemos propuesto cambiar. No lo olvidemos. Jesús nos ha dejado el ejemplo de la entrega y nos asegura una transcendencia junto a Él y junto al Padre. Por todo ello hoy queremos dedicar a Jesús nuestro más sincero aplauso: ¡Gracias, Jesús! (Aplauso).

Y ahora todos juntos tomamos una pasta y brindamos por la Resurrección.

Canto final y despedida informal

TIEMPO PASCUAL

DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECCIÓN

1. AMBIENTACIÓN

• Símbolos:

— Permanecen los de la Vigilia Pascual.

— Cruz grande con cartel: "No está aquí; está entre noso­tros". Al principio está tapada con una sábana blanca.

— Recipiente con tierra y flor grande abierta.

• Música ambiental.

2. RITOS INICIALES

Monición.—Hermanos, Cristo ha resucitado. ¡Aleluya! Celebra­mos el hecho central de nuestra fe: la resurrección de Jesús por intervención de Dios Padre. Expresemos con gozo nuestra fe en la resurrección y afirmemos que el amor triunfó: Cristo ha ven­cido definitivamente a la muerte y al pecado.

Gesto.—Una persona descubre la cruz y proclama el texto del cartel. La sábana queda en el suelo al lado de la cruz.

Pero reconocemos que la victoria de Jesús no ha terminado. Es necesaria nuestra colaboración para que se cumpla el plan que Dios soñó: arreglar este mundo rompiendo los malos esquemas que lo corrompen. He aquí el paso que se nos propone a los cristianos: de lo malo a lo bueno, de lo que rebaja a lo que reporta dignidad personal.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos al Señor, que nos llama a una vida nueva.

Acto penitencial • Tú, que has vencido la muerte: Señor, ten piedad.

• Tú, que eres la vida del mundo: Cristo, ten piedad.

• Tú, que intercedes por nosotros: Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Señor Dios, que en este día nos has abierto las puer­tas de la vida por medio de tu Hijo, vencedor de la muerte; concédenos, al celebrar la solemnidad de tu resurrección, que, renovados por el Espíritu, vivamos en la esperanza de nuestra resurrección futura. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Las lecturas recogen testimonios de la Resurrección de Jesús. Es, sin duda, el acontecimiento central de nuestra fe, no sólo por lo que significa para la vida de Jesús, sino por lo que simboliza también para nosotros. Entrar en la dinámica de la resurrección lleva consigo una lógica exigente: buscar los bienes de arriba, no lo rastrero.

Lecturas.—Hch 10,34a.37-43. Salmo o canto. Col 3,1-4. Alelu­ya. Jn 20,1-9. Breve silencio.

Comentario homilético.—Lo esencial es invisible a los ojos, pero se ve con el corazón. Pascua de resurrección es una expe­riencia de fe, que nos ayuda a afirmarnos en lo honrado de la vida y a aferramos en lo que tiene de alternativo el Evangelio. Es abrir la vida de par en par a la salvación: acogerla como un regalo y asumirla como una tarea. Jesús siempre será nues­tro ejemplo de referencia: Él pasó haciendo el bien y curan­do..., porque estaba ungido por la fuerza del Espíritu y Dios estaba con Él.

Por tanto, Pascua es ponerse del lado de la vida, siendo tes­tigos y arrimando el hombro en la construcción y mejora de la sociedad. Muchas personas de la Iglesia dan ejemplo de aten­der a los últimos, de cuidar a los más desfavorecidos, de acom­pañar y curar a enfermos disminuidos, terminales... Pocas insti­tuciones civiles apoyan estos ámbitos de la manera que lo hace la Iglesia.

Pascua es buscar en todo los bienes de arriba, es decir, lo que provoca la dignidad de las personas, lo que levanta la moral y lo que mantiene la estatura adulta de la fe.

Actualmente nosotros somos los testigos, impactados por la fe, para comunicar la verdad de Jesús y la potencia de su resu­rrección. Hemos de saber decir con hechos y palabras que Jesús es el cimiento de la nueva historia, la piedra angular del nuevo edificio social. El que escucha sus palabras y las pone en prác­tica edifica sólidamente... {Silencio de interiorización).

Credo

• Creemos en la cercanía de Dios.

• Reconocemos que Jesús es el ser humano más digno, el primo­génito de la nueva creación, con un atractivo tal que no ha podido ser borrado por el desgaste de la historia.

• Nos apasiona su estilo de vida, porque ha tomado en serio los planes de Dios y porque su existencia sabe a verdad, a amor desinteresado, a redención, a pobreza elegida, a libertad, a desprendimiento de sí mismo, a cambio de valores...

• Entendemos la fe como una aventura diaria, animada por el Espíritu, que se confronta en la vida pública, donde crece el pluralismo y sube de tono el clamor de los que peor lo pasan.

• Admitimos que la Iglesia ofrece una imagen deficiente. Pero afirmamos que a través de ella enlazamos con Cristo salvador.

• Creemos que la Pascua es el núcleo de todo el dinamismo cristiano, el acontecimiento clave que abre un horizonte insos­pechado al destino personal.

• Creemos que el amor es el gran testamento de Jesús y que nos corresponde trasmitirlo para bien de la humanidad.

• Experimentamos que la vida de calidad es el mejor medio para la libertad, y pensamos que la calidad de espíritu es el princi­pal motor para impulsar la historia.

• Sabemos que no es más feliz quien más cosas tiene, sino quien menos necesita.

• Valoramos el sentido cristiano del misterio y la pluralidad de dones y cansinas.

• Y como muchos creyentes que vibran de inquietud, anhelamos el imposible y necesario hombre nuevo.

Ofrendas

• Gafas: Acoge, Señor, nuestra firme voluntad de no andar cie­gos por la vida. Queremos mantener bien abiertos los ojos y la sensibilidad.

• Botas de caminante: Señor, como Jesús, estamos haciendo el recorrido de la vida; que sea para bien y ayude a los demás.

• Vela grande encendida: Te ofrecemos, Señor, nuestro deseo de renovación pascual y de ser luz en medio del quehacer diario.

Canto

Gesto.—Alguien significativo de la Comunidad, habiendo moja­do los dedos en el agua de la pila bautismal, se acerca a dife­rentes personas y traza sobre su frente la señal de la cruz expre­sando la confirmación de su fe y su adhesión a Jesús. Les dice: que el Espíritu te penetre para ser cristiano fecundo.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Comulgar con Jesús resucitado significa apoyar la vitalidad y el crecimiento a todos los niveles. Pascua de resurrec­ción es entusiasmo y moral en alza.

Canto

Plegaria

Para alabarte con toda nuestra persona estamos aquí, Padre bueno. Te manifestamos el agradecimiento de revestirnos de luz y de espíritu en esta mañana joven de la resurrección. La noche ha quedado tachonada de estrellas encendidas que anticipan una aurora de fiesta para el mundo por el rescate redentor. La primavera reverdece en palmadas de vida y de triunfo. Hay un ritmo encendido porque brilla una sólida esperanza

forjada en Ti, Dios de la misericordia. En corro de hermanos celebramos el amor y la libertad, la pasión de vivir y la fraternidad, porque Jesucristo es el primogénito de la nueva creación, el retoño cuajado de razón y de triunfo, el que cumplió tanto tu voluntad que lo has entronizado a tu derecha. Padre, queremos llenar la vida de Evangelio y pasar por la historia haciendo el bien, como Jesús, Acoge con amor nuestra oración: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias {espontánea).

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Dar sentido pascual a la vida diaria.

Bendición

Monición final.—Hemos compartido con alegría la Resurrec­ción de Jesús: su mensaje y su desafío. Animados por ella, tene­mos el deber de ser una comunidad viva. Seamos testigos de lo que hemos celebrado y contagiemos este espíritu entre los veci­nos. Que la gracia y el amor de Dios nos acompañen. ¡Aleluya!

Canto final y despedida

SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "Los creyentes vivían unidos".

— "Lo tenían todo en común".

— "Nadie pasaba necesidad".

— "Fe, unión y testimonio".

• Símbolos:

— Cirio pascual encendido. Frase adherida en tira de cartuli­na: "Paz a vosotros".

— Varias velas encendidas y una apagada junto al Cirio pas­cual. Esta se enciende en la proclamación del Evangelio: "Señor mío... dichosos los que crean sin haber visto".

2. RITOS INICIALES

Monición.—Nos reunimos en torno a Jesús resucitado con la experiencia de la Pascua en nuestro interior. Para los cristianos convencidos Pascua es más que un día o unas semanas; debe ser toda la vida bajo el influjo de la salvación y con el objetivo de dar la talla de Jesús. Su presencia espiritual en medio de la Comunidad es el principal acicate para seguir el ideal cristiano.

Celebremos este encuentro pascual con el sentido solidario que nos marca la primera experiencia de la Iglesia.

Canto

Saludo.—Hermanos, alabemos juntos al Señor, que nos invita a vivir con el aire de la Pascua.

Acto penitencial

• Tú, el resucitado y vivo para siempre: Señor, ten piedad.

• Tú, vencedor del pecado: Cristo, ten piedad.

• Tú, el primogénito de la nueva Creación: Señor, ten piedad.

Gloria

Oración Bendito seas, Padre, por todas las fraternidades cristianas que son signo de la comunión evangélica en fidelidad al testamento de Jesús. Recogiendo el testimonio de la mejor tradición, queremos discernir nuestra calidad de discípulos y mirarnos de frente en el espejo de las Bienaventuranzas. Que tu Espíritu nos purifique para ser una comunidad testigo en medio de este pueblo. Amén.

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—El gran argumento en favor de la resurrección es el estilo de vida que se observa en los cristianos. Los que formaban la primera comunidad de Jerusalén lo mani­festaron de una manera muy significativa. Por eso la gente se hacía lenguas de ellos.

El Evangelio nos recuerda que la fe es un don y una expe­riencia espiritual. Por eso es un desacierto pedir pruebas de otro estilo... Quien lo pretende, como el apóstol Tomás, está exigien­do algo fuera de lugar. La fe no se capta por las manos, sino por el espíritu.

Lecturas.—Hch 2,42-47. Salmo o canto. IP 1,3-9. Aleluya. Jn 20,19-31. Breve silencio.

Comentario homilético.—El libro de Hechos de los Apóstoles describe con cuatro trazos el clima de la primera Iglesia vivifi­cada por el Espíritu Santo. Se trata de un texto vibrante, gráfico y condensado, de un resumen descriptivo del ideal auténtico, genuino y valioso de los primeros cristianos de Jerusalén. Hoy tenemos que decir que el sentido comunitario no ha perdido actualidad. Las diferentes ciencias humanas siguen afirmando que el ser humano se hace persona permaneciendo en comunión con los otros. La teología remarca igualmente que el plan de

Dios es comunitario y no individual. La común adhesión a Jesu­cristo conduce a una profunda comunión.

Según el libro de Hechos, aquella comunidad de Jerusalén se fortalecía en la común-unión, de manera que "vivían unidos, lo tenían todo en común y repartían según la necesidad de cada uno". Aquella comunidad se nutría también "con la enseñanza de los apóstoles, en la fracción del pan y en las oraciones".

Está claro que los esquemas y pilares del Reino de Dios chocan frontalmente con el individualismo de todos los tiempos. Por eso el dinamismo misionero nos urge. Las palabras de Jesús son de actualidad: "Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo".

Vivimos en la historia. Y el objetivo cristiano es lograr lo más posible en la historia el ideal de la primera lectura. Lo bueno del ideal es que atrae sin límites. No todas las parroquias y comunidades hacen presente este ideal. Si lo intentamos, esta­mos en la línea práctica de la resurrección. (Silencio de interio­rización).

Credo

Oración de los fíeles

• Queremos, Señor, que se avance en la justicia social y en la paz.

• Queremos que nuestra Iglesia sea testigo gozoso del Evangelio y de Jesús resucitado.

• Te pedimos, Señor, por los niños que vienen a la vida, para que puedan disfrutar de un mundo bello.

• Nosotros, Señor, queremos caminar tras el ideal cristiano y así servir a nuestro pueblo.

• Te presentamos también nuestras intenciones particulares. Ro-guemos al Señor.

Ofrendas

• Recipiente con tierra: Señor, te ofrecemos esta tierra, símbolo de fecundidad. Al igual que brotan en ella nuevos frutos, de-

seamos que crezca en nosotros la vida pascual al aire del Espíritu.

• Flores: Te ofrecemos, Señor, estas flores, símbolo del color y de la alegría que tu presencia viva anima en nosotros.

Canto

Gesto.—Hacer una colecta con objetivo solidario.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Pascua florida es reto de redención. Dios nos quiere salvar si nosotros le dejamos. Sea la comunión con Jesús un refuerzo frente a nuestras debilidades y una motivación para mantenernos elevados de espíritu y de moral.

Canto

Plegaria

En comunidad de redimidos te dirigimos, Padre, nuestra oración. Nos anima la experiencia vibrante de la Pascua. Sabemos que nos habitas y que tu amor nos hermana. Somos prolongación de aquella Iglesia original donde fluían los signos de la redención, los síntomas de tu presencia cariñosa. Esta comunidad, Padre, también te festeja por el prodigio de Jesús resucitado. Él nos entusiasma, nos vincula y nos urge a diario el milagro de la solidaridad. Esta comunidad te aplaude por sentirse convocada a ensanchar tu Pueblo trabajando sin descanso por tu Reino. Nos has dejado en Jesús el trazado humano que te convence y en su Comunidad un ideal desafiante de servicio mutuo, de apertura y de misión. En comunión con todos los que sienten este ideal acoge, Padre, la oración que sella nuestra fe: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

Señor, te sentimos vivo y actuando entre nosotros. Somos tu comunidad. Queremos trabajar unidos el proyecto y la misión que tanto nos insiste el Evangelio. Hemos aprendido muchos valores de Ti. Ahora seguiremos caminando con nuestro pueblo. Ayúdanos a mantener el espíritu despierto y la fina sensibilidad de los resucitados.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Hacer fraternidad, pueblo y Reino de Dios.

Bendición

Monición final.—Hemos celebrado la presencia de Jesús entre nosotros. Hemos destacado que la fe es ante todo una experien­cia espiritual, que capacita para andar por la vida con vigor y sin engaño. Es una gran suerte poder caminar con la experiencia del Resucitado por dentro. Por eso, demos testimonio de la fe y presentemos el ideal cristiano a los demás como un estilo de vida posible a diario.

Canto final y despedida

TERCER DOMINGO DE PASCUA

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "Quédate con nosotros, Jesús".

— "Lo reconocieron al partir el pan".

— "¿Hacia dónde caminamos?".

• Símbolos:

— Calzado de caminar.

— Biblia abierta.

— Pan partido.

— Cirio pascual encendido y dos velas que se encienden en la proclamación del Evangelio: "se les abrieron los ojos y lo reconocieron".

2. RITOS INICIALES

Monición.—La experiencia de la resurrección no sólo alienta nuestra esperanza, sino que nos sitúa con firmeza y valentía ante la realidad que vivimos a diario. Cada día hemos de ser fieles o rectificar cuantas veces sea necesario. Jesús fue así: no hizo caso a nadie, si ello le apartaba de la voluntad de Dios. Nosotros hemos de seguir alimentando nuestra fidelidad en la fuente de la Pascua.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos al Señor, que nos quiere resu­citados con Cristo.

Acto penitencial

• Porque no abrimos por completo el corazón a tu Palabra, Se­ñor, ten piedad.

• Porque muchas veces no vemos tus huellas y tus símbolos, Cristo, ten piedad.

• Porque somos torpes para comprenderte, Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Dios, Padre bondadoso, nos has llamado a la vida para hacer de este mundo un hogar grande y agradable, experien­cia y anticipo de tu Reino. Te damos gracias por la oportunidad de vivir y por la suerte de hacerlo en tu compañía, como hijos que gozan ya en la tierra esa vida que un día confiamos alcanzar en plenitud. Amén.

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—La experiencia de la resurrección les lleva a los apóstoles a anunciar y testimoniar que la salvación esperada se ha realizado definitivamente en Jesús de Nazaret. El Evangelio presenta una hermosa catequesis: Jesús nos sorprende muchas veces en el camino de la vida, nos ayuda a resolver las crisis y nos impulsa a ser testigos.

Lecturas.—Hch 2,14.22-28. Salmo o canto. 1P 1,17-21. Alelu­ya. Le 23,13-35. Breve silencio.

Comentario homilético.—La experiencia de la resurrección pro­voca en los apóstoles la urgencia de anunciar a Jesús. Así lo hace Pedro con los once discípulos y así lo debemos hacer también actualmente. Hemos sido rescatados con el precio de la sangre de Cristo. Ha sido un rescate de gran costo, como para no tomar a la ligera nuestro proceder en esta vida.

Pero lo más ilustrativo de este domingo es el relato evangé­lico: La experiencia de la fe y la adhesión a la comunidad están amenazadas por las crisis, que tienen su momento peculiar en cada persona.

Aquellos discípulos, que iban a la aldea de Emaús, se alejan de la comunidad. Parece que son de los que están de vuelta, de los que se desapuntan... Del contacto con Jesús sólo les quedan bellos recuerdos: "era bueno, poderoso en obras y palabras; pero hace tres días que ha muerto". No obstante, caminan con dudas e interrogantes en su interior que necesitan seguir comentando.

Por el agobio que sienten y por la falta de claridad que tienen buscan, discuten... Necesitan soltar la tensión.

Con estas sensaciones y de espaldas a la comunidad, Jesús se les acerca y se une a su andanza desertora. De entrada, les escu­cha. En aquellos discípulos permanece la inquietud. Parece que quieren llegar al fondo de la verdad: ¿Verdaderamente ha resu­citado? ¿Es Él el Mesías salvador que el pueblo esperaba? ¿Tie­ne sentido seguirlo?

Escuchándolos y en sintonía con su enredo mental y existen-cial, Jesús va al grano de su crisis, al fondo de su problema. Intenta iluminarlos con la Palabra, siguiendo el hilo de argumen­tación del que ellos han tirado: "Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador...". Curiosamente no les invita a rezar. Ellos todavía no lo reconocen.

La conversación va ganando en interés. La compañía de Je­sús les va despejando la mente y calentando el corazón. Crece la simpatía, hasta el punto de decirle: "Quédate con nosotros". Y es en el símbolo solidario de la mesa, en el gesto de partir el pan donde lo reconocen. Ya en este momento les ardía el corazón y ven con toda claridad. Como todos los verdaderamente tocados y convencidos por el impacto de Dios, sienten que los descoloca, entienden que deben desandar el camino y regresar a la comuni­dad. Ésta se prepara para la misión.

El Camino de Emaús es una extraordinaria catequesis, realis­ta y aplicable a muchas personas. (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fíeles

• Para que la Iglesia se sienta fortalecida con la experiencia de Jesús resucitado, roguemos al Señor.

• Para que la bendición de Dios llegue a todos los hogares, roguemos al Señor.

• Por cuantos experimentan crisis de fe o de comunidad, para que recobren los esquemas y se reafirmen como testigos, ro­guemos al Señor.

• Por cuantos no sienten a Dios como Padre, para que les ayu­demos a descubrir y entender la gran revelación del Evangelio, roguemos al Señor.

• Por todos nosotros, para que nos afirmemos en el estilo huma­no de Jesús, roguemos al Señor.

Ofrendas

• Planta mustia: Te presentamos esta planta mustia. Recoge la situación personal que muchas veces tenemos, cuando las cri­sis y las dudas nos enredan, desmotivando nuestra voluntad y rebajando la energía.

• Regadera: Acercamos también, Señor, esta regadera, símbolo del riego espiritual que necesitamos para mantener el creci­miento pascual.

Canto

Gesto.—La misma persona que acerca la regadera la retoma del lugar de las ofrendas, deja caer un poco de agua en la maceta de la planta mustia y dice: Para estar vivos por dentro y saludables por fuera es necesario el encuentro intenso con uno mismo y con el Dios que nos habita.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Comulgar con Jesús es querer vivir con densidad de redención. Acojamos a Jesús eucaristía con las ganas de los cre­yentes que caminan con dignidad.

Canto

Plegaria

Dios, Padre santo, te damos gracias porque has salido a nuestro encuentro. En Jesús lo has hecho admirablemente. Nos invitas a una convivencia familiar y amigable, estando Tú en el centro como vínculo de unión y reclamo de equilibrio en la diversidad. No eres para nosotros una presencia incómoda, aunque nos exijas y corrijas. Experimentando tu compañía, nos incita más la utopía del Evangelio. ¡Bendito seas, Padre, por tu revelación!

Como nos ayudas tanto, te pedimos que te manifiestes a cuantos te buscan, para que disfruten y extiendan, como nosotros, el sentido de la vida que tan acertadamente enseñas. Cuenta con nosotros para hacer de puente. Con todos los que te abren su interior te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Te damos gracias, Padre, por la experiencia de encuentro con­tigo y con Jesús en el Espíritu.

• Te damos gracias por Jesús, Camino y Alianza, para todos los que te buscan.

• También te damos gracias por la ayuda de la Comunidad y de la Iglesia: por lo que nos aporta y por lo que podemos com­partir en ella.

• Cuenta con nosotros para acercar el Evangelio a nuestra gente.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Saber acompañar a los que sufren crisis de fe o de relación con la Comunidad.

Bendición

Monición final.—La fe en la resurrección de Jesús es el cimien­to sólido de la vida cristiana. Es también la experiencia fuerte que nos motiva a seguirle cada día. El optimismo de la fe no suprime las dificultades de la vida, pero sí les da un sentido y las hace llevaderas.

Que la convicción de sabernos acompañados por Jesús esti­mule nuestro caminar. Vayamos por la vida contagiando la ex­periencia de la Pascua. Ella es garantía de plenitud, es decir, de permanente primavera.

Canto final y despedida

CUARTO DOMINGO DE PASCUA

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "Jesús, el buen Pastor".

— "Ven y sigúeme".

• Símbolos:

— Cayado, zurrón y sandalias de pastor.

2. RITOS INICIALES

Monición.—Hermanos, seguimos en el tiempo pascual con el desafío de la vida nueva delante de nosotros. Esta es lo mismo que vida consciente y responsable. Jesús, como buen Pastor, quiere que sus seguidores seamos responsables. Él va por delante desbordando vida, y espera de nosotros que nos arriesguemos en la misma aventura.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos a Dios Padre, que nos ha en­viado a Jesús como buen Pastor.

Acto penitencial

• Tú, que cargaste con nuestros pecados: Señor, ten piedad.

• Tú, que nos has salvado: Cristo, ten piedad.

• Tú, el buen Pastor de todos: Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Dios, Padre bondadoso, que has dado a tu Iglesia el gozo inmenso de la resurrección de Jesucristo; concédenos la alegría del reino de tus elegidos, para que así el débil rebaño de tu Hijo tenga parte en la admirable victoria de su Pastor. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—En el comienzo de la Iglesia hay una vivencia creciente de la especial importancia que tienen Jesús y su mensaje. El Evangelio recoge el pasaje del buen Pastor, pre­ocupado por la vida de sus ovejas. De este pastor nos podemos fiar: abre a todos la puerta de la salvación.

Lecturas.—Hch 2,14a.36-41. Salmo o canto. 1P 2,20b-25. Ale­luya. Jn 10,1-10. Breve silencio.

Comentario homilético.—El cuarto domingo de Pascua centra la mirada en Jesús, buen Pastor. La figura del pastor es un recur­so del que se valen los autores bíblicos para hablarnos de Dios. Jesús se sirve también de esta imagen para manifestarnos su proceder y sus sentimientos. Él es el pastor sincero y fiel que se deshace en atenciones: busca a la oveja descarriada, sale al en­cuentro de las que no están, ofrece en abundancia los valores del Reino a todos, y está a la puerta en actitud de acogida cordial y singular, porque se interesa por las personas, una a una: conoce a cada uno por su nombre y sabe muy bien sus historias...

Esta imagen de Jesús, como buen Pastor, ha marcado la con­ciencia y la memoria de la Iglesia. Desde el principio hasta ahora se ha venido destacando la lección formidable de este Pastor: su elegante generosidad, su sacrificio liberador: "he venido para que tengan vida y la tengan abundante".

Las comunidades cristianas de todos los tiempos tenemos un gran ejemplo en este modelo de pastor. Es un ejemplo claro de cómo debemos vivir las responsabilidades dentro de la comuni­dad y cómo debemos ser misioneros que salen a buscar a los que no están. Es una motivación a intensificar la fraternidad hacia dentro y hacia fuera para que desborde la vida en abundancia. Este Pastor nos invita hoy a comulgar con sus valores para seguir caminando por la ruta de la solidaridad y del servicio, el culto que agrada a Dios.

El Evangelio es la voz de este buen Pastor. Cualquier otro mensaje que no vaya en esta línea ha de ser para nosotros voz de extraño, de la que debemos pasar como quien oye llover. La voz cálida del buen Pastor resuena en la espiritualidad y en la verdad de las personas. Esto es lo que marca las diferencias entre los verdaderos discípulos, que lo han reconocido, y los que actúan con otras intenciones. {Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fíeles.—Dirijamos nuestra oración al Señor con la confianza de sabernos escuchados:

• Roguemos por todo el Pueblo de Dios para que siga fielmente la voz del Buen Pastor.

• Intercedamos para que mejore la calidad de vida. Que los go­bernantes se inspiren en la sabiduría del Evangelio y así aco­metan con acierto y decisión los problemas cívicos.

• Pidamos por todos los que sufren y por los que andan como ovejas sin pastor, para que a través de la cercanía de los her­manos, encuentren esperanza.

• Oremos, también, para que Jesús sea Pastor de todos, y noso­tros buenos testigos.

• Oremos unos por otros, pero especialmente por los adolescen­tes y jóvenes, para que abran su corazón a la llamada de Dios, descubran las necesidades de la Iglesia y respondan con gene­rosidad.

• Por éstas y por todas nuestras intenciones, roguemos al Señor.

Gesto.—Alguien sale a un lugar destacado y dice: Los seguido­res de Jesús no somos un rebaño de Vicentes que van donde los arrastra la gente. Nosotros, siguiendo a Jesús, buscamos el Reino de Dios.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—La Iglesia siempre ha reconocido a Jesús como buen Pastor. Al comulgar con su persona, renovemos la decisión de seguirlo.

Canto

Plegaria

Es digno, Padre, que te alabemos por Jesucristo a quien has enviado como buen Pastor para llenarnos de vida, con calidad y en abundancia. El ha ido por delante ofreciendo orientación. Los sensibles escuchan su voz y le siguen

porque Jesús arranca admiración. Él habla con voz firme y convincente; busca el diálogo directo y llano con cada persona; ninguna aventura personal le resulta extraña; conoce a cada uno por su propio nombre... Te damos gracias por un pastor tan atento y servicial que se desvela por la oveja que se ha extraviado, que sale a la búsqueda de las que no están porque desea que su voz redentora llegue a todos. Padre, te bendecimos por las ganas de este pastor de reunimos en una sola Iglesia. Porque nos atrae su voz y queremos seguir su causa, porque tenemos experiencia de su redención, te decimos entusiasmados: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Padre, hacemos comunitaria nuestra oración de gratitud. Nos unimos a la fe de los que nos han precedido y te decimos: "El Señor es mi pastor, nada me falta" (Sal 23,1).

• Te damos gracias porque nos has enviado a Jesús para condu­cirnos con respeto y con dignidad.

• Confesamos que este buen Pastor ha arriesgado hasta dar la vida por sus ovejas.

• Animados con tal ejemplo, reforzamos nuestra comunión y reafirmamos que queremos seguirlo.

• Y cuando salgamos a la calle, seremos testigos de quien nos guía con tanto acierto para que todos reconozcan al Pastor, pionero en el arte de dar vida.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Generar vida y entusiasmo, como el buen Pastor.

Bendición

Monición final.—Hemos celebrado a Jesús como buen Pastor que da la vida. Según sus propias palabras, nadie tiene mayor amor que cuando uno es capaz de una entrega semejante. Jesús quiere vida abundante para todas sus ovejas. Hoy y aquí esto depende también de nosotros.

Canto final y despedida

QUINTO DOMINGO DE PASCUA

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "Todos los servicios valen".

— "Los servicios se complementan".

— "Jesús es Camino, Verdad y Vida".

• Símbolos:

— Espejo.

— Piedra angular.

2. RITOS INICIALES

Monición.—La resurrección de Jesús, que venimos celebrando en este tiempo de Pascua, también hoy nos infunde motivos para darnos la bienvenida en esta celebración.

Confluimos en este encuentro después de haber desarrollado durante la semana el trabajo, el estudio, la relación con la fami­lia, con los amigos y vecinos. Vamos a compartir la Palabra y los gestos de la unión para fortalecer las actitudes de atención y de servicio que siempre nos han de caracterizar por vocación y por seguimiento de Jesús en medio de nuestro pueblo.

Canto

Saludo.—Hermanos, alabemos juntos a Dios Padre, que nos ha ofrecido a Jesús como Camino, Verdad y Vida.

Acto penitencial

• Tú, que eres el Camino: Señor, ten piedad.

• Tú ,que eres la Verdad: Cristo, ten piedad.

• Tú, que eres la Vida: Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Señor, Tú, que te has dignado redimirnos y has que­rido hacernos hijos tuyos, míranos siempre con amor de padre y haz que cuantos creemos en Cristo, tu Hijo, alcancemos la liber­tad verdadera y la herencia eterna. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—En la organización de la primera comunidad cristiana pronto se vio la necesidad de distribuir ser­vicios y tareas. Entre nosotros también se debe cumplir este principio: es mejor que muchos hagan poco y no que pocos hagan mucho.

Las otras lecturas nos recuerdan que Jesús es la piedra angu­lar para que el edificio de la Iglesia se mantenga en pie. Es también el Camino, la Verdad, la Vida y el gran símbolo para reconocer a Dios.

Lecturas.—Hch 6,1-7. Salmo o canto. 1P 2,4-9. Aleluya. Jn 14,1-12. Breve silencio.

Comentario homilético.—Los cristianos se dieron cuenta ense­guida, por consigna evangélica y por imperativos de la vida, de que el servicio es un aspecto esencial y definitorio de la Iglesia: una Iglesia que no sirve, no vale. Por eso, en una comunidad cristiana no puede faltar la práctica del amor por medio del ser­vicio mutuo, sobre todo con los más necesitados.

Esta actitud servidora está inscrita en la sensibilidad humana y reforzada por el talante de Jesús que dejó muy alto el listón del servicio. Él no vino a ser servido, sino a servir y quiso estar en medio de los suyos como quien sirve. Nada enseña mejor que el ejemplo. Jesús es la piedra angular de la Iglesia porque hizo del servicio su forma de existencia.

Desde el principio, la distribución de servicios, responsa­bilidades y tareas es un hecho en la Iglesia. Actualmente desta­camos también que todos servimos para algo; por tanto todos podemos dinamizar la vida de la comunidad. La participación y la corresponsabilidad son dos valores fundamentales en una co­munidad.

Centrándonos en el pasaje evangélico, reparemos que Jesús habla de sí en primera persona con afirmaciones atrevidas y

directas: "Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí". No es vano orgullo, ni culto a la personali­dad, sino sinceridad y servicio pedagógico.

Entre las muchas ofertas y modelos que se presentan para abrirse paso en la vida, hace ya muchos años que el Evangelio propone la alternativa de Jesús: un ideal repleto de mística hu­mana y de revelación divina. Esta propuesta de Jesús es todavía más atrevida y animante cuando se nos tambalean los esquemas o cuando pesa la desilusión. Sobre todo entonces Jesús es Cami­no, Verdad y Vida.

Parece que, después de tres años de convivencia, los apósto­les Tomás y Felipe habían captado muy poco del mensaje y de la identidad de Jesús. Él ha querido ser espejo y testigo del Padre: "quien me ha visto a mí, ha visto al Padre". Pero a veces las palabras dicen poco; expresan más las obras. Por eso Jesús llega a decir: creed, al menos, por las obras. (Silencio de interio­rización).

Credo

Oración de los fieles

• Oremos para unir nuestro esfuerzo a todos cuantos se empeñan por humanizar este mundo.

• Pidamos por la Iglesia, para que el amor sea siempre la señal que distinga a los cristianos.

• Recordemos a los pueblos que sufren por diferentes causas, para que logren la justicia y la paz que necesitan y que es su derecho.

• Oremos para que avance la cultura de la solidaridad con gestos expresivos y eficaces de servicio.

• Oremos para hacer el bien por convicción y sin cansancio.

• Por éstas y por todas nuestras intenciones, roguemos al Señor.

Ofrendas

• Ladrillos y piedras: Te presentamos, Señor, estos ladrillos y piedras en representación de cada uno de nosotros. Unidos a Jesús, la piedra angular, queremos hacer nueva Iglesia y nueva sociedad.

• Fotografías de testigos y póster de Jesús: Te presentamos, Señor, imágenes de testigos en los que percibimos tu presencia y un alto compromiso.

Canto

Gesto.—Varias personas avanzan hacia un lugar destacado. Una lleva una fregona, otra una bandeja con medicinas, otra un libro de catequesis, otra la Biblia, otra una vela encendida, etc. Lle­gados al lugar acordado, dicen: Jesús nos llena. Todos valemos para algo.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Tenemos experiencia de la orientación de Jesús y de la calidad de su ejemplo. Al recibirlo en comunión, favorez­camos que sea su verdad la que nos dirija.

Canto

Plegaria

Padre bueno, con gratitud nos sale del alma una plegaria compartida reconociendo que nos has llamado y elegido. Somos tu Pueblo, tu Iglesia. Como tantos creyentes, sentimos la necesidad de proclamar tus maravillas: confesar que intervienes en nuestro favor, que has desplegado la fuerza de tu brazo salvador y_ nos invitas a permanecer en el seguimiento de Jesús. El es el Camino que muchos descartan, la Verdad por encima de cualquier otra verdad, la Vida de calidad cribada hasta el martirio. En Jesús y en su Evangelio tenemos la piedra angular y el fundamento sólido para construir la humanidad nueva. Animados por la autenticidad de muchos testigos y deseando que la vida exprese lo que rezamos, te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Te damos gracias, Padre, por Jesús, símbolo humano de lo que eres para nosotros.

• Te damos gracias, por el camino ejemplar, trazado y experi­mentado por Jesús, que propones a todos.

• Te damos gracias, porque experimentamos que reside en Ti la garantía de cuanto da sentido a la vida. Ilumínanos para saber comunicar lo bueno que eres.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Comentar y testimoniar que Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida.

Bendición

Monición final.—Hemos vuelto a recordar que Jesús es el gran símbolo para llegar a Dios y la piedra angular que da firmeza a la Iglesia. Con nuestra fe reafirmada, seamos en la calle dignos símbolos de Dios Padre, de Jesús y del Espíritu. Que la semana sea buena para todos y que el Espíritu del Señor nos acompañe.

Canto final y despedida

SEXTO DOMINGO DE PASCUA

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "Sabemos por qué creemos".

— "El Espíritu está con nosotros".

2. RITOS INICIALES

Monición.—La proximidad de Pentecostés se hace patente en el mensaje de hoy. Aunque la vida nos resulte compleja muchas veces, es decisivo abrirse al Espíritu Santo, que nos ilumina y nos conduce a la verdad. Gracias a Él podemos comprender mejor a Jesús y vivir el Evangelio.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos al Padre y a Jesús porque nos han enviado al Espíritu de la verdad.

Acto penitencial

• Tú, que quieres nuestro bien: Señor, ten piedad.

• Tú, que eres misericordia: Cristo, ten piedad.

• Tú, que permaneces con nosotros: Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Dios Padre bondadoso, que nos acompañas y defien­des con el Espíritu de la Verdad y así reafirmas nuestra esperan­za, ayúdanos a contagiar con la vida el impacto que nos propor­ciona la fe. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—En la Iglesia primitiva hubo un gran dinamismo evangelizados La presencia del Espíritu Santo ilumi-

naba a los creyentes. Experimentaban la promesa de Jesús: que enviaría al Espíritu como defensor y consolador.

Lecturas.—Hch 8,5-8.14-17. Salmo o canto. 1P 3,15-18. Alelu­ya. Jn 14,15-21. Breve silencio.

Comentario homilético.—Frecuentemente decimos que la espe­ranza es lo último que se pierde, con lo cual estamos realzando la importancia decisiva de esta virtud. Sin esperanza todo se desmorona, se nubla el horizonte, no es posible la motivación. Como la fe y la caridad, la esperanza cristiana se apoya en la relación directa con Dios. Engloba y colma el sentido de todas las esperanzas humanas.

No es imaginable un cristiano vigoroso sin una experiencia sobresaliente de las virtudes teologales. Existe entre las tres una profunda y directa relación. Se riegan con el agua de la misma fuente: Dios. San Pedro exhorta: "estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza", es decir, manifestad con soltura cuánto os motiva la relación con Dios.

Amigos, ¡qué importante es la espiritualidad en el ser huma­no! Es esencial para asumir y gozar el propio misterio humano, así como para encarar las dificultades y los sobresaltos de la vida. Desde la espiritualidad todo se comprende con mejor pers­pectiva. Por eso dice San Pedro: "mejor es padecer haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal".

Toda la espiritualidad humana queda fortalecida con el Espí­ritu de la verdad que Jesús nos deja como gran regalo. Este Espíritu es presencia: "vive con vosotros y está con vosotros", y es estímulo para "guardar los mandamientos", es decir, para vivir los valores que elevan a la persona y la hacen digna. El Espíritu que constituye y vigoriza a Jesús, es el mismo que nos deja como abogado, consejero, consolador..., que conduce a la verdad ente­ra. Gracias a este Espíritu descubrimos más profundamente la razón del Evangelio. El aporta siempre un aire sano si se le deja entrar. {Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fieles

• Por una sociedad sana y pujante, roguemos al Señor. • Por la Iglesia, para que encarne en todas las culturas el Reino

de Dios, roguemos al Señor.

• Para que resalte en las comunidades cristianas la presencia del Espíritu, roguemos al Señor.

• Por los enfermos y por todos los que sufren el aprieto del dolor, para que encuentren cercanía y atención, roguemos al Señor.

• Por todos los que disfrutan de salud, para que sepan apreciarla como un don, cuidarla de forma responsable y servir genero­samente a los demás, roguemos al Señor.

• Para que nos comprometamos con todos nuestros vecinos en la mejora de nuestro pueblo, roguemos al Señor.

Ofrendas

• Pequeña cruz desnuda o con el crucificado; Te presentamos, Padre, este símbolo cargado de sabiduría, porque "es mejor padecer haciendo el bien, si tal es tu voluntad, que padecer naciendo el mal".

• Crisma: te presentamos, Señor, el crisma que recuerda nuestra confirmación y los compromisos que hemos asumido cuantas veces hemos renovado nuestra fe iluminados por el Espíritu de la Verdad.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Para vivir la comunión con Jesús, nadie nos ayuda tanto como el Espíritu. Dejemos que El nos prepare y agradez­camos a Jesús un don tan extraordinario.

Canto

Plegaria

Padre, has querido renovar la vida de la Iglesia y del mundo por medio del Espíritu de la Verdad. En Él fundamentas la defensa de todo lo honesto. Nos lo ofreces para ser alternativa, para hacer el bien sin cansancio, incluso a costa de padecer. Muchos no pueden recibirlo porque no mueven un dedo para coger su onda. Otros tenemos el don de experimentarlo: nos orienta con la sabiduría de la cruz.

Padre, recibe la gloria que podemos tributarte. Queremos mantener una conciencia recta, ser artesanos en la construcción de tu Reino colaborando con hombres y mujeres de buena voluntad.. Arropados por el Espíritu y unidos a Jesús, te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Gesto.—Después de la comunión, alguien coge la cruz, la levan­ta ante la asamblea y dice: Hermanos, con el Espíritu de Jesús podemos dar razón de nuestra esperanza.

Acción de gracias

• Te damos gracias, Padre, por la experiencia de la fe que tanto nos ayuda y tanto nos provoca.

• Te damos gracias porque la podemos compartir y alimentar en comunidad.

• Queremos vivirla con entusiasmo para contagiarla con obras y palabras.

• Ayúdanos a vivir en el Espíritu de la verdad para alentar la calidad humana de nuestro pueblo.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Hacer el bien, aunque cueste sufrimiento.

Bendición

Monición final.—Como cristianos, un testimonio fundamental que nos corresponde es dar razón de nuestra fe y de nuestra esperanza. Y esto con palabras, pero también y sobre todo con obras. Para ello contamos con el gran regalo del Espíritu. Gra­cias a Él reforzamos nuestra dignidad y podemos llegar muy lejos. Escuchemos al Espíritu y no pongamos freno a sus pro­puestas. Vivamos positivamente la semana con la ayuda de Dios.

Canto final y despedida

ASCENSIÓN DEL SEÑOR

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "Id y haced discípulos".

— "Id y anunciad el Evangelio".

— "Estaré siempre con vosotros".

— "El cielo no se improvisa"

2. RITOS INICIALES

Monición.—Culminamos el tiempo pascual con la festividad de la Ascensión del Señor, una verdad de nuestra fe muy importante y simbólica. Jesús es el espejo en el que se ve reflejado el des­tino de todo lo humano. El cielo es nuestra esperanza, y el mundo nuestra responsabilidad. Porque la plenitud del cielo no se im­provisa, nos comprometemos en la mejora de la tierra, elevando al máximo el nivel de humanización.

Condensemos en este encuentro el sentido evocador de la Ascensión del Señor, que da luz a nuestro horizonte y al caminar de cada día.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos al Señor, que nos llama a una vida en plenitud.

Acto penitencial

• Tú, que alientas nuestra vida: Señor, ten piedad.

• Tú, que intercedes por nosotros: Cristo, ten piedad.

• Tú, que nos comprendes como nadie: Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Concédenos, Padre bondadoso, exultar de gozo y darte gracias, porque la ascensión de Jesucristo, tu Hijo, es ya nuestra victoria, y Él, que es la cabeza de la Iglesia, nos ha precedido en la gloria a la que somos llamados como miembros de su cuerpo. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Jesús pasó por esta tierra responsa­blemente y dejando muy alta la condición humana. Su existencia es reconocida y aplaudida por cuantos quieren vivir honestamen­te. Pero si admiramos a Jesús no es para quedarnos cruzados de brazos, sino para estimular aún más nuestra pasión por el Evan­gelio. Dios nos ha concedido el regalo de Jesús para que crezca nuestra acción comprometida y liberadora.

Lecturas.—Hch 1,1-11. Salmo o canto. Ef 1,17-23. Aleluya. Mt 28,16-20. Breve silencio.

Comentario homilético.—La Ascensión de Jesús eleva hasta el culmen su resurrección. Es también el símbolo de la salvación en plenitud de todo lo humano. Reafirma que la vida se sale con la suya, a pesar de la muerte. El destino humano es de transcenden­cia triunfal.

La Ascensión de Jesús va acompañada de un aplauso por parte de Dios Padre: lo exaltó y le concedió el Nombre-sobre­todo-nombre; le concedió el título de Señor y lo ha sentado a su derecha para siempre como ejemplo y medida de la existencia humana.

Para los que estamos en la ruta de la vida, la Ascensión es admiración por Jesús; pero es también provocación a poner manos a la obra. Jesús nos pasa el testigo: "Id y haced discípulos de todos los pueblos"... Entonces comenzó el despliegue evan-gelizador de la Iglesia. Y ahora nos toca a nosotros. No nos podemos quedar plantados mirando al cielo. Evangelizar es una tarea que nos apremia; es lo nuclear y prioritario de la Iglesia porque vive para el Evangelio. Las pequeñas comunidades y parroquias, como concreciones visibles y cercanas de la Iglesia, existen, ante todo, para evangelizar. Ésta es su razón de ser y lo que debe abarcar toda su vida y toda su actividad.

Lo afirmaba ya Juan XXIII al inicio del Concilio Vaticano II: "Lo que se espera hoy de la Iglesia es que infunda en las venas

de la sociedad la virtud perenne, vital y divina del Evangelio". Juan Pablo II proclama allá por donde va la necesidad de una nueva evangelización, porque el Evangelio es patrimonio de la gente, de la humanidad entera; es un bien para todos, un mensaje público que hemos de saber acercar con signos, gestos y pala­bras.

Como recoge la segunda lectura, que el Padre del Señor nuestro Jesucristo nos dé "espíritu de sabiduría y revelación" para comprender la herencia que nos llega y la tarea que tenemos por delante. Jesús compromete su compañía en favor nuestro: "estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo". (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fíeles

• Para que se promuevan en todos los pueblos los valores del Reino de Dios, roguemos al Señor.

• Por los que amenazan la vida de los demás, para que broten en ellos la sensibilidad y el respeto, roguemos al Señor.

• Para que nuestra Iglesia, animada por la aventura humana de Jesús, pueda cumplir la hermosa misión de evangelizar, rogue­mos al Señor.

• Para que nuestra comunidad responda al desafío de una nueva evangelización, roguemos al Señor.

• Para que todos tengamos una clara conciencia de nuestra vo­cación y destino, roguemos al Señor.

• Por todos nosotros, para que la fe en Cristo nos impulse a mostrar la bondad de Dios, roguemos al Señor.

Canto

Gesto.—Alguien sale a un lugar destacado, enseña un Nuevo Testamento y dice: Jesús nos pasa el testigo. Id y haced discípu­los. Se acerca después a una persona de la asamblea y le dice: N., el Reino de Dios nos urge. Seguidamente se acerca a otra y le dice: N., el Reino de Dios comienza aquí.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—La comunión con Jesús es siempre una motivación a alzar la vida. Acercarse hoy a la comunión tiene el aliciente sobreañadido de seguir buscando las cosas de arriba.

Canto

Plegaria

Señor, Dios nuestro, en comunión con cuantos trabajan por una tierra nueva, utopía posible de tu Reino, te dirigimos esta plegaria de bendición por tu prodigio de solidaridad con nosotros. Te bendecimos por tantos testigos del amor desinteresado que han construido fraternidad en la historia dejándonos la herencia de un cielo anticipado. Te alabamos por el arrojo de tantos creyentes que hipotecan su salud y su energía en proyectos humanitarios transidos de Evangelio. Miles de voces y de gestos nos aseguran que tu Reino es de este mundo: se ha abierto el tiempo definitivo de tu gracia que conmueve las estructuras que no van con tu cielo. Y levantamos los brazos en señal de victoria porque has exaltado a Jesucristo y lo has sentado a tu derecha, satisfecho de su paso por la vida. Para nosotros es el primero en todo, el símbolo de la humanidad lograda, el primogénito de la nueva creación para gloria tuya y orientación nuestra. Dios bueno, has puesto en nuestras manos el florecer de la vida sobre la tierra, la posibilidad de vivir como corresponde a tu Reino. Con Jesús y con todos los que te bendicen en el cielo y en la tierra te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias • Te damos gracias, Padre, porque experimentamos en nosotros

gérmenes de vida indestructible, aspiraciones de plenitud.

• Se acrecienta nuestra fe y crece nuestra responsabilidad por tu Reino al celebrar la aventura de Jesús: sencillo y grande, ser­vidor y libre, exigente y misericordioso.

• Te damos gracias porque nos has confiado la promoción de tu Reino, que es el nuestro. Queremos comenzar por nosotros mismos y por nuestra comunidad para apoyar con el testimo­nio la presencia del cielo en la tierra.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Cumplir la voluntad de Dios en la tierra como ya se cumple en el cielo.

Bendición

Monición final.—La Ascensión de Jesús es símbolo y garantía de nuestra aventura humana. No estamos en manos de un ciego destino. La fe cristiana nos asegura que nuestras aspiraciones profundas no pueden quedar frustradas. Estamos hechos para la plenitud. Eso es el cielo. Mientras caminamos por esta tierra se nos pide coger el relevo de Jesús. Vea cada uno como lo puede realizar en casa, en la calle, en su lugar de trabajo o en los ámbitos de diversión.

Canto final y despedida

DOMINGO DE PENTECOSTÉS

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "Unidos en el mismo Espíritu".

— "Nadie anima como el Espíritu".

• Símbolos:

— Fuego en recipiente resistente.

— Cesta con frutos variados (los frutos del Espíritu).

2. RITOS INICIALES

Monición.—Hoy, día de Pentecostés, recordamos una experien­cia muy importante: El Espíritu desciende sobre los apósto­les, los llena de coraje y los lanza a evangelizar, dando testi­monio del Señor Jesús. Estamos nada menos que ante el comien­zo de la Iglesia. Gracias al Espíritu que el Padre y Jesús nos han enviado ha sido posible la movida cristiana hasta nuestros días.

En nuestra Comunidad también está presente el Espíritu con­moviendo nuestra conciencia y engendrando pasión por el Evan­gelio. Y es que Pentecostés recoge una experiencia tan decisiva que, en cristiano, todo lo bueno se resume en seguir los pasos del Espíritu.

Celebremos gozosamente este don en nuestra Comunidad. Sin duda que en nosotros hay pecado; pero el Espíritu es ilumi­nación, empuje, acierto y generosidad.

Canto

Saludo.—Hermanos, gracias al Espíritu Santo experimentamos que somos hijos de Dios. Por eso, bendigamos al Señor.

Acto penitencial • EI Espíritu es quien nos asegura que Dios es Padre. Perdón,

Señor, porque no siempre nos hemos comportado como hijos.

• La libertad es efecto de acoger al Espíritu. Perdón, Señor, porque nos hemos esclavizado a muchas cosas, normas, perso­nas y hemos menospreciado el don de la libertad cristiana.

• El Espíritu Santo se esfuerza por conformar nuestro modo de pensar con el de Cristo. Perdón, Señor, porque hemos prefe­rido seguir otras ideas y otros consejos que no nos han dado la felicidad.

• El Espíritu reparte en cada uno sus dones para beneficio de la Comunidad. Perdón, Señor, porque hemos enterrado tus dones y no hemos colaborado suficientemente con nuestros valores e inquietudes a la construcción de tu Reino.

• En resumen, perdón, Señor, porque abundan más en nosotros las obras de la carne que los efectos y frutos del Espíritu.

Gloria

Oración

Al viento de tu Espíritu que sopla donde quiere, libre y liberador, vencedor de la Ley, del Pecado y de la Muerte, nos ponemos, Señor. Al viento de tu Espíritu, que se remansó en el corazón y en el vientre de una aldeana de Nazaret, vivimos, Señor. Al viento de tu Espíritu, que se apoderó de Jesús para enviarlo a anunciar la Buena Nueva, la misericordia y la liberación, seguimos, Señor. Al viento de tu Espíritu, que se llevó en Pentecostés los prejuicios, las dudas, los miedos de los apóstoles, y abrió de par en par las puertas del cenáculo para que la comunidad de los seguidores de Jesús fuera siempre sensible al mundo,

libre en su palabra, coherente en su testimonio e invencible en su esperanza, nos abrimos, Señor. Al viento de tu Espíritu, que se lleva siempre los nuevos miedos de la Iglesia, abrasa en ella todo poder que no sea servicio y la purifica con la pobreza y el martirio, nos reunimos, Señor. Al viento de tu Espíritu, que reduce a cenizas todos los vicios, alimenta todos los valores y es el alma del Reino, obedecemos, Señor. Amén.9

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Gracias al Espíritu, el Evangelio no ha podido ser enterrado ni reducido al silencio. Sigue vivo ilu­minando a las gentes y metiendo desafío y buena revolución en la sociedad. La revolución del Espíritu es siempre a favor de la justicia y de lo que los cristianos entendemos por Reino de Dios. Como los apóstoles reunidos, también nosotros invocamos al Espíritu de Jesús para ser emprendedores y contribuir al bien común. Pentecostés es sensibilidad y compromiso.

Lecturas.—Hch 2,1-11. Salmo o canto. ICo 12,3b-7.12-13. Ale­luya. Jn 20,19-23. Breve silencio.

Comentario homilético.—Celebramos hoy la fiesta del Espíritu Santo. Desde siempre hemos oído que el Espíritu es el Alma de la Iglesia; pero también podemos afirmar, no sin cierta tristeza, que es un gran desconocido.

El Evangelio nos lo presenta hoy de una manera sencilla y hermosa a la vez: Jesús resucitado entrega a sus amigos el Es­píritu. Respiró su aliento sobre ellos y les dijo: "Recibid el Es­píritu Santo". Jesús, genio de hombre y plenitud de vida, nos comunica lo más bello y cálido de su resurrección: El Espíritu, que nos hace personas nuevas, hombres y mujeres valientes, emprendedores, con un nuevo estilo de vivir: el que brota de un

9 Oración encontrada en una comunidad parroquial

Evangelio reflexionado, compartido y puesto en práctica por la Comunidad.

Sí, el Espíritu es justicia, fraternidad, paz, alegría y nos impulsa a la misión: "como el Padre me ha enviado, así os envío yo". Nosotros, los amigos de Jesús, somos ahora los comunica-dores del Evangelio, somos la presencia de Dios en el pequeño trozo de mundo en que vivimos, y tenemos la misión de hacer patente al Dios liberador, para que reconozcan su acción salva­dora y así colaboremos conjuntamente en la construcción de una sociedad diferente y mejor.

En la primera carta a los Corintios, se nos comunica también que a todos los cristianos se nos ha confiado una misión dentro de la Comunidad: "en cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común". Hoy, como ayer, las parroquias en punta son aque­llas en las que brota y corre la vida, surgen proyectos y realida­des nuevas, y los cristianos seglares somos protagonistas de la actividad creativa de la Comunidad. Por eso recordamos que la Parroquia es tarea de todos. El Espíritu nos llama a todos a colaborar. Nadie es tan pobre que no tenga nada que aportar ni nadie tan rico que no tenga nada que aprender. Si alguno se excluye, origina pobreza en el conjunto.

Ahora continuamos la celebración y rezamos para que Dios nos ilumine. Que el Espíritu nos llene de su sabiduría para hacer bien lo que cada uno puede hacer. (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fieles

• Dios, Padre bueno, te damos gracias por el Espíritu que nos inquieta, nos ilumina y nos invita a trabajar por el bien común.

• Confesamos que Jesús fue altamente espiritual y, por eso, hon­rado, luchador y valiente hasta el martirio.

• Como cristianos, queremos vivir intensamente la experiencia del Espíritu, don del bautismo y de la confirmación.

• Y como cristianos, buscamos la unidad que deseó Jesús e in­tentó la primera Iglesia: un solo corazón y un solo espíritu.

• Por eso te pedimos, Padre, por todo nuestro pueblo, para que el convivir de cada día sea aún más humano y fraterno.

• También te pedimos por todos los que sufren, para que en­cuentren en los cristianos una mano tendida.

• Por éstas y por todas nuestras intenciones, roguemos al Señor.

Canto

Gesto.—Dos personas se acercan a los símbolos, los levantan, mientras otra proclama: Espíritu Santo, revístenos de Evangelio para encarnar el proyecto de Jesús. Que nuestra Comunidad sepa comprender, servir y amar a nuestro pueblo ofreciéndole los mejores frutos de la Redención.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—El Espíritu nos ayuda a dar tono y calidad a la vida. Vayamos a la comunión de su mano.

Canto

Plegaria

Padre santo, nos sale del alma un canto de alabanza porque has derramado sobre el mundo el Espíritu de Jesús resucitado para alentar la marcha de la historia y para hacer digna y fraternal nuestra convivencia. En corro de hermanos celebramos tan saludable compañía que nos mueve a progresar en solidaridad, volcados por completo hacia el prójimo. Nosotros, Padre, creemos que el Espíritu actúa también en nuestros días, que se manifiesta a través de signos y testigos para hacer de la historia un reino de fraternidad. Confesamos que, a pesar de nuestras resistencias, no retiras nunca el Espíritu; lo sigues ofreciendo en abundancia para que lleguemos a la profunda convicción de que no hay otra libertad ni mejor vivir que cuando seguimos sus consejos. Con Jesús entre nosotros, te bendecimos, y con el corazón abierto te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

Te damos gracias, Padre bueno, por el Espíritu que nos has regalado para renovar la vida de la Iglesia y del mundo. Con su iluminación crecen las ganas de servir y de promover todos los valores del Evangelio. Te damos gracias por sentirnos templos del Espíritu: por su labor callada y permanente en nuestra sensibilidad, porque ilumina y oxigena la vida. Experimentamos que El ora en nosotros y nos susurra que somos tus hijos y Tú nuestro Abba. Ayúdanos, Padre, a ser tan honestos como nos marca el Espíritu, a generar espiritualidad como Jesús, a poner empeño en la tierra nueva como tantos santos que nos han precedido en la Iglesia.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Vivir según el Espíritu.

Bendición

Monición final.—Seguir al Espíritu es tarea que no acaba nunca. El nos compromete para acercar el Evangelio a todos los rinco­nes. Permitamos que nos acompañe con las iniciativas que sabe tener y sigamos sus pasos.

Canto final y despedida

SOLEMNIDADES DEL SEÑOR

SANTÍSIMA TRINIDAD

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "Somos pueblo de Dios".

— "Somos familia de Dios".

— "Dios, familia abierta".

— "Bendecid al Señor".

2. RITOS INICIALES

Monición.—Siempre que nos reunimos como asamblea cristia­na, nos saludamos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espí­ritu Santo. Hoy, festividad de la Santísima Trinidad, este saludo tiene un significado más propio. El Dios familiar se lleva muy bien y se abre a todos nosotros con desbordamiento de cariño. Recordemos que en el bautismo fuimos marcados con el sello de este Dios. Reafirmamos que somos parte de esta Familia, com­partiendo este encuentro fraternal.

Ambientamos la celebración presentando estos símbolos:

— Icono de la Santísima Trinidad.

— Esfera del mundo (Dios creador).

— Cirio pascual (Cristo salvador).

— Paloma disecada (Espíritu motivador).

Canto

Saludo.—Hermanos, alabemos juntos a Dios Padre por el Hijo en el Espíritu Santo.

Acto penitencial

• Porque eres todo misericordia, Señor, ten piedad.

• Porque eres nuestro Redentor, Cristo, ten piedad.

• Porque eres el alma de la Iglesia, Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Dios, Padre bondadoso, que has enviado al mundo la palabra de la verdad y el Espíritu de la santificación para revelar a todos tu admirable misterio; concédenos profesar la fe verda­dera, conocer la gloria de la eterna Trinidad y adorar su unidad. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—A lo largo de la historia permanece en el pueblo creyente una experiencia religiosa fundamental: la compañía de Dios animando la vida. El Evangelio recoge esta experiencia con un texto extraordinario que todos pueden enten­der: "Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo no para condenar al mundo, sino para que se salve por Él".

Lecturas.—Ex 34,4b-6.8-9. Salmo o canto. 2Co 13,11-13. Ale­luya. Jn 3,16-18. Breve silencio.

Comentario homilético.—Nuestro Dios no es un ser aburrido, lejano y distante, ni un castigador cruel, ni un perdonavidas, ni un tapagujeros, ni ninguna de tantas imágenes falsas como pu­lulan a lo largo y ancho del sentir popular. Nuestro Dios se revela como una familia, como una pequeña comunidad de amor y en comunión. Cuando pronunciamos Dios en cristiano, esta­mos mencionando una comunidad divina, a cuya imagen estamos hechos, y que se nos ha acercado en revelación y redención.

El Dios Trinidad es distintivo del cristianismo. En este nú­cleo vital se originó el despliegue de cuanto existe. Procedemos de un fuerte manantial de vida y de amor. La Santísima Trinidad es el Dios personal y entrañable que convive con nosotros, que nos ofrece una liberación formidable y nos invita a colaborar con Él en la obra maravillosa de la creación. Las tres personas están seriamente comprometidas en la historia salvadora, tanto, que el Hijo se hizo uno de nosotros y entregó su vida por todos.

Este Dios Trinidad es origen y destino. Su misterio queda notablemente desvelado por el Hijo hecho criatura humana. Nos habla de un Padre desbordantemente cariñoso. Su propia encar­nación es un acercamiento que sólo se explica por amor. Pero, además, el Hijo, Dios-con-nosotros, es mediador para el envío del Espíritu, que se nos ha regalado como consolador, conductor y revelador de la verdad entera. Este Espíritu es el que le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios (Rm 8,16).

El camino para acceder a nuestro Dios es la espiritualidad y la vivencia de la fe que se ensanchan con el Evangelio, y no con la filosofía ni otros saberes. Alguien escribió: Dios es como el sol; se le vea o no, aparezca o se oculte, Él brilla. Si no se puede impedir al sol que brille, todavía menos se le puede impedir a Dios que se derrame en misericordia. (Silencio de interioriza­ción).

Credo

Oración de los fieles

• Para que nos veamos libres de los ídolos y de toda falsa ima­gen de Dios, roguemos al Señor.

• Para que las comunidades cristianas anuncien la Buena Noticia de que Dios es Familia, que nos quiere y nos acoge, roguemos al Señor.

• Por los creyentes de todas las religiones, para que testimonien su fe con gestos y palabras de liberación, roguemos al Señor.

• Por los que no han llegado a la fe o se han apeado de ella, para que encuentren un buen ejemplo en los que dicen creer, rogue­mos al Señor.

• Por los que compartimos el Evangelio, para que nos com­portemos como hermanos en toda situación, roguemos al Señor.

Gesto.—Una persona presenta la pila bautismal (si la hay por­tátil) o un recipiente grande con agua. Otra acerca varias flores bonitas que quedan depositadas dentro de la pila o recipiente. Una de las dos dice: El bautismo es fuente de vida. Fuimos bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Seguidamente se hace una aspersión sobre la asamblea.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Dios Padre envió a su Hijo al mundo para salvarlo. La comunión con Jesús es señal de apertura a la salvación, el regalo más grande de la Santísima Trinidad volcada hacia nosotros.

Canto

Plegaria

Te alabamos, Padre. Nos sentimos entrañablemente amados por Ti. Eres el origen y la meta de la historia grande y de nuestra pequeña historia personal. Bendito Tú, que nos animas con vocación divina y nos abres amorosamente tu casa de Trinidad. Reconocemos que todo arranca de tu amor fontal: nos pensaste con horizonte de plenitud, nos engendraste para la vida y nos dejaste el encargo de crecer y de avanzar. Así fue tu inspiración. Sentimos, Padre, que nos penetras como el agua a la esponja, que nos has redimido con la aventura humana de tu Hijo y nos has regenerado con tu Espíritu de santidad. Ahora nos invitas a poner en juego el Evangelio para que la tierra se parezca lo más posible al cielo. Infúndenos la mística de los profetas y la sensibilidad de los limpios de corazón. Cuenta con nuestro compromiso. Te agradecemos que nos hayas comunicado tu experiencia de familia y que nos admitas en la tarea de tu Reino posible y necesario. En comunión te decimos con Jesús: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Te damos gracias, Dios nuestro, por la experiencia de la fe, gracias a la cual comprendemos mejor tu revelación.

• Con San Pablo confesamos que en Ti vivimos, nos movemos y existimos.

• Intuimos que eres infinitamente más de lo que podemos ima­ginar. La creación entera es un símbolo plural de tu presencia.

• Te agradecemos que nos hayas buscado, que hayas salido a nuestro encuentro.

• Gracias por la invitación a ser de tu familia y a compartir contigo un destino de plenitud.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Vivir con el talante que corresponde a los hijos de Dios.

Bendición

Monición final.—Este día, especialmente dedicado a nuestro Dios, nos recuerda el primer mandamiento de nuestra tradición: "Amar a Dios sobre todas las cosas".

Hemos celebrado la Trinidad de Dios y hemos afirmado que es bueno, tiene abierta la puerta de su casa y está próximo, ínti­mo a cada creyente.

Por esta relación con Dios hemos de estar a favor de todo lo que es digno y humano. La fe auténtica es garantía de todo lo bueno. Los creyentes somos las criaturas que mejor lo podemos testimoniar.

Canto final y despedida

CORPUS CHRISTI

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos: — "Yo soy el pan de la vida". — "Jesús es pan repartido". — "Jesús es sangre derramada".

• Símbolos:

— Hogaza de pan. — Copa grande o jarra con vino. — Cesta con alimentos (expresión del compartir).

2. RITOS INICIALES

Monición.—Celebramos hoy la festividad del Corpus. A lo largo de la historia el pueblo cristiano ha valorado tanto la eucaristía que le ha dedicado una fecha especial.

Celebrar el Corpus es recordar la Ultima Cena de Jesús y el significado de aquella Eucaristía primera. Es incorporar a nues­tras personas el dinamismo de la entrega hasta el final.

Por esto, es tradicional llamar a esta fecha Día de la Caridad. Honrar la Eucaristía, como presencia de Jesús, significa también solidaridad con los hermanos más necesitados, pues con ellos se identifica especialmente Jesús.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos al Señor, presente sacramen-talmente en la Iglesia.

Acto penitencial

• Tú, que eres la Palabra definitiva: Señor, ten piedad. • Tú, que eres el Pan de la vida: Cristo, ten piedad. • Tú, que eres la nueva Alianza, Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Oh Dios, que en este sacramento admirable nos de­jaste el memorial de tu pasión; te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—La Eucaristía caló pronto entre los primeros cristianos. La riqueza amplia de su significado simbóli­co se divulgó rápidamente por las primeras comunidades. Euca­ristía es pan vivo que alimenta y sangre de un sacrificio redentor que provoca donación; es amor que une a los miembros de la co­munidad para volcarse en atención servicial con todos los vecinos.

Lecturas.—Dt 8,2-3.14b-16a. Salmo o canto. ICo 10,16-17. Ale­luya. Jn 6,51-59. Breve silencio.

Comentario homilético.—Corpus Christi es evocación y con­densación de la Eucaristía, alimento ofrecido a los creyentes para mantener con aliciente el itinerario de la vida. Jesús nos fortalece con toda su persona y con todo su mensaje. El culmen de la donación es ofrecerse como alimento y como bebida: "Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida".

Se atribuye a San Justino un documento, según el cual pode­mos apreciar cómo en el siglo II se celebraba ya la eucaristía: "Nos reunimos tanto los habitantes de las ciudades como los del campo; se leen los comentarios de los apóstoles o los escritos de los profetas. Después, el que preside exhorta a la imitación de estos ejemplos. Luego elevamos nuestra oración. Seguidamente compartimos el pan y el vino del Señor y distribuimos los dones que se han aportado. Los que poseen bienes dan para socorrer a los necesitados". ¡Sugerente descripción!

Actualmente, los cristianos, organizados en pequeñas comu­nidades o parroquias, nos seguimos reuniendo en atención a aquel consejo de Jesús: "Haced esto en memoria mía" (Le 22,19); es decir, para compartir los gestos simbólicos y el compromiso di­námico de aquella cena. En estos encuentros proclamamos la Palabra de Dios, celebramos la vida de Jesús, sobre todo su entrega y nuestra comunión con su amor oblativo hasta el sacri-

ficio; alguien de nosotros exhorta a seguir el ejemplo de Jesús y el de los santos, sus mejores seguidores; rezamos juntos; repeti­mos el gesto simbólico de alimentarnos con el cuerpo y la sangre del Señor; hacemos colectas para compartir y socorrer a los ne­cesitados.

Corpus Christi es viático nutritivo: "Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que come de este pan vivirá para siem­pre". Lo más nuclear y genuino de Jesús es la entrega hasta lo máximo: pan que se parte y se reparte y sangre que se derrama en misericordia. Su resumen vital queda muy mostrado en el pan compartido y en la copa entregada. Tanta elegancia debe arran­car de nosotros el compromiso de aquel refrán: "amor con amor se paga". Eucaristía y amor solidario van de la mano.

Nuestra comunidad, como la Iglesia, es el cuerpo de Cristo. Sin nuestro servicio, sin nuestro compartir, no hay signo sacra­mental verdadero. Porque vivimos lo que celebramos, también nosotros, en comunión con Él, hemos de ser pan compartido y vida entregada. Por eso tenemos entre los símbolos una cesta con variedad de alimentos. Hoy se resalta la caridad cristiana, para compartir lo que somos y tenemos, y para vivir en una creciente actitud de servicio. (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fíeles

• Unamos nuestra oración a la intercesión de Jesús. Él se entre­gó hasta el sacrificio de sí mismo.

• Oremos por los pueblos divididos, por las familias rotas, por los que sienten quebrada su ilusión, por las amistades perdi­das...

• Oremos también para que el compromiso de los cristianos sea capaz de ir cambiando las estructuras injustas de la sociedad.

• Alimentemos nuestra generosidad para que se manifieste sin límite y así puedan ser cubiertas las necesidades de cuantos viven a nuestro lado.

• Pidamos también que nuestro amor sea verdadero, realista, eficaz y sin paternalismos, sacrificado y generoso. Roguemos al Señor.

Gesto.—Colecta en favor de Caritas parroquial o diocesana.

Canto

Ofrendas

• Carnet de donante: Presentamos, Señor, este símbolo que re­coge un modo de pensar en los demás y de ayudar con la propia vida.

• Colecta realizada: También te presentamos esta colecta que acabamos de hacer, un gesto con el que expresamos que com­partir es mejor que retener.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Nos une la misma fe. Compartimos el mismo pan. Tenemos la misma misión. Jesús es nuestro alimento.

Canto

Plegaria

Reunidos como hermanos, te bendecimos, Padre, porque nos podemos ayudar y ser solidarios. Conscientes de tu amor, en compañía de Jesús y de tu Espíritu, miramos a fondo la realidad y constatamos que hay vagabundos, gente inadaptada, ancianos mal atendidos, enfermos en soledad, jóvenes sin orientación, personas en desempleo, familias rotas, alcohólicos, drogadictos, personas incapaces de reflexionar... No toda la realidad es así, Señor. Pero ante este panorama no bastan los sentimientos. Rezamos estos problemas para que nos eduques en la solidaridad cristiana. Tú, que eres bueno, restaña las heridas de todos los que sufren. Ayúdanos a procurar esa nivelación que elimina desigualdades y hace Tierra Nueva. Nos apuntamos al milagro diario del compartir. Recogemos el trabajo de todos los rectos de corazón y responsablemente te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Padre, te damos gracias por Jesús, alimento de salvación, pro­feta de la fraternidad que lo arriesgó todo por amor.

• Él, que se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza, nos urge sabiamente a compartir.

• Que nuestros ojos y nuestra sensibilidad permanezcan abiertos para ser una comunidad acogedora y solidaria, sobre todo con los más desfavorecidos.

• Ilumínanos, Padre, para que a nadie le falte su ración de ali­mento espiritual y corporal.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Desarrollar crecientemente el servicio y la en­trega.

Bendición

Monición final.—Compartir a Jesús eucaristía es signo de un compartir más amplio con todos los hermanos, especialmente con los más necesitados. Pero no confundamos la candad cristia­na con un sentimiento de compasión. Que la generosidad de Jesús nos ilumine para ser solidarios.

Canto final y despedida

TIEMPO ORDINARIO

SEGUNDO DOMINGO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "Jesús quita el pecado".

— "Podemos ser luz".

2. RITOS INICIALES

Monición.—Acabado el tiempo de Navidad, iniciamos hoy el tiempo que llamamos ordinario. Pero veremos que en el mensaje hay continuidad. Juan el Bautista, convencido de que es a Jesús a quien hay que escuchar y seguir, lo presenta como "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" e invita a sus discípulos a que se pasen al grupo de Jesús. Juan tiene la vivencia de que en Jesús reside la plenitud del Espíritu de Dios. Por tanto, lo que debe hacer es dar testimonio de El y ponerse de lleno al servicio de su causa, porque es la causa de Dios Padre. Gran ejemplo para la vida de cualquier cristiano.

Canto

Saludo.—Hermanos, alabemos juntos al Señor que nos quiere.

Acto penitencial.—Para participar dignamente en esta celebra­ción, reconozcamos nuestros pecados. {Breve silencio). Yo con­fieso...

Gloria

Oración.—Dios, Padre bondadoso, estás orgulloso de Jesús por­que se dejó inundar por tu Espíritu; hizo el bien y así es luz para todos los pueblos. Al experimentar la redención, sentimos la urgencia de anunciarla. Ayúdanos a ser testigos del Cordero que quita el pecado del mundo. Amén.

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Jesús, más que cualquier otro profe­ta, sintió el impacto de Dios que lo llamaba a ser "luz de las gentes" y signo de salvación universal. Juan el Bautista confiesa que es el Hijo de Dios. Nosotros también lo creemos. Por eso procuramos expresarlo con la palabra y con el testimonio.

Lecturas.—Is 49,3.5-6. Salmo o canto. ICo 1,1-3. Aclamación. Jn 1,29-34. Breve silencio.

Comentario homilético.—Los poemas sobre el siervo de Yahvé resumen con gran densidad simbólica los planes de Dios y las actitudes que corresponden a los creyentes. Según la primera lectura, Dios está orgulloso de este siervo. Pero le pide más: "Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra".

Nuestra Comunidad no puede quedar satisfecha con evange­lizar sólo a los de cerca. Hasta los últimos rincones de la socie­dad ha de llegar la salvación. Dios estará orgulloso de nosotros si nos desgastamos por el Evangelio, ampliando más y más el horizonte de la misión. "Aquí estoy para hacer tu voluntad" es la respuesta y la actitud idóneas del verdadero creyente. Evange­lizar es una tarea siempre abierta.

El Evangelio resalta "al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo". Juan el Bautista tiene la capacidad espiritual de descubrir en Jesús la persona que lucha a brazo partido contra la maldad y la coloca a sus pies. En la tradición judía el cordero es un símbolo pascual: evoca la liberación de Egipto. Jesús, como cordero inmolado en la cruz, nos redime, nos reconcilia y nos invita a vivir el estilo pascual que consiste en ser personas reno­vadas según el Evangelio.

Seguir a Jesús comporta romper con el "pecado del mundo", con ese modo de pensar y de vivir, infiltrado en nuestros am­bientes, que no va con el Evangelio y que es como un veneno que nos intenta contaminar. Los cristianos no tenemos un pro­yecto mejor por el que luchar, que el revelado por Jesús. Su persona y su mensaje están cargados de razón.

Esta capacidad de visión y de testimonio es necesaria en todos los tiempos. Nuestra Comunidad ha de alumbrar incesan­temente hombres y mujeres que aporten la cultura del Evangelio

al ambiente vecinal. Más aún, como Juan el Bautista, nuestra Comunidad debe saber presentar en medio del pueblo al que quita el pecado del mundo. ¿Estará Dios orgulloso de nosotros? (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fieles

• Para que no falte nunca en la Iglesia la experiencia profunda de la fe, roguemos al Señor.

• Para que los cristianos tengamos un diálogo abierto y de co­laboración con todos, en especial con aquellos que no piensan como nosotros, roguemos al Señor.

• Para que nuestra Comunidad se fortalezca con los dones y las aportaciones de todos, roguemos al Señor,

• Para que el Espíritu de Jesús nos ayude a ser sus testigos en medio de nuestro pueblo, roguemos al Señor.

Ofrendas

• Evangelio: Señor, queremos llevar tu ley en las entrañas. Por eso te ofrecemos el Evangelio que Tú mismo nos has regalado.

• Llaves: Señor, queremos estar abiertos a tu Espíritu y al Cor­dero salvador.

Canto

Gesto.—Alguien sale a un lugar destacado con un vaso grande sobre un plato. Otra persona se acerca al mismo lugar con una jarra llena de agua; dice dirigiéndose a la asamblea: ¿Estamos llenos de Dios? ¿Nos cabe más? (Echa agua en el vaso hasta rebosar). Dios quiere estar en nosotros hasta rebosar...

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, el que marca el camino de los que dan culto al Padre en espíritu y en verdad. Sea esta comunión un aliciente para dar testimonio de Dios y de Jesús.

Canto

Plegaria Aquí estamos, Padre, en comunión contigo y entre nosotros. Esta Comunidad valora tu cercanía y reconoce ese Espíritu que identificaba a Jesús. Es Él quien nos da el aire de familia. Por Él nos penetra el Evangelio hasta convertirse en una experiencia entrañable. Gracias por este Espíritu tan humano que trae un aire limpio a tu Iglesia y sustenta a tantos cristianos. Él nos susurra que eres nuestro Abba, nos asegura que nos amas con un cariño inmenso y nos confirma que eres misericordia y perdón. Por todo ello, se nos llena el alma de agradecimiento. Recordamos nuestros mejores compromisos y, unidos a Jesús, te aseguramos: "Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad". Tú no aceptas sacrificios que no sean solidarios. "Dios mío, lo quiero y llevo tu ley en las entrañas". Proclamo tu salvación ante la asamblea. En comunión fraterna te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Padre, te damos gracias por Jesús, Hijo tuyo entre nosotros. Por Él hemos conocido tu salvación.

• Te damos gracias también por el don del Espíritu. Por Él lle­vamos tu ley en las entrañas.

• Ayúdanos para que tu luz brille a través de nuestra vida y así se extienda la comprensión de tu Evangelio.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Rezar y hacer la voluntad de Dios.

Bendición

Monición final.—En muchos lugares hay cristianos que admiran a Jesús y lo siguen convencidos. El seguimiento de Jesús es una experiencia personal, pero se desarrolla en comunidad, herma­nando personas con personas. Para todos Él es luz, verdad y salvación por encima de costumbres y de temperamentos.

Abramos anchamente el corazón para hacer fraternidad. Los cristianos siempre tenemos una tarea pendiente: ser testigos de lo que experimentamos y celebramos.

Canto final y despedida

TERCER DOMINGO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "El Reino de Dios está cerca".

— "Lo dejaron todo... y lo siguieron".

2. RITOS INICIALES

Monición.—Saludos cordiales en este día del Señor. Jesús está en medio de la Comunidad que se reúne. Hoy vuelve a resonar su invitación a seguirle, a vivir unidos y a proyectar los valores del Reino de Dios. La gran pasión y preocupación de Jesús fue el Reino de Dios. A él le dedicó todo su esfuerzo. El Reino de Dios en la tierra es la gran causa humana de todos los tiempos.

Ambientamos la celebración con la presentación de estos símbolos:

— Cirio pascual encendido: El pueblo "vio una luz grande". Para nosotros la gran luz de la historia es Jesús.

— Radiocasete con cascos: Jesús sigue invitando a trabajar por el Reino, pero el ruido de la vida y muchos intereses secun­darios impiden percibir la llamada.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos a Dios, que nos ha llamado a vivir como Jesús.

Acto penitencial

• Hemos pecado: Señor, ten piedad.

• Queremos convertirnos: Cristo, ten piedad.

• Tú eres nuestra esperanza: Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Padre bondadoso, ayúdanos a llevar una vida según tu voluntad, para que podamos dar en abundancia frutos de bue­nas obras en nombre de tu Hijo Jesucristo, que vive y reina contigo.

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—La salvación que Dios nos regala acontece siempre proporcionando claridad y sentido a la vida. Esta salvación se realiza por medio de Jesús, la gran señal de Dios para todos los que creemos. Por eso Jesús no puede ser nunca motivo de división, sino de acuerdo y de colaboración.

Lecturas.—Is 9,1-4. Salmo o canto. 1 Co 1,10-13.17. Aclama­ción. Mt 4,12-23. Breve silencio.

Comentario homilético.—Uno de los peores antitestimonios que puede dar una comunidad es la división de sus miembros. Pablo sale al paso de este problema en la comunidad de Corinto: hay partidismos. Cualquier comunidad se debe aplicar la lección: entre los cristianos Jesús sólo puede ser causa de unidad. Si no es así, es que no estamos en la onda del mismo Espíritu. El ideal de la unidad es llegar incluso a "un mismo pensar y un mismo sentir". Si no se alcanza esta mentalidad común, no debe faltar la unidad en la diversidad.

Por otra parte, en el fondo de todas las personas late un deseo básico y común de vivir más y mejor. Para Jesús este proyecto humano de vivir más y mejor tiene mucho que ver con lo que se entendía por Reino de Dios. Los judíos esperaban que un Mesías aseguraría la libertad de su pueblo, establecería justicia y haría brotar la paz que deseaban. Jesús anuncia que este Reinado de Dios tan deseado ha llegado ya en su persona. Por eso fue su gran pasión, el mensaje central de su predicación y la causa a la que dedicó por completo su vida. Tan importante fue para El que no pudo menos de dejarla recogida en su oración fundamental: el padrenuestro.

Pero Jesús no quiso que fuera sólo su preocupación, sino la preocupación principal de todos los que le siguieran. Por una parte, pide conversión para que el Reino de Dios entre en el interior de las personas; por otra, busca colaboradores, que pri­mero forma y luego envía.

Da la impresión que Jesús llama a los primeros que encuen­tra, que no busca a personas de especiales cualidades. Es decir, que cualquiera vale para trabajar por el Reino de Dios. Lo que sí resalta el Evangelio es que cuando Jesús llama, hay que dejar algo..., porque hay que optar.

Las llamadas de Jesús se siguen dando. La respuesta de los primeros discípulos fue dejar inmediatamente lo que tenían entre manos y seguirlo para evangelizar. ¿Respondemos nosotros con semejante rapidez?

Si el Reino de Dios no comienza por uno mismo, difícilmen­te se puede testimoniar y anunciar. (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fíeles

• Por todos los pueblos, para que no haya divisiones insolida-rias, roguemos al Señor.

• Por la Iglesia, para que anuncie con fidelidad el Evangelio que le ha sido confiado, roguemos al Señor.

• Por el Papa y los obispos, sucesores de aquellos pescadores de Galilea, para que no olviden nunca aquel humilde comienzo lleno de ilusión, roguemos al Señor.

• Para que todos los cristianos trabajemos por el Reino de Dios sin fanatismos, roguemos al Señor.

• Por nuestra Comunidad, para que resalte por el seguimiento de Jesús y por ser signo de unión y de fraternidad, roguemos al Señor.

Gesto.—Una persona se acerca al altar vestida con una prenda buena. Saca una billetera, la enseña y la deja. Seguidamente se despoja de la prenda y la deja también sobre el altar. Dice: Merece la pena dejarlo todo por el Reino de Dios.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Jesús es luz y camino para todos los que vienen a este mundo. Que la comunión con Él refuerce la vocación de seguirlo.

Canto

Plegaria

Dios bueno, con gratitud y simpatía abrimos de par en par el corazón al Evangelio. Nos quieres con amor de predilección, nos iluminas humanamente con gran luz, nos convocas a ser y a agrandar tu Reino, ¡Qué gran misión la del cristiano! Todo comenzó, Padre, con aquella experiencia del bautismo. Nos dejó muy grabada una señal: la cruz redentora de la vida. Entonces comprendimos los matices de tu presencia, nos caló muy hondo el impacto de tu gracia, se nos llenó el alma de espiritualidad y descubrimos una nueva ilusión: el sentido misionero. Desde entonces apoyamos la causa de Jesús. El Espíritu nos alumbra y nos refuerza en la misión. Tu Reino es nuestro proyecto comunitario porque antes ha sido nuestro proyecto personal. Gracias por marcarnos con tan bella vocación. Revístenos de coraje para servir a nuestro pueblo. Hermanados te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias.—Padre, a veces nos entretienen cosas sin importancia. En ocasiones estas cosas se convierten en pe­queños ídolos y nos influyen más que Tú. Acoge nuestra conver­sión que se renueva con tus continuas llamadas. Te damos gra­cias porque no dejas de pensar en nosotros. En el fondo lo que más vale es tu Evangelio. Por eso lo dejamos todo para servir a tu Reino.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Conversión y anuncio testimonial del Evange­lio, valiéndonos de la sabiduría que se desprende del gran sím­bolo cristiano: la cruz.

Bendición

Monición final.—Seguir a Jesús y hacer Reino de Dios se co­rresponden. El Reino de Dios incluye hacer fraternidad. Por eso es una tarea de todos los días. A lo largo de la semana medite­mos en todo esto. Que la vida nos sea grata y el Señor nos acompañe.

Canto final y despedida

CUARTO DOMINGO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "Dichosos los pobres".

— "Dichosos los limpios de corazón".

— "Los sencillos son los primeros".

• Florero con agua {gesto del evangelio).

2. RITOS INICIALES

Monición.—Bienvenidos a la celebración. Nos reunimos contan­do con Jesús. Tenemos la ocasión, una vez más, de purificarnos en contacto con la Palabra de Dios. Hoy nos vuelve a presentar el ideal de las Bienaventuranzas. Este texto tan conocido con­densa como ningún otro lo esencial del Evangelio, revela nuestra mejor identidad y nos recuerda el encargo de crecer hasta la plenitud que podemos alcanzar.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos al Señor, que nos llama a ser felices.

Acto penitencial

• Porque nos amas, Señor, ten piedad.

• Porque llegaste hasta el martirio por nosotros, Cristo, ten pie­dad.

• Porque contagias santidad, Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Dios, Padre bondadoso, quieres que seamos felices y, para ello, nos has trazado el camino de las Bienaventuranzas.

Ilumínanos para comprender la espiritualidad que encierran y para testimoniar con satisfacción el gozo interior que producen. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Una de las características de Dios es que tiene la manía de salvarnos. Y lo hace por medio de un Jesús sencillo, que elige vivir a ras de suelo para estar cercano a todos, pero lleno de mensaje.

La Palabra bíblica resalta hoy que Dios escoge lo pequeño y humilde para confundir falsas sabidurías y posturas orgullosas. Él prefiere la pobreza de espíritu, la limpieza de corazón, la misericordia, el hambre y sed de justicia, la paz...

Merece la pena comparar nuestra vida con las Bienaventu­ranzas y sacar conclusiones.

Lecturas.—So 2,3;3,12-13. Salmo o canto. ICo 1,26-31. Acla­mación. Mt 5,1,12a. Breve silencio.

Gesto.—Mientras se va proclamando lentamente cada bienaven­turanza, diferentes personas de la asamblea acercan una flor, a ser posible diferente.

Comentario homilético.—La práctica de las Bienaventuranzas hace florecer la vida. Son mucho más que un bello poema que proclamamos con orgullo en celebraciones como ésta. Encierran un fermento tan revolucionario que apasiona a unos y saca de quicio a otros. El progreso humano sólo es posible si ponemos en juego estas líneas de sabiduría impresionante y de espiritua­lidad contrastada.

Las Bienaventuranzas resumen el Evangelio y el Reino de Dios anunciado por Jesús. Todas coinciden en un objetivo: la felicidad. Constituyen un anuncio gozoso. Dios nos quiere feli­ces. Más aún, los cristianos estamos llamados a meter felicidad en el mundo, una felicidad profunda, humana, personal y social, que afecta al presente y al futuro. Dios y Jesús nos entregan estas herramientas para construir la felicidad con acierto. Hay quien no las utiliza. A otros no les interesan; prefieren sus enredos, mantener su influencia rentable a toda costa, que no triunfe la justicia ni la igualdad... El resultado es que ni son felices en el fondo ni hacen felices a los demás.

Aceptar las Bienaventuranzas supone forjarse una mentalidad alternativa, porque la de las Bienaventuranzas no es la que pro­paga el ambiente ni la que distribuye la publicidad. Más aún, en muchas situaciones supone ir contra corriente, porque implica optar por "la locura de la cruz" o hacerse "los necios por Cristo", como decía San Pablo. Podemos encontrar bonitas declaraciones sobre las Bienaventuranzas; pero a quienes las practican frecuen­temente se les arrincona y hasta se les persigue.

Las Bienaventuranzas expresan la nueva espiritualidad cris­tiana. Completan y van más lejos que los mandamientos. Propo­nen un modo de vivir posible, lógico, exigente, que enlaza con nuestras aspiraciones más nobles. Describen el ideal de Jesús y nuestro ideal. Para hacer Reino de Dios no hay otro camino que el de las Bienaventuranzas. (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los líeles

• Oremos por los pueblos, para que se organicen según las lí­neas maestras de las Bienaventuranzas.

• Oremos por todos los que intentan asimilar el mensaje de las Bienaventuranzas, para que sean semilla de una nueva socie­dad.

• Oremos por la Iglesia, para que sea expresión creciente de la espiritualidad que rezuman las Bienaventuranzas.

• Pidamos también que el Evangelio penetre en nuestra cultura hasta transfigurarla con el mensaje alternativo de las Bien­aventuranzas.

• Intercedamos unos por otros y no olvidemos especialmente a los más necesitados de nuestro pueblo. Roguemos al Señor.

Ofrendas

• Libro del Principito: Señor, hay libros, como éste, que nos enseñan a ver lo esencial de la vida desde el corazón.

• Fotografía de alguien ejemplar en la Comunidad ya fallecido: Señor, los ejemplos arrastran. En la vida de N., hemos visto reflejadas las Bienaventuranzas.

Canto

Gesto.—Una persona se acerca al ambón, coge el leccionario abierto y dirigiéndose a la asamblea dice: Somos gente sencilla. No busquemos sobresalir. Lo nuestro es practicar las Bienaven­turanzas.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—El estilo de las Bienaventuranzas debe caracteri­zar a todos los cristianos. Parecerse a Jesús es tener el aire de las Bienaventuranzas. Pidamos para todos este espíritu evan­gélico.

Canto

Plegaria

Padre, llega al colmo nuestra admiración al comprobar cuánto nos quieres. Deseas fervientemente nuestra felicidad. Nos has abierto los ojos con el mensaje del Evangelio. Por medio de Jesús nos has trazado un camino de bienaventuranza. Bendices a los que eligen ser pobres. Proclamas que esta sencillez elegida es el mejor camino para la libertad. Has dejado claro que la salvación viene por medio de los misericordiosos, los sufridos, los limpios de corazón los que trabajan por la paz y la justicia. Padre, estás cargado de razón. Eres diferente. Todo el mundo va a lo suyo, buscando sobresalir. En cambio, para Ti el más desprendido es el primero. Nosotros queremos ser como Tú: concentrarnos en el Evangelio y procurar el bien común por encima del individual. Ves que esta asamblea no es de sabios ni de poderosos, pero tenemos mucha ilusión y te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Bendito seas, Padre, por el testimonio de tantos hombres y mujeres que piensan y viven con la mentalidad de las Bien­aventuranzas.

• Nos motiva sobre todo el ejemplo de Jesús, que vivió a fondo este ideal y nos lo propone con admirable convicción.

• Padre, que sepamos ser sufridos, limpios de corazón, pacífi­cos, sencillos y misericordiosos, y así fecundar nuestros am­bientes con las Bienaventuranzas.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Practicar las Bienaventuranzas.

Bendición

Monición final.—Hemos compartido el ideal cristiano: las Bien­aventuranzas. Ahora nos espera la cancha de la vida diaria para poner en juego esa sabiduría práctica que derrama a chorros el Evangelio. Que el Señor nos ilumine y nos ayude. Feliz semana para todos.

Canto final y despedida

QUINTO DOMINGO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "Si compartes, eres luz".

— "¿Somos sal y luz?".

• Símbolos:

— Plato sopero lleno de sal {gesto del evangelio).

— Bandeja con varias velas encendidas (gesto del evangelio).

— Hogaza de pan.

2. RITOS INICIALES

Monición.—Un saludo para todos. Nos reunimos de nuevo en torno a Cristo resucitado para seguir siendo, en medio de nuestro pueblo, fermento activo, sal solidaria para una buena conviven­cia y luz de esperanza. El Evangelio nos recuerda hoy el valor de la militancia cristiana. Si vivimos según las Bienaventuranzas, fortalecemos el Reino de Dios entre nosotros.

Canto

Saludo.—Hermanos, alabemos juntos al Señor, que nos llama a ser sal de la tierra y luz del mundo.

Acto penitencial

• Porque eres bueno y compasivo, Señor, ten piedad.

• Porque eres luz para todos, Cristo, ten piedad.

• Porque quieres nuestro bien, Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Vela, Señor, con amor continuo sobre tu familia; pro­tégela y defiéndela siempre, ya que sólo en Ti ha puesto su esperanza. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Un síntoma claro de que somos cris­tianos es que no cerramos la sensibilidad a las necesidades de los demás. La fe se demuestra en gestos de justicia, de solidaridad y de misericordia. Este es el mensaje de la primera lectura.

En la segunda San Pablo se presenta confesando que es sólo un servidor del Evangelio que anuncia. Lleva a cuestas su debi­lidad y sus miedos como cualquiera. Su testimonio se apoya úni­camente en la sabiduría del Crucificado y en el poder del Es­píritu.

El Evangelio, en conexión con el que proclamamos el domin­go pasado, nos viene a decir: el que practica las Bienaventuran­zas es sal de la tierra y luz del mundo.

Lecturas.—Is 58,7-10. Salmo o canto. ICo 2,1-5. Aclamación. Mt 5,13-16. Breve silencio.

Gesto.—Durante la proclamación del Evangelio se acerca a la mesa de los símbolos, en su momento, el plato con la sal y la bandeja con las velas encendidas.

Comentario homilético.—En ocasiones nos preguntamos qué debemos hacer para ser auténticos cristianos. El autor de la pri­mera lectura dice que la fidelidad a Dios se mide por el amor efectivo al prójimo. Esto lo recalca Jesús y lo expresan contun­dentemente teólogos del Nuevo Testamento como San Juan: "Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor... Él nos amó primero. Si alguien dice: 'Amo a Dios' y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve" (Un 4,8.19-20).

Los cristianos tenemos la suerte de contar con la sabiduría de la fe para actuar con sensibilidad. Jesús nos resume el mensaje de las Bienaventuranzas con tres propuestas convergentes:

— "Vosotros sois la sal de la tierra". — "Vosotros sois la luz del mundo". — "Alumbre así vuestra luz a los hombres para que... den

gloria a vuestro Padre que está en el cielo". Ser sal y ser luz son dos preciosas imágenes que reflejan muy

adecuadamente el testimonio y la militancia de los cristianos.

Son dos expresiones simbólicas de potente significado para que el Padre del cielo reciba la gloria que se merece. El carnet de identidad de todo cristiano debe contener estos dos indicadores. No es lógico que un seguidor de Jesús sea soso, insípido, sin sabor ni condimento, sin fuerza vital. Tampoco es comprensible un cristiano apagado, sin destellos ni luminosidad.

Ser sal equivale a dar sentido, alegría, contenido y esperanza al vivir diario; equivale a vivir con espiritualidad, con garra militante, para que a través del testimonio y del compromiso muchos descubran y glorifiquen al Padre común. Ser luz quiere decir que nuestro vivir y nuestro hablar han de alumbrar humana y cristianamente. Es luz el amor que expresamos, la solidaridad que tenemos, el ánimo que transmitimos, los servicios que hace­mos, la espiritualidad que respiramos, los compromisos que mantenemos, el trabajo que desarrollamos responsablemente, la alegría que contagiamos, la mística que comunicamos, etc. En definitiva, nuestra vida alumbra si transparenta de una manera natural el espíritu de las Bienaventuranzas.

En resumen, conviene que nos preguntemos: ¿Somos sal? ¿Somos luz? ¿Sorprende nuestra vida para que otros descubran y glorifiquen al Padre del cielo? Meditémoslo. {Silencio de inte­riorización).

Credo

Oración de los fíeles

• Oremos, hermanos, para que en todos los pueblos se trabaje por una convivencia en paz, fruto de la justicia y del perdón.

• Oremos para que los cristianos cumplamos con el compromiso de ser sal y luz en medio de la sociedad.

• Abramos la sensibilidad para apoyar todas las campañas, cuyo fin es ayudar a los que sufren marginación o desamparo.

• Oremos unos por otros para que nuestra vida glorifique a Dios que nos ha amado el primero.

• Por éstas y por todas nuestras intenciones, roguemos al Señor.

Ofrendas • Crucifijo: Padre, apoyamos nuestra fe en la sabiduría de Jesús

crucificado.

• Flor o planta bonita y carnet de identidad: Padre te presenta­mos lo mejor de nosotros mismos, para que a través de nues­tras obras muchos te descubran y te glorifiquen.

Canto

Gesto.—Alguien se acerca a la mesa de los símbolos, levanta el plato de sal y dice: una manera de ser sal de la tierra {deja el plato y levanta la bandeja con las velas) y de ser luz del mundo {deja la bandeja, coge la hogaza y la parte con las manos) es compartir.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Los cristianos debemos vivir con tanta densidad evangélica que resultemos símbolos de la bondad de Dios. Que la comunión refuerce nuestro compromiso de testigos.

Canto

Plegaria

Dios y Padre nuestro, te alabamos con alegría porque podemos ser sal y luz en medio de la gente. ¡Qué maravilla! Nuestra vida puede alumbrarte, ser símbolo de lo bueno que eres, comunicar la mística de los bienaventurados. Todo es un puro don tuyo. ¿Qué sería de nosotros sin tu Espíritu? Es Él quien nos inculca los valores del Evangelio, quien nos alimenta como creyentes, quien nos estimula a compartir. Él mismo Espíritu nos impulsa a ser hijos de la luz y a evangelizar sin cansancio por tu Reino. Padre, te glorificamos con todos los que te conocen. Unimos nuestro testimonio para que resalte mejor tu presencia. La Comunidad nos apoya en la misión. Aunque a veces nos frena el desaliento y malgastamos los dones de la sal y de la luz, esperanzados y convertidos, te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias • Padre, te glorificamos por la luz que nos proporciona el Evan­

gelio para hacer fraternidad.

• Te damos gracias porque podemos ser símbolos tuyos en medio de la gente.

• Padre, que crezca en nuestro pueblo el valor del compartir.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Dar gloria a Dios con las obras de la vida diaria.

Bendición

Monición final.—Hemos destacado el compromiso testimonial de ser sal y luz dentro de nuestros ambientes. Hemos resaltado también nuestra vocación a simbolizar con la vida que Dios es bueno. Que nos quede muy grabado cómo Dios cuenta con nues­tra colaboración responsable. En el compartir está la solución de muchas necesidades y problemas. Que el Señor nos acompañe y que la semana nos resulte positiva.

Canto final y despedida

SEXTO DOMINGO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "Dichosa la persona de vida limpia".

— "...Pero yo os digo".

• Cartel de la Campaña de Manos Unidas y símbolos en rela­ción con esta Campaña si se resalta..

2. RITOS INICIALES

Monición.—Uno de los valores que más apreciamos es el de la libertad. Pero ésta tiene sus riesgos: la podemos utilizar mal. Por eso dice el salmo: "Dichoso el que con vida intachable camina en la voluntad del Señor". Por medio del Espíritu se nos ha re­velado una sabiduría para saber penetrar y comprender lo que pasa dentro y fuera de nosotros y para actuar con acierto. El texto evangélico del Sermón de la Montaña coloca a Jesús como dividiendo la historia: "Habéis oído que se dijo... Pero yo os digo".

Ambientamos la celebración acercando unos símbolos:

— Presentamos el libro de la Constitución española: un pro­yecto de sabiduría humana al servicio de nuestra convi­vencia. Pero dirá el Evangelio: "Si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos".

— Por eso presentamos también un Nuevo Testamento. Con­tiene, como dirá la segunda lectura, "una sabiduría divi­na, misteriosa... predestinada por Dios... para nuestra glo­ria". Equivale al "Yo os digo" de Jesús.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos al Señor, que merece toda nuestra alabanza.

Acto penitencial

• Tú, que acoges a todos: Señor, ten piedad.

• Tú, que eres el camino seguro: Cristo, ten piedad.

• Tú, que eres la vida en plenitud: Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Señor, Tú que te complaces en habitar en los limpios y sinceros de corazón, concédenos vivir de tal modo que merez­camos tenerte siempre con nosotros. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Los seres humanos somos libres. Si decimos á a Dios y a la vida es porque lo vemos desde el corazón, nos convence. Nadie nos lo impone.

Dios respeta nuestra libertad, incluso cuando hacemos mal uso de ella. Pero nos anima a que optemos por el bien. Para ello nos regala la sabiduría de Jesús y de su Espíritu, que no todos captan ni saben valorar y, menos aún, incorporar a su forma de vivir.

Lecturas.—Eclo 15,16-21. Salmo o canto. ICo 2,6-10. Aclama­ción. Mt 5,17-37. Breve silencio.

Comentario homilético.—De muchas maneras Dios se ha ido revelando a lo largo de la historia. Lo hizo antes de Jesús. Lo hizo culminantemente en Jesús y lo sigue haciendo por medio del Espíritu. La revelación plena está concentrada en Jesús. Él respeta y asume la tradición religiosa de su pueblo. Critica todo aquello que no ayuda a la dignidad personal y colectiva de las personas. Pero no es rompedor de ninguna tradición que ayude a vivir; más aún, quiere que se cumpla hasta el último punto. Sin embargo, deja muy claro que hace falta motivar más, hacer pro­puestas más exigentes, llevar cuanto existe a la plenitud. No ha venido a echar por tierra el pasado, como si la historia comen­zara en Él, pero sí a dar plenitud, porque concentra más sabidu­ría que todos los profetas anteriores.

Las páginas del Sermón de la Montaña presentan el estilo alternativo de Jesús. Él tiene claro que hay que ser mejores que los letrados y fariseos para entrar en el Reino de los Cielos.

Aquellos profesionales de la religión basaban la perfección en cumplir los mandamientos, lo que se nos ha enseñado a muchos. A Jesús no le parece poco, pero entiende que no es suficiente. A sus seguidores les pide más, les pide un mayor nivel de santidad y de respuesta al Espíritu. El llamado "joven rico" es un caso típico de los que cumplen lo que manda la tradición y se paran en los mandamientos; cuando Jesús le pide algo más, no es capaz de seguirlo. El mensaje de Jesús, encabezado por las Bienaven­turanzas, es un modo de vida más radical que da plenitud y re­viste de nueva mística a todo lo anterior.

Por otro lado, hay un motivo anual por estas fechas que con­viene resaltar: la Campaña contra el Hambre. Hagamos una re­flexión corta, pero profunda:

— Se suele valorar la cultura del progreso. Pero el progreso es discutible si no llega a todos.

— Socialmente se comenta: tanto tienes, tanto vales; pero ¡qué falso es su contenido!

— Políticamente hay demasiada corrupción y cuesta separar el 0,7 para los pobres y hambrientos.

— Para muchos el dinero es como un dios. Todavía sigue habiendo falsos dioses...

Nosotros, ¿qué podemos hacer?:

— Mayor austeridad: consumir menos para compartir más.

— No malgastar ni tirar, sino aprovechar.

— Crear opinión y colaborar en campañas como ésta.

— Y orar. Sin la espiritualidad del Evangelio difícilmente lograremos un mundo justo y solidario. (Silencio de inte­riorización).

Credo

Oración de los fíeles

• Oremos para que el progreso sea cauce de justicia y de liber­tad para las personas y los pueblos.

• Pidamos por quienes son más responsables de la justicia social y de la distribución de los bienes.

• Oremos para crear entre todos una cultura solidaria.

• Oremos para que dentro de la Iglesia crezca el testimonio de vivir con sencillez y pobreza elegidas.

• Tengamos especialmente un recuerdo orante por todos los que trabajan en el Tercer Mundo al servicio de los más pobres.

• Por éstas y por todas nuestras intenciones, roguemos al Señor.

Gesto.—Una persona presenta una planta joven; otra una rega­dera pequeña o jarra con agua. La primera levanta la planta y dice: Señor, acogemos tu Palabra llena de sabiduría; riéganos con tu Espíritu para que crezca. La segunda echa agua.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—La espiritualidad de Jesús alimenta todo nuestro ser. Vivamos intensamente la comunión con Él, entre nosotros y con nuestro pueblo.

Canto

Plegaria

Bendito seas, Dios, Padre nuestro. Te has acercado por medio de Jesús y por Él nos has dejado un testamento fecundo en doctrina y en amor. Nos invitas a conocerlo porque es de sabios cumplir tu voluntad. Nos regalas tu propio Espíritu para entenderlo y asumirlo con mayor aprecio. Esta pequeña Comunidad te agradece los muchos dones con que nos animas. Todo el Evangelio está repleto de calidad. Es la alternativa de los sencillos y de cuantos apuestan por tu Reino. Un día y otro es para nosotros un reto de santidad, de conversión. Padre, bendito seas por esa Palabra de Jesús que nos penetra hasta el fondo del corazón. Envueltos en tu cariño y arropados por tu Espíritu, te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Te damos gracias, Padre bueno, por tu Palabra que es fuente de sabiduría. Enséñanos a meditarla y a cumplirla.

• Nos abrimos con las mejores intenciones a tu Espíritu que todo lo penetra. Queremos ser fieles seguidores de Jesús.

• Y ahora que conocemos mejor tu Evangelio, ayúdanos a ser buenos testigos.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—"Dichosos los que caminan en la voluntad del Señor".

Bendición

Monición final.—Lo que hemos vivido en la celebración se pro­longa ahora en otro ambiente y con otras personas a nuestro lado. Palabras como libertad y solidaridad tienen mensaje y motivación en el corazón de todos. Seamos nosotros de los que saben comunicarlas.

Canto final y despedida

SÉPTIMO DOMINGO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "Santos porque Dios es santo".

— "Somos templos de Dios".

— "¿Amor?... hasta a los enemigos".

2. RITOS INICIALES

Monición.—Acudimos a la celebración desde las tareas y los compromisos de la vida. Durante la semana hemos estado inmer­sos en responsabilidades de tipo personal, familiar, laboral o vecinal. Esta celebración pretende potenciar todo lo que somos y todo lo que hacemos. Nos reunimos en torno a Jesús, para expresar, como Él, la admiración que sentimos por Dios y para darle gracias por lo mucho que nos ayuda.

Nuestra vocación se resume en amar y ser santos, según el ejemplo que Dios nos ha dejado. Pero los esquemas de Dios no siempre coinciden con los nuestros. Por eso ambientamos la celebración con estos símbolos:

— Arma blanca: símbolo del rencor, de la venganza y, en general, de los malos sentimientos.

— Ramo de flores diferentes: símbolo de los buenos senti­mientos y de los valores humanos que hacen elegante y santa a una persona.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos a Dios, que hace salir el sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e injustos.

Acto penitencial

• Tú eres santo: Señor, ten piedad.

• Tú quitas el pecado del mundo: Cristo, ten piedad.

• Tú eres misericordioso: Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Dios, Padre bueno, reconocemos que eres santo y misericordioso sin límites. Sentir tu presencia es una bendición y un acicate para convivir dignamente. Padre, que los cristianos sepamos ser anuncio y testimonio de esa vida alternativa que pregona el Evangelio. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Todos estamos llamados a la santi­dad. La santidad la refleja la vida. Las lecturas, que vamos a escuchar, nos trazan con ejemplos claros y prácticos cómo quiere Dios que trabajemos la santidad. Para Jesús, además, hay una razón fundamental: somos hijos de Dios, y Dios es bueno.

Lecturas.—Lv 19,1-2.17-18. Salmo o canto. ICo 3,16-23. Acla­mación. Mt 5,38-48. Breve silencio.

Comentario homilético.—"¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu habita en vosotros?". Esta experiencia, a la que alude San Pablo, es la mejor onda para captar la mentalidad de Jesús. Sin esta experiencia religiosa y sin la sabiduría del cora­zón, no es posible entender el Evangelio en toda su hondura y plenitud. Jesús nos dice que la mejor referencia para ser verda­deramente dignos es el propio Dios Padre, sorprendentemente generoso, "que hace salir el sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e injustos".

Nos será imposible asimilar el Sermón de la Montaña, si funcionamos con otra mentalidad. Por ejemplo, existe la dinámi­ca de la venganza: "me la has hecho, pero me la pagarás"; la mentalidad del contrato: "me has regalado tal cosa y ¿ahora cómo te lo pago yo?". También oímos o decimos: "nadie me puede pedir nada, porque no debo nada a nadie". La espiritualidad de Dios es completamente distinta. El es pura gratuidad, desborda­miento de amor ilimitado: donde abundó el pecado, sobreabundó la misericordia redentora.

El ideal del Sermón de la Montaña va al fondo, al núcleo de la persona; coloca al ser humano frente a su honestidad y lo impulsa hacia el horizonte ilimitado de la perfección: amor sin límites, incluso a los enemigos; misericordia y perdón sin recorte alguno; respeto exquisito; ejemplo constante; transparencia en

todo; responsabilidad al cien por cien; es decir, vibración según la santidad de Dios. Él es siempre el modelo, la medida que no tiene medida. ¿El Evangelio coloca el listón muy alto? Así es la santidad. (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fíeles

• Oremos para que penetren en la sociedad los valores del Evan­gelio por medio de la presencia activa de los cristianos.

• Oremos para que todos seamos artesanos de la paz, superando siempre la reacción del ojo por ojo y diente por diente.

• Pidamos que el Espíritu ilumine nuestras Comunidades para testimoniar la bondad de Dios que no se cansa de querer a buenos y malos, amigos y enemigos.

• Oremos por la paz y la reconciliación entre todos.

• Por éstas y por todas nuestras intenciones, roguemos al Señor.

Canto

Gesto.—Dos personas salen a un lugar destacado: una con un termómetro de ambiente; la otra con un metro metálico. Ésta, desenrollando ampliamente el metro, dice: Dios nos ama a lo grande, sin medida. Recoge un tanto el metro. Nosotros a veces medimos nuestro amor. Seguidamente la primera levanta el ter­mómetro y dice: ¿Qué temperatura cristiana tenemos?

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Dios es bueno con todos. Jesús nos lo pone como ejemplo de perfección. Él mismo pasó por la vida haciendo el bien. Ahora, con su Espíritu y el alimento eucarístico, podremos ser dignos hijos de tan buen Padre.

Canto

Plegaria

Te alabamos con toda el alma, Padre santo. Nos conmueve tu cariño generoso y sorprendente. Haces salir el sol sobre malos y buenos y mandas la lluvia a justos e injustos.

¡Qué diferente eres, Dios bueno! No nos tratas como merecen nuestros pecados ni nos pagas según nuestras culpas; al contrario, nos colmas de gracia y de ternura. ¿Dónde se ha visto esto? Sólo una madre representa de lejos tu capacidad de amar. Padre santo, eres divinamente original: misericordioso hasta el derroche, lento a la ira, rico en clemencia; todos tus sentimientos son buenos sin excepción. Jesús te pone de ejemplo: "Sed perfectos como el Padre celestial es perfecto". Es cierto: no hay más norma que el servicio ni mejor fuerza que el amor. Lejos de nosotros la envidia, la venganza y todas las manías que enturbian la convivencia. Sólo nos salva la finura de espíritu y una misericordia ilimitada como la tuya. Emocionados por el ejemplo inmenso que nos das, te decimos con admiración: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Padre bueno, te damos gracias porque nos enseñas el verdade­ro amor: generoso, desinteresado, sin distinciones... Después de purificar nuestros sentimientos, nos recuerdas que somos el relevo de Evangelio en este momento.

• Padre santo, queremos parecemos a Ti en obras y en palabras, tanto en el testimonio personal como en el testimonio comu­nitario.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Ser perfectos como el Padre celestial y amar como Él nos ama.

Bendición

Monición final.—Nos hemos motivado en el valor de la santi­dad. Ésta es un compromiso diario. Ser perfectos como Dios, nos reta a ser elegantes y generosos, incluso con aquellos que nos resultan rivales o nos caen mal. Demostremos, como creyentes, que es posible "amar a los enemigos, hacer el bien a los que nos aborrecen y rezar por los que nos persiguen y calumnian". Feliz semana para todos.

Canto final y despedida

OCTAVO DOMINGO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "¿Se olvida Dios de nosotros?".

— "Vivir es más que comer y vestir".

•— "Buscad sobre todo el Reino de Dios".

— "O Dios o el dinero".

• Símbolos:

— Flor o planta campestre.

— Cesta con alimentos.

— Perchas con traje y vestido.

— Bandeja con dinero.

2. RITOS INICIALES

Monición.—Seguramente para nosotros la vida es más que tra­bajar, más que ganar dinero, más que disfrutar... Si estamos aquí es porque hay otros valores que nos mueven por dentro. Más que cualquier rentabilidad satisface profundamente compartir.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos al Señor, que nos invita a cons­truir su Reino.

Acto penitencial

• Porque nos agobian muchas cosas, Señor, ten piedad.

• Porque no confiamos suficientemente en Ti, Cristo, ten pie­dad.

• Porque no estamos entregados del todo a tu Reino, Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Padre de bondad, que cuidas de nosotros con la ter­nura de una madre, ayúdanos a entender las preferencias de tu Reino y a concentrar en ellas nuestra responsabilidad. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—El Dios de la Biblia tiene sentimien­tos de padre y de madre a la vez, es entrañable y nunca nos abandona. La ternura y el compromiso de una madre son un pálido reflejo del amor de Dios.

El Evangelio nos vuelve a colocar ante la necesidad de optar. El cristiano auténtico no puede apuntarse a dos amos tan dispares como son Dios y el dinero. Si decididamente nos ponemos al servicio del Reino de Dios, desaparecen muchos agobios que a diario nos comen la energía.

Lecturas.—Is 49,14-15. Salmo o canto. ICo 4,1-5. Aclamación. Mt 6,24-34. Breve silencio.

Comentario homilético.—"A Dios nadie lo ha visto" (Jn 1,18), dice San Juan. Sólo podemos hablar de Él por medio de símbo­los, comparaciones o figuras semejantes. Un símbolo que usa­mos frecuentemente es el padre. Pero es un símbolo parcial. Dios también es madre; y más que madre, pues, "aunque una madre se olvidara de sus hijos, yo nunca me olvidaré", revela Dios.

Esa sensibilidad materna de Dios la respira y la comunica Jesús especialmente: ¿por qué andáis agobiados pensando qué vais a comer, qué vais a beber, o con qué os vais a vestir? Él, creyente radical y confiado, que no tiene donde reclinar la cabe­za (Mt 8,20), está convencido de que las personas somos para Dios mucho más importantes que los pájaros, la hierba o los lirios del campo. Y si a éstos los cuida, cuánto más a nosotros.

En su afán de pregonar la doctrina redentora, Jesús interroga acerca de lo que es principal y decisivo. Su primera aclaración es contundente: "Nadie puede estar al servicio de dos amos". Su propuesta es que aceptemos a Dios como único Señor; que nada ni nadie lo suplante. A renglón seguido, presenta estas otras indicaciones: que confiemos en Dios, al menos como los pájaros

y los lirios, y que no nos calentemos la cabeza con agobios innecesarios. Entendamos bien: Jesús nunca ha sido partidario de la pasividad ni de la resignación; al contrario, ha sido tan lucha­dor como el que más. Lo que propone es concentrar la energía en lo que es primero y decisivo: el Reino de Dios y su justicia. Si Dios es nuestro único Señor, todo lo demás vendrá por aña­didura.

El que busca el Reino de Dios descarta otros ídolos con sus cultos y adopta la mentalidad evangélica con sus ideales: solida­ridad generosa, dignidad y derechos humanos en todo momento, cambiar de raíz sistemas y estructuras que no ayudan a vivir fe­lizmente, etc.. Todo lo demás, que tanto nos agobia y es tan necesario, vendrá como algo lógico y derivado. Por ejemplo, es muy importante comer; pero es más importante crear las condi­ciones para que podamos comer todos, aunque algunos tengamos que comer menos.

En resumen, si hacemos Reino de Dios, generamos verdadera fraternidad, impulsamos un verdadero progreso y el bienestar será común y generalizado. (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fíeles

• Para que los pueblos progresen según la justicia del Evangelio, roguemos al Señor.

• Para que los cristianos concentremos la energía en el Reino de Dios y éste sea siempre un estímulo, roguemos al Señor.

• Para que no nos cansemos de hacer el bien a fondo perdido, roguemos al Señor.

• Para que sepamos colaborar con todos los que hacen Reino de Dios, aunque tengan otras ideas, roguemos al Señor.

Ofrendas

• Agenda: Señor, deseamos que las páginas de nuestras agendas recojan la preocupación por tu Reino.

• Evangelio: Padre, el Evangelio nos recuerda que tu Reino ha de ser nuestra primera responsabilidad.

• Calculadora y carpeta-fichero o disquete: Señor, nos valemos de estos medios para nuestros trabajos y negocios. Queremos que sirvan también para hacer Reino tuyo.

Canto

Gesto.—Una persona se acerca al lugar de los símbolos y dice: No podemos servir a dos amos. Lo nuestro es el Reino de Dios y su justicia. Retira la bandeja con dinero.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Seremos dichosos si ponemos en Dios nuestra con­fianza y trabajamos por su Reino. Comulgar con Jesús significa que estamos de su parte.

Canto

Plegaria

Dios bueno, te bendecimos con todas las criaturas. Eres padre y madre a la vez. En Ti descansa nuestra vida. Eres el fundamento y la salvación de todos. Los seres humanos somos tus preferidos: nos amas con especial predilección. Estarías orgulloso de nosotros si vibráramos con la verdad del Evangelio y si tu Reino, que también es nuestro, fuera lo primero para todos. No es así siempre, Padre bueno. Por todas partes surgen ídolos que nos arrastran; hay mucha propaganda que nos enreda; fácilmente nos dejamos llevar por el ambiente... Pero tenemos motivos para confiar. Hay personas que nos dan ejemplo: no se agobian por tener o figurar; respiran otra jerarquía de valores, la que han aprendido en el Evangelio. Padre, nosotros queremos ser de éstos. Con ellos te invocamos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Padre, te damos gracias porque en las páginas del Evangelio encontramos densas lecciones de humanidad.

• Reconocemos que tu Reino es lo mejor para todos. Revístenos de santidad para amar como Tú sabes hacerlo.

• Infúndenos esa bondad que respiras. Queremos que sólo Tú seas nuestro Dios.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Hacer Reino de Dios y todo vendrá por añadi­dura.

Bendición

Monición final.—La fe en el Dios del Evangelio nos anima a tomar posiciones. Hace tiempo que nos hemos apuntado a su Reino. Ahora con estos encuentros nos damos ánimos, fortalece­mos nuestras convicciones y robustecemos la espiritualidad. Que nadie tenga agobios. Bastan con los que cada día nos exige el Reino de Dios. Buena semana para todos, densa de calidad y de testimonio.

Canto final y despedida

NOVENO DOMINGO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "El buen creyente escucha y cumple".

— "La fe es un gran don".

• Símbolo: Pedrusco.

2. RITOS INICIALES

Monición.—El verdadero creyente no es el que invoca mucho a Dios, sino el que cumple su voluntad. A veces se nos critica que tenemos a Dios más en los labios que en el corazón. Si el com­promiso no brota de la fe, se reduce a palabrería hueca, sin credibilidad. Para depurarlos, nada mejor que aprender de Jesús. Él demostró ser creyente con hechos y con palabras.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos a Dios, que nos ha hablado por Jesús.

Acto penitencial

• Porque muchas veces no cumplimos tu voluntad, Señor, ten piedad.

• Porque muchas veces el corazón está lejos de Ti, Cristo, ten piedad.

• Porque tenemos la culpa de muchos hundimientos, Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Señor, nos acogemos confiadamente a tu providen­cia, que nunca se equivoca; y te suplicamos que apartes de no­sotros todo mal y nos concedas aquellos beneficios que pueden ayudarnos para la vida presente y la futura. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Para ser creyente del todo, hace falta abrir completamente el corazón. Pero Jesús dice más: hace falta poner en práctica el mensaje recibido. Nosotros podemos asegu­rar que son dichosos aquellos que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen.

Lecturas.—Dt 11,18.26-28. Salmo o canto. Rm 3,21-25.28. Aclamación. Mt 7,21-27. Breve silencio.

Comentario homilético.—La Palabra de Dios tiene que penetrar muy hondo en el interior de los creyentes para ser operativa. No basta con que sea escuchada. Ha de ser acogida hasta el punto de que nos configure y salga de nosotros convertida en testimonio. "Meteos mis palabras en el corazón y en el alma... ponedlas de señal en vuestra frente", índica el Deuteronomio. Jesús apela a la sensatez inteligente: "El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica... edifica su casa sobre roca".

¡Qué denso y sugerente es el final del Sermón de la Monta­ña! No agradan a Dios quienes lo invocan mucho si después no cumplen su voluntad. Jesús descalifica este jugar a la apariencia. La incoherencia es un gran error que echa por los suelos toda credibilidad. Además es causa de críticas tan frecuentes como: "muchos van a misa y qué poco se les nota"; o bien: "mucho golpe de pecho, pero qué poco compromiso"...

Jesús arrancó admiración por lo que decía y por lo que hacía. Había coherencia entre su hacer y su decir. No en vano asegura que su "alimento es hacer la voluntad" del Padre (Jn 4,34). Siem­pre fue transparente.

Este Jesús es el cimiento que se nos ha dado para edificar la personalidad y construir la Iglesia. Por eso es inútil que busque­mos otro mejor... (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fíeles

• Pedimos por la Iglesia, para que cumpla la voluntad de Dios.

• Pedimos por todos los que enriquecen la vida social con su testimonio, para que no se cansen de dar ejemplo.

• Oramos por esta Comunidad, para que testimonie lo que cree.

• Oramos por los que tienen crisis de fe, para que abran el corazón a Dios, que es amor y revelación.

• Oramos mutuamente unos por otros y pedimos por todas nues­tra intenciones. Ruguemos al Señor.

Ofrendas

• Cuaderno de memorias o diario personal: Padre, quien lea estas hojas, descubra que habitas dentro de las personas.

• Biblia: Padre, que tus palabras lleguen al corazón para que las pongamos en práctica.

Canto

Gesto.—Alguien se acerca al símbolo, lo levanta y dice: El cris­tiano de fundamento es resistente como una roca. Las dificulta­des de la vida no lo desmoronan.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Cumplir la voluntad de Dios es el ideal de todo cre­yente. Jesús llegó a decir que era su alimento principal. Que la comunión con El sea un fuerte aliciente para cumplir la voluntad del Padre.

Canto

Plegaria

Padre bueno, estamos de acuerdo con Jesús: no somos mejores por decir: Señor, Señor, ni cuando estamos de rodillas con la sensación de tocar el cielo, si después no hacemos práctica la oración. No se consigue tu Reino con ritos sacramentales si no comportan un compromiso sincero. No se afirma la personalidad repitiendo tradiciones o cumpliendo simplemente lo mandado. La roca del proyecto humano es Jesús. El es ideal y Evangelio. Él bendice tu nombre como nadie

porque cumple admirablemente tu voluntad. Es el gran símbolo que revela tu misterio. Padre bueno, confesamos delante de Ti que no hemos encontrado mejor fundamento que la palabra y el ejemplo de Jesús. Si te alabamos ahora con los labios es para seguir después bendiciéndote con los hechos. Apoyados en la confianza que nos das, te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Dios bueno, te damos gracias por las palabras de vida conte­nidas en el Evangelio.

• Nos has regalado a Jesús como cimiento para edificar sólida­mente la personalidad.

• Envíanos tu Espíritu para ser buenos testigos de cuanto cree­mos.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Demostrar en la vida diaria que creemos.

Bendición

Monición final.—La fe es un gran don que nunca agradecere­mos suficientemente. Es una gran motivación para vivir. Si la ponemos en práctica, como nos aconseja Jesús, seremos unos testigos constructivos: lo que más necesita la sociedad y el Reino de Dios.

Canto final y despedida

DÉCIMO DOMINGO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con alguno de estos textos:

— "¡Qué suerte conocer a Dios!".

— "Dios es misericordia".

— "Quiero fe y misericordia".

2. RITOS INICIALES

Monición.—Hermanos, ¡qué gran suerte conocer a Dios! No es fácil tener una vivencia clara y confiada de lo que significa para nosotros. Corremos el riesgo de hacernos falsas imágenes o de tener interpretaciones equivocadas de cómo es o cómo actúa. Co­nocer a Dios adecuadamente ayuda mucho a vivir con sentido y con energía.

Canto

Saludo.—Hermanos, alabemos juntos al Señor, que quiere sal­varnos.

Acto penitencial.—Reconozcamos nuestros pecados y acojamos la misericordia del Señor. {Breve silencio). Yo confieso...

Gloria

Oración.—Oh Dios, fuente de todo bien, escucha sin cesar nues­tras súplicas; y concédenos, inspirados por Ti, pensar lo que es recto y cumplirlo con tu ayuda. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Sólo conociendo a Dios podremos entender sus planes, sus opciones y sus preferencias. La Biblia, y singularmente el Evangelio, es el gran medio para conocer a

Dios y enlazar con su espiritualidad. Él es, ante todo, misericor­dia y salvación.

Lecturas.—Os 6,3b-6. Salmo o canto. Rm 4,18-25. Aclamación. Mt 9,9-13. Breve silencio.

Comentario homilético.—Gran mensaje el del profeta Oseas. Apunta a lo esencial y genuino de la religión: "Esforcémonos por conocer al Señor... Quiero misericordia y no sacrificios". En efecto, todos los que experimentan a Dios se quedan admirados de su gran misericordia. Si algo lo define, es, sobre todo, la misericordia. Dios no tiene otro rostro.

La persona misericordiosa es sensible a la miseria de los demás: la física, la psicológica, la económica, la moral, etc. Por eso Jesús fue especialmente atento con los necesitados, desgra­ciados, marginados y pecadores de su tiempo. Su pasión por el Reino de Dios le llevó a resaltar que su preferencia va por quien más misericordia necesita: "No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos... No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores".

La misericordia caracteriza a los que trabajan por el Reino de Dios. Llevado por esta vivencia, Jesús llamó a Mateo para ser uno de sus colaboradores. Éste tenía mala fama; estaba un tanto orillado por la gente de la religión tradicional. Pertenecía a un grupo, los recaudadores de impuestos, que estaba mal visto. Muchos abusaban de su oficio y sangraban económicamente a la gente. Además estaban al servicio de un pueblo invasor. No obstante, Jesús leyó en la mirada de Mateo que podía ser un buen discípulo. Éste aceptó la propuesta de Jesús, dejó su oficio y emprendió con Él la aventura del Reino de Dios.

Resumiendo, el que conoce a Dios practica la misericordia, pregona que en el Reino soñado por Dios caben todos y celebra el banquete de la comunión con cuantos simpatizan con este proyecto. (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fíeles

• Para que la Iglesia acerque a todos la revelación misericordio­sa de Dios, roguemos al Señor.

• Por aquellos a quienes les falla la esperanza, para que encuen­tren un estímulo en los creyentes, roguemos al Señor.

• Para que alcancemos entre todos una cultura de humanización, roguemos al Señor.

• Para que cultivemos la sensibilidad hasta el punto de ser en­trañables con nuestro prójimo, roguemos al Señor.

Ofrendas

• Biblia abierta: Señor, te has revelado; queremos conocerte cada día más.

• Vela encendida: También queremos conocerte por medio de la oración.

• Pósters de Jesús y de grandes creyentes: Señor, admiramos a los grandes creyentes.

Canto

Gesto.—Alguien va presentando lentamente a la asamblea, ban­co por banco, una cartulina con la frase "prefiero la misericor­dia" . Al acabar, la presenta al conjunto y dice: Hermanos, por encima de cualquier sacrificio, Dios prefiere la misericordia.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—La misericordia vale más que cualquier sacrificio. Que la unión con Jesús nos ayude a ser misericordiosos.

Canto

Plegaria

Padre amoroso, ¡qué suerte haberte conocido! Has dejado tus huellas en toda la creación, pero llegas a nosotros, sobre todo, como experiencia religiosa. Te damos gracias por haberte revelado, por habernos encontrado y convencido. Fue tuya la iniciativa: desde el principio has estado en medio de la Comunidad. Nunca te has ocultado. Tu plan es manifestarte.

Dicen algunos que no te sienten; aseguran que no eres necesario, que no les haces falta. Nos preguntamos si se mirarán en profundidad... Nosotros ni podemos ni queremos vivir sin Ti. Nos has tocado en la médula vital y nos has atraído con gran misericordia. Para colmo tu Espíritu nos anima poderosamente y nos conduce con primor por el cauce de la verdad. ¿Qué más podías hacer para asegurar que existes? Padre, recibe la alabanza que te expresan los labios y el corazón. La misericordia es el culto que esperas de nosotros. No te queremos defraudar. Ahora, por experiencia, te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Padre, te damos gracias porque eres profundamente misericor­dioso.

• Admiramos a Jesús misionero, que recorrió su tierra evange­lizando. Nos cautiva el modo tan acertado de expresar la re­dención.

• Padre, revístenos de la mística de Jesús para ser tan entraña­bles como El al transmitir el Evangelio salvador.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Practicar la misericordia con todos.

Bendición

Monición final.—Lo sepamos o no, Dios se ha volcado miseri­cordiosamente sobre todos. Por la fe sabemos que la mejor manera de agradarle es que seamos también misericordiosos con los demás. Será la gran señal de que conocemos a Dios.

Canto final y despedida

UNDÉCIMO DOMINGO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "Somos Pueblo de Dios".

— "Mucha mies y pocos obreros".

— "Haced Reino de Dios".

• Símbolo:

— Instrumentos de labranza.

2. RITOS INICIALES

Monición.—Nuestra calidad de cristianos se refleja en el apoyo que ofrecemos al Reino de Dios. Hoy la mies también es abun­dante y pocos los trabajadores. Todos podemos arrimar el hom­bro en esta tarea. La aportación de cada uno es valiosa.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos al Señor, que nos ha llamado por nuestro propio nombre.

Acto penitencial

• Nos quieres reconciliar: Señor, ten piedad.

• Quieres nuestra conversión: Cristo, ten piedad.

• Acoges a todos: Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Oh Dios, fuerza de los que en Ti esperan, escucha nuestras súplicas; y pues el hombre es frágil y sin Ti nada puede, concédenos la ayuda de tu gracia para guardar los mandamientos y agradarte con nuestras acciones y deseos. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Las comunidades cristianas compar­timos la experiencia del amor de Dios y el desafío permanente de evangelizar. Todavía queda mucho por hacer para considerar que el Reino de Dios está implantado entre nosotros.

Lecturas.—Ex 19,2-6a. Salmo o canto. Rm 5,6-11. Aclamación. Mt 9,36-10,8. Breve silencio.

Comentario homilético.—Una de las experiencias religiosas más relevantes que vive el pueblo del Antiguo Testamento es la Alian­za: el Señor es nuestro Dios y nosotros, su pueblo. El Concilio Vaticano II recuperó esta preciosa imagen de tango arraigo y sentido bíblico para recordar que la Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios. La nueva Alianza se ha realizado en Jesús, con su estilo de vida y su mensaje de redención. Él es el salvador definitivo. Formar parte de la Iglesia es apuntarse a la misión de Jesús: dilatar el Reino de Dios.

Dice también el Concilio que todos estamos llamados a for­mar parte de este nuevo Pueblo de Dios y a continuar la misión que le encomendó Jesús. Él fue un gran observador de la natu­raleza y de los acontecimientos de la vida. Tal sensibilidad, unida a su conciencia redentora, le llevó a descubrir necesidades y problemas en la gente. Observó que muchos andaban maltrechos y desorientados como ovejas sin pastor, porque los que deberían ejercer como tales no cumplían.

Jesús preparó unos colaboradores para que le echaran una mano en el proyecto siempre necesario del Reino de Dios. Cons­ta por el conjunto del Evangelio que esta preparación es teórica y práctica, aunque prevalece la formación por la acción: los envió a curar, reanimar, arrojar demonios...

En estos apóstoles estamos representados todos los seguido­res de Jesús. La tarea salvadora, entonces como ahora, es amplia y urgente. Arrimar el hombro, colaborar, ser trabajador en la mies, sigue siendo una labor generosa, derivada de la fe, que identifica a los buenos cristianos. Nadie en la Comunidad está dispensado de esta misión. Evangelizar y hacer Reino de Dios es lo que ha de caracterizar a todo cristiano. La respuesta es impres­cindiblemente individual, pero también ha de ser comunitaria, porque evangelizamos como Pueblo de Dios y no yendo cada cual por libre. (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fíeles • Oremos para que llegue a todo el mundo el Evangelio salva­

dor. • Oremos para que los cristianos impulsemos el Reino de Dios

metidos en los movimientos ciudadanos.

• Oremos especialmente para que nuestra Comunidad trabaje con creatividad e ilusión por el conjunto del pueblo.

• Pidamos que no falte la solidaridad y el buen entendimiento entre los vecinos.

• Y unamos a éstas todas nuestras intenciones particulares. Ru­guemos al Señor.

Ofrendas

• Manojo de espigas: Señor, algo hacemos por tu Reino. Esta­mos dispuestos a seguir en la brecha.

• Bandeja con nombres reales de personas de la Comunidad: Señor, has pronunciado nuestro nombre, nos has llamado. Cuenta con nosotros.

Canto

Gesto.—Alguien vestido con ropa de trabajo y sombrero de paja sale a un lugar destacado y dice: Hermanos, la mies es abundan­te; no somos muchos para evangelizar. ¿Cómo podemos ser más?

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—La comunión con Jesús ha de estimular nuestro compromiso. Oremos nuestro apoyo a la misión de la Iglesia.

Canto

Plegaria

Señor, Dios nuestro, nos quieres con amor de Alianza. Somos una pequeña parcela de tu Pueblo, una Comunidad que abre el corazón a tu Palabra y que quiere seguir la voz del buen Pastor.

Proclamamos, a una, que tu misericordia es eterna. Confesamos que tu fidelidad no se agota con los años. Gozas y padeces con nosotros; te afecta vernos como ovejas sin pastor. En Ti está la salvación. Tu Reino es también nuestro. Por eso nos llamas a expandir tu misericordia, a alejar las tensiones que quiebran la convivencia, a erradicar cuanto rompe el equilibrio. Padre, qué suerte proclamar tu cercanía, qué acierto seguir los consejos misioneros de Jesús. Unidos a Él, el primero en todo, te invocamos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Te damos gracias, Padre bueno, porque no dejas de pensar en nosotros. Nos has reconciliado por medio de Jesús y por pura generosidad mantienes tu Alianza. Esto anima la vida de la Comunidad y acrecienta nuestro compromiso evangelizados

• Esperas de nosotros colaboración y dinamismo para ensanchar tu Reino. Bendícenos para saber impulsar la misión. Tiene sentido gastarse y desgastarse por el Evangelio.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Reforzar la condición evangelizadora y misio­nera.

Bendición

Monición fínal.—El trabajo por sacar adelante este pueblo y la parroquia es de todos. Como cristianos nos debemos sentir espe­cialmente responsabilizados. Recordemos que la mies es abun­dante... Lo que no hagamos nosotros puede que quede sin hacer. Y ello supondría empobrecimiento. Buena semana para todos. El Señor nos acompaña.

Canto fínal y despedida

DUODÉCIMO DOMINGO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "La fe es para atrevidos".

— "La fe tiene un precio".

— "Testigos, ¡gran valor!"

— "Evangelizar es de arriesgados".

2. RITOS INICIALES

Monición.—El testimonio es el valor que está de fondo en la celebración de hoy. Para estímulo de todos, hay que reconocer que en la sociedad hay mucha gente de bien que entusiasma e impulsa a vivir. El mundo no podría subsistir humanamente sin los testigos, sin esos profetas de la verdad, la belleza, la respon­sabilidad y la esperanza. Animados por ellos y por Jesús, cele­bremos este encuentro.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos a Dios, que nos quiere entra­ñablemente.

Acto penitencial

• Tú, que nos amas y nos educas: Señor, ten piedad.

• Tú, que has dado la vida en rescate por todos: Cristo, ten piedad.

• Tú, que estás siempre a nuestro favor: Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Concédenos vivir siempre, Señor, en el amor y res­peto a tu santo nombre, porque jamás dejas de dirigir a quienes estableces en el sólido fundamento de tu amor. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Mantener el testimonio es una mues­tra extraordinaria de gran personalidad. Y cuando se consigue a pesar de los peligros y zancadillas que ponen, la valentía que se demuestra es aún mayor. El Evangelio recoge la invitación a ser testigos a pesar de todo lo que venga. Para ello Jesús asegura su ayuda.

Lecturas.— Jr 20,10-13. Salmo o canto. Rm 5,12-15. Aclama­ción. Mt 10,26-33. Breve silencio.

Comentario homilético.—Ser persona es un duro oficio que en todo momento causa sudores. En este duro oficio, para el que no hay jubilación, la experiencia religiosa y evangélica sirven de mucho: "El Señor está conmigo como fuerte soldado", decía Jeremías. A él, como a nosotros, le cuesta mucho la fidelidad. Nacemos en un mundo empecatado. Nos seduce Jesús, pero nos tienta y nos engaña muchas veces el ambiente contrario. La fi­delidad sólo se va logrando con criterios fuertes y con mucho equilibrio interior. Ésta es una motivación que claramente se nos propone hoy.

La otra es el testimonio, algo ineludible en el vivir cristia­no. Una testigo sobresaliente de nuestro tiempo, la Madre Teresa de Calcuta, llegó a decir de sí misma: "el día en que Dios encuentre a alguien más tonta y pobre que yo, hará aún cosas mejores". En una ocasión me sorprendió el sentido del humor con que encaraba un joven su futuro; me soltó esta bienaventuranza: "dichosos los que se ríen de sí mismos, por­que nunca se les acabará la diversión". Ciertamente, para ser buen testigo, además de coraje y de riesgo, hace falta una buena dosis de humor.

Hay cristianos que tienen vergüenza de reconocer socialmen-te su fe o su pertenencia a la Iglesia. Como hay quien dice que la religión ya no da imagen y otros la desprestigian o la reducen a lo privado, hay también cristianos que tienen miedo al ridículo. Seguramente que ni el Reino de Dios ni el Evangelio les escue­cen por dentro.

Jesús advierte animosamente: por ningún concepto, ni siquie­ra por miedo, debemos renunciar al Evangelio ni ser infieles a la misión. Y añade palabras de aliento: El Padre, a quien no se le

escapa el vuelo de un ave ni la caída de un cabello, vela por vosotros. No tengáis miedo, Él cuida vuestra vida; la vida pro­funda nadie os la puede arrancar.

Por tanto, marginar el Evangelio sería privar a la historia de su mejor don y empobrecerla radicalmente. Ningún otro fermen­to es tan sano, revolucionario y humanizador. En todos los mo­mentos de la historia los testigos son necesarios para la salud de la sociedad y de la Iglesia. {Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fíeles

• Oremos por todos los hombres y mujeres de buena voluntad, creyentes o no, para que su honradez y su responsabilidad sean fuente de buen ejemplo

• Oremos por la Iglesia, para que manifieste con coraje y opor­tunidad los valores evangélicos.

• Oremos por cuantos tienen miedo o vergüenza de ser testigos del Evangelio.

• Pidamos por nuestro pueblo para que avance en esa cultura que humaniza.

• Oremos por nuestra Comunidad, para que expresemos con la vida lo bello de la sensibilidad cristiana

• Por éstas y por todas nuestras intenciones, roguemos al Señor.

Ofrendas

• Crucifijo misionero: Señor, nos anima el coraje de muchos misioneros que lo arriesgan todo por el Evangelio.

• Cantoral: Señor, hemos pecado; pero tenemos motivos para cantarte porque has desbordado tu bondad.

Canto

Gesto —Alguien con un cristal en las manos accede a un lugar destacado y levantándolo un poco dice: Hermanos, lejos de no­sotros arrinconar a Jesús; lo nuestro es anunciarlo con transpa­rencia

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Dios es amor. No tengáis miedo a arriesgar por el Evangelio. Muchos lo hacen a diario fortalecidos por el Espíritu. Que la comunión con Jesús nos ayude.

Canto

Plegaria

Dios nuestro, bendito seas. Te admiramos porque tus bendiciones no cesan. Juegas con nosotros la baza del amor convencido de que ganas la partida. Ejercitas la misericordia hasta el extremo porque sondeas y conoces lo íntimo de cada corazón. Nos sorprende cómo tejes día a día nuestra existencia y cuánto confías en nosotros. En todo llevas la iniciativa. Nos incitas a dar la cara como los testigos y nos consuelas con palabras de confianza: "No tengáis miedo..., no pueden matar el alma". Delante nos colocas el ejemplo de Jesús: encaró todos los riesgos; por eso estás orgulloso de Él. Padre, nuestras aspiraciones son grandes: crecen en la fe, al calor de tu Espíritu, y se robustecen cuando nos reunimos en tu nombre. Sabes que hemos tomado partido por Ti. Acepta nuestros propósitos de fidelidad aunque se debiliten alguna vez por el pecado. Con la cruz y la resurrección como señales te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias (espontánea).

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Evangelizar, aunque corramos riesgos.

Bendición

Monición final.—Es más fácil proclamar o escuchar la Palabra de Dios dentro de nuestras iglesias que testimoniarla delante de la gente, en la vida del trabajo o en la relación con los vecinos.

Sin embargo, el Señor nos anima a ser evangelios vivos. Re­cordemos sus palabras: "No tengáis miedo... Lo que os digo de noche, decidlo en pleno día; y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la azotea". Salgamos a la calle convencidos del valor del testimonio. El Señor nos acompaña. Buena semana para todos.

Canto final y despedida

DECIMOTERCER DOMINGO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "Dios es lo primero".

— "La Cruz aporta dignidad".

— "Jesús es radical".

— "Gana la vida cuando se entrega".

• Símbolos:

— Pila bautismal portátil o recipiente con agua y concha.

— Cirio pascual encendido.

— Cruz rústica.

2. RITOS INICIALES

Monición.—Al celebrar nuestra fe confesamos también que so­mos miembros de la Iglesia. Con el bautismo iniciamos un cami­no animados por muchos testigos. Hoy es una buena ocasión para actualizar el seguimiento de Jesús y para seguir expresando el valor de aquel mandamiento: lo primero es amar a Dios sobre todas las cosas. Porque valoramos la vocación cristiana, la cele­bramos en comunidad.

Canto

Saludo.—Hermanos, alabemos juntos al Señor, que tanto nos favorece.

Acto penitencial

• Porque a veces somos duros de corazón, Señor, ten piedad.

• Porque nos cuesta abrirnos, Cristo, ten piedad.

• Porque muchas veces nos vence el egoísmo, Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Padre de bondad, que por medio de tu gracia nos has hecho hijos de la luz; concédenos vivir fuera de las tinieblas del error y permanecer siempre en el esplendor de tu verdad. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Entender la dinámica del propio bau­tismo conlleva la incorporación al destino de Jesús: a lo vital y arriesgado de sus opciones y al horizonte de su triunfo junto a Dios. Si de verdad queremos ser como Jesús, hemos de tomar decisiones valientes y romper con muchas costumbres que no van con el Evangelio.

La Palabra de hoy es clara y hasta tajante en este sentido: el valor principal de un cristiano es cumplir la voluntad de Dios, siguiendo a Jesús por encima de cualquier otra lealtad. En la obediencia a Dios estriba nuestra mejor libertad y dignidad.

Lecturas.—2R 4,8-11.14-16a. Salmo o canto. Rm 6,3-4.8-11. Aclamación. Mt 10,37-42. Breve silencio.

Comentario homilético.—{Motivar anticipadamente a algunos padres e hijos para que comuniquen brevemente cómo entienden las primeras frases del Evangelio Lo pueden comunicar a modo de entrevista o después de una breve indicación por parte de quien coordina).

La radicahdad es una característica del seguimiento de Jesús que arranca del bautismo, cuya dinámica es morir al pecado, vivir para Dios y andar en una vida nueva. Esta radicahdad está en línea con el viejo mandamiento de amar a Dios sobre todas las cosas, es decir, por encima de cualquier otro interés o lealtad. Para un creyente sensible y convencido Dios y Jesús son lo pri­mero. Nada ni nadie pueden hacer sombra a esta opción funda­mental.

Pero no se entienda con esto que se han de rebajar los niveles de la afectividad familiar. Obedecer a Dios y poner el seguimien­to de Jesús en primer término no tienen por qué crear conflicto a otros amores ni causar recortes a la libertad. Si se despliega bien la afectividad, nunca debe existir rivalidad entre el amor a

Jesús y el amor a la familia. Quien opta por seguir a Jesús no malogra su vida; al contrario, la equilibra y fortalece. En la fi­delidad a Jesús y al Evangelio se fundamenta el auténtico sentido de la vida, tanto en lo que respecta a la intimidad como en la relación con los demás. No obstante, si llega a surgir el conflicto, la solución debe venir por obedecer a Dios antes que a los hom­bres. Nada ni nadie nos han de apartar del amor de Jesús. Quien lo intente, pretende engañar y no respeta la libertad.

El mensaje de hoy nos da pie también para esta otra considera­ción: ¡qué importante es el dinamismo bautismal para capacitar y educar cristianamente!. Muchas veces educamos para subir, ganar, ser los primeros, figurar... Otras, por el contrario, motiva­mos la exigencia personal, el afán de superación; pero frecuen­temente olvidamos contenidos chocantes del Evangelio como el tomar la cruz o el ganar la vida entregándola... La escala de valores que deriva del Evangelio no concuerda con otras muchas que se airean como sensatas. Cuando Jesús invitó a aquel hom­bre rico a venderlo todo y dárselo a los pobres, no le estaba invitando a perder, sino a ganar, porque uno gana mucho como persona cuando es desprendido, entregado y comparte. La gene­rosidad es la mejor inversión para el espíritu.

Resumiendo, Jesús es misericordioso al cien por cien, pero es también radical al cien por cien. La exigencia evangélica puede asustar un poco; pero antes o después se llega a descubrir que en el fondo es lo que más llena. (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fíeles

• Oremos por la Iglesia, para que viva intensamente la suerte de Jesús, tomando decisiones valientes y descartando lo que no va con el Evangelio.

• Pidamos por todos aquellos, cuyas ataduras y dependencias les impiden llevar a cabo un compromiso serio con el Evangelio.

• Oremos por todos los servidores de la Iglesia, para que animen a las comunidades con el testimonio de su vida y de su pala­bra.

• Pidamos por todos los cristianos, para que maduremos en la fe siendo responsables y activos.

• Y por nuestra Comunidad, para que testimonie el valor prime­ro de amar a Dios sobre todas las cosas.

• Por estas y por todas nuestras intenciones, roguemos al Señor.

Ofrendas

• Libro de bautismos: Señor, fuimos bautizados para morir al pecado. Que nos penetre la redención de Jesús y que sepamos acercarla con nuestro testimonio.

• Libro de familia: Cuando nos casamos, Señor, fuiste nuestro testigo principal. Sigue bendiciendo nuestras familias.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Jesús va por delante en la radicalidad de amar a Dios Padre y a toda persona, sea cual fuere su condición. Apren­damos de Jesús este amor intenso en todas las direcciones.

Canto

Plegaria

Padre, dichosa la comunidad que sabe alabarte porque te vivencia gozosamente cada día. Tú eres su honor y su fuerza. Hoy nos alegramos contigo contemplando la estampa de Jesús rebosante de ejemplaridad. Fue recio en su condición y claro en su doctrina: "el que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí...; el no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí...; el que no entregue su vida, la perderá". Sabemos, Padre, que va por ahí tu espiritualidad: en Jesús has dicho la última palabra. Ahora nos confías su causa: humanizar poniendo como base el Evangelio. Infúndenos valor para seguir la militancia de Jesús. Unidos en la misma fe, te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Padre bueno, te damos gracias por el don radical del bautismo y por su dinamismo de constante conversión.

• Te damos gracias también por el ideal de la vida nueva al aire del Espíritu. Con la espiritualidad que nos propones podemos dejar una buena estela testimonial.

• Padre, nos atrae el ejemplo de Jesús; pero somos frágiles. Que tu Espíritu nos ayude a mantener las convicciones evangélicas.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Ser abiertos, acogedores y entregados.

Bendición

Monición final.—Conviene tener presente el talante radical del seguimiento de Jesús. El amor que entregamos a Dios y a Jesús queda en muy buenas manos. Ellos lo multiplican en mil gestos de servicio y de generosidad. Volvamos a la vida diaria con la disposición bautismal de vivir la fe comprometidamente. Que se note claramente que nos llena el amor de Dios y la pasión por el Evangelio.

Canto final y despedida

DECIMOCUARTO DOMINGO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con alguno de estos textos:

— "El Espíritu da vida".

— "Los sencillos entienden a Dios".

2. RITOS INICIALES

Monición.—Hermanos, un saludo de fraternidad y de alegría. Dice el Evangelio que los sencillos entienden las cosas de Dios, ¿qué os parece? La verdad es que Dios no es tan complicado como algunos dicen. Basta con coger la onda de la espiritualidad y la onda de la sencillez para captar su revelación. Abramos el corazón al mensaje. Hay palabras de ánimo, de doctrina profun­da y de gratitud.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos al Señor con la sinceridad y la sencillez de nuestra vida.

Acto penitencial

• Porque confiamos en Ti, Señor, ten piedad.

• Porque eres nuestro Salvador, Cristo, ten piedad.

• Porque tu perdón refuerza nuestra esperanza, Señor, ten pie­dad.

Gloria

Oración.—Oh Dios, que por medio de la humillación de tu Hijo levantaste a la humanidad caída; concede a tus fieles una alegría santa, para que, libres de la esclavitud del pecado, puedan disfru­tar de tu presencia ahora y en la eternidad. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Cuando en el Nuevo Testamento en­contramos las expresiones espíritu y carne, se refieren frecuen­temente a modos concretos de vivir. Vivir según la carne es dejarse arrastrar por el egoísmo, las malas ambiciones y las ten­dencias negativas. Vivir según el espíritu es poner en práctica todas las aspiraciones bellas y positivas que sentimos. La Palabra nos impulsa hoy a dejarnos guiar por el Espíritu. Así fue la vida de Jesús. El Evangelio nos recuerda que sólo desde la sencillez se puede entender este modo de vivir.

Lecturas.—Za 9,9-10. Salmo o canto. Rm 8,9.11-13. Aclama­ción. Mt 11,25-30. Breve silencio.

Comentario homilético.—Es imposible ser cristiano sin un de­terminado nivel de espiritualidad. Más aún, la seña de identidad de que uno es cristiano es que vive según el Espíritu de Jesús. La carta a los Romanos lo ha expresado radicalmente: "El que no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo", es decir, no es cristiano, aunque aporte su partida de bautismo. Lo que define y marca al cristiano es el sello y el aire del Espíritu.

El ser humano tiene condición y vocación espiritual. Pero hay que saber coger la onda de la espiritualidad para encontrarse auténticamente con uno mismo y captar el mensaje de Dios. Jesús, que fue profundamente espiritual, porque se dejó conducir por el Espíritu, dice que esta onda no es otra que la sencillez personal y la limpieza de corazón. Dios ha querido revelarse y comunicarse, pero sorprendentemente sólo los sencillos le en­tienden. Los sabiondos y orgullosos no se enteran; y no se po­drán enterar mientras no cambien de actitud.

La espiritualidad ayuda decisivamente a vivir. Es la mística que da color específico a la identidad de los cristianos. Crea mentalidad evangélica. Facilita la unión entre la oración y el compromiso. Provoca en el creyente una vida intensa.

Nada mejor que la espiritualidad para llevar con alivio las cargas y los agobios de la vida. Los sufridos, dice una de las bienaventuranzas, heredarán la tierra. Si optamos por vivir según el espíritu, nuestra vida avanzará armónicamente. Si no optamos por la espiritualidad como actitud orientadora y unificante de la vida, quedaremos reducidos a la mediocridad, al materialismo y

a la superficialidad. Los que viven según la carne terminan des­moronados, marchitos, en la destrucción. (Silencio de interiori­zación).

Credo

Oración de los fíeles

• Para que todas las personas se eduquen en los valores espiri­tuales, roguemos al Señor.

• Por cuantos andan agobiados por cosas que no construyen, roguemos al Señor.

• Para que los cristianos progresemos en la vivencia y en la fidelidad al Espíritu, roguemos al Señor.

• Para que seamos testigos en cualquier lugar en que estemos, roguemos al Señor.

• Por los que están de vacaciones, para que disfruten de unos días profundamente felices y regresen reconfortados, rogue­mos al Señor.

• Por las intenciones de todos y cada uno de nosotros, roguemos al Señor.

Ofrendas

• Radio: Padre, te quieres revelar a todos, pero son los sencillos los que cogen tu onda.

• Planta llena de vida: Padre, esta planta simboliza lo que de­bería ser nuestro estado natural todos los días.

• Planta marchita: Pero lo real, Padre, es que tenemos una deu­da con nosotros mismos: vivimos más según la carne que se­gún el espíritu.

Canto

Gesto.—Alguien accede al altar con fuego (llama) en un reci­piente. Lo presenta a la asamblea y dice: Sin el Espíritu de Jesús no somos verdaderamente cristianos; nos falta Alguien esencial. Deja el recipiente en el altar.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Con Jesús demos gracias a Dios porque se nos ha manifestado y pidamos que nos ayude a mantenernos en un estilo sencillo y fraternal.

Canto

Plegaria

Padre bondadoso, orando con Jesús, te decimos: "Bendito seas, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así eres Tú". Has metido en el cauce de la vida un caudal grande de salvación. El molde humano de Jesús, rebosante de espiritualidad, es para nosotros un gran símbolo que compagina con acierto oración y compromiso. Mucho nos ayudas, Padre, cuando profundizamos el misterio de la fe. Hoy celebramos tu revelación y la agradecemos. Contigo se hace llevadera la carga de la vida. Reconociendo que nos quieres, te decimos en comunión: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Padre, comprobamos que el Espíritu nos llena de vida. Por Él tocas nuestras fibras y purificas nuestra conciencia.

• Pero no es fácil ser espiritual, Padre. Cuesta mucho seguir tu voz y los reclamos de nuestra conciencia.

• Sabemos que la fidelidad al Espíritu es decisiva. Por eso no dejes de inquietarnos.

• Y gracias por querer habitar dentro de nosotros.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Vivir atentos al Espíritu. Cultivar la espiritua­lidad.

Bendición

Monición final.—El mensaje de hoy ha sido especialmente cá­lido y elocuente: por una parte, nos ha recordado el valor de vivir según el Espíritu; por otra, ha remarcado que los sencillos entienden la revelación de Dios que alivia a los fatigados y ago­biados. Revestidos de Evangelio, que es el traje de faena de todo cristiano, salimos a la labor de una nueva semana. Que el Señor nos acompañe para saber contagiar lo que hemos compartido.

Canto final y despedida

DECIMOQUINTO DOMINGO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "Dios no habla en vano".

— "Dios siembra su Palabra".

— "Semilla... y tierra buena".

— "El que tenga oídos, que oiga".

• Símbolos:

— Recipiente con grano.

— Recipientes con distintos tipos de tierra: buena, pedregosa, con malas hierbas, tierra dura.

— Azadilla o paleta y jarro con agua.

2. RITOS INICIALES

Monición.—Tan verdadero como que necesitamos alimentar el cuerpo es que necesitamos alimentar el espíritu. Estos encuen­tros son propicios para ello y fortalecen nuestras convicciones cristianas.

Con su revelación Dios ha sembrado su Palabra. Su plan es que pasemos por la vida rindiendo según las capacidades que tenemos. Por aquí va el mensaje de hoy.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos al Señor, que ha sembrado su Palabra en nosotros.

Acto penitencial

• Porque a veces somos como una tierra dura, Señor, ten piedad.

• Porque eres la Palabra que da vida al mundo, Cristo, ten pie­dad.

• Porque esperas con toda razón que tu semilla germine en no­sotros, Señor ten piedad.

Gloria

Oración.—Dios, Padre bondadoso, has fecundado la historia hu­mana con el Evangelio de Jesús. Él es, a la vez, semilla y tierra buena. Concédenos asumir, cada día más, su estilo fiel para que tu semilla no se frustre en nosotros. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—La Palabra de Dios es eficaz y fecun­da, como lluvia que hace germinar los campos y da cosecha al labrador. De esta manera Dios se comunica y empeña su Palabra. A Él no le va hablar en vano... Lo que dice o promete, lo cum­ple. Gracias a su revelación las personas nos podemos humanizar crecientemente. Dios ha dejado caer su Palabra como una semilla y espera que dé fruto. Pero esto no es posible sin nuestra cola­boración.

Lecturas.—Is 55,10-11. Salmo o canto. Rm 8,18-23. Aclama­ción. Mt 13,1-23. Breve silencio.

Comentario homilético.—La salvación cristiana es un don generoso de Dios, pero también hay que trabajarla. Es una aspira­ción arraigada en lo más profundo de nosotros: gemimos y aguar­damos la hora de ser hijos de Dios en plenitud. Esta experiencia de la redención se agranda progresivamente en la medida en que acogemos la Palabra y no frenamos su dinamismo transformador.

El Evangelio nos habla de siembra y de cosecha. Jesús, apa­sionado misionero, fue sembrando la Palabra de Dios, dejando caer abundantemente esta semilla. Si falla la cosecha, no se puede echar la culpa a la tacañería del sembrador. Él ha sido generoso con todos los terrenos. Abrirse a la Palabra, preparar la tierra para que germine la acción de Dios, es actitud responsable de cada cristiano. El Evangelio no aporta rentabilidad a nuestros bolsillos, pero sí humanidad, coraje, fraternidad, equilibrio, res­ponsabilidad..., condiciones básicas e indispensables para vivir.

Pero vayamos al comentario y a la interpretación de la pará­bola que hace el propio Jesús: "Si uno escucha la palabra del

Reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstan­te, y, en cuanto viene una dificultad o persecución, sucumbe. Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la Palabra, pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la Palabra y la entiende; ése dará fruto y producirá cien­to, setenta o treinta por uno". (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fíeles

• Oremos, hermanos, para que el mundo se abra a la revelación de Dios.

• Oremos para que los cristianos sepamos anunciar la Palabra de Dios con alegría.

• Pidamos especialmente por los que no aciertan a escuchar al Dios bueno que se comunica...

• Pidamos también por cuantos rehusan enfrentarse con la Pala­bra de Dios.

• Intercedamos unos por otros para que nuestra vida sea fecunda en frutos evangélicos.

• Unamos a éstas nuestras propias intenciones. Por todo, rugue­mos al Señor.

Gesto.—Una persona se acerca a la mesa de los símbolos. Al tiempo que mueve la tierra buena con la azadilla, dice: Señor, Tú cuidas de nosotros, nos enriqueces sin medida. Siembras tu Palabra (deja caer unos granos) y la riegas con tu Espíritu (echa agua del jarro). ¿Qué más te podemos pedir?

Canto

Ofrendas

• Recipiente del gesto (tierra buena): Señor, te presentamos esta tierra buena, sembrada con tu Palabra y regada con tu Espíritu. Bendícenos para que demos fruto abundante.

• Cojín o banquito para la oración: Señor, te presentamos este símbolo. Nos recuerda que orar significa también sentarse ante el Maestro y escuchar.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—La comunión con Jesús nos ha de ayudar para te­ner una vida fecunda, en compromiso permanente y rica en tes­timonio.

Canto

Plegaria

Te bendecimos, Dios bueno, Señor de la historia. Sabemos que estás en el mundo, solidario con todos, como la mejor energía que nos puede motivar: un Dios entregado, convertido en semilla, en Palabra inquietante, en sabiduría que penetra e interroga... ¡Qué necesario y cariñoso eres, Dios! Siembras sin recorte tu palabra hecha Evangelio: nos llena de sentido, orienta como una brújula, multiplica las aspiraciones, está grávida de sabiduría. Germina en todos los que preparan su tierra... Tu Palabra, Padre Dios, no vuelve a Ti vacía. Antes ha cumplido tu encargo: ser revelación. Que tu semilla no caiga en vano. Nos abrimos como un surco y te invocamos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Te damos gracias, Padre bueno, porque dejas caer en todo terreno la semilla del Evangelio. Tu deseo es que germine y se desarrolle hasta la plenitud del ciento por uno. No es tan alta la cosecha porque fallamos al ideal.

• Por eso, acepta, Padre, esta confesión y aumenta los deseos de corresponder a tu generosidad. Líbranos de malos consejeros y bendícenos para convertir tu semilla en amplia cosecha.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Preparar el "terreno" (conversión) para que la Palabra dé fruto abundante.

Bendición

Monición final.—Todos los cristianos tenemos ahora el compro­miso principal y necesario de sembrar el Evangelio. No es una labor fácil. Por eso la hemos de cumplir con la mayor atención.

A nosotros nos corresponde preparar la tierra y sembrar... Después vendrá Dios que favorecerá el crecimiento. Hagamos cuanto podamos y tengamos confianza.

Canto final y despedida

DECIMOSEXTO DOMINGO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "Dios no tiene culpa del mal".

— "Dios siembra buena semilla".

— "El Espíritu nos ayuda".

• Símbolos:

— Manojo de cizaña o malas hierbas y manojo de espigas.

— Levadura y harina.

2. RITOS INICIALES

Monición.—Dios es solamente salvador. Ofrece el perdón y espera pacientemente el cambio del pecador. Está convencido de que este milagro sólo se alcanza con amor, que todo lo espera y todo lo soporta. La parábola evangélica del trigo y la cizaña es un reflejo de esta misericordia y de esta tolerancia de Dios. Su manera de proceder es brindar continuamente oportunidades para el arrepentimiento y la conversión.

Canto

Saludo.—Hermanos, alabemos juntos al Señor, que escucha a cuantos lo invocan.

Acto penitencial.

• Tú, que eres paciente con todos: Señor, ten piedad.

• Tú, que nos das ejemplo: Cristo, ten piedad.

• Tú, que separas la cizaña del trigo: Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Muéstrate propicio con tus hijos, Señor, y multiplica sobre ellos los dones de tu gracia, para que, encendidos de fe, esperanza y caridad, perseveren fielmente en tu presencia amo­rosa. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Dios es paciente y misericordioso con el pecador. No condena a nadie; lo suyo sólo es salvar in­yectando amor y perdón en la experiencia religiosa de cuantos lo invocan. El Espíritu, que ora en nosotros y por nosotros, nos ayuda grandemente en la debilidad.

Ante un Dios tan desmesuradamente comprensivo y elegante no cabe otra postura que la que nos grita la sensatez: dejemos de ser malas hierbas y hagamos a toda costa Reino de Dios.

Lecturas.—Sb 12,13.16-19. Salmo o canto. Rm 8,26-27. Acla­mación. Mt 13,24-43. Breve silencio.

Comentario homilético.—La sabiduría de Dios se vierte de mil modos sobre nosotros. El Espíritu se encarga de actualizarla para que la comprendamos mejor. Fijaos en el matiz que presenta hoy la segunda lectura. En pocas palabras nos viene a decir que orar es, ante todo, dejarse hablar por Dios. Siempre hemos oído que la oración es un diálogo. Pues bien, la lengua de Dios es el Espíritu que viene en ayuda de nuestra debilidad e intercede por nosotros como verdaderamente nos conviene. Por tanto, el Espí­ritu tiene un papel muy importante en la oración. Dios nos ora por el Espíritu y por Él nos transmite su aliento, nos abre pers­pectivas, nos ayuda a caminar en el entramado de la vida y a comprender con mayor agudeza el seguimiento de Jesús.

El Evangelio nos vuelve a recordar por medio de parábolas que el Reino de Dios tiene mucha tarea. El mundo, la sociedad son como un campo lleno de buenas y de malas hierbas, gente de bien y gente mediocre, gente que vive según la carne y gente que se esfuerza por vivir según el Espíritu. Trigo y cizaña brotan juntos y crecen sin que sea fácil separarlos.

Esta parábola del trigo y la cizaña puede tener diferentes aplicaciones. Por ejemplo, en uno mismo hay trigo y cizaña, bondad y maldad. La Iglesia, integrada por personas, es santa y pecadora. Por tanto, esta parábola nos critica a todos. A veces

oímos: "los hay tan malos que habría que arrancarlos, quitarlos del medio, o, en el mejor de los casos, privarlos de vida social". Esta parábola nos deja una estupenda lección: la tolerancia. Jesús dice: "dejadlos crecer juntos"; ahora es tiempo de misericordia y de conversión; al final el Hijo del Hombre verá cómo procede.

¡Qué gran sabiduría tiene Dios! Trigo y cizaña están forzados a convivir. No les queda más remedio. Por eso, en diferentes oca­siones, Jesús advierte a sus seguidores que deben andar despier­tos y vigilantes, deben ser candidos como palomas, pero astutos como serpientes; y que es necesario orar para no caer en la tentación. Lo decía por experiencia: también Él tuvo que convi­vir con la cizaña. En la misma línea, se le atribuye a San Pablo este gran lema: "vence el mal a fuerza de bien". Y San Francisco de Asís oraba de esta manera: "Señor, que donde haya odio, yo lleve el amor; donde haya ofensa, yo lleve el perdón; donde haya discordia, yo lleve la unión".

En resumen, hemos oído muchas veces la motivación a ser fer­mento en la masa. Esta presencia eficaz de los cristianos en medio de los pueblos es como lo de la levadura y lo del grano del mostaza; apunta a esa vitalidad y a esa fuerza mística que derivan de la apertura al Espíritu y de la vivencia del Evangelio. (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fíeles

• Oremos por la Iglesia para sea testigo del amor misericordioso de Dios que todo lo espera y todo lo soporta.

• Oremos agradeciendo la presencia del Espíritu que viene en ayuda de nuestra debilidad e intercede por nosotros.

• Pidamos que todos los cristianos seamos capaces de amar y de perdonar según la medida del Evangelio.

• Oremos para que la justicia humana favorezca la recuperación de las personas.

• Unamos a éstas todas nuestras intenciones, roguemos al Señor.

Gesto.—Alguien se acerca a la mesa de los símbolos, coge el manojo de malas hierbas, lo levanta y dice: Si una persona resulta una mala hierba, Dios no tiene la culpa. Entonces, ¿quién la tiene?

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—En todos existe un gran fondo de bondad. Hace falta detectarlo y desarrollarlo. Comulgamos con Jesús para vivir como Él.

Canto

Plegaria

Padre nuestro, eres grande y haces maravillas, respiras misericordia y oras en nosotros lo que más nos conviene por medio de tu Espíritu. Te muestras altamente humano y siempre partidario de la libertad. Dejas caer la buena semilla en el campo de la historia, pero los enemigos de turno intentan anularla. Tú no arrancas de cuajo a nadie, como a veces nos tienta nuestra ira. Prefieres esperar hasta el final porque nunca retiras tu oferta de perdón. ¡Qué tacto tan ejemplar y pedagógico! Bendito seas, Dios paciente, que agotas las posibilidades con el pecador y aguardas su conversión hasta el último momento. Admiramos ese saber tan entrañable y santo. Te damos gracias por el Espíritu, que acude en nuestra ayuda, para que la relación contigo no se pierda. A veces nos sentimos como una semilla indefensa entre muchas tentaciones y amenazas. Pero Tú conoces nuestro corazón. Sabes que agradecemos tu presencia amiga. Animados, te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión

Acción de gracias (espontánea)

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Dejar que el Espíritu ore en nosotros.

Bendición

Monición fínal.—Por medio de parábolas Jesús nos ha vuelto a comunicar su pasión y su preocupación por el Reino de Dios. Nos ha dejado una lección de paciencia, de tolerancia, pero tam­bién de estímulo para ejercitar los muchos recursos que ofrece el Evangelio. Tengamos presente que muchas veces, sin que sepa­mos cómo, las buenas y las malas hierbas crecen juntas. Sepa­mos convivir sin dejarnos contaminar.

Canto final y despedida

DECIMOSÉPTIMO DOMINGO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "El Reino de Dios es el mayor tesoro".

— "El Reino de Dios es la mejor inversión".

— "Más Evangelio y menos riquezas".

• Símbolos:

— Evangelio.

— Cofre abierto con joyas.

— Cheque grande (fotocopia).

2. RITOS INICIALES

Monición.—Cuantas veces nos reunimos en el nombre del Se­ñor, repercute en nuestra experiencia de creyentes y en la vida de la Iglesia. Meditamos la Palabra de Dios y oramos para seguir tras el ideal cristiano. Todavía somos aprendices. Nos queda mucho por saber y mucho que llevar a la práctica. Que este encuentro nos anime a seguir nuestra vocación.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos al Señor, que nos ha predesti­nado a ser imagen de su Hijo.

Acto penitencial

• Porque no valoramos suficientemente tu mensaje, Señor, ten piedad.

• Porque no siempre tomamos en serio el Evangelio, Cristo, ten piedad.

• Porque hay falsos valores que nos engañan, Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Oh Dios, protector de los que en Ti esperan; sin Ti nada es fuerte ni santo. Multiplica sobre nosotros los signos de tu misericordia, para que, bajo tu guía providente, de tal modo nos sirvamos de los bienes pasajeros, que podamos adherirnos a los bienes eternos. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Es preciosa y sugerente la oración de Salomón que recoge la primera lectura. ¿Cómo es nuestra ora­ción? ¿Qué pedimos cuando oramos? La segunda lectura nos incita a ver todo por el filtro del amor de Dios. El Evangelio nos recuerda que seguir a Jesús y apuntarse al Reino de Dios supone opciones y descartes. Más aún, el Reino de Dios es la opción por la que merece la pena invertirlo todo.

Lecturas.—IR 3,5.7-12. Salmo o canto. Rm 8,28-30. Aclama­ción. Mt 13,44-52. Breve silencio.

Comentario homilético.—La oración es una de las experiencias humanas más profundas y saludables. Es esencial para mantener las actitudes y los compromisos que comporta el Reino de Dios. Destaca la primera lectura que agradó a Dios la oración del joven Salomón. Se expresa así: "Señor, da a tu siervo un corazón dócil para gobernar, para discernir el mal del bien". Su oración fue atendida.

A veces escuchamos quejas de cristianos que dicen: rezo, pero Dios no me escucha. Me pregunto: ¿rezarán bien? Hoy existe una gran diversidad de modos de entender y de expresar la oración. ¿Son todos igualmente acertados y válidos? Es bueno que cada uno se pregunte cómo es su oración.

Los verdaderos orantes no son los que tienen ratos de ora­ción y después se olvidan, sino los que viven lo más posible la comunión con Dios. Para éstos la oración es como un modo de vivir, respiran con naturalidad la relación con Dios, están atentos al Espíritu e interpretan la vida como hijos de la luz. La vida entera de estos orantes es una liturgia para Dios. Experimentan, minuto a minuto, que Dios les ama. La oración es como su atmósfera vital, la conciencia y el clima en el que discurre la totalidad de su vida.

El Evangelio continúa presentando parábolas del Reino de Dios. Esta experiencia, que respiraba Jesús a todas horas y que

constituía el mensaje central de su predicación, no siempre está en primer plano en la vida de las comunidades cristianas ni se le dedica un interés prioritario. Según las parábolas del tesoro y de la perla, el Reino de Dios es un valor alternativo tan único e importante que aquel que lo vivencia no duda en jugárselo todo por él. Para quien lo siente, el Reino de Dios es supremamente atractivo, hace vibrar de tal manera que responsabiliza. A lo largo de la historia y en la actualidad hay ejemplos elocuentes de cristianos que lo ponen todo al servicio del Reino de Dios, hasta el punto de arriesgar la propia vida. La fe nos asegura que es el mayor tesoro. (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fíeles

• Para que la Iglesia presente el Reino de Dios como tarea pre­ferente, roguemos al Señor.

• Para que el mensaje de las parábolas nos traspase la piel y nos cale hasta las entrañas, roguemos al Señor.

• Para que los gobernantes sirvan a sus pueblos con discerni­miento, respeto y verdadera atención, roguemos al Señor.

• Para que al rezar pidamos sólo aquello que repercute en el bien de las personas, roguemos al Señor.

• Por todas nuestras intenciones particulares, roguemos al Se­ñor.

Gesto.—Alguien se acerca a la mesa de los símbolos, levanta el evangelio y dice: el Reino de Dios es el mayor tesoro. Deja el evangelio, rompe el cheque y retira el cofre con las joyas.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Es muy importante comprender el Evangelio desde las entrañas. Entonces somos capaces de grandes decisiones. Que la comunión con Jesús nos ayude a profundizar en su mensaje.

Canto

Plegaria

Te bendecimos, Padre bueno, porque diriges con sabiduría los destinos del mundo

y cuidas con amor de todas tus criaturas. Nos has llamado a existir y nos acompañas con admirable pedagogía. Oras nuestros caminos y nos aclaras el horizonte de la vida. Nos invitas a escuchar la palabra de Jesús y a mantenernos firmes en su seguimiento. En Él has visto realizado el sueño de tu Reino. A nosotros nos has redimido generosamente, nos has hecho hijos de adopción y nos has entregado todos tus tesoros. A quien te acoge lo ciñes de valor y dignidad, lo rodeas de cariño y le brindas la ocasión de ser, como Tú, presencia bienhechora. Padre, manten en nosotros un corazón dócil y esa jerarquía de valores propia de tu Reino. Siéntenos de tu parte apoyando gestos y acciones de humanidad. Infúndenos tu Espíritu y cárganos de responsabilidad para no esquivar nunca la verdad del Evangelio. Hermanados por la fe, te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Padre, eres bueno y santo. Te damos gracias por el entusiasmo con que nos haces vibrar por tu Reino.

• Nos quieres sencillos, misericordiosos, serviciales, solidarios. Nos llamas a compartir la fe en comunidad para que el com­promiso no decaiga.

• Padre, derrama tu bendición sobre todos, para que vivamos al servicio del progreso fraternal.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Dedicar más interés e invertir mayor energía en favor del Reino de Dios.

Bendición

Monición final.—El Reino de Dios es el gran tesoro de la fe. Es el centro en torno al cual gravita el Evangelio. Es el punto de mira, desde el que los cristianos debemos analizar lo que pasa, y el marco que estamos llamados a ampliar. Reforcemos nuestra opción por él y que sea grande nuestro testimonio. Que tengamos una semana feliz y positiva.

Canto final y despedida

DECIMOCTAVO DOMINGO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "Dadles vosotros de comer".

— "El Señor es bueno con todos".

— "La generosidad hace milagros".

• Símbolos:

— Cinco panecillos y dos peces.

— Cesta grande con alimentos variados.

2. RITOS INICIALES

Monición.—Seguramente la palabra solidaridad es una de las más utilizadas a lo largo de la historia. En la Biblia está como telón de fondo. El Evangelio es especialmente explícito a favor de este valor. En general todo el mundo está de acuerdo en que es uno de los medios más apropiados para medir la calidad hu­mana de una persona. Es también un síntoma claro de que hemos entendido a Jesús y de que hemos captado su mensaje.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos a Dios, que nos ha amado el primero.

Acto penitencial

• Porque muchas veces somos cómodos, Señor, ten piedad.

• Porque no somos suficientemente desprendidos, Cristo, ten piedad.

• Porque en el fondo nos influye poco la fe, Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Dios, Padre bondadoso, que promueves la fraternidad animando en nosotros gestos de generosidad y de atención a las personas, estimula nuestros sentimientos de amor solidario y re­cuérdanos el deber diario de compartir. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Los bienes de la tierra tienen un destino universal. La cobertura de las necesidades básicas está por encima de la propiedad privada. El profeta Isaías critica los gastos inútiles: "¿por qué gastáis en lo que no alimenta?" Jesús invita a compartir para solucionar las necesidades del prójimo: "dadles vosotros de comer". Porque experimentamos el amor cristiano, tenemos un motivo más para ser solidarios.

Lecturas.—Is 55,1-3. Salmo o canto. Rm 8,35.37-39. Aclama­ción. Mt 14,13-21. Breve silencio.

Comentario homilético.—Hay muchos tipos de hambre y de necesidad: de pan, de trabajo, de compañía, de vivienda, de dig­nidad personal, de Dios... Las lecturas que hemos escuchado nos interrogan acerca del uso que hacemos de los bienes, y nos traen a la memoria imágenes, estadísticas y la geografía de la pobreza en el mundo. La verdad es que la madre tierra genera recursos para todos, pero no todos los disfrutan. ¿Por qué ?

Ante las situaciones de necesidad, corremos el riesgo de hacer como los discípulos del Evangelio: escabullir el bulto, "despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de co­mer", es decir, que cada uno se las arregle como pueda. Jesús, sin embargo, ve las cosas de otro modo: no hace falta, les dice. Resolvedlo vosotros. Dadles de comer. Y dejó la lección práctica del compartir.

Cuando hay mucho y no se reparte bien, aparece el hambre y nacen necesidades de todo tipo. Cuando se pone en común lo poco que tiene cada uno, los recursos se multiplican y se resuelven muchos problemas. Cuando se contagia la entrega, se multiplica la solidaridad. Nadie debe renunciar a ser generoso, porque se empobrece, echa a perder sus dones y no enriquece a los demás.

Los cristianos tenemos una especial motivación para ser ge­nerosos: el amor de Cristo que nos ha calado muy hondo y del

que nadie nos puede apartar. Oigamos la reflexión de un pensa­dor oriental: "Vosotros dais, pero poco, cuando dais de vuestras pertenencias. Porque, ¿qué son vuestras pertenencias sino cosas que conserváis y guardáis por miedo a que podáis necesitarlas? ... Existen aquellos que dan poco de lo mucho que tienen, y lo dan a cambio de reconocimiento, y su oculto deseo hace que sus dones sean dañinos. Y existen aquellos que tienen poco y lo dan todo. Éstos son los que creen en la vida y en la generosidad de la vida, y su cofre nunca está vacío. Existen aquellos que dan con alegría, y esa alegría es su recompensa; y existen aquellos que dan con dolores, y esos dolores son su bautismo; y existen aquellos que dan, y no conocen el dolor de dar, ni buscan en ello alegría, ni lo hacen por afán de ser virtuosos: dan como los mirtos en el valle... A través de tales seres habla y sonríe Dios sobre la tierra. Bueno es dar cuando nos piden; pero mejor es dar sin que nos pidan, como buenos entendedores... Y ¿existe algo que podáis retener? Todo cuanto poseéis será dado un día. Por lo tanto, dad ahora para que el tiempo de dar sea vuestro y no de vuestros herederos. A menudo decís: 'Yo daría; pero sola­mente a aquellos que se lo merecen'. Los árboles de vuestros huertos no hablan así, ni los rebaños en vuestras dehesas. Dan para poder vivir, porque retener es perecer" 10. (Silencio de inte­riorización).

Credo

Oración de los fieles

• Oremos escuchando el reproche de tantos necesitados que so­licitan ayuda.

• Oremos para que se logre progresivamente en el mundo una cultura solidaria.

• Pidamos por la Iglesia, para que difunda el testimonio de la austeridad y del compartir que Dios quiere.

• Agradezcamos el amor que Dios nos tiene y pidámosle que nos motive a ser más generosos.

• Oremos unos por otros, para que seamos sensibles a los pro­blemas de los vecinos y colaboremos en su solución.

K. GIBRÁN, El Profeta, Buenos Aires 1974, 27-29

• Oremos también por todas nuestras necesidades e intenciones. Roguemos al Señor.

Gesto.—5/ se considera conveniente y, tras previo aviso, se puede hacer una colecta de alimentos Si no, una colecta tradi­cional en favor de Caritas o de algún centro asistencial del entorno

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—La comunión con Jesús se complementa en la co­munión con los hermanos. El amor cristiano tiene siempre esta doble vertiente.

Canto

Plegaria

"Que estás en la tierra, Padre nuestro, que te siento en la púa del pino, en el torso azul del obrero, en la niña que borda curvada la espalda, mezclando el hilo en el dedo. Padre nuestro que estás en la tierra, en el surco, en el huerto, en la mina, en el puerto, en el eme, en el vino, en la casa del médico. Padre nuestro que estás en la tierra, donde tienes tu gloria y tu infierno y tu limbo que está en los cafés donde los pudientes beben su refresco. Padre nuestro que estás en la escuela de gratis y en el verdulero, y en el que pasa hambre, y en el poeta, inunca en el usurero! ... Padre nuestro que estás en la tierra,

en el cigarro, en el beso, en la espiga, en el pecho, en todos los que son buenos. Padre nuestro que habitas en cualquier sitio. Dios que penetras en cualquier hueco. Tú que quitas la angustia, que estás en la tierra. Padre nuestro que sé que te vemos": Padre nuestro...

(G. Fuertes)

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Padre, hemos vuelto a recordar el valor del compartir. Te da­mos gracias porque nos podemos ayudar y ser solidarios.

• Haz de nosotros una comunidad convertida. Reafírmanos en el compromiso de ser fraternos, sobre todo con los más necesi­tados.

• Gracias porque cada día llega el alimento a nuestras casas. Métenos muy dentro el valor de la solidaridad.

• Con el entrañable Papa Juan XXIII te decimos: concede, Se­ñor, pan a los que tienen hambre y hambre a los que tienen pan. Amén.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Atención y solidaridad con los necesitados del entorno.

Bendición

Monición fínal.—Hemos hablado de generosidad, de dar, de solidaridad, de compartir... Ahora tenemos la oportunidad de llevar a la vida lo que hemos compartido y de demostrarlo con gestos prácticos. Pongamos lo mejor de nosotros en el impulso de ser atentos con los demás. Que Dios nos bendiga y nos acom­pañe.

Canto fínal y despedida

DECIMONOVENO DOMINGO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "La oración alimenta la fe".

— "La fe da firmeza a la vida".

— "La fe quita los miedos".

— "¿Dónde encuentras a Dios?".

2. RITOS INICIALES

Monición.—Por el hecho de ser cristianos no estamos libres de di­ficultades y de problemas. Pero lo que ya no es tan cristiano es que el miedo nos impida o nos condicione para seguir a Jesús y para ser fieles a su Evangelio. El Señor nos sigue invitando a ser va­lientes y comprometidos, nunca a la defensiva, siempre en prime­ra línea de acción al servicio de los demás, especialmente de los que menos saben y de los que menos cuentan en esta sociedad. Con estos sentimientos comenzamos hoy la celebración.

Canto

Saludo.—Hermanos, alabemos al Señor, que nos bendice con el don de la fe.

Acto penitencial

• Por el amor que nos tienes, Señor, ten piedad.

• Por la fe que nos has regalado, Cristo, ten piedad.

• Por la reconciliación que necesitamos, Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Dios bondadoso, a quien podemos llamar Padre, au­menta en nuestros corazones el espíritu filial, para que merezca­mos alcanzar la herencia prometida. Por Cristo...

3 . LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—La presencia de Dios no le falla al creyente. Dios ha comprometido su compañía y se revela a todo el que le abre el corazón y está atento a su murmullo. Dios no necesita hacer alarde de nada para manifestarse. El que vive en la onda de la fe percibe su rumor y se fortalece con su estímulo.

Lecturas.—IR 19,9a.ll-13a. Salmo o canto. Rm 9,1-5. Aclama­ción. Mt 14,22-33. Breve silencio.

Comentario homilético.—(Si se ve oportuno, se le puede decir a alguien, que ha sido "sacudido" por la vida, que comente cómo le ha ayudado Dios, o bien cómo entiende, desde la expe­riencia vivida, ese refrán: "Dios aprieta, pero no ahoga").

Dios ofrece una compañía que, por su parte, nunca retira. Los creyentes profundos y aventajados nos comunican esta grata ex­periencia: "en Dios vivimos, nos movemos y existimos" (Hch 17,28). Pero hay ocasiones en las que los signos de Dios son espe­ciales. Elias, el profeta, experimenta que Dios no está en el terre­moto ni en el fuego, sino en el susurro y en el silencio, es decir, no está en los ruidos que conmocionan, atemorizan o descentran. La presencia de Dios es silenciosamente suave y pacífica.

Es interesante y llamativa la confesión de San Pablo dispues­to a darlo todo por sus hermanos de raza y de sangre en servicio al Evangelio. Llega a decir, en el colmo de la generosidad, que acepta ser excluido del Reino de Dios con tal de salvarlos. Es una manera gráfica y elocuente de manifestar hasta qué nivel lleva uno dentro la preocupación redentora por los demás.

Sorprende también en el Evangelio cómo Jesús buscaba oca­siones particulares e intensas para orar. Aunque lleva una exis­tencia oracional y entiende que la oración debe ser una actitud constante (cf Le 18,1; 21,36), parece que necesita momentos de mayor intensidad. Aquella vez se pasó la noche en el monte orando. En silencio fecundo y creativo, que permite sintonizar más profundamente con lo humano y lo divino, fortalece su vida creyente y militante. En efecto, ¡cuánto panorama se ve desde la oración, si es auténtica! ¡Cómo se descubren las necesidades del prójimo y cuánta motivación se encuentra para el compromiso! En el silencio de la oración se valoran con mayor justeza las diversas realidades de la vida y se trabaja adecuadamente la ma­durez personal.

Desde la oración Jesús presiente que los discípulos tienen problemas. En la Biblia, el mar muchas veces es símbolo de las fuerzas del mal. Ayer como hoy la barca de la Iglesia ha de navegar en este ambiente, que en ocasiones está particularmente embravecido. Un ambiente que favorece poco o nada la religión y el seguimiento de Jesús. Las sacudidas y la inseguridad a veces vienen sin buscarlas. Y cuando los problemas arrecian, es muy humano que surjan las dudas y los miedos. El bregar de la fe es dificultoso. En la travesía creyente cuando las dificultades son más amenazantes y las crisis persisten, hay quien recela, quien duda demasiado: ¿será todo lo de Jesús algo fantasmal, producto de la imaginación?; hay quien se cansa de remar, quien se siente casi impotente, quien ve su experiencia de fe disminuida y reba­jada su confianza en Dios. Entonces Él nos vuelve a confirmar que ha comprometido su presencia: "¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!" ¿Por qué dudáis, hombres de poca fe? En la barca de la Iglesia, a pesar de nuestro pecado, de nuestras dudas e inseguri­dades, están Jesús y su Espíritu que son luz y firmeza. (Silencio de interiorización).

Credo

"Porque, Señor, yo te he visto y quiero volverte a ver, quiero creer. Te vi, sí, cuando era niño y en agua me bauticé y, limpio de culpa vieja, sin velos te pude ver. Quiero creer. Devuélveme aquellas puras transparencias de aire fiel, devuélveme aquellas niñas de aquellos ojos de ayer. Quiero creer. ... Tú que pusiste en las flores rocío, y debajo miel, filtra en mis secas pupilas dos gotas frescas de fe. Quiero creer. Porque, Señor, yo te he visto y quiero volverte a ver, creo en ti y quiero creer".

(G. Diego)

Oración de los fieles

• Para que se promueva en todos los pueblos una cultura de vida, de entendimiento mutuo y de solidaridad, roguemos al Señor.

• Para que el miedo no condicione nunca el compromiso de los cristianos, roguemos al Señor.

• Para que los cristianos estemos en la primeria línea del servi­cio y del verdadero progreso, roguemos al Señor.

• Para que nuestra Comunidad esté unida y sea valiente en el compromiso con nuestro pueblo, roguemos al Señor.

• Para que seamos orantes en la vida, roguemos al Señor.

• Por todas nuestras intenciones, roguemos al Señor.

Ofrendas

• Cascos: Señor, no estás en el ruido ni en las movidas que descentran. Estás en el susurro. Queremos escuchar tu rumor.

• Crucifijo, imagen o póster de Jesús: Padre, admiramos a Je­sús; queremos seguirlo. Que no se debilite nuestra fe.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Por la fe nos sentimos hijos de Dios y hermanos de Jesús. La comunión es signo de nuestra fraternidad creyente. Que Jesús alimente en todos la fe y la unión.

Canto

Plegaria

Bendito seas, Padre, por tantas maravillas de la creación que van destilando la suavidad de tu presencia: por el aire, el agua, las montañas, por las noches estrelladas y el color de los campos, y por tantas huellas amorosas de tu ser que, gracias a la fe, podemos admirar y disfrutar. Bendito seas especialmente por todos los seres humanos, hechos a tu imagen y semejanza, capaces de modelar la tierra, de inventar, de progresar..., redimidos y elevados a la condición de hijos tuyos, forjados y enriquecidos en el fuego del Espíritu. Padre, hemos oído tu susurro y sabemos de tu presencia. Te hemos encontrado en el misterioso fondo de la vida, donde resuena tu palabra y está habitado el silencio.

Sentimos que nos penetras como el agua a la esponja. Conoces nuestra historia por completo. Siguiendo a Jesús, caminamos en la fe. Él es el mejor símbolo de que estás entre nosotros. Nadie como Él impulsa nuestra andadura creyente, frenada algunas veces por nuestras dudas y tropiezos. Nadie como Él nos da ejemplo de fidelidad. Con todos los que creen te invocamos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias {espontánea)

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Reforzar la fe. Alimentarla con la meditación del Evangelio y con la oración.

Bendición

Monición final.—La oración es más que el termómetro de la fe; es la fuente donde el creyente se nutre y donde fortalece su experiencia mística para encajar y sobrellevar las sacudidas de la vida. Nada mejor que la oración para forjar una condición va­liente y militante, porque moviliza toda nuestra identidad y nos ilumina en las opciones que debemos tomar.

Canto final y despedida

VIGÉSIMO DOMINGO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "La fe todo lo alcanza".

— "La fe rompe fronteras".

• Símbolo: Mesa redonda con mantel, media hogaza y unas mi­gajas por el suelo.

2. RITOS INICIALES

Monición.—Estamos en pleno verano y muchos tienen vacacio­nes. También en este tiempo la fe nos convoca a los cristianos. Más aún, hay que tener muy presente que los valores vitales no admiten vacaciones; necesitan un constante cultivo y atención. En todo tiempo y lugar el Señor nos convoca a participar de la fraternidad cristiana y a desarrollar en la vida lo que nos enseña la Palabra bíblica. Celebremos este encuentro con el sentido de la fe que el Evangelio va a destacar.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos al Señor, que nos ilumina y acompaña con ternura.

Acto penitencial

• Tú, que quieres la salvación de todos: Señor, ten piedad.

• Tú, que fuiste testigo del perdón: Cristo, ten piedad.

• Tú, que nos quieres unidos: Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Dios, Padre bondadoso, que has preparado bienes ine­fables para los que te aman; inspíranos el amor a Ti, para que,

amándote en todo y sobre todas las cosas, hagamos más religiosa nuestra vida. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—La salvación de Dios no es completa si no llega a todas las personas. Para ello ha de atravesar las fronteras del pueblo judío. Jesús, misionero de Dios, ha venido para dar vida y socorrer a toda persona, sea de la nación que sea.

Lecturas.—Is 56,1.6-7. Salmo o canto. Rm 11,13-15.29-32. Aclamación. Mt 15,21-28. Breve silencio.

Comentario homilético.—La fe es una actitud religiosa. La po­dríamos describir como un don de Dios, que hace vibrar a toda la persona. Se expresa por medio de la oración, del testimonio, del compromiso... No es tanto un credo de verdades que hay que saber cuanto una actitud personal de aceptación de Dios y de obediencia al Evangelio. Se apoya menos en lo que otros dicen y hacen, y mucho más en la propia experiencia religiosa. No se concibe en función de la seguridad personal (ganar el cielo), sino en función de un proyecto que uno emprende, como Abrahán, sólo fiado de Dios... No se reduce a algo íntimo, privado o par­ticular, sino que es también comunitario y de vertiente social: nos planta de lleno ante los problemas de la gente.

La fe es un don que Dios no regatea, como no regatea la salva­ción. Su corazón no es rácano, sino generoso. No está hipotecado por ningún pueblo ni tiene privilegiados. Por eso el despliegue de su salvación debe alcanzar a todos, es universal. Este aspecto es el que destaca preferentemente el relato evangélico. La acción sal­vadora de Jesús es para los paisanos y para los extranjeros. El evangelista Mateo, que dirige su evangelio a judíos cristianos, parece decirles con este relato: ¿Cómo vamos a excluir a los paga­nos de la salvación si el mismo Jesús los acogió?

La fe de la mujer cananea es un ejemplo de la adhesión y de la confianza que agradan a Dios y que arrancan la intervención saludable de Jesús. Fe y oración convergen de manera sobresa­liente en esta mujer. En ocasiones encontramos en personas, que no son de la Comunidad, una religiosidad profunda y una fe tan admirable que sirven de ejemplo a los cristianos de toda la vida. (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fíeles

• Por los pueblos más necesitados, para que les llegue la salva­ción y el progreso, roguemos al Señor.

• Para que la fuerza de la fe impulse a todos los cristianos a trabajar en favor de los que nos rodean, roguemos al Señor.

• Por nuestra Comunidad, para que la fe robustezca nuestra vida, roguemos al Señor.

• Por todos los que disfrutan sus vacaciones, para que les sirvan de descanso y de animación, roguemos al Señor.

• Por las necesidades e intenciones de todos nosotros, roguemos al Señor.

Gesto.—Alguien, desde un lugar destacado y con un pasaporte en la mano, dice a la asamblea: la fe, como un pasaporte, abre fronteras.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Por la fe nos acercamos a la comunión. Y la comu­nión alimenta la fe. Agradezcamos el don de creer.

Canto

Plegaria

Dios, Padre bueno, unimos nuestras voces para agradecerte el don de la fe. Los creyentes de todos los pueblos y culturas te reconocemos como nuestro Padre común. La fe es el lenguaje que todos entendemos: elimina fronteras y provoca la experiencia fraternal. Por Jesús derramas a manos llenas la salvación. Padre, qué suerte haberte conocido y qué suerte habernos encontrado con creyentes que nos han comunicado su fe orada y practicada. Esta Comunidad te celebra y te agradece que seas tan humano. Y te bendice por las señales de fe y de santidad en tantas personas bienaventuradas.

Padre, te vemos en el misterio de cada ser humano; en muchos se vislumbra tu bondad. Con todos los que te sienten y te invocan y con cuantos te transparentan sin saberlo, te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

"Sólo Dios puede dar la fe... pero tú puedes dar testimonio.

Sólo Dios puede dar la esperanza... pero tú puedes devolverla a tu hermano.

Sólo Dios puede dar el amor... pero tú puedes enseñar a amar.

Sólo Dios puede dar la paz... pero tú puedes sembrar la unión.

Sólo Dios puede dar la fuerza... pero tú puedes animar al desanimado.

Sólo Dios es el camino... pero tú puedes señalarlo a otros.

Sólo Dios es la luz... pero tú puedes hacer que brille a los ojos de todos.

Sólo Dios es la vida... pero tú puedes hacer que florezca el deseo de vivir.

Sólo Dios puede hacer lo que parece imposible... pero tú puedes hacer lo posible.

Sólo Dios se basta a sí mismo... pero prefiere contar contigo" u .

" Oración de un equipo de Campiñas, Brasil. En C. FLORISTÁN, Celebraciones de la Comunidad, Santander 1996, 584.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Perseverar en la fe.

Bendición

Monición final.—La fe nos invita a mirar con ojos limpios todo lo que acontece. Con ojos limpios hemos de mirar, sobre todo, a las personas, para respetar siempre su dignidad y para desarro­llar con todos una buena convivencia.

Que Dios nos bendiga y nos acompañe a lo largo de la sema­na para que vivamos como verdaderos creyentes.

Canto final y despedida

VlGESIMOPRIMER DOMINGO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "¿Quién decís que soy yo?".

— "Dios es origen y meta".

• Símbolos:

— Piedra grande.

— Llaves grandes.

• Hacer previamente una encuesta a miembros de la Comunidad y a otros vecinos con las preguntas: ¿Quién es Jesús para ti? ¿Qué dices de Jesús? Presentar un resumen en el comentario homilético.

2. RITOS INICIALES

Monición.—Hermanos, seguramente tenemos todos la experien­cia de que los planes y las señales de Dios siempre son favora­bles para nuestro destino personal y comunitario. Él nos ha re­dimido de una manera sabia y generosa. Y se nos entrega al margen de lo que sea nuestra respuesta. Se da por satisfecho si captamos su oferta de salvación.

Hagamos cada día más fuerte nuestra fe. Verdaderamente el Padre del cielo se nos revela de mil modos.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos a Dios Padre por el don de Jesús y de su Espíritu.

Acto penitencial.—Reconociendo que Dios nos quiere y nos perdona, confesemos que somos pecadores ante Dios y ante la Comunidad. (Breve silencio). Yo confieso...

Gloria

Oración.—Oh Dios, que unes los corazones de tus fieles en mismo deseo; inspira a tu pueblo el amor a tus preceptos y la esperanza en tus promesas, para que, en medio de las vicisitudes del mundo, nuestros corazones estén firmes en la verdadera ale­gría. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—En la medida en que vamos com­prendiendo a Dios, seguramente se acrecienta nuestra admira­ción. Pero a Dios le importa menos que le aplaudamos y más que seamos testigos. Escucharemos en el Evangelio esa pregunta directa: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?". Podríamos re­coger hermosas respuestas de la boca y de los escritos de los santos. Pero lo que interesa hoy es que cada uno de nosotros aporte su propia respuesta.

Lecturas.—Is 22,19-23. Salmo o canto. Rm 11,33-36. Aclama­ción. Mt 16,13-20. Breve silencio.

Comentario homilético.—Hemos escuchado en la segunda lec­tura un breve texto en el que San Pablo se desborda alabando la generosidad y la sabiduría de Dios. Por nuestra condición, con­figurada a su imagen y semejanza, podemos rastrear un poco las huellas de estos atributos divinos. Pero qué difícil es entender y asumir esta generosidad y sabiduría de Dios en situaciones de enfermedad, muerte inesperada, conflicto o decadencia. Qué di­fícil resulta entonces para muchas personas hacer una lectura creyente de los acontecimientos. Debemos tener muy presente que Dios no se cansa de querernos.

El texto evangélico gira en gran parte en torno a la figura de Pedro. Sin embargo, hay unas derivaciones muy importantes para todos:

— Las preguntas directas de Jesús son trasladables a cual­quier momento de la historia y a cualquier persona. Es conveniente de vez en cuando echarse a la cara, de ma­nera personal y comunitaria, la encuesta que quiso hacer Jesús en su tiempo: "¿Quién dice la gente que soy yo?". "Y vosotros ¿quién decís que soy yo?". Entre la gen­te hay pareceres muy diversos, tan variados como dife­rentes son las formas de ver la vida: para algunos Jesús

es un personaje rentable porque todavía vende...; para otros es un revolucionario y no ven más allá; otros lo consideran el fundador de la Iglesia sin más; algu­nos reparan en su gran mensaje; y hay quienes, como Pedro, testimonian: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". En efecto, la Iglesia ha reconocido desde el prin­cipio el origen divino de Jesús. El Nuevo Testamento lo atestigua de muchos modos y la Tradición cristiana reco­noce en Él la presencia humana de Dios en el mundo, una presencia singular y nueva. Esto es absolutamente funda­mental en la personalidad de Jesús. En Él Dios se ha hecho como uno de nosotros, ha compartido plenamente nuestra humanidad, fue una persona histórica. Entender a este Jesús humano, no menos humano que nosotros, es decisivo para valorar nuestra vida desde la perspectiva de Dios.

— De las dos preguntas de la encuesta evangélica, la segun­da es la más interesante y decisiva, porque nos afecta directamente. Será siempre una pregunta abierta y desa­fiante, que compromete las ideas, las vivencias y el tes­timonio que damos, tanto de manera personal como de manera comunitaria.

— Otro aspecto muy importante de este pasaje evangélico es que la fe acontece por intervención de Dios, es un don suyo: "Eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo". No es posible la fe personal y profunda sin un impacto grande de Dios.

— Otro detalle, que recuerda nuestro bautismo, es que la fe marca como si se tratara de un nuevo nacimiento. Jesús le pone un nuevo nombre a Pedro y le confía una misión. También nosotros hemos recibido una misión: actualmen­te somos los labios, las manos, los pies, los testigos de Jesús.

— Es un hecho generalizado que la figura de Jesús despierta admiración en mucha gente, incluso a pesar de la Iglesia, es decir, de nosotros, los cristianos. Podemos ensombre­cer su talla y disminuir su radicalidad. Lo lógico, sin embargo, es que, a través de nuestro testimonio, penetre más y más en el interior de las personas y de la vida social. (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fíeles

• Por los conflictos que actualmente hay en el mundo, roguemos al Señor.

• Por la Iglesia, cimentada sobre la fe de los Apóstoles, rogue­mos al Señor.

• Por todos los que aceptan a Jesús como Salvador, roguemos al Señor.

• Por cuantos formamos esta Comunidad, para que aumente nuestra sensibilidad ante las señales de Dios, roguemos al Se­ñor.

• Por cuantos tienen cerca el final de sus vacaciones, para que tengan un regreso feliz a sus hogares, roguemos al Señor.

• Por las intenciones y los deseos de todos y cada uno de noso­tros, roguemos al Señor.

Ofrendas

• Papeles de la encuesta: Señor, te presentamos una muestra de lo que es Jesús para nosotros.

• Fotografía o póster del Papa: Señor, te presentamos la figura del Papa como signo de nuestra apertura y comunión con la Iglesia universal.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Por el don y la experiencia del Espíritu Santo tam­bién nosotros podemos decir que Jesús es el Hijo de Dios vivo. Que la comunión con Él nos entusiasme para seguir siendo sus testigos.

Canto

Plegaria

Dios nuestro, por el regalo de la fe podemos decir que eres nuestro origen y nuestra meta; pero también podemos confesar que eres nuestro Abba y que estás activo en medio de la Iglesia. Te conocemos especialmente por Jesús,

porque en Él te has revelado portentosamente y nos has dado a conocer tus proyectos, ésos que dialogamos y rezamos y al servicio de los cuales se organiza la Comunidad. Con Jesús nos has hecho partícipes del Espíritu. Así podemos penetrar más agudamente en tu misterio. Padre, confesamos que la fe es la experiencia más decisiva que nos podía acontecer, la que produce en nosotros las mejores vibraciones. Llevamos muy dentro la marca bautismal. Apoyados en el cimiento de Pedro y en la fe de los apóstoles, te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Te damos gracias, Dios nuestro, por la experiencia de Jesús que tanto nos ayuda. En Él encontramos nueva luz, nuevas perspectivas, nuevas esperanzas y un aliento inagotable.

• Nos sentimos fuertemente atraídos por Él. Es el mejor símbolo de Ti y el mejor espejo para nuestra conciencia.

• Padre, recibe por Jesús nuestro aplauso y nuestra alabanza.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Dar testimonio de la fe de manera personal y comunitaria.

Bendición

Monición final.—Hemos compartido la fe. Hemos destacado que Dios se siente especialmente satisfecho si reconocemos a Jesús como Salvador y somos testigos del Evangelio. Reforcemos el compromiso de comunicar la fe. De esta manera damos gloria a Dios y ensanchamos su Reino. Grata semana para todos. Inten­temos hacer felices a cuantos nos rodean.

Canto final y despedida

VlGESIMOSEGUNDO DOMINGO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "Me sedujiste, Señor".

— "No os ajustéis a este mundo".

— "Nadie os haga tropezar".

— "Es un acierto pensar como Dios".

• Símbolos:

— Crucifijo.

— Tarjetas de crédito.

2. RITOS INICIALES

Monición.—A veces actuamos como si todo lo que valiera se midiese por las leyes del mercado. Gracias a Dios hay valores que no tienen rasero económico. El Evangelio nos lo recuerda: "De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si malogra su vida?". El mensaje de hoy es elocuente y atrevido. Seguir a Jesús y dar culto a Dios comporta muchas veces sufrimiento, pero también satisfacción.

Canto

Saludo."Hermanos, bendigamos a Dios, que nos ama apasiona­damente.

Acto penitencia)

• Porque a veces no queremos pensar como Tú, Señor, ten pie­dad.

• Porque muchas veces no te hemos seguido, Cristo, ten piedad.

• Porque no cuidamos suficientemente la vida y los ambientes, Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Dios, Padre bondadoso, de quien procede todo don perfecto, infunde en nuestros corazones el amor a tu persona, para que, haciendo más religiosa nuestra vida, acrecientes el bien en nosotros y con solicitud amorosa lo conserves. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—El profeta Jeremías entendió que la verdadera libertad coincide con el cumplimiento de la voluntad de Dios. Pero la obediencia a Dios le hizo caminar por una senda difícil. En momentos especialmente duros llegó a maldecir su nacimiento, tentado por la desesperación. Pero no podía alejarse de Dios: su presencia le abrasaba por dentro...

En esta misma línea, San Pablo nos invita a dar culto a Dios con la vida. Para ello necesitamos corregir muchas veces la mentalidad y no dejarnos llevar por las modas sociales.

Jesús, al igual que Jeremías, resalta la obediencia a Dios como el valor principal. Pedro, que todavía no había cambiado su mentalidad, resulta tentador para Jesús. Pero Éste le corrige con energía y le invita a pensar y a ver la vida como Dios.

Lecturas.—Jr 20,7-9. Salmo o canto. Rm 12,1-2. Aclamación. Mt 16,21-27. Breve silencio.

Comentario homilético.—Gracia de Dios, libertad y sufrimien­to son planos que confluyen en nuestra vida de creyentes. Con qué realismo y con qué fuerza expresiva lo confiesa el profeta Jeremías. "Me sedujiste, Señor" equivale a lo que entendemos por gracia de Dios; "me dejé seducir" equivale a la libertad humana de dejar hacer a Dios, puesto que su acción es siempre beneficiosa. El sufrimiento es consecuencia del compromiso. No hace falta que el creyente busque la cruz; la gente se encarga de echársela encima; a veces son, incluso, los propios amigos. Je­remías nos revela su experiencia mística: "la palabra era en mis entrañas fuego ardiente"; pero nos cuenta también su experiencia dolorosa por continuar con la misión profética que Dios le ha encomendado, es decir, por no dar la espalda a su vocación.

La vida de Jesús no fue diferente a la de Jeremías ni a la nuestra. Las dificultades le salían al paso por todos los ángulos. Hasta su

íntimo amigo Pedro le quiso apartar de su destino Pero Jesús es enérgico con todo el que le tienta: "Quítate de mi vista, Sata­nás...; tú piensas como los hombres, no como Dios".

Tal vez por esto Jesús insiste tanto en el valor de andar por la vida despiertos y vigilantes San Pablo apuntaba: "no os ajus­téis a este mundo"; buscad "la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto". Para Jesús no hay otro valor que supere el cumplimiento de la voluntad de Dios. Por eso no tolera que le intenten engañar en algo tan decisivo y tan sagrado como es el proyecto del Padre y su ideal

En resumen, Dios seduce. La vocación cristiana es atractiva, ilusionante, pero no está exenta de riesgos y de sacrificios Que nos entre muy dentro: no hay verdadero seguimiento cristiano sin cruz. Pero recordemos: "dichosos los perseguidos... porque de ellos es el Reino de los Cielos". (Silencio de interiorización)

Credo

Oración de los fíeles

• Para que penetren en la mentalidad del mundo los valores evangélicos, roguemos al Señor.

• Por nuestra Iglesia, para que resalte en medio del mundo por su fe y por el culto de la vida, roguemos al Señor.

• Por nuestro pueblo, para que le influya el estilo evangélico y ello sirva de mejora para todos, roguemos al Señor.

• Por los necesitados y enfermos de nuestro pueblo, roguemos al Señor.

• Por cada uno de nosotros, para que nuestra vida de cristianos sea fiel a la voluntad de Dios, roguemos al Señor.

• Por todas nuestras intenciones, roguemos al Señor.

Ofrendas

• Almanaque: Padre, te presentamos la santidad de cada día como lo que más te agrada.

• Vela encendida y evangelio. Nos sedujiste, Señor y nos hemos dejado seducir; nos iluminaste y te hemos seguido

Canto

Gesto.—Uno va pasando lentamente ante la asamblea una car­tulina en la que se ha pintado un signo de interrogación (?). Mientras, otro va a la mesa de los símbolos. Cuando el primero llega a este lugar, mantiene la cartulina alzada. El segundo coge con una mano el crucifijo, con la otra las tarjetas de crédito y dice: ¿De qué le sirve a uno tenerlo todo si malogra su vida?

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—La espiritualidad cristiana de la cruz es liberadora. Así fue el culto que Jesús le ofreció al Padre. Al comulgar con Él, confirmemos que también nosotros queremos dar culto al Padre llevando una vida según su voluntad.

Canto

Plegaria

Abba, Padre, eres nuestro Dios. Toda nuestra vida debería ser un himno jubiloso a tu bondad amorosa y seductora. Nos atraes irresistiblemente y nosotros nos dejamos llevar. Nuestra alma suspira por Ti, nuestra carne tiene ansia de Ti; nadie nos sacia como Tú. Te presentamos la realidad cruda de la vida. Sabemos que la entrega de uno mismo, en comunión con Jesús, resume y concentra el culto que te agrada. Renovamos la mente y el corazón para pensar y sentir como Tú. Abrazamos la cruz de cada día. Nos revestimos de espiritualidad evangélica y te ofrecemos la obediencia comprometida de la fe. Padre, lo has dejado muy claro: no hay mayor honor que el de entregar la vida, no se alcanza la verdadera libertad lejos de la pobreza de espíritu, no hay recurso más certero que el talante de la cruz. Unidos a Jesús, te invocamos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Jesús, nos cuesta asimilar la espiritualidad del Evangelio y el lenguaje exigente de la cruz.

• Muchas veces jugamos a dos aguas. Como Pedro, decimos que te queremos, pero no toleramos que seas tan atrevido contigo y con nosotros.

• Está claro: los que se dicen amigos nos pueden tentar, si no piensan y no actúan como Tú.

• Jesús, gracias por tu testimonio tan cabal; por ser independien­te y crítico también con tus amigos. Y gracias porque llegaste hasta el final apurando la copa del martirio.

• Nos adherimos al pensar de Dios. Estamos contigo: ¿de qué sirve tenerlo todo si el corazón vaga sin sentido?

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Pensar y actuar como Dios: el culto nuevo de los cristianos.

Bendición

Monición fínal.—Pretender vivir el Evangelio sin la presencia de la cruz y del conflicto es casi como una tomadura de pelo. Parecerse a Jesús trae consigo cargar a diario con la cruz. Obe­decer a Dios y no dejarse llevar por la mentalidad del mundo trae consigo ese precio. Es también el precio de la sana libertad y el que necesariamente se paga por salvar la vida.

Hagamos un esfuerzo por asimilar la mentalidad de Dios y por llenar de calidad humana la vida social. Que Dios nos acom­pañe y nos conceda actuar ante los demás con los criterios de Jesús.

Canto final y despedida

VlGESIMOTERCER DOMINGO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "El que ama no hace daño".

— "Si corriges, que sea con amor".

2. RITOS INICIALES

Monición.—"Han pasado las vacaciones para la mayoría y co­menzamos a pensar en un nuevo curso. Parroquialmente recorda­mos que somos Pueblo de Dios. En esta Comunidad cada uno tiene nombre propio. Construimos la fraternidad con la participa­ción y la colaboración de todos. Celebremos con gozo que Dios es el centro de nuestra Comunidad. Él nos quiere unidos y en tensión de santidad.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos al Señor, porque Él es nuestro Dios y nosotros su pueblo.

Acto penitencial.—Hemos pecado. Alguna vez hemos tenido el corazón endurecido. Pidamos perdón personal y comunitariamen­te. {Breve silencio). Yo confieso...

Gloria

Oración.—Dios, Padre nuestro, sabes que te admiramos porque eres cariñoso con todos. Tu misericordia supera nuestra debili­dad. Te damos gracias por pertenecer a esta Comunidad cristia­na. Ayúdanos a vivir en amor y corrección para avanzar en madurez y en santidad al servicio de este pueblo. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Dios, que mira el fondo del corazón humano, conoce muy bien la bondad que existe en nuestro inte-

rior. Por eso confía en nuestra capacidad de conversión y en los gestos de humanidad que todos podemos poner en práctica.

Las lecturas de hoy nos vuelven a recordar que amando se llega muy lejos. El amor es tan abarcante que, si se ejercita, sobran todas las leyes. Cuando uno ama, no hace daño a los demás. Más aún, por amor nos debemos corregir unos a otros. Éste es un modo importante y necesario de ayudarnos.

Lecturas.—Ez 33,7-9. Salmo o canto. Rm 13,8-10. Aclamación. Mt 18,15-20. Breve silencio.

Comentario homilético.—San Pablo nos ha dejado una fuerte motivación para amar al prójimo. Ha comentado la vieja frase de amar al prójimo como a uno mismo. Jesús va aún más lejos. Quien ama de verdad es supremamente libre, le sobran todas las leyes, no hace daño a nadie, a su lado da gusto vivir. Todo lo bueno del ser humano se condensa en el amor. Esta aspiración tan arraigada en el fondo de cada uno es la única que logra estabilidad y sosiego personal. Por eso, en cristiano, es un man­damiento viejo y nuevo, resume toda la Ley antigua y es el testamento de la nueva revelación evangélica. Los primeros cris­tianos entendieron que con Jesús había legado la hora de amar y que esta palabra no se debía viciar.

Pero la historia nos muestra a diario otra cara de la realidad. Por eso volvemos a recordar que amar de verdad no es fácil para nadie, sea cual fuere al grado de madurez alcanzado. Hay que entrenarse mucho para conseguirlo y hay que saber que es un arte. El Dios cristiano es un artista del amor. Jesús, como testigo cualificado, ha demostrado estar muy entrenado. Las ciencias humanas de nuestro tiempo han venido a corroborar lo que hace ya muchos años había proclamado Jesús: no puede haber equi­librio ni estabilidad personal si no amamos a los demás. Esto nos debe calar muy hondo, metidos en esta sociedad competitiva y fraccionada.

Todo lo que somos y hacemos tiene repercusión social para bien o para mal. Cuando la fraternidad se debilita o quiebra, hay que buscar cuanto antes la solución mediante la reconciliación o el apartamiento si el pecador rechaza la corrección de todos. Pero antes hay que agotar todas las posibilidades con delicadeza y amor. El que ama no hace daño, también cuando corrige fra­ternalmente. El Evangelio propone un proceso: primero, a solas;

en segundo lugar en presencia de otro u otros dos; finalmente, con toda la comunidad como testigo.

No practicar la corrección y dejar al hermano en el error, es un falso respeto y una falta de verdadero amor, que busca el bien y la dignidad del otro. Seguramente podemos atestiguar por ex­periencia que los mayores gozos que hemos experimentado han sido los de la reconciliación en un clima de amor y de preocu­pación fraternal. (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fíeles

• Para que en nuestro mundo se superen las rivalidades y los gobernantes sirvan a sus pueblos, roguemos al Señor.

• Para que la Comunidad internacional encuentre cauces de co­rrección frente a la prepotencia de los pueblos poderosos sobre los pequeños y pobres, roguemos al Señor.

• Para que las instituciones, que corrigen las desviaciones y co­rrupciones políticas, económicas y sociales, actúen adecuada­mente, roguemos al Señor.

• Para que en la Iglesia seamos receptivos y agradecidos por la corrección fraterna, roguemos al Señor.

• Para que en nuestro pueblo se dé una práctica creciente de valores tan humanos como el amor y la mutua corrección, roguemos al Señor.

• Por todas nuestras intenciones y preocupaciones, roguemos al Señor.

Gesto.—Alguien, situado en un lugar adecuado, levanta una Biblia y dice: Amar es cumplir la ley entera.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—El verdadero amor sale de un corazón sensible, de una conciencia limpia y de una fe cultivada. Que la comunión con Jesús refuerce nuestra condición cristiana.

Canto

Plegaria Padre, qué hermoso es vivir en fraternidad y bendecirte en común unión de hermanos. ¿Cabe espectáculo más testimonial que un pueblo unido donde los vecinos están atentos unos de otros? Ése es nuestro ideal y nuestro sueño. El amor, que mana de Ti limpio y contagioso, nos empuja a extenderlo convertido en amistad, en respeto, en jugosa convivencia. Padre, te asiste toda la razón: el que ama cumple todos los mandamientos, es libre y no puede hacer daño a nadie. Pero eso es el ideal. A veces nuestra vida es tan mediocre que nos viene muy bien la corrección de los demás. Por eso recomiendas que estemos atentos unos de otros; y recuerdas que la santidad es personal y comunitaria. Padre, abrimos el alma al Espíritu para que nos limpie y nos corte a su medida. Revestidos con el traje de la conversión nos acercamos a los hermanos. Qué hermosa la Comunidad que vive la reconciliación. Con todos los redimidos te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias (espontánea).

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Corregir con amor según el Evangelio.

Bendición

Monición fínal.—Todos los recursos que utilicemos en favor de la fraternidad son importantes. La corrección fraterna es uno de ellos. Es muy saludable si la practicamos con amor y con tacto. Llevemos a la vida los sentimientos y los proyectos que nos han motivado en este encuentro. Que el Señor nos acompañe y nos ayude a hacerlos realidad.

Canto fínal y despedida

VlGESIMOCUARTO DOMINGO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "El Señor es compasivo".

— "Perdonar es un gran valor".

— "¿Perdonar? ¡Siempre!".

• Símbolos:

— Varios billetes grandes (fotocopias) en una bandeja.

— Unas monedas en otra bandeja.

• Frases en tiras de cartulina (gesto).

2. RITOS INICIALES

Monición.—La fraternidad es uno de los valores básicos en una comunidad cristiana. Pero a veces no se logra por falta de perdón y de reconciliación. La Palabra de Dios destaca hoy este valor: nos motiva muy directamente a proceder con entrañas de mise­ricordia. De la misma manera que Dios nos perdona, reforcemos entre nosotros la reconciliación y el perdón.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos al Señor por su entrañable mi­sericordia.

Acto penitencial

• Porque necesitamos tu perdón, Señor, ten piedad.

• Porque nos falta sensibilidad, Cristo, ten piedad.

• Porque nos cuesta perdonar, Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Dios, Padre nuestro, nadie nos ilumina mejor que Tú. Al revisar nuestras vidas descubrimos que nuestro corazón no siempre está dispuesto a perdonar. Valoramos tu mensaje, pero a veces nuestra conducta no lo demuestra. Nos consuela que sigas siendo misericordioso. Danos ánimo para no bajar la ten­sión en el seguimiento de Jesús. Amén.

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—La fe es una razón poderosa para perdonar. Dios mismo nos demuestra su amor perdonando. Si vivimos superando rencores y ofensas y derramando perdón, nos parecemos a Dios. Quien no perdona está demostrando que no ha entendido a Dios, vive encerrado en su propia oscuridad y se perjudica a sí mismo y a los demás.

Lecturas.—Eclo 27,33-28,9. Salmo o canto. Rm 14,7-9. Acla­mación. Mt 18,21-35. Breve silencio.

Comentario homilético.—El perdón es un valor de alta calidad. Quien perdona demuestra madurez, grandeza de espíritu, sensi­bilidad y valentía. Es el otro modo de expresar amor.

El perdón es también un valor destacado en la Biblia, sobre todo el ofrecido por el Dios compasivo y misericordioso. La pará­bola evangélica es elocuente por sí misma. Las personas pecado­ras somos ante Dios como ese empleado insolvente, con una deu­da tan grande que es imposible pagarla. Él, misericordioso hasta las entrañas, tiene compasión y nos perdona por completo.

Dios perdona siempre. Más aún, como expresa aquella otra parábola del hijo pródigo, Él sale diariamente a nuestro encuen­tro repleto de cariño y cargado de perdón. Nunca se cansa de perdonar. Es su gran tarea, la que le tiene ocupado día y noche, y todos los días sin excepción. Dios perdona porque es sólo amor y misericordia.

Pero no es fácil perdonar. Sabemos que a algunas personas les cuesta extraordinariamente. La pregunta de Pedro de si siete veces al día es suficiente, ¿nos dice algo? Jesús contesta que no hay que poner límites al perdón: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete", es decir, siempre. La respuesta lógica y elegante al perdón recibido es el perdón ofrecido. Todos hemos sido perdonados; pero uno no sabe perdonar si no lo experimenta desde las entrañas.

Preguntémonos si no somos un poco recortados y tacaños cuando debemos perdonar. A veces oímos: "ya estoy cansado de perdonar", "esto es demasiado". Si fuéramos nosotros los perdo­nados, ¿diríamos lo mismo? Otras veces decimos: "perdono, pero que me den explicaciones, que vengan a reconocerlo, no va a quedar mi dignidad por los suelos". Un perdón con peros no es verdadero perdón. En la parábola aludida del hijo pródigo el padre no pide ninguna explicación.

En resumen, el perdón es un valor de alta calidad humana y evangélica. Debe ser una actitud sobresaliente en todo cristiano. Jesús saca la parábola de la abundancia de misericordia que lleva en el corazón. En la Iglesia el perdón es realzado y celebrado sacramentalmente: es el sacramento de la conversión y de la reconciliación. (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fíeles

• Pidamos por los llamados países pobres, agobiados por la deu­da externa, que, como una losa aplastante, les impide no sólo el desarrollo sino hasta la misma subsistencia.

• Pidamos por los llamados países ricos, para que desmonten o se caiga algún día el imperio económico que ahoga a una mayoría del mundo, de manera que nazca un sistema guiado por la misericordia y el compartir.

• Oremos también por la paz, fruto del sentido común, del diá­logo y del perdón.

• Oremos por la Iglesia y por nuestra Comunidad, para que sea­mos espacio de encuentro, de fraternidad y de reconciliación.

• Oremos para alimentar el compromiso de educar a nuestros hijos en los valores que estamos considerando.

• Oremos para que todos nosotros ejercitemos el perdón con los que nos ofenden.

• Por éstas y por todas nuestras intenciones, roguemos al Señor.

Gesto.—Cinco personas salen a un lugar destacado. Cuatro lle­van sendas frases en tiras de cartulina. La quinta comienza di­ciendo: Ante la ofensa o el daño que nos hacen, tenemos diferen-

tes reacciones... Las van diciendo lentamente las otras cuatro personas, con breves pausas entre una y otra y levantando la tira correspondiente; siguen este orden:

— El que me la hace, me la paga.

— No puedo perdonar.

— Perdono, pero no olvido.

— Perdono. Dios también me perdona.

Interviene de nuevo la quinta persona: ¿En cual de estas reacciones te ves reflejado?

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Por su entrañable misericordia Dios se ha hecho como uno de nosotros y nos ha redimido. Aprendamos de Jesús la misericordia y el perdón.

Canto

Plegaria

Te bendecimos, Padre, compañero de camino, porque estás siempre a nuestro lado derramando amor y compasión. No nos tratas como merecen nuestros pecados ni nos pagas según nuestras culpas. Tu corazón se vuelca especialmente en los sencillos, en los deseosos de vida y en los necesitados de perdón, porque eres un derroche de misericordia. Acoges con entrañable ternura a los arrepentidos. Compartes la satisfacción de los misericordiosos que saben comprender y perdonar. Rechazas el orgullo de los que no quieren amar, pero sigues con los brazos extendidos y armado de paciencia, dispuesto siempre para el abrazo sincero de la conversión. De ninguna manera podemos ser de los tuyos sin perdonar de corazón a los hermanos. Gracias, Padre, por lo que hemos aprendido de Jesús. Gracias, porque perdonándonos, nos enseñas a perdonar y ayudándonos tan entrañablemente, nos impulsas a hacer lo mismo con los demás.

Sensibilizados con tan digno mensaje, te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias (espontánea)

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Perdonar de corazón y siempre.

Bendición

Monición final.—El perdón genera un gran gozo en el que lo ofrece y en el que lo recibe. Tender la mano del perdón es imitar al Dios de Jesús que nos perdona siempre. Seamos generosos para perdonar y humildes para aceptar el perdón. La fraternidad no es posible sin perdón y sin reconciliación. A lo largo de la semana podemos ejercitarnos muy bien en todo esto. Que el Señor nos ayude.

Canto final y despedida

VlGESIMOQUINTO DOMINGO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "Mis planes son más altos".

— "La justicia de Dios es diferente".

— "Dios es diferente".

— "Id también vosotros a mi viña".

• Símbolos:

— Tijeras de podar, racimos de uvas y ramas de vid.

— Reloj grande.

— Escalera (mis planes y caminos son más altos que los vuestros).

2. RITOS INICIALES

Monición.—Muchas veces nuestra manera de entender la vida no concuerda con la de Dios. Por eso hoy escucharemos: "Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis ca­minos..; Mis caminos son más altos que los vuestros". Dios tiene razón. Él mira y llega al interior profundo de las personas, mien­tras que nosotros nos quedamos muchas veces en la fachada de las personas y de los acontecimientos. Ojalá lleguemos a enten­der la vida y las relaciones humanas como Dios.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos a Dios, que es bueno y justo con todos.

Acto penitencial

• Purifica nuestro interior: Señor, ten piedad.

• Ayúdanos a ser solidarios: Cristo, ten piedad.

• Infúndenos la mentalidad del Evangelio: Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Oh Dios, que has puesto la plenitud de la ley en el amor a Ti y al prójimo; concédenos cumplir tus mandamientos para llegar así a la vida eterna. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Dios nos ha pensado con un sentido de igualdad fundamental. Por eso sus planes no se parecen a los nuestros. Nosotros pronto creamos diferencias. Y a veces hasta quisiéramos que Dios fuera tan ruin como nosotros. Pero Él se mantiene en su dignidad y no cesa de proponernos el estilo sen­sato del Evangelio.

La parábola de hoy se dirige al corazón de la vida. Se refiere al salario último de cada persona. Dios no tiene inconveniente en que sepamos cómo va a proceder a la hora de la cuenta final. Según la parábola, interesa destacar la reacción de los primeros al verse tratados como los últimos. Y es que la justicia de Dios no es como la nuestra. Dios mira con otros ojos. Y, además, no le asalta nunca la envidia.

Lecturas.—Is 55,6-9. Salmo o canto. Flp l,20c-24.27a. Aclama­ción. Mt 20,1-16. Breve silencio.

Comentario homilético.—Dios es diferente. Tiene unos planes y traza unos caminos que muchas veces no coinciden con los nuestros. Pero Dios no quisiera ser diferente, no tiene esta ma­nía. En el intento de ser como uno más se ha rebajado y en Jesús ha aparecido como uno de tantos. Lo que no se puede permitir, para igualarse a nosotros, es abandonar sus criterios y proceder con nuestros bajos y ruines pensamientos, acomodarse a este mundo y dejarse llevar como un Vicente que va adonde va la gente. Desea que todos entendamos su espiritualidad; pero por nuestra ceguera y por nuestra dureza de corazón no coinciden los caminos. Porque mantiene su honradez y sus criterios resulta distinto, queriendo ser igual.

En efecto, los planes y caminos de Dios son altos, es decir, son más dignos y humanizadores. Por eso, una vez más, una parábola evangélica nos puede resultar desconcertante: su men­saje desbarata nuestras ideas, rompe nuestros moldes, deja enana la justicia social y a todos nos deja la cara hecha un cuadro. ¿Es

raro nuestro Dios? Lo llamativo es que en la parábola no hay ninguna injusticia. Entonces, amigo, ¿por qué tienes envidia de que yo sea bueno?, pregunta Dios.

Reparemos que Jesús cuenta a los discípulos esta parábola para adoctrinarlos acerca de lo que caracteriza al Reino de Dios. Este Reino, que es también para este mundo, siempre será una alternativa. La justicia de Dios tiene otras tablas de medir, otros modos de evaluar; se rige por otra jerarquía de valores: no se paga según la eficacia, según el rendimiento, según los méritos acumulados, ni hay relación entre categorías y sueldos. Para Dios entran en juego otras consideraciones y otras necesidades. Su benignidad está por encima de toda justicia humana. En su pro­ceder no entra la más mínima sombra de privilegio por nadie. Su misericordia es amplia para todos.

Digamos, por último, que Dios oferta su Reino en todas las etapas de la vida. Hay quienes se enteran a primera hora, quienes necesitan más invitaciones, quienes cogen la onda en la adultez, y algunos parece que no se enteran hasta la tercera edad. ¡Qué lástima! Porque han podido disfrutar y trabajar menos por el Reino de Dios. Para entender bien todo esto, seguramente nece­sitamos cambio de mentalidad, conversión. Sólo así, como dice San Pablo, podremos "llevar una vida digna del Evangelio". (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fíeles

• Oremos para que los planes de Dios sean entendidos y aplica­dos por los gobernantes de los pueblos.

• Oremos para que no haya personas que intenten mejorar su situación a costa de otras.

• Pidamos que el derecho al trabajo sea una posibilidad real para todos.

• Oremos por nuestra Iglesia, para que transmita con claridad y testimonio los planes y caminos de Dios.

• Oremos por nuestra Comunidad, para que sepamos comunicar la vida digna del Evangelio.

• Por éstas y por todas nuestras intenciones, roguemos al Señor.

Ofrendas

• Contrato de trabajo: Señor, el trabajo es un derecho y un deber. Pero ahora es un bien escaso que no todos pueden dis­frutar...

• Cesta con diversos productos del trabajo: Señor, te presenta­mos el fruto de nuestro trabajo solidario, para que a nadie le falte lo básico y necesario.

Canto

Gesto.—Colecta para Caritas o contra el desempleo.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Cuanto mayor sea nuestra comunión con Jesús, más entenderemos su mensaje evangélico. Abramos la inteligencia y el corazón para acoger toda la alternativa que protagoniza su persona.

Canto

Plegaria

¡Qué diferente eres, oh Dios! No nos cansamos de reconocer el cariño que tienes con todos. En tu corazón no entra ningún privilegiado. Te das por completo a todo el que te acoge. Eres amor desmedido, generosidad sin límite con todo hombre y mujer. Ésa es tu justicia. Algunos te descubren en la infancia de la vida y disfrutan agradecidamente tu presencia. Otros, misteriosamente, no te captan hasta el atardecer de la existencia. Pero nadie que te sienta hasta las entrañas tiene envidia de los demás. Sólo se sublevan aquellos que no te han experimentado hasta el fondo. Para ellos eres más una idea que una compañía personal. Padre Dios, nos has hecho a tu imagen. Pero muchos te hemos resultado un chasco.

Tus planes no son nuestros planes; tus caminos no son nuestros caminos; andamos en desacuerdo, con los cálculos cruzados y así las cuentas no nos salen. Padre, que tu Espíritu nos ayude a comprender el Evangelio. Concédenos ese grado de amor que genera libertad de espíritu, solidaridad y justicia por encima de los méritos. Porque eres bueno hasta la saciedad te invocamos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de ia comunión: canto

Acción de gracias

• Te damos gracias, Padre, porque tus planes son más altos, más justos y más razonables que los nuestros. Por eso son una alternativa.

• Tú analizas nuestras situaciones con criterios de solidaridad y les aplicas la medida de la misericordia, que es nivelación y justicia como Tú las entiendes.

• Nos chocan tus proyectos, Padre, pero son completamente ló­gicos. Ojalá entendamos ese refrán del Evangelio, según el cual hay primeros que serán últimos y últimos que serán pri­meros.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Llevar una vida digna del Evangelio.

Bendición

Monición final.—La justicia de Dios coincide con su santidad y misericordia. Por eso recordamos que para Él hay últimos que serán primeros, porque la salvación es un regalo. Si hemos aco­gido este mensaje, alejemos las diferencias que impiden la fra­ternidad. Feliz semana y que Dios nos acompañe.

Canto final y despedida

VlGESEVIOSEXTO DOMINGO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "La fe es obediencia a Dios".

— "H sí de la fe lo da la vida".

— "Cristo, siempre nuestro ejemplo".

• Símbolos:

— Guantes, botas, sombrero de trabajo en el campo.

— Póster de Jesús o crucifijo.

2. RITOS INICIALES

Monición.—El mensaje de este domingo presenta aspectos bási­cos de espiritualidad como la responsabilidad, la común unión, la solidaridad, la humildad... En la vida, como en el Evangelio, unos tienen buenas palabras, pero son otros los que se compro­meten y los que cumplen la voluntad del Padre. Hay algo básico en lo que no debemos ceder: el cultivo intenso de nuestra vida interior y comunitaria para proceder con los sentimientos y las actitudes semejantes a los de Cristo.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos a Dios; para Él todos somos importantes.

Acto penitencial

• Tú quieres nuestra conversión: Señor, ten piedad.

• Tú eres ejemplo para todos: Cristo, ten piedad.

• Perdona nuestra flaqueza: Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Oh Dios, que manifiestas especialmente tu poder con el perdón y la misericordia; derrama incesantemente sobre noso­tros tu gracia, para que, deseando lo que nos prometes, consiga­mos los bienes de la redención. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—La responsabilidad personal tiene una importancia decisiva. Cada uno es protagonista del rumbo de su vida. Si nos equivocamos, Dios nos motiva al cambio. El ideal y la referencia siempre será Jesús.

El Evangelio plantea la docilidad. No siempre obedecemos cuando en un primer momento decimos sí. La parábola acentúa que la fe es obediencia a Dios porque, antes o después, llegamos a descubrir que Dios siempre lleva la razón.

Lecturas.—Ez 18,25-28. Salmo o canto. Flp 2,1-11. Aclama­ción. Mt 21,28-32. Breve silencio.

Comentario homilético.—Es denso y sugerente el contenido de la segunda lectura. Además de recoger un himno con el que los filipenses invocaban y glorificaban a Jesús, se aporta una rica motivación a valores comunitarios: no obréis por envidia ni por ostentación; dejaos guiar por la humildad; considerad siempre superiores a los demás; no os encerréis en vuestros intereses, sino buscad el interés de los demás; tened entre vosotros los sentimientos de Cristo Jesús. En realidad, es un estupendo pro­grama para la comunidad cristiana, válido igualmente para la comunidad ciudadana.

Las otras dos lecturas encierran también una motivación a proceder con elegancia y con responsabilidad. ¿Quién no ha que­brantado alguna vez promesas y compromisos? ¿Quién no ha fallado a la palabra dada? Los dos hijos de la parábola evangé­lica protagonizan una conducta que no se debe tener, aunque uno es más criticable que el otro. El segundo es un hipócrita, mien­tras que el primero protesta, es de reacciones primarias, pero después reflexiona y va a trabajar. En realidad, éste cumple la voluntad del padre; no así el primero. El ideal, sin embargo, es proceder con elegancia tanto en el fondo como en las formas. Debemos obedecer a Dios de manera sincera y elegante. Y obe­decer a Dios es, sobre todo, amar, servir y hacer felices a los que están a nuestro lado. No nos sorprendamos que Jesús diga: hay

gente de mala fama —publícanos y prostitutas— que esto lo hacen mejor que gente religiosa. La vida de cada uno es la de­mostración de si construye Reino de Dios y cumple su voluntad o, por el contrario, es un hipócrita porque asiste a actos religio­sos, dice que reza, pero después no se nota que arrime el hombro en el trabajo de la viña: el Reino de Dios. Las personas que parece que dicen sí, pero es un no, tal vez lo hacen por super­ficialidad, por falta de discernimiento o por fallos en la educa­ción cristiana, pero ello no elimina su parte de responsabilidad personal. ¿En cuál de los dos hijos nos vemos fotografiados? (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los líeles

• Por nuestra Iglesia, para que sea dócil al Evangelio, roguemos al Señor.

• Para que el servicio al bien común sea lo que prime en el trabajo de los gobernantes, roguemos al Señor.

• Para que los cristianos tengamos sentimientos y actitudes se­mejantes a los de Jesús, roguemos al Señor.

• Para que cada uno de nosotros cultivemos la responsabilidad, roguemos al Señor.

• Por todas nuestras intenciones, roguemos al Señor.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—El mayor signo de que comulgamos profundamente con Jesús es que cumplimos la voluntad de Dios. Aprendamos del ejemplo que Él nos da.

Canto

Plegaria

Bendito seas, Padre, que has enriquecido la historia con el regalo de Jesús dejándonos en Él un ejemplo supremo de personalidad para ser seguido en todo tiempo y lugar. Con los cristianos de Filipos te decimos convencidos:

no hay mayor acierto que vivir como Jesús. Él, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso lo levantaste sobre todo y le concediste el Nombre-sobre-todo-nombre, de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo y toda lengua proclame: ¡Jesús es el Señor! Uniendo nuestros sentimientos y nuestras manos y teniendo a Jesús entre nosotros (se cogen [as manos), te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias (espontánea)

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Actuar con los sentimientos y las actitudes pro­pias de una vida en Cristo.

Bendición

Monición final.—Docilidad a la palabra de Dios y tener actitu­des y sentimientos como los de Jesús es el gran mensaje que nos deja esta celebración. Que nuestra vida se revista de Evangelio por dentro y por fuera para servir mejor a nuestro pueblo. Que el Señor nos ayude a lograrlo.

Canto final y despedida

VlGESIMOSÉPTIMO DOMINGO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "Dios te quiere".

— "Dios es generoso contigo".

• Símbolo: Cepa en tiesto grande.

2. RITOS INICIALES

Monición.—Hermanos, reforzamos con estos encuentros la con­ciencia de seguir caminando juntos, impulsando no sólo la vida de la Comunidad, sino también la del pueblo, porque, como cris­tianos, nunca debemos bajar la guardia en lo que respecta al compromiso de transformar los ambientes. Para ello nada mejor que hacerlo con un espíritu vivo y fuerte, centrado en Dios Pa­dre, en Jesús y en su Espíritu. Sin ellos, el hombre y la mujer creyentes, los grupos cristianos y las comunidades perdemos gancho y quedamos estériles.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos al Señor, que nos ha llamado a ser de su familia.

Acto penitencial.—Purifiquemos lo más posible nuestra persona pidiendo perdón de nuestros pecados. {Breve silencio). Yo con­fieso...

Gloria

Oración.—Padre nuestro, que con amor generoso desbordas los méritos y deseos de los que te suplican; derrama sobre nosotros tu misericordia, para que libres nuestra conciencia de toda in­quietud y nos concedas aun aquello que no nos atrevemos a pedir. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—El profeta Isaías y el evangelista Mateo coinciden en presentarnos un texto bello y significativo que nos viene a la medida. Todos constituimos lo que la Palabra de Dios llama la viña del Señor. Esta viña está bien plantada y por parte de Dios muy bien atendida; sin embargo los frutos son amargos, silvestres, y los arrendatarios, unos irresponsables.

Lecturas.—Is 5,1-7. Salmo o canto. Flp 4,6-9. Aclamación. Mt 21,33-43. Breve silencio.

Comentario homilético.—Las parábolas no son exclusivas del Evangelio. También las hay en el Antiguo Testamento. Una de ellas es la de la viña. Qué bien queda retratada con esta parábola la relación amorosa, delicada y atenta de Dios con su pueblo: "¿Qué más cabía hacer por mi viña que no lo haya hecho? ¿Por qué esperando que diera uvas dio frutos silvestres?". Este pueblo rechazó a los profetas y, años más tarde, asesinó vilmente a Jesús.

Después de Jesús, podemos considerar que esta viña es la Iglesia y, por extensión, todo el pueblo. A lo largo de la historia hemos sido enriquecidos igualmente con nuevos profetas, santos y testigos de alta calidad. Pero basta echar un vistazo a la his­toria y al presente para observar que no hemos avanzado mucho en el cuidado y en la administración de la viña. Sigue habiendo luchas por el poder, eliminación de los mensajeros, abuso de algunos que quieren dominar como si fuesen los dueños de la finca... ¿Por qué no damos el fruto que cabía esperar? ¿No de­cimos que debemos ser fermento del Reino de Dios en medio de la sociedad? ¿Estamos verdaderamente al servicio del auténtico progreso comunitario y de la salvación evangélica?

Hemos sido llamados a colaborar en las labores de la viña y no se espera de nosotros otra cosa que una sensata colaboración para mejorarla. Se nos ha encargado su cuidado y su administra­ción. Nadie es dueño de la viña más que Dios. Para hacer bien las faenas nos ha dejado el Evangelio y el Espíritu, y todas nuestras capacidades, que no son pocas; pero no lo haremos bien si vamos a nuestro aire y no al aire del Espíritu y del Evangelio.

En resumen, nos queda una advertencia: ser dignos colabo­radores y administradores responsables en la viña del Señor. El

ser humano en general y el creyente en particular no se pueden arrogar otra función que la de ser corresponsables en el arrenda­miento de la viña. Para ello pongamos en juego lo que apunta la segunda lectura: "todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable; todo los que es virtud... tenedlo en cuenta". (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fíeles

• Oremos por nuestro mundo, por los derechos de las personas y de los pueblos.

• Oremos por la Iglesia, para que sea evangélica y evangeliza-dora; lo demuestre con obras de solidaridad y con signos de esperanza.

• Oremos por los más pobres y necesitados, por los que tienen menos oportunidades, para que sean siempre el centro de nues­tra atención.

• Oremos para que entre todos hagamos una Comunidad frater­na, responsable y dinámica al servicio de nuestro pueblo.

• Por éstas y por todas nuestras intenciones, roguemos al Señor.

Gesto.—Colocar nombres al lado o en el interior del símbolo: son los servidores que colaboran en el cultivo de la viña-comu­nidad.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—La comunión nos une con Jesús y entre nosotros. De esta manera el estímulo de ayudarnos es mayor. Dios Padre nos quiere unidos y volcados en el bien de nuestro pueblo.

Canto

Plegaria

Dios, Padre amoroso, eres el único Señor de la viña de este mundo. Con qué esmero nos has cuidado y cómo has atendido nuestras necesidades. Nos acompañas silenciosamente

y nos amas con la ternura de una novia enamorada. Cuántos han sido tus detalles y cuántas las oportunidades que nos has brindado. En respeto a nuestra libertad ya no has podido hacer más. Padre, hoy queremos pedirte por la Iglesia, que tiene encantos y arrastra vergüenzas. Por eso no es el símbolo que mucha gente espera. A pesar de todo, la queremos como madre; tiene muchas cosas buenas: es río de esperanza, cauce de redención, sello de misericordia; por sus mejores testigos es crítica y profética; gracias a ella, nos ha llegado la fe y en ella hemos experimentado el coraje del Espíritu. Pero necesita conversión. Por eso te decimos: "Vuélvete: mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña, la cepa que tu diestra plantó y que Tú hiciste vigorosa...". Envueltos en tu amor y queriendo ser fecundos, te invocamos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias (espontánea)

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Jugar limpio en la vida y hacer el bien.

Bendición

Monición final.—Al acabar esta celebración recordemos el men­saje de la parábola. Dios ha cumplido y sigue cumpliendo. He­mos considerado que esta comunidad debe ser fecunda. Todos podemos servir para ello. Ahora tenemos que seguir poniendo en juego nuestra responsabilidad.

Canto final y despedida

VlGESIMOCTAVO DOMINGO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "Dios invita; muchos no responden".

— "Los pobres responden mejor a Dios".

— "Pocos aceptan el Reino de Dios".

— "El Señor quiere a los humildes".

• Símbolo:

— Altar o mesa preparada para un banquete. Cuatro personas se sientan alrededor. Hay una silla libre con el nombre de Dios. Hay otras no ocupadas en las que pende una cartulina con un "NO".

2. RITOS INICIALES

Monición.—Todos somos iguales para Dios. Él está empeñado en ser paternal y tiene una manía insistente: salvarnos. Sucede, sin embargo, que muchas veces le damos la espalda; y ante su invitación salvadora preferimos nuestros intereses. Vamos a re­cordar el valor de la oferta salvadora de Dios, ante la cual sólo cabe una respuesta libre y elegante. Dios nos invita. En su Reino hay un sitio para todos, sin excepción.

Por eso tenemos una mesa preparada para un banquete. Unas personas han aceptado la invitación. Preside Dios. Pero hay otras sillas vacías. Algunos no las quieren ocupar.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos al Señor, que nos quiere a su lado y de fiesta.

Acto penitencial

• Porque muchas veces no hemos seguido tus indicaciones, Se­ñor, ten piedad.

• Porque te presentamos excusas sin razón, Cristo, ten piedad.

• Porque hemos dado mal ejemplo, Señor ten piedad.

Gloria

Oración.—Dios, Padre bondadoso, invitas a todos al banquete de tu Reino. Sueñas con una fiesta universal. Los redimidos por Jesús te agradecemos la vocación cristiana que nos llena de energía y nos abre a la plenitud. Cuenta con nuestra presencia y gracias por tu invitación. Amén.

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—La salvación es universal. Dios la ofrece a cuantos quieran recibirla. Sucede que los pobres y des­favorecidos son quienes mejor la captan. A Jesús le asiste toda la razón: sólo es posible entender a Dios y sus ofertas si somos pobres de espíritu y limpios de corazón.

Lecturas.—Is 25,6-10a. Salmo o canto. Flp 4,12-14.19-20. Acla­mación. Mt 22,1-14. Breve silencio.

Comentario homilético.—Invitar a otro a comer es un signo de cordialidad, de celebración agradable y festiva. En torno a un convite fluyen la comunicación, la amistad, el interés por el otro, aflora la intimidad, se acrecienta la confianza, etc. En un ban­quete los invitados son los importantes.

Pues bien, ahí está la parábola del Reino de Dios. La imagen que presenta Isaías es formidable: Dios, abierto y generoso con todos los pueblos, quiere hacer una fiesta, porque desea que la corriente de su felicidad llegue a todos; no quiere ver a nadie triste. Así pues, organiza el banquete de la gran fraternidad con manjares suculentos y vinos de solera. ¡Vaya sorpresa! Dios nos invita, nos quiere en el círculo de sus amigos, y, además, hace de cocinero, de camarero... Ya lo decía Jesús: "Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve" (Le 22,27). ¿Os imagináis tal banquete de fraternidad en común unión?

Aunque Dios ha montado la fiesta para todos, sólo acuden los verdaderamente pobres, los sencillos y necesitados, los que

se abren a su novedad. Los agarrados a sus asuntos y a sus aventuras particulares están demasiado ocupados. Es la historia repetida: el Señor nos oferta unos valores superiores y muchos preferimos unos valores inferiores, cuando no unos contravalores o vicios de apariencia atractiva.

¿Cuántos aciertan a disfrutar la espiritualidad, la religión y el Evangelio? Estamos viendo que no se trata de una invitación a vivir teñido de sombras; al contrario, se trata de una invitación a una fiesta deslumbrante. Entonces, ¿por qué hay quien se niega y da la espalda?

En la actualidad también recibimos semejante invitación. Sa­bemos que la asistencia es libre y gratuita. Sólo hay una condi­ción: ir con el traje de fiesta. Pero no hay que comprarlo. Se trata de ir con el corazón renovado, con el alma limpia, con los ojos brillantes. No se puede uno sentar en la mesa de la fraternidad de cualquier forma, sino transformados, convertidos, como co­rresponde a los hijos de la familia de Dios.

¿Son nuestros encuentros símbolos de este gran banquete del Reino de Dios? (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fíeles

• Oremos por todos los pueblos de la tierra, para que avance la unión y desaparezca toda discriminación.

• Oremos por nuestra Iglesia, para que exprese con atractivo la invitación generosa y salvadora de Dios.

• Oremos por nuestra Comunidad, para que testimoniemos en medio de nuestros vecinos la alegría festiva del Reino de Dios.

• Oremos por todos los que colaboran por el bien del pueblo y por los que alegran la vida del prójimo.

• Oremos unos por otros. Roguemos al Señor.

Gesto.—Uno de los invitados de la mesa simbólica descorcha una botella, la levanta y dice: Dios nos invita a su cielo. Es como un gran banquete. Hay quien no se lo cree, quien no hace caso, ¿por qué? Breve pausa. ¿Te lo crees tú? Breve pausa. ¿Aceptas la invitación?

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Las vivencias que tocan fondo, si son festivas, en­sanchan el corazón y necesitamos celebrarlas. Entre ellas destaca la común unión. Jesús nos invita, hace de Alianza y se ofrece como alimento.

Canto

Plegaria

Te bendecimos, Padre, porque te amamos. Nos sale del alma un himno de agradecimiento porque nos has invitado a la fiesta de la vida. A toda costa quieres que experimentemos tu Alianza. Andas tan colmado de bondad que insistes cuando alguien no acude a la cita. Cuánto nos quieres, oh Dios, y cuánto se pierden los que rehusan tu convite. Si te dejáramos actuar, este mundo sería encantador. Si enlazamos con tu espiritualidad, estamos ya saboreando el cielo en la tierra. Si permitimos que el Evangelio nos alumbre, la vida es un panorama alentador. Gracias, Padre, por las ventajas de la fe. Con todos los que acuden a tu banquete familiar te cantamos y te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Te damos gracias, Padre, porque quieres a todos por igual.

• Nos enseñas a vivir con dignidad y a festejarlo fraternalmente.

• Tu Reino es un como banquete de bodas, un gran encuentro de ternura repartida, un vibrar de corazones que gozan...

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—No poner excusas a las llamadas del Evangelio.

Bendición

Monición fínal.—Dios quiere lo mejor para nosotros. Por eso desea que ya ahora disfrutemos la salvación que nos regala. Hemos celebrado la fe. Seamos también hermanos en la vida y testigos de la fraternidad que celebramos. Los logros que tenga­mos son muestra de que ya nos está alcanzando el Reino de Dios.

Canto final y despedida

VlGESIMONOVENO DOMINGO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "A Dios lo que es de Dios".

— "Jesús lo tuvo difícil".

— "No hay otro Señor".

2. RITOS INICIALES

Monición.—Nos hemos reunido, una vez más, para escuchar la Palabra y celebrar la fe. Jesús, con su estilo admirable nos sor­prende por la agudeza que demuestra para descubrir las intencio­nes de la gente. Más de una vez lo tentaron poniéndolo en serios apuros. Pero, gracias al Espíritu y al estilo de vida atenta que llevaba, tuvo siempre recursos y argumentos. Aprendamos a vi­vir, como Él, con todos los sentidos despiertos para no caer en ninguna tentación.

Canto

Saludo.—Hermanos, alabemos juntos a Dios Padre por el gran regalo de Jesús.

Acto penitencial

• Tú, que te compadeces de nosotros: Señor, ten piedad.

• Tú, que nos das ejemplo de autenticidad: Cristo, ten piedad.

• Tú, que nos quieres libres y sinceros, Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Padre bondadoso, eres nuestro Dios. No queremos compararte con nada ni con nadie, porque eres único y distinto. En Jesús nos has revelado el modo de honrarte: siempre mirando al prójimo. Concédenos seguir entregados a Ti con fidelidad y a los hermanos con sincero corazón. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Todo hombre y mujer puede cumplir la voluntad de Dios. El mismo que nos ha elegido de manera libre y amistosa, nos da la capacidad para conseguirlo. Dios ve en cada ser humano un fondo de bondad. Veámoslo también nosotros.

Lecturas.—Is 45,1.4-6. Salmo o canto. lTs l,l-5b. Aclamación. Mt 22,15-21. Breve silencio.

Comentario homilético.—Con qué sencillez y precisión descri­be la segunda lectura la misión evangelizadora: "cuando se pro­clamó el Evangelio entre vosotros no hubo sólo palabras, sino además fuerza del Espíritu Santo y convicción profunda". Para evangelizar con impacto nada mejor que rebosar espiritualidad. El misionero, aquí y allá, es un testigo que habla de la abundan­cia que lleva en el corazón.

El pasaje evangélico tiene como trasfondo la realidad nacio­nalista que se vivía en tiempos de Jesús. Algunos fariseos con­sideran que ésta es una cuestión oportuna para ponerlo en un aprieto: que se defina políticamente, a favor del régimen estable­cido o a favor de la resistencia contra el invasor.

Digamos, de paso, que en todo tiempo y lugar ha habido gente tramposa. Jesús lo experimentó repetidamente. Muchas veces quisieron enredarlo para comprometerlo. La cuestión del tributo al César es una más. Pero El siempre vivió con atención, con vigilancia y con inteligencia. Por eso nunca lo pillaron en un despiste o fuera de juego. Más aún, sabía muy bien cuándo venía alguien con buena o con mala intención.

Aquellos, que venían a cazarlo, suavizan cínicamente la cues­tión alabando su honestidad: "sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad, sin que te importe nadie, porque no te fijas en la apariencias. Dinos, pues, qué opinas". Jesús, que es listo, les descubre las intenciones: "¡hipócritas!, ¿por qué me tentáis?", y les contesta por donde no esperan. Él tenía unos objetivos superiores a los meramente políticos. Sus prioridades apuntan más alto. Con soltura y auto­ridad traslada la cuestión política al ámbito religioso: Dios es infinitamente más que el César. Es lo que apunta la primera

lectura: "Yo soy el Señor y no hay otro". Por eso, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

Como resumen, aprendamos de Jesús a ser ciudadanos con criterio, despiertos y críticos, y a vivir con un interior tan abun­dante que tengamos recursos suficientes para cuando alguien nos pretenda acosar. (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fíeles

• Para que crezcan el respeto y la colaboración entre las perso­nas, roguemos al Señor.

• Para que vivamos con la sinceridad y la agudeza de Jesús, roguemos al Señor.

• Oremos por las Iglesias jóvenes del Tercer y Cuarto Mundo, para que se fortalezcan y nos den ejemplo de nueva Iglesia, roguemos al Señor.

• Que la oración nos ayude a llevar una vida sobria, sencilla, sin dejarnos llevar por ninguna tentación, roguemos al Señor.

• Oremos unos por otros, para que vivamos la fe con gozo y seamos misioneros en nuestros ambientes, roguemos al Señor.

Gesto.—Alguien presenta a la asamblea un icono, imagen o cuadro de Jesús y dice: Los cristianos, por amor a Dios, quere­mos que la vida social sea su Reino.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Somos vecinos de este pueblo y ciudadanos del Pue­blo de Dios. Tenemos deberes cívicos y deberes religiosos. En comunión con Jesús encontramos el punto de equilibrio.

Canto

Plegaria

Hermanados y cobijados por el Espíritu te alabamos, Padre nuestro. Con profunda convicción reconocemos que eres nuestro único Dios.

Sólo Tú mereces adoración y gloria. Te has revelado rico en ternura, nos has liberado de muchos ídolos y de gentes que han querido endiosarse, engordando falsamente su personalidad y buscando aplauso y subordinación. Nosotros, Padre, queremos mirar la historia con los ojos críticos de la fe. Deseamos que el Evangelio penetre la vida social. Como ciudadanos y creyentes, nos atrae la independencia de Jesús. Él supo distinguir: al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Padre, nos convencen las pistas del Evangelio: nadie más que nadie, nadie por debajo de nadie. Solidarios y en comunión, te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Padre, admiramos a Jesús, lleno de luz interior, que sabe leer los pensamientos de la gente que le sale al paso.

• Admiramos a Jesús, despejado y crítico, que desarma a los hipócritas que le asaltan con perversas intenciones.

• Nos atrae ese Jesús que se sabe conducir como hijo de la luz, que es astuto como serpiente y candido como paloma.

• Padre, entonces como ahora, las tentaciones aparecen en cual­quier momento. Te damos gracias por el ejemplar compor­tamiento de Jesús. Ayúdanos a vivir con una dignidad seme­jante.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Desechar la hipocresía y vivir atentos para su­perar cualquier tentación.

Bendición

Monición final.—Esta celebración compartida ha motivado nues­tro sentido cristiano. Salgamos a la vida con todos los sentidos despiertos, para ser buenos vecinos; pero también para ser astu­tos y no dejarnos engañar por nadie que pretenda tentarnos. Re­cordemos la frase del Evangelio: "al César lo que es del César; y a Dios lo que es de Dios".

Canto final y despedida

TRIGÉSIMO DOMINGO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "Lo principal es amar".

— "Todo se reduce al amor".

— "Amor a Dios y al prójimo".

• Símbolos:

— Biblia.

— Cartulina con estas frases:

* Amor a Dios.

* Amor al prójimo.

2. RITOS INICIALES

Monición.—Amigos, celebramos el amor de Dios, que nos con­grega, y el amor mutuo estimulado por la fe. La Palabra bíblica nos dirá hoy que todo se resume en el amor. El amor es lo que salva.

Amor a Dios y amor al prójimo no son idénticos, pero sí inseparables para un cristiano: se prueban y se exigen mutua­mente. La ausencia o negación de uno descalifica al otro. No se puede decir: amo a Dios, si no se demuestra en el amor a los hermanos.

Motivados por nuestras mejores experiencias amorosas, cele­bremos a Dios que nos ha amado el primero, y bendigamos a Jesús que nos indica con su propia vida hasta dónde es capaz de llegar la fuerza poderosa del amor humano.

Canto

Saludo.—Hermanos, alabemos juntos al Señor, que nos amó el primero.

Acto penitencial • Porque no te amamos con toda el alma, Señor, ten piedad.

• Porque no somos suficientemente generosos, Cristo, ten pie­dad.

• Porque olvidamos fácilmente el mandamiento del amor, Se­ñor, ten piedad.

Oración.—Dios, Padre bondadoso, toda tu revelación se resume y culmina en al amor a Ti y al prójimo. Ésta es nuestra vocación y nuestro compromiso principal. Tú, que nos has amado el primero, alimenta en nosotros esta gran experiencia de fe. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Ayudar a los demás a realizarse como personas es una manera estupenda de entender el amor de Dios. Jesús tiene claro que todo se resume en un amor único, pero que tiene dos vertientes: Dios y el prójimo. Así se lo hizo saber a unos fariseos que le hicieron una pregunta con mala intención.

Lecturas.—Ex 22,21-27. Salmo o canto. lTs 1,5c-10. Aclama­ción. Mt 22,34-40. Breve silencio.

Comentario homilético.—Más de una vez hemos oído lemas o consignas que suenan así: lo afectivo es lo efectivo, el mal se vence con el bien. Es claro que no hay mejor energía para la psicología humana y para la convivencia que la potencia del amor. Con amor y amistad se encaran valientemente todas las dificultades.

El pueblo israelita había sufrido una fuerte opresión durante su larga estancia en Egipto. La experiencia le aconseja no repetir los mismos errores. El futuro de su historia deberá ser diferente. Del amor de Dios que lo ha liberado brotan unas normas que encierran un ideal: el amor a Dios y el amor al prójimo. "Esto dice el Señor: no oprimirás ni vejarás al forastero, no explotarás a viudas y huérfanos, no serás usurero...".

La ley judía en tiempos de Jesús contenía 613 mandamientos; para los judíos, todos eran importantes, aunque lógicamente unos tenían más densidad que otros. En una ocasión, unos fariseos le

preguntan a Jesús con torcidas intenciones por el mandamiento principal. Él recoge la mejor tradición y hace un resumen estu­pendo. No se concibe el amor a Dios sin el amor al prójimo. Por eso el mandamiento principal y, en definitiva, el único, es doble, porque el amor a Dios es inseparable del amor al prójimo.

Según nos enseñaron a muchos, la bondad se demuestra cum­pliendo los mandamientos. Actualmente pensamos que las bien­aventuranzas los complementan y van, incluso, más lejos. En todo caso, para nosotros lo principal y decisivo es cumplir el resumen de todos los mandamientos: amar a Dios con todo el ser y al prójimo con semejante energía. Este valor es altamente tes­timonial en una comunidad cristiana. Es lo que le da consisten­cia. Lo que no es amor la interrumpe y la degrada.

En algunas comunidades se resalta más el amor al prójimo que el amor a Dios. Para Jesús lo primero y principal es amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todo el ser. Sin duda que éste garantiza el amor al prójimo, mientras que no siempre está claro al revés. Sucede con relativa frecuencia que sin amor a Dios nos quedamos sin ninguno. (Silencio de interio­rización).

Credo

Oración de los fíeles

• Oremos por los hombres y mujeres de nuestro tiempo, para que vivamos con intensidad la vocación al amor.

• Oremos por nuestra Iglesia, para que sea testigo firme del amor de Dios y de Jesús.

• Oremos por los más necesitados de amor y de acogida.

• Oremos por nuestra Comunidad, para que ejerzamos una in­fluencia saludable en el pueblo por medio de un amor gene­roso.

• Oremos por la unión de nuestro pueblo y por las intenciones que nos preocupan. Roguemos al Señor.

Gesto.—Alguien accede al lugar de los símbolos. Alzando la Biblia, dice: Este libro, con tantas páginas y con tanto mensaje, se resume en estas dos frases. Deja la Biblia y levanta la cartu­lina.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Amar es más que un mandamiento o un consejo; es una necesidad vital potenciada por la fe. Que la comunión con Jesús refuerce en nosotros el amor a Dios y a los demás.

Canto

Plegaria

Dios, Padre bueno, ojalá te supiéramos cantar con toda la vida la canción de amor que te mereces. Hemos aprendido de la Iglesia madre que el amor nace en Ti y en Ti culmina. Ños hiciste para amar y esperamos que un día se cumpla en plenitud tan honda aspiración. Mientras fluye la vida, te damos gracias por el beso, la caricia, la amistad, y por tu presencia hecha ternura. Qué felicidad cuando el amor refuerza las relaciones. Padre, todo está sembrado de tu amor primero: hay expresiones entrañables en los hogares, gestos en las calles, en los parques y jardines porque necesitamos la comunicación amorosa. Padre bueno, ayúdanos a impregnar de amor cristiano todo cuanto decimos o hacemos. Nútrenos de tu espiritualidad para ser símbolos del cariño evangélico en medio de la gente. Celebrando la fraternidad que nos une, te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

"No me mueve, mi Dios, para quererte, el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte. Tú me mueves, Señor, muéveme el verte

clavado en una cruz y escarnecido, muéveme ver tu cuerpo tan herido, muévenme tus afrentas y tu muerte. Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera que aunque no hubiera cielo yo te amara, y aunque no hubiera infierno te temiera. No me tienes que dar porque te quiera, porque, aunque cuanto espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera".

(Anónimo)

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Amar a Dios y al prójimo.

Bendición

Monición final.—Muchas veces nos parece que el amor es bello y fácil, como si se tratara de un sueño. Y soñamos... Pero otras veces no entendemos por qué nuestro amor es tan raquítico y se nos agota tan pronto...

Amigos, Dios es amor. Nos ha hecho a su imagen. Por eso, amar es nuestra vocación y el mejor camino para la libertad: ama y haz lo que quieras.

Canto final y despedida

TRIGESIMOPRIMER DOMINGO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "¿El ejemplo? Por delante".

— "Ser hermano, lo primero".

— "El humilde es valorado".

— "Es primero quien sirve".

• Símbolos:

— Fregona, cepillo de barrer y bayeta.

— Alba.

2. RITOS INICIALES

Monición.—En la Iglesia es fundamental el título de hermano. Corresponde a todos los bautizados que compartimos el mismo pan y la misma Palabra salvadora. Dentro de la Iglesia sólo hay un Padre común y, por ello, se promueven las relaciones frater­nas. En cristiano, los demás títulos son secundarios. El Evange­lio nos presenta hoy valores fundamentales que nos deben carac­terizar.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos a Dios, nuestro único Señor y Padre.

Acto penitencial

• Tú, que nos has querido desde el principio: Señor, ten piedad.

• Tú, que entregaste tu vida por todos: Cristo, ten piedad.

• Tú, que siempre has cumplido con nosotros: Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Dios de misericordia, que has querido hacer digno y agradable por favor tuyo el servicio de tus fieles; concédenos caminar sin tropiezos hacia los bienes que nos prometes. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—La hipocresía y el hacer las cosas por interés o por soberbia no van con el estilo cristiano. Tampoco la preocupación por quedar bien o el culto a la imagen. En realidad estas actitudes ni funcionan ni son creíbles y, por eso, al final no resultan.

En cristiano, fraternidad, humildad y servicio son valores de primer orden. Por consiguiente han de caracterizar nuestro estilo de Comunidad, que quiere ser y promover el Reino de Dios.

Lecturas.—Mal l,14b-2,2b.8-10. Salmo o canto. lTs 2,7b-9.13. Aclamación. Mt 23,1-12. Breve silencio.

Gesto.—Hoy se proclama el Evangelio desde un banco cual­quiera, no desde el ambón, para resaltar que en la comunidad todos estamos a la misma altura, todos iguales, todos hermanos. Lo mismo el comentario homilético.

Comentario homilético.—La doctrina y el testimonio de Jesús siempre serán chocantes y alternativos. Sabemos que tuvo mu­chos debates con gente influyente de su tiempo, sobre todo de signo religioso, como los fariseos. Muchos de éstos tenían una manera de entender la religión y la vida en general que era opuesta a la de Jesús. Por eso abundan los conflictos. Jesús tenía claro, como cualquier persona sensata, que el ejemplo es lo que convence y lo que arrastra. Muchas veces un ejemplo vale más que mil palabras. No obstante Jesús no descalifica por completo a los que no cumplen, porque lo que dicen puede ser valioso: "haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen".

Con Jesús no va la doblez, la incoherencia o la hipocresía. Decir y no hacer le parece una indecencia. Él va con el ejemplo por delante. Además es independiente, crítico, quiere abrir los ojos a la gente, motiva a andar por la vida despierto... Por eso es tan claro y directo.

En el fondo, lo que se debate en el mensaje de hoy es un modo de ser y de hacer comunidad. La primera lectura y el Evangelio descalifican una religiosidad hueca, de fachada, mar­cada por la vanidad y la ostentación, mientras que Jesús propone una comunidad fraterna, en la que nadie es superior más que Dios y donde la humildad y el servicio deben cultivarse con esmero.

Y así pasó en los orígenes del cristianismo. Los seguidores de Jesús diseñaron la comunidad cristiana con rasgos muy dife­rentes a las comunidades judías. Rechazaron toda ambición de poder, de protagonismo exhibicionista y optaron por la sencillez, la igualdad, el espíritu de servicio, la fraternidad; siempre en constante referencia al ejemplo y a la doctrina de Jesús.

Esta advertencia clara de lo que no se debe hacer y la crítica al estilo antitestimonial que a veces se ve en quienes guían al Pueblo de Dios, por desgracia siguen siendo actuales en la Iglesia. Después de dos mil años de reflexión cristiana, todavía estamos bastante lejos del modelo presentado por Jesús. El salmo ha insistido en la espiritualidad que debe motivarnos: "Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas...". El talante cristiano siempre debe ser tes­timonial, coherente, humilde y de servicio. (Silencio de interio­rización).

Credo

Oración de los fieles

• Oremos para que penetren en la sociedad los valores que hoy anuncia el Evangelio.

• Oremos por la Iglesia, para que su necesaria organización no frene, sino que potencie la acción del Espíritu a través de ella.

• Oremos por los padres y los hijos, para que dialoguen y se escuchen mutuamente.

• Oremos por los jóvenes, para que recojan la buena experiencia humana de los mayores e impulsen con su propio dinamismo la vida de la sociedad y de la Iglesia.

• Oremos por nuestra Comunidad, para que se fortalezca en la fraternidad, en el servicio y en los demás valores de la alter­nativa cristiana.

• Oremos por todos nosotros, para que vivamos la fe coheren­temente.

• Por éstas y por todas nuestras intenciones, roguemos al Señor.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición. La comunión es un gran signo de fraternidad y de servicio mutuo. Jesús nos ha inculcado estos valores y ha ido por delante con el ejemplo.

Canto

Plegaria

Dios bueno, nuestro espíritu salta de alegría al celebrarte como nuestro único Abba. Eres el centro de nuestra admiración y el motivo de nuestro encuentro. A tu sombra ha crecido esta Comunidad que quiere ser fraterna, humilde y servidora. En esta Iglesia, cuna de nuestra fe, te bendecimos. Ella nos acercó la evangelización primera y nos confió la misión de evangelizar. Con qué arte nos ayudó a crecer como cristianos. Ahora todos te alabamos por el gran testimonio de Jesús. Él optó por ser pobre, sencillo y servidor; nos dejó aquel testamento magistral de lavar los pies y la decisión permanente de ser uno más. No quiso sobresalir en nada, excepto en cumplir tu voluntad. Por eso, Padre bueno, te decimos con el salmista: "mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad; sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre". Con todos los que escuchan tu Palabra y la cumplen, te decimos en gozosa comunión {manos unidas): Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

"Donde hay un árbol que plantar, plántalo tú. Donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú. Donde haya un esfuerzo que todos esquiven, acéptalo tú. Sé el que apartó del camino la piedra, el odio de los corazones y las dificultades del problema. Hay la alegría de ser sano y justo, pero hay, sobre todo, la inmensa alegría de servir. Qué triste sería el mundo si todo en él estuviera hecho. Si no hubiera un rosal que plantar, una empresa que emprender. No caigas en el error de que sólo se hacen méritos con los grandes trabajos. Hay pequeños servicios: poner una mesa, ordenar unos libros, peinar una niña. El servir no es una faena de seres inferiores. Dios, que es el fruto y la luz, sirve. Y te pregunta cada día: ¿Serviste hoy?".

(G. Fuertes)

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Sencillez, servicio, coherencia con el Evan­gelio.

Bendición

Monición final.—Amigos, los valores que hemos considerado hoy conducen a ese estilo social que los cristianos llamamos Reino de Dios. Los contrarios, antes o después, llevan al fracaso y a la desventura. Por tanto, expresemos en la vida lo que nos enseña Jesús con la palabra y con el ejemplo: El no vino a ser servido, sino a servir de una manera sencilla, sin ostentación. Inculquemos entre los vecinos estos valores, sobre todo por medio de la relación y del testimonio.

Canto final y despedida

TRIGESIMOSEGUNDO DOMINGO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con este texto:

— "Es de sabios vivir atentos".

• Símbolo: lamparitas de aceite o velas encendidas.

2. RITOS INICIALES

Monición.—Si por sabiduría entendemos profundidad humana y experiencia de Dios, estamos ante el resumen de lo que se nos quiere comunicar en este día. La Palabra de Dios nos recuerda que no se puede vivir de prestado. La sabiduría profunda, que nos enriquece como personas, ni se improvisa ni se compra; se adquiere por un cultivo atento y cotidiano de la personalidad. Ahí estriba nuestra responsabilidad.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos al Señor, que nos quiere hijos de la luz.

Acto penitencial • Porque nos conoces por dentro, Señor, ten piedad.

• Porque necesitamos de tu luz, Cristo, ten piedad.

• Porque tu perdón nos anima, Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Padre bondadoso, aparta de nosotros todos los males, para que, bien dispuesto nuestro cuerpo y nuestro espíritu, poda­mos libremente cumplir tu voluntad. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Percibir la sabiduría de Dios en lo profundo y en lo cotidiano de la vida es muy importante. Esta

sabiduría va más allá de lo que alcanzan los saberes humanos. Es un don que ilumina nuestro caminar, dando aliento a la fe y a la esperanza.

La parábola del Evangelio nos recuerda el valor decisivo de la responsabilidad personal. Sin aceite ni luz nuestra vida, como la de cualquier motor, queda avenada y no sirve

Lecturas—Sb 6,13-17. Salmo o canto lTs 4,12-17. Aclama­ción. Mt 25,1-13. Breve silencio.

Gesto —Durante la proclamación del Evangelio se acerca una bandeja con cuatro velas encendidas Se apagan dos cuando se mencionan a las doncellas necias que no tienen aceite

Comentario homilético.—Los libros sapienciales del Antiguo Testamento cantan a esa sabiduría integral, que ayuda amplia­mente a las personas a conducirse por la vida. Quien la busca con verdadero deseo y buena intención, la encontrará, "pues a su puerta la hallará sentada". Ella misma nos busca, si nos encuen­tra dignos, y se nos muestra benévola, afirma la primera lectura.

En efecto, si nos abnmos a esta sabiduría bíblica, dispondre­mos de muchos recursos para vivir con calidad. Más aún, sabre­mos enfocar y esperar la muerte como lo que verdaderamente es, según la fe: un encuentro amoroso con Dios, por quien aspira todo nuestro ser: "mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti" ¿No hemos soñado la muerte como un encuentro de comunión con el Dios que nos espera con los brazos abiertos'?

Sin duda este encuentro amoroso se dará si vivimos con las lámparas encendidas. He ahí una indicación de la sabiduría que revela la parábola evangélica. Nos habla de personas atentas y de personas descuidadas. Sólo las atentas están al tanto de los acon­tecimientos, mantienen un nivel de calidad, dan intensidad a los momentos concretos de la vida. A las personas descuidadas y desatentas les vencen los problemas. Y después vienen las que­jas. "Señor, señor, ábrenos"...

Todos corremos el nesgo de abandonarnos cuando se debilita la esperanza. Lo más fácil es adormilarse y despreocuparse de todo. Pero, ¿no es ésa la tónica de los mediocres? Todas las generaciones hemos recibido los buenos consejos de la constan­cia, la paciencia, la atención, la responsabilidad..., para no perder el tren de la vida. Si perdemos ocasiones, en gran parte se debe a nuestro descuido e irresponsabilidad.

Sorprende en la parábola que unas doncellas no hayan que­rido compartir el aceite con las otras. Hay que decir que el matiz del compartir no es el que quiere destacar esta parábola. Lo que pretende Jesús es que reparemos en valores de tipo personal que dependen exclusivamente de nosotros: o uno es atento o es des­cuidado; o trabaja la calidad de su vida o se abandona. En esta responsabilidad nadie nos puede sustituir. Por tanto, no es propio de un cristiano andar por la vida despistado o adormilado. Un cristiano siempre debe ser un hijo de la luz. De ahí que acabe la parábola insistiendo en la vigilancia y en la vida atenta. (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fíeles

• Para que la sabiduría de Dios sea respetada por todos los pue­blos, roguemos al Señor.

• Por la Iglesia, para que se manifieste siempre defensora de la dignidad humana y de la sabiduría que ennoblece, roguemos al Señor.

• Por nuestra Comunidad, para que alumbre cristianos que sepan caminar con luz propia, roguemos al Señor.

• Por los débiles de salud y de ilusión, para que no se les rompa definitivamente la esperanza, roguemos al Señor.

• Por todos nosotros y por nuestras intenciones, roguemos al Señor.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Jesús nos pide que seamos luz del mundo, símbolos de la bondad de Dios. La comunión con Él nos ayuda a mante­nernos vigilantes, fuertes y esperanzados.

Canto

Plegaria

Bendito seas, Dios y Padre nuestro, por la pedagogía que ejercitas con todos nosotros. Con qué sensatez nos exhortas a estar atentos,

a responsabilizarnos de los dones recibidos; y con qué paciencia nos acompañas en nuestros descuidos. Vivimos en un momento interesante de la historia plagado de inventos y de movimiento. Todo nos habla de cambio, de imaginación creativa. ¿Cómo andar despistados, sin norte, desmotivados, bajos de sentido y de moral? Tu mensaje suena hoy como un toque de campana que despierta y compromete a vivir con sensatez. Acoge, pues, esa jerarquía de valores, nacida del Evangelio, que encauza nuestra responsabilidad. Que no nos perturbe el desencanto de los pesimistas ni nos asalte la duda o la desilusión. Ayúdanos a vivir con sentido y honradez. Porque no queremos fallar como personas, encendemos a diario la lámpara de la fe. Y con el aliento de la Comunidad te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias (espontánea)

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Estar alerta, andar despiertos, vivir atentos.

Bendición

Monición final.—La fe cristiana es una poderosa razón para vivir. Caminemos con las lámparas encendidas, como correspon­de a los que viven con atención y no se dejan engañar. Dios nos acompaña, dotando a nuestra conciencia de una sabiduría prác­tica, que nos ayuda a ser valientes y equilibrados. Animemos también a nuestros vecinos a caminar con dignidad.

Canto final y despedida

TRIGESIMOTERCER DOMINGO

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "¿Haces rendir tus dones?".

— "Todos valemos para algo".

— "Todos tenemos cualidades".

2. RITOS INICIALES

Monición.—Los domingos anteriores se nos ha invitado a eva­luar nuestro caminar cristiano a la luz del Reino de Dios. Hoy se nos dice que la vida es como esos talentos del Evangelio que se nos conceden para invertirlos provechosamente arriesgando... La actitud perezosa y encogida no vale.

Además, hoy celebramos el Día de la Iglesia diocesana. Esta jornada tiene como objeto animar en cada uno de nosotros la conciencia de pertenecer a esta Diócesis. Con esta intención y responsabilidad nos unimos al resto de comunidades y celebra­mos este encuentro con especial sentido de comunión.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos al Señor con nuestros dones y capacidades.

Acto penitencial.—Hagamos un examen de conciencia y vea­mos qué estamos haciendo con los dones que se nos han dado. {Breve silencio). Pidamos perdón si hemos encontrado motivos: Yo confieso...

Gloria

Oración.—Señor, Dios nuestro, concédenos vivir siempre ale­gres en tu servicio, porque en servirte a Ti, creador de todo bien, consiste el gozo pleno y verdadero. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—En la primera lectura se alaba a la mujer más por sus virtudes y cualidades que por su hermosura. En la segunda lectura se nos recomienda nuevamente estar aten­tos y vigilantes como actitudes características del vivir cristiano. La fe es capaz de iluminar el destino de cada persona.

El Evangelio nos presenta la parábola de los talentos. Nos invita a desarrollar y a hacer rendir los dones y cualidades que hemos recibido. La postura perezosa es semejante a proceder con infidelidad.

Lecturas.—Pr 31,10-13.19-20.30-31. Salmo o canto. lTs 5,1-6. Aclamación. Mt 25,14-30. Breve silencio.

Comentario homilético.—El canto de la sabiduría bíblica a la mujer contrasta con otros cantos de la vida moderna y po&tmo-derna. Los valores que se resaltan en ella son los que en verdad embellecen a las personas. Tanto esta primera lectura como el Evangelio resaltan singularmente la laboriosidad, la habilidad, la responsabilidad con los dones recibidos; en definitiva el poner la vida al servicio de Dios y del prójimo.

La parábola del Evangelio apunta a dos actitudes: la de quie­nes hacen rendir sus cualidades y carismas al servicio del bien co­mún, y la de quienes entierran y hacen estéril lo que el Señor les dio. Siempre me ha gustado el testamento que el fundador del Movimiento Scout, Baden-Pawell, dejó a sus seguidores: "Creo que Dios nos ha puesto en este mundo encantador para que sea­mos felices y gocemos de la vida. Pero la felicidad no proviene de la riqueza, ni del tener éxito, ni dándose gusto a sí mismo... La manera de conseguir la felicidad es haciendo felices a los demás... Tratad de dejar el mundo en mejores condiciones que tenía cuan­do entrasteis en él. De esta manera cuando os llegue el momento de morir, podréis hacerlo felices, porque por lo menos no perdis­teis el tiempo e hicisteis todo el bien que os fue posible".

Verdaderamente, la vida es el mayor de los dones y el mayor de los riesgos. Es el talento inicial con capacidad para generar otros muchos talentos. Desarrollarla, hacerla fecunda es la gran misión y la primera responsabilidad de un cristiano. La propia vida nos pide laboriosidad mientras aguardamos el Día del Se­ñor, como indica la segunda lectura. Por experiencia y por fe sabemos que la vida gana con la entrega, crece poniendo en

juego sus oportunidades, se ensancha gozosamente cuando la invertimos en función de los demás. El que la guarda y la cobija tanto que no la hace rendir, la marchita de tal manera que termi­na arruinándola.

No hay razones de peso que justifiquen el descuido o la holgazanería. No hay motivos para que la vida personal acabe en el chasco de la infecundidad. No, no hay excusa para el pecado de omisión, un pecado más frecuente de lo que creemos. Tal vez no le demos importancia. Sin embargo, sus nefastas consecuen­cias y su gravedad saltan a la vista en el deterioro de muchas personas y en el enrarecimiento de la vida social. El Evangelio descalifica contundentemente la actitud encogida, cobarde y mez­quina de quien no quiso poner en funcionamiento el talento re­cibido: no fue fiel y cumplidor, no administró solícitamente lo que recibió como un regalo. ¿Quién de nosotros no se ve más o menos reflejado en esta foto?

El plan y la gloria de Dios estriba en que pasemos por la vida dando fruto abundante y de manera permanente (Jn 15,8.16). La clave del acierto está en ser "fiel y cumplidor", como repite la parábola. Por tanto, en la Iglesia no debe haber nadie inválido, es decir, nadie debe decir: no sé, no valgo, no puedo... Es una insensatez indecente enterrar las cualidades y talentos. Todos sabemos, valemos y podemos hacer algo. Tampoco procede con­tentarse con lo mínimo, rebajar el compromiso, vivir comodona-mente. Es una manera de enterrar los dones, que nos han rega­lado con otra finalidad: el bien común y el Reino de Dios. Ojalá nunca sintamos en el fondo de nuestra conciencia el reproche de la parábola, sino la felicitación por haber hecho rendir los talen­tos: "como has sido fiel en lo poco..., pasa al banquete de tu señor". (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fíeles

• Por los pueblos más necesitados, para que alcancen lo que buscan, roguemos al Señor.

• Por la Iglesia, para que sea en medio de la sociedad portadora de aliento y de esperanza, roguemos al Señor.

• Por cuantos colaboran activamente en esta Diócesis, para que sigan actuando con generosidad, roguemos al Señor.

• Por cuantos colaboran más intensamente en nuestra Comuni­dad, para que nos les falte nuestro apoyo y agradecimiento, roguemos al Señor.

• Para que pongamos nuestros talentos al servicio de los demás, roguemos al Señor.

• Por todos nosotros, para que, unidos en una misma fe, nos esforcemos en la promoción de nuestro pueblo, roguemos al Señor.

Ofrendas

• Cirio encendido y evangelio: Te presentamos, Padre, el ejem­plo iluminante de Jesús. Él sí que fue fiel y cumplidor.

• Fuente medio llena de frutos: Te presentamos esta fuente me­dio llena o medio vacía. Ves que hemos hecho algo; pero tenemos que hacer más para presentarte la fuente llena, como esperas de nosotros.

Canto

Gesto.—Un adulto sale al centro con una criatura menor de un año y con otra ya crecida (11-16 años). Mostrando ambas a la asamblea, dice: Hermanos, la vida es un gran don, regalo de Dios y de nuestros padres. ¿Qué hemos hecho con ella? ¿Qué podemos aún hacer?

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—La existencia de Jesús ha resultado fecunda. Dios Padre está orgulloso de Él. Que esta comunión refuerce en no­sotros la responsabilidad de cuanto se nos concede.

Canto

Plegaria

Padre nuestro, alma del mundo, Dios de la tierra y Señor del universo, que te cante la creación por las maravillas que has hecho. Has ido dejando tu huella en las flores y en los cuerpos, en la fuente, en el trabajo, en la técnica, en los sucesos... Que te alabe también nuestra vida con la palabra y el gesto; con la responsabilidad puesta a punto

y el testimonio sincero; con la fidelidad de cada día y el gozo del crecimiento. Sea toda nuestra historia un paisaje para tu recreo. Padre, nos has colmado de dones; nos sumamos a los que impulsan tu Reino. Gracias por el proyecto que nos confías, enriqueciéndonos con el Evangelio. Queremos cumplir tu voluntad; por eso te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Te damos gracias, Padre, por el gran don de la vida. Está sembrada de talentos y de oportunidades, y, en nuestro caso, la has enriquecido con la fe.

• Te damos gracias por las cualidades y posibilidades que hay en cada uno, porque todos valemos para algo y somos capaces de mucho.

• Reconocemos que hemos pecado mucho por omisión, que no desarrollamos nuestras capacidades cuanto debiéramos, que so­mos cómodos y no trabajamos suficientemente por tu Reino.

• Bendito seas, Dios bueno, cuando te quejas de nosotros y nos llamas la atención, porque así nos damos cuenta de que hemos de ser más fieles y responsables.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Ser fieles y cumplidores en relación con los dones y talentos recibidos.

Bendición

Monición final.—Esta celebración nos ha debido animar a poner en juego los dones que tenemos. Ninguno de nosotros quiere que su vida se pierda inútilmente. Demos, pues, fruto, poniéndonos al servicio de los planes de Dios y colaborando con la Iglesia diocesana. Que a lo largo de la semana nuestra actividad gane a todos los niveles.

Canto final y despedida

TRIGESIMOCUARTO DOMINGO (Cristo Rey)

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "Jesús, un Rey diferente".

— "Jesús, Señor por servicio".

— "Jesús, amor que triunfa".

• Símbolos:

— Cruz y estola colgada.

— Mapamundi.

2. RITOS INICIALES

Monición.—Con la festividad de Cristo Rey acaba el año litúr­gico. Esta festividad comporta un homenaje merecido y entraña­ble a Jesús, el gran testigo de Dios y de la vida. Nada tenemos en contra de este título. Pero recordemos que Él reina desde la Cruz. Ése es el trono de su honradez.

Para nosotros Jesús debe ser el único Señor. En su memoria celebramos este encuentro y, en su memoria, damos gracias al Padre reafirmando que queremos seguirlo.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos al Señor, que nos ha hecho a su imagen.

Acto penitencial

• Tú, que eres salvación para todos: Señor, ten piedad.

• Tú, que eres modelo para todas las generaciones: Cristo, ten piedad.

• Tú, que nos atraes por tu bondad: Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Dios, Padre santo, que quisiste fundar todas las cosas en tu Hijo muy amado, Rey del universo. Haz que toda la crea­ción, liberada del pecado, te sirva y te glorifique sin fin. Por Cristo...

3 . LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Es llamativo el mensaje de la primera lectura: un pueblo puede estar decepcionado por la conducta de sus pastores y dirigentes; pero Dios mismo les promete ser su pastor.

La segunda lectura habla de Cristo como un adelantado de la vida, el pastor que nos conduce a la vida eterna, el primer resu­citado de entre los muertos.

El Evangelio revela el modo válido que tiene Jesús de juzgar la vida y los comportamientos: al fin y al cabo, lo que importa sobre todo es amar al prójimo.

Lecturas— Ez 34,11-12.15-17. Salmo o canto. ICo 15,20-26a.28. Aclamación. Mt 25,31-46. Breve silencio.

Comentario homilético.—Es un gran acierto terminar el año litúrgico celebrando a Cristo Rey. Es un título que le ha dado la Iglesia, que Jesús se merece y que los cristianos resaltamos con sano orgullo. Pero, como casi todo en Jesús es diferente y cho­cante, lo cierto es que no vivió como rey, sino como servidor; su opción no fue el poder, sino la humildad y el desprendimiento; su trono fue la cruz; y su corona, una de espinas. Desde ahí atrae... Así sobresale su testimonio.

En efecto, Jesús se desmarca de los señoríos y reinados hu­manos. Aunque su "reino no tendrá fin" (Le 1,33), no pretende ser como los de este mundo; tiene otras ideas y otras categorías: "sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos" (Me 10,42-45). Jesús es reconocido como Rey y Señor porque ha servido a la humanidad como nadie,

y porque su testimonio es una provocación a gastarse en mise­ricordia, solidaridad y servicio hasta el martirio. Qué bendición para la historia si los cristianos fuéramos verdaderos testigos de este Rey, si miráramos a los demás con sus ojos y estableciéra­mos las relaciones motivados por la fe.

Notemos que las lecturas presentan a Jesús como pastor y juez. La parábola evangélica lo sitúa juzgando a "todas las naciones". El juicio se reduce a una sola cuestión: el amor a los demás. Para Jesús la calidad de vida de una persona queda demostrada en si ama o no. Al dictar sentencia, tanto los de la derecha como los de la izquierda se sorprenden: Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel y...? Jesús se identifica con todos los desafortunados. El que ama cumple la ley entera (cf. Mt 22,40; Rm 13,10). Por tanto, lo que salva no son los deseos ni las palabras, sino las obras de amor y de misericordia. Lo que Dios espera preferen­temente de nosotros es una solidaridad entrañable como la que destiló Jesús. (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fíeles

• Por los pueblos de la tierra, para que progresen en la línea que revela el Evangelio, roguemos al Señor.

• Por la Iglesia, para que sea testigo del Reino de Dios, sirvien­do sin cansancio y con fidelidad, roguemos al Señor.

• Por los servidores de la Iglesia, para que confíen ante todo en la fuerza del Espíritu, roguemos al Señor.

• Por nuestra Comunidad para que se arraigue fuertemente en Jesús y mantenga viva su memoria, roguemos al Señor.

• Por todos nosotros, para que hagamos crecer la fraternidad en nuestro pueblo, roguemos al Señor.

Gesto.—Una persona, vestida con un alba, aparece en medio de la asamblea. Adelanta el "examen final" preguntando salteada-mente a varias personas con frases parecidas a éstas: ¿Cómo andas de amor solidario?... No, no respondas ahora. ¡Piénsalo!

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Comulgamos con Jesús y reafirmamos el deseo de que su amor esté en nosotros y entre nosotros. Jesús sólo tiene una insistencia: que amemos.

Canto

Plegaria

Señor, Dios nuestro, congregados en tu nombre, recordamos la antigua historia que narramos a lo largo de los siglos: la historia de Jesús de Nazaret, un hombre que se atrevió a llamarte Abba, Padre, y nos enseñó a repetir ese nombre. Dios y Padre nuestro, te damos gracias por ese hombre que transformó el rostro de nuestra tierra, desvelando una grandiosa visión: el Reino que un día vendrá, un reino de libertad, de amor y de paz, tu Reino, plenitud de tu creación. Recordamos, Señor, que por donde pasaba Jesús los hombres descubrían su humanidad, se llenaban de una nueva riqueza y, con el alma renovada, se entregaban al servicio del prójimo. Recordamos cómo habló de una oveja descarriada, de un hijo pródigo, de los extraviados que no cuentan y de los pobres sin libertad, sin nombre y sin cariño. Recordamos que Él fue en busca de ellos, que siempre tomó partido por ellos sin olvidarse de los demás. Aquello le costó la vida, porque los poderosos de la tierra no lo toleraf^n* Pero Tú lo devolviste a la vida y lo confirmaste en el amor. Así se fundió contigo para siempre y es para nosotros Evangelio y Redentor. Con Jesús, bendito y glorificado, te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias (espontánea).

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Amar, servir, hacer fraternidad.

Bendición

Monición final.—Los cristianos creemos en un Señor que reina desde la Cruz, que se identifica con los más necesitados y que espera de nosotros menos aplausos y más compromiso. Él alcan­zó este título no ganando puntos, sino perdiendo; no triunfando, sino muriendo; no recibiendo ni acumulando, sino dando. Con­fesemos en la calle este señorío de Jesús. Sabemos por experien­cia que ésta es la única verdad que salva.

Canto final y despedida

OTRAS FESTIVIDADES

SAN JOSÉ, ESPOSO DE LA VIRGEN MARÍA

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con este texto: "San José, creyente y justo".

• Mesa para los símbolos.

2. RITOS INICIALES

Monición.—Destacamos hoy la figura de San José. Socialmente es también el día del padre. Pero a nosotros nos interesa San José como creyente, como persona buena y fiel que cumplió una misión muy especial en relación con María y con Jesús: colaboró para que se cumpliera el proyecto salvador de Dios. La Iglesia universal lo reconoce como un ejemplo de fe y de integridad humana. Por eso es digno de ser imitado.

Presentamos los símbolos que ambientan esta celebración:

— Herramientas: evocan la vida sencilla y trabajadora de San José.

— Planta vistosa: los santos nos dan ejemplo de vida pu­jante.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos al Señor, que glorifica a los santos.

Acto penitencial.—El ejemplo de los santos nos recuerda la común vocación a la santidad. Pidamos perdón por nuestros pecados y por los pecados de los demás. {Breve silencio). Yo confieso...

Gloria

Oración.—Padre santo, que confiaste los primeros misterios de la salvación de los hombres a la fiel custodia de San José; haz que, por su intercesión, la Iglesia los conserve fielmente y los lleve a plenitud en su misión salvadora. Por Cristo...

3 . LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Dios quiere acompañar la vida de los hombres por iniciativa propia. Se nota de muchas formas. Por eso podemos decir que todo es gracia. Los creyentes confían en Dios y le obedecen, le dejan actuar, a pesar de las dificultades y de las dudas que surgen en la vida. Así hizo San José.

Lecturas.—Sm 7,4-5a.l2-14a.l6. Salmo o canto. Rm 4,13.16-18.22. Aclamación. Le 2,41-51a. Breve silencio.

Comentario homüético.—A San losé se le menciona muy poco en los evangelios. San Mateo dice de pasada que fue una persona buena y justa (Mt 1,19). Como creyente, vivió en silencio reli­gioso los acontecimientos inesperados que se produjeron en María y que le sorprendieron.

Al ser profundamente creyente, fue también orante. Es en la oración donde se aclaran sus dudas y donde se fragua su colabo­ración al servicio de los planes de Dios, en compañía de María.

José fue un vecino más, un carpintero entre otros trabajado­res. Su gente fue de clase sencilla. Cuando fueron al templo para presentar su ofrenda, con ocasión de la purificación de María, ofrecieron un par de tórtolas, la ofrenda de los pobres.

A su lado y al lado de María Jesús fue "creciendo en sabi­duría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres" (Le 2,52). (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fieles

• Para que los gobernantes interpreten el silencio de los pobres y marginados, roguemos al Señor.

• Para que los creyentes hagamos caso al Evangelio y vivamos la fe con espíritu misionero, roguemos al Señor.

• Para que los cristianos escuchemos la Palabra de Dios y la apliquemos a la vida, roguemos al Señor.

• Por las familias, para que vivan las alegrías y las penas con verdadera unión, roguemos al Señor.

• Por los padres, para que ayuden a sus hijos a crecer en libertad y en responsabilidad, roguemos al Señor.

• Por nuestra Comunidad, para que seamos una verdadera fami­lia abierta a las necesidades de la Iglesia y de la sociedad, roguemos al Señor.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Nos une la misma vocación. Nos entusiasma el mismo Evangelio. Tenemos la misma misión. Jesús es nuestro alimento.

Canto

Plegaria

Bendito seas, Padre bueno. Tenemos el corazón vibrando de agradecimiento porque nos has redimido por Jesús, confiado a José de Nazaret, el carpintero. Por Jesús has abierto las puertas de tu Reino a todos los hombres y mujeres de este mundo, si somos comprensivos con la debilidad ajena, si somos amantes de la justicia y de la paz, si cultivamos la misericordia y el perdón, si somos sufridos, generosos, limpios de corazón... Sí, Padre, has querido que tu salvación se extienda a lo largo y ancho de la historia, porque no te cabe dentro tanta santidad. Hoy, celebrando a San José, te damos gracias por todas las personas buenas que han vivido y viven en nuestra tierra. Muchos de ellos, testigos de la fe cristiana, son los mejores escaparates del Espíritu y grandes colaboradores en la acción salvadora. Sintiéndonos partícipes de esta gran fraternidad, te decimos con los santos de todos los tiempos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Te damos gracias, Padre, por tus grandes iniciativas en la His­toria de la Salvación. Hoy, como ayer, sigues llamando a co­laborar en la evangehzación. Inspíranos modos oportunos y adecuados para acercar el Evangelio a nuestra gente

• Te damos gracias por los santos, verdaderos luceros con luz propia en la Iglesia y en la sociedad Por medio de ellos nos llegan destellos de tu bondad, de tu ternura, de tu perdón y santidad.

• Tú, que nos conoces hasta el fondo, sabes lo que sentimos por Ti. Ayúdanos a ser palabra y signo de tu presencia, para que todos te den la gloria que te mereces

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso —Como San José, mirar la propia vida y la del entorno con ojos de creyente.

Bendición

Monición final.—Hemos considerado la figura de San José. He­mos valorado su silencio creyente y su colaboración con los planes de Dios. Que su ejemplo nos anime a vivir con el talante cristiano de las bienaventuranzas, recogiendo el relevo de tantas personas buenas que nos han precedido

Canto final y despedida

ASUNCIÓN DE MARÍA

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con este texto: "Dichosos los que cumplen".

2. RITOS INICIALES

Monición.—Celebramos hoy la Asunción de María, símbolo de plenitud para todos los sencillos y esperanza humana frente a toda desesperanza. En María elevada al cielo celebramos el triun­fo de la vida sobre la muerte, la victoria de la bondad frente a los poderes del mal y el estímulo pujante del vivir cristiano. En María vemos también nuestro destino, porque somos, como ella, hijos de Dios.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos al Señor, que nos llama a una vida en plenitud.

Acto penitencial

• Tú, que nos llamaste a la vida: Señor, ten piedad.

• Tú, hermano y amigo para siempre: Cristo, ten piedad.

• Tú, que nos habitas y nos oras: Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Porque te has complacido, Señor, en la humildad de tu sierva, la Virgen María, has querido elevarla a la dignidad de Madre de tu hijo y la has coronado de gloria y esplendor; por su intercesión, te pedimos que a cuantos has salvado por el misterio de la redención nos concedas también el premio de tu gloria. Por Cristo...

3. LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Jesús es el prototipo de plenitud. Es el primero que ha vencido a la muerte, el primero que ha resu-

citado. Él abrió definitivamente las puertas de la salvación y, por este gesto solidario, podemos llegar todos a la plenitud del cielo.

Lo que en Jesús fue primicia, fue también realidad en María. El Evangelio recoge su canto a la misericordia y a la liberación de Dios.

Lecturas.—lCr 15,3-4.15-16. Salmo o canto. ICo 15,54-57. Aclamación. Le 11,27-28. Breve silencio.

Comentario homilético.—La Asunción de la Virgen María al cielo es una verdad reconocida oficialmente por la Iglesia desde el 1 de noviembre de 1950. Es el último de los dogmas, con el que se proclama la plenitud de María junto a Dios. Así como Jesús triunfó sobre la muerte, María personaliza la victoria de la fe. Ella anticipa la suerte y el destino de todos los creyentes: caminamos por la historia con ansias de vida, con perspectiva de resurrección.

Venerando a María elevada al cielo, reafirmamos que esta­mos hechos para la vida, para cuidar y cultivar todo cuanto ayuda a vivir. El paso último es la inmortalidad. Por eso, esta fecha debe ser para los cristianos una ocasión oportuna para reforzar todos los compromisos frente a las culturas chatas que niegan la transcendencia y frente a las corrientes y maneras de pensar que no elevan la dignidad humana.

La Asunción de María es como un homenaje a la sencillez y a la fidelidad que ella encarna. Es como un aplauso al ideal humano que María proclamó en su cántico de alabanza: Dios "enaltece a los humildes". María es encumbrada porque eligió un estilo de pobreza creyente. Así fue su espiritualidad, que agradó a Dios y provocó su elección como Madre del Salvador.

María comprometió por completo su vida con Jesús. Sufrió como corredentora, pero también fue ensalzada como primicia de la resurrección en la Iglesia. Por eso, la Asunción de María es todo un símbolo cargado de aliciente y de estímulo. (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fíeles

• Por nuestra Iglesia, para que sea dócil al Evangelio, roguemM al Señor.

• Por los que tienen responsabilidades sociales, para que se pre­ocupen del bien común, roguemos al Señor.

• Por todos los que ponen su vida al servicio de un bello ideal, para que lo vean culminado como María, roguemos al Señor.

• Por las mujeres que sufren atropellos en su dignidad, para que encuentren en María ejemplo y estímulo para su liberación, roguemos al Señor.

• Por todos nosotros, para que nuestra fe y nuestro testimonio redunden en beneficio de nuestro pueblo, roguemos al Señor.

Ofrendas

• Corazón (cartulina): Señor, somos de barro, nos cuesta la fi­delidad; a veces resultamos como una arcilla abandonada; pero puede ser amasada y convertirse en corazón humano, que sien­te y ama.

• Casa: como madre, María conoce los problemas de un hogar. Que interceda por todas nuestras familias para que sean escue­la de humanidad.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—La comunión con Jesús es siempre una motivación a alzar la vida. Acercarse a la comunión tiene hoy el aliciente de seguir buscando y esperando la plenitud que otros ya han alcanzado.

Canto

Plegaria

Dios bueno, te damos gracias por María de Nazaret, mujer sencilla, que te vivió profundamente y siguió con docilidad los planes que le trazaste. Fue mujer creyente y madre generosa. Desde el principio de su vocación consciente adoptó una postura de obediencia y disponibilidad: una respuesta elegante, confiada, que te cautivó. La celebramos como la mujer del mundo: un sueño de generaciones rebosante de humanidad. Admiramos su talla femenina, cálida de misterio, amasada en fidelidad: un sí al Amor sin condición. Evocamos su apertura al Espíritu,

transparente de evangelio, portadora de verdad. Por la entereza que refleja su Magníficat también nosotros la aplaudimos y decimos: "¡dichosa tú que has creído!". Dios bueno, celebramos las maravillas que realizas a través de tantos creyentes. Gracias por la bienaventurada María, fecunda en redención. Es para nosotros un ejemplo. En comunión con ella, Madre de la Iglesia, te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

Padre nuestro, te damos gracias por María, virgen madre, sencilla y pobre, original y arriesgada en la misión. Ella, discípula aplicada y sacramento fecundo, ha depositado en el surco de la historia el fruto de su vientre: la Palabra definitiva de amor y de salvación. Como ella, queremos ser dignos de tu Alianza y marchar por la vida esperanzados, solidarios con la Tierra nueva.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Revisar el proyecto de vida cristiana que tene­mos.

Bendición

Monición final.—Con el triunfo de Jesús y la plenitud creyente de María Dios quiere animar nuestra dignidad y estimular nues­tra esperanza. Lo que hemos celebrado en María es el destino que Dios ha soñado para todos los seres humanos. Por eso admi­ramos tanto la bondad Dios. Salgamos de este encuentro con el ánimo alzado. Contagiemos el valor de la vida, abierta a la ple­nitud de la resurrección.

Canto final y despedida

TODOS LOS SANTOS

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos: — "Dichosos los santos". — "La santidad, gran valor".

• Símbolos:

— Destacar de la mejor manera posible las imágenes de san­tos que haya en la iglesia.

— Distribuir pósters o cuadros de diferentes santos por el templo.

2. RITOS INICIALES

Monición.—La celebración de Todos los Santos nos sitúa a los cristianos ante el mejor horizonte de nuestra esperanza: vivir en comunión para siempre con el Dios que nos ama. Al mismo tiempo nos expone que el ideal de la santidad es alcanzable para todos, porque los santos no fueron ni son de otra pasta.

Con satisfacción recordamos al amplio número de hermanos, que se han esforzado por vivir honradamente, cumpliendo la voluntad de Dios. Ellos nos animan en el caminar de cada día y son un motivo de sano orgullo para la Iglesia.

Todos estamos llamados a la santidad. Todos debemos ser dignos hijos de un Padre que es bueno con todas las criaturas.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos al Señor, el Santo entre todos los santos.

Acto penitencial

• Tú, que eres Santo: Señor, ten piedad. • Tú, Redentor y reconciliador: Cristo, ten piedad. • Tú, que intercedes por nosotros: Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Padre nuestro, que nos has otorgado celebrar en una misma fiesta los méritos de todos los Santos; concédenos, por esta multitud de intercesores, la deseada abundancia de tu mise­ricordia y tu perdón. Por Cristo...

3 . LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—La imagen más entrañable del Pue­blo de Dios que podemos imaginar es una muchedumbre de hermanos en paz y gracia de Dios, llenos de vida y festejando que se quieren. Ésta es la visión que nos brinda hoy la Palabra bíblica.

Dios nos llama a ser sus hijos y nos acoge, aunque hayamos tenido fallos y pecado, porque es misericordioso y salvador.

El Evangelio nos brinda el mensaje de las Bienaventuranzas, como ideal y como programa diario de humanización. Esto va por nosotros.

Lecturas.—Ap 7,2-4.9-14. Salmo o canto. Un 3,1-3. Aclama­ción. Mt 5,l-12a. Breve silencio.

Comentario homilético.—Los santos son el mejor exponente de nuestra Iglesia: son quienes le dan color y la hacen creíble, quienes revelan y acercan el ideal cristiano.

La santidad es el modo peculiar y necesario del ser de Dios y es también el talante propio con que nos soñó a los humanos "antes de la creación del mundo". Las elecciones de Dios son acertadas (¡qué duda cabe!), pero no siempre son secundadas por nosotros; de ahí que se conviertan en desafíos.

En la Iglesia, como recuerda el Concilio, todos estamos lla­mados a la santidad (LG V). Es una consigna básica en Jesús y un don del Espíritu: "sed, pues, perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto" (Mt 5,48). Esta consigna se extiende a lo largo del Nuevo Testamento (cf. lTs 4,3; Ef 5,3; Col 3,12...). Las pistas de la santidad cristiana nos vienen trazadas por las Bienaventuranzas.

Hace unos años la palabra santidad no tenía muy buena aco­gida; para muchos era expresión devaluada, porque no habían descubierto su verdadero valor, o porque habían recibido ejem-

píos desacertados; para otros, sin embargo, era y sigue siendo fuerza de vida, energía apasionante, valor de personalización.

Son los santos los que encarnan y revelan este valor sin que se pierda en lo abstracto. Santo es un tipo logrado, cuya existencia sorprende y arrastra; una persona feliz, de vida interior exuberan­te, que sin embargo actúa con sencillez y hasta con sentido del humor, mezcla de equilibrio y de seguridad personal. Santo es una persona con arte y genio para vivir, que no es necesariamente un héroe ni un mártir, pero sí un testigo apasionado de la verdad, con corazón de primavera. Santo es, en definitiva, quien sabe vivir y, por tanto, tiene capacidad y arrojo para realizar aquello que los demás sólo intuimos. (Silencio de interiorización).

Credo

Oración de los fieles

• Oremos por cuantos hacen Reino de Dios desde la fidelidad a sus principios, contagian honradez y desarrollan una militancia social.

• Oremos por nuestra Iglesia, para que sea fiel a las Bienaven­turanzas y transmita con pasión este mensaje.

• Oremos por todas las personas que se esfuerzan por ser fieles a su vocación.

• Oremos para que se encuentren con Dios cuantos lo buscan con sinceridad.

• Y por todos y cada uno de nosotros, para que desarrollemos al máximo los dones que hemos recibido. Roguemos al Señor.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—Cuando el Reino de Dios alcance su plenitud, cele­braremos todos juntos la gran fiesta de los bienaventurados. Mientras, la comunión es alimento y aliciente.

Canto

Plegaria

Experimentamos, Padre bueno, que no se agota el tiempo de lof| $anto&.>\ Ellos, de carne y hueso, como nosotros, ,

encarnan el ideal que nos has revelado. Jóvenes de espíritu y sensibles a la historia, han roto moldes y fronteras con la naturalidad del que respira honestamente y sirve a la verdad. Ellos, como Jesús, mensajeros de lo nuevo, alcanzan lo más difícil, eso que a los demás nos parece casi imposible. Bendito seas, Padre, porque los santos son espejo de tu originalidad. Están en el mundo sin ser del mundo. No los ha podido domesticar el ambiente. No se han dejado contagiar por las modas que hacen masa. Ellos son el fruto evidente de la libertad de espíritu, el logro humano de la vocación cristiana. Te agradecemos el testimonio de tantos hermanos. Alentados por su ejemplo, te decimos: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias

• Te damos gracias, Padre, por pertenecer a esta comunidad donde nos sentimos hermanos e hijos tuyos.

• Te damos gracias porque nos ayudas a ver el significado pro­fundo de la vida.

• Te sentimos de nuestra parte. Nos comprometemos a amar de corazón, a ser pacíficos, sencillos, misericordiosos; a construir vida y a compartir desde los valores que tenemos.

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Ser santos poniendo en juego las Bienaventu­ranzas.

Bendición

Monición final.—Entre el mejor de los sueños y la dura reali­dad, en que a menudo podemos -vivir, está la apuesta esperanzada

por los valores de las Bienaventuranzas. Hagamos todo lo posi­ble por acercarlas a nuestros ambientes Los santos, de carne y hueso como nosotros, nos aseguran que es posible hacerlo. Ellos lo consiguieron.

Canto final y despedida

SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

1. AMBIENTACIÓN

• Cartel con uno de estos textos:

— "María, llena de gracia".

— "María, sana desde la raíz".

— "Sin pecado, como María".

• Símbolo: Imagen de la Virgen en lugar destacado.

2. RITOS INICIALES

Monición.—El motivo cristiano que nos congrega hoy es vene­rar a María, inmaculada y sana desde la raíz, gran ejemplo de fe y de colaboración con los planes de Dios.

Ella ha resultado ser una figura singular en la vida de la Iglesia. Hoy destacamos su finura y limpieza de espíritu junto a una gran libertad frente al pecado. La personalidad de María fue de una grandísima calidad.

Aprovechemos esta celebración para reafirmar la decisión de dar pasos en la línea que nos marca María, mujer sana, fiel y sencilla.

Canto

Saludo.—Hermanos, bendigamos al Señor, que se fijó en María.

Acto penitencial

• Tú, que miraste la humildad de María: Señor, ten piedad.

• Tú, semejante en todo a nosotros, menos en el pecado: Cristo, ten piedad.

• Tú, que habitas en nosotros: Señor, ten piedad.

Gloria

Oración.—Dios, Padre bondadoso, que encontraste en María una respuesta fiel a tu plan de salvación, haz que, imitando su disponi­bilidad a tus llamadas, podamos cumplir en nosotros lo que habías soñado para cada uno en tu plan de redención. Por Cristo...

3 . LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a las lecturas.—Dios ha apostado siempre por la sal­vación humana. En María ésta fue posible totalmente. Gracias a la obediencia de la fe y a su colaboración, todos hemos sido bende­cidos. María fue elegante, pero a costa de un fuerte sacrificio.

Lecturas.—Gn 3,9-15.20. Salmo o canto. Ef 1,3-6.11-12. Acla­mación. Le 1,26-38. Breve silencio.

Comentario homilético.—La figura de María ha estado muy idealizada. Hay múltiples síntomas en el arte, en la literatura, en costumbres populares y en el sentir de mucha gente. Nosotros la consideramos a partir de lo que dice la Biblia. Hoy la evocamos abierta al Espíritu y llena de gracia. Dios no encontró estilo, disponibilidad y mejor condición que los que halló en María. Por eso hizo en ella el milagro de ser virgen y madre.

Evocamos a María como creyente, meditando los planes de Dios en su corazón, sabiendo caminar en la oscuridad de la fe, pero confiando siempre en su experiencia religiosa. Y la evoca­mos Inmaculada, contemplando en ella un estilo de vida sano desde la raíz, elegante y digno desde su concepción. María es una motivación a ahondar en la conversión. Creemos que el Espíritu nos limpia de todo pecado y es capaz de hacer fecunda nuestra vida, como fecundó la historia de María.

Al celebrar a María, inmaculada y llena de gracia, sentimos en el interior un gran deseo de pureza vital y de compromiso auténtico. (Silencio de interiorización.)

Credo

Oración de los fíeles

• Oremos por el mundo, para que llegue hasta el último rincón el anuncio salvador de Dios.

• Oremos por la Iglesia, para que sea una buena distribuidora de la abundante redención.

• Oremos por los matrimonios, para que hagan del hogar una pequeña Iglesia sensible a las llamadas de Dios.

• Pidamos por nuestra Comunidad, para que se afiance en un estilo limpio y testimonial.

• Tengamos un recuerdo entrañable por todas las madres, para que colaboren, como María, en el crecimiento digno de sus hijos.

• Por éstas y por todas nuestras intenciones, roguemos al Señor.

Ofrendas

• Flor o flores blancas: Señor, acepta nuestro deseo de llevar una vida honesta, fiel, sin pecado.

• Espejo: Señor, María es espejo para nosotros, ejemplo de va­lores y virtudes.

4. RITO DE LA COMUNIÓN

Monición.—María fue alabada por Jesús porque escuchaba la Palabra de Dios y la cumplía. Ella es para la Iglesia una presen­cia llena de sentido y un testimonio singular. Aprendamos de María el saber estar en comunión con Jesús.

Canto

Plegaria

Te bendecimos, Dios de la historia, porque has hecho grande a una mujer sencilla. María es un ejemplo culminante para los creyentes de todos los tiempos que quieren vivir dóciles a tu Palabra. Su vida, llena de gracia, arranca admiración. Celebramos, Dios bueno, a María, presente en la comunidad, Madre de la Iglesia, cristiana fecunda, libre, inmaculada y corredentora. Con ella proclamamos tu grandeza. También hoy puedes hacer maravillas si, como ella, te decimos con sinceridad: "aquí está la esclava del Señor...". Dios nuestro, estamos orgullosos de María, como lo estuvo Jesús.

En su persona se ha condensado toda la felicidad del Reino porque escuchó la Palabra y la hizo vida. En comunión con ella y con Jesús te decimos confiados: Padre nuestro...

Gesto de la paz

Distribución de la comunión: canto

Acción de gracias (Magníficat) t

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. ' ,

5. RITO DE CONCLUSIÓN

Compromiso.—Apertura al Espíritu y dejarlo intervenir: "el Po­deroso ha hecho obras grandes por mí".

Bendición

Monición final.—Hemos celebrado a María, grande de espíritu y sana desde la raíz. Que la veneración que sentimos hacia ella nos lleve a fortalecer nuestra calidad de vida, evitando todo pecado. Sigamos el ejemplo limpio y honesto que ella nos deja. Dios nos quiere libres, con una existencia digna.

Canto final y despedida

índice Págs

PRESENTACIÓN 5

ORDINARIO DE LAS CELEBRACIONES 11

TIEMPO DE ADVIENTO Domingo I 14 Domingo II 19 Domingo III 24 Domingo IV 29

TIEMPO DE NAVIDAD Natividad del Señor 34 Domingo infraoctava de Navidad 39 Solemnidad de Santa María, Madre de Dios 46 Segundo domingo después de Navidad 52 Epifanía del Señor 56 Bautismo del Señor 61

TIEMPO DE CUARESMA

Miércoles de Ceniza 67 Domingo 1 72 Domingo II 77 Domingo III 82 Domingo IV 86 Domingo V 90 Domingo de Ramos 95

TRIDUO PASCUAL Jueves Santo 100 Viernes Santo 105 Sábado Santo: Vigilia Pascual 110

TIEMPO DE PASCUA Pascua de Resurrección 117 Domingo II 122 Domingo III 127 Domingo IV 132 Domingo V 137 Domingo VI 142 Ascensión del Señor 146 Domingo de Pentecostés 151

SOLEMNIDADES DEL SEÑOR

Santísima Trinidad 157 Corpus Chnsti ., 162

TIEMPO ORDINARIO

Domingo II 167 Domingo III 172 Domingo IV 177 Domingo V 182 Domingo VI 187 Domingo VII 192 Domingo VIII 197 Domingo IX 202 Domingo X 206 Domingo XI 210 Domingo XII 214 Domingo XIII 219 Domingo XIV 224 Domingo XV 229 Domingo XVI 234 Domingo XVII 239 Domingo XVIII 244 Domingo XIX 249 Domingo XX 254 Domingo XXI 259 Domingo XXII 264 Domingo XXIII 269 Domingo XXIV 273 Domingo XXV 278 Domingo XXVI 283 Domingo XXVII 287 Domingo XXVIII 291 Domingo XXIX 296 Domingo XXX 301 Domingo XXXI 306 Domingo XXXII 311 Domingo XXXIII 315 Domingo XXXIV 320

OTRAS FESTIVIDADES

San José, esposo de la Virgen María 325 Asunción de María 329 Todos los Santos 333 Solemnidad de la Inmaculada Concepción 338