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Res Diachronicae Virtual. Vol 3, 2004 ISSN: 1887-3553 ÍNDICE Prólogo, por Mara Fuertes Gutiérrez, Presidenta de la AJIHLE...................................... III-IV Presentación........................................................................................................................ 1-3 PRIMERA PARTE: LA LENGUA EN EL SIGLO XVIII: HISTORIA INTERNA Ramírez Luengo, José L.: «Introducción»........................................................................ 5-9 Sáez Rivera, Daniel: «La lengua de Francisco Sobrino: aspectos morfosintácticos más relevantes»..................................................................................................................... 11-38 Gómez Seibane, Sara: «Uso de los clíticos de tercera persona en la lengua de guipuzcoanos emigrados a Indias en el siglo XVIII»...................................................... 39-51 Sevcik, Amy: «El instruido en la corte y aventuras del estremeño (1789): fuente para el estudio del habla extremeña en el siglo XVIII»................................................... 53-65 Martínez Contreras, Jorge: «Introducción a proyectos fraseológicos en el siglo XVIII»..................................................................................................................................... 67-72 SEGUNDA PARTE: NORMA Y VARIACIÓN EN LA LENGUA DEL SIGLO XVIII Sáez Rivera, Daniel: «Introducción»................................................................................. 73-75 Borreguero Zuloaga, Margarita y Álvaro S. Octavio de Toledo y Huerta: «La organización informativa en los textos periodísticos del s. XVIII: el Diario Pinciano». 77-103 Chamizo Lara, Antonio y Santiago Vicente Llavata: «Breve muestra de un tipo de texto del siglo XVIII: las instancias universitarias»....................................................... 107-112 Pérez Pacheco, Pilar: «Feijoo y Luzán: retóricas complementarias»........................... 113-123 TERCERA PARTE: LA LENGUA EN EL SIGLO XVIII: HISTORIA EXTERNA Gómez Seibane, Sara: «Introducción»............................................................................. 125-127 Oliván Santaliestra, Laura y Daniel Sáez Rivera: «La instauración de la monarquía borbónica y sus consecuencias intelectuales: el impulso reformista en el ámbito lingüístico y literario».......................................................................................................... 129-145 Cisneros Ayúcar, José L.: «El castellano en el siglo XVIII: apologistas y detractores».......................................................................................................................... 147-152 Ramírez Luengo, José L.: «Para una historia del español de Guatemala: notas de historia externa en el siglo XVIII»..................................................................................... 153-170

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Res Diachronicae Virtual. Vol 3, 2004 ISSN: 1887-3553

ÍNDICE

Prólogo, por Mara Fuertes Gutiérrez, Presidenta de la AJIHLE...................................... III-IV Presentación........................................................................................................................ 1-3 PRIMERA PARTE: LA LENGUA EN EL SIGLO XVIII: HISTORIA INTERNA

Ramírez Luengo, José L.: «Introducción»........................................................................ 5-9 Sáez Rivera, Daniel: «La lengua de Francisco Sobrino: aspectos morfosintácticos más relevantes»..................................................................................................................... 11-38

Gómez Seibane, Sara: «Uso de los clíticos de tercera persona en la lengua de guipuzcoanos emigrados a Indias en el siglo XVIII»...................................................... 39-51

Sevcik, Amy: «El instruido en la corte y aventuras del estremeño (1789): fuente para el estudio del habla extremeña en el siglo XVIII»................................................... 53-65

Martínez Contreras, Jorge: «Introducción a proyectos fraseológicos en el siglo XVIII»..................................................................................................................................... 67-72

SEGUNDA PARTE: NORMA Y VARIACIÓN EN LA LENGUA DEL SIGLO XVIII

Sáez Rivera, Daniel: «Introducción»................................................................................. 73-75 Borreguero Zuloaga, Margarita y Álvaro S. Octavio de Toledo y Huerta: «La organización informativa en los textos periodísticos del s. XVIII: el Diario Pinciano». 77-103

Chamizo Lara, Antonio y Santiago Vicente Llavata: «Breve muestra de un tipo de texto del siglo XVIII: las instancias universitarias»....................................................... 107-112

Pérez Pacheco, Pilar: «Feijoo y Luzán: retóricas complementarias»........................... 113-123 TERCERA PARTE: LA LENGUA EN EL SIGLO XVIII: HISTORIA EXTERNA

Gómez Seibane, Sara: «Introducción»............................................................................. 125-127 Oliván Santaliestra, Laura y Daniel Sáez Rivera: «La instauración de la monarquía borbónica y sus consecuencias intelectuales: el impulso reformista en el ámbito lingüístico y literario»..........................................................................................................

129-145

Cisneros Ayúcar, José L.: «El castellano en el siglo XVIII: apologistas y detractores».......................................................................................................................... 147-152

Ramírez Luengo, José L.: «Para una historia del español de Guatemala: notas de historia externa en el siglo XVIII»..................................................................................... 153-170

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CUARTA PARTE: LA LINGÜÍSTICA Y LA LITERATURA ILUSTRADAS EN ESPAÑA Y EN EUROPA

Fuertes Gutiérrez, Mara y M.ª José García Folgado: «Introducción»......................... 171-173 Navarro Lázaro, Andrés: «Las traducciones castellanas de las óperas bufas de Carlo Goldoni: el caso de La Buona Figliuola»............................................................. 175-181

Rodríguez Barreiro, Ana: «Alba nós. Pasado y presente de las reivindicaciones sociolingüísticas de Martín Sarmiento»........................................................................... 183-207

Jiménez Domingo, María Elena: «La pronunciación en las gramáticas de Buffier (1711) y de Vayrac (1714)»................................................................................................ 209-218

Asociación de Jóvenes Investigadores de Historiografía e Historia de la Lengua Española

www.ajihle.com

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PRÓLOGO

Ilustración es la salida del hombre de su culpable minoría de edad. Minoría de edad es la imposibilidad de servirse de su entendimiento sin la guía de otro. Esta imposibilidad es culpable cuando su causa no reside en la falta de entendimiento,

sino de decisión y valor para servirse del suyo sin la guía de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento!

Tal es el lema de la Ilustración.

Immanuel KANT (1724-1804) Beantwortung der Frage: Wast ist Aufklärung?

[Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la Ilustración?] (1784) [Trad. de Javier Alcoriza y Antonio Lastra]

Sale a la luz el tercer número de Res Diachronicae Virtual, revista digital de la

Asociación de Jóvenes Investigadores de Historiografía e Historia de la Lengua

Española (AJIHLE), que por primera vez dedica toda su extensión al tratamiento de un

único tópico, englobado bajo el subtítulo Estudios sobre el siglo XVIII.

Durante la celebración de nuestro segundo Congreso Nacional (Universidad de

Salamanca, abril de 2002), varios miembros nuestro colectivo departieron sobre la

idoneidad de organizar un encuentro para reflexionar acerca de la lengua y la lingüística

en el siglo XVIII: un buen número de socios se encontraba interesado por el análisis de

estas cuestiones y resultaba atractivo verter en un coloquio organizado por la propia

Asociación las inquietudes que con frecuencia se manifestaban oralmente de manera

informal. Unos meses después, en diciembre, como resultado de aquella primitiva

conversación, se celebraron en la Universitat de València las I Jornadas Monográficas

de la AJIHLE: Estudios sobre el siglo XVIII.

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IV

Estas páginas, preparadas, por constituir un número monográfico, por los

organizadores de dicho encuentro, deben considerarse el colofón del mismo, en el que

alrededor de veinte jóvenes especialistas expusieron sus trabajos, compartieron sus

materiales, confrontaron sus ideas y debatieron sus hipótesis con el objetivo de llevar a

cabo una reflexión conjunta sobre lo lingüístico en la centuria ilustrada. Gran parte de

los resultados alcanzados entonces quedan plasmados aquí, con el deseo de que el

especialista interesado por estos asuntos encuentre a lo largo del presente número

alguna respuesta a los múltiples interrogantes que todavía plantea esta época.

Como parte de la Junta Directiva de la AJIHLE, me gustaría resaltar que esta se

mostró encantada con la propuesta de los socios y satisfecha de poder proporcionar un

marco para compartir todos estos conocimientos. Asimismo, quisiera destacar la

relevancia de la celebración de estas Jornadas para la evolución del propio colectivo:

por una parte, la AJIHLE abandona poco a poco su minoría de edad y se consolida como

agrupación científica; por otra, sus integrantes progresan como investigadores durante

su pertenencia a ella. En definitiva, gracias al desarrollo de nuevas actividades

vinculadas a la Asociación y a la continuidad de nuestros congresos anuales, siento que

esta y sus miembros se acercan gradualmente –de acuerdo con Kant– al rango de

ilustrados.

Mara Fuertes Gutiérrez

Presidenta de la AJIHLE

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PRIMERAS JORNADAS MONOGRÁFICAS DE LA AJIHLE:

ESTUDIOS SOBRE EL SIGLO XVIII

PRESENTACIÓN

Es tópico mencionar el abandono en el que se encuentran los estudios históricos

atingentes al siglo XVIII, lo que quizá se evidencia aún más en el caso de la

historiografía lingüística y de la historia de la lengua: en ambas disciplinas, el panorama

resulta desolador, con apenas algunos trabajos sobre los puntos más notables de la

centuria y un desconocimiento profundo de múltiples aspectos que por determinadas

razones se han considerado irrelevantes, lo que a su vez impide determinar su

importancia para la comprensión global de la época; el Siglo de la Luces aparece,

paradójicamente, lleno de sombras en lo que a los estudios lingüísticos se refiere.

Con el propósito de contribuir al desarrollo de este campo de investigación, en

diciembre de 2002 se organizaron las I Jornadas Monográficas de la AJIHLE: Estudios

sobre el siglo XVIII en el marco de la Universitat de València. Se pretendía crear un foro

de debate en el que se expusieran reflexiones que pudieran resultar de interés para el

análisis de la lengua y de la historiografía lingüística en la centuria ilustrada. Por tanto,

el comité organizador de estas Jornadas, al invitar a los jóvenes investigadores a

intervenir en ellas, se fijó un objetivo más ambicioso que la puesta en común de los

estudios sobre esta época elaborados por cada participante: provocar discusiones y

debates sobre el estado de las investigaciones acerca del siglo XVIII y sugerir posibles

líneas de trabajo vinculadas a esta materia.

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Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

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Este número monográfico recoge las aportaciones que se expusieron en las

Jornadas, divididas en cuatro partes, de acuerdo con los tópicos en torno a los que se

organizaron los discursos: La lengua en el siglo XVIII: Historia interna; Norma y

variación en la lengua del siglo XVIII; La lengua en el siglo XVIII: Historia interna y, por

último, La lingüística y la literatura ilustradas en España y en Europa;1 mediante el

establecimiento de estas secciones se buscaba cubrir un amplio espectro de lo

lingüístico y permitir que todos los debates se articulasen e interrelacionasen para

favorecer la comprensión del fenómeno analizado.

Sin embargo, resulta imposible transcribir en estas líneas las conversaciones que

las diferentes contribuciones suscitaron y las múltiples nuevas ideas y proyectos para el

estudio del siglo XVIII que se sugirieron. Pero para tratar de cumplir de alguna manera

con el objetivo prioritario establecido por los organizadores de este acto, los

coordinadores de las secciones han elaborado una introducción breve, que encabeza

cada bloque de trabajo, en la que se resumen los contenidos de los debates y sus aportes

principales y se ponen de relieve aquellos aspectos en los que más se incidió durante el

coloquio que siguió a las exposiciones.

Por otro lado, los organizadores de las I Jornadas Monográficas de la AJIHLE:

Estudios sobre el Siglo XVIII desean hacer constar su agradecimiento a todos los

participantes que respondieron a nuestra convocatoria, a los profesores del

Departamento de Filología Española de la Universitat de València, que intervinieron de

manera activa en el evento y animaron las discusiones, a Carmen Cazorla Vivas, Gema

B. Garrido Vílchez, Laura Rubio Heras, Daniel M. Sáez Rivera y Mónica Velando

Casanova, que colaboraron en las tareas organizativas de modo decisivo y al grupo de

alumnos de Filología de la Universitat de València, compuesto por Ana M.ª Andújar,

Elena Argudo, Juan Luis Cisneros, Antonio Chamizo, Ana B. González, Jorge Martí y

Santiago Vicente, que contribuyeron, gracias a su disponibilidad, a que estas I Jornadas

pudieran llevarse a cabo con éxito.

1 Por motivos editoriales, al diseñar este número monográfico se ha modificado el título primitivo de la cuarta sección, que se concibió y se celebró con la denominación original de La lingüística ilustrada española y europea. También se ha suprimido una quinta parte, La Historiografía Lingüística en el siglo XVIII, que sí tuvo lugar en el transcurso de las Jornadas. Asimismo, entonces se contó con la inestimable participación de la Dra. Dña. M.ª José Martínez Alcalde, especialista en historiografía lingüística, que pronunció una brillante conferencia plenaria acerca de los contenidos gramaticales en los diccionarios confeccionados durante el siglo XVIII. Además, esta investigadora dirige el proyecto titulado «La codificación gramatical de la lengua española: 1626-1821» (BFF 2002-00230), financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología y el FEDER.

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Introducción

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En conclusión, este número refleja el trabajo de dos días de discusión

monográfica sobre el Siglo de las Luces. Se desearía que estas contribuciones

constituyeran una llamada de atención a los estudiosos y, en la medida de lo posible,

también un aliciente para estos mismos investigadores: resulta imprescindible tomar

conciencia de la necesidad de llevar a cabo más trabajos sobre una época bastante

ignorada y, sin embargo, fundamental para comprender el desarrollo histórico de la

lengua española y de la lingüística; además, así se podrá llegar a conocer con exactitud

cómo se entendía el lenguaje, qué se decía de la lengua española y cómo era esta en el

Siglo Ilustrado. Solo es cuestión de comenzar a trabajar.

Mara Fuertes Gutiérrez

María José García Folgado

José Luis Ramírez Luengo

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© RAMÍREZ LUENGO, José Luis. 2004. «La lengua en el siglo XVIII: Historia interna. Introducción». Res Diachronicae Virtual 3: Estudios sobre el siglo XVIII. Número monográfico coord. por Mara Fuertes Gutiérrez, M.ª José García Folgado y José Luis Ramírez Luengo. 5-9.

LA LENGUA EN EL SIGLO XVIII: HISTORIA INTERNA

INTRODUCCIÓN

JOSÉ LUIS RAMÍREZ LUENGO Universidad de Deusto

En el marco de estas Primeras Jornadas Monográficas de la AJIHLE, consagradas

al estudio del siglo XVIII, se pretendía, por medio de esta mesa, arrojar luz sobre la

situación del español en esta centuria, y contribuir, de este modo, a su mejor

conocimiento por medio de la descripción de algunas de sus características internas.

Así, las aportaciones de las que se compuso esta primera sesión –que atendía a varios

niveles, y contaba con una presencia importante de la dialectología histórica– fueron las

siguientes: «La lengua de Francisco Sobrino: aspectos morfosintácticos más relevantes»

(D. SÁEZ RIVERA); «Uso de los clíticos de tercera persona en la lengua de guipuzcoanos

emigrados a Indias en el siglo XVIII» (S. GÓMEZ SEIBANE); «El instruido en la corte y

aventuras del estremeño (1789): fuente para el estudio del habla extremeña en el siglo

XVIII» (A. SEVCIK); e «Introducción a proyectos fraseológicos en el siglo XVIII» (J.

MARTÍ CONTRERAS).

Si bien los distintos aportes partían de principios diferentes y se centraban en

aspectos diversos, desde el principio se puso de manifiesto la importancia concedida a

una oposición conceptual que estructuraba no sólo los trabajos presentados, sino

también la orientación del debate: en efecto, el binomio oral-escrito, y la necesidad de

discernir entre los usos propios del código escrito y la oralidad que puede trascender al

texto fue una idea recurrente a lo largo de todo este primer bloque de trabajos, hasta el

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Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

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punto de convertirse en el eje estructurador que, presente en todos los casos, aportaba

homogeneidad a propuestas en principio tan dispares.

Así pues, la primera de las aportaciones (D. SÁEZ RIVERA: «La lengua de

Francisco Sobrino: aspectos morfosintácticos más relevantes») atendía a la lengua de

Sobrino desde dos puntos de vista: lo descrito en sus obras frente a lo escrito en ellas,

en la línea de los trabajos de Girón Alconchel. Tal perspectiva permite, en la línea de lo

explicado anteriormente, acercarse a la diferencia oral/escrito, y aplicar tal oposición a

una serie de aspectos morfosintácticos: las formas esdrújulas en -ades/-edes/-ides de

ciertos tiempos verbales y la diptongación de la segunda persona plural del pretérito; el

uso del futuro de subjuntivo; el empleo de los clíticos de tercera persona; la extensión

del complemento directo preposicional; o la extensión de la duplicación de objeto.

En todos ellos resulta destacable la oposición descrito/escrito, que permite

acercarse de manera más profunda a lo que puede ser la realidad lingüística del

momento: a manera de ejemplo, resulta especialmente clarificador el caso del futuro de

subjuntivo, donde las diferencias de empleo en las distintas obras del autor son

notablemente importantes, lo que permite extraer conclusiones sobre la

gramaticalización –tanto en los registros de uso cuando en las estructuras sintácticas–

de este tiempo verbal a principios del siglo XVIII; del mismo modo, es también

interesante la utilización de los clíticos: en efecto, frente al leísmo descrito en la

gramática, Sobrino refleja leísmo, laísmo y loísmo en lo escrito, lo que no sólo pone de

manifiesto, una vez más, el interés de la perspectiva adoptada, sino que permite también

aportar datos sobre la procedencia geográfica del autor.

En relación con lo anterior, Sara GÓMEZ SEIBANE presentaba una descripción

general del uso de los clíticos de tercera persona en guipuzcoanos emigrados a Indias en

el siglo XVIII, situación que comparaba no sólo con el sistema registrado en la misma

zona en la época tardomedieval, sino también con lo que resulta ser habitual

actualmente en el área vasca.

Así, resulta de interés la aparición de varios usos diferentes según los diversos

hablantes, algunos de los cuales registran leísmo masculino y femenino en singular, así

como lexicalizaciones de fórmulas fijas, duplicaciones y pérdidas pronominales,

mientras que otros –especialmente personas pertenecientes a los estratos más elevados

de la sociedad, o de mayor cultura– mantienen los usos etimológicos. Se puede, por lo

tanto, hablar de coexistencia de sistemas, probablemente con distribución

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José Luis RAMÍREZ LUENGO: La lengua en el siglo XVIII. Historia interna. Introducción

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sociolingüística; si bien, una vez más, es posible que tal variación no sea más que el

reflejo del binomio ya apuntado oral-escrito, donde los usos etimológicos no sean más

que, precisamente, el enmascaramiento escrito de unos usos orales divergentes para con

la norma estándar propia del momento.

A este respecto, fueron varias las sugerencias que se apuntaron en el debate: la

profesora Echenique incidió en lo importante que resulta, a la hora de llevar a cabo un

estudio como el presente, establecer las cuidadosas matizaciones que este trabajo ofrece

sobre circunstancias extralingüísticas de los informantes como forma de extremar la

fiabilidad de las conclusiones extraídas; a esta primera indicación se añadió también la

necesidad de más estudios sobre correspondencia de naturales de otras zonas, para

establecer, así, el grado de especificidad de los usos registrados en la zona vasca.

El tercero de los trabajos (A. SEVCIK: «El instruido en la corte y aventuras del

estremeño (1789): fuente para el estudio del habla extremeña en el siglo XVIII»)

analizaba la novela señalada en el título con el propósito de apuntar una serie de rasgos

propios del habla de Extremadura que la autora, Clara Jara del Soto, pone en boca de

uno de los personajes, natural de esa región. Así, se registran muy especialmente

características de tipo fonético (vacilación de vocales átonas, epéntesis de la

semiconsonante [j], rotacismo, pérdida de /d/ intervocálica, aspiración de la /f-/ inicial

latina, etc.), si bien no faltan algunas de otros niveles, como la morfología (omisión del

elemento velar en el presente indicativo de los verbos incoativos) o la sintaxis

(anteposición del artículo ante el posesivo); todas ellas aparecen actualmente en las

diferentes hablas de Extremadura, lo que pone de manifiesto cierto conocimiento del

español utilizado en esta zona, por más que, según se señaló, no se tenga la certeza de

que la autora fuera originaria de la región.

Una vez más, y aún a riesgo de resultar reiterativo, hace su aparición la ya

mencionada dicotomía oral-escrito, en este caso –y como se apuntó en varias ocasiones

en el debate– en forma de oralidad reproducida en lo escrito: se busca construir lo que

se define como tipo cómico por medio de la recreación de los rasgos más característicos

de una forma de hablar que, generalmente, no trasciende a la escritura. De ahí que, a

menudo, se produzcan inconsistencias a la hora de reproducir los rasgos señalados, y

éstos no aparezcan de forma sistemática, lo que no es sino el resultado de la finalidad

del tipo cómico: no tanto ser reflejo fiel de la realidad lingüística, sino un esbozo –

lingüístico y no lingüístico– de una figura cómica popular para el lector.

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También en relación con la oralidad en lo escrito, se apuntaron las reservas con

que se deben tildar de vulgarismos algunos rasgos que, si bien hoy pueden serlo, no se

tenían por tales en el siglo XVIII, como puede ser la reducción de los grupos cultos.

Resulta, pues, imprescindible cierta cautela a la hora de enjuiciar estos fenómenos desde

la sincronía actual, habida cuenta los cambios de apreciación normativa que se ha

producido entre la Centuria Ilustrada y el momento actual; constituyen, por otro lado,

tales elementos por sí mismos el objeto de un estudio de gran interés -y aún sin realizar-

sobre la estandarización y los cambios de norma en el tránsito del español peninsular

del siglo XVIII al del día de hoy.

Por último, la cuarta aportación (J. MARTÍ CONTRERAS: «Introducción a

proyectos fraseológicos en el siglo XVIII») se refiere a un campo tan novedoso y de tanto

cultivo actualmente como la fraseología histórica: se llevó a cabo un primer

acercamiento desde el siglo XVIII por medio de tres obras de distinto signo (Manual

para entender y hablar el castellano, F. Guijarro, 1796; Tractat de adages y refranys

valencians y practica pera escriure ab perfecció la lengua valenciana, C. Ros, 1788;

Colección de las obras sueltas, assi en prossa, como en verso, F. Lope de Vega, 1777),

a través de las cuales se atendió no sólo a la descripción de los elementos estudiados por

la fraseología, sino también a las diferencias existentes entre conceptos como refrán,

proverbio o adagio, ejemplificado todo ello a partir de los textos señalados más arriba.

Del mismo modo, y como forma de señalar la importancia de estas unidades

fraseológicas en la lengua y la literatura, se indicó, a manera de ejemplo, una nómina de

obras en las que una de estas paremias ejerce la función de título, indicio claro no sólo

de su relevancia en los campos indicados, sino también de la trascendencia de su

estudio para el más completo conocimiento de la historia de la lengua.

Al igual que en las otras ocasiones, se hizo también en este caso hincapié en la

relación de estas unidades estudiadas con el binomio oralidad/escritura, en tanto en

cuanto elementos propios del registro oral que, sin embargo, aparecen en lo escrito, e

incluso son objeto de trabajos de tipo lexicográfico. También se indicó, por otro lado, la

posibilidad de ampliar el trabajo con otros puntos de vista que aportasen nuevas noticias

a lo señalado por el momento: así, junto a la oposición teórica de los conceptos

refrán/proverbio/adagio, se apuntó el interés de buscar el origen de tal diferenciación

en los propios trabajos analizados, de modo que se completara, desde un punto de vista

historiográfico, la demarcación teórica de tales elementos.

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José Luis RAMÍREZ LUENGO: La lengua en el siglo XVIII. Historia interna. Introducción

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Por lo tanto, si bien es cierto que las diferentes aportaciones trataban aspectos

distintos, también lo es que todas ellas tenían un trasfondo común que sirvió para

enfocar el debate y crear un bloque homogéneo, caracterizado por el binomio ya

mencionado de oralidad-escritura: fue éste, sin duda, el aspecto que se erigió como eje

de las reflexiones a que dieron lugar los diferentes trabajos, lo que muestra de manera

clara la importancia que tal factor tiene a la hora de estudiar la lengua, muy

especialmente en lo que a la diacronía se refiere.

Pero, junto a éste, hubo también otro aspecto al que se hizo referencia en

numerosas ocasiones a lo largo de todo el debate, así como de las mismas aportaciones,

lo que indica la existencia compartida de tal idea en todos los que se enfrentan al

estudio del español en el siglo XVIII: la necesidad de llevar a cabo nuevos estudios que

aporten más noticias y completen las pocas existentes por el momento sobre una época

prácticamente inexplorada en todos los niveles lingüísticos, así como la importancia de

contar con metodologías de estudio afines con supuestos teóricos comunes, para poder,

de este modo, comparar los datos obtenidos y con ello ir completando la descripción de

la lengua española en este siglo.

Quede esta última idea, por lo tanto, como muestra evidente de la relevancia de

una mesa redonda como la aquí presentada, que atienda a diferentes aspectos de la

situación interna del español en el Siglo de las Luces; sirva, del mismo modo, como

llamada de atención sobre la urgente necesidad del estudio de nuestra lengua en la

Centuria Ilustrada, que constituye no sólo el origen de la modernidad lingüística, sino

muy especialmente el necesario hilo conductor que explica el tránsito del español

clásico al de nuestros días, y cuyo conocimiento ha de contribuir, sin duda, al más

profundo conocimiento del español hablado actualmente en todo el dominio hispánico.

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© SÁEZ RIVERA, Daniel M. 2004. «La lengua de Francisco Sobrino: aspectos morfosintácticos más relevantes». Res Diachronicae Virtual 3: Estudios sobre el siglo XVIII. Número monográfico coord. por Mara Fuertes Gutiérrez, M.ª José García Folgado y José Luis Ramírez Luengo. 11-38.

LA LENGUA DE FRANCISCO SOBRINO:

ASPECTOS MORFOSINTÁCTICOS MÁS RELEVANTES*

DANIEL MOISÉS SÁEZ RIVERA Filología Española I (UCM)

INTRODUCCIÓN O CÓMO ABORDAR EL ESTUDIO DE UNA ÉPOCA PRÁCTICAMENTE

INEXPLORADA

Francisco Sobrino (?-1735?) es un autor oscuro de gramáticas y métodos de

español en una época casi total e igualmente oscura u opaca de la historia de nuestra

lengua: la transición del español clásico al moderno.1 Nuestro autor compuso varias

obras que le ayudarían en su labor como maestro de lenguas: Nouvelle Grammaire

Espagnole (1697), Diccionario nuevo de las lenguas española y francesa (1705),

Diálogos nuevos en español y francés (1708) y Secretario Español (1720). Además,

revisó una traducción de una vida de santos: Historia de la vida de Santa Genoveva

(1717).2 Acerca de la transición del español clásico al moderno, podemos señalarla

convencionalmente entre 1640 y 1726: 1640 como fecha de partida (comienzo

simbólico de la decadencia del Imperio hispánico con las rebeliones regionales que * Este trabajo se inscribe dentro del proyecto financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología «Procesos de gramaticalización en la historia del español», REF: BFF 2001-1340. 1 A este respecto, ver sobre todo Álvarez de Miranda (1992) y Girón Alconchel (2002) –así como varias obras en prensa del mismo Girón Alconchel, de las cuales me ha proporcionado amablemente una copia–. 2 Para noticias más completas acerca de la vida y labores de Francisco Sobrino, se puede consultar mi ponencia del II CNAJIHLE («La duplicación de clíticos en la obra de Francisco Sobrino»), así como la edición en red (Anexos Lemir) que he realizado de los «Diálogos nuevos (1708) de Francisco Sobrino y Diálogo decimoquinto de Félix A. de Alvarado» (http://parnaseo.uv.es/Lemir/Textos/Sobrino/Index.htm [en línea]). Al igual que en tales trabajos, me referiré con una serie de abreviaturas a las distintas obras de Sobrino, por orden alfabético: Diál. = Diálogos nuevos en español y francés Dicc. nuevo= Diccionario nuevo de las lenguas española y francesa; Hist. = Historia de la vida de Santa Genoveva; Nouv. gr. = Nouvelle grammaire espagnole; Secr. = Secretario español. De la bibliografía acerca de Sobrino (v. Sáez Rivera 2003) conviene subrayar la obra de Puche Roca (1996) y Cazorla (2002a y 2002b), las cuales analizan minuciosamente la obra lexicográfica de Sobrino.

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llevaron a la independencia de Portugal) y 1726 como fecha de llegada (comienza la

publicación del Diccionario de Autoridades académico, un año después de que Feijoo

publicara su Carta apologética de la medicina scéptica del doctor Martínez, y también

por estas fechas comienza a publicar Mayans [Álvarez de Miranda 1992: 31]). No

obstante, por encima del valor simbólico de tales hitos de historia externa e historia

gramatical y literaria, tales fechas poseen un valor heurístico, especialmente para el

corpus de gramáticas y métodos didácticos del español del que me surto en mi tesis en

curso:3 se trata de recabar datos, tanto lingüísticos como historiográficos, para una

época (y unos materiales) acerca de los cuales tantas informaciones nos faltan. Otras

fechas se pueden elegir y se han elegido, por supuesto.

El análisis de la lengua de la obra de Sobrino (metonímicamente de la lengua del

propio Sobrino) supone un buen primer paso para trazar la lengua de su época, a este

respecto obrando de la misma manera que Gema Bizcarrondo (1992 y 1993) con la

figura de María de Zayas y Sotomayor. De este modo, según Bizcarrondo (1993: 169)

primero habría que «aislar las construcciones que menos puedan prestarse a la

manifestación de rasgos individuales o de relevancia estilística» para centrarse luego en

los usos normativos de su época (a los fenómenos sintácticos añado alguno

morfológico). Tal necesidad es aún mayor con otros autores de gramáticas para

extranjeros de la época que eran asimismo extranjeros, ya que la lengua de sus escritos

suele estar plagada de interferencias de su L1, o incluso en autores españoles en el

extranjero cuya lengua también podía sufrir el influjo de la L2 que aprendían en el país.

Se trata de un fenómeno que a nivel léxico ya ha estudiado Verdonk (1980 y 2000).

1. ASPECTOS MORFOSINTÁCTICOS MÁS RELEVANTES

Las variables lingüísticas reseñadas serán las siguientes:

1. las formas esdrújulas de ciertos tiempos verbales en -ades/-edes/-des (me

referiré a ellas como -Vdes, inspirándome en Dworkin 1988) y la diptongación

de la 2.ª persona plural del pretérito indefinido;

2. el mantenimiento del futuro de subjuntivo;

3. leísmo-laísmo-loísmo;

3 El proyecto de mi tesis se titula, de momento, así: «La lengua de las gramáticas y métodos didácticos de español como segunda lengua en los ss. XVII-XVIII».

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4. la progresiva extensión del complemento directo preposicional (CDP);

5. la progresiva extensión de la duplicación clítica de objeto;

Los puntos 3, 4, 5 ya fueron propuestos por Girón Alconchel (2001 [en prensa],

2002 y En prensa) como variables clave para detectar la evolución del español clásico al

moderno (recogiendo su testigo, ya traté el punto 5 en el II Congreso Nacional de la

AJIHLE, recuerdo). En cambio, las variables 1 y 2 son propuestas por mí con objeto de

dar cuenta de algunos de los problemas con que nos encontramos al enfrentarnos con la

lengua de la época conforme se plasma en los materiales con los que me estoy topando.

Había prometido hablar de la falta de fijación del régimen preposicional, así como de la

expansión de artículo ante oraciones de infinitivo, completivas y en el relativo oblicuo

en forma de relativo complejo, pero por falta de espacio y tiempo me va a ser imposible

hacerlo.

Desde un punto de vista metodológico, para el análisis de los datos encontrados

en la obra de Francisco Sobrino seguiré el modelo de usos prescritos, descritos y

escritos del mismo Girón Alconchel (1996), esto es, el hecho de que debe diferenciarse

lo que el gramático dice que hay que decir (usos prescritos) de que lo que dice que se

dice (usos descritos, en los que queda consignada la variación inherente de la lengua) y

de lo que realmente él emplea (usos escritos).4

1.1. -Vdes y la diptongación de la 2.ª persona plural del pretérito indefinido

Recordemos que Sobrino copia al milímetro la gramática de Oudin, cuya

primera edición data de 1597 (aunque Sobrino probablemente copiara alguna edición

tardía –mediados del s. XVII– efectuada por el hijo de César, Antoine). Junto a las

ausencias u omisiones que introduce al percatarse de que la lengua que mostraba el

secretario e intérprete del Rey de Francia ha cambiado, resultan casi más sorprendentes

las persistencias, e igualmente interesantes, como por ejemplo las formas esdrújulas de

2.ª persona del plural en -ades, -edes, -ides y las formas de 2.ª persona plural del

pretérito aún sin diptongar (del tipo «estuvistes») –dos cambios interrelacionados–.

4 El propio Girón Alconchel ha aplicado su método al estudio de la desaparición del futuro analítico («La doctrina y el uso de los futuros en las gramáticas renacentistas», Historiographia Lingüística XXIV, 1997, 15-28) y al estudio de la desaparición de las formas extendidas de los demostrativos de 1.ª y 2.ª, del tipo aqueste-aquese («Sobre el reajuste morfológico de los demostrativos en el español clásico», en C. García Turza, F. González Bachiller y J. Mangado Martínez (eds.), Actas del IV Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española, I, Logroño, Universidad de la Rioja, 1998.).

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Se ha escrito mucho sobre todo acerca del primer cambio, ya desde el magnífico

artículo seminal de Cuervo (1893), pasando por Malkiel (1949), Manczak (1976) y

Blaylock (1986) para culminar en Dworkin (1988), que reseña y revisa las hipótesis de

todos ellos; sólo Cuervo y Dworkin se ocupan asimismo de la 2.ª persona plural del

pretérito.5 La cuestión reside en que mientras la reducción a -áis, -éis y -ís se produjo ya

a finales del s. XV, lo cual refleja ya Nebrija, aunque sigue aludiendo a las formas

antiguas que se mantendrían hasta mediados del s. XVI (Dworkin 1988: 144), la

simplificación de las formas esdrújulas no se produciría sino hasta mediados del siglo

XVII o en el s. XVIII,6 aunque ya las emplearan con frecuencia algunos escritores clásicos

como Cervantes y Lope, aparte de que Juan de Luna las da como formas únicas en su

Arte de 1616 y Jerónimo de Texeda en su gramática de 1619 junto a las formas

antiguas. Por tanto, Sobrino se deja llevar por la inercia de la tradición gramatical,

siempre tan fuerte (Cuervo 1893: 76 señala la resistencia de los gramáticos a

documentar el cambio), pese a que al terminar el siglo XVII el uso cortesano debía de

tener ya consagrada la conjugación nueva, ya que aparece «en la carta de gracias

dirigida por Carlos II a la ciudad de Sevilla en Setiembre de 1696 [...] y en los

despachos originales también del mismo soberano al Gobernador de Milán, de 1697 en

adelante» (Cuervo 1893: 340); en cambio, en el lenguaje legal y cancilleresco,

alternaban ambas formas con Carlos II, y desaparece paulatinamente en tiempo de

Felipe V (Cuervo 1893: 340-341).7

Respondiendo a esquemas anteriores, por supuesto que Sobrino emplea

exclusivamente las formas llanas diptongadas, pero además mantiene el empleo de las

formas esdrújulas en -Vdes. De este modo, en cuanto al uso escrito de las formas

esdrújulas en -d-, aparte de un ejemplo que surge en Nouv. Gr. (p. 36) a raíz de la

explicación de fórmulas de cortesía,8 tenemos algunos pocos ejemplos, circunscritos al

diálogo «onzeno», fuente también de formas llanas: «teniades» (p. 205), «erades» (p. 5 Girón Alconchel (1996) también trata estas fenómenos. 6 Blaylock (1973: 279): «By the early eighteenth century the -d- had also disappeared from those forms [las esdrújulas] to produce the paradigms of modern Spanish». Dworkin (1988) adelanta un poco la fecha, pero sigue siendo impreciso (nótese el empleo de la preposición «by» en ambas citas, que señala una falta de precisión cronológica): «By the middle of the 17th century, however, the -d- had been shed in all second person plural endings, giving the forms familiar from the modern language.» 7 Obsérvese el encomiable cuidado con que el filólogo colombiano traza la evolución de las formas lingüísticas por géneros textuales, e incluso valora el papel de los escribanos y del tipo de letra en la redacción de documentos, ya que cuenta cómo en los despachos de Carlos II al gobernador de Milán, «en Agosto y Setiembre de 1698 se muda la letra de estos documentos y aparecen las formas antiguas, como si por pocos días se hubiera encargado de la redacción algún viejo de gruesas gafas y calva reluciente»; se observa también que Cuervo tiene en cuenta constantemente la importancia de las generaciones para estratificar cronológicamente los datos. 8 «Nosotros entramos en Roma el dia de san Juan, y vosotros ya aviades salido» [negrita mía]

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207), «avriades» (p. 208), «hablavades» (p. 210), «uvierades hecho» (pp. 210, 211). Ya

Blaylock (1986: 283-284) había documentado al menos los «uviérades hecho» y

manifiesta su duda sobre si se trata de un esfuerzo de Sobrino por reflejar la lengua del

XVI o de un «archaic lapse»; por otro lado, comenta que aún John Stevens refleja un

paradigma mixto en 1706, fruto de la ultracorrección («hablávadeis, habláradeis,

hablássedeis»), así como John Henley en 1719 y Pedro de Pineda en 1726 siguen

plasmando el paradigma clásico (mientras que Gómez Gayoso en 1743 ya ni hace

referencia al viejo paradigma). Probablemente las formas ya habrían desaparecido de la

lengua hablada y sólo se mantendrían a nivel escrito.

Por otro lado, en cuanto a las formas de 2.ª persona del plural en el pretérito,

curiosamente sólo Cuervo y Dworkin se han ocupado del problema: las formas

diptongadas aparecerían a mediados del s. XVI (también por primera vez en el Anónimo

de Lovaina de 1555) y luego irían progresando lentamente hasta el último cuarto del s.

XVII (Calderón ofrece alternancia de formas con o sin diptongar, según Cuervo 1893:

345, aunque antes Carlos Rodríguez daba en 1660 sólo las formas diptongadas, tanto de

imperfecto como de pretérito [Viejo Sánchez 1994]).

Sobrino muestra consistentemente en sus paradigmas de Nouv. Gr. las formas

sin diptongar. Tenemos unas pocas formas como uso escrito en Secr., ya sabemos lo

difícil que es documentar estas formas por motivos de cortesía –tanto por prácticamente

desaparecer el «vos» y usarse principalmente la 3.ª de plural para hablar a la

concurrencia–: «Recevì la carta que me escrivistes para darme el parabien de mi

casamiento» (p. 40), «Recevì la carta que me escrivistes, para darme el pesame de la

muerte del Rey mi padre» (p. 92), «como lo estuvistes con el» (p. 92). Se trata de los

mismos casos en los que habla el rey a los cargos de una ciudad.

1.2. La persistencia del futuro de subjuntivo

Nos encontramos la misma dualidad entre escritura/gramatización9 y lengua

hablada en el uso del futuro de subjuntivo.

Sabemos que el futuro de subjuntivo había desaparecido de la lengua hablada

general en la Península, ya sea en el s. XVI (Wright 1931; Luquet 1988) o en el XVII

9 Podemos denominar por gramatización la conjugación de usos prescritos, descritos y su ejemplificación, según la definición que proporciona Auroux (1996: 109): «Par grammatisation, on doit entendre, au sens propre, le processus qui conduit a décrire et à outiller une langue sur la base des deux téchnologiques, qui sont encore aujourd’hui les piliers de notre savoir métalinguistique: la grammaire et le dictionnaire»

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(Morreale 1980; Camus 1990; Eberenz 1990). La forma sólo se mantiene de forma

dialectal en Asturias, Canarias y América10 (Camús 1990). La dualidad entre habla

(ausencia) y escritura (persistencia en ciertos tipos de textos en especial: jurídico-

administrativos y literarios) se mantiene en la actualidad (Zuluaga 1982).11

Sobrino mantiene su descripción en los paradigmas verbales que incluye en

Nouv. Gr., dejando intacto lo que proponía Oudin. En cuanto a la nomenclatura, llama

al futuro simple de subjuntivo «Futur Conjonctif» («Futuro Conjuntivo») y al futuro

compuesto de subjuntivo «Second Futur Conjonctif» («Segundo Futuro Conjuntivo»),

pero además añade unas notas de uso interesantísimas acerca del uso de tales formas

(Nouv. Gr., p. 236-237):

Les Espagnols se servent fort souvent de l’Optatif [el presente de subjuntivo] au lieu du Futur conjonctif generalment dans tous les Verbes, hormis le Verbe querer. On se sert aussi presque toujours du Gerondif du Verbe Haver pour auxilier, dans tous les seconds Futurs du conjonctif generalment: & cette façon de parler est fort elegante. Ledit Gerondif sert pour les six personnes de tous les seconds Futurs conjonctifs, & au lieu de dire;

Quando uvíere dado, hablado, sido, estado, &c. uviéres dado, hablado, sido, estado, uviére dado, hablado, sido, estado, uviéremos dado, hablado, sido, estado, uviéredes dado, hablado, sido, estado, uviéren dado, hablado, sido, estado, &c. On peut dire, En aviendo dado, hablado, sido, estado, &c.12

El interés del pasaje se debe a que nos certifica una percepción de la sustitución

paulatina del futuro de subjuntivo por el presente de subjuntivo. Sobrino, al igual que

Oudin, muestra un gran interés por la variación lingüística, lo cual señala con la fórmula

«fort souvent» («con mucha frecuencia», podemos traducir). Acerca del futuro

compuesto de subjuntivo, Sobrino propone su sustitución por la formula en+gerundio

compuesto.

Respecto a los usos escritos, tanto en Diál. como en Secr., y respecto a la nota

gramatical de Sobrino (el mayor mantenimiento del futuro de subjuntivo con el verbo

10 Para matizaciones acerca de América, véase Granda (1969), Fontanella de Weinberg (1997), Ramírez Luengo (2001 y 2002). 11 La persistencia en la descripción gramatical también es grande, como señala Sastre (1998: 282) en su trabajo que reseña cómo se describe el futuro de subjuntivo desde Nebrija a la Gramática de la lengua española (1854) de Santiago Vicente García: «a pesar de ser forma en franco retroceso desde el siglo XVIII, no ha sido sustituida del paradigma verbal de la conjugación española en las gramáticas consultadas, salvo en las que ofrecen un parangón de formas verbales con otra lengua, como, por ejemplo, el francés, que no posee tal forma.» 12 Sólo documento un caso en el corpus: «en / aviendo llegado à Napoles, darè à Vue- / stra Señoria aviso de mi llegada y de la / manera que los Napolitanos me uvieren / recevido.» (Secr., p. 24).

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querer) resultan interesante una serie de datos que son consecuentes con la afirmación

de Sobrino.13

Diál. Diál. sin Sobrino Diál. sólo Sobrino Secr. TOTAL

Futuro de subjuntivo 49 (45,37%) 45 (42,45%) 4 (3,77%) 57 (53,77%) 106 (100%)

Futuro de subjuntivo (querer)

14 (63,64%) 11 (50%) 3 (13,64%) 8 (36,36%) 22 (100%)

Antes de analizar la tabla, conviene recordar algunas características de los textos

de Sobrino. Primero, tenemos que tener en cuenta que Diál. (1708) copia en parte textos

anteriores, en concreto una edición de los diálogos de Oudin que data de 1675, edición

que reproduce con leves cambios la edición de 1622 (que incluía una nomenclatura

respecto a la primera edición de 1608, la cual copiaba a su vez los diálogos de Minsheu

[1599]). Sobrino también reproduce en el volumen de Diál. (1708) un tratadillo de

ortografía de Fray Jerónimo de Gracián que data de principios del s. XVII. A estos

materiales, Sobrino añade varios diálogos de su propia pluma: el cuarto, sexto, décimo,

undécimo, duodécimo, el décimo tercero y el décimo cuarto (una adaptación de la

nomenclatura dialogada que aparecía en la primera edición del Dicc. nuevo). Por lo que

tenemos que tener en cuenta que en un texto del s. XVIII disponemos de varias estratos

lingüísticos pertenecientes a distintos momentos: básicamente los finales del s. XVI-

principios del s. XVII y finales del s. XVII-principios del s. XVIII. Creo que resulta

importante, pues, discernir entre los resultados totales de Diál., de Diál. sin las

aportaciones de Sobrino (Diál. sin Sobrino), de Diál. sólo con las aportaciones de

Sobrino y por otro lado los de Secr.

Por tanto, del análisis de los datos, se desprende que Secr. posee un índice de

uso mayor que Diál., si consideramos tanto la parte original como la nueva, pero en la

nueva la diferencia es abismal y, curiosamente, casi el único verbo representado en la

parte original de Sobrino es precisamente querer (en contexto relativo, por cierto, uno

13 Para la extracción de las concordancias de los textos y la localización de los ejemplos me he servido del programa WordSmith 3.0. He de advertir que la versión digital de Diál. y de Secr. con la que he alimentado el programa carecía de etiquetado; tampoco he lematizado las formas. Mi proceder era el siguiente: buscaba las terminaciones, obtenía las concordancias automáticas y eliminaba manualmente las palabras con la misma terminación del futuro de subjuntivo que no pertenecían a tal tiempo y con frecuencia ni siquiera a la categoría gramatical de verbo. He dejado fuera del corpus los cuatro ejemplos de futuro compuesto de subjuntivo que he encontrado en Secr.

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de los bastiones del futuro de subjuntivo, según Camús [1990] y Eberenz [1990]):14 un

100% de casos, frente al uso de querer en Secr. con respecto al resto de casos de futuro

de subjuntivo (14,04%).

Podemos interpretar los datos de diferentes maneras. Diál. reproduce una lengua

más antigua, pero también más cercana a una oralidad siempre mimetizada, por

supuesto, de ahí los porcentajes generales menores frente a Secr., que refleja una lengua

posterior y más alejada de la oralidad, en un texto dominado por los códigos exclusivos

de la escrituralidad, al ser un manual con muestras de cartas en absoluto familiares. El

hecho de que el único verbo representado en la parte de Diál. de obra exclusiva de

Sobrino puede deberse a diversas causas: casualidad (pero el texto de Sobrino es un

poco menos de la mitad del volumen), que efectivamente sean ciertas las observaciones

de Sobrino (esto es, que con querer, verbo de gran fuerza léxica por cierto, se mantenga

incólume el futuro de subjuntivo en el habla), o bien que Sobrino controle

perfectamente el texto que proporciona como muestra de lengua y con mucho cuidado

decida sólo emplear el verbo que según él aún se emplea en el tiempo en cuestión, al

menos en Diál. (texto más próximo al ideal de lengua de la conversación); de hecho, la

excepción que muestra al texto no aparece en los diálogos en sí mismos, sino en unas

«Remarques» anexas (una notas de gramática contrastiva español-francés). Resulta

difícil desmentir o confirmar nuestras hipótesis, pues nos faltan datos.

En cuanto a los contextos sintácticos de aparición del futuro de subjuntivo, éstos

son los siguientes:

Contexto sintáctico

Diál. Diál. sin Sobrino

Diál. sólo Sobrino

Secr. TOTAL

Or. relativo 30 (61,22%) 26 (57,78%) 4 (100%) 45 (78,95%) 75 (70,75%) Expresión fija 1 (2,04%) 1 (2,22%) 0 (0%) 0 (0%) 1 (0,94%) Condicional 6 (12,24%) 6 (13,33%) 0 (0%) 2 (3,51%) 8 (7,55%) Or. temporal 4 (8,16%) 4 (8,89%) 0 (0%) 8 (14,04%) 12 (11,32%)

Or. modal 3 (6,12%) 3 (6,67%) 0 (0%) 1 (1,75%) 4 (3,77%) Or. de lugar 3 (6,12%) 3 (6,67%) 0 (0%) 1 (1,75%) 4 (3,77%) Or. causal 1 (2,04%) 1 (2,22%) 0 (0%) 0 (0%) 1 (0,94%)

Or. comparativa 1 (2,04%) 1 (2,22%) 0 (0%) 0 (0%) 1 (0,94%) TOTAL 49 (100%) 45 (100%) 4 (100%) 57 (100%) 106 (100%)

El contexto más frecuente es, lógicamente, el relativo, además de que es el único

que pervive en la parte original de Diál. Resulta importante también el escaso uso de las

expresiones formulaicas («dure lo que durare») y la mayor variedad de contextos que

14 El otro ejemplo es dar, también en contexto relativo generalizador («lo que»). En Secr. sólo hay un caso con dar, en contexto relativo igualmente (1,75%).

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encontramos en la parte copiada de Diál. Extraigo porcentajes con respecto a las

columnas, exclusivamente. Evidentemente, el contexto relativo crece en porcentaje en

detrimento de los otros.

Finalmente, resulta conveniente proporcionar una comparación del uso del

futuro de subjuntivo y los del presente de subjuntivo y el pretérito de subjuntivo (formas

en -ra y -se contabilizadas conjuntamente):15

Diál. Diál. sin Sobrino

Diál. sólo Sobrino Secr. TOTAL

Futuro de subjuntivo 49 (15,96%) 45 (21,85%) 4 (3,96%) 57 (11,75%) 106 (13,38%)

Presente de subjuntivo 158 (51,47%) 89 (43,20%) 69 (68,32%) 378 (77,94%) 536 (67,68%)

Pretérito de subjuntivo 100 (32,57%) 72 (34,95%) 28 (27,72%) 50 (10,31%) 150 (18,94%)

TOTAL 307 (100%) 206 (100%) 101 (100%) 485 (100%) 792 (100%)

Menos en cuanto al pretérito de subjuntivo, Secr. emplea más tanto el futuro de

subjuntivo como el presente de subjuntivo (el uso tan grande del presente de subjuntivo

se debe a fórmulas de despedida como «Guarde Dios a ... como puede» y por los

sobrescritos, con la forma «A ... guarde Dios como puede»). Sólo extraigo los

porcentajes que nos pueden interesar más, los concernientes a las columnas. De los

datos se desprende que Diál. sólo Sobrino y Secr. tienen los porcentajes más bajos de

empleo del futuro de subjuntivo, con respecto a Diál. sin Sobrino, que refleja un estado

de lengua anterior. Por otro lado, el tiempo se conserva mejor en el género más

«escritural» (Secr.).

Ínterin: tres procesos asociados: leísmo-laísmo-loísmo, CDP, duplicación clítica de

objeto

Ya Rafael Lapesa (2000: 98-99, 307-308) relacionaba el CDP y los distintos

fenómenos de alteración en los pronombres clíticos de objeto (leísmo, laísmo y loísmo)

en tanto en cuanto ambos servían para la expresión de lo personal, tendencia que

arrancaba de la forma interior de la lengua española; tal conexión también la había

apreciado Salvador Fernández Ramírez (1964). A su vez, Marcos Marín (1978),

discípulo del mismo Lapesa, añadió a tales fenómenos otro fenómeno concomitante: la

15 Pude emplear el programa WordSmith 3.0 para detectar los casos de pretérito de subjuntivo, pero no los de presente de subjuntivo, que fueron fichados manualmente.

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duplicación clítica del objeto. Carmen Pensado (1995b) también relaciona el

complemento directo preposicional (CDP)16 con la duplicación de clíticos. El testigo más

reciente lo han recogido Company (1997 y 1998) y Girón Alconchel (2002) que ven los

tres desarrollos lingüísticos como fenómenos interrelacionados de gramaticalización,

unidos al señalamiento de la topicalidad en el discurso.17

De hecho, topicalidad y expresión de lo personal o animicidad están muy

relacionados, como también lo están la definitud o la individuación con la misma

animicidad y topicalidad (Comrie 1988: 281-284).

Para medir el grado de topicalidad, la capacidad, o más bien la posibilidad, de

que un constituyente cualifique como tópico18 podemos seguir un conjunto de jerarquías

binarias que traza Givón (1976: 152) y que ya adujimos en nuestra ponencia sobre la

duplicación o doblado clítico:19

a. HUMAN > NON-HUMAN b. DEFINITE > INDEFINITE c. MORE INVOLVED PARTICIPANT > LESS INVOLVED PARTICIPANT20 d. 1ST PERSON > 2ND PERSON > 3RD PERSON.

Tales jerarquías reflejan según Givón la naturaleza ego-antropocéntrica del

lenguaje, pues tendemos a hablar más sobre humanos que sobre no humanos, y

tendemos a centrar nuestras conversaciones en nosotros mismos. Podemos reflexionar

que estas jerarquías estratifican una topicalidad natural, frente a la topicalidad

posicional (la situación preverbal de elementos topicalizados sintácticamente) y la

topicalidad discursiva o textual (por ejemplo, un elemento no animado puede constituir

el tópico de un texto en concreto y por ello ser resaltado de alguna manera, por lo que se

saltaría la jerarquía). De esta manera, recordamos, Givón en cierta manera compendia

16 Como comenta Cano Aguilar (1981: 18), los conceptos de complemento directo y complemento indirecto «surgieron en la gramática francesa, por razones puramente formales (ausencia o presencia de preposición con el complemento verbal); como en español el complemento directo a veces lleva a, hubo que reinterpretarlo como “aquello sobre lo que recae directamente la acción del verbo” (otro tanto se hizo con el complemento indirecto)». Por tanto, el término «complemento directo preposicional» (CDP) constituye un oxímoron. 17 Sin embargo, Inés Fernández Ordóñez (2001: 421-422) ha negado que leísmo y CDP sean fenómenos paralelos en el proceso de extensión del dativo al acusativo, al menos desde una perspectiva panrrománica, ya que en otras lenguas o dialectos románicos con CDP no hay leísmo. 18 Para Silva-Corvalán (1984: 555), recordamos, un tópico o topic consiste en «what a speaker may be talking about in a given moment». 19 En la terminología española se ha hablado de duplicación, pleonasmo, redundancia pronominal para señalar tal fenómeno. «Doblado» es un anglicismo crudo inspirado en el «clitic doubling». 20 De aquí, Givón (1976: 152) deriva otra escala implicativa: AGENT > DATIVE > ACCUSATIVE. Se correlaciona con la escala de humanidad (agentes y sujetos son mayoritariamente humanos) y la de definitud (así mismo tienden a ser definidos).

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las jerarquías de animicidad (Silverstein 1986), definitud (Greenberg 1978) y caso

(Keenan y Comrie 1977) que ya aducía conjuntamente Croft (1988: 163, 164) para

explicar el funcionamiento de la concordancia:

Animacy: 1st, 2nd < 3rd < Proper Name < Human < Animate < Inanimate Definiteness: Definite < Specific/Referential Indefinite < Non-specific/ Generic Case: Subject < D.O. < I.O. < oblique.

Otra jerarquía que conviene tener en cuenta es la jerarquía de individualidad de

Timberlake21 (1977: 162), ya aducida por Laca (1995) o Kliffer (1995) para explicar el

CDP, así como ya entrevista por el mismo Jiménez Patón a principios del siglo XVII:22

individuated / nonindividuated proper / common human / animate / inanimate concrete / abstract singular / plural definite / indefinite

En relación con la teoría de la gramaticalización, veremos cómo estas diferentes

jerarquías o escalas implicativas nos sirven como clina, como sendero por el que se va

propagando la gramaticalización de los fenómenos estudiados, desde los escalafones

más altos, en las escalas de topicalidad, animicidad, definitud, caso o individuación a

los más bajos. No olvidemos que el paso de un escalón a otro de la clina nunca es

absoluto, ya que siempre se produce un tiempo de alternancia entre formas, de

variación, pues (Hopper y Traugott 1993).

1.3. Leísmo-laísmo-loísmo

Sobrino sólo se percata del problema del leísmo como uso descrito, pero no del

laísmo o del loísmo, aunque luego veremos que tales usos del pronombre átono

formaban parte de su sistema. El que sólo perciba el leísmo en su gramática quizá se

deba a que tal era la percepción de Oudin23 que domina en él (en cambio, curiosamente,

Sobrino suprime un importante pasaje acerca del uso de él y le como pronombres de 21 Timberlake (1977) la usaba para explicar la progresiva sustitución del genitivo por el acusativo en finlandés. 22 Según la edición que hicieron Quilis y Rozas (1965: 100):«Y está más individual el yo, tú, aquel señalándole quel que llaman nombre propio, Francisco, Sancho, Andrés». En este caso, vislumbra la jerarquías de topicalidad y animicidad que sitúan los pronombres en un escalón superior a los nombres propios. 23 A su vez Oudin se «inspira» en Miranda, por no decir que también copia.

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22

cortesía y su interrelación con vuestra merced). Cito el pasaje en cuestión (Nouv. Gr.

1697: 16):

Le susdit article el renversé qui fait le, se met souvent à la fin du verbe, & alors il est relatif, comme llamadle, dile, qui en François signifient, appellez-le, dites-lui.

Existen varios aspectos interesantes en la cita. El primero de ellos arranca del

hecho de discutir el pronombre en el lugar correspondiente a la parte del discurso

conocida como artículo, aunque se matice que en el caso que nos ocupa es «relativo»

(esto es, anafórico).24 En mi opinión la idea de discutir el pronombre personal en el

apartado del artículo tiene una mera intención pedagógica y memotécnica típica de las

gramáticas para extranjeros de la época: con el leísmo el pronombre átono es

simplemente el artículo invertido. También hay que recalcar que se dice que tal

partícula «se met souvent à la fin du verbe» (cursiva mía), lo cual nos confirma que tal

forma no es de uso obligatorio y no está soldada morfológicamente al verbo (no hay una

conjugación objetiva, una gramaticalización de la duplicación clítica de objeto en

español).

También habla de la como pronombre bajo el epígrafe de artículo (p. 16), pero el

párrafo en cuestión, no nos indica apenas nada, por ejemplo si aceptaba el laísmo:

Cet article mis aprés le verbe prend, prend la nature du pronom relatif, aussi bien que l’article masculin le: & cela dans les cas obliques.

Aún abunda más Sobrino copiando a Oudin en la pág. 56 de su Nouv. Gr.

(1697), al tratar los recíprocos y relativos me, te, se:

Les Espagnols usent de se, quand ils veulent dire, lui, ou à lui, qui sembleroit etre le; cependant le dit le, n’est point reciproque, mais relatif, comme j’ai dit au chap[ître]. des art[icles]. & qui seroit aussi bien accusatif que datif, comme dile, llamale: & ils disent, yo se lo dirè, yo se lo darè, yo se lo embiarè, qui est autant à dire que, je lui dirai, je lui donnerai, je lui envoierai; mais il faut sous-entendre la chose qui se pourroit exprimer, en y ajoutant, le ou la.

24 M.ª Luisa Viejo Sánchez (2001: 999), al exponer «la formación de la teoría gramatical sobre el pronombre personal», señala el hecho de que en la época se diferenciaba entre pronombres demostrativos, de carácter deíctico, «que sirven para referirse a objetos presentes» (por ejemplo el pronombre él), pronombres relativos o anafóricos, «que se refieren a un objeto antes mencionado). En este mismo artículo (Viejo Sánchez 2001: 999), igualmente se señala que por su «gran semejanza formal (coincidencia en muchos casos)», los gramáticos suelen considerar los pronombres personales átonos dentro del paradigma de los artículos. Ya Kukenheim (1974[1935]: 115-129) había atisbado los problemas que nos acucian.

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Daniel M. SÁEZ RIVERA: La lengua de Francisco Sobrino

23

En cuanto al uso escrito, con los fenómenos de leísmo-laísmo y loísmo, al igual

que con el futuro de subjuntivo, también tenemos que tener gran cuidado, ya que

tenemos que diferenciar claramente entre los fragmentos que se copian de Oudin y el

que plasma Sobrino en las partes originales.

Del cotejo entre los textos de Oudin y los textos de Sobrino se observan algunas

diferencias entre ambos autores. A este respecto el Oudin de los diálogos es leísta (tanto

de persona como de objeto de género masculino), pero no laísta ni loísta. En cambio,

Sobrino es en Diál. leísta, pero mucho más que Oudin (en ocasiones cambia «lo» por

«le» cuando la referencia es inanimada o puramente animada, no humana); así mismo,

también es laísta, pero además es incluso alguna vez loísta. El texto original de Sobrino,

Secr. es igualmente leísta, de persona y cosa, laísta (incluso con un CI de cosa femenino)

y loísta (en el último caso se trata de ejemplos aislados junto a otros construidos con

«les»).

El sistema de pronombres átonos de 3.ª persona de Sobrino es el siguiente:

MASCULINO FEMENINO SINGULAR PLURAL SINGULAR PLURAL le (persona) los ~les (persona) la (persona) las (persona) CD le (cosa) / lo (neutro) los (cosa) la (cosa) las (persona)

CI le les ~ los la [las] 25

Si aceptamos que los usos dialectales actuales coinciden a grandes rasgos con

los antiguos, como hace Fernández Ordóñez (2001), podemos argumentar que Sobrino,

al reflejar la solución C del empleo de los pronombres clíticos, según la clasificación de

Fernández Ordóñez (1994, 1999 y 2001), procedería con gran probabilidad de la zona

correspondiente a tal rasgo dialectal en los tiempos presentes: «al oriente del área

referencial (este y sur de Burgos, sur de Valladolid, norte y centro de Segovia, oeste de

Soria)» (Fernández Ordóñez 2001: 430).

Si el paradigma fuera totalmente regular, resultaría mucho más armónico o

transparente con otras formas de la lengua española: ya sea con los pronombres átonos

de 1.ª y 2.ª persona, como ya supo ver Correas (con formas singulares en -e -me, -te

25 Documentamos un ejemplo con les, pero arranca de Minsheu-Oudin: «Gu[man]. Yo tengo para mi / que la mayor dissolu- / cion en algunas mugè- / res de Ingalaterra, es / ésta costumbre de besar- / las en público, por que / con esto pierden la ver- / guénça, y al tocamien- / to del beso, les entra / un venéno que las infi- / ciona.» (Diál., pág. 142). Sin embargo, sí documentamos el laísmo plural en otra obra que retoca Sobrino, la Historia de la vida de Santa Genoveva: «Esto no es nada, que presto vere- / mos como Dios se sirve muchas ve- / zes de la malicia de los malos, assi / como nosotros de las vivoras y ser- / pientes, que para sacarlas el veneno / las machucamos las cabezas.» (p. 147) En tal obra también encontramos leísmo singular de persona y de cosa, pero no loísmo.

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Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

24

como le y plurales en -os -nos,vos, como los), ya sea con los demostrativos, como

proponía Fernández Ramírez, pero también con el artículo (con forma en -e [este, ese,

aquel, el] para el masculino singular, femenina singular en -a [esta, esa, aquella, la],

masculino plural en -os [estos, esos, aquellos, los] y femenino plural en -as [estas, esas,

aquellas, las]; las formas neutras serían en -o: esto, eso, aquello, lo). No se ha llegado al

paradigma ideal presentado por Benezech (1977: 42) en el que fruto de la extensión del

loísmo, le(s) se reservaría para todo acusativo, lo(s) para todo dativo masculino y la(s)

para el dativo femenino; en tal caso habría un reordenamiento absoluto de formas en el

sistema pronominal de 3.ª persona átono, pero también se perderían los

aprovechamientos pragmáticos de la variación.

En cuanto al paralelismo de leísmo con el CDP, los verbos con los que aparece el

leísmo personal coinciden con aquellos que pueden marcar su complemento directo con

preposición en un 45,33% (34/75).

El leísmo está extendido y gramaticalizado con un gran grado de obligatoriedad,

fijación y paradigmatización para entidades animadas masculinas singulares y para

entidades inanimadas singulares de género gramatical masculino; por otro lado, el

laísmo se encuentra en la misma situación pero para marcar entidades animadas

femeninas singulares y entidades inanimadas de género gramatical femenino.26 Leísmo

y laísmo señalan individualidad. En cambio, el loísmo señala la no individualidad, y no

está gramaticalizado, como tampoco el leísmo plural o el laísmo plural, los cuales

ofrecen por tanto una situación de estratificación.

Al enmarcar cronológicamente los datos que aporta Sobrino, vemos que

Calderón, como otros escritores madrileños del Siglo de Oro, es leísta con

«exclusividad absoluta o casi absoluta», pero también «predominantemente» laísta

(Lapesa 2000: 301, 304; cit. por Girón Alconchel en prensa). Francisco Gutiérrez de los

Ríos, andaluz, llega a ser leísta de persona y de cosa, siempre en singular (Girón

Alconchel 2001 [en prensa]), según el uso expansivo de la Corte (Lapesa 1981: 406), en

la cual habitó largo tiempo.

María de Zayas también practicaba el leísmo de persona y de cosa, casi absoluto

en singular, y era laísta con una serie de verbos y construcciones (Bizcarrondo 1993:

172-175). Resulta conveniente comparar tales verbos y construcciones con su presencia

en Sobrino: 26 La no extensión mayoritaria del leísmo a las entidades animadas femeninas se ha explicado por el hecho de que las mujeres se perciben como menos activas (Klein-Andreu 1999: 321; Monge 1983: 450), y por tanto menos topicales (la agentividad o capacidad de acción es otro factor de topicalidad).

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Daniel M. SÁEZ RIVERA: La lengua de Francisco Sobrino

25

1) Verbos de gran indeterminación léxica (dar, hacer, dejar y quitar),

favorecedores del laísmo: sólo documento casos con el verbo dar, que casi

siempre aparece con la (3/4: 75%),27 frente al 30,8% en María de Zayas.

2) Construcciones sintácticas:

a. Construcciones de infinitivo concertado en función de CD: no lo

documento.

b. Verbos de rección preposicional alternante: documento sólo un caso

con el verbo avisar, que aún hoy alterna entre dos estructuras

(CD+CI/CD [+anim.]+complemento preposicional con de), según el

diccionario de Seco et alii (1999) y el de Cuervo (1994): Carta de una Dama à una amiga suya, / con un presente, y para avisarla de la /

muerte de una perrilla que tenìa. (Secr., p. 130)

c. Construcciones que llevan un pronombre relativo como CD: sólo

documento un caso, pero sumamente interesante: Alc[alde]. Y si el moço de/mulas prueva que a ol-/bidado las alforjas en la/venta,

que haremos? la/Ventera no està obliga-/da à dar cuenta de una/cosa que no le an

dado/à guardar. (Diál., p.95) .

Primeramente, se trata de la única excepción al laísmo con el

verbo dar, además de la única excepción al laísmo original de

Sobrino. En añadidura el caso contradice la afirmación de

Bizcarrondo de que el relativo en función de CD favorece el laísmo.

La explicación de la ausencia de laísmo puede estribar en que el

antecedente del relativo es «cosa», esto es, un sustantivo

gramaticalmente femenino; si hubiera laísmo podría haber

ambigüedad con la duplicación del CD con el relativo, posible en la

época («Pla[tero]. Conciertese vm./con migo y se la darè/ acabada,

dentro de po-/cos dias, de la hechura/que la quisiere. (p.14) [ya en

Oudin]).

3) Relación semántica entre pronombre y CD (posesión inalienable de partes del

cuerpo): no la documento.

En cambio, el laísmo se inhibe con verbos intransitivos y con la duplicación

clítica, según Bizcarrondo.

27 Por otro lado, sí documento laísmo exclusivo con otros muchos verbos ditransitivos: verbos de lengua (decir, comunicar, preguntar), verbos de petición (rogar y pedir, en los cuales podemos interpretar un laísmo etimológico) y otros verbos (hincar, acometer, atribuir, mostrar, enviar, desear). Sólo aparece le en lugar de la en texto que Sobrino respeta de Oudin:

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26

Sólo documento un caso de dativo de referencia femenina con verbo intransitivo,

en un añadido de Sobrino, por supuesto, en el que se produce laísmo: «Ama. Que la

levan-/dera [i.e. lavandera] dé cuenta de los/demás [pañuelos].// Al[onso]. Mañana la

hablarè, y si ella los per-/diò que los pague. Voy/a ensillar el cavallo,y/por mi Amo. A

Dios/Ama hasta la buelta. (Diál., pág.11).»

Así mismo, efectivamente, con duplicación no hay laísmo: «Quitenle à

la/milicia, la obediencia/en los soldados, y todo/se bolverà en confusion. (Diál., p. 171)

[sí en Oudin]», «Esta noche le to-/ca à la compañía.» (Diál., p. 159) [sí en Oudin]

No obstante, se trata de ejemplos poco fiables, ya que Sobrino los hereda de

Oudin, que no era laísta.

En conjunto, en Sobrino se ha extendido el laísmo respecto a María de Zayas.

En cuanto al siglo XVIII, la Academia se declara en principio leísta, laísta e

incluso loísta de plural (en la Gramática de la lengua castellana de 1771). El Padre Isla,

leonés, también llega a ser loísta (Lapesa 2000: 306). En cambio, no hay loísmo en el

gaditano González del Castillo, que refleja en sus sainetes del último cuarto del siglo

XVIII (Pérez Teijón 1985: 87-95) un leísmo personal predominante, pero escaso en el

leísmo de cosa; documenta también un leve laísmo, y los ejemplos en plural de leísmo y

laísmo son muy aislados.28 Acerca de la situación en el siglo XVIII resultan muy

acertadas las palabras de Marcos Marín (1978: 223):

a) Una serie de autores, con la teoría académica y los Moratines al frente, trata de imponer un esquema genérico, paralelo al de los demostrativos: le-la-lo (masculino, femenino y neutro) sin distinción de caso o de persona o cosa. b) Otros, como don Ramón de la Cruz, continúan las vacilaciones entre el sistema genérico y el funcional, y nos ofrecen un sistema casi idéntico al de autores del XVII, como Quevedo, con dominio casi total del leísmo de persona, distribución casi equitativa del de cosa, laísmo abundante y loísmo escaso, todo ello en singular, mientras que en plural la etimología se mantiene mucho más firme, con índices de uso mucho menores en todo caso.

Por tanto, Sobrino parece reflejar un uso difundido, o al menos prestigioso, de

los pronombres átonos de tercera persona, uso que terminará sancionando la Academia

hasta la cuarta edición de la GRAE, la de 1794.

28 Segun Pérez Teijón (1985: 118), «deducimos que en Andalucía en el S. XVIII, muy escasa parte de la población era laísta, leísta y loísta.» (?) Sin embargo, ella misma afirma que no recoge ningún ejemplo de loísmo (Pérez Teijón 1985: 91). Por otro parte, extrapolar los datos de una obra literaria a la lengua hablada parece peligroso, pese a que el sainete sea un género popularizante. El laísmo podría deberse a presión normativa procedente de la Academia. Se trataría de un proceso parecido al que introduce ciertos casos de leísmo, pero también unos pocos de laísmo, en autores andaluces del siglo XIX (García Martín 1987), aunque ampliado el proceso al siglo XVIII y con un mayor calado en el laísmo.

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27

1.4. La progresiva extensión del complemento directo preposicional

Francisco Sobrino refleja el empleo del CDP como uso descrito y como uso

escrito.

Podemos rastrear el uso descrito del CDP en la Nouv. Gr., en la cual Sobrino se

alinea en la hipótesis de la analogía con el dativo, según la cual el objeto directo

preposicional supone una extensión del dativo en un proceso de gramaticalización y

extensión creciente de una técnica pragmática que en principio servía para marcar

objeto directos inhabituales o poco prototípicos, esto es, [+animados] y [+definidos],29

que reúnen las mismas características prototípicas de los complementos indirectos, que

son casi mayoritariamente animados y definidos igualmente, un tópico secundario en la

oración. Según la teoría de la ubicuidad de la metáfora en los procesos de

gramaticalización (Heine et alii 1991), se toma una categoría más humana y concreta

(los dativos son casi siempre humanos) para comprender una categoría mucho más

abstracta como es el acusativo.

Como es habitual en él, Sobrino se apoya en Oudin, de quien extrae sus

paradigmas casuales (el peso de la gramática latina es aún grande), pero añade unas

anotaciones propias y explícitas, en la pág. 60 de la Nouv. Gr., pues:

Quand un verbe est devant un substantif, & que le substantif est une creature raisonnable, il doit etre mis au datif; exemple. Amar à Dios, à Juan &c. Ver à Pedro, à Francisco, hallar à Maria, à Theresa, &c. No he visto oy à mi Tio, al Duque, al Marques, al Conde, al Baron, al Capitan, ni à la madre de v.m.

Podemos ver que Sobrino sigue la definición de Jiménez Patón que primaba la

oposición ‘animado / inanimado’, en este caso ‘humano («creature raisonnable» / no

humano’. Ejemplifica con nombres propios y con apelativos personales definidos en

singular.30 Así mismo, «doit etre» nos indica que nos encontramos ante un uso prescrito,

29 No se trata de un proceso aislado del español, pues ocurre en una lengua tan alejada como el persa en el que el morfema de dativo -râ se ha extendido para la expresión del acusativo. (Hopper y Traugott 1993: 157-160). 30 En términos muy parecidos se expresaba Antonio de Torquemada en su Manual de escribientes (1550/1560); cito por la edición de Mª Josefa Canellada y Alonso Zamora Vicente (1970: 92): «Esta letra A quando está sola, sin yr puesta en alguna dicción, es verbo o es preposición demostrativa. Digo preposición para los que fueren gramáticos, y para los que no lo fueren, vna letra que muestra y señala lo que está delante della, y quando sirue de este ofiçio, señala los nombres propios, y así dezimos: a Pedro y a Juan, a Fran[cisco], y quando señala los apelativos o por otras cosas, de donde los hombres toman denominación, añádeseles / esta letra L, y así dicen: al emperador, al papa, al conde, al arçob[is]po, al sastre, al azemilero, y de la mesma manera a todos los demás y todas las vezes que se escriue con estos nombres propios o apelativos, así de hombres y mugeres como de todas las otras cosas corpóreas o incorpóreas, propias o apelativas» [subrayados míos].

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28

aunque el tono general de la obra es de mera descripción (al igual que ocurría en

Oudin).

Además, al presentar los paradigmas de nombres, pronombres, demostrativos y

relativos Sobrino también señala una opción en el acusativo que recoge la forma con

preposición.31 No aparece en el paradigma del artículo, pero ya sí en los nombres

propios y comunes (p. 22), que copia de Oudin: «Accus. Pedro, ou, à Pedro Catalina,

ou, à Catalina;», «Accus. el padre, ou, al padre. los padres, ou, à los padres.», «Accus.

la muger, ou, à la muger. las mugeres, ou à las mugeres.». También aparece en el

adjetivo (Nouv. Gr., p. 23): «Accus. el bueno, &, àl bueno los buenos, & à los buenos»,

«Accus. la buena, &, à la buena. las buenas, &, à las buenas.»

Incluso con el adjetivo de una sola terminación (p. 24: Accu. El grande, &, al

grande. los grandes, &, à los grandes) aun en «neutro» (p. 24: Accu lo grande, & à lo

grande. lo bueno, &, à lo bueno.). Sin embargo, no aparece con los adjetivos posesivos,

según él pronombres posesivos (p. 42): «Accus. el nuestro, la nuestra, lo nuestro.»

Tampoco aparece con los pronombres personales, excepto con el reflexivo de

tercera persona: «Accus. se, à si, , & por si»; Sobrino añade (hasta ahora sólo copiaba)

«& a mi mismo», «& a ti mismo» (p. 38-39).

En las páginas 48-49 sí se nos presenta la opción con preposición en

demostrativos y pronombre personal de tercera persona, singular y plural (ya en Oudin),

igualmente en los pronombres relativos (p. 53-54).

Dado que siempre presenta alternancia de formas, con o sin preposición, refleja

un estado intermedio de gramaticalización, aunque la clina alcanza a los sustantivos y

adjetivos animados plurales.

En cuanto a los usos escritos, según los datos encontrados,32 la gramaticalización

u obligatoriedad del CDP es total ante pronombres personales y fórmulas de tratamiento.

Ante nombres propios (88,89%), apelativos personales (88,89%) y apelativos

personales con nombre propio (98,22%) la gramaticalización del CDP es casi total, por

no decir total. Los términos de parentesco aparecen con preposición en 72,77% de casos

(todos definidos) y el sustantivo amigo en un 83,4% (de esos casos, hay preposición

31 Coincido con García Martín y Binotti (2001: 448) acerca de la importancia que posee el estudio de los paradigmas de las diversas clases de palabras para averiguar lo que pensaban los gramáticos acerca de las funciones sintácticas oracionales. 32 De nuevo me he ayudado del programa WordSmith 3.0 para realizar el corpus: buscaba la preposición «à», obtenía todos los complementos que comenzaban por «à» y «al» y luego eliminaba manualmente los que eran complemento circunstancial o complemento indirecto. También era útil para localizar los complementos sin preposición mediante la búsqueda de artículos y de los sustantivos o formas implicados.

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Daniel M. SÁEZ RIVERA: La lengua de Francisco Sobrino

29

siempre con el artículo definido, y en un 50% con el indefinido). Ante otros sintagmas

nominales de referencia personal, la preposición aparece prácticamente siempre cuando

la determinación es definida (88,89%), con menos frecuencia (62,5%) cuando es

indefinida y singular (no registramos ejemplos en plural)33 y nunca cuando no hay

determinación. Respecto a los sustantivos animados, resulta difícil sacar conclusiones

ante sólo dos ejemplos, pero según la parca información que proporcionan, el CDP

aparecía en singular (más individualizado) pero no en plural. Por otro lado, ya tenemos

algunos ejemplos de CDP con sustantivos inanimados, aunque sólo en un texto copiado

de Fray Gernónimo de Gracián (1675). Sin embargo, todavía hay mucha variación (esto

es, estratificación) y el CDP no está absolutamente extendido más que en contextos

pronominales.

Respecto a la comparación con Oudin, en el texto original no encontramos

ejemplos con sustantivos animados (animales) o inanimados.

Tomando como referencia El hombre práctico de Francisco Gutiérrez de los

Ríos (1686), según explica sus usos lingüísticos Girón Alconchel (2001 [en prensa]), la

obra de Francisco Sobrino resulta más próxima de la lengua moderna. En El hombre

práctico «el CD aparece sin a –aunque raramente– con nombres definidos y personales

en singular; con más frecuencia, con nombres personales en plural, definidos y no

definidos; y a veces también con pronombre de referencia personal.» (Girón Alconchel

2001 [en prensa]). Tales diferencias quizá se deban a que los textos de Sobrino, sobre

todo Diál., estén más próximos de una oralidad imitada que el texto de Francisco

Gutiérrez de los Ríos, en un intento de dar al aprendiz de la lengua española una

muestra más cercana a la lengua cotidiana.

No obstante, aún le queda mucho camino por recorrer al castellano hasta llegar

al estado actual en el que aumenta cada vez más la (con)fusión entre CD y CI a través de

la expansión del CD y del leísmo, el laísmo y el loísmo.34

Por otro lado, obsérvese que se detecta como uso prescrito la aparición de

preposición con referencia personal, ejemplificada con nombres propios y apelativos

33 Falta de fijación por tanto, pero también mantenimiento de valores pragmáticos (señalamiento de tópico), esto es, falta de desgaste. 34 A este respecto, me parecen muy acertadas las palabras de Carmen Pensado (1995b: 233): «La confusión de CD y CI, que aún no está consumada en ninguna lengua romance, parece un efecto y no una causa del CDP.» Efectivamente, se trataría de otro proceso más de «mano invisible» (Keller 1989): los hablantes no quieren cambiar la lengua, pero al intentar hacerse entender, optimizar la expresión de la central topicalidad, hacen que la lengua cambie y en este caso se borren las diferencias gramaticales. Al fin y al cabo, quizá al hablante sólo le interesa la distinción de categorías gramaticales desde un punto de vista normativo, pero no discursivo. Recordemos que los procesos de gramaticalización son procesos de «mano invisible» (Klausenberger 2000).

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Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

30

personales, con porcentajes muy elevados de aparición en el corpus. Sin embargo,

apenas se detecta el uso de la preposición con los pronombres personales, categóricos

con preposición, así como tampoco en fórmulas de tratamiento.

1.5. La duplicación clítica de objeto

Sobrino no registra aún la duplicación clítica ni como uso descrito o prescrito.

No obstante, sí lo emplea como uso escrito en el resto de su obra, sobre todo en Diál.,

donde añade casos previamente inexistentes en el texto que copia de Oudin y lo usa en

los diálogos originales, así como en Secr. También respeta los casos que encuentra en

Hist.

En cuanto a los usos escritos, remito a mi trabajo en el II Congreso Nacional de

AJIHLE («La duplicación de clíticos en la obra de Francisco Sobrino»).35

Sólo recuerdo aquí los hechos más interesantes, resumidos en la siguiente tabla:

Diál. Secr.

v.m. = usted TOTAL f. tratamiento TOTAL CI 33 (64,7%) 51 (100%) 10 (75%) 13 (100%) CD 10 (66,6%) 15 (100%) 0 (0%) 0 (0%)

La duplicación se produce sobre todo con fórmulas de tratamiento, y en especial

con v.m. = usted, pues.36 Además, de los 33 casos de duplicación de CI con «a vm.»,

sólo 7 ya estaban en Oudin (un 21,2% de la duplicación con «a vm.»); y de esos 10

casos de duplicación de CD, ninguno estaba en Oudin, lo cual nos puede señalar una

progresión desde principios del siglo XVI a principios del XVII, aunque sería necesario

confirmarlo con más datos.

Mi hipótesis es que este cambio quizá se deba a una evolución en el sistema de

formas de tratamiento que ha eliminado vos y él en favor de usted, de la tercera persona,

modo en el que se interpelan ya todos los estamentos, como nos comentaba L’Abbé

Vayrac en su también Nouvelle grammaire espagnole (1714: 597-598).37

35 Igualmente me serví del programa WordSmith 3.0, que me permitió localizar automáticamente todos los complementos con «à», los clíticos implicados, pero sobre todo, la combinación de clítico y complemento. Normalmente me producía una lista excesiva con formas que no eran las que buscaba, formas que debía de eliminar manualmente. 36 A este respecto, Cramer (1711: III, 239) describe precisamente este fenómeno: «Nota 4. Nonnunquam [algunas veces], maximè in Emphatica Locutione in Dativo per Pleonasmum, ipsi Attributo V. M. &c. addimus, id est, præponimus Pron. pers. Conj. relat. tert. pers. le, les., ex. gr. Si le parece a V.M. &c.» 37 Resume muy bien el hecho Hernández Alonso (1996-1997: 94): «en aquellos últimos años del s. XVII, usté ya se había generalizado en todas las capas sociales; y más aún en los niveles socioculturales más

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El uso abusivo de las fórmulas de cortesía y de usted también lo señalaba

Sobrino (Nouv. gr., pág. 36): «par abus ou affe- / ctation, les Espagnols usent quasi à

l’endroit de tout le monde, de usted, sauf les titres qui se donnent aux personnes de plus

gran de qualité, comme Señoria, Excelencia, Alteza, Reverencia, & autres.»38

Si siempre se habla en 3.ª persona bajo fórmulas de tratamiento, no es de

extrañar su desgaste, sobre todo del más frecuente vuestra merced, que tras algunos

titubeos lógicos en un proceso de gramaticalización, quedó reducido a usted por esta

época (Pla Cárceles 1923), forma que alterna libremente en Diál. con «vm.», ya una

mera abreviatura del mismo usted y no de vuestra merced o vuessa merced, de lo cual

es prueba que también alterna en otras obras de la época como los Diálogos Tudescos y

Españoles, incluidos dentro de la Instrucción fundamental (1723) de Antonio Moratori.

Sin embargo, Secr. registra siempre Vuestra Merced, sin ninguna abreviatura.

Este cambio en el sistema de cortesía nos explica el gran uso de la duplicación

con vm. y otras fórmulas de tratamiento, que supone una fórmula lógica de refuerzo para

la desgastada forma de cortesía por medio de la tautología (Brown y Levinson 1987:

220-221), en este caso mediante un clítico. Bello nos confirma que emplear usted sin

duplicación resulta poco cortés (cit. por Barrenechea y Orecchia 1979: 71). Desde la

perspectiva de la teoría de la gramaticalización, se trataría de un claro caso de búsqueda

de la extravagancia, cuyo efecto secundario será la misma gramaticalización

(Haspelmath 1999).

Por tanto, en esta época la gramaticalización de la duplicación ha dado un paso

adelante, especialmente en la duplicación del CI pospuesto que pasa del 22,4% que

registra Rini (1992: 120-124) para el Quijote al 25,65% de Diál. (aunque sólo al 5,55%

de Secr., según las razones ya aducidas). No obstante, si comparamos con los datos

extraídos de dos textos narrativos de la segunda mitad del XVII (Girón Alconchel 2002:

110), la «novela segunda» de Navidades de Madrid (1663) de Mariana de Carvajal

(57%) y Los hermanos amantes (1685) de Luis de Guevara (27%) Diál. no supone

ningún crecimiento. Ello se podría deber a que «la construcción estaba viviendo todavía

un importante proceso de variación sincrónica: su frecuencia aumentaba, pero con

retrocesos» (Girón Alconchel 2002: 110).

bajos. Es decir, que se había desplazado al viejo vos en el trato cortés. Y, como bien dice De Vayrac, usted quedaba reducido a la conversación, mientras que en escritos se empleaba vuestra merced.» 38 Oudin en la Grammaire espagnole (pág. 29) escribe vuestra merced en lugar de usted, y no realiza la reflexión sobre los títulos.

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Según Rini, desde principios del siglo XVII, la duplicación ya sería categórica

para el pronombre tónico, preverbal o posverbal, y para el SN preverbal (Rini 1992:

129). Del último no tenemos datos de duplicación en el corpus, pero ya hemos visto que

para el primero, lógicamente, la ratio es de 100%. Le sigue de cerca la duplicación de

«vm.» = «usted» que llega al 64,8% de ocurrencias del nuevo pronombre de cortesía

objeto, si consideramos conjuntamente las ocurrencias como CD y como CI en cualquier

posición. El número de casos de duplicación de nombre propio y de otros SSNN es

mucho menor: 28,57% de nombres propios, 4,94% de otros SSNN definidos animados, y

un 2,85% de los inanimados.

En conclusión, la gramaticalización de la duplicación todavía no es completa.

No hay obligatoriedad para todos los contextos, ni fijación total de las formas (por

ejemplo, los pronombres átonos aún se posponen a las formas conjugadas, lo cual

documentamos ampliamente en nuestro corpus, ya que sería a lo largo del siglo XVIII

cuando se fijaría el orden actual, según Buffum 1927: 181).39 Se ha detenido la

coalescencia del clítico con el verbo (del tipo «ponello» por «ponerlo», con asimilación

o fusión del clítico al verbo), pero al menos ya no hay interpolación posible entre verbo

y pronombre, como en español actual frente al medieval (Rivero 1986), un primer paso

de condensación o «abreviación de formas» [«shortening of forms»] (Hopper 1991: 21).

Por el contrario, sí ha avanzado la paradigmatización con la gramaticalización de usted,

que se incorpora al paradigma pronominal, pero en cuanto al proceso de desgaste o

attrition, ya hemos visto cómo se ha detenido fonéticamente (no hay apócope de los

clíticos, por ejemplo), y no se ha producido aún desde un punto de vista semántico, ya

que el valor pragmático de la duplicación sigue vivo.

La duplicación ha aumentado especialmente con las fórmulas de tratamiento del

español pero por encima de todo con el pronombre de tratamiento del español, formas

que son gramaticalmente 3.ª persona pero discursivamente 2.ª persona. Ello no ha de

extrañar, si recordamos las palabras de Silverstein (1986: 171): «the whole set of forms

referring to the hearer which we deal with under the rubric of ‘politeness’ indicate that

39 En la actualidad se habría llegado a un estado en el que la posición del clítico depende de la función del verbo: esto es, resulta general la posposición con imperativos y formas no finitas (infinitivos y gerundios, pero ya no participios pasados, al menos en la lengua hablada [Otero 1975], aunque lo registran los textos hasta el siglo XX [González Ollé 1996]; en cambio, se antepone el clítico al verbo con las formas finitas y los otros modos verbales distintos al imperativo (Ramsden 1963: 132-133). En la Edad Media primaba la posposición tras verbo finito en inicio absoluto, en unión paractáctica o tras conjunción coordinada, nombre o pronombre objeto fuerte y tras nombre o pronombre sujeto de 3.ª persona; por otra parte, se prefería la anteposición con formas no finitas, y con formas finitas tras pronombre relativo, interrogativo, predicativo, adverbio negativo, frase adjetivo o adverbial y tras pronombre sujeto de 1.ª y 2.ª persona (Ramsden 1963). Sin embargo, Ramsden no trata la época que nos ocupa, como tampoco Wanner (1987).

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the ‘polite second person’ forms are the most highly marked ones if categorially

distinct.» En España, disertando sobre el leísmo de cortesía en el español canario,

Vázquez Rozas (1995: 169) comentaba de igual modo lo siguiente: «los pronombres

personales de segunda persona, se utilicen o no fórmulas de respeto, se consideran más

animados que los de tercera persona».

De ahí que las fórmulas de tratamiento, y en especial vuestra merced > usted, se

sitúen en lo alto de las jerarquías de topicalidad y animicidad, por lo que duplican más

que nombres propios, sustantivos humanos y animados, así como sustantivos

inanimados. Sin embargo, duplican menos que los pronombres personales en cuya

esfera se acaba de integrar usted. Ello se debe a que el resto de pronombres personales

se han usado desde el latín, frente al mismo usted, que arranca del siglo XV bajo la

forma de vuestra merced, de modo que lleva usándose para la segunda persona menos

tiempo que los otros pronombres personales, aunque tenga una importancia vital para el

sostenimiento de la deixis social que permea toda interacción comunicativa, de ahí su

gran topicalidad. Al fin y al cabo, dado que los pronombres de tratamiento de respeto

constituyen una forma de cortesía negativa (Brown y Levinson 1987), refuerzan el

deseo que tiene el interlocutor de sentir que sus actos no son impedidos, por lo que

subrayan la agentividad o libertad y capacidad de acción, factores principales de la

topicalidad.

La gramaticalización de usted en pronombre y el aumento de duplicación

espectacular con tal pronombre son simplemente dos manifestaciones paralelas del

mismo fenómeno: el uso casi insoslayable de la tercera persona gramatical para la

segunda persona discursiva en el español de la época, a la cual apenas se aludía en

estricta segunda persona gramatical.

Conclusión conjunta (leísmo-laísmo-loísmo, CDP, duplicación de clíticos)

A lo largo de la exposición hemos podido comprobar cómo los tres fenómenos

(CDP, alteraciones en los pronombres átonos de 3.ª persona y duplicación de clíticos) se

emplean para expresar la topicalidad de algunos constituyentes, ya sea natural

(propiedades semántico-referenciales) o posicional (anteposición: topicalización o

dislocación a la izquierda). En cambio, se ha perdido todo rastro de los futuros

analíticos, otra herramienta de la expresión de la topicalidad, que desaparece de los

textos literarios en la segunda mitad del siglo XVII (Girón Alconchel 2002: 107).

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El grado de gramaticalización o de desarrollo en la clina de topicalidad al que

han llegado los tres fenómenos estudiados resulta distinto. El CDP está gramaticalizado

para pronombres y fórmulas de tratamiento, y prácticamente para nombres propios,

apelativos y sustantivos comunes humanos definidos; además, llega a usarse con

sustantivos comunes animados (animales) e incluso inanimados. La duplicación de

clíticos sólo está gramaticalizada con los pronombres y está muy avanzada con usted,

pero resulta menos frecuente con nombres propios, y muy poco frecuente con

sustantivos comunes animados y escasísima con sustantivos comunes inanimados. En

cierta manera, CDP y duplicación de clíticos están principalmente asociados a la

expresión de la animación o animicidad; la duplicación parece suplir al CDP como

herramienta pragmática variable para señalar como animados a nombres propios y

sustantivos animados, en los cuales el CDP se gramaticaliza y pierde fuerza pragmática.

El leísmo y el laísmo, poco frecuentes en plural, se emplean especialmente para

señalar la individualidad, tanto con personas como sobre todo con cosas, donde CDP y

duplicación apenas llegan. El retroceso del laísmo en el español moderno con el que se

vincula la duplicación (Girón Alconchel 2002: 111), ya que los dativos femeninos

duplicados se construyen con le (Bizcarrondo 1993: 175), resulta conflictivo en

Sobrino, como ya hemos visto.

2. CONCLUSIÓN

El objetivo de reseñar los usos lingüísticos que han sido objeto de mi ponencia

es invitar a su estudio en el resto del siglo XVIII, tanto del lado de acá del Atlántico

como del de allá, pero no sólo en el XVIII, sino también en los siglos XIX y XX, para

poder hacer una conexión absoluta entre la lengua de ayer y la lengua de hoy, y no de la

lengua de ayer hasta mediados del siglo XVII y luego de repente la lengua de hoy, como

suele ser habitual.

En cuanto a tales variables lingüísticas, ciertamente queda poco por averiguar

acerca de -Vdes esdrújulos, pero sí acerca del paso de -tes > -teis. Con respecto al futuro

de subjuntivo, nos siguen faltando datos, sobre todo acerca del cómo, cuándo y por qué

de la especialización en futuro de subjuntivo en ciertas esferas discursivas. Respecto al

leísmo y la duplicación clítica, contamos con el libro de Marcos Marín (1978) sí, pero

éste deja muchas lagunas cronológicas (falta igualmente la transición del español

clásico al moderno), pero también genéricas (trabaja casi exclusivamente con textos

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literarios, sin aportar otro tipo de documentación para la época que nos ocupa).

Conviene abundar además en la interrelación entre CDP, leísmo-laísmo y loísmo con la

duplicación clítica de objeto (y fenómenos análogos como la posición del clítico

respecto al verbo), a ser posible dentro del marco de análisis propuesto, pues ¿cuántas

veces nos encontramos con que los datos proporcionados por otros estudiosos no nos

son totalmente útiles por no ser totalmente homologables?

Mi propuesta es, pues, una invitación al esfuerzo común y compartido por

ahondar en la historia del español con todas las implicaciones que su estudio pueda

aportar para la lengua de nuestros posiblemente más que posmodernos días.

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© GÓMEZ SEIBANE, Sara. 2004. «Uso de los clíticos de tercera persona en la lengua de guipuzcoanos emigrados a Indias en el siglo XVIII». Res Diachronicae Virtual 3: Estudios sobre el siglo XVIII. Número monográfico coord. por Mara Fuertes Gutiérrez, M.ª José García Folgado y José Luis Ramírez Luengo. 39-51.

USO DE LOS PRONOMBRES ÁTONOS DE TERCERA PERSONA EN GUIPUZCOANOS EMIGRADOS A INDIAS EN EL SIGLO XVIII*

SARA GÓMEZ SEIBANE Universidad de Deusto

1. La variación en el uso de los pronombres átonos de tercera persona es uno de

los problemas de la sintaxis histórica más estudiados. Prueba de ello son los numerosos

trabajos dedicados al origen de los fenómenos de leísmo, laísmo y loísmo,1 su desarrollo

histórico2 y su empleo en el español actual, hispanoamericano y peninsular.3 En este

marco, sin embargo, por todos es sabido que son muy pocos los análisis lingüísticos

llevados a cabo sobre el sistema pronominal átono en el siglo XVIII,4 «necesario hilo

cohesor entre la lengua clásica y la moderna» en palabras de Buesa Oliver (1991: 29).

Si bien es verdad que, en general, el siglo XVIII está necesitado de nuevos trabajos y, en

particular, el paradigma pronominal requiere nuevos análisis, todo queda por hacer en lo

que al empleo de los clíticos en el área vasca se refiere,5 no sólo en el siglo XVIII, sino

desde época medieval hasta el siglo XIX como ya señaló Isasi (2002), pese a constituir el

* Este trabajo ha sido posible gracias a la ayuda de una Beca Predoctoral de Formación de Investigadores concedida por el Gobierno Vasco. 1 Sin ánimo de ser exhaustivos pueden citarse las fundamentales aportaciones de Cuervo (1895), Fernández Ramírez (1951), Lapesa (1968), García (1975), García González (1978, 1979 y 1981), Klein-Andreu (1981 y 2000) y Fernández-Ordóñez (1994 y 1999). 2 Entre otros, véanse los trabajos de Keniston (1937), Lapesa (1968), Marcos Marín (1978), Echenique (1981 y 1987), Riiho (1988), López Bobo (1990 y 1991) y Eberenz (2000). 3 Dado que la lista sería muy extensa, citaremos sólo los ocupados del paradigma pronominal átono en el español hablado en el área vasca: Echaide (1968), Zárate (1976), Echenique (1986), Urrutia (1988 y 1995), Korkostegui (1992), Urrutia y Fernández (1995), Landa (1993 y 1995). Para una revisión completa del estado de la cuestión de los clíticos en este ámbito, Fernández-Ordóñez (1999). 4 De hecho, sólo contamos para este siglo con el análisis de Marcos Marín (1978) basado en tres autores y los trabajos de Román (1992) y Brown (1990) para algunas zonas de América. 5 Frago (1999) perfila el sistema de clíticos usado por vasco-navarros en el siglo XVI en las cartas que enviaron desde América.

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empleo de dicho paradigma una de las peculiaridades propias del español hodierno en

esta zona.

Efectivamente, la historia lingüística del ámbito vasco está aún por estudiar; en

los últimos años, los trabajos de Isasi y su grupo6 sobre aspectos del romance vizcaíno

en época tardomedieval están llenando el “espacio en blanco” señalado por Echenique

(1986) en los estudios de dialectología e historia de la lengua. Sin embargo, en lo que

respecta al romance alavés y guipuzcoano la situación continúa siendo de vacío total,

pues, hasta el momento, contamos, para el primero, con un trabajo (Santiago Lacuesta

1977) y, para el segundo, con tres de cronología medieval y postmedieval (Álvarez

1992 y 1993 y Osés 1993) y una primera aproximación al español de Guipúzcoa en el

siglo XVIII, necesitada de nuevos y más profundos estudios (Gómez Seibane y Ramírez

Luengo, en prensa).

Por ello, resulta necesario iniciar este análisis no sólo para que sirva de referente

comparativo a trabajos posteriores, sino también para entender, si no el origen, al menos

el estado de uno de los rasgos distintivos del castellano hablado por labios vascos. En

esa línea, nuestro propósito es analizar el uso de los clíticos de tercera persona en unas

cartas escritas en el siglo XVIII por emigrados a Indias procedentes de Guipúzcoa. Se

trata de 43 cartas originales escritas desde 1701 a 1764, la mayor parte de ellas de

carácter personal (38) dirigidas a familiares y amigos y las restantes ocupadas de

cuestiones financieras.7

2. Las hipótesis sobre el origen del leísmo, laísmo, loísmo pueden agruparse

esencialmente en tres bloques. En primer lugar, R. J. Cuervo (1895) y con matizaciones

posteriores Fernández Ramírez (1951) y Lapesa (1968) explicaban estos fenómenos

como resultado de dos tendencias lingüísticas opuestas pero de actuación conjunta. La

primera consiste en la superposición del género gramatical, existente en otras clases de

pronombres (este / ese, esta / esa, esto / eso), a los casos en las formas átonas de tercera

persona. Sin embargo, el sistema resultante de esta tendencia formal no acabó de

asentarse, tal y como demuestra la oposición de los hablantes al leísmo de cosa (de

menor frecuencia que el de persona), al laísmo (de intensidad menor que el leísmo) y al

escaso empleo de lo / los para el dativo neutro. Y es que la distinción de entes animados

6 Isasi (1993, 1994, 1995a, 1995b, 1997a, 1998a, 1998b, 2000 y 2002), Gómez Seibane (2002), Ramírez Luengo (2001a, 2001b, 2002 y 2004) y Romero Andonegui (2002 y 2003). 7 Estas cartas están recogidas en Usúnariz (1992).

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de objetos inanimados es la tendencia semántica opuesta a la anterior (otra de las causas

del leísmo –ayudada por la igualación formal del OI y OD personal–, pero no del laísmo,

ni del loísmo). A estas causas formales (distinción genérica) y semánticas (distinción

del rasgo animado), Lapesa y Marcos Marín (1978) suman una tercera causa funcional,

basada en la propagación del dativo de un grupo considerable de verbos a otros,8 hasta

invadir el área del OD personal.

Una segunda perspectiva para el leísmo es la que propone García (1975), que

explica estos usos pronominales en función del contenido que el hablante quiere

transmitir y no como reglas gramaticales impuestas. Así, relacionó el leísmo con la

naturaleza participativa del sujeto y objeto de forma que si el objeto es ‘activo’ –

animado, que desempeña una actividad real, masculino, referido a una 2.ª persona en

señal de respeto o cortesía– su participación en la acción se aproxima a la del sujeto y la

referencia podrá realizarse mediante le.9

En último lugar, la dialectología y la sociolingüística han puesto de relieve la

importancia de la naturaleza del referente, sobre todo en su rasgo +contable.

Efectivamente, García González (1978, 1981 y 1989), Fernández-Ordóñez (1994 y

1999) y Klein-Andreu (1981 y 2000) han comprobado que el rasgo de continuidad de

los referentes en una amplia zona peninsular –Asturias, Cantabria,10 Burgos, Palencia,

norte de Valladolid, occidente de Vizcaya y Álava, oriente de León– exige en la

correferencia el clítico lo. No obstante, la elección del pronombre está sujeta en gran

medida a factores sociales.

2.1. Sea por las causas que fuera, el panorama esbozado por Marcos Marín

(1978) para la lengua peninsular del siglo XVIII está formado por dos sistemas en pugna,

uno intentando sostener un esquema genérico le-la-lo paralelo al de los demostrativos y

otro vacilante entre ese sistema genérico y el funcional, es decir, un sistema similar al

8 Según los citados autores, ciertas estructuras verbales del latín –como es el caso de verbos que en latín regían o podían regir dativo, casos de doble acusativo latino, construcciones con OD y complemento predicativo referido al anterior y construcciones de oraciones con infinitivo dependientes de un verbo principal– intervinieron, si no en el origen, al menos en la propagación del leísmo. 9 Si bien su hipótesis no es válida para explicar las confusiones pronominales castellanas (Monge 1983 y García 1986 y 1992), para el leísmo en zonas de uso pronominal etimológico constituye el corpus de datos más completo y la comprobación estadística de que los objetos referidos por le son mayoritariamente animados y los referidos por lo/la son -animados. 10 Testimonios de la distinción morfológica del rasgo de continuidad en documentación medieval centro-asturiana –sin ser muy numerosos– han sido registrados por Alarcos Llorach (1962), García Arias (1991 y 1995) y Viejo Fernández (1993). Asimismo, dicho fenómeno aparece en un documento del siglo XVI en el oriente cántabro (Gómez Seibane, 2003).

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del siglo XVII, dominado casi totalmente en singular por el leísmo de persona masculino

y con incursiones importantes en el de cosa, laísmo abundante y loísmo escaso, mientras

que en plural la etimología se mantiene.

No obstante, es posible que esta situación no sea la de los territorios en contacto

con lenguas no-indoeuropeas carentes de la categoría gramatical de género y cuya

expresión de las de número y caso son distintas a las del español. En este sentido,

Fernández-Ordóñez afirma que este contacto lingüístico genera modificaciones

similares en el uso pronominal que no sólo afectan a los bilingües con escaso dominio

del español, sino que estos rasgos han penetrado en la norma estándar regional y son

empleados por hablantes de nivel socio-cultural medio y alto, tanto bilingües como

monolingües en español de varias o muchas generaciones (1999: 1341).

Así, el paradigma pronominal estándar de tercera persona utilizado en el registro

oral del País Vasco se caracteriza por un leísmo generalizado para objetos animados

(masculinos y femeninos) en singular y plural, una tendencia a la duplicación de le/les

como OI u OD animado y a la elisión de los clíticos de OD inanimado en función de la

espontaneidad o formalidad del discurso y sus características semánticas y contextuales

(Urrutia 2002).11 Tal empleo se ha explicado como consecuencia de la dificultad de los

bilingües iniciales para dominar el género en español, categoría inexistente en euskera,12

aunque, como apunta Urrutia (2002: 438), no hay que olvidar que en la extensión de la

oposición animado/inanimado13 –que los bilingües iniciales llevan hasta sus últimas

consecuencias, le para animados y lo/la para inanimados– podría actuar como factor

coadyuvante la distinción entre formas referidas a seres animados y seres inanimados

que, en algunos aspectos, ofrece la gramática del euskera.14

11 Fernández-Ordóñez (1994) apunta que este sistema varía ligeramente en los monolingües en español del País Vasco porque, pese a seguir utilizando le/les como clítico de dativo y acusativo para objetos animados, lo(s)/la(s) son los pronombres empleados para referir ODs inanimados. No hay que olvidar, no obstante, que, junto a este uso predominante, conviven otras variantes con diversos grados de aceptabilidad. 12 Echaide (1968), Echenique (1986 y 1997), Korkostegui (1992), Urrutia (1998, 1995 y 2002), Fernández-Ordóñez (1994 y 1999), Landa (1995). 13 Distinción que funciona en la sintaxis española tanto en el uso general de la preposición a ante OD –preposición que, en principio era necesaria ante pronombre tónico, común con nombres propios y potestativo con nombres comunes y, desde aquí, se generalizó ante todo OD de persona individuada-, como en el fenómeno del leísmo. Sin embargo, la distinción personal/no-personal no opera de la misma forma en ambas, ya que, según Lapesa (2000: 51), el leísmo se inició más tarde y suponía mayores perturbaciones en el sistema de los pronombres átonos. 14 Urrutia (2002: 438) presenta los siguientes ejemplos: mendiraino [-animado]: “hasta el monte” semearenganaino [+animado]: “hasta el hijo” honetara [-animado]: “a éste” honengana [+animado]: “a éste”

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Sin embargo, los datos históricos que hasta el momento tenemos presentan una

situación que difiere mucho de la hasta aquí expuesta. En efecto, Frago (1999: 129)

caracteriza como etimológico el sistema pronominal átono de los vasco-navarros

emigrados a Indias en el siglo XVI, a excepción de un religioso bilbaíno. No obstante,

señala que prevalece el leísmo en las solicitudes al Consejo de Indias, aunque apunta

que estas instancias fueron escritas por amanuenses públicos y sólo algunas están

firmadas por los interesados.

Lógicamente y dado que el contacto vasco-castellano es muy antiguo, cabe

suponer que el leísmo en el País Vasco tiene raíces diacrónicas profundas. Ahora bien,

hay que tener presente que los datos a partir de los que se ha caracterizado el sistema

pronominal en el siglo XX proceden del registro oral, por lo que la ausencia del

fenómeno en la lengua escrita de épocas anteriores no puede llevarnos a negar su

existencia. Queda, por tanto, plantearse la cuestión de la incidencia de la valoración

social del leísmo, pues, como bien dice Fernández-Ordóñez (1999: 1322), los estudios

sociolingüísticos actuales han puesto de relieve la necesidad de diferenciar el registro

culto, siempre próximo al sistema etimológico, del habla popular, que reproduce el

sistema autóctono de la zona.

Por todo lo anterior, es necesario tener en cuenta el origen de los autores de los

textos y, en la medida de lo posible, la situación social y el conocimiento y contacto con

el euskera. Desafortunadamente, ignoramos gran parte de las circunstancias personales

de los remitentes de las cartas, pero conocemos su lugar de origen, su relación con el/la

destinatario/a y de la mayor parte de ellos tenemos noticia de sus profesiones, que van

desde mozo a cirujano, pasando por comerciante, piloto, marino o religioso.15 Además,

de 6 de los 13 sabemos que la correspondencia fue escrita en un periodo de tiempo que

oscila entre el mismo año de la partida y los dos siguientes. Ahora bien, circunstancias

como la zona geográfica de origen, la época y algunos elementos de tipo lingüístico –

entre otros, sintaxis desordenada ¿Qué te se daua a ti el decir las que recibías cartas

mías?, Ese se quedó a bordo después de saltado todos a tierra nosotros, El niño

animoso es, apelativos afectivos como Chiqui o los diminutivos Cathalincho o

Manuelacho nerea–16 apoyan la idea de que estos emigrados tuvieran ciertos

conocimientos de la lengua vasca, en un grado de bilingüismo difícil de precisar.

15 Se desconocen las ocupaciones de 3 de los 13 emigrados. 16 Véanse estos ejemplos en Usúnariz (1992: 147, 301, 410, 139, 95 y 356).

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2.2. Veamos, pues, el tipo de sistema pronominal aparecido en la

correspondencia. De estas cartas se desprende, en primer lugar, la presencia de leísmo

singular, tanto masculino como femenino, en la esfera personal. Por un lado, el uso de le

como OD masculino singular se registra en el 36,3% de los casos.

«por lo que le estimaría y le veneraría, y en mis cortas oraziones no dejaré

de pedir a Nuestro Señor por su alma» (83); «Ai honbres que que dicen que vivió [el

capitán] en todo conbate y que le mataron los ingleses» (301); «Vino un padre, como le

ofrecieron, a llevarle» (410).

Por otro lado, los ODs femeninos singulares aparecen referidos por le en un

porcentaje del 43,75%.

«Dios le tenga en su santa gloria» (92); «no quiero que sepa naide nuestra

amistad y el mucho que le quiero» (93); «Quien le quisiere ber» (139); «Quien más le

quisiere ver que escriuir» (140); «Y con esto no le canzo [sic] más» (344); «Su esposo

que de corazón le estima más que dezea berle» (344).17

Con todo, a estos datos hay que añadirles los casos de leísmo masculino y

femenino registrados en las fórmulas iniciales de cortesía y despedida,18 quizás

aprendidas de memoria con confusión leísta incluida, lo que supondría que,

17 Fernández-Ordóñez (1999: 1340-1341) señala que en la actualidad en zonas que distinguen el caso existe una tendencia al empleo de le referido al oyente en el tratamiento de respeto con usted. Este ‘leísmo de cortesía’ (Lorenzo Ramos 1981) se ha explicado como un mecanismo para desambiguar la tercera persona y marcar la mayor relevancia comunicativa del oyente frente a una tercera persona que no participa en la conversación. En los ejemplos expuestos de leísmo masculino no cabe esta interpretación, porque el pronombre le se refiere a una tercera persona. Sin embargo, en el caso del leísmo femenino, los testimonios coinciden con el tratamiento de v.m. No obstante, no creemos, en principio, que se trate de ‘leísmo de cortesía’ porque no estamos en un área distinguidora de caso y, al parecer, este fenómeno afecta mucho más al usted masculino que al femenino –Uruburu (1993: 159) registra en el habla de Córdoba el 70% de casos para el masculino y el 10% para el femenino–. Este uso pronominal, sin embargo, es un fenómeno al que no se le ha concedido excesiva atención y del que nada sabemos en diacronía. 18 Ramírez Luengo (2004) ha dado un definición de fórmula fija o construcción formulaica: «estructuras de significado fijo sin variación en sus formantes funcionales (o bien con variación sinonímica) que se repite de forma sistemática en una parte específica de una tipología textual específica a lo largo de un lapso temporal más o menos amplio». En esta correspondencia suele aparecer en el primer párrafo el deseo de que la carta le alle con la (caual) salud (cinco ejemplos con referente personal femenino en el periodo analizado) y, como despedida, el anhelo de que Dios le guarde (a v.m.) muchos años (dos ejemplos para referente personal masculino y ocho para femenino).

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probablemente, en esta zona el leísmo personal sería también dominante para ambos

géneros, por lo menos, durante el siglo XVII.

Pocas son las ocasiones que ofrecen las cartas para la aparición de los

pronombres átonos en plural. Tan sólo se han registrado 3 casos de ODs con referente

personal masculino plural, todos ellos referidos por los. Por tanto, es de destacar la

ausencia de leísmo en plural, puesto que los verbos servir y ayudar han quedado al

margen del cómputo, ya que en latín se construían con dativo o con acusativo (Lapesa

1968).19 No obstante, hay que notar que siempre aparecen con le/les con referentes

masculinos y femeninos.

En segundo lugar, son varios los casos de leísmo antietimológico, masculino y

femenino, que no resulta anómalo, procedente de las construcciones latinas con OD y

complemento predicativo (CP) referido al anterior, que desde los siglos XIII y XIV

sustituyen el acusativo pronominal por un dativo: «Dejole a v.m. mal comunicado»

(83); «creo que me tendrá presente como yo le tengo a v.m.» (91); «le tengo siempre a

v.m. presente» (92); «le tengo a v.m. presente» (94); «Viéndole resuelto» (410).

Por el contrario, también hay casos en los que se mantiene el pronombre acusativo en la

citada construcción, lo que según Marcos Marín constituyen casos de laísmo y loísmo

etimológico aparentemente anómalo.

«porque no diga que no la tenia presente porque hubiera considerado que

estando ausente no la hubiera tenido presente» (139); «Dios quiera hacerla una santa»

(359); «Dios quiera hacerlo suio» (366); «no ay forma de tenerlo sugeto» (371); «y en

tantos años tenerlo entretenido» (372).

En tercer lugar, hay que apuntar un caso de leísmo en el ámbito de lo inanimado:

«‘En llegando a querer la más firme es la muger’, adagio es que por teatrista está

corrupto, pero tú has querido desmentirle con siniestras operaciones» (356). No

19 Al hilo de la necesidad de entender la evolución sintáctica en conexión con otros fenómenos concomitantes, Lapesa (2000: 56-57) señala que, entre otros verbos con doble posibilidad de rección, dativa o acusativa, ayudar y servir pueden ponerse en voz pasiva, lo que obliga a abordar el problema de la transitividad o intransitividad de los verbos españoles, con sus alteraciones a lo largo del tiempo y su distinta capacidad de conversión en pasiva. Por su parte, Fernández-Ordóñez (1999: 1328 y 1330) niega la existencia de leísmo en ambos casos porque, por un lado, servir puede omitir el OD en las construcciones ditransitivas, de forma que el mismo verbo puede acompañarse de dativo o acusativo en referencia a un objeto +animado y, por otro, ayudar es un verbo cuyo régimen ha sido reinterpretado, pues de ser transitivo –pero con régimen habitual en español medieval en dativo– tanto desde antiguo como desde época más reciente está utilizando, de nuevo, pronombres en acusativo.

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obstante, dado que únicamente se registra este caso –en un remitente del que sólo

tenemos una carta–, cabe pensar que se trate de un uso no extendido, porque en la

totalidad de la correspondencia siempre se refiere a los objetos –recado, apellido, vino,

fanega, carta, salud– con lo(s)/la(s). Hay que notar, sin embargo, algunos problemas de

concordancia con objetos femeninos, cuya interpretación más obvia podría ser el

descuido:

«Y no sé si alcansarán a este navío las últimas [noticias o cartas] que

escribí este año por el mes de septiembre, y dado caso que éste no los lleve, alcansarán

sin duda el abiso que llegó a dicho puerto por octubre. Celebre el que Dios los lleve con

vien por el consuelo» (370); «que en diciendo una cosa no lo auía de exegutar» (142-

43); «con perfecta salud en compañía de todos los paisanos, la qual yo te lo desseo»

(140-41); «la raçon te lo didé porque» (145); «y que coxa una de las casas y luego lo

redusga a direno (sic)» (362).

En el primer caso, la concordancia no parece que se establezca con el sustantivo

referente, sino con el término ‘despachos’, anteriormente aparecido («en ella embarcaría

un despacho que hize el año pasado»). En el segundo, el autor de la carta podría

concordar el clítico lo no con ‘cosa’, sino con ‘lo dicho’. Con todo, Posner (1985)

señala que la concordancia de género suele ser menos regular en pronombres que en

adjetivos, porque, por un lado, en la concordancia pronominal prevalece en ocasiones el

sexo sobre el género gramatical y, por otro, se tiende a preferir el ‘neutro’ lo en la

referencia a objetos inanimados.20

2.3. Otras características del sistema pronominal en el País Vasco son, como ya

hemos mencionado en el 2.1., las tendencias a la duplicación de le/les como OI y OD

animados y a la elisión de los pronombres con referente inanimados. Aunque ambas

tendencias no constituyen el objeto del presente trabajo, apuntaremos un par de

cuestiones sobre esto.

20 Los cuatro últimos ejemplos coinciden con el empleo de lo en correferencia con un OD, sea o no masculino, en gran parte de América (Campos 1999) y, al parecer, muy extendido por las capas sociales populares y medias, al menos en el español paraguayo y en la zona guaranítica argentina (Frago y Franco 2001): Tú lo tienes la dirección (Bolivia), Se lo llevó una caja (Perú), Lo arreglé la casita (México). También Lipski (1994) comenta estas construcciones con lo invariable y redundante en hablas mexicanas en contacto con el náhuatl y con el maya.

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Por un lado, la duplicación de le/les como OI se ve favorecida por la anteposición

–que tiene un índice del 62,5% frente a la posposición, 28,8%–21 y por el hecho de que

el OI sea un pronombre. En efecto, en la anteposición, cuando el referente del OI es un

pronombre, la duplicación es del 83,3%, mientras que si el referente es un sustantivo

determinado o propio, tal fenómeno se produce en el 50% de los casos.22 La

correferencia de OD personales, en cambio, es significativamente inferior: antepuestos

se duplican en el 33,3% de los casos –en realidad, se duplica 1 de los 3 OD nominales

masculinos– y pospuestos, el 9% –de 11 referente nominales masculinos y femeninos,

sólo se duplica 1–.

Por otro lado, los OD -animados son los que presentan una frecuencia menor de

correferencia, pues la de la anteposición es del 18,1% y la de la posposición, del 1,7%.

Por añadidura, sin haber realizado una búsqueda exhaustiva, hemos registrado varios

ejemplos de objetos nulos.23

«No le creo, aunque v.m. me Ø dice en la suya» (73); «Lo que se reziuiere

de estas cantidades, quando se ponga en Segouia corriente la entrega de lo poco que a

quedado de la plata escapada, daré prouidencia para remitir Ø a ese país» (84); «v.m. no

envíe dentro de las cartas de la que bino esta porque el tal suxeto le Ø dio a mi sr. amo y

me Ø entregó dicho señor mi amo» (92); «Estoi noticiado cómo se murieron madre de

v.ms. Ø Siento mucho y muchas memorias particular para su mersé» (400); «Al

presente tenemos despachado una real provición para que se embarguen de los bienes

[...] hasta la cantidad de 6 mil pesos. Como Ø hallemos estamos bien, si no havremos

ocurrir a Cádiz, lo peor del casso» (410).24

Tal y como se ha descrito en el castellano del País Vasco, la omisión del clítico

de OD se produce en construcciones ditransitivas (testimonios 73, 84, 92), así como

cuando el antecedente de la categoría vacía es una oración o frase verbal (73, 84), un

21 Sáez Rivera (2003) registra en los Diálogos nuevos en español y francés de Sobrino una frecuencia de duplicación del OI pospuesto similar, 25,65%. 22 En la posposición, sin embargo, no resulta significativo, pues si se trata de un OI nominal, la duplicación es del 39,1% frente al 23,5% si se trata de un OI pronominal. Así, coinciden en parte nuestros datos con lo establecido por Rini (1992: 129) para finales del siglo XVII, pues considera que la duplicación sería categórica para el pronombre tónico preverbal (en nuestro caso, 83,3%) o posverbal (23,5%) y para el SN preverbal (50%). 23 El objeto nulo se define como la categoría vacía que funciona como OD (Landa 1993). 24 Usúnariz (1992: 410) añade el clítico de OD [los] para la mejor comprensión del texto.

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Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

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objeto tematizado (84) o una información conocida (92, 400, 410). Es decir, en

contextos donde no hay duda del carácter inanimado del objeto.25

Por lo tanto, tal y como ocurre en el registro oral del español del País Vasco

(Urrutia 2002), la duplicación de objetos se ve favorecida por la presencia de referentes

pronominales, animados y antepuestos con función de OI.

3. Lo que, en general, se extrae de las 43 cartas que hasta ahora hemos visto nos

lleva a concluir la presencia de leísmo para objetos animados singulares, tanto

femeninos como masculinos, la casi ausencia de leísmo con objetos inanimados –

contamos con un único testimonio– y un equilibrio entre el mantenimiento etimológico

y la sustitución del acusativo por dativo en las construcciones de OD + CP heredadas del

latín.

No obstante, resulta necesario matizar estas conclusiones ya que, en autores con

corpus suficiente de cartas, se observa el empleo de distintos sistemas pronominales.

Así, en el caso de un religioso de Fuenterrabía, cuya buena situación social y económica

se deduce de su correspondencia –es hermano de la mujer del marqués de Tojo,

preceptor de su hijo a la muerte de ésta y que envía frecuentemente importantes sumas

de dinero para la creación de una iglesia en su pueblo natal–, se advierte un uso

etimológico del sistema de clíticos –la totalidad de los ODs animados femeninos

referidos por la están extraídos de sus cartas, así como la mayor parte de los masculinos

por lo(s)–, incluso en la construcción OD + CP.

Por el contrario, en la correspondencia de tres comerciantes el sistema de clíticos

es exclusivamente leísta para objetos animados masculinos y femeninos singulares.

Un sistema intermedio es el que presenta un piloto mayor, pues vacila entre el

uso etimológico y el leísmo femenino singular con el verbo ver –emplea lo para OD

animado singular masculino y le para femenino-, es leísta masculino y femenino

singular en fórmulas y mantiene la construcción OD +CP.26

En definitiva y desde la provisionalidad de una primera aproximación al sistema

pronominal átono de tercera persona en Guipúzcoa, cabe señalar la presencia de leísmo

25 Éstos son, entre otros, los contextos que favorecen la omisión del clítico. No obstante, algunos objetos nulos tienen antecedentes de rasgo animado. Para un análisis detallado, véase Landa (1993 y 2000) y el resumen de Fernández-Ordóñez (1999: 1349-1355). 26 En cuanto al tiempo transcurrido desde su partida hasta la redacción de las cartas, hay que decir que, en el caso del religioso no lo sabemos, pero su correspondencia se fecha entre 1757 y 1763; dos de los comerciantes escriben en el mismo año y al año siguiente de su partida y del tercero nada sabemos; por último, el piloto mayor escribe las cartas en el mismo año de su marcha.

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en objetos animados singulares masculinos y femeninos en la correspondencia del siglo

XVIII. Ahora bien, este fenómeno no se registra en todas las cartas, sino que convive con

el sistema pronominal etimológico presentado por el remitente de mayor rango social y

muy probablemente cultural. De ahí que quizá en el siglo XVIII el leísmo masculino y

femenino fuera un marcador social y cultural,27 al menos en lo escrito, usado en

proporción inversa al estatus social, pues no hay que olvidar que, en el habla actual del

País Vasco, el nivel sociocultural bajo favorece este uso (Urrutia 2002: 440).

Con todo, hay que insistir en la necesidad de nuevos trabajos que permitan

verificar esta primera hipótesis.

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27 El estudio de la correlación entre ciertos usos y determinados grupos sociales se ha abordado para otros fenómenos lingüísticos como, entre otros, el dequeísmo, la -s en la 2.ª persona singular del pretérito indefinido, o el uso del condicional en la prótasis.

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© SEVCIK, Amy. 2004. «El instruido en la corte y aventuras del estremeño (1789): fuente para el estudio del habla extremeña en el siglo XVIII». Res Diachronicae Virtual 3: Estudios sobre el siglo XVIII. Número monográfico coord. por Mara Fuertes Gutiérrez, M.ª José García Folgado y José Luis Ramírez Luengo. 53-65.

EL INSTRUIDO EN LA CORTE Y AVENTURAS DEL ESTREMEÑO (1789): FUENTE PARA EL ESTUDIO DEL HABLA EXTREMEÑA EN EL SIGLO XVIII

AMY SEVCIK Universitat de València

INTRODUCCIÓN

El Instruido en la corte y aventuras del estremeño es una novela poca conocida

del siglo XVIII. Se editó en la imprenta de Joseph Doblado en 1789 y su autora, Clara

Jara de Soto, es la única mujer que publicó una novela original en España durante el

siglo XVIII.

El texto relata la llegada de un extremeño, el Diputado Juan Vegas, vecino del

pueblo de Aljuzen, a la corte de Madrid donde se le ha encomendado resolver varios

asuntos para su pueblo. En Madrid conoce al Instruido, el Licenciado Alonso García

Adnar, natural de la ciudad andaluza de Antas. Este personaje acompañará al extremeño

durante ocho días, instruyéndole en las costumbres de la corte. La narración en tercera

persona incluye amplios pasajes de diálogo directo e indirecto. Y es justo en los

parlamentos entre los dos personajes principales donde emergen los contrastes más

notables entre la lengua culta de los habitantes de la capital y la lengua rústica de la

gente procedente de las provincias. Jara de Soto destaca la preocupación setecentista por

el lenguaje poniendo en boca del extremeño los coloquialismos de su patria mientras

que el personaje andaluz, el Instruido, no mantiene las características de su habla nativa

sino que adopta el lenguaje culto de la capital.

En este trabajo se pretende señalar los numerosos ejemplos del habla coloquial

extremeña encontrados en El Instruido en la corte y aventuras del estremeño y se

sugiere que la lectura detallada de dicha obra puede aportar datos concretos a la hora de

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Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

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estudiar la historia del habla extremeña en el siglo XVIII y la conocida preocupación por

la lengua durante dicho siglo.

Antes de centrarnos en el estudio de los elementos lingüísticos de la novela

conviene repasar los datos biográficos de Clara Jara de Soto y el conjunto de su obra

literaria.

1. DATOS BIOGRÁFICOS DE CLARA JARA DE SOTO Y DE SU OBRA LITERARIA

A pesar de las numerosas indagaciones que se han realizado, los datos

biográficos disponibles sobre Clara Jara de Soto son extremadamente escasos. Lo único

que se puede afirmar es que en los documentos del expediente de censura de su segunda

obra Tertulias murcianas y segunda parte del instruido en la corte y aventuras del

extremeño Jara de Soto figura como vecina de la corte de Madrid.1 Manuel Serrano y

Sanz señaló la posibilidad de que su lugar de nacimiento fuera Murcia, que estuviera

casada con un Sr. Soto y que fuera hermana o pariente de D. Patricio Jara pero estos son

indicaciones que no se han podido comprobar (1975[1903-1905]).

Afortunadamente más se sabe de las dos obras en prosa narrativa y las tres

letrillas que componen el conjunto de las obras literarias de Jara de Soto. Los datos

encontrados abarcan cinco años, desde 1789 hasta 1794.

Como se anuncia al final de El Instruido en la corte y aventuras del estremeño,

Jara de Soto intentó publicar una segunda parte de su novela en 1790. Se titulaba

Tertulias murcianas y segunda parte del instruido en la corte y aventuras del extremeño

y según el expediente de censura no se aprobó la licencia de impresión del Consejo de

Castilla porque el texto no era ni útil ni necesario.2 Aunque se autorizó la devolución

1 Los documentos del expediente de censura se encuentran en el Archivo Histórico Nacional, legajo n.º 31 que forma parte del legajo n.º 5556-1 (contiene seis folios) y la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, legajo n.º 13 (contiene cinco folios). 2 El dictamen final de Antonio Capmany corresponde al folio tercero de los documentos procedentes del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Archivo Histórico Nacional, Sección Consejos, Legajo 5556-1, Exped. 31. Dice así: «[…] Certifico, que en una de las Juntas celebradas por la expresada Academia, el individuo de ella a quien se cometió el examen de la obra titulada Las tertulias murcianas, etc., leyó el juicio de su contenido ha formado; y expresa ser unas novelas en que se propone su autora las de D.ª María de Zayas por modelo: y que con menos corrección en el estilo, ni felicidad en la invención, tienen todos los defectos de aquellas: sin un fin moral conocido, sin episodios que instruyan o interesen, sin variedad que divierta. Entre ellas está comprendida una comedia, que sin observar una tan sola de las reglas teatrales, tiene todos los defectos de falta de verosimilitud, de frialdad en el diálogo: que los caracteres, ni son verdaderos, ni están sostenidos: que la trama, ni está bien seguida, ni su desenlace es natural. Por cuyos méritos juzga que la obra será muy despreciada; pero que en lo demás no encuentra cosa alguna que impida la satisfacción de verla impresa. La Academia en vista del dictamen, acordó que el manuscrito no mude de estado por no ser útil ni necesario, devolviéndole al Consejo con certificación

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Amy SEVCIK: El instruido en la corte y aventuras del estremeño (1789)

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del manuscrito a la autora para que ella pudiera corregirla, no se han encontrado más

datos acerca del texto ni copia del manuscrito.

Lo que se conoce de la obra poética de Jara de Soto se compone de tres letrillas

publicadas en el Diario de Madrid: Nuestro Dios piadoso… (1790), Acostéme

anoche… (1790), y Todos con anhelo…(1793). Este último poema también se encuentra

publicado en el Semanario de Salamanca en 1794 bajo el seudónimo «El Amante de su

Patria». Los poemas de Jara de Soto están repletos de referencias bíblicas y alusiones a

la mitología griega, la historia romana y a las costumbres del Madrid de la época.

Además, la letrilla Acostéme anoche… demuestra claramente la frustración que debió de

sentir Jara de Soto después de recibir la negativa sobre la censura de su segunda obra

narrativa.

En resumen, hasta el momento se sabe que el conjunto de la obra literaria de

Clara Jara de Soto se compone de dos obras en prosa narrativa y tres letrillas. Aunque

parece ser que a partir de 1793, o en todo caso 1794, ya se pierde la pista de la escritora,

todavía existe la posibilidad de seguir rastreando más a fondo bibliotecas y archivos con

la esperanza de hallar datos adicionales sobre la biografía y la obra literaria de Clara

Jara de Soto.

2. EL HABLA EXTREMEÑA

Numerosos investigadores han destacado que la mezcla de leonesismos y rasgos

meridionales que ofrece el habla de Extremadura es debida a la reconquista y

repoblación de esta zona por leoneses y castellanos en los siglos XII y XIII. Bien se sabe

que dónde más ha predominando la influencia leonesa es en la zona noroccidental de

Cáceres mientras que los hablantes de la provincia de Badajoz se caracterizan más por

los fenómenos de las hablas meridionales (Zamora Vicente 1970[1966]; Ariza Viguera

1987; Lapesa 1995[1942]; Álvarez Martínez 1999[1996]). Esta mezcla de rasgos

lingüísticos se manifiesta en El Instruido en la corte y aventuras del estremeño donde se

registran vulgarismos comunes a muchas regiones de habla español, arcaísmos,

elementos que proceden del leonés o el castellano medieval y rasgos comunes al leonés

y las hablas meridionales.

de este acuerdo. En cuyo cumplimiento doy la presente en Madrid, a cuatro de mayo de mil setecientos noventa. Antonio de Capmany.»

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3. EJEMPLOS DEL HABLA EXTREMEÑA EN EL INSTRUIDO EN LA CORTE Y AVENTURAS DEL

ESTREMEÑO (1789)

3.1. Los vocalismos

En cuanto a los vocalismos característicos del habla extremeña que se registran

en el texto de Jara de Soto, aparecen dos que se consideran vulgarismos: la inestabilidad

de las vocales átonas y la reducción del diptongo ie en e. También se ha manifestado la

epéntesis de la semiconsonante [j], rasgo que se atribuye al leonés.

3.1.1. Vacilación de las vocales átonas

El fenómeno vocálico más destacable de la novela es la indecisión respecto a las

vocales átonas. Según Salvador Plans, «En el vocalismo átono se registra una enorme

vacilación, lo cual no es un fenómeno exclusivo de las hablas extremeñas, sino que se

trata de la coincidencia con vulgarismos y dialectalismos suficientemente extendidos

por otras zonas lingüísticas de habla hispana» (1987a: 13). Otros investigadores

coinciden con esta opinión (Martínez 1883; Izquierdo Hernández 1901; Zamora Vicente

1943; Lapesa 1995[1942]; Álvarez Martínez 1999[1996]). Algunos ejemplos de la

vacilación vocálica en El Instruido en la corte y aventuras del estremeño son los

siguientes: estuto por ‘astuto’ (46), nenguno por ‘ninguno’ (28, 46), fegura por ‘figura’

(37), rigular por ‘regular’ (30, 66), preyectos por ‘proyectos’ (28) o pusible por

‘posible’ (66). Sin lugar a duda, la inestabilidad vocálica más notable del texto es la de

la /e/ y la /i/.

3.1.2. Reducción del diptongo ie en e

La reducción de los diptongos es otro elemento de los vulgarismos vocálicos del

habla extremeña (Álvarez Martínez 1999[1996]). A finales del siglo XIX Matías R.

Martínez indicó que en los diptongos ei, ie, y oe se sacrifica la primera vocal en el

lenguaje vulgar extremeño (1883). Zamora Vicente encontró ejemplos de este fenómeno

en la poesía de José María Gabriel y Galán (1870-1905) (Viudas Camarasa 1987) y

registró la reducción del diptongo ie en la numeración rápida en la zona de Mérida

donde decían decisei ‘dieciseis’, decioso, ‘dieciocho’, decinueve ‘diecinueve’ (1943).

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En El Instruido en la corte y aventuras del estremeño se han encontrado dos casos

específicos de esta misma reducción cuando el extremeño pronuncia experencia por

‘experiencia’ (28) y cencia por ‘ciencia’ (34).

3.1.3. Epéntesis de la semiconsonante [j]

Mientras que Álvarez Martínez indica que la epéntesis de la semiconsonante [j]

en la terminación de algunas palabras es un ruralismo o vulgarismo (1999[1996]),

Zamora Vicente (1970[1966]) y Lapesa (1995[1942]) afirman que este rasgo del habla

extremeña procede del leonés. A menudo se destacan que las palabras matancia por

matanza, alabancia por alabanza y quicías por quizás son ejemplos de este fenómeno

(Zamora Vicente 1943 y 1970[1966]; Salvador Plans 1987a; Viudas Camarasa

1988[1980]; Lapesa 1995[1942]). El único caso de la epéntesis de la [j] al final de

palabra que se ha encontrado en El Instruido en la corte y aventuras del estremeño es en

la palabra hurnia por ‘urna’ (55). Es un término que aparece en los estudios del leonés

(Zamora Vicente 1970[1966]; Borrego Nieto 1999[1996]; Martínez Álvarez

1999[1996]) y que Zamora Vicente registró en la obra de Gabriel y Galán (Viudas

Camarasa 1987).

3.2. Los consonantismos

Entre los fenómenos consonánticos del texto se encuentran la neutralización,

metátesis y epéntesis de las líquidas, la conservación de las antiguas s, z sonoras y su

identificación con la /d/ fricativa, la aspiración de la /f-/ inicial latina, la reducción de

los grupos cultos, la pérdida de la /d/ intervocálica y el refuerzo del [w] con una /g/

previa.

3.2.1. Neutralización, metátesis y epéntesis de las líquidas

La neutralización de la oposición /l/ / /r/ destaca como fenómeno del habla

extremeña, así como rasgo del leonés y el meridional en general. En El Instruido en la

corte y aventuras del estremeño aparecen varios ejemplos del rotacismo, el cambio de la

/r/ por la /l/. La mayoría de veces ocurre en los grupos /bl-/, /gl-/, y /pl-/. Los ejemplos

del cambio en estos grupos consonánticos son: para el grupo /bl-/: branca por ‘blanca’

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(56) y puebro por ‘pueblo’ (28); para el grupo /gl-/: grotones por ‘glotones’ (30); y para

el grupo /pl-/: cumpriré por ‘cumpliré’ (66) y apropexía por ‘apoplejía’ (30),

apareciendo en esta última un ejemplo de la metátesis simple que comentaremos más

adelante.

En la novela de Jara de Soto sólo se ha encontrado un caso de rotacismo fuera de

los grupos de oclusiva más líquida. Aparece en la pronunciación repetida de alcarde por

‘alcalde’ (28, 35, 46). No ha aparecido ningún ejemplo del cambio /l/ por /r/ al final

absoluto de palabra, como por ejemplo peol por ‘peor’ o colol por ‘color’, ni la pérdida

absoluta de la /r/ en los infinitivos, rasgos del habla extremeña que han citado varios

estudiosos (Zamora Vicente 1943 y 1970[1966]; Viudas Camarasa 1988[1980]; Lapesa

1995[1942]; Álvarez Martínez 1999[1996]).

Mientras se han podido registrar numerosos ejemplos de rotacismo en el texto,

sólo se ha encontrado un caso de lambdacismo. Ocurre cuando el extremeño dice plimor

en vez de ‘primor’ (69). El predominio de la [r] en los casos de neutralización que se

han observado en El Instruido en la corte y aventuras del estremeño coincide con los

datos de varios estudios contemporáneos (Salvador Plans 1987a; Álvarez Martínez

1999[1996]) y sirve para localizar dicha tendencia en el siglo XVIII.

Al hablar de las peculiaridades del uso de las consonantes /l/ y /r/ en el texto

estudiado, conviene destacar varios casos de metátesis de la líquida vibrante. Son casos

de metátesis simple. El primer ejemplo se manifiesta en la palabra escramiento por

‘escarmiento’ (37). El segundo aparece en la palabra presona por ‘persona’ (67) donde

la /r/ se metatiza dentro de la primera sílaba para formar el grupo /pr-/. El tercero

ejemplo se localiza en la palabra probe por ‘pobre’ (48, 59), que aparece tanto en el

singular como en el plural. Aquí la /r/ se metatiza desde la última sílaba a la primera

para formar de nuevo el grupo /pr-/ inicial. El cuarto ejemplo de metátesis que se puede

encontrar en El Instruido en la corte y aventuras del estremeño se manifiesta en la

palabra amatroste por ‘armatoste’. Aquí es importante destacar que esta palabra la

emplea el narrador y no el extremeño. La metátesis también es de la /r/ y en este caso

pasa de la primera sílaba a la tercera y penúltima para formar el grupo /tr-/. El quinto y

último ejemplo de metátesis lo encontramos en la palabra apropexía por ‘apoplejía’

(30), donde el grupo /pl/ de la tercera sílaba se convierte en /pr/ en la segunda sílaba.

En relación con las consonantes /r/ y /l/ también se debe hacer constar que

existen casos de epéntesis de ambas letras en el texto estudiado. Se añade una /r/ a la

palabra ‘agente’ para decir argente, término que se repite cuatro veces: primero, en voz

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del narrador (34), luego, dos veces en boca del rústico (67, 68), y por último una vez en

la carta que recibe éste del consejo de su pueblo (68). No deja de resultar curioso que

Jara de Soto hace que el narrador emplea el mismo rasgo lingüístico que el personaje

rústico.

La epéntesis de la /l/ la encontramos en las palabras alvelia (46, 72), albilia (58)

y albur (39). En los tres ejemplos se refuerza la primera sílaba antes de la bilabial

fricativa. Las palabras alvelia y albilia quieren decir ‘habilidad’y presentan una

combinación de los rasgos del habla extremeña encontrados en el texto. Aparte de la

epéntesis de la /l/, aparece la pérdida de la /d/ intervocálica y final y en el caso de

alvelia, se manifiesta la inestabilidad de las vocales átonas. Se debe dejar constancia

aquí de que este término todavía se incluye hoy en día en al menos tres vocabularios

extremeños (González Gómez; Camisón; Nuestro vocabulario extremeño).

El uso de la palabra albur por ‘abur’ por parte del extremeño podría ser

simplemente otro caso de epéntesis para reforzar la primera sílaba pero también podría

ser un elemento de confusión entre la palabra abur y la palabra albur. La primera, abur,

es una interjección familiar de despedida, equivale a adiós. La segunda, albur, es el

nombre común que se da en Andalucia y Extremadura al mugil cephalus, un pez de río

muy parecido a la lisa.3 Siendo el personaje extremeño de un ambiente rural, no es

incomprensible que confunda abur con albur.

3.2.2. La conservación de las antiguas s, z sonoras y su identificación con la d fricativa

El rasgo arcaico de la conservación de las antiguas <-s->, <z> sonoras ha sido

ampliamente tratado por los investigadores como uno de los rasgos más conocidos

como propio del habla extremeña (Álvarez Martínez 1999[1996]). En algunos casos los

dos sonidos convergen en [ð]. Viudas Camarasa menciona, por ejemplo, la

pronunciación de adeiti por ‘aceite’ o cada por ‘casa’ (1988[1980]) y Lapesa destaca,

entre otros, los casos de roda por ‘rosa’ y bedo por ‘beso’ (1995[1942]). En El Instruido

3 Nicolás Valle, autor de Belsana, (<http://www.extremaura.com>) y natural del Acehuche (Cáceres), confirma el uso de la palabra albur: «Mi padre pescaba albures en el Tajo. Mi familia eran los barqueros de Acehúche. Estos peces subían desde el mar y los atrapaban en las pesqueras que se hacían con tal objeto. Allí les dicen o decían "arbul" o "albul". Ya han desaparecido por culpa del embalse de Alcántara. Tengo documentada esa palabra en 1677 en Acehúche. Se trata de una visita de la encomienda y dice "en la Aceña de la Escalerilla péscanse albures i orihuelas". No sé qué son las orihuelas.» (Correspondencia personal 02/12/2002).

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en la corte y aventuras del estremeño se deja constancia de esta identificación en el

siglo XVIII cuando el extremeño dice godó en vez de ‘gozó’ (28).

3.2.3. La pérdida de la /d/ intervocálica

La caída de la /d/ intervocálica es muy intensa en el habla extremeña (Lapesa

1995[1942]) y en el texto de Jara de Soto este es uno de los rasgos más notables de la

forma de hablar del personaje extremeño. Se han localizado más de treinta palabras

diferentes donde el extremeño deja de pronunciar esta consonante. Los casos más

numerosos son los de las desinencias –ado e –ido. Por ejemplo dao por ‘dado’ (46, 59)

y comprao por ‘comprado’ (46) o poío por ‘podido’ (28) y oío por oído (46). Aparte de

estos participios pasados, también se encuentra la caída de la /d/ intervocálica en

sustantivos como dua por ‘duda’(31, 46, 64) o moo por ‘modo’ (64, 67, 68) y to por

‘todo’ (68). Se registra igualmente en los infinitivos, poer por ‘poder’ (46) y ayuar por

‘ayudar’ (67), como en el imperfecto del indicativo de los verbos suceder, suceía (28),

poder, poía (55) y acomodar, acomoaba (58). El único ejemplo de la pérdida de la /b/

intervocálica es en la palabra caeza por ‘cabeza’ (64). Esta caída consonántica es mucho

menos frecuente en las hablas meridionales que la pérdida de la /d/ intervocálica aunque

curiosamente se cita precisamente como ejemplo en el habla murciana (Zamora Vicente

1970[1966]).

3.2.4. La reducción de los grupos cultos

Una de las preocupaciones lingüísticas que se resolvió en el siglo XVIII fue la

cuestión de los grupos de consonantes cultos. En algunos casos se impuso las formas

latinas pero también se admitían numerosas excepciones (Lapesa 1995[1942]). Aunque

a finales del siglo XIX la reducción de los grupos cultos /-gn-/, /-ct-/, /-st-/, /-pt-/, /-tp-/ y

/-pc-/ seguía presente en el habla extremeña vulgar (Martínez 1883), el único caso de

esta reducción que se encuentra en el texto es la pérdida de la /p/ delante de la /t/ en la

palabra acete por ‘acepte’ (67). El personaje extremeño mantiene todas las otras

instancias de grupos cultos en su parlamento: /-st-/ en instante (53, 72) y instruir (66) y

/-ct-/ en preyectos (28). El Instruido y el narrador emplean los grupos cultos sin

reducción ninguna. De nuevo, se puede apreciar cierta inconsistencia en el nivel

lingüístico del personaje rústico.

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3.2.5. La aspiración de la /f-/ inicial latina

Mientras que algunos investigadores han mantenido que el fenómeno de la

aspiración extremeña es un rasgo leonés, otros lo consideran un arcaísmo del castellano

(Salvador Plans 1987a). Zamora Vicente ha señalado que la aspiración de la /f-/ inicial

latina es un rasgo general en ambas provincias de Extremadura igual que la

identificación de la /j/ con la /h-/ procedente de la /f-/ inicial latina (1970[1966]). Muy

conocida es la frase siguiente que deja constancia de este rasgo lingüístico: «el que no

diga jumo, jigo, jiguera no es de mi tierra» (Zamora Vicente 1970[1966]). Pues bien, en

El Instruido en la corte y aventuras del estremeño aparecen dos casos donde la /j/

reemplaza la /f-/ inicial latina: jui por ‘fui’ (46, 67) y juncion por ‘función’ (67).

También aparecen instancias donde la autora reemplaza la <h> inicial con una <j> para

señalar la aspiración. El extremeño dice jermosa por ‘hermosa’ (31, 55, 56), jablar por

‘hablar’ (67) y jacia por ‘hacia’ (67).

3.2.6. El refuerzo de la semiconsonante velar [w] con una /g/ previa

En El Instruido en la corte y aventuras del estremeño se ha encontrado un

ejemplo del refuerzo de la semiconsonante velar [w] con una /g/ inicial, fenómeno que

se considera característico general del habla rústica (Lapesa 1995[1942]) y de algunas

zonas de Extremadura (Romero y Espinosa 1883). El personaje del extremeño emplea

este rasgo del habla popular cuando dice güele por ‘huele’ (52). Vulgar también es la

conversión de la /b/ en /g/ antes de la [w]. El rústico intercambia estos dos sonidos

cuando dice güena en vez de ‘buena’ (52, 67).

3.3. Morfología

En lo referente a los rasgos morfológicos del habla extremeña que se manifiestan

en El Instruido en la corte y aventuras del estremeño, conviene analizar el uso del

diminutivo y la formación del presente del subjuntivo y de la primera persona del

indicativo de los verbos incoativos.

La forma diminutiva más frecuente del habla extremeña es -ino, o -ina y en

menor grado -ín (Zamora Vicente 1970[1966]; Salvador Plans 1987b; Viudas Camarasa

1988[1980]; Lapesa 1995[1942]; Álvarez Martínez 1999[1996]). Sin embargo, los

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únicos diminutivos encontrados en el texto de Jara de Soto son -ico e -ica. El Instruido,

en la narración de su llegada a la corte, indica que de pequeño le llamaban Alonsico (5),

que su familia tenía un bancalico (5) donde cultivaban hortalizas y que en una de las

casas donde buscó alojamiento durante su viaje le dieron de cenar un caldo con tres

pezecicos (12). El uso del diminutivo -ico por parte del Instruido coincide con su

procedencia. Viene de Murcia donde el sufijo -ico se mantiene después del siglo XVII

cuando cayó en desuso excepto en Aragón, Murcia y Andalucía oriental (Lapesa

1995[1942]).4 El empleo de este diminutivo por parte del extremeño cuando explica que

su comida de mediodía normalmente consiste de pan con unas morcillicas (30) podría

indicar la pervivencia del uso de -ico en Extremadura después del siglo XVII. Otra

posibilidad es que delate algún detalle acerca de la biografía de la autora.

Otro rasgo de morfológico del habla extremeña es la omisión del elemento velar

en el presente del subjuntivo y de la primera persona del indicativo en los verbos

incoativos (Zamora Vicente 1970[1966]; Salvador Plans 1987b; Viudas Camarasa

1988[1980]; Lapesa 1995[1942]). En el texto de Jara de Soto se ha encontrado un

ejemplo de la eliminación de la velar sorda cuando el extremeño emplea conozo en vez

de ‘conozco’ (58). No obstante, en este punto se tiene que volver a destacar cierta

inconsistencia en la forma de hablar del extremeño ya que sí pronuncia bien el mismo

verbo en el subjuntivo cuando dice conozcan (72).

3.4. Sintaxis

Con respecto a las peculiaridades sintácticas del habla extremeña, sólo se ha

observado la anteposición del artículo ante el posesivo. Este rasgo se manifiesta muy

frecuentemente en la mitad norte de Cáceres y en algunos puntos de Badajoz y se ha

atribuido su procedencia tanto al leonés como al castellano medieval (Salvador Plans

1987b). En el texto estudiado encontramos este fenómeno cuando el extremeño se

refiere a su esposa como la mi Morena (69, 72). Sin embargo, aquí se debe volver a

anotar la vacilación en el nivel lingüístico del rústico porque Jara de Soto antepone el

artículo ante el posesivo en sólo dos de las tres veces que el extremeño nombra a su

mujer. La primera vez que se refiere a ella dice simplemente mi Morena sin el artículo

(67).

4 También se ha registrado el uso del diminutivo -ico en la zonas de Miranda (Menéndez Pidal 1990[1906]) y Sayago (Borrego Nieto 1999[1996]).

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4. CONCLUSIONES

Entre los fenómenos que caracterizan el habla extremeña y que se han registrado

en El Instruido en la corte y aventuras del estremeño se encuentran vulgarismos,

arcaísmos, elementos que proceden del leonés o el castellano medieval y rasgos

comunes al leonés y las hablas meridionales. Los vulgarismos observados son: 1) la

vacilación de las vocales átonas, 2) la reducción del diptongo ie en e, 3) la pérdida de la

/d/ intervocálica, 4) la reducción del grupo culto /-pt-/, 5) el refuerzo de la

semiconsonante velar [w] con la oclusiva velar sonora /g/. La epéntesis de la

semiconsonante [j] procede del leonés igual que la omisión del elemento velar en el

presente de la primera persona del indicativo en los verbos incoativos. La anteposición

del artículo delante del posesivo se puede atribuir tanto al leonés como al castellano

medieval. Rasgo común del leonés y las hablas meridionales es la neutralización de la

oposición de las líquidas. La aspiración de la /f-/ inicial latina se considera un

leonesismo o arcaísmo. La conservación de las antiguas s, z sonoras y su identificación

con la d fricativa se considera un arcaísmo propio de Extremadura.

No obstante, se han registrado claras inconsistencias en el empleo de algunos de

estos fenómenos lingüísticos. El personaje extremeño no reduce todos los grupos cultos,

algunos los pronuncia bien. Lo mismo ocurre con la morfología de los verbos

incoativos. En una instancia omite el elemento velar pero en otra no. Igualmente,

emplea el artículo delante del posesivo en unas ocasiones pero en otras no. Si a estas

inconsistencias se suman la escasa apariencia de algunos de los otros fenómenos

mencionados, el uso del diminutivo -ico, y la falta de otros numerosos elementos que

caracterizan el habla extremeña, se puede concluir que Jara de Soto tenía conocimientos

del habla extremeña y utilizó la recreación lingüística como recurso literario para

destacar la preocupación setecentista por el lenguaje pero es probable que no fuera

nativa de esta región. Se espera que futuros estudios de la historia de la lengua en el

siglo XVIII, y en particular el habla extremeña, faciliten la confirmación esta hipótesis.

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© MARTÍ CONTRERAS, Jorge. 2004. «Introducción a proyectos fraseológicos en el siglo XVIII». Res Diachronicae Virtual 3: Estudios sobre el siglo XVIII. Número monográfico coord. por Mara Fuertes Gutiérrez, M.ª José García Folgado y José Luis Ramírez Luengo. 4-27.

INTRODUCCIÓN A PROYECTOS FRASEOLÓGICOS EN EL SIGLO XVIII

JORGE MARTÍ CONTRERAS Universitat de València

INTRODUCCIÓN

Con el trabajo que mostramos a continuación intentaremos trabajar un campo tan

delicado y tan poco estudiado1 como el de las unidades fraseológicas en español; como

el campo que abarca la fraseología es muy amplio nosotros hemos decidido acotar

nuestra zona de estudio, por lo que aquí sólo trabajaremos las paremias en obras del

siglo XVIII, pero nos hemos tomado la libertad de no estudiarlo en una obra clave como

es el Diccionario de autoridades2 ya que las unidades fraseológicas –incluyendo las

paremias– en esta obra ya han sido estudiadas por investigadores como Montoro del

Arco3 y Martínez Montoro,4 por lo tanto hemos decidido trabajar con tres obras de

diferente tipología.

En primer lugar hablaremos de la obra de Francisco Guijarro Manual para

entender y hablar el castellano (1796), se trata de una gramática monolingüe que

1 Como indican Leonor Ruiz Gurillo (1997: 13) y Gerd Wotjak (1988: 535) 2 RAE. 1976 [1726-1739]. Diccionario de autoridades. Madrid: Gredos 3 MONTORO DEL ARCO, Esteban Tomas. 2002. «La fraseología en la tradición gramatical española». SEHL 2001. Estudios de Historiografía lingüística ed. por M. A. Esparza Torres, B. Fernández Salgado y H.-J. Niederehe, 926-942. Hamburg: Helmut Buske. 4 MARTÍNEZ MONTORO, Jorge. 2002. «La fraseología en los diccionarios del español anteriores del siglo XX». SEHL 2001. Estudios de Historiografía lingüística ed. por M. A. Esparza Torres, B. Fernández Salgado y H.-J. Niederehe, 905-923. Hamburg: Helmut Buske.

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Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

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contiene un total de 160 páginas (las 20 últimas páginas podemos encontrar un corpus

de refranes).

En segundo lugar estudiaremos Colección de las obras sueltas, assi en prossa ,

como en verso que es un recopilatorio de obras de Lope de Vega y contiene la novela

dialogada La Dorotea, escrita y publicada en 1777 con un apéndice en el que se recopila

todas las paremias utilizadas por el "monstruo de la Naturaleza", y para ello empleará

11 páginas de más de 450 que contiene el libro.

Por último la obra del valenciano por Carles Ros en 1788 Tractat de adages y

refranys valencians y practica pera escriure ab perfecció la lengua valenciana, en la

que se muestra una conciencia paremiológica, ya que el tratado tiene 133 páginas y

plasma en más de un 60% de sus páginas entradas paremiológicas. Además debemos

señalar que es una tercera edición, esto indica la gran aceptación que tuvo en su época.

Pero antes de adentrarnos en el estudio de las obras anteriormente citadas

deberíamos definir lo que entendemos por refrán y los sinónimos5 que de este concepto

se han dado:

En primer lugar veamos lo que se dice en el "Prefació" en el Tractat de adages y

refranys valencians:

Adage , ò Refrany, no es altra cosa, que una sentencia, que corre en boca de tots: una llum de veritat manifesta que tot lo mon coneix ser aixì; puix son reliquies de la antiga Phylosophìa; y en ells se llogren dos coses molt lloables; la una , dependre a llegir y escriure bè la lengua: laltra, que tota la gent, que no ès estudios, tè en eixes doctrines sentencioses, una rahò que conclou, y desenganya, pera poder reptar, ò corregir los pares als fills y els majors als menors, de modo quels fà obrir los ulls, y sels imprimíx en la memoria, passant de uns à altres; y aixì será aquest tractat de molt profit, y utilitat. (Ros 1788:17)6

Refrán es “una frase completa e independiente,7 que en sentido directo8

5 Según María Moliner refrán es «cualquier sentencia popular repetida tradicionalmente con forma invariable. Particularmente, las que son en verso o al menos con cierto ritmo, consonancia o asonancia, que las hace fáciles de retener y les da estabilidad de forma, y de sentido figurado. (v. Adagio, Aforismo, anejín, brocándico, Decir, Dicho, fazaña [...], Locución, sentencia)» 6 La cursiva es nuestra. 7 Nadie diga de esta agua no beberé (Vega 1777: 458)

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Jorge MARTÍ CONTRERAS: Introducción a proyectos fraseológicos en el siglo XVIII

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o alegórico9, y por lo general en forma sentenciosa y elíptica,10 expresa un pensamiento –hecho de experiencia, enseñanza, admonición, etc-, a manera de juicio, en el que se relacionan por lo menos dos ideas11 (Casares 1969[1959]: 192).

Esta idea será ampliada por Gerd Wotjak ya que añade que el refrán recoge una

experiencia sacada de la ciencia del pueblo y que se diferencia de la frase proverbial en

que el refrán es una forma abstracta, no referida a un caso particular; vale para todos;

tiene su fundamento en la experiencia acumulada, pero surge con fuerza hacia los

proverbios, y su forma constitutiva es más literaria (Wotjak 1988: 538).

Lo que nos llama poderosamente la atención es la no concreción de significado

de los refranes, ya que en algunos casos dependiendo del contexto en el que se marquen

tendrá un significado u otro. Quizá este fue el motivo por el que Julio Casares aboga por

la no inclusión12 de los refranes en el diccionario académico.

Por otro lado encontramos la posición de Sbarbi que toma como hiperónimo el

concepto dicho y como cohipónimo refrán, adagio y sentencia (Sbarbi 1980[1874]: 1)

nosotros hemos adaptado su teoría como se muestra en el siguiente gráfico:

8 A la filla mentres creix, donali lo que mereix (Ros 1788: 42) 9 El ratón que no tiene más que una agujero, presto le cogen (Guijarro 1796: 113) 10 Á la hija mala, dineros y casalla (Guijarro 1796: 129) 11 Mejor es dejar a los enemigos, que pedir a los amigos (Vega 1777: 458). 12 «El refrán no es un hecho expresivo, reducible a una equivalencia conceptual unitaria; y en segundo lugar tampoco es una combinación verbal cuyos términos hayan adquirido significación especial al fundirse en bloque»(Casares 1969[1959]: 198)

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DICHO REFRÁN13 PROVERBIO ADAGIO

Es un dicho vulgar Es un dicho no vulgar Sentencia grave, digna, hermosa y comprendida en pocas palabras,

sacada como del sagrado depósito de la filosofía moral RETRAER como equivalente a

refrán14 PRO VERBO, una palabra o

frase empleada en lugar de otra AD AGENDUM > ADAGIUM, Nos estimula a obrar de acuerdo a

aquello que nos enseña Chiste, jocosidad, chocarrería. La naturalidad y la sencillez

peculiares al relato de algún suceso acaecido en tiempo

anterior.

Madurez, gravedad propias de las sentencias morales

Tono festivo Histórico

Doctrinal

El amigo que no presta, y el cuchillo que no corta, que se pierda no importa (Guijarro

1796: 113)

Mas fuerte era Sansón y le venció el amor

(Vega 1777: 458)

Not cases ab la jove, si eres vell, quet pesarà sino pret mon

concell. (Ros 1788: 81)

Esta clasificación teórica aparenta dar una sencillez extraordinaria a nuestra

clasificación, pero nada más allá de la cruda realidad porque el propio Sbarbi se

equivoca a la hora de clasificar.

Como acabamos de ver la definición del concepto de refrán nos trae muchos

problemas, por lo que nosotros preferimos hablar de paremia, ya que es un término que

abarca a todos los conceptos tratados anteriormente. Las característica principales serían

(Corpas 1996: 148):

- Lexicalización

- Autonomía sintáctica: Elimina aquellas unidades que necesitan combinarse

con otros elementos del discurso, salvo cuando se les menciona de forma

autónoma, funciona metalingüísticamente

- Autonomía textual: Nos permite diferenciarlas de las fórmulas rutinarias15

- Valor de verdad

- Carácter anónimo. Este último punto es muy debatible, ya que como nos

indica Conde (2000: 169) no es cierto que siempre que sea anónimo, siempre

hay un primer autor, aunque si bien es cierto que es el pueblo el que

13 La RAE en el Diccionario de autoridades calificará indistintamente de "refrán" a todo dicho. Muy pocas veces utiliza la voz "proverbio" y nunca la de "adagio". 14 Como observa Sbarbi: «En el lenguaje de nuestros antepasados, venerable por su antigüedad, se usó la voz retraer, como equivalente a refrán, según lo acredita el siguiente ejemplo del Arcipreste de Hita, que escribió a principios del siglo XIV: Verdad es lo que dicen los antiguos retraeres» (Sbarbi 1874: 6) 15 Por ejemplo: eso faltaba, ya te digo, ha sido un placer.

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Jorge MARTÍ CONTRERAS: Introducción a proyectos fraseológicos en el siglo XVIII

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consagra el refrán y lo hace suyo. Pero muchas veces nos puede fallar la

intuición (Corpas 1996: 144) y podemos decir que dichos como los que

veremos a continuación son refranes:

• No hay nada nuevo bajo el sol (Antiguo Testamento, Eclesiastés 1: 9)

• No sólo de pan vive el hombre (Nuevo Testamento, San Mateo, 4: 4)

• Pienso, luego existo (Descartes)

Muchas de las obras literarias del siglo XVIII recogen en su título algún refrán

(Jaime Gómez y Jaime Lorén, Paremia 8: 302-306), como ejemplo:

• Al freir será el reir y al cambiar será el llorar (Anónima)

• Cada cual en su casa y Dios en la de todos (D. M. Ripoll)

• Dios los cría y ellos se juntan (J. Cañizares)

• Quién a hierro mata, a hierro debe morir (Crespo)

CONCLUSIONES

Como señala Sbarbi (1980[1874]: 60) el estudio paremiológico es más útil e

importante de lo que a primera vista aparenta, pues no porque los refranes deban su ser

al vulgo se hacen menos acreedores ala consideración del hombre de letras; antes al

contrario, son tanto más dignos de su atención, cuanto que, como acabamos de ver,

reflejan el grado de la cultura de un pueblo; y en su consecuencia, menospreciar

semejante estudio equivaldría a olvidar su pasado, y olvidar su pasado no es otra cosa

que renunciar a su historia.

Para finalizar citaremos uno de los libros con el que hemos estado trabajando La

Dorotea (V, II) en el que podemos observar la gran utilidad de los refranes, dice: «Cierto

que muchos de ellos son tan verdaderos y sentenciosos, que enseñan más en aquel modo

lacónico que muchos libros de filósofos antiguos en dilatados discursos».

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© SÁEZ RIVERA, Daniel M. 2004. «Norma y variación en la lengua del siglo XVIII. Introducción». Res Diachronicae Virtual 3: Estudios sobre el siglo XVIII. Número monográfico coord. por Mara Fuertes Gutiérrez, M.ª José García Folgado y José Luis Ramírez Luengo. 73-75.

NORMA Y VARIACIÓN EN LA LENGUA DEL SIGLO XVIII

INTRODUCCIÓN

DANIEL MOISÉS SÁEZ RIVERA Filología Española I (UCM)

En la mesa redonda Norma y variación en la lengua del siglo XVIII, presidida y

moderada por Daniel M. Sáez Rivera, participaron diversos ponentes que abordaban tres

diferentes tipos de texto en el siglo XVIII con diferentes perspectivas. De este modo, en

La organización informativa en los textos periodísticos del s. XVIII: el Diario Pinciano,

según la propuesta de Margarita BORREGUERO y Álvaro OCTAVIO DE TOLEDO, expuesta

por el último, ya que la primera no pudo asistir a las Jornadas, se estudiaba el discurso

narrativo en el periodismo; Antonio CHAMIZO y Santiago VICENTE analizaban el

discurso argumentativo en un tipo de texto administrativo, en su ponencia Breve

muestra de un tipo de texto del siglo XVIII: las instancias universitarias, mientras que,

finalmente, Pilar PÉREZ nos contraponía el análisis del texto poético según la visión

retórica de dos grandes autores del siglo XVIII, en la última presentación de la mesa:

Feijoo y Luzán: retóricas complementarias.

Seguidamente se desarrolló un animado debate.1 El hielo lo rompió Mara

Fuertes preguntando a Pilar Pérez acerca de la visión gramatical de Luzán. La

interpelada respondió recordando que Luzán se formó en Italia y vino de allí con ideas

de reformar la ortografía del español, además de que por otro lado Luzán pensaba que el

poeta debía conocer perfectamente la lengua con objeto de poder diferenciar y modular

las diferencias de estilo. A colación de lo planteado por Pilar Pérez, Mara Fuertes, le

1 El resumen de lo debatido ha sido realizado por el presidente de la mesa con ayuda de las notas imperfectas y desordenadas que tomó durante el debate. Es probable que se haya trastocado el orden de alguna intervención y que no se refleje perfectamente el espíritu de algunas preguntas o respuestas.

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preguntó también por las influencias italianas en Luzán. La ponente respondió de la

siguiente manera: sí, probablemente Luzán recibió influencias de Muratori, pero se trata

de un autor que Pilar no ha leído, por otro lado, según ella, Luzán era más cosmopolita

que de pura influencia italiana, sabía lo que se «cocía» en Europa (por ejemplo le

influye el sensismo de Locke) dentro de la cual se incluye Italia; no hay que hacer una

lectura limitada de Luzán a este respecto, y a todos los respectos por otra parte. La

actual presidenta de nuestra asociación, Mara Fuertes asintió satisfecha ante las

respuestas de la ponente y recalcó lo poco estudiada que está la influencia italiana en

España en la época, una de las constantes que se repitieron en las Jornadas. A esto terció

M.ª José García Folgado acerca de que ya Antonio Mestre recalcaba que en el campo de

la historia hay muchas vinculaciones entre España e Italia: es muy factible la influencia

en gramática, pues. Álvaro Octavio de Toledo recordó a Pilar Pérez la vinculación entre

el sensismo y la noción de lo sublime, y el presidente de la mesa, Daniel M. Sáez,

señaló la brillantez de Feijoo al tomar un sintagma que ya estaba en la lengua, el «no sé

qué» que ya empleaba San Juan de la Cruz, como definitorio de su concepción de la

poesía, ambos enlazando con las respuestas de la ponente.

A continuación, M.ª José García Folgado preguntó al primer ponente, Álvaro

Octavio de Toledo, acerca del reflejo de los intereses lingüísticos de los estudiosos en

los Diarios. El ponente coincidió en que por supuesto que así ocurría, pero que ellos

sólo estudiaban el género narrativo dentro de la prensa de la época. A este respecto, M.ª

José García Folgado planteó que sería interesante dilucidar qué diarios leían los

ilustrados españoles, que sería sobre todo prensa francesa; además recordó que la prensa

es muy útil para reflejar actitudes que se adelantan a procesos posteriores, como la

enseñanza en castellano y de la gramática castellana.

El presidente de la mesa preguntó además a Pilar Pérez acerca de si era

realmente tan desolador el panorama literario que se encontró Luzán en España al

volver de Italia o simplemente es desconocido. Según la ponente, «a la luz de las luces»

sí que lo era, ya que no respondía a los ideales ilustrados, aunque sí es cierto que había

otro tipo de literatura que no era del gusto ilustrado. También inquirió Daniel Sáez a

Álvaro Octavio de Toledo acerca de por qué habían elegido ese tipo de texto

periodístico en concreto y si habían pensado extender su análisis a otro tipo de textos. El

ponente aclaró su postura y la de la ausente Margarita Borreguero: habían elegido ese

tipo de texto por su brevedad, lo cual facilita su análisis exhaustivo y la exposición de

tal análisis en un gráfico que ocupara una plana (a este respecto, M.ª José García

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Daniel M. SÁEZ RIVERA: Norma y variación en la lengua del siglo XVIII. Introducción

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Folgado aportó la idea de editar tales análisis en CD-ROM, lo cual permitiría desbordar el

marco de una plana). Por otra parte, admiten que existen otros tipos de textos, y piensan

hacerlo en un futuro, aunque se trate de un estudio muy complicado, con la traba

añadida de que los estudios textuales en sincronía están todavía en pañales, por lo que

su aplicación en diacronía es aún más difícil. La presidenta de AJIHLE, Mara Fuertes,

aprovechó el momento para recordar que Álvaro Octavio de Toledo es parte de un

grupo de investigación vinculado a la asociación que presentó un panel de investigación

acerca del análisis del discurso aplicado a la historia de la lengua en el congreso sobre

análisis del discurso celebrado en noviembre de 2002 en Pamplona. Por otro lado, el

ponente no quiso dejar en el olvido otro problema con el que se encuentran: la

puntuación de los textos, tan importante para la organización informativa del texto, es

del editor moderno, y tal puntuación no parece ser siempre fiable. Finalmente, recalcó

que al menos se está logrando ir más allá de los marcadores del discurso, el elemento

discursivo más asimilable por la gramática y la lingüística tradicional, no textual ni

discursiva, de lo cual su propuesta conjunta con Margarita Borreguero es un buen

ejemplo.

Por otra parte, para terminar, también hubo preguntas para Antonio Chamizo y

Santiago Vicente: el presidente de la mesa les preguntó acerca de si podían aclarar de

dónde procedían las instancias que analizaban, pues no le había quedado muy claro en

la exposición, y si habían encontrado diferencias en las fórmulas de tratamiento de sus

textos entre un uso vocativo, al principio de las instancias, y otro que podemos llamar

narrativo, a lo largo del texto, como ocurre en las cartas de la época. Las respuestas de

los ponentes fueron las siguientes: las instancias procedían de la Universidad de Letras

de la Universidad de Valencia, en concreto el texto A (1728) era elevado por el Claustro

General hasta Felipe V, y el texto B (1764) era dirigido por el Claustro Mayor a Carlos

III; acerca de las fórmulas de tratamiento, no recordaban si variaban, aunque prometían

al presidente de la mesa que le proporcionarían el dato en cuanto tuvieran copia de los

documentos en mano.

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© BORREGUERO ZULOAGA, Margarita y Álvaro S. OCTAVIO DE TOLEDO Y HUERTA. 2004. «La organización informativa en los textos periodísticos del siglo XVIII: el Diario Pinciano». Res Diachronicae Virtual 3: Estudios sobre el siglo XVIII. Número monográfico coord. por Mara Fuertes Gutiérrez, M.ª José García Folgado y José Luis Ramírez Luengo. 77-106.

LA ORGANIZACIÓN INFORMATIVA EN LOS TEXTOS PERIODÍSTICOS DEL S. XVIII:

EL DIARIO PINCIANO

MARGARITA BORREGUERO ZULOAGA ÁLVARO S. OCTAVIO DE TOLEDO Y HUERTA

Universidad Complutense de Madrid

1. PRESENTACIÓN DEL PROYECTO DE INVESTIGACIÓN. OBJETIVO Y PRINCIPIOS TEÓRICOS Y

METODOLÓGICOS

Desde hace ya algún tiempo, estamos trabajando en el ámbito de la organización

informativa del discurso en su dimensión diacrónica. Nuestro objetivo es descubrir si

dicha organización ha sufrido cambios, es decir, si la aparición de nuevas necesidades

comunicativas e informativas, especialmente desde el nacimiento de la prensa,

determinó un desarrollo de la estructura informativa de los textos.

Las cuestiones relativas a la articulación de un texto en unidades temático-

remáticas y a la distribución de la información en estas unidades no han recibido la

suficiente atención ni siquiera en el estudio sincrónico. La mayoría de los trabajos que

se conocen al respecto, desde que los estudiosos praguenses delimitaron la existencia de

funciones discursivas superpuestas a las funciones sintácticas, se han ceñido al nivel

oracional. Son poquísimos los intentos de superar el ámbito oracional y éstos suelen

abarcar secuencias oracionales breves más que textos íntegros (Daneš 1974; Dressler

1974).

No obstante, no se puede negar la validez de muchas de las sugerencias que

contienen estos trabajos, especialmente los que han estudiado la cuestión adoptando un

enfoque funcional, que trata de explicar el reparto de funciones discursivas y la

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organización informativa como plasmación de la intención comunicativa del hablante

(Firbas 1974 y 1992; Chafe 1976).1

Uno de los mayores inconvenientes con que nos hemos encontrado ha sido la

proliferación terminológica y la confusión de conceptos que se advertía tras ella. Sin

duda, gran parte de esta confusión se debe a quien, paradójicamente, es uno de los

mayores exponentes en este campo, František Daneš, que en sus primeros trabajos

identificó la articulación temática de un texto con la aparición de información ya

presentada, fundiendo así dos niveles de la organización discursiva y definiendo el tema

como la información introducida con anterioridad en el texto (Jiménez Juliá 1986). Los

planteamientos de Daneš han sido los que más difusión han tenido en la lingüística

española, de ahí que encontremos esta identificación en casi todos los autores que han

tratado el tema (Gutiérrez Ordóñez 1997; Casado Velarde 21995[1993]; Bustos Gisbert

1995; Fuentes Rodríguez 1999).

El análisis de estos aspectos en el nivel textual nos ha convencido, sin embargo,

de que es necesario volver a la distinción primitiva establecida por Vilém Mathesius. En

este sentido, la propuesta metodológica más acorde con nuestros intereses es la M. A.

K. Halliday (1967), a pesar de que su campo de acción sea fundamentalmente la

oración. Para elaborar una hipótesis de trabajo válida en el nivel textual, nos parece

imprescindible separar, por una parte, la articulación de las oraciones, o mejor dicho, de

las estructuras predicativas del texto, en tema y rema, y, por otra parte, la distribución

de la información.

Las unidades temático-remáticas se corresponden a grandes rasgos con las

estructuras predicativas y están estrictamente determinadas por el orden lineal de sus

elementos. Siguiendo a Halliday, el tema no se puede identificar con la información

dada, porque eso supondría que ninguna estructura predicativa situada al comienzo de

un texto tendría tema; tampoco se puede identificar con una función sintáctica o

semántica concreta, a pesar de que en numerosas ocasiones el tema coincida con el

sujeto o el agente (Borreguero Zuloaga en prensa). El tema es simplemente el punto de

partida seleccionado por el hablante para iniciar su comunicación, el elemento o

conjunto de elementos del que se nos informa acerca de sus propiedades, acciones,

estados, circunstancias, etc., que constituyen el rema de la estructura predicativa. 1 A finales de los años 60 y principios de los 70, hubo varios intentos de explicar los fenómenos de topicalización desde la perspectiva de la gramática generativa, pero han tenido escasa repercusión en los

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Todas las lenguas cuentan con un orden de palabras no marcado o habitual, que

en el caso del español es SVO; es precisamente este tipo de orden el que ha llevado a la

identificación de los sujetos con los temas. Sin embargo, todas las lenguas cuentan

también con procedimientos para alterar dicho orden en función de la intención

comunicativa del hablante (Bolinger 1952). En español, la anteposición o dislocación a

la izquierda de un elemento oracional cualquiera lo convierte automáticamente en tema

de la predicación, por lo que en estos casos hablamos de procesos de tematización.

Los cambios de tema, la conversión de (parte de) un rema en un tema nuevo, la

adición de remas nuevos a un tema constante, etc. son los modos de articulación de las

unidades temático-remáticas que permiten que la información avance en el texto, a

veces en estrecha vinculación con la información anterior y a veces a saltos.

Un segundo nivel de la estructura informativa textual es el de la distribución

informativa, el conjunto de mecanismos de que dispone un hablante para ir combinando

la información nueva con información ya introducida. Para que avance la información

en un texto es necesario que se introduzca información nueva, pero la mera adición de

información nueva no es suficiente para construir un texto coherente. Un texto es un

entramado informativo donde se van entretejiendo las informaciones nuevas con otras

presentadas anteriormente (Núñez y del Teso 1994). Esto es posible gracias a que toda

lengua cuenta con una amplia gama de mecanismos de recuperación de información o

mecanismos de cohesión. Los principales mecanismos cohesivos son la sustitución

léxica (repetición, sinonimia, hiperonimia, hiponimia), la sustitución pronominal o

fórica y la elipsis (Halliday y Hasan 1976; Castellà 21996[1992]). El conjunto de todos

los elementos lingüísticos que designan una misma entidad en el texto constituye una

red de correferencia textual. Existen también otras redes de correferencia que se

construyen no tanto en torno de una única unidad textual, sino más bien teniendo como

eje un tipo de relación entre varias entidades: son las redes que se forman porque los

elementos que las constituyen pertenecen a un mismo campo semántico determinado

textualmente.

Para realizar el análisis de estos dos niveles de estructuración informativa,

hemos seleccionado un breve corpus de textos narrativos procedentes de obras con

carácter informativo, que constituyen calas en la historia de la prensa española desde el

s. XVII hasta el s. XX. Las obras sobre las que hemos trabajado hasta el momento son los

trabajos posteriores llevados a cabo en este ámbito. Cf. Dahl (1969), Hajicová (1974), incluso una breve mención del propio Chomksy (1965).

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Avisos (1654-1658) de Jerónimo de Barrionuevo, el Diario Pinciano (1787-1788) de

José Beristain, y el diario El País (1999-2002).2 En futuros trabajos ampliaremos

nuestro corpus con textos de la prensa decimonónica y de principios y mediados del s.

XX.

Puesto que esta contribución se ha producido en el marco de unas jornadas

monográficas sobre el s. XVIII, en nuestra exposición nos limitaremos al análisis de los

textos del Diario Pinciano, pero dado que nuestro trabajo tiene una perspectiva más

amplia, hemos incluido en el apéndice algunos análisis de textos del XVII y del XX para

que nos sirvan de términos de comparación. Pasemos ahora a presentar la obra sobre la

que hemos realizado nuestra investigación.

2. EL DIARIO PINCIANO EN SU CONTEXTO HISTÓRICO

Expondremos a continuación, en modo forzosamente sumario, algunos rasgos de

la prensa dieciochesca en general, y del Diario Pinciano en particular, que puedan

ayudarnos a perfilar el contexto informativo en que se produjo aquel texto.3

Existe, en todo tiempo y lugar, una íntima sociedad entre actividad periodística y

poder político. La prensa del siglo XVIII, desde luego, no puede entenderse sin el apoyo

decisivo que le brindaron las más altas autoridades. En el Setecientos, la prensa actúa

como un eficaz instrumento del poder instituido, que alienta su difusión al tiempo que

orienta sus contenidos. Convertida, así, en altavoz del programa de reformas

borbónicas, ejerce un papel determinante en la formación de una opinión pública

favorable al reformismo ilustrado, a cuyo juicio, sutilmente encauzado, se someten

debates del más hondo calado, sobre el trasfondo, por ejemplo, de los conflictos

jurisdiccionales que a lo largo de la centuria mantuvieron el renovado aparato del estado

y el tradicional Consejo de Castilla. Ese estrecho lazo que vincula pensamiento oficial y

prensa periódica se hizo más apretado durante los últimos años del reinado de Carlos III,

en los que se inscribe el Diario Pinciano.

2 Para J. de Barrionuevo, hemos empleado la edición de A. Paz y Melia (1968[1892]): Avisos, Madrid, Atlas (BAE 221-222), 1968-1969, 2 vols. Para el Diario Pinciano, recurrimos a la reproducción facsímil de la edición a cargo de C. Almuiña. 1978. Diario Pinciano: primer periódico de Valladolid (1787-88). Valladolid: Gráficas Andrés Martín S.A. 3 Para esta apretada síntesis, nos atenemos a lo expuesto, acerca de la prensa dieciochesca, en Domergue (1981), Guinard (1973), López de Zuazo (1994), Sáiz (1983) y Sánchez Aranda y Barrera del Barrio (1992).

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El auge de la prensa, por otro lado, depende también del desarrollo económico y

demográfico de la sociedad en que se produce. Dicho desarrollo favorece el aumento del

público lector, la mejora cuantitativa y cualitativa de la difusión, la incorporación de

avances en el tratamiento técnico, el crecimiento de las suscripciones, etc.4 Ello explica,

para el siglo que nos interesa, que la década de los ochenta, que se acompaña de una

notable bonanza económica y de un incremento poblacional sostenido, sea la auténtica

época dorada de la prensa dieciochesca, y que en ella surjan interesantes experimentos

periodísticos también en provincias, dentro de un panorama abrumadoramente

dominado, a lo largo de todo el Setecientos, por la producción capitalina. El Diario

Pinciano, redactado en Valladolid a lo largo de los años 1787 y 1788, pertenece de lleno

a esa fase prolífica del periodismo español.

Los factores religiosos y sociales y las circunstancias políticas concretas dejan

también sentir su peso sobre el desarrollo de la prensa. Así, y a pesar del analfabetismo

rampante, la sociedad dieciochesca se caracteriza, particularmente en el último tercio

del siglo, por la emergencia (tímida, pero constante) de estratos sociales medios, a la

vez efecto y sustento de la política reformista, que conforman un colectivo destinado a

entrar en perfecta simbiosis con los contenidos de ese periodismo de aliento igualmente

reformador. El público potencial de lectores de prensa, pues, sigue siendo muy

restringido, pero a él se va incorporando un contingente crecido que representa a los

elementos más dinámicos de la sociedad (vid. Larriba 1998, con importantes

matizaciones). Beristain, el redactor de nuestro texto, encarna modélicamente, como

veremos, la formación, la ideología y las aspiraciones características de esa nueva clase

media.

En el terreno religioso, la Inquisición ve recortadas, a lo largo del siglo, sus

prerrogativas censoras, como efecto de la pugna entre el Estado y las instituciones

tradicionales. En lo que atañe a la prensa, este proceso alcanza su culmen a partir de

1785, con la Real Orden de 19 de mayo que traslada la responsabilidad sobre la censura

periodística al Jurado de Imprentas. Por otro lado, la actuación inquisitorial ex post,

obstáculo formidable para la difusión del libro impreso sospechoso de heterodoxia, era

necesariamente poco eficaz en el caso de un medio de comunicación tan ágil como la

prensa. Los periódicos, pues, y sobre todo los finiseculares, se vieron favorecidos, frente

4 Todo ello hace que el periódico cobre autonomía material y estructural respecto de otros medios y formas de comunicación escrita, como el libro, el pliego suelto, la relación, el pasquín, etc. Es precisamente en el XVIII cuando se forja el concepto de publicación periódica como entidad per se, tal y como queda reflejado en la legislación de la época (vid. Sáiz 1983).

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a la temible Inquisición, con cierto margen de actuación ideológica, que aprovecharon,

con el beneplácito oficial, para la activa difusión del ideario ilustrado.

Las circunstancias políticas concretas incidieron necesariamente, y con especial

vigor, en una prensa periódica situada tan al arrimo del poder, y que, por ello, sufrió las

consecuencias de la tensión, tan característica del despotismo ilustrado, entre el acicate

a la propagación de las luces y la precaución ante el desacato, la obscenidad y, sobre

todo, la subversión. Dicha tensión se resolvió, en los momentos de estabilidad política,

en un apoyo estatal explícito y resuelto a la actividad periodística; en los periodos de

incertidumbre, en cambio, resultó en un brusco acallamiento impuesto desde las altas

instancias, cuyo ejemplo más conspicuo, claro está, son las diversas leyes de mordaza

promulgadas entre 1790 y 1792 a raíz de la Revolución Francesa, con un precedente

próximo en la Real Resolución de 2 de octubre de 1788, que ya limitaba notablemente

la autonomía de la prensa.

La combinación de los distintos elementos que acabamos de enumerar hace que

sea el periodo 1781-1788 (especialmente de 1785 a 1788) el de mayor esplendor del

periodismo español en el Setecientos. Sin embargo, la difícil resolución de las tensiones

políticas e ideológicas y de las dificultades sociales y económicas que recorren el siglo

no permiten esbozar una historia lineal de desarrollo continuado, con unos tímidos

comienzos en las primeras décadas del siglo XVIII y una cúspide en los últimos años,

sino que el panorama aparece lleno de altibajos. La prensa española dieciochesca

resulta, así, «debridée, puis muselée», según la feliz expresión de Domergue.

Es precisamente en esos años más venturosos, como ya hemos mencionado,

cuando aparece el Diario Pinciano. Y exactamente a ese perfil de periodista ilustrado y

reformista caro al entorno oficial se adscribe su autor, José Mariano Beristain, poblano

de nación, estudiante en Valencia y cátedro de Instituciones Teológicas en Valladolid,

donde tuvo problemas con la Inquisición que, junto a dificultades de otro orden, le

impulsaron a regresar definitivamente a México a fines de 1788 (Almuiña 1978: 25-33).

Su proyecto periodístico, quizá el mejor del siglo en provincias y destacable, en

cualquier caso, en el conjunto de la prensa del XVIII, pretende, justamente, exponer

[…] el estado de actividad é ilustracion, en que se halla la antigua Corte de los

Reyes de España, la famosa Valladolid. (Plan del Diario Pinciano, p. 6)

Y ello en la idea de que

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Aunque Madrid por su situacion geografica, y suerte politica sea el centro de

España, de donde salen para todos los Pueblos de la Peninsula los rayos de luz, que en todas partes necesitan las Ciencias, y alli esté el corazon, de donde se deriba el vigor y movimiento, que han menester las Artes; tambien es cierto, que cada Capital de Provincia debe ser un globo de luz, que disipe las sombras del error, de la preocupacion, y de la ignorancia en su pequeña esfera, y que, como una fuerza inmediata, aliente, vivifique, y dé actividad à todos los miembros de su respectivo Cuerpo. (Plan del Diario Pinciano, p. 1)

Será posible, así, que

[…] la consideracion de que el público ha de saber semanalmente las

operaciones dignas de darse a luz, sea un estimulo poderoso para el trabajo, para el desempeño, y para los progresos de las Ciencias, de las Artes, y aun de las Virtudes morales y christianas. (Plan del Diario Pinciano, p. 8)

Algo que el autor pretende conseguir al

[…] advertir los defectos más notables en todas lineas, que considere opuestos al adelantamiento de la literatura, á la pureza y decoro de la Religion, y á la inocencia, y honestidad de las costumbres: y en esta parte protesta, que su animo serà unicamente de ponerlos á la vista de los que respectivamente tienen obligacion y autoridad de enmendarlos. (Plan del Diario Pinciano, p. 8)

Se trata, pues, del prurito canónicamente ilustrado de fomentar el progreso,

desterrar los malos usos y depurar el funcionamiento político (en el sentido más prístino

de este término) de una sociedad aún lastrada por la ignorancia y la superstición. Cabe

imaginar que esa actitud de denuncia activa (y, con frecuencia, mordaz), con su doble

propósito reformista y moralizador, le debió granjear a Beristain pocas simpatías entre

las fuerzas vivas de la Valladolid del siglo XVIII.

3. ANÁLISIS DE LA ORGANIZACIÓN INFORMATIVA TEXTUAL

De las diversas secciones en las que Beristain articula su Diario, hemos prestado

especial atención a aquella que denomina «Noticias particulares». En ella se cuentan

sucesos acaecidos en la ciudad de Valladolid a personajes más o menos conocidos para

el público lector, sin importantes repercusiones de carácter político, económico o

cultural. Los textos que analizamos a continuación están extraídos de dicha sección, ya

que es la que menores modificaciones ha conocido a lo largo de la historia del

periodismo. Así, los mencionados Avisos de Barrionuevo abundan en noticias de este

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tipo y todos los diarios, hasta nuestros días, mantienen una sección de sucesos más o

menos amplia. Esta homogeneidad textual facilita nuestra tarea comparativa, pues todos

los textos del corpus de nuestra investigación presentan una serie de rasgos que los

acercan entre sí: una misma intención comunicativa, una misma estructura narrativa,

una afinidad temática, una extensión, por lo general, reducida, una ubicación secundaria

dentro de la estructura global de la publicación en la que se enmarcan.

Presentaremos nuestros análisis en forma de gráficos, cuyas convenciones

explicamos brevemente a continuación. En los gráficos correspondientes a los textos 1-

4, las estructuras predicativas que forman el texto están situadas unas debajo de otras y

cada bloque delimitado por el autor con puntos está separado por líneas horizontales.5

En la columna de la izquierda aparecen los elementos temáticos de las estructuras

predicativas y en la columna de la derecha los elementos remáticos. Todos los

elementos cuya posición inicial sea obligatoria, y que, por tanto, no puedan ser

tematizados, aparecen a la izquierda de los elementos temáticos, por ejemplo, las

conjunciones copulativas, ciertos conectores adversativos y concesivos y preposiciones

antepuestas a núcleos predicativos. Los temas y los remas aparecen numerados y en el

caso de que existan relaciones entre ellos se marcan con los siguientes signos: = para

indicar identidad, ← para indicar implicación, < para indicar procedencia.

La información dada aparece en cursiva y la nueva en redonda. Cada red

correferencial está marcada por flechas que unen los distintos elementos que forman la

red. Las principales redes se distinguen entre sí porque las flechas que constituyen cada

una de las redes son de un mismo color y hay tantos colores como redes principales, de

esta manera es más fácil observar las relaciones entre los elementos que las forman.

Veamos ahora algunos ejemplos.

TEXTO 1

A pesar de las serias providencias de los Sres. de las Salas del Crimen, se ha

ahogado en el río Pisuerga un joven de 18 años, que servía en el convento de la

Victoria. Su madre había quedado viuda, y se mantenía ayudada del trabajo de su hijo:

pensó aquella en casarse segunda vez y efectuó los desposorios; pero por falta de dinero

5 Somos conscientes del riesgo que entraña adoptar el criterio de la puntuación como base para la delimitación de unidades textuales, pues en muchos textos la puntuación no responde a la intención comunicativa del autor sino del editor; pero, a pesar de esto, hemos optado por correr dicho riesgo.

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no se había velado. El buen hijo salió aquella tarde del expresado convento a llevar a su

madre la ración de aquel día y 30 rs. de su salario; y hostigado el calor y convidado del

río se entró en él, y se ahogó. Este suceso con sus circunstancias debe llenar a todos de

lástima, y servir de exemplo y escarmentio. (Diario Pinciano, I, p. 300 [8 de agosto de

1787]).

COMENTARIO

Los elementos temáticos tienen escaso desarrollo, siendo en su mayoría

elementos elípticos. Con frecuencia los elementos temáticos son los sujetos, pero no es

siempre así, como ocurre en la primera unidad y en la séptima donde el hablante trata de

resaltar informaciones circunstanciales de la acción, alterando para ello el orden

habitual de palabras, es decir, tematizándolas. En la quinta unidad, la anteposición del

núcleo predicativo y la sustitución anafórica del sujeto nos indican que el elemento

temático es fundamentalmente la acción. La distribución de la información dada y

nueva no se corresponde estrictamente con la articulación de las unidades en temas y

remas. La información nueva tiene más peso que la información dada, pero ésta se

retoma continuamente en el texto para no hacer perder al lector el hilo de la narración.

Existen seis redes correferenciales, dos de las cuales, la de la madre y, sobre todo, la del

hijo, están desarrolladas a lo largo de todo texto.

LEYENDA el hijo la madre el río el convento el campo semántico del trabajo el campo semántico de la boda

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TEXTO 1 A Tema Rema T1 R1 A pesar de las serias providencias de los Sres. se ha ahogado en el río Pisuerga de las Salas del Crimen, un joven de 18 años T2 (< R1) R2 que servía en el convento de la Victoria. B T3 R3 Su madre había quedado viuda, y T4 ( = T3) R4 --- se mantenía ayudada del trabajo

de su hijo:

T5 R5 pensó aquella en casarse segunda vez,

y T6 R6 ---- efectuó los desposorios; pero T7 R7 por falta de dinero no se había velado. C T8 R8 El buen hijo salió aquella tarde del expresado

convento a T9 ( = T8) R9 ---- llevar a su madre la ración de aquel día y 30 r[eale]s de su salario; y T10 ( = T8) R10 ---- hostigado del calor y T11 ( = T8) R11 ---- convidado del río T12 ( = T8) R12 ---- se entró en él, y T13 ( = T8) R13 ---- se ahogó. D T14 (T13-R13) R14 Este suceso con sus circunstancias debe llenar a todos de lástima, y T15 ( = T14) R15 ---- servir de exemplo y escarmiento.

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TEXTO 2 Tema Rema T1 R1 Don Antonio Tuñón, cura de S. Blas, paseándose la tarde del día 28 de edad de 73 años por la ribera del río Pisuerga, frente del Sto. Cristo de las Batallas, T2 ( = T1) R2 ---- resbaló y T3 ( = T1) R3 ---- rodó hasta caer dentro del agua T4 (↔ T3) R4 A las voces acudió Manuel Martín, cabo de R[eale]s Guardias Españolas, T5 (< R4) R5 que se hallaba pescando, y T6 ( = T5) R6 ---- arrojándose con presteza, T7 ( = T5) R7 ---- ayudado de otras personas T8 (< R7) R8 que habían concurrido, T9 ( = T5) R9 ---- libertó al venerable anciano, T10 (< R9) R10 que ya se halla restablecido del susto, T11 R11 aunque su ama ha muerto T12 R12 del que recibió. D. Antonio Tuñón, el cura Manuel Martín, el guardia el río el susto otras personas

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TEXTO 2

Don Antonio Tuñón, cura de S. Blas, de edad de 73 años, paseándose la tarde del

día 28 por la ribera del río Pisuerga, frente al Sto. Cristo de las Batallas, resbaló, y rodó

hasta caer dentro del agua. A las voces acudió Manuel Martín, cabo de Rs. Guardias

Españolas, que se hallaba pescando, y arrojándose con presteza, ayudado de otras

personas que habían concurrido, libertó al venerable anciano, que ya se halla

restablecido del susto, aque su ama ha muerto del que recibió. (Diario Pinciano, I, p.

61[7 de marzo de 1787]).

En este texto también encontramos numerosos temas elípticos o pronominales,

pero en la primera unidad, sin embargo, el tema tiene un desarrollo semejante al que

podemos encontrar en textos más recientes. La tematización más llamativa es la de la

quinta unidad, donde el tema a las voces es una locución con valor adverbial que indica

una circunstancia temporal. De nuevo, insistimos en la falta de correspondencia entre la

información dada y los elementos temáticos. La principal red correferencial, que tiene

como eje el personaje del cura, se extiende prácticamente a lo largo de todo el texto y

los elementos que la forman se encuentran tanto en el bloque temático como en el

remático. Lo mismo puede decirse de la red de Manuel Martín.

TEXTO 3

El jueves próximo a las 6 de la noche se prendió fuego en una de las casas de la

calle de Zapico, que duró hasta las 9 en que sin embargo de su actividad logró

extinguirlo la prontitud del gobierno en sus acertadas providencias. Acudieron no

solamente los señores intendente, ministros del crimen y alcalde mayor con sus

alguaciles; los oficiales y tropa de milicias, y de las partidas que aquí se hallan de

bandera; sino también los religiosos franciscos observantes y recoletos, y trinitarios

descalzos. Dióse providencia para sacar de la Iglesia del Val el Smo. Sacramento, y se

trasfirió a la Real Iglesia de San Miguel desde donde se restituyó procesionalmente ayer

tarde con pompa y devoto culto. (Diario Pinciano, II, p. 16 [2 de febrero de 1788]).

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En este texto encontramos en posición temática en la primera unidad un

complemento circunstancial de tiempo seleccionado por el autor como punto de

arranque de su narración. En las dos siguientes unidades el tema es obligatoriamente el

núcleo predicativo, pues resultan más accesibles las acciones que los agentes: el hecho

de que alguien acude a sofocar el incendio tiene más importancia para el autor que

enumerar a las personas que acudieron, enumeración realizada en el componente

remático; en el segundo caso, el agente ni siquiera interesa, por evidente, pues sólo

puede dar providencia quien tiene autoridad para ello, y el rema recoge el contenido de

la providencia. En las dos últimas unidades volvemos a encontrar dos casos de

progresión lineal con elipsis y sustitución pronominal, respectivamente.

En cuanto a la distribución de la información, la red correferencial más extensa

es la del fuego, aunque sólo abarca la mitad del texto, y los elementos que la integran

(sintagmas nominales, pronombres relativos y personales, adjetivos posesivos) se

encuentran tanto en el campo temático como en el remático de las tres primeras

unidades. El resto de las redes son breves, debido también a la propia brevedad del

texto, e integradas únicamente por dos elementos, generalmente situados en dos

unidades temático-remáticas sucesivas. En el rema 7 hemos incluido un elemento

elíptico que ocupa el lugar del complemento circunstancial de lugar adónde y que puede

identificarse como la Iglesia del Val mencionada con anterioridad.

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TEXTO 3

T1 R1 El jueves próximo a las 6 de la noche se prendió fuego en una de las casas de

la calle de Zapico

T2 (< R1) R2 que duró hasta las 9

T3 (< R2) R3 en que (sin embargo de su actividad) logró

extinguirlo la prontitud del gobierno en sus acertadasprovidencias.

T4 R4 Acudieron no solamente los señores intendente, ministros del crimen y alcalde mayor

[...] sino también los religiosos [...].

T5 R5 Dióse providencia para Ø sacar de la Iglesia del Val el

Smo. Sacramento y T6 (< R5) R6 Ø se transfirió a la R. I. de San Miguel T7 (< R6) R7 desde donde se restituyó Ø procesionalmente ayer

tarde con pompa y devoto culto.

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TEXTO 4

El día 21 del mes pasado de octubre dio a luz una mujer en esta ciudad una niña,

que en el lado derecho solo tenía hasta el codo, cuyo extremo formaba un muñón. En el

izquierdo, demás del brazo, tenía un antebrazo con un solo hueso, que bajaba en

diminución hasta formar una especie de dedo en el lugar que debía ocupar la mano. Esta

niña nació con el semblante amoratado sin respiración, ni elasticidad en los tendones del

cuello: lo que hizo creer al cirujano, Don Luis Ara, que fue llamado a este tiempo, que

acaso estaría muerta; no obstante tomándola éste, la aplicó a su boca, y le comunicó

algún aliento, para que el pulmón tierno recibiese algún aire, y sus vesículas se

ensanchansen: lo que tuvo buen efecto, pues la criatura comenzó a respirar, y dio tiempo

de que el mismo cirujano le administrase el agua del bautismo, según previene D. Pedro

Vidart en su Arte. Aunque se la lavó después, y fomentó con vino tibio, y se la paladeó

también con vino y miel, no tuvo fuerzas para tomar el pecho; y murió el día 25. (Diario

Pinciano, I, p. 412 [28 de noviembre de 1787]).

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TEXTO 4

T1 R1 El día 21 del mes pasado de octubre dio a luz una mujer en esta ciudad una niña T2 (< R1) R2 que (en el lado derecho) sólo tenía hasta

el codo T3 (< R2) R3 cuyo extremo formaba un muñón: T4 R4 En el izquierdo demás del brazo, Ø tenía un antebrazo

con un solo hueso, T5 (< R4) R5 que baxaba en diminución hasta formar

una especie de dedo en el lugar T6 R6 que debía ocupar la mano. T7 (< R1) R7 Esta niña nació con el semblante amoratado, sin

respiración, ni elasticidad en los tendones del cuello:

T8 ( = T7 + R7) R8 lo que hizo creer al cirujano, Don Luis Ara, T9 (< R8) R9 que fue llamado a este tiempo, T10 (= T7) R10

que Ø acaso estaría muerta; T11 R11 (= T9) no obstante tomándola éste T12 (= R11) R12 Ø la aplicó a su boca, T13 (= R11) R13 y Ø le comunicó algún aliento, T14 (↔ T7) R14 para que el pulmón tierno recibiese algún aire

T15 R15 y sus vesículas se ensanchasen: T16 R16 lo que tuvo buen efecto T17 R17 pues la criatura comenzó a respirar

T18 R18 dio tiempo de que el mismo cirujano le administrase

el agua del bautismo, T19 R19 según previene Don Pedro Vidart en su Arte. T20 R20 Aunque se la lavó después, T21 R21 y Ø fomentó con vino tibio, T22 R22 y se la paladeó también con vino y miel, T23 ( = T7) R23 Ø no tuvo fuerzas para Ø tomar el pecho; T24 ( = T7) R24

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y Ø murió el día 25. Por último, para terminar nuestros análisis hemos seleccionado un texto más

extenso en el que se pueden observar todos los fenómenos comentados hasta ahora: la

tematización de elementos periféricos de la oración (T1); la progresión lineal de rema a

tema (T2, T3, T5, T6, etc.); la aparición de hipertemas que recogen unidades anteriores

(T8, T15); la tematización de los núcleos predicativos, ya que la acción se convierte en

punto de partida de la información contenida en una unidad (T11, T18, T19, T20, T21)

y carece de interés para el autor la presentación de los agentes.

Este texto cuenta con tres redes correferenciales principales, dos construidas en

torno a dos entidades del mundo (la niña, el cirujano) y otra relativa a un campo

semántico bien conocido: las partes del cuerpo humano. La primera es la más extensa ya

que los elementos que la integran se distribuyen a lo largo de todo el texto. También es

la más rica por la variedad y número de los elementos que la forman: sintagmas

nominales plenos, con repetición de elemento léxico o con sinónimo (una niña, esta

niña, la criatura), sustitutos pronominales (personales, relativos, posesivos), elipsis; un

total de 18 elementos forman esta red, repartidos entre los componentes temático y

remático (sobre todo, en el primero) de las unidades que forman este texto.

4. ESTUDIO DE LOS ESQUEMAS DE PROGRESIÓN TEMÁTICO-REMÁTICA.

El segundo tipo de gráficos muestra únicamente el avance de la información

textual en la articulación de las unidades temático-remáticas. Daneš (1974) fue el

primero en determinar los distintos tipos de articulación posible y, aunque autores

posteriores han reformulado su tipología (en España, Bustos Gisbert 1995 y 2000), lo

cierto es que es difícil observar más de cuatro o cinco modos de progresión. Los

principales son: 1) el encadenamiento de los remas con los temas de las unidades

siguientes (→); 2) el desarrollo de un tema constante con la adición de varios remas; 3)

el desarrollo de un hipertema en diversas unidades, que pueden precederlo, como hemos

visto en el texto 4; 4) el desarrollo de un hiperrema que engloba el bloque remático de

varias unidades. Sin embargo, la información progresa en mayor grado cuando no existe

ningún tipo de conexión con la unidad anterior, es decir, cuando se produce un salto

informativo, con la introducción de un nuevo tema. La falta de estudio de estos

fenómenos en el nivel textual no había permitido descubrir este modo harto frecuente de

progresión de la información, aunque por razones obvias no puede utilizarse como

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único medio de progresión, ya que el resultado sería un texto incoherente o, al menos,

extremadamente disperso. Por supuesto, en los textos no se encuentra nunca un tipo

puro, lo frecuente es la combinación de varios de ellos, como puede observarse en los

textos analizados.

En el esquema de progresión temática del Texto 1 se observa que son pocas las

conexiones entre los temas y los remas de las unidades que los preceden. Sin embargo,

en este texto es muy frecuente el desarrollo de un mismo tema a través de varios temas.

Ocurre en dos ocasiones, en la presentación de la madre y su situación económica y

civil, y en el relato de los acontecimientos de los que es triste protagonista el hijo. El

tema 12, este suceso, es un hipertema que recoge toda la unidad anterior y se desarrolla

a su vez en dos remas.

El Texto 2, por su parte, es un texto mejor trabado, con una progresión temática

con frecuentes conexiones entre los temas y los remas de las unidades anteriores. Como

en el caso del texto anterior, para presentar a los personajes centrales se sigue el patrón

de desarrollo de un tema constante: así ocurre al inicio del texto con el personaje del

cura y hacia la mitad con el personaje de Manuel Martín. Ambos bloques están

perfectamente ligados gracias a la relación entre el R4 y el T5 plasmada por medio de

un artículo con valor de posesivo a las voces [del cura]. Otra curiosidad de este texto es

que existe una pequeña interrupción en desarrollo del segundo bloque (T8-R8), que

obliga a la siguiente unidad a retroceder, puesto que su tema sigue perteneciendo al

bloque iniciado con T5-R5.

En el Texto 3 encontramos el esquema de progresión lineal tanto al principio

como al final del texto. El texto se compone de tres bloques oracionales señalados por

punto y seguido, entre los que no existe relación entre sus remas y temas respectivos,

sino simples saltos de información que indican la introducción de nuevos temas (T3-R3;

T4-R4; T5-R5). Sin embargo, en el interior del primer y del tercer bloque las unidades

temático-remáticas se articulan según un esquema de progresión lineal (R21-T2, R2-T3,

R5-T6, R6-T7), ya que muchos de los elementos que aparecen en el rema (el fuego, las

nueve, el Sacramento, San Miguel) aparecen en el tema de la unidad sucesiva,

retomados bien mediante un sustituto pronominal, bien mediante una elipsis.

Por último, el Texto 4 ofrece un esquema mucho más complejo en el que se

aprecia ante todo el desarrollo de un hiperrema, la niña, que aparece en R1. Dentro del

primer esquema de desarrollo del hiperrema (T2 – R6) se encuentran esquemas de

progresión lineal y saltos como los que ya hemos visto en los textos anteriores. En la

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segunda línea de desarrollo encontramos otras formas de encadenamiento más

interesantes: es el caso del tema y el rema de una unidad que convergen en un hipertema

(como T7 – R7 en T8 y T13 – R13 en T16), o del desarrollo de un rema o hiperrema en

dos unidades, como el R11 (éste, el cirujano) que se convierte en tema en T12 y T13.

En la última parte del texto, sin embargo, encontramos muchos saltos de información

con pocas conexiones, excepto las que marca el propio hiperrema. Como ya ocurriera

con la organización informativa, este texto es también el más interesante desde el punto

de vista de la progresión lineal.

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TEXTO 1 T1---R1 T2 --- R2 T3 --- R3 T4 --- R4 T5 --- R5 T6 --- R6 T7 --- R7 T8 --- R8 T9 --- R9 T10 --- R10 T11 --- R11 T12 --- R12 T13 --- R13 T14 --- R14 T15 --- R15

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TEXTO 2 T1 --- R1 T2 --- R2 T3 --- R3 T4 --- R4 T5 --- R5 T6 --- R6 T7 --- R7 T8 --- R8 T9 --- R9 T10 --- R10 T11 --- R11 T12 --- R12 TEXTO 3 T1 --- R1 T2 --- R2 T3 --- R3 T4 --- R4 T5 --- R5 T6 --- R6 T7 --- R7

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TEXTO 4 T1 --- R1 T2 --- R2 T3 --- R3 T4 --- R4 T5 --- R5 T6 --- R6 T7 --- R7 T8 --- R8 T9 --- R9 T10 --- R10 T11 --- R11 T12 --- R12 T13 --- R13 T14 --- R14 T15 --- R15 T16 --- R16 T17 --- R17 T18 --- R18 T19 --- R19 T20 --- R20 T21 --- R21 T22 ---R22 T23 --- R23 T24 --- R24

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4. LOS TEXTOS DEL XVIII EN LA EVOLUCIÓN DE LA CONSTRUCCIÓN TEXTUAL.

CONCLUSIONES

Nos parece interesante apuntar, aunque sea brevemente, las semejanzas y

diferencias en la organización informativa textual que existen entre estos textos y otros

pertenecientes a épocas anteriores y posteriores. El análisis del breve corpus al que nos

hemos referido nos ha permitido confirmar la necesidad de separar los dos niveles de

estructuración textual mencionados. En efecto, mientras los esquemas de progresión

temático-remática apenas sufren variación, por lo menos a lo largo de los cuatro últimos

siglos, en el sentido de que los patrones a los que hemos hecho alusión aparecen

indistintamente en todas las épocas, no podemos decir lo mismo de la distribución de

los tipos de información.

La conclusión más interesante a la que hemos llegado es que con el paso del

tiempo los autores adquieren un dominio de los mecanismos cohesivos que les permiten

recuperar con agilidad y variedad las informaciones ya presentadas y alternarlas de

forma equilibrada con la información nueva que van introduciendo. Esto se observa

fundamentalmente en dos aspectos:

- el mayor número de redes correferenciales que recorren un texto y la mayor

extensión de estas, pues al menos una o dos abarcan la casi totalidad del texto.

- el mayor desarrollo de los elementos temáticos.

Así, en los textos de Barrionuevo rara vez el elemento temático superaba la

extensión de un sintagma nominal simple o de un núcleo predicativo, y la información

dada aparecía siempre en forma elíptica o pronominal (Borreguero y Octavio de Toledo

2003). En los textos del Diario Pinciano encontramos elementos temáticos con un

desarrollo muy superior (como T1 en Texto 2) y aunque la información dada es

retomada con los mismos mecanismos que en el s. XVII, empezamos a encontrar

sinónimos textuales6 del tipo de cura – venerable anciano o joven – el buen hijo. Sin

embargo, en los textos del s. XX la sinonimia textual está ampliamente desarrollado

como mecanismos de recuperación de la información. Por ejemplo en el Texto 5

encontramos procesados – acusados, secuestro-detención ilegal, cárcel – reclusión

(Borreguero 2004 y en prensa).

6 Las relaciones semánticas entre las distintas unidades léxicas que se refieren a una misma entidad textual se establecen siempre dentro del marco textual en el que aparecen. No se trata pues de sinónimos, hiperónimos, antónimos, etc. absolutos (o descontextualizados).

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Para finalizar, diremos que la evolución en la organización informativa textual

responde sin duda a la intención comunicativa del autor que se encuentra inmerso en

situaciones comunicativas hasta entonces inexistentes. Mientras que Barrionuevo

escribía para un único destinatario, un cierto deán de Zaragoza, Beristain lo hace ya para

un grupo sociocultural más amplio y los redactores de El País para un público que

supera el millón de lectores. La necesidad de hacer un texto accesible al mayor número

posible de destinatarios, que es al fin y al cabo el reto de la prensa y el objetivo de cuya

consecución depende su éxito, lleva a los autores a evitar los elementos elípticos, a

desarrollar los elementos temáticos, a tematizar aquellos elementos que consideren más

fácilmente comprensibles para su interlocutor, bien porque se trata de informaciones ya

presentadas, porque se trata de elementos de la situación comunicativa o que forman

parte de un conocimiento compartido acerca del mundo. Se procura que los textos estén

bien trabados, que la información nueva que se va introduciendo no sea excesiva, sino

bien dosificada en relación con la información ya proporcionada.

El dominio de todos estos mecanismos explica en gran parte las diferencias de

comprensión que encontramos en los textos pre-periodísticos de Barrionuevo y en los

textos de una prensa consolidada como la actual. El Diario Pinciano constituye un hito

en esta trayectoria. Como hemos señalado, es una de las primeras publicaciones con

vocación de periódico en nuestro país, destinado a un círculo de lectores que no por ser

restringido deja de ser anónimo. Se advierte ya en su redactor esa preocupación por

ofrecer detalles acerca de los protagonistas de sus sucesos, por no limitarse a la

narración escueta de los acontecimientos, sino proporcionar otras informaciones

complementarias. Esto se manifiesta en los abundantes casos de desarrollo de tema

constante que se observan en su progresión temática o de hiperrema (v. Texto 4). Poco a

poco van surgiendo otros procedimientos de recuperación de la información que no sean

la anáfora y la elipsis y que permitan no sólo retomar sino también ampliar los

elementos ya aparecidos en el texto. Todo esto permite detectar un manejo de los

recursos y mecanismos lingüísticos de urdimbre textual poco frecuente hasta entonces.

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APÉNDICE

Como botón de muestra de nuestras investigaciones sobre textos pertenecientes a

periodos anteriores y posteriores al s. XVIII presentamos aquí el análisis de un texto del

s. XVII y otro del s. XX. El lector encontrará un comentario extenso al respecto en

Borreguero (2004 y en prensa) y Borreguero y Octavio de Toledo (2003).

José Barrionuevo, Avisos (1654-1658)

Echaron al anochecer un niño de cuatro años en el portal de una señora, viuda

rica, que viéndose solo comenzó a llorar. Recogióle piadosa, creyendo era perdido.

Vinieron a llamar a las once muy aprisa, preguntando por él, y aunque ella resistía el

abrir a tal hora, fueron tantos los ruegos y importunaciones que hicieron, diciéndole el

desconsuelo de sus padres, que abrió y entraron ocho enmascarados, llevándole todo

cuanto tenía que era mucho, en joyas y doblones. Cayósele a uno una cartera de papeles,

que, advertida una criada, reservó, por donde se supo el malhechor, que siendo llamado

en secreto de un deudo suyo, ministro grande y en alto puesto, se lo volvieron todo sin

faltarle un real, y a él le echaron de aquí muy aprisa.

Madrid y noviembre 15 de 1656 años

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Tema Rema A

T1 R1 Echaron al anochecer un niño de cuatro años en el portal de una señora, viuda rica,

T2 (< R1) R2 que viéndose solo

T3 = T2 R3 comenzó a llorar. B T4 (<R1) R4 Recogióle piadosa T5 = T4 R5 creyendo T6 = T3 era perdido. C T7 R7 Vinieron a llamar a las once muy aprisa T8 R8 preguntando por él y T9 = T5 R9 aunque ella resistía el abrir a tal hora T10 R10 fueron tantos los ruegos e importunaciones que hicieron T11 R11 diciéndole el desconsuelo de sus padres T12 = T9 R12 que abrió T13 R13 y entraron ocho enmascarados T15 = R14 R14 llevándole todo cuanto tenía

T15 (< R14) R15 que era mucho, en joyas y doblones. D T17 R17 Cayósele a uno una cartera de papeles T18 (< R17) R18 que reservó T19 R19

advertida una criada T20 (17+18+19) R20 por donde se supo el malhechor T21 (< R20) R21 que siendo llamado en secreto de un deudo suyo, ministro grande y en alto puesto, T22 = T21 se lo volvió todo, T23 R23 sin faltarle ni un real

y T24 = T22 R22 a él le echaron de aquí muy aprisa.

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El País, 24 de noviembre de 2002, p. 29

El fiscal pide 162 años para los ocho acusados del secuestro de Olot

El fiscal pide 162 años de cárcel para los ocho procesados por el secuestro de la

farmacéutica de Olot, María Angels Feliu, quienes se sentarán en el banquillo de los

acusados a partir del próximo miércoles.

El juicio, que se celebrará en la Audiencia de Girona, se prolongará durante más

de dos meses y empieza justo una semana después de cumplirse los 10 años del primer

día del secuestro, que duró 492 días.

Los abogados defensores de los procesados piden la absolución o,

alternativamente, penas menores que no superan los cuatro años. Para cada uno de los

acusados, el fiscal pide 20 años de cárcel por los delitos de detención ilegal y de

lesiones, a excepción del ex policía local de Olot Antoni Guirado, para quien solicita 22

años de reclusión.

La acusación particular de Feliu ha decidido no acusar a tres de los procesados,

porque considera que no hay suficientes pruebas contra ellos. La expectación generada

por el juicio ha obligado a la Audiencia de Girona a alquilar dependencias cercanas a la

sala de vistas.

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T1 R1

El fiscal pide162 años para los ocho acusados del secuestro de Olot

T2 = T1 R2 = R1 El fiscal pide 162 años de cárcel para los ocho procesados por

el secuestro de la farmacéutica de Olot, María Angels Feliu

T3 (< R2) R3 quienes se sentarán en el banquillo de los acusados a partir del

próximo miércoles. T4 (⇐ R3) R4 El juicio se prolongará durante más de dos meses T5 = T4 R5 que se celebrará en la Audiencia de Girona

T6 = T4 R6 y empieza justo una semana después de cumplirse los 10

años del primer día del secuestro T7 (< R6) R7 que duró 492 días. T8 R8 Los abogados defensores de los procesados piden la absolución o, alternativamente, penas menores T9 (< R8) que no superan los cuatro años. T10 R10 Para cada uno de los

acusados el fiscal pide 20 años de cárcel por los delitos de detención ilegal y de lesiones,

T11 R11 a excepción del ex policía local de Olot Antoni Guirado para quien solicita 22 años de reclusión. T12 R12 La acusación particular de Feliu ha decidido no acusar a tres de los procesados T13 = T12 R13

porque considera T14 R14 que no hay suficientes pruebas contra ellos. T15 R15 La expectación generada por el juicio ha obligado a la Audiencia de Girona a alquilar

dependencias cercanas a la sala de vistas.

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© CHAMIZO LARA, Antonio y Santiago VICENTE LLAVATA. 2004. «Breve muestra de un tipo de texto del siglo XVIII: las instancias universitarias». Res Diachronicae Virtual 3: Estudios sobre el siglo XVIII. Número monográfico coord. por Mara Fuertes Gutiérrez, M.ª José García Folgado y José Luis Ramírez Luengo. 107-112.

BREVE MUESTRA DE DOS SUPERESTRUCTURAS ARGUMENTATIVAS EN LAS INSTANCIAS UNIVERSITARIAS DEL SIGLO XVIII

ANTONIO CHAMIZO LARA SANTIAGO VICENTE LLAVATA

Universitat de València INTRODUCCIÓN

Acercarse a un texto histórico y desde la inexperiencia es, rara vez, tarea fácil.

La mayoría de las veces, cuando estudiamos un documento histórico, volvemos los ojos

sobre el texto para encontrar en él, alguna especificidad concreta: unas veces nos

interesa su caudal léxico, otras veces su entorno sintáctico e, incluso, nos puede llegar a

conmover su forma más vistosa, la superestructura que lo envuelve.

Nuestra atención se centrará precisamente en este último concepto, pues nuestro

objetivo persigue determinar y desglosar la superestructura de dos textos del siglo XVIII.

El primero es de 1728 y el segundo, de 1764. No obstante, además de éstos, nos hemos

visto en la necesidad y en la obligación de consultar otros textos, comprendidos entre

las fechas mencionadas, con el fin de matizar la información recogida en los textos que

analizaremos. Todos ellos se encuentran en el archivo histórico de la Universitat de

València. Como podremos comprobar, los dos textos se corresponden con un tipo de

texto argumentativo y, el tipo de discurso1 que nos interesa son las instancias

universitarias, dirigidas a realizar peticiones.

1 Diferenciamos los conceptos de tipo de texto y de tipo de discurso, puesto que presentan aplicaciones diferentes. El tipo de texto sólo fija su atención en lo lingüístico para definirse, mientras que la configuración de tipos discursivos abraza también los lindes últimos de las esferas lingüísticas: el contexto comunicativo y su pragmática.

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Un paso previo indiscutiblemente necesario para no confundir conceptos,

consiste en diferenciar la doble dimensión que presentan estos textos. Por un lado,

diferenciamos aquello que pertenece a la dimensión textual, esto es, la superestructura,

que incide de forma unidireccional en lo lingüístico, de aquello, por otro lado, que

pertenece a la dimensión pragmática, en la que debemos tener en cuenta, además de los

aspectos lingüísticos, la realidad y las condiciones de la enunciación. En otras palabras,

desde el punto de vista textual, hablaremos de superestructuras argumentativas;

pragmáticamente, hablaremos de macro actos de habla directivos o de petición. No cabe

decir, por último, que estas dos dimensiones se complementan y se entrelazan para

desembocar en un producto textual acabado.

Así pues, nuestra comunicación intentará exponer, en primer lugar, los diferentes

constituyentes discursivos que se ponen en juego para la construcción de una

superestructura argumentativa y, en segundo lugar, estudiaremos qué instrumentos

lingüísticos y textuales se utilizan en esos mismos constituyentes para que estos macro

actos de habla de petición sean efectivos.

1. CONSTITUYENTES DISCURSIVOS EN EL TEXTO A Y EN EL TEXTO B

El primer texto (1728), al igual que el segundo, se estructura mediante cuatro

constituyentes discursivos. Ahora bien, tanto por su naturaleza como por su

organización, los formantes textuales que integran los dos textos, difieren relativamente.

Como podemos observar en el ejemplario, el texto A (1728) contiene en el

primer acto de habla, una captatio benevolentiae, dirigida por el ‘Claustro Mayor de

Cathedráticos’ al rey Felipe V y la explicitación del propósito en el que se expone, a

modo de noticia, una situación desfavorable para la Universidad. El segundo formante

convierte el hecho de noticia en ‘quexa’, de acuerdo con una serie de posibilidades

lingüísticas. El tercero se compone de la ‘quexa’ propiamente dicha, en la que la

situación de enunciación cambia con respecto a los actos de habla anteriores, en tanto

que aparece un tercer elemento de la enunciación, que funciona como contra argumento:

la ciudad como Patrona de la Universidad. En este tercer constituyente, se presentan los

argumentos para persuadir al rey de la situación desfavorable que soporta la

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Antonio CHAMIZO y Santiago VICENTE: Breve muestra de un tipo de texto del siglo XVIII

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Universidad. Por último, el cuarto acto de habla, separado de los anteriores mediante

marcas tipográficas, realiza la súplica de acuerdo con un esquema convencionalizado.2

El texto B (1764), aun cuando presenta similares formantes textuales, éstos

responden a una organización textual relativamente diferente. De la misma forma que el

anterior, el primer acto de habla destinado a realizar peticiones reproduce una captatio

benevolentiae, en la que se realiza una bendición del reinado de Carlos III por parte del

Claustro Mayor. A diferencia del primer texto, en éste no se explicita, desde el

principio, el propósito de la argumentación y este hecho será decisivo para anotar

algunas repercusiones importantes en la argumentación como tipología textual. El

segundo formante constituye la argumentación en sentido estricto, en la que se presenta

una situación de enunciación básica: el emisor –el Claustro General de Catedráticos–

refiere al receptor –el rey Carlos III–, una relación de hechos de la Universidad, desde su

fundación hasta el momento presente, detallando los logros que ha conseguido para el

‘bien común’. Por tanto, esta relación de hechos constituye la principal fuerza

argumentativa para persuadir al rey. Correlativamente, el tercer acto de habla reproduce

las peticiones del Claustro mediante instrumentos lingüísticos interesantes,

especialmente uno de ellos, como es el empleo de una unidad fraseológica (‘don [que

decimos] de lenguas’), con el fin de justificar y afianzar aquello que se pretende

conseguir.3 Por último, el cuarto acto de habla presenta una alabanza al rey mediante

estructuras comparativo-metafóricas, en las que asoma la idea de la relación continua

entre el lenguaje y la cognición.

Descritos sucintamente los diferentes formantes, el segundo paso que

proponemos es la exposición de los procedimientos lingüísticos y textuales que se

ponen en juego para conseguir que estos macro actos de petición sean eficaces.

2 El esquema convencionalizado al que nos referimos presenta un verbo performativo –suplicar– seguido de la recurrente fórmula de tratamiento ‘Vuestra Magestad’ y la formulación de petición, que se cierra con una fórmula estereotipada ‘que assí lo espera del amparo de Vuestra Real Magestad’. 3 Las unidades fraseológicas, como procedimiento lingüístico de la argumentación, se entienden como expresiones idiomáticas en las que sus rasgos definidores como son la institucionalización y la ididomaticidad, entre otros, ayudan a crear una verdad de correspondencia con aquello que se pretende conseguir. Para ampliar esta información, cf. CORPAS PASTOR, Gloria. 1997. Manual de fraseología española. Madrid: Gredos y RUIZ GURRILLO, Leonor. 1999. Aspectos de fraseología teórica española. Valencia: Servei de Publicacions de la Universitat de València.

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Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

110

2. PROCEDIMIENTOS LINGÜÍSTICOS Y TEXTUALES EN EL TEXTO A Y EN EL TEXTO B

En ambos textos de petición, se observan unos instrumentos lingüísticos

comunes: en primer lugar, se emplean fórmulas de tratamiento recurrentes como

‘Señor’, ‘Vuestra Magestad’, ‘Vuestra Magestad Catholica’, ‘Vuestra Real Magestad’,

las cuales se asocian a una determinada deixis social,4 como demuestra el empleo del

pluralis reverentiae; asimismo, estas fórmulas funcionan pragmáticamente, en razón de

un evidente grado de distancia social. En segundo lugar, se utilizan adverbios

modalizadores del enunciado, así como también verbos valorativos que implican al

emisor: ‘humildemente’, ‘dignamente’, ‘felizmente’, ‘ricamente’, ‘suplica’, ‘aspira’, etc.

En tercer lugar, se utilizan construcciones nominales del tipo ‘puestos a sus Reales

Pies’, ‘su Real agrado’, ‘Vuestros Reales Pies’ o ‘su Real Persona’.

En la argumentación en sentido estricto, se encuentran rasgos de signo muy

distinto. Comenzaremos por los rasgos propiamente lingüísticos: el rasgo más

recurrente es la profusión de sintagmas nominales, modificados por especificadores y

modificadores, como por ejemplo, ‘aquel gran Santo y Político Christiano’, así como

también el uso de aposiciones y de adjetivos superlativos valorativos es muy frecuente,

como ‘escuadriñador de meritos, y justissimo distribuidor de los premios’;

‘prudentissimo’ o ‘dignissimo’. Otro rasgo importante es la abundancia de

complementos verbales, que añaden información al verbo, como localizaciones

temporales, espaciales, etc. Otro instrumento lingüístico recurrente es la utilización de

determinados tiempos verbales: el condicional y el imperfecto de subjuntivo, como

formas con valor de atenuación y potencialidad. El uso del gerundio con valor

resultativo es también abundante, como el siguiente ejemplo: ‘que aviendo conseguido

las cathedras, precediendo rigurosos examenes’.

Ya en un nivel textual, si bien debemos hacer referencia a algunas estructuras

correlativas, que organizan el discurso como ‘tan... tan’ o ‘ya... ya’, los instrumentos

decisivos en este nivel son los conectores, los cuales constituyen una herramienta eficaz

para crear un discurso cohesionado. Otro aspecto interesante en este nivel es la

explicitación del proceso de trasmisión de la información; en este punto, las

coincidencias desaparecen en parte, puesto que en el texto A la progresión temática se 4 Como describe Ridruejo, es necesario en este campo de las fórmulas de tratamiento, establecer en cada momento cuál es el sistema de deixis social en vigor. Cf. RIDRUEJO, Emilio. 2002. «Para un programa de pragmática histórica del español». Actas del V Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española. Valencia: Universitat de València.

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Antonio CHAMIZO y Santiago VICENTE: Breve muestra de un tipo de texto del siglo XVIII

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construye, en un primer estadio, a partir de un tema constante para pasar a configurarla,

a partir de temas derivados, mientras que en el texto B, se configura en todo momento, a

partir de un tema constante.

Por último, hemos de determinar las diferentes estrategias de argumentación que

se actualizan en cada uno de los textos. En primer lugar, las estrategias comunes en

estos textos son las continuas referencias al argumento de ‘Autoridad’, las recursivas

apelaciones solemnes que propician una imagen positiva del interlocutor y las

estructuras silogísticas construidas impersonalmente, con la finalidad de proporcionar

una verdad de correspondencia sobre aquello que se pretende conseguir.

En segundo lugar, el texto A utiliza otras estrategias argumentativas que no se

encuentran en el texto B, y a la inversa, como son las expresiones modalizadoras, que

manifiestan la capacidad sorpresiva del emisor ante una situación desfavorable y, la

explicitación de un contrario, presente en el texto, mediante referencias objetivas, que

funciona como contra argumento de aquello que se intenta convencer. En cuanto al

texto B, se encuentran estrategias propias de la argumentación, como son el uso de

construcciones hiperbólicas y el uso de la falacia argumentativa.5

3. CONCLUSIONES

Toda época en la historia de la lengua posee una serie predecible de necesidades

comunicativas (Gloning 1991). Estas necesidades comunicativas se actualizan, a su vez,

con tipos textuales, vertebrados por medio de una serie limitada de instrumentos

lingüísticos.

El caso que nos ocupa es paradigmático dentro de la historia de las técnicas del

hablar: se trata de dos textos, vertebrados por medio de una superestructura

argumentativa, en los que la necesidad comunicativa que subyace en ellos es la petición

solemne –instancia o súplica– por parte de un claustro de catedráticos, dirigida a la

persona competente para ello, que en el XVIII, a diferencia de la época actual, es el rey.

Si bien hemos podido comprobar, a lo largo de esta exposición, coincidencia en

la selección y aplicación de los instrumentos lingüísticos y de las estrategias de la

argumentación utilizadas, hay componentes decisivos en el texto A (1728), que nos

obligan a considerar la superestructura argumentativa que se actualiza en este texto

5 Para ampliar la información sobre las falacias argumentativas, especialmente, su variadísima tipología, cf. WESTON, Anthony. 1987. Las claves de la argumentación. Barcelona: Ariel.

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como transparente y cualitativamente más efectiva que la presentada en el texto B. Los

aspectos decisivos que le dan trasparencia y claridad son los siguientes: primero, desde

el principio, presenta el propósito de su petición de forma clara y ordenada, respetando

así la máxima de manera propuesta por Grice. Segundo, el texto A incluye un

componente contraargumentativo, que consigue optimizar la argumentación. Tercero y

último, agota las posibilidades expresivas del emisor como productor del texto,

encauzando de esta forma, una ruta periférica hacia la persuasión.6

Con todo y, pese a las divergencias descritas, los dos textos presentan una

superestructura argumentativa similar, en el sentido de una organización textual y de

unos usos recurrentes de los instrumentos lingüísticos, encaminados, todos ellos, a

inscribirse en la tendencia general, que consiste en propiciar una imagen positiva y no

descortés del destinatario, en este tipo de textos de petición.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Fuentes primarias Papeles del Archiu Històric de la Universitat de València Fuentes secundarias DIJK, Teum Van. 1980. La ciencia del texto. Barcelona: Paidos. GALLARDO, Beatriz. 2000. «Teoria de la persuasió». Fonaments de la comunicació ed. por Ángel López

García y Manuel Pruñonosa. Valencia: Universitat de València. LABORDA, Xavier. 1993. De Retòrica. La comunicació persuasiva. Barcelona: Barcanova. LO CASCIO, Vincenzo. 1991. Gramática de la argumentación. Madrid: Alianza. MIRANDA, Tomás. 1995. El juego de la argumentación. Madrid: Ediciones de la Torre. RIDRUEJO, Emilio. 2000. «Para un programa de pragmática histórica del español». Actas del V Congreso

Internacional de Historia de la lengua española. Madrid: Gredos. WESTON, Anthony. 1987. Las claves de la argumentación. Barcelona: Ariel.

6 Para ver más información sobre este concepto, véase PETTY, R. A. y J. T. CACIOPPO. 1984. «The effects of involvement on responses to argument quantity and quality: Central and peripheral routes to persuasión».

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© PÉREZ PACHECO, Pilar. 2004. «Feijoo y Luzán: retóricas complementarias». Res Diachronicae Virtual 3: Estudios sobre el siglo XVIII. Número monográfico coord. por Mara Fuertes Gutiérrez, M.ª José García Folgado y José Luis Ramírez Luengo. 113-123.

FEIJOO Y LUZÁN: RETÓRICAS COMPLEMENTARIAS

PILAR PÉREZ PACHECO Universitat de València

[…] cuando siento no escribo. Guardo, sí, en mi cerebro escritas, como en un libro misterioso, las impresiones que ha dejado en él su huella al pasar; éstas, ligeras y ardientes, hijas de la sensación, duermen allí agrupadas en el fondo de mi memoria, hasta el instante en que, puro, tranquilo, sereno, y revestido, por decirlo así, de un poder sobrenatural, mi espíritu las evoca … […] Todo el mundo siente. Sólo a algunos seres les es dado el guardar, como un tesoro, la memoria viva de lo que han sentido. Yo creo que éstos son los poetas. Es más, creo que únicamente por esto lo son.

Gustavo Adolfo Bécquer, Cartas literarias a una mujer

En la primera de las Cartas literarias a una mujer (1860) es donde se muestra el

pensamiento y la experiencia de un verdadero creador, Bécquer, con un concepto muy

claro del quehacer poético. Según Montesinos (1999: 58) la fórmula «cuando siento no

escribo» expresa la síntesis de una poética, del proceso creador de un poeta; y el

quehacer poético es también el centro de estudio de Ignacio de Luzán en su Poética

publicada en 1737. A pesar de la dualidad de planteamientos de estos autores y de las

distintas circunstancias históricas que les tocó vivir, nos atrevemos a pensar que quizá

en los aspectos fundamentales referidos a la finalidad de la poesía no se hallen tan

distantes como en principio se podría suponer.

En la misma línea se sitúa la preocupación estética mostrada por Feijoo, en su

discurso El no sé qué (1733), aunque la aborde desde la perspectiva de la estética y del

arte en general y la elaboración sea más rudimentaria. Feijoo, al igual que Luzán,

apuesta por un modelo de aparente sencillez detrás del cual se esconde un elaborado

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Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

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trabajo de creación; también admite la validez y necesidad de las reglas en el proceso de

creación artística, aunque añade que determinados creadores necesitan servirse de una

norma propia y única, más elevada, que sólo existe en su mente y que produce las

auténticas obras maestras. No parece casual el hecho de que algunos autores críticos de

la literatura española den en citar precisamente este artículo de Feijoo en sus estudios

sobre la Poética de Luzán.1

Feijoo y Luzán son las dos figuras que más sobresalen en las letras españolas de

la primera mitad del siglo XVIII; cercanos en el tiempo, se vieron inmersos en los

avatares históricos de un siglo convulsionado por importantes cambios de todo tipo,

sobre todo cultural, derivados de la transformación de pensamiento que se operaba en

Europa ya desde el siglo XVII y que llegaba a España con lamentable retraso. Esta

situación se tradujo en una escasa actividad intelectual en la primera parte del siglo, con

la consiguiente repercusión también en el panorama literario, que estaba sumido en una

profunda crisis como consecuencia de los abusos del barroquismo y sin una teoría

literaria innovadora a la que acogerse.2

La mayor parte de los estudios coinciden en señalar a Luzán, Feijoo y Mayans

como los retóricos más relevantes en los años centrales del siglo; los tres eruditos

asumieron la empresa de cambiar el pensamiento, la cultura y el gusto de su tiempo,

aunque para ello tuvieran que esforzarse en demostrar que sus propuestas no eran más

que una vuelta a la teoría literaria clásica y a sus autores.3

La base de la formación de Luzán se debe principalmente a su estancia en Italia,

donde vive desde 1715 a 1733, o sea, desde la adolescencia a la madurez; en Génova,

Milán, Palermo y Nápoles lleva a cabo una completa formación académica –se doctora

en ambos derechos, estudia gramática latina, retórica, francés, griego, alemán, italiano,

poesía de las lenguas que conoce e historia universal; además de asistir a cursos de

filosofía inductiva– y participa en los círculos culturales, lo que le permite conocer

1 Lo hemos podido constatar en John Dowling (1995: 419) y en Russell P. Sebold (1977: 34). 2 Cf. José Checa (1996: 427). 3 «Compañeros suyos en la útil empresa de rejuvenecer la cultura de su tiempo, de aproximarla, aunque lentamente, a los modernos puntos de vista, fueron en los años centrales del siglo, el Padre Feijoo en el campo de la dialéctica y de la ciencia, Mayans y Siscar […] en el campo del humanismo, de la erudición y de la retórica» (Reinaldo Froldi 2002[1977]). En términos muy similares se expresa José Checa: «Mayans, Luzán y Feijoo son nuestros más importantes teóricos de la primera mitad del siglo XVIII, período en el que los defensores de la renovación del gusto hubieron de emplear parte de sus energías en la demostración de que sus propuestas de cambio no eran novedades, sino el simple retorno a la teoría literaria clásica y a sus autores más celebrados» (José Checa 1996: 428).

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Pilar PÉREZ LÁZARO: Feijoo y Luzán: retóricas complementarias

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personalmente a los intelectuales y escritores del momento, así como a los poetas

arcádicos italianos. Pero sus años en Italia le sirven, sobre todo, de acercamiento a los

planteamientos retóricos de Ludovico Antonio Muratori, cuya obra Perfetta poesia es de

clara influencia en la Poética de nuestro autor. De ahí que cuando vuelve a Zaragoza, su

ciudad natal, en 1733, el reencuentro con España le revela la situación de retraso

intelectual de su país con respecto a otras naciones. Luzán es un ciudadano europeo que

ha tenido la oportunidad de conocer de primera mano, entre otras, la renovación

clasicista que viene desde el Renacimiento italiano. Nos hallamos ante un hombre que

ha vivido su juventud y parte de su madurez en contacto directo con la Europa ilustrada

y esta circunstancia, además de dar un sólido conocimiento académico y cultural al

ciudadano cosmopolita, lo ha dotado de la perspectiva necesaria para apreciar la escasa

actividad intelectual y literaria que se desarrolla en España.

En 1737 publica la Poética y desde Zaragoza realiza frecuentes viajes a Madrid;

en 1741 ingresa en la Real Academia Española y en 1745 se le recibe en la Academia de

la Historia. Desde 1747 a 1750 ocupa el cargo de secretario de la Embajada Española en

París, lo que le permite conocer en primera persona el cambio que se está operando en

la sociedad francesa, mientras le brinda la oportunidad de participar en manifestaciones

culturales y académicas: visita las librerías, acude a los salones literarios y asiste a los

cursos públicos de física experimental, botánica, química y anatomía, y aprovecha cada

ocasión que se le presenta para discutir, analizar y ensanchar sus conocimientos. En

estos días es probable que Luzán conociera a Voltaire y que naciera en él su admiración

por Montesquieu.4 En la capital francesa, Luzán aprovecha el tiempo que le dejan libre

sus ocupaciones oficiales y asiste a la ópera y al teatro; recorre París y visita los

establecimientos doctos: las escuelas públicas, la Sorbona, la Universidad y colegios, la

Academia Francesa, las Academias de las Ciencias, de la Pintura, de la Escultura y de la

Arquitectura, la Escuela Militar, las imprentas y las bibliotecas, sin descuidar por ello su

faceta de poeta y ensayista ni olvidar el estudio de las letras españolas o la lectura de

autores de su país.5

La experiencia intelectual francesa de Luzán ha sido recogida en sus Memorias

literarias de París (1751) las cuales, en líneas generales, siguen siendo bastante

desconocidas para la crítica literaria española. Según Reinaldo Froldi, durante los tres

4 Sobre las notas que a este respecto aparecen en las Memorias literarias de París, cf. Russell P. Sebold (1977: 22-23). 5 Cf. Gabriela Makoviecka (1973: 63).

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Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

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años que Luzán vive en París, si bien conoce el ámbito cultural de la ciudad, aprecia el

dominio de la ciencia en todos los campos del saber y elogia el alto nivel alcanzado en

Francia, parece no apercibirse de los cambios radicales que esto implica para la cultura

y sociedad francesas.6 Es posible que esta falta de reflexión bien pudiera atribuirse a la

preocupación constante de Luzán por rescatar a su patria de una situación de evidente

estancamiento, ya que únicamente despiertan su interés aspectos susceptibles de ser

incorporados al remedio de los males de España.7 De cualquier manera, la estancia del

aragonés en la ciudad de las luces contribuyó en gran medida a forjar el talante

intelectual y la personalidad literaria de uno de los hombres más cultos de su época.8

La preocupación de Luzán por la poesía tiene su embrión en Italia. En 1727-

1728, en Palermo, había preparado unos discursos sobre la perfecta poesía inspirados en

Muratori; a su regreso en 1733, trae unos Ragionamenti sopra la poesia, hoy

desaparecidos. La inquietud nacida en Italia, unida el pobre panorama intelectual y

literario que debió encontrar a su regreso, además de las formas poéticas reiterativas y

anquilosadas que se practicaban, seguro que determinaron al autor a desarrollar y

reelaborar los Ragionamenti hasta transformarlos en la Poética, o reglas de la poesía

general y de sus principales especies (1737). Con su preceptiva, a la par que ponía de

manifiesto la necesidad que España tenía de una renovación de los gustos y hábitos

literarios, declaraba su absoluta fe en la eficacia de las normas que proponía y que eran

herencia de los clásicos.

La lectura de la Poética se puede realizar desde dos perspectivas: por un lado

desde la pereza intelectual de los que opinan que la inspiración, fantasía y creatividad

del poeta no pueden encerrarse entre normas y reglas, aquellos que únicamente tienen

en cuenta los puntos de desencuentro entre estas ideas y las teorías de Luzán y que, por

consiguiente, las apartan con desinterés. Y por otra parte, se puede intentar una

aproximación a la Poética desde su mismo fondo filosófico, apreciando y valorando las

recomendaciones acerca del proceso de la escritura poética, analizándola como mensaje

en el contexto de las rentas de una herencia que estaba produciendo una poesía

repetitiva y poco creadora, que a menudo degeneraba en hinchazón enfermiza y artificio

6 Cf. Reinaldo Froldi (2002[1977]). 7 Cf. Reinaldo Froldi (2002[1981]). 8 Cf. Gabriela Makoviecka (1973: 63).

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Pilar PÉREZ LÁZARO: Feijoo y Luzán: retóricas complementarias

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afectado;9 estudiándola desde la perspectiva de un proceso de reflexión que comprende,

además de consejos de escritura ejemplificados con los mejores poetas, el indudable

interés por las ideas reformistas de su tiempo, y que al mismo tiempo ofrece un

indudable y completo modelo tanto de creación como de crítica y teoría literaria.10 La

Poética es una obra doctrinal y normativa que actúa como precursora de una reforma

regeneradora de las letras españolas. Rinaldo Froldi (2002[1981]) elogia este texto

teórico como «una síntesis culta, aristocrática, de la antigua tradición humanista y, a la

vez, un empeño de lucha» (Froldi 2002[1981]).

Posiblemente sea este el momento para acometer una revisión de las ideas

estéticas que encierra la Poética, el momento para un acercamiento sin prejuicios que

nos informe con claridad, y del modo más objetivo posible, de su auténtico sentido y, de

lo que sería más importante, de su enorme trascendencia posterior, circunscrita a una

época y a una ideología, principalmente en algunos ilustrados de la segunda mitad del

siglo XVIII. Incuestionable parece esa trascendencia posterior de la Poética, texto clave

del neoclasicismo español, como así lo ha atestiguado la crítica, incluido Menéndez

Pelayo que, en su Historia de las ideas estéticas, le otorga autoridad de código durante

más de un siglo, fija la etiqueta de «neoclasicismo» para toda la literatura del siglo

XVIII, y hace de Luzán la máxima autoridad, el símbolo del Neoclasicismo y la bandera

poética de generaciones posteriores. Además del mérito de ofrecer una visión

organizada y analítica de las teorías literarias clásicas, hay que valorar la repercusión de

la Poética desde el punto de vista de la teoría literaria moderna, ya que algunas de las

ideas que contiene supusieron el origen de discusiones y planteamientos posteriores y la

base de nuevas reelaboraciones teóricas.11 Russell Sebold, en su apreciación de la

influencia del aragonés, le atribuye el “acta de nacimiento del nuevo clasicismo

español” al considerar que el neoclasicismo español del XVIII empieza a forjar su

identidad en las páginas de la Poética, siendo por tanto decisiva la influencia de su autor

en todos los poetas neoclásicos.12

9 Cf. Ignacio de Luzán (1974[1737-1789]). Citaremos siempre por la edición de Isabel M. Cid de Sirgado de 1974, reseñada en las referencias bibliográficas. 10 «Ningún libro apreciable sobre teoría literaria puede hallarse hasta la publicación de la Poética de Luzán en 1737» (José Checa 1996: 427). 11 «La repercusión de la Poética de Luzán supera con creces su importancia y su valor: muchas de las opiniones vertidas aquí por Luzán supusieron el punto de partida, en España, de posteriores discusiones y reelaboraciones teóricas […] hay que resaltar su capacidad para ofrecer una visión clara, sintética y bien organizada de la teoría literaria clásica […] El resultado final es, quizás el tratado de poética más completo […] y, posiblemente, mejor que se había escrito en España hasta entonces», (José Checa 1996: 436). 12 Cf. Russell P. Sebold (1977: 51).

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Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

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Pero más allá del neoclasicismo y de los ilustrados, Sebold estudia

detenidamente las reglas universales de la escritura poética, que han sido seguidas tanto

por los poetas españoles como por los franceses, tanto románticos como clásicos y

neoclásicos, dado que las reglas no son más que la manifestación escrita de la

experiencia de los diversos aspectos que configuran el proceso creativo.13 En todos los

poetas teóricos de los siglos XVIII, XIX y XX (Juan Meléndez Valdés, Gustavo Adolfo

Bécquer, José Espronceda, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado) observa un

proceso de creación muy similar y unas mismas recomendaciones: elección de buenos

modelos, sencillez en los versos, planificación de la obra para facilitar su desarrollo y

comprensión, rechazo de voces poco usuales y metáforas extravagantes, y variedad en el

contenido; no se podía haber hecho mejor resumen de uno de los aspectos

fundamentales de la Poética, y que viene a subrayar lo que el propio Luzán afirma al

establecer que «Una es la poética y uno el arte de componer bien en verso, común y

general para todas las naciones y para todos los tiempos» (p. 88).

La Poética de Ignacio de Luzán es ante todo una teoría de la imitación que

otorga valor perenne a lo clásico, ampliando el concepto de imitación para dar cabida a

las pasiones humanas,14 y cuyas reglas no se oponen a la inspiración:

No digo que, para formar un perfecto poeta, no sea absolutamente necesario el ingenio y natural talento; pero […] eso sólo no basta sin el arte y estudio y que el compuesto tan feliz, como raro de arte e ingenio, de estudio y de naturaleza, es el que sólo puede hacer un poeta digno de tal nombre y del aplauso común (p. 65).

Luzán desarrolla e incorpora un corpus preciso para regenerar las letras

españolas. Partiendo de las teorías aristotélicas sobre la poesía, establece el concepto de

poética como el «arte de componer poemas y juzgar de ellos», donde el verso «no es

más que un instrumento de la poesía, que se sirve de él como la pintura se sirve de

pinceles y colores y la escultura de cinceles», al servicio de la esencia de la poesía que

es la «imitación de la naturaleza, en lo universal o en lo particular, hecha con versos,

para utilidad o para deleite de los hombres, o para uno y otro juntamente».15 Del análisis

13 «Una descripción empírica de los aspectos fundamentales de ese fenómeno psicológico que llamamos proceso creativo», (Russell P. Sebold 1995: 155). 14 «Ante la imposibilidad de que la poesía lírica pudiera justificarse como imitación de la naturaleza […] La solución que aporta Luzán consiste en admitir un concepto de imitación muy amplio, que comprenda también la imitación de las ‘propias pasiones’» (José Checa 1996: 435). 15 Cf. Ignacio de Luzán (1974[1737-1789]: 93-95).

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Pilar PÉREZ LÁZARO: Feijoo y Luzán: retóricas complementarias

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que el autor hace del concepto de naturaleza, podemos deducir que la poesía puede

imitar todo lo que proviene de tres mundos: celestial, material y humano; y esta

imitación puede hacerla de lo universal o como son las cosas según la idea y opinión de

los hombres, y de lo particular o como las cosas son en sí.

El fundamento de la belleza poética es la verdad, la cual está supeditada: a la

fantasía, encargada de elaborar las imágenes (metáforas, alegorías, fábulas, etc.) y al

ingenio, o capacidad de establecer las relaciones y razones intrínsecas de las cosas

(reflexiones ingeniosas o imágenes artificiales). Pero, tanto las imágenes producto de la

fantasía, como las que proporciona el ingenio deben, además de imitar fielmente a la

naturaleza, adecuar el lenguaje descriptivo al efecto que se persigue conseguir, sin

olvidar que no hay belleza sin proporción, orden y unidad. A la manera particular que

cada autor tiene de expresar sus pensamientos le llama estilo, y los diferentes estilos

vendrán determinados por la relación entre la importancia de la materia tratada y la

adecuación del lenguaje utilizado (imágenes poéticas, figuras retóricas, metáforas…).

Tanto en lo que se refiere a las imágenes como a los estilos, son parte fundamental del

registro poético la adecuación, coherencia y cohesión del lenguaje al texto y a la idea

que en él se quiere expresar; aunque estas herramientas se muestren insuficientes ya que

«la fantasía requiere la guía de la cordura del juicio para que sus imágenes mantengan la

belleza» (p. 196).

A lo largo de toda la Poética, Luzán repite insistentemente que la finalidad de la

poesía es la utilidad y el deleite. Utilidad entendida como lección y como instrucción, y

deleite como «aquel placer y gusto que recibe nuestra alma de la belleza y dulzura de la

poesía» (p. 130); la belleza agrada al entendimiento pero necesita de la dulzura para

mover el corazón y los afectos, que es su objetivo primordial. También la belleza, por

estar fundamentada en la verdad, exige de la verosimilitud, y en este sentido acepta

Luzán fielmente el precepto aristotélico de que los poetas deben anteponer lo verosímil

y creíble a la misma verdad.

De la misma manera que considera la afectación el peor de los vicios común a

todos los estilos, considera común a todos los estilos la virtud de lo sublime, que define,

siguiendo a Longino, como «aquella viveza, aquella extraordinaria y maravillosa

novedad que en todos estilos suspende, admira y deleita, y que, a veces, consiste en una

casi imperceptible calidad, en un pensamiento, en una cierta disposición de palabras, en

una expresión feliz y en un no sé qué que mejor se percibe que se enseña» (p. 235).

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Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

120

Luzán apuesta por un modelo literario basado en la apariencia de sencillez,

detrás de la cual se esconde un elaborado trabajo literario. Tan necesaria es para el poeta

la inspiración, como la reconstrucción posterior de esa experiencia por la memoria y la

elaboración por la palabra.16 La reconstrucción de la experiencia original pretende

transmitir en el lector aquello inefable, infinito o eterno que ha sentido el poeta, y para

ello es necesaria cierta racionalización de la emoción, cierto equilibrio entre libertad de

pensamiento y disciplina para la expresión. Es decir, la inspiración necesita auxiliarse

de una técnica racional adquirida por la reflexión y el estudio.

Las reglas facilitan esta disciplina esencial para la composición poética,17 y de

ellas Luzán establece como fundamentales el metro y la rima. Si los versos impresionan

el oído, y por consiguiente el alma, es debido a la perfección que les otorga el metro.

Habrá quien experimente el placer simplemente a través del oído –porque desconoce el

metro– y quien, además de este placer sensorial que impregna su alma, sienta el placer

añadido que produce la identificación de la perfección formal. La rima es «un bello

adorno que se debe conservar, pero conviene usarle como en las personas, de manera

que no embarace el movimiento natural, fácil y airoso, ni ofusque la elegancia de los

miembros» (p. 273). El poeta debe utilizar las normas para racionalizar el sentimiento y

la fantasía, y así poder transmitir, de manera sencilla y universal, las emociones que éste

sintió en el arrebato de la inspiración. Esa emoción y deleite que impresiona nuestra

alma es aquello que, retomando la definición anterior de lo sublime, es «un no sé qué

que mejor se percibe que se enseña».

Cuando Luzán habla de percepción –«un no sé qué que mejor se percibe que se

enseña»– está legitimando la subjetividad del perceptor (receptor) de la obra artística

como parte importante en el proceso de la recepción. Esta subjetividad también es

tenida en cuenta por Feijoo: «Téngase siempre presente, para evitar objeciones, que esta

gracia como todas las demás, que andan rebozadas debajo del manto del no sé qué, es

respectiva al genio, imaginación y conocimiento del que la percibe» (Feijoo

1952[1733]: 353). Para comprender el pensamiento el escritor benedictino hay que tener

16 Sobre la creación poética y el papel de las reglas en las arte poéticas y en la inspiración, cf. Russell P. Sebold (1995: 153-158). 17 «Las “reglas”, o sea los procesos mentales que sirven para estructurar la inspiración, no han variado, porque no ha variado la mente o naturaleza humana de la que nacen» (Russell P. Sebold 1977: 30).

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Pilar PÉREZ LÁZARO: Feijoo y Luzán: retóricas complementarias

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en cuenta que este no sé qué está relacionado con un por qué que hace que las

cualidades de un objeto sean agradables para unas personas y para otras no.18

El qué es la perfección técnica, formal, que se ajusta a un canon o norma; es

medible o, cuando menos, apreciable por los sentidos; es una característica propia,

intrínseca del objeto; es objetivo y propio de los objetos simples. El por qué guarda la

proporción debida de acuerdo al perceptor; depende exclusivamente del sujeto-receptor;

es subjetivo y más propio de los objetos compuestos, «El por qué es uno mismo en

todos. El qué de los simples es aquella diferencia individual privativa de cada uno en la

forma que la explicamos» (Feijoo 1952[1733]: 352). El qué y el por qué pueden ser los

elementos de duda del no sé qué.19

El no sé qué se encuentra en todos los objetos y en todas las producciones del

arte y, a este respecto, el padre maestro dice:

En muchas producciones […] del arte, encuentran los hombres […] otro género de primor misterioso, que cuanto lisonjea el gusto, atormenta el entendimiento; que palpa el sentido, y no puede descifrar la razón; y así, al querer explicarle, no encontrando voces ni conceptos […] se dejan caer desalentados en el rudo informe de que tal cosa tiene un no sé qué, que agrada, que enamora, que hechiza (p. 349)

Definición que, como podemos observar, está extraordinariamente próxima a la

ya mencionada por Luzán a propósito de sublime. Los dos autores coinciden en ese no

sé qué con que la obra de arte impresiona al sujeto que la recibe, y además Feijoo

extiende esta impresión también a los objetos que resultan desagradables.20 Feijoo

intenta desentrañar y explicar esa sensación que parece no tener explicación «sacar esta

cosicosa de las misteriosas tinieblas en que ha estado hasta ahora» (p. 350), y para ello

distingue los objetos que agradan en simples y compuestos; así los objetos simples son

los que agradan porque guardan una proporción con la potencia que los percibe,

mientras que los compuestos guardan dos proporciones: la de cada una de las partes que

lo componen y la del conjunto con la potencia perceptora:

18 «No hay alguna cosa en el mundo, que sea del gusto de todos; lo cual no puede depender de otra cosa, que de que un mismo objeto tiene proporción de congruencia respecto del temple, textura o disposición de los órganos de uno, y desproporción respecto de los de otro» (Feijoo 1952[1733]: 351). 19 «Las dudas acerca del ‘no sé qué’ pueden deberse al ‘qué’ (y se resuelven analizando puntualmente el objeto artístico) y al ‘por qué’ (se explican a través de la proporción existente entre el objeto y su perceptor» (José Checa 1996: 442). 20 «No sólo se extiende el no sé qué á los objetos gratos, mas tambien á los enfadosos» (Feijoo 1952[1733]: 350).

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Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

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muchos objetos compuestos agradan o enamoran, aun no habiendo en ellos parte alguna, que tomada de por sí, lisonjee el gusto. Esto es decir, que hay muchos, cuya hermosura consiste precisamente en la recíproca proporción o coaptación, que tienen las partes entre sí […] hay otra hermosura distinta de aquella, que es la del complejo, y consiste en la grata disposición, orden y proporción, o sea natural o sea artificiosa, recíproca de las partes (p. 350)

Como ya hemos visto, tanto Luzán como Feijoo están de acuerdo en atribuir un

‘no sé qué’ a determinadas obras de arte que impresionan el alma del perceptor, un algo

extraordinario que admira y deleita, un primor misterioso que lisonjea el gusto y

atormenta el entendimiento. Pero, este sentimiento impresionista que es para Luzán el

resultado de someter el arrebato poético a las normas, en Feijoo –aun estando de

acuerdo en que la belleza del no sé qué se ajusta a las reglas del arte– va más allá, y

estima que estas reglas no son únicas sino que existe una «combinación simétrica

colocada fuera de las comunes reglas» (p. 352), una proporción que es diferente de la

establecida, que bien es desconocida o no reconocida como tal, una norma más allá de

la norma, una belleza fuera del canon (o «artífice ordinario», como él lo llama). Las

palabras de Feijoo indagan en esta noción:

¿qué es el no sé qué en los objetos compuestos? La misma composición. Quiero decir la proporcion y congruencia de las partes que los componen […] es una determinada proporcion de las partes en que ellos [los hombres] no habian pensado, y distinta de aquella que tienen por única (p. 352)

Y esta circunstancia se da, no porque el artista desconozca las reglas de ese

canon, sino porque, al mostrarse éstas insuficientes y limitadas, se ajusta a una regla

superior, más elevada, que existe en su mente y a la que llega por su valentía. Y es esta

circunstancia la que diferencia a las obras de arte y a los verdaderos artistas de los que

no lo son:

Todo le hizo según regla; pero según una regla superior, que existe en su mente, distinta de aquellas comunes, que la escuela enseña. Proporción, y grande, simetría, y ajustadísima, hay en las partes de esa obra; pero no es aquella simetría que regularmente se estudia, sino otra más elevada, a donde arribó por su valentía (p. 253)

Luzán se compromete en la formulación de un corpus claro, analítico y completo

que regenere las letras españolas y sirva de guía y modelo en la creación poética; se

afana en establecer una regla, un canon que discipline y racionalice la emoción del

poeta en el momento de la inspiración y le permita, por la memoria, la reconstrucción

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Pilar PÉREZ LÁZARO: Feijoo y Luzán: retóricas complementarias

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posterior de lo vivido, y la elaboración por la palabra; y de la unión armónica de la

emoción, la disciplina y la elaboración surgirá la belleza que penetra por los sentidos e

impresiona el alma. Feijoo no pretende enunciar un sistema ni establecer una norma, se

limita a cuestiones como la creación artística, en el conjunto de sus reflexiones sobre las

ideas estéticas; se pregunta acerca de sensaciones, emociones, impresiones, a primera

vista inexplicables, que determinados objetos provocan en el alma humana. Estudia

estos objetos y determina que agradan o desagradan al sujeto en función del qué, o

característica intrínseca del objeto que se ajusta a la norma, y del por qué, que es el

mismo en todos y depende del sujeto receptor.

Llegados a este punto, Feijoo avanza un paso más y reconoce en la mente del

verdadero artista, además de las reglas académicas, una norma propia, más elevada,

superior, a la que llega por sí mismo en un acto de valentía, y que singulariza las

auténticas obras maestras que produce. Quizá Feijoo se refiere más al genio que al

poeta.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS BÉCQUER, Gustavo Adolfo. 1999[1995]. Rimas. Madrid: Cátedra. [Ed. por Rafael Montesinos Martínez]. CID DE SIRGADO, Isabel M. 1974. «Introducción». Ignacio de Luzán. La poética o reglas de la poesía en

general y de sus principales especies, 15-31. Madrid: Cátedra. CHECA BELTRÁN, José. 1996. «Teoría literaria». Historia literaria en España en el siglo XVIII coord. por

Francisco Aguilar Piñal, 427-444. Madrid: CSIC-Trotta. FEIJOO Y MONTENEGRO, P. Fray Benito Jerónimo. 1952[1733]. Obras Escogidas. Madrid: BAE. FROLDI, Rinaldo. 1981 [en línea]. El «último Luzán». <http://cervantesvirtual.com>. [Consulta:

05/12/2002]. [También en La época de Fernando VI: Coloquio Conmemorativo de los 25 años de la fundación de la Cátedra Feijoo, 353-366. Oviedo: Cátedra Feijoo, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Oviedo, 1981].

–––––. 1977 [en línea]. Significación de Luzán en la cultura y literatura española del siglo XVIII. <http://cervantesvirtual.com>. [Consulta: 05/12/2002]. [También en Actas del VI Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, 285-289. Toronto, 1977].

LUZÁN, Ignacio de. 1974[1737-1789]. La poética o reglas de la poesía en general y de sus principales especies. Madrid: Cátedra. [Ed. por Isabel M. Cid de Sirgado].

MAKOVIECKA, Gabriela. 1973. Luzán y su «Poética». Barcelona: Planeta. SEBOLD, Russell P. 1977. «Introducción». La Poética. Barcelona: Labor. –––––. 1995. «Neoclasicismo y Romanticismo dieciochescos». Historia de la Literatura Española. Siglo

XVIII, vol. 1, coord. por Guillermo Carnero, 137-207. Madrid: Espasa-Calpe.

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© GÓMEZ SEIBANE, Sara. 2004. «La lengua de en el siglo XVIII: Historia externa. Introducción». Res Diachronicae Virtual 3: Estudios sobre el siglo XVIII. Número monográfico coord. por Mara Fuertes Gutiérrez, M.ª José García Folgado y José Luis Ramírez Luengo. 125-127.

LA LENGUA EN EL SIGLO XVIII: HISTORIA EXTERNA

INTRODUCCIÓN

SARA GÓMEZ SEIBANE Universidad de Deusto

Señalaba Malkiel la necesidad de escribir la historia social de la lengua, una

historia en la que la lengua utilizada en las corrientes políticas, religiosas, científicas,

filosóficas y jurídico-administrativas recibiera el mismo tratamiento que la de las

corrientes literarias. Porque la lengua es un sistema de comunicación que vive en una

sociedad determinada y está condicionada por las circunstancias espacio-temporales que

la rodean. No obstante, pese a que la dimensión histórico-social de los sistemas

lingüísticos es aceptada por gran parte de los estudiosos, hay que reconocer que la

relación establecida entre los hechos históricos y los lingüísticos no es determinada, ni

tan siquiera inevitable. Es por esto por lo que en la mesa La lengua en el siglo XVIII:

Historia externa se tratará de dilucidar la influencia de los cambios políticos,

económicos, sociales y culturales en el español hispanoamericano y peninsular del siglo

XVIII.

La primera de las comunicaciones, «La instauración de la monarquía borbónica

y sus consecuencias intelectuales: el impulso ‘reformista’ en el ámbito lingüístico y

literario» presentada por L. OLIVÁN y D. SÁEZ, se centró en las medidas de política

lingüística adoptadas por la monarquía borbónica en relación con las transformaciones

político-administrativas que se había establecido tras la guerra de sucesión. Así, la

centralización política, la creación de una administración ágil y eficaz y el refuerzo de la

figura del monarca llevan aparejadas la creación de la RAE (1713), la publicación del

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Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

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Diccionario de Autoridades (1726-39), la Ortografía (1741) y la primera edición de la

gramática académica Gramática de la lengua castellana (1771,) así como la

promulgación de disposiciones y decretos sobre el castellano y su enseñanza. No

obstante, los autores señalaron que la implantación de las reformas se realizó de manera

paulatina y afectó fundamentalmente a la esfera oficial, a las elites culturales y a la

norma escrita –prueba de esto último fue el mantenimiento oral en este siglo XVIII del

catalán, el gallego y el vasco en sus respectivos territorios, frente al descenso en su uso

como consecuencia de las medidas represivas que sufrieron en el último tercio del siglo

XIX–. Sin embargo, se matizó, sin caer en el anacronismo –pues no se puede identificar

en el siglo XVIII el binomio lengua / nación–, que se produjeron intentos por parte de la

monarquía borbónica de sustitución del gallego, del catalán y del vasco por el

castellano.

En segundo lugar, J. L. CISNEROS en «El castellano en el siglo XVIII: apologistas

y detractores» expuso las preocupaciones y las polémicas suscitadas sobre el idioma.

Aunque es sabido que el interés por el estado de una lengua no es característica

exclusiva del siglo XVIII, nunca se han visto tantos esfuerzos ni tentativas de reforma

ante una situación de la lengua que todos consideraron decadente o crítica. En efecto, el

dominio cultural francés junto con el inmovilismo filosófico y científico del siglo XVII

en España, trajeron como consecuencia que el nuevo vocabulario científico y cultural se

tomara prestado y las comparaciones entre francés y castellano fueran constantes –con

criterios subjetivos, aunque la idea difundida es la de que no existen idiomas más o

menos aptos, sino que su capacidad depende del trabajo y del estilo que le otorguen los

escritores–. Sin embargo, no existió acuerdo entre los eruditos sobre las soluciones y los

modelos que debían seguirse, puesto que las conclusiones de la revisión crítica del

pasado cultural español satisficieron a una parte de estos ilustrados, frente a otros que,

en franco desánimo, intentaron incorporarse a las nuevas corrientes extranjeras.

Por último, en «Para una historia del español de Guatemala: notas de historia

externa en el siglo XVIII» J. L. RAMÍREZ LUENGO presentó el estado de la lengua

española en esta zona en función de factores sociales y culturales, fundamentalmente.

Así, en la Guatemala dieciochesca el español constituye una más de las veinte lenguas

de la zona, hablada en las ciudades y por los grupos blanco y ladino, instrumento oficial

de comunicación y lengua de prestigio aunque lejos de ser todavía mayoritaria. Por lo

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Sara GÓMEZ SEIBANE: la lengua en el siglo XVIII. Historia externa. Introducción

127

tanto, la castellanización de Guatemala se llevará a cabo en el siglo XIX, tras la

Independencia, pese a que durante el siglo XVIII la ayuda oficial facilitada por la

enseñanza religiosa y el proteccionismo para con los que conocían el español suponen

cierta canalización lingüística de la masa indígena a favor del idioma europeo. En este

marco, se destacó el interés de un estudio sobre la política lingüística, española y

francesa, en América y su reflejo en las gramáticas creadas para el aprendizaje de las

variedades lingüísticas indígenas. Estas gramáticas misioneras, de fin eminentemente

utilitario, adaptaban la lengua indígena a las categorías conocidas en los respectivos

idiomas europeos y esta confrontación lingüística –cuando aún no existía una norma

gráfica– resulta de vital importancia para el estudio de diversos aspectos de la historia

de la lengua española en general, así como del desarrollo diacrónico de algunos rasgos

propios de las variedades del Nuevo Mundo en particular.

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© OLIVÁN SANTALIESTRA, Laura y Daniel M. SÁEZ RIVERA. 2004. «La instauración de la monarquía borbónica y sus consecuencias intelectuales: el impulso 'reformista' en el ámbito lingüístico y literario». Res Diachronicae Virtual 3: Estudios sobre el siglo XVIII. Número monográfico coord. por Mara Fuertes Gutiérrez, M.ª José García Folgado y José Luis Ramírez Luengo. 129-145.

LA INSTAURACIÓN DE LA MONARQUÍA BORBÓNICA Y SUS CONSECUENCIAS INTELECTUALES:

EL IMPULSO «REFORMISTA» EN EL ÁMBITO LINGÜÍSTICO Y LITERARIO

LAURA OLIVÁN SANTALIESTRA DANIEL M. SÁEZ RIVERA

Universidad Complutense de Madrid

Nuestra propuesta pretende aunar la historia general (en concreto la político-

administrativa) con la historia de la lengua, en un enfoque «interdisciplinario» o

«multidisciplinar», que últimamente está en boca de todos y en la práctica de pocos,

pero que es tan viejo como el Centro de Estudios Históricos y la Escuela de Lingüística

Española, espíritu con el que nos identificamos, o aún más: con el mismo espíritu del

humanismo de siempre y de ahora.1

INTRODUCCIÓN

La Guerra de Sucesión, enmarcada en los inicios del siglo XVIII, supuso algo más

que un mero conflicto bélico en el que se dirimía la instauración de un candidato francés

o austriaco en el vacante trono de la Monarquía Hispánica. El desenvolvimiento de los

acontecimientos militares a favor del duque de Anjou, sobrino de Luis XIV, trajo

consigo unas consecuencias políticas, administrativas e incluso ideológicas, de singular

calado en el sistema estatal de la época. La implantación de la nueva dinastía borbónica

supuso una transformación evidente en las estructuras político-administrativas

1 Tales anhelos resultan difíciles de recuperar en el ámbito académico español, en contraposición al modelo académico anglo-sajón, por ejemplo, donde están al orden del día. Conviene añadir que la necesidad de trabajar conjuntamente no sólo arranca de los filólogos, sino también de los historiadores, como es el caso de Solano (1992: 21).

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Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

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provenientes del reinado anterior, reformas que vinieron impulsadas tanto por la expresa

voluntad política de centralización, como por el desarrollo interno de unos mecanismos

burocráticos de «urgencia» puestos en marcha durante la contienda.2

La historiografía más tradicional ha destacado fervientemente la técnica

borbónica del «castigo político» a los «rebeldes» como elemento clave que justificaría

la implantación de unas reformas administrativas destinadas a sangrar el corpus foral de

los territorios periféricos. El énfasis en los decretos de «Nueva Planta», cuya

promulgación se inició en 1707, ha restado importancia a las intenciones voluntaristas

de las reformas políticas impulsadas por el primer borbón, ya en la temprana fecha de

1702. Partimos por tanto de los presupuestos teóricos de unas intenciones políticas

preexistentes con respecto a la implantación de un programa de reformas al «estilo

francés» sobre el anquilosado sistema polisinodial de la dinastía de los Austrias. Ahora

bien, ¿qué intenciones políticas se ponen de manifiesto en esta nueva articulación puesta

en marcha por el sistema borbónico? Tres son las pretensiones esenciales: en primer

lugar, la centralización en el ámbito político-administrativo, idea que viene a converger

en la unidad como principio regidor del impulso reformista; en segundo lugar, la

articulación de una administración férrea, eficaz y ágil, en vistas a lograr una ejecución

del poder eficiente y a sustituir los principios de «agregación» o de «pluralidad»

políticas propios del sistema polisinodial anterior y, finalmente, el reforzamiento de la

figura del rey como vértice esencial de la estructura estatal de tendencias absolutistas, y

representada por la famosa frase atribuida a Luis XIV: «L’Etat, c’est moi».

La influencia de los modelos políticos franceses, favorecedores del peso de la

figura monárquica en el equilibrio del poder, es evidente y no necesita demasiadas

justificaciones. Sin embargo, sería erróneo hablar de un transplante íntegro de la factura

política francesa sobre el sistema tradicional propio de la dinastía de los Habsburgo. Las

ideas, los agentes, los mecanismos y el programa son en gran parte franceses o de clara

inspiración gala (Dedieu 2000: 137-139),3 lo cual no supone que no haya existido lo que

podríamos denominar una adaptación creativa del sistema anterior (con aportaciones

22 A pesar de la opinión en contra de otros autores, Jean-Pierre Dedieu considera que la propia logística del conflicto bélico favoreció la aceleración en la implantación de las reformas ya que éstas podían solucionar ad hoc, la gestión de los recursos, a la vez que podían garantizar la rápida toma de decisiones a través de los mecanismos de centralización del poder que vienen a confluir en la figura regia (Dedieu 2000: 113-139). 3 El autor mantiene la tesis de la «originalidad» hispana en el desarrollo final de las reformas de factura borbónica.

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L. OLIVÁN y D. M. SÁEZ: La instauración de la monarquía borbónica...

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propias y resistencias comprensibles),4 a las formas importadas por la dinastía francesa.

Los elementos autóctonos que impregnan el proceso de consolidación de las reformas

francesas, son fruto, en gran medida, de las resistencias demostradas por el sistema

polisinodial de los Austrias, regido tanto por la pluralidad política, como por un

complicado equilibrio de poderes difícilmente entendible por el centralismo de corte

borbónico.

El vencimiento de estos nada livianos obstáculos, debió de provocar en los

grupos políticos impositores de las reformas, una búsqueda de soluciones para dominar

las resistencias de los principales focos de oposición a las reformas. La política

ideológica se vislumbra así como un instrumento de poder capaz de provocar una

«revolución cultural» (Dedieu 2000: 139) mediante la erosión del corpus de ideas

políticas del sistema anterior, una tarea fundamental para favorecer la implantación de

las reformas sin las resistencias provocadas por las vinculaciones ideológicas.5 Las

repercusiones que generaron tanto el motor de la reforma política como el allanamiento

del terreno para la implantación de la misma, se pueden detectar en los ámbitos

intelectuales y culturales del período; de esta manera, el alcance reformista en la lengua,

se desvela como una consecuencia más de la honda expansiva generada desde el

establecimiento de una nueva dinastía. La lengua, intencionadamente o no, no va a ser

ajena a las mutaciones, a los cambios o incluso a las resistencias provocadas por una

maquinaria estatal con aires renovadores y activada por la reforzada figura del monarca

borbónico.

Tras haber trazado los orígenes y las intenciones fundamentales del impulso

reformista de la dinastía borbónica, se hace obligado señalar un asunto de notable

interés y que ha suscitado muchos futuribles entre los investigadores del período: el

espíritu reformista no fue exclusivo del francés. El grupo austracista, liderado por el

Archiduque Carlos, se hizo eco de las necesidades de renovación y de reforma del

sistema político de Carlos II, durante cuyo reinado se llevaron a cabo tímidos intentos de

cambio. El neoforalismo de autores como Feliu de la Peña fue uno de los sustratos

4 Podemos aplicar la misma idea a la creación de la Real Academia Española: se trataría también de una adaptación creativa del modelo francés, la Academie Française, fundada en 1637 con el patronazgo real atraído por el cardenal Richelieu, pero también se tuvo en cuenta la Academia della Crusca italiana (1582), cuyo modelo de diccionario con autoridades toma la RAE (Álvarez de Miranda 1995: 271 y 1998: 406), más unas propias características idiosincrásicas. 5 Una medida directamente tomada por el poder político borbónico y destinada a borrar de la memoria tanto colectiva como elitista al poder austracista fue el ordenar destruir todos los documentos referentes a la gestión política ideada por el Archiduque Carlos durante la guerra de sucesión en España (Dedieu 2000).

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Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

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ideológicos que posiblemente inspiraron las reformas impulsadas por el archiduque

durante su estancia en Barcelona. La alternativa dinástica austracista planteó un

reformismo basado en diferentes mecanismos y vinculado a las tradiciones políticas de

la dinastía de los Habsburgo, que se podrían remontar a la época Olivarista y a los

proyectos reformistas planteados en la época de Carlos II. Ambas casas eran partícipes

del reformismo de un sistema político ya tocado por la decadencia y la inoperatividad,

la diferencia está en los modos de planteamiento y en la plasmación de tales reformas,

ya que cada dinastía tuvo sus propias fuentes originarias de inspiración. Resulta difícil

de averiguar las consecuencias que podrían haber tenido las reformas austracistas en el

ámbito intelectual y, por ende, en la evolución de lengua española. Con la máxima

típica de los historiadores de la imposibilidad del planteamiento de un futurible, dejaré

de formular preguntas de estas características.6 Lo que realmente tiene importancia para

nuestra disertación es la certidumbre de que tales repercusiones se habrían efectuado en

un período determinado de tiempo, ya que el modelo hipotético que se defiende de

reformas políticas vs. «lingüísticas» no es exclusivo de una dinastía ni de la actuación

política de un monarca, sino que es una categoría aplicable por antonomasia, a los

sistemas de poder; quizás habría que profundizar en el estudio de «la ideología jurídico-

política»; el análisis de sus cambios, contradicciones e influencias, podría abrir nuevos

horizontes para la comprensión de los fenómenos político-culturales.

A partir de este momento, tras esta breve introducción, nuestra exposición se

divide en dos puntos principales:

1) Los avatares de la Guerra de Sucesión (1701-1713)

2) El reformismo borbónico

3) Espíritu reformista y ambiente intelectual: la interpelación de la política, la

cultura y la lengua en la España del siglo XVIII

1. LOS AVATARES DE LA GUERRA DE SUCESIÓN (1701-1713)

Tras la muerte de Carlos II el Hechizado (1701), dos bandos se disputaban el

trono de España:

6 Resulta igualmente resbaloso el preguntarse si en el caso de que hubiera ganado el bando austracista no se hubiera fundado ningún tipo de Academia o hubieran surgido en su defecto iniciativas normativas particulares como la de Samuel Johnson en Inglaterra (Haugen 1964: 58).

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L. OLIVÁN y D. M. SÁEZ: La instauración de la monarquía borbónica...

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1) Bando borbónico (liderado por Luis XIV, el Rey Sol): Francia, Castilla, Navarra,

Portugal, Baviera y Saboya.

2) Bando austracista: corona de Aragón, Inglaterra, Países Bajos y el Imperio.

El primer bando proponía al futuro Felipe V, nieto de Luis XIV, como sucesor al

trono español, mientras que el segundo defendía la candidatura del archiduque Carlos.

La Guerra de Sucesión, como se ha apuntado con anterioridad, no constituyó una

mera contienda bélica en la cual únicamente estaba en juego la legitimidad de una

dinastía regia. Sin duda supuso una lucha en la que se mezclaron diferentes aspectos

muy polarizados entre sí: los escenarios bélicos fueron variados, se combatió en el

interior y en el exterior de la península, las potencias extranjeras se involucraron en un

conflicto cuyas consecuencias afectaban al equilibrio político continental… y más allá

del desgarramiento en el poder, se desenvolvía la fractura social: estamentos

privilegiados contra grupos sociales populares, enfrentamientos entre poblaciones

cercanas, legitimidades difíciles de justificar, sólo entendibles bajo los parámetros

mentales del Antiguo Régimen. En definitiva, la división de intereses y la variedad de

motivos de lucha, son las constantes que podrían definir un conflicto que ha acaparado

la atención de numerosos investigadores7 y que actualmente se centra en los estudios

referentes al proyecto reformista del bando austracista, desarrollado en los territorios

forales al calor de los acontecimientos bélicos.

El cúmulo de circunstancias que condujeron a Felipe V a hacerse con la

legitimidad del trono en España, ha sido relatado con profusión en numerosas obras y

artículos. Recogeremos sucintamente los hechos para encuadrar políticamente la

implantación definitiva de la dinastía borbónica en el territorio peninsular.

El conflicto sucesorio generado por la falta de heredero varón en la Monarquía

Hispánica, se saldó con la redacción del último testamento de Carlos II, que otorgaba los

derechos sucesorios del trono hispánico a Felipe V, con la condición de mantener

íntegros los territorios que componían la monarquía. La instauración de Felipe V en el

trono, no suscitó demasiadas oposiciones a pesar de que en el panorama internacional,

Leopoldo I (el emperador austriaco), alegando la ilegitimidad del candidato borbónico,

reclamó los derechos de su hijo el archiduque Carlos, a la sucesión de la corona

española. La sensación europea de normalidad en la transición dinástica tuvo una 7 Entre ellos destaca Virginia León Sanz (2000), investigadora dedicada al estudio de las reformas implantadas por el Archiduque Carlos en España y las repercusiones de este experimento en la administración y gobierno de los nuevos territorios austriacos adquiridos tras la firma de la paz de Utrecht en 1713.

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duración escasa, ya que las provocaciones expansionistas del rey Luis XIV, tío de Felipe

V (Domínguez Ortiz 1984: 25), alarmarían a las potencias extranjeras, sobre todo a

Inglaterra, la principal garante de la fórmula diplomática del equilibrio continental.

Portugal, Inglaterra, el Imperio austriaco, Holanda y Saboya, comenzaron una contienda

en la que entraban en juego poderosos intereses comerciales, políticos y estratégicos. La

guerra por tanto, se inició tarde, cuando Felipe V ya había iniciado su andadura política

como rey de España desde la misma fecha de la publicación del testamento en 1700. Si

los episodios bélicos protagonizados por las potencias aliadas no comenzaron hasta

1704, la implicación de la península en el desarrollo de los acontecimientos de la Guerra

de Sucesión, no se inició hasta 1705; año en el cual los territorios periféricos lindantes

con el Mediterráneo, se vieron obligados a tomar partido en una lucha que ya no era

sólo una cuestión de intereses entre potencias extranjeras. La adhesión de la Corona de

Aragón a la causa austracista, debe analizarse con cuidado, pues no todos los

estamentos sociales se unieron al bando del Archiduque y no pocas ciudades dentro de

la Corona se mantuvieron fieles a Felipe V. Las razones de este posicionamiento no

serán tratados en esta ponencia, debido a la complejidad de la cuestión y a la amplia

bibliografía que existe en referencia a la causa austracista.8

Los devaneos a favor de uno y otro bando, oscilaron a lo largo del ínterin

marcado por los años 1706 y 1710, fecha ésta última de un hecho decisivo que va a

marcar indiscutiblemente el desarrollo de la contienda, inclinando la victoria hacia el

lado francés. Fue en 1710 cuando murió el emperador austriaco, lo cual significaba que

el Archiduque Carlos debía asumir la herencia imperial dejada por su hermano; si el

nuevo emperador lograba ganar la guerra, la reproducción del Imperio de Carlos V

vendría a desequilibrar de nuevo el mapa europeo. La retirada de los apoyos de los

aliados, mermó considerablemente la capacidad bélica del bando austracista. La paz de

Utrecht, sellada en 1713, puso punto y final a la Guerra de Sucesión que tuvo como

colofón final la amputación territorial de la Monarquía Hispánica, precisamente aquello

que con tanto anhelo, había tratado de evitar Carlos II.

Tras la firma de las paces, Felipe V consiguió el trono español, el emperador

obtuvo los Países Bajos españoles, el ducado de Milán y Cerdeña; Portugal amplió sus

territorios en Brasil; Inglaterra se vio compensada con el monopolio del comercio de

8 Cabe destacar los siguientes títulos: A. Mestre, «Los austracistas» (ponencia impartida en el Seminario de la Casa Velázquez, Culturas y prácticas políticas en la España contemporánea [siglos XVIII-1936], Madrid, 11-11-2002) y León Sanz (1993 y 1997).

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esclavos y con el Navío de Permiso, así como con Terranova, Gibraltar y Menorca;

finalmente, Saboya obtuvo Sicilia. Con la firma del tratado de Utrecht, la dinastía

borbónica quedaba instaurada definitivamente en la península.

Tal hecho hubo de tener el consiguiente impacto en la configuración de la norma

hispánica, ya que la monarquía borbónica observaba una política de intervención directa

en la lengua desde la autoridad real que arrancaba de la Ordennance de Villers-Cotterêts

(1539), disposición por la cual Francisco I decretaba el uso obligatorio del francés

(«langage maternel français») en los documentos oficiales (Kukenheim 1974: 205-206).

Sin embargo, el edicto de Villiers-Cotterêts afectó más al uso del latín que al de los

otros vernáculos franceses (Milhou 1993: 30; Certeau et al. 1975: 10): se trataría de un

falso comienzo de las políticas en contra del patois, política que en verdad arranca de la

encuesta del padre Grégoire,9 realizada justo después de la Revolución Francesa y que

certificaba la vitalidad indeseada de dialectos y lenguas distintas del francés, y antes con

los edictos que prohibían la lengua del lugar en los territorios conquistados desde la

mitad del siglo XVII: Flandes «Marítimos», Alsacia, Rosellón, Lorena alemana y

Córcega (Certeau et al. 1975a; 1975b).10

En la costumbre de tal impulso, Felipe V apadrinó la Real Academia Española

(1713) que, al igual que la misma Academie Française (1635), había surgido

espontáneamente como un salón más de intelectuales, con la consiguiente adaptación

creativa, como ya hemos mencionado (v. nota 4).

2. EL REFORMISMO BORBÓNICO

Fruto del cambio de dinastía, con unas costumbres administrativas distintas

(centralismo francés frente a foralismo o federalismo alemán), aunque filtrado por las

anexiones o «traiciones» durante la guerra, Felipe V y sus sucesores emprendieron una

serie de reformas que le dieron un rumbo distinto a la política española, y

específicamente a la política lingüística española.11 De hecho, la nueva dinastía se

9 Agradecemos al profesor Dieter Messner que nos pusiera en la pista de tal informe de Grégoire (comunicación personal vía correo electrónico). 10 Sin embargo, no hay que olvidar el precedente. 11 Álvarez de Miranda (1992: 25) considera que «[n]i los ciclos culturales y económicos de la vida de un pueblo se pliegan a los caprichos del calendario, ni sobre ellos ejerce un papel tan determinante el cambio de soberano.» Este es uno de los puntos de discusión de nuestra propuesta. Si bien es cierto que el reformismo borbónico no llegó a todos, sí llegó a sus capas más determinantes. Por otro lado, compartimos la concepción de un cambio progresivo y no brusco fruto del cambio de dinastía, pero sí determinante, como luego mostraremos.

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propuso «castellanizar las regiones cuya postura le había sido hostil en la guerra de

Sucesión» (González Ollé 1995: 48).

Los historiadores han consensuado la necesidad de distinguir dos épocas de

reformismo tras la Guerra de Sucesión:

1) Pre-reformismo borbónico: hasta la llegada de Carlos III al poder (época de los

novatores [1680-1726] e ilustración temprana [1726-1760]).

2) Reformismo borbónico: tras la ascensión al poder de Carlos III (1759) hasta

finales de siglo: ilustración plena.

Desde un punto de vista lingüístico, obsérvese que la primera época coincide con

la fundación de la RAE (1713)12 y la publicación de sus primeras obras, como son el

Diccionario de Autoridades (1726-1739) y la Ortographía (1741).

La segunda etapa coincide con la aparición de la 1.ª ed. de la gramática

académica (Gramática de la lengua castellana, 1771) y con las principales medidas

político-lingüísticas de Carlos III (reinado: 1759-1788), medidas que reforzaron la

vinculación de la Academia con el poder.

En cuanto a las reformas político-administrativas, se pueden dividir en dos

grupos: las reformas internas que afectan a los órganos de la monarquía y las reformas

periféricas o los decretos de Nueva Planta, que afectaron directamente a los antiguos

territorios forales de la Corona de Aragón.

Las reformas se concretaron en varios decretos encaminados a amputar el ya

ineficaz sistema de consejos y a reforzar la centralización administrativa, garante de una

mayor efectividad política y burocrática. Los consejos de Aragón, Flandes e Italia,

fueron suprimidos, mientras que los de Estado, Guerra y Hacienda perdieron gran parte

de su influencia, sufriendo una reforma notable en sus prerrogativas. La gestión directa

del monarca sobre la maquinaria estatal se enfatizó por medio de dos vías: por un lado,

gracias al denominado «Consejo de Gabinete», institucionalizado por Felipe V en 1702

y cuyas funciones consistían en ayudar al monarca en las tareas de despacho de los

12 Álvarez de Miranda (1992: 24; 1995: 271 y 1998: 404) recuerda que bajo el auspicio de Carlos II ya se había fundado en 1700 una primera academia: la Regia Sociedad Médica de Sevilla. El cambio de dinastía y la Guerra de Sucesión frenaría según este autor (Álvarez de Miranda 1992: 25) las tendencias dinamizadoras internas que fluían desde los años finales del reinado de Carlos II. No nos extrañará saber que tal academia dejaría de desempeñar un papel importante en 1721, cuando sus miembros fueron perseguidos o encarcelados por la Inquisición (López 1981: 28). Por otro lado, según Álvarez de Miranda (1995: 270), la fundación de la Academia se vincula claramente con el movimiento novator, ya que su fundador –el marqués de Villena– lo era. Sin embargo, muchos de los miembros de la corporación eran tan barroquizantes como la misma institución en sus comienzos, también desde un punto de vista ideológico: cf. González Ollé (1992).

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asuntos de gobierno. Por otro lado, cobró una importancia decisiva la figura del

secretario del Despacho Universal.13 Este personaje administrativo ya existía como tal

en la dinastía anterior, sin embargo será durante el reinado del primer borbón cuando el

secretario, en su doble responsabilidad burocrática y funcional, va a adquirir una

relevancia insospechada. Su institucionalización supondrá el reconocimiento oficial de

su excelsa labor en el contexto reformista de principios del siglo XVIII. Veamos la

evolución de la figura del secretario del despacho universal al compás de las reformas

borbónicas en la administración de la monarquía.

Un Real Decreto en 1705 dividió la secretaría del despacho en dos

departamentos, con la intención de agilizar el trámite de la toma de decisiones.

Posteriormente, una nueva orden promulgada por Orry14 en 1714, volvía a dividir los

dos departamentos de la secretaría en cuatro, ocupados respectivamente de las

siguientes materias: Marina e Indias, Estado, Asuntos eclesiásticos, Justicia y Guerra. A

esto se sumaba la creación de una figura clave en el ámbito económico: el veedor

general de Hacienda, que sufriría continuas transformaciones por medio de varios

decretos sucesivos en los años 1717, 1724 y 1726. Esta división de funciones permitió

una centralización de los asuntos de gobierno a través de la figura administrativa de los

secretarios, que llegaron a tener un poder vertical fundamental en el sistema reformista

borbónico. Sin duda es esta una de las notas más destacables de los proyectos iniciados

durante el reinado de Felipe V, proyectos políticos que reflejan un interés racionalista,

en connivencia con la razón crítica desarrollada durante la Ilustración.

Volviendo a la transformación que sufrieron algunos consejos,15 merece especial

atención reseñar la iniciada en el consejo de Castilla, ya que éste organismo gestionaba

las relaciones políticas entre el Rey y el reino, tratando de los asuntos propios de

Castilla. De acuerdo con los parámetros teóricos de las reformas, el Consejo vio

aumentado el número de miembros y experimentó una división interna en cinco salas,

encargadas cada una de materias distintas. La sala de gobierno adquirió grandes

prerrogativas, sustituyendo en funciones a la supresa cámara de Castilla; se revalorizó la

vía reservada, que garantizaba una comunicación más directa entre el monarca y sus

ministros; el presidente del consejo fue relegado en funciones, las cuales fueron

adquiridas por la fiscalía otorgada a Macanaz. No es necesario reiterar los objetivos que

13 Según López Cordón, «la espina dorsal del nuevo sistema borbónico» (López Cordón 2000). 14 Ministro francés artífice de gran número de reformas. 15 Modificaciones expresadas en le Real Decreto de 1713 (Dedieu 2000: 118).

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se pretendieron conseguir mediante estas modificaciones: la agilización administrativa

en los despachos, la clarificación de competencias y la potenciación decisoria de la

figura monárquica. Sin embargo, como bien aclara Dedieu (2000: 119), las resistencias

frente a las reformas «a la francesa» efectuadas por los antiguos consejeros,

impregnados de los ideales políticos del «reino», fueron la demostración de que el

sistema polisinodial aún ostentaba cierta fortaleza y que no se iba a dejar domeñar

fácilmente ante los nuevos y presuntuosos aires de reforma de la recién estrenada

dinastía. La espectacular caída de Macanaz efectuada por los antiguos consejeros

aprovechando la polémica regalista que asolaba las relaciones España-Papado, fue el

golpe de efecto que devolvió a algunos de sus consejos a la planta anterior; aún y todo

las reformas surtirían su efecto en las décadas posteriores, sin que ya se pudiera hacer

nada para evitarlo. Finalmente, el impulso reformista se abrió paso triunfante en el

reinado de Carlos III.

Los denominados Decretos de Nueva Planta que afectaron a los territorios

forales de la monarquía, han levantado aires de polémica en la historiografía del

período, dividiendo opiniones y siendo objeto de enconados debates histórico-políticos.

Desde su enjuiciamiento como castigo brutal de una dinastía centralista, incapaz de

comprender las diversidades forales o la idiosincrasia particular de las instituciones de

los reinos, hasta la visión «positiva» y castellanista de su interpretación, la evolución de

las opiniones frente al tema, ha sido siempre controvertida. Y es que los Decretos de

Nueva Planta no son ni podrán ser nunca neutrales en su interpretación, ya que

despertaron espinas desde su misma formulación y acarrearon tanto ventajas como

inconvenientes para los distintos grupos sociales y políticos que se posicionaron a favor

o en contra de los mismos.

En el terreno ideológico político, los famosos decretos acabaron con las figuras

institucionales con las cuales los habitantes de los territorios forales se identificaban

política e incluso culturalmente. En el caso de Aragón, la Diputación, las Cortes (órgano

que gestionaba las relaciones pactistas monarca-reino) y el Justicia, desaparecieron del

mapa político, así como los derechos forales16 existentes, que desde los tiempos

medievales regían las relaciones socio-políticas del reino. Ideológicamente suponía la

clausura del pactismo como forma de gobierno y de gestión de las relaciones políticas

16 La abolición de los fueros generó un arduo debate político entre el Consejo de Aragón y los ministros de las instituciones centrales. Macanaz, Berwick, Orleáns y Amelot participaron en el foro planteado en torno a cómo acometer la reforma foral (Dedieu 2000: 132).

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entre el monarca y las instituciones forales. Las fórmulas pactistas implicaban la

supremacía de la ley por encima del monarca, así como la exaltación del pacto en las

negociaciones; en definitiva, constituía una manera de entender las relaciones políticas,

basada en la idea del equilibrio de poderes entre las dos instancias de poder y que es

mantenido mediante acuerdos y pactos gestionados conjuntamente. Las reformas de

Nueva Planta rompieron este equilibrio teórico, sustituyéndolo por el peso exclusivo del

monarca en la balanza de poderes: las ansias de centralización y de gestión directa de

los negocios por parte del monarca sin las «trabas» forales, fueron los objetivos

conseguidos por los decretos. Lejos de hacer apología o condena de los mismos, ya que

las ventajas o desventajas dependen del posicionamiento social y político adoptado,

debemos señalar que los naturales de la Corona de Aragón adquirieron todos los

derechos políticos de cualquier castellano, pudiendo entrar a servir, sin problemas

discriminatorios, en los órganos centrales de la monarquía: una demostración más de los

deseos de homogeneización expresados por las reformas.

Una figura jurídico-militar esencial que se introdujo en los territorios de la

Corona de Aragón, fue el Capitán General. Investido con amplios poderes militares,

ocupó con igual derecho la presidencia de las audiencias reales, fueron éstas las

funciones iniciales que conllevaba el cargo, sin embargo ciertas instrucciones datadas en

1714, otorgaron al Capitán General, poderes judiciales insospechados en las asambleas

no estatales, celebradas en la provincia que estaba a su cargo. Estos amplios poderes

jurídicos, que a manera de tentáculos, eran ejercidos por un cargo militar, no escondían

sino los intereses de la Corona por extender su poder político sobre todos los ámbitos

políticos posibles, tendencia observable en otras instituciones centrales. La introducción

del Capitán General en Castilla suscitó grandes protestas, lo cual ralentizó su

implantación hasta después del motín de Esquilache.

En definitiva, podemos afirmar que los decretos de Nueva Planta supusieron un

paso más en la voluntad absolutista y centralizadora de la nueva dinastía. Las

consecuencias de las reformas, que constituyeron un cambio político-administrativo

perceptible, son claramente visibles en las articulaciones del poder y en la gestión de los

asuntos de gobierno; sin embargo, debemos ir más allá en nuestras apreciaciones y tratar

de alcanzar a comprender las repercusiones ideológicas e intelectuales que puede

generar una implantación reformista desde arriba. La eliminación de ciertas

instituciones forales y derechos, representantes de una ideología política particular y

contraria por principios a los ideales políticos de la reforma, bien supondría una erosión

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en las ideas políticas de los grupos afectados y en las formas de pensamiento que

orientan la política. Inevitablemente, la imposición de las reformas sobre las

superestructuras culturales e ideológico-políticas que aún palpitaban en los territorios

forales y en los reinos de Castilla, produjo modificaciones y generó repercusiones en los

sistemas de pensamiento, en el ámbito cultural e intelectual y, por supuesto, en la

lengua. Los ecos racionalistas-reformistas se dejaron notar en todos los campos y

evidentemente también en el lingüístico, bien como fruto de las intenciones políticas de

la monarquía, oficializando academias y poniendo en marcha proyectos de planificación

lingüística, bien como reacciones indirectas no predeterminadas, que surgieron de

manera, hasta cierto punto inesperada, de la implantación de reformas que inicialmente

sólo eran políticas o administrativas. Quizás el mayor uso del castellano, al margen de

las órdenes emitidas por la Corona, sea una de las repercusiones lingüísticas

pertenecientes al último punto descrito.

3. ESPÍRITU REFORMISTA Y AMBIENTE INTELECTUAL: LA INTERPELACIÓN DE LA POLÍTICA,

LA CULTURA Y LA LENGUA EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XVIII

La implantación del reformismo borbónico no sólo generó una serie de

transformaciones en las instituciones políticas favorecedoras de la centralización y de la

agilización de la administración. Los hombres nuevos que tomaron las riendas del

poder, se impregnaron de los aires ilustrados perceptibles en el ambiente intelectual y

cultural del XVIII español. Así, se observa una profunda interrelación entre poder,

cultura y lengua, mediante la utilización de éstas dos últimas como instrumento político

y de prestigio en las prácticas políticas de la España borbónica.

Los nuevos actores políticos (Franco Rubio 2002), que no son más que las

figuras administrativas impulsadas por las reformas borbónicas (secretarios del

despacho, miembros de las instituciones renovadas, etc.), se vieron involucrados en una

nueva forma de sociabilidad cuyo eje aglutinador fue la cultura. Esta permeabilidad

entre política y prácticas culturales, va a ser consecuencia tanto de los proyectos

políticos impulsados desde arriba, como de las iniciativas individuales posteriormente

oficializadas por la propia monarquía. Algunos ejemplos los constituyen las Academias

y las Sociedades Económicas de Amigos del País.

La participación de miembros de la alta burocracia en el ámbito cultural, es una

manifestación más de la preocupación reformista por la cultura y su renovación; así

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mismo, este ambiente intelectual va a favorecer el transvase de miembros de las

sociedades culturales a la vida política, una canalización intensamente favorecida por el

reformismo borbónico. Este feliz encuentro entre la cultura y el poder, va a revelarse

como un elemento esencial en la germinación del «espíritu reformista de la lengua

española».

Podemos dividir las actuaciones de política lingüística avant la lettre en torno a

tres ámbitos:

a) Las lenguas regionales

b) La enseñanza del castellano

c) Las lenguas indígenas de América (el castellano en las Indias)

a) Las lenguas regionales

Al llegar los Borbones al poder la situación de uso administrativo de las distintas

lenguas de España era muy distinta. Por un lado, el gallego no se empleaba en la

documentación administrativa desde 1480 (Ferro Coustelo 1958: 254, cit. en Eberenz

1992: 378), y en cuanto al euskera, las hablas autóctonas carecían de «una verdadera

tradición en el uso administrativo y jurídico» (Eberenz 1992: 378). Por otro lado, el

catalán presentaba una problemática distinta, ya que en el territorio catalano-parlante,

pese a «cierta castellanización de las clases dirigentes –particularmente intensa en

Valencia– la administración y la legislación emplearon el vernáculo hasta la Guerra de

Sucesión (1701-1714)» (Eberenz 1992: 376-377). Ya que la Corona de Aragón fue

aliada del bando austracista, así como por el afán de centralismo francés (que respetó

empero a los aliados navarros), los Decretos de Nueva Planta suprimieron el régimen

político tradicional de Cataluña; en cuanto a la lengua catalana, las medidas buscaban

principalmente un efecto moral, y las referencias al idioma se limitaban simplemente al

hecho de una serie de cargos sólo podían ser ocupados por castellanos y a la prohibición

de que las causas de la Real Audiencia se «sustanciaran» en castellano (Eberenz 1992:

377).

b) La enseñanza del castellano

En una Real Cédula de 23–6–1768, Carlos III ordenó que la enseñanza primaria

y secundaria en toda España se impartiera en el idioma general (el castellano), así como

dispuso que las sentencias de la Audiencia de Barcelona, que antes se redactaban en

latín, fueran formuladas en castellano (Eberenz 1992: 374), con lo que se refuerzan las

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medidas del Decreto de Nueva Planta, las cuales no tuvieron tanta repercusión, ya que

no se promovió la movilidad geográfica de los hablantes de catalán ni se hicieron más

interesantes las condiciones que inducían al conocimiento del español en las ciudades

más allá de las que ya existían: se trata de un mito nacionalista-lingüístico (Lodares

2002: 92). Estas medidas fueron completadas por otra ley de 22–9–1780, la cual

imponía la gramática académica como la que debía ser empleada para enseñar a los

niños su lengua nativa, así como otro decreto (1772) imponía el uso del castellano en la

contabilidad y otra Real Cédula de 1801 prohibió las representaciones en cualquier otra

lengua que no fuera el español (Eberenz 1992: 374-375), aunque la medida se dirigía

más a las compañías italianas (González Ollé 1995: 50), igualmente que la Real Cédula

de 1764, que aprobaba las ordenanzas del gremio de mercaderes de vara, disponía que

los miembros del gremio debían tener sus libros de cuentas en idioma castellano, pero

sólo contra la abundancia de comerciantes franceses de la que se quejó la Junta de

Comercio de la Ciudad y Reino de Valencia (González Ollé 1995: 49). Sin embargo,

respecto al catalán, contra la opinión popular fue más la decadencia en el s. XIX que en

el XVIII (Solé i Cot 1982: 52), y las medidas represivas contra el catalán fueron mayores

en el último tercio y el comienzo del siglo XX, coincidiendo con el sistema «liberal» de

la Restauración, que miraba con odio y temor los movimientos federales y republicanos

(Solé i Cot 1982: 45). Se nos confirma, pues, la exageración nacionalista de la ofensa

lingüística de los Decretos de Nueva Planta.

c) Las lenguas indígenas de América (el castellano en las Indias)

Tras una postura inicial que prefería la evangelización en español empleando

intérpretes o «lenguas» (Real Cuesta 1975: 281), los Reyes españoles habían respetado

las lenguas indígenas en América, e incluso la evangelización se tendía a realizar en la

propia lengua de los indios (aunque a veces se promocionaran ciertas lenguas como el

quechua sobre otras, y se llegaron a hablar en territorios adonde antes no habían

llegado: cf. López Morales 1997), de lo cual es prueba la gran cantidad de vocabularios

y gramáticas indígenas que se escribieron, sobre todo por misioneros.

No obstante, ya desde el siglo XVI había voces que pedían la imposición del

castellano,17 voces que finalmente recibirían confirmación con la Real Cédula de 10–5

17 Por ejemplo, Yanguas Álvarez de Toledo (2001: 1016-1017) explica cómo en el libro 6º de la Recopilación de Leyes de Indias (1681), realizada bajo el reinado de Carlos II, se recoge una ley que se remonta a reales cédulas de 1550 en la que se ordena que «se pongan Escuelas de lengua Castellana, para

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–1770, de nuevo por Carlos III, que «imponía el castellano como lengua única en todas

las colonias: “para que de una vez se llegue a conseguir –decía literalmente– el que se

extingan los diferentes idiomas de que se usa en los mismos dominios, y sólo se hable el

castellano”» (Sánchez Ferlosio 2002: 65).18 En Francia también hubo una misma

dualidad entre las iniciativas estatales y civiles, que preferían «franciser les sauvages»

de la Nueva Francia o Canadá, sobre todo a partir de la llegada del intendente Jean

Talon (cf. Allard 1976: 121, 134, 140), frente a la labor misionera en lenguas

amerindias como el hurón y el algoquino, de las que publicaron diccionarios y sucintas

gramáticas distintos miembros de distintas órdenes religiosas (Auroux 1994: 99-100;

Hanzeli 1969). No podemos seguir la posible evolución del gobierno francés respecto a

las lenguas amerindias, dado que Francia perdió Canadá frente a la corona inglesa en

1763.

3. CONCLUSIÓN

Aunque la llegada de los Borbones supuso un cambio de rumbo definitivo para

nuestro país, la implantación de las reformas borbónicas no fue brusca sino paulatina,

así como no respondía a un plan totalmente preconcebido de antemano (no se produjo

un cambio catastrófico repentino, aunque sí una revolución paulatina). También hay que

tener en cuenta que quizá sus medidas de política lingüística no son tanto una obsesión

de partida nacionalista, como suele ocurrir en la actualidad, según un espíritu herderiano

que arranca del siglo XIX, sino una simple medida o repercusión de un diseño reformista

general con unos objetivos globales (centralismo, castigo a los «traidores»). No hay que

olvidar que toda política lingüística tiene por objetivo último la conservación o el

aumento de poder, pese a que se presenten alegaciones románticas previas (Cooper

que la aprendan los Indios», todo a pesar del tono general de la recopilación jurídica, que es de carácter proteccionista hacia los indígenas. Parece haber una corriente simultánea de posturas a favor y en contra de la enseñanza de la lengua española a los indígenas: en 1715 el obispo de Guatemala recordaba aún en una pastoral a los curas y beneficiados la necesidad de predicar en lengua indígena (Yanguas 2001: 1015), pero por otro lado el arzobispo de México entre 1766 y 1772, Francisco Antonio de Loranzana fue el gran inspirador de la Cédula de Carlos III en una serie de pastorales difundidas en otoño de 1769 (Yanguas 2001: 1018-1019). Se puede consultar la Real Cédula reproducida en Solano (1992: 237-238). 18 Por otro lado, en la medida de Carlos III influyó claramente el deseo de desposeer a las órdenes religiosas de su poder entre los indígenas, al promover el trato directo con el indio en el idioma de la metrópoli, sin mediación de intérpretes ni conocedores de las lenguas aborígenes, casi todos religiosos. Cf. Lodares (2002: 88). También fue determinante, según Lodares (2002: 87-99), la progresiva liberalización del comercio con América por parte de los Borbones, para el cual se necesitaba una lengua común de comunicación.

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Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

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1997): a este respecto sí podemos calificar las medidas borbónicas de pura política

lingüística sin cometer ningún tipo de falacia histórica.

Por último, hay que recordar la importancia que se puede conceder a las medidas

de política lingüística en la elaboración de una periodización de la lengua española que

conjugue los criterios internos y externos, hecho que ya atisbó Marcos Marín (1979,

1992). Sin embargo, conviene sopesar con cuidado las posibles repercusiones de las

medidas de política lingüística, ya que la política de estirpe francesa que buscaba una

cierta uniformidad cultural e idiomática «afectaba sólo a la esfera oficial y a las

manifestaciones de alta cultura», por ejemplo a la norma escrita, pero no a la oral en

ciertos dominios lingüísticos, hasta el punto de que contra viento y marea se

mantuvieran el catalán, el gallego y el vasco en sus respectivos territorios. La política

borbónica con respecto a la lengua se dirigía sobre todo a las elites, pues (Milhou

1993).19 Por otra parte, habría que relacionar este conflicto o dualidad entre formas

lingüísticas con otras pugnas del siglo XVIII y de la modernidad misma como es la que

se produce entre tradicionalistas e ilustrados (el pensamiento progresista mismo frente a

la intolerancia secular). No hay que olvidar el hecho demostrado de la limitación de la

Ilustración en España, que no dejó de ser un fenómeno minoritario (Baader 1981). Por

tanto, para comprender el siglo XVIII en su plenitud no hay que desdeñar el estudio de

las corrientes refractarias (Álvarez de Miranda 1992: 40).

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19 Acerca de la situación en América, ya en las leyes de Burgos se disponía la enseñanza del español a los hijos de los caciques, esto es, a los vástagos de las elites indígenas (Real Cuesta 1975: 282).

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© CISNEROS AYÚCAR, Juan Luis. 2004. «El castellano en el siglo XVIII: apologistas y detractores». Res Diachronicae Virtual 3: Estudios sobre el siglo XVIII. Número monográfico coord. por Mara Fuertes Gutiérrez, M.ª José García Folgado y José Luis Ramírez Luengo. 147-152.

EL CASTELLANO EN EL SIGLO XVIII: APOLOGISTAS Y DETRACTORES

JUAN LUIS CISNEROS AYÚCAR Universitat de València

Ante el tema que vamos a desarrollar, es preciso señalar dos cuestiones previas e

introductorias:

Por un lado, el apologista no sólo defiende y ensalza la lengua también se

preocupa por su estado y aporta posibles soluciones. Por otra parte, uno de los rasgos

que se aprecia leyendo sus textos es que entre los pensadores españoles no hay

unanimidad a la hora de manifestarse. Así, por ejemplo, están de acuerdo en otorgar un

pasado glorioso al idioma. Pero, como veremos, disienten en otros puntos.

Ejemplos de diferentes voces son Antonio de Capmany, Vargas Ponce, Juan

Pablo Forner, Cadalso, Feijoo (1676) o Mayans (1699).

Por otro lado, la cuestión no es privativa del siglo XVIII (en La Viñaza y en

Bleiberg se nos presenta un recorrido por diferentes apologías desde el s. XVI); y aun

dentro de este siglo su intensidad variará dependiendo del momento. En relación a esto

último, no podemos olvidar el capítulo tal vez más famoso donde se cuestionó el

nombre de España. Es decir, la aparición de la Enciclopedia metódica (1784) que

provocará la aparición de voces en defensa de la lengua materna y que la Academia

convoque un concurso en defensa de la cultura española. Si recordamos brevemente la

historia, dentro de la Enciclopedia, y en el área de Geografía, aparecía un artículo

titulado España donde se realizaba un recorrido por el país afirmándose que nada había

aportado. El autor del citado artículo era un personaje de nombre Nicolás Masson (el

proyecto de la Enciclopedia nace con la voluntad de sustituir a la anterior –

concretamente, la iniciativa parte de Panckoucke–, y su aparición fue muy esperada;

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Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

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aspecto éste que incidió en su repercusión posterior). Se aprecia que no era la lengua el

objetivo principal sino que el artículo tenía un carácter más general pero también, y por

ello, más polémico. En el fondo su aparición se insertaba en lo que se ha reconocido

como la Leyenda negra antihispánica. Otros detractores son los italianos Tiraboschi o

Betinelli. A éstos, sumamos la revista francesa El año literario.

Una de las primeras reacciones provino de Italia. En particular, Denina defendió

los logros alcanzados por las lenguas italiana y española en materia literaria. En España,

fue Cavanilles el primero en responder. Sin embargo, el personaje que llevó todo el

peso de la defensa de España y del idioma fue Juan Pablo Forner. Éste, tuvo que

enfrentarse a casi toda la prensa de la época que valoraba negativamente las apologías

por su falta de crítica y rigor.

Una serie de epígrafes a modo de esquema nos permite perfilar y conducir los

contenidos ya tocados y los que restan por contar. Son los siguientes:

1. Falta de consenso u homogeneidad entre los ilustrados.

2. Apología basándose en la alabanza del pasado.

3. Relación con el francés. La paradoja.

4. Rasgos de la comparación de lenguas (tipos).

5. Causas comúnmente aceptadas de la decadencia.

Vayamos ,pues, por partes ¿En qué se basa el elogio de la lengua española en el

siglo XVIII? Se alude, recurrentemente, al pasado glorioso de la lengua durante los siglos

XVI y XVII. Esto se ubicaría en lo que denominan algunos apologistas las edades del

lenguaje. Se trata de la etapa donde se hallan los autores más relevantes del idioma. En

ese período, que comprende los siglos XVI y XVII, la lengua alcanza un estado que para

algunos raya la perfección para, a continuación, entrar en un período de decadencia o

crisis. Este planteamiento constituye una idea comúnmente aceptada, a pesar de ello las

opiniones varían. Por ejemplo, no hay consenso a la hora de fijar los modelos del

pasado a seguir; no todos consideran a Góngora y a Calderón como autores perniciosos,

aunque en el seno de los ilustrados se buscaran los principios rectores del estilo:

claridad, sencillez, propiedad (De este modo, para Vargas Ponce es en el teatro de Lope

y Calderón donde de preserva el idioma. Otros, como Benito de San Pedro, no dudan en

situar en el mismo plano a Quevedo, Góngora o a Calderón –como autores perniciosos

se entiende...–. Feijoo, por su parte, valora por igual a Garcilaso y a Góngora)

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Juan Luis CISNEROS AYÚCAR: El castellano en el siglo XVIII

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Es necesario valorar sus opiniones desde la posición de cada uno. Una de las

máximas que barajamos es la imposibilidad de generalizar. Es comprensible la distancia

entre un escritor de la primera mitad de siglo y otro de finales de siglo (el contexto). Y

también valoramos la actitud y capacidad crítica de cada uno. Checa Beltrán señala el

cambio operado en la figura de A. de Capmany que pasó de una actitud galófila (en sus

primeros escritos) a una postura galófoba (apreciable en las Observaciones críticas...).

Estaría directamente relacionado con el aluvión de críticas vertidas desde Francia e

Italia. Por su parte, Forner pasa a ser el defensor (adalid) del buen nombre de España

(verbigracia, en las Exequias). Este último tuvo el apoyo de Floridablanca. François

López define ampliamente su situación y su voluntad de medrar relacionándolas con la

postura adoptada. Por tanto, debemos valorar tanto el contexto como el carácter.

Dos planos quedarían recogidos en los elogios: el diacrónico y el sincrónico.

Como hemos visto, la historia de la lengua está indisolublemente ligada a la historia

literaria y a la historia la política. De este modo, se llegaría al siglo XVIII. El estado de la

lengua es consecuencia de los abusos cometidos en el pasado. Pero, además, su

situación se agrava por la sombra del idioma dominante en Europa, el francés. De lo que

se anticipa que las comparaciones con el idioma vecino van a ser inevitables. Muchas

veces la alabanza del español se entiende por comparación con la lengua vecina u otras

lenguas (la oposición latín-romance deja paso a la oposición romance-romance). La

cultura dominante del setecientos es la francesa y como consecuencia su lengua también

lo será. Las manifestaciones en relación a una u otra varían. No es extraño que un

ilustrado como Feijoo valore positivamente al francés en relación al castellano y

proponga su aprendizaje.

Lo que entendemos como una paradoja derivó del contacto de culturas. Por un

lado, el proyecto ilustrado y cosmopolita nacido en Francia, con sus pretensiones de

convertir al francés en lengua universal y, por otro, un sentimiento nacional que

pretendía constituir el español moderno. El resto de lenguas de España se verán

directamente afectadas. También el latín (era la lengua de las élites intelectuales, de la

Universidad y la Iglesia). Alguna voz hay como la de Ponce que reivindica el latín como

lengua de transmisión del saber.

Por lo que respecta a la valoración del idioma, leemos conceptos tales como

dulzura, armonía, gravedad, elegancia, suavidad, monotonía o virilidad en función de

la lengua y de la persona que los emite (obviamente, no tienen rigor científico). En

general, se reconocen las cualidades intrínsecas del castellano, como por ejemplo su

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Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

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genio (es muy común leerlo aplicado a la poesía) pero, también hay acuerdo absoluto

cuando se reconoce la falta de cultivo a diferencia del francés. Por el contrario, a éste se

le reconoce su estado de preeminencia gracias a que ha sido trabajado. Se le reconoce

propiedad y concisión.

Se es consciente –algunos, como Forner o Feijoo, al menos sí lo son– de que hay

diferentes tipos de géneros y estilos. De forma que no se le puede pedir a la poesía que

sea lo que no es (por ejemplo verosimilitud; o que tenga un estilo prosaico). Son

ilustrativas las afirmaciones de Feijoo en su Paralelo de las lenguas castellana y

francesa, cuando señala que: «[...] para escribir en todas las materias, basta por sí solo

nuestro idioma [...]». De la misma opinión es Gregorio Mayans.

Sin embargo, la idea general que se transmite es la de que no hay idiomas más o

menos aptos. Su capacidad depende del trabajo, de los escritores y del estilo que estos le

imprimen. En este sentido, Vargas Ponce y J. P. Forner llegaron a una conclusión

similar partiendo de una premisa fundamental y es que la lengua española poseería unas

condiciones inmejorables (sería la elegida...)

La propiedad y la armonía son junto a la copiosidad del idioma los criterios

utilizados por Feijoo en su Paralelo de lenguas y seguirán siendo empleados. Sus

palabras son coherentes en este caso: «En cuanto a la armonía o grato sonido del

idioma, no sé cuál de dos cosas diga: o que no hay exceso de unos idiomas a otros [es

decir, no hay unos superiores a otros] o que no hay juez capaz de decidir la ventaja».

Aunque estas afirmaciones no son óbice para que luego afirme que el francés se

desliza y el español golpea (criterios meramente subjetivos).

En cuanto al léxico, de forma recurrente, se alude a la copiosidad de la lengua.

La abundancia es vista como un rasgo positivo y diferenciador del castellano. En este

caso, todos lo reconocen como seña del idioma; incluso el ecuánime Feijoo. Capmany, a

su vez, distingue dos tipos de léxico: el científico y el general. Y señala que si de alguno

escasea el castellano es del primero.

Pero tampoco en este aspecto hay un criterio unificado. Unos tienen muy claro

que la abundancia equivale a poder nombrar las cosas y las variedades de éstas.

Dentro de este apartado, podríamos incluir la capacidad derivativa y compositiva

del español como rasgos de superioridad frente al francés. En este aspecto reconocemos

la labor de Capmany.

También destacan, y de forma 'consensuada', la riqueza de refranes.

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Juan Luis CISNEROS AYÚCAR: El castellano en el siglo XVIII

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La flexibilidad. Desde el punto de vista de la sintaxis, el francés es visto como un

idioma más rígido.

Es menester recalcar de nuevo que la apología no está exenta de reflexión y, en

ocasiones, de crítica. Los ejemplos más visibles son Feijoo y Mayans. Recordando, de

esta forma, que se mueven en el terreno de la apología pero también de la filología.

Esto nos lleva al problema de las traducciones (la valoración más repetida es que

eran muchas y de mala calidad). Aspecto presente en todas las apologías. Todos se

refieren a este tipo de obras sin excepción. Algunos como Cadalso abogan directamente

por que no se elaboren.

Los malos escritores y el mal uso del idioma. A estas causas habría que añadir

las de tipo político. Es decir, la decadencia de España a partir del s. XVII. Tal vez,

Vargas Ponce sea el más exagerado al temer por el futuro de la lengua. El capítulo XXIII

de su Declamación está dedicado a los abusos del idioma. Lo ejemplifica con palabras y

expresiones concretas: Pisaverde-petimetre, terrero -parterre, garvear-merodear.

Otro problema que debaten es el préstamo de voces:

Para Feijoó el empréstito de voces es necesario siempre que no se introduzcan

aquéllas que ya tienen equivalente en castellano. Igualmente Capmany señala que «a

donde este no alcance, adoptense voces nuevas en hora buena». Advierte de las faltas de

los diccionarios, en concreto del Diccionario de Autoridades. Hay muchas voces que no

se recogen, sin embargo, no duda de su necesidad.

El estudio de los clásicos y el uso de las herramientas de que dispone el idioma

son posibles soluciones que se aducen. Así lo ve, por ejemplo, B. de San Pedro quien

aboga por la recuperación del idioma a través de la lectura de los clásicos castellanos y

de esas herramientas que son: la Gramática, el Diccionario o la Retórica (se aprecia su

vocación más filológica).

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© RAMÍREZ LUENGO, José Luis. 2004. «Para una historia del español de Guatemala: notas de historia externa en el siglo XVIII». Res Diachronicae Virtual 3: Estudios sobre el siglo XVIII. Número monográfico coord. por Mara Fuertes Gutiérrez, M.ª José García Folgado y José Luis Ramírez Luengo. 153-170.

PARA UNA HISTORIA DEL ESPAÑOL DE GUATEMALA: NOTAS DE HISTORIA EXTERNA EN EL SIGLO XVIII*

JOSÉ LUIS RAMÍREZ LUENGO Universidad de Deusto

1. Constituye un hecho bien conocido entre los estudiosos de la dialectología

hispanoamericana la situación claramente insatisfactoria en que se encuentran, en el

marco de estos estudios, las variedades del español hablado en Centroamérica, cuyas

peculiaridades resultan hoy poco menos que desconocidas. Así, sigue resultando cierto

el aserto que Lope Blanch hacía en 1968 de que «el español de Guatemala es una de las

modalidades peor conocidas hasta ahora, y no hay indicios de que esta situación vaya a

cambiar en un futuro próximo» (Lope Blanch 1968: 89).

Esta afirmación –que no sólo sirve para Guatemala, sino que resulta aplicable al

conjunto del área mesoamericana–1 tiene su reflejo, por ejemplo, en el caso de los

Cuadernos Bibliográficos que, sobre el español de América, ha publicado la editorial

Arco/Libros: así, el número de trabajos recogidos en el volumen sobre Centroamérica

por López Morales (1999) es claramente exiguo en comparación con el de otras

regiones, como el Caribe, Colombia o México.

Esta escasez ya indicada en lo que a la sincronía se refiere, se convierte en

inexistencia si se atiende a la diacronía de estas variedades dialectales: así –y de nuevo

con la excepción de Costa Rica, que cuenta con un importante trabajo de conjunto

(Quesada Pacheco 1990)–, se puede decir que es aún todo lo que falta por estudiar

* Este trabajo ha sido posible gracias a la ayuda del Gobierno Vasco, por medio de una Beca Predoctoral de Formación de Investigadores. 1 Tal vez la excepción la constituya Costa Rica, cuyas variedades regionales cuentan con una serie de trabajos que dan cuenta de sus principales características; destacan, a este respecto, los trabajos de Quesada Pacheco (1991, 1992 y 1992b), así como Agüero (1960 y 1964) entre otros.

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respecto a la evolución diacrónica del español de la región. No resulta extraño, pues,

que al indicar el total desconocimiento que actualmente se registra sobre la historia

lingüística de ciertas zonas del continente americano, Medina López (1995: 46)

ejemplifique su aserto con el caso, precisamente, del español centroamericano. Del

mismo modo, y como conclusión de este trabajo, el autor vuelve a incidir en el mismo

hecho, al señalar la necesidad de «trabajos que muestren la evolución del español en

cada zona, especialmente en la región central hispanoamericana» (Medina López 1995:

75).

Así pues, resulta evidente la urgente necesidad de llevar a cabo estudios que,

desde un punto de vista diacrónico, sirvan para dar luz a la evolución del español

hablado en la región mesoamericana, de manera que se pueda ir esbozando poco a poco

la por hoy desconocida historia del español de Centroamérica.

2. En la línea de lo apuntado anteriormente, este trabajo pretende ser un primer

acercamiento a la historia del español de Guatemala desde la perspectiva que Germán

de Granda (1981: 206) denomina historia lingüística,2 esto es, desde un punto de vista

que trascienda lo puramente lingüístico –o lo más específicamente lingüístico– para

tener en cuenta otra serie de elementos, de tipo histórico principalmente, si bien también

sociológico, antropológico, etc., que pueden dar una visión más totalizadora y amplia de

la situación del español en la Guatemala del siglo XVIII.

Se pretende, por lo tanto, reunir una serie de noticias y de datos de diversas

fuentes que sirvan para crear una estructura coherente, que no sólo explique de manera

más o menos clara el estatus de la lengua española en las coordenadas geográfico-

cronológicas ya señaladas, sino que también establezca un marco de referencia en el que

se puedan engarzar otros trabajos de historia interna –la lingüística histórica de

Granda–, en todo punto imprescindibles para esbozar la evolución diacrónica del

español guatemalteco.

3. Frente a lo que ocurre con otros territorios del continente, Centroamérica

constituye una de las regiones de colonización más temprana, hasta el punto de que 2 Frente a la lingüística histórica, que se ocupa de los cambios en el sistema, Granda propone una visión de la evolución lingüística que, integrando esa parte, atienda también a otros elementos, tomando como base el hecho de que «el lenguaje se constituye, funciona y cambia dentro y a través de estructuras sociales, económicas y culturales determinadas, que no es lícito, en absoluto, relegar a una consideración metodológica subordinada, en el mejor de los casos, y, a veces, incluso virtualmente inexistente» (Granda 1981: 204).

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prácticamente todas las principales ciudades de lo que posteriormente se conocerá como

Reino de Guatemala3 se fundan en la primera mitad del siglo XVI: Santiago de los

Caballeros en 1524, León de Nicaragua el mismo año, San Salvador en 1528,

Comayagua en 1537, y Cartago, algo más tarde, en 1563.

Conviene precisar, sin embargo, que la colonización del territorio no había sido

homogénea, sino que cada uno de los centros de implantación colonial tiene un origen

diferente: así, según señala Sáenz de Santa María (1981: 140-141), «Santiago de los

Caballeros había sido capital del territorio conquistado por Alvarado; Comayagua

dependía de las últimas operaciones militares de Hernán Cortés; y León había sido

fundada por Francisco Fernández de Córdoba por encargo y comisión de Pedrarias

Dávila, gobernador de Castilla del Oro».4

Pese a todo lo anterior, ya desde mediados del siglo XVI existe una unidad

política, conocida como Audiencia de Guatemala, que comprende todos los territorios

anteriormente señalados y que teóricamente se halla supeditada al virreinato de la

Nueva España, si bien, como señala Solórzano Fonseca (1993: 13), goza de virtual

independencia respecto del virrey mexicano, al depender, por su estatus de audiencia

mayor, directamente del Consejo de Indias, instancia superior de la administración

colonial. Santiago de Guatemala constituye, desde 1549, la cabecera de la Audiencia, y,

como tal, acapara todas las funciones administrativas, se erige como centro económico

más importante de la región, y concentra prácticamente todas las instituciones de tipo

cultural, por lo que pronto se convierte en la ciudad más importante de todo el Reino,

situación hegemónica que va a mantener de manera indiscutida durante todo el periodo

colonial.5

Con todo, conviene señalar que la Audiencia no constituye en ningún caso una

de las regiones centrales del Imperio Colonial, sino que desde muy pronto, y debido a 3 Y que realmente agrupa no sólo lo que hoy constituye la República de Guatemala, sino un territorio mucho mayor: junto a ésta, las actuales repúblicas de El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y el estado mexicano de Chiapas. 4 Así pues, se observa una importante diferencia regional: mientras que los territorios del norte-oeste (Guatemala, Chiapas, El Salvador, el interior de Honduras) reciben el español desde Nueva España, a la parte más sur-oriental del área llega la población desde lo que hoy es Panamá, lo que puede ser, evidentemente, un primer factor de diferenciación dialectal. 5 Tal hegemonía, sin embargo, no va a ser tan importante en el terreno lingüístico como se podría esperar, ya que, según indica Lipski (1994: 280) «la ubicación de la capital en un extremo geográfico del territorio da como resultado la disminución de la influencia cultural, política y lingüística dada la distancia respecto a la capital», factor al que se pueden agregar otros, como el aislamiento existente entre provincias y regiones, las dificultades en el transporte (Pérez Brignoli 2000: 27), o la mayor relación de cada una de las regiones con los diferentes focos de comercio: México en el caso de las del norte; el Perú y Nueva Granada en el caso de las del sur. Todo esto va a favorecer la diversidad lingüística, y el que en ningún caso se tome a Guatemala como modelo lingüístico en el resto de las provincias.

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sus limitados recursos económicos y a su escasa integración, por ello, en los circuitos

comerciales, adopta una fisonomía de comarca marginal dentro de las colonias, y

desarrolla un sistema autosuficiente en el siglo XVII y parte del XVIII (Luján Muñoz

1998: 97), lo que va a reforzar, por un lado, su aislamiento para con los centros de poder

que la circundan,6 y, por otro, la conciencia identitaria de su población,7 hechos que,

una vez más, pueden tener repercusiones lingüísticas: no sólo por el menor contacto con

variedades de otras zonas que pudieran influir en las centroamericanas,8 sino por la

inexistencia de una norma que se acepte como tal en la Audiencia, lo que permite el

fortalecimiento de los diferentes dialectos regionales.9

También es importante tener en cuenta que la colonización española no se

reparte de manera homogénea en todos los territorios de la Audiencia de Guatemala,

sino que la población se asienta de forma preferente en áreas muy concretas: las costas

pacíficas de todo el territorio y algunos valles interiores de Guatemala, Honduras y

Costa Rica; quedan al margen del control español, por tanto, prácticamente todas las

tierras de la costa caribeña,10 junto a territorios como El Petén en Guatemala, partes

importantes del oriente hondureño y nicaragüense y las llanuras norteñas y del sureste

de Costa Rica, además de la región de Talamanca (Meléndez 1993: 23-24).

6 Con este aislamiento no se quiere decir que no exista contacto con México o Perú, que indudablemente se daban, sino que se quiere hacer hincapié en el peso mucho mayor que tiene la relación intraprovincial –entre los diversos territorios de la Audiencia– que la interprovincial, con otras unidades políticas del Imperio. 7 Para el nacimiento de la identidad nacional de Guatemala, véase Chinchilla Aguilar (1965), quien apunta algunos datos interesantes sobre lo que se puede entender como la aparición de un sentimiento nacional antes de 1821. 8 A este respecto, y en el caso concreto de Guatemala, Lipski indica que «la variedad lingüística que representaba una sede administrativa nominal se desarrolló en un aislamiento casi total, por lo que presenta muchos de los arcaísmos y signos de abandono y de cambio lingüístico propios de territorios como Costa Rica, que estuvo marginada desde el principio» (Lipski 1994: 281). 9 Evidentemente, se considera que ya a finales del siglo XVI existe –al menos, en algunas zonas– una variedad que se puede denominar propia de la tierra. Se sigue, pues, la visión defendida por Fontanella de Weinberg (1992) de la koineización y criollización como origen de las variedades del español de América. En este caso, la nivelación interdialectal se produciría al establecerse la primera población de habla española en las diferentes áreas de la región, por lo que es muy probable que la segunda o la tercera generación hablara ya unas variedades propiamente centroamericanas, lo que sitúa tales dialectos a finales del siglo XVI, como se indicó más arriba, o en los primeros años del siglo XVII, dependiendo de la región. 10 Según indica Meléndez (1993: 30), «en el lado del Caribe la población no sólo era más escasa sino que vivía, en su mayor parte, al margen de la soberanía española. Se trataba de pueblos como los zambos-mosquitos, garífunas o caribes-negros, esclavos negros llevados por los ingleses a sus asentamientos de Belice, etc». El español, por lo tanto, resulta una lengua de uso prácticamente nulo en las costas caribeñas de Centroamérica, a excepción, por supuesto, de los escasos puntos de poder español –Matina en Costa Rica, Trujillo, Omoa y Puerto Caballos en Honduras, Santo Tomás de Castilla en Guatemala–, donde su presencia, al menos en la administración, se puede asegurar.

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4. La llegada del siglo XVIII coincide con la entronización de los Borbones como

monarcas de España, y este cambio de dinastía va a tener repercusiones muy

importantes en toda América, con el desarrollo de procesos de recuperación económica,

cambio social y transformaciones políticas y culturales que, en el caso de Guatemala, se

empiezan a percibir hacia 1730 o 1750 (Pérez Brignoli 2000: 74).

Así, y según señala este autor (Pérez Brignoli 2000: 75), la política que llevan a

cabo los Borbones sigue cuatro rumbos que se complementan: la reactivación de la

minería hondureña, la reconstrucción de rutas de comercio ultramarino por medio de la

creación de nuevos puertos y caminos, una nueva política fiscal que aporte mayores

ingresos al Estado, y una ofensiva constante para desalojar a los británicos de las costas

caribeñas. Todos estos hechos dan como resultado cierta reactivación económica, lo que

influye, por supuesto, en todos los campos de la vida colonial.

4.1. Dentro de lo social, resulta de interés observar cómo a lo largo del siglo

XVIII se va dando un aumento importante de la población en todos los territorios de la

Audiencia, aumento que conlleva, además, un «reacomodo de los distintos segmentos

que integraban la sociedad colonial» (Solórzano y Fonseca 1993: 27), muy evidente en

el notable incremento de ladinos en zonas mayoritariamente indígenas, como la costa

pacífica y el oriente de lo que hoy constituye Guatemala.11 Así pues, la población de la

Audiencia la constituyen en esta época cuatro grupos, de límites borrosos en algunos

casos: blancos, ladinos o mestizos, indígenas y esclavos de origen africano.

Los blancos –españoles y criollos– constituyen un porcentaje reducido del total

de la población, pero de gran importancia en la sociedad colonial, por constituir en

general no sólo la élite que acapara los puestos religiosos y de la administración, sino

también los sectores de mercaderes y terratenientes que manejan la economía de la

colonia; son, además, uno de los grupos poblacionales cuyo número aumenta a lo largo

del siglo, debido tanto a su alta tasa de crecimiento natural, como al arribo de

inmigrantes peninsulares en estos años (Solórzano y Fonseca 1993: 30-31).

Este segmento de población tiende a concentrarse en las ciudades, especialmente

en torno a algunas de ellas, como Santiago de Guatemala, San Salvador, Cartago,

Granada o León12 (Lovell y Lutz 2000: 18), si bien es posible registrarlo también en una

11 Este crecimiento de población se traduce en el proceso de fundación de villas de españoles y ladinos, que resulta especialmente importante en la segunda mitad del siglo en la zona guatemalteca (Luján Muñoz 1980: 245). 12 Si bien no siempre es el caso, y es precisamente el poblador español de zona rural uno de los casos en los que las fronteras entre grupos –en este caso, español/ladino– queda difuminada, dando paso a lo que

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situación prominente en núcleos urbanos de menor importancia, como Quezaltenango o

Verapaz (Solórzano y Fonseca 1993: 31-32).Constituyen, en todo caso, un fuerte factor

de castellanización, no sólo por poseer el español como lengua materna,13 sino también

por asociar esta lengua al estatus más alto de la sociedad, lo que concede al español un

prestigio del que otras lenguas carecen. Por otro lado, la ya mencionada concentración

de blancos en las ciudades conlleva que éstas se conviertan en focos castellanizados –y

castellanizadores– rodeados de poblaciones no hispanohablantes, lo que configura ya

una de las características de la situación lingüística de la Guatemala de la época: la

oposición ciudad-campo como oposición lingüística español-otras lenguas.

Por su parte, los mestizos o ladinos constituyen un importante sector de la

población que, además, aumenta de forma importante a lo largo del siglo XVIII, hasta

adquirir un peso demográfico notable en muchas de las regiones de la Audiencia: así, no

sólo mantienen la preponderancia de siglos anteriores en las zonas que hoy constituyen

Costa Rica, Nicaragua, El Salvador y Honduras –en estas dos últimas provincias, la

población ladina se calcula en un 53,5 % y un 61,8 % respectivamente a principios del

siglo XIX (Lovell y Lutz 2000: 19)–, sino que también incrementa notablemente su

presencia en zonas mayoritariamente indígenas, como la costa pacífica y el este de

Guatemala (esto es, las jurisdicciones de Escuintla, Guazacapán, Chiquimula y

Acasaguatlán). Del mismo modo, es también importante su presencia en la ciudad

capital (Solórzano y Fonseca 1993: 31) y en el área de haciendas que la circundan, así

como en las rutas comerciales más importantes y en los núcleos urbanos que son cabeza

de corregimiento o alcaldía mayor (Luján Muñoz 1998: 41).

Del mismo modo que el blanco, y con el español como lengua materna en la

mayoría de los casos, el ladino va a constituir un foco de castellanización de primer

orden por diversos factores: así, en palabras de Solano (1970: 299), «por su

asentamiento en los pueblos cabeceras, por su medio de trabajo –comercial, agrícola– y

colaborador del misionero en ciertas tareas educativas, va a estar en estrecho y directo

contacto con el indígena, dirigiéndose a él en castellano», lo que favorece la expansión

de este idioma entre la población indígena.

Lovell y Lutz (2000: 18) definen como blanqueamiento de Centroamérica, que favorece el paso del ladino a los estratos más bajos del grupo español. 13 En muchos casos, los criollos adquieren el español como lengua materna junto a una lengua indígena, debido al contacto con los sirvientes indios, que mantienen su lengua indígena nativa, según indica Garza Cuarón (1991: 694).

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Algo semejante ocurre en el caso de los esclavos de origen africano, cuya

presencia, al igual que la de los mestizos, se concentra preferentemente en el sur y en el

este de Centroamérica, además de en ciertas regiones productoras de azúcar y en

algunos centros urbanos importantes (Lovell y Lutz 2000: 17). Evidentemente, el

esclavo va a ser, junto al mestizo, factor de castellanización, al ser ésta la lengua que

aprende para comunicarse con los que lo rodean.

Por lo tanto, la acción de mestizos y esclavos va a constituir un foco de

castellanización de primer orden, lo que permite añadir una dicotomía nueva a la ya

señalada anteriormente para la descripción lingüística de la Guatemala de esta época:

indígena-no indígena, en relación –más o menos– directa con otras lenguas-español.14

A este respecto, Solano vuelve a incidir en la importancia de ambos estratos, esclavos y

ladinos:15

La importancia de este condicionamiento humano -ladino y mulato- en esta operación castellanizadora no se ha destacado lo suficiente. La conjunción va a ser fundamental. Mientras en los pueblos actúa el elemento ladino, en las zonas rurales son los mulatos quienes se encargan de radicar la lengua de Castilla. Durante el siglo XVIII las zonas españolizadas son, precisamente, las que cuentan con mayor número de ladinos y mulatos (Solano, 1970 : 301)

En cuanto a la población de origen indígena, ésta constituye la mayoría en lo que

hoy conforma Guatemala, muy especialmente en la zona occidental, donde llega a

alcanzar el 90 % del total (Solórzano y Fonseca 1993: 20), mientras que su presencia

decrece hacia el este, donde cede su preeminencia ante los ladinos.

Los indígenas no constituyen un todo homogéneo, sino que presentan

importantes diferencias en cuanto a su integración en la vida colonial: por un lado,

existe una minoría que asimila la cultura hispánica y que, por lo tanto, presentan cierto

grado de bilingüismo, situación que se da muy especialmente entre aquellos que se

asientan fuera de los poblados de indios, en zonas fronterizas con no indígenas o en

14 Evidentemente, la relación no se cumple a rajatabla, habida cuenta la presencia de indígenas que hablan español –esto es, ladinizados–, así como miembros de los otros segmentos de población con conocimiento de las lenguas amerindias; resulta, sin embargo, indudablemente cierta para la mayoría de la población. 15 Esta importancia del ladino como elemento castellanizador permite entender la aparente paradoja de la distribución actual del español en la América Central: en efecto, podría resultar llamativo que sea precisamente la zona de la capital colonial, la actual Guatemala, la parte de Centroamérica donde la implantación del español ha sido menos efectiva, hasta el punto de que la mitad de su población actualmente lo desconoce (Lipski 1994: 280); sin embargo, si se tiene en cuenta la labor castellanizadora de los ladinos, se entenderá por qué regiones como Honduras o Nicaragua, pobladas mayoritariamente por este sector de población, presentan un mayor número de hablantes de español, frente a zonas de gran presencia indígena –Guatemala– que mantienen con vigor sus lenguas autóctonas.

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otras ya españolas o ladinas; por otro lado, la mayor parte vive en comunidades o

pueblos de indios, sin contacto con la población blanca/mestiza –o con un contacto

mínimo, muchas veces reducido exclusivamente al misionero, que también utiliza la

lengua de la comunidad–, por lo que se mantienen con mucho vigor sus formas de vida

tradicionales y, del mismo modo, sus lenguas. A este respecto, Luján Muñoz (1998: 57)

señala que son abundantes los testimonios en los que se hace referencia al rechazo de

los indígenas a aceptar el idioma español, así como otras formas de la cultura colonial

en los poblados.16

Así pues, y como se indicó anteriormente, existe cierta correlación entre el

origen de la población y las lenguas utilizadas, por lo que las zonas con mayor

población indígena presentarán un menor grado de uso del español, y dentro de éstas, la

ciudad constituirá un punto castellanizado frente al ámbito rural, donde las lenguas

amerindias se mantienen con vigor. Todo esto, evidentemente, como situación general,

por más que el bilingüismo más o menos imperfecto de un importante conjunto de la

población debía difuminar, en cierto modo, las nítidas fronteras que se han señalado

inmediatamente en la distribución lingüística del país.

4.2. En cuanto a los cambios en el ámbito cultural, en todo el territorio de la

Audiencia se aprecia cierto desarrollo y potenciación de la cultura, que tiene su reflejo,

por un lado, en el incremento de las instituciones de enseñanza y, por otro, en la llegada

a la región de corrientes ilustradas europeas, cuyo resultado más evidente lo constituye

la creación de la Sociedad Económica de Amigos del País de Guatemala en 1795.

Por lo que se refiere a las instituciones docentes, Guatemala cuenta ya en el siglo

XVIII con un centro de estudio superiores, la Real Universidad de San Carlos, resultado

de una serie de gestiones que, a lo largo de todo el siglo XVII,17 se llevan a cabo ante la

Corona para lograr una institución académica de grado superior: así, la nueva

universidad abre sus puertas en enero de 1681 a más de sesenta alumnos, matriculados

en las cátedras de Teología, Filosofía, Instituta y Lengua Cakchiquel; existen, además –

16 Entre muchos otros ejemplos, se puede aportar el siguiente, de un informe fechado el 5 de septiembre de 1748 que el Vicario General de los Predicadores envía a España sobre la situación de la Orden en Guatemala: «Predican â los Yndios sus feligreces en sus proprios idiomas en los q. los Religiosos se imponen con grande // connato, por ser necessarios p.a su Administras.on pues âunque algunos Yndios sepan el Castellano estos ni quieren que los administren en otro idioma, ni pueden calar los Misterios de nrâ Sta fee, sino en el proprio» (Ramírez Luengo s.d.). 17 Realmente las gestiones comienzan antes, y se pueden retrasar hasta 1563, cuando los dominicos, aprovechando un legado del obispo Marroquín, fundan en la ciudad de Santiago el Colegio de Santo Tomás, donde se imparten cátedras de Artes, Gramática y Teología desde 1577 (Webre 1993: 206). Véase este mismo trabajo, así como el de Castañeda (1947), para todos los avatares que conlleva la creación de la Universidad de San Carlos.

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si bien en el momento de la inauguración de la Universidad no se imparten–, cátedra de

Cánones, Leyes, Medicina y Lengua Mexicana18 (Webre 1993: 206-207), siguiendo en

esto lo dispuesto en el punto 109 de las Constituciones de la Real y Pontificia

Universidad de San Carlos de Guatemala (Castañeda 1947: 179).

Con todo, no es éste el único centro de enseñanza superior con que cuenta

Guatemala, sino que existe también el Seminario Tridentino al servicio de la diócesis y

el colegio jesuita de San Borja,19 que a partir de 1711 puede conferir también grados, lo

que, en la práctica, equivale a conceder estatus de universidad a esta institución

(Meléndez 1993: 44).

Esta concentración de centros de enseñanza en la ciudad capital contrasta con la

imagen que ofrece el resto de la Audiencia: así, en Comayagua existe tan sólo un

seminario –fundado en 1680– con cátedra de Gramática, por lo que los estudiantes han

de terminar su formación en Guatemala; el colegio de San Ramón, en León de

Nicaragua, cuenta en principio con una cátedra de Gramática, a la que sólo

posteriormente se añade la de Moral, y no es sino hasta el siglo XIX, con las Cortes de

Cádiz, cuando se convierte en Universidad, a la par que la de San Carlos (Sáenz de

Santa María 1981: 142). Costa Rica, por su parte, presenta una situación aún peor: en

Cartago se funda la escuela de primeras letras recién en 1782, y sólo después se agrega

una cátedra de Latín, mientras que hay que esperar a entrar en el siglo XIX para que se

añada una de Filosofía (Sáenz de Santa María 1981: 142).20

Todo lo señalado anteriormente deja bien a las claras la ya mencionada

concentración de centros de enseñanza en Santiago de Guatemala, lo que conlleva,

evidentemente, la primacía de la capital en el ámbito cultural de la región, situación

hegemónica pareja a la que se da en otros órdenes de la vida de la colonia.

Una de las consecuencias de la situación inmediatamente descrita consiste en

que sea precisamente en la ciudad de Santiago donde de forma prácticamente única se

18 Esta cátedra sigue en una situación semejante a la de la inauguración bastante tiempo después: en un informe del Claustro del 31 de Mayo de 1755 sobre el estado en que se encuentra la Universidad, se indica «La del Ydioma Mexicano En propriedad con 200 ps de salario su lectura de las ocho a las nueve, pero esta Cathedra â muchos años que no Se lee» (Ramírez Luengo s.d.). 19 Los jesuitas llegan a Guatemala a finales del siglo XVI y comienzan pronto a impartir cursos de gramática y latinidad, lo que da como resultado cierta rivalidad latente con los dominicos, que se acrecienta a partir de la década de 1620, momento en que ambos colegios pueden conceder grados. Para los conflictos que se producen entre los jesuitas y la Universidad de San Carlos, véanse, una vez más, Webre (1993: 206-207) y Castañeda (1947). 20 Este mismo autor señala como excepción a la anteriormente señalada concentración de centros de estudios en Santiago a Ciudad Real de Chiapa, que cuenta con un colegio de jesuitas, así como con el colegio seminario al servicio de la diócesis (Sáenz de Santa María 1981: 141).

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va a poder apreciar la llegada de nuevas ideas ilustradas, hecho que se va a reflejar en el

nacimiento de la Sociedad Económica de Amigos del País de Guatemala en 1795: de

notable importancia para la difusión de las ideas progresistas en Centroamérica, en el

campo lingüístico lucha contra el uso del latín en la Universidad, y consigue que se

hable español, al menos en los actos universitarios (García Laguardia 1994: 47).21

Así pues, si bien es verdad que en el siglo XVIII se produce cierto desarrollo de la

cultura y la educación en toda la Audiencia,22 también lo es, como señala Webre (1993:

205), que la tasa de analfabetismo debe de haber sido extremadamente elevada, no sólo

entre la mayoritaria población indígena, que presenta un importante porcentaje de

monolingües que desconocen el español, sino incluso entre los segmentos ladino y

blanco de clase baja, ya castellanizados, situación que, evidentemente, se ha de tener en

cuenta a la hora de escribir sobre la historia del español en la región.

5. A esta compleja situación ya descrita se superpone una no menos compleja

diversidad lingüística, que hace de lo que hoy es Guatemala una zona de arraigado y

vigoroso multilingüismo. En efecto, aplicando la fórmula que Ferguson (1975) propone

a la hora de describir las situaciones multilingües, el estado lingüístico que la región

presenta en el siglo XVIII es el siguiente:

Guatemala - 21L = 3(Sowi; 2Vgws) + 17 (Vg) + 1 (Cres)

Así pues, resulta evidente la compleja situación de la zona, que cuenta con tres

lenguas mayoritarias –español, náhuatl y cakchiquel–, diecisiete minoritarias de

diferente importancia –desde el quiché, con muchos miles de hablantes, a otras, como el

uspanteco o el aguacateco, con algunos cientos–, y una lengua especial, el latín, que

posee unas características y un estatus muy especial.

Por lo que se refiere a ésta, el latín constituye lo que Stewart (1972) define como

una lengua clásica, que se caracteriza muy especialmente por sus usos de tipo religioso

21 Véase en este trabajo (García Laguardia 1994: 43-55) una síntesis de las principales aportaciones y los hechos más importantes de la Sociedad Económica, así como de sus ideas políticas. Del mismo modo, véase el artículo consagrado a este tema por Martínez Durán (1952), así como el trabajo de Luque Alcaide (1962). 22 El desarrollo de la educación no sólo se da en la Universidad, sino también en las escuelas primarias: según Solano (1970: 310-311), desde 1758 a 1772 se lleva a cabo una política de alfabetización de la masa indígena, tendente a su castellanización, que conlleva la creación de numerosas escuelas en las ciudades y el ámbito rural; tal política, sin embargo, no consigue efectos demasiado brillantes, según este mismo autor señala.

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(r), a lo que se añade, en este caso, el ser una materia estudiada en las escuelas (s) y

además la lengua en la que se imparte la docencia en la Universidad (e). Por lo tanto, si

bien es cierto que ocupa un estatus de notable importancia en el marco lingüístico-

cultural de la colonia, también lo es que su situación es claramente diferente de la del

resto de los idiomas utilizados en la zona, por lo que no resulta adecuado presentarlo en

el mismo plano que el español o las lenguas amerindias. Es importante, con todo, tener

en cuenta su papel como referente lingüístico y su importancia en la vida cultural del

país todavía durante todo el siglo XVIII.

Uno de los aspectos más destacables de la situación anterior es la constatación

de la presencia de tres lenguas mayoritarias, dos de las cuales –el náhuatl y el

cakchiquel– son lenguas amerindias: en ambos casos se trata de idiomas vernáculos de

la región cuyas funciones son las de lengua de comunicación para una comunidad

particular (g),23 su uso como lengua vehicular en todo el territorio (w) y su situación

como lengua de enseñanza en la educación (s), características estas últimas en relación

con el estatus de ambos idiomas como Lengua General en Guatemala.

A este respecto, son numerosos los testimonios del papel de estas lenguas como

instrumento vehicular de comunicación: Fr. Francisco Ximénez escribe en 1720 que

«luego que llegaron aquí nuestros religiosos [...] procuraron enterarse con todas veras en

el idioma más común que es la lengua cacchiquel, que dándose ésta la mano con las

demás, después les fue fácil el irlas comprendiendo todas« (Ximénez 1975: 199-200), y

resulta aún más claro el papel vehicular del náhuatl cuando este autor señala que

«predicóles un poco fray Domingo de Medinilla en lengua mejicana, interpretándolo el

cacique a la gente en la lengua de la tierra» (Ximénez 1975: 352).

En cuanto a la presencia de estas lenguas en la Universidad de San Carlos, ya se

ha apuntado anteriormente la existencia de cátedras de ambos idiomas, en conformidad

con sus constituciones fundacionales, y al igual que ocurría en todas las universidades

americanas (Dávila 1991: 5); con todo, conviene recordar que la enseñanza de lenguas

indígenas no comienza en 1680 con la fundación de la Universidad, sino que se puede

retrasar mucho más en el caso de Guatemala: en concreto, Dávila (1991: 5-6) señala que

la primera cátedra pública de lengua indígena en esta ciudad se registra en 1575, lo que

23 A este respecto, Solano (1970: 293) indica la presencia de grupos de población que poseen estas lenguas como maternas, y que este mismo autor cifra en 10162 individuos para el náhuatl y 83000 para el cakchiquel en 1772.

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pone bien a las claras la honda tradición de estudio de tales idiomas en la enseñanza

colonial.24

En contraste con esta situación, el resto de las lenguas amerindias presenta un

papel menor, reducidas en general a ser, dentro de una comunidad lingüística

determinada, idioma de comunicación intergrupal, que en numerosas ocasiones aprende

también el misionero encargado de tal comunidad como forma de integración en la

misma, según señala en varias ocasiones el mismo Ximénez (1975: 352; 385; 463):

«Presto no fue necesario intérprete, sabiendo todos nosotros las lenguas de la tierra»;

«Otros tratábamos de enseñar las oraciones y artículos y mandamientos para que las

gentes los supiesen de coro en su lengua»; «Como no se aplicaban a saber lenguas y

doctrinar, no les tenían amor los indios». Como han apuntado ya numerosos estudiosos

del tema (Dávila 1991: 4-6; Garza Cuarón 1991: 693), la razón de tal actitud a favor de

las lenguas propias de la región se debía al interés del misionero en cristianizar

rápidamente a la masa de población indígena, lo que, evidentemente, resultaba mucho

más efectivo si se utilizaban sus lenguas y no se imponía, junto a la nueva religión, una

lengua extraña.

Así pues, si bien en este caso no se produce una promoción de estas lenguas

semejante a la del náhuatl y del cakchiquel, lo cierto es que tampoco se lleva a cabo una

labor de erradicación de las mismas, por lo que se produce de forma natural cierta

contención en cuanto a la expansión del castellano en la zona, entorpecida –en palabras

de Dávila (1991: 7)– por la actuación de los religiosos y sus organizaciones

parroquiales.

En cuanto al español, si bien constituye también –junto al náhuatl y el

cakchiquel– una de las lenguas mayoritarias, lo cierto es que su situación presenta

notables diferencias con respecto a las otras dos: así, el español se corresponde con un

idioma estandarizado25 que presenta, además, carácter oficial (o), se usa como lengua

vehicular en la región (w),26 en consonancia con los otros dos idiomas mayoritarios, y

24 A este respecto, señala Dávila (1991: 5) que «el aprendizaje de las lenguas aborígenes llegó a ser considerado de primerísima importancia para la administración eclesiástica del Nuevo Mundo. Por medio de la ley promulgada el 19 de Septiembre de 1580 se llegó incluso a incluir entre los requisitos indispensables para la ordenación sacerdotal». 25 En general no resulta sencillo establecer las diferencias existentes entre una lengua vérnacula (V) y una estandarizada (S); Ferguson establece la distinción del siguiente modo: «For our purposes, a language will be regarded as S rather than V only if it has reached the ‘normal’ levels of standardization and use for written purposes» (Ferguson 1975: 312). 26 A este respecto, Solano señala la presencia de indígenas hablantes de lenguas uto-aztecas en la región costera guatemalteca que «tienen que convivir con los individuos de otros pueblos, idiomáticamente diferentes a su grupo, provenientes del país mam y su influencia [...], del chuj y del quiché y cakchiquel.

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posee además cierto uso ‘internacional’ –la función (i) de Ferguson–, en el sentido de

que constituye la lengua común para todas las regiones del Imperio Colonial. Resulta,

pues, no sólo el sistema lingüístico favorecido por la administración, sino también la

lengua de prestigio y del grupo dominante, lo que le acarrea cierta posición de

superioridad frente al resto.

Con todo, conviene señalar que tal preeminencia no se acompaña de una gran

ventaja numérica en comparación con el resto de las lenguas: de acuerdo con los datos

que Solano (1970) aporta en su importante trabajo, en 1772 el español cuenta con unos

90000 hablantes, un 29,47 % de la población, de los cuales alrededor de 40000 –en

concreto, 39491– lo constituyen indígenas, en su mayoría bilingües y en algunos casos,

muy probablemente, con un conocimiento muy rudimentario de la lengua española, por

lo que tal porcentaje de hablantes inmediatamente apuntado, de por sí no muy alto,

puede resultar incluso abultado.

Además, conviene señalar –como se ha apuntado ya en varias ocasiones con

anterioridad– que la distribución de los hablantes no es homogénea, sino que la zona de

la capital y la costa pacífica muy especialmente presentan mayor población hispanizada,

frente a lo que ocurre en el norte y el oeste, áreas de fuerte implantación indígena: a

manera de ejemplo, en Sololá la presencia de indígenas castellanizados es mínima, por

lo que la lengua española es hablada únicamente por la población española y mestiza,

que de acuerdo con Solórzano Fonseca (1993: 21), se reduce al 2 % del total, mientras

que en las alcaldías de la capital, de acuerdo con los datos de Solano (1970) y Solórzano

Fonseca (1993: 21), se puede calcular un 16,41 % de hablantes de español; aún es

mayor el porcentaje en la costa pacífica, en la que Solano (1970) señala un 66,69 % de

indígenas con conocimiento del español, lo que, añadido a la población blanca/mestiza,

permite establecer un 79,69 % de hispanohablantes, probablemente en muchos casos

con un bilingüismo imperfecto, pero, en todo caso, un porcentaje muy elevado frente a

las otras zonas ya indicadas.

Con todo, y atendiendo a las cifras totales de la región, el español presenta un

estatus muy superior a lo que constituye su uso efectivo, y, a este respecto, resulta

especialmente gráfica la aplicación de la grilla de Chaudenson –con ciertas variantes

Todos estos indios habladores de estas lenguas van a utilizar entre sí como medio de comunicación, no ya el idioma de la región -el xinca y el náhuatl- sino el castellano» (Solano 1970: 297).

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frente a lo que este autor propone en su trabajo (Chaudenson 1991)–27 a la situación

lingüística de la Guatemala dieciochesca:

TABLA 1: SITUACIÓN LINGÜÍSTICA DE GUATEMALA EN EL SIGLO XVIII

(Clave: 1.- Español; 2.- Cakchiquel; 3.- Náhuatl; 4.- Quiché; 5.- Tzutuhil;

6.- Pocomán; 7.- Xinca; 8.- Mam; 9.- Chortí; 10.- Kekchí)

Resulta, pues, evidente, cómo el español presenta una situación claramente

sobredimensionada, a semejanza del náhuatl y el cakchiquel, lenguas generales del país:

en los tres casos, su estatus aparece por encima del que les correspondería por su

número de hablantes, situación especialmente clara en lo que se refiere al náhuatl, que

27 Se sigue, en este caso, lo establecido por Calvet (1997: 30-35), quien toma en cuenta no tanto los países respecto de una lengua, sino más bien las lenguas respecto de un país; en cuanto a la forma de calcular el corpus y el estatus, también se han seguido criterios diferentes a los expuestos por Chaudenson (1991), habida cuenta la imposibilidad de contar con algunos elementos de juicio que este autor utiliza: así, para el corpus se han tenido únicamente en cuenta los porcentajes de población que utiliza la lengua, mientras que para el estatus se ha atendido a su oficialidad (calculando un grado de oficialidad: oficial -8, semioficial -4, no oficial -0) y a su capacidad de servir como lengua vehicular (estableciendo un índice de vehicularidad: 4 como grado máximo, y 0 como mínimo en el caso de que la lengua en cuestión se hable en una única alcaldía). A partir de los extremos resultantes de estos cálculos, con el español como lengua de grado máximo y otras (kekchí, uspanteco, etc) de grado mínimo, se ha establecido el estatus del resto. Si bien resulta evidente que el cálculo del estatus se basa en valores establecidos en cierto modo de forma arbitraria, lo cierto es que la tabla que resulta permite visualizar de forma gráfica el estado lingüístico de la región en la época, con una descripción relativamente cercana a lo que grosso modo debía de ser la situación sociolingüística de la Guatemala del siglo XVIII. Téngase en cuenta, con todo, su valor como elemento clarificador y descriptivo, sin aspiraciones a ser, en ningún caso, radiografía precisa de la realidad lingüística de la zona.

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presenta un alejamiento de la diagonal muy marcado.28 Así, de las tres lenguas

mayoritarias, es el cakchiquel el idioma que, pese a estar también por encima de la

diagonal, presenta una situación más cercana al estatus que le corresponde.

En cuanto al resto de las lenguas, si bien es cierto que su estatus es

prácticamente nulo, también lo es que son utilizadas por segmentos de población

escasos que no alcanzan –a excepción del quiché, lengua, que por otro lado, presenta

mayor estatus que el resto–29 el diez por ciento del total de hablantes de la región.

En realidad, hay que tener en cuenta que la fragmentación lingüística regional

conlleva que el establecimiento de cualquier lengua como oficial confiera a tal lengua

un valor sobredimensionado por encima de su porcentaje real de hablantes, habida

cuenta la ausencia de una mayoría lingüística clara que pueda imponer la suya; en este

sentido, la elección del español no constituye más que la imposición de una de las

minorías más numerosas –los blancos y mestizos– que contaban, además, con la ventaja

no sólo de ser la élite socioeconómica de la región, sino también de defender la posición

oficial del poder y de la Administración Colonial.

Con todo, su relativamente bajo número de hablantes evidencia sin lugar a dudas

cómo su carácter de lengua oficial equivale en este momento a poco más que su

utilización en la administración, y de aquí que más del 70 % de la población lo

desconozca y utilice, tanto en su relación con el poder como muy especialmente en su

vida diaria, su lengua amerindia materna.

6. Así pues, el español no constituye, en la Guatemala dieciochesca, sino una

más de las veinte lenguas habladas en la zona, que, si bien posee el mayor número de

hablantes de entre todas ellas –debido, evidentemente, a su valor de lengua ‘oficial’ y de

prestigio, y muy especialmente, de instrumento vehicular de comunicación que se

superpone a la amplia variedad lingüística regional–, no por ello deja de estar muy lejos

de ser una lengua mayoritaria: de acuerdo con los datos más optimistas, en 1772 un

28 En el caso de esta lengua hay que tener en cuenta que su carácter de general se debe al hecho de poseer tal estatus en el Virreinato de Nueva España, donde sí resulta lengua numéricamente mayoritaria. Así, su situación en Guatemala se ha de entender no tanto por el número de hablantes que presenta en la región –lo que da la imagen descompensada que ofrece la gráfica–, sino más bien por el grado de reconocimiento que posee en todo el territorio novohispano, lo que empuja a su declaración también como Lengua General en la Audiencia de Guatemala, aun cuando aquí sea muy minoritaria. 29 Véase, a manera de ejemplo, la apología que Ximénez lleva a cabo de esta lengua: «En esta lengua quiché son como signos naturales con tal orden y correspondencia que no hallo otra lengua más ordenada, ni aun tanto, de tal modo que me he llegado a persuadir que esta lengua es la principal que hubo en el mundo» (Ximénez 1975: 71), así como los argumentos que añade posteriormente (Ximénez 1975: 71-73) para justificar su aserto.

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máximo del 30 % de la población habla español, y a este número aún se debería restar

una parte importante que, pese a declararse bilingüe, muy probablemente conocerían

sólo de manera muy rudimentaria la lengua, lo que reduce su número de hablantes a un

porcentaje del 20-25 %.

Además, la distribución de la lengua española se ajusta a determinados patrones,

y así existe cierta correlación entre el uso de la lengua y el grupo socio-racial al que

pertenece el hablante: de esta manera, se da una oposición uso–no uso del español que

es reflejo de blanco/ladino–indígena, dicotomía racial que conlleva otras, como ciudad–

campo, o norte/oeste–sur/este/centro de la región, las cuales tienen también su reflejo

en la lengua. Si bien es cierto que tales dicotomías no son absolutas, también lo es que

el español resulta de conocimiento más general en la costa pacífica, el este y el centro

de Guatemala, en las ciudades de toda la zona y en los grupos blanco y ladino, frente a

la masa indígena, más numerosa en el norte y el oeste, y muy especialmente en las áreas

rurales, que mantienen con ahínco sus idiomas vernáculos.30

Por lo tanto, y de acuerdo con lo expuesto anteriormente, el español posee en la

época, como lengua oficial, un papel sobredimensionado, si bien, como se indicó con

anterioridad, tal estatus se refleja prácticamente de forma única en su uso en la

administración y la comunicación con las autoridades peninsulares: ni siquiera en los

momentos de máxima promoción del español, con la Real Cédula del 10 de mayo de

1770, en la que Carlos III ordena una serie de medidas «para que de una vez se llegue a

conseguir el que se extingan los diferentes idiomas de que se usa en los mismos

dominios y sólo se hable el castellano, como está mandado por repetidas leyes, reales

cédulas y órdenes expedidas en el asunto» (Torres Revello 1962: 524), logra el español

imponerse como lengua de uso general en Guatemala, muy especialmente por la falta de

medios para llevar a cabo tal empresa (Torres Revello 1962: 524; Solano 1970: 310),

pero también por la actitud negativa, tanto de los propios indígenas como de los colonos

españoles respecto a la castellanización de éstos, lo que no hace, según indica Dávila

(1991: 7) sino «reflejar su profunda satisfacción con el modelo de la segregación del

que tanto provecho obtenían».

30 A estas dicotomías es posible añadir aún una más en el caso de los bilingües, representada por los polos vida pública–vida privada: así, es probable que tales bilingües se expresen en español en su vida pública, mientras utilizan el idioma amerindio en el ámbito familiar o de la vida privada en general. Se suman, pues, a los factores de tipo diatópico y diastrático, otros de tipo diafásico en el caso de aquellos hablantes con conocimiento de dos o más idiomas, lo que añade, evidentemente, mayor complejidad y dinamismo a la situación lingüística ya descrita para la región.

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No va a ser, pues, durante el siglo XVIII cuando el español se transforme en

lengua general en la Audiencia de Guatemala, sino que la castellanización en masa se

llevará a cabo ya tras la Independencia, en el siglo XIX: en la centuria ilustrada,

ciertamente, se va sentando cierta canalización lingüística de la masa indígena a favor

del idioma europeo, tanto por necesidad y comodidad como por prestigio, a través de

instrumentos como la ayuda oficial facilitada por la enseñanza religiosa que ahora se

impone en español, el proteccionismo ventajoso hacia los que conocen el idioma de la

administración y la misma panorámica lingüística regional, que favorece el uso de una

lengua vehicular (Solano 1970: 296-298), pero será sin lugar a dudas en la época de la

Independencia cuando, como indica Garza Cuarón (1991: 705), «los gobiernos liberales,

que buscaban una educación igualitaria, pudieron implantar, de manera definitiva, una

educación en español para toda la población»,31 lo que servirá, ahora sí, para imponer la

lengua española como idioma oficial y de conocimiento –más o menos– general en las

nuevas repúblicas que se reparten el territorio de la antigua Audiencia de Guatemala.

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© FUERTES GUTIÉRREZ, Mara y M.ª José GARCÍA FOLGADO. 2004. «La lingüística y la literatura ilustradas en España y en Europa. Introducción». Res Diachronicae Virtual 3: Estudios sobre el siglo XVIII. Número monográfico coord. por Mara Fuertes Gutiérrez, M.ª José García Folgado y José Luis Ramírez Luengo. 171-173.

LA LINGÜÍSTICA Y LA LITERATURA ILUSTRADAS EN ESPAÑA Y EN EUROPA

INTRODUCCIÓN

MARA FUERTES GUTIÉRREZ M.ª JOSÉ GARCÍA FOLGADO

Universidad de Valladolid / Universitat de València

En el bloque titulado La lingüística y la literatura ilustradas en España y en

Europa se recogen tres contribuciones centradas en el análisis de cuestiones diversas

atingentes 1) a las relaciones literarias existentes entre Italia y España a lo largo del

siglo XVIII y su influencia en las lenguas a partir del estudio de ciertas traducciones; 2) a

las ideas lingüísticas sobre la dignidad de una lengua minoritaria, el gallego, vigentes

durante la centuria ilustrada y 3) a las dificultades de redacción de determinadas partes

de la gramática sufridas por los autores de la época.

En primer lugar, Andrés NAVARRO LÁZARO, en su contribución «Las

traducciones castellanas de las óperas bufas de Carlo Goldoni: el caso de La buona

figliuola», aporta una muestra de la influencia italiana en el teatro español escrito y

representado a lo largo de la centuria ilustrada. En concreto, se describe el proceso de

adaptación de dicha obra –llevada a escena por primera vez en Parma (Italia) en 1756–

para el público español: se enumeran las representaciones documentadas en varias

localidades, como Barcelona, Cádiz, Madrid, Sevilla, Valencia o Valladolid, se cita a

los autores responsables de la elaboración de cada una de las traducciones

correspondientes y se destacan las diferencias más notables existentes entre ellas.

Asimismo, se explica el procedimiento empleado para adaptar la métrica italiana

a la versificación española, en el cual se ponen de manifiesto los esfuerzos de los

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Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

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traductores por permanecer fieles al texto original y también por mantener el tono de la

obra. Por último, se insiste en la trascendencia de la huella de Goldoni en la opereta y la

zarzuela españolas a lo largo de los periodos de la Ilustración y el Romanticismo y se

resalta la conveniencia de su estudio.

En segundo lugar, Ana RODRÍGUEZ BARREIRO examina el ideario lingüístico del

padre Martín Sarmiento en su artículo «Alba de nós. Pasado y presente de las

reivindicaciones sociolingüísticas de Martín Sarmiento». El estudio se inicia con un

recorrido muy bien documentado y detallado por la biografía del autor, con especial

atención a aquellos episodios que influyen en la gestación de sus ideas lingüísticas; más

adelante, se repasa la política lingüística promulgada por los primeros borbones y su

efecto en la lengua gallega; por último, se analizan y se comentan los argumentos

sarmentianos que fundamentan su defensa del gallego como sistema comunicativo tan

útil y válido como otras lenguas, como la española o la latina. Al final, la investigadora

recuerda la necesidad de dar continuidad a los ideales manifestados por el lingüista

gallego, que implican trabajar para que «[...] en este país se eduque, se rece y se imparta

justicia en gallego. [...]» (pág. 205).

En tercer lugar, M.ª Elena JIMÉNEZ DOMINGO se ocupa de «La pronunciación en

las gramáticas de Buffier (1711) y de Vayrac (1714)». En este trabajo, se exponen las

dificultades para abordar el estudio de la pronunciación en los tratados gramaticales

para extranjeros redactados durante el siglo XVIII por la falta de desarrollo de la

metodología de la que se dispone en la actualidad. Por una parte, se presentan los

sistemas de pronunciación que propone cada autor por orden cronológico y se hace

notar la dependencia de ambos de la ortografía. Por otra parte, se señalan las influencias

racionalistas patentes en ambos textos, procedentes de la Grammaire genérale et

raisonnée de Port-Royal (1660), de modo que resulta posible afirmar que aunque en la

teoría lingüística de principios del siglo XVIII se producen avances respecto a la centuria

anterior, estos no se reflejan de manera inmediata en los tratados pedagógicos

redactados entonces.

Entre estas tres aportaciones se aprecia un nexo de unión: el estudio del

tratamiento de algunas lenguas europeas a lo largo del siglo XVIII en contextos diversos.

La heterogeneidad de los enfoques y planteamientos que ofrece esta sección permite

presentar un panorama abarcador sobre determinadas cuestiones lingüísticas que

preocupan a los eruditos de la centuria ilustrada, como las relaciones del español con

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M. FUERTES y M. J. GARCÍA: La lingüística y la lit. ilustradas en España y en Europa. Introducción

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otras lenguas, la defensa de una lengua minoritaria o los recursos necesarios para

facilitar el aprendizaje de una lengua a los extranjeros.

Por último, cabe apuntar que los tres investigadores coinciden en el resalte de

dos cuestiones relativas a la historia de la ciencia y la cultura: en primer lugar, se

constata la actualidad de algunas de las ideas defendidas por los eruditos del siglo XVIII;

en segundo lugar, se insiste en la necesidad de profundizar en los tópicos analizados en

sus estudios para conocer con exactitud las aportaciones de tales estudiosos a la

evolución y el desarrollo de la lingüística y la literatura europeas.

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© NAVARRO LÁZARO, Andrés. 2004. «Las traducciones castellanas de las óperas bufas de Carlo Goldoni: el caso de La Buona Figliuola». Res Diachronicae Virtual 3: Estudios sobre el siglo XVIII. Número monográfico coord. por Mara Fuertes Gutiérrez, M.ª José García Folgado y José Luis Ramírez Luengo. 175-181.

LAS TRADUCCIONES CASTELLANAS DE LAS ÓPERAS BUFAS DE CARLO GOLDONI: EL CASO DE LA BUONA FIGLIUOLA1

ANDRÉS NAVARRO LÁZARO Universitat de València

Esta breve contribución pretende iluminar nuevos caminos para el estudio de la

influencia italiana en el teatro español del siglo XVIII, y más concretamente profundizar

en la recepción del teatro de Carlo Goldoni en la península ibérica. Dentro de la

creciente italianización de la cultura española en el siglo XVIII, podremos conocer la

manera en que un tipo de teatro italiano se introduce en España, a través del estudio de

una ópera bufa, La buona figliuola; podremos así mismo notar qué tipo de recepción

tiene y cómo es adaptado para el público español. Para ilustrar todo ello me valdré de la

valiosa información que la profesora Inés Rodríguez, especialista en Goldoni, ha puesto

a mi alcance.

Hacia la década de los años sesenta del siglo XVIII, los dramas jocosos de

Goldoni se representaban cada vez con mayor frecuencia en España. En aquellos años

se produce un movimiento de actores y compañías italianas que se desplazan a España

para representar dramas jocosos u óperas bufas, que gustaban mucho al público. En el

año 1761 una compañía italiana representa en Barcelona La buona figliuola. De esta

representación nos ha llegado el libreto correspondiente, publicado en Barcelona, con el

texto en italiano.2 Goldoni escribió la obra en 1756 tomando como base su propia

comedia Pamela, inspirada a su vez en la novela de Samuel Richardson. La primera

1 Este artículo ha sido realizado gracias a los fondos de la beca predoctoral FPI01-B-96 de la Conselleria de Cultura de la Generalitat Valenciana. 2 La buona figliuola, Dramma giocoso per musica da rappresentarsi nel teatro della molto illustre città di Barcellona, nell’anno 1761. Dedicato al molto illustre sign. Ugone Urries e Urries ... Colonello del

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edición de esta obra se imprimió con motivo de su representación en Parma en 1756. El

éxito de la obra hizo que se multiplicaran las representaciones y las ediciones, la de

Roma de 1760, las de Bolonia de 1760 y 1761, o la de Venecia de 1762. Las compañías

italianas de teatro cómico se aventuraban entonces fácilmente a viajar al extranjero, con

obras de éxito asegurado. De esta manera la fama italiana de La buona figliuola provocó

seguramente la exportación de la obra fuera de Italia, y así llegó a Barcelona, puerto de

mar muy ligado al comercio con Génova.

Después de las representaciones de Barcelona en 1761 se conservan noticias de

que los integrantes de la compañía italiana se desplazaron a Cádiz para interpretar tres

obras de Goldoni, entre ellas La buona figliuola. La compañía que partió para Cádiz, en

un primer momento modesta, se amplió y mejoró con la llegada desde Barcelona de

Pietro Canovai y de Faustina Tedeschi, dos virtuosos del género que ya eran famosos en

los escenarios italianos. Las tres obras fueron traducidas por D. Juan Pedro Maruján y

Cerón «poeta gaditano de fama, sobre todo en lo satírico y jocoso» (Cotarelo y Mori

1917: 265). Las traducciones que se hacían con motivo de estas representaciones eran

rigurosas y trabajadas. Funcionalmente servían simplemente a los espectadores para

comprender mejor y seguir la obra durante su representación en lengua italiana, sin

embargo los traductores, si tenían ya cierta fama de poetas como en el caso de Maruján

y Cerón, trasladaban el texto con versos y rima españoles. Observemos que para las

representaciones de las óperas se publicaban libretos bilingües en los que el traductor

intentaba imitar el original con una traducción en verso. Así fue como en 1762 se

representó en Cádiz La buona figliuola, traducida por Maruján y Cerón con el título de

La buena hija. En el reparto de los actores Pietro Canovai y Faustina Tedeschi aparecen

como intérpretes de los mismo personajes que en Barcelona, por lo que podríamos

suponer que fueron ellos los introductores de esta ópera en el Teatro Italiano de Cádiz.

El título dice así: La buena hija / drama jocoso / en música / para representarse en / el

Teatro Italiano de la nobilis- / sima ciudad de Cádiz, este / año de 1762 / traducisa del

idioma ita- / liano al español, en metro castellano, / por Don Juan Pedro / Maruján y

Cerón / en Cádiz, por Don Manuel Espinosa, Impresor de la Real Marina.3

En lo que a los personajes se refiere, si nos atenemos al original, en esta

traducción desaparece el personaje de Paoluccia (una camarera de la Marquesa), cuyo

Reggimento di Dragoni di Belgica ..., Barcellona, per Francesco Generas (cf. Cotarelo y Mori 1971: 233-234). 3 Biblioteca Nacional de Madrid, Signatura: T / 7314; en adelante citaré con las siglas BNM.

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texto ya en las ediciones italianas de Bolonia 1760 y 1761 era interpretado siempre por

el personaje de Sandrina. Aquí veremos sin embargo una diferencia, puesto que en las

escenas en que compartían papel Sandrina y Paoluccia, el texto ya no pasa a ser sólo de

Sandrina, sino que Mengotto toma el papel de Paoluccia.

Así en el acto I, escenas VIII-X, el personaje de Paoluccia es sustituido por

Sandrina. En el acto II escena VIII, en la que compartía escena con Sandrina, el personaje

de Paoluccia pasa a Mengotto, al igual que en la escena XV del mismo acto. Ya en el

acto III, en la primera escena, el aria final de Paoluccia es omitida, como pasaba en las

ediciones del texto italiano de Bolonia 1760 y 1761 y de Venecia de 1762.4 En la

edición y traducción de Cádiz se omite así mismo el aria final de la marquesa que cierra

la escena IV del tercer acto, que en las ediciones italianas fue sustituida por otras arias.5

Cosa que no era rara, ya que muchas veces estos dramas jocosos se mutilaban y

retocaban según el gusto del público, y se añadían arias famosas de otras obras.

La traducción tiene las características siguientes. Intenta seguir lo más posible el

texto italiano, es una traducción fiel y literal. Siempre que le es posible imita el verso y

la rima italianas, aunque a veces, suponemos que por razones de dificultades métricas,

Maruján y Cerón sigue dos soluciones: o retoca el texto para mantener un verso o una

rima o se mantiene más fiel al texto y cambia el tipo de métrica. Por ejemplo, tenemos

la entrada primera de Cecchina, en la que se mantiene el verso octosilábico del italiano:

Che piacer, che bel diletto È il vedere, in sul mattino, Colla rosa il gelsomino In belleza gareggiar (Acto I, esc. I)

¡Qué placer tan delicioso es en el jardín hermoso de el jazmín y de la rosa mirar la contienda hermosa!

En otras ocasiones el verso es adaptado a la versificación española. El ejemplo

más claro es el recitativo, que en italiano se compone sobre todo de una consecución

libre de versos de siete y once sílabas. Esta consecución libre se adapta a la tradición

teatral española y la mayoría de las veces el recitativo se traduce con versos octosílabos

pareados, como en los romances castellanos. Hay otros casos, sin embargo, cuando el

recitativo tiene un carácter de gravedad, como el lamento de Cecchina en el acto II

4 Cf. GOLDONI, Carlo. 1902-1960. La buona figliuola. En Opere complete. Venezia: Municipio di Venezia. Todos los textos italianos que citaré han sido extraídos de este volumen, por lo que en adelante citaré entre paréntesis sólo por número de acto y escena. 5 Cf. ibid., p. 58.

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escena XII, los versos heptasílabos y endecasílabos alternos del italiano pasan a ser

pareados de once sílabas, al modo del arte dramático español. Vemos así como en una

aria como la de Mengotto del acto I escena II, que en italiano era de heptasílabos en

español se traduce en octosílabos, supuestamente más naturales a la prosodia española:

Non comoda all’amante L’affetto di parente Però è meglio che niente: Mi voglio contentar. (Acto I, esc. II)

Aunque el amor de pariente A un amante no contente Más vale algo que nada: Yo me quiero contentar.

En las escenas finales del tercer acto, a partir de la VIII, sigue este juego de

proporción entre prosodia, versos y rimas. Así el dueto del Marqués y de Cecchina es

traducido fielmente en versos de siete y cinco sílabas aunque el traductor debe hacer

algunos cambios en la sucesión de las rimas. La traducción de la escena final es la más

fiel de la obra y mantiene verso (heptasílabo), aunque la rima no la reproduce con

exactitud:

Marqu: Porgetemi la destra Sposina mia vezzosa, Cecch: Sarò felice sposa Ma umile ogn’or sarò (Acto I, esc. final)

Dame tu mano hermosa Quedida esposa amada Seré feliz esposa Y humilde aunque esalzada.

Cotarelo y Mori nos indica el éxito clamoroso de esta obra de Goldoni en

España e ilustra a su vez la importancia que tenía el teatro en la sociedad de la época:

«Dio Goldoni a su obra el título de Cechina, ossia la buona figliuola y fue uno de los

éxitos teatrales más grandes que se han conocido. Modas, peinados, artículos de

comercio, fondas; todo fue a la Cechina durante algún tiempo» (Cotarelo y Mori 1899:

69).

Deberemos esperar a 1770 y volver a Barcelona para encontrar otra traducción

de La buona figliuola. Pero esta vez nos encontramos ante una traducción diferente. Si

leemos el libreto vemos que la ópera se ha convertido en una zarzuela: se han eliminado

las divisiones en actos y escenas, y se han omitido varias arias. El título dice así:

Zarzuela famosa / La buena muchacha / o / Bella figliola / drama jocoserio / para

representarse / en el teatro de la muy / ilustre ciudad de Barcelona / en el año de 1770 /

por la compañía / cómico – española / de Zaragoza / de que es autor Carlos Vallés /

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traducida / por Don Antonio Bazo. / Barcelona: en la oficina de Pablo Campins

impresor, calle de Amargós.6 El mismo título nos da las pistas de las diferencias entre la

obra de Cádiz, traducida por Maruján y Cerón, y la de Barcelona, traducida por Bazo.

En primer lugar se habla de zarzuela, lo que conlleva unas características especiales de

género. En segundo lugar, la compañía de actores ya no es italiana, sino española, y los

actores españoles cantaban en español. En tercer lugar el libreto ya no es bilingüe, sino

que está escrito sólo en español. Además, no se incluye en ningún lugar el nombre de

Carlo Goldoni, autor del texto italiano original, contrariamente a lo que sucedía en la

traducción gaditana.

Esta es la misma zarzuela, con idéntico texto se representará dos años después

en Valladolid por la misma compañía, dirigida por Joseph Vallés.7 Como las diferencias

entre las dos son mínimas, las comentaremos conjuntamente a continuación.

Como hechos de relevancia desde el punto de vista textual, observamos que

reproduce los cambios de los personajes que habíamos notado en la traducción de Cádiz

respecto al original goldoniano. Paoluccia es sustituida funcionalmente por Sandrina y

por Mengotto (en esta traducción Bartolo) en las escenas VIII-X del primer acto y en las

escenas VIII y XV del segundo acto. Como en Cádiz, desaparece el aria de Paoluccia que

cierra la escena I del tercer acto. Así mismo es omitida el aria de la Marquesa de la

escena IV del tercer acto, que como comentábamos arriba ya en Italia se sustituía por

otras arias más famosas. Estas coincidencias textuales nos pueden llevar a la conclusión

provisional de que el texto del que derivan ambas traducciones proviene de una misma

edición italiana cercana a las de Bolonia de 1760 y de 1761 y la de Venecia de 1762,

por la coincidencia temporal y los parecidos en las variantes textuales. Podemos

suponer que los actores Pietro Canovai y Faustina Tedeschi exportaron un texto con

esas características a Barcelona entre los años 60 y 61, que ese mismo texto sirvió para

la representación de Cádiz y la traducción de Maruján y Cerón, y que a su vez este texto

pasó a ser la base sobre la que trabajó Bazo para su adaptación de zarzuela.

Cuando hablamos de adaptación nos referimos a que Bazo utilizó como base de

trabajo un texto de La buona figliuola, pero que para transformarla en zarzuela hizo

cambios mucho más significativos que Maruján y Cerón. La zarzuela tiene unas

6 BNM, Signatura T / 24603. 7 Zarzuela famosa / La buena muchacha / o / bella figliola / drama jocoserio / para representarse / en el teatro de la muy / Ilustre ciudad de Valladolid / en el año de 1772 / por la compañía / cómico-española / de que es autor Joseph Vallés / traducida / por Don Antonio Bazo / con la licencia necesaria / En Valladolid: en la imprenta de Doña María Antonia Figueroa (BNM, T 24602).

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características que la diferencian de la ópera, de dos actos frente a los tres de la ópera; la

supresión del recitativo sustituyéndolo por partes habladas y la caracterización de unos

personajes y de un ambiente castizo, de acuerdo con las modas de la época en la que se

llevaba el majismo. Por lo tanto, para adaptarse al nuevo género Bazo tuvo que retocar

mucho el texto. Se cambian los nombres: Cecchina pasa a Fenisa, Tagliaferro para a

Cortayerro, Mengotto pasa a Bartolo. Se omiten muchas arias de tipo lírico (por

ejemplo, el aria final del marqués de la escena VII del acto II, o el de Fenisa de la escena

X del acto II, entre otras) mientras se mantienen otros cuadros más cómicos (como el

dueto de Sandrina y Bartolo de la escena VIII del segundo acto o el cuadro de Bartolo,

Sandrina, Cortayerro y Fenisa de la escena XV del acto II). Se llegan a omitir también

escenas enteras (por ejemplo la escena VI del acto tercero). La caracterización de los

personajes se acerca a ese casticismo tan de moda en la época, sobre todo en los

personajes plebeyos. Las características burlescas de los siervos Sandrina y Bartolo,

leves en Goldoni, se intensifican en la traducción de Bazo. Por ejemplo, encontramos al

final una intervención de Sandrina que no existe en el original italiano, cuando acepta

casarse con Bartolo: «Me conformo, que un marido / No es tan fácil de encontrarse».

En lo que respecta a los metros utilizados, se produce una adaptación total a la

prosodia del teatro español. Así se utilizan mucho los pareados de ocho sílabas, menos

para los casos de gravedad en el discurso en que se utilizan los pareados de

endecasílabos (por ejemplo el que apuntábamos más arriba de la escena XII del segundo

acto con Fenisa). Como sucedía también en la traducción de Maruján y Cerón, en las

dos últimas escenas vuelven los heptasílabos (en el aria «la baronessa amabile» / «La

varonesa amada», p. 59) y pentasílabos («Vent’anni sono» / «Veinte años hace», p. 59),

más fieles al original italiano.

Concluyendo, hemos visto a través de la descripción de una única obra, La

buona figliuola, una derivación de lo que podría ser la adaptación española de una pieza

operística italiana del siglo XVIII, obra de Carlo Goldoni. Hemos visto cómo una

compañía italiana, segura del éxito obtenido en Italia, lleva la misma obra a los

escenarios españoles. La difusión y éxito en Barcelona hace que la representación se

extienda a otras ciudades de nuestro país; hemos hablado de Cádiz (pues es la primera

traducción que conocemos), pero tenemos noticias de que se representó también en

Sevilla en 1764, en Madrid en los años 1765, 1767, 1769, en Valencia en 1769, en

Sevilla también en los años 1774 y 1775, y otra vez en Valencia en 1777 etc. La fama

de La buona figliuola llegó a imponer modas. Y de ahí llegamos a la aparición de una

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adaptación zarzuelística de la misma obra –fiel en cuanto al contenido de la fábula,

adaptación en cuanto al medio y la forma– seguramente a raíz de una demanda del

público que deseaba escuchar a la Cecchina cantando en español. Este camino no es

otro que el que siguieron otras óperas bufas de Goldoni, como Gli Uccellatori o Il

mercato di Malmantile, traducidas y adaptadas con los títulos de Los cazadores y La

feria de Valdemoro. Queda sin embargo mucho por explorar entre las huellas que el

teatro cómico y la ópera neoclásica reformados de Goldoni –aunque quizás en menor

medida que su comedia nueva– dejaron impresas en la tradición de la opereta y la

zarzuela españolas de la Ilustración y el Romanticismo.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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XVIII, vol. 2, 137-157. Madrid: CSIC. BARTOLI, Francesco. 1781-1782. Notizie storiche de’ comici italiani. Padova: Arnaldo Forni Editore. CARMENA Y MILLÁN, Luis. 1878. Crónica de la ópera italiana en Madrid desde el año 1738 hasta

nuestros días. Madrid: Imprenta de Manuel Minuesa de Cosarios. COTARELO Y MORI, Emilio. 1899. D. Ramón de la Cruz y sus obras. Ensayo biográfico y bibliográfico.

Madrid: J. Peraes y Martínez. –––––. 1917. Orígenes y establecimiento de la ópera en España hasta 1800. Madrid: Tipografía de la

Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos. –––––. 1934. Historia de la Zarzuela o sea el drama lírico en España, desde su origen a finales del siglo

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© RODRÍGUEZ BARREIRO, Ana. 2004. «Alba de nós. Pasado y presente de las reivindicaciones sociolingüísticas de Martín Sarmiento». Res Diachronicae Virtual 3: Estudios sobre el siglo XVIII. Número monográfico coord. por Mara Fuertes Gutiérrez, M.ª José García Folgado y José Luis Ramírez Luengo. 183-207.

ALBA DE NÓS. PASADO Y PRESENTE DE LAS REIVINDICACIONES SOCIOLINGÜÍSTICAS DE MARTÍN SARMIENTO

ANA RODRÍGUEZ BARREIRO Universidade de Santiago de Compostela

Campus de Lugo

Con motivo de la proximidad del Día das Letras Galegas, dedicado en 2002 a la

figura insigne de Fr. Martín Sarmiento, el diario La Voz de Galicia publicaba el 9 de

mayo de este año un suplemento especial que subrayaba desde sus comienzos, con una

breve introducción titulada «Alba de nós», la significación del homenajeado en el

tránsito de los Séculos Escuros al Rexurdimento de la cultura y las letras gallegas:

Con el remata a noite dos Séculos Escuros na cultura do país. Coa súa teimuda

defensa de Galicia, coa súa inmensa erudición e co seu labor de investigación, Sarmiento trae a luz que escorrenta as tebras, fai xurdir a conciencia de ser e sentirse galego [...]. Coa súa autoridade intelectual, Frei Martín Sarmiento botou os alicerces da Galicia contemporánea. Con el rompe a luz primeira dos nosos días ([Redacción de La Voz de Galicia?] 2002: 1).

Nos proponemos aquí, pues, repasar lo que de alba hay en el intento de

Sarmiento por dignificar el idioma gallego, combatiendo viejos prejuicios y autoodios y

reclamando una extensión de los usos sociales de la lengua a la esfera de lo público,

concretamente a los ámbitos de la enseñanza, la Iglesia y la administración. Partiremos

para ello de una necesaria aproximación a la vida de Fr. Martín, así como a los avatares

políticos de la España de los primeros Borbones, circunstancias ambas que creemos

pueden ayudar a explicar, aunque no justifiquen por sí solas, algunas de las premisas

básicas del ideario lingüístico sarmentiano. No será difícil, finalmente, advertir, a la luz

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de determinados hechos recientes,1 la vigencia de unas reivindicaciones que, casi tres

siglos después de su inicial formulación, todavía no han alcanzado total cumplimiento.

1. PARA UNA BIOGRAFÍA LINGÜÍSTICA DE SARMIENTO2

Pedro José García Balboa, Perucho en el seno de su familia, Martín Sarmiento

para la historia de la lengua y literatura gallegas, nació en Villafranca del Bierzo,

provincia de León, el 9 de marzo de 1695. Hijo de padres gallegos3 –Alonso García

Gosende era natural de Cerdedo (Pontevedra) y su esposa, Clara Balboa Sarmiento, de

Samos (Lugo)–, Fr. Martín viene al mundo en el Bierzo por razones que se dirían, en

este caso más que en algún otro, ajenas a su voluntad. Los padres se habían trasladado

allí, donde habían ido naciendo los primeros hijos del matrimonio, por motivos

laborales, ya que Alonso, maestro arquitecto, había sido requerido unos años antes para

dirigir en Villafranca las obras de la Colegiata y de la casa de los marqueses de Medina

Sidonia, mas, cuando sólo contaba Sarmiento cuatro meses de edad, y nombrado el

padre Correo Mayor, regresarán a Galicia para asentarse definitivamente en Pontevedra,

ciudad a la que nuestro polígrafo se sentirá ligado hasta el punto de ocultar

reiteradamente en sus obras su verdadero lugar de nacimiento (cf. Pensado 1997: 183-

184).

En Pontevedra, la primera lengua del niño Pedro José es el gallego, según él

mismo se encarga de señalar en diversas oportunidades («sólo he mamado la lengua

gallega, que con ocasión de venir a tomar el santo hábito, olvidé casi del todo, y me di a

la lengua castellana»; Sarmiento 1998b[1766]: § 3),4 y tal y como se desprende de la

transcripción ocasional de sus propias conversaciones infantiles (Sarmiento

1998c[1769]: § 134 o § 480). El gallego parece seguir siendo, además, la lengua 1 Los tres acontecimientos puntuales con los que ejemplificaremos, en §§ 3.1, 3.2 y 3.3, la actualidad de las reivindicaciones de Sarmiento no quieren ser más que una fugaz referencia al presente que figura en el subtítulo de este trabajo («Pasado y presente de las reivindicaciones sociolingüísticas de Martín Sarmiento»). En ningún caso, persiguen ofrecer un análisis, ni siquiera somero, de la situación sociolingüística de la Galicia de comienzos del siglo XXI. 2 El lector interesado puede encontrar datos biográficos (en general, biobibliográficos) de Martín Sarmiento en recientes y ya abundantes obras: entre otras, Allegue (2001), Axeitos (2002b), Barreiro Barreiro (2002b), Barrio Barrio (2001), Carballo (2002), Carreiro (2000), Casares (2001), García Tato y Suárez Piñeiro (2001) y Rabuñal (2002a). 3 Sobre los ascendientes de Sarmiento, cf. Crespo del Pozo (1995[1972]), García Yebra (1997) y Rodríguez Fraiz (1995[1972]). 4 Aquí y en adelante, suprimimos de las citas de Sarmiento las aclaraciones parentéticas, los asteriscos, las cruces y las cursivas que, presentes en las ediciones críticas que manejamos, no sean imprescindibles para

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Ana RODRÍGUEZ BARREIRO: Alba de nós. Pasado y presente de las reivindicaciones sociolingüísticas

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habitual de su familia años después: es la que utilizan sus sobrinos en la conversación

ordinaria (Sarmiento 1998b [1766]: § 364) y la que escoge su cuñada Magdalena para

dirigirle una de las escasas cartas que, escritas en gallego, han llegado hasta nosotros

desde los Séculos Escuros (cf. Rodríguez Montederramo 1998).

La primera relación seria del niño con el castellano debió de producirse, pues, en

el momento de su escolarización, inicialmente en el Colegio de la Compañía de Jesús de

Pontevedra, donde aprende a leer, escribir y contar, y más tarde en el benedictino

monasterio de San Salvador de Lérez, en el que estudiará Artes entre 1702 y 1709.

Sabemos que fue maestro de Pedro José el jesuita Alberto de Cela, quien, «converso ó

castelán» (Pensado 1997: 185; cursiva del autor) y «agresivo para a lingua de seus pais»

(ibid.), le castigaría más de una vez por expresarse, dentro del dominio formal de la

enseñanza, en una lengua B que, como tal, se quería relegada a los usos informales del

idioma. Las denuncias al antipedagógico sistema de impartir las primeras letras en una

lengua que el alumno no conoce se suceden prácticamente sin interrupción en la obra de

Sarmiento:

En la explicación de una voz extraña a un idioma, no deben entrar otras voces extrañas, que necesiten de explicación, sólo han de entrar las voces vulgarísimas, triviales y que entiendan todos. Lo demás es querer explicar ignotum per ignotius. El gallego no necesita de lengua extraña para explicarse y para explicar todos sus conceptos (Sarmiento 1998c[1769]: § 19),

y descansan, como tan bien ha señalado el Prof. Mariño Paz (1993: 88), «sobre

unha base de experiencias persoais» a las que el propio Fr. Martín alude, siquiera

indirectamente, en alguna ocasión (v. gr. Sarmiento 1984[1768]: § 215 y 1998c[1769]:

§ 186). Téngase en cuenta, sin embargo, que no todos los profesores dejarán idéntica

huella en la personalidad intelectual y lingüística de Sarmiento y que, al lado del P.

Alberto de Cela, pero ejerciendo una influencia diametralmente opuesta, hay que situar

al ilustre Benito Jerónimo Feijoo, con quien tal vez coincidiera ya nuestro autor en el

monasterio de Lérez, y quien seguramente le inculcaría un mayor respeto por la lengua

y la cultura del país.

En mayo de 1710, con sólo quince años, Pedro José abandona Pontevedra y

parte hacia Madrid, donde ingresa como novicio en el convento benedictino de San

Martín, de cuyo patrón debió de tomar el nombre, y donde profesa un año después, en

la adecuada interpretación de los textos. Respetamos rigurosamente, sin embargo, la ortografía y la puntuación, que en muchos casos resultarán, por ello, extrañas al castellano actual.

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mayo de 1711. En Madrid, la lengua seguirá siendo, de algún modo, motivo de

padecimientos para el joven Sarmiento, que ve ahora cómo sus compañeros hacen burla

de su acento gallego y de su incapacidad para pronunciar el sonido fricativo velar sordo

del castellano, sonido que, ajeno a la fonética gallega, la cual conoce, en cambio, una

unidad fricativa palatal sorda, realizaba Fr. Martín como oclusivo / relajado velar sonoro

(gueada). Pero el muchacho, lejos de guardar silencio y de abandonarse al autoodio,

desafía a sus interlocutores con argumentos5 que, aunque precientíficos en muchos

aspectos, desde un punto de vista sociolingüístico resultan inapelables: es la verdad de

quien defiende la diversidad lingüística, frente al error de quien se mantiene en una

reduccionista uniformización; la senda hacia la dignificación del idioma estaba

empezando a dibujarse: Es verdad que los gallegos rústicos no entran bien en algunas pronunciaciones moriscas que hay en la lengua castellana [...]. Tampoco las tres naciones dichas pueden entrar en esas pronunciaciones africanas. Y con todo ninguno se rie de ellos; esa risa está reservada contra los gallegos. Bien es verdad que los gallegos se podrán reír también de los castellanos porque no aciertan con la pronunciación gallega [...]; en especial en las letras Ge, Gi, Jota y X. A un castellano, que chasqueaba a un gallego porque no pronunciaba Geronymo a lo moruno, sino Gueronymo a la griega y a la latina, le dije yo que pronunciase a la gallega estas voces que yo pronuncié antes: Jorge, axênxos, San Xenxo, alxouxares, desêjo, agergillar, etc.; y todos se ríeron de su ineptitud para pronunciarlas. Hace ya cuarenta y dos años que a otro que quiso reírse de mi [...], le dejé con un palmo de su boca abierta, probándole que, no él, sino los gallegos, pronunciaban mejor la Ge, Gi, y le cité el Arte de Nebrixa [...]. Púsele el Arte en la mano, y le di registrado aquel pasaje en que Nebrixa dice que la pronunciación de los castellanos en las sllabas Ce, Ci y Ge, Gi, es una corrupción, pues se deben pronunciar uniformemente, como si fuese con K, v. g., Ka, Ke, Ki, Ko, Ku, y la G como si tuviese U liquescente, Ga, Gue, Gui, Go, Gu. Los latinos jamás pronunciaron la G como Je, Ji, pues no tenían letras guturales. Los griegos de hoy no pronuncian la voz angelus como anjelos, sino muy suavemente, como anguelos no sonando la U [...]. Espero que los gallegos que se hicieren cargo de estos papeles, tendrán bastantes materiales para tapar la boca de los baladrones, que sólo hablan su lengua como papagayos, y que, no como racionales, sino como papagayos chocarreros, se rien de lo que no entienden (Sarmiento 1998c[1769]: §§ 117-120).

Entre 1711 y 1727, Sarmiento alterna su residencia madrileña con estancias en

Iratxe (Navarra), donde estudia Artes y Filosofía; Salamanca, ciudad en la que cursa

Teología en el Colegio de S. Vicente; Eslonza (León), a cuyo monasterio acude en

calidad de pasante; Celorio y Oviedo, enclaves asturianos testigos de su faceta como

profesor de Teología y orador –en Oviedo, además, se encuentra con Feijoo, a quien lo

5 Dos son las armas con las que, según Monteagudo (1997: 28), y tal y como se observa en la propia cita del Onomástico que transcribimos, Sarmiento contraataca a quienes se burlan de su pronunciación de la j castellana: a) el tópico según el cual dicha articulación se debía al influjo árabe, y b) el reto a los castellanohablantes para que pronunciaran el sonido gallego correspondiente.

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unirá ya para siempre un vínculo de admiración y amistad–; Galicia, adonde acude, por

vez primera desde la partida, en 1725; y Toledo, en cuyo archivo catedralicio entra en

contacto con la literatura medieval. En cuanto anticipación de sus dos periplos gallegos

posteriores, se tiñe de cierto valor simbólico el viaje que Fr. Martín realiza a Galicia en

1725, posiblemente para despedirse de su madre, a la que ya no volverá a ver con vida,

y durante el cual, a lo largo de tres meses, visita, entre otras, las localidades de Ribadeo,

Mondoñedo, Betanzos, A Coruña, Santiago, Pontevedra, Tui y Ourense. Sarmiento

reabre, pues, el diálogo con la naturaleza, las gentes, y la lengua gallega, si bien no

manifiesta todavía una particular inclinación hacia el estudio científico del idioma

materno (Sarmiento 1998b[1766]: § 6).

De vuelta en Madrid, 1728 es «el primero de sus largos años de sosiego»

(Pensado 1995[1972]: 26), únicamente interrumpidos ya para regresar transitoriamente

a Galicia en 1745-1746 (nueve meses de viaje) y 1754-1755 (más de dieciocho meses).

En Galicia, Sarmiento se entrega sin descanso a la recogida de las más diversas voces

gallegas, al tiempo que anota en su cuaderno multitud de consideraciones botánicas,

arqueológicas, geográficas, históricas, numismáticas... ¿Sus fuentes? El pueblo, con sus

ocupaciones cotidianas, sus tradiciones y su cultura de transmisión oral, y los archivos

de los monasterios de Samos, Lérez, Celanova, San Martín Pinario, etc.; así lo narra él

en el Onomástico:

El año de 45 pasé a divertirme a Galicia, y hice la misma jornada el año de 54. En el tiempo que me detuve en aquel reino procuré recapacitar lo poco que había mamado de la lengua gallega, y hice especial estudio de recoger y escribir todas cuantas voces oía hablar a los rústicos, y muchas latinas y gallegas, que por acaso leía en algunos instrumentos antiguos. En especial era mi principal estudio en recoger las voces pertenecientes a la Historia Natural en toda su extensión [...]. Añadiendo a lo dicho las voces geográficas [...]. Y con razón admiran los que vienen a ella la prodigiosa colección que en tan poco tiempo hice, y ésto siendo así que todo lo cogí por mis manos y todo lo escribí con mis dedos; y en cuanto a pescados y mariscos todos los probé con mis dientes y con abundancia (Sarmiento 1998c[1769]: §§ 189-190).

En su retiro madrileño, «fecundado de infinitas voces gallegas» (Sarmiento

1998b[1766]: § 8), el fraile se rinde finalmente ante la realidad de la nación amada y

llega a exclamar que «nada vexo, nada apalpo, nada leo, nada escribo, que non teña á

vista a Galiza» (carta a su hermano Francisco Javier datada en 1759; apud Barreiro

Barreiro 2002a: 91, que traduce al gallego las palabras de Sarmiento). Concibe

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entonces, aunque nunca los dará a la imprenta,6 algunos de sus títulos más destacados:

Coloquio de 24 gallegos rústicos, Colección de voces y frases gallegas, Catálogo de

voces y frases de la lengua gallega, Sobre el origen de la lengua gallega y sobre la

paleografía española, El porque sí y porque no del Padre Martín Sarmiento, Elementos

etimológicos según el método de Euclides, Obra de 660 pliegos, Tratado de la

educación de la juventud, Onomástico etimológico de la lengua gallega, Discurso

apologético por el arte de rastrear las más oportunas etimologías de las voces

vulgares, etc. Bien en la única compañía de los más de siete mil volúmenes que

albergaba su biblioteca, bien rodeado de influyentes personajes de la Corte, de políticos,

clérigos o escritores, que acudían a su celda buscando conversación y asesoramiento, Fr.

Martín ya no retirará nunca su decidida apuesta por Galicia y por lo gallego; como

afirma Mariño Paz (1993: 89), «teño para min que a conversión de Frei Martín veu

precedida de algo así como a revelación de San Paulo. Desque caeu do cabalo o

compromiso do Padre Sarmiento co galego foi definitivo».

El 7 de diciembre de 1772, a los setenta y siete años de edad, muere en su

convento de San Martín de Madrid Pedro José García Balboa. Con él había comenzado

el alba de la restauración lingüística y cultural en Galicia. Merecía, por tanto, un lugar

destacado en otra alba destacada, el Alba de Groria de Castelao (1999[1948]), quien no

dudará en incluir a Sarmiento en la Santa Compaña de inmortaes galegos.

2. LA POLÍTICA CENTRALIZADORA DE LOS PRIMEROS BORBONES7

Muerto Carlos II, último de los Austrias, sin descendencia, en el año 1700 se

desencadena en España la Guerra de Sucesión, que llevará al trono a Felipe de Anjou,

nieto de Luis XIV de Francia y monarca bajo el nombre de Felipe V (1700-1746). Dos

soberanos más,8 ambos hijos del anterior, completan la nómina de los Borbones

reinantes durante la vida de Martín Sarmiento: Fernando VI (1746-1759) y Carlos III

(1759-1788), verdadero representante del despotismo ilustrado. Comienza así un

período de fuerte y calculada uniformización que, tal y como declaraba Felipe V en el 6 Sobre la aversión a publicar de Sarmiento, así como sobre otros rasgos afines de su personalidad, vid., por ejemplo, Axeitos (2002a), Lires (1998: § 1.2), Mariño Paz (2002), Rabuñal (2002b) y Varela Pombo (2002: cap. 2). 7 Para una aproximación sintética al marco histórico y a la situación lingüística y literaria en Galicia durante el fin de la Edad Media y los Séculos Escuros, consúltense, entre otros, Monteagudo (1999), Pérez Pascual y Reboleiro González (1987), Tarrío Varela (1994) y Vilavedra (1999).

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Decreto de Nueva Planta de 1707, perseguía «reducir todos mis reynos de España a la

uniformidad de unas mismas leyes, usos, costumbres i tribunales, governándose

igualmente todos por las leyes de Castilla» (apud García Negro 1991: 210).

En Galicia, la nueva situación política no supone, sin embargo, más que la

consolidación de unos procedimientos asimilistas que, de facto, venían observándose

desde que los Reyes Católicos habían iniciado lo que el historiador Jerónimo Zurita, en

denominación tantas veces citada, calificaba ya en el siglo XVI de «doma y castración de

Galicia», proceso éste mediante el cual Isabel y Fernando respondían al apoyo que la

mayoría de la nobleza laica gallega había manifestado, en el conflicto sucesorio surgido

tras la muerte de Enrique IV de Castilla, a Juana la Beltraneja, cuya filiación real ponían

algunos en duda, frente a Isabel la Católica, hermana del soberano fallecido. No era,

con todo, la primera vez que la aristocracia gallega se inclinaba por un bando que, con

el tiempo, había de resultar vencido. También en la segunda mitad del siglo XIV, durante

la guerra civil entre Pedro I y Enrique II de Trastámara, hijos –legítimo el primero y

bastardo el segundo– de Alfonso XI, los nobles gallegos se habían puesto del lado del

finalmente derrotado Pedro I, hecho que provocaría que, tras su entronización, Enrique

II desterrase a los «infieles» y los sustituyese por aristócratas foráneos de los que sí

había recibido ayuda en la lucha. En fin, «que Galicia –nos dice Anxo Tarrío (1994:

72)– apostou sempre ó revés nas encrucilladas históricas de entón».

Los siglos XV y XVI constituyen, pues, la primera etapa de los Séculos Escuros,

en la que es posible distinguir dos bloques sociales con comportamientos lingüísticos

diferenciados (Monteagudo 1999: § IV.1): una mayoría de población autóctona, que,

independientemente de la clase social a la que pertenezca, usa el gallego y desconoce el

castellano, y una minoría de jerarcas forasteros, que habla y escribe exclusivamente en

castellano e ignora el gallego. El primero de estos sectores, sin embargo, se desdobla en

dos en la segunda fase de los Séculos Escuros (siglos XVII-XVIII), de modo que, si bien

las clases medias y bajas autóctonas mantienen su monolingüismo en gallego, la

nobleza del país se asimila a las élites dominantes venidas de fuera y se instala en un

bilingüismo diglósico que, en algunos casos, acabará por desembocar en un

monolingüismo en español. Sarmiento, que asiste como testigo de excepción a este

desplazamiento lingüístico y que conoce bien la historia reciente que lo ha motivado, no

8 En realidad, tres, pues Luis I reina, por abdicación de su padre, Felipe V, varios meses de 1724. Muere, sin embargo, ese mismo año y Felipe V ha de hacerse cargo nuevamente de la Corona.

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dejará de señalar que la desaparición del gallego de los textos escritos se había debido,

en efecto, a factores exógenos, y no a la propia evolución del idioma patrio: No pocas veces he pensado en cual ha sido la causa de que en Galicia se haya introducido el uso o abuso de escribir en castellano, lo que antes escribía, o en latín, o en gallego [...]. No habiendo [...] precedido, ni concilio, ni cortes, ni consentimiento uniforme de los gallegos, para actuar, otorgar, comerciar, en lengua castellana, ¿quien lo introdujo? La respuesta está patente: que Galicia llora y llorará siempre. No los gallegos, sino los no-gallegos, que a los principios del siglo XVIº inundaron el Reino de Galicia, no para cultivar sus tierras, sino para hacerse carne y sangre de las mejores, y para cargar con los más pingües empleos, así eclesiásticos como civiles; esos han sido, los que por no saber la lengua gallega, ni por palabra ni por escrito, han introducido la monstruosidad de escribir en castellano, para los que no saben sino el gallego puro (Sarmiento 1998b[1766]: §§ 435-436).

Se comprende ahora que la llegada al poder de la dinastía borbónica no haya

alterado demasiado los usos lingüísticos en Galicia. Pero veamos, con todo, cómo los ha

ratificado. A los Decretos de Nueva Planta, a los que nos hemos referido con

anterioridad, se irán sumando a lo largo del siglo XVIII diversos acontecimientos que, de

uno u otro modo, propician el auge del castellano y/o restringen la utilización de las

lenguas nacionales al campo de la mera conversación privada; citemos, por orden

cronológico, los siguientes:

a) La fundación, en 1713, de la Real Academia de la Lengua Española, que

publicará progresivamente un Diccionario de Autoridades (1726-1739), una Ortografía

(1741) y una Gramática (1771), y que, «creada y sostenida por el Estado [...], en países

como Francia y España en los que la lengua «principal» y oficial coexistía con las

lenguas "regionales", [...] significaba el espaldarazo oficial a la unificación lingüística»

(Siguan 1992: 111).

b) La expulsión, en 1767, de los jesuitas, defensores a ultranza del empleo del

latín como lengua vehicular de la enseñanza secundaria, nivel educativo que

controlaban hasta aquel momento.

c) La promulgación de la Real Cédula de Aranjuez (23 de junio de 1768), en la

que Carlos III suscribe la que algunos (v. gr., García Negro 1991) han considerado

primera declaración del español como lengua oficial del Estado. En su disposición VII se

lee textualmente:

Finalmente mando, que la enseñanza de primeras Letras, Latinidad y Retórica se

haga en Lengua Castellana generalmente, donde quiera que no se practique, cuidando de su cumplimiento las Audiencias y Justicias respectivas, recomendándose también por el mi Consejo á los Diocesanos, Universidades, y Superiores Regulares para su exacta observancia, y diligencia en extender el idioma

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general de la Nación para su mayor armonía, y enlace recíproco (apud García Negro 1991: 213-214).

d) La aprobación de los Estatutos del Colegio Académico, que en 1780

establecían que

en todas las escuelas del Reino [se enseñe] a los niños su lengua nativa por la

gramática que ha compuesto y publicado la Real Academia de la Lengua; previniendo que a ninguno se admita a estudiar latinidad sin que conste antes estar bien instruido en la gramática española (apud Lázaro Carreter 1985[1949]: 189),9

lo cual implicaba, por más desatinado que parezca, partir de la base de que el

idioma materno de todos los escolares de España era el castellano.

Parece claro que, andado el siglo XVIII, «a opción era dilemática: ou gardar

siléncio ou falar o español» (García Negro 1991: 216). Y es precisamente en ese

contexto en el que cobra valor el intento de Sarmiento por habilitar una tercera vía para

todos cuantos pensaban el mundo desde una lengua distinta de la "oficial": la vía de la

afirmación lingüística, de la restitución del idioma a la sociedad que lo había creado, de

la presencia real del gallego en la enseñanza, la Iglesia y la administración.

3. LENGUA Y SOCIEDAD EN SARMIENTO

La máxima sarmentiana que abogaba por la necesidad de extender el uso del

gallego a ámbitos sociales que le eran desconocidos en el siglo XVIII exigía la

demostración previa –o sencillamente paralela– de la idoneidad de dicha lengua para

desempeñar las funciones reservadas al latín o, entonces ya sobre todo, al castellano. A

ello se debe que el fraile benedictino arremeta reiteradamente en sus páginas contra los

diversos estereotipos que situaban al idioma gallego por debajo del español, y que se

proponga como objetivo explícito, al menos en alguna de sus obras, el de agudizar la

conciencia lingüística de una comunidad aletargada:

Mi intento [...] es proponer a los gallegos [...] que hagan más aprecio de la

lengua que han mamado. No digo que puestos en Castilla hablen gallego, sino que no hagan estudio de olvidar su idioma por contemplar a los castellanos. Deben

9 Lázaro Carreter (1985[1949]), y después de él otros muchos autores, se refieren a este texto como Real Orden de 22 de diciembre de 1780. García Folgado (en prensa) ha puesto de manifiesto, sin embargo, que no se trata sino de los mencionados Estatutos del Colegio Académico. Vaya desde aquí nuestro agradecimiento a Mª José García Folgado, que muy amablemente nos facilitó privilegiada información al respecto.

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sacudirse, y con aire, de aquellos idiotas y mentecatos, que si oyen hablar castellano a algún gallego, y se les escapa alguna voz, frase, pronunciación y acento de Galicia, sueltan la carcajada de risa borriqueña (Sarmiento 1998c[1769]: § 23);

el fin principalísimo de estos papeles es despertar a los gallegos del letargo en que han vivido hasta aqui, tocante a su propio idioma. Y advertirles de la tiranía que se ejecuta con su juventud, haciéndoles estudiar el latín por medio de una lengua extraña, que no entienden, y obligándoles a que olviden la que han mamado (Sarmiento 1998c[1769]: § 269).

La tentativa de ennoblecimiento idiomático que lleva a cabo Fr. Martín se

fundamenta básicamente en la defensa de los siguientes principios:

a) La heterogeneidad de lenguas no justifica la creación de un idioma universal,

premisa que aparta al polígrafo berciano de numerosos autores europeos de su época.10

Téngase en cuenta, con todo, que, si bien Sarmiento se opone a la elaboración de un

código lingüístico común a toda la especie humana, no lo hace en el convencimiento de

que dicho código resulte innecesario o perjudicial, sino porque, en la práctica, le parece

inviable alcanzar esa pretendida universalidad:

A la lengua universal la cuento yo inter chimaeras scientiarum. Es quimera que

todas las naciones del mundo puedan concordar en pronunciar tales y tales letras de un mismo modo. Aun dentro de una misma nación sucede esto entre diferentes territorios. A diez leguas que disten entre sí esos países, aun usando de la misma lengua, no concuerdan en la pronunciación (Sarmiento 1998b[1766]: § 121).

Fr. Martín, que admite la maldición babélica como origen de la variedad

lingüística («Sea ésta o la otra lengua la que habló Noé, es cierto que entonces no había

más que una, y que después de la confusión resultaron muchas; pero cuantas y cuales

hayan sido éstas jamás se podrá averiguar, si Dios no lo revela»; Sarmiento 1974[1755]:

20), y que considera que, en cierto modo, son superiores los animales a los humanos,

pues

tienen su lengua, canto, voz y sonido universal, en todo el universo. Cada especie entiende, y es entendida, de la otra semejante, sin intérprete y sólo por instinto. Al gato en la China llaman me-au. Y es evidente que el gato maullará del mismo modo en España y en la China. Lo mismo digo de el rebuzno del borrico, y del chau, chau de los gorriones (Sarmiento 1998b[1766]: § 127),

todavía se encuentra lejos de la reivindicación de la diversidad idiomática como

indicio más claro de pluralidad cultural; compárense, si no, sus palabras con las que

Castelao (1996[1944]: 40) escribiría casi doscientos años después:

10 Sobre lengua universal vs. lengua general en Sarmiento, vid. Lázaro Carreter (1985[1949]: §§ 51-52).

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Algúns homes –galegos tamén– andan a falaren dun idioma universal, único para toda a nosa especie. Son os mesmos que buscan a perfección baixando pola escada zoolóxica, deica sentiren envexa das formigas e das abellas. Son os mesmos que perderon o anceio de chegaren a ser deuses, e renegan das inquedanzas que produz a sabiduría. Son os mesmos que consideran o mito da Torre de Babel como un castigo [...]. Mais eu dígolles que a variedade de idiomas, coa súa variedade de culturas, é o signo distintivo da nosa especie, o que nos fai superiores aos animaes. Velaí vai a demostración: Un can de Turquía oubea igual que un can de Dinamarca; un cabalo das Pampas arxentinas rincha igual que un cabalo de Bretaña. ¿E sabedes por que? Porque os probes animaes aínda están no idioma universal...

b) Las variedades lingüísticas que sólo se hablan manifiestan una mayor riqueza

de léxico patrimonial que aquéllas que poseen a la vez usos orales y escritos:

[Las] lenguas vivas que sólo se hablan y no se escriben, son más abundantes de

voces que las que se escriben y se hablan. La razón es palmaria. Los que escriben una lengua viva son por lo común literatos, y así la escriben y la imprimen sin hacer caso del pueblo [...]. Al contrario los que sólo [hablan] esa misma lengua viva, son por lo común iliteratos y no hacen caso de lo que se imprime, sino de lo que todos hablan. Y de todo ello se infiere que con los literatos se pierden las voces y con los iliteratos se aumentan [...]. De lo mismo se deduce que las lenguas que no se escriben, y sólo se hablan, crecen en voces deducidas de la misma lengua; y las que se escriben, o no crecen, o sólo crecen en voces extrañas, bárbaras y exóticas, que nunca han sido de la lengua primitiva (Sarmiento 1998a[1770]: § 114-115).

Demuestra así nuestro autor la primacía del gallego tanto sobre el castellano:

La lengua gallega [...] duró el escribirla hasta los tiempos de Carlos Quinto en

los instrumentos públicos [...]. Después acá sólo se habla [...]. Yo he leído algunos de los dichos instrumentos; y cotejando aquel idioma con el que hoy se habla noté que es insensible la diferencia. Esto no sucede en la lengua castellana, y es la razón porque se continúa en escribirla, y cada día más y más se va llenando de voces extrañas y se van arrinconando las antiguas. Al contrario, como ya la lengua gallega no se escribe [...] se conservará más pura y más conforme a su madre la lengua latina. De esto deduzco: que las lenguas que se hablan y se escriben no conservan tan bien sus primitivas raíces como las lenguas que sólo se hablan (Sarmiento 1974[1755]: 21-22),

como sobre el portugués:

Tengo observado que las lenguas que se escriben, con el tiempo merman en las

vozes puras de la lengua; y sólo crezen en vozes bárbaras y exóticas; al contrario de las lenguas que sólo se hablan, y ya no se escriben. Y tengo calculado, que la lengua gallega pura es más copiosa que la lengua legítima portuguesa (Sarmiento 1984[1768]: § 51).

c) Gallego y español proceden directamente del latín; la lengua gallega es, por

tanto, hermana de la castellana, y no un dialecto de ésta:

No hay cosa más vulgarizada, que el decir que el puro idioma castellano es una

corrupción de la lengua latina, y que el puro gallego es una corrupción de la lengua

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castellana. Son dos errores vulgares, y errada inteligencia de la voz corrupción en materia de lenguas, confundiendo la analogía con la corrupción. El castellano, paulatinamente, se fue formando de el latín, guardando siempre la analogía de las letras. Lo mismo digo del gallego. Pero jamás el gallego se ha formado de el castellano (Sarmiento 1998b[1766]: § 11).

De modo semejante, sostiene Sarmiento que el portugués se ha formado a partir

de la expansión hacia el sur del idioma gallego:

Sábese que la famosa conquista de Portugal ha sido desde Galicia hacia el

mediodía y en tiempo que ya Galicia estaba con su idioma vulgar. Así, la lengua portuguesa pura no es otra que la extensión de la gallega, y que después se cargó de voces forasteras, moriscas, africanas, orientales, brasileñas, etc. (Sarmiento 1974[1755]: 30).

Sorprende, en este sentido, la curiosa dialéctica en la que se mueve Fr. Martín:

por un lado, el benedictino no duda en recomendar obras científicas portuguesas para

suplir la ausencia de recursos didácticos gallegos (cf. infra § 3.1), ni en proponer la

trayectoria de la lengua vecina como modelo a imitar en el camino de dignificación de

la propia, pero, por otro, insiste en subordinar históricamente el portugués al gallego y

en preservar a la población de Galicia de los infinitos vicios de las gentes de Portugal; el

desprecio de Sarmiento por lo portugués alcanza cotas paroxísticas en el siguiente

párrafo:

Con la misma cautela deben tratar los gallegos que quedan [en] el país, a los

gallegos que pasaron a Portugal y volvieron a su patria. Esos gallegos aportuguesados, es la mayor canalla, y la más viciosa, que ay en el mundo. El adulterio, los asesinatos, el latrocinio, los robos de yglesias, el sacrilegio en las imposturas de descubrir thesoros, la torpe luxuria a la portuguesa, etc., y sobre todo una ociosidad, y abandono de cultivar las tierras, y el corromper la sencillez gallega; a eso vuelven a Galicia, los gallegos que han pasado a Portugal. Vuelven con todos los vicios de los portugueses; y sin arapo de sus virtudes (Sarmiento 1984[1768]: § 20).

Podemos concluir, en definitiva, con Pensado (1984: 28) que «es paradójico que

[...] el aparente lusófobo sea, entre todos los españoles de su siglo, el que más estudia,

lee y sabe sobre cultura portuguesa, esto es: el más informado lusista de nuestro país»

(cursivas del autor).

d) Representante de un estadio evolutivo anterior al que comporta el castellano,

el gallego se revela como instrumento privilegiado para acceder al estudio del latín y de

otras lenguas románicas:

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De este modo, así el maestro [...] como el discípulo [...], se irán haciendo cargo a un mismo tiempo de la nobleza, antigüedad, pureza y armonía de la lengua gallega vulgar que hablan. Palparán que a un mismo tiempo estudiando dos lenguas, no estudian sino una con dos terminaciones. Enterados bien del constante modo y analogía con que las voces latinas pasaron a ser gallegas, les será después muy fácil comprehender el modo y analogía con que las mismas voces u otras latinas pasaron a ser vulgares en todos los dialectos de la lengua latina, que es madre y matriz de todos ellos. Entrará después el gallego así instruido en entender el castellano, italiano, lemosino, francés y portugués [...]. Dícese de los gallegos [...] que entran con una facilidad suma en las lenguas francesa, italiana, castellana o lemosina. Y en verdad que ésto no es por lo que se ocuparon con el Arte de Nebrixa, sino en virtud de su nativo idioma y de sus nativas pronunciaciones (Sarmiento 1998c[1769]: §§ 115-116).

e) El extraordinario cultivo del gallego, incluso por parte de autores

castellanófonos, durante la Edad Media contradice el desprestigio social que

experimenta el idioma a lo largo de los Séculos Escuros y debe ser tenido en cuenta para

luchar contra el menoscabo a que, propios y extraños, han sometido la lengua de las

Cantigas de Santa María:

El Cancionero en Coplas gallegas de Don Alonso el Sabio es el testimonio más

irrefragable de la poesía gallega del siglo 13º [...]. Y no tiene precio [...] lo que el [...] Marqués de Santillana dice de la poesía gallega y de sus poetas [...]. Noten este precioso pasaje, de un docto Marqués y castellano, del siglo XVº los castellanos de hoy, que desprecian la lengua y poesía de los gallegos, y los gallegos que huyen y aborrecen hablar gallego y metrificar en esa lengua nativa, por despreciarse a sí mismos. «En tanto grado, continúa el Marqués, que no ha mucho tiempo, qualesquier dezidores y trobadores de estas partes, agora fuesen castellanos, andaluzes o de la Estremadura, todas sus obras componían en lengua gallega o portuguesa”. Apostaré que no habrá gallego que sepa este precioso y antiquísimo anedoto (Sarmiento 1998b[1766]: §§ 449-452).

El hondo compromiso con la realidad lingüística de Galicia que subyace a los

cinco presupuestos enunciados, así como el desasosiego ante los problemas de la

sociedad gallega, y el conjunto de pronunciamientos en apoyo de los caracteres

diferenciales de Galicia (Beramendi 1997), han llevado a determinados críticos a ver

tras la figura del fraile de San Benito un incipiente galleguismo o incluso un

protonacionalismo político muy anterior al surgimiento del auténtico nacionalismo

gallego en el primer tercio del siglo XX. El Prof. Beramendi (1997: 265) recuerda, a este

respecto, que «Otero Pedrayo afirmaba que Frei Martín Sarmiento «puede ser llamado

el más galleguista de los precursores» y que «Filgueira Valverde fai de Sarmiento o

«pai do rexurdimento galego» (ibid.). Por nuestra parte, debemos apuntar siquiera los

nombres de otros autores que, sin negar el papel desempeñado por Fr. Martín en la

historia de las ideas lingüísticas en Galicia, se guardan de atribuir a éste propósitos

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políticos absolutamente revolucionarios incluso para la centuria de las luces. Vayan, a

modo de ejemplo, los siguientes:

– Monteagudo (1997), que traza una línea evolutiva en el pensamiento de

Sarmiento sobre el gallego que iría desde un interés puramente científico o erudito por

la lengua, hasta unos insinuados «acentos máis patrióticos» (ibid.: 27), pasando, claro

está, por sus inquietudes pedagógicas y sociales;

– Lires (1998), quien advierte importantes contradicciones entre el esfuerzo de

Fr. Martín por dotar de prosperidad al país y su falta de oposición al Antiguo Régimen;

– Barreiro Barreiro (2002a), que subraya que la sarmentiana es «crítica de todo e

case de todos, pero sempre crítica dos abusos cometidos polos intermediarios do Altar

(Igrexa) e do Trono (Monarquía); nunca crítica dos sistemas e das institucións

xerárquicas» (ibid.: 90; cursivas en el original);

– Costa Rico (2002), quien se refiere a Fr. Martín como «un nacionalista galego

de corazón, que non dispuña do discurso político preciso» (ibid.: 48).

Por último, un tercer grupo de especialistas dirime la polémica, a nuestro

entender, de manera definitiva. Se encuentran aquí Francisco Rodríguez11 y,

fundamentalmente, Justo G. Beramendi. Beramendi (1997), que admite la presencia en

la obra de Sarmiento de constantes como la vindicación de un pasado histórico para

Galicia, la defensa de la lengua y la cultura del pueblo, la existencia de un modo de ser

y de pensar específicamente gallegos o el argumento del expolio colonial, concluye, sin

embargo, que «todo isto está en Sarmiento [...]. Pero a cuestión está en saber se esas

ideas [...] [llegan] a configura-la concepción de Galicia como suxeito histórico-político

diferente de, e oposto a, o suxeito España ou os suxeitos Castela, Cataluña, etc. E penso

que a resposta a esta cuestión é rotundamente negativa» (ibid.: 280). Dos son los

motivos que ofrece Beramendi (1997): la postura extremadamente respetuosa de Fr.

11 A diferencia de Beramendi (1997), Rodríguez (1998[1976]) no se ocupa por extenso de la interrelación entre pensamiento lingüístico y pensamiento político en Sarmiento, pero sí anota, al hilo de sus reflexiones, una idea que nos parece –y tómese nuestro parecer con toda la cautela que requiere un comentario tan puntual como el de Rodríguez (1998[1976])– cercana a las tesis de Beramendi (1997): «Convén [...] remarcar que a consideración científica do galego fai-se nun momento [siglo XVIII] no que praticamente toda a sociedade galega o fala, e polo tanto non ten ainda un claro matiz anti-central, senón só de constatación obxectiva; polo demais, constatar un fenómeno non quer dicer asumir as consecuéncias que, en boa lóxica, del se derivan. Mesmo, no caso do Padre Sarmiento, que fai unha defensa do galego como língua culturalmente capaz de servir para todos os mesteres, e aconsella a utilización da língua materna dos escolares no ensino, non hai máis que unha actitude pedagóxica e cultural que non discute para nada a asimilación á língua oficial nen a sua imposición» (Rodríguez 1998[1976]: 75). Queixas Zas (2002: 64, n. 97) también cita estas palabras del Prof. Francisco Rodríguez como representantes de cierto intento desmitificador de las motivaciones ideológicas y políticas que inspiraban la pluma del P. Sarmiento.

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Martín ante las circunstancias históricas que determinan la vinculación de Galicia al

estado español y la escasa misión que otorga nuestro fraile a la lengua en la

conformación de la cultura.

3.1. Polo dereito elemental a aprendermos en galego: la lengua gallega en el ideario

pedagógico de Sarmiento12

Muchas fueron las deficiencias que observó Fr. Martín en el sistema de

enseñanza no universitaria13 de su época, y muchas también las propuestas que hizo

para mejorarlo, mereciendo por ello ser considerado el fundador de la Pedagogía gallega

(Costa Rico 1997 y 2002).14 Cabe destacar, en este sentido, la firme defensa que realiza

Fr. Martín del derecho de los niños a recibir las primeras letras en su idioma materno.

Los argumentos que aduce Sarmiento, aunque de significación sociolingüística capital,

resultan casi siempre de índole exclusivamente pedagógica: no se trata tanto de censurar

la imposición del castellano en cuanto práctica asimilista, como de reclamar la

introducción del gallego en la escuela para facilitar el aprendizaje del latín por parte de

los alumnos:

No he leído semejante barbaridad: obligar a los niños a que estudien una lengua

muerta qual es la latina por otra que para ellos es más muerta, qual es la castellana; y que olviden lengua que han mamado, y que les es nativa, qual es la gallega [...]. Hablemos claros. Por bien que uno sepa una lengua extraña, mejor entenderá las cosas en su lengua nativa, y que familiarmente habla. Estoy en que el atraso de la literatura en España procede de que los más estudian las cosas en lenguas que no entienden bien (Sarmiento 1984[1768]: § 42).

12 La dimensión pedagógica de Fr. Martín, y, como un aspecto de ella, el papel otorgado a la lengua materna en la educación, constituye uno de los temas más tratados por la crítica sarmentiana. A este respecto pueden consultarse, entre otros trabajos, Costa Rico (1997 y 2002), Filgueira Iglesias de Urrea (1995[1972]), Galino (1997) y Sánchez Cantón (1995[1972]). 13 Aunque Sarmiento se centra por lo general en los niveles de enseñanza correspondientes a las actuales educación primaria y educación secundaria, también es posible encontrar en sus obras referencias, las más de las veces fuertemente negativas, a la Universidad española de la Ilustración (Sarmiento 1984[1768]: § 4 o § 17). 14 Recordemos, aunque no podamos más que enunciarlos, algunos de los pilares básicos sobre los que se asienta el proyecto educativo de Sarmiento: aprendizaje reflexivo y antimemorístico (Sarmiento 1998c[1769]: §§ 213-214 o 1998a: § 96); trato amable y afectuoso, libre de castigos, miedos y falsedades (Sarmiento 1995[1758]: 113 o 1984[1768]: § 119); ascensión desde el conocimiento de objetos concretos hasta el manejo de conceptos abstractos, esto es, aplicación a la enseñanza del empirismo sensualista lockiano (vs. intelectualismo racionalista cartesiano) (Sarmiento 1995[1758]: 113 o 1998c[1769]: § 111); instrucción individualizada o que, al menos, evite la masificación de las aulas (Sarmiento 1984[1768]: §§ 16-17 o § 172); satisfacción de la curiosidad intelectual de los niños (Sarmiento 1998c[1769]: § 135 o § 197); acertada combinación de estudio y ocio, favoreciendo determinadas modalidades lúdicas como medio complementario de formación (Sarmiento 1984[1768]: § 92 o 1998c[1769]: § 193); concepción del investigador como autodidacto y alethophilo (“amante de la verdad”) (Sarmiento 1984[1768]: § 5 o 1998c[1769]: § 662); etc.

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Garantizar una enseñanza en gallego y del gallego, pues éste había de constituir

no sólo la lengua vehicular de la educación, sino también materia de estudio («En cada

ciudad y villa populosa de Galicia había de haber algunos que se dedicasen a enseñar a

los niños la lengua gallega con extensión y con propiedad»; Sarmiento 1998c[1769]: §

193), requería contar con unos medios humanos y materiales desconocidos, en general,

en la Galicia del siglo XVIII. Sarmiento demanda, en primer lugar, profesorado

autóctono (o, en su defecto, buen conocedor del gallego), sensible con la realidad

lingüística nacional y dispuesto a respetar y a cultivar el idioma materno de los

discentes:15

Y por no saber la lengua gallega los maestros de latinidad han enseñado asta aquí

por las ramas a la juventud gallega. Los más de esos maestros no nazieron en Galicia, ni hizieron estudio de la lengua gallega, y castigaban a los niños, que soltaban alguna voz, o frase gallega, como que había dicho una heregía (Sarmiento 1984[1768]: § 42);

La primera condición que ha de tener el futuro catedrático es que haya de ser gallego de los 4 costados [...]. También [...] ha de saber ya unas 100 voces gallegas puras con sus latines correspondientes [y] castellanos vulgares. Esto de pedir que sepa ya 100 voces gallegas puras el catedrático, cuando no hace muchos años que era delito el que a un discípulo se le escapase alguna palabra gallega, es muy del caso para establecer mi nuevo y fácil sistema de enseñar la lengua latina sin salir de la gallega y desterrar de Galicia la cruel y tiránica barbarie de estudiar una lengua ignota por otra lengua desconocida (Sarmiento 1998a[1770]: §§ 90-92).

Consciente, por otra parte, de la ausencia de investigaciones sobre las

particularidades gramaticales y léxicas de la lengua gallega:

La lengua gallega tiene muchas singularidades en las cuales no ha reflexionado castellano alguno; y lo más vituperable es que ni gallego alguno haya soñado en eso. ¡Lengua infeliz, que habiéndola mamado casi un millón de bocas, y hablado naturalmente, no haya habido una lengua, ni una pluma, que haya hablado y escrito un pliego de papel sobre ella (Sarmiento 1998b[1766]: § 398),

así como de obras en gallego destinadas al estudio de las más diversas

disciplinas:

No se estudia el gallego porque no hay libros. Y yo digo que no hay libros porque no se estudia el gallego, y sólo se estudia el olvidarle y aborrecerle. Dentro de 20 o 30 años, si se manda, y se costea, habrá libros gallegos impresos, y encuadernados en pasta, que traten de todas materias, por espinosas que sean (Sarmiento 1998b[1766]: § 408)16,

15 Otras condiciones del maestro, rol que también podían asumir determinados familiares del niño (Sarmiento 1984[1768]: § 16), eran su demostrada erudición, una edad próxima a los cincuenta años (ibid.: § 117), la posesión de valores éticos manifiestos (ibid.: § 16), etc. 16 Sí creía Sarmiento, en cambio, que este tipo de textos tenía que haber existido durante la Edad Media (Sarmiento 1998b[1766]: § 432).

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Fr. Martín recomienda, y en algún caso acomete, la elaboración de una

gramática, un onomástico y un diccionario17 gallegos, una historia natural y una

descripción geográfica de Galicia, una traducción de las Introductiones latinae de

Nebrija, etc.:

Si se forma esa obra de Historia Natural de sola Galicia y se imprime en lengua

gallega, se descubrirán mil primores en cuanto a los nombres gallegos y sus etimologías. No sería menos curiosa una Descripción Geográfica de todo, y sólo, el Reino de Galicia, en lengua gallega (Sarmiento 1998b[1766]: §§ 411-412);

el vulgar Arte de Nebrixa, que se reparte a los niños en Galicia, para que estudien latín, es insuficiente para ese fin. Debía, pues, imprimirse un Nebrixa, y los demás libros de Gramática, con la explicación escrita en gallego; y se debía explicar también a boca en ese idioma, que sepan ya los niños (Sarmiento 1998c[1769]: § 9)18.

En tanto estos trabajos no estuviesen finalizados, alumnos y profesores podían

recurrir a libros portugueses:

los gallegos, jamás podrán estudiar Artes y Ciencias por la lengua que han

mamado, porque los libros no están escritos, y menos impresos en esa lengua [...]. Los gallegos podrán suplir la falta de sus libros por los libros antiguos impresos de la lengua portuguesa (Sarmiento 1998b[1766]: § 350);

Ay muchas Grammáticas Vulgares de la Lengua Castellana, pero ninguna ay de la Lengua Gallega. Este defecto se podrá suplir por el Arte Vulgar de la Lengua Portuguesa [...]. Un gallego medianamente erudito, podrá formar, a imitación de la Gramática Portuguesa de Pereyra, una Gramática Gallega (Sarmiento 1984[1768]: §§ 82-83);

Para todo [vocabularios y onomásticos] ay bastantes libros. Para la lengua gallega suplirá el Vocabulario Portugués del Pe. Bluteau, por el A. B. C.; y para el onomástico gallego podrán suplir los 4 tomos en folio de Fr. Juan Pacheco: Divertimentos Eruditos (Sarmiento 1984[1768]: § 89).

Las orientaciones de Sarmiento eran realistas y factibles, pero a menudo se han

olvidado. A finales de 2002 existen numerosos –¿suficientes?– recursos didácticos en

lengua gallega: normas ortográficas, gramáticas, repertorios lexicográficos, volúmenes

de Literatura, Historia, Geografía, Botánica... No se ha logrado, en cambio, el

cumplimiento unánime de uno de los artículos elementales de la Lei de Normalización

Lingüística (15 de junio de 1983): «Os nenos teñen dereito a recibi-lo primeiro ensino

na súa lingua materna. O Goberno Galego arbitrará as medidas necesarias para facer

17 Pese a que no siempre niega cierta utilidad a los diccionarios (Sarmiento 1998a[1770]: § 103), Fr. Martín se muestra claramente partidario de la organización del léxico en onomásticos (Sarmiento 1998c[1769]: § 85). 18 Según Fr. Martín, el Arte de Nebrija tampoco servía para aprender el castellano, pues éste se adquiría básicamente a través de la práctica conversacional (Sarmiento 1995[1758]: 114 y 1998a[1770]: § 143).

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efectivo este dereito» (Artículo 13.1; apud García Negro 1991: 392). Tampoco, claro

está, el compromiso de todos los docentes con la lengua del país.

La conciencia meridiana de esta situación llevó a A Mesa pola Normalización

Lingüística (2002) a promover, coincidiendo con la dedicación del Día das Letras

Galegas a Martín Sarmiento, un manifiesto, titulado «Polo direito elemental a

aprendermos en galego», en el que se exigía al Gobierno de la Xunta de Galicia que «en

cumprimento dun direito fundamental [...] se garanta o ensino en língua galega na etapa

de Educación Infantil e no 1º ciclo de Educación Primária ao alunado galego-falante,

sen prexuízo do cotemplado a respeito do uso da língua predominante entre o alunado».

Tal declaración, suscrita por distintos colectivos gallegos (AS-PG, BNG, CAE, CAF, CIG,

NEG y SLG), bien pudiera haber sido firmada también por un monje benedictino, solitario

e ilustrado, que en su día había «clamado y declamado [...] contra la notoria barbarie

[...] de los magistrados de Galicia, que aguantan que a sus niños [...] se les enseñe [en]

la lengua castellana, que es tan extraña para los niños gallegos como es el mismo latín»

(Sarmiento 1998a[1770]: § 81).

3.2. Galego alén da morte: idioma e Iglesia en Sarmiento

Junto a la conveniencia del uso del gallego en la enseñanza sitúa Fr. Martín la

necesidad de introducir la lengua de su niñez en los círculos eclesiásticos de la Galicia

dieciochesca. Demanda nuevamente el benedictino la redacción o traducción de obras,

en este caso un catecismo, al gallego:

el mismo catedrático ha de ir examinando a los que han de ser sus discípulos [...]

de la Doctrina Cristiana en castellano; y sería mejor que el Padre Astete u otro cualquiera catecismo semejante se tradujese en gallego puro, y que por ese catecismo gallego se examinasen los niños, mujeres, aldeanos, etc. [...]. No se cometerían tantos errores en Galicia (Sarmiento 1998a[1770]: § 93),

y desvela los problemas derivados de la ignorancia del idioma patrio por parte de

sacerdotes y confesores:

No sé como toleran los obispos que, curas que no son gallegos, ni saben la

lengua, tengan empleo ad curam animarum, y sobre todo la administración del santísimo sacramento de la penitencia. ¿Qué es el coloquio de un penitente rústico y gallego y un confesor no gallego, sino un entremés de los sordos? [...] Habrá 15. días, que un cura gallego natural, me dijo, que confesando a una gallega, le dijo que ya se había confesado antes con un castellano, pero que no creía que hubiese sido confesión, porque ni el castellano entendió a la gallega, ni ésta al castellano (Sarmiento 1998b[1766]: § 437);

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los malentendidos penitenciarios inspiran en ocasiones pasajes que, aunque

verídicos, no dejan de resultar inverosímiles e hilarantes:

El verbo trebellar, en gallego, de tripudiare, siempre significa in malam partem

y dista 100. leguas del honesto verbo traballar o trabajar. Confesor castellano ha habido, que hasta después de muchos años estuvo en el error de que lo mismo era el verbo trebellar, gallego, que el trabajar, castellano. Y a los penitentes, que habían confesado, que habían trebellado tantas veces, les decía que en dias festivos, sólo podían trebellar una hora; pero que en los dias sueltos, podían trebellar ad laudes et per horas. Si el tal confesor hubiese oído la copla gallega común: «O crego mais a criada. Jugaban aos trebelliños, etc.”, entendería el significado (Sarmiento 1998b[1766]: § 438).

Sarmiento indica dos remedios para acabar con este tipo de conflictos

lingüísticos: la mayor presencia de religiosos autóctonos al frente de las parroquias y

obispados gallegos,19 desechando el ya viejo hábito de anteponer lo ajeno a lo propio:

En tiempo de los Reyes Católicos [...] se inundó Galicia de hombres no gallegos

y castellanos [...] y apenas se daba algún empleo a gallegos naturales. Claro está que ninguno de esos empleos podría actuar en el idioma gallego, ni entender tampoco lo actuado [...], y así se introdujo el abuso de escribir y actuar en castellano. Y ese abuso en lo espiritual aún hoy es pernicioso para el sacramento de la penitencia, en el cual uno se confiesa en polaco y otro le amonesta en arábigo (Sarmiento 1998a[1770]: §§ 118-119),

y la fijación, como requisito ineludible para acceder a cualquier cargo

eclesiástico en Galicia, del perfecto conocimiento del idioma gallego, tal y como se

venía haciendo en Cataluña20 y América respecto de sus lenguas originarias:

Para evitar estos y otros absurdos en odio, burla, nulidad y chacota del

sacramento de la penitencia, es justísima la ley o costumbre de los catalanes, que jamás darán curato o retoría al que no es catalán o no está examinado de que sabe, bien la lengua catalana [...]. ¿Y porqué los obispos de Galicia, no se deben ceñir a

19 Monteagudo (1997) recuerda que las solicitudes para que los gallegos ocupasen un mayor número de puestos en las jerarquías eclesiásticas se sucedieron a lo largo del siglo XVIII, hecho que muestra «contundentemente que, fronte ó que reiteradamente vén sostendo o profesor Pensado, por aquelas datas a reivindicación do idioma galego era case moeda común entre as elites ilustradas de Galicia, e non unha exclusiva teima persoal de Sarmiento» (ibid.: 35). Téngase en cuenta, para interpretar esta última afirmación transcrita, que Monteagudo y Pensado representan dos posturas opuestas a la hora de valorar la figura de Sarmiento en el contexto de la Ilustración: mientras que Pensado (1989) insiste en presentar a Fr. Martín como una individualidad que se desarrolla pese a y contra el movimiento ilustrado, Monteagudo (1997: § 3) prefiere subrayar lo que de común hay en nuestro polígrafo con el conocimiento científico de su siglo: gusto por la etimología, ambición enciclopédica, espíritu crítico y observación atenta de los datos, etc. Monteagudo (1997) en lo lingüístico, como Beramendi (1997) en lo político-ideológico, aun reconociendo –no podría ser de otro modo– la notoriedad de las reflexiones sarmentianas, contribuye, en fin, a devolver a Fr. Martín el papel que justamente le pertenece, papel que no pocas veces se ha visto trastocado en virtud de aproximaciones excesivamente apasionadas o mitificadoras a la persona y la obra de Fr. Martín. 20 Sarmiento sabe bien que en Cataluña se examina a los clérigos forasteros de catalán; él mismo ha renunciado al cargo de Abad de Ripoll por ese motivo (cf. Pensado 1997: 196).

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esta justísima ley? Es muy loable, sobre ser precisa, la ley de la América, según la cual ningún sacerdote puede tener curato o doctrina, si no sabe bien la lengua bárbara de los pueblos que ha de instruir [...]. Yo aseguro que si para los curas de Galicia hubiese examen de lo que saben del gallego vulgar, y diesen calabazas a los que no lo saben, tendría yo menos que persuadir sobre el estudio de la lengua gallega (Sarmiento 1998b[1766]: §§ 439-440).

Ninguno de los dos objetivos parciales se podía alcanzar, sin embargo, en

ausencia de la participación activa del pueblo, a quien correspondía elevar sus protestas

a las autoridades competentes y alterar así el rumbo de los acontecimientos:

Este asunto es de mucha sustancia y pide pronto remedio o en Sínodo o en

Concilio. Si los vecinos de un pueblo ponen pies en pared de que no han de admitir por cura de almas, al aventurero, que ni es gallego ni sabe esa lengua con perfección, no habría tanta broza en Galicia de curas aventureros (Sarmiento 1998a[1770]: § 94).

El proyecto de Fr. Martín presenta, como ocurría en los dominios de la

educación, carácter meramente práctico, pues sólo semeja perseguir la

intercomprensibilidad de la asamblea de fieles y sus pastores. No se plantea Sarmiento

el deber de la Iglesia de encarnar a Cristo en todo tiempo y en toda tierra (cfr. Ferro

Ruibal 1987: 18) y de hacerlo siguiendo el modelo de un Jesús que hablaba y rezaba en

arameo, lengua B en la Palestina de la época, y no en hebreo, idioma de la escuela, de la

sinagoga y, en general, de las situaciones comunicativas más formales. Probablemente

no intuye siquiera nuestro fraile la contradicción a la que tan lúcidamente se ha referido

Ferro Ruibal (1987: 28):

A Igrexa galega, dominada polos políticos casteláns, queda convertida nunha

correa de transmisión do poder castelán. É unha Igrexa amordazada. A Igrexa galega, se a isto se lle pode chamar «Igrexa» e «galega», frustra a súa encarnación [...]. Verdadeiramente pódese dicir que o cristianismo en Galicia está como institución en gravísima contradicción (¿pecado?) dende o século XV. Contradicción tanto máis grave, canto que hoxe a Igrexa ten plena liberdade para rexenerarse e rexenera-la sociedade.

Con todo, y pese a que sus motivaciones iniciales fueran otras, a la postre y de

facto Sarmiento se compromete con la galleguización de la Iglesia; encarna, aunque no

lo sepa o no lo busque, al Dios en el que cree, porque «galeguismo, sen máis

adxectivos, é a traducción aquí e agora da palabra «encarnación» (Ferro Ruibal 1987:

51).

Los cristianos galleguistas de hoy, cuando existen una versión oficial del Misal

Romano (1987) y una traducción completa y autorizada de la Biblia (1989) al gallego,

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Ana RODRÍGUEZ BARREIRO: Alba de nós. Pasado y presente de las reivindicaciones sociolingüísticas

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siguen requiriendo un mayor número de actos litúrgicos en la lengua del país. El 30 de

noviembre de 1998, en el Panteón de Galegos Ilustres (Santiago de Compostela), «65

persoas [...] asinaron ante notario "que o seu enterro será en galego ou en silencio"» [...].

[Algunos21 de los firmantes], que exercen como galegos en vida, non queren ser

despedidos da vida noutro idioma [...]: "o galego alén da morte"» (Alonso Montero

2000[1998]: 50; cursivas en el original). ¿Está normalizado el uso de un idioma cuando

sus hablantes se encuentran en la obligación de expresar por escrito y ante notario el

deseo de que su funeral se realice en gallego? Resulta ciertamente revelador comprobar

que, si Pedro José García Balboa hubiera vivido en la Galicia del siglo XXI, no habría

tenido muchas más garantías de un sepelio en gallego de las que tuvo en el Madrid

ilustrado que lo vio morir.

3.3. Minusvalorado pola Xunta e a Xustiza: Sarmiento ante las prácticas y actitudes

lingüísticas de la burocracia22

Sarmiento pensaba que no sólo los profesores y sacerdotes, sino también los

representantes de la administración del Estado en Galicia debían ser capaces de

comprender y producir mensajes, suponemos que orales y escritos, en lengua gallega, y,

como ellos, todas cuantas personas hubieran de relacionarse directamente con la gran

mayoría de la población gallegohablante: «Lo que digo del cura, que no entiende el

lenguaje de sus feligreses, y de los feligreses, que no entienden el lenguaje de su cura,

se podrá aplicar a otros muchos, que han de tratar con gallegos rústicos, y cuya lengua

no entienden bien» (Sarmiento 1998b[1766]: § 441 bis).

Especial énfasis pone Fr. Martín en las obligaciones lingüísticas (y culturales) de

jueces y abogados, ya que, si éstos no se hacían comprender con claridad y prontitud, el

pueblo no podría acatar sus decisiones:

Hablo [...] de los que han de administrar justicia civil, arreglándose [...] a las

inviolables y loables costumbres del país; pues una costumbre establecida de inmemorial, y que no es mala, tiene tanta fuerza como una ley extemporánea y transitoria. Y todos los que no saben ni la lengua gallega, ni las costumbres respectivas, son ineptos para los dichos empleos (Sarmiento 1998b[1766]: § 442);

21 No todos, porque entre los firmantes también había, según Alonso Montero (2000[1998]: 50), quienes «en moitas situacións da súa vida doméstica, viven pouco en galego e mesmo protagonizan experiencias idiomáticas moi discutibles». Pero el análisis de tales actitudes ya no es objeto de este trabajo. 22 Sobre la reforma administrativa general (y no únicamente de los usos lingüísticos) que procura Fr. Martín, pueden verse Barreiro Barreiro (2002a), González Mariñas (1997) o Queixas Zas (2002: § 4.2).

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obsérvese, además, que nuestro monje no se conforma con que los magistrados

conozcan el gallego dieciochesco, sino que considera igualmente oportuno que estén

familiarizados con la lengua de los documentos medievales:

Los abogados [...] tienen tanta o mayor obligación que los maestros de estudiantes, para dedicarse al género de estudio que he propuesto. Un abogado en Galicia [...] que no sabe el gallego antiguo de los instrumentos y el gallego vulgar y actual [...], ese tal ente ni es literato ni letrado, ni es ni puede ser abogado [...]. Ese no se debe llamar abogado sino vozero [...] pues sin los requisitos propuestos podrá meter el pleito a voces, pero no entenderlas ni penetrarlas (Sarmiento 1998c[1769]: § 139).

Monteagudo (1997) relaciona los ataques de Sarmiento contra los empleados

extranjeros que desempeñaban funciones administrativas en Galicia ignorando el idioma

propio del país («¿Cómo [...] se ha tolerado que vayan de longas tierras a Galicia, esos

buenos hombres, a ser magistrados civiles y eclesiásticos, sin saber la lengua ni las

costumbres?»; Sarmiento 1998b[1766]: § 444) con las «queixas que a fidalguía e a

pequena nobreza galegas viñan expresando de contino a través dos acordos da Xunta do

Reino de Galicia», así como con la insistencia de esta misma institución en el «dereito

dos galegos a acceder ós postos, privilexios e prebendas da burocracia rexional»

(Monteagudo 1997: 33). Las reclamaciones del benedictino no se encontrarían, pues,

completamente aisladas dentro del marco histórico en el que se inscriben.

Las protestas se han seguido sucediendo en distintas ocasiones desde el siglo

XVIII hasta la actualidad, incluso tras la aprobación de la Lei de Normalización

Lingüística (1983), que, en teoría, vela por el empleo normal del gallego en las

relaciones de los poderes públicos de Galicia con los ciudadanos (artículo 6.3; apud

García Negro 1991: 390). La Voz de Galicia del 3 de septiembre de 2002 recoge que,

según sentencia del Tribunal Superior de Xustiza, los aspirantes a cargos en la función

pública de Galicia que posean los diplomas de iniciación y perfeccionamiento de la

lengua gallega o que hayan cursado los estudios de EGB y BUP en dicha comunidad

autónoma, quedan exentos de demostrar su dominio del gallego en las correspondientes

pruebas selectivas a que se sometan. Como era de esperar, las estimaciones críticas ante

tal decisión fueron inmediatas; así se expresaba la profesora Nogueira López (2002: 14)

en el artículo de opinión «O galego, minusvalorado pola Xunta e a Xustiza», del que

tomamos el título para esta nuestra sección:

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O control dos coñecementos lingüísticos debe permitir avaliar a capacitación concreta de cada suxeito para o posto de traballo que vai desempeñar. Dificilmente isto pode facerse coa acreditación do estudio da lingua nos niveis obrigatorios de ensino ou coa escasa marxe de apreciación que permite estar en posesión dun dos dous únicos niveis dos cursiños oficiais [...]. Os empregados públicos, e a Administración para a que traballan, deben estar en todo caso ao servizo dos cidadáns e ser os primeiros en cumprir e facer cumprir a normativa vixente. Mal o poderán facer se no proceso selectivo non se controla de xeito serio que están capacitados para facelo.

4. FINAL

Martín Sarmiento trajo a Galicia las primeras luces de un alba deseada. «Foi o

primeiro de un tempo novo [...]. Tivo concencia do que denantes ninguén antre nós a

tivera [...]. Entendendo a Galicia, amorosamente, albiscóu o seu porvir e matinóu a súa

reforma» (Filgueira Valverde 1972: 385). Pero la luz tiene que seguir viniendo. O

mejor: hay que conquistar la luz. Hasta que en este país se eduque, se rece y se imparta

justicia en gallego. Porque a día de hoy nos hallamos lejos de poder exclamar con

Sarmiento (1998b[1766]: § 449) «para maldita la cosa se necesita en Galicia la lengua

castellana”.

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23 En el original, 1722 (sic). Corregimos la evidente errata, pues el año del fallecimiento de Martín Sarmiento es 1772.

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24 Como es sabido, Martín Sarmiento apenas publicó nada en vida fuera de la Demostración crítico-apologética del Teatro Crítico Universal (1732) en defensa de Feijoo (vid. Mariño 2002: 64, que cita los títulos de los contadísimos trabajos que nuestro autor dio a la imprenta). Así pues, las fechas que figuran entre corchetes precediendo al título de sus obras no se corresponden con las de las primeras ediciones, sino con las de redacción y/o finalización —ambas coinciden para los textos compuestos en un único año, pero no para aquéllos (Onomástico y Elementos) de concepción más demorada— de dichos escritos.

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© JIMÉNEZ DOMINGO, María Elena. 2004. «La pronunciación en las gramáticas de Buffier (1711) y Vayrac (1714)». Res Diachronicae Virtual 3: Estudios sobre el siglo XVIII. Número monográfico coord. por Mara Fuertes Gutiérrez, M.ª José García Folgado y José Luis Ramírez Luengo. 209-218.

LA PRONUNCIACIÓN EN LAS GRAMÁTICAS DE BUFFIER (1711) Y DE VAYRAC (1714)

MARIA ELENA JIMENEZ DOMINGO Universitat de València

INTRODUCCION

Nuestro estudio trata de la pronunciación en dos gramáticas francesas de

principios del siglo XVIII: la Grammaire françoise sur un plan nouveau de Buffier,

publicada en 1709, y El Arte françes del abad de Vayrac de 1714. Hemos elegido este

tema ya que –pensamos– nos permite poner de manifiesto las dificultades que suponía

en la época la elaboración de una gramática para extranjeros. Estas se deben a diversos

hechos entre los que destacaremos principalmente dos. Por una parte, el estudio de la

pronunciación se hacía a través de la lectura ya que nuestros gramáticos no disponían de

los avances de la fonética que daría sus primeros pasos en el siglo XIX. Por otra parte, y

como consecuencia de este primer fenómeno, la utilización de la lectura implicó abordar

el tema de la ortografía con toda su complejidad cuando del francés se trata. Desde la

perspectiva historiográfica, analizamos brevemente las partes dedicadas a la

pronunciación en las respectivas gramáticas de Buffier y de Vayrac con el fin de

determinar su exposición de los conceptos y en qué medida su obra se enmarca en la

corriente lingüística de principios de siglo.

1. LA NOUVELLE GRAMMAIRE SUR UN PLAN NOUVEAU (1711) DE BUFFIER

Siguiendo el orden cronológico, empezamos por la gramática de Buffier que

presenta varias particularidades con respecto a las gramáticas pedagógicas para

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extranjeros de la época. En efecto, la obra se divide en dos partes correspondientes a

enfoques diferentes: una gramática general y una gramática del francés. Como anunció

Buffier en el prólogo de la obra, esta obra iba dirigida tanto a discentes extranjeros que

quisieran aprender francés como a franceses con afán de consolidar sus conocimientos

gramaticales. El estudio de la pronunciación se presenta, por lo tanto, desde estas dos

perspectivas.

1.1. Perspectiva general

En la parte de gramática general, Buffier planteó primero una reflexión sobre los

distintos recursos explicativos habitualmente empleados para tratar este tema. Definió la

pronunciación como (p.87): «la manera de articular con la voz las palabras de una

lengua representadas visualmente por la escritura y la ortografía». Este estrecho vínculo

entre pronunciación y ortografía fue matizado por el autor al afirmar que la una no

correspondía al «reflejo» de la otra, en particular en francés. La ausencia de una norma

ortográfica claramente establecida constituía además una fuente de errores para los

lectores.

Según este autor, la terminología presente en la mayoría de las gramáticas de la

época ilustra la ambigüedad de una pronunciación basada en la ortografía. En efecto,

por ejemplo no sólo se hablaba de «letra» para designar la representación gráfica sino

también para referirse a los sonidos. (Señalamos que él habla de «caracteres» o «figuras

de letras en su obra»). De ahí que fuera harto díficil entender que existieran más sonidos

que caracteres, o que tres letras correspondiesen a un solo sonido.

Tampoco las descripciones contrastivas de los sonidos en diferentes lenguas le

pareció del todo válida. La comparación con el latín carecía de utilidad tratándose de

una lengua conocida por su forma escrita y pronunciada en función de la propia lengua

de cada locutor. Según él, ni siquiera las lenguas vernaculas resolvían la dificultad de

dar a conocer la pronunciación de aquellos sonidos propios de una lengua determinada y

que no existen en las demás.

Para distinguir los sonidos del francés Buffier elaboró un cuadro de los 33

existentes expresados por las letras en algunos casos o por símobolos en otros (ver

página siguiente), que gráficamente se expresan mediante dos letras. El autor explicó el

funcionamiento del cuadro (p. 92-93) como sigue:

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- La primera columna corresponde al carácter: «l», «m», o a un símbolo.

- La segunda presenta una palabra francesa que incluye dicho sonido con su grafía

habitual, distinta del simbolo propuesto por Buffier, en algunos casos. En estas

palabras las letras correspondientes al sonido analizado figuran en cursiva para

que el lector las identifique.

- Las cuatro columnas siguientes proponen palabras extranjeras que presentan el

mismo sonido, o al menos uno muy parecido. Las lenguas seleccionadas son las

más extendidas en Europa, en opinión del autor, es decir: el alemán, el inglés, el

italiano y el español. En el caso de que el sonido francés analizado no exista en

algunos (o varios) de estos idiomas, Buffier lo indica dejando un espacio en

blanco en el cual figura una cruz a la parte izquierda.

El cuadro va acompañado por unas serie de observaciones pedagógicas de

diversas índoles. Por ejemplo, Buffier comenta las particularidades que presentan

determinados sonidos del francés para los discentes alemanes, italianos, etc... Por

ejemplo (p. 98): «Los alemanes observarán... que el sonido de nuestra e abierta es aquel

marcado en su lengua por una a sobre la que figuran dos puntos» o (p. 100): «El sonido

propio de nuestra u vocal se encuentra en algunas palabras del alemán y del inglés». En

otros casos describe la posición de los órganos de la fonación (p. 99): «El sonido de la

vocal u ... hay que poner los labios hacia delante y acercarlos de forma redondeada» y

también en (p. 100): «ñ ou gn se forma situando la lengua como para formar una g y

pronunciando una n desde la raiz de la nariz». En este último ejemplo, Buffier retomó la

distinción entre vocales nasales y vocales orales ya presente en la GGR.

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1.2. Perspectiva de una lengua particular

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En la parte de la obra dedicada a la gramática del francés, Buffier presentó los

24 caracteres del francés, con una descripción grafo-fonética, y explicó que solos o

combinados forman los 33 sonidos expuestos anteriormente, reconociendo así la

existencia de grafemas complejos. Tras distinguir entre vocales y consonantes, organizó

el capítulo en distintos apartados que tratan respectivamente de:

- los sonidos representados por los seis caracteres de las vocales

- los sonidos representados por vocales que pese a ir juntas no forman un diptongo

sino un único sonido

- las vocales que forman un diptongo

- pronunciación de las consonantes en posición inicial o media

- pronunciación de las consonantes en posición final

- el número de sílabas y la distinción entre breves y largas

- listado de terminaciones que alargan la penúltima sílaba

Entre los procedimientos explicativos de este autor destacamos la utilización de

la descripción fonético-gráfica. En efecto, en numerosas ocasiones Buffier parte de un

sonido y presenta las posibles representaciones gráficas del mismo:

- el sonido de la “a”: “ea”

- el sonido de la “e” (sin acento): “ae” y “oe”

- el sonido de la “é”: “ai”

- el sonido de la “è”: “ei”, “ey” y también “oi” cuando no es diptongo como

en “anglois”, en verbos como “je parlois”, “aie + n” y “oie + n” en los

verbos como “avoient”.

- el sonido de la “o”: “eo”

- el sonido de la “a” nasal: “ae + n” como en “Caen” y “ao + n” como en

“faon”.

el sonido de la “i” nasal: “ei + n” y “ai + n”

Esta distinción entre los dos niveles oral y escrito de la lengua, mencionada ya

en la parte de gramática general, queda reflejada también en su estudio de los diptongos.

Buffier distinguió entre diptongo y « grafema complejo » en la terminología actual. Del

mismo modo, la utilización de los símbolos presentados en el cuadro en esta parte de

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gramática del francés, es propia de esta concepción de la lengua. Pese a ello, permanece

cierta ambigüedad porque son frecuentes las descripciones grafo-fonéticas. El objetivo

eminentemente pedagógico de esta parte de la obra le lleva a tratar de la pronunciación

conjuntamente con la ortografía.

2. EL ARTE FRANCES (1714) DE VAYRAC

En la gramática francesa del abad de Vayrac el estudio de la pronunciación es el

primer capítulo –como era habitual en las gramáticas pedagógicas de la época– en una

concepción jerárquica de la lengua: letra (como unidad mínima), palabra (como

combinación de letras, frase (como combinación de palabras). Nada más empezar este

estudio Vayrac insistió, como ya hizo en el prólogo, en la dificultad de aprender una

lengua cito (p. 1): «que se escrive de un modo, y se pronuncia de otro». Sin anímo de

reformar la ortografía, el abad expuso su meta: exponer ciertas reglas para esclarecer las

dificultades y enseñar a escribir, leer, pronunciar y hablar la lengua francesa.

A partir de la distinción entre vocales y consonantes ya establecida, Vayrac

organizó el capítulo empezando por las primeras. La definición propuesta por el autor

para las vocales consta como sigue (p. 5): «Llamanse vocales, porque forman una voz

por si solas, sin el socorro de las demas letras». También las consonantes y los

diptongos fueron definidos por Vayrac.

La principal característica del tratamiento de la pronunciación en El Arte

Françes de Vayrac es, sin duda alguna, el recurso constante a las descripciones

contrastivas de la pronunciación del francés con la del castellano –consecuencia lógica

dadas las condiciones de elaboración de esta gramática: una obra destinada a aquellos

españoles que querían aprender francés–. Por ejemplo (p. 14): «Delante de las

consonantes la a tiene en la Lengua Françesa la misma pronunciacion que en la

Castellana, y conserva su fuerza al fin de los vocablos que vienen despues de ella...» o

en (p. 20): «La e masculina es quando està señalada con el accento agudo al fin de un

vocablo, y entonçes se pronuncia como la é Castellana de los preteritos presente de los

verbos de la primera conjugacion, como...»

Sin embargo, debemos señalar otros procedimientos explicativos también

frecuentemente utilizados por nuestro abad. En efecto, la gramática de Vayrac se

caracteriza también por una descripción grafo-fonética de la pronunciación, a la vez que

contrastiva. Vayrac partió de las letras, es decir de la grafía, para describir la

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pronunciación que indicaba mediante otra letra del castellano. En este procedimiento se

observa la tendencia a la asimilación de los sonidos del francés con los del español.

Cabe notar que el abad reconoció, en algunos casos, las limitaciones de sus

descripciones, dado que algunos sonidos son propios de una determinada lengua y no

tienen equivalente en otra.

Las observaciones puramente ortográficas presentadas en el apartado de la

pronunciación, llaman la atención ya que Vayrac compuso un tratado sobre la

ortografía. Sin embargo, corresponden a la dificultad para distinguir el plano oral y el

plano escrito, y a la falta de conceptos y de terminología para caracterizar los sonidos,

por lo que Vayrac vuelve a hablar de grafía.

Aunque con menos frecuencia, Vayrac describió la pronunciación del francés en

relación con la posición de los órganos de la fonación. Este recurso debió suplir las

limitaciones que acabamos de señalar. En efecto, el autor intentó describir aquellos

sonidos del francés ausentes en el español. Por esta razón, son pocas las citas de este

tipo porque, salvo excepciones, le resultaban innecesarias ya que era más práctico

recurrir a la comparación con el castellano. Proponemos un ejemplo (p. 73): «La h

aspirada es aquella que se pronuncia con aspiración, y con un soplo que se haze en la

garganta.»

En lo que se refiere al tratamiento de los diptongos nuestro abad reafirmó las

cuestiones ya aceptadas en los estudios de autores como Chiflet. Si Buffier no tenía más

instrumentos conceptuales a su disposición, sin embargo, distinguió mejor en la teoría –

sobre todo– y en la práctica sonido y grafía.

Finalmente, destacaremos también la integración por parte del autor, en este

capítulo de la pronunciación, de listados de considerable extensión a modo de inventario

como cuando enuncia todos los casos en los que la “e”es abierta (p. 27-30). Estas largas

enumeraciones dan fe del deseo de exhaustividad de Vayrac y al mismo tiempo

muestran su incapacidad para seleccionar lo esencial de lo secundario.

3. COMPARACIÓN DE LAS APORTACIONES BUFFIER/VAYRAC

Este breve recorrido por el tratamiento de la pronunciación en las gramáticas de

Buffier y de Vayrac nos permite situar a estos autores en la corriente lingüística de

principios del siglo XVIII. Aunque desde el punto de vista cronológico el Arte se sitúa en

la misma época que la obra de Buffier (recordemos que la Grammaire françoise sur un

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plan nouveau fue publicada cinco años antes), la gramática de Vayrac no supuso un

cambio en la descripción de la pronunciación como la de Buffier (que se inspiró en la

GGR de 1660). De hecho, el abad no retomó el cuadro de los 33 sonidos del francés

presentado por este autor, que primero separó el nivel fonético del nivel gráfico. En el

caso de Vayrac prevaleció –pensamos– la perspectiva didáctica directamente para

extranjeros, como en las obras de Maupas y Chiflet, de época anterior (el siglo XVII) y

por lo tanto más alejada del autor desde el punto de vista cronológico. Por ejemplo, las

definiciones propuestas por el abad no suponen una reflexión sobre el lenguaje en

general ni sobre el francés en particular, sino una información básica para que los

lectores que no hubieran estudiado gramática tuvieran unas referencias. Sin embargo,

para Vayrac, las teorías lingüísticas no presentaban gran interés, ya que lo importante

era que los destinatarios de su obra aprendieran a pronunciar el francés, y para ello el

análisis contrastivo resultaba mucho más eficaz, al contrario de lo que pasó en Buffier,

que tuvo otros planteamientos debido a su condición de “lingüista” o “gramático” de la

lengua francesa. Sin duda alguna, el jesuita contribuyó, al igual que Dangeau

anteriormente, a la evolución de los conceptos y al progreso de los métodos del análisis

de los sonidos. Vayrac, en cambio, dentro de una perspectiva didáctica pura, elaboró un

estudio de la pronunciación muy extenso en el que destacan las descripciones grafo-

fonéticas (a la vez que contrastivas) y el carácter exhaustivo de sus largas observaciones

y listados que se enmarca en la corriente de las gramáticas del siglo XVII que ampliaron

el inventario de los fenómenos lingüísticos que parecían destacables.

CONCLUSION

Para concluir esta presentación esquemática destacaremos dos aspectos

pertinentes para nuestra labor historiográfica. Por una parte, vemos hasta qué punto las

condiciones de elaboración de una gramática y los objetivos planteados por el autor

condicionaron no sólo la organización externa de las obras sino también los contenidos

y los sistemas explicativos utilizados. Por otra, el que Vayrac en 1714 se sitúe en la

línea de autores del siglo XVII muestra que los planteamientos adoptados en las

gramáticas pedagógicas no siempre se hacía eco de los avances en la elaboración de la

teoría lingüística.

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M. Elena JIMENEZ DOMINGO: La pronunciación en las grams. de Buffier (1711) y Vayrac (1714)

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