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El cerebro a la escucha El estrecho vínculo entre audición y capacidades cognitivas

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The hearing brainThe close correlation between hearing and cognition

El cerebro a la escuchaEl estrecho vínculo entre audición y capacidades cognitivas

Page 2: The hearing brain El cerebro a la escucha

IntroducciónMetodología

Esta publicación es el resultado de una evaluación crítica de los estudios clínicos y de laboratorio más

recientes, contenidos en la literatura científica, sobre la relación entre audición y capacidades cognitivas y

sobre la posibilidad de preservar la funcionalidad cerebral mediante un diagnóstico y un tratamiento precoz

y adecuado de la hipoacusia.

Dicha evaluación ha corrido a cargo del siguiente grupo de trabajo:

Elizabeth P. Helzner, profesora asociada de epidemiología en SUNY Downstate Medical Center School of Public Health de Brooklyn, Nueva York

Mark Laureyns, docente de Hearing Aid Fitting en el Departamento de Audiología del Thomas More University College de Anversa y director del Amplifon International Centre for Research and Studies (CRS)

Camillo Marra, docente de neurología en la Universidad Católica del Sagrado Corazón de Roma

Gaetano Paludetti, director del Instituto de Otorrinolaringología de la Universidad Católica del Sagrado

Corazón de Roma

Sergio Pecorrelli, de la Fundación Giovanni Lorenzini de Milán – Houston

Andrea Peracino, de la Fundación Giovanni Lorenzini de Milán – Houston

Esta publicación ha contado con la colaboración de

Documento de consenso 2017 | El cerebro a la escucha

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Page 3: The hearing brain El cerebro a la escucha

1. ResumenNuestro cerebro sigue siendo un misterio y hoy sabemos con certeza que es mucho más complejo de lo

que habíamos creído hasta hace un tiempo. Nuestro cerebro no trabaja en “compartimentos estancos” ni

existen zonas consagradas a una única función. Es, al contrario, una enorme red de recursos cognitivos que

interactúan en redes neuronales dinámicas. Así, pensar, por ejemplo, que la vista o el oído se limitan a activar

áreas específicas (y solo esas) es una simplificación excesiva. Aunque los enigmas de la mente estén aún

lejos de ser aclarados, el hecho de haber comprendido esto nos permite entender un poco mejor la estrecha

correlación que existe entre el estado funcional del cerebro y una correcta estimulación sensorial.

Los datos de las últimas investigaciones científicas revelan que la exposición al sonido no “enciende” únicamente la corteza auditiva localizada en el lóbulo temporal,

sino que reverbera y se conecta a numerosas funciones locales en diferentes áreas cerebrales, contribuyendo así a una activación y una estimulación funcional

generalizada del cerebro. Todo ello explica, al menos en parte, por qué la deficiencia sensorial relacionada con la hipoacusia puede fomentar el deterioro cognitivo.

Si bien esta relación ha quedado hoy demostrada, es necesario definir mejor tanto el contenido como el continente

para poder llevar a cabo una prevención correcta. En este sentido, una valoración e interpretación adecuadas

de los déficits auditivos, de su corrección efectiva mediante el uso de dispositivos tecnológicos auditivos

adecuados, de implantes cocleares y de una adecuada rehabilitación auditiva son aspectos fundamentales.

Las personas susceptibles de sufrir una disminución de su rendimiento cognitivo son, de hecho, cada vez más

numerosas, entre otras razones a causa de la mejora progresiva de la esperanza de vida. En este sentido, su

prevalencia exige una correcta valoración de todos los elementos relacionados con este hecho, incluida la

hipoacusia: en sí, con el pasar de los años, la pérdida auditiva no es una sentencia definitiva, sino que debemos

hacerle frente y neutralizarla con el fin de conseguir mantener una mente activa a largo plazo. A partir de la

revisión de la literatura científica más reciente, el objetivo de este Consensus es informar sobre la estrecha

relación entre hipoacusia y déficits cognitivos, indagando en los mecanismos responsables -desconocidos

hasta el momento. Este documento, a la vez que subraya los cambios que se producen en el cerebro a raíz de

una estimulación sensorial reducida en aquellos pacientes que padecen una pérdida auditiva, quiere indagar

asimismo en la importancia de la conservación de las funciones auditivas fisiológicas e iniciar sin demora una

necesaria y continuada habilitación o rehabilitación acústica a efectos de una prevención precoz del deterioro

cognitivo y de otras formas de demencia.

Índice

1. Resumen 5

2. La estrecha relación entre audición y cerebro 6

3. La pérdida auditiva modificará el cerebro 12

4. La asociación entre pérdida auditiva y deterioro cognitivo 18

5. Un desafío actual 21

6. Oír bien para proteger la mente 26

7. Conclusiones 29

Documento de consenso 2017 | El cerebro a la escucha

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Page 4: The hearing brain El cerebro a la escucha

2. La estrecha relación entre

audición y cerebroHasta hace unos años se pensaba que el cerebro estaba subdividido en áreas, cada una de las cuales se consideraba

destinada a una función: la zona que procesa la información visual en la corteza occipital posterior, la zona

consagrada a la producción del lenguaje en el área de Broca, la corteza auditiva localizada en el lóbulo temporal

responsable de la elaboración de los estímulos sonoros, y así sucesivamente. Se trata de una simplificación

correcta, si bien no exhaustiva, dado que los resultados de las últimas investigaciones realizadas indican que las

funciones cognitivas son fruto de una red de conexiones extremadamente amplia, ramificada y dinámica.

No “oímos” únicamente con una pequeña parte del cerebro, sino que la estimulación acústica enciende muchísimas áreas y redes neuronales.

Figura 1

Izquierda: mapa de las zonas de la corteza cerebral destinadas a las diferentes funciones sensoriales y motoras, según el concepto clásico.Derecha: mapa del cerebro en que se indican las múltiples áreas que responden a la audición.

área del habla anterior (área de Broca)

corteza motora primaria

corteza sensitiva primaria

corteza motora y sensitiva secundaria

área del habla posterior(área de Wernicke)

corteza visual secundaria

corteza visual primariacorteza auditiva primaria

corteza auditiva secundaria

El cuadro general se hace cada vez más claro gracias a los numerosos estudios de neurolingüística que, en los

últimos años, han intentado determinar cómo el cerebro procesa las palabras cuando la persona las oye. Gracias

a las investigaciones realizadas con la ayuda de la resonancia magnética funcional hemos conseguido entender

cómo se activa el cerebro en respuesta a las palabras, y la compleja conexión entre oído, lenguaje y cognición.

De esta forma, hemos podido observar por ejemplo que el área de Broca – considerada como la sede del lenguaje

hablado, de la gramática y donde reside la representación de las palabras que producimos – no es únicamente

la zona donde se “forma” la palabra, sino también, gracias a las interacciones entre experiencias lingüísticas y

sustrato biológico, es una zona fundamental en el aprendizaje de una nueva lengua. Se trata en consecuencia de

un “puente” esencial no solo para el oído y la palabra, sino también para el aprendizaje. De hecho, el área de Broca

se activa únicamente cuando se proponen reglas gramaticales coherentes con la gramática universal subyacente a

cualquier idioma, e indica una función mucho más compleja que la simple producción del lenguaje hablado1. Esta

conclusión dibuja un nuevo papel de esta área e incluso de los mecanismos de comprensión sintáctico-gramatical

para la lengua madre y las lenguas aprendidas.

En cualquier caso, cuando pasamos a la vertiente de los sistemas de comprensión conceptual de frases y palabras sueltas, lo que quizá más sorprende es la capacidad que tiene una simple y única palabra para activar no solo la corteza auditiva donde la palabra se “oye”, sino también muchas otras zonas donde ésta se “comprende” o

se conecta desde un punto de vista semántico o cognitivo.

Las áreas cerebrales que se activan en los mecanismos de comprensión de las palabras demuestran que la

distribución del conocimiento es específica a cada clase semántica de palabras. A dicho fin se ha definido por

primera vez un mapa semántico cerebral que ilustra cómo el lenguaje oído se percibe a través de toda la corteza y

en ambos hemisferios2: los grupos de palabras se asocian entre ellos en base a su significado, de forma que hay

una zona que se enciende cuando escuchamos palabras relacionadas con las relaciones sociales (como mujer,

familia, embarazada), mientras otras se activan cuando oímos palabras relacionadas con números y cantidades.

Los investigadores han podido mapear el sistema semántico y la selectividad de las diferentes regiones semánticas

en las diversas zonas de la corteza (utilizando la resonancia magnética funcional) en un grupo de voluntarios que,

durante dos horas, escucharon historias y narraciones de diversa índole: de esta forma pudieron observar dónde

aumentaba el flujo de sangre y comprobaron que los complejos modelos de activación son bastante similares

entre los individuos, si bien cada mapa cerebral es único y distinto. En consecuencia, la representación de cada

conocimiento conceptual es dinámica y diferente en función de cada categoría de conocimiento.

Dos son las teorías más importantes que se han propuesto para explicar cómo se forman los conceptos y se

activan los reconocimientos en nuestro cerebro3. La primera hipótesis contempla que todos los conocimientos

están vinculados con el dato de la experiencia, por lo que algunos atributos sensoriales determinan que ciertas

áreas del cerebro son más importantes para ciertos conceptos (para los verbos de movimiento serían más

importantes las zonas más frontales, para algunos animales preferentemente las áreas perceptivas occipito-

temporales). La segunda teoría sostiene que el dato de la experiencia es importante pero que existen bases

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Figura 2

Reproducción con la autorización de Macmillan Publishers Limited, fragmento de Springer nature: Nature 532, 453-458 (28 de abril de 2016).

Los diferentes colores del mapa semántico identifican aquellas áreas en las que se encuentran los diferentes clústeres de palabras en base a su significado (la zona de las palabras referida a los números y cantidades, a las relaciones sociales, al aspecto de las cosas y así sucesivamente). Cada palabra enciende más de un área y las diferentes áreas están presentes en muchas zonas de la corteza y en ambos hemisferios. En consecuencia, el estímulo sensorial auditivo tiene una correlación semántica y cognitiva “difundida” en todo el cerebro (Huth et al., Nature 2016).

innatas de tipo anatómico-funcional sobre las que se estructura el conocimiento. Esta última teoría considera que

la conectividad anatómica innata y la citoarquitectura cortical constituyen una especie de límite en la organización

de las representaciones semánticas de alto nivel: en otras palabras, la forma en que está “hecho” el cerebro no

permite una libertad total para que cada uno de nosotros construyamos nuestro propio mapa semántico, por lo

que puede decirse que puede construirse un tipo de atlas semántico general3.

Independientemente de nuestra preferencia por un conocimiento o una formación de conceptos innata o derivada de la experiencia, el dato principal sigue siendo la capacidad de la palabra oída para activar zonas diferentes y distantes en función

de la red de conocimientos que hayamos construido: la palabra “top”, por ejemplo, enciende tanto las áreas en que se agrupan palabras referidas al aspecto de las cosas como aquellas referidas a las medidas o aquellas conectadas con lugares,

dado que el significado del término puede variar en función de su contexto.

La palabra “mamá”, además de activar la corteza auditiva, enciende un conjunto de recuerdos, sensaciones y

conexiones culturales que van mucho más allá de una única área cerebral: en consecuencia, un estímulo auditivo

no es solo tal, sino que hace “reverberar” en el cerebro muchos otros significados y, por ello, tiene un impacto

cognitivo netamente más importante respecto al que se suponía cuando pensábamos que activaba únicamente la

corteza destinada a la elaboración de los sonidos. En consecuencia, el estímulo sensorial auditivo de una palabra

determinada tiene la capacidad de activar semánticamente no solo la representación perceptiva de los fonemas

que forman la palabra, sino también de modular de forma plástica la organización anatómica y funcional cerebral,

produciéndose así una correlación semántica y cognitiva “difundida” en todo el cerebro.

No sorprende en absoluto descubrir que la relación opuesta es igualmente válida: al igual que el estímulo auditivo enciende e influye en la cognición y la organización

del conocimiento, de la misma forma los procesos cognitivos influyen en la percepción del sonido.

Esto mismo es deducible de la investigación realizada con amplificación acústica, que muestra cómo el resultado del

audiograma es, en conjunto, poco significativo en la elección de la intervención a seguir. Esta prueba mide únicamente

cuando un individuo empieza a percibir un tono puro en diferentes frecuencias, los tonos “bip” escuchados durante las

pruebas audiométricas, pero hoy es evidente que para tomar decisiones clínicas adecuadas debemos determinar todas

las dimensiones del rendimiento auditivo y considerar cómo cada persona particular percibe esas diferentes dimensiones.

Esta es la razón por la que, además de la audibilidad, medible con el audiograma, es asimismo indispensable considerar

la inteligibilidad del habla en un contexto de ruido y en un contexto de silencio, la aceptabilidad del ruido, aspectos

de la elaboración auditiva en el sistema nervioso central y aspectos de la cognición como la memoria de trabajo4-8, la

memoria episódica o la memoria a corto plazo, útil para la programación de una tarea o de un trabajo.

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Investigaciones realizadas a personas de entre 50 y 79 años incluyeron pruebas para evaluar la capacidad

auditiva periférica, el procesamiento auditivo central y las habilidades cognitivas. El elemento más predictivo

de la capacidad de comprensión del habla en una situación de dificultad, tal como un entorno ruidoso, resultó

ser el procesamiento central de las informaciones sonoras, seguida de las capacidades cognitivas (tales como la

memoria de trabajo y la memoria a corto plazo), y la experiencia de vida (como la condición socioeconómica*9).

Por su parte, el audiograma es el elemento menos “decisivo” en la previsión de en qué medida el individuo será

capaz de oír bien en un entorno ruidoso. Entre los aspectos cognitivos, la memoria de trabajo parece desempeñar

un papel destacado10: las pruebas realizadas en individuos con y sin audífonos demuestran que esta característica

(indicativa de la capacidad de manipulación y de utilizar informaciones auditivas para realizar una tarea, tales

como leer algunas frases en voz alta y acordarse solo de la última palabra de cada una de ellas) representa el 27%

de la capacidad de captar el habla en ruido en aquellas personas que no llevan ninguna amplificación acústica y el

40% en las personas que llevan un dispositivo10.

Otro dato que demuestra la enorme capacidad del cerebro para manipular la información periférica se

desprende de los estudios que han demostrado que una palabra específica no es perceptible en una situación

fuera de un contexto verbal, mientras que sí lo es cuando está dentro de una frase significante. Estos datos

nos demuestran que el cerebro puede realizar una actividad de modulación del estímulo acústico mediante

procesos de compensación y normalización que permiten a la persona con hipoacusia, durante un cierto

tiempo, sufrir menos y, en ocasiones, ser menos consciente de su disfunción periférica.

Todo lo anteriormente expuesto demuestra el estrecho vínculo bidireccional que existe entre audición y cerebro: por un lado, el estímulo auditivo es importante

porque activa toda la corteza cerebral y, por el otro, los procesos cognitivos influyen en “cómo” se oye.

Las últimas investigaciones han demostrado que la conexión entre oído y cerebro es tan estrecha que, para poder entender un habla en un contexto ruidoso, la capacidad

auditiva real del individuo ocupa la última posición de una serie de factores que incluyen elementos como la elaboración central o aspectos cognitivos.

Figura 3

La capacidad de comprender el habla en un contexto ruidoso se ve especialmente influida por aspectos cognitivos tales como la elaboración central, la cognición o las experiencias vitales; tan solo un 10% responde a capacidades auditivas reales (Anderson et al., 2013).

0,61

0,50

0,40

0,10

Memoria de trabajo auditiva

Memoria a corto plazo

Cognición

Comprensión del habla con ruido de fondo

Oído

Experiencia de vida

Central de procesamiento

Estatus socioeconómico (educación)

Referencias bibliográficas

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Asimismo, un estudio longitudinal3 ha demostrado que el déficit auditivo se acompaña de una aceleración de

la atrofia cerebral, lo que implica una reducción importante del volumen cerebral total especialmente marcada

en la zona del giro temporal superior, medio e inferior, que son zonas críticas para la elaboración auditiva

aunque participan también en muchas otras capacidades cognitivas.

Estas alteraciones son igualmente observables en caso de pérdida auditiva monolateral, como sucede por ejemplo

en el caso de ciertos pacientes con neuroma en el nervio acústico-vestibular4: el volumen de la materia gris se

modifica y disminuye no solo en las áreas temporales en las que se encuentra la corteza auditiva primaria, sino

también en estructuras participantes en funciones de control cognitivo de alto nivel, como la corteza prefrontal

dorsolateral o la corteza cingulada anterior.

De igual modo, parece que, además de la pérdida de población neuronal, la disminución de la audición está asimismo asociada a una reducción del número de

ramificaciones de las propias neuronas que, como resultado, se “comunican” menos entre ellas5.

Paralelamente, cuando se produce un déficit de la función auditiva se registra un incremento de los estímulos

procedentes de otros órganos sensoriales, tales como los ojos. Esto puede inducir a incrementos de volumen

“compensatorios” en otras zonas, así como a confirmar la extremada plasticidad del cerebro, que intenta

siempre compensar los déficits.

Por otra parte, en muchas ocasiones el deterioro auditivo en la gente mayor suele estar “escondido”. En efecto,

este deterioro puede derivarse de un daño provocado por una exposición excesiva al ruido frente a funciones

auditivas destinadas a traducir las frecuencias que no suelen analizarse en las pruebas convencionales6: En

estos casos, la neuropatía coclear, a pesar de no detectarse en el audiograma convencional, interfiere con la

elaboración auditiva a todos los niveles, incluyendo las respuestas corticales, que se ven modificadas7.

3. La pérdida auditiva modificará

el cerebroSi el oído es fundamental en la estimulación del cerebro, ¿qué le sucede al cerebro cuando la audición deja de

ser perfecta? Hoy empiezan a darse, si bien de forma parcial, las primeras respuestas a esta pregunta.

La parte interna del encéfalo está recorrida por haces de fibras nerviosas de neuronas motoras y sensoriales

revestidas por una envoltura de tejido blanco, de donde se desprende el nombre de “materia blanca”, cuya función

es la conexión e interacción de las células nerviosas. De igual manera, encontramos también en el encéfalo una

superficie más oscura, conocida como “materia gris”, formada en su mayor parte por cuerpos celulares de las

neuronas motoras, por las denditras de las neuronas y por células gliales. La sustancia gris desarrolla la función

de selección y envío de la información que viaja a lo largo del sistema nervioso. Cuando los haces nerviosos están

deteriorados se produce una alteración de su vida y de su función, lo que tiene repercusiones sobre las funciones

cerebrales correspondientes. Puede afirmarse, por ejemplo, que un déficit auditivo se asocia con alteraciones

a nivel cerebral, detectadas sobre todo gracias a los estudios de imágenes por resonancia magnética. De esta

forma, se ha demostrado que la disminución de la audición está relacionada con una reducción del volumen de la

corteza cerebral auditiva primaria situada en el lóbulo temporal1. La técnica de la resonancia magnética con tensor

de difusión permite estudiar detalladamente la arquitectura microestructural del cerebro, analizando la difusión

y la direccionalidad de las moléculas del agua en los tejidos en vivo (para mapear por ejemplo las conexiones o

reconstruir la estructura tridimensional de la sustancia blanca). Ello ha permitido descubrir que la integridad de los

haces de sustancia blanca en la zona auditiva queda alterada en los individuos con pérdida auditiva2.

Figura 1

Se destacan en verde las áreas en que se produce la reducción del volumen de materia gris y en rojo las áreas en que se producen los incrementos compensatorios en pacientes con una pérdida unilateral de audición (Wang et al. 2016).

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Además de las alteraciones de la estructura cerebral, la pérdida auditiva se asocia asimismo a modificaciones

evidentes de la funcionalidad y se ha demostrado, por ejemplo, que no solo el volumen de la corteza auditiva

primaria se reduce en caso de déficit, sino que también disminuye la actividad neuronal en dichas áreas y en otras

áreas subcorticales8. Este vínculo entre estructura y función es muy claro, además de resultar evidente que el

cerebro intenta generalmente compensar la pérdida intentando activar circuitos colaterales. Para ello incrementa

la labor cognitiva, lo que fatiga en general el trabajo mental al requerir un dispendio más importante de recursos.

Asimismo, el déficit auditivo se asocia con un impacto negativo sobre los recursos neuronales requeridos

para el control cognitivo, lo que influye en gran medida en la capacidad para percibir y producir los sonidos,

produciendo así una mayor fatiga cognitiva para suprimir información irrelevante de las señales auditivas

(como por ejemplo un ruido de fondo) y de otra naturaleza sensorial9.

La hipoacusia incrementa el esfuerzo necesario para la escucha perjudicando el mensaje, aumentado la posibilidad de distracción y reduciendo el aprendizaje

perceptivo: todo ello implica una carga cognitiva importante durante la elaboración de los datos que “fatiga” el cerebro y reduce los recursos de atención y cognitivos

disponibles para otras tareas.

Las evaluaciones neuropsicológicas habituales han demostrado que las personas hipoacúsicas muestran

prestaciones cognitivas especialmente reducidas en las funciones ejecutivas, más que lingüísticas. Ello se explica

por la desviación de recursos de la atención a las labores de escucha, con una menor cuota de atención residual

para el resto de actividades cognitivas. Así, por ejemplo, las personas que sufren una hipoacusia de un grado tal

que no les permite mantener una conversación tienen un 24% más de probabilidades de sufrir una degradación de

sus capacidades cognitivas, tales como la concentración, la memoria y la capacidad de planificación10.

En consecuencia, el cerebro de una persona con déficit auditivo cambia y puede resentirse de dicho daño.

Los motivos por los cuales la pérdida auditiva lleva a alteraciones de la estructura y de la funcionalidad

cerebral son muchos. Uno de ellos es, sin duda, el empobrecimiento de las señales acústicas, que provoca

una “subestimulación” de las zonas corticales que normalmente se activan con el sonido. Ciertos estudios

han hipotetizado también sobre el hecho de que el deterioro auditivo y las alteraciones cerebrales pueden

depender del intercambio de mecanismos etiopatológicos dado que, en ambos casos, el “motor” que está en

la base del daño podría ser una patología microvascular o la enfermedad de Alzheimer11.

El aislamiento social podría ser también uno de los mecanismos a través del cual se fragua el vínculo entre pérdida auditiva y alteraciones cerebrales: las dificultades comunicativas vinculadas al déficit auditivo pueden favorecer la soledad de las personas, por lo que se considera un factor de riesgo de deficiencia cognitiva.

Figura 2

¿Qué sucede en la corteza auditiva tras un daño que provoca hipoacusia neurosensorial?A) Imagen de capas corticales normales con neuronas que se proyectan en diferentes capas.B) Detalle de una neurona normal con la serie de “ramificaciones con gran número de espinas” o dendritas, que forman una especie de árbol formado por espinas dendítricas (B1) responsables de las sinapsis o del intercambio de información entre neuronas y, en consecuencia, de la plasticidad del sistema nervioso.C) Tras un daño como una exposición repetida al ruido o el envejecimiento, las neuronas reducen el árbol dendrítico respecto a la neurona sana (B), perdiéndose una gran cantidad de espinas dendríticas (C1) (Laboratorio Prof. Paludetti).

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El resultado es una especie de círculo vicioso bidireccional en que, por una parte, el déficit auditivo comporta cambios estructurales y funcionales del cerebro y, por

otra, el deterioro cognitivo vinculado a la edad facilita la aparición de un déficit auditivo y conlleva un deterioro de la percepción y comprensión verbal.

Todo ello independientemente de otros factores que pueden incidir en ambos casos, tales como el estrés o

la fatiga general, y que pueden comprometer los mecanismos compensatorios cerebrales e incrementar los

efectos de la pérdida auditiva y del deterioro cognitivo.

El aislamiento social empeora el bienestar psicológico, lo que reduce la autoestima, el sentimiento de bienestar

y la capacidad de reaccionar a estímulos externos, a la vez que incide en el bienestar físico, dado que se asocia

a un deterioro del estilo de vida que puede venir marcado por el tabaquismo, una dieta poco equilibrada, el

sedentarismo y el escaso seguimiento de los tratamientos médicos prescritos. Asimismo, es sabido que el

aislamiento social fomenta mecanismos biológicos negativos como el incremento de la trascripción de genes

proinflamatorios y, en consecuencia, el incremento del estado inflamatorio general, responsable de un mayor

riesgo de daños, incluso a nivel de funciones cerebrales12, 13.

Por último, incluso la mejor explotación de recursos cognitivos podría tener un efecto perjudicial sobre la pérdida

de audición y el deterioro cognitivo. Tanto el envejecimiento como la pérdida auditiva conllevan una atrofia más

o menos marcada de las regiones corticales auditivas. Con el fin de hacer frente a este problema, el cerebro se ve

obligado a adaptarse, incrementando la atención y “reclutando” redes neuronales adicionales, es decir, realizando

un mayor esfuerzo, lo que se conoce como fatiga cognitiva. Esto se produce típicamente entre personas jóvenes

en un contexto en que debe comprenderse el habla en un entorno ruidoso; sin embargo, en el caso de una persona

mayor con hipoacusia ésta es la norma, y toda la escucha se hace dificultosa. La consecuencia de ello es una carga

cognitiva constantemente elevada que reduce el número de recursos cerebrales disponibles para la elaboración

del resto de datos: esta “fatiga” continuada, combinada con una capacidad reducida de ahorro cognitivo propia de

la edad, podría acelerar el deterioro cognitivo de la capacidad auditiva y de la propia cognitividad9.

Figura 3

Este es el complejo círculo vicioso que lleva a la pérdida de audición y al deterioro cognitivo.

Mecanismos etiopatológicos compartidos(tales como envejecimiento o enfermedades microvasculares)

Esfuerzo cognitivo

Alteraciones estructurales y funcionales del cerebro

Aislamiento social

Reducción de la calidad de vida

Reducción de la funcionalidad física

Reducción de los resultados económicos

Declive cognitivo

Pérdidaauditiva

Referencias bibliográficas

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Las investigaciones de los años posteriores, cuyos participantes se sometieron a un seguimiento aún más

prolongado, confirmaron y reforzaron la hipótesis de la estrechísima correlación entre hipoacusia y deterioro

cognitivo. Los datos recogidos de un grupo de más de mil hombres seguidos durante 17 años demuestran

por ejemplo una fuerte asociación entre la pérdida auditiva, el deterioro cognitivo y la demencia. De hecho,

por cada 10 dB de pérdida auditiva, el riesgo de desarrollar demencia se incrementa en más de 2,7 veces3. Un

estudio realizado en 600 hombres y mujeres sin demencia seguidos durante un período de ocho años arrojó

un resultado análogo. Los pacientes a los que se les diagnosticó demencia padecían, en el 77% de los casos,

un problema de audición, contra el 46% que no mostró deficiencias cognitivas.

Una vez considerados factores de confusión como la edad, el sexo o el estilo de vida, la existencia de una pérdida auditiva vinculada a la edad incrementa en más de

3 veces la posibilidad de sufrir demencia4.

Los resultados de un estudio realizado sobre más de 3.600 personas de más de 65 años seguidas durante 25

años, en que se evaluó el grado de déficit auditivo en el momento de su entrada en el estudio y la presencia de

déficits cognitivos cada dos años, confirmaron que un rendimiento auditivo bajo se asocia a una puntuación

baja en la evaluación cognitiva y con una mayor reducción de la actividad cerebral a lo largo de dichos 25 años5.

Otros estudios en los que se evaluaron un alto número de personas confirmaron nuevamente los resultados de la asociación entre pérdida auditiva y la demencia. Una investigación realizada sobre 165.000 adultos de entre 40 y 69 años – cuyos

datos se recogieron en UK Biobank –, demostró que una audición “débil” va asociada a mayores déficits cognitivos6, mientras que un estudio longitudinal

sobre unos 155.000 pacientes de más de 65 años (entre los cuales más de 14.000 con casos detectados de demencia) demostró que un déficit auditivo bilateral se asocia con un incremento del 43% de probabilidades de desarrollar demencia,

mientras que un déficit unilateral se asocia con un incremento del 20%7.

Un metaanálisis8 reciente, (realizado al volver a analizar 33 estudios publicados y no publicados sobre la

correlación entre la pérdida auditiva y la función cognitiva para rastrear una imagen completa de la literatura

disponible en la actualidad), indica que la pérdida auditiva está relacionada con el deterioro cognitivo y también

que los datos disponibles aún son insuficientes para aclarar los mecanismos que sustentan esta correlación.

4. La asociación entre pérdida auditiva y deterioro cognitivo

La pérdida de audición comporta modificaciones estructurales, anatómicas y funcionales del cerebro que no

solo favorecen el deterioro cognitivo, sino que abren asimismo la puerta a un mayor riesgo de sufrir demencia.

A finales de los años ochenta se estableció ya la correlación entre demencia y pérdida auditiva al observarse que, cuanto más grave era la hipoacusia, más alto era

el riesgo de desarrollar un deterioro cognitivo grave1:

Los datos recogidos demuestran que aproximadamente un caso de demencia sobre tres es atribuible a un déficit

auditivo. Incluso en los casos de personas sin diagnóstico de demencia, la pérdida auditiva se relacionó con una

funcionalidad cognitiva más escasa. Durante los años siguientes, las investigaciones llevadas a cabo confirmaron

esta “peligrosa relación”: el epidemiólogo y otorrinolaringólogo Frank Lin, de la Universidad Johns Hopkins, tras

un seguimiento de doce años a más de 600 personas mayores sin diagnóstico inicial de demencia sometidas a

una prueba audiométrica, determinó que un déficit auditivo leve, moderado o severo se asociaba a un riesgo de

deterioro cognitivo dos, tres y cinco veces más elevado, respectivamente, que el de aquellas personas que no

sufrían problemas de audición2. Esta correlación existe asimismo con otros factores de riesgo que van de la edad

al sexo o de la presencia de diabetes a la hipertensión, un síntoma éste que resulta especialmente importante.

Figura 1

El riesgo de demencia aumenta con el agravamiento de la hipoacusia (Uhlmann et al. 1989; Lin et al. 2011).

Pérdida auditiva y riesgo de demencia Pérdida auditiva levePérdida auditiva moderadaPérdida auditiva severa

Lin et al. (2011)

Rie

sgo

de

inci

den

te d

emen

cia

Uhlmann et al. (1989)

6

5

4

3

2

1

0

Documento de consenso 2017 | El cerebro a la escucha

1918

Page 11: The hearing brain El cerebro a la escucha

5. Un desafío actualLa pérdida auditiva y la demencia son dos ocurrencias muy actuales. La pérdida auditiva es una deficiencia

cada vez más común dado que la exposición a un exceso de ruido es cada vez más frecuente y desde edades

más tempranas, y porque la mejora de la esperanza de vida de la población hace que esta deficiencia aumente

exponencialmente al incrementarse el número de personas de edad avanzada. La Organización Mundial de

la Salud estima que las personas con hipoacusia ascienden actualmente a 360 millones en todo el mundo y

que, en 2050, este número se doblará, alcanzando los 720 millones de personas1. Solo en Europa, el número

de personas con pérdida auditiva autodiagnosticada es de 52 millones, y se prevé que aumente hasta los 80

millones en el 20502.

Figura 1

Incremento estimado del número de personas con pérdida auditiva autodiagnosticada en Europa (Laureyns 2017).

Personas con pérdida auditiva diagnosticada en Europa

mer

o d

e p

erso

nas

co

np

érd

ida

aud

itiv

a au

tod

iag

no

stic

ada

(en

mill

on

es)

2015 2025 2050

100

80

60

40

20

0

52

61

80

Figura 2

Reducción del porcentaje de personas sin demencia en relación al déficit auditivo (DA) con tratamiento otorrinolaringológico (ORL) o sin él (Fritze 2016).

Las razones de ello pueden ser varias: algunos sugieren la posibilidad de que una patología común, como por ejemplo una vasculopatía, esté en la base de ambos problemas; otros, en cambio, defienden que la fatiga derivada de la decodificación de los sonidos, habitual en las personas que no oyen bien, podría “fatigar” a lo largo de los años el cerebro de los pacientes

así como hacerlo más vulnerable a la demencia. Por otro lado, el aislamiento social relacionado con la hipoacusia es importante al tratarse de un factor de riesgo en la aparición de la

demencia y de otros problemas cognitivos. Es importante destacar que la reducida estimulación sonora del cerebro es uno de los elementos de riesgo de demencia entre la población mayor

puesto que determina una pérdida más rápida de las compensaciones cognitivas y una conectividad cerebral reducida, lo cual sustentaría la pérdida de la reserva cognitiva.

0.60

0.80

1.00

sin DA, sin ORLDA bilateral, sin ORLotros sin ORL

DA bilateral, ORLotros, ENTDA unilateral, sin ORL

DA no especi�cado, sin ORLDA unilateral, ORLDA no especi�cado, ORL

% s

in d

emen

cia

1 En. 2006 1 En. 2007 1 En. 2008 1 En. 2009 1 En. 2010 31 Dic. 2010

Relación entre el tratamiento del déficit auditivo y la demencia

Referencias bibliográficas

1. Uhlmann RF. et al. Relationship of hearing impairment to dementia and cognitive dysfunction in older adults. JAMA (1989) 261:1916-1919.2. Lin FR. et al. Hearing loss and incident dementia. Archives of Neurology (2011) 68:214-220.3. Gallacher J. et al. Auditory threshold, phonologic demand, and incident dementia. Neurology (2012) 79:1583-1590.4. Meusy A. et al. Presbycusis and Dementia: Results from 8 years of follow-up in the three-city Montpellier study. Alzheimers & Dementia. Journal of

the Alzheimer’s Association (2016) 12:175.5. Amieva H. et al. Self-Reported Hearing Loss, Hearing Aids, and Cognitive Decline in Elderly Adults: A 25-Year Study. Journal of the American

Geriatrics Society (2015) 63:2099-2104.6. Dawes P. et al. Hearing Loss and Cognition: The Role of Hearing Aids, Social Isolation and Depression. Plos One (2015) 10(3):e0119616.7. Fritze T. et al. Hearing Impairment Affects Dementia Incidence. An Analysis Based on Longitudinal Health Claims Data in Germany. Plos One (2016) 11(7):e0156876.8. Taljaard DS. et al. The relationship between hearing impairment and cognitive function: a meta-analysis in adults. Clinical Otolaryngology (2016) 41:718-729.

Documento de consenso 2017 | El cerebro a la escucha

2120

Page 12: The hearing brain El cerebro a la escucha

Dicho esto, los datos relativos al incremento estimado de la prevalencia del Alzheimer son preocupantes. Según

los datos recogidos en el World Alzheimer Report del 2016, hay hoy en el mundo 47 millones de personas que

conviven con esta demencia, un número que se espera que aumente hasta los 63 millones en el 2025 y a más de

131 millones en el 2050. Unas cifras muy preocupantes para una enfermedad que está entre las más temidas y las

más costosas, tanto a nivel individual como para la sociedad, al generar unos costes sanitarios totales que superan

los de los tumores, los ictus y las enfermedades cardiovasculares juntos6.

A modo de ejemplo, en Europa, la prevalencia de esta demencia entre las personas mayores de 60 años se estima

en un 6,5% de la población francesa y un 6,4% de la italiana, con una cifra media de un 5,5% en el caso de los países

miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE)7. Cada año, entre seis y

nueve millones de europeos, en su mayoría mujeres, deben aprender a convivir con esta demencia. Sin embargo,

la situación no es mejor al otro lado del Atlántico, donde la prevalencia estimada entre la población de más de 70

años se cifra en un 14,7%8.

Los costes de la demencia varían en función de cada país, si bien en todos suponen un coste elevadísimo que

incluye los gastos derivados del diagnóstico, que puede ir tanto a cargo del médico de medicina general como

de un especialista. Dichos costes incluyen los tratamientos iniciales y el apoyo postdiagnóstico (tanto para el

paciente como para su familia); los cuidados de continuidad (que a menudo duran años e incluyen no solo

fármacos sino también la gestión de los síntomas psicológicos y de comportamiento) y aquellos destinados a los

cuidados paliativos al final de la vida. La suma de todos los costes necesarios -visitas a especialistas y tratamientos

farmacológicos, sin olvidar un apoyo especializado para el paciente y su familia- para poder hacer frente a las

exigencias derivadas de la pérdida de autosuficiencia da como resultado un coste ingente que no hace más que

aumentar. En Estados Unidos, por ejemplo, estos costes aumentaron un 35,4% en cinco años, pasando de los 604

mil millones de dólares en 2010 a los 818 mil millones registrados en 2015, una cifra que representa el 1,09% del

producto interior bruto del país. El coste estimado por persona varía de los 42.000 a los 56.000 dólares anuales en

función de los parámetros utilizados para calcular los costes derivados de los cuidados informales8.

Demencia

Hoy 2050

720Pérdidaauditiva

360 Millones depersonas en el mundo

Millones depersonas en el mundo

Millones depersonas en el mundo

Millones depersonas en el mundo

mayores de 65 años

Personas

mayores de 65 años

Personas

33%

47 10% 131

+178%

+100%

Por su parte, la demencia registra asimismo un crecimiento continuado a causa del incremento del número

de personas mayores de 85 años, de las cuales una de cada dos sufre un déficit cognitivo. El impacto de este

déficit sobre los pacientes y sus familias es tan preocupante, que tanto la prevención como el tratamiento de

la demencia constituyen hoy una prioridad sanitaria en el mundo occidental3.

Si a partir de hoy lográsemos retrasar, aunque fuese en solo un año, la aparición del deterioro cognitivo, la prevalencia global de la demencia se reduciría en más de un

10% en el 20504.

Los datos epidemiológicos sobre el envejecimiento general de la población constituyen el marco en que se

mueven estas dos deficiencias que avanzan en paralelo: la hipoacusia y la demencia. El último informe de

las Naciones Unidas sobre Envejecimiento de la Población estima que el crecimiento global de la población

mundial pasará de los 7,5 mil millones de personas en 2015 a los 8,1 mil millones en 2025 y a los 9,7 mil

millones en 2050. Las personas con más de 65 años constituyen hoy en día el 8,8% del total, lo que equivale

a 660 millones, una cifra que ascenderá al 10,2% en 2025 (830 millones) y al 16,7% en el 2050 (lo que equivale

a 1,6 mil millones)5.

Figura 2

Crecimiento estimado de la población de más de 65 años en el 2015, el 2025 y el 2050 (United Nations World Population Ageing Report 2015).

Población mundial de más de 65 años

mer

o d

e p

erso

nas

d

e m

ás d

e 65

os

(en

mill

on

es)

2015 2025 2050

2000

1500

1000

500

0

1,624

830

647

Documento de consenso 2017 | El cerebro a la escucha

2322

Page 13: The hearing brain El cerebro a la escucha

Figura 4

País AEA

Población (millones)

Enero de 2016

Coste de la pérdida auditiva no tratada (millones de euros)

Número de personas con pérdida auditiva

diagnosticada (millones)

Personas con indicaciones para el tratamiento

de la hipoacusia

Austria 8.7 3,045 0.8 0.4

Bélgica 11.3 3,951 1.1 0.6

Francia 66.7 2,332 6.4 3.1

Alemania 82.2 29,528 9.9 5.0

Grecia 10.8 3,774 1.2 0.6

Italia 60.7 21,233 7.0 3.5

Holanda 17.0 5,943 1.7 0.8

Polonia 38.0 13,668 6.0 2.2

Portugal 10.3 3,619 1.1 0.6

Rumanía 19.8 6,916 1.8 0.9

España 46.4 16,253 4.5 2.3

Suiza 8.3 2,914 0.8 0.4

Reino Unido 65.4 22,230 6.9 3.5

Unión Europea 178.8 178,553 52.0 26.0

Número de personas con una pérdida auditiva diagnosticada y coste de la hipoacusia no tratada en 13 países europeos (AEA, 2017)2.

En Europa, el impacto económico anual de los costes directos e indirectos de las enfermedades cerebrales supera los 790 mil millones de euros, frente a los 200 mil millones de las enfermedades cardiovasculares y los 150 mil millones

derivados de tumores9.

Figura 3

Costes totales de las enfermedades neurológicas en Europa (en mil millones de euros) (Olesen et al., 2012).

Desgraciadamente, el coste de la hipoacusia no tratada es también muy elevado. La Organización Mundial

de la Salud estima que el coste global de la hipoacusia no tratada se cifra en torno a los 750 mil millones de

dólares anuales y a los 178 mil millones de euros solo en Europa. Entre las razones de que el coste sea tan

elevado podemos citar las siguientes: dificultad para encontrar y conservar un trabajo, jubilación anticipada,

disminución del rendimiento personal, aislamiento social, depresión, deterioro cognitivo, reducción de las

actividades cotidianas, pérdida de calidad de vida o fragilidad y pérdida de independencia10,11.

300

Costes directos del cuidado médico

350

250

200

150

100

50

0Costes no-médicos directos Costes indirectos

Costes de las enfermedades neurológicas en Europa

Referencias bibliográficas

1. Duthey B., WHO Background Paper 6.21 - Hearing Loss (2013), http://www.who.int/medicines/areas/priority_medicines/BP6_21Hearing.pdf.2. AEA European Action Plan 2017, https://www.aea-audio.org/portal/index.php/aea-action-plan/awareness.3. Bernabei R. et al. Hearing loss and cognitive decline in older adults: questions and answers. Ageing Clin Exp Res (2014) 26:567–573.4. Lin FR. et al. Hearing loss and incident dementia. Archives Neurology (2011) 68:214-220.5. United Nations, Department of Economic and Social Affairs, Population Division (2015). World Population Ageing 2015 (ST/ESA/SER.A/390).6. Alzheimer’s Disease International World Alzheimer Report 2016, https://www.alz.co.uk/.7. Wimo A. et al. The worldwide societal costs of dementia: Estimates for 2009. Alzheimers Dement (2010) 6:98-103.8. Hurd MD. et al. Monetary costs of dementia in the United States. N Engl J Med (2013) 368:1326-1334.9. Olesen J. et al. CDBE2010 study group; European Brain Council: The economic cost of brain disorders in Europe. Eur J Neurol (2012) 19:155-162.10. Globalcostsofunaddressedhearinglossandcosteffectivenessofinterventions- WHOReport2017, http://apps.who.int/iris/bitstre

am/10665/254659/1/9789241512046-eng.pdf?ua=1.11. EFHOH AEA EHIMA Joint Policy Paper 2017, https://media.wix.com/ugd/c2e099_655b0b93539d464b8be625002af0fac7.pdf.12. Laureyns M., AEA Facts and numbers on Hearing Loss and Hearing Care, presentation at the European Parliament on the 1st of March 2017, https://www.

aea-audio.org/portal/index.php/aea-action-plan/intervention.

Documento de consenso 2017 | El cerebro a la escucha

2524

Page 14: The hearing brain El cerebro a la escucha

Figura 1

Con el tiempo, los implantes cocleares mejoran todos los parámetros relativos a la percepción del sonido y la producción del lenguaje, pero también elementos como la interacción social o la autoestima (Mosnier et al. 2015).

Los estudios realizados hasta el momento no han podido explicar los mecanismos exactos de la relación causal

entre el uso de soluciones auditivas y la mejora de la cognitividad8. En consecuencia, es pronto aún para saber con

certeza cómo se produce esta relación, y por qué. Sin embargo, hoy parece claro que la mejora del déficit auditivo

con una solución auditiva adecuada tiene como “efecto secundario” una mejora del rendimiento cognitivo y la

ralentización del deterioro cognitivo derivado de la edad.

Dada la estrecha relación ente cognitividad y audición, la capacidad cognitiva del paciente debe considerarse en la

decisión de adaptar una prótesis auditiva, dado que las condiciones personales propias de cada paciente podrían

modificar los resultados obtenidos con las soluciones auditivas disponibles. Hay evidencia, por ejemplo, de que los

resultados de las pruebas cognitivas pueden ser útiles en la selección del dispositivo. De hecho, en un grupo de 50

pacientes con pérdida auditiva bilateral, los audífonos que cambian la ganancia lentamente dieron como resultado

una mejor comprensión del ruido en sujetos con capacidad cognitiva reducida, mientras que los dispositivos que

cambian la ganancia muy rápido son más efectivos en pacientes con mayor capacidad cognitiva9. Este resultado

se confirma con otro estudio según el cual la memoria de trabajo influye en la elección del dispositivo. En un grupo

de personas con edad promedio de 82 años que se sometieron a pruebas de memoria de trabajo probando tres

tipos diferentes de audífonos, se observó que las personas con buena memoria de trabajo se benefician más con

soluciones que aseguran una compresión rápida de los sonidos entrantes y viceversa10.

Percepción sonora básica

Percepción sonora avanzada

Produccióndel lenguaje

Autoestima Actividad Interacción social

Pu

ntu

ació

n m

edia

NC

IQ

100

80

60

40

20

0

Antes del implante 6 m después del implante 12 m después del implante

Los efectos de los implantes cocleares

6. Oír bien para proteger la mente

A los niños con problemas de audición se les proponen soluciones auditivas, y si una persona a los cincuenta años

encuentra que no lee bien, llevará gafas. Sin embargo, en Europa hay 52 millones de personas con una pérdida

auditiva autodiagnosticada, de las que tan solo 26 millones cuentan con prescripción médica. De estos 26 millones

de personas, solo un 58% utiliza soluciones auditivas1. Considerando por ejemplo un país como Italia, la cifra de

personas que utiliza audífonos es de 1,8 millones (sobre 7 millones de personas con pérdida auditiva)2.

A la luz de lo que sabemos hoy sobre la relación entre pérdida auditiva y deterioro cognitivo, las soluciones para volver a oír bien (que existen, y son eficaces) son

fundamentales no solo para mantener una buena calidad de vida a largo plazo, sino también para proteger el cerebro.

Los estudios científicos empiezan a arrojar pruebas de que el tratamiento de los déficits acústicos mediante

soluciones auditivas resulta eficaz para retrasar la aparición de problemas cognitivos, lo que ayuda a la persona

a mantener una buena funcionalidad cerebral. Se ha visto, por ejemplo, que el uso de audífonos en personas de

entre 60 y 65 años se asocia a una puntuación más elevada en las pruebas cognitivas3 y este dato, recogido en un

número relativamente bajo de personas, se confirmó seguidamente en un número más amplio de pacientes de

más de 65 años seguidos durante 25 años: el análisis de los 3.670 participantes en el Personnes Agées QUID Study ha demostrado que el uso de audífonos se asocia a un deterioro cognitivo más lento en el arco de dichos 25 años

respecto a aquellos que sufren un déficit auditivo no compensado de ninguna forma4. Estas personas presentan

asimismo un deterioro cognitivo inferior, comparable al de aquellas que no sufren ningún déficit auditivo. Se trata

de un resultado parecido al observado al analizar los datos de unas 165 mil personas entre 40 y 69 años: el uso de

audífonos se asocia a un mejor rendimiento cognitivo, mientras que una pérdida auditiva no corregida constituye

el paso previo a un deterioro de las funcionalidades cognitivas5. Recientemente, Hélène Amieva, de la Universidad

de Burdeos, afirmó, en ocasión de su intervención en el Congreso UNSAF celebrado en París en marzo del 2017,

que uno de los riesgos modificables para prevenir la aparición precoz de la demencia es tratar la pérdida auditiva

acudiendo a un audioprotesista6.

Incluso en casos de pérdida auditiva profunda y grave, resolver el problema auditivo comporta ventajas cognitivas:

En un estudio de 94 personas sometidas a la implantación de cochear durante un año observó que la capacidad

cognitiva, medida al probar la atención, la memoria, la flexibilidad mental, la función ejecutiva y otras habilidades,

mejora después de la intervención. El ochenta y uno por ciento de los pacientes con deterioro cognitivo previo a la

implantación mostró una mejora general en las funciones cognitivas, mientras que el otro 19% se mantuvo estable.

Además, entre los pacientes con el mejor rendimiento cognitivo antes de la implantación, el 76% permaneció

estable y solo el 24% mostró una disminución muy leve.

Documento de consenso 2017 | El cerebro a la escucha

2726

Page 15: The hearing brain El cerebro a la escucha

7. ConclusionesA los dos años nuestro cerebro alcanza su constitución fisiológica definitiva y a los veinte empieza ya a

reducir su volumen. A los cien años, una persona sana, sin déficits cognitivos, ha perdido el 20% de su

masa nerviosa. En pacientes con Alzheimer u otras patologías neurodegenerativas esta pérdida es incluso

superior. Con el tiempo, el revestimiento de mielina de los nervios se va deteriorando, la funcionalidad de

las neuronas se reduce y se debilitan las relaciones entre ellas. Sin embargo, este deterioro no se produce

de forma uniforme y ciertas áreas cerebrales se ven más afectadas, como por ejemplo el hipocampo, donde

se almacenan los recuerdos a corto y medio plazo, o la corteza prefrontal, que se activa en la planificación y

en las decisiones. Por ello, los primeros síntomas de un deterioro cognitivo incluyen dificultades de memoria

de hechos recientes más que de datos almacenados en un pasado lejano, como las palabras o los números1.

En este escenario surge la pérdida auditiva que, en las personas mayores, suele ser un síntoma previo al

deterioro cognitivo. Las manifestaciones del déficit auditivo relacionado con la edad suelen considerarse una

consecuencia inevitable del envejecimiento. En realidad, las consecuencias de un déficit auditivo son muy

importantes tanto sobre la salud general de la persona como sobre su bienestar cerebral2, y hoy sabemos con

certeza que son un factor de riesgo independiente y modificable del desarrollo de un déficit cognitivo o de una

demencia, dado que las personas con una pérdida leve, moderada o grave de audición registran un riesgo de

demencia respectivo dos, tres y cinco veces mayor que una persona con buena audición3.

El deterioro cognitivo se asocia a una limitación progresiva de las capacidades cognitivas, de la independencia

funcional y de las relaciones sociales. La pérdida auditiva tiene efectos similares, por lo que durante los

últimos años está surgiendo, cada vez con más fuerza, la necesidad de potenciar una investigación clínica que

indague en las conexiones entre ambas condiciones con el fin de encontrar respuestas clínicas adecuadas4. Si

bien hemos encontrado respuesta para ciertas preguntas, el entorno médico y político debe incidir con fuerza

a efectos de prevenir la pérdida auditiva y el déficit cognitivo que se deriva de ella.

La medicina ha abordado a menudo estas enfermedades de forma separada, como si nuestros órganos y

aparatos actuasen y funcionasen de forma independiente entre ellos. Hoy sabemos que esto no es así y que

la funcionalidad óptima de cualquier sistema requiere la salud global de todo el organismo. En este sentido,

resulta cada vez más evidente que la correlación y la interdependencia entre órganos, tejidos y sistemas

requieren un análisis multiescala que debe considerar las fuertes conexiones que existen entre ellos para

comprender y poder resolver los diferentes problemas que acompañan al avance de la edad, sin que este

avance, por sí solo, constituya un factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades crónicas o para la

pérdida de nuestras capacidades funcionales.

Se ha debatido mucho hasta el momento sobre el papel que desempeña el envejecimiento en la propensión

a ciertas enfermedades y discapacidades, pero se ha indagado mucho menos a nivel molecular y celular, es

decir, en la proporción en que estas patologías contribuyen al envejecimiento. Así, por ejemplo, sabemos

que una exposición a ciertas enfermedades o terapias durante la infancia o la primera edad adulta puede

acelerar la aparición de los problemas típicos de la vejez; sin embargo, la base biológica de todo ello es

aún poco clara5. La aceleración de la pérdida de capacidades funcionales y la aparición precoz de síntomas

clínicos de patologías relacionadas con la tercera edad resulta evidente en estos casos, pero la correlación

con el suceso “desencadenante” en las primeras etapas de la vida no siempre es obvia. Por ello, la atención

se está centrando hoy en día, cada vez más, en entender cómo los sucesos vividos en las primeras décadas

De todas estas consideraciones se deduce que evaluar previamente la amplificación acústica más adecuada

en cada caso, elegida sobre la base del rendimiento cognitivo, es indispensable de cara a obtener un resultado

auditivo óptimo, así como para conseguir una protección eficaz de las capacidades cognitivas.

Se estima que ralentizar en un año la evolución del cuadro clínico de la hipoacusia comportaría una reducción del 10% del índice de prevalencia de la demencia en la

población general, con un ahorro notable de recursos humanos y económicos.

Es igualmente importante salvaguardar la audición en la medida de lo posible durante las vidas de las personas

a través de la prevención y la implementación de estrategias diseñadas para preservar la capacidad auditiva

a largo plazo. Así, por ejemplo, es sabido que escuchar música con cambios tonales armoniosos (como la

música clásica) a un volumen moderado protege de la pérdida auditiva y reduce las alteraciones derivadas

de la edad11. Los efectos de escuchar música contemporánea dodecafónica, en especial a un volumen alto, tal

y como acostumbran a hacer los más jóvenes, se están aún evaluando. Dicho esto, sin duda esta costumbre

es perjudicial para la salud y el bienestar del aparato auditivo, por lo que protegerse adecuadamente de un

exceso de decibelios es una buena manera de mantener la audición a largo plazo.

Referencias bibliográficas

1. Laureyns M., Best L., Bisgaard N., Hougaard S. Getting our numbers right on Hearing Loss, Hearing Care and Hearing Aid Use in Europe - Joint AEA, EFHOH and EHIMA Report (2016), https://www.efhoh.org/resources.

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sciences (2011) 66:1131-1136.4. Mosnier I. et al. Improvement of Cognitive Function After Cochlear Implantation in Elderly Patients. JAMA Otolaryngology–Head & Neck Surgery

(2015) 141:442-450.5. Amieva H. et al. Self-Reported Hearing Loss, Hearing Aids, and Cognitive Decline in Elderly Adults: A 25-Year Study. Journal of the American

Geriatrics Society (2015) 63:2099–2104.6. Étude PAQUID/Amieva: la réhabilitation auditive au secours du vieillissement, http://www.edp-audio.fr/actualites/recherche/5250-etude-paquid

amieva-larehabilitation- auditive-au-secours-du-vieillissement.7. Dawes P. et al. Hearing Loss and Cognition: The Role of Hearing Aids, Social Isolation and Depression. Plos One (2015) 10(3):e0119616.8. Taljaard DS. et al. The relationship between hearing impairment and cognitive function: a meta-analysis in adults. Clinical Otolaryngology (2016) 41:718-729.9. Gatehouse S. et al. Linear and nonlinear hearing aid fittings - 2. Patterns of candidature. International Journal of Audiology (2006) 45:153-171.10. Souza P., Sirow L. Relating Working Memory to Compression Parameters in Clinically Fit Hearing Aids. American Journal of Audiology (2014) 23:394–401.11. Schmidt JH. et al. Hearing loss in relation to sound exposure of professional symphony orchestra musicians. Ear Hear (2014) 35:448-460.

Documento de consenso 2017 | El cerebro a la escucha

2928

Page 16: The hearing brain El cerebro a la escucha

de vida influyen en la salud y las enfermedades de los años sucesivos. Entender las causas y la relación que

existe entre ellas significará potenciar realmente la prevención de patologías crónicas no transmisibles, tales

como los déficits auditivos, el deterioro cognitivo y la demencia6. Nuestro “capital humano” se decide en

los primeros años de vida y se ve posteriormente influido por las condiciones ambientales en que vivimos.

Comprender bien estas correlaciones nos ayudará a establecer una verdadera política social de la salud.

Ello es igualmente válido para la correlación que existe entre oído y capacidades cognitivas: conocer estos

mecanismos es fundamental para prevenir la aparición de déficits auditivos y, en consecuencia, cognitivos.

Detectar precozmente una pérdida auditiva es igualmente esencial: intervenir para solucionarla significa, de hecho, poner en marcha una terapia adecuada e inherente

al deterioro cognitivo, con beneficios enormes tanto para la persona a nivel individual como para la sociedad en su conjunto.

Gracias a la prevención y al tratamiento precoz y adecuado de aquellos déficits que pueden tener repercusiones

en el bienestar general podremos llegar a una tercera y a una cuarta edad en plena forma, autonomía y salud,

gozando así de una buena calidad de vida.

Coordinación del proyecto: Edelman

Concepto y diseño: SERVIF/LAB

Impresión: SERVIF RR Donnelley

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Documento de consenso 2017 | El cerebro a la escucha

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