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"The Poetics of the Character in Galdós and its Intertextual Dialogue with the Work of Cervantes” Thesis submitted for the degree of “Doctor of Philosophy” By Rosa Burakoff Submitted to the Senate of the Hebrew University of Jerusalem August 2013

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"The Poetics of the Character in Galdós and its Intertextual Dialogue with

the Work of Cervantes”

Thesis submitted for the degree of

“Doctor of Philosophy”

By

Rosa Burakoff

Submitted to the Senate of the Hebrew University of Jerusalem

August 2013

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"The Poetics of the Character in Galdós and its Intertextual Dialogue with

the Work of Cervantes”

Thesis submitted for the degree of

“Doctor of Philosophy”

By

Rosa Burakoff

Submitted to the Senate of the Hebrew University of Jerusalem

August 2013

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This work was carried out under the supervision of:

Prof. Ruth Fine

Dr. Mario Murgia

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ÍNDICE

I. INTRODUCCIÓN .......................................................................................... 1

II. CARACTERIZACIÓN PRELIMINAR DE LA POÉTICA GALDOSIAN A Y ESTADO DE LA CUESTIÓN .......................................................................................... 24

II.1. La narrativa de Pérez Galdós ........................................... 24

II.2. La obra narrativa de Galdós: una evaluación de algunos aspectos significativos de sus novelas .............................. 30 II.3. Referencias cervantinas en la narrativa de Galdós ......... 47 II.4. El universo diegético en la narrativa de Galdós .............. 50

III. MARCO TEÓRICO ....................................................................................... 57

III.1. Componentes de caracterización externos figurales del personaje III.1.1. El narrador........................................................................ 59 III.1.2. Los otros personajes ......................................................... 68 III.1.3. Los referentes ................................................................... 73

III.2. Componentes de caracterización externos narrativos del personaje

III.2.1. El entorno ......................................................................... 81 III.2.2. La dimensión temporal ..................................................... 88 III.2.3. El discurso ........................................................................ 93

IV. UN MODELO DE ANÁLISIS PARA LOS PERSONAJES GALDOSIA NOS 102

IV.1. Eje de evolución ............................................................... 104 IV.2. Eje de complejidad ........................................................... 117 IV.3. Eje de penetración en la vida interior .............................. 128 IV.4. Eje de enmascaramiento u ocultación ............................. 137 IV.5. Eje de continuidad ........................................................... 159

V. EL EJE DE REFERENCIALIDAD: EL REFERENTE CERVANTINO EN SU DIÁLOGO CON EL PERSONAJE GALDOSIANO ................................... 165

V.1. Primer nivel de referencialidad ......................................... 166 V.2. Segundo y tercer nivel de referencialidad ......................... 166

VI. CONCLUSIONES: HACIA LA ELABORACIÓN DE UNA POÉTICA DEL PERSONAJE GALDOSIANO ........................................................................ 195

VII. APÉNDICE: LA OBRA COMPLETA DE BENITO PÉREZ GALDÓS .... 206

VIII. BIBLIOGRAFÍA DEL AUTOR ....................................................................... 209

IX. BIBLIOGRAFÍA ................................................................................................ 210

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I. INTRODUCCIÓN

Este trabajo tiene como objeto de estudio la caracterización de los personajes en la

narrativa de Galdós, con el fin de elaborar una poética exhaustiva del personaje

galdosiano. En el marco de dicho objetivo, ocupará un espacio sustancial el examen

de las relaciones existentes entre las obras de Benito Pérez Galdós y Miguel de

Cervantes, bajo el supuesto de que la obra y la poética narrativa de Cervantes poseen

una significativa centralidad en la creación galdosiana.

Al iniciar mi investigación, he podido observar que muchos de los trabajos

sobre el personaje en Galdós se han centrado en el aspecto social y psicológico,

ignorando la perspectiva literaria propiamente dicha, por ejemplo, los aspectos

semiótico-narratológicos.

A su vez, me resultaba llamativo que en este horizonte crítico, los estudios

relativos a los personajes galdosianos y a sus significativos puntos de contacto

respecto del referente cervantino ―ya que no se puede concebir el análisis de la obra

galdosiana sin que se advierta la presencia de don Quijote―, no realizasen análisis

exhaustivos y rigurosos de las técnicas narrativas utilizadas por Galdós en la

construcción de personajes y de sus relaciones intertextuales respecto de las obras de

Cervantes.

No obstante, en la primera etapa de mi investigación y una vez recopilada una

bibliografía más actualizada en la Casa-Museo Pérez Galdós en las Palmas de Gran

Canarias, como también tras haber intercambiando opiniones con los críticos en

materia de Galdós durante IX Congreso Galdosiano dedicado a Galdós y la gran

novela del siglo XIX, comprendí que efectivamente existe material disponible sobre el

tema e incluso en el VIII Congreso Galdosiano se había dedicado una sección en

concreto a la relación intertextual entre Galdós y Cervantes.

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Un repaso a los artículos presentados en este Congreso me permitieron darme

cuenta que el diálogo entre Galdós y Cervantes no se orientaba hacia la constitución

de un inventario de las fuentes cervantinas en el corpus galdosiano, sino que

constituye un intento por establecer las estrategias compositivas reelaboradas por

Galdós en la construcción de su mundo diegético y la configuración de sus personajes.

En dicho marco, suele insistirse en el Quijote como punto de anclaje básico y

las figuras de don Quijote, Sancho y Dulcinea como modelos de caracterización para

Galdós. Asimismo, se sugieren los paralelos en el manejo de la ironía y la alegoría

para denunciar el entorno social, cultural, político y económico en el que ambos

autores vivieron, se subraya a la sociedad española como materia de la novela y el

pasado histórico y literario como recurso para la enseñanza y el aprendizaje. Por

último, se advierte sobre la evolución del referente cervantino a lo largo de la

narrativa de Galdós, entre otros temas de interés que ocupan a los críticos galdosistas.

No obstante, los trabajos presentados en dicho congreso y en otros foros

académicos no facilitan la conformación de un método de investigación sistemático

que permita explorar el diálogo intertextual respecto de las obras de Miguel de

Cervantes y las técnicas narrativas utilizadas por Galdós en la construcción de

personajes.

Por esta razón, me propongo analizar en este trabajo los diferentes

procedimientos, estrategias y funciones de caracterización de los personajes

galdosianos, para revelar que la interacción de los aspectos textuales y extratextuales

constituyen parte fundamental en la configuración del personaje en particular y en la

totalidad de la poética narrativa de Galdós. Para ello, me apoyaré en el modelo axial

de Josef Ewen como herramienta esencial para la elaboración de un modelo de

análisis de los personajes galdosianos. Finalmente y, como parte de uno de los ejes de

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este modelo, exploraré, a partir de un análisis comparativo, el diálogo literario que

entablan los dos grandes novelistas españoles a través de sus respectivas poéticas.

En un primer momento, prestaré atención al estado actual de la crítica para

identificar los diferentes tipos de enfoques existentes en el análisis del personaje

galdosiano: serán puntualizadas aquellas líneas de argumentación que establecen al

personaje como paradigma de las diferentes corrientes filosóficas, psicológicas y

sociales decimonónicas, como también estudios de género o aquellos análisis que

enfocan las relaciones alegórico-simbólicas.

A continuación, me ocuparé brevemente de mostrar el lugar de la narrativa de

Galdós en el contexto del realismo europeo y español, para luego hacer una revisión

de las principales técnicas utilizadas por Galdós a lo largo de su extensa producción

narrativa.

En un momento posterior ilustraré las diferentes tentativas que se han

realizado para clasificar la obra de Galdós y mostraré cómo resulta más efectiva una

ordenación que admita un desarrollo heterogéneo en el cual la obra de La

desheredada funcione como eje central entre un antes y después en la narrativa de

Galdós. En este mismo espacio me referiré de forma concisa a algunas de las obras

que nos ocuparán en este trabajo.

Sintetizaré al final del capítulo la filiación literaria cervantina de la obra de

Pérez Galdós y de sus personajes, los diferentes grados de referencialidad que el texto

galdosiano admite en conexión con el hipotexto cervantino y su importancia y papel

en la configuración del personaje galdosiano, como también los aspectos que

caracterizan este mundo diegético intertextual, todos aspectos que serán desarrollados

posteriormente, en el capítulo correspondiente.

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El segundo capítulo estará dedicado al estudio y ejemplificación de los

componentes narrativos externos en la narrativa de Galdós. Seguiré los parámetros

propuestos por Luz Aurora Pimentel en su trabajo sobre el relato y la teoría narrativa

para distinguir aquellos componentes que mantienen una relación recíproca con el

personaje. Me ocuparé, entonces, de analizar la presencia de la voz narrativa, la

interacción con otros personajes, los referentes, el entorno, la dimensión temporal y el

discurso. De este modo, se comprobará en los textos galdosianos una voz narrativa

polifónica y altamente manifiesta. El narrador cumple la función primordial de

evaluar a los personajes y los espacios de acción en los que participa.

Recurrentemente esta figura narrativa suele introducirse al interior de personaje para

revelar sus pensamientos o sentimientos, marcando una distancia respecto de la

diegésis y frecuentemente involucrándose como otro personaje más, por ejemplo,

emitiendo juicios sobre los personajes o los acontecimientos.

Como agentes constructores de los personajes, los narradores galdosianos

suelen iniciar los retratos o semblanzas de sus personajes a partir del rostro, para

después profundizar en las características corporales y psicológicas de los personajes.

Un aspecto constante en el comportamiento del narrador galdosiano es su

reserva y recelo respecto a la historia vital de los personajes. En estos casos es posible

verificar cómo el narrador se apoya en modelos literarios célebres para cubrir así, a

través de la analogía con otro personaje, las carencias de información en la

configuración del personaje en cuestión. En la caracterización de los personajes puede

también dar lugar a la ambigüedad y mantener como blanco constante un aspecto

importante en la historia vital del personaje. Es aquí donde los otros personajes y los

referentes alcanzan mayor importancia.

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Los otros personajes constituyen la segunda fuerza constructiva del personaje

galdosiano, después del narrador y del propio personaje. En la narrativa de Galdós

observamos al menos dos tipos de personajes secundarios: los de primer nivel que se

erigen en la trama como figuras con rasgos individuales y propios, y los personajes

secundarios de segundo nivel que se integran en un todo indiferenciado, en un

colectivo.

Los otros personajes también cobran importancia, al ser portadores y

encargados de alimentar nuevas perspectivas sobre la percepción del personaje en la

trama. Generalmente, estos nuevos enfoques contradicen los emitidos por el narrador

o el propio personaje, creando tensión y a la vez mayor complejidad constructiva en la

figura focalizada.

Simultáneamente, los referentes aparecen en el texto con el propósito de

establecer un contexto histórico, social y cultural y conectar el mundo diegético con el

extratexto. Dichos referentes pueden ser reales, pseudo-reales o ficticios. Los

referentes reales aluden a una figura reconocida del extratexto, generalmente un

personaje histórico. Los referentes pseudo-reales se apoyan en un supuesto contexto

histórico, cultural o social que contiene ciertos elementos reales, a partir del cual

aspiran a crear un efecto de verosimilitud. Finalmente, los referentes ficticios son

figuras o acontecimientos que se asocian a otro texto literario para inagurar un diálogo

intertextual entre personajes, particularmente aquellos pertenecientes a obras de

autores estimados por Galdós, entre los que destacan Cervantes, Dickens, y

Shakespeare.

Asimismo, el entorno, la dimensión temporal y el discurso se instauran como

los componentes externos de carácter narrativo que condicionan e influyen la

configuración del personaje. Me referiré al entorno en su sentido más amplio, para

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abarcar así no solo el espacio físico y geográfico de acción de los personajes, sino

también a la atmósfera que se crea en la conjunción espacio físico y la percepción del

personaje o narrador. Mostraré cómo el espacio se convierte en el espejo donde se

proyectan las emociones de los personajes.

El entorno más favorecido en la narrativa de Galdós, como se verá, es la

ciudad de Madrid, descrita a través de los topónimos de sus calles y plazuelas, aunque

también acude a la vida del campo para contraponer las costumbres de las grandes

urbes con el conservadurismo de la vida en provincia, aprovechando la ironía para

plasmar las contradicciones entre uno y otro espacio.

Igualmente sugeriré la Mancha como otro espacio de acción de los personajes

galdosianos y señalaré a éste como un vehículo para introducir la temática del viaje,

las aventuras y, en su relación con el referente cervantino, también la locura.

Asimismo, se aludirán aquellos espacios que no guardan conexión con la geografía de

España y que se consolidan en el imaginario del personaje o del narrador.

En el análisis de la dimensión temporal, por otro lado, mostraré la variabilidad

del tiempo en la narrativa de Galdós, subrayando como recurrentes los movimientos

al pasado, referidos a un momento específico de la historia. Hablaré también de

emplazamientos temporales en un aquí y en un ahora paralelo al momento de

producirse la conversación o la acción de dos o más personajes.

Con la presencia de fechas y adverbios de tiempo se mostrarán las marcas

textuales que permiten reconocer los saltos temporales analépticos o prolépticos

presentes en el desarrollo de cada trama. Por último, se apreciará la función de las

pausas descriptivas, los resúmenes y las intervenciones metatextules como

procedimientos que afectan el ritmo de la narración.

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El discurso, por su parte, constituye un medio indirecto de caracterización del

personaje: así los motes o los apodos, conjuntamente con los extranjerismos, el

vocabulario propio de una profesión o los registros lingüísticos específicos son parte

esencial en la composición de los rasgos distintivos del personaje. El habla de un

personaje resulta indicativa de clase, religión, educación u origen.

En la narrativa de Galdós predomina el diálogo como forma de comunicación.

No obstante, también encontraremos espacios textuales ocupados por monólogos

interiores y por soliloquios, todas ellas formas de comunicación que permitirán

introducirnos en el interior del personaje para conocer sus pensamientos, su proceso

intelectual y, en oportunidades, el libre fluir de su conciencia.

Otro recurrente modo de comunicación entre personajes en la narrativa de

Galdós es el intercambio epistolar, probablemente uno de los recursos que mejor

propicia la expresión de los deseos y sentimientos del personaje y que informa sobre

los últimos acontecimientos de la trama una vez que los personajes desaparecen.

Al final de este capítulo subrayaré la importancia del discurso en la captación

de las máscaras. En la narrativa de Galdós, la adopción de una máscara por parte del

personaje es anunciada por el narrador u otros personajes, como también es anunciado

el momento de su desocultamiento.

En el tercer capítulo de este trabajo se desarrollará el modelo de

caracterización de personajes a partir de ejes de caracterización, tomando como base

la teoría axial de Josef Ewen. De este modo, se destacarán las diferencias entre los

ejes de evolución, complejidad y penetración en la vida interior del personaje.

Además, introduciré nuevos ejes: el eje de enmascaramiento y el eje de continuidad

narrativa.

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En el eje de evolución distinguiré unos personajes de otros dependiendo de la

variabilidad durante su participación en la trama. De este modo, diferenciaré los

personajes estáticos, los cuales no presentan cambios, de aquellos dinámicos, que

varían a lo largo de la trama. Advertiré sobre la necesidad de incorporar en este eje la

distinción entre la involución de los personajes y la evolución social y narrativa; entre

la evolución natural frente a la evolución psicológica, entre el desarrollo intratextual e

inter-intratextual del personaje.

En el estudio de la evolución del personaje solemos identificar el desarrollo de

un personaje con su madurez y aprendizaje, tratándose a menudo de un desarrollo

positivo. No obstante, en la narrativa de Galdós se manifiesta un tipo de desarrollo

inverso, un declive del personaje, generalmente sociocultural, y por esta razón

deslindaré el análisis del personaje dentro del ámbito social de su evolución interior

dentro de la trama. Me ocuparé, de igual modo, de explorar la disparidad entre el

desarrollo natural y el desarrollo psicológico de los personajes. Tomaré en cuenta para

ello los efectos del avance del tiempo y el factor de madurez psicológica de los

personajes, diferenciando claramente entre ellos.

Introduciré en este eje de evolución el concepto de desarrollo intratextual e

inter-intratextual, a fin de diferenciar la aparición de un personaje en una sola novela

o en varias novelas del mismo autor. El propósito será verificar la apertura de nuevas

líneas de desarrollo en la configuración del personaje en un espacio diegético y, a

partir de análisis comparativo, en varios mundos diegéticos.

Respecto del eje complejidad, ofreceré las categorías de Ewen que distinguen

los personajes simples de los personajes complejos. La pauta será el número de

cualidades armónicas o discordantes en la configuración del personaje; los personajes

simples son aquellos que no ofrecen contradicciones, en tanto que los personajes

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complejos poseen uno o más rasgos contradictorios. Cabe insistir en que el eje de

complejidad no se ocupa de los cambios presentes en el personaje, sino de las

semejanzas y de las contradicciones que existen entre cada uno de sus rasgos

compositivos. En este capítulo pretendo mostrar cómo los personajes secundarios de

segundo nivel se ajustan más a los parámetros establecidos para personajes simples y

suelen compartir características de los personajes estereotipados o de las figuras

alegóricas. En cambio, los personajes complejos suelen corresponder a las

protagonistas o personajes secundarios de primer nivel que presentan de manera

simultánea dos o más rasgos contradictorios. Asimismo, la ambigüedad en la

caracterización y la indecibilidad respecto al desarrollo evolutivo del personaje

contribuyen también a la construcción de figuras complejas.

En el eje de penetración en el interior del personaje, analizaré las estrategias

que revelan la interioridad del personaje, como también sus diferentes modos de

exteriorización. El monólogo y el soliloquio serán las formas más recurrentes de

expresión de la interioridad del personaje. Estas formas de comunicación directa del

personaje, en oportunidades aprovechadas por el narrador, permiten el acceso a los

pensamientos, emociones y conciencia del personaje. Asimismo, el monólogo

constituye no sólo una forma de expresión de la interioridad del personaje, sino un

recurso que promueve la autorreflexión sobre el ser y quehacer del propio personaje,

constituyendo así una herramienta que favorece la formulación de espacios

imaginarios.

En este mismo capítulo desarrollo mi aportación a la teoría axial de Josef

Ewen, a la que añado dos nuevos ejes de caracterización. En el primero de ellos, el eje

de enmascaramiento, presentaré tres diferentes modos de ocultación para poder

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examinar el fenómeno de la máscara, proponiendo como parámetros la máscara

exterior, la máscara umbral y la máscara interior.

La máscara exterior revela la adquisición de usos o vestimentas que ayudan a

ocultar parte del rostro o la representación por parte del personaje de una figura o un

rol específico. La máscara exterior, generalmente, tiene un carácter temporal y es

vislumbrada por al menos otro personaje o por el propio narrador. Sugeriré que la

máscara exterior facilita la movilización física del personaje de un espacio a otro

dentro de la trama, promoviendo la ilusión de cambio.

Por su parte, la máscara umbral se manifiesta en aquellas figuras que,

motivadas por un deseo de superación personal o como resultado de las condiciones

en las que viven, deciden adoptar un rol o forma de comportamiento específico.

Consideraré como determinante para la adquisición de esta máscara el grado de

adaptabilidad de los personajes a las circunstancias y a los espacios que los rodean.

Especial atención requieren los demás personajes como proveedores de otras

perspectivas en la adquisición de nuevos roles por parte del personaje estudiado. A su

vez, examinaré el comportamiento del narrador como factor de obstrucción en el

desarrollo evolutivo del personaje, lo que constituye una de las razones principales

que fomentan su indecibilidad. La significación de la máscara umbral no radica en la

evolución del personaje, sino en la consolidación de su identidad, al reconocer su

lugar y función en el mundo diegético.

La máscara interior será la única máscara en la que se observa un verdadero

desarrollo en el personaje. Entre otros factores, dicha evolución depende de la

adhesión del personaje a diferentes referentes literarios como modelos de conducta, de

la apropiación de una vestimenta o práctica que promueva la movilidad física, de la

configuración de un mundo paralelo, de la alteración o reformulación de juicios de

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valor sobre personajes, lugares y acontecimientos, como también en el ejercicio de

conductas obsesivas.

Seguidamente, propondré el eje de continuidad para señalar las posibles

transferencias de protagonismo de una figura a otras dentro de la misma trama.

Dichos traspasos podrán aparecer como pasajes de padres a hijos, de personaje a

personaje, o bien como legados escritos o materiales. Las transferencias sanguíneas o

personales dejarán siempre abierta la incógnita sobre la continuidad narrativa del

protagonista, personificado ahora, por ejemplo, en la figura de un hijo.

Cabe resaltar que en la narrativa de Galdós existe un tipo diferente de

continuidad narrativa: una transferencia no precisamente de protagonismo, sino de

identidad, al observar la presencia de un mismo personaje en más de una novela, tal

como fuera señalado anteriormente respecto del desarrollo intra-intertextual.

En el último capítulo de este trabajo, me referiré a un nuevo eje de

caracterización, al que llamaré eje de referencialidad, y cuya finalidad será facilitar un

análisis más riguroso de la presencia de referentes en la obra de Galdós.

Especialmente ahondaré en la relación dialógica entre el referente cervantino y los

personajes galdosianos, mostrando los tres niveles de referencialidad en los que un

personaje galdosiano se acerca a su homólogo cervantino.

De este modo, señalaré un primer nivel de referencialidad que se abocará a

todas aquellas referencias directas a los personajes cervantinos. El segundo nivel de

referencialidad comprenderá el estudio de aquellas alusiones al texto cervantino que

de manera implícita remiten a temáticas o, a determinados episodios identificables en

obras cervantinas. Finalmente, se propondrá un tercer nivel de referencialidad, con el

cual se examinarán las estrategias narrativas utilizadas y reelaboradas por Galdós a

partir de la poética cervantina para la caracterización de personajes, todo ello tomando

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en cuenta que una misma referencia puede modificarse y evolucionar a lo largo de la

trama y pasar, por ejemplo, de una alusión a la creación de un nuevo personaje.

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II. CARACTERIZACIÓN PRELIMINAR DE LA POÉTICA GALDOSIANA Y ESTADO DE LA CUESTIÓN

El amplio espectro de personajes galdosianos presenta una notoria heterogeneidad.

Ésta es observable tanto en la cantidad de personajes como en el número de rasgos

que los constituyen. La caracterización externa de los personajes permite apreciar que

existen figuras de diverso origen social y cultural cuyas identidades físicas y morales

representan diferentes estratos de la sociedad española, primordialmente, las clases

media y baja. Generalmente, la edad de los personajes fluctúa entre los dieciocho años

y la edad madura y pocos son los casos en los que se observan infantes.

La caracterización de los personajes en Galdós puede ser estimada como

exhaustiva e individualizada, en tanto que los personajes están ampliamente descritos

por los agentes constructores, aunque también se describen figuras colectivas que

representan comunidades completas o bien agrupaciones y cuya descripción es más

bien generalizada. El entorno en el que participa el personaje galdosiano es también

una herramienta de caracterización. El espacio físico y moral en que se inscribe el

personaje funciona como una prolongación más de su caracterización, el cual explica

su comportamiento, primordialmente social, y con mucha frecuencia “constituye una

indicación sobre su destino posible” (Pimentel, 79); es decir, muestra las posibles

líneas de desarrollo del personaje dentro de la trama.

La descripción del entorno es una de las técnicas de caracterización indirectas

del personaje: junto con el aspecto exterior, la historia vital y la relación con otros

personajes, se establece un punto de referencia para el personaje, al situarlo en un

espacio y tiempo determinados. De esta forma, se crean nexos con lugares y

situaciones que se suman a los rasgos de caracterización del personaje, en ocasiones,

como parte de su personalidad y en otras ocasiones, para establecer un contraste. La

caracterización interna del personaje depende de la mediación de la voz narrativa o

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cualquier otro personaje que asuma el papel de agente constructor, cuya función es

dar cuenta de las palabras del personaje a manera de discurso referido (Pimentel, 85).

Sin embargo, en ocasiones, ante la ausencia de un agente constructor primario, se

aprecia la incorporación de elementos dramáticos, como diálogos, monólogos

interiores y soliloquios, lo que permite que el personaje se manifieste libremente y sin

mediación alguna del narrador.

Del mismo modo como se hace patente el entretejido de elementos

novelísticos y dramáticos en la narrativa de Galdós, es posible observar su diversidad

genérica1. De su producción narrativa, son probablemente las cinco series de

Episodios Nacionales lo que más reconocimiento le ha brindado al autor. Sin

embargo, ha surgido un nuevo interés entre los críticos galdosistas, mayormente

españoles y americanos, por el estudio de aquellas novelas realista-costumbristas

como Doña Perfecta (1876), novelas de corte religioso como Nazarín (1895) o

novelas dialogadas como El Abuelo (1904), algunas de las cuales serán analizadas en

este trabajo.

Las investigaciones antes mencionadas son muy recientes y la crítica

tradicional muestra todavía a los personajes galdosianos como paradigmas de las

diferentes corrientes filosóficas, psicológicas y sociales decimonónicas. Los ensayos,

en su mayoría, abarcan las relaciones identificables entre la perspectiva asumida por

el autor y los movimientos filosóficos del siglo XIX. Sherman H. Eoff (1966), por

ejemplo, dedica su estudio “Galdós in Nineteenth-Century Perspective” a la evolución

y construcción socio-psicológica de los personajes y su relación con la sociedad y el

pensamiento español decimonónico, sobre todo en lo que se refiere a su reacción

frente a la teoría sobre el racionalismo científico. El crítico, no obstante, se asegura de 1 La producción de Galdós incluye novelas, textos periodísticos, cuentos, obras dramáticas y un número importante de misivas dirigidas a amigos y escritores contemporáneos. Mayores detalles sobre la producción de Galdós se encuentran en el apéndice, al final de este trabajo.

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no proyectar esta relación a toda la narrativa galdosiana, ya que afirma que en la

evolución de los personajes, la perspectiva socio-psicológica es relevante, pero no

concluyente. Reconoce también que la investigación debe examinar la construcción

de los personajes nacionales colectivos, además de centrarse en la temática realista.

Asimismo, se ha analizado la significación de la realidad española en la obra

de Galdós como un componente adicional para la construcción de sus personajes. En

este sentido, Joaquín Casalduero (1966) observa que la sociedad contemporánea —

refiriéndose a la del siglo XIX— le permite a Galdós reproducir los perfiles

espirituales y físicos que constituyen los trazos básicos de la caracterización de sus

personajes. Por su parte, Vicente Lloréns (1968), en su cotejo de los personajes

galdosianos, llega a la conclusión de que la mayoría de los personajes que pueblan el

mundo galdosiano pertenecen a la clase media madrileña y se apropian de las

características de ésta.

A finales del decenio pasado, las investigaciones sobre el personaje galdosiano

se concentran en las figuras femeninas, despuntando entre los estudios los personajes

principales de Fortunata y Jacinta. Estos dos personajes femeninos despiertan el

interés de la crítica galdosiana por su interdependencia constructiva, por los

planteamientos de la educación de la mujer y su posición en la sociedad en ambos

extremos de la esfera social y por los nexos que se crean con los modelos de la mujer

en la España de la Restauración2.

A principios del presente siglo y siguiendo esta misma argumentación,

Carmen Servén (2003) confronta el modelo doméstico burgués con el estereotipo de

la mujer popular. La mujer popular o natural, según González Megía, encarna los

valores de sinceridad, vitalidad, vigor y fecundidad; en otras palabras:

2 Véanse como ejemplo los estudios de Mercedes López-Baralt (1991 y 1992).

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La hembra de los barrios bajos de Madrid es una figura de la España clásica; es la figura que se pinta en los abanicos y en las panderetas; es el modelo que seduce a Mesonero Romanos o Pérez Galdós (...). Tiene las manos sueltas y prontas como la lengua, es capaz de armar quimera con el lucero del alba (...); los rasgos generosos y discretos alternan en ella con los de la grosería, descaro y barbarie, (...), sus acciones, siempre resueltas, siempre hijas del corazón o de la imaginación, nunca del raciocinio, enamoran por su misma viveza irreflexiva, como agradan las diabluras y los arrebatos del niño pequeño3.

Paralelamente, las líneas de análisis simbólico-alegóricas constituyen un

recurso de investigación importante para el acceso a las diferentes alusiones que

apuntalan los antropónimos. Al examinar los apodos de los personajes galdosianos,

Chamberlain (2004) ha descubierto el gran acervo cultural desplegado en la obra del

canario. Según nos muestra el crítico, en la obra de Galdós son frecuentes las

alusiones a diferentes formas de representación artística. En “Cultural Nicknames: An

Important Feature of Galdós’ Art”, Chamberlain menciona ocho categorías diferentes

de alusiones a modo de apodos: “opera, painting, sculpture, literature, religion,

costumbrista theater, bullfighting, and the realm of the antiestablishment counter-

culture” (16). En opinión de Chamberlain, los apodos en la narrativa de Galdós:

reflect the cultural knowledge and tastes of the author, but also those he would seemingly expect for his ideal reader—one who can bond intellectually and emotionally with him as he tells his stories and presents his social messages. Rewards for such a culturally informed reader include the enjoyment of greater insights into Galdós’s characterizations, his reflections of quotidian realism, and his delightful humor (26).

Además, con el uso de esta técnica se economiza el número de palabras en la

descripción de un personaje; se crea un efecto humorístico e irónico a través de la

caricaturización, se evoca mundos diegéticos alternos y, finalmente, se busca

provocar una respuesta del lector. Esta técnica de caracterización facilita la

3 Emilia Pardo Bazán citada por González Megía (323).

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17

individualización del personaje a través de la identificación de marcas distintivas y

reiterativas durante su desarrollo en la trama.

En lo que respecta a otras manifestaciones artísticas, Rubén Benítez destaca en

Cervantes en Galdós la falta de exhaustivos y rigurosos métodos de investigación en

relación al diálogo intertextual respecto de las obras de Miguel de Cervantes y las

técnicas narrativas utilizadas por Galdós en la construcción de personajes.

No obstante, existe ya una significativa producción de artículos que se ocupan

de la relación intertextual entre Cervantes y Pérez Galdós. Pero no es hasta el VIII

Congreso Internacional Galdosiano, celebrado en el 2005, cuando el diálogo entre

Cervantes y Galdós ocupa parte importante de las discusiones destacando:

la importancia y complejidad de la relación de Galdós con el novelista alcalaíno, la cual —aunque se mantiene a lo largo de toda la narrativa de aquél— experimenta variaciones estéticas y cambios de sentido ideológicos desde sus primeras novelas hasta las publicadas al final de su vida. Ha quedado claro igualmente que el influjo cervantino convive en la obra de Galdós con las corrientes y modas literarias de su tiempo, con las cuales se integra armoniosamente (“Memorias” del VIII Congreso Internacional Galdosiano edit. Arencibia, del Prado Escobar Bonilla, Quintana Domínguez, 930).

Entre los aspectos más sobresalientes de la relación Cervantes-Galdós, destaca

el desdoblamiento del narrador cervantino, la asimilación por parte del autor canario

de la ironía cervantina, el juego del doble lenguaje, el “realismo mágico”, la parodia,

el humor y la crítica social. Además, tanto Galdós como Cervantes comparten “la

llamada de atención sobre la situación que rodea a España, no solamente como

nación, sino como ente pensante y en constante movimiento de crecimiento” (Morales

Umpiérrez, 140).

El motivo pastoril en la novela galdosiana se presenta como equidistante al

episodio de los pastores en el Quijote (II, 67) y constituye uno de estos ejes del

análisis intertextual. Ángel Ruiz Pérez advierte que la integración de los elementos

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bucólicos aparece en las primeras obras de Galdós como imágenes contrahechas, que

no favorecen la pretensión de los personajes de adoptar el rol de pastores, como se da

en el Quijote4, sino espacios campestres que abocetan imágenes infernales5. Las

alusiones a la vida campestre sirven también como instrumento para remediar los

grandes males de España.

El héroe cervantino, don Quijote, se manifiesta en la obra de Galdós para

nutrir a los personajes del idealismo quijotesco o bien para convertirlos en

expresiones de máxima locura ajenos a su contexto social e histórico. Este aspecto

está representado paradigmáticamente en el diálogo que mantiene hijo y madre en El

caballero encantado:

—¡Qué dulce paz! He dormido en tu regazo como un niño, y he soñado que vivimos en un mundo patriarcal, habitado por seres inocentes que no viven más que para compartir con amorosa equidad los frutos de la tierra... La Madre (Graciosa) —Hijo, te has anticipado a la Historia dando un brinco de cien años o más, para caer en un porvenir que yo misma no sé cómo ha de ser. (citado por Ruíz Pérez, 134).

Una vez más, el autor canario amolda el entorno del personaje para adaptarlo a

éste como una prolongación más de su caracterización. Además es justamente en este

enclave entre el mundo ideal e imaginario que ambiciona el hijo y el entorno social e

histórico al que se atiene la madre donde Galdós, apoyado en Cervantes, introduce “la

realidad [que se entremezcla] con la fantasía, lo deseado con lo verdadero, lo demente

con lo cuerdo” (Morales Umpiérrez, 144). Por otra parte, el trabajo de Leonardo

Romero Tobar introduce la reflexión sobre la tradición del Quijote con faldas6 y el

4 Véase el deseo que nace en don Quijote por adoptar la vida pastoril tras ser derrotado por el Caballero de la Blanca Luna ( Don Quijote, II, 67). 5 Según Ruiz Pérez, las minas en Marianela escenifican el infierno. 6 El personaje quijotesco con faldas, comenta Romero Tobar, se personifica en la figura de Isidora Rufete en la Desheradada, y a su lado la acompañan personajes a los que se atribuyen nombres de personajes cervantinos: el tío Santiago Quijano-Quijada, como también prefiguraciones a partir de

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arquetipo del personaje quijotesco libresco-compulsivo en la configuración y

deconstrucción del personaje galdosiano. La lectura compulsiva de libros se cristaliza

como la fórmula cervantina que utiliza Galdós para crear la identidad imaginaria de

algunos de sus personajes.

Otro aspecto al que también se refiere Romero Tobar está relacionado con la

construcción-deconstrucción del personaje, en el uso de la afirmación quijotesca de

“Yo sé quién soy y sé que puedo ser” (Quijote, I, V, 66). Según Romero Tobar,

Galdós reelabora dicha tesis para mostrar “la caída de sus personajes al cuestionar el

deterioro de sus propias imágenes ante los demás [personajes] y ante ell[os]

mism[os]” (Romero Tobar, 171). A partir de la reelaboración de, la construcción “soy

quien soy” que se convierte en un “ya no soy”, se crea todo un juego de

desconstrucción lingüística e identitaria que remite a don Quijote, sí, pero a un don

Quijote [...] que se abre a otro tipo de aventuras distintas a las que vivió el hidalgo

manchego7.

Es indudable, por todo ello, que la filiación literaria cervantina de la obra de

Pérez Galdós constituye un aspecto determinante en el estudio del corpus y del

personaje galdosiano. Los estudios críticos8 que se han ocupado de ver las huellas

cervantinas “que van desde las citas literales hasta la configuración de los nombres de

personajes [...], desde la topografía manchega [...] hasta el modelo de personajes

cervantinos configuradores de otros galdosianos” (Romero Tobar, 168), concuerdan

en que Cervantes es:

personajes quijotescos, Micomicona prefigurando a Isidora, Sancho, a don José Relimpio, el cura y el barbero al notario Muñoz y Nones (Romero Tobar, 168). 7 Véase Romero Tobar, 172. 8 Véanse los estudios de Rodolfo Cardona, Frank Durand, José F. Montesinos, James Hodie, Alfred Rodríguez y Linda Hidalgo, Rubén Benítez, por citar tan sólo algunos ejemplos (tal como los menciona Romero Tobar en su artículo sobre “La desheredada y la tradición del Quijote con faldas”, 168)

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el escritor que más marca la trayectoria galdosiana. Pero del mismo modo en que la obra del escritor canario evoluciona, también lo hace la influencia cervantina; según la época varía su preferencia por unos u otros aspectos: el lenguaje cervantino, su perspectivismo humorístico, el realismo de su obra, su españolidad esencial, la biografía del autor, la apreciación del sueño y de la fantasía como parte nada desdeñable de la realidad, o cuestiones temáticas o interpretativas como el idealismo de Don Quijote y los ímpetus heroicos, sus fantasías, la pacífica vida del principio y fin de Alonso Quijano, su revolucionarismo (Varela Olea, 156)

Los innumerables intertextos cervantinos de primero o segundo grado, la

visión de España como materia novelable o los marcos narrativos estructurantes9 son

tan sólo algunas de las marcas textuales que permiten establecer un diálogo

intertextual entre los dos autores.

El referente cervantino constituye, sin duda, un pilar en la configuración del

personaje galdosiano. Un modelo de caracterización de personajes similar al

cervantino se hace manifiesto en la alusión a los personajes quijotescos, en la

aplicación del perspectivismo como estrategia de caracterización o en el

comportamiento del narrador. Por lo tanto, me propongo en este trabajo indagar

acerca de los modos en que el personaje de filiación cervantina contribuye a la

configuración del mundo de ficción galdosiano. Estimo que el personaje cumple una

función primordial en la creación de la cosmovisión galdosiana. Tal cosmovisión se

caracteriza por la exhibición de figuras de la sociedad madrileña decimonónica, de los

habitantes de la urbe, principalmente de las clases media y baja, sumergidos en una

crisis cultural y económica, así como de los nexos que se establecen con el contexto

social decimonónico debido a la incorporación de pseudo referentes reales que

permiten crear vínculos con figuras públicas fácilmente identificables.

9 Desde la perspectiva del lector, Pimentel ve en todo texto literario una especie de "guía silenciosa" de lectura que estimula en el lector un trabajo de decodificación de algunos significados inscritos en el texto. Esta decodificación permite construir un mundo “que entrará en concordancia o discordancia, con el mundo del extratexto” (165). En mi opinión, se trata de un concepto asimilable a lo que la retórica clásica ha denominado intentio operis y la contemporánea, autor/lector implícito, o intencionalidad textual. Dicha intencionalidad genera marcos de referencia cuya identificación podría ser una de las bases para el estudio de las relaciones intertextuales entre obras y autores específicos.

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Sin embargo, este contexto decimonónico madrileño compite con un

planteamiento anacrónico manifiesto en la presentación de figuras inmersas en

mundos imaginarios. Estas figuras, alejadas de su realidad socio-histórica

decimonónica, son las responsables de crear inconsistencias en los valores temáticos,

simbólicos e ideológicos en el relato. El estudio simultáneo de estas figuras con otros

aspectos narrativos (como son los registros lingüísticos, el vínculo con la voz

narrativa y la comparación con otros personajes) permite establecer entre ellos

analogías y contrastes y determinar con ello la función del personaje en la narrativa de

Galdós. Me inclino a pensar que en estos enlaces se puede notar la centralidad del

personaje en la configuración del mundo de ficción de Galdós.

Es dable observar que en estas figuras, distantes respecto de su contexto socio-

histórico y sumidas en mundos alternativos y ficticios, la presencia del referente

cervantino, principalmente la figura de don Quijote, es más evidente, y ello se debe a

su falta de cordura y las connotaciones que de ella derivan. Los personajes

galdosianos dislocados socialmente, al igual que don Quijote, son figuras literarias

que se enfrentan a la sociedad, encubriéndose tras máscaras de demencia para no

enfrentar la crisis social, económica y cultural de su tiempo. Don Quijote se refugia en

los libros de caballería, tales como el Amadís de Gaula, para escapar de su condición

de hidalgo pobre. La imitación del modelo de conducta caballeresco le permite iniciar

un proceso de reconstrucción desde una distancia determinada respecto de su propio

pasado. El relato de su vida como el caballero don Quijote de la Mancha le permite, a

su vez, a través de la palabra, aludir a una nueva experiencia de vida.

Por su parte, los personajes de la obra de Galdós recurren a algunas

manifestaciones del pensamiento renacentista con el propósito de recuperar los ideales

espirituales de una época gloriosa:

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La vuelta al idealismo y espiritualidad que recorre Europa en ese momento contrasta con el espíritu positivista y pragmático del anterior periodo materialista, y hace que los escritores e intelectuales revaloricen las obras clásicas del Medioevo y del Siglo de Oro. Evasión más compromiso fundirán una literatura modernista, de búsqueda de la belleza, con otra de preocupación por los problemas nacionales y búsqueda de las ideas salvadoras de la patria. En España, Cervantes, máximo exponente de las letras hispánicas, renace con fuerza y esplendor (Nieto García, 296).

A partir del reconocimiento de los nexos que unen la obra de ambos autores,

me he propuesto mostrar cómo el referente cervantino se incorpora en la narrativa de

Galdós sin desequilibrar, alterar o cuestionar el contexto decimonónico a pesar de las

inconsistencias10 creadas por la confluencia de otros valores temáticos, simbólicos e

ideológicos propios del renacimiento español, contemplando a la vez dicho contexto

desde una distancia crítica.

El referente cervantino no se limita a la aparición de don Quijote. Hallamos

también relaciones con otros personajes como Sancho Panza, citas, intertextos de

primero o segundo grado, inferencias a episodios o alusiones a la geografía

manchega; todo ello contribuye a caracterizar al personaje en la obra de Galdós.

Como parte de mi análisis, examinaré a aquellos personajes que manifiestan rasgos de

la locura cervantina como un aspecto de su esencia constructiva, a aquellos que se

10 Existen dos tipos de inconsistencias, a nivel diegético y a nivel extradiégetico. Las inconsistencias diegéticas se pueden personificar en aquellas figuras que presentan una anomalía en su comportamiento, una monomanía o en las figuras de los locos-cuerdos siempre manifestando una disonancia con respecto al resto de los personajes. Con frecuencia, los puntos de vista de estas figuras se oponen a la norma general manifiesta en otros personajes, la cual coincide con la lógica de la representación correspondiente a la sociedad decimonónica española. Las inconsistencias extradiegéticas se manifiestan en la ruptura de los códigos de lectura pre-establecidos, creando extrañamiento y desfamiliarización respecto al texto: “Todo texto literario, aun cuando el lector esté familiarizado con sus códigos, conlleva un grado de novedad en la construcción de su material [...] De este modo, los cambios diacrónicos podrían converger en una modificación del grado de desautomatización suscitado por una obra, como totalidad, o de procedimientos específicos [o inconsistencias diegéticas] empleados en ella. Más aún, dichos cambios serían capaces de potenciar los efectos de extrañamiento ante un público cuyos modelos de percepción fueran disímiles respecto de los de la recepción primera [en este caso el lector del siglo XVII], para la cual el grado de ruptura pudiera haber sido limitado, ello ciertamente unido un mayor caudal informativo adquirido con el transcurrir del tiempo [como ocurre con el lector decimonónico frente a los intertextos renacentistas como el cervantino]” (Fine, 2000,45).

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evaden de la realidad refugiándose en mundos alternativos o imaginarios y también

aquellos otros personajes que desarrollan una verdadera obsesión, ya sea como

lectores o como escritores compulsivos.

Hasta el momento, en los estudios dedicados al personaje galdosiano no se ha

formulado un modelo de análisis que permita verificar al mismo tiempo los vínculos

del personaje con el contexto histórico decimonónico, su relación con otros aspectos

narrativos como la voz narrativa, el lenguaje y con otros personajes, y sus relaciones

dialógicas con referentes literarios como el cervantino. Por consiguiente, deseo

utilizar el modelo de caracterización de Josef Ewen (1971) como base en la

formulación de una nueva serie de parámetros que permitan sistematizar el análisis de

los personajes galdosianos y examinar su comportamiento en el corpus galdosiano

desde las diferentes categorías: léxicas, sintácticas, temporales, psicológicas y

narrativas.

El crítico israelí Josef Ewen ofrece un modelo de análisis para los personajes,

ratificando los acercamientos de E. M. Forster11, aunque advierte la falta de atención

al lugar y la función del personaje dentro del sistema narrativo, a los elementos

compositivos y a las herramientas lingüísticas para la construcción del mismo12. Se

percibe también en Ewen cierto recelo respecto a los trabajos que equiparan el

comportamiento humano con el comportamiento del personaje en el mundo de ficción

y aquellos estudios que desplazan al personaje de su papel de componente primario en

11 E. M Forster, en su estudio titulado Aspects of the novel (1955), determina, entre otros aspectos, que la diferencia entre una persona [homo sapiens] y un personaje [homo fictus] radica en la transparencia para conocer la interioridad del personaje y la imposibilidad de éste de experimentar cambios fisiológicos. ) 1(הבונים אותה לפני הקורה , תפקידיה הספרותיים בתוך היצירה והאמצעים הלשוניים, לא נידונו מקומה של הדמות 12 (“No se ha tratado el sitio que ocupa el personaje, su función literaria dentro de la obra y los procedimientos lingüísticos, como elementos constructores del personaje ante el lector”. La traducción es mía).

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la creación literaria13. La aplicación del modelo de análisis de Ewen a los personajes

de Galdós resulta útil para examinar los cambios que se registran en el personaje

durante su desarrollo, como también es útil para el análisis de su mundo interior,

donde las sensaciones, los pensamientos y los deseos se manifiestan a través del

narrador o en el discurso del personaje. Además, el modelo de Ewen constituye un

aporte al estudio de la vinculación del personaje a otros componentes narrativos,

como la trama, el entorno, la relación con otros personajes y el discurso, entre otros.

En este sentido, el estudio de los personajes tiene que considerar la naturaleza

heterogénea que caracteriza a los personajes en la narrativa de Galdós, tomando en

cuenta las estrategias que se utilizan para su configuración, el contexto histórico-

social y cultural, los modos de enunciación del discurso, la presencia de agentes

constructores y sus perspectivas. La sintaxis narrativa de Todorov y las categorías de

Genette sobre el tiempo, la voz narrativa y la focalización facilitarán el estudio del

desarrollo y manifestación de los personajes dentro de la historia.

II.1. La narrativa de Pérez Galdós

Yolanda Arencibia señala que el siglo XIX conoció el esplendor europeo de la gran

novela realista, en la que confluyó la extensa tradición del género apoyada en una

nueva visión del mundo. Novelistas ingleses como Dickens (1812-1870), franceses

como Balzac (1799-1850) o Zola (1840-1902) y rusos como Tolstoi (1828-1910) y

Dostoievski (1821-1881) dejaron títulos clásicos del género. España no se quedó

atrás. Emilia Pardo Bazán (1851-1921) y Leopoldo Alas, “Clarín” (1852-1901) son

algunos de los nombres que destacan en este periodo literario14.

) 1(הדמות הספרותית הוא המרכיב החשוב והראשוני בכל יצירה סיפורית 13 (“El personaje literario es el componente más importante y primario de toda creación literaria” . La traducción es mía). 14 Pérez Galdós, o la plenitud del realismo español. Conferencia presentada en el Ciclo Buñuel—Galdós: Vasos Comunicantes (Instituto Cervantes de Tel Aviv, Junio 2012). El material presentado forma parte del currículo de la Cátedra Pérez Galdós que imparte la Prof. Arencibia en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.

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El realismo, una corriente literaria que nace en Francia aproximadamente en la

década de 1850, se caracteriza por su aspiración a la impersonalidad, es decir, a la

fractura respecto de la subjetividad o yoísmo romántico, a su interés por proyectar a

través de la literatura las experiencias humanas colocando a los personajes en

situaciones complejas y dinámicas moderando —aunque no siempre con éxito— sus

demostraciones afectivas, así como la reproducción fotográfica de la realidad a través

del retrato.

En opinión de Pedraza Jiménez y Rodríguez Cáceres, el realismo es:

la realización más perfecta de la tendencia artística que busca el reflejo de su entorno. Se desarrolla en el momento en que la burguesía europea, y particularmente francesa, que hasta ese momento había alentado el espíritu revolucionario, se atrinchera en el poder, se vuelve más conservadora y se alía con las mismas fuerzas a las que había arrebatado el cetro: la nobleza y el clero (17).

La preocupación por plasmar la sociedad en el texto literario no le fue ajena a

Pérez Galdós. En “Observaciones sobre la novela contemporánea en España”, artículo

publicado en 1870, y en su discurso de ingreso como académico a la Real Academia

Española ocupando el sillón “N” en 1897, Benito Pérez Galdós se refiere a una novela

que debe apoyarse en la clase media como patrón social y literario:

[La clase media] es hoy la base del orden social; ella asume por su iniciativa y por su inteligencia la soberanía de las naciones, y en ella está el hombre del siglo XIX con sus virtudes y sus vicios, su noble e insaciable aspiración, su afán de reformas, su actividad pasmosa. La novela moderna de costumbres ha de ser la expresión de cuanto bueno y malo existe en el fondo de esa clase, de la incesante agitación que la elabora, de ese empeño que manifiesta por encontrar ciertos ideales y resolver ciertos problemas que preocupan a todos, y conocer el origen y el remedio de ciertos males que turban las familias. La grande aspiración del arte literario en nuestro tiempo es dar forma a todo esto15.

15 Pérez Galdós citado por Correa Gustavo, 1964, 99.

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La novela, en opinión de Pérez Galdós, debe estar basada en la observación

una la sociedad cuyo:

arte de componerla estriba en reproducir los caracteres humanos, las pasiones, las debilidades, lo grande y lo pequeño, las almas y las fisonomías, todo lo espiritual y lo físico que nos constituye y nos rodea, y el lenguaje, que es la marca de raza, y las viviendas, que son el signo de familia, y la vestidura, que diseña los últimos trazos externos de la personalidad: todo esto sin olvidar que debe existir perfecto fiel de balanza entre la exactitud y la belleza de la reproducción16.

La novela a la que se refiere Pérez Galdós pretende, por tanto, plasmar la

sociedad contemporánea como modelo, examinar a través de ella la problemática

social y crear retratos y cuadros de costumbres que permitan representar las figuras

humanas en detalle, sin descuidar la estética de la obra. La dificultad, sin embargo,

está en que la clase media española:

es tan sólo informe aglomeración de individuos procedentes de las categorías superior e inferior, el producto, digámoslo así, de la descomposición de ambas familias: de la plebeya, que sube, de la aristocrática, que baja, estableciéndose los desertores de ambas en esa zona media de la ilustración, de las carreras oficiales, de los negocios, que vienen a ser la codicia ilustrada, de la vida política y municipal17.

Y por tanto:

The character — the most important element in the novel — must be depicted as an individual, not as a type, and with all of the special traits springing from his rank and his environment; he must be typical only in the sense that he represents all the traits of his class; naturally, he must be contemporary, and drawn from any social level18.

De acuerdo a Thulié, los personajes, figuras centrales en la novela, deben

poseer rasgos que les permitan mostrarse como figuras independientes de otros

personajes. Dichos rasgos, asimismo, deben permitir su identificación con una clase

16 Fragmento del discurso leído ante la Real Academia Española, con motivo de su recepción como miembro. Est. Tipográfico de la Viuda e Hijos de Tello, Madrid, 1897 17 Pérez Galdós citado por Correa Gustavo, 1964, 102. 18 Henri Thulié citado por Correa Gustavo, 1964, 103.

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social específica. Los individuos descritos en la novela decimonónica, y

especialmente en la narrativa de Galdós, debido a su movilidad social, son únicos en

su configuración y, por ello, resulta complicado colocarlos en patrones de

caracterización prefabricados, aunque aún haya marcas que identifican al individuo

con su clase social. Así pues, el novelista intenta responder a las transformaciones

sociales y culturales, analizando al individuo específico, incluyendo también sus

interrelaciones con otros personajes y con el medio ambiente.

La obra de Pérez Galdós será la búsqueda constante de un estilo propio para

caracterizar la clase media española. Ello explica parcialmente la incursión de Galdós

en varios géneros literarios y su extensa producción artística a lo largo de cincuenta

años de escritura. Arencibia (2012) dirá que Benito Pérez Galdós:

interpretó la realidad de su tiempo, construyendo un fascinante universo de ficción en el que nunca falta la voluntad de constancia sociohistórica, el interés por el trazado de perfiles humanos significativos y complejos, y la búsqueda de la tensión textual necesaria para atrapar al lector en el espacio novelesco19.

Entre los múltiples intentos que se han realizado con el fin de clasificar la obra

galdosiana, destacan los trabajos de Joaquín Casalduero y Gustavo Correa. Ambos

investigadores coinciden en la presencia de un periodo que abarca desde los años

1867 a los años 1878, aunque no haya correspondencia exacta en la periodización de

ambos investigadores.

Casalduero propone cuatro categorías diferentes: histórica, naturalista,

espiritualista y mitológica, y con ello intenta abarca algunos de los atributos de la obra

de Galdós en lo que se refiere a su extensión espacial, temática, temporal y

psicológica. Cada una de estas categorías se subdivide, a su vez, en subcategorías:

19 Ver nota no. 13.

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abstracción, conflicto entre la materia y el espíritu, libertad, y un subperiodo

extratemporal. En mi opinión, en esta clasificación hay una asimetría en las

categorías. Mientras que la categoría superior abarca lo genérico, la categoría inferior

apenas se aproxima a lo concreto. En la clasificación de Casalduero se observa un

interés por reducir la diversidad temática presente en la obra de Galdós a un solo

aspecto: el histórico. Si bien es cierto que la materia histórica está presente en toda la

narrativa de Galdós, existen otros aspectos comunes a lo largo de la producción

literaria de Galdós como es la reflexión sobre la movilidad social producto de la crisis

social, económica y religiosa, la materia de España como recurso formativo.

El subperiodo mitológico, me parece más delimitado, pues se encargaría

únicamente de verificar el conjunto de leyendas y mitos dejando de lado el análisis del

individuo y los problemas cotidianos que lo afectan, aspecto que permanece a lo largo

del corpus galdosiano si bien abordado desde un enfoque más experimental como

ocurre en La incógnita (1888-1889) o en Realidad (1889).

La división de Gustavo Correa comprende igualmente cuatro categorías

coincidiendo solo en las dos primeras con Casalduero: histórica, naturalista, de

interiorización de la realidad y simbólica. Llamativamente, el crítico opta solo por un

subperiodo abstracto. Esto revela que no hay una correspondencia total entre las

categorías.

Casalduero Correa

Periodo Subperiodo Periodo Subperiodo

Histórico

(1867-74)

Abstracto

(1875-1879)

Histórico

(1867-1874)

Abstracto

(1876-1878)

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Naturalista

(1881-1885)

Conflicto entre la

materia y el espíritu

(1886-92)

Naturalista

(1881-1885)

Espiritualista

(1892-97)

La libertad

(1901-07).

Interiorización de la

realidad

(1886-1892)

Mitológico

(1908-12)

Extra-temporal

(1913-18).

Simbólico

(1909-1915)

Además, visto desde la perspectiva de Casalduero, el seguimiento cronológico

de la obra de Galdós sugiere una evolución lineal constante. Los argumentos que

ofrece Casalduero para explicar, por ejemplo, el primer periodo creativo de Pérez

Galdós, se apoyan en la siguiente propuesta:

El pasado tiene para Galdós un valor histórico y a la vez filosófico. Como valor histórico el pasado explica el presente y, por lo tanto, ayuda a comprenderlo; el pasado es la causa y el presente el efecto. Lo que estudia Galdós es esta relación mecánica causa-efecto en términos históricos: pasado- presente. Como valor filosófico, pasado es sinónimo de muerte, y presente lo es de vida. La oposición pasado-presente se transforma en la oposición muerte-vida, con una consecuencia muy importante, la de creer que el tiempo, no el hombre, es quien destruye y quien crea (Casalduero, 1942, 244).

Como consecuencia de los acontecimientos del pasado, el presente justificaría,

al menos en parte, el primer apartado de esta clasificación. Creo que también hay que

tomar en cuenta que la división en subperiodos en ambas clasificaciones es un indicio

de las variables en la evolución de la obra de Galdós y el intento de los investigadores

de subsanarlas.

Pedraza Jiménez y Rodríguez Cáceres se refieren al periodo histórico,

basándose en la clasificación de Correa, y señalan “que toda la narrativa galdosiana

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30

tiene una dimensión histórica; se nos muestra la vida del pueblo español en

circunstancias concretas que lo van conformando” (575). De modo que la atención a

lo histórico no es necesariamente determinante para un solo periodo, pero sí podría ser

dominante en él. Por ello considero que con estas dos clasificaciones estamos ante una

periodización algo reductiva, la cual sugiere una evolución unidireccional y lineal en

la obra de Galdós. Las clasificaciones de Casalduero y Correa no contemplan el

constante proceso de experimentación que caracteriza la extensa obra galdosiana.

II. 2. La obra narrativa de Galdós: una evaluación de algunos aspectos significativos

de sus novelas

En el presente apartado me propongo puntualizar algunos de los aspectos

constitutivos de las novelas del corpus galdosiano, los cuales poseen especial

relevancia para el presente estudio.

Benito Pérez Galdós comienza su carrera como escritor colaborando para el

periódico local canario El Ómnibus, en el año 1857. En el año 1862 parte a Madrid

para estudiar derecho, pero opta por la vida bohemia y de tertulia y en ese ámbito

publica su primera novela llamada La Fontana de Oro (1871) tras la que le sigue la

novela de El audaz (1872). Al mismo tiempo, a mediados del '72, dice don Benito:

“Me encuentro que, sin saber yo por qué sí ni por qué no, preparaba una serie de

novelas breves y amenas (…) a las que bautizó con el nombre de Episodios

nacionales” (Memorias de un desmemoriado, II-III) .

Los Episodios nacionales a los que se refiere el escritor en esta cita

comprenden cinco series que “se inician con la epopéyica lucha contra el invasor

francés [en la novela de Trafalgar] y terminan en la restauración [con la obra

Cánovas]” (Pedraza Jiménez y Rodríguez Cáceres, 672), incluyendo así: la Primera

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31

serie (1873-1875), la Segunda serie (1876-1879), la Tercera serie (1898-1900), la

Cuarta serie (1902- 1907) y la Quinta serie (1908- 1912).

De manera simultánea a esta aspiración de novelar la historia de España, don

Benito compone, “[s]in dar descanso a la pluma, escribí Doña Perfecta [1876],

Gloria, Marianela [1878] y La familia de León Roch [1878] (…). Cuando Alfonso

XII entró en Madrid estaba yo corrigiendo las pruebas de Gloria” (Memorias de un

desmemoriado, II, IV).

Gloria (1876-1877)

La versión que conocemos actualmente de Gloria fue publicada en 1877 y se

compone de dos partes. Le anteceden tres manuscritos y las pruebas de impresión20.

El primer manuscrito consta de 762 páginas y se asume que fue escrito entre 1871 y

1874. Los personajes con nombres diferentes a los designados en la versión final —

Don Juan Crisóstomo de Gibralfaro, Rosalía y Horacio Reynolds—, perfilan las

mismas características del texto final, en tanto instauran un moderado conflicto

religioso y la problemática amorosa de la novela, mas no poseen en sus nombres el

mismo efecto lúdico que se logra con el apellido Lantigua y la referencia a las

prácticas religiosas conservadoras de la versión final.

Gloria se sumerge en un recorrido por la temática amorosa compaginada con

el debate entre dos posturas religiosas opuestas. De este modo, Galdós logra hacer

confluir el fervoroso catolicismo de una familia tradicional como son los Lantigua y

la visión del exilio sefaradí representado por Daniel Morton:

[…] tú, que naciste del conflicto, y eres la personificación más hermosa de la humanidad emancipada de los antagonismos religiosos por virtud del

20 Los testimonios aquí presentados han sido elaborados por el crítico W.T. Pattison en su trabajo: “The manuscript of Gloria”.

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32

amor; tú, que una sola persona llevas sangre de enemigas razas, y eres el símbolo en que se han fundido dos conciencias, harás sin duda algo grande (Gloria II, 33, 471)21.

Brian J. Dendle asegura que la novela ha perdido el mérito y el respeto de la

crítica precisamente por la importancia que ocupa en ella el conflicto ideológico y

religioso representado en la pareja de Gloria y Daniel. Gloria, según la opinión

general de la crítica22, respondería así a los conflictos sociales de la España de finales

del siglo XIX, periodo marcado por una alta intolerancia religiosa23. De esta

interpretación surge la impresión errónea de que la obra es un ataque personal de

Galdós hacia la práctica y la enseñanza católica. Este último argumento se contrapone

a lo expresado por el propio autor en una de sus misivas:

Yo no he querido probar en dicha novela ninguna tesis filosófica ni religiosa, porque para eso no se escriben novelas. He querido simplemente presentar un hecho dramático verosímil y posible, nada más24.

Se trata de una obra diseñada a partir de la cuidadosa selección de referentes

literarios y bíblicos. La preferencia por el uso de apelativos o motes de doble

significación aporta a la novela una pincelada de sarcasmo unido al humor; así se

descubre, por ejemplo, que el nombre y la tonalidad de la piel de Juan Amarillo se

relaciona con el dinero y la usura; la familia conservadora y tradicionalmente cristiana

lleva el apellido Lantigua (La antigua); el cementero llamado José recibe el mote de

Caifás; y ni qué decir de Esther cuyo apellido, Spinoza, la introduce en el contexto del

éxodo de la comunidad judía por Europa, tras la expulsión española. Finalmente,

21 Todas las referencias a la novela de Gloria serán tomadas de la edición de Alianza Editorial, 1998. Se citará entre paréntesis el libro, el capítulo y la página. 22 Véase al respecto los trabajos de E. J. Rodgers, W. H. Shoemaker (1976). 23 Las novelas que abordan el tema de la intolerancia religiosa comprenden: Doña Perfecta (1876), Gloria (1877) y La Familia de León Roch (1878). 24 Dendle se refiere a la carta escrita por Galdós el 10 de marzo de 1877.

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destacan aquí las implicaciones religiosas que conlleva la designación del niño,

producto del amor entre Gloria y Daniel, cuyo nombre es Jesús (Gloria II, 33, 471).

No obstante, el diseño meticuloso y meditado de la novela se observa en la

exposición del argumento amoroso y religioso, afín a la conmemoración anual en el

calendario cristiano de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. En opinión de

Gustavo Correa “the ceremonies of Holy Week are a reenactment of precisely that

historical event for which Daniel's race has been persecuted for centuries”25. Además,

como E. J. Rodgers indica, se sugiere un paralelismo entre la traición a Cristo por

parte de su discípulo Judas Iscariote, con el tormento que los familiares y el pueblo de

Ficóbriga infligen en la joven Gloria por haberse enamorado de un judío y por la

actitud condenatoria hacia Daniel cuando descubren que es de origen semita.

La desheredada (1881)

El año 1881 es determinante para la narrativa de Galdós: Con la publicación de La

desheredada quedan diferenciadas dos etapas en su producción narrativa; la primera

se ocupa de la historia de España —el pasado— como material novelable, en tanto

que la segunda retrata la vida cotidiana y presente ocupándose de los conflictos

españoles del momento:

Surge una preocupación por España, originada en los problemas inmediatos que recargan la vida política del país durante la segunda mitad del siglo XIX, los levantamientos en Cuba y Puerto Rico —escojo dos entre los muchos posibles-, y no en los conflictos históricos, como por ejemplo, la influencia de la Iglesia en la vida civil española, de tan viejas raíces en nuestro pasado, novelados en obras anteriores (Gullón, 39).

En La desheredada, Galdós exhibe el microcosmos madrileño y nos “muestra

un mundo opresivo y de cortos vuelos que empuja a los personajes a una vida sombría

25 Correa citado por E.J Rodgers, 26.

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y rutinaria” (Pedraza Jiménez y Rodríguez Cáceres, 599). La novela se editó y ajustó

al sistema de publicación por entregas, una práctica lucrativa muy popular en el siglo

XIX, pero de ningún modo promotora de criterios estéticos26. Sólo en el año 1881 la

novela apareció como un texto unitario. Como advierte Ribbans, este formato de

entregas no devalúa el mérito literario de la novela, ya que a diferencia de otras

novelas similares, La desheredada no es “una narración descuidada, con frecuencia

anónima, de pocas páginas” (Ribbans, 68)27. Respecto al manuscrito de la obra,

Ribbans comenta que:

se ve que, si bien hay diferencias de consideración entre la versión primitiva y la publicada, el texto no sólo es completo sino que va dividido en capítulos y secciones que son esencialmente iguales a los que integran el texto publicado. La paginación es distinta en las dos partes: 555 cuartillas (con otras 37 rechazadas) y 578 (con 12 rechazadas), respectivamente. Se advierten, sin embargo, dos discrepancias estructurales de cierto relieve entre el manuscrito y la versión publicada: faltan tanto la dedicatoria a los maestros de escuela como los censos de personajes que en la primera edición preceden a ambas partes (71).

En efecto, La desheredada está compuesta por dos partes casi simétricas

(dieciocho y diecinueve capítulos respectivamente), que en opinión de Santana

Sanjurjo corresponden a la exposición del conflicto y la destrucción de la identidad de

la heroína. De este modo, la primera parte narra la historia de una joven, “Isidora

Rufete, pobre, huérfana de madre, con un padre encerrado en Leganés28, dispuesta a

26 Pereda se expresa con disgusto respecto a la publicación inicial de la novela a través del sistema de publicación por entregas. Esto queda de manifiesto en una carta fechada el 26 de marzo de 1881, en la cual le comunica a Galdós su molestia por la elección de esa forma de difusión de su novela (Ribbans, 68). Para Pereda, la publicación de la novela por entregas resulta nociva para la estética de Galdós, aunque reconoce su rentabilidad. 27 La desheredada es una novela extensa publicada por el periódico madrileño El Imparcial en su sección literaria de Los Lunes. El periódico liberal El Imparcial comunicaba: “Como teníamos anunciado se ha puesto de venta en todas las librerías el primer cuaderno de la novela de Pérez Galdós, La desheredada”(El Imparcial, jueves 10 de marzo de 188, ver apéndice) 28 La Casa de Dementes Santa Isabel de Leganés, el manicomio modelo diseñado por la Junta de Beneficencia del Estado, fue inaugurado en 1851, durante el reinando Isabel II, acondicionando las casas ducales de Medinaceli, adquiridas por 340.000 reales. En 1931 se aprobó un Decreto por el que se intentó transformar las instituciones psiquiátricas, recogiendo las ideas sobre asistencia psiquiátrica de la Asociación Española de Neuropsiquiatras y de la Liga de Higiene Mental. José Germain, desde la

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reclamar una supuesta legitimidad como nieta de la Marquesa de Aransís” (Gullón,

43). La segunda parte relata la decadencia de la heroína hasta su final prostitución,

tras ver derrotadas todas sus ambiciones de pertenecer a una familia de alcurnia.

Canencia, personaje de singular aparición únicamente al principio de la

novela, advertirá sobre los peligros de codiciar el bien ajeno, aleccionando así a la

heroína e indirectamente al lector. Afirma que la avaricia desproporcionada conduce a

la locura y, como consecuencia, a la internación en centros de salud como el de

Leganés:

Hija mía —dijo el anciano con vivacidad—, una de las enfermedades del alma que más individuos trae a estas casas es la ambición, el afán de engrandecimiento, la envidia que los bajos tienen de los altos, y eso de querer subir atropellando a los que están arriba, no por la escalera del mérito y del trabajo, sino por la escala suelta de la intriga, o de la violencia, como si dijéramos, empujando, empujando... (I, 1, 31).

Esta alusión directa a la locura y a la ambición desproporcionada produce una

posible identificación con el héroe cervantino que codicia desmedidamente los

honores y la fama de la caballería, siendo éste un pobre hidalgo de la Mancha,

mientras Isidora cree que pertenece a la aristocracia y, en concreto, a la familia de

Aransís.

No obstante, la analogía respecto del referente cervantino no se circunscribe

únicamente a la isotopía de la locura y la ambición. Las huellas cervantinas también

se registran en la alusión a la topografía manchega (los personajes son oriundos de la

Mancha y del Toboso), a la diálectica entre la ilusión y la realidad, a los intertextos de

primero y segundo grado que reproducen anécdotas y episodios quijotescos, entre

Dirección General de Sanidad y como Secretario del Consejo Superior Psiquiátrico, impulsa las acciones que sitúan a la psiquiatría española en el escenario internacional y participa en la difusión de la salud mental recorriendo ciudades y pueblos (Misiones y Semanas de Higiene Mental). (Información obtenida de Instituto Psiquiátrico Servicios de Salud Mental José Germain http://www.madrid.org/cs/Satellite?cid=1152602288093&language=es&pagename=HospitalJoseGermain%2FPage%2FHGER_pintarContenidoFinal)

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otros tantos ejemplos de los cuales veremos algunos casos en la sección

correspondiente29.

Las novelas que se publican después de La desheredada insisten en la dialéctica entre

la “realidad ficticia o soñada, y la realidad concreta o cotidiana” (Pedraza Jiménez y

Rodríguez Cáceres, 603). Por esta razón, Yolanda Arencibia las llama epopeyas

cotidianas30. A este grupo pertenecen las novelas de El doctor Centeno (1883),

Tormento (1884), La de Bringas (1884), Lo prohibido (1884-1885), Fortunata y

Jacinta (1886-1887), Miau (1888), Las novelas de Torquemada (1892-95). Tras ellas,

siguen La incógnita (1888-1889) y Realidad (1889).

Fortunata y Jacinta (1886-1887)

Fortunata y Jacinta es una de las novelas más extensas de Pérez Galdós. Esta consta

de cuatro partes y, según Montesinos, “es la obra en que el costumbrismo español

alcanza su más alta cima”31 y además es considerada como “el gran monumento

narrativo” (Estéves, 116) de Galdós. La trama narra:

la historia de dos casadas, o por mejor decir, dos malcasadas: Fortunata, hija del pueblo llano, y Jacinta, hija de la burguesía floreciente. Fortunata representa la Naturaleza y Jacinta la Cultura. Pero en el destino novelístico ambas se verán unidas a través del hijo que Fortunata ha concebido, no con Maxi, su esposo, sino con Juanito Santa Cruz, esposo de Jacinta y amante suyo. (Merchán Cantos, 126)

29 Véanse los trabajos de Lakhdari, Romero Tobar, Ontañon y Santana Sanjurjo.en Galdós y el siglo XX: Actas del VIII Congreso Internacional Galdosiano (Las Palmas de Gran Canarias, 2005) 30 Véase la nota no. 14. 31 Montesinos citado por Pedraza Jiménez y Rodríguez Cáceres, 631. El costumbrismo aparece a mediados del siglo XIX y se destaca por “un largo proceso y preocupación por el reflejo y estudio de la sociedad circundante, predominando en todas ellas la preferencia por el tipo y olvidándose casi por entero de la escena” (Rubio Cremades, 460).

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Además de esta temática amorosa y el asunto de la maternidad, la novela

expone lo cotidiano, aquellos conflictos de clases que se reflejan en la ambientación

de espacios de acción diferenciados: la alta burguesía y el pueblo y los problemas a

los que se enfrentan respectivamente los personajes en cada entorno. De esta forma, la

rivalidad entre las dos mujeres no solo se restringe a una cuestión de amores.

Cardona comentará que es justamente “la yuxtaposición de asuntos y

personajes que van creando ese mundo donde pasamos de una vida a otra, de una

situación a otra” (2009, 133). Así pues, Fortunata y Jacinta ilustra los alcances de una

novela que permite ser analizada desde la perspectiva histórica y social de la época en

que fue creada32. Como consecuencia de esto, la novela de Galdós, junto con otras

novelas del siglo XIX, “funcionan como espejos para la sociedad y se conciben como

mecanismos para inspeccionar el progreso y medir aspiraciones. Este espejo permite

que los individuos comprendan totalidades globales y se sitúan en una esfera pública

de ciudadanos anónimos con intereses comunes” (David R. George, Jr., 159). La

sociedad española decimonónica para Galdós constituye su materia novelable y cada

personaje es el comienzo y núcleo de otra historia. Pérez Galdós ve en el extratexto,

en concreto en la sociedad decimonónica española, los elementos para recrear y

representar en cada uno de sus mundos diegéticos a personajes cuyas historias

individuales y particulares merecen ser contadas:

Y sale a relucir aquí la visita del Delfín al anciano servidor y amigo de su casa, porque si Juanito Santa Cruz no hubiera hecho aquella visita, esta historia no se habría escrito. Se hubiera escrito otra, eso sí, porque por doquiera que el hombre vaya lleva consigo su novela; pero esta no (Fortunata, I, IV-IV) 33.

32 Esta novela se materializó en una adaptación televisiva fidedigna en extremo respecto de su referente literario. Entre los años 1976 a 1979 se produce y transmite bajo la dirección de Mario Camus, la serie para la Televisión Española (TVE) Fortunata y Jacinta. 33 Véase la nota no. 14.

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Las figuras femeninas de Fortunata y Jacinta marcan el principio de una serie

de novelas donde el personaje femenino cobra mayor solidez y protagonismo, como

ocurre en las novelas Tristana y La loca de la casa (1893).

Tristana (1892)

La novela Tristana narra el proceso de metamorfosis al que se somete la joven

Tristana al quedar al amparo de un caballero con aires medievales e intenciones

donjuanescas. La novela de Galdós nos muestra cómo, en la lucha por la realización

personal de Tristana, la figura femenina no logra situarse en ninguna de las tres

ocupaciones determinadas para el prototipo de la mujer decimonónica: el matrimonio,

las tablas y la prostitución. Su postura como hija-querida de don Lope y, a su vez,

como amante de Horacio, encamina al personaje hacia la profesión innombrable. Con

ello, el personaje de Tristana, en un constante proceso de metamorfosis, pasa de ser

una joven con aspiraciones artísticas a una figura deforme y desproporcionada.

En un comienzo, la imagen de Tristana se diversifica a partir de las diferentes

perspectivas que de ella expresa el personaje colectivo para describir la relación entre

ella y don Lope. Más tarde, los estados o las relaciones familiares que se le atribuyen

a Tristana como esposa, hija y amante se concretan finalmente en la representación de

un objeto comparable a una petaca.

Su historia vital, que se conoce por la referencia a sus padres, Antonio Reluz y

Josefina Solis, aporta dos rasgos que se mantendrán en en la configuración del

personaje a lo largo de la trama. La locura primordialmente podría ser el factor que

explique los extremos cambios de ánimo de Tristana, que van fácilmente “del júbilo

desenfrenado y epiléptico a una desesperación lúgubre” (17, 144). Tristana, en su rol

de hija-amante queda imposibilitada de ejercer la más “dignificante” carrera que

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puede desempeñar una mujer. Por esta razón, Tristana proyecta en Horacio sus deseos

de ser esposa y digno miembro de la sociedad. No obstante, el Horacio que se supone

cumplirá todos estos anhelos de la protagonista no es el personaje con el que convive.

El Horacio con el que Tristana intentará resolver su problema es una imagen

idealizada que existe solo en la mente del personaje. Se trata de un proceso mental,

que al igual que en don Quijote, permite someter el mundo social en que vive a una

transformación radical, para así adecuarlo a su parecer y opinión: una configuración

que, como dice Ricardo Gullón, nos ofrece una “persona” distinta en una etapa del

texto.

Queda así demostrada la capacidad de la protagonista de evadir su realidad

tomando control de sí misma y del espacio y los seres que la rodean, reformulándolos

de una manera muy creativa, y demostrando con ello su competencia como agente

constructor en su propia reconstrucción y en la de Horacio (como dan testimonio sus

cartas).

De este modo, el personaje logra el máximo grado de codificación y

construcción de su persona, su mundo y sus afectos. Se trata de una victoria interior

que contrastará con la subsiguiente faceta degenerativa del personaje: la enfermedad y

la amputación de su pierna. La mutilación de parte de su cuerpo cobra gran

importancia desde el punto de vista de su configuración. Al perder su extremidad, el

personaje pierde también su condición humana y retoma el papel de muñeca que tenía

en un principio.

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Es de destacar aquí también el simbolismo de la novela. El retrato con que se

describe inicialmente a Tristana se sirve de los rasgos distintivos del armiño para

enfatizar la blancura y pulcritud del personaje34.

Retomando el tema de la descalificación social en Tristana, como en la La

desheradada, los errores cometidos frente a la sociedad se pagan con la desaparición

o deshumanización de los personajes. No obstante, en ambos casos, la

deshumanización paulatina de estos no interfiere en el desarrollo y la plenitud

creativa, tanto de Tristana como de Isidora.

En la última fase de este repaso por la narrativa de Pérez Galdós, destacan las obras

Ángel Guerra (1890-1891), Nazarín (1894), Halma (1894) y Misericordia (1897).

Galdós retoma en esta etapa la temática religiosa. La novela Nazarín, junto con

Halma y Misericordia, escritas entre los años 1890-1897, conforman la trilogía

galdosiana de corte religioso. Estas tres novelas marcan una nueva etapa de

experimentación narrativa. Para Gustavo Correa, por ejemplo, la presencia de

referentes bíblicos o de corte espiritual y religioso en las tres novelas, escritas todas

durante este periodo, dan prueba de un posible acercamiento del autor al misticismo

español tradicional. El crítico afirma que la familiaridad con que Galdós se acerca a

los textos de Santa Teresa o San Juan de la Cruz le permite modelar ciertos personajes

y determinar algunos detalles de carácter religioso que se encuentran en estas novelas.

De esta forma, Galdós incorpora figuras bíblicas como Goliat, inagura nuevos campos

semánticos y ofrece debates en materia de fe o de conducta religiosa entre los

diferentes personajes:

34 El valor simbólico del armiño se pone de manifiesto en el cuadro La dama del armiño de Leonardo Da Vinci (1488-1490), cuyo retrato de la joven amante, en mi opinión, puede coincidir con la descripción de Tristana. La mujer retratada es una joven de 17 años, llamada Cecilia Gallerani, y sus cualidades sobresalientes —el equilibrio y la tranquilidad—, son simbolizadas en la representación del armiño, al que se le adjudicaba dichas cualidades en la Edad Media.

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Veo a Goliat ante mí, y sin reparar en su poder, me voy derecho a él con mi honda. Es propio de mi ministerio amonestar a los que yerran; no me acobarda la arrogancia del que me escucha; mis apariencias humildes no significan ignorancia de la fe que profeso, ni de la doctrina que puedo enseñar a quien lo necesite...Pero antes he de decirle que está usted en pecado mortal, que ofende a Dios gravemente en su soberbia, y que si no se corrige, no le servirán de nada su estirpe, ni sus honores y riquezas, vanidad de vanidades, inútil peso que le hundirá más cuanto más quiera remontarse (III, 7, 127)35.

En esta cita se pone de manifiesto el conjunto de circunstancias adversas que

se van sumando alrededor de la figura de Nazarín, desde el incendio de su casa hasta

su huida de Madrid; estas circunstancias no lo distraen de su propósito de dedicarse a

la vida contemplativa y espiritual. Para demostrar su convicción y fortaleza espiritual

y siendo consciente de su pequeñez frente a la gran tarea que tiene por delante, decide

enfrentarse a ella, tal como David lo hizo con el gigante Goliat. De esta forma, en la

figura biblíca de Goliat se ven representados los pecados capitales, siendo la soberbia,

como queda ejemplificado en la cita, uno de ellos.

Nazarín (1894)

En una novela como Nazarín, el acercamiento a las grandes figuras del misticismo

español es determinante para la construcción del personaje principal. De esta forma,

se percibe en el clérigo un proceso de reconstrucción de dichas figuras místicas, a

través de su renuncia a la vida sedentaria, el total abandono de su persona en

búsqueda del bienestar de su alma y de la de aquellos que lo acompañan en su

peregrinaje.

35 Las referencias de Nazarín serán tomadas de Benito Pérez Galdós, Nazarín, Biblioteca Pérez Galdós, Madrid, Alianza Editorial (2005). Quedará indicado entre paréntesis la parte, el capítulo y la página.

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Además, Nazarín establece un nexo con el infante Jesús de Gloria, al recibir

ambos la denominación de nazarenos, y al estar asociados a la figura de Jesús. Según

Alexander A. Parker, este nexo va más allá de una mera alusión onomástica:

El simbolismo de los nombres, siempre tan querido y practicado por Galdós, en estos dos personajes separados por dieciocho años de incansable invención novelesca, responde a un interés permanente por la figura de Cristo. Interés que, en muchos casos, sólo se insinúa con leves alusiones microtextuales; en otros, parpadea en guiños iconográficos con trascendencia narrativa o en la caracterización de personajes que reúnen algunos de los rasgos de la figura evangélica, y en algunas novelas, como en Nazarín, construye una metáfora central que recopila los más estimables valores de su momento histórico (Alexander A. Parker citado por Romero Tobar, 479)36.

Como hemos visto anteriormente, el nombre de los personajes tiene un doble

valor: en principio, el nombre es una marca de identidad que separa al personaje del

resto de los personajes; a su vez, el nombre puede también tener una filiación con una

figura del extratexto o con un personaje literario. Los casos más frecuentes de esta

forma de afinidad se observan en el nombre de don Quijote y en la figura de Cristo.

Al respecto, Romero Tobar añade que en la representación finisecular de Cristo existe

una correlación entre:

la dimensión del revolucionario social dominante en el Cristo romántico, la tendencia a la indagación en lo patológico [en la locura del personaje] y el interés por lo numinoso que despertó el simbolismo francés del fin de siglo (476)37.

36 Como veremos en este trabajo, la imagen de Cristo junto con la de don Quijote aparecerá en más de una ocasión. La representación más sencilla se observará en la adopción del nombre o apodo de Jesús y Nazareno (en Gloria y Nazarín); en otras ocasiones algunos protagonistas imitarán su fe y su enseñanza (en Nazarín y Misericordia) y finalmente se manifestará en aquellos momentos en los que se representa su vida y su calvario (Gloria). 37 Es dable pensar, recordando las palabras de Nazarín (III, 7, 127), que el personaje está dispuesto a combatir frente al enemigo-pecador, como un revolucionario, sacrificándose ante “Goliat” a favor de los demás con el propósito de conseguir un bien supremo. Esto es lo que el lector hispano decimonónico, según lo explica Romero Tobar, comprendía al ver representada la figura bíblica de Cristo.

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43

El mismo tema crístico reincide en Halma con la reaparición de Nazarín38:

que por aquellos días monopolizaba la atención pública, y traía de coronilla a todos los periodistas y reporters. Divididos los pareceres sobre aquella extraña personalidad, unos le tenían por santo, otros por un demente, en cuyo cerebro se habían reunido con extraordinaria densidad los corpúsculos insanos que flotan, por decirlo así, en la atmósfera intelectual de nuestro tiempo (Halma, I, 6, 42).

Analizando el personaje de Nazarín de forma independiente o en esta relación

inter-intratextual en las tres novelas galdosianas, es posible observar la construcción

de la imagen de un Cristo ficcionalizado, cuyo enclave literario podría ser don

Quijote. Por ello Stacey L. Dolgin señala que:

both Christ and don Quijote symbolize a supreme idealism set forth in a specific historical moment in which a prevailing materialism perceives their ideals to be anachronistic and, therefore, diagnoses that the two men are insane39.

Montes Docel añade que ambos arquetipos, histórico uno y literario el otro,

facilitan la configuración de diferentes versiones fragmentarias del personaje a través

de agentes diversos, como cronistas, reporteros y personajes-narradores de la diégesis.

A la emulación de ambos modelos, especialmente el cervantino, deben también

sumarse los guiños estilísticos que evocan el idiolecto cervantino: como algunas

formas arcaizantes de la lengua castellana, el uso de frases hiperbólicas, la

incorporación de referentes bíblicos y el empleo del léxico propio de la caballería

medieval y renacentista.

38 La novela Halma, publicada también en el año 1895, a escasos meses de diferencia de la publicación de Nazarín, marca una continuidad narrativa determinante para la relación intra-intertextual. Se observa allí la prolongación del personaje en otras circunstancias narrativas y, probablemente, con un desarrollo evolutivo diferente al que se observa en Nazarín. En una carta a Navarro Ledesma afirma Pérez Galdós, en referencia a Halma, lo siguiente: “Estoy haciendo la segunda parte de Nazarín, que espero salga en octubre, o principios de noviembre” (Galdós citado por Montes Docel, 184). 39 Stacey L. Dolgin citado por Montes Docel, 185.

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44

Asimismo, se debe reflexionar sobre las afinidades de Nazarín con el texto

cervantino en el desdoblamiento de los personajes, la multiplicidad funcional de la

voz narrativa, la presencia del Carnaval y la semejanza con algunos episodios

quijotescos40, por mencionar solo algunos aspectos.

Misericordia (1897)

Misericordia, escrita entre los meses de marzo y abril de 1897, es la última de las

novelas galdosianas de la trilogía de corte religioso (junto a Nazarin y Halma). Se

trata de una novela que se ocupa del tema cristológico a través de la figura de su

protagonista. La crítica galdosiana, entre ellos Robert H. Russell, consideran que en

esta novela el personaje Benigna encarna la figura de Cristo, y ello a partir de la

representación de una de las virtudes teologales más importantes de la Iglesia católica:

la caridad.

La Primera Epístola a los Corintios afirma:

1 Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe. 2 Aunque tuviera el don de profecía, y conociera todos los misterios y toda la ciencia; aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, nada soy. 3 Aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, nada me aprovecha (1 Cor., 13:1-3).

Si se aceptara este referente bíblico como la base ideológico-teológica

primordial de Misericordia, la virtud cristiana de la caridad se impondría a priori

como eje para la configuración y existencia de todos los personajes. No obstante, esta

virtud resulta determinante únicamente para Benigna y no para el resto de los

personajes. En la protagonista, los preceptos bíblicos cobran significación a partir de

40 El discurso sobre las letras (I, 4) y el encuentro con Pedro Belmonte (III, 6) son episodios que evocan en su contenido el discurso pronunciado por don Quijote sobre las armas y las letras y el encuentro del Caballero de la Triste Figura con el caballero del Verde Gabán, respectivamente.

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un sugerente juego de permutación entre la palabra caridad y el nombre de la

protagonista. Los parámetros que describen a la abnegada sirvienta en la trama son

comparables con los preceptos que aparecen en el texto bíblico en relación a la

caridad:

4 Benigna [La caridad] es paciente, es servicial; Benigna [la caridad] no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; 5 es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; 6 no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. 7 Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta. 8 Benigna [La caridad] no acaba nunca (compárese 1 Cor., 13:4-8).

En la misma línea de argumentación, es dable afirmar que la creación y

posterior aparición de don Romualdo, es “el punto central de Misericordia” y que este

milagro, como lo llama Gullón, “aparentemente foráneo, ocurr[e] y se ajust[a] a la

estructura novelística sin violentar en nada el ambiente «realista» creado por Galdós”

(Gullón, 2005, 171). Se trataría de un ambiente realista, en el cual Pérez Galdós se

propone:

descender a las capas ínfimas de la sociedad matritense, describiendo y presentando los tipos más humildes, la suma pobreza, la mendicidad profesional, la vagancia viciosa, la miseria, dolorosa casi siempre, en algunos casos picaresca o criminal y merecedora de corrección (Pérez Galdós citado por García Lorenzo, 15).

De esta suerte, se plantean dos perspectivas en la trama: aquella que nos

comunica con la atmósfera de lo imaginado, en su relación directa con la religión, y

aquella que pormenoriza la situación de los mendigos. Dicho de otro modo,

constantemente se renueva en la mente de la protagonista y de los personajes “la

extraña confusión y mezcolanza de lo real y lo imaginado” (Nazarín, 30,249).

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Misericordia ofrece también al lector un discurso sobre el problema de la

mendicación y la movilidad social, reflejo de:

changing attitudes towards poverty and the poor which took place in Spain as a result of the incipient process of industrialization from around the 1840s and the increased immigration from an impoverished countryside which this caused. Social and economic transformations in the course of the nineteenth century exacerbated the long-standing problem of mendicity in big cities, especially in Madrid, whose industrial structures, still underdeveloped, were unable to absorb a rapidly expanding labour force. The large gap between demographic and economic growth generated increasing numbers of unemployed, many of whom were forced into mendicity (Fuentes Peris, 109).

Galdós, con su confederación de combatientes de la pobreza y el retrato de una

familia venida a menos, exhibe las dos categorías de la clase necesitada

decimonónica: aquellos que piden por necesidad y aquellos que piden por vicio o por

pereza de trabajar; este último aspecto queda representado en la figura de Frasquito

Ponte.

Y si de lenguaje como herramienta de caracterización se trata, cada uno de los

personajes en la obra entera de Benito Pérez Galdós tienen un habla peculiar o un

rasgo linguïstico que los caracteriza, especialmente el ciego Almudena. Asimismo, en

su obra podemos encontrar “otros personajes con parecidos rasgos de exotismo o

torpeza idiomática, sino por tratarse de una figura principal —las otras no lo son—

cuya lengua áspera y dificultosa se nos transcribe con especial abundancia”41.

En síntesis, la narrativa de Galdós no puede ser juzgada desde un solo ángulo

crítico. Su característica heterogeneidad y el amplio espectro de obras facilita la

apertura de líneas argumentativas variadas, sean estas históricas, psicológicas o

ideológicas. De los intentos por clasificar la obra de Galdós es quizá, en mi opinión, el

41 Lida citada por García Lorenzo, 42.

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más acreditado y el más viable aquel que sugiere una división anterior y posterior a

La desheredada, ya que permite recorrer la narrativa galdosiana sin ninguna

restricción cronológica. Además es posible, de este modo, apreciar recursos y

temáticas recurrentes en la narrativa de Galdós:

La verdad es que existe un mundo de novela. En todas las imaginaciones hay el recuerdo, la visión de una sociedad que hemos conocido en nuestras lecturas; y tan familiarizados estamos con ese mundo imaginario que se nos presenta casi siempre con todo el color y la fijeza de la realidad, por más que las innumerables figuras que lo constituyen no hayan existido jamás en la vida, ni los sucesos tengan semejanza ninguna con los que ocurren normalmente entre nosotros42

II. 3. Referencias cervantinas en la narrativa de Galdós

Rubén Benítez, en su estudio Cervantes en Galdós (1990), observa que en las

bibliotecas de don Benito Pérez Galdós en Madrid y Santander se encontraron al

menos cuarenta títulos relacionados con Cervantes y su obra. Benítez observa que al

analizar la colección de libros resalta el interés de Galdós por la exégesis cervantina a

partir de las interpretaciones esótericas del Quijote –lecturas que intentan descubrir

los subtextos espirituales, místicos y otros que se ocultan entre las líneas del Quijote.

Coincido con Benítez en que las “novelas de Galdós constituyen episodios de

una constante meditación cervantina que implica el análisis del espíritu nacional y la

imitación del Quijote como fórmula novelística que mejor lo expresa” (34). Me

parece asimismo que esta reflexión no deriva únicamente de la interpretación

esóterica de la novela cervantina, sino de una lectura cuidadosa y de la comprensión

de los recursos utilizados en la misma, como también el acercamiento a su polisemia.

La influencia de Cervantes en la narrativa de Galdós se percibe en la presencia

de la materia quijotesca, en el principio de imitación de modelos literarios específicos

42 Pérez Galdós citado por la Casa-Museo en “Observaciones sobre la novela contemporánea en España”, 1870.

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(por ejemplo, a través de códigos de conducta o comportamiento tales como los de la

caballería medieval), en la dualidad entre el idealismo extremo y el realismo más

bajo, en el devenir y la especularidad entre el mundo real y el mundo imaginado, en el

emplazamiento de un contexto histórico anacrónico, en la técnica de presentar el

punto de vista a través de una red de perspectivas, en la introducción de la melancolía

y la ironía cervantina, en la abundante presencia de relatos metadiegéticos, en la

expresión pura del estado anímico de sus narradores, en la memoria mimética

cervantina, y en la caracterización de sus personajes, por mencionar solo algunos

aspectos.

La presencia del Quijote en la narrativa de Galdós es indudable, pero según

podemos comprobar en las novelas que serán analizadas en este trabajo, el número de

referencias directas a los personajes cervantinos es mínimo. El nombre de don Quijote

se menciona sólo tres veces: en Gloria (I, 6); en una ocasión como nombre propio

(IV, 53) y en otra como adjetivo, en Tristana (II, 43). En cambio, en las novelas de La

desheredada, Fortunata y Jacinta, Nazarín, y Misericordia no existe ninguna

referencia directa a la figura del caballero andante.

El total de alusiones directas al personaje de don Quijote no es indicativo de la

naturaleza del diálogo entre Cervantes y Galdós; éste varía de novela en novela,

siendo mucho más frecuente en las novelas de la primera serie de los Episodios

Nacionales. En mi opinión, la influencia cervantina en la narrativa de Galdós se puede

entender mejor si se reconocen y analizan relaciones intertextuales específicas

reconocibles entre textos. Cabe advertir, sin embargo, que debido a que la presencia

intertextual cervantina varía en la narrativa de Galdós, incluso dentro de una misma

novela, es posible observar que una referencia que en principio parece concreta y

directa puede sufrir un cambio o evolucionar dentro de la novela. Para un mejor

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análisis de los recursos utilizados por Galdós en su diálogo con Cervantes, propongo

examinar las referencias cervantinas según su grado, considerando la cercanía o

alejamiento transformativo que guardan respecto de la obra de Cervantes en general y

con el Quijote, en particular. En cada uno de estos grados de intertextualidad mostraré

algunos ejemplos y examinaré, a partir de los contextos en los que se inscriben, su

significación dentro del texto galdosiano bajo la premisa de que Pérez Galdós

reelabora el referente cervantino para incorporarlo y adaptarlo al contexto de la novela

decimonónica realista.

Las marcas intertextuales de primer grado corresponden a citas textuales del

Quijote. Éstas coinciden, a veces, con la evocación de los nombres de algunos de sus

personajes, como don Quijote y Sancho. Las referencias de segundo grado

corresponden a alusiones al Quijote a través de la presentación de figuras o

situaciones análogas a las de la novela cervantina, como también la adaptación de

algunas intervenciones discursivas, como por ejemplo, el debate de las armas y las

letras, o a la reescritura de secuencias y la incorporación del escenario manchego

como espacio diegético de acción.

En el caso de los intertextos cervantinos de tercer grado, éstos se asocian al

corpus cervantino de modo más indirecto, a partir de puntos de contacto de carácter

temático, de la apropiación de algunas estrategias narrativas en la configuración del

mundo diegético y en la reproducción y finalmente reelaboración de algunos métodos

de caracterización de sus personajes.

II. 4. El universo diegético en la narrativa de Galdós

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La compleja red de interrelaciones que opera en la narrativa de Galdós obliga a

indagar en las diferentes formas de construcción del universo diegético. En principio,

la historia, entendida según Pimentel como “una serie de acontecimientos

interrelacionados y no como ocurrencias aisladas” (19), introduce referentes reales,

acontecimientos trascendentales de la historia de España, como los movimientos

sociales del periodo de la Restauración, y los combina con acontecimientos ficticios

que se incorporan en el relato para crear un efecto realista. Esta doble modalidad

“pone el énfasis en la potencialidad imitativa o reproductiva de una realidad exterior

[...y] desplaza el eje central del asunto desde un mundo que precede al texto a aquel

otro creado autónomamente dentro de él” (Darío Villanueva, 30). De esta forma, el

mundo diegético en las obras de Galdós cobra autonomía para representar la sociedad

española de su tiempo, aspecto sumamente importante para la configuración de sus

personajes.

Es dable observar que Galdós atribuye a sus personajes rasgos lingüísticos

determinados, para repetirlos después como elementos identificadores en sus

correspondientes intervenciones, ya sea a través de muletillas, vulgarismos o

extranjerismos (Rodríguez Marín, 154). Estas formas de expresión discursiva le

permiten describir estratos sociales y culturales heterogéneos, ya que:

Todas las palabras tienen el aroma de una profesión, de un género, de una corriente, de un partido, de una cierta obra, de una cierta persona, de una generación, de una edad, de un día, de una hora. Cada palabra tiene el aroma del contexto y de los contextos en que ha vivido intensamente su vida desde el punto de vista social: todas las palabras y las formas están pobladas de intenciones (Bajtin, 110).

Este afán de plasmar la sociedad tiene su fundamento en una tradición

mimética, en “la existencia de una realidad unívoca anterior al texto” (Darío

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Villanueva, 31) y “en las dotes de observación de [Galdós...] y, sobre todo, en su

acomodo fiel a la verdad” (Darío Villanueva, 32).

Aunque la ilusión de realidad se deriva, en principio y desde la perspectiva del

realismo literario, de una observación por parte del autor de aquella información que

le permite construir la imagen como una representación de la realidad, en la narrativa

de Galdós se pone en práctica también el desarrollo de diversas estrategias

compositivas para configurar su propia realidad textual. Una de estas estrategias es la

recreación de escenarios ricos en nombres y series predicativas, escenarios llenos de

objetos cuya descripción rebasa el límite de la simple enunciación de listas para darles

forma, textura, tamaño, etc. Dicha particularidad permite que algunos de los

escenarios cobren un doble valor semántico, como objetos y como símbolos. Así, una

tormenta en la narrativa galdosiana puede ser descrita únicamente para anunciar los

cambios meteorológicos o bien puede ser también la expresión metafórica de un

cambio en la trama o en la actitud del personaje.

Los escenarios galdosianos se definen aludiendo, generalmente, a referentes

extratextuales reales como nombres de calles, barrios o ciudades, o bien pueden

indicar una de las características del lugar, bien por similitud o por contraste. Por su

parte, el uso de nombres propios crea un punto de referencia con el extratexto y

habilita el efecto de verosimilitud en el texto. Cuando aparece el mundo diegético

urbano a la par del mundo rural, el primero será marca de modernidad, mientras que

el segundo será señal de sencillez y simplicidad. Este efecto se produce con el uso

frecuente de metáforas y símiles y contrapone generalmente la palabra a la imagen,

como ocurre en la novela de Doña Perfecta, en la descripción de Pepe Rey del Cerillo

de los Lirios y su oposición ante la designación poética de los sitios por donde camina

(Doña Perfecta, “Un viaje por el corazón de España”, 90-91). En este relato, aunque

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el paisaje no es geográficamente localizable, se establece una diferencia clara entre la

percepción de la ciudad respecto de la realidad rural, uno de los conflictos temáticos

de la obra. De este modo, con la descripción/semblanza del espacio, Galdós logra

ambientar el mundo de su novela en un nivel físico y también sociocultural.

Por otro lado, cuando se materializan dos mundos diegéticos de la misma

naturaleza, como la descripción de dos paisajes en una misma ciudad, la ambientación

sociocultural se establece para marcar las diferencias entre uno y otro espacio,

mostrando las carencias del menos privilegiado. La ambientación sociocultural en la

narrativa de Galdós se logra también posicionando las secuencias en espacios

temporales específicos. Así, en los Episodios Nacionales, por ejemplo, la situación

temporal anterior o retrospectiva facilita el distanciamiento respecto a lo narrado,

favorece la percepción de los eventos como asuntos terminados y proporciona un

efecto de veracidad. El tiempo diegético retrospectivo también se consolida en otras

novelas de Galdós, no necesariamente de corte histórico, para mantener el mismo

efecto de verosimilitud respecto a la narrado, aun cuando se trata de relatos que

incorporan referentes ficticios o pseudo-referentes, como se aprecia en Fortunata y

Jacinta. Este principio de historicidad suministra a la obra un grado mayor de

confiabilidad, elimina los blancos permanentes y evidencia el desfasamiento temporal

entre los hechos narrados y el momento de la narración.

Otro tipo de rupturas temporales aparecen en forma de pausas descriptivas y

resúmenes. Las pausas descriptivas en la narrativa de Galdós son generalmente

producidas por los narradores y no por los personajes. El narrador posee control sobre

el tiempo de la narración y ello le permite crear un retrato más detallado del personaje

y con ello demorar el relato de los acontecimientos a partir de la percepción del

personaje mismo, que actúa a su vez de punto de referencia temporal. Esto sugiere,

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una vez más, que la focalización es interna y los acontecimientos pasan a un segundo

plano y están subordinados al personaje.

El caso contrario sucede en los resúmenes, que casi siempre se efectúan

después de la semblanza de algún personaje y están frecuentemente matizados por la

voz del narrador. Los resúmenes son complementarios en aquellos casos que se busca

reiterar una escena o un acontecimiento —narraciones repetitivas— o bien explican

un evento o aclaran una escena que contenga blancos temporales en la narración

singulativa.

La presencia de elipsis en la narrativa de Galdós es reducida, en comparación

a los otros movimientos narrativos, pero también es utilizada por el narrador. La

aceleración casi siempre se sucede al final de la obra y por lo regular en aquellas

novelas con finales abiertos. Sin embargo, es la narración simultánea la más

característica en el mundo diegético de Galdós. En esos casos, el tiempo de la

enunciación coincide con el momento en que se suceden los eventos narrados. Esta

simultaneidad favorece la narración lineal, permeando frecuentes anacronías, puntos

de rupturas temporales, como las analepsis o las prolepsis43, a la vez que fomenta la

presencia de un narrador altamente manifiesto, y evidencia, como lo anota Pimentel,

que el punto de referencia sea figural y no narratorial (161): es el personaje el que

marca la diferencia entre un antes, un ahora y un después en el relato. Si bien este

fenómeno es común en narrativa, en el caso de Galdós será interesante ver cómo el

intertexto cervantino se introduce en el eje temporal para condicionar la línea de

narración y como posible medio provocador de rupturas.

Un ejemplo de esto lo podemos encontrar en Bailén, que forma parte de la

primera serie de los Episodios Nacionales. La novela describe, a través del narrador-

43 Estos desfases prolépticos aparecen frecuentemente en Galdós en la forma de sueños premonitorios, como observaremos más adelante.

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personaje Gabriel, los acontecimientos de la Batalla de Bailén, el 19 de Julio de 1808.

En esta narración se introduce el Quijote para aludir al escenario manchego, el motivo

del viaje y las aventuras, pero principalmente para favorecer al personaje de Santorcaz

en su narración heroica de algunos sucesos anteriores al tiempo de la narración, como

lo muestra la siguiente cita:

Estoy asombrado, porque nunca he visto dos cosas que tanto se parezcan como este país a otro muy distante donde me encontraba hace tres años a esta misma hora, en la madrugada del 2 de Diciembre. ¿Es mi imaginación la que me reproduce las formas de aquel célebre lugar, o por arte milagrosa nos encontramos en él? Gabriel, ¿no hay enfrente y hacia la derecha unos grandes pantanos? ¿No se ven a la izquierda unos cerros que terminan en lo alto con un pequeño bosque? ¿No se eleva delante una colina en cuya falda blanquea un pueblecillo? Y aquellas torres que distingo al otro lado de dicha colina ¿no son las del castillo de Austerlitz? (Bailén, VII, 44-45).

Este pasaje, como otros tantos, muestra que en ocasiones el personaje de

Santorcaz desvaría como don Quijote, al tener una falsa apreciación de una realidad

física, a tal grado que él afirma ver a don Quijote y Sancho Panza cabalgando delante

de él (Bailén, VII, 51). De esta manera, el referente cervantino introduce una ruptura

en el transucurrir temporal de la narración de la Batalla de Bailén, para referirse a

batallas o encuentros entre los ejércitos y caracterizar así al personaje galdosiano

como un hombre desequilibrado.

Dentro de la esfera del discurso narrativo, es posible también observar en

Galdós un mayor número de textos en focalización cero. El narrador omnisciente,

como filtro, se traslada dentro del universo diegético e incluso penetra en los espacios

interiores de sus personajes para ofrecer información. Los narradores en Galdós,

particularmente, emiten opiniones y juicios y aun se manifiestan a través de vocativos.

Esta inserción del nivel extradiegético en el nivel intradiegético favorece la

identificación con la voz narrativa, pero como resultado se pierde la distancia respecto

a lo narrado.

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En ciertos casos de focalización interna, se registra una afluencia de

perspectivas de los personajes que compiten con la perspectiva del narrador. Los

acontecimientos son modulados por varias voces, por lo que cada uno de los

personajes, incluyendo los personajes secundarios de primer y segundo grado, ofrecen

sus propios criterios respecto de otros personajes y hechos narrados, asumiendo la

función de agentes constructores del relato. Reducidas o prácticamente nulas son las

secuencias narrativas en las que se observa una focalización externa. En la narrativa

de Galdós, el foco de atención se halla primordialmente en los personajes y pocas

veces el “foco se ubica en un punto dado del universo diegético, punto que ha sido

elegido por el narrador fuera de cualquier personaje, y que por tanto excluye toda

posibilidad de información sobre los pensamientos de cualquiera de ellos”44. La

focalización en la narrativa de Galdós, por lo tanto, oscila entre la focalización cero,

cuando el narrador despliega un conocimiento ilimitado, y la focalización interna,

cuando el narrador ocupa un segundo plano y los personajes definen su propia

perspectiva.

A partir de estas puntualizaciones narratológicas, es dable realizar una

reconsideración en el análisis de la narrativa de Galdós y, especialmente, en lo que

atañe la configuración del personaje galdosiano en su relación con el referente

cervantino. Como fuera señalado ya, la deuda que tiene Galdós con Cervantes ha sido

estudiada en congresos dedicados a las relaciones intertextuales de Galdós con otros

escritores. Sin embargo, los trabajos que se han elaborado sobre el tema de los

personajes se han centrado en el aspecto social y psicológico, ignorando la

perspectiva literaria propiamente dicha; por ejemplo, los aspectos semiótico-

narratológicos. A su vez, la crítica que se ha ocupado del análisis de algún personaje

44 Pimentel cita a Genette, p.100.

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galdosiano se ha limitado a consignar la existencia de rasgos cervantinos vinculados

principalmente con la figura del caballero andante, don Quijote, sin considerar otros

personajes. En mi opinión, los diferentes análisis que se han elaborado sobre el

diálogo que se establece entre la construcción del personaje de Galdós y su referente

cervantino no han tenido en cuenta la función que cumplen los múltiples y diversos

personajes cervantinos en la configuración del personaje galdosiano.

Por ende, me propongo explorar en la última sección de este estudio las

relaciones intertextuales e hipertextuales que se establecen entre las creaciones de

ambos autores, principalmente en lo que atañe a los procedimientos constructivos

relativos a la caracterización de personajes. Como base para la creación de este

modelo de análisis y tal como fuera anticipado ya, utilizaré el modelo de

caracterización de Josef Ewen. Y en los casos en que este modelo resulte insuficiente

aportaré nuevos parámetros de análisis y ello con el fin de elaborar una poética

exhaustiva de los personajes en la narrativa de Galdós.

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III. MARCO TEÓRICO

La base teórica preliminar sobre la cual sustentaré el estudio de los personajes,

además del modelo de J. Ewen, es la desarrollada por Luz Aurora Pimentel, la cual

me permitirá examinar los componentes que interactúan con los personajes y que los

caracterizan.

El estudio del personaje galdosiano presupone para el análisis de su variedad,

su complejidad, su evolución y su alcance un método sistemático que le permita al

investigador distinguir los rasgos compositivos que lo configuran. Como se mencionó

ya, en el ámbito de la crítica galdosiana, los estudios relacionados con el personaje se

articulan en ensayos que exploran las relaciones del personaje con el extratexto,

dotándolo de nuevas significaciones. Así, en muchos casos, el problema de la

caracterización pasa a un segundo plano, para dar paso a una exégesis histórica que se

resuelve en la búsqueda de referentes reales en obras como los Episodios nacionales.

En los casos en que la perspectiva histórica es la base para el análisis de la

obra galdosiana, el problema de la caracterización de personajes suele resolverse en

interpretaciones limitadas a unos cuantos personajes o unas cuantas obras entre las

que destacan Fortunata y Jacinta y Doña Perfecta.

No obstante, a partir de 1990, los ensayos sobre el personaje galdosiano

prestan mayor atención a su presentación, métodos de caracterización y función

dentro de la obra. Así, Yolanda Arencibia, en el análisis de Doña Perfecta, Gloria y

La familia de Leon Roch (1997), distingue la jerarquía entre los distintos actores de la

narración como individualidades de primera fila o principales, y como secundarios,

complementarios o de comparsa. La mencionada crítica se ocupa también de las

comparaciones zoosémicas, la onomástica, el retrato y la epopeya.

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Sin embargo, a mi juicio, hasta ahora no se ha consolidado un modelo de

investigación narratológico que sea capaz de elaborar una poética del personaje

galdosiano y que, además, incluya la relación dialógica que se establece entre el

personaje cervantino y el personaje de Galdós. Ciertamente, muchos de los personajes

que serán analizados en esta sección han sido estudiados por los críticos galdosistas.

Los protagonistas son generalmente mujeres, más bien jóvenes. Todos ellos son

lectores o tendientes a ser lectores compulsivos, un tanto rebeldes y, sobre todo,

poseen una monomanía patológica, como lo asegura el crítico Peter Bly (2004).

En esta sección ejemplificaré a partir de algunos fragmentos textuales los

factores que, a mi juicio, interactúan de modo primordial en la caracterización de los

personajes. En este sentido, el trabajo de Luz Aurora Pimentel (1998) ofrece un

modelo de análisis narrativo que permite abordar analíticamente los componentes del

relato y su interacción. La crítica clasifica dichos componentes en externos e internos.

III. 1. Los componentes externos

Partiremos del principio que existen dos tipos de componentes externos: los

componentes de carácter figural y los componentes de carácter narrativo. Por

componentes figurales me referiré a los narradores, los otros personajes y los

referentes reales, pseudo-reales y literarios. Por su parte, los componentes externos de

índole narrativa son aquellos que describen el entorno, los desplazamientos

temporales en la diégesis y otros elementos que contribuyen a la caracterización del

personaje de manera indirecta.

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III. 1. 1. Componentes figurales externos: el narrador

La voz narrativa es aquella “con una conciencia total, aparentemente impersonal”

(Barthes, 26) o bien “una voz que se encarga de dar cuenta del discurso figural”

(Pimentel, 85). En la primera interpretación la voz narrativa se constituye como una

entidad “objetiva” que se aproxima a los personajes y a los acontecimientos desde

fuera de la diégesis. La competencia del narrador es la de ser meramente un mediador

y en este sentido:

La voz del narrador, qua voz, en rigor no se “oye”; su presencia está solo marcada por la sintaxis que declara la filiación narrativa del discurso. Existen, sin embargo, otras formas de transposición mucho más mediadas, en las que la presencia y voz del narrador se hacen sentir en grado creciente. En estas formas el contenido ya no es puramente figural [relativo al personaje]; pueden aislarse frases introductoria, paráfrasis y toda suerte de operaciones de síntesis, que ya no corresponden al discurso original, tal y como debió haberlo pronunciado el personaje, sino que han de atribuirse al narrador (Pimentel, 93).

Genette nos proporciona dos categorías básicas para distinguir la participación

diegética: “Si el narrador está involucrado en el mundo narrado es un narrador

homodiegético (o en primera persona); si no lo está es heterodiegético (o en tercera

persona)”45. En el siguiente pasaje, como ocurre con frecuencia en la narrativa de

Galdós, el narrador heterodiegético46 nos presenta el retrato de personaje principal,

Gloria:

Andaba en los diez y ocho años y era de buena estatura, graciosa, esbelta, vivísima, muy inquieta. Su rostro, por lo común descolorido en las mejillas, revelaba un desasosiego constante, como de quien no está donde cree debe estar, y sus ojos no podían satisfacer con nada su insaciable afán de observación. Allí dentro había un espíritu de enérgica vitalidad que necesitaba emplearse constantemente. ¡Encantadora joven! A todo atendía, cual si nada ocurriese en la Creación que no fuese importantísimo; atendía a la hoja desprendida del árbol, a la mosca que pasaba zumbando, a cualquier ruido del viento o bullanga de los chicos en el camino.

45 Genette citado por Pimentel, 136. 46 En la sección sobre los componentes internos o el método de caracterización directo, analizaré y ejemplificaré al narrador homodiegético en la narrativa de Galdós.

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Su fisonomía, parlante y expresiva como ninguna, no carecía de defectos; mas eran de esos que no sólo se perdonan, sino que se admiran. Era su boca un poquito grande y su nariz casi más pequeña de lo regular; pero el conjunto no podía ser más hechicero. Sus labios encendidos eran la más hermosa y dulce fruta que puede ofrecerse en el árbol de la belleza a los hambrientos antojos del amor. Contrastaba con la frescura de esta golosina la exaltación, la flamígera viveza de sus ojos negros, que tan pronto resplandecían con súbito rayo, tan pronto se abatían con lánguida pereza. Sobre estos dos astros aleteaban sus grandes pestañas. Mirando como miraba, ponía en sus ojos el reflejo de una conciencia pura. Aquella sensibilidad profunda, dispuesta a desarrollarse a tiempo, y que no encendida todavía con verdadero fuego, a todas horas echaba chispas; aquel claro afán de sentir fuerte estaba tan lleno de honestidad, como el de algunas que por este medio han llegado a la canonización [...] Vestía la preciosa criatura a la moda, con elegancia no afectada. Todo participaba en ella de la gracia de su persona, y ningún pormenor de su peinado y de su ropa podía estar de otra manera que como estaba (Gloria I, 2, 14-15)47.

En esta caracterización de Gloria, el narrador remite a la descripción del

rostro de la joven para crear una imagen física de ella. El narrador, al realizar el

retrato de la joven Gloria, utiliza como fundamento lo que Isabel Román señala como

los retratos que siguen los parámetros de la novela romántica, donde “incurre el

narrador en tópicas y almibaradas metáforas del tipo Sus labios encendidos eran la

más hermosa y dulce fruta que puede ofrecerse en el árbol de la belleza a los

hambrientos antojos del amor” (275). En la caracterización de Gloria, el narrador

hace uso de la naturaleza para describir a la joven a través de símiles y metáforas, y

así compara su hermosura con el árbol de la belleza. Con mucha frecuencia, estas

descripciones de temple romántico contienen largas listas de atribuciones físicas,

psicológicas y sociales, a fin de distinguir al personaje del resto de los actantes dentro

de la diégesis.

Sin embargo, el narrador, al referirse a las características físicas de la joven,

formula juicios de valor sobre la protagonista, señalando su espíritu inquieto, su

encanto y vitalidad, mostrándose poco “objetivo” y altamente manifiesto. El hecho de

que el narrador se detenga a enumerar los defectos de la joven, prueba que no hay

47 El enfásis es mío. En este fragmento la voz narrativa introduce, no casualmente, un comentario personal. De este modo, queda marcada la presencia del narrador y su alto nivel de manifestación.

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interés por duplicar el retrato romántico, por el contrario, el apartamiento del mismo

revela que el personaje no es una entidad consolidada narrativamente, sino que está en

proceso de construcción.

Otra forma de distanciamiento de los modelos de descripción romántica en

relación con los personajes femeninos, la encontramos en otros pasajes abocados al

retrato, por ejemplo, en Misericordia:

Tenía la Benina voz dulce, modos hasta cierto punto finos y de buena educación, y su rostro moreno no carecía de cierta gracia interesante que, manoseada ya por la vejez, era una gracia borrosa y apenas perceptible. Más de la mitad de la dentadura conservaba. Sus ojos, grandes y oscuros, apenas tenía el ribete rojo que imponen la edad y los fríos matinales. Su nariz destilaba menos que las de sus compañeras de oficio, y sus dedos, rugosos y de abultadas coyunturas, no terminaban en uñas de cernícalo. Eran sus manos como de lavandera, y aún conservaban hábitos de aseo. Usaba una venda negra bien ceñida en la frente; sobre ella pañuelo negro, y negros el manto y vestido, algo mejor apañaditos, que los de las otras ancianas. Con este pergenio y la expresión sentimental y dulce de su rostro, todavía bien compuesto de líneas, parecía una Santa Rita de Casia que andaba por el mundo en penitencia. Faltábanle sólo el crucifijo y la llaga en la frente (Misericordia 3, 77-78).

No se trata aquí de un retrato romántico cargado de símiles, sino de una

antítesis de las etopeyas estereotipadas de los personajes femeninos. De este modo,

ante la ausencia del símil, en la etopeya de la protagonista aparece la metonimia. La

figura de Benina no posee la misma fragilidad, encanto y belleza que caracteriza a las

jóvenes galdosianas, cuyos rasgos son comparados con la naturaleza. El narrador de

Misericordia recurre, por lo tanto, a la figura de Rita de Casia para refinar su

caracterización física, utilizando la imagen estigmatizada de la Santa y aprovecha su

notoriedad como interceptora de las causas imposibles para designar la benevolencia

de la protagonista. Pero además, en la descripción de las manos se activa “la

rapacidad y la suciedad de los mendigos y también la astucia para localizar y

sorprender a las presas cerniéndose sobre ellas” para conseguir dinero (García

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Lorenzo, 77), aspecto que alude indirectamente a la única infracción que se le conoce

a la protagonista, “aquel defecto grave de la sisa” (Misericordia, 7, 104).

En esta caracterización inicial de la Nina, el narrador matiza las opiniones

discrepantes que puedan tener sobre la protagonista los otros personajes y con ello

logra que la configuración resulte más homogénea, aunque privada de referencias

biográficas:

Si analizamos la serie de los rasgos atribuidos a Benina, encontramos que tal atribución está cuantitativamente graduada y expresada por palabras como «apenas», «más de la mitad», «menos», etc. En conjunto, estas gradaciones sugieren algo que hubiera sido difícil manifestar de otro modo: cuando se la compara con sus compañeras, Benina queda por encima de ellas y, en la lucha de la vida, ha conservado muchas buenas cualidades que por lo general se pierden en el arduo batallar de la pobreza (Germán Gullón, s.n.).

La falta de historia vital se resuelve en la presentación de Casiana como el

álter ego de Benina y se logra con ello subrayar algunas de sus cualidades

constructivas. Mientras que la Nina es “the most quiet, the most humble, and the best

mannered” (Russell, 105), la Casiana es:

alta, huesuda, flaca, si bien no se apreciaba fácilmente su delgadez por llevar, según dicho de la gente maliciosa, mucha y buena ropa debajo de los pingajos. Su cara larguísima como si por máquina sela estiraran todos los días, oprimiéndole los carrillos, era de los más desapacible y feo que puede imaginarse, con los ojos reventones, espantados, sin brillo ni expresión, ojos que parecían ciegos sin serlo; la nariz de gancho, desairada; a gran distancia de la nariz, la boca, de labios delgadísimos, y por fin, el maxilar largo y huesudo. [y si] vale comparar rostros de personas con rostros de animales [...] digamos que era la Casiana como un caballo viejo, y perfecta su semejanza con los de la plaza de toros, cuando se tapaba con venda oblicua uno de los ojos, quedándose con el otro libre para el fisgoneo y vigilancia de sus cofrades (Misericordia 2, 73).

En la descripción de estas dos mendicantes se utiliza la técnica de la zoosemia

para comparar el rostro de Casiana, como de la Burlada, con un caballo viejo y un

gato, respectivamente, y a Benina se le identifica con urraca o ave de rapiña. En este

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punto nos interesa definir la lectura zoológica como aquella que encuentra “analogías

entre la figura humana y las especies animales, buscando semejanzas entre la

constitución de ambas y la predisposición que se les supone” creando máscaras

caracterológicas (Altuna, 132-134). Madariaga de la Campa (203) hace referencia al

frecuente uso de comparaciones de personajes con animales en la obra galdosiana

como parte de la teoría de Juan Bautista della Porta48.

Hemos visto cómo el narrador, en su función de agente constructor de los

personajes y los escenarios galdosianos, se ocupa de describir con detalle cada uno de

sus rasgos, y en ocasiones recurre a la comparación con animales para complementar

el retrato de sus personajes y utiliza las referencias corporales como proyección

externa de la psique y moral. Los personajes de Galdós presentan, en la mayoría de

los casos, una trayectoria descriptiva que se inicia en el rostro, continúa con el resto

del cuerpo y luego da paso a referencias etnográficas, sociales y psicológicas.

48 Juan Bautista della Porta (1535–1615), filósofo e investigador de la naturaleza, afirmaba que los rasgos corporales son reflejo del temperamento humano. En su texto De Humana Physiognomonia (1586), el autor recopila los estudios clásicos sobre el retrato humano y la interpretación de los rasgos faciales como un tipo de lectura de los atributos morales de las personas. En dicho texto desarrolla e ilustra tres tipos diferentes de lectura: etnográfica, psicológica y zoológica. En opinión de Vega Rodríguez, este determinismo fisionómico se puede observar en los retratos satíricos de Francisco de Quevedo, mientras que Frederick A. De Armas en su trabajo sobre “Cervantes” (2009) nos recuerda la importancia de la influencia renacentista italiana y del escritor napolés della Porta en la obra de Cervantes. En lo que respecta a Galdós, es probable que dicha determinación se haya filtrado a través de los intertextos renacentistas y cervantinos, pero con mayor seguridad conocía la teoría a través de los textos de J. Caspar Lavater (1741 – 1801) La noción de fisiognomía moderna que introduce el investigador suizo explora la correlación entre las facciones y los rasgos de la personalidad de un individuo e influye en la interpretación y representación del retrato durante los siglos XVIII y XIX. Lavater afirma que es posible conocer el interior de un individuo a través de la lectura de sus rasgos externos: “In Lavater's deductive scheme each external trait [...] defines, or is made to correspond exactly and invariably to, a timeless disposition of the detached and self-consistent soul” (Stafford, 186). Probablemente, Pérez Galdós siguiendo a autores como Goethe, Balzac o Dickens, influido por la doctrina semi-científica de Lavater, perfila la naturaleza humana de sus personajes a través de la descripción de sus rasgos externos. No obstante, cabe advertir que “the literary portraits of these authors tended to represent physical features as emblems of character traits is perhaps as much a consequence of the nineteenth-century obsession with establishing analogies between nature and human nature as it is an expression of physiognomical culture”. (Graeme Tytler citado por Tatar, 368)

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No obstante, existen otros momentos en la narrativa de Galdós en los que el

narrador se apoya en un modelo literario célebre, como sucede en la primera

descripción del personaje de Nazarín:

Era de mediana edad, o más bien joven prematuramente evejecido, rostro enjuto tirando a escuálido, nariz aguileña, ojos negros, trigueño color, la barba rapada, el tipo semítico más perfecto que fuera de la Morería he visto: un castizo árabe sin barbas (Nazarín I, 1,17).

La descripción de Nazarín inmediatamente conecta con el referente cervantino

y las primeras líneas del Quijote: “Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los

cincuenta años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran

madrugador y amigo de la caza (Quijote, I, 1, 34). Y si es posible aplicar por relación

analógica lo que Agustín Redondo ve en la descripción de Alonso Quijano/ don

Quijote a Nazarín, concluiremos que la figura de Nazarín es equidistante a esa

representación de la cuaresma como la “vieja larga y esquelética que [empuña] un

largo remo como una lanza e [ir] rodeada de pescados y alimentos de poca

substancia” (Redondo, 1980, 37). De esta manera, se resuelve en la novela el retrato

físico del personaje sin recurrir a largas descripciones, como sucede en los retratos

románticos anteriormente mencionados.

La descripción se reanuda con la frase castizo árabe sin barbas que intenta dar

respuesta a las interrogantes respecto al origen de su personaje. Sin embargo, el

narrador debe recurrir al reportero para que sea éste quien proporcione mayores

detalles sobre el párroco:

—Este es un árabe manchego, natural del mismísimo Miguelturra, y se llama don Nazario Zaharín o Zajarín. No sé de él más que el nombre y la patria; pero, si a usted le parece, le interrogaremos para conocer su historia y su carácter, que pienso han de ser muy singulares, tan singulares como su tipo, y lo que de sus propios labios hace poco hemos escuchado (Nazarín I, 2, 20).

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Se observa que en la descripción del reportero prima también la incertidumbre

que se observa en la voz del narrador, al no conocerse con seguridad el nombre del

personaje. Por ello, ambos agentes constructores se ven obligados a recurrir al propio

personaje para que este de respuestas sobre su origen (Nazarín I, 3-4, 23-34). La

ironía en el caso de Nazarín es que aunque el propio personaje se define así como don

Nazario, un sacerdote católico que predica con la humildad y el ejemplo, su

credibilidad queda cuestionada a lo largo de la novela y es motivo de debate.

La novela se vale de esta ambigüedad para cuestionar a su narrador y mostrar

lo sutil que puede ser la línea que separa la realidad de la ficción:

¿Concluí por construir un Nazarín de nueva planta con materiales extraídos de mis propias ideas, o llegué a posesionarme intelectualmente del verdadero y real personaje? No puedo contestar de un modo categórico. Lo que a renglón seguido se cuenta, ¿es verídica historia, o una invención de esas que por la doble virtud del arte expeditivo de quien las escribe, y la credulidad de quien las lee, resultan como una ilusión de la realidad? Y oigo, además, otras preguntas: «¿Quién demonios ha escrito lo que sigue? ¿Ha sido usted, o el reporter, o la tía Chanfaina, o el gitano viejo?...». Nada puedo contestar, porque yo mismo me vería muy confuso si tratara de determinar quién ha escrito lo que escribo. No respondo del procedimiento; sí respondo de la exactitud de los hechos. El narrador se oculta. La narración, nutrida de sentimiento de las cosas y de histórica verdad, se manifiesta en sí misma clara, precisa, sincera (Nazarín I, 5, 40).

Con este ejemplo podemos corrobar que la función del narrador, aun cuando el

grado de confiabilidad respecto a la información que conoce sea tan reducido, afecta

directamente a los otros personajes y es determinante en la caracterización de los

mismos. La incertidumbre que prevalece en la descripción del párroco se transmite a

la descripción del reportero e incluso afecta las respuestas que nos ofrece Nazarín,

quien debía ser fuente fidedigna de datos.

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Otro de los recursos que utiliza el narrador para dificultar una clara e

inmediata caracterización de sus personajes consiste en posponer deliberadamente la

descripción de algunos personajes como Buenaventura y Serafinita en Gloria:

Su fortuna, que era de las más bonitas, pasó a los cuatro sobrinos, D. Ángel, a la sazón capellán de Reyes Nuevos, D. Juan, abogado de mucha fama, y los más jóvenes D. Buenaventura y Serafinita Lantigua. No entrando para menos en nuestros fines estos dos últimos, les dejamos a un lado, concretándonos a los dos primeros y por ahora exclusivamente a D. Juan de Lantigua (Gloria, I, 4, 21)49.

De igual modo demora la caracterización de sus personajes en la

incorporación parcial de algunos contenidos discursivos:

D. Silvestre Romero, que era un hombre proceroso, fornido, de fisonomía dura y sensual, como la de un emperador romano, pero muy simpático y francote, dio comienzo, no sin turbación, a un discurso que preparado llevaba, y del cual la historia, muy negligente en esto, apenas conserva algunos párrafos (Gloria I, 9, 43)50.

Este comportamiento del narrador afecta la certidumbre respecto de la

información suministrada, así como la organización textual, creando demoras en la

construcción de los personajes, aplazamientos y omisiones temporales o permanentes

de la información y presentación de los personajes. Por otro lado, facilita la

introducción de otras voces para subsanar y cubrir los huecos que ha dejado en el

cumplimiento de su función como agente constructor. Esto indica que el narrador

tiene la elección de narrar desde “su propia perspectiva, desde la perspectiva de uno o

varios de sus personajes, o bien desde una perspectiva neutra, fuera de toda

conciencia” (Pimentel, 98).

49 El énfasis es mío. 50 El énfasis es mío.

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En conclusión, el narrador posee un conocimiento privilegiado del mundo y de

sus personajes y de él depende, según Cesare Segre, la certificación y autenticidad de

lo narrado51. Y desde esta postura, el narrador está facultado para trazar y diseñar a

los personajes y los universos diegéticos en los que aquellos se mueven. El narrador

de los textos galdosianos cumple plenamente estas funciones. Si se trata de la

caracterización inicial del personaje, hemos visto cómo los retratos se construyen a

partir de la descripción física y rasgos corporales, como también de la exposición de

algunos rasgos morales, psicológicos y sociales. En algunos casos, el narrador utiliza

la analogía con animales para destacar defectos de sus personajes a modo de

máscaras caracterológicas traducibles en cualidades morales y psicológicas de

aquellos personajes que no poseen suficientes rasgos físicos.

La caracterización de los personajes por parte del narrador suele ofrecerse de

modo constante y diverso. En ocasiones, la voz narrativa elige dar voz a otros

personajes, incluyendo el propio personaje caracterizado, para ampliar la gama de

perspectivas. En tales casos, se posiciona entonces en un segundo lugar y asume la

función de compilador en lugar de agente constructor. Para mostrar dos ejemplos de

narradores en Galdós basta mirar su comportamiento en las novelas de La incógnita

(1888-1889) y Realidad (1889 sobre las que Galdós escribe:

A poco de llegar a Madrid, ya estaba el español errante [es decir, Galdós¨] agarrado a sus cuartillas escribiendo Miau. El frenesí de emborronar papel llevóme luego a trazar La incógnita, dándole forma epistolar. Inmediatamente emprendí Realidad, que no es otra cosa que el mismo asunto de La incógnita, desarrollado en diálogo a la manera teatral52.

Efectivamente, La incógnita es una novela epistolar en la que narrador

promete describir “personas, sucesos, chismes y trapisondas [...].cuya confusión y

51 Cesare Segre citado por Montes Doncel, 193. 52 Véase la introducción a las novelas de La incógnita y Realidad, 12.

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bullicio [...]; y la buena sociedad que ha[...] dejado con pena [serán] descritas sin

galanura, pero con veracidad”(153). En cambio, en la novela dialogada Realidad la

función del narrador se limita a las acotaciones o marcas textuales que aclaran lo

relativo al escenario, acción o movimiento de los personajes:

CISNEROS: ¿Pero esta gente no va a concluir de comer en toda la noche? Hasta luego, señores (Se interna en la casa por la sala de la derecha)(373)53.

De este modo, podemos comprobar que el comportamiento del narrador en la

narrativa de Galdós es variado y complejo, pudiendo asumir el rol de agente

constructor, como también de mero observador.

III. 1. 2. Componentes figurales externos: Los otros personajes

Los demás personajes que no tienen un rol protagónico son aquellas figuras

secundarias de primer y segundo nivel. Los personajes secundarios de primer nivel

poseen características propias e individuales, mientras que los secundarios de segundo

nivel son colectivos. En cualquiera de los dos casos, los personajes secundarios tienen

la facultad de asumir el papel de agentes constructores de la figura principal y de otros

personajes. Esto permite inaugurar nuevas perspectivas que se vehiculizan como

discurso narrativo y como discurso directo:

En discurso narrativo, la perspectiva figural orienta el relato bajo la forma de psiconarración consonante, monólogo narrado, discurso indirecto libre, o descripciones focalizadas –formas privilegiadas del relato en focalización interna fija. En el discurso directo de los personajes, la orientación figural asume las formas del monólogo, el diálogo, el diario, entre otras, formas discursivas no mediadas por el narrador, y que por ende se organizan en torno a la perspectiva del personaje (Pimentel, 115).

53 El énfasis es mío para mostrar la acotación del texto. Con esta indicación se puede intuir que la casa cuenta con dos salas, ya que el personaje a tomado la de la derecha.

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Los parámetros que funcionan para el narrador también se aplican a los otros

personajes, cuando estos asumen la función de agentes constructores. De manera

similar al discurso del narrador, los otros personajes pueden colocarse en otro nivel

diegético con respecto al mundo configurado y a los personajes narrados y desde él

describir sus espacios y acciones, principalmente a través del discurso indirecto o aun

indirecto libre, asumiendo la función de mediadores. Asimismo, pueden formar parte

del mismo nivel diegético y participar de los diálogos y a través de ellos revelar

rasgos de los personajes caracterizados y del universo en el que participan.

En la narrativa de Galdós son comunes las formas dialógicas de

caracterización de los personajes. Ejemplo notable de ello es el intercambio entre De

Belmonte y Nazarín. Me extenderé un poco en ello, para mostrar cómo la

caracterización de los otros personajes genera una contradicción entre la percepción

del personaje y el agente constructor:

- Mejor dicho..., ¡si lo sé todo!..., mejor dicho, patriarca de la Iglesia armenia que se sometió a la Iglesia latina, reconociendo la autoridad de nuestro gran pontífice León XIII. -¡Señor, señor, por la Virgen Santísima! -Su reverencia anda por las naciones europeas en peregrinación, descalzo y en humildísimo traje, viviendo de la caridad pública, en cumplimiento del voto que hizo al Señor si le concedía el ingreso de su grey en el gran rebaño de Cristo... ¡Sí, no vale negarlo, ni obstinarse en el disimulo, que respeto! Su reverencia ilustrísima recibió autorización para cumplir en esta forma su voto, renunciando temporalmente a todas sus dignidades y preeminencias. ¡Si en Hungría, donde se susurró que había hecho milagros! Y le descubrieron también en Valencia de Francia, capital del Delfinado... ¡Pero si tengo aquí los periódicos que hablan del insigne patriarca y describen esa fisonomía, ese traje, con pasmosa exactitud...! Como que en cuanto le vi acercarse a mi casa caí en sospecha. Luego busqué el relato en los periódicos. ¡El mismo, el mismo! ¡Qué honor tan grande para mí! -Señor, señor mío, yo le suplico que me escuche... (Nazarín III, 8, 137-

138).

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En principio, el señor del Belmonte se refiere a la vestimenta de Nazarín para

ratificar el retrato proporcionado por la voz narrativa y el empeño del cura de realizar

una peregrinación; tras ello, las opiniones entre los personajes discrepan. Mientras

Nazarín defiende su origen cristiano, De Belmonte insiste en su origen armenio, tanto

que se atreve a afirmar que su nombre verdadero es Esrou-Esdras54.

Algo notable en este diálogo es que la justificación de De Belmonte tiene

fundamento en testimonios escritos por la prensa que informan sobre las hazañas del

converso y sus milagros. De este modo, en un mismo fragmento contamos con un

discurso directo de los personajes y un discurso narrativo periodístico mediado por la

voz del personaje secundario. Esto constituye un ejemplo de cómo el discurso figural

y narratorial se funden en el punto de vista asumido por el agente constructor.

El propósito de lo anterior, como hemos visto ya, consiste en consolidar la

armonía en la configuración del personaje, cuando hay coincidencia con la voz del

narrador, o la confrontación, cuando hay divergencias, además de cubrir, en caso

necesario, los blancos informativos que haya dejado el narrador al caracterizar a su

personaje. En Gloria, la voz narrativa se reserva la información respecto al origen de

Daniel Martin, lo que permite a otros personajes llegar a sus propias conclusiones y

caracterizar al náufrago del Plantagenet aunque sólo sea temporariamente:

—¡Cómo se conoce que es un cumplido caballero!—[...] —Es verdad. Me agrada en extremo —dijo el obispo—. ¡Lástima que sea protestante! —¿Y lo será? —Debe de serlo —afirmó Sedeño—. Siempre que hablamos de asuntos religiosos parece deseoso de esquivar la conversación. (Gloria I, 20, 97)

54 De Belmonte continúa su conversación con Nazarín y en ella justifica su teoría sobre el origen del cura de la Iglesia armenia y su consiguiente conversión al cristianismo (Véase Nazarín III, 8, 138 y ss.).

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La llegada del distinguido forastero provoca que los ficobrigenses se unan

para indagar la procedencia y costumbres del foráneo. Ésta es una nueva pauta de

comportamiento frente a lo extraño y lo desconocido que en términos de Lacan

(Evans, 1996) podría entenderse como la confrontación de dos tipos de otredades55.

La primera otredad está representada por la colectividad ficobrigense, una comunidad

heterogénea que conoce a cada uno de sus miembros y sus diferencias y las acepta.

Un ejemplo de ello lo ofrece la defensa de don Ángel de Bartolomé Barrabás, quien a

pesar de las diferencias ideológicas que los separan y los hacen diferentes, puede

reclamar respeto:

D. Bartolomé Barrabás, que era el demagogo de la localidad, no se atrevió a decir una palabra en pro de sus perversas doctrinas, y aunque el cura y Amarillo dejaron caer alguna punzante cuchufleta sobre la persona del filósofo de aldea, este no creyó prudente empuñar las bien afiladas armas de su dialéctica en aquella ocasión. El respeto a D. Ángel ponía una mordaza en sus labios. Y tan bien pagó el noble prelado esta prudencia, que como D. Silvestre aludiera claramente al demagogo, diciendo que también Ficóbriga estaba tocado de pestilencia, habló de este modo: -No me toquen a D. Bartolomé, que espero convertirle, puesto que es bueno en su corazón, y estos desvaríos no perderán su alma, si llegamos a tiempo. Barrabás se inclinó dando las gracias (Gloria I, 9, 46).

El otro tipo de otredad queda representado en lo extraño y lo desconocido. En

el caso de Gloria, el otro está representado por Daniel Morton, el náufrago del

Plantagenet, el foráneo, quien oculta su religión como respuesta al comportamiento

de los ficobrigenses ante la insinuación de que él es protestante.

55 Los habitantes de Ficóbriga y Daniel Morton vendrían a representar las dos distinciones lacanianas de la otredad: La primera se refiere a la “reflection and projection of the EGO [...]. He [el otro] is simultaneously the COUNTERPART and the SPECULAR IMAGE”. Mientras, la segunda distinción designa una “radical alterity, an other-ness which trascends the illusory otherness of the imaginary because it cannot be assimilated through identification”. Lacan reconoce la dicotomía entre identidad y alteridad cuando concibe al otro [autre en su traducción francesa o little other en su traducción inglesa] como la proyección del sujeto en otro ente con el que se identifica, ya sea para complementarse o reflejarse en él. El Otro que Lacan designa como Autre, en el original francés, o Big Other, en su traducción inglesa, se ocupa de aquella entidad que no guarda respecto al sujeto ninguna similitud o rasgo con el cual pueda identificarse y el proceso que experimenta en su presencia el sujeto es el de reconocimiento de lo extraño o lo ajeno.

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Las descripciones formuladas por los otros personajes, como también la

perspectiva “del (de los) narrador (es) y las múltiples perspectivas de los personajes

interactúan para generar efectos de sentido verdaderamente polifónicos” (Pimentel,

120) permiten consolidar la caracterización del personaje, complementado la

información del narrador. Pimentel afirmará más adelante que la perspectiva se define

como “un principio de selección y restricción de la información narrativa” (Pimentel,

121). En este sentido, la selección y restricción de información fomentará la

pluralidad de significados en la caracterización del personaje e inducirá una

interrelación más compleja entre la voz narrativa, el personaje principal y los

personajes secundarios.

En Misericordia, por ejemplo, el retrato envejecido y desmejorado que el

narrador hace de Benina difiere de la imagen que se construye del personaje cuando,

forzada por la situación económica en casa de Doña Paca, se ve en la necesidad de

pedir limosna al lado del ejército de mendigos a las puertas de la iglesia. En esta

acción, el personaje se consolida como el “alma buena, el ángel, el nuevo Quijote y el

nuevo redendor” de la trama (García Lorenzo, 22), pues a pesar de que nada tiene,

como el resto, es capaz de auxiliar a los que más carecen.

Los encuentros de Benina con cada uno de los miembros que conforman el

personaje colectivo de indigentes, entre ellos Almudena, el ciego Pulido, o Casiana,

fomentan la construcción de un personaje capaz de representar el ideal de la caridad

humana, al mismo tiempo que el texto confirma este rasgo a través de la actitud de

Benina respecto de la familia Zapata, encabezada por doña Paca y su hija Obdulia:

Desde que vio a entrar a la Providencia, en figura de Benina, sintióse la niña calmada de su ansiedad y sobresalto, y el caballero también respiró por el propio motivo feliz , y se le alegraron las pajarillas viendo conjurado, por aquel día, un grave conflicto de subsistencia (Misericordia 15, 157).

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En resumen, los personajes secundarios de primer y segundo nivel tienen la

facultad de caracterizar a otros personajes. Al asumir la función de agentes

constructores, propocionan nuevas perspectivas en la trama y permiten en

oportunidades específicas complementar la información aportada por el narrador. En

otros casos, la perspectiva de los otros personajes contradice el discurso del narrador,

enriqueciendo al personaje y el mundo que lo rodea.

III. 1. 3. Componentes figurales externos: Los referentes

Los referentes o personajes referenciales son por lo general personajes secundarios de

primer nivel, capaces de ofrecer un anclaje histórico, social y cultural a la trama e,

indirectamente, a los personajes presentes en ella. Según Pimentel, estas figuras se

caracterizan “a partir de códigos fijados por la convención social y/o literaria” (64).

Desde este punto de vista, los personajes referenciales pueden ser reales, pseudo-

reales y ficticios.

Referentes reales

Los referentes reales suponen una mirada directa al extratexto; es decir, son sintagmas

que remiten por alusión directa a una figura de existencia histórica, política o social.

De acuerdo a Umberto Eco, el referente real “toma prestadas, salvo indicación en

contrario, ciertas propiedades del mundo «real» y, para hacerlo sin derroche de

energías, recurre a individuos ya reconocibles como tales, a quienes no necesita

reconstruir propiedad por propiedad”56.

56 Umberto Eco citado por Pimentel, 165.

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El concepto aristótelico de mimesis, según Darío Villanueva, se manifiesta en

el realismo decimonónico como la representación en el texto de la realidad humana

en dos modalidades diferentes. La primera “pone el énfasis en la potencialidad

imitativa o reproductiva de una realidad exterior a ella que la obra de arte verbal tiene,

y la segunda, por el contrario, desplaza el eje central del asunto desde un mundo que

precede al texto a aquel otro creado autónomamente dentro de él” (Villanueva, 30).

En este sentido, los referentes reales se apoyan en esta realidad externa al texto a

través de la representación de figuras reales fáciles de identificar.

En la narrativa de Pérez Galdós, estos referentes aparecen con mayor

frecuencia, como lo hemos dicho ya, en los Episodios Nacionales. En el caso de

Trafalgar (1873), por ejemplo, aparecen personajes que remiten a la batalla entre las

fuerzas navales de Francia y España en el cabo de Trafalgar (1805), como Napoleón,

el ministro Godoy, Churruca, Gravina, Alcalá Galiano, Villeneuve, y Nelson57.

En el resto de la narrativa de Galdós encontramos similar afluencia de

nombres y apellidos que vinculan un contexto histórico, social y cultural con un

personaje secundario de primer nivel. Para ilustrar dicha referencialidad nos

referiremos a Madame Esther en la novela de Gloria58. Algunos de los judíos

españoles y portugueses expulsados del territorio español llegaron a establecerse en

Ámsterdam, como sucedió con la familia del filósofo holandés de origen sefardí-

portugués Baruch Spinoza, también conocido como Benedictus Spinoza. Este apellido

de origen español y judío forma parte de la historia vital del personaje de Madame

Esther. Su apellido sustenta uno de los lazos históricos y sociales del personaje en

tanto nos remite a la historia del pueblo hispano-judío, incluso remontando sus

antecedentes hasta la comunidad judía de Córdoba: 57 La identificación de estas figuras presupone, por tanto, un proceso de reconocimiento de los nombres y los campos semánticos que se asocian a dichas figuras. 58 Véase, Burakoff , 2012.

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[el linaje] Spinoza conservábase puro, y, siguiendo su clara genealogía, podían los últimos vástagos de él remontarse hasta Daniel Spinza, judío de Córdoba, comprendido en la proscripción de 1492 (Gloria, II, 26, 408).

Además, el nombre de Esther alude a una figura de procedencia bíblica, la

reina hebrea. La asociación remite al trance del pueblo judío bajo el dominio persa y

el papel de la reina Esther en la supervivencia de su gente. La reina Esther representa

la figura paradigmática de la fe y la convicción. Recordemos que la heroína es elegida

por su belleza para contraer nupcias con el rey persa Asuero (Libro de Esther). Esther

guarda celosamente en secreto su origen hebreo hasta que, obligada por la

conspiración de Amán contra su pueblo, confiesa su procedencia hebraica, a riesgo de

ser ella misma exterminada por el decreto real de eliminar a todos los judíos del

imperio (el día 13 del duodécimo mes, el de Adar). Es éste un acto de heroísmo que

no sólo la salva a ella, sino también a su pueblo. De este modo, el personaje

representa una historia de sacrificio y valentía al renunciar voluntariamente a su vida

de lujo y esplendor para compartir la suerte de su pueblo, calumniado y perseguido.

Éste es un discurso semejante al que se estimaba que defendian los judíos errantes, al

verse expulsados de su tierra, tal y como se señala respecto del personaje galdosiano:

Era Esther Espinoza española de sangre, si no de nacimiento; española por la gravedad, por la vehemencia contenida, por la fidelidad de los deberes, por la luz y la expresión melancólica de sus ojos negros, su esbelta figura y su gracioso andar (Gloria, II, 26, p.408).

Éste sería el discurso de la diáspora judía en el continente europeo,

concretamente de España a Inglaterra. El discurso representa la relación que se

establece entre la imagen del pueblo judío, prácticamente ausente de la península si no

fuese por las alusiones literarias y folclóricas, con la historia vital del personaje:

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[Esther] No profesaba su religión con entusiasta fervor, pero sí con lealtad; es decir, con sentimiento dulce y firme; más que devoción, respeto a los mayores, amor al nombre y a la historia de una casta desgraciada. Ésta era objeto de su pasión más viva, de un fanatismo capaz de reproducir en ella, si los tiempos lo consintieran, las grandes figuras de Débora, la hembra-juez; de Jael, la que con un clavo mataba al enemigo; de la trágica Judit y la dulce Esther. La moral la cautivaba; pero el rito no merecía de ella el mismo amor, y si lo practicaba con sus hijos y deudos, hacíalo por creer que convenía perpetuar aquel poderoso lazo de unión, especie de territorio ideal, donde se congregaban por la fe un desventurado pueblo sin patria. Era un modelo de virtudes domésticas, comunes en las clases elevadas de aquella raza. Buena esposa y madre amorosa, había dado lugar a que se dijese de ella que merecía ser cristiana (Gloria, II, 26, 409)59.

Aunque la referencia es racial antes que religiosa, el pasaje sugiere que la

intencionalidad textual presenta a esta mujer como paradigma del converso,

apreciación no del todo desatinada dadas las circunstancias históricas a las que el

mismo personaje alude. Sin embargo, tomando el persistente interés del narrador por

revisar la historia española para encontrar vestigios olvidados de la misma, considero

que Madame Esther simboliza el éxodo de uno de los grupos que fortalecieron y

conformaron la cultura española durante la Edad Media como también su imaginario,

porque en ellos queda representado no sólo el discurso del éxodo judío, sino también

porque consolidan la imagen “de aquellas mujeres bíblicas que vivían ciento veinte y

ciento treinta años como quien no dice nada” (Gloria, II, 26, 409).

El hecho de que Esther Spinoza esté casada con Moisés Morton, un

opulentísimo negociante de Hamburgo establecido en Londres, apunta a la

inmigración de grupos judíos que se establecieron y prosperaron en Inglaterra tras la

conferencia de Whitehall60, de modo que:

De ellos podía decirse que Jehová había prosperado sus caminos. Vivían en paz dichosa, rodeados de los esplendores de las artes. Eran estimados en

59 El énfasis es mío. 60 El siglo XVII inglés abrirá de nuevo las puertas para la comunidad judía gracias a la oportuna intervención de Manasseh Ben Israel (1604-1657), rabino de origen portugués establecido en Ámsterdam. Su exitosa intervención en la conferencia de Whitehall (1655) no sólo permitió el restablecimiento de la comunidad en Inglaterra, sino también el crecimiento y enriquecimiento de la comunidad judía dando la bienvenida a nuevos inmigrantes provenientes de España y Portugal.

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todo el mundo y distinguidos por los soberanos, que les sentaban a su mesa, porque habiendo adquirido aquella gente un fervor financiero, que en cierto modo suplía su falta de existencia política (Gloria, II, 26, 410).

En Gloria es posible apreciar la voz de la comunidad judía tras la expulsión de

España y los consecuentes movimientos migratorios a Amsterdam e Inglaterra. De

manera significativa, los elementos presentados en la novela en cuanto a la

caracterización de Madame Esther muestran a una figura orgullosa de sus

antecedentes judeo-españoles, además de su identificación con las heroínas biblícas.

Y si bien Madame Esther no es un agente constructor de Gloria si lo es de Daniel

Morton, el co-protagonista61.

La caracterización de Madame Esther nos permite observar que en un mismo

referente pueden confluir rasgos históricos reales y biblícos.

Pseudo-referentes reales

Los pseudo-referentes reales son aquellas figuras que aspiran a crear un efecto de

verosimilitud, estimulando una ilusión de mimesis, tal como los referentes reales, pero

con la particularidad que estos aluden a un “aparente correlato con el que el texto

juega”.62

En Trafalgar, por ejemplo, se alude a un hecho histórico concreto en el que

habrían participado personajes que combatieron en la batalla naval entre la flota

francesa-española y la inglesa comandada por Nelson. Gabriel, el narrador y

personaje, se inscribe en este contexto, participa de la historia y convive con los otros

personajes como si él hubiese tomado parte, siendo un personaje ficticio asumiendo

así la función de pseudo-referente real.

61 Además, si bien Galdós no retrata con fidelidad la cultura del pueblo judío y sus tradiciones, concuerdo con Schyfter en que “perhaps for the first time in Hispanic letters, a Spanish novelist seeks to vindicate the image of the Jew, to explain his suffering and his moral position” (Schyfter, 24). 62 Véase Solotorevsky.

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Los pseudo-referentes reales pueden aparecer cuando existe un tipo de

filiación histórica respecto del extratexto, pero también esta identificación se puede

dar con figuras que “remiten «a un sentido pleno y fijo, inmovilizado por la cultura, a

roles, programas y usos estereotipados»”63. Puede tratatarse también de figuras que

evocan a individuos del extratexto cumpliendo roles específicos dentro de la sociedad,

como los personajes de maestros de escuela que habitualmente en la narrativa de

Galdós son ignorantes, pedantes y con deficiencias psíquicas, como don Pío Coronado

en El Abuelo.

Una figura que desempeña el papel de estereotipo es el repórter en la novela

de Nazarín. Este personaje aparece en la novela para ejercer el papel de comunicador

y como medio de información básica de los acontecimientos que relatará el narrador:

A un periodista de los de nuevo cuño, de estos que designamos con el exótico nombre de repórter, de estos que corren tras la información, como el galgo a los alcances de la liebre, y persiguen el incendio, la bronca, el suicidio, el crimen cómico o trágico, el hundimiento de un edificio y cuantos sucesos afectan el orden público y a la Justicia en tiempos comunes, o a la higiene en días de epidemia, debo el descubrimiento de la casa de huéspedes de la tía Chanfaina (Nazarín I, 1, 9).

Otros pseudo-referentes son anónimos, se esconden tras las forma pronominal

de “nosotros” y vehiculizan la voz de una colectividad. En un fragmento de Gloria, el

personaje de Daniel Morton queda caracterizado como parte de la comunidad judía de

la diáspora que ha padecido dieciocho siglos de antipatía:

El mismo valladar establecido por los cristianos para que vivamos separados del resto del linaje humano aviva y enciende más nuestra consecuencia, porque las injurias que hemos recibido, la expulsión de España, el injusto odio del cristianismo, nos aferran más a nuestro dogma, fórmula de la patria entre nosotros. ¡Abjurar!... ¡Pasarnos a este enemigo implacable que durante dieciocho siglos nos ha estado insultando, escupiendo y abofeteando; que nos ha expulsado, nos ha quemado vivos, nos ha arrojado de todas las ocupaciones honrosas, nos ha cerrado todas las

63 Hamon citado por Pimentel, 64.

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puertas, nos ha prohibido todos los oficios, dejándonos sólo el más vil: el de la usura; que nos ha llenado de denuestos groseros, apartándonos de todo lo que puede llamarse fraternidad y negándonos hasta el goce de los derechos naturales; que nos ha considerado siempre como una excepción en la humanidad, como una raza abyecta y manchada, y nos ha estado martirizando con la infame y absurda nota de deicidas, ¡de haber matado a Dios!...No, no puede ser; entre nosotros no habrá un solo hombre de honor que se pase a este enemigo implacable y feroz.(Gloria II, 11, 311).

Es evidente, por los ejemplos que he dado, que los pseudo-referentes reales

individuales se amoldan a la diégesis con mayor facilidad que los referentes reales,

dada su apertura de sentido; son un tipo social pero potencialmente podrían excederlo.

En cambio, los pseudo-referentes reales colectivos traen consigo una carga semántica

específica que los limita y no les permite expandirse de manera arbitraria, ni ser

autónomos64.

Referentes intertextuales o ficticios

Los referentes intertextuales son aquellos referentes que guardan una filiación directa

respecto de otro u otros textos, y producen significados que emergen del diálogo entre

el hipotexto y el hipertexto. Con frecuencia estas alusiones figurales transitan por las

obras de los escritores que Pérez Galdós más admiró: Balzac, Cervantes, Charles

Dickens y, Shakespeare, entre otros. Por esta razón, Baroja se atreve a decir que

Galdós:

“se franqueaba poco con cierta gente”, pero ― “charlaba por los codos cuando se trataba de literatura y de paisajes y de pueblos españoles”, se enfrascó en prolongadas consideraciones sobre ― “la manera de crear sus personajes Shakespeare y Dickens”, a quienes ― “había estudiado en sus procedimientos muy detalladamente”, y ― “discurrió acerca de la manera de construir sus novelas Tolstoi y Dostoyevski”, además de hablar extensamente ― “de la creación de los tipos, de la invención de los argumentos y de la manera de colocar un asunto en un ambiente”65.

64 Forster citado por Pimentel, 68. 65 Baroja citado por Ricardo Senabre, 45.

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De este modo, los acontecimientos y el final trágico para la pareja de amantes

en Gloria se conecta con la pareja veronesa de Romeo y Julieta, en la obra dramática

de William Shakespeare; el personaje de Beatriz, en Nazarín, alude a la figura

dantesca de Beatrice de la Divina Comedia; y en Tristana, el comportamiento galante

de don Lope tiene su par en la figura literaria de don Juan66.

Fue don Lope Garrido, dicho sea para hacer boca, gran estratégico en lides de amor, y se preciaba de haber asaltado más torres de virtud y rendido más plazas de honestidad que pelos tenía en la cabeza. Ya gastado y para poco, no podía desmentir la pícara afición (Tristana I, 38).

O bien los ecos de Hamlet se descubren en la voz de Joaquín Pez o Isidora

Rufete:

Éste es el dilema, the question, como decía el otro: o vivir sin decoro, o buscar en la muerte la imposibilidad absoluta de ruborizarse [...] ¿Eres tú, imagen que aquí veo [frente al espejo67], la de Joaquín Pez? Te desconozco. Tú no eres yo. Yo era hermoso, y tú, con esa palidez de Santo Cristo viejo y sin barniz, das grima. Mis ojos derramaban la alegría y la felicidad, y los tuyos están mortecinos y sin brillo ¿Cómo puedo creer que el hombre mejor vestido de Madrid sea este que aquí veo dentro de esta levitita abotonada hasta el cuello, con los ojales rotos y los bordes grasientos y con flecos? No; el hombre que, a la hora que es, no ha tomado más que un café y un poco de pan, no puede ser el Joaquín Pez que yo conocí. (La desheredada II, 30, 377-378).

Aquí se perciben las palabras del referente shakespeariano acerca del dilema

de la identidad, estrategia que le permite al narrador sondear un poco más en la psique

del joven Rufete (La desheredada, II, 33 ,431). Ésta es una prueba de que la obra de

Shakespeare se filtra entre las páginas de la novela y dialoga con más de un personaje.

Queda así demostrado que entre los “textos maestros, sagrados y profanos, que han

66 Véase el trabajo de Matallana-Abril en torno a la relación de Galdós con el protagonista de la obra de José Zorilla (1996). 67 El juego de espejos es un motivo que aparece con frecuencia en la novela.

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formado el imaginario occidental/español”68 –y en este caso específico, el corpus

galdosiano–, se encuentran las obras de Cervantes, Dante y Shakespeare.

Indudablemente, entre los diversos personajes que actúan como referentes

bíblicos en el corpus galdosiano, sobresale la figura de Cristo. Un ejemplo de ello se

puede encontrar en Nazarín, Misericordia y Gloria. Así en Misericordia, Benina “ha

sido calificada como una figura de Cristo o del propio Galdós o como un andrógino.”

(Merchán Cantos, 128). En Gloria, por su parte, el hijo producto del amor de Gloria y

Daniel, recibe el nombre Jesús69 y se dice que su historia vital tendrá su punto más

climático a la edad de treinta y tres años, la edad que tenía Jesús cuando fue

crucificado.

Como podrá apreciarse, varios y múltiples pueden llegar a ser los referentes

intertextuales con los que se conectan los personajes y la narrativa de Galdós. Sin

embargo, considero que es el referente cervantino el que mayor relevancia tiene para

la composición del mundo diegético y para la configuración de sus personajes.

III. 2.1. Componentes externos narrativos: El entorno

El universo diegético se propone como un espacio físico idóneo para el desarrollo de

la trama. En el caso de Galdós, es un marco de acción para los personajes que se

apoya, a menudo, en inventarios de objetos como se aprecia, por ejemplo, en la

descripción en lugar de trabajo de Mariano Rufete, conocido como Pecado:

Atravesaron un antro. Encarnación empujó una puerta. Halláronse en extraño local de techo tan bajo que sin dificultad cualquier persona de mediana estatura lo tocaba con la mano. Por la izquierda recibía la luz de un patio estrecho, elevadísimo, formado de corredores sobrepuestos, de los

68 McDermott cita a Harold Bloom para mostrar los juegos irónicos que se generan en la obra de Galdós a partir del diálogo intertextual con estos autores (492). 69 Se ha insistido en varias ocasiones que la historia de este infante llamado Jesús, apodado el Nazarenito (Gloria II, 33, 470) se consolida en la novelas Nazarín y Halma, ambas de 1895, constituyendo así un ejemplo paradigmático de un referente inter-intratextual.

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cuales descendía un rumor de colmena, indicando la existencia de pequeñas viviendas numeradas, o sea de casa celular para pobres. La escasa claridad que de aquella abertura, más que patio, venía, llegaba tan debilitada al local bajo, que era necesario acostumbrar la vista para distinguir los objetos; y aun después de ver bien, no se podía abarcar todo el recinto, sino la zona más cercana a la puerta, porque lo demás se perdía en ignoradas capacidades de sombra. Era como un gran túnel, del cual no se distinguía sino la parte escasamente iluminada por la boca. El fondo se perdía en la indeterminada cavidad fría de un callejón tenebroso. En la parte clara de tan extraño local [...] En el eje de aquel túnel que empezaba en luz y se perdía en tinieblas, había una soga tirante, blanca, limpia. (La desheredada I, 3, 47-48).

La descripción de este antro, a través del oxímoron de luz y claridad, aunado

a los sonidos de los hilos, es una característica frecuente de la narrativa galdosiana. En

este caso, la descripción del entorno y la creación de esta atmósfera de penumbra

permiten al narrador explicar la reacción del personaje de Isidora ante lo desconocido

y su actitud nerviosa:

El cáñamo se retorcía con áspero gemir, enroscándose lentamente sobre sí mismo. Los hilos montaban unos sobre otros, quejándose de la torsión violenta, y en toda su magnitud rectilínea había un estremecimiento de cosa dolorida y martirizada que irritaba los nervios del espectador, cual si también, al través de las carnes, los conductores de la sensibilidad estuviesen sometidos a una torsión semejante. Isidora lo sentía de esta manera, porque era muy nerviosa, y solía ver en las formas y movimientos objetivos acciones y estremecimientos de su propia persona. (La desheredada I, 3, 48).

Una estrategia recurrente en el universo diegético de Galdós es la definición y

explicación de los personajes a través del enfrentamiento de entornos antagónicos,

como el urbano y el rural, el noble y el plebeyo, el externo y el interno. Un ejemplo

paradigmático de la dicotomía entre dos espacios aparece en la descripción del paisaje

de Orbajosa en Doña Perfecta. En la descripción que hace Pepe Rey de la topografía

del lugar, la ironía es la clave para entender el antagonismo entre los dos espacios y

cómo la palabra poética no siempre connota la realidad física:

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—¡El cerrillo de los Lirios! —dijo el caballero, saliendo de su meditación—. ¡Cómo abundan los nombres poéticos en estos sitios tan feos! Desde que viajo por estas tierras, me sorprende la horrible ironía de los nombres. Tal sitio que se distingue por su árido aspecto y la desolada tristeza del negro paisaje, se llama Valle-ameno. Tal villorrio de adobes que miserablemente se extiende sobre un llano estéril y que de diversos modos pregona su pobreza, tiene la insolencia de nombrarse Villa-rica; y hay un barranco pedregoso y polvoriento, donde ni los cardos encuentran jugo, y que sin embargo se llama Valdeflores. ¿Eso que tenemos delante es el Cerrillo de los Lirios? ¿Pero dónde están esos lirios, hombre de Dios? Yo no veo más que piedras y yerba descolorida. Llamen a eso el Cerrillo de la Desolación y hablarán a derechas. Exceptuando Villahorrenda, que parece ha recibido al mismo tiempo el nombre y la hechura, todo aquí es ironía. Palabras hermosas realidad prosaica y miserable. Los ciegos serían felices en este país, que para la lengua es paraíso y para los ojos infierno. (Doña Perfecta, “Un viaje por el corazón de España”, 90-91).

La réplica a esta caracterización del espacio vendrá más tarde de boca de Doña

Perfecta, aunque ahora la alusión ya no será directamente al espacio, sino a la falta de

aclimatación de Pepe Rey a este contexto. Ello significa que el ethos irónico respecto

del espacio ciudadano ausente queda representado únicamente por Pepe Rey, quien

proviene de la ciudad:

-¿Sabes lo que me decía Rosario esta mañana?- indicó doña Perfecta, fija la vista en su sobrino-. Pues me decía que tú, como hombre hecho a las pompas y etiquetas de la corte y a las modas del extranjero, no podrás soportar la sencillez un poco rústica en que vivimos, y esta falta de buen tono, pues aquí todo es a la pata la llana (Doña Perfecta, “¿Habrá desavenencia?”, 119).

La novela destaca, a través de la perspectiva de sus personajes, las

contradicciones entre la vida de provincia, simbolizada por Orbajosa y sus habitantes,

y la vida de ciudad, representada por el joven Pepe. La urbe representa el progreso

abierto a todas las novedades de la ciencia, mientras que la comunidad rural adopta la

inmovilidad y estatismo como modus vivendi. En opinión de Raúl Álvarez, esto

permite mostrar que en la dicotomía campo-cuidad:

la ciudad será vista por unos como impiedad, sede del capitalismo, insolidaridad de unos con otros, reduccionismo utilitarista, corrupción,

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mientras que para otros será diversión, espíritu liberal, igualitario y centralizador, riqueza y moralidad. Y lo mismo ocurrirá con el campo, sede de la religión y la moral, compendio de virtudes castizas de la nación, caridad, viejas costumbres, hospitalidad, idea de una comunidad primitiva, de un primitivo comunismo, santificación de la pobreza, inocencia, para unos; y aburrimiento, fanatismo, regionalismo, pobreza, corrupción, conservadurismo, para los otros (4).

El paisaje descrito en Doña Perfecta muestra que la palabra que se revela a

través de la percepción de uno de los personajes no siempre coincide con los valores

asignados a los lugares o imágenes por otros personajes. Como consecuencia, la

contradicción que en principio alude únicamente al espacio físico de Orbajosa y sus

alrededores marca las discrepancias entre el joven Pepe Rey y el resto de los

habitantes, lo que crea un ambiente de fricción entre los personajes.

Comprendemos, por lo tanto, que el entorno no se define únicamente en la

descripción del espacio físico por el que transitan los personajes, sino también en la

atmósfera en el que estos se desarrollan y la manera en que, en algunos casos, como el

presentado anteriormente, determinan la relación entre los personajes.

El entorno puede introducirse como una imagen preconcebida y, al momento

de integrarse a la trama, cobrar una nueva significación. Este es el caso de la

atmósfera del carnaval que supone un ambiente festivo y lleno de excesos, un periodo

de relajación de las normas y los valores establecidos por la sociedad y por la Iglesia.

De modo más evidente, el carnaval se manifiesta en la adquisición de vestimentas que

facilitan la exhibición de permutas de una clase social a otra, como se ejemplifica en

la novela de La desheredada cuando Isidora se viste de mujer de pueblo:

El vestirse de mujer de pueblo, lejos de ofender el orgullo de Isidora, encajaba bien dentro de él, porque era en verdad cosa bonita y graciosa que una gran dama tuviera el antojo de disfrazarse para presenciar más a su gusto las fiestas y divertimientos del pueblo. En varias novelas de malos y de buenos autores había visto Isidora caprichos semejantes, y también en una célebre zarzuela y en una ópera. Si esto pensaba cuando la doncella y peinadora la estaban vistiendo, luego que se vio totalmente ataviada y pudo contemplarse entera en el gran espejo del armario de luna, quedó prendada

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de sí misma, se miró absorta y se embebeció mirándose, ¡tan atrozmente guapa estaba! (La desheredada II, 25, 314).

El personaje se permite esta metamorfosis debido a que el ambiente que rige

en ese momento en la trama es el periodo de Carnaval. Existen otros personajes que

adoptan vestimentas diferentes de las que se estima deben llevar cada uno de ellos,

pero las motivaciones son completamente diferentes, como analizaremos más

adelante.

En la narrativa de Galdós, sin embargo, el ambiente del carnaval adquiere un

nuevo significado al exhibir a través de la descripción de la atmósfera carnavalesca

los problemas inmediatos que asolan la vida política, social y económica del país

durante la segunda mitad del siglo XIX y que afectan directamente a los personajes.

Por esta razón, la atmósfera del carnaval en la narrativa de Galdós no debe ser vista

únicamente como representación de un periodo de mascaradas, bailes y otros

regocijos bulliciosos de la fiesta popular, sino como:

the great metaphor for the totally fluid reality of the urban poor in the 19th and 20th centuries. Denoting as it does the inversion or suspension of the social and moral orders, as well as the alteration of social and sexual roles, Carnival is the expression of the chaos into which the rural poor rushing into the urban centers were thrown; it likewise describes the unreliability of so-called reality, the inconsistency of the rapidly changing world both at work and at home, the constant and traumatizing insecurity based on fears that jobs would be lost, landlords would evict, authorities would, for no apparent reason, swoop down and arrest the totally vulnerable poor. The movement from country into town meant, for the poor, leaving a relatively stable, traditional situation in which everything from topography to demography, and cultural, social and religious structures, were well-defined and recognizable. In the city, everything was inverted. Living and working conditions were totally unrelated to past experience; one had to unlearn old habits and customs, indeed most of one's personal past, and begin all over again, learning new trades, new modes of behavior and living. Eating habits, family relationships, health and disease, indeed all of life itself, were thrown into flux. The reasons for living and dying were themselves different” (Goldman, 159).

Dicho de otro modo, el motivo carnavalesco que dominará el espacio narrativo

galdosiano no se traduce sencillamente en la tradicional connotación festiva, sino que

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también adquiere la forma de emblema de la miseria en su máxima expresión y cómo

esta afecta o influye a cada uno de los personajes70.

En mi opinión, no es posible desatender el entorno en la configuración del

personaje, “pues con frecuencia el espacio funge como una prolongación, casi como

una explicación” [del personaje] (Pimentel, 79). Repetidas veces, el antagonismo

entre el entorno y el personaje fomenta la reelaboración del espacio por los propios

personajes que asumen el rol de agentes constructores. Así le sucede a Isidora,

cuando:

Sintió en su cerebro una impresión extraña, como el rastro aéreo de inmensa caída desde la altura a los más hondos términos que el pensamiento puede concebir. Y ¡qué manera tan rara de ver el mundo y las cosas todas que están debajo del cielo, y aun, si se quiere, el cielo mismo! Cambio general. El mundo era de otro modo, la Naturaleza misma, el aire y la luz eran de otro modo. La gente y las casas también se habían transformado; y para que la mudanza fuera completa, ella misma era punto menos que otra persona (La desheredada I, 17, 224).

Muchas veces, esta transformación del entorno tiene su enclave en el mundo

ideal o imaginario, consolidando una segunda historia vital para algunos de sus

personajes:

una segunda vida encajada en la vida fisiológica y que se desarrollaba potente, construida por la imaginación, sin que faltase una pieza, ni un cabo, ni un accesorio. En aquella segunda vida, Isidora se lo encontraba todo completo, sucesos y personas. Intervenía en aquellos, hablaba con estas. Las funciones diversas de la vida se cumplían detalladamente, y había maternidad, amistades, sociedad, viajes, todo ello destacándose sobre un fondo de bienestar, opulencia y lujo. (La desheredada I, 4, 58).

Así, la dinámica del personaje Isidora en la novela tiene un sugerente

desarrollo, manifiesto en su pretensión de ser un miembro de la familia de Aransis.

Desde esta postura, el personaje se mueve en un mundo alternativo, formulado de tal

70 Dicha temática madurará de manera magistral en la novela de Misericordia.

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manera que se acomode a sus aspiraciones sociales. Se trata de un entorno creado para

adaptar las aspiraciones de la protagonista como heredera de la fortuna de Aransis.

Otro tipo de creación espacial formulada como un mundo alternativo queda

plasmado en la descripción de los sueños. En el marco de a diégesis, los sueños

pueden ser estimados como una forma de ruptura temporal, ya que, por ejemplo,

pueden repetir un momento anteriormente narrado, como en el caso de Rosario en

Doña Perfecta (“La confesión”, 281-283) o adelantar la acción del personaje, como

en el caso de los sueños premonitorios. Estos últimos se constituyen como escenarios

de acción alternativos, capaces de mostrar las aspiraciones de algún personaje que

desea actuar y ser alguien distinto, como en el caso de Isidora para quien, según

Germán Gullón, “el sueño sustituye ventajosamente a la vida en la conciencia del

vivir, del penoso diario existir de los desposeídos” (Germán Gullón, 1982, 47) y las

imágenes oníricas del personaje la transportan a una realidad y un tiempo diferentes

en los que la joven Rufete puede desempeñarse como la heredera de la familia

Aransis. Por tanto:

los sueños y cuanto pertenece a ese mundo se proyectan sobre la vida, de doble manera, que tanto se refiere al comportamiento inmediato de la persona, como a una influencia más remota ejercida sobre los sentimientos y, por consecuencia, sobre actos ulteriores inspirados por las emociones 71.

En resumen, hemos podido comprobar que el entorno puede formularse a

través de referencias a espacios extratextuales reales, a través del uso de topónimos,

en los casos que la localización en la geografía española es precisa; a través de una

serie de descripciones tipificadoras, representativas de los espacios rural y urbano,

como sucede en Doña Perfecta; y/o a través de construcciones de espacios

imaginarios o literarios, como la Mancha quijotesca.

71 Germán Gullón citado por A. de Armas, 790.

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El entorno se define, entonces, como en una referencia espacial, temporal y, en

ocasiones cultural, para el personaje. La “espacialización”, como llama Pimentel a la

configuración del entorno, proyecta un mundo diégetico que sirve como marco de

acción e interacción humana (Pimentel, 26). La configuración de este mundo,

abordado desde diferentes ángulos y perspectivas, permite crear una atmósfera

determinada de acción, dando no solo a los espacios, sino a todos los aspectos con él

relacionados, una nueva significación. Como vemos en el caso del Carnaval, la fiesta

de los excesos por definición, la atmósfera que se proyecta en la narrativa galdosiana

es completamente diferente y no se refiere a la festividad tres días antes del miércoles

de ceniza (según la tradición Cristiana), sino como expresión de la crisis social y

económica que vive España en el siglo XIX.

La caracterización de los personajes exige un atento análisis del espacio, si a

través de él se favorece al esclarecimiento, ilustración o justificación de ciertas

actitudes y comportamientos asumidos por los personajes. Y por esta razón, espacio y

personaje se se complementan, ya sea para reforzar sus mismos rasgos o bien para

revelar una tensión significativa entre ellos.

III. 2. 2. Componentes narrativos externos: la dimensión temporal

Los personajes y la trama están sujetos a una dimensión que supone un movimiento

en el tiempo. Este tiempo, dependiendo de su encuadre en la temporalidad

extradiégetica, se constituye como el tiempo diegético, tiempo del discurso.

Habitualmente, el tiempo del extratexto, y en consecuencia, el de la narrativa, es

considerado lineal y unidireccional.

Rimmon Kenan, en Narrative Fiction, explica que el tiempo del relato no

siempre corresponde a la sucesión de eventos de la historia, y por tanto, deben

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analizarse las discrepancias entre ellos a través de tres parámetros: orden, duración y

frecuencia72, parámetros que permitirán responder al cuándo, por cuánto tiempo y

cuántas veces ocurren los sucesos.

En la narrativa de Galdós, la temporalidad diegética es muy versátil; por lo

general, los movimientos remiten a un presente o un pasado inmediato, aunque es

muy frecuente la presencia de rupturas temporales. Al referirnos al orden de los

sucesos, empleando la valoración de Genette (1984), notamos que en la narrativa de

Galdós hay una mayor presencia de analepsis que de prolepsis73 puesto que se busca

dar a la narración un carácter histórico abarcador y panorámico.

En principio, la presencia de referentes figurales y narrativos —personajes,

fechas y lugares— contribuye a la localización de la trama y del personaje en un

momento histórico determinado. Juanito Santa Cruz, en Fortunata y Jacinta, se hace

acompañar de sus amigos “en el célebre alboroto de la noche de San Daniel”

(Fortunata y Jacinta I, 4). El pasaje remite a la protesta estudiantil también conocida

como la Noche del Matadero y sitúa la trama en torno al 10 de abril de 1865. Tal

como sucede con las referencias a personajes y espacios geográficos concretos, la

introducción de una fecha sirve como indicativo del momento en que sucede la

narración y de las condiciones que rodean las acciones de los personajes que

intervienen en la trama.

72 La frecuencia consiste en el número de veces que una acción sucede en la historia frente al número de veces que es narrada en el discurso. Las frecuencias pueden ser singulativas (se narra en el discurso una vez lo que ocurrió una vez en la historia), iterativas (se narra en el discurso una vez lo que ocurrió una vez en la historia) y repetitivas (se narra un acontecimiento en el discurso un número superior de veces de las que ocurrió en la historia). 73 En la analepsis el discurso remite a hechos ocurridos anteriormente en la narración. Se considera analepsis homodiegéticas internas cuando los acontecimientos son posteriores al punto del inicio del discurso y se refieren al mismo personaje, acción o línea narrativa. En el caso de las analapesis externas estas aparecen cuando se refieren a un momento cronológico anterior de aquel que inicia la narración y heterodiegética cuando se refiere a otro personaje. En el caso de la prolepsis, el discurso remite a hechos ocurridos posteriormente en la historia. Y exactamente como ocurre con las analepsis, en la narrativa podemos encontrar prolepsis internas o externas cuando el hecho sucede antes o después del final del discurso y, prolepsis homodiegéticas o heterodiegéticas cuando estas se refiere al mismo personaje u otro personaje, acción o línea narrativa.

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En Trafalgar, si bien el emplazamiento histórico queda sugerido por el

combate del cabo de San Vicente de 1797, la alusión temporal indica un antecedente

en la historia vital de personaje, narrador evasivo que evita dar más detalles sobre su

persona:

Yo nací en Cádiz, y en el famoso barrio de la Viña, que no es hoy, ni menos era entonces, academia de buenas costumbres. La memoria no me da luz alguna sobre mi persona y mis acciones en la niñez, sino desde la edad de seis años; y si recuerdo esta fecha, es porque la asocio a un suceso naval de que oí hablar entonces: el combate del cabo de San Vicente, acaecido en 1797. (Trafalgar I, 5 )

Por inferencia, el primer salto temporal se realiza hacia 1791, año del

nacimiento de Gabriel Araceli, lo que marca una analepsis homodiegética externa, un

punto anterior a la memoria del personaje. El combate de San Vicente en el año de

1797, por otro lado, es una analepsis también homodiegética pero interna, ya que

marca el comienzo de la trama y el punto de partida de los recuerdos de Gabriel

Araceli. Por lo tanto, el tiempo diegético retrospectivo funciona como regulador,

marcando un antes y un después en la vida del protagonista.

Por su parte, el adverbio temporal “después” marca una de las pocas prolepsis

en la narrativa de Galdós74, en este caso de tipo homodiegética y mixta, ya que señala

la acción posterior a la descrita por Gabriel Araceli, que comprende los años 1805 a

1814 y corresponden a los títulos de las novelas subsiguientes de los Episodios

Nacionales de la primera serie: Trafalgar (1873), Bailén (1873), Zaragoza (1874),

Gerona (1874), La batalla de los Arapiles (1875). Este periodo abarca la derrota de

Trafalgar en 1805 y se extiende hasta la derrota de los ejércitos franceses en la batalla

de Waterloo, en 1814, configurando el marco histórico de la narración.

74 Esta prolepsis marca la continuación de Gabriel como narrador y personaje principal en la primera serie de Episodios Nacionales y de ahí su relevancia para el personaje.

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Rimmon Kenan comenta que mientras el orden se puede observar en la

colocación de un capítulo tras otro y la frecuencia se mide en el número de veces que

se repite una acción en la historia (51-52), la duración solo se percibe en la lectura y

depende de cada lector el tiempo que invierta en la misma. Sin embargo, existen

estrategias que facilitan la identificación de la aceleración o desacelaración temporal

para crear un ritmo/norma de duración y esto a través de los modos denominados

escena, elipsis, resumen, demora y pausa.

En la narrativa de Galdós, además de la escena que corresponde al diálogo,

sobresalen las pausas descriptivas y digresivas, y los resúmenes.

Las pausas descriptivas y digresivas

Las pausas descriptivas son un recurso que interrumpe el ritmo de la narración para

dar paso a un discurso descriptivo en el que no hay avance de la historia. En la

mayoría de los casos, es la voz narrativa la encargada de intervenir en la narración

para complementar, a través de su discurso, un aspecto del personaje y/o para dar más

detalles sobre la trama. Las pausas descriptivas son generalmente figurales, es decir,

que el objeto de focalización es el personaje. Sin embargo, existen pausas de tipo

narrativo o pausas digresivas (Pimentel, 51), en las que la atención se transfiere del

personaje a otro objeto. En el siguiente fragmento de Nazarín se observa como la

pausa disgresiva expone el razonamiento que hace el narrador y el proceso de

descripción de la novela:

¿Concluí por construir un Nazarín de nueva planta con materiales extraídos de mis propias ideas, o llegué a posesionarme intelectualmente del verdadero y real personaje? No puedo contestar de un modo categórico. Lo que a renglón seguido se cuenta, ¿es verídica historia, o una invención de esas que por la doble virtud del arte expeditivo de quien las escribe, y la credulidad de quien las lee, resultan como una ilusión de la realidad? Y oigo, además, otras preguntas: «¿Quién demonios ha escrito lo que sigue?

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¿Ha sido usted, o el reporter, o la tía Chanfaina, o el gitano viejo?...». Nada puedo contestar, porque yo mismo me vería muy confuso si tratara de determinar quién ha escrito lo que escribo. No respondo del procedimiento; sí respondo de la exactitud de los hechos. El narrador se oculta. La narración, nutrida de sentimiento de las cosas y de histórica verdad, se manifiesta en sí misma clara, precisa, sincera (Nazarín I, 5, 40).

La referencia metatextual no alude al personaje, sino al proceso de escritura de

la novela y, por tanto, transfiere el punto de focalización del personaje a la producción

del texto. Esto pone en evidencia que el relato es al mismo tiempo una narración

diegética y una reflexión sobre la creación de la misma, en tanto que se revela lo

endeble que resultan los límites entre el espacio diegético y el extradiegético. Desde el

punto de vista de la caracterización del personaje, observamos que la pausa

descriptiva desplaza la focalización en el personaje para tornarse hacia el narrador,

que se focaliza a sí mismo. Esta estrategia evidencia que también el narrador es una

construcción más de este mundo de ficción.

El resumen

El resumen es otra forma de fractura del ritmo narrativo. A través de la síntesis, los

eventos narrados se abrevian e interpretan, y el periodo que comprenden queda

contenido en un espacio textual más corto. La mejor forma de ilustrar este

movimiento temporal es observar cómo el paso de los años se resume en tan solo unas

líneas. En La desheredada, el narrador abrevia los pensamientos de Isidora de casi un

lustro en tan sólo unos renglones:

En fin... No contenta con pensar lo que pasaría al siguiente día, pensó los sucesos del tercer día, y los del otro, y los del mes próximo, y los del año venidero, y los de dos, tres o cuatro año más” (La desheredada I, 5, 86).

Aquí encontramos a un narrador “fatigado” que opta por el resumen para

relatar los pensamientos del personaje de manera sintetizada y abarcar los próximos

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cuatro años de su vida. Por su parte, el narrador en Gloria da un salto, sin aparente

justificación, desde el momento que Gloria tenía sólo diez y seis años hasta el

presente narrativo y lo hace con la frase: “Pero en los días en que esta historia

empieza tenía ya diez y ocho” (Gloria, I, 7).

Es innegable que los juegos temporales afectan el ritmo de la trama creando

efectos de demora y aceleración, dando saltos anteriores y posteriores al momento del

discurso e inagurando, en algunos casos, diegésis alternativas que confrontan la

realidad con la ficción. En lo que se refiere a la caracterización de los personajes, los

juegos temporales son marcas textuales que facilitan la construcción de la historia

vital del personaje. En principio, la incorporación de fechas permite ubicar al

personaje en un momento histórico determinado o bien en una etapa de su vida. Así,

por ejemplo, es el caso de Gabriel en los Episodios Nacionales, para quien la sucesión

de los eventos que transcurren desde 1805 a 1814 determinan su maduración y/o

envejecimiento a lo largo de la narración.

Finalmente, las rupturas temporales permiten acceder a momentos anteriores o

posteriores a la historia vital de personaje a fin de explicar mejor las circunstancias

que lo determinaron y afectaron, o bien cambiar la focalización de un personaje a

otro, incluyendo, en oportunidades, al propio narrador y agente constructor.

III. 2. 3. Componentes narrativos externos: el discurso

El discurso de los personajes como medio caracterizador indirecto facilita la

inferencia de una serie de rasgos constructivos a través de la comunicación mediada

por el narrador o por los otros personajes cuando estos asumen el rol de agentes

constructores.

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El discurso como vehículo caracterizador (idiolecto) en la narrativa galdosiana

se sirve particularmente de motes o apodos, extranjerismos, vocabularios propios de

una profesión, registros lingüísticos que connotan la pertenencia a grupos sociales y

culturales diferentes, además de los silencios. Los motes o apodos son unidades

semánticas reiterativas que caracterizan al personaje, destacan algunos de sus rasgos o

esclarecen la relación entre dos personajes. En el caso de Mariano en La desheredada,

por ejemplo, la tía de Isidora le llama “Pecado, porque parece que vino al mundo por

obra y gracia del demonio” (La desheredada I, 3, 50).

Los extranjerismos, por el contrario, son términos aislados que se introducen

en el texto para incluir discursos diferentes, como el periodístico. Así sucede, por

ejemplo, con la incorporación de las palabras repórter (I, 1, 9), interview (I, 4, 31) o

sport (IV, 2, 161) en Nazarín. Estos vocablos se ensamblan en particular en el

discurso metatextual del narrador, en el marco de sus comentarios sobre los

pormenores de la trama.

En lo que respecta a los vocabularios propios de una profesión, se sabe que

Galdós se nutre de este lenguaje mediante la correspondencia con personajes

destacados de su época y otros corresponsales desconocidos, así como por su basta

lectura. Un ejemplo de ello es el conocimiento de Galdós de la temática judía, el cual

se explica por la buena relación epistolar que tenía con un matrimonio judío griego de

la isla de Salónica, según revela el investigador y especialista en Galdós, Rodolfo

Cardona. Sin embargo, se puede aventurar también que los conocimientos de Galdós

sobre la comunidad judía y sus costumbres los adquirió a través de la relación con una

feminista radical y actriz fracasada llamada Concha Morell, que adoptó el nombre de

Ruth tras convertirse al judaísmo.

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Como ya fuera señalado, el ejemplo paradigmático de un personaje

caracterizado por su habla a través de variables contextuales y sociolingüísticas se

encuentra en Misericordia. No hay personaje más singular en esta novela que el ciego

Almudena75. Dicha excepcionalidad se debe a su hibridez étnica manifiesta en la

utilización de un espectro de variantes lingüísticas que incluyen el español, sefardí,

árabe y hebreo. Aldina Quintana (2008) opina que:

Está claro que Galdós no entró en contacto directo con la lengua de los judíos del norte de África. Es más, ni siquiera realizó un estudio profundo de la misma, quizás porque la creación artificial le era suficiente para marcar su diferencia con el castellano estandarizado. Sin embargo, la lengua de estos personajes sefardíes se encuentra nutrida de arcaísmos, formas verbales, refranes y locuciones, fenómenos característicos de las comunidades judeoespañolas (Quintana, 101).

Y aunque Quintana no se refiere precisamente al personaje de Almudena, es

posible verificar en el discurso del personaje ejemplos de este tipo de locuciones:

Mi enseñarla ti: Semá Israel Adonai Elohino Adonai Ishat (12, 139)76. Nombre mío Mordejai —declaró el ciego—, y ser yo nacido en un puebro mu bunito que llamar allá Ullah de Bergel, terra de Sus, ¡oh! terra divina, bunita...mochas arbolas, aceita mocha, miela, frores, támaras, mocha güena (13,145).

e incluso alusiones al rey de los demonios, Samadi77, en las leyendas de los sabios del

texto talmúdico:

75 “En la edición de Misericordia publicada por Nelson en 1913, Galdós escribe: «El moro Almudena, Mordejai, que parte tan principal tiene en la acción de Misericordia, fue arrancado del natural por una feliz coincidencia. Un amigo, que como yo acostumbraba a flanear de calle en calle observando escenas y tipos, díjome que en el Oratorio del Caballero Gracia pedia limosna un ciego andrajoso, que por su facha y lenguaje parecía de estirpe agarena. Acudí a verle y quedé maravillado de la salvaje rudeza de aquel infeliz, que en español aljamiado interrumpido a cada instante por juramentos terroríficos, me prometió contarme su romántica historia a cambio de un modesto socorro»” (Galdós citado por García Lorenzo, 39). 76 Deuteronomio 6:4 “ יהוה אחד, יהוה אלהינו: ישראל, שמע ” (“Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor”). 77 Samadi – שמדאי/ es una palabra de origen persa, Aeshma - daewa y sirve para designar a Aeshma el impostor.

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Pero en lo de los mundos misteriosos que se extienden encima y debajo, delante y detrás, fuera y dentro del nuestro, sus ojos veían claro, cuando veían, mismo como vosotras ver migo. Bueno: pues se le aparecieron dos ángeles, y como no era cosa de aparecérsele para no decir nada, dijéronle que venían de parte del Rey de baixo terra con una embajada para él. El señor Samdai tenía que hablarle (Misericordia 14, 146-147).

Los “almudeísmos”, formas rudas y ásperas probablemente como parte de un

tipo de español arcaizante o la influencia de otros idiomas como el árabe —“mismo

como vosotras ver migo”, “ baixo terra”—, revelan que el personaje se va

configurando a partir de una serie de voces o vocablos peculiares que lo hacen único

dentro de la novela y dentro del corpus galdosiano porque:

El habla de Almudena es un caso excepcional, no sólo en Misericordia sino en la obra entera de Benito Pérez Galdós, y no porque no haya en ella otros personajes con parecidos rasgos de exotismo o torpeza idiomática, sino por tratarse de una figura principal —las otras no lo son— cuya lengua áspera y dificultosa se nos transcribe con especial abundancia78.

El hecho de que Almudena hable una lengua no del todo comprensible, apunta

a la construcción de un retrato lingüístico único en el que se expresa libremente la

opinión y los sentimientos de un personaje sin mediación del narrador o cualquier otro

agente constructor. Pero además, la plusvalía de este personaje foráneo y

lingüísticamente excepcional se debe igualmente a que por medio de él es dable

caracterizar al narrador, que suponemos omnisciente, informado y perito en toda la

materia narrativa, mostrando así que no es versado en la lengua de uno de sus

personajes:

El mendigo, en tanto, pronunciando palabras coléricas, que no es fácil al narrador reproducir, por ser en lengua arábiga (Misericordia 5, 92).

78 Lida citada por García Lorenzo, 42.

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En otras palabras, Almudena cobra importancia porque siendo un personaje de

la diégesis, posee la facultad de caracterizar al narrador mostrando su incapacidad

para reproducir vocablos árabes y sus limitaciones en la formación cultural. Esta

caracterización revela la trasgresión que se observará en Misericordia en los

diferentes niveles diegéticos y en la aparición de agentes constructores y narradores

metadiegéticos.

Asimismo, los silencios son componentes indirectos de caracterización,

principalmente del narrador, aunque afectan a los personajes de manera indirecta. Con

frecuencia, los blancos textuales, sean temporarios o permanentes, aparecen cuando la

figura del narrador se muestra evasiva y ambigua, testimonio de lo incierto de la

credibilidad del narrador que, como hemos visto, no siempre posee toda la

información sobre lo que acontece en la trama.

En la primera presentación de la heroína en La desheredada, el narrador omite

el nombre de pila y se refiere a ella como la joven, la muchacha:

Estos múltiples deseos, que se encerraban en uno solo, fueron expresados atropelladamente y con turbación por la muchacha, que era más que medianamente bonita, no por cierto muy bien vestida ni con gran esmero calzada [...] Sus ojos expresivos habían llorado, y lloraban algo todavía. Sus manos, algo bastas, sin duda, a causa del trabajo, oprimían un lío de ropa seminueva, mal envuelta en un pañuelo rojo. Rojo era también el que ella en su cabeza llevaba, descuidadamente liado debajo de la barba, a estilo de Madrid. ¿Con qué prenda se cubría? ¿Sotana, mantón, gabán de hombre? No; era una prenda híbrida, un arreglo del ruso al español, un cubrepersona de corte no muy conforme con el usual patrón ( La desheredada I, 1, 22).

Esta singular pieza híbrida, el ruso, constituye más adelante el vocativo con el

cual el narrador se referirá a ella, ratificando así probablemente una antipatía del

narrador para con su personaje y una estrategia más para prolongar el blanco textual

temporario de su nombre (La desheredada I, 1, 23).

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La configuración de la heroína por parte del agente constructor queda

obstaculizada, pero se facilita la caracterización directa del personaje a partir de su

primer discurso. Ricardo Gullón indica que existen tres clases de silencios en la

narrativa de Galdós: “aquellos espacios del texto en que se calla algo que el lector

espera oír, el narrador no da explicaciones sobre circunstancias que no sobraría poner

en claro, o bien omite escenas escabrosas” (Tristana, prólogo, 26-27) y habría que

agregar, en vista del ejemplo citado, el silencio que facilita la auto-caracterización del

personaje.

El silencio —llamamos así a la omisión informativa por parte del narrador—,

es el disparador de otras fuentes de información y estimula al personaje (y al lector

implícito) a iniciar una búsqueda de canales alternativos de información. El primer

canal de información se encuentra en la creación de un mundo imaginario79. El

personaje, desprovisto de ciertos rasgos biográficos, emprende una búsqueda de una

nueva identidad a través del diseño de un mundo imaginario en donde queden

subsanadas todas sus carencias. Eso es lo que le ocurrirá a Isidora Rufete (La

desheredada I, 4, 58), a Tristana al expresarle a Horacio sus deseos de ser una gran

pintora (Tristana 13,116-117), y al personaje de Nina, al crear a don Romualdo

(Misericordia 30, 251).

Ante los blancos del narrador, el segundo canal alternativo de información

será el vehiculizado a través de los personajes que asumen la función de narradores y

relatan los acontecimientos desde su propia perspectiva, como lo hemos analizado

anterioremente. En oportunidades, la voz narrativa, en perfecto control de la

información, decide no mencionar un dato importante de la historia vital del

personaje, como puede ser su apellido o su lugar de origen. Lo que podría ser 79 Existen momentos poco claros en la narrativa de Galdós que por su ambigüedad temporal y geográfica invitan a la reconstrucción por parte de los personajes de algunos sucesos pasados, sean estos recuerdos de experiencias vividas o productos de la imaginación.

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considerado como una falla es, con seguridad, una de las estrategias literarias más

importantes de la narrativa de Galdós, pues estimula a que otras figuras asuman la

función de agentes constructores e informantes.

En resumen, ante los silencios del narrador nos encontramos frente a

personajes que buscan en el plano imaginativo canales alternativos de información y,

como consecuencia de esta incursión en el mundo imaginario, la percepción de la

realidad queda distorsionada al fundarse únicamente en la percepción subjetiva de

este mundo alternativo o posible. En lo que se refiere a los otros personajes, cuando

estos asumen las funciones del narrador, la consecuencia es la apertura de nuevas

perspectivas que en ocasiones entran en conflicto con la perspectiva del propio

narrador, creando núcleos de conflicto o ambigüedad. Desde el punto de vista del

personaje, lo enriquecen, ya que aportan más elementos a su caracterización.

En esta sección nos hemos detenido a analizar los componentes externos que

contribuyen a la caracterización del personaje. Hemos podido comprobar que tanto los

componentes figurales —narrador, otros personajes y, los referentes— como los

componentes narrativos —el entorno, la dimensión temporal y, el discurso—

contribuyen sustancialmente a la caracterización de los personajes.

A partir de ciertos pasajes extraídos de la narrativa de Galdós hemos

ejemplificado el comportamiento de cada uno de estos aspectos y hemos comprobado

que los narradores que predominan en la corpus galdosiano son narradores

heterodiegéticos altamente manfiestos en el texto, figuras que irrumpen en la escena y

que trasgreden los niveles de la diégesis para introducir comentarios sobre la historia,

los personajes o el propio proceso de creación de la novela. Dichos narradores se

erigen como el principal agente constructor del personaje a través de la descripción de

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sus facciones faciales, su cuerpo, para luego dar paso a los rasgos sociales,

económicos y psicológicos, creando retratos detallados de las figuras principales en la

historia. Son ellos, en ocasiones, desmemoriados o “despistados” en lo que a la

historia vital se refiere, lo que da pie a que otras figuras dentro de la trama asuman su

función como agentes constructores del personaje.

Los otros personajes, como hemos podido ver, comprenden aquellas figuras

que por sus rasgos particulares y distintivos se constituyen como seres individuales —

personajes secundarios de primer grado— o en ausencia de ellos, como miembros de

un colectivo —personajes secundarios de segundo grado—, figuras que introducen en

su intercambio con el narrador, con el propio personaje focalizado y con otros

personajes nuevas perspectivas, dando mayor pluralidad y polifonía al relato y a la

caracterización de personajes.

Los referentes —reales, pseudo-reales e intertextuales— posibilitan la

comunicación con el extratexto y con otros relatos literarios con el fin de crear un

efecto de verosimilitud, situándolos en un contexto determinado.

Al examinar el entorno hemos reconocido que este no se define únicamente en

relación al espacio físico o geográfico, sino que corresponde también a la atmósfera o

ambiente que rodea a los personajes. El entorno sirve como reflector de las emociones

del personaje y, en ocasiones, a través de él se define uno o más de uno de sus rasgos.

Apreciamos que en la narrativa de Galdós la dicotomía entre espacios es frecuente:

por medio de ésta se nos presenta, por un lado, la ciudad, y por otro, el campo.

Comprobamos que el espacio urbano corresponde mayormente a Madrid, una ciudad

sumida en una crisis social y económica, un lugar que obliga a diseñar nuevos

espacios imaginarios y alternativos alejados de los problemas que conllevan entre

otros males, la miseria y la ambición desmedida de unos cuantos.

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El mundo diegético cobra, a la luz de los cambios sociales y económicos que

atraviesan sus personajes, nuevos significados, rompiendo, por ejemplo, con la

concepción tradicional del Carnaval como tiempo de fiesta, diversión y excesos, para

sustituirlo por una metáfora de la miseria y el mal vivir de la población madrileña

representada en cada una de las novelas.

Por otro lado, mediante el estudio de la dimensión temporal, hemos podido

comprobar que el afán de sostener la trama en un marco histórico persiste en la

mayoría de las novelas, favoreciendo la presencia de analepsis generalmente

homodiegéticas e internas. La aparición de prolepsis homodiegéticas externas cobra

mayor relevancia en todo el corpus galdosiano, pues posibilita la continuidad de un

personaje en otro relato, como sucede en los Episodios Nacionales. Frente a ello,

resulta menos determinante el empleo de la frecuencia de los eventos narrados.

Por último, al analizar el componente del habla hemos notado que el discurso

de los personajes funciona como medio caracterizador indirecto, un medio que se

manifiesta en motes, apodos, extranjerismos y lenguajes especializados para dotar a

sus personajes de rasgos distintivos. Al mismo tiempo que la producción galdosiana

celebra la heterogeneidad y la polifonía lingüística de sus personajes, en ocasiones

promueve la actitud acaparadora del narrador como agente constructor principal. En el

marco del discurso del narrador cobran mucha importancia para la caracterización de

los personajes y su historia vital los silencios y la presencia de blancos temporales y

permanentes.

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IV. UN MODELO DE ANÁLISIS PARA LOS PERSONAJES GALDOSIAN OS

En la sección anterior hemos analizado separadamente los diferentes aspectos que

determinan la caracterización del personaje. En esta sección me interesa examinar

cómo interactúan en el marco de su función de agentes constructores directos e

indirectos del personaje, en tanto instrumentos que permiten formular el ser y el hacer

del personaje a lo largo de la trama como figuras independientes:

[que] ejercen unos sobre otros una constante y vigilante restricción, lo cual no les permite expandirse de manera arbitraria, ni ser “autónomos”; de hecho dependen no sólo de unos de otros sino del universo ficcional que les ha dado vida80.

Siguiendo los parámetros de la teoría axial de Josef Ewen distinguiré entre

personajes complejos y personajes simples. Diferenciaré los personajes que se

mantienen invariables durante el desarrollo de la trama de aquellos que son

dinámicos. Me ocuparé de mostrar el grado de penetración en la vida interior o la

clausura total o parcial de este espacio interno.

La teoría axial de Josef Ewen

El crítico israelí Josef Ewen (1971) ofrece un modelo de análisis para los personajes

como respuesta al problema de clasificación de los mismos. Considera que es

necesario distinguir a la persona “real” del personaje literario y advierte que la

función y el comportamiento del personaje dentro de la narración dependen de los

elementos compositivos y las herramientas lingüísticas para la construcción del

mismo (1). Además, afirma que el personaje literario es el componente más

importante y primordial de una obra (1), por tanto, le otorga centralidad al personaje

por sobre cualquier otro aspecto narrativo.

80 Pimentel parafraseando a Forster, 68.

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El crítico distingue, en función de la dinámica de similitud y contraste de los

rasgos configuradores de los personajes, entre personajes complejos y personajes

simples. Asimismo, marca las pautas para diferenciar los personajes que se mantienen

invariables durante todo el texto de aquellos que son dinámicos. Finalmente, Ewen

considera el grado de penetración en la vida interior o la ausencia total o parcial de

este espacio interno.

Ewen, además, señala tres métodos de caracterización: el directo, el indirecto

y el analógico81, los cuales toman en consideración las estrategias de construcción del

personaje, ya sea a través de la voz o voces del narrador o de la voz de otros

personajes; a través de sus relaciones con el entorno y la relación con los otros

personajes; a través de las acciones y el discurso. Finalmente examina el uso de

antropónimos, la comparación con el paisaje y/o la naturaleza, y el paralelo respecto

de otros personajes.

De este modo, se configuran tres ejes de caracterización de personajes:

evolución, complejidad y penetración en la vida interior82.

81 Método directo.- Consiste en la definición directa y explícita del personaje, ya sea a través de la voz o voces narrativas o de la voz de otros personajes. Método indirecto.- Examina la caracterización del personaje a través de marcas textuales que el lector debe reunir e interpretar; comprende el aspecto externo, el entorno, la historia vital, las diversas relaciones con otros personajes, las acciones y el discurso. Método por analogía.- Estudia las posibilidades para caracterizar al personaje a través del uso de los antropónimos, la comparación con el paisaje y/o la naturaleza, así como el paralelismo que se puede crear respecto de otros personajes. 82 En el año de 1973, Josef Ewen contempla un cuarto eje de caracterización al que designa con el nombre de eje simbólico. No obstante, para el presente estudio la posibilidad de que un personaje pueda funcionar simbólicamente es materia que se analizará en el eje de complejidad y en el método de caracterización por analogía.

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IV. 1. Eje de evolución

El principio que rige este eje radica en los cambios que experimenta un personaje en

la trama. En este sentido, Josef Ewen advierte que algunos personajes pueden

registrar más de un cambio durante su desarrollo. El crítico sostiene también que tales

cambios, sean intencionales o no, generan tensiones en el personaje. Del mismo

modo, Ewen se percata de que existen personajes que no experimentan ningún

cambio, como por ejemplo, en ciertos cuentos cortos, debido a la limitación del

espacio y del tiempo textual.

Tomando en cuenta el factor cambio o, en su defecto, la ausencia de éste,

Josef Ewen propone en cada uno de los extremos de esta primera escala a personajes

estáticos y a personajes dinámicos, respectivamente. Los primeros se mantienen

invariables durante su participación en el texto, mientras que los segundos muestran

cierto desarrollo, evidenciado en los cambios que experimentan a lo largo de la obra.

La evolución del personaje galdosiano

En opinión de Yolanda Arencibia, la configuración completa del personaje de una

novela exige, entre otras cosas, la capacidad de ir evolucionando en el devenir de la

historia (1997, 137). La evolución permite visualizar el grado de inmovilidad o de

dinamismo en diversos niveles: el primero de éstos se da a la par del tiempo diegético

y permite observar los efectos del paso del tiempo en los personajes; el segundo es

proporcional al grado de madurez y/o cambio psicológicos que adquiere el personaje

y, finalmente, el tercero corre paralelo a la evolución socio-cultural y socio-

económica de los personajes dentro del mundo configurado en el texto literario.

Para Nazarín, John W. Kronik, al analizar este aspecto de la evolución,

propone cinco movimientos dinámicos como parte del esquema lineal de la novela.

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Para el crítico, la primera parte de la novela consta de un prólogo expositivo seguido

de una segunda parte preparatoria; a la que le sigue la tercera y cuarta sección que se

traducen en un viaje; finalmente, la segunda mitad de la cuarta parte y en su totalidad

la quinta estarían caracterizadas por un ritmo “pasivo”. Como afirma Kronik, esta

división de la novela en cinco etapas tiene, centralidad para la caracterización de

Nazarín. No obstante, en mi opinión, no se trata únicamente de una cuestión de

centralidad, sino de una relación recíproca entre personaje y mundo narrativo. Sin

lugar a duda, la dinámica textual nos revela el movimiento del personaje en diferentes

nivelesde desarrollo.

La indicación de un avance se introduce en la novela por medio de

expresiones verbales, mayormente con verbos de locomoción —“corren”,

“persiguen”—, o en secuencias constituidas por frases largas y rítmicas, como

también a partir de epítetos que el narrador asigna al personaje que connotan en sí

mismos movimiento: “andante”, “fugitivo”.

El movimiento opuesto conlleva el estatismo del personaje. Kronik afirma que

cuando se presenta el peligro del estatismo en la narración, el texto lo evita por medio

de la abreviación, el aplazamiento y la superación. Cuando Nazarín es encarcelado y

privado de su libertad y obligado a regresar a Madrid para enfrentarse a la justicia,

aparece en el personaje un deseo renovado de proseguir su peregrinación, aplazando

el viaje, buscando una nueva forma de superación espiritual. La oportunidad se le

presenta en Navalcarnero, cuando el cura se enfrenta a los insultos y a los golpes del

Parrícida y el Ladrón sacrílego. En principio, el cura responde con cólera y arrogante

dignidad, para luego, tras nuevos golpes e insultos, tomar conciencia y reivindicarse

no como el hombre dominado por la pasión humana, sino como la figura venerable

que aspira a convertirse:

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Brutos, al oírme decir que os perdono, me tendréis por tan cobarde como vosotros... ¡y tengo que decíroslo! ¡amargo cáliz que debo apurar! Por primera vez en mi vida, me cuesta trabajo decir a mis enemigos que les perdono: pero os lo digo, os lo digo sin efusión del alma, porque es mi deber de cristiano decíroslo... Sabed que os perdono, menguados, sabed también que os desprecio, y me creo culpable por no saber separar en mi alma el desprecio del perdón. (Nazarín V, 1, 217-218).

Nazarín, el fugitivo, ha sido encarcelado y forzado a regresar a Madrid para

enfrentarse a la justicia. Nazarín, el peregrino, ha tenido que aplazar su viaje de

peregrinación. Sin embargo, Nazarín, alma cristiana, continúa un camino evolutivo

hacia la purificación, deshaciéndose de todo residuo de pasión humana y creciendo y

fortaleciéndose a cada paso. Estos tres devenires del personaje sugieren un desarrollo

múltiple y dinámico. Un tránsito por un eje de evolución marcado por el misticismo y

el abandono de todo lo frívolo y superficial. Esta trayectoria se vincula con el tránsito

que sugiere Josef Ewen en el marco del eje de evolución. Dicho trayecto supone aquí

un movimiento místico, un acto de purificación del alma y desprendimiento del

mundo material y de sus normativas en favor de una elevación religiosa. De este

recorrido deriva el envejecimiento paulatino del personaje, la desvalorización de la

imagen del cura dentro de la sociedad representada por el alcalde y una sugerente

pérdida del equilibrio psicológico, escenificado en la última secuencia en su diálogo

con Jesús y su traslado al manicomio. No obstante, esta involución en los planos

fisico-natural, psicológico y sociológico se opone a su desarrollo diegético. Como

fuera señalado anteriormente, Nazarín en un principio se considera sujeto a la fórmula

de la via negotiatione83 y, sin embargo, al final de su trayecto a lo largo de la trama, el

personaje se afianza como una figura arraigada en el nombre de Nazario Zaharín:

Sí señor, y me llamo Nazario Zaharín, para servir a Dios, y a usted [...]

83 Ver página 39.

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Lo segundo, soy inocente de los delitos que me imputan. Así lo diré al señor juez, y si no me cree, Dios sabe mi inocencia, y eso me basta. Tercero: yo no soy apóstol, ni predico a nadie; tan sólo enseño la doctrina cristiana, la más elemental y sencilla, a quien quiere aprenderla. La enseño con la palabra y con el ejemplo. Todo lo que digo, lo hago, y no veo en ello mérito alguno. Si por esto me han confundido con los criminales, no me importa. Mi conciencia no me acusa de ningún delito. Yo no he resucitado muertos, ni curado enfermos: ni soy médico, ni hago milagros, porque el Señor, a quien adoro y sirvo, no me ha dado poder para ello. Con esto concluyo, señor mío, y no teniendo más que decir, haga usted de mí lo que quiera, y cuantas tribulaciones y vergüenzas caigan sobre mí, las acepto resignado y tranquilo, sin miedo y también sin jactancia, que nadie verá en mí ni la soberbia del pecador, ni la vanagloria del que se cree perfecto (Nazarín IV, 7, 193, 195).

De esta forma, Nazarín, como figura literaria consolidada dentro de la

diegésis, se traslada a Halma para continuar su trayectoria diegética y desarrollarse en

otro ámbito textual. El peregrinaje desde Madrid a Móstoles se retoma en el capítulo

II de la novela de Halma, y a partir de aquí el personaje galdosiano adquiere la

posibilidad de un desarrollo constructivo diferente, determinado por el nuevo entorno,

los personajes y las circunstancias.

La via negatione que aparece en Nazarín, vista como la negación del ser desde

el punto de vista social, queda nuevamente representada en La desheredada, cuando

Isidora es interrogada en la cárcel. El enfrentamiento del personaje con la autoridad

social y moral provoca su vacilación respecto a su propia identidad, manifestándose

en el texto a través de una referencia al monólogo de Hamlet de Shakespeare:

¿Soy o no soy? Esta pregunta fue para Isidora, desde aquella entrevista, el eje de todos sus pensamientos, de todo el sentir y obrar de su vida. Olvidada de molestias y humillaciones de la cárcel, no tenía seso ni corazón más que para raciocinar sobre aquel problema y dolerse de él; porque sí, era un problema semejante a una llaga, un problema que la enloquecía como un logogrifo indescifrable y la lastimaba como una úlcera abierta en lo más delicado y profundo de sus entrañas. La pavorosa duda tenía alternativas y lances de batalla. Ya vencía la convicción, y echaba bravatas de pueril orgullo; ya, por el contrario, triunfaba la sospecha, proclamando con gemidos de amargura la derrota de sus vanas grandezas. Con ser tan abultados los autos, no contenían tantas ideas, tantas fórmulas de investigación, tantos y tan variados argumentos como los que ella febrilmente acumulaba en su cerebro aquella tarde, aquella noche, y en las horas claras y oscuaras de tres días sucesivos (II, 33 ,431).

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Desde la perspectiva de Isidora, el debate sobre la identidad social, como

miembro de una familia aristocrática o como hija del pobre loco de Leganes, queda

como un blanco permanente en la novela. Si bien para los otros personajes este dilema

se resuelve con la declaración del respetable Muñoz y Nones, esto no es lo que le

sucede al propio personaje. En mi opinión, en este debate sobre la construcción/

deconstrucción del personaje la entidad social queda destruida, pero el personaje

literario permanece. Los acontecimientos que se suceden en los últimos capítulos de

la novela, una vez que Isidora ha salido de la cárcel, maltratada por el vividor de

Gaitica, enferma y apartada de todos, la llevan a tomar el camino, meramente

sugerido, de la prostitución. Para los críticos galdosianos, entre los que se encuentan

Romero Tobar, esta decisión del personaje de abandonar toda vida honrosa es la

marca textual de su destrucción/ deconstrucción. Prestando atención al discurso del

personaje, su singularidad no radica en la desaparición al final de la trama, sino en el

camino que la lleva a este final y en su empeño por adaptarse a las circunstancias una

vez que se ha dado cuenta que jamás será un miembro de la familia Aransis:

Yo misma conozco que soy otra, porque cuando perdí la idea que me hacía ser señora, me dio tal rabia, que dije: «Ya no necesito para nada la dignidad ni la vergüenza». ¿Tú te enteras?... Por una idea se hace una persona decente, y por otra roía idea se encanalla (La desheredada II, 35, 458).

Como el término que da título a este capítulo, “Disolución!”, la persona de

Isidora se disuelve en otra persona sin nombre: —“Ya no soy Isidora. No vuelva usted

a pronunciar este nombre” (La desheredada II, 36, 471). Se reitera así el acto de la

negación del ser al que le sigue la desaparición de Isidora de la escena, para dar paso a

la muerte de José Relimpio, sin suministrarse más información sobre ella.

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Estimo, por lo tanto, que la novela separa al ser social que constituye Isidora

Rufete, del personaje-ente individual. Visto de esta forma, podemos entender cómo el

ser social que representa Isidora paulatinamente va destruyéndose conforme va

cayendo por esta escalera metafórica, manchando su honor con el paso de un amante a

otro. Paralelamente, el relato permite que el personaje, a lo largo del desarrollo de la

trama, asuma rasgos que lo configuran como un ser complejo, que experimenta una

evolución interna, hábilmente disfrazada de Isidora Rufete, la joven desheredada en

busca de su propia legitimización como ser social.

A mi juicio, el mayor logro de la obra no radica en la lección moral con la que

se cierra la novela, sino en la manera característicamente cervantina con la que el

texto se desprende del ser social (el hidalgo y, en este caso, la prostituta) y mantiene

viva, a través de un final abierto, a la desherededa. En Tristana, por su parte, la

imagen de la protagonista se diversifica, a partir de las diferentes perspectivas que de

ella tiene el vecindario respecto de la relación paternal-amorosa que mantiene con don

Lope. Los estados o las relaciones familiares que se le atribuyen a Tristana como

esposa, hija, amante se concretan finalmente en la representación de un objeto

comparable a una petaca. La negación del ser, por tanto, no radica como en el caso de

Nazarín o Isidora en el propio personaje, sino en la caracterización negativa que hacen

de ella los agentes constructores.

La problemática social se plantea para Tristana, entonces, como la

imposibilidad de ejercer la más “dignificante” carrera que puede desempeñar una

mujer en la sociedad. A raíz de ello, el personaje presenta una serie de cambios de

ánimo extremos que pueden resumirse fácilmente como “del júbilo desenfrenado y

epiléptico a una desesperación lúgubre” (Tristana 17,144) y una aspiración, como

dice Ricardo Gullón, “a realizarse, a ser como desea, libre e independiente” (Tristana

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prólogo, 8-9). Éste es un proceso mental, que al igual que para don Quijote, permite

invocar el mundo social en que vive y transformarlo, para adecuarlo a sus deseos y

sueños. A partir de esta dualidad diegética entre la realidad y el mundo creado por

Tristana, el personaje intenta reconstruirse a sí mismo a lo largo de una serie de

transformaciones, procurando llegar a lo que ella quiere ser y no lo que otros

pretenden para ella.

En el prólogo a la novela, el crítico Ricardo Gullón distingue al menos ocho

metamorfosis en el desarrollo del personaje (Tristana, prólogo 8-15). Creo que se

trata de un proceso de transformación constante, aunque reconozco momentos claves

que actúan como núcleos desestabilizadores en la consolidación del personaje.

El primer momento desestabilizador se observa en el momento que Tristana

toma conciencia de la desproporción de edades y atributos físicos que existen entre

ella y su benefactor. El sentimiento paternal que la joven cree que existe entre ellos se

revela como una manifestación de amor contra natura donde el cariño queda relegado

a un artificioso juego de seducción de un caballero que triplica la edad de su víctima:

A pesar de todo, el artificio, la contrahecha ilusión de amor, no podían durar: un día advirtió D. Lope que había terminado la fascinación ejercida por él sobre la muchacha infeliz, y en esta, el volver en sí produjo una terrible impresión de la que había de tardar mucho en recobrarse. Bruscamente vio en D. Lope al viejo, y agrandaba con su fantasía la ridícula presunción del anciano que, contraviniendo la ley de la Naturaleza, hace papeles de galán. Y no era D. Lope aún tan viejo como Tristana lo sentía, ni había desmerecido hasta el punto de que se le mandara recoger como un trasto inútil. Pero como en la convivencia íntima, los fueros de la edad se imponen, y no es tan fácil el disimulo como cuando se gallea fuera de casa, en lugares elegidos y a horas cómodas, surgían a cada instante mil motivos de desilusión, sin que el degenerado galanteador, con todo su arte y todo su talento, pudiera evitarlo (Tristana 4, 58).

La convivencia íntima entre Tristana y don Lope, como muestra la cita,

permite caracterizar a Garrido como un hombre de condición física desgastada. Esta

falta de vigor activa el rechazo de cualquier insinuación amorosa por parte de don

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Lope hacia Tristana. Consecuentemente, la desproporción provoca el distanciamiento

entre la pareja, el cambio en el comportamiento de don Lope que pasa de benefactor a

dueño celoso, y principalmente, el despertar del personaje femenino a la vida adulta.

Esta desproporción afecta la convivencia entre Tristana y don Lope y modifica el

concepto de núcleo familiar creado, en un principio, entre los personajes como

supuesta relación de padre e hija.

Un nuevo estímulo para el cambio es identificable cuando la joven, hostigada

por el constante acecho de don Lope, decide deslindarse y liberarse de la opresión que

ejerce el caballero, imitando y aprendiendo de él el arte de la simulación. Con

engaños, Tristana logra salir de su encierro domiciliario y en la libertad de la calle

conoce al joven Horacio. En este muchacho, Tristana vuelca todas sus atenciones

amorosas “deseando examinar con ojos de mujer al hombre que tan sin motivo

[absorbe] su atención” (Tristana, 7, 75). Horacio, de esta forma, se erige como el

depositario de los afectos y propulsor de las inclinaciones artísticas de la joven. En el

arte, Tristana cree ver la válvula de escape de su situación familiar y social. La

protagonista, a través de la perspectiva de los otros personajes, percibe que se le ha

asignado un rol específico del cual no puede liberarse y, por ello, anhela definirse

como ser social a través de la actuación o la pintura. Aunque las expectativas de la

joven no llegan a buen término, la novela nos presenta una tercera opción que es la

escritura. A través de ésta, en la correspondencia epistolar entre los amantes, Tristana

emprende una búsqueda existencial. Para ello se deconstruye y vuelve a articularse en

otras personalidades. Ésta es una de las facetas más dinámicas del personaje, ya que

se le observa tomar control de sí misma, demostrar su capacidad creativa en la

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reconstrucción de Horacio y hacer gala de una aptitud para novelar y reinventarse con

un nuevo nombre y personalidad84.

A lado de Horacio, Tristana conoce la libertad, aunque de manera fugaz y

transitoria. Un envenenamiento de la sangre en una de sus extremidades inferiores

provoca que el médico tenga que amputarle la pierna. Esta operación es otro de los

momentos que llevan a la inestabilidad del personaje, ya que con la pérdida de su

pierna el personaje abandona toda esperanza de normalidad, quiebra su condición

física y retoma el papel de muñeca que se le asignó desde el principio. Esta

transformación se hace evidente en contenido y temática de las cartas entre los

amantes, las cuales pasan de la exaltación del amor en la reconstrucción de sus

personalidades a un recuento de los síntomas que terminan finalmente en la

amputación de la pierna:

Allá va una noticia que no sé si es buena o mala. Me la cortan. ¡Pobrecita pierna! Pero ella tiene la culpa... ¿Para qué es mala? No sé si me alegro, porque, en verdad, la tal patita no me sirve para nada. No sé si lo siento, porque me quitan lo que fue parte de mi persona... y voy a tener sin ella cuerpo distinto del que tuve... ¿Qué piensas tú? Verdaderamente, no es cosa de apurarse por una pierna. Tú, que eres todo espíritu, lo creerás así. Yo también lo creo. Y lo mismo has de quererme con un remo que con dos. Ahora pienso que habría hecho mal en dedicarme a la escena. ¡Uf!, arte poco noble, que fatiga el cuerpo y empalaga el alma. ¡La pintura!... Eso ya es otra cosa...(Tristana, 23, 189).

De manera inmediata, en Tristana se disipan todas las aspiraciones artísticas.

A largo plazo, la amputación condena al personaje a la reclusión dentro del núcleo

familiar, limita su movilidad física, fractura la relación con Horacio y termina por

destruir todas las esperanzas de realización personal. Como consecuencia, la joven se

vuelve apática e indiferente. Con esa indiferencia acepta contraer nupcias con el

84 El nombre es el centro de imantación semántica de los atributos de un personaje, el referente de todos sus actos y el principio de identidad que permite reconocerlo a través de todas sus transformaciones (Pimentel, 63).

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avejentado y retirado seductor, don Lope. Su enfermedad y la posterior amputación de

su pierna dejan huellas en el personaje pues aparenta “cuarenta años cuando apenas

tenía veinticinco” (Tristana, 28, 227).

La última mutación introducida por el narrador en las líneas de clausura de la

novela deja en entredicho la situación del personaje, al asumir su papel como esposa

de don Lope. El narrador se muestra evasivo y responde “tal vez” a la pregunta sobre

la felicidad de la pareja. Sin embargo, este final tiene como antecedente la perspectiva

asumida por el personaje colectivo que había caracterizado a Tristana en una de sus

últimas apariciones como: “La señora coja [..] que asiduamente asistía[...] a los

oficios mañana y tarde, y los acólitos la consideraban ya como parte integrante del

edificio y aun de la institución” (Tristana, 28, 230). Estimo que esta percepción

divergente de dos agentes constructores inaugura dos vías de captación de la

evolución de Tristana y su resolución en la trama: una encaminada a la reconciliación

del personaje con su entorno y su realidad, y otra orientada hacia la deshumanización

del personaje, al describirlo como un objeto más que se integra sin dificultad a los

otros objetos del escenario.

El final abierto de la novela deja sin resolver la cuestión sobre la avenencia del

personaje a su espacio o a la codificación del mismo. Sin embargo, lo que sí queda

claro, como sugiere Soriano-Mollá, es que Tristana procuró “abrir sus límites,

traspasarlos, encontrar su unidad, buscar el ser que les falta hasta adquirir su propia

individualidad” (601). Y lo logra, quizá no en el plano social, psicológico o moral,

pues de ellos quedan dudas, pero sí en el plano textual, el asumir el papel de agente

constructor y reinventarse a través de las epístolas.

Por ello, considero que merece la pena, para no limitar el desarrollo del

personaje, incorporar a este eje de evolución las distinciones entre el desarrollo

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menguante o involución de los personajes y la evolución social y la diegética; entre la

evolución natural frente a la evolución psicológica; entre el desarrollo intratextual e

inter-intratextual del personaje.

Involución frente a la evolución social y diegética

La involución se define como el proceso contrario a la evolución del personaje, es

decir, los personajes, acorde con la intencionalidad textual, manifiestan una

declinación o decadencia, generalmente socio-cultural, que patentiza una clausura

fatal de su periplo dentro de la trama. En muchas ocasiones, el sometimiento

prolongado a las presiones o mandatos sociales inscriptos en el contexto de la obra —

posición social, economía, educación religiosa y moral— conducen al deterioro del

personaje en su desarrollo evolutivo dentro de la sociedad, pero consolidan su

presencia como figura literaria. La involución resulta, por esta razón, una evidencia

más del dinamismo del personaje pero se trataría de un desarrollo negativo desde la

perspectiva propuesta por la estimativa textual.

Si la toma de conciencia por parte del héroe de su nulidad social y su gradual

decaimiento —involución social— compensan las imprecisiones de su caracterización

debidas a una débil o ambigua configuración, entonces el personaje, desde aquel

emplazamiento socialmente negativo, puede emerger como figura literaria compleja.

Es así como en la obra El amigo Manso, el narrador declara su nulidad social pero

adquiere presencia como voz y figura narrativa:

Yo no existo... Y por si algún desconfiado, terco o maliciosillo no creyese lo que tan llanamente digo o exigiese algo de juramento para creerlo, juro y perjuro que no existo; y al mismo tiempo protesto contra toda inclinación o tendencia de suponerme investido de los inequívocos atributos de la existencia real. Declaro que ni siquiera soy el retrato de alguien, y prometo que si alguno de estos profundizadores del día se mete a buscar semejanzas entre mi yo sin carne ni hueso y cualquier individuo susceptible de ser

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sometido a un ensayo de vivisección, he de salir a la defensa de mis fueros de mito, probando con testigos, traídos de donde me convenga, que no soy, ni he sido, ni seré nunca nadie (7).

Este fragmento es revelador de una marcada introspección por parte del

personaje, la que, a su vez, pone de manifiesto sus contradicciones y complejidad.

Evolución natural frente a la evolución psicológica

Pimentel comenta que “al caracterizar al personaje por su apariencia física, una buena

parte del «retrato moral» ya está dado” (75). Considero, además, que en la

representación física de los personajes, los agentes constructores también aluden a los

atributos que están relacionados con el desarrollo físico y biológico del personaje. Por

ende, el crecimiento del personaje se halla fundado en la dinámica que se crea entre el

desarrollo físico y la madurez psicológica. El crecimiento físico supone un punto de

partida inicial, una referencia temporal presentada por el agente constructor, casi

siempre expresado en la edad del personaje. El crecimiento físico y los efectos de este

sobre el personaje concurren conforme se suceden las secuencias a lo largo de la

trama.

El crecimiento psicológico del personaje suele traducirse en lo que podríamos

considerar “la madurez” del mismo. Una madurez que se manifesta generalmente en

su complejidad constructiva y, en muchos casos, en un proceso de anagnórisis. Por

esta razón, cabe distinguir la evolución natural ―los cambios físicos que experimenta

cualquier personaje, animal u objeto y que se manifiestan en el transcurrir temporal―,

de la evolución psicológica y/o existencial. El eje temporal constituye un factor

determinante en el primer tipo de evolución: el crecimiento de los infantes, la pérdida

de fuerza en los animales y el deterioro de los objetos son solo algunas de sus

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manifestaciones. Dicha condición, cabe señalar, no es siempre evidente en los

personajes, pero sí puede resultar primordial en su desarrollo.

La evolución psicológica de los personajes, en cambio, es el resultado de

situaciones, sucesos, interacciones e introspecciones específicas a las que se somete al

personaje a lo largo de la trama y que no guardan una relación necesaria con su

evolución física.

Desarrollo intratextual e inter-intratextual

La diferenciación entre el desarrollo intratextual del inter-intratextual85 de aquellos

personajes que aparecen en más de una obra en el corpus de un determinado autor

resulta particularmente importante en el análisis de los personajes galdosianos, debido

a la presencia de estos en más de una novela del autor canario86.

El desarrollo intratextual se establece en el marco de un único texto en

relación a los parámetros del eje de evolución, es decir, el número e índole de

cambios que se perciben en el personaje, ya sean naturales o psicológicos, el

seguimiento o no de su genealogía, los efectos de su desarrollo, etc. El desarrollo

inter-intratextual exige un estudio comparativo del personaje en todas aquellas obras

en que aparece, de manera que sea factible observar en él alguna o ninguna alteración

en su evolución o comportamiento87.

85 Refiriéndonos a la intratextualidad y la inter-intratextualidad, es necesario verificar si el personaje posee uno o más rasgos y si estos coinciden o se contradicen entre sí. En efecto, existe la posibilidad de que estos rasgos actúen como fuerzas discordantes en la configuración del personaje, de modo que se observe que a mayor disonancia será más pronunciado su grado de complejidad. La complejidad inter-intratextual, como ocurre con el desarrollo inter-intratextual, exige un análisis del personaje en cada obra y un estudio comparativo en el marco del corpus galdosiano en general. De esto pueden derivarse conclusiones acerca del grado de complejidad de un personaje de manera particular como también en relación al contexto general de la obra de Galdós. 86 Para más detalle se puede consultar el “Ensayo de un Censo de los personajes galdosianos en novelas, cuentos y teatro”, en Obras Completas de Benito Pérez Galdós, Tomo IV, Madrid, Aguilar, 1968, pp. 1715-2095. 87 Rodríguez Marín sostiene que la reaparición de personajes “es un procedimiento usado por los novelistas del siglo XIX. Se ha atribuido a Balzac ser el que inventó la técnica” (31) Además, asegura

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Esta categorización constituye una pauta para mostrar el dinamismo del

personaje dentro de cada una de las obras en particular y en el corpus galdosiano en su

totalidad. Cabe advertir que para arribar a una conclusión abarcadora deben también

tomarse en cuenta las manifestaciones de complejidad o ausencia de ella, así como la

penetración o no en la interioridad del personaje como parte de esta relación o enlace

inter-intratextual:

Los ejemplos son muy númerosos en Galdós, Miquis, el cesante Villaalmil, Isidora Rufete, el prestamista Torquemada, el perturbado Ido del Sagrario, la de San Salomó, don Manuel Pez y su familia, la de Bringas, la de Peri, etc. El personaje es estudiado desde diferentes perspectivas, puesto en relación con muchos otros, y gracias a eso rinde un máximo de posibilidades, muestra múltiples facetas (Elizalde, 24).

En síntesis, el personaje es, ante todo, una construcción que se proyecta en un

espacio diegético, desempeñando un papel como actor que se mueve dentro del

mundo configurado en el orden de lo físico, lo moral, lo psicológico, y ello en un

espacio y tiempo específicos. En el plano de lo físico la evolución se nota en los

efectos del paso del tiempo en el personaje y/o en su envejecimiento, mientras que en

el plano moral, social y psicológico halla su manifestación en las marcas de

apartamiento o transformación respecto de las pautas sociales, morales y los rasgos de

caracterización psicológica del personaje.

IV. 2. Eje de complejidad

El segundo movimiento axial elaborado por Josef Ewen es el de complejidad. En este

eje los extremos de la escala corresponden a los personajes simples y a los personajes

que “la reaparición de personajes en obras distintas o la descripción de mundos distintos dentro de una misma obra van siempre, por consiguiente, unidas a un cambio de perspectiva” (32).

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complejos, respectivamente88. El personaje más simple corresponde a la figura

alegórica o al tipo89 y posee una única cualidad que lo caracteriza o pocas que

conviven armónicamente. El personaje complejo es una figura rica en atributos que se

contradicen, es decir que estos rasgos no armónicos. Ewen establece, aunque no de

modo categórico, que los personajes complejos tienden a ser dinámicos.

La complejidad, en opinión de Hamon, “estará [...] determinada por el número

de ejes semánticos, o roles temáticos, y por los diversos roles actanciales que lo

conforman”90. Por su parte, Pimentel señala que, la complejidad está directamente

relacionada con el número de transformaciones que puede sufrir un personaje. Visto

de este modo, el estudio de la complejidad supondría también el análisis cuantitativo

de dichos cambios, es decir, que la simplicidad y la complejidad de un personaje

gurardarían relación con el número de cambios que experimenta durante su desarrollo

en la trama.

Josef Ewen sostiene, en cambio, que el análisis de la complejidad no se

relaciona con el número de cambios que se perciben en el personaje —de ello se

ocupará en el eje de evolución—, sino una valorización sobre el el grado de

coherencia que existe entre los rasgos que constituyen a un personaje. En otras

palabras, si un personaje posee un número de rasgos concordantes entre sí, entonces

puede tratarse de un personaje simple o que tiende a la simplicidad. En cambio, si

entre los rasgos hay algunos discordantes y éstos generan una tensión en la

conformación del personaje, entonces el fallo será a favor de la complejidad. En lo

88 Esta definición es equiparable a lo planteando por Hochman, el cual utiliza el concepto de “natural” (mimético) para describir a los personajes poseedores de una diversidad de rasgos verosímiles, y por el otro, artificioso, para referirse a aquellos personajes más alejados de la representación mimética y que por lo general presentan solo un rasgo, como en el caso del tipo y el estereotipo. 89 El personaje tipo es una distinción introducida durante el periodo decimonónico, mayormente ruso, que comprende una figura que representa una imagen colectiva de una época, un grupo social o una idea. No obstante, en ocasiones, el tipo puede consolidarse también como único e independiente en una obra de arte sin estar condicionado a una clase social o postura ideológica específicas. 90 Hamon citado por Pimentel, 67.

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que se refiere al aspecto mimético, Josef Ewen considera que tanto mayor sea la

necesidad de modelar al personaje a imagen de la persona extratextual con un perfil

psicológico exhaustivo, mayor será su grado de complejidad91.

En el caso de una ausencia absoluta de rasgos psicológico-miméticos, el

personaje puede aparecer como una caricatura, cuyos pocos rasgos se hallan

exagerados. Desde esta perspectiva es posible también incorporar a figuras

evanescentes, como también figuras que se presentan cosificadas o animalizadas.

En Tristana, por ejemplo, mientras se sucede el intercambio de cartas entre los

protagonistas, la joven Tristana formula en su mente una imagen de Horacio distinta

de la que él proyecta en sus misivas. De esta manera y en parte debido a la exagerada

admiración que Tristana le profesa, Horacio se configura como una figura compleja,

pues en él se combinan rasgos melancólicos y reflexivos:

¡Si era un muchacho!... Y su edad no pasaría seguramente de los veinticinco, sólo que tenía un cierto aire reflexivo y melancólico, más propio de la edad madura que de la juventud (8, 79).

El hecho de que Horacio sea representado en la novela como personaje y

como creación de la mente de Tristana muestra un grado de complejidad mayor.

Además, pone de manifiesto la capacidad del personaje de adquirir nuevos matices,

aun si estos son puestos en duda por el mismo agente constructor que los enuncia,

como reconoce Tristana en el siguiente fragmento:

“¿existes [Horacio], o no eres más que un fantasma vano, obra de la fiebre, de esta ilusión de lo hermoso y de lo grande que [la] transtorna?” (Tristana 17,144).

91 Josef Ewen advierte que la complejidad no debe ser un factor determinante para juzgar la centralidad de un personaje en la obra específica, ya que un personaje simple también puede cumplir una función primordial en la trama.

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En Perspectivismo y contraste, Mariano Baquero Goyanes declara que la

caricatura comprende “la relación y trabazón existentes entre el conjunto y el detalle”

(48). En el caso de Tristana, por ejemplo, la descripción de Horacio por Tristana

representa el conjunto de rasgos que configuran al personaje. En dicho marco, el

detalle queda plasmado en la elevación que hace Tristana de Horacio a la esfera de lo

sublime. Coincido, entonces, con Baquero Goyanes en que el excesivo uso de detalles

o de figuras hiperbólicas “inciden en lo irreal y [...] sirven para acentuar el vaivén y la

fusión [...] entre lo mágico-alegórico y lo documental-realista, entre el sueño

alucinante y la observación cotidiana” (43)92.

En el modelo de Ewen , en resumen, el personaje simple es aquella figura

literaria que exhibe solo una característica o suma de rasgos concordantes en su

configuración, mientras que el personaje complejo se puede definir como aquel

signado por una suma de rasgos discrepantes.

El personaje galdosiano simple y el complejo

Como fuera expuesto anteriormente, la pauta para medir el grado de simplicidad o

complejidad de un personaje radica en el número de atributos concordantes o

discordantes que pueda poseer un personaje. El personaje simple, por tanto, se

definirá como una figura monovalente que puede manifestarse como un estereotipo o

como la representación de un modelo de conducta social monovalente.

92 Mariano Baquero Goyanes añade que para Galdós la distinción entre la fidelidad del retrato y las descripciones hiperbólicas es mínima, debido a que ambas se someten al arte subjetivo, en este caso, del autor. En este mismo trabajo, el crítico insinúa que la reconocida predilección de Galdós por la literatura inglesa caricaturesca, especialmente por Dickens, no se contrapone con la apreciación del arte descriptivo y crudo de Quevedo, pues todo converge en una máscara burlesca. De esta convergencia se entiende que la caricatura no merma la veracidad de la descripción sino que intensifica el valor interpretativo del retrato, es decir, no es solo la información concreta, el dato, sino la apertura a una nueva dimensión en la que la fidelidad descriptiva no contradice la deformación de la imagen caricaturizada.

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Es dable aplicar la categoría de personaje simple en la narrativa de Galdós a

los personajes colectivos, en tanto conglomerado de individuos que se unen para

representar una sola entidad, siendo figuras que poseen atributos mínimos y no más

que aquellos que armonizan. La Voz-Pueblo, figura colectiva recurrente en sus

diferentes acepciones dentro de la narrativa de Galdós, comparece ante la joven

Gloria para objetar y repudiar su conducta (Gloria II, 3); en Tristana para propagar

los rumores sobre el parentesco que une a don Lope con la huérfana (Tristana, 1, 41);

y en Misericordia para reseñar la heterogénea hermandad mendicante:

Entre ala derecha y ala izquierda, no baja de docena y media el aguerrido contingente, que componen ancianos audaces, indómitas viejas, ciegos machacones, reforzados por niños de una acometividad irresistible (entiéndase que se aplican estos términos al arte de la postulación), y allí se están desde que Dios amanece hasta la hora de comer, pues también aquel ejército se raciona metódicamente, para volver con nuevos bríos a la campaña de la tarde. Al caer de la noche, si no hay Novena con sermón, Santo Rosario con meditación y plática, o Adoración Nocturna, se retira el ejército, marchándose cada combatiente a su olivo con tardo paso (Misericordia I, 64-65).

El personaje colectivo, sea este un pueblo, un vecindario o una hermandad,

cumple la función de caracterizar al personaje principal o secundario; se desempeña a

menudo como la voz de la conciencia, emite juicios de valor y se construye alrededor

de una sola isotopía semántica, fijada por la convención social y/o literaria (Pimentel,

64). Yolanda Arencibia sostiene que se trata de personajes que “[a]penas merecen

[...] mayor caracterización que leves apuntes sobre su aspecto o su categoría humana”

(1997, 136). En cambio, en la narrativa de Galdós, pocos son los protagonistas o

personajes secundarios de primer nivel que corresponden al tipo o estereotipo. Esto se

debe a que la mayoría de estas figuras presentan rasgos innovadores respecto al patrón

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con el que se relacionan. En Trafalgar, por ejemplo, la figura de Gabriel Araceli se

esboza someramente como la imagen de pícaro93, ya que:

aparenta ser un pícaro por su condición social, aspecto que será subrayado por todos aquellos con los que tiene trato; pero la idea de honor será la que lo distancie definitivamente de aquel, además de la idea del esfuerzo, vector por el que se guiará a partir del momento que descubra la impostura de los diferentes miembros de la sociedad (Becerra Bolaños, 108).

El efecto ilusorio de tipificación radica en el diálogo que establece Gabriel con

el referente literario del pícaro: “en la narración autobiográfica, contada desde los

orígenes, en primera persona, de estructura concatenada, episódica, abierta y laxa, en

la que retrospectivamente son narradas las aventuras de un pícaro” (Fine, 2007, 24).

Sin embargo, el modelo del pícaro se fractura al sustentar como una de sus

características el honor, inagurando así nuevas posibilidades constructivas más

complejas94.

Recordemos que los personajes complejos son figuras que poseen uno o más

rasgos discordantes en el marco del sistema de atributos que los caracterizan. De igual

forma, la complejidad del personaje podría responder a la tensión constructiva que se

genera en el empalme entre la caracterización de los agentes constructores externos y

la caracterización del propio personaje a partir de los diferentes métodos de

caracterización.

En la descripción de Tristana, por ejemplo, el narrador insiste en la blancura

de la joven a través de la construcción de imágenes como “de puro alabastrina”, “de

93 Varela Olea considera que Pablillo Muriel es el primer pícaro en la narrativa de Galdós. No obstante, observa que este personaje, como otros muchachos que ejercen oficios aptos de este género en la narrativa de Galdós, son figuras renovadas que provienen de la tradición literaria española (Varela Olea, 2009, 475-478). 94 Esto demuestra que al igual que su referente cervantino, los personajes galdosianos son complejos, “con vida interior, que actúan gracias a su elección individual, desafiando en su evolución tanto la tipificación literaria como la social y ética, de la que suelen partir en su recorrido textual” (Fine, 2007, 92).

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cuajado cristal”, “parecía toda ella un puro armiño” (Tristana, 1, 40). A partir de esta

peculiaridad constructiva el narrador diseña la figura de la muchacha como una joven

pulcra y virtuosa. Más adelante, en la descripción del rostro y las manos de Tristana,

nuevamente utilizando el calificativo de blancura, el narrador compara ambas partes

corporales con el papel. En mi opinión, el atributo del papel como un material

vulnerable aporta un nuevo significado al personaje y se erige como sinónimo de su

fragilidad. Dicha cualidad se traspasa a la figura de la joven en el uso del símil. De

esta forma, la imagen de Tristana es configurada de una manera específica por el

narrador, a través de los símiles de blancura y el papel.

Como hemos visto, la ambigüedad queda instaurada en la caracterización de

Tristana ya que el narrador no se pronuncia por una u otra de las significaciones y se

mantiene ambivalente respecto a la etopeya que acaba de proponer para su personaje.

En su lugar, y a través del discurso indirecto, el narrador le da la palabra al vecindario

de Chamberí para que sean estos los primeros agentes externos que esbocen la historia

vital del personaje. En otras palabras, la complejidad de Tristana se plantea ya desde

el principio cuando en el valor binario del símil “papel” empleado por el narrador nos

introduce dos unidades distintas del mismo personaje: el narrador ofrece una figura

sólida, consolidada en la imagen de la mujer pulcra y virtuosa, y de manera

simultánea, representa la imagen de un personaje vacuo.

El comportamiento del narrador en Gloria es similar, en tanto que introduce al

personaje atribuyéndole “un lenguaje corporal detectable en la mirada, la utilización

de las manos, el cambio de color del rostro, e, incluso, en actitudes nerviosas y

descompuestas” del personaje (Madariaga de la Campa, 202). El narrador emplazado

en la casa de los Lantigua realiza un retrato pormenorizado de sus habitantes para

contrastar la “fisonomía harto inteligente” del padre con la fisonomía “parlante y

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expresiva como ninguna” de Gloria (Gloria I, 2, 14), peculiaridad en el carácter de la

joven Lantigua que se integra a una elaborada etopeya. De este modo, la descripción

de los rasgos externos del personaje contribuye a la señalización indirecta de algunas

marcas de su personalidad95:

Andaba en los diez y ocho años y era de buena estatura, graciosa, esbelta, vivísima, muy inquieta. Su rostro, por lo común descolorido en las mejillas, revelaba un desasosiego constante, como de quien no está donde cree debe estar, y sus ojos no podían satisfacer con nada su insaciable afán de observación. Allí dentro había un espíritu de enérgica vitalidad que necesitaba emplearse constantemente. ¡Encantadora joven! A todo atendía, cual si nada ocurriese en la Creación que no fuese importantísimo; atendía a la hoja desprendida del árbol, a la mosca que pasaba zumbando, a cualquier ruido del viento o bullanga de los chicos en el camino. (Gloria I, 2, 14-15).

El rostro cobra significación, pero en este caso, como espejo del estado

nervioso de Gloria, mientras que sus ojos son reflejo de su infinita curiosidad. Una

vez más, en la descripción de Gloria, la etopeya se inicia en el rostro para enfatizar el

estado intranquilo de la joven:

la inquietud de Gloria era tan grande, que no existía rasgo alguno en su semblante que no estuviese impaciente. Cuando se apartaba de la ventana, recorría la estancia de un punto a otro, tomando un objeto de este sitio para ponerlo en aquel, moviendo las sillas sin motivo alguno que justificase las ventajas del cambio de colocación, observando los cuadros que había visto mil veces en su vida. Podía decirse de ella lo del poeta: “Hasta cuando el pájaro, anda se conoce que tiene alas” (Gloria I, 2, 15)96.

Más tarde y de forma similar a lo que sucede en Tristana, el narrador delega

su función como agente constructor para permitir a los otros personajes describir a la

joven. Desde otra perspectiva, la de Juan de Lantigua, padre de Gloria, el personaje

95 Ver nota no. 44. 96 Esta es la primera de varias alusiones en donde Gloria es comparada con un ave en pleno vuelo. Encontramos también la referencia en la descripción de los movimientos: “Gloria corrió como un pájaro alegre que siente en su alma el ansia de trinar” (I, 5, 26), o bien “Tenía [Gloria] las alas cortadas” (I, 6, 35). De manera indirecta, los finados hermanos de Gloria reciben una designación similar “dos pequeñitos que volaron al cielo” (I, 5, 25).

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queda caracterizado como poseedor de un «ingenio paradójico», en tanto que es

impulsiva pero de naturaleza noble. Y como resultado de la caracterización del

respetable abogado de Lantigua ante la conducta desasosegada de la joven, junto con

la descripción del narrador, se configura la complejidad del personaje, porque ambos

agentes constructores aluden a dos rasgos diferentes y casi contrarios del mismo.

A esta configuración heterogénea de la señorita Lantigua se suma otro

personaje, José Mundideo “a quien todos en Ficóbriga conocían por el mote de

Caifás” (Gloria I, 15,72). Caifás patentiza el máximo grado de estilización en la

configuración de Gloria; incluso es posible aventurar que es esta la descripción más

refinada y positiva del personaje en toda la trama:

Sí, señorita mía: delante de usted yo soy otro... Adoro a la doncella celestial que me ha socorrido tantas, tantísimas veces; a la que me sacó de la enfermedad que tuve el año pasado; a la que no ha permitido que mis hijos anden desnudos; a la que se ha dignado consolarme, honrando mi humilde morada; a la única persona que me ha dicho: “Caifás, tú no eres tan malo como dicen. Confía en Dios y espera” (Gloria I, 15, 75).

La caracterización como doncella celestial por parte de Caifás muestra el

aprecio que el personaje profesa por la protagonista pero, además, amplía la serie de

atributos ya asignados al personaje, que si bien no son etéreos en este caso, sí la

enaltecen por sus acciones filantrópicas, creando de inmediato una contradicción

respecto a la opinión que tienen de ella su padre y el narrador.

Un proceso diferente pero con los mismos resultados se percibe en La

desheredada y en Nazarín. En ambas novelas el narrador esboza a sus personajes,

pero de manera parcial y demorando en lo posible la construcción de los retratos para

que sean otros quienes los diseñen.

En La desheredada, la historia vital del personaje se construye de manera

indirecta a través de la filiación familiar con el loco, Tomás Rufete. Esta

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caracterización sanguínea a través de la línea paterna se corrobora cuando la propia

Isidora asume dicho nexo:

Isidora, para servir a usted... ¡Pobrecito papá! Si no me lo dejan ver, dígale que estoy aquí, que está aquí su Isidorita, que viene a darle un beso, que mañana traeré a Mariano, mi hermanito...(La desheredada I, 1, 23).

Ello pone en evidencia que el narrador ha conferido su papel de agente

constructor a la heroína. Ella, como agente de caracterización directo, se

autoconstruye a través un discurso que consolida su identidad en estrecha relación con

su núcleo familiar y el clan Rufete. Sin embargo, dicha formulación se contradice

cuando el personaje afirma ser descendiente de la familia aristocrática Aransis.

Estamos entonces ante la formulación de la cláusula cervantina “yo sé quien soy”

pero a partir de una percepción equivocada de la realidad:

—Y todo cuanto he padecido ha sido injusto— añadió ella prontamente, sorbiendo también una regular porción de aire, porque todo es contagioso en este mundo—. No sé si me explicaré bien; quiero decir que a mí no me correspondía compartir las penas y la miseria de Tomás Rufete, porque aunque le llamo mi padre, y a su mujer mi madre, es porque me criaron, y no porque sea verdaderamente su hija. Yo soy... (La desheredada I, 1, 29-30).

Romero Tobar sostiene que la afirmación “yo sé quien soy” correrá en

paralelo con el deterioro de la imagen de la protagonista ante los demás y ante ella

misma (171), creando un efecto constructivo/deconstructivo. Sin embargo, el

deterioro del personaje se percibe desde la primera afirmación de “yo soy”, debido a

que se sustenta bajo falsas pretensiones, pues en realidad no es lo que dice ser, sino lo

cree o quiere ser. Estamos nuevamente ante el comportamiento de un personaje

complejo que juega con la dualidad entre el ser y el parecer. Por esta razón, la

identidad aparente da paso de manera progresiva a la formulación de una identidad

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ficticia, acompañada de un segundo espacio, también referido como segunda vida, en

que se observa un despliegue total de la imaginación de la heroína a través de la

transfiguración hiperbólica de su entorno:

Tenía, juntamente con el don de imaginar fuerte, la propiedad de extremar sus impresiones, recargándolas a veces hasta lo sumo, y así, lo que sus sentidos declaraban grande, su mente lo trocaba al punto en colosal; lo pequeño se le hacía minúsculo, y lo feo o bonito, enormemente horroroso, o divino sobre toda ponderación (La desheredada I, 2, 39).

Analizando el personaje de Nazarín, por su parte, notamos que la

caracterización del padre sugiere desde su presentación inicial una construcción que

se sustenta en dos referentes, uno religioso y el otro literario. Esta configuración

análoga a la imagen cristológica y cervantina cobra mayor fuerza conforme trascurre

la trama y debilita la legitimidad de la caracterización del narrador, que se muestra

incierta e insegura a tal grado que recurre a otros personajes, como el reportero, para

que sean ellos quienes proporcionen la información que el narrador desconoce u

oculta. Aduciendo ignorancia, el narrador y cronista se acerca al reportero para

solicitar información sobre el objeto de su investigación:

—Este es un árabe manchego, natural del mismísimo Miguelturra, y se llama don Nazario Zaharín o Zajarín. No sé de él más que el nombre y la patria; pero, si a usted le parece, le interrogaremos para conocer su historia y su carácter, que pienso han de ser muy singulares, tan singulares como su tipo, y lo que de sus propios labios hace poco hemos escuchado (Nazarín I, 2, 20).

La incertidumbre que prima en la voz narrativa al referirse al cura contamina

también al reportero, al expresarse en términos titubeantes sobre el origen y el nombre

real del personaje. La solución que sugieren ambos constructores es acudir

directamente al personaje para esclarecer algunos de estos interrogantes. Sin embargo,

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esta estrategia de acercamiento a la fuente provoca nuevas confrontaciones, cuando el

narrador informa sobre su reacción y la del reportero al concluir su entrevista con el

párroco:

Mi amigo, a juzgar por las miradas recelosas que oyéndole me echaba, debió de formar opinión muy desfavorable del estado mental del clérigo. Yo le tenía más bien por un humorista de los que cultivan la originalidad. Nuestra charla llevaba trazas de ser interminable, y ya picábamos en este asunto, ya en el otro. Tan pronto el buen Nazarín me parecía un budista, tan pronto un imitador de Diógenes (Nazarín I, 4, 30).

Tanto el narrador como el reportero cuestionan la cordura del clérigo y ante la

imposibilidad de poder resolver el interrogante sobre el verdadero origen del padre

nazareno, se verifica textualmente el traspaso de la función de agente constructor por

parte de la voz narrativa al personaje, aunque esta perspectiva contradiga la ya

formulada por otros agentes constructores.

Existen otros personajes que actúan como agentes constructores alternativos

del personaje y que resaltan el grado de complejidad constructivo del párroco. El

debate entre Pedro Belmonte y el nazareno provoca que Nazarín se someta “a la via

negatione”, es decir, “Nazarín prefiere decir lo que él no es, no lo que es” (Montes

Docel, 196). Kronik justifica este comportamiento a partir de la pasividad del

personaje, mientras Escobar Bonilla lo asocia a su naturaleza ambigua. Yo considero,

en cambio, que la raíz del problema está en la constitución compleja del personaje y

en la indecibilidad respecto de su desarrollo evolutivo.

IV. 3. Eje de penetración en la vida interior

Josef Ewen observa que el acceso a la configuración psíquica que se manifiesta a

través de los pensamientos y los sentimientos del personaje le otorga siempre algo de

dinamismo y, muy especialmente, complejidad, incluso en personajes simples y con

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un grado mínimo de evolución97. Por esta razón, Ewen juzga conveniente contar con

un parámetro de valoración que permita medir qué distancia y qué grado de acceso se

ofrece respecto al mundo interior de sensaciones, pensamientos y deseos de un

personaje.

En el nivel discursivo, este fenómeno se manifiesta a través del narrador

(discurso indirecto) o en el discurso del personaje, por ejemplo, en un soliloquio. El

discurso directo independiza al personaje de otros agentes constructores y le da mayor

libertad auto-constructiva. El narrador cede su espacio textual para facilitar la

comunicación directa del personaje a través del diálogo con otros personajes o en

forma de soliloquio o monólogo interior. En el soliloquio, una reflexión en voz alta, el

personaje está anclado a un entorno y un tiempo específicos pero es independiente de

otros personajes. En tanto que, generalmente, en el monólogo interior posibilita el

libre fluir de la conciencia, en el que “el momento presente de la locución ha quedado

vacío de toda experiencia contemporánea y simultánea: el monologante existe sólo

como un médium desencarnado, pura memoria sin una ubicación espaciotemporal

precisa”98 y, por ende, dicho acceso a la interioridad, y, en oportunidades, incluso, al

subconsciente, es más revelador.

El empleo de estas formas de caracterización propicia un mayor y más

plurivalente conocimiento del personaje a través de la expresión de sus emociones,

sus pensamientos, juicios y deseos.

97 Con respecto a los personajes en los que no existe una penetración explícita en su interioridad, este eje también toma en cuenta ciertas marcas externas, como la expresión del rostro, los gestos, etc., los cuales reflejan o aluden a la interioridad del personaje. 98 Cohn citado por Pimentel, 89.

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La penetración en la interioridad del personaje galdosiano

Como se acaba de señalar, la penetración en la interioridad del personaje es la escala

que permite verificar el acceso que se tiene a los pensamientos, deseos, etc., del

personaje. Este acceso se percibe a través del discurso directo, si se trata del propio

personaje, o del discurso referido, cuando el narrador o los otros personajes se

introducen en este espacio discursivo.

Con frecuencia, el discurso directo “puede aparecer en diálogo con otro, en

forma de soliloquio, en voz alta, o de monólogo interior que es la forma de

presentación de los procesos de conciencia en sus distintos grados de incoatividad”

(Pimentel, 87). En la narrativa de Galdós, las intervenciones discursivas de los

personajes facilitan la introducción en el espacio de su interioridad a través de

manifestaciones varias, como los diálogos con otros personajes y, en especial, los

monólogos interiores, los cuales permiten, como sucede en Gloria, conocer mejor al

personaje y penetrar en la interioridad del mismo. Gloria, siguiendo sus impulsos, se

marcha de su casa buscando un poco de paz para su espíritu; al regresar, ante

cualquier movimiento o ruido, se sobresalta y más aún ante la idea de contraer

matrimonio con Rafael, pues aunque lo consideraba un candidato perfecto, parecía

que había otro más adecuado para ella, un ser imaginario que nos describe de la

siguiente manera:

—Es una locura —decía— esto que tengo; es una locura pensar en lo que no existe, y desvanecerme y afanarme por una persona imaginaria...Fuera, fuera tonterías, ilusiones vagas, diálogos mudos. Aquí hay algo de enfermedad, sin duda, mi cabeza no puede estar buena. Vivo en grande error, sueño lo imposible, lo que no existe ni puede existir sobre la tierra ¿En qué consiste, pues, que entre todos los hombres que he visto y oído y conocido, ninguno se parece a éste? Si mi padre y mi tío le conocieran, no harían tantos elogios de Rafael. ¿Pero como han de conocer si no existe, si no está en ninguna parte, si no tiene cuerpo, ni vida ni realidad?... ¡Loca, mil veces loca soy!... Déjame, tú, y no vuelvas más ... Calla, tú, y no digas una palabra más, pues no te escucho. Eres una mentira; menos que una sombra, menos que un

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fantasma, menos que un rayo de sol: eres un pensamiento nada más. No sólo no existes, sino que no puedes existir, porque serías la perfección. Sal, pues, del jardín y no vuelvas más, ni me hables, ni me llames en el silencio de la noche, ni pases haciendo sonar con tus pisadas las hojas arrugadas y secas del otoño... Adiós, tú, has sido conmigo cortés, fino, generoso, delicado, leal, apasionado sin impureza y cariñoso con un respeto sagrado hacía mí; pero te despido porque mi padre me manda que quiera a ese don Rafael, buena persona, apreciable joven, como él dice. Sin duda no puede haberlos mejores sobre la tierra, y el creer en ti, el pensar en ti es un disparate, como alzar la mano para coger una estrella (Gloria, I, 12, 59-60).

El contenido del soliloquio pronunciado por Gloria no responde únicamente a

las preguntas “¿quién soy?” y “¿qué debo hacer después?”; este soliloquio es también

una ventana a un espacio interior, que revela cómo la protagonista se cuestiona acerca

de la existencia de este otro ser imaginario desconocido. El debate que se formula,

entonces, no es sólo existencial, sino que también constituye un cuestionamiento

sobre la capacidad para crear y organizar su propio mundo interior. De esta forma, el

soliloquio permite visualizar un proceso gradual de reconocimiento de su propia

existencia e inventiva dentro de este mundo de ficción.

Cabe advertir que tal inventiva no es ajena a la poética galdosiana. En

Tristana, la protagonista crea su propio espacio imaginario, formulando una imagen

paralela al personaje de Horacio. Es ésta una formulación que nos remite al proceso

mental de don Quijote, cuando en su deseo de cumplir con el modelo de la caballería

convierte a Aldonza Lorenzo en la figura evanescente de Dulcinea y logra con ello

tener un destinatario para sus amores.

Lo excepcional en Gloria es la falta de este anclaje material que Tristana tiene

en Horacio, como don Quijote en Aldonza Lorenzo. Al carecer de un personaje que

figure como modelo en el proceso mental de Gloria, se comprueba que la heroína es

capaz de asumir un papel como agente constructor de un personaje radicalmente

imaginario. Esta facultad de emplear las herramientas de un narrador para incorporar

un nuevo personaje a este mundo de ficción, en cierto modo hace del narrador una

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figura menos relevante, a tal grado que el personaje logra anticiparse al propio

narrador anunciando la llegada de Daniel Morton a Ficóbriga. Con esta fuerza

narrativa, el personaje hace gala del uso de procedimientos constructivos que apuntan

hacia un grado de introspección considerable. Partiendo de un papel de víctima,

Gloria disfraza su propio proceso evolutivo detrás de una manifiesta y clara

complejidad discursiva.

A partir del mencionado monólogo se revela en Gloria una fuerza interior que

le permite abrir “de par en par las puertas de su corazón para que a borbotones saliese

la llama que en el ardía” (I, 26,143). De este modo, la protagonista deja de ser el

pájaro sin alas que la caracteriza para convertirse en el ángel rebelde. Su

comunicación, entonces, adquiere tonos más subversivos, en lo que respecta a su

persona:

«Levántate, no temas. Tu entendimiento es grande y poderoso. Abandona esa sumisión embrutecedora, abandona la pusilanimidad que te ha oprimido, y haz cara a las preocupaciones, a los errores, a las ideas falsas donde quiera que se hallen. Tú puedes mucho. Eres grande: no te empeñes en ser chica. Tú puedes volar hasta los astros; no te arrastres por la tierra» (Gloria I, 26,146).

Como también se muestra intolerante respecto al régimen patriarcal:

«Sí, sí. Yo sé más que mi padre, yo sé más que mi tío. Les oigo hablar, hablar mucho con el sabio lenguaje de los libros, y en mis adentros digo: “Con una palabra sola echaría abajo toda esa balumba de palabras”. Ellos son buenos, están llenos de rectitud; pero no sienten el amor, que es el que ata y desata. Se fijan en la superficie; pero no ven el fondo. Yo, iluminada, lo veo y lo toco. No puedo equivocarme, porque una luz divina me acompaña, porque amo, porque las sombras que a ellos les oscurecen la vista caen delante de mí » (Gloria I, 26,146).

Se infiere de este segundo soliloquio una nueva faceta en el desarrollo Gloria,

a la que narrador denomina como la voz secreta de su alma (Gloria I, 26,145). La

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insistencia en lo que sucede en su alma y en su interior sugiere un desdoblamiento del

personaje: por un lado, la imagen de Gloria cuya “vida gira en torno al hogar y sus

tareas [...] a sus deberes religiosos y caritativos” (Domínguez Quintana, 480),

mientras que, por otro lado, se va despertando gradualmente en su interior “la

actividad de su imaginación” (Gloria I, 26, 142).

La penetración en la vida interior del personaje muestra, de esta suerte, la

polaridad de la protagonista en la división de su personalidad, bifurcada en dos

facetas: exterior e interior. En otras palabras, en esta interiorización se observa con

nitidez la adopción de una máscara interior99. El proceso es evidente si nos atenemos

a las marcas textuales que anuncian dicha separación. No obstante, la dificultad de

descubrir al personaje detrás de la máscara emerge cuando Gloria asume el papel de

víctima. Como consecuencia de ello, el personaje de Gloria a ojos de los otros

personajes se mantiene invariable, mientras que en su interior se producen cambios

importantes, especialmente en lo que a su crecimiento intelectual atañe.

En el caso de La desheredada, la penetración en el interior del personaje

constituye un aspecto indiscutible en su caracterización. En principio y por

intermediación del narrador, la creación de un mundo imaginario, una “segunda vida”,

expone la facultad para disponer del mundo según la conveniencia y visión de Isidora

Rufete:

Y como la impresionable joven, cuando se entretenía en ver las cosas por su faz risueña y en hacer combinaciones felices llegaba a límites incalculables, empezó a ver llano y expedito el camino que antes le pareciera dificultoso; pensó que se le abrirían voluntariamente las puertas que creyó cerradas, y que todo iba bien, perfectamente bien. Usando entonces de aquella propiedad suya que ya conocemos, dio realidad en su mente al marqués de Saldeoro, favorito de las damas, según decían lenguas mil; le tuvo delante, le oyó hablar agradecida, le preguntó ruborizada; construyó, si así puede decirse, con material de presunciones y elementos

99 De la máscara interior, como la de la exterior y umbral me ocuparé en la sección dedicada al eje de ocultamiento.

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fantásticos, la visita personal que al siguiente día no podía menos de realizarse (La desheredada I, 5, 84)

Isidora consigue “representar en su imaginación, de una manera viva, los

acontecimientos antes que fuera efectivos” (La desheredada I, 2, 38). Isidora anuncia

en un movimiento proléptico los acontecimientos venideros aunque estos no se

verifiquen en la historia y queden solo como proyección de sus más íntimos anhelos.

No obstante, a diferencia de otros personajes galdosianos, en este mundo imaginario

se reproduce el pensamiento de la joven y las hipotéticas conversaciones que entabla

con otros interlocutores imaginarios que le responden. De esta manera, el soliloquio

que intenta ser un momento de reflexión personal y de anagnórisis es sustituido por un

discurso figurado, igualmente revelador de las inseguridades y los anhelos del

personaje.

En la caracterización de Isidora, el monólogo interior forma parte fundamental

de su configuración. En el siguiente fragmento es posible reconocer los pensamientos

de la joven Rufete:

Ya siento un poco de sueño. Detrás de los ojos noto pesadez... Si no fuera por este pensar continuo y esto de ver a todas horas lo que ha pasado y lo que ha de pasar... Ven, sueñecito, ven... ¿Pero cómo he de dormir? Me acuerdo de mi hermano preso, y la cabeza se me despeja, doliéndome. Está visto, no me dormiré hasta las dos. ¡Pobre, infeliz hermano! ¡Qué afrenta tan grande para mí y para él! No, mientras esto no se arregle y Mariano salga de la cárcel no diré una palabra, no daré un solo paso, no veré a mi abuela... ¡Ay, infeliz Isidora, infeliz mujer, infeliz mil veces! ¿Cómo quieres dormir con tanta culebrilla en el pensamiento? Aquí, debajo de este casco de hueso, hay un nido en el cual una madre grande y enroscada está pariendo sin cesar... El palacio, mi abuela, mi hermano criminal, yo sin botas, yo llena de deudas, y luego aquel, aquel, aquel, que ha venido a trastornarme más... ¡Qué hermosos, qué divinos ojos los de mi madre! Cuando la vi en pintura me pareció verla viva, que me miraba y se reía, diciéndome cosas de esas que se les dicen a los hijos. Madre querida, mándame un beso y con él un poco de sueño. Quiero dormir; pero no se duerme sin olvidar, y yo no puedo echar de mi cabeza tanta y tanta cosa. ¡Si se lograra dormir cerrando mucho los ojos; si se pudiera olvidar apretándose las sienes!... Me volveré de este otro lado. ¿Para qué, si al instante me he de cansar también? Más vale que abra los ojos, que me distraiga rezando o contándome cuentos. ¡Jesús, qué negro está mi cuarto! Si no duermo, vale más que encienda luz y me levante, y abra el balcón y

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me asome a él... Pero no, tendré frío, me constiparé, cogeré una inflamación, una erisipela. ¡Ay, qué horror! Me pondré tan fea..., y es lástima, ¡porque soy tan guapa, me estoy poniendo... divina! Aquí, recogida una en sí, y en esta soledad del pensar, cuando se vive a cien mil leguas del mundo, se puede una decir ciertas cosas, que ni a la mejor de las amigas ni al confesor se le dicen nunca. ¡Qué hermosa soy! Cada día estoy mejor. Soy cosa rica, todos lo afirman y es verdad... ¡Dios de mi vida, las dos! Este chasquido que oigo es el muellecito de la caja en que Melchor guarda su pipa. El asno bonito se acuesta...¡Las dos, y yo despierta!... (La desheredada I, 11, 163-164)

A través de este discurso directo del personaje, extenso pero muy ilustrativo,

somos testigos de la forma en que se desdoblan de manera desorganizada sus

pensamientos, quedando expuesto el asunto del insomnio de Isidora, la preocupación

por el encarcelamiento de su hermano Mariano, el legado de Aransis y su posible

vinculación sanguínea, las botas viejas, la obscuridad de su cuarto y su belleza. El

salto inmediato de un asunto de considerable peso como la herencia de Aransis a un

asunto superficial como sus botas muestra el fluir asociativo y casi libre de la

conciencia del personaje. Este monólogo, que no llega a romper la coherencia

sintáctica, permite el acercamiento íntimo al interior de la joven Rufete.

El monólogo, enmarcado por el sueño o la falta de este, no sirve únicamente

para analizar el modo de raciocinio de una figura como Isidora, sino también para

explicar el distanciamiento respecto al principal agente constructor, el narrador, y por

tanto, destaca su independencia constructiva. Isidora se anuncia aquí como sujeto

independiente de toda tutela narrativa, como afirma Veas Mercado (273).

Isidora percibe y asimila los acontecimientos que suceden a su alrededor

siendo consciente de que su hermano está en prisión o de su precaria situación

económica, que no le permite comprar otro par de botas pero, a la vez, es capaz de

sostener su mundo imaginario, aquella segunda forma de vida que crea con el fin de

huir de su realidad presente y gris.

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Nuevos ejes de caracterización

El estudio de los personajes en la narrativa de Galdós, desde mi punto de vista, exige

el análisis de otros aspectos que la teoría axial de Josef Ewen no contempla. El

primero de ellos es la presencia de personajes enmascarados. La máscara, en su

sentido más literal y metafórico, nos permite observar el empleo de vestimentas o

disfraces para aparentar un cambio con el fin de que no sea conocido o reconocido el

personaje. La máscara coloca al personaje en el linde entre el disimulo y la verdadera

transformación, cuando en la utilización del disfraz el personaje pretende asumir otras

funciones dentro de la trama, independizándose de todo determinismo impuesto por

los agentes constructores, principalmente el narrador. Finalmente, el estudio de la

máscara, en su sentido más figurado, aquel que analiza los cambios que se generan en

el interior del personaje y que se manifiestan en su exterior, posibilitará la

observación de la complejidad y desarrollo del personaje de manera simultánea.

Considero por ello necesario, para un análisis más detallado de los personajes en la

narrativa de Galdós, introducir un eje de enmascaramiento u ocultación.

Adicionalmente, me interesa incorporar un eje de continuidad que examine las

transferencias de entidad e identidad de un personaje a otro o bien la prolongación y

permanencia del personaje a través de legados escritos que evoquen sus vivencias tras

la desaparición del personaje en la trama. Se trata de un eje de continuidad en el que

se pueda observar el desarrollo inter-intratextual de algunos personajes a lo largo del

corpus galdosiano.

Finalmente, sugiero un eje de referencia que se ocupe de verificar los nexos

que se establecen entre los personajes galdosianos y otras figuras del extratexto o de

otros textos literarios, comprobando los diferentes niveles de acercamiento u

alejamiento en relación a los mismos.

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IV. 4. Eje de enmascaramiento u ocultación

La utilización de la máscara100 no es relevante en todo texto literario; sin embargo,

resulta determinante en el estudio de la caracterización de personajes cervantinos y

galdosianos.

La integración de tres estadios en el modelo narratológico de Joseph Ewen

permitirá distinguir con mayor exactitud la heterogeneidad del fenómeno de la

máscara y el movimiento de los personajes en los ejes de evolución y complejidad. El

planteamiento de un movimiento lineal resultaría inexacto, en uno o ambos ejes de

caracterización, porque es posible observar una movilidad transitoria de una fase a

otra en la configuración de algunos personajes disfrazados, como se demostrará a

continuación en la distinción de tres tipos de máscara: máscara exterior, umbral e

interior.

Máscara exterior

La máscara exterior comprende como principio la adquisición de algún instrumento o

vestimenta que momentáneamente oculta la identidad del personaje; puede ser un

velo, un antifaz, o las vestimentas de otro personaje del sexo opuesto o de un grupo

étnico o social diferente. De la máscara exterior, pueden destacarse los siguientes

aspectos: presencia de agentes que facilitan la correcta apreciación del personaje

enmascarado; la brevedad que existe entre el momento del enmascaramiento y el

desocultamiento; el efecto de crear la ilusión de cambio.

100 Este eje de ocultación o enmascaramiento forma parte de mi trabajo de investigación de la maestría titulado “El rol de la máscara en la caracterización de personajes” dirigido por la Prof. Ruth Fine. Fue precisamente este eje de enmascaramiento el aspecto que me estimuló a estudiar los nexos que existen entre los personajes galdosianos y el referente cervantino.

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La presencia de la máscara se revela en el texto a través del discurso del

narrador o con la mediación de otros personajes, cuando indican que un personaje está

disfrazado. La voz narrativa, como agente constructor primario de los actantes, o en

su defecto, los otros personajes, facilitan al lector la visualización de la máscara al

mostrar claramente y sin vaguedad alguna que el personaje está disfrazado. En la

narrativa de Galdós, la presencia de personajes femeninos portadores de una máscara

exterior tiene como motivación predominante, como revela el personaje de Augusto

Miquis, un problema de orden social y económico entre clases y no una causa de

orden sentimental-amorosa101:

Aquí, en días de fiesta, verás a todas las clases sociales. Vienen a observarse, a medirse y a ver las respectivas distancias que hay entre cada una, para asaltarse. El caso es subir al escalón inmediato. Verás muchas familias elegantes que no tienen qué comer. Verás gente dominguera que es la fina crema de la cursilería, reventando por parecer otra cosa. Verás también despreocupados que visten con seis modas de atraso. Verás hasta las patronas de huéspedes disfrazadas de personas, y las costureras queriendo pasar por señoritas. Todos se codean y se toleran todos, porque reina la igualdad. No hay ya envidia de nombres ilustres, sino de comodidades. Como cada cual tiene ganas rabiosas de alcanzar una posición superior, principia por aparentarla. Las improvisaciones estimulan el apetito (La desheredada I, 4, 80-81)

Es precisamente en la novela de La desheradada, la cual aborda el tema de la

movilidad social, donde encontramos una de las referencias de adopción de una

máscara exterior. Isidora Rufete es ataviada como una chula rica para poder disfrutar

como dama de las diversiones del pueblo:

El peinado era una obra maestra, gran sinfonía de cabellos, y sus hermosos ojos brillaban al amparo de la frente rameada de sortijillas, como los polluelos del sol anidados en una nube. No le faltaba nada, ni el mantón de Manila, ni el pañuelo de seda en la cabeza, empingorotado como una graciosa mitra, ni el vestido negro de gran cola y alto por delante para mostrar un calzado maravilloso, ni los ricos anillos, entre los cuales

101 Bravo Villasante, en su análisis sobre las mujeres disfrazadas (1955), distingue a las mujeres heroicas de las mujeres enamoradas y concluye que estos personajes portan un disfraz por estar enamoradas, huir de un peligro o defender su honor.

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descollaba la indispensable haba de mar. En medio de Madrid surgía, como un esfuerzo de la Naturaleza que a muchos parecería aberración del arte de la forma, la Venus flamenca (La desheredada II, 25, 314).

El vestirse de mujer de pueblo le permite al personaje femenino una movilidad

espacial para poder embriagarse “de todo menos de vino, porque apenas lo probara,

embriagada de luz, de ruido, de placer, de sorpresa, de polvo, de gentío, de pitazos, de

coches, de ayes de mendigos, de pregones, de blasfemias, de vanidad, de agua del

Santo” (La desheredada II, 25, 315), asuminendo momentáneamente la figura de una

mujer de clase social y económica diferente.

En el caso de los personajes masculinos, la máscara exterior es también

sinónimo de movilidad. En la novela Nazarín, el protagonista, tras emplear

prácticamente todo un día en andar descalzo, restringe su dieta a unas cuantas acelgas

fritas y un poco de pan y queso, decide ataviarse con las vestiduras más propias de un

peregrino:

descalzo, ceñida la faja sobre el chaleco de Bayona, encima el capote, encasquetada la montera, y un palo en la mano, despidióse de sus hornados bienhechores, y con el corazón lleno de júbilo, el pie ligero, puesta la mente en Dios, en el cielo los ojos, salió de la casa en dirección a la Puerta de Toledo: al traspasarla creyó que salía de una sombría cárcel para entrar en el reino dichoso y libre, del cual su espíritu anhelaba ser cuidadano (Nazarín II, 6, 81-82).

En estos dos casos hay que diferenciar la permanencia de la máscara exterior

en los personajes. Es importante notar cómo el tiempo que transcurre desde la

adopción de la máscara al desocultamiento es menor en el caso de Isidora, quedando

reducido prácticamente a una escena, en tanto que el lapso que le lleva a Nazarín

descubrir su máscara se extiende hasta el final de la novela. Resulta igualmente

importante mostrar que en ambos casos el cambio es de carácter voluntario, pero las

motivaciones son diferentes. En el caso de Isidora, la máscara le permite adoptar una

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identidad social diferente como forma de entretenimiento. Mientras tanto, en la

adopción de la máscara de peregrino de Nazarín se encubre un deseo de superación

espiritual.

Es relevante notar también que en el caso de Isidora la adopción de la máscara

de chula no le genera ningún tipo de rechazo por parte de los otros personajes. En

cambio, la adopción de la máscara de peregrino en Nazarín induce, sino al rechazo

total, sí al asombro y perplejidad de los otros personajes y aun el narrador:

Mientras bebía, tres hombres que de la casa salieron hablando jovialmente, le observaron con importuna curiosidad. Sin duda había en su persona algo que denunciaba el mendigo supuesto o improvisado, y esto le produjo alguna inquietud [...], acercósele uno de los tres hombres, y le dijo: «Señor Nazarín, le he conocido por el metal de voz. Vaya que está bien disfrazado... ¿Se puede saber..., con respeto, a dónde va vestidito de pobre? -Amigo, voy en busca de lo que me falta (Nazarín III, 6, 87)102.

Sin duda, lo improvisado de la máscara de peregrino de Nazarín provoca en el

personaje una reacción desfavorable que se manifiesta en el uso del diminutivo

“vestidito”. En cambio, muy distinto es el dictamen que hacen los otros sobre la

máscara de chula de Isidora ya que por “dondequiera que pasaba, recibía una ovación.

Preguntaban todos quién era, y oía una algarabía infinita de requiebros, flores,

atrevimientos y galanterías, desde la más fina a la más grosera” (La desheredada II,

25, 314).

A partir de estos dos ejemplos hemos podido comprobar que la adquisición de

una máscara exterior implica algo más que el cambio o apropiación de una

vestimenta; incluso puede ser indicativo de la adquisición de máscaras más complejas,

como lo son la máscara umbral y la máscara interior.

102 El énfasis es mío.

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Máscara umbral

La máscara umbral es la asimilación de diferentes formas de comportamiento que en

su conjunto configuran un papel específico. Relacionadas con circunstancias externas

a los personajes, estos comportamientos en principio estarían motivados por un deseo

personal. La máscara umbral destaca la presencia de agentes de construcción que

favorecen la invariabilidad de los personajes. Ello puede relacionarse con la capacidad

de los personajes enmascarados de adaptarse a las circunstancias que los rodean; la

presencia de un solo e insustituible objeto de deseo; la movilidad o convergencia de

los ejes de evolución y complejidad que se observa en la caracterización de los

personajes; y, finalmente, la pérdida del deseo y la consecuente inmovilidad de los

personajes en las escalas de evolución y complejidad.

A diferencia de la máscara exterior, la máscara umbral se revela en el texto

principalmente a través del discurso y las acciones de los personajes. La voz narrativa,

en este caso, cumple la función de obstaculizar la visualización de la máscara, al no

mostrar el dinamismo que presentan los personajes enmascarados.

En Misericordia tenemos un ejemplo de adopción de una máscara umbral en

el personaje de la Benina. La falta de información acerca de la historia vital de la

protagonista por parte del narrador, que ya observamos en la caracterización de

Isidora, cobra mayor relevancia debido al hecho de que, a diferencia de muchos otros

personajes galdosianos, Benina cuenta con una identidad social definida como

empleada doméstica y, en concreto, al servicio de doña Francisca:

¡Ay! la Benina no se encontraba a gusto en la casa donde a la sazón servía. En fin, que ya la tenemos otra vez en la domesticidad de doña Francisca; y tan contenta ella, y satisfecha la señora, y los pequeñuelos locos de alegría (Misericordia 7,104).

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El trabajo que realiza Benigna como sirvienta al servicio de doña Paca anula

cualquier asociación respecto a su filiación a la clase mendicante, además del ya

marcado contraste con una de las indigentes de mayor alcurnia:

She is linked inseparably with doña Paca by a bond of affection, devotion and concern. As time passes, she becomes the only companion that Paca has. But though she is imprisoned in what seems to be her role as servant, the truth is opened up to us: she is in fact the support, comfort and mistress in the household, in a way resonant of the relationship between Lazarillo de Tormes and the squire, or within Galdós' own work, that of Felipe Centeno and Alejandro Miquis in El doctor Centeno (Russell, 106).

De manera colateral a la descripción del personaje de Benigna, la “puntual

historia de su vida” (Misericordia 6, 96) sugiere la narración de las hazañas de un

personaje que pasa de ser común y corriente a una figura beatificada. Naturalmente,

esta observación conlleva ciertas marcas afínes al relato de Santa Rica de Casia103

como el estigma en la frente producto de un “lobanillo del tamaño de un garbanzo,

redondo, cárdeno, situado como a media pulgada más arriba del entrecejo”

(Misericordia 3,78), o la entrega total a obras de caridad y el ser patrona de las causas

imposibles. Incluso en el personaje persiste, bien por decisión propia o forzada por las

circunstancias, la necesidad de adoptar diferentes disfraces como lo testifican los otros

personajes y el narrador:

Confirmaron todos a una voz lo dicho por el octogenario Silverio, el cual hubo de añadir que por santa fue tenida la señora de antes, y por santísima tendrían a la presente, respetando su disfraz, y poniéndose todos de rodillas ante ella para adorarla. Contestó Benina con gracejo que tan santa era ella como su abuela, y que miraran lo que decían y volvieran de su grave error. En efecto: había existido años atrás una señora muy linajuda, llamada doña Guillermina Pacheco, corazón hermoso, espíritu grande, la cual andaba por el mundo repartiendo los dones de la caridad, y vestía humilde traje, sin faltar a la decencia, revelando en su modestia soberana la clase a la que

103 Santa Rita de Casia (1381-1457) pasó por todos los estados: matrimonio, viudez y vida religiosa. En esta última etapa mostró un gran interés por realizar obras de caridad y someterse a penitencia. La monja, ya entrada en años, apareció un día con una larga astilla de madera escarbada en la frente y clavada en el hueso frontal, estigma que perpetuó hasta su muerte. Fue beatificada por Urbano VIII en 1627 y es conocida como la abogada de los imposibles.

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pertenecía. Aquella dignísima señora ya no vivía. Por ser demasiado buena para el mundo, Dios se la llevó al cielo cuando más falta nos hacía por acá (Misericordia 29, 242-243).

Como podemos comprobar, a la protagonista se le adjudica el papel de

Guillermina Pacheco y el papel de santa a imagen de Santa Rica de Casia. Todas ellas

son construcciones impuestas por los otros personajes, quienes reconocen dos de las

cualidades más representantivas del personaje: su bondad y su misericordia. Mientras

tanto, el personaje se guarece en el papel de ciega con el propósito de recolectar

dinero para ella y doña Paca, obedeciendo a cuestiones más prácticas, como la

supervivencia diaria:

En la breve campaña nocturna, sacaba escondido un velo negro, viejísimo, de Doña Paca, para entapujarse la cara; y con esto y unos espejuelos verdes que para el caso guardaba, hacia divinamente el tipo de señora ciega vergonzante, arrimadita a la esquina de la calle de Barrionuevo, atacando con quejumbroso reclamo a media voz a todo cristiano que pasaba (Misericordia 30, 250).

No obstante, el verdadero talento de Benina aflora en la “preparación mental

de sus planes estratégicos” (Misericordia 9,129), al utilizar a don Romualdo como

excusa para justificar sus ausencias frente a doña Paca. La creación de un benefactor,

si bien demuestra la aptitud creativa del personaje para inventar una figura ficticia,

resulta modesta si se la compara con la construcción de la figura idealizada del

Marqués de Saldeoro, creada por Isidora Rufete. Don Romualdo es una invención en

la cual se apoya la protagonista para poder salir sin contratiempos de los enredos en

los que se ve involucrada al desaparecer de la casa de doña Paca:

Su mente, fecunda para el embuste, y su memoria felicísima para ordenar las mentiras que antes había dicho y hacerlas valer en apoyo de la mentira nueva, la sacaron del apuro (Misericordia 10,125).

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Sin duda, este tipo de artimaña que el personaje elabora para disuadir a su ama

cumple su propósito y responde a una necesidad práctica. Asimsimo, en la novela hay

otros personajes, como Obdulia o don Frasquito Ponte, que se refugian en la

imaginación para olvidarse de los problemas cotidianos y como una forma de evasión

de su desafortunada realidad:

Uno y otro, marchita dama y galán manido, poseían, en medio de su radical penuria, una riqueza inagotable, eficacísima, casi acuñable, extraída de la mina de su propia espíritu; y aunque usaban de los productos de este venero con prodigialidad, mientras más gastaban, más superabundancia tenía sus caudales. Consistía, pues, esta riqueza, en la facultad preciosa de desprenderse de la realidad, cuando querían, trasladándose a un mundo imaginario, todo bienandanzas, placeres y dichas. Gracias a esta divina facultad, se daba el caso de que ni siquiera advirtiesen, en muchas ocasiones, sus enormes desdichas, pues cuando se veían privados absolutamente de sus bienes positivos, sacaban de la imaginación el cuerno de Amaltea (Misericordia 15,157).

Comprobamos con esto que la elaboración de seres imaginarios puede tener

dos propósitos: el dar respuesta inmediata a un problema práctico, como también

actuar de válvula de escape. Por ello, cuando don Romualdo se presenta a las puertas

de la casa de doña Paca el impacto provocado en la Nina es sobrecogedor hasta el

punto que termina “sintiendo que lo real y lo imaginario se revolvían y entrelazaban

en su cerebro” (Misericordia 28, 233).

De esta perplejidad se deduce que el personaje de don Romualdo, que en

principio parece ser el fruto de la mente de la heroína, pasa a “deja[r] totalmente

abierto el misterio entre la ficción, la mentira, inventada por Benina y la realidad de la

historia contada por el narrador [...]. El don Romualdo que aparece realmente en la

novela, no es [a fin de cuentas] el don Romualdo imaginado”, como afirma

Lissorgues (41). De aquí deriva:

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un juego dinámico entre la virtud y el vicio, la verdad y la mentira y entre lo inventado y lo real. A veces son creados los personajes como el resultado de este truco literario, pero hay momentos en que ellos mismos son los autores del espectáculo (Kirsner, 497).

Por otro lado, como sugiere Luciano García Lorenzo, la identidad de Benina

se resuelve en dos partes. En la primera, ante la falta de antecedentes biográficos, en

su condición de empleada doméstica y en su inmensa misericordia para con el

necesitado, la protagonista va asumiendo diferentes papeles. En la segunda parte, el

papel de Benina como empleada doméstica no está del todo consolidado debido a que

el texto introduce las perspectivas de otros personajes que determinan su identidad.

De este modo, tenemos a un personaje que se renueva conforme va adoptando nuevos

papeles sea estos asumidos de manera voluntaria o impuestos por otros personajes.

Sin duda, es significativo el variado número de nombres con que se designa a

la heroína (Benigna, Benina, Benigna de Casia, Benina de Casia, señá Benina, Nona,

ángel, dama), los cuales se vinculan estrechamente al motivo central de la novela y al

título de la obra: la misericordia. No obstante, también la variabilidad de los mismos

denuncia y pone “en tela de juicio todo concepto de (auto) definición personal” (Gold,

389) De allí que la fórmula quijotesca “yo sé quien soy” no resulte tan eficaz en la

configuración final de la heroína. Y debido a que la “única identidad [social] que

pueden ostentar en su marginalización se basa en la negatividad” (Gold, 390), la Nina,

al igual que Nazarín104, se acoge a la via negatione para decir lo que no es105.

El proceso evolutivo que experimenta Benina pone de manifiesto, entonces,

como lo afirma Romero Tobar respecto de Isidora Rufete, la construcción imaginada

104 La vínculación entre Nazarín y Benina, según explica el crítico Avilés Arroyo, surge cuando se lleva hasta sus últimas consecuencias la práctica de la caridad cristiana, praxis que también circula entre las líneas de Gloria. Ello se manifiesta en el recorrido de Nazarín por las comunidades aledañas a Madrid y en el periplo realizado por Benina a través del cinturón de pobreza madrileño. Ambos personajes mimetizan, sin proponérselo la imagen de Cristo obrando por el bien ajeno sin esperar recompensa alguna. 105 Véase Montes Docel, 196.

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del personaje en el tratamiento de una línea de desarrollo ilusoria cargada de

verosimilitud, cuyo sustento aparece en los comentarios del narrador:

por lo cual allá van las explicaciones de un suceso que merece mención en esta verídica historia (Misericordia 4,87). los que lean esta puntual historia de su vida (Misericordia 6, 96). Debe notarse, la verdad ante todo (Misericordia 9, 115). Pues señor, atando ahora el cabo, sigo diciendo que aquel día (Misericordia 10, 119). en la noche a que me refiero, debe atribuirse, según datos fehacientes (Misericordia 25, 218).

Al mismo tiempo, esta trayectoria de evolución presenta una línea decreciente

que se manifiesta en la mudanza de oficios al anterior de cocinera, luego al de falsa

mendicante y, finalmente, al de pordiosera:

Las adversidades se estrellaban ya en el corazón de Benina, como las vagas olas en el robusto cantil. Rompíanse con estruendo, se quebraban, se deshacían en blancas espumas, y nada más. Rechazada por la familia que había sustentado en días tristísimos de miseria y dolores sin cuento, no tardó en rehacerse de la profunda turbación que ingratitud tan notoria le produjo [el desarraigo de doña Paca]; su conciencia le dio inefables consuelos: miró la vida desde la altura en que su desprecio de la humana vanidad la ponía; vio en rídicula pequeñez a los seres que la rodeaban, y su espíritu se hizo fuerte y grande. Había alcanzado glorioso triunfo; sentíase victoriosa, después de haber perdido la batalla en el terreno material (Misericordia 40, 307).

Esto implica que el triunfo de la identidad de Benina nace “en ella [porque] se

amalgaman de forma armónica entendimiento, sentimiento y voluntad” (Merchán

Cantos, 485). Es esta voluntad la que le permite neutralizar las respuestas impulsivas

ante los actos incompresibles e injustos que sufre, dándole mayor fuerza y entereza

interior.

Es evidente que ante tal conquista es difícil cuestionar su identidad o el

progresivo deterioro de la misma ya que no ha sido suficientemente sólido su

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aniquilamiento como ser social o su construcción como figura beatificada para

cosntruirla/deconstruirla. De este modo, Benina se emancipa de aquellas ataduras

sociales para con la sociedad española decimonónica que la vio nacer y de aquellos

patrones estéticos para con el modelo picaresco o hagiográfico que la moldeó:

Andando, andando, hijo, se llega de una parte del mundo a otra, y si por un lado sacamos el provecho de tomar el aire y de ver cosas nuevas; por otro sacamos la certeza de que todo es lo mismo, y que las partes del mundo son, un suponer, como el mundo en junto; quiere decirse, que en donde quiera que vivan los hombres, o verbigracia, mujeres, habrá ingratitud, egoísmo, y unos que manden a los otros y les cojan la voluntad. Por lo que debemos hacer lo que nos manda la conciencia, y dejar que se peleen aquéllos por un hueso, como los perros; los otros por un juguete, como los niños, o éstos por mangonear, como los mayores, y no reñir con nadie, y tomar lo que Dios nos ponga delante, como los pájaros... (Misericordia 40,310).

Es dable observar cómo esta indecibilidad respecto a la

construcción/deconstrucción de la protagonista y los muchos interrogantes sobre su

desarrollo en la novela ponen de manifiesto el hecho de que la voz narrativa y los

otros personajes constituyen un factor determinante en la caracterización de la

protagonista. La falta de “objetividad” de los mismos, al pronunciarse a favor o en

contra de ciertos rasgos de su personalidad, sobre todo respecto de la indigencia,

añaden a su configuración prejuicios de orden social y económico. Finalmente, la

cualidad benefactora Benina entra en conflicto con las descripciones de los otros

personajes y genera, a mi modo de ver, la a menudo desorientada lectura del personaje

por parte de la crítica, debido a que es naturalmente más fácil valorizar los juicios del

narrador, como una voz confiable, desatendiendo toda apreciación independiente que

se pueda tener sobre ella.

De modo que la identidad de de sirvienta de la Nina la coloca como un modelo

social fijo, vehiculizado por la voz narrativa. Sin embargo, este modelo se fractura

para adquirir nuevos matices, mimetizando otras figuras y otros papeles, pero no

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como sinónimo de transformación, sino como un modo de consolidación de su

identidad. El clímax es alcanzado con el reconocimiento de su lugar y función dentro

del mundo configurado. Después de este punto, la línea de evolución sutil del

personaje se mantiene constante y no decae. Ello permite ver una avance permanente

en su caracterización desde la introducción hasta el final de la novela. La Nina

retoma su papel como indigente pero desaparece la necesidad de salvar de la miseria

a la familia de doña Paca, y esto es, precisamente, lo que sugiere un ligero cambio en

su configuración.

Existen otros personajes galdosianos que adoptan una máscara, en los que sí

observamos un desarrollo y evolución concretas, como comentaremos a continuación.

Máscara interior

La máscara interior se define como la proyección hacia el exterior de los cambios que

ocurren en el interior de un personaje. En la máscara interior se observa cómo los

personajes adoptan una vestimenta y un comportamiento específicos, para consolidar

así una nueva identidad. El primer paso de esta proyección exterior del cambio interno

queda patentizado en la adquisición de un nuevo nombre. Cuando la voz narrativa

omite dar más detalles sobre el origen del personaje al elaborar su retrato, el personaje

se ve obligado a buscar otros recursos para cubrir esta carencia. Generalmente, recurre

a un modelo literario específico, como el Amadís de Gaula, y hace propias las

aventuras del héroe. En la imitación de este modelo, el personaje adopta un atuendo,

modifica su escala de valores para acomodarlos a su nueva realidad y se enfrenta a la

opinión de los otros personajes. Durante este periodo de enmascaramiento el

personaje se permite adoptar tantos roles estereotípicos como le sean necesarios para

mantener su estatus hasta el momento de su desocultamiento o muerte.

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En la novela de La desheredada, hemos visto cómo la protagonista adopta la

vestimenta de chula rica para poder disfrutar de la fiesta del Carnaval. Sin embargo,

esta es no es la única máscara. Como secuela que deja la reticencia respecto a la

configuración de la protagonista por parte del narrador, el texto permite al personaje

de Isidora desprenderse de la caracterización de la voz narrativa y la determinación

sobre su personalidad y comportamiento, dejando al descubierto la primera máscara

en la que se ha refugiado el personaje. Se trata de una máscara que indica un estado

interior diferente al que vehiculiza el narrador y que se manifiesta en la desocultación

de la misma:

Como quien se quita una máscara, Isidora dejó su aspecto de sumisa mansedumbre, y en tono resuelto pronunció estas palabras: —No quiero que mi hermano trabaje más en ese taller de maromas; no quiero y no quiero (La desheredada I, 3, 52).

Este cambio de conducta permite al narrador admitir la presencia de la

máscara ya que “se podría decir que ella no era lo que parecía, que ella no era Isidora

Rufete, sino Isidora...” (La desheredada I, 4, 74). El designar a la protagonista sólo

por su nombre de pila puede ser indicativo de la libertad constructiva y del hecho de

que estamos ante un personaje liberado de la configuración del narrador. Desligada de

la caracterización del narrador, la heroína asume la función de agente constructor para

mostrar “haciendo gala de uno de sus talentos más brillantes” (La desheredada I, 4,

61) su capacidad para crear un mundo imaginario adaptado a sus propios anhelos y

aspiraciones. Como postula Girard en su teoría sobre el triángulo del deseo, cuando

un personaje desea algo este deseo se proyectará en un universo imaginario alrededor

de su figura (18). Esto explicaría las razones por las que Isidora se ve obligada a

reformular la escala de valores y adaptar el mundo a su propia realidad. Empezando

por la descripción de su padrino don José:

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Es un galán viejo, con la cara sonrosada. Tiene un bigotito rubio que parece cabello de ángel, y hace pliegues con la boca... Los ojos son de almíbar; qué sé yo... Parecen dos uvas demasiado maduras. Usa un gorro con borla de oro, y es tan fino, tan relamido... Ha sido un tenorio, según dicen. Cose a máquina para ayudar a las chicas; pero su oficio es lo que llaman la partida doble. Se entretiene en poner los gastos en un libro grande (La desheredada I, 4, 60-61)106.

Seguidamente, Isidora focaliza al marqués de Saldeoro, formulando su retrato

desde su mundo ficticio, o segunda vida:

Usando entonces de aquella propiedad suya que ya conocemos, dio realidad en su mente al marqués de Saldeoro, favorito de las damas, según decían lenguas mil; le tuvo delante, le oyó hablar agradecida, le preguntó ruborizada; construyó, si así puede decirse, con material de presunciones y elementos fantásticos, la visita personal que al siguiente día no podía menos de realizarse (La desheredada I, 5, 84).

Particularmente la construcción del marqués Saldeoro sobresale porque aquí

no sólo se trata de establecer la configuración de un personaje imaginario, como en el

caso de Gloria o Tristana, sino de proponer la invención de la futura dinámica entre

ellos107:

Se acostó, no para dormir, sino para seguir dando vida ficticia en el horno siempre encendido de su imaginación a la visita del día siguiente y a las consecuencias de la visita. El marqués de Saldeoro entraba; ella le recibía medio muerta de emoción, le hablaba temblando; él le respondía finísimo. ¡Y qué claramente le veía! Ella rebuscaba las palabras más propias, cuidando mucho de no decir un disparate por donde se viniera a conocer que acababa de llegar de un pueblo de La Mancha. Él era el más cumplido caballero del mundo... Ella se mostraba muy agradecida... Él dejaría su sombrero en un sillón... Ella tendría cuidado de ver si alguna silla estaba derrengada, no fuera que en lo mejor de la visita hubiera una catástrofe... Él había de dirigirle alguna galantería discreta... Ella tenía que prever todas las frases de él para prepararse y tener dispuestas ingeniosas contestaciones (La desheredada I, 5,85).

106 La contabilidad parece ser uno de los oficios recurrentes en la tipología de personajes masculinos galdosianos. Véase también el caso de Villaamil en la novela de Miau (1888): “Yo he procurado siempre el bien del Estado, y he atendido a defender en todo caso la Administración contra sus defraudadores. Jamás hice ni consentí un chanchullo, jamás, Señor, jamás. Eso bien lo sabes tú, Señor... Ahí están mis libros cuando fui tenedor de la Intervención...” (30, 262). 107 Esta producción más abarcadora cumple también la función de proyectar al exterior las motivaciones interiores del personaje y hace del lenguaje un medio efectivo de caracterización.

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De modo singular, esta primera y significativa manifestación del interior del

personaje se presenta en la novela a través del discurso indirecto. El narrador que

actúa como intermediario provoca que este lenguaje interior tenga otros interlocutores

además del propio personaje y, como consencuencia de ello, el lenguaje resulta ser

más sistemático pero sin dejar de “admitir los saltos bruscos, las divagaciones y las

repeticiones” (Siguán, 119), por ejemplo, en la repetición de los pronombres ella y

él108.

Más adelante, el texto nos ofrece otro ejemplo de iguales proporciones, el

momento previo a la entrevista de Isidora con su supuesta abuela la Marquesa de

Aransis:

Cuando se quedó sola, ¡qué cosas pensó y dijo! Y por la noche, ¡cómo se anticipó a los sucesos! ¡Con qué vigor y fuerza de fantasía construyó en su mente a la persona de la marquesa, a quien nunca había visto, y qué bien imaginaba, falsificando la realidad, el cuadro que las dos harían, abrazadas, llorando juntas, sin poder expresar la multitud de afectos propios d eun modo tan sublime! Viose repentinamente transportada a las altas esferas que ella no conocía sino por ese brillo lejano, ese eco y ese perfume tenue que la aristocracia arroja sobre el pueblo. Viose dueña del palacio de Aransis, mimada, festejada y querida. Dio gracias al Señor porque reparaba al fin la gran injusticia cometida con ella por la sociedad; rezó, se espiritualizó, bañó su alma, si así puede decirse, en ondas de honradez y virtud; la aromatizó con esencias sacadas de la dignidad, de la magnanimidad y nobleza (La desheredada I, 16, 212-213)

Son estas palabras el reflejo de sus carencias constructivas, atribuibles, desde

su perspectiva, a su origen pobre. Es ésta la expresión de los anhelos de un personaje

que desea poseer la espiritualidad, la honradez, la virtud, la dignidad y la nobleza, y si

es válida la afirmación de que uno desea lo que no posee, el personaje se encuentra en

108 El monólogo interior es una forma de expresión de los sentimientos y pensamientos del personaje de manera libre o bien de manera sistemática una vez mediados por la voz del narrador. Cuando en este espacio interior se reproduce o se recrea la conversación con otro personaje entonces el diálogo se rige por las normas del lenguaje externo pero con la facultad de “decir” lo que mejor le parezca a su conciencia o lo que mejor se adapte al mundo imaginario que está formulando.

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los momentos previos al reconocimiento de sus carencias y el despunte de su propia

consolidación como personaje literario109.

Sin embargo, esta nueva faceta no admite la máscara tras la que se refugian

sus aspiraciones de pertenecer a la clase aristocrática y por ello:

Quedó convertida en estatua, y sus lágrimas se secaron, evaporadas por el vivo calor interno que le salió a los ojos. ¡Completamente equivocada! Decirle esto a ella ero lo mismo que mismo que decirle: «Tú no existes, tú eres una sombra; menos aún, un ente convencional». ¡Tan profundas raíces tenía en su alma aquella creencia! (La desheredada I, 16, 219).

Para crear mayor contraste con respecto a la posición de la heroína antes y

después del encuentro con la marquesa de Aransis, el capítulo se inicia con la

invocación al texto bíblico “Hossana, hossana” ( 25, 118תהילים , ' 4נא ה,נא הושיעה ' 4נא ה

cuya traducción es “Oh, Jehova, sálvanos ahora, te ruego. Te ruego que nos הצליחה

hagas prosperar ahora”), un canto litúrgico entonado en alabanza a Dios y, al mismo

tiempo, una estrategia textual que busca de manera análoga equiparar al personaje de

Isidora con Jesús, pues en la entrada triunfal de éste en Jerusalén sus seguidores

gritaban “hosanna al hijo de David” y con ello proclamaban el cumplimiento de la

profecía, que en el caso de Isidora será la de su propia caída, o dicho de otra forma, su

suicidio social:

Sintió en su cerebro una impresión extraña, como el rastro aéreo de inmensa caída desde la altura a los más hondos términos que el pensamiento puede concebir. Y ¡qué manera tan rara de ver el mundo y las cosas todas que están debajo del cielo, y aun, si se quiere, el cielo mismo! Cambio general. El mundo era de otro modo., la Naturaleza misma, el aire y la luz eran de otro modo. La gente y las casas también se habían transformado; y para que la mudanza fuera completa, ella misma era punto menos que otra persona (La desheredada I, 17, 224).

109 No deja de ser significativo que el capítulo lleve el nombre de “Anagnórisis” ya que en este capítulo el personaje toma conciencia de su lugar en la sociedad que para su sorpresa no es como heredera de la familia Aransis.

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Como nuevo testimonio del cambio interior del personaje, el entorno se torna

sombrío y desagradable, de manera que el personaje proyecta su conflicto al exterior.

Ello pone en evidencia, sin lugar a dudas, la complejidad del personaje y su

dinamismo constructivo. Por tanto, el desarrollo evolutivo de Isidora va trazando una

línea decreciente en lo que a su posición social se refiere, pero simultáneamente va

diseñando una línea ascendente y dinámica en tanto que adquiere cada vez mayor

complejidad:

Isidorita Rufete ¿conoces tú el equilibrio de sentimientos, el ritmo suave de un vivir templado, deslizándose entre las realidades comunes de la vida, las ocupaciones y los intereses? ¿Conoces este ritmo, que es como el pulso del hombre sano? No; tu espíritu está siempre en estado de fiebre. Las exaltaciones fuertes no cesan en ti sino resolviéndose en depresiones terribles, y tu alegría loca no cede sino ahogándose en tristezas amargas (La desheredada II, 20, 256).

La segunda parte de la novela, que ha venido desarrollando el motivo del

desplome social de la heroína, comienza con la ausencia de los dos hijos de Tomás

Rufete. Esta estrategia sirve, ante todo, para crear una nueva asociación entre la

heroína y la estrecha relación afectiva y sintomática con el progenitor muerto en

Leganes. A ello se suma la incorporación del narrador a la diegésis para entablar un

diálogo con Augusto Miquis:

Pero Dios quiso que una desgraciada circunstancia —trocándose en feliz para el efecto de la composición de este libro— juntase los cabos del hilo roto, permitiendo al narrador seguir adelante. Acontenció que por causa de una fuerte neuralgia necesitó éste la asistencia de Augusto Miquis, doctorcillo flamante, que en los primeros pasos de su carrera daba a conocer su gran disposición y altísimo porvenir [...] Un día, cuando ya se había iniciado la convalencia, recayó la conversación en los sucesos referidos en la Primera parte, y Miquis, para quien no podía haber un tema más gustoso, habló largamente de Isidora (La desheredada II, 19, 245)110.

110 Este diálogo instaura un desdoblamiento de la voz narrativa, entre la voz que narra y la voz que actúa, de manera que narrador y personaje son uno mismo y se traspasan así los límites de la diégesis. Si esto es en sí llamativo, no menos deja de serlo la técnica que habilita y subraya la naturaleza ficticia del relato, ya que se trata de un libro y este está dividido en dos partes.

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De esta conversación se puede inferir que el médico funciona como agente

constructor, pues proporciona información sobre la heroína. La caracterización que

realiza Miquis no solo sustituye la función del narrador sino que permite cubrir el

blanco sobre lo que le ha sucedido, tras el distanciamiento diegético de la heroína:

—Está ahora esa mujer..., vamos..., está guapísima, encantadora. Parece que ha crecido un poco, que ha engrosado otro poco y que ha ganado considerablemente en gracia, en belleza, en expresión. Se me figura que será una mujer célebre. Vive en la misma casa donde se instaló hace dos años, al final de la calle de Hortaleza. Ha tenido un hijo (La desheredada II, 19, 245-246)111.

El que sea el médico el portavoz de este cambio en Isidora no es gratuito, ya

que esto revela un tipo de evolución que apunta al orden natural o físico que se

manifiesta con el paso del tiempo. Al parecer ello no tiene efecto alguno en la psique

del personaje debido a que su “espíritu está siempre en estado de fiebre. Las

exaltaciones fuertes no cesan [...] sino resolviéndose en depresiones terribles, [...] y la

alegría loca no cede sino ahogándose en tristezas amargas” (La desheredada II, 20,

256). Estas líneas corroboran el hecho de que el personaje presenta dos rasgos

distintos y extremos: la depresión y la euforia. En mi opinión, es esta simultaneidad lo

que perturba al narrador y por ello asume la función de la conciencia del personaje

para advertirle:

¿Persistes en creerte de la estirpe de Aransis? Sí, antes perderás la vida que la convicción de tu derecho. Bien; sea. Pero deja al tiempo y a los Tribunales que resuelvan esto, y no te atormentes, construyendo en tu espíritu una segunda vida ilusoria y fantástica. Ten paciencia, no te

111 De establecer una relación inter-intertextual con la novela de Gloria, Riquín el hijo de Isidora viene a representar la antitesis de Jesús. Mientras Jesús representa la tolerancia y la unión de dos mundos diferentes, Riquín, con su defecto encefálico, viene a representar la falta moral que afecta a su madre y quizás a toda España. De modo singular, en tanto que Jesús carece de cualquier tipo de afecto familiar, Riquín goza del cariño y afecto de cuantos le conocen. Otra distinción es que en Gloria la naturaleza es la que anticipa la llegada de tempestades/ desequilibrios diegéticos. En cambio, las crisis que sufre Riquín se relacionan directamente con la estabilidad o inestabilidad moral y social de la madre. Aunque no parece que el motivo para tal comportamiento con las criaturas esté relacionado con el hecho de que ambos niños son hijos naturales, es decir, ambas novelas no parecen condenar esta falta.

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anticipes a la realidad; no te trabajes interiormente, no saborees con falsicada sensibilidad goces de que están privados tus sentidos (La desheredada II, 20, 256).

Si bien pervive en Isidora el arte de vestir la mentira y creer en ella como

única verdad, va apuntalando su configuración utilizando la ya nombrada fórmula

cervantina “yo sé quien soy”, y delineando su propia identidad:

Yo también soy generosa, yo también quisiera tener un caudal de felicidad tan grande que pudiera dar a todos y quedarme siempre muy rica... Mi ideal es ser rica, querer a solo uno y recrearme yo misma en la firmeza que le tenga. Mi ideal es que ése sea mi esposo, porque ninguna felicidad comprendo sin honradez (II, 24, 31)112.

Si llega a incomodar la incorporación del adverbio “también” pronunciado

aquí por Isidora, probablemente ello se debe a la imposibilidad de visualizar con

claridad en este discurso el error del personaje. Este error consiste en el amor

obsesivo que le profesa Isidora a Joaquín Pez. Una obsesión en donde se juega no sólo

el corazón, sino también el honor: “Te hablaré con el corazón [le dice a Augusto

Miquis], te diré... Yo no quiero más que a un hombre [a Joaquín]. Por él doy la vida y,

en último caso, el honor…” (La desheredada II, 28, 368).

Asimsimo, es necesario mencionar como rasgo característico de Isidora su

constante estado melancólico, al que se refiere el narrador en términos negativos:

Isidora cayó en grave tristeza. Sus insomnios se repetían casi todas las noches, atormentándola con el alternado suplicio de las ilusiones locas y de miserias reales, de delirio suntuario y de terror o desengaño (La desheredada II, 26, 332) Isidora era una avecilla113 melancólica (La desheredada II, 26, 335).

112 Al igual que Tristana, Isidora busca el reconocimiento social asumiendo el oficio más digno de las mujeres, el de ser esposa de Joaquín Pez. 113 Nuevamente, la animalización del personaje de Isidora, comparada con un ave, entabla una relación dialógica con la novela y el personaje de Gloria, también comparada con un ave.

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Más tarde reaparece el personaje de Augusto Miquis para dar un diagnóstico,

pero curiosamente no se relacionan con el estado físico de su paciente, sino con el

anímico, y por tanto le recomienda:

Primero, mudar de aires; luego, entonar[se] con una enseñanza primaria; después [seguir] la gran toma, el casorio con Juan Bou, y, por último, viene la extirpación del cáncer, que es la idea del marquesado (La desheredada II, 28, 352).

El tratamiento metafórico del gran mal que afecta a Isidora, es decir, la

aspiración a ser miembro de la familia Aransis y la ambición, no demerita el hecho de

que este sea el componente incuestionable del desplome social de Isidora. Es este mal

el que la lleva a la cárcel para permanecer tres meses encerrada. En esta caída, que

Romero Tobar ve como el principio de la destrucción del personaje, sucede un hecho

similar al que observamos en Alonso Quijano, cuando como hidalgo venido a menos

busca legimitizar su existencia adoptando un principio de imitación de los modelos de

caballería. En el caso de Isidora, como se comprobará en la siguiente cita, se observa

que el modelo del que se vale para recuperar en algo su identidad social perdida o

robada. Don Quijote se ha acercado al Amadís de Gaula para modelar la conducta del

caballero medieval, Isidora, en cambio, se acerca al personaje histórico de María

Antonieta de Austria para imitarla. Isidora se identifica con ella por el hecho de que

cree que ambas han sido falsamente difamadas:

Y, no obstante, como ella, para hacer frente a un hecho, siempre tenía pronta una idea, amparóse de una bellísima, que le valió mucho para consolarse. ¿Con quién creerá el lector que se comparó? Con María Antonieta en la Conserjería. Era, ni más ni menos, que una reina injuriada por la canalla. Determinó, pues, imitar en todos sus actos y palabras, hasta donde la realidad lo permitiese, la dignidad de aquella infelicísima señora, con lo que se crecía a sus propios ojos, y se veía idealizada por el martirio grande en la humildad, rica en la pobreza y purificada en los padecimientos (La desheredada II, 31, 397-398).

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En conclusión, el personaje de Isidora se rige únicamente por su anhelo de

pertenecer a la familia Aransis. Debido a ello, siempre busca justificar su conducta

amparándose en otras figuras pertenecientes a la aristocracia para imitarlas:en

ocasiones, personalidades de la historia y en otras, seres imaginarios, como el caso de

María Antonieta, mencionado anteriormente. Persiguiendo este afán de riqueza y de

pertenencía a la familia aristocrática de los Aransis, la joven Isidora Rufete, se

transforma en Isidora, y luego en un ser sin nombre que desaparece de escena. Esta

transformación del personaje se proyecta al exterior, al manifestar como práctica

frecuente en ella la reelaboración del entorno y de sus relaciones interpersonales a

favor de un mundo imaginario que se rige por sus propias reglas. La discrepancia

entre lo real y lo ficticio provoca entonces el enfrentamiento con otros personajes. De

este modo, se van cumpliendo en el personaje uno a uno los parámetros establecidos

para la máscara interior que disfraza los cambios que ocurren en el personaje y que

solo se revelan al exterior en la adopción de actitudes compulsivas, en una identidad

vinculada con un modelo social, como la familia Aransis, o histórico, como Maria

Antonieta, en su escape a un mundo imaginario y en su desavencia con los otros

personajes. Finalmente, todo ello se manifiesta en un personaje de construcción

compleja y dinámica que se refugia en la máscara de la desheredada.

En síntesis, hemos verificado que los personajes pueden adoptar tres tipos de

máscara e incluso una o dos de manera simultánea. Hemos comprobado, quela

máscara exterior se manifiesta a menudo a partir de la adopción de nuevas

vestimentas, para simular ser o parecer ser algo diferente de lo que suponemos es la

esencia del personaje. Las máscaras exteriores permiten la movilidad de los

personajes, por lo tanto, son indicativas de movimientos ya sea solo en el plano

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físico, como también espirtual o social. Las máscaras exteriores pueden ser

indicadoras de los otros dos tipos de máscara detrás de las que el personaje oculta

parte o toda su personalidad.

La máscara umbral se manifiesta en la incertidumbre e irresolución respecto a

la transformación del personaje como consecuencia de una sólida configuración por

parte de los agentes constructores del mismo y el sinnúmero de roles que se le

adjudica. Este factor, aunado a la resolución de iniciar un viaje de manera voluntaria

o involuntaria, que aleja al personaje de su entorno social, le otorga cierta libertad

constructiva. Liberados también de las determinaciones sociales, educativas o

espirituales, los personajes se permiten experimentar diferentes roles, en el proceso

reconocer la fortaleza de su propia naturaleza, y con ello logran afianzar y consolidar

su personalidad.

Por su parte, la máscara interior sugiere una transformación que se genera en

el interior del personaje y que se manifiesta al exterior, ya sea a través de la adopción

de máscaras exteriores, la filiación respecto de modelos reales o ficticios como

patrones de conducta, la admisión de costumbres obsesivas principalmente

relacionadas con la escritura o la lectura, la creación de un mundo imaginario o

alternativo adaptado a las nuevas necesidades del personaje, o bien con la adopción y

creación de una nueva identidad.

Finalmente, nos percatamos de que en el proceso de adquisición de la máscara,

cualquiera que sea su tipo, debemos tomar en cuenta a la hora del análisis la

permanencia de la máscara desde su adopción hasta el desocultamiento, como

también determinar si esta adopción es meramente temporaria o si resulta permanente.

Asimismo debe ser considerado el distanciamiento creado entre el personaje

enmascarado y su entorno, como también los constantes pronunciamientos

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contradictorios y, a su vez simultáneos, por parte del personaje enmascarado,

provocadores de un estado de desequilibrio entre este y su entorno, manifestándose en

la inconformidad de los otros personajes y, en algunos casos, en su distanciamiento

del personaje enmascarado114 como también, los tipos de motivación para el cambio.

Este último aspecto de la máscara sugiere la presencia de al menos tres tipos de

cambios: cambio ilusiorio, temporal y permanente, dependiendo de la duración y las

consecuencias del enmascaramiento en el personaje. En cuanto al grado de conciencia

y la necesidad del personaje, se debe analizar si las motivaciones para el cambio son

voluntarias, obligatorias o mixtas.

El cambio voluntario comprendería las decisiones tomadas por los personajes

—su concientización— para modificar uno o varios rasgos. Dichos cambios pueden

estar motivados por un deseo de superación personal o bien por simple rebeldía. La

categoría correspondiente al cambio obligatorio incluye los cambios que resultan de

la presión provocada por una fuerza externa (agentes) y por sobre la cual no se tiene

ningún control. Así, el paso del tiempo afectaría al personaje al envejecerlo, sin que

este tenga ningún control para detener el efecto del mismo. El cambio mixto recoge

aquellos cambios que se suceden por presiones externas y en los que el personaje está

dispuesto a participar voluntariamente, con un grado de concientización reducido.

IV. 5. Eje de continuidad

La intención de este eje es revisar el comportamiento de los personajes al final de

cada novela y examinar las funciones de dicho comportamiento. Si para el eje de

complejidad se ha sugerido ya la importancia de la genealogía del personaje, es

legítimo hacer lo mismo para el momento de su desaparición de la trama, sea esta una 114 Otra forma de entender este distanciamiento sería enunciarlo como el contraste entre diferentes perspectivas. La presencia de varios agentes constructores facilita la caracterización del personaje enmascarado desde ángulos variados y disímiles.

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desaparición natural o no. En los casos que se analizarán en este trabajo es posible

advertir un comportamiento similar en algunos de los personajes estudiados, que se

traduce en la transferencia de la función protagónica a otras entidades de la trama.

Estas transferencias, en la mayoría de los casos post-mortem, sustituyen el dinamismo

del personaje por otro tipo de dinamismo ininterrumpido o incesante. Dichos

traspasos pueden ser de personaje a personaje o de un personaje a un tipo forma de

manifestación literaria, como la representación de otras facetas en la vida de los

personajes a través de la escritura de cartas (Tristana), en la confección de mundos y

personajes imaginarios (Gloria, La desheredada y Misericordia) o la invención de un

personaje (Nazarín).

Transferencias sanguíneas o personales

En este tipo de traspaso de funciones, un personaje, por ejemplo, una madre o un

padre, cederá su centralidad como personaje para traspasar su protagonismo al hijo.

De este modo, el lazo sanguíneo que los une, hace del hijo el producto de los amores

de sus padres y la prolongación de sus vidas y su desarrollo. Este traspaso no se limita

a los personajes con lazos sanguíneos, sino que también podrá darse casos en que se

trate de relaciones de compañerismo o fraternales. En un sentido más preciso, las

transferencias sanguíneas o personales son la herencia o el legado que un personaje

deja a otro.

En las obras analizadas en este trabajo tenemos al menos dos ejemplos claros

de transferencia sanguínea de un personaje adulto a un menor. El primer caso aparece

en la novela de Gloria. Como resultado del amor entre la protagonista y Daniel

Morton nace un pequeño de nombre Jesús.

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Jesús, testigo y a la vez representación de una doble creación en la novela,

asume un mayor protagonismo, primero como producto del amor de sus padres y

como una creación más en este mundo ficticio. En cierta forma, el crecimiento de

Jesús y sus actividades, al amparo de Buenaventura, son la continuación del desarrollo

evolutivo de sus padres. En él se transfigura Gloria —e incluso Daniel— como una

unidad completa y sin divisiones en esta historia que, no debemos olvidar, ha sido

creada para ser leída. Así pues, el niño Jesús es una figura doblemente ficcional en

constante evolución y una historia que cuando él tenga treinta y tres años será “digna

de ser contada, como lo fue la de [sus] padres” (II, 33, 471).

En La desheredada, Riquín —apodo con el que se le conoce al hijo de Isidora

Rufete— sufre de un trastorno encefálico congénito manifiesto en la dimensión

desproporcionada de su cabeza como consecuencia de un desarrollo anormal del

sistema nervioso:

Ha tenido un hijo. —¡Un hijo! ¿Qué me cuenta usted? —Lo que usted oye. Ya tiene dos años. Es algo monstruoso; lo que llamamos un macrocéfalo, es decir, que tiene la cabeza muy grande, deforme. ¡Misterios de la herencia fisiológica! Su madre me pregunta si toda aquella gran testa estará llena de talento. Yo le digo que su delirante ambición y su vicio mental le darán una descendencia de cabezudos raquíticos... El chico es gracioso y de una precocidad alarmante... (La desheredada II, 19, 246).

Desde el punto de vista fisiológico, la enfermedad del pequeño cuenta como

antecedentes la afección mental de Rufete y las “ligeras neuralgias de cabeza” (La

desheredada I, 4, 58) que afectan a Isidora en su juventud. Por otro lado, debemos

atender a la advertencia que le hace Miquis a Isidora en el fragmento anterior, cuando

sugiere que la delirante ambición y el vicio mental es la causa probable de la

enfermedad del hijo. De este modo, estamos ante dos formas de trasmisión sanguínea:

una de carácter físico, que explica el mal como parte de los padecimientos que sufren

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el abuelo y la madre siguiendo una línea directa de sucesión, y la otra, de carácter

moral, al ver cómo a Riquín se le adjudica y manifiesta en el crecimiento anómalo de

su cabeza el poder de ambición enfermizo de la madre. Por otro lado, las

transferencias en el marco del periplo de un mismo personaje se observan en cada uno

de los personajes galdosianos que:

reaparecen de un libro a otro para producir la impresión de mundo propio y autosuficiente, de un mundo en donde el personaje no vive limitado a un círculo reducido, sino que, en determinadas circunstancias, participa de los acontecimientos como comparsa y figura secundaria, para en otra novela adelantarse al primer plano y ser parte importante de la narración115.

Como hemos mencionado anteriormente en los enlaces intra-intertextuales, los

personajes que reaparecen en dos o más novelas de Galdós son Nazarín, Miquis,

Villaalmil, Isidora Rufete, Torquemada, Ido del Sagrario, la de San Salomó, don

Manuel Pez y su familia, la de Bringas. Estos, entre otros tantos, merecen ser

analizados por separado para examinar las similitudes y diferencias en cada una de las

facetas de su evolución como personajes principales o secundarios.

Transferencias literarias.

Este tipo de transferencias son generalmente post-mortem. Las transferencias suceden

tras la muerte del personaje y en su lugar quedan testimonios escritos de sus vidas. El

primer tipo de testimonio es la aparición de un libro que de nuevo cuenta las vivencias

y las aventuras del personaje. El segundo tipo de testimonio corresponde a los

intercambios epistolares entre el personaje protagónico y un destinatario, ya sea otro

personaje o un narratario.

115 Gullón citado por Del Prado Escobar Bonilla, 35.

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En la novela de Doña Perfecta, observamos que tras un silencio prolongado de

dos de los personajes que cerraran la novela: Pepe Rey y don Cayetano, reaparecen

para concluir la narración en forma escrita. Pepe Rey intercambia varias cartas con su

padre, Juan Rey, expresando el estado de perturbación de su alma:

No extrañe Vd. la incoherencia de lo que escribo. Diversos sentimientos me inflaman. Me asaltan a ratos ideas, dignas verdaderamente de mi alma inmortal; pero a ratos caigo también en desfallecimiento lamentable, y pienso en los hombres débiles y menguados, cuya bajeza me ha pintado Vd. con vivos colores para que los aborrezca. Tal como hoy me hallo, estoy dispuesto al mal y al bien. Dios tenga piedad de mí. Ya sé lo que es la oración, una súplica grave y reflexiva, tan personal, que no se aviene con fórmulas aprendidas de memoria, una expansión del alma que se atreve a extenderse hasta buscar su origen, lo contrario del remordimiento que es una contracción de la misma alma, envolviéndose y ocultándose, con la ridícula pretensión de que nadie la vea. Vd. me ha enseñado muy buenas cosas; pero ahora estoy en prácticas, como decimos los ingenieros; hago estudios sobre el terreno, y con esto mis conocimientos se ensanchan y fijan... Se me está figurando ahora que no soy tan malo como yo mismo creo. ¿Será así? (Doña Perfecta, “De Pepe Rey a D. Juan Rey”, 318-319).

Pepe Rey deja antes de morir este legado de cuatro cartas en las que le

confiesa a su padre la discordia entre Pepe Rey y su tía Perfecta, el choque ideológico

al que se enfrenta en la convivencia diaria con los habitantes de Orbajosa, la ilusión

de haber encontrado el amor en su prima Rosario y la toma de conciencia de que pese

a las enseñanzas de su padre su endeble carácter es capaz de sucumbir y proceder con

engaños y mentiras. El contenido de estas cartas parece reivindicar la figura del

protagonista, pero su fallecimiento deja inconclusas sus resoluciones.

Mientras tanto, don Cayetano se dirige a un amigo en Madrid para referirle

retrospectivamente los últimos sucesos omitidos por el narrador, que aclaran los

destinos finales de los personajes princiaples: la muerte de Pepe Rey, el traslado de

Rosario a un manicomio, el encierro de don Inocencio y la entrega total de doña

Perfecta a la religión. Don Cayetano pasa así a ser autor-narrador de la novela, ya que

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las cartas estratégicamente cubren los espacios no narrados por el agente constructor

primario.

En la primera carta con fecha 21 de abril, don Cayetano alude a otro texto que

se erige como patrimonio escrito de la comunidad de Orbajosa: Linajes de Orbajosa.

Recordemos que don Cayetano se ha dado a la tarea de clasificar y ordenar la

información sobre los personajes célebres de Orbajosa con el siguiente argumento:

En todas las épocas de nuestra historia, los orbajosenses se han distinguido por su hidalguía, por su nobleza, por su valor, por su entendimiento. Díganlo sino la conquista de Méjico, las guerras del Emperador, las de Felipe contra herejes[...] Pues sí, teólogos eminentes, bravos guerreros, conquistadores, santos, obispos, poetas, políticos, toda suerte de hombres esclarecidos florecieron en esta humilde tierra del ajo... No, no hay en la cristiandad pueblo más ilustre que el nuestro. Sus virtudes y sus glorias llenan toda la historia patria y aún sobra algo [...] Pues sí, no cambiaría la gloria de ser hijo de esta noble tierra por todo el oro del mundo. Augusta llamáronla los antiguos, augustísima la llamo yo ahora, porque ahora, como entonces, la hidalguía, la generosidad, el valor, la nobleza son patrimonio de ella [...] Razón tiene Alonso González de Bustamante en su Floresta amena al decir que los habitantes de Orbajosa bastan por sí solos para dar grandeza y honor a un reino (Doña Perfecta, “La existencia de la discordia es evidente”, 169-170).

Irónicamente, los acontecimientos que relata en sus cartas desprestigian “la

grandeza ilustre” de sus actuales habitantes y el texto de Linajes de Orbajosa se

convierte en el salvaguarda de la magnificiencia que alguna vez habría tenido

Orbajosa. De este modo, las cartas escritas por los dos personajes en Doña Perfecta

cumplen la función de cerrar la novela, develando la interioridad del personaje antes

de su muerte y desaparición de escena, a la vez que sirven como medio de expresión

de los últimos acontecimientos, incluyendo el destino final de los personajes

principales y, finalmente, permiten abrir la posibilidad de una continuidad narrativa

ya que “Es cuanto por ahora podemos decir de las personas que parecen buenas y no

lo son” (Doña Perfecta, “De D. Cayetano Polentinos a un su amigo de Madrid”, 342-

343).

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V. EL EJE DE REFERENCIALIDAD: EL REFERENTE CERVANTINO E N SU DIÁLOGO CON EL PERSONAJE GALDOSIANO

Propongo como parte del modelo de caracterización un eje encargado de verificar los

enlaces que se pueden producir entre los personajes de dos o más textos, es decir, “la

relación de reciprocidad entre dos o más textos, es decir, una relación entre-ellos, en

un espacio que trasciende el texto como unidad cerrada” (Villalobos Alpízar, 37).

En Palimpsestos (1989), Genette define la trastextualidad como “una relación

de copresencia entre dos ó mas textos, es decir, [...] como la presencia efectiva de un

texto en otro (10). A partir de la tipología relativa a la trastextualidad que Genette

elabora, nos interesa explorar aquello que se denomina hipertextualidad y que Genette

define como “toda relación que une un texto B (que llamaré hipertexto) a un texto

anterior A (al que llamaré hipotexto) en el que se injerta de una manera que no es la

del comentario” (14).

En esta relación, según señala Alazraki, los textos pueden entrar en contacto a

través de procesos de transformación o mera imitación y dependiendo de su

intencionalidad textual estas relaciones pueden ser lúdicas, satíricas o serias:

Los procesos de transformación y de imitación de un texto pueden tener a su vez fines lúdicos, satíricos o serios. Si la transformación responde a una intención lúdica estamos en presencia de la “parodia”. Si la transformación de un texto es seria estamos en el dominio de la “transposición”. Cuando en lugar de transformar un texto se lo imita, la imitación puede adquirir tambien tres formas o regímenes diferentes. La imitación lúdica deriva en el “pastiche”; la imitación satírica da lo que Genette llama “charge” o “caricatura” y, como ésta, se apoya en lo singular de un estilo; la imitación seria produce la “continuación” es decir un lenguaje que imita, prolongando, un estilo famoso o prestigiado o simplemente emulado (282).

Al referirme a la relación dialógica que se establece entre la narrativa de

Galdós y el referente cervantino, tomaré en cuenta las distinciones de Genette y

exploraré los diferentes grados de referencialidad existentes entre el hipertexto

galdosiano y el hipotexto, cervantino partiendo de las referencias más explicitas hasta

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aquellas menos reconocibles según los criterios de identidad, imitación y

transformación que propone Genette: un criterio de identidad que permitirá revisar las

referencias intertextuales de primer grado respecto del Quijote; un criterio de

asimilación o imitación que busca identificar las referencias intertextuales de segundo

grado y, finalmente, un criterio de trasplantación que examina la adopción de

procedimientos narrativos cervantinos.

V. 1. Primer nivel de referencialidad

El primer grado de referencialidad se aprecia en la mención explícita del intertexto

cervantino, en general, y de los personajes del Quijote, en particular. En las novelas

analizadas en este trabajo podemos comprobar que el número de referencias directas a

los personajes cervantinos es mínimo: el nombre de don Quijote se menciona solo tres

veces en Gloria (I, 6); en una ocasión como nombre propio (IV, 53) y en otra como

adjetivo en Tristana (II, 43). Por su parte, en las novelas La desheredada, Fortunata y

Jacinta, Nazarín, y Misericordia no existe ninguna referencia a la figura del caballero

andante. En cuanto al personaje de Sancho Panza, éste se menciona únicamente en

tres ocasiones en la novela de Gloria (I, 6)116.

V. 2. Segundo y tercer nivel de referencialidad

Las referencias de segundo grado son aquellas alusiones al texto cervantino que de

manera más o menos implícita reproducen o recrean la temática, como también

algunas secuencias y episodios cervantinos. Las referencias de tercer nivel son todas

aquellas marcas textuales que nos remiten al texto cervantino a partir de las técnicas

de narración utilizadas por Galdós, como, por ejemplo. el desdoblamiento de la voz

116 Las referencias directas son mucho más frecuente en las novelas de la primera serie de los Episodios Nacionales.

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narrativa, la incorporación de fragmentos metalingüísticos, la construcción de un

personaje a partir de una red de perspectivas y las transferencias de protagonismo de

un personaje a otro, entre otras tantas técnicas narrativas.

La referencia al narrador cervantino, por ejemplo, suele presentarse en la

narrativa galdosiana en forma de un narrador heterodiegético altamente manifiesto en

la trama. En ocasiones esta voz se divide en otras tantas voces que traspasan los

límites del nivel extradiegético para incorporarse a la diégesis casi como un personaje

más de la trama.

En la novela Nazarín, por ejemplo, observamos cómo el agente constructor

queda personificado en dos figuras: un narrador en primera persona que nos cuenta

que fue un reportero quien le facilitó el hallazgo del personaje de Nazarín y su

historia117:

A un periodista de los de nuevo cuño, de estos que designamos con el exótico nombre de reporter, de estos que corren tras la información, como el galgo a los alcances de la liebre, y persiguen el incendio, la bronca, el suicidio, el crimen cómico o trágico, el hundimiento de un edificio y cuantos sucesos afectan al Orden público y a la Justicia en tiempos comunes, o a la Higiene en días de epidemia, debo [...]el germen de la presente historia, y el hallazgo del singularísimo personaje que le da nombre (Nazarín I, 1, 9-10).

En la La desheredada, por su parte, el narrador se distancia para referirse en

tercera persona al propio relato como si fuera en realidad otro personaje más al que

está caracterizando:

La República, el Cantonalismo, el golpe de Estado del 3 de enero, la Restauración, tantas formas políticas, sucediéndose con rapidez, como las páginas de un manual de Historia recorridas por el fastidio, pasaron sin que llegara a nosotros noticia ni referencia alguna de los dos hijos de Tomás Rufete. Pero Dios quiso que una desgraciada circunstancia (trocándose en feliz para el efecto de la composición de este libro) juntase los cabos del

117 Este hallazgo evoca la ficcionalización de la autoría de Cide Hamete Benengeli en el Quijote (Quijote I, 9, 102).

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hilo roto, permitiendo al narrador seguir adelante (La desheredada II, 19, 245)118.

En las páginas que continúan estableceré las relaciones intertextuales

observables entre la narrativa galdosiana y el referente cervantino, en lo que a la

caracterización de personajes respecta, deteniéndome en cada una de las obras

estudiadas. Dada la correlación y cercanía que ofrecen las referencias de segundo y

tercer grado en los textos galdosianos, resulta a menudo improcedente tratar de

separar un grado de referencialidad del otro. Más aún, veo esta amalgama como parte

constituyente de la intencionalidad textual galdosiana: lo temático o argumental se

instala en las elecciones constructivas en lo que al referente cervantino se refiere. De

allí que he optado por unificar ambos niveles de referencialidad y analizar de modo

conjunto el referente cervantino de segundo y tercer grado en las obras estudiadas en

este trabajo.

En el caso de Gloria, por ejemplo, algunos críticos galdosianos interpretan la

secuencia de la exploración de la biblioteca de don Lantigua como el punto de partida

de la locura libresca de Gloria119. Hartman, por ejemplo, asimila a Gloria con el

caballero de la Triste Figura para afirmar que la joven “ha perdido el juicio porque, al

igual que don Quijote, Gloria se imagina que ha descubierto una multitud de entuertos

que debe enderezar” (254). La crítica basa dicha aseveración en la presencia de la

materia quijotesca en el texto galdosiano. Hartman ve resonancias del narrador

cervantino en la descripción que hace la joven ficobrigense sobre la literatura de siglo

de oro que conducen al lector a “las llanuras de La Mancha (esta vez acompañando a

118 El énfasis es mío. 119 Sugiero no ver en este episodio una relación totalmente coincidetne respecto de la locura quijotesca, sino para insinuar la misma ambigüedad que se presenta en el texto cervantino respecto de la locura de su protagonista. Aseverar que Gloria sufre un trastorno mental por el simple hecho de que se la caracteriza como poseedora de un “ingenio paradójico” es desestimar su auto-configuración a través de sus acciones y sus discursos, sobre todo los soliloquios, a favor de los juicios que de ella emiten otros personajes. No obstante, sí se pone en evidencia la obsesión de la protagonista por los libros, una monomanía característicamente cervantina.

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una valiente mujer) conociendo a un mundo de personajes” (Hartman, 254). El crítico

cuestiona también la legitimidad del personaje como mujer y la equipara a la

ilegitimidad de don Quijote como caballero andante. Para la crítica, la incapacidad de

Gloria de abarcar temas de esta magnitud en el círculo de amigos de su padre le

impide encontrar aventuras (librescas) auténticas, tal como le sucede a don Quijote.

(Hartman, 254). Finalmente, la crítica coteja la confesión de don Quijote respecto a

los libros de caballerías tras su derrota:

Ya soy enemigo de Amadís de Gaula y de toda la infinita caterva de su linaje; ya me son odiosas todas las historias profanas del andante caballería; ya conozco mi necesdad y el peligro en que me pusieron haberlas leído; ya, por misericordia de Dios, escarmentado en cabeza propia, las abomino (Gloria II, 74, 1094).

Dicho parlamento es comparado con el remordimiento de Gloria por haber

pronunciado aquellos disparates tras la lectura de los mencionados libros:

Retiróse Gloria muy confusa a su alcoba, pues era hora de dormir, y a solas meditó largo rato, llegando por fin ¡tal era el ascendiente de su padre sobre ella! a un convencimiento profundísimo de que había pensado mil tonterías, despropósitos y barbaridades abominables. Pero deseosa de absolverse, echó toda la culpa a los libros, e hizo voto de no volver a leer cosa alguna escrita o impresa, como no fuera el libro de misa y las cuentas de la casa y las cartas de sus tíos (Gloria I, 6, 34).

Es indudable que Hartman omite en la comparación de ambos textos el hecho

de que uno de los personajes ha sido coaccionado: cuando don Quijote revela su

desapego a los libros de caballerías lo hace de manera voluntaria y libre de ataduras,

mientras que Gloria, bajo el dictamen paterno, se convence de que lo que ha

expresado ha sido incorrecto.

Retomando la presencia quijotesca en la novela, nos damos cuenta que las

visitas de Gloria a la biblioteca de su padre le permiten entrar en contacto con textos

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como el Buscón, La pícara Justina, Guzmán de Alfarache, La Celestina además de

otras lecturas religiosas y místicas en textos como Vida de San Pablo Apóstol, La

Cuna y la sepultura, Las cuatro pestes del mundo y Política de Dios y Gobierno de

Cristo. Este recurso narrativo de incorporar y comentar obras de ficción conocidas es

una técnica utilizada ya por Cervantes con el propósito de aumentar el efecto de

ilusión de realidad, a partir del hecho de que un personaje ficticio esta leyendo un

texto que le es común o familiar a su lector (Eisenberg), o bien la presencia en el

mundo ficción de las obras de arte que existen en el mundo real; todo ello sugiere que

los personajes ficticios pueden tener las mismas experiencias que los lectores (Smith

Gilbert, 979). Según Smith, esta es la base de la verosimilitud de una novela realista

como pretende serlo Gloria. Si bien en la novela se crea un espacio hermético lo

suficientemente independiente de la realidad, con la sola inclusión de un referente

histórico o literario, sería posible cuestionar así la certeza de que la obra es imaginada

y ficticia. De este modo, se juega con la ilusión de que la narración es “verdadera” y

está históricamente anclada en la realidad.

Desde el punto de vista de caracterización del personaje, las frecuentes visitas

de Gloria a la biblioteca del respetable abogado120 revelan una madurez en el

desarrollo de la joven. Desde su propia perspectiva, Gloria es capaz de dilucidar qué

obras de la literatura áurea merecen ser lanzadas al fuego, sancionándolas como

representantes de los polos irreconciables de idealismo, por un lado, y de la naturaleza

práctica española121, por otro.

120 Visitas equidistantes al escrutinio de la librería quijotesca por parte del cura y el barbero en el Quijote en tanto que se pasa revista a las obras de ficción de mayor difusión del periodo áureo (Véase cap. Quijote, I, 6). 121 Esta imagen se repite más tarde en su reflexión sobre la unificación de la fe religiosa: “No sé cómo hay alma honrada que lea un libro de Historia, laguna de pestilencias, llena de fango, sangre, lágrimas. Quisiera que todo se olvidase, que todos estos libros de caballerías fuesen arrojados al fuego, para que lo pasado no gobernara a lo presente, y murieran para siempre diferencias de forma y de palabras” (Gloria I, 26, 145).

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La interpretación al episodio del escrutinio de la biblioteca del abogado

Lantigua enlaza, según comenta la crítica Varela Olea, “la materia social de que se

sirve Cervantes para crear su novela”, con la situación social española decimonónica

que Galdós proyecta en sus novelas. Según la crítica:

La protagonista ha sido educada con cierta libertad para acceder a la biblioteca de su padre, donde, conforme a las ideas del escritor, no ha entrado la “basura” de lo escrito en los últimos cuarenta años en Francia y España. El narrador enumera las lecturas de la joven: lecturas religiosas y místicas, y clásicos de la literatura española, además de La Celestina, algunas de las más conocidas novelas picarescas (el Buscón, Guzmán de Alfarache y La pícara Justina) sobre las que emite su propio juicio reprobatorio en lo moral. Con tan sólo dieciséis años deduce de aquellas lecturas la existencia de dos tipos de españoles, los unos demasiado inclinados al idealismo, y los otros, demasiado prácticos y materialistas. Los unos, dice, luchan contra los otros (Varela Olea 2009, 160).

Para Varela Olea, el referente cervantino funciona como un instrumento

interpretativo de la realidad social de una nación en crisis. El episodio de la biblioteca

se convierte así en una reflexión sobre la crisis cultural y política de España. Se

trataría también de una meditación sobre la recuperación de la novela española y su

renacer, tomando como modelos narrativos la novela picaresca y a Cervantes como

prodigio de realismo e idealismo. Según la critica, “Galdós aplica la lectura romántica

sobre el idealismo y pragmatismo de los personajes cervantinos a la interpretación

nacional y, dando todavía un paso más, explica en qué ha de basarse la reconciliación

social, y por ende, el engrandecimiento y cooperación entre aquellas dos actitudes

españolas”. Una reconciliación que la protagonista de Gloria expresa en los siguientes

términos:

—Ustedes que no son tan sabios no habrán dejado de observar que si Don Quijote hubiera aprendido con Sancho a ver las cosas con su verdadera figura y color natural, quizá habría podido realizar parte de los pensamientos sublimes que llenaban su grande espíritu; así como el escudero.. (Gloria I, 6, 33).

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La reconciliación que sugiere Gloria es el encuentro del punto medio entre una

forma de apreciación idealista y otra realista. Sin embargo, su caracterización frente a

los otros personajes por su corta edad y su “ingenio paradójico” desestima las

opiniones expresadas por la joven y hace del pronunciamiento de Gloria un guiño, un

llamado de atención textual sobre el conflicto cultural y social en la España

decimonónica equivalente al llamado cervantino. En mi opinión, Galdós utiliza la

alusión a la locura cervantina como recurso de caracterización para mostrar el

contraste que existe entre la opinión de la joven y los otros personajes.

En el caso de La desheredada, el apellido de Santiago, tío de Isidora,

compuesto por las voces Quijano-Quijada remite a todo lector, hasta al menos

competente, a las conocidas variantes del apellido del hidalgo en el Quijote —

Quijana, Quijano, Quesada—(Quijote, I, 1, 34). Desde ya, la presencia del gentilicio

Quijano establece una posible identidad entre Santiago en La desheredada y Alonso,

en el Quijote. El análisis revela también el juego de voces que actúa como vehículo de

identificación entre el texto galdosiano y su referente cervantino específico: el

Quijote. A este mecanismo se suma el recurso de la voz narrativa y la focalización

múltiple, que a mi juicio, son de los recursos con mayor centralidad en el juego

intertextual entre Cervantes y Galdós. Los comentarios que hace el narrador sobre

“las mil aseveraciones contradictorias que corrían por toda La Mancha acerca de [la]

caballerosidad o de [la] avaricia [de Santiago], de su ingenio o de sus no

comprendidas chifladuras” (La desheredada II,18, 235), le otorgan al personaje, por

identidad o similitud con respecto a su referente, uno de los rasgos más patentes de la

caracterización cervantina: la excentricidad. Santiago, al igual que don Quijote,

presenta un comportamiento singular que lo hace blanco de los comentarios de sus

coetáneos, incluidos los de la voz narrativa, facilitando así su configuración a partir

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del método directo. Lo que me importa subrayar es que en ambos casos los narradores

funcionan como agentes determinantes en la caracterización del personaje. Es esta

misma voz la que fortalece la configuración al permitirnos “que se nos muestre

[Santiago] en [una] carta que le escribió a Isidora” ( La desheredada II,18, 235)122.

De modo sugerente, en La desheredada, la primera parte de la carta de

Santiago a su sobrina es la despedida de un personaje aquejado por un enfermedad

que ni los propios médicos de Argamasilla pueden atenderle. Sin duda, se trata de una

sugerente invitación al lector para relacionar ambos textos y tal vez para comparar

dicha enfermedad con el padecimiento de don Quijote:

“Mi querida sobrina (o cosa tal): Cuando recibas estos renglones, ya este pecador, a quien llamaste tío y que más que tío ha sabido ser padre tuyo, estará en la Eternidad dando cuentas a Dios de sus muchas culpas. Aquella dolencia que ni el médico de este pueblo ni el de Argamasilla entendieron, me coge ya toda el arca del pecho, quitándome la respiración del tal modo, que a cada momento pienso que se me va fuera del alma. Y aprovecho el poquito tiempo que esta señora ha de estar dentro de mi cuerpo, para escribirte y darte la despedida, sintiendo mucho no poderlo hacer por mi mano” (La desheredada, II, 17, 237).

La segunda parte de la epístola muestra la preocupación de Santiago por el

bienestar de su sobrina Isidora. En sus líneas, Santiago aconseja a la sobrina sobre la

conducta que debe adoptar una joven que aspira a ser miembro de una familia de

alcurnia, como la de Aransis:

“Cuando poseas lo de Aransis, que es buen bocado, no dejes que se te vaya la mano en el gastar, pues la liberalidades consigo mismo o con los demás son el peligro de los ricos y la sangría de las bolsas. Cásate con persona de tu condición, pues si lo haces con quien debajo de ti esté, te expones a que el peso de tu cónyuge te tire hacia abajo y no te deje flotar

122 Se hace uso de este recurso epistolar en la caracterización de otros personajes galdosianos, como sucede en el intercambio de misivas entre Tristana y Horacio (Tristana) o la correspondencia que mantiene don Cayetano con su amigo madrileño (Doña Perfecta). Y sin duda, el Quijote nos ofrece otros tantos ejemplos como son la carta de Cardenio (Quijote I,23), la carta que envía don Quijote a Dulcinea y que Sancho mal memoriza (Quijote I,26), o como el intercambio epistolar entre Sancho y los duques durante su estancia en Barataria (Quijote II,46), entre otros ejemplos.

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bien. En caso de no hallar exacta pareja, más vale que te unas con quien te sea superior, que también hay príncipes y duques por estas tierras” (La desheredada II, 18, 238).

Este documento crea un paralelo insoslayable en cuanto a su contenido con los

consejos de don Quijote a Sancho, antes de que el escudero parta a Barataria. Y pese a

que en la misiva galdosiana encontramos que los personajes focalizados alternan entre

Santiago e Isidora, el referente cervantino se mantiene constante, remitiéndonos

siempre a la figura del caballero andante, específicamente al discurso aleccionador

que pronuncia don Quijote antes de la partida de Sancho a Barataria.

Esta coincidencia discursiva ilumina el alcance de la relación dialógica que se

establece entre los dos textos, ya que la carta constituye un componente caracterizador

primordial de los personajes de Santiago e Isidora. Así, y siguiendo la línea

argumental de La desheredada, se nota que la carta del tío Santiago a Isidora y su

referente —el episodio de Barataria— contribuyen más al desarrollo de la

protagonista que al del propio Santiago. La caída que sufre Sancho, literal y

metafóricamente hablando en el Quijote, al abandonar su gobierno, funcionaría en La

desheredada como una advertencia implícita para la protagonista, sobre todo en lo

que se refiere a su “anhelo de llegar a una dificíl y escabrosa altura” (La desheredada

II, 37, 476) como miembro de la familia Aransis. El texto galdosiano no muestra

directamente los infortunios que pueden ocurrirle a aquellos que son ambiciosos, pero

lo hace implícitamente a través del referente cervantino, al consolidarse este como

uno de los numerosos ejemplos que confirman que aquella codicia referida como una

de las afecciones del alma, trae como consecuencia el desplome del personaje.

Lamentablemente, Isidora no repara en esta advertencia, y el texto castiga su ineptitud

como lectora, al abandonarla en manos de la prostitución y al hacerla desaparecer de

la trama, dejando tras de sí la siguiente moraleja:

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Si sentís anhelo de llegar a una difícil y escabrosa altura, no os fiéis de las alas postizas. Procurad echarlas naturales, y en caso de que no lo consigáis, pues hay infinitos ejemplos que confirman la negativa, lo mejor, creedme, lo mejor será que toméis una escalera (La desheredada II, 37, 476).

Por esta correspondencia entre el personaje de Isidora con don Quijote y

Sancho, caemos en la cuenta de que la caracterización del personaje, como ocurre con

otros personajes galdosianos, no parte de una relación de estricta identidad con un

sólo referente cervantino. Por el contrario, el personaje galdosiano se configura a

partir de la identidad parcial que logra establecer con varios personajes cervantinos y

con la asimilación de algunas de las relaciones existentes entre los personajes y

episodios quijotescos. Así, en el caso de Isidora, es necesaria la determinación de la

confluencia de los personajes de don Quijote y Sancho Panza, así como su interacción

previa y posterior al gobierno del escudero en Barataria, a modo de advertencia acerca

de cuán peligrosa puede resultar la ambición.

En el estudio de la relación intertextual entre Galdós y Cervantes se considera

el grado de afinidad y apartamiento existentes en la elaboración de la caracterización

de personajes. En lo que respecta al análisis de los personajes galdosianos y la

relación de estos con sus referentes cervantinos se observan dos modalidades básicas:

por un lado, el diálogo que establece un personaje galdosiano con diferentes

referentes cervantinos;por otro lado, y como veremos a continuación, varios

personajes galdosianos se adjudican las características y los rasgos de un único

referente cervantino, como don Quijote. Tal es el caso de Tristana. La novela se abre

imitando el inicio del Quijote, con la sustición de la Mancha por el barrio madrileño

de Chamberí y al hidalgo Alonso Quijano por el que conoceremos con el nombre de

don Lope:

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En el populoso barrio de Chamberí, más cerca del Depósito de Aguas que de Cuatro Caminos, vivía, no ha muchos años, un hidalgo de buena estampa y nombre peregrino; no aposentado en casa solariega... (Tristana 1, 37).

A lo largo de la novela Tristana, podemos observar en casi todos los

personajes, pero principalmente en los tres protagonistas —don Lope, Tristana y

Horacio— resonancias de la figura de don Quijote. Para ello, el texto se sirve de la

voz narrativa, de la focalización múltiple, y de la incorporación de algunos tropos

como la máscara, en la configuración de sus personajes.

En el caso de don Lope, significativamente, la primera información que

tenemos del personaje lo relaciona con su doble cervantino, don Quijote. Al igual que

Alonso Quijano, don Lope “es un hidalgo de buena estampa y nombre peregrino”

(Tristana 1, 37). Se asume, entonces, que el personaje, como buen hidalgo, goza de

una historia vital que satisface los requerimientos mínimos para su configuración,

porque a partir de la presentación directa del personaje como tipo social y literario,

con el epíteto de “hidalgo” se crea un barniz de verosimilitud histórica123. Sin

embargo, en Tristana el agente constructor primario, es decir, el narrador, obstaculiza

este proceso de caracterización, al incorporar marcas textuales que operan en contra

de la creación del personaje. Si don Lope pertenece a una clase con solvencia

económica, el narrador nos hará saber que es pobre; si el personaje se vanagloria de su

juventud, el narrador nos hará ver que es más viejo de lo que aparenta. Y así

sucesivamente.

La presentación que hace la voz narrativa respecto de don Lope nos recuerda

las palabras del narrador del Quijote al describir la hidalguía del personaje pero, sobre

todo, nos llama la atención que, al igual que Alonso Quijano, don Juan López

123 Ruth Fine, 2006.

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Garrido, por voluntad propia, adopte un nuevo nombre y, con ello, una nueva

identidad: la donjuanesca. De esta forma, se patentiza la autonomía y

autodeterminación del personaje respecto a su agente constructor, la voz narrativa.

Dicha libertad constructiva no se limita a fijar para sí un nuevo nombre, por el

contrario, se extiende a otros aspectos vitales que le permiten crear una nueva

identidad. Si don Lope ha decidido imitar el patrón de conducta donjuanesca, la edad

es crucial, por ello se planta “en los cuarenta y nueve, como si el terror instintivo de

los cincuenta le detuviese en aquel temido lindero del medio siglo” (Tristana 1, 38).

La respuesta del personaje frente al comportamiento de su agente constructor

es la creación de una nueva identidad, al amparo de un modelo literario, tal cual lo

hace Alonso Quijano con el modelo literario del caballero andante. Y así, “don Juan

López Garrido se inventa a sí mismo como ‘don Lope’ (y sus amigos completarán esa

invención apellidándole ‘de Sosa’), al asumir el continente y la conducta, la figura y

el comportamiento de un «Tenorio»” (Ayala, 8):

La primera vez que tuve conocimiento de tal personaje y pude observar su catadura militar de antiguo cuño, algo así como una reminiscencia pictórica de los tercios viejos de Flandes, dijéronme que se llama don Lope de Sosa, nombre que trasciende al polvo de los teatros o a romance de los que traen los librillos de retórica; y, en efecto, nombrábanle así algunos amigos maleantes; pero él respondía por don Lope Garrido. Andando el tiempo, supe que la partida de bautismo rezaba don Juan López Garrido, resultando que aquel sonoro don Lope era composición del caballero (Tristana 1, 37) .

Otra particularidad de don Lope que lo acerca a don Quijote es su peculiar

manía. Mientras don Quijote se obsesiona con la lectura de los textos de caballería,

don Lope encuentra su mayor afición en las mujeres, un comportamiento donjuanesco

del cual se generarán otros, como los celos. Maudsley observa que esta conducta

obsesiva es la que permite fabricar un personaje que:

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without being insane, exhibit peculiarities of thought, feeling and character which render them unlike ordinary beings and make them objects of remark among their fellows. They may or may not ever become actually insane, but they spring from families in which insanity or other nervous disease exists, and they bear in their temperament the marks of their peculiar heritage: they have in fact a distinct neurotic temperament124.

La misma dualidad que observa Maudsley en la caracterización de don Lope,

relativa a los límites entre la locura y la sanidad, es la que nos remite hacia la figura

del loco-cuerdo cervantino, al menos desde la perspectiva de los otros personajes. En

la medida que los otros personajes adviertan el comportamiento anormal de don Lope,

mayor contraste se creará entre la personalidad donjuanesca de don Lope y la

realidad:

Su buen juicio, la verdad sea dicha, no le abandonaba enteramente, y en sus ratos lúcidos, que por lo común eran por la mañana, reconocía toda la importunidad y sinrazón de su proceder y procuraba adormecer a la cautiva con palabras de cariño y confianza (Tristana 6, 69).

En lo que se refiere a su posicionamiento respecto de la locura de don Lope,

podemos observar que la voz narrativa tiene un comportamiento similar al de Cide

Hamete en el Quijote. El sustituto autorial cervantino, como el narrador de Tristana,

no termina de pronunciarse por una locura definitiva ni por una total lucidez de su

protagonista:

Presumía este sujeto de practicar en toda su pureza dogmática la caballerosidad, o caballería, que bien podemos llamar sedentaria en contraposición a la idea de andante o corretona; mas interpretaba las leyes de aquella religión con criterio excesivamente libre, y de todo ello resultaba una moral compleja, que no por ser suya dejaba de ser común, fruto abundante del tiempo en que vivimos; moral que, aunque parecía de su cosecha, era en vigor concreción en su mente de las ideas flotantes en la atmósfera física. La caballerosidad de don Lope, como fenómeno externo, bien a la vista estaba de todo el mundo: jamás tomó nada que no fuera

124 Maudsley citado por Peter Bly, 8.

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suyo, y en cuestiones de intereses llevaba su delicadeza a extremos quijotescos (Tristana 2, 43).

Si bien esta dinámica entre la voz narrativa y el personaje es un tema que

despierta gran interés, deseo subrayar otro tipo de nexo que se genera como producto

de la conducta de don Lope en su relación con los otros dos protagonistas: Tristana y

Horacio. Sin lugar a dudas, y metafóricamente, el enlace que se crea entre los tres

personajes los posicionaría en los vértices de un triángulo amoroso. Don Lope

compite con Horacio por el amor de Tristana. Dicha postura propulsaría un tipo de

lectura romántica de la novela y encasillaría a don Lope como el gran seductor y a

Tristana como el objeto de deseo de ambos caballeros.

No obstante, el texto nos exige profundizar en la caracterización del personaje

y entender que detrás de la pasión por Tristana se esconde un personaje obsesionado

con su constante deterioro físico: “la figura del galán iba siendo rápidamente imagen

lastimosa de lo fugaz y vano de las glorias humanas” (6,68). Con esta obsesión a

cuestas, ¿podemos creer que don Lope correrá la misma suerte que su antecedente

cervantino? ¿Llegará acaso el momento en que don Lope se arrepienta de su conducta

donjuanesca y se recupere de su locura? ¿Debemos esperar el mismo final que sufre

Alonso Quijano el Bueno? Las respuestas a todas estas preguntas son siempre

negativas.

A diferencia de su referente cervantino, don Lope no caerá en la cuenta de su

locura; por el contrario, con la ayuda de su rica parentela, el personaje mantendrá su

status quo como digno hijo de la clase hidalga. No sabremos a cuántas mujeres más

cortejará después de “su muñeca”, Tristana, pero de lo que no podemos dudar es del

hecho de que don Lope no sufrirá un proceso de anagnórisis ni morirá arrepentido.

Como vemos, son muchos los aspectos que distancian a don Lope de don Quijote. No

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obstante, me inclino a pensar que algunos de dichos aspectos diferenciados sí se

encuentran en la novela, pero desplazados a otros personajes. Un ejemplo lo podemos

encontrar en la caracterización paralela que hace Tristana de Horacio y en las dos

representaciones distintas que hace de aquél. Mientras se sucede el intercambio de

cartas entre los amantes en mayor número que sus furtivos encuentros, la joven

Tristana formula en su mente una imagen de Horacio distinta de la que él proyecta en

sus misivas. Es tal el contraste que surge la pregunta de si “¿existes [Horacio], o no

eres más que un fantasma vano, obra de la fiebre, de esta ilusión de lo hermoso y de

lo grande que [la] transtorna?”(Tristana 17,144). Ello nos remite en el Quijote al

proceso mental del héroe que provoca la evanescencia de Dulcinea, cuyo anclaje

material es, en cierto modo, Aldonza Lorenzo.

La imposibilidad que tiene don Quijote para integrar en el mundo —

conformado por personajes y escenarios— los códigos caballerescos literarios fijados

en su mente, le exige decodificar todos aquellos elementos que lo rodean. De esta

manera, se revela la labradora, Aldonza Lorenzo, como una mujer virtuosa y

estéticamente más atractiva, a la que don Quijote le da el nombre de Dulcinea.

Probablemente, los extremos cambios de ánimo de Tristana que van fácilmente “del

júbilo desenfrenado y epiléptico a una desesperación lúgubre” (Tristana 17,144)

aunado a la imposibilidad de ejercer la más “dignificante” carrera que puede

desempeñar una mujer— “tres carreras [que] pueden seguir las que visten faldas: o

casarse, que carrera es, o el teatro...vamos, ser cómica, que es buen modo de vivir,

o...no quiero nombrar lo otro. Figúreselo” (Tristana 5,62)— la condicionan, como el

código caballeresco a don Quijote, para recrear una imagen del objeto de su deseo,

Horacio, y con ello evadir la profesión innombrable. Éste es un proceso mental, que al

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igual que para don Quijote, permite representar el mundo social en que vive Tristana

y caracterizarlo mediante sus opiniones y pareceres.

Otro caso de desplazamiento puede observarse en el personaje secundario de

Josefina. Unos minutos antes de morir, el personaje, al igual que don Quijote

“recobr[a], como suele suceder, parte del seso que había perdido, y con el seso le

revivió momentáneamente su ser pasado, reconociendo, cual Don Quijote moribundo,

los disparates de la época de su viudez y abominando de ellos” (Tristana 3, 53). Ello

implica que el momento de anagnórisis que debería experimentar don Lope constituye

una marca textual más de ruptura respecto a su referente cervantino. Este

distanciamiento le permite a don Lope mantener su identidad como seductor a lo largo

de la trama, mientras que Josefina, tras dejar a su hija Tristana bajo la protección de

don Lope, muere arrepentida de “la insana manía de las mudanzas y el aseo” (Tristana

3,51) de la época de su viudez.

Finalmente, y para completar el modelo cervantino del Quijote, se debe

plantear cómo resolver el hecho de que las aventuras de don Lope no conformen un

texto como el que aparece en la segunda parte de la novela. Recordemos que el afán

quijotesco por lograr la fama y el renombre se consolida en la novela cervantina en la

reproducción y circulación de las aventuras del caballero andante.

Este anhelo de fama se desplaza a la figura de Horacio, quien consagra en

cuerpo y alma al trabajo de pintor y anhela la gloria y el reconocimiento de su

nombre. Sin embargo, la melancolía cervantina que aqueja a don Quijote se apropia

del joven y: “Como contrapeso moral y físico de la enormísima exaltación de las

tardes [a lado de Tristana], Horacio, al retirarse de noche a su casa, se derrumbaba en

el seno tenebroso de una melancolía sin ideas, o con ideas vagas, toda languidez y

zozobra indefinibles” (Tristana 16, 137).

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En el caso de don Lope, por el contrario, la fama y el renombre como figura

donjuanezca se consolida en el control que ejerce sobre Tristana. Y como

consecuencia de ello, don Lope no requiere prueba escrita alguna para dar alarde de

sus andanzas. Por esta razón, la necesidad de un testimonio escrito se desplaza a otros

personajes. En el caso específico de las aventuras, en el sentido amplio de la palabra,

éstas se pueden encontrar en el intercambio epistolar entre Horacio y Tristana.

El intercambio epistolar en Tristana, tal como comenta Ricardo Gullón en la

introducción a la novela, es muy relevante para la caracterización de los personajes,

pues facilita la observación del diálogo entre los amantes sin intermediarios. Desde el

punto de vista del referente cervantino, la correspondencia entre Horacio y Tristana

nos permite observar cómo la joven se reinventa al apropiarse de motes como

Beatrice, Francesca, Paca de Rímini; Chispa, o señá Restituta (Tristana 15, 132),

recurso similar a la estrategia utilizada por Cervantes al introducir una nueva historia

vital para su personaje principal a partir del cambio de antropónimos.

Asimismo, en este intercambio epistolar, el punto de atención no se centra en

la lectura de las cartas, sino en la escritura de las mismas. Ello sugiere que los

personajes de Galdós que se ciñen a este tipo de conducta excéntrica, —como lo

denomina Bly— manifestarán un comportamiento maniático a través de la escritura y

no de la lectura. En el diálogo intertextual entre la narrativa cervantina y la galdosiana

la manía libresca es constante y continua. En mi opinión, el círculo que empieza con

don Quijote y su obsesiva lectura de libros de caballería es recreado en los personajes

galdosianos cuando estos se empeñan en reproducir sus experiencias en papel —

muchas veces en forma de epístolas— para que estas, a su vez, sean leídas por otros.

Cabe advertir, sin embargo, que esta producción escrita no está circunscrita al campo

literario, como se observa en la narrativa cervantina, sino que se extiende a otras áreas

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de la vida social como la economía, el derecho y la religión. Se trata de una

importante innovación galdosiana con respecto a su antecedente cervantino.

El referente cervantino también está presente en la novela de Nazarín, de

forma concreta en el paralelismo que se establece entre la máxima de hacer el bien sin

mirar a quién de don Quijote y aquellas aspiraciones altruistas del cura:

Estas son mis ideas, mi manera de ver el mundo, y mi confianza absoluta en los efectos del principio cristiano, así en el orden espiritual como en el material. No me contento con salvarme yo solo; quiero que todos se salven, y que desaparezcan del mundo el odio, la tiranía, el hambre, la injusticia; que no haya amos ni siervos, que se acaben las disputas, las guerras, la política. Tal pienso, y si esto le parece disparatado a persona de tantas luces, yo sigo en mis trece, en mi error, si lo es; en mi verdad, si, como creo, la llevo en mi mente, y en mi conciencia la luz de Dios (Nazarín III, 8, 136).

Se trata de una máxima anclada en un contexto histórico anacrónico, al igual

que sucede con don Don Quijote, quien busca revivir los códigos de la caballería

medieval en una sociedad donde ya no tienen vigencia; Nazarín, por su parte, intenta

reactivar las prácticas del misticismo español en una sociedad decimonónica

preocupada por el progreso:

¿Para qué sirve un santo? Para nada de Dios. Porque en otros tiempos, paíce que hacían milagros, y con el milagro daban de comer, convirtiendo las piedras en peces, o resucitaban los cadáveres de difuntos, y sacaban los demonios humanos del cuerpo. Pero ahora, en estos tiempos de tanta sabiduría, con eso del teleforo o teléforo, y las ferros-carriles y tanto infundio de cosas que van y vienen por el mundo, ¿para qué sirve un santo más que para divertir a los chiquillos de las calles?... (Nazarín I, 5, 37-38)

Para los otros personajes, las prácticas por la salvación del prójimo son la

causa de la posición desafortunada del padre Nazarín, pues sus actos de fe son

considerados como actos de un hombre sin razón. La novela insinúa a través de las

voces de varios de sus personajes –el reporter, Chafaina, el alcalde, por mencionar

solo algunos– la locura del cura sin que ninguno llegue a pronunciarse

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definitivamente al respecto. Sin lugar a dudas, esta temática relaciona al personaje

galdosiano con don Quijote.

El diálogo con el texto cervantino se extiende más allá de la temática de la

locura. Desde el momento de la presentación del cura apreciamos la misma fórmula

que Cervantes utiliza en don Quijote, a partir de la cual se describe a un hombre de

rostro enjuto, sobrio y flaco cuyo régimen alimenticio es moderado o escaso.

Contribuye también a la caracterización del personaje el hecho de que el narrador-

cronista no puede asegurar cuál es el verdadero nombre del cura pero si es capaz de

ubicarlo en territorio manchego.

De modo que la historia vital inicial del cura se construye por correspondencia

con el intertexto cervantino al compartir las mismas características en la presentación

de los personajes en lo que se refiere a nombre, hábitos alimenticios y lugar de

residencia, diferenciándose únicamente por el origen semítico del cura.

De manera más sutil, el referente cervantino se introduce en el resto de la

novela. El padre Nazarín vive en un vecindario de Madrid y tras el incendio y el

crimen cometido por Ándara, el párroco se aleja de la ciudad. En casa de un sacerdote

amigo suyo se atavía con prendas de mendigo y con su nueva postura de peregrino-

pordiosero emprende un viaje de peregrinación por varias provincias cercanas a

Madrid. En su trayecto, el narrador omite ciertos relatos por no merecer ser

mencionados para encauzar la narración al “estreno de sus cristianas aventuras”

(Nazarín III, 2, 92).

El cotejo de los primeros capítulos de Nazarín crea un paralelo entre la

determinación del nazareno con el deseo de don Quijote de hacer el bien y defender al

prójimo (Nazarín II, 6, 77 y Quijote I, 2, 40-41); uno se cobija al amparo de un amigo

sacerdote y el otro de un ventero. Ambos colaboradores, con burla o sin ella, ratifican

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la razón de sus respectivas travesías, tras adoptar las prendas de caballero andante,

uno, y peregrino, el otro (Nazarín III, 1 y Quijote I, 3). Ello responde en ambos

personajes al desprendimiento de todo anhelo material y mundano con la finalidad de

alcanzar un grado de realización espiritual o social satisfactorio. Difieren, por

supuesto, en que el padre Nazarín es obligado por las circunstancias a abandonar

Madrid; don Quijote lo hace de manera voluntaria y en busca de un nombre y fama125.

En lo que respecta al alejamiento del personaje de la realidad social que le toca

vivir, ello se puede verificar a lo largo de la novela en la constante confrontación con

otros personajes, como sucede en el Quijote. En tal sentido, son muy ilustrativos los

episodios que relatan el intercambio entre Nazarín y don Pedro de Belmonte (Nazarín

III, 6-9). En la caracterización de Belmonte se puede verificar la particular forma de

caracterizar al párroco a partir de la opinión de uno de sus agentes constructores:

"¡Ah! conozco yo bien a mi gente. Eres árabe, y de Oriente, del poético, del sublime

Oriente. ¡Si tengo yo un ojo...! ¡En seguida que te vi...!" (Nazarín III, 6, 123). El

perpectivismo cervantino, entendido como el animado diálogo de puntos de vista

dinámicos y cambiantes (Durán, 1956), se proyecta en la obra galdosiana en el

empalme de las opiniones y conjeturas que formulan los otros personajes sobre el

cura.

La arabización del párroco, siguiendo la perspectiva de Belmonte, por

ejemplo, se puede considerar como un indicio en la configuración de Nazarín, pero no

una prueba fehaciente de su personalidad. El riesgo está, según estimo, en asumir

como única la opinión de un sólo agente constructor cuando en realidad tenemos un

red de perspectivas que hacen del personaje una figura más compleja. Además, cada

una de las opiniones expresadas por los agentes constructores de Nazarín de algún 125 Existen otros puntos de contacto entre las dos novelas. Sin embargo, no se trata de enumerarlos en su totalidad, sino de resaltar aquellos de más trascedencia para la caracterización del personaje en su relación con el referente cervantino.

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modo sanean aquellos blancos textuales que han quedado en la configuración del

personaje o bien explican aquellos comportamientos que son ajenos a lo que se cree es

la naturaleza del personaje.

Asimismo, es posible pensar en la imposibilidad de algunos agentes

constructores galdosianos para reconocer y aceptar la otredad del segundo tipo, es

decir aquella que resulta del encuentro con lo ajeno y lo extraño, y por ello sus

opiniones deben tomarse como tales y no como rasgos constitutivos de la

caracterización del personaje. Para Belmonte, Nazarín representa lo desconocido y

por eso se activa en el agente constructor un mecanismo de caracterización

dependiente de aquellos elementos que le son más familiares.

Otra de las isotopías que vehiculizan el diálogo entre Nazarín y el Quijote es

la de la melancolía. La melancolía cervantina ve su paralelo en el comportamiento

del padre Nazarín y se manifiesta en el escape de Nazarín hacia los confines de un

mundo imaginario donde proyecta al final de la novela a un hombre crucificado,

similar a Jesús. Su convicción muestra que el personaje va “perdiendo el sentido de la

realidad y penetrando en el reino de la utilidad fantástica126, en un mundo de

esperanzas quiméricas que dejan tras de sí un rastro de locura o melancolía” (Díez

Rodríguez, 2009, 18).

Esta melancolía también se manifiesta en su resistencia a aceptar los

desventurados incidentes de su vida: el robo de sus pertenencias, el incendio en la

casa de huéspedes y su imputación en el delito cometido por Ana; la melancolía se

expresa también en su entereza espiritual basada en prácticas religiosas extintas, pero

por sobre todo, en su anhelo de imitar el comportamiento de Cristo. El destino de

Nazarín no está determinado por el “descubrimiento de la ficción en que ha estado

126 Díez Rodríguez se refiere al cumplimiento, en el plano de la fantasía, de sus anhelos y objetos de deseo.

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viviendo y de los costes inherentes a la misma” pero sí “en la insistencia en perseguir

la imagen del deseo contra todo y contra todos” (Díez Rodríguez, 19). En cambio, en

el Quijote:

[l]a melancolía o el cielo disponen el fin del protagonista, al que de nada sirven las imaginaciones ajenas para amenguar su tristeza (II, 602). Melancolía y desabrimiento son el diagnóstico de don Quijote a quien sólo le queda ya la soledad y un sueño tras el que cobra su juicio «libre y claro, sin las sombras caliginosas de la ignorancia» (II, 603). Al renunciar a su pasado y abominar de su nombre, muere; aunque ya antes había acabado con sus viejas memorias (Egido, 1991, 40).

A diferencia de don Quijote, el delirio de Nazarín se prolonga y no presenta la

resolución que conlleva la muerte del héroe y el consuelo de contar con los amigos en

torno a su lecho de muerte:

Quiero que nadie me vea perecer, que no se hable de mí, ni me miren, ni me compadezcan. Fuera de mí toda vanidad. Fuera de mí la vanagloria del mártir. Si he de ser sacrificado, hágase en la mayor obscuridad y silencio. Que mis verdugos no sean perseguidos ni execrados, que sólo me asista Dios, y Él me reciba, sin que el mundo trompetee mi muerte, ni en papeles sea pregonada, ni la canten poetas, ni se haga de ello un ruidoso acontecimiento para escándalo de unos y regocijo de otros. Que me arrojen a un muladar y me dejen morir, o me maten sin bullicio, y me entierren como a una pobre bestia (Nazarín V, 7, 246).

El personaje galdosiano, pese a las repetidas referencias al texto y al personaje

de don Quijote, se separa de su modelo literario para erigirse como una figura anclada

en su fervor místico. Es quizá la muerte textual inesperada e indigna la que provoca

que la crítica se refiera al personaje con tanto desprecio, aunque con posibilidad de

reinvidicación en su renacimiento en Halma, novela de Galdós escrita en el mismo

año.

En la novela Misericordia, la intercambiabilidad de lo real y lo imaginario

constituye uno de los núcleos temáticos más importantes de la novela. A partir del

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relato metadiegético de uno de los personajes secundarios, Almudena, se presentan

algunos elementos sobrenaturales:

un par de perros, más grandes que el cameio, brancos, con ojos de fuego. El Mordejai, mocha medo, un medo que le quitaba el respirar. Vino después un arregimiento de jinetes con mucho cantorio, galas mochas; luego empezó a caer lluvia especísima de arena y piedras, tanto, que se vio enterrado hasta el pescuezo... y no respiraba. Cada vez más medo... Por encima de toda aquella escoria pasó velocísimo otro escuadrón de jinetes, dando al viento los blancos alquiceles, y sin cesar disparando tiros. Siguió un diluvio de culebras y alcranes, que caían silbando y enroscándose. El pobre ciego se moría de medo, sintiéndose envuelto en la horrorosa nube de inmundos animales. Pero luego vinieron hombres y mujeres a pie, en pausada procesión, todos con blancas vestiduras, llevando en la mano canastillas y bateas de oro, y pisando sobre flores, pues en rosas y azucenas se había convertido mágicamente las serpientes y alacranes, y en olorosas ramas de menta y laurel todo aquel material llovido de arena cálida y puntiagudos guijarros (Misericordia 14, 147).

Cuando Almudena relata este pasaje, el mundo se fragmenta en dos planos y el

personaje visualmente impedido recuperar la vista para relatar su encuentro con el

Rey Samdei, de igual forma que el texto cervantino en la Cueva de Montesinos

permite ver a Durandarte simultáneamente vivo y muerto. Esta fragmentación genera,

a su vez, una “tensión irónica, entre y dentro de lo serio y lo absurdo” (Kirsner, 497)

que se enuncia en el miedo del personaje127:

Explicó que distinguía las masas de obscuridad en medio de la luz: esto por lo tocante a las cosas del mundo de acá. Pero en lo de los mundos misteriosos que se extienden encima y debajo, delante y detrás, fuera y dentro del nuestro, sus ojos veían claro, cuando veían, mismo como vosotras ver migo (Misericordia XIV, 146-147).

Dentro de este espacio figurado desfilan ante Almudena jinetes, culebras y

alacranes, hombres y mujeres, hasta que aparece el Rey Samdai, Procesión

comparable a la de Belerma en el Quijote:

127 Almudena tiene miedo de las imágenes que se le prestan cuando goza de la vista, pero teme mucho más la falta de fortuna.

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Oyéronse en esto grandes alaridos y llantos, acompañados de profundos gemidos y angustiados sollozos [...] vi por las paredes de cristal que por otra sala pasaba una procesión de dos hileras de hermosísimas doncellas, todas vestidas de luto, con turbantes blancos sobre las cabezas, al modo turquesco. Al cabo y al fin de las hileras venía una señora, que en la gravedad lo parecía, asimismo vestida de negro [...] era la señora Belerma (Quijote II, 23, 732).

Previo al descenso de don Quijote a la cueva, Cervantes prepara el terreno

citando la Metamoforsis de Ovidio (II, 22, 722) e introduce la presencia de figuras

transformadas en cuerpos nuevos. En cambio, Galdós utiliza este hipotexto de manera

disimulada, concretándose en la transformación de los animales en flores y la lluvia

en guijarros:

Pero luego vinieron hombres y mujeres a pie, en pausada procesión, todos con blancas vestiduras, llevando en la mano canastillas y bateas de oro, y pisando sobre flores, pues en rosas y azucenas se habían convertido mágicamente las serpientes y alacranes, y en olorosas ramas de menta y laurel todo aquel material llovido de arena cálida y puntiagudos guijarros (Misericordia XIV, 146-147).

Es incuestionable que el propósito en ambos episodios es poner de manifiesto

la especularidad e intercambiabilidad entre el mundo real y el mundo imaginado.

Dicha especularidad se construye en este mundo alternativo galdosiano a partir de la

disyuntiva de Almudena para escoger entre la riqueza y una buena mujer, eligiendo el

ciego por la última opción, que significativamente conecta con sus anhelos en el

mundo real: la descripción de la mujer que le ofrece Samdei refleja los rasgos de

Benina y por tanto se convierte en el anclaje del espacio imaginado con el mundo

real:

El fin de la espléndida visión fue que el Rey le dijo al bueno de Mordejai que de las dos cosas que deseaba, riquezas y mujer, no podía darle más que una; que optase entre las pedrerías de gran valor que delante miraba, y con las cuales gozaría de una fortuna superior a la de todos los soberanos de la tierra, y una mujer buena, bella y laboriosa, joya sin duda tan rara que no se podía encontrar sino revolviendo toda la tierra. Mordejai no vaciló un

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momento en la elección, y dijo a Su Majestad de baixo terra, que para nada quería tanta pedrería por fanegas, si no le daban muquier... «Querer mi ella... gustar mí muquier, y sin muquier migo, no querer pieldras finas, ni diniero ni naida» (Misericordia XIV, 148-149).

Resulta llamativo en este episodio la transferencia de la autoría de este

espacio-relato real-maravilloso/mágico a Almudena. Estimo que el objetivo es

relativizar la presencia del referente cervantino, es decir, encubrir la significación que

tiene el episodio de la Cueva de Montesinos en la trama, para dar mayor significación

a la configuración de personajes, especialmente el de la heroína. Finalmente, la

atención en este espacio metadiegético se centraliza de manera indirecta en la

empleada doméstica y, por tanto, la simulación es solo transitoria.

El complejo sistema de mundos ficcionales que surgen en el texto cervantino,

como la ficción picaresca e histórica, los relatos pastoriles y sentimentales y otras

ficciones genuinamente maravillosas como la caballeresca, son patrimonio casi

exclusivo del protagonista (Paz Gago, 1997, 11). En cambio, el texto galdosiano

extiende esta facultad a otros personajes de menor centralidad para fomentar la

narración en primera persona, la expresión pura del estado anímico de sus diferentes

narradores y para crear la ilusión generalizada de cambio. Por otro lado, la

protagonista de Misericordia goza de una memoria que corresponde a “las ilimitadas

capacidades de la imaginativa” quijotesca (Egido, 8), aproximándose a Sancho Panza

en su hábito de convertir “sus mentiras elementales en bien trabadas visiones y

encantamientos, producto de una imaginación creadora” (Egido, 8):

Su mente, fecunda para el embuste, y su memoria felicísima para ordenar las mentiras que antes había dicho y hacerlas valer en apoyo de la mentira nueva, la sacaron del apuro (Misericordia X, 125).

De esta capacidad creadora surge don Romualdo, benefactor imaginario de la

familia:

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Mas no queriendo que su señora se enterase de tanta desventura, armó el enredo de que le había salido una buena proporción de asistenta, en casa de un señor eclesiástico, alcarreño, tan piadoso como adinerado. Con su presteza imaginativa bautizó al fingido personaje, dándole, para engañar mejor a la señora, el nombre de D. Romualdo. Todo se lo creyó Doña Paca, que rezaba algunos Padrenuestros para que Dios aumentase la piedad y las rentas del buen sacerdote, por quien Benina tenía algo que traer a casa. Deseaba conocerle, y por las noches, engañando las dos su tristeza con charlas y cuentos, le pedía noticias de él y de sus sobrinas y hermanas, de cómo estaba puesta la casa, y del gasto que hacían; a lo que contestaba Benina con detalladas referencias y pormenores, simulacro perfecto de la verdad (Misericordia IX, 119).

Esto renueva el referente cervantino haciendo que la memoria mimética que

acompaña la locura libresca de don Quijote128 quede en Misericordia expuesta en la

consolidación del personaje de Romualdo. En otras palabras, la reelaboración de la

memoria mimética quijotesca en el texto galdosiano consiste en la objetivización de lo

abstracto, en la materialización de un deseo o la aparición de una figura imaginada.

Ya tenía Benina un espantoso lío en la cabeza con aquel dichoso clérigo, tan semejante, por las señas y el nombre, al suyo, al de su invención; y pensaba si, por milagro de Dios, habría tomado cuerpo y alma de persona verídica el ser creado en su fantasía por un mentir inocente, obra de las aflictivas circunstancias. «En fin, veremos lo que resulta de todo esto —se dijo subiendo pausadamente la escalera—. Bien venido sea ese señor cura si viene a traernos algo». Y de tal modo arraigaba en su mente la idea de que se convertía en real el mentido y figurado sacerdote alcarreño, que una noche, cuando pedía con antiparras y velo, creyó reconocer en una señora, que le dio dos céntimos, a la mismísima Doña Patros, la sobrina que bizcaba una miaja (Misericordia XXX, 251).

¡Vaya con Don Romualdo! Le había inventado ella, y de los senos obscuros de la invención salía persona de verdad, haciendo milagros, trayendo riquezas, y convirtiendo en realidades los soñados dones del Rey Samdai (Misericordia XXXVII, 295)

Tal vez sea esta la razón por la que el personaje de Benina no aspira como don

Quijote a la fama, y sus actos no permanecen en la memoria futura.

128 “Memoria mimética que procura convertir en imitación fiel lo leído, aunque la realidad imponga constantes alteraciones a los planes iniciales, lo que equivaldrá a una continua reinvención de cuanto don Quijote almacenaba en los desvanes de la memoria, en un proceso de adaptación constante” (Egido, s.n).

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En síntesis, el referente cervantino dialoga intertextualmente con la narrativa

de Galdós en lo que a los personajes respecta en diversos niveles y a partir de

diferentes isotopías y recursos constructivos: principalmente, el perspectivismo, la

incorporación de temáticas como la locura, el fenómeno de especularidad y cruce en

la creación de mundos ficticios, la apropiación de espacios geográficos españoles de

significación para la caracterización del personaje, la ambigüedad, la excentricidad

como característica primordial de sus personajes, entre otros tantos aspectos que

enriquecen la configuración del personaje galdosiano.

Sin duda, el nexo sobresaliente que relaciona la caracterización de personajes

de Cervantes y Galdós es la insinuación de la locura de los protagonistas. Esta

insinuación suele manifestarse a partir de un comportamiento anómalo del personaje,

así estimado por otros personajes y/o por el narrador.Muchos de los personajes del

corpus galdosianos se resguardan bajo la práctica y el ejercicio de actividades

monomaníacas, como son la lectura o la escritura obsesiva, la creación de personajes

y espacios imaginarios y alternativos, la imitación de códigos de conducta en desuso.

A menudo, la reservada postura del narrador estimula más la tensión que se genera

por la expresión de los diferentes puntos de vista entre los personajes, se acredita la

reformulación de la realidad para que esta se adapte al mundo preconcebido en la

mente del personaje.

Asimismo, la lectura de las novelas de Galdós, en lo que al referente

cervantino significa, nos invita a advertir las connotaciones que conlleva la

incorporación de la Mancha, casi siempre relacionadas con la locura quijotesca, como

también a reparar en este espacio como enmienda para cubrir las carencias

constructivas del personaje convirtiéndose en su lugar de origen. Además, la

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recreación galdosiana de ciertos pasajes del Quijote, de carácter didáctico, sugieren

que los discursos aleccionadores, que nos recuerdan al pronunciado por don Quijote a

Sancho antes de que este partiera a Barataria, tienen un propósito “educativo”, similar

al de la obra cervantina y sirven de advertencia a aquellos personajes que no pueden

ver las consecuencias de sus actos a corto y largo plazo. La ceguera, por tanto,

constituye no sólo un impedimento físico (que nos recuerda a aquel que padeció don

Benito y que constituye una temática recurrrente en sus novelas), sino también se

establece como una marca textual que señala el principio del fin del personaje y su

incapacidad como lector.

Ahora bien, debemos percatarnos de que el desarrollo del personaje

galdosiano suele ofrecer, al igual que su homólogo cervantino, una identidad social

endeble y, por tanto, de muy poca duración. En efecto, los personajes galdosianos

acusados de locura y de excentricidad son candidatos a desaparecer gradualmente del

relato. No obstante, y al igual que la figura de don Quijote, sus existencias perduran

en legados escritos en forma de misivas, o cualquier otro tipo de producción escrita.

La diferencia entre los personajes de Galdós y su referente cervantino sobresale en

aquellos casos en que no se cuenta con un legado escrito: aquí la herencia se

materializa en un tipo de transferencia o cesión a otras figuras de la novela, o en el

pasaje de los personajes de una novela a otra, para iniciar un nuevo desarrollo

constructivo.

Es importante señalar también que la correspondencia entre los personajes y

su referente cervantino de ningún modo debe ser vista como monolítica y totalizadora.

Por el contrario, el personaje galdosiano se configura a partir de la relación

desimilitud parcial que logra establecer con varios personajes cervantinos y con la

asimilación de algunas de las relaciones existentes entre los personajes y episodios.

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Asimsimo, hemos visto el desplazamiento de los rasgos de un solo referente

cervantino fragmentados y encarnados en varios personajes galdosianos. De este

modo, es tarea del lector atento y conocedor de la obra de ambos autores el descubrir

las posibles relaciones intertextuales que el hipertexto galdosiano establece respecto

de su hipotexto cervantino, las cuales, indudablemente, otorgan complejidad y

perspectivismo a muchos de los personajes de la narrativa de Galdós.

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VI. CONCLUSIONES: HACIA LA ELABORACIÓN DE UNA POÉTICA D EL PERSONAJE GALDOSIANO

El propósito de este trabajo ha sido ofrecer un modelo de análisis que posibilite el

acercamiento a la narrativa de Galdós para examinar en ella el complejo repertorio de

personajes, distinguir sus carácterísticas constructivas y decodificar su rica red de

significados.

En un primer estadio se valoró el rol de los componentes externos figurales y

narrativos como factores indispensables en la configuración del personaje galdosiano.

Ello condujo a estimar la presencia del narrador como agente constructor primario y

los efectos de su comportamiento en la configuración del personaje. Especialmente

interesante resultaron aquellos casos en que la voz narrativa propiciaba la ambigüedad

respecto al origen o historia vital del personaje, aquellas intromisiones en la diegésis a

partir de la enunciación de juicios de valor u opiniones personales sobre personajes y

acontecimientos, como también aquellas intervenciones en las que la materia

focalizada era el proceso de escritura de la novela. Asimismo, se reconoció su papel

como constructor de los personajes en las elaboraciones de semblanzas a partir de

retratos faciales, luego corporales y finalmente psicológicos y morales detallados. En

ciertos casos bastaba con un retrato superficial amparado en las comparaciones

zoosémicas para dejar que estas confiriesen sus propios significados y rasgos a los

personajes.

Creo haber demostrado que significativamente son los silencios del narrador

los que favorecen, entre otras cosas, la posibilidad de otras figuras de alcanzar una

posición más privilegiada dentro de la diegésis, desempeñando la función de agentes

constructores. Los personajes secundarios de primer nivel, aquellos con rasgos

propios e individuales, se colocan a la misma altura del personaje para caracterizarlo a

través de diálogos o bien desde una postura imparcial y objetiva. Estos personajes

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secundarios pueden convertirse en protagonistas de otra historia cuanto mayor y más

compleja sea su participación dentro de la trama129.

Por su parte, los personajes secundarios de segundo nivel, aquellos que

representan una colectividad, ejercen el rol de conciencia del personaje, enfatizan una

isotopía o bien complementan la caracterización del narrador. Los referentes, al igual

que los personajes secundarios de segundo nivel, comunican a los personajes con un

extratexto histórico o literario específico, para suministrar a la trama y a los

personajes inmersos en ella una carga de verosimilitud. Los referentes reales, pseudo-

reales o ficticios constituyen un vehículo de acreditación de figuras y sucesos que se

producen en la trama, al enmarcar el mundo diegético en un entorno y en un espacio

de tiempo determinado.

El entorno en principio se presenta como el espacio físico de actuación de los

personajes, determinado por una larga lista de atributos o una descripción de la

geografía española, destacándose la ciudad de Madrid y la región de la Mancha, para

luego presentar los contrastes entre los distintos espacios urbanos o bien las

dicotomías entre la ciudad y el campo. No obstante, el entorno cobra otro sentido

cuando los lugares adquieren un valor semántico similar a las experiencias y

emociones de los personajes. La naturaleza se identifica con el estado de ánimo,

preferentemente a través de escenarios nocturnos y de episodios de tormenta en

momentos de inestabilidad, o en escenarios diurnos, resplandecientes y plenos de

flora y fauna.

Igualmente, se recurre a los espacios ficticios como estrategia de evasión de

las tensiones sociales y como alternativa al universo diegético. El espacio imaginario

cobra especial atención cuando en este se consolidan las aspiraciones y deseos de un 129 Aunque cabe advertir que si bien existe la predisposición a visualizar un solo rol protagónico en la narrativa de Galdós, hay varios casos de personajes galdosianos que actúan en una novela como personajes secundarios y que en otra novela comparecen como protagonistas o viceversa.

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personaje que ha decidido adoptar para sí un modelo de comportamiento diferente.

Esto es muy distinto a lo que ocurre cuando es el entorno quien marca las pautas de

comportamiento del personaje. Así el Carnaval, ámbito recurrente en la narrativa de

Galdós, es reconsiderado como una expresión de la movilidad social y la crisis

económica en lugar del ambiente festivo y lleno de excesos con el que

tradicionalmente se le asocia.

En lo que al aspecto temporal respecta, en la narrativa de Galdós se registra

una preferencia por movimientos analépticos homodiegéticos y heterodiegéticos,

recurriendo a la citación de fechas o a la alusión a acontecimientos históricos como

anclaje temporal de varias de sus tramas. Pese a la impresión general de continuidad

cronológica y lineal, existen frecuentes rupturas temporales, especialmente pausas

descriptivas y digresivas o referencias metatextuales en las que la atención pasa de un

personaje a otro, de un personaje a otro objeto o de un personaje al proceso de

escritura de la novela. En cambio, los sueños y los presentimientos se introducen

como canalizadores de secuencias futuras, en forma de premoniciones o indicios de

futuros acontecimientos.

El discurso de los personajes constituye un componente fundamental en la

caracterización, por ejemplo, en el uso de motes y apodos portadores de una

característica particular y una marca textual de identificación. Los extranjerismos

presentes en la narrativa de Galdós, por su parte, se emplean para provocar extrañeza

o bien para aludir a posturas más modernas, sobre todo en los sectores de

comunicación y difusión de noticias. El lenguaje profesional se destina a aquellos

personajes en los que se destacan mayores conocimientos en las áreas de medicina, de

marina e incluso de ingenería. No obstante, son los registros sociolingüísticos los que

nutren a cada personaje de autenticidad discursiva, afiliándolos a grupos sociales y

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culturales determinados por su nivel de instrucción y su poder adquisitivo. Se trata de

registros que se repitirán a lo largo de la trama para hacer de estos un signo distintivo

de cada personaje, configurando su idiolecto.

Por otro lado, hemos visto como los silencios, principalmente aquellos del

narrador, provocan que otros personajes asuman su función como agentes

constructores y nutran al texto de mayores enfoques y perspectivas sobre el personaje,

o bien faciliten el desarrollo de nuevas líneas de argumentación en espacios

imaginarios o ficticios.

Estimo que uno de los aportes primordiales de mi estudio radica en la

presentación un modelo de caracterización compuesto de seis ejes. En función del

análisis realizado a partir de dicho modelo, nos es posible establecer las siguientes

conclusiones respecto de los personajes galdosianos, que pueden ser considerados:

Personajes dinámicos. Tomando como base los parámetros establecidos para

el eje de evolución hemos podido comprobar que los personajes galdosianos

protagónicos en su mayoría son personajes dinámicos. Y que en el eje de evolución

debe distinguirse: Un primer desarrollo determinado por el crecimiento natural del

personaje desde su nacimiento hasta su desaparición como figura de la diegésis,

mostrando los efectos del paso del tiempo y la merma de sus capacidades, conforme

los personajes se van haciendo mayores. Esta evolución no es siempre equivalente al

grado de desarrollo intelectual y la madurez psicológica del personaje.

Un segundo tipo de desarrollo determina el proceso de evolución del personaje

desde su aparición en la diegésis hasta su última intervención mostrando las

diferencias entre su desarrollo social y narrativo. En este trabajo se percibió que

varios de los personajes de primer nivel presentan una decadencia en el plano social-

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cultural como producto de las presiones sociales, factor que provoca un proceso

simultáneo de construcción/ deconstrucción en el personaje. A medida que su imagen

se va degenerando frente a los otros personajes hasta llegar a emplazamiento

socialmente negativo, los personajes toman conciencia de su nulidad social y se

consolidan como figuras de la diegésis a partir de la via negatione, es decir,

subrayandolo que no se es en lugar de lo que se es.

Finalmente, un tercer tipo de desarrollo de carácter comparativo se centra en

las líneas de desarrollo de un mismo personaje en novelas diferentes. En la narrativa

de Galdós, como comprobamos, es frecuente la presencia de personajes en dos

espacios narrativos diferentes en donde en uno comparece como figura principal y, en

otro, como personaje secundario.

Personajes complejos. Sirviéndose del segundo eje es posible verificar que los

personajes galdosianos poseen una gama de rasgos asignados por los agentes

constructores, ya sea el narrador o los otros personajes o bien por rasgos inherentes a

su personalidad o esencia. No obstante, el número de rasgos no hace a un personaje

complejo, sino las contradicciones que se generan en la superposición de rasgos y en

la coherencia con la que estos se combinan.

Existen personajes simples en la narrativa de Galdós, figuras con un solo valor

semántico que generalmente quedan representadas por el personaje colectivo o por

personajes secundarios de segundo nivel, entre los que anse encuentran los personajes

caricaturizados o las figuras evanescentes creadas por los protagonistas. Los

personajes simples desempeñan una función particular en la trama: representar la

conciencia del personaje, complementar su caracterización o bien introducir una

nueva línea argumentativa.

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Personajes con vida interior. Empleando el tercer eje de caracterización es

posible examinar el acercamiento al interior del personaje, espacio donde se generan y

desarrollan los pensamientos, emociones y deseos del personaje. Estos se manifiestan

vehiculizados por la voz narrativa o de voz del propio personaje. En la narrativa de

Galdós, se observa una afluencia de discursos en solitario por parte del personaje

como también de discursos mediatizados por el narrador. Sin embargo, el valor del

monólogo o soliloquio del personaje es doblemente significativo pues no solo es

herramienta para observar el libre fluir de la conciencia del personaje, sino también

para configurar una figura nueva, en ocasiones edificada alrededor de un personaje de

la diegésis y, en otras, sin ningún tipo de anclaje real.

Además, el acceso a la interioridad del personaje posibilita la presencia de dos

tipos de actividades, una que sucede en el interior del personaje, frecuentemente en

espacios imaginarios creados por la mente del personaje, y otra, que conecta al

personaje con su entorno y los demás personajes. De este modo, se puede siempre

evaluar el comportamiento del personaje de cara al exterior y a los pensamientos que

sostiene en su interior. Otra forma de contemplar la interioridad del personaje radica

en el acercamiento a sus escritos de carácter personal, en concreto intercambios

epistolares con otros personajes, que se emplean como testimonio de los cambios que

se generan en el interior del personaje.

Personajes enmascarados. En este cuarto eje de caracterización es posible

advertir la adquisición de máscaras o disfraces que ocultan de manera temporal o

permanente una parte o la totalidad de la esencia del personaje. En este trabajo, se

sugirió la adopción de tres tipos diferentes de máscaras, dependiendo de la

intencionalidad textual de insinuar un cambio o exhibir el proceso de metamorfosis de

un personaje: la máscara exterior, la máscara umbral y, la máscara interior.

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La máscara exterior se determina por la presencia de vestimentas o cualquier

otro instrumento que cubra parte del rostro personaje o su aspecto exterior. Su

presencia estará siempre indicada en el texto por la voz del personaje, el narrador o,

en su defecto, cualquier otro personaje, ya que se trata de una mudanza voluntaria del

personaje. No obstante, advertimos las implicaciones en la adopción del disfraz para

cada uno de los personajes y sus repercusiones en su relación con otros personajes. En

el caso de los personajes femeninos, la apropiación de un disfraz posibilita la

movilidad y las libera momentáneamente del yugo social y económico que ejercen

sobre ellas algunos personajes masculinos con los que conviven. De modo que el

disfraz se asimila a una válvula de escape y queda asociado a una necesidad de

libertad más que a una motivación sentimental-amorosa.

Por su parte, el disfraz en los personajes masculinos actúa como fuerza motriz

que obedece a un deseo de superación personal posibilitando el desplazamiento

voluntario del personaje de un punto fijo a uno variable. Ello puede causar extrañeza

en los otros personajes e incomprensión respecto a los motivos que obligan a un

personaje, presuntamente estable, a dejar todo para iniciar una vida nómada e

itinerante.

El disfraz puede aparecer cuando en la novela se introduce el tema del

carnaval. Este periodo, tradicionalmente festivo y lleno de excesos previo al miércoles

de ceniza, cobra en la narrativa de Galdós el valor de metáfora para comparar

expresamente la situación de la España decimonónica en lo que se refiere a la

movilidad social causada por la crisis económica con las pretensiones de una sociedad

ideal y organizada. La máscara exterior se caracteriza por la brevedad que existe entre

el momento del enmascaramiento y el desocultamiento; generalmente la duración será

de una escena o el tiempo que persista la necesidad de ocultarse. La máscara exterior

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se adopta de manera voluntaria y es del conocimiento del personaje y al menos de otra

figura, ya sea el narrador u otro personaje. En ocasiones se emplea como indicador de

la presencia de otro tipo de máscaras, como la máscara umbral o la máscara interior.

A su vez, la máscara umbral se ha definido como la afiliación por parte del

personaje a diferentes formas de comportamiento que le sirven para explorar

diferentes líneas de desarollo. Partiendo del supuesto que su papel en la trama carece

de significación por el hecho de estar ubicado en una situación social inferior en

comparación con otros personajes, el personaje enmascarado decide buscar nuevas

personalidades. Para ello se presta a que otros personajes lo utilicen ofreciéndole roles

diversos que él toma como laboratorio para ensayar nuevas formas de

comportamiento. Así, mientras el personaje se adapta con éxito a las nuevas

circunstancias mostrando con sus obras su capacidad interpretativa, los otros

personajes se van dando cuenta de su desempeño y facultades.

Resulta interesante ver cómo la desestimación por parte del narrador y los

otros personajes impide la observación del proceso de desarrollo del personaje

enmascarado hasta el punto que no es posible enunciar si efectivamente se ha

generado un cambio en el interior del personaje o solo se trata de crear la ilusión de

cambio. Lo que es evidente es que los personajes portadores de máscara umbral

emprenden un desarrollo ascendente hasta el punto que toman conciencia de su propia

estima y se consolidan como figuras independientes y dueñas de sus propias obras, sin

importarles la opinión de los otros personajes o del narrador.

La máscara interior, por otro lado, se percibe cuando el personaje adopta

simultáneamente una máscara exterior que se asocia con un modelo de conducta, casi

siempre en desuso, en respuesta a una débil configuración por parte del narrador, que

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obliga a traducir en material didáctico las experiencias de otras figuras reales o

ficticias como serían las figuras de Cristo o don Quijote.

El personaje portador de una máscara interior, tras adoptar un nuevo nombre,

reforma su apreciación de los personajes, lugares y cosas para adaptarlos al modelo

elegido. Dicha transformación es síntoma del curso de los pensamientos del personaje

y evidencia del cambio que se genera en su interior. A consecuencia de la

desavenencia y disconformidad entre el personaje portador de una máscara interior y

el resto de los personajes, los personajes que llevan máscaras interiores serán

juzgados como locos o bien se les criticará su falta de adaptabilidad.

Significativamente mostrarán predilección por aferrarse a una actividad en concreto,

ya sea la lectura o la escritura y tendrán como determinación un solo objeto de deseo,

sea este representado en una figura o en un concepto individualizado.

La máscara interior admite, como fuera observado, la adopción de otras

máscaras de carácter esporádico y externo, aunque finalmente sea la primera

representación la que se mantenga hasta el final de la trama, cuando el personaje tome

conciencia de su esencia y se retracte de su actuación o asuma las consecuencias de la

misma. El valor de la máscara radica en la visualización del crecimiento del personaje

enmascarado como figura narrativa y la afirmación de su ser aunque sea en demérito

de su ser social y acarree como consecuencia su desaparición definitiva de la trama.

Personajes con continuidad narrativa. La presencia de este eje en el modelo

de caracterización sirve para analizar el fenómeno de la transferencia del

protagonismo de los personajes en el desenlace de cada novela. Fue posible advertir

que existen personajes que ceden su condición de protagonista a otras figuras con las

que están conectadas por lazos de sangre o en su reaparición en otro espacio narrativo.

Las transferencias sanguíneas, por lo regular, son de padres a hijos y se suceden

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cuando el progenitor fallece o bien para personificar uno de los defectos o afecciones

del personaje principal. Por lo general, los infantes no tienen participación activa, se

conoce de ellos por referencia indirecta y se proponen como receptores del legado de

sus padres.

La continuidad narrativa también se observa en aquellas apariciones intra-

textuales de personajes en dos o más espacios diegéticos. Dicho fenómeno de

continuidad exige una análisis comparativo de su actuación en cada uno de ellos, para

verificar si existe un desarrollo similar como figuras de primer o segundo nivel dentro

de la trama. Finalmente, se aludió a los intercambios epistolares y relatos escritos,

como legados de los personajes y formas de continuidad narrativa. La presencia de

documentos personales elaborados por los personajes o el recuento de las aventuras de

ellos a lo largo de la trama son testimonios que dan fe de su presencia en la trama

incluso tras su desaparición o muerte.

Al inicio de este estudio anticipé la centralidad que la obra y la poética narrativa de

Cervantes adquieren en la creación galdosiana. Las relaciones intertextuales que se

establecen entre las obras de ambos autores constituyen el vehículo primordial para la

elaboración de una poética del personaje galdosiano propuesta en este trabajo. Advertí

en su momento que el protagonista galdosiano se comportaba de manera muy similar

al cervantino, especialmente en los que se refería a la presencia de personajes

enmascarados, al carácter complejo y dinámico de sus personajes, y a la continuidad

narrativa del personaje a través de testimonios escritos.

Creo haber demostrado que el diálogo entre los dos autores se extiende a otros

aspectos semiótico-narratológicos. Ello se ha verificado a partir del eje de

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referencialidad, el cual pone de manifiesto la contribucción del hipotexto cervantino

en la configuración del personaje galdosiano.

Consideré necesario distinguir el alcance del referente cervantino en diferentes

grados de aproximación, estableciendo tres niveles de referencialidad. En lo que

respecta al primer nivel de referencialidad, me referí a las citaciones directas al

Quijote y a sus personajes, especialmente a la figura del andante caballero don

Quijote de la Mancha. Se mostró que al menos en las novelas analizadas en este

trabajo la presencia de referencias directas es escasa, no así en las novelas que

pertenecen a la primera seria de Episodios Nacionales.

En el segundo nivel se incluyen las alusiones al texto cervantino que de

manera implícita reproducen la temática, algunas secuencias y episodios. Un tercer

nivel corresponde a las marcas textuales que nos remiten al texto cervantino y nos

orientan respecto a las técnicas de narración utilizadas por Galdós. Mi análisis no ha

separado estos dos niveles debido a que se hallan amalgamados en su proyección

textual relativa a la caracterización de personajes y dicha amalgama es en sí un

pronunciamiento estético de la intentio operis galdosiana

Finalmente y tras el exhaustivo recorrido por las obras analizadas, me atrevo a

afirmar que si bien la configuración del personaje galdosiano no depende única ni

principalmente de la relación con el referente cervantino, este es sin duda uno de los

de los componentes más significativos en de su caracterización, como de la poética

narrativa de Galdós en su conjunto.

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VII. APÉNDICE: LA OBRA COMPLETA DE BENITO PÉREZ GALDÓS 130

Listado de novelas: » 1870 La Fontana de Oro. » 1870 La sombra. » 1871 El audaz. Historia de un radical de antaño. » 1876 Doña Perfecta. » 1877 Gloria. » 1878 Marianela. » 1878 La familia de León Roch. » 1881 La desheredada. » 1882 El amigo Manso. » 1883 El doctor Centeno. » 1884 Tormento. » 1884 La de Bringas. » 1885 Lo prohibido. » 1887 Fortunata y Jacinta. Dos historias de casadas. » 1888 Miau. » 1889 La incógnita. » 1889 Torquemada en la hoguera. » 1890 Realidad. » 1891 Ángel Guerra. » 1892 Tristana. » 1893 Torquemada en la cruz. » 1893 La loca de la casa. » 1894 Torquemada en el purgatorio. » 1895 Torquemada y San Pedro. » 1895 Nazarín. » 1895 Halma. » 1897 Misericordia. » 1897 El abuelo. » 1905 Casandra. » 1909 El caballero encantado. » 1915 La razón de la sinrazón. Fábula teatral absolutamente inverosímil. Listado de cuentos » 1865 Una industria que vive de la muerte. Episodio musical del cólera. » 1871 La novela en el tranvía. » 1897 Rompecabezas.

Episodios Nacionales: Primera serie: » 1873 Trafalgar. » 1873 La corte de Carlos IV. » 1873 El 19 de marzo y el 2 de mayo. » 1873 Bailén. » 1874 Napoleón en Chamartín.

130 Listado de obras ofrecido por la Casa Museo Pérez Galdós, Las Palmas de Gran Canarias, España.

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» 1874 Zaragoza. » 1874 Gerona. » 1874 Cádiz. » 1874 Juan Martín el Empecinado. » 1875 La batalla de los Arapiles. Segunda serie: » 1875 El equipaje del rey José. » 1875 Memorias de un cortesano de 1815. » 1876 La segunda casaca. » 1876 El Grande Oriente. » 1876 7 de julio. » 1877 Los cien mil hijos de San Luis. » 1877 El terror de 1824. » 1878 Un voluntario realista. » 1879 Los apostólicos. » 1879 Un faccioso más y algunos frailes menos. Tercera serie: » 1898 Zumalacárregui. » 1898 Mendizábal. » 1898 De Oñate a la Granja. » 1899 Luchana. » 1899 La campaña del maestrazgo. » 1899 La estafeta romántica. » 1899 Vergara. » 1900 Montes de Oca. » 1900 Los Ayacuchos. » 1900 Bodas reales. Cuarta serie: » 1902 Las tormentas del 48. » 1902 Narváez. » 1903 Los duendes de la camarilla. » 1904 La revolución de julio. » 1904 O´Donnell. » 1905 Aita-Tettauen. » 1905 Carlos VI en la Rápita. » 1906 La vuelta al mundo en la Numancia. » 1906 Prim. » 1907 La de los tristes destinos. Quinta serie: » 1908 España sin rey. » 1909 España trágica. » 1910 Amadeo I. » 1911 La primera República. » 1911 De Cartago a Sagunto. » 1912 Cánovas.

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Teatro: » 1861 Quien mal hace bien no espere. Ensayo dramático en un acto y en verso, original del estudiante llamado Benito Pérez Galdós. » 1892 Realidad. Drama en cinco actos y en prosa. » 1893 La loca de la casa. Comedia en cuatro actos y en prosa. » 1893 Gerona. Drama en cuatro actos. » 1894 La de San Quintín. Comedia en tres actos y en prosa. » 1894 Los condenados. Drama en tres actos, precedido de un prólogo. » 1895 Voluntad. Comedia en tres actos y en prosa. » 1896 Doña Perfecta. Drama en cuatro actos. » 1896 La Fiera. Drama en tres actos. » 1901 Electra. Drama en cinco actos. » 1902 Alma y Vida. Drama en cuatro actos. » 1903 Mariucha. Comedia en cinco actos. » 1904 El Abuelo. Drama en cinco actos y en prosa. » 1905 Bárbara. Tragicomedia en cuatro actos. » 1905 Amor y Ciencia. Comedia en cuatro actos. » 1908 Pedro Minio. Comedia en dos actos. » 1908 Zaragoza. Drama lírico en cuatro actos. » 1910 Casandra. Drama en cuatro actos. » 1913 Celia en los Infiernos. Comedia en cuatro actos. » 1914 Alceste. Tragicomedia en tres actos. » 1915 Sor Simona. Drama en tres actos y cuatro cuadros. » 1916 El tacaño Salomón. Comedia en dos actos. » 1918 Santa Juana de Castilla. Tragicomedia en tres actos. » 1922 Antón Caballero. Comedia en tres Actos.

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VIII. BIBLIOGRAFÍA DEL AUTOR

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PÉREZ GALDÓS, Benito, Doña Perfecta, Edición, Germán Gullón, Colección Austral,

Madrid, Espalsa Calpe, 2005.

PÉREZ GALDÓS, Benito, El amigo Manso, Biblioteca Pérez Galdós, Madrid, Alianza

Editorial, 2004.

PÉREZ GALDÓS, Benito, Fortunata y Jacinta, Edición, introducción y notas de Adolfo

Sotelo Vázquez y Marisa Sotelo Vázquez, España, Editorial Planeta, 2003.

PÉREZ GALDÓS, Benito, Gloria, Madrid, Alianza Editorial, 1998.

PÉREZ GALDÓS, Benito, Halma, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes,

http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/78032845432303806743457/p00

00001.htm#I_0_

PÉREZ GALDÓS, Benito, La desheredada, Biblioteca Pérez Galdós 3ª. reimpresión, Madrid,

Alianza Editorial, 2003.

PÉREZ GALDÓS, Benito, La incógnita / Realidad, Edición de Francisco Caudet, Ediciones

Cátedra, 2004.

PÉREZ GALDÓS, Benito, Misericordia, Edición e introducción de Luciano García Lorenzo,

Madrid, Ediciones Cátedra, 1982.

PÉREZ GALDÓS, Benito, Nazarín, Biblioteca Pérez Galdós, Madrid, Alianza Editorial,

2005.

PÉREZ GALDÓS, Benito, Tristana, Biblioteca Pérez Galdós, Madrid, Alianza Editorial,

2004.

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IX. BIBLIOGRAFÍA

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ALTUNA, Belén. “Historia de la Fisiognomía. Interrogantes éticos y antropológicos de una

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ÁLVAREZ, Carmen Lucía, “El amor y el sentimiento religioso en Gloria de Galdós”, Actas

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ARENCIBIA, Yolanda, “Tanteos de estilo. Nazarín de Pérez Galdós”, Anales Galdosianos,

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ARENCIBIA, Yolanda. "Pérez Galdós, o la plenitud del realismo español. Conferencia

presentada en el Ciclo Buñuel – Galdós: Vasos Comunicantes" (Instituto Cervantes

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219

מרחבים טקסטואליים אחרים בהם הקורא נחשף למאפיינים של הדמויות אצל גלדוס הם

וחילופי מכתבים בהם אנו למדים על , דמויות המופיעים לפרקים בטקסטמונולוגיים פנימיים של

.ומחשבותיהם על חלק מן ההתרחשויות בעלילה, רצונותיהן של הדמויות

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220

הזמן והשיח משמשים כאמצעי אפיון חיצוניים התורמים לעיצוב הדמות , גם המרחב, באופן דומה

מבלי להגבילו רק לסביבה הגיאוגרפית , במובנו הרחב ביותר“ מרחב ” משתמשת במונחאני. אצל גלדוס

ואני כוללת בו גם את האווירה שדמות כלשהי או מספר יוצרים, או למרחב הפיסי בו מתרחשת העלילה

.לא אחת המרחב משמש כמסך עליו מוקרנים רגשותיה של הדמות .

הסביבה הגיאוגרפית המועדפת היא העיר , ל גלדוסכפי שניתן לראות בחלק ניכר מיצירותיו ש

לעומת , הסביבה הכפרית. שרחובותיה וכיכרותיה מתוארים בפירוט ומוזכרים לא אחת בשמותיהם, מדריד

המועמדת אל מול הקידמה שמציע , משמשת כמרחב המסמל את השמרנות הפרובינציאלית, זאת

ככלי המאפשר לקורא לעמוד על ההבדלים החדים לא אחת עושה גלדוס שימוש באירוניה .המטרופולין

. בין מרחב אחד למשנהו

גלדוס עושה לעתים שימוש במחוז , כרקע למסעות שעורכות דמויותיו ולהרפתקאות שהן עוברות

מרחב שדרך האסוציאציה המידית לגיבורו של סרוונטס מאפשר לטקסט הגלדוסיאני לרמז על , ה'לה מאנצ

.שוב ברומאנים שלונושא החוזר שוב ו, טירוף

כאשר , הזמן הסיפורי הדומיננטי אצל גלדוס הוא העבר, כפי שאני מראה בניתוח מימד הזמן

או הטרמות מסומנות באמצעות אזכור מפורש של תאריכים או ) פלשבקים(קפיצות לעבר רחוק יותר

.תוארי פועל של זמן

, מסופרים בזמן הווה, ל גלדוסשלהם תפקיד מפתח בעיצוב הדמויות אצ, הדיאלוגים, לעומת זאת

, כמו עמדתה דתית, כמו גם להיבטים אחרים שלה, ומאפשרים לקורא להיחשף לנקודת המבט של הדמות

במלים , לא אחת השימוש בכינויים: והמעמד החברתי אליו היא משתייכת, החינוך וההשכלה שזכתה להם

מגזר חברתי מסוים מאפשרים לקורא לזהות במונחים מקצועיים או בביטויים המאפיינים דיבור של , זרות

.את מאפייניה של דמות לפני כל אלמנט אחר בעלילה

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היבטים מתודולוגיים

מאפיינים חיצוניים ופנימיים של הדמויות אצל גלדוס

, הבאה לידי ביטוי, אחד המאפיינים הבולטים של הדמויות ביצירותיו של גלדוס הוא ההטרוגניות שלהם

יוכל הקורא המתמקד במאפיינים , למשל, כך.מספר התכונות או האלמנטים המרכיבים אותןב, בין השאר

החיצוניים של הדמויות לזהות בין שלל הדמויות אצל גלדוס כאלה המתאימות במראן ובהתנהגותן לבני

גילן של הדמויות אצל גלדוס נע , ככלל. עשרה-המעמדות הבינוניים והנמוכים בספרד של המאה התשע

.ניתן להיתקל גם בילדים, ובמקרים נדירים יחסים, עשרה לגיל הזיקנה-רוב בין שמונהל

כבסיס לבחינת המאפיינים החיצוניים של הדמויות אצל גלדוס בחרתי להשתמש בפרמטרים

אם , אתמקד. בכתיבתה על סיפורת) Luz Aurora Pimentel) 1998התיאורטים שמציעה הנרטולוגית

במרחב בו , ברפרנטים, האינטראקציה של הדמות עם דמויות משנה, קול המספרבהתנהלותו של ה, כך

אלמנטים המצויים כולם ביחסי גומלין משמעותיים עם –במימד הזמן ובשיח , מתקיימת ופועלת הדמות

. ואשר יש להם תרומה לעיצובה, הדמות בטקסט הנרטיבי

אחד מסימני ההיכר של המספר . תהמספר של גלדוס הוא מספר פוליפוני שנוכחותו בטקסט ניכר

דבר , אצל גלדוס הוא נטייתו שלא להרחיב בכל הנוגע להיסטוריה המוקדמת של הדמויות אתן הוא מתאר

באמצעים אלגוריים או באמצעות דמויות , עליו הוא מפצה לרוב באמצעות מודלים ספרותיים אחרים

. תשהופכות באופן זה למשתתפות בעיצוב הדמויות הראשיו, משנה

דמויות שיש ) א: (דמויות המשנה בסיפורת של גלדוס משתייכות לרוב לאחת משתי קטגוריות

דמויות הקרובות יותר לפיגורות אלגוריות או ) ב(ו, להן תכונות אינדיבידואליות ומאפיינים משל עצמן

בין אם –דמויות המשנה . לטיפוסים קולקטיביים המייצגים פרספקטיבה או נקודת מבט יחידה ומסויימת

מספקות לקורא פרספקטיבה –הן משתייכות לקטגוריה הראשונה ובין אם הן משתייכות לזו השנייה

דבר המקנה לדמות המעוצבת , ותובנות שהן בדרך כלל שונות ולעתים אף מנוגדות לאלה של המספר

.עומק ומורכבות

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בשאיפה לתאר את מתאפיין, 19-שראשיתו בצרפת באמצע המאה ה, הזרם הריאליסטי בספרות

המציאות על מורכבויותיה והדינאמיות שלה באמצעות כתיבה שאיננה סובייקטיבית ואיננה מעמידה את

וברמת דיוק הדומה לזו של , מרוסן במרכזה כמו זו הרומנטית-האני הכותב או את עולם הרגש הבלתי

.הצילום

:טוען גם גלדוס שתכליתו של הרומאן הוא, ברוח זו

של , החולשות, התשוקות, של הטיפוסים האנושיים (reproducir) ליצור העתקושל הרוחני והגשמי מהם אנו , הפרצופים, הנפשות, והקטנים הדברים הגדולים

ת /המסמנ ,)lenguaje (הלשון/לשעתק את הדיבור; עשויים ואשר מקיפים אותנות המסמן א, את הבית, באופן הברור ביותר את ההשתייכות הגזעית של האדם

, וכל זאת; המשרטט את תויה החיצוניים של האישיות, ואת הלבוש, המשפחה .131מבלי לשכוח את הצורך שההעתק יהיה יפה לא פחות משיהיה מדויק

ניתן לראות ביצירתו של גלדוס חיפוש אחר סגנון ייחודי שיאפשר לתאר את המעמד הבינוני

את הסוגות הספרויות השונות , ברמה מסוימתלפחות, חיפוש זה מסביר. עשרה- בספרד של המאה התשע

.אליהן משתייכת כתיבתו לאורך חמישים השנים בהן יצר

קו פרשת מים 1881- שראה אור ב] המנושלת[ La desheredada מקובל לראות ברומאן

ובין , ואשר עוסקות בעיקר בהיסטוריה של ספרד, המבחין בין היצירות שקדמו לו, ביצירתו של גלדוס

וההתמודדויות של אנשים עם האתגרים והקשיים , יום-ואשר מתארות את חיי היום, ופיעו אחריואלה שה

. זמןה-בני

ונקרא למלא את ,פרז גלדוס זוכה להכרת האקדמיה המלכותית ללשון הספרדית, 1897בשנת

גדים נראה שמסע שניהלו נגדו המתנ, בספרות על אף שגלדוס היה מועמד לקבלת פרס נובל ."N"המושב

איבד גלדוס את ראייתו , במהלך שנותיו האחרונות.לעמדותיו הפוליטיות השמאליות סיכל את זכייתו

.בניטו פרז גלדוס נפטר במדריד, 1920 בינואר 4-ב. ונאלץ להכתיב את הרומאנים האחרונים שלו

). Real Academia Española(ת מתוך נאום הקבלה של גלדוס לשורות האקדמיה המלכותית הספרדי 131

(Madrid: Est. Tipográfico de la Viuda e Hijos de Manuel Tello, 1897)

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של על אף תרומתם של מחקרים אלה בהצבעה על נוכחות אלמנטים מיצירתו של סרוונטס בזו

טקסטואלי -המאפשרת לחקור את הדיאלוג הבין, הם נעדרים חשיבה תיאורטית שיטתית ומפורשת, גלדוס

. שבין יצירותיו של הראשון והטכניקות הנרטיביות בהן משתמש האחרון

היא בחינה של היחסים בין יצירותיו של בניטו פרז גלדוס ומיגל דה , אם כן, מטרת עבודה זו

ומתוך מגמה לנסח פואטיקה של , בקשר שבין עיצוב הדמויות אצל שני הסופריםתוך התמקדות, סרוונטס

אני מציעה ניתוח של התחבולות והאסטרטגיות הספרותיות , לשם כך. הדמות ביצירותיו של פרז גלדוס

ואני בודקת את האינטראקציה שבין ההיבטים הטקסטואליים , הנוגעות לעיצוב הדמויות אצל גלדוס

.יצוב הדמויותהשונים כחלק מע

גלדוס ויצירתו: רקע

נולד , 19-שנחשב לסופר הספרדי החשוב ביותר במאה ה, )Benito Pérez Galdós(בניטו פרז גלדוס

כבר בהיותו סטודנט , שם, עבר גלדוס למדריד לצורך לימודיו1862בשנת . באיים הקנאריים1843-ב

ים שבבירה והיה עד לאירועים ההיסטוריים חבר לחוגים האינטלקטואליים והאמנותי, צעיר למשפטים

, אירועים אלו עמדו במרכז כתיבתו העיתונאית. והפוליטיים המרכזיים שפקדו את ספרד של תקופתו

.ושימשו מקור השראה לרומאנים הראשונים שחיבר

.132 רומאנים שראו אור31, בין השאר, ויצירותיו כוללות, פרז גלדוס היה כותב פורה במיוחד

וחוקרים רבים מתייחסים אליו כמקבילם הספרדי של , חשב לכותב הריאליסטי המוביל בדורוהוא נ

עדיין זוכות , שזכו במהלך השנים לעיבודים קולנועיים רבים, יצירותיו. בלזק וטולסטוי, דיקנס

. לפופולאריות

תהליכי העבודה שלו מגיע מתכתובות והמידע שיש בידינו על, פרז גלדוס מעולם לא התייחס ליצירתו באופן ישיר 132

אנו יודעים שהיכרותו עם מנהגים יהודיים היתה , למשל, כך. ידידים ובני משפחה, אישיות שלו עם סופרים אחריםאחת . שהתגיירה (Morell) ה רות מורל'ומיחסיו עם השחקנית קונצ, תוצר של ידידותו עם משפחה יהודית מסלוניקי

היא איסוף את , שבאיים הקנאריים Las Palmas הנמצא בביתו של הסופר בעיר, פרז גלדוסממשימותיו של מוזיאון

Leopoldo או Emilia Pardo Bazán (1851-1921) כגון, התכתבויותיו של גלדוס עם סופרים וסופרות בני דורוAlas, המכונהClarín (1852-1901).

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תקציר

ת מיצירתו של מיגל דה הסוגיה העומדת במרכז עבודת הדוקטור שלי היא נוכחותן של דמויות הלקוחו

טקסטואליים בין -והיחסים הבין ,)1843-1920(ברומאנים של בניטו פרז גלדוס ) 1547-1616(סרוונטס

באמצעותם אני מבקשת להתחקות אחר הפואטיקה של הדמות ביצירתו של , יצירותיהם של שני הסופרים

.גלדוס

דיאלוג בין גלדוס וסרוונטס נגעו עיקר ההתייחסויות במחקר ל, ועד לעת האחרונה70- משנות ה

או למשמעויות הסמליות והאלגוריות , לסוגיות חברתיות או פסיכולוגיות העולות מן היחס בין השניים

, כל זאת מבלי להידרש לסוגיית התחבולות הספרותיות, ששמות הדמויות או כינוייהן מגלמים בחובם

.ל גלדוסהאסטרטגיות הנרטיביות או לעיצוב הדמויות בסיפורת ש

Rubén Benítez ,שספרו Cervantes en Galdós נחשב לאחת העבודות 1990-מ

מראה את נטייתו של גלדוס , טקסטואליים בין סרוונטס וגלדוס-הראשונות שהתמקדו בקשרים הבין

המתמקדות בחשיפת אלמנטים מיסטיים ומשמעויות נסתרות שניתן ,דון קיחוטה לפרשנויות אזוטוריות של

עומד על היעדרם של כלים Benítez ,בנוסף. בין השורות של יצירת המופת של סרוונטסלקרוא

תיאורטיים שיאפשרו מחקר שיטתי ומפורט של הטכניקות הנרטיביות של גלדוס ועיצוב הדמויות ביצירתו

.טקסטואליים שזו מכוננת עם יצירתו של סרוונטס-לאור הקשרים הבין

דון ם עיסוק בקשרים שבין שני הסופרים נוטים להתמקד במחקרים מאוחרים יותר שיש בה

כמודלים שבהשראתם עוצבו , ו פנסה ודולסינאה'סנצ, ובייחוד בדמויותיהם של דון קיחוטה, קיחוטה

אותם חוקרים מצביעים על השימוש הדומה שעושים סרוונטס וגלדוס באירוניה . דמויותיו של גלדוס

-הפוליטי והכלכלי בספרד של המאות השבע, התרבותי, החברתיובאלגוריה ככלים לביקורת על המצב

לרוב תוך הדגשת הפוטנציאל הפדגוגי שביצירותיהם של שני הסופרים , עשרה בהתאמה-עשרה והתשע

.ויצירות המופת שלה, תולדותיה, להכרת ספרד

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עבודה זו נעשתה בהדרכתם של

רות פיין' פרופ

יה'ר מריו מורג"וד

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הפואטיקה של הדמות בסיפורת של גלדוס והיחסים "

"האינטרטקסטואליים בינה לבין יצירתו של סרוונטס

חיבור לשם קבלת תואר דוקטור לפילוסופיה

מאת רוסה בוראקוף

הוגש לסינט האוניברסיטה העברית בירושלים

2013אוגוסט

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של גלדוס והיחסים הפואטיקה של הדמות בסיפורת"

"האינטרטקסטואליים בינה לבין יצירתו של סרוונטס

חיבור לשם קבלת תואר דוקטור לפילוסופיה

מאת רוסה בוראקוף

הוגש לסינט האוניברסיטה העברית בירושלים

2013אוגוסט