memoria histórica razonada una propuesta incluyente … de vida de víctimas del desplazamiento...

38
REVISTA DE HISTORIA REGIONAL Y LOCAL Vol. 5, No. 10 / julio - diciembre de 2013 / ISSN: 2145-132X Memoria histórica razonada . Una propuesta incluyente para las víctimas del conflicto armado interno colombiano Reasoned Historical Memory. A Proposal to Include Victims of Colombian Internal Armed Conflict Juan Felipe Rueda Arenas Universidad Industrial de Santander, Colombia Recepción: 12 de febrero de 2013 Aceptación: 20 de agosto de 2013 Páginas: 15-52

Upload: hoangminh

Post on 19-May-2018

213 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

R E V I S T A D E H I S T O R I A R E G I O N A L Y L O C A L

Vol. 5, No. 10 / julio - diciembre de 2013 / ISSN: 2145-132X

“Memoria histórica razonada”.Una propuesta incluyente para

las víctimas del conflicto armado interno colombiano

“Reasoned Historical Memory”.A Proposal to Include Victims of Colombian

Internal Armed Conflict

Juan Felipe Rueda ArenasUniversidad Industrial de Santander, Colombia

Recepción: 12 de febrero de 2013Aceptación: 20 de agosto de 2013

Páginas: 15-52

“Memoria histórica razonada”.Una propuesta incluyente para

las víctimas del conflicto armado interno colombiano

“Reasoned Historical Memory”.A Proposal to Include Victims of Colombian

Internal Armed Conflict

Juan Felipe Rueda Arenas*

trayectorias de vida de víctimas del desplazamiento forzado llevado a cabo en Buca-

ramanga, Colombia. Para tal caso, se realiza un acercamiento al contexto histórico

del origen y dinámica de la historia, la memoria y la oralidad en la historiografía.

Se evidencia el debate teórico sobre memoria e historia realizado por autores de las

ciencias sociales y humanas. Y se muestran trabajos participativos de memorias de

víctimas del conflicto armado interno colombiano. Como resultado, se pretende que

mediante la construcción de memoria histórica razonada se comprendan relatos de

personas desplazadas a través de un conocimiento complementario entre víctimas e

investigadores, generándose instrumentos contra marginalidades, negacionismos,

silencios y olvidos impuestos por centros de poder.

Palabras Clave: “memoria histórica razonada”, “memoria histórica”, víctimas,

historia, memoria, historiografía, historia oral

Abstract The “Reasoned Historical Memory” is a theoretical-methodological proposal that seeks the active participation of victims of internal armed conflict in the construc-tion of Colombian history. The article is part of a conceptual contribution to a study from life trajectories of victims of forced displacement held in Bucaraman-ga city. For such a case, It makes an approach into the historical context of the origin and dynamic of history, memory and orality in historiography. It demons-trates the theoretical debate about memory and history made by authors in the social sciences and humanities. Also, the participatory memories from the victims of Colombian internal armed conflict are showed. As a result, it is intended that through the construction of reasoned historical memory are understood stories of people displaced through a complementary knowledge between victims and researchers, generating instruments against marginalities, denials, silence and forgetfulness imposed by centers of power.

* Historiador por la Universidad Industrial de Santander y Miembro del Grupo de Investigación Historia Archi-

vística y Redes de Investigación-UIS y Ciencia Política-UNAB. El presente artículo es un resultado parcial del

proyecto “Estudio de trayectorias de vida de personas en situación de desplazamiento forzado interrelacionadas

en el barrio Café Madrid del municipio de Bucaramanga (2011-2013)”, financiado por Colciencias y ejecutado

por la Universidad Industrial de Santander y la Corporación para el Desarrollo de Oriente (Compromiso). El

proyecto fue dirigido por la Doctora Ivonne Suárez Pinzón. Correo electrónico: [email protected]

Keywords: "reasoned historical memory", "historical memory", victims, memory, history, historiography. oral history.

Introducción

Como respuesta a lo acontecido en el periodo de influencia de las guerras mundia-

les, los cambios surgidos en las ciencias sociales y humanas llevaron a intelectuales

a interesarse por nuevas temáticas y aplicar metodologías innovadoras que explica-

ron la realidad histórica contrastante. En el siglo XIX, el positivismo cientificista

permeó las ciencias del espíritu y por ende a la Historia, proyectando las bases

teórico-metodológicas de una ciencia histórica donde prevalecieron documentos

escritos sobre documentos orales. Una decisión impulsada por razones de élite que

contribuyó a la consolidación del poder de la burguesía europea y de una naciente

elite republicana en América. La historia escrita influyó en la construcción de relatos

nacionales que contribuyeron a la identificación nacional de sectores marginados,

los cuales transmitían sus conocimientos a través de su memoria oral.

El desarrollo de la memoria se llevó a cabo principalmente en la sociología,

filosofía y psicológica, mientras la Historia se encargaba del pasado de los seres hu-

manos primordialmente de la política y las guerras. Autores como Henri Bergson

y Maurice Halbwachs le dieron trascendencia a la memoria individual y a la memo-

ria colectiva en el pensamiento europeo. Por otra parte, la Historia y otras ciencias

sociales se transformaron gracias a la influencia de la Escuela de los Annales y de

la Escuela de Frankfurt. Intelectuales como Marc Bloch, Theodor Adorno y Walter

Benjamin entre otros, vincularon a sus críticas cuestionamientos a la supremacía

del positivismo y la idea de progreso, además del abordaje de nuevos temas relacio-

nados con la memoria, la tradición y la transmisión de memoria colectiva.

Luego de la Segunda Guerra Mundial en Estados Unidos a través de los

estudios de Allan Nevins se desarrolló académicamente la oralidad. Entretanto

en Inglaterra los trabajos de Eric Palmer Thompson y Eric Hobsbawm le dieron

trascendencia a la historia de las clases subalternas. Hacia los años sesenta del

siglo XX, la Escuela de los Annales de tercera generación implementó estudios

de la cultura y de las mentalidades entre las nuevas formas de hacer historia. Fue

allí que Pierre Nora, Jaques Le Goff y Paul Ricoeur introdujeron a sus estudios el

desarrollo del concepto memoria histórica.

Los debates y adelantos de estos intelectuales principalmente europeos

influenciaron los procesos de recuperación y divulgación de memorias, algunas

de estas, memorias de víctimas de guerras y de gobiernos represivos en países de

Europa y de otros continentes como eran los casos latinoamericanos.

En Colombia si bien, en medio del conflicto armado interno (CAI), han existido

algunas iniciativas por darles voz a las víctimas, es a partir de la Ley de Justicia y Paz

en 2005 que el Estado estableció la Comisión Nacional de Reparación y Reconcilia-

ción (CNRR), dedicada a la realización de informes de memoria sobre los hechos

atroces cometidos por los actores armados. A pesar que otras organizaciones en el

país se han esforzado por dar a conocer las voces de las víctimas, el desarrollo de la

memoria histórica en el país ha sido precario.

Por tal razón, memoria histórica razonada es una propuesta conceptual,

relevante no solo para la divulgación de los relatos de víctimas del CAI sino para

promover su participación activa. La idea es que conjuntamente víctimas e inves-

tigadores analicen los relatos y construyan memoria en aras de resistir a margina-

ciones, negacionismos, silencios y olvidos impuestos por centros de poder y la

sociedad contemporánea.Resumen

“Memoria histórica razonada” es una propuesta teórico-metodológica que busca la

participación activa de las víctimas del conflicto armado interno en la construcción

de la historia colombiana. El artículo es un aporte conceptual de un estudio de

17

HiS

TOR

eLo

. Rev

ista

de

His

tori

a R

egio

nal y

Lo

cal I

SSN

: 21

45

-13

2X

[vo

l 5, N

o. 1

0]

julio

- d

icie

mbr

e de

20

13

trayectorias de vida de víctimas del desplazamiento forzado llevado a cabo en Buca-

ramanga, Colombia. Para tal caso, se realiza un acercamiento al contexto histórico

del origen y dinámica de la historia, la memoria y la oralidad en la historiografía.

Se evidencia el debate teórico sobre memoria e historia realizado por autores de las

ciencias sociales y humanas. Y se muestran trabajos participativos de memorias de

víctimas del conflicto armado interno colombiano. Como resultado, se pretende que

mediante la construcción de memoria histórica razonada se comprendan relatos de

personas desplazadas a través de un conocimiento complementario entre víctimas e

investigadores, generándose instrumentos contra marginalidades, negacionismos,

silencios y olvidos impuestos por centros de poder.

Palabras Clave: “memoria histórica razonada”, “memoria histórica”, víctimas,

historia, memoria, historiografía, historia oral

Abstract

The “Reasoned Historical Memory” is a theoretical-methodological proposal that seeks the active participation of victims of internal armed conflict in the construc-tion of Colombian history. The article is part of a conceptual contribution to a study from life trajectories of victims of forced displacement held in Bucaraman-ga city. For such a case, It makes an approach into the historical context of the origin and dynamic of history, memory and orality in historiography. It demons-trates the theoretical debate about memory and history made by authors in the social sciences and humanities. Also, the participatory memories from the victims of Colombian internal armed conflict are showed. As a result, it is intended that through the construction of reasoned historical memory are understood stories of people displaced through a complementary knowledge between victims and researchers, generating instruments against marginalities, denials, silence and forgetfulness imposed by centers of power.

Keywords: "reasoned historical memory", "historical memory", victims,memory, history, historiography. oral history.

Introducción

Como respuesta a lo acontecido en el periodo de influencia de las guerras mundia-

les, los cambios surgidos en las ciencias sociales y humanas llevaron a intelectuales

a interesarse por nuevas temáticas y aplicar metodologías innovadoras que explica-

ron la realidad histórica contrastante. En el siglo XIX, el positivismo cientificista

permeó las ciencias del espíritu y por ende a la Historia, proyectando las bases

teórico-metodológicas de una ciencia histórica donde prevalecieron documentos

escritos sobre documentos orales. Una decisión impulsada por razones de élite que

contribuyó a la consolidación del poder de la burguesía europea y de una naciente

elite republicana en América. La historia escrita influyó en la construcción de relatos

nacionales que contribuyeron a la identificación nacional de sectores marginados,

los cuales transmitían sus conocimientos a través de su memoria oral.

El desarrollo de la memoria se llevó a cabo principalmente en la sociología,

filosofía y psicológica, mientras la Historia se encargaba del pasado de los seres hu-

manos primordialmente de la política y las guerras. Autores como Henri Bergson

y Maurice Halbwachs le dieron trascendencia a la memoria individual y a la memo-

ria colectiva en el pensamiento europeo. Por otra parte, la Historia y otras ciencias

sociales se transformaron gracias a la influencia de la Escuela de los Annales y de

la Escuela de Frankfurt. Intelectuales como Marc Bloch, Theodor Adorno y Walter

Benjamin entre otros, vincularon a sus críticas cuestionamientos a la supremacía

del positivismo y la idea de progreso, además del abordaje de nuevos temas relacio-

nados con la memoria, la tradición y la transmisión de memoria colectiva.

Luego de la Segunda Guerra Mundial en Estados Unidos a través de los

estudios de Allan Nevins se desarrolló académicamente la oralidad. Entretanto

en Inglaterra los trabajos de Eric Palmer Thompson y Eric Hobsbawm le dieron

trascendencia a la historia de las clases subalternas. Hacia los años sesenta del

siglo XX, la Escuela de los Annales de tercera generación implementó estudios

de la cultura y de las mentalidades entre las nuevas formas de hacer historia. Fue

allí que Pierre Nora, Jaques Le Goff y Paul Ricoeur introdujeron a sus estudios el

desarrollo del concepto memoria histórica.

Los debates y adelantos de estos intelectuales principalmente europeos

influenciaron los procesos de recuperación y divulgación de memorias, algunas

de estas, memorias de víctimas de guerras y de gobiernos represivos en países de

Europa y de otros continentes como eran los casos latinoamericanos.

En Colombia si bien, en medio del conflicto armado interno (CAI), han existido

algunas iniciativas por darles voz a las víctimas, es a partir de la Ley de Justicia y Paz

en 2005 que el Estado estableció la Comisión Nacional de Reparación y Reconcilia-

ción (CNRR), dedicada a la realización de informes de memoria sobre los hechos

atroces cometidos por los actores armados. A pesar que otras organizaciones en el

país se han esforzado por dar a conocer las voces de las víctimas, el desarrollo de la

memoria histórica en el país ha sido precario.

Por tal razón, memoria histórica razonada es una propuesta conceptual,

relevante no solo para la divulgación de los relatos de víctimas del CAI sino para

promover su participación activa. La idea es que conjuntamente víctimas e inves-

tigadores analicen los relatos y construyan memoria en aras de resistir a margina-

ciones, negacionismos, silencios y olvidos impuestos por centros de poder y la

sociedad contemporánea.Resumen

“Memoria histórica razonada” es una propuesta teórico-metodológica que busca la

participación activa de las víctimas del conflicto armado interno en la construcción

de la historia colombiana. El artículo es un aporte conceptual de un estudio de

Juan Felipe Rueda Arenas18H

iSTO

ReL

o. R

evis

ta d

e H

isto

ria

Reg

iona

l y L

oca

l ISS

N: 2

14

5-1

32

X [

vol 5

, No

. 10

] ju

lio -

dic

iem

bre

de 2

01

3

Keywords: "reasoned historical memory", "historical memory", victims, memory, history, historiography. oral history.

trayectorias de vida de víctimas del desplazamiento forzado llevado a cabo en Buca-

ramanga, Colombia. Para tal caso, se realiza un acercamiento al contexto histórico

del origen y dinámica de la historia, la memoria y la oralidad en la historiografía.

Se evidencia el debate teórico sobre memoria e historia realizado por autores de las

ciencias sociales y humanas. Y se muestran trabajos participativos de memorias de

víctimas del conflicto armado interno colombiano. Como resultado, se pretende que

mediante la construcción de memoria histórica razonada se comprendan relatos de

personas desplazadas a través de un conocimiento complementario entre víctimas e

investigadores, generándose instrumentos contra marginalidades, negacionismos,

silencios y olvidos impuestos por centros de poder.

Palabras Clave: “memoria histórica razonada”, “memoria histórica”, víctimas,

historia, memoria, historiografía, historia oral

Abstract

The “Reasoned Historical Memory” is a theoretical-methodological proposal that seeks the active participation of victims of internal armed conflict in the construc-tion of Colombian history. The article is part of a conceptual contribution to a study from life trajectories of victims of forced displacement held in Bucaraman-ga city. For such a case, It makes an approach into the historical context of the origin and dynamic of history, memory and orality in historiography. It demons-trates the theoretical debate about memory and history made by authors in the social sciences and humanities. Also, the participatory memories from the victims of Colombian internal armed conflict are showed. As a result, it is intended that through the construction of reasoned historical memory are understood stories of people displaced through a complementary knowledge between victims and researchers, generating instruments against marginalities, denials, silence and forgetfulness imposed by centers of power.

Introducción

Como respuesta a lo acontecido en el periodo de influencia de las guerras mundia-

les, los cambios surgidos en las ciencias sociales y humanas llevaron a intelectuales

a interesarse por nuevas temáticas y aplicar metodologías innovadoras que explica-

ron la realidad histórica contrastante. En el siglo XIX, el positivismo cientificista

permeó las ciencias del espíritu y por ende a la Historia, proyectando las bases

teórico-metodológicas de una ciencia histórica donde prevalecieron documentos

escritos sobre documentos orales. Una decisión impulsada por razones de élite que

contribuyó a la consolidación del poder de la burguesía europea y de una naciente

elite republicana en América. La historia escrita influyó en la construcción de relatos

nacionales que contribuyeron a la identificación nacional de sectores marginados,

los cuales transmitían sus conocimientos a través de su memoria oral.

El desarrollo de la memoria se llevó a cabo principalmente en la sociología,

filosofía y psicológica, mientras la Historia se encargaba del pasado de los seres hu-

manos primordialmente de la política y las guerras. Autores como Henri Bergson

y Maurice Halbwachs le dieron trascendencia a la memoria individual y a la memo-

ria colectiva en el pensamiento europeo. Por otra parte, la Historia y otras ciencias

sociales se transformaron gracias a la influencia de la Escuela de los Annales y de

la Escuela de Frankfurt. Intelectuales como Marc Bloch, Theodor Adorno y Walter

Benjamin entre otros, vincularon a sus críticas cuestionamientos a la supremacía

del positivismo y la idea de progreso, además del abordaje de nuevos temas relacio-

nados con la memoria, la tradición y la transmisión de memoria colectiva. Luego de la Segunda Guerra Mundial en Estados Unidos a través de los

estudios de Allan Nevins se desarrolló académicamente la oralidad. Entretanto

en Inglaterra los trabajos de Eric Palmer Thompson y Eric Hobsbawm le dieron

trascendencia a la historia de las clases subalternas. Hacia los años sesenta del

siglo XX, la Escuela de los Annales de tercera generación implementó estudios

de la cultura y de las mentalidades entre las nuevas formas de hacer historia. Fue

allí que Pierre Nora, Jaques Le Goff y Paul Ricoeur introdujeron a sus estudios el

desarrollo del concepto memoria histórica.

Los debates y adelantos de estos intelectuales principalmente europeos

influenciaron los procesos de recuperación y divulgación de memorias, algunas

de estas, memorias de víctimas de guerras y de gobiernos represivos en países de

Europa y de otros continentes como eran los casos latinoamericanos.

En Colombia si bien, en medio del conflicto armado interno (CAI), han existido

algunas iniciativas por darles voz a las víctimas, es a partir de la Ley de Justicia y Paz

en 2005 que el Estado estableció la Comisión Nacional de Reparación y Reconcilia-

ción (CNRR), dedicada a la realización de informes de memoria sobre los hechos

atroces cometidos por los actores armados. A pesar que otras organizaciones en el

país se han esforzado por dar a conocer las voces de las víctimas, el desarrollo de la

memoria histórica en el país ha sido precario.

Por tal razón, memoria histórica razonada es una propuesta conceptual,

relevante no solo para la divulgación de los relatos de víctimas del CAI sino para

promover su participación activa. La idea es que conjuntamente víctimas e inves-

tigadores analicen los relatos y construyan memoria en aras de resistir a margina-

ciones, negacionismos, silencios y olvidos impuestos por centros de poder y la

sociedad contemporánea.Resumen

“Memoria histórica razonada” es una propuesta teórico-metodológica que busca la

participación activa de las víctimas del conflicto armado interno en la construcción

de la historia colombiana. El artículo es un aporte conceptual de un estudio de

19

HiS

TOR

eLo

. Rev

ista

de

His

tori

a R

egio

nal y

Lo

cal I

SSN

: 21

45

-13

2X

[vo

l 5, N

o. 1

0]

julio

- d

icie

mbr

e de

20

13

Juan Felipe Rueda Arenas

trayectorias de vida de víctimas del desplazamiento forzado llevado a cabo en Buca-

ramanga, Colombia. Para tal caso, se realiza un acercamiento al contexto histórico

del origen y dinámica de la historia, la memoria y la oralidad en la historiografía.

Se evidencia el debate teórico sobre memoria e historia realizado por autores de las

ciencias sociales y humanas. Y se muestran trabajos participativos de memorias de

víctimas del conflicto armado interno colombiano. Como resultado, se pretende que

mediante la construcción de memoria histórica razonada se comprendan relatos de

personas desplazadas a través de un conocimiento complementario entre víctimas e

investigadores, generándose instrumentos contra marginalidades, negacionismos,

silencios y olvidos impuestos por centros de poder.

Palabras Clave: “memoria histórica razonada”, “memoria histórica”, víctimas,

historia, memoria, historiografía, historia oral

Abstract

The “Reasoned Historical Memory” is a theoretical-methodological proposal that seeks the active participation of victims of internal armed conflict in the construc-tion of Colombian history. The article is part of a conceptual contribution to a study from life trajectories of victims of forced displacement held in Bucaraman-ga city. For such a case, It makes an approach into the historical context of the origin and dynamic of history, memory and orality in historiography. It demons-trates the theoretical debate about memory and history made by authors in the social sciences and humanities. Also, the participatory memories from the victims of Colombian internal armed conflict are showed. As a result, it is intended that through the construction of reasoned historical memory are understood stories of people displaced through a complementary knowledge between victims and researchers, generating instruments against marginalities, denials, silence and forgetfulness imposed by centers of power.

Keywords: "reasoned historical memory", "historical memory", victims,memory, history, historiography. oral history.

Introducción

Como respuesta a lo acontecido en el periodo de influencia de las guerras mundia-

les, los cambios surgidos en las ciencias sociales y humanas llevaron a intelectuales

a interesarse por nuevas temáticas y aplicar metodologías innovadoras que explica-

ron la realidad histórica contrastante. En el siglo XIX, el positivismo cientificista

permeó las ciencias del espíritu y por ende a la Historia, proyectando las bases

teórico-metodológicas de una ciencia histórica donde prevalecieron documentos

escritos sobre documentos orales. Una decisión impulsada por razones de élite que

contribuyó a la consolidación del poder de la burguesía europea y de una naciente

elite republicana en América. La historia escrita influyó en la construcción de relatos

nacionales que contribuyeron a la identificación nacional de sectores marginados,

los cuales transmitían sus conocimientos a través de su memoria oral.

El desarrollo de la memoria se llevó a cabo principalmente en la sociología,

filosofía y psicológica, mientras la Historia se encargaba del pasado de los seres hu-

manos primordialmente de la política y las guerras. Autores como Henri Bergson

y Maurice Halbwachs le dieron trascendencia a la memoria individual y a la memo-

ria colectiva en el pensamiento europeo. Por otra parte, la Historia y otras ciencias

sociales se transformaron gracias a la influencia de la Escuela de los Annales y de

la Escuela de Frankfurt. Intelectuales como Marc Bloch, Theodor Adorno y Walter

Benjamin entre otros, vincularon a sus críticas cuestionamientos a la supremacía

del positivismo y la idea de progreso, además del abordaje de nuevos temas relacio-

nados con la memoria, la tradición y la transmisión de memoria colectiva.

Luego de la Segunda Guerra Mundial en Estados Unidos a través de los

estudios de Allan Nevins se desarrolló académicamente la oralidad. Entretanto

en Inglaterra los trabajos de Eric Palmer Thompson y Eric Hobsbawm le dieron

trascendencia a la historia de las clases subalternas. Hacia los años sesenta del

siglo XX, la Escuela de los Annales de tercera generación implementó estudios

de la cultura y de las mentalidades entre las nuevas formas de hacer historia. Fue

allí que Pierre Nora, Jaques Le Goff y Paul Ricoeur introdujeron a sus estudios el

desarrollo del concepto memoria histórica.

Los debates y adelantos de estos intelectuales principalmente europeos

influenciaron los procesos de recuperación y divulgación de memorias, algunas

de estas, memorias de víctimas de guerras y de gobiernos represivos en países de

Europa y de otros continentes como eran los casos latinoamericanos.

En Colombia si bien, en medio del conflicto armado interno (CAI), han existido

algunas iniciativas por darles voz a las víctimas, es a partir de la Ley de Justicia y Paz

en 2005 que el Estado estableció la Comisión Nacional de Reparación y Reconcilia-

ción (CNRR), dedicada a la realización de informes de memoria sobre los hechos

atroces cometidos por los actores armados. A pesar que otras organizaciones en el

país se han esforzado por dar a conocer las voces de las víctimas, el desarrollo de la

memoria histórica en el país ha sido precario.

Por tal razón, memoria histórica razonada es una propuesta conceptual,

relevante no solo para la divulgación de los relatos de víctimas del CAI sino para

promover su participación activa. La idea es que conjuntamente víctimas e inves-

tigadores analicen los relatos y construyan memoria en aras de resistir a margina-

ciones, negacionismos, silencios y olvidos impuestos por centros de poder y la

sociedad contemporánea.Resumen

“Memoria histórica razonada” es una propuesta teórico-metodológica que busca la

participación activa de las víctimas del conflicto armado interno en la construcción

de la historia colombiana. El artículo es un aporte conceptual de un estudio de

Juan Felipe Rueda Arenas20H

iSTO

ReL

o. R

evis

ta d

e H

isto

ria

Reg

iona

l y L

oca

l ISS

N: 2

14

5-1

32

X [

vol 5

, No

. 10

] ju

lio -

dic

iem

bre

de 2

01

3

Antecedentes del concepto “memoria histórica”: Oralidad, historia y memoria

En el campo histórico memoria está intrínsecamente relacionada con historia oral. La oralidad fue un componente esencial de sociedades ágrafas que mediante la inte-racción social y la tradición establecieron una transmisión de informaciones entre

generaciones. En la Grecia clásica, los primeros historiadores Herodoto y Tucídides

evidenciaron las guerras del Peloponeso a través de múltiples testimonios orales

(Martín 2010, 5-10). De esta manera, las versiones de los testigos eran relevantes

para la historia debido a que las fuentes escritas resultaban de difícil acceso para

historiadores de la época (Schwarzstein 2001).

En el medioevo, la vitalidad que tuvo la memoria fue esencial para la genera-

ción de documentos con trascendencia histórica como fueron las obras literarias

y las crónicas medievales construidas también a través de testimonios orales

(Schwarzstein, 2001). Los hombres medievales tenían una necesidad de escribir

lo que veían, cuestión que los impulsó a construir la historia a través de memorias

individuales y colectivas (Sanmartín 2012, 259-272). Por lo tanto, para evidenciar

un estudio histórico de la memoria en la Edad Media no puede desconocerse las

relaciones entre la literatura oral y escrita en gestas y romanceros (De Murcia 200,

309-328).

Aunque el binomio memoria-oralidad contribuyó al conocimiento histórico,

en el siglo XIX la Historia influenciada por la escuela positivista se desarrolló con

la crítica de fuentes escritas en claro detrimento de fuentes orales (Schwarzstein

2001). La filosofía positivista estaba relacionada con un ideal de “progreso de la

humanidad”, que va evolucionando hacia metas más perfectas, “con un sentido

secularizador de la visión teológica de la Historia, propagada por el cristianismo

mediante el ideal de la perfección y salvación” (Ferrari 1973, 79-114). No obstante,

las críticas legítimas hechas al positivismo, el progreso de las ciencias fue significa-

tivo, así “el positivismo encauzó sobre bases científicas el conocimiento natural de

las sociedades humanas” (Ferrari 1973, 79-114).1

En la Historia se construyeron procesos teórico-metodológicos buscando

un conocimiento exacto, empírico y mecanicista como el originado en las ciencias

nomotéticas. Según el historiador alemán Leopold Von Ranke, los historiadores

debían evidenciar hechos acontecidos sin sesgos subjetivos, dando cuenta de “lo

que verdaderamente ocurrió” (Mendoza 2008, 155-171). Luego sus seguidores, los

historiadores franceses Charles V. Langlois y Charles Seignobos manifestaron que

“la historia se hace con documentos, y como estos no pueden sustituirse, ahí donde

no hay documentos, no hay historia” (Mendoza 2008, 155-171). De esta manera, en

la historiografía predominaron documentos escritos que aportaron a la concepción

teleológica de establecer “el fin de la historia”, objetivo estructurado en los cánones

idealistas de la razón y el progreso.

La Historia cumplió generalmente funciones que sirvieron a las elites domi-

nantes, a los vencedores, no solo de las guerras sino de la política, la economía y la

misma ciencia en menoscabo de los vencidos. Una historia de los vencidos vivida

desde la marginación socio-política y escrita desde la exclusión de sus relatos. Solo

fueron aceptadas públicamente versiones creadas por centros de poder, reforzando

así las desigualdades económicas, políticas, sociales y culturales en la construcción

de las naciones. Por ejemplo, en Europa la elite liberal burguesa consideró que la

Historia debía escribirse en función de la nación, es decir construir una historia de

elites políticas y económicas que mediante textos escritos estableciera una conexión

entre pasado y presente buscando legitimar la creación de los estados-.nacionales

(Yusta 2002, 235-244). Como puede observarse no solo hubo una razón científica

para crear la Historia, sino una decisión política al construirla con la escritura como

patrimonio de las elites y no mediante la tradición oral herencia del resto de la

población.

Tal problema de exclusión e inequidad de las memorias se presentó en el con-

texto del advenimiento de las democracias modernas. La mayoría de constituciones

elaboradas en occidente, que lograron revoluciones burguesas finalizando el siglo

XVIII y en el XIX, concedían la calidad de ciudadanos con derechos plenos solo a:

[...] varones, blancos, letrados, con propiedad, casados, dispuestos a portar las armas en defensa de patria y familia y con capacidad de pagar impuestos. […] Por contraste, a las mujeres, los niños, los indígenas, las negritudes, los desposeídos,las poblaciones no escolarizadas, se les definió “no racionales”, más próximos al mundo de la naturaleza, las emociones y los impulsos que a la esfera de la civilización y, por tanto, se les adjudicó el estatus de ciudadanos “dependientes” (Sánchez et al. 2009, 38).

Las primeras definiciones de ciudadanía en América cumplieron el papel

de “regular, excluir y discriminar” a voces individuales y colectivas marginadas de

los centros de poder y de la “imaginada comunidad nacional”. Los excluidos como

dependientes estaban supeditados al plano privado, entretanto los ciudadanos con

plenos derechos hicieron parte de la esfera pública, una división discriminatoria por

las valoraciones negativas de las “diferencias [religiosa] femenina, étnica, sexual,

política y de clase” (Sánchez et al. 2009, 39).

El proyecto consistió en identificar a las clases bajas con la historia nacional

a través de la elaboración de relatos, la divulgación de textos escolares, la construc-

ción de museos, monumentos y el establecimiento de símbolos patrios y fechas con-

memorativas (Jelin 2002, 40). Estas versiones de los vencedores estaban provistas

de héroes y padres de la patria mientras las versiones de los procesos sociales y polí-

ticos vividos por los dependientes fueron vilipendiadas, marginadas, negadas y olvi-

dadas en esa historia nacional oficialista (Sánchez et al. 2009, 39). Los marginados

no sentían representadas sus “tradiciones, vivencias y experiencias transmitidas y

perpetuadas oralmente” (Yusta 2002, 235-244).

La historia no era como la presentaban los positivistas, es decir, la “verdad”

o eventos considerados “objetivos” como parte de interpretaciones complejas y

científicamente comprobadas, sino una construcción del deseo del imaginario de

sectores dominantes como era la burguesía y las elites republicanas (Roldan 1999,

109-118). Asimismo desde esta visión excluyente la historia y la memoria quedaron

separadas. Los positivistas que defendían intereses de las elites, consideraban

que los historiadores basados en archivos escritos mostraban la realidad objetiva

entretanto la tradición oral expresaba subjetividades no científicas propias de la

memoria de sectores iletrados.

Sin embargo, en otros campos el testimonio oral hizo parte del método de

transmisión de conocimientos o el fundamento del conocimiento científico. El

periodista e investigador Henry Mayhew utilizó entrevistas a obreros ingleses para

realizar investigaciones sociales. Los escritores Walter Scott, y Gustavo Adolfo

Becquer y la escritora George Sand compilaron tradiciones orales para trabajos

literarios (Yusta 2002, 235-244).

Cabe señalar, que en antropología se utilizó la “observación participante”

como herramienta del investigador occidental que estudiaba pueblos primitivos.

Los antropólogos se instalaban por un tiempo en la población con el objeto de

aprender su idioma y comprender sus costumbres. Este ejercicio de describir las

dinámicas socio-culturales de estos pueblos (hacer etnografía) se basaba en testi-

monios orales que difería de la investigación bibliográfica, o de archivó que hacía

parte de la historia, la economía, la sociología, o las ciencias políticas (Wallerstein,

2006). Al institucionalizarse la etnología como disciplina científica se crearon

los primeros archivos orales en Viena (1899), Berlín (1904) y París (1911). Estos

archivos quedaron como base de investigaciones de lingüistas y etnólogos por la

falta de interés de historiadores, de tal forma fueron considerados fonotecas y no

archivos históricos (Yusta 2002, 235-244).

Por otra parte, a principios del siglo XX, el concepto “memoria” correspondía

a estudios principalmente en psicología, literatura, música, filosofía, sociología, y no

de historia. En Europa (principalmente en Austria) entre 1890-1917 la cuestión de la

memoria fue central en la cultura. Entre los casos de autores destacados que involu-

craron el concepto de memoria en sus trabajos están: Sigmund Freud en psicología,

Italo Svebo y Marcel Proust en literatura, Gustav Mahler en música, Henri Bergson

en filosofía y Emile Durkheim y Maurice Halbwachs en sociología. La mayoría de

estos autores, conservaban de la tradición judía una cultura ética y religiosa de la

memoria y del espíritu laico de la modernidad una idea de compromiso racional

y optimismo en el progreso (Namer 2004, 345-428). Este avance de la memoria

desde las ciencias y la cultura se presentó en un contexto histórico de transformacio-

nes: por un lado el cambio de sociedades rurales tradicionales en sociedades urba-

nas modernas e industriales y también por los estallidos de la Primera (1914-1918)

y la Segunda (1939-1945) Guerra Mundial.

Los avatares de los 31 años de guerra mundial (1914-1945) (Hobsbawm

1992, 60), ralentizaron unos procesos y dinamizaron otros.2 En el periodo de entre-

guerras por ejemplo un impulso hacia una nueva tendencia del conocimiento cien-

tífico-social permeó a las ciencias sociales humanas y a la Historia. Para citar dos

casos, la Escuela de Frankfurt (1924) y la Escuela de los Annales (1929) pusieron en

tela de juicio la supremacía positivista que generaba mediante la exclusión de las

voces y estudios de sectores marginales un conocimiento reproductor del dominio

de las elites sobre clases sociales subyugadas. La ciencia histórica reconoció otras

metodologías, teorías, problemas de investigación y fuentes de información. Esta

plataforma académica, con la inclusión de la sociología, la psicología, la antropolo-

gía y la economía entre otras disciplinas que aportaron al conocimiento histórico

dejó relegada la concepción de que la Historia era solo política y sus protagonistas

eran solo importantes personajes de la política y de las guerras.

Además del avance que en Europa tuvo el nuevo conocimiento histórico, pa-

ralelamente en Estados Unidos se intensificó la “reconstrucción” histórica mediante

los “testimonios orales”. En los años veinte en la Escuela de Chicago mediante la

recopilación de testimonios individuales, se realizaron estudios de ecología urbana

preocupados por los cinturones de población marginal que crecía en las ciudades

debido a la industrialización. Se hicieron trabajos biográficos con sectores margina-

les denominados historias de vida, como el del sociólogo William Thomas intitulado

Campesino polaco en Europa y en América (Yusta 2002, 235-244). Por su parte, en

1948 el historiador Allan Nevins fundó la oficina de historia oral en la Universidad

de Columbia, naciendo así la historia oral como un campo de estudio académico A

diferencia de los trabajos de la Escuela de Chicago, Nevins recopiló testimonios de

personalidades de la política, la economía y la cultura de Estados Unidos, transcri-

biendo los audios creándose así los primeros archivos orales (Schwarzstein 2001).

Más adelante, en los años sesenta en Inglaterra, el auge de la oralidad y la

memoria se llevó a cabo con estudios principalmente marxistas dándole voz a los

trabajadores y a otros marginados de la sociedad capitalista en la “historia de las

clases subalternas o la historia desde abajo” (Ver: Thompson 1989). Asimismo, en

1967 nacieron los “talleres de historia” con trabajos hechos por Raphael Samuel

en Oxford con participantes no profesionales, es decir se dio a conocer un nuevo

paradigma de historia popular y socialista (Yusta 2002, 235-244). Aunque en los

modelos historiográficos siguieron primando los documentos escritos sobre los

orales, la apertura hacia la historia oral y su influencia en la memoria histórica fue

trascendental.

De esta manera, empezaron a abordarse problemáticas de investigación

que no se tenían en cuenta como era el caso de víctimas de guerras desde sus

propios relatos. Darle voz a los vencidos presuponía nuevos abordajes teóricos

y metodológicos además de espacios de divulgación más amplios e incluyentes

que permitieran: primero, mayor participación de las víctimas en procesos de

recuperación, construcción y divulgación de las memorias históricas y segundo

la necesidad de generar explicaciones históricas de los distintos problemas cientí-

fico-sociales donde las víctimas pudieran reconocerse e identificarse.

21

HiS

TOR

eLo

. Rev

ista

de

His

tori

a R

egio

nal y

Lo

cal I

SSN

: 21

45

-13

2X

[vo

l 5, N

o. 1

0]

julio

- d

icie

mbr

e de

20

13

Juan Felipe Rueda Arenas

Antecedentes del concepto “memoria histórica”:Oralidad, historia y memoria

En el campo histórico memoria está intrínsecamente relacionada con historia oral. La oralidad fue un componente esencial de sociedades ágrafas que mediante la inte-racción social y la tradición establecieron una transmisión de informaciones entre

generaciones. En la Grecia clásica, los primeros historiadores Herodoto y Tucídides

evidenciaron las guerras del Peloponeso a través de múltiples testimonios orales

(Martín 2010, 5-10). De esta manera, las versiones de los testigos eran relevantes

para la historia debido a que las fuentes escritas resultaban de difícil acceso para

historiadores de la época (Schwarzstein 2001).

En el medioevo, la vitalidad que tuvo la memoria fue esencial para la genera-

ción de documentos con trascendencia histórica como fueron las obras literarias

y las crónicas medievales construidas también a través de testimonios orales

(Schwarzstein, 2001). Los hombres medievales tenían una necesidad de escribir

lo que veían, cuestión que los impulsó a construir la historia a través de memorias

individuales y colectivas (Sanmartín 2012, 259-272). Por lo tanto, para evidenciar

un estudio histórico de la memoria en la Edad Media no puede desconocerse las

relaciones entre la literatura oral y escrita en gestas y romanceros (De Murcia 200,

309-328).

Aunque el binomio memoria-oralidad contribuyó al conocimiento histórico,

en el siglo XIX la Historia influenciada por la escuela positivista se desarrolló con

la crítica de fuentes escritas en claro detrimento de fuentes orales (Schwarzstein

2001). La filosofía positivista estaba relacionada con un ideal de “progreso de la

humanidad”, que va evolucionando hacia metas más perfectas, “con un sentido

secularizador de la visión teológica de la Historia, propagada por el cristianismo

mediante el ideal de la perfección y salvación” (Ferrari 1973, 79-114). No obstante,

las críticas legítimas hechas al positivismo, el progreso de las ciencias fue significa-

tivo, así “el positivismo encauzó sobre bases científicas el conocimiento natural de

1. El desarrollo disciplinar de la biología, la física y la química conocidas como ciencias nomotéticas contribu-

yeron a comprender el mundo natural. Por otra parte, el avance de otras disciplinas como la historia, la econo-

mía, la física social (sociología) y las ciencias políticas conocidas como ciencias ideográficas, aportaron su

conocimiento a la comprensión del mundo socio-histórico. Entre 1850 y 1945 esta última serie de disciplinas

fueron definidas en un campo de conocimiento denominado ciencias sociales que a través de los años tendió

hacia la especialización (Wallerstein 2006).

las sociedades humanas” (Ferrari 1973, 79-114).1

En la Historia se construyeron procesos teórico-metodológicos buscando

un conocimiento exacto, empírico y mecanicista como el originado en las ciencias

nomotéticas. Según el historiador alemán Leopold Von Ranke, los historiadores

debían evidenciar hechos acontecidos sin sesgos subjetivos, dando cuenta de “lo

que verdaderamente ocurrió” (Mendoza 2008, 155-171). Luego sus seguidores, los

historiadores franceses Charles V. Langlois y Charles Seignobos manifestaron que

“la historia se hace con documentos, y como estos no pueden sustituirse, ahí donde

no hay documentos, no hay historia” (Mendoza 2008, 155-171). De esta manera, en

la historiografía predominaron documentos escritos que aportaron a la concepción

teleológica de establecer “el fin de la historia”, objetivo estructurado en los cánones

idealistas de la razón y el progreso.

La Historia cumplió generalmente funciones que sirvieron a las elites domi-

nantes, a los vencedores, no solo de las guerras sino de la política, la economía y la

misma ciencia en menoscabo de los vencidos. Una historia de los vencidos vivida

desde la marginación socio-política y escrita desde la exclusión de sus relatos. Solo

fueron aceptadas públicamente versiones creadas por centros de poder, reforzando

así las desigualdades económicas, políticas, sociales y culturales en la construcción

de las naciones. Por ejemplo, en Europa la elite liberal burguesa consideró que la

Historia debía escribirse en función de la nación, es decir construir una historia de

elites políticas y económicas que mediante textos escritos estableciera una conexión

entre pasado y presente buscando legitimar la creación de los estados-.nacionales

(Yusta 2002, 235-244). Como puede observarse no solo hubo una razón científica

para crear la Historia, sino una decisión política al construirla con la escritura como

patrimonio de las elites y no mediante la tradición oral herencia del resto de la

población.

Tal problema de exclusión e inequidad de las memorias se presentó en el con-

texto del advenimiento de las democracias modernas. La mayoría de constituciones

elaboradas en occidente, que lograron revoluciones burguesas finalizando el siglo

XVIII y en el XIX, concedían la calidad de ciudadanos con derechos plenos solo a:

[...] varones, blancos, letrados, con propiedad, casados, dispuestos a portar las armas en defensa de patria y familia y con capacidad de pagar impuestos. […] Por contraste, a las mujeres, los niños, los indígenas, las negritudes, los desposeídos,las poblaciones no escolarizadas, se les definió “no racionales”, más próximos al mundo de la naturaleza, las emociones y los impulsos que a la esfera de la civilización y, por tanto, se les adjudicó el estatus de ciudadanos “dependientes” (Sánchez et al. 2009, 38).

Las primeras definiciones de ciudadanía en América cumplieron el papel

de “regular, excluir y discriminar” a voces individuales y colectivas marginadas de

los centros de poder y de la “imaginada comunidad nacional”. Los excluidos como

dependientes estaban supeditados al plano privado, entretanto los ciudadanos con

plenos derechos hicieron parte de la esfera pública, una división discriminatoria por

las valoraciones negativas de las “diferencias [religiosa] femenina, étnica, sexual,

política y de clase” (Sánchez et al. 2009, 39).

El proyecto consistió en identificar a las clases bajas con la historia nacional

a través de la elaboración de relatos, la divulgación de textos escolares, la construc-

ción de museos, monumentos y el establecimiento de símbolos patrios y fechas con-

memorativas (Jelin 2002, 40). Estas versiones de los vencedores estaban provistas

de héroes y padres de la patria mientras las versiones de los procesos sociales y polí-

ticos vividos por los dependientes fueron vilipendiadas, marginadas, negadas y olvi-

dadas en esa historia nacional oficialista (Sánchez et al. 2009, 39). Los marginados

no sentían representadas sus “tradiciones, vivencias y experiencias transmitidas y

perpetuadas oralmente” (Yusta 2002, 235-244).

La historia no era como la presentaban los positivistas, es decir, la “verdad”

o eventos considerados “objetivos” como parte de interpretaciones complejas y

científicamente comprobadas, sino una construcción del deseo del imaginario de

sectores dominantes como era la burguesía y las elites republicanas (Roldan 1999,

109-118). Asimismo desde esta visión excluyente la historia y la memoria quedaron

separadas. Los positivistas que defendían intereses de las elites, consideraban

que los historiadores basados en archivos escritos mostraban la realidad objetiva

entretanto la tradición oral expresaba subjetividades no científicas propias de la

memoria de sectores iletrados.

Sin embargo, en otros campos el testimonio oral hizo parte del método de

transmisión de conocimientos o el fundamento del conocimiento científico. El

periodista e investigador Henry Mayhew utilizó entrevistas a obreros ingleses para

realizar investigaciones sociales. Los escritores Walter Scott, y Gustavo Adolfo

Becquer y la escritora George Sand compilaron tradiciones orales para trabajos

literarios (Yusta 2002, 235-244).

Cabe señalar, que en antropología se utilizó la “observación participante”

como herramienta del investigador occidental que estudiaba pueblos primitivos.

Los antropólogos se instalaban por un tiempo en la población con el objeto de

aprender su idioma y comprender sus costumbres. Este ejercicio de describir las

dinámicas socio-culturales de estos pueblos (hacer etnografía) se basaba en testi-

monios orales que difería de la investigación bibliográfica, o de archivó que hacía

parte de la historia, la economía, la sociología, o las ciencias políticas (Wallerstein,

2006). Al institucionalizarse la etnología como disciplina científica se crearon

los primeros archivos orales en Viena (1899), Berlín (1904) y París (1911). Estos

archivos quedaron como base de investigaciones de lingüistas y etnólogos por la

falta de interés de historiadores, de tal forma fueron considerados fonotecas y no

archivos históricos (Yusta 2002, 235-244).

Por otra parte, a principios del siglo XX, el concepto “memoria” correspondía

a estudios principalmente en psicología, literatura, música, filosofía, sociología, y no

de historia. En Europa (principalmente en Austria) entre 1890-1917 la cuestión de la

memoria fue central en la cultura. Entre los casos de autores destacados que involu-

craron el concepto de memoria en sus trabajos están: Sigmund Freud en psicología,

Italo Svebo y Marcel Proust en literatura, Gustav Mahler en música, Henri Bergson

en filosofía y Emile Durkheim y Maurice Halbwachs en sociología. La mayoría de

estos autores, conservaban de la tradición judía una cultura ética y religiosa de la

memoria y del espíritu laico de la modernidad una idea de compromiso racional

y optimismo en el progreso (Namer 2004, 345-428). Este avance de la memoria

desde las ciencias y la cultura se presentó en un contexto histórico de transformacio-

nes: por un lado el cambio de sociedades rurales tradicionales en sociedades urba-

nas modernas e industriales y también por los estallidos de la Primera (1914-1918)

y la Segunda (1939-1945) Guerra Mundial.

Los avatares de los 31 años de guerra mundial (1914-1945) (Hobsbawm

1992, 60), ralentizaron unos procesos y dinamizaron otros.2 En el periodo de entre-

guerras por ejemplo un impulso hacia una nueva tendencia del conocimiento cien-

tífico-social permeó a las ciencias sociales humanas y a la Historia. Para citar dos

casos, la Escuela de Frankfurt (1924) y la Escuela de los Annales (1929) pusieron en

tela de juicio la supremacía positivista que generaba mediante la exclusión de las

voces y estudios de sectores marginales un conocimiento reproductor del dominio

de las elites sobre clases sociales subyugadas. La ciencia histórica reconoció otras

metodologías, teorías, problemas de investigación y fuentes de información. Esta

plataforma académica, con la inclusión de la sociología, la psicología, la antropolo-

gía y la economía entre otras disciplinas que aportaron al conocimiento histórico

dejó relegada la concepción de que la Historia era solo política y sus protagonistas

eran solo importantes personajes de la política y de las guerras.

Además del avance que en Europa tuvo el nuevo conocimiento histórico, pa-

ralelamente en Estados Unidos se intensificó la “reconstrucción” histórica mediante

los “testimonios orales”. En los años veinte en la Escuela de Chicago mediante la

recopilación de testimonios individuales, se realizaron estudios de ecología urbana

preocupados por los cinturones de población marginal que crecía en las ciudades

debido a la industrialización. Se hicieron trabajos biográficos con sectores margina-

les denominados historias de vida, como el del sociólogo William Thomas intitulado

Campesino polaco en Europa y en América (Yusta 2002, 235-244). Por su parte, en

1948 el historiador Allan Nevins fundó la oficina de historia oral en la Universidad

de Columbia, naciendo así la historia oral como un campo de estudio académico A

diferencia de los trabajos de la Escuela de Chicago, Nevins recopiló testimonios de

personalidades de la política, la economía y la cultura de Estados Unidos, transcri-

biendo los audios creándose así los primeros archivos orales (Schwarzstein 2001).

Más adelante, en los años sesenta en Inglaterra, el auge de la oralidad y la

memoria se llevó a cabo con estudios principalmente marxistas dándole voz a los

trabajadores y a otros marginados de la sociedad capitalista en la “historia de las

clases subalternas o la historia desde abajo” (Ver: Thompson 1989). Asimismo, en

1967 nacieron los “talleres de historia” con trabajos hechos por Raphael Samuel

en Oxford con participantes no profesionales, es decir se dio a conocer un nuevo

paradigma de historia popular y socialista (Yusta 2002, 235-244). Aunque en los

modelos historiográficos siguieron primando los documentos escritos sobre los

orales, la apertura hacia la historia oral y su influencia en la memoria histórica fue

trascendental.

De esta manera, empezaron a abordarse problemáticas de investigación

que no se tenían en cuenta como era el caso de víctimas de guerras desde sus

propios relatos. Darle voz a los vencidos presuponía nuevos abordajes teóricos

y metodológicos además de espacios de divulgación más amplios e incluyentes

que permitieran: primero, mayor participación de las víctimas en procesos de

recuperación, construcción y divulgación de las memorias históricas y segundo

la necesidad de generar explicaciones históricas de los distintos problemas cientí-

fico-sociales donde las víctimas pudieran reconocerse e identificarse.

Juan Felipe Rueda Arenas22H

iSTO

ReL

o. R

evis

ta d

e H

isto

ria

Reg

iona

l y L

oca

l ISS

N: 2

14

5-1

32

X [

vol 5

, No

. 10

] ju

lio -

dic

iem

bre

de 2

01

3

Antecedentes del concepto “memoria histórica”:Oralidad, historia y memoria

En el campo histórico memoria está intrínsecamente relacionada con historia oral. La oralidad fue un componente esencial de sociedades ágrafas que mediante la inte-racción social y la tradición establecieron una transmisión de informaciones entre

generaciones. En la Grecia clásica, los primeros historiadores Herodoto y Tucídides

evidenciaron las guerras del Peloponeso a través de múltiples testimonios orales

(Martín 2010, 5-10). De esta manera, las versiones de los testigos eran relevantes

para la historia debido a que las fuentes escritas resultaban de difícil acceso para

historiadores de la época (Schwarzstein 2001).

En el medioevo, la vitalidad que tuvo la memoria fue esencial para la genera-

ción de documentos con trascendencia histórica como fueron las obras literarias

y las crónicas medievales construidas también a través de testimonios orales

(Schwarzstein, 2001). Los hombres medievales tenían una necesidad de escribir

lo que veían, cuestión que los impulsó a construir la historia a través de memorias

individuales y colectivas (Sanmartín 2012, 259-272). Por lo tanto, para evidenciar

un estudio histórico de la memoria en la Edad Media no puede desconocerse las

relaciones entre la literatura oral y escrita en gestas y romanceros (De Murcia 200,

309-328).

Aunque el binomio memoria-oralidad contribuyó al conocimiento histórico,

en el siglo XIX la Historia influenciada por la escuela positivista se desarrolló con

la crítica de fuentes escritas en claro detrimento de fuentes orales (Schwarzstein

2001). La filosofía positivista estaba relacionada con un ideal de “progreso de la

humanidad”, que va evolucionando hacia metas más perfectas, “con un sentido

secularizador de la visión teológica de la Historia, propagada por el cristianismo

mediante el ideal de la perfección y salvación” (Ferrari 1973, 79-114). No obstante,

las críticas legítimas hechas al positivismo, el progreso de las ciencias fue significa-

tivo, así “el positivismo encauzó sobre bases científicas el conocimiento natural de

las sociedades humanas” (Ferrari 1973, 79-114).1

En la Historia se construyeron procesos teórico-metodológicos buscando

un conocimiento exacto, empírico y mecanicista como el originado en las ciencias

nomotéticas. Según el historiador alemán Leopold Von Ranke, los historiadores

debían evidenciar hechos acontecidos sin sesgos subjetivos, dando cuenta de “lo

que verdaderamente ocurrió” (Mendoza 2008, 155-171). Luego sus seguidores, los

historiadores franceses Charles V. Langlois y Charles Seignobos manifestaron que

“la historia se hace con documentos, y como estos no pueden sustituirse, ahí donde

no hay documentos, no hay historia” (Mendoza 2008, 155-171). De esta manera, en

la historiografía predominaron documentos escritos que aportaron a la concepción

teleológica de establecer “el fin de la historia”, objetivo estructurado en los cánones

idealistas de la razón y el progreso.

La Historia cumplió generalmente funciones que sirvieron a las elites domi-

nantes, a los vencedores, no solo de las guerras sino de la política, la economía y la

misma ciencia en menoscabo de los vencidos. Una historia de los vencidos vivida

desde la marginación socio-política y escrita desde la exclusión de sus relatos. Solo

fueron aceptadas públicamente versiones creadas por centros de poder, reforzando

así las desigualdades económicas, políticas, sociales y culturales en la construcción

de las naciones. Por ejemplo, en Europa la elite liberal burguesa consideró que la

Historia debía escribirse en función de la nación, es decir construir una historia de

elites políticas y económicas que mediante textos escritos estableciera una conexión

entre pasado y presente buscando legitimar la creación de los estados-.nacionales

(Yusta 2002, 235-244). Como puede observarse no solo hubo una razón científica

para crear la Historia, sino una decisión política al construirla con la escritura como

patrimonio de las elites y no mediante la tradición oral herencia del resto de la

población.

Tal problema de exclusión e inequidad de las memorias se presentó en el con-

texto del advenimiento de las democracias modernas. La mayoría de constituciones

elaboradas en occidente, que lograron revoluciones burguesas finalizando el siglo

XVIII y en el XIX, concedían la calidad de ciudadanos con derechos plenos solo a:

[...] varones, blancos, letrados, con propiedad, casados, dispuestos a portar las armas en defensa de patria y familia y con capacidad de pagar impuestos. […] Por contraste, a las mujeres, los niños, los indígenas, las negritudes, los desposeídos, las poblaciones no escolarizadas, se les definió “no racionales”, más próximos al mundo de la naturaleza, las emociones y los impulsos que a la esfera de la civilización y, por tanto, se les adjudicó el estatus de ciudadanos “dependientes” (Sánchez et al. 2009, 38).

Las primeras definiciones de ciudadanía en América cumplieron el papel

de “regular, excluir y discriminar” a voces individuales y colectivas marginadas de

los centros de poder y de la “imaginada comunidad nacional”. Los excluidos como

dependientes estaban supeditados al plano privado, entretanto los ciudadanos con

plenos derechos hicieron parte de la esfera pública, una división discriminatoria por

las valoraciones negativas de las “diferencias [religiosa] femenina, étnica, sexual,

política y de clase” (Sánchez et al. 2009, 39).

El proyecto consistió en identificar a las clases bajas con la historia nacional

a través de la elaboración de relatos, la divulgación de textos escolares, la construc-

ción de museos, monumentos y el establecimiento de símbolos patrios y fechas con-

memorativas (Jelin 2002, 40). Estas versiones de los vencedores estaban provistas

de héroes y padres de la patria mientras las versiones de los procesos sociales y polí-

ticos vividos por los dependientes fueron vilipendiadas, marginadas, negadas y olvi-

dadas en esa historia nacional oficialista (Sánchez et al. 2009, 39). Los marginados

no sentían representadas sus “tradiciones, vivencias y experiencias transmitidas y

perpetuadas oralmente” (Yusta 2002, 235-244).

La historia no era como la presentaban los positivistas, es decir, la “verdad”

o eventos considerados “objetivos” como parte de interpretaciones complejas y

científicamente comprobadas, sino una construcción del deseo del imaginario de

sectores dominantes como era la burguesía y las elites republicanas (Roldan 1999,

109-118). Asimismo desde esta visión excluyente la historia y la memoria quedaron

separadas. Los positivistas que defendían intereses de las elites, consideraban

que los historiadores basados en archivos escritos mostraban la realidad objetiva

entretanto la tradición oral expresaba subjetividades no científicas propias de la

memoria de sectores iletrados.

Sin embargo, en otros campos el testimonio oral hizo parte del método de

transmisión de conocimientos o el fundamento del conocimiento científico. El

periodista e investigador Henry Mayhew utilizó entrevistas a obreros ingleses para

realizar investigaciones sociales. Los escritores Walter Scott, y Gustavo Adolfo

Becquer y la escritora George Sand compilaron tradiciones orales para trabajos

literarios (Yusta 2002, 235-244).

Cabe señalar, que en antropología se utilizó la “observación participante”

como herramienta del investigador occidental que estudiaba pueblos primitivos.

Los antropólogos se instalaban por un tiempo en la población con el objeto de

aprender su idioma y comprender sus costumbres. Este ejercicio de describir las

dinámicas socio-culturales de estos pueblos (hacer etnografía) se basaba en testi-

monios orales que difería de la investigación bibliográfica, o de archivó que hacía

parte de la historia, la economía, la sociología, o las ciencias políticas (Wallerstein,

2006). Al institucionalizarse la etnología como disciplina científica se crearon

los primeros archivos orales en Viena (1899), Berlín (1904) y París (1911). Estos

archivos quedaron como base de investigaciones de lingüistas y etnólogos por la

falta de interés de historiadores, de tal forma fueron considerados fonotecas y no

archivos históricos (Yusta 2002, 235-244).

Por otra parte, a principios del siglo XX, el concepto “memoria” correspondía

a estudios principalmente en psicología, literatura, música, filosofía, sociología, y no

de historia. En Europa (principalmente en Austria) entre 1890-1917 la cuestión de la

memoria fue central en la cultura. Entre los casos de autores destacados que involu-

craron el concepto de memoria en sus trabajos están: Sigmund Freud en psicología,

Italo Svebo y Marcel Proust en literatura, Gustav Mahler en música, Henri Bergson

en filosofía y Emile Durkheim y Maurice Halbwachs en sociología. La mayoría de

estos autores, conservaban de la tradición judía una cultura ética y religiosa de la

memoria y del espíritu laico de la modernidad una idea de compromiso racional

y optimismo en el progreso (Namer 2004, 345-428). Este avance de la memoria

desde las ciencias y la cultura se presentó en un contexto histórico de transformacio-

nes: por un lado el cambio de sociedades rurales tradicionales en sociedades urba-

nas modernas e industriales y también por los estallidos de la Primera (1914-1918)

y la Segunda (1939-1945) Guerra Mundial.

Los avatares de los 31 años de guerra mundial (1914-1945) (Hobsbawm

1992, 60), ralentizaron unos procesos y dinamizaron otros.2 En el periodo de entre-

guerras por ejemplo un impulso hacia una nueva tendencia del conocimiento cien-

tífico-social permeó a las ciencias sociales humanas y a la Historia. Para citar dos

casos, la Escuela de Frankfurt (1924) y la Escuela de los Annales (1929) pusieron en

tela de juicio la supremacía positivista que generaba mediante la exclusión de las

voces y estudios de sectores marginales un conocimiento reproductor del dominio

de las elites sobre clases sociales subyugadas. La ciencia histórica reconoció otras

metodologías, teorías, problemas de investigación y fuentes de información. Esta

plataforma académica, con la inclusión de la sociología, la psicología, la antropolo-

gía y la economía entre otras disciplinas que aportaron al conocimiento histórico

dejó relegada la concepción de que la Historia era solo política y sus protagonistas

eran solo importantes personajes de la política y de las guerras.

Además del avance que en Europa tuvo el nuevo conocimiento histórico, pa-

ralelamente en Estados Unidos se intensificó la “reconstrucción” histórica mediante

los “testimonios orales”. En los años veinte en la Escuela de Chicago mediante la

recopilación de testimonios individuales, se realizaron estudios de ecología urbana

preocupados por los cinturones de población marginal que crecía en las ciudades

debido a la industrialización. Se hicieron trabajos biográficos con sectores margina-

les denominados historias de vida, como el del sociólogo William Thomas intitulado

Campesino polaco en Europa y en América (Yusta 2002, 235-244). Por su parte, en

1948 el historiador Allan Nevins fundó la oficina de historia oral en la Universidad

de Columbia, naciendo así la historia oral como un campo de estudio académico A

diferencia de los trabajos de la Escuela de Chicago, Nevins recopiló testimonios de

personalidades de la política, la economía y la cultura de Estados Unidos, transcri-

biendo los audios creándose así los primeros archivos orales (Schwarzstein 2001).

Más adelante, en los años sesenta en Inglaterra, el auge de la oralidad y la

memoria se llevó a cabo con estudios principalmente marxistas dándole voz a los

trabajadores y a otros marginados de la sociedad capitalista en la “historia de las

clases subalternas o la historia desde abajo” (Ver: Thompson 1989). Asimismo, en

1967 nacieron los “talleres de historia” con trabajos hechos por Raphael Samuel

en Oxford con participantes no profesionales, es decir se dio a conocer un nuevo

paradigma de historia popular y socialista (Yusta 2002, 235-244). Aunque en los

modelos historiográficos siguieron primando los documentos escritos sobre los

orales, la apertura hacia la historia oral y su influencia en la memoria histórica fue

trascendental.

De esta manera, empezaron a abordarse problemáticas de investigación

que no se tenían en cuenta como era el caso de víctimas de guerras desde sus

propios relatos. Darle voz a los vencidos presuponía nuevos abordajes teóricos

y metodológicos además de espacios de divulgación más amplios e incluyentes

que permitieran: primero, mayor participación de las víctimas en procesos de

recuperación, construcción y divulgación de las memorias históricas y segundo

la necesidad de generar explicaciones históricas de los distintos problemas cientí-

fico-sociales donde las víctimas pudieran reconocerse e identificarse.

23

HiS

TOR

eLo

. Rev

ista

de

His

tori

a R

egio

nal y

Lo

cal I

SSN

: 21

45

-13

2X

[vo

l 5, N

o. 1

0]

julio

- d

icie

mbr

e de

20

13

Juan Felipe Rueda Arenas

Antecedentes del concepto “memoria histórica”:Oralidad, historia y memoria

En el campo histórico memoria está intrínsecamente relacionada con historia oral. La oralidad fue un componente esencial de sociedades ágrafas que mediante la inte-racción social y la tradición establecieron una transmisión de informaciones entre

generaciones. En la Grecia clásica, los primeros historiadores Herodoto y Tucídides

evidenciaron las guerras del Peloponeso a través de múltiples testimonios orales

(Martín 2010, 5-10). De esta manera, las versiones de los testigos eran relevantes

para la historia debido a que las fuentes escritas resultaban de difícil acceso para

historiadores de la época (Schwarzstein 2001).

En el medioevo, la vitalidad que tuvo la memoria fue esencial para la genera-

ción de documentos con trascendencia histórica como fueron las obras literarias

y las crónicas medievales construidas también a través de testimonios orales

(Schwarzstein, 2001). Los hombres medievales tenían una necesidad de escribir

lo que veían, cuestión que los impulsó a construir la historia a través de memorias

individuales y colectivas (Sanmartín 2012, 259-272). Por lo tanto, para evidenciar

un estudio histórico de la memoria en la Edad Media no puede desconocerse las

relaciones entre la literatura oral y escrita en gestas y romanceros (De Murcia 200,

309-328).

Aunque el binomio memoria-oralidad contribuyó al conocimiento histórico,

en el siglo XIX la Historia influenciada por la escuela positivista se desarrolló con

la crítica de fuentes escritas en claro detrimento de fuentes orales (Schwarzstein

2001). La filosofía positivista estaba relacionada con un ideal de “progreso de la

humanidad”, que va evolucionando hacia metas más perfectas, “con un sentido

secularizador de la visión teológica de la Historia, propagada por el cristianismo

mediante el ideal de la perfección y salvación” (Ferrari 1973, 79-114). No obstante,

las críticas legítimas hechas al positivismo, el progreso de las ciencias fue significa-

tivo, así “el positivismo encauzó sobre bases científicas el conocimiento natural de

las sociedades humanas” (Ferrari 1973, 79-114).1

En la Historia se construyeron procesos teórico-metodológicos buscando

un conocimiento exacto, empírico y mecanicista como el originado en las ciencias

nomotéticas. Según el historiador alemán Leopold Von Ranke, los historiadores

debían evidenciar hechos acontecidos sin sesgos subjetivos, dando cuenta de “lo

que verdaderamente ocurrió” (Mendoza 2008, 155-171). Luego sus seguidores, los

historiadores franceses Charles V. Langlois y Charles Seignobos manifestaron que

“la historia se hace con documentos, y como estos no pueden sustituirse, ahí donde

no hay documentos, no hay historia” (Mendoza 2008, 155-171). De esta manera, en

la historiografía predominaron documentos escritos que aportaron a la concepción

teleológica de establecer “el fin de la historia”, objetivo estructurado en los cánones

idealistas de la razón y el progreso.

La Historia cumplió generalmente funciones que sirvieron a las elites domi-

nantes, a los vencedores, no solo de las guerras sino de la política, la economía y la

misma ciencia en menoscabo de los vencidos. Una historia de los vencidos vivida

desde la marginación socio-política y escrita desde la exclusión de sus relatos. Solo

fueron aceptadas públicamente versiones creadas por centros de poder, reforzando

así las desigualdades económicas, políticas, sociales y culturales en la construcción

de las naciones. Por ejemplo, en Europa la elite liberal burguesa consideró que la

Historia debía escribirse en función de la nación, es decir construir una historia de

elites políticas y económicas que mediante textos escritos estableciera una conexión

entre pasado y presente buscando legitimar la creación de los estados-.nacionales

(Yusta 2002, 235-244). Como puede observarse no solo hubo una razón científica

para crear la Historia, sino una decisión política al construirla con la escritura como

patrimonio de las elites y no mediante la tradición oral herencia del resto de la

población.

Tal problema de exclusión e inequidad de las memorias se presentó en el con-

texto del advenimiento de las democracias modernas. La mayoría de constituciones

elaboradas en occidente, que lograron revoluciones burguesas finalizando el siglo

XVIII y en el XIX, concedían la calidad de ciudadanos con derechos plenos solo a:

[...] varones, blancos, letrados, con propiedad, casados, dispuestos a portar las armas en defensa de patria y familia y con capacidad de pagar impuestos. […] Por contraste, a las mujeres, los niños, los indígenas, las negritudes, los desposeídos,las poblaciones no escolarizadas, se les definió “no racionales”, más próximos al mundo de la naturaleza, las emociones y los impulsos que a la esfera de la civilización y, por tanto, se les adjudicó el estatus de ciudadanos “dependientes” (Sánchez et al. 2009, 38).

Las primeras definiciones de ciudadanía en América cumplieron el papel

de “regular, excluir y discriminar” a voces individuales y colectivas marginadas de

los centros de poder y de la “imaginada comunidad nacional”. Los excluidos como

dependientes estaban supeditados al plano privado, entretanto los ciudadanos con

plenos derechos hicieron parte de la esfera pública, una división discriminatoria por

las valoraciones negativas de las “diferencias [religiosa] femenina, étnica, sexual,

política y de clase” (Sánchez et al. 2009, 39).

El proyecto consistió en identificar a las clases bajas con la historia nacional

a través de la elaboración de relatos, la divulgación de textos escolares, la construc-

ción de museos, monumentos y el establecimiento de símbolos patrios y fechas con-

memorativas (Jelin 2002, 40). Estas versiones de los vencedores estaban provistas

de héroes y padres de la patria mientras las versiones de los procesos sociales y polí-

ticos vividos por los dependientes fueron vilipendiadas, marginadas, negadas y olvi-

dadas en esa historia nacional oficialista (Sánchez et al. 2009, 39). Los marginados

no sentían representadas sus “tradiciones, vivencias y experiencias transmitidas y

perpetuadas oralmente” (Yusta 2002, 235-244).

La historia no era como la presentaban los positivistas, es decir, la “verdad”

o eventos considerados “objetivos” como parte de interpretaciones complejas y

científicamente comprobadas, sino una construcción del deseo del imaginario de

sectores dominantes como era la burguesía y las elites republicanas (Roldan 1999,

109-118). Asimismo desde esta visión excluyente la historia y la memoria quedaron

separadas. Los positivistas que defendían intereses de las elites, consideraban

que los historiadores basados en archivos escritos mostraban la realidad objetiva

entretanto la tradición oral expresaba subjetividades no científicas propias de la

memoria de sectores iletrados.

Sin embargo, en otros campos el testimonio oral hizo parte del método de

transmisión de conocimientos o el fundamento del conocimiento científico. El

periodista e investigador Henry Mayhew utilizó entrevistas a obreros ingleses para

realizar investigaciones sociales. Los escritores Walter Scott, y Gustavo Adolfo

Becquer y la escritora George Sand compilaron tradiciones orales para trabajos

literarios (Yusta 2002, 235-244).

Cabe señalar, que en antropología se utilizó la “observación participante”

como herramienta del investigador occidental que estudiaba pueblos primitivos.

Los antropólogos se instalaban por un tiempo en la población con el objeto de

aprender su idioma y comprender sus costumbres. Este ejercicio de describir las

dinámicas socio-culturales de estos pueblos (hacer etnografía) se basaba en testi-

monios orales que difería de la investigación bibliográfica, o de archivó que hacía

parte de la historia, la economía, la sociología, o las ciencias políticas (Wallerstein,

2006). Al institucionalizarse la etnología como disciplina científica se crearon

los primeros archivos orales en Viena (1899), Berlín (1904) y París (1911). Estos

archivos quedaron como base de investigaciones de lingüistas y etnólogos por la

falta de interés de historiadores, de tal forma fueron considerados fonotecas y no

archivos históricos (Yusta 2002, 235-244).

Por otra parte, a principios del siglo XX, el concepto “memoria” correspondía

a estudios principalmente en psicología, literatura, música, filosofía, sociología, y no

de historia. En Europa (principalmente en Austria) entre 1890-1917 la cuestión de la

memoria fue central en la cultura. Entre los casos de autores destacados que involu-

craron el concepto de memoria en sus trabajos están: Sigmund Freud en psicología,

Italo Svebo y Marcel Proust en literatura, Gustav Mahler en música, Henri Bergson

en filosofía y Emile Durkheim y Maurice Halbwachs en sociología. La mayoría de

estos autores, conservaban de la tradición judía una cultura ética y religiosa de la

memoria y del espíritu laico de la modernidad una idea de compromiso racional

y optimismo en el progreso (Namer 2004, 345-428). Este avance de la memoria

desde las ciencias y la cultura se presentó en un contexto histórico de transformacio-

nes: por un lado el cambio de sociedades rurales tradicionales en sociedades urba-

nas modernas e industriales y también por los estallidos de la Primera (1914-1918)

y la Segunda (1939-1945) Guerra Mundial.

Los avatares de los 31 años de guerra mundial (1914-1945) (Hobsbawm

1992, 60), ralentizaron unos procesos y dinamizaron otros.2 En el periodo de entre-

guerras por ejemplo un impulso hacia una nueva tendencia del conocimiento cien-

tífico-social permeó a las ciencias sociales humanas y a la Historia. Para citar dos

casos, la Escuela de Frankfurt (1924) y la Escuela de los Annales (1929) pusieron en

tela de juicio la supremacía positivista que generaba mediante la exclusión de las

voces y estudios de sectores marginales un conocimiento reproductor del dominio

de las elites sobre clases sociales subyugadas. La ciencia histórica reconoció otras

metodologías, teorías, problemas de investigación y fuentes de información. Esta

plataforma académica, con la inclusión de la sociología, la psicología, la antropolo-

gía y la economía entre otras disciplinas que aportaron al conocimiento histórico

dejó relegada la concepción de que la Historia era solo política y sus protagonistas

eran solo importantes personajes de la política y de las guerras.

Además del avance que en Europa tuvo el nuevo conocimiento histórico, pa-

ralelamente en Estados Unidos se intensificó la “reconstrucción” histórica mediante

los “testimonios orales”. En los años veinte en la Escuela de Chicago mediante la

recopilación de testimonios individuales, se realizaron estudios de ecología urbana

preocupados por los cinturones de población marginal que crecía en las ciudades

debido a la industrialización. Se hicieron trabajos biográficos con sectores margina-

les denominados historias de vida, como el del sociólogo William Thomas intitulado

Campesino polaco en Europa y en América (Yusta 2002, 235-244). Por su parte, en

1948 el historiador Allan Nevins fundó la oficina de historia oral en la Universidad

de Columbia, naciendo así la historia oral como un campo de estudio académico A

diferencia de los trabajos de la Escuela de Chicago, Nevins recopiló testimonios de

personalidades de la política, la economía y la cultura de Estados Unidos, transcri-

biendo los audios creándose así los primeros archivos orales (Schwarzstein 2001).

Más adelante, en los años sesenta en Inglaterra, el auge de la oralidad y la

memoria se llevó a cabo con estudios principalmente marxistas dándole voz a los

trabajadores y a otros marginados de la sociedad capitalista en la “historia de las

clases subalternas o la historia desde abajo” (Ver: Thompson 1989). Asimismo, en

1967 nacieron los “talleres de historia” con trabajos hechos por Raphael Samuel

en Oxford con participantes no profesionales, es decir se dio a conocer un nuevo

paradigma de historia popular y socialista (Yusta 2002, 235-244). Aunque en los

modelos historiográficos siguieron primando los documentos escritos sobre los

orales, la apertura hacia la historia oral y su influencia en la memoria histórica fue

trascendental.

De esta manera, empezaron a abordarse problemáticas de investigación

que no se tenían en cuenta como era el caso de víctimas de guerras desde sus

propios relatos. Darle voz a los vencidos presuponía nuevos abordajes teóricos

y metodológicos además de espacios de divulgación más amplios e incluyentes

que permitieran: primero, mayor participación de las víctimas en procesos de

recuperación, construcción y divulgación de las memorias históricas y segundo

la necesidad de generar explicaciones históricas de los distintos problemas cientí-

fico-sociales donde las víctimas pudieran reconocerse e identificarse.

Juan Felipe Rueda Arenas24H

iSTO

ReL

o. R

evis

ta d

e H

isto

ria

Reg

iona

l y L

oca

l ISS

N: 2

14

5-1

32

X [

vol 5

, No

. 10

] ju

lio -

dic

iem

bre

de 2

01

3

Antecedentes del concepto “memoria histórica”:Oralidad, historia y memoria

En el campo histórico memoria está intrínsecamente relacionada con historia oral. La oralidad fue un componente esencial de sociedades ágrafas que mediante la inte-racción social y la tradición establecieron una transmisión de informaciones entre

generaciones. En la Grecia clásica, los primeros historiadores Herodoto y Tucídides

evidenciaron las guerras del Peloponeso a través de múltiples testimonios orales

(Martín 2010, 5-10). De esta manera, las versiones de los testigos eran relevantes

para la historia debido a que las fuentes escritas resultaban de difícil acceso para

historiadores de la época (Schwarzstein 2001).

En el medioevo, la vitalidad que tuvo la memoria fue esencial para la genera-

ción de documentos con trascendencia histórica como fueron las obras literarias

y las crónicas medievales construidas también a través de testimonios orales

(Schwarzstein, 2001). Los hombres medievales tenían una necesidad de escribir

lo que veían, cuestión que los impulsó a construir la historia a través de memorias

individuales y colectivas (Sanmartín 2012, 259-272). Por lo tanto, para evidenciar

un estudio histórico de la memoria en la Edad Media no puede desconocerse las

relaciones entre la literatura oral y escrita en gestas y romanceros (De Murcia 200,

309-328).

Aunque el binomio memoria-oralidad contribuyó al conocimiento histórico,

en el siglo XIX la Historia influenciada por la escuela positivista se desarrolló con

la crítica de fuentes escritas en claro detrimento de fuentes orales (Schwarzstein

2001). La filosofía positivista estaba relacionada con un ideal de “progreso de la

humanidad”, que va evolucionando hacia metas más perfectas, “con un sentido

secularizador de la visión teológica de la Historia, propagada por el cristianismo

mediante el ideal de la perfección y salvación” (Ferrari 1973, 79-114). No obstante,

las críticas legítimas hechas al positivismo, el progreso de las ciencias fue significa-

tivo, así “el positivismo encauzó sobre bases científicas el conocimiento natural de

2. El mundo académico observó la necesidad de establecer campos interdisciplinares, apareciendo algunas

nuevas disciplinas híbridas, derivando en una tendencia hacia la multidisciplinariedad. De esta manera, se

generaron materias como: la nueva historia económica, el nuevo institucionalismo, la antropología histórica

y la geografía histórica. Por su parte, en otras disciplinas como en la sociología se desarrollaron sub-campos

de estudio como: la sociología política y la sociología económica, mientras que en otros casos se revivieron

disciplinas que habían caído en el ostracismo del conocimiento, como era el caso de la economía política

(Wallerstein, 2006). Estos nuevos enfoques de las ciencias sociales llevaron al debate entre quienes defendían

la autonomía de cada disciplina y quienes veían positiva la interdisciplinariedad.

las sociedades humanas” (Ferrari 1973, 79-114).1

En la Historia se construyeron procesos teórico-metodológicos buscando

un conocimiento exacto, empírico y mecanicista como el originado en las ciencias

nomotéticas. Según el historiador alemán Leopold Von Ranke, los historiadores

debían evidenciar hechos acontecidos sin sesgos subjetivos, dando cuenta de “lo

que verdaderamente ocurrió” (Mendoza 2008, 155-171). Luego sus seguidores, los

historiadores franceses Charles V. Langlois y Charles Seignobos manifestaron que

“la historia se hace con documentos, y como estos no pueden sustituirse, ahí donde

no hay documentos, no hay historia” (Mendoza 2008, 155-171). De esta manera, en

la historiografía predominaron documentos escritos que aportaron a la concepción

teleológica de establecer “el fin de la historia”, objetivo estructurado en los cánones

idealistas de la razón y el progreso.

La Historia cumplió generalmente funciones que sirvieron a las elites domi-

nantes, a los vencedores, no solo de las guerras sino de la política, la economía y la

misma ciencia en menoscabo de los vencidos. Una historia de los vencidos vivida

desde la marginación socio-política y escrita desde la exclusión de sus relatos. Solo

fueron aceptadas públicamente versiones creadas por centros de poder, reforzando

así las desigualdades económicas, políticas, sociales y culturales en la construcción

de las naciones. Por ejemplo, en Europa la elite liberal burguesa consideró que la

Historia debía escribirse en función de la nación, es decir construir una historia de

elites políticas y económicas que mediante textos escritos estableciera una conexión

entre pasado y presente buscando legitimar la creación de los estados-.nacionales

(Yusta 2002, 235-244). Como puede observarse no solo hubo una razón científica

para crear la Historia, sino una decisión política al construirla con la escritura como

patrimonio de las elites y no mediante la tradición oral herencia del resto de la

población.

Tal problema de exclusión e inequidad de las memorias se presentó en el con-

texto del advenimiento de las democracias modernas. La mayoría de constituciones

elaboradas en occidente, que lograron revoluciones burguesas finalizando el siglo

XVIII y en el XIX, concedían la calidad de ciudadanos con derechos plenos solo a:

[...] varones, blancos, letrados, con propiedad, casados, dispuestos a portar las armas en defensa de patria y familia y con capacidad de pagar impuestos. […] Por contraste, a las mujeres, los niños, los indígenas, las negritudes, los desposeídos,las poblaciones no escolarizadas, se les definió “no racionales”, más próximos al mundo de la naturaleza, las emociones y los impulsos que a la esfera de la civilización y, por tanto, se les adjudicó el estatus de ciudadanos “dependientes” (Sánchez et al. 2009, 38).

Las primeras definiciones de ciudadanía en América cumplieron el papel

de “regular, excluir y discriminar” a voces individuales y colectivas marginadas de

los centros de poder y de la “imaginada comunidad nacional”. Los excluidos como

dependientes estaban supeditados al plano privado, entretanto los ciudadanos con

plenos derechos hicieron parte de la esfera pública, una división discriminatoria por

las valoraciones negativas de las “diferencias [religiosa] femenina, étnica, sexual,

política y de clase” (Sánchez et al. 2009, 39).

El proyecto consistió en identificar a las clases bajas con la historia nacional

a través de la elaboración de relatos, la divulgación de textos escolares, la construc-

ción de museos, monumentos y el establecimiento de símbolos patrios y fechas con-

memorativas (Jelin 2002, 40). Estas versiones de los vencedores estaban provistas

de héroes y padres de la patria mientras las versiones de los procesos sociales y polí-

ticos vividos por los dependientes fueron vilipendiadas, marginadas, negadas y olvi-

dadas en esa historia nacional oficialista (Sánchez et al. 2009, 39). Los marginados

no sentían representadas sus “tradiciones, vivencias y experiencias transmitidas y

perpetuadas oralmente” (Yusta 2002, 235-244).

La historia no era como la presentaban los positivistas, es decir, la “verdad”

o eventos considerados “objetivos” como parte de interpretaciones complejas y

científicamente comprobadas, sino una construcción del deseo del imaginario de

sectores dominantes como era la burguesía y las elites republicanas (Roldan 1999,

109-118). Asimismo desde esta visión excluyente la historia y la memoria quedaron

separadas. Los positivistas que defendían intereses de las elites, consideraban

que los historiadores basados en archivos escritos mostraban la realidad objetiva

entretanto la tradición oral expresaba subjetividades no científicas propias de la

memoria de sectores iletrados.

Sin embargo, en otros campos el testimonio oral hizo parte del método de

transmisión de conocimientos o el fundamento del conocimiento científico. El

periodista e investigador Henry Mayhew utilizó entrevistas a obreros ingleses para

realizar investigaciones sociales. Los escritores Walter Scott, y Gustavo Adolfo

Becquer y la escritora George Sand compilaron tradiciones orales para trabajos

literarios (Yusta 2002, 235-244).

Cabe señalar, que en antropología se utilizó la “observación participante”

como herramienta del investigador occidental que estudiaba pueblos primitivos.

Los antropólogos se instalaban por un tiempo en la población con el objeto de

aprender su idioma y comprender sus costumbres. Este ejercicio de describir las

dinámicas socio-culturales de estos pueblos (hacer etnografía) se basaba en testi-

monios orales que difería de la investigación bibliográfica, o de archivó que hacía

parte de la historia, la economía, la sociología, o las ciencias políticas (Wallerstein,

2006). Al institucionalizarse la etnología como disciplina científica se crearon

los primeros archivos orales en Viena (1899), Berlín (1904) y París (1911). Estos

archivos quedaron como base de investigaciones de lingüistas y etnólogos por la

falta de interés de historiadores, de tal forma fueron considerados fonotecas y no

archivos históricos (Yusta 2002, 235-244).

Por otra parte, a principios del siglo XX, el concepto “memoria” correspondía

a estudios principalmente en psicología, literatura, música, filosofía, sociología, y no

de historia. En Europa (principalmente en Austria) entre 1890-1917 la cuestión de la

memoria fue central en la cultura. Entre los casos de autores destacados que involu-

craron el concepto de memoria en sus trabajos están: Sigmund Freud en psicología,

Italo Svebo y Marcel Proust en literatura, Gustav Mahler en música, Henri Bergson

en filosofía y Emile Durkheim y Maurice Halbwachs en sociología. La mayoría de

estos autores, conservaban de la tradición judía una cultura ética y religiosa de la

memoria y del espíritu laico de la modernidad una idea de compromiso racional

y optimismo en el progreso (Namer 2004, 345-428). Este avance de la memoria

desde las ciencias y la cultura se presentó en un contexto histórico de transformacio-

nes: por un lado el cambio de sociedades rurales tradicionales en sociedades urba-

nas modernas e industriales y también por los estallidos de la Primera (1914-1918)

y la Segunda (1939-1945) Guerra Mundial.

Los avatares de los 31 años de guerra mundial (1914-1945) (Hobsbawm

1992, 60), ralentizaron unos procesos y dinamizaron otros.2 En el periodo de entre-

guerras por ejemplo un impulso hacia una nueva tendencia del conocimiento cien-

tífico-social permeó a las ciencias sociales humanas y a la Historia. Para citar dos

casos, la Escuela de Frankfurt (1924) y la Escuela de los Annales (1929) pusieron en

tela de juicio la supremacía positivista que generaba mediante la exclusión de las

voces y estudios de sectores marginales un conocimiento reproductor del dominio

de las elites sobre clases sociales subyugadas. La ciencia histórica reconoció otras

metodologías, teorías, problemas de investigación y fuentes de información. Esta

plataforma académica, con la inclusión de la sociología, la psicología, la antropolo-

gía y la economía entre otras disciplinas que aportaron al conocimiento histórico

dejó relegada la concepción de que la Historia era solo política y sus protagonistas

eran solo importantes personajes de la política y de las guerras.

Además del avance que en Europa tuvo el nuevo conocimiento histórico, pa-

ralelamente en Estados Unidos se intensificó la “reconstrucción” histórica mediante

los “testimonios orales”. En los años veinte en la Escuela de Chicago mediante la

recopilación de testimonios individuales, se realizaron estudios de ecología urbana

preocupados por los cinturones de población marginal que crecía en las ciudades

debido a la industrialización. Se hicieron trabajos biográficos con sectores margina-

les denominados historias de vida, como el del sociólogo William Thomas intitulado

Campesino polaco en Europa y en América (Yusta 2002, 235-244). Por su parte, en

1948 el historiador Allan Nevins fundó la oficina de historia oral en la Universidad

de Columbia, naciendo así la historia oral como un campo de estudio académico A

diferencia de los trabajos de la Escuela de Chicago, Nevins recopiló testimonios de

personalidades de la política, la economía y la cultura de Estados Unidos, transcri-

biendo los audios creándose así los primeros archivos orales (Schwarzstein 2001).

Más adelante, en los años sesenta en Inglaterra, el auge de la oralidad y la

memoria se llevó a cabo con estudios principalmente marxistas dándole voz a los

trabajadores y a otros marginados de la sociedad capitalista en la “historia de las

clases subalternas o la historia desde abajo” (Ver: Thompson 1989). Asimismo, en

1967 nacieron los “talleres de historia” con trabajos hechos por Raphael Samuel

en Oxford con participantes no profesionales, es decir se dio a conocer un nuevo

paradigma de historia popular y socialista (Yusta 2002, 235-244). Aunque en los

modelos historiográficos siguieron primando los documentos escritos sobre los

orales, la apertura hacia la historia oral y su influencia en la memoria histórica fue

trascendental.

De esta manera, empezaron a abordarse problemáticas de investigación

que no se tenían en cuenta como era el caso de víctimas de guerras desde sus

propios relatos. Darle voz a los vencidos presuponía nuevos abordajes teóricos

y metodológicos además de espacios de divulgación más amplios e incluyentes

que permitieran: primero, mayor participación de las víctimas en procesos de

recuperación, construcción y divulgación de las memorias históricas y segundo

la necesidad de generar explicaciones históricas de los distintos problemas cientí-

fico-sociales donde las víctimas pudieran reconocerse e identificarse.

25

HiS

TOR

eLo

. Rev

ista

de

His

tori

a R

egio

nal y

Lo

cal I

SSN

: 21

45

-13

2X

[vo

l 5, N

o. 1

0]

julio

- d

icie

mbr

e de

20

13

Juan Felipe Rueda Arenas

Antecedentes del concepto “memoria histórica”:Oralidad, historia y memoria

En el campo histórico memoria está intrínsecamente relacionada con historia oral. La oralidad fue un componente esencial de sociedades ágrafas que mediante la inte-racción social y la tradición establecieron una transmisión de informaciones entre

generaciones. En la Grecia clásica, los primeros historiadores Herodoto y Tucídides

evidenciaron las guerras del Peloponeso a través de múltiples testimonios orales

(Martín 2010, 5-10). De esta manera, las versiones de los testigos eran relevantes

para la historia debido a que las fuentes escritas resultaban de difícil acceso para

historiadores de la época (Schwarzstein 2001).

En el medioevo, la vitalidad que tuvo la memoria fue esencial para la genera-

ción de documentos con trascendencia histórica como fueron las obras literarias

y las crónicas medievales construidas también a través de testimonios orales

(Schwarzstein, 2001). Los hombres medievales tenían una necesidad de escribir

lo que veían, cuestión que los impulsó a construir la historia a través de memorias

individuales y colectivas (Sanmartín 2012, 259-272). Por lo tanto, para evidenciar

un estudio histórico de la memoria en la Edad Media no puede desconocerse las

relaciones entre la literatura oral y escrita en gestas y romanceros (De Murcia 200,

309-328).

Aunque el binomio memoria-oralidad contribuyó al conocimiento histórico,

en el siglo XIX la Historia influenciada por la escuela positivista se desarrolló con

la crítica de fuentes escritas en claro detrimento de fuentes orales (Schwarzstein

2001). La filosofía positivista estaba relacionada con un ideal de “progreso de la

humanidad”, que va evolucionando hacia metas más perfectas, “con un sentido

secularizador de la visión teológica de la Historia, propagada por el cristianismo

mediante el ideal de la perfección y salvación” (Ferrari 1973, 79-114). No obstante,

las críticas legítimas hechas al positivismo, el progreso de las ciencias fue significa-

tivo, así “el positivismo encauzó sobre bases científicas el conocimiento natural de

las sociedades humanas” (Ferrari 1973, 79-114).1

En la Historia se construyeron procesos teórico-metodológicos buscando

un conocimiento exacto, empírico y mecanicista como el originado en las ciencias

nomotéticas. Según el historiador alemán Leopold Von Ranke, los historiadores

debían evidenciar hechos acontecidos sin sesgos subjetivos, dando cuenta de “lo

que verdaderamente ocurrió” (Mendoza 2008, 155-171). Luego sus seguidores, los

historiadores franceses Charles V. Langlois y Charles Seignobos manifestaron que

“la historia se hace con documentos, y como estos no pueden sustituirse, ahí donde

no hay documentos, no hay historia” (Mendoza 2008, 155-171). De esta manera, en

la historiografía predominaron documentos escritos que aportaron a la concepción

teleológica de establecer “el fin de la historia”, objetivo estructurado en los cánones

idealistas de la razón y el progreso.

La Historia cumplió generalmente funciones que sirvieron a las elites domi-

nantes, a los vencedores, no solo de las guerras sino de la política, la economía y la

misma ciencia en menoscabo de los vencidos. Una historia de los vencidos vivida

desde la marginación socio-política y escrita desde la exclusión de sus relatos. Solo

fueron aceptadas públicamente versiones creadas por centros de poder, reforzando

así las desigualdades económicas, políticas, sociales y culturales en la construcción

de las naciones. Por ejemplo, en Europa la elite liberal burguesa consideró que la

Historia debía escribirse en función de la nación, es decir construir una historia de

elites políticas y económicas que mediante textos escritos estableciera una conexión

entre pasado y presente buscando legitimar la creación de los estados-.nacionales

(Yusta 2002, 235-244). Como puede observarse no solo hubo una razón científica

para crear la Historia, sino una decisión política al construirla con la escritura como

patrimonio de las elites y no mediante la tradición oral herencia del resto de la

población.

Tal problema de exclusión e inequidad de las memorias se presentó en el con-

texto del advenimiento de las democracias modernas. La mayoría de constituciones

elaboradas en occidente, que lograron revoluciones burguesas finalizando el siglo

XVIII y en el XIX, concedían la calidad de ciudadanos con derechos plenos solo a:

[...] varones, blancos, letrados, con propiedad, casados, dispuestos a portar las armas en defensa de patria y familia y con capacidad de pagar impuestos. […] Por contraste, a las mujeres, los niños, los indígenas, las negritudes, los desposeídos,las poblaciones no escolarizadas, se les definió “no racionales”, más próximos al mundo de la naturaleza, las emociones y los impulsos que a la esfera de la civilización y, por tanto, se les adjudicó el estatus de ciudadanos “dependientes” (Sánchez et al. 2009, 38).

Las primeras definiciones de ciudadanía en América cumplieron el papel

de “regular, excluir y discriminar” a voces individuales y colectivas marginadas de

los centros de poder y de la “imaginada comunidad nacional”. Los excluidos como

dependientes estaban supeditados al plano privado, entretanto los ciudadanos con

plenos derechos hicieron parte de la esfera pública, una división discriminatoria por

las valoraciones negativas de las “diferencias [religiosa] femenina, étnica, sexual,

política y de clase” (Sánchez et al. 2009, 39).

El proyecto consistió en identificar a las clases bajas con la historia nacional

a través de la elaboración de relatos, la divulgación de textos escolares, la construc-

ción de museos, monumentos y el establecimiento de símbolos patrios y fechas con-

memorativas (Jelin 2002, 40). Estas versiones de los vencedores estaban provistas

de héroes y padres de la patria mientras las versiones de los procesos sociales y polí-

ticos vividos por los dependientes fueron vilipendiadas, marginadas, negadas y olvi-

dadas en esa historia nacional oficialista (Sánchez et al. 2009, 39). Los marginados

no sentían representadas sus “tradiciones, vivencias y experiencias transmitidas y

perpetuadas oralmente” (Yusta 2002, 235-244).

La historia no era como la presentaban los positivistas, es decir, la “verdad”

o eventos considerados “objetivos” como parte de interpretaciones complejas y

científicamente comprobadas, sino una construcción del deseo del imaginario de

sectores dominantes como era la burguesía y las elites republicanas (Roldan 1999,

109-118). Asimismo desde esta visión excluyente la historia y la memoria quedaron

separadas. Los positivistas que defendían intereses de las elites, consideraban

que los historiadores basados en archivos escritos mostraban la realidad objetiva

entretanto la tradición oral expresaba subjetividades no científicas propias de la

memoria de sectores iletrados.

Sin embargo, en otros campos el testimonio oral hizo parte del método de

transmisión de conocimientos o el fundamento del conocimiento científico. El

periodista e investigador Henry Mayhew utilizó entrevistas a obreros ingleses para

realizar investigaciones sociales. Los escritores Walter Scott, y Gustavo Adolfo

Becquer y la escritora George Sand compilaron tradiciones orales para trabajos

literarios (Yusta 2002, 235-244).

Cabe señalar, que en antropología se utilizó la “observación participante”

como herramienta del investigador occidental que estudiaba pueblos primitivos.

Los antropólogos se instalaban por un tiempo en la población con el objeto de

aprender su idioma y comprender sus costumbres. Este ejercicio de describir las

dinámicas socio-culturales de estos pueblos (hacer etnografía) se basaba en testi-

monios orales que difería de la investigación bibliográfica, o de archivó que hacía

parte de la historia, la economía, la sociología, o las ciencias políticas (Wallerstein,

2006). Al institucionalizarse la etnología como disciplina científica se crearon

los primeros archivos orales en Viena (1899), Berlín (1904) y París (1911). Estos

archivos quedaron como base de investigaciones de lingüistas y etnólogos por la

falta de interés de historiadores, de tal forma fueron considerados fonotecas y no

archivos históricos (Yusta 2002, 235-244).

Por otra parte, a principios del siglo XX, el concepto “memoria” correspondía

a estudios principalmente en psicología, literatura, música, filosofía, sociología, y no

de historia. En Europa (principalmente en Austria) entre 1890-1917 la cuestión de la

memoria fue central en la cultura. Entre los casos de autores destacados que involu-

craron el concepto de memoria en sus trabajos están: Sigmund Freud en psicología,

Italo Svebo y Marcel Proust en literatura, Gustav Mahler en música, Henri Bergson

en filosofía y Emile Durkheim y Maurice Halbwachs en sociología. La mayoría de

estos autores, conservaban de la tradición judía una cultura ética y religiosa de la

memoria y del espíritu laico de la modernidad una idea de compromiso racional

y optimismo en el progreso (Namer 2004, 345-428). Este avance de la memoria

desde las ciencias y la cultura se presentó en un contexto histórico de transformacio-

nes: por un lado el cambio de sociedades rurales tradicionales en sociedades urba-

nas modernas e industriales y también por los estallidos de la Primera (1914-1918)

y la Segunda (1939-1945) Guerra Mundial.

Los avatares de los 31 años de guerra mundial (1914-1945) (Hobsbawm

1992, 60), ralentizaron unos procesos y dinamizaron otros.2 En el periodo de entre-

guerras por ejemplo un impulso hacia una nueva tendencia del conocimiento cien-

tífico-social permeó a las ciencias sociales humanas y a la Historia. Para citar dos

casos, la Escuela de Frankfurt (1924) y la Escuela de los Annales (1929) pusieron en

tela de juicio la supremacía positivista que generaba mediante la exclusión de las

voces y estudios de sectores marginales un conocimiento reproductor del dominio

de las elites sobre clases sociales subyugadas. La ciencia histórica reconoció otras

metodologías, teorías, problemas de investigación y fuentes de información. Esta

plataforma académica, con la inclusión de la sociología, la psicología, la antropolo-

gía y la economía entre otras disciplinas que aportaron al conocimiento histórico

dejó relegada la concepción de que la Historia era solo política y sus protagonistas

eran solo importantes personajes de la política y de las guerras.

Además del avance que en Europa tuvo el nuevo conocimiento histórico, pa-

ralelamente en Estados Unidos se intensificó la “reconstrucción” histórica mediante

los “testimonios orales”. En los años veinte en la Escuela de Chicago mediante la

recopilación de testimonios individuales, se realizaron estudios de ecología urbana

preocupados por los cinturones de población marginal que crecía en las ciudades

debido a la industrialización. Se hicieron trabajos biográficos con sectores margina-

les denominados historias de vida, como el del sociólogo William Thomas intitulado

Campesino polaco en Europa y en América (Yusta 2002, 235-244). Por su parte, en

1948 el historiador Allan Nevins fundó la oficina de historia oral en la Universidad

de Columbia, naciendo así la historia oral como un campo de estudio académico A

diferencia de los trabajos de la Escuela de Chicago, Nevins recopiló testimonios de

personalidades de la política, la economía y la cultura de Estados Unidos, transcri-

biendo los audios creándose así los primeros archivos orales (Schwarzstein 2001).

Más adelante, en los años sesenta en Inglaterra, el auge de la oralidad y la

memoria se llevó a cabo con estudios principalmente marxistas dándole voz a los

trabajadores y a otros marginados de la sociedad capitalista en la “historia de las

clases subalternas o la historia desde abajo” (Ver: Thompson 1989). Asimismo, en

1967 nacieron los “talleres de historia” con trabajos hechos por Raphael Samuel

en Oxford con participantes no profesionales, es decir se dio a conocer un nuevo

paradigma de historia popular y socialista (Yusta 2002, 235-244). Aunque en los

modelos historiográficos siguieron primando los documentos escritos sobre los

orales, la apertura hacia la historia oral y su influencia en la memoria histórica fue

trascendental.

De esta manera, empezaron a abordarse problemáticas de investigación

que no se tenían en cuenta como era el caso de víctimas de guerras desde sus

propios relatos. Darle voz a los vencidos presuponía nuevos abordajes teóricos

y metodológicos además de espacios de divulgación más amplios e incluyentes

que permitieran: primero, mayor participación de las víctimas en procesos de

recuperación, construcción y divulgación de las memorias históricas y segundo

la necesidad de generar explicaciones históricas de los distintos problemas cientí-

fico-sociales donde las víctimas pudieran reconocerse e identificarse.

Juan Felipe Rueda Arenas26H

iSTO

ReL

o. R

evis

ta d

e H

isto

ria

Reg

iona

l y L

oca

l ISS

N: 2

14

5-1

32

X [

vol 5

, No

. 10

] ju

lio -

dic

iem

bre

de 2

01

3

Memoria e Historia entre la división, la complemen-tariedad y la crítica

Uno de los primeros intelectuales que destacaron el papel de la memoria en estudios

de ciencias sociales fue el filósofo francés de origen judío Henri Bergson. Este autor

fue contestatario del positivismo cientificista (Riego 2008, 293-329); conceptuali-

zando la memoria desde un enfoque psicológico y espiritual mediante la “memoria

pura” y “la memoria habito” (Huici 2002).3 En su obra Materia y memoria (1886),

Bergson se valió de textos que explicaban la memoria de los individuos como eran

las Confesiones de San Agustín,4 además de influenciar estudios posteriores como

los del sociólogo también francés y de origen judío Maurice Halbwachs.

A Halbwachs, se le reconoce la construcción de los conceptos (y también la

escritura de los textos) Marcos sociales de la memoria (1925) y Memoria colectiva (1949) en el establecimiento de una sociología de la memoria (De La Cuesta 1998,

203-246). A partir del contacto con la sociología de Emile Durkheim, Halbwachs

concibió la memoria como un fenómeno colectivo y siempre vivido de forma social.

En consecuencia puede definirse la memoria colectiva como el conjunto de recuer-

dos de cada individuo. Está inscrita en marcos de referencia colectivos, los cuales

son referentes para la rememoración mediante el entorno y principalmente el

lenguaje (Jedlowski 2000, 123). Asimismo, Halbwachs destacó que en la memoria

colectiva se: [...] agrupan las memorias individuales, pero no se confunde con ellas. Esta (la

3. La memoria pura corresponde a la duración y la memoria hábito al espacio y al tiempo (Huici 2002). Según

Halbwachs, su maestro estableció la distinción de dos memorias, una que conservaría el recuerdo de los hechos

que no se producen sino una sola vez [memoria pura], otra que se orientaría hacia los actos, los movimientos a

menudo reiterados, y hacia todas las representaciones habituales [memoria -habito] (Halbwachs 2004, 122).

4. Este texto es una obra autobiográfica de Agustín de Hipona, donde el religioso se confesó ante Dios recordan-

do todo su pasado desde su origen hasta su conversión, relacionando el mundo material vivido con el mundo

espiritual. Ver: Agustín (2010).

memoria colectiva) evoluciona siguiendo sus leyes, y si ciertos recuerdos indivi-duales penetran también algunas veces en ella, estos cambian de figura a partirde que son emplazados en un conjunto que no es ya una conciencia personal(Halbwachs 1991, 6).

Si bien Halbwachs reconoció la singularidad del carácter de la memoria como

parte de cada sujeto, él también argumentó que:

[…] eso que llamamos los marcos colectivos de la memoria serían el resultado, lasuma, la combinación de los recuerdos individuales de muchos miembros de unamisma sociedad. Estos marcos ayudarían, en el mejor de los casos, a clasificar, aordenar los recuerdos de los unos en relación con los de los otros. Sin embargo,no explicarían la memoria misma, puesto que la darían por existente (Halbwachs2004, 10).

Según este autor, estos marcos están mediados por el lenguaje, el espacio y el

tiempo y/o mediados por la memoria colectiva de la familia, la religión, y las clases

sociales y sus tradiciones (Ver: Halbwachs 2004). De esta manera, en cualquier

situación el ser humano se ve influenciado socialmente, por lo tanto, cualquier

representación o recuerdo establecido en su memoria hace parte de la memoria

colectiva de varios grupos a los cuales perteneció y que hacen parte de esos cuadros

de referencia socio-histórica que influencian la memoria del individuo.

Desde un punto de vista sociológico, las tesis de Halbwachs fueron innovado-

ras, pero estas mismas ideas recibieron críticas por parte de algunos historiadores.

Él no consideró que la Historia pudiera abarcar todo el acontecer humano pero

si relacionó a la memoria histórica como una construcción de historias de aconteci-

mientos significativos que favorecían la construcción de la historia nacional. En sus

concepciones se observa una oposición entre la memoria colectiva y la memoria

histórica afirmando que “si por memoria histórica se entiende la lista de los aconte-

cimientos cuyo recuerdo conserva la historia nacional, no es ella, no son sus marcos

los que representan lo esencial de lo que llamamos memoria colectiva” (Halbwachs

1968, 209-219). La memoria colectiva no solo haría parte de esa historia oficial sino,

como se expuso antes, de las relaciones sociales construidas por varios individuos

en diversos cuadros sociales.

Esta sociología de la memoria fue criticada por el historiador francés Marc

Bloch (fundador junto a Lucien Febvre de la Escuela de los Annales). Bloch utilizó la

memoria como categoría para la historia, además de estar de acuerdo en la propues-

ta de categorías de origen social situadas en el espacio y el tiempo. Como crítica, este

historiador consideró restringida la propuesta de Halbwachs centrada en los grupos

(la familia, la religión y la clase) y propuso ampliar el enfoque hacia la memoria jurí-

dica y el derecho consuetudinario (Sorgentini 2003, 103-128).

Marc Bloch fue uno de los primeros historiadores que llamó la atención

sobre la trascendencia que la memoria tenía como objeto de estudio y examen de

conciencia de la Historia; argumentaba que con la memoria podía estudiarse las

problemáticas históricas que se derivan de la transmisión de información surgida de

la tradición (Sorgentini 2003, 103-128). Esta posición contrariaba la historiografía

de su tiempo en donde la Historia solo se ocupaba de temas políticos, militares y he-

roicos. Bloch defendió el universalismo que debía tener la Historia la cual no debía

ser particularizada solo a hechos heroicos o nacionales. Comparando al sociólogo y

al historiador, Hernán Sorgentini destaca:

En Halbwachs: el universalismo de la historia resulta abstracto ya que, al noimplicar una crítica al particularismo de las identidades de los grupos, terminatornando problemática la expresión “memoria histórica”, por no poder conciliarla objetividad del conocimiento con su función práctica; [mientras en ] Bloch, elintento de concebir una “memoria universalista” refiere a una idea de humanidadque se asienta sobre una perspectiva crítica de la tradición y en una concepcióndistinta del tiempo en la que el tiempo concreto y real es la materia misma de lahistoria (Sorgentini 2003,103-128).

No solo fue la Escuela de los Annales la que empezó a realizar críticas hacia

los objetos de la Historia, y al papel de la memoria y de la tradición en función de la

historia. La Escuela de Frankfurt de tendencia marxista, desarrolló una teoría crítica

que puso en tela de juicio los ideales de razón y el progreso planteados en el siglo

XVIII y XIX (Rodríguez 2010). La Escuela de Frankfurt esbozó la necesidad de la

memoria como crítica a la historia, en medio del contexto de las guerras mundiales

que dejaban un manto de duda en esa “evolución histórica” que pretendieron los

idealistas tiempo atrás.

Theodor Adorno alumno de Walter Benjamin fue uno de los intelectuales que

lideró el movimiento científico social de la Teoría Crítica. Adorno dejó un legado en

cuanto a la importancia de la memoria en períodos donde la población se ve someti-

da a un régimen autoritario. Asimismo consideró que el siglo XX [y en el XXI no

ha cambiado] representó un tiempo de contradicciones donde se promovían princi-

pios morales y éticos como la democracia, los derechos humanos, la protección

ambiental y la libertad en la creación estética, contrastados con una historia de tota-

litarismos, de violaciones a los mencionados derechos, de destrucción del medio

ambiente y de una creación estética que respondió en muchos casos al consumismo

imperante bajo las lógicas del mercado (Rodríguez 2010).

En razón de esta legítima crítica, Marta Tafalla argumentó la importancia del

legado de Adorno para el mundo académico y fundamentalmente para la visibilidad

de las víctimas:

En ese nuevo tiempo que fue inaugurado por el fascismo y en el que cualquierbarbarie es posible, el verdadero imperativo moral es el de la memoria: tomarconciencia crítica del pasado y sobre todo conceder justicia a sus víctimas. Es im-posible construir un presente justo o esperar un futuro liberado de repeticionesdel mal sin hacer justicia a quienes fueron víctimas en el pasado (Tafalla 2003,126-154).

De esta manera, la memoria histórica desde las víctimas sería un acto de

justicia y no solo un consuelo, además de ser una necesidad histórica por represen-

tar una crítica a la Historia erigida por los vencedores. Una justicia que inclusive

llevó a Carlo Ginzburg a comparar el papel del historiador con el papel del juez en

cuanto a la verificación de testimonios, recopilación de pruebas materiales y en

el establecimiento, en un caso, de una verdad histórica y en otro de una verdad

jurídica, verdades que debían estar plenamente identificadas una con la otra (Ver:

Ginzburg 1993).

La escuela marxista, de alguna forma, también buscó una justicia para quie-

nes no habían sido visibilizados en la Historia. En palabras del historiador inglés

Edward Palmer Thompson, hacer la historia de los vencidos era hacer la historia de

las clases subalternas o la historia desde abajo, es decir desde los obreros explotados

en la Inglaterra del siglo XIX (Thompson 1989, 197). Para los años 60, Thompson

consiguió estudios históricos críticos acerca del papel de los Estados nacionales y

la construcción de la tradición en los pueblos. Su obra más reconocida ha sido Laformación de la clase obrera en Inglaterra (1963), en donde abordó la experiencia

de los obreros ingleses, dándole especial relevancia a la participación de los obreros

como sujetos activos de la historia. La idea de Thompson (citado por Sorgentini) era

recuperar para el conocimiento histórico:

[...] aspectos oscuros del pasado desatendidos por las concepciones dominantes,como el sentido de la economía “moral” de los pobres en el siglo XVIII, el impactoa largo plazo de la tradición jacobina inglesa, la racionalidad de las prácticaslúdicas y el consecuente reconocimiento de su entidad política (Sorgentini 2003,103-128).

Este rescate de la tradición de los obreros permitió al historiador estudiar

a través de las tradiciones populares del siglo XVIII “[...] el substrato sobre el que

se conforma la clase como sujeto” (Sorgentini 2003,103-128). El estudio de las

tradiciones de los sujetos que no han sido parte de la Historia ha contribuido a

recuperar la memoria, en este caso, de las clases oprimidas por el capitalismo domi-

nante. Thompson divulgó la necesidad de escribir la historia desde abajo, historia

que remite a otros documentos que pueden rescatar la memoria sistemáticamente

olvidada por las clases altas y la historiografía (Rodríguez 2010). De esta manera

argumentaba la necesidad de construir a través de experiencias y tradiciones de

sujetos olvidados “otra historia” y una memoria histórica donde los sectores margi-

nados puedan reconocerse e identificarse.

De la misma escuela marxista-inglesa, Eric Hobsbawm criticó la tradición

en las estructuras de las sociedades por considerarla una invención de las elites

dominantes para crear una continuidad ficticia con el pasado (Hobsbawm y Ranger

2002, 8). Esa invención de la tradición ha sido utilizada por las elites para la cons-

trucción de la identidad nacional, fundamental en la articulación de una memoria

colectiva nacional. Por otra parte, Hobsbawm marca una clara diferencia entre

memoria e historia. Si bien, ha sido crítico de la utilización de fuentes orales para

la construcción de la historia, consideró que cada persona era el primer historiador

que existía de su propia vida por hacer inteligible el conocimiento que tenía de su

pasado (Hobsbawm 2001, 12). La principal crítica que este autor hizo de la oralidad

fue en razón a lo fragmentaria que puede resultar la memoria de los seres humanos

al momento de narrar hechos resultando ser un engaño para la historia (Cf. Fraser

1993,72-92). Por el contrario, la Historia es una ciencia preocupada por la recupe-

ración de los datos, su sistematización crítica y el establecimiento de causalidades

para su escritura, la Historia no deja al azar lo que la memoria si puede dejar. En

consecuencia la historia así tenga una razón instrumental es una construcción

científica a diferencia de la memoria que suele ser espontanea. Un debate entre

memoria e historia, entre la oposición o la complementariedad que continúa con la

Escuela de los Annales de la tercera generación.

Al francés Pierre Nora se lo reconoce por ser quien acuñó el concepto “memo-

ria histórica”. Nora y su colega el también francés Jaques Le Goff desarrollaron la

llamada Historia de las Mentalidades con estudios enfocados en las representacio-

nes colectivas y las estructuras mentales de las sociedades. Para Nora (entrevistado

por Corradini):

La memoria es el recuerdo de un pasado vivido o imaginado. Por esa razón, lamemoria siempre es portada por grupos de seres vivos que experimentaron loshechos o creen haberlo hecho. La memoria, por naturaleza, es afectiva, emotiva,abierta a todas las transformaciones, inconsciente de sus sucesivas transformacio-nes, vulnerable a toda manipulación, susceptible de permanecer latente durantelargos períodos y de bruscos despertares. La memoria es siempre un fenómenocolectivo, aunque sea psicológicamente vivida como individual (Nora 2006).

Según este autor, la memoria es imaginativa y no tiene el rigor científico que

sí posee la Historia. En contraposición a la memoria el autor afirma que:

[…] la historia es una construcción siempre problemática e incompleta de aquelloque ha dejado de existir, pero que dejó rastros. A partir de esos rastros, controla-dos, entrecruzados, comparados, el historiador trata de reconstituir lo que pudopasar y, sobre todo, integrar esos hechos en un conjunto explicativo (Nora 2006)

Pierre Nora planteó que la Historia es pública porque congrega a los indivi-

duos en torno a la nación, mientras la memoria es de ámbito privado, razón por la

cual disgregaría la conformación nacional. En este aspecto, el autor remarca que

están apareciendo cada vez más memorias de quienes quieren ponerse por encima

de la historia y de la justicia presentándose como la verdad. Nora representa la

nostalgia que produce la pérdida de la historia oficial, la cual permitía educar y

congregar a la nación francesa sobre valores, hechos y significados que él considera

son propios del francés (Nora 2006).

Su obra más reconocida es Los lugares de la memoria (1992); obra escrita

para conmemorar el bicentenario de la Revolución Francesa, donde estableció junto

con un centenar de historiadores los hechos significativos de la memoria colectiva

de la nación francesa en más de dos siglos. Los lugares de memoria son los restos

que dejan los seres humanos definidos por Nora como:

[…] la forma extrema bajo la cual subsiste una conciencia conmemorativa enuna historia que la solicita porque la ignora […] Museos, archivos, cementeriosy colecciones, fiestas, aniversario, tratados, actas, monumentos, santuarios,asociaciones, son los cerros testigos de otra época, de las ilusiones de eternidad(Nora 2008, 24).

Este historiador plantea una oposición entre memoria e historia y sugiere la

necesidad de que la Historia “avasalle a la memoria”. Dice Nora: “en el corazón de

la historia, trabaja un criticismo destructor de memoria espontánea. La memoria

siempre es sospechosa para la historia, cuya misión verdadera es destruirla y repri-

mirla” (Nora 2008, 21). Estas razones que el autor argumenta de darle una supre-

macía a la Historia sobre la generación de memoria colectiva parecen encauzadas

por una tradición positivista que ha influenciado los estudios historiográficos de

quienes han escrito en favor de los “vencedores”.

Jaques Le Goff escribió el libro Historia y memoria (1977), un texto sobre

el tiempo la memoria y la historia (Cf. De La Cuesta 1998, 203-246). Además es-

cribió la obra El orden de la memoria. El tiempo como imaginario (1991), donde

realizó un recorrido histórico de la sociedad occidental y algunas sociedades

extra europeas. En este texto, el autor expuso desde las edades míticas hasta la

contemporaneidad, cómo las sociedades han hecho para conservar y transmitir la

memoria colectiva. Le Goff más que oposición, planteó la posibilidad de integrar

la memoria (colectiva) con la Historia, siendo la “historia el proceso científico de

la memoria colectiva” (Le Goff 1991, 157). En razón a este concepto, él consideró

que la “memoria histórica” es el estudio histórico que se realiza de la memoria

colectiva de las sociedades.

Memoria colectiva que si bien, ha sido manipulada por los centros de poder,

cada vez más ha representado un espacio de lucha de los grupos minoritarios. Para

este autor:

[…] la memoria colectiva ha constituido un hito importante en la lucha por elpoder conducida por las fuerzas sociales. Apoderarse de la memoria y del olvidoes una de las máximas preocupaciones de las clases, los grupos, de los individuosque han dominado y dominan las sociedades históricas (Le Goff 1991, 133).

Estas ideas que están encaminadas hacia la complementariedad entre memo-

ria e historia, hacen parte de la tercera corriente que ha buscado explicar el concepto

memoria histórica, donde se destaca el filósofo francés Paul Ricoeur. Este exponen-

te de la filosofía contemporánea fue influenciado por la fenomenología de Edmond

Husserl y el existencialismo de Karl Jaspers. Hizo parte de la Escuela de los Annales

en los años sesenta, criticando la deshumanización del estructuralismo en la investi-

gación científica y abogando por una historia social y de las mentalidades. Dos

de sus obras Historia, memoria y olvido (2000) y La lectura del tiempo pasado:memoria y olvido (1999), exponen conceptos como memoria individual, memoria

colectiva, perdón, olvido y memoria histórica. Según Ricoeur (2000, 128-129):

[...] En primer lugar, [la memoria personal o individual] parece que es radical-mente singular. Puede decirse incluso, de la mano de Locke, que la memoriaconstituye por sí sola un criterio de la identidad personal. Mis recuerdos no sonlos vuestros. No pueden transferirse los recuerdos de uno a la memoria de otro.[...] En segundo lugar, el vínculo original de la conciencia del pasado reside en lamemoria. Desde Agustín, sabemos y comentamos que la memoria es el presentedel pasado [...] la memoria garantiza la continuidad temporal de la persona. Esacontinuidad entre el pasado y el presente me permite remontarme sin soluciónde continuidad desde el presente vivido hasta los acontecimientos más lejanosde mi infancia [...]. Finalmente y en tercer lugar, a la memoria se vincula elsentido de la orientación en el paso del tiempo; orientación en doble sentido, delpasado hacia el futuro; por impulso hacia atrás, en cierto modo, según la flechadel tiempo del cambio, y también del futuro hacia el pasado, según el movimien-

to inverso de tránsito de la espera hacia el recuerdo, a través del presente vivo[...].

Este autor al mencionar que mediante la memoria el sujeto transita del pre-

sente al pasado, hace referencia a que siendo esto una paradoja (Ricoeur 2010, 25),

la memoria le da una continuidad al ser humano en el tiempo. Si bien la memoria

individual tiene unas características particulares, ésta se va construyendo en las

relaciones sociales existentes entre los individuos. Se fundamenta en Halbwachs

para explicar algunas características que se le atribuyen a la memoria colectiva: en

primera medida, los individuos no recuerdan solos sino con ayuda de los recuerdos

de otros; y que los recuerdos se encuentran inscritos en relatos colectivos que a

su vez, son reforzados mediante conmemoraciones y celebraciones públicas de

los acontecimientos vividos en el curso de la historia, de los grupos a los que perte-

necen los seres humanos. “La ritualización de lo que podemos llamar «recuerdos

compartidos» legitima a Halbwachs para convertir cada «memoria individual [...]

en un punto de vista de la memoria colectiva” (Ricoeur 1999, 17).

La ritualización de los recuerdos compartidos, la cual se realiza con conme-

moraciones y fiestas públicas es una forma para que el Estado-nacional cree identi-

dades de los ciudadanos con hechos contados como parte de la Historia oficial. El

autor entiende, que si bien, como parte del sujeto existe una memoria individual

y colectiva puede haber una analogía entre las dos, en cuanto al carácter propio,

continuidad y polaridad pasado-futuro (Ricoeur 1999, 18) y así mismo la memoria

colectiva sería considerada una especie de personalidad de rango superior.5

Ricoeur también habla de la existencia de una traslación entre la memoria

individual y colectiva explicando que “pasamos de la memoria individual a la

memoria colectiva, tránsito perfectamente legítimo, en la medida que, gracias al

lenguaje, las memorias individuales se superponen con la memoria colectiva” (Ri-

coeur 2010, 20-28). Para que se presente este tránsito resulta fundamental el len-

guaje, el cual permite que haya relaciones de los distintos significados individuales

de los sujetos existiendo una intersubjetividad de significados superpuesta con la

memoria colectiva. De esta manera, “[...] la memoria colectiva descansa sobre una

ligazón de memorias individuales, lo que se explica por la pertenencia de cada una

a una multitud de colectividades, que son otros tantos ámbitos de identificación

colectiva e individual” (Ricoeur 2010, 20-28).

La relación que plantea este filosofo entre memoria e Historia es de comple-

mentariedad y clara oposición al discurso establecido por Nora, que es excluyente

de la participación de las memorias de individuos y pueblos vencidos en la Historia.

Al contrario, el filósofo tiene una visión incluyente de las víctimas, comprendiendo

que en la construcción de “memoria histórica” debe haber una complementariedad

dialéctica entre memoria e historia, es decir que el conocimiento histórico tenga una

función crítica sobre la memoria y a su vez la memoria permita ampliar el espectro

de conocimiento de la historia (Ricoeur 2000).

En este mismo plano, se encuentra Elizabeth Jelin, luchadora contra el

régimen dictatorial que gobernó a Argentina entre 1976-1983. Jelin plantea que

en referencia a las memorias colectivas existe una lucha política de por medio.

En el pasado y en el presente las fuerzas dominantes que originaron los estados

nacionales condicionaron la memoria de los pueblos, por tal razón, se plantea una

lucha por las memorias y los olvidos entre los centros de poder y quienes se expre-

san a través de las memorias alternativas y/o defienden estas iniciativas. Estos

son los emprendedores y emprendedoras de la memoria, quienes en sus acciones

tienen un carácter social colectivo, estableciendo su proyecto e involucrando a

otros sujetos que generen nuevas ideas buscando recuperar, evidenciar y divulgar

las memorias alternativas (Jelin 2002, 48). De esta manera, la Historia escrita

por los vencedores podrá contrastarse por las memorias-historias de los vencidos

dejando un legado para el presente y el futuro de las sociedades oprimidas.

El debate en la historiografía ha llevado a preguntarse por el papel que

debe tener la memoria en el uso de la historia. De esta manera, temas como la

transmisión de la memoria, el uso de la memoria colectiva y el olvido, el papel de

la tradición en la edificación de una memoria colectiva así como la justicia de las

víctimas como parte de la lucha por una memoria histórica son temas abordados

por historiadores y otros intelectuales de otras ramas de las ciencias sociales y hu-

manas. La necesidad es que estos debates no solo se queden en Europa sino que

hagan parte de las discusiones académicas de otros lugares del mundo como es el

caso colombiano.

Algunos trabajos de memoria en Colombia y cons-trucción de memoria histórica razonada desde lasvíctimas del conflicto armado interno

En América Latina, tras las dictaduras militares, los casos de Argentina, Chile,

Perú y Nicaragua entre otros, son emblemáticos del papel que ha desempeñado

los movimientos de víctimas y de Derechos Humanos en el esclarecimiento de

la verdad, la justicia y la reparación individual y colectiva.6 Según el jurista Juan

Méndez la importancia de las memorias de víctimas radica en:

El esclarecimiento de sucesos que han sido deliberadamente mantenidos en lassombras, la valoración de la verdad por encima de las mentiras y el reconocimien-

to de que las víctimas de los abusos de poder merecen que sus sufrimientos seanrecordados (Perotin-Dumon 2007, 3).

No todos estos procesos de memoria tienen el sentido altruista que menciona

Méndez. Existen procesos en varios países que han sido llevados a cabo por parte

del Estado para mantener una imagen internacional, pero sin esclarecer la verdad,

aplicar la justicia a los victimarios y reparar adecuadamente a las víctimas.

Este puede ser el caso de Colombia, donde las iniciativas que valoran la

memoria de las víctimas han sido escasas y en muchas ocasiones coordinadas por

una razón utilitarista. Sólo a partir de le Ley 975 de 2005 (Ley de Justicia y Paz)

y en el contexto de la desmovilización de paramilitares,7 el Estado creó la CNRR

que delegó al Grupo de Memoria Histórica, en la actualidad Centro de Memoria

Histórica (CMH), para realizar informes sobre las razones del surgimiento y evolu-

ción de los grupos armados ilegales. El objetivo de CMH es construir “memoria

histórica del conflicto armado a partir de casos emblemáticos”8 (Sánchez et al.

2009, 24), produciendo textos que evidencien hechos violentos sufridos por las

víctimas como masacres, asesinatos selectivos, desapariciones forzadas, torturas,

despojos de tierras y desplazamientos forzados entre otros crímenes realizados

por los actores armados.9 El CMH como una síntesis de todas sus producciones

publicó el informe ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad (2013),

allí se reconoce el valor que tiene la memoria en un país que continúa en conflicto,

marcándose la diferencia con procesos de recuperación de memoria histórica vivi-

dos en otros países en postconflicto. Una tensa lucha entre el reconocimiento y el

olvido que juega un papel trascendental en la sociedad futura que se construye en

el presente. El informe muestra que desde 1958 hasta 2012 han habido 220.000

víctimas mortales a causa del conflicto armado interno vigente en el país (Sánchez

et. al 2013, 20).

Por su parte, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugia-

dos (ACNUR) publicó: Para que se sepa hablan las personas desplazadas en Colombia, recopilación de las historias de vida de víctimas del conflicto en el país

(Lois 2007). Entre las iniciativas impulsadas por Organizaciones No Gubernamen-

tales (ONG), se destaca el libro Hoja de Cruz. La memoria de lo que no se debe repetir de la comunidad Kankuama donde se han documentado los asesinatos de

indígenas entre 1982 y 2005 desde las voces de los familiares de las víctimas (Uribe

et al. 2009, 38). También la revista Noche y Niebla del Centro de Investigación y

Educación Popular (CINEP) denuncia a través de testimonios de víctimas violacio-

nes de derechos humanos realizadas en el marco del conflicto armado colombiano

desde 1996 hasta 2010 (CINEP 2010).

Otro archivo de recuperación de memoria histórica de víctimas, en este caso

de crímenes de Estado, es Proyecto Colombia Nunca Más (2012), del Movimiento

de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE). También está el trabajo Tácticas yestrategias para contar. Historias de la gente sobre conflicto y reconciliación enColombia (2010) del Centro de Competencia en Comunicación para América Latina

que les ha otorgado voz a las víctimas en la lucha por la divulgación de testimonios

frente a centros de poder imperantes como organismos del Estado y los medios

masivos de comunicación (Franco, Nieto y Rincón 2010, 6).

Existen otras iniciativas que resaltan el papel de mujeres víctimas del conflic-

to como La Red de Mujeres Narrar para vivir, de la Red Nacional de Iniciativas de

Paz y contra la Guerra (REDEPAZ); El Instituto de Mujeres por la Paz (IMP) que

ha recogido testimonios libres de mujeres antes del 2005 y que a partir de la Ley

de Justicia y Paz, más de la mitad de las mujeres se negaron a seguir participando

por el temor a las persecuciones contra sus vidas; y Los Informes de la Mesa deTrabajo Mujer y Conflicto que ha complementado la recopilación de testimonios

de mujeres con información producida por investigaciones académicas (Uribe et al.

2009, 63-64).

Si bien existen otros trabajos sobre recuperación, construcción y divulgación

de las memorias, se ha generado una delicada tendencia del Estado en liderar

o vigilar estos procesos por ser un actor del conflicto en cuanto a su acción y/o

omisión. La CNRR ha promovido que la “memoria histórica” sea un escenario para

el diálogo, la negociación y el reconocimiento de las diferencias con miras a un

proyecto democrático e incluyente de superación del conflicto armado, así como la

búsqueda de verdad, justicia y reparación en un contexto de reconciliación nacional

(Sánchez et al. 2009, 26). A pesar del proyecto contener una plataforma de justicia

transicional,10 llevada a cabo en otros países en épocas de post-conflicto, en el

presente proceso se generan dudas por establecerse en plena vigencia del conflicto

armado interno y sin la adecuada participación y reconocimiento de las víctimas.

Por el contrario, el proceso se ha llevado a cabo dándole prioridad a las versiones

de los victimarios quienes han relatado los vejámenes cometidos, estableciendo

discursos por conveniencia para adquirir prebendas por parte del Estado colombia-

no sin poder establecer una verdad ni jurídica ni histórica.

A partir del anterior contexto y en la investigación sobre trayectorias de vícti-

mas se pretendió construir una “memoria histórica razonada e incluyente” de las

víctimas marginadas por el conflicto armado interno que vive el país y silenciadas

y/u olvidadas desde centros de poder. La memoria histórica razonada se enmarca

en la corriente que promueve la complementariedad de la memoria y la historia y

estaría contrastando métodos tradicionales del cientificismo positivista, que como

se mencionó antes no le da la importancia que merecen los documentos orales para

la construcción de la Historia.

Pierre Vilar siempre se preocupó por una Historia, “análisis, por la coheren-

cia de la historia entendida antes que nada como un modo de pensar [...]”, (Vilar

2004, 9); es decir una “historia razonada” que estaba en contradicción del método

tradicional establecido por el positivismo. Vilar consideraba un engaño hacerse

llamar objetivo siendo más o menos partidista (Vilar 1988, 7-33). El rescate de la

subjetividad de quienes construyen la historia permite establecer cambios teóricos,

metodológicos y temáticos en la construcción de una historia apoyada por memoria

participativa de sectores marginados. Por tal razón y optando por una historia

contemporánea alternativa, en la investigación se intentó fortalecer el trabajo de

complementariedad entre Historia y Memoria a través de “memoria histórica razo-

nada”. Esta labor se puede dar mediante la acción política de quienes construyen la

memoria colectivamente:

La memoria histórica razonada que se pretende construir no es un simple ejerciciode recuerdo o rememoración, sino un producto de valoración crítico-analítica, quepueda convertirse en herramienta prospectiva para superar el pasado recordadocomo hecho doloroso, poniéndolo en acción para la construcción del futuro desdeel presente (Suárez, Ardila, Báez y Rueda 2010, 18).

Se busca que las víctimas comprendan la realidad histórica que han vivido,

razonen acerca de su pasado y contribuyan a la construcción del futuro como acto-

res protagónicos de la sociedad del presente.

Ricoeur, citado por Rodríguez, propone que la relación entre la construcción

de los discursos de la memoria y la historia sea dialéctica: “[Existiendo] narrativas

de primer orden, la de los testigos y de segundo orden, la de los historiadores. Esta

última implica un ejercicio sobre ella misma y sobre la veracidad de la narrativa

de primer orden” (Rodríguez 2010). Si bien, el historiador realiza un ejercicio de

veracidad y complementario del relato de las víctimas, son las mismas víctimas

quienes como dice Hobsbawm son los primeros historiadores. De esta manera,

quienes tienen mayor conocimiento de los acontecimientos vividos al construir una

biografía, una historia de vida o una trayectoria de vida, en fin utilizar el método

biográfico, es la misma persona que cuenta su vida a través de su propia historia.

Asimismo, Mallimaci y Giménez reafirman el argumento que pone en relevancia a

quienes relatan sucesos biográficos:

En lugar de los términos “narrador y entrevistador” o “investigador e investigado”y otros similares, usamos los de “historiador” (de quien es la vida que se historia)y “cohistoriador” (aquel que comparte con el historiador la historia cuando es na-rrada) y que establece con él la relación en la que la historia se hace tal (Mallimaciy Giménez 2006, 40).

Esta última concepción fortalece el interés de darle trascendencia a las

narraciones de las víctimas, quienes también son “historiadoras”, y revalida que sus

memorias-historias deben ser complementadas por “co-historiadores” mediante la

triangulación de los datos, la comprensión del contexto, la utilización y construcción

de conceptos y la crítica y el análisis de la información.

Para la investigación, teniendo en cuenta a Jelin la memoria es un espacio

de lucha política, donde el investigador realiza una acción colectiva emprendiendo

trabajos de la memoria que favorecen la lucha contra silencios y olvidos sufridos por

grupos minoritarios (Jelin 2002, 60). En este caso, la lucha política y reivindicativa

es de las víctimas del desplazamiento forzado que en compañía de los investigadores

construyen “memoria histórica razonada e incluyente”, resistiendo frente a margi-

naciones, negacionismos, silencios y olvidos generados por los centros de poder e

instituidos en la sociedad contemporánea.

Entendiendo la memoria de esta forma, se legitima el proceso memorístico

emprendido desde las minorías, en el caso de esta investigación, desde las víctimas

del conflicto armado interno colombiano. Cabe señalar, que estos procesos de rei-

vindicación de las memorias como un acto de lucha política no solo pueden quedar-

se en el plano de la visibilidad estatal. Debido a la importancia de estos dos objeti-

vos, reivindicación y lucha, estas memorias deben trascender y evidenciar cambios

y permanencias existentes en la vida de las víctimas que deben relacionarse con

procesos históricos. Si puede llegarse a este propósito y las mismas personas que

relatan sus memorias comprenden la dimensión de lo sucedido en sus vivencias,

podrá construirse una “memoria histórica” con razonamiento crítico; de lo contra-

rio se estaría haciendo una utilización de las víctimas con fines personalistas y se

contribuiría a silenciarlas y olvidarlas una vez más.

27

HiS

TOR

eLo

. Rev

ista

de

His

tori

a R

egio

nal y

Lo

cal I

SSN

: 21

45

-13

2X

[vo

l 5, N

o. 1

0]

julio

- d

icie

mbr

e de

20

13

Juan Felipe Rueda Arenas

Memoria e Historia entre la división, la complemen-tariedad y la crítica

Uno de los primeros intelectuales que destacaron el papel de la memoria en estudios

de ciencias sociales fue el filósofo francés de origen judío Henri Bergson. Este autor

fue contestatario del positivismo cientificista (Riego 2008, 293-329); conceptuali-

zando la memoria desde un enfoque psicológico y espiritual mediante la “memoria

pura” y “la memoria habito” (Huici 2002).3 En su obra Materia y memoria (1886),

Bergson se valió de textos que explicaban la memoria de los individuos como eran

las Confesiones de San Agustín,4 además de influenciar estudios posteriores como

los del sociólogo también francés y de origen judío Maurice Halbwachs.

A Halbwachs, se le reconoce la construcción de los conceptos (y también la

escritura de los textos) Marcos sociales de la memoria (1925) y Memoria colectiva (1949) en el establecimiento de una sociología de la memoria (De La Cuesta 1998,

203-246). A partir del contacto con la sociología de Emile Durkheim, Halbwachs

concibió la memoria como un fenómeno colectivo y siempre vivido de forma social.

En consecuencia puede definirse la memoria colectiva como el conjunto de recuer-

dos de cada individuo. Está inscrita en marcos de referencia colectivos, los cuales

son referentes para la rememoración mediante el entorno y principalmente el

lenguaje (Jedlowski 2000, 123). Asimismo, Halbwachs destacó que en la memoria

colectiva se: [...] agrupan las memorias individuales, pero no se confunde con ellas. Esta (la

memoria colectiva) evoluciona siguiendo sus leyes, y si ciertos recuerdos indivi-duales penetran también algunas veces en ella, estos cambian de figura a partir de que son emplazados en un conjunto que no es ya una conciencia personal (Halbwachs 1991, 6).

Si bien Halbwachs reconoció la singularidad del carácter de la memoria como

parte de cada sujeto, él también argumentó que:

[…] eso que llamamos los marcos colectivos de la memoria serían el resultado, la suma, la combinación de los recuerdos individuales de muchos miembros de una misma sociedad. Estos marcos ayudarían, en el mejor de los casos, a clasificar, a ordenar los recuerdos de los unos en relación con los de los otros. Sin embargo, no explicarían la memoria misma, puesto que la darían por existente (Halbwachs 2004, 10).

Según este autor, estos marcos están mediados por el lenguaje, el espacio y el

tiempo y/o mediados por la memoria colectiva de la familia, la religión, y las clases

sociales y sus tradiciones (Ver: Halbwachs 2004). De esta manera, en cualquier

situación el ser humano se ve influenciado socialmente, por lo tanto, cualquier

representación o recuerdo establecido en su memoria hace parte de la memoria

colectiva de varios grupos a los cuales perteneció y que hacen parte de esos cuadros

de referencia socio-histórica que influencian la memoria del individuo.

Desde un punto de vista sociológico, las tesis de Halbwachs fueron innovado-

ras, pero estas mismas ideas recibieron críticas por parte de algunos historiadores.

Él no consideró que la Historia pudiera abarcar todo el acontecer humano pero

si relacionó a la memoria histórica como una construcción de historias de aconteci-

mientos significativos que favorecían la construcción de la historia nacional. En sus

concepciones se observa una oposición entre la memoria colectiva y la memoria

histórica afirmando que “si por memoria histórica se entiende la lista de los aconte-

cimientos cuyo recuerdo conserva la historia nacional, no es ella, no son sus marcos

los que representan lo esencial de lo que llamamos memoria colectiva” (Halbwachs

1968, 209-219). La memoria colectiva no solo haría parte de esa historia oficial sino,

como se expuso antes, de las relaciones sociales construidas por varios individuos

en diversos cuadros sociales.

Esta sociología de la memoria fue criticada por el historiador francés Marc

Bloch (fundador junto a Lucien Febvre de la Escuela de los Annales). Bloch utilizó la

memoria como categoría para la historia, además de estar de acuerdo en la propues-

ta de categorías de origen social situadas en el espacio y el tiempo. Como crítica, este

historiador consideró restringida la propuesta de Halbwachs centrada en los grupos

(la familia, la religión y la clase) y propuso ampliar el enfoque hacia la memoria jurí-

dica y el derecho consuetudinario (Sorgentini 2003, 103-128).

Marc Bloch fue uno de los primeros historiadores que llamó la atención

sobre la trascendencia que la memoria tenía como objeto de estudio y examen de

conciencia de la Historia; argumentaba que con la memoria podía estudiarse las

problemáticas históricas que se derivan de la transmisión de información surgida de

la tradición (Sorgentini 2003, 103-128). Esta posición contrariaba la historiografía

de su tiempo en donde la Historia solo se ocupaba de temas políticos, militares y he-

roicos. Bloch defendió el universalismo que debía tener la Historia la cual no debía

ser particularizada solo a hechos heroicos o nacionales. Comparando al sociólogo y

al historiador, Hernán Sorgentini destaca:

En Halbwachs: el universalismo de la historia resulta abstracto ya que, al noimplicar una crítica al particularismo de las identidades de los grupos, terminatornando problemática la expresión “memoria histórica”, por no poder conciliarla objetividad del conocimiento con su función práctica; [mientras en ] Bloch, elintento de concebir una “memoria universalista” refiere a una idea de humanidadque se asienta sobre una perspectiva crítica de la tradición y en una concepcióndistinta del tiempo en la que el tiempo concreto y real es la materia misma de lahistoria (Sorgentini 2003,103-128).

No solo fue la Escuela de los Annales la que empezó a realizar críticas hacia

los objetos de la Historia, y al papel de la memoria y de la tradición en función de la

historia. La Escuela de Frankfurt de tendencia marxista, desarrolló una teoría crítica

que puso en tela de juicio los ideales de razón y el progreso planteados en el siglo

XVIII y XIX (Rodríguez 2010). La Escuela de Frankfurt esbozó la necesidad de la

memoria como crítica a la historia, en medio del contexto de las guerras mundiales

que dejaban un manto de duda en esa “evolución histórica” que pretendieron los

idealistas tiempo atrás.

Theodor Adorno alumno de Walter Benjamin fue uno de los intelectuales que

lideró el movimiento científico social de la Teoría Crítica. Adorno dejó un legado en

cuanto a la importancia de la memoria en períodos donde la población se ve someti-

da a un régimen autoritario. Asimismo consideró que el siglo XX [y en el XXI no

ha cambiado] representó un tiempo de contradicciones donde se promovían princi-

pios morales y éticos como la democracia, los derechos humanos, la protección

ambiental y la libertad en la creación estética, contrastados con una historia de tota-

litarismos, de violaciones a los mencionados derechos, de destrucción del medio

ambiente y de una creación estética que respondió en muchos casos al consumismo

imperante bajo las lógicas del mercado (Rodríguez 2010).

En razón de esta legítima crítica, Marta Tafalla argumentó la importancia del

legado de Adorno para el mundo académico y fundamentalmente para la visibilidad

de las víctimas:

En ese nuevo tiempo que fue inaugurado por el fascismo y en el que cualquierbarbarie es posible, el verdadero imperativo moral es el de la memoria: tomarconciencia crítica del pasado y sobre todo conceder justicia a sus víctimas. Es im-posible construir un presente justo o esperar un futuro liberado de repeticionesdel mal sin hacer justicia a quienes fueron víctimas en el pasado (Tafalla 2003,126-154).

De esta manera, la memoria histórica desde las víctimas sería un acto de

justicia y no solo un consuelo, además de ser una necesidad histórica por represen-

tar una crítica a la Historia erigida por los vencedores. Una justicia que inclusive

llevó a Carlo Ginzburg a comparar el papel del historiador con el papel del juez en

cuanto a la verificación de testimonios, recopilación de pruebas materiales y en

el establecimiento, en un caso, de una verdad histórica y en otro de una verdad

jurídica, verdades que debían estar plenamente identificadas una con la otra (Ver:

Ginzburg 1993).

La escuela marxista, de alguna forma, también buscó una justicia para quie-

nes no habían sido visibilizados en la Historia. En palabras del historiador inglés

Edward Palmer Thompson, hacer la historia de los vencidos era hacer la historia de

las clases subalternas o la historia desde abajo, es decir desde los obreros explotados

en la Inglaterra del siglo XIX (Thompson 1989, 197). Para los años 60, Thompson

consiguió estudios históricos críticos acerca del papel de los Estados nacionales y

la construcción de la tradición en los pueblos. Su obra más reconocida ha sido Laformación de la clase obrera en Inglaterra (1963), en donde abordó la experiencia

de los obreros ingleses, dándole especial relevancia a la participación de los obreros

como sujetos activos de la historia. La idea de Thompson (citado por Sorgentini) era

recuperar para el conocimiento histórico:

[...] aspectos oscuros del pasado desatendidos por las concepciones dominantes,como el sentido de la economía “moral” de los pobres en el siglo XVIII, el impactoa largo plazo de la tradición jacobina inglesa, la racionalidad de las prácticaslúdicas y el consecuente reconocimiento de su entidad política (Sorgentini 2003,103-128).

Este rescate de la tradición de los obreros permitió al historiador estudiar

a través de las tradiciones populares del siglo XVIII “[...] el substrato sobre el que

se conforma la clase como sujeto” (Sorgentini 2003,103-128). El estudio de las

tradiciones de los sujetos que no han sido parte de la Historia ha contribuido a

recuperar la memoria, en este caso, de las clases oprimidas por el capitalismo domi-

nante. Thompson divulgó la necesidad de escribir la historia desde abajo, historia

que remite a otros documentos que pueden rescatar la memoria sistemáticamente

olvidada por las clases altas y la historiografía (Rodríguez 2010). De esta manera

argumentaba la necesidad de construir a través de experiencias y tradiciones de

sujetos olvidados “otra historia” y una memoria histórica donde los sectores margi-

nados puedan reconocerse e identificarse.

De la misma escuela marxista-inglesa, Eric Hobsbawm criticó la tradición

en las estructuras de las sociedades por considerarla una invención de las elites

dominantes para crear una continuidad ficticia con el pasado (Hobsbawm y Ranger

2002, 8). Esa invención de la tradición ha sido utilizada por las elites para la cons-

trucción de la identidad nacional, fundamental en la articulación de una memoria

colectiva nacional. Por otra parte, Hobsbawm marca una clara diferencia entre

memoria e historia. Si bien, ha sido crítico de la utilización de fuentes orales para

la construcción de la historia, consideró que cada persona era el primer historiador

que existía de su propia vida por hacer inteligible el conocimiento que tenía de su

pasado (Hobsbawm 2001, 12). La principal crítica que este autor hizo de la oralidad

fue en razón a lo fragmentaria que puede resultar la memoria de los seres humanos

al momento de narrar hechos resultando ser un engaño para la historia (Cf. Fraser

1993,72-92). Por el contrario, la Historia es una ciencia preocupada por la recupe-

ración de los datos, su sistematización crítica y el establecimiento de causalidades

para su escritura, la Historia no deja al azar lo que la memoria si puede dejar. En

consecuencia la historia así tenga una razón instrumental es una construcción

científica a diferencia de la memoria que suele ser espontanea. Un debate entre

memoria e historia, entre la oposición o la complementariedad que continúa con la

Escuela de los Annales de la tercera generación.

Al francés Pierre Nora se lo reconoce por ser quien acuñó el concepto “memo-

ria histórica”. Nora y su colega el también francés Jaques Le Goff desarrollaron la

llamada Historia de las Mentalidades con estudios enfocados en las representacio-

nes colectivas y las estructuras mentales de las sociedades. Para Nora (entrevistado

por Corradini):

La memoria es el recuerdo de un pasado vivido o imaginado. Por esa razón, lamemoria siempre es portada por grupos de seres vivos que experimentaron loshechos o creen haberlo hecho. La memoria, por naturaleza, es afectiva, emotiva,abierta a todas las transformaciones, inconsciente de sus sucesivas transformacio-nes, vulnerable a toda manipulación, susceptible de permanecer latente durantelargos períodos y de bruscos despertares. La memoria es siempre un fenómenocolectivo, aunque sea psicológicamente vivida como individual (Nora 2006).

Según este autor, la memoria es imaginativa y no tiene el rigor científico que

sí posee la Historia. En contraposición a la memoria el autor afirma que:

[…] la historia es una construcción siempre problemática e incompleta de aquelloque ha dejado de existir, pero que dejó rastros. A partir de esos rastros, controla-dos, entrecruzados, comparados, el historiador trata de reconstituir lo que pudopasar y, sobre todo, integrar esos hechos en un conjunto explicativo (Nora 2006)

Pierre Nora planteó que la Historia es pública porque congrega a los indivi-

duos en torno a la nación, mientras la memoria es de ámbito privado, razón por la

cual disgregaría la conformación nacional. En este aspecto, el autor remarca que

están apareciendo cada vez más memorias de quienes quieren ponerse por encima

de la historia y de la justicia presentándose como la verdad. Nora representa la

nostalgia que produce la pérdida de la historia oficial, la cual permitía educar y

congregar a la nación francesa sobre valores, hechos y significados que él considera

son propios del francés (Nora 2006).

Su obra más reconocida es Los lugares de la memoria (1992); obra escrita

para conmemorar el bicentenario de la Revolución Francesa, donde estableció junto

con un centenar de historiadores los hechos significativos de la memoria colectiva

de la nación francesa en más de dos siglos. Los lugares de memoria son los restos

que dejan los seres humanos definidos por Nora como:

[…] la forma extrema bajo la cual subsiste una conciencia conmemorativa enuna historia que la solicita porque la ignora […] Museos, archivos, cementeriosy colecciones, fiestas, aniversario, tratados, actas, monumentos, santuarios,asociaciones, son los cerros testigos de otra época, de las ilusiones de eternidad(Nora 2008, 24).

Este historiador plantea una oposición entre memoria e historia y sugiere la

necesidad de que la Historia “avasalle a la memoria”. Dice Nora: “en el corazón de

la historia, trabaja un criticismo destructor de memoria espontánea. La memoria

siempre es sospechosa para la historia, cuya misión verdadera es destruirla y repri-

mirla” (Nora 2008, 21). Estas razones que el autor argumenta de darle una supre-

macía a la Historia sobre la generación de memoria colectiva parecen encauzadas

por una tradición positivista que ha influenciado los estudios historiográficos de

quienes han escrito en favor de los “vencedores”.

Jaques Le Goff escribió el libro Historia y memoria (1977), un texto sobre

el tiempo la memoria y la historia (Cf. De La Cuesta 1998, 203-246). Además es-

cribió la obra El orden de la memoria. El tiempo como imaginario (1991), donde

realizó un recorrido histórico de la sociedad occidental y algunas sociedades

extra europeas. En este texto, el autor expuso desde las edades míticas hasta la

contemporaneidad, cómo las sociedades han hecho para conservar y transmitir la

memoria colectiva. Le Goff más que oposición, planteó la posibilidad de integrar

la memoria (colectiva) con la Historia, siendo la “historia el proceso científico de

la memoria colectiva” (Le Goff 1991, 157). En razón a este concepto, él consideró

que la “memoria histórica” es el estudio histórico que se realiza de la memoria

colectiva de las sociedades.

Memoria colectiva que si bien, ha sido manipulada por los centros de poder,

cada vez más ha representado un espacio de lucha de los grupos minoritarios. Para

este autor:

[…] la memoria colectiva ha constituido un hito importante en la lucha por elpoder conducida por las fuerzas sociales. Apoderarse de la memoria y del olvidoes una de las máximas preocupaciones de las clases, los grupos, de los individuosque han dominado y dominan las sociedades históricas (Le Goff 1991, 133).

Estas ideas que están encaminadas hacia la complementariedad entre memo-

ria e historia, hacen parte de la tercera corriente que ha buscado explicar el concepto

memoria histórica, donde se destaca el filósofo francés Paul Ricoeur. Este exponen-

te de la filosofía contemporánea fue influenciado por la fenomenología de Edmond

Husserl y el existencialismo de Karl Jaspers. Hizo parte de la Escuela de los Annales

en los años sesenta, criticando la deshumanización del estructuralismo en la investi-

gación científica y abogando por una historia social y de las mentalidades. Dos

de sus obras Historia, memoria y olvido (2000) y La lectura del tiempo pasado:memoria y olvido (1999), exponen conceptos como memoria individual, memoria

colectiva, perdón, olvido y memoria histórica. Según Ricoeur (2000, 128-129):

[...] En primer lugar, [la memoria personal o individual] parece que es radical-mente singular. Puede decirse incluso, de la mano de Locke, que la memoriaconstituye por sí sola un criterio de la identidad personal. Mis recuerdos no sonlos vuestros. No pueden transferirse los recuerdos de uno a la memoria de otro.[...] En segundo lugar, el vínculo original de la conciencia del pasado reside en lamemoria. Desde Agustín, sabemos y comentamos que la memoria es el presentedel pasado [...] la memoria garantiza la continuidad temporal de la persona. Esacontinuidad entre el pasado y el presente me permite remontarme sin soluciónde continuidad desde el presente vivido hasta los acontecimientos más lejanosde mi infancia [...]. Finalmente y en tercer lugar, a la memoria se vincula elsentido de la orientación en el paso del tiempo; orientación en doble sentido, delpasado hacia el futuro; por impulso hacia atrás, en cierto modo, según la flechadel tiempo del cambio, y también del futuro hacia el pasado, según el movimien-

to inverso de tránsito de la espera hacia el recuerdo, a través del presente vivo[...].

Este autor al mencionar que mediante la memoria el sujeto transita del pre-

sente al pasado, hace referencia a que siendo esto una paradoja (Ricoeur 2010, 25),

la memoria le da una continuidad al ser humano en el tiempo. Si bien la memoria

individual tiene unas características particulares, ésta se va construyendo en las

relaciones sociales existentes entre los individuos. Se fundamenta en Halbwachs

para explicar algunas características que se le atribuyen a la memoria colectiva: en

primera medida, los individuos no recuerdan solos sino con ayuda de los recuerdos

de otros; y que los recuerdos se encuentran inscritos en relatos colectivos que a

su vez, son reforzados mediante conmemoraciones y celebraciones públicas de

los acontecimientos vividos en el curso de la historia, de los grupos a los que perte-

necen los seres humanos. “La ritualización de lo que podemos llamar «recuerdos

compartidos» legitima a Halbwachs para convertir cada «memoria individual [...]

en un punto de vista de la memoria colectiva” (Ricoeur 1999, 17).

La ritualización de los recuerdos compartidos, la cual se realiza con conme-

moraciones y fiestas públicas es una forma para que el Estado-nacional cree identi-

dades de los ciudadanos con hechos contados como parte de la Historia oficial. El

autor entiende, que si bien, como parte del sujeto existe una memoria individual

y colectiva puede haber una analogía entre las dos, en cuanto al carácter propio,

continuidad y polaridad pasado-futuro (Ricoeur 1999, 18) y así mismo la memoria

colectiva sería considerada una especie de personalidad de rango superior.5

Ricoeur también habla de la existencia de una traslación entre la memoria

individual y colectiva explicando que “pasamos de la memoria individual a la

memoria colectiva, tránsito perfectamente legítimo, en la medida que, gracias al

lenguaje, las memorias individuales se superponen con la memoria colectiva” (Ri-

coeur 2010, 20-28). Para que se presente este tránsito resulta fundamental el len-

guaje, el cual permite que haya relaciones de los distintos significados individuales

de los sujetos existiendo una intersubjetividad de significados superpuesta con la

memoria colectiva. De esta manera, “[...] la memoria colectiva descansa sobre una

ligazón de memorias individuales, lo que se explica por la pertenencia de cada una

a una multitud de colectividades, que son otros tantos ámbitos de identificación

colectiva e individual” (Ricoeur 2010, 20-28).

La relación que plantea este filosofo entre memoria e Historia es de comple-

mentariedad y clara oposición al discurso establecido por Nora, que es excluyente

de la participación de las memorias de individuos y pueblos vencidos en la Historia.

Al contrario, el filósofo tiene una visión incluyente de las víctimas, comprendiendo

que en la construcción de “memoria histórica” debe haber una complementariedad

dialéctica entre memoria e historia, es decir que el conocimiento histórico tenga una

función crítica sobre la memoria y a su vez la memoria permita ampliar el espectro

de conocimiento de la historia (Ricoeur 2000).

En este mismo plano, se encuentra Elizabeth Jelin, luchadora contra el

régimen dictatorial que gobernó a Argentina entre 1976-1983. Jelin plantea que

en referencia a las memorias colectivas existe una lucha política de por medio.

En el pasado y en el presente las fuerzas dominantes que originaron los estados

nacionales condicionaron la memoria de los pueblos, por tal razón, se plantea una

lucha por las memorias y los olvidos entre los centros de poder y quienes se expre-

san a través de las memorias alternativas y/o defienden estas iniciativas. Estos

son los emprendedores y emprendedoras de la memoria, quienes en sus acciones

tienen un carácter social colectivo, estableciendo su proyecto e involucrando a

otros sujetos que generen nuevas ideas buscando recuperar, evidenciar y divulgar

las memorias alternativas (Jelin 2002, 48). De esta manera, la Historia escrita

por los vencedores podrá contrastarse por las memorias-historias de los vencidos

dejando un legado para el presente y el futuro de las sociedades oprimidas.

El debate en la historiografía ha llevado a preguntarse por el papel que

debe tener la memoria en el uso de la historia. De esta manera, temas como la

transmisión de la memoria, el uso de la memoria colectiva y el olvido, el papel de

la tradición en la edificación de una memoria colectiva así como la justicia de las

víctimas como parte de la lucha por una memoria histórica son temas abordados

por historiadores y otros intelectuales de otras ramas de las ciencias sociales y hu-

manas. La necesidad es que estos debates no solo se queden en Europa sino que

hagan parte de las discusiones académicas de otros lugares del mundo como es el

caso colombiano.

Algunos trabajos de memoria en Colombia y cons-trucción de memoria histórica razonada desde lasvíctimas del conflicto armado interno

En América Latina, tras las dictaduras militares, los casos de Argentina, Chile,

Perú y Nicaragua entre otros, son emblemáticos del papel que ha desempeñado

los movimientos de víctimas y de Derechos Humanos en el esclarecimiento de

la verdad, la justicia y la reparación individual y colectiva.6 Según el jurista Juan

Méndez la importancia de las memorias de víctimas radica en:

El esclarecimiento de sucesos que han sido deliberadamente mantenidos en lassombras, la valoración de la verdad por encima de las mentiras y el reconocimien-

to de que las víctimas de los abusos de poder merecen que sus sufrimientos seanrecordados (Perotin-Dumon 2007, 3).

No todos estos procesos de memoria tienen el sentido altruista que menciona

Méndez. Existen procesos en varios países que han sido llevados a cabo por parte

del Estado para mantener una imagen internacional, pero sin esclarecer la verdad,

aplicar la justicia a los victimarios y reparar adecuadamente a las víctimas.

Este puede ser el caso de Colombia, donde las iniciativas que valoran la

memoria de las víctimas han sido escasas y en muchas ocasiones coordinadas por

una razón utilitarista. Sólo a partir de le Ley 975 de 2005 (Ley de Justicia y Paz)

y en el contexto de la desmovilización de paramilitares,7 el Estado creó la CNRR

que delegó al Grupo de Memoria Histórica, en la actualidad Centro de Memoria

Histórica (CMH), para realizar informes sobre las razones del surgimiento y evolu-

ción de los grupos armados ilegales. El objetivo de CMH es construir “memoria

histórica del conflicto armado a partir de casos emblemáticos”8 (Sánchez et al.

2009, 24), produciendo textos que evidencien hechos violentos sufridos por las

víctimas como masacres, asesinatos selectivos, desapariciones forzadas, torturas,

despojos de tierras y desplazamientos forzados entre otros crímenes realizados

por los actores armados.9 El CMH como una síntesis de todas sus producciones

publicó el informe ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad (2013),

allí se reconoce el valor que tiene la memoria en un país que continúa en conflicto,

marcándose la diferencia con procesos de recuperación de memoria histórica vivi-

dos en otros países en postconflicto. Una tensa lucha entre el reconocimiento y el

olvido que juega un papel trascendental en la sociedad futura que se construye en

el presente. El informe muestra que desde 1958 hasta 2012 han habido 220.000

víctimas mortales a causa del conflicto armado interno vigente en el país (Sánchez

et. al 2013, 20).

Por su parte, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugia-

dos (ACNUR) publicó: Para que se sepa hablan las personas desplazadas en Colombia, recopilación de las historias de vida de víctimas del conflicto en el país

(Lois 2007). Entre las iniciativas impulsadas por Organizaciones No Gubernamen-

tales (ONG), se destaca el libro Hoja de Cruz. La memoria de lo que no se debe repetir de la comunidad Kankuama donde se han documentado los asesinatos de

indígenas entre 1982 y 2005 desde las voces de los familiares de las víctimas (Uribe

et al. 2009, 38). También la revista Noche y Niebla del Centro de Investigación y

Educación Popular (CINEP) denuncia a través de testimonios de víctimas violacio-

nes de derechos humanos realizadas en el marco del conflicto armado colombiano

desde 1996 hasta 2010 (CINEP 2010).

Otro archivo de recuperación de memoria histórica de víctimas, en este caso

de crímenes de Estado, es Proyecto Colombia Nunca Más (2012), del Movimiento

de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE). También está el trabajo Tácticas yestrategias para contar. Historias de la gente sobre conflicto y reconciliación enColombia (2010) del Centro de Competencia en Comunicación para América Latina

que les ha otorgado voz a las víctimas en la lucha por la divulgación de testimonios

frente a centros de poder imperantes como organismos del Estado y los medios

masivos de comunicación (Franco, Nieto y Rincón 2010, 6).

Existen otras iniciativas que resaltan el papel de mujeres víctimas del conflic-

to como La Red de Mujeres Narrar para vivir, de la Red Nacional de Iniciativas de

Paz y contra la Guerra (REDEPAZ); El Instituto de Mujeres por la Paz (IMP) que

ha recogido testimonios libres de mujeres antes del 2005 y que a partir de la Ley

de Justicia y Paz, más de la mitad de las mujeres se negaron a seguir participando

por el temor a las persecuciones contra sus vidas; y Los Informes de la Mesa deTrabajo Mujer y Conflicto que ha complementado la recopilación de testimonios

de mujeres con información producida por investigaciones académicas (Uribe et al.

2009, 63-64).

Si bien existen otros trabajos sobre recuperación, construcción y divulgación

de las memorias, se ha generado una delicada tendencia del Estado en liderar

o vigilar estos procesos por ser un actor del conflicto en cuanto a su acción y/o

omisión. La CNRR ha promovido que la “memoria histórica” sea un escenario para

el diálogo, la negociación y el reconocimiento de las diferencias con miras a un

proyecto democrático e incluyente de superación del conflicto armado, así como la

búsqueda de verdad, justicia y reparación en un contexto de reconciliación nacional

(Sánchez et al. 2009, 26). A pesar del proyecto contener una plataforma de justicia

transicional,10 llevada a cabo en otros países en épocas de post-conflicto, en el

presente proceso se generan dudas por establecerse en plena vigencia del conflicto

armado interno y sin la adecuada participación y reconocimiento de las víctimas.

Por el contrario, el proceso se ha llevado a cabo dándole prioridad a las versiones

de los victimarios quienes han relatado los vejámenes cometidos, estableciendo

discursos por conveniencia para adquirir prebendas por parte del Estado colombia-

no sin poder establecer una verdad ni jurídica ni histórica.

A partir del anterior contexto y en la investigación sobre trayectorias de vícti-

mas se pretendió construir una “memoria histórica razonada e incluyente” de las

víctimas marginadas por el conflicto armado interno que vive el país y silenciadas

y/u olvidadas desde centros de poder. La memoria histórica razonada se enmarca

en la corriente que promueve la complementariedad de la memoria y la historia y

estaría contrastando métodos tradicionales del cientificismo positivista, que como

se mencionó antes no le da la importancia que merecen los documentos orales para

la construcción de la Historia.

Pierre Vilar siempre se preocupó por una Historia, “análisis, por la coheren-

cia de la historia entendida antes que nada como un modo de pensar [...]”, (Vilar

2004, 9); es decir una “historia razonada” que estaba en contradicción del método

tradicional establecido por el positivismo. Vilar consideraba un engaño hacerse

llamar objetivo siendo más o menos partidista (Vilar 1988, 7-33). El rescate de la

subjetividad de quienes construyen la historia permite establecer cambios teóricos,

metodológicos y temáticos en la construcción de una historia apoyada por memoria

participativa de sectores marginados. Por tal razón y optando por una historia

contemporánea alternativa, en la investigación se intentó fortalecer el trabajo de

complementariedad entre Historia y Memoria a través de “memoria histórica razo-

nada”. Esta labor se puede dar mediante la acción política de quienes construyen la

memoria colectivamente:

La memoria histórica razonada que se pretende construir no es un simple ejerciciode recuerdo o rememoración, sino un producto de valoración crítico-analítica, quepueda convertirse en herramienta prospectiva para superar el pasado recordadocomo hecho doloroso, poniéndolo en acción para la construcción del futuro desdeel presente (Suárez, Ardila, Báez y Rueda 2010, 18).

Se busca que las víctimas comprendan la realidad histórica que han vivido,

razonen acerca de su pasado y contribuyan a la construcción del futuro como acto-

res protagónicos de la sociedad del presente.

Ricoeur, citado por Rodríguez, propone que la relación entre la construcción

de los discursos de la memoria y la historia sea dialéctica: “[Existiendo] narrativas

de primer orden, la de los testigos y de segundo orden, la de los historiadores. Esta

última implica un ejercicio sobre ella misma y sobre la veracidad de la narrativa

de primer orden” (Rodríguez 2010). Si bien, el historiador realiza un ejercicio de

veracidad y complementario del relato de las víctimas, son las mismas víctimas

quienes como dice Hobsbawm son los primeros historiadores. De esta manera,

quienes tienen mayor conocimiento de los acontecimientos vividos al construir una

biografía, una historia de vida o una trayectoria de vida, en fin utilizar el método

biográfico, es la misma persona que cuenta su vida a través de su propia historia.

Asimismo, Mallimaci y Giménez reafirman el argumento que pone en relevancia a

quienes relatan sucesos biográficos:

En lugar de los términos “narrador y entrevistador” o “investigador e investigado”y otros similares, usamos los de “historiador” (de quien es la vida que se historia)y “cohistoriador” (aquel que comparte con el historiador la historia cuando es na-rrada) y que establece con él la relación en la que la historia se hace tal (Mallimaciy Giménez 2006, 40).

Esta última concepción fortalece el interés de darle trascendencia a las

narraciones de las víctimas, quienes también son “historiadoras”, y revalida que sus

memorias-historias deben ser complementadas por “co-historiadores” mediante la

triangulación de los datos, la comprensión del contexto, la utilización y construcción

de conceptos y la crítica y el análisis de la información.

Para la investigación, teniendo en cuenta a Jelin la memoria es un espacio

de lucha política, donde el investigador realiza una acción colectiva emprendiendo

trabajos de la memoria que favorecen la lucha contra silencios y olvidos sufridos por

grupos minoritarios (Jelin 2002, 60). En este caso, la lucha política y reivindicativa

es de las víctimas del desplazamiento forzado que en compañía de los investigadores

construyen “memoria histórica razonada e incluyente”, resistiendo frente a margi-

naciones, negacionismos, silencios y olvidos generados por los centros de poder e

instituidos en la sociedad contemporánea.

Entendiendo la memoria de esta forma, se legitima el proceso memorístico

emprendido desde las minorías, en el caso de esta investigación, desde las víctimas

del conflicto armado interno colombiano. Cabe señalar, que estos procesos de rei-

vindicación de las memorias como un acto de lucha política no solo pueden quedar-

se en el plano de la visibilidad estatal. Debido a la importancia de estos dos objeti-

vos, reivindicación y lucha, estas memorias deben trascender y evidenciar cambios

y permanencias existentes en la vida de las víctimas que deben relacionarse con

procesos históricos. Si puede llegarse a este propósito y las mismas personas que

relatan sus memorias comprenden la dimensión de lo sucedido en sus vivencias,

podrá construirse una “memoria histórica” con razonamiento crítico; de lo contra-

rio se estaría haciendo una utilización de las víctimas con fines personalistas y se

contribuiría a silenciarlas y olvidarlas una vez más.

Juan Felipe Rueda Arenas28H

iSTO

ReL

o. R

evis

ta d

e H

isto

ria

Reg

iona

l y L

oca

l ISS

N: 2

14

5-1

32

X [

vol 5

, No

. 10

] ju

lio -

dic

iem

bre

de 2

01

3

Memoria e Historia entre la división, la complemen-tariedad y la crítica

Uno de los primeros intelectuales que destacaron el papel de la memoria en estudios

de ciencias sociales fue el filósofo francés de origen judío Henri Bergson. Este autor

fue contestatario del positivismo cientificista (Riego 2008, 293-329); conceptuali-

zando la memoria desde un enfoque psicológico y espiritual mediante la “memoria

pura” y “la memoria habito” (Huici 2002).3 En su obra Materia y memoria (1886),

Bergson se valió de textos que explicaban la memoria de los individuos como eran

las Confesiones de San Agustín,4 además de influenciar estudios posteriores como

los del sociólogo también francés y de origen judío Maurice Halbwachs.

A Halbwachs, se le reconoce la construcción de los conceptos (y también la

escritura de los textos) Marcos sociales de la memoria (1925) y Memoria colectiva (1949) en el establecimiento de una sociología de la memoria (De La Cuesta 1998,

203-246). A partir del contacto con la sociología de Emile Durkheim, Halbwachs

concibió la memoria como un fenómeno colectivo y siempre vivido de forma social.

En consecuencia puede definirse la memoria colectiva como el conjunto de recuer-

dos de cada individuo. Está inscrita en marcos de referencia colectivos, los cuales

son referentes para la rememoración mediante el entorno y principalmente el

lenguaje (Jedlowski 2000, 123). Asimismo, Halbwachs destacó que en la memoria

colectiva se: [...] agrupan las memorias individuales, pero no se confunde con ellas. Esta (la

memoria colectiva) evoluciona siguiendo sus leyes, y si ciertos recuerdos indivi-duales penetran también algunas veces en ella, estos cambian de figura a partirde que son emplazados en un conjunto que no es ya una conciencia personal(Halbwachs 1991, 6).

Si bien Halbwachs reconoció la singularidad del carácter de la memoria como

parte de cada sujeto, él también argumentó que:

[…] eso que llamamos los marcos colectivos de la memoria serían el resultado, lasuma, la combinación de los recuerdos individuales de muchos miembros de unamisma sociedad. Estos marcos ayudarían, en el mejor de los casos, a clasificar, aordenar los recuerdos de los unos en relación con los de los otros. Sin embargo,no explicarían la memoria misma, puesto que la darían por existente (Halbwachs2004, 10).

Según este autor, estos marcos están mediados por el lenguaje, el espacio y el

tiempo y/o mediados por la memoria colectiva de la familia, la religión, y las clases

sociales y sus tradiciones (Ver: Halbwachs 2004). De esta manera, en cualquier

situación el ser humano se ve influenciado socialmente, por lo tanto, cualquier

representación o recuerdo establecido en su memoria hace parte de la memoria

colectiva de varios grupos a los cuales perteneció y que hacen parte de esos cuadros

de referencia socio-histórica que influencian la memoria del individuo.

Desde un punto de vista sociológico, las tesis de Halbwachs fueron innovado-

ras, pero estas mismas ideas recibieron críticas por parte de algunos historiadores.

Él no consideró que la Historia pudiera abarcar todo el acontecer humano pero

si relacionó a la memoria histórica como una construcción de historias de aconteci-

mientos significativos que favorecían la construcción de la historia nacional. En sus

concepciones se observa una oposición entre la memoria colectiva y la memoria

histórica afirmando que “si por memoria histórica se entiende la lista de los aconte-

cimientos cuyo recuerdo conserva la historia nacional, no es ella, no son sus marcos

los que representan lo esencial de lo que llamamos memoria colectiva” (Halbwachs

1968, 209-219). La memoria colectiva no solo haría parte de esa historia oficial sino,

como se expuso antes, de las relaciones sociales construidas por varios individuos

en diversos cuadros sociales.

Esta sociología de la memoria fue criticada por el historiador francés Marc

Bloch (fundador junto a Lucien Febvre de la Escuela de los Annales). Bloch utilizó la

memoria como categoría para la historia, además de estar de acuerdo en la propues-

ta de categorías de origen social situadas en el espacio y el tiempo. Como crítica, este

historiador consideró restringida la propuesta de Halbwachs centrada en los grupos

(la familia, la religión y la clase) y propuso ampliar el enfoque hacia la memoria jurí-

dica y el derecho consuetudinario (Sorgentini 2003, 103-128).

Marc Bloch fue uno de los primeros historiadores que llamó la atención

sobre la trascendencia que la memoria tenía como objeto de estudio y examen de

conciencia de la Historia; argumentaba que con la memoria podía estudiarse las

problemáticas históricas que se derivan de la transmisión de información surgida de

la tradición (Sorgentini 2003, 103-128). Esta posición contrariaba la historiografía

de su tiempo en donde la Historia solo se ocupaba de temas políticos, militares y he-

roicos. Bloch defendió el universalismo que debía tener la Historia la cual no debía

ser particularizada solo a hechos heroicos o nacionales. Comparando al sociólogo y

al historiador, Hernán Sorgentini destaca:

En Halbwachs: el universalismo de la historia resulta abstracto ya que, al no implicar una crítica al particularismo de las identidades de los grupos, termina tornando problemática la expresión “memoria histórica”, por no poder conciliar la objetividad del conocimiento con su función práctica; [mientras en ] Bloch, el intento de concebir una “memoria universalista” refiere a una idea de humanidad que se asienta sobre una perspectiva crítica de la tradición y en una concepción distinta del tiempo en la que el tiempo concreto y real es la materia misma de la historia (Sorgentini 2003,103-128).

No solo fue la Escuela de los Annales la que empezó a realizar críticas hacia

los objetos de la Historia, y al papel de la memoria y de la tradición en función de la

historia. La Escuela de Frankfurt de tendencia marxista, desarrolló una teoría crítica

que puso en tela de juicio los ideales de razón y el progreso planteados en el siglo

XVIII y XIX (Rodríguez 2010). La Escuela de Frankfurt esbozó la necesidad de la

memoria como crítica a la historia, en medio del contexto de las guerras mundiales

que dejaban un manto de duda en esa “evolución histórica” que pretendieron los

idealistas tiempo atrás.

Theodor Adorno alumno de Walter Benjamin fue uno de los intelectuales que

lideró el movimiento científico social de la Teoría Crítica. Adorno dejó un legado en

cuanto a la importancia de la memoria en períodos donde la población se ve someti-

da a un régimen autoritario. Asimismo consideró que el siglo XX [y en el XXI no

ha cambiado] representó un tiempo de contradicciones donde se promovían princi-

pios morales y éticos como la democracia, los derechos humanos, la protección

ambiental y la libertad en la creación estética, contrastados con una historia de tota-

litarismos, de violaciones a los mencionados derechos, de destrucción del medio

ambiente y de una creación estética que respondió en muchos casos al consumismo

imperante bajo las lógicas del mercado (Rodríguez 2010).

En razón de esta legítima crítica, Marta Tafalla argumentó la importancia del

legado de Adorno para el mundo académico y fundamentalmente para la visibilidad

de las víctimas:

En ese nuevo tiempo que fue inaugurado por el fascismo y en el que cualquierbarbarie es posible, el verdadero imperativo moral es el de la memoria: tomarconciencia crítica del pasado y sobre todo conceder justicia a sus víctimas. Es im-posible construir un presente justo o esperar un futuro liberado de repeticionesdel mal sin hacer justicia a quienes fueron víctimas en el pasado (Tafalla 2003,126-154).

De esta manera, la memoria histórica desde las víctimas sería un acto de

justicia y no solo un consuelo, además de ser una necesidad histórica por represen-

tar una crítica a la Historia erigida por los vencedores. Una justicia que inclusive

llevó a Carlo Ginzburg a comparar el papel del historiador con el papel del juez en

cuanto a la verificación de testimonios, recopilación de pruebas materiales y en

el establecimiento, en un caso, de una verdad histórica y en otro de una verdad

jurídica, verdades que debían estar plenamente identificadas una con la otra (Ver:

Ginzburg 1993).

La escuela marxista, de alguna forma, también buscó una justicia para quie-

nes no habían sido visibilizados en la Historia. En palabras del historiador inglés

Edward Palmer Thompson, hacer la historia de los vencidos era hacer la historia de

las clases subalternas o la historia desde abajo, es decir desde los obreros explotados

en la Inglaterra del siglo XIX (Thompson 1989, 197). Para los años 60, Thompson

consiguió estudios históricos críticos acerca del papel de los Estados nacionales y

la construcción de la tradición en los pueblos. Su obra más reconocida ha sido Laformación de la clase obrera en Inglaterra (1963), en donde abordó la experiencia

de los obreros ingleses, dándole especial relevancia a la participación de los obreros

como sujetos activos de la historia. La idea de Thompson (citado por Sorgentini) era

recuperar para el conocimiento histórico:

[...] aspectos oscuros del pasado desatendidos por las concepciones dominantes,como el sentido de la economía “moral” de los pobres en el siglo XVIII, el impactoa largo plazo de la tradición jacobina inglesa, la racionalidad de las prácticaslúdicas y el consecuente reconocimiento de su entidad política (Sorgentini 2003,103-128).

Este rescate de la tradición de los obreros permitió al historiador estudiar

a través de las tradiciones populares del siglo XVIII “[...] el substrato sobre el que

se conforma la clase como sujeto” (Sorgentini 2003,103-128). El estudio de las

tradiciones de los sujetos que no han sido parte de la Historia ha contribuido a

recuperar la memoria, en este caso, de las clases oprimidas por el capitalismo domi-

nante. Thompson divulgó la necesidad de escribir la historia desde abajo, historia

que remite a otros documentos que pueden rescatar la memoria sistemáticamente

olvidada por las clases altas y la historiografía (Rodríguez 2010). De esta manera

argumentaba la necesidad de construir a través de experiencias y tradiciones de

sujetos olvidados “otra historia” y una memoria histórica donde los sectores margi-

nados puedan reconocerse e identificarse.

De la misma escuela marxista-inglesa, Eric Hobsbawm criticó la tradición

en las estructuras de las sociedades por considerarla una invención de las elites

dominantes para crear una continuidad ficticia con el pasado (Hobsbawm y Ranger

2002, 8). Esa invención de la tradición ha sido utilizada por las elites para la cons-

trucción de la identidad nacional, fundamental en la articulación de una memoria

colectiva nacional. Por otra parte, Hobsbawm marca una clara diferencia entre

memoria e historia. Si bien, ha sido crítico de la utilización de fuentes orales para

la construcción de la historia, consideró que cada persona era el primer historiador

que existía de su propia vida por hacer inteligible el conocimiento que tenía de su

pasado (Hobsbawm 2001, 12). La principal crítica que este autor hizo de la oralidad

fue en razón a lo fragmentaria que puede resultar la memoria de los seres humanos

al momento de narrar hechos resultando ser un engaño para la historia (Cf. Fraser

1993,72-92). Por el contrario, la Historia es una ciencia preocupada por la recupe-

ración de los datos, su sistematización crítica y el establecimiento de causalidades

para su escritura, la Historia no deja al azar lo que la memoria si puede dejar. En

consecuencia la historia así tenga una razón instrumental es una construcción

científica a diferencia de la memoria que suele ser espontanea. Un debate entre

memoria e historia, entre la oposición o la complementariedad que continúa con la

Escuela de los Annales de la tercera generación.

Al francés Pierre Nora se lo reconoce por ser quien acuñó el concepto “memo-

ria histórica”. Nora y su colega el también francés Jaques Le Goff desarrollaron la

llamada Historia de las Mentalidades con estudios enfocados en las representacio-

nes colectivas y las estructuras mentales de las sociedades. Para Nora (entrevistado

por Corradini):

La memoria es el recuerdo de un pasado vivido o imaginado. Por esa razón, lamemoria siempre es portada por grupos de seres vivos que experimentaron loshechos o creen haberlo hecho. La memoria, por naturaleza, es afectiva, emotiva,abierta a todas las transformaciones, inconsciente de sus sucesivas transformacio-nes, vulnerable a toda manipulación, susceptible de permanecer latente durantelargos períodos y de bruscos despertares. La memoria es siempre un fenómenocolectivo, aunque sea psicológicamente vivida como individual (Nora 2006).

Según este autor, la memoria es imaginativa y no tiene el rigor científico que

sí posee la Historia. En contraposición a la memoria el autor afirma que:

[…] la historia es una construcción siempre problemática e incompleta de aquelloque ha dejado de existir, pero que dejó rastros. A partir de esos rastros, controla-dos, entrecruzados, comparados, el historiador trata de reconstituir lo que pudopasar y, sobre todo, integrar esos hechos en un conjunto explicativo (Nora 2006)

Pierre Nora planteó que la Historia es pública porque congrega a los indivi-

duos en torno a la nación, mientras la memoria es de ámbito privado, razón por la

cual disgregaría la conformación nacional. En este aspecto, el autor remarca que

están apareciendo cada vez más memorias de quienes quieren ponerse por encima

de la historia y de la justicia presentándose como la verdad. Nora representa la

nostalgia que produce la pérdida de la historia oficial, la cual permitía educar y

congregar a la nación francesa sobre valores, hechos y significados que él considera

son propios del francés (Nora 2006).

Su obra más reconocida es Los lugares de la memoria (1992); obra escrita

para conmemorar el bicentenario de la Revolución Francesa, donde estableció junto

con un centenar de historiadores los hechos significativos de la memoria colectiva

de la nación francesa en más de dos siglos. Los lugares de memoria son los restos

que dejan los seres humanos definidos por Nora como:

[…] la forma extrema bajo la cual subsiste una conciencia conmemorativa enuna historia que la solicita porque la ignora […] Museos, archivos, cementeriosy colecciones, fiestas, aniversario, tratados, actas, monumentos, santuarios,asociaciones, son los cerros testigos de otra época, de las ilusiones de eternidad(Nora 2008, 24).

Este historiador plantea una oposición entre memoria e historia y sugiere la

necesidad de que la Historia “avasalle a la memoria”. Dice Nora: “en el corazón de

la historia, trabaja un criticismo destructor de memoria espontánea. La memoria

siempre es sospechosa para la historia, cuya misión verdadera es destruirla y repri-

mirla” (Nora 2008, 21). Estas razones que el autor argumenta de darle una supre-

macía a la Historia sobre la generación de memoria colectiva parecen encauzadas

por una tradición positivista que ha influenciado los estudios historiográficos de

quienes han escrito en favor de los “vencedores”.

Jaques Le Goff escribió el libro Historia y memoria (1977), un texto sobre

el tiempo la memoria y la historia (Cf. De La Cuesta 1998, 203-246). Además es-

cribió la obra El orden de la memoria. El tiempo como imaginario (1991), donde

realizó un recorrido histórico de la sociedad occidental y algunas sociedades

extra europeas. En este texto, el autor expuso desde las edades míticas hasta la

contemporaneidad, cómo las sociedades han hecho para conservar y transmitir la

memoria colectiva. Le Goff más que oposición, planteó la posibilidad de integrar

la memoria (colectiva) con la Historia, siendo la “historia el proceso científico de

la memoria colectiva” (Le Goff 1991, 157). En razón a este concepto, él consideró

que la “memoria histórica” es el estudio histórico que se realiza de la memoria

colectiva de las sociedades.

Memoria colectiva que si bien, ha sido manipulada por los centros de poder,

cada vez más ha representado un espacio de lucha de los grupos minoritarios. Para

este autor:

[…] la memoria colectiva ha constituido un hito importante en la lucha por elpoder conducida por las fuerzas sociales. Apoderarse de la memoria y del olvidoes una de las máximas preocupaciones de las clases, los grupos, de los individuosque han dominado y dominan las sociedades históricas (Le Goff 1991, 133).

Estas ideas que están encaminadas hacia la complementariedad entre memo-

ria e historia, hacen parte de la tercera corriente que ha buscado explicar el concepto

memoria histórica, donde se destaca el filósofo francés Paul Ricoeur. Este exponen-

te de la filosofía contemporánea fue influenciado por la fenomenología de Edmond

Husserl y el existencialismo de Karl Jaspers. Hizo parte de la Escuela de los Annales

en los años sesenta, criticando la deshumanización del estructuralismo en la investi-

gación científica y abogando por una historia social y de las mentalidades. Dos

de sus obras Historia, memoria y olvido (2000) y La lectura del tiempo pasado:memoria y olvido (1999), exponen conceptos como memoria individual, memoria

colectiva, perdón, olvido y memoria histórica. Según Ricoeur (2000, 128-129):

[...] En primer lugar, [la memoria personal o individual] parece que es radical-mente singular. Puede decirse incluso, de la mano de Locke, que la memoriaconstituye por sí sola un criterio de la identidad personal. Mis recuerdos no sonlos vuestros. No pueden transferirse los recuerdos de uno a la memoria de otro.[...] En segundo lugar, el vínculo original de la conciencia del pasado reside en lamemoria. Desde Agustín, sabemos y comentamos que la memoria es el presentedel pasado [...] la memoria garantiza la continuidad temporal de la persona. Esacontinuidad entre el pasado y el presente me permite remontarme sin soluciónde continuidad desde el presente vivido hasta los acontecimientos más lejanosde mi infancia [...]. Finalmente y en tercer lugar, a la memoria se vincula elsentido de la orientación en el paso del tiempo; orientación en doble sentido, delpasado hacia el futuro; por impulso hacia atrás, en cierto modo, según la flechadel tiempo del cambio, y también del futuro hacia el pasado, según el movimien-

to inverso de tránsito de la espera hacia el recuerdo, a través del presente vivo[...].

Este autor al mencionar que mediante la memoria el sujeto transita del pre-

sente al pasado, hace referencia a que siendo esto una paradoja (Ricoeur 2010, 25),

la memoria le da una continuidad al ser humano en el tiempo. Si bien la memoria

individual tiene unas características particulares, ésta se va construyendo en las

relaciones sociales existentes entre los individuos. Se fundamenta en Halbwachs

para explicar algunas características que se le atribuyen a la memoria colectiva: en

primera medida, los individuos no recuerdan solos sino con ayuda de los recuerdos

de otros; y que los recuerdos se encuentran inscritos en relatos colectivos que a

su vez, son reforzados mediante conmemoraciones y celebraciones públicas de

los acontecimientos vividos en el curso de la historia, de los grupos a los que perte-

necen los seres humanos. “La ritualización de lo que podemos llamar «recuerdos

compartidos» legitima a Halbwachs para convertir cada «memoria individual [...]

en un punto de vista de la memoria colectiva” (Ricoeur 1999, 17).

La ritualización de los recuerdos compartidos, la cual se realiza con conme-

moraciones y fiestas públicas es una forma para que el Estado-nacional cree identi-

dades de los ciudadanos con hechos contados como parte de la Historia oficial. El

autor entiende, que si bien, como parte del sujeto existe una memoria individual

y colectiva puede haber una analogía entre las dos, en cuanto al carácter propio,

continuidad y polaridad pasado-futuro (Ricoeur 1999, 18) y así mismo la memoria

colectiva sería considerada una especie de personalidad de rango superior.5

Ricoeur también habla de la existencia de una traslación entre la memoria

individual y colectiva explicando que “pasamos de la memoria individual a la

memoria colectiva, tránsito perfectamente legítimo, en la medida que, gracias al

lenguaje, las memorias individuales se superponen con la memoria colectiva” (Ri-

coeur 2010, 20-28). Para que se presente este tránsito resulta fundamental el len-

guaje, el cual permite que haya relaciones de los distintos significados individuales

de los sujetos existiendo una intersubjetividad de significados superpuesta con la

memoria colectiva. De esta manera, “[...] la memoria colectiva descansa sobre una

ligazón de memorias individuales, lo que se explica por la pertenencia de cada una

a una multitud de colectividades, que son otros tantos ámbitos de identificación

colectiva e individual” (Ricoeur 2010, 20-28).

La relación que plantea este filosofo entre memoria e Historia es de comple-

mentariedad y clara oposición al discurso establecido por Nora, que es excluyente

de la participación de las memorias de individuos y pueblos vencidos en la Historia.

Al contrario, el filósofo tiene una visión incluyente de las víctimas, comprendiendo

que en la construcción de “memoria histórica” debe haber una complementariedad

dialéctica entre memoria e historia, es decir que el conocimiento histórico tenga una

función crítica sobre la memoria y a su vez la memoria permita ampliar el espectro

de conocimiento de la historia (Ricoeur 2000).

En este mismo plano, se encuentra Elizabeth Jelin, luchadora contra el

régimen dictatorial que gobernó a Argentina entre 1976-1983. Jelin plantea que

en referencia a las memorias colectivas existe una lucha política de por medio.

En el pasado y en el presente las fuerzas dominantes que originaron los estados

nacionales condicionaron la memoria de los pueblos, por tal razón, se plantea una

lucha por las memorias y los olvidos entre los centros de poder y quienes se expre-

san a través de las memorias alternativas y/o defienden estas iniciativas. Estos

son los emprendedores y emprendedoras de la memoria, quienes en sus acciones

tienen un carácter social colectivo, estableciendo su proyecto e involucrando a

otros sujetos que generen nuevas ideas buscando recuperar, evidenciar y divulgar

las memorias alternativas (Jelin 2002, 48). De esta manera, la Historia escrita

por los vencedores podrá contrastarse por las memorias-historias de los vencidos

dejando un legado para el presente y el futuro de las sociedades oprimidas.

El debate en la historiografía ha llevado a preguntarse por el papel que

debe tener la memoria en el uso de la historia. De esta manera, temas como la

transmisión de la memoria, el uso de la memoria colectiva y el olvido, el papel de

la tradición en la edificación de una memoria colectiva así como la justicia de las

víctimas como parte de la lucha por una memoria histórica son temas abordados

por historiadores y otros intelectuales de otras ramas de las ciencias sociales y hu-

manas. La necesidad es que estos debates no solo se queden en Europa sino que

hagan parte de las discusiones académicas de otros lugares del mundo como es el

caso colombiano.

Algunos trabajos de memoria en Colombia y cons-trucción de memoria histórica razonada desde lasvíctimas del conflicto armado interno

En América Latina, tras las dictaduras militares, los casos de Argentina, Chile,

Perú y Nicaragua entre otros, son emblemáticos del papel que ha desempeñado

los movimientos de víctimas y de Derechos Humanos en el esclarecimiento de

la verdad, la justicia y la reparación individual y colectiva.6 Según el jurista Juan

Méndez la importancia de las memorias de víctimas radica en:

El esclarecimiento de sucesos que han sido deliberadamente mantenidos en lassombras, la valoración de la verdad por encima de las mentiras y el reconocimien-

to de que las víctimas de los abusos de poder merecen que sus sufrimientos seanrecordados (Perotin-Dumon 2007, 3).

No todos estos procesos de memoria tienen el sentido altruista que menciona

Méndez. Existen procesos en varios países que han sido llevados a cabo por parte

del Estado para mantener una imagen internacional, pero sin esclarecer la verdad,

aplicar la justicia a los victimarios y reparar adecuadamente a las víctimas.

Este puede ser el caso de Colombia, donde las iniciativas que valoran la

memoria de las víctimas han sido escasas y en muchas ocasiones coordinadas por

una razón utilitarista. Sólo a partir de le Ley 975 de 2005 (Ley de Justicia y Paz)

y en el contexto de la desmovilización de paramilitares,7 el Estado creó la CNRR

que delegó al Grupo de Memoria Histórica, en la actualidad Centro de Memoria

Histórica (CMH), para realizar informes sobre las razones del surgimiento y evolu-

ción de los grupos armados ilegales. El objetivo de CMH es construir “memoria

histórica del conflicto armado a partir de casos emblemáticos”8 (Sánchez et al.

2009, 24), produciendo textos que evidencien hechos violentos sufridos por las

víctimas como masacres, asesinatos selectivos, desapariciones forzadas, torturas,

despojos de tierras y desplazamientos forzados entre otros crímenes realizados

por los actores armados.9 El CMH como una síntesis de todas sus producciones

publicó el informe ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad (2013),

allí se reconoce el valor que tiene la memoria en un país que continúa en conflicto,

marcándose la diferencia con procesos de recuperación de memoria histórica vivi-

dos en otros países en postconflicto. Una tensa lucha entre el reconocimiento y el

olvido que juega un papel trascendental en la sociedad futura que se construye en

el presente. El informe muestra que desde 1958 hasta 2012 han habido 220.000

víctimas mortales a causa del conflicto armado interno vigente en el país (Sánchez

et. al 2013, 20).

Por su parte, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugia-

dos (ACNUR) publicó: Para que se sepa hablan las personas desplazadas en Colombia, recopilación de las historias de vida de víctimas del conflicto en el país

(Lois 2007). Entre las iniciativas impulsadas por Organizaciones No Gubernamen-

tales (ONG), se destaca el libro Hoja de Cruz. La memoria de lo que no se debe repetir de la comunidad Kankuama donde se han documentado los asesinatos de

indígenas entre 1982 y 2005 desde las voces de los familiares de las víctimas (Uribe

et al. 2009, 38). También la revista Noche y Niebla del Centro de Investigación y

Educación Popular (CINEP) denuncia a través de testimonios de víctimas violacio-

nes de derechos humanos realizadas en el marco del conflicto armado colombiano

desde 1996 hasta 2010 (CINEP 2010).

Otro archivo de recuperación de memoria histórica de víctimas, en este caso

de crímenes de Estado, es Proyecto Colombia Nunca Más (2012), del Movimiento

de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE). También está el trabajo Tácticas yestrategias para contar. Historias de la gente sobre conflicto y reconciliación enColombia (2010) del Centro de Competencia en Comunicación para América Latina

que les ha otorgado voz a las víctimas en la lucha por la divulgación de testimonios

frente a centros de poder imperantes como organismos del Estado y los medios

masivos de comunicación (Franco, Nieto y Rincón 2010, 6).

Existen otras iniciativas que resaltan el papel de mujeres víctimas del conflic-

to como La Red de Mujeres Narrar para vivir, de la Red Nacional de Iniciativas de

Paz y contra la Guerra (REDEPAZ); El Instituto de Mujeres por la Paz (IMP) que

ha recogido testimonios libres de mujeres antes del 2005 y que a partir de la Ley

de Justicia y Paz, más de la mitad de las mujeres se negaron a seguir participando

por el temor a las persecuciones contra sus vidas; y Los Informes de la Mesa deTrabajo Mujer y Conflicto que ha complementado la recopilación de testimonios

de mujeres con información producida por investigaciones académicas (Uribe et al.

2009, 63-64).

Si bien existen otros trabajos sobre recuperación, construcción y divulgación

de las memorias, se ha generado una delicada tendencia del Estado en liderar

o vigilar estos procesos por ser un actor del conflicto en cuanto a su acción y/o

omisión. La CNRR ha promovido que la “memoria histórica” sea un escenario para

el diálogo, la negociación y el reconocimiento de las diferencias con miras a un

proyecto democrático e incluyente de superación del conflicto armado, así como la

búsqueda de verdad, justicia y reparación en un contexto de reconciliación nacional

(Sánchez et al. 2009, 26). A pesar del proyecto contener una plataforma de justicia

transicional,10 llevada a cabo en otros países en épocas de post-conflicto, en el

presente proceso se generan dudas por establecerse en plena vigencia del conflicto

armado interno y sin la adecuada participación y reconocimiento de las víctimas.

Por el contrario, el proceso se ha llevado a cabo dándole prioridad a las versiones

de los victimarios quienes han relatado los vejámenes cometidos, estableciendo

discursos por conveniencia para adquirir prebendas por parte del Estado colombia-

no sin poder establecer una verdad ni jurídica ni histórica.

A partir del anterior contexto y en la investigación sobre trayectorias de vícti-

mas se pretendió construir una “memoria histórica razonada e incluyente” de las

víctimas marginadas por el conflicto armado interno que vive el país y silenciadas

y/u olvidadas desde centros de poder. La memoria histórica razonada se enmarca

en la corriente que promueve la complementariedad de la memoria y la historia y

estaría contrastando métodos tradicionales del cientificismo positivista, que como

se mencionó antes no le da la importancia que merecen los documentos orales para

la construcción de la Historia.

Pierre Vilar siempre se preocupó por una Historia, “análisis, por la coheren-

cia de la historia entendida antes que nada como un modo de pensar [...]”, (Vilar

2004, 9); es decir una “historia razonada” que estaba en contradicción del método

tradicional establecido por el positivismo. Vilar consideraba un engaño hacerse

llamar objetivo siendo más o menos partidista (Vilar 1988, 7-33). El rescate de la

subjetividad de quienes construyen la historia permite establecer cambios teóricos,

metodológicos y temáticos en la construcción de una historia apoyada por memoria

participativa de sectores marginados. Por tal razón y optando por una historia

contemporánea alternativa, en la investigación se intentó fortalecer el trabajo de

complementariedad entre Historia y Memoria a través de “memoria histórica razo-

nada”. Esta labor se puede dar mediante la acción política de quienes construyen la

memoria colectivamente:

La memoria histórica razonada que se pretende construir no es un simple ejerciciode recuerdo o rememoración, sino un producto de valoración crítico-analítica, quepueda convertirse en herramienta prospectiva para superar el pasado recordadocomo hecho doloroso, poniéndolo en acción para la construcción del futuro desdeel presente (Suárez, Ardila, Báez y Rueda 2010, 18).

Se busca que las víctimas comprendan la realidad histórica que han vivido,

razonen acerca de su pasado y contribuyan a la construcción del futuro como acto-

res protagónicos de la sociedad del presente.

Ricoeur, citado por Rodríguez, propone que la relación entre la construcción

de los discursos de la memoria y la historia sea dialéctica: “[Existiendo] narrativas

de primer orden, la de los testigos y de segundo orden, la de los historiadores. Esta

última implica un ejercicio sobre ella misma y sobre la veracidad de la narrativa

de primer orden” (Rodríguez 2010). Si bien, el historiador realiza un ejercicio de

veracidad y complementario del relato de las víctimas, son las mismas víctimas

quienes como dice Hobsbawm son los primeros historiadores. De esta manera,

quienes tienen mayor conocimiento de los acontecimientos vividos al construir una

biografía, una historia de vida o una trayectoria de vida, en fin utilizar el método

biográfico, es la misma persona que cuenta su vida a través de su propia historia.

Asimismo, Mallimaci y Giménez reafirman el argumento que pone en relevancia a

quienes relatan sucesos biográficos:

En lugar de los términos “narrador y entrevistador” o “investigador e investigado”y otros similares, usamos los de “historiador” (de quien es la vida que se historia)y “cohistoriador” (aquel que comparte con el historiador la historia cuando es na-rrada) y que establece con él la relación en la que la historia se hace tal (Mallimaciy Giménez 2006, 40).

Esta última concepción fortalece el interés de darle trascendencia a las

narraciones de las víctimas, quienes también son “historiadoras”, y revalida que sus

memorias-historias deben ser complementadas por “co-historiadores” mediante la

triangulación de los datos, la comprensión del contexto, la utilización y construcción

de conceptos y la crítica y el análisis de la información.

Para la investigación, teniendo en cuenta a Jelin la memoria es un espacio

de lucha política, donde el investigador realiza una acción colectiva emprendiendo

trabajos de la memoria que favorecen la lucha contra silencios y olvidos sufridos por

grupos minoritarios (Jelin 2002, 60). En este caso, la lucha política y reivindicativa

es de las víctimas del desplazamiento forzado que en compañía de los investigadores

construyen “memoria histórica razonada e incluyente”, resistiendo frente a margi-

naciones, negacionismos, silencios y olvidos generados por los centros de poder e

instituidos en la sociedad contemporánea.

Entendiendo la memoria de esta forma, se legitima el proceso memorístico

emprendido desde las minorías, en el caso de esta investigación, desde las víctimas

del conflicto armado interno colombiano. Cabe señalar, que estos procesos de rei-

vindicación de las memorias como un acto de lucha política no solo pueden quedar-

se en el plano de la visibilidad estatal. Debido a la importancia de estos dos objeti-

vos, reivindicación y lucha, estas memorias deben trascender y evidenciar cambios

y permanencias existentes en la vida de las víctimas que deben relacionarse con

procesos históricos. Si puede llegarse a este propósito y las mismas personas que

relatan sus memorias comprenden la dimensión de lo sucedido en sus vivencias,

podrá construirse una “memoria histórica” con razonamiento crítico; de lo contra-

rio se estaría haciendo una utilización de las víctimas con fines personalistas y se

contribuiría a silenciarlas y olvidarlas una vez más.

29

HiS

TOR

eLo

. Rev

ista

de

His

tori

a R

egio

nal y

Lo

cal I

SSN

: 21

45

-13

2X

[vo

l 5, N

o. 1

0]

julio

- d

icie

mbr

e de

20

13

Juan Felipe Rueda Arenas

Memoria e Historia entre la división, la complemen-tariedad y la crítica

Uno de los primeros intelectuales que destacaron el papel de la memoria en estudios

de ciencias sociales fue el filósofo francés de origen judío Henri Bergson. Este autor

fue contestatario del positivismo cientificista (Riego 2008, 293-329); conceptuali-

zando la memoria desde un enfoque psicológico y espiritual mediante la “memoria

pura” y “la memoria habito” (Huici 2002).3 En su obra Materia y memoria (1886),

Bergson se valió de textos que explicaban la memoria de los individuos como eran

las Confesiones de San Agustín,4 además de influenciar estudios posteriores como

los del sociólogo también francés y de origen judío Maurice Halbwachs.

A Halbwachs, se le reconoce la construcción de los conceptos (y también la

escritura de los textos) Marcos sociales de la memoria (1925) y Memoria colectiva (1949) en el establecimiento de una sociología de la memoria (De La Cuesta 1998,

203-246). A partir del contacto con la sociología de Emile Durkheim, Halbwachs

concibió la memoria como un fenómeno colectivo y siempre vivido de forma social.

En consecuencia puede definirse la memoria colectiva como el conjunto de recuer-

dos de cada individuo. Está inscrita en marcos de referencia colectivos, los cuales

son referentes para la rememoración mediante el entorno y principalmente el

lenguaje (Jedlowski 2000, 123). Asimismo, Halbwachs destacó que en la memoria

colectiva se: [...] agrupan las memorias individuales, pero no se confunde con ellas. Esta (la

memoria colectiva) evoluciona siguiendo sus leyes, y si ciertos recuerdos indivi-duales penetran también algunas veces en ella, estos cambian de figura a partirde que son emplazados en un conjunto que no es ya una conciencia personal(Halbwachs 1991, 6).

Si bien Halbwachs reconoció la singularidad del carácter de la memoria como

parte de cada sujeto, él también argumentó que:

[…] eso que llamamos los marcos colectivos de la memoria serían el resultado, lasuma, la combinación de los recuerdos individuales de muchos miembros de unamisma sociedad. Estos marcos ayudarían, en el mejor de los casos, a clasificar, aordenar los recuerdos de los unos en relación con los de los otros. Sin embargo,no explicarían la memoria misma, puesto que la darían por existente (Halbwachs2004, 10).

Según este autor, estos marcos están mediados por el lenguaje, el espacio y el

tiempo y/o mediados por la memoria colectiva de la familia, la religión, y las clases

sociales y sus tradiciones (Ver: Halbwachs 2004). De esta manera, en cualquier

situación el ser humano se ve influenciado socialmente, por lo tanto, cualquier

representación o recuerdo establecido en su memoria hace parte de la memoria

colectiva de varios grupos a los cuales perteneció y que hacen parte de esos cuadros

de referencia socio-histórica que influencian la memoria del individuo.

Desde un punto de vista sociológico, las tesis de Halbwachs fueron innovado-

ras, pero estas mismas ideas recibieron críticas por parte de algunos historiadores.

Él no consideró que la Historia pudiera abarcar todo el acontecer humano pero

si relacionó a la memoria histórica como una construcción de historias de aconteci-

mientos significativos que favorecían la construcción de la historia nacional. En sus

concepciones se observa una oposición entre la memoria colectiva y la memoria

histórica afirmando que “si por memoria histórica se entiende la lista de los aconte-

cimientos cuyo recuerdo conserva la historia nacional, no es ella, no son sus marcos

los que representan lo esencial de lo que llamamos memoria colectiva” (Halbwachs

1968, 209-219). La memoria colectiva no solo haría parte de esa historia oficial sino,

como se expuso antes, de las relaciones sociales construidas por varios individuos

en diversos cuadros sociales.

Esta sociología de la memoria fue criticada por el historiador francés Marc

Bloch (fundador junto a Lucien Febvre de la Escuela de los Annales). Bloch utilizó la

memoria como categoría para la historia, además de estar de acuerdo en la propues-

ta de categorías de origen social situadas en el espacio y el tiempo. Como crítica, este

historiador consideró restringida la propuesta de Halbwachs centrada en los grupos

(la familia, la religión y la clase) y propuso ampliar el enfoque hacia la memoria jurí-

dica y el derecho consuetudinario (Sorgentini 2003, 103-128).

Marc Bloch fue uno de los primeros historiadores que llamó la atención

sobre la trascendencia que la memoria tenía como objeto de estudio y examen de

conciencia de la Historia; argumentaba que con la memoria podía estudiarse las

problemáticas históricas que se derivan de la transmisión de información surgida de

la tradición (Sorgentini 2003, 103-128). Esta posición contrariaba la historiografía

de su tiempo en donde la Historia solo se ocupaba de temas políticos, militares y he-

roicos. Bloch defendió el universalismo que debía tener la Historia la cual no debía

ser particularizada solo a hechos heroicos o nacionales. Comparando al sociólogo y

al historiador, Hernán Sorgentini destaca:

En Halbwachs: el universalismo de la historia resulta abstracto ya que, al noimplicar una crítica al particularismo de las identidades de los grupos, terminatornando problemática la expresión “memoria histórica”, por no poder conciliarla objetividad del conocimiento con su función práctica; [mientras en ] Bloch, elintento de concebir una “memoria universalista” refiere a una idea de humanidadque se asienta sobre una perspectiva crítica de la tradición y en una concepcióndistinta del tiempo en la que el tiempo concreto y real es la materia misma de lahistoria (Sorgentini 2003,103-128).

No solo fue la Escuela de los Annales la que empezó a realizar críticas hacia

los objetos de la Historia, y al papel de la memoria y de la tradición en función de la

historia. La Escuela de Frankfurt de tendencia marxista, desarrolló una teoría crítica

que puso en tela de juicio los ideales de razón y el progreso planteados en el siglo

XVIII y XIX (Rodríguez 2010). La Escuela de Frankfurt esbozó la necesidad de la

memoria como crítica a la historia, en medio del contexto de las guerras mundiales

que dejaban un manto de duda en esa “evolución histórica” que pretendieron los

idealistas tiempo atrás.

Theodor Adorno alumno de Walter Benjamin fue uno de los intelectuales que

lideró el movimiento científico social de la Teoría Crítica. Adorno dejó un legado en

cuanto a la importancia de la memoria en períodos donde la población se ve someti-

da a un régimen autoritario. Asimismo consideró que el siglo XX [y en el XXI no

ha cambiado] representó un tiempo de contradicciones donde se promovían princi-

pios morales y éticos como la democracia, los derechos humanos, la protección

ambiental y la libertad en la creación estética, contrastados con una historia de tota-

litarismos, de violaciones a los mencionados derechos, de destrucción del medio

ambiente y de una creación estética que respondió en muchos casos al consumismo

imperante bajo las lógicas del mercado (Rodríguez 2010).

En razón de esta legítima crítica, Marta Tafalla argumentó la importancia del

legado de Adorno para el mundo académico y fundamentalmente para la visibilidad

de las víctimas:

En ese nuevo tiempo que fue inaugurado por el fascismo y en el que cualquier barbarie es posible, el verdadero imperativo moral es el de la memoria: tomar conciencia crítica del pasado y sobre todo conceder justicia a sus víctimas. Es im-posible construir un presente justo o esperar un futuro liberado de repeticiones del mal sin hacer justicia a quienes fueron víctimas en el pasado (Tafalla 2003, 126-154).

De esta manera, la memoria histórica desde las víctimas sería un acto de

justicia y no solo un consuelo, además de ser una necesidad histórica por represen-

tar una crítica a la Historia erigida por los vencedores. Una justicia que inclusive

llevó a Carlo Ginzburg a comparar el papel del historiador con el papel del juez en

cuanto a la verificación de testimonios, recopilación de pruebas materiales y en

el establecimiento, en un caso, de una verdad histórica y en otro de una verdad

jurídica, verdades que debían estar plenamente identificadas una con la otra (Ver:

Ginzburg 1993).

La escuela marxista, de alguna forma, también buscó una justicia para quie-

nes no habían sido visibilizados en la Historia. En palabras del historiador inglés

Edward Palmer Thompson, hacer la historia de los vencidos era hacer la historia de

las clases subalternas o la historia desde abajo, es decir desde los obreros explotados

en la Inglaterra del siglo XIX (Thompson 1989, 197). Para los años 60, Thompson

consiguió estudios históricos críticos acerca del papel de los Estados nacionales y

la construcción de la tradición en los pueblos. Su obra más reconocida ha sido Laformación de la clase obrera en Inglaterra (1963), en donde abordó la experiencia

de los obreros ingleses, dándole especial relevancia a la participación de los obreros

como sujetos activos de la historia. La idea de Thompson (citado por Sorgentini) era

recuperar para el conocimiento histórico:

[...] aspectos oscuros del pasado desatendidos por las concepciones dominantes,como el sentido de la economía “moral” de los pobres en el siglo XVIII, el impactoa largo plazo de la tradición jacobina inglesa, la racionalidad de las prácticaslúdicas y el consecuente reconocimiento de su entidad política (Sorgentini 2003,103-128).

Este rescate de la tradición de los obreros permitió al historiador estudiar

a través de las tradiciones populares del siglo XVIII “[...] el substrato sobre el que

se conforma la clase como sujeto” (Sorgentini 2003,103-128). El estudio de las

tradiciones de los sujetos que no han sido parte de la Historia ha contribuido a

recuperar la memoria, en este caso, de las clases oprimidas por el capitalismo domi-

nante. Thompson divulgó la necesidad de escribir la historia desde abajo, historia

que remite a otros documentos que pueden rescatar la memoria sistemáticamente

olvidada por las clases altas y la historiografía (Rodríguez 2010). De esta manera

argumentaba la necesidad de construir a través de experiencias y tradiciones de

sujetos olvidados “otra historia” y una memoria histórica donde los sectores margi-

nados puedan reconocerse e identificarse.

De la misma escuela marxista-inglesa, Eric Hobsbawm criticó la tradición

en las estructuras de las sociedades por considerarla una invención de las elites

dominantes para crear una continuidad ficticia con el pasado (Hobsbawm y Ranger

2002, 8). Esa invención de la tradición ha sido utilizada por las elites para la cons-

trucción de la identidad nacional, fundamental en la articulación de una memoria

colectiva nacional. Por otra parte, Hobsbawm marca una clara diferencia entre

memoria e historia. Si bien, ha sido crítico de la utilización de fuentes orales para

la construcción de la historia, consideró que cada persona era el primer historiador

que existía de su propia vida por hacer inteligible el conocimiento que tenía de su

pasado (Hobsbawm 2001, 12). La principal crítica que este autor hizo de la oralidad

fue en razón a lo fragmentaria que puede resultar la memoria de los seres humanos

al momento de narrar hechos resultando ser un engaño para la historia (Cf. Fraser

1993,72-92). Por el contrario, la Historia es una ciencia preocupada por la recupe-

ración de los datos, su sistematización crítica y el establecimiento de causalidades

para su escritura, la Historia no deja al azar lo que la memoria si puede dejar. En

consecuencia la historia así tenga una razón instrumental es una construcción

científica a diferencia de la memoria que suele ser espontanea. Un debate entre

memoria e historia, entre la oposición o la complementariedad que continúa con la

Escuela de los Annales de la tercera generación.

Al francés Pierre Nora se lo reconoce por ser quien acuñó el concepto “memo-

ria histórica”. Nora y su colega el también francés Jaques Le Goff desarrollaron la

llamada Historia de las Mentalidades con estudios enfocados en las representacio-

nes colectivas y las estructuras mentales de las sociedades. Para Nora (entrevistado

por Corradini):

La memoria es el recuerdo de un pasado vivido o imaginado. Por esa razón, lamemoria siempre es portada por grupos de seres vivos que experimentaron loshechos o creen haberlo hecho. La memoria, por naturaleza, es afectiva, emotiva,abierta a todas las transformaciones, inconsciente de sus sucesivas transformacio-nes, vulnerable a toda manipulación, susceptible de permanecer latente durantelargos períodos y de bruscos despertares. La memoria es siempre un fenómenocolectivo, aunque sea psicológicamente vivida como individual (Nora 2006).

Según este autor, la memoria es imaginativa y no tiene el rigor científico que

sí posee la Historia. En contraposición a la memoria el autor afirma que:

[…] la historia es una construcción siempre problemática e incompleta de aquelloque ha dejado de existir, pero que dejó rastros. A partir de esos rastros, controla-dos, entrecruzados, comparados, el historiador trata de reconstituir lo que pudopasar y, sobre todo, integrar esos hechos en un conjunto explicativo (Nora 2006)

Pierre Nora planteó que la Historia es pública porque congrega a los indivi-

duos en torno a la nación, mientras la memoria es de ámbito privado, razón por la

cual disgregaría la conformación nacional. En este aspecto, el autor remarca que

están apareciendo cada vez más memorias de quienes quieren ponerse por encima

de la historia y de la justicia presentándose como la verdad. Nora representa la

nostalgia que produce la pérdida de la historia oficial, la cual permitía educar y

congregar a la nación francesa sobre valores, hechos y significados que él considera

son propios del francés (Nora 2006).

Su obra más reconocida es Los lugares de la memoria (1992); obra escrita

para conmemorar el bicentenario de la Revolución Francesa, donde estableció junto

con un centenar de historiadores los hechos significativos de la memoria colectiva

de la nación francesa en más de dos siglos. Los lugares de memoria son los restos

que dejan los seres humanos definidos por Nora como:

[…] la forma extrema bajo la cual subsiste una conciencia conmemorativa enuna historia que la solicita porque la ignora […] Museos, archivos, cementeriosy colecciones, fiestas, aniversario, tratados, actas, monumentos, santuarios,asociaciones, son los cerros testigos de otra época, de las ilusiones de eternidad(Nora 2008, 24).

Este historiador plantea una oposición entre memoria e historia y sugiere la

necesidad de que la Historia “avasalle a la memoria”. Dice Nora: “en el corazón de

la historia, trabaja un criticismo destructor de memoria espontánea. La memoria

siempre es sospechosa para la historia, cuya misión verdadera es destruirla y repri-

mirla” (Nora 2008, 21). Estas razones que el autor argumenta de darle una supre-

macía a la Historia sobre la generación de memoria colectiva parecen encauzadas

por una tradición positivista que ha influenciado los estudios historiográficos de

quienes han escrito en favor de los “vencedores”.

Jaques Le Goff escribió el libro Historia y memoria (1977), un texto sobre

el tiempo la memoria y la historia (Cf. De La Cuesta 1998, 203-246). Además es-

cribió la obra El orden de la memoria. El tiempo como imaginario (1991), donde

realizó un recorrido histórico de la sociedad occidental y algunas sociedades

extra europeas. En este texto, el autor expuso desde las edades míticas hasta la

contemporaneidad, cómo las sociedades han hecho para conservar y transmitir la

memoria colectiva. Le Goff más que oposición, planteó la posibilidad de integrar

la memoria (colectiva) con la Historia, siendo la “historia el proceso científico de

la memoria colectiva” (Le Goff 1991, 157). En razón a este concepto, él consideró

que la “memoria histórica” es el estudio histórico que se realiza de la memoria

colectiva de las sociedades.

Memoria colectiva que si bien, ha sido manipulada por los centros de poder,

cada vez más ha representado un espacio de lucha de los grupos minoritarios. Para

este autor:

[…] la memoria colectiva ha constituido un hito importante en la lucha por elpoder conducida por las fuerzas sociales. Apoderarse de la memoria y del olvidoes una de las máximas preocupaciones de las clases, los grupos, de los individuosque han dominado y dominan las sociedades históricas (Le Goff 1991, 133).

Estas ideas que están encaminadas hacia la complementariedad entre memo-

ria e historia, hacen parte de la tercera corriente que ha buscado explicar el concepto

memoria histórica, donde se destaca el filósofo francés Paul Ricoeur. Este exponen-

te de la filosofía contemporánea fue influenciado por la fenomenología de Edmond

Husserl y el existencialismo de Karl Jaspers. Hizo parte de la Escuela de los Annales

en los años sesenta, criticando la deshumanización del estructuralismo en la investi-

gación científica y abogando por una historia social y de las mentalidades. Dos

de sus obras Historia, memoria y olvido (2000) y La lectura del tiempo pasado:memoria y olvido (1999), exponen conceptos como memoria individual, memoria

colectiva, perdón, olvido y memoria histórica. Según Ricoeur (2000, 128-129):

[...] En primer lugar, [la memoria personal o individual] parece que es radical-mente singular. Puede decirse incluso, de la mano de Locke, que la memoriaconstituye por sí sola un criterio de la identidad personal. Mis recuerdos no sonlos vuestros. No pueden transferirse los recuerdos de uno a la memoria de otro.[...] En segundo lugar, el vínculo original de la conciencia del pasado reside en lamemoria. Desde Agustín, sabemos y comentamos que la memoria es el presentedel pasado [...] la memoria garantiza la continuidad temporal de la persona. Esacontinuidad entre el pasado y el presente me permite remontarme sin soluciónde continuidad desde el presente vivido hasta los acontecimientos más lejanosde mi infancia [...]. Finalmente y en tercer lugar, a la memoria se vincula elsentido de la orientación en el paso del tiempo; orientación en doble sentido, delpasado hacia el futuro; por impulso hacia atrás, en cierto modo, según la flechadel tiempo del cambio, y también del futuro hacia el pasado, según el movimien-

to inverso de tránsito de la espera hacia el recuerdo, a través del presente vivo[...].

Este autor al mencionar que mediante la memoria el sujeto transita del pre-

sente al pasado, hace referencia a que siendo esto una paradoja (Ricoeur 2010, 25),

la memoria le da una continuidad al ser humano en el tiempo. Si bien la memoria

individual tiene unas características particulares, ésta se va construyendo en las

relaciones sociales existentes entre los individuos. Se fundamenta en Halbwachs

para explicar algunas características que se le atribuyen a la memoria colectiva: en

primera medida, los individuos no recuerdan solos sino con ayuda de los recuerdos

de otros; y que los recuerdos se encuentran inscritos en relatos colectivos que a

su vez, son reforzados mediante conmemoraciones y celebraciones públicas de

los acontecimientos vividos en el curso de la historia, de los grupos a los que perte-

necen los seres humanos. “La ritualización de lo que podemos llamar «recuerdos

compartidos» legitima a Halbwachs para convertir cada «memoria individual [...]

en un punto de vista de la memoria colectiva” (Ricoeur 1999, 17).

La ritualización de los recuerdos compartidos, la cual se realiza con conme-

moraciones y fiestas públicas es una forma para que el Estado-nacional cree identi-

dades de los ciudadanos con hechos contados como parte de la Historia oficial. El

autor entiende, que si bien, como parte del sujeto existe una memoria individual

y colectiva puede haber una analogía entre las dos, en cuanto al carácter propio,

continuidad y polaridad pasado-futuro (Ricoeur 1999, 18) y así mismo la memoria

colectiva sería considerada una especie de personalidad de rango superior.5

Ricoeur también habla de la existencia de una traslación entre la memoria

individual y colectiva explicando que “pasamos de la memoria individual a la

memoria colectiva, tránsito perfectamente legítimo, en la medida que, gracias al

lenguaje, las memorias individuales se superponen con la memoria colectiva” (Ri-

coeur 2010, 20-28). Para que se presente este tránsito resulta fundamental el len-

guaje, el cual permite que haya relaciones de los distintos significados individuales

de los sujetos existiendo una intersubjetividad de significados superpuesta con la

memoria colectiva. De esta manera, “[...] la memoria colectiva descansa sobre una

ligazón de memorias individuales, lo que se explica por la pertenencia de cada una

a una multitud de colectividades, que son otros tantos ámbitos de identificación

colectiva e individual” (Ricoeur 2010, 20-28).

La relación que plantea este filosofo entre memoria e Historia es de comple-

mentariedad y clara oposición al discurso establecido por Nora, que es excluyente

de la participación de las memorias de individuos y pueblos vencidos en la Historia.

Al contrario, el filósofo tiene una visión incluyente de las víctimas, comprendiendo

que en la construcción de “memoria histórica” debe haber una complementariedad

dialéctica entre memoria e historia, es decir que el conocimiento histórico tenga una

función crítica sobre la memoria y a su vez la memoria permita ampliar el espectro

de conocimiento de la historia (Ricoeur 2000).

En este mismo plano, se encuentra Elizabeth Jelin, luchadora contra el

régimen dictatorial que gobernó a Argentina entre 1976-1983. Jelin plantea que

en referencia a las memorias colectivas existe una lucha política de por medio.

En el pasado y en el presente las fuerzas dominantes que originaron los estados

nacionales condicionaron la memoria de los pueblos, por tal razón, se plantea una

lucha por las memorias y los olvidos entre los centros de poder y quienes se expre-

san a través de las memorias alternativas y/o defienden estas iniciativas. Estos

son los emprendedores y emprendedoras de la memoria, quienes en sus acciones

tienen un carácter social colectivo, estableciendo su proyecto e involucrando a

otros sujetos que generen nuevas ideas buscando recuperar, evidenciar y divulgar

las memorias alternativas (Jelin 2002, 48). De esta manera, la Historia escrita

por los vencedores podrá contrastarse por las memorias-historias de los vencidos

dejando un legado para el presente y el futuro de las sociedades oprimidas.

El debate en la historiografía ha llevado a preguntarse por el papel que

debe tener la memoria en el uso de la historia. De esta manera, temas como la

transmisión de la memoria, el uso de la memoria colectiva y el olvido, el papel de

la tradición en la edificación de una memoria colectiva así como la justicia de las

víctimas como parte de la lucha por una memoria histórica son temas abordados

por historiadores y otros intelectuales de otras ramas de las ciencias sociales y hu-

manas. La necesidad es que estos debates no solo se queden en Europa sino que

hagan parte de las discusiones académicas de otros lugares del mundo como es el

caso colombiano.

Algunos trabajos de memoria en Colombia y cons-trucción de memoria histórica razonada desde lasvíctimas del conflicto armado interno

En América Latina, tras las dictaduras militares, los casos de Argentina, Chile,

Perú y Nicaragua entre otros, son emblemáticos del papel que ha desempeñado

los movimientos de víctimas y de Derechos Humanos en el esclarecimiento de

la verdad, la justicia y la reparación individual y colectiva.6 Según el jurista Juan

Méndez la importancia de las memorias de víctimas radica en:

El esclarecimiento de sucesos que han sido deliberadamente mantenidos en lassombras, la valoración de la verdad por encima de las mentiras y el reconocimien-

to de que las víctimas de los abusos de poder merecen que sus sufrimientos seanrecordados (Perotin-Dumon 2007, 3).

No todos estos procesos de memoria tienen el sentido altruista que menciona

Méndez. Existen procesos en varios países que han sido llevados a cabo por parte

del Estado para mantener una imagen internacional, pero sin esclarecer la verdad,

aplicar la justicia a los victimarios y reparar adecuadamente a las víctimas.

Este puede ser el caso de Colombia, donde las iniciativas que valoran la

memoria de las víctimas han sido escasas y en muchas ocasiones coordinadas por

una razón utilitarista. Sólo a partir de le Ley 975 de 2005 (Ley de Justicia y Paz)

y en el contexto de la desmovilización de paramilitares,7 el Estado creó la CNRR

que delegó al Grupo de Memoria Histórica, en la actualidad Centro de Memoria

Histórica (CMH), para realizar informes sobre las razones del surgimiento y evolu-

ción de los grupos armados ilegales. El objetivo de CMH es construir “memoria

histórica del conflicto armado a partir de casos emblemáticos”8 (Sánchez et al.

2009, 24), produciendo textos que evidencien hechos violentos sufridos por las

víctimas como masacres, asesinatos selectivos, desapariciones forzadas, torturas,

despojos de tierras y desplazamientos forzados entre otros crímenes realizados

por los actores armados.9 El CMH como una síntesis de todas sus producciones

publicó el informe ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad (2013),

allí se reconoce el valor que tiene la memoria en un país que continúa en conflicto,

marcándose la diferencia con procesos de recuperación de memoria histórica vivi-

dos en otros países en postconflicto. Una tensa lucha entre el reconocimiento y el

olvido que juega un papel trascendental en la sociedad futura que se construye en

el presente. El informe muestra que desde 1958 hasta 2012 han habido 220.000

víctimas mortales a causa del conflicto armado interno vigente en el país (Sánchez

et. al 2013, 20).

Por su parte, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugia-

dos (ACNUR) publicó: Para que se sepa hablan las personas desplazadas en Colombia, recopilación de las historias de vida de víctimas del conflicto en el país

(Lois 2007). Entre las iniciativas impulsadas por Organizaciones No Gubernamen-

tales (ONG), se destaca el libro Hoja de Cruz. La memoria de lo que no se debe repetir de la comunidad Kankuama donde se han documentado los asesinatos de

indígenas entre 1982 y 2005 desde las voces de los familiares de las víctimas (Uribe

et al. 2009, 38). También la revista Noche y Niebla del Centro de Investigación y

Educación Popular (CINEP) denuncia a través de testimonios de víctimas violacio-

nes de derechos humanos realizadas en el marco del conflicto armado colombiano

desde 1996 hasta 2010 (CINEP 2010).

Otro archivo de recuperación de memoria histórica de víctimas, en este caso

de crímenes de Estado, es Proyecto Colombia Nunca Más (2012), del Movimiento

de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE). También está el trabajo Tácticas yestrategias para contar. Historias de la gente sobre conflicto y reconciliación enColombia (2010) del Centro de Competencia en Comunicación para América Latina

que les ha otorgado voz a las víctimas en la lucha por la divulgación de testimonios

frente a centros de poder imperantes como organismos del Estado y los medios

masivos de comunicación (Franco, Nieto y Rincón 2010, 6).

Existen otras iniciativas que resaltan el papel de mujeres víctimas del conflic-

to como La Red de Mujeres Narrar para vivir, de la Red Nacional de Iniciativas de

Paz y contra la Guerra (REDEPAZ); El Instituto de Mujeres por la Paz (IMP) que

ha recogido testimonios libres de mujeres antes del 2005 y que a partir de la Ley

de Justicia y Paz, más de la mitad de las mujeres se negaron a seguir participando

por el temor a las persecuciones contra sus vidas; y Los Informes de la Mesa deTrabajo Mujer y Conflicto que ha complementado la recopilación de testimonios

de mujeres con información producida por investigaciones académicas (Uribe et al.

2009, 63-64).

Si bien existen otros trabajos sobre recuperación, construcción y divulgación

de las memorias, se ha generado una delicada tendencia del Estado en liderar

o vigilar estos procesos por ser un actor del conflicto en cuanto a su acción y/o

omisión. La CNRR ha promovido que la “memoria histórica” sea un escenario para

el diálogo, la negociación y el reconocimiento de las diferencias con miras a un

proyecto democrático e incluyente de superación del conflicto armado, así como la

búsqueda de verdad, justicia y reparación en un contexto de reconciliación nacional

(Sánchez et al. 2009, 26). A pesar del proyecto contener una plataforma de justicia

transicional,10 llevada a cabo en otros países en épocas de post-conflicto, en el

presente proceso se generan dudas por establecerse en plena vigencia del conflicto

armado interno y sin la adecuada participación y reconocimiento de las víctimas.

Por el contrario, el proceso se ha llevado a cabo dándole prioridad a las versiones

de los victimarios quienes han relatado los vejámenes cometidos, estableciendo

discursos por conveniencia para adquirir prebendas por parte del Estado colombia-

no sin poder establecer una verdad ni jurídica ni histórica.

A partir del anterior contexto y en la investigación sobre trayectorias de vícti-

mas se pretendió construir una “memoria histórica razonada e incluyente” de las

víctimas marginadas por el conflicto armado interno que vive el país y silenciadas

y/u olvidadas desde centros de poder. La memoria histórica razonada se enmarca

en la corriente que promueve la complementariedad de la memoria y la historia y

estaría contrastando métodos tradicionales del cientificismo positivista, que como

se mencionó antes no le da la importancia que merecen los documentos orales para

la construcción de la Historia.

Pierre Vilar siempre se preocupó por una Historia, “análisis, por la coheren-

cia de la historia entendida antes que nada como un modo de pensar [...]”, (Vilar

2004, 9); es decir una “historia razonada” que estaba en contradicción del método

tradicional establecido por el positivismo. Vilar consideraba un engaño hacerse

llamar objetivo siendo más o menos partidista (Vilar 1988, 7-33). El rescate de la

subjetividad de quienes construyen la historia permite establecer cambios teóricos,

metodológicos y temáticos en la construcción de una historia apoyada por memoria

participativa de sectores marginados. Por tal razón y optando por una historia

contemporánea alternativa, en la investigación se intentó fortalecer el trabajo de

complementariedad entre Historia y Memoria a través de “memoria histórica razo-

nada”. Esta labor se puede dar mediante la acción política de quienes construyen la

memoria colectivamente:

La memoria histórica razonada que se pretende construir no es un simple ejerciciode recuerdo o rememoración, sino un producto de valoración crítico-analítica, quepueda convertirse en herramienta prospectiva para superar el pasado recordadocomo hecho doloroso, poniéndolo en acción para la construcción del futuro desdeel presente (Suárez, Ardila, Báez y Rueda 2010, 18).

Se busca que las víctimas comprendan la realidad histórica que han vivido,

razonen acerca de su pasado y contribuyan a la construcción del futuro como acto-

res protagónicos de la sociedad del presente.

Ricoeur, citado por Rodríguez, propone que la relación entre la construcción

de los discursos de la memoria y la historia sea dialéctica: “[Existiendo] narrativas

de primer orden, la de los testigos y de segundo orden, la de los historiadores. Esta

última implica un ejercicio sobre ella misma y sobre la veracidad de la narrativa

de primer orden” (Rodríguez 2010). Si bien, el historiador realiza un ejercicio de

veracidad y complementario del relato de las víctimas, son las mismas víctimas

quienes como dice Hobsbawm son los primeros historiadores. De esta manera,

quienes tienen mayor conocimiento de los acontecimientos vividos al construir una

biografía, una historia de vida o una trayectoria de vida, en fin utilizar el método

biográfico, es la misma persona que cuenta su vida a través de su propia historia.

Asimismo, Mallimaci y Giménez reafirman el argumento que pone en relevancia a

quienes relatan sucesos biográficos:

En lugar de los términos “narrador y entrevistador” o “investigador e investigado”y otros similares, usamos los de “historiador” (de quien es la vida que se historia)y “cohistoriador” (aquel que comparte con el historiador la historia cuando es na-rrada) y que establece con él la relación en la que la historia se hace tal (Mallimaciy Giménez 2006, 40).

Esta última concepción fortalece el interés de darle trascendencia a las

narraciones de las víctimas, quienes también son “historiadoras”, y revalida que sus

memorias-historias deben ser complementadas por “co-historiadores” mediante la

triangulación de los datos, la comprensión del contexto, la utilización y construcción

de conceptos y la crítica y el análisis de la información.

Para la investigación, teniendo en cuenta a Jelin la memoria es un espacio

de lucha política, donde el investigador realiza una acción colectiva emprendiendo

trabajos de la memoria que favorecen la lucha contra silencios y olvidos sufridos por

grupos minoritarios (Jelin 2002, 60). En este caso, la lucha política y reivindicativa

es de las víctimas del desplazamiento forzado que en compañía de los investigadores

construyen “memoria histórica razonada e incluyente”, resistiendo frente a margi-

naciones, negacionismos, silencios y olvidos generados por los centros de poder e

instituidos en la sociedad contemporánea.

Entendiendo la memoria de esta forma, se legitima el proceso memorístico

emprendido desde las minorías, en el caso de esta investigación, desde las víctimas

del conflicto armado interno colombiano. Cabe señalar, que estos procesos de rei-

vindicación de las memorias como un acto de lucha política no solo pueden quedar-

se en el plano de la visibilidad estatal. Debido a la importancia de estos dos objeti-

vos, reivindicación y lucha, estas memorias deben trascender y evidenciar cambios

y permanencias existentes en la vida de las víctimas que deben relacionarse con

procesos históricos. Si puede llegarse a este propósito y las mismas personas que

relatan sus memorias comprenden la dimensión de lo sucedido en sus vivencias,

podrá construirse una “memoria histórica” con razonamiento crítico; de lo contra-

rio se estaría haciendo una utilización de las víctimas con fines personalistas y se

contribuiría a silenciarlas y olvidarlas una vez más.

Juan Felipe Rueda Arenas30H

iSTO

ReL

o. R

evis

ta d

e H

isto

ria

Reg

iona

l y L

oca

l ISS

N: 2

14

5-1

32

X [

vol 5

, No

. 10

] ju

lio -

dic

iem

bre

de 2

01

3

Memoria e Historia entre la división, la complemen-tariedad y la crítica

Uno de los primeros intelectuales que destacaron el papel de la memoria en estudios

de ciencias sociales fue el filósofo francés de origen judío Henri Bergson. Este autor

fue contestatario del positivismo cientificista (Riego 2008, 293-329); conceptuali-

zando la memoria desde un enfoque psicológico y espiritual mediante la “memoria

pura” y “la memoria habito” (Huici 2002).3 En su obra Materia y memoria (1886),

Bergson se valió de textos que explicaban la memoria de los individuos como eran

las Confesiones de San Agustín,4 además de influenciar estudios posteriores como

los del sociólogo también francés y de origen judío Maurice Halbwachs.

A Halbwachs, se le reconoce la construcción de los conceptos (y también la

escritura de los textos) Marcos sociales de la memoria (1925) y Memoria colectiva (1949) en el establecimiento de una sociología de la memoria (De La Cuesta 1998,

203-246). A partir del contacto con la sociología de Emile Durkheim, Halbwachs

concibió la memoria como un fenómeno colectivo y siempre vivido de forma social.

En consecuencia puede definirse la memoria colectiva como el conjunto de recuer-

dos de cada individuo. Está inscrita en marcos de referencia colectivos, los cuales

son referentes para la rememoración mediante el entorno y principalmente el

lenguaje (Jedlowski 2000, 123). Asimismo, Halbwachs destacó que en la memoria

colectiva se: [...] agrupan las memorias individuales, pero no se confunde con ellas. Esta (la

memoria colectiva) evoluciona siguiendo sus leyes, y si ciertos recuerdos indivi-duales penetran también algunas veces en ella, estos cambian de figura a partirde que son emplazados en un conjunto que no es ya una conciencia personal(Halbwachs 1991, 6).

Si bien Halbwachs reconoció la singularidad del carácter de la memoria como

parte de cada sujeto, él también argumentó que:

[…] eso que llamamos los marcos colectivos de la memoria serían el resultado, lasuma, la combinación de los recuerdos individuales de muchos miembros de unamisma sociedad. Estos marcos ayudarían, en el mejor de los casos, a clasificar, aordenar los recuerdos de los unos en relación con los de los otros. Sin embargo,no explicarían la memoria misma, puesto que la darían por existente (Halbwachs2004, 10).

Según este autor, estos marcos están mediados por el lenguaje, el espacio y el

tiempo y/o mediados por la memoria colectiva de la familia, la religión, y las clases

sociales y sus tradiciones (Ver: Halbwachs 2004). De esta manera, en cualquier

situación el ser humano se ve influenciado socialmente, por lo tanto, cualquier

representación o recuerdo establecido en su memoria hace parte de la memoria

colectiva de varios grupos a los cuales perteneció y que hacen parte de esos cuadros

de referencia socio-histórica que influencian la memoria del individuo.

Desde un punto de vista sociológico, las tesis de Halbwachs fueron innovado-

ras, pero estas mismas ideas recibieron críticas por parte de algunos historiadores.

Él no consideró que la Historia pudiera abarcar todo el acontecer humano pero

si relacionó a la memoria histórica como una construcción de historias de aconteci-

mientos significativos que favorecían la construcción de la historia nacional. En sus

concepciones se observa una oposición entre la memoria colectiva y la memoria

histórica afirmando que “si por memoria histórica se entiende la lista de los aconte-

cimientos cuyo recuerdo conserva la historia nacional, no es ella, no son sus marcos

los que representan lo esencial de lo que llamamos memoria colectiva” (Halbwachs

1968, 209-219). La memoria colectiva no solo haría parte de esa historia oficial sino,

como se expuso antes, de las relaciones sociales construidas por varios individuos

en diversos cuadros sociales.

Esta sociología de la memoria fue criticada por el historiador francés Marc

Bloch (fundador junto a Lucien Febvre de la Escuela de los Annales). Bloch utilizó la

memoria como categoría para la historia, además de estar de acuerdo en la propues-

ta de categorías de origen social situadas en el espacio y el tiempo. Como crítica, este

historiador consideró restringida la propuesta de Halbwachs centrada en los grupos

(la familia, la religión y la clase) y propuso ampliar el enfoque hacia la memoria jurí-

dica y el derecho consuetudinario (Sorgentini 2003, 103-128).

Marc Bloch fue uno de los primeros historiadores que llamó la atención

sobre la trascendencia que la memoria tenía como objeto de estudio y examen de

conciencia de la Historia; argumentaba que con la memoria podía estudiarse las

problemáticas históricas que se derivan de la transmisión de información surgida de

la tradición (Sorgentini 2003, 103-128). Esta posición contrariaba la historiografía

de su tiempo en donde la Historia solo se ocupaba de temas políticos, militares y he-

roicos. Bloch defendió el universalismo que debía tener la Historia la cual no debía

ser particularizada solo a hechos heroicos o nacionales. Comparando al sociólogo y

al historiador, Hernán Sorgentini destaca:

En Halbwachs: el universalismo de la historia resulta abstracto ya que, al noimplicar una crítica al particularismo de las identidades de los grupos, terminatornando problemática la expresión “memoria histórica”, por no poder conciliarla objetividad del conocimiento con su función práctica; [mientras en ] Bloch, elintento de concebir una “memoria universalista” refiere a una idea de humanidadque se asienta sobre una perspectiva crítica de la tradición y en una concepcióndistinta del tiempo en la que el tiempo concreto y real es la materia misma de lahistoria (Sorgentini 2003,103-128).

No solo fue la Escuela de los Annales la que empezó a realizar críticas hacia

los objetos de la Historia, y al papel de la memoria y de la tradición en función de la

historia. La Escuela de Frankfurt de tendencia marxista, desarrolló una teoría crítica

que puso en tela de juicio los ideales de razón y el progreso planteados en el siglo

XVIII y XIX (Rodríguez 2010). La Escuela de Frankfurt esbozó la necesidad de la

memoria como crítica a la historia, en medio del contexto de las guerras mundiales

que dejaban un manto de duda en esa “evolución histórica” que pretendieron los

idealistas tiempo atrás.

Theodor Adorno alumno de Walter Benjamin fue uno de los intelectuales que

lideró el movimiento científico social de la Teoría Crítica. Adorno dejó un legado en

cuanto a la importancia de la memoria en períodos donde la población se ve someti-

da a un régimen autoritario. Asimismo consideró que el siglo XX [y en el XXI no

ha cambiado] representó un tiempo de contradicciones donde se promovían princi-

pios morales y éticos como la democracia, los derechos humanos, la protección

ambiental y la libertad en la creación estética, contrastados con una historia de tota-

litarismos, de violaciones a los mencionados derechos, de destrucción del medio

ambiente y de una creación estética que respondió en muchos casos al consumismo

imperante bajo las lógicas del mercado (Rodríguez 2010).

En razón de esta legítima crítica, Marta Tafalla argumentó la importancia del

legado de Adorno para el mundo académico y fundamentalmente para la visibilidad

de las víctimas:

En ese nuevo tiempo que fue inaugurado por el fascismo y en el que cualquierbarbarie es posible, el verdadero imperativo moral es el de la memoria: tomarconciencia crítica del pasado y sobre todo conceder justicia a sus víctimas. Es im-posible construir un presente justo o esperar un futuro liberado de repeticionesdel mal sin hacer justicia a quienes fueron víctimas en el pasado (Tafalla 2003,126-154).

De esta manera, la memoria histórica desde las víctimas sería un acto de

justicia y no solo un consuelo, además de ser una necesidad histórica por represen-

tar una crítica a la Historia erigida por los vencedores. Una justicia que inclusive

llevó a Carlo Ginzburg a comparar el papel del historiador con el papel del juez en

cuanto a la verificación de testimonios, recopilación de pruebas materiales y en

el establecimiento, en un caso, de una verdad histórica y en otro de una verdad

jurídica, verdades que debían estar plenamente identificadas una con la otra (Ver:

Ginzburg 1993).

La escuela marxista, de alguna forma, también buscó una justicia para quie-

nes no habían sido visibilizados en la Historia. En palabras del historiador inglés

Edward Palmer Thompson, hacer la historia de los vencidos era hacer la historia de

las clases subalternas o la historia desde abajo, es decir desde los obreros explotados

en la Inglaterra del siglo XIX (Thompson 1989, 197). Para los años 60, Thompson

consiguió estudios históricos críticos acerca del papel de los Estados nacionales y

la construcción de la tradición en los pueblos. Su obra más reconocida ha sido La formación de la clase obrera en Inglaterra (1963), en donde abordó la experiencia

de los obreros ingleses, dándole especial relevancia a la participación de los obreros

como sujetos activos de la historia. La idea de Thompson (citado por Sorgentini) era

recuperar para el conocimiento histórico:

[...] aspectos oscuros del pasado desatendidos por las concepciones dominantes, como el sentido de la economía “moral” de los pobres en el siglo XVIII, el impacto a largo plazo de la tradición jacobina inglesa, la racionalidad de las prácticas lúdicas y el consecuente reconocimiento de su entidad política (Sorgentini 2003, 103-128).

Este rescate de la tradición de los obreros permitió al historiador estudiar

a través de las tradiciones populares del siglo XVIII “[...] el substrato sobre el que

se conforma la clase como sujeto” (Sorgentini 2003,103-128). El estudio de las

tradiciones de los sujetos que no han sido parte de la Historia ha contribuido a

recuperar la memoria, en este caso, de las clases oprimidas por el capitalismo domi-

nante. Thompson divulgó la necesidad de escribir la historia desde abajo, historia

que remite a otros documentos que pueden rescatar la memoria sistemáticamente

olvidada por las clases altas y la historiografía (Rodríguez 2010). De esta manera

argumentaba la necesidad de construir a través de experiencias y tradiciones de

sujetos olvidados “otra historia” y una memoria histórica donde los sectores margi-

nados puedan reconocerse e identificarse.

De la misma escuela marxista-inglesa, Eric Hobsbawm criticó la tradición

en las estructuras de las sociedades por considerarla una invención de las elites

dominantes para crear una continuidad ficticia con el pasado (Hobsbawm y Ranger

2002, 8). Esa invención de la tradición ha sido utilizada por las elites para la cons-

trucción de la identidad nacional, fundamental en la articulación de una memoria

colectiva nacional. Por otra parte, Hobsbawm marca una clara diferencia entre

memoria e historia. Si bien, ha sido crítico de la utilización de fuentes orales para

la construcción de la historia, consideró que cada persona era el primer historiador

que existía de su propia vida por hacer inteligible el conocimiento que tenía de su

pasado (Hobsbawm 2001, 12). La principal crítica que este autor hizo de la oralidad

fue en razón a lo fragmentaria que puede resultar la memoria de los seres humanos

al momento de narrar hechos resultando ser un engaño para la historia (Cf. Fraser

1993,72-92). Por el contrario, la Historia es una ciencia preocupada por la recupe-

ración de los datos, su sistematización crítica y el establecimiento de causalidades

para su escritura, la Historia no deja al azar lo que la memoria si puede dejar. En

consecuencia la historia así tenga una razón instrumental es una construcción

científica a diferencia de la memoria que suele ser espontanea. Un debate entre

memoria e historia, entre la oposición o la complementariedad que continúa con la

Escuela de los Annales de la tercera generación.

Al francés Pierre Nora se lo reconoce por ser quien acuñó el concepto “memo-

ria histórica”. Nora y su colega el también francés Jaques Le Goff desarrollaron la

llamada Historia de las Mentalidades con estudios enfocados en las representacio-

nes colectivas y las estructuras mentales de las sociedades. Para Nora (entrevistado

por Corradini):

La memoria es el recuerdo de un pasado vivido o imaginado. Por esa razón, lamemoria siempre es portada por grupos de seres vivos que experimentaron loshechos o creen haberlo hecho. La memoria, por naturaleza, es afectiva, emotiva,abierta a todas las transformaciones, inconsciente de sus sucesivas transformacio-nes, vulnerable a toda manipulación, susceptible de permanecer latente durantelargos períodos y de bruscos despertares. La memoria es siempre un fenómenocolectivo, aunque sea psicológicamente vivida como individual (Nora 2006).

Según este autor, la memoria es imaginativa y no tiene el rigor científico que

sí posee la Historia. En contraposición a la memoria el autor afirma que:

[…] la historia es una construcción siempre problemática e incompleta de aquelloque ha dejado de existir, pero que dejó rastros. A partir de esos rastros, controla-dos, entrecruzados, comparados, el historiador trata de reconstituir lo que pudopasar y, sobre todo, integrar esos hechos en un conjunto explicativo (Nora 2006)

Pierre Nora planteó que la Historia es pública porque congrega a los indivi-

duos en torno a la nación, mientras la memoria es de ámbito privado, razón por la

cual disgregaría la conformación nacional. En este aspecto, el autor remarca que

están apareciendo cada vez más memorias de quienes quieren ponerse por encima

de la historia y de la justicia presentándose como la verdad. Nora representa la

nostalgia que produce la pérdida de la historia oficial, la cual permitía educar y

congregar a la nación francesa sobre valores, hechos y significados que él considera

son propios del francés (Nora 2006).

Su obra más reconocida es Los lugares de la memoria (1992); obra escrita

para conmemorar el bicentenario de la Revolución Francesa, donde estableció junto

con un centenar de historiadores los hechos significativos de la memoria colectiva

de la nación francesa en más de dos siglos. Los lugares de memoria son los restos

que dejan los seres humanos definidos por Nora como:

[…] la forma extrema bajo la cual subsiste una conciencia conmemorativa enuna historia que la solicita porque la ignora […] Museos, archivos, cementeriosy colecciones, fiestas, aniversario, tratados, actas, monumentos, santuarios,asociaciones, son los cerros testigos de otra época, de las ilusiones de eternidad(Nora 2008, 24).

Este historiador plantea una oposición entre memoria e historia y sugiere la

necesidad de que la Historia “avasalle a la memoria”. Dice Nora: “en el corazón de

la historia, trabaja un criticismo destructor de memoria espontánea. La memoria

siempre es sospechosa para la historia, cuya misión verdadera es destruirla y repri-

mirla” (Nora 2008, 21). Estas razones que el autor argumenta de darle una supre-

macía a la Historia sobre la generación de memoria colectiva parecen encauzadas

por una tradición positivista que ha influenciado los estudios historiográficos de

quienes han escrito en favor de los “vencedores”.

Jaques Le Goff escribió el libro Historia y memoria (1977), un texto sobre

el tiempo la memoria y la historia (Cf. De La Cuesta 1998, 203-246). Además es-

cribió la obra El orden de la memoria. El tiempo como imaginario (1991), donde

realizó un recorrido histórico de la sociedad occidental y algunas sociedades

extra europeas. En este texto, el autor expuso desde las edades míticas hasta la

contemporaneidad, cómo las sociedades han hecho para conservar y transmitir la

memoria colectiva. Le Goff más que oposición, planteó la posibilidad de integrar

la memoria (colectiva) con la Historia, siendo la “historia el proceso científico de

la memoria colectiva” (Le Goff 1991, 157). En razón a este concepto, él consideró

que la “memoria histórica” es el estudio histórico que se realiza de la memoria

colectiva de las sociedades.

Memoria colectiva que si bien, ha sido manipulada por los centros de poder,

cada vez más ha representado un espacio de lucha de los grupos minoritarios. Para

este autor:

[…] la memoria colectiva ha constituido un hito importante en la lucha por elpoder conducida por las fuerzas sociales. Apoderarse de la memoria y del olvidoes una de las máximas preocupaciones de las clases, los grupos, de los individuosque han dominado y dominan las sociedades históricas (Le Goff 1991, 133).

Estas ideas que están encaminadas hacia la complementariedad entre memo-

ria e historia, hacen parte de la tercera corriente que ha buscado explicar el concepto

memoria histórica, donde se destaca el filósofo francés Paul Ricoeur. Este exponen-

te de la filosofía contemporánea fue influenciado por la fenomenología de Edmond

Husserl y el existencialismo de Karl Jaspers. Hizo parte de la Escuela de los Annales

en los años sesenta, criticando la deshumanización del estructuralismo en la investi-

gación científica y abogando por una historia social y de las mentalidades. Dos

de sus obras Historia, memoria y olvido (2000) y La lectura del tiempo pasado:memoria y olvido (1999), exponen conceptos como memoria individual, memoria

colectiva, perdón, olvido y memoria histórica. Según Ricoeur (2000, 128-129):

[...] En primer lugar, [la memoria personal o individual] parece que es radical-mente singular. Puede decirse incluso, de la mano de Locke, que la memoriaconstituye por sí sola un criterio de la identidad personal. Mis recuerdos no sonlos vuestros. No pueden transferirse los recuerdos de uno a la memoria de otro.[...] En segundo lugar, el vínculo original de la conciencia del pasado reside en lamemoria. Desde Agustín, sabemos y comentamos que la memoria es el presentedel pasado [...] la memoria garantiza la continuidad temporal de la persona. Esacontinuidad entre el pasado y el presente me permite remontarme sin soluciónde continuidad desde el presente vivido hasta los acontecimientos más lejanosde mi infancia [...]. Finalmente y en tercer lugar, a la memoria se vincula elsentido de la orientación en el paso del tiempo; orientación en doble sentido, delpasado hacia el futuro; por impulso hacia atrás, en cierto modo, según la flechadel tiempo del cambio, y también del futuro hacia el pasado, según el movimien-

to inverso de tránsito de la espera hacia el recuerdo, a través del presente vivo[...].

Este autor al mencionar que mediante la memoria el sujeto transita del pre-

sente al pasado, hace referencia a que siendo esto una paradoja (Ricoeur 2010, 25),

la memoria le da una continuidad al ser humano en el tiempo. Si bien la memoria

individual tiene unas características particulares, ésta se va construyendo en las

relaciones sociales existentes entre los individuos. Se fundamenta en Halbwachs

para explicar algunas características que se le atribuyen a la memoria colectiva: en

primera medida, los individuos no recuerdan solos sino con ayuda de los recuerdos

de otros; y que los recuerdos se encuentran inscritos en relatos colectivos que a

su vez, son reforzados mediante conmemoraciones y celebraciones públicas de

los acontecimientos vividos en el curso de la historia, de los grupos a los que perte-

necen los seres humanos. “La ritualización de lo que podemos llamar «recuerdos

compartidos» legitima a Halbwachs para convertir cada «memoria individual [...]

en un punto de vista de la memoria colectiva” (Ricoeur 1999, 17).

La ritualización de los recuerdos compartidos, la cual se realiza con conme-

moraciones y fiestas públicas es una forma para que el Estado-nacional cree identi-

dades de los ciudadanos con hechos contados como parte de la Historia oficial. El

autor entiende, que si bien, como parte del sujeto existe una memoria individual

y colectiva puede haber una analogía entre las dos, en cuanto al carácter propio,

continuidad y polaridad pasado-futuro (Ricoeur 1999, 18) y así mismo la memoria

colectiva sería considerada una especie de personalidad de rango superior.5

Ricoeur también habla de la existencia de una traslación entre la memoria

individual y colectiva explicando que “pasamos de la memoria individual a la

memoria colectiva, tránsito perfectamente legítimo, en la medida que, gracias al

lenguaje, las memorias individuales se superponen con la memoria colectiva” (Ri-

coeur 2010, 20-28). Para que se presente este tránsito resulta fundamental el len-

guaje, el cual permite que haya relaciones de los distintos significados individuales

de los sujetos existiendo una intersubjetividad de significados superpuesta con la

memoria colectiva. De esta manera, “[...] la memoria colectiva descansa sobre una

ligazón de memorias individuales, lo que se explica por la pertenencia de cada una

a una multitud de colectividades, que son otros tantos ámbitos de identificación

colectiva e individual” (Ricoeur 2010, 20-28).

La relación que plantea este filosofo entre memoria e Historia es de comple-

mentariedad y clara oposición al discurso establecido por Nora, que es excluyente

de la participación de las memorias de individuos y pueblos vencidos en la Historia.

Al contrario, el filósofo tiene una visión incluyente de las víctimas, comprendiendo

que en la construcción de “memoria histórica” debe haber una complementariedad

dialéctica entre memoria e historia, es decir que el conocimiento histórico tenga una

función crítica sobre la memoria y a su vez la memoria permita ampliar el espectro

de conocimiento de la historia (Ricoeur 2000).

En este mismo plano, se encuentra Elizabeth Jelin, luchadora contra el

régimen dictatorial que gobernó a Argentina entre 1976-1983. Jelin plantea que

en referencia a las memorias colectivas existe una lucha política de por medio.

En el pasado y en el presente las fuerzas dominantes que originaron los estados

nacionales condicionaron la memoria de los pueblos, por tal razón, se plantea una

lucha por las memorias y los olvidos entre los centros de poder y quienes se expre-

san a través de las memorias alternativas y/o defienden estas iniciativas. Estos

son los emprendedores y emprendedoras de la memoria, quienes en sus acciones

tienen un carácter social colectivo, estableciendo su proyecto e involucrando a

otros sujetos que generen nuevas ideas buscando recuperar, evidenciar y divulgar

las memorias alternativas (Jelin 2002, 48). De esta manera, la Historia escrita

por los vencedores podrá contrastarse por las memorias-historias de los vencidos

dejando un legado para el presente y el futuro de las sociedades oprimidas.

El debate en la historiografía ha llevado a preguntarse por el papel que

debe tener la memoria en el uso de la historia. De esta manera, temas como la

transmisión de la memoria, el uso de la memoria colectiva y el olvido, el papel de

la tradición en la edificación de una memoria colectiva así como la justicia de las

víctimas como parte de la lucha por una memoria histórica son temas abordados

por historiadores y otros intelectuales de otras ramas de las ciencias sociales y hu-

manas. La necesidad es que estos debates no solo se queden en Europa sino que

hagan parte de las discusiones académicas de otros lugares del mundo como es el

caso colombiano.

Algunos trabajos de memoria en Colombia y cons-trucción de memoria histórica razonada desde lasvíctimas del conflicto armado interno

En América Latina, tras las dictaduras militares, los casos de Argentina, Chile,

Perú y Nicaragua entre otros, son emblemáticos del papel que ha desempeñado

los movimientos de víctimas y de Derechos Humanos en el esclarecimiento de

la verdad, la justicia y la reparación individual y colectiva.6 Según el jurista Juan

Méndez la importancia de las memorias de víctimas radica en:

El esclarecimiento de sucesos que han sido deliberadamente mantenidos en lassombras, la valoración de la verdad por encima de las mentiras y el reconocimien-

to de que las víctimas de los abusos de poder merecen que sus sufrimientos seanrecordados (Perotin-Dumon 2007, 3).

No todos estos procesos de memoria tienen el sentido altruista que menciona

Méndez. Existen procesos en varios países que han sido llevados a cabo por parte

del Estado para mantener una imagen internacional, pero sin esclarecer la verdad,

aplicar la justicia a los victimarios y reparar adecuadamente a las víctimas.

Este puede ser el caso de Colombia, donde las iniciativas que valoran la

memoria de las víctimas han sido escasas y en muchas ocasiones coordinadas por

una razón utilitarista. Sólo a partir de le Ley 975 de 2005 (Ley de Justicia y Paz)

y en el contexto de la desmovilización de paramilitares,7 el Estado creó la CNRR

que delegó al Grupo de Memoria Histórica, en la actualidad Centro de Memoria

Histórica (CMH), para realizar informes sobre las razones del surgimiento y evolu-

ción de los grupos armados ilegales. El objetivo de CMH es construir “memoria

histórica del conflicto armado a partir de casos emblemáticos”8 (Sánchez et al.

2009, 24), produciendo textos que evidencien hechos violentos sufridos por las

víctimas como masacres, asesinatos selectivos, desapariciones forzadas, torturas,

despojos de tierras y desplazamientos forzados entre otros crímenes realizados

por los actores armados.9 El CMH como una síntesis de todas sus producciones

publicó el informe ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad (2013),

allí se reconoce el valor que tiene la memoria en un país que continúa en conflicto,

marcándose la diferencia con procesos de recuperación de memoria histórica vivi-

dos en otros países en postconflicto. Una tensa lucha entre el reconocimiento y el

olvido que juega un papel trascendental en la sociedad futura que se construye en

el presente. El informe muestra que desde 1958 hasta 2012 han habido 220.000

víctimas mortales a causa del conflicto armado interno vigente en el país (Sánchez

et. al 2013, 20).

Por su parte, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugia-

dos (ACNUR) publicó: Para que se sepa hablan las personas desplazadas en Colombia, recopilación de las historias de vida de víctimas del conflicto en el país

(Lois 2007). Entre las iniciativas impulsadas por Organizaciones No Gubernamen-

tales (ONG), se destaca el libro Hoja de Cruz. La memoria de lo que no se debe repetir de la comunidad Kankuama donde se han documentado los asesinatos de

indígenas entre 1982 y 2005 desde las voces de los familiares de las víctimas (Uribe

et al. 2009, 38). También la revista Noche y Niebla del Centro de Investigación y

Educación Popular (CINEP) denuncia a través de testimonios de víctimas violacio-

nes de derechos humanos realizadas en el marco del conflicto armado colombiano

desde 1996 hasta 2010 (CINEP 2010).

Otro archivo de recuperación de memoria histórica de víctimas, en este caso

de crímenes de Estado, es Proyecto Colombia Nunca Más (2012), del Movimiento

de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE). También está el trabajo Tácticas yestrategias para contar. Historias de la gente sobre conflicto y reconciliación enColombia (2010) del Centro de Competencia en Comunicación para América Latina

que les ha otorgado voz a las víctimas en la lucha por la divulgación de testimonios

frente a centros de poder imperantes como organismos del Estado y los medios

masivos de comunicación (Franco, Nieto y Rincón 2010, 6).

Existen otras iniciativas que resaltan el papel de mujeres víctimas del conflic-

to como La Red de Mujeres Narrar para vivir, de la Red Nacional de Iniciativas de

Paz y contra la Guerra (REDEPAZ); El Instituto de Mujeres por la Paz (IMP) que

ha recogido testimonios libres de mujeres antes del 2005 y que a partir de la Ley

de Justicia y Paz, más de la mitad de las mujeres se negaron a seguir participando

por el temor a las persecuciones contra sus vidas; y Los Informes de la Mesa deTrabajo Mujer y Conflicto que ha complementado la recopilación de testimonios

de mujeres con información producida por investigaciones académicas (Uribe et al.

2009, 63-64).

Si bien existen otros trabajos sobre recuperación, construcción y divulgación

de las memorias, se ha generado una delicada tendencia del Estado en liderar

o vigilar estos procesos por ser un actor del conflicto en cuanto a su acción y/o

omisión. La CNRR ha promovido que la “memoria histórica” sea un escenario para

el diálogo, la negociación y el reconocimiento de las diferencias con miras a un

proyecto democrático e incluyente de superación del conflicto armado, así como la

búsqueda de verdad, justicia y reparación en un contexto de reconciliación nacional

(Sánchez et al. 2009, 26). A pesar del proyecto contener una plataforma de justicia

transicional,10 llevada a cabo en otros países en épocas de post-conflicto, en el

presente proceso se generan dudas por establecerse en plena vigencia del conflicto

armado interno y sin la adecuada participación y reconocimiento de las víctimas.

Por el contrario, el proceso se ha llevado a cabo dándole prioridad a las versiones

de los victimarios quienes han relatado los vejámenes cometidos, estableciendo

discursos por conveniencia para adquirir prebendas por parte del Estado colombia-

no sin poder establecer una verdad ni jurídica ni histórica.

A partir del anterior contexto y en la investigación sobre trayectorias de vícti-

mas se pretendió construir una “memoria histórica razonada e incluyente” de las

víctimas marginadas por el conflicto armado interno que vive el país y silenciadas

y/u olvidadas desde centros de poder. La memoria histórica razonada se enmarca

en la corriente que promueve la complementariedad de la memoria y la historia y

estaría contrastando métodos tradicionales del cientificismo positivista, que como

se mencionó antes no le da la importancia que merecen los documentos orales para

la construcción de la Historia.

Pierre Vilar siempre se preocupó por una Historia, “análisis, por la coheren-

cia de la historia entendida antes que nada como un modo de pensar [...]”, (Vilar

2004, 9); es decir una “historia razonada” que estaba en contradicción del método

tradicional establecido por el positivismo. Vilar consideraba un engaño hacerse

llamar objetivo siendo más o menos partidista (Vilar 1988, 7-33). El rescate de la

subjetividad de quienes construyen la historia permite establecer cambios teóricos,

metodológicos y temáticos en la construcción de una historia apoyada por memoria

participativa de sectores marginados. Por tal razón y optando por una historia

contemporánea alternativa, en la investigación se intentó fortalecer el trabajo de

complementariedad entre Historia y Memoria a través de “memoria histórica razo-

nada”. Esta labor se puede dar mediante la acción política de quienes construyen la

memoria colectivamente:

La memoria histórica razonada que se pretende construir no es un simple ejerciciode recuerdo o rememoración, sino un producto de valoración crítico-analítica, quepueda convertirse en herramienta prospectiva para superar el pasado recordadocomo hecho doloroso, poniéndolo en acción para la construcción del futuro desdeel presente (Suárez, Ardila, Báez y Rueda 2010, 18).

Se busca que las víctimas comprendan la realidad histórica que han vivido,

razonen acerca de su pasado y contribuyan a la construcción del futuro como acto-

res protagónicos de la sociedad del presente.

Ricoeur, citado por Rodríguez, propone que la relación entre la construcción

de los discursos de la memoria y la historia sea dialéctica: “[Existiendo] narrativas

de primer orden, la de los testigos y de segundo orden, la de los historiadores. Esta

última implica un ejercicio sobre ella misma y sobre la veracidad de la narrativa

de primer orden” (Rodríguez 2010). Si bien, el historiador realiza un ejercicio de

veracidad y complementario del relato de las víctimas, son las mismas víctimas

quienes como dice Hobsbawm son los primeros historiadores. De esta manera,

quienes tienen mayor conocimiento de los acontecimientos vividos al construir una

biografía, una historia de vida o una trayectoria de vida, en fin utilizar el método

biográfico, es la misma persona que cuenta su vida a través de su propia historia.

Asimismo, Mallimaci y Giménez reafirman el argumento que pone en relevancia a

quienes relatan sucesos biográficos:

En lugar de los términos “narrador y entrevistador” o “investigador e investigado”y otros similares, usamos los de “historiador” (de quien es la vida que se historia)y “cohistoriador” (aquel que comparte con el historiador la historia cuando es na-rrada) y que establece con él la relación en la que la historia se hace tal (Mallimaciy Giménez 2006, 40).

Esta última concepción fortalece el interés de darle trascendencia a las

narraciones de las víctimas, quienes también son “historiadoras”, y revalida que sus

memorias-historias deben ser complementadas por “co-historiadores” mediante la

triangulación de los datos, la comprensión del contexto, la utilización y construcción

de conceptos y la crítica y el análisis de la información.

Para la investigación, teniendo en cuenta a Jelin la memoria es un espacio

de lucha política, donde el investigador realiza una acción colectiva emprendiendo

trabajos de la memoria que favorecen la lucha contra silencios y olvidos sufridos por

grupos minoritarios (Jelin 2002, 60). En este caso, la lucha política y reivindicativa

es de las víctimas del desplazamiento forzado que en compañía de los investigadores

construyen “memoria histórica razonada e incluyente”, resistiendo frente a margi-

naciones, negacionismos, silencios y olvidos generados por los centros de poder e

instituidos en la sociedad contemporánea.

Entendiendo la memoria de esta forma, se legitima el proceso memorístico

emprendido desde las minorías, en el caso de esta investigación, desde las víctimas

del conflicto armado interno colombiano. Cabe señalar, que estos procesos de rei-

vindicación de las memorias como un acto de lucha política no solo pueden quedar-

se en el plano de la visibilidad estatal. Debido a la importancia de estos dos objeti-

vos, reivindicación y lucha, estas memorias deben trascender y evidenciar cambios

y permanencias existentes en la vida de las víctimas que deben relacionarse con

procesos históricos. Si puede llegarse a este propósito y las mismas personas que

relatan sus memorias comprenden la dimensión de lo sucedido en sus vivencias,

podrá construirse una “memoria histórica” con razonamiento crítico; de lo contra-

rio se estaría haciendo una utilización de las víctimas con fines personalistas y se

contribuiría a silenciarlas y olvidarlas una vez más.

31

HiS

TOR

eLo

. Rev

ista

de

His

tori

a R

egio

nal y

Lo

cal I

SSN

: 21

45

-13

2X

[vo

l 5, N

o. 1

0]

julio

- d

icie

mbr

e de

20

13

Juan Felipe Rueda Arenas

Memoria e Historia entre la división, la complemen-tariedad y la crítica

Uno de los primeros intelectuales que destacaron el papel de la memoria en estudios

de ciencias sociales fue el filósofo francés de origen judío Henri Bergson. Este autor

fue contestatario del positivismo cientificista (Riego 2008, 293-329); conceptuali-

zando la memoria desde un enfoque psicológico y espiritual mediante la “memoria

pura” y “la memoria habito” (Huici 2002).3 En su obra Materia y memoria (1886),

Bergson se valió de textos que explicaban la memoria de los individuos como eran

las Confesiones de San Agustín,4 además de influenciar estudios posteriores como

los del sociólogo también francés y de origen judío Maurice Halbwachs.

A Halbwachs, se le reconoce la construcción de los conceptos (y también la

escritura de los textos) Marcos sociales de la memoria (1925) y Memoria colectiva (1949) en el establecimiento de una sociología de la memoria (De La Cuesta 1998,

203-246). A partir del contacto con la sociología de Emile Durkheim, Halbwachs

concibió la memoria como un fenómeno colectivo y siempre vivido de forma social.

En consecuencia puede definirse la memoria colectiva como el conjunto de recuer-

dos de cada individuo. Está inscrita en marcos de referencia colectivos, los cuales

son referentes para la rememoración mediante el entorno y principalmente el

lenguaje (Jedlowski 2000, 123). Asimismo, Halbwachs destacó que en la memoria

colectiva se: [...] agrupan las memorias individuales, pero no se confunde con ellas. Esta (la

memoria colectiva) evoluciona siguiendo sus leyes, y si ciertos recuerdos indivi-duales penetran también algunas veces en ella, estos cambian de figura a partirde que son emplazados en un conjunto que no es ya una conciencia personal(Halbwachs 1991, 6).

Si bien Halbwachs reconoció la singularidad del carácter de la memoria como

parte de cada sujeto, él también argumentó que:

[…] eso que llamamos los marcos colectivos de la memoria serían el resultado, lasuma, la combinación de los recuerdos individuales de muchos miembros de unamisma sociedad. Estos marcos ayudarían, en el mejor de los casos, a clasificar, aordenar los recuerdos de los unos en relación con los de los otros. Sin embargo,no explicarían la memoria misma, puesto que la darían por existente (Halbwachs2004, 10).

Según este autor, estos marcos están mediados por el lenguaje, el espacio y el

tiempo y/o mediados por la memoria colectiva de la familia, la religión, y las clases

sociales y sus tradiciones (Ver: Halbwachs 2004). De esta manera, en cualquier

situación el ser humano se ve influenciado socialmente, por lo tanto, cualquier

representación o recuerdo establecido en su memoria hace parte de la memoria

colectiva de varios grupos a los cuales perteneció y que hacen parte de esos cuadros

de referencia socio-histórica que influencian la memoria del individuo.

Desde un punto de vista sociológico, las tesis de Halbwachs fueron innovado-

ras, pero estas mismas ideas recibieron críticas por parte de algunos historiadores.

Él no consideró que la Historia pudiera abarcar todo el acontecer humano pero

si relacionó a la memoria histórica como una construcción de historias de aconteci-

mientos significativos que favorecían la construcción de la historia nacional. En sus

concepciones se observa una oposición entre la memoria colectiva y la memoria

histórica afirmando que “si por memoria histórica se entiende la lista de los aconte-

cimientos cuyo recuerdo conserva la historia nacional, no es ella, no son sus marcos

los que representan lo esencial de lo que llamamos memoria colectiva” (Halbwachs

1968, 209-219). La memoria colectiva no solo haría parte de esa historia oficial sino,

como se expuso antes, de las relaciones sociales construidas por varios individuos

en diversos cuadros sociales.

Esta sociología de la memoria fue criticada por el historiador francés Marc

Bloch (fundador junto a Lucien Febvre de la Escuela de los Annales). Bloch utilizó la

memoria como categoría para la historia, además de estar de acuerdo en la propues-

ta de categorías de origen social situadas en el espacio y el tiempo. Como crítica, este

historiador consideró restringida la propuesta de Halbwachs centrada en los grupos

(la familia, la religión y la clase) y propuso ampliar el enfoque hacia la memoria jurí-

dica y el derecho consuetudinario (Sorgentini 2003, 103-128).

Marc Bloch fue uno de los primeros historiadores que llamó la atención

sobre la trascendencia que la memoria tenía como objeto de estudio y examen de

conciencia de la Historia; argumentaba que con la memoria podía estudiarse las

problemáticas históricas que se derivan de la transmisión de información surgida de

la tradición (Sorgentini 2003, 103-128). Esta posición contrariaba la historiografía

de su tiempo en donde la Historia solo se ocupaba de temas políticos, militares y he-

roicos. Bloch defendió el universalismo que debía tener la Historia la cual no debía

ser particularizada solo a hechos heroicos o nacionales. Comparando al sociólogo y

al historiador, Hernán Sorgentini destaca:

En Halbwachs: el universalismo de la historia resulta abstracto ya que, al noimplicar una crítica al particularismo de las identidades de los grupos, terminatornando problemática la expresión “memoria histórica”, por no poder conciliarla objetividad del conocimiento con su función práctica; [mientras en ] Bloch, elintento de concebir una “memoria universalista” refiere a una idea de humanidadque se asienta sobre una perspectiva crítica de la tradición y en una concepcióndistinta del tiempo en la que el tiempo concreto y real es la materia misma de lahistoria (Sorgentini 2003,103-128).

No solo fue la Escuela de los Annales la que empezó a realizar críticas hacia

los objetos de la Historia, y al papel de la memoria y de la tradición en función de la

historia. La Escuela de Frankfurt de tendencia marxista, desarrolló una teoría crítica

que puso en tela de juicio los ideales de razón y el progreso planteados en el siglo

XVIII y XIX (Rodríguez 2010). La Escuela de Frankfurt esbozó la necesidad de la

memoria como crítica a la historia, en medio del contexto de las guerras mundiales

que dejaban un manto de duda en esa “evolución histórica” que pretendieron los

idealistas tiempo atrás.

Theodor Adorno alumno de Walter Benjamin fue uno de los intelectuales que

lideró el movimiento científico social de la Teoría Crítica. Adorno dejó un legado en

cuanto a la importancia de la memoria en períodos donde la población se ve someti-

da a un régimen autoritario. Asimismo consideró que el siglo XX [y en el XXI no

ha cambiado] representó un tiempo de contradicciones donde se promovían princi-

pios morales y éticos como la democracia, los derechos humanos, la protección

ambiental y la libertad en la creación estética, contrastados con una historia de tota-

litarismos, de violaciones a los mencionados derechos, de destrucción del medio

ambiente y de una creación estética que respondió en muchos casos al consumismo

imperante bajo las lógicas del mercado (Rodríguez 2010).

En razón de esta legítima crítica, Marta Tafalla argumentó la importancia del

legado de Adorno para el mundo académico y fundamentalmente para la visibilidad

de las víctimas:

En ese nuevo tiempo que fue inaugurado por el fascismo y en el que cualquierbarbarie es posible, el verdadero imperativo moral es el de la memoria: tomarconciencia crítica del pasado y sobre todo conceder justicia a sus víctimas. Es im-posible construir un presente justo o esperar un futuro liberado de repeticionesdel mal sin hacer justicia a quienes fueron víctimas en el pasado (Tafalla 2003,126-154).

De esta manera, la memoria histórica desde las víctimas sería un acto de

justicia y no solo un consuelo, además de ser una necesidad histórica por represen-

tar una crítica a la Historia erigida por los vencedores. Una justicia que inclusive

llevó a Carlo Ginzburg a comparar el papel del historiador con el papel del juez en

cuanto a la verificación de testimonios, recopilación de pruebas materiales y en

el establecimiento, en un caso, de una verdad histórica y en otro de una verdad

jurídica, verdades que debían estar plenamente identificadas una con la otra (Ver:

Ginzburg 1993).

La escuela marxista, de alguna forma, también buscó una justicia para quie-

nes no habían sido visibilizados en la Historia. En palabras del historiador inglés

Edward Palmer Thompson, hacer la historia de los vencidos era hacer la historia de

las clases subalternas o la historia desde abajo, es decir desde los obreros explotados

en la Inglaterra del siglo XIX (Thompson 1989, 197). Para los años 60, Thompson

consiguió estudios históricos críticos acerca del papel de los Estados nacionales y

la construcción de la tradición en los pueblos. Su obra más reconocida ha sido Laformación de la clase obrera en Inglaterra (1963), en donde abordó la experiencia

de los obreros ingleses, dándole especial relevancia a la participación de los obreros

como sujetos activos de la historia. La idea de Thompson (citado por Sorgentini) era

recuperar para el conocimiento histórico:

[...] aspectos oscuros del pasado desatendidos por las concepciones dominantes,como el sentido de la economía “moral” de los pobres en el siglo XVIII, el impactoa largo plazo de la tradición jacobina inglesa, la racionalidad de las prácticaslúdicas y el consecuente reconocimiento de su entidad política (Sorgentini 2003,103-128).

Este rescate de la tradición de los obreros permitió al historiador estudiar

a través de las tradiciones populares del siglo XVIII “[...] el substrato sobre el que

se conforma la clase como sujeto” (Sorgentini 2003,103-128). El estudio de las

tradiciones de los sujetos que no han sido parte de la Historia ha contribuido a

recuperar la memoria, en este caso, de las clases oprimidas por el capitalismo domi-

nante. Thompson divulgó la necesidad de escribir la historia desde abajo, historia

que remite a otros documentos que pueden rescatar la memoria sistemáticamente

olvidada por las clases altas y la historiografía (Rodríguez 2010). De esta manera

argumentaba la necesidad de construir a través de experiencias y tradiciones de

sujetos olvidados “otra historia” y una memoria histórica donde los sectores margi-

nados puedan reconocerse e identificarse.

De la misma escuela marxista-inglesa, Eric Hobsbawm criticó la tradición

en las estructuras de las sociedades por considerarla una invención de las elites

dominantes para crear una continuidad ficticia con el pasado (Hobsbawm y Ranger

2002, 8). Esa invención de la tradición ha sido utilizada por las elites para la cons-

trucción de la identidad nacional, fundamental en la articulación de una memoria

colectiva nacional. Por otra parte, Hobsbawm marca una clara diferencia entre

memoria e historia. Si bien, ha sido crítico de la utilización de fuentes orales para

la construcción de la historia, consideró que cada persona era el primer historiador

que existía de su propia vida por hacer inteligible el conocimiento que tenía de su

pasado (Hobsbawm 2001, 12). La principal crítica que este autor hizo de la oralidad

fue en razón a lo fragmentaria que puede resultar la memoria de los seres humanos

al momento de narrar hechos resultando ser un engaño para la historia (Cf. Fraser

1993,72-92). Por el contrario, la Historia es una ciencia preocupada por la recupe-

ración de los datos, su sistematización crítica y el establecimiento de causalidades

para su escritura, la Historia no deja al azar lo que la memoria si puede dejar. En

consecuencia la historia así tenga una razón instrumental es una construcción

científica a diferencia de la memoria que suele ser espontanea. Un debate entre

memoria e historia, entre la oposición o la complementariedad que continúa con la

Escuela de los Annales de la tercera generación.

Al francés Pierre Nora se lo reconoce por ser quien acuñó el concepto “memo-

ria histórica”. Nora y su colega el también francés Jaques Le Goff desarrollaron la

llamada Historia de las Mentalidades con estudios enfocados en las representacio-

nes colectivas y las estructuras mentales de las sociedades. Para Nora (entrevistado

por Corradini):

La memoria es el recuerdo de un pasado vivido o imaginado. Por esa razón, la memoria siempre es portada por grupos de seres vivos que experimentaron los hechos o creen haberlo hecho. La memoria, por naturaleza, es afectiva, emotiva, abierta a todas las transformaciones, inconsciente de sus sucesivas transformacio-nes, vulnerable a toda manipulación, susceptible de permanecer latente durante largos períodos y de bruscos despertares. La memoria es siempre un fenómeno colectivo, aunque sea psicológicamente vivida como individual (Nora 2006).

Según este autor, la memoria es imaginativa y no tiene el rigor científico que

sí posee la Historia. En contraposición a la memoria el autor afirma que:

[…] la historia es una construcción siempre problemática e incompleta de aquello que ha dejado de existir, pero que dejó rastros. A partir de esos rastros, controla-dos, entrecruzados, comparados, el historiador trata de reconstituir lo que pudo pasar y, sobre todo, integrar esos hechos en un conjunto explicativo (Nora 2006)

Pierre Nora planteó que la Historia es pública porque congrega a los indivi-

duos en torno a la nación, mientras la memoria es de ámbito privado, razón por la

cual disgregaría la conformación nacional. En este aspecto, el autor remarca que

están apareciendo cada vez más memorias de quienes quieren ponerse por encima

de la historia y de la justicia presentándose como la verdad. Nora representa la

nostalgia que produce la pérdida de la historia oficial, la cual permitía educar y

congregar a la nación francesa sobre valores, hechos y significados que él considera

son propios del francés (Nora 2006).

Su obra más reconocida es Los lugares de la memoria (1992); obra escrita

para conmemorar el bicentenario de la Revolución Francesa, donde estableció junto

con un centenar de historiadores los hechos significativos de la memoria colectiva

de la nación francesa en más de dos siglos. Los lugares de memoria son los restos

que dejan los seres humanos definidos por Nora como:

[…] la forma extrema bajo la cual subsiste una conciencia conmemorativa enuna historia que la solicita porque la ignora […] Museos, archivos, cementeriosy colecciones, fiestas, aniversario, tratados, actas, monumentos, santuarios,asociaciones, son los cerros testigos de otra época, de las ilusiones de eternidad(Nora 2008, 24).

Este historiador plantea una oposición entre memoria e historia y sugiere la

necesidad de que la Historia “avasalle a la memoria”. Dice Nora: “en el corazón de

la historia, trabaja un criticismo destructor de memoria espontánea. La memoria

siempre es sospechosa para la historia, cuya misión verdadera es destruirla y repri-

mirla” (Nora 2008, 21). Estas razones que el autor argumenta de darle una supre-

macía a la Historia sobre la generación de memoria colectiva parecen encauzadas

por una tradición positivista que ha influenciado los estudios historiográficos de

quienes han escrito en favor de los “vencedores”.

Jaques Le Goff escribió el libro Historia y memoria (1977), un texto sobre

el tiempo la memoria y la historia (Cf. De La Cuesta 1998, 203-246). Además es-

cribió la obra El orden de la memoria. El tiempo como imaginario (1991), donde

realizó un recorrido histórico de la sociedad occidental y algunas sociedades

extra europeas. En este texto, el autor expuso desde las edades míticas hasta la

contemporaneidad, cómo las sociedades han hecho para conservar y transmitir la

memoria colectiva. Le Goff más que oposición, planteó la posibilidad de integrar

la memoria (colectiva) con la Historia, siendo la “historia el proceso científico de

la memoria colectiva” (Le Goff 1991, 157). En razón a este concepto, él consideró

que la “memoria histórica” es el estudio histórico que se realiza de la memoria

colectiva de las sociedades.

Memoria colectiva que si bien, ha sido manipulada por los centros de poder,

cada vez más ha representado un espacio de lucha de los grupos minoritarios. Para

este autor:

[…] la memoria colectiva ha constituido un hito importante en la lucha por elpoder conducida por las fuerzas sociales. Apoderarse de la memoria y del olvidoes una de las máximas preocupaciones de las clases, los grupos, de los individuosque han dominado y dominan las sociedades históricas (Le Goff 1991, 133).

Estas ideas que están encaminadas hacia la complementariedad entre memo-

ria e historia, hacen parte de la tercera corriente que ha buscado explicar el concepto

memoria histórica, donde se destaca el filósofo francés Paul Ricoeur. Este exponen-

te de la filosofía contemporánea fue influenciado por la fenomenología de Edmond

Husserl y el existencialismo de Karl Jaspers. Hizo parte de la Escuela de los Annales

en los años sesenta, criticando la deshumanización del estructuralismo en la investi-

gación científica y abogando por una historia social y de las mentalidades. Dos

de sus obras Historia, memoria y olvido (2000) y La lectura del tiempo pasado:memoria y olvido (1999), exponen conceptos como memoria individual, memoria

colectiva, perdón, olvido y memoria histórica. Según Ricoeur (2000, 128-129):

[...] En primer lugar, [la memoria personal o individual] parece que es radical-mente singular. Puede decirse incluso, de la mano de Locke, que la memoriaconstituye por sí sola un criterio de la identidad personal. Mis recuerdos no sonlos vuestros. No pueden transferirse los recuerdos de uno a la memoria de otro.[...] En segundo lugar, el vínculo original de la conciencia del pasado reside en lamemoria. Desde Agustín, sabemos y comentamos que la memoria es el presentedel pasado [...] la memoria garantiza la continuidad temporal de la persona. Esacontinuidad entre el pasado y el presente me permite remontarme sin soluciónde continuidad desde el presente vivido hasta los acontecimientos más lejanosde mi infancia [...]. Finalmente y en tercer lugar, a la memoria se vincula elsentido de la orientación en el paso del tiempo; orientación en doble sentido, delpasado hacia el futuro; por impulso hacia atrás, en cierto modo, según la flechadel tiempo del cambio, y también del futuro hacia el pasado, según el movimien-

to inverso de tránsito de la espera hacia el recuerdo, a través del presente vivo[...].

Este autor al mencionar que mediante la memoria el sujeto transita del pre-

sente al pasado, hace referencia a que siendo esto una paradoja (Ricoeur 2010, 25),

la memoria le da una continuidad al ser humano en el tiempo. Si bien la memoria

individual tiene unas características particulares, ésta se va construyendo en las

relaciones sociales existentes entre los individuos. Se fundamenta en Halbwachs

para explicar algunas características que se le atribuyen a la memoria colectiva: en

primera medida, los individuos no recuerdan solos sino con ayuda de los recuerdos

de otros; y que los recuerdos se encuentran inscritos en relatos colectivos que a

su vez, son reforzados mediante conmemoraciones y celebraciones públicas de

los acontecimientos vividos en el curso de la historia, de los grupos a los que perte-

necen los seres humanos. “La ritualización de lo que podemos llamar «recuerdos

compartidos» legitima a Halbwachs para convertir cada «memoria individual [...]

en un punto de vista de la memoria colectiva” (Ricoeur 1999, 17).

La ritualización de los recuerdos compartidos, la cual se realiza con conme-

moraciones y fiestas públicas es una forma para que el Estado-nacional cree identi-

dades de los ciudadanos con hechos contados como parte de la Historia oficial. El

autor entiende, que si bien, como parte del sujeto existe una memoria individual

y colectiva puede haber una analogía entre las dos, en cuanto al carácter propio,

continuidad y polaridad pasado-futuro (Ricoeur 1999, 18) y así mismo la memoria

colectiva sería considerada una especie de personalidad de rango superior.5

Ricoeur también habla de la existencia de una traslación entre la memoria

individual y colectiva explicando que “pasamos de la memoria individual a la

memoria colectiva, tránsito perfectamente legítimo, en la medida que, gracias al

lenguaje, las memorias individuales se superponen con la memoria colectiva” (Ri-

coeur 2010, 20-28). Para que se presente este tránsito resulta fundamental el len-

guaje, el cual permite que haya relaciones de los distintos significados individuales

de los sujetos existiendo una intersubjetividad de significados superpuesta con la

memoria colectiva. De esta manera, “[...] la memoria colectiva descansa sobre una

ligazón de memorias individuales, lo que se explica por la pertenencia de cada una

a una multitud de colectividades, que son otros tantos ámbitos de identificación

colectiva e individual” (Ricoeur 2010, 20-28).

La relación que plantea este filosofo entre memoria e Historia es de comple-

mentariedad y clara oposición al discurso establecido por Nora, que es excluyente

de la participación de las memorias de individuos y pueblos vencidos en la Historia.

Al contrario, el filósofo tiene una visión incluyente de las víctimas, comprendiendo

que en la construcción de “memoria histórica” debe haber una complementariedad

dialéctica entre memoria e historia, es decir que el conocimiento histórico tenga una

función crítica sobre la memoria y a su vez la memoria permita ampliar el espectro

de conocimiento de la historia (Ricoeur 2000).

En este mismo plano, se encuentra Elizabeth Jelin, luchadora contra el

régimen dictatorial que gobernó a Argentina entre 1976-1983. Jelin plantea que

en referencia a las memorias colectivas existe una lucha política de por medio.

En el pasado y en el presente las fuerzas dominantes que originaron los estados

nacionales condicionaron la memoria de los pueblos, por tal razón, se plantea una

lucha por las memorias y los olvidos entre los centros de poder y quienes se expre-

san a través de las memorias alternativas y/o defienden estas iniciativas. Estos

son los emprendedores y emprendedoras de la memoria, quienes en sus acciones

tienen un carácter social colectivo, estableciendo su proyecto e involucrando a

otros sujetos que generen nuevas ideas buscando recuperar, evidenciar y divulgar

las memorias alternativas (Jelin 2002, 48). De esta manera, la Historia escrita

por los vencedores podrá contrastarse por las memorias-historias de los vencidos

dejando un legado para el presente y el futuro de las sociedades oprimidas.

El debate en la historiografía ha llevado a preguntarse por el papel que

debe tener la memoria en el uso de la historia. De esta manera, temas como la

transmisión de la memoria, el uso de la memoria colectiva y el olvido, el papel de

la tradición en la edificación de una memoria colectiva así como la justicia de las

víctimas como parte de la lucha por una memoria histórica son temas abordados

por historiadores y otros intelectuales de otras ramas de las ciencias sociales y hu-

manas. La necesidad es que estos debates no solo se queden en Europa sino que

hagan parte de las discusiones académicas de otros lugares del mundo como es el

caso colombiano.

Algunos trabajos de memoria en Colombia y cons-trucción de memoria histórica razonada desde lasvíctimas del conflicto armado interno

En América Latina, tras las dictaduras militares, los casos de Argentina, Chile,

Perú y Nicaragua entre otros, son emblemáticos del papel que ha desempeñado

los movimientos de víctimas y de Derechos Humanos en el esclarecimiento de

la verdad, la justicia y la reparación individual y colectiva.6 Según el jurista Juan

Méndez la importancia de las memorias de víctimas radica en:

El esclarecimiento de sucesos que han sido deliberadamente mantenidos en lassombras, la valoración de la verdad por encima de las mentiras y el reconocimien-

to de que las víctimas de los abusos de poder merecen que sus sufrimientos seanrecordados (Perotin-Dumon 2007, 3).

No todos estos procesos de memoria tienen el sentido altruista que menciona

Méndez. Existen procesos en varios países que han sido llevados a cabo por parte

del Estado para mantener una imagen internacional, pero sin esclarecer la verdad,

aplicar la justicia a los victimarios y reparar adecuadamente a las víctimas.

Este puede ser el caso de Colombia, donde las iniciativas que valoran la

memoria de las víctimas han sido escasas y en muchas ocasiones coordinadas por

una razón utilitarista. Sólo a partir de le Ley 975 de 2005 (Ley de Justicia y Paz)

y en el contexto de la desmovilización de paramilitares,7 el Estado creó la CNRR

que delegó al Grupo de Memoria Histórica, en la actualidad Centro de Memoria

Histórica (CMH), para realizar informes sobre las razones del surgimiento y evolu-

ción de los grupos armados ilegales. El objetivo de CMH es construir “memoria

histórica del conflicto armado a partir de casos emblemáticos”8 (Sánchez et al.

2009, 24), produciendo textos que evidencien hechos violentos sufridos por las

víctimas como masacres, asesinatos selectivos, desapariciones forzadas, torturas,

despojos de tierras y desplazamientos forzados entre otros crímenes realizados

por los actores armados.9 El CMH como una síntesis de todas sus producciones

publicó el informe ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad (2013),

allí se reconoce el valor que tiene la memoria en un país que continúa en conflicto,

marcándose la diferencia con procesos de recuperación de memoria histórica vivi-

dos en otros países en postconflicto. Una tensa lucha entre el reconocimiento y el

olvido que juega un papel trascendental en la sociedad futura que se construye en

el presente. El informe muestra que desde 1958 hasta 2012 han habido 220.000

víctimas mortales a causa del conflicto armado interno vigente en el país (Sánchez

et. al 2013, 20).

Por su parte, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugia-

dos (ACNUR) publicó: Para que se sepa hablan las personas desplazadas en Colombia, recopilación de las historias de vida de víctimas del conflicto en el país

(Lois 2007). Entre las iniciativas impulsadas por Organizaciones No Gubernamen-

tales (ONG), se destaca el libro Hoja de Cruz. La memoria de lo que no se debe repetir de la comunidad Kankuama donde se han documentado los asesinatos de

indígenas entre 1982 y 2005 desde las voces de los familiares de las víctimas (Uribe

et al. 2009, 38). También la revista Noche y Niebla del Centro de Investigación y

Educación Popular (CINEP) denuncia a través de testimonios de víctimas violacio-

nes de derechos humanos realizadas en el marco del conflicto armado colombiano

desde 1996 hasta 2010 (CINEP 2010).

Otro archivo de recuperación de memoria histórica de víctimas, en este caso

de crímenes de Estado, es Proyecto Colombia Nunca Más (2012), del Movimiento

de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE). También está el trabajo Tácticas yestrategias para contar. Historias de la gente sobre conflicto y reconciliación enColombia (2010) del Centro de Competencia en Comunicación para América Latina

que les ha otorgado voz a las víctimas en la lucha por la divulgación de testimonios

frente a centros de poder imperantes como organismos del Estado y los medios

masivos de comunicación (Franco, Nieto y Rincón 2010, 6).

Existen otras iniciativas que resaltan el papel de mujeres víctimas del conflic-

to como La Red de Mujeres Narrar para vivir, de la Red Nacional de Iniciativas de

Paz y contra la Guerra (REDEPAZ); El Instituto de Mujeres por la Paz (IMP) que

ha recogido testimonios libres de mujeres antes del 2005 y que a partir de la Ley

de Justicia y Paz, más de la mitad de las mujeres se negaron a seguir participando

por el temor a las persecuciones contra sus vidas; y Los Informes de la Mesa deTrabajo Mujer y Conflicto que ha complementado la recopilación de testimonios

de mujeres con información producida por investigaciones académicas (Uribe et al.

2009, 63-64).

Si bien existen otros trabajos sobre recuperación, construcción y divulgación

de las memorias, se ha generado una delicada tendencia del Estado en liderar

o vigilar estos procesos por ser un actor del conflicto en cuanto a su acción y/o

omisión. La CNRR ha promovido que la “memoria histórica” sea un escenario para

el diálogo, la negociación y el reconocimiento de las diferencias con miras a un

proyecto democrático e incluyente de superación del conflicto armado, así como la

búsqueda de verdad, justicia y reparación en un contexto de reconciliación nacional

(Sánchez et al. 2009, 26). A pesar del proyecto contener una plataforma de justicia

transicional,10 llevada a cabo en otros países en épocas de post-conflicto, en el

presente proceso se generan dudas por establecerse en plena vigencia del conflicto

armado interno y sin la adecuada participación y reconocimiento de las víctimas.

Por el contrario, el proceso se ha llevado a cabo dándole prioridad a las versiones

de los victimarios quienes han relatado los vejámenes cometidos, estableciendo

discursos por conveniencia para adquirir prebendas por parte del Estado colombia-

no sin poder establecer una verdad ni jurídica ni histórica.

A partir del anterior contexto y en la investigación sobre trayectorias de vícti-

mas se pretendió construir una “memoria histórica razonada e incluyente” de las

víctimas marginadas por el conflicto armado interno que vive el país y silenciadas

y/u olvidadas desde centros de poder. La memoria histórica razonada se enmarca

en la corriente que promueve la complementariedad de la memoria y la historia y

estaría contrastando métodos tradicionales del cientificismo positivista, que como

se mencionó antes no le da la importancia que merecen los documentos orales para

la construcción de la Historia.

Pierre Vilar siempre se preocupó por una Historia, “análisis, por la coheren-

cia de la historia entendida antes que nada como un modo de pensar [...]”, (Vilar

2004, 9); es decir una “historia razonada” que estaba en contradicción del método

tradicional establecido por el positivismo. Vilar consideraba un engaño hacerse

llamar objetivo siendo más o menos partidista (Vilar 1988, 7-33). El rescate de la

subjetividad de quienes construyen la historia permite establecer cambios teóricos,

metodológicos y temáticos en la construcción de una historia apoyada por memoria

participativa de sectores marginados. Por tal razón y optando por una historia

contemporánea alternativa, en la investigación se intentó fortalecer el trabajo de

complementariedad entre Historia y Memoria a través de “memoria histórica razo-

nada”. Esta labor se puede dar mediante la acción política de quienes construyen la

memoria colectivamente:

La memoria histórica razonada que se pretende construir no es un simple ejerciciode recuerdo o rememoración, sino un producto de valoración crítico-analítica, quepueda convertirse en herramienta prospectiva para superar el pasado recordadocomo hecho doloroso, poniéndolo en acción para la construcción del futuro desdeel presente (Suárez, Ardila, Báez y Rueda 2010, 18).

Se busca que las víctimas comprendan la realidad histórica que han vivido,

razonen acerca de su pasado y contribuyan a la construcción del futuro como acto-

res protagónicos de la sociedad del presente.

Ricoeur, citado por Rodríguez, propone que la relación entre la construcción

de los discursos de la memoria y la historia sea dialéctica: “[Existiendo] narrativas

de primer orden, la de los testigos y de segundo orden, la de los historiadores. Esta

última implica un ejercicio sobre ella misma y sobre la veracidad de la narrativa

de primer orden” (Rodríguez 2010). Si bien, el historiador realiza un ejercicio de

veracidad y complementario del relato de las víctimas, son las mismas víctimas

quienes como dice Hobsbawm son los primeros historiadores. De esta manera,

quienes tienen mayor conocimiento de los acontecimientos vividos al construir una

biografía, una historia de vida o una trayectoria de vida, en fin utilizar el método

biográfico, es la misma persona que cuenta su vida a través de su propia historia.

Asimismo, Mallimaci y Giménez reafirman el argumento que pone en relevancia a

quienes relatan sucesos biográficos:

En lugar de los términos “narrador y entrevistador” o “investigador e investigado”y otros similares, usamos los de “historiador” (de quien es la vida que se historia)y “cohistoriador” (aquel que comparte con el historiador la historia cuando es na-rrada) y que establece con él la relación en la que la historia se hace tal (Mallimaciy Giménez 2006, 40).

Esta última concepción fortalece el interés de darle trascendencia a las

narraciones de las víctimas, quienes también son “historiadoras”, y revalida que sus

memorias-historias deben ser complementadas por “co-historiadores” mediante la

triangulación de los datos, la comprensión del contexto, la utilización y construcción

de conceptos y la crítica y el análisis de la información.

Para la investigación, teniendo en cuenta a Jelin la memoria es un espacio

de lucha política, donde el investigador realiza una acción colectiva emprendiendo

trabajos de la memoria que favorecen la lucha contra silencios y olvidos sufridos por

grupos minoritarios (Jelin 2002, 60). En este caso, la lucha política y reivindicativa

es de las víctimas del desplazamiento forzado que en compañía de los investigadores

construyen “memoria histórica razonada e incluyente”, resistiendo frente a margi-

naciones, negacionismos, silencios y olvidos generados por los centros de poder e

instituidos en la sociedad contemporánea.

Entendiendo la memoria de esta forma, se legitima el proceso memorístico

emprendido desde las minorías, en el caso de esta investigación, desde las víctimas

del conflicto armado interno colombiano. Cabe señalar, que estos procesos de rei-

vindicación de las memorias como un acto de lucha política no solo pueden quedar-

se en el plano de la visibilidad estatal. Debido a la importancia de estos dos objeti-

vos, reivindicación y lucha, estas memorias deben trascender y evidenciar cambios

y permanencias existentes en la vida de las víctimas que deben relacionarse con

procesos históricos. Si puede llegarse a este propósito y las mismas personas que

relatan sus memorias comprenden la dimensión de lo sucedido en sus vivencias,

podrá construirse una “memoria histórica” con razonamiento crítico; de lo contra-

rio se estaría haciendo una utilización de las víctimas con fines personalistas y se

contribuiría a silenciarlas y olvidarlas una vez más.

Juan Felipe Rueda Arenas32H

iSTO

ReL

o. R

evis

ta d

e H

isto

ria

Reg

iona

l y L

oca

l ISS

N: 2

14

5-1

32

X [

vol 5

, No

. 10

] ju

lio -

dic

iem

bre

de 2

01

3

Memoria e Historia entre la división, la complemen-tariedad y la crítica

Uno de los primeros intelectuales que destacaron el papel de la memoria en estudios

de ciencias sociales fue el filósofo francés de origen judío Henri Bergson. Este autor

fue contestatario del positivismo cientificista (Riego 2008, 293-329); conceptuali-

zando la memoria desde un enfoque psicológico y espiritual mediante la “memoria

pura” y “la memoria habito” (Huici 2002).3 En su obra Materia y memoria (1886),

Bergson se valió de textos que explicaban la memoria de los individuos como eran

las Confesiones de San Agustín,4 además de influenciar estudios posteriores como

los del sociólogo también francés y de origen judío Maurice Halbwachs.

A Halbwachs, se le reconoce la construcción de los conceptos (y también la

escritura de los textos) Marcos sociales de la memoria (1925) y Memoria colectiva (1949) en el establecimiento de una sociología de la memoria (De La Cuesta 1998,

203-246). A partir del contacto con la sociología de Emile Durkheim, Halbwachs

concibió la memoria como un fenómeno colectivo y siempre vivido de forma social.

En consecuencia puede definirse la memoria colectiva como el conjunto de recuer-

dos de cada individuo. Está inscrita en marcos de referencia colectivos, los cuales

son referentes para la rememoración mediante el entorno y principalmente el

lenguaje (Jedlowski 2000, 123). Asimismo, Halbwachs destacó que en la memoria

colectiva se: [...] agrupan las memorias individuales, pero no se confunde con ellas. Esta (la

memoria colectiva) evoluciona siguiendo sus leyes, y si ciertos recuerdos indivi-duales penetran también algunas veces en ella, estos cambian de figura a partirde que son emplazados en un conjunto que no es ya una conciencia personal(Halbwachs 1991, 6).

Si bien Halbwachs reconoció la singularidad del carácter de la memoria como

parte de cada sujeto, él también argumentó que:

[…] eso que llamamos los marcos colectivos de la memoria serían el resultado, lasuma, la combinación de los recuerdos individuales de muchos miembros de unamisma sociedad. Estos marcos ayudarían, en el mejor de los casos, a clasificar, aordenar los recuerdos de los unos en relación con los de los otros. Sin embargo,no explicarían la memoria misma, puesto que la darían por existente (Halbwachs2004, 10).

Según este autor, estos marcos están mediados por el lenguaje, el espacio y el

tiempo y/o mediados por la memoria colectiva de la familia, la religión, y las clases

sociales y sus tradiciones (Ver: Halbwachs 2004). De esta manera, en cualquier

situación el ser humano se ve influenciado socialmente, por lo tanto, cualquier

representación o recuerdo establecido en su memoria hace parte de la memoria

colectiva de varios grupos a los cuales perteneció y que hacen parte de esos cuadros

de referencia socio-histórica que influencian la memoria del individuo.

Desde un punto de vista sociológico, las tesis de Halbwachs fueron innovado-

ras, pero estas mismas ideas recibieron críticas por parte de algunos historiadores.

Él no consideró que la Historia pudiera abarcar todo el acontecer humano pero

si relacionó a la memoria histórica como una construcción de historias de aconteci-

mientos significativos que favorecían la construcción de la historia nacional. En sus

concepciones se observa una oposición entre la memoria colectiva y la memoria

histórica afirmando que “si por memoria histórica se entiende la lista de los aconte-

cimientos cuyo recuerdo conserva la historia nacional, no es ella, no son sus marcos

los que representan lo esencial de lo que llamamos memoria colectiva” (Halbwachs

1968, 209-219). La memoria colectiva no solo haría parte de esa historia oficial sino,

como se expuso antes, de las relaciones sociales construidas por varios individuos

en diversos cuadros sociales.

Esta sociología de la memoria fue criticada por el historiador francés Marc

Bloch (fundador junto a Lucien Febvre de la Escuela de los Annales). Bloch utilizó la

memoria como categoría para la historia, además de estar de acuerdo en la propues-

ta de categorías de origen social situadas en el espacio y el tiempo. Como crítica, este

historiador consideró restringida la propuesta de Halbwachs centrada en los grupos

(la familia, la religión y la clase) y propuso ampliar el enfoque hacia la memoria jurí-

dica y el derecho consuetudinario (Sorgentini 2003, 103-128).

Marc Bloch fue uno de los primeros historiadores que llamó la atención

sobre la trascendencia que la memoria tenía como objeto de estudio y examen de

conciencia de la Historia; argumentaba que con la memoria podía estudiarse las

problemáticas históricas que se derivan de la transmisión de información surgida de

la tradición (Sorgentini 2003, 103-128). Esta posición contrariaba la historiografía

de su tiempo en donde la Historia solo se ocupaba de temas políticos, militares y he-

roicos. Bloch defendió el universalismo que debía tener la Historia la cual no debía

ser particularizada solo a hechos heroicos o nacionales. Comparando al sociólogo y

al historiador, Hernán Sorgentini destaca:

En Halbwachs: el universalismo de la historia resulta abstracto ya que, al noimplicar una crítica al particularismo de las identidades de los grupos, terminatornando problemática la expresión “memoria histórica”, por no poder conciliarla objetividad del conocimiento con su función práctica; [mientras en ] Bloch, elintento de concebir una “memoria universalista” refiere a una idea de humanidadque se asienta sobre una perspectiva crítica de la tradición y en una concepcióndistinta del tiempo en la que el tiempo concreto y real es la materia misma de lahistoria (Sorgentini 2003,103-128).

No solo fue la Escuela de los Annales la que empezó a realizar críticas hacia

los objetos de la Historia, y al papel de la memoria y de la tradición en función de la

historia. La Escuela de Frankfurt de tendencia marxista, desarrolló una teoría crítica

que puso en tela de juicio los ideales de razón y el progreso planteados en el siglo

XVIII y XIX (Rodríguez 2010). La Escuela de Frankfurt esbozó la necesidad de la

memoria como crítica a la historia, en medio del contexto de las guerras mundiales

que dejaban un manto de duda en esa “evolución histórica” que pretendieron los

idealistas tiempo atrás.

Theodor Adorno alumno de Walter Benjamin fue uno de los intelectuales que

lideró el movimiento científico social de la Teoría Crítica. Adorno dejó un legado en

cuanto a la importancia de la memoria en períodos donde la población se ve someti-

da a un régimen autoritario. Asimismo consideró que el siglo XX [y en el XXI no

ha cambiado] representó un tiempo de contradicciones donde se promovían princi-

pios morales y éticos como la democracia, los derechos humanos, la protección

ambiental y la libertad en la creación estética, contrastados con una historia de tota-

litarismos, de violaciones a los mencionados derechos, de destrucción del medio

ambiente y de una creación estética que respondió en muchos casos al consumismo

imperante bajo las lógicas del mercado (Rodríguez 2010).

En razón de esta legítima crítica, Marta Tafalla argumentó la importancia del

legado de Adorno para el mundo académico y fundamentalmente para la visibilidad

de las víctimas:

En ese nuevo tiempo que fue inaugurado por el fascismo y en el que cualquierbarbarie es posible, el verdadero imperativo moral es el de la memoria: tomarconciencia crítica del pasado y sobre todo conceder justicia a sus víctimas. Es im-posible construir un presente justo o esperar un futuro liberado de repeticionesdel mal sin hacer justicia a quienes fueron víctimas en el pasado (Tafalla 2003,126-154).

De esta manera, la memoria histórica desde las víctimas sería un acto de

justicia y no solo un consuelo, además de ser una necesidad histórica por represen-

tar una crítica a la Historia erigida por los vencedores. Una justicia que inclusive

llevó a Carlo Ginzburg a comparar el papel del historiador con el papel del juez en

cuanto a la verificación de testimonios, recopilación de pruebas materiales y en

el establecimiento, en un caso, de una verdad histórica y en otro de una verdad

jurídica, verdades que debían estar plenamente identificadas una con la otra (Ver:

Ginzburg 1993).

La escuela marxista, de alguna forma, también buscó una justicia para quie-

nes no habían sido visibilizados en la Historia. En palabras del historiador inglés

Edward Palmer Thompson, hacer la historia de los vencidos era hacer la historia de

las clases subalternas o la historia desde abajo, es decir desde los obreros explotados

en la Inglaterra del siglo XIX (Thompson 1989, 197). Para los años 60, Thompson

consiguió estudios históricos críticos acerca del papel de los Estados nacionales y

la construcción de la tradición en los pueblos. Su obra más reconocida ha sido Laformación de la clase obrera en Inglaterra (1963), en donde abordó la experiencia

de los obreros ingleses, dándole especial relevancia a la participación de los obreros

como sujetos activos de la historia. La idea de Thompson (citado por Sorgentini) era

recuperar para el conocimiento histórico:

[...] aspectos oscuros del pasado desatendidos por las concepciones dominantes,como el sentido de la economía “moral” de los pobres en el siglo XVIII, el impactoa largo plazo de la tradición jacobina inglesa, la racionalidad de las prácticaslúdicas y el consecuente reconocimiento de su entidad política (Sorgentini 2003,103-128).

Este rescate de la tradición de los obreros permitió al historiador estudiar

a través de las tradiciones populares del siglo XVIII “[...] el substrato sobre el que

se conforma la clase como sujeto” (Sorgentini 2003,103-128). El estudio de las

tradiciones de los sujetos que no han sido parte de la Historia ha contribuido a

recuperar la memoria, en este caso, de las clases oprimidas por el capitalismo domi-

nante. Thompson divulgó la necesidad de escribir la historia desde abajo, historia

que remite a otros documentos que pueden rescatar la memoria sistemáticamente

olvidada por las clases altas y la historiografía (Rodríguez 2010). De esta manera

argumentaba la necesidad de construir a través de experiencias y tradiciones de

sujetos olvidados “otra historia” y una memoria histórica donde los sectores margi-

nados puedan reconocerse e identificarse.

De la misma escuela marxista-inglesa, Eric Hobsbawm criticó la tradición

en las estructuras de las sociedades por considerarla una invención de las elites

dominantes para crear una continuidad ficticia con el pasado (Hobsbawm y Ranger

2002, 8). Esa invención de la tradición ha sido utilizada por las elites para la cons-

trucción de la identidad nacional, fundamental en la articulación de una memoria

colectiva nacional. Por otra parte, Hobsbawm marca una clara diferencia entre

memoria e historia. Si bien, ha sido crítico de la utilización de fuentes orales para

la construcción de la historia, consideró que cada persona era el primer historiador

que existía de su propia vida por hacer inteligible el conocimiento que tenía de su

pasado (Hobsbawm 2001, 12). La principal crítica que este autor hizo de la oralidad

fue en razón a lo fragmentaria que puede resultar la memoria de los seres humanos

al momento de narrar hechos resultando ser un engaño para la historia (Cf. Fraser

1993,72-92). Por el contrario, la Historia es una ciencia preocupada por la recupe-

ración de los datos, su sistematización crítica y el establecimiento de causalidades

para su escritura, la Historia no deja al azar lo que la memoria si puede dejar. En

consecuencia la historia así tenga una razón instrumental es una construcción

científica a diferencia de la memoria que suele ser espontanea. Un debate entre

memoria e historia, entre la oposición o la complementariedad que continúa con la

Escuela de los Annales de la tercera generación.

Al francés Pierre Nora se lo reconoce por ser quien acuñó el concepto “memo-

ria histórica”. Nora y su colega el también francés Jaques Le Goff desarrollaron la

llamada Historia de las Mentalidades con estudios enfocados en las representacio-

nes colectivas y las estructuras mentales de las sociedades. Para Nora (entrevistado

por Corradini):

La memoria es el recuerdo de un pasado vivido o imaginado. Por esa razón, lamemoria siempre es portada por grupos de seres vivos que experimentaron loshechos o creen haberlo hecho. La memoria, por naturaleza, es afectiva, emotiva,abierta a todas las transformaciones, inconsciente de sus sucesivas transformacio-nes, vulnerable a toda manipulación, susceptible de permanecer latente durantelargos períodos y de bruscos despertares. La memoria es siempre un fenómenocolectivo, aunque sea psicológicamente vivida como individual (Nora 2006).

Según este autor, la memoria es imaginativa y no tiene el rigor científico que

sí posee la Historia. En contraposición a la memoria el autor afirma que:

[…] la historia es una construcción siempre problemática e incompleta de aquelloque ha dejado de existir, pero que dejó rastros. A partir de esos rastros, controla-dos, entrecruzados, comparados, el historiador trata de reconstituir lo que pudopasar y, sobre todo, integrar esos hechos en un conjunto explicativo (Nora 2006)

Pierre Nora planteó que la Historia es pública porque congrega a los indivi-

duos en torno a la nación, mientras la memoria es de ámbito privado, razón por la

cual disgregaría la conformación nacional. En este aspecto, el autor remarca que

están apareciendo cada vez más memorias de quienes quieren ponerse por encima

de la historia y de la justicia presentándose como la verdad. Nora representa la

nostalgia que produce la pérdida de la historia oficial, la cual permitía educar y

congregar a la nación francesa sobre valores, hechos y significados que él considera

son propios del francés (Nora 2006).

Su obra más reconocida es Los lugares de la memoria (1992); obra escrita

para conmemorar el bicentenario de la Revolución Francesa, donde estableció junto

con un centenar de historiadores los hechos significativos de la memoria colectiva

de la nación francesa en más de dos siglos. Los lugares de memoria son los restos

que dejan los seres humanos definidos por Nora como:

[…] la forma extrema bajo la cual subsiste una conciencia conmemorativa en una historia que la solicita porque la ignora […] Museos, archivos, cementerios y colecciones, fiestas, aniversario, tratados, actas, monumentos, santuarios, asociaciones, son los cerros testigos de otra época, de las ilusiones de eternidad (Nora 2008, 24).

Este historiador plantea una oposición entre memoria e historia y sugiere la

necesidad de que la Historia “avasalle a la memoria”. Dice Nora: “en el corazón de

la historia, trabaja un criticismo destructor de memoria espontánea. La memoria

siempre es sospechosa para la historia, cuya misión verdadera es destruirla y repri-

mirla” (Nora 2008, 21). Estas razones que el autor argumenta de darle una supre-

macía a la Historia sobre la generación de memoria colectiva parecen encauzadas

por una tradición positivista que ha influenciado los estudios historiográficos de

quienes han escrito en favor de los “vencedores”.

Jaques Le Goff escribió el libro Historia y memoria (1977), un texto sobre

el tiempo la memoria y la historia (Cf. De La Cuesta 1998, 203-246). Además es-

cribió la obra El orden de la memoria. El tiempo como imaginario (1991), donde

realizó un recorrido histórico de la sociedad occidental y algunas sociedades

extra europeas. En este texto, el autor expuso desde las edades míticas hasta la

contemporaneidad, cómo las sociedades han hecho para conservar y transmitir la

memoria colectiva. Le Goff más que oposición, planteó la posibilidad de integrar

la memoria (colectiva) con la Historia, siendo la “historia el proceso científico de

la memoria colectiva” (Le Goff 1991, 157). En razón a este concepto, él consideró

que la “memoria histórica” es el estudio histórico que se realiza de la memoria

colectiva de las sociedades.

Memoria colectiva que si bien, ha sido manipulada por los centros de poder,

cada vez más ha representado un espacio de lucha de los grupos minoritarios. Para

este autor:

[…] la memoria colectiva ha constituido un hito importante en la lucha por elpoder conducida por las fuerzas sociales. Apoderarse de la memoria y del olvidoes una de las máximas preocupaciones de las clases, los grupos, de los individuosque han dominado y dominan las sociedades históricas (Le Goff 1991, 133).

Estas ideas que están encaminadas hacia la complementariedad entre memo-

ria e historia, hacen parte de la tercera corriente que ha buscado explicar el concepto

memoria histórica, donde se destaca el filósofo francés Paul Ricoeur. Este exponen-

te de la filosofía contemporánea fue influenciado por la fenomenología de Edmond

Husserl y el existencialismo de Karl Jaspers. Hizo parte de la Escuela de los Annales

en los años sesenta, criticando la deshumanización del estructuralismo en la investi-

gación científica y abogando por una historia social y de las mentalidades. Dos

de sus obras Historia, memoria y olvido (2000) y La lectura del tiempo pasado:memoria y olvido (1999), exponen conceptos como memoria individual, memoria

colectiva, perdón, olvido y memoria histórica. Según Ricoeur (2000, 128-129):

[...] En primer lugar, [la memoria personal o individual] parece que es radical-mente singular. Puede decirse incluso, de la mano de Locke, que la memoriaconstituye por sí sola un criterio de la identidad personal. Mis recuerdos no sonlos vuestros. No pueden transferirse los recuerdos de uno a la memoria de otro.[...] En segundo lugar, el vínculo original de la conciencia del pasado reside en lamemoria. Desde Agustín, sabemos y comentamos que la memoria es el presentedel pasado [...] la memoria garantiza la continuidad temporal de la persona. Esacontinuidad entre el pasado y el presente me permite remontarme sin soluciónde continuidad desde el presente vivido hasta los acontecimientos más lejanosde mi infancia [...]. Finalmente y en tercer lugar, a la memoria se vincula elsentido de la orientación en el paso del tiempo; orientación en doble sentido, delpasado hacia el futuro; por impulso hacia atrás, en cierto modo, según la flechadel tiempo del cambio, y también del futuro hacia el pasado, según el movimien-

to inverso de tránsito de la espera hacia el recuerdo, a través del presente vivo[...].

Este autor al mencionar que mediante la memoria el sujeto transita del pre-

sente al pasado, hace referencia a que siendo esto una paradoja (Ricoeur 2010, 25),

la memoria le da una continuidad al ser humano en el tiempo. Si bien la memoria

individual tiene unas características particulares, ésta se va construyendo en las

relaciones sociales existentes entre los individuos. Se fundamenta en Halbwachs

para explicar algunas características que se le atribuyen a la memoria colectiva: en

primera medida, los individuos no recuerdan solos sino con ayuda de los recuerdos

de otros; y que los recuerdos se encuentran inscritos en relatos colectivos que a

su vez, son reforzados mediante conmemoraciones y celebraciones públicas de

los acontecimientos vividos en el curso de la historia, de los grupos a los que perte-

necen los seres humanos. “La ritualización de lo que podemos llamar «recuerdos

compartidos» legitima a Halbwachs para convertir cada «memoria individual [...]

en un punto de vista de la memoria colectiva” (Ricoeur 1999, 17).

La ritualización de los recuerdos compartidos, la cual se realiza con conme-

moraciones y fiestas públicas es una forma para que el Estado-nacional cree identi-

dades de los ciudadanos con hechos contados como parte de la Historia oficial. El

autor entiende, que si bien, como parte del sujeto existe una memoria individual

y colectiva puede haber una analogía entre las dos, en cuanto al carácter propio,

continuidad y polaridad pasado-futuro (Ricoeur 1999, 18) y así mismo la memoria

colectiva sería considerada una especie de personalidad de rango superior.5

Ricoeur también habla de la existencia de una traslación entre la memoria

individual y colectiva explicando que “pasamos de la memoria individual a la

memoria colectiva, tránsito perfectamente legítimo, en la medida que, gracias al

lenguaje, las memorias individuales se superponen con la memoria colectiva” (Ri-

coeur 2010, 20-28). Para que se presente este tránsito resulta fundamental el len-

guaje, el cual permite que haya relaciones de los distintos significados individuales

de los sujetos existiendo una intersubjetividad de significados superpuesta con la

memoria colectiva. De esta manera, “[...] la memoria colectiva descansa sobre una

ligazón de memorias individuales, lo que se explica por la pertenencia de cada una

a una multitud de colectividades, que son otros tantos ámbitos de identificación

colectiva e individual” (Ricoeur 2010, 20-28).

La relación que plantea este filosofo entre memoria e Historia es de comple-

mentariedad y clara oposición al discurso establecido por Nora, que es excluyente

de la participación de las memorias de individuos y pueblos vencidos en la Historia.

Al contrario, el filósofo tiene una visión incluyente de las víctimas, comprendiendo

que en la construcción de “memoria histórica” debe haber una complementariedad

dialéctica entre memoria e historia, es decir que el conocimiento histórico tenga una

función crítica sobre la memoria y a su vez la memoria permita ampliar el espectro

de conocimiento de la historia (Ricoeur 2000).

En este mismo plano, se encuentra Elizabeth Jelin, luchadora contra el

régimen dictatorial que gobernó a Argentina entre 1976-1983. Jelin plantea que

en referencia a las memorias colectivas existe una lucha política de por medio.

En el pasado y en el presente las fuerzas dominantes que originaron los estados

nacionales condicionaron la memoria de los pueblos, por tal razón, se plantea una

lucha por las memorias y los olvidos entre los centros de poder y quienes se expre-

san a través de las memorias alternativas y/o defienden estas iniciativas. Estos

son los emprendedores y emprendedoras de la memoria, quienes en sus acciones

tienen un carácter social colectivo, estableciendo su proyecto e involucrando a

otros sujetos que generen nuevas ideas buscando recuperar, evidenciar y divulgar

las memorias alternativas (Jelin 2002, 48). De esta manera, la Historia escrita

por los vencedores podrá contrastarse por las memorias-historias de los vencidos

dejando un legado para el presente y el futuro de las sociedades oprimidas.

El debate en la historiografía ha llevado a preguntarse por el papel que

debe tener la memoria en el uso de la historia. De esta manera, temas como la

transmisión de la memoria, el uso de la memoria colectiva y el olvido, el papel de

la tradición en la edificación de una memoria colectiva así como la justicia de las

víctimas como parte de la lucha por una memoria histórica son temas abordados

por historiadores y otros intelectuales de otras ramas de las ciencias sociales y hu-

manas. La necesidad es que estos debates no solo se queden en Europa sino que

hagan parte de las discusiones académicas de otros lugares del mundo como es el

caso colombiano.

Algunos trabajos de memoria en Colombia y cons-trucción de memoria histórica razonada desde lasvíctimas del conflicto armado interno

En América Latina, tras las dictaduras militares, los casos de Argentina, Chile,

Perú y Nicaragua entre otros, son emblemáticos del papel que ha desempeñado

los movimientos de víctimas y de Derechos Humanos en el esclarecimiento de

la verdad, la justicia y la reparación individual y colectiva.6 Según el jurista Juan

Méndez la importancia de las memorias de víctimas radica en:

El esclarecimiento de sucesos que han sido deliberadamente mantenidos en lassombras, la valoración de la verdad por encima de las mentiras y el reconocimien-

to de que las víctimas de los abusos de poder merecen que sus sufrimientos seanrecordados (Perotin-Dumon 2007, 3).

No todos estos procesos de memoria tienen el sentido altruista que menciona

Méndez. Existen procesos en varios países que han sido llevados a cabo por parte

del Estado para mantener una imagen internacional, pero sin esclarecer la verdad,

aplicar la justicia a los victimarios y reparar adecuadamente a las víctimas.

Este puede ser el caso de Colombia, donde las iniciativas que valoran la

memoria de las víctimas han sido escasas y en muchas ocasiones coordinadas por

una razón utilitarista. Sólo a partir de le Ley 975 de 2005 (Ley de Justicia y Paz)

y en el contexto de la desmovilización de paramilitares,7 el Estado creó la CNRR

que delegó al Grupo de Memoria Histórica, en la actualidad Centro de Memoria

Histórica (CMH), para realizar informes sobre las razones del surgimiento y evolu-

ción de los grupos armados ilegales. El objetivo de CMH es construir “memoria

histórica del conflicto armado a partir de casos emblemáticos”8 (Sánchez et al.

2009, 24), produciendo textos que evidencien hechos violentos sufridos por las

víctimas como masacres, asesinatos selectivos, desapariciones forzadas, torturas,

despojos de tierras y desplazamientos forzados entre otros crímenes realizados

por los actores armados.9 El CMH como una síntesis de todas sus producciones

publicó el informe ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad (2013),

allí se reconoce el valor que tiene la memoria en un país que continúa en conflicto,

marcándose la diferencia con procesos de recuperación de memoria histórica vivi-

dos en otros países en postconflicto. Una tensa lucha entre el reconocimiento y el

olvido que juega un papel trascendental en la sociedad futura que se construye en

el presente. El informe muestra que desde 1958 hasta 2012 han habido 220.000

víctimas mortales a causa del conflicto armado interno vigente en el país (Sánchez

et. al 2013, 20).

Por su parte, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugia-

dos (ACNUR) publicó: Para que se sepa hablan las personas desplazadas en Colombia, recopilación de las historias de vida de víctimas del conflicto en el país

(Lois 2007). Entre las iniciativas impulsadas por Organizaciones No Gubernamen-

tales (ONG), se destaca el libro Hoja de Cruz. La memoria de lo que no se debe repetir de la comunidad Kankuama donde se han documentado los asesinatos de

indígenas entre 1982 y 2005 desde las voces de los familiares de las víctimas (Uribe

et al. 2009, 38). También la revista Noche y Niebla del Centro de Investigación y

Educación Popular (CINEP) denuncia a través de testimonios de víctimas violacio-

nes de derechos humanos realizadas en el marco del conflicto armado colombiano

desde 1996 hasta 2010 (CINEP 2010).

Otro archivo de recuperación de memoria histórica de víctimas, en este caso

de crímenes de Estado, es Proyecto Colombia Nunca Más (2012), del Movimiento

de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE). También está el trabajo Tácticas yestrategias para contar. Historias de la gente sobre conflicto y reconciliación enColombia (2010) del Centro de Competencia en Comunicación para América Latina

que les ha otorgado voz a las víctimas en la lucha por la divulgación de testimonios

frente a centros de poder imperantes como organismos del Estado y los medios

masivos de comunicación (Franco, Nieto y Rincón 2010, 6).

Existen otras iniciativas que resaltan el papel de mujeres víctimas del conflic-

to como La Red de Mujeres Narrar para vivir, de la Red Nacional de Iniciativas de

Paz y contra la Guerra (REDEPAZ); El Instituto de Mujeres por la Paz (IMP) que

ha recogido testimonios libres de mujeres antes del 2005 y que a partir de la Ley

de Justicia y Paz, más de la mitad de las mujeres se negaron a seguir participando

por el temor a las persecuciones contra sus vidas; y Los Informes de la Mesa deTrabajo Mujer y Conflicto que ha complementado la recopilación de testimonios

de mujeres con información producida por investigaciones académicas (Uribe et al.

2009, 63-64).

Si bien existen otros trabajos sobre recuperación, construcción y divulgación

de las memorias, se ha generado una delicada tendencia del Estado en liderar

o vigilar estos procesos por ser un actor del conflicto en cuanto a su acción y/o

omisión. La CNRR ha promovido que la “memoria histórica” sea un escenario para

el diálogo, la negociación y el reconocimiento de las diferencias con miras a un

proyecto democrático e incluyente de superación del conflicto armado, así como la

búsqueda de verdad, justicia y reparación en un contexto de reconciliación nacional

(Sánchez et al. 2009, 26). A pesar del proyecto contener una plataforma de justicia

transicional,10 llevada a cabo en otros países en épocas de post-conflicto, en el

presente proceso se generan dudas por establecerse en plena vigencia del conflicto

armado interno y sin la adecuada participación y reconocimiento de las víctimas.

Por el contrario, el proceso se ha llevado a cabo dándole prioridad a las versiones

de los victimarios quienes han relatado los vejámenes cometidos, estableciendo

discursos por conveniencia para adquirir prebendas por parte del Estado colombia-

no sin poder establecer una verdad ni jurídica ni histórica.

A partir del anterior contexto y en la investigación sobre trayectorias de vícti-

mas se pretendió construir una “memoria histórica razonada e incluyente” de las

víctimas marginadas por el conflicto armado interno que vive el país y silenciadas

y/u olvidadas desde centros de poder. La memoria histórica razonada se enmarca

en la corriente que promueve la complementariedad de la memoria y la historia y

estaría contrastando métodos tradicionales del cientificismo positivista, que como

se mencionó antes no le da la importancia que merecen los documentos orales para

la construcción de la Historia.

Pierre Vilar siempre se preocupó por una Historia, “análisis, por la coheren-

cia de la historia entendida antes que nada como un modo de pensar [...]”, (Vilar

2004, 9); es decir una “historia razonada” que estaba en contradicción del método

tradicional establecido por el positivismo. Vilar consideraba un engaño hacerse

llamar objetivo siendo más o menos partidista (Vilar 1988, 7-33). El rescate de la

subjetividad de quienes construyen la historia permite establecer cambios teóricos,

metodológicos y temáticos en la construcción de una historia apoyada por memoria

participativa de sectores marginados. Por tal razón y optando por una historia

contemporánea alternativa, en la investigación se intentó fortalecer el trabajo de

complementariedad entre Historia y Memoria a través de “memoria histórica razo-

nada”. Esta labor se puede dar mediante la acción política de quienes construyen la

memoria colectivamente:

La memoria histórica razonada que se pretende construir no es un simple ejerciciode recuerdo o rememoración, sino un producto de valoración crítico-analítica, quepueda convertirse en herramienta prospectiva para superar el pasado recordadocomo hecho doloroso, poniéndolo en acción para la construcción del futuro desdeel presente (Suárez, Ardila, Báez y Rueda 2010, 18).

Se busca que las víctimas comprendan la realidad histórica que han vivido,

razonen acerca de su pasado y contribuyan a la construcción del futuro como acto-

res protagónicos de la sociedad del presente.

Ricoeur, citado por Rodríguez, propone que la relación entre la construcción

de los discursos de la memoria y la historia sea dialéctica: “[Existiendo] narrativas

de primer orden, la de los testigos y de segundo orden, la de los historiadores. Esta

última implica un ejercicio sobre ella misma y sobre la veracidad de la narrativa

de primer orden” (Rodríguez 2010). Si bien, el historiador realiza un ejercicio de

veracidad y complementario del relato de las víctimas, son las mismas víctimas

quienes como dice Hobsbawm son los primeros historiadores. De esta manera,

quienes tienen mayor conocimiento de los acontecimientos vividos al construir una

biografía, una historia de vida o una trayectoria de vida, en fin utilizar el método

biográfico, es la misma persona que cuenta su vida a través de su propia historia.

Asimismo, Mallimaci y Giménez reafirman el argumento que pone en relevancia a

quienes relatan sucesos biográficos:

En lugar de los términos “narrador y entrevistador” o “investigador e investigado”y otros similares, usamos los de “historiador” (de quien es la vida que se historia)y “cohistoriador” (aquel que comparte con el historiador la historia cuando es na-rrada) y que establece con él la relación en la que la historia se hace tal (Mallimaciy Giménez 2006, 40).

Esta última concepción fortalece el interés de darle trascendencia a las

narraciones de las víctimas, quienes también son “historiadoras”, y revalida que sus

memorias-historias deben ser complementadas por “co-historiadores” mediante la

triangulación de los datos, la comprensión del contexto, la utilización y construcción

de conceptos y la crítica y el análisis de la información.

Para la investigación, teniendo en cuenta a Jelin la memoria es un espacio

de lucha política, donde el investigador realiza una acción colectiva emprendiendo

trabajos de la memoria que favorecen la lucha contra silencios y olvidos sufridos por

grupos minoritarios (Jelin 2002, 60). En este caso, la lucha política y reivindicativa

es de las víctimas del desplazamiento forzado que en compañía de los investigadores

construyen “memoria histórica razonada e incluyente”, resistiendo frente a margi-

naciones, negacionismos, silencios y olvidos generados por los centros de poder e

instituidos en la sociedad contemporánea.

Entendiendo la memoria de esta forma, se legitima el proceso memorístico

emprendido desde las minorías, en el caso de esta investigación, desde las víctimas

del conflicto armado interno colombiano. Cabe señalar, que estos procesos de rei-

vindicación de las memorias como un acto de lucha política no solo pueden quedar-

se en el plano de la visibilidad estatal. Debido a la importancia de estos dos objeti-

vos, reivindicación y lucha, estas memorias deben trascender y evidenciar cambios

y permanencias existentes en la vida de las víctimas que deben relacionarse con

procesos históricos. Si puede llegarse a este propósito y las mismas personas que

relatan sus memorias comprenden la dimensión de lo sucedido en sus vivencias,

podrá construirse una “memoria histórica” con razonamiento crítico; de lo contra-

rio se estaría haciendo una utilización de las víctimas con fines personalistas y se

contribuiría a silenciarlas y olvidarlas una vez más.

33

HiS

TOR

eLo

. Rev

ista

de

His

tori

a R

egio

nal y

Lo

cal I

SSN

: 21

45

-13

2X

[vo

l 5, N

o. 1

0]

julio

- d

icie

mbr

e de

20

13

Juan Felipe Rueda Arenas

Memoria e Historia entre la división, la complemen-tariedad y la crítica

Uno de los primeros intelectuales que destacaron el papel de la memoria en estudios

de ciencias sociales fue el filósofo francés de origen judío Henri Bergson. Este autor

fue contestatario del positivismo cientificista (Riego 2008, 293-329); conceptuali-

zando la memoria desde un enfoque psicológico y espiritual mediante la “memoria

pura” y “la memoria habito” (Huici 2002).3 En su obra Materia y memoria (1886),

Bergson se valió de textos que explicaban la memoria de los individuos como eran

las Confesiones de San Agustín,4 además de influenciar estudios posteriores como

los del sociólogo también francés y de origen judío Maurice Halbwachs.

A Halbwachs, se le reconoce la construcción de los conceptos (y también la

escritura de los textos) Marcos sociales de la memoria (1925) y Memoria colectiva (1949) en el establecimiento de una sociología de la memoria (De La Cuesta 1998,

203-246). A partir del contacto con la sociología de Emile Durkheim, Halbwachs

concibió la memoria como un fenómeno colectivo y siempre vivido de forma social.

En consecuencia puede definirse la memoria colectiva como el conjunto de recuer-

dos de cada individuo. Está inscrita en marcos de referencia colectivos, los cuales

son referentes para la rememoración mediante el entorno y principalmente el

lenguaje (Jedlowski 2000, 123). Asimismo, Halbwachs destacó que en la memoria

colectiva se: [...] agrupan las memorias individuales, pero no se confunde con ellas. Esta (la

memoria colectiva) evoluciona siguiendo sus leyes, y si ciertos recuerdos indivi-duales penetran también algunas veces en ella, estos cambian de figura a partirde que son emplazados en un conjunto que no es ya una conciencia personal(Halbwachs 1991, 6).

Si bien Halbwachs reconoció la singularidad del carácter de la memoria como

parte de cada sujeto, él también argumentó que:

[…] eso que llamamos los marcos colectivos de la memoria serían el resultado, lasuma, la combinación de los recuerdos individuales de muchos miembros de unamisma sociedad. Estos marcos ayudarían, en el mejor de los casos, a clasificar, aordenar los recuerdos de los unos en relación con los de los otros. Sin embargo,no explicarían la memoria misma, puesto que la darían por existente (Halbwachs2004, 10).

Según este autor, estos marcos están mediados por el lenguaje, el espacio y el

tiempo y/o mediados por la memoria colectiva de la familia, la religión, y las clases

sociales y sus tradiciones (Ver: Halbwachs 2004). De esta manera, en cualquier

situación el ser humano se ve influenciado socialmente, por lo tanto, cualquier

representación o recuerdo establecido en su memoria hace parte de la memoria

colectiva de varios grupos a los cuales perteneció y que hacen parte de esos cuadros

de referencia socio-histórica que influencian la memoria del individuo.

Desde un punto de vista sociológico, las tesis de Halbwachs fueron innovado-

ras, pero estas mismas ideas recibieron críticas por parte de algunos historiadores.

Él no consideró que la Historia pudiera abarcar todo el acontecer humano pero

si relacionó a la memoria histórica como una construcción de historias de aconteci-

mientos significativos que favorecían la construcción de la historia nacional. En sus

concepciones se observa una oposición entre la memoria colectiva y la memoria

histórica afirmando que “si por memoria histórica se entiende la lista de los aconte-

cimientos cuyo recuerdo conserva la historia nacional, no es ella, no son sus marcos

los que representan lo esencial de lo que llamamos memoria colectiva” (Halbwachs

1968, 209-219). La memoria colectiva no solo haría parte de esa historia oficial sino,

como se expuso antes, de las relaciones sociales construidas por varios individuos

en diversos cuadros sociales.

Esta sociología de la memoria fue criticada por el historiador francés Marc

Bloch (fundador junto a Lucien Febvre de la Escuela de los Annales). Bloch utilizó la

memoria como categoría para la historia, además de estar de acuerdo en la propues-

ta de categorías de origen social situadas en el espacio y el tiempo. Como crítica, este

historiador consideró restringida la propuesta de Halbwachs centrada en los grupos

(la familia, la religión y la clase) y propuso ampliar el enfoque hacia la memoria jurí-

dica y el derecho consuetudinario (Sorgentini 2003, 103-128).

Marc Bloch fue uno de los primeros historiadores que llamó la atención

sobre la trascendencia que la memoria tenía como objeto de estudio y examen de

conciencia de la Historia; argumentaba que con la memoria podía estudiarse las

problemáticas históricas que se derivan de la transmisión de información surgida de

la tradición (Sorgentini 2003, 103-128). Esta posición contrariaba la historiografía

de su tiempo en donde la Historia solo se ocupaba de temas políticos, militares y he-

roicos. Bloch defendió el universalismo que debía tener la Historia la cual no debía

ser particularizada solo a hechos heroicos o nacionales. Comparando al sociólogo y

al historiador, Hernán Sorgentini destaca:

En Halbwachs: el universalismo de la historia resulta abstracto ya que, al noimplicar una crítica al particularismo de las identidades de los grupos, terminatornando problemática la expresión “memoria histórica”, por no poder conciliarla objetividad del conocimiento con su función práctica; [mientras en ] Bloch, elintento de concebir una “memoria universalista” refiere a una idea de humanidadque se asienta sobre una perspectiva crítica de la tradición y en una concepcióndistinta del tiempo en la que el tiempo concreto y real es la materia misma de lahistoria (Sorgentini 2003,103-128).

No solo fue la Escuela de los Annales la que empezó a realizar críticas hacia

los objetos de la Historia, y al papel de la memoria y de la tradición en función de la

historia. La Escuela de Frankfurt de tendencia marxista, desarrolló una teoría crítica

que puso en tela de juicio los ideales de razón y el progreso planteados en el siglo

XVIII y XIX (Rodríguez 2010). La Escuela de Frankfurt esbozó la necesidad de la

memoria como crítica a la historia, en medio del contexto de las guerras mundiales

que dejaban un manto de duda en esa “evolución histórica” que pretendieron los

idealistas tiempo atrás.

Theodor Adorno alumno de Walter Benjamin fue uno de los intelectuales que

lideró el movimiento científico social de la Teoría Crítica. Adorno dejó un legado en

cuanto a la importancia de la memoria en períodos donde la población se ve someti-

da a un régimen autoritario. Asimismo consideró que el siglo XX [y en el XXI no

ha cambiado] representó un tiempo de contradicciones donde se promovían princi-

pios morales y éticos como la democracia, los derechos humanos, la protección

ambiental y la libertad en la creación estética, contrastados con una historia de tota-

litarismos, de violaciones a los mencionados derechos, de destrucción del medio

ambiente y de una creación estética que respondió en muchos casos al consumismo

imperante bajo las lógicas del mercado (Rodríguez 2010).

En razón de esta legítima crítica, Marta Tafalla argumentó la importancia del

legado de Adorno para el mundo académico y fundamentalmente para la visibilidad

de las víctimas:

En ese nuevo tiempo que fue inaugurado por el fascismo y en el que cualquierbarbarie es posible, el verdadero imperativo moral es el de la memoria: tomarconciencia crítica del pasado y sobre todo conceder justicia a sus víctimas. Es im-posible construir un presente justo o esperar un futuro liberado de repeticionesdel mal sin hacer justicia a quienes fueron víctimas en el pasado (Tafalla 2003,126-154).

De esta manera, la memoria histórica desde las víctimas sería un acto de

justicia y no solo un consuelo, además de ser una necesidad histórica por represen-

tar una crítica a la Historia erigida por los vencedores. Una justicia que inclusive

llevó a Carlo Ginzburg a comparar el papel del historiador con el papel del juez en

cuanto a la verificación de testimonios, recopilación de pruebas materiales y en

el establecimiento, en un caso, de una verdad histórica y en otro de una verdad

jurídica, verdades que debían estar plenamente identificadas una con la otra (Ver:

Ginzburg 1993).

La escuela marxista, de alguna forma, también buscó una justicia para quie-

nes no habían sido visibilizados en la Historia. En palabras del historiador inglés

Edward Palmer Thompson, hacer la historia de los vencidos era hacer la historia de

las clases subalternas o la historia desde abajo, es decir desde los obreros explotados

en la Inglaterra del siglo XIX (Thompson 1989, 197). Para los años 60, Thompson

consiguió estudios históricos críticos acerca del papel de los Estados nacionales y

la construcción de la tradición en los pueblos. Su obra más reconocida ha sido Laformación de la clase obrera en Inglaterra (1963), en donde abordó la experiencia

de los obreros ingleses, dándole especial relevancia a la participación de los obreros

como sujetos activos de la historia. La idea de Thompson (citado por Sorgentini) era

recuperar para el conocimiento histórico:

[...] aspectos oscuros del pasado desatendidos por las concepciones dominantes,como el sentido de la economía “moral” de los pobres en el siglo XVIII, el impactoa largo plazo de la tradición jacobina inglesa, la racionalidad de las prácticaslúdicas y el consecuente reconocimiento de su entidad política (Sorgentini 2003,103-128).

Este rescate de la tradición de los obreros permitió al historiador estudiar

a través de las tradiciones populares del siglo XVIII “[...] el substrato sobre el que

se conforma la clase como sujeto” (Sorgentini 2003,103-128). El estudio de las

tradiciones de los sujetos que no han sido parte de la Historia ha contribuido a

recuperar la memoria, en este caso, de las clases oprimidas por el capitalismo domi-

nante. Thompson divulgó la necesidad de escribir la historia desde abajo, historia

que remite a otros documentos que pueden rescatar la memoria sistemáticamente

olvidada por las clases altas y la historiografía (Rodríguez 2010). De esta manera

argumentaba la necesidad de construir a través de experiencias y tradiciones de

sujetos olvidados “otra historia” y una memoria histórica donde los sectores margi-

nados puedan reconocerse e identificarse.

De la misma escuela marxista-inglesa, Eric Hobsbawm criticó la tradición

en las estructuras de las sociedades por considerarla una invención de las elites

dominantes para crear una continuidad ficticia con el pasado (Hobsbawm y Ranger

2002, 8). Esa invención de la tradición ha sido utilizada por las elites para la cons-

trucción de la identidad nacional, fundamental en la articulación de una memoria

colectiva nacional. Por otra parte, Hobsbawm marca una clara diferencia entre

memoria e historia. Si bien, ha sido crítico de la utilización de fuentes orales para

la construcción de la historia, consideró que cada persona era el primer historiador

que existía de su propia vida por hacer inteligible el conocimiento que tenía de su

pasado (Hobsbawm 2001, 12). La principal crítica que este autor hizo de la oralidad

fue en razón a lo fragmentaria que puede resultar la memoria de los seres humanos

al momento de narrar hechos resultando ser un engaño para la historia (Cf. Fraser

1993,72-92). Por el contrario, la Historia es una ciencia preocupada por la recupe-

ración de los datos, su sistematización crítica y el establecimiento de causalidades

para su escritura, la Historia no deja al azar lo que la memoria si puede dejar. En

consecuencia la historia así tenga una razón instrumental es una construcción

científica a diferencia de la memoria que suele ser espontanea. Un debate entre

memoria e historia, entre la oposición o la complementariedad que continúa con la

Escuela de los Annales de la tercera generación.

Al francés Pierre Nora se lo reconoce por ser quien acuñó el concepto “memo-

ria histórica”. Nora y su colega el también francés Jaques Le Goff desarrollaron la

llamada Historia de las Mentalidades con estudios enfocados en las representacio-

nes colectivas y las estructuras mentales de las sociedades. Para Nora (entrevistado

por Corradini):

La memoria es el recuerdo de un pasado vivido o imaginado. Por esa razón, lamemoria siempre es portada por grupos de seres vivos que experimentaron loshechos o creen haberlo hecho. La memoria, por naturaleza, es afectiva, emotiva,abierta a todas las transformaciones, inconsciente de sus sucesivas transformacio-nes, vulnerable a toda manipulación, susceptible de permanecer latente durantelargos períodos y de bruscos despertares. La memoria es siempre un fenómenocolectivo, aunque sea psicológicamente vivida como individual (Nora 2006).

Según este autor, la memoria es imaginativa y no tiene el rigor científico que

sí posee la Historia. En contraposición a la memoria el autor afirma que:

[…] la historia es una construcción siempre problemática e incompleta de aquelloque ha dejado de existir, pero que dejó rastros. A partir de esos rastros, controla-dos, entrecruzados, comparados, el historiador trata de reconstituir lo que pudopasar y, sobre todo, integrar esos hechos en un conjunto explicativo (Nora 2006)

Pierre Nora planteó que la Historia es pública porque congrega a los indivi-

duos en torno a la nación, mientras la memoria es de ámbito privado, razón por la

cual disgregaría la conformación nacional. En este aspecto, el autor remarca que

están apareciendo cada vez más memorias de quienes quieren ponerse por encima

de la historia y de la justicia presentándose como la verdad. Nora representa la

nostalgia que produce la pérdida de la historia oficial, la cual permitía educar y

congregar a la nación francesa sobre valores, hechos y significados que él considera

son propios del francés (Nora 2006).

Su obra más reconocida es Los lugares de la memoria (1992); obra escrita

para conmemorar el bicentenario de la Revolución Francesa, donde estableció junto

con un centenar de historiadores los hechos significativos de la memoria colectiva

de la nación francesa en más de dos siglos. Los lugares de memoria son los restos

que dejan los seres humanos definidos por Nora como:

[…] la forma extrema bajo la cual subsiste una conciencia conmemorativa enuna historia que la solicita porque la ignora […] Museos, archivos, cementeriosy colecciones, fiestas, aniversario, tratados, actas, monumentos, santuarios,asociaciones, son los cerros testigos de otra época, de las ilusiones de eternidad(Nora 2008, 24).

Este historiador plantea una oposición entre memoria e historia y sugiere la

necesidad de que la Historia “avasalle a la memoria”. Dice Nora: “en el corazón de

la historia, trabaja un criticismo destructor de memoria espontánea. La memoria

siempre es sospechosa para la historia, cuya misión verdadera es destruirla y repri-

mirla” (Nora 2008, 21). Estas razones que el autor argumenta de darle una supre-

macía a la Historia sobre la generación de memoria colectiva parecen encauzadas

por una tradición positivista que ha influenciado los estudios historiográficos de

quienes han escrito en favor de los “vencedores”.

Jaques Le Goff escribió el libro Historia y memoria (1977), un texto sobre

el tiempo la memoria y la historia (Cf. De La Cuesta 1998, 203-246). Además es-

cribió la obra El orden de la memoria. El tiempo como imaginario (1991), donde

realizó un recorrido histórico de la sociedad occidental y algunas sociedades

extra europeas. En este texto, el autor expuso desde las edades míticas hasta la

contemporaneidad, cómo las sociedades han hecho para conservar y transmitir la

memoria colectiva. Le Goff más que oposición, planteó la posibilidad de integrar

la memoria (colectiva) con la Historia, siendo la “historia el proceso científico de

la memoria colectiva” (Le Goff 1991, 157). En razón a este concepto, él consideró

que la “memoria histórica” es el estudio histórico que se realiza de la memoria

colectiva de las sociedades.

Memoria colectiva que si bien, ha sido manipulada por los centros de poder,

cada vez más ha representado un espacio de lucha de los grupos minoritarios. Para

este autor:

[…] la memoria colectiva ha constituido un hito importante en la lucha por el poder conducida por las fuerzas sociales. Apoderarse de la memoria y del olvido es una de las máximas preocupaciones de las clases, los grupos, de los individuos que han dominado y dominan las sociedades históricas (Le Goff 1991, 133).

Estas ideas que están encaminadas hacia la complementariedad entre memo-

ria e historia, hacen parte de la tercera corriente que ha buscado explicar el concepto

memoria histórica, donde se destaca el filósofo francés Paul Ricoeur. Este exponen-

te de la filosofía contemporánea fue influenciado por la fenomenología de Edmond

Husserl y el existencialismo de Karl Jaspers. Hizo parte de la Escuela de los Annales

en los años sesenta, criticando la deshumanización del estructuralismo en la investi-

gación científica y abogando por una historia social y de las mentalidades. Dos

de sus obras Historia, memoria y olvido (2000) y La lectura del tiempo pasado: memoria y olvido (1999), exponen conceptos como memoria individual, memoria

colectiva, perdón, olvido y memoria histórica. Según Ricoeur (2000, 128-129):

[...] En primer lugar, [la memoria personal o individual] parece que es radical-mente singular. Puede decirse incluso, de la mano de Locke, que la memoria constituye por sí sola un criterio de la identidad personal. Mis recuerdos no son los vuestros. No pueden transferirse los recuerdos de uno a la memoria de otro. [...] En segundo lugar, el vínculo original de la conciencia del pasado reside en la memoria. Desde Agustín, sabemos y comentamos que la memoria es el presente del pasado [...] la memoria garantiza la continuidad temporal de la persona. Esa continuidad entre el pasado y el presente me permite remontarme sin solución de continuidad desde el presente vivido hasta los acontecimientos más lejanos de mi infancia [...]. Finalmente y en tercer lugar, a la memoria se vincula el sentido de la orientación en el paso del tiempo; orientación en doble sentido, del pasado hacia el futuro; por impulso hacia atrás, en cierto modo, según la flecha del tiempo del cambio, y también del futuro hacia el pasado, según el movimien-

to inverso de tránsito de la espera hacia el recuerdo, a través del presente vivo[...].

Este autor al mencionar que mediante la memoria el sujeto transita del pre-

sente al pasado, hace referencia a que siendo esto una paradoja (Ricoeur 2010, 25),

la memoria le da una continuidad al ser humano en el tiempo. Si bien la memoria

individual tiene unas características particulares, ésta se va construyendo en las

relaciones sociales existentes entre los individuos. Se fundamenta en Halbwachs

para explicar algunas características que se le atribuyen a la memoria colectiva: en

primera medida, los individuos no recuerdan solos sino con ayuda de los recuerdos

de otros; y que los recuerdos se encuentran inscritos en relatos colectivos que a

su vez, son reforzados mediante conmemoraciones y celebraciones públicas de

los acontecimientos vividos en el curso de la historia, de los grupos a los que perte-

necen los seres humanos. “La ritualización de lo que podemos llamar «recuerdos

compartidos» legitima a Halbwachs para convertir cada «memoria individual [...]

en un punto de vista de la memoria colectiva” (Ricoeur 1999, 17).

La ritualización de los recuerdos compartidos, la cual se realiza con conme-

moraciones y fiestas públicas es una forma para que el Estado-nacional cree identi-

dades de los ciudadanos con hechos contados como parte de la Historia oficial. El

autor entiende, que si bien, como parte del sujeto existe una memoria individual

y colectiva puede haber una analogía entre las dos, en cuanto al carácter propio,

continuidad y polaridad pasado-futuro (Ricoeur 1999, 18) y así mismo la memoria

colectiva sería considerada una especie de personalidad de rango superior.5

Ricoeur también habla de la existencia de una traslación entre la memoria

individual y colectiva explicando que “pasamos de la memoria individual a la

memoria colectiva, tránsito perfectamente legítimo, en la medida que, gracias al

lenguaje, las memorias individuales se superponen con la memoria colectiva” (Ri-

coeur 2010, 20-28). Para que se presente este tránsito resulta fundamental el len-

guaje, el cual permite que haya relaciones de los distintos significados individuales

de los sujetos existiendo una intersubjetividad de significados superpuesta con la

memoria colectiva. De esta manera, “[...] la memoria colectiva descansa sobre una

ligazón de memorias individuales, lo que se explica por la pertenencia de cada una

a una multitud de colectividades, que son otros tantos ámbitos de identificación

colectiva e individual” (Ricoeur 2010, 20-28).

La relación que plantea este filosofo entre memoria e Historia es de comple-

mentariedad y clara oposición al discurso establecido por Nora, que es excluyente

de la participación de las memorias de individuos y pueblos vencidos en la Historia.

Al contrario, el filósofo tiene una visión incluyente de las víctimas, comprendiendo

que en la construcción de “memoria histórica” debe haber una complementariedad

dialéctica entre memoria e historia, es decir que el conocimiento histórico tenga una

función crítica sobre la memoria y a su vez la memoria permita ampliar el espectro

de conocimiento de la historia (Ricoeur 2000).

En este mismo plano, se encuentra Elizabeth Jelin, luchadora contra el

régimen dictatorial que gobernó a Argentina entre 1976-1983. Jelin plantea que

en referencia a las memorias colectivas existe una lucha política de por medio.

En el pasado y en el presente las fuerzas dominantes que originaron los estados

nacionales condicionaron la memoria de los pueblos, por tal razón, se plantea una

lucha por las memorias y los olvidos entre los centros de poder y quienes se expre-

san a través de las memorias alternativas y/o defienden estas iniciativas. Estos

son los emprendedores y emprendedoras de la memoria, quienes en sus acciones

tienen un carácter social colectivo, estableciendo su proyecto e involucrando a

otros sujetos que generen nuevas ideas buscando recuperar, evidenciar y divulgar

las memorias alternativas (Jelin 2002, 48). De esta manera, la Historia escrita

por los vencedores podrá contrastarse por las memorias-historias de los vencidos

dejando un legado para el presente y el futuro de las sociedades oprimidas.

El debate en la historiografía ha llevado a preguntarse por el papel que

debe tener la memoria en el uso de la historia. De esta manera, temas como la

transmisión de la memoria, el uso de la memoria colectiva y el olvido, el papel de

la tradición en la edificación de una memoria colectiva así como la justicia de las

víctimas como parte de la lucha por una memoria histórica son temas abordados

por historiadores y otros intelectuales de otras ramas de las ciencias sociales y hu-

manas. La necesidad es que estos debates no solo se queden en Europa sino que

hagan parte de las discusiones académicas de otros lugares del mundo como es el

caso colombiano.

Algunos trabajos de memoria en Colombia y cons-trucción de memoria histórica razonada desde lasvíctimas del conflicto armado interno

En América Latina, tras las dictaduras militares, los casos de Argentina, Chile,

Perú y Nicaragua entre otros, son emblemáticos del papel que ha desempeñado

los movimientos de víctimas y de Derechos Humanos en el esclarecimiento de

la verdad, la justicia y la reparación individual y colectiva.6 Según el jurista Juan

Méndez la importancia de las memorias de víctimas radica en:

El esclarecimiento de sucesos que han sido deliberadamente mantenidos en lassombras, la valoración de la verdad por encima de las mentiras y el reconocimien-

to de que las víctimas de los abusos de poder merecen que sus sufrimientos seanrecordados (Perotin-Dumon 2007, 3).

No todos estos procesos de memoria tienen el sentido altruista que menciona

Méndez. Existen procesos en varios países que han sido llevados a cabo por parte

del Estado para mantener una imagen internacional, pero sin esclarecer la verdad,

aplicar la justicia a los victimarios y reparar adecuadamente a las víctimas.

Este puede ser el caso de Colombia, donde las iniciativas que valoran la

memoria de las víctimas han sido escasas y en muchas ocasiones coordinadas por

una razón utilitarista. Sólo a partir de le Ley 975 de 2005 (Ley de Justicia y Paz)

y en el contexto de la desmovilización de paramilitares,7 el Estado creó la CNRR

que delegó al Grupo de Memoria Histórica, en la actualidad Centro de Memoria

Histórica (CMH), para realizar informes sobre las razones del surgimiento y evolu-

ción de los grupos armados ilegales. El objetivo de CMH es construir “memoria

histórica del conflicto armado a partir de casos emblemáticos”8 (Sánchez et al.

2009, 24), produciendo textos que evidencien hechos violentos sufridos por las

víctimas como masacres, asesinatos selectivos, desapariciones forzadas, torturas,

despojos de tierras y desplazamientos forzados entre otros crímenes realizados

por los actores armados.9 El CMH como una síntesis de todas sus producciones

publicó el informe ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad (2013),

allí se reconoce el valor que tiene la memoria en un país que continúa en conflicto,

marcándose la diferencia con procesos de recuperación de memoria histórica vivi-

dos en otros países en postconflicto. Una tensa lucha entre el reconocimiento y el

olvido que juega un papel trascendental en la sociedad futura que se construye en

el presente. El informe muestra que desde 1958 hasta 2012 han habido 220.000

víctimas mortales a causa del conflicto armado interno vigente en el país (Sánchez

et. al 2013, 20).

Por su parte, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugia-

dos (ACNUR) publicó: Para que se sepa hablan las personas desplazadas en Colombia, recopilación de las historias de vida de víctimas del conflicto en el país

(Lois 2007). Entre las iniciativas impulsadas por Organizaciones No Gubernamen-

tales (ONG), se destaca el libro Hoja de Cruz. La memoria de lo que no se debe repetir de la comunidad Kankuama donde se han documentado los asesinatos de

indígenas entre 1982 y 2005 desde las voces de los familiares de las víctimas (Uribe

et al. 2009, 38). También la revista Noche y Niebla del Centro de Investigación y

Educación Popular (CINEP) denuncia a través de testimonios de víctimas violacio-

nes de derechos humanos realizadas en el marco del conflicto armado colombiano

desde 1996 hasta 2010 (CINEP 2010).

Otro archivo de recuperación de memoria histórica de víctimas, en este caso

de crímenes de Estado, es Proyecto Colombia Nunca Más (2012), del Movimiento

de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE). También está el trabajo Tácticas yestrategias para contar. Historias de la gente sobre conflicto y reconciliación enColombia (2010) del Centro de Competencia en Comunicación para América Latina

que les ha otorgado voz a las víctimas en la lucha por la divulgación de testimonios

frente a centros de poder imperantes como organismos del Estado y los medios

masivos de comunicación (Franco, Nieto y Rincón 2010, 6).

Existen otras iniciativas que resaltan el papel de mujeres víctimas del conflic-

to como La Red de Mujeres Narrar para vivir, de la Red Nacional de Iniciativas de

Paz y contra la Guerra (REDEPAZ); El Instituto de Mujeres por la Paz (IMP) que

ha recogido testimonios libres de mujeres antes del 2005 y que a partir de la Ley

de Justicia y Paz, más de la mitad de las mujeres se negaron a seguir participando

por el temor a las persecuciones contra sus vidas; y Los Informes de la Mesa deTrabajo Mujer y Conflicto que ha complementado la recopilación de testimonios

de mujeres con información producida por investigaciones académicas (Uribe et al.

2009, 63-64).

Si bien existen otros trabajos sobre recuperación, construcción y divulgación

de las memorias, se ha generado una delicada tendencia del Estado en liderar

o vigilar estos procesos por ser un actor del conflicto en cuanto a su acción y/o

omisión. La CNRR ha promovido que la “memoria histórica” sea un escenario para

el diálogo, la negociación y el reconocimiento de las diferencias con miras a un

proyecto democrático e incluyente de superación del conflicto armado, así como la

búsqueda de verdad, justicia y reparación en un contexto de reconciliación nacional

(Sánchez et al. 2009, 26). A pesar del proyecto contener una plataforma de justicia

transicional,10 llevada a cabo en otros países en épocas de post-conflicto, en el

presente proceso se generan dudas por establecerse en plena vigencia del conflicto

armado interno y sin la adecuada participación y reconocimiento de las víctimas.

Por el contrario, el proceso se ha llevado a cabo dándole prioridad a las versiones

de los victimarios quienes han relatado los vejámenes cometidos, estableciendo

discursos por conveniencia para adquirir prebendas por parte del Estado colombia-

no sin poder establecer una verdad ni jurídica ni histórica.

A partir del anterior contexto y en la investigación sobre trayectorias de vícti-

mas se pretendió construir una “memoria histórica razonada e incluyente” de las

víctimas marginadas por el conflicto armado interno que vive el país y silenciadas

y/u olvidadas desde centros de poder. La memoria histórica razonada se enmarca

en la corriente que promueve la complementariedad de la memoria y la historia y

estaría contrastando métodos tradicionales del cientificismo positivista, que como

se mencionó antes no le da la importancia que merecen los documentos orales para

la construcción de la Historia.

Pierre Vilar siempre se preocupó por una Historia, “análisis, por la coheren-

cia de la historia entendida antes que nada como un modo de pensar [...]”, (Vilar

2004, 9); es decir una “historia razonada” que estaba en contradicción del método

tradicional establecido por el positivismo. Vilar consideraba un engaño hacerse

llamar objetivo siendo más o menos partidista (Vilar 1988, 7-33). El rescate de la

subjetividad de quienes construyen la historia permite establecer cambios teóricos,

metodológicos y temáticos en la construcción de una historia apoyada por memoria

participativa de sectores marginados. Por tal razón y optando por una historia

contemporánea alternativa, en la investigación se intentó fortalecer el trabajo de

complementariedad entre Historia y Memoria a través de “memoria histórica razo-

nada”. Esta labor se puede dar mediante la acción política de quienes construyen la

memoria colectivamente:

La memoria histórica razonada que se pretende construir no es un simple ejerciciode recuerdo o rememoración, sino un producto de valoración crítico-analítica, quepueda convertirse en herramienta prospectiva para superar el pasado recordadocomo hecho doloroso, poniéndolo en acción para la construcción del futuro desdeel presente (Suárez, Ardila, Báez y Rueda 2010, 18).

Se busca que las víctimas comprendan la realidad histórica que han vivido,

razonen acerca de su pasado y contribuyan a la construcción del futuro como acto-

res protagónicos de la sociedad del presente.

Ricoeur, citado por Rodríguez, propone que la relación entre la construcción

de los discursos de la memoria y la historia sea dialéctica: “[Existiendo] narrativas

de primer orden, la de los testigos y de segundo orden, la de los historiadores. Esta

última implica un ejercicio sobre ella misma y sobre la veracidad de la narrativa

de primer orden” (Rodríguez 2010). Si bien, el historiador realiza un ejercicio de

veracidad y complementario del relato de las víctimas, son las mismas víctimas

quienes como dice Hobsbawm son los primeros historiadores. De esta manera,

quienes tienen mayor conocimiento de los acontecimientos vividos al construir una

biografía, una historia de vida o una trayectoria de vida, en fin utilizar el método

biográfico, es la misma persona que cuenta su vida a través de su propia historia.

Asimismo, Mallimaci y Giménez reafirman el argumento que pone en relevancia a

quienes relatan sucesos biográficos:

En lugar de los términos “narrador y entrevistador” o “investigador e investigado”y otros similares, usamos los de “historiador” (de quien es la vida que se historia)y “cohistoriador” (aquel que comparte con el historiador la historia cuando es na-rrada) y que establece con él la relación en la que la historia se hace tal (Mallimaciy Giménez 2006, 40).

Esta última concepción fortalece el interés de darle trascendencia a las

narraciones de las víctimas, quienes también son “historiadoras”, y revalida que sus

memorias-historias deben ser complementadas por “co-historiadores” mediante la

triangulación de los datos, la comprensión del contexto, la utilización y construcción

de conceptos y la crítica y el análisis de la información.

Para la investigación, teniendo en cuenta a Jelin la memoria es un espacio

de lucha política, donde el investigador realiza una acción colectiva emprendiendo

trabajos de la memoria que favorecen la lucha contra silencios y olvidos sufridos por

grupos minoritarios (Jelin 2002, 60). En este caso, la lucha política y reivindicativa

es de las víctimas del desplazamiento forzado que en compañía de los investigadores

construyen “memoria histórica razonada e incluyente”, resistiendo frente a margi-

naciones, negacionismos, silencios y olvidos generados por los centros de poder e

instituidos en la sociedad contemporánea.

Entendiendo la memoria de esta forma, se legitima el proceso memorístico

emprendido desde las minorías, en el caso de esta investigación, desde las víctimas

del conflicto armado interno colombiano. Cabe señalar, que estos procesos de rei-

vindicación de las memorias como un acto de lucha política no solo pueden quedar-

se en el plano de la visibilidad estatal. Debido a la importancia de estos dos objeti-

vos, reivindicación y lucha, estas memorias deben trascender y evidenciar cambios

y permanencias existentes en la vida de las víctimas que deben relacionarse con

procesos históricos. Si puede llegarse a este propósito y las mismas personas que

relatan sus memorias comprenden la dimensión de lo sucedido en sus vivencias,

podrá construirse una “memoria histórica” con razonamiento crítico; de lo contra-

rio se estaría haciendo una utilización de las víctimas con fines personalistas y se

contribuiría a silenciarlas y olvidarlas una vez más.

Juan Felipe Rueda Arenas34H

iSTO

ReL

o. R

evis

ta d

e H

isto

ria

Reg

iona

l y L

oca

l ISS

N: 2

14

5-1

32

X [

vol 5

, No

. 10

] ju

lio -

dic

iem

bre

de 2

01

3

Memoria e Historia entre la división, la complemen-tariedad y la crítica

Uno de los primeros intelectuales que destacaron el papel de la memoria en estudios

de ciencias sociales fue el filósofo francés de origen judío Henri Bergson. Este autor

fue contestatario del positivismo cientificista (Riego 2008, 293-329); conceptuali-

zando la memoria desde un enfoque psicológico y espiritual mediante la “memoria

pura” y “la memoria habito” (Huici 2002).3 En su obra Materia y memoria (1886),

Bergson se valió de textos que explicaban la memoria de los individuos como eran

las Confesiones de San Agustín,4 además de influenciar estudios posteriores como

los del sociólogo también francés y de origen judío Maurice Halbwachs.

A Halbwachs, se le reconoce la construcción de los conceptos (y también la

escritura de los textos) Marcos sociales de la memoria (1925) y Memoria colectiva (1949) en el establecimiento de una sociología de la memoria (De La Cuesta 1998,

203-246). A partir del contacto con la sociología de Emile Durkheim, Halbwachs

concibió la memoria como un fenómeno colectivo y siempre vivido de forma social.

En consecuencia puede definirse la memoria colectiva como el conjunto de recuer-

dos de cada individuo. Está inscrita en marcos de referencia colectivos, los cuales

son referentes para la rememoración mediante el entorno y principalmente el

lenguaje (Jedlowski 2000, 123). Asimismo, Halbwachs destacó que en la memoria

colectiva se: [...] agrupan las memorias individuales, pero no se confunde con ellas. Esta (la

5. Ricoeur se refiere a “personalidades de rango superior” en relación a la fenomenología de la intersubjetividad

elaborada por Husserl en el libro Meditación cartesiana, en donde establece que las entidades colectivas surgen

a partir de un “proceso secundario de objetivación de los intercambios subjetivos”. Ver Ricoeur (1999, 18).

memoria colectiva) evoluciona siguiendo sus leyes, y si ciertos recuerdos indivi-duales penetran también algunas veces en ella, estos cambian de figura a partirde que son emplazados en un conjunto que no es ya una conciencia personal(Halbwachs 1991, 6).

Si bien Halbwachs reconoció la singularidad del carácter de la memoria como

parte de cada sujeto, él también argumentó que:

[…] eso que llamamos los marcos colectivos de la memoria serían el resultado, lasuma, la combinación de los recuerdos individuales de muchos miembros de unamisma sociedad. Estos marcos ayudarían, en el mejor de los casos, a clasificar, aordenar los recuerdos de los unos en relación con los de los otros. Sin embargo,no explicarían la memoria misma, puesto que la darían por existente (Halbwachs2004, 10).

Según este autor, estos marcos están mediados por el lenguaje, el espacio y el

tiempo y/o mediados por la memoria colectiva de la familia, la religión, y las clases

sociales y sus tradiciones (Ver: Halbwachs 2004). De esta manera, en cualquier

situación el ser humano se ve influenciado socialmente, por lo tanto, cualquier

representación o recuerdo establecido en su memoria hace parte de la memoria

colectiva de varios grupos a los cuales perteneció y que hacen parte de esos cuadros

de referencia socio-histórica que influencian la memoria del individuo.

Desde un punto de vista sociológico, las tesis de Halbwachs fueron innovado-

ras, pero estas mismas ideas recibieron críticas por parte de algunos historiadores.

Él no consideró que la Historia pudiera abarcar todo el acontecer humano pero

si relacionó a la memoria histórica como una construcción de historias de aconteci-

mientos significativos que favorecían la construcción de la historia nacional. En sus

concepciones se observa una oposición entre la memoria colectiva y la memoria

histórica afirmando que “si por memoria histórica se entiende la lista de los aconte-

cimientos cuyo recuerdo conserva la historia nacional, no es ella, no son sus marcos

los que representan lo esencial de lo que llamamos memoria colectiva” (Halbwachs

1968, 209-219). La memoria colectiva no solo haría parte de esa historia oficial sino,

como se expuso antes, de las relaciones sociales construidas por varios individuos

en diversos cuadros sociales.

Esta sociología de la memoria fue criticada por el historiador francés Marc

Bloch (fundador junto a Lucien Febvre de la Escuela de los Annales). Bloch utilizó la

memoria como categoría para la historia, además de estar de acuerdo en la propues-

ta de categorías de origen social situadas en el espacio y el tiempo. Como crítica, este

historiador consideró restringida la propuesta de Halbwachs centrada en los grupos

(la familia, la religión y la clase) y propuso ampliar el enfoque hacia la memoria jurí-

dica y el derecho consuetudinario (Sorgentini 2003, 103-128).

Marc Bloch fue uno de los primeros historiadores que llamó la atención

sobre la trascendencia que la memoria tenía como objeto de estudio y examen de

conciencia de la Historia; argumentaba que con la memoria podía estudiarse las

problemáticas históricas que se derivan de la transmisión de información surgida de

la tradición (Sorgentini 2003, 103-128). Esta posición contrariaba la historiografía

de su tiempo en donde la Historia solo se ocupaba de temas políticos, militares y he-

roicos. Bloch defendió el universalismo que debía tener la Historia la cual no debía

ser particularizada solo a hechos heroicos o nacionales. Comparando al sociólogo y

al historiador, Hernán Sorgentini destaca:

En Halbwachs: el universalismo de la historia resulta abstracto ya que, al noimplicar una crítica al particularismo de las identidades de los grupos, terminatornando problemática la expresión “memoria histórica”, por no poder conciliarla objetividad del conocimiento con su función práctica; [mientras en ] Bloch, elintento de concebir una “memoria universalista” refiere a una idea de humanidadque se asienta sobre una perspectiva crítica de la tradición y en una concepcióndistinta del tiempo en la que el tiempo concreto y real es la materia misma de lahistoria (Sorgentini 2003,103-128).

No solo fue la Escuela de los Annales la que empezó a realizar críticas hacia

los objetos de la Historia, y al papel de la memoria y de la tradición en función de la

historia. La Escuela de Frankfurt de tendencia marxista, desarrolló una teoría crítica

que puso en tela de juicio los ideales de razón y el progreso planteados en el siglo

XVIII y XIX (Rodríguez 2010). La Escuela de Frankfurt esbozó la necesidad de la

memoria como crítica a la historia, en medio del contexto de las guerras mundiales

que dejaban un manto de duda en esa “evolución histórica” que pretendieron los

idealistas tiempo atrás.

Theodor Adorno alumno de Walter Benjamin fue uno de los intelectuales que

lideró el movimiento científico social de la Teoría Crítica. Adorno dejó un legado en

cuanto a la importancia de la memoria en períodos donde la población se ve someti-

da a un régimen autoritario. Asimismo consideró que el siglo XX [y en el XXI no

ha cambiado] representó un tiempo de contradicciones donde se promovían princi-

pios morales y éticos como la democracia, los derechos humanos, la protección

ambiental y la libertad en la creación estética, contrastados con una historia de tota-

litarismos, de violaciones a los mencionados derechos, de destrucción del medio

ambiente y de una creación estética que respondió en muchos casos al consumismo

imperante bajo las lógicas del mercado (Rodríguez 2010).

En razón de esta legítima crítica, Marta Tafalla argumentó la importancia del

legado de Adorno para el mundo académico y fundamentalmente para la visibilidad

de las víctimas:

En ese nuevo tiempo que fue inaugurado por el fascismo y en el que cualquierbarbarie es posible, el verdadero imperativo moral es el de la memoria: tomarconciencia crítica del pasado y sobre todo conceder justicia a sus víctimas. Es im-posible construir un presente justo o esperar un futuro liberado de repeticionesdel mal sin hacer justicia a quienes fueron víctimas en el pasado (Tafalla 2003,126-154).

De esta manera, la memoria histórica desde las víctimas sería un acto de

justicia y no solo un consuelo, además de ser una necesidad histórica por represen-

tar una crítica a la Historia erigida por los vencedores. Una justicia que inclusive

llevó a Carlo Ginzburg a comparar el papel del historiador con el papel del juez en

cuanto a la verificación de testimonios, recopilación de pruebas materiales y en

el establecimiento, en un caso, de una verdad histórica y en otro de una verdad

jurídica, verdades que debían estar plenamente identificadas una con la otra (Ver:

Ginzburg 1993).

La escuela marxista, de alguna forma, también buscó una justicia para quie-

nes no habían sido visibilizados en la Historia. En palabras del historiador inglés

Edward Palmer Thompson, hacer la historia de los vencidos era hacer la historia de

las clases subalternas o la historia desde abajo, es decir desde los obreros explotados

en la Inglaterra del siglo XIX (Thompson 1989, 197). Para los años 60, Thompson

consiguió estudios históricos críticos acerca del papel de los Estados nacionales y

la construcción de la tradición en los pueblos. Su obra más reconocida ha sido Laformación de la clase obrera en Inglaterra (1963), en donde abordó la experiencia

de los obreros ingleses, dándole especial relevancia a la participación de los obreros

como sujetos activos de la historia. La idea de Thompson (citado por Sorgentini) era

recuperar para el conocimiento histórico:

[...] aspectos oscuros del pasado desatendidos por las concepciones dominantes,como el sentido de la economía “moral” de los pobres en el siglo XVIII, el impactoa largo plazo de la tradición jacobina inglesa, la racionalidad de las prácticaslúdicas y el consecuente reconocimiento de su entidad política (Sorgentini 2003,103-128).

Este rescate de la tradición de los obreros permitió al historiador estudiar

a través de las tradiciones populares del siglo XVIII “[...] el substrato sobre el que

se conforma la clase como sujeto” (Sorgentini 2003,103-128). El estudio de las

tradiciones de los sujetos que no han sido parte de la Historia ha contribuido a

recuperar la memoria, en este caso, de las clases oprimidas por el capitalismo domi-

nante. Thompson divulgó la necesidad de escribir la historia desde abajo, historia

que remite a otros documentos que pueden rescatar la memoria sistemáticamente

olvidada por las clases altas y la historiografía (Rodríguez 2010). De esta manera

argumentaba la necesidad de construir a través de experiencias y tradiciones de

sujetos olvidados “otra historia” y una memoria histórica donde los sectores margi-

nados puedan reconocerse e identificarse.

De la misma escuela marxista-inglesa, Eric Hobsbawm criticó la tradición

en las estructuras de las sociedades por considerarla una invención de las elites

dominantes para crear una continuidad ficticia con el pasado (Hobsbawm y Ranger

2002, 8). Esa invención de la tradición ha sido utilizada por las elites para la cons-

trucción de la identidad nacional, fundamental en la articulación de una memoria

colectiva nacional. Por otra parte, Hobsbawm marca una clara diferencia entre

memoria e historia. Si bien, ha sido crítico de la utilización de fuentes orales para

la construcción de la historia, consideró que cada persona era el primer historiador

que existía de su propia vida por hacer inteligible el conocimiento que tenía de su

pasado (Hobsbawm 2001, 12). La principal crítica que este autor hizo de la oralidad

fue en razón a lo fragmentaria que puede resultar la memoria de los seres humanos

al momento de narrar hechos resultando ser un engaño para la historia (Cf. Fraser

1993,72-92). Por el contrario, la Historia es una ciencia preocupada por la recupe-

ración de los datos, su sistematización crítica y el establecimiento de causalidades

para su escritura, la Historia no deja al azar lo que la memoria si puede dejar. En

consecuencia la historia así tenga una razón instrumental es una construcción

científica a diferencia de la memoria que suele ser espontanea. Un debate entre

memoria e historia, entre la oposición o la complementariedad que continúa con la

Escuela de los Annales de la tercera generación.

Al francés Pierre Nora se lo reconoce por ser quien acuñó el concepto “memo-

ria histórica”. Nora y su colega el también francés Jaques Le Goff desarrollaron la

llamada Historia de las Mentalidades con estudios enfocados en las representacio-

nes colectivas y las estructuras mentales de las sociedades. Para Nora (entrevistado

por Corradini):

La memoria es el recuerdo de un pasado vivido o imaginado. Por esa razón, lamemoria siempre es portada por grupos de seres vivos que experimentaron loshechos o creen haberlo hecho. La memoria, por naturaleza, es afectiva, emotiva,abierta a todas las transformaciones, inconsciente de sus sucesivas transformacio-nes, vulnerable a toda manipulación, susceptible de permanecer latente durantelargos períodos y de bruscos despertares. La memoria es siempre un fenómenocolectivo, aunque sea psicológicamente vivida como individual (Nora 2006).

Según este autor, la memoria es imaginativa y no tiene el rigor científico que

sí posee la Historia. En contraposición a la memoria el autor afirma que:

[…] la historia es una construcción siempre problemática e incompleta de aquelloque ha dejado de existir, pero que dejó rastros. A partir de esos rastros, controla-dos, entrecruzados, comparados, el historiador trata de reconstituir lo que pudopasar y, sobre todo, integrar esos hechos en un conjunto explicativo (Nora 2006)

Pierre Nora planteó que la Historia es pública porque congrega a los indivi-

duos en torno a la nación, mientras la memoria es de ámbito privado, razón por la

cual disgregaría la conformación nacional. En este aspecto, el autor remarca que

están apareciendo cada vez más memorias de quienes quieren ponerse por encima

de la historia y de la justicia presentándose como la verdad. Nora representa la

nostalgia que produce la pérdida de la historia oficial, la cual permitía educar y

congregar a la nación francesa sobre valores, hechos y significados que él considera

son propios del francés (Nora 2006).

Su obra más reconocida es Los lugares de la memoria (1992); obra escrita

para conmemorar el bicentenario de la Revolución Francesa, donde estableció junto

con un centenar de historiadores los hechos significativos de la memoria colectiva

de la nación francesa en más de dos siglos. Los lugares de memoria son los restos

que dejan los seres humanos definidos por Nora como:

[…] la forma extrema bajo la cual subsiste una conciencia conmemorativa enuna historia que la solicita porque la ignora […] Museos, archivos, cementeriosy colecciones, fiestas, aniversario, tratados, actas, monumentos, santuarios,asociaciones, son los cerros testigos de otra época, de las ilusiones de eternidad(Nora 2008, 24).

Este historiador plantea una oposición entre memoria e historia y sugiere la

necesidad de que la Historia “avasalle a la memoria”. Dice Nora: “en el corazón de

la historia, trabaja un criticismo destructor de memoria espontánea. La memoria

siempre es sospechosa para la historia, cuya misión verdadera es destruirla y repri-

mirla” (Nora 2008, 21). Estas razones que el autor argumenta de darle una supre-

macía a la Historia sobre la generación de memoria colectiva parecen encauzadas

por una tradición positivista que ha influenciado los estudios historiográficos de

quienes han escrito en favor de los “vencedores”.

Jaques Le Goff escribió el libro Historia y memoria (1977), un texto sobre

el tiempo la memoria y la historia (Cf. De La Cuesta 1998, 203-246). Además es-

cribió la obra El orden de la memoria. El tiempo como imaginario (1991), donde

realizó un recorrido histórico de la sociedad occidental y algunas sociedades

extra europeas. En este texto, el autor expuso desde las edades míticas hasta la

contemporaneidad, cómo las sociedades han hecho para conservar y transmitir la

memoria colectiva. Le Goff más que oposición, planteó la posibilidad de integrar

la memoria (colectiva) con la Historia, siendo la “historia el proceso científico de

la memoria colectiva” (Le Goff 1991, 157). En razón a este concepto, él consideró

que la “memoria histórica” es el estudio histórico que se realiza de la memoria

colectiva de las sociedades.

Memoria colectiva que si bien, ha sido manipulada por los centros de poder,

cada vez más ha representado un espacio de lucha de los grupos minoritarios. Para

este autor:

[…] la memoria colectiva ha constituido un hito importante en la lucha por elpoder conducida por las fuerzas sociales. Apoderarse de la memoria y del olvidoes una de las máximas preocupaciones de las clases, los grupos, de los individuosque han dominado y dominan las sociedades históricas (Le Goff 1991, 133).

Estas ideas que están encaminadas hacia la complementariedad entre memo-

ria e historia, hacen parte de la tercera corriente que ha buscado explicar el concepto

memoria histórica, donde se destaca el filósofo francés Paul Ricoeur. Este exponen-

te de la filosofía contemporánea fue influenciado por la fenomenología de Edmond

Husserl y el existencialismo de Karl Jaspers. Hizo parte de la Escuela de los Annales

en los años sesenta, criticando la deshumanización del estructuralismo en la investi-

gación científica y abogando por una historia social y de las mentalidades. Dos

de sus obras Historia, memoria y olvido (2000) y La lectura del tiempo pasado:memoria y olvido (1999), exponen conceptos como memoria individual, memoria

colectiva, perdón, olvido y memoria histórica. Según Ricoeur (2000, 128-129):

[...] En primer lugar, [la memoria personal o individual] parece que es radical-mente singular. Puede decirse incluso, de la mano de Locke, que la memoriaconstituye por sí sola un criterio de la identidad personal. Mis recuerdos no sonlos vuestros. No pueden transferirse los recuerdos de uno a la memoria de otro.[...] En segundo lugar, el vínculo original de la conciencia del pasado reside en lamemoria. Desde Agustín, sabemos y comentamos que la memoria es el presentedel pasado [...] la memoria garantiza la continuidad temporal de la persona. Esacontinuidad entre el pasado y el presente me permite remontarme sin soluciónde continuidad desde el presente vivido hasta los acontecimientos más lejanosde mi infancia [...]. Finalmente y en tercer lugar, a la memoria se vincula elsentido de la orientación en el paso del tiempo; orientación en doble sentido, delpasado hacia el futuro; por impulso hacia atrás, en cierto modo, según la flechadel tiempo del cambio, y también del futuro hacia el pasado, según el movimien-

to inverso de tránsito de la espera hacia el recuerdo, a través del presente vivo [...].

Este autor al mencionar que mediante la memoria el sujeto transita del pre-

sente al pasado, hace referencia a que siendo esto una paradoja (Ricoeur 2010, 25),

la memoria le da una continuidad al ser humano en el tiempo. Si bien la memoria

individual tiene unas características particulares, ésta se va construyendo en las

relaciones sociales existentes entre los individuos. Se fundamenta en Halbwachs

para explicar algunas características que se le atribuyen a la memoria colectiva: en

primera medida, los individuos no recuerdan solos sino con ayuda de los recuerdos

de otros; y que los recuerdos se encuentran inscritos en relatos colectivos que a

su vez, son reforzados mediante conmemoraciones y celebraciones públicas de

los acontecimientos vividos en el curso de la historia, de los grupos a los que perte-

necen los seres humanos. “La ritualización de lo que podemos llamar «recuerdos

compartidos» legitima a Halbwachs para convertir cada «memoria individual [...]

en un punto de vista de la memoria colectiva” (Ricoeur 1999, 17).

La ritualización de los recuerdos compartidos, la cual se realiza con conme-

moraciones y fiestas públicas es una forma para que el Estado-nacional cree identi-

dades de los ciudadanos con hechos contados como parte de la Historia oficial. El

autor entiende, que si bien, como parte del sujeto existe una memoria individual

y colectiva puede haber una analogía entre las dos, en cuanto al carácter propio,

continuidad y polaridad pasado-futuro (Ricoeur 1999, 18) y así mismo la memoria

colectiva sería considerada una especie de personalidad de rango superior.5

Ricoeur también habla de la existencia de una traslación entre la memoria

individual y colectiva explicando que “pasamos de la memoria individual a la

memoria colectiva, tránsito perfectamente legítimo, en la medida que, gracias al

lenguaje, las memorias individuales se superponen con la memoria colectiva” (Ri-

coeur 2010, 20-28). Para que se presente este tránsito resulta fundamental el len-

guaje, el cual permite que haya relaciones de los distintos significados individuales

de los sujetos existiendo una intersubjetividad de significados superpuesta con la

memoria colectiva. De esta manera, “[...] la memoria colectiva descansa sobre una

ligazón de memorias individuales, lo que se explica por la pertenencia de cada una

a una multitud de colectividades, que son otros tantos ámbitos de identificación

colectiva e individual” (Ricoeur 2010, 20-28).

La relación que plantea este filosofo entre memoria e Historia es de comple-

mentariedad y clara oposición al discurso establecido por Nora, que es excluyente

de la participación de las memorias de individuos y pueblos vencidos en la Historia.

Al contrario, el filósofo tiene una visión incluyente de las víctimas, comprendiendo

que en la construcción de “memoria histórica” debe haber una complementariedad

dialéctica entre memoria e historia, es decir que el conocimiento histórico tenga una

función crítica sobre la memoria y a su vez la memoria permita ampliar el espectro

de conocimiento de la historia (Ricoeur 2000).

En este mismo plano, se encuentra Elizabeth Jelin, luchadora contra el

régimen dictatorial que gobernó a Argentina entre 1976-1983. Jelin plantea que

en referencia a las memorias colectivas existe una lucha política de por medio.

En el pasado y en el presente las fuerzas dominantes que originaron los estados

nacionales condicionaron la memoria de los pueblos, por tal razón, se plantea una

lucha por las memorias y los olvidos entre los centros de poder y quienes se expre-

san a través de las memorias alternativas y/o defienden estas iniciativas. Estos

son los emprendedores y emprendedoras de la memoria, quienes en sus acciones

tienen un carácter social colectivo, estableciendo su proyecto e involucrando a

otros sujetos que generen nuevas ideas buscando recuperar, evidenciar y divulgar

las memorias alternativas (Jelin 2002, 48). De esta manera, la Historia escrita

por los vencedores podrá contrastarse por las memorias-historias de los vencidos

dejando un legado para el presente y el futuro de las sociedades oprimidas.

El debate en la historiografía ha llevado a preguntarse por el papel que

debe tener la memoria en el uso de la historia. De esta manera, temas como la

transmisión de la memoria, el uso de la memoria colectiva y el olvido, el papel de

la tradición en la edificación de una memoria colectiva así como la justicia de las

víctimas como parte de la lucha por una memoria histórica son temas abordados

por historiadores y otros intelectuales de otras ramas de las ciencias sociales y hu-

manas. La necesidad es que estos debates no solo se queden en Europa sino que

hagan parte de las discusiones académicas de otros lugares del mundo como es el

caso colombiano.

Algunos trabajos de memoria en Colombia y cons-trucción de memoria histórica razonada desde lasvíctimas del conflicto armado interno

En América Latina, tras las dictaduras militares, los casos de Argentina, Chile,

Perú y Nicaragua entre otros, son emblemáticos del papel que ha desempeñado

los movimientos de víctimas y de Derechos Humanos en el esclarecimiento de

la verdad, la justicia y la reparación individual y colectiva.6 Según el jurista Juan

Méndez la importancia de las memorias de víctimas radica en:

El esclarecimiento de sucesos que han sido deliberadamente mantenidos en lassombras, la valoración de la verdad por encima de las mentiras y el reconocimien-

to de que las víctimas de los abusos de poder merecen que sus sufrimientos seanrecordados (Perotin-Dumon 2007, 3).

No todos estos procesos de memoria tienen el sentido altruista que menciona

Méndez. Existen procesos en varios países que han sido llevados a cabo por parte

del Estado para mantener una imagen internacional, pero sin esclarecer la verdad,

aplicar la justicia a los victimarios y reparar adecuadamente a las víctimas.

Este puede ser el caso de Colombia, donde las iniciativas que valoran la

memoria de las víctimas han sido escasas y en muchas ocasiones coordinadas por

una razón utilitarista. Sólo a partir de le Ley 975 de 2005 (Ley de Justicia y Paz)

y en el contexto de la desmovilización de paramilitares,7 el Estado creó la CNRR

que delegó al Grupo de Memoria Histórica, en la actualidad Centro de Memoria

Histórica (CMH), para realizar informes sobre las razones del surgimiento y evolu-

ción de los grupos armados ilegales. El objetivo de CMH es construir “memoria

histórica del conflicto armado a partir de casos emblemáticos”8 (Sánchez et al.

2009, 24), produciendo textos que evidencien hechos violentos sufridos por las

víctimas como masacres, asesinatos selectivos, desapariciones forzadas, torturas,

despojos de tierras y desplazamientos forzados entre otros crímenes realizados

por los actores armados.9 El CMH como una síntesis de todas sus producciones

publicó el informe ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad (2013),

allí se reconoce el valor que tiene la memoria en un país que continúa en conflicto,

marcándose la diferencia con procesos de recuperación de memoria histórica vivi-

dos en otros países en postconflicto. Una tensa lucha entre el reconocimiento y el

olvido que juega un papel trascendental en la sociedad futura que se construye en

el presente. El informe muestra que desde 1958 hasta 2012 han habido 220.000

víctimas mortales a causa del conflicto armado interno vigente en el país (Sánchez

et. al 2013, 20).

Por su parte, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugia-

dos (ACNUR) publicó: Para que se sepa hablan las personas desplazadas en Colombia, recopilación de las historias de vida de víctimas del conflicto en el país

(Lois 2007). Entre las iniciativas impulsadas por Organizaciones No Gubernamen-

tales (ONG), se destaca el libro Hoja de Cruz. La memoria de lo que no se debe repetir de la comunidad Kankuama donde se han documentado los asesinatos de

indígenas entre 1982 y 2005 desde las voces de los familiares de las víctimas (Uribe

et al. 2009, 38). También la revista Noche y Niebla del Centro de Investigación y

Educación Popular (CINEP) denuncia a través de testimonios de víctimas violacio-

nes de derechos humanos realizadas en el marco del conflicto armado colombiano

desde 1996 hasta 2010 (CINEP 2010).

Otro archivo de recuperación de memoria histórica de víctimas, en este caso

de crímenes de Estado, es Proyecto Colombia Nunca Más (2012), del Movimiento

de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE). También está el trabajo Tácticas yestrategias para contar. Historias de la gente sobre conflicto y reconciliación enColombia (2010) del Centro de Competencia en Comunicación para América Latina

que les ha otorgado voz a las víctimas en la lucha por la divulgación de testimonios

frente a centros de poder imperantes como organismos del Estado y los medios

masivos de comunicación (Franco, Nieto y Rincón 2010, 6).

Existen otras iniciativas que resaltan el papel de mujeres víctimas del conflic-

to como La Red de Mujeres Narrar para vivir, de la Red Nacional de Iniciativas de

Paz y contra la Guerra (REDEPAZ); El Instituto de Mujeres por la Paz (IMP) que

ha recogido testimonios libres de mujeres antes del 2005 y que a partir de la Ley

de Justicia y Paz, más de la mitad de las mujeres se negaron a seguir participando

por el temor a las persecuciones contra sus vidas; y Los Informes de la Mesa deTrabajo Mujer y Conflicto que ha complementado la recopilación de testimonios

de mujeres con información producida por investigaciones académicas (Uribe et al.

2009, 63-64).

Si bien existen otros trabajos sobre recuperación, construcción y divulgación

de las memorias, se ha generado una delicada tendencia del Estado en liderar

o vigilar estos procesos por ser un actor del conflicto en cuanto a su acción y/o

omisión. La CNRR ha promovido que la “memoria histórica” sea un escenario para

el diálogo, la negociación y el reconocimiento de las diferencias con miras a un

proyecto democrático e incluyente de superación del conflicto armado, así como la

búsqueda de verdad, justicia y reparación en un contexto de reconciliación nacional

(Sánchez et al. 2009, 26). A pesar del proyecto contener una plataforma de justicia

transicional,10 llevada a cabo en otros países en épocas de post-conflicto, en el

presente proceso se generan dudas por establecerse en plena vigencia del conflicto

armado interno y sin la adecuada participación y reconocimiento de las víctimas.

Por el contrario, el proceso se ha llevado a cabo dándole prioridad a las versiones

de los victimarios quienes han relatado los vejámenes cometidos, estableciendo

discursos por conveniencia para adquirir prebendas por parte del Estado colombia-

no sin poder establecer una verdad ni jurídica ni histórica.

A partir del anterior contexto y en la investigación sobre trayectorias de vícti-

mas se pretendió construir una “memoria histórica razonada e incluyente” de las

víctimas marginadas por el conflicto armado interno que vive el país y silenciadas

y/u olvidadas desde centros de poder. La memoria histórica razonada se enmarca

en la corriente que promueve la complementariedad de la memoria y la historia y

estaría contrastando métodos tradicionales del cientificismo positivista, que como

se mencionó antes no le da la importancia que merecen los documentos orales para

la construcción de la Historia.

Pierre Vilar siempre se preocupó por una Historia, “análisis, por la coheren-

cia de la historia entendida antes que nada como un modo de pensar [...]”, (Vilar

2004, 9); es decir una “historia razonada” que estaba en contradicción del método

tradicional establecido por el positivismo. Vilar consideraba un engaño hacerse

llamar objetivo siendo más o menos partidista (Vilar 1988, 7-33). El rescate de la

subjetividad de quienes construyen la historia permite establecer cambios teóricos,

metodológicos y temáticos en la construcción de una historia apoyada por memoria

participativa de sectores marginados. Por tal razón y optando por una historia

contemporánea alternativa, en la investigación se intentó fortalecer el trabajo de

complementariedad entre Historia y Memoria a través de “memoria histórica razo-

nada”. Esta labor se puede dar mediante la acción política de quienes construyen la

memoria colectivamente:

La memoria histórica razonada que se pretende construir no es un simple ejerciciode recuerdo o rememoración, sino un producto de valoración crítico-analítica, quepueda convertirse en herramienta prospectiva para superar el pasado recordadocomo hecho doloroso, poniéndolo en acción para la construcción del futuro desdeel presente (Suárez, Ardila, Báez y Rueda 2010, 18).

Se busca que las víctimas comprendan la realidad histórica que han vivido,

razonen acerca de su pasado y contribuyan a la construcción del futuro como acto-

res protagónicos de la sociedad del presente.

Ricoeur, citado por Rodríguez, propone que la relación entre la construcción

de los discursos de la memoria y la historia sea dialéctica: “[Existiendo] narrativas

de primer orden, la de los testigos y de segundo orden, la de los historiadores. Esta

última implica un ejercicio sobre ella misma y sobre la veracidad de la narrativa

de primer orden” (Rodríguez 2010). Si bien, el historiador realiza un ejercicio de

veracidad y complementario del relato de las víctimas, son las mismas víctimas

quienes como dice Hobsbawm son los primeros historiadores. De esta manera,

quienes tienen mayor conocimiento de los acontecimientos vividos al construir una

biografía, una historia de vida o una trayectoria de vida, en fin utilizar el método

biográfico, es la misma persona que cuenta su vida a través de su propia historia.

Asimismo, Mallimaci y Giménez reafirman el argumento que pone en relevancia a

quienes relatan sucesos biográficos:

En lugar de los términos “narrador y entrevistador” o “investigador e investigado”y otros similares, usamos los de “historiador” (de quien es la vida que se historia)y “cohistoriador” (aquel que comparte con el historiador la historia cuando es na-rrada) y que establece con él la relación en la que la historia se hace tal (Mallimaciy Giménez 2006, 40).

Esta última concepción fortalece el interés de darle trascendencia a las

narraciones de las víctimas, quienes también son “historiadoras”, y revalida que sus

memorias-historias deben ser complementadas por “co-historiadores” mediante la

triangulación de los datos, la comprensión del contexto, la utilización y construcción

de conceptos y la crítica y el análisis de la información.

Para la investigación, teniendo en cuenta a Jelin la memoria es un espacio

de lucha política, donde el investigador realiza una acción colectiva emprendiendo

trabajos de la memoria que favorecen la lucha contra silencios y olvidos sufridos por

grupos minoritarios (Jelin 2002, 60). En este caso, la lucha política y reivindicativa

es de las víctimas del desplazamiento forzado que en compañía de los investigadores

construyen “memoria histórica razonada e incluyente”, resistiendo frente a margi-

naciones, negacionismos, silencios y olvidos generados por los centros de poder e

instituidos en la sociedad contemporánea.

Entendiendo la memoria de esta forma, se legitima el proceso memorístico

emprendido desde las minorías, en el caso de esta investigación, desde las víctimas

del conflicto armado interno colombiano. Cabe señalar, que estos procesos de rei-

vindicación de las memorias como un acto de lucha política no solo pueden quedar-

se en el plano de la visibilidad estatal. Debido a la importancia de estos dos objeti-

vos, reivindicación y lucha, estas memorias deben trascender y evidenciar cambios

y permanencias existentes en la vida de las víctimas que deben relacionarse con

procesos históricos. Si puede llegarse a este propósito y las mismas personas que

relatan sus memorias comprenden la dimensión de lo sucedido en sus vivencias,

podrá construirse una “memoria histórica” con razonamiento crítico; de lo contra-

rio se estaría haciendo una utilización de las víctimas con fines personalistas y se

contribuiría a silenciarlas y olvidarlas una vez más.

35

HiS

TOR

eLo

. Rev

ista

de

His

tori

a R

egio

nal y

Lo

cal I

SSN

: 21

45

-13

2X

[vo

l 5, N

o. 1

0]

julio

- d

icie

mbr

e de

20

13

Juan Felipe Rueda Arenas

Memoria e Historia entre la división, la complemen-tariedad y la crítica

Uno de los primeros intelectuales que destacaron el papel de la memoria en estudios

de ciencias sociales fue el filósofo francés de origen judío Henri Bergson. Este autor

fue contestatario del positivismo cientificista (Riego 2008, 293-329); conceptuali-

zando la memoria desde un enfoque psicológico y espiritual mediante la “memoria

pura” y “la memoria habito” (Huici 2002).3 En su obra Materia y memoria (1886),

Bergson se valió de textos que explicaban la memoria de los individuos como eran

las Confesiones de San Agustín,4 además de influenciar estudios posteriores como

los del sociólogo también francés y de origen judío Maurice Halbwachs.

A Halbwachs, se le reconoce la construcción de los conceptos (y también la

escritura de los textos) Marcos sociales de la memoria (1925) y Memoria colectiva (1949) en el establecimiento de una sociología de la memoria (De La Cuesta 1998,

203-246). A partir del contacto con la sociología de Emile Durkheim, Halbwachs

concibió la memoria como un fenómeno colectivo y siempre vivido de forma social.

En consecuencia puede definirse la memoria colectiva como el conjunto de recuer-

dos de cada individuo. Está inscrita en marcos de referencia colectivos, los cuales

son referentes para la rememoración mediante el entorno y principalmente el

lenguaje (Jedlowski 2000, 123). Asimismo, Halbwachs destacó que en la memoria

colectiva se: [...] agrupan las memorias individuales, pero no se confunde con ellas. Esta (la

memoria colectiva) evoluciona siguiendo sus leyes, y si ciertos recuerdos indivi-duales penetran también algunas veces en ella, estos cambian de figura a partirde que son emplazados en un conjunto que no es ya una conciencia personal(Halbwachs 1991, 6).

Si bien Halbwachs reconoció la singularidad del carácter de la memoria como

parte de cada sujeto, él también argumentó que:

[…] eso que llamamos los marcos colectivos de la memoria serían el resultado, lasuma, la combinación de los recuerdos individuales de muchos miembros de unamisma sociedad. Estos marcos ayudarían, en el mejor de los casos, a clasificar, aordenar los recuerdos de los unos en relación con los de los otros. Sin embargo,no explicarían la memoria misma, puesto que la darían por existente (Halbwachs2004, 10).

Según este autor, estos marcos están mediados por el lenguaje, el espacio y el

tiempo y/o mediados por la memoria colectiva de la familia, la religión, y las clases

sociales y sus tradiciones (Ver: Halbwachs 2004). De esta manera, en cualquier

situación el ser humano se ve influenciado socialmente, por lo tanto, cualquier

representación o recuerdo establecido en su memoria hace parte de la memoria

colectiva de varios grupos a los cuales perteneció y que hacen parte de esos cuadros

de referencia socio-histórica que influencian la memoria del individuo.

Desde un punto de vista sociológico, las tesis de Halbwachs fueron innovado-

ras, pero estas mismas ideas recibieron críticas por parte de algunos historiadores.

Él no consideró que la Historia pudiera abarcar todo el acontecer humano pero

si relacionó a la memoria histórica como una construcción de historias de aconteci-

mientos significativos que favorecían la construcción de la historia nacional. En sus

concepciones se observa una oposición entre la memoria colectiva y la memoria

histórica afirmando que “si por memoria histórica se entiende la lista de los aconte-

cimientos cuyo recuerdo conserva la historia nacional, no es ella, no son sus marcos

los que representan lo esencial de lo que llamamos memoria colectiva” (Halbwachs

1968, 209-219). La memoria colectiva no solo haría parte de esa historia oficial sino,

como se expuso antes, de las relaciones sociales construidas por varios individuos

en diversos cuadros sociales.

Esta sociología de la memoria fue criticada por el historiador francés Marc

Bloch (fundador junto a Lucien Febvre de la Escuela de los Annales). Bloch utilizó la

memoria como categoría para la historia, además de estar de acuerdo en la propues-

ta de categorías de origen social situadas en el espacio y el tiempo. Como crítica, este

historiador consideró restringida la propuesta de Halbwachs centrada en los grupos

(la familia, la religión y la clase) y propuso ampliar el enfoque hacia la memoria jurí-

dica y el derecho consuetudinario (Sorgentini 2003, 103-128).

Marc Bloch fue uno de los primeros historiadores que llamó la atención

sobre la trascendencia que la memoria tenía como objeto de estudio y examen de

conciencia de la Historia; argumentaba que con la memoria podía estudiarse las

problemáticas históricas que se derivan de la transmisión de información surgida de

la tradición (Sorgentini 2003, 103-128). Esta posición contrariaba la historiografía

de su tiempo en donde la Historia solo se ocupaba de temas políticos, militares y he-

roicos. Bloch defendió el universalismo que debía tener la Historia la cual no debía

ser particularizada solo a hechos heroicos o nacionales. Comparando al sociólogo y

al historiador, Hernán Sorgentini destaca:

En Halbwachs: el universalismo de la historia resulta abstracto ya que, al noimplicar una crítica al particularismo de las identidades de los grupos, terminatornando problemática la expresión “memoria histórica”, por no poder conciliarla objetividad del conocimiento con su función práctica; [mientras en ] Bloch, elintento de concebir una “memoria universalista” refiere a una idea de humanidadque se asienta sobre una perspectiva crítica de la tradición y en una concepcióndistinta del tiempo en la que el tiempo concreto y real es la materia misma de lahistoria (Sorgentini 2003,103-128).

No solo fue la Escuela de los Annales la que empezó a realizar críticas hacia

los objetos de la Historia, y al papel de la memoria y de la tradición en función de la

historia. La Escuela de Frankfurt de tendencia marxista, desarrolló una teoría crítica

que puso en tela de juicio los ideales de razón y el progreso planteados en el siglo

XVIII y XIX (Rodríguez 2010). La Escuela de Frankfurt esbozó la necesidad de la

memoria como crítica a la historia, en medio del contexto de las guerras mundiales

que dejaban un manto de duda en esa “evolución histórica” que pretendieron los

idealistas tiempo atrás.

Theodor Adorno alumno de Walter Benjamin fue uno de los intelectuales que

lideró el movimiento científico social de la Teoría Crítica. Adorno dejó un legado en

cuanto a la importancia de la memoria en períodos donde la población se ve someti-

da a un régimen autoritario. Asimismo consideró que el siglo XX [y en el XXI no

ha cambiado] representó un tiempo de contradicciones donde se promovían princi-

pios morales y éticos como la democracia, los derechos humanos, la protección

ambiental y la libertad en la creación estética, contrastados con una historia de tota-

litarismos, de violaciones a los mencionados derechos, de destrucción del medio

ambiente y de una creación estética que respondió en muchos casos al consumismo

imperante bajo las lógicas del mercado (Rodríguez 2010).

En razón de esta legítima crítica, Marta Tafalla argumentó la importancia del

legado de Adorno para el mundo académico y fundamentalmente para la visibilidad

de las víctimas:

En ese nuevo tiempo que fue inaugurado por el fascismo y en el que cualquierbarbarie es posible, el verdadero imperativo moral es el de la memoria: tomarconciencia crítica del pasado y sobre todo conceder justicia a sus víctimas. Es im-posible construir un presente justo o esperar un futuro liberado de repeticionesdel mal sin hacer justicia a quienes fueron víctimas en el pasado (Tafalla 2003,126-154).

De esta manera, la memoria histórica desde las víctimas sería un acto de

justicia y no solo un consuelo, además de ser una necesidad histórica por represen-

tar una crítica a la Historia erigida por los vencedores. Una justicia que inclusive

llevó a Carlo Ginzburg a comparar el papel del historiador con el papel del juez en

cuanto a la verificación de testimonios, recopilación de pruebas materiales y en

el establecimiento, en un caso, de una verdad histórica y en otro de una verdad

jurídica, verdades que debían estar plenamente identificadas una con la otra (Ver:

Ginzburg 1993).

La escuela marxista, de alguna forma, también buscó una justicia para quie-

nes no habían sido visibilizados en la Historia. En palabras del historiador inglés

Edward Palmer Thompson, hacer la historia de los vencidos era hacer la historia de

las clases subalternas o la historia desde abajo, es decir desde los obreros explotados

en la Inglaterra del siglo XIX (Thompson 1989, 197). Para los años 60, Thompson

consiguió estudios históricos críticos acerca del papel de los Estados nacionales y

la construcción de la tradición en los pueblos. Su obra más reconocida ha sido Laformación de la clase obrera en Inglaterra (1963), en donde abordó la experiencia

de los obreros ingleses, dándole especial relevancia a la participación de los obreros

como sujetos activos de la historia. La idea de Thompson (citado por Sorgentini) era

recuperar para el conocimiento histórico:

[...] aspectos oscuros del pasado desatendidos por las concepciones dominantes,como el sentido de la economía “moral” de los pobres en el siglo XVIII, el impactoa largo plazo de la tradición jacobina inglesa, la racionalidad de las prácticaslúdicas y el consecuente reconocimiento de su entidad política (Sorgentini 2003,103-128).

Este rescate de la tradición de los obreros permitió al historiador estudiar

a través de las tradiciones populares del siglo XVIII “[...] el substrato sobre el que

se conforma la clase como sujeto” (Sorgentini 2003,103-128). El estudio de las

tradiciones de los sujetos que no han sido parte de la Historia ha contribuido a

recuperar la memoria, en este caso, de las clases oprimidas por el capitalismo domi-

nante. Thompson divulgó la necesidad de escribir la historia desde abajo, historia

que remite a otros documentos que pueden rescatar la memoria sistemáticamente

olvidada por las clases altas y la historiografía (Rodríguez 2010). De esta manera

argumentaba la necesidad de construir a través de experiencias y tradiciones de

sujetos olvidados “otra historia” y una memoria histórica donde los sectores margi-

nados puedan reconocerse e identificarse.

De la misma escuela marxista-inglesa, Eric Hobsbawm criticó la tradición

en las estructuras de las sociedades por considerarla una invención de las elites

dominantes para crear una continuidad ficticia con el pasado (Hobsbawm y Ranger

2002, 8). Esa invención de la tradición ha sido utilizada por las elites para la cons-

trucción de la identidad nacional, fundamental en la articulación de una memoria

colectiva nacional. Por otra parte, Hobsbawm marca una clara diferencia entre

memoria e historia. Si bien, ha sido crítico de la utilización de fuentes orales para

la construcción de la historia, consideró que cada persona era el primer historiador

que existía de su propia vida por hacer inteligible el conocimiento que tenía de su

pasado (Hobsbawm 2001, 12). La principal crítica que este autor hizo de la oralidad

fue en razón a lo fragmentaria que puede resultar la memoria de los seres humanos

al momento de narrar hechos resultando ser un engaño para la historia (Cf. Fraser

1993,72-92). Por el contrario, la Historia es una ciencia preocupada por la recupe-

ración de los datos, su sistematización crítica y el establecimiento de causalidades

para su escritura, la Historia no deja al azar lo que la memoria si puede dejar. En

consecuencia la historia así tenga una razón instrumental es una construcción

científica a diferencia de la memoria que suele ser espontanea. Un debate entre

memoria e historia, entre la oposición o la complementariedad que continúa con la

Escuela de los Annales de la tercera generación.

Al francés Pierre Nora se lo reconoce por ser quien acuñó el concepto “memo-

ria histórica”. Nora y su colega el también francés Jaques Le Goff desarrollaron la

llamada Historia de las Mentalidades con estudios enfocados en las representacio-

nes colectivas y las estructuras mentales de las sociedades. Para Nora (entrevistado

por Corradini):

La memoria es el recuerdo de un pasado vivido o imaginado. Por esa razón, lamemoria siempre es portada por grupos de seres vivos que experimentaron loshechos o creen haberlo hecho. La memoria, por naturaleza, es afectiva, emotiva,abierta a todas las transformaciones, inconsciente de sus sucesivas transformacio-nes, vulnerable a toda manipulación, susceptible de permanecer latente durantelargos períodos y de bruscos despertares. La memoria es siempre un fenómenocolectivo, aunque sea psicológicamente vivida como individual (Nora 2006).

Según este autor, la memoria es imaginativa y no tiene el rigor científico que

sí posee la Historia. En contraposición a la memoria el autor afirma que:

[…] la historia es una construcción siempre problemática e incompleta de aquelloque ha dejado de existir, pero que dejó rastros. A partir de esos rastros, controla-dos, entrecruzados, comparados, el historiador trata de reconstituir lo que pudopasar y, sobre todo, integrar esos hechos en un conjunto explicativo (Nora 2006)

Pierre Nora planteó que la Historia es pública porque congrega a los indivi-

duos en torno a la nación, mientras la memoria es de ámbito privado, razón por la

cual disgregaría la conformación nacional. En este aspecto, el autor remarca que

están apareciendo cada vez más memorias de quienes quieren ponerse por encima

de la historia y de la justicia presentándose como la verdad. Nora representa la

nostalgia que produce la pérdida de la historia oficial, la cual permitía educar y

congregar a la nación francesa sobre valores, hechos y significados que él considera

son propios del francés (Nora 2006).

Su obra más reconocida es Los lugares de la memoria (1992); obra escrita

para conmemorar el bicentenario de la Revolución Francesa, donde estableció junto

con un centenar de historiadores los hechos significativos de la memoria colectiva

de la nación francesa en más de dos siglos. Los lugares de memoria son los restos

que dejan los seres humanos definidos por Nora como:

[…] la forma extrema bajo la cual subsiste una conciencia conmemorativa enuna historia que la solicita porque la ignora […] Museos, archivos, cementeriosy colecciones, fiestas, aniversario, tratados, actas, monumentos, santuarios,asociaciones, son los cerros testigos de otra época, de las ilusiones de eternidad(Nora 2008, 24).

Este historiador plantea una oposición entre memoria e historia y sugiere la

necesidad de que la Historia “avasalle a la memoria”. Dice Nora: “en el corazón de

la historia, trabaja un criticismo destructor de memoria espontánea. La memoria

siempre es sospechosa para la historia, cuya misión verdadera es destruirla y repri-

mirla” (Nora 2008, 21). Estas razones que el autor argumenta de darle una supre-

macía a la Historia sobre la generación de memoria colectiva parecen encauzadas

por una tradición positivista que ha influenciado los estudios historiográficos de

quienes han escrito en favor de los “vencedores”.

Jaques Le Goff escribió el libro Historia y memoria (1977), un texto sobre

el tiempo la memoria y la historia (Cf. De La Cuesta 1998, 203-246). Además es-

cribió la obra El orden de la memoria. El tiempo como imaginario (1991), donde

realizó un recorrido histórico de la sociedad occidental y algunas sociedades

extra europeas. En este texto, el autor expuso desde las edades míticas hasta la

contemporaneidad, cómo las sociedades han hecho para conservar y transmitir la

memoria colectiva. Le Goff más que oposición, planteó la posibilidad de integrar

la memoria (colectiva) con la Historia, siendo la “historia el proceso científico de

la memoria colectiva” (Le Goff 1991, 157). En razón a este concepto, él consideró

que la “memoria histórica” es el estudio histórico que se realiza de la memoria

colectiva de las sociedades.

Memoria colectiva que si bien, ha sido manipulada por los centros de poder,

cada vez más ha representado un espacio de lucha de los grupos minoritarios. Para

este autor:

[…] la memoria colectiva ha constituido un hito importante en la lucha por elpoder conducida por las fuerzas sociales. Apoderarse de la memoria y del olvidoes una de las máximas preocupaciones de las clases, los grupos, de los individuosque han dominado y dominan las sociedades históricas (Le Goff 1991, 133).

Estas ideas que están encaminadas hacia la complementariedad entre memo-

ria e historia, hacen parte de la tercera corriente que ha buscado explicar el concepto

memoria histórica, donde se destaca el filósofo francés Paul Ricoeur. Este exponen-

te de la filosofía contemporánea fue influenciado por la fenomenología de Edmond

Husserl y el existencialismo de Karl Jaspers. Hizo parte de la Escuela de los Annales

en los años sesenta, criticando la deshumanización del estructuralismo en la investi-

gación científica y abogando por una historia social y de las mentalidades. Dos

de sus obras Historia, memoria y olvido (2000) y La lectura del tiempo pasado:memoria y olvido (1999), exponen conceptos como memoria individual, memoria

colectiva, perdón, olvido y memoria histórica. Según Ricoeur (2000, 128-129):

[...] En primer lugar, [la memoria personal o individual] parece que es radical-mente singular. Puede decirse incluso, de la mano de Locke, que la memoriaconstituye por sí sola un criterio de la identidad personal. Mis recuerdos no sonlos vuestros. No pueden transferirse los recuerdos de uno a la memoria de otro.[...] En segundo lugar, el vínculo original de la conciencia del pasado reside en lamemoria. Desde Agustín, sabemos y comentamos que la memoria es el presentedel pasado [...] la memoria garantiza la continuidad temporal de la persona. Esacontinuidad entre el pasado y el presente me permite remontarme sin soluciónde continuidad desde el presente vivido hasta los acontecimientos más lejanosde mi infancia [...]. Finalmente y en tercer lugar, a la memoria se vincula elsentido de la orientación en el paso del tiempo; orientación en doble sentido, delpasado hacia el futuro; por impulso hacia atrás, en cierto modo, según la flechadel tiempo del cambio, y también del futuro hacia el pasado, según el movimien-

to inverso de tránsito de la espera hacia el recuerdo, a través del presente vivo[...].

Este autor al mencionar que mediante la memoria el sujeto transita del pre-

sente al pasado, hace referencia a que siendo esto una paradoja (Ricoeur 2010, 25),

la memoria le da una continuidad al ser humano en el tiempo. Si bien la memoria

individual tiene unas características particulares, ésta se va construyendo en las

relaciones sociales existentes entre los individuos. Se fundamenta en Halbwachs

para explicar algunas características que se le atribuyen a la memoria colectiva: en

primera medida, los individuos no recuerdan solos sino con ayuda de los recuerdos

de otros; y que los recuerdos se encuentran inscritos en relatos colectivos que a

su vez, son reforzados mediante conmemoraciones y celebraciones públicas de

los acontecimientos vividos en el curso de la historia, de los grupos a los que perte-

necen los seres humanos. “La ritualización de lo que podemos llamar «recuerdos

compartidos» legitima a Halbwachs para convertir cada «memoria individual [...]

en un punto de vista de la memoria colectiva” (Ricoeur 1999, 17).

La ritualización de los recuerdos compartidos, la cual se realiza con conme-

moraciones y fiestas públicas es una forma para que el Estado-nacional cree identi-

dades de los ciudadanos con hechos contados como parte de la Historia oficial. El

autor entiende, que si bien, como parte del sujeto existe una memoria individual

y colectiva puede haber una analogía entre las dos, en cuanto al carácter propio,

continuidad y polaridad pasado-futuro (Ricoeur 1999, 18) y así mismo la memoria

colectiva sería considerada una especie de personalidad de rango superior.5

Ricoeur también habla de la existencia de una traslación entre la memoria

individual y colectiva explicando que “pasamos de la memoria individual a la

memoria colectiva, tránsito perfectamente legítimo, en la medida que, gracias al

lenguaje, las memorias individuales se superponen con la memoria colectiva” (Ri-

coeur 2010, 20-28). Para que se presente este tránsito resulta fundamental el len-

guaje, el cual permite que haya relaciones de los distintos significados individuales

de los sujetos existiendo una intersubjetividad de significados superpuesta con la

memoria colectiva. De esta manera, “[...] la memoria colectiva descansa sobre una

ligazón de memorias individuales, lo que se explica por la pertenencia de cada una

a una multitud de colectividades, que son otros tantos ámbitos de identificación

colectiva e individual” (Ricoeur 2010, 20-28).

La relación que plantea este filosofo entre memoria e Historia es de comple-

mentariedad y clara oposición al discurso establecido por Nora, que es excluyente

de la participación de las memorias de individuos y pueblos vencidos en la Historia.

Al contrario, el filósofo tiene una visión incluyente de las víctimas, comprendiendo

que en la construcción de “memoria histórica” debe haber una complementariedad

dialéctica entre memoria e historia, es decir que el conocimiento histórico tenga una

función crítica sobre la memoria y a su vez la memoria permita ampliar el espectro

de conocimiento de la historia (Ricoeur 2000).

En este mismo plano, se encuentra Elizabeth Jelin, luchadora contra el

régimen dictatorial que gobernó a Argentina entre 1976-1983. Jelin plantea que

en referencia a las memorias colectivas existe una lucha política de por medio.

En el pasado y en el presente las fuerzas dominantes que originaron los estados

nacionales condicionaron la memoria de los pueblos, por tal razón, se plantea una

lucha por las memorias y los olvidos entre los centros de poder y quienes se expre-

san a través de las memorias alternativas y/o defienden estas iniciativas. Estos

son los emprendedores y emprendedoras de la memoria, quienes en sus acciones

tienen un carácter social colectivo, estableciendo su proyecto e involucrando a

otros sujetos que generen nuevas ideas buscando recuperar, evidenciar y divulgar

las memorias alternativas (Jelin 2002, 48). De esta manera, la Historia escrita

por los vencedores podrá contrastarse por las memorias-historias de los vencidos

dejando un legado para el presente y el futuro de las sociedades oprimidas.

El debate en la historiografía ha llevado a preguntarse por el papel que

debe tener la memoria en el uso de la historia. De esta manera, temas como la

transmisión de la memoria, el uso de la memoria colectiva y el olvido, el papel de

la tradición en la edificación de una memoria colectiva así como la justicia de las

víctimas como parte de la lucha por una memoria histórica son temas abordados

por historiadores y otros intelectuales de otras ramas de las ciencias sociales y hu-

manas. La necesidad es que estos debates no solo se queden en Europa sino que

hagan parte de las discusiones académicas de otros lugares del mundo como es el

caso colombiano.

Algunos trabajos de memoria en Colombia y cons-trucción de memoria histórica razonada desde lasvíctimas del conflicto armado interno

En América Latina, tras las dictaduras militares, los casos de Argentina, Chile,

Perú y Nicaragua entre otros, son emblemáticos del papel que ha desempeñado

los movimientos de víctimas y de Derechos Humanos en el esclarecimiento de

la verdad, la justicia y la reparación individual y colectiva.6 Según el jurista Juan

Méndez la importancia de las memorias de víctimas radica en:

El esclarecimiento de sucesos que han sido deliberadamente mantenidos en lassombras, la valoración de la verdad por encima de las mentiras y el reconocimien-

to de que las víctimas de los abusos de poder merecen que sus sufrimientos seanrecordados (Perotin-Dumon 2007, 3).

No todos estos procesos de memoria tienen el sentido altruista que menciona

Méndez. Existen procesos en varios países que han sido llevados a cabo por parte

del Estado para mantener una imagen internacional, pero sin esclarecer la verdad,

aplicar la justicia a los victimarios y reparar adecuadamente a las víctimas.

Este puede ser el caso de Colombia, donde las iniciativas que valoran la

memoria de las víctimas han sido escasas y en muchas ocasiones coordinadas por

una razón utilitarista. Sólo a partir de le Ley 975 de 2005 (Ley de Justicia y Paz)

y en el contexto de la desmovilización de paramilitares,7 el Estado creó la CNRR

que delegó al Grupo de Memoria Histórica, en la actualidad Centro de Memoria

Histórica (CMH), para realizar informes sobre las razones del surgimiento y evolu-

ción de los grupos armados ilegales. El objetivo de CMH es construir “memoria

histórica del conflicto armado a partir de casos emblemáticos”8 (Sánchez et al.

2009, 24), produciendo textos que evidencien hechos violentos sufridos por las

víctimas como masacres, asesinatos selectivos, desapariciones forzadas, torturas,

despojos de tierras y desplazamientos forzados entre otros crímenes realizados

por los actores armados.9 El CMH como una síntesis de todas sus producciones

publicó el informe ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad (2013),

allí se reconoce el valor que tiene la memoria en un país que continúa en conflicto,

marcándose la diferencia con procesos de recuperación de memoria histórica vivi-

dos en otros países en postconflicto. Una tensa lucha entre el reconocimiento y el

olvido que juega un papel trascendental en la sociedad futura que se construye en

el presente. El informe muestra que desde 1958 hasta 2012 han habido 220.000

víctimas mortales a causa del conflicto armado interno vigente en el país (Sánchez

et. al 2013, 20).

Por su parte, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugia-

dos (ACNUR) publicó: Para que se sepa hablan las personas desplazadas en Colombia, recopilación de las historias de vida de víctimas del conflicto en el país

(Lois 2007). Entre las iniciativas impulsadas por Organizaciones No Gubernamen-

tales (ONG), se destaca el libro Hoja de Cruz. La memoria de lo que no se debe repetir de la comunidad Kankuama donde se han documentado los asesinatos de

indígenas entre 1982 y 2005 desde las voces de los familiares de las víctimas (Uribe

et al. 2009, 38). También la revista Noche y Niebla del Centro de Investigación y

Educación Popular (CINEP) denuncia a través de testimonios de víctimas violacio-

nes de derechos humanos realizadas en el marco del conflicto armado colombiano

desde 1996 hasta 2010 (CINEP 2010).

Otro archivo de recuperación de memoria histórica de víctimas, en este caso

de crímenes de Estado, es Proyecto Colombia Nunca Más (2012), del Movimiento

de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE). También está el trabajo Tácticas yestrategias para contar. Historias de la gente sobre conflicto y reconciliación enColombia (2010) del Centro de Competencia en Comunicación para América Latina

que les ha otorgado voz a las víctimas en la lucha por la divulgación de testimonios

frente a centros de poder imperantes como organismos del Estado y los medios

masivos de comunicación (Franco, Nieto y Rincón 2010, 6).

Existen otras iniciativas que resaltan el papel de mujeres víctimas del conflic-

to como La Red de Mujeres Narrar para vivir, de la Red Nacional de Iniciativas de

Paz y contra la Guerra (REDEPAZ); El Instituto de Mujeres por la Paz (IMP) que

ha recogido testimonios libres de mujeres antes del 2005 y que a partir de la Ley

de Justicia y Paz, más de la mitad de las mujeres se negaron a seguir participando

por el temor a las persecuciones contra sus vidas; y Los Informes de la Mesa deTrabajo Mujer y Conflicto que ha complementado la recopilación de testimonios

de mujeres con información producida por investigaciones académicas (Uribe et al.

2009, 63-64).

Si bien existen otros trabajos sobre recuperación, construcción y divulgación

de las memorias, se ha generado una delicada tendencia del Estado en liderar

o vigilar estos procesos por ser un actor del conflicto en cuanto a su acción y/o

omisión. La CNRR ha promovido que la “memoria histórica” sea un escenario para

el diálogo, la negociación y el reconocimiento de las diferencias con miras a un

proyecto democrático e incluyente de superación del conflicto armado, así como la

búsqueda de verdad, justicia y reparación en un contexto de reconciliación nacional

(Sánchez et al. 2009, 26). A pesar del proyecto contener una plataforma de justicia

transicional,10 llevada a cabo en otros países en épocas de post-conflicto, en el

presente proceso se generan dudas por establecerse en plena vigencia del conflicto

armado interno y sin la adecuada participación y reconocimiento de las víctimas.

Por el contrario, el proceso se ha llevado a cabo dándole prioridad a las versiones

de los victimarios quienes han relatado los vejámenes cometidos, estableciendo

discursos por conveniencia para adquirir prebendas por parte del Estado colombia-

no sin poder establecer una verdad ni jurídica ni histórica.

A partir del anterior contexto y en la investigación sobre trayectorias de vícti-

mas se pretendió construir una “memoria histórica razonada e incluyente” de las

víctimas marginadas por el conflicto armado interno que vive el país y silenciadas

y/u olvidadas desde centros de poder. La memoria histórica razonada se enmarca

en la corriente que promueve la complementariedad de la memoria y la historia y

estaría contrastando métodos tradicionales del cientificismo positivista, que como

se mencionó antes no le da la importancia que merecen los documentos orales para

la construcción de la Historia.

Pierre Vilar siempre se preocupó por una Historia, “análisis, por la coheren-

cia de la historia entendida antes que nada como un modo de pensar [...]”, (Vilar

2004, 9); es decir una “historia razonada” que estaba en contradicción del método

tradicional establecido por el positivismo. Vilar consideraba un engaño hacerse

llamar objetivo siendo más o menos partidista (Vilar 1988, 7-33). El rescate de la

subjetividad de quienes construyen la historia permite establecer cambios teóricos,

metodológicos y temáticos en la construcción de una historia apoyada por memoria

participativa de sectores marginados. Por tal razón y optando por una historia

contemporánea alternativa, en la investigación se intentó fortalecer el trabajo de

complementariedad entre Historia y Memoria a través de “memoria histórica razo-

nada”. Esta labor se puede dar mediante la acción política de quienes construyen la

memoria colectivamente:

La memoria histórica razonada que se pretende construir no es un simple ejerciciode recuerdo o rememoración, sino un producto de valoración crítico-analítica, quepueda convertirse en herramienta prospectiva para superar el pasado recordadocomo hecho doloroso, poniéndolo en acción para la construcción del futuro desdeel presente (Suárez, Ardila, Báez y Rueda 2010, 18).

Se busca que las víctimas comprendan la realidad histórica que han vivido,

razonen acerca de su pasado y contribuyan a la construcción del futuro como acto-

res protagónicos de la sociedad del presente.

Ricoeur, citado por Rodríguez, propone que la relación entre la construcción

de los discursos de la memoria y la historia sea dialéctica: “[Existiendo] narrativas

de primer orden, la de los testigos y de segundo orden, la de los historiadores. Esta

última implica un ejercicio sobre ella misma y sobre la veracidad de la narrativa

de primer orden” (Rodríguez 2010). Si bien, el historiador realiza un ejercicio de

veracidad y complementario del relato de las víctimas, son las mismas víctimas

quienes como dice Hobsbawm son los primeros historiadores. De esta manera,

quienes tienen mayor conocimiento de los acontecimientos vividos al construir una

biografía, una historia de vida o una trayectoria de vida, en fin utilizar el método

biográfico, es la misma persona que cuenta su vida a través de su propia historia.

Asimismo, Mallimaci y Giménez reafirman el argumento que pone en relevancia a

quienes relatan sucesos biográficos:

En lugar de los términos “narrador y entrevistador” o “investigador e investigado”y otros similares, usamos los de “historiador” (de quien es la vida que se historia)y “cohistoriador” (aquel que comparte con el historiador la historia cuando es na-rrada) y que establece con él la relación en la que la historia se hace tal (Mallimaciy Giménez 2006, 40).

Esta última concepción fortalece el interés de darle trascendencia a las

narraciones de las víctimas, quienes también son “historiadoras”, y revalida que sus

memorias-historias deben ser complementadas por “co-historiadores” mediante la

triangulación de los datos, la comprensión del contexto, la utilización y construcción

de conceptos y la crítica y el análisis de la información.

Para la investigación, teniendo en cuenta a Jelin la memoria es un espacio

de lucha política, donde el investigador realiza una acción colectiva emprendiendo

trabajos de la memoria que favorecen la lucha contra silencios y olvidos sufridos por

grupos minoritarios (Jelin 2002, 60). En este caso, la lucha política y reivindicativa

es de las víctimas del desplazamiento forzado que en compañía de los investigadores

construyen “memoria histórica razonada e incluyente”, resistiendo frente a margi-

naciones, negacionismos, silencios y olvidos generados por los centros de poder e

instituidos en la sociedad contemporánea.

Entendiendo la memoria de esta forma, se legitima el proceso memorístico

emprendido desde las minorías, en el caso de esta investigación, desde las víctimas

del conflicto armado interno colombiano. Cabe señalar, que estos procesos de rei-

vindicación de las memorias como un acto de lucha política no solo pueden quedar-

se en el plano de la visibilidad estatal. Debido a la importancia de estos dos objeti-

vos, reivindicación y lucha, estas memorias deben trascender y evidenciar cambios

y permanencias existentes en la vida de las víctimas que deben relacionarse con

procesos históricos. Si puede llegarse a este propósito y las mismas personas que

relatan sus memorias comprenden la dimensión de lo sucedido en sus vivencias,

podrá construirse una “memoria histórica” con razonamiento crítico; de lo contra-

rio se estaría haciendo una utilización de las víctimas con fines personalistas y se

contribuiría a silenciarlas y olvidarlas una vez más.

Juan Felipe Rueda Arenas36H

iSTO

ReL

o. R

evis

ta d

e H

isto

ria

Reg

iona

l y L

oca

l ISS

N: 2

14

5-1

32

X [

vol 5

, No

. 10

] ju

lio -

dic

iem

bre

de 2

01

3

Memoria e Historia entre la división, la complemen-tariedad y la crítica

Uno de los primeros intelectuales que destacaron el papel de la memoria en estudios

de ciencias sociales fue el filósofo francés de origen judío Henri Bergson. Este autor

fue contestatario del positivismo cientificista (Riego 2008, 293-329); conceptuali-

zando la memoria desde un enfoque psicológico y espiritual mediante la “memoria

pura” y “la memoria habito” (Huici 2002).3 En su obra Materia y memoria (1886),

Bergson se valió de textos que explicaban la memoria de los individuos como eran

las Confesiones de San Agustín,4 además de influenciar estudios posteriores como

los del sociólogo también francés y de origen judío Maurice Halbwachs.

A Halbwachs, se le reconoce la construcción de los conceptos (y también la

escritura de los textos) Marcos sociales de la memoria (1925) y Memoria colectiva (1949) en el establecimiento de una sociología de la memoria (De La Cuesta 1998,

203-246). A partir del contacto con la sociología de Emile Durkheim, Halbwachs

concibió la memoria como un fenómeno colectivo y siempre vivido de forma social.

En consecuencia puede definirse la memoria colectiva como el conjunto de recuer-

dos de cada individuo. Está inscrita en marcos de referencia colectivos, los cuales

son referentes para la rememoración mediante el entorno y principalmente el

lenguaje (Jedlowski 2000, 123). Asimismo, Halbwachs destacó que en la memoria

colectiva se: [...] agrupan las memorias individuales, pero no se confunde con ellas. Esta (la

6. En Argentina se realizan celebraciones como la Conmemoración del Día Nacional de la Memoria el día 24

de marzo para recordar las víctimas de la Dictadura Militar de 1976-1983. (El 24 de marzo de 1976 se instauró

la Dictadura Militar autodenominada Proceso de Reorganización Nacional, que llevó al General Jorge Rafael

Videla al poder). Esta conmemoración es a favor de la edificación de una memoria histórica que nunca olvide

los sucesos nefastos de ese oscuro periodo para la sociedad argentina. En el evento participan Organismos

Defensores de Derechos Humanos, Organizaciones de Víctimas de la Dictadura y Partidos Políticos, los cuales

realizan actos de conmemoración de los hechos atroces ocurridos colectivizando públicamente un recuerdo

permanente de las víctimas. Ver “Día nacional de la memoria por la verdad y la justicia” (2012). En Colombia

en la Ley 1448 de 2011(Ley de víctimas) está estipulado el 9 de abril como el Día Nacional de la Memoria y

Solidaridad con las Víctimas. “El 9 de abril de cada año, celebrará el Día de la Memoria y Solidaridad con las

Víctimas y se realizarán por parte del Estado colombiano, eventos de memoria y reconocimiento de los hechos

que han victimizado a los colombianos y colombianas”. Ver República de Colombia, Congreso de la Republica

de Colombia (2011, Art.142).

memoria colectiva) evoluciona siguiendo sus leyes, y si ciertos recuerdos indivi-duales penetran también algunas veces en ella, estos cambian de figura a partirde que son emplazados en un conjunto que no es ya una conciencia personal(Halbwachs 1991, 6).

Si bien Halbwachs reconoció la singularidad del carácter de la memoria como

parte de cada sujeto, él también argumentó que:

[…] eso que llamamos los marcos colectivos de la memoria serían el resultado, lasuma, la combinación de los recuerdos individuales de muchos miembros de unamisma sociedad. Estos marcos ayudarían, en el mejor de los casos, a clasificar, aordenar los recuerdos de los unos en relación con los de los otros. Sin embargo,no explicarían la memoria misma, puesto que la darían por existente (Halbwachs2004, 10).

Según este autor, estos marcos están mediados por el lenguaje, el espacio y el

tiempo y/o mediados por la memoria colectiva de la familia, la religión, y las clases

sociales y sus tradiciones (Ver: Halbwachs 2004). De esta manera, en cualquier

situación el ser humano se ve influenciado socialmente, por lo tanto, cualquier

representación o recuerdo establecido en su memoria hace parte de la memoria

colectiva de varios grupos a los cuales perteneció y que hacen parte de esos cuadros

de referencia socio-histórica que influencian la memoria del individuo.

Desde un punto de vista sociológico, las tesis de Halbwachs fueron innovado-

ras, pero estas mismas ideas recibieron críticas por parte de algunos historiadores.

Él no consideró que la Historia pudiera abarcar todo el acontecer humano pero

si relacionó a la memoria histórica como una construcción de historias de aconteci-

mientos significativos que favorecían la construcción de la historia nacional. En sus

concepciones se observa una oposición entre la memoria colectiva y la memoria

histórica afirmando que “si por memoria histórica se entiende la lista de los aconte-

cimientos cuyo recuerdo conserva la historia nacional, no es ella, no son sus marcos

los que representan lo esencial de lo que llamamos memoria colectiva” (Halbwachs

1968, 209-219). La memoria colectiva no solo haría parte de esa historia oficial sino,

como se expuso antes, de las relaciones sociales construidas por varios individuos

en diversos cuadros sociales.

Esta sociología de la memoria fue criticada por el historiador francés Marc

Bloch (fundador junto a Lucien Febvre de la Escuela de los Annales). Bloch utilizó la

memoria como categoría para la historia, además de estar de acuerdo en la propues-

ta de categorías de origen social situadas en el espacio y el tiempo. Como crítica, este

historiador consideró restringida la propuesta de Halbwachs centrada en los grupos

(la familia, la religión y la clase) y propuso ampliar el enfoque hacia la memoria jurí-

dica y el derecho consuetudinario (Sorgentini 2003, 103-128).

Marc Bloch fue uno de los primeros historiadores que llamó la atención

sobre la trascendencia que la memoria tenía como objeto de estudio y examen de

conciencia de la Historia; argumentaba que con la memoria podía estudiarse las

problemáticas históricas que se derivan de la transmisión de información surgida de

la tradición (Sorgentini 2003, 103-128). Esta posición contrariaba la historiografía

de su tiempo en donde la Historia solo se ocupaba de temas políticos, militares y he-

roicos. Bloch defendió el universalismo que debía tener la Historia la cual no debía

ser particularizada solo a hechos heroicos o nacionales. Comparando al sociólogo y

al historiador, Hernán Sorgentini destaca:

En Halbwachs: el universalismo de la historia resulta abstracto ya que, al noimplicar una crítica al particularismo de las identidades de los grupos, terminatornando problemática la expresión “memoria histórica”, por no poder conciliarla objetividad del conocimiento con su función práctica; [mientras en ] Bloch, elintento de concebir una “memoria universalista” refiere a una idea de humanidadque se asienta sobre una perspectiva crítica de la tradición y en una concepcióndistinta del tiempo en la que el tiempo concreto y real es la materia misma de lahistoria (Sorgentini 2003,103-128).

No solo fue la Escuela de los Annales la que empezó a realizar críticas hacia

los objetos de la Historia, y al papel de la memoria y de la tradición en función de la

historia. La Escuela de Frankfurt de tendencia marxista, desarrolló una teoría crítica

que puso en tela de juicio los ideales de razón y el progreso planteados en el siglo

XVIII y XIX (Rodríguez 2010). La Escuela de Frankfurt esbozó la necesidad de la

memoria como crítica a la historia, en medio del contexto de las guerras mundiales

que dejaban un manto de duda en esa “evolución histórica” que pretendieron los

idealistas tiempo atrás.

Theodor Adorno alumno de Walter Benjamin fue uno de los intelectuales que

lideró el movimiento científico social de la Teoría Crítica. Adorno dejó un legado en

cuanto a la importancia de la memoria en períodos donde la población se ve someti-

da a un régimen autoritario. Asimismo consideró que el siglo XX [y en el XXI no

ha cambiado] representó un tiempo de contradicciones donde se promovían princi-

pios morales y éticos como la democracia, los derechos humanos, la protección

ambiental y la libertad en la creación estética, contrastados con una historia de tota-

litarismos, de violaciones a los mencionados derechos, de destrucción del medio

ambiente y de una creación estética que respondió en muchos casos al consumismo

imperante bajo las lógicas del mercado (Rodríguez 2010).

En razón de esta legítima crítica, Marta Tafalla argumentó la importancia del

legado de Adorno para el mundo académico y fundamentalmente para la visibilidad

de las víctimas:

En ese nuevo tiempo que fue inaugurado por el fascismo y en el que cualquierbarbarie es posible, el verdadero imperativo moral es el de la memoria: tomarconciencia crítica del pasado y sobre todo conceder justicia a sus víctimas. Es im-posible construir un presente justo o esperar un futuro liberado de repeticionesdel mal sin hacer justicia a quienes fueron víctimas en el pasado (Tafalla 2003,126-154).

De esta manera, la memoria histórica desde las víctimas sería un acto de

justicia y no solo un consuelo, además de ser una necesidad histórica por represen-

tar una crítica a la Historia erigida por los vencedores. Una justicia que inclusive

llevó a Carlo Ginzburg a comparar el papel del historiador con el papel del juez en

cuanto a la verificación de testimonios, recopilación de pruebas materiales y en

el establecimiento, en un caso, de una verdad histórica y en otro de una verdad

jurídica, verdades que debían estar plenamente identificadas una con la otra (Ver:

Ginzburg 1993).

La escuela marxista, de alguna forma, también buscó una justicia para quie-

nes no habían sido visibilizados en la Historia. En palabras del historiador inglés

Edward Palmer Thompson, hacer la historia de los vencidos era hacer la historia de

las clases subalternas o la historia desde abajo, es decir desde los obreros explotados

en la Inglaterra del siglo XIX (Thompson 1989, 197). Para los años 60, Thompson

consiguió estudios históricos críticos acerca del papel de los Estados nacionales y

la construcción de la tradición en los pueblos. Su obra más reconocida ha sido Laformación de la clase obrera en Inglaterra (1963), en donde abordó la experiencia

de los obreros ingleses, dándole especial relevancia a la participación de los obreros

como sujetos activos de la historia. La idea de Thompson (citado por Sorgentini) era

recuperar para el conocimiento histórico:

[...] aspectos oscuros del pasado desatendidos por las concepciones dominantes,como el sentido de la economía “moral” de los pobres en el siglo XVIII, el impactoa largo plazo de la tradición jacobina inglesa, la racionalidad de las prácticaslúdicas y el consecuente reconocimiento de su entidad política (Sorgentini 2003,103-128).

Este rescate de la tradición de los obreros permitió al historiador estudiar

a través de las tradiciones populares del siglo XVIII “[...] el substrato sobre el que

se conforma la clase como sujeto” (Sorgentini 2003,103-128). El estudio de las

tradiciones de los sujetos que no han sido parte de la Historia ha contribuido a

recuperar la memoria, en este caso, de las clases oprimidas por el capitalismo domi-

nante. Thompson divulgó la necesidad de escribir la historia desde abajo, historia

que remite a otros documentos que pueden rescatar la memoria sistemáticamente

olvidada por las clases altas y la historiografía (Rodríguez 2010). De esta manera

argumentaba la necesidad de construir a través de experiencias y tradiciones de

sujetos olvidados “otra historia” y una memoria histórica donde los sectores margi-

nados puedan reconocerse e identificarse.

De la misma escuela marxista-inglesa, Eric Hobsbawm criticó la tradición

en las estructuras de las sociedades por considerarla una invención de las elites

dominantes para crear una continuidad ficticia con el pasado (Hobsbawm y Ranger

2002, 8). Esa invención de la tradición ha sido utilizada por las elites para la cons-

trucción de la identidad nacional, fundamental en la articulación de una memoria

colectiva nacional. Por otra parte, Hobsbawm marca una clara diferencia entre

memoria e historia. Si bien, ha sido crítico de la utilización de fuentes orales para

la construcción de la historia, consideró que cada persona era el primer historiador

que existía de su propia vida por hacer inteligible el conocimiento que tenía de su

pasado (Hobsbawm 2001, 12). La principal crítica que este autor hizo de la oralidad

fue en razón a lo fragmentaria que puede resultar la memoria de los seres humanos

al momento de narrar hechos resultando ser un engaño para la historia (Cf. Fraser

1993,72-92). Por el contrario, la Historia es una ciencia preocupada por la recupe-

ración de los datos, su sistematización crítica y el establecimiento de causalidades

para su escritura, la Historia no deja al azar lo que la memoria si puede dejar. En

consecuencia la historia así tenga una razón instrumental es una construcción

científica a diferencia de la memoria que suele ser espontanea. Un debate entre

memoria e historia, entre la oposición o la complementariedad que continúa con la

Escuela de los Annales de la tercera generación.

Al francés Pierre Nora se lo reconoce por ser quien acuñó el concepto “memo-

ria histórica”. Nora y su colega el también francés Jaques Le Goff desarrollaron la

llamada Historia de las Mentalidades con estudios enfocados en las representacio-

nes colectivas y las estructuras mentales de las sociedades. Para Nora (entrevistado

por Corradini):

La memoria es el recuerdo de un pasado vivido o imaginado. Por esa razón, lamemoria siempre es portada por grupos de seres vivos que experimentaron loshechos o creen haberlo hecho. La memoria, por naturaleza, es afectiva, emotiva,abierta a todas las transformaciones, inconsciente de sus sucesivas transformacio-nes, vulnerable a toda manipulación, susceptible de permanecer latente durantelargos períodos y de bruscos despertares. La memoria es siempre un fenómenocolectivo, aunque sea psicológicamente vivida como individual (Nora 2006).

Según este autor, la memoria es imaginativa y no tiene el rigor científico que

sí posee la Historia. En contraposición a la memoria el autor afirma que:

[…] la historia es una construcción siempre problemática e incompleta de aquelloque ha dejado de existir, pero que dejó rastros. A partir de esos rastros, controla-dos, entrecruzados, comparados, el historiador trata de reconstituir lo que pudopasar y, sobre todo, integrar esos hechos en un conjunto explicativo (Nora 2006)

Pierre Nora planteó que la Historia es pública porque congrega a los indivi-

duos en torno a la nación, mientras la memoria es de ámbito privado, razón por la

cual disgregaría la conformación nacional. En este aspecto, el autor remarca que

están apareciendo cada vez más memorias de quienes quieren ponerse por encima

de la historia y de la justicia presentándose como la verdad. Nora representa la

nostalgia que produce la pérdida de la historia oficial, la cual permitía educar y

congregar a la nación francesa sobre valores, hechos y significados que él considera

son propios del francés (Nora 2006).

Su obra más reconocida es Los lugares de la memoria (1992); obra escrita

para conmemorar el bicentenario de la Revolución Francesa, donde estableció junto

con un centenar de historiadores los hechos significativos de la memoria colectiva

de la nación francesa en más de dos siglos. Los lugares de memoria son los restos

que dejan los seres humanos definidos por Nora como:

[…] la forma extrema bajo la cual subsiste una conciencia conmemorativa enuna historia que la solicita porque la ignora […] Museos, archivos, cementeriosy colecciones, fiestas, aniversario, tratados, actas, monumentos, santuarios,asociaciones, son los cerros testigos de otra época, de las ilusiones de eternidad(Nora 2008, 24).

Este historiador plantea una oposición entre memoria e historia y sugiere la

necesidad de que la Historia “avasalle a la memoria”. Dice Nora: “en el corazón de

la historia, trabaja un criticismo destructor de memoria espontánea. La memoria

siempre es sospechosa para la historia, cuya misión verdadera es destruirla y repri-

mirla” (Nora 2008, 21). Estas razones que el autor argumenta de darle una supre-

macía a la Historia sobre la generación de memoria colectiva parecen encauzadas

por una tradición positivista que ha influenciado los estudios historiográficos de

quienes han escrito en favor de los “vencedores”.

Jaques Le Goff escribió el libro Historia y memoria (1977), un texto sobre

el tiempo la memoria y la historia (Cf. De La Cuesta 1998, 203-246). Además es-

cribió la obra El orden de la memoria. El tiempo como imaginario (1991), donde

realizó un recorrido histórico de la sociedad occidental y algunas sociedades

extra europeas. En este texto, el autor expuso desde las edades míticas hasta la

contemporaneidad, cómo las sociedades han hecho para conservar y transmitir la

memoria colectiva. Le Goff más que oposición, planteó la posibilidad de integrar

la memoria (colectiva) con la Historia, siendo la “historia el proceso científico de

la memoria colectiva” (Le Goff 1991, 157). En razón a este concepto, él consideró

que la “memoria histórica” es el estudio histórico que se realiza de la memoria

colectiva de las sociedades.

Memoria colectiva que si bien, ha sido manipulada por los centros de poder,

cada vez más ha representado un espacio de lucha de los grupos minoritarios. Para

este autor:

[…] la memoria colectiva ha constituido un hito importante en la lucha por elpoder conducida por las fuerzas sociales. Apoderarse de la memoria y del olvidoes una de las máximas preocupaciones de las clases, los grupos, de los individuosque han dominado y dominan las sociedades históricas (Le Goff 1991, 133).

Estas ideas que están encaminadas hacia la complementariedad entre memo-

ria e historia, hacen parte de la tercera corriente que ha buscado explicar el concepto

memoria histórica, donde se destaca el filósofo francés Paul Ricoeur. Este exponen-

te de la filosofía contemporánea fue influenciado por la fenomenología de Edmond

Husserl y el existencialismo de Karl Jaspers. Hizo parte de la Escuela de los Annales

en los años sesenta, criticando la deshumanización del estructuralismo en la investi-

gación científica y abogando por una historia social y de las mentalidades. Dos

de sus obras Historia, memoria y olvido (2000) y La lectura del tiempo pasado:memoria y olvido (1999), exponen conceptos como memoria individual, memoria

colectiva, perdón, olvido y memoria histórica. Según Ricoeur (2000, 128-129):

[...] En primer lugar, [la memoria personal o individual] parece que es radical-mente singular. Puede decirse incluso, de la mano de Locke, que la memoriaconstituye por sí sola un criterio de la identidad personal. Mis recuerdos no sonlos vuestros. No pueden transferirse los recuerdos de uno a la memoria de otro.[...] En segundo lugar, el vínculo original de la conciencia del pasado reside en lamemoria. Desde Agustín, sabemos y comentamos que la memoria es el presentedel pasado [...] la memoria garantiza la continuidad temporal de la persona. Esacontinuidad entre el pasado y el presente me permite remontarme sin soluciónde continuidad desde el presente vivido hasta los acontecimientos más lejanosde mi infancia [...]. Finalmente y en tercer lugar, a la memoria se vincula elsentido de la orientación en el paso del tiempo; orientación en doble sentido, delpasado hacia el futuro; por impulso hacia atrás, en cierto modo, según la flechadel tiempo del cambio, y también del futuro hacia el pasado, según el movimien-

to inverso de tránsito de la espera hacia el recuerdo, a través del presente vivo[...].

Este autor al mencionar que mediante la memoria el sujeto transita del pre-

sente al pasado, hace referencia a que siendo esto una paradoja (Ricoeur 2010, 25),

la memoria le da una continuidad al ser humano en el tiempo. Si bien la memoria

individual tiene unas características particulares, ésta se va construyendo en las

relaciones sociales existentes entre los individuos. Se fundamenta en Halbwachs

para explicar algunas características que se le atribuyen a la memoria colectiva: en

primera medida, los individuos no recuerdan solos sino con ayuda de los recuerdos

de otros; y que los recuerdos se encuentran inscritos en relatos colectivos que a

su vez, son reforzados mediante conmemoraciones y celebraciones públicas de

los acontecimientos vividos en el curso de la historia, de los grupos a los que perte-

necen los seres humanos. “La ritualización de lo que podemos llamar «recuerdos

compartidos» legitima a Halbwachs para convertir cada «memoria individual [...]

en un punto de vista de la memoria colectiva” (Ricoeur 1999, 17).

La ritualización de los recuerdos compartidos, la cual se realiza con conme-

moraciones y fiestas públicas es una forma para que el Estado-nacional cree identi-

dades de los ciudadanos con hechos contados como parte de la Historia oficial. El

autor entiende, que si bien, como parte del sujeto existe una memoria individual

y colectiva puede haber una analogía entre las dos, en cuanto al carácter propio,

continuidad y polaridad pasado-futuro (Ricoeur 1999, 18) y así mismo la memoria

colectiva sería considerada una especie de personalidad de rango superior.5

Ricoeur también habla de la existencia de una traslación entre la memoria

individual y colectiva explicando que “pasamos de la memoria individual a la

memoria colectiva, tránsito perfectamente legítimo, en la medida que, gracias al

lenguaje, las memorias individuales se superponen con la memoria colectiva” (Ri-

coeur 2010, 20-28). Para que se presente este tránsito resulta fundamental el len-

guaje, el cual permite que haya relaciones de los distintos significados individuales

de los sujetos existiendo una intersubjetividad de significados superpuesta con la

memoria colectiva. De esta manera, “[...] la memoria colectiva descansa sobre una

ligazón de memorias individuales, lo que se explica por la pertenencia de cada una

a una multitud de colectividades, que son otros tantos ámbitos de identificación

colectiva e individual” (Ricoeur 2010, 20-28).

La relación que plantea este filosofo entre memoria e Historia es de comple-

mentariedad y clara oposición al discurso establecido por Nora, que es excluyente

de la participación de las memorias de individuos y pueblos vencidos en la Historia.

Al contrario, el filósofo tiene una visión incluyente de las víctimas, comprendiendo

que en la construcción de “memoria histórica” debe haber una complementariedad

dialéctica entre memoria e historia, es decir que el conocimiento histórico tenga una

función crítica sobre la memoria y a su vez la memoria permita ampliar el espectro

de conocimiento de la historia (Ricoeur 2000).

En este mismo plano, se encuentra Elizabeth Jelin, luchadora contra el

régimen dictatorial que gobernó a Argentina entre 1976-1983. Jelin plantea que

en referencia a las memorias colectivas existe una lucha política de por medio.

En el pasado y en el presente las fuerzas dominantes que originaron los estados

nacionales condicionaron la memoria de los pueblos, por tal razón, se plantea una

lucha por las memorias y los olvidos entre los centros de poder y quienes se expre-

san a través de las memorias alternativas y/o defienden estas iniciativas. Estos

son los emprendedores y emprendedoras de la memoria, quienes en sus acciones

tienen un carácter social colectivo, estableciendo su proyecto e involucrando a

otros sujetos que generen nuevas ideas buscando recuperar, evidenciar y divulgar

las memorias alternativas (Jelin 2002, 48). De esta manera, la Historia escrita

por los vencedores podrá contrastarse por las memorias-historias de los vencidos

dejando un legado para el presente y el futuro de las sociedades oprimidas.

El debate en la historiografía ha llevado a preguntarse por el papel que

debe tener la memoria en el uso de la historia. De esta manera, temas como la

transmisión de la memoria, el uso de la memoria colectiva y el olvido, el papel de

la tradición en la edificación de una memoria colectiva así como la justicia de las

víctimas como parte de la lucha por una memoria histórica son temas abordados

por historiadores y otros intelectuales de otras ramas de las ciencias sociales y hu-

manas. La necesidad es que estos debates no solo se queden en Europa sino que

hagan parte de las discusiones académicas de otros lugares del mundo como es el

caso colombiano.

Algunos trabajos de memoria en Colombia y cons-trucción de memoria histórica razonada desde las víctimas del conflicto armado interno

En América Latina, tras las dictaduras militares, los casos de Argentina, Chile,

Perú y Nicaragua entre otros, son emblemáticos del papel que ha desempeñado

los movimientos de víctimas y de Derechos Humanos en el esclarecimiento de

la verdad, la justicia y la reparación individual y colectiva.6 Según el jurista Juan

Méndez la importancia de las memorias de víctimas radica en:

El esclarecimiento de sucesos que han sido deliberadamente mantenidos en las sombras, la valoración de la verdad por encima de las mentiras y el reconocimien-

to de que las víctimas de los abusos de poder merecen que sus sufrimientos seanrecordados (Perotin-Dumon 2007, 3).

No todos estos procesos de memoria tienen el sentido altruista que menciona

Méndez. Existen procesos en varios países que han sido llevados a cabo por parte

del Estado para mantener una imagen internacional, pero sin esclarecer la verdad,

aplicar la justicia a los victimarios y reparar adecuadamente a las víctimas.

Este puede ser el caso de Colombia, donde las iniciativas que valoran la

memoria de las víctimas han sido escasas y en muchas ocasiones coordinadas por

una razón utilitarista. Sólo a partir de le Ley 975 de 2005 (Ley de Justicia y Paz)

y en el contexto de la desmovilización de paramilitares,7 el Estado creó la CNRR

que delegó al Grupo de Memoria Histórica, en la actualidad Centro de Memoria

Histórica (CMH), para realizar informes sobre las razones del surgimiento y evolu-

ción de los grupos armados ilegales. El objetivo de CMH es construir “memoria

histórica del conflicto armado a partir de casos emblemáticos”8 (Sánchez et al.

2009, 24), produciendo textos que evidencien hechos violentos sufridos por las

víctimas como masacres, asesinatos selectivos, desapariciones forzadas, torturas,

despojos de tierras y desplazamientos forzados entre otros crímenes realizados

por los actores armados.9 El CMH como una síntesis de todas sus producciones

publicó el informe ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad (2013),

allí se reconoce el valor que tiene la memoria en un país que continúa en conflicto,

marcándose la diferencia con procesos de recuperación de memoria histórica vivi-

dos en otros países en postconflicto. Una tensa lucha entre el reconocimiento y el

olvido que juega un papel trascendental en la sociedad futura que se construye en

el presente. El informe muestra que desde 1958 hasta 2012 han habido 220.000

víctimas mortales a causa del conflicto armado interno vigente en el país (Sánchez

et. al 2013, 20).

Por su parte, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugia-

dos (ACNUR) publicó: Para que se sepa hablan las personas desplazadas en Colombia, recopilación de las historias de vida de víctimas del conflicto en el país

(Lois 2007). Entre las iniciativas impulsadas por Organizaciones No Gubernamen-

tales (ONG), se destaca el libro Hoja de Cruz. La memoria de lo que no se debe repetir de la comunidad Kankuama donde se han documentado los asesinatos de

indígenas entre 1982 y 2005 desde las voces de los familiares de las víctimas (Uribe

et al. 2009, 38). También la revista Noche y Niebla del Centro de Investigación y

Educación Popular (CINEP) denuncia a través de testimonios de víctimas violacio-

nes de derechos humanos realizadas en el marco del conflicto armado colombiano

desde 1996 hasta 2010 (CINEP 2010).

Otro archivo de recuperación de memoria histórica de víctimas, en este caso

de crímenes de Estado, es Proyecto Colombia Nunca Más (2012), del Movimiento

de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE). También está el trabajo Tácticas yestrategias para contar. Historias de la gente sobre conflicto y reconciliación enColombia (2010) del Centro de Competencia en Comunicación para América Latina

que les ha otorgado voz a las víctimas en la lucha por la divulgación de testimonios

frente a centros de poder imperantes como organismos del Estado y los medios

masivos de comunicación (Franco, Nieto y Rincón 2010, 6).

Existen otras iniciativas que resaltan el papel de mujeres víctimas del conflic-

to como La Red de Mujeres Narrar para vivir, de la Red Nacional de Iniciativas de

Paz y contra la Guerra (REDEPAZ); El Instituto de Mujeres por la Paz (IMP) que

ha recogido testimonios libres de mujeres antes del 2005 y que a partir de la Ley

de Justicia y Paz, más de la mitad de las mujeres se negaron a seguir participando

por el temor a las persecuciones contra sus vidas; y Los Informes de la Mesa deTrabajo Mujer y Conflicto que ha complementado la recopilación de testimonios

de mujeres con información producida por investigaciones académicas (Uribe et al.

2009, 63-64).

Si bien existen otros trabajos sobre recuperación, construcción y divulgación

de las memorias, se ha generado una delicada tendencia del Estado en liderar

o vigilar estos procesos por ser un actor del conflicto en cuanto a su acción y/o

omisión. La CNRR ha promovido que la “memoria histórica” sea un escenario para

el diálogo, la negociación y el reconocimiento de las diferencias con miras a un

proyecto democrático e incluyente de superación del conflicto armado, así como la

búsqueda de verdad, justicia y reparación en un contexto de reconciliación nacional

(Sánchez et al. 2009, 26). A pesar del proyecto contener una plataforma de justicia

transicional,10 llevada a cabo en otros países en épocas de post-conflicto, en el

presente proceso se generan dudas por establecerse en plena vigencia del conflicto

armado interno y sin la adecuada participación y reconocimiento de las víctimas.

Por el contrario, el proceso se ha llevado a cabo dándole prioridad a las versiones

de los victimarios quienes han relatado los vejámenes cometidos, estableciendo

discursos por conveniencia para adquirir prebendas por parte del Estado colombia-

no sin poder establecer una verdad ni jurídica ni histórica.

A partir del anterior contexto y en la investigación sobre trayectorias de vícti-

mas se pretendió construir una “memoria histórica razonada e incluyente” de las

víctimas marginadas por el conflicto armado interno que vive el país y silenciadas

y/u olvidadas desde centros de poder. La memoria histórica razonada se enmarca

en la corriente que promueve la complementariedad de la memoria y la historia y

estaría contrastando métodos tradicionales del cientificismo positivista, que como

se mencionó antes no le da la importancia que merecen los documentos orales para

la construcción de la Historia.

Pierre Vilar siempre se preocupó por una Historia, “análisis, por la coheren-

cia de la historia entendida antes que nada como un modo de pensar [...]”, (Vilar

2004, 9); es decir una “historia razonada” que estaba en contradicción del método

tradicional establecido por el positivismo. Vilar consideraba un engaño hacerse

llamar objetivo siendo más o menos partidista (Vilar 1988, 7-33). El rescate de la

subjetividad de quienes construyen la historia permite establecer cambios teóricos,

metodológicos y temáticos en la construcción de una historia apoyada por memoria

participativa de sectores marginados. Por tal razón y optando por una historia

contemporánea alternativa, en la investigación se intentó fortalecer el trabajo de

complementariedad entre Historia y Memoria a través de “memoria histórica razo-

nada”. Esta labor se puede dar mediante la acción política de quienes construyen la

memoria colectivamente:

La memoria histórica razonada que se pretende construir no es un simple ejerciciode recuerdo o rememoración, sino un producto de valoración crítico-analítica, quepueda convertirse en herramienta prospectiva para superar el pasado recordadocomo hecho doloroso, poniéndolo en acción para la construcción del futuro desdeel presente (Suárez, Ardila, Báez y Rueda 2010, 18).

Se busca que las víctimas comprendan la realidad histórica que han vivido,

razonen acerca de su pasado y contribuyan a la construcción del futuro como acto-

res protagónicos de la sociedad del presente.

Ricoeur, citado por Rodríguez, propone que la relación entre la construcción

de los discursos de la memoria y la historia sea dialéctica: “[Existiendo] narrativas

de primer orden, la de los testigos y de segundo orden, la de los historiadores. Esta

última implica un ejercicio sobre ella misma y sobre la veracidad de la narrativa

de primer orden” (Rodríguez 2010). Si bien, el historiador realiza un ejercicio de

veracidad y complementario del relato de las víctimas, son las mismas víctimas

quienes como dice Hobsbawm son los primeros historiadores. De esta manera,

quienes tienen mayor conocimiento de los acontecimientos vividos al construir una

biografía, una historia de vida o una trayectoria de vida, en fin utilizar el método

biográfico, es la misma persona que cuenta su vida a través de su propia historia.

Asimismo, Mallimaci y Giménez reafirman el argumento que pone en relevancia a

quienes relatan sucesos biográficos:

En lugar de los términos “narrador y entrevistador” o “investigador e investigado”y otros similares, usamos los de “historiador” (de quien es la vida que se historia)y “cohistoriador” (aquel que comparte con el historiador la historia cuando es na-rrada) y que establece con él la relación en la que la historia se hace tal (Mallimaciy Giménez 2006, 40).

Esta última concepción fortalece el interés de darle trascendencia a las

narraciones de las víctimas, quienes también son “historiadoras”, y revalida que sus

memorias-historias deben ser complementadas por “co-historiadores” mediante la

triangulación de los datos, la comprensión del contexto, la utilización y construcción

de conceptos y la crítica y el análisis de la información.

Para la investigación, teniendo en cuenta a Jelin la memoria es un espacio

de lucha política, donde el investigador realiza una acción colectiva emprendiendo

trabajos de la memoria que favorecen la lucha contra silencios y olvidos sufridos por

grupos minoritarios (Jelin 2002, 60). En este caso, la lucha política y reivindicativa

es de las víctimas del desplazamiento forzado que en compañía de los investigadores

construyen “memoria histórica razonada e incluyente”, resistiendo frente a margi-

naciones, negacionismos, silencios y olvidos generados por los centros de poder e

instituidos en la sociedad contemporánea.

Entendiendo la memoria de esta forma, se legitima el proceso memorístico

emprendido desde las minorías, en el caso de esta investigación, desde las víctimas

del conflicto armado interno colombiano. Cabe señalar, que estos procesos de rei-

vindicación de las memorias como un acto de lucha política no solo pueden quedar-

se en el plano de la visibilidad estatal. Debido a la importancia de estos dos objeti-

vos, reivindicación y lucha, estas memorias deben trascender y evidenciar cambios

y permanencias existentes en la vida de las víctimas que deben relacionarse con

procesos históricos. Si puede llegarse a este propósito y las mismas personas que

relatan sus memorias comprenden la dimensión de lo sucedido en sus vivencias,

podrá construirse una “memoria histórica” con razonamiento crítico; de lo contra-

rio se estaría haciendo una utilización de las víctimas con fines personalistas y se

contribuiría a silenciarlas y olvidarlas una vez más.

37

HiS

TOR

eLo

. Rev

ista

de

His

tori

a R

egio

nal y

Lo

cal I

SSN

: 21

45

-13

2X

[vo

l 5, N

o. 1

0]

julio

- d

icie

mbr

e de

20

13

Juan Felipe Rueda Arenas

Memoria e Historia entre la división, la complemen-tariedad y la crítica

Uno de los primeros intelectuales que destacaron el papel de la memoria en estudios

de ciencias sociales fue el filósofo francés de origen judío Henri Bergson. Este autor

fue contestatario del positivismo cientificista (Riego 2008, 293-329); conceptuali-

zando la memoria desde un enfoque psicológico y espiritual mediante la “memoria

pura” y “la memoria habito” (Huici 2002).3 En su obra Materia y memoria (1886),

Bergson se valió de textos que explicaban la memoria de los individuos como eran

las Confesiones de San Agustín,4 además de influenciar estudios posteriores como

los del sociólogo también francés y de origen judío Maurice Halbwachs.

A Halbwachs, se le reconoce la construcción de los conceptos (y también la

escritura de los textos) Marcos sociales de la memoria (1925) y Memoria colectiva (1949) en el establecimiento de una sociología de la memoria (De La Cuesta 1998,

203-246). A partir del contacto con la sociología de Emile Durkheim, Halbwachs

concibió la memoria como un fenómeno colectivo y siempre vivido de forma social.

En consecuencia puede definirse la memoria colectiva como el conjunto de recuer-

dos de cada individuo. Está inscrita en marcos de referencia colectivos, los cuales

son referentes para la rememoración mediante el entorno y principalmente el

lenguaje (Jedlowski 2000, 123). Asimismo, Halbwachs destacó que en la memoria

colectiva se: [...] agrupan las memorias individuales, pero no se confunde con ellas. Esta (la

El 9 de abril de 2012 se llevó a cabo la primera conmemoración, día en el que las víctimas realizaron actos

simbólicos y fueron escuchadas en el Congreso de la Republica en sesión permanente con cierta apatía por los

congresistas Ver “Colombia conmemoró día de las víctimas del conflicto” (2012). Y en el 2013 el evento a nivel

nacional quedó opacado por la “marcha por la paz” organizada desde el gobierno nacional para darle apoyo al

proceso de paz llevado a cabo con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC),

evento considerado más como una estrategia política que como un día de reconocimiento de las víctimas del

conflicto armado interno (Rojas 2013).

7. La Ley de Justicia y Paz en su artículo 1 establece como objeto: “facilitar los procesos de paz y la reincorpora-

ción individual o colectiva a la vida civil de miembros de grupos armados al margen de la ley, garantizando

los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia y la reparación” (República de Colombia, Congreso de la

República de Colombia 2005, Art.1). Una ley que fue puesta en entredicho por parte de la Corte constitucional a

través de la Sentencia T-025 donde se estableció la necesidad de superar el “estado de cosas inconstitucionales”

que tenía la norma, las cuales iban desde las amnistías y los indultos para los victimarios así como los silencios,

olvidos y re-victimizaciones para las víctimas (República de Colombia, Corte Constitucional de la República de

Colombia, Sentencia T-025, 2005).

8. El padre Javier Giraldo del CINEP, reconoce que los casos emblemáticos silencian otros casos que no están

documentos por parte del Estado, o que no cuentan con difusión en medios masivos de comunicación y por

ende no son conocidos por la sociedad civil (Giraldo 2012).

memoria colectiva) evoluciona siguiendo sus leyes, y si ciertos recuerdos indivi-duales penetran también algunas veces en ella, estos cambian de figura a partirde que son emplazados en un conjunto que no es ya una conciencia personal(Halbwachs 1991, 6).

Si bien Halbwachs reconoció la singularidad del carácter de la memoria como

parte de cada sujeto, él también argumentó que:

[…] eso que llamamos los marcos colectivos de la memoria serían el resultado, lasuma, la combinación de los recuerdos individuales de muchos miembros de unamisma sociedad. Estos marcos ayudarían, en el mejor de los casos, a clasificar, aordenar los recuerdos de los unos en relación con los de los otros. Sin embargo,no explicarían la memoria misma, puesto que la darían por existente (Halbwachs2004, 10).

Según este autor, estos marcos están mediados por el lenguaje, el espacio y el

tiempo y/o mediados por la memoria colectiva de la familia, la religión, y las clases

sociales y sus tradiciones (Ver: Halbwachs 2004). De esta manera, en cualquier

situación el ser humano se ve influenciado socialmente, por lo tanto, cualquier

representación o recuerdo establecido en su memoria hace parte de la memoria

colectiva de varios grupos a los cuales perteneció y que hacen parte de esos cuadros

de referencia socio-histórica que influencian la memoria del individuo.

Desde un punto de vista sociológico, las tesis de Halbwachs fueron innovado-

ras, pero estas mismas ideas recibieron críticas por parte de algunos historiadores.

Él no consideró que la Historia pudiera abarcar todo el acontecer humano pero

si relacionó a la memoria histórica como una construcción de historias de aconteci-

mientos significativos que favorecían la construcción de la historia nacional. En sus

concepciones se observa una oposición entre la memoria colectiva y la memoria

histórica afirmando que “si por memoria histórica se entiende la lista de los aconte-

cimientos cuyo recuerdo conserva la historia nacional, no es ella, no son sus marcos

los que representan lo esencial de lo que llamamos memoria colectiva” (Halbwachs

1968, 209-219). La memoria colectiva no solo haría parte de esa historia oficial sino,

como se expuso antes, de las relaciones sociales construidas por varios individuos

en diversos cuadros sociales.

Esta sociología de la memoria fue criticada por el historiador francés Marc

Bloch (fundador junto a Lucien Febvre de la Escuela de los Annales). Bloch utilizó la

memoria como categoría para la historia, además de estar de acuerdo en la propues-

ta de categorías de origen social situadas en el espacio y el tiempo. Como crítica, este

historiador consideró restringida la propuesta de Halbwachs centrada en los grupos

(la familia, la religión y la clase) y propuso ampliar el enfoque hacia la memoria jurí-

dica y el derecho consuetudinario (Sorgentini 2003, 103-128).

Marc Bloch fue uno de los primeros historiadores que llamó la atención

sobre la trascendencia que la memoria tenía como objeto de estudio y examen de

conciencia de la Historia; argumentaba que con la memoria podía estudiarse las

problemáticas históricas que se derivan de la transmisión de información surgida de

la tradición (Sorgentini 2003, 103-128). Esta posición contrariaba la historiografía

de su tiempo en donde la Historia solo se ocupaba de temas políticos, militares y he-

roicos. Bloch defendió el universalismo que debía tener la Historia la cual no debía

ser particularizada solo a hechos heroicos o nacionales. Comparando al sociólogo y

al historiador, Hernán Sorgentini destaca:

En Halbwachs: el universalismo de la historia resulta abstracto ya que, al noimplicar una crítica al particularismo de las identidades de los grupos, terminatornando problemática la expresión “memoria histórica”, por no poder conciliarla objetividad del conocimiento con su función práctica; [mientras en ] Bloch, elintento de concebir una “memoria universalista” refiere a una idea de humanidadque se asienta sobre una perspectiva crítica de la tradición y en una concepcióndistinta del tiempo en la que el tiempo concreto y real es la materia misma de lahistoria (Sorgentini 2003,103-128).

No solo fue la Escuela de los Annales la que empezó a realizar críticas hacia

los objetos de la Historia, y al papel de la memoria y de la tradición en función de la

historia. La Escuela de Frankfurt de tendencia marxista, desarrolló una teoría crítica

que puso en tela de juicio los ideales de razón y el progreso planteados en el siglo

XVIII y XIX (Rodríguez 2010). La Escuela de Frankfurt esbozó la necesidad de la

memoria como crítica a la historia, en medio del contexto de las guerras mundiales

que dejaban un manto de duda en esa “evolución histórica” que pretendieron los

idealistas tiempo atrás.

Theodor Adorno alumno de Walter Benjamin fue uno de los intelectuales que

lideró el movimiento científico social de la Teoría Crítica. Adorno dejó un legado en

cuanto a la importancia de la memoria en períodos donde la población se ve someti-

da a un régimen autoritario. Asimismo consideró que el siglo XX [y en el XXI no

ha cambiado] representó un tiempo de contradicciones donde se promovían princi-

pios morales y éticos como la democracia, los derechos humanos, la protección

ambiental y la libertad en la creación estética, contrastados con una historia de tota-

litarismos, de violaciones a los mencionados derechos, de destrucción del medio

ambiente y de una creación estética que respondió en muchos casos al consumismo

imperante bajo las lógicas del mercado (Rodríguez 2010).

En razón de esta legítima crítica, Marta Tafalla argumentó la importancia del

legado de Adorno para el mundo académico y fundamentalmente para la visibilidad

de las víctimas:

En ese nuevo tiempo que fue inaugurado por el fascismo y en el que cualquierbarbarie es posible, el verdadero imperativo moral es el de la memoria: tomarconciencia crítica del pasado y sobre todo conceder justicia a sus víctimas. Es im-posible construir un presente justo o esperar un futuro liberado de repeticionesdel mal sin hacer justicia a quienes fueron víctimas en el pasado (Tafalla 2003,126-154).

De esta manera, la memoria histórica desde las víctimas sería un acto de

justicia y no solo un consuelo, además de ser una necesidad histórica por represen-

tar una crítica a la Historia erigida por los vencedores. Una justicia que inclusive

llevó a Carlo Ginzburg a comparar el papel del historiador con el papel del juez en

cuanto a la verificación de testimonios, recopilación de pruebas materiales y en

el establecimiento, en un caso, de una verdad histórica y en otro de una verdad

jurídica, verdades que debían estar plenamente identificadas una con la otra (Ver:

Ginzburg 1993).

La escuela marxista, de alguna forma, también buscó una justicia para quie-

nes no habían sido visibilizados en la Historia. En palabras del historiador inglés

Edward Palmer Thompson, hacer la historia de los vencidos era hacer la historia de

las clases subalternas o la historia desde abajo, es decir desde los obreros explotados

en la Inglaterra del siglo XIX (Thompson 1989, 197). Para los años 60, Thompson

consiguió estudios históricos críticos acerca del papel de los Estados nacionales y

la construcción de la tradición en los pueblos. Su obra más reconocida ha sido Laformación de la clase obrera en Inglaterra (1963), en donde abordó la experiencia

de los obreros ingleses, dándole especial relevancia a la participación de los obreros

como sujetos activos de la historia. La idea de Thompson (citado por Sorgentini) era

recuperar para el conocimiento histórico:

[...] aspectos oscuros del pasado desatendidos por las concepciones dominantes,como el sentido de la economía “moral” de los pobres en el siglo XVIII, el impactoa largo plazo de la tradición jacobina inglesa, la racionalidad de las prácticaslúdicas y el consecuente reconocimiento de su entidad política (Sorgentini 2003,103-128).

Este rescate de la tradición de los obreros permitió al historiador estudiar

a través de las tradiciones populares del siglo XVIII “[...] el substrato sobre el que

se conforma la clase como sujeto” (Sorgentini 2003,103-128). El estudio de las

tradiciones de los sujetos que no han sido parte de la Historia ha contribuido a

recuperar la memoria, en este caso, de las clases oprimidas por el capitalismo domi-

nante. Thompson divulgó la necesidad de escribir la historia desde abajo, historia

que remite a otros documentos que pueden rescatar la memoria sistemáticamente

olvidada por las clases altas y la historiografía (Rodríguez 2010). De esta manera

argumentaba la necesidad de construir a través de experiencias y tradiciones de

sujetos olvidados “otra historia” y una memoria histórica donde los sectores margi-

nados puedan reconocerse e identificarse.

De la misma escuela marxista-inglesa, Eric Hobsbawm criticó la tradición

en las estructuras de las sociedades por considerarla una invención de las elites

dominantes para crear una continuidad ficticia con el pasado (Hobsbawm y Ranger

2002, 8). Esa invención de la tradición ha sido utilizada por las elites para la cons-

trucción de la identidad nacional, fundamental en la articulación de una memoria

colectiva nacional. Por otra parte, Hobsbawm marca una clara diferencia entre

memoria e historia. Si bien, ha sido crítico de la utilización de fuentes orales para

la construcción de la historia, consideró que cada persona era el primer historiador

que existía de su propia vida por hacer inteligible el conocimiento que tenía de su

pasado (Hobsbawm 2001, 12). La principal crítica que este autor hizo de la oralidad

fue en razón a lo fragmentaria que puede resultar la memoria de los seres humanos

al momento de narrar hechos resultando ser un engaño para la historia (Cf. Fraser

1993,72-92). Por el contrario, la Historia es una ciencia preocupada por la recupe-

ración de los datos, su sistematización crítica y el establecimiento de causalidades

para su escritura, la Historia no deja al azar lo que la memoria si puede dejar. En

consecuencia la historia así tenga una razón instrumental es una construcción

científica a diferencia de la memoria que suele ser espontanea. Un debate entre

memoria e historia, entre la oposición o la complementariedad que continúa con la

Escuela de los Annales de la tercera generación.

Al francés Pierre Nora se lo reconoce por ser quien acuñó el concepto “memo-

ria histórica”. Nora y su colega el también francés Jaques Le Goff desarrollaron la

llamada Historia de las Mentalidades con estudios enfocados en las representacio-

nes colectivas y las estructuras mentales de las sociedades. Para Nora (entrevistado

por Corradini):

La memoria es el recuerdo de un pasado vivido o imaginado. Por esa razón, lamemoria siempre es portada por grupos de seres vivos que experimentaron loshechos o creen haberlo hecho. La memoria, por naturaleza, es afectiva, emotiva,abierta a todas las transformaciones, inconsciente de sus sucesivas transformacio-nes, vulnerable a toda manipulación, susceptible de permanecer latente durantelargos períodos y de bruscos despertares. La memoria es siempre un fenómenocolectivo, aunque sea psicológicamente vivida como individual (Nora 2006).

Según este autor, la memoria es imaginativa y no tiene el rigor científico que

sí posee la Historia. En contraposición a la memoria el autor afirma que:

[…] la historia es una construcción siempre problemática e incompleta de aquelloque ha dejado de existir, pero que dejó rastros. A partir de esos rastros, controla-dos, entrecruzados, comparados, el historiador trata de reconstituir lo que pudopasar y, sobre todo, integrar esos hechos en un conjunto explicativo (Nora 2006)

Pierre Nora planteó que la Historia es pública porque congrega a los indivi-

duos en torno a la nación, mientras la memoria es de ámbito privado, razón por la

cual disgregaría la conformación nacional. En este aspecto, el autor remarca que

están apareciendo cada vez más memorias de quienes quieren ponerse por encima

de la historia y de la justicia presentándose como la verdad. Nora representa la

nostalgia que produce la pérdida de la historia oficial, la cual permitía educar y

congregar a la nación francesa sobre valores, hechos y significados que él considera

son propios del francés (Nora 2006).

Su obra más reconocida es Los lugares de la memoria (1992); obra escrita

para conmemorar el bicentenario de la Revolución Francesa, donde estableció junto

con un centenar de historiadores los hechos significativos de la memoria colectiva

de la nación francesa en más de dos siglos. Los lugares de memoria son los restos

que dejan los seres humanos definidos por Nora como:

[…] la forma extrema bajo la cual subsiste una conciencia conmemorativa enuna historia que la solicita porque la ignora […] Museos, archivos, cementeriosy colecciones, fiestas, aniversario, tratados, actas, monumentos, santuarios,asociaciones, son los cerros testigos de otra época, de las ilusiones de eternidad(Nora 2008, 24).

Este historiador plantea una oposición entre memoria e historia y sugiere la

necesidad de que la Historia “avasalle a la memoria”. Dice Nora: “en el corazón de

la historia, trabaja un criticismo destructor de memoria espontánea. La memoria

siempre es sospechosa para la historia, cuya misión verdadera es destruirla y repri-

mirla” (Nora 2008, 21). Estas razones que el autor argumenta de darle una supre-

macía a la Historia sobre la generación de memoria colectiva parecen encauzadas

por una tradición positivista que ha influenciado los estudios historiográficos de

quienes han escrito en favor de los “vencedores”.

Jaques Le Goff escribió el libro Historia y memoria (1977), un texto sobre

el tiempo la memoria y la historia (Cf. De La Cuesta 1998, 203-246). Además es-

cribió la obra El orden de la memoria. El tiempo como imaginario (1991), donde

realizó un recorrido histórico de la sociedad occidental y algunas sociedades

extra europeas. En este texto, el autor expuso desde las edades míticas hasta la

contemporaneidad, cómo las sociedades han hecho para conservar y transmitir la

memoria colectiva. Le Goff más que oposición, planteó la posibilidad de integrar

la memoria (colectiva) con la Historia, siendo la “historia el proceso científico de

la memoria colectiva” (Le Goff 1991, 157). En razón a este concepto, él consideró

que la “memoria histórica” es el estudio histórico que se realiza de la memoria

colectiva de las sociedades.

Memoria colectiva que si bien, ha sido manipulada por los centros de poder,

cada vez más ha representado un espacio de lucha de los grupos minoritarios. Para

este autor:

[…] la memoria colectiva ha constituido un hito importante en la lucha por elpoder conducida por las fuerzas sociales. Apoderarse de la memoria y del olvidoes una de las máximas preocupaciones de las clases, los grupos, de los individuosque han dominado y dominan las sociedades históricas (Le Goff 1991, 133).

Estas ideas que están encaminadas hacia la complementariedad entre memo-

ria e historia, hacen parte de la tercera corriente que ha buscado explicar el concepto

memoria histórica, donde se destaca el filósofo francés Paul Ricoeur. Este exponen-

te de la filosofía contemporánea fue influenciado por la fenomenología de Edmond

Husserl y el existencialismo de Karl Jaspers. Hizo parte de la Escuela de los Annales

en los años sesenta, criticando la deshumanización del estructuralismo en la investi-

gación científica y abogando por una historia social y de las mentalidades. Dos

de sus obras Historia, memoria y olvido (2000) y La lectura del tiempo pasado:memoria y olvido (1999), exponen conceptos como memoria individual, memoria

colectiva, perdón, olvido y memoria histórica. Según Ricoeur (2000, 128-129):

[...] En primer lugar, [la memoria personal o individual] parece que es radical-mente singular. Puede decirse incluso, de la mano de Locke, que la memoriaconstituye por sí sola un criterio de la identidad personal. Mis recuerdos no sonlos vuestros. No pueden transferirse los recuerdos de uno a la memoria de otro.[...] En segundo lugar, el vínculo original de la conciencia del pasado reside en lamemoria. Desde Agustín, sabemos y comentamos que la memoria es el presentedel pasado [...] la memoria garantiza la continuidad temporal de la persona. Esacontinuidad entre el pasado y el presente me permite remontarme sin soluciónde continuidad desde el presente vivido hasta los acontecimientos más lejanosde mi infancia [...]. Finalmente y en tercer lugar, a la memoria se vincula elsentido de la orientación en el paso del tiempo; orientación en doble sentido, delpasado hacia el futuro; por impulso hacia atrás, en cierto modo, según la flechadel tiempo del cambio, y también del futuro hacia el pasado, según el movimien-

to inverso de tránsito de la espera hacia el recuerdo, a través del presente vivo[...].

Este autor al mencionar que mediante la memoria el sujeto transita del pre-

sente al pasado, hace referencia a que siendo esto una paradoja (Ricoeur 2010, 25),

la memoria le da una continuidad al ser humano en el tiempo. Si bien la memoria

individual tiene unas características particulares, ésta se va construyendo en las

relaciones sociales existentes entre los individuos. Se fundamenta en Halbwachs

para explicar algunas características que se le atribuyen a la memoria colectiva: en

primera medida, los individuos no recuerdan solos sino con ayuda de los recuerdos

de otros; y que los recuerdos se encuentran inscritos en relatos colectivos que a

su vez, son reforzados mediante conmemoraciones y celebraciones públicas de

los acontecimientos vividos en el curso de la historia, de los grupos a los que perte-

necen los seres humanos. “La ritualización de lo que podemos llamar «recuerdos

compartidos» legitima a Halbwachs para convertir cada «memoria individual [...]

en un punto de vista de la memoria colectiva” (Ricoeur 1999, 17).

La ritualización de los recuerdos compartidos, la cual se realiza con conme-

moraciones y fiestas públicas es una forma para que el Estado-nacional cree identi-

dades de los ciudadanos con hechos contados como parte de la Historia oficial. El

autor entiende, que si bien, como parte del sujeto existe una memoria individual

y colectiva puede haber una analogía entre las dos, en cuanto al carácter propio,

continuidad y polaridad pasado-futuro (Ricoeur 1999, 18) y así mismo la memoria

colectiva sería considerada una especie de personalidad de rango superior.5

Ricoeur también habla de la existencia de una traslación entre la memoria

individual y colectiva explicando que “pasamos de la memoria individual a la

memoria colectiva, tránsito perfectamente legítimo, en la medida que, gracias al

lenguaje, las memorias individuales se superponen con la memoria colectiva” (Ri-

coeur 2010, 20-28). Para que se presente este tránsito resulta fundamental el len-

guaje, el cual permite que haya relaciones de los distintos significados individuales

de los sujetos existiendo una intersubjetividad de significados superpuesta con la

memoria colectiva. De esta manera, “[...] la memoria colectiva descansa sobre una

ligazón de memorias individuales, lo que se explica por la pertenencia de cada una

a una multitud de colectividades, que son otros tantos ámbitos de identificación

colectiva e individual” (Ricoeur 2010, 20-28).

La relación que plantea este filosofo entre memoria e Historia es de comple-

mentariedad y clara oposición al discurso establecido por Nora, que es excluyente

de la participación de las memorias de individuos y pueblos vencidos en la Historia.

Al contrario, el filósofo tiene una visión incluyente de las víctimas, comprendiendo

que en la construcción de “memoria histórica” debe haber una complementariedad

dialéctica entre memoria e historia, es decir que el conocimiento histórico tenga una

función crítica sobre la memoria y a su vez la memoria permita ampliar el espectro

de conocimiento de la historia (Ricoeur 2000).

En este mismo plano, se encuentra Elizabeth Jelin, luchadora contra el

régimen dictatorial que gobernó a Argentina entre 1976-1983. Jelin plantea que

en referencia a las memorias colectivas existe una lucha política de por medio.

En el pasado y en el presente las fuerzas dominantes que originaron los estados

nacionales condicionaron la memoria de los pueblos, por tal razón, se plantea una

lucha por las memorias y los olvidos entre los centros de poder y quienes se expre-

san a través de las memorias alternativas y/o defienden estas iniciativas. Estos

son los emprendedores y emprendedoras de la memoria, quienes en sus acciones

tienen un carácter social colectivo, estableciendo su proyecto e involucrando a

otros sujetos que generen nuevas ideas buscando recuperar, evidenciar y divulgar

las memorias alternativas (Jelin 2002, 48). De esta manera, la Historia escrita

por los vencedores podrá contrastarse por las memorias-historias de los vencidos

dejando un legado para el presente y el futuro de las sociedades oprimidas.

El debate en la historiografía ha llevado a preguntarse por el papel que

debe tener la memoria en el uso de la historia. De esta manera, temas como la

transmisión de la memoria, el uso de la memoria colectiva y el olvido, el papel de

la tradición en la edificación de una memoria colectiva así como la justicia de las

víctimas como parte de la lucha por una memoria histórica son temas abordados

por historiadores y otros intelectuales de otras ramas de las ciencias sociales y hu-

manas. La necesidad es que estos debates no solo se queden en Europa sino que

hagan parte de las discusiones académicas de otros lugares del mundo como es el

caso colombiano.

Algunos trabajos de memoria en Colombia y cons-trucción de memoria histórica razonada desde lasvíctimas del conflicto armado interno

En América Latina, tras las dictaduras militares, los casos de Argentina, Chile,

Perú y Nicaragua entre otros, son emblemáticos del papel que ha desempeñado

los movimientos de víctimas y de Derechos Humanos en el esclarecimiento de

la verdad, la justicia y la reparación individual y colectiva.6 Según el jurista Juan

Méndez la importancia de las memorias de víctimas radica en:

El esclarecimiento de sucesos que han sido deliberadamente mantenidos en lassombras, la valoración de la verdad por encima de las mentiras y el reconocimien-

to de que las víctimas de los abusos de poder merecen que sus sufrimientos sean recordados (Perotin-Dumon 2007, 3).

No todos estos procesos de memoria tienen el sentido altruista que menciona

Méndez. Existen procesos en varios países que han sido llevados a cabo por parte

del Estado para mantener una imagen internacional, pero sin esclarecer la verdad,

aplicar la justicia a los victimarios y reparar adecuadamente a las víctimas.

Este puede ser el caso de Colombia, donde las iniciativas que valoran la

memoria de las víctimas han sido escasas y en muchas ocasiones coordinadas por

una razón utilitarista. Sólo a partir de le Ley 975 de 2005 (Ley de Justicia y Paz)

y en el contexto de la desmovilización de paramilitares,7 el Estado creó la CNRR

que delegó al Grupo de Memoria Histórica, en la actualidad Centro de Memoria

Histórica (CMH), para realizar informes sobre las razones del surgimiento y evolu-

ción de los grupos armados ilegales. El objetivo de CMH es construir “memoria

histórica del conflicto armado a partir de casos emblemáticos”8 (Sánchez et al.

2009, 24), produciendo textos que evidencien hechos violentos sufridos por las

víctimas como masacres, asesinatos selectivos, desapariciones forzadas, torturas,

despojos de tierras y desplazamientos forzados entre otros crímenes realizados

por los actores armados.9 El CMH como una síntesis de todas sus producciones

publicó el informe ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad (2013),

allí se reconoce el valor que tiene la memoria en un país que continúa en conflicto,

marcándose la diferencia con procesos de recuperación de memoria histórica vivi-

dos en otros países en postconflicto. Una tensa lucha entre el reconocimiento y el

olvido que juega un papel trascendental en la sociedad futura que se construye en

el presente. El informe muestra que desde 1958 hasta 2012 han habido 220.000

víctimas mortales a causa del conflicto armado interno vigente en el país (Sánchez

et. al 2013, 20).

Por su parte, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugia-

dos (ACNUR) publicó: Para que se sepa hablan las personas desplazadas en Colombia, recopilación de las historias de vida de víctimas del conflicto en el país

(Lois 2007). Entre las iniciativas impulsadas por Organizaciones No Gubernamen-

tales (ONG), se destaca el libro Hoja de Cruz. La memoria de lo que no se debe repetir de la comunidad Kankuama donde se han documentado los asesinatos de

indígenas entre 1982 y 2005 desde las voces de los familiares de las víctimas (Uribe

et al. 2009, 38). También la revista Noche y Niebla del Centro de Investigación y

Educación Popular (CINEP) denuncia a través de testimonios de víctimas violacio-

nes de derechos humanos realizadas en el marco del conflicto armado colombiano

desde 1996 hasta 2010 (CINEP 2010).

Otro archivo de recuperación de memoria histórica de víctimas, en este caso

de crímenes de Estado, es Proyecto Colombia Nunca Más (2012), del Movimiento

de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE). También está el trabajo Tácticas yestrategias para contar. Historias de la gente sobre conflicto y reconciliación enColombia (2010) del Centro de Competencia en Comunicación para América Latina

que les ha otorgado voz a las víctimas en la lucha por la divulgación de testimonios

frente a centros de poder imperantes como organismos del Estado y los medios

masivos de comunicación (Franco, Nieto y Rincón 2010, 6).

Existen otras iniciativas que resaltan el papel de mujeres víctimas del conflic-

to como La Red de Mujeres Narrar para vivir, de la Red Nacional de Iniciativas de

Paz y contra la Guerra (REDEPAZ); El Instituto de Mujeres por la Paz (IMP) que

ha recogido testimonios libres de mujeres antes del 2005 y que a partir de la Ley

de Justicia y Paz, más de la mitad de las mujeres se negaron a seguir participando

por el temor a las persecuciones contra sus vidas; y Los Informes de la Mesa deTrabajo Mujer y Conflicto que ha complementado la recopilación de testimonios

de mujeres con información producida por investigaciones académicas (Uribe et al.

2009, 63-64).

Si bien existen otros trabajos sobre recuperación, construcción y divulgación

de las memorias, se ha generado una delicada tendencia del Estado en liderar

o vigilar estos procesos por ser un actor del conflicto en cuanto a su acción y/o

omisión. La CNRR ha promovido que la “memoria histórica” sea un escenario para

el diálogo, la negociación y el reconocimiento de las diferencias con miras a un

proyecto democrático e incluyente de superación del conflicto armado, así como la

búsqueda de verdad, justicia y reparación en un contexto de reconciliación nacional

(Sánchez et al. 2009, 26). A pesar del proyecto contener una plataforma de justicia

transicional,10 llevada a cabo en otros países en épocas de post-conflicto, en el

presente proceso se generan dudas por establecerse en plena vigencia del conflicto

armado interno y sin la adecuada participación y reconocimiento de las víctimas.

Por el contrario, el proceso se ha llevado a cabo dándole prioridad a las versiones

de los victimarios quienes han relatado los vejámenes cometidos, estableciendo

discursos por conveniencia para adquirir prebendas por parte del Estado colombia-

no sin poder establecer una verdad ni jurídica ni histórica.

A partir del anterior contexto y en la investigación sobre trayectorias de vícti-

mas se pretendió construir una “memoria histórica razonada e incluyente” de las

víctimas marginadas por el conflicto armado interno que vive el país y silenciadas

y/u olvidadas desde centros de poder. La memoria histórica razonada se enmarca

en la corriente que promueve la complementariedad de la memoria y la historia y

estaría contrastando métodos tradicionales del cientificismo positivista, que como

se mencionó antes no le da la importancia que merecen los documentos orales para

la construcción de la Historia.

Pierre Vilar siempre se preocupó por una Historia, “análisis, por la coheren-

cia de la historia entendida antes que nada como un modo de pensar [...]”, (Vilar

2004, 9); es decir una “historia razonada” que estaba en contradicción del método

tradicional establecido por el positivismo. Vilar consideraba un engaño hacerse

llamar objetivo siendo más o menos partidista (Vilar 1988, 7-33). El rescate de la

subjetividad de quienes construyen la historia permite establecer cambios teóricos,

metodológicos y temáticos en la construcción de una historia apoyada por memoria

participativa de sectores marginados. Por tal razón y optando por una historia

contemporánea alternativa, en la investigación se intentó fortalecer el trabajo de

complementariedad entre Historia y Memoria a través de “memoria histórica razo-

nada”. Esta labor se puede dar mediante la acción política de quienes construyen la

memoria colectivamente:

La memoria histórica razonada que se pretende construir no es un simple ejerciciode recuerdo o rememoración, sino un producto de valoración crítico-analítica, quepueda convertirse en herramienta prospectiva para superar el pasado recordadocomo hecho doloroso, poniéndolo en acción para la construcción del futuro desdeel presente (Suárez, Ardila, Báez y Rueda 2010, 18).

Se busca que las víctimas comprendan la realidad histórica que han vivido,

razonen acerca de su pasado y contribuyan a la construcción del futuro como acto-

res protagónicos de la sociedad del presente.

Ricoeur, citado por Rodríguez, propone que la relación entre la construcción

de los discursos de la memoria y la historia sea dialéctica: “[Existiendo] narrativas

de primer orden, la de los testigos y de segundo orden, la de los historiadores. Esta

última implica un ejercicio sobre ella misma y sobre la veracidad de la narrativa

de primer orden” (Rodríguez 2010). Si bien, el historiador realiza un ejercicio de

veracidad y complementario del relato de las víctimas, son las mismas víctimas

quienes como dice Hobsbawm son los primeros historiadores. De esta manera,

quienes tienen mayor conocimiento de los acontecimientos vividos al construir una

biografía, una historia de vida o una trayectoria de vida, en fin utilizar el método

biográfico, es la misma persona que cuenta su vida a través de su propia historia.

Asimismo, Mallimaci y Giménez reafirman el argumento que pone en relevancia a

quienes relatan sucesos biográficos:

En lugar de los términos “narrador y entrevistador” o “investigador e investigado”y otros similares, usamos los de “historiador” (de quien es la vida que se historia)y “cohistoriador” (aquel que comparte con el historiador la historia cuando es na-rrada) y que establece con él la relación en la que la historia se hace tal (Mallimaciy Giménez 2006, 40).

Esta última concepción fortalece el interés de darle trascendencia a las

narraciones de las víctimas, quienes también son “historiadoras”, y revalida que sus

memorias-historias deben ser complementadas por “co-historiadores” mediante la

triangulación de los datos, la comprensión del contexto, la utilización y construcción

de conceptos y la crítica y el análisis de la información.

Para la investigación, teniendo en cuenta a Jelin la memoria es un espacio

de lucha política, donde el investigador realiza una acción colectiva emprendiendo

trabajos de la memoria que favorecen la lucha contra silencios y olvidos sufridos por

grupos minoritarios (Jelin 2002, 60). En este caso, la lucha política y reivindicativa

es de las víctimas del desplazamiento forzado que en compañía de los investigadores

construyen “memoria histórica razonada e incluyente”, resistiendo frente a margi-

naciones, negacionismos, silencios y olvidos generados por los centros de poder e

instituidos en la sociedad contemporánea.

Entendiendo la memoria de esta forma, se legitima el proceso memorístico

emprendido desde las minorías, en el caso de esta investigación, desde las víctimas

del conflicto armado interno colombiano. Cabe señalar, que estos procesos de rei-

vindicación de las memorias como un acto de lucha política no solo pueden quedar-

se en el plano de la visibilidad estatal. Debido a la importancia de estos dos objeti-

vos, reivindicación y lucha, estas memorias deben trascender y evidenciar cambios

y permanencias existentes en la vida de las víctimas que deben relacionarse con

procesos históricos. Si puede llegarse a este propósito y las mismas personas que

relatan sus memorias comprenden la dimensión de lo sucedido en sus vivencias,

podrá construirse una “memoria histórica” con razonamiento crítico; de lo contra-

rio se estaría haciendo una utilización de las víctimas con fines personalistas y se

contribuiría a silenciarlas y olvidarlas una vez más.

Juan Felipe Rueda Arenas38H

iSTO

ReL

o. R

evis

ta d

e H

isto

ria

Reg

iona

l y L

oca

l ISS

N: 2

14

5-1

32

X [

vol 5

, No

. 10

] ju

lio -

dic

iem

bre

de 2

01

3

Memoria e Historia entre la división, la complemen-tariedad y la crítica

Uno de los primeros intelectuales que destacaron el papel de la memoria en estudios

de ciencias sociales fue el filósofo francés de origen judío Henri Bergson. Este autor

fue contestatario del positivismo cientificista (Riego 2008, 293-329); conceptuali-

zando la memoria desde un enfoque psicológico y espiritual mediante la “memoria

pura” y “la memoria habito” (Huici 2002).3 En su obra Materia y memoria (1886),

Bergson se valió de textos que explicaban la memoria de los individuos como eran

las Confesiones de San Agustín,4 además de influenciar estudios posteriores como

los del sociólogo también francés y de origen judío Maurice Halbwachs.

A Halbwachs, se le reconoce la construcción de los conceptos (y también la

escritura de los textos) Marcos sociales de la memoria (1925) y Memoria colectiva (1949) en el establecimiento de una sociología de la memoria (De La Cuesta 1998,

203-246). A partir del contacto con la sociología de Emile Durkheim, Halbwachs

concibió la memoria como un fenómeno colectivo y siempre vivido de forma social.

En consecuencia puede definirse la memoria colectiva como el conjunto de recuer-

dos de cada individuo. Está inscrita en marcos de referencia colectivos, los cuales

son referentes para la rememoración mediante el entorno y principalmente el

lenguaje (Jedlowski 2000, 123). Asimismo, Halbwachs destacó que en la memoria

colectiva se: [...] agrupan las memorias individuales, pero no se confunde con ellas. Esta (la

9 Algunos de estos textos producidos por el grupo de Memoria Histórica de la CNRR coordinado por el

Historiador Gonzalo Sánchez fueron: Trujillo. Una tragedia que no cesa (2008); La Masacre del Salado

(2009); Memorias en tiempo de guerra (2009); Recordar y narrar el conflicto: herramientas para reconstruir

memoria histórica (2009); La Rochela. Memorias de un crimen contra la Justicia (2010); Bojayá. La guerra

sin límites (2010); La masacre de Bahía Portete: Mujeres Wayuu en la mira (2010); La huella invisible de la

guerra. Desplazamiento forzado de la comuna 13(2011); El orden desarmado. La Resistencia de la Asociación

de los Trabajadores Campesinos del Carare (ATCC) (2011); El Placer. Mujeres, coca y guerra en el bajo

putumayo (2012).Ver: (Centro de Memoria Histórica 2012). Si bien estos textos reflejan un inicio de parte del

Estado en mostrar los relatos de víctimas en el país, existen varias incongruencias en la política de Estado en

cuanto al papel de la memoria debido a que en principio la CNRR privilegió las versiones de los victimarios

a las versiones de las víctimas y en el objetivo real del propósito, al parecer, de apaciguar la turbulencia

mediática que ha generado los excesos del Estado y de los actores armados en razón a la verdadera paz y la

reparación de las víctimas del país. Como dice el mismo padre Javier Giraldo, lo que sale a la luz pública (que

ya es preocupante) es solo la punta del iceberg de la problemática de víctimas y voces marginadas silenciadas

y olvidadas del conflicto armado vigente en Colombia (Giraldo 2012).

memoria colectiva) evoluciona siguiendo sus leyes, y si ciertos recuerdos indivi-duales penetran también algunas veces en ella, estos cambian de figura a partir de que son emplazados en un conjunto que no es ya una conciencia personal (Halbwachs 1991, 6).

Si bien Halbwachs reconoció la singularidad del carácter de la memoria como

parte de cada sujeto, él también argumentó que:

[…] eso que llamamos los marcos colectivos de la memoria serían el resultado, la suma, la combinación de los recuerdos individuales de muchos miembros de una misma sociedad. Estos marcos ayudarían, en el mejor de los casos, a clasificar, a ordenar los recuerdos de los unos en relación con los de los otros. Sin embargo, no explicarían la memoria misma, puesto que la darían por existente (Halbwachs 2004, 10).

Según este autor, estos marcos están mediados por el lenguaje, el espacio y el

tiempo y/o mediados por la memoria colectiva de la familia, la religión, y las clases

sociales y sus tradiciones (Ver: Halbwachs 2004). De esta manera, en cualquier

situación el ser humano se ve influenciado socialmente, por lo tanto, cualquier

representación o recuerdo establecido en su memoria hace parte de la memoria

colectiva de varios grupos a los cuales perteneció y que hacen parte de esos cuadros

de referencia socio-histórica que influencian la memoria del individuo.

Desde un punto de vista sociológico, las tesis de Halbwachs fueron innovado-

ras, pero estas mismas ideas recibieron críticas por parte de algunos historiadores.

Él no consideró que la Historia pudiera abarcar todo el acontecer humano pero

si relacionó a la memoria histórica como una construcción de historias de aconteci-

mientos significativos que favorecían la construcción de la historia nacional. En sus

concepciones se observa una oposición entre la memoria colectiva y la memoria

histórica afirmando que “si por memoria histórica se entiende la lista de los aconte-

cimientos cuyo recuerdo conserva la historia nacional, no es ella, no son sus marcos

los que representan lo esencial de lo que llamamos memoria colectiva” (Halbwachs

1968, 209-219). La memoria colectiva no solo haría parte de esa historia oficial sino,

como se expuso antes, de las relaciones sociales construidas por varios individuos

en diversos cuadros sociales.

Esta sociología de la memoria fue criticada por el historiador francés Marc

Bloch (fundador junto a Lucien Febvre de la Escuela de los Annales). Bloch utilizó la

memoria como categoría para la historia, además de estar de acuerdo en la propues-

ta de categorías de origen social situadas en el espacio y el tiempo. Como crítica, este

historiador consideró restringida la propuesta de Halbwachs centrada en los grupos

(la familia, la religión y la clase) y propuso ampliar el enfoque hacia la memoria jurí-

dica y el derecho consuetudinario (Sorgentini 2003, 103-128).

Marc Bloch fue uno de los primeros historiadores que llamó la atención

sobre la trascendencia que la memoria tenía como objeto de estudio y examen de

conciencia de la Historia; argumentaba que con la memoria podía estudiarse las

problemáticas históricas que se derivan de la transmisión de información surgida de

la tradición (Sorgentini 2003, 103-128). Esta posición contrariaba la historiografía

de su tiempo en donde la Historia solo se ocupaba de temas políticos, militares y he-

roicos. Bloch defendió el universalismo que debía tener la Historia la cual no debía

ser particularizada solo a hechos heroicos o nacionales. Comparando al sociólogo y

al historiador, Hernán Sorgentini destaca:

En Halbwachs: el universalismo de la historia resulta abstracto ya que, al no implicar una crítica al particularismo de las identidades de los grupos, termina tornando problemática la expresión “memoria histórica”, por no poder conciliar la objetividad del conocimiento con su función práctica; [mientras en ] Bloch, el intento de concebir una “memoria universalista” refiere a una idea de humanidad que se asienta sobre una perspectiva crítica de la tradición y en una concepción distinta del tiempo en la que el tiempo concreto y real es la materia misma de la historia (Sorgentini 2003,103-128).

No solo fue la Escuela de los Annales la que empezó a realizar críticas hacia

los objetos de la Historia, y al papel de la memoria y de la tradición en función de la

historia. La Escuela de Frankfurt de tendencia marxista, desarrolló una teoría crítica

que puso en tela de juicio los ideales de razón y el progreso planteados en el siglo

XVIII y XIX (Rodríguez 2010). La Escuela de Frankfurt esbozó la necesidad de la

memoria como crítica a la historia, en medio del contexto de las guerras mundiales

que dejaban un manto de duda en esa “evolución histórica” que pretendieron los

idealistas tiempo atrás.

Theodor Adorno alumno de Walter Benjamin fue uno de los intelectuales que

lideró el movimiento científico social de la Teoría Crítica. Adorno dejó un legado en

cuanto a la importancia de la memoria en períodos donde la población se ve someti-

da a un régimen autoritario. Asimismo consideró que el siglo XX [y en el XXI no

ha cambiado] representó un tiempo de contradicciones donde se promovían princi-

pios morales y éticos como la democracia, los derechos humanos, la protección

ambiental y la libertad en la creación estética, contrastados con una historia de tota-

litarismos, de violaciones a los mencionados derechos, de destrucción del medio

ambiente y de una creación estética que respondió en muchos casos al consumismo

imperante bajo las lógicas del mercado (Rodríguez 2010).

En razón de esta legítima crítica, Marta Tafalla argumentó la importancia del

legado de Adorno para el mundo académico y fundamentalmente para la visibilidad

de las víctimas:

En ese nuevo tiempo que fue inaugurado por el fascismo y en el que cualquier barbarie es posible, el verdadero imperativo moral es el de la memoria: tomar conciencia crítica del pasado y sobre todo conceder justicia a sus víctimas. Es im-posible construir un presente justo o esperar un futuro liberado de repeticiones del mal sin hacer justicia a quienes fueron víctimas en el pasado (Tafalla 2003, 126-154).

De esta manera, la memoria histórica desde las víctimas sería un acto de

justicia y no solo un consuelo, además de ser una necesidad histórica por represen-

tar una crítica a la Historia erigida por los vencedores. Una justicia que inclusive

llevó a Carlo Ginzburg a comparar el papel del historiador con el papel del juez en

cuanto a la verificación de testimonios, recopilación de pruebas materiales y en

el establecimiento, en un caso, de una verdad histórica y en otro de una verdad

jurídica, verdades que debían estar plenamente identificadas una con la otra (Ver:

Ginzburg 1993).

La escuela marxista, de alguna forma, también buscó una justicia para quie-

nes no habían sido visibilizados en la Historia. En palabras del historiador inglés

Edward Palmer Thompson, hacer la historia de los vencidos era hacer la historia de

las clases subalternas o la historia desde abajo, es decir desde los obreros explotados

en la Inglaterra del siglo XIX (Thompson 1989, 197). Para los años 60, Thompson

consiguió estudios históricos críticos acerca del papel de los Estados nacionales y

la construcción de la tradición en los pueblos. Su obra más reconocida ha sido La formación de la clase obrera en Inglaterra (1963), en donde abordó la experiencia

de los obreros ingleses, dándole especial relevancia a la participación de los obreros

como sujetos activos de la historia. La idea de Thompson (citado por Sorgentini) era

recuperar para el conocimiento histórico:

[...] aspectos oscuros del pasado desatendidos por las concepciones dominantes, como el sentido de la economía “moral” de los pobres en el siglo XVIII, el impacto a largo plazo de la tradición jacobina inglesa, la racionalidad de las prácticas lúdicas y el consecuente reconocimiento de su entidad política (Sorgentini 2003, 103-128).

Este rescate de la tradición de los obreros permitió al historiador estudiar

a través de las tradiciones populares del siglo XVIII “[...] el substrato sobre el que

se conforma la clase como sujeto” (Sorgentini 2003,103-128). El estudio de las

tradiciones de los sujetos que no han sido parte de la Historia ha contribuido a

recuperar la memoria, en este caso, de las clases oprimidas por el capitalismo domi-

nante. Thompson divulgó la necesidad de escribir la historia desde abajo, historia

que remite a otros documentos que pueden rescatar la memoria sistemáticamente

olvidada por las clases altas y la historiografía (Rodríguez 2010). De esta manera

argumentaba la necesidad de construir a través de experiencias y tradiciones de

sujetos olvidados “otra historia” y una memoria histórica donde los sectores margi-

nados puedan reconocerse e identificarse.

De la misma escuela marxista-inglesa, Eric Hobsbawm criticó la tradición

en las estructuras de las sociedades por considerarla una invención de las elites

dominantes para crear una continuidad ficticia con el pasado (Hobsbawm y Ranger

2002, 8). Esa invención de la tradición ha sido utilizada por las elites para la cons-

trucción de la identidad nacional, fundamental en la articulación de una memoria

colectiva nacional. Por otra parte, Hobsbawm marca una clara diferencia entre

memoria e historia. Si bien, ha sido crítico de la utilización de fuentes orales para

la construcción de la historia, consideró que cada persona era el primer historiador

que existía de su propia vida por hacer inteligible el conocimiento que tenía de su

pasado (Hobsbawm 2001, 12). La principal crítica que este autor hizo de la oralidad

fue en razón a lo fragmentaria que puede resultar la memoria de los seres humanos

al momento de narrar hechos resultando ser un engaño para la historia (Cf. Fraser

1993,72-92). Por el contrario, la Historia es una ciencia preocupada por la recupe-

ración de los datos, su sistematización crítica y el establecimiento de causalidades

para su escritura, la Historia no deja al azar lo que la memoria si puede dejar. En

consecuencia la historia así tenga una razón instrumental es una construcción

científica a diferencia de la memoria que suele ser espontanea. Un debate entre

memoria e historia, entre la oposición o la complementariedad que continúa con la

Escuela de los Annales de la tercera generación.

Al francés Pierre Nora se lo reconoce por ser quien acuñó el concepto “memo-

ria histórica”. Nora y su colega el también francés Jaques Le Goff desarrollaron la

llamada Historia de las Mentalidades con estudios enfocados en las representacio-

nes colectivas y las estructuras mentales de las sociedades. Para Nora (entrevistado

por Corradini):

La memoria es el recuerdo de un pasado vivido o imaginado. Por esa razón, la memoria siempre es portada por grupos de seres vivos que experimentaron los hechos o creen haberlo hecho. La memoria, por naturaleza, es afectiva, emotiva, abierta a todas las transformaciones, inconsciente de sus sucesivas transformacio-nes, vulnerable a toda manipulación, susceptible de permanecer latente durante largos períodos y de bruscos despertares. La memoria es siempre un fenómeno colectivo, aunque sea psicológicamente vivida como individual (Nora 2006).

Según este autor, la memoria es imaginativa y no tiene el rigor científico que

sí posee la Historia. En contraposición a la memoria el autor afirma que:

[…] la historia es una construcción siempre problemática e incompleta de aquello que ha dejado de existir, pero que dejó rastros. A partir de esos rastros, controla-dos, entrecruzados, comparados, el historiador trata de reconstituir lo que pudo pasar y, sobre todo, integrar esos hechos en un conjunto explicativo (Nora 2006)

Pierre Nora planteó que la Historia es pública porque congrega a los indivi-

duos en torno a la nación, mientras la memoria es de ámbito privado, razón por la

cual disgregaría la conformación nacional. En este aspecto, el autor remarca que

están apareciendo cada vez más memorias de quienes quieren ponerse por encima

de la historia y de la justicia presentándose como la verdad. Nora representa la

nostalgia que produce la pérdida de la historia oficial, la cual permitía educar y

congregar a la nación francesa sobre valores, hechos y significados que él considera

son propios del francés (Nora 2006).

Su obra más reconocida es Los lugares de la memoria (1992); obra escrita

para conmemorar el bicentenario de la Revolución Francesa, donde estableció junto

con un centenar de historiadores los hechos significativos de la memoria colectiva

de la nación francesa en más de dos siglos. Los lugares de memoria son los restos

que dejan los seres humanos definidos por Nora como:

[…] la forma extrema bajo la cual subsiste una conciencia conmemorativa en una historia que la solicita porque la ignora […] Museos, archivos, cementerios y colecciones, fiestas, aniversario, tratados, actas, monumentos, santuarios, asociaciones, son los cerros testigos de otra época, de las ilusiones de eternidad (Nora 2008, 24).

Este historiador plantea una oposición entre memoria e historia y sugiere la

necesidad de que la Historia “avasalle a la memoria”. Dice Nora: “en el corazón de

la historia, trabaja un criticismo destructor de memoria espontánea. La memoria

siempre es sospechosa para la historia, cuya misión verdadera es destruirla y repri-

mirla” (Nora 2008, 21). Estas razones que el autor argumenta de darle una supre-

macía a la Historia sobre la generación de memoria colectiva parecen encauzadas

por una tradición positivista que ha influenciado los estudios historiográficos de

quienes han escrito en favor de los “vencedores”.

Jaques Le Goff escribió el libro Historia y memoria (1977), un texto sobre

el tiempo la memoria y la historia (Cf. De La Cuesta 1998, 203-246). Además es-

cribió la obra El orden de la memoria. El tiempo como imaginario (1991), donde

realizó un recorrido histórico de la sociedad occidental y algunas sociedades

extra europeas. En este texto, el autor expuso desde las edades míticas hasta la

contemporaneidad, cómo las sociedades han hecho para conservar y transmitir la

memoria colectiva. Le Goff más que oposición, planteó la posibilidad de integrar

la memoria (colectiva) con la Historia, siendo la “historia el proceso científico de

la memoria colectiva” (Le Goff 1991, 157). En razón a este concepto, él consideró

que la “memoria histórica” es el estudio histórico que se realiza de la memoria

colectiva de las sociedades.

Memoria colectiva que si bien, ha sido manipulada por los centros de poder,

cada vez más ha representado un espacio de lucha de los grupos minoritarios. Para

este autor:

[…] la memoria colectiva ha constituido un hito importante en la lucha por el poder conducida por las fuerzas sociales. Apoderarse de la memoria y del olvido es una de las máximas preocupaciones de las clases, los grupos, de los individuos que han dominado y dominan las sociedades históricas (Le Goff 1991, 133).

Estas ideas que están encaminadas hacia la complementariedad entre memo-

ria e historia, hacen parte de la tercera corriente que ha buscado explicar el concepto

memoria histórica, donde se destaca el filósofo francés Paul Ricoeur. Este exponen-

te de la filosofía contemporánea fue influenciado por la fenomenología de Edmond

Husserl y el existencialismo de Karl Jaspers. Hizo parte de la Escuela de los Annales

en los años sesenta, criticando la deshumanización del estructuralismo en la investi-

gación científica y abogando por una historia social y de las mentalidades. Dos

de sus obras Historia, memoria y olvido (2000) y La lectura del tiempo pasado: memoria y olvido (1999), exponen conceptos como memoria individual, memoria

colectiva, perdón, olvido y memoria histórica. Según Ricoeur (2000, 128-129):

[...] En primer lugar, [la memoria personal o individual] parece que es radical-mente singular. Puede decirse incluso, de la mano de Locke, que la memoria constituye por sí sola un criterio de la identidad personal. Mis recuerdos no son los vuestros. No pueden transferirse los recuerdos de uno a la memoria de otro. [...] En segundo lugar, el vínculo original de la conciencia del pasado reside en la memoria. Desde Agustín, sabemos y comentamos que la memoria es el presente del pasado [...] la memoria garantiza la continuidad temporal de la persona. Esa continuidad entre el pasado y el presente me permite remontarme sin solución de continuidad desde el presente vivido hasta los acontecimientos más lejanos de mi infancia [...]. Finalmente y en tercer lugar, a la memoria se vincula el sentido de la orientación en el paso del tiempo; orientación en doble sentido, del pasado hacia el futuro; por impulso hacia atrás, en cierto modo, según la flecha del tiempo del cambio, y también del futuro hacia el pasado, según el movimien-

to inverso de tránsito de la espera hacia el recuerdo, a través del presente vivo [...].

Este autor al mencionar que mediante la memoria el sujeto transita del pre-

sente al pasado, hace referencia a que siendo esto una paradoja (Ricoeur 2010, 25),

la memoria le da una continuidad al ser humano en el tiempo. Si bien la memoria

individual tiene unas características particulares, ésta se va construyendo en las

relaciones sociales existentes entre los individuos. Se fundamenta en Halbwachs

para explicar algunas características que se le atribuyen a la memoria colectiva: en

primera medida, los individuos no recuerdan solos sino con ayuda de los recuerdos

de otros; y que los recuerdos se encuentran inscritos en relatos colectivos que a

su vez, son reforzados mediante conmemoraciones y celebraciones públicas de

los acontecimientos vividos en el curso de la historia, de los grupos a los que perte-

necen los seres humanos. “La ritualización de lo que podemos llamar «recuerdos

compartidos» legitima a Halbwachs para convertir cada «memoria individual [...]

en un punto de vista de la memoria colectiva” (Ricoeur 1999, 17).

La ritualización de los recuerdos compartidos, la cual se realiza con conme-

moraciones y fiestas públicas es una forma para que el Estado-nacional cree identi-

dades de los ciudadanos con hechos contados como parte de la Historia oficial. El

autor entiende, que si bien, como parte del sujeto existe una memoria individual

y colectiva puede haber una analogía entre las dos, en cuanto al carácter propio,

continuidad y polaridad pasado-futuro (Ricoeur 1999, 18) y así mismo la memoria

colectiva sería considerada una especie de personalidad de rango superior.5

Ricoeur también habla de la existencia de una traslación entre la memoria

individual y colectiva explicando que “pasamos de la memoria individual a la

memoria colectiva, tránsito perfectamente legítimo, en la medida que, gracias al

lenguaje, las memorias individuales se superponen con la memoria colectiva” (Ri-

coeur 2010, 20-28). Para que se presente este tránsito resulta fundamental el len-

guaje, el cual permite que haya relaciones de los distintos significados individuales

de los sujetos existiendo una intersubjetividad de significados superpuesta con la

memoria colectiva. De esta manera, “[...] la memoria colectiva descansa sobre una

ligazón de memorias individuales, lo que se explica por la pertenencia de cada una

a una multitud de colectividades, que son otros tantos ámbitos de identificación

colectiva e individual” (Ricoeur 2010, 20-28).

La relación que plantea este filosofo entre memoria e Historia es de comple-

mentariedad y clara oposición al discurso establecido por Nora, que es excluyente

de la participación de las memorias de individuos y pueblos vencidos en la Historia.

Al contrario, el filósofo tiene una visión incluyente de las víctimas, comprendiendo

que en la construcción de “memoria histórica” debe haber una complementariedad

dialéctica entre memoria e historia, es decir que el conocimiento histórico tenga una

función crítica sobre la memoria y a su vez la memoria permita ampliar el espectro

de conocimiento de la historia (Ricoeur 2000).

En este mismo plano, se encuentra Elizabeth Jelin, luchadora contra el

régimen dictatorial que gobernó a Argentina entre 1976-1983. Jelin plantea que

en referencia a las memorias colectivas existe una lucha política de por medio.

En el pasado y en el presente las fuerzas dominantes que originaron los estados

nacionales condicionaron la memoria de los pueblos, por tal razón, se plantea una

lucha por las memorias y los olvidos entre los centros de poder y quienes se expre-

san a través de las memorias alternativas y/o defienden estas iniciativas. Estos

son los emprendedores y emprendedoras de la memoria, quienes en sus acciones

tienen un carácter social colectivo, estableciendo su proyecto e involucrando a

otros sujetos que generen nuevas ideas buscando recuperar, evidenciar y divulgar

las memorias alternativas (Jelin 2002, 48). De esta manera, la Historia escrita

por los vencedores podrá contrastarse por las memorias-historias de los vencidos

dejando un legado para el presente y el futuro de las sociedades oprimidas.

El debate en la historiografía ha llevado a preguntarse por el papel que

debe tener la memoria en el uso de la historia. De esta manera, temas como la

transmisión de la memoria, el uso de la memoria colectiva y el olvido, el papel de

la tradición en la edificación de una memoria colectiva así como la justicia de las

víctimas como parte de la lucha por una memoria histórica son temas abordados

por historiadores y otros intelectuales de otras ramas de las ciencias sociales y hu-

manas. La necesidad es que estos debates no solo se queden en Europa sino que

hagan parte de las discusiones académicas de otros lugares del mundo como es el

caso colombiano.

Algunos trabajos de memoria en Colombia y cons-trucción de memoria histórica razonada desde las víctimas del conflicto armado interno

En América Latina, tras las dictaduras militares, los casos de Argentina, Chile,

Perú y Nicaragua entre otros, son emblemáticos del papel que ha desempeñado

los movimientos de víctimas y de Derechos Humanos en el esclarecimiento de

la verdad, la justicia y la reparación individual y colectiva.6 Según el jurista Juan

Méndez la importancia de las memorias de víctimas radica en:

El esclarecimiento de sucesos que han sido deliberadamente mantenidos en las sombras, la valoración de la verdad por encima de las mentiras y el reconocimien-

to de que las víctimas de los abusos de poder merecen que sus sufrimientos sean recordados (Perotin-Dumon 2007, 3).

No todos estos procesos de memoria tienen el sentido altruista que menciona

Méndez. Existen procesos en varios países que han sido llevados a cabo por parte

del Estado para mantener una imagen internacional, pero sin esclarecer la verdad,

aplicar la justicia a los victimarios y reparar adecuadamente a las víctimas.

Este puede ser el caso de Colombia, donde las iniciativas que valoran la

memoria de las víctimas han sido escasas y en muchas ocasiones coordinadas por

una razón utilitarista. Sólo a partir de le Ley 975 de 2005 (Ley de Justicia y Paz)

y en el contexto de la desmovilización de paramilitares,7 el Estado creó la CNRR

que delegó al Grupo de Memoria Histórica, en la actualidad Centro de Memoria

Histórica (CMH), para realizar informes sobre las razones del surgimiento y evolu-

ción de los grupos armados ilegales. El objetivo de CMH es construir “memoria

histórica del conflicto armado a partir de casos emblemáticos”8 (Sánchez et al.

2009, 24), produciendo textos que evidencien hechos violentos sufridos por las

víctimas como masacres, asesinatos selectivos, desapariciones forzadas, torturas,

despojos de tierras y desplazamientos forzados entre otros crímenes realizados

por los actores armados.9 El CMH como una síntesis de todas sus producciones

publicó el informe ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad (2013),

allí se reconoce el valor que tiene la memoria en un país que continúa en conflicto,

marcándose la diferencia con procesos de recuperación de memoria histórica vivi-

dos en otros países en postconflicto. Una tensa lucha entre el reconocimiento y el

olvido que juega un papel trascendental en la sociedad futura que se construye en

el presente. El informe muestra que desde 1958 hasta 2012 han habido 220.000

víctimas mortales a causa del conflicto armado interno vigente en el país (Sánchez

et. al 2013, 20).

Por su parte, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugia-

dos (ACNUR) publicó: Para que se sepa hablan las personas desplazadas en Colombia, recopilación de las historias de vida de víctimas del conflicto en el país

(Lois 2007). Entre las iniciativas impulsadas por Organizaciones No Gubernamen-

tales (ONG), se destaca el libro Hoja de Cruz. La memoria de lo que no se debe repetir de la comunidad Kankuama donde se han documentado los asesinatos de

indígenas entre 1982 y 2005 desde las voces de los familiares de las víctimas (Uribe

et al. 2009, 38). También la revista Noche y Niebla del Centro de Investigación y

Educación Popular (CINEP) denuncia a través de testimonios de víctimas violacio-

nes de derechos humanos realizadas en el marco del conflicto armado colombiano

desde 1996 hasta 2010 (CINEP 2010).

Otro archivo de recuperación de memoria histórica de víctimas, en este caso

de crímenes de Estado, es Proyecto Colombia Nunca Más (2012), del Movimiento

de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE). También está el trabajo Tácticas y estrategias para contar. Historias de la gente sobre conflicto y reconciliación en Colombia (2010) del Centro de Competencia en Comunicación para América Latina

que les ha otorgado voz a las víctimas en la lucha por la divulgación de testimonios

frente a centros de poder imperantes como organismos del Estado y los medios

masivos de comunicación (Franco, Nieto y Rincón 2010, 6).

Existen otras iniciativas que resaltan el papel de mujeres víctimas del conflic-

to como La Red de Mujeres Narrar para vivir, de la Red Nacional de Iniciativas de

Paz y contra la Guerra (REDEPAZ); El Instituto de Mujeres por la Paz (IMP) que

ha recogido testimonios libres de mujeres antes del 2005 y que a partir de la Ley

de Justicia y Paz, más de la mitad de las mujeres se negaron a seguir participando

por el temor a las persecuciones contra sus vidas; y Los Informes de la Mesa de Trabajo Mujer y Conflicto que ha complementado la recopilación de testimonios

de mujeres con información producida por investigaciones académicas (Uribe et al.

2009, 63-64).

Si bien existen otros trabajos sobre recuperación, construcción y divulgación

de las memorias, se ha generado una delicada tendencia del Estado en liderar

o vigilar estos procesos por ser un actor del conflicto en cuanto a su acción y/o

omisión. La CNRR ha promovido que la “memoria histórica” sea un escenario para

el diálogo, la negociación y el reconocimiento de las diferencias con miras a un

proyecto democrático e incluyente de superación del conflicto armado, así como la

búsqueda de verdad, justicia y reparación en un contexto de reconciliación nacional

(Sánchez et al. 2009, 26). A pesar del proyecto contener una plataforma de justicia

transicional,10 llevada a cabo en otros países en épocas de post-conflicto, en el

presente proceso se generan dudas por establecerse en plena vigencia del conflicto

armado interno y sin la adecuada participación y reconocimiento de las víctimas.

Por el contrario, el proceso se ha llevado a cabo dándole prioridad a las versiones

de los victimarios quienes han relatado los vejámenes cometidos, estableciendo

discursos por conveniencia para adquirir prebendas por parte del Estado colombia-

no sin poder establecer una verdad ni jurídica ni histórica.

A partir del anterior contexto y en la investigación sobre trayectorias de vícti-

mas se pretendió construir una “memoria histórica razonada e incluyente” de las

víctimas marginadas por el conflicto armado interno que vive el país y silenciadas

y/u olvidadas desde centros de poder. La memoria histórica razonada se enmarca

en la corriente que promueve la complementariedad de la memoria y la historia y

estaría contrastando métodos tradicionales del cientificismo positivista, que como

se mencionó antes no le da la importancia que merecen los documentos orales para

la construcción de la Historia.

Pierre Vilar siempre se preocupó por una Historia, “análisis, por la coheren-

cia de la historia entendida antes que nada como un modo de pensar [...]”, (Vilar

2004, 9); es decir una “historia razonada” que estaba en contradicción del método

tradicional establecido por el positivismo. Vilar consideraba un engaño hacerse

llamar objetivo siendo más o menos partidista (Vilar 1988, 7-33). El rescate de la

subjetividad de quienes construyen la historia permite establecer cambios teóricos,

metodológicos y temáticos en la construcción de una historia apoyada por memoria

participativa de sectores marginados. Por tal razón y optando por una historia

contemporánea alternativa, en la investigación se intentó fortalecer el trabajo de

complementariedad entre Historia y Memoria a través de “memoria histórica razo-

nada”. Esta labor se puede dar mediante la acción política de quienes construyen la

memoria colectivamente:

La memoria histórica razonada que se pretende construir no es un simple ejercicio de recuerdo o rememoración, sino un producto de valoración crítico-analítica, que pueda convertirse en herramienta prospectiva para superar el pasado recordado como hecho doloroso, poniéndolo en acción para la construcción del futuro desde el presente (Suárez, Ardila, Báez y Rueda 2010, 18).

Se busca que las víctimas comprendan la realidad histórica que han vivido,

razonen acerca de su pasado y contribuyan a la construcción del futuro como acto-

res protagónicos de la sociedad del presente.

Ricoeur, citado por Rodríguez, propone que la relación entre la construcción

de los discursos de la memoria y la historia sea dialéctica: “[Existiendo] narrativas

de primer orden, la de los testigos y de segundo orden, la de los historiadores. Esta

última implica un ejercicio sobre ella misma y sobre la veracidad de la narrativa

de primer orden” (Rodríguez 2010). Si bien, el historiador realiza un ejercicio de

veracidad y complementario del relato de las víctimas, son las mismas víctimas

quienes como dice Hobsbawm son los primeros historiadores. De esta manera,

quienes tienen mayor conocimiento de los acontecimientos vividos al construir una

biografía, una historia de vida o una trayectoria de vida, en fin utilizar el método

biográfico, es la misma persona que cuenta su vida a través de su propia historia.

Asimismo, Mallimaci y Giménez reafirman el argumento que pone en relevancia a

quienes relatan sucesos biográficos:

En lugar de los términos “narrador y entrevistador” o “investigador e investigado” y otros similares, usamos los de “historiador” (de quien es la vida que se historia) y “cohistoriador” (aquel que comparte con el historiador la historia cuando es na-rrada) y que establece con él la relación en la que la historia se hace tal (Mallimaci y Giménez 2006, 40).

Esta última concepción fortalece el interés de darle trascendencia a las

narraciones de las víctimas, quienes también son “historiadoras”, y revalida que sus

memorias-historias deben ser complementadas por “co-historiadores” mediante la

triangulación de los datos, la comprensión del contexto, la utilización y construcción

de conceptos y la crítica y el análisis de la información.

Para la investigación, teniendo en cuenta a Jelin la memoria es un espacio

de lucha política, donde el investigador realiza una acción colectiva emprendiendo

trabajos de la memoria que favorecen la lucha contra silencios y olvidos sufridos por

grupos minoritarios (Jelin 2002, 60). En este caso, la lucha política y reivindicativa

es de las víctimas del desplazamiento forzado que en compañía de los investigadores

construyen “memoria histórica razonada e incluyente”, resistiendo frente a margi-

naciones, negacionismos, silencios y olvidos generados por los centros de poder e

instituidos en la sociedad contemporánea.

Entendiendo la memoria de esta forma, se legitima el proceso memorístico

emprendido desde las minorías, en el caso de esta investigación, desde las víctimas

del conflicto armado interno colombiano. Cabe señalar, que estos procesos de rei-

vindicación de las memorias como un acto de lucha política no solo pueden quedar-

se en el plano de la visibilidad estatal. Debido a la importancia de estos dos objeti-

vos, reivindicación y lucha, estas memorias deben trascender y evidenciar cambios

y permanencias existentes en la vida de las víctimas que deben relacionarse con

procesos históricos. Si puede llegarse a este propósito y las mismas personas que

relatan sus memorias comprenden la dimensión de lo sucedido en sus vivencias,

podrá construirse una “memoria histórica” con razonamiento crítico; de lo contra-

rio se estaría haciendo una utilización de las víctimas con fines personalistas y se

contribuiría a silenciarlas y olvidarlas una vez más.

Conclusiones

Hay tres tendencias en las Ciencias Sociales que relacionan la memoria y la historia.

En primera medida una de oposición al desarrollarse cada concepto en campos

disciplinares distintos: la memoria en la Sociología y la historia en la historiografía.

Una segunda corriente que estableció la memoria como crítica a la historia a partir

de las problemáticas vividas en la modernidad. Y una tercera tendencia que plantea

la posibilidad de una articulación entre memoria e historia que lleven hacia la acción

social, política y reivindicativa en académicos, organizaciones y movimientos de

víctimas. Si bien, el debate entre memoria e historia debe continuar en diversos

espacios académicos europeos, en Latinoamérica y especialmente en Colombia se

debe aportar con mayor asiduidad en la construcción del concepto memoria históri-

ca.

Una construcción teórico-metodológica que permita incluir a las víctimas,

así como a otros sectores de la sociedad civil y de esta manera colectivamente ra-

zonar sobre eventos atroces buscando soluciones en aras de una transformación

social. En ese sentido, los testimonios que narran las víctimas pueden adquirir

una trascendencia para la sociedad contemporánea, en la medida en que puedan

ser recopilados, registrados y divulgados libremente y no hagan parte de políticas

de silenciamientos y olvidos promovidas desde centros de poder. Hacer esto

supone revalorar los discursos y relatos particulares, donde las víctimas al narrar

y ser escuchadas no sólo re-significan los hechos violentos vividos, sino que

evitan culpabilidades y re-victimizaciones generadas a través de negacionismos y

silenciamientos.

De esta manera, el país afrontaría un triple reto: primero, adelantar caminos

académicos en busca de ampliar campos investigativos desde la interdisciplinarie-

dad y la transdisciplinariedad que permitan tener una visión holística de la proble-

mática de las víctimas y del conflicto armado colombiano; segundo, construir

memoria histórica razonada como una opción real de verdad, justicia, reparación

y garantías de no repetición de los hechos sucedidos y; tercero, difundir mediante

la creación de medios alternativos los relatos de quienes en el presente tienen las

herramientas más eficaces para la construcción de una paz justa y duradera como

son las propias víctimas del conflicto armado interno colombiano.

Referencias

Agustín. 2010. Confesiones. Madrid: Editorial Gredos.

Centro de Investigaciones de Educación Popular-CINEP. 2010. Noche y Niebla, http://www.nocheyniebla.org/node/75

Centro de Memoria Histórica. 2012. “Informes”, http://www.centrodememoriahis-

torica.gov.co/

“Colombia conmemoró día de las víctimas del conflicto”. 2012. Elespectador.com,

[Bogotá], abril 9, http://www.elespectador.com/noticias/paz/articulo-337112-co-

lombia-conmemoro-dia-de-memoria-de-victimas-del-conflicto

Corradini, Luisa. 2006. “No hay que confundir memoria con historia,

dijo Pierre Nora, Entrevista a Pierre Nora”, La Nación, http://www.lanacion.-

com.ar/788817-no-hay-que-confundir-memoria-con-historia-dijo-pierre-nora

De La Cuesta, Josefina. 1998. “Historia y memoria. Un estado de la cuestión”. Revis-ta Ayer. 32: 203-246, http://www.ahistcon.org/PDF/numeros/ayer32_Memoriae-

Historia_Cuesta.pdf

De Murcia, Antonio. 2007. “Memoria histórica de la Edad Media e idea de tradi-

ción en Menéndez Pidal y Américo Castro”. Res Pública. 17: 309-328, http://revis-

tas.um.es/respublica/article/view/60971/58731

“Día nacional de la memoria por la verdad y la justicia”. 2012. País 24, [Argentina],

marzo 24, http://www.pais24.com/index.php?go=n&id=185374

Giraldo, Javier. 2012. Agosto 30. Entrevista a, Universidad industrial de Santander.

Entrevistadores: Esaú Ardila, Diana Novoa y Juan Rueda.

Ferrari, Neida. 1973. “Positivismo e Historia”. UNCU. 9: 79-114, http://bdigital.un-

cu.edu.ar/objetos_digitales/4465/81-cuyo-1973-tomo-09.pdf

Franco, Natalia, Patricia Nieto y Omar Rincón. 2010. Tácticas y estrategias para contar. Historias de la gente sobre conflicto y reconciliación en Colombia. Bogotá:

Centro de Competencia en Comunicación para América Latina Friedrich Ebert

Stiftung.

Fraser, Ronald. 1993. “La historia oral como historia desde abajo”. Ayer. 12: 72-92,

http://www.ahistcon.org/PDF/numeros/ayer12_LaHistoriografia_.RuizTorres.pdf

Ginzburg, Carlo. 1993. El juez y el historiador: consideraciones al margen del proceso Sofri. Madrid: Anaya y Mario Muchnik.

Halbwachs, Maurice.1968. “Memoria colectiva y memoria histórica”. REIS.

95:209-219, http://www.reis.cis.es/REISWeb/PDF/REIS_069_12.pdf

Halbwachs, Maurice.1991. “Fragmentos de la memoria colectiva”. La revista de cultura psicológica. 1: 1-11

Halbwachs, Maurice.2004. Los marcos sociales de la memoria. España: Editorial

Anthropos, Chile: Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Concepción,

Venezuela: Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central.

Hobsbawm, Eric y Terence Ranger. 2002. La invención de la tradición. Barcelona:

Editorial Crítica

Hobsbawm, Eric.1992. Historia del siglo XX. Barcelona: Editorial Crítica.

Hobsbawm, Eric.2001. La Era del Imperio, 1875-1914. Barcelona: Editorial Crítica.

Huici, Vicente. 2002. “La memoria colectiva y el tiempo por Maurice Halbwachs”,

UNED, http://www.uned.es/ca-bergara/ppropias/vhuici/mc.htm

Jedlowski, Paolo. 2000. “La sociología y la memoria colectiva”. En: Memoria colec-tiva e identidad nacional, eds. Alberto Rosa, Guglielmo Bellelli, David Bakhurst,

123-134. Madrid: Biblioteca Nueva.

Jelin, Elizabeth.2002. Los trabajos de la memoria. España: Siglo XXI editores.

Le Goff, Jaques.1991.El orden de la memoria. El tiempo como imaginario. Barcelo-

na: Editorial Paidos.

Lois, Anne. 2007. ParAa que se sepa: Hablan las personas desplazadas en Colom-bia. Bogotá: Consejo Noruego de Refugiados y Observatorio de Desplazados Inter-

nos.

Mallimaci, F. y Giménez, B. 2006. “Historias de vida y método biográfico”. En

Estrategias de Investigación Cualitativa, eds. Irene Vasilachis, 33-58. Barcelona:

Editorial Gedisa.

Martín, Fernando. 2010. Entrevista a Josefina Cuesta Bustillo. Pliegos de yuste. 12:

5-10, http://www.pliegosdeyuste.eu/n1112pliegos/pdfs/5-10.pdf

Mendoza Jorge. 2008. “El pasado en disputa: Historia y memoria como marcos

de la enseñanza”. Notas: Boletín electrónico de investigación de la comunidad Oxa-queña de Psicología, 1:155-171, http://www.conductitlan.net/notas_boletin_inves-

tigacion/60_memoria_colectiva.pdf

Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado-MOVICE. 2012. “Colombia Nunca

Más. Memoria de crímenes de lesa humanidad”, http://www.movimientodevicti-

mas.org/~nuncamas/index.php

Namer, Gérard. 2004. “Postfacio”. En: Los marcos sociales de la memoria, eds.

Manuel Baeza y Michel Mujica, 345-428. España: Anthropos; Chile: Facultad de

Ciencias Sociales de la Universidad de Concepción; Venezuela: Facultad de Ciencias

Económicas y Sociales de la Universidad Central.

Nora, Pierre. 2008. Les lieux de mémoire, Montevideo: Trilce.

Perotin- Dumon, Anne. 2007. “Verdad. Justicia y Memoria.

Introducción”. En Historizar el pasado vivo en América Latina,

h t tp ://www.his tor izare lpasadovivo .c l/es_resul tado_textos .php?-

categoria=Verdad%2C+justicia%2C+memoria&titulo=Introducci%F3n

República de Colombia, Congreso de la Republica de Colombia, Ley 1448 de 2011,

“Ley de Víctimas”. En Diario oficial, núm. 48.096, 10 de junio de 2011.

República de Colombia, Congreso de la República de Colombia. Ley 975 de 2005,

“Ley de Justicia y Paz”, en Diario Oficial, núm. 45.980, 25 de julio de 2005.

República de Colombia, Corte Constitucional de la Republica de Colombia. 2005.

Sentencia T-025. Magistrado ponente Manuel Cepeda Espinoza.

Ricoeur, Paul. 1999. La lectura del tiempo pasado: memoria y olvido. Madrid:

Ediciones de la Universidad Autónoma de Madrid.

Ricoeur, Paul. 2000. La memoria, la historia y el olvido. Buenos Aires: Fondo de

Cultura Económica de Argentina.

Ricoeur, Paul: 2010. “Introducción. Definiciones Definición de la memoria desde un

punto de vista filosófico”. ¿Por qué Recordar?, Foro Internacional de memoria, Dir.

Oscar, Molina, 20-28. Paris: Ediciones Granica.

Riego, Inés. 2008. “Recordando a Henri Bergson: una conexión necesaria

entre mística moral y filosofía”. Veritas. Revista de Filosofía y Teología.

19: 293-329, http://www.revistaveritas.cl/wp-content/uploads/2011/11/05-Re-

cordando-a-Henri-Bergson....pdf

Rodríguez, Sandra, 2010. La memoria de la Investigación Histórica. Ponencia pre-

sentada en el XV Congreso Colombiano de Historia, Julio 26-30, Bogotá, Colombia.

Roldan, Mary.1999. “Museo Nacional, fronteras de la identidad y el reto de la globa-

lización”. En: Museo memoria y nación. Misión de los museos nacionales para los ciudadanos del futuro, eds. Gonzalo Sánchez, María Wills, 99-116. Bogotá: Ministe-

rio de Cultura, Museo Nacional de Colombia, Instituto de Estudios Políticos y Rela-

ciones internacionales-IEPRI de la Universidad Nacional de Colombia, Instituto

Colombiano de Antropología e Historia-ICANH, Programa de las Naciones Unidas

para el Desarrollo-PNUD.

Rojas, Johana. 2013. “9 de abril un día para las víctimas”, Periferia. Miradas de Popayán y el Cauca, http://periferiapopayan.wordpress.-

com/2013/04/15/9-de-abril-un-dia-para-las-victimas/

Sánchez, Gonzalo, Absalón Machado, Álvaro Camacho, Andrés Suárez, Fernán

González, Iván Orozco, Jesús Abad Colorado, Jorge Restrepo, León Valencia,

María Victoria Uribe, María Emma Wills, Martha Nubia Bello, Pilar Gaitán, Pilar

Riaño, Rodrigo Uprimny, Tatiana Rincón. 2009. Recordar y Narrar el Conflicto. Herramientas para reconstruir memoria histórica. Bogotá: Editorial Fotoletras.

Sánchez, Gonzalo, Absalón Machado, Álvaro Camacho, Andrés Suárez, César, Caba-

llero, Fernán González, Iván Orozco, Jesús Abad Colorado, Jorge Restrepo, León

Valencia, Luis Carolos Sánchez, María Victoria Uribe, María Emma Wills, Martha

Nubia Bello, Nubia Herrera, Patricia Linares, Paula Andrea Ila, Pilar Gaitán, Pilar

Riaño, Rodrigo Uprimny, Tatiana Rincón, Teófilo Vásquez. 2013. ¡Basta ya! Colom-bia: memorias de guerra y dignidad. Bogotá: Centro Nacional de Memoria.

Sanmartín, Israel. 2012. “La Memoria y la historia medievales como realidades

indisolubles”. Cuadernos de Estudios Gallegos.125: 259-272, http://estudiosgalle-

gos.revistas.csic.es/index.php/estudiosgallegos/article/view/346/353

Schwarzstein, Dora. 2001. Una introducción al uso de la historia oral en el aula.

Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Sorgentini, Hernán. 2003. “Reflexiones sobre la memoria y

autorreflexión de la historia”. Revista Brasileira de Historia.

4 5 : 1 0 3 - 1 2 8 , h t t p : / / w w w . s c i e l o . b r / s c i e l o . p h p ? s c r i p t = s c i _ a r t t e x -

t&pid=S010201882003000100005&lng=en&nrm=iso&tlng=es

Suárez, Ivonne, Esaú Ardila, Juan S Báez y Juan F Rueda. 2010. “Estudio de Trayec-

torias de Vida de Personas en Situación de Desplazamiento Forzado Interrelaciona-

das en el Barrio Café Madrid del Municipio de Bucaramanga”. Proyecto financiado

por Colciencias, Universidad Industrial de Santander y Compromiso.

Tafalla, Marta. 2003. “Recordar para no repetir: el nuevo imperativo categórico de T

W Adorno”. La ética ante las víctimas, eds. José, Mardones, Reyes, Mate. 126-154.

Barcelona: Anthropos.

Thompson, Edward.1989. La formación de la Clase Obrera en Inglaterra. Barcelo-

na: Editorial Crítica.

Uribe, María, Nicolás Salcedo y Adriana Correa.2009. Memorias en Tiempo de Guerra. Repertorio de iniciativas. Colombia: Punto a parte Editores.

Vilar, Pierre .1988. “Recuerdos y reflexiones sobre el oficio de historiador”.

Manuscrits. Revista d'historia moderna. 7:9-33, http://ddd.uab.cat/pub/manus-

crits/02132397n7p9.pdf

Vilar, Pierre.2004. Memoria Historia e Historiadores. España: Editorial Universi-

dad de Granada.

Wallerstein, Immanuel. 2006. Abrir las ciencias sociales. México: Editorial Siglo

XXI.

Yusta, Mercedes. 2002. “Historia oral, historia vivida. El uso de fuentes orales

en la investigación histórica”. Pandora: revue d etudes hispaniques. 2:235-244,

http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3160107

39

HiS

TOR

eLo

. Rev

ista

de

His

tori

a R

egio

nal y

Lo

cal I

SSN

: 21

45

-13

2X

[vo

l 5, N

o. 1

0]

julio

- d

icie

mbr

e de

20

13

Juan Felipe Rueda Arenas

Memoria e Historia entre la división, la complemen-tariedad y la crítica

Uno de los primeros intelectuales que destacaron el papel de la memoria en estudios

de ciencias sociales fue el filósofo francés de origen judío Henri Bergson. Este autor

fue contestatario del positivismo cientificista (Riego 2008, 293-329); conceptuali-

zando la memoria desde un enfoque psicológico y espiritual mediante la “memoria

pura” y “la memoria habito” (Huici 2002).3 En su obra Materia y memoria (1886),

Bergson se valió de textos que explicaban la memoria de los individuos como eran

las Confesiones de San Agustín,4 además de influenciar estudios posteriores como

los del sociólogo también francés y de origen judío Maurice Halbwachs.

A Halbwachs, se le reconoce la construcción de los conceptos (y también la

escritura de los textos) Marcos sociales de la memoria (1925) y Memoria colectiva (1949) en el establecimiento de una sociología de la memoria (De La Cuesta 1998,

203-246). A partir del contacto con la sociología de Emile Durkheim, Halbwachs

concibió la memoria como un fenómeno colectivo y siempre vivido de forma social.

En consecuencia puede definirse la memoria colectiva como el conjunto de recuer-

dos de cada individuo. Está inscrita en marcos de referencia colectivos, los cuales

son referentes para la rememoración mediante el entorno y principalmente el

lenguaje (Jedlowski 2000, 123). Asimismo, Halbwachs destacó que en la memoria

colectiva se: [...] agrupan las memorias individuales, pero no se confunde con ellas. Esta (la

memoria colectiva) evoluciona siguiendo sus leyes, y si ciertos recuerdos indivi-duales penetran también algunas veces en ella, estos cambian de figura a partir de que son emplazados en un conjunto que no es ya una conciencia personal (Halbwachs 1991, 6).

Si bien Halbwachs reconoció la singularidad del carácter de la memoria como

parte de cada sujeto, él también argumentó que:

[…] eso que llamamos los marcos colectivos de la memoria serían el resultado, la suma, la combinación de los recuerdos individuales de muchos miembros de una misma sociedad. Estos marcos ayudarían, en el mejor de los casos, a clasificar, a ordenar los recuerdos de los unos en relación con los de los otros. Sin embargo, no explicarían la memoria misma, puesto que la darían por existente (Halbwachs 2004, 10).

Según este autor, estos marcos están mediados por el lenguaje, el espacio y el

tiempo y/o mediados por la memoria colectiva de la familia, la religión, y las clases

sociales y sus tradiciones (Ver: Halbwachs 2004). De esta manera, en cualquier

situación el ser humano se ve influenciado socialmente, por lo tanto, cualquier

representación o recuerdo establecido en su memoria hace parte de la memoria

colectiva de varios grupos a los cuales perteneció y que hacen parte de esos cuadros

de referencia socio-histórica que influencian la memoria del individuo.

Desde un punto de vista sociológico, las tesis de Halbwachs fueron innovado-

ras, pero estas mismas ideas recibieron críticas por parte de algunos historiadores.

Él no consideró que la Historia pudiera abarcar todo el acontecer humano pero

si relacionó a la memoria histórica como una construcción de historias de aconteci-

mientos significativos que favorecían la construcción de la historia nacional. En sus

concepciones se observa una oposición entre la memoria colectiva y la memoria

histórica afirmando que “si por memoria histórica se entiende la lista de los aconte-

cimientos cuyo recuerdo conserva la historia nacional, no es ella, no son sus marcos

los que representan lo esencial de lo que llamamos memoria colectiva” (Halbwachs

1968, 209-219). La memoria colectiva no solo haría parte de esa historia oficial sino,

como se expuso antes, de las relaciones sociales construidas por varios individuos

en diversos cuadros sociales.

Esta sociología de la memoria fue criticada por el historiador francés Marc

Bloch (fundador junto a Lucien Febvre de la Escuela de los Annales). Bloch utilizó la

memoria como categoría para la historia, además de estar de acuerdo en la propues-

ta de categorías de origen social situadas en el espacio y el tiempo. Como crítica, este

historiador consideró restringida la propuesta de Halbwachs centrada en los grupos

(la familia, la religión y la clase) y propuso ampliar el enfoque hacia la memoria jurí-

dica y el derecho consuetudinario (Sorgentini 2003, 103-128).

Marc Bloch fue uno de los primeros historiadores que llamó la atención

sobre la trascendencia que la memoria tenía como objeto de estudio y examen de

conciencia de la Historia; argumentaba que con la memoria podía estudiarse las

problemáticas históricas que se derivan de la transmisión de información surgida de

la tradición (Sorgentini 2003, 103-128). Esta posición contrariaba la historiografía

de su tiempo en donde la Historia solo se ocupaba de temas políticos, militares y he-

roicos. Bloch defendió el universalismo que debía tener la Historia la cual no debía

ser particularizada solo a hechos heroicos o nacionales. Comparando al sociólogo y

al historiador, Hernán Sorgentini destaca:

En Halbwachs: el universalismo de la historia resulta abstracto ya que, al no implicar una crítica al particularismo de las identidades de los grupos, termina tornando problemática la expresión “memoria histórica”, por no poder conciliar la objetividad del conocimiento con su función práctica; [mientras en ] Bloch, el intento de concebir una “memoria universalista” refiere a una idea de humanidad que se asienta sobre una perspectiva crítica de la tradición y en una concepción distinta del tiempo en la que el tiempo concreto y real es la materia misma de la historia (Sorgentini 2003,103-128).

No solo fue la Escuela de los Annales la que empezó a realizar críticas hacia

los objetos de la Historia, y al papel de la memoria y de la tradición en función de la

historia. La Escuela de Frankfurt de tendencia marxista, desarrolló una teoría crítica

que puso en tela de juicio los ideales de razón y el progreso planteados en el siglo

XVIII y XIX (Rodríguez 2010). La Escuela de Frankfurt esbozó la necesidad de la

memoria como crítica a la historia, en medio del contexto de las guerras mundiales

que dejaban un manto de duda en esa “evolución histórica” que pretendieron los

idealistas tiempo atrás.

Theodor Adorno alumno de Walter Benjamin fue uno de los intelectuales que

lideró el movimiento científico social de la Teoría Crítica. Adorno dejó un legado en

cuanto a la importancia de la memoria en períodos donde la población se ve someti-

da a un régimen autoritario. Asimismo consideró que el siglo XX [y en el XXI no

ha cambiado] representó un tiempo de contradicciones donde se promovían princi-

pios morales y éticos como la democracia, los derechos humanos, la protección

ambiental y la libertad en la creación estética, contrastados con una historia de tota-

litarismos, de violaciones a los mencionados derechos, de destrucción del medio

ambiente y de una creación estética que respondió en muchos casos al consumismo

imperante bajo las lógicas del mercado (Rodríguez 2010).

En razón de esta legítima crítica, Marta Tafalla argumentó la importancia del

legado de Adorno para el mundo académico y fundamentalmente para la visibilidad

de las víctimas:

En ese nuevo tiempo que fue inaugurado por el fascismo y en el que cualquier barbarie es posible, el verdadero imperativo moral es el de la memoria: tomar conciencia crítica del pasado y sobre todo conceder justicia a sus víctimas. Es im-posible construir un presente justo o esperar un futuro liberado de repeticiones del mal sin hacer justicia a quienes fueron víctimas en el pasado (Tafalla 2003, 126-154).

De esta manera, la memoria histórica desde las víctimas sería un acto de

justicia y no solo un consuelo, además de ser una necesidad histórica por represen-

tar una crítica a la Historia erigida por los vencedores. Una justicia que inclusive

llevó a Carlo Ginzburg a comparar el papel del historiador con el papel del juez en

cuanto a la verificación de testimonios, recopilación de pruebas materiales y en

el establecimiento, en un caso, de una verdad histórica y en otro de una verdad

jurídica, verdades que debían estar plenamente identificadas una con la otra (Ver:

Ginzburg 1993).

La escuela marxista, de alguna forma, también buscó una justicia para quie-

nes no habían sido visibilizados en la Historia. En palabras del historiador inglés

Edward Palmer Thompson, hacer la historia de los vencidos era hacer la historia de

las clases subalternas o la historia desde abajo, es decir desde los obreros explotados

en la Inglaterra del siglo XIX (Thompson 1989, 197). Para los años 60, Thompson

consiguió estudios históricos críticos acerca del papel de los Estados nacionales y

la construcción de la tradición en los pueblos. Su obra más reconocida ha sido La formación de la clase obrera en Inglaterra (1963), en donde abordó la experiencia

de los obreros ingleses, dándole especial relevancia a la participación de los obreros

como sujetos activos de la historia. La idea de Thompson (citado por Sorgentini) era

recuperar para el conocimiento histórico:

[...] aspectos oscuros del pasado desatendidos por las concepciones dominantes, como el sentido de la economía “moral” de los pobres en el siglo XVIII, el impacto a largo plazo de la tradición jacobina inglesa, la racionalidad de las prácticas lúdicas y el consecuente reconocimiento de su entidad política (Sorgentini 2003, 103-128).

Este rescate de la tradición de los obreros permitió al historiador estudiar

a través de las tradiciones populares del siglo XVIII “[...] el substrato sobre el que

se conforma la clase como sujeto” (Sorgentini 2003,103-128). El estudio de las

tradiciones de los sujetos que no han sido parte de la Historia ha contribuido a

recuperar la memoria, en este caso, de las clases oprimidas por el capitalismo domi-

nante. Thompson divulgó la necesidad de escribir la historia desde abajo, historia

que remite a otros documentos que pueden rescatar la memoria sistemáticamente

olvidada por las clases altas y la historiografía (Rodríguez 2010). De esta manera

argumentaba la necesidad de construir a través de experiencias y tradiciones de

sujetos olvidados “otra historia” y una memoria histórica donde los sectores margi-

nados puedan reconocerse e identificarse.

De la misma escuela marxista-inglesa, Eric Hobsbawm criticó la tradición

en las estructuras de las sociedades por considerarla una invención de las elites

dominantes para crear una continuidad ficticia con el pasado (Hobsbawm y Ranger

2002, 8). Esa invención de la tradición ha sido utilizada por las elites para la cons-

trucción de la identidad nacional, fundamental en la articulación de una memoria

colectiva nacional. Por otra parte, Hobsbawm marca una clara diferencia entre

memoria e historia. Si bien, ha sido crítico de la utilización de fuentes orales para

la construcción de la historia, consideró que cada persona era el primer historiador

que existía de su propia vida por hacer inteligible el conocimiento que tenía de su

pasado (Hobsbawm 2001, 12). La principal crítica que este autor hizo de la oralidad

fue en razón a lo fragmentaria que puede resultar la memoria de los seres humanos

al momento de narrar hechos resultando ser un engaño para la historia (Cf. Fraser

1993,72-92). Por el contrario, la Historia es una ciencia preocupada por la recupe-

ración de los datos, su sistematización crítica y el establecimiento de causalidades

para su escritura, la Historia no deja al azar lo que la memoria si puede dejar. En

consecuencia la historia así tenga una razón instrumental es una construcción

científica a diferencia de la memoria que suele ser espontanea. Un debate entre

memoria e historia, entre la oposición o la complementariedad que continúa con la

Escuela de los Annales de la tercera generación.

Al francés Pierre Nora se lo reconoce por ser quien acuñó el concepto “memo-

ria histórica”. Nora y su colega el también francés Jaques Le Goff desarrollaron la

llamada Historia de las Mentalidades con estudios enfocados en las representacio-

nes colectivas y las estructuras mentales de las sociedades. Para Nora (entrevistado

por Corradini):

La memoria es el recuerdo de un pasado vivido o imaginado. Por esa razón, la memoria siempre es portada por grupos de seres vivos que experimentaron los hechos o creen haberlo hecho. La memoria, por naturaleza, es afectiva, emotiva, abierta a todas las transformaciones, inconsciente de sus sucesivas transformacio-nes, vulnerable a toda manipulación, susceptible de permanecer latente durante largos períodos y de bruscos despertares. La memoria es siempre un fenómeno colectivo, aunque sea psicológicamente vivida como individual (Nora 2006).

Según este autor, la memoria es imaginativa y no tiene el rigor científico que

sí posee la Historia. En contraposición a la memoria el autor afirma que:

[…] la historia es una construcción siempre problemática e incompleta de aquello que ha dejado de existir, pero que dejó rastros. A partir de esos rastros, controla-dos, entrecruzados, comparados, el historiador trata de reconstituir lo que pudo pasar y, sobre todo, integrar esos hechos en un conjunto explicativo (Nora 2006)

Pierre Nora planteó que la Historia es pública porque congrega a los indivi-

duos en torno a la nación, mientras la memoria es de ámbito privado, razón por la

cual disgregaría la conformación nacional. En este aspecto, el autor remarca que

están apareciendo cada vez más memorias de quienes quieren ponerse por encima

de la historia y de la justicia presentándose como la verdad. Nora representa la

nostalgia que produce la pérdida de la historia oficial, la cual permitía educar y

congregar a la nación francesa sobre valores, hechos y significados que él considera

son propios del francés (Nora 2006).

Su obra más reconocida es Los lugares de la memoria (1992); obra escrita

para conmemorar el bicentenario de la Revolución Francesa, donde estableció junto

con un centenar de historiadores los hechos significativos de la memoria colectiva

de la nación francesa en más de dos siglos. Los lugares de memoria son los restos

que dejan los seres humanos definidos por Nora como:

[…] la forma extrema bajo la cual subsiste una conciencia conmemorativa en una historia que la solicita porque la ignora […] Museos, archivos, cementerios y colecciones, fiestas, aniversario, tratados, actas, monumentos, santuarios, asociaciones, son los cerros testigos de otra época, de las ilusiones de eternidad (Nora 2008, 24).

Este historiador plantea una oposición entre memoria e historia y sugiere la

necesidad de que la Historia “avasalle a la memoria”. Dice Nora: “en el corazón de

la historia, trabaja un criticismo destructor de memoria espontánea. La memoria

siempre es sospechosa para la historia, cuya misión verdadera es destruirla y repri-

mirla” (Nora 2008, 21). Estas razones que el autor argumenta de darle una supre-

macía a la Historia sobre la generación de memoria colectiva parecen encauzadas

por una tradición positivista que ha influenciado los estudios historiográficos de

quienes han escrito en favor de los “vencedores”.

Jaques Le Goff escribió el libro Historia y memoria (1977), un texto sobre

el tiempo la memoria y la historia (Cf. De La Cuesta 1998, 203-246). Además es-

cribió la obra El orden de la memoria. El tiempo como imaginario (1991), donde

realizó un recorrido histórico de la sociedad occidental y algunas sociedades

extra europeas. En este texto, el autor expuso desde las edades míticas hasta la

contemporaneidad, cómo las sociedades han hecho para conservar y transmitir la

memoria colectiva. Le Goff más que oposición, planteó la posibilidad de integrar

la memoria (colectiva) con la Historia, siendo la “historia el proceso científico de

la memoria colectiva” (Le Goff 1991, 157). En razón a este concepto, él consideró

que la “memoria histórica” es el estudio histórico que se realiza de la memoria

colectiva de las sociedades.

Memoria colectiva que si bien, ha sido manipulada por los centros de poder,

cada vez más ha representado un espacio de lucha de los grupos minoritarios. Para

este autor:

[…] la memoria colectiva ha constituido un hito importante en la lucha por el poder conducida por las fuerzas sociales. Apoderarse de la memoria y del olvido es una de las máximas preocupaciones de las clases, los grupos, de los individuos que han dominado y dominan las sociedades históricas (Le Goff 1991, 133).

Estas ideas que están encaminadas hacia la complementariedad entre memo-

ria e historia, hacen parte de la tercera corriente que ha buscado explicar el concepto

memoria histórica, donde se destaca el filósofo francés Paul Ricoeur. Este exponen-

te de la filosofía contemporánea fue influenciado por la fenomenología de Edmond

Husserl y el existencialismo de Karl Jaspers. Hizo parte de la Escuela de los Annales

en los años sesenta, criticando la deshumanización del estructuralismo en la investi-

gación científica y abogando por una historia social y de las mentalidades. Dos

de sus obras Historia, memoria y olvido (2000) y La lectura del tiempo pasado: memoria y olvido (1999), exponen conceptos como memoria individual, memoria

colectiva, perdón, olvido y memoria histórica. Según Ricoeur (2000, 128-129):

[...] En primer lugar, [la memoria personal o individual] parece que es radical-mente singular. Puede decirse incluso, de la mano de Locke, que la memoria constituye por sí sola un criterio de la identidad personal. Mis recuerdos no son los vuestros. No pueden transferirse los recuerdos de uno a la memoria de otro. [...] En segundo lugar, el vínculo original de la conciencia del pasado reside en la memoria. Desde Agustín, sabemos y comentamos que la memoria es el presente del pasado [...] la memoria garantiza la continuidad temporal de la persona. Esa continuidad entre el pasado y el presente me permite remontarme sin solución de continuidad desde el presente vivido hasta los acontecimientos más lejanos de mi infancia [...]. Finalmente y en tercer lugar, a la memoria se vincula el sentido de la orientación en el paso del tiempo; orientación en doble sentido, del pasado hacia el futuro; por impulso hacia atrás, en cierto modo, según la flecha del tiempo del cambio, y también del futuro hacia el pasado, según el movimien-

to inverso de tránsito de la espera hacia el recuerdo, a través del presente vivo [...].

Este autor al mencionar que mediante la memoria el sujeto transita del pre-

sente al pasado, hace referencia a que siendo esto una paradoja (Ricoeur 2010, 25),

la memoria le da una continuidad al ser humano en el tiempo. Si bien la memoria

individual tiene unas características particulares, ésta se va construyendo en las

relaciones sociales existentes entre los individuos. Se fundamenta en Halbwachs

para explicar algunas características que se le atribuyen a la memoria colectiva: en

primera medida, los individuos no recuerdan solos sino con ayuda de los recuerdos

de otros; y que los recuerdos se encuentran inscritos en relatos colectivos que a

su vez, son reforzados mediante conmemoraciones y celebraciones públicas de

los acontecimientos vividos en el curso de la historia, de los grupos a los que perte-

necen los seres humanos. “La ritualización de lo que podemos llamar «recuerdos

compartidos» legitima a Halbwachs para convertir cada «memoria individual [...]

en un punto de vista de la memoria colectiva” (Ricoeur 1999, 17).

La ritualización de los recuerdos compartidos, la cual se realiza con conme-

moraciones y fiestas públicas es una forma para que el Estado-nacional cree identi-

dades de los ciudadanos con hechos contados como parte de la Historia oficial. El

autor entiende, que si bien, como parte del sujeto existe una memoria individual

y colectiva puede haber una analogía entre las dos, en cuanto al carácter propio,

continuidad y polaridad pasado-futuro (Ricoeur 1999, 18) y así mismo la memoria

colectiva sería considerada una especie de personalidad de rango superior.5

Ricoeur también habla de la existencia de una traslación entre la memoria

individual y colectiva explicando que “pasamos de la memoria individual a la

memoria colectiva, tránsito perfectamente legítimo, en la medida que, gracias al

lenguaje, las memorias individuales se superponen con la memoria colectiva” (Ri-

coeur 2010, 20-28). Para que se presente este tránsito resulta fundamental el len-

guaje, el cual permite que haya relaciones de los distintos significados individuales

de los sujetos existiendo una intersubjetividad de significados superpuesta con la

memoria colectiva. De esta manera, “[...] la memoria colectiva descansa sobre una

ligazón de memorias individuales, lo que se explica por la pertenencia de cada una

a una multitud de colectividades, que son otros tantos ámbitos de identificación

colectiva e individual” (Ricoeur 2010, 20-28).

La relación que plantea este filosofo entre memoria e Historia es de comple-

mentariedad y clara oposición al discurso establecido por Nora, que es excluyente

de la participación de las memorias de individuos y pueblos vencidos en la Historia.

Al contrario, el filósofo tiene una visión incluyente de las víctimas, comprendiendo

que en la construcción de “memoria histórica” debe haber una complementariedad

dialéctica entre memoria e historia, es decir que el conocimiento histórico tenga una

función crítica sobre la memoria y a su vez la memoria permita ampliar el espectro

de conocimiento de la historia (Ricoeur 2000).

En este mismo plano, se encuentra Elizabeth Jelin, luchadora contra el

régimen dictatorial que gobernó a Argentina entre 1976-1983. Jelin plantea que

en referencia a las memorias colectivas existe una lucha política de por medio.

En el pasado y en el presente las fuerzas dominantes que originaron los estados

nacionales condicionaron la memoria de los pueblos, por tal razón, se plantea una

lucha por las memorias y los olvidos entre los centros de poder y quienes se expre-

san a través de las memorias alternativas y/o defienden estas iniciativas. Estos

son los emprendedores y emprendedoras de la memoria, quienes en sus acciones

tienen un carácter social colectivo, estableciendo su proyecto e involucrando a

otros sujetos que generen nuevas ideas buscando recuperar, evidenciar y divulgar

las memorias alternativas (Jelin 2002, 48). De esta manera, la Historia escrita

por los vencedores podrá contrastarse por las memorias-historias de los vencidos

dejando un legado para el presente y el futuro de las sociedades oprimidas.

El debate en la historiografía ha llevado a preguntarse por el papel que

debe tener la memoria en el uso de la historia. De esta manera, temas como la

transmisión de la memoria, el uso de la memoria colectiva y el olvido, el papel de

la tradición en la edificación de una memoria colectiva así como la justicia de las

víctimas como parte de la lucha por una memoria histórica son temas abordados

por historiadores y otros intelectuales de otras ramas de las ciencias sociales y hu-

manas. La necesidad es que estos debates no solo se queden en Europa sino que

hagan parte de las discusiones académicas de otros lugares del mundo como es el

caso colombiano.

Algunos trabajos de memoria en Colombia y cons-trucción de memoria histórica razonada desde las víctimas del conflicto armado interno

En América Latina, tras las dictaduras militares, los casos de Argentina, Chile,

Perú y Nicaragua entre otros, son emblemáticos del papel que ha desempeñado

los movimientos de víctimas y de Derechos Humanos en el esclarecimiento de

la verdad, la justicia y la reparación individual y colectiva.6 Según el jurista Juan

Méndez la importancia de las memorias de víctimas radica en:

El esclarecimiento de sucesos que han sido deliberadamente mantenidos en las sombras, la valoración de la verdad por encima de las mentiras y el reconocimien-

to de que las víctimas de los abusos de poder merecen que sus sufrimientos sean recordados (Perotin-Dumon 2007, 3).

No todos estos procesos de memoria tienen el sentido altruista que menciona

Méndez. Existen procesos en varios países que han sido llevados a cabo por parte

del Estado para mantener una imagen internacional, pero sin esclarecer la verdad,

aplicar la justicia a los victimarios y reparar adecuadamente a las víctimas.

Este puede ser el caso de Colombia, donde las iniciativas que valoran la

memoria de las víctimas han sido escasas y en muchas ocasiones coordinadas por

una razón utilitarista. Sólo a partir de le Ley 975 de 2005 (Ley de Justicia y Paz)

y en el contexto de la desmovilización de paramilitares,7 el Estado creó la CNRR

que delegó al Grupo de Memoria Histórica, en la actualidad Centro de Memoria

Histórica (CMH), para realizar informes sobre las razones del surgimiento y evolu-

ción de los grupos armados ilegales. El objetivo de CMH es construir “memoria

histórica del conflicto armado a partir de casos emblemáticos”8 (Sánchez et al.

2009, 24), produciendo textos que evidencien hechos violentos sufridos por las

víctimas como masacres, asesinatos selectivos, desapariciones forzadas, torturas,

despojos de tierras y desplazamientos forzados entre otros crímenes realizados

por los actores armados.9 El CMH como una síntesis de todas sus producciones

publicó el informe ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad (2013),

allí se reconoce el valor que tiene la memoria en un país que continúa en conflicto,

marcándose la diferencia con procesos de recuperación de memoria histórica vivi-

dos en otros países en postconflicto. Una tensa lucha entre el reconocimiento y el

olvido que juega un papel trascendental en la sociedad futura que se construye en

el presente. El informe muestra que desde 1958 hasta 2012 han habido 220.000

víctimas mortales a causa del conflicto armado interno vigente en el país (Sánchez

et. al 2013, 20).

Por su parte, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugia-

dos (ACNUR) publicó: Para que se sepa hablan las personas desplazadas en Colombia, recopilación de las historias de vida de víctimas del conflicto en el país

(Lois 2007). Entre las iniciativas impulsadas por Organizaciones No Gubernamen-

tales (ONG), se destaca el libro Hoja de Cruz. La memoria de lo que no se debe repetir de la comunidad Kankuama donde se han documentado los asesinatos de

indígenas entre 1982 y 2005 desde las voces de los familiares de las víctimas (Uribe

et al. 2009, 38). También la revista Noche y Niebla del Centro de Investigación y

Educación Popular (CINEP) denuncia a través de testimonios de víctimas violacio-

nes de derechos humanos realizadas en el marco del conflicto armado colombiano

desde 1996 hasta 2010 (CINEP 2010).

Otro archivo de recuperación de memoria histórica de víctimas, en este caso

de crímenes de Estado, es Proyecto Colombia Nunca Más (2012), del Movimiento

de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE). También está el trabajo Tácticas y estrategias para contar. Historias de la gente sobre conflicto y reconciliación en Colombia (2010) del Centro de Competencia en Comunicación para América Latina

que les ha otorgado voz a las víctimas en la lucha por la divulgación de testimonios

frente a centros de poder imperantes como organismos del Estado y los medios

masivos de comunicación (Franco, Nieto y Rincón 2010, 6).

Existen otras iniciativas que resaltan el papel de mujeres víctimas del conflic-

to como La Red de Mujeres Narrar para vivir, de la Red Nacional de Iniciativas de

Paz y contra la Guerra (REDEPAZ); El Instituto de Mujeres por la Paz (IMP) que

ha recogido testimonios libres de mujeres antes del 2005 y que a partir de la Ley

de Justicia y Paz, más de la mitad de las mujeres se negaron a seguir participando

por el temor a las persecuciones contra sus vidas; y Los Informes de la Mesa de Trabajo Mujer y Conflicto que ha complementado la recopilación de testimonios

de mujeres con información producida por investigaciones académicas (Uribe et al.

2009, 63-64).

Si bien existen otros trabajos sobre recuperación, construcción y divulgación

de las memorias, se ha generado una delicada tendencia del Estado en liderar

o vigilar estos procesos por ser un actor del conflicto en cuanto a su acción y/o

omisión. La CNRR ha promovido que la “memoria histórica” sea un escenario para

el diálogo, la negociación y el reconocimiento de las diferencias con miras a un

proyecto democrático e incluyente de superación del conflicto armado, así como la

búsqueda de verdad, justicia y reparación en un contexto de reconciliación nacional

(Sánchez et al. 2009, 26). A pesar del proyecto contener una plataforma de justicia

transicional,10 llevada a cabo en otros países en épocas de post-conflicto, en el

presente proceso se generan dudas por establecerse en plena vigencia del conflicto

armado interno y sin la adecuada participación y reconocimiento de las víctimas.

Por el contrario, el proceso se ha llevado a cabo dándole prioridad a las versiones

de los victimarios quienes han relatado los vejámenes cometidos, estableciendo

discursos por conveniencia para adquirir prebendas por parte del Estado colombia-

no sin poder establecer una verdad ni jurídica ni histórica.

A partir del anterior contexto y en la investigación sobre trayectorias de vícti-

mas se pretendió construir una “memoria histórica razonada e incluyente” de las

víctimas marginadas por el conflicto armado interno que vive el país y silenciadas

y/u olvidadas desde centros de poder. La memoria histórica razonada se enmarca

en la corriente que promueve la complementariedad de la memoria y la historia y

estaría contrastando métodos tradicionales del cientificismo positivista, que como

se mencionó antes no le da la importancia que merecen los documentos orales para

la construcción de la Historia.

Pierre Vilar siempre se preocupó por una Historia, “análisis, por la coheren-

cia de la historia entendida antes que nada como un modo de pensar [...]”, (Vilar

2004, 9); es decir una “historia razonada” que estaba en contradicción del método

tradicional establecido por el positivismo. Vilar consideraba un engaño hacerse

llamar objetivo siendo más o menos partidista (Vilar 1988, 7-33). El rescate de la

subjetividad de quienes construyen la historia permite establecer cambios teóricos,

metodológicos y temáticos en la construcción de una historia apoyada por memoria

participativa de sectores marginados. Por tal razón y optando por una historia

contemporánea alternativa, en la investigación se intentó fortalecer el trabajo de

complementariedad entre Historia y Memoria a través de “memoria histórica razo-

nada”. Esta labor se puede dar mediante la acción política de quienes construyen la

memoria colectivamente:

La memoria histórica razonada que se pretende construir no es un simple ejercicio de recuerdo o rememoración, sino un producto de valoración crítico-analítica, que pueda convertirse en herramienta prospectiva para superar el pasado recordado como hecho doloroso, poniéndolo en acción para la construcción del futuro desde el presente (Suárez, Ardila, Báez y Rueda 2010, 18).

Se busca que las víctimas comprendan la realidad histórica que han vivido,

razonen acerca de su pasado y contribuyan a la construcción del futuro como acto-

res protagónicos de la sociedad del presente.

Ricoeur, citado por Rodríguez, propone que la relación entre la construcción

de los discursos de la memoria y la historia sea dialéctica: “[Existiendo] narrativas

de primer orden, la de los testigos y de segundo orden, la de los historiadores. Esta

última implica un ejercicio sobre ella misma y sobre la veracidad de la narrativa

de primer orden” (Rodríguez 2010). Si bien, el historiador realiza un ejercicio de

veracidad y complementario del relato de las víctimas, son las mismas víctimas

quienes como dice Hobsbawm son los primeros historiadores. De esta manera,

quienes tienen mayor conocimiento de los acontecimientos vividos al construir una

biografía, una historia de vida o una trayectoria de vida, en fin utilizar el método

biográfico, es la misma persona que cuenta su vida a través de su propia historia.

Asimismo, Mallimaci y Giménez reafirman el argumento que pone en relevancia a

quienes relatan sucesos biográficos:

En lugar de los términos “narrador y entrevistador” o “investigador e investigado” y otros similares, usamos los de “historiador” (de quien es la vida que se historia) y “cohistoriador” (aquel que comparte con el historiador la historia cuando es na-rrada) y que establece con él la relación en la que la historia se hace tal (Mallimaci y Giménez 2006, 40).

Esta última concepción fortalece el interés de darle trascendencia a las

narraciones de las víctimas, quienes también son “historiadoras”, y revalida que sus

memorias-historias deben ser complementadas por “co-historiadores” mediante la

triangulación de los datos, la comprensión del contexto, la utilización y construcción

de conceptos y la crítica y el análisis de la información.

Para la investigación, teniendo en cuenta a Jelin la memoria es un espacio

de lucha política, donde el investigador realiza una acción colectiva emprendiendo

trabajos de la memoria que favorecen la lucha contra silencios y olvidos sufridos por

grupos minoritarios (Jelin 2002, 60). En este caso, la lucha política y reivindicativa

es de las víctimas del desplazamiento forzado que en compañía de los investigadores

construyen “memoria histórica razonada e incluyente”, resistiendo frente a margi-

naciones, negacionismos, silencios y olvidos generados por los centros de poder e

instituidos en la sociedad contemporánea.

Entendiendo la memoria de esta forma, se legitima el proceso memorístico

emprendido desde las minorías, en el caso de esta investigación, desde las víctimas

del conflicto armado interno colombiano. Cabe señalar, que estos procesos de rei-

vindicación de las memorias como un acto de lucha política no solo pueden quedar-

se en el plano de la visibilidad estatal. Debido a la importancia de estos dos objeti-

vos, reivindicación y lucha, estas memorias deben trascender y evidenciar cambios

y permanencias existentes en la vida de las víctimas que deben relacionarse con

procesos históricos. Si puede llegarse a este propósito y las mismas personas que

relatan sus memorias comprenden la dimensión de lo sucedido en sus vivencias,

podrá construirse una “memoria histórica” con razonamiento crítico; de lo contra-

rio se estaría haciendo una utilización de las víctimas con fines personalistas y se

contribuiría a silenciarlas y olvidarlas una vez más.

Conclusiones

Hay tres tendencias en las Ciencias Sociales que relacionan la memoria y la historia.

En primera medida una de oposición al desarrollarse cada concepto en campos

disciplinares distintos: la memoria en la Sociología y la historia en la historiografía.

Una segunda corriente que estableció la memoria como crítica a la historia a partir

de las problemáticas vividas en la modernidad. Y una tercera tendencia que plantea

la posibilidad de una articulación entre memoria e historia que lleven hacia la acción

social, política y reivindicativa en académicos, organizaciones y movimientos de

víctimas. Si bien, el debate entre memoria e historia debe continuar en diversos

espacios académicos europeos, en Latinoamérica y especialmente en Colombia se

debe aportar con mayor asiduidad en la construcción del concepto memoria históri-

ca.

Una construcción teórico-metodológica que permita incluir a las víctimas,

así como a otros sectores de la sociedad civil y de esta manera colectivamente ra-

zonar sobre eventos atroces buscando soluciones en aras de una transformación

social. En ese sentido, los testimonios que narran las víctimas pueden adquirir

una trascendencia para la sociedad contemporánea, en la medida en que puedan

ser recopilados, registrados y divulgados libremente y no hagan parte de políticas

de silenciamientos y olvidos promovidas desde centros de poder. Hacer esto

supone revalorar los discursos y relatos particulares, donde las víctimas al narrar

y ser escuchadas no sólo re-significan los hechos violentos vividos, sino que

evitan culpabilidades y re-victimizaciones generadas a través de negacionismos y

silenciamientos.

De esta manera, el país afrontaría un triple reto: primero, adelantar caminos

académicos en busca de ampliar campos investigativos desde la interdisciplinarie-

dad y la transdisciplinariedad que permitan tener una visión holística de la proble-

mática de las víctimas y del conflicto armado colombiano; segundo, construir

memoria histórica razonada como una opción real de verdad, justicia, reparación

y garantías de no repetición de los hechos sucedidos y; tercero, difundir mediante

la creación de medios alternativos los relatos de quienes en el presente tienen las

herramientas más eficaces para la construcción de una paz justa y duradera como

son las propias víctimas del conflicto armado interno colombiano.

Referencias

Agustín. 2010. Confesiones. Madrid: Editorial Gredos.

Centro de Investigaciones de Educación Popular-CINEP. 2010. Noche y Niebla, http://www.nocheyniebla.org/node/75

Centro de Memoria Histórica. 2012. “Informes”, http://www.centrodememoriahis-

torica.gov.co/

“Colombia conmemoró día de las víctimas del conflicto”. 2012. Elespectador.com,

[Bogotá], abril 9, http://www.elespectador.com/noticias/paz/articulo-337112-co-

lombia-conmemoro-dia-de-memoria-de-victimas-del-conflicto

Corradini, Luisa. 2006. “No hay que confundir memoria con historia,

dijo Pierre Nora, Entrevista a Pierre Nora”, La Nación, http://www.lanacion.-

com.ar/788817-no-hay-que-confundir-memoria-con-historia-dijo-pierre-nora

De La Cuesta, Josefina. 1998. “Historia y memoria. Un estado de la cuestión”. Revis-ta Ayer. 32: 203-246, http://www.ahistcon.org/PDF/numeros/ayer32_Memoriae-

Historia_Cuesta.pdf

De Murcia, Antonio. 2007. “Memoria histórica de la Edad Media e idea de tradi-

ción en Menéndez Pidal y Américo Castro”. Res Pública. 17: 309-328, http://revis-

tas.um.es/respublica/article/view/60971/58731

“Día nacional de la memoria por la verdad y la justicia”. 2012. País 24, [Argentina],

marzo 24, http://www.pais24.com/index.php?go=n&id=185374

Giraldo, Javier. 2012. Agosto 30. Entrevista a, Universidad industrial de Santander.

Entrevistadores: Esaú Ardila, Diana Novoa y Juan Rueda.

Ferrari, Neida. 1973. “Positivismo e Historia”. UNCU. 9: 79-114, http://bdigital.un-

cu.edu.ar/objetos_digitales/4465/81-cuyo-1973-tomo-09.pdf

Franco, Natalia, Patricia Nieto y Omar Rincón. 2010. Tácticas y estrategias para contar. Historias de la gente sobre conflicto y reconciliación en Colombia. Bogotá:

Centro de Competencia en Comunicación para América Latina Friedrich Ebert

Stiftung.

Fraser, Ronald. 1993. “La historia oral como historia desde abajo”. Ayer. 12: 72-92,

http://www.ahistcon.org/PDF/numeros/ayer12_LaHistoriografia_.RuizTorres.pdf

Ginzburg, Carlo. 1993. El juez y el historiador: consideraciones al margen del proceso Sofri. Madrid: Anaya y Mario Muchnik.

Halbwachs, Maurice.1968. “Memoria colectiva y memoria histórica”. REIS.

95:209-219, http://www.reis.cis.es/REISWeb/PDF/REIS_069_12.pdf

Halbwachs, Maurice.1991. “Fragmentos de la memoria colectiva”. La revista de cultura psicológica. 1: 1-11

Halbwachs, Maurice.2004. Los marcos sociales de la memoria. España: Editorial

Anthropos, Chile: Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Concepción,

Venezuela: Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central.

Hobsbawm, Eric y Terence Ranger. 2002. La invención de la tradición. Barcelona:

Editorial Crítica

Hobsbawm, Eric.1992. Historia del siglo XX. Barcelona: Editorial Crítica.

Hobsbawm, Eric.2001. La Era del Imperio, 1875-1914. Barcelona: Editorial Crítica.

Huici, Vicente. 2002. “La memoria colectiva y el tiempo por Maurice Halbwachs”,

UNED, http://www.uned.es/ca-bergara/ppropias/vhuici/mc.htm

Jedlowski, Paolo. 2000. “La sociología y la memoria colectiva”. En: Memoria colec-tiva e identidad nacional, eds. Alberto Rosa, Guglielmo Bellelli, David Bakhurst,

123-134. Madrid: Biblioteca Nueva.

Jelin, Elizabeth.2002. Los trabajos de la memoria. España: Siglo XXI editores.

Le Goff, Jaques.1991.El orden de la memoria. El tiempo como imaginario. Barcelo-

na: Editorial Paidos.

Lois, Anne. 2007. ParAa que se sepa: Hablan las personas desplazadas en Colom-bia. Bogotá: Consejo Noruego de Refugiados y Observatorio de Desplazados Inter-

nos.

Mallimaci, F. y Giménez, B. 2006. “Historias de vida y método biográfico”. En

Estrategias de Investigación Cualitativa, eds. Irene Vasilachis, 33-58. Barcelona:

Editorial Gedisa.

Martín, Fernando. 2010. Entrevista a Josefina Cuesta Bustillo. Pliegos de yuste. 12:

5-10, http://www.pliegosdeyuste.eu/n1112pliegos/pdfs/5-10.pdf

Mendoza Jorge. 2008. “El pasado en disputa: Historia y memoria como marcos

de la enseñanza”. Notas: Boletín electrónico de investigación de la comunidad Oxa-queña de Psicología, 1:155-171, http://www.conductitlan.net/notas_boletin_inves-

tigacion/60_memoria_colectiva.pdf

Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado-MOVICE. 2012. “Colombia Nunca

Más. Memoria de crímenes de lesa humanidad”, http://www.movimientodevicti-

mas.org/~nuncamas/index.php

Namer, Gérard. 2004. “Postfacio”. En: Los marcos sociales de la memoria, eds.

Manuel Baeza y Michel Mujica, 345-428. España: Anthropos; Chile: Facultad de

Ciencias Sociales de la Universidad de Concepción; Venezuela: Facultad de Ciencias

Económicas y Sociales de la Universidad Central.

Nora, Pierre. 2008. Les lieux de mémoire, Montevideo: Trilce.

Perotin- Dumon, Anne. 2007. “Verdad. Justicia y Memoria.

Introducción”. En Historizar el pasado vivo en América Latina,

h t tp ://www.his tor izare lpasadovivo .c l/es_resul tado_textos .php?-

categoria=Verdad%2C+justicia%2C+memoria&titulo=Introducci%F3n

República de Colombia, Congreso de la Republica de Colombia, Ley 1448 de 2011,

“Ley de Víctimas”. En Diario oficial, núm. 48.096, 10 de junio de 2011.

República de Colombia, Congreso de la República de Colombia. Ley 975 de 2005,

“Ley de Justicia y Paz”, en Diario Oficial, núm. 45.980, 25 de julio de 2005.

República de Colombia, Corte Constitucional de la Republica de Colombia. 2005.

Sentencia T-025. Magistrado ponente Manuel Cepeda Espinoza.

Ricoeur, Paul. 1999. La lectura del tiempo pasado: memoria y olvido. Madrid:

Ediciones de la Universidad Autónoma de Madrid.

Ricoeur, Paul. 2000. La memoria, la historia y el olvido. Buenos Aires: Fondo de

Cultura Económica de Argentina.

Ricoeur, Paul: 2010. “Introducción. Definiciones Definición de la memoria desde un

punto de vista filosófico”. ¿Por qué Recordar?, Foro Internacional de memoria, Dir.

Oscar, Molina, 20-28. Paris: Ediciones Granica.

Riego, Inés. 2008. “Recordando a Henri Bergson: una conexión necesaria

entre mística moral y filosofía”. Veritas. Revista de Filosofía y Teología.

19: 293-329, http://www.revistaveritas.cl/wp-content/uploads/2011/11/05-Re-

cordando-a-Henri-Bergson....pdf

Rodríguez, Sandra, 2010. La memoria de la Investigación Histórica. Ponencia pre-

sentada en el XV Congreso Colombiano de Historia, Julio 26-30, Bogotá, Colombia.

Roldan, Mary.1999. “Museo Nacional, fronteras de la identidad y el reto de la globa-

lización”. En: Museo memoria y nación. Misión de los museos nacionales para los ciudadanos del futuro, eds. Gonzalo Sánchez, María Wills, 99-116. Bogotá: Ministe-

rio de Cultura, Museo Nacional de Colombia, Instituto de Estudios Políticos y Rela-

ciones internacionales-IEPRI de la Universidad Nacional de Colombia, Instituto

Colombiano de Antropología e Historia-ICANH, Programa de las Naciones Unidas

para el Desarrollo-PNUD.

Rojas, Johana. 2013. “9 de abril un día para las víctimas”, Periferia. Miradas de Popayán y el Cauca, http://periferiapopayan.wordpress.-

com/2013/04/15/9-de-abril-un-dia-para-las-victimas/

Sánchez, Gonzalo, Absalón Machado, Álvaro Camacho, Andrés Suárez, Fernán

González, Iván Orozco, Jesús Abad Colorado, Jorge Restrepo, León Valencia,

María Victoria Uribe, María Emma Wills, Martha Nubia Bello, Pilar Gaitán, Pilar

Riaño, Rodrigo Uprimny, Tatiana Rincón. 2009. Recordar y Narrar el Conflicto. Herramientas para reconstruir memoria histórica. Bogotá: Editorial Fotoletras.

Sánchez, Gonzalo, Absalón Machado, Álvaro Camacho, Andrés Suárez, César, Caba-

llero, Fernán González, Iván Orozco, Jesús Abad Colorado, Jorge Restrepo, León

Valencia, Luis Carolos Sánchez, María Victoria Uribe, María Emma Wills, Martha

Nubia Bello, Nubia Herrera, Patricia Linares, Paula Andrea Ila, Pilar Gaitán, Pilar

Riaño, Rodrigo Uprimny, Tatiana Rincón, Teófilo Vásquez. 2013. ¡Basta ya! Colom-bia: memorias de guerra y dignidad. Bogotá: Centro Nacional de Memoria.

Sanmartín, Israel. 2012. “La Memoria y la historia medievales como realidades

indisolubles”. Cuadernos de Estudios Gallegos.125: 259-272, http://estudiosgalle-

gos.revistas.csic.es/index.php/estudiosgallegos/article/view/346/353

Schwarzstein, Dora. 2001. Una introducción al uso de la historia oral en el aula.

Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Sorgentini, Hernán. 2003. “Reflexiones sobre la memoria y

autorreflexión de la historia”. Revista Brasileira de Historia.

4 5 : 1 0 3 - 1 2 8 , h t t p : / / w w w . s c i e l o . b r / s c i e l o . p h p ? s c r i p t = s c i _ a r t t e x -

t&pid=S010201882003000100005&lng=en&nrm=iso&tlng=es

Suárez, Ivonne, Esaú Ardila, Juan S Báez y Juan F Rueda. 2010. “Estudio de Trayec-

torias de Vida de Personas en Situación de Desplazamiento Forzado Interrelaciona-

das en el Barrio Café Madrid del Municipio de Bucaramanga”. Proyecto financiado

por Colciencias, Universidad Industrial de Santander y Compromiso.

Tafalla, Marta. 2003. “Recordar para no repetir: el nuevo imperativo categórico de T

W Adorno”. La ética ante las víctimas, eds. José, Mardones, Reyes, Mate. 126-154.

Barcelona: Anthropos.

Thompson, Edward.1989. La formación de la Clase Obrera en Inglaterra. Barcelo-

na: Editorial Crítica.

Uribe, María, Nicolás Salcedo y Adriana Correa.2009. Memorias en Tiempo de Guerra. Repertorio de iniciativas. Colombia: Punto a parte Editores.

Vilar, Pierre .1988. “Recuerdos y reflexiones sobre el oficio de historiador”.

Manuscrits. Revista d'historia moderna. 7:9-33, http://ddd.uab.cat/pub/manus-

crits/02132397n7p9.pdf

Vilar, Pierre.2004. Memoria Historia e Historiadores. España: Editorial Universi-

dad de Granada.

Wallerstein, Immanuel. 2006. Abrir las ciencias sociales. México: Editorial Siglo

XXI.

Yusta, Mercedes. 2002. “Historia oral, historia vivida. El uso de fuentes orales

en la investigación histórica”. Pandora: revue d etudes hispaniques. 2:235-244,

http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3160107

Juan Felipe Rueda Arenas 40H

iSTO

ReL

o. R

evis

ta d

e H

isto

ria

Reg

iona

l y L

oca

l ISS

N: 2

14

5-1

32

X [

vol 5

, No

. 10

] ju

lio -

dic

iem

bre

de 2

01

3

Memoria e Historia entre la división, la complemen-tariedad y la crítica

Uno de los primeros intelectuales que destacaron el papel de la memoria en estudios

de ciencias sociales fue el filósofo francés de origen judío Henri Bergson. Este autor

fue contestatario del positivismo cientificista (Riego 2008, 293-329); conceptuali-

zando la memoria desde un enfoque psicológico y espiritual mediante la “memoria

pura” y “la memoria habito” (Huici 2002).3 En su obra Materia y memoria (1886),

Bergson se valió de textos que explicaban la memoria de los individuos como eran

las Confesiones de San Agustín,4 además de influenciar estudios posteriores como

los del sociólogo también francés y de origen judío Maurice Halbwachs.

A Halbwachs, se le reconoce la construcción de los conceptos (y también la

escritura de los textos) Marcos sociales de la memoria (1925) y Memoria colectiva (1949) en el establecimiento de una sociología de la memoria (De La Cuesta 1998,

203-246). A partir del contacto con la sociología de Emile Durkheim, Halbwachs

concibió la memoria como un fenómeno colectivo y siempre vivido de forma social.

En consecuencia puede definirse la memoria colectiva como el conjunto de recuer-

dos de cada individuo. Está inscrita en marcos de referencia colectivos, los cuales

son referentes para la rememoración mediante el entorno y principalmente el

lenguaje (Jedlowski 2000, 123). Asimismo, Halbwachs destacó que en la memoria

colectiva se: [...] agrupan las memorias individuales, pero no se confunde con ellas. Esta (la

10. Según el Artículo 8 de la Ley 1448: “Entiéndase por justicia transicional los diferentes procesos y mecanis-

mos judiciales o extrajudiciales asociados con los intentos de la sociedad por garantizar que los responsables

de las violaciones contempladas en el artículo 3° [artículo donde se definen las víctimas] de la presente Ley,

rindan cuentas de sus actos, se satisfagan los derechos a la justicia, la verdad y la reparación integral a las

víctimas, se lleven a cabo las reformas institucionales necesarias para la no repetición de los hechos y la desar-

ticulación de las estructuras armadas ilegales, con el fin último de lograr la reconciliación nacional y la paz

duradera y sostenible (República de Colombia, Congreso de la República de Colombia 2011, Ley 1448, Art.11).

memoria colectiva) evoluciona siguiendo sus leyes, y si ciertos recuerdos indivi-duales penetran también algunas veces en ella, estos cambian de figura a partir de que son emplazados en un conjunto que no es ya una conciencia personal (Halbwachs 1991, 6).

Si bien Halbwachs reconoció la singularidad del carácter de la memoria como

parte de cada sujeto, él también argumentó que:

[…] eso que llamamos los marcos colectivos de la memoria serían el resultado, la suma, la combinación de los recuerdos individuales de muchos miembros de una misma sociedad. Estos marcos ayudarían, en el mejor de los casos, a clasificar, a ordenar los recuerdos de los unos en relación con los de los otros. Sin embargo, no explicarían la memoria misma, puesto que la darían por existente (Halbwachs 2004, 10).

Según este autor, estos marcos están mediados por el lenguaje, el espacio y el

tiempo y/o mediados por la memoria colectiva de la familia, la religión, y las clases

sociales y sus tradiciones (Ver: Halbwachs 2004). De esta manera, en cualquier

situación el ser humano se ve influenciado socialmente, por lo tanto, cualquier

representación o recuerdo establecido en su memoria hace parte de la memoria

colectiva de varios grupos a los cuales perteneció y que hacen parte de esos cuadros

de referencia socio-histórica que influencian la memoria del individuo.

Desde un punto de vista sociológico, las tesis de Halbwachs fueron innovado-

ras, pero estas mismas ideas recibieron críticas por parte de algunos historiadores.

Él no consideró que la Historia pudiera abarcar todo el acontecer humano pero

si relacionó a la memoria histórica como una construcción de historias de aconteci-

mientos significativos que favorecían la construcción de la historia nacional. En sus

concepciones se observa una oposición entre la memoria colectiva y la memoria

histórica afirmando que “si por memoria histórica se entiende la lista de los aconte-

cimientos cuyo recuerdo conserva la historia nacional, no es ella, no son sus marcos

los que representan lo esencial de lo que llamamos memoria colectiva” (Halbwachs

1968, 209-219). La memoria colectiva no solo haría parte de esa historia oficial sino,

como se expuso antes, de las relaciones sociales construidas por varios individuos

en diversos cuadros sociales.

Esta sociología de la memoria fue criticada por el historiador francés Marc

Bloch (fundador junto a Lucien Febvre de la Escuela de los Annales). Bloch utilizó la

memoria como categoría para la historia, además de estar de acuerdo en la propues-

ta de categorías de origen social situadas en el espacio y el tiempo. Como crítica, este

historiador consideró restringida la propuesta de Halbwachs centrada en los grupos

(la familia, la religión y la clase) y propuso ampliar el enfoque hacia la memoria jurí-

dica y el derecho consuetudinario (Sorgentini 2003, 103-128).

Marc Bloch fue uno de los primeros historiadores que llamó la atención

sobre la trascendencia que la memoria tenía como objeto de estudio y examen de

conciencia de la Historia; argumentaba que con la memoria podía estudiarse las

problemáticas históricas que se derivan de la transmisión de información surgida de

la tradición (Sorgentini 2003, 103-128). Esta posición contrariaba la historiografía

de su tiempo en donde la Historia solo se ocupaba de temas políticos, militares y he-

roicos. Bloch defendió el universalismo que debía tener la Historia la cual no debía

ser particularizada solo a hechos heroicos o nacionales. Comparando al sociólogo y

al historiador, Hernán Sorgentini destaca:

En Halbwachs: el universalismo de la historia resulta abstracto ya que, al no implicar una crítica al particularismo de las identidades de los grupos, termina tornando problemática la expresión “memoria histórica”, por no poder conciliar la objetividad del conocimiento con su función práctica; [mientras en ] Bloch, el intento de concebir una “memoria universalista” refiere a una idea de humanidad que se asienta sobre una perspectiva crítica de la tradición y en una concepción distinta del tiempo en la que el tiempo concreto y real es la materia misma de la historia (Sorgentini 2003,103-128).

No solo fue la Escuela de los Annales la que empezó a realizar críticas hacia

los objetos de la Historia, y al papel de la memoria y de la tradición en función de la

historia. La Escuela de Frankfurt de tendencia marxista, desarrolló una teoría crítica

que puso en tela de juicio los ideales de razón y el progreso planteados en el siglo

XVIII y XIX (Rodríguez 2010). La Escuela de Frankfurt esbozó la necesidad de la

memoria como crítica a la historia, en medio del contexto de las guerras mundiales

que dejaban un manto de duda en esa “evolución histórica” que pretendieron los

idealistas tiempo atrás.

Theodor Adorno alumno de Walter Benjamin fue uno de los intelectuales que

lideró el movimiento científico social de la Teoría Crítica. Adorno dejó un legado en

cuanto a la importancia de la memoria en períodos donde la población se ve someti-

da a un régimen autoritario. Asimismo consideró que el siglo XX [y en el XXI no

ha cambiado] representó un tiempo de contradicciones donde se promovían princi-

pios morales y éticos como la democracia, los derechos humanos, la protección

ambiental y la libertad en la creación estética, contrastados con una historia de tota-

litarismos, de violaciones a los mencionados derechos, de destrucción del medio

ambiente y de una creación estética que respondió en muchos casos al consumismo

imperante bajo las lógicas del mercado (Rodríguez 2010).

En razón de esta legítima crítica, Marta Tafalla argumentó la importancia del

legado de Adorno para el mundo académico y fundamentalmente para la visibilidad

de las víctimas:

En ese nuevo tiempo que fue inaugurado por el fascismo y en el que cualquier barbarie es posible, el verdadero imperativo moral es el de la memoria: tomar conciencia crítica del pasado y sobre todo conceder justicia a sus víctimas. Es im-posible construir un presente justo o esperar un futuro liberado de repeticiones del mal sin hacer justicia a quienes fueron víctimas en el pasado (Tafalla 2003, 126-154).

De esta manera, la memoria histórica desde las víctimas sería un acto de

justicia y no solo un consuelo, además de ser una necesidad histórica por represen-

tar una crítica a la Historia erigida por los vencedores. Una justicia que inclusive

llevó a Carlo Ginzburg a comparar el papel del historiador con el papel del juez en

cuanto a la verificación de testimonios, recopilación de pruebas materiales y en

el establecimiento, en un caso, de una verdad histórica y en otro de una verdad

jurídica, verdades que debían estar plenamente identificadas una con la otra (Ver:

Ginzburg 1993).

La escuela marxista, de alguna forma, también buscó una justicia para quie-

nes no habían sido visibilizados en la Historia. En palabras del historiador inglés

Edward Palmer Thompson, hacer la historia de los vencidos era hacer la historia de

las clases subalternas o la historia desde abajo, es decir desde los obreros explotados

en la Inglaterra del siglo XIX (Thompson 1989, 197). Para los años 60, Thompson

consiguió estudios históricos críticos acerca del papel de los Estados nacionales y

la construcción de la tradición en los pueblos. Su obra más reconocida ha sido La formación de la clase obrera en Inglaterra (1963), en donde abordó la experiencia

de los obreros ingleses, dándole especial relevancia a la participación de los obreros

como sujetos activos de la historia. La idea de Thompson (citado por Sorgentini) era

recuperar para el conocimiento histórico:

[...] aspectos oscuros del pasado desatendidos por las concepciones dominantes, como el sentido de la economía “moral” de los pobres en el siglo XVIII, el impacto a largo plazo de la tradición jacobina inglesa, la racionalidad de las prácticas lúdicas y el consecuente reconocimiento de su entidad política (Sorgentini 2003, 103-128).

Este rescate de la tradición de los obreros permitió al historiador estudiar

a través de las tradiciones populares del siglo XVIII “[...] el substrato sobre el que

se conforma la clase como sujeto” (Sorgentini 2003,103-128). El estudio de las

tradiciones de los sujetos que no han sido parte de la Historia ha contribuido a

recuperar la memoria, en este caso, de las clases oprimidas por el capitalismo domi-

nante. Thompson divulgó la necesidad de escribir la historia desde abajo, historia

que remite a otros documentos que pueden rescatar la memoria sistemáticamente

olvidada por las clases altas y la historiografía (Rodríguez 2010). De esta manera

argumentaba la necesidad de construir a través de experiencias y tradiciones de

sujetos olvidados “otra historia” y una memoria histórica donde los sectores margi-

nados puedan reconocerse e identificarse.

De la misma escuela marxista-inglesa, Eric Hobsbawm criticó la tradición

en las estructuras de las sociedades por considerarla una invención de las elites

dominantes para crear una continuidad ficticia con el pasado (Hobsbawm y Ranger

2002, 8). Esa invención de la tradición ha sido utilizada por las elites para la cons-

trucción de la identidad nacional, fundamental en la articulación de una memoria

colectiva nacional. Por otra parte, Hobsbawm marca una clara diferencia entre

memoria e historia. Si bien, ha sido crítico de la utilización de fuentes orales para

la construcción de la historia, consideró que cada persona era el primer historiador

que existía de su propia vida por hacer inteligible el conocimiento que tenía de su

pasado (Hobsbawm 2001, 12). La principal crítica que este autor hizo de la oralidad

fue en razón a lo fragmentaria que puede resultar la memoria de los seres humanos

al momento de narrar hechos resultando ser un engaño para la historia (Cf. Fraser

1993,72-92). Por el contrario, la Historia es una ciencia preocupada por la recupe-

ración de los datos, su sistematización crítica y el establecimiento de causalidades

para su escritura, la Historia no deja al azar lo que la memoria si puede dejar. En

consecuencia la historia así tenga una razón instrumental es una construcción

científica a diferencia de la memoria que suele ser espontanea. Un debate entre

memoria e historia, entre la oposición o la complementariedad que continúa con la

Escuela de los Annales de la tercera generación.

Al francés Pierre Nora se lo reconoce por ser quien acuñó el concepto “memo-

ria histórica”. Nora y su colega el también francés Jaques Le Goff desarrollaron la

llamada Historia de las Mentalidades con estudios enfocados en las representacio-

nes colectivas y las estructuras mentales de las sociedades. Para Nora (entrevistado

por Corradini):

La memoria es el recuerdo de un pasado vivido o imaginado. Por esa razón, la memoria siempre es portada por grupos de seres vivos que experimentaron los hechos o creen haberlo hecho. La memoria, por naturaleza, es afectiva, emotiva, abierta a todas las transformaciones, inconsciente de sus sucesivas transformacio-nes, vulnerable a toda manipulación, susceptible de permanecer latente durante largos períodos y de bruscos despertares. La memoria es siempre un fenómeno colectivo, aunque sea psicológicamente vivida como individual (Nora 2006).

Según este autor, la memoria es imaginativa y no tiene el rigor científico que

sí posee la Historia. En contraposición a la memoria el autor afirma que:

[…] la historia es una construcción siempre problemática e incompleta de aquello que ha dejado de existir, pero que dejó rastros. A partir de esos rastros, controla-dos, entrecruzados, comparados, el historiador trata de reconstituir lo que pudo pasar y, sobre todo, integrar esos hechos en un conjunto explicativo (Nora 2006)

Pierre Nora planteó que la Historia es pública porque congrega a los indivi-

duos en torno a la nación, mientras la memoria es de ámbito privado, razón por la

cual disgregaría la conformación nacional. En este aspecto, el autor remarca que

están apareciendo cada vez más memorias de quienes quieren ponerse por encima

de la historia y de la justicia presentándose como la verdad. Nora representa la

nostalgia que produce la pérdida de la historia oficial, la cual permitía educar y

congregar a la nación francesa sobre valores, hechos y significados que él considera

son propios del francés (Nora 2006).

Su obra más reconocida es Los lugares de la memoria (1992); obra escrita

para conmemorar el bicentenario de la Revolución Francesa, donde estableció junto

con un centenar de historiadores los hechos significativos de la memoria colectiva

de la nación francesa en más de dos siglos. Los lugares de memoria son los restos

que dejan los seres humanos definidos por Nora como:

[…] la forma extrema bajo la cual subsiste una conciencia conmemorativa en una historia que la solicita porque la ignora […] Museos, archivos, cementerios y colecciones, fiestas, aniversario, tratados, actas, monumentos, santuarios, asociaciones, son los cerros testigos de otra época, de las ilusiones de eternidad (Nora 2008, 24).

Este historiador plantea una oposición entre memoria e historia y sugiere la

necesidad de que la Historia “avasalle a la memoria”. Dice Nora: “en el corazón de

la historia, trabaja un criticismo destructor de memoria espontánea. La memoria

siempre es sospechosa para la historia, cuya misión verdadera es destruirla y repri-

mirla” (Nora 2008, 21). Estas razones que el autor argumenta de darle una supre-

macía a la Historia sobre la generación de memoria colectiva parecen encauzadas

por una tradición positivista que ha influenciado los estudios historiográficos de

quienes han escrito en favor de los “vencedores”.

Jaques Le Goff escribió el libro Historia y memoria (1977), un texto sobre

el tiempo la memoria y la historia (Cf. De La Cuesta 1998, 203-246). Además es-

cribió la obra El orden de la memoria. El tiempo como imaginario (1991), donde

realizó un recorrido histórico de la sociedad occidental y algunas sociedades

extra europeas. En este texto, el autor expuso desde las edades míticas hasta la

contemporaneidad, cómo las sociedades han hecho para conservar y transmitir la

memoria colectiva. Le Goff más que oposición, planteó la posibilidad de integrar

la memoria (colectiva) con la Historia, siendo la “historia el proceso científico de

la memoria colectiva” (Le Goff 1991, 157). En razón a este concepto, él consideró

que la “memoria histórica” es el estudio histórico que se realiza de la memoria

colectiva de las sociedades.

Memoria colectiva que si bien, ha sido manipulada por los centros de poder,

cada vez más ha representado un espacio de lucha de los grupos minoritarios. Para

este autor:

[…] la memoria colectiva ha constituido un hito importante en la lucha por el poder conducida por las fuerzas sociales. Apoderarse de la memoria y del olvido es una de las máximas preocupaciones de las clases, los grupos, de los individuos que han dominado y dominan las sociedades históricas (Le Goff 1991, 133).

Estas ideas que están encaminadas hacia la complementariedad entre memo-

ria e historia, hacen parte de la tercera corriente que ha buscado explicar el concepto

memoria histórica, donde se destaca el filósofo francés Paul Ricoeur. Este exponen-

te de la filosofía contemporánea fue influenciado por la fenomenología de Edmond

Husserl y el existencialismo de Karl Jaspers. Hizo parte de la Escuela de los Annales

en los años sesenta, criticando la deshumanización del estructuralismo en la investi-

gación científica y abogando por una historia social y de las mentalidades. Dos

de sus obras Historia, memoria y olvido (2000) y La lectura del tiempo pasado: memoria y olvido (1999), exponen conceptos como memoria individual, memoria

colectiva, perdón, olvido y memoria histórica. Según Ricoeur (2000, 128-129):

[...] En primer lugar, [la memoria personal o individual] parece que es radical-mente singular. Puede decirse incluso, de la mano de Locke, que la memoria constituye por sí sola un criterio de la identidad personal. Mis recuerdos no son los vuestros. No pueden transferirse los recuerdos de uno a la memoria de otro. [...] En segundo lugar, el vínculo original de la conciencia del pasado reside en la memoria. Desde Agustín, sabemos y comentamos que la memoria es el presente del pasado [...] la memoria garantiza la continuidad temporal de la persona. Esa continuidad entre el pasado y el presente me permite remontarme sin solución de continuidad desde el presente vivido hasta los acontecimientos más lejanos de mi infancia [...]. Finalmente y en tercer lugar, a la memoria se vincula el sentido de la orientación en el paso del tiempo; orientación en doble sentido, del pasado hacia el futuro; por impulso hacia atrás, en cierto modo, según la flecha del tiempo del cambio, y también del futuro hacia el pasado, según el movimien-

to inverso de tránsito de la espera hacia el recuerdo, a través del presente vivo [...].

Este autor al mencionar que mediante la memoria el sujeto transita del pre-

sente al pasado, hace referencia a que siendo esto una paradoja (Ricoeur 2010, 25),

la memoria le da una continuidad al ser humano en el tiempo. Si bien la memoria

individual tiene unas características particulares, ésta se va construyendo en las

relaciones sociales existentes entre los individuos. Se fundamenta en Halbwachs

para explicar algunas características que se le atribuyen a la memoria colectiva: en

primera medida, los individuos no recuerdan solos sino con ayuda de los recuerdos

de otros; y que los recuerdos se encuentran inscritos en relatos colectivos que a

su vez, son reforzados mediante conmemoraciones y celebraciones públicas de

los acontecimientos vividos en el curso de la historia, de los grupos a los que perte-

necen los seres humanos. “La ritualización de lo que podemos llamar «recuerdos

compartidos» legitima a Halbwachs para convertir cada «memoria individual [...]

en un punto de vista de la memoria colectiva” (Ricoeur 1999, 17).

La ritualización de los recuerdos compartidos, la cual se realiza con conme-

moraciones y fiestas públicas es una forma para que el Estado-nacional cree identi-

dades de los ciudadanos con hechos contados como parte de la Historia oficial. El

autor entiende, que si bien, como parte del sujeto existe una memoria individual

y colectiva puede haber una analogía entre las dos, en cuanto al carácter propio,

continuidad y polaridad pasado-futuro (Ricoeur 1999, 18) y así mismo la memoria

colectiva sería considerada una especie de personalidad de rango superior.5

Ricoeur también habla de la existencia de una traslación entre la memoria

individual y colectiva explicando que “pasamos de la memoria individual a la

memoria colectiva, tránsito perfectamente legítimo, en la medida que, gracias al

lenguaje, las memorias individuales se superponen con la memoria colectiva” (Ri-

coeur 2010, 20-28). Para que se presente este tránsito resulta fundamental el len-

guaje, el cual permite que haya relaciones de los distintos significados individuales

de los sujetos existiendo una intersubjetividad de significados superpuesta con la

memoria colectiva. De esta manera, “[...] la memoria colectiva descansa sobre una

ligazón de memorias individuales, lo que se explica por la pertenencia de cada una

a una multitud de colectividades, que son otros tantos ámbitos de identificación

colectiva e individual” (Ricoeur 2010, 20-28).

La relación que plantea este filosofo entre memoria e Historia es de comple-

mentariedad y clara oposición al discurso establecido por Nora, que es excluyente

de la participación de las memorias de individuos y pueblos vencidos en la Historia.

Al contrario, el filósofo tiene una visión incluyente de las víctimas, comprendiendo

que en la construcción de “memoria histórica” debe haber una complementariedad

dialéctica entre memoria e historia, es decir que el conocimiento histórico tenga una

función crítica sobre la memoria y a su vez la memoria permita ampliar el espectro

de conocimiento de la historia (Ricoeur 2000).

En este mismo plano, se encuentra Elizabeth Jelin, luchadora contra el

régimen dictatorial que gobernó a Argentina entre 1976-1983. Jelin plantea que

en referencia a las memorias colectivas existe una lucha política de por medio.

En el pasado y en el presente las fuerzas dominantes que originaron los estados

nacionales condicionaron la memoria de los pueblos, por tal razón, se plantea una

lucha por las memorias y los olvidos entre los centros de poder y quienes se expre-

san a través de las memorias alternativas y/o defienden estas iniciativas. Estos

son los emprendedores y emprendedoras de la memoria, quienes en sus acciones

tienen un carácter social colectivo, estableciendo su proyecto e involucrando a

otros sujetos que generen nuevas ideas buscando recuperar, evidenciar y divulgar

las memorias alternativas (Jelin 2002, 48). De esta manera, la Historia escrita

por los vencedores podrá contrastarse por las memorias-historias de los vencidos

dejando un legado para el presente y el futuro de las sociedades oprimidas.

El debate en la historiografía ha llevado a preguntarse por el papel que

debe tener la memoria en el uso de la historia. De esta manera, temas como la

transmisión de la memoria, el uso de la memoria colectiva y el olvido, el papel de

la tradición en la edificación de una memoria colectiva así como la justicia de las

víctimas como parte de la lucha por una memoria histórica son temas abordados

por historiadores y otros intelectuales de otras ramas de las ciencias sociales y hu-

manas. La necesidad es que estos debates no solo se queden en Europa sino que

hagan parte de las discusiones académicas de otros lugares del mundo como es el

caso colombiano.

Algunos trabajos de memoria en Colombia y cons-trucción de memoria histórica razonada desde las víctimas del conflicto armado interno

En América Latina, tras las dictaduras militares, los casos de Argentina, Chile,

Perú y Nicaragua entre otros, son emblemáticos del papel que ha desempeñado

los movimientos de víctimas y de Derechos Humanos en el esclarecimiento de

la verdad, la justicia y la reparación individual y colectiva.6 Según el jurista Juan

Méndez la importancia de las memorias de víctimas radica en:

El esclarecimiento de sucesos que han sido deliberadamente mantenidos en las sombras, la valoración de la verdad por encima de las mentiras y el reconocimien-

to de que las víctimas de los abusos de poder merecen que sus sufrimientos sean recordados (Perotin-Dumon 2007, 3).

No todos estos procesos de memoria tienen el sentido altruista que menciona

Méndez. Existen procesos en varios países que han sido llevados a cabo por parte

del Estado para mantener una imagen internacional, pero sin esclarecer la verdad,

aplicar la justicia a los victimarios y reparar adecuadamente a las víctimas.

Este puede ser el caso de Colombia, donde las iniciativas que valoran la

memoria de las víctimas han sido escasas y en muchas ocasiones coordinadas por

una razón utilitarista. Sólo a partir de le Ley 975 de 2005 (Ley de Justicia y Paz)

y en el contexto de la desmovilización de paramilitares,7 el Estado creó la CNRR

que delegó al Grupo de Memoria Histórica, en la actualidad Centro de Memoria

Histórica (CMH), para realizar informes sobre las razones del surgimiento y evolu-

ción de los grupos armados ilegales. El objetivo de CMH es construir “memoria

histórica del conflicto armado a partir de casos emblemáticos”8 (Sánchez et al.

2009, 24), produciendo textos que evidencien hechos violentos sufridos por las

víctimas como masacres, asesinatos selectivos, desapariciones forzadas, torturas,

despojos de tierras y desplazamientos forzados entre otros crímenes realizados

por los actores armados.9 El CMH como una síntesis de todas sus producciones

publicó el informe ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad (2013),

allí se reconoce el valor que tiene la memoria en un país que continúa en conflicto,

marcándose la diferencia con procesos de recuperación de memoria histórica vivi-

dos en otros países en postconflicto. Una tensa lucha entre el reconocimiento y el

olvido que juega un papel trascendental en la sociedad futura que se construye en

el presente. El informe muestra que desde 1958 hasta 2012 han habido 220.000

víctimas mortales a causa del conflicto armado interno vigente en el país (Sánchez

et. al 2013, 20).

Por su parte, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugia-

dos (ACNUR) publicó: Para que se sepa hablan las personas desplazadas en Colombia, recopilación de las historias de vida de víctimas del conflicto en el país

(Lois 2007). Entre las iniciativas impulsadas por Organizaciones No Gubernamen-

tales (ONG), se destaca el libro Hoja de Cruz. La memoria de lo que no se debe repetir de la comunidad Kankuama donde se han documentado los asesinatos de

indígenas entre 1982 y 2005 desde las voces de los familiares de las víctimas (Uribe

et al. 2009, 38). También la revista Noche y Niebla del Centro de Investigación y

Educación Popular (CINEP) denuncia a través de testimonios de víctimas violacio-

nes de derechos humanos realizadas en el marco del conflicto armado colombiano

desde 1996 hasta 2010 (CINEP 2010).

Otro archivo de recuperación de memoria histórica de víctimas, en este caso

de crímenes de Estado, es Proyecto Colombia Nunca Más (2012), del Movimiento

de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE). También está el trabajo Tácticas y estrategias para contar. Historias de la gente sobre conflicto y reconciliación en Colombia (2010) del Centro de Competencia en Comunicación para América Latina

que les ha otorgado voz a las víctimas en la lucha por la divulgación de testimonios

frente a centros de poder imperantes como organismos del Estado y los medios

masivos de comunicación (Franco, Nieto y Rincón 2010, 6).

Existen otras iniciativas que resaltan el papel de mujeres víctimas del conflic-

to como La Red de Mujeres Narrar para vivir, de la Red Nacional de Iniciativas de

Paz y contra la Guerra (REDEPAZ); El Instituto de Mujeres por la Paz (IMP) que

ha recogido testimonios libres de mujeres antes del 2005 y que a partir de la Ley

de Justicia y Paz, más de la mitad de las mujeres se negaron a seguir participando

por el temor a las persecuciones contra sus vidas; y Los Informes de la Mesa de Trabajo Mujer y Conflicto que ha complementado la recopilación de testimonios

de mujeres con información producida por investigaciones académicas (Uribe et al.

2009, 63-64).

Si bien existen otros trabajos sobre recuperación, construcción y divulgación

de las memorias, se ha generado una delicada tendencia del Estado en liderar

o vigilar estos procesos por ser un actor del conflicto en cuanto a su acción y/o

omisión. La CNRR ha promovido que la “memoria histórica” sea un escenario para

el diálogo, la negociación y el reconocimiento de las diferencias con miras a un

proyecto democrático e incluyente de superación del conflicto armado, así como la

búsqueda de verdad, justicia y reparación en un contexto de reconciliación nacional

(Sánchez et al. 2009, 26). A pesar del proyecto contener una plataforma de justicia

transicional,10 llevada a cabo en otros países en épocas de post-conflicto, en el

presente proceso se generan dudas por establecerse en plena vigencia del conflicto

armado interno y sin la adecuada participación y reconocimiento de las víctimas.

Por el contrario, el proceso se ha llevado a cabo dándole prioridad a las versiones

de los victimarios quienes han relatado los vejámenes cometidos, estableciendo

discursos por conveniencia para adquirir prebendas por parte del Estado colombia-

no sin poder establecer una verdad ni jurídica ni histórica.

A partir del anterior contexto y en la investigación sobre trayectorias de vícti-

mas se pretendió construir una “memoria histórica razonada e incluyente” de las

víctimas marginadas por el conflicto armado interno que vive el país y silenciadas

y/u olvidadas desde centros de poder. La memoria histórica razonada se enmarca

en la corriente que promueve la complementariedad de la memoria y la historia y

estaría contrastando métodos tradicionales del cientificismo positivista, que como

se mencionó antes no le da la importancia que merecen los documentos orales para

la construcción de la Historia.

Pierre Vilar siempre se preocupó por una Historia, “análisis, por la coheren-

cia de la historia entendida antes que nada como un modo de pensar [...]”, (Vilar

2004, 9); es decir una “historia razonada” que estaba en contradicción del método

tradicional establecido por el positivismo. Vilar consideraba un engaño hacerse

llamar objetivo siendo más o menos partidista (Vilar 1988, 7-33). El rescate de la

subjetividad de quienes construyen la historia permite establecer cambios teóricos,

metodológicos y temáticos en la construcción de una historia apoyada por memoria

participativa de sectores marginados. Por tal razón y optando por una historia

contemporánea alternativa, en la investigación se intentó fortalecer el trabajo de

complementariedad entre Historia y Memoria a través de “memoria histórica razo-

nada”. Esta labor se puede dar mediante la acción política de quienes construyen la

memoria colectivamente:

La memoria histórica razonada que se pretende construir no es un simple ejercicio de recuerdo o rememoración, sino un producto de valoración crítico-analítica, que pueda convertirse en herramienta prospectiva para superar el pasado recordado como hecho doloroso, poniéndolo en acción para la construcción del futuro desde el presente (Suárez, Ardila, Báez y Rueda 2010, 18).

Se busca que las víctimas comprendan la realidad histórica que han vivido,

razonen acerca de su pasado y contribuyan a la construcción del futuro como acto-

res protagónicos de la sociedad del presente.

Ricoeur, citado por Rodríguez, propone que la relación entre la construcción

de los discursos de la memoria y la historia sea dialéctica: “[Existiendo] narrativas

de primer orden, la de los testigos y de segundo orden, la de los historiadores. Esta

última implica un ejercicio sobre ella misma y sobre la veracidad de la narrativa

de primer orden” (Rodríguez 2010). Si bien, el historiador realiza un ejercicio de

veracidad y complementario del relato de las víctimas, son las mismas víctimas

quienes como dice Hobsbawm son los primeros historiadores. De esta manera,

quienes tienen mayor conocimiento de los acontecimientos vividos al construir una

biografía, una historia de vida o una trayectoria de vida, en fin utilizar el método

biográfico, es la misma persona que cuenta su vida a través de su propia historia.

Asimismo, Mallimaci y Giménez reafirman el argumento que pone en relevancia a

quienes relatan sucesos biográficos:

En lugar de los términos “narrador y entrevistador” o “investigador e investigado” y otros similares, usamos los de “historiador” (de quien es la vida que se historia) y “cohistoriador” (aquel que comparte con el historiador la historia cuando es na-rrada) y que establece con él la relación en la que la historia se hace tal (Mallimaci y Giménez 2006, 40).

Esta última concepción fortalece el interés de darle trascendencia a las

narraciones de las víctimas, quienes también son “historiadoras”, y revalida que sus

memorias-historias deben ser complementadas por “co-historiadores” mediante la

triangulación de los datos, la comprensión del contexto, la utilización y construcción

de conceptos y la crítica y el análisis de la información.

Para la investigación, teniendo en cuenta a Jelin la memoria es un espacio

de lucha política, donde el investigador realiza una acción colectiva emprendiendo

trabajos de la memoria que favorecen la lucha contra silencios y olvidos sufridos por

grupos minoritarios (Jelin 2002, 60). En este caso, la lucha política y reivindicativa

es de las víctimas del desplazamiento forzado que en compañía de los investigadores

construyen “memoria histórica razonada e incluyente”, resistiendo frente a margi-

naciones, negacionismos, silencios y olvidos generados por los centros de poder e

instituidos en la sociedad contemporánea.

Entendiendo la memoria de esta forma, se legitima el proceso memorístico

emprendido desde las minorías, en el caso de esta investigación, desde las víctimas

del conflicto armado interno colombiano. Cabe señalar, que estos procesos de rei-

vindicación de las memorias como un acto de lucha política no solo pueden quedar-

se en el plano de la visibilidad estatal. Debido a la importancia de estos dos objeti-

vos, reivindicación y lucha, estas memorias deben trascender y evidenciar cambios

y permanencias existentes en la vida de las víctimas que deben relacionarse con

procesos históricos. Si puede llegarse a este propósito y las mismas personas que

relatan sus memorias comprenden la dimensión de lo sucedido en sus vivencias,

podrá construirse una “memoria histórica” con razonamiento crítico; de lo contra-

rio se estaría haciendo una utilización de las víctimas con fines personalistas y se

contribuiría a silenciarlas y olvidarlas una vez más.

Conclusiones

Hay tres tendencias en las Ciencias Sociales que relacionan la memoria y la historia.

En primera medida una de oposición al desarrollarse cada concepto en campos

disciplinares distintos: la memoria en la Sociología y la historia en la historiografía.

Una segunda corriente que estableció la memoria como crítica a la historia a partir

de las problemáticas vividas en la modernidad. Y una tercera tendencia que plantea

la posibilidad de una articulación entre memoria e historia que lleven hacia la acción

social, política y reivindicativa en académicos, organizaciones y movimientos de

víctimas. Si bien, el debate entre memoria e historia debe continuar en diversos

espacios académicos europeos, en Latinoamérica y especialmente en Colombia se

debe aportar con mayor asiduidad en la construcción del concepto memoria históri-

ca.

Una construcción teórico-metodológica que permita incluir a las víctimas,

así como a otros sectores de la sociedad civil y de esta manera colectivamente ra-

zonar sobre eventos atroces buscando soluciones en aras de una transformación

social. En ese sentido, los testimonios que narran las víctimas pueden adquirir

una trascendencia para la sociedad contemporánea, en la medida en que puedan

ser recopilados, registrados y divulgados libremente y no hagan parte de políticas

de silenciamientos y olvidos promovidas desde centros de poder. Hacer esto

supone revalorar los discursos y relatos particulares, donde las víctimas al narrar

y ser escuchadas no sólo re-significan los hechos violentos vividos, sino que

evitan culpabilidades y re-victimizaciones generadas a través de negacionismos y

silenciamientos.

De esta manera, el país afrontaría un triple reto: primero, adelantar caminos

académicos en busca de ampliar campos investigativos desde la interdisciplinarie-

dad y la transdisciplinariedad que permitan tener una visión holística de la proble-

mática de las víctimas y del conflicto armado colombiano; segundo, construir

memoria histórica razonada como una opción real de verdad, justicia, reparación

y garantías de no repetición de los hechos sucedidos y; tercero, difundir mediante

la creación de medios alternativos los relatos de quienes en el presente tienen las

herramientas más eficaces para la construcción de una paz justa y duradera como

son las propias víctimas del conflicto armado interno colombiano.

Referencias

Agustín. 2010. Confesiones. Madrid: Editorial Gredos.

Centro de Investigaciones de Educación Popular-CINEP. 2010. Noche y Niebla, http://www.nocheyniebla.org/node/75

Centro de Memoria Histórica. 2012. “Informes”, http://www.centrodememoriahis-

torica.gov.co/

“Colombia conmemoró día de las víctimas del conflicto”. 2012. Elespectador.com,

[Bogotá], abril 9, http://www.elespectador.com/noticias/paz/articulo-337112-co-

lombia-conmemoro-dia-de-memoria-de-victimas-del-conflicto

Corradini, Luisa. 2006. “No hay que confundir memoria con historia,

dijo Pierre Nora, Entrevista a Pierre Nora”, La Nación, http://www.lanacion.-

com.ar/788817-no-hay-que-confundir-memoria-con-historia-dijo-pierre-nora

De La Cuesta, Josefina. 1998. “Historia y memoria. Un estado de la cuestión”. Revis-ta Ayer. 32: 203-246, http://www.ahistcon.org/PDF/numeros/ayer32_Memoriae-

Historia_Cuesta.pdf

De Murcia, Antonio. 2007. “Memoria histórica de la Edad Media e idea de tradi-

ción en Menéndez Pidal y Américo Castro”. Res Pública. 17: 309-328, http://revis-

tas.um.es/respublica/article/view/60971/58731

“Día nacional de la memoria por la verdad y la justicia”. 2012. País 24, [Argentina],

marzo 24, http://www.pais24.com/index.php?go=n&id=185374

Giraldo, Javier. 2012. Agosto 30. Entrevista a, Universidad industrial de Santander.

Entrevistadores: Esaú Ardila, Diana Novoa y Juan Rueda.

Ferrari, Neida. 1973. “Positivismo e Historia”. UNCU. 9: 79-114, http://bdigital.un-

cu.edu.ar/objetos_digitales/4465/81-cuyo-1973-tomo-09.pdf

Franco, Natalia, Patricia Nieto y Omar Rincón. 2010. Tácticas y estrategias para contar. Historias de la gente sobre conflicto y reconciliación en Colombia. Bogotá:

Centro de Competencia en Comunicación para América Latina Friedrich Ebert

Stiftung.

Fraser, Ronald. 1993. “La historia oral como historia desde abajo”. Ayer. 12: 72-92,

http://www.ahistcon.org/PDF/numeros/ayer12_LaHistoriografia_.RuizTorres.pdf

Ginzburg, Carlo. 1993. El juez y el historiador: consideraciones al margen del proceso Sofri. Madrid: Anaya y Mario Muchnik.

Halbwachs, Maurice.1968. “Memoria colectiva y memoria histórica”. REIS.

95:209-219, http://www.reis.cis.es/REISWeb/PDF/REIS_069_12.pdf

Halbwachs, Maurice.1991. “Fragmentos de la memoria colectiva”. La revista de cultura psicológica. 1: 1-11

Halbwachs, Maurice.2004. Los marcos sociales de la memoria. España: Editorial

Anthropos, Chile: Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Concepción,

Venezuela: Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central.

Hobsbawm, Eric y Terence Ranger. 2002. La invención de la tradición. Barcelona:

Editorial Crítica

Hobsbawm, Eric.1992. Historia del siglo XX. Barcelona: Editorial Crítica.

Hobsbawm, Eric.2001. La Era del Imperio, 1875-1914. Barcelona: Editorial Crítica.

Huici, Vicente. 2002. “La memoria colectiva y el tiempo por Maurice Halbwachs”,

UNED, http://www.uned.es/ca-bergara/ppropias/vhuici/mc.htm

Jedlowski, Paolo. 2000. “La sociología y la memoria colectiva”. En: Memoria colec-tiva e identidad nacional, eds. Alberto Rosa, Guglielmo Bellelli, David Bakhurst,

123-134. Madrid: Biblioteca Nueva.

Jelin, Elizabeth.2002. Los trabajos de la memoria. España: Siglo XXI editores.

Le Goff, Jaques.1991.El orden de la memoria. El tiempo como imaginario. Barcelo-

na: Editorial Paidos.

Lois, Anne. 2007. ParAa que se sepa: Hablan las personas desplazadas en Colom-bia. Bogotá: Consejo Noruego de Refugiados y Observatorio de Desplazados Inter-

nos.

Mallimaci, F. y Giménez, B. 2006. “Historias de vida y método biográfico”. En

Estrategias de Investigación Cualitativa, eds. Irene Vasilachis, 33-58. Barcelona:

Editorial Gedisa.

Martín, Fernando. 2010. Entrevista a Josefina Cuesta Bustillo. Pliegos de yuste. 12:

5-10, http://www.pliegosdeyuste.eu/n1112pliegos/pdfs/5-10.pdf

Mendoza Jorge. 2008. “El pasado en disputa: Historia y memoria como marcos

de la enseñanza”. Notas: Boletín electrónico de investigación de la comunidad Oxa-queña de Psicología, 1:155-171, http://www.conductitlan.net/notas_boletin_inves-

tigacion/60_memoria_colectiva.pdf

Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado-MOVICE. 2012. “Colombia Nunca

Más. Memoria de crímenes de lesa humanidad”, http://www.movimientodevicti-

mas.org/~nuncamas/index.php

Namer, Gérard. 2004. “Postfacio”. En: Los marcos sociales de la memoria, eds.

Manuel Baeza y Michel Mujica, 345-428. España: Anthropos; Chile: Facultad de

Ciencias Sociales de la Universidad de Concepción; Venezuela: Facultad de Ciencias

Económicas y Sociales de la Universidad Central.

Nora, Pierre. 2008. Les lieux de mémoire, Montevideo: Trilce.

Perotin- Dumon, Anne. 2007. “Verdad. Justicia y Memoria.

Introducción”. En Historizar el pasado vivo en América Latina,

h t tp ://www.his tor izare lpasadovivo .c l/es_resul tado_textos .php?-

categoria=Verdad%2C+justicia%2C+memoria&titulo=Introducci%F3n

República de Colombia, Congreso de la Republica de Colombia, Ley 1448 de 2011,

“Ley de Víctimas”. En Diario oficial, núm. 48.096, 10 de junio de 2011.

República de Colombia, Congreso de la República de Colombia. Ley 975 de 2005,

“Ley de Justicia y Paz”, en Diario Oficial, núm. 45.980, 25 de julio de 2005.

República de Colombia, Corte Constitucional de la Republica de Colombia. 2005.

Sentencia T-025. Magistrado ponente Manuel Cepeda Espinoza.

Ricoeur, Paul. 1999. La lectura del tiempo pasado: memoria y olvido. Madrid:

Ediciones de la Universidad Autónoma de Madrid.

Ricoeur, Paul. 2000. La memoria, la historia y el olvido. Buenos Aires: Fondo de

Cultura Económica de Argentina.

Ricoeur, Paul: 2010. “Introducción. Definiciones Definición de la memoria desde un

punto de vista filosófico”. ¿Por qué Recordar?, Foro Internacional de memoria, Dir.

Oscar, Molina, 20-28. Paris: Ediciones Granica.

Riego, Inés. 2008. “Recordando a Henri Bergson: una conexión necesaria

entre mística moral y filosofía”. Veritas. Revista de Filosofía y Teología.

19: 293-329, http://www.revistaveritas.cl/wp-content/uploads/2011/11/05-Re-

cordando-a-Henri-Bergson....pdf

Rodríguez, Sandra, 2010. La memoria de la Investigación Histórica. Ponencia pre-

sentada en el XV Congreso Colombiano de Historia, Julio 26-30, Bogotá, Colombia.

Roldan, Mary.1999. “Museo Nacional, fronteras de la identidad y el reto de la globa-

lización”. En: Museo memoria y nación. Misión de los museos nacionales para los ciudadanos del futuro, eds. Gonzalo Sánchez, María Wills, 99-116. Bogotá: Ministe-

rio de Cultura, Museo Nacional de Colombia, Instituto de Estudios Políticos y Rela-

ciones internacionales-IEPRI de la Universidad Nacional de Colombia, Instituto

Colombiano de Antropología e Historia-ICANH, Programa de las Naciones Unidas

para el Desarrollo-PNUD.

Rojas, Johana. 2013. “9 de abril un día para las víctimas”, Periferia. Miradas de Popayán y el Cauca, http://periferiapopayan.wordpress.-

com/2013/04/15/9-de-abril-un-dia-para-las-victimas/

Sánchez, Gonzalo, Absalón Machado, Álvaro Camacho, Andrés Suárez, Fernán

González, Iván Orozco, Jesús Abad Colorado, Jorge Restrepo, León Valencia,

María Victoria Uribe, María Emma Wills, Martha Nubia Bello, Pilar Gaitán, Pilar

Riaño, Rodrigo Uprimny, Tatiana Rincón. 2009. Recordar y Narrar el Conflicto. Herramientas para reconstruir memoria histórica. Bogotá: Editorial Fotoletras.

Sánchez, Gonzalo, Absalón Machado, Álvaro Camacho, Andrés Suárez, César, Caba-

llero, Fernán González, Iván Orozco, Jesús Abad Colorado, Jorge Restrepo, León

Valencia, Luis Carolos Sánchez, María Victoria Uribe, María Emma Wills, Martha

Nubia Bello, Nubia Herrera, Patricia Linares, Paula Andrea Ila, Pilar Gaitán, Pilar

Riaño, Rodrigo Uprimny, Tatiana Rincón, Teófilo Vásquez. 2013. ¡Basta ya! Colom-bia: memorias de guerra y dignidad. Bogotá: Centro Nacional de Memoria.

Sanmartín, Israel. 2012. “La Memoria y la historia medievales como realidades

indisolubles”. Cuadernos de Estudios Gallegos.125: 259-272, http://estudiosgalle-

gos.revistas.csic.es/index.php/estudiosgallegos/article/view/346/353

Schwarzstein, Dora. 2001. Una introducción al uso de la historia oral en el aula.

Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Sorgentini, Hernán. 2003. “Reflexiones sobre la memoria y

autorreflexión de la historia”. Revista Brasileira de Historia.

4 5 : 1 0 3 - 1 2 8 , h t t p : / / w w w . s c i e l o . b r / s c i e l o . p h p ? s c r i p t = s c i _ a r t t e x -

t&pid=S010201882003000100005&lng=en&nrm=iso&tlng=es

Suárez, Ivonne, Esaú Ardila, Juan S Báez y Juan F Rueda. 2010. “Estudio de Trayec-

torias de Vida de Personas en Situación de Desplazamiento Forzado Interrelaciona-

das en el Barrio Café Madrid del Municipio de Bucaramanga”. Proyecto financiado

por Colciencias, Universidad Industrial de Santander y Compromiso.

Tafalla, Marta. 2003. “Recordar para no repetir: el nuevo imperativo categórico de T

W Adorno”. La ética ante las víctimas, eds. José, Mardones, Reyes, Mate. 126-154.

Barcelona: Anthropos.

Thompson, Edward.1989. La formación de la Clase Obrera en Inglaterra. Barcelo-

na: Editorial Crítica.

Uribe, María, Nicolás Salcedo y Adriana Correa.2009. Memorias en Tiempo de Guerra. Repertorio de iniciativas. Colombia: Punto a parte Editores.

Vilar, Pierre .1988. “Recuerdos y reflexiones sobre el oficio de historiador”.

Manuscrits. Revista d'historia moderna. 7:9-33, http://ddd.uab.cat/pub/manus-

crits/02132397n7p9.pdf

Vilar, Pierre.2004. Memoria Historia e Historiadores. España: Editorial Universi-

dad de Granada.

Wallerstein, Immanuel. 2006. Abrir las ciencias sociales. México: Editorial Siglo

XXI.

Yusta, Mercedes. 2002. “Historia oral, historia vivida. El uso de fuentes orales

en la investigación histórica”. Pandora: revue d etudes hispaniques. 2:235-244,

http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3160107

41

HiS

TOR

eLo

. Rev

ista

de

His

tori

a R

egio

nal y

Lo

cal I

SSN

: 21

45

-13

2X

[vo

l 5, N

o. 1

0]

julio

- d

icie

mbr

e de

20

13

Juan Felipe Rueda Arenas

Memoria e Historia entre la división, la complemen-tariedad y la crítica

Uno de los primeros intelectuales que destacaron el papel de la memoria en estudios

de ciencias sociales fue el filósofo francés de origen judío Henri Bergson. Este autor

fue contestatario del positivismo cientificista (Riego 2008, 293-329); conceptuali-

zando la memoria desde un enfoque psicológico y espiritual mediante la “memoria

pura” y “la memoria habito” (Huici 2002).3 En su obra Materia y memoria (1886),

Bergson se valió de textos que explicaban la memoria de los individuos como eran

las Confesiones de San Agustín,4 además de influenciar estudios posteriores como

los del sociólogo también francés y de origen judío Maurice Halbwachs.

A Halbwachs, se le reconoce la construcción de los conceptos (y también la

escritura de los textos) Marcos sociales de la memoria (1925) y Memoria colectiva (1949) en el establecimiento de una sociología de la memoria (De La Cuesta 1998,

203-246). A partir del contacto con la sociología de Emile Durkheim, Halbwachs

concibió la memoria como un fenómeno colectivo y siempre vivido de forma social.

En consecuencia puede definirse la memoria colectiva como el conjunto de recuer-

dos de cada individuo. Está inscrita en marcos de referencia colectivos, los cuales

son referentes para la rememoración mediante el entorno y principalmente el

lenguaje (Jedlowski 2000, 123). Asimismo, Halbwachs destacó que en la memoria

colectiva se: [...] agrupan las memorias individuales, pero no se confunde con ellas. Esta (la

memoria colectiva) evoluciona siguiendo sus leyes, y si ciertos recuerdos indivi-duales penetran también algunas veces en ella, estos cambian de figura a partir de que son emplazados en un conjunto que no es ya una conciencia personal (Halbwachs 1991, 6).

Si bien Halbwachs reconoció la singularidad del carácter de la memoria como

parte de cada sujeto, él también argumentó que:

[…] eso que llamamos los marcos colectivos de la memoria serían el resultado, la suma, la combinación de los recuerdos individuales de muchos miembros de una misma sociedad. Estos marcos ayudarían, en el mejor de los casos, a clasificar, a ordenar los recuerdos de los unos en relación con los de los otros. Sin embargo, no explicarían la memoria misma, puesto que la darían por existente (Halbwachs 2004, 10).

Según este autor, estos marcos están mediados por el lenguaje, el espacio y el

tiempo y/o mediados por la memoria colectiva de la familia, la religión, y las clases

sociales y sus tradiciones (Ver: Halbwachs 2004). De esta manera, en cualquier

situación el ser humano se ve influenciado socialmente, por lo tanto, cualquier

representación o recuerdo establecido en su memoria hace parte de la memoria

colectiva de varios grupos a los cuales perteneció y que hacen parte de esos cuadros

de referencia socio-histórica que influencian la memoria del individuo.

Desde un punto de vista sociológico, las tesis de Halbwachs fueron innovado-

ras, pero estas mismas ideas recibieron críticas por parte de algunos historiadores.

Él no consideró que la Historia pudiera abarcar todo el acontecer humano pero

si relacionó a la memoria histórica como una construcción de historias de aconteci-

mientos significativos que favorecían la construcción de la historia nacional. En sus

concepciones se observa una oposición entre la memoria colectiva y la memoria

histórica afirmando que “si por memoria histórica se entiende la lista de los aconte-

cimientos cuyo recuerdo conserva la historia nacional, no es ella, no son sus marcos

los que representan lo esencial de lo que llamamos memoria colectiva” (Halbwachs

1968, 209-219). La memoria colectiva no solo haría parte de esa historia oficial sino,

como se expuso antes, de las relaciones sociales construidas por varios individuos

en diversos cuadros sociales.

Esta sociología de la memoria fue criticada por el historiador francés Marc

Bloch (fundador junto a Lucien Febvre de la Escuela de los Annales). Bloch utilizó la

memoria como categoría para la historia, además de estar de acuerdo en la propues-

ta de categorías de origen social situadas en el espacio y el tiempo. Como crítica, este

historiador consideró restringida la propuesta de Halbwachs centrada en los grupos

(la familia, la religión y la clase) y propuso ampliar el enfoque hacia la memoria jurí-

dica y el derecho consuetudinario (Sorgentini 2003, 103-128).

Marc Bloch fue uno de los primeros historiadores que llamó la atención

sobre la trascendencia que la memoria tenía como objeto de estudio y examen de

conciencia de la Historia; argumentaba que con la memoria podía estudiarse las

problemáticas históricas que se derivan de la transmisión de información surgida de

la tradición (Sorgentini 2003, 103-128). Esta posición contrariaba la historiografía

de su tiempo en donde la Historia solo se ocupaba de temas políticos, militares y he-

roicos. Bloch defendió el universalismo que debía tener la Historia la cual no debía

ser particularizada solo a hechos heroicos o nacionales. Comparando al sociólogo y

al historiador, Hernán Sorgentini destaca:

En Halbwachs: el universalismo de la historia resulta abstracto ya que, al no implicar una crítica al particularismo de las identidades de los grupos, termina tornando problemática la expresión “memoria histórica”, por no poder conciliar la objetividad del conocimiento con su función práctica; [mientras en ] Bloch, el intento de concebir una “memoria universalista” refiere a una idea de humanidad que se asienta sobre una perspectiva crítica de la tradición y en una concepción distinta del tiempo en la que el tiempo concreto y real es la materia misma de la historia (Sorgentini 2003,103-128).

No solo fue la Escuela de los Annales la que empezó a realizar críticas hacia

los objetos de la Historia, y al papel de la memoria y de la tradición en función de la

historia. La Escuela de Frankfurt de tendencia marxista, desarrolló una teoría crítica

que puso en tela de juicio los ideales de razón y el progreso planteados en el siglo

XVIII y XIX (Rodríguez 2010). La Escuela de Frankfurt esbozó la necesidad de la

memoria como crítica a la historia, en medio del contexto de las guerras mundiales

que dejaban un manto de duda en esa “evolución histórica” que pretendieron los

idealistas tiempo atrás.

Theodor Adorno alumno de Walter Benjamin fue uno de los intelectuales que

lideró el movimiento científico social de la Teoría Crítica. Adorno dejó un legado en

cuanto a la importancia de la memoria en períodos donde la población se ve someti-

da a un régimen autoritario. Asimismo consideró que el siglo XX [y en el XXI no

ha cambiado] representó un tiempo de contradicciones donde se promovían princi-

pios morales y éticos como la democracia, los derechos humanos, la protección

ambiental y la libertad en la creación estética, contrastados con una historia de tota-

litarismos, de violaciones a los mencionados derechos, de destrucción del medio

ambiente y de una creación estética que respondió en muchos casos al consumismo

imperante bajo las lógicas del mercado (Rodríguez 2010).

En razón de esta legítima crítica, Marta Tafalla argumentó la importancia del

legado de Adorno para el mundo académico y fundamentalmente para la visibilidad

de las víctimas:

En ese nuevo tiempo que fue inaugurado por el fascismo y en el que cualquier barbarie es posible, el verdadero imperativo moral es el de la memoria: tomar conciencia crítica del pasado y sobre todo conceder justicia a sus víctimas. Es im-posible construir un presente justo o esperar un futuro liberado de repeticiones del mal sin hacer justicia a quienes fueron víctimas en el pasado (Tafalla 2003, 126-154).

De esta manera, la memoria histórica desde las víctimas sería un acto de

justicia y no solo un consuelo, además de ser una necesidad histórica por represen-

tar una crítica a la Historia erigida por los vencedores. Una justicia que inclusive

llevó a Carlo Ginzburg a comparar el papel del historiador con el papel del juez en

cuanto a la verificación de testimonios, recopilación de pruebas materiales y en

el establecimiento, en un caso, de una verdad histórica y en otro de una verdad

jurídica, verdades que debían estar plenamente identificadas una con la otra (Ver:

Ginzburg 1993).

La escuela marxista, de alguna forma, también buscó una justicia para quie-

nes no habían sido visibilizados en la Historia. En palabras del historiador inglés

Edward Palmer Thompson, hacer la historia de los vencidos era hacer la historia de

las clases subalternas o la historia desde abajo, es decir desde los obreros explotados

en la Inglaterra del siglo XIX (Thompson 1989, 197). Para los años 60, Thompson

consiguió estudios históricos críticos acerca del papel de los Estados nacionales y

la construcción de la tradición en los pueblos. Su obra más reconocida ha sido La formación de la clase obrera en Inglaterra (1963), en donde abordó la experiencia

de los obreros ingleses, dándole especial relevancia a la participación de los obreros

como sujetos activos de la historia. La idea de Thompson (citado por Sorgentini) era

recuperar para el conocimiento histórico:

[...] aspectos oscuros del pasado desatendidos por las concepciones dominantes, como el sentido de la economía “moral” de los pobres en el siglo XVIII, el impacto a largo plazo de la tradición jacobina inglesa, la racionalidad de las prácticas lúdicas y el consecuente reconocimiento de su entidad política (Sorgentini 2003, 103-128).

Este rescate de la tradición de los obreros permitió al historiador estudiar

a través de las tradiciones populares del siglo XVIII “[...] el substrato sobre el que

se conforma la clase como sujeto” (Sorgentini 2003,103-128). El estudio de las

tradiciones de los sujetos que no han sido parte de la Historia ha contribuido a

recuperar la memoria, en este caso, de las clases oprimidas por el capitalismo domi-

nante. Thompson divulgó la necesidad de escribir la historia desde abajo, historia

que remite a otros documentos que pueden rescatar la memoria sistemáticamente

olvidada por las clases altas y la historiografía (Rodríguez 2010). De esta manera

argumentaba la necesidad de construir a través de experiencias y tradiciones de

sujetos olvidados “otra historia” y una memoria histórica donde los sectores margi-

nados puedan reconocerse e identificarse.

De la misma escuela marxista-inglesa, Eric Hobsbawm criticó la tradición

en las estructuras de las sociedades por considerarla una invención de las elites

dominantes para crear una continuidad ficticia con el pasado (Hobsbawm y Ranger

2002, 8). Esa invención de la tradición ha sido utilizada por las elites para la cons-

trucción de la identidad nacional, fundamental en la articulación de una memoria

colectiva nacional. Por otra parte, Hobsbawm marca una clara diferencia entre

memoria e historia. Si bien, ha sido crítico de la utilización de fuentes orales para

la construcción de la historia, consideró que cada persona era el primer historiador

que existía de su propia vida por hacer inteligible el conocimiento que tenía de su

pasado (Hobsbawm 2001, 12). La principal crítica que este autor hizo de la oralidad

fue en razón a lo fragmentaria que puede resultar la memoria de los seres humanos

al momento de narrar hechos resultando ser un engaño para la historia (Cf. Fraser

1993,72-92). Por el contrario, la Historia es una ciencia preocupada por la recupe-

ración de los datos, su sistematización crítica y el establecimiento de causalidades

para su escritura, la Historia no deja al azar lo que la memoria si puede dejar. En

consecuencia la historia así tenga una razón instrumental es una construcción

científica a diferencia de la memoria que suele ser espontanea. Un debate entre

memoria e historia, entre la oposición o la complementariedad que continúa con la

Escuela de los Annales de la tercera generación.

Al francés Pierre Nora se lo reconoce por ser quien acuñó el concepto “memo-

ria histórica”. Nora y su colega el también francés Jaques Le Goff desarrollaron la

llamada Historia de las Mentalidades con estudios enfocados en las representacio-

nes colectivas y las estructuras mentales de las sociedades. Para Nora (entrevistado

por Corradini):

La memoria es el recuerdo de un pasado vivido o imaginado. Por esa razón, la memoria siempre es portada por grupos de seres vivos que experimentaron los hechos o creen haberlo hecho. La memoria, por naturaleza, es afectiva, emotiva, abierta a todas las transformaciones, inconsciente de sus sucesivas transformacio-nes, vulnerable a toda manipulación, susceptible de permanecer latente durante largos períodos y de bruscos despertares. La memoria es siempre un fenómeno colectivo, aunque sea psicológicamente vivida como individual (Nora 2006).

Según este autor, la memoria es imaginativa y no tiene el rigor científico que

sí posee la Historia. En contraposición a la memoria el autor afirma que:

[…] la historia es una construcción siempre problemática e incompleta de aquello que ha dejado de existir, pero que dejó rastros. A partir de esos rastros, controla-dos, entrecruzados, comparados, el historiador trata de reconstituir lo que pudo pasar y, sobre todo, integrar esos hechos en un conjunto explicativo (Nora 2006)

Pierre Nora planteó que la Historia es pública porque congrega a los indivi-

duos en torno a la nación, mientras la memoria es de ámbito privado, razón por la

cual disgregaría la conformación nacional. En este aspecto, el autor remarca que

están apareciendo cada vez más memorias de quienes quieren ponerse por encima

de la historia y de la justicia presentándose como la verdad. Nora representa la

nostalgia que produce la pérdida de la historia oficial, la cual permitía educar y

congregar a la nación francesa sobre valores, hechos y significados que él considera

son propios del francés (Nora 2006).

Su obra más reconocida es Los lugares de la memoria (1992); obra escrita

para conmemorar el bicentenario de la Revolución Francesa, donde estableció junto

con un centenar de historiadores los hechos significativos de la memoria colectiva

de la nación francesa en más de dos siglos. Los lugares de memoria son los restos

que dejan los seres humanos definidos por Nora como:

[…] la forma extrema bajo la cual subsiste una conciencia conmemorativa en una historia que la solicita porque la ignora […] Museos, archivos, cementerios y colecciones, fiestas, aniversario, tratados, actas, monumentos, santuarios, asociaciones, son los cerros testigos de otra época, de las ilusiones de eternidad (Nora 2008, 24).

Este historiador plantea una oposición entre memoria e historia y sugiere la

necesidad de que la Historia “avasalle a la memoria”. Dice Nora: “en el corazón de

la historia, trabaja un criticismo destructor de memoria espontánea. La memoria

siempre es sospechosa para la historia, cuya misión verdadera es destruirla y repri-

mirla” (Nora 2008, 21). Estas razones que el autor argumenta de darle una supre-

macía a la Historia sobre la generación de memoria colectiva parecen encauzadas

por una tradición positivista que ha influenciado los estudios historiográficos de

quienes han escrito en favor de los “vencedores”.

Jaques Le Goff escribió el libro Historia y memoria (1977), un texto sobre

el tiempo la memoria y la historia (Cf. De La Cuesta 1998, 203-246). Además es-

cribió la obra El orden de la memoria. El tiempo como imaginario (1991), donde

realizó un recorrido histórico de la sociedad occidental y algunas sociedades

extra europeas. En este texto, el autor expuso desde las edades míticas hasta la

contemporaneidad, cómo las sociedades han hecho para conservar y transmitir la

memoria colectiva. Le Goff más que oposición, planteó la posibilidad de integrar

la memoria (colectiva) con la Historia, siendo la “historia el proceso científico de

la memoria colectiva” (Le Goff 1991, 157). En razón a este concepto, él consideró

que la “memoria histórica” es el estudio histórico que se realiza de la memoria

colectiva de las sociedades.

Memoria colectiva que si bien, ha sido manipulada por los centros de poder,

cada vez más ha representado un espacio de lucha de los grupos minoritarios. Para

este autor:

[…] la memoria colectiva ha constituido un hito importante en la lucha por el poder conducida por las fuerzas sociales. Apoderarse de la memoria y del olvido es una de las máximas preocupaciones de las clases, los grupos, de los individuos que han dominado y dominan las sociedades históricas (Le Goff 1991, 133).

Estas ideas que están encaminadas hacia la complementariedad entre memo-

ria e historia, hacen parte de la tercera corriente que ha buscado explicar el concepto

memoria histórica, donde se destaca el filósofo francés Paul Ricoeur. Este exponen-

te de la filosofía contemporánea fue influenciado por la fenomenología de Edmond

Husserl y el existencialismo de Karl Jaspers. Hizo parte de la Escuela de los Annales

en los años sesenta, criticando la deshumanización del estructuralismo en la investi-

gación científica y abogando por una historia social y de las mentalidades. Dos

de sus obras Historia, memoria y olvido (2000) y La lectura del tiempo pasado: memoria y olvido (1999), exponen conceptos como memoria individual, memoria

colectiva, perdón, olvido y memoria histórica. Según Ricoeur (2000, 128-129):

[...] En primer lugar, [la memoria personal o individual] parece que es radical-mente singular. Puede decirse incluso, de la mano de Locke, que la memoria constituye por sí sola un criterio de la identidad personal. Mis recuerdos no son los vuestros. No pueden transferirse los recuerdos de uno a la memoria de otro. [...] En segundo lugar, el vínculo original de la conciencia del pasado reside en la memoria. Desde Agustín, sabemos y comentamos que la memoria es el presente del pasado [...] la memoria garantiza la continuidad temporal de la persona. Esa continuidad entre el pasado y el presente me permite remontarme sin solución de continuidad desde el presente vivido hasta los acontecimientos más lejanos de mi infancia [...]. Finalmente y en tercer lugar, a la memoria se vincula el sentido de la orientación en el paso del tiempo; orientación en doble sentido, del pasado hacia el futuro; por impulso hacia atrás, en cierto modo, según la flecha del tiempo del cambio, y también del futuro hacia el pasado, según el movimien-

to inverso de tránsito de la espera hacia el recuerdo, a través del presente vivo [...].

Este autor al mencionar que mediante la memoria el sujeto transita del pre-

sente al pasado, hace referencia a que siendo esto una paradoja (Ricoeur 2010, 25),

la memoria le da una continuidad al ser humano en el tiempo. Si bien la memoria

individual tiene unas características particulares, ésta se va construyendo en las

relaciones sociales existentes entre los individuos. Se fundamenta en Halbwachs

para explicar algunas características que se le atribuyen a la memoria colectiva: en

primera medida, los individuos no recuerdan solos sino con ayuda de los recuerdos

de otros; y que los recuerdos se encuentran inscritos en relatos colectivos que a

su vez, son reforzados mediante conmemoraciones y celebraciones públicas de

los acontecimientos vividos en el curso de la historia, de los grupos a los que perte-

necen los seres humanos. “La ritualización de lo que podemos llamar «recuerdos

compartidos» legitima a Halbwachs para convertir cada «memoria individual [...]

en un punto de vista de la memoria colectiva” (Ricoeur 1999, 17).

La ritualización de los recuerdos compartidos, la cual se realiza con conme-

moraciones y fiestas públicas es una forma para que el Estado-nacional cree identi-

dades de los ciudadanos con hechos contados como parte de la Historia oficial. El

autor entiende, que si bien, como parte del sujeto existe una memoria individual

y colectiva puede haber una analogía entre las dos, en cuanto al carácter propio,

continuidad y polaridad pasado-futuro (Ricoeur 1999, 18) y así mismo la memoria

colectiva sería considerada una especie de personalidad de rango superior.5

Ricoeur también habla de la existencia de una traslación entre la memoria

individual y colectiva explicando que “pasamos de la memoria individual a la

memoria colectiva, tránsito perfectamente legítimo, en la medida que, gracias al

lenguaje, las memorias individuales se superponen con la memoria colectiva” (Ri-

coeur 2010, 20-28). Para que se presente este tránsito resulta fundamental el len-

guaje, el cual permite que haya relaciones de los distintos significados individuales

de los sujetos existiendo una intersubjetividad de significados superpuesta con la

memoria colectiva. De esta manera, “[...] la memoria colectiva descansa sobre una

ligazón de memorias individuales, lo que se explica por la pertenencia de cada una

a una multitud de colectividades, que son otros tantos ámbitos de identificación

colectiva e individual” (Ricoeur 2010, 20-28).

La relación que plantea este filosofo entre memoria e Historia es de comple-

mentariedad y clara oposición al discurso establecido por Nora, que es excluyente

de la participación de las memorias de individuos y pueblos vencidos en la Historia.

Al contrario, el filósofo tiene una visión incluyente de las víctimas, comprendiendo

que en la construcción de “memoria histórica” debe haber una complementariedad

dialéctica entre memoria e historia, es decir que el conocimiento histórico tenga una

función crítica sobre la memoria y a su vez la memoria permita ampliar el espectro

de conocimiento de la historia (Ricoeur 2000).

En este mismo plano, se encuentra Elizabeth Jelin, luchadora contra el

régimen dictatorial que gobernó a Argentina entre 1976-1983. Jelin plantea que

en referencia a las memorias colectivas existe una lucha política de por medio.

En el pasado y en el presente las fuerzas dominantes que originaron los estados

nacionales condicionaron la memoria de los pueblos, por tal razón, se plantea una

lucha por las memorias y los olvidos entre los centros de poder y quienes se expre-

san a través de las memorias alternativas y/o defienden estas iniciativas. Estos

son los emprendedores y emprendedoras de la memoria, quienes en sus acciones

tienen un carácter social colectivo, estableciendo su proyecto e involucrando a

otros sujetos que generen nuevas ideas buscando recuperar, evidenciar y divulgar

las memorias alternativas (Jelin 2002, 48). De esta manera, la Historia escrita

por los vencedores podrá contrastarse por las memorias-historias de los vencidos

dejando un legado para el presente y el futuro de las sociedades oprimidas.

El debate en la historiografía ha llevado a preguntarse por el papel que

debe tener la memoria en el uso de la historia. De esta manera, temas como la

transmisión de la memoria, el uso de la memoria colectiva y el olvido, el papel de

la tradición en la edificación de una memoria colectiva así como la justicia de las

víctimas como parte de la lucha por una memoria histórica son temas abordados

por historiadores y otros intelectuales de otras ramas de las ciencias sociales y hu-

manas. La necesidad es que estos debates no solo se queden en Europa sino que

hagan parte de las discusiones académicas de otros lugares del mundo como es el

caso colombiano.

Algunos trabajos de memoria en Colombia y cons-trucción de memoria histórica razonada desde las víctimas del conflicto armado interno

En América Latina, tras las dictaduras militares, los casos de Argentina, Chile,

Perú y Nicaragua entre otros, son emblemáticos del papel que ha desempeñado

los movimientos de víctimas y de Derechos Humanos en el esclarecimiento de

la verdad, la justicia y la reparación individual y colectiva.6 Según el jurista Juan

Méndez la importancia de las memorias de víctimas radica en:

El esclarecimiento de sucesos que han sido deliberadamente mantenidos en las sombras, la valoración de la verdad por encima de las mentiras y el reconocimien-

to de que las víctimas de los abusos de poder merecen que sus sufrimientos sean recordados (Perotin-Dumon 2007, 3).

No todos estos procesos de memoria tienen el sentido altruista que menciona

Méndez. Existen procesos en varios países que han sido llevados a cabo por parte

del Estado para mantener una imagen internacional, pero sin esclarecer la verdad,

aplicar la justicia a los victimarios y reparar adecuadamente a las víctimas.

Este puede ser el caso de Colombia, donde las iniciativas que valoran la

memoria de las víctimas han sido escasas y en muchas ocasiones coordinadas por

una razón utilitarista. Sólo a partir de le Ley 975 de 2005 (Ley de Justicia y Paz)

y en el contexto de la desmovilización de paramilitares,7 el Estado creó la CNRR

que delegó al Grupo de Memoria Histórica, en la actualidad Centro de Memoria

Histórica (CMH), para realizar informes sobre las razones del surgimiento y evolu-

ción de los grupos armados ilegales. El objetivo de CMH es construir “memoria

histórica del conflicto armado a partir de casos emblemáticos”8 (Sánchez et al.

2009, 24), produciendo textos que evidencien hechos violentos sufridos por las

víctimas como masacres, asesinatos selectivos, desapariciones forzadas, torturas,

despojos de tierras y desplazamientos forzados entre otros crímenes realizados

por los actores armados.9 El CMH como una síntesis de todas sus producciones

publicó el informe ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad (2013),

allí se reconoce el valor que tiene la memoria en un país que continúa en conflicto,

marcándose la diferencia con procesos de recuperación de memoria histórica vivi-

dos en otros países en postconflicto. Una tensa lucha entre el reconocimiento y el

olvido que juega un papel trascendental en la sociedad futura que se construye en

el presente. El informe muestra que desde 1958 hasta 2012 han habido 220.000

víctimas mortales a causa del conflicto armado interno vigente en el país (Sánchez

et. al 2013, 20).

Por su parte, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugia-

dos (ACNUR) publicó: Para que se sepa hablan las personas desplazadas en Colombia, recopilación de las historias de vida de víctimas del conflicto en el país

(Lois 2007). Entre las iniciativas impulsadas por Organizaciones No Gubernamen-

tales (ONG), se destaca el libro Hoja de Cruz. La memoria de lo que no se debe repetir de la comunidad Kankuama donde se han documentado los asesinatos de

indígenas entre 1982 y 2005 desde las voces de los familiares de las víctimas (Uribe

et al. 2009, 38). También la revista Noche y Niebla del Centro de Investigación y

Educación Popular (CINEP) denuncia a través de testimonios de víctimas violacio-

nes de derechos humanos realizadas en el marco del conflicto armado colombiano

desde 1996 hasta 2010 (CINEP 2010).

Otro archivo de recuperación de memoria histórica de víctimas, en este caso

de crímenes de Estado, es Proyecto Colombia Nunca Más (2012), del Movimiento

de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE). También está el trabajo Tácticas y estrategias para contar. Historias de la gente sobre conflicto y reconciliación en Colombia (2010) del Centro de Competencia en Comunicación para América Latina

que les ha otorgado voz a las víctimas en la lucha por la divulgación de testimonios

frente a centros de poder imperantes como organismos del Estado y los medios

masivos de comunicación (Franco, Nieto y Rincón 2010, 6).

Existen otras iniciativas que resaltan el papel de mujeres víctimas del conflic-

to como La Red de Mujeres Narrar para vivir, de la Red Nacional de Iniciativas de

Paz y contra la Guerra (REDEPAZ); El Instituto de Mujeres por la Paz (IMP) que

ha recogido testimonios libres de mujeres antes del 2005 y que a partir de la Ley

de Justicia y Paz, más de la mitad de las mujeres se negaron a seguir participando

por el temor a las persecuciones contra sus vidas; y Los Informes de la Mesa de Trabajo Mujer y Conflicto que ha complementado la recopilación de testimonios

de mujeres con información producida por investigaciones académicas (Uribe et al.

2009, 63-64).

Si bien existen otros trabajos sobre recuperación, construcción y divulgación

de las memorias, se ha generado una delicada tendencia del Estado en liderar

o vigilar estos procesos por ser un actor del conflicto en cuanto a su acción y/o

omisión. La CNRR ha promovido que la “memoria histórica” sea un escenario para

el diálogo, la negociación y el reconocimiento de las diferencias con miras a un

proyecto democrático e incluyente de superación del conflicto armado, así como la

búsqueda de verdad, justicia y reparación en un contexto de reconciliación nacional

(Sánchez et al. 2009, 26). A pesar del proyecto contener una plataforma de justicia

transicional,10 llevada a cabo en otros países en épocas de post-conflicto, en el

presente proceso se generan dudas por establecerse en plena vigencia del conflicto

armado interno y sin la adecuada participación y reconocimiento de las víctimas.

Por el contrario, el proceso se ha llevado a cabo dándole prioridad a las versiones

de los victimarios quienes han relatado los vejámenes cometidos, estableciendo

discursos por conveniencia para adquirir prebendas por parte del Estado colombia-

no sin poder establecer una verdad ni jurídica ni histórica.

A partir del anterior contexto y en la investigación sobre trayectorias de vícti-

mas se pretendió construir una “memoria histórica razonada e incluyente” de las

víctimas marginadas por el conflicto armado interno que vive el país y silenciadas

y/u olvidadas desde centros de poder. La memoria histórica razonada se enmarca

en la corriente que promueve la complementariedad de la memoria y la historia y

estaría contrastando métodos tradicionales del cientificismo positivista, que como

se mencionó antes no le da la importancia que merecen los documentos orales para

la construcción de la Historia.

Pierre Vilar siempre se preocupó por una Historia, “análisis, por la coheren-

cia de la historia entendida antes que nada como un modo de pensar [...]”, (Vilar

2004, 9); es decir una “historia razonada” que estaba en contradicción del método

tradicional establecido por el positivismo. Vilar consideraba un engaño hacerse

llamar objetivo siendo más o menos partidista (Vilar 1988, 7-33). El rescate de la

subjetividad de quienes construyen la historia permite establecer cambios teóricos,

metodológicos y temáticos en la construcción de una historia apoyada por memoria

participativa de sectores marginados. Por tal razón y optando por una historia

contemporánea alternativa, en la investigación se intentó fortalecer el trabajo de

complementariedad entre Historia y Memoria a través de “memoria histórica razo-

nada”. Esta labor se puede dar mediante la acción política de quienes construyen la

memoria colectivamente:

La memoria histórica razonada que se pretende construir no es un simple ejercicio de recuerdo o rememoración, sino un producto de valoración crítico-analítica, que pueda convertirse en herramienta prospectiva para superar el pasado recordado como hecho doloroso, poniéndolo en acción para la construcción del futuro desde el presente (Suárez, Ardila, Báez y Rueda 2010, 18).

Se busca que las víctimas comprendan la realidad histórica que han vivido,

razonen acerca de su pasado y contribuyan a la construcción del futuro como acto-

res protagónicos de la sociedad del presente.

Ricoeur, citado por Rodríguez, propone que la relación entre la construcción

de los discursos de la memoria y la historia sea dialéctica: “[Existiendo] narrativas

de primer orden, la de los testigos y de segundo orden, la de los historiadores. Esta

última implica un ejercicio sobre ella misma y sobre la veracidad de la narrativa

de primer orden” (Rodríguez 2010). Si bien, el historiador realiza un ejercicio de

veracidad y complementario del relato de las víctimas, son las mismas víctimas

quienes como dice Hobsbawm son los primeros historiadores. De esta manera,

quienes tienen mayor conocimiento de los acontecimientos vividos al construir una

biografía, una historia de vida o una trayectoria de vida, en fin utilizar el método

biográfico, es la misma persona que cuenta su vida a través de su propia historia.

Asimismo, Mallimaci y Giménez reafirman el argumento que pone en relevancia a

quienes relatan sucesos biográficos:

En lugar de los términos “narrador y entrevistador” o “investigador e investigado” y otros similares, usamos los de “historiador” (de quien es la vida que se historia) y “cohistoriador” (aquel que comparte con el historiador la historia cuando es na-rrada) y que establece con él la relación en la que la historia se hace tal (Mallimaci y Giménez 2006, 40).

Esta última concepción fortalece el interés de darle trascendencia a las

narraciones de las víctimas, quienes también son “historiadoras”, y revalida que sus

memorias-historias deben ser complementadas por “co-historiadores” mediante la

triangulación de los datos, la comprensión del contexto, la utilización y construcción

de conceptos y la crítica y el análisis de la información.

Para la investigación, teniendo en cuenta a Jelin la memoria es un espacio

de lucha política, donde el investigador realiza una acción colectiva emprendiendo

trabajos de la memoria que favorecen la lucha contra silencios y olvidos sufridos por

grupos minoritarios (Jelin 2002, 60). En este caso, la lucha política y reivindicativa

es de las víctimas del desplazamiento forzado que en compañía de los investigadores

construyen “memoria histórica razonada e incluyente”, resistiendo frente a margi-

naciones, negacionismos, silencios y olvidos generados por los centros de poder e

instituidos en la sociedad contemporánea.

Entendiendo la memoria de esta forma, se legitima el proceso memorístico

emprendido desde las minorías, en el caso de esta investigación, desde las víctimas

del conflicto armado interno colombiano. Cabe señalar, que estos procesos de rei-

vindicación de las memorias como un acto de lucha política no solo pueden quedar-

se en el plano de la visibilidad estatal. Debido a la importancia de estos dos objeti-

vos, reivindicación y lucha, estas memorias deben trascender y evidenciar cambios

y permanencias existentes en la vida de las víctimas que deben relacionarse con

procesos históricos. Si puede llegarse a este propósito y las mismas personas que

relatan sus memorias comprenden la dimensión de lo sucedido en sus vivencias,

podrá construirse una “memoria histórica” con razonamiento crítico; de lo contra-

rio se estaría haciendo una utilización de las víctimas con fines personalistas y se

contribuiría a silenciarlas y olvidarlas una vez más.

Conclusiones

Hay tres tendencias en las Ciencias Sociales que relacionan la memoria y la historia.

En primera medida una de oposición al desarrollarse cada concepto en campos

disciplinares distintos: la memoria en la Sociología y la historia en la historiografía.

Una segunda corriente que estableció la memoria como crítica a la historia a partir

de las problemáticas vividas en la modernidad. Y una tercera tendencia que plantea

la posibilidad de una articulación entre memoria e historia que lleven hacia la acción

social, política y reivindicativa en académicos, organizaciones y movimientos de

víctimas. Si bien, el debate entre memoria e historia debe continuar en diversos

espacios académicos europeos, en Latinoamérica y especialmente en Colombia se

debe aportar con mayor asiduidad en la construcción del concepto memoria históri-

ca.

Una construcción teórico-metodológica que permita incluir a las víctimas,

así como a otros sectores de la sociedad civil y de esta manera colectivamente ra-

zonar sobre eventos atroces buscando soluciones en aras de una transformación

social. En ese sentido, los testimonios que narran las víctimas pueden adquirir

una trascendencia para la sociedad contemporánea, en la medida en que puedan

ser recopilados, registrados y divulgados libremente y no hagan parte de políticas

de silenciamientos y olvidos promovidas desde centros de poder. Hacer esto

supone revalorar los discursos y relatos particulares, donde las víctimas al narrar

y ser escuchadas no sólo re-significan los hechos violentos vividos, sino que

evitan culpabilidades y re-victimizaciones generadas a través de negacionismos y

silenciamientos.

De esta manera, el país afrontaría un triple reto: primero, adelantar caminos

académicos en busca de ampliar campos investigativos desde la interdisciplinarie-

dad y la transdisciplinariedad que permitan tener una visión holística de la proble-

mática de las víctimas y del conflicto armado colombiano; segundo, construir

memoria histórica razonada como una opción real de verdad, justicia, reparación

y garantías de no repetición de los hechos sucedidos y; tercero, difundir mediante

la creación de medios alternativos los relatos de quienes en el presente tienen las

herramientas más eficaces para la construcción de una paz justa y duradera como

son las propias víctimas del conflicto armado interno colombiano.

Referencias

Agustín. 2010. Confesiones. Madrid: Editorial Gredos.

Centro de Investigaciones de Educación Popular-CINEP. 2010. Noche y Niebla, http://www.nocheyniebla.org/node/75

Centro de Memoria Histórica. 2012. “Informes”, http://www.centrodememoriahis-

torica.gov.co/

“Colombia conmemoró día de las víctimas del conflicto”. 2012. Elespectador.com,

[Bogotá], abril 9, http://www.elespectador.com/noticias/paz/articulo-337112-co-

lombia-conmemoro-dia-de-memoria-de-victimas-del-conflicto

Corradini, Luisa. 2006. “No hay que confundir memoria con historia,

dijo Pierre Nora, Entrevista a Pierre Nora”, La Nación, http://www.lanacion.-

com.ar/788817-no-hay-que-confundir-memoria-con-historia-dijo-pierre-nora

De La Cuesta, Josefina. 1998. “Historia y memoria. Un estado de la cuestión”. Revis-ta Ayer. 32: 203-246, http://www.ahistcon.org/PDF/numeros/ayer32_Memoriae-

Historia_Cuesta.pdf

De Murcia, Antonio. 2007. “Memoria histórica de la Edad Media e idea de tradi-

ción en Menéndez Pidal y Américo Castro”. Res Pública. 17: 309-328, http://revis-

tas.um.es/respublica/article/view/60971/58731

“Día nacional de la memoria por la verdad y la justicia”. 2012. País 24, [Argentina],

marzo 24, http://www.pais24.com/index.php?go=n&id=185374

Giraldo, Javier. 2012. Agosto 30. Entrevista a, Universidad industrial de Santander.

Entrevistadores: Esaú Ardila, Diana Novoa y Juan Rueda.

Ferrari, Neida. 1973. “Positivismo e Historia”. UNCU. 9: 79-114, http://bdigital.un-

cu.edu.ar/objetos_digitales/4465/81-cuyo-1973-tomo-09.pdf

Franco, Natalia, Patricia Nieto y Omar Rincón. 2010. Tácticas y estrategias para contar. Historias de la gente sobre conflicto y reconciliación en Colombia. Bogotá:

Centro de Competencia en Comunicación para América Latina Friedrich Ebert

Stiftung.

Fraser, Ronald. 1993. “La historia oral como historia desde abajo”. Ayer. 12: 72-92,

http://www.ahistcon.org/PDF/numeros/ayer12_LaHistoriografia_.RuizTorres.pdf

Ginzburg, Carlo. 1993. El juez y el historiador: consideraciones al margen del proceso Sofri. Madrid: Anaya y Mario Muchnik.

Halbwachs, Maurice.1968. “Memoria colectiva y memoria histórica”. REIS.

95:209-219, http://www.reis.cis.es/REISWeb/PDF/REIS_069_12.pdf

Halbwachs, Maurice.1991. “Fragmentos de la memoria colectiva”. La revista de cultura psicológica. 1: 1-11

Halbwachs, Maurice.2004. Los marcos sociales de la memoria. España: Editorial

Anthropos, Chile: Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Concepción,

Venezuela: Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central.

Hobsbawm, Eric y Terence Ranger. 2002. La invención de la tradición. Barcelona:

Editorial Crítica

Hobsbawm, Eric.1992. Historia del siglo XX. Barcelona: Editorial Crítica.

Hobsbawm, Eric.2001. La Era del Imperio, 1875-1914. Barcelona: Editorial Crítica.

Huici, Vicente. 2002. “La memoria colectiva y el tiempo por Maurice Halbwachs”,

UNED, http://www.uned.es/ca-bergara/ppropias/vhuici/mc.htm

Jedlowski, Paolo. 2000. “La sociología y la memoria colectiva”. En: Memoria colec-tiva e identidad nacional, eds. Alberto Rosa, Guglielmo Bellelli, David Bakhurst,

123-134. Madrid: Biblioteca Nueva.

Jelin, Elizabeth.2002. Los trabajos de la memoria. España: Siglo XXI editores.

Le Goff, Jaques.1991.El orden de la memoria. El tiempo como imaginario. Barcelo-

na: Editorial Paidos.

Lois, Anne. 2007. ParAa que se sepa: Hablan las personas desplazadas en Colom-bia. Bogotá: Consejo Noruego de Refugiados y Observatorio de Desplazados Inter-

nos.

Mallimaci, F. y Giménez, B. 2006. “Historias de vida y método biográfico”. En

Estrategias de Investigación Cualitativa, eds. Irene Vasilachis, 33-58. Barcelona:

Editorial Gedisa.

Martín, Fernando. 2010. Entrevista a Josefina Cuesta Bustillo. Pliegos de yuste. 12:

5-10, http://www.pliegosdeyuste.eu/n1112pliegos/pdfs/5-10.pdf

Mendoza Jorge. 2008. “El pasado en disputa: Historia y memoria como marcos

de la enseñanza”. Notas: Boletín electrónico de investigación de la comunidad Oxa-queña de Psicología, 1:155-171, http://www.conductitlan.net/notas_boletin_inves-

tigacion/60_memoria_colectiva.pdf

Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado-MOVICE. 2012. “Colombia Nunca

Más. Memoria de crímenes de lesa humanidad”, http://www.movimientodevicti-

mas.org/~nuncamas/index.php

Namer, Gérard. 2004. “Postfacio”. En: Los marcos sociales de la memoria, eds.

Manuel Baeza y Michel Mujica, 345-428. España: Anthropos; Chile: Facultad de

Ciencias Sociales de la Universidad de Concepción; Venezuela: Facultad de Ciencias

Económicas y Sociales de la Universidad Central.

Nora, Pierre. 2008. Les lieux de mémoire, Montevideo: Trilce.

Perotin- Dumon, Anne. 2007. “Verdad. Justicia y Memoria.

Introducción”. En Historizar el pasado vivo en América Latina,

h t tp ://www.his tor izare lpasadovivo .c l/es_resul tado_textos .php?-

categoria=Verdad%2C+justicia%2C+memoria&titulo=Introducci%F3n

República de Colombia, Congreso de la Republica de Colombia, Ley 1448 de 2011,

“Ley de Víctimas”. En Diario oficial, núm. 48.096, 10 de junio de 2011.

República de Colombia, Congreso de la República de Colombia. Ley 975 de 2005,

“Ley de Justicia y Paz”, en Diario Oficial, núm. 45.980, 25 de julio de 2005.

República de Colombia, Corte Constitucional de la Republica de Colombia. 2005.

Sentencia T-025. Magistrado ponente Manuel Cepeda Espinoza.

Ricoeur, Paul. 1999. La lectura del tiempo pasado: memoria y olvido. Madrid:

Ediciones de la Universidad Autónoma de Madrid.

Ricoeur, Paul. 2000. La memoria, la historia y el olvido. Buenos Aires: Fondo de

Cultura Económica de Argentina.

Ricoeur, Paul: 2010. “Introducción. Definiciones Definición de la memoria desde un

punto de vista filosófico”. ¿Por qué Recordar?, Foro Internacional de memoria, Dir.

Oscar, Molina, 20-28. Paris: Ediciones Granica.

Riego, Inés. 2008. “Recordando a Henri Bergson: una conexión necesaria

entre mística moral y filosofía”. Veritas. Revista de Filosofía y Teología.

19: 293-329, http://www.revistaveritas.cl/wp-content/uploads/2011/11/05-Re-

cordando-a-Henri-Bergson....pdf

Rodríguez, Sandra, 2010. La memoria de la Investigación Histórica. Ponencia pre-

sentada en el XV Congreso Colombiano de Historia, Julio 26-30, Bogotá, Colombia.

Roldan, Mary.1999. “Museo Nacional, fronteras de la identidad y el reto de la globa-

lización”. En: Museo memoria y nación. Misión de los museos nacionales para los ciudadanos del futuro, eds. Gonzalo Sánchez, María Wills, 99-116. Bogotá: Ministe-

rio de Cultura, Museo Nacional de Colombia, Instituto de Estudios Políticos y Rela-

ciones internacionales-IEPRI de la Universidad Nacional de Colombia, Instituto

Colombiano de Antropología e Historia-ICANH, Programa de las Naciones Unidas

para el Desarrollo-PNUD.

Rojas, Johana. 2013. “9 de abril un día para las víctimas”, Periferia. Miradas de Popayán y el Cauca, http://periferiapopayan.wordpress.-

com/2013/04/15/9-de-abril-un-dia-para-las-victimas/

Sánchez, Gonzalo, Absalón Machado, Álvaro Camacho, Andrés Suárez, Fernán

González, Iván Orozco, Jesús Abad Colorado, Jorge Restrepo, León Valencia,

María Victoria Uribe, María Emma Wills, Martha Nubia Bello, Pilar Gaitán, Pilar

Riaño, Rodrigo Uprimny, Tatiana Rincón. 2009. Recordar y Narrar el Conflicto. Herramientas para reconstruir memoria histórica. Bogotá: Editorial Fotoletras.

Sánchez, Gonzalo, Absalón Machado, Álvaro Camacho, Andrés Suárez, César, Caba-

llero, Fernán González, Iván Orozco, Jesús Abad Colorado, Jorge Restrepo, León

Valencia, Luis Carolos Sánchez, María Victoria Uribe, María Emma Wills, Martha

Nubia Bello, Nubia Herrera, Patricia Linares, Paula Andrea Ila, Pilar Gaitán, Pilar

Riaño, Rodrigo Uprimny, Tatiana Rincón, Teófilo Vásquez. 2013. ¡Basta ya! Colom-bia: memorias de guerra y dignidad. Bogotá: Centro Nacional de Memoria.

Sanmartín, Israel. 2012. “La Memoria y la historia medievales como realidades

indisolubles”. Cuadernos de Estudios Gallegos.125: 259-272, http://estudiosgalle-

gos.revistas.csic.es/index.php/estudiosgallegos/article/view/346/353

Schwarzstein, Dora. 2001. Una introducción al uso de la historia oral en el aula.

Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Sorgentini, Hernán. 2003. “Reflexiones sobre la memoria y

autorreflexión de la historia”. Revista Brasileira de Historia.

4 5 : 1 0 3 - 1 2 8 , h t t p : / / w w w . s c i e l o . b r / s c i e l o . p h p ? s c r i p t = s c i _ a r t t e x -

t&pid=S010201882003000100005&lng=en&nrm=iso&tlng=es

Suárez, Ivonne, Esaú Ardila, Juan S Báez y Juan F Rueda. 2010. “Estudio de Trayec-

torias de Vida de Personas en Situación de Desplazamiento Forzado Interrelaciona-

das en el Barrio Café Madrid del Municipio de Bucaramanga”. Proyecto financiado

por Colciencias, Universidad Industrial de Santander y Compromiso.

Tafalla, Marta. 2003. “Recordar para no repetir: el nuevo imperativo categórico de T

W Adorno”. La ética ante las víctimas, eds. José, Mardones, Reyes, Mate. 126-154.

Barcelona: Anthropos.

Thompson, Edward.1989. La formación de la Clase Obrera en Inglaterra. Barcelo-

na: Editorial Crítica.

Uribe, María, Nicolás Salcedo y Adriana Correa.2009. Memorias en Tiempo de Guerra. Repertorio de iniciativas. Colombia: Punto a parte Editores.

Vilar, Pierre .1988. “Recuerdos y reflexiones sobre el oficio de historiador”.

Manuscrits. Revista d'historia moderna. 7:9-33, http://ddd.uab.cat/pub/manus-

crits/02132397n7p9.pdf

Vilar, Pierre.2004. Memoria Historia e Historiadores. España: Editorial Universi-

dad de Granada.

Wallerstein, Immanuel. 2006. Abrir las ciencias sociales. México: Editorial Siglo

XXI.

Yusta, Mercedes. 2002. “Historia oral, historia vivida. El uso de fuentes orales

en la investigación histórica”. Pandora: revue d etudes hispaniques. 2:235-244,

http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3160107

Juan Felipe Rueda Arenas 42H

iSTO

ReL

o. R

evis

ta d

e H

isto

ria

Reg

iona

l y L

oca

l ISS

N: 2

14

5-1

32

X [

vol 5

, No

. 10

] ju

lio -

dic

iem

bre

de 2

01

3

Memoria e Historia entre la división, la complemen-tariedad y la crítica

Uno de los primeros intelectuales que destacaron el papel de la memoria en estudios

de ciencias sociales fue el filósofo francés de origen judío Henri Bergson. Este autor

fue contestatario del positivismo cientificista (Riego 2008, 293-329); conceptuali-

zando la memoria desde un enfoque psicológico y espiritual mediante la “memoria

pura” y “la memoria habito” (Huici 2002).3 En su obra Materia y memoria (1886),

Bergson se valió de textos que explicaban la memoria de los individuos como eran

las Confesiones de San Agustín,4 además de influenciar estudios posteriores como

los del sociólogo también francés y de origen judío Maurice Halbwachs.

A Halbwachs, se le reconoce la construcción de los conceptos (y también la

escritura de los textos) Marcos sociales de la memoria (1925) y Memoria colectiva (1949) en el establecimiento de una sociología de la memoria (De La Cuesta 1998,

203-246). A partir del contacto con la sociología de Emile Durkheim, Halbwachs

concibió la memoria como un fenómeno colectivo y siempre vivido de forma social.

En consecuencia puede definirse la memoria colectiva como el conjunto de recuer-

dos de cada individuo. Está inscrita en marcos de referencia colectivos, los cuales

son referentes para la rememoración mediante el entorno y principalmente el

lenguaje (Jedlowski 2000, 123). Asimismo, Halbwachs destacó que en la memoria

colectiva se: [...] agrupan las memorias individuales, pero no se confunde con ellas. Esta (la

memoria colectiva) evoluciona siguiendo sus leyes, y si ciertos recuerdos indivi-duales penetran también algunas veces en ella, estos cambian de figura a partir de que son emplazados en un conjunto que no es ya una conciencia personal (Halbwachs 1991, 6).

Si bien Halbwachs reconoció la singularidad del carácter de la memoria como

parte de cada sujeto, él también argumentó que:

[…] eso que llamamos los marcos colectivos de la memoria serían el resultado, la suma, la combinación de los recuerdos individuales de muchos miembros de una misma sociedad. Estos marcos ayudarían, en el mejor de los casos, a clasificar, a ordenar los recuerdos de los unos en relación con los de los otros. Sin embargo, no explicarían la memoria misma, puesto que la darían por existente (Halbwachs 2004, 10).

Según este autor, estos marcos están mediados por el lenguaje, el espacio y el

tiempo y/o mediados por la memoria colectiva de la familia, la religión, y las clases

sociales y sus tradiciones (Ver: Halbwachs 2004). De esta manera, en cualquier

situación el ser humano se ve influenciado socialmente, por lo tanto, cualquier

representación o recuerdo establecido en su memoria hace parte de la memoria

colectiva de varios grupos a los cuales perteneció y que hacen parte de esos cuadros

de referencia socio-histórica que influencian la memoria del individuo.

Desde un punto de vista sociológico, las tesis de Halbwachs fueron innovado-

ras, pero estas mismas ideas recibieron críticas por parte de algunos historiadores.

Él no consideró que la Historia pudiera abarcar todo el acontecer humano pero

si relacionó a la memoria histórica como una construcción de historias de aconteci-

mientos significativos que favorecían la construcción de la historia nacional. En sus

concepciones se observa una oposición entre la memoria colectiva y la memoria

histórica afirmando que “si por memoria histórica se entiende la lista de los aconte-

cimientos cuyo recuerdo conserva la historia nacional, no es ella, no son sus marcos

los que representan lo esencial de lo que llamamos memoria colectiva” (Halbwachs

1968, 209-219). La memoria colectiva no solo haría parte de esa historia oficial sino,

como se expuso antes, de las relaciones sociales construidas por varios individuos

en diversos cuadros sociales.

Esta sociología de la memoria fue criticada por el historiador francés Marc

Bloch (fundador junto a Lucien Febvre de la Escuela de los Annales). Bloch utilizó la

memoria como categoría para la historia, además de estar de acuerdo en la propues-

ta de categorías de origen social situadas en el espacio y el tiempo. Como crítica, este

historiador consideró restringida la propuesta de Halbwachs centrada en los grupos

(la familia, la religión y la clase) y propuso ampliar el enfoque hacia la memoria jurí-

dica y el derecho consuetudinario (Sorgentini 2003, 103-128).

Marc Bloch fue uno de los primeros historiadores que llamó la atención

sobre la trascendencia que la memoria tenía como objeto de estudio y examen de

conciencia de la Historia; argumentaba que con la memoria podía estudiarse las

problemáticas históricas que se derivan de la transmisión de información surgida de

la tradición (Sorgentini 2003, 103-128). Esta posición contrariaba la historiografía

de su tiempo en donde la Historia solo se ocupaba de temas políticos, militares y he-

roicos. Bloch defendió el universalismo que debía tener la Historia la cual no debía

ser particularizada solo a hechos heroicos o nacionales. Comparando al sociólogo y

al historiador, Hernán Sorgentini destaca:

En Halbwachs: el universalismo de la historia resulta abstracto ya que, al no implicar una crítica al particularismo de las identidades de los grupos, termina tornando problemática la expresión “memoria histórica”, por no poder conciliar la objetividad del conocimiento con su función práctica; [mientras en ] Bloch, el intento de concebir una “memoria universalista” refiere a una idea de humanidad que se asienta sobre una perspectiva crítica de la tradición y en una concepción distinta del tiempo en la que el tiempo concreto y real es la materia misma de la historia (Sorgentini 2003,103-128).

No solo fue la Escuela de los Annales la que empezó a realizar críticas hacia

los objetos de la Historia, y al papel de la memoria y de la tradición en función de la

historia. La Escuela de Frankfurt de tendencia marxista, desarrolló una teoría crítica

que puso en tela de juicio los ideales de razón y el progreso planteados en el siglo

XVIII y XIX (Rodríguez 2010). La Escuela de Frankfurt esbozó la necesidad de la

memoria como crítica a la historia, en medio del contexto de las guerras mundiales

que dejaban un manto de duda en esa “evolución histórica” que pretendieron los

idealistas tiempo atrás.

Theodor Adorno alumno de Walter Benjamin fue uno de los intelectuales que

lideró el movimiento científico social de la Teoría Crítica. Adorno dejó un legado en

cuanto a la importancia de la memoria en períodos donde la población se ve someti-

da a un régimen autoritario. Asimismo consideró que el siglo XX [y en el XXI no

ha cambiado] representó un tiempo de contradicciones donde se promovían princi-

pios morales y éticos como la democracia, los derechos humanos, la protección

ambiental y la libertad en la creación estética, contrastados con una historia de tota-

litarismos, de violaciones a los mencionados derechos, de destrucción del medio

ambiente y de una creación estética que respondió en muchos casos al consumismo

imperante bajo las lógicas del mercado (Rodríguez 2010).

En razón de esta legítima crítica, Marta Tafalla argumentó la importancia del

legado de Adorno para el mundo académico y fundamentalmente para la visibilidad

de las víctimas:

En ese nuevo tiempo que fue inaugurado por el fascismo y en el que cualquier barbarie es posible, el verdadero imperativo moral es el de la memoria: tomar conciencia crítica del pasado y sobre todo conceder justicia a sus víctimas. Es im-posible construir un presente justo o esperar un futuro liberado de repeticiones del mal sin hacer justicia a quienes fueron víctimas en el pasado (Tafalla 2003, 126-154).

De esta manera, la memoria histórica desde las víctimas sería un acto de

justicia y no solo un consuelo, además de ser una necesidad histórica por represen-

tar una crítica a la Historia erigida por los vencedores. Una justicia que inclusive

llevó a Carlo Ginzburg a comparar el papel del historiador con el papel del juez en

cuanto a la verificación de testimonios, recopilación de pruebas materiales y en

el establecimiento, en un caso, de una verdad histórica y en otro de una verdad

jurídica, verdades que debían estar plenamente identificadas una con la otra (Ver:

Ginzburg 1993).

La escuela marxista, de alguna forma, también buscó una justicia para quie-

nes no habían sido visibilizados en la Historia. En palabras del historiador inglés

Edward Palmer Thompson, hacer la historia de los vencidos era hacer la historia de

las clases subalternas o la historia desde abajo, es decir desde los obreros explotados

en la Inglaterra del siglo XIX (Thompson 1989, 197). Para los años 60, Thompson

consiguió estudios históricos críticos acerca del papel de los Estados nacionales y

la construcción de la tradición en los pueblos. Su obra más reconocida ha sido La formación de la clase obrera en Inglaterra (1963), en donde abordó la experiencia

de los obreros ingleses, dándole especial relevancia a la participación de los obreros

como sujetos activos de la historia. La idea de Thompson (citado por Sorgentini) era

recuperar para el conocimiento histórico:

[...] aspectos oscuros del pasado desatendidos por las concepciones dominantes, como el sentido de la economía “moral” de los pobres en el siglo XVIII, el impacto a largo plazo de la tradición jacobina inglesa, la racionalidad de las prácticas lúdicas y el consecuente reconocimiento de su entidad política (Sorgentini 2003, 103-128).

Este rescate de la tradición de los obreros permitió al historiador estudiar

a través de las tradiciones populares del siglo XVIII “[...] el substrato sobre el que

se conforma la clase como sujeto” (Sorgentini 2003,103-128). El estudio de las

tradiciones de los sujetos que no han sido parte de la Historia ha contribuido a

recuperar la memoria, en este caso, de las clases oprimidas por el capitalismo domi-

nante. Thompson divulgó la necesidad de escribir la historia desde abajo, historia

que remite a otros documentos que pueden rescatar la memoria sistemáticamente

olvidada por las clases altas y la historiografía (Rodríguez 2010). De esta manera

argumentaba la necesidad de construir a través de experiencias y tradiciones de

sujetos olvidados “otra historia” y una memoria histórica donde los sectores margi-

nados puedan reconocerse e identificarse.

De la misma escuela marxista-inglesa, Eric Hobsbawm criticó la tradición

en las estructuras de las sociedades por considerarla una invención de las elites

dominantes para crear una continuidad ficticia con el pasado (Hobsbawm y Ranger

2002, 8). Esa invención de la tradición ha sido utilizada por las elites para la cons-

trucción de la identidad nacional, fundamental en la articulación de una memoria

colectiva nacional. Por otra parte, Hobsbawm marca una clara diferencia entre

memoria e historia. Si bien, ha sido crítico de la utilización de fuentes orales para

la construcción de la historia, consideró que cada persona era el primer historiador

que existía de su propia vida por hacer inteligible el conocimiento que tenía de su

pasado (Hobsbawm 2001, 12). La principal crítica que este autor hizo de la oralidad

fue en razón a lo fragmentaria que puede resultar la memoria de los seres humanos

al momento de narrar hechos resultando ser un engaño para la historia (Cf. Fraser

1993,72-92). Por el contrario, la Historia es una ciencia preocupada por la recupe-

ración de los datos, su sistematización crítica y el establecimiento de causalidades

para su escritura, la Historia no deja al azar lo que la memoria si puede dejar. En

consecuencia la historia así tenga una razón instrumental es una construcción

científica a diferencia de la memoria que suele ser espontanea. Un debate entre

memoria e historia, entre la oposición o la complementariedad que continúa con la

Escuela de los Annales de la tercera generación.

Al francés Pierre Nora se lo reconoce por ser quien acuñó el concepto “memo-

ria histórica”. Nora y su colega el también francés Jaques Le Goff desarrollaron la

llamada Historia de las Mentalidades con estudios enfocados en las representacio-

nes colectivas y las estructuras mentales de las sociedades. Para Nora (entrevistado

por Corradini):

La memoria es el recuerdo de un pasado vivido o imaginado. Por esa razón, la memoria siempre es portada por grupos de seres vivos que experimentaron los hechos o creen haberlo hecho. La memoria, por naturaleza, es afectiva, emotiva, abierta a todas las transformaciones, inconsciente de sus sucesivas transformacio-nes, vulnerable a toda manipulación, susceptible de permanecer latente durante largos períodos y de bruscos despertares. La memoria es siempre un fenómeno colectivo, aunque sea psicológicamente vivida como individual (Nora 2006).

Según este autor, la memoria es imaginativa y no tiene el rigor científico que

sí posee la Historia. En contraposición a la memoria el autor afirma que:

[…] la historia es una construcción siempre problemática e incompleta de aquello que ha dejado de existir, pero que dejó rastros. A partir de esos rastros, controla-dos, entrecruzados, comparados, el historiador trata de reconstituir lo que pudo pasar y, sobre todo, integrar esos hechos en un conjunto explicativo (Nora 2006)

Pierre Nora planteó que la Historia es pública porque congrega a los indivi-

duos en torno a la nación, mientras la memoria es de ámbito privado, razón por la

cual disgregaría la conformación nacional. En este aspecto, el autor remarca que

están apareciendo cada vez más memorias de quienes quieren ponerse por encima

de la historia y de la justicia presentándose como la verdad. Nora representa la

nostalgia que produce la pérdida de la historia oficial, la cual permitía educar y

congregar a la nación francesa sobre valores, hechos y significados que él considera

son propios del francés (Nora 2006).

Su obra más reconocida es Los lugares de la memoria (1992); obra escrita

para conmemorar el bicentenario de la Revolución Francesa, donde estableció junto

con un centenar de historiadores los hechos significativos de la memoria colectiva

de la nación francesa en más de dos siglos. Los lugares de memoria son los restos

que dejan los seres humanos definidos por Nora como:

[…] la forma extrema bajo la cual subsiste una conciencia conmemorativa en una historia que la solicita porque la ignora […] Museos, archivos, cementerios y colecciones, fiestas, aniversario, tratados, actas, monumentos, santuarios, asociaciones, son los cerros testigos de otra época, de las ilusiones de eternidad (Nora 2008, 24).

Este historiador plantea una oposición entre memoria e historia y sugiere la

necesidad de que la Historia “avasalle a la memoria”. Dice Nora: “en el corazón de

la historia, trabaja un criticismo destructor de memoria espontánea. La memoria

siempre es sospechosa para la historia, cuya misión verdadera es destruirla y repri-

mirla” (Nora 2008, 21). Estas razones que el autor argumenta de darle una supre-

macía a la Historia sobre la generación de memoria colectiva parecen encauzadas

por una tradición positivista que ha influenciado los estudios historiográficos de

quienes han escrito en favor de los “vencedores”.

Jaques Le Goff escribió el libro Historia y memoria (1977), un texto sobre

el tiempo la memoria y la historia (Cf. De La Cuesta 1998, 203-246). Además es-

cribió la obra El orden de la memoria. El tiempo como imaginario (1991), donde

realizó un recorrido histórico de la sociedad occidental y algunas sociedades

extra europeas. En este texto, el autor expuso desde las edades míticas hasta la

contemporaneidad, cómo las sociedades han hecho para conservar y transmitir la

memoria colectiva. Le Goff más que oposición, planteó la posibilidad de integrar

la memoria (colectiva) con la Historia, siendo la “historia el proceso científico de

la memoria colectiva” (Le Goff 1991, 157). En razón a este concepto, él consideró

que la “memoria histórica” es el estudio histórico que se realiza de la memoria

colectiva de las sociedades.

Memoria colectiva que si bien, ha sido manipulada por los centros de poder,

cada vez más ha representado un espacio de lucha de los grupos minoritarios. Para

este autor:

[…] la memoria colectiva ha constituido un hito importante en la lucha por el poder conducida por las fuerzas sociales. Apoderarse de la memoria y del olvido es una de las máximas preocupaciones de las clases, los grupos, de los individuos que han dominado y dominan las sociedades históricas (Le Goff 1991, 133).

Estas ideas que están encaminadas hacia la complementariedad entre memo-

ria e historia, hacen parte de la tercera corriente que ha buscado explicar el concepto

memoria histórica, donde se destaca el filósofo francés Paul Ricoeur. Este exponen-

te de la filosofía contemporánea fue influenciado por la fenomenología de Edmond

Husserl y el existencialismo de Karl Jaspers. Hizo parte de la Escuela de los Annales

en los años sesenta, criticando la deshumanización del estructuralismo en la investi-

gación científica y abogando por una historia social y de las mentalidades. Dos

de sus obras Historia, memoria y olvido (2000) y La lectura del tiempo pasado: memoria y olvido (1999), exponen conceptos como memoria individual, memoria

colectiva, perdón, olvido y memoria histórica. Según Ricoeur (2000, 128-129):

[...] En primer lugar, [la memoria personal o individual] parece que es radical-mente singular. Puede decirse incluso, de la mano de Locke, que la memoria constituye por sí sola un criterio de la identidad personal. Mis recuerdos no son los vuestros. No pueden transferirse los recuerdos de uno a la memoria de otro. [...] En segundo lugar, el vínculo original de la conciencia del pasado reside en la memoria. Desde Agustín, sabemos y comentamos que la memoria es el presente del pasado [...] la memoria garantiza la continuidad temporal de la persona. Esa continuidad entre el pasado y el presente me permite remontarme sin solución de continuidad desde el presente vivido hasta los acontecimientos más lejanos de mi infancia [...]. Finalmente y en tercer lugar, a la memoria se vincula el sentido de la orientación en el paso del tiempo; orientación en doble sentido, del pasado hacia el futuro; por impulso hacia atrás, en cierto modo, según la flecha del tiempo del cambio, y también del futuro hacia el pasado, según el movimien-

to inverso de tránsito de la espera hacia el recuerdo, a través del presente vivo [...].

Este autor al mencionar que mediante la memoria el sujeto transita del pre-

sente al pasado, hace referencia a que siendo esto una paradoja (Ricoeur 2010, 25),

la memoria le da una continuidad al ser humano en el tiempo. Si bien la memoria

individual tiene unas características particulares, ésta se va construyendo en las

relaciones sociales existentes entre los individuos. Se fundamenta en Halbwachs

para explicar algunas características que se le atribuyen a la memoria colectiva: en

primera medida, los individuos no recuerdan solos sino con ayuda de los recuerdos

de otros; y que los recuerdos se encuentran inscritos en relatos colectivos que a

su vez, son reforzados mediante conmemoraciones y celebraciones públicas de

los acontecimientos vividos en el curso de la historia, de los grupos a los que perte-

necen los seres humanos. “La ritualización de lo que podemos llamar «recuerdos

compartidos» legitima a Halbwachs para convertir cada «memoria individual [...]

en un punto de vista de la memoria colectiva” (Ricoeur 1999, 17).

La ritualización de los recuerdos compartidos, la cual se realiza con conme-

moraciones y fiestas públicas es una forma para que el Estado-nacional cree identi-

dades de los ciudadanos con hechos contados como parte de la Historia oficial. El

autor entiende, que si bien, como parte del sujeto existe una memoria individual

y colectiva puede haber una analogía entre las dos, en cuanto al carácter propio,

continuidad y polaridad pasado-futuro (Ricoeur 1999, 18) y así mismo la memoria

colectiva sería considerada una especie de personalidad de rango superior.5

Ricoeur también habla de la existencia de una traslación entre la memoria

individual y colectiva explicando que “pasamos de la memoria individual a la

memoria colectiva, tránsito perfectamente legítimo, en la medida que, gracias al

lenguaje, las memorias individuales se superponen con la memoria colectiva” (Ri-

coeur 2010, 20-28). Para que se presente este tránsito resulta fundamental el len-

guaje, el cual permite que haya relaciones de los distintos significados individuales

de los sujetos existiendo una intersubjetividad de significados superpuesta con la

memoria colectiva. De esta manera, “[...] la memoria colectiva descansa sobre una

ligazón de memorias individuales, lo que se explica por la pertenencia de cada una

a una multitud de colectividades, que son otros tantos ámbitos de identificación

colectiva e individual” (Ricoeur 2010, 20-28).

La relación que plantea este filosofo entre memoria e Historia es de comple-

mentariedad y clara oposición al discurso establecido por Nora, que es excluyente

de la participación de las memorias de individuos y pueblos vencidos en la Historia.

Al contrario, el filósofo tiene una visión incluyente de las víctimas, comprendiendo

que en la construcción de “memoria histórica” debe haber una complementariedad

dialéctica entre memoria e historia, es decir que el conocimiento histórico tenga una

función crítica sobre la memoria y a su vez la memoria permita ampliar el espectro

de conocimiento de la historia (Ricoeur 2000).

En este mismo plano, se encuentra Elizabeth Jelin, luchadora contra el

régimen dictatorial que gobernó a Argentina entre 1976-1983. Jelin plantea que

en referencia a las memorias colectivas existe una lucha política de por medio.

En el pasado y en el presente las fuerzas dominantes que originaron los estados

nacionales condicionaron la memoria de los pueblos, por tal razón, se plantea una

lucha por las memorias y los olvidos entre los centros de poder y quienes se expre-

san a través de las memorias alternativas y/o defienden estas iniciativas. Estos

son los emprendedores y emprendedoras de la memoria, quienes en sus acciones

tienen un carácter social colectivo, estableciendo su proyecto e involucrando a

otros sujetos que generen nuevas ideas buscando recuperar, evidenciar y divulgar

las memorias alternativas (Jelin 2002, 48). De esta manera, la Historia escrita

por los vencedores podrá contrastarse por las memorias-historias de los vencidos

dejando un legado para el presente y el futuro de las sociedades oprimidas.

El debate en la historiografía ha llevado a preguntarse por el papel que

debe tener la memoria en el uso de la historia. De esta manera, temas como la

transmisión de la memoria, el uso de la memoria colectiva y el olvido, el papel de

la tradición en la edificación de una memoria colectiva así como la justicia de las

víctimas como parte de la lucha por una memoria histórica son temas abordados

por historiadores y otros intelectuales de otras ramas de las ciencias sociales y hu-

manas. La necesidad es que estos debates no solo se queden en Europa sino que

hagan parte de las discusiones académicas de otros lugares del mundo como es el

caso colombiano.

Algunos trabajos de memoria en Colombia y cons-trucción de memoria histórica razonada desde las víctimas del conflicto armado interno

En América Latina, tras las dictaduras militares, los casos de Argentina, Chile,

Perú y Nicaragua entre otros, son emblemáticos del papel que ha desempeñado

los movimientos de víctimas y de Derechos Humanos en el esclarecimiento de

la verdad, la justicia y la reparación individual y colectiva.6 Según el jurista Juan

Méndez la importancia de las memorias de víctimas radica en:

El esclarecimiento de sucesos que han sido deliberadamente mantenidos en las sombras, la valoración de la verdad por encima de las mentiras y el reconocimien-

to de que las víctimas de los abusos de poder merecen que sus sufrimientos sean recordados (Perotin-Dumon 2007, 3).

No todos estos procesos de memoria tienen el sentido altruista que menciona

Méndez. Existen procesos en varios países que han sido llevados a cabo por parte

del Estado para mantener una imagen internacional, pero sin esclarecer la verdad,

aplicar la justicia a los victimarios y reparar adecuadamente a las víctimas.

Este puede ser el caso de Colombia, donde las iniciativas que valoran la

memoria de las víctimas han sido escasas y en muchas ocasiones coordinadas por

una razón utilitarista. Sólo a partir de le Ley 975 de 2005 (Ley de Justicia y Paz)

y en el contexto de la desmovilización de paramilitares,7 el Estado creó la CNRR

que delegó al Grupo de Memoria Histórica, en la actualidad Centro de Memoria

Histórica (CMH), para realizar informes sobre las razones del surgimiento y evolu-

ción de los grupos armados ilegales. El objetivo de CMH es construir “memoria

histórica del conflicto armado a partir de casos emblemáticos”8 (Sánchez et al.

2009, 24), produciendo textos que evidencien hechos violentos sufridos por las

víctimas como masacres, asesinatos selectivos, desapariciones forzadas, torturas,

despojos de tierras y desplazamientos forzados entre otros crímenes realizados

por los actores armados.9 El CMH como una síntesis de todas sus producciones

publicó el informe ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad (2013),

allí se reconoce el valor que tiene la memoria en un país que continúa en conflicto,

marcándose la diferencia con procesos de recuperación de memoria histórica vivi-

dos en otros países en postconflicto. Una tensa lucha entre el reconocimiento y el

olvido que juega un papel trascendental en la sociedad futura que se construye en

el presente. El informe muestra que desde 1958 hasta 2012 han habido 220.000

víctimas mortales a causa del conflicto armado interno vigente en el país (Sánchez

et. al 2013, 20).

Por su parte, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugia-

dos (ACNUR) publicó: Para que se sepa hablan las personas desplazadas en Colombia, recopilación de las historias de vida de víctimas del conflicto en el país

(Lois 2007). Entre las iniciativas impulsadas por Organizaciones No Gubernamen-

tales (ONG), se destaca el libro Hoja de Cruz. La memoria de lo que no se debe repetir de la comunidad Kankuama donde se han documentado los asesinatos de

indígenas entre 1982 y 2005 desde las voces de los familiares de las víctimas (Uribe

et al. 2009, 38). También la revista Noche y Niebla del Centro de Investigación y

Educación Popular (CINEP) denuncia a través de testimonios de víctimas violacio-

nes de derechos humanos realizadas en el marco del conflicto armado colombiano

desde 1996 hasta 2010 (CINEP 2010).

Otro archivo de recuperación de memoria histórica de víctimas, en este caso

de crímenes de Estado, es Proyecto Colombia Nunca Más (2012), del Movimiento

de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE). También está el trabajo Tácticas y estrategias para contar. Historias de la gente sobre conflicto y reconciliación en Colombia (2010) del Centro de Competencia en Comunicación para América Latina

que les ha otorgado voz a las víctimas en la lucha por la divulgación de testimonios

frente a centros de poder imperantes como organismos del Estado y los medios

masivos de comunicación (Franco, Nieto y Rincón 2010, 6).

Existen otras iniciativas que resaltan el papel de mujeres víctimas del conflic-

to como La Red de Mujeres Narrar para vivir, de la Red Nacional de Iniciativas de

Paz y contra la Guerra (REDEPAZ); El Instituto de Mujeres por la Paz (IMP) que

ha recogido testimonios libres de mujeres antes del 2005 y que a partir de la Ley

de Justicia y Paz, más de la mitad de las mujeres se negaron a seguir participando

por el temor a las persecuciones contra sus vidas; y Los Informes de la Mesa de Trabajo Mujer y Conflicto que ha complementado la recopilación de testimonios

de mujeres con información producida por investigaciones académicas (Uribe et al.

2009, 63-64).

Si bien existen otros trabajos sobre recuperación, construcción y divulgación

de las memorias, se ha generado una delicada tendencia del Estado en liderar

o vigilar estos procesos por ser un actor del conflicto en cuanto a su acción y/o

omisión. La CNRR ha promovido que la “memoria histórica” sea un escenario para

el diálogo, la negociación y el reconocimiento de las diferencias con miras a un

proyecto democrático e incluyente de superación del conflicto armado, así como la

búsqueda de verdad, justicia y reparación en un contexto de reconciliación nacional

(Sánchez et al. 2009, 26). A pesar del proyecto contener una plataforma de justicia

transicional,10 llevada a cabo en otros países en épocas de post-conflicto, en el

presente proceso se generan dudas por establecerse en plena vigencia del conflicto

armado interno y sin la adecuada participación y reconocimiento de las víctimas.

Por el contrario, el proceso se ha llevado a cabo dándole prioridad a las versiones

de los victimarios quienes han relatado los vejámenes cometidos, estableciendo

discursos por conveniencia para adquirir prebendas por parte del Estado colombia-

no sin poder establecer una verdad ni jurídica ni histórica.

A partir del anterior contexto y en la investigación sobre trayectorias de vícti-

mas se pretendió construir una “memoria histórica razonada e incluyente” de las

víctimas marginadas por el conflicto armado interno que vive el país y silenciadas

y/u olvidadas desde centros de poder. La memoria histórica razonada se enmarca

en la corriente que promueve la complementariedad de la memoria y la historia y

estaría contrastando métodos tradicionales del cientificismo positivista, que como

se mencionó antes no le da la importancia que merecen los documentos orales para

la construcción de la Historia.

Pierre Vilar siempre se preocupó por una Historia, “análisis, por la coheren-

cia de la historia entendida antes que nada como un modo de pensar [...]”, (Vilar

2004, 9); es decir una “historia razonada” que estaba en contradicción del método

tradicional establecido por el positivismo. Vilar consideraba un engaño hacerse

llamar objetivo siendo más o menos partidista (Vilar 1988, 7-33). El rescate de la

subjetividad de quienes construyen la historia permite establecer cambios teóricos,

metodológicos y temáticos en la construcción de una historia apoyada por memoria

participativa de sectores marginados. Por tal razón y optando por una historia

contemporánea alternativa, en la investigación se intentó fortalecer el trabajo de

complementariedad entre Historia y Memoria a través de “memoria histórica razo-

nada”. Esta labor se puede dar mediante la acción política de quienes construyen la

memoria colectivamente:

La memoria histórica razonada que se pretende construir no es un simple ejercicio de recuerdo o rememoración, sino un producto de valoración crítico-analítica, que pueda convertirse en herramienta prospectiva para superar el pasado recordado como hecho doloroso, poniéndolo en acción para la construcción del futuro desde el presente (Suárez, Ardila, Báez y Rueda 2010, 18).

Se busca que las víctimas comprendan la realidad histórica que han vivido,

razonen acerca de su pasado y contribuyan a la construcción del futuro como acto-

res protagónicos de la sociedad del presente.

Ricoeur, citado por Rodríguez, propone que la relación entre la construcción

de los discursos de la memoria y la historia sea dialéctica: “[Existiendo] narrativas

de primer orden, la de los testigos y de segundo orden, la de los historiadores. Esta

última implica un ejercicio sobre ella misma y sobre la veracidad de la narrativa

de primer orden” (Rodríguez 2010). Si bien, el historiador realiza un ejercicio de

veracidad y complementario del relato de las víctimas, son las mismas víctimas

quienes como dice Hobsbawm son los primeros historiadores. De esta manera,

quienes tienen mayor conocimiento de los acontecimientos vividos al construir una

biografía, una historia de vida o una trayectoria de vida, en fin utilizar el método

biográfico, es la misma persona que cuenta su vida a través de su propia historia.

Asimismo, Mallimaci y Giménez reafirman el argumento que pone en relevancia a

quienes relatan sucesos biográficos:

En lugar de los términos “narrador y entrevistador” o “investigador e investigado” y otros similares, usamos los de “historiador” (de quien es la vida que se historia) y “cohistoriador” (aquel que comparte con el historiador la historia cuando es na-rrada) y que establece con él la relación en la que la historia se hace tal (Mallimaci y Giménez 2006, 40).

Esta última concepción fortalece el interés de darle trascendencia a las

narraciones de las víctimas, quienes también son “historiadoras”, y revalida que sus

memorias-historias deben ser complementadas por “co-historiadores” mediante la

triangulación de los datos, la comprensión del contexto, la utilización y construcción

de conceptos y la crítica y el análisis de la información.

Para la investigación, teniendo en cuenta a Jelin la memoria es un espacio

de lucha política, donde el investigador realiza una acción colectiva emprendiendo

trabajos de la memoria que favorecen la lucha contra silencios y olvidos sufridos por

grupos minoritarios (Jelin 2002, 60). En este caso, la lucha política y reivindicativa

es de las víctimas del desplazamiento forzado que en compañía de los investigadores

construyen “memoria histórica razonada e incluyente”, resistiendo frente a margi-

naciones, negacionismos, silencios y olvidos generados por los centros de poder e

instituidos en la sociedad contemporánea.

Entendiendo la memoria de esta forma, se legitima el proceso memorístico

emprendido desde las minorías, en el caso de esta investigación, desde las víctimas

del conflicto armado interno colombiano. Cabe señalar, que estos procesos de rei-

vindicación de las memorias como un acto de lucha política no solo pueden quedar-

se en el plano de la visibilidad estatal. Debido a la importancia de estos dos objeti-

vos, reivindicación y lucha, estas memorias deben trascender y evidenciar cambios

y permanencias existentes en la vida de las víctimas que deben relacionarse con

procesos históricos. Si puede llegarse a este propósito y las mismas personas que

relatan sus memorias comprenden la dimensión de lo sucedido en sus vivencias,

podrá construirse una “memoria histórica” con razonamiento crítico; de lo contra-

rio se estaría haciendo una utilización de las víctimas con fines personalistas y se

contribuiría a silenciarlas y olvidarlas una vez más.

Conclusiones

Hay tres tendencias en las Ciencias Sociales que relacionan la memoria y la historia.

En primera medida una de oposición al desarrollarse cada concepto en campos

disciplinares distintos: la memoria en la Sociología y la historia en la historiografía.

Una segunda corriente que estableció la memoria como crítica a la historia a partir

de las problemáticas vividas en la modernidad. Y una tercera tendencia que plantea

la posibilidad de una articulación entre memoria e historia que lleven hacia la acción

social, política y reivindicativa en académicos, organizaciones y movimientos de

víctimas. Si bien, el debate entre memoria e historia debe continuar en diversos

espacios académicos europeos, en Latinoamérica y especialmente en Colombia se

debe aportar con mayor asiduidad en la construcción del concepto memoria históri-

ca.

Una construcción teórico-metodológica que permita incluir a las víctimas,

así como a otros sectores de la sociedad civil y de esta manera colectivamente ra-

zonar sobre eventos atroces buscando soluciones en aras de una transformación

social. En ese sentido, los testimonios que narran las víctimas pueden adquirir

una trascendencia para la sociedad contemporánea, en la medida en que puedan

ser recopilados, registrados y divulgados libremente y no hagan parte de políticas

de silenciamientos y olvidos promovidas desde centros de poder. Hacer esto

supone revalorar los discursos y relatos particulares, donde las víctimas al narrar

y ser escuchadas no sólo re-significan los hechos violentos vividos, sino que

evitan culpabilidades y re-victimizaciones generadas a través de negacionismos y

silenciamientos.

De esta manera, el país afrontaría un triple reto: primero, adelantar caminos

académicos en busca de ampliar campos investigativos desde la interdisciplinarie-

dad y la transdisciplinariedad que permitan tener una visión holística de la proble-

mática de las víctimas y del conflicto armado colombiano; segundo, construir

memoria histórica razonada como una opción real de verdad, justicia, reparación

y garantías de no repetición de los hechos sucedidos y; tercero, difundir mediante

la creación de medios alternativos los relatos de quienes en el presente tienen las

herramientas más eficaces para la construcción de una paz justa y duradera como

son las propias víctimas del conflicto armado interno colombiano.

Referencias

Agustín. 2010. Confesiones. Madrid: Editorial Gredos.

Centro de Investigaciones de Educación Popular-CINEP. 2010. Noche y Niebla, http://www.nocheyniebla.org/node/75

Centro de Memoria Histórica. 2012. “Informes”, http://www.centrodememoriahis-

torica.gov.co/

“Colombia conmemoró día de las víctimas del conflicto”. 2012. Elespectador.com,

[Bogotá], abril 9, http://www.elespectador.com/noticias/paz/articulo-337112-co-

lombia-conmemoro-dia-de-memoria-de-victimas-del-conflicto

Corradini, Luisa. 2006. “No hay que confundir memoria con historia,

dijo Pierre Nora, Entrevista a Pierre Nora”, La Nación, http://www.lanacion.-

com.ar/788817-no-hay-que-confundir-memoria-con-historia-dijo-pierre-nora

De La Cuesta, Josefina. 1998. “Historia y memoria. Un estado de la cuestión”. Revis-ta Ayer. 32: 203-246, http://www.ahistcon.org/PDF/numeros/ayer32_Memoriae-

Historia_Cuesta.pdf

De Murcia, Antonio. 2007. “Memoria histórica de la Edad Media e idea de tradi-

ción en Menéndez Pidal y Américo Castro”. Res Pública. 17: 309-328, http://revis-

tas.um.es/respublica/article/view/60971/58731

“Día nacional de la memoria por la verdad y la justicia”. 2012. País 24, [Argentina],

marzo 24, http://www.pais24.com/index.php?go=n&id=185374

Giraldo, Javier. 2012. Agosto 30. Entrevista a, Universidad industrial de Santander.

Entrevistadores: Esaú Ardila, Diana Novoa y Juan Rueda.

Ferrari, Neida. 1973. “Positivismo e Historia”. UNCU. 9: 79-114, http://bdigital.un-

cu.edu.ar/objetos_digitales/4465/81-cuyo-1973-tomo-09.pdf

Franco, Natalia, Patricia Nieto y Omar Rincón. 2010. Tácticas y estrategias para contar. Historias de la gente sobre conflicto y reconciliación en Colombia. Bogotá:

Centro de Competencia en Comunicación para América Latina Friedrich Ebert

Stiftung.

Fraser, Ronald. 1993. “La historia oral como historia desde abajo”. Ayer. 12: 72-92,

http://www.ahistcon.org/PDF/numeros/ayer12_LaHistoriografia_.RuizTorres.pdf

Ginzburg, Carlo. 1993. El juez y el historiador: consideraciones al margen del proceso Sofri. Madrid: Anaya y Mario Muchnik.

Halbwachs, Maurice.1968. “Memoria colectiva y memoria histórica”. REIS.

95:209-219, http://www.reis.cis.es/REISWeb/PDF/REIS_069_12.pdf

Halbwachs, Maurice.1991. “Fragmentos de la memoria colectiva”. La revista de cultura psicológica. 1: 1-11

Halbwachs, Maurice.2004. Los marcos sociales de la memoria. España: Editorial

Anthropos, Chile: Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Concepción,

Venezuela: Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central.

Hobsbawm, Eric y Terence Ranger. 2002. La invención de la tradición. Barcelona:

Editorial Crítica

Hobsbawm, Eric.1992. Historia del siglo XX. Barcelona: Editorial Crítica.

Hobsbawm, Eric.2001. La Era del Imperio, 1875-1914. Barcelona: Editorial Crítica.

Huici, Vicente. 2002. “La memoria colectiva y el tiempo por Maurice Halbwachs”,

UNED, http://www.uned.es/ca-bergara/ppropias/vhuici/mc.htm

Jedlowski, Paolo. 2000. “La sociología y la memoria colectiva”. En: Memoria colec-tiva e identidad nacional, eds. Alberto Rosa, Guglielmo Bellelli, David Bakhurst,

123-134. Madrid: Biblioteca Nueva.

Jelin, Elizabeth.2002. Los trabajos de la memoria. España: Siglo XXI editores.

Le Goff, Jaques.1991.El orden de la memoria. El tiempo como imaginario. Barcelo-

na: Editorial Paidos.

Lois, Anne. 2007. ParAa que se sepa: Hablan las personas desplazadas en Colom-bia. Bogotá: Consejo Noruego de Refugiados y Observatorio de Desplazados Inter-

nos.

Mallimaci, F. y Giménez, B. 2006. “Historias de vida y método biográfico”. En

Estrategias de Investigación Cualitativa, eds. Irene Vasilachis, 33-58. Barcelona:

Editorial Gedisa.

Martín, Fernando. 2010. Entrevista a Josefina Cuesta Bustillo. Pliegos de yuste. 12:

5-10, http://www.pliegosdeyuste.eu/n1112pliegos/pdfs/5-10.pdf

Mendoza Jorge. 2008. “El pasado en disputa: Historia y memoria como marcos

de la enseñanza”. Notas: Boletín electrónico de investigación de la comunidad Oxa-queña de Psicología, 1:155-171, http://www.conductitlan.net/notas_boletin_inves-

tigacion/60_memoria_colectiva.pdf

Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado-MOVICE. 2012. “Colombia Nunca

Más. Memoria de crímenes de lesa humanidad”, http://www.movimientodevicti-

mas.org/~nuncamas/index.php

Namer, Gérard. 2004. “Postfacio”. En: Los marcos sociales de la memoria, eds.

Manuel Baeza y Michel Mujica, 345-428. España: Anthropos; Chile: Facultad de

Ciencias Sociales de la Universidad de Concepción; Venezuela: Facultad de Ciencias

Económicas y Sociales de la Universidad Central.

Nora, Pierre. 2008. Les lieux de mémoire, Montevideo: Trilce.

Perotin- Dumon, Anne. 2007. “Verdad. Justicia y Memoria.

Introducción”. En Historizar el pasado vivo en América Latina,

h t tp ://www.his tor izare lpasadovivo .c l/es_resul tado_textos .php?-

categoria=Verdad%2C+justicia%2C+memoria&titulo=Introducci%F3n

República de Colombia, Congreso de la Republica de Colombia, Ley 1448 de 2011,

“Ley de Víctimas”. En Diario oficial, núm. 48.096, 10 de junio de 2011.

República de Colombia, Congreso de la República de Colombia. Ley 975 de 2005,

“Ley de Justicia y Paz”, en Diario Oficial, núm. 45.980, 25 de julio de 2005.

República de Colombia, Corte Constitucional de la Republica de Colombia. 2005.

Sentencia T-025. Magistrado ponente Manuel Cepeda Espinoza.

Ricoeur, Paul. 1999. La lectura del tiempo pasado: memoria y olvido. Madrid:

Ediciones de la Universidad Autónoma de Madrid.

Ricoeur, Paul. 2000. La memoria, la historia y el olvido. Buenos Aires: Fondo de

Cultura Económica de Argentina.

Ricoeur, Paul: 2010. “Introducción. Definiciones Definición de la memoria desde un

punto de vista filosófico”. ¿Por qué Recordar?, Foro Internacional de memoria, Dir.

Oscar, Molina, 20-28. Paris: Ediciones Granica.

Riego, Inés. 2008. “Recordando a Henri Bergson: una conexión necesaria

entre mística moral y filosofía”. Veritas. Revista de Filosofía y Teología.

19: 293-329, http://www.revistaveritas.cl/wp-content/uploads/2011/11/05-Re-

cordando-a-Henri-Bergson....pdf

Rodríguez, Sandra, 2010. La memoria de la Investigación Histórica. Ponencia pre-

sentada en el XV Congreso Colombiano de Historia, Julio 26-30, Bogotá, Colombia.

Roldan, Mary.1999. “Museo Nacional, fronteras de la identidad y el reto de la globa-

lización”. En: Museo memoria y nación. Misión de los museos nacionales para los ciudadanos del futuro, eds. Gonzalo Sánchez, María Wills, 99-116. Bogotá: Ministe-

rio de Cultura, Museo Nacional de Colombia, Instituto de Estudios Políticos y Rela-

ciones internacionales-IEPRI de la Universidad Nacional de Colombia, Instituto

Colombiano de Antropología e Historia-ICANH, Programa de las Naciones Unidas

para el Desarrollo-PNUD.

Rojas, Johana. 2013. “9 de abril un día para las víctimas”, Periferia. Miradas de Popayán y el Cauca, http://periferiapopayan.wordpress.-

com/2013/04/15/9-de-abril-un-dia-para-las-victimas/

Sánchez, Gonzalo, Absalón Machado, Álvaro Camacho, Andrés Suárez, Fernán

González, Iván Orozco, Jesús Abad Colorado, Jorge Restrepo, León Valencia,

María Victoria Uribe, María Emma Wills, Martha Nubia Bello, Pilar Gaitán, Pilar

Riaño, Rodrigo Uprimny, Tatiana Rincón. 2009. Recordar y Narrar el Conflicto. Herramientas para reconstruir memoria histórica. Bogotá: Editorial Fotoletras.

Sánchez, Gonzalo, Absalón Machado, Álvaro Camacho, Andrés Suárez, César, Caba-

llero, Fernán González, Iván Orozco, Jesús Abad Colorado, Jorge Restrepo, León

Valencia, Luis Carolos Sánchez, María Victoria Uribe, María Emma Wills, Martha

Nubia Bello, Nubia Herrera, Patricia Linares, Paula Andrea Ila, Pilar Gaitán, Pilar

Riaño, Rodrigo Uprimny, Tatiana Rincón, Teófilo Vásquez. 2013. ¡Basta ya! Colom-bia: memorias de guerra y dignidad. Bogotá: Centro Nacional de Memoria.

Sanmartín, Israel. 2012. “La Memoria y la historia medievales como realidades

indisolubles”. Cuadernos de Estudios Gallegos.125: 259-272, http://estudiosgalle-

gos.revistas.csic.es/index.php/estudiosgallegos/article/view/346/353

Schwarzstein, Dora. 2001. Una introducción al uso de la historia oral en el aula.

Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Sorgentini, Hernán. 2003. “Reflexiones sobre la memoria y

autorreflexión de la historia”. Revista Brasileira de Historia.

4 5 : 1 0 3 - 1 2 8 , h t t p : / / w w w . s c i e l o . b r / s c i e l o . p h p ? s c r i p t = s c i _ a r t t e x -

t&pid=S010201882003000100005&lng=en&nrm=iso&tlng=es

Suárez, Ivonne, Esaú Ardila, Juan S Báez y Juan F Rueda. 2010. “Estudio de Trayec-

torias de Vida de Personas en Situación de Desplazamiento Forzado Interrelaciona-

das en el Barrio Café Madrid del Municipio de Bucaramanga”. Proyecto financiado

por Colciencias, Universidad Industrial de Santander y Compromiso.

Tafalla, Marta. 2003. “Recordar para no repetir: el nuevo imperativo categórico de T

W Adorno”. La ética ante las víctimas, eds. José, Mardones, Reyes, Mate. 126-154.

Barcelona: Anthropos.

Thompson, Edward.1989. La formación de la Clase Obrera en Inglaterra. Barcelo-

na: Editorial Crítica.

Uribe, María, Nicolás Salcedo y Adriana Correa.2009. Memorias en Tiempo de Guerra. Repertorio de iniciativas. Colombia: Punto a parte Editores.

Vilar, Pierre .1988. “Recuerdos y reflexiones sobre el oficio de historiador”.

Manuscrits. Revista d'historia moderna. 7:9-33, http://ddd.uab.cat/pub/manus-

crits/02132397n7p9.pdf

Vilar, Pierre.2004. Memoria Historia e Historiadores. España: Editorial Universi-

dad de Granada.

Wallerstein, Immanuel. 2006. Abrir las ciencias sociales. México: Editorial Siglo

XXI.

Yusta, Mercedes. 2002. “Historia oral, historia vivida. El uso de fuentes orales

en la investigación histórica”. Pandora: revue d etudes hispaniques. 2:235-244,

http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3160107

43

HiS

TOR

eLo

. Rev

ista

de

His

tori

a R

egio

nal y

Lo

cal I

SSN

: 21

45

-13

2X

[vo

l 5, N

o. 1

0]

julio

- d

icie

mbr

e de

20

13

Juan Felipe Rueda Arenas

Memoria e Historia entre la división, la complemen-tariedad y la crítica

Uno de los primeros intelectuales que destacaron el papel de la memoria en estudios

de ciencias sociales fue el filósofo francés de origen judío Henri Bergson. Este autor

fue contestatario del positivismo cientificista (Riego 2008, 293-329); conceptuali-

zando la memoria desde un enfoque psicológico y espiritual mediante la “memoria

pura” y “la memoria habito” (Huici 2002).3 En su obra Materia y memoria (1886),

Bergson se valió de textos que explicaban la memoria de los individuos como eran

las Confesiones de San Agustín,4 además de influenciar estudios posteriores como

los del sociólogo también francés y de origen judío Maurice Halbwachs.

A Halbwachs, se le reconoce la construcción de los conceptos (y también la

escritura de los textos) Marcos sociales de la memoria (1925) y Memoria colectiva (1949) en el establecimiento de una sociología de la memoria (De La Cuesta 1998,

203-246). A partir del contacto con la sociología de Emile Durkheim, Halbwachs

concibió la memoria como un fenómeno colectivo y siempre vivido de forma social.

En consecuencia puede definirse la memoria colectiva como el conjunto de recuer-

dos de cada individuo. Está inscrita en marcos de referencia colectivos, los cuales

son referentes para la rememoración mediante el entorno y principalmente el

lenguaje (Jedlowski 2000, 123). Asimismo, Halbwachs destacó que en la memoria

colectiva se: [...] agrupan las memorias individuales, pero no se confunde con ellas. Esta (la

memoria colectiva) evoluciona siguiendo sus leyes, y si ciertos recuerdos indivi-duales penetran también algunas veces en ella, estos cambian de figura a partir de que son emplazados en un conjunto que no es ya una conciencia personal (Halbwachs 1991, 6).

Si bien Halbwachs reconoció la singularidad del carácter de la memoria como

parte de cada sujeto, él también argumentó que:

[…] eso que llamamos los marcos colectivos de la memoria serían el resultado, la suma, la combinación de los recuerdos individuales de muchos miembros de una misma sociedad. Estos marcos ayudarían, en el mejor de los casos, a clasificar, a ordenar los recuerdos de los unos en relación con los de los otros. Sin embargo, no explicarían la memoria misma, puesto que la darían por existente (Halbwachs 2004, 10).

Según este autor, estos marcos están mediados por el lenguaje, el espacio y el

tiempo y/o mediados por la memoria colectiva de la familia, la religión, y las clases

sociales y sus tradiciones (Ver: Halbwachs 2004). De esta manera, en cualquier

situación el ser humano se ve influenciado socialmente, por lo tanto, cualquier

representación o recuerdo establecido en su memoria hace parte de la memoria

colectiva de varios grupos a los cuales perteneció y que hacen parte de esos cuadros

de referencia socio-histórica que influencian la memoria del individuo.

Desde un punto de vista sociológico, las tesis de Halbwachs fueron innovado-

ras, pero estas mismas ideas recibieron críticas por parte de algunos historiadores.

Él no consideró que la Historia pudiera abarcar todo el acontecer humano pero

si relacionó a la memoria histórica como una construcción de historias de aconteci-

mientos significativos que favorecían la construcción de la historia nacional. En sus

concepciones se observa una oposición entre la memoria colectiva y la memoria

histórica afirmando que “si por memoria histórica se entiende la lista de los aconte-

cimientos cuyo recuerdo conserva la historia nacional, no es ella, no son sus marcos

los que representan lo esencial de lo que llamamos memoria colectiva” (Halbwachs

1968, 209-219). La memoria colectiva no solo haría parte de esa historia oficial sino,

como se expuso antes, de las relaciones sociales construidas por varios individuos

en diversos cuadros sociales.

Esta sociología de la memoria fue criticada por el historiador francés Marc

Bloch (fundador junto a Lucien Febvre de la Escuela de los Annales). Bloch utilizó la

memoria como categoría para la historia, además de estar de acuerdo en la propues-

ta de categorías de origen social situadas en el espacio y el tiempo. Como crítica, este

historiador consideró restringida la propuesta de Halbwachs centrada en los grupos

(la familia, la religión y la clase) y propuso ampliar el enfoque hacia la memoria jurí-

dica y el derecho consuetudinario (Sorgentini 2003, 103-128).

Marc Bloch fue uno de los primeros historiadores que llamó la atención

sobre la trascendencia que la memoria tenía como objeto de estudio y examen de

conciencia de la Historia; argumentaba que con la memoria podía estudiarse las

problemáticas históricas que se derivan de la transmisión de información surgida de

la tradición (Sorgentini 2003, 103-128). Esta posición contrariaba la historiografía

de su tiempo en donde la Historia solo se ocupaba de temas políticos, militares y he-

roicos. Bloch defendió el universalismo que debía tener la Historia la cual no debía

ser particularizada solo a hechos heroicos o nacionales. Comparando al sociólogo y

al historiador, Hernán Sorgentini destaca:

En Halbwachs: el universalismo de la historia resulta abstracto ya que, al no implicar una crítica al particularismo de las identidades de los grupos, termina tornando problemática la expresión “memoria histórica”, por no poder conciliar la objetividad del conocimiento con su función práctica; [mientras en ] Bloch, el intento de concebir una “memoria universalista” refiere a una idea de humanidad que se asienta sobre una perspectiva crítica de la tradición y en una concepción distinta del tiempo en la que el tiempo concreto y real es la materia misma de la historia (Sorgentini 2003,103-128).

No solo fue la Escuela de los Annales la que empezó a realizar críticas hacia

los objetos de la Historia, y al papel de la memoria y de la tradición en función de la

historia. La Escuela de Frankfurt de tendencia marxista, desarrolló una teoría crítica

que puso en tela de juicio los ideales de razón y el progreso planteados en el siglo

XVIII y XIX (Rodríguez 2010). La Escuela de Frankfurt esbozó la necesidad de la

memoria como crítica a la historia, en medio del contexto de las guerras mundiales

que dejaban un manto de duda en esa “evolución histórica” que pretendieron los

idealistas tiempo atrás.

Theodor Adorno alumno de Walter Benjamin fue uno de los intelectuales que

lideró el movimiento científico social de la Teoría Crítica. Adorno dejó un legado en

cuanto a la importancia de la memoria en períodos donde la población se ve someti-

da a un régimen autoritario. Asimismo consideró que el siglo XX [y en el XXI no

ha cambiado] representó un tiempo de contradicciones donde se promovían princi-

pios morales y éticos como la democracia, los derechos humanos, la protección

ambiental y la libertad en la creación estética, contrastados con una historia de tota-

litarismos, de violaciones a los mencionados derechos, de destrucción del medio

ambiente y de una creación estética que respondió en muchos casos al consumismo

imperante bajo las lógicas del mercado (Rodríguez 2010).

En razón de esta legítima crítica, Marta Tafalla argumentó la importancia del

legado de Adorno para el mundo académico y fundamentalmente para la visibilidad

de las víctimas:

En ese nuevo tiempo que fue inaugurado por el fascismo y en el que cualquier barbarie es posible, el verdadero imperativo moral es el de la memoria: tomar conciencia crítica del pasado y sobre todo conceder justicia a sus víctimas. Es im-posible construir un presente justo o esperar un futuro liberado de repeticiones del mal sin hacer justicia a quienes fueron víctimas en el pasado (Tafalla 2003, 126-154).

De esta manera, la memoria histórica desde las víctimas sería un acto de

justicia y no solo un consuelo, además de ser una necesidad histórica por represen-

tar una crítica a la Historia erigida por los vencedores. Una justicia que inclusive

llevó a Carlo Ginzburg a comparar el papel del historiador con el papel del juez en

cuanto a la verificación de testimonios, recopilación de pruebas materiales y en

el establecimiento, en un caso, de una verdad histórica y en otro de una verdad

jurídica, verdades que debían estar plenamente identificadas una con la otra (Ver:

Ginzburg 1993).

La escuela marxista, de alguna forma, también buscó una justicia para quie-

nes no habían sido visibilizados en la Historia. En palabras del historiador inglés

Edward Palmer Thompson, hacer la historia de los vencidos era hacer la historia de

las clases subalternas o la historia desde abajo, es decir desde los obreros explotados

en la Inglaterra del siglo XIX (Thompson 1989, 197). Para los años 60, Thompson

consiguió estudios históricos críticos acerca del papel de los Estados nacionales y

la construcción de la tradición en los pueblos. Su obra más reconocida ha sido La formación de la clase obrera en Inglaterra (1963), en donde abordó la experiencia

de los obreros ingleses, dándole especial relevancia a la participación de los obreros

como sujetos activos de la historia. La idea de Thompson (citado por Sorgentini) era

recuperar para el conocimiento histórico:

[...] aspectos oscuros del pasado desatendidos por las concepciones dominantes, como el sentido de la economía “moral” de los pobres en el siglo XVIII, el impacto a largo plazo de la tradición jacobina inglesa, la racionalidad de las prácticas lúdicas y el consecuente reconocimiento de su entidad política (Sorgentini 2003, 103-128).

Este rescate de la tradición de los obreros permitió al historiador estudiar

a través de las tradiciones populares del siglo XVIII “[...] el substrato sobre el que

se conforma la clase como sujeto” (Sorgentini 2003,103-128). El estudio de las

tradiciones de los sujetos que no han sido parte de la Historia ha contribuido a

recuperar la memoria, en este caso, de las clases oprimidas por el capitalismo domi-

nante. Thompson divulgó la necesidad de escribir la historia desde abajo, historia

que remite a otros documentos que pueden rescatar la memoria sistemáticamente

olvidada por las clases altas y la historiografía (Rodríguez 2010). De esta manera

argumentaba la necesidad de construir a través de experiencias y tradiciones de

sujetos olvidados “otra historia” y una memoria histórica donde los sectores margi-

nados puedan reconocerse e identificarse.

De la misma escuela marxista-inglesa, Eric Hobsbawm criticó la tradición

en las estructuras de las sociedades por considerarla una invención de las elites

dominantes para crear una continuidad ficticia con el pasado (Hobsbawm y Ranger

2002, 8). Esa invención de la tradición ha sido utilizada por las elites para la cons-

trucción de la identidad nacional, fundamental en la articulación de una memoria

colectiva nacional. Por otra parte, Hobsbawm marca una clara diferencia entre

memoria e historia. Si bien, ha sido crítico de la utilización de fuentes orales para

la construcción de la historia, consideró que cada persona era el primer historiador

que existía de su propia vida por hacer inteligible el conocimiento que tenía de su

pasado (Hobsbawm 2001, 12). La principal crítica que este autor hizo de la oralidad

fue en razón a lo fragmentaria que puede resultar la memoria de los seres humanos

al momento de narrar hechos resultando ser un engaño para la historia (Cf. Fraser

1993,72-92). Por el contrario, la Historia es una ciencia preocupada por la recupe-

ración de los datos, su sistematización crítica y el establecimiento de causalidades

para su escritura, la Historia no deja al azar lo que la memoria si puede dejar. En

consecuencia la historia así tenga una razón instrumental es una construcción

científica a diferencia de la memoria que suele ser espontanea. Un debate entre

memoria e historia, entre la oposición o la complementariedad que continúa con la

Escuela de los Annales de la tercera generación.

Al francés Pierre Nora se lo reconoce por ser quien acuñó el concepto “memo-

ria histórica”. Nora y su colega el también francés Jaques Le Goff desarrollaron la

llamada Historia de las Mentalidades con estudios enfocados en las representacio-

nes colectivas y las estructuras mentales de las sociedades. Para Nora (entrevistado

por Corradini):

La memoria es el recuerdo de un pasado vivido o imaginado. Por esa razón, la memoria siempre es portada por grupos de seres vivos que experimentaron los hechos o creen haberlo hecho. La memoria, por naturaleza, es afectiva, emotiva, abierta a todas las transformaciones, inconsciente de sus sucesivas transformacio-nes, vulnerable a toda manipulación, susceptible de permanecer latente durante largos períodos y de bruscos despertares. La memoria es siempre un fenómeno colectivo, aunque sea psicológicamente vivida como individual (Nora 2006).

Según este autor, la memoria es imaginativa y no tiene el rigor científico que

sí posee la Historia. En contraposición a la memoria el autor afirma que:

[…] la historia es una construcción siempre problemática e incompleta de aquello que ha dejado de existir, pero que dejó rastros. A partir de esos rastros, controla-dos, entrecruzados, comparados, el historiador trata de reconstituir lo que pudo pasar y, sobre todo, integrar esos hechos en un conjunto explicativo (Nora 2006)

Pierre Nora planteó que la Historia es pública porque congrega a los indivi-

duos en torno a la nación, mientras la memoria es de ámbito privado, razón por la

cual disgregaría la conformación nacional. En este aspecto, el autor remarca que

están apareciendo cada vez más memorias de quienes quieren ponerse por encima

de la historia y de la justicia presentándose como la verdad. Nora representa la

nostalgia que produce la pérdida de la historia oficial, la cual permitía educar y

congregar a la nación francesa sobre valores, hechos y significados que él considera

son propios del francés (Nora 2006).

Su obra más reconocida es Los lugares de la memoria (1992); obra escrita

para conmemorar el bicentenario de la Revolución Francesa, donde estableció junto

con un centenar de historiadores los hechos significativos de la memoria colectiva

de la nación francesa en más de dos siglos. Los lugares de memoria son los restos

que dejan los seres humanos definidos por Nora como:

[…] la forma extrema bajo la cual subsiste una conciencia conmemorativa en una historia que la solicita porque la ignora […] Museos, archivos, cementerios y colecciones, fiestas, aniversario, tratados, actas, monumentos, santuarios, asociaciones, son los cerros testigos de otra época, de las ilusiones de eternidad (Nora 2008, 24).

Este historiador plantea una oposición entre memoria e historia y sugiere la

necesidad de que la Historia “avasalle a la memoria”. Dice Nora: “en el corazón de

la historia, trabaja un criticismo destructor de memoria espontánea. La memoria

siempre es sospechosa para la historia, cuya misión verdadera es destruirla y repri-

mirla” (Nora 2008, 21). Estas razones que el autor argumenta de darle una supre-

macía a la Historia sobre la generación de memoria colectiva parecen encauzadas

por una tradición positivista que ha influenciado los estudios historiográficos de

quienes han escrito en favor de los “vencedores”.

Jaques Le Goff escribió el libro Historia y memoria (1977), un texto sobre

el tiempo la memoria y la historia (Cf. De La Cuesta 1998, 203-246). Además es-

cribió la obra El orden de la memoria. El tiempo como imaginario (1991), donde

realizó un recorrido histórico de la sociedad occidental y algunas sociedades

extra europeas. En este texto, el autor expuso desde las edades míticas hasta la

contemporaneidad, cómo las sociedades han hecho para conservar y transmitir la

memoria colectiva. Le Goff más que oposición, planteó la posibilidad de integrar

la memoria (colectiva) con la Historia, siendo la “historia el proceso científico de

la memoria colectiva” (Le Goff 1991, 157). En razón a este concepto, él consideró

que la “memoria histórica” es el estudio histórico que se realiza de la memoria

colectiva de las sociedades.

Memoria colectiva que si bien, ha sido manipulada por los centros de poder,

cada vez más ha representado un espacio de lucha de los grupos minoritarios. Para

este autor:

[…] la memoria colectiva ha constituido un hito importante en la lucha por el poder conducida por las fuerzas sociales. Apoderarse de la memoria y del olvido es una de las máximas preocupaciones de las clases, los grupos, de los individuos que han dominado y dominan las sociedades históricas (Le Goff 1991, 133).

Estas ideas que están encaminadas hacia la complementariedad entre memo-

ria e historia, hacen parte de la tercera corriente que ha buscado explicar el concepto

memoria histórica, donde se destaca el filósofo francés Paul Ricoeur. Este exponen-

te de la filosofía contemporánea fue influenciado por la fenomenología de Edmond

Husserl y el existencialismo de Karl Jaspers. Hizo parte de la Escuela de los Annales

en los años sesenta, criticando la deshumanización del estructuralismo en la investi-

gación científica y abogando por una historia social y de las mentalidades. Dos

de sus obras Historia, memoria y olvido (2000) y La lectura del tiempo pasado: memoria y olvido (1999), exponen conceptos como memoria individual, memoria

colectiva, perdón, olvido y memoria histórica. Según Ricoeur (2000, 128-129):

[...] En primer lugar, [la memoria personal o individual] parece que es radical-mente singular. Puede decirse incluso, de la mano de Locke, que la memoria constituye por sí sola un criterio de la identidad personal. Mis recuerdos no son los vuestros. No pueden transferirse los recuerdos de uno a la memoria de otro. [...] En segundo lugar, el vínculo original de la conciencia del pasado reside en la memoria. Desde Agustín, sabemos y comentamos que la memoria es el presente del pasado [...] la memoria garantiza la continuidad temporal de la persona. Esa continuidad entre el pasado y el presente me permite remontarme sin solución de continuidad desde el presente vivido hasta los acontecimientos más lejanos de mi infancia [...]. Finalmente y en tercer lugar, a la memoria se vincula el sentido de la orientación en el paso del tiempo; orientación en doble sentido, del pasado hacia el futuro; por impulso hacia atrás, en cierto modo, según la flecha del tiempo del cambio, y también del futuro hacia el pasado, según el movimien-

to inverso de tránsito de la espera hacia el recuerdo, a través del presente vivo [...].

Este autor al mencionar que mediante la memoria el sujeto transita del pre-

sente al pasado, hace referencia a que siendo esto una paradoja (Ricoeur 2010, 25),

la memoria le da una continuidad al ser humano en el tiempo. Si bien la memoria

individual tiene unas características particulares, ésta se va construyendo en las

relaciones sociales existentes entre los individuos. Se fundamenta en Halbwachs

para explicar algunas características que se le atribuyen a la memoria colectiva: en

primera medida, los individuos no recuerdan solos sino con ayuda de los recuerdos

de otros; y que los recuerdos se encuentran inscritos en relatos colectivos que a

su vez, son reforzados mediante conmemoraciones y celebraciones públicas de

los acontecimientos vividos en el curso de la historia, de los grupos a los que perte-

necen los seres humanos. “La ritualización de lo que podemos llamar «recuerdos

compartidos» legitima a Halbwachs para convertir cada «memoria individual [...]

en un punto de vista de la memoria colectiva” (Ricoeur 1999, 17).

La ritualización de los recuerdos compartidos, la cual se realiza con conme-

moraciones y fiestas públicas es una forma para que el Estado-nacional cree identi-

dades de los ciudadanos con hechos contados como parte de la Historia oficial. El

autor entiende, que si bien, como parte del sujeto existe una memoria individual

y colectiva puede haber una analogía entre las dos, en cuanto al carácter propio,

continuidad y polaridad pasado-futuro (Ricoeur 1999, 18) y así mismo la memoria

colectiva sería considerada una especie de personalidad de rango superior.5

Ricoeur también habla de la existencia de una traslación entre la memoria

individual y colectiva explicando que “pasamos de la memoria individual a la

memoria colectiva, tránsito perfectamente legítimo, en la medida que, gracias al

lenguaje, las memorias individuales se superponen con la memoria colectiva” (Ri-

coeur 2010, 20-28). Para que se presente este tránsito resulta fundamental el len-

guaje, el cual permite que haya relaciones de los distintos significados individuales

de los sujetos existiendo una intersubjetividad de significados superpuesta con la

memoria colectiva. De esta manera, “[...] la memoria colectiva descansa sobre una

ligazón de memorias individuales, lo que se explica por la pertenencia de cada una

a una multitud de colectividades, que son otros tantos ámbitos de identificación

colectiva e individual” (Ricoeur 2010, 20-28).

La relación que plantea este filosofo entre memoria e Historia es de comple-

mentariedad y clara oposición al discurso establecido por Nora, que es excluyente

de la participación de las memorias de individuos y pueblos vencidos en la Historia.

Al contrario, el filósofo tiene una visión incluyente de las víctimas, comprendiendo

que en la construcción de “memoria histórica” debe haber una complementariedad

dialéctica entre memoria e historia, es decir que el conocimiento histórico tenga una

función crítica sobre la memoria y a su vez la memoria permita ampliar el espectro

de conocimiento de la historia (Ricoeur 2000).

En este mismo plano, se encuentra Elizabeth Jelin, luchadora contra el

régimen dictatorial que gobernó a Argentina entre 1976-1983. Jelin plantea que

en referencia a las memorias colectivas existe una lucha política de por medio.

En el pasado y en el presente las fuerzas dominantes que originaron los estados

nacionales condicionaron la memoria de los pueblos, por tal razón, se plantea una

lucha por las memorias y los olvidos entre los centros de poder y quienes se expre-

san a través de las memorias alternativas y/o defienden estas iniciativas. Estos

son los emprendedores y emprendedoras de la memoria, quienes en sus acciones

tienen un carácter social colectivo, estableciendo su proyecto e involucrando a

otros sujetos que generen nuevas ideas buscando recuperar, evidenciar y divulgar

las memorias alternativas (Jelin 2002, 48). De esta manera, la Historia escrita

por los vencedores podrá contrastarse por las memorias-historias de los vencidos

dejando un legado para el presente y el futuro de las sociedades oprimidas.

El debate en la historiografía ha llevado a preguntarse por el papel que

debe tener la memoria en el uso de la historia. De esta manera, temas como la

transmisión de la memoria, el uso de la memoria colectiva y el olvido, el papel de

la tradición en la edificación de una memoria colectiva así como la justicia de las

víctimas como parte de la lucha por una memoria histórica son temas abordados

por historiadores y otros intelectuales de otras ramas de las ciencias sociales y hu-

manas. La necesidad es que estos debates no solo se queden en Europa sino que

hagan parte de las discusiones académicas de otros lugares del mundo como es el

caso colombiano.

Algunos trabajos de memoria en Colombia y cons-trucción de memoria histórica razonada desde las víctimas del conflicto armado interno

En América Latina, tras las dictaduras militares, los casos de Argentina, Chile,

Perú y Nicaragua entre otros, son emblemáticos del papel que ha desempeñado

los movimientos de víctimas y de Derechos Humanos en el esclarecimiento de

la verdad, la justicia y la reparación individual y colectiva.6 Según el jurista Juan

Méndez la importancia de las memorias de víctimas radica en:

El esclarecimiento de sucesos que han sido deliberadamente mantenidos en las sombras, la valoración de la verdad por encima de las mentiras y el reconocimien-

to de que las víctimas de los abusos de poder merecen que sus sufrimientos sean recordados (Perotin-Dumon 2007, 3).

No todos estos procesos de memoria tienen el sentido altruista que menciona

Méndez. Existen procesos en varios países que han sido llevados a cabo por parte

del Estado para mantener una imagen internacional, pero sin esclarecer la verdad,

aplicar la justicia a los victimarios y reparar adecuadamente a las víctimas.

Este puede ser el caso de Colombia, donde las iniciativas que valoran la

memoria de las víctimas han sido escasas y en muchas ocasiones coordinadas por

una razón utilitarista. Sólo a partir de le Ley 975 de 2005 (Ley de Justicia y Paz)

y en el contexto de la desmovilización de paramilitares,7 el Estado creó la CNRR

que delegó al Grupo de Memoria Histórica, en la actualidad Centro de Memoria

Histórica (CMH), para realizar informes sobre las razones del surgimiento y evolu-

ción de los grupos armados ilegales. El objetivo de CMH es construir “memoria

histórica del conflicto armado a partir de casos emblemáticos”8 (Sánchez et al.

2009, 24), produciendo textos que evidencien hechos violentos sufridos por las

víctimas como masacres, asesinatos selectivos, desapariciones forzadas, torturas,

despojos de tierras y desplazamientos forzados entre otros crímenes realizados

por los actores armados.9 El CMH como una síntesis de todas sus producciones

publicó el informe ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad (2013),

allí se reconoce el valor que tiene la memoria en un país que continúa en conflicto,

marcándose la diferencia con procesos de recuperación de memoria histórica vivi-

dos en otros países en postconflicto. Una tensa lucha entre el reconocimiento y el

olvido que juega un papel trascendental en la sociedad futura que se construye en

el presente. El informe muestra que desde 1958 hasta 2012 han habido 220.000

víctimas mortales a causa del conflicto armado interno vigente en el país (Sánchez

et. al 2013, 20).

Por su parte, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugia-

dos (ACNUR) publicó: Para que se sepa hablan las personas desplazadas en Colombia, recopilación de las historias de vida de víctimas del conflicto en el país

(Lois 2007). Entre las iniciativas impulsadas por Organizaciones No Gubernamen-

tales (ONG), se destaca el libro Hoja de Cruz. La memoria de lo que no se debe repetir de la comunidad Kankuama donde se han documentado los asesinatos de

indígenas entre 1982 y 2005 desde las voces de los familiares de las víctimas (Uribe

et al. 2009, 38). También la revista Noche y Niebla del Centro de Investigación y

Educación Popular (CINEP) denuncia a través de testimonios de víctimas violacio-

nes de derechos humanos realizadas en el marco del conflicto armado colombiano

desde 1996 hasta 2010 (CINEP 2010).

Otro archivo de recuperación de memoria histórica de víctimas, en este caso

de crímenes de Estado, es Proyecto Colombia Nunca Más (2012), del Movimiento

de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE). También está el trabajo Tácticas y estrategias para contar. Historias de la gente sobre conflicto y reconciliación en Colombia (2010) del Centro de Competencia en Comunicación para América Latina

que les ha otorgado voz a las víctimas en la lucha por la divulgación de testimonios

frente a centros de poder imperantes como organismos del Estado y los medios

masivos de comunicación (Franco, Nieto y Rincón 2010, 6).

Existen otras iniciativas que resaltan el papel de mujeres víctimas del conflic-

to como La Red de Mujeres Narrar para vivir, de la Red Nacional de Iniciativas de

Paz y contra la Guerra (REDEPAZ); El Instituto de Mujeres por la Paz (IMP) que

ha recogido testimonios libres de mujeres antes del 2005 y que a partir de la Ley

de Justicia y Paz, más de la mitad de las mujeres se negaron a seguir participando

por el temor a las persecuciones contra sus vidas; y Los Informes de la Mesa de Trabajo Mujer y Conflicto que ha complementado la recopilación de testimonios

de mujeres con información producida por investigaciones académicas (Uribe et al.

2009, 63-64).

Si bien existen otros trabajos sobre recuperación, construcción y divulgación

de las memorias, se ha generado una delicada tendencia del Estado en liderar

o vigilar estos procesos por ser un actor del conflicto en cuanto a su acción y/o

omisión. La CNRR ha promovido que la “memoria histórica” sea un escenario para

el diálogo, la negociación y el reconocimiento de las diferencias con miras a un

proyecto democrático e incluyente de superación del conflicto armado, así como la

búsqueda de verdad, justicia y reparación en un contexto de reconciliación nacional

(Sánchez et al. 2009, 26). A pesar del proyecto contener una plataforma de justicia

transicional,10 llevada a cabo en otros países en épocas de post-conflicto, en el

presente proceso se generan dudas por establecerse en plena vigencia del conflicto

armado interno y sin la adecuada participación y reconocimiento de las víctimas.

Por el contrario, el proceso se ha llevado a cabo dándole prioridad a las versiones

de los victimarios quienes han relatado los vejámenes cometidos, estableciendo

discursos por conveniencia para adquirir prebendas por parte del Estado colombia-

no sin poder establecer una verdad ni jurídica ni histórica.

A partir del anterior contexto y en la investigación sobre trayectorias de vícti-

mas se pretendió construir una “memoria histórica razonada e incluyente” de las

víctimas marginadas por el conflicto armado interno que vive el país y silenciadas

y/u olvidadas desde centros de poder. La memoria histórica razonada se enmarca

en la corriente que promueve la complementariedad de la memoria y la historia y

estaría contrastando métodos tradicionales del cientificismo positivista, que como

se mencionó antes no le da la importancia que merecen los documentos orales para

la construcción de la Historia.

Pierre Vilar siempre se preocupó por una Historia, “análisis, por la coheren-

cia de la historia entendida antes que nada como un modo de pensar [...]”, (Vilar

2004, 9); es decir una “historia razonada” que estaba en contradicción del método

tradicional establecido por el positivismo. Vilar consideraba un engaño hacerse

llamar objetivo siendo más o menos partidista (Vilar 1988, 7-33). El rescate de la

subjetividad de quienes construyen la historia permite establecer cambios teóricos,

metodológicos y temáticos en la construcción de una historia apoyada por memoria

participativa de sectores marginados. Por tal razón y optando por una historia

contemporánea alternativa, en la investigación se intentó fortalecer el trabajo de

complementariedad entre Historia y Memoria a través de “memoria histórica razo-

nada”. Esta labor se puede dar mediante la acción política de quienes construyen la

memoria colectivamente:

La memoria histórica razonada que se pretende construir no es un simple ejercicio de recuerdo o rememoración, sino un producto de valoración crítico-analítica, que pueda convertirse en herramienta prospectiva para superar el pasado recordado como hecho doloroso, poniéndolo en acción para la construcción del futuro desde el presente (Suárez, Ardila, Báez y Rueda 2010, 18).

Se busca que las víctimas comprendan la realidad histórica que han vivido,

razonen acerca de su pasado y contribuyan a la construcción del futuro como acto-

res protagónicos de la sociedad del presente.

Ricoeur, citado por Rodríguez, propone que la relación entre la construcción

de los discursos de la memoria y la historia sea dialéctica: “[Existiendo] narrativas

de primer orden, la de los testigos y de segundo orden, la de los historiadores. Esta

última implica un ejercicio sobre ella misma y sobre la veracidad de la narrativa

de primer orden” (Rodríguez 2010). Si bien, el historiador realiza un ejercicio de

veracidad y complementario del relato de las víctimas, son las mismas víctimas

quienes como dice Hobsbawm son los primeros historiadores. De esta manera,

quienes tienen mayor conocimiento de los acontecimientos vividos al construir una

biografía, una historia de vida o una trayectoria de vida, en fin utilizar el método

biográfico, es la misma persona que cuenta su vida a través de su propia historia.

Asimismo, Mallimaci y Giménez reafirman el argumento que pone en relevancia a

quienes relatan sucesos biográficos:

En lugar de los términos “narrador y entrevistador” o “investigador e investigado” y otros similares, usamos los de “historiador” (de quien es la vida que se historia) y “cohistoriador” (aquel que comparte con el historiador la historia cuando es na-rrada) y que establece con él la relación en la que la historia se hace tal (Mallimaci y Giménez 2006, 40).

Esta última concepción fortalece el interés de darle trascendencia a las

narraciones de las víctimas, quienes también son “historiadoras”, y revalida que sus

memorias-historias deben ser complementadas por “co-historiadores” mediante la

triangulación de los datos, la comprensión del contexto, la utilización y construcción

de conceptos y la crítica y el análisis de la información.

Para la investigación, teniendo en cuenta a Jelin la memoria es un espacio

de lucha política, donde el investigador realiza una acción colectiva emprendiendo

trabajos de la memoria que favorecen la lucha contra silencios y olvidos sufridos por

grupos minoritarios (Jelin 2002, 60). En este caso, la lucha política y reivindicativa

es de las víctimas del desplazamiento forzado que en compañía de los investigadores

construyen “memoria histórica razonada e incluyente”, resistiendo frente a margi-

naciones, negacionismos, silencios y olvidos generados por los centros de poder e

instituidos en la sociedad contemporánea.

Entendiendo la memoria de esta forma, se legitima el proceso memorístico

emprendido desde las minorías, en el caso de esta investigación, desde las víctimas

del conflicto armado interno colombiano. Cabe señalar, que estos procesos de rei-

vindicación de las memorias como un acto de lucha política no solo pueden quedar-

se en el plano de la visibilidad estatal. Debido a la importancia de estos dos objeti-

vos, reivindicación y lucha, estas memorias deben trascender y evidenciar cambios

y permanencias existentes en la vida de las víctimas que deben relacionarse con

procesos históricos. Si puede llegarse a este propósito y las mismas personas que

relatan sus memorias comprenden la dimensión de lo sucedido en sus vivencias,

podrá construirse una “memoria histórica” con razonamiento crítico; de lo contra-

rio se estaría haciendo una utilización de las víctimas con fines personalistas y se

contribuiría a silenciarlas y olvidarlas una vez más.

Conclusiones

Hay tres tendencias en las Ciencias Sociales que relacionan la memoria y la historia.

En primera medida una de oposición al desarrollarse cada concepto en campos

disciplinares distintos: la memoria en la Sociología y la historia en la historiografía.

Una segunda corriente que estableció la memoria como crítica a la historia a partir

de las problemáticas vividas en la modernidad. Y una tercera tendencia que plantea

la posibilidad de una articulación entre memoria e historia que lleven hacia la acción

social, política y reivindicativa en académicos, organizaciones y movimientos de

víctimas. Si bien, el debate entre memoria e historia debe continuar en diversos

espacios académicos europeos, en Latinoamérica y especialmente en Colombia se

debe aportar con mayor asiduidad en la construcción del concepto memoria históri-

ca.

Una construcción teórico-metodológica que permita incluir a las víctimas,

así como a otros sectores de la sociedad civil y de esta manera colectivamente ra-

zonar sobre eventos atroces buscando soluciones en aras de una transformación

social. En ese sentido, los testimonios que narran las víctimas pueden adquirir

una trascendencia para la sociedad contemporánea, en la medida en que puedan

ser recopilados, registrados y divulgados libremente y no hagan parte de políticas

de silenciamientos y olvidos promovidas desde centros de poder. Hacer esto

supone revalorar los discursos y relatos particulares, donde las víctimas al narrar

y ser escuchadas no sólo re-significan los hechos violentos vividos, sino que

evitan culpabilidades y re-victimizaciones generadas a través de negacionismos y

silenciamientos.

De esta manera, el país afrontaría un triple reto: primero, adelantar caminos

académicos en busca de ampliar campos investigativos desde la interdisciplinarie-

dad y la transdisciplinariedad que permitan tener una visión holística de la proble-

mática de las víctimas y del conflicto armado colombiano; segundo, construir

memoria histórica razonada como una opción real de verdad, justicia, reparación

y garantías de no repetición de los hechos sucedidos y; tercero, difundir mediante

la creación de medios alternativos los relatos de quienes en el presente tienen las

herramientas más eficaces para la construcción de una paz justa y duradera como

son las propias víctimas del conflicto armado interno colombiano.

Referencias

Agustín. 2010. Confesiones. Madrid: Editorial Gredos.

Centro de Investigaciones de Educación Popular-CINEP. 2010. Noche y Niebla, http://www.nocheyniebla.org/node/75

Centro de Memoria Histórica. 2012. “Informes”, http://www.centrodememoriahis-

torica.gov.co/

“Colombia conmemoró día de las víctimas del conflicto”. 2012. Elespectador.com,

[Bogotá], abril 9, http://www.elespectador.com/noticias/paz/articulo-337112-co-

lombia-conmemoro-dia-de-memoria-de-victimas-del-conflicto

Corradini, Luisa. 2006. “No hay que confundir memoria con historia,

dijo Pierre Nora, Entrevista a Pierre Nora”, La Nación, http://www.lanacion.-

com.ar/788817-no-hay-que-confundir-memoria-con-historia-dijo-pierre-nora

De La Cuesta, Josefina. 1998. “Historia y memoria. Un estado de la cuestión”. Revis-ta Ayer. 32: 203-246, http://www.ahistcon.org/PDF/numeros/ayer32_Memoriae-

Historia_Cuesta.pdf

De Murcia, Antonio. 2007. “Memoria histórica de la Edad Media e idea de tradi-

ción en Menéndez Pidal y Américo Castro”. Res Pública. 17: 309-328, http://revis-

tas.um.es/respublica/article/view/60971/58731

“Día nacional de la memoria por la verdad y la justicia”. 2012. País 24, [Argentina],

marzo 24, http://www.pais24.com/index.php?go=n&id=185374

Giraldo, Javier. 2012. Agosto 30. Entrevista a, Universidad industrial de Santander.

Entrevistadores: Esaú Ardila, Diana Novoa y Juan Rueda.

Ferrari, Neida. 1973. “Positivismo e Historia”. UNCU. 9: 79-114, http://bdigital.un-

cu.edu.ar/objetos_digitales/4465/81-cuyo-1973-tomo-09.pdf

Franco, Natalia, Patricia Nieto y Omar Rincón. 2010. Tácticas y estrategias para contar. Historias de la gente sobre conflicto y reconciliación en Colombia. Bogotá:

Centro de Competencia en Comunicación para América Latina Friedrich Ebert

Stiftung.

Fraser, Ronald. 1993. “La historia oral como historia desde abajo”. Ayer. 12: 72-92,

http://www.ahistcon.org/PDF/numeros/ayer12_LaHistoriografia_.RuizTorres.pdf

Ginzburg, Carlo. 1993. El juez y el historiador: consideraciones al margen del proceso Sofri. Madrid: Anaya y Mario Muchnik.

Halbwachs, Maurice.1968. “Memoria colectiva y memoria histórica”. REIS.

95:209-219, http://www.reis.cis.es/REISWeb/PDF/REIS_069_12.pdf

Halbwachs, Maurice.1991. “Fragmentos de la memoria colectiva”. La revista de cultura psicológica. 1: 1-11

Halbwachs, Maurice.2004. Los marcos sociales de la memoria. España: Editorial

Anthropos, Chile: Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Concepción,

Venezuela: Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central.

Hobsbawm, Eric y Terence Ranger. 2002. La invención de la tradición. Barcelona:

Editorial Crítica

Hobsbawm, Eric.1992. Historia del siglo XX. Barcelona: Editorial Crítica.

Hobsbawm, Eric.2001. La Era del Imperio, 1875-1914. Barcelona: Editorial Crítica.

Huici, Vicente. 2002. “La memoria colectiva y el tiempo por Maurice Halbwachs”,

UNED, http://www.uned.es/ca-bergara/ppropias/vhuici/mc.htm

Jedlowski, Paolo. 2000. “La sociología y la memoria colectiva”. En: Memoria colec-tiva e identidad nacional, eds. Alberto Rosa, Guglielmo Bellelli, David Bakhurst,

123-134. Madrid: Biblioteca Nueva.

Jelin, Elizabeth.2002. Los trabajos de la memoria. España: Siglo XXI editores.

Le Goff, Jaques.1991.El orden de la memoria. El tiempo como imaginario. Barcelo-

na: Editorial Paidos.

Lois, Anne. 2007. ParAa que se sepa: Hablan las personas desplazadas en Colom-bia. Bogotá: Consejo Noruego de Refugiados y Observatorio de Desplazados Inter-

nos.

Mallimaci, F. y Giménez, B. 2006. “Historias de vida y método biográfico”. En

Estrategias de Investigación Cualitativa, eds. Irene Vasilachis, 33-58. Barcelona:

Editorial Gedisa.

Martín, Fernando. 2010. Entrevista a Josefina Cuesta Bustillo. Pliegos de yuste. 12:

5-10, http://www.pliegosdeyuste.eu/n1112pliegos/pdfs/5-10.pdf

Mendoza Jorge. 2008. “El pasado en disputa: Historia y memoria como marcos

de la enseñanza”. Notas: Boletín electrónico de investigación de la comunidad Oxa-queña de Psicología, 1:155-171, http://www.conductitlan.net/notas_boletin_inves-

tigacion/60_memoria_colectiva.pdf

Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado-MOVICE. 2012. “Colombia Nunca

Más. Memoria de crímenes de lesa humanidad”, http://www.movimientodevicti-

mas.org/~nuncamas/index.php

Namer, Gérard. 2004. “Postfacio”. En: Los marcos sociales de la memoria, eds.

Manuel Baeza y Michel Mujica, 345-428. España: Anthropos; Chile: Facultad de

Ciencias Sociales de la Universidad de Concepción; Venezuela: Facultad de Ciencias

Económicas y Sociales de la Universidad Central.

Nora, Pierre. 2008. Les lieux de mémoire, Montevideo: Trilce.

Perotin- Dumon, Anne. 2007. “Verdad. Justicia y Memoria.

Introducción”. En Historizar el pasado vivo en América Latina,

h t tp ://www.his tor izare lpasadovivo .c l/es_resul tado_textos .php?-

categoria=Verdad%2C+justicia%2C+memoria&titulo=Introducci%F3n

República de Colombia, Congreso de la Republica de Colombia, Ley 1448 de 2011,

“Ley de Víctimas”. En Diario oficial, núm. 48.096, 10 de junio de 2011.

República de Colombia, Congreso de la República de Colombia. Ley 975 de 2005,

“Ley de Justicia y Paz”, en Diario Oficial, núm. 45.980, 25 de julio de 2005.

República de Colombia, Corte Constitucional de la Republica de Colombia. 2005.

Sentencia T-025. Magistrado ponente Manuel Cepeda Espinoza.

Ricoeur, Paul. 1999. La lectura del tiempo pasado: memoria y olvido. Madrid:

Ediciones de la Universidad Autónoma de Madrid.

Ricoeur, Paul. 2000. La memoria, la historia y el olvido. Buenos Aires: Fondo de

Cultura Económica de Argentina.

Ricoeur, Paul: 2010. “Introducción. Definiciones Definición de la memoria desde un

punto de vista filosófico”. ¿Por qué Recordar?, Foro Internacional de memoria, Dir.

Oscar, Molina, 20-28. Paris: Ediciones Granica.

Riego, Inés. 2008. “Recordando a Henri Bergson: una conexión necesaria

entre mística moral y filosofía”. Veritas. Revista de Filosofía y Teología.

19: 293-329, http://www.revistaveritas.cl/wp-content/uploads/2011/11/05-Re-

cordando-a-Henri-Bergson....pdf

Rodríguez, Sandra, 2010. La memoria de la Investigación Histórica. Ponencia pre-

sentada en el XV Congreso Colombiano de Historia, Julio 26-30, Bogotá, Colombia.

Roldan, Mary.1999. “Museo Nacional, fronteras de la identidad y el reto de la globa-

lización”. En: Museo memoria y nación. Misión de los museos nacionales para los ciudadanos del futuro, eds. Gonzalo Sánchez, María Wills, 99-116. Bogotá: Ministe-

rio de Cultura, Museo Nacional de Colombia, Instituto de Estudios Políticos y Rela-

ciones internacionales-IEPRI de la Universidad Nacional de Colombia, Instituto

Colombiano de Antropología e Historia-ICANH, Programa de las Naciones Unidas

para el Desarrollo-PNUD.

Rojas, Johana. 2013. “9 de abril un día para las víctimas”, Periferia. Miradas de Popayán y el Cauca, http://periferiapopayan.wordpress.-

com/2013/04/15/9-de-abril-un-dia-para-las-victimas/

Sánchez, Gonzalo, Absalón Machado, Álvaro Camacho, Andrés Suárez, Fernán

González, Iván Orozco, Jesús Abad Colorado, Jorge Restrepo, León Valencia,

María Victoria Uribe, María Emma Wills, Martha Nubia Bello, Pilar Gaitán, Pilar

Riaño, Rodrigo Uprimny, Tatiana Rincón. 2009. Recordar y Narrar el Conflicto. Herramientas para reconstruir memoria histórica. Bogotá: Editorial Fotoletras.

Sánchez, Gonzalo, Absalón Machado, Álvaro Camacho, Andrés Suárez, César, Caba-

llero, Fernán González, Iván Orozco, Jesús Abad Colorado, Jorge Restrepo, León

Valencia, Luis Carolos Sánchez, María Victoria Uribe, María Emma Wills, Martha

Nubia Bello, Nubia Herrera, Patricia Linares, Paula Andrea Ila, Pilar Gaitán, Pilar

Riaño, Rodrigo Uprimny, Tatiana Rincón, Teófilo Vásquez. 2013. ¡Basta ya! Colom-bia: memorias de guerra y dignidad. Bogotá: Centro Nacional de Memoria.

Sanmartín, Israel. 2012. “La Memoria y la historia medievales como realidades

indisolubles”. Cuadernos de Estudios Gallegos.125: 259-272, http://estudiosgalle-

gos.revistas.csic.es/index.php/estudiosgallegos/article/view/346/353

Schwarzstein, Dora. 2001. Una introducción al uso de la historia oral en el aula.

Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Sorgentini, Hernán. 2003. “Reflexiones sobre la memoria y

autorreflexión de la historia”. Revista Brasileira de Historia.

4 5 : 1 0 3 - 1 2 8 , h t t p : / / w w w . s c i e l o . b r / s c i e l o . p h p ? s c r i p t = s c i _ a r t t e x -

t&pid=S010201882003000100005&lng=en&nrm=iso&tlng=es

Suárez, Ivonne, Esaú Ardila, Juan S Báez y Juan F Rueda. 2010. “Estudio de Trayec-

torias de Vida de Personas en Situación de Desplazamiento Forzado Interrelaciona-

das en el Barrio Café Madrid del Municipio de Bucaramanga”. Proyecto financiado

por Colciencias, Universidad Industrial de Santander y Compromiso.

Tafalla, Marta. 2003. “Recordar para no repetir: el nuevo imperativo categórico de T

W Adorno”. La ética ante las víctimas, eds. José, Mardones, Reyes, Mate. 126-154.

Barcelona: Anthropos.

Thompson, Edward.1989. La formación de la Clase Obrera en Inglaterra. Barcelo-

na: Editorial Crítica.

Uribe, María, Nicolás Salcedo y Adriana Correa.2009. Memorias en Tiempo de Guerra. Repertorio de iniciativas. Colombia: Punto a parte Editores.

Vilar, Pierre .1988. “Recuerdos y reflexiones sobre el oficio de historiador”.

Manuscrits. Revista d'historia moderna. 7:9-33, http://ddd.uab.cat/pub/manus-

crits/02132397n7p9.pdf

Vilar, Pierre.2004. Memoria Historia e Historiadores. España: Editorial Universi-

dad de Granada.

Wallerstein, Immanuel. 2006. Abrir las ciencias sociales. México: Editorial Siglo

XXI.

Yusta, Mercedes. 2002. “Historia oral, historia vivida. El uso de fuentes orales

en la investigación histórica”. Pandora: revue d etudes hispaniques. 2:235-244,

http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3160107

Juan Felipe Rueda Arenas 44H

iSTO

ReL

o. R

evis

ta d

e H

isto

ria

Reg

iona

l y L

oca

l ISS

N: 2

14

5-1

32

X [

vol 5

, No

. 10

] ju

lio -

dic

iem

bre

de 2

01

3

Conclusiones

Hay tres tendencias en las Ciencias Sociales que relacionan la memoria y la historia.

En primera medida una de oposición al desarrollarse cada concepto en campos

disciplinares distintos: la memoria en la Sociología y la historia en la historiografía.

Una segunda corriente que estableció la memoria como crítica a la historia a partir

de las problemáticas vividas en la modernidad. Y una tercera tendencia que plantea

la posibilidad de una articulación entre memoria e historia que lleven hacia la acción

social, política y reivindicativa en académicos, organizaciones y movimientos de

víctimas. Si bien, el debate entre memoria e historia debe continuar en diversos

espacios académicos europeos, en Latinoamérica y especialmente en Colombia se

debe aportar con mayor asiduidad en la construcción del concepto memoria históri-

ca.

Una construcción teórico-metodológica que permita incluir a las víctimas,

así como a otros sectores de la sociedad civil y de esta manera colectivamente ra-

zonar sobre eventos atroces buscando soluciones en aras de una transformación

social. En ese sentido, los testimonios que narran las víctimas pueden adquirir

una trascendencia para la sociedad contemporánea, en la medida en que puedan

ser recopilados, registrados y divulgados libremente y no hagan parte de políticas

de silenciamientos y olvidos promovidas desde centros de poder. Hacer esto

supone revalorar los discursos y relatos particulares, donde las víctimas al narrar

y ser escuchadas no sólo re-significan los hechos violentos vividos, sino que

evitan culpabilidades y re-victimizaciones generadas a través de negacionismos y

silenciamientos.

De esta manera, el país afrontaría un triple reto: primero, adelantar caminos

académicos en busca de ampliar campos investigativos desde la interdisciplinarie-

dad y la transdisciplinariedad que permitan tener una visión holística de la proble-

mática de las víctimas y del conflicto armado colombiano; segundo, construir

memoria histórica razonada como una opción real de verdad, justicia, reparación

y garantías de no repetición de los hechos sucedidos y; tercero, difundir mediante

la creación de medios alternativos los relatos de quienes en el presente tienen las

herramientas más eficaces para la construcción de una paz justa y duradera como

son las propias víctimas del conflicto armado interno colombiano.

Referencias

Agustín. 2010. Confesiones. Madrid: Editorial Gredos.

Centro de Investigaciones de Educación Popular-CINEP. 2010. Noche y Niebla, http://www.nocheyniebla.org/node/75

Centro de Memoria Histórica. 2012. “Informes”, http://www.centrodememoriahis-

torica.gov.co/

“Colombia conmemoró día de las víctimas del conflicto”. 2012. Elespectador.com,

[Bogotá], abril 9, http://www.elespectador.com/noticias/paz/articulo-337112-co-

lombia-conmemoro-dia-de-memoria-de-victimas-del-conflicto

Corradini, Luisa. 2006. “No hay que confundir memoria con historia,

dijo Pierre Nora, Entrevista a Pierre Nora”, La Nación, http://www.lanacion.-

com.ar/788817-no-hay-que-confundir-memoria-con-historia-dijo-pierre-nora

De La Cuesta, Josefina. 1998. “Historia y memoria. Un estado de la cuestión”. Revis-ta Ayer. 32: 203-246, http://www.ahistcon.org/PDF/numeros/ayer32_Memoriae-

Historia_Cuesta.pdf

De Murcia, Antonio. 2007. “Memoria histórica de la Edad Media e idea de tradi-

ción en Menéndez Pidal y Américo Castro”. Res Pública. 17: 309-328, http://revis-

tas.um.es/respublica/article/view/60971/58731

“Día nacional de la memoria por la verdad y la justicia”. 2012. País 24, [Argentina],

marzo 24, http://www.pais24.com/index.php?go=n&id=185374

Giraldo, Javier. 2012. Agosto 30. Entrevista a, Universidad industrial de Santander.

Entrevistadores: Esaú Ardila, Diana Novoa y Juan Rueda.

Ferrari, Neida. 1973. “Positivismo e Historia”. UNCU. 9: 79-114, http://bdigital.un-

cu.edu.ar/objetos_digitales/4465/81-cuyo-1973-tomo-09.pdf

Franco, Natalia, Patricia Nieto y Omar Rincón. 2010. Tácticas y estrategias para contar. Historias de la gente sobre conflicto y reconciliación en Colombia. Bogotá:

Centro de Competencia en Comunicación para América Latina Friedrich Ebert

Stiftung.

Fraser, Ronald. 1993. “La historia oral como historia desde abajo”. Ayer. 12: 72-92,

http://www.ahistcon.org/PDF/numeros/ayer12_LaHistoriografia_.RuizTorres.pdf

Ginzburg, Carlo. 1993. El juez y el historiador: consideraciones al margen del proceso Sofri. Madrid: Anaya y Mario Muchnik.

Halbwachs, Maurice.1968. “Memoria colectiva y memoria histórica”. REIS.

95:209-219, http://www.reis.cis.es/REISWeb/PDF/REIS_069_12.pdf

Halbwachs, Maurice.1991. “Fragmentos de la memoria colectiva”. La revista de cultura psicológica. 1: 1-11

Halbwachs, Maurice.2004. Los marcos sociales de la memoria. España: Editorial

Anthropos, Chile: Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Concepción,

Venezuela: Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central.

Hobsbawm, Eric y Terence Ranger. 2002. La invención de la tradición. Barcelona:

Editorial Crítica

Hobsbawm, Eric.1992. Historia del siglo XX. Barcelona: Editorial Crítica.

Hobsbawm, Eric.2001. La Era del Imperio, 1875-1914. Barcelona: Editorial Crítica.

Huici, Vicente. 2002. “La memoria colectiva y el tiempo por Maurice Halbwachs”,

UNED, http://www.uned.es/ca-bergara/ppropias/vhuici/mc.htm

Jedlowski, Paolo. 2000. “La sociología y la memoria colectiva”. En: Memoria colec-tiva e identidad nacional, eds. Alberto Rosa, Guglielmo Bellelli, David Bakhurst,

123-134. Madrid: Biblioteca Nueva.

Jelin, Elizabeth.2002. Los trabajos de la memoria. España: Siglo XXI editores.

Le Goff, Jaques.1991.El orden de la memoria. El tiempo como imaginario. Barcelo-

na: Editorial Paidos.

Lois, Anne. 2007. ParAa que se sepa: Hablan las personas desplazadas en Colom-bia. Bogotá: Consejo Noruego de Refugiados y Observatorio de Desplazados Inter-

nos.

Mallimaci, F. y Giménez, B. 2006. “Historias de vida y método biográfico”. En

Estrategias de Investigación Cualitativa, eds. Irene Vasilachis, 33-58. Barcelona:

Editorial Gedisa.

Martín, Fernando. 2010. Entrevista a Josefina Cuesta Bustillo. Pliegos de yuste. 12:

5-10, http://www.pliegosdeyuste.eu/n1112pliegos/pdfs/5-10.pdf

Mendoza Jorge. 2008. “El pasado en disputa: Historia y memoria como marcos

de la enseñanza”. Notas: Boletín electrónico de investigación de la comunidad Oxa-queña de Psicología, 1:155-171, http://www.conductitlan.net/notas_boletin_inves-

tigacion/60_memoria_colectiva.pdf

Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado-MOVICE. 2012. “Colombia Nunca

Más. Memoria de crímenes de lesa humanidad”, http://www.movimientodevicti-

mas.org/~nuncamas/index.php

Namer, Gérard. 2004. “Postfacio”. En: Los marcos sociales de la memoria, eds.

Manuel Baeza y Michel Mujica, 345-428. España: Anthropos; Chile: Facultad de

Ciencias Sociales de la Universidad de Concepción; Venezuela: Facultad de Ciencias

Económicas y Sociales de la Universidad Central.

Nora, Pierre. 2008. Les lieux de mémoire, Montevideo: Trilce.

Perotin- Dumon, Anne. 2007. “Verdad. Justicia y Memoria.

Introducción”. En Historizar el pasado vivo en América Latina,

h t tp ://www.his tor izare lpasadovivo .c l/es_resul tado_textos .php?-

categoria=Verdad%2C+justicia%2C+memoria&titulo=Introducci%F3n

República de Colombia, Congreso de la Republica de Colombia, Ley 1448 de 2011,

“Ley de Víctimas”. En Diario oficial, núm. 48.096, 10 de junio de 2011.

República de Colombia, Congreso de la República de Colombia. Ley 975 de 2005,

“Ley de Justicia y Paz”, en Diario Oficial, núm. 45.980, 25 de julio de 2005.

República de Colombia, Corte Constitucional de la Republica de Colombia. 2005.

Sentencia T-025. Magistrado ponente Manuel Cepeda Espinoza.

Ricoeur, Paul. 1999. La lectura del tiempo pasado: memoria y olvido. Madrid:

Ediciones de la Universidad Autónoma de Madrid.

Ricoeur, Paul. 2000. La memoria, la historia y el olvido. Buenos Aires: Fondo de

Cultura Económica de Argentina.

Ricoeur, Paul: 2010. “Introducción. Definiciones Definición de la memoria desde un

punto de vista filosófico”. ¿Por qué Recordar?, Foro Internacional de memoria, Dir.

Oscar, Molina, 20-28. Paris: Ediciones Granica.

Riego, Inés. 2008. “Recordando a Henri Bergson: una conexión necesaria

entre mística moral y filosofía”. Veritas. Revista de Filosofía y Teología.

19: 293-329, http://www.revistaveritas.cl/wp-content/uploads/2011/11/05-Re-

cordando-a-Henri-Bergson....pdf

Rodríguez, Sandra, 2010. La memoria de la Investigación Histórica. Ponencia pre-

sentada en el XV Congreso Colombiano de Historia, Julio 26-30, Bogotá, Colombia.

Roldan, Mary.1999. “Museo Nacional, fronteras de la identidad y el reto de la globa-

lización”. En: Museo memoria y nación. Misión de los museos nacionales para los ciudadanos del futuro, eds. Gonzalo Sánchez, María Wills, 99-116. Bogotá: Ministe-

rio de Cultura, Museo Nacional de Colombia, Instituto de Estudios Políticos y Rela-

ciones internacionales-IEPRI de la Universidad Nacional de Colombia, Instituto

Colombiano de Antropología e Historia-ICANH, Programa de las Naciones Unidas

para el Desarrollo-PNUD.

Rojas, Johana. 2013. “9 de abril un día para las víctimas”, Periferia. Miradas de Popayán y el Cauca, http://periferiapopayan.wordpress.-

com/2013/04/15/9-de-abril-un-dia-para-las-victimas/

Sánchez, Gonzalo, Absalón Machado, Álvaro Camacho, Andrés Suárez, Fernán

González, Iván Orozco, Jesús Abad Colorado, Jorge Restrepo, León Valencia,

María Victoria Uribe, María Emma Wills, Martha Nubia Bello, Pilar Gaitán, Pilar

Riaño, Rodrigo Uprimny, Tatiana Rincón. 2009. Recordar y Narrar el Conflicto. Herramientas para reconstruir memoria histórica. Bogotá: Editorial Fotoletras.

Sánchez, Gonzalo, Absalón Machado, Álvaro Camacho, Andrés Suárez, César, Caba-

llero, Fernán González, Iván Orozco, Jesús Abad Colorado, Jorge Restrepo, León

Valencia, Luis Carolos Sánchez, María Victoria Uribe, María Emma Wills, Martha

Nubia Bello, Nubia Herrera, Patricia Linares, Paula Andrea Ila, Pilar Gaitán, Pilar

Riaño, Rodrigo Uprimny, Tatiana Rincón, Teófilo Vásquez. 2013. ¡Basta ya! Colom-bia: memorias de guerra y dignidad. Bogotá: Centro Nacional de Memoria.

Sanmartín, Israel. 2012. “La Memoria y la historia medievales como realidades

indisolubles”. Cuadernos de Estudios Gallegos.125: 259-272, http://estudiosgalle-

gos.revistas.csic.es/index.php/estudiosgallegos/article/view/346/353

Schwarzstein, Dora. 2001. Una introducción al uso de la historia oral en el aula.

Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Sorgentini, Hernán. 2003. “Reflexiones sobre la memoria y

autorreflexión de la historia”. Revista Brasileira de Historia.

4 5 : 1 0 3 - 1 2 8 , h t t p : / / w w w . s c i e l o . b r / s c i e l o . p h p ? s c r i p t = s c i _ a r t t e x -

t&pid=S010201882003000100005&lng=en&nrm=iso&tlng=es

Suárez, Ivonne, Esaú Ardila, Juan S Báez y Juan F Rueda. 2010. “Estudio de Trayec-

torias de Vida de Personas en Situación de Desplazamiento Forzado Interrelaciona-

das en el Barrio Café Madrid del Municipio de Bucaramanga”. Proyecto financiado

por Colciencias, Universidad Industrial de Santander y Compromiso.

Tafalla, Marta. 2003. “Recordar para no repetir: el nuevo imperativo categórico de T

W Adorno”. La ética ante las víctimas, eds. José, Mardones, Reyes, Mate. 126-154.

Barcelona: Anthropos.

Thompson, Edward.1989. La formación de la Clase Obrera en Inglaterra. Barcelo-

na: Editorial Crítica.

Uribe, María, Nicolás Salcedo y Adriana Correa.2009. Memorias en Tiempo de Guerra. Repertorio de iniciativas. Colombia: Punto a parte Editores.

Vilar, Pierre .1988. “Recuerdos y reflexiones sobre el oficio de historiador”.

Manuscrits. Revista d'historia moderna. 7:9-33, http://ddd.uab.cat/pub/manus-

crits/02132397n7p9.pdf

Vilar, Pierre.2004. Memoria Historia e Historiadores. España: Editorial Universi-

dad de Granada.

Wallerstein, Immanuel. 2006. Abrir las ciencias sociales. México: Editorial Siglo

XXI.

Yusta, Mercedes. 2002. “Historia oral, historia vivida. El uso de fuentes orales

en la investigación histórica”. Pandora: revue d etudes hispaniques. 2:235-244,

http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3160107

45

HiS

TOR

eLo

. Rev

ista

de

His

tori

a R

egio

nal y

Lo

cal I

SSN

: 21

45

-13

2X

[vo

l 5, N

o. 1

0]

julio

- d

icie

mbr

e de

20

13

Juan Felipe Rueda Arenas

Conclusiones

Hay tres tendencias en las Ciencias Sociales que relacionan la memoria y la historia.

En primera medida una de oposición al desarrollarse cada concepto en campos

disciplinares distintos: la memoria en la Sociología y la historia en la historiografía.

Una segunda corriente que estableció la memoria como crítica a la historia a partir

de las problemáticas vividas en la modernidad. Y una tercera tendencia que plantea

la posibilidad de una articulación entre memoria e historia que lleven hacia la acción

social, política y reivindicativa en académicos, organizaciones y movimientos de

víctimas. Si bien, el debate entre memoria e historia debe continuar en diversos

espacios académicos europeos, en Latinoamérica y especialmente en Colombia se

debe aportar con mayor asiduidad en la construcción del concepto memoria históri-

ca.

Una construcción teórico-metodológica que permita incluir a las víctimas,

así como a otros sectores de la sociedad civil y de esta manera colectivamente ra-

zonar sobre eventos atroces buscando soluciones en aras de una transformación

social. En ese sentido, los testimonios que narran las víctimas pueden adquirir

una trascendencia para la sociedad contemporánea, en la medida en que puedan

ser recopilados, registrados y divulgados libremente y no hagan parte de políticas

de silenciamientos y olvidos promovidas desde centros de poder. Hacer esto

supone revalorar los discursos y relatos particulares, donde las víctimas al narrar

y ser escuchadas no sólo re-significan los hechos violentos vividos, sino que

evitan culpabilidades y re-victimizaciones generadas a través de negacionismos y

silenciamientos.

De esta manera, el país afrontaría un triple reto: primero, adelantar caminos

académicos en busca de ampliar campos investigativos desde la interdisciplinarie-

dad y la transdisciplinariedad que permitan tener una visión holística de la proble-

mática de las víctimas y del conflicto armado colombiano; segundo, construir

memoria histórica razonada como una opción real de verdad, justicia, reparación

y garantías de no repetición de los hechos sucedidos y; tercero, difundir mediante

la creación de medios alternativos los relatos de quienes en el presente tienen las

herramientas más eficaces para la construcción de una paz justa y duradera como

son las propias víctimas del conflicto armado interno colombiano.

Referencias

Agustín. 2010. Confesiones. Madrid: Editorial Gredos.

Centro de Investigaciones de Educación Popular-CINEP. 2010. Noche y Niebla, http://www.nocheyniebla.org/node/75

Centro de Memoria Histórica. 2012. “Informes”, http://www.centrodememoriahis-

torica.gov.co/

“Colombia conmemoró día de las víctimas del conflicto”. 2012. Elespectador.com,

[Bogotá], abril 9, http://www.elespectador.com/noticias/paz/articulo-337112-co-

lombia-conmemoro-dia-de-memoria-de-victimas-del-conflicto

Corradini, Luisa. 2006. “No hay que confundir memoria con historia,

dijo Pierre Nora, Entrevista a Pierre Nora”, La Nación, http://www.lanacion.-

com.ar/788817-no-hay-que-confundir-memoria-con-historia-dijo-pierre-nora

De La Cuesta, Josefina. 1998. “Historia y memoria. Un estado de la cuestión”. Revis-ta Ayer. 32: 203-246, http://www.ahistcon.org/PDF/numeros/ayer32_Memoriae-

Historia_Cuesta.pdf

De Murcia, Antonio. 2007. “Memoria histórica de la Edad Media e idea de tradi-

ción en Menéndez Pidal y Américo Castro”. Res Pública. 17: 309-328, http://revis-

tas.um.es/respublica/article/view/60971/58731

“Día nacional de la memoria por la verdad y la justicia”. 2012. País 24, [Argentina],

marzo 24, http://www.pais24.com/index.php?go=n&id=185374

Giraldo, Javier. 2012. Agosto 30. Entrevista a, Universidad industrial de Santander.

Entrevistadores: Esaú Ardila, Diana Novoa y Juan Rueda.

Ferrari, Neida. 1973. “Positivismo e Historia”. UNCU. 9: 79-114, http://bdigital.un-

cu.edu.ar/objetos_digitales/4465/81-cuyo-1973-tomo-09.pdf

Franco, Natalia, Patricia Nieto y Omar Rincón. 2010. Tácticas y estrategias para contar. Historias de la gente sobre conflicto y reconciliación en Colombia. Bogotá:

Centro de Competencia en Comunicación para América Latina Friedrich Ebert

Stiftung.

Fraser, Ronald. 1993. “La historia oral como historia desde abajo”. Ayer. 12: 72-92,

http://www.ahistcon.org/PDF/numeros/ayer12_LaHistoriografia_.RuizTorres.pdf

Ginzburg, Carlo. 1993. El juez y el historiador: consideraciones al margen del proceso Sofri. Madrid: Anaya y Mario Muchnik.

Halbwachs, Maurice.1968. “Memoria colectiva y memoria histórica”. REIS.

95:209-219, http://www.reis.cis.es/REISWeb/PDF/REIS_069_12.pdf

Halbwachs, Maurice.1991. “Fragmentos de la memoria colectiva”. La revista de cultura psicológica. 1: 1-11

Halbwachs, Maurice.2004. Los marcos sociales de la memoria. España: Editorial

Anthropos, Chile: Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Concepción,

Venezuela: Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central.

Hobsbawm, Eric y Terence Ranger. 2002. La invención de la tradición. Barcelona:

Editorial Crítica

Hobsbawm, Eric.1992. Historia del siglo XX. Barcelona: Editorial Crítica.

Hobsbawm, Eric.2001. La Era del Imperio, 1875-1914. Barcelona: Editorial Crítica.

Huici, Vicente. 2002. “La memoria colectiva y el tiempo por Maurice Halbwachs”,

UNED, http://www.uned.es/ca-bergara/ppropias/vhuici/mc.htm

Jedlowski, Paolo. 2000. “La sociología y la memoria colectiva”. En: Memoria colec-tiva e identidad nacional, eds. Alberto Rosa, Guglielmo Bellelli, David Bakhurst,

123-134. Madrid: Biblioteca Nueva.

Jelin, Elizabeth.2002. Los trabajos de la memoria. España: Siglo XXI editores.

Le Goff, Jaques.1991.El orden de la memoria. El tiempo como imaginario. Barcelo-

na: Editorial Paidos.

Lois, Anne. 2007. ParAa que se sepa: Hablan las personas desplazadas en Colom-bia. Bogotá: Consejo Noruego de Refugiados y Observatorio de Desplazados Inter-

nos.

Mallimaci, F. y Giménez, B. 2006. “Historias de vida y método biográfico”. En

Estrategias de Investigación Cualitativa, eds. Irene Vasilachis, 33-58. Barcelona:

Editorial Gedisa.

Martín, Fernando. 2010. Entrevista a Josefina Cuesta Bustillo. Pliegos de yuste. 12:

5-10, http://www.pliegosdeyuste.eu/n1112pliegos/pdfs/5-10.pdf

Mendoza Jorge. 2008. “El pasado en disputa: Historia y memoria como marcos

de la enseñanza”. Notas: Boletín electrónico de investigación de la comunidad Oxa-queña de Psicología, 1:155-171, http://www.conductitlan.net/notas_boletin_inves-

tigacion/60_memoria_colectiva.pdf

Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado-MOVICE. 2012. “Colombia Nunca

Más. Memoria de crímenes de lesa humanidad”, http://www.movimientodevicti-

mas.org/~nuncamas/index.php

Namer, Gérard. 2004. “Postfacio”. En: Los marcos sociales de la memoria, eds.

Manuel Baeza y Michel Mujica, 345-428. España: Anthropos; Chile: Facultad de

Ciencias Sociales de la Universidad de Concepción; Venezuela: Facultad de Ciencias

Económicas y Sociales de la Universidad Central.

Nora, Pierre. 2008. Les lieux de mémoire, Montevideo: Trilce.

Perotin- Dumon, Anne. 2007. “Verdad. Justicia y Memoria.

Introducción”. En Historizar el pasado vivo en América Latina,

h t tp ://www.his tor izare lpasadovivo .c l/es_resul tado_textos .php?-

categoria=Verdad%2C+justicia%2C+memoria&titulo=Introducci%F3n

República de Colombia, Congreso de la Republica de Colombia, Ley 1448 de 2011,

“Ley de Víctimas”. En Diario oficial, núm. 48.096, 10 de junio de 2011.

República de Colombia, Congreso de la República de Colombia. Ley 975 de 2005,

“Ley de Justicia y Paz”, en Diario Oficial, núm. 45.980, 25 de julio de 2005.

República de Colombia, Corte Constitucional de la Republica de Colombia. 2005.

Sentencia T-025. Magistrado ponente Manuel Cepeda Espinoza.

Ricoeur, Paul. 1999. La lectura del tiempo pasado: memoria y olvido. Madrid:

Ediciones de la Universidad Autónoma de Madrid.

Ricoeur, Paul. 2000. La memoria, la historia y el olvido. Buenos Aires: Fondo de

Cultura Económica de Argentina.

Ricoeur, Paul: 2010. “Introducción. Definiciones Definición de la memoria desde un

punto de vista filosófico”. ¿Por qué Recordar?, Foro Internacional de memoria, Dir.

Oscar, Molina, 20-28. Paris: Ediciones Granica.

Riego, Inés. 2008. “Recordando a Henri Bergson: una conexión necesaria

entre mística moral y filosofía”. Veritas. Revista de Filosofía y Teología.

19: 293-329, http://www.revistaveritas.cl/wp-content/uploads/2011/11/05-Re-

cordando-a-Henri-Bergson....pdf

Rodríguez, Sandra, 2010. La memoria de la Investigación Histórica. Ponencia pre-

sentada en el XV Congreso Colombiano de Historia, Julio 26-30, Bogotá, Colombia.

Roldan, Mary.1999. “Museo Nacional, fronteras de la identidad y el reto de la globa-

lización”. En: Museo memoria y nación. Misión de los museos nacionales para los ciudadanos del futuro, eds. Gonzalo Sánchez, María Wills, 99-116. Bogotá: Ministe-

rio de Cultura, Museo Nacional de Colombia, Instituto de Estudios Políticos y Rela-

ciones internacionales-IEPRI de la Universidad Nacional de Colombia, Instituto

Colombiano de Antropología e Historia-ICANH, Programa de las Naciones Unidas

para el Desarrollo-PNUD.

Rojas, Johana. 2013. “9 de abril un día para las víctimas”, Periferia. Miradas de Popayán y el Cauca, http://periferiapopayan.wordpress.-

com/2013/04/15/9-de-abril-un-dia-para-las-victimas/

Sánchez, Gonzalo, Absalón Machado, Álvaro Camacho, Andrés Suárez, Fernán

González, Iván Orozco, Jesús Abad Colorado, Jorge Restrepo, León Valencia,

María Victoria Uribe, María Emma Wills, Martha Nubia Bello, Pilar Gaitán, Pilar

Riaño, Rodrigo Uprimny, Tatiana Rincón. 2009. Recordar y Narrar el Conflicto. Herramientas para reconstruir memoria histórica. Bogotá: Editorial Fotoletras.

Sánchez, Gonzalo, Absalón Machado, Álvaro Camacho, Andrés Suárez, César, Caba-

llero, Fernán González, Iván Orozco, Jesús Abad Colorado, Jorge Restrepo, León

Valencia, Luis Carolos Sánchez, María Victoria Uribe, María Emma Wills, Martha

Nubia Bello, Nubia Herrera, Patricia Linares, Paula Andrea Ila, Pilar Gaitán, Pilar

Riaño, Rodrigo Uprimny, Tatiana Rincón, Teófilo Vásquez. 2013. ¡Basta ya! Colom-bia: memorias de guerra y dignidad. Bogotá: Centro Nacional de Memoria.

Sanmartín, Israel. 2012. “La Memoria y la historia medievales como realidades

indisolubles”. Cuadernos de Estudios Gallegos.125: 259-272, http://estudiosgalle-

gos.revistas.csic.es/index.php/estudiosgallegos/article/view/346/353

Schwarzstein, Dora. 2001. Una introducción al uso de la historia oral en el aula.

Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Sorgentini, Hernán. 2003. “Reflexiones sobre la memoria y

autorreflexión de la historia”. Revista Brasileira de Historia.

4 5 : 1 0 3 - 1 2 8 , h t t p : / / w w w . s c i e l o . b r / s c i e l o . p h p ? s c r i p t = s c i _ a r t t e x -

t&pid=S010201882003000100005&lng=en&nrm=iso&tlng=es

Suárez, Ivonne, Esaú Ardila, Juan S Báez y Juan F Rueda. 2010. “Estudio de Trayec-

torias de Vida de Personas en Situación de Desplazamiento Forzado Interrelaciona-

das en el Barrio Café Madrid del Municipio de Bucaramanga”. Proyecto financiado

por Colciencias, Universidad Industrial de Santander y Compromiso.

Tafalla, Marta. 2003. “Recordar para no repetir: el nuevo imperativo categórico de T

W Adorno”. La ética ante las víctimas, eds. José, Mardones, Reyes, Mate. 126-154.

Barcelona: Anthropos.

Thompson, Edward.1989. La formación de la Clase Obrera en Inglaterra. Barcelo-

na: Editorial Crítica.

Uribe, María, Nicolás Salcedo y Adriana Correa.2009. Memorias en Tiempo de Guerra. Repertorio de iniciativas. Colombia: Punto a parte Editores.

Vilar, Pierre .1988. “Recuerdos y reflexiones sobre el oficio de historiador”.

Manuscrits. Revista d'historia moderna. 7:9-33, http://ddd.uab.cat/pub/manus-

crits/02132397n7p9.pdf

Vilar, Pierre.2004. Memoria Historia e Historiadores. España: Editorial Universi-

dad de Granada.

Wallerstein, Immanuel. 2006. Abrir las ciencias sociales. México: Editorial Siglo

XXI.

Yusta, Mercedes. 2002. “Historia oral, historia vivida. El uso de fuentes orales

en la investigación histórica”. Pandora: revue d etudes hispaniques. 2:235-244,

http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3160107

Juan Felipe Rueda Arenas 46H

iSTO

ReL

o. R

evis

ta d

e H

isto

ria

Reg

iona

l y L

oca

l ISS

N: 2

14

5-1

32

X [

vol 5

, No

. 10

] ju

lio -

dic

iem

bre

de 2

01

3

Conclusiones

Hay tres tendencias en las Ciencias Sociales que relacionan la memoria y la historia.

En primera medida una de oposición al desarrollarse cada concepto en campos

disciplinares distintos: la memoria en la Sociología y la historia en la historiografía.

Una segunda corriente que estableció la memoria como crítica a la historia a partir

de las problemáticas vividas en la modernidad. Y una tercera tendencia que plantea

la posibilidad de una articulación entre memoria e historia que lleven hacia la acción

social, política y reivindicativa en académicos, organizaciones y movimientos de

víctimas. Si bien, el debate entre memoria e historia debe continuar en diversos

espacios académicos europeos, en Latinoamérica y especialmente en Colombia se

debe aportar con mayor asiduidad en la construcción del concepto memoria históri-

ca.

Una construcción teórico-metodológica que permita incluir a las víctimas,

así como a otros sectores de la sociedad civil y de esta manera colectivamente ra-

zonar sobre eventos atroces buscando soluciones en aras de una transformación

social. En ese sentido, los testimonios que narran las víctimas pueden adquirir

una trascendencia para la sociedad contemporánea, en la medida en que puedan

ser recopilados, registrados y divulgados libremente y no hagan parte de políticas

de silenciamientos y olvidos promovidas desde centros de poder. Hacer esto

supone revalorar los discursos y relatos particulares, donde las víctimas al narrar

y ser escuchadas no sólo re-significan los hechos violentos vividos, sino que

evitan culpabilidades y re-victimizaciones generadas a través de negacionismos y

silenciamientos.

De esta manera, el país afrontaría un triple reto: primero, adelantar caminos

académicos en busca de ampliar campos investigativos desde la interdisciplinarie-

dad y la transdisciplinariedad que permitan tener una visión holística de la proble-

mática de las víctimas y del conflicto armado colombiano; segundo, construir

memoria histórica razonada como una opción real de verdad, justicia, reparación

y garantías de no repetición de los hechos sucedidos y; tercero, difundir mediante

la creación de medios alternativos los relatos de quienes en el presente tienen las

herramientas más eficaces para la construcción de una paz justa y duradera como

son las propias víctimas del conflicto armado interno colombiano.

Referencias

Agustín. 2010. Confesiones. Madrid: Editorial Gredos.

Centro de Investigaciones de Educación Popular-CINEP. 2010. Noche y Niebla, http://www.nocheyniebla.org/node/75

Centro de Memoria Histórica. 2012. “Informes”, http://www.centrodememoriahis-

torica.gov.co/

“Colombia conmemoró día de las víctimas del conflicto”. 2012. Elespectador.com,

[Bogotá], abril 9, http://www.elespectador.com/noticias/paz/articulo-337112-co-

lombia-conmemoro-dia-de-memoria-de-victimas-del-conflicto

Corradini, Luisa. 2006. “No hay que confundir memoria con historia,

dijo Pierre Nora, Entrevista a Pierre Nora”, La Nación, http://www.lanacion.-

com.ar/788817-no-hay-que-confundir-memoria-con-historia-dijo-pierre-nora

De La Cuesta, Josefina. 1998. “Historia y memoria. Un estado de la cuestión”. Revis-ta Ayer. 32: 203-246, http://www.ahistcon.org/PDF/numeros/ayer32_Memoriae-

Historia_Cuesta.pdf

De Murcia, Antonio. 2007. “Memoria histórica de la Edad Media e idea de tradi-

ción en Menéndez Pidal y Américo Castro”. Res Pública. 17: 309-328, http://revis-

tas.um.es/respublica/article/view/60971/58731

“Día nacional de la memoria por la verdad y la justicia”. 2012. País 24, [Argentina],

marzo 24, http://www.pais24.com/index.php?go=n&id=185374

Giraldo, Javier. 2012. Agosto 30. Entrevista a, Universidad industrial de Santander.

Entrevistadores: Esaú Ardila, Diana Novoa y Juan Rueda.

Ferrari, Neida. 1973. “Positivismo e Historia”. UNCU. 9: 79-114, http://bdigital.un-

cu.edu.ar/objetos_digitales/4465/81-cuyo-1973-tomo-09.pdf

Franco, Natalia, Patricia Nieto y Omar Rincón. 2010. Tácticas y estrategias para contar. Historias de la gente sobre conflicto y reconciliación en Colombia. Bogotá:

Centro de Competencia en Comunicación para América Latina Friedrich Ebert

Stiftung.

Fraser, Ronald. 1993. “La historia oral como historia desde abajo”. Ayer. 12: 72-92,

http://www.ahistcon.org/PDF/numeros/ayer12_LaHistoriografia_.RuizTorres.pdf

Ginzburg, Carlo. 1993. El juez y el historiador: consideraciones al margen del proceso Sofri. Madrid: Anaya y Mario Muchnik.

Halbwachs, Maurice.1968. “Memoria colectiva y memoria histórica”. REIS.

95:209-219, http://www.reis.cis.es/REISWeb/PDF/REIS_069_12.pdf

Halbwachs, Maurice.1991. “Fragmentos de la memoria colectiva”. La revista de cultura psicológica. 1: 1-11

Halbwachs, Maurice.2004. Los marcos sociales de la memoria. España: Editorial

Anthropos, Chile: Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Concepción,

Venezuela: Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central.

Hobsbawm, Eric y Terence Ranger. 2002. La invención de la tradición. Barcelona:

Editorial Crítica

Hobsbawm, Eric.1992. Historia del siglo XX. Barcelona: Editorial Crítica.

Hobsbawm, Eric.2001. La Era del Imperio, 1875-1914. Barcelona: Editorial Crítica.

Huici, Vicente. 2002. “La memoria colectiva y el tiempo por Maurice Halbwachs”,

UNED, http://www.uned.es/ca-bergara/ppropias/vhuici/mc.htm

Jedlowski, Paolo. 2000. “La sociología y la memoria colectiva”. En: Memoria colec-tiva e identidad nacional, eds. Alberto Rosa, Guglielmo Bellelli, David Bakhurst,

123-134. Madrid: Biblioteca Nueva.

Jelin, Elizabeth.2002. Los trabajos de la memoria. España: Siglo XXI editores.

Le Goff, Jaques.1991.El orden de la memoria. El tiempo como imaginario. Barcelo-

na: Editorial Paidos.

Lois, Anne. 2007. ParAa que se sepa: Hablan las personas desplazadas en Colom-bia. Bogotá: Consejo Noruego de Refugiados y Observatorio de Desplazados Inter-

nos.

Mallimaci, F. y Giménez, B. 2006. “Historias de vida y método biográfico”. En

Estrategias de Investigación Cualitativa, eds. Irene Vasilachis, 33-58. Barcelona:

Editorial Gedisa.

Martín, Fernando. 2010. Entrevista a Josefina Cuesta Bustillo. Pliegos de yuste. 12:

5-10, http://www.pliegosdeyuste.eu/n1112pliegos/pdfs/5-10.pdf

Mendoza Jorge. 2008. “El pasado en disputa: Historia y memoria como marcos

de la enseñanza”. Notas: Boletín electrónico de investigación de la comunidad Oxa-queña de Psicología, 1:155-171, http://www.conductitlan.net/notas_boletin_inves-

tigacion/60_memoria_colectiva.pdf

Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado-MOVICE. 2012. “Colombia Nunca

Más. Memoria de crímenes de lesa humanidad”, http://www.movimientodevicti-

mas.org/~nuncamas/index.php

Namer, Gérard. 2004. “Postfacio”. En: Los marcos sociales de la memoria, eds.

Manuel Baeza y Michel Mujica, 345-428. España: Anthropos; Chile: Facultad de

Ciencias Sociales de la Universidad de Concepción; Venezuela: Facultad de Ciencias

Económicas y Sociales de la Universidad Central.

Nora, Pierre. 2008. Les lieux de mémoire, Montevideo: Trilce.

Perotin- Dumon, Anne. 2007. “Verdad. Justicia y Memoria.

Introducción”. En Historizar el pasado vivo en América Latina,

h t tp ://www.his tor izare lpasadovivo .c l/es_resul tado_textos .php?-

categoria=Verdad%2C+justicia%2C+memoria&titulo=Introducci%F3n

República de Colombia, Congreso de la Republica de Colombia, Ley 1448 de 2011,

“Ley de Víctimas”. En Diario oficial, núm. 48.096, 10 de junio de 2011.

República de Colombia, Congreso de la República de Colombia. Ley 975 de 2005,

“Ley de Justicia y Paz”, en Diario Oficial, núm. 45.980, 25 de julio de 2005.

República de Colombia, Corte Constitucional de la Republica de Colombia. 2005.

Sentencia T-025. Magistrado ponente Manuel Cepeda Espinoza.

Ricoeur, Paul. 1999. La lectura del tiempo pasado: memoria y olvido. Madrid:

Ediciones de la Universidad Autónoma de Madrid.

Ricoeur, Paul. 2000. La memoria, la historia y el olvido. Buenos Aires: Fondo de

Cultura Económica de Argentina.

Ricoeur, Paul: 2010. “Introducción. Definiciones Definición de la memoria desde un

punto de vista filosófico”. ¿Por qué Recordar?, Foro Internacional de memoria, Dir.

Oscar, Molina, 20-28. Paris: Ediciones Granica.

Riego, Inés. 2008. “Recordando a Henri Bergson: una conexión necesaria

entre mística moral y filosofía”. Veritas. Revista de Filosofía y Teología.

19: 293-329, http://www.revistaveritas.cl/wp-content/uploads/2011/11/05-Re-

cordando-a-Henri-Bergson....pdf

Rodríguez, Sandra, 2010. La memoria de la Investigación Histórica. Ponencia pre-

sentada en el XV Congreso Colombiano de Historia, Julio 26-30, Bogotá, Colombia.

Roldan, Mary.1999. “Museo Nacional, fronteras de la identidad y el reto de la globa-

lización”. En: Museo memoria y nación. Misión de los museos nacionales para los ciudadanos del futuro, eds. Gonzalo Sánchez, María Wills, 99-116. Bogotá: Ministe-

rio de Cultura, Museo Nacional de Colombia, Instituto de Estudios Políticos y Rela-

ciones internacionales-IEPRI de la Universidad Nacional de Colombia, Instituto

Colombiano de Antropología e Historia-ICANH, Programa de las Naciones Unidas

para el Desarrollo-PNUD.

Rojas, Johana. 2013. “9 de abril un día para las víctimas”, Periferia. Miradas de Popayán y el Cauca, http://periferiapopayan.wordpress.-

com/2013/04/15/9-de-abril-un-dia-para-las-victimas/

Sánchez, Gonzalo, Absalón Machado, Álvaro Camacho, Andrés Suárez, Fernán

González, Iván Orozco, Jesús Abad Colorado, Jorge Restrepo, León Valencia,

María Victoria Uribe, María Emma Wills, Martha Nubia Bello, Pilar Gaitán, Pilar

Riaño, Rodrigo Uprimny, Tatiana Rincón. 2009. Recordar y Narrar el Conflicto. Herramientas para reconstruir memoria histórica. Bogotá: Editorial Fotoletras.

Sánchez, Gonzalo, Absalón Machado, Álvaro Camacho, Andrés Suárez, César, Caba-

llero, Fernán González, Iván Orozco, Jesús Abad Colorado, Jorge Restrepo, León

Valencia, Luis Carolos Sánchez, María Victoria Uribe, María Emma Wills, Martha

Nubia Bello, Nubia Herrera, Patricia Linares, Paula Andrea Ila, Pilar Gaitán, Pilar

Riaño, Rodrigo Uprimny, Tatiana Rincón, Teófilo Vásquez. 2013. ¡Basta ya! Colom-bia: memorias de guerra y dignidad. Bogotá: Centro Nacional de Memoria.

Sanmartín, Israel. 2012. “La Memoria y la historia medievales como realidades

indisolubles”. Cuadernos de Estudios Gallegos.125: 259-272, http://estudiosgalle-

gos.revistas.csic.es/index.php/estudiosgallegos/article/view/346/353

Schwarzstein, Dora. 2001. Una introducción al uso de la historia oral en el aula.

Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Sorgentini, Hernán. 2003. “Reflexiones sobre la memoria y

autorreflexión de la historia”. Revista Brasileira de Historia.

4 5 : 1 0 3 - 1 2 8 , h t t p : / / w w w . s c i e l o . b r / s c i e l o . p h p ? s c r i p t = s c i _ a r t t e x -

t&pid=S010201882003000100005&lng=en&nrm=iso&tlng=es

Suárez, Ivonne, Esaú Ardila, Juan S Báez y Juan F Rueda. 2010. “Estudio de Trayec-

torias de Vida de Personas en Situación de Desplazamiento Forzado Interrelaciona-

das en el Barrio Café Madrid del Municipio de Bucaramanga”. Proyecto financiado

por Colciencias, Universidad Industrial de Santander y Compromiso.

Tafalla, Marta. 2003. “Recordar para no repetir: el nuevo imperativo categórico de T

W Adorno”. La ética ante las víctimas, eds. José, Mardones, Reyes, Mate. 126-154.

Barcelona: Anthropos.

Thompson, Edward.1989. La formación de la Clase Obrera en Inglaterra. Barcelo-

na: Editorial Crítica.

Uribe, María, Nicolás Salcedo y Adriana Correa.2009. Memorias en Tiempo de Guerra. Repertorio de iniciativas. Colombia: Punto a parte Editores.

Vilar, Pierre .1988. “Recuerdos y reflexiones sobre el oficio de historiador”.

Manuscrits. Revista d'historia moderna. 7:9-33, http://ddd.uab.cat/pub/manus-

crits/02132397n7p9.pdf

Vilar, Pierre.2004. Memoria Historia e Historiadores. España: Editorial Universi-

dad de Granada.

Wallerstein, Immanuel. 2006. Abrir las ciencias sociales. México: Editorial Siglo

XXI.

Yusta, Mercedes. 2002. “Historia oral, historia vivida. El uso de fuentes orales

en la investigación histórica”. Pandora: revue d etudes hispaniques. 2:235-244,

http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3160107

47

HiS

TOR

eLo

. Rev

ista

de

His

tori

a R

egio

nal y

Lo

cal I

SSN

: 21

45

-13

2X

[vo

l 5, N

o. 1

0]

julio

- d

icie

mbr

e de

20

13

Juan Felipe Rueda Arenas

Conclusiones

Hay tres tendencias en las Ciencias Sociales que relacionan la memoria y la historia.

En primera medida una de oposición al desarrollarse cada concepto en campos

disciplinares distintos: la memoria en la Sociología y la historia en la historiografía.

Una segunda corriente que estableció la memoria como crítica a la historia a partir

de las problemáticas vividas en la modernidad. Y una tercera tendencia que plantea

la posibilidad de una articulación entre memoria e historia que lleven hacia la acción

social, política y reivindicativa en académicos, organizaciones y movimientos de

víctimas. Si bien, el debate entre memoria e historia debe continuar en diversos

espacios académicos europeos, en Latinoamérica y especialmente en Colombia se

debe aportar con mayor asiduidad en la construcción del concepto memoria históri-

ca.

Una construcción teórico-metodológica que permita incluir a las víctimas,

así como a otros sectores de la sociedad civil y de esta manera colectivamente ra-

zonar sobre eventos atroces buscando soluciones en aras de una transformación

social. En ese sentido, los testimonios que narran las víctimas pueden adquirir

una trascendencia para la sociedad contemporánea, en la medida en que puedan

ser recopilados, registrados y divulgados libremente y no hagan parte de políticas

de silenciamientos y olvidos promovidas desde centros de poder. Hacer esto

supone revalorar los discursos y relatos particulares, donde las víctimas al narrar

y ser escuchadas no sólo re-significan los hechos violentos vividos, sino que

evitan culpabilidades y re-victimizaciones generadas a través de negacionismos y

silenciamientos.

De esta manera, el país afrontaría un triple reto: primero, adelantar caminos

académicos en busca de ampliar campos investigativos desde la interdisciplinarie-

dad y la transdisciplinariedad que permitan tener una visión holística de la proble-

mática de las víctimas y del conflicto armado colombiano; segundo, construir

memoria histórica razonada como una opción real de verdad, justicia, reparación

y garantías de no repetición de los hechos sucedidos y; tercero, difundir mediante

la creación de medios alternativos los relatos de quienes en el presente tienen las

herramientas más eficaces para la construcción de una paz justa y duradera como

son las propias víctimas del conflicto armado interno colombiano.

Referencias

Agustín. 2010. Confesiones. Madrid: Editorial Gredos.

Centro de Investigaciones de Educación Popular-CINEP. 2010. Noche y Niebla, http://www.nocheyniebla.org/node/75

Centro de Memoria Histórica. 2012. “Informes”, http://www.centrodememoriahis-

torica.gov.co/

“Colombia conmemoró día de las víctimas del conflicto”. 2012. Elespectador.com,

[Bogotá], abril 9, http://www.elespectador.com/noticias/paz/articulo-337112-co-

lombia-conmemoro-dia-de-memoria-de-victimas-del-conflicto

Corradini, Luisa. 2006. “No hay que confundir memoria con historia,

dijo Pierre Nora, Entrevista a Pierre Nora”, La Nación, http://www.lanacion.-

com.ar/788817-no-hay-que-confundir-memoria-con-historia-dijo-pierre-nora

De La Cuesta, Josefina. 1998. “Historia y memoria. Un estado de la cuestión”. Revis-ta Ayer. 32: 203-246, http://www.ahistcon.org/PDF/numeros/ayer32_Memoriae-

Historia_Cuesta.pdf

De Murcia, Antonio. 2007. “Memoria histórica de la Edad Media e idea de tradi-

ción en Menéndez Pidal y Américo Castro”. Res Pública. 17: 309-328, http://revis-

tas.um.es/respublica/article/view/60971/58731

“Día nacional de la memoria por la verdad y la justicia”. 2012. País 24, [Argentina],

marzo 24, http://www.pais24.com/index.php?go=n&id=185374

Giraldo, Javier. 2012. Agosto 30. Entrevista a, Universidad industrial de Santander.

Entrevistadores: Esaú Ardila, Diana Novoa y Juan Rueda.

Ferrari, Neida. 1973. “Positivismo e Historia”. UNCU. 9: 79-114, http://bdigital.un-

cu.edu.ar/objetos_digitales/4465/81-cuyo-1973-tomo-09.pdf

Franco, Natalia, Patricia Nieto y Omar Rincón. 2010. Tácticas y estrategias para contar. Historias de la gente sobre conflicto y reconciliación en Colombia. Bogotá:

Centro de Competencia en Comunicación para América Latina Friedrich Ebert

Stiftung.

Fraser, Ronald. 1993. “La historia oral como historia desde abajo”. Ayer. 12: 72-92,

http://www.ahistcon.org/PDF/numeros/ayer12_LaHistoriografia_.RuizTorres.pdf

Ginzburg, Carlo. 1993. El juez y el historiador: consideraciones al margen del proceso Sofri. Madrid: Anaya y Mario Muchnik.

Halbwachs, Maurice.1968. “Memoria colectiva y memoria histórica”. REIS.

95:209-219, http://www.reis.cis.es/REISWeb/PDF/REIS_069_12.pdf

Halbwachs, Maurice.1991. “Fragmentos de la memoria colectiva”. La revista de cultura psicológica. 1: 1-11

Halbwachs, Maurice.2004. Los marcos sociales de la memoria. España: Editorial

Anthropos, Chile: Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Concepción,

Venezuela: Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central.

Hobsbawm, Eric y Terence Ranger. 2002. La invención de la tradición. Barcelona:

Editorial Crítica

Hobsbawm, Eric.1992. Historia del siglo XX. Barcelona: Editorial Crítica.

Hobsbawm, Eric.2001. La Era del Imperio, 1875-1914. Barcelona: Editorial Crítica.

Huici, Vicente. 2002. “La memoria colectiva y el tiempo por Maurice Halbwachs”,

UNED, http://www.uned.es/ca-bergara/ppropias/vhuici/mc.htm

Jedlowski, Paolo. 2000. “La sociología y la memoria colectiva”. En: Memoria colec-tiva e identidad nacional, eds. Alberto Rosa, Guglielmo Bellelli, David Bakhurst,

123-134. Madrid: Biblioteca Nueva.

Jelin, Elizabeth.2002. Los trabajos de la memoria. España: Siglo XXI editores.

Le Goff, Jaques.1991.El orden de la memoria. El tiempo como imaginario. Barcelo-

na: Editorial Paidos.

Lois, Anne. 2007. ParAa que se sepa: Hablan las personas desplazadas en Colom-bia. Bogotá: Consejo Noruego de Refugiados y Observatorio de Desplazados Inter-

nos.

Mallimaci, F. y Giménez, B. 2006. “Historias de vida y método biográfico”. En

Estrategias de Investigación Cualitativa, eds. Irene Vasilachis, 33-58. Barcelona:

Editorial Gedisa.

Martín, Fernando. 2010. Entrevista a Josefina Cuesta Bustillo. Pliegos de yuste. 12:

5-10, http://www.pliegosdeyuste.eu/n1112pliegos/pdfs/5-10.pdf

Mendoza Jorge. 2008. “El pasado en disputa: Historia y memoria como marcos

de la enseñanza”. Notas: Boletín electrónico de investigación de la comunidad Oxa-queña de Psicología, 1:155-171, http://www.conductitlan.net/notas_boletin_inves-

tigacion/60_memoria_colectiva.pdf

Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado-MOVICE. 2012. “Colombia Nunca

Más. Memoria de crímenes de lesa humanidad”, http://www.movimientodevicti-

mas.org/~nuncamas/index.php

Namer, Gérard. 2004. “Postfacio”. En: Los marcos sociales de la memoria, eds.

Manuel Baeza y Michel Mujica, 345-428. España: Anthropos; Chile: Facultad de

Ciencias Sociales de la Universidad de Concepción; Venezuela: Facultad de Ciencias

Económicas y Sociales de la Universidad Central.

Nora, Pierre. 2008. Les lieux de mémoire, Montevideo: Trilce.

Perotin- Dumon, Anne. 2007. “Verdad. Justicia y Memoria.

Introducción”. En Historizar el pasado vivo en América Latina,

h t tp ://www.his tor izare lpasadovivo .c l/es_resul tado_textos .php?-

categoria=Verdad%2C+justicia%2C+memoria&titulo=Introducci%F3n

República de Colombia, Congreso de la Republica de Colombia, Ley 1448 de 2011,

“Ley de Víctimas”. En Diario oficial, núm. 48.096, 10 de junio de 2011.

República de Colombia, Congreso de la República de Colombia. Ley 975 de 2005,

“Ley de Justicia y Paz”, en Diario Oficial, núm. 45.980, 25 de julio de 2005.

República de Colombia, Corte Constitucional de la Republica de Colombia. 2005.

Sentencia T-025. Magistrado ponente Manuel Cepeda Espinoza.

Ricoeur, Paul. 1999. La lectura del tiempo pasado: memoria y olvido. Madrid:

Ediciones de la Universidad Autónoma de Madrid.

Ricoeur, Paul. 2000. La memoria, la historia y el olvido. Buenos Aires: Fondo de

Cultura Económica de Argentina.

Ricoeur, Paul: 2010. “Introducción. Definiciones Definición de la memoria desde un

punto de vista filosófico”. ¿Por qué Recordar?, Foro Internacional de memoria, Dir.

Oscar, Molina, 20-28. Paris: Ediciones Granica.

Riego, Inés. 2008. “Recordando a Henri Bergson: una conexión necesaria

entre mística moral y filosofía”. Veritas. Revista de Filosofía y Teología.

19: 293-329, http://www.revistaveritas.cl/wp-content/uploads/2011/11/05-Re-

cordando-a-Henri-Bergson....pdf

Rodríguez, Sandra, 2010. La memoria de la Investigación Histórica. Ponencia pre-

sentada en el XV Congreso Colombiano de Historia, Julio 26-30, Bogotá, Colombia.

Roldan, Mary.1999. “Museo Nacional, fronteras de la identidad y el reto de la globa-

lización”. En: Museo memoria y nación. Misión de los museos nacionales para los ciudadanos del futuro, eds. Gonzalo Sánchez, María Wills, 99-116. Bogotá: Ministe-

rio de Cultura, Museo Nacional de Colombia, Instituto de Estudios Políticos y Rela-

ciones internacionales-IEPRI de la Universidad Nacional de Colombia, Instituto

Colombiano de Antropología e Historia-ICANH, Programa de las Naciones Unidas

para el Desarrollo-PNUD.

Rojas, Johana. 2013. “9 de abril un día para las víctimas”, Periferia. Miradas de Popayán y el Cauca, http://periferiapopayan.wordpress.-

com/2013/04/15/9-de-abril-un-dia-para-las-victimas/

Sánchez, Gonzalo, Absalón Machado, Álvaro Camacho, Andrés Suárez, Fernán

González, Iván Orozco, Jesús Abad Colorado, Jorge Restrepo, León Valencia,

María Victoria Uribe, María Emma Wills, Martha Nubia Bello, Pilar Gaitán, Pilar

Riaño, Rodrigo Uprimny, Tatiana Rincón. 2009. Recordar y Narrar el Conflicto. Herramientas para reconstruir memoria histórica. Bogotá: Editorial Fotoletras.

Sánchez, Gonzalo, Absalón Machado, Álvaro Camacho, Andrés Suárez, César, Caba-

llero, Fernán González, Iván Orozco, Jesús Abad Colorado, Jorge Restrepo, León

Valencia, Luis Carolos Sánchez, María Victoria Uribe, María Emma Wills, Martha

Nubia Bello, Nubia Herrera, Patricia Linares, Paula Andrea Ila, Pilar Gaitán, Pilar

Riaño, Rodrigo Uprimny, Tatiana Rincón, Teófilo Vásquez. 2013. ¡Basta ya! Colom-bia: memorias de guerra y dignidad. Bogotá: Centro Nacional de Memoria.

Sanmartín, Israel. 2012. “La Memoria y la historia medievales como realidades

indisolubles”. Cuadernos de Estudios Gallegos.125: 259-272, http://estudiosgalle-

gos.revistas.csic.es/index.php/estudiosgallegos/article/view/346/353

Schwarzstein, Dora. 2001. Una introducción al uso de la historia oral en el aula.

Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Sorgentini, Hernán. 2003. “Reflexiones sobre la memoria y

autorreflexión de la historia”. Revista Brasileira de Historia.

4 5 : 1 0 3 - 1 2 8 , h t t p : / / w w w . s c i e l o . b r / s c i e l o . p h p ? s c r i p t = s c i _ a r t t e x -

t&pid=S010201882003000100005&lng=en&nrm=iso&tlng=es

Suárez, Ivonne, Esaú Ardila, Juan S Báez y Juan F Rueda. 2010. “Estudio de Trayec-

torias de Vida de Personas en Situación de Desplazamiento Forzado Interrelaciona-

das en el Barrio Café Madrid del Municipio de Bucaramanga”. Proyecto financiado

por Colciencias, Universidad Industrial de Santander y Compromiso.

Tafalla, Marta. 2003. “Recordar para no repetir: el nuevo imperativo categórico de T

W Adorno”. La ética ante las víctimas, eds. José, Mardones, Reyes, Mate. 126-154.

Barcelona: Anthropos.

Thompson, Edward.1989. La formación de la Clase Obrera en Inglaterra. Barcelo-

na: Editorial Crítica.

Uribe, María, Nicolás Salcedo y Adriana Correa.2009. Memorias en Tiempo de Guerra. Repertorio de iniciativas. Colombia: Punto a parte Editores.

Vilar, Pierre .1988. “Recuerdos y reflexiones sobre el oficio de historiador”.

Manuscrits. Revista d'historia moderna. 7:9-33, http://ddd.uab.cat/pub/manus-

crits/02132397n7p9.pdf

Vilar, Pierre.2004. Memoria Historia e Historiadores. España: Editorial Universi-

dad de Granada.

Wallerstein, Immanuel. 2006. Abrir las ciencias sociales. México: Editorial Siglo

XXI.

Yusta, Mercedes. 2002. “Historia oral, historia vivida. El uso de fuentes orales

en la investigación histórica”. Pandora: revue d etudes hispaniques. 2:235-244,

http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3160107

Juan Felipe Rueda Arenas 48H

iSTO

ReL

o. R

evis

ta d

e H

isto

ria

Reg

iona

l y L

oca

l ISS

N: 2

14

5-1

32

X [

vol 5

, No

. 10

] ju

lio -

dic

iem

bre

de 2

01

3

Conclusiones

Hay tres tendencias en las Ciencias Sociales que relacionan la memoria y la historia.

En primera medida una de oposición al desarrollarse cada concepto en campos

disciplinares distintos: la memoria en la Sociología y la historia en la historiografía.

Una segunda corriente que estableció la memoria como crítica a la historia a partir

de las problemáticas vividas en la modernidad. Y una tercera tendencia que plantea

la posibilidad de una articulación entre memoria e historia que lleven hacia la acción

social, política y reivindicativa en académicos, organizaciones y movimientos de

víctimas. Si bien, el debate entre memoria e historia debe continuar en diversos

espacios académicos europeos, en Latinoamérica y especialmente en Colombia se

debe aportar con mayor asiduidad en la construcción del concepto memoria históri-

ca.

Una construcción teórico-metodológica que permita incluir a las víctimas,

así como a otros sectores de la sociedad civil y de esta manera colectivamente ra-

zonar sobre eventos atroces buscando soluciones en aras de una transformación

social. En ese sentido, los testimonios que narran las víctimas pueden adquirir

una trascendencia para la sociedad contemporánea, en la medida en que puedan

ser recopilados, registrados y divulgados libremente y no hagan parte de políticas

de silenciamientos y olvidos promovidas desde centros de poder. Hacer esto

supone revalorar los discursos y relatos particulares, donde las víctimas al narrar

y ser escuchadas no sólo re-significan los hechos violentos vividos, sino que

evitan culpabilidades y re-victimizaciones generadas a través de negacionismos y

silenciamientos.

De esta manera, el país afrontaría un triple reto: primero, adelantar caminos

académicos en busca de ampliar campos investigativos desde la interdisciplinarie-

dad y la transdisciplinariedad que permitan tener una visión holística de la proble-

mática de las víctimas y del conflicto armado colombiano; segundo, construir

memoria histórica razonada como una opción real de verdad, justicia, reparación

y garantías de no repetición de los hechos sucedidos y; tercero, difundir mediante

la creación de medios alternativos los relatos de quienes en el presente tienen las

herramientas más eficaces para la construcción de una paz justa y duradera como

son las propias víctimas del conflicto armado interno colombiano.

Referencias

Agustín. 2010. Confesiones. Madrid: Editorial Gredos.

Centro de Investigaciones de Educación Popular-CINEP. 2010. Noche y Niebla, http://www.nocheyniebla.org/node/75

Centro de Memoria Histórica. 2012. “Informes”, http://www.centrodememoriahis-

torica.gov.co/

“Colombia conmemoró día de las víctimas del conflicto”. 2012. Elespectador.com,

[Bogotá], abril 9, http://www.elespectador.com/noticias/paz/articulo-337112-co-

lombia-conmemoro-dia-de-memoria-de-victimas-del-conflicto

Corradini, Luisa. 2006. “No hay que confundir memoria con historia,

dijo Pierre Nora, Entrevista a Pierre Nora”, La Nación, http://www.lanacion.-

com.ar/788817-no-hay-que-confundir-memoria-con-historia-dijo-pierre-nora

De La Cuesta, Josefina. 1998. “Historia y memoria. Un estado de la cuestión”. Revis-ta Ayer. 32: 203-246, http://www.ahistcon.org/PDF/numeros/ayer32_Memoriae-

Historia_Cuesta.pdf

De Murcia, Antonio. 2007. “Memoria histórica de la Edad Media e idea de tradi-

ción en Menéndez Pidal y Américo Castro”. Res Pública. 17: 309-328, http://revis-

tas.um.es/respublica/article/view/60971/58731

“Día nacional de la memoria por la verdad y la justicia”. 2012. País 24, [Argentina],

marzo 24, http://www.pais24.com/index.php?go=n&id=185374

Giraldo, Javier. 2012. Agosto 30. Entrevista a, Universidad industrial de Santander.

Entrevistadores: Esaú Ardila, Diana Novoa y Juan Rueda.

Ferrari, Neida. 1973. “Positivismo e Historia”. UNCU. 9: 79-114, http://bdigital.un-

cu.edu.ar/objetos_digitales/4465/81-cuyo-1973-tomo-09.pdf

Franco, Natalia, Patricia Nieto y Omar Rincón. 2010. Tácticas y estrategias para contar. Historias de la gente sobre conflicto y reconciliación en Colombia. Bogotá:

Centro de Competencia en Comunicación para América Latina Friedrich Ebert

Stiftung.

Fraser, Ronald. 1993. “La historia oral como historia desde abajo”. Ayer. 12: 72-92,

http://www.ahistcon.org/PDF/numeros/ayer12_LaHistoriografia_.RuizTorres.pdf

Ginzburg, Carlo. 1993. El juez y el historiador: consideraciones al margen del proceso Sofri. Madrid: Anaya y Mario Muchnik.

Halbwachs, Maurice.1968. “Memoria colectiva y memoria histórica”. REIS.

95:209-219, http://www.reis.cis.es/REISWeb/PDF/REIS_069_12.pdf

Halbwachs, Maurice.1991. “Fragmentos de la memoria colectiva”. La revista de cultura psicológica. 1: 1-11

Halbwachs, Maurice.2004. Los marcos sociales de la memoria. España: Editorial

Anthropos, Chile: Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Concepción,

Venezuela: Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central.

Hobsbawm, Eric y Terence Ranger. 2002. La invención de la tradición. Barcelona:

Editorial Crítica

Hobsbawm, Eric.1992. Historia del siglo XX. Barcelona: Editorial Crítica.

Hobsbawm, Eric.2001. La Era del Imperio, 1875-1914. Barcelona: Editorial Crítica.

Huici, Vicente. 2002. “La memoria colectiva y el tiempo por Maurice Halbwachs”,

UNED, http://www.uned.es/ca-bergara/ppropias/vhuici/mc.htm

Jedlowski, Paolo. 2000. “La sociología y la memoria colectiva”. En: Memoria colec-tiva e identidad nacional, eds. Alberto Rosa, Guglielmo Bellelli, David Bakhurst,

123-134. Madrid: Biblioteca Nueva.

Jelin, Elizabeth.2002. Los trabajos de la memoria. España: Siglo XXI editores.

Le Goff, Jaques.1991.El orden de la memoria. El tiempo como imaginario. Barcelo-

na: Editorial Paidos.

Lois, Anne. 2007. ParAa que se sepa: Hablan las personas desplazadas en Colom-bia. Bogotá: Consejo Noruego de Refugiados y Observatorio de Desplazados Inter-

nos.

Mallimaci, F. y Giménez, B. 2006. “Historias de vida y método biográfico”. En

Estrategias de Investigación Cualitativa, eds. Irene Vasilachis, 33-58. Barcelona:

Editorial Gedisa.

Martín, Fernando. 2010. Entrevista a Josefina Cuesta Bustillo. Pliegos de yuste. 12:

5-10, http://www.pliegosdeyuste.eu/n1112pliegos/pdfs/5-10.pdf

Mendoza Jorge. 2008. “El pasado en disputa: Historia y memoria como marcos

de la enseñanza”. Notas: Boletín electrónico de investigación de la comunidad Oxa-queña de Psicología, 1:155-171, http://www.conductitlan.net/notas_boletin_inves-

tigacion/60_memoria_colectiva.pdf

Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado-MOVICE. 2012. “Colombia Nunca

Más. Memoria de crímenes de lesa humanidad”, http://www.movimientodevicti-

mas.org/~nuncamas/index.php

Namer, Gérard. 2004. “Postfacio”. En: Los marcos sociales de la memoria, eds.

Manuel Baeza y Michel Mujica, 345-428. España: Anthropos; Chile: Facultad de

Ciencias Sociales de la Universidad de Concepción; Venezuela: Facultad de Ciencias

Económicas y Sociales de la Universidad Central.

Nora, Pierre. 2008. Les lieux de mémoire, Montevideo: Trilce.

Perotin- Dumon, Anne. 2007. “Verdad. Justicia y Memoria.

Introducción”. En Historizar el pasado vivo en América Latina,

h t tp ://www.his tor izare lpasadovivo .c l/es_resul tado_textos .php?-

categoria=Verdad%2C+justicia%2C+memoria&titulo=Introducci%F3n

República de Colombia, Congreso de la Republica de Colombia, Ley 1448 de 2011,

“Ley de Víctimas”. En Diario oficial, núm. 48.096, 10 de junio de 2011.

República de Colombia, Congreso de la República de Colombia. Ley 975 de 2005,

“Ley de Justicia y Paz”, en Diario Oficial, núm. 45.980, 25 de julio de 2005.

República de Colombia, Corte Constitucional de la Republica de Colombia. 2005.

Sentencia T-025. Magistrado ponente Manuel Cepeda Espinoza.

Ricoeur, Paul. 1999. La lectura del tiempo pasado: memoria y olvido. Madrid:

Ediciones de la Universidad Autónoma de Madrid.

Ricoeur, Paul. 2000. La memoria, la historia y el olvido. Buenos Aires: Fondo de

Cultura Económica de Argentina.

Ricoeur, Paul: 2010. “Introducción. Definiciones Definición de la memoria desde un

punto de vista filosófico”. ¿Por qué Recordar?, Foro Internacional de memoria, Dir.

Oscar, Molina, 20-28. Paris: Ediciones Granica.

Riego, Inés. 2008. “Recordando a Henri Bergson: una conexión necesaria

entre mística moral y filosofía”. Veritas. Revista de Filosofía y Teología.

19: 293-329, http://www.revistaveritas.cl/wp-content/uploads/2011/11/05-Re-

cordando-a-Henri-Bergson....pdf

Rodríguez, Sandra, 2010. La memoria de la Investigación Histórica. Ponencia pre-

sentada en el XV Congreso Colombiano de Historia, Julio 26-30, Bogotá, Colombia.

Roldan, Mary.1999. “Museo Nacional, fronteras de la identidad y el reto de la globa-

lización”. En: Museo memoria y nación. Misión de los museos nacionales para los ciudadanos del futuro, eds. Gonzalo Sánchez, María Wills, 99-116. Bogotá: Ministe-

rio de Cultura, Museo Nacional de Colombia, Instituto de Estudios Políticos y Rela-

ciones internacionales-IEPRI de la Universidad Nacional de Colombia, Instituto

Colombiano de Antropología e Historia-ICANH, Programa de las Naciones Unidas

para el Desarrollo-PNUD.

Rojas, Johana. 2013. “9 de abril un día para las víctimas”, Periferia. Miradas de Popayán y el Cauca, http://periferiapopayan.wordpress.-

com/2013/04/15/9-de-abril-un-dia-para-las-victimas/

Sánchez, Gonzalo, Absalón Machado, Álvaro Camacho, Andrés Suárez, Fernán

González, Iván Orozco, Jesús Abad Colorado, Jorge Restrepo, León Valencia,

María Victoria Uribe, María Emma Wills, Martha Nubia Bello, Pilar Gaitán, Pilar

Riaño, Rodrigo Uprimny, Tatiana Rincón. 2009. Recordar y Narrar el Conflicto. Herramientas para reconstruir memoria histórica. Bogotá: Editorial Fotoletras.

Sánchez, Gonzalo, Absalón Machado, Álvaro Camacho, Andrés Suárez, César, Caba-

llero, Fernán González, Iván Orozco, Jesús Abad Colorado, Jorge Restrepo, León

Valencia, Luis Carolos Sánchez, María Victoria Uribe, María Emma Wills, Martha

Nubia Bello, Nubia Herrera, Patricia Linares, Paula Andrea Ila, Pilar Gaitán, Pilar

Riaño, Rodrigo Uprimny, Tatiana Rincón, Teófilo Vásquez. 2013. ¡Basta ya! Colom-bia: memorias de guerra y dignidad. Bogotá: Centro Nacional de Memoria.

Sanmartín, Israel. 2012. “La Memoria y la historia medievales como realidades

indisolubles”. Cuadernos de Estudios Gallegos.125: 259-272, http://estudiosgalle-

gos.revistas.csic.es/index.php/estudiosgallegos/article/view/346/353

Schwarzstein, Dora. 2001. Una introducción al uso de la historia oral en el aula.

Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Sorgentini, Hernán. 2003. “Reflexiones sobre la memoria y

autorreflexión de la historia”. Revista Brasileira de Historia.

4 5 : 1 0 3 - 1 2 8 , h t t p : / / w w w . s c i e l o . b r / s c i e l o . p h p ? s c r i p t = s c i _ a r t t e x -

t&pid=S010201882003000100005&lng=en&nrm=iso&tlng=es

Suárez, Ivonne, Esaú Ardila, Juan S Báez y Juan F Rueda. 2010. “Estudio de Trayec-

torias de Vida de Personas en Situación de Desplazamiento Forzado Interrelaciona-

das en el Barrio Café Madrid del Municipio de Bucaramanga”. Proyecto financiado

por Colciencias, Universidad Industrial de Santander y Compromiso.

Tafalla, Marta. 2003. “Recordar para no repetir: el nuevo imperativo categórico de T

W Adorno”. La ética ante las víctimas, eds. José, Mardones, Reyes, Mate. 126-154.

Barcelona: Anthropos.

Thompson, Edward.1989. La formación de la Clase Obrera en Inglaterra. Barcelo-

na: Editorial Crítica.

Uribe, María, Nicolás Salcedo y Adriana Correa.2009. Memorias en Tiempo de Guerra. Repertorio de iniciativas. Colombia: Punto a parte Editores.

Vilar, Pierre .1988. “Recuerdos y reflexiones sobre el oficio de historiador”.

Manuscrits. Revista d'historia moderna. 7:9-33, http://ddd.uab.cat/pub/manus-

crits/02132397n7p9.pdf

Vilar, Pierre.2004. Memoria Historia e Historiadores. España: Editorial Universi-

dad de Granada.

Wallerstein, Immanuel. 2006. Abrir las ciencias sociales. México: Editorial Siglo

XXI.

Yusta, Mercedes. 2002. “Historia oral, historia vivida. El uso de fuentes orales

en la investigación histórica”. Pandora: revue d etudes hispaniques. 2:235-244,

http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3160107

49

HiS

TOR

eLo

. Rev

ista

de

His

tori

a R

egio

nal y

Lo

cal I

SSN

: 21

45

-13

2X

[vo

l 5, N

o. 1

0]

julio

- d

icie

mbr

e de

20

13

Juan Felipe Rueda Arenas

Conclusiones

Hay tres tendencias en las Ciencias Sociales que relacionan la memoria y la historia.

En primera medida una de oposición al desarrollarse cada concepto en campos

disciplinares distintos: la memoria en la Sociología y la historia en la historiografía.

Una segunda corriente que estableció la memoria como crítica a la historia a partir

de las problemáticas vividas en la modernidad. Y una tercera tendencia que plantea

la posibilidad de una articulación entre memoria e historia que lleven hacia la acción

social, política y reivindicativa en académicos, organizaciones y movimientos de

víctimas. Si bien, el debate entre memoria e historia debe continuar en diversos

espacios académicos europeos, en Latinoamérica y especialmente en Colombia se

debe aportar con mayor asiduidad en la construcción del concepto memoria históri-

ca.

Una construcción teórico-metodológica que permita incluir a las víctimas,

así como a otros sectores de la sociedad civil y de esta manera colectivamente ra-

zonar sobre eventos atroces buscando soluciones en aras de una transformación

social. En ese sentido, los testimonios que narran las víctimas pueden adquirir

una trascendencia para la sociedad contemporánea, en la medida en que puedan

ser recopilados, registrados y divulgados libremente y no hagan parte de políticas

de silenciamientos y olvidos promovidas desde centros de poder. Hacer esto

supone revalorar los discursos y relatos particulares, donde las víctimas al narrar

y ser escuchadas no sólo re-significan los hechos violentos vividos, sino que

evitan culpabilidades y re-victimizaciones generadas a través de negacionismos y

silenciamientos.

De esta manera, el país afrontaría un triple reto: primero, adelantar caminos

académicos en busca de ampliar campos investigativos desde la interdisciplinarie-

dad y la transdisciplinariedad que permitan tener una visión holística de la proble-

mática de las víctimas y del conflicto armado colombiano; segundo, construir

memoria histórica razonada como una opción real de verdad, justicia, reparación

y garantías de no repetición de los hechos sucedidos y; tercero, difundir mediante

la creación de medios alternativos los relatos de quienes en el presente tienen las

herramientas más eficaces para la construcción de una paz justa y duradera como

son las propias víctimas del conflicto armado interno colombiano.

Referencias

Agustín. 2010. Confesiones. Madrid: Editorial Gredos.

Centro de Investigaciones de Educación Popular-CINEP. 2010. Noche y Niebla, http://www.nocheyniebla.org/node/75

Centro de Memoria Histórica. 2012. “Informes”, http://www.centrodememoriahis-

torica.gov.co/

“Colombia conmemoró día de las víctimas del conflicto”. 2012. Elespectador.com,

[Bogotá], abril 9, http://www.elespectador.com/noticias/paz/articulo-337112-co-

lombia-conmemoro-dia-de-memoria-de-victimas-del-conflicto

Corradini, Luisa. 2006. “No hay que confundir memoria con historia,

dijo Pierre Nora, Entrevista a Pierre Nora”, La Nación, http://www.lanacion.-

com.ar/788817-no-hay-que-confundir-memoria-con-historia-dijo-pierre-nora

De La Cuesta, Josefina. 1998. “Historia y memoria. Un estado de la cuestión”. Revis-ta Ayer. 32: 203-246, http://www.ahistcon.org/PDF/numeros/ayer32_Memoriae-

Historia_Cuesta.pdf

De Murcia, Antonio. 2007. “Memoria histórica de la Edad Media e idea de tradi-

ción en Menéndez Pidal y Américo Castro”. Res Pública. 17: 309-328, http://revis-

tas.um.es/respublica/article/view/60971/58731

“Día nacional de la memoria por la verdad y la justicia”. 2012. País 24, [Argentina],

marzo 24, http://www.pais24.com/index.php?go=n&id=185374

Giraldo, Javier. 2012. Agosto 30. Entrevista a, Universidad industrial de Santander.

Entrevistadores: Esaú Ardila, Diana Novoa y Juan Rueda.

Ferrari, Neida. 1973. “Positivismo e Historia”. UNCU. 9: 79-114, http://bdigital.un-

cu.edu.ar/objetos_digitales/4465/81-cuyo-1973-tomo-09.pdf

Franco, Natalia, Patricia Nieto y Omar Rincón. 2010. Tácticas y estrategias para contar. Historias de la gente sobre conflicto y reconciliación en Colombia. Bogotá:

Centro de Competencia en Comunicación para América Latina Friedrich Ebert

Stiftung.

Fraser, Ronald. 1993. “La historia oral como historia desde abajo”. Ayer. 12: 72-92,

http://www.ahistcon.org/PDF/numeros/ayer12_LaHistoriografia_.RuizTorres.pdf

Ginzburg, Carlo. 1993. El juez y el historiador: consideraciones al margen del proceso Sofri. Madrid: Anaya y Mario Muchnik.

Halbwachs, Maurice.1968. “Memoria colectiva y memoria histórica”. REIS.

95:209-219, http://www.reis.cis.es/REISWeb/PDF/REIS_069_12.pdf

Halbwachs, Maurice.1991. “Fragmentos de la memoria colectiva”. La revista de cultura psicológica. 1: 1-11

Halbwachs, Maurice.2004. Los marcos sociales de la memoria. España: Editorial

Anthropos, Chile: Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Concepción,

Venezuela: Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central.

Hobsbawm, Eric y Terence Ranger. 2002. La invención de la tradición. Barcelona:

Editorial Crítica

Hobsbawm, Eric.1992. Historia del siglo XX. Barcelona: Editorial Crítica.

Hobsbawm, Eric.2001. La Era del Imperio, 1875-1914. Barcelona: Editorial Crítica.

Huici, Vicente. 2002. “La memoria colectiva y el tiempo por Maurice Halbwachs”,

UNED, http://www.uned.es/ca-bergara/ppropias/vhuici/mc.htm

Jedlowski, Paolo. 2000. “La sociología y la memoria colectiva”. En: Memoria colec-tiva e identidad nacional, eds. Alberto Rosa, Guglielmo Bellelli, David Bakhurst,

123-134. Madrid: Biblioteca Nueva.

Jelin, Elizabeth.2002. Los trabajos de la memoria. España: Siglo XXI editores.

Le Goff, Jaques.1991.El orden de la memoria. El tiempo como imaginario. Barcelo-

na: Editorial Paidos.

Lois, Anne. 2007. ParAa que se sepa: Hablan las personas desplazadas en Colom-bia. Bogotá: Consejo Noruego de Refugiados y Observatorio de Desplazados Inter-

nos.

Mallimaci, F. y Giménez, B. 2006. “Historias de vida y método biográfico”. En

Estrategias de Investigación Cualitativa, eds. Irene Vasilachis, 33-58. Barcelona:

Editorial Gedisa.

Martín, Fernando. 2010. Entrevista a Josefina Cuesta Bustillo. Pliegos de yuste. 12:

5-10, http://www.pliegosdeyuste.eu/n1112pliegos/pdfs/5-10.pdf

Mendoza Jorge. 2008. “El pasado en disputa: Historia y memoria como marcos

de la enseñanza”. Notas: Boletín electrónico de investigación de la comunidad Oxa-queña de Psicología, 1:155-171, http://www.conductitlan.net/notas_boletin_inves-

tigacion/60_memoria_colectiva.pdf

Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado-MOVICE. 2012. “Colombia Nunca

Más. Memoria de crímenes de lesa humanidad”, http://www.movimientodevicti-

mas.org/~nuncamas/index.php

Namer, Gérard. 2004. “Postfacio”. En: Los marcos sociales de la memoria, eds.

Manuel Baeza y Michel Mujica, 345-428. España: Anthropos; Chile: Facultad de

Ciencias Sociales de la Universidad de Concepción; Venezuela: Facultad de Ciencias

Económicas y Sociales de la Universidad Central.

Nora, Pierre. 2008. Les lieux de mémoire, Montevideo: Trilce.

Perotin- Dumon, Anne. 2007. “Verdad. Justicia y Memoria.

Introducción”. En Historizar el pasado vivo en América Latina,

h t tp ://www.his tor izare lpasadovivo .c l/es_resul tado_textos .php?-

categoria=Verdad%2C+justicia%2C+memoria&titulo=Introducci%F3n

República de Colombia, Congreso de la Republica de Colombia, Ley 1448 de 2011,

“Ley de Víctimas”. En Diario oficial, núm. 48.096, 10 de junio de 2011.

República de Colombia, Congreso de la República de Colombia. Ley 975 de 2005,

“Ley de Justicia y Paz”, en Diario Oficial, núm. 45.980, 25 de julio de 2005.

República de Colombia, Corte Constitucional de la Republica de Colombia. 2005.

Sentencia T-025. Magistrado ponente Manuel Cepeda Espinoza.

Ricoeur, Paul. 1999. La lectura del tiempo pasado: memoria y olvido. Madrid:

Ediciones de la Universidad Autónoma de Madrid.

Ricoeur, Paul. 2000. La memoria, la historia y el olvido. Buenos Aires: Fondo de

Cultura Económica de Argentina.

Ricoeur, Paul: 2010. “Introducción. Definiciones Definición de la memoria desde un

punto de vista filosófico”. ¿Por qué Recordar?, Foro Internacional de memoria, Dir.

Oscar, Molina, 20-28. Paris: Ediciones Granica.

Riego, Inés. 2008. “Recordando a Henri Bergson: una conexión necesaria

entre mística moral y filosofía”. Veritas. Revista de Filosofía y Teología.

19: 293-329, http://www.revistaveritas.cl/wp-content/uploads/2011/11/05-Re-

cordando-a-Henri-Bergson....pdf

Rodríguez, Sandra, 2010. La memoria de la Investigación Histórica. Ponencia pre-

sentada en el XV Congreso Colombiano de Historia, Julio 26-30, Bogotá, Colombia.

Roldan, Mary.1999. “Museo Nacional, fronteras de la identidad y el reto de la globa-

lización”. En: Museo memoria y nación. Misión de los museos nacionales para los ciudadanos del futuro, eds. Gonzalo Sánchez, María Wills, 99-116. Bogotá: Ministe-

rio de Cultura, Museo Nacional de Colombia, Instituto de Estudios Políticos y Rela-

ciones internacionales-IEPRI de la Universidad Nacional de Colombia, Instituto

Colombiano de Antropología e Historia-ICANH, Programa de las Naciones Unidas

para el Desarrollo-PNUD.

Rojas, Johana. 2013. “9 de abril un día para las víctimas”, Periferia. Miradas de Popayán y el Cauca, http://periferiapopayan.wordpress.-

com/2013/04/15/9-de-abril-un-dia-para-las-victimas/

Sánchez, Gonzalo, Absalón Machado, Álvaro Camacho, Andrés Suárez, Fernán

González, Iván Orozco, Jesús Abad Colorado, Jorge Restrepo, León Valencia,

María Victoria Uribe, María Emma Wills, Martha Nubia Bello, Pilar Gaitán, Pilar

Riaño, Rodrigo Uprimny, Tatiana Rincón. 2009. Recordar y Narrar el Conflicto. Herramientas para reconstruir memoria histórica. Bogotá: Editorial Fotoletras.

Sánchez, Gonzalo, Absalón Machado, Álvaro Camacho, Andrés Suárez, César, Caba-

llero, Fernán González, Iván Orozco, Jesús Abad Colorado, Jorge Restrepo, León

Valencia, Luis Carolos Sánchez, María Victoria Uribe, María Emma Wills, Martha

Nubia Bello, Nubia Herrera, Patricia Linares, Paula Andrea Ila, Pilar Gaitán, Pilar

Riaño, Rodrigo Uprimny, Tatiana Rincón, Teófilo Vásquez. 2013. ¡Basta ya! Colom-bia: memorias de guerra y dignidad. Bogotá: Centro Nacional de Memoria.

Sanmartín, Israel. 2012. “La Memoria y la historia medievales como realidades

indisolubles”. Cuadernos de Estudios Gallegos.125: 259-272, http://estudiosgalle-

gos.revistas.csic.es/index.php/estudiosgallegos/article/view/346/353

Schwarzstein, Dora. 2001. Una introducción al uso de la historia oral en el aula.

Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Sorgentini, Hernán. 2003. “Reflexiones sobre la memoria y

autorreflexión de la historia”. Revista Brasileira de Historia.

4 5 : 1 0 3 - 1 2 8 , h t t p : / / w w w . s c i e l o . b r / s c i e l o . p h p ? s c r i p t = s c i _ a r t t e x -

t&pid=S010201882003000100005&lng=en&nrm=iso&tlng=es

Suárez, Ivonne, Esaú Ardila, Juan S Báez y Juan F Rueda. 2010. “Estudio de Trayec-

torias de Vida de Personas en Situación de Desplazamiento Forzado Interrelaciona-

das en el Barrio Café Madrid del Municipio de Bucaramanga”. Proyecto financiado

por Colciencias, Universidad Industrial de Santander y Compromiso.

Tafalla, Marta. 2003. “Recordar para no repetir: el nuevo imperativo categórico de T

W Adorno”. La ética ante las víctimas, eds. José, Mardones, Reyes, Mate. 126-154.

Barcelona: Anthropos.

Thompson, Edward.1989. La formación de la Clase Obrera en Inglaterra. Barcelo-

na: Editorial Crítica.

Uribe, María, Nicolás Salcedo y Adriana Correa.2009. Memorias en Tiempo de Guerra. Repertorio de iniciativas. Colombia: Punto a parte Editores.

Vilar, Pierre .1988. “Recuerdos y reflexiones sobre el oficio de historiador”.

Manuscrits. Revista d'historia moderna. 7:9-33, http://ddd.uab.cat/pub/manus-

crits/02132397n7p9.pdf

Vilar, Pierre.2004. Memoria Historia e Historiadores. España: Editorial Universi-

dad de Granada.

Wallerstein, Immanuel. 2006. Abrir las ciencias sociales. México: Editorial Siglo

XXI.

Yusta, Mercedes. 2002. “Historia oral, historia vivida. El uso de fuentes orales

en la investigación histórica”. Pandora: revue d etudes hispaniques. 2:235-244,

http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3160107

Juan Felipe Rueda Arenas 50H

iSTO

ReL

o. R

evis

ta d

e H

isto

ria

Reg

iona

l y L

oca

l ISS

N: 2

14

5-1

32

X [

vol 5

, No

. 10

] ju

lio -

dic

iem

bre

de 2

01

3

Conclusiones

Hay tres tendencias en las Ciencias Sociales que relacionan la memoria y la historia.

En primera medida una de oposición al desarrollarse cada concepto en campos

disciplinares distintos: la memoria en la Sociología y la historia en la historiografía.

Una segunda corriente que estableció la memoria como crítica a la historia a partir

de las problemáticas vividas en la modernidad. Y una tercera tendencia que plantea

la posibilidad de una articulación entre memoria e historia que lleven hacia la acción

social, política y reivindicativa en académicos, organizaciones y movimientos de

víctimas. Si bien, el debate entre memoria e historia debe continuar en diversos

espacios académicos europeos, en Latinoamérica y especialmente en Colombia se

debe aportar con mayor asiduidad en la construcción del concepto memoria históri-

ca.

Una construcción teórico-metodológica que permita incluir a las víctimas,

así como a otros sectores de la sociedad civil y de esta manera colectivamente ra-

zonar sobre eventos atroces buscando soluciones en aras de una transformación

social. En ese sentido, los testimonios que narran las víctimas pueden adquirir

una trascendencia para la sociedad contemporánea, en la medida en que puedan

ser recopilados, registrados y divulgados libremente y no hagan parte de políticas

de silenciamientos y olvidos promovidas desde centros de poder. Hacer esto

supone revalorar los discursos y relatos particulares, donde las víctimas al narrar

y ser escuchadas no sólo re-significan los hechos violentos vividos, sino que

evitan culpabilidades y re-victimizaciones generadas a través de negacionismos y

silenciamientos.

De esta manera, el país afrontaría un triple reto: primero, adelantar caminos

académicos en busca de ampliar campos investigativos desde la interdisciplinarie-

dad y la transdisciplinariedad que permitan tener una visión holística de la proble-

mática de las víctimas y del conflicto armado colombiano; segundo, construir

memoria histórica razonada como una opción real de verdad, justicia, reparación

y garantías de no repetición de los hechos sucedidos y; tercero, difundir mediante

la creación de medios alternativos los relatos de quienes en el presente tienen las

herramientas más eficaces para la construcción de una paz justa y duradera como

son las propias víctimas del conflicto armado interno colombiano.

Referencias

Agustín. 2010. Confesiones. Madrid: Editorial Gredos.

Centro de Investigaciones de Educación Popular-CINEP. 2010. Noche y Niebla, http://www.nocheyniebla.org/node/75

Centro de Memoria Histórica. 2012. “Informes”, http://www.centrodememoriahis-

torica.gov.co/

“Colombia conmemoró día de las víctimas del conflicto”. 2012. Elespectador.com,

[Bogotá], abril 9, http://www.elespectador.com/noticias/paz/articulo-337112-co-

lombia-conmemoro-dia-de-memoria-de-victimas-del-conflicto

Corradini, Luisa. 2006. “No hay que confundir memoria con historia,

dijo Pierre Nora, Entrevista a Pierre Nora”, La Nación, http://www.lanacion.-

com.ar/788817-no-hay-que-confundir-memoria-con-historia-dijo-pierre-nora

De La Cuesta, Josefina. 1998. “Historia y memoria. Un estado de la cuestión”. Revis-ta Ayer. 32: 203-246, http://www.ahistcon.org/PDF/numeros/ayer32_Memoriae-

Historia_Cuesta.pdf

De Murcia, Antonio. 2007. “Memoria histórica de la Edad Media e idea de tradi-

ción en Menéndez Pidal y Américo Castro”. Res Pública. 17: 309-328, http://revis-

tas.um.es/respublica/article/view/60971/58731

“Día nacional de la memoria por la verdad y la justicia”. 2012. País 24, [Argentina],

marzo 24, http://www.pais24.com/index.php?go=n&id=185374

Giraldo, Javier. 2012. Agosto 30. Entrevista a, Universidad industrial de Santander.

Entrevistadores: Esaú Ardila, Diana Novoa y Juan Rueda.

Ferrari, Neida. 1973. “Positivismo e Historia”. UNCU. 9: 79-114, http://bdigital.un-

cu.edu.ar/objetos_digitales/4465/81-cuyo-1973-tomo-09.pdf

Franco, Natalia, Patricia Nieto y Omar Rincón. 2010. Tácticas y estrategias para contar. Historias de la gente sobre conflicto y reconciliación en Colombia. Bogotá:

Centro de Competencia en Comunicación para América Latina Friedrich Ebert

Stiftung.

Fraser, Ronald. 1993. “La historia oral como historia desde abajo”. Ayer. 12: 72-92,

http://www.ahistcon.org/PDF/numeros/ayer12_LaHistoriografia_.RuizTorres.pdf

Ginzburg, Carlo. 1993. El juez y el historiador: consideraciones al margen del proceso Sofri. Madrid: Anaya y Mario Muchnik.

Halbwachs, Maurice.1968. “Memoria colectiva y memoria histórica”. REIS.

95:209-219, http://www.reis.cis.es/REISWeb/PDF/REIS_069_12.pdf

Halbwachs, Maurice.1991. “Fragmentos de la memoria colectiva”. La revista de cultura psicológica. 1: 1-11

Halbwachs, Maurice.2004. Los marcos sociales de la memoria. España: Editorial

Anthropos, Chile: Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Concepción,

Venezuela: Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central.

Hobsbawm, Eric y Terence Ranger. 2002. La invención de la tradición. Barcelona:

Editorial Crítica

Hobsbawm, Eric.1992. Historia del siglo XX. Barcelona: Editorial Crítica.

Hobsbawm, Eric.2001. La Era del Imperio, 1875-1914. Barcelona: Editorial Crítica.

Huici, Vicente. 2002. “La memoria colectiva y el tiempo por Maurice Halbwachs”,

UNED, http://www.uned.es/ca-bergara/ppropias/vhuici/mc.htm

Jedlowski, Paolo. 2000. “La sociología y la memoria colectiva”. En: Memoria colec-tiva e identidad nacional, eds. Alberto Rosa, Guglielmo Bellelli, David Bakhurst,

123-134. Madrid: Biblioteca Nueva.

Jelin, Elizabeth.2002. Los trabajos de la memoria. España: Siglo XXI editores.

Le Goff, Jaques.1991.El orden de la memoria. El tiempo como imaginario. Barcelo-

na: Editorial Paidos.

Lois, Anne. 2007. ParAa que se sepa: Hablan las personas desplazadas en Colom-bia. Bogotá: Consejo Noruego de Refugiados y Observatorio de Desplazados Inter-

nos.

Mallimaci, F. y Giménez, B. 2006. “Historias de vida y método biográfico”. En

Estrategias de Investigación Cualitativa, eds. Irene Vasilachis, 33-58. Barcelona:

Editorial Gedisa.

Martín, Fernando. 2010. Entrevista a Josefina Cuesta Bustillo. Pliegos de yuste. 12:

5-10, http://www.pliegosdeyuste.eu/n1112pliegos/pdfs/5-10.pdf

Mendoza Jorge. 2008. “El pasado en disputa: Historia y memoria como marcos

de la enseñanza”. Notas: Boletín electrónico de investigación de la comunidad Oxa-queña de Psicología, 1:155-171, http://www.conductitlan.net/notas_boletin_inves-

tigacion/60_memoria_colectiva.pdf

Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado-MOVICE. 2012. “Colombia Nunca

Más. Memoria de crímenes de lesa humanidad”, http://www.movimientodevicti-

mas.org/~nuncamas/index.php

Namer, Gérard. 2004. “Postfacio”. En: Los marcos sociales de la memoria, eds.

Manuel Baeza y Michel Mujica, 345-428. España: Anthropos; Chile: Facultad de

Ciencias Sociales de la Universidad de Concepción; Venezuela: Facultad de Ciencias

Económicas y Sociales de la Universidad Central.

Nora, Pierre. 2008. Les lieux de mémoire, Montevideo: Trilce.

Perotin- Dumon, Anne. 2007. “Verdad. Justicia y Memoria.

Introducción”. En Historizar el pasado vivo en América Latina,

h t tp ://www.his tor izare lpasadovivo .c l/es_resul tado_textos .php?-

categoria=Verdad%2C+justicia%2C+memoria&titulo=Introducci%F3n

República de Colombia, Congreso de la Republica de Colombia, Ley 1448 de 2011,

“Ley de Víctimas”. En Diario oficial, núm. 48.096, 10 de junio de 2011.

República de Colombia, Congreso de la República de Colombia. Ley 975 de 2005,

“Ley de Justicia y Paz”, en Diario Oficial, núm. 45.980, 25 de julio de 2005.

República de Colombia, Corte Constitucional de la Republica de Colombia. 2005.

Sentencia T-025. Magistrado ponente Manuel Cepeda Espinoza.

Ricoeur, Paul. 1999. La lectura del tiempo pasado: memoria y olvido. Madrid:

Ediciones de la Universidad Autónoma de Madrid.

Ricoeur, Paul. 2000. La memoria, la historia y el olvido. Buenos Aires: Fondo de

Cultura Económica de Argentina.

Ricoeur, Paul: 2010. “Introducción. Definiciones Definición de la memoria desde un

punto de vista filosófico”. ¿Por qué Recordar?, Foro Internacional de memoria, Dir.

Oscar, Molina, 20-28. Paris: Ediciones Granica.

Riego, Inés. 2008. “Recordando a Henri Bergson: una conexión necesaria

entre mística moral y filosofía”. Veritas. Revista de Filosofía y Teología.

19: 293-329, http://www.revistaveritas.cl/wp-content/uploads/2011/11/05-Re-

cordando-a-Henri-Bergson....pdf

Rodríguez, Sandra, 2010. La memoria de la Investigación Histórica. Ponencia pre-

sentada en el XV Congreso Colombiano de Historia, Julio 26-30, Bogotá, Colombia.

Roldan, Mary.1999. “Museo Nacional, fronteras de la identidad y el reto de la globa-

lización”. En: Museo memoria y nación. Misión de los museos nacionales para los ciudadanos del futuro, eds. Gonzalo Sánchez, María Wills, 99-116. Bogotá: Ministe-

rio de Cultura, Museo Nacional de Colombia, Instituto de Estudios Políticos y Rela-

ciones internacionales-IEPRI de la Universidad Nacional de Colombia, Instituto

Colombiano de Antropología e Historia-ICANH, Programa de las Naciones Unidas

para el Desarrollo-PNUD.

Rojas, Johana. 2013. “9 de abril un día para las víctimas”, Periferia. Miradas de Popayán y el Cauca, http://periferiapopayan.wordpress.-

com/2013/04/15/9-de-abril-un-dia-para-las-victimas/

Sánchez, Gonzalo, Absalón Machado, Álvaro Camacho, Andrés Suárez, Fernán

González, Iván Orozco, Jesús Abad Colorado, Jorge Restrepo, León Valencia,

María Victoria Uribe, María Emma Wills, Martha Nubia Bello, Pilar Gaitán, Pilar

Riaño, Rodrigo Uprimny, Tatiana Rincón. 2009. Recordar y Narrar el Conflicto. Herramientas para reconstruir memoria histórica. Bogotá: Editorial Fotoletras.

Sánchez, Gonzalo, Absalón Machado, Álvaro Camacho, Andrés Suárez, César, Caba-

llero, Fernán González, Iván Orozco, Jesús Abad Colorado, Jorge Restrepo, León

Valencia, Luis Carolos Sánchez, María Victoria Uribe, María Emma Wills, Martha

Nubia Bello, Nubia Herrera, Patricia Linares, Paula Andrea Ila, Pilar Gaitán, Pilar

Riaño, Rodrigo Uprimny, Tatiana Rincón, Teófilo Vásquez. 2013. ¡Basta ya! Colom-bia: memorias de guerra y dignidad. Bogotá: Centro Nacional de Memoria.

Sanmartín, Israel. 2012. “La Memoria y la historia medievales como realidades

indisolubles”. Cuadernos de Estudios Gallegos.125: 259-272, http://estudiosgalle-

gos.revistas.csic.es/index.php/estudiosgallegos/article/view/346/353

Schwarzstein, Dora. 2001. Una introducción al uso de la historia oral en el aula.

Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Sorgentini, Hernán. 2003. “Reflexiones sobre la memoria y

autorreflexión de la historia”. Revista Brasileira de Historia.

4 5 : 1 0 3 - 1 2 8 , h t t p : / / w w w . s c i e l o . b r / s c i e l o . p h p ? s c r i p t = s c i _ a r t t e x -

t&pid=S010201882003000100005&lng=en&nrm=iso&tlng=es

Suárez, Ivonne, Esaú Ardila, Juan S Báez y Juan F Rueda. 2010. “Estudio de Trayec-

torias de Vida de Personas en Situación de Desplazamiento Forzado Interrelaciona-

das en el Barrio Café Madrid del Municipio de Bucaramanga”. Proyecto financiado

por Colciencias, Universidad Industrial de Santander y Compromiso.

Tafalla, Marta. 2003. “Recordar para no repetir: el nuevo imperativo categórico de T

W Adorno”. La ética ante las víctimas, eds. José, Mardones, Reyes, Mate. 126-154.

Barcelona: Anthropos.

Thompson, Edward.1989. La formación de la Clase Obrera en Inglaterra. Barcelo-

na: Editorial Crítica.

Uribe, María, Nicolás Salcedo y Adriana Correa.2009. Memorias en Tiempo de Guerra. Repertorio de iniciativas. Colombia: Punto a parte Editores.

Vilar, Pierre .1988. “Recuerdos y reflexiones sobre el oficio de historiador”.

Manuscrits. Revista d'historia moderna. 7:9-33, http://ddd.uab.cat/pub/manus-

crits/02132397n7p9.pdf

Vilar, Pierre.2004. Memoria Historia e Historiadores. España: Editorial Universi-

dad de Granada.

Wallerstein, Immanuel. 2006. Abrir las ciencias sociales. México: Editorial Siglo

XXI.

Yusta, Mercedes. 2002. “Historia oral, historia vivida. El uso de fuentes orales

en la investigación histórica”. Pandora: revue d etudes hispaniques. 2:235-244,

http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3160107

51

HiS

TOR

eLo

. Rev

ista

de

His

tori

a R

egio

nal y

Lo

cal I

SSN

: 21

45

-13

2X

[vo

l 5, N

o. 1

0]

julio

- d

icie

mbr

e de

20

13

Juan Felipe Rueda Arenas

Conclusiones

Hay tres tendencias en las Ciencias Sociales que relacionan la memoria y la historia.

En primera medida una de oposición al desarrollarse cada concepto en campos

disciplinares distintos: la memoria en la Sociología y la historia en la historiografía.

Una segunda corriente que estableció la memoria como crítica a la historia a partir

de las problemáticas vividas en la modernidad. Y una tercera tendencia que plantea

la posibilidad de una articulación entre memoria e historia que lleven hacia la acción

social, política y reivindicativa en académicos, organizaciones y movimientos de

víctimas. Si bien, el debate entre memoria e historia debe continuar en diversos

espacios académicos europeos, en Latinoamérica y especialmente en Colombia se

debe aportar con mayor asiduidad en la construcción del concepto memoria históri-

ca.

Una construcción teórico-metodológica que permita incluir a las víctimas,

así como a otros sectores de la sociedad civil y de esta manera colectivamente ra-

zonar sobre eventos atroces buscando soluciones en aras de una transformación

social. En ese sentido, los testimonios que narran las víctimas pueden adquirir

una trascendencia para la sociedad contemporánea, en la medida en que puedan

ser recopilados, registrados y divulgados libremente y no hagan parte de políticas

de silenciamientos y olvidos promovidas desde centros de poder. Hacer esto

supone revalorar los discursos y relatos particulares, donde las víctimas al narrar

y ser escuchadas no sólo re-significan los hechos violentos vividos, sino que

evitan culpabilidades y re-victimizaciones generadas a través de negacionismos y

silenciamientos.

De esta manera, el país afrontaría un triple reto: primero, adelantar caminos

académicos en busca de ampliar campos investigativos desde la interdisciplinarie-

dad y la transdisciplinariedad que permitan tener una visión holística de la proble-

mática de las víctimas y del conflicto armado colombiano; segundo, construir

memoria histórica razonada como una opción real de verdad, justicia, reparación

y garantías de no repetición de los hechos sucedidos y; tercero, difundir mediante

la creación de medios alternativos los relatos de quienes en el presente tienen las

herramientas más eficaces para la construcción de una paz justa y duradera como

son las propias víctimas del conflicto armado interno colombiano.

Referencias

Agustín. 2010. Confesiones. Madrid: Editorial Gredos.

Centro de Investigaciones de Educación Popular-CINEP. 2010. Noche y Niebla, http://www.nocheyniebla.org/node/75

Centro de Memoria Histórica. 2012. “Informes”, http://www.centrodememoriahis-

torica.gov.co/

“Colombia conmemoró día de las víctimas del conflicto”. 2012. Elespectador.com,

[Bogotá], abril 9, http://www.elespectador.com/noticias/paz/articulo-337112-co-

lombia-conmemoro-dia-de-memoria-de-victimas-del-conflicto

Corradini, Luisa. 2006. “No hay que confundir memoria con historia,

dijo Pierre Nora, Entrevista a Pierre Nora”, La Nación, http://www.lanacion.-

com.ar/788817-no-hay-que-confundir-memoria-con-historia-dijo-pierre-nora

De La Cuesta, Josefina. 1998. “Historia y memoria. Un estado de la cuestión”. Revis-ta Ayer. 32: 203-246, http://www.ahistcon.org/PDF/numeros/ayer32_Memoriae-

Historia_Cuesta.pdf

De Murcia, Antonio. 2007. “Memoria histórica de la Edad Media e idea de tradi-

ción en Menéndez Pidal y Américo Castro”. Res Pública. 17: 309-328, http://revis-

tas.um.es/respublica/article/view/60971/58731

“Día nacional de la memoria por la verdad y la justicia”. 2012. País 24, [Argentina],

marzo 24, http://www.pais24.com/index.php?go=n&id=185374

Giraldo, Javier. 2012. Agosto 30. Entrevista a, Universidad industrial de Santander.

Entrevistadores: Esaú Ardila, Diana Novoa y Juan Rueda.

Ferrari, Neida. 1973. “Positivismo e Historia”. UNCU. 9: 79-114, http://bdigital.un-

cu.edu.ar/objetos_digitales/4465/81-cuyo-1973-tomo-09.pdf

Franco, Natalia, Patricia Nieto y Omar Rincón. 2010. Tácticas y estrategias para contar. Historias de la gente sobre conflicto y reconciliación en Colombia. Bogotá:

Centro de Competencia en Comunicación para América Latina Friedrich Ebert

Stiftung.

Fraser, Ronald. 1993. “La historia oral como historia desde abajo”. Ayer. 12: 72-92,

http://www.ahistcon.org/PDF/numeros/ayer12_LaHistoriografia_.RuizTorres.pdf

Ginzburg, Carlo. 1993. El juez y el historiador: consideraciones al margen del proceso Sofri. Madrid: Anaya y Mario Muchnik.

Halbwachs, Maurice.1968. “Memoria colectiva y memoria histórica”. REIS.

95:209-219, http://www.reis.cis.es/REISWeb/PDF/REIS_069_12.pdf

Halbwachs, Maurice.1991. “Fragmentos de la memoria colectiva”. La revista de cultura psicológica. 1: 1-11

Halbwachs, Maurice.2004. Los marcos sociales de la memoria. España: Editorial

Anthropos, Chile: Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Concepción,

Venezuela: Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central.

Hobsbawm, Eric y Terence Ranger. 2002. La invención de la tradición. Barcelona:

Editorial Crítica

Hobsbawm, Eric.1992. Historia del siglo XX. Barcelona: Editorial Crítica.

Hobsbawm, Eric.2001. La Era del Imperio, 1875-1914. Barcelona: Editorial Crítica.

Huici, Vicente. 2002. “La memoria colectiva y el tiempo por Maurice Halbwachs”,

UNED, http://www.uned.es/ca-bergara/ppropias/vhuici/mc.htm

Jedlowski, Paolo. 2000. “La sociología y la memoria colectiva”. En: Memoria colec-tiva e identidad nacional, eds. Alberto Rosa, Guglielmo Bellelli, David Bakhurst,

123-134. Madrid: Biblioteca Nueva.

Jelin, Elizabeth.2002. Los trabajos de la memoria. España: Siglo XXI editores.

Le Goff, Jaques.1991.El orden de la memoria. El tiempo como imaginario. Barcelo-

na: Editorial Paidos.

Lois, Anne. 2007. ParAa que se sepa: Hablan las personas desplazadas en Colom-bia. Bogotá: Consejo Noruego de Refugiados y Observatorio de Desplazados Inter-

nos.

Mallimaci, F. y Giménez, B. 2006. “Historias de vida y método biográfico”. En

Estrategias de Investigación Cualitativa, eds. Irene Vasilachis, 33-58. Barcelona:

Editorial Gedisa.

Martín, Fernando. 2010. Entrevista a Josefina Cuesta Bustillo. Pliegos de yuste. 12:

5-10, http://www.pliegosdeyuste.eu/n1112pliegos/pdfs/5-10.pdf

Mendoza Jorge. 2008. “El pasado en disputa: Historia y memoria como marcos

de la enseñanza”. Notas: Boletín electrónico de investigación de la comunidad Oxa-queña de Psicología, 1:155-171, http://www.conductitlan.net/notas_boletin_inves-

tigacion/60_memoria_colectiva.pdf

Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado-MOVICE. 2012. “Colombia Nunca

Más. Memoria de crímenes de lesa humanidad”, http://www.movimientodevicti-

mas.org/~nuncamas/index.php

Namer, Gérard. 2004. “Postfacio”. En: Los marcos sociales de la memoria, eds.

Manuel Baeza y Michel Mujica, 345-428. España: Anthropos; Chile: Facultad de

Ciencias Sociales de la Universidad de Concepción; Venezuela: Facultad de Ciencias

Económicas y Sociales de la Universidad Central.

Nora, Pierre. 2008. Les lieux de mémoire, Montevideo: Trilce.

Perotin- Dumon, Anne. 2007. “Verdad. Justicia y Memoria.

Introducción”. En Historizar el pasado vivo en América Latina,

h t tp ://www.his tor izare lpasadovivo .c l/es_resul tado_textos .php?-

categoria=Verdad%2C+justicia%2C+memoria&titulo=Introducci%F3n

República de Colombia, Congreso de la Republica de Colombia, Ley 1448 de 2011,

“Ley de Víctimas”. En Diario oficial, núm. 48.096, 10 de junio de 2011.

República de Colombia, Congreso de la República de Colombia. Ley 975 de 2005,

“Ley de Justicia y Paz”, en Diario Oficial, núm. 45.980, 25 de julio de 2005.

República de Colombia, Corte Constitucional de la Republica de Colombia. 2005.

Sentencia T-025. Magistrado ponente Manuel Cepeda Espinoza.

Ricoeur, Paul. 1999. La lectura del tiempo pasado: memoria y olvido. Madrid:

Ediciones de la Universidad Autónoma de Madrid.

Ricoeur, Paul. 2000. La memoria, la historia y el olvido. Buenos Aires: Fondo de

Cultura Económica de Argentina.

Ricoeur, Paul: 2010. “Introducción. Definiciones Definición de la memoria desde un

punto de vista filosófico”. ¿Por qué Recordar?, Foro Internacional de memoria, Dir.

Oscar, Molina, 20-28. Paris: Ediciones Granica.

Riego, Inés. 2008. “Recordando a Henri Bergson: una conexión necesaria

entre mística moral y filosofía”. Veritas. Revista de Filosofía y Teología.

19: 293-329, http://www.revistaveritas.cl/wp-content/uploads/2011/11/05-Re-

cordando-a-Henri-Bergson....pdf

Rodríguez, Sandra, 2010. La memoria de la Investigación Histórica. Ponencia pre-

sentada en el XV Congreso Colombiano de Historia, Julio 26-30, Bogotá, Colombia.

Roldan, Mary.1999. “Museo Nacional, fronteras de la identidad y el reto de la globa-

lización”. En: Museo memoria y nación. Misión de los museos nacionales para los ciudadanos del futuro, eds. Gonzalo Sánchez, María Wills, 99-116. Bogotá: Ministe-

rio de Cultura, Museo Nacional de Colombia, Instituto de Estudios Políticos y Rela-

ciones internacionales-IEPRI de la Universidad Nacional de Colombia, Instituto

Colombiano de Antropología e Historia-ICANH, Programa de las Naciones Unidas

para el Desarrollo-PNUD.

Rojas, Johana. 2013. “9 de abril un día para las víctimas”, Periferia. Miradas de Popayán y el Cauca, http://periferiapopayan.wordpress.-

com/2013/04/15/9-de-abril-un-dia-para-las-victimas/

Sánchez, Gonzalo, Absalón Machado, Álvaro Camacho, Andrés Suárez, Fernán

González, Iván Orozco, Jesús Abad Colorado, Jorge Restrepo, León Valencia,

María Victoria Uribe, María Emma Wills, Martha Nubia Bello, Pilar Gaitán, Pilar

Riaño, Rodrigo Uprimny, Tatiana Rincón. 2009. Recordar y Narrar el Conflicto. Herramientas para reconstruir memoria histórica. Bogotá: Editorial Fotoletras.

Sánchez, Gonzalo, Absalón Machado, Álvaro Camacho, Andrés Suárez, César, Caba-

llero, Fernán González, Iván Orozco, Jesús Abad Colorado, Jorge Restrepo, León

Valencia, Luis Carolos Sánchez, María Victoria Uribe, María Emma Wills, Martha

Nubia Bello, Nubia Herrera, Patricia Linares, Paula Andrea Ila, Pilar Gaitán, Pilar

Riaño, Rodrigo Uprimny, Tatiana Rincón, Teófilo Vásquez. 2013. ¡Basta ya! Colom-bia: memorias de guerra y dignidad. Bogotá: Centro Nacional de Memoria.

Sanmartín, Israel. 2012. “La Memoria y la historia medievales como realidades

indisolubles”. Cuadernos de Estudios Gallegos.125: 259-272, http://estudiosgalle-

gos.revistas.csic.es/index.php/estudiosgallegos/article/view/346/353

Schwarzstein, Dora. 2001. Una introducción al uso de la historia oral en el aula.

Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Sorgentini, Hernán. 2003. “Reflexiones sobre la memoria y

autorreflexión de la historia”. Revista Brasileira de Historia.

4 5 : 1 0 3 - 1 2 8 , h t t p : / / w w w . s c i e l o . b r / s c i e l o . p h p ? s c r i p t = s c i _ a r t t e x -

t&pid=S010201882003000100005&lng=en&nrm=iso&tlng=es

Suárez, Ivonne, Esaú Ardila, Juan S Báez y Juan F Rueda. 2010. “Estudio de Trayec-

torias de Vida de Personas en Situación de Desplazamiento Forzado Interrelaciona-

das en el Barrio Café Madrid del Municipio de Bucaramanga”. Proyecto financiado

por Colciencias, Universidad Industrial de Santander y Compromiso.

Tafalla, Marta. 2003. “Recordar para no repetir: el nuevo imperativo categórico de T

W Adorno”. La ética ante las víctimas, eds. José, Mardones, Reyes, Mate. 126-154.

Barcelona: Anthropos.

Thompson, Edward.1989. La formación de la Clase Obrera en Inglaterra. Barcelo-

na: Editorial Crítica.

Uribe, María, Nicolás Salcedo y Adriana Correa.2009. Memorias en Tiempo de Guerra. Repertorio de iniciativas. Colombia: Punto a parte Editores.

Vilar, Pierre .1988. “Recuerdos y reflexiones sobre el oficio de historiador”.

Manuscrits. Revista d'historia moderna. 7:9-33, http://ddd.uab.cat/pub/manus-

crits/02132397n7p9.pdf

Vilar, Pierre.2004. Memoria Historia e Historiadores. España: Editorial Universi-

dad de Granada.

Wallerstein, Immanuel. 2006. Abrir las ciencias sociales. México: Editorial Siglo

XXI.

Yusta, Mercedes. 2002. “Historia oral, historia vivida. El uso de fuentes orales

en la investigación histórica”. Pandora: revue d etudes hispaniques. 2:235-244,

http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3160107