cano aguilar_los prólogos alfonsíes

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    Rafael Cano Aguilar

    Los prlogos alfonsesIn: Cahiers de linguistique hispanique mdivale. N14-15, 1989. pp. 79-90.

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    Cano Aguilar Rafael. Los prlogos alfonses. In: Cahiers de linguistique hispanique mdivale. N14-15, 1989. pp. 79-90.

    doi : 10.3406/cehm.1989.1063

    http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/cehm_0396-9045_1989_num_14_1_1063

    http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/author/auteur_cehm_244http://dx.doi.org/10.3406/cehm.1989.1063http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/cehm_0396-9045_1989_num_14_1_1063http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/cehm_0396-9045_1989_num_14_1_1063http://dx.doi.org/10.3406/cehm.1989.1063http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/author/auteur_cehm_244
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    LOS PROLOGOS ALFONSIES

    0. Pocos tipos de texto hay con una funcin tan delimitada, yor ello con una estructura y disposicin formal tan establecida,omo los prlogos. Como es sabido, su origen es doble: por unaparte, y a ello corresponde la definicin aristotlica, el prlogo esel primer momento de la tragedia (o la comedia), bien comocomienzo dialogado o como exposicin del argumento; por otra, elprlogo puede identificarse con el exordium o proemium de laRetrica clsica, mediante el cual el orador pretenda ganarse lasimpata del juez (o del pblico), captatio benevolentiae que tambinse daba en los prlogos teatrales K De ambos gneros, el prlogose extendi, y ya a principios de la Edad Media su presencia erauniversal en toda clase de textos.A estas alturas el prlogo no tiene otra funcin que la de justificar la escritura, tanto la del texto concreto que introduce comoel hecho mismo de escribir; pero en esa justificacin el escritorpuede llegar a comprometerse como persona: por ello, en el prlogoel autor puede adoptar una actitud supuestamente objetiva, explicando la necesidad, utilidad, novedad, etc. de lo escrito por l , perotambin polemizar, defenderse, etc. En el prlogo es donde laideologa del escritor se muestra de manera ms explcita, y ellotanto sobre el origen y la forma de la escritura como sobre su(s)contenido(s) : por ello el prlogo puede versar sobre casi cualquiercosa, pero los modos en que ha de hacerlo, por su misma funcin,son pocos, y muy fijados por la tradicin. La tpica del exordio ydel prlogo est ya bastante bien configurada en la poca medieval(a partir del Renacimiento adquirir tambin la funcin de

    1) Para el concepto de prlogo vanse: H. Lausberg, Manual de retrica literaria(trad. de J. Prez Riesgo), Madrid, Gredos, 1967; id., Elementos de retricaliteraria, Madrid, Gredos, 1983; A. Porqueras Mayo, El prlogo como gneroliterario, Madrid, CSIC, 1957; y J. L. Laurenti y A. Porqueras, Ensayo bibliogrfico del prlogo en la Literatura, Madrid, CSIC, 1971.

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    80 RAFAEL CANO AGUILARmanifiesto de escuelas o banderas literarias) 2. As pues, el prlogopuede considerarse como gnero, y los prlogos analizarse conrelativa independencia de los textos que presentan.Por todo ello, es muy fcil que en los prlogos se produzca elintercambio de ideas, formas y expresiones, prstamos entreprlogos distintos facilitados por un sentimiento inconsciente enel autor de que se encuentra en un mundo propio y distinto 3: ungnero de rasgos tan concretos como ste se presta a una intensaintertextualidad, acentuada, como es lgico, en las obras de unmismo autor. Nos hallamos entonces ante variaciones sobre unmismo tema, en las que lo dicho y el decir se trasladan de un lugara otro, configurando as el sustrato sobre el que se levantarnlos textos en cuestin.1. En la produccin alfons el prlogo tiene una importancia difcilde discutir, si bien hasta ahora no debidamente apreciada.En todas las obras existe prlogo, y en muchas encontramos prlogogeneral y prlogos a cada una de las partes. No siempre se empleaeste trmino prlogo, pero s en la mayora de los casos. Y, sobretodo, Alfonso X es plenamente consciente de su sentido al comenzarel Libro Primero de los Reyes4 nos explica su origen (Costunbrefue de los sabios), aspectos formales (razones non luengas, pocaspalauras), funcin (justificativa: por que fazen aquella obra, ypresentativa de que materia fablan en todo el libro), etimologa(de los griegos protos y logos), equivalencia castellana (que vienea ser una definicin: primero sermon del libro con la primerarazn, razn puesta delante de toda la materia de lo al que y haa fablar el sabio, e por do se entienda todo lo que viene despus)e implicaciones positivas (para el lector, o, mejor, oyente: fazeaperebidos los coraones de los que lo oyen para entender masligera mente e mejor las razones que estn por todo el libro)5.Por tanto, un estudio pormenorizado de los prlogos alfonsespuede suministrarnos una teora del prlogo en la escrituramedieval, pero sobre todo nos lleva ante el sentido que para Alfonso,y sus colaboradores, tena la obra en que estaban empeados.

    2) Cfr. E. R. Curtius, Literatura europea y Edad Media latina (trad. de M. F.Alatorre y A. Alatorre), Mxico, FCE, 3a reimp., 1981, 4 (pp. 131-136).3) A. Porqueras, El prlogo, p. 27.4) General Estoria, Segunda Parte (ed. de A. Ga Solalinde, Lloyd A. Kasten yV. R. B. Oelschlger), Madrid, CSIC, 1957-61, I, pp. 207-209.5) Todo ello le sirve al autor como prlogo, a su vez, de la traduccin parafraseada ue se hace del prlogo puesto por San Jernimo al Libro de los Reyes(Cuenta Gernimo..., Pero dize alli Gernimo...).

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    LOS PRLOGOS ALFONSES 8 11.1. Hay una tradicin inmediata, coetnea o ligeramente anterioral Rey Sabio, de prlogos en la prosa doctrinal traducida enel XIII: a excepcin de Bocados de Oro (y del Liber Regun), supresencia es general, y, salvo el del Libro de los Engaos (brevesrazones con que el Infante don Fadrique explica el porqu de latraduccin al castellano), son traducidos del original inmediato;la estructura es bastante simple: se relata la bsqueda y hallazgodel libro, y su proceso de traduccin (as en Poridad y en BuenosProverbios), y alguna supuesta historia que est en la base deconfeccin del libro (as en Poridad y en Doze sabios, cuyoorigen es muy prximo: una asamblea de sabios convocada porFernando III de Castilla). La justificacin ideolgica del libro esescasa: slo Doze sabios alude al prouecho de la obra; en cambio,es mucho ms compleja la introduccin de Ibn al-Muqaffa traducidaen el ms. B castellano de Calila, en la que se combinan laselucubraciones sobre el deseo humano de saber con los enxemplosque las corroboran, todo ello dirigido a que el que este libro leyeresepa la manera en que fue conpuesto, et quai fue la entenion delos filsofos et de los entendidos en sus enxenplos de las cosas queson ai dichas 6. En ninguno de ellos se encuentra nada que puedacalificarse como captado benevolentiae (al revs de lo que ocurre,p. ej., en la Disciplina clericalis de Pedro Alfonso): tal ausencia sedar tambin en los prlogos alfonses.Ms inmediata an es la tradicin de los prlogos existentesen las obras traducidas, o parafraseadas, por la Escuela alfons. Sonpocos, no obstante, los casos en que slo se da traduccin delprlogo original, como ocurre en Cnones de Albateni y en la2 a parte del Libro de la Lmina (incluido en LSA), donde laatribucin es explcita (Djxo mahomat fijo de Geber albatheni...;Djxo aly el fijo de halaf ...); tambin hallamos tal cosa en el Libroconplido en los judizios de las estrellas, aunque aqu en segundolugar tras el prlogo a la traduccin (Dixo Alyh fiio de AbenRagel...) Presentan rasgos comunes, bastante alejados, segnveremos, de los alfonses : alabanzas a Dios (por conceder entendimiento al hombre), criticismo cientfico-tcnico (discrepancias entrelos autores, errores en mediciones astronmicas, etc.), y exposicin,por lo general orgullosa, de lo realizado por el autor, quien empleapara ello la primera persona, como claro sujeto de la enunciacin(yo fiz... & abri... & allane... & endrece... en Cnones, o E con-pece... E fable... E pus... en LConplido).

    6) Calila e Dimna (ed. de J. M. Cacho Blecua y Ma J. Lacarra), Madrid, Castalia, 1984.

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    82 RAFAEL CANO AGUILAR1.2. En los prlogos de las obras tradicionalmente denominadasalfonses pueden separarse los que son obra de los traductores compiladores y los que podran atribuirse al mismo Rey.Hay para ello una razn gramatical: en los primeros la actividaddel Rey se enuncia en 3a persona (este nuestro sennor sobredicho...mandlo transladar... en LCruzes, ... del antedicho sennor, el quies el noble Rey do Alfonso..., en LConplido, etc.), frente al nos,don Alfonso... de los otros (o incluso el yo don Alfonsso delprlogo de la General Estoria); y una razn de contenido: en losprimeros se prodigan las alabanzas al Rey, lo que es propio de lostraductores judos, en especial Yehud b. Mos, quien suele llegaral ditirambo, por ejemplo en LConplido o LCruzes, donde lainvocacin a Dios, propia de los autores semticos, se justificaporque ste nos denno dar sennor en tierra connocedor dederechuria... (LConplido) (no olvidemos, adems, el hecho de llamaralfonses a las Tablas); tales alabanzas estn ausentes por completoen los segundos, donde, si acaso, slo hay calificativo para el padrede Alfonso: fijo del muy noble Rey don Fernando.... En estesentido, hay que destacar la muy significativa circunstancia deque todos los prlogos alfonses que no se presentan directamenteredactados por el Rey parecen ser obra exclusiva de sus colaboradoresudos, pues se hallan en las obras cientficas (astronmico--astrolgicas); a los traductores o compiladores de leyes, historiasy poemas latinos, etc, en suma, los colaboradores cristianos, nuncase les confa la responsabilidad de un prlogo (todo lo ms, parecenhaberse limitado a las introducciones o explicaciones de partesconcretas de esas obras): es el Rey el que se encarga de presentarnossus obras de alcance ms ambicioso.1.2.1. Si nos atenemos estrictamente a esa primera razn hemosde afirmar que el prlogo del Lapidario y la introduccin alLibro de las estrellas fixas (anterior al verdadero prlogo, que seanuncia, como es habitual en la obra alfons, por Y el prologocomiena assi) son obra de alguno de los colaboradores, no deAlfonso mismo: a manos del noble rey don Alfonso (nica alabanzaal Rey de todo el prlogo), el noble rey don Ferrando, su padre(Lapidario), que mando trasladar ... el Rey don Alfonso ... E despuslo endereo & mando componer este rey sobredicho... (enEstrellas) 7. De esta forma, la referencia al castellano derecho nopuede considerarse salida directamente de la mano regia 8, lo cual

    7) En cambio, en el prlogo propio s aparece como sujeto nos don Alfonso.8) Cfr. mi artculo Castellano drecho?, Verba, Vol. 12 , 1985, pp. 287-306.

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    LOS PRLOGOS ALFONSES 83coincide con el hecho de que slo se habla de traducciones alcastellano, de su sentido (espaladinar los saberes en que es introducto, e tornar los en lengua castellana a laudor e a gloria delnombre de Dios e a ondra e en prez del antedicho sennor... enLCruzes, trasladar de arauigo en lenguaie castellano por que losomnes lo entendiessen meior et se sopiessen del mas aprouecharen Lapidario), o de su reforma (como en el Libro de la Aafeha) enlos prlogos confeccionados por los traductores judos parece comosi slo ellos sintieran la necesidad de poner de manifiesto y derelieve el hecho de que la traduccin era al lenguaje castellano,junto con algunos de los beneficios que ello podra reportar.Por otro lado, Lapidario comparte con las traduccionesdoctrinales del XIII la historia del texto que se va a verter: juntoal antecesor inmediato en la cadena de traducciones (i.e. Abolays),el autor del prlogo establece una genealoga ideolgica que tienesu fuente en Aristteles (es decir, en el seudo-Aristteles de loslapidarios). A esta mayor complicacin corresponde una estructurasintctica muy elaborada y compleja, sin nada de la ligeracoloracin semtica que se halla en los prlogos de LConplido oLCruzes. Ello, as como la ausencia de apcope extrema, ha hechopensar en que su autor no sera Yehud sino el mismo Rey (Lapesa),y, en todo caso, que su fecha de composicin sera muy posteriora la de traduccin (h. 1276-79) poca del Libro de las formas &ymagenes dicho prlogo se redactara, pues, para la inclusin delLapidario en esta magna coleccin 9. Tambin hay que resaltar lacasi total ausencia de alabanzas al Rey (rasgo compartido con laintroduccin de Estrellas), lo cual hace pensar tambin en que estosprologuistas eran otros que el Yehud de LConplido o LCruzes, oque ste haba cambiado de estilo (el viejo astrlogo no tenaya que prodigar tales loores ?), o, por ltimo, que tambin aqu llegla actividad correctora (o la autora?) del Rey, frente a lo ocurridoen las obras astrolgicas compuestas en la dcada de 1250: slo enel prlogo a L Formas vuelven a aparecer las alabanzas, aunque demanera muy formularia (el mucho alto & onrrado don Alfonso,amador de sciencias & de saberes).

    9) Para la posible fecha del prlogo de Lapidario: R. Lapesa, La apcope de lavocal en castellano antiguo, Intento de explicacin histrica y Contienda denormas lingsticas en el castellano alfons, en Estudios de historia lingsticaespaola, Madrid, Paraninfo, 1984, pp. 191 y 213-214; G. Hilty, El LibroConplido en los iudizios de las estrellas, Al-Andalus, XX, 1955, pp. 1-74(esp. 18-25).

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    84 RAFAEL CANO AGUILAR1.2.2. En estos prlogos judaicos corren varios motivos recu

    rrentes sobre los que podemos intentar reconstruir la actitudque ante la obra tenan sus autores : la comparacin con los prlogosde Alfonso X, o regios, nos permitir establecer semejanzas ydiferencias, y si stas son o no significativas.Es evidente el deseo de hacer pblicos los conocimientosocultos, lo cual se expresa en formas muy parecidas en los distintosprlogos: espaladinar los saberes (LConplido y LCruzes), Por queeste nuestro libro sea mas paladino (LFormas); ello es una de lascausas por las que Alfonso allega a s los sabios y los ama(LConplido), y por lo que merece ser comparado a Salomn(LCruzes). La excelencia de este objetivo es claramente enfatizadapor LCruzes: dos cosas son en el mundo que mientre son escondidas non prestan nada, et es la una seso encerrado que non seamostra, et la otra thesoro escondido en tierra, y dramatizada enla historia textual de Lapidario al referirse al judo toledano quetena escondido el libro sin permitir que nadie lo utilizara.Frente a ello, no aparece en ninguno de estos prlogosexpresada con nitidez la utilidad que reportan tales sciencias,doctrinas, ensennamientos y saberes. El prouecho que sepretende lograr en el lector nace de aspectos muy concretos de laforma externa del texto: el hecho de estar traducida al castellano,en Lapidario, el estar capitulado y ofrecer el ndice al comienzo,en LCruzes, y el abrirse con las partes del libro, en LFormas.En estrecha relacin con lo anterior, tampoco en estos prlogosaparece el destinatario del texto: en quin pensaban estos astrlogos judos, o el mismo Rey, al componer tales obras ? Ni haydedicatoria ni receptor imaginado slo referencias genricas, comoel qui leyere en LConplido o los que leyeren en LFormas 10, y,si acaso, los ladinos en LCruzes. Ahora bien, al final del prlogode Lapidario se ofrece una exhaustiva relacin de las cualidadesque debe poseer quien quiera aprouecharse deste libro: se exigentres tipos de conocimiento (en astronoma, en piedras y en fsica)y la cualidad general del buen seso; parece claro, pues, que eldestinatario no puede ser sino la lite intelectual de la poca, enlo cual coincide con ciertos pasajes de LSA n.EL ltimo de los tpica presentes en estos prlogos es el de larestauracin del saber. Los miembros del equipo alfons no

    10) Cfr. E. R. Curtius, op. cit., 4 (sobre el tpico de la 'dedicatoria').1 1) Cfr. mi estudio Amrico Castro y la obra cientfica alfons algunas consideracionesn torno al Libro de la Ochaua Espera, en Homenaje a Amrico Castro,Madrid, Universidad Complutense, 1987, pp. 65-75 (esp. 73-74).

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    LOS PRLOGOS ALFONSES 85ofrecen novedades, sino la recuperacin de una tradicin cientfica,ausente hasta ese momento, si bien Yehud b. Mos no vea esehueco ms que en el mundo cristiano: grant mengua que era enlos ladinos por defallimiento de los libros de los buenos philosophose prouados (Conplid), la perdida et la mengua que auian losladinos en las sciencias de las significaciones (LCruzes). En cambio,Lapidario presenta esta secuencia de presencias y ausencias delsaber de forma distinta y ms compleja (otra razn para no atribuireste prlogo a Yehud?): instauracin (Aristotil y los sabios),primera prdida (guerras, etc.), recuperacin por Abolays (surge ellibro), nueva prdida (por desconocimiento del contenido del libro),y, por fin, la restauracin definitiva por obra de Alfonso. En todoslos casos es ste el presentado como impulsor de la restauracin;sus judos (o cristianos) son meros instrumentos. No cabe duda deque sta es la imagen en que mejor se reconoca el Rey. Y ste esel motor de su produccin escrita: el vaco de sabidura queencuentra a su alrededor.2. En los prlogos regios, una primera observacin, inclusosuperficial, nos permite separar los que preceden a la granmayora de los distintos libros de LSA de los que aparecen en susobras mayores (Estoria de Espaa, General Estoria, Partidas, etc.).Los primeros muestran rasgos muy semejantes entre s (en ocasionesparecen cortados por un mismo patrn, ser variantes de unsolo prlogo), a la vez que comparten varios de los tpica mencionadospara el grupo anterior. En cambio, los segundos ofrecencaracteres individuales ms acusados.2.1. Casi todos los prlogos de LSA presentan un esquema idn

    tico enlace con el libro anterior, lo que garantiza la cohesinde ser un solo texto (Fablado auemos fasta aqui...); ventajas delinstrumento astronmico en cuestin; hueco anterior: no sefallo libro de l; orden real (en general, a Rabiag, i.e., Ishaqb. Sid) y directrices del aparato. Pese a la autora regia la cercanade estas obras a sus modelos semticos es tal que puede hallarseen ellos un criticismo tcnico ausente en el resto de la obra cientfica(as ocurre en el Libro del relogio del agua y en el del Quadrantesennero) 12.12) El Libro del Quadrante sennero no forma parte del Cdice astronmicocomplutense, sino del Cdice del Arsenal (Pars); no obstante, tiene sus mismascaractersticas. Cfr. J. Ma Millas Vallicrosa, Una nueva obra astronmicaalfons: el Tratado del cuadrante sennero, Al-Andalus, XXI, 1956, pp. 59-92

    (incluido en Nuevos estudios sobre historia de la ciencia espaola, Barcelona,1960).

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    86 RAFAEL CANO AGUILARPor lo general, en estos prlogos son moneda corriente los tpicavistos en el grupo anterior de textos cientficos el deseo de claridad(paladino se halla en el Libro primero del astrolabio redondo y enQsennero); el hueco previo (la falta del libro); el valor prctico

    del contenido, del objeto de que se habla, y no tanto del libro comotal (Qsennero: por tal que se non pierdan las cosas prouechosasdel mundo). En cuanto a la mencin de destinatario, tambinausente por lo general, hallamos dos referencias en principiocontrarias: la alusin a los especialistas es clara en LAstrolabio(quelo entendiesssen aquellos que ouiessen sabor dlo fazer nueuamientre); pero en el Libro de las Armellas encontramos, quiz pornica vez, ese deseo de llana vulgarizacin (que no calentara lacabeza) que, segn Amrico Castro, defina la bsqueda intelectualde Alfonso13: quelo fiziesse bien complido, & bien llano deentender en guisa que pueda obrar con el quai omne quier quecate en este libro.Muy diferente es, sin embargo, el prlogo del ms conocido deestos libros, el de las Estrellas fixas, con el que se abre el cdice.En consonancia con las entradas prolgales de los textos cientficossemticos, pero en clara discrepancia con la prctica mayoritariade los prlogos alfonses, se abre con una definicin (ms queinvocacin) de Dios como fuente de toda virtud y de las mercedeshechas a los hombres, como digno de amor por su proteccin y detemor por la posibilidad de su castigo. Casi toda la segunda partedel prlogo se dedica a la presentacin resumida, pero exhaustiva,del contenido del libro. Slo en unas pocas lneas, en el centro,aparece la tpica habitual, entremezclada con las referencias a laDivinidad: el motivo de componer la obra, que vuelve a ser el deseode dar a conocer lo oculto; el beneficio prctico, la ayuda, queno se especifica. Por otro lado, en la presentacin del contenidoreaparece el concepto del Universo como sistema trabado en quelas estrellas se nos muestran como fuente de virtudes : esa visines la que se muestra tras la composicin de Lapidario y LCruzes,y la que nos explica por qu se escriben, y traducen, libros sobreestas cosas.2.2 Los prlogos de las dems grandes compilaciones alfonsesmanifiestan situaciones muy diversas entre s: en las obrashistricas, el de Estoria de Espaa es traduccin, ampliada, del quepuso Rodrigo Ximnez de Rada, el Toledano, a su De rebus

    13) Cfr. A. Castro, La realidad histrica de Espaa, Ia d., Mxico, Porra,1954, p. 457.

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    LOS PRLOGOS ALFONSES 87Hispaniae 14, y con l comparte algunos rasgos el de GeneralEstoria; los de los textos jurdicos son versiones retocadas ensucesivas fases de un mismo prlogo; y el del Libro de los Juegos,ltima y aislada obra alfons, es quiz el ms perfecto enconstruccin y estilo, manteniendo, por otro lado, claras analogasde forma y contenido con los dems. Habr, pues, que seguirteniendo en cuenta, no slo lo comn (o lo diverso) entre todos losprlogos, sino, tambin entre los prlogos de cada grupo de textos.2.2.1. La comparacin entre los prlogos del Toledano y de

    EEspaa nos muestra que la parfrasis regia afect casiexclusivamente a la forma lingstica: ampliaciones, en el mspuro estilo alfons (pero tambin algunas reducciones), inversionesde orden, variacin de ciertos modos enunciativos (se suprime, porejemplo, alguna interrogacin retrica). Algunas diferencias parecenobligadas: en el prlogo alfons se suprime de raz la dedicatoriaa Fernando III, a la vez que la captado benevolentiae que trata delograr don Rodrigo del Rey, con lo que de nuevo nos encontramosante la ausencia de cualquier posible destinatario explcito de laobra; ello obliga a ciertos retoques de orden (as, la conexin queel Arzobispo establece entre el Rey y los prncipes godos o Hrculesse convierte en mera secuencia histrica de hechos ocurridos enEspaa); lo mismo ocurre con la explicacin de la actuacin deAlfonso (mandamos ayuntar) y las pequeas variaciones en la listade fuentes. Pero lo que se ha mantenido ntegramente es laconciencia de la necesidad de la escritura para conservar y transmitir el saber de una generacin a otra: escritura en sentidomaterial (figuras de las letras) y lingstico (letras -* slabas -*partes - razn). Ahora bien, a la secuencia 'invencin del saber' -*'(posible) olvido del saber', Alfonso aade un nuevo hueco en lacadena, la prdida, por guerras y mudamiento de los sennoros,de los libros en que se narraba el origen de Espaa; de esta manera,lo que en el Toledano era una humilde excusa para pedir disimulopara sus faltas se convierte en Alfonso en el vaco que justifica suobra como restaurador del saber. Por otro lado, en EEspaa lainvencin del saber, las letras, los escritos, etc. tienen siempre comosujeto de esas acciones (siempre en 3 a persona del plural) a lossabios antiguos, lo cual falta por completo en el Toledano: losorgenes del saber estn para Alfonso mucho ms circunscritos aun momento originario.

    14) R. Menndez Pidal, Primera Crnica General de Espaa, 3 a reimp., T. II, p. 854;D. Cataln, De Alfonso X al Conde de Barcelos, Madrid, Gredos, 1962, p. 20, n. 1.

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    88 RAFAEL CANO AGUILAREn GEstoria el prlogo general se opone a todos los dems: stosson meramente presentadores del contenido, y en ellos abundandiscusiones textuales y sobre razn de nombres de cada uno delos libros (lo que es exclusivo de estos prlogos). En el primero el

    acento carga sobre el deseo de saber: Natural cosa es de cobdiciarlo omnes saber..., lo que no tiene por qu ser tomado de laMetafsica de Aristteles 15, pues slo se refiere al saber histrico:... los fechos que acahescen en todos los tiempos. La escrituracumple su funcin ya conocida de memoria conservadora, para lasgeneraciones futuras, del saber de lo pasado, el nico saber defechos posible, con lo que entramos en el terreno desarrollado porel prlogo de EEspaa: tal afinidad de concepciones parecemanifestar una dependencia gentica; comparte tambin la funcinmoral de la Historia: ... por que los que despus uiniessen por losfechos de los buenos punnassen en fazer bien, et por los de los malosque se castigassen de fazer mal (EEspaa), dlos fechos dlosbuenos tomassen los omnes exemplo pora fazer bien, et dlos fechosdlos malos que reibiessen castigo por se saber guardar dlo nonfazer (Gestora); pero halla la dimensin tica tambin en los queescribieron: e dixieron la uerdat de todas las cosas e non quisieronnada encobrir. Y aqu no encontramos hueco previo ni restauracin: Alfonso se nos aparece como simple continuador.2.2.2. En los prlogos jurdicos y en LJuegos la labor de Alfonsoparece dar un paso ms: ni restauradora ni continuadora,sino, hasta cierto punto, instauradora de una tradicin. En amboscasos se parte de una situacin propia del ser humano, hasta esemomento no debidamente satisfecha. La primera es claramentenegativa, y tiene dos aspectos 16 : uno natural, pues la discordia esinherente al hombre, pero la sociedad necesita paz y justicia, y porello se necesita algo (el derecho) que proteja a los buenos y castiguea los malos; otro debido a los mismos hombres: la maldad de losordenamientos establecidos hasta entonces (fazannas desaguisadas, libros minguados de derecho, que incluso eran maltratados). La segunda situacin es muy distinta: el deseo de alegray los modos de realizarla, y el hecho que en ciertos estados o

    15) Contra lo que piensa F. Rico, Alfonso el Sabio y la General Estoria, Barcelona,Ariel, 1972, p. 123.16) Sigo en este punto los prlogos de Espculo y Fuero Real, segn la edicin delos Opsculos legales del Rey Don Alfonso el Sabio realizada por la Real Academiade la Historia en 1836; en cuanto a Partidas me baso en la versin del MuseoBritnico; cfr. la edicin de J. A. Arias Bonet de la Primera partida, Universidadde Valladolid, 1975.

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    LOS PRLOGOS ALFONSlES 89momentos se necesita un tipo especial de actividad ldica (losiuegos que se fazen seyendo). Ambas situaciones justifican lanecesidad del libro, pero en la primera, adems, el Rey debe realizarla sustancia del contenido de ese libro: ha de hacer las leyesmismas. Por otro lado, la misma naturaleza de estas situacionesimplica ya a los destinatarios: las gentes de nuestro sennorio enel primer caso, y todas las personas que se encuentren en esa granvariedad (prisioneros, mujeres, enfermos, etc.) en el segundo; pero,de nuevo, los destinatarios no lo son tanto de un texto como de lasustancia de contenido existente en l. En los prlogos deAlfonso, frente a los judaicos, no hay alusiones a las ventajasque puede ofrecer una determinada organizacin formal del textono se pierde nunca de vista el objeto real de que se est hablando.Sin embargo, en ningn caso se pierde la vinculacin con unsaber anterior. En el mundo de las leyes, porque Alfonso recurre,en relativa contradiccin con lo que acaba de decir, a las buenascostumbres de Castiella e de Len y al derecho universal msextendido y prouechoso. En los juegos, el Rey recuerda en unahermosa parbola, en la que parece evocar su misma persona, lainvencin de stos y su plasmacin en textos escritos (ninguno delos cuales, sin embargo, es fuente del texto actual), en unaprogresin dialctica que lleva a reunir el seso (-> ajedrez) y lauentura (-> dados) en su sntesis superadora (-* tablas).

    Estos prlogos presentan adems analogas en las disposicionessintcticas del razonamiento justificativo: Porque... por ende.Y en ellos llega a su culminacin el esquema ternario de organizacin del contenido (frente a la habitual estructuracin binaria delos perodos y miembros sintcticos). En LJuegos viene ya dado porlos tres tipos de juegos de que se habla, inventos respectivos de lostres sabios de la parbola. En Partidas son tres errores de quienvaya contra estas leyes : contra Dios, contra el seor natural y pormuestra de soberbia; tambin son tres los rasgos de Dios (comienzo,fazedor y acabamiento de todo) 17. En el prlogo de GEstoria tresson las clases de hechos que el hombre quiere conocer: pasados,presentes y futuros; y en los prlogos interiores el 3 aparece comoprincipio ordenador en numerosas ocasiones. Algo semejante ocurreen Lapidario: tres cosas debe saber el que quiera acceder al libro(astronoma, piedras y fsica), y tres son las fazes de los signos.El nmero de la Trinidad parece tener para el Rey Sabio un valorespecial, aunque slo explicitara su amor por el 4 (en el prlogo

    17) Este esquema ternario se intensifica en el prlogo de Partidas segn la versinSilense (la preferida por la edicin de la Real Academia de la Historia en 1807).

  • 7/28/2019 Cano Aguilar_Los prlogos alfonses

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    90 RAFAEL CANO AGUILARdel Libro XXI (Nmeros de la Parte Primera de GEstoria) y por el7 (en el Setenario y en la 2 a parte del prlogo de Partidas en laversin Silense).3. Hay otras muchas cuestiones que un anlisis pormenorizadode los prlogos alfonses podra ayudar a resolver: dataciones,filiacin de los textos, transmisin y copias de manuscritos (porejemplo en las obras jurdicas), aspectos ideolgicos diversos, etc.Pero del repaso, somero, que hemos realizado por los principalestemas recurrentes de estos prlogos (y tambin por los ausentes),donde afloran las obsesiones intelectuales del Rey y su Corte desabios, brota la visin del texto escrito como algo sagrado(cfr. Lapidario o GEstoria); pero tambin como un simple instrumento: el texto importa siempre por lo que hay ms all de l 18.

    Rafael Cano Aguilar,Universit de Sville.

    18) No se ha tenido en cuenta el prlogo a las Cantigas de Santa Maria (d. de W.Mettman, T. I, Ed. Xerais de Galicia, 1981, pp. 102-103), dada la naturaleza tandiferente del texto que introduce; sin embargo, pese a que la presencia omnicom-prensiva de la Ia persona impone un tono muy distinto, no deja de haber algunaanaloga formal; la primera estrofa se inicia tambin con la estructura de causaantepuesta, justificadora, Porque... poren.