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Chile: los caminos de la historia y la memoria Este trabajo fue publicado en su versión original bajo el título “Irruptions of Memory: Expressive Politics in Chile’s Transition to Democracy” . Journal of Latin American Studies 31, 1999, pp. 473-500. Irrupciones de la memoria: la política expresiva en la transición a la democracia en Chile 1 Alexander Wilde Alexander Wilde. “Irrupciones de la memoria: la política expresiva en la transición a la democracia en Chile” , en Anne Pérotin-Dumon (dir.). Historizar el pasado vivo en América Latina. ht tp://etica.uahurt ado.cl/historizarelpasado viv o/es_contenido.php Copyright ©2007 Anne Pérotin-Dumon HISTORIZAR EL PASADO VIVO EN AMÉRICA LATINA Alexander Wilde Ha estado vinculado durante muchos años con temas de derechos humanos y democracia en América Latina como académico, defensor y promotor de fondos filantrópicos para esta causa. Antes de ser vicepresidente de la Fundación Ford dirigió su oficina regional en Santiago de Chile, donde apoyó nuevos trabajos de investigación sobre memoria histórica y archivos de derechos humanos. Entre 1987 y 1993 dirigió la Washington Office on Latin America (WOLA), de cuya mesa directiva es actualmente presidente. Como cientista político, ha enseñado en las universidades de Wisconsin y Notre Dame (Estados Unidos). Publicó Conversaciones de caballeros: la quiebra de la democracia oligárquica en Colombia (1982) y The Progressive Church in Latin America (con Scott Mainwaring, 1989), además de numerosos artículos académicos. Actualmente es investigador sobre el movimiento chileno de derechos humanos en el Centro de Ética de la Universidad Alberto Hurtado (Chile). 1. Versiones anteriores de este trabajo se presentaron en las conferencias sobre “Legados del autoritarismo: producción cultural, trauma colectivo y justicia global”. Universidad de Wisconsin-Madison: 3-5 de abril, 1998, y sobre “Enfrentar los legados no democráticos durante la profundización democrática: América Latina y Europa Meridional en una perspectiva comparativa”. Instituto de Estudios Ibéricos y Latinoamericanos. Buenos Aires: Universidad de Columbia y Universidad Torcuato di Tella, 27-29 de agosto, 1998. El autor desea agradecer diversas observaciones críticas de sus colegas Felipe Agüero, Louis Bickford, Herbert Braun, Paul Drake, Katherine Hite, Iván Jaksic, Elizabeth Lira, Patricio Navia, Anne Pérotin-Dumon, Alfredo Riquelme, Michael Shifter, Steven Stern, Augusto Varas y José Zalaquett, además de James Dunkerley y un corresponsal anónimo del Journal of Latin American Studies (JLAS).

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Chile: los caminos de la historia y la memoria

Este trabajo fue publicado en su versión original bajo el título “Irruptions of Memory: Expressive Politics in Chile’s Transition to Democracy”. Journal of LatinAmerican Studies 31, 1999, pp. 473-500.

Irrupciones de la memoria:la política expresiva en la transicióna la democracia en Chile1

Alexander Wilde

Alexander Wilde. “Irrupciones de la memoria: la política expresiva en la transicióna la democracia en Chile”, en Anne Pérotin-Dumon (dir.). Historizar el pasado vivoen América Latina. http://etica.uahurtado.cl/historizarelpasadovivo/es_contenido.phpCopyright ©2007 Anne Pérotin-Dumon

HISTORIZAR EL PASADO VIVO EN AMÉRICA LATINA

Alexander Wilde

Ha estado vinculado durante muchos añoscon temas de derechos humanos y democraciaen América Latina como académico, defensory promotor de fondos filantrópicos paraesta causa. Antes de ser vicepresidente dela Fundación Ford dirigió su oficina regionalen Santiago de Chile, donde apoyó nuevostrabajos de investigación sobre memoriahistórica y archivos de derechos humanos.Entre 1987 y 1993 dirigió la Washington Officeon Latin America (WOLA), de cuya mesadirectiva es actualmente presidente.Como cientista político, ha enseñado enlas universidades de Wisconsin y Notre Dame(Estados Unidos). Publicó Conversacionesde caballeros: la quiebra de la democraciaoligárquica en Colombia (1982) y The ProgressiveChurch in Latin America (con Scott Mainwaring,1989), además de numerosos artículosacadémicos. Actualmente es investigadorsobre el movimiento chileno de derechoshumanos en el Centro de Ética de la UniversidadAlberto Hurtado (Chile).

1. Versiones anteriores de este trabajo se presentaron en las conferencias sobre “Legadosdel autoritarismo: producción cultural, trauma colectivo y justicia global”. Universidad deWisconsin-Madison: 3-5 de abril, 1998, y sobre “Enfrentar los legados no democráticos durantela profundización democrática: América Latina y Europa Meridional en una perspectivacomparativa”. Instituto de Estudios Ibéricos y Latinoamericanos. Buenos Aires: Universidadde Columbia y Universidad Torcuato di Tella, 27-29 de agosto, 1998. El autor desea agradecerdiversas observaciones críticas de sus colegas Felipe Agüero, Louis Bickford, Herbert Braun,Paul Drake, Katherine Hite, Iván Jaksic, Elizabeth Lira, Patricio Navia, Anne Pérotin-Dumon,Alfredo Riquelme, Michael Shifter, Steven Stern, Augusto Varas y José Zalaquett, ademásde James Dunkerley y un corresponsal anónimo del Journal of Latin American Studies (JLAS).

Chile: los caminos de la historia y la memoria

3Alexander Wilde. Irrupciones de la memoria: la política expresiva en la transicióna la democracia en Chile

2. Algunos títulos son: Tomás Moulian. Chile actual: anatomía de un mito. Santiago:LOM/ARCIS, 1997, y Conversación interrumpida con Allende. Santiago: LOM/ARCIS, 1998.M. A. de la Parra. La mala memoria. Santiago: Planeta-Andros, 1997 y Carta abierta aPinochet. Santiago: 1998. E. Carmona (ed.). Morir es la noticia. Santiago: Carmona. 1997.M. González Pino y A. Fontaine Talavera (eds.). Los mil días de Allende. Santiago: CEP,1997. M. Rivas y R. Merino (eds.). ¿Qué hacía yo el 11 de septiembre de 1973? Santiago:LOM,1997. F. Zerán. Desacatos al desencanto, Santiago: LOM, 1997. J. Lavandero Illanes.El precio de sostener un sueño. Santiago: LOM, 1997. A. Cavallo, M. Salazar y O. Sepúlveda.La historia oculta del régimen militar. Santiago: Grijalbo, 3a. ed., 1997 [publicado originalmenteen 1989]. A. Cavallo. La historia oculta de la transición. Santiago: Grijalbo-Universitaria, 1998.A. Jocelyn-Holt Letelier. El peso de la noche: nuestra frágil fortaleza histórica. Buenos Aires:Planeta, 1997, y El Chile perplejo. Santiago: Planeta, 1998. H. Vidal: Política cultural de lamemoria histórica. Santiago: Mosquito,1997. E. Tironi: El régimen autoritario: para una

Aun antes de que se detuviera en Londres a Augusto Pinochet, en octubrede 1998, el pasado pesaba sobre la particular transición de Chile a la demo-cracia. Esto se percibió durante el año anterior, en la atención que las trans-misiones de radio y televisión, y los artículos publicados en diarios y revis-tas, dedicaban a la conflictiva historia reciente del país. Desde la vuelta algobierno democrático, en 1990, los libros sobre la dictadura y el gobierno dela Unidad Popular abundaban en las librerías de Santiago. Al aproximarse elvigésimo quinto aniversario del golpe militar de 1973, la que había sido unacorriente continua de publicaciones se convirtió en un torrente de memo-rias personales y políticas, ensayos extensos, periodismo político y estudiosacadémicos que evocaban la dividida memoria histórica del país.2

La detención de Pinochet y los acontecimientos que la siguieron catali-zan este humor nacional. Improbables, sin precedentes, asombrosos de porsí, estos hechos ponen a prueba el elemento que aparecía como inamovibleen la “transición pactada” de Chile y rodean de vulnerabilidad a una figuraque lleva un gran peso simbólico por haber estado durante una generaciónen el centro de la vida nacional, vilipendiada o celebrada por distintos sec-tores de la población, soportada con cierto fatalismo, tal vez, por la mayoría.Al mismo tiempo, sin embargo, todo el episodio trae a la memoria variosotros de magnitud menos asombrosa. En marzo de 1998, Pinochet renuncióa su calidad de comandante en jefe del Ejército y ocupó un escaño en el

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Conceptos

Desaparecidos

Ideología y partidos políticos

Irrupciones de memoria

Justicia

Transición democrática pactada

Transición democrática y derechos humanos

Transición democrática y memoria

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05, 20, 37

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Chile: los caminos de la historia y la memoria

5Alexander Wilde. Irrupciones de la memoria: la política expresiva en la transicióna la democracia en Chile

5. El “blanqueo” del pasado es tema importante en Tomás Moulian, Chile actual: anatomíade un mito. Santiago: LOM/ARCIS, 1997.

6. “Irrumpir”: entrar violentamente en un lugar; “irrupción”: acometimiento impetuosoe impensado; entrada impetuosa en un lugar (Real Academia Española, Diccionario de laLengua Española, [Madrid, 2001]). La literatura académica relativa a la memoria históricaes extensa y sigue aumentando. Entre las obras más representativas se podrían contarMaurice Halbwachs, On Collective Memory (ed.), trad. de L. A. Coser, Chicago y Londres:University of Chicago, 1992 [1941, 1952]; Pierre Nora (ed.), Realms of Memory. Tresvolúmenes, trad. de Arthur Goldhammer, Nueva York: Columbia University Press, 1996[1992]; P. H. Hutton, History as an Art of Memory. Hanover, New Hampshire: UniversityPress of New England, 1993. D. Lowenthal, Possessed by the Past. Nueva York: CambridgeUniversity Press, 1998; y J. S. Pennebaker et al., (ed.), Collective Memory of Political Events.Mahwah, New Jersey: Lawrence Erlbaum Associates, 1997.

Congreso como senador vitalicio, con lo que trocaba su base militar depoder por la entrada oficial a la clase política del país. El hecho provocómanifestaciones en las calles frente al Congreso y en el interior del propioSenado, donde miembros del Parlamento desplegaron retratos de perso-najes prominentes asesinados durante la dictadura y protestaron contra laincorporación de Pinochet al Poder Legislativo, de acuerdo con las dispo-siciones de la Constitución de 1980. En los meses que siguieron la naciónpresenció el fracaso de un intento de juicio político contra Pinochet y unaandanada de manifiestos programáticos que sometieron las políticas delgobierno y su autoridad moral a un acerbo debate público.3

Desde 1990 se han sucedido momentos semejantes en la vida políticade Chile. Estas “irrupciones de la memoria” forman parte de un contra-punto de la que podría llamarse la “dimensión expresiva” de la política detransición, que condiciona el carácter de ésta al interrumpir el curso normalde la negociación en torno de presupuestos y políticas públicas. Caracte-rizado como una “nación de enemigos”,4 Chile permanece asediado por

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sociología de Pinochet. Santiago: Dolmen, 1998. D. Tótoro Taulis. La cofradía blindada: Chilecivil y Chile militar. Trauma y conflicto. Santiago: Planeta, 1998. M. A. Garretón et al. Por lafuerza sin la razón. Santiago: LOM, 1998. G. Arriagada. Por la razón o la fuerza: Chile bajoPinochet. Santiago: Sudamericana chilena, 1998. P. Aylwin Azócar, El reencuentro de losdemócratas. Santiago: Ediciones B; Barcelona: Grupo-Zeta, 1998. E. Subercaseaux, GabrielValdés: señales de historia, Santiago: Aguilar, 1998. J. A. Viera-Gallo, 11 de septiembre:testimonio, recuerdos y una reflexión actual. Santiago: Chile América, CESOC, 1998; L. Maira,Los tres Chile de la segunda mitad del siglo XX. Santiago: LOM, 1998. J. T. Merino, Bitácorade un almirante: memorias. Santiago: Andrés Bello, 1998. G. Rojas Sánchez, Chile escoge lalibertad. Santiago: Zig-Zag, 1998; M. Orellana Benado, Allende alma en pena: una miradalibre. Santiago: Demens&Sapiens, 1998. A. Uribe, Carta abierta a Patricio Aylwin. Santiago:Planeta, 1998. J. A. Cuevas, Diario de la ciudad ardiente. Santiago: LOM, 1998. H. Soto (ed.),Voces de muerte. 2 tomos, Santiago: LOM, 1998. P. Verdugo, Interferencia secreta: 11 deseptiembre de 1973. Con CD, Santiago: Sudamericana, 1998. y P. Rojas B. et al., Tarda perollega: Pinochet ante la justicia española. Santiago: LOM, 1998.3. El manifiesto del grupo más crítico dentro de la Concertación se publicó en El Mercuriocon el título: “La gente tiene razón: las voces disidentes del oficialismo”, sección D, pp. 8-10,14 de junio, 1998.4. Pamela Constable y Arturo Valenzuela, A Nation of Enemies: Chile Under Pinochet. NuevaYork: W. W. Norton, 1991. Este análisis de la dictadura, refinado y evocador, que terminacuando Aylwin asume la presidencia, no está publicado en Chile en traducción española.

recuerdos divididos de su historia reciente, que comprende la dictaduray la aguda polarización que la precedió, en un lapso que va desde 1967,aproximadamente. Desde entonces, de manera errática pero frecuente, lossímbolos de estos recuerdos han tenido expresión pública en acontecimien-tos tales como ceremonias oficiales, feriados nacionales, publicación delibros, descubrimiento de restos de desaparecidos, el juicio a un personerode la dictadura, que traen a la memoria, tanto de la clase política como dela ciudadanía, aquel pasado que no se olvida.5

“Irrupciones de la memoria”,6 en la acepción que se da a aquel términoen este artículo, son hechos públicos que asaltan la conciencia nacional deChile, espontánea y a veces súbitamente, y evocan asociaciones con símbo-los, figuras, causas, estilos de vida, que, en una medida fuera de lo común,se relacionan con un pasado político que todavía está presente en la expe-riencia vivida de una parte importante de la población. Los hechos que seanalizan aquí son “públicos”, en el sentido tanto de que están extensamentecubiertos por los medios de comunicación como de que en ellos participala autoridad de instituciones públicas y de las élites que las dirigen. Ellos serefieren a una etapa de la historia nacional reciente que se destaca por trans-currir en un marco de recuerdos políticos contrapuestos: los actos de figurasdestacadas de la dictadura, la culpabilidad de los políticos en las circuns-tancias que condujeron al golpe militar; sobre todo, la violación masiva de

Irrupcionesde memoria

Chile: los caminos de la historia y la memoria

Entre sus irrupciones periódicas a partir de la transición, la vida públicadel país ha mostrado cierto tono sordo que refleja la que podría denominarse,con algo de ironía, “conspiración de consenso”, que se originó entre las élitespolíticas, pero que atraviesa toda la sociedad. Parece que entre la ciudada-nía hubiera una aversión generalizada al conflicto declarado, relacionadocon niveles bajos de confianza social.9 Los orígenes de este elemento de lacultura contemporánea exigen mayor estudio, pero aparentemente sus raí-ces son los hábitos formados durante una generación de dictadura y en losrecuerdos de aquella época y de la dolorosa polarización que antecedió algolpe de 1973.10 En las élites políticas, particularmente las que componenla Concertación, hay una tendencia perceptible a evitar los golpes y con-tragolpes del debate público que normalmente se asocia con la políticademocrática. Los políticos muestran una actitud notablemente defensiva,respecto del carácter parcial de la transición a la democracia (especialmentefuera del país), y susceptible ante críticas de las políticas del gobierno y sudesempeño (especialmente dentro del país). Ejercen una política cauta deconstrucción de un consenso elitista, casi como una suerte de ingenieríapolítica, con escasos canales de participación para la sociedad civil organi-zada y de expresiones de descontento por parte de los ciudadanos.

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una larga tradición cívica de elevada participación electoral, comparable a la de EuropaOccidental, se interpretaron como señales de descontento generalizado, a pesar de la rápidamodernización del país y de sus indicadores económicos impresionantes.

9. Según Marta Lagos, respetada experta nacional en opinión pública, los chilenos muestranniveles extrañamente bajos de confianza interpersonal, franqueza sobre política, satisfaccióncon la democracia y percepción de democracia plena en Chile, pese a la estabilidad políticay al crecimiento económico. Ella coloca estas actitudes en un examen más amplio de la culturapolítica regional, en “Latin America’s Smiling Mask”. Journal of Democracy. Volumen 8, núm. 3,julio de 1997, pp. 123-138. Este tema se analiza con mayor profundidad en el informe delPrograma de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Desarrollo humano en Chile 1998.Santiago: 1998, en que se relacionan las reacciones sociales “subjetivas” con procesos másamplios de modernización.

10. Sobre este tema, véase especialmente Tomás Moulian, Chile actual: anatomía de un mito.Santiago: LOM/ARCIS, 1997, y las dos obras de De la Parra, La mala memoria. Santiago:Planeta/Andros, 1997 y Carta abierta a Pinochet. Santiago: Planeta, 1998.

los derechos humanos fundamentales durante la dictadura. En el curso dedichas “irrupciones”, como la que se produjo con la detención de Pinochet,Chile fue presa de un discurso público profundamente escindido, cruzadopor representaciones colectivas del pasado, contradictorias y mutuamenteexcluyentes. Estos hechos controvertidos se encuentran hoy imbricados enla política: se trata de cuestiones simbólicas, externas a las disposicionesinstitucionales tan bien analizadas por los politólogos, que todavía mantie-nen la vida política en estado de suspensión.7

Cuando se la compara con las diversas transiciones a la democracia queha habido en el mundo contemporáneo, la de Chile se cuenta, con justicia yen opinión de muchos, entre las de mayor éxito. Sus dos primeros gobiernosde centroizquierda con la Concertación (Patricio Aylwin, 1990-1994; EduardoFrei Ruiz-Tagle, 1994-2000) mantuvieron la estabilidad política dentro deun marco constitucional, sostuvieron el crecimiento económico con un pro-medio superior a 6% anual durante ocho años e hicieron uso de políticaspúblicas para enfrentar el grave déficit social que se acumuló durante elrégimen militar. No obstante y pese a sus efectivos logros políticos y econó-micos, el apoyo de la ciudadanía fue tibio y el cuestionamiento del propioproceso de transición fue cundiendo. En las elecciones parlamentarias de1997, cifras insólitas de votantes se abstuvieron de votar, emitieron votosnulos o ni siquiera se inscribieron. Una campaña nacional que se realizó conanterioridad, ese mismo año, y cuya meta era la de inscribir a un millónde ciudadanos jóvenes, obtuvo sólo cien mil inscripciones.8

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7. Es notable cómo los acontecimientos de marzo de 1998 frente al Congreso: protestascallejeras en las puertas del Congreso, retratos de los asesinados y desaparecidos dentrodel Congreso, reflejan exactamente otros que ocurrieron ocho años antes, cuando Aylwinasumió la presidencia. Véase Otano Rafael, “Crónica de la transición”, Qué Pasa. 30 dediciembre de 1995, p. 108. Es un reportaje periodístico excelente, atento a los aspectosexpresivos, menos tangibles, de la política del período presidencial de Aylwin y al lapsoque la precedió. La continuidad simboliza las limitaciones institucionales de la transiciónpactada de Chile, pero a la vez explica cómo esta sociedad pequeña ha experimentado suhistoria política reciente.

8. En Chile votar es obligatorio y abstenerse de votar complica toda relación posterior conel sistema judicial u otros organismos estatales. Las elecciones de 1997, que contrariaron

Ideologíay partidospolíticos

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Alexander Wilde. Irrupciones de la memoria: la política expresiva en la transicióna la democracia en Chile

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11. Véase Tironi, El régimen autoritario: para una sociología de Pinochet. Santiago: Dolmen,1998, y M. A. Garretón, “The Political Opposition and the Party System under the MilitaryRégime”. P. W, Drake e I. Jaksic (eds.), The Struggle for Democracy in Chile: 1982-1990.Lincoln, Nebraska: Univ. of Nebraska Press, 1991, (Latin American studies series) pp. 211-250.

12. Este subconjunto de transiciones, con su nombre difícil de transición pactada, derivadodel caso español, se refiere al establecimiento de un gobierno democrático dentro del marco

y frente a la sociedad, a partir de 1990. Se examinarán los esfuerzos de losdos gobiernos de la Concertación por promover la reconciliación social enuna población que sigue profundamente dividida respecto del pasado, através de iniciativas tales como ciertos gestos ceremoniales tempranos, laComisión de Verdad y Reconciliación y el monumento en recuerdo de lasvíctimas del régimen de Pinochet. También se analizará una serie de acon-tecimientos ajenos a la voluntad del gobierno que han irrumpido repeti-das veces en la vida nacional, despertando la memoria colectiva. Luego deun lapso inicial de política más expresiva, estos gobiernos abandonaron lainiciativa y reaccionaron esencialmente a las “irrupciones” que se les presen-taron. No obstante, aun cuando pusieron en práctica una política de podercon base en la realidad, dando preferencia a las reformas institucionales ya los acuerdos entre élites políticas, no dieron una respuesta apropiada a lanecesidad de un entendimiento social compartido de mayor amplitud, conbase en la aceptación común de los derechos humanos y del pasado conflic-tivo del país. A continuación, se verá cómo los líderes nacionales podríanvalerse de la autoridad moral para reforzar las instituciones democráticas;es además recomendable que los investigadores vuelvan a analizar la dic-tadura y el período polarizado de derrumbe democrático que la precedió,como episodios que aún no se han asimilado en las actitudes ciudadanasni en la práctica de las élites que siguen conformando las cualidades par-ticulares de una democracia contemporánea en transición.

UNA DEMOCRACIA POSIBLE

Los estudiosos de las transiciones democráticas han señalado correcta-mente el carácter particular de las transiciones “pactadas” después de ungobierno autoritario.12 En dichas transiciones, los dirigentes de la oposición

En parte, este estilo de gobierno nace, indudablemente, de la necesidad denegociación interna dentro de una coalición gobernante que se componede tres partidos: la Democracia Cristiana, el Partido Socialista y el Partidopor la Democracia. Bajo una perspectiva más distante, los políticos queintegran la Concertación han debido emprender una tarea difícil para res-tablecer su liderazgo nacional en un país que ha cambiado profundamenteen muchos aspectos, debido a la política y la experiencia de la larga dic-tadura.11 Aun cuando en Chile, históricamente, los partidos dominaron laescena política en una medida que tiene escasos precedentes en AméricaLatina, la ausencia de prácticas democráticas y electorales en una generacióncompleta los enfrentó a la necesidad de volver a forjar nuevos lazos con lasociedad una vez pasada la transición. Las dificultades de esta tarea quedanen evidencia en el modo como manejaron las protestas populares en tornode diversos asuntos álgidos, como la salud, la educación, las jubilaciones,el ambiente, en los cuales la dictadura disminuyó la participación directadel estado en favor de soluciones de mercado.

Sin embargo, la tendencia a privilegiar la negociación de élite sobre lainteracción más directa con la ciudadanía se manifestó de manera parti-cular en el tratamiento que ha dado la Concertación a aquellos conflictosque recuerdan el pasado reciente, tan dividido en el aspecto político. Dichasirrupciones de la memoria, inevitablemente, han contribuido al desencantogeneralizado del país frente a la política de transición: la impresión de que,luego de ocho años de gobierno elegido, la vida política todavía no mereceplenamente el apoyo que corresponde a una democracia, de parte de susciudadanos y de las élites que dirigen sus instituciones políticas.

Al considerar diversas explicaciones para dicho fenómeno, este artículopretende iluminar ciertos aspectos de las dimensiones expresivas que tienela política: aquéllos relativos al estilo que la élite tiene para con sus miembros

Transicióndemocráticapactada

Chile: los caminos de la historia y la memoria

profundas. En contraste con la mayor parte de América Latina luego de laindependencia, Chile, a partir de mediados del siglo XIX, logró instituirelecciones periódicas en las que el poder se disputaba entre políticos parti-distas civiles. Pese a la guerra civil de 1891, las instituciones políticas se recons-tituyeron en un régimen electoral cuasi parlamentario que al iniciarse elsiglo XX permitió la representación cada vez más amplia de los interesesde la clase media y de la clase obrera. Luego de un interludio autoritario(1924-1932), la política se mantuvo estable durante más de treinta años,pero a fines de los años sesenta comenzó a sufrir tensiones cada vez másintensas que condujeron a la polarización, al desorden y al derrumbe conAllende (1970-1973).15 En los primeros años de gobierno, las Fuerzas Arma-das reprimieron la oposición sin contemplaciones y Pinochet gobernó arbi-trariamente hasta que buscó la legitimación con un referéndum sesgadoque se llevó a cabo en 1978 y una constitución autoritaria que se aprobó en1980. Durante este primer período, las voces de la sociedad civil fueronlas de las iglesias y las del movimiento de derechos humanos.16

La oposición civil abierta se manifestó por primera vez casi diez añosdespués de que las Fuerzas Armadas tomaran el poder, como reacción a una

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Alexander Wilde. Irrupciones de la memoria: la política expresiva en la transicióna la democracia en Chile

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institucional de un régimen autoritario precedente. El libro de referencia fundamental esG. O’Donnell et al. (eds.), Transition from Authoritarian Rule: Comparative Perspectives.Baltimore, Maryland: The John Hopkins Univ. Press, 1986. Un panorama reciente y útilde esta literatura es J. Hartlyn, “Political Continuities, Missed Opportunities, and InstitutionalRigidities: Another Look at Democratic Transitions in Latin America”. Scott Mainwaringy Arturo Valenzuela (eds.), Politics, Society, and Democracy: Latin America. Boulder,Colorado: Westview Press, 1998, pp. 101-120.

13. Cabe recordar que Robert Dahl concibió el concepto de “poliarquía” para distinguirentre un conjunto de normas, instituciones y prácticas políticas, y las cualidades moralesinevitables que acompañan la “democracia”. Cf. Robert Dahl, Polyarchy: Participation andOpposition. New Haven, Connecticut: Yale University Press, 1971 [Trad. cast. La poliarquía.Madrid: Tecnos, 1989].

14. Al menos dos elementos de esta caracterización de la transición chilena siguen entela de juicio: en qué medida las élites democráticas lograron efectivamente negociar conlas de la dictadura, y la índole de los acuerdos, implícitos y explícitos, a los que se llegó en eseproceso. En cuanto al primero, los procesos de consulta que tuvieron lugar antes de queAylwin asumiera el mando en marzo de 1990 (principalmente en torno a las reformasconstitucionales de 1989) ameritan un estudio más profundo. Y la detención de Pinocheten octubre de 1998, en Londres, ha puesto de manifiesto ciertas ambigüedades acercadel segundo. Dentro de la abundante literatura académica en que se analiza la transición,Democracia en Chile: Lecciones para la gobernabilidad. Santiago: Andrés Bello/Andros,1997, de Edgardo Boeninger, tiene especial valor. Boeninger fue una figura central durantela formación de la oposición democrática frente a Pinochet, en los años ochenta y duranteel gobierno elegido de Aylwin que lo sucedió. En la obra se combina un minucioso análisis delas diversas limitaciones constitucionales e institucionales a la democracia, con el conocimientointeriorizado que corresponde a un actor compenetrado de las estrategias y percepciones

políticas de las élites democráticas. Conviene leerla en conjunto con Arriagada, Por la razóno la fuerza: Chile bajo Pinochet. Santiago: Sudamericana, 1998, escrito por el director de lacampaña del “No”, de la Concertación, en 1988, y figura clave de la oposición democrática,y con el relato de Sergio Fernández, Mi lucha por la democracia. Santiago: Los Andes-Alfabeta,1994. Fernández, ministro del Interior del último gabinete de Pinochet, fue un miembro clavede la “línea blanda”, dentro del régimen autoritario saliente. Véase también E. Cañas Kirby,Proceso político en Chile, 1973-1990. Santiago: Andrés Bello, 1997.

15. En la frondosa literatura sobre este proceso, Arturo Valenzuela, The Breakdown of DemocraticRégimes: Chile. Baltimore, Maryland: Johns Hopkins University, 1978, se mantiene comoun clásico. Alan Angell presenta una excelente síntesis reciente en el capítulo de su autoríaque aparece en el volumen dedicado a Chile, en L. Bethell (ed.), Cambridge History of LatinAmerica. Cambridge: University Press, volumen. 8, 1991.

16. Las principales instituciones fueron la Vicaría de la Solidaridad, vinculada a la IglesiaCatólica, y la Comisión Chilena de Derechos Humanos, ligada a los partidos democráticos.En Moral Opposition to Authoritarian Rule in Chile (1973-1990). Londres, Basingstoke:Macmillan in association with St Antony’s College, Oxford, 1996, Pamela Lowden ofrece unainterpretación bien documentada de aquéllas y su papel en la transición a la democracia.

democrática convienen en competir por el poder según los canales institu-cionales que estableció, a decir verdad, la dictadura; esto significa diversosacuerdos, explícitos o implícitos, con sus propias élites y con sus partidarios,y no sólo entre ellas mismas. Estas transiciones se transan (en los diversossentidos de la palabra) con el fin de alcanzar la meta principal que compar-ten los demócratas, esto es, la de poner fin a la dictadura y establecer lamejor democracia posible en las circunstancias imperantes. Como mínimo,lo dicho significa asegurar elecciones libres y demás procedimientos demo-cráticos fundamentales de la “poliarquía”.13

El caso de Chile ejemplifica dicho estilo de transición y se apoya en unatradición recuperable de competencia democrática.14 Sus instituciones demo-cráticas, derrocadas en 1973 por un golpe militar, tenían raíces históricas

Chile: los caminos de la historia y la memoria

consolidar el poder de Pinochet en los diversos estamentos militares (conautoridad directa sobre el Ejército hasta 1998), incorporar a la inteligenciamilitar, bajo su mando, a los diecinueve mil miembros de la Central Nacionalde Información (CNI) o policía secreta y destruir archivos policiales secretos.

En suma, Chile volvió al gobierno democrático con una serie de encla-ves autoritarios bien protegidos.19 En un nivel, se trataba de impedimentosconstitucionales y legislativos para una democracia más cabal. Además delos amarres ya mencionados, en el Congreso hay nueve “senadores desig-nados” y el sistema electoral determina una representación excesiva de laderecha política, la que asegura una coalición que bloquea la mayoría delas reformas sistémicas.20 En otros niveles, la democracia quedó limitadapor valores y mentalidades autoritarias incorporadas en actores políticosinfluyentes, organizaciones y sectores sociales cuya adhesión a la prácticademocrática era, en el mejor de los casos, limitada. Estos actores, sobretodo las Fuerzas Armadas y el Poder Judicial, pero también buena parte delsector empresarial y los medios de comunicación, han ejercido un impor-tante poder de facto para mantener la conspiración de consenso.21

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17. Andrés Zaldívar Larraín analiza la Constitución de 1980 y su dudosa aprobación porplebiscito durante la dictadura, en La transición inconclusa. Santiago: Los Andes, 1995.En 1999 Zaldívar era presidente del Senado de Chile y fue candidato a Presidente de laRepública por el Partido Demócrata Cristiano.18. Como Franco, Pinochet se jactaba de haber dejado un legado político atado y bien atado.Aun cuando no es extraño que un militar profesional haya dado tanta importancia a laingeniería política con fines propios, es lamentable que los políticos democráticos no hayanencontrado cómo sacar provecho de la autoridad moral que obtuvieron con las elecciones libres.

19. M. A. Garretón, La posibilidad democrática en Chile. Santiago: FLACSO, 1988 y “HumanRights in Democratization Processes”. E. Jelin y E. Hershberg (eds.), Constructing Democracy:Human Rights, Citizenship, and Society in Latin America. Boulder, Colorado: Westview Press,1996, pp. 39-56. Brian Loveman y Elizabeth Lira, Las suaves cenizas del olvido. La vía chilenade reconciliación, 1814-1932. Santiago: LOM/DIBAM, 1999, contradicen la influyenteconceptualización de Garretón. Los autores sostienen que, históricamente, las característicasautoritarias son un rasgo permanente de las instituciones políticas chilenas, integrales y noexcepcionales, como lo da a entender el concepto de “enclaves”.20. Una explicación breve y lúcida del sistema electoral chileno actual aparece en J. S. Valenzuela,“Consolidation in Post-Transitional Settings: Notion, Process, and Facilitating Conditions,”un análisis temprano y profundo de la transición, en S. Mainwaring, G. O’Donnell yJ. S. Valenzuela (eds.), Issues in Democratic Consolidation. Notre Dame, Indiana: The Universityof Notre Dame Press, 1992, p. 98, nota 24. Al ocupar su escaño como senador vitalicio, enmarzo de 1998, Pinochet se convirtió en el décimo miembro de la Cámara Alta que no fueelegido por sufragio popular. El hecho de que la Concertación pudiera nombrar senadoresinstitucionales demócratas debilitó la coalición opositora, pero no disminuyó de por sí elcarácter poco democrático del Congreso.

21. La importante influencia de dichos actores, fuera de las instituciones políticas oficialesde Chile, se reconoce con frecuencia en la prensa, la que les ha dado el nombre de “poderes

grave crisis económica que, en los primeros años de 1980, dejó sin trabajoa una cuarta parte de la fuerza laboral. En 1983-1984 hubo manifestacionescallejeras masivas contra la permanencia de Pinochet en el poder, que con-dujeron a un Acuerdo Nacional (1985) entre los dirigentes de partidos polí-ticos, con el apoyo de la Iglesia Católica, para reclamar el retorno a la demo-cracia. No obstante, en los años siguientes, la posibilidad de llegar a unatransición por medio de la movilización popular, a la manera del Poder delPueblo contra el dictador filipino Fernando Marcos, se desvaneció. La únicaopción pacífica viable era la de competir contra el régimen en el plebiscitode 1988, dispuesto en la Constitución de 1980.17 Luego de enfrentar seriasdudas acerca de la legitimidad y equidad del procedimiento, la Concerta-ción organizó la inscripción electoral masiva y una campaña de gran éxitoque recibió su recompensa en la mayoría absoluta de los que votaron porel “No” a la continuación del régimen de Pinochet.

El plebiscito de octubre de 1988 inició un período de actividad intensaque duró unos 18 meses y dio su forma definitiva al marco institucional pac-tado que el gobierno de Aylwin heredó en 1990. La Concertación negoció conla dictadura una lista de cincuenta y cuatro modificaciones a la Constituciónde 1980 que reducían, en alguna medida, su carácter autoritario. Estos cam-bios quedaron aprobados por la gran mayoría en un plebiscito nacionalcelebrado en julio de 1989. Al mismo tiempo, sin embargo, el gobierno dePinochet instituyó medidas que limitaban aún más las perspectivas de cam-bio democrático e imponían serias trabas a los gobiernos posteriores elegi-dos. Los llamados “amarres”18 se referían a asegurar la inamovilidad de losempleados públicos, repletar la Corte Suprema y el Tribunal Constitucional,

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a que mire al futuro. En forma implícita, ha vuelto a una paciente Realpolitikelitista en lugar de sacar provecho de su legitimidad democrática mediantellamados directos al pueblo. Estos políticos han comprendido, demasiado bienquizás, las realidades del poder que ligan la política del país a un pasadoautoritario. No obstante, su estilo de liderazgo da a entender que no com-prenden del todo que los amarres son también ataduras morales que liganlos sentimientos ciudadanos con sus instituciones políticas nacionales.

Ceremonias, sitios e irrupciones

Desde el comienzo, el gobierno de transición de Patricio Aylwin (1990-1994)demostró un compromiso firme a restituir la legitimidad moral de la demo-cracia23 después de la larga dictadura de Pinochet y, por cierto, de la épocaconflictiva del gobierno elegido de Allende y la Unidad Popular (1970-1973)que la precedió. Esto reflejaba un fuerte consenso al interior de la propiaConcertación, coalición de partidos de izquierda y de centro que hizo de losderechos humanos un elemento central de su programa, pero las medidas quese tomaron con Aylwin fueron un claro reflejo de la personalidad del propiopresidente. Desde los primeros días, su gobierno aplicó políticas dirigidasa diversos elementos del legado autoritario de violaciones de los derechoshumanos.24 Indemnizó a las víctimas y a sus familias, y conmutó las conde-nas de los presos políticos por actos contra la dictadura. Quizá más impor-tante resulta el hecho de haber establecido un recuento y un análisis objetivos

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fácticos”. Esta influencia se reconoce entre el pueblo chileno a nivel más amplio: porejemplo, Lagos, “Latin America’s Smiling Mask”. Journal of Democracy. Volumen. 8,núm. 3, julio de 1997, p. 135.

22. Las distintas reformas que se propusieron, algo diferente en los dos gobiernos,ilustran las dificultades, tanto éticas como prácticas de atender a estas materias dentrode las limitaciones institucionales que heredó la Concertación. Estas iniciativas, en queparticiparon algunos de los defensores de los derechos humanos más distinguidos deChile, merecen estudio aparte. Hay relaciones iniciales en Cavallo, Historia oculta de latransición. pp. 217-222 y 296-304, y en Alexandra Barahona de Brito, Human Rights andDemocratisation in Latin America: Uruguay and Chile. Nueva Cork: Oxford UniversityPress, 1997, pp. 181-187.

23. No obstante la distinción hecha por Robert Dahl entre poliarquía y democracia (cf. nota 13),las múltiples confusiones que rodean los conceptos de democracia no atenúan las verdaderasconsecuencias que embarga pasar por alto el contenido prescriptivo de la democracia paralograr instituciones democráticas vibrantes. Este ensayo es una tentativa modesta de invitara los investigadores a poner el acento en la comprensión de dichas consecuencias en lasdemocracias contemporáneas en transición.

24. De Brito ofrece un análisis detallado, iluminado con agudos criterios políticos, enHuman Rights and Democratisation in Latin America: Uruguay and Chile. Nueva York: 1997,pp. 181-187. Boeninger, Democracia en Chile: Lecciones para la gobernabilidad. Santiago:Andrés Bello/ Andros, 1997, hace una relación de aquellos asuntos vistos desde el interiordel gobierno de Aylwin.

Los numerosos obstáculos a la democratización no han impedido del todoel progreso hacia instituciones más sensibles. En 1997, luego de varios añosde insistencia, el gobierno de Frei terminó por lograr la aprobación deuna importante reforma judicial. Poco a poco ha tenido efecto en la CorteSuprema, mediante nuevos nombramientos, y esto ha animado a las cortesinferiores a reabrir varios procesos relacionados con los derechos humanos.Mediante su intervención en los ascensos anuales de las Fuerzas Armadas,ambos gobiernos de la Concertación han logrado llevar a retiro a diversosoficiales implicados en violaciones de los derechos humanos. Éstos sonadelantos importantes hacia la democratización paulatina de las institucio-nes fundamentales, cuyos efectos resultarán útiles en el largo plazo. Con todo,no habrían tenido mayor efecto sobre el estilo político de transición ni laamplia conspiración de consenso que liga al país con su pasado autoritario.Los dos primeros gobiernos de la Concertación: el de Aylwin en 1993 y el deFrei en 1995-1996, sufrieron derrotas públicas decepcionantes en sus inten-tos de obtener la reforma constitucional y de resolver los juicios pendientessobre violaciones de los derechos humanos, a pesar de haber dado la máxi-ma prioridad a las políticas respectivas. En ambos casos resultó imposible,del punto de vista político, vencer la mayoría de derecha en el Senado ymantener la cohesión interna dentro de la propia coalición de gobierno.22

Ante estos fracasos públicos, la reacción característica (y comprensible)de la Concertación ha sido cambiar de tema. Su postura ha sido la de insistiren el éxito de sus políticas económicas y sociales, y exhortar a la ciudadanía

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Más adelante, durante su primer año, el gobierno de Aylwin hizo usoelocuente de algunos de los sitios más históricos de la memoria nacional: laCatedral Metropolitana y el Cementerio General de Santiago. Se trasladóel cadáver de Allende desde su tumba particular en la costa del Pacífico yse celebraron honras fúnebres por el presidente mártir, que fue socialistay masón, en la Catedral, fuertemente identificada con la defensa de losderechos humanos durante la dictadura. Un cortejo fúnebre llevó el ataúdde Allende por las calles de Santiago y se le volvió a sepultar en el Cemen-terio General junto a los demás presidentes democráticos de Chile.26 Enceremonia pública y en presencia de su gabinete ministerial, Aylwin pro-nunció un emotivo elogio, en el que reconoció su propia y mordaz oposi-ción política a Allende durante el gobierno de este último, pero situó a lapresidencia socialista con firmeza dentro de la familia nacional de Chiley su tradición democrática.27

Auténtica “ciudad de los muertos”, el Cementerio General encierra yresume en grado extraordinario la memoria histórica de Chile. En sus sec-tores más bellos, con majestuosas avenidas bordeadas de árboles inmensos,predominan las tumbas de las grandes familias y de la clase política del país,junto con las principales sepulturas institucionales, desde las de las cuatroFuerzas Armadas hasta las de los diversos sindicatos históricos. Aquí se en-cuentra la tumba de Allende, impresionante en su maciza sencillez. Tam-bién están sepultados aquí Eduardo Frei Montalva (presidente en 1964-1970y padre del presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle), Orlando Letelier (asesi-nado por la Dirección de Inteligencia Nacional [DINA], policía secreta dela dictadura, en Washington, D. C. en 1976 y repatriado después de la vueltaal gobierno democrático) y Jaime Guzmán Errázuriz (principal influencia

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26. En la larga historia de gobiernos elegidos en Chile, sólo uno de sus ex mandatarios estáenterrado en un lugar distinto del Cementerio General: Gabriel González Videla (presidenteentre 1946 y 1952), en su ciudad natal, La Serena.

27. P. Aylwin Azócar, La transición chilena: discursos escogidos, marzo 1990-1992. Santiago:Andrés Bello, 1992, pp. 85-87.

de las violaciones de los derechos humanos por parte del régimen autoritario,por medio de una selecta Comisión de Verdad y Reconciliación (la ComisiónRettig), cuyo informe en varios tomos fue una proeza extraordinaria, no sólopor su documentación impecable sino también por su amplio análisis histó-rico e institucional de la época, incluso, en un aspecto importante, los añosprevios a la dictadura. Con el apoyo resuelto y la autoridad del presidenteAylwin, la Comisión construyó una base inamovible de hechos establecidosacerca de lo ocurrido, como un aporte a la historia nacional de Chile.25

Fuera del contenido o de los propósitos inmediatos de determinadaspolíticas, Aylwin también se mostró sensible a las dimensiones simbólicas desu papel histórico. Al comienzo de su período presidencial, su gobierno rea-lizó una serie de ceremonias expresivas, deliberadamente dirigidas a restañarlas heridas del pasado traumático del país. Éstas comenzaron con la cober-tura televisada de la transmisión del mando en el Senado y de una concen-tración inaugural masiva, al día siguiente, en el Estadio Nacional, conocidolugar de detención donde el gobierno militar hizo “desaparecer” a cientos depresos durante los primeros meses posteriores al golpe militar de 1973. Conun ingenioso programa de discursos, testimonios personales y reconoci-miento público de figuras proscritas durante mucho tiempo de la vida nacio-nal, la ceremonia pretendió reconocer una prolongada etapa de sufrimientocolectivo y exorcizar este lugar siniestro. Muchos observadores se emociona-ron particularmente ante las mujeres cuyos maridos desaparecieron durantela dictadura, que bailaron solas la cueca, la danza folclórica nacional de Chile.

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25. Report of the Chilean National Commission on Truth and Reconciliation. 2 tomos, trad.Ph. E. Berryman, Notre Dame, Indiana: The University of Notre Dame Press, 1993[en español, Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación. Santiago: 1991].Con todo, la influencia de este informe sobre el discurso político posterior sólo se puede calificarde decepcionante. Los dirigentes de la derecha conservaron un lenguaje que se oyó muchoa fines de 1998, a raíz de la detención de Pinochet en Londres, y que negaba que se hubieradado reconocimiento oficial al estado de cosas que condujo al golpe militar e insistía que,en el peor de los casos, había habido “excesos” durante el gobierno militar. Al mismo tiempo,sin embargo, la propia Concertación rara vez hizo uso de las conclusiones y del análisisde la Comisión para denunciar el discurso público de la derecha.

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28. Las palabras de Aylwin durante la presentación del informe de la Comisión Rettig seencuentran en Aylwin, La transición chilena: discursos escogidos, marzo 1990-1992. Santiago:Andrés Bello, 1992, pp. 126-136. Luego de la detención de Pinochet, en octubre de 1998, loscomandantes en jefe de las distintas ramas de las Fuerzas Armadas dieron su apoyo públicoa la política del gobierno, pero Chile no ha visto ningún gesto parecido al del general MartínBalza, en la Argentina, quien manifestó pesar por la responsabilidad militar en las masivasviolaciones de los derechos humanos en ese país.

29. Arriagada señala que el tema de los derechos humanos se convirtió en fuerza aglutinantey no en materia de división en la oposición democrática cuando se preparaba para elplebiscito de 1988 (Cf. Por la razón o la fuerza: Chile bajo Pinochet. Santiago: Sudamericana,1998, pp. 246-247).

30. Esteban Larraín, joven periodista de la Universidad de Chile, sí recibió apoyo del Fondodel Desarrollo de las Artes y la Cultura, organismo estatal, para la producción de su notablevideo documental “Patio 29: historias de silencio”, 1998.

el descubrimiento de una tumba de poca profundidad, sin identificación, quese encontró en junio de 1990 en el cementerio de Pisagua, ciudad situadaen la costa del norte de Chile. Luego de una manifestación masiva contra laimpunidad militar, realizada en Santiago, seis ministros de estado, encabe-zados por el ministro del Interior, Enrique Krauss, asistieron a los funeralespúblicos de las veinte víctimas. A fines de 1990, el gobierno se comprometió,con la colaboración de los grupos de derechos humanos, a construir monu-mentos a las víctimas de la dictadura, especialmente un Muro del Recuerdoen el Cementerio General, dedicado a las víctimas políticas y a los detenidosdesaparecidos. En diciembre tuvo que hacer frente a una irrupción de índolemuy diferente: ruido de sables en el Ejército (el denominado “ejercicio deenlace”), en protesta contra la investigación de oficiales por violaciones de losderechos humanos y malversación (incluso el caso de los “pinocheques” enque se vio envuelto el propio hijo de Pinochet).

Pasados los primeros años de la transición, la Concertación se mostrómenos proclive a realizar actos que expresaran la diferencia moral entredemocracia y dictadura. Paulatinamente se situó más bien a la defensiva,reaccionando a las irrupciones que no podía controlar. En septiembre de1991, poco más de un año después del descubrimiento de Pisagua, se desen-terraron ciento treinta y cinco cadáveres de desaparecidos que estaban entumbas anónimas en el Patio 29 del Cementerio General de Santiago. Estavez, dada la dificultad de identificar a los muertos, no hubo una gran cere-monia. Cuando finalmente se volvió a enterrar a quince de ellos, en marzode 1993, la ocasión fue solemne pero pequeña, sin la presencia de ningúnrepresentante del gobierno. Hoy, el Patio 29 sigue sin monumento de nin-guna especie, carente de reconocimiento oficial.30 El destino final del monu-mental Muro del Recuerdo erigido en memoria de las víctimas de los dere-chos humanos, en ese mismo cementerio, una de las iniciativas simbólicas

intelectual de la Constitución de 1980, asesinado por extremistas de izquierdaen 1991), todos a tiro de piedra unos de otros. El cementerio también tienebarrios más modestos, además de sectores más pobres, con cruces sencillasen hileras sobre terrenos baldíos y mal tenidos. A su modo, estos sectores sontambién testigos de la conflictiva memoria nacional de Chile, sobre todo dela suerte de los muertos por la dictadura, por motivos políticos, y de los dete-nidos desaparecidos, como los que están enterrados en el conocido Patio 29.

Para culminar esta fase inicial de ceremonias de reconciliación y ma-nifestar compromisos éticos básicos con el pasado del país, Aylwin recurrióal medio más contemporáneo de la televisión. En febrero de 1991 recibióoficialmente el informe histórico de la Comisión de Verdad y Reconcilia-ción de manos de su presidente, el ex senador radical Raúl Rettig. Un mesmás tarde, se dirigió a toda la población para reconocer los crímenes de ladictadura y, en nombre de la nación, pedir perdón a las víctimas y sus deu-dos. Al mismo tiempo, pidió gestos de pesar a los miembros de las FuerzasArmadas responsables del sufrimiento que causaron sus actos, petición queha quedado sin respuesta durante todos los años de la transición.28

En sus primeros años, la Concertación tomó la iniciativa de dirigirse ala memoria colectiva mediante actos que reflejaran los principios moralesque sus dirigentes compartían frente al pasado.29 Esta política expresiva res-pondió también a ciertos acontecimientos que irrumpieron en la conciencianacional, desligados de la política del gobierno. El ejemplo más notable fue

Desaparecidos

Chile: los caminos de la historia y la memoria

vinculan con actores oficiales, pero que, no obstante, aparecen en los mediosde comunicación y evocan el siniestro pasado.32 Entre ellos se cuentan el des-cubrimiento de tumbas desconocidas; libros y artículos de diarios y revis-tas que se refieren a la dictadura; y actos de violencia política. Este grupode irrupciones tuvo gran influencia en el sentir público durante el gobiernode Aylwin. Un hecho importante fue el asesinato del senador de derechaJaime Guzmán, perpetrado en abril de 1991 por extremistas de izquierda,pocas semanas después de la publicación del informe de la Comisión Rettig.Este acontecimiento tuvo como consecuencia el aborto de una campañaeducativa que se había proyectado, sobre la base de las conclusiones de lacomisión, y el viraje de la opinión política desde la concentración en losderechos humanos hacia la preocupación por el terrorismo. Esta mismapreocupación se vio reforzada, en septiembre del mismo año, cuando sesecuestró al hijo de Agustín Edwards, magnate de la prensa. Dichas irrupcio-nes continuaron durante los años de Frei; el caso más espectacular ocurriócuando los izquierdistas secuestradores de Cristián Edwards escaparon enhelicóptero de la cárcel de máxima seguridad de Santiago.33

La segunda categoría de irrupciones se refiere a los hechos públicos cata-lizados por actores estatales fuera de la autoridad del gobierno elegido, enespecial aquellas ocasiones en que las Fuerzas Armadas demuestran unacapacidad importante de iniciativa autónoma.34 La más notable de estas

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31. La Nación y La Época. 27 de febrero, 1994. Si bien el Muro del Recuerdo recibió fondospúblicos, también necesitó un fuerte financiamiento privado. Otra “privatización” semejantede los intentos de Chile por reconocer su pasado traumático se observa en el proyecto deconstruir un “parque por la paz” en el lugar que ocupó la Villa Grimaldi, infame centro detorturas y desapariciones derribado en los últimos tiempos de la dictadura. Luego de heroicosesfuerzos privados, el parque se abrió por fin en 1996 y todavía se destaca más por suexistencia que como recuerdo evocador de la memoria colectiva. Véase Villa Grimaldi: unparque por la paz. Santiago, video grabación dirigida por Juan Pablo Zurita, 1996. [Véasetambién “Una deuda con nosotros mismos: Corporación Parque por la Paz Villa Grimaldi”.Santiago: s/f. Desde que se escribió este artículo, el Parque por la Paz se ha desarrolladode manera notable. Hoy funciona allí un interesante museo y puede visitarse para másinformación el sitio web www.villagrimaldicorp.cl (N. de E.).]

32. Los casos que se mencionan en este artículo figuraron de manera destacada y extensaen los medios de comunicación. Se escogieron sobre la base de las estimaciones propiasdel autor y no de un análisis científico del contenido de la prensa. P. Aguilar-Fernández,Memoria y olvido de la Guerra Civil española. Madrid: Alianza, 1996, pp. 389-434, usa unametodología que podría aplicarse en Chile. Una fuente reciente de documentación sobreestos temas, en el período de la dictadura y también a partir de 1990, aparece en el sitio webwww.derechoschile.com.

33. R. Palma Salamanca relata la fuga de uno de los participantes en El gran rescate: desflorandoal viento. Santiago: LOM, 1997, cuya publicación despertó críticas divididas y llenas deamargura. Palma también estaba condenado por el asesinato del senador Guzmán y de dosoficiales de las Fuerzas Armadas.

34. En julio de 1990 salió a la luz pública una disputa personal entre dos políticos dederecha, Evelyn Matthei y Sebastián Piñera, y se supo que la inteligencia militar había

más importantes del gobierno de Aylwin, es otro testimonio elocuente deldesvanecimiento de la política expresiva. Su construcción demoró variosaños, al cabo de los cuales el Muro no se inauguró oficialmente sino hastafebrero de 1994, en plena época de vacaciones de verano en Chile. En agudocontraste con las ceremonias de 1990 en memoria de Allende, el represen-tante del gobierno de más alta categoría que estuvo presente fue un sub-secretario ministerial, acompañado por dirigentes de diversos partidos deizquierda y por el público.31

Durante los últimos años de Aylwin y en el gobierno de Eduardo Frei,Chile fue sacudido repetidas veces por acontecimientos que evocaban lostraumas de la dictadura. Estas irrupciones contradicen los animados anun-cios públicos de progreso y vuelven a sumir a la población en los recuerdos,profundamente divididos, de su pasado conflictivo. Estas irrupciones dana entender algo importante respecto de cómo Chile ha vivido su transicióndemocrática, incluso después del Informe Rettig y de las importantes medi-das del gobierno dirigidas a resolver el “problema de los derechos humanos”.El modelo que siguen señala que el uso admirable que hizo Aylwin de suautoridad moral durante los primeros años no bastó para construir un enten-dimiento social compartido que reconciliara a los chilenos con su pasadoreciente y acrecentara la legitimidad de sus instituciones políticas.

Las irrupciones de la memoria corresponden, grosso modo, a dos cate-gorías. La primera se compone de hechos que ocurren al azar y que no se

Irrupcionesde memoria

Chile: los caminos de la historia y la memoria

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37. De Brito, Human Rights and Democratisation in Latin America: Uruguay and Chile.Nueva York: 1997, pp. 152-188, y passim.

38. Véase Garretón et al. M. A. Garretón, et al., Los chilenos y la democracia: la opiniónpública, 1991-1994. Volumen 3: Informe 1993, Santiago: Participa, 1993, p. 64-66.

ocasiones fue quizás el llamado “boinazo” (por las boinas negras que usabanlas tropas movilizadas), que tuvo lugar en 1993, mientras Aylwin se encon-traba de viaje en Europa. Como protesta ante la investigación y la posibleacusación de oficiales por violaciones de los derechos humanos, el Ejércitoreunió tropas en uniforme de combate, en el centro de Santiago.35 Durantelos meses siguientes, Aylwin debió dedicar buena parte de su tiempo a des-armar la crisis por medio de consultas de alto nivel con las Fuerzas Armadasy los dirigentes de los partidos.36 En agosto presentó al Congreso una ley(la Ley Aylwin) que disponía el nombramiento de jueces especiales paraacelerar las investigaciones y procedimientos secretos frente a los juiciospendientes contra oficiales acusados de violaciones de los derechos huma-nos; pero, ante las protestas de las organizaciones de derechos humanos yla oposición de los legisladores de la Concertación, en septiembre se retiróel proyecto de ley.

En último término, este prolongado episodio destacó agudamente losverdaderos obstáculos constitucionales y políticos que impedían que Chileavanzara hacia un gobierno democrático pleno. Al mismo tiempo, sirvióde ilustración gráfica de la debilidad simbólica que aqueja a la autoridadcivil elegida frente a un problema al parecer insoluble. Aylwin, durante supresidencia, se mostró muy sensible a la importancia simbólica de hacer

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grabado unas conversaciones telefónicas privadas. Cristián Bofil da a todo el episodio untrato periodístico de gran colorido, en Los muchachos impacientes. Santiago: 1992. En aquelmomento, tan al comienzo de la transición, la opinión pública condenaba con firmeza lacontinuación de semejantes prácticas, heredadas de la dictadura de Pinochet. Véase M. A.Garretón, et al., Los chilenos y la democracia: la opinión pública, 1991-1994. Volumen 2:Informe 1992, Santiago: Participa, 1992, pp. 75-78.

35. Otra vez se trató también de los “pinocheques” (Rafael Otano, Crónica de la transición.Santiago: Planeta, 1995, pp. 306-320). Así, el gobierno se vio enfrentado a una crisis envarios frentes, que expresaba el doloroso pasado debido al comportamiento de actorespúblicos, los tribunales además del Ejército, que no pudo controlar.

36. Los datos sobre opinión pública entre marzo y junio de 1993 muestran un descensobrusco en la reacción favorable ante el manejo, por parte del gobierno, de las relacionescon el Ejército (de 48,0% a 27,4%) y de los derechos humanos (de 46,1% a 38%): “Estudiosocial y de opinión pública núm. 20, julio 1993”, Santiago: agosto de 1993, p. 52.

valer su autoridad democrática oficial sobre Pinochet y las Fuerzas Armadas.37

No obstante, en su manejo de esta crisis siguió los consejos del realismopolítico para armar una solución entre élites políticas, tanto democráticascomo de facto. No se hizo ningún llamado amplio a la nación y las encues-tas de la época señalaron un extenso desconocimiento de las intencionesdel gobierno.38 Dados el poder y el pasado de Pinochet, el proceder que seadoptó fue sin duda comprensible, pero no enalteció la autoridad moraldel gobierno democrático.

Otro episodio importante, que catalizó las consecuencias del pasadopara la democracia en Chile, comenzó poco después de que el presidenteFrei iniciara su período presidencial, en marzo de 1994. Se condenó a dieci-séis ex agentes policiales por haber degollado a tres profesionales comunis-tas en 1985. Por un lado, esta sentencia representó un triunfo de la políticade la Concertación –en la medida en que se buscó justicia a través de juiciosseparados ante los tribunales–; pero, por otro, fue una muestra del carácternominal que revestía el control que ejercían los líderes elegidos de Chile,pues cuando el presidente Frei pidió la renuncia al general director de Cara-bineros, Rodolfo Stange, acusado de obstaculizar la justicia en el juicio,éste se negó a presentarla. Con base en disposiciones de la Constitución quelo protegían contra la destitución, durante más de un año Stange jugó algato y al ratón con el gobierno, concitando toda la atención de los mediosnacionales de comunicación, hasta que, en octubre de 1994, renunció “volun-tariamente”. En 1998, según las disposiciones de la misma Constitución,se convirtió en senador institucional.

Frei debió encarar una irrupción aún más grave, en 1995, cuando laCorte Suprema declaró a Manuel Contreras, ex director de la DINA, y a PedroEspinoza, jefe de operaciones, culpables del asesinato de Orlando Letelier,

Chile: los caminos de la historia y la memoria

aun cuando la Concertación aceptó el dictamen de la Comisión Rettig, quedeclaraba que durante la dictadura aquéllos no protegieron los derechosfundamentales.40 La gran cantidad de juicios y las numerosas instanciasque componen el procedimiento judicial mantuvieron el pasado dictatorialcasi continuamente presente en la opinión pública. Además del caso Leteliery del de los degollados que ya se mencionaron, entre los juicios más men-tados durante los ocho años de la transición se contaron la Operación Alba-nia (doce militantes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, de extremaizquierda, asesinados por agentes de inteligencia en 1987) y la historia inter-minable de la siniestra Colonia Dignidad.41

Además, el carácter internacional del terrorismo de estado que ejercióla dictadura significó que para los chilenos el violento pasado se evocabano sólo en los juicios pendientes ante los tribunales del propio país sino enjuicios en el extranjero: en Italia, en la Argentina (por el asesinato de CarlosPrats, predecesor de Pinochet como comandante en jefe del Ejército, ocu-rrido en 1974) y en España (por la desaparición y muerte del diplomáticoCarmelo Soria, en 1976).42 Y fueron, por cierto, tribunales internacionales

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40. Desde 1990, los gobiernos, con cierta medida de éxito, han procurado promover a juecescomprometidos con la reforma y trasladar ciertos casos de la justicia militar a la justicia civil.Con respecto a la falta de protección de los derechos humanos en los tribunales durante ladictadura, véase Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación (Informe Rettig).Secretaría general de gobierno, Santiago: 1991 y J. Correa Sutil, “‘No Victorious Army hasever been Prosecuted…’: the Unsettled Story of Transitional Justice in Chile”. A. J. McAdams(ed.), Transitional Justice and the Rule of Law in New Democracies. Notre Dame, Indiana:The University of Notre Dame Press, 1997, pp. 125-154.

41. La investigación judicial del caso Albania se reabrió y, a diciembre de 1998, los supuestosautores (miembros de la inteligencia militar de la época, CNI) fueron acusados de homicidio.Durante la dictadura, la Colonia Dignidad, establecimiento alemán semiautónomo en el surde Chile, fue un lugar de detención, tortura y desaparición. Este lugar siniestro hizo noticiarepetidas veces durante todo el lapso a partir de 1990. (Resulta revelador que, a pesar dehaber cambiado su nombre legalmente por el de “Villa Baviera”, la comunidad sigue apareciendoen la prensa con el nombre antiguo, lo que la fija en la memoria histórica). Hasta aquí, lasiniciativas persistentes del gobierno y de los tribunales, con el apoyo activo del gobierno deAlemania, no han logrado penetrar sino en parte los supuestos secretos.

42. Los procesos contra Pinochet en España, incluso el caso Soria, están resumidos en P. Rojas B.,Tarda pero llega. Que se publicó en Chile un mes antes del viaje fatal del general a Londres.

ocurrido en 1976.39 Contreras y Espinoza desafiaron la sentencia y durantevarios meses resistieron la detención. Con ayuda militar, Contreras huyóa una propiedad rural situada en el sur de Chile; luego, con protección de lasFuerzas Armadas, escapó a un hospital militar, donde permaneció durantevarias semanas, aduciendo que padecía de una enfermedad demasiado gravepara las condiciones carcelarias. Por último, tanto Espinoza como Contrerasingresaron a una prisión especial, cuyos guardias eran militares y no civiles,situada en Punta Peuco, en el campo al norte de Santiago. Del punto de vistajurídico, éste fue un triunfo de la tenacidad del gobierno de Frei, que reivin-dicó la estrategia de la Concertación de hacer acusaciones ante los tribuna-les. Sin embargo, a nivel simbólico, el episodio no quedó tan claro. Si bienel castigo final del temido jefe de la policía secreta de Pinochet suscitabarumores en las calles de Santiago, durante varios meses anteriores la ciuda-danía había observado en forma más bien pasiva cómo la dirigencia demo-crática se veía entorpecida una vez más por los términos de la transición.Frente al desafío militar abierto, Frei se valió de una estrategia cautelosa ehizo sólo un llamado circunspecto directamente a la nación. La iniciativaposterior de su gobierno en el sentido de buscar con la derecha una solu-ción legislativa para los asuntos pendientes relacionados con los derechoshumanos (el proyecto de ley Figueroa-Otero) fracasó en abril de 1996.

Los tribunales fueron otra instancia institucional que quedó fuera delcontrol gubernamental y que desencadenaron en Chile irrupciones de lamemoria. Durante los años noventa el país presenció una corriente ince-sante de juicios relativos a los derechos humanos que se ventilaban ante lostribunales militares y civiles, dentro y fuera de Chile. En virtud de las leyesvigentes, la tramitación de dichos juicios recaía en los tribunales existentes,

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39. Ante la creciente presión internacional sobre la dictadura, el caso se eximió expresamentede la ley de Amnistía autoproclamada en 1978. La transición pactada de Chile a la democraciasignificó aceptar la legitimidad de esta ley, que los gobiernos de la Concertación no lograronrevocar debido a la presencia de senadores designados y la representación excesiva dederecha en el Congreso.

Chile: los caminos de la historia y la memoria

meses y hablaron desde las pantallas de televisión de todo el mundo. En elpropio Chile, el gobierno de Frei se encontró, como ocurrió con otras irrup-ciones, reaccionando ante acontecimientos vinculados con el pasado con-flictivo del país que bruscamente se interponían en las condiciones de sudemocracia en transición. Dado que el origen estaba en el exterior, el país seveía más limitado aún en cuanto a recursos para resolver el asunto directa-mente. Optó entonces por una defensa jurídica y diplomática de la inmuni-dad de Pinochet frente a un juicio ante los tribunales españoles y también,implícitamente, por una defensa política de la estabilidad institucional deChile. En casa, Frei actuó con decisión para resolver las preocupaciones mili-tares, en una reunión con los oficiales superiores (por primera vez, desde1973, un jefe de estado elegido democráticamente visitaba el edificio de lasFuerzas Armadas), y en tres ocasiones convocó al Consejo de Seguridad,uno de los legados institucionales de Pinochet a la democracia en transi-ción, que ofrecía un ruedo para analizar las sucesivas etapas del caso conlos comandantes en jefe de las cuatro ramas de las Fuerzas Armadas.44 Elgobierno también recurrió a sus reservas de benevolencia entre la comu-nidad empresarial para asegurar a sus líderes que la política económica y lasinstituciones fundamentales de gobierno se mantendrían dentro del marcoestablecido en la transición.

Fuera de las realidades básicas del poder, el caso Pinochet enfrentó cla-ramente al gobierno con los imperativos de la política expresiva, caracterís-tica de las irrupciones de la memoria en Chile. Manifestaciones y protestas,magnificadas por la transmisión en televisión y la presencia en la prensa,

27Alexander Wilde. Irrupciones de la memoria: la política expresiva en la transicióna la democracia en Chile

44. Además del retiro de Pinochet del alto mando, acaecido en marzo de 1998, la selecciónpermanente de los ascensos anuales en las distintas ramas de las Fuerzas Armadas que realizóla Concertación durante el decenio de 1990, sin duda dio como resultado un cuerpo deoficiales más acorde con el control democrático. En noviembre de 1998, durante la mismasemana en que se reunía el Consejo Nacional de Seguridad, el general Ricardo Izurieta,sucesor de Pinochet como comandante en jefe del Ejército, anunció una nueva serie de retirosque dio a entender la consolidación de un nuevo cuerpo de oficiales, con escasas figurasrelacionadas con violaciones de los derechos humanos en el pasado.

los que, en octubre de 1998, detonaron la más evocadora de todas las irrup-ciones de la memoria durante la transición chilena.

Es demasiado pronto todavía para hacer algo más que un análisis preli-minar del caso Pinochet, que seguía sin resolverse cuando concluí la redac-ción de este trabajo.43 En los tres primeros meses, como lo presenciaronChile y el mundo, hubo hechos dramáticos y numerosos antecedentes: el16 de octubre, el anciano dictador, quien se recuperaba de una operaciónen la espalda en una clínica de Londres, fue detenido por orden de un tribu-nal británico por acusaciones de tortura, asesinato y genocidio que hizo untribunal español. El 18 de octubre, el Tribunal Supremo de Londres con-cluyó por unanimidad que el senador vitalicio y ex jefe de estado gozaba deinmunidad contra la demanda por tales causas; el 25 de noviembre, los loresdel tribunal (por tres votos contra dos) anularon este dictamen, alegandoque los principios emergentes de derecho internacional en materia de dere-chos humanos primaban sobre las doctrinas tradicionales de inmunidadsoberana; el 9 de diciembre (octogésimo tercer cumpleaños de Pinochet), elministro del Interior británico, Jack Straw, decidió proseguir con la extradi-ción a España; el 17 de diciembre, otros cinco lores del tribunal anularonpor unanimidad la decisión jurídica anterior que negaba la inmunidad,alegando que carecía de imparcialidad; durante todo este tiempo, Pinochetpermaneció en Londres, bajo arresto domiciliario, a la espera de un dic-tamen jurídico putativamente definitivo sobre la cuestión de la inmunidad,el que se preveía para 1999.

Una relación tan escueta apenas da a entender las alarmas, entradas ysalidas de la multitud de actores que colmaron el proscenio durante aquellos

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43. Dos de los primeros análisis están en Rodrigo Baño “La ropa sucia se lava en... la medidade lo posible”. Análisis del año 1998: Sociedad, política, economía. Santiago: Departamento deSociología, Universidad de Chile, pp. 11-23, y Claudio Fuentes, “Cuando lo anormal seconvierte en cotidiano. Los militares y la política en Chile 1998”. Análisis del Año 1998. Santiago:Departamento de Sociología, Universidad de Chile, 1999, pp. 59-70. El segundo, con acierto,pone el caso Pinochet dentro de la evolución más amplia de la relaciones entre civiles ymilitares durante los ocho primeros años de la transición de Chile bajo la Concertación.

Chile: los caminos de la historia y la memoria

derechos humanos que quedan por resolver. Los dos gobiernos de la Concer-tación lucharon por saldar los temas de derechos humanos y el caso Pinochetles ofreció otra oportunidad de hacerlo. Una prueba diferente será lograr lle-var a cabo una política expresiva que conduzca a la reconciliación nacional.

Durante los años noventa, ambos gobiernos se alejaron claramente deuna política activa en tal sentido. Este cambio se puede entender, en parte,por las personalidades tan diferentes de los presidentes Aylwin y Frei. Aylwinproviene de una generación más antigua de la clase política tradicional delpaís. Fue protagonista importante de los hechos que culminaron con el quie-bre de la democracia durante la Unidad Popular de Allende, dirigente delPartido Demócrata Cristiano, clave en la oposición democrática que surgióen los años ochenta, y candidato de consenso de la Concertación, coaliciónque ganó la elección de 1989. Político instintivo y avezado, en sus primerosgestos y políticas manifestó una fuerte fe en la necesidad de restablecer laautoridad moral del gobierno democrático.

Estas medidas y la política expresiva transmitieron dos premisas centra-les: una tomada de la memoria histórica reciente y una de la más distante.La primera consistió en identificar la nueva democracia chilena con losprincipios de derechos humanos que habían surgido como hilo unificadordentro de la oposición a la dictadura y que superaban las antiguas divisio-nes ideológicas. A pesar de los temores de la Concertación acerca de cómolas Fuerzas Armadas reaccionarían ante una comisión de verdad, el propioAylwin se hizo responsable personalmente de iniciar y formular esta políticasimbólica central.48 La segunda premisa consistió en renovar las mejores

29Alexander Wilde. Irrupciones de la memoria: la política expresiva en la transicióna la democracia en Chile

presidencial Joaquín Lavín y el senador Sebastián Piñera, cuyas actitudes fueron más cautelosas,pero reflejaron una meta a más largo plazo en el sentido de avanzar la política de Chile másallá de las antiguas polaridades.

48. Véase Boeninger, Democracia en Chile: Lecciones para la gobernabilidad. Santiago: AndrésBello/Andros, 1997; Otano, Crónica de la transición. Santiago: Planeta, 1995; y Cavallo,Historia oculta de la transición. Santiago: Grijalbo-Universitaria, 1998. El segundo tomo delas memorias del ex presidente Aylwin, en el que está trabajando en este momento, seráinteresante en este aspecto.

evocaban los lemas, imágenes y símbolos del pasado dividido. Igual que en elmes de marzo anterior, en octubre volvieron a aparecer retratos políticos enel interior del Senado, ahora colocados por iniciativa de la ultrajada derechapolítica que luego, en señal de protesta, hizo fracasar las sesiones durantedos semanas.45 Durante todos estos meses, la investigación de casos refe-ridos a los derechos humanos siguió en los tribunales y los medios dieronamplia publicidad a la exhumación e identificación de restos humanos enlugares relacionados con la notoria Caravana de la Muerte de la dictadura,en octubre de 1973.46 El contraste entre el predominio de la política expre-siva en Chile y las doctrinas jurídicas que se alegaban en los tribunalesbritánicos quedó muy en claro en el discurso público. El propio Frei se diri-gió a la ciudadanía en varias ocasiones, entre las que se destaca una impro-visación, el 30 de diciembre, en que llamó a la reconciliación y encabezóuna hueste de actores nacionales para pedir un gesto de arrepentimientode parte de Pinochet y las Fuerzas Armadas, por los traumas que se infli-gieron a la nación durante la dictadura.47

Los derechos humanos en una transición pactada

Al igual que muchas otras irrupciones de la memoria en Chile, el casoPinochet volvió a dejar muy en claro de qué maneras la política de transi-ción sigue presa de los símbolos de su pasado conflictivo y de los asuntos de

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45. La derecha política, sintiéndose de pronto vulnerable a causa de la ausencia de Pinochetde la escena nacional, se dedicó con denuedo a la política expresiva. Entre muchos ejemplos,el heroísmo fanfarrón del alcalde Cristián Labbé, oficial retirado, quien durante varias semanasse negó a retirar la basura de las embajadas británica y española, situadas en su comuna deProvidencia, en Santiago, comunica mejor tal vez los sentimientos de frustración e impotenciade la derecha.

46. Aunque modificado en sus detalles a raíz de descubrimientos posteriores, el mejor relatobásico de este episodio lo da Patricia Verdugo en Los zarpazos del puma: caso Arellano.Santiago: CESOC, 1989, del cual se vendieron cien mil ejemplares y que se mantiene comoel libro chileno de mayor venta de todos los tiempos.

47. Entre estas figuras se contaron el ex presidente Aylwin (quien hizo una solicitud parecidaen 1991 cuando presentó el Informe Rettig), y líderes de la derecha política, como el candidato

Transicióndemocráticay derechoshumanos

Chile: los caminos de la historia y la memoria

En cambio, Eduardo Frei pertenece a una generación más joven y se inicióen política (como hijo del presidente Eduardo Frei Montalva, 1964-1970)sólo después de una carrera anterior como empresario. Estos antecedentesle habrían asegurado un importante apoyo en el sector privado chileno, sec-tor que prosperó, en términos generales, durante la dictadura y que desdetiempo atrás abrigaba dudas relativas a los políticos partidistas tradicionales.Dado el empeño de la Concertación en demostrar que la democracia podíaasimilarse a la economía de mercado, es un logro nada despreciable. Laprosperidad de los años del gobierno de Frei (al menos hasta que la crisisasiática redujo, a fines de 1998, el ritmo de crecimiento) suscitó el interéspor la democracia chilena entre sectores conservadores que hasta entonceshabían mirado con escepticismo sus virtudes. Al mismo tiempo, el estilo deFrei como presidente se ha revelado carente del gesto expresivo instintivoque hubiera podido atraer a una proporción mayor de la población en gene-ral, ante las irrupciones que se han producido durante su gobierno, si bien elcaso Pinochet quizá señale el comienzo de un cambio en este aspecto.

No obstante, el cambio que se produjo luego de los primeros años dela Concertación surgió claramente en respuesta a fuerzas ajenas a las dife-rencias de personalidad entre presidentes. Entre ellas, la más importantefue la fe compartida de la Concertación en cuanto a la propia transición.Fue Aylwin quien declaró, ya el 7 de agosto de 1991, que la transición a lademocracia estaba cumplida (en una entrevista de prensa realizada en elPalacio de La Moneda).51 Aylwin repitió esta afirmación en su mensajepresidencial de mayo de 1992 y Frei, más adelante, intentaría aprovecharel cambio de mando, en 1994, para establecer un programa fundado en lapremisa de que en Chile la democracia estaba consolidada.52 Había buenos

31Alexander Wilde. Irrupciones de la memoria: la política expresiva en la transicióna la democracia en Chile

51. “La transición ya está hecha. En Chile vivimos en democracia”. Éste no fue un lapsuslinguae sino un acto político intencional de parte de Aylwin, debatido anteriormente en el senode su gobierno. Véase Otano, Crónica de la transición. Santiago: Planeta, 1995, pp. 185-98.

52. Dentro de un lúcido análisis de los diferentes significados que los politólogos atribuyen ala expresión “consolidación democrática” y su aplicación a las transiciones actuales, Andreas

tradiciones de democracia histórica en Chile, que se habían perdido en lapolarización de fines de los años sesenta y comienzos de los setenta, y quela dictadura militar luego suprimió activamente. En tal sentido, toda lapuesta en escena que reincorporó a Allende, póstumamente, al estado chi-leno fue una medida central, un acto de imaginación y valor, en particularal inicio mismo de la transición.49 Allende fue y sigue siendo una figurasimbólica que partió aguas, pero Aylwin estaba resuelto a rendir homenajeoficial al lugar que ocupó en la tradición democrática del país.

Esta es una ceremonia de […] reencuentro […] con la historia

patria, porque Salvador Allende –más allá de los juicios contradictorios

que suscite– fue durante más de tres décadas uno de los actores

más destacados del acontecer nacional. Diputado, senador, ministro

de estado, presidente del Senado, cuatro veces candidato a la primera

magistratura de la nación y, finalmente, Presidente de la República

de Chile, llegó a ser el líder más representativo de la izquierda

chilena. Desde su perspectiva socialista y revolucionaria, encarnó

las aspiraciones de vastos sectores de nuestro pueblo que anhelaban

cambios profundos y drásticos hacia una sociedad más justa; luchó

por ellas con coraje y dio su vida por lealtad a sus convicciones.

Estos son hechos que nadie puede desconocer.50

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49. J. S. Valenzuela, en su excelente artículo inicial, “Consolidation in Post-TransitionalSettings”. Sostiene, con expresa referencia a Chile, que el éxito de las redemocratizaciones“exige una iniciativa deliberada de parte de las élites democratizantes por no resucitarsímbolos, imágenes, conductas y programas políticos relacionados con los conflictos quecondujeron al quiebre anterior”. (S. Mainwaring, G. O’Donnell y J. S. Valenzuela (eds.),Issues in Democratic Consolidation. Notre Dame, Indiana: The University of Notre Dame Press,1992, p. 79 y nota 39). Incluso en fecha tan temprana, Aylwin estuvo dispuesto a contraveniresta lógica en nombre de la reconciliación nacional. Las “irrupciones” ocurridas en Chiledurante ocho años de gobiernos elegidos señalan la necesidad permanente de que los dirigentesdemocráticos conciban una política activa dirigida a la memoria histórica de la sociedad.

50. “Con ocasión de los funerales del ex presidente de Chile, don Salvador Allende G.”,Santiago, 4 de septiembre de 1990, en Aylwin, La transición chilena: discursos escogidos,marzo 1990-1992. Santiago: Andrés Bello, 1992, p. 85.

Chile: los caminos de la historia y la memoria

régimen de Pinochet la estrategia de salida que en 1990 permitiría el retornoal gobierno elegido. Durante todo este tiempo se enfocaron cada vez másen forjar acuerdos dentro la propia clase política (incluso participantes enla dictadura saliente) como elemento clave de una transición lograda. Esteestilo se ha mantenido, en buena medida, como se señala en este artículo,durante todo su gobierno en los años noventa.

El caso de Chile ofrece una ilustración llamativa de este tema que pre-domina a tal punto en la literatura académica contemporánea sobre tran-siciones a la democracia. No fue pura coincidencia, pues los políticos dela Concertación analizaron conscientemente esa misma literatura, la quehabría reformado y reforzado su propia experiencia. Esta materia merecemayor estudio y contemplación por parte de quienes tienden a ver en elanálisis académico, en primer lugar, un acto de percepción y reacción.54

También señala la necesidad de que los investigadores examinen con ma-yor detalle cómo los hábitos que generan las transiciones pactadas, ade-más de las limitaciones institucionales que traen consigo, también puedenobstaculizar el camino hacia una práctica democrática plena en los añossiguientes al cambio de régimen.

Si se mira la construcción del puente de la transición desde la perspec-tiva de la ingeniería política, los cálculos de estructuras y tensiones bienpueden primar sobre la preocupación por su importancia expresiva. EnChile, en cambio, los costos fundacionales de la construcción inicial se paga-ron no sólo con la moneda dura del poder sino también con las monedasmenos tangibles de la legitimidad e identidad nacional. Ex post facto, sepuede observar que, una vez que se ha construido el arco, es cada vez másimportante que las autoridades se ocupen del punto de dónde ha venido lasociedad para señalar adónde va. Pasados los primeros años del gobierno

33Alexander Wilde. Irrupciones de la memoria: la política expresiva en la transicióna la democracia en Chile

54. Véase J. M. Puryear, Thinking Politics: Intellectuals and Democracy in Chile, 1973-1988.Baltimore, Maryland: Johns Hopkins University Press, 1994, especialmente las pp. 101-159.Cf. Boeninger, personaje clave en la “concertación” de intelectuales y políticos, en Democraciaen Chile: Lecciones para la gobernabilidad. Santiago: 1997, pp. 312-340.

motivos políticos para adoptar la postura de que Chile había alcanzadoalgún grado de normalidad: era preciso tranquilizar al propio país y tam-bién a los inversionistas extranjeros y otros observadores, y proseguir conla tarea de gobernar.53 No obstante, las irrupciones del pasado que se pre-sentaron, tanto durante los últimos años del gobierno de Aylwin como enlos de Frei, señalan que las pretensiones morales de la nueva democraciachilena y sus vínculos con las tradiciones democráticas del pasado del paísexigen renovada y seria atención de parte de sus autoridades.

La retirada respecto de la política expresiva reflejaría el estilo de inge-niería política que prefiere la Concertación y que es característico de ellalo mismo que de la literatura académica sobre tradiciones democráticas.Estos políticos partidistas se vieron a sí mismos como protagonistas centra-les en la consolidación paulatina de la oposición civil que exigía el retornoal gobierno democrático. Tal había sido su papel histórico en un país cuyaidentidad estaba fuertemente conformada por sus instituciones políticasy ya a mediados de los años ochenta se habían convertido en líderes de lasprotestas populares masivas encendidas inicialmente por los sindicatos.Cuando su demanda de elecciones libres fracasó, formaron una ampliacoalición nacional de fuerzas políticas que, con el nombre de Comando delNo, combatió y ganó el plebiscito de 1988. Fueron ellos quienes tuvieronlas habilidades políticas para forjar el programa de la Concertación y lle-var a cabo la campaña electoral de 1989, y ellos quienes negociaron con el

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Schedler, con sensatez, ha propuesto que el término se refiera “a expectativas de continuidaddel régimen, y a nada más” (“What is Democratic Consolidation?”. Journal of Democracy.Volumen 9, núm. 2, abril de 1998, p. 103). Otros dos estudios académicos importantes deeste tema son S. Mainwaring, G. O’Donnell y J. S. Valenzuela (eds.), Issues in DemocraticConsolidation. Notre Dame, Indiana: Univ. of Notre Dame Press, 1992; y J. J. Linz y A. Stepan,Problems of Democratic Transition and Consolidation: Southern Europe, South America,and Post Communist Europe. Baltimore, Maryland: Johns Hopkins University Press, 1996.

53. Boeninger defendió esta tesis mientras formó parte del gobierno de Aylwin, másadelante, en su libro Democracia en Chile: Lecciones para la gobernabilidad. Santiago:Andrés Bello/Andros, 1997 (véase pp. 428-433).

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para obtener testimonios veraces relativos a delitos cometidos durante ladictadura. No obstante, las perspectivas en conflicto dentro de la Concer-tación, en relación con estos aspectos, los caprichosos vaivenes de la políticaen año de elecciones (1999) y, sobre todo, el incierto camino futuro del pro-pio caso Pinochet son todos factores que conspiran contra la esperanza deuna política amplia que resuelva los asuntos relativos a derechos humanosy aliente la reconciliación nacional.

Sin embargo, al entrar en el último año del siglo XX, despertó en Chileuna nueva conciencia de que los aspectos de derechos humanos superabana los sobrevivientes de los peores crímenes de la dictadura y a las familiasde los desaparecidos. Ellos son quienes sufren las heridas más profundas,pero las víctimas de aquellos duros tiempos son mucho más numerosas queeste trágico grupo. Entre ellas se cuentan las decenas de miles de los dete-nidos injustamente y torturados o relegados, o amedrentados durante losallanamientos de las poblaciones callampas que continuaron durante elúltimo decenio de la dictadura; los más de cien mil exiliados: los inconta-bles ciudadanos que esperaron de noche el golpe en la puerta o que aún noencuentran cómo hablar de aquellos años con sus hijos.

Los temas de derechos humanos y la memoria histórica del país inte-resan a toda la nación y no sólo a las familias directamente afectadas o a lasorganizaciones de izquierda que quedaron luego del movimiento histórico porlos derechos humanos.55 Lo que Chile en su conjunto experimentó durante ladictadura –e incluso durante el tiempo de profundas divisiones nacionales,más prolongado que aquélla y anterior a 1973–, es el tema de esa memoria

de Aylwin, los “derechos humanos” se convirtieron en asunto que se iden-tificó exclusivamente con sus peores víctimas y no en principio señero quesirviera de base a una política nacional nueva.

Los derechos humanos constituyen el tema moral focal que Chile encaraen el caso Pinochet. Como en irrupciones anteriores, el gobierno se ve frentea la necesidad de definir una política que contemple las dimensiones de laverdad y la justicia. Respecto de esta última, el gobierno puede servirse delas tendencias recientes que han surgido en los tribunales chilenos. Luegode varios años en que los fallos aplicaban de rutina la ley de Amnistía de1978 para cerrar los juicios sobre derechos humanos, en septiembre y endiciembre de 1998, y otra vez en enero de 1999, la nueva Sala Criminal dela Corte Suprema, constituida poco tiempo antes, determinó que, dadas lasobligaciones de Chile en virtud de tratados internacionales, las violacio-nes de los derechos humanos no eran amnistiables y que la intervenciónjudicial debía seguir para establecer las responsabilidades personales. Si biendichas decisiones son de índole jurídica, se justificaría especular que tienenalguna relación con la renovación casi total de la composición de la CorteSuprema que tuvo lugar durante el gobierno de Frei, y que no son del todoajenas a los aspectos internacionales que surgieron de la detención de Pino-chet. Si aquellos principios fueran de aplicación general, podrían afectara otros mil casos de detenidos desaparecidos. Además, el juez Juan GuzmánTapia estaba investigando una docena de acusaciones contra Pinochet,mientras el ex dictador permanecía detenido en Londres, aun cuando lasperspectivas de un juicio parecían remotas.

Como ocurrió en el “boinazo” de 1993 y frente al caso de Contreras, en1995, los políticos y demás figuras públicas se oponen a explorar iniciativaspolíticas dirigidas a los aspectos de los derechos humanos. La Iglesia Cató-lica ha pedido al gobierno que tome medidas legales para establecer la ver-dad acerca del régimen militar y adopte medidas políticas para promoverel perdón por las violaciones de los derechos humanos. La Concertaciónreunió a un grupo de connotados abogados de derechos humanos y hay quie-nes piden una segunda Comisión Rettig capaz de ofrecer mayores incentivos

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Alexander Wilde. Irrupciones de la memoria: la política expresiva en la transicióna la democracia en Chile

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55. Entre estos grupos se contaron las familias de detenidos desaparecidos (AFDD), el Comitéde Defensa de los Derechos del Pueblo (CODEPU) y la Fundación de Ayuda Social de lasIglesias Cristianas (FASIC). Los principales actores no gubernamentales en favor de losderechos humanos: la Vicaría de la Solidaridad, cerrada oficialmente en 1991, y la ComisiónChilena de Derechos Humanos, no catalizaron la inquietud nacional por ocuparse de asuntosde la memoria histórica durante la transición a la democracia. En 1998 han surgido indicios deque la Iglesia Católica podría mostrarse más activa en esta materia, luego del nombramientode un nuevo arzobispo de Santiago.

Justicia

Chile: los caminos de la historia y la memoria

histórica? El desencanto que sienten sus ciudadanos hoy frente a la políticaobedece, sin duda, a muchas otras causas posibles. Las encuestas de opiniónrevelan las inquietudes y el descontento que se ven en numerosas democra-cias: delincuencia, salud, educación, y los resultados disponibles indican unapoyo firme a la democracia, en sentido abstracto, frente a otras alternativasde gobierno. Se ha logrado un grado notable de estabilidad política y losdatos de opinión no entregan la imagen de un pueblo preocupado a diariocon los aspectos de derechos humanos ni con los amarres que figuraban demanera destacada, a comienzos de la transición, entre sus inquietudes. Talvez el tiempo haya comenzado ya a tejer su manto sobre los recuerdos divi-didos del país y a cubrirlos, como dicen las evocadoras palabras de ElizabethLira y Brian Loveman en su obra, con “las suaves cenizas del olvido”.57

Tal vez... pero me parece una explicación insuficiente por varios moti-vos. Uno de ellos es el hecho de que los datos que tenemos sobre la opiniónpública en la década de 1990 no dan cuenta de hasta qué punto los símbo-los de la identidad nacional, que en Chile se asocian fuertemente con sustradiciones e instituciones políticas, condicionan cómo los ciudadanos sien-ten la política a partir de la transición: los efectos inmediatos y acumuladosde los acontecimientos que aquí se denominan “irrupciones de la memoria.”La conspiración de consenso que existe hoy refleja sin duda los bajos nive-les de confianza social que se han medido, pero no sabemos hasta qué punto

37Alexander Wilde. Irrupciones de la memoria: la política expresiva en la transicióna la democracia en Chile

57. Las suaves cenizas del olvido es una interpretación señera de cómo en Chile las élites,históricamente, rehacen la política después de una ruptura importante y establecen un patrónrepetido de acomodación, pero dan forma a una cultura de olvido. Vista como parte de estatrayectoria más larga, muchos de los rasgos de la “conspiración del consenso” contemporáneasurgirían de esta característica más profunda de la cultura política chilena. No obstante, unapremisa implícita de este trabajo es que la ruptura que representó el lapso 1967-1990 es máshonda y de calidad diferente, y que, junto con el contexto mundial muy distinto de los años de1990, esa diferencia se manifiesta en las irrupciones de la memoria del país. Cf. Brian Lovemany Elizabeth Lira, Las ardientes cenizas del olvido. La vía chilena de reconciliación política, 1932-1994.Santiago: LOM/DIBAM, 2000. La transición española indica que el largo tiempo que pasódesde el trauma de la Guerra Civil ayudó a que la democracia tratara asuntos de la memoriahistórica. Véase Aguilar Fernández, Memoria y olvido. Con todo, también ayudó el contextohistórico más amplio de los años setenta, en especial el de la integración europea.

histórica. Como queda muy claro en el caso Pinochet y en las irrupcionesrecurrentes durante ocho años: lo que no se reconoce no se ha olvidado.

La memoria y la autoridad moralde la democracia

Este artículo se propone tanto iluminar ciertos aspectos importantes de latransición a la democracia en un país determinado como invitar a los inves-tigadores a prestar mayor atención, de manera general, a las dimensionesexpresivas de dicha transición. Este último propósito forma parte de lainquietud de numerosos estudiosos que se ocupan de América Latina, conrespecto a cómo se podría “profundizar” la democracia cuando se ha logra-do la consolidación básica y el quiebre no constituye una posibilidad seria(como no la constituye, por ejemplo, en Chile). Lo dicho complementa laque Guillermo O’Donnell denomina “segunda transición”, del gobiernodemocrático al régimen democrático,56 pero ésta se concentra menos en laslimitaciones institucionales que mantienen el gobierno semidemocrático(que son en sí mismas tema de análisis legítimo y crítico) y más en la cul-tura que el pueblo y las élites alimentan en distintas formas mediante unatransición cautiva de los recuerdos de un pasado dividido que no han lle-gado a reconciliarse. En cambio, propone una amplia hipótesis de inves-tigación: que para poder avanzar más allá de la poliarquía y establecer lademocracia en el tiempo, es preciso reforzar la autoridad moral de las ins-tituciones democráticas y de aquellas élites que las dirigen.

¿Cómo debe evaluarse la afirmación acerca de que la democracia en tran-sición de Chile todavía debe encarar este desafío con más plenitud y tam-bién, precisamente, el desafío de los problemas no resueltos de la memoria

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56. “Transition, Continuities, and Paradoxes”. S. Mainwaring, G. O’Donnell y J. S. Valenzuela(eds.), Issues in Democratic Consolidation. Notre Dame, Indiana: The University of NotreDame Press, 1992, pp. 17-56, especialmente las pp. 18-19, profunda meditación sobre aquelproblema latinoamericano lamentablemente clásico: la democradura.

Irrupcionesde memoria

Transicióndemocrática

y memoria

Chile: los caminos de la historia y la memoria

de la República Federal, en el sentido de ampliar la comprensión moral deun pueblo renuente con su insistencia de que el nazismo y el Holocaustofueron aberraciones repelentes alejadas de las mejores tradiciones políti-cas propias de Alemania.60 De manera más general, Rousso y Herf demues-tran de modo convincente la importancia que tienen las dimensionesexpresivas de la política para establecer la autoridad moral de las institu-ciones democráticas luego de rupturas históricas, y ambos emplean unametodología de facetas múltiples capaz de abrazar la complejidad y la pro-fundidad de la tarea.

Las dos obras destacan también la importancia y la responsabilidadparticulares que tienen en este proceso los líderes democráticos, lo que seintenta demostrar en este artículo, con toda modestia, en torno de la tran-sición contemporánea de Chile. La elevada responsabilidad de los políticosdemocráticos es un tema principal del texto clásico de Max Weber, La polí-tica como vocación,61 que claramente influyó en la formación de conceptos,en Chile, dentro de la Concertación. Su influencia principal en estos polí-ticos fue la famosa distinción entre una “ética de la convicción” y una “éticade la responsabilidad”; la primera, guiada por la pureza de intenciones; la

39Alexander Wilde. Irrupciones de la memoria: la política expresiva en la transicióna la democracia en Chile

60. Herf, Divided Memory. pp. 334-372, passim. La interpretación que hace Herf del contrasteentre Heuss y la actitud más conservadora y pragmática del canciller Konrad Adenauer, jefedel gobierno de Alemania, es notable y señala la utilidad de que la autoridad pública se dividaentre el jefe del estado y el jefe del gobierno, como las funciones complementarias del reyy del primer ministro durante la transición española a la democracia. En tal calidad, ofreceapoyo al debate académico sobre la utilidad potencial del régimen parlamentario, frente alrégimen presidencial, en la creación de democracias estables. Sobre estos puntos, véase J. J. Linzy A. Valenzuela, The Failure of Presidential Democracies. Baltimore, Maryland: Johns HopkinsUniversity Press, 1994; y S. Mainwaring y A. Valenzuela (eds.), Politics, Society, and Democracy:Latin America. Boulder, Colorado: Westview Press, 1998; C. Huneeus, “The Pinochet Régime:A Comparative Analysis with the Franco Régime”. Latin America. Boulder, Colorado: WestviewPress, pp. 71-99; Arturo Valenzuela, “The Crisis of Presidentialism in Latin America”. ScottMainwaring y Arturo Valenzuela, Politics and Democracy: Latin America. Boulder, Colorado:Westview Press, 1998, pp. 121-139; y S. Mainwaring y M. S. Shugart, “Juan Linz, Presidentialismand Democracy: A Critical Appraisal”. Cambridge University Press, 1997, pp. 141-69.

61. Max Weber, La política como vocación (1919). www.cop.es/delegaci/madrid/pspolitica/Weber.doc

también se debe a los sentimientos morales más amplios de los ciudadanosfrente a la colectividad de la cual forman parte: sus símbolos, su constitución,sus instituciones públicas fundamentales de gobierno como un todo.

El estudio histórico de otras sociedades indica que éste es un tema dignode investigación. La obra de Henry Rousso, The Vichy Syndrome,58 presentauna interpretación muy sugerente de la revisión recurrente que ha realizadoFrancia durante medio siglo frente al penoso episodio del régimen de Pétain,con las visiones cambiantes que tiene el público del papel que cumplieronla ocupación nazi, la resistencia, los líderes franceses y el pueblo en general.Este análisis comprende una amplia gama de influencias que han dado nuevaforma a su lugar en la historia contemporánea, desde la investigación aca-démica hasta las ceremonias oficiales, la producción cultural y los actores eintereses políticos. Divided Memory,59 de Jeffrey Herf, estudia de qué maneralos dirigentes políticos alemanes pretendieron interpretar, mediante el ordenpúblico, el significado del trauma del nazismo y del Holocausto dentro de unahistoria nacional, y contrasta el tratamiento al interior de Alemania Orien-tal y Occidental, a la zaga de la Segunda Guerra Mundial. Igual que Rousso,Herf examina una extensa gama de pruebas con el fin de alumbrar la cues-tión más profunda de cómo los dirigentes pretendieron legitimar las insti-tuciones políticas que ellos dominaban, en las “democracias” tan diferentesque se crearon en las dos Alemanias.

La pertinencia de estas investigaciones respecto de la democracia entransición de Chile, incluso la de otros países del Cono Sur, es considerable.Hay paralelos sugerentes con los hechos del caso de Chile: por ejemplo, lasiniciativas del Bundespräsident Theodor Heuss, durante el primer decenio

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58. The Vichy Syndrome: History and Memory in France since 1944. Trad. A. Goldhammer,Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press, 1991 [1990]. [Véase también H. Rousso,“La trayectoria de un historiador del tiempo presente” en esta publicación. (N. de E.)]

59. Divided Memory: The Nazi Past in the Two Germanys. Cambridge, Massachusetts:Harvard University Press 1997.

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histórica de cómo los traumas nacionales afectan las democracias posterio-res. Los dos hacen uso de abundantes estudios anteriores que contribuye-ron a los importantes debates públicos, en Francia y Alemania, acerca delpasado. Las fuentes están disponibles para que los estudiosos de Chile pue-dan cumplir una función semejante, de modo que esta sociedad, con eltiempo, pueda avenirse a lo que le tocó vivir. El período 1967-1990 ya ofreceabundante material primario publicado, en memorias y relatos en primerapersona, además de fuentes secundarias, que abarcan desde estudios reali-zados durante la dictadura hasta análisis que aparecieron inmediatamenteantes o después de la transición. Además, hay importantes archivos de mate-riales primarios relativos a violaciones de los derechos humanos en estospaíses, otras colecciones de materiales reunidos oficialmente, como los dela Comisión Rettig y su sucesora, a los cuales aún no hay acceso público,y gran número de documentos por ahora repartidos entre instituciones ypersonas, y en peligro de perderse, a falta de una iniciativa coherente porreunirlos.63 Por último, están los recuerdos vivos de personas, no escritospero que podrían formar parte esencial de una comprensión más plena dela manera como se experimentó este período.

Lo que aún no ocurre del todo es el surgimiento de estudios que tra-ten el lapso 1967-1990 como parte del “pasado”, en calidad de prólogo a lademocracia en transición. El concepto relativamente nuevo de mirar en estaforma la historia reciente, como le temps présent, entendido como partede la memoria personal de una parte importante del pueblo, alienta aentender que aun los tiempos de divisiones profundas se pueden estudiar sinapasionamiento.64 Afortunadamente, hoy se ven señales de esperanza en el

41Alexander Wilde. Irrupciones de la memoria: la política expresiva en la transicióna la democracia en Chile

63. Véase el análisis inicial de Louis Bickford, “The Archival Imperative: Human Rights andHistorical Memory in Latin America’s Southern Cone”. Human Rights Quarterly 21:4, noviembrede 1999, y “Human Rights Archives and Research on Historical Memory: Argentina, Chile,and Uruguay”. Latin American Research Review. Núm. 35, volumen 2, primavera de 2000.[Cf. también la sección Archivos en esta publicación. (N. de E.)]

64. Aunque no carece de aspectos expresivos, es notable que en marzo de 1998 los estudiantesde la Universidad Católica de Chile hayan organizado una conferencia de un día de duración

segunda, por la preocupación por las consecuencias prácticas. Esta segundaética fue la que predominó en Chile en una clase política respetuosa de laslimitaciones legales62 y preocupada por el posible retroceso democrático.

Si bien su opción por la ética de responsabilidad obedeció a un apremiomoral y no sólo a un atractivo pragmático, el modo como esa clase políticala aplicó en Chile sigue en tela de juicio. Conviene recordar que el ensayode Weber apareció al final de la Primera Guerra Mundial. Al plantear sucélebre distinción, estaba muy consciente de los peligros que revestía una“ética de convicciones y principios” para la suerte que correría la nuevademocracia de Weimar (inquietudes que quedaron comprobadas luego en losacontecimientos posteriores). La analogía con Chile, país que al momentode su transición poseía una economía fuerte, podía reclamar una larga tra-dición histórica democrática y se situaba en un entorno mundial favorablea la democracia liberal, amerita mayor examen. Además, como lo señalanlas irrupciones de la memoria en Chile a partir de 1990, debe prestarse másatención a la importancia que tiene la política expresiva para establecer laautoridad moral de la democracia pasadas las primeras etapas de la transi-ción, porque la que se concibe como ética de responsabilidad puede llegara confundirse con el mero pragmatismo.

Por último, como lo dan a entender los libros de Rousso y Herf, los estu-diosos tienen una importante función que cumplir en ampliar la comprensión

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62. En cierta forma, la identificación con una ética de la responsabilidad surge con frecuenciasorprendente en las declaraciones públicas de la Concertación y con especial claridad ensu política de derechos humanos. Véase, por ejemplo, José Zalaquett, “Introduction to theEnglish Edition”. Commission on Truth and Reconciliation. Notre Dame, Indiana: The Universityof Notre Dame Press, 1993. Parece que Zalaquett, quien comenzó a desarrollar la importanciadel análisis de Weber en una serie de trabajos a partir de fines de los años ochenta, tuvoimportante influencia en la política de la Concertación en esta época. La larga tradiciónlegalista de Chile ha sido objeto de amplia observación y los políticos de la Concertaciónse percataron con especial agudeza del daño que había sufrido, no sólo con la dictadurade Pinochet sino también bajo el gobierno de la Unidad Popular de Allende, mediante eluso reconocido de resquicios legales dudosos para imponerse a un Congreso dominadopor la oposición.

sentido de que los estudios de Chile y otros lugares ahora pueden relacionarlas transiciones de manera más cabal con los legados del autoritarismo, y con-tribuir, por último, a una reconciliación social más extensa y a institucionesdemocráticas más fuertes.65

Traducción de María Teresa Escobar-Budge

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sobre “La historia de la dictadura”. El departamento de historia de la Universidad de Santiago,junto con ECO-Educación y Comunicaciones, una ONG con experiencia en historia oral,organizó un seminario sobre la memoria histórica de Chile. Varios autores, Memoria paraun nuevo siglo. Santiago: 2000. El gesto y la palabra: ritos políticos y representaciones socialesde la construcción democrática en Chile. Por Alfredo Joignant, Santiago: LOM /ARCIS, 1998,que se recibió demasiado tarde para incluirlo en este artículo, es el primer estudio sostenidode las dimensiones expresivas del retorno de Chile a la democracia; abarca hasta 1990.

65. El Programa Internacional de la Universidad de Wisconsin-Madison y el Instituto deEstudios Latinoamericanos e Ibéricos de la Universidad de Columbia realizan en la actualidadsendos proyectos, con duración de varios años, sobre los “legados del autoritarismo” enAmérica Latina y otras sociedades. El Social Science Research Council (SSRC) ha iniciadoun programa de investigación y capacitación, de tres años, sobre “Memoria histórica de larepresión en el Cono Sur”, ampliando una lograda iniciativa anterior de iluminar la “culturadel miedo” en esta región. (Véase J. E. Corradi et al. (eds.), Fear at the Edge. Berkeley:University of California Press, 1992). [Los tres primeros tomos publicados del proyectoSSRC son: Elizabeth Jelin, Los trabajos de la memoria. Madrid: 2002; Claudia Feld, Del estadoa la pantalla: Las imágenes del juicio a los ex comandantes en Argentina. Madrid, 2002;y Elizabeth Jelin (comp.), Las conmemoraciones: Las disputas en las fechas in-felices. Madrid,2002. (N. de la E.)] En diciembre de 1998, la Universidad de California-San Diego celebróuna gran conferencia multidisciplinaria que reunió a estudiosos de Chile, de los EstadosUnidos y del Reino Unido para analizar los verdaderos logros de la transición “modelo”de Chile, a partir de 1990; Paul Drake e Iván Jacksic (eds.), El modelo chileno: democraciay desarrollo en los noventa. Santiago: LOM, 1999 (Cf. P. W, Drake e I. Jaksic (eds.), The Strugglefor Democracy in Chile: 1982-1990. Lincoln: University of Nebraska Press, 1991). El historiadorSteve Stern, de la Universidad de Wisconsin, ya publicó el primer tomo de su estudio sobrela memoria histórica dividida de Chile, sobre la base de entrevistas en profundidad(Remembering Pinochet’s Chile. Durham, Duke University Press, N.C., 2004). Todas estasobras complementarias prometen la catalización de un campo de estudio académicorelacionado con los puntos que se analizan en este artículo.