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DN ID 15 I) E EVVIE IM 1929 (# Piadosísiina Madre de la Merced, rogad por nosotros. (300 dias de indulgencia cada vez).

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DN ID15 I) E EVVIE

IM 1929

(#

Piadosísiina Madre de la Merced, rogad por nosotros.

(300 dias de indulgencia cada vez).

set.

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SAN PEDRO NOLASCO

Muchas veces me he preguntadopor qué Jesucristo insistiría tanto encompararse a la luz. Leyendo, so-bre todo, el Evangelio de San JuanY sus Epístolas, puede uno conven-cerse de que Jesús era un verdaderoenamorado de la luz.

Nos dice por su discípulo amadoque El es «luz verdadera que ilumi-na a todo hombre que viene a estemundo»; que mientras está en elmundo, «luz» es del mundo; que (Eles la (1,11», la verdad y la vida».Quiere que nosotros (creamos en laLuz» (o sea en El) «para que seamoshijos de la Luz>.

Y a la verdad, si bien se piensa,no pudo escoger Jesús de entre to-dos los seres de la naturaleza, unoque tan propiamente y bellamentelo retratase.

Cuanto más se medita y se estu-dia, más verdadera y profunda seencuentra esta originalísima ana-logía.

Todos saben, pos más o menos;las múltiples propiela luz. Por ella vivimvemos. Siendo una, es mu en lariquísima gama cromática con quehace aparecer los cuerpos. Díganlosi no los delicados y varios maticescon que aparecen, peet- ejemplo, lasflores de los jardines. Su virtud pu-rificadora en el mundo es inestima-ble; recientemente se ha descubiertola mortífera y terrible acción queejercen sus rayos azules sobre todasuerte de microbios. De ahí la nece-sidad de que penetre en las vi-viendas.

Nos trae el calor y la vida y laalegría; lo mismo a los animales ya las plantas.

Con la exposición popular queacabamos de hacer de las principa-les propiedades físicas de la luz,puede decirse que queda hecha laexposición de las principales pro-piedades que en el orden sobrena

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tural tiene, con respecto a nuestrasalmas, la gracia de Jesucristo. Era-tis enim aliquando tenebrae, dice elApóstol; nunc autem lux in Domi-no. «Erais en un tiempo tinieblasde muerte; ahora sois luz purísimaen el Señor».

Por la gracia, pues (gratia ennimestis salvati), somos salvos y sa-cados de las tinieblas a la luz. Y asícomo la escasez de ésta nos haceno ver o percibir imperfectamentelos contornos de los objetos hastaerrar inclusive de todo en todo alpretender clasificarlos o describir-los, así ni más ni menos la escasezde la divina gracia nos conduce alerror total o parcial en el aprehenderde las verdades divinas, resultandoimposible alcanzar su transcenden-cia e importancia capital para nues-tra salvación. La falta de luz llevaconsigo en todo momento la incapa-cidad para ver en el orden natural,y ni más ni menos acaece tambiénen el sobrenatural, con la diferenciade que las consecuencias son aquíinfinitamente más terribles e irre-parables.

Ahora se explica bien cómo Jesu-cristo, autor de la gracia y perfec-tísimo conocedor de las virtudes ypropiedades naturales de la luz,gustaba tanto de usar de esta pro-funda y bellísima analogía.

Pero aún hay más. El descubri-miento relativamente reciente delfenómeno de las interferencias lu-minosas, ha venido a comprobar lahipótesis que sostenía no ser la luzotra cosa que el resultado de lasvibraciones de una materia úni-ca, impalpable e imponderable,que se llama éter, ni más ni menosque el calor, la electricidad, el mag-netismo, etc., etc... Es, pues, laluz, en último caso, el resultadode un movimiento vibratorio rapi-dísimo, según afirma la modernaFísica.

. Pero siendo en general (, 1) debidala coloración de los cuerpos a lareflexión particular que de la luzhacen, en virtud de su especial con-textura molecular, tenemos en estecaso que éstos al aparecer con uncolor determinado, han actuado encierto modo, a manera de resonado-res de las vibraciones luminosas,reproduciendo y reforzando las ne-cesarias para alcanzar el color ocolores simples o compuestos queostentan. Esto es, ni más ni menos,lo que realizan los sobredichos reso-nadores con respecto a las vibra-ciones sonoras. Podremos, Por tanto,sostener que una flor, al ofrecerse anuestros ojos con un bello y deli-cado matiz, o con varios, está ac-tuando, ni más ni menos que comoun sensibilísimo resonador de las•rapidísimas vibraciones de la luz.

Arriba queda apuntado cuántahermosura y variedad podíamos en-contrar tendiendo simplemente unamirada sobre las florecillas de unprado o las de un jardín. Un mismobeso de luz reciben, y sin embargo¡qué gama tan rica de colores y ma-tices admiramos!

Pues hasta en esto hay una ana-logía admirable entre la luz naturaly la divina de la gracia.

Una es también ésta, y con todo¡cuán divinamente multiforme, se-gún la expresión del Apóstol, aloperar sobre los corazones de lossantos! Son éstas flores sobrenatu-rales del jardín de la Iglesia. Y almodo como, según dejamos dicho,toda flor viene a ser en alguna ma-nera por su color un maravillosoresonador de las vibraciones de laluz, así también los corazones de

(1) Decimos en general, para excluir ca-sos en que la coloración no es debida sino afenómenos de interferencia luminosa, comoacaece en las capas muy delgadas de cuerpostransparentes: aire, nácar, grasa, mica, etcé-tera, etc.

los santos, al aparecer a nuestrosOjos con el matiz característico desu santidad, no hacen sino actuarde resonadores místicos, que refle-jan en la grandeza, en la heroicidad, en la maravillosa y múltiplevariedad de sus hechos, la infini-ta riqueza de colores y matices deque es capaz, con sus vibracionesm isteriosas, esta divina luz de lagracia.

Más de una vez, la consideraciónde estos hechos me ha llevado aPensar en la hermosura de esa florque abre calladamente su capulloen el vergel de la Iglesia, y que sellama Pedro Nolasco. Tiene la figu-ra de este Santo, de este perinclitohéroe de la caridad, el encanto de loque es grande y misterioso a untiempo; como el mar, como la natu-raleza, como la vida. Su historia,sus hechos, no obstante aparecer alos ojos del que los contempla decerca con la recia contextura y eldivino relieve de las más heroicasfiguras de la Humanidad, hállansecomo enmarcados en lejos encan-tadores de la más recóndita poesía.

Diríase que la luz que la envuelveY que se diluye a través de los siglosen torno de su vida, tiene la opaci-dad misteriosa, pero hondamenteviva y eternamente bella de las lu-ces del Rembrandt.

e iQue no se sepa de su vida!»¡Que no se sepa de su sepulcro!»

.iQue no se sepa de sus obras!»e ¡Que no se sepa de su amor por losafligidos cautivos!» Esta podríamosdecir fué la obsesión de su vida. Nose le alcanzaba, en su humildad, aeste glorioso Patriarca y Fundadorde la Merced, que lo esencial paraPermanecer oculto no era el que asíPermaneciese su sepultura, sino quelos hombres no se pudiesen darcuenta del volcán de amor divinoque abrasaba su pecho, y que re-bosando de el en hirvientes oleadas

le impulsaba a querer llevar a loslabios de los que sufrían el néctarque había de mitigar y dulcificartodos sus dolores; pero tal oculta.ción era y será siempre imposiblede realizar.

Su anonadamiento no le permitíaver que estando el amor divino teji-do con hebras de fuego y de luz (deluz de luna y de luz de aurora) ydestinado por otra parte a aletearentre los mortales con el dulce ale-teo de una estrella en medio de lanoche, para atraer a sí los ojos cu-biertos de lágrimas de todos los quesufren, no podían permanecer ocul-tas a ellos las huellas profundas yluminosas de sus pasos sobre latierra...

Si según lo arriba apuntado, almodo que las flores con la luz natu-ral, los santos podemos afirmar sonbellas flores que obrando como vi-vos resonadores de la divina luz dela gracia, nos deleitan con la varie-dad de sus matices y perfumes, ¡quéoriginalmente dulce y encantadoraresulta, después de meditar su vida,esta rosa bellísima del corazón deSan Pedro Nolasco!

Muchas veces me he representadoel mundo circuido en todos sentidospor el misterioso movimiento ondu-latorio de la gracia, si vale la expre-sión, originado constantemente porlas infinitas vibraciones de amor delCorazón de Cristo; y he quedadoescuchando cómo bajo esta mara-villosa influencia los corazones delos santos comenzaban a vibrar,apareciendo con el color y perfumede una virtud cultivada de maneraespecial (la pobreza, la humildad,la castidad, el celo por la gracia deDios, etc., etc.); así, un San Fran-cisco, un Santo Domingo, un SanBernardo... Pero no obstante pasarlos años y recruzar el mundo las on-dulaciones misteriosas de la gracia,no habían encontrado éstas el reso-

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nador de un corazón que reprodu-jese el tono luminoso de esa facetadivina (para nosotros, sin duda, lamás estimada) del Corazón de Cris-to al presentársenos como Redentorde los hombres... Y un día la rosaensangrentada del corazón de No-lasco abrió sus fragantes hojas yvibró al contacto purísimo de aque-llas ondas, copiando y reproducien-do toda la hermosura, toda la dul-zura, toda la ternura que para loshombres tiene y tendrá esa divinafaceta con que se nos presenta elCorazón de Cristo como Redentor.

El, a imitación de su divino Maes-tro, quería también serlo, y paraello no tendrá inconveniente enofrendar su vida, sus riquezas, supatria y su familia por el amor desus semejantes. Sus hijos, tocadosy heridos de la misma locura deamor por sus hermanos, no dudaránhacer lo propio. Muchas nuevasrosas han florecido desde entoncesen el jardín de la Orden Merceda-ria. Muchos corazones han sido des-de entonces consolados, muchoscautivos redimidos, muchas almassalvadas, muchas tierras evangeli-zadas.

Cuando tanto homenaje se tributay tanta estatua se levanta, a vecestan sin motivo , me pregunto: .Cuán-do tratará España de levantarle unaa este héroe y a este Santo, pagán-dole la deuda que con él tiene con-traída y depositando a sus pies unacorona, no de flores, sino de lágri-mas, de lágrimas de gratitud, comotantísimos centenares de miles deespañoles han vertido a vista de losbeneficios que de El y de sus hijosrecibieron y reciben desde hä másde siete siglos?

FR. MIGUEL ESCAMES

S. Claudio (Oviedo).

Carta a un peregrino de Ermenonville Hojas secas y sueltasA-San Pedro NolasC

Entre las suaves flores de su apacible[huerto

su imagen viva quiso un día hallar Jesús,y en una bella rosa de sangre salpicadala encontró el Hortelano divino retratada....¡Aquella bella rosa, Nolasco, fuiste tú!

C antar

Dicen que las penas tienennegro el color si son hondas,a quieres tú mis cantaressiempre de color de rosa?

In memoriam

Rosalito del huerto,tú eres testigo

de que el día en que murió aquella santa (1)que tus flores cuidaba con tanto cariño,unas alas de ámbar y rosase agitaron en un vuelo místico

la tierra dejandoy hacia el cielo llevando su espíritu.

INTRODUCCIONEste peregrino es un personaje

simbólico que tiene, sin embargo,gran parentesco con muchos de carney hueso.

Sabido es que en el último terciodel siglo XVIII hubo sensitivos queiban a derramar sus lágrimas sobreel sepulcro del « hombre de la natura-leza», o sea Juan jacobo Rousseau, ya venerar sus reliquias, su caja derapé, sus zapatos, su gorro.

No sé si hoy quedan peregrinos deesta clase; lo cierto es, con todo, queson muchos los magnetizados por elindolente Juan Jacobo, que supo con-centrar como muy pocos las enferme-dades espirituales de su tiempo yexpresarlas con rara elocuencia. Su-po además proyectarlas a nuestrostiempos.

* *

iAdiós

Pasaba él con su borricacargada de acacia en flor...Desde la florida cercadel huerto le dije adiós.¡Y no fué para mirarmel...No hirió su pecho mi voz,pero la fronda del bosquecercano que la escuchóel eco triste repitesiempre que lo cruzo yo.

FR. M. E.

S. Claudio (Oviedo) 26-XII-928.

<2), (I ) Una joven hermana del autor de estos versos,

Mi estimado peregrino: Celebro en-contrarme con un espíritu tan abiertocomo el suyo, a todo lo que sea ideanoble y esfuerzo generoso. Esta dis-posición me infunde alguna esperan-za con respecto a la consecución porusted del mayor bien, que le deseocon el mismo anhelo que para mí.;Nunca la fe tan hermosa, tan encan

-tadora, como saludada desde el os-curo abismo en que hoy le veo, amigoperegrino! Oh, feliz culpa, podría us-ted repetir si llegase a alcanzar cimatan luminosa.

Varios son los prejuicios o mitosque impiden llevar al seno de estecomplejo social, que se quiere llamar

espíritu moderno, un examen amoro-so y útil de los problemas que nosafectan por igual a lodos los hom-bres.

El primer mito es un egoísmo, noese egoísmo espontáneo que todostenemos más o menos, sino un egoís-mo reflexivo, cultivado con diversascorrientes sociales, en este puntoconvergentes, y crganizado con ró-tulos diversos. Tiene dos formas esteegoísmo: egoísmo sensitivo y egoís-mo intelectivo.

El primero se puede formular así:No hay que contradecir nada de loque se produce en nuestro interior acada momento; coaccionar la natura-leza es pervertirla; hay que confiaren el juego espontáneo de las imáge-nes y sensaciones, como el creyenteconfía en la Pro viaencia. No te me-tas en arreglar tu vida conforme auna regla o un principio; déjala talcomo es.

Tal viene a ser el quietismo laicode Juan Jacobo; el «esclavo de sussentidos», como se llamó a sí mismo.Dos señoras quietistas influyeronciertamente en esta mentalidad suya.

Juan jacobo tiene vigor suficientepara admirar la virtud, la predica conun candor que resulta cinismo; puescuando se trata de ponerla en prác-tica, la sugestión del momento le en-canta y destruye su amor teórico,como construcción infantil. Sabe élque la virtud supone dificultades ven-cidas y por vencer, y escribe al Mar-qués de Mirabeau deesta manera:

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«Yo me entrego a la impresión delmomento, sin resistencia y aun sinescrúpulo, porque estoy perfectamen-te cierto de que mi corazón sólo amalo que es bueno».

La vida misma se encarga de hacerla justa crítica de tales principios,pues la atroz paranoia o locura delinfeliz Juan Jacobo y la rica vegeta-ción de fenómenos sicopáticos en loscultivadores de la espontaneidad sintraba, no son más que una traducciónempírica del dogma de la culpa ori-ginal.

Los que no quieren reconocerlo,modelando sus impulsos sensiblessegún las reglas severas y objetivasdel espíritu, van camino de la diso-ciación, van contra su vida.

Varias generaciones antes de JuanJacobo no faltaron quienes canoniza-sen todas las formas de espontanei-dad, con tal que salvaran una solacondición: la de ajustarse a los cáno-nes de la «buena forma». La frase«conducta de un caballero» justifica-ba todo desorden. Shaftesbury, eldeista, hacía de la virtud una cuestiónde buen gusto; lo que equivale a re-ducir el vicio a lo que es descortesía,ofensivo a los oídos, vulgaridad.Siendo así el pecado no es crimen,sino su manifestación; no la vida pri-vada por llena de desórdenes quesea, sino su divulgación. No hay quepreocuparse por ninguna ley de Dioso de los hombres; lo que hay que te-ner en cuenta es el arte, la eleganciaen quebrantarla. Esto es cubrir lasapariencias, pulir la superficie; unamoral a propósito para los que vivenen el encanto de los salones y en el

esplendor del fausto mundano.. Peropara los que creemos que la superfi-cie no agota la existencia de los se- irres, que lo que existe es mucho másinteresante que lo que parece al ex-terior, la «conducta del caballero» norepresenta nada; nos inspira desdénabsoluto, como de seguro lo hace austed, amado peregrino.

Ahora vayamos al egoísmo inte-lectivo. Su fórmula es la divinizacióndel individuo. No se trata de la divi-nización del hombre. por la gracia so

-brenatural de Cristo: trälase de ladivinización del hombre por el hom-bre, en virtud de la naturaleza conmayúscula.

El Vicaro Saboyano, que es hechu-ra de Juan Jacobo, no ruega a Dios,habla con El. Su «hágase tu volun-tad», lo traduce M. Masson de estamanera: «Oh, Dios, ven a mí, hábla-me, consuélame y merece que yo teproclame».

No necesita f. J. de la protecciónde un Dios trascendente y distintodel mundo, puesto que al fin resultaese Dios algo inmanente o que estádentro de nosotros mismos. El últimofin, o lo que es lo mismo, la supremaperfección del hombre, hay que bus-carla dentro del hombre mismo, se-gún Rousseau.

Decimos los católicos que el desti-no del hombre es gozar de la uniónfamiliar de Dios, pero esto tan sóloporque hemos sido elevados por Diosa un plano sobrenatural. Pero JuanJacobo invierte el orden de las cosasy dice que esta unión consiste en laabsorción, asimilación de la Divini-dad por el yo, por nosotros. El su-

premo gozo está dentro de nosotrosmismos, dice casi a la letra en Emi-lio, Y en su obra Ensueños: Poco aPoco, dice, me he acostumbrado aalimentar mi corazón de su propiasustancia y a hallar toda su nutriciónen mí mismo.

La hiena ventnranza consiste, pues,en ser como Dios, gozando nadamás que de nuestro propio yo o ser,en un estado de plena suficienciacomo Dios.

¡El yo, el divino yo, cuántos es-fuerzos heroicos de almas sublimesno hace inútiles! La conciencia hu-mana, se grita como el infeliz J. J. sebasta a sí misma y no necesita deinformación divina ni humana.

Nada de ingerencias extrañas o he-teronomias, nada de imposiciones dedoctrina o fuerza mayor. La vida in-terna en toda su genuinidad frente alas falacias de la vida externa; la in:manencia, la libertad...

Lo exterior, continúan diciendo, loexterior se presenta siempre comouna limitación de nuestra vida que esinterna, coaccionándonos a una for-ma de vida que no es nuestra. En elmundo exterior destacan tres pode-tes: la realidad objetiva, la Iglesia yla soberanía política.

Especialmente los dos primerosejercerán influencia indestructible so-bre el espíritu humano. El sol no estáa merced de los caprichos humanos.Kant acabó de organizar el ataqueiniciado mucho antes que él contrala realidad de nuestras percepciones;el examen privado se alza contra lasegunda autoridad y el liberalismoatomiza la tercera.

Sobre las ruinas del mundo externoqueda solo en pie la inmanencia, laadoración exclusiva del yo. Pero esoes una enfermedad, la enfermedaddel que vuelto de espaldas a los de-más concentra en sí mismo sus mi-radas, y se llama paranoia.

Usted, amigo peregrino, es dema-"siado listo para no comprender quela historia del conocimiento, la for-mación y desarrollo de las cienciashan partido constantemente de un su-puesto bien distinto: la necesidad detomar muy en cuenta las informacio-nes externas, de los hombres y delas cosas, y de compararlas entre síy con las que de antes poseíamospara que del contraste salga la ver-dad. No hay nadie que niegue esto;lo que sucede es que los maestros delerror raras veces tratan bien a la ló-gica, porque les conviene cambiar deposición a cada. paso.

Hay otro mito que impide toda dis-cusión racional y fecunda; es la in-terpretación positivista del mundo.Bien incompleta por cierto, pues em-pieza por mutilar la facultad más no-ble, la de especular, la de discurrir.No es ahora mi intención dar unadescripción completa del llamado po-sitivismo o determinismo integral. Sialguna vez quiere el amigo que des-arrolle con amplitud cualquiera de lospuntos que voy tocando, se lo harécon todo el cariño que me inspira.Ahora me limitaré a un ligero con-traste de conceptos nada más; mástarde podríamos presentar las dificul-tades insuperables con que tropiezala interpretación positivista en elmismo campo de la Biología experi-

Las pasiones y la Religión mental, por poca reflexión que seemplee.

El problema es: todo lo que hay enel mundo, ¿se reduce a moléculas,átomos, iones y electrones? ¿A larealidad tangible, observada por lavisión vulgar y la visión técnica del

-laboratorio? Escribo en este momen-to sobre una mesita encolada y unpoco artística; y veo al través de estamesa a una inteligencia que sabe or-denar este maderamen a la satisfac-ción de una necesidad o utilidad; esun ser espiritual, por ser capaz deabstracción y de juicio.

Dígase lo mismo respecto a losdemás utensilios fabricados por elhombre.

Y ¿qué son los órganos de la vidaanimal sino instrumentos de trabajocon un fin utilísimo y necesario?¿Porque el ojo es un útil mucho másdelicado, complejo y perfecto que lamesa o el martillo, ha de excluir pre-cisamente la inteligencia que lo con-cibiera y la voluntad que lo ejecutara?

Los animales conocen el pico, lapala, las tijeras, la lima, las pinzas,el taladro, los instrumentos músicos,las ventosas, botones de presión, laflecha, el ancla, el remo, la red, elpeine, la brocha, la pila eléctrica, pa-racaídas, la cánula de inyección, ga-ses tóxicos, etc.

Decir que estos instrumentos debensu origen a ciertas causas naturales,que nadie las niega, es dejar intactoel problema; también figuran causasnaturales o mecánicas en la produc-ción de esta mesita: mas eso no ex-cluye la necesidad de una direccióninteligente que obra con un fin.

Y por la exclusión de las accionesy reacciones físico-químicas, por in-mensamente desproporcionadas, yde la selección de los más aptos, porarbitraria, el espíritu humano descu-bre con nueva fuerza la necesidad deun agente supramundano como so-porte de lo existente; agente el másperfecto de todos los seres, por lomismo que les da la existencia.

Y por ahora, nada más, amigomío.

Si mereciese contestación suya, miplacer sería grande, pues me permi-tiría seguir comunicándome con quienme interesa de veras.

Si usted no me despertase interés,no crea que yo hubiera tomado lapluma. Y sepa desde ahora una cosa.Aquí en España es muy frecuente quela discusión degenere en pugilato, enuna especie de «match» de boxeocuyo fin sea poner 'knock-out» al deenfrente. Esto ocurre en un campo yen otro, ¡y yo creo que con poco pro-vecho para la causa de la verdad!

Entre usted y yo no ha de habervencedor ni vencido; sino que, entodo caso, venza la verdad y enton-ces habremos vencido los dos: usted,venciendo el error, y yo, consiguien-do la satisfacción más grande de lavida.

Así, poco más o menos, hablabaSan Agustín, tan genio como bonda-doso.

Su afmo. en Xto.,

PP. MAPTIN OPTUZAP

Las pasiones ¿son buenas omalas?

Ante todo, qué son las pasiones?Son los movimientos que experimen-tamos en la parte sen.ible del alma;movimientos p roducidos por lasimágenes sensibles en cuanto nosrepresentan con viveza el bien o elmal. Más sencilllo: Son la impresio-nabilidad del alma por el mundocorpóreo. Impresionarse el alma, oser movida por el mundo material

bueno o malo? Desde luego afir-mamos que las pasiones, en sí mis-mas, no son malas. Sin ellas no seentiende nada, ni se explica nada.¿Qué seríamos, en efecto, sin laspasiones? Algo así como hermosasestatuas ante las maravillas de lacreación. pasiones no es posi-ble que pudiéramos concebir un ar-tista, un genio, un Santo, una almasoñadora. « Un hombre apasionadopor una justa causa—dice el PadreLejeume—obra con más ardor, conmás energía y tenacidad que otrohombre desapasionado». Las letras,las ciencias, las artes, la elocuen-cia, la política y la virtud buscaronsiempre sus maestros en los hom-bres de pasiones vehementes. Sinlas pasiones—hay que reconocerlo—la apatía y la insensibilidad se apo-derarían fácilmente de nosotros. Y¿_quién no dirá que este « estupor» espeor que todos los vicios? «Quienesse empeñen en matar las pasiones—dice San Agustín—más que en lo-grar la tranquilidad quieren despo-jarse de toda humanidad». El almano puede percibir, sentir, conocer,pensar ni amar, sin las sacudidasque los sentidos producen en el ce-rebro, donde reside la imagina-ción.

¿Es bueno o malo el vapor? Es

buena o mala la corriente eléctrica?.Hay alguien que pueda negar que'en sí mismas son buenas estas co-sas? No. Pero, sin embargo, ¿podríasoltarse la locomotora sin maqui-nista, sin una mano perita que laconduzca? No. Lo que se hace esencerrar la fuerza en aquel pechode hierro, bajo la dirección de unperito que, con esquista solicitud,cuide de la manivela. Ahí está elhombre junto a la fuerza, el pensa-miento junto a la mecánica.

Luego es preciso que nos dejemosconducir por las pasiones dirigidasy encaminadas por la mano peritade la razón; así como la locomotoratiene que jr dirigida por el maqui-nista, aprisionada por los rieles; asítambién las pasiones deben jr diri-gidas por la razón y encauzadas porlos rieles del deber. Las pasiones,pues, no son malas, pero el hombredebe gobernarlas y encauzar susmovimientos; como debe tomar todafuerza para ponerla a su servicio.

Los estoicos y los epicúreos in-fieren gravísima injuria a Dios y ala naturaleza al afirmar que sonmalas las pasiones. La escuela teo-lógica en nombre de la naturaleza,de la historia y de la virtud afirmaque sin pasiones no hay hombre,que sin grandes pasiones no haygrandes hombres, no hay grandescaracteres que cautiven y arrastrena la humanidad por su grandeza.Los más grandes Santos fueron loshombres de más grandes pasiones.El mismo Cristo, nuestro divinoRedentor, experimentó la fuerza dela pasión. «Jamás—dice Bossuet-en ningún hombre fueron las pasio-nes ni tan fuertes ni tan tiernas co-mo en -Jesús; y si las almas se con-movían a su presencia, era que es-taban iluminadas por la verdad y

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tocadas por el amor y por los senti-mientos que transpiraban con ve-hemencia en la sensibilidad y entoda la persona del hijo de Dios>.Jesús sintió el miedo, la tristeza, elgozo, el deseo; se airó, lloró, gimió,increpó con vehemencia a sus ene-migos, y sobre todo, amó, con amorfuerte, vehemente, no sólo de vo-luntad, sino de Corazón, que sintiólatir reciamente el discípulo amadoen las horas postreras de su vida.

Luego las pasiones son buenas yel hombre debe procurar arrancarde ellas las deliciosas armonías deuna perfecta vida cristiana; debetemplarlas y hacerlas vibrar según«el tono de Dios » ; debe hacer quesólo se muevan en la atmósfera dela paz espiritual, agitadas por elsoplo del amor de jesucristo.

Tristes efectos de las pasionesdesencadenadas.

Es preciso reconocer que si laspasiones en sí mismas no son ma-las, son, empero, un gran peligro,porque aturden, inquietan, marean;porque restan mucha virtud al al-ma, quitan mucha fuerza al pensa-miento, roban mucha calma al co-razón. Por eso se observa lo peli-groso que son los apasionamientos,porque—como dice un célebre pu-blicista— « todas las grandes caídasnacen de los bajos fondos del hom-bre>.

La enorme dificultad está en laspasiones, en las que está, quieraque no quiera, envuelto el hombre;pasiones cerebrales, pasiones visce-rales, pasiones de arriba, pasionesde abajo, pasiones concupiscibles,pasiones irascibles, pasiones egoís-tas, pasiones altruistas y pasionesegoaltruistas; lucha, combate, pe-lea constante, perpetua, he aquí lavida del hombre. De ellas no se li-brará ni la correa del religioso, niel tosco sayal del ermitaño, ni la

sotana del sacerdote, ni la libreasanta del matrimonio, ni siquiera lavida hipermística de San AntonioAbad, de San Jerónimo o de SanPedro de Alcántara.

La vida moderna, con su refina-miento, viene a excitar más y máslas pasiones, inclinando al hombreal mal y produciendo ese estadomorboso de la civilización actual,tanto que podemos muy bien afir-mar que nuestro siglo tiene el cora-zón atrofiado, porque el hombre, engenial frase de San Agustín, ha caído dentro de sí mismo. Caída enor-me, si se tiene en cuenta que elhombre ha llegado hoy a saberlotodo, menos medir las profundidadesde su conciencia. Caída cuya pro-fundidad se puede medir por losmarcados refinamientos del siglo; elarte y la literatura han caído en elfango; las novelas de amoríos opornográficas, las modas lascivasque tienden a desnudar a la mujer,las pinturas eróticas, el teatro in-moral, donde se hace la apologíade todos los vicios y de donde el pu-dor y la honestidad están desterra-das, el lujo excesivo y afeminado,la película cinematográfica indecen-te, puesta a disposición de todas lasclases sociales, son otros tantos fac-tores eficaces para enfangar las al-mas, corromper los corazones ymultiplicar las desgraciadas vícti-mas del sensualismo más degra-dante.

Nuestra lucha es, pues, contra lacarne y la sangre, contra las exi-gencias del temperamento, contraesa cadena de hierro del atavismoque nos ata a la sangre de nuestrosascendientes. Pero, más que todo,nuestra lucha es contra el espíritudel mal, potente, astuto, sagaz, in-sidioso, que remueve nuestra carney nuestra sangre, y hace vibrarnuestros nervios según las exigen-cias de su infernal estrategia, en

frase gráfica del Apóstol San Pa-blo.

Enemigo terrible que es capaz depenetrar hasta los últimos elemen-tos de nuestra vida orgánica paraorientarnos hacia los abismos delmal; colaborador infatigable delmundo y de la carne, nos rodea e nPerpetua insidia, «como león rugien-te, a quien devorar». El ha derriba-do los altos cedros de la virtud y dela más estupenda santidad, de lavoluntad y del saber. «Por su po-der—dice San A gustín—fué proba-do Job para que apareciese su justi-cia, y Pedro fué tentado para casti-go de su presunción, y Pablo fuéabofeteado para que no se enorgu-lleciese, y Judas fue- condenado paraque se colgase » . Pero, a pesar detodo, nada puede con nosotros siacudimos a Cristo. «El que vencióen el árbol, fué vencido por el ár-bol», canta la Iglesia en el Prefaciode la Cruz.

Otros desórdenes.

La voluntad es la reina de todaslas potencias y debe reinar bajo losesplendores del entendimiento, perovienen las pasiones desordenadas yles oscurecen y perturban, y enton-ces, falseado el entendimiento, que-da falseada la voluntad para el bien,para la virtud. Las pasiones impo-sibilitan al hombre para reflexio-nar; el cerebro queda perturbado;el entendimiento se anubla y se os-curece, y el corazón sin calor y sinvida, las aspiraciones nobles seachican y empequeñecen, los gene-rosos sentimientos desaparecen ytodo el hombre queda embrutecido.Muy bien dijo Daniel al lascivo an-ciano que acusaba a la casta Susa-na: « La concupiscencia ha traicio-n ado tu corazón».

El hombre que se deja influen-ciar por las pasiones desordenadas,se vuelve inconstante, tornadizo,

voluble, sin ideas fijas, sin convic-ciones y sin carácter. «Nadie—diceBalmes—pone en duda la influenciade las pasiones sobre el corazón;pero no se ha hecho notar bastantela influencia que ejercen sobre elespíritu por lo que se refiere a lasverdades que parecen no tener re-lación alguna con nuestros actos».Por eso, viendo la inconstancia denuestros hombres, la falta de carac-teres y la volubilidad de nuestrospolíticos, podemos afirmar, sin te-mor de equivocarnos: « que el hom-bre está hoy en el paroxismo de suegolatría, que el hombre es hoy me-nos hombre de nunca » . Si encen-diésemos una linterna, y como elfilósofo griego, buscásemos un hom-bre, un carácter, tendríamos queresponder como respondió el ilustrefilósofo: «¡No lo encuentro, no lo en-cuentro!»

¿Qué es el carácter?

Algunos creen que el carácterestá en la inflexibilidad de la volun-tad dirigida por una marcada obs-tinación. Es exacto y no puede ne-garse que impulsado por una reciaobstinación lucha elsabio por arran-car a la naturaleza sus maravillo-sos secretos; el artista, descubrien-do los primores del genio; el solda-do, cubriéndose de gloria en loscampos de batalla. La Historia estállena de estas celebridades, que sonla admiración de los siglos. Colón,desafiando la furia de un mar des-conocido; Hernán Cortés, queman-do las naves en lejanas playas, ytantos otros.

Pero esto no es el carácter; por-que si sólo esto lo fuese, los que nosomos genios, los que estamos in-cluidos en la masa anónima, no lotendríamos.

.Qué es, pues, el carácter? Diga-mos con un obispo español que elcarácter es (el temperamento tra-

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bajado, modificado, rectificado y di-rigido por la fuerza racional»: que«es el sello de la voluntad que seesfuerza en amoldar las acciones ala convicción»: o «la resultante ha-bitual de las tendencias múltiplesque se disputan la vida de un hom-bre».

. El carácter—dice un ilustre pu-blicista—no es una facultad: es laarmonía de todas las facultades. Noes una fuerza: es toda la fuerza delhombre. Es su fisonomía moral. Esla agrupación armónica y robustade todo principio de acción en elhombre alrededor de la voluntad,de donde resulta, en frase de La-cordaire, esa energía que hace alhombre inquebrantable en sus de-signios; más inquebrantable aún enla fidelidad a sí mismo, a sus con-vicciones, a sus amistades, a susvirtudes.

« Cada hombre es un Fidias, hadicho Quinet: es un escultor quedebe corregir su mármol o su barro,hasta que haya hecho salir, de lamasa grosera de nuestros instintos,un personaje inteligente, justo y li-bre » . A lo que podemos añadir conla Iglesia: «Hasta que trabajado alos golpes del amor a Cristo, sea-mos dignos de figurar en el templosoberano de la gloria».

La formación del carácter no esun trabajo de hoy, o de mañana, no,es un trabajo de toda la vida: es unalabor de forja, en frase gráfica deMontaine, tanto más dura cuantomás avasalladoras sean las pasio-nes.

Hay una página evangélica queencierra sublimes enseñanzas parala formación del carácter tan nece-sario para el convencimiento de laspasiones. A las puertas del huertode las olivas, en aquella noche delos grandes amores y de los gran-des dolores, está jesús; ante El sepresenta la soldadescA„ capitaneada

por Judas, que todavía tenía tintoslos labios con la sangre adorabledel divino Maestro. Todos temen...,vacilan..., no saben qué hacer. Cris-to, en toda la plenitud de su grande-za, es el único que no teme, que novacila...

---bN quién buscáis?—A Jesús de Nazareth.Entonces Jesús pronuncia una

frase hermosa, sublime, reveladorade la grandeza de su carácter.

—Ego sum. Yo soy.Palabra de amor y de misericor-

dia, capaz de calmar todas las va-cilaciones, inquietudes y . zozobrasdel espíritu y todas las tempestadesdel corazón.

Hay que pensar bien; y para pen-sar bien, no es tan difícil como pare-ce. Los más grandes pensamientos,las más geniales ideas, nada sonsi no responde el corazón. Y,¿quées lo que se necesita para poner atono el corazón y la cabeza? Se re-quiere genio, fuerza, coraje, bravu-ra, el máximo de energías paraahogar las aviesas pasiones queconstantemente surgen de los bajosfondos. Y,¿quién da al hombreesa fuerza, esa maravillosa savia?.Quién? jesús, diciendo al paralíti-co del Evangelio: «Levántate, tomatu lecho y anda».

FR. R. DELGADO CAPEÄNS,O. de M.

PAGINA MISIONALDEL PlAUHY

Säo Ray mundo Nonato, 26 de No-viembre de 1928.

Querido Padre Guillermo:Ayer recibí la suya de 4 de agos-

to (vea cómo anda aquí el correo),y leída a la luz de un miserable can-dieiro, tal es el interés de saber lo

que pasa por esa, hoy mismo le con-testo a pesar de estar ocupadísimoen tantos asuntos, pero lo hago pre-cisamente para que deje por un mo-mento eso y descanse leyendo estospobres informes: pues ya sabe queen la variedad está el gusto; no sési en leer esto merecerá palos talgusto. Vuestra Reverencia perdo-ne. La tristísima noticia, que talvez sepa ya, es que el Padre Maria-no padeció varios ataques hasta elPunto de quedarse como muerto.

En tal apuro puse un telegramaal Padre Reverendísimo. Contestóen seguida que lo trasladara a RíoJaneiro y que me encargara deesto hasta nueva provisión; supon-go que será para enviar Prelado.Así lo indicó el señor Nuncio al Pa-dre Vega, chileno, que fué el quellevó al Padre Mariano con un mo-zo para ayudar, pues yo estaba conpaludismo.

En esto gasté los pocos ahorrosque tenía, pero los daba por bienempleados con tal que él mejorara.Recibí carta de Río Janeiro en laque los médicos dicen que le em-barquen para España, único mediode mejorar. Vea cómo andamos enestos trabajos y clima en extremoabrasador.

Estoy ocupadísimo en la construc-ción del pobre Seminario con laayuda del Gobierno, que da quincemil pesetas anuales; la casa va conPrincipios de convento, tiene 25 me-tros de largo, diez de fondo y ochode alto, lleva claustro, cocina delPaís y otra a gasolina, habitacionesPara cobijar unos sesenta al estilo

de aquí, .con hamacas. En la huertaya planté cien pies de bananas yotras riquísimas frutas; hice muroen gran parte, por si llega a sercasa noviciado, y lo demás está conestacas, estilo de aquí; estoy cons-truyendo un aljibe, para recoger elagua de lluvia y poder beber cosabuena en el verano, porque si noestamos condenados a beber todo elario agua salobre, tengo encargadoun catavento (molinete), para poderregar la huerta con agua de un ca-nal que está inmediato a ella. Es talel entusiasmo de estas gentes conesto que ya están pidiendo aguapara su servicio; ¡lástima que yo nopueda disponer de los fondos delGobierno Federal!

Aquí el Gobierno no atiende laIglesia, y sólo lo hace bajo el as-pecto de colegios u obras públicas,pero al fin los cede a las comuni-dades directoras, que ya no es poco.Hay un senador y un diputado quenos atienden mucho y cuando estuveen Río Janeiro me hicieron ir al Se-nado y tomar refrescos; excuso de-cir si los agradecí, porque aque-lla capital es un horno de fuego.

Estoy preparando las cosas parala exposición de Barcelona, no sécuando llegarán, ni si llamarán laatención; yo mando cosas propiasde aquí y para este fin tengo encar-gado varios mozos que busquen porlas selvas lo que les indiqué, perocuando yo quiero no aparecen losobjetos y cuando uno no quiere sepresentan en la puerta pidiendo mi-les de reis por cualquier cachiva-che.

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menos seis arios en nuestro colegioantes de que se las admita al novi-ciado; éste dura dos arios, despuésde los cuales, si se las ve aptas, en-tran en la Congregación.

Espero que muy pronto podremoscomenzar a construir el colegio de-finitivo, y entonces se nos permiti-rá ampliar nuestros ministerios,pues ahora nos es imposible dedi-carnos a más cosas por falta de lo-cal, que como las alumnas que te-nemos son internas, necesitan mu-cho sitio y la casa no da más de sí.Esto quiere decir que continuamosen paz y con bastantes esperanzasde que lo mismo sucederá en ade-lante, aunque aguantando todas lascargas que nos imponen a los ex-tranjeros. ¡Qué remedio!, hemos depasar por todo lo que no sea ofensade Dios, por hacer bien a esta po-bre gente.

Hoy se le espera en esta ciudadal prohombre Chang-kai-sek, gene-ralísimo del ejército sudista, sal-vador de la moderna China. Acabade nombrar a su esposa Alcalde-sa de Nan-kin; así andan aquí lascosas.

La reverenda Madre Comendado-ra debe de estar en Ponapé organi-zando aquella fundación, y de allíespera pasar a Saipán para luegovisitar la de Tokyo. Después de todovendrá a Wuhú, y será, según cal-culamos, a primeros de Febrero.Puede figurarse lo contentas que es-tamos para pasar unas semanas ensu compañía. Mire si es valientepara decidirse a emprender un tanlargo y molesto viaje, el que ha de

ser muy provechoso para las casassalidas de Bérriz.

Hace muchos meses que no reci-bimos LA MERCED y lo sentimosmucho, porque ella nos entera detodo lo bueno que ocurre en las ca-sas de la Orden y de otras muchasde España. ¿Será que no ponen bienla dirección?

Las Madres y hermana me encar-gan tantísimas cosas y dicen que lesuplique nos encomiende muchopara que hagamos algo bueno paragloria de Dios y bien de las almas.Salude en su nombre y en el mío alos Padres de esa Residencia, ycuando visite a nuestra B. Marianatenga la bondad de rogarle por sushermanas ausentes, que tanto nece-sitan de su protección.

En San Fernando y Alarcón, todocuanto quiera para tan buenas Ma-dres, y Su Reverencia mande comoguste a la última de sus hermanasque le ama en el Sagrado Corazónde Jesús

SOR AUXILIO DE MARIA URIZARO. de M.

Wuhü, 25 de Noviembre de 1928.

Mercedarios ilustresEl Ilustrísimo Padre Mareos Sal-

merón (1588-1648).

Este ilustre escritor es uno de losespañoles que en la época de nues-tra decadencia supieron sentir hon-do y hablar claro, no contagiándoseapenas con el gongorismo am-biente.

Nació en Buendía, Diócesis yprovincia de Cuenca, el día de SanMarcos, 25 de abril de 1588, de fa-milia distinguida y cristiana. Fue-ron sus padres D. Diego Salmeróny D. María de Reina. A los quincearios tomó el hábito mercedario enHuete, profesando el 7 de Septiem-bre de 1603 en manos del Padre Co-mendador, Maestro Fray Juan dePeñacerrada. El acta original seconserva en el libro de profesiones,folio 120 en el Archivo HistóricoNacional, entre los documentos deaquel célebre convento.

Para estas fechas debía ser ya unbuen humanista, continuando luegosus estudios en el convento y termi-nándolos en la Universidad de Al-calá, donde aparece matriculado enTeología en el curso de 1611 a 12.

Fué después lector o profesor envarias casas y Comendador de Se-govia y de Guadalajara. En Octu-bre de 1632 los votos de sus herma-nos lo elevaron al cargo de Provin-cial, que duró esta vez cuatro arios,por coincidir su terminación con lavacante del Generalato.

Uno de los cuatro definidores oconsejeros entonces elegidos fuéFray Gabriel Téllez, que en su His-toria General de la Orden hace al-gunas referencias a los sucesos deestos arios. Numerosos son los documentos que tenemos del Gobier-no el Padre Salmerón y todos ha-blan en su honor. Veía muy clarolo que era preciso hacer y evitar ylo conseguía sin vacilaciones. Susactas de visita en Madrid y otrosconventos son muy interesantes.

El 10 de Mayo de 1636 fue elegidoen Murcia para General de la Or-den el Padre Dalmacio Serra queen Octubre celebró capítulo en Cas-tilla en que salió electo Provincialpor segunda vez el Padre MaestroPeriacerrada, el mismo que habíadado la profesión al Padre Salme-rón. No debía tener de éste mal concepto, pues al morir, veintiocho díasmás tarde le nombró su vicario, go-bernando de este modo la Provinciacasi siete arios completos.

Al terminarlos en 1639 el capítulocelebrado en Guadalajara lo desig-nó Comendador de Madrid, cargoque renunció a los pocos días porhallarse muy cansado. Aplaude Té-llez la renuncia, aunque con retin-tín: « pues siete arios de provincia-lato no es carga para el que rigellevadera, ni para los regidos sopor-table, pues aun los seis de un gene-ral, que no le vemos tan frecuente,se les suele hacei demasiado. Asíquedaron los unos sin el peso y elotro sin fastidio» (1).

Los conquenses más o menosilustres no suelen distinguirse porsu dulzura, aunque Téllez alaba enotra parte al Padre Salmerón por lasuavidad de ste gobierno. El dichodel Cronista y las actas de visita,prueban que el Padre Salmerón noreparaba en perder simpatías cuan-do se trataba de cumplir el deber.Muchos que no son de Cuenca par-ticipan de la misma opinión, con-vencidos de que los hábiles cazado-

(1) T. 11 fol 424, vilo, del original.

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res de aplausos acaban mal delantede Dios y de los hombres.

No fueron de mucho reposo estosarios para el Padre Salmerón, puesen ellos terminó o adelantó la com-posición de sus libros más impor-tantes y predicó mucho en iglesiasmuy principales, habiéndole encar-gado, entre otras, una cuaresma lacatedral de Barcelona. La SupremaInquisición, de la que era califica-dor, pedíale también su parecer mu-chas veces.

Entre otros papeles que obran enel archivo de la de Toledo (hoy enel Histórico Nacional) nos pinta ad-mirablemente el carácter noble delPadre Salmerón el expediente paracalificador de la Suprema del PadreJuan de Fonseca, provincial de Cas-tilla. Sus abuelos habían residido enPortugal y los árboles genealógicosde allá solían tener alguna rama dejudaísmo.

Sobre esto se libró en las tinieblasuna verdadera batalla, concurrien-do a la información secreta muchosfrailes. El Padre Salmerón defendióal Provincial con todas sus fuerzas,explicando el menor afecto queotros le profesaban por ia defensacalurosa que Fonseca había hechodel General Serra, acusado de cata-lanismo por haberse ido a meter enBarcelona después de la subleva-ción. Al fin el General quedó porbuen español y el Provincial pormadrileño neto, apto para califica-dor de la Suprema.

Por estar el General incomunica-do con el resto de España, fue nom-brado Vicario General el Padre Sal-

merón, y en 7 de Junio de 1642, ter-minado el Generalato del PadreSerra, fue designado en Calatayudpara sucederle.

Tres redenciones se hicieron du-rante su gobierno: una en 1644, enArgel, de 153 cautivos por la provin-cia francesa, cuyos redentores fue-ron los Padres Francisco Faisán ySebastián Bruyére, quedándose ésteen rehenes durante diez años, queempleó en consolar a los cautivode su nación (1). La otra redenciónse hizo en Tetuán en 1647, siendoredentor el Padre José de Toledo,por Castilla, y el Padre Mateo deTriviño, por Andalucía, que volvie-ron con 210 cautivos. En la tercera,el Padre Cosme Abadía, por Cata-luña, libertó de Argel 50 cautivosen 1646.

En 1645 asistió el Padre Salmeróna las Cortes del reino de Valencia,donde los Generales de la Mercedtenían voto como Barones de Algary Escales. Con esta ocasión redactóun largo memorial exponiendo lasnecesidades de la Monarquía y delRey, que imprimió allí e incorporémás tarde en IL s Recuerdos Históri-cos, donde ocupa las páginas 528a 550.

Felipe IV le honró con el título dePredicador suyo y le oía con agra-do, y el 7 de Agosto de 1647 le pre-sentó para la mitra de Trujillo en elPerú, dándole esperanza de cosasmayores.

(1 Sobre esta redención hay muchos documen-tos en el Archivo departamental de Burdeos: Reli-gieux de la Merci, C. 17, y las memorias del PadreBruyóre.

No diö lugar a ello la muerte quele sobrevino en Madrid el 21 deEnero de 1648, antes de cumplir lossesenta de su edad ni los seis delgeneralato. Fue enterrado en la ca-pilla de los Remedios y despuéstrasladados a Huete sus restos, para

ser depositados en la capilla de SanJosé, costeada por él lo mismo queotras importantes obras en el con-vento.

En su iglesia (hoy parroquia única de la ciudad), se conserva su re-trato que reproducimos, a cuyo piese lee la siguiente inscripción:

Vel (ladero retrato del Reverendí-simo P. M. E Marcos Salmerón,

Jeneral de todo el orden de NuestraSeñora de la Merced, Ron. de cau-tivos, Predicador de su Mad. y ca-lificador de la suprema inquisición,Obispo electo de la ciudad de Truji-llo en las Indias del Pirú. Murió en21 de Henero del año de 1648, de

hedad de 60 años. Requiescat inpace.

Lo que ha hecho perdurable sumemoria son los libros que compu-so en medio de sus múltiples ocupa-ciones, y que la Academia españolatomó como autoridades para la re-dacción de su primer Diccionario.

Dejando para lugar más oportunosu bibliografía detallada, indicare-

EL P. SALMERÓN EN SU LECHO DE MUERTE

(Cuadro existente en la Merced de Huete).

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mos sólo las obras más importantesque salieron de su pluma:

Tesoro Escondido en el Campo dela Humanidad del Hijo de Dios...Barcelona, 1641. En 8. 0 , de 512 pági-nas, sin los preliminares e índices.Son doce sermones de los misteriosde la Santísima Virgen, a los que seañadieron tres de la Merced, SanJosé y San Pedro Nolasco, impresosantes separadamente.

Recuerdos Históricos y políticosde los servicios que los Generales yVarones ilustres de la Religión deNuestra Señora de la Merced, Redención de Cautivos, han hecho a losReyes de España... En Valencia,año de 1646. En folio de 550 pági-nas, sin los preliminares e índices.Es obra elegante y fluida, aunquedisminuyen su valor histórico losdocumentos apócrifos entonces fabricados y acogidos por el Autorincautamente.

El Príncipe Escondido. Medita-ciones de la vida oculta de Cristodesde los doce a los treinta años...Madrid 1648. De esta obra, la mejorde nuestro Autor, se ha hecho nue •

va edición en Madrid en 1921. Editonal Gil Blas, de XVI, 540 páginasen 8.° El académico D. RicardoLeón le consagró 'un largo estudioencomiástico en «Raza Española».

Las ideas sociales y políticas delPadre Salmerón son algo muy curioso para su tiempo.

Sacra Apología. Exemplar vivode las armas católicas en favor dela .fe y de los vasallos leales de laMajestad de Felipe IV, Rey de lasEspañas y Emperador de América.Las sublevaciones de 1640 le movieron a escribir este folleto, cuya primera edición parece ser lade Pamplona por Martín de Labayen, 1641; hay otra de Madrid, 1642,y está incorporado en los RecuerdosHistóricos, páginas 503 a 518.

Rapsodia en la Muerte del Prín-cipe Don Baltasar.

En favor de los Vicarios Genera-les de los Reinos del Perú y NuevaEspaña... Lo imprimió separadamente, incluyéndolo más tarde enlos Recuerdos, páginas 305 a 319.

Tengo nota de varios sermonessueltos predicados por él. Dejó ma-nuscritos dos tomos sobre los evan-gelios, que probablemente seríanlos discursos de que habla en el pró-logo del Tesoro Escondido.

Terminó la impresión del primerbulario de la Orden que dejaron amedio hacer los Maestros Remon yFreitas.

FR. GUILLERMO VAZQUEZ

Abraham, nuestro padre en la fe,nació en la baja Caldea a distanciamedia entre Babilonia y la desem-bocadura del Tigris y el Éufratesen el Golfo Pérsico.

Su ciudad natal se llamaba Ur,nombre popular ísimo en la HistoriaSagrada, y como otras ciudades es-taba situada en una colina, artifi-cial en gran parte, para defenderlade los enemigos y de las inundaciones que frecuentemente sumergenla llanura, convirtiendo la ciudaden un islote. Llámase actualmente1Viugheir.

Hace tiempo que varias comisio-nes europeas y americanas hacenexcavaciones en aquella región,pero los trabajos se han aceleradodesde que las derrotas de los turcosen la guerra europea colocó los paí-ses bíblicos en manos de los eu-ropeos.

Las excavaciones en Ur han dadoresultados sorprendentes, hallándo-se sepulcros riquísimos, llenos dePreciosidades, más importantes aúnque las de la tumba de Tutankha-mon, que tanto admiraron al mun-do, y más antiguas también, puesse remontan a unos tres mil ariosantes de Jesucristo y son por lomismo anteriores a Abraham, cuyonacimiento se coloca por buenasrazones alrededor del ario dos mil.

La civilización de los Sumeria-nos, cuyos restos ahora descubri-mos, poseía una industria muy ade-l antada, pero a la vez tenía costum-bres bárbaras, de las que hay toda-vía ejemplos en el Africa y en ellapón. Los sepulcros de los reyesestán llenos de cadáveres de susservidores, hombres y mujeres, que,

más o menos voluntariamente acep-taron la muerte, para acompañaren el viaje de ultratumba a susamos.

Extractamos de Veibum Domini,de Diciembre último, la descripciónde estos hallazgos hecha por el Pa-dre A. Deimel.

Las comisiones del British Mu-seum y de la Universidad de Pen-sylvania descubrieron ya en 1923un gran templo en Mugheir dedica-do a Sin (la luna), que entre los asi-rios, como entre los germanos, erauna divinidad masculina. Los tra-bajos reanudados en 1927 dieron porresultado el hallazgo de una grannecrópolis y en la primavera de1928 el de cuatro sepulcros reales yel de un príncipe niño.

De estos cuatro sepulcros dos es-tán contiguos y merecen especialatención. Constan de dos partes:vestíbulo y cámara sepulcral de pie-dra labrada. En un ángulo de éstase halla el sarcófago, en forma depequeña bóveda de piedra y cal.

El sarcófago del primer sepulcrohabía sido robado ya en época re-motísima, por lo cual no se halla-ron en él más que tres esqueletos,Probablemente del iey y de doscortesanos y un sello cilíndrico conel nombre Abargi. A la puertaquedó también una navecilla deplata, de unos 60 centímetros de lar-go con proa y popa elevadas yapuntadas, con seis bancos y dosremos en cada uno.

En el vestíbulo y en la cámaraprincipal se hallaron muchas máscosas que los ladrones dejaron, nose sabe por qué. Estaban, pues, enel vestíbulo los esqueletos de seis

HALLAZGO IMPORTANTÍSIMO

Excavaciones en la patria de Abraham

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soldados, guardas del sepulcro, conlanzas al hombro y cascos de bron-ce en la cabeza. Más adentro, en lapuerta que comunica el vestíbulocon la cámara principal, había doscarros de cuatro ruedas, tiradoscada uno por tres bueyes. Estosllevaban anillos de plata en la na-riz y riendas de plata al cuello, ter-minadas en bolas del mismo metaladornadas con zafiros.

Delante de los bueyes estaban loshuesos del boyero y en los asientosde los carros los de los aurigas.

La cámara interior estaba todallena de huesos. A los lados del sar-cófago yacían los esqueletos de do-ce mujeres nobles, ceñidas las sie-nes con coronas de oro imitandohojas de moral y con brazaletes ycollares de zafiros y ágatas, alfile-res de plata, pendientes de oro yotros diversos adornos de oro yplata.

Al lado tenían frascos de ungüen-tos y alabastros. Sobre ellos hubodos toros de madera de los cualessólo se conservan las cabezas, unade bronce y otra de oro con los ojosy la punta de las astas de zafiros.

Contra la pared de la cámara sepulcral yacían los esqueletos denueve soldados, uno de ellos concasco de bronce con hebilla de pla-ta y los otros ostentaban adornosvarios, cadenas de plata con mar-garitas, puñales en sus tahalíes, et-cétera. Entre los demás huesos ape-nas se encontraron algunas marga-ritas, cuyo destino fué imposibleadivinar.

Inmediato a este sepulcro real hayotro completamente intacto. En elsarcófago estaban los huesos de lareina llamada Shubad, nombre es-crito en un sello cilíndrico. El cuer-po estaba encerrado en una caja demadera, a cuyos pies y cabecerahabía dos esclavas sentadas.

La envoltura de la cabeza era

muy complicada. Primeramente ha-bía una faja de oro que le daba muchas vueltas. En la frente tenía unadiadema de zafiros, ágatas sanguí-neas y anillos de oro. Encima doscoronas, una tejida con hojas demoral en oro, otra con hojas de sau-ce y flores grandes de oro puro. Enla coronilla tenía un peine de orocuyos siete dientes terminaban enflorecillas. Añádanse a esto pen-dientes enormes, collares de oropu o adornados con piedras precio-sas, brazaletes y fajas en las ro-dillas.

El vestido estaba cuajado de pie-dras, zafiros, ágatas con venas san-guíneas, bolas, anillos .de oro, ypendía del hombro derecho dondeestaba sujeto con alfileres de oroadornados con zafiros, teniendo su-jetos varios amuletos, a saber: unpez de zafiro, otro de oro, un bece-rro acostado, etc.

En cada uno de los alfileres esta-ban fijos sellos cilíndricos, y en unode ellos se lee: Sal Shub-ad nin, osea: Matrona Shubad señora.

Cerca del lecho había multitudde adornos mujeriles, muchos deellos de oro puro, frascos de un-güentos y otros comunes, platos,copas, vasos, un cribo, anillos, pen-dientes. Otros de plata como lám-paras, fuentes, etc. Otros objetos debronce; treinta vasos de alabastroy una multitud de imágenes de cier-vos, carneros, toros barbados y.otros animales admirablemente cin-celados.

En la cámara principal de estesepulcro se encontró un salterio dedoce cuerdas, adornado con pie-dras, metales y conchas. Los hue-sos de la que lo tocaba tenían todavía el instrumento en posición.

Cerca había un carro sin ruedas amodo de trineo, con varios adornosen que había cabezas de leones y detoros de oro, seis de cada lado, y a

los extremos otras tres cabezas ma-yores de leones, de oro, con ojos dezafiros. Ante el coche yacían los es-q ueletos de dos asnos que lo arras-traban.

El yugo que es de plata, estáadornado con una imagen de unönagro pequeño tan bien cinceladoque parece un milagro del arte deaquellos tiempos remotísimos.

Detrás del coche había tablas deJugar a los dados, siendo éstos deconcha con los puntos de zafiros, yotros de zafiro punteados con oro..Había, además, una grande arca

de madera adornada con taracea, y-a los lados vasos de diversas for-mas y materias, unos de piedra,otros de calamina y esteatita, obsi-diana y otras más preciosas; unacopa excavada en zafiro, un cuchi-llo, una sierra, instrumentos peque-ños de uso mujeril, una lámpara,una copa, un vaso, todo de oro;treinta vasos más de beber, copas,e tcétera, de plata y bronce y algu-nas armas e instrumentos de lomismo.

En la misma cániara estaban tam-bién los huesos de varios hombres;tres de ellos ante el coche, que eranlos que guiaban los jumentos; pocodetrás los de otros seis, y muchoscerca del arca de madera, doce endos filas cerca de la que tocaba elsalterio, de los cuales dos eran deniños, los demás de mujeres.

Estas llevaban todas el mismo to-cado: o sea un velo sujeto con alfilerde oro, sobre el cual bajaban de lacoronilla a la frente cintas de oro ysartas de margaritas y zafiros. Te-nían, además, grandes pendientesen forma de luna.

El tercer sepulcro del príncipeAleskalandug tenía dos me[ros delargo y otros tantos de ancho, y enl os ángulos cuatro lanzas clavadasen el suelo. El: sarcófago de barromedía 1,70 metros de largo por 0,60

de lado y estaba arrimado a la pa-red y rodeado de dones fúnebres,unos de alabastro, otros de barro yde cobre, o plata; armas, puntas delanza, etc.

En el sarcófago estaban los hue-sos del príncipe, y a sus pies unalámpara de plata. El espacio librehabía sido llenado con collares deoro, zafiros, margaritas y otros ob-jetos preciosos, sellos en forma decarneros y ranas, pendientes de oroy plata, coronas, etc.

El cuerpo estaba ceñido con unacadena de plata, de la cual pendíaun puñal de oro con la empuñadurade oro y plata y vaina de plata.Pero lo más maravilloso es la mitraque lleva en la cabeza: es de oropuro cincelado con tal delicadezaque los cabellos que bajan hasta lasorejas están imitados perfectísima-mente. Una parte del pelo se doblasobre la frente en una faja y vuelveal occipucio donde se anuda con mu-cha elegancia. Las orejas están imi-tadas también con suma perfección,bajo las cuales desciende la mitrapara defender las mejillas.

En todos los vasos de oro estágrabado el nombre Mes-kal-dug,sin ningún título de dignidad.

Todos estos tesoros han sido tras-ladados al museo de Londres, dondepueden ser examinados por ahora.

FR. G. NUÑEZ

ANECD O T ASPaseábanse en el patio de un mani-

comio varios señores en compañíadel director. Mientras los otros ha-blaban , éste, ensimismado, mirabaatentamente las losas, cuidando deno pisar en las junturas. Varios locosle observaban desde las galerías pró-ximas, y uno gritó con voz potente:¡Así empecé yo, D. Tiburcio!

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En cierta reunión jactäbase un es-piritista de que él solo averiguaba lospensamientos.

—También yo le averiguo a usteden seguida lo que tiene en la cabeza—repuso un caballero.

--IQué ha de averiguar usted! Y sialgo adivina será moliéndome a pre-guntas y mirándome mucho a losojos.

—Sin verlo ni oirlo! Sálgase ustedfuera y le diré lo que tiene en la ca-beza.

Salióse en efecto el espiritista, ycuando hubo cerrado la puerta, pre-guntó:

—¿Qué tengo en la cabeza?—¡Poco juicio!Los concurrentes no necesitaron

más números para tener la tarde di-vertida.

Entre cazadores:—Este perro mío tiene un olfato

maravilloso. Salgo de casa dejándoloencerrado. Lo sueltan tres horas des-pués y me encuentra siempre.

—Pues debes bañarte con más fre-cuencia.

Nuestros antiguosimagineros

Vienen publicándose en los extra-ordinarios de «A B C» preciosos ar-tículos del cronista vallisoletanoFrancisco Mendizábal, reproducien-do en admirables fotografías, acom-pañadas de sabrosos y eruditos co-mentarios, las maravillas de nuestros excelsos imagineros:

En varias otras revistas gráficas,por, otros escritores, he observadoesto mismo.

Noble empeño. Nunca estuvieronmejor empleadas las páginas deesas publicaciones.

Así se hace patria, así se la cono-

ce, así se aprecian sus valores y asíse la ama. Lástima que nuestras pu-blicaciones eminentemente católi-cas presten tan poca atención a estamateria. Una página sola en sushojas estaría como el pez dentro delagua.

Si se tratara de obras profanasestaría explicado ese silencio, perohablar de escultura clásica en Es-paña es lo mismo que hablar de es-cultura religiosa. ¿Podría buscarseasunto cultural más propio paranuestras publicaciones?

•Sumo interés parecen alcanzar

las obras clásicas de nuestros anti-guos escultores.

Hoy aquí, mañana allí, y casi to-dos los días se lee en la prensa eldescubrimiento de alguna obra es-cultórica. Y, ¡claro está!, la obradescubierta es monumental, es ma-ravillosa, etc., etc. Todo lo cual de-muestra el creciente interés, y a lavez, el conocimiento más claro yconcienzudo en estas materias. Yaparece que no avergüenza el quenuestros escultores hicieran santosy más santos.

¡Como si en el San Francisco, dePedro de Mena, pongo por caso, noexistiera el arte!

No sé si nuestros 'escultores dehogaño serían capaces de eclipsar alos de antaño.

Ese interés y esa admiración anuestras grandes figuras escultóri-cas ha llevado ya a muchos de nues-tros artistas contemporáneos a eje-cutar obras verdaderamente nota-bilísimas, inspiradas en las antiguasescuelas, cuya contemplación arran-can de los labios del piadoso espec-tador una plegaria, y de los críti-cos, verdaderos y subidos elogios.

No puede ser de otra forma. Estan suya, tan propia, tan originalla escuela española, que no puedeconfundirse con ninguna otra. El

sublime misticismo de nuestra es-cuela clásica no tiene igual. Querercomparar la « Piedad», de M. Angel,con la de Hernández, es casi un sar-casmo. Tendrá mucho más valorartístico la primera, pero en cuantoa ese misticismo tan propio paratales figuras, la segunda está en unnivel superior a la primera. Es, sinduda alguna, ese grandioso misti-cismo el resorte mágico de la anti-gua escuela española.

Con menos rapidez que nuestraarquitectura clásica, van adquirien-do puestos elevados en el mercadoartístico mundial los valores denuestros antiguos escultores e ima-gineros.

Hoy es el catálogo alemán deobras de arte el que coloca entreSUS páginas como una de las másnotables a la « Piedad>, de G. Her-nández. Mañana un alemán nos diráque el Museo de escultura policro-mada de Valladolid es acaso el me-jor del mundo.

Los descubrimientos del ario queterminó, consagrando de una mane-ra definitiva los cinceles de Juan deMena en su Cristo de Vergara.

Dos obras más que añadir a lasYa numerosas, de Montañés una, unalto relieve, en la iglesia de SanFrancisco, de Huelva; otra, un san-to Cristo en la iglesia de Aracena.

Las revistas técnicas de casi todala Europa prodigando elogios y fra-ses de encomio al arte excelso denuestros antiguos imagineros, con-siderando sus obras como filón ri-qu ísimo de inspiración y de arte.

Así lo ha entendido Victorio Ma-cho, que, al modelar su Cristo, ex-citó la pública admiración de profa-nos y eruditos en la materia.

Coullaut Valera sigue las mismashuellas y produce valiosísimas imá-genes que se admiran en la catedralde la Almudena.

J. Asorey, con su San Francisco,merece unánimes y calurosos elo -gios.

En la « Piedad>, de J. Capuz, bri-lla un acendrado misticismo. YQuintín de la Torre, al interpretarel tan conocido tema del entierro deCristo, lo ejecuta de tal forma, quemás parece un discípulo de Hernán-dez que un escultor del siglo XX.

No quiero hablar de Aniceto Ma-rinas, Mateo Inurria y otros, por noalargarme demasiado.

Por el camino emprendido, si nosesperan, no hay que dudarlo, mu-chas dificultades, también nosaguar dan muchos triunfos.

Y puestos a tratar asuntos dearte, en otra ocasión diremos algode un escultor de los siglos XVI yXVII, no muy conocido. De Juan deJuni serán las líneas del siguienteartículo.

FR. TOMÁS DOMINGUEZ

Uno que se vence...Era el sastre Juan Antonio

afamado bebedorpues que, según él decía,nunca al cuerpo le negóel beber vino hasta hartarsesiempre que se lo pidió.

—Es necesarioII

hijo mío,los peligros evitar;y pues tú sabes de fijoque te has de emborracharsi en las tabernas entrares,pues lo mejor es no entrar,y vas a darme palabrade que así lo cumplirás—.Esto un Padre le decíaal tiempo de confesar.Prometiöle Juan Antoniode hacerlo así, muy formal,y aunque mucho le costase,había de ejecutarlo que el Padre le mandabacon toda docilidad.

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IIIIba un día Juan Antonio

con firme resoluciónde cumplir lo prometido,cuando una taberna vió.Apartó la vista al punto,y hasta el paso aligeró,pensando que así podríavencer mejor la pasión...Cuando ya pasado habíaparóse el hombre y pensó:—Esto que acabo de haceres un acto de valor;pues vencerse uno a sí mismo,despreciando la ocasión.no hay duda que es de valientesy de hombres de tesón.Y pues que vencerme supe,en premio de tal acciónvoy a entrar a echar un trago,lo merece mi valor;mas un trago solamente...—Y entró, pero no salió...,lo sacaron dos amigoscon una borrachera atroz.

FR. JOSE CEREIJO

«El libro, grandel hombre»

Conferencia por el P. SERA-P10 GONZALEZ GALLEGO, Merce-dario, leída en el Fomento delTrabajo Nacional en Barcelo-na, el día 7 de Octubre de1927, con motivo de la fiestadel libro y bajo los auspiciosde La Liga cervantina.

En el estado actual de la civili-zación no se concibe la sociedad sinescritura.

Ella es la representación gráficadel lenguaje humano por medio designos convencionales. Es casi tanantigua como el mundo. Sólo algu-nos pueblos muy salvajes carecie-ron de escritura, y en escritura sim-bólica (jeroglíficos), y cuneiforme

tenemos monumentos de la más re-mota antigüedad.

Sin embargo, este medio de co-municación de las almas antes delsiglo XV estaba reservado a muypocos iniciados, ya que el analfabe-tismo abarcaba a la casi totalidadde las gentes. Y durante la edadmedia, el ser letrado era patrimoniocasi exclusivo de los monjes, en cu-yos monasterios se salvó la civili-zación de los pasados siglos. Laaristocracia, dedicada al ejerciciode las armas, llegaba a tener a galael ignorar las letras, cosa propia degentes de Iglesia y de plebeyos.

Pero apareció en Maguncia esebienhechor de la humanidad, Gu-tenberg, el que, barajando unoscuantos cubitos de madera con lasletras del alfabeto talladas en relie-ve, dió un chispazo, con el que seencendió una luz, que había de ilu-minar a la Humanidad en los futu-ros siglos como esplendoroso sol.De aquellos modestos ensayos deGutenberg, nació la imprenta.

Anotad, señores, los progresos deese invento desde los cubitos de bojdel célebre alemán y sus rudimen-tarias prensas, hasta las modernasrotativas; desde aquellas cajas conpocos y rústicos caracteres, hastalas novísimas y asombrosas linoti-pias, monotipias y linograph, ver-daderos milagros de la mecánica.

La imprenta trajo la vulgariza-ción del estudio de las ciencias y delas letras. Ella llenó el mundo deimpresos de todos los tamaños, des-de la hoja volandera hasta el info-lio de sólida y amazacotada ciencia.Ella die) a conocer al mundo la obrade los antiguos filósofos, de los sa-bios de Grecia y Roma, de los San-tos Padres, de todos los doctores ysabios del Cristianismo. Ella, sobretodo, puso al alcance de todos el es-tudio de las Sagradas Escrituras,en las que se contiene la palabra de

Dios hablada al hombre, la comuni-cación del cielo con la tierra, la so-lución definitiva de los angustiososy trascendentales problemas acercade nuestro origen y último fin...

IIPor eso hemos de afirmar que la

imprenta en todas sus manifesta-ciones, como fuente de cultura, esel termómetro de la civilización yprogreso de los pueblos.

He dicho antes que sólo algunospueblos muy salvajes carecieron deescritura por medio de signos grabados en hojas de árboles, en pielesde animales, en láminas de bronce,en papel y hasta en piedras. Pues sidesde la negación absoluta de civi-lización y cultura de los pueblossalvajes nos elevamos a las gran-diosas manifestaciones de cultui a yprogreso de los actuales puebloscumbre, habremos recorrido paraello una escala ascendente de innu-merables peldaños, en cada uno delos cuales encontramos una impren-ta más.

El hombre, formado a imagen 3Tsemejanza de Dios, en lo que prin-cipalmente manifiesta esta divinasemejanza es en ser creador. Elhombre raciocina, pone premisas ysaca consecuencias; crea obras dearte; descubre los secretos de la na-turaleza y se beneficia de sus asom-brosas leyes. El hombre, obra delsoplo de Dios, es rey de la crea-ción, y unas veces se remonta hasta la Divinidad para escudriñar enSUS infinitos e insondables atributosy otras sutiliza en la ciencias onto-lógicas de los universales, en lasque sólo tiene parte la razón pura,y es un Newton que plantea y re-suelve su famoso binomio, es unArago que mide hasta el milímetroY pesa hasta el gramo las gigantes-cas masas de los cuerpos celestes,es un Galileo que nos habla conasombrosa precisión de la mecáni-

ca de los cielos, es un Tomás deAquino que diserta de omni re sci-bili una clarividencia deslum-bradora, es un Balmes, que bara-jando los elementos lógicos del ra-ciocinio, llega a demostrar cómo laimpenetrabilidad de los cuerpos noes sino un accidente de los mismos.

El hombre, señores, conquistó lospaíses más lejanos, inaccesibles,inclementes de la tierra, conquistólos aires. Como animal es débil, co-mo racional es rey. Por ese soplode Dios y como creador, de deduc-ción en deducción, si en las cienciasabstractas de los universales, de laLógica, de la Teodicea, de la Eticasutilizó tanto y la luz proyectadasobre tan abstrusas cuestiones esdeslumbradora, en las ciencias em-píricas triunfa en toda línea.

Volta, Ampere, Faraday, Melloni, Galvani, Ohms... han estudia-do la electricidad y han legisladocomo dominadores absolutos sobreese agente invisible, y que a travésde los siglos había actuado comolos traidores, obrando en lo oculto,tirando la piedra y escondiendo lamano... El hombre, señores, abatióal águila, encerró al león y se sir-vió del elefante como de un servi-cial esclavo.

Sólo una fiera indómita se esca-paba a los fueros de su realeza.De vez en vez aparecía rugiente,portadora de la destrucción y de lamuerte. El hombre no podía conte-ner sus audacias y se preguntabahumillado: . Quién se sustrae a mismandatos? . Quién pisotea mi coro-na?¿Quién menosprecia mi cetro?...Era el rayo, señores, terrible ame-naza contra el hombre, que confrecuencia aparecía en medio de ce-ñuda y estruendosa tempestad, bur-lándose insolente de su soberanía.Pero, ¡ah de la inteligencia del Reyde la Creación, que es soplo deDios!: apareció Franklin, buscó a

amigo

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REGALO DE REYES la fiera en su escondrijo, y, cuan-do por la fuerza de su inteligenciala viö reducida a la impotencia, llo-raba de alegría. Con el pararra-yos, obra portentosa de su inven-ción, la fiera quedó acorralada; des-de entonces sólo puede rugir comola pantera, el león y el tigre detrásde las barras de hierro de sus jau-las, en las que se embotan sus zar-pazos. Más aún: la fiera no sóloestá amansada, sino que domestica,y como humilde borriquillo aranuestros campos y mueve el inmen-so tinglado de nuestras industrias.El rayo destructor no era otra cosaque la electricidad en estado salva-je a través de los siglos de la histo-ria. El hombre con su inteligenciacasi omnipotente la buscó en su es-condite, le quitó sus instintos des-tructores y la obligó a servirle entodos los menesteres de la vida. Veden una ciudad como esta las mara-villas de la energía eléctrica puestaal servicio de la Humanidad.

¿Pero por que de este dominio ac-tual del hombre sobre la Creación?¿Desde cuándo ha sido rápido suascenso por la abrupta pendientede sus conquistas? No lo dudeis:desde la invención de la imprenta.Ella ha sido, sin duda, uno de lospasos más gigantescos en el perfec-cionamiento de la humanidad.

.Qtie sería de las ascensiones su-blimes de los teólogos, de las lucu-braciones de los filósofos, del empi-rismo de los físicos y químicos, delos descubrimientos y conquistasde los sabios de todos los siglos, sino fuese la imprenta, que los vulga-riza y perpetúa?

¿Por qué se han hundido en el pol-vo de las ruinas de las revolucio-nes, guerras y convulsiones socia-les las civilizaciones antiguas, noquedando de muchas de ellas másque algunos restos de sus artesplásticas por los que podemos adi-

vinar hasta qué grado de perfecciónllegó en algunos pueblos el progre-so del hombre? Porque carecían deimprenta.

Hoy la civilización es algo asícomo la suma constante del esfuer-zo individual de todos los hombres,que se acumula sin cesar en nues-tras asombrosas bibliotecas, y si novuelve otro diluvio, según la pro-mesa de Dios, la civilización actuales indestructible.

Antiguamente, de las mejoresobras de Platón, Aristóteles, Gale-no, Hipócrates, Plinio, Salustio, Ci-cerón, etc., no había por el mundosino poquísimas copias. Las obrasde los Santos Padres, y aun las Sa-gradas Escrituras del Antiguo yNuevo Testamento en número reclu-cidísimo de ejemplares manuscritosse salvaron por milagro de las es-pantosas guerras y revoluciones dela Edad Media en los monasteriosde Oriente y de Occidente, y su co-nocimiento estaba muy lejos deestar vulgarizado en una sociedad,que era casi en masa analfabeta. Deaquí que unos pueblos no se podíanaprovechar de los progresos y ex-periencia de los otros, unos hom-bres no podían sumar a sus descu-brimientos los descubrimientos delos otros. ¡Cuántas maravillas de laciencia y cuántos secretos arranca-dos a la naturaleza habrán vuelto almisterio, al bajar al sepulcro los sa-bios, que después de ímprobos tra-bajos y asombrosa constancia ha-bían logrado hacer hablar a la es-finge...

Hoy no perece la más pequeña delas conquistas. La prensa se encar-ga de vulgarizarla por todo el mun-do y de perpetuarla en miles de vo-lúmenes, que circulan de mano enmano, ya que está desapareciendoel analfabetismo de los pueblos ci-vilizados.

(Continuará).

—Mira, Luis, ya que Lola nos hadejado solos, es preciso que hable-mos seriamente; yo noto en tí algoextraño, anormal; tú que eras laalegría personificada, estás comoviolento, entristecido; te ríes y turisa no es franca; por más que bus-co tu mirada, la mirada noble y lealde mi querido hermano, de aquelLuisillo que no tenía el menor se-creto para mí, no la encuentro; pa-rece que un velo la obscurece y tuspensamientos quieren ocultárse-me... .Qué te sucede? 1\ro eres felizen tu matrimonio?...

El que así hablaba era un Sacer-dote joven aún, de rostro distingui-do, que fijaba su mirada profunda einvestigadora en un caballero algomás joven que él y que por su ex-tremado parecido denotaba ser dela misma familia.

Ambos estaban sentados frente afrente a los lados de una pequeñamesita sobre la que se veían dostazas de humeante café.

La mirada de Luis, en efecto, pa-recía rehuir con más insistencia lade su hermano, pues hermanos eranen efecto, y bebiendo a pequeñossorbos el contenido de su taza, dijotratando de sonreir y hacer su acen-to ligero:

—Vamos, Carlos, que si Lola teoyera, no quedaría muy satisfechade tu pregunta. Estas últimas pala-bras fueron oídas por una eleganteseñora que iba a penetrar en el sa-loncito, y al oirlas se detuvo viva-mente, quedando oculta por un ar-tístico biombo colocado ante lapuerta.

—No creo que Lola se ofenda por-que me interese la felicidad de mishermanos—dijo el Sacerdote gravt-mente—y aunque me juraras bajo tuhonor que eres feliz, no te creería.

--Entonces, llevo la marca de lafatalidad en mi rostro, como los hé-roes de las novelas trasnochadas?

Carlos tomó la mano de su her-mano, y apretándola cariñosamenteentre las suyas:

—Es indigna de tí esa actitud—dijo dulcificando aún más su acen-to—. Tú sufres y en vano me loquieres ocultar; si el título de her-mano y el recuerdo del cariño quesiempre nos ha unido, no es bastan-te a tus ojos, pierna que tengo otrotítulo que hacer valer, y ante elcual se revelan los secretos más sa-grados; no es tu hermano, es el Sa-cerdote el que te pide que le abrastu corazón.

Luis no pudo resistir la fijeza deaquella mirada, y el acento pene-trante de aquella voz y bajando sufrente, dijo en voz baja, como si seavergonzase de su confesión:

—1Sufro mucho, hermano mío, soymuy desgraciado!

Y soltando de pronto la mano delSacerdote se levantó y yendo hastala puerta cerró, volviendo luego asentarse al lado de éste, que espera-ba en silencio, pero sin apartar deél su mirada dulce y protectora.

Al levantarse Luis, dirigiéndose ala puerta, la elegante señora que sedetuviera junto a ella movida por unvivo sentimiento de curiosidad, re-trocedió vivamente ocultándose en.la antesala.

Esta era Lola, la mujer de Luis y.ambos formaban uno de esos matri-monios de gran tono, cuyos nom-bres se leen en todas las revistas-de sociedad, adornados de toda cla-se de superlativos, ponderando l a.elegancia y riqueza de sus trajes yrecepciones.

Las palabras que se habían cru-

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zado entre su marido y su cuñadohabían impresionado vivamente aLola. ¿Su marido era desgraciado?...Esto ella nunca lo hubiera sospe-chado al verle siempre pronto atoda clase de diversiones sin que losdoce arios que llevaban de matrimo-nio empañara la más ligera nube elcielo esplendoroso de su existenciamundana.

Pero él mismo lo había confesado.¡Sufro mucho!—había dicho a suhermano—¡Soy muy desgracia-do!

Vió a su marido levantarse paracerrar la puerta y retrocedió viva-mente para no ser vista, pero cuan-do estuvo cerrada, volvió a aproxi-marse, escuchando, no ya con aque-lla curiosidad femenil que la hicieradetenerse antes, sino con ansiedadangustiosa que hacía latir violenta-mente su corazón.

Luis hablaba en voz baja, conte -nida; pero aquel acento tan familiary amado para ella llegaba distinta-mente a sus oídos, y penetrando porellos, atravesaba su alma como ace-rado cuchillo que la hiriera de im-proviso.

La palabra «ruina», repetida va-rias veces por su marido, la hizollevarse las manos al pecho paracontener los latidos que la ahoga-ban y sus dedos se crisparon sobrelas magníficas perlas que rodeabansu garganta.

Dirigió a su alrededor una mira-da extraviada, como si buscaraaquel fantasma amenazador que tanimpesadamente se alzaba ante ellay sólo vió ricos espejos, soberbiasalfombras y magníficas estatuasque, impasibles, parecían contem-plarla.

Se frotó los ojos creyéndose ju-guete de una pesadilla, pero la vozde Luis, inconscientemente se ele-vaba de tono, por ese acaloramien-to natural del que desahoga su co-

razón largo tiempo comprimido,llegó más clara a sus oídos.

—Sí, hermano de mi alma—decíacon acento en que palpitaban sollo-zos contenidos—. Todo este lujo esuna máscara que caerá el día menospensado; estoy acosado, mi mayortormento es pensar el día que Lolase entere.

—¡Pero no comprendes, desgracia-do, que siguiendo en esta vida nohacéis más que hundiros más y másen el abismo!—dijo Carlos con tris-te severidad.

— Sí; pero el mundo tiene susexigencias, y mientras me vea sos-tener este boato tendré algún cré-dito.

—Crédito efímero, que sólo ser-virá para precipitaros más pronto;una retirada a tiempo sería lo másconveniente, créeme.

—¡A tiempo!—dijo dolorosamenteLuis—. Y además, yo no tengo va-lor. Mira, tú no comprendes estasnimiedades; tu espíritu se eleva so-bre ellas; pero, ¿qué creerás que eslo que más me atormenta estos días?Se acerca el de Reyes, Lola tiene lacostumbre, que yo he fomentado, deponer sus zapatillas en la chime-nea, donde siempre dejo algunajoya; las alhajas y los encajes sonsu encanto; pues bien, hace más deun mes que siempre que pasamospor casa de Ansorena, se detiene acontemplar un pendentif de esme-raldas y brillantes, magnífico; val-drá un buen piquillo; como siemprehace lo mismo por esta época y con-cluye por encontrar en sus zapati-llas... tendrá que soportar una des-ilusión horrible. Y que me es impo-sible, imposible de todo punto, com-prárselo.

Lola no pudo oir más; las lágri-mas, acudiendo a sus ojos, la cega-ban, los sollozos la ahogaban; ¿paraqué quería oir más? Conteniendo sussollozos, se retiró vivamente a su

habitación y encerrándose en ellalloró, lloró largamente.

Dos golpecitos dados en la puerta,la hicieron levantarse asustada.

—¿Quién?—preguntó con voz aho-gada.

—Es una oficiala de Madame Bou-vier que viene a probar a la señora—dijo desde fuera la voz de la don-cella.

Estas palabras hicieron estreme-cer a Lola como una amenaza terri-ble. Pero iluminada por una idea re-Pentina, sin cuidarse de la altera-ción de su rostro, fue a abrir laPuerta, ante la que la esperaba lamodista.

—No me pruebo—dijo sin mirar aésta y casi sin contestar a su salu-do—. Diga a Madame que suspendamis vestidos; me ha venido unluto.

--Vaya por Dios, señora! —dijola muchacha, que al ver los ojoshinchados de Lola no puso en dudasus palabras—. ¿Y qué, era muyPróximo pariente de la señora?

—No; lejano—dijo ésta, que nosabía lo que decía—. Adiós hija, yque dispense Madame.

Y volvió a encerrarse en su cuar-to, de donde salió al cabo de doshoras envuelta en sus magníficasPieles pero cubierta la cabeza conuna mantilla.

Y se dirigió a una de las iglesiasmás apartadas del centro de Madrid,de donde era coadjutor el hermanode su marido.

Era sábado; por lo tanto, la igle-sia estaba ocupada por algunos de-votos que iban a depositar sus mi-serias y aflicciones en el Tribunalde la Penitencia.

— Sabes si está don Carlos?—pre-guntó la dama a un monaguillo queandaba por el atrio.

— Está confesando—dijo éste alar-,gando la mano al ver que Lola abríael bolsillo.

—Cuál es su confesonario?—pre-guntó ella poniendo una moneda enaquella mano.

—El primero a la izquierda, en-frente del Sr. Cura.

Lola penetró en la iglesia; tres ocuatro personas rodeaban el confe-sonario de su cuñado.

Se arrodilló detrás de la última ycon los codos apoyados en el res-paldo del reclinatorio y la frenteoculta entre las manos, esperó quela llegara su vez.

—Mira, Luis—decía pocos díasdespués Lola a su marido sin poderevitar algo el temblorcillo de suvoz—, . Llega el día de Reyes y hepensado una cosa.

—¿Cuál?--preguntó éste sin mi-rarla.

—Que este ario, en vez de ponermis zapatillas, pondremos las tu-yas. Yo no deseo nada, y es justoque algo te traigan a ti.

Luis levantó vivamente su cabe-za y mirándola a lo blanco de losojos, con insistencia:

—¿De qué nace esa idea?—pre-guntó.

Ella sonrió.—He soñado que los Reyes te

traían un buen regalo—dijo—. Yquieres ver hasta qué punto son ver-daderos los sueños, de modo que envez de las mías pondremos tus zapa-tillas.

Luis movió tristemente la cabeza,pero como este capricho de su mu-jer venía en ayuda de sus temores,no insistió.

Amaneció el día de Reyes. Unagran nevada había cubierto de blan-quísimo tapiz toda la ciudad. Lola,con impaciencia verdaderamentefebril, se levantó más temprano quede costumbre y obligando a desper-tarse a su marido, que al verla tratóde sonreir alegremente, logrando

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sólo hacer una contracción ner-viosa.

—alas visto mis zapatillas?—dijocon tono que quiso hacer chan-cero.

—Son tuyas. Eso te toca a tí—respondió ella sonriendo dulce-mente.

—Un regalo de Reyes—dijo ellaacercándose porque vió que él esta-ba próximo a desvanecerse. Tal vezhalles ahí la explicación.

Y señalaba un papelito escritoa máquina, que él desplegó le-yendo:

«Melchor, Gaspar y Baltasar,» creen muy justo que este ario sea»usted el favorecido con su visita;»han tratado de saldar alguna de las»cuentas que sobre su corazón pe-»saban, por no querer compartir las» penas con su mujercita; olvidando»que Dios, se la diö para que parti-» cipara de éstas tanto como de sus» alegrías, y como ario nuevo, co-» rresponde vida nueva, esperan que» este sea para ambos principio de»una nueva vida, si más retirada y»modesta, en cambio más tranquila»y dichosa, sin secretos del uno» para el otro».

- este dinero?—dijo Luis ma-quinalmente.

—Como para esa nueva vida nonecesito mis joyas—repuso ella vi-vamente—se las entregué a los Re-yes Magos y... las han vendido.

—1Ah, mi hermano te ha conta-do! Ha hecho mal.

Dos lágrimas rodaron por las me-jillas de Luis, yendo a perderse ensu bigote, y abriendo los brazos, enlos que fue a arrojarse Lola mien-tras decía quedito a su oído:

--Ya lo sabes, vida nueva, singastos locos, sin vanidades que sóloconducen a la ruina y sin secretosel uno para el otro.

Luis no contestó, pero puso suslabios en la tersa frente de su espo-sa y sus lágrimas se confundieroncomo se confundían los latidos desus corazones.

J. GARCÍA HERREROST. M.

Comentarios brevesEl capítulo XLIX del Génesis refiere

las bendiciones proféticas de Jacob asus hijos antes de morir. A Judá ledijo entre otras cosas: Cachorro deleón judá. Subiste a hacer presa, hijomío, y te sentaste después como leóny como leona, ¿quién lo hará levan-tar?

El P. Hummelauer comenta estaspalabras diciendo: Nemo prudens;(ninguno que sea prudente).

En una clase de Sagrada Escriturase refería el caso de Achitofel, conse-jero sagacísimo de David, que seunió al partido Absalón en rebeldía.Como no fueran oídos sus consejosY viendo perdida sin remedio la causadel rebelde, Achitofel aparejó su asnoY llegado a casa tomó algunas dispo-siciones y se ahorcó.

Un alumno puso a este pasaje elsiguientecomentario: ¡Sería de ver lacara que llevaba!

Descripción del órga-no de Herencia

Tiene este primoroso instrumento13 juegos, distribuidos en dos cajasexpresivas, denominadas: Expre-sión A y Expresión B, a excepcióndel Bordón 16' y Flautado princi-pal 8' que se han colocado en el in-terior el primero y formando la fa-chada el segundo.

He aquí los nombres de todos losJuegos, menos los ya mencionados,Y su distribución en ambas cajasexpresivas:

En Expresión A.Violà 8'—Cor de Nuit 8'—FlautaTravesera 4'- Fagot y Oboe 8'—VozHumana 8'—Trémolo.

En Expresión B.Flauta armónica 8'—Eoleana 8'—

Voz angélica 8'—Dulciana 4'—Lle-no tres hileras 2, 213—Trompeta mag-na 8'—Trémolo.

Tiene dos teclados manuales y elPedalero, como se ven en el graba-do de la consola, y gracias al mo-dernísimo sistema reversible, em-Pleado con gran acierto por la casaconstructora, pueden todos estosjuegos encerrados en las cajas ex-

presivas hacerse funcionar indife-rentemente sobre cualquiera de losdos teclados, para cuyo efecto sirveuna plaqueta basculante de regis-tro, con el nombre del mismo, y ennúmero de dos por juego, formandodos series, una para cada caja ex-presiva, tales como pueden versesobre el segundo teclado. La seriecorrespondiente a la Expresión Aes la que se ve a la izquierda, y concolor blanco, y la de la Expresión Bla de la derecha, con color azul ce-leste.

El Bordón 16' no se ha colocadoen expresión por motivos de econo-mía de espacio, y el Flautado prin-cipal para aprovechar mejor todasu energía sonora para acompañarel canto del pueblo, y al mismo tiem-po, si bien como efecto secundario,para obtener una fachada hermosa.

El adoptar en este órgano el sis-tema reversible nos proporciona in-calculables ventajas, porque, aunsiendo este instrumento un modelo detipo pequeño, nos facilita una varie-dad muy grande de combinaciones,tal como sólo sería posible en otroórgano de cincuenta o sesenta milpesetas.

Esta posibilidad de combinacionesse ha aumentado también en nues-tro órgano mediante la Combina-ción libre y el rodillo o cilindro deCrescendo general. Es la primeraesa serie de puntitos que se distin-gue en la parte superior del graba-do, que son unos registros en formade tirador, uno por cada plaquetade registro, y que permiten prepa-rar de antemano una combinaciónsonora que no había de ser fácilde preparar en el momento de lapieza musical en que el organistaquerría usarla, y gracias a un pe-dal de los que se ven a la izquierdaen la parte inferior de la consola ysobre el teclado de pedales, entra afuncionar, inutilizando al mismo

Se vistió suspirando y con el aire —No juzgues de ligero, tu herma-del que juega con un niño y se pres- no es un santo, incapaz de revelarta a todos sus caprichos, fue dócil- secreto alguno; ha sido Dios y sólomente a la chimenea. Dios el que me ha hecho saberlo

Allí estaban las dos zapatillas todo.cuidadosamente colocadas, la una allado de la otra. Un rollo de papelsalía de cada una.

Luis las tocó con mano trémula.Lola, un poco apartada, lo con-

templaba con los ojos húmedos.Luis desenvolvió con mano con-

vulsa aquellos rollos y de sus dedosse escaparon rodando sobre la al-fombra multitud de billetes de Ban-co y recibos con el pagaré al pie.

--Qu é es esto?—preguntó máspálido que la nieve que desde el bal-cón se veja.

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tiempo la combinación llamada ma-nual que funcionaba mediante eluso de las plaquetas.

El Crescendo general es un dis-positivo que facilita el que median-te el movimiento de rotación queuno de los pies imprime al cilindrocolocado en el centro de la consola,

vayan entrando en funciones todoslos juegos desde el más suave hastael más fuerte, y viceversa, indicán-dose el estado de ese movimiento,y por consiguiente, también el gra-do de sonoridad alcanzado, por me-dio de una aguja que recorre laesferita que ocupa el centro de laconsola entre los botones de la com-binación libre. Para inutilizar estecilindro en caso en que no se quierehacer uso de él, y evitar así un efec-to desagradable que resultaría de

que se le tocara distraídamente conalguno de los pies, se ha colocadoun pedal anulador de crescendo, quees el primero que se ve la izquierdadel rodillo.

A diferencia de estas combinacio-nes así libremente obtenidas por elorganista, hay otras combinaciones

llamadas fijas, y que han sido yapreparadas de modo permanente porel organero al colocar el instrumen-to. Estas son tres en nuestro caso,correspondientes a los efectos sono-ros de Piano-Fuerte-Tutti, las cua-les obedecen a los botones de pre-sión que se ven debajo del centrodel primer teclado. Hay un cuartobotón destinado a anular el efectode cualquiera de los otros tres, efec-to que también hacen éstos mutua-mente entre sí.

Otro aparato muy curioso y muy te el pedalero que se desliza sobreútil que lleva también este órgano unos cilindritos de madera.es el Piano pedal automático, con Entre las plaquetas de registroel que se consigue que la fuerza so- hay, además de los correspondien-nora del teclado de pedales esté en tes a los juegos, una de unión delequilibrio con la del teclado manual segundo teclado al primero, uniónsobre que se toca, y esto de manera del primero al pedal, segundo al pe-automática, sin que el ejecutante dal, octavas superiores del prime-tenga que preocuparse lo más mini- ro, octavas superiores del segundomo; al pasar de uno a otro teclado, al primero, octavas inferiores delcon sólo bajar un poco una tecla, segundo al primero. Es digno decualquiera que ésta sea, ya el pedal notarse que para que la unión decambia de intensidad en proporción octavas superiores 'del segundo alcon la intensidad del teclado sobre primero no quede incompleta en laque se toca. Tal dispositivo obedece parte aguda, se han prolongado to-también, para funcionar o no, a un dos los juegos con una octava realpedal, siendo su posición normal la supletoria.de funcionar. Para lo contrario sehará uso del pedal, que en este ór-gano es el tercerá o penúltimo delos de la izquierda.

Los dos pedales en forma de pla-cas basculantes que se ven a la de-recha y al alcance del pie derecho,son los que sirven para abrir o ce-rrar el sistema de persianas que for-ma la parte anterior de las cajasexpresivas, obteniéndose así el efec-to de expresión que tanto se echabade menos en los órganos anterioresa nuestros tiempos. En nuestro ór-gano es excelente el resultado detales cajas.

Atendiendo a las condiciones delpersonal que en muchas ocasionesha de encargarse del manejo de losórganos en pueblos y en iglesiasasí., se han hecho los teclados transpositores, lo que se consigue con elpedalero merced a la palanca quese observa en sentido vertical a laderecha de los pedales de las expre-nes, la que arrastra muy suavemen-

La comunicación entre las teclasy las notas, entre las plaquetas deregistro y los secretos, se obtienemediante el sistema tubular-neurná-

El último de estos pedales es el tico, esto es, por medio de tuberíasdenominado «Appel de lengüetería» de aire comprimido.o «Llamada de lengüetería», porque Este aire, y el necesario para ha-sin hacer uso de este pedal no sue- cer sonar los mil y veinte tubos quenan los juegos de lengüetería, que lleva el instrumento, se produce porson: Trompeta, Fagot y Oboe y la un motor eléctrico, o en defecto deVoz humana. energía eléctrica, por dos bombas

que un fuelle- ro acciona con los pies,llevando el aire la presión de unos90 mm. en el depósito grande o fue •lle principal, y algo más en los dosfuelles reguladores situados dentrodel órgano.

La sonoridad de los juegos es muy-delicada, y el Tutti es de una po-tencia admirable, llenando a sacie-dad e/ espacio del hermoso templo.

Tal es, a grandes rasgos, la des-cripción de aquella joya que los se-ñores Puignau y Olaciregui han de-jado en Herencia para realzar elculto entusiasta que aquella villatributa a su excelsa Patrona Nues-tra Santísima Madre, y que serátestimonio duradero de la rara com-petencia de sus constructores, aquienes muy de corazón felicitamosy deseamos muchos éxitos en su arte.

FR. j' OSE MIGUELEZ

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INSTANT ANEAS

Prejuicios en contra de la mujer.

Son muchos los prejuicios queexisten sobre la mentalidad de lamujer. Dicen que no tiene genio,pero no pueden negar que ella es laque ha engendrado a los grandesgenios, Moi s és, Salomón, AlejandroMagno, Aníbal, San Agustín, Feli-pe II, Carlos V, Napoleón, LeónXIII, Pasteur, Ramón y Cajal, y to-dos los altos genios de la historiacorresponden a ese otro genio, a lamujer.

Dicen también que no puede ma-nejar sus intereses, que no pue-de administrar sus bienes, pero yopregunto: y ¿quién sostiene la eco-nomía del hogar? ¿quién modela lavida íntima, organización, educa-ción, alimentación y todo lo demásdel hogar? La mujer es el granministro de hacienda en el seno de lafamilia. Y por si esto no convencie-se, insisto en preguntar: ¿Puede ma-nejar la fortuna de su esposa, lasuya y la de sus hijos el hombre quejuega, bebe, pasea, dilapida, se di-vierte, sostiene otros hogares queno son el suyo?...

Dicen que no pueden ser electo-ras, emitir su voto en las urnas. ¿Ypueden los que venden sus votos,los bebedores, los analfabetos, losbohemios, los dilapidadores, lostraidores y es posible que nopueda la que defiende, como ferozleona, a sus hijos, a sus intereses,la que forma el dulce santuario delhogar doméstico, cría, forma y edu-ca a los futuros ciudadanos, a losartistas, a los genios, a los estadis-tas, a los guerreros, a los sacerdo-te del Altísimo?...

Dicen que la mujer es voluble,,es veleta; pero no hay que olvidar-se que ese aparato señala la direc-

ción de los vientos, y quien cambiaes el viento; ella, la veleta, la mujer,no muda...

Ella encierra el nombre más dul-ce que existe en todos los idiomas:¡la madre!

El día de la madre.

A impulso de una fuerte corrientemoral, en la mayor parte de lospueblos, se celebra cada año un díadedicado a la hermosa y simpáticaconmemoración del amor materno,y que se le denomina el día de lamadre.

Esta justa iniciativa ha encontra-do eco en todas las esferas sociales,religiosas y políticas, y todos pres-tan su valioso contingente a la ce-lebración de tan solemne acto,como un homenaje popular a aquelsentimiento admirable del amor ma-terno, el único que conserva siem-pre la inmaculada blancura, la eter-na pureza, por encima de todas lasmiserias humanas y a través de to-das las maldades de los hombres.

Nada más justo que esta conme-moración del día de la madre, laprimera palabra que pronunciannuestros labios, sin haberla apren-dido nunca, y ella viene a ser, paranosotros, hijos agradecidos a tantaternura, fuente inagotable de dulcí-simas alegrías, la mujer más buena,la mujer más santa, la mujer másbella y la más encantadora. El hom-bre puede hacerse sordo a todas laspalabras e insensible a todos losnombres; pero hay una palabra que,cuando la oye, le conmueve siem-pre, y es la palabra ¡madre!: poreso besamos su frente, casta comoun lirio y brillante como un sol; porella vivimos, alentamos, y de ellarecibimos todos los consuelos; porella nos reformamos de los extra-

víos de la vida, nos instruimos ypor ella nos hacemos grandes, mag-nánimos, fuertes; ella es todo unpoema de amor, de ternura y deheroicos sacrificios; ella es la vir-tud, la caridad, la parte tierna delcorazón, la nota melancólica delalma, el fondo inmortal de inocen-cia...

Por eso sin ella vagamos siem-pre por la tierra como ciegos, elcorazón vacío, a la vez que estáatravesado de punzantes espinas ysumido en la más densa orfandadde afectos; por eso nosotros, y connosotros todos los hijos que sabenamar a sus madres y que hanaprendido con sus dulces caricias asentir las primeras emociones delalma, que es un destello de su alma yun reflejo de su exquisita feminidad,no necesitamos de un día especialpara quererla, para amarla, si vive,o para recordarla, si ha muerto,pues, a toda hora, a cada momento,en tódas las situaciones de la vida,en el venerando cofre de oro, quees el pecho de todo hijo, está guar-dada, con ardiente celo de avaro, lapreciosísima joya del amor mater-no. Pero sí necesitamos dedicarleun día especial como público testi-monio de amor, de gratitud y justoreconocimiento, y en ese día leer elinefable poema de amor que em-pieza en la cuna y termina en latumba.

A los hijos de hoy, más que a losde ayer, corresponde honrar a lamadre española, celebrando el díade la madre.

Un episodio de la guerra europea.Heroísmo de un Sacerdote.

Una de las enfermeras volunta-rias de la Cruz Roja de Francia pu-blicó en la « Semana Religiosa», deParís, el siguiente episodio:

En una de las grandes estaciones

de París, en las « Mensajerías», echa-dos sobre montones de paja, esta-ban 150 heridos, y en un ánguloagonizaban ocho hombres. Las en-fermeras circulaban entre ellos.

—Sufrís mucho?—le preguntó aun herido.

—Bastante, bastante...—¿Me dejais que os arregle la

venda?-- Id con cuidado, porque causa

la operación mucho dolor..—Tomad una medalla de la San-

tísima Virgen de la Merced y tenedconfianza en ella. Ofreced a Dios loque sufrís por Francia.,

—¡Ah, el buen Dios! Si, tiempohace recibía yo la Comunión en lasgrandes solemnidades, pero hacetres arios 'contraje matrimonio ydespués, ¿qué quereis?, me falta eltiempo.

La voz del herido era débil y suestado grave. Mientras le curaba,se esforzaba en hablar en voz baja,como si quisiera hacer una confi-dencia.

—Decidme — murmuró — ¿podríavenir a verme un confesor?

Al oir esto, grité tan fuerte comopude:

—¿Se encuentra aquí algún Sa-cerdote?

En aquellos momentos no habíaninguno. Un instante después, mevi precisada a abandonar al pobreherido, para dedicarme al cuidadode otros desgraciados que, sufrien-do horribles mutilaciones, yacíancerca de mí. Me aparté, pues, dedi-cándole algunas palabras de con-suelo. Dios empero velaba por lasalvación del alma de aquel rudosoldado.

Mientras me alejaba, vi que unode los moribundos, haciendo ade-mán de incorporarse, quería ha-blarme y me aproximé a él creyen-do que iba a pedirme auxilio. Lomiré, y la calentura lo mantenía

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abatido, pero con palabra clara yterminante, me dijo:

—Señora, como sacerdote. puedodar la absolución. Conducidme cer-ca de aquel herido.

Vacilé durante algunos momen-tos. Quien así hablaba tenía parti-dos los riñones y el más leve movi-miento debía de causarle horriblessufrimientos. Pero al notar mis va-cilaciones, su voz adquirió tono im-perativo.

—Señora, vos que sois creyenteconoceis el precio de un alma?

.f(,?ué significa un cuarto de hora devida ante la salvación de un alma?¡Llevadme, esa alma me necesita!

Ya no era posible la vacilación:me f u é trabajosísimo colocar aaquel héroe en situación de quepudiera satisfacer sus ardientes de-seos, su sed de almas. Su cuerpoparecía dividido en dos partes; losdolores eran atroces; el sudor eracopiosísimo: el soldado apóstol mor-díase los labios, para ahogar losquejidos y los ayes producidos porel dolor.

La confesión fue breve; las fuer-zas disminuyeron rápidamente, enel momento de la absolución, meindicó, sin hablar, que me acer-cara.

—Ayudadme — exclamó con vozagónica—a trazar el signo del per-dón. ¡Yo no puedo!, ¡no puedo!

Y tuve el honor insigne de soste-ner el brazo de aquel moribundo enel momento de dar la última abso-lución.

El ahorro.

Abro el sagrado libro del Génesisy leo el misterioso sueño del reyFaraón, el sueño inexplicable de lassiete vacas hermosísimas y gordas,luego otras siete macilentas y es-cuálidas que devoraron a las gor-das.

Asimismo el sueño de las espigas,grandes y lozanas, que fueron con-

sumidas por otras tantas fallidas ysecas.

José, extranjero y esclavo, des-pués de haber interpretado al so-berano el significado de este sueño,le dice: «Ahorra, y cuando vengala carestía, tendrás pan para tupueblo».

Y yo, aprovechando esta leccióntan sublime, digo al pueblo: ¡Aho-rra! Y al individuo: ¡Ahorra!

Hoy tienes salud y fuerzas, ma-ñana te faltarán, ¡ahorra! Hoy eresjoven, robusto, ¡ahorra! No lo serássiempre.

Hoy eres hombre de peso, ¡aho-rra! Y cuando seas anciano, ten-drás algo para que no te envíen alhospital.

Hoy eres niño, ¡ahorra! Mañanaserás hombre y tendrás un capita-lito para establecerte.

Si acaso eres hombre de acciónsocial, ¡ahorra! para que tus socie-dades tengan fondo de reserva.

Si eres hombre de administracióny de gobierno, ¡ahorra!, mañana tupueblo puede padecer hambre.

El ahorro es la base fundamentalde toda riqueza y sólo ahorrandose encontrará el mejoramiento delporvenir.

P. DELGADO, O. DE M.

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Bibliografía Conferencias Espirituales, por F. Gui-

llermo Faber. Un volumen de 13 X 20 y434 páginas. Librería de Hijos de Gregoriodel Amo. Calle de la Paz, 6. Madrid.

Son muy notables los golpes de vistapsicológicos del gran autor inglés; en esterespecto recuerda mucho a otro gran ora-toriano y colega suyo, Juan Enrique New-man. Ya quisieran tantos novelistas, de lamejor índole, ese conocimiento que del

mando interior posee el P. Faber, tan pre-cioso, tan exacto y comprensivo. Con lamisma distinción y claridad domina elpadre los fenómenos de la psicología na-tural que de la sobrenatural e infusa.

Por lo mismo, las ideas más sencillasadquieren al pasar por la observación delasceta inglés una resonancia, una germi-nación sugestiva de detalles que cogen auno de sorpresa. Yo le aseguro al lectorde estas conferencias momentos lumino-sos y de emoción suave y profunda comoen pocas partes pudiera sentirse.

Ah, la traducción demuestra que es muydifícil en lengua extraña reflejar en su de-bido vigor los modismos del idioma ori-ginal.

Meditaciones Prácticas. En la mismaLibrería de Hijos de Gregorio del Amo.Dos volúmenes de 16 X 11 y592 páginas.

Libro muy recomendable para las almasque quieran gustar de las dulzuras ínti-mas de la oración mental.

Sirve para los que comienzan en la vidaespiritual, lo mismo que para los que vanya adelantados; pues las consideracionesson sencillas y eficaces como para con-ducir en breve a la oración de simplicidad.San Ignacio, en cuyos métodos se inspirael autor, reconocería gozoso su espírituen estas meditaciones, verdaderamenteprácticas y afectuosas.

Novenas.

Opusculitos muy bonitos con los (TreceViernes de San Francisco de Paula», (No-vena a San Francisco de Asís » , «Novenaa San Lorenzo» y « Novena al ApóstolSantiago». También de venta en la mismaLibrería.

FR. M. O.

<II> <E> <II>

NOTICIAS MALAGA

Profesión solemne en las MadresMercedarias.—El día 22 de diciem-bre próximo pasado hizo su profe-sión solemne la religiosa de velo ne-gro Sor Angeles Martín Roquero,ante el M. I. Sr. Lcdo. D. ManuelLumpié, canónigo de la Santa Igle-sia Catedral, corno delegado delExcmo. Prelado.

Favores de NuestraSantísima Madre —

Comunican de Arroyo Chaná(Argentina) que el 23 de septiem-bre del pasado ario, tuvo la desgra-cia de caer al río y perecer aho-gado un niño de diecisiete meses;sus angustiados y apenados padres,vecinos y amigos buscaban ras-treando el río día y noche, resultan-do inútiles las gestiones y esfuerzosde cinco días, pues el cadáver noaparecía.

Viendo a los padres del infortu-nado en tal desolación y queriendoproporcionarles ese último consue-lo, una amiga señora de gran fe, leentregó a la interesada el día 28 porla tarde, una fotografía de NuestraSantísima Madre y una vela paraque la tuviera iluminada mientraspedía y le concedía la gracia tandeseada; y ¡oh prodigio! la mástierna de las Madres, acudió inme-diatamente en socorro de la desola-da madre; pues el siguiente día 29,apareció el cadáver en una orilladel río, intacto, aunque se temíanque después de seis días, estaría engran parte destrozado por los gran-des peces que allí hay.

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Muy agradecidos al singular fa-vor obtenido de la piadosísima Ma-dre de la Merced, lo publico, paramayor gloria suya y estímulo decuantos se encuentran en la desola-ción y necesitan de su valimiento.

P. C.

Favores de la BeataMariana

Isabel Ortega, de Aranzueque(Guadalajara), padeció largo tiempouna gravísima afección. Una amigale dió una reliquia de la Beata Maria-na, a la que se encomendó con fer-vor y la enfermedad se resolvió enun tumor que pudo ser curado enbreve.

Necrología En el convento de Madres Merce-

darias de Málaga, falleció el día 4del corriente, a las nueve y cuartode la noche, después de recibir losSantos Sacramentos, la religiosa develo negro Sor María Patrocinio Gil,de Jesús, a los cincuenta y dos ariosde edad y 30 de profesión.

Fué siempre religiosa ejemplar,

exacta en el cumplimiento de lasobligaciones que la obediencia leencomendó, y muy sufrida en laspenosas enfermedades con que laprobó el Señor desde su juventud.

En Madrid, el 4 de Enero, falleciódespués de penosa y larga enferme-dad don Benito López, hermano denuestro Padre Martín, al que acom-pañamos en el sentimiento lo mismoque a toda la familia, en . especial ala viuda doña Rafaela A. Delgado.

Pedimos a los lectores una ora-ción por sus almas.

R. I. P. A.

Indulgencias del mesde febrero

Día 2.—La Purificación de NuestraSeñora. Absolución general y otraindulgencia plenaria visitando la igle-sia de la Merced.

Día 13.—Miércoles de Ceniza. Ab-solución general.

Día 17.—Domingo 1.° de Cuares-ma. Absolución general.

Día 23.—Cuarto sábado. Indulgen-cia plenaria asistiendo a la misa denuestra Sma. Madre.

CON LAS DEBIDAS LICENCIAS

Editorial Católica Toledana, Juan Labrador, 6, teléfono 211.