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  • 8/17/2019 Las Voces de Chernóbil Por Svetlana Alexiévich - ELTIEMPO

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    1/5/2016 Las voces de Chernóbil por Svetlana Alexiévich - Música y Libros - ELTIEMPO.COM

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    Las 'Voces de Chernóbil'resuenan 30 años después

    Fragmentos del libro de la nobel de literaturaSvetlana Alexiévich sobre el peor desastrenuclear.

    Por: SVETLANA ALEXIÉVICH |

     10:57 p.m. | 30 de abril de 2016 Foto: EFE

    El 26 de abril de 1986, durante un simulacro, el reactor 4 estalló y liberó 500 veces más mat…

    1 Capitán América: Civil War, otrapelea entre dos superhéroes

    2 Las 'Voces de Chernóbil'resuenan 30 años después

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    Los más pesimistas dicen que sin la reacción de los bomberos y el Ejército

    Rojo, el más grave desastre nuclear de la historia habría sido mucho peor. El

    26 de abril de 1986, durante un simulacro que pretendía mejorar la seguridad

    de la central nuclear de Chernóbil, el reactor 4 estalló y liberó 500 veces más

    material radiactivo que el de las bombas atómicas sobre Hiroshima y

    Nagasaki. De no ser por los ‘liquidadores’, como se llamó a los miembros de

    los equipos que le pusieron el pecho a la catástrofe y aislaron esta zona del

    suelo ucraniano, una segunda explosión habría dejado inhabitable el suelo

    de toda Europa.

    El mundo se dio cuenta de la catástrofe al día siguiente, por las mediciones

    del aire en la central nuclear de Forsmark, en Suecia, que alertó a los

    organismos de energía atómica. La Unión de Repúblicas Socialistas

    Soviéticas (URSS), que transitaba por el último tramo de la Guerra Fría, tuvo

    que reconocer la dimensión de la emergencia. De todos modos, Occidente la

    acusó de ocultar la magnitud del daño, que obligó a reubicar a más de

    215.000 personas.

    El entonces dirigente de la URSS, Mijaíl Gorbachov, reconocería después que

    su gobierno se vio desbordado por una tragedia cuyo control le tomó 206

    días, hasta que el sarcófago para aislar las instalaciones estuvo terminado.

    Además, Gorbachov –ganador del Nobel de Paz en 1990– sostiene que la

    magnitud del desastre aceleró la debacle del bloque soviético y le sirvió al

    planeta para reflexionar sobre los estragos que las armas nucleares podrían

    causar. (Lea también: Así fue el comienzo de la catástrofe en Chernóbil)

    El informe del Fórum de Chernóbil, en el que participó la OMS, calcula que

    6,8 millones de personas pudieron haber sido afectadas de manera indirecta

    y que las víctimas de cáncer derivadas del desastre superan las 9.000. Otros

    estudios, como el de Greenpeace, apuntan a que unas 200.000 muertes

    ocurridas entre 1990 y el 2004 en Rusia, Bielorrusia y Ucrania serían

    Las 'Voces de Chernóbil' resuenan 30 años después          

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    atribuibles al siniestro atómico.

    La periodista Svetlana Alexiévich, ganadora del último Nobel de Literatura,

    recorrió su natal Bielorrusia para recoger testimonios sobre una tragedia

    que contaminó el 23 por ciento del territorio de ese país, el cual recibió siete

    de cada diez partículas radiactivas arrojadas a la atmósfera tras la explosión

    del reactor. Con ocasión de los 30 años de la catástrofe, EL TIEMPO publica

    algunos pasajes de ‘Voces de Chernóbil’ (Debate, 1997), uno de los cuatro

    libros de Alexiévich traducidos al español. La selección fue hecha por elescritor Sergio Ocampo, experto en el trabajo de esta mujer, que el 31 de

    mayo cumplirá 68 años y que fue la invitada de honor de la Feria del Libro

    de Bogotá, que finaliza este lunes (los intertítulos no son del original).

    El retorno de Dios

    Entre el momento en que sucedió la catástrofe y cuando se empezó a hablar

    de ella se produjo una pausa. Un momento para la mudez. Y lo recuerdan

    todos. Allá por las altas esferas se tomaban decisiones, se confeccionaban

    instrucciones secretas, se mandaba que levantaran el vuelo los helicópteros,

    o que se trasladaran por las carreteras enormes cantidades de transportes;abajo se esperaba recibir información y se pasaba miedo, se vivía a base de

    rumores, pero todos guardaban silencio sobre lo principal: ¿qué es lo que

    realmente había sucedido?

    (...)

    Sencillamente, ya no bastaba con los hechos; aspirabas a asomarte a lo que

    había detrás de ellos, a penetrar en el significado de lo que acontecía.

    Estábamos ante el efecto de la conmoción. Y yo estaba buscando a esa

    persona conmocionada.

    (...)

    Ante Chernóbil todo el mundo se ponía a filosofar. Las personas se

    convertían en filósofos. Los templos se llenaron de nuevo. Se llenaron de

    creyentes y de gente hasta el día anterior atea. Gente que buscaba

    respuestas que no les podían dar ni la física ni las matemáticas.

    (...)

    Durante aquellos primeros días, con quien resultaba más interesante hablar

    no era con los científicos, los funcionarios o los militares de muchasestrellas, sino con los viejos campesinos. Gente que vivía sin Tolstói, sin

    Dostoievski, sin internet, pero cuya conciencia, de algún modo, había dado

    cabida a un nuevo escenario del mundo. Y su conciencia no se destruyó.

    Historia familiar en la puerta

    Por la radio habían dicho: “¡No se pueden llevar los gatos!”. Mi hija se puso a

    llorar, y del miedo a quedarse sin su querido gato empezó a tartamudear. ¡Y

    decidimos meter el gato en la maleta! Pero el animal no quería meterse, se

    escabullía. Nos arañó a todos. “¡Prohibido llevarse las cosas!”. No me llevaré

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    todas las cosas, pero sí una. ¡Una sola cosa! Tengo que quitar la puerta y

    llevármela; no puedo dejarla. Cerraré la entrada con tablones. (Vea aquí:

    Chernóbil: treinta años de una tragedia)

    ¡Aquella puerta era nuestro talismán! Una reliquia familiar. Sobre esta

    puerta velamos a mi padre. No sé según qué costumbre, no en todas partes

    lo hacen, pero entre nosotros, como me dijo mi madre, hay que acostar al

    difunto sobre la puerta de su casa. Lo velan sobre ella, hasta que traen el

    ataúd. Yo me pasé toda la noche junto a mi padre, que yacía sobre estapuerta. La casa estaba abierta. Toda la noche. Y sobre esta misma puerta,

    hasta lo alto, están las muescas. De cómo iba creciendo yo. Se ven anotadas:

    la primera clase*. La séptima. Antes del ejército... Y al lado ya: cómo fue

    creciendo mi hijo. Y mi hija. En esta puerta está escrita toda nuestra vida,

    como en los antiguos papiros.

    ¿Cómo voy a dejarla? 

    Le pedí a un vecino que tenía coche: “¡Ayúdame!”. Y el tipo me señaló a la

    cabeza, como diciendo tú estás mal de la chaveta. Pero saqué aquella puerta

    de allí. Mi puerta. Por la noche... en una moto. Por el bosque. La saqué al

    cabo de dos años, cuando ya habían saqueado nuestro piso. Limpio quedó.Hasta me persiguió la milicia: “¡Alto o disparo!”. Me tomaron por un ladrón,

    claro. De manera que, como quien dice, robé la puerta de mi propia casa.

    Mandé a mi hija con la mujer al hospital. Se les había cubierto todo el

    cuerpo de manchas negras. Las manchas salían, desaparecían y volvían a

    salir. Del tamaño de una moneda. Sin dolor. Las examinaron a las dos. Y yo

    pregunté: “Dígame, ¿cuál es el resultado?”. “No es cosa suya”. “¿De quién,

    entonces?”. A nuestro alrededor todos decían: vamos a morir. Para el año

    2000 los bielorrusos habrán desaparecido. Mi hija cumplió 6 años. Los

    cumplió justo el día del accidente. La acostaba y me susurraba al oído:

    “Papá, quiero vivir, aún soy muy pequeña”.

    ¿Usted es capaz de imaginarse a siete niñas calvas juntas?

    Eran siete en la sala. ¡No, basta! ¡Acabo! Mientras se lo cuento tengo la

    sensación, mire, mi corazón me dice que estoy cometiendo una traición.

    Porque tengo que describirla como si no fuera mi hija. Sus sufrimientos. Mi

    mujer llegaba del hospital. Y no podía más: “Más valdría que se muriera,

    antes que sufrir de este modo. O que me muera yo; no quiero seguir viendo

    esto”. ¡No, basta! ¡Acabo! No estoy en condiciones. ¡No! La acostamos sobre la

    puerta. Encima de la puerta sobre la que un día reposó mi padre. Hasta que

    trajeron un pequeño ataúd. Pequeño, como la caja de una muñeca grande.

    Como una caja...

    * En la escuela soviética la enseñanza se impartía en diez cursos anuales,

    desde la primera ‘clase’, a los 7 años, hasta la décima. El mismo orden sigue

    rigiendo en los países de la antigua URSS.

    No murieron, pero... mutaron

    Mi niña... Mi niña no es como los demás. Y cuando crezca me preguntará:

    “¿Por qué no soy como el resto?”. Cuando nació... No era un bebé, sino un

    saquito vivo, cosido por todos lados, sin una rendija, solo con los ojos

    http://www.eltiempo.com/opinion/editorial/chernobil-treinta-anos-de-una-tragedia-editorial-el-tiempo-26-de-abril-de-2016/16573152

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    abiertos. En la cartilla médica hay escrito: “Niña, nacida con una patología

    compleja múltiple: aplasia del ano, aplasia de la vulva, aplasia del riñón

    izquierdo”. Así suena en lenguaje médico, pero en palabras normales es: sin

    pipí, sin culito y con un solo riñón.

    La llevé a operar al día siguiente, al segundo día de haber nacido. Abrió los

    ojos, hasta pareció sonreír, aunque al principio pensé que quería llorar. ¡Dios

     bendito, había sonreído! Los niños como ella no viven, se mueren enseguida.

    Ella no murió, porque la quiero. En cuatro años, cuatro operaciones. Es elúnico niño en Bielorrusia que ha sobrevivido con una patología tan

    compleja. La quiero mucho [se queda callada]. Ya no puedo parir a nadie

    más. No me atrevo. Al salir de la maternidad, mi marido por la noche me

     besa, pero yo tiemblo toda: no debemos... Es pecado. El miedo... Oí cómo los

    médicos comentaban entre ellos: “Esta niña, más que con buena estrella, ha

    nacido estrellada. Si algo así se mostrara por la televisión, ni una madre

    daría a luz”. Eso decían de nuestra niña. ¿Cómo podemos amarnos después

    de esto? Fui a la iglesia. Se lo conté todo al padre. Y él me dijo que debíamos

    rezar por nuestros pecados.

    La fatalidad del hombre ruso

    Ayer, mi padre cumplió 80 años. Toda la familia se reunió alrededor de la

    mesa. Yo lo miraba y pensaba: cuántos sucesos acumulados en una sola

    vida: el gulag estalinista, Auschwitz y Chernóbil. Todo esto ha sucedido en el

    período de una sola generación. A él, en cambio, le gusta ir a pescar. Cultivar

    la huerta. De joven, la madre se dolía de su carácter mujeriego: “No se le

    escapaba ni una falda en toda la región”. Pero ahora descubro cómo baja la

    mirada mi padre cada vez que se cruza con una mujer joven y hermosa.

    SVETLANA ALEXIÉVICH

    Premio nobel de literatura

     

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