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1La Misión Hoy Conferencia al Capítulo General de las Hermanas Carmelitas Misioneras (CM) 31 de Agosto de 2012 Roma, Italia Antonio M. Pernia, SVD Roma En primer lugar, me gustaría agradecerles a todas ustedes la invitación que me habían hecho para hablar en su Capítulo General. Sé que un Capítulo General es un importante acontecimiento en la vida de una congregación, y por eso considero un privilegio participar en este evento lleno de la gracia de Dios, aunque sólo sea a través de esta sencilla reflexión de esta mañana. Me habían pedido que hablara sobre los desafíos y oportunidades que la realidad de hoy ofrece a la Iglesia. Me tomo la libertad de modificar el tema y pasar a enfocarlo sobre el tema de la misión. Porque, como el Vaticano II nos dice, “La Iglesia es misionera por su misma naturaleza” (AG 2). O, como dijo una vez un teólogo: “La Iglesia existe por la misión, al igual que el fuego existe al arder”. 1 Así, hablar sobre los desafíos y oportunidades para la Iglesia hoy significa necesariamente hablar sobre los desafíos y oportunidades para la misión. Por tanto, contando con su indulgencia, permítanme hablar sobre el tema de la Misión de la Iglesia Hoy. Divido esta charla en dos partes. En la primera parte, me gustaría hablar sobre los cambios en la misión de hoy, y después, en la segunda parte, me gustaría presentar algunas de las implicaciones de esos cambios para la misión hoy. 1. Dos cambios en la misión hoy Al hablar de “Misión Hoy”, uno no puede pasar por alto los importantes cambios que han tenido lugar en nuestra

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La Misin Hoy: Captulo General CM / p. 11

La Misin Hoy

Conferencia al Captulo General de las Hermanas Carmelitas Misioneras (CM)

31 de Agosto de 2012

Roma, Italia

Antonio M. Pernia, SVD

Roma

En primer lugar, me gustara agradecerles a todas ustedes la invitacin que me haban hecho para hablar en su Captulo General. S que un Captulo General es un importante acontecimiento en la vida de una congregacin, y por eso considero un privilegio participar en este evento lleno de la gracia de Dios, aunque slo sea a travs de esta sencilla reflexin de esta maana.

Me haban pedido que hablara sobre los desafos y oportunidades que la realidad de hoy ofrece a la Iglesia. Me tomo la libertad de modificar el tema y pasar a enfocarlo sobre el tema de la misin. Porque, como el Vaticano II nos dice, La Iglesia es misionera por su misma naturaleza (AG 2). O, como dijo una vez un telogo: La Iglesia existe por la misin, al igual que el fuego existe al arder.[endnoteRef:1] As, hablar sobre los desafos y oportunidades para la Iglesia hoy significa necesariamente hablar sobre los desafos y oportunidades para la misin. Por tanto, contando con su indulgencia, permtanme hablar sobre el tema de la Misin de la Iglesia Hoy. [1: 1. Emil Brunner, The Word in the World (London: SCM Press, 1931), p. 11, como viene citado en Stephen Bevans y Roger Schroeder, Una teologa para la mission hoy: Constantes en Contexto (EVD 2009), p. 8.]

Divido esta charla en dos partes. En la primera parte, me gustara hablar sobre los cambios en la misin de hoy, y despus, en la segunda parte, me gustara presentar algunas de las implicaciones de esos cambios para la misin hoy.

1. Dos cambios en la misin hoy

Al hablar de Misin Hoy, uno no puede pasar por alto los importantes cambios que han tenido lugar en nuestra comprensin y prctica de la misin. De los muchos cambios que se han producido, quiero destacar dos muy importantes: El cambio en el concepto de misin y el cambio en la situacin de la misin hoy. Por lo tanto, (1) un cambio de paradigma y (2) un cambio de situacin.

1.1. El cambio de paradigma: De la conquista al dilogo.

Los telogos de la misin de hoy hablan de un cambio de paradigma en la teologa de la misin.[endnoteRef:2] Hay varias formas de describir este cambio en el paradigma de la misin. Algunos dicen que es un cambio de un entendimiento de la misin centrado en la Iglesia a uno centrado en el Reino.[endnoteRef:3] Otros dicen que es un cambio de la misin como conquista a la misin como dilogo.[endnoteRef:4] De cualquier forma que queramos describirlo, el cambio de paradigma de la misin entraa un cambio de entendimiento del origen de la misin, del objetivo de la misin y de la forma de la misin. [2: . En su obra monumental Transforming Mission, David Bosch presenta varios cambios de paradigma en la teologa de la misin en las diferentes pocas del Cristianismo: Modelos de Misin del NT, Paradigmas histricos de la Misin, Un paradigma postmoderno de la Misin. Yo he tomado slo el ltimo cambio de paradigma, y slo desde el punto de vista de la misionologa catlica.] [3: . Por ejemplo, Michael Amaladoss, Nuevas Imgenes de la Misin, Promotio Justitiae 94 (Secretariado Jesuita para la Justicia Social), 2007/1, pp. 21-22; New Faces of Mission, UISG Bulletin 99 (1995), Roma.] [4: . Por ejemplo, Edmund Chia: Misin, dilogo y congregaciones misioneras, en el Boletn SEDOS 34, n 2 (Febrero 2002), pp. 52-53. Por ejemplo, Edmund Chia, Mission, Dialogue and Missionary Congregations, in SEDOS Bulletin 34, No. 2 (February 2002), pp. 52-53.]

1.1.1. El Origen de la Misin: De Missio Ecclesiae a Missio Dei.

El cambio ms bsico en nuestro entendimiento de la misin se refiere a la cuestin sobre el origen del la misin, esto es, que el origen o fuente de la misin no es la Iglesia, sino el mismo Dios-Trinidad. Esta idea viene del mismo Vaticano II. El documento sobre la actividad misionera de la Iglesia, Ad Gentes, hace remontar el origen de la misin de la Iglesia al Padre que enva al Hijo y al Espritu Santo para establecer el plan de salvacin universal de Dios (AG 1-2, 9).

sta idea del Vaticano II evoca la nocin de Missio Dei de la teologa protestante, en la cual, la misin es entendida como proveniente de la misma naturaleza de Dios.[endnoteRef:5] La misin no es primariamente una actividad de la Iglesia, sino un atributo de Dios. Como Dios-Trinidad, Dios es un Dios misionero, y la misin es vista como un volcarse de Dios hacia el mundo. La Iglesia es vista como instrumento de esta misin. As, hay Iglesia porque hay misin, y no al contrario. O dicho de otra manera, no es la Iglesia de Cristo la que tiene una misin, sino la Misin de Cristo la que tiene una Iglesia.[endnoteRef:6] [5: . Cf. David Bosch, Transforming Mission, pp. 389-393. Como un concepto moderno misionolgico Missio Dei puede rastrearse en el trabajo de Karl Barth en los aos 1930. Primero fue presentado en la Conferencia Misionera Internacional de Wellingen en 1952 por K. Hartenstein, director de la Misin de Basilea. Sin embargo, la Missio Dei, no se impuso en el pensamiento misionolgico hasta los aos 90, quiz a causa de una cierta pasividad con la cual se asoci en algunos crculos, esto es, si la misin es trabajo de Dios, entonces quiz es mejor dejrsela a Dios sin nuestra interferencia. De hecho, algunos vieron en ello una tendencia a excluir el compromiso de la Iglesia en la misin. Sin embargo, en los aos 1990 fue vista cada vez ms como una expresin de la espiritualidad de la misin, es decir, que aquellos que trabajan en la misin deben adecuarse al ministerio y a la misin de Jess. Cf. tambin Theo Sundermeier, Theology of Mission en Dictionary of Mission: Theology, History, Perspectives (ed. Karl Muller, et al., Maryknoll: Orbis, 1998), p. 434.] [6: . Cf. Adrian Hastings, Mission en Encyclopedia of Theology: A Concise Sacramentum Mundi, NY: Crossroad, 1975, pp. 967-969. Cf. tambin Stephen Bevans y Roger Schroeder, Constants in Context: A Theology of Mission for Today, NY: Orbis, 2004, p. 8.]

La teologa que subyace a todo esto es la visin del Dios-Trinidad como comunin y comunicacin, interaccin y dilogo, entre el Padre, el Hijo y el Espritu Santo. Y esta comunicacin interior o dilogo se desborda (o mejor an, abarca) a la creacin entera y a la historia. La misin, por tanto, es el permanente dilogo del Dios-Trinidad con el mundo y con la humanidad, un dilogo que invita y conduce a la humanidad a la total comunin con la Comunidad Divina. As, no existe la misin porque nos lo manda la Iglesia, sino por el hecho de que Dios es Trinidad.

1.1.2. El objetivo de la misin: De la Iglesia al Reino

El Segundo cambio en nuestro entendimiento de la misin emana del primero, esto es, que el objetivo de la misin no es la Iglesia, sino el plan de salvacin universal de Dios. El entendimiento trinitario de la misin agranda el objetivo de la misin. Su objetivo no ser ya la extensin de la Iglesia visible en los lugares donde todava no est presente, sino la realizacin de la misin de Dios o del plan salvfico de Dios como tal. Este plan salvfico es universal y abarca a toda la raza humana y a toda la creacin.

San Pablo habla de ello en trminos de unir todas las cosas del cielo y de la tierra en Cristo (Ef 1, 10) o reconciliar todas las cosas en Cristo (Col 1, 20). El libro del Apocalipsis habla del surgimiento de un cielo nuevo y una tierra nueva (Ap 21, 1ss). Jess lo proclama como la llegada del Reino de Dios. La imagen del Reino de Dios en la predicacin de Jess es su visin del plan de Dios para un mundo de justicia, libertad, fraternidad y amor, que requiere tanto la conversin personal como la transformacin social.

El texto bblico que presenta esto de manera ms clara es Lc 4, 16-19, que narra el discurso programtico de Jess en la sinagoga de Nazaret al comienzo de su ministerio pblico. Aplicndose a s mismo y a su ministerio la profeca de Isaas (Is 61, 1ss), Jess seala los rasgos de su ministerio: llevar la nueva noticia a los pobres, liberacin a los cautivos, vista a los ciegos y libertad a los oprimidos. El objetivo de la proclamacin de la buena nueva es la liberacin. Al final del captulo 4 de Lucas, Jess es presentado dicindole a la gente: Tambin debo proclamar la buena nueva del Reino de Dios a las otras ciudades, porque para esto he sido enviado (Lc 4, 43). Para algunos misionlogos, este texto de Lucas, por razones prcticas, ha reemplazado al Gran Mandato de Mateo (Mt 28, 16-30) como el texto clave para entender no slo la misin de Jess, sino tambin la misin de la Iglesia.[endnoteRef:7] [7: . Cf. David Bosch, Transforming Mission, p. 84. ]

1.1.3. La forma de la misin: De la conquista al dilogo.

El tercer cambio en nuestro entendimiento de la misin tiene que ver con la forma de la misin o el modo en que hacemos la misin. Durante la poca de la colonizacin, la misin se llevaba a cabo en forma de conquista. En aquellos das, los misioneros a menudo llegaban a la zaga de los colonizadores.[endnoteRef:8] Los colonizadores y los frailes se apoyaban mutuamente (uno con la espada en la mano y el otro con la cruz) para evangelizar a los nativos, pero tambin para someterlos a un dominio extranjero. Esta forma de hacer misin elaborada por la teologa medieval mantena que la Iglesia era el nico bastin de la verdad. Las otras religiones eran vistas como errores e incluso como demonacas. Y la Iglesia crea que era su obligacin moral conquistar, dominar y reemplazar esas religiones. [8: . Esta fue la poca de casamiento entre la Iglesia y el estado, cuando el trabajo misionero de la Iglesia fue emprendido bajo el patrocinio de los reyes y emperadores, e.g., el Patronato Real.]

Al ver la misin como Missio Dei podemos reconocer que Dios ha estado en dilogo con todos los pueblos desde el principio. Por lo tanto, otras religiones y otras tradiciones culturales contienen semillas de la Palabra (AG 11) o rayos de la Verdad (NA 2). No son totalmente malas o completamente errneas. As el Vaticano II introdujo el tema del dilogo. El dilogo, por supuesto, presupone un cierto respeto y deferencia por los interlocutores en el dilogo. Porque nadie entabla un dilogo con otro al que considera inferior o indigno. As, los documentos del Vaticano II declaran que la Iglesia no rechaza nada de lo que es verdadero y santo de las otras religiones, y urge a los catlicos a entrar con prudencia y caridad en dilogo y colaboracin con los miembros de otras religiones.[endnoteRef:9] [9: . Por ejemplo, Nostra Aetate, 2; Ad Gentes, 11, 12.]

Los documentos post conciliares subrayan esta idea de forma an ms fuerte. Por ejemplo, un documento de 1984 del Consejo Pontificio para el Dilogo Interreligioso[endnoteRef:10] declara que el dilogo es la norma y la manera necesaria de cualquier forma y aspecto de la misin cristiana. En otras palabras, el dilogo ya no es simplemente una opcin libre de hacer. El dilogo es ahora un imperativo misionolgico. Otros documentos post conciliares dicen lo mismo, como la primera encclica del Papa Pablo IV, Eccesiam Suam (72) y la encclica sobre la misin de Juan Pablo II, Redemptoris Missio (57).[endnoteRef:11] [10: . Cf. Consejo Pontificio para el Dilogo Interreligioso, La actitud de la Iglesia hacia los seguidores de otras religiones, 1984.] [11: . Pablo VI, Eccesiam Suam, 72: Dios mismo tom la iniciativa en el dilogo de salvacin. El nos am primero. Nosotros, por tanto, debemos ser los primeros en pedir un dilogo con los hombres, sin esperar a que los otros nos llamen a l. Juan Pablo II, Redemptoris Missio, 57: Cada miembro de los fieles y todas las comunidades cristianas estn llamadas a practicar el dilogo, aunque no siempre en el mismo grado o de la misma forma.]

1.2. El cambio de situacin: De Missio Ad Gentes a Missio Inter Gentes.

Desde los tiempos de la Iglesia primitiva existe una clara distincin y demarcacin entre gentes (ethne) y populus Dei (laos tou theou). Es decir, la distincin entre el pueblo elegido de Dios y las naciones, los judos y los gentiles, los circuncisos y los incircuncisos, los creyentes y los paganos. De hecho, esta distincin se volvi base de la separacin de tareas entre Pedro y Pablo. As dijo Pablo en su carta a los Glatas: ... me haba sido confiada la evangelizacin de los incircuncisos, al igual que a Pedro la de los circuncisos, pues el que actu en Pedro para hacer de l un apstol de los circuncisos, actu tambin en m para hacerme apstol de los gentiles (Gal 2, 7-8).

Junto a esa distincin exista la otra distincin, entre el centro de la fe y la periferia infiel, la distincin entre dentro y fuera. En la Iglesia primitiva, el centro de la fe era Jerusaln y las naciones circundantes eran la periferia infiel. En la historia de la Iglesia, la Europa cristiana era el centro de la fe y el resto del mundo pas a ser la periferia donde exista incredulidad. En el contexto de esta doble distincin, la missio ad gentes tena que ser necesariamente una missio ad extra. La misin consista en salir fuera (ad extra) hacia las naciones paganas (ad gentes). La misin consista en un movimiento unilateral desde el centro a la periferia. Durante gran parte de la historia posterior de la Iglesia fue principalmente de un movimiento del Norte al Sur y del Oeste al Este. Se utilizaban expresiones como pases que envan misioneros y pases que reciben misioneros. O bien expresiones como Iglesias misioneras e Iglesias de misin.

1.2.1. Circunstancias cambiadas.

Dos recientes acontecimientos uno en la Iglesia y otro en el mundo han cambiado la situacin descrita anteriormente.

(1) Misioneros provenientes del sur.

El primer acontecimiento tiene que ver con los misioneros originarios del sur del mundo. Europa ya no es la nica o principal cuna de los misioneros. Esto tiene que ver con la drstica disminucin de las vocaciones religiosas y sacerdotales en Europa y en el resto del llamado Norte Global. Por eso, hoy da estamos presenciando el surgimiento de vocaciones misioneras que provienen del Sur Global (Asia, frica, y Amrica Latina). Esto, a su vez, tiene relacin con el crecimiento de vocaciones y la madurez de las que antiguamente se llamaban Iglesias de misin o Iglesias de los pases receptores de misioneros. No se trata solamente de una cuestin de misin a la inversa, en la que los misioneros de los antiguos territorios de misin van como misioneros a Europa o a Amrica del Norte, puesto que los misioneros del sur tambin son enviados a Asia, frica y Latinoamrica. Por tanto, hoy da no hablamos solamente de la misin de sur a norte sino tambin de la misin de sur a sur, a diferencia de la situacin anterior, en la cual la misin era generalmente un fenmeno que iba de norte a sur.

No tengo estadsticas y cifras concretas al respecto. Pero si nuestra congregacin (SVD), sirviera de indicador, ahora tenemos unos 600 misioneros asiticos que trabajan fuera de sus propios pases en Europa, Estados Unidos, Amrica Latina, frica y en otras partes de Asia. Igualmente, aunque en escala menor, tenemos unos 50 misioneros africanos que trabajan fuera del frica, y tambin unos 50 misioneros verbitas latinoamericanos que trabajan fuera de Amrica Latina. Esto significara unos 700 misioneros del sur slo de una congregacin misionera[endnoteRef:12]. [12: . Cf. tambin Rose Nkechi Uchem, Shifting Perceptions of Mission, SEDOS Bulletin 41/11-12, November-December 2009, pp. 261-270.]

(2) La multiculturalidad.

Otro acontecimiento es la creciente multiculturalidad de muchas de las ciudades y pases del mundo. Debido al fenmeno de desplazamiento de masas (ya sea debido a la emigracin internacional o por la bsqueda de refugio), la sociedad se est volviendo cada vez ms pluricultural. En los inicios del milenio se estimaba que haba en el mundo 150 millones de emigrantes (es decir, una de cada 50 personas)[endnoteRef:13]. Tambin se estimaba que haba 50 millones de refugiados o emigrantes forzados (es decir, una de cada 120 personas)[endnoteRef:14]. Aunque la emigracin es un fenmeno que ha existido siempre, la naturaleza global de la emigracin en nuestra poca es lo que le da una prominencia particular. Hoy da hay una mayor cantidad de gente que emigra voluntariamente o que es forzada a emigrar, y se traslada a un mayor nmero de pases. Los emigrantes provienen de todas las partes del mundo y viajan a todas las partes del mundo. Como resultado de esto, personas de diferentes culturas entran en contacto cercano y a menudo se ven obligadas a vivir juntos unos con otros. Muchas de las ciudades del mundo actual estn habitadas por grupos de marcada diversidad cultural. Muchas veces la diversidad de culturas significa tambin diversidad de religiones. Este desplazamiento de masas est cambiando radicalmente el rostro de nuestras ciudades. [13: . Cf. IOM (International Organization for Migration), Global Migration Trends: An Era of International Migration IOM Publications, Geneva, (http://www.iom.int).] [14: . Cf. Michael Blume, Il Fenomeno Globale Dellimmigrazione, Pontificio Consiglio della Pastorale dei Migranti e degli Itineranti, Citt del Vaticano, 29 maggio 2000.]

1.2.2. Missio Inter Gentes.

Queda claro, entonces, que hoy la missio ad gentes no puede identificarse exclusivamente con la missio ad extra. Las gentes no son slo aquellos que estn fuera, las gentes estn tambin aqu entre nosotros y a nuestro alrededor. Puede que sea la familia que vive al lado, la persona que se sienta a mi lado en el autobs, el joven que viene a reparar mi televisor o la seora a la que compro las verduras en el mercado.

Hoy necesitamos entender la missio ad gentes tambin como missio inter gentes.[endnoteRef:15] La missio inter gentes puede enriquecer nuestra comprensin de la misin hoy, siempre que no la veamos como una sustitucin, sino como un complemento a la missio ad gentes. Tres matices de la missio INTER gentes pueden ayudarnos especialmente a ampliar nuestro concepto de la misin hoy. [15: . Se debera decir que mientras la missio inter gentes es una posibilidad distinta in nuestros pases de origen, esto no elimina la necesidad de la missio ad extra. De hecho, los tradicionales territorios de misin continan necesitando el testimonio de los misioneros cros-culturales desde fuera. Es ms, la missio ad extra es esencial si la missio inter gentes en casa se convierte en un compromiso serio. Primero, missio ad extra provee al misionero la experiencia de ser minoridad en una tierra extranjera. Por lo general, esto le permite al misionero ver cmo la misin necesita ser dilogo inter gentes y no solo proclamacin ad gentes. Esto tambin har que el misionero entienda por qu la humildad, la impotencia, el respeto y la solidaridad son requisitos de la misin. Segundo, missio ad extra tambin permite al misionero de exponerse a las culturas y religiones de los migrantes que vienen a nuestros pases. Esto ofrece al misionero la oportunidad de estudiar y comprender verdaderamente las culturas y las religiones de esta gente. Dicha experiencia eventualmente beneficiar la missio inter gentes en casa. ]

(1) Misin como Dilogo CON la gente. As como ad gentes subraya la necesidad de la proclamacin, inter gentes acenta la indispensabilidad del dilogo en la misin. As como la proclamacin directa del Evangelio sigue siendo una exigencia permanente en la misin, el dilogo tambin se ha convertido en un imperativo misionolgico. Como hemos visto anteriormente, el documento del Consejo Pontificio para el Dilogo Interreligioso de 1984 dice: El Dilogo es la norma y la manera necesaria de cada forma y de cada aspecto de la misin cristiana. En otras palabras, el dilogo ya no es slo una opcin libre que se puede hacer o no hacer, ahora es un imperativo de la misin. El Papa Juan Pablo II, en la Redemptoris Missio, lo dice de la siguiente manera: Todos los fieles y todas las comunidades cristianas estn llamados a practicar el dilogo, aunque no siempre en el mismo grado o de la misma manera (RM 57).

(2) Misin como encuentro ENTRE las gentes. As como ad gentes recalca la idea de un grupo especializado de personas (misioneros, religiosos, sacerdotes) que son enviadas en misin a otras personas, inter gentes evoca la nocin de la misin que ocurre en el encuentro entre comunidades enteras o grupos de personas. Podemos pensar, por ejemplo, en el dilogo de vida entre los miembros de una parroquia catlica y los de una comunidad musulmana local, o entre los estudiantes de una escuela catlica y los de una escuela no cristiana. Tambin podemos pensar en el testimonio que dan los emigrantes catlicos en un pas musulmn de Oriente Medio, o en el testimonio de las emigrantes catlicas que son empleadas domsticas en las casas de la secularizada Europa. Los documentos de la Iglesia no se cansan de repetir que la misin no es slo una prerrogativa de individuos especializados en la Iglesia, sino un deber de todo el Pueblo de Dios.

(3) Misin como encuentro de un hogar EN MEDIO DE la gente. As como ad gentes acenta la naturaleza transcultural de la misin y evoca la imagen de los misioneros/as que son enviados a otras gentes, inter gentes enfatiza el hecho de que son enviados para establecerse y encontrar un nuevo hogar en medio de la gente. La misin no quiere ser un lugar temporal de trabajo, sino un hogar permanente en medio de una nueva gente. Esto es parte del objetivo de la inculturacin y la adaptacin cultural. Es parte de la lgica de la encarnacin. Tal como el Verbo Divino puso su tienda en medio de nosotros, tambin se espera que el misionero/a ponga su tienda en medio de las gentes a quienes l o ella es enviado/a. Esto ha sido el modo de hacer misin de los misioneros/as en el pasado. Un ejemplo es el primer misionero a China de nuestra congregacin, el San Jos Freinademetz, que luch para hacerse un chino en medio de los chinos. Slo cuando logre transformarse a s mismo para hacerse uno con la gente, el misionero/a ser capaz de transformar a la gente para hacerla seguidora del Evangelio de Jess.

As, Missio INTER Gentes enriquece nuestra comprensin de la misin misin como dilogo CON la gente, misin como encuentro ENTRE las gentes y misin como encuentro de un hogar EN MEDIO DE la gente.

2. Implicaciones para la misin hoy

Permtanme pasar ahora a la segunda parte de esta charla, es decir, a las consecuencias para la misin hoy de los anteriormente mencionados cambio de paradigma y cambio de situacin.

2.1. La tarea de promover una Iglesia multicultural.

La primera consecuencia que emana del cambio de situacin descrita anteriormente, es que la nocin de missio inter gentes implica principalmente la tarea de construir o promover una iglesia autnticamente multicultural, es decir, una iglesia que sea caracterizada por tres cosas: (1) la iglesia como hogar de gente de diferentes culturas, (2) la iglesia como un instrumento de dilogo intercultural, y (3) la iglesia como un signo de la inclusividad total del Reinado de Dios. Una palabra sobre cada una de estas ideas.

2.1.1. Hogar de personas de culturas diversas.

A los ojos de extranjeros y forasteros, una Iglesia multicultural no aparece slo como una comunidad ms tolerante, sino como una comunidad mucho ms acogedora. Tres son, sobre todo, los elementos esenciales[endnoteRef:16] para que se d esa condicin acogedora: una Iglesia que respalda el reconocimiento de las otras culturas (es decir: que admite, por ejemplo, que la cultura de los inmigrantes sea tambin visible en la comunidad), una Iglesia que alienta el respeto por la diversidad cultural (es decir: se opone a cualquier intento de someter a las minoras culturales a la cultura dominante), y una Iglesia que promueve una saludable relacin de interaccin entre las culturas (es decir, que trata de crear un clima en el que todas las culturas tengan la posibilidad de enriquecerse mutuamente). Una comunidad que se distinga por estos rasgos resultara atrayente para personas de muy diversas procedencias, que podran sentirse realmente integradas en ella. [16: . Cf. Robert Schreiter, Ministry for a Multicultural Church, (http://www. sedos.org, Articles in English).]

2.1.2. Instrumento de dilogo intercultural.

Una Iglesia realmente multicultural, sin embargo, no puede limitarse a cuidar de aquellos que pertenecen a la comunidad, es decir, de los inmigrantes, extranjeros o forasteros que son catlicos o cristianos. Una Iglesia autnticamente multicultural tiene que mirar ms all de s misma y dirigirse a los emigrantes no-cristianos, a los refugiados y desplazados, constituyendo un instrumento de dilogo intercultural en la sociedad. Hace falta trabajar para crear en la gran comunidad humana las condiciones que permitiran hacer reales los elementos sealados anteriormente: el reconocimiento de las culturas, el respeto a la diversidad cultural, y la existencia de una saludable relacin entre las culturas. Esto supondr la promocin permanente de un dilogo autntico entre personas de culturas diferentes.

2.1.3. Signo de la universalidad del Reino de Dios.

Una Iglesia que alimente la autntica interculturalidad hacia dentro (ad intra) y que promueva el dilogo intercultural hacia fuera (ad extra) ser un signo creble de la apertura del Reino de Dios a personas de todas las culturas y naciones. Ser testimonio de la universalidad y de la apertura a la diversidad del Reino. En esta poca de globalizacin, un testimonio as es especialmente necesario, ya que la globalizacin tiende, por un lado, a excluir y marginar a los pobres y los dbiles, y, por otro, a crear una uniformidad que erradica las diferencias.[endnoteRef:17] Una Iglesia multicultural ser un signo de que el Reino incluye a todos y no excluye a nadie, y de que en l no hay ni extranjeros ni forasteros, slo hermanos y hermanas. Ser la imagen de la convocacin de todos los pueblos a la que aludi el Profeta Isaas: As dice el Seor: Yo vengo a reunir a todas las naciones y lenguas; vendrn y vern mi gloria (Is 66, 18). [17: . Cf. SVD, Declaracin del XV. Captulo General, En Dilogo con el Verbo, No. 1, Sept 2000, nos. 48-51.]

2.2. Las conversiones necesarias en la misin hoy.

Otra implicacin, que emana del cambio de paradigma descrito anteriormente, es que el concepto de Missio Dei implica algunas conversiones fundamentales en nuestra manera de hacer la misin hoy. Para m, cuatro conversiones son necesarias: (1) del activismo a la contemplacin, (2) del individualismo a la colaboracin, (3) de la superioridad a la humildad, y (4) de slo evangelizar a tambin ser evangelizados. Unas palabras para cada una de estas cuatro conversiones.

2.2.1. Del activismo a la contemplacin.

La primera conversin es del activismo a la contemplacin. Muchas veces somos muy Pelagianos/as[endnoteRef:18] en nuestra misin. Actuamos como si la misin dependiera ms de nuestros esfuerzos que de la gracia de Dios. Y por ello, a menudo caemos en el peligro del activismo lo que es, pensar que la mejor forma de hacer misin es ser eficientes en lo que hacemos. De esta forma trabajamos, y trabajamos y trabajamos, y ponemos nuestra atencin casi exclusivamente en la eficiencia de lo que hacemos, y no tenemos tiempo de prestar atencin a la calidad de nuestras vidas y la credibilidad de nuestro testimonio personal. Este es el peligro de comportarnos como si todo lo que importara en la misin es lo que hacemos y de esta forma, descuidamos la atencin de quienes somos. [18: . Me refiero a la famosa controversia en la historia de la Iglesia entre San Agustn que destac la primaca de la gracia y Pelagio, que, por el contrario, hizo hincapi en la primaca del esfuerzo humano en la relacin del ser humano con Dios.]

Ver la misin como Missio Dei, nos hace darnos cuenta que nuestra participacin en la misin es fundamentalmente un encuentro con el misterio el misterio del Dios Trinitario quien llama a toda la humanidad a participar en su vida y gloria, el misterio del plan salvfico de Dios para el mundo, el misterio de la presencia y accin de Cristo y del Espritu en el mundo. As, el primer desafo en la misin es buscar, discernir y fortalecer la presencia de Cristo y la accin del Espritu en el mundo. Pero ser imposible discernir, si nosotros no nos aproximamos a la misin en contemplacin. Porque contemplar es precisamente observar, escuchar, aprender, discernir, responder, colaborar.

El misionero/a, entonces, evangeliza no principalmente al hacer cosas para la gente, sino siendo con ellos y capacitndolos a que hagan las cosas por s mismos. El mtodo misional del misionero/a estar marcado no por una actividad frentica, sino por una presencia contemplativa entre el pueblo de Dios. El misionero/a no se sentir tentado a tratar de encontrar una explicacin convincente para el misterio de Dios, sino ms bien a tratar de conducir a la gente a este mismo misterio por medio de signos y smbolos en un dilogo respetuoso. El o ella dar prioridad a ser misioneros/as por sobre el hacer cosas misioneras.

As, una expectativa de los misioneros/as hoy es el desarrollo de un espritu contemplativo en la misin. Tenemos que abandonar la idea de que la contemplacin es lo opuesto a la misin. Necesitamos, ms bien, promover la idea de que la contemplacin es una dimensin constitutiva de la misin. De hecho, los expertos nos dicen que la contemplacin implica no solamente un momento ascendente de oracin, meditacin, y adoracin, sino tambin un momento descendente de mirar fijamente al mundo con los ojos de Dios. El momento ascendente de aprender a mirar a Dios conduce al momento descendente de aprender cmo mirar al mundo con los ojos de Dios. Pues slo desde la perspectiva del mundo ms grande de Dios vemos lo necesitado que est el mundo de redencin, de liberacin y de salvacin. Slo desde la perspectiva del mundo ms grande de Dios veremos cunto sufre mundo, cunta gente tiene hambre y cuntos nios mueren antes de su tiempo. Slo desde esta perspectiva podremos ver lo mucho que el mundo necesita de la misin.

Cmo sera diferente nuestro mundo si aprendiramos a ver el mundo con los ojos de Dios. Con la mirada de los ojos de Dios, los enemigos se haran amigos, los muros de separacin se convertiran en puertas abiertas, los forasteros seran hermanos o hermanas, las fronteras se trasformaran en puentes, la diversidad no conducira a las diferencias, sino a la unidad. De hecho, slo si la gente aprende a ver el mundo con los ojos de Dios nuestra misin podr realmente dar fruto.

2.2.2. Del individualismo a la colaboracin.

Una segunda conversin es, del individualismo a la colaboracin y trabajo de equipo. A menudo pensamos que somos los nicos llamados a la misin tanto en sentido individual como en el de la Congregacin. Una descripcin que hace tiempo caracteriza a un/a misionero/a es de un fuerte individualismo. Esta descripcin tiene que ver con la nocin del misionero/a como misionero/a de campo que sin ayuda de nadie intenta crear una comunidad cristiana en medio de un ambiente hostil.

Suele decirse en broma que el SVD ms feliz es un prroco en una isla en el Caribe. Este verbita, despus de despertarse por la maana, se habitu a salir de casa y ponerse en el camino que pasaba por delante, y que era el nico camino de la isla. Miraba al Norte y no vea ningn SVD; miraba al Sur y no vea ningn SVD; miraba al Este, y no vea ningn SVD; miraba al Oeste, y no vea ningn SVD. Entonces se arrodillaba y le agradeca a Dios por ser el nico SVD en la isla.

De hecho, con frecuencia, hacemos nuestro trabajo, y lo hacemos bien, pero es nuestro trabajo y de nadie ms. La presencia de otro misionero/a es slo una molestia o un estorbo a lo que hacemos. Esto lo podemos referir al individuo, Ej. No necesito ningn otro cohermano, ningn asistente, ningn compaero. Pero tambin se puede referir a la Congregacin, Ej. Hacemos nuestro trabajo por nosotros mismos. No necesitamos a otros misioneros. Que los otros encuentren su propio trabajo. Nosotros ya tenemos lo nuestro y no necesitamos de colaboradores.

Otra forma de individualismo es la tendencia a asumir proyectos personales sin el respeto a los proyectos totales de la provincia, o a su declaracin de misin, y sin la consulta con el provincial y su consejo. Cuando hay demasiados de estos proyectos personales en una provincia o regin, sucede una cierta dispersin y carencia de cohesin. Entonces el sentido de provincia o el sentimiento de ser una provincia comienza a desaparecer. Y cuando el cohermano/a se retira o muere, a menudo estos proyectos se convierten en una carga para la Provincia debido a la carencia de personal y de recursos financieros para asegurar su continuacin.

Ver la misin como Missio Dei, nos hace darnos cuenta que nuestra vocacin a la misin es realmente una llamada a participar de la Misin de Dios, lo que implica una llamada a colaborar con Dios primero que todo, y con todos los dems que han recibido el mismo llamado. Missio Dei implica que la misin es ms grande de lo que cada individuo o cada congregacin puede hacer. Es inclusive ms grande de lo que todos nosotros juntos podemos hacer. Colaboracin, por lo tanto, no es slo una estrategia para la misin. Colaboramos, no slo porque queremos ser ms efectivos/as en la misin. Colaboracin, en realidad, es una caracterstica esencial de la misin. Colaboracin es una afirmacin acerca de la naturaleza de la misin. Al colaborar, estamos diciendo en realidad, que la misin es de Dios en primer lugar y que el primer agente misionero es el Espritu de Dios.

Aqu es donde vemos nuevamente la necesidad de la contemplacin en la Misin. Si misin es colaborar con Dios, entonces requiere estar sintonizado/a con la voluntad de Dios, por medio de la contemplacin. As, otra expectativa de los misioneros/as hoy es la promocin de una actitud de colaboracin en la misin.

2.2.3. De la superioridad a la humildad.

Una tercera conversin es de la superioridad a la humildad. Una vez estuve hablando con un colega africano que se lamentaba por el hecho de que los misioneros/as en el pasado predicaban el evangelio como si fueran los dueos de la fe, dictando as las formas en que debe entenderse (doctrina/dogma), vivirse (moralidad/tica) y celebrarse (litrgia/culto).

Al proceder en su mayora de la Europa cristiana, muchos misioneros/as, de hecho, actuaban como si el evangelio fuera suyo, es decir, como si fuera parte de su herencia europea y de su identidad europea. Al provenir de lo que se supona que era una cultura superior y de los pases desarrollados econmicamente y tecnolgicamente avanzados, los misioneros/as en el pasado a menudo evangelizaban desde una posicin de poder y superioridad. Y al parecer, esta supuesta superioridad religiosa, cultural, econmica y tecnolgica les dio el derecho de imponer el evangelio cristiano a los pueblos a los que consideraban de cultura primitiva, de religin pagana, econmicamente pobres y atrasados tecnolgicamente.

Ver la misin como Missio Dei nos hace darnos cuenta de que el Evangelio cristiano no es posesin de un pueblo de una cultura particular, sino que est destinado a todos los pueblos y culturas, y es para todos los tiempos y generaciones. El misionero/a no es el propietario o dueo del Evangelio, sino slo su administrador y servidor.

Hoy, por lo tanto, el misionero/a no debe compartir la fe como si fuera de su propiedad, dictando las formas en que debe entenderse, vivirse y celebrarse. Su misin ser compartir la fe como un don recibido de Dios a travs de los dems, consciente de que es solamente un administrador o servidor y nunca su propietario o dueo.

La misin, como hemos mencionado anteriormente, es entrar en el dilogo permanente del Dios Trino con los pueblos. Pero al hacerlo, el misionero/a debe tener cuidado de no interponerse a s mismo como un intermediario que bloquea ese dilogo permanente, sino como alguien que lo promueve. Debe evitar imponer su agenda propia; al contrario, debe conocer la agenda de Dios en ese dilogo permanente. El misionero/a, por lo tanto, debe respetar la libertad de Dios que est presente y activo en el pueblo y respetar la libertad de la gente que estn respondiendo a su manera. Como una persona de dilogo, el misionero/a ser una persona que facilita y no bloquea el dilogo permanente entre Dios y el pueblo de Dios.

Esto significa que hoy el misionero/a no est llamado/a evangelizar desde una posicin de poder o superioridad, sino desde una posicin de humildad y de sin poder[endnoteRef:19]. El misionero/a no debe buscar el poder econmico, cultural, tecnolgico, o incluso el poder de los medios de comunicacin. El nico poder que tendr ser el poder de la Palabra y del Espritu. Y se es el poder del amor, que se manifiesta en la entrega de s mismo. La razn ltima de la humildad en la misin es que la misin es de Dios y no nuestra. Dicho de otra manera, el Reino de Dios es una realidad escatolgica. Y, aunque hemos sido llamados/as y enviados/as a trabajar para el Reino, no sabemos cmo, cundo ni en qu forma el Reino de Dios surgir en el mundo. Por lo tanto, otra expectativa del misionero/a hoy es el desarrollo del espritu de impotencia y humildad en la misin. [19: 19. En su primera carta, Pedro dice que los cristianos deben estar siempre dispuestos a dar razn de su esperanza a todo el que les pida explicacin, pero que deben hacerlo con sencillez y respeto (1 Pedro 3:15-16). Del mismo modo, en su libro Transforming Mission, David Bosch habla de hacer misin en la humildad audaz.]

2.2.4. De slo Evangelizar a ser Evangelizado.

Una cuarta conversin es de slo evangelizar a ser tambin evangelizado. En el pasado se pens la misin como una actividad unidireccional. La evangelizacin era como una calle de direccin nica, donde todo lo haca el misionero/a para la gente. El misionero/a era el evangelizador y la gente la evangelizada. El misionero/a era quin portaba la buena nueva, la gente era quin reciba el Evangelio. El misionero/a era el sujeto, la gente el objeto. El misionero/a era el predicador que proclamaba la verdad, la gente, quin necesitaba de la conversin.

Al concebir la misin como Missio Dei, que implica dilogo, esto cambia nuestra perspectiva de misin. Corrige la nocin de misin como unidireccional la cul pone el acento casi en su totalidad en la gran labor realizada por los misioneros/as y en el gran don que ellos/as trajeron, con poca atencin prestada a los recipientes de este don. El dilogo subraya el hecho que el Espritu esta actuando en la gente que es evangelizada lo mismo que en los evangelizadores, y que la misin, es un intercambio mutuo de dones entre misioneros/as y la gente con la cul trabajan.

En consecuencia, los misioneros/as deben estar listos/as para dar y recibir, para evangelizar y ser evangelizados/as, para hablar y para escuchar. Deben aprender a caminar con la gente y respetar el ritmo de su caminar. Deben estar preparados/as a cambiar y ser cambiados/as, a formar y ser formados/as, a invitar a la conversin y ser convertidos/as.

As, una cuarta expectativa de los misioneros/as hoy es el desarrollo de la apertura a ser evangelizados/as. Tenemos que abandonar la idea de que la misin implica slo la tarea de evangelizar a la gente. Tenemos que corregir la suposicin que la evangelizacin es solamente para la gente y no para los misioneros/as. Tenemos que promover la idea de que la misin necesariamente implica tambin nuestra propia evangelizacin permanente como misioneros/as. Como sola decir nuestro primer misionero a China, San Jos Freinademetz: La tarea ms grande del misionero/a es la transformacin de s mismo/a. Podemos esperar que la gente se convierta al evangelio y se haga discpulos de Jess slo si nosotros mismos/as estamos listos/as a ser convertidos/as y estar uno con la gente.

3. Conclusin

Ahora es el momento de concluir. Permtanme hacerlo citando una oracin atribuida a Monseor Oscar Romero. Es una oracin en la que se hace hincapi en el concepto de Missio Dei, la misin es de Dios ante todo, y nosotros slo estamos llamados a colaborar con la misin de Dios.

Dios omnipotente y misericordioso

aydanos, de vez en cuando,

a dar un paso atrs y a tomar una perspectiva mejor

porque el Reino no slo est ms all de nuestros esfuerzos,

sino incluso ms all de nuestra visin.

Durante nuestra vida,

slo realizamos una minscula parte

de esa magnfica empresa que es tu obra.

Nada de lo que hacemos est acabado,

lo que significa que el Reino est siempre ante nosotros.

Ninguna declaracin dice todo lo que podra decirse.

Ninguna oracin puede expresar plenamente nuestra fe.

Ninguna confesin trae la perfeccin.

Ninguna visita pastoral trae la integridad.

Ningn programa realiza la misin de la iglesia.

En ningn esquema de metas y objetivos se incluye todo.

Esto es lo que intentamos hacer:

plantamos semillas que un da crecern;

regamos semillas ya plantadas,

sabiendo que son promesa de futuro.

Sentamos bases que necesitarn un mayor desarrollo.

Los efectos de la levadura que proporcionamos

van ms all de nuestras posibilidades.

No podemos hacerlo todo,

y al darnos cuenta de ello, sentimos una cierta liberacin.

Ella nos capacita a hacer algo,

y a hacerlo muy bien.

Puede que sea incompleto, pero es un principio,

un paso en el camino,

una ocasin para que entre tu gracia

y haga el resto.

Es posible que no veamos nunca los resultados finales,

pero esa es la diferencia

entre el jefe de obras y el albail.

Somos albailes, no jefe de obra,

ministros, no el Mesas.

Somos profetas de un futuro

que no es nuestro.

Amen.

N O T A S