la sabiduría recobrada filosofía como terapia - mónica cavallé - 4852

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Filosofía de la Religión

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  • [1]

  • [2]

    2002, Mnica Cavall

    de la edicin en castellano: 2011 by Editorial Kairs, S.A.

    Editorial Kairs S.A.

    Numancia 117-121, 08029 Barcelona, Espaa

    www.editorialkairos.com

    Composicin: Replika Press Pvt. Ltd. India

    Primera edicin: Noviembre 2011

    Primera edicin digital: Abril 2012

    ISBN-13: 978-84-9988-027-3

    ISBN-digital: 978-84-9988-164-5

    Depsito legal: B 12.508-2012

    Todos los derechos reservados.

    Cualquier forma de reproduccin, distribucin, comunicacin pblica o

    transformacin de esta obra solo puede ser realizada con la autorizacin de sus

    titulares, salvo excepcin prevista por la ley. Dirjase a CEDRO (Centro Espaol de

    Derechos Reprogrficos, www.cedro.org) si necesita algn fragmento de esta obra.

  • [3]

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    EDUCACIONALES

    QUEDA PROHIBIDA

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    Referencia: 4852

  • [4]

    A la memoria de dos entraables ejemplos

    de sabidura de vida: Blanca, mi abuela, y

    Alfonso, mi padre.

  • [5]

    Sumario

    Introduccin

    PARTE I

    LA SABIDURA SILENCIADA

    1. Acerca de la utilidad de la filosofa

    Es til la filosofa?

    Qu significa utilidad?

    Lo utilitario (cuando algo es medio para obtener un fin)

    La utilidad superior (cuando el medio es ya el fin)

    Lo que promete la filosofa

    Necesidades del ser y del estar

    Filosofas del ser y del estar

    Cmo reconocer ambas filosofas?

    La filosofa como sabidura

    2. La filosofa como terapia

    Explicacin: la filosofa explica

    Descripcin: la ciencia describe

    La descripcin no es la explicacin

    pero toda descripcin supone una explicacin

    Conocimiento y transformacin: la sabidura nos transforma

    Qu significa, en profundidad, comprender?

    Toda explicacin es tan solo una seal indicadora

    3. El eclipse de la sabidura en Occidente

    Dnde estn los sabios en nuestra cultura?

    Por qu se produjo el divorcio entre filosofa y religin?

    La sabidura es la filosofa imperecedera

    La historia de la sabidura no coincide con la historia de la filosofa

  • [6]

    PARTE II

    LA FILOSOFA PERENNE: CLAVES PARA LA

    TRANSFORMACIN

    4. El Tao: la fuente y el curso de la vida

    El Tao visible o el rostro del Tao

    Cuando el mundo ya no es el rostro del Tao sino su velo

    El Tao oculto

    La Vida

    La corriente nica de la Vida

    Un ocano nico de Inteligencia

    Todo est vivo; todo es Mente

    Qu significa vivir conforme a la Naturaleza

    5. Concete a ti mismo

    Quines somos? Quin soy yo?

    El yo superficial

    Retorno a la Fuente

    La elocuencia del Tao

    La Fuente de la confianza

    Confa en ti mismo

    Hacer aquello en lo que creamos ntimamente

    Ser autoidnticos

    La trampa de la comparacin

    Vivir en lo desconocido

    Ser activos, no reactivos

    Lo ms ntimo es lo ms universal

    Silencio

    Obstculos para la autoconfianza

    6. Filosofa para durmientes. Filosofa para el despertar

    Habitamos un mismo mundo, o hay un mundo para cada cual?

    Qu quiere decir la sabidura cuando afirma que habitualmente

  • [7]

    soamos

    Cmo nuestras creencias crean nuestra realidad

    Ms all del pensamiento condicionado: la visin

    Despertar o la decisin de ver

    El Testigo

    El Yo como Conciencia

    Naturaleza de la atencin

    Los frutos de la atencin

    Veracidad

    Vivir conscientemente

    La dictadura de la inteligencia

    7. Recobrar la inocencia

    El gozo de ser

    Ahora

    La trampa del maana

    La trampa del ayer

    Libertad

    Aceptacin

    El camello, el len, el nio: las tres transformaciones del espritu

    El camello

    El len

    El nio

    8. La armona invisible

    El juego de los opuestos

    Un universo sin reposo

    Los opuestos son idnticos en naturaleza pero distintos en grado

    La dinmica de la alternancia

    La mano que sostiene el pndulo

    La no-dualidad

    La felicidad no-dual

    El bien no-dual

    Ser perfecto es ser completo

  • [8]

    Eplogo

    Notas

    Bibliografa

  • [9]

    Introduccin

    En la vida humana, el tiempo no es ms que un instante.

    La sustancia del ser humano cambia sin cesar, sus sentidos se

    degradan, su carne est sujeta a la descomposicin, su alma es

    turbulenta, la suerte difcil de prever y la fama, un signo de

    interrogacin. En breve, su cuerpo es un arroyo fugitivo, su alma,

    un sueo insustancial. La vida es una guerra y el individuo un

    forastero en tierra extraa. Adems, a la fama sigue el olvido.

    Cmo puede hallar el ser humano una manera sensata de vivir?

    Hay una sola respuesta: en la filosofa. Mi filosofa consiste en

    preservar libre de dao y de degradacin la chispa vital que hay

    en nuestro interior, utilizndola para trascender el placer y el dolor,

    actuando siempre con un propsito, evitando las mentiras y la

    hipocresa, sin depender de las acciones o los desaciertos ajenos.

    Consiste en aceptar todo lo que venga, lo que nos den, como

    si proviniera de una misma fuente espiritual.

    MARCO AURELIO1

    Parecen quedar lejos de nosotros aquellos tiempos en que la

    filosofa tena un profundo impacto en la vida de quienes la cultivaban,

    cuando era una prctica que conllevaba toda una ejercitacin cotidiana

    y un estilo de vida. La palabra filosofa ha llegado a ser sinnimo de

    especulacin divorciada de nuestra realidad concreta, de pura teora, de

    reflexin estril, y casi hemos olvidado que durante mucho tiempo fue

    considerada el camino por excelencia hacia la plenitud y una fuente

    inagotable de inspiracin en el complejo camino del vivir.

    Pero el rumbo discutible que con frecuencia ha seguido la

    filosofa en nuestra cultura no puede hacernos olvidar que esta naci,

    en torno al 600-400 a.C., en la antigua Grecia y paralelamente en otros

    lugares, como la India o China, no solo como un saber acerca de los

  • [10]

    fundamentos de la realidad, sino tambin como un arte de vida, como un

    camino para vivir en armona y para lograr el pleno autodesarrollo. La

    filosofa no era nicamente una actividad terica que poda tener

    ciertas aplicaciones prcticas; ms an, en ella, esta divisin entre teora

    y prctica, entre conocimiento y transformacin propia, careca de sentido.

    Los filsofos de la antigedad saban que una mente clara y lcida era

    en s misma fuente de liberacin interior y de transformaciones

    profundas; y saban, a su vez, que esta mente lcida se alimentaba del

    compromiso cotidiano con el propio perfeccionamiento, es decir, de la

    integridad del filsofo.

    Esta conviccin de que sabidura y vida son indisociables haca

    de la filosofa el saber teraputico por excelencia. El trmino terapia

    alude aqu a su funcin liberadora y sanadora: era remedio para las

    dolencias del alma. Los primeros filsofos sostenan que el

    conocimiento profundo de la realidad y de nosotros mismos era el

    cauce por el que el ser humano poda llegar a ser plenamente humano;

    que el sufrimiento, en todas sus formas, era, en ltimo trmino, el fruto

    de la ignorancia. Consideraban que la persona dotada de un

    conocimiento profundo de la realidad era, al mismo tiempo, la persona

    liberada, feliz, y el modelo de la plenitud del potencial humano: el sabio.

    Pero, como decamos, la filosofa fue progresivamente

    abandonando su funcin teraputica. Poco a poco fue dejando de ser

    arte de vida para convertirse en una actividad estrictamente terica o

    especulativa. Hoy en da se entiende por filosofa, bsicamente, una

    disciplina acadmica y un tema de anlisis y reflexin; rara vez una

    prctica, un sistema global de vida. Parece que ya no es preciso ningn

    compromiso activo con la propia integridad para ser filsofo y que el

    conocimiento filosfico ya poco tiene que ver con una vida plena.

    Recuerdo, a este respecto, que el primer da de clase de mis

    estudios de Filosofa un profesor nos dijo esbozando una media

    sonrisa: El que haya venido aqu esperando que estos estudios le

    ayuden a superar sus problemas o a mejorar su vida, ya puede ir

    abandonando esa pretensin. Lo peor de todo es que tena razn: el

    panorama de los estudios filosficos, bsicamente abstracto,

  • [11]

    desconectado de nuestras cuestiones ms inmediatas y anhelos ms

    vitales, y en el que las opiniones de los pensadores se sucedan como un

    inmenso y caprichoso collage en el que la disensin pareca ser la ley,

    poco contribua a darnos algo de la luz y orientacin que nuestra

    supuesta candidez de nefitos reclamaba.

    Qu ha pasado para que la filosofa, que fue maestra de vida por

    antonomasia, a la que acudan aquellos que aspiraban a una vida plena

    y feliz, haya llegado en buena medida a ser un conocimiento

    inoperante, vitalmente estril, y, en ocasiones, mayor fuente de

    confusin interior que de claridad, serenidad lcida, alegra y

    equilibrio?

    * * *

    La filosofa originaria, la que era sabidura de vida, ha sido en

    gran medida desplazada en nuestra cultura por una filosofa bien

    distinta: la filosofa especulativa que todos conocemos. Pero, aunque

    relegada y silenciada en nuestra cultura, dicha filosofa originaria no ha

    muerto; ha seguido activa en Occidente, generalmente al margen de los

    mbitos oficiales y acadmicos, y ha estado profundamente viva, y lo

    sigue estando, en gran parte de las culturas orientales.

    Una de las ideas que propone este libro es precisamente la de

    que hay, en realidad, dos formas de entender la filosofa cualitativamente

    diferenciadas, aunque este hecho haya pasado desapercibido por haber

    estado ambas unificadas, de manera equivocada, bajo una misma

    categora: la de la filosofa. No hablamos tan solo de sistemas

    diversos de pensamiento, sino de dos actividades distintas, con

    intenciones, metas y presupuestos diferentes, a saber:

    Una de ellas se corresponde con lo que habitualmente

    entendemos por filosofa en nuestra cultura actual: la filosofa

    especulativa que se ensea en las aulas, la que predomina en los

    mbitos acadmicos y especializados.

    La otra filosofa tiene una naturaleza bien distinta y, por eso,

    aunque algunas de sus expresiones han formado parte de lo que en

    dichos mbitos especializados se conoce como historia de la filosofa,

  • [12]

    no encuentra ah su verdadero elemento. Queda desvirtuada si se la

    conoce exclusivamente en el marco de una disciplina acadmica, o en el

    de un manual en el que, a modo de inventario, se alinean los sistemas

    de pensamiento de los distintos filsofos.

    Por qu? Porque, como hemos sealado, esta segunda

    filosofa la que ha permanecido fiel a su sentido originario es, ante

    todo, una sabidura de vida: un conocimiento indisociable de la

    experiencia cotidiana y que la transforma de raz, un camino de

    liberacin interior. Ms que como una doctrina o una serie de doctrinas

    tericas autosuficientes, se constituye como un conjunto de

    indicaciones operativas, de instrucciones prcticas para adentrarnos en

    dicho camino. La filosofa as entendida se propone inspirar ms que

    explicar; no nos invita a poseer conocimientos sino a acceder a la

    experiencia de un nuevo estado de saber y de ser cuyos frutos son la paz y

    la libertad interior. El modelo de esta filosofa no es un sistema terico,

    ni un libro, sino la persona capaz de encarnarla: el sabio, el maestro

    de vida. Se trata de una sabidura que no es fruto del ingenio ni de las

    disquisiciones de nadie en particular, que no es propiedad de ningn

    pensador; de hecho, all donde ha estado presente nadie se ha sentido

    su propietario.

    Esta ltima filosofa ha sido armnica y coherente en su esencia

    y en su espritu (no necesariamente en su forma) en los distintos

    lugares y tiempos. En contraste con el carcter cambiante de la historia

    de la filosofa especulativa, se trata de una filosofa imperecedera, que

    no decae con las modas intelectuales, que no es desbancada por otras.

    Por ello, numerosos pensadores del siglo XX la han denominado

    filosofa perenne.

    Para evitar confusiones, en un momento dado de nuestra

    exposicin optaremos por denominar a esta filosofa perenne

    sabidura o filosofa sapiencial, y a la filosofa especulativa, sencillamente

    filosofa.2 La filosofa en su acepcin restringida no ha de ser

    confundida con la sabidura, ni el mero filsofo con el sabio. No

    llamaremos sabio solo a aquel que ha alcanzado las cumbres del

    conocimiento y de la virtud (rara avis), sino, ms genricamente, a quien

  • [13]

    est comprometido con lo que hemos denominado la experiencia de

    un nuevo estado de saber y de ser y lo saborea en su vida cotidiana, a

    quien no confunde sus especulaciones subjetivas con la sabidura y la

    visin directa que solo esa experiencia proporciona. Los lmites entre

    la filosofa y la sabidura, as entendidas, no son rgidos. Estas

    categoras son solo orientadoras. As, ciertas doctrinas filosficas

    presentes en los manuales de la historia de la filosofa son sabidura en

    el sentido sealado. El calificativo sabidura busca hacer ver que, si

    bien estas doctrinas pueden ser objeto de la filosofa especulativa, no es

    esta la que puede revelarlas en su verdadera dimensin.

    La filosofa especulativa ha sido la exclusiva de un reducto de

    especialistas; los legos difcilmente han tenido acceso a ella. La

    sabidura, en cambio, ha sido accesible a todos. La medida del propio

    amor a la verdad, y no las dificultades formales, ha sido su nica criba.

    La filosofa especulativa parece haber monopolizado las cuestiones

    fundamentales adems de, con frecuencia, haberlas desvitalizado y

    fragmentado. Las tradiciones de sabidura, por el contrario, sostienen

    que el conocimiento de lo ms importante, de las verdades ms

    significativas, no es privilegio de ningn experto o entendido, sino

    que est al alcance de quienes lo anhelan con pureza, persistencia y

    radicalidad. A estos ltimos les es ajeno el espritu de propietario,

    caracterstico de aquellos que dificultan las incursiones ajenas en su

    parcela de saber.3 Si son pocos los que se adentran en la sabidura, no

    es por su inaccesibilidad, sino porque es limitado el nmero de quienes

    la desean realmente, porque son pocos los veraces y puros de

    corazn.

    * * *

    En las ltimas dcadas, la Psicologa ha sido la disciplina que ha

    decidido tomar el relevo de las cuestiones y tareas, originariamente

    propias de la filosofa sapiencial pero relegadas posteriormente por la

    filosofa especulativa, relativas a la consecucin de una vida plena y

    liberada. Nos referimos, en concreto, a ciertos desarrollos de esta

    disciplina que se han erigido en claras alternativas frente a la psicologa

  • [14]

    positivista clsica y al freudismo ortodoxo, y que se enclavan dentro de

    la denominada psicologa humanista tambin llamada tercera fuerza.

    Estas nuevas vertientes de la psicologa tienen mucho de filosofa de

    vida pues saben que las recetas y las tcnicas no funcionan a largo

    plazo y que solo el conocimiento profundo de uno mismo, arraigado en

    el conocimiento de nuestro lugar en el cosmos, puede ser fuente de

    plenitud y de verdadera y permanente transformacin. No piensan en

    trminos de salud y enfermedad psquica, sino de crisis, conflictos y

    reajustes dentro del movimiento global de la persona hacia su completa

    realizacin. Consideran que esta realizacin no es algo que competa al

    individuo aislado, ni siquiera al individuo considerado en el marco de

    sus interacciones sociales, sino que requiere que este se abra a la

    dimensin trascendente de s mismo que le pone en conexin con la

    totalidad de la vida. Saben que nada es realmente conocido si no se

    conoce en su contexto, y el del ser humano (el de su comportamiento,

    deseos, temores, bsquedas) es la realidad en su integridad. Creen

    que una prctica psicoteraputica que no conlleve un incremento de

    nuestro nivel de comprensin, de conciencia, tiene un alcance muy

    limitado y es a la larga ineficaz; en otras palabras, saben que hay una

    relacin ntima entre el conocimiento profundo de la realidad y el

    despliegue de nuestras potencialidades. Pues bien, estas nuevas

    psicologas han hallado una importante fuente de inspiracin en la

    sabidura de todos los tiempos, en la filosofa perenne, como ellas

    mismas reconocen. Han sabido detectar y aprovechar su inmenso

    potencial para la transformacin.

    Resulta significativo que, mientras desde distintas disciplinas se

    est favoreciendo el renacer de la sabidura en Occidente, la filosofa

    acadmica parezca ser uno de los mbitos ms ajenos a este resurgir.

    Ahora bien, tambin en ella hay quienes comienzan a afirmar que ya es

    hora de que la filosofa retome su funcin como maestra de vida. Que ya

    es hora de que admita que nuestra cultura est sedienta de dicha

    sabidura de vida, de un conocimiento que se mida por sus frutos; que

    est cansada de la esterilidad, arbitrariedad y narcisismo de las teoras

    abstractas. Est tan cansada de estas ltimas como de la futilidad de las

  • [15]

    tcnicas que prometen un bienestar inmediato, pasando por alto el

    camino lento pero seguro del conocimiento. Como est cansada de la

    pretensin de ciertos grupos religiosos o ideolgicos de monopolizar

    todo lo relativo al conocimiento de los medios que posibilitan el logro

    de nuestra libertad interior, de su pretensin de erigirse en los

    intermediarios de nuestra realizacin.

    * * *

    Este libro es una invitacin a conocer esa sabidura que en

    nuestra cultura ha sido en gran medida relegada de los mbitos

    oficiales. Se dirige a quienes siempre han sospechado que la filosofa les

    sera til, si bien, cuando han acudido a lo que habitualmente se

    imparte como tal, se han sentido decepcionados o defraudados. A

    aquellos que creen que la filosofa debera ser algo mucho ms

    relevante y directamente concerniente a la propia vida que lo que se

    ensea corrientemente como tal. A los que tienen demasiada sed de

    verdad, de realidad, de claridad en su mundo interno y en su vida,

    como para disfrutar de las acrobacias mentales de cierto filosofar de

    saln; en otras palabras, a quienes buscan verdades que sacien su sed,

    y no, simplemente, que satisfagan su curiosidad. Tambin a quienes no

    creen que el acceso a los conocimientos ms relevantes los

    concernientes a los secretos ltimos del ser humano y de la vida deba

    ser el privilegio de ciertos especialistas ni el reducto de los conocedores

    de cierta jerga. A los que, por ello, desconfan de quienes ofrecen una

    filosofa que exige mentalidad y hbitos de tcnicos, as como

    conocimientos alambicados o innecesariamente oscurecidos. A los que

    saben que la verdad se protege a s misma y que no necesita, por ello,

    de prembulos u oscurecimientos aadidos. Se dirige asimismo a

    quienes se han formado como especialistas en un mbito particular y

    echan en falta un conocimiento ms global y esencial que les aporte el

    horizonte que su formacin no les ha aportado, pero temen el aura de

    complejidad y hermetismo que rodea a la filosofa. Tambin a los que,

    interesados en su propio autoconocimiento y automejoramiento,

    quieren conocer cmo la sabidura de todos los tiempos ha abordado y

  • [16]

    cimentado estas tareas.

    * * *

    Hemos estructurado esta obra en dos partes:

    En la primera ahondaremos en algunas de las ideas

    apuntadas: Es til la filosofa? Debe serlo? En qu sentido lo es y en

    qu sentido no? Qu queremos decir cuando afirmamos que hay un

    conocimiento que transforma? Qu es la filosofa perenne? Por qu

    la filosofa dej de ser sabidura? Ha asumido histricamente la

    religin la funcin liberadora y sanadora (la del cuidado de la salud

    del alma) que dej de tener la filosofa? Dnde estn los sabios en

    nuestra cultura? Etctera.

    En la segunda parte nos adentraremos en lo que hemos

    denominado filosofa perenne. Intentaremos hacer ver cmo ciertas

    ideas bsicas sostenidas por la sabidura de todos los tiempos pueden

    iluminar nuestra vida cotidiana y desvelar su hondura y sus

    posibilidades. Estas reflexiones, a la vez que servirn de introduccin a

    la sabidura imperecedera, irn dando respuesta a preguntas del tipo:

    Cmo desenvolvernos en medio de la complejidad creciente del

    mundo actual, sin desvincularnos de nuestro espacio interior y de sus

    exigencias? Cmo entrar en contacto de modo habitual con ese

    espacio, el nico que nos permite obrar con autenticidad, simplicidad y

    lucidez? Es posible hallar la propia voz cuando la saturacin de

    informacin y de voces ajenas ha falseado nuestras necesidades reales?

    De qu manera conservar la inocencia, la puerta hacia la plenitud

    interior y hacia la sabidura, cuando parece que todo nos invita a la

    astucia y a la lucha descarnada? Cabe hacer de nuestra actividad

    habitual, cuando se imponen la celeridad o la rutina, un camino de

    crecimiento? Cmo ser eficientes siendo a la vez creativos, es decir, sin

    que la bsqueda de resultados mediatice nuestra propia verdad y

    nuestra necesidad de expresin autntica? De qu modo habitar en la

    complejidad y en la incertidumbre sin caer en la desorientacin o en la

    dispersin?

    Nuestras reflexiones no se impondrn como explicaciones

  • [17]

    cerradas ni como recetas para la accin; buscarn solo sugerir, de modo

    que el lector pueda ir encontrando y despertando sus propias

    respuestas dentro de s.

    La segunda parte de este libro orbitar en torno a ciertas

    mximas de la sabidura perenne y a las intuiciones centrales de

    algunos filsofos (de filsofos sabios que han compartido la sealada

    concepcin teraputica de la filosofa). Con ello buscaremos mostrar

    cmo obras y autores que quiz creamos distantes o inaccesibles

    pueden resultar cercanos y sugerentes; tal vez as, las barreras que

    alguien pensaba que existan entre l y buena parte de la sabidura de

    todos los tiempos puedan ser felizmente salvadas. Propiamente, no

    explicaremos el pensamiento de esos filsofos; sencillamente, sus

    palabras nos servirn de inspiracin para pensar por cuenta propia. Al

    hacerlo as somos fieles al espritu de la sabidura, que no es nunca

    filosofa forense: una invitacin a repetir lo que ya se dijo, un culto a

    la letra muerta y al pasado.4

    Nos encontraremos con referencias a la filosofa presocrtica, muy

    en particular a la figura de Herclito. Al estoicismo romano (Epicteto,

    Marco Aurelio, etctera), los mejores herederos de lo que el

    pensamiento griego tuvo de filosofa de vida. Haremos alusin a

    pensadores que nos son ms cercanos en el tiempo y que, dentro de la

    historia de la filosofa, han sido, en mayor o menor grado, emergencias

    de la sabidura perenne, como Ralph W. Emerson, Sren Kierkegaard,

    Friedrich Nietzsche, Simone Weil, etctera. A sabios contemporneos

    que no han sido filsofos, como Jiddu Krishnamurti o Albert Einstein.

    A la denominada mstica especulativa occidental, representada en la

    figura del Maestro Eckhart. Al pensamiento taosta: Lao Ts y Chuang

    Tzu. Al hermetismo, de cuyas supuestas fuentes mistricas egipcias

    bebieron muchos filsofos y sabios griegos. Al pensamiento ndico, en

    concreto, a las Upanishad y a una de las tradiciones de sabidura en ellas

    inspirada: el Vedanta Advaita o Vedanta de la no-dualidad (cuyo iniciador

    fue Shamkara y cuyos principales representantes contemporneos han

    sido Ramana Maharshi y Nisargadatta Maharaj). Al budismo Zen, y muy

    en particular a un breve texto, el Sin-sin-ming, que es una interesante

  • [18]

    confluencia del pensamiento budista con el no-dualismo ndico y con el

    taosmo. Etctera.

    En todos estos pensadores y enseanzas, ms all de las

    disparidades individuales, culturales, geogrficas y temporales, late un

    mismo espritu, un mismo tipo de vigor del que carecen las meras

    explicaciones tericas, que es propio de todo aquello que es un cauce de

    la fuerza transformadora y liberadora de la realidad, de la verdad viva.

    Todos ellos son una provocacin, un desafo: ejemplos privilegiados de

    la altura real que podemos alcanzar, de la riqueza habitualmente

    desconocida de nuestro potencial. Nos ensean que la lucidez, la

    plenitud y el gozo sereno, como estados estables, no son una ilusin,

    sino nuestra naturaleza profunda: nuestra herencia y nuestro destino.

  • [19]

    Parte I

    La sabidura silenciada

    Hay cierta sabidura humana, que es comn a los hombres ms

    grandes y a los ms pequeos y que nuestra educacin corriente

    labora con frecuencia para silenciar y obstaculizar.

    R.W. EMERSON1

  • [20]

    1. Acerca de la utilidad de la filosofa

    Qu hay, por los dioses inmortales!, ms deseable que la

    sabidura, ms trascendente, ms til y ms digno del hombre?

    Los que se entregan con ardor a su consecucin se llaman filsofos.

    CICERN2

    Hace un cierto tiempo se produjo en Espaa una importante

    polmica desencadenada por las decisiones gubernamentales que

    buscaban reducir al mnimo la asignatura de Filosofa en los planes de

    estudio. Estas medidas eran solo unas entre las muchas que, desde hace

    dcadas, parecen ver en las asignaturas de humanidades disciplinas

    prescindibles en una sociedad en la que crecientemente se requieren, se

    valoran y se remuneran, por encima de todo, los conocimientos tcnicos

    especializados. Puesto que pertenezco al gremio de los filsofos tuve

    ocasin de atestiguar el escndalo que entre mis compaeros produjo,

    con toda lgica, esta decisin. Pero hubo algo que me llam la atencin:

    el que pocos filsofos, adems de indignarse justamente por el

    despotismo creciente de los valores estrictamente pragmticos que est

    provocando la anemia espiritual de nuestra sociedad, se preguntaran

    en qu medida ha contribuido a este estado de cosas la misma filosofa.

    En otras palabras, pocos filsofos se preguntaban:

    Por qu la filosofa ha llegado a ser considerada por la mayora

    como algo abiertamente intil?

    Por qu ya no se acude a los filsofos ante los grandes retos y

    problemas de nuestro tiempo?

    Por qu el estudiante de secundaria que aprende la asignatura

    suele afirmar que de poco le ha servido ese vertiginoso paseo por las

    reflexiones de los grandes filsofos (sistemas de pensamiento que se

    suceden e invalidan entre s y en los que tan solo con dificultad puede

    ver alguna conexin consigo mismo y con sus inquietudes ms

    ntimas)?

  • [21]

    Por qu tantas personas piensan que la filosofa es un reino

    inaccesible, lingsticamente hermtico e inabordable, del que

    sospechan que pocas cosas relevantes pueden obtener?

    En esa decisin no solo se poda ver una seal de los tiempos y el

    pragmatismo asfixiante que los caracteriza; tambin un sntoma del

    estado de salud de la propia filosofa.

    La filosofa, entendida en sentido amplio como aquella actividad

    por la que el hombre busca de forma lcida y reflexiva comprender la

    realidad y orientarse en ella, ha formado parte de la raz de toda

    civilizacin. Todas las grandes civilizaciones se han asentado, entre

    otros, en unos cimientos de naturaleza filosfica. Estos proporcionaban

    una determinada forma de mirar la realidad y de estar en el mundo, y

    daban respuesta a las cuestiones ms bsicas y radicales, como las de

    quin es el ser humano y cul es su destino. Los dems saberes y las

    dems artes orbitaban en torno a esta sabidura, y era esta ltima la que

    defina el correcto lugar, el sentido ltimo y la funcin de dichos artes y

    saberes.

    Pero se considera actualmente a la filosofa como uno de los ejes

    de nuestra cultura contempornea? Parece que no, que hace tiempo que

    perdi, ante la conciencia de los occidentales, este papel central. La

    filosofa ya no impregna la vida ni la sociedad pues se ha relegado a los

    mbitos acadmicos y especializados. No estamos en los tiempos en

    que los reyes o los emperadores reclamaban a los filsofos y a los

    sabios. Hoy los gobernantes demandan tcnicos y gestores, no

    pensadores. Pero tan grave como esto es que la misma filosofa cierre

    los ojos ante este hecho y no se d cuenta de lo poco que tiene que

    decir; que no reflexione sobre por qu se ha llegado a considerar tan

    irrelevante su aportacin.

    La filosofa aspir a tener, en sus orgenes, un influjo directo en

    la vida individual, social y poltica. Con el tiempo, en la misma medida

    en que perda su eficiencia para la vida cotidiana, fue aislndose de la

    esfera pblica, hasta el punto de que hoy en da su capacidad de

    influencia sobre esta ltima es mnima. Ahora bien, precisamente

    porque la filosofa constituye siempre uno de los cimientos de toda

  • [22]

    civilizacin, no puede, sin ms, ser eliminada. Por eso, cuando esta

    filosofa ya no es ampliamente reconocida y explcita, como sucede en

    nuestra sociedad, lejos de desaparecer de esta, sigue impregnndola,

    pero de forma larvada. De ser consciente, pasa a ser inconsciente. De

    reflexiva y crtica, se convierte en irreflexiva y acrtica. Nos pueden dar

    pistas sobre cul es la filosofa oculta de nuestro tiempo las consignas

    que nuestra poca da por supuestas, los ideales que la animan y que

    son mayoritariamente asumidos, los valores individuales y colectivos

    predominantes que tan bien revelan la publicidad o los medios de

    comunicacin.

    La filosofa no se puede suprimir; constituye el entramado ms

    ntimo de la cultura. Pero, cuando esto no se reconoce abiertamente, el

    pensamiento pasa a ser ideologa que nos penetra de modo indirecto,

    sin darse a conocer como tal, eludiendo la crtica, es decir, de modo

    impositivo. Una sociedad en que la filosofa la dilucidacin de las

    cuestiones ltimas y la reflexin crtica no tiene un lugar central y

    explcito es siempre una sociedad adocenada, un caldo de cultivo de

    toda forma de manipulacin.

    Es til la filosofa?

    Por qu la filosofa ha llegado a parecernos accesoria? Si la

    filosofa ya no ocupa un lugar central en nuestra cultura es, en gran

    medida, porque ha perdido aquello que le confera un papel vital en el

    desarrollo del individuo y la sociedad: su dimensin transformadora,

    teraputica; en otras palabras, porque ha dejado de ser maestra de vida y el

    conocimiento filosfico ya no es aquel saber que era, al mismo tiempo,

    plenitud y libertad; porque la esterilidad de muchas de las

    especulaciones denominadas filosficas ha llegado a ser demasiado

    manifiesta.

    La supuesta esterilidad o inutilidad de la filosofa es el

    principal argumento que esgrimen sus detractores y lo que les ha

    llevado a considerarla un saber culturalmente prescindible. La mayora

  • [23]

    de los filsofos y de quienes piensan que es indispensable

    salvaguardar la cultura de las humanidades consideran, por el

    contrario, que el valor de la filosofa, lo que le otorga su especial

    dignidad, radica precisamente en que no es un saber directamente

    til, en que es una actividad libre que no precisa venderse a ningn

    resultado. El carcter irreconciliable de estas posturas como

    pasaremos a ver es solo aparente; de hecho, cada una de ellas otorga

    un sentido distinto al trmino utilidad. Ambas posiciones han

    advertido una dimensin real de la filosofa: que ha de ser til, por

    un lado, y que ha de ser libre de toda instrumentalizacin, por el

    otro. Su error radica en considerar que ambas dimensiones son

    excluyentes.

    Ha de ser til la filosofa? O no radica su dignidad

    precisamente en su carcter libre, en que su valor es intrnseco y no se

    deriva de los resultados que posibilita? Este dilema es una falacia. Una

    falacia que ha favorecido, por una parte, que algunos piensen que una

    sociedad puede prescindir, sin ms, de la filosofa, olvidando que una

    cultura sin sabidura est abocada al gregarismo, a la destruccin y al

    caos. Y que ha favorecido, por otra parte, que otros cultiven una

    filosofa estril, autorreferencial y hermtica, confinada a unos pocos

    especialistas, que ha ocultado su vacuidad y su infecundidad bajo el

    aura de una dignidad y libertad mal entendidas. Los primeros

    intuyen, acertadamente, que la filosofa ha muerto, pues ha perdido su

    eficiencia; pretenden simplemente quitar del medio un cadver que les

    estorba. Los segundos intuyen, tambin acertadamente, que la

    verdadera filosofa, como saber libre, no puede ni debe morir.

    Qu significa utilidad?

    El trmino filosofa no suele sugerir la idea de utilidad.

    Ambas nociones, en principio, parecen dispares. Como veremos, esto

    no es ms que un sntoma del modo en que la filosofa ha perdido su

    norte y su funcin y, a su vez, de lo estrecha y banal que ha llegado a

  • [24]

    ser nuestra concepcin de la utilidad.

    El Diccionario de la lengua espaola nos dice que til es aquello

    que puede servir o aprovechar en alguna lnea, lo que produce un

    resultado provechoso. Ahora bien, conviene distinguir entre dos tipos

    de utilidad que denominaremos, respectivamente, utilidad instrumental o

    extrnseca y utilidad no-instrumental o intrnseca.

    Lo utilitario (cuando algo es medio para obtener un fin)

    Algo es til de manera instrumental cuando es solo un medio

    para lograr un fin, cuando no posee valor en s, sino en razn de los

    resultados prcticos que posibilita y a los que se subordina. Un mapa,

    por ejemplo, es til pues nos puede ayudar a orientarnos en un

    territorio que desconocemos. La utilidad del mapa no es intrnseca el

    objeto mapa no es til en s mismo, sino extrnseca: es til

    exclusivamente en funcin de algo exterior y de los resultados

    utilitarios que proporciona, pues de poco sirve un mapa que no remite

    a algn lugar, o que est tan mal elaborado que no nos permite

    ubicarnos en l. Una herramienta tambin es algo extrnsecamente til.

    Un martillo no es til en tanto tal martillo, sino asociado a un contexto

    externo que lo dota de finalidad, por ejemplo, un cuadro que queremos

    colgar, unos clavos y una pared. A su vez, actividades como

    orientarnos consultando un mapa o martillear son instrumentalmente

    tiles, pues su sentido y finalidad no reside en ellas mismas, sino en

    que nos permiten, respectivamente, llegar a un determinado lugar o

    que un bello cuadro cuelgue en nuestra habitacin.

    Lo que es instrumentalmente til es prescindible, canjeable por

    algo que cumpla la misma funcin. Puedo prescindir del martillo y

    utilizar en su lugar una piedra. Puedo prescindir de un mapa y

    orientarme con una brjula o contemplando las estrellas y el curso del

    Sol.

    Lo instrumentalmente til es lo utilitario.

  • [25]

    La utilidad superior (cuando el medio es ya el fin)

    S que la poesa es indispensable, pero no sabra decir para qu.

    JEAN COCTEAU

    Por lo general, calificamos de til, sin ms, a lo

    instrumentalmente til. Pero hay otro tipo de utilidad, que

    denominaremos no instrumental o intrnseca. Esta ltima es propia

    de aquellas cosas, actividades o estados que son en s mismos tiles, es

    decir, que no obtienen su sentido, valor y utilidad del hecho de

    subordinarse a un fin distinto de dichas cosas, actividades o estados. En

    lo intrnsecamente til el medio es ya el fin, y, por eso, lo que es til de

    este modo no es prescindible ni canjeable. Por ejemplo: jugar, conocer,

    comprender (no hablamos de adquirir conocimientos tcnicos o con

    miras exclusivamente utilitarias), amar, crear, contemplar la belleza del

    mundo son actividades y estados que poseen esta forma superior de

    utilidad.

    Dada nuestra tendencia a identificar lo til con lo utilitario

    tendemos a pensar que el trmino til no es adecuado para calificar

    este tipo de actividades. Pero merecen, acaso, ser calificadas de

    intiles?

    Pongamos un ejemplo de actividad intil. Nos cuenta la

    mitologa griega que Ssifo, fundador de Corinto, recibi un terrible

    castigo al descender al Hades tras su muerte. Fue condenado a arrastrar

    sin descanso una inmensa roca, empujndola con todo su cuerpo y con

    mprobo esfuerzo, hasta la cima de una montaa. Una vez all, la piedra

    escapara de sus manos y rodara al valle, y l tendra que descender de

    nuevo para recomenzar su terrible tarea; y as por toda la eternidad.

    Aunque el mito no comenta nada al respecto, Ssifo podra haber

    preguntado, tras escuchar su condena, acerca del propsito de todo

    aquello. Y probablemente solo hubiera obtenido una respuesta: deba

    hacerlo porque s. Lo terrible del castigo no radicaba en el tremendo

    esfuerzo que se exiga a Ssifo, sino en la arbitrariedad e inutilidad de

  • [26]

    este; fue esta inutilidad la que le sumi en la ms profunda

    desesperacin.

    Esta actividad abiertamente intil nada tiene que ver con las

    actividades que hemos caracterizado como intrnsecamente tiles. No

    cabe decir de todas ellas que son intiles, tan solo porque tienen en

    comn el carecer de una finalidad utilitaria. Si preguntamos al nio que

    en la playa construye y deshace castillos de arena por qu lo hace,

    probablemente conteste: porque s. Este porque s no es anlogo al

    del ejemplo anterior. El porqu s del nio es la expresin de que su

    actividad no tiene ms meta que s misma; de que, en ella, el medio, el

    proceso, es ya el fin. Y all donde el medio y el fin se identifican se produce la

    vivencia de una profunda sensacin de plenitud y sentido. La actividad de

    Ssifo no tena una utilidad extrnseca, pero tampoco intrnseca, pues no

    pudo vivenciar el proceso como algo valioso en s mismo; de aqu su

    sensacin de absurdo y futilidad.

    Es sabido que los nios que no dedican en su infancia mucho

    tiempo al juego no maduran adecuadamente. El juego les es tan til e

    imprescindible como el alimento. El nio al que se inculca una

    mentalidad instrumental impropia de su edad porque la pobreza del

    entorno le ha forzado al trabajo duro, porque unos padres ambiciosos

    pretenden hacer de l un superdotado y le someten a un aprendizaje

    estresante cuya meta es la obtencin de resultados en el futuro, o por

    contagio de un entorno excesivamente serio que no valora ni respeta su

    tendencia espontnea al juego no crece adecuadamente. El nio

    educado para ser un superdotado, si a lo largo de su desarrollo no tiene

    una sana reaccin de rebelda, probablemente llegue a ser un mediocre

    instruido, rgido, de personalidad incolora, carente de genuina

    creatividad. El pequeo que juega no lo hace para crecer y madurar;

    juega porque s. Pero dicho juego, precisamente porque en l el

    medio y el fin son indisociables, es el espacio en el que se da su ptimo

    crecimiento y desarrollo. Ms an, tambin las actividades orientadas a

    su formacin y educacin solo pueden ser plenamente eficaces si son

    vivenciadas por l como un juego, como placenteras y llenas de sentido

    en s mismas, y no como algo arduo y aburrido que, segn oye, le ser

  • [27]

    de provecho en el futuro.3

    Lo que promete la filosofa

    La filosofa no promete al hombre conseguirle algo de lo exterior.

    EPICTETO4

    Podemos decir, en una primera aproximacin, que filsofo es

    aquel que se consagra desinteresadamente a la verdad; quien investiga,

    a travs de una actitud interior de disponibilidad y atencin lcida, las

    claves de la existencia. La actividad filosfica es desinteresada, pues

    quiere la verdad por ella misma, no por su posible provecho, por sus

    resultados o frutos. Quiz por ello la verdad se ha simbolizado

    tradicionalmente como una mujer desnuda, pues nada tiene que ofrecer

    ms que a s misma.

    La indagacin de la verdad es un impulso acorde con nuestra

    naturaleza humana e indisociable de esta, un impulso que nos

    distingue de otros seres animados y nos eleva sobre ellos. Todo hombre

    ansa profundamente ver, comprender, y experimenta como una

    degradacin la ignorancia y el engao. En otras palabras, todos

    sentimos que el conocimiento de la verdad es tan valioso en s mismo

    como indeseables son la ceguera y el error.

    La filosofa, entendida como aquella actividad que busca

    encauzar este impulso humano hacia la verdad, no tiene, por lo tanto,

    una utilidad extrnseca. Ahora bien, est lejos de ser una actividad

    intil como tampoco lo son el juego, la contemplacin amorosa o

    esttica, la creacin en todas sus formas, etctera. Hemos caracterizado

    a estas actividades como intrnsecamente tiles para poner de

    manifiesto que poseen una forma superior de utilidad, pues solo ellas

    satisfacen lo que ms hondamente necesitamos: la experiencia de ser en

    plenitud, y la experiencia profunda del sentido de la vida, del valor

    intrnseco de todo lo que es.

    El ser humano solo experimenta una felicidad ntegra y realiza

  • [28]

    satisfactoriamente sus posibilidades internas de ser en las actividades o estados

    que no tienen ms meta que s mismos. Lo intrnsecamente til no equivale

    a lo intil ni a lo no prctico. Nuestras necesidades ms profundas no

    las puede satisfacer nada que no se baste a s mismo, que no tenga una

    razn propia para ser apetecido. Y lo que nutre nuestro ser, puede

    considerarse intil?

    Lo utilitario se relaciona con el tener; lo intrnsecamente til,

    con el ser. As, las actividades utilitarias aumentan nuestro haber,

    nuestras tenencias: a travs de ellas adquirimos todo tipo de logros, de

    posesiones (materiales o sutiles), y desarrollamos las habilidades fsicas

    y psquicas que nuestro ego tiende a considerar tambin como

    posesiones, como parte de su haber. Pero solo las actividades valiosas

    per se, que no se orientan exclusivamente hacia la obtencin futura de

    ciertos logros o resultados, permiten el crecimiento de nuestra esencia;

    solo estas ltimas satisfacen nuestra necesidad de ser en plenitud.

    El que ama no necesita que algo exterior justifique u otorgue

    sentido a su amor, pues ese estado interno es valioso en s mismo. El

    que se conmueve ante la contemplacin de algo profundamente bello

    sabe que su contemplacin es un preciado tesoro; no necesita tasadores

    que le confirmen el valor o la utilidad de su experiencia. El saber (no el

    erudito ni el tcnico, sino el que se traduce en sabidura, en lucidez, en

    una visin penetrante y comprensiva de la realidad) se justifica en s

    mismo porque satisface un impulso radical del ser humano. Estas

    actividades y estados no son intiles, al contrario, son supremamente

    tiles, producen un resultado (y til, recordemos, es aquello que

    produce un resultado provechoso). Este resultado es nada menos que la

    realizacin humana. No es que dichas actividades o estados sean

    medios o peldaos para lograr esta realizacin o plenitud; son,

    sencillamente, la forma en que esta ltima se actualiza y se expresa.

    Saber para poder, para estar al da, para dotarnos de un aura de

    intelectualidad, para tener algo de que hablar, para lograr un puesto de

    trabajo, para tener conocimientos que exhibir; amar para comprar el

    amor de otros; jugar para ostentar nuestra habilidad y nuestra

    superioridad; crear para demostrar algo a los dems o a nosotros

  • [29]

    mismos; trabajar exclusivamente para ganar dinero; nada de esto es

    saber, amor, juego, creacin o trabajo genuinos. No negamos que

    algunas de estas metas sean, en ocasiones, legtimas el comercio es

    necesario, pero no pueden proporcionar al ser humano la plenitud que

    le es propia, y nadie debe sorprenderse de que conduzcan al hasto y a

    la mediocridad cuando se convierten en el tipo de metas

    predominantes. Nadie debe sorprenderse tampoco de que la depresin

    sea uno de los padecimientos caractersticos de nuestra civilizacin,

    bsicamente mercantil, astuta, vida y utilitaria.

    El ser humano tiene una profunda exigencia de sentido. El que

    afronta su vida y sus actividades como Ssifo afrontaba diariamente su

    infructuosa tarea, se sumerge en el ms profundo vaco. Pero las

    actividades estrictamente utilitarias terminan asimismo agostando el

    espritu humano. De hecho, quiz no sea casual que el mito describa a

    Ssifo como el ms astuto de los hombres, dado a toda clase de tretas,

    engaos y artificios, y que este hombre astuto fuera condenado al

    sinsentido, a la actividad ms absurda, enajenante e intil. Porque la

    astucia, la tendencia a convertir todo hasta lo ms digno de ser

    considerado como un fin en s mismo en algo de lo que esperamos

    obtener un beneficio interesado, es un camino directo al estancamiento

    de nuestra esencia, al vaco y a la enajenacin.

    La filosofa como actividad libre

    La filosofa no es til en el sentido que en general damos a esta

    palabra, es decir, no es instrumentalmente til; como tampoco, por

    ejemplo, lo es el arte (el que se mantiene fiel a s mismo; no hablamos

    del mundo de los marchantes). En otras palabras, ambos son

    actividades libres, pues competen a la dimensin ms elevada del ser

    humano, aquella que tambin es libre y que le dota de cierto dominio

    sobre los aspectos de s mismo y de la vida condicionados por la

    necesidad, por las urgencias utilitarias de la vida.

    La filosofa vendida a un fin ya no es filosofa. Ni siquiera la

  • [30]

    filosofa vendida a unas ideas es ya verdadera filosofa. La filosofa

    esclava de la teologa (como se defina a s misma la filosofa

    escolstica medieval) no es filosofa, es teologa. Habitualmente,

    cuando los artistas se han subordinado a un fin ajeno al arte mismo,

    han hecho un mal arte. El arte ideolgico, puesto al servicio de la

    defensa de unas ideas, ha sido sistemticamente defraudante. Cuando

    omos que algn representante de una determinada iglesia, secta o

    ideologa va a dar una charla filosfica sobre alguna cuestin, todos

    sabemos que no va a decir nada nuevo; sus argumentos sern los

    mismos que los que repiten hasta la saciedad aquellos que pertenecen a

    su grupo; como mucho, habr ciertas variaciones formales; puede que

    incluso parezca elocuente y sugerente en un principio, pues en el

    planteamiento de la cuestin se permite cierta libertad, pero,

    finalmente, decepciona. Nos han dado gato por liebre. Todos

    sospechamos que ah no hay pensamiento genuino, indagacin libre y

    desinteresada, sino solo apologa disfrazada de argumentacin. Porque

    el verdadero pensamiento siempre es libre. Y por eso, solo las personas

    interiormente libres que no hablan en nombre de nada ni de nadie, ni

    siquiera en nombre de su ego, de lo que en dichas personas es

    estrictamente particular son genuinos pensadores. Como solo las

    personas interiormente libres son creadoras en cualquier mbito

    humano.

    La filosofa es una actividad libre. El arte tambin lo es. Pero que

    no se vendan a un resultado extrnseco no significa que no sean

    tiles. Todo lo contrario: poseen una forma superior de utilidad. Aqu

    precisamente radica la falacia del dilema utilidad versus libertad que

    plantebamos al inicio de este captulo. Las ideologas que han visto en

    ciertas expresiones gratuitas de la individualidad creadora, no

    subordinadas a fines pragmticos, manifestaciones burguesas de

    irresponsabilidad y falta de compromiso social, han tenido una triste y

    reducidsima imagen del ser humano.

    Necesidades del ser y del estar

  • [31]

    La vida verdadera [] no se halla tanto en las necesidades

    utilitarias de las que nadie puede escapar, como en el cumplimiento de uno

    mismo y en la calidad potica de la existencia.

    EDGAR MORIN5

    Aclararemos lo dicho hasta ahora introduciendo una nueva

    distincin. Diferenciaremos, en concreto, entre lo que denominaremos

    utilidad esencial y utilidad existencial.

    Es existencialmente til lo que necesitamos para nuestro existir

    o nuestro estar en el mundo: desde el alimento y el vestido hasta una

    cierta cosmovisin que nos ayude a orientarnos en l. Las cosas que son

    tiles para nuestro estar en el mundo son cosas que tenemos. Tenemos

    alimento, dinero, ropa, casa, etctera, de un modo anlogo a como

    tenemos ciertas habilidades o unas creencias y una ideologa.

    Pero hay otro tipo de necesidades que no son existenciales sino

    esenciales. Calificaremos de esencialmente til todo aquello que

    necesitamos para alcanzar un grado ptimo de ser: lo que nos remite a

    nuestra esencia ntima, fortalecindola, y hace que seamos ms y mejor

    eso que esencialmente somos.

    La satisfaccin de nuestras necesidades existenciales (de

    alimento, seguridad, pertenencia, afecto, instruccin, etctera) se

    acompaa de lo que podramos denominar un contentamiento o alegra

    existencial. Al ser cubierta alguna necesidad fisiolgica, por ejemplo, se

    experimenta placer y sosiego. Quien, tras estar hambriento, ingiere los

    alimentos adecuados, recibe el visto bueno de su cuerpo a travs de

    una sensacin subjetiva de saciedad y bienestar. En general, todas

    nuestras funciones y facultades, fsicas y psicolgicas, tienen un

    correlato subjetivo de bienestar o malestar que nos indica cul es su

    nivel de satisfaccin, actualizacin o desarrollo.

    Ahora bien, hay tambin una alegra esencial y un dolor esencial

    que nos dan la medida de cul es nuestro grado de cercana o

    alejamiento con respecto a nuestro propio centro, a nuestra verdad

  • [32]

    ntima; que nos indican cundo estamos siendo, o no, un fiel reflejo de

    eso que somos en esencia y que pulsa por expresarse en nosotros. Del

    mismo modo que hay un tipo de dolor que acompaa a la frustracin

    de nuestras necesidades fisiolgicas y psicolgicas, hay tambin un

    dolor que es el eco de la frustracin de nuestra necesidad de ser de

    forma autntica y plena.

    Los dolores y alegras existenciales y los dolores y alegras

    esenciales son cualitativamente diferentes. Hay quienes

    existencialmente parecen tenerlo todo y no pueden rehuir una

    profunda sensacin de vaco y de futilidad; algo en ellos exclama

    silenciosamente: pero es esto todo?. Por el contrario, hay quienes, en

    medio de situaciones existencialmente limitadas o incluso dolorosas,

    mantienen una conexin con su ser ms ntimo que les proporciona una

    sensacin bsica de sentido, de serena plenitud.

    Que ambos tipos de dolor (y, paralelamente, de alegra) son

    cualitativamente diferentes se evidencia, entre otras cosas, en que las

    dinmicas que permiten superar uno u otro son exactamente inversas.

    As, el dolor existencial se solventa multiplicando nuestro haber:

    aumentando nuestras posesiones materiales, ejercitando nuestras

    facultades y habilidades, multiplicando nuestras tenencias

    intelectuales, adquiriendo reconocimiento social, etctera.

    El dolor esencial, por el contrario, no se solventa con nada que se

    pueda tener. En ocasiones, puesto que este dolor se traduce

    psicolgicamente en una sensacin de vaco, lo malinterpretamos:

    creemos que se trata de un vaco relacionado con la necesidad de cosas,

    experiencias, logros, etctera. Pero ninguna cosa, persona, situacin,

    experiencia o logro puede llenarlo, porque se trata de un vaco de

    nosotros mismos.

    El vaco existencial se supera con un movimiento acumulativo o

    aditivo, teniendo ms, ya sean estas tenencias groseras o sutiles.

    El vaco esencial, por el contrario, solo se supera cuando

    abandonamos el impulso por tener no forzosamente en lo relativo a la

    actividad exterior, pues necesitamos seguir cubriendo nuestras

    necesidades existenciales, pero s en nuestra actitud bsica ante la vida

  • [33]

    y dejamos a las cosas, a las personas y a las situaciones ser lo que son,

    sin esperar que sean de ningn modo particular, sin buscar en ellas

    ningn provecho o beneficio personal. Tambin cuando nos

    permitimos sencillamente ser y abandonamos nuestra ansiedad por

    lograr, por tener que llegar a ser esto o lo otro.

    Cuando relegamos el apremio por la supervivencia, por

    conseguir, por el logro y la posesin; cuando nuestra mirada interior

    abandona toda perspectiva parcial e interesada y contemplamos las

    distintas realidades desligadas de su funcin utilitaria; cuando dejamos

    activamente a las cosas ser lo que son y ser como son, solo entonces, en

    este espacio de libertad, todo nos revela su ser o naturaleza original, su

    verdadero rostro.

    Cuando todas las cosas se contemplan con ecuanimidad, regresan a su

    naturaleza original.

    Sin-sin-ming, 25

    Es entonces, al recobrar esta mirada atenta y desinteresada,

    cuando sentimos que nosotros al unsono con toda la realidad

    tambin retornamos a nuestra genuina condicin. Nuestro ser ms

    ntimo encuentra por fin su espacio; florece y se expande, a la vez que

    se aquieta y ahonda en s mismo. La existencia deja de experimentarse

    como una lucha, una carga o una bsqueda enajenada volcada siempre

    en el futuro, en el lograr, en el tener, y experimentamos el verdadero

    sabor de la realidad, la alegra esencial, el simple gozo de ser. La falsa

    creencia de que no seremos plenamente hasta que no seamos, hagamos

    o tengamos esto o lo otro, se disipa. Descubrimos el engao.

    Advertimos que hemos vivido como el mendigo que a diario peda

    limosna sentado a la sombra de un rbol, exactamente sobre el trozo de

    tierra en el que estaba enterrado el ms esplndido tesoro.

    La verdad, la belleza y el bien

  • [34]

    La contemplacin desinteresada nos sita en el nivel esencial de

    la realidad y de nosotros mismos. El testimonio de este contacto, del

    triunfo del ser sobre el tener, es siempre como pasaremos a ver la

    experiencia de la verdad, de la belleza y del bien.

    De la verdad, pues todo se nos revela en su ser propio, en su

    verdad ntima. Las cosas nos descubren sus secretos porque ya no las

    hacemos orbitar en torno a nosotros mismos, porque ya no las miramos

    a travs del filtro de nuestro particular inters, como fuentes de ayuda

    o solucin de las propias necesidades.

    De la belleza, pues descubrimos la gratuidad del mundo, que

    todo sencillamente es, es decir, que todo obtiene su sentido y plenitud

    precisamente porque no necesita ser para nada ni para nadie.

    La belleza es la nica finalidad de este mundo. Como muy bien dijo

    Kant, es una finalidad que no contiene ningn fin [extrnseco]. Una cosa bella

    no contiene ningn bien salvo ella misma, en su totalidad, tal como se nos

    muestra. Vamos a ella sin saber qu pedirle y ella nos ofrece su propia

    existencia. [] Solo la belleza no es un medio para otra cosa. Solo la belleza es

    buena en s misma.

    SIMONE WEIL6

    En la experiencia de la verdad y de la belleza, nuestro yo ms

    ntimo reconoce su hogar, por fin nuestra voluntad descansa, toda

    inquietud cesa; estamos en casa. En este momento, cuando

    contemplamos el mundo desde esta perspectiva, algo en nosotros

    exclama silenciosamente que todo est bien (como narra el Gnesis que

    exclam Yahv al finalizar su creacin: Y vio que todo ello era

    bueno). Este asentimiento profundo que procede de saber que todo, en

    su ms radical intimidad, es lo que tiene que ser y est ya donde tiene

    que estar, es la experiencia gozosa del bien.

    La verdad, la belleza y el bien des-velan la realidad. Son la realidad

    misma cuando esta revela su verdadero rostro, su rostro sagrado;

    cuando ya no est velada por nuestras necesidades existenciales ni

    condicionada por ellas (la excesiva preocupacin de vivir, que nos hace

  • [35]

    contemplar las cosas tan solo desde el punto de vista de su utilidad, es

    el velo que oculta la verdadera naturaleza de las cosas).

    Lo nico que puede satisfacer nuestras necesidades esenciales

    son la verdad, la belleza y el bien. En otras palabras, nuestro ser real se

    expresa colmadamente solo en la contemplacin desinteresada.

    nunca he perseguido la comodidad o la felicidad como fines en s

    mismos []. Los ideales que han iluminado mi camino y me han

    proporcionado una y otra vez un nuevo valor para afrontar la vida

    alegremente, han sido la Belleza, la Bondad y la Verdad []. Los objetivos

    triviales de los esfuerzos humanos (posesiones, xito pblico, lujo) me han

    parecido despreciables.

    A. EINSTEIN7

    Una vida orientada con preferencia hacia los bienes utilitarios se

    asfixia esencialmente aunque existencialmente parezca floreciente y

    envidiable. Por eso, all donde los valores pragmticos tienen una clara

    hegemona, han de estar presentes en igual medida los medios de

    distraccin, de entretenimiento, que se encargarn de ocultar y evadir

    el dolor esencial y el vaco interior a los que aboca necesariamente todo

    ese vrtigo orientado hacia el tener. Nuestra sociedad actual es un

    ejemplo ntido de esta dinmica.

    Nuestro yo central solo encuentra su alimento en aquello que es

    un fin en s mismo. En este sentido, la filosofa, entendida como

    contemplacin desinteresada consagrada a la verdad, es mximamente

    til. Es una de las actividades y las actitudes que nos permiten ser en

    plenitud aquellas sin las cuales todos nuestros logros son solo los

    vestidos con que cubrimos el espectro de nosotros mismos, los

    ornamentos con los que adornamos nuestro vaco.

    Filosofas del ser y del estar

    La verdad, la belleza y el bien con frecuencia se confunden con

  • [36]

    sus respectivas caricaturas. Sucede as cuando ya no se perciben en el

    horizonte del ser, cuando ya no son el fruto de la contemplacin

    desinteresada, y se rebajan al mbito del tener. Cuando esto ocurre, se

    suele denominar amor a la verdad a lo que solo es bsqueda de

    seguridad mental; amor a la belleza, a lo que solo es deseo o vanidad

    (la belleza como algo que se quiere poseer o que se posee); y bien, al

    mero decoro moral o a la tenencia de supuesta virtud.

    Al igual que la verdad tiene su correspondiente caricatura,

    tambin la prctica de la filosofa puede tenerla. La filosofa se degrada

    siempre que se relega al plano del tener y se subordina directa o

    exclusivamente a la satisfaccin de necesidades existenciales.

    As, por ejemplo, cierta filosofa considera que su funcin

    prioritaria es la de elaborar y proporcionar mapas tericos (una cierta

    cosmovisin) con los que poder desenvolvernos en el mundo. La

    filosofa as entendida es algo que tenemos y que satisface dos

    necesidades existenciales concretas: nuestra necesidad psicolgica de

    orientacin y nuestra necesidad psicolgica de seguridad. Ello se

    traduce en cierta tranquilidad emocional se alivia provisionalmente

    nuestra angustia vital y en cierto apaciguamiento y satisfaccin

    intelectual.

    Este tipo de filosofa, insistimos, es algo que se tiene. No afecta

    ni modifica nuestro ser (aunque, eso s, puede facilitar temporalmente

    nuestro estar en el mundo). Por eso, cuando decimos haber accedido al

    conocimiento de este tipo de filosofa seguimos siendo los mismos de

    siempre, solo que con un nuevo mapa en nuestras manos y con la

    seguridad psicolgica que este provisionalmente nos proporciona.

    La filosofa estrictamente terica o especulativa, a pesar de su

    desinteresada apariencia, suele pertenecer a este tipo de filosofa, la

    que no rebasa el mbito del tener.

    Pero la filosofa, all donde es fiel a s misma y la bsqueda de

    verdad prima sobre la bsqueda de seguridad, tiene una mira ms

    profunda: no la de saciar nuestra mente con ideas, proporcionndonos

    as mera seguridad psicolgica, sino la de alimentar nuestro ser con la

    realidad, con la verdad viva. Hay mentes muy nutridas, incluso obesas,

  • [37]

    que recubren esencias esculidas. La sed de verdad no se solventa al

    lograrse la saciedad intelectual; solo al que tiene ms anhelo de

    seguridad que de verdad esta ltima saciedad le es suficiente.

    La filosofa genuina no se puede tener, sin ms, pues no podemos

    acceder a ella sin transformarnos profundamente, sin quedar

    modificados. Solo comprende las claves de la existencia quien ha

    accedido a cierto estado de ser, quien se desenvuelve en un determinado

    nivel de conciencia. Penetrar en los secretos de la realidad es nicamente

    posible para el que ha purificado su mirada y su personalidad, para el

    que ha abandonado todo inters propio, de tal modo que su visin es

    limpia y desinteresada, para quien tiene ms anhelo de verdad que de

    seguridad. Solo esta autenticidad y hondura de nuestro ser posibilita la

    profundidad de nuestra visin y nos abre a la experiencia de la verdad.

    Solo el que est en contacto habitual con su verdad ntima puede

    acceder a la verdad ntima de las cosas, es decir, puede ser un filsofo.

    El que est situado en la periferia de s mismo no puede traspasar la

    periferia de la realidad.

    La verdadera filosofa no se puede simplemente tener porque

    es una funcin del ser:

    El conocimiento [genuino] es una funcin del ser: slo cuando hay un

    cambio en el ser del cognoscente, hay un cambio correspondiente en la

    naturaleza y cuanta del conocimiento.

    ALDOUS HUXLEY8

    Denominaremos filosofa esencial a la filosofa que concierne a

    nuestro ser, la nica capaz de satisfacer nuestras necesidades esenciales

    (y que no ha de ser confundida con la filosofa que se tiene, la

    orientada directa y exclusivamente a la satisfaccin de ciertas

    necesidades existenciales, aunque estas sean tan sutiles como nuestra

    necesidad psicolgica de seguridad).

    La filosofa estrictamente especulativa nos proporciona

    seguridad psicolgica y cierta orientacin existencial, pero no nos

    modifica. En cambio, la filosofa esencial exige, y a la vez posibilita, la

  • [38]

    conversin de nuestro ser, la ampliacin de nuestro nivel de conciencia.

    Su finalidad es la de favorecer, en un nico movimiento, la capacidad de

    penetracin de nuestra mirada interior, nuestra transformacin profunda y

    nuestra realizacin. Pues somos receptivos a la verdad solo en la medida

    en que somos verdaderos. Solo en la medida en que somos nosotros

    mismos en profundidad podemos conocer las cosas tal y como son.

    Obviamente, la filosofa que nutre nuestro ser tambin tiene

    consecuencias existenciales, pues lo que transforma nuestra esencia

    transforma toda nuestra existencia de raz. Pero aqu precisamente est

    la diferencia: no la modifica en su periferia, sino desde su misma raz.

    La filosofa esencial tiene siempre un alcance existencial, pero la

    filosofa especulativa no tiene siempre un alcance esencial.

    Cmo reconocer ambas filosofas?

    Que uno de los fines de la filosofa esencial sea nuestra

    transformacin profunda no significa que la filosofa sea un medio para

    lograrla. Si as fuera, la filosofa ya no sera libre pues se habra

    subordinado a un efecto. Lo que queremos decir es que la dedicacin

    efectiva a la verdad tiene en dicha transformacin su sntoma

    inequvoco. Ambas dimensiones son indisociables: a toda penetracin

    en el corazn de las cosas, a toda comprensin profunda, acompaa un

    ahondamiento en nosotros mismos que se traduce en una creciente

    plenitud, libertad interior y serenidad, y en una ampliacin de nuestra

    conciencia. Lo segundo es el signo indiscutible de la presencia de lo

    primero, y viceversa.

    De todo lo dicho cabe deducir que hay un criterio que nos indica

    cundo la filosofa se est orientando de forma efectiva hacia la verdad,

    cundo est logrando su objetivo. La seal es la siguiente: la

    transformacin ascendente y permanente de nuestro nivel de conciencia; una

    transformacin que tiene, ms tarde o ms temprano, claros signos y

    frutos: la profundidad de nuestra mirada interior, la paz, la alegra

    esencial y la libertad. Si la actividad filosfica no va acompaada de

  • [39]

    estos frutos, es que ah no hubo filosofa esencial sino un ejercicio ms o

    menos brillante de ajedrez intelectual.

    Es importante comprender esto. Porque la filosofa, con

    frecuencia, ha identificado su carcter libre, su no estar subordinada a

    nada ni a nadie, con el hecho de carecer de toda medida valorativa o

    criterio correctivo. Si no hay ningn criterio de verdad, todo vale. Por

    qu lo que una persona piensa y sostiene va a ser menos vlido que lo

    que piensa otra? En estos tiempos estamos habituados a or hasta la

    saciedad expresiones del tipo: yo lo veo as, para m es as, etctera.

    Todos sospechamos que esas voces no irradian la misma autoridad,

    pero no nos atrevemos a afirmarlo abiertamente; parece que no

    seramos tolerantes si as lo hiciramos. Algo anlogo sucede en el

    mundo del arte. Los criterios, cuando los hay, son aleatorios. Se

    identifica el carcter libre del arte, equvocamente, con su carencia de

    todo criterio valorativo estable. Pero la filosofa tiene un criterio de

    autenticidad, y el arte tambin. No se trata de criterios externos puesto

    que son actividades libres sino internos.

    As, una obra de arte que no logre que el contemplador maduro,

    sensible y receptivo abandone, por un momento, sus actitudes

    utilitarias y se eleve a una esfera de atencin pura y desinteresada; que

    no favorezca la ampliacin de su conciencia; que no le conmueva en lo

    ms profundo con un movimiento no estrictamente sentimental, sino

    con una emocin que va acompaada de conocimiento (de cierta

    iluminacin o revelacin de algn aspecto de la realidad); que no le

    haga salir de s mismo, de la angostura de su ego, y le permita superar

    la vivencia ordinaria del tiempo, etctera; una obra de arte que no

    suscite todo esto en el contemplador sensible decimos no es genuina.

    Las supuestas obras de arte que necesitan ir acompaadas de un

    discurso intelectual para ser valoradas, que nos sorprenden, pero no

    nos conmueven, que son apreciadas solo por una minora ideolgica

    no son autnticas obras de arte.

    A su vez, una filosofa que no tenga un potencial transformador y

    liberador no es una buena filosofa. Es solo apariencia de conocimiento,

    pero no conocimiento real. Una filosofa que sea una fbrica de

  • [40]

    mediocres ilustrados, y no de mejores seres humanos; de pedantes, y no

    de personas veraces; de intelectuales, y no de sabios; de malabaristas de

    las palabras y las ideas, pero no de personas capacitadas para el silencio

    interior y para la visin que solo este proporciona, no es filosofa

    esencial. Aqu se aplica la expresin evanglica: por sus frutos los

    conoceris.9

    Como ejemplifica con agudeza Epicteto, si queremos ver los

    progresos de un gimnasta, no le preguntamos por sus pesas sino por el

    estado de sus msculos. Del mismo modo, si queremos saber si alguien

    es un verdadero filsofo, no nos vale que nos muestre lo que ha

    aprendido, su arsenal de erudicin, su tener o haber intelectual,

    sino lo que ha visto por s mismo y lo que irradia su propio ser:

    T, ven aqu! Mustrame tus progresos! Como si hablramos de

    un atleta y al decirle: Mustrame tus hombros!, me contestara: Mira mis

    pesas!. All os las compongis las piedras y t! Yo quiero ver los resultados

    de las pesas. Coge el tratado sobre el impulso y mira cmo me lo he ledo!

    Esclavo! No busco eso, sino cules son tus impulsos y tus repulsiones, tus

    deseos y tus rechazos, cmo te aplicas a los asuntos y cmo te los propones y

    cmo te preparas, si de acuerdo o en desacuerdo con la naturaleza. Y si es de

    acuerdo con la naturaleza, mustramelo y te dir que progresas; pero si es en

    desacuerdo, vete y no te limites a explicar los libros: escribe t otros similares.

    EPICTETO10

    La filosofa como sabidura

    Lo que solemos denominar filosofa en nuestra cultura se ha

    apartado tanto de aquel saber transformador y liberador, mximamente

    til, que originariamente llev ese nombre que, de cara a apuntar a este

    ltimo, quiz convenga como sealamos en la introduccin acudir a

    nuevas expresiones. Una de estas bien puede ser la de sabidura,

    pues todo el mundo asocia este trmino tanto al conocimiento profundo

    de la realidad como a la evolucin hacia una vida ms autntica. En lo

  • [41]

    que entendemos de modo habitual por sabidura estas dos

    dimensiones se encuentran ntimamente unidas.

    La disociacin entre filosofa y transformacin ha llegado a ser

    tan aguda en nuestra cultura, que en lo que entendemos en general por

    filosofa poco queda de sabidura, de filosofa esencial. La crisis actual de

    la filosofa est causada en gran medida por la prdida de su

    virtualidad transformadora; porque ha pretendido seguir teniendo

    validez como camino hacia la verdad tras desligarse de lo que

    constituye su sello de autenticidad y la raz de su utilidad superior: su

    capacidad para posibilitar nuestro crecimiento esencial y nuestra

    liberacin interior.

    Lo honesto [lo ntegro o veraz] es til, y no hay nada til que no sea

    honesto [] Mas lo que propia y verdaderamente se llama honesto se

    encuentra solamente en los sabios.

    CICERN11

  • [42]

    2. La filosofa como terapia

    La filosofa no promete al hombre conseguirle algo de lo exterior; si no,

    estara aceptando algo extrao a su propia materia. Al igual que la materia del

    arquitecto es la madera y la del escultor el bronce, as la propia vida de cada

    uno es la materia del arte de la vida.

    EPICTETO1

    La filosofa se concibi a s misma originariamente sealbamos

    en la introduccin, no como un mero saber abstracto y especulativo en

    torno a la realidad, sino, ante todo, como un saber teraputico. La

    filosofa era terapia en la misma medida en que en ella eran

    indisociables el conocimiento y la transformacin propia.

    Explicaremos con ms detenimiento qu entendemos en este

    contexto por conocimiento y por transformacin. Antes introduciremos y

    dilucidaremos otras dos nociones: explicacin y descripcin.2

    Explicacin: la filosofa explica

    Denominaremos explicacin al intento de responder, de forma

    argumentada o razonada, a la pregunta por qu?, siempre que esta

    pregunta se oriente hacia los ltimos porqus, los que tienen cierta

    radicalidad. Tambin al intento de responder a la pregunta qu es

    (esto)?, siempre que esta pregunta no se contente con respuestas

    funcionales, descriptivas, etctera, sino que busque acceder al

    conocimiento de la naturaleza intrnseca de algo.

    En otras palabras, la explicacin pretende dar respuesta a las

    preguntas ltimas, las concernientes al sentido de la existencia. Nos

    desenvolvemos en el dominio de la explicacin cuando planteamos o

    intentamos responder preguntas del tipo: Por qu hay seres y no ms

    bien nada? Por qu vivimos? Por qu morimos? Cul es el sentido

    del sufrimiento? Es esta existencia una historia absurda contada por

    un idiota, o hay algn orden implcito en todo acontecer? Cul es la

  • [43]

    naturaleza intrnseca de lo que existe? Qu significa que todo es? Qu

    significa ser? Qu es el tiempo? Qu es conocer?

    Podemos adivinar que la explicacin tiene una ntima relacin

    con la filosofa. La bsqueda de explicaciones es connatural al ser

    humano, y la filosofa es la actividad que, sustentada en dicho impulso,

    busca acceder a un saber profundo y ltimo acerca de la realidad.

    la filosofa es una ciencia de los fundamentos. Donde las otras

    ciencias se paran, donde ellas no preguntan y dan mil cosas por supuestas, all

    empieza a preguntar el filsofo. Las ciencias conocen; l pregunta qu es

    conocer. Los otros sientan leyes; l se pregunta qu es la ley. El hombre

    ordinario habla de sentido y finalidad. El filsofo estudia qu hay que entender

    por sentido y finalidad.

    J.M. BOCHESKI3

    Ahora bien, como veremos, mientras que la filosofa especulativa

    se contenta con buscar y ofrecer explicaciones, la filosofa esencial

    intenta ser mucho ms que una actividad meramente explicativa.

    Descripcin: la ciencia describe

    De cara a comprender la naturaleza de lo que hemos

    denominado explicacin, la distinguiremos de lo que denominaremos

    descripcin.

    Lo propio de la descripcin es traducir a un lenguaje tcnico especfico

    la estructura de un determinado objeto o proceso. Si la explicacin es

    especficamente filosfica, la descripcin es la actividad caracterstica de

    lo que ordinariamente denominamos ciencias. Todas las ciencias

    empricas son descriptivas.

    La ciencia fsica, por ejemplo, describe el funcionamiento de los

    procesos energtico-materiales del mundo fsico; para ello, traduce la

    estructura de dichos procesos a un determinado lenguaje: un cierto

    lenguaje matemtico. La ciencia mdica, a su vez, describe el

  • [44]

    funcionamiento de los procesos orgnicos y bioqumicos traduciendo la

    estructura de dichos procesos a una jerga tcnica especfica.

    Es importante advertir que la descripcin cientfica est siempre

    condicionada. En primer lugar, cada ciencia est condicionada por su modo

    especfico de aproximacin a la realidad, por su particular perspectiva.

    Siguiendo con los ejemplos anteriores, la ciencia fsica solo tiene en

    cuenta aquellas dimensiones de la realidad susceptibles de ser medidas

    y cuantificadas con sus instrumentos; solo considera los aspectos del

    mundo fsico que pueden ser sometidos a cierto tipo de medicin. La

    medicina hace otro tanto. All donde el enamorado percibe una

    elocuente sonrisa que conmueve todo su ser, la perspectiva mdica, y,

    ms concretamente, la anatmica, nos hablara de una contraccin de

    los msculos maxilofaciales. Pretender que esta segunda perspectiva es

    ms objetiva que la primera es una falacia, pues ello supondra

    absolutizar un modo de aproximacin parcial a la realidad que solo

    alumbra una dimensin igualmente parcial de la misma y, en este caso

    sobre todo desde la perspectiva del enamorado, no particularmente

    significativa.

    En segundo lugar, cada ciencia est condicionada por los

    instrumentos de observacin de los que se disponga en cada caso. La medicina

    del mundo antiguo, por ejemplo, no dispona del sofisticado

    instrumental de observacin con el que cuenta la medicina de hoy en

    da, y ello, de entrada, determina una interpretacin de los procesos

    patolgicos totalmente diferente.

    En tercer lugar, cada ciencia est condicionada por un determinado

    lenguaje, que, a su vez, presupone un modelo descriptivo o paradigma

    cientfico particular. Siguiendo con el ejemplo de la ciencia mdica: segn

    el tipo de medicina que se practique aloptica u homeoptica,

    hipocrtica, taosta, etctera, la aproximacin al objeto de observacin

    ser diferente. El lenguaje mdico del que se disponga y, en general, las

    creencias y los hbitos mdicos en los que uno haya sido educado

    condicionarn el modo de visin. La medicina china, por ejemplo,

    dispone de una categora, yin, que alude a un tipo de pauta energtica

    (contraccin, fro, introversin, etctera) asociada a determinados

  • [45]

    rasgos psicofsicos, que cuando se desequilibra en el organismo (por

    exceso o por defecto) puede dar lugar a ciertas patologas. Para el

    mdico occidental que desconoce dicha nocin y todo el sistema de

    pensamiento que le otorga sentido, tal pauta energtica no estar

    presente en su observacin ni en su diagnstico; si tiene noticia de ella,

    probablemente la considere un delirio fruto del acientificismo de la

    mente oriental. Pero, en principio, ambos modelos descriptivos son

    vlidos y complementarios, y cada uno de sus elementos tiene sentido y

    valor dentro de su correspondiente modelo global, y nunca fuera de l.

    Los distintos paradigmas cientficos, precisamente porque

    describen ciertos aspectos de la realidad desde perspectivas

    potencialmente ilimitadas, y no son ni la realidad ni la descripcin nica

    de la realidad, son complementarios y no excluyentes. La tendencia de

    los cientficos a absolutizar su particular paradigma es tan miope como

    la actitud de un jugador de ajedrez que se permitiera decir a los que

    juegan a las damas (dado que el tablero es el mismo para ambos) que el

    modo en que mueven sus piezas es incorrecto y carece de sentido.

    La descripcin no es la explicacin

    La ciencia describe, es decir, no explica. Siguiendo con nuestro

    ejemplo: la descripcin de una determinada enfermedad, as como del

    proceso que nos permite deducir que un cierto remedio teraputico

    puede neutralizarla, no son explicaciones del sentido de la enfermedad

    y la salud. La descripcin mdica deja siempre intacto el misterio del

    cuerpo, del dolor, del ser humano, de la muerte, del proceso curativo

    como reflejo de la dinmica intrnseca a la vida que siempre quiere

    ms vida, etctera.

    Es importante tener presente esta distincin, pues graves

    confusiones se han derivado de no tenerla en cuenta. As, las ciencias

    experimentales, sobre todo desde el inicio de la Edad Moderna,

    fascinadas por los sorprendentes resultados prcticos que sus nuevos

    mtodos descriptivos estaban posibilitando, olvidaron que estaban

  • [46]

    describiendo no explicando, y que en su descripcin estaban viendo

    solo lo que sus modos respectivos de aproximacin les permitan ver, y

    creyeron estar poniendo fin a todos los grandes misterios de la

    realidad; creyeron estar resolviendo las cuestiones que haban sido la

    razn de ser y el cometido de la filosofa y la religin. Las ciencias

    llegaron a considerarse, incluso, garantes de la felicidad de la

    humanidad. Pero la felicidad est ntimamente unida a la cuestin del

    sentido, y esta no puede ni siquiera ser rozada por la descripcin

    cientfica.

    Hubo quienes, a lo largo de la modernidad, no vean con buenos

    ojos este proceso de entronizacin de las ciencias y se lamentaban ante

    lo que calificaban como desencantamiento del mundo: todo estaba

    siendo explicado; el misterio que resguardaban las cosas, y que haba

    hecho al hombre antiguo contemplar el mundo con reverencial

    fascinacin, estaba siendo violado. Pero lo cierto es que lo esencial no

    haba sido tocado por la ciencia. El misterio del mundo segua ah;

    sencillamente, el hombre se incapacitaba poco a poco para verlo porque

    haba confundido y nivelado, de manera equivocada, la descripcin con

    la explicacin.

    En efecto, ha habido cientficos que han admitido que los

    mtodos de la ciencia no pueden revelar el sentido de la realidad; pero

    tambin son muchos los que han concluido falazmente de ello que, por

    lo tanto, dicho sentido no existe. Un reputado cientfico al que se le

    pregunt acerca de Dios supuestamente afirm: No lo he visto nunca a

    travs de mi microscopio. Ms all de lo discutible o ingenuo que sea

    determinado concepto de Dios, pretender que el mtodo cuantitativo y

    experimental de las ciencias fsico-naturales sea el nico vlido en todas

    las esferas del saber, que los mtodos e instrumentos de las ciencias

    empricas sean criterios ltimos de verdad, es, ciertamente, una

    manifestacin de ingenuidad alarmante. La arrogancia cientfica puede

    alcanzar cotas muy altas de puerilidad; pues es posible dudar de la

    realidad del amor, del bien, de la confianza, de la belleza, en general,

    de aquello que proporciona sentido a nuestra vida, una sensacin

    ntima de ajuste con la realidad, por ms que todo ello est fuera del

  • [47]

    alcance de la descripcin cientfica y sea inaprensible por sus

    instrumentos?

    pero toda descripcin supone una explicacin

    La explicacin no es la descripcin. Ahora bien, una suele

    acompaar a la otra. As, cada modelo descriptivo suele presuponer

    consciente o inconscientemente toda una explicacin o sistema

    explicativo. En otras palabras, toda descripcin cientfica se sustenta en

    una determinada concepcin del hombre y el cosmos, lo sepa o no lo

    sepa, lo reconozca o no. Y es la filosofa de cada tiempo, de cada

    cultura, la que suele proporcionar los contextos explicativos que

    condicionan los diversos modelos descriptivos. Por ejemplo, las

    diferencias a las que aludamos anteriormente existentes entre la

    medicina occidental y la medicina tradicional china encuentran su

    razn ltima de ser en las diferentes cosmologas o visiones del mundo

    que presuponen dichas ciencias, y que son las ms definitorias de

    ambas culturas (una cosmologa bsicamente mecnico-causalista, en el

    caso del Occidente moderno; una cosmologa organicista, en el caso del

    Oriente tradicional).

    Que la descripcin no es ajena a la explicacin se advierte

    tambin en que, cuando las descripciones de una determinada ciencia

    alcanzan un cierto grado de complejidad, exigen una modificacin del

    sistema explicativo que las sustentaba. Pensemos, por ejemplo, en

    cmo, en las primeras dcadas del siglo XX, la ciencia fsica, en virtud

    de que su modelo descriptivo haba llegado a ser altamente complejo,

    alcanz un umbral que hizo que la visin del mundo que haba

    sustentado la fsica clsica quedara obsoleta. Esta cosmovisin que

    consideraba la realidad fsica como un sistema bsicamente mecnico

    respecto al cual el cientfico era un observador imparcial, capaz de

    pronosticar los sucesos fsicos segn leyes deterministas ya no poda

    dar cuenta de los descubrimientos de la fsica relativista o de la fsica

    cuntica.

  • [48]

    En general, cuando las descripciones acumuladas por una

    ciencia alcanzan cierto nivel de sofisticacin, puede ocurrir que la

    visin del mundo en la que se enmarcaban esas descripciones precise

    ser modificada o ampliada. De hecho, los propios cientficos, llegados a

    este punto, suelen ser tanto cientficos como filsofos, pues han de

    reconstruir nuevas teoras explicativas que otorguen sentido a sus

    descubrimientos. Los grandes fsicos del siglo XX Einstein,

    Heisenberg, Schrdinger, Planck, etctera han sido, de hecho,

    profundos pensadores.

    Conocimiento y transformacin: la sabidura nos

    transforma

    Qu beneficio sacar se [de la lectura de las obras de los filsofos]?

    Ser ms charlatn y ms impertinente de lo que es ahora. [] Mostradme un

    estoico, si tenis alguno. Dnde o cmo? Pero que digan frasecitas estoicas,

    millares. [] Entonces, quin es estoico? Igual que llamamos estatua fidaca

    a la modelada segn el arte de Fidias, as tambin mostradme uno modelado

    segn la doctrina de la que habla. Mostradme uno enfermo y contento, en

    peligro y contento, exiliado y contento, desprestigiado y contento.

    Mostrdmelo.