manual del catequista

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1 COMUNIDAD DE CATEQUISTAS DE CONFIRMACION PA’I ÑU 2012

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COMUNIDAD DE CATEQUISTAS DE CONFIRMACION

PA’I ÑU 2012

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ESCUADRON JESHUA

QUIENES SOMOS Somos Catequistas al servicio de nuestra comunidad, del Sector Pa’i Ñu de la Ciudad de Ñemby, que buscamos apoyar en su labor a todo Catequista, o quienes deseen adentrarse a este campo. Compartiendo nuestras experiencias de SER CATEQUIS-TAS, donde nuestro ejemplo y modelo más fiel que seguimos es el de nuestro SEÑOR JESUCRISTO, el que nos da la fuerza, el ánimo, la paciencia y la confianza de seguir hacia adelante en nuestra misión. NUESTRA MISION

Formar Catequistas para que adquieran una iniciativa propia en su crecimiento en la fe como buenos cristianos y la integración con la comunidad como ciudadanos libres en Jesucristo, donde realizarán su Misión como Catequistas Líderes de grupos de jóve-nes de la confirmación, para así continuar la trasmisión del mensaje de Salvación para todos los hombres que Nuestro Señor Jesucristo nos lo había encargado. NUESTRA VISION

Nuestra mirada fija en Jesús nos guiará a ser una Sociedad de Catequistas, líderes cristianos formados en un aprendizaje sólido en discipulado, respondiendo a las nece-sidades y demandas de la comunidad, haciéndose presentes en todos los ambientes y etapas del proceso evangelizador. NUESTROS VALORES

� Amor � Respeto � Humildad � Servicio � Amistad � Responsabilidad � Compromiso � Unidad

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ESE ES JESUS

Una razón y una esperanza, una noticia y una luz,

una amistad profunda y sincera, "Ese es Jesús"

Una Ilusión de hacernos hermanos, y un perdón desde la cruz,

todo el amor de el Dios más humano, "Ese es Jesús"

Coro

Ese es Jesús, Ese es Jesús (bis) Odios, guerras, cuanto llanto, Rabias, miedos y tanto dolor. ¿Cuándo va a reír esta tierra?

¿Cuándo va a triunfar el amor? (bis) Nuestra juventud siente una patria que espera,

unos brazos nuevos y un mejor porvenir, Vamos a tomar una vez más la Bandera,

Esta Juventud tiene que inventar un país (bis)

Libre de honores y de fortunas, y radiante como luz,

libre de todas las ataduras, "Ese es Jesús"

Una palabra fuerte y sincera, y el valor desde la cruz,

saber decir verdad donde quiera, "Ese es Jesús"

Coro

Miles de engaños y de promesas,

voy a salvar mi juventud, es la señal de un mundo que empieza,

"Ese es Jesús" Hay una meta y una proclama,

que me propones tu: Vamos a oír la voz que nos llama

"Ese es Jesús"

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PADRE NUESTRO

En el mar he oído hoy, Señor, tu voz que me llamó

y me pidió que me entregara a mis hermanos.

Esa voz me transformó mi vida entera la cambió

y sólo pienso ahora Señor en repetirte.

PADRE NUESTRO, EN TI CREEMOS,

PADRE NUESTRO, TE OFRECEMOS,

PADRE NUESTRO, NUESTRAS MANOS

DE HERMANOS (BIS)

Cuando vaya a otros lugares tendré yo que abandonar

a mi familia y mis amigos por seguirte.

Pero sé que así algún día podré enseñar tu verdad

a mi hermano y junto a él yo repetirte.

PADRE NUESTRO…

Cuando vaya a otros lugares conmigo yo quiero llevar

a mi familia y mis amigos y seguirte.

Porque tú eres el amor, porque tu nombre es la verdad

porque jamás me cansaré de repetirte.

PADRE NUESTRO…

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ORACION DE YESHUA (Jesús) Yeshua (Jesús) a menudo enseñó acerca de la oración. Aun más que eso, El oraba. De acuerdo a mi conteo, los evangelios registran 15 ocasiones en las que Yeshua oró. La gran mayoría de ellas se registraron en el libro de Lucas. Estas 15 veces pueden ser dividas en tres grupos: 1) preparación personal, 2) entrenamiento de discipulado y 3) antes y después de la crucifixión. 1. Preparación Personal

1. Lucas 3:21- Después del bautismo Yeshua ora y el Espíritu Santo desciende sobre El en forma de una paloma. El escucha la voz del amor de Dios.

2. Lucas 4:1- Yeshua es dirigido al desierto, donde ayuna y ora por 40 días, después de ser tentado en el desierto por el Satanás.

3. Lucas 4:42; Marcos 1:35- Temprano en la mañana antes de la salida del sol, Yeshua tenía el hábito de levantarse y orar mientras que todos dormían.

4. Lucas 5:17- Yeshua ora para recibir unción para enseñar la Palabra de Dios, perdonar pecados y sanar a los enfermos.

5. Lucas 9:32; Mateo 17:21-Yeshua sana y saca demonios de un hombre con epilepsia, diciendo, “Este género no sale sino con oración y ayuno”

La disciplina diaria de Yeshua de orar para recibir la dirección del Espíritu Santo y revelación en Su propia vida debe de exhortarnos a desarrollar una vida personal de oración como un hábito. 2. Entrenamiento en Discipulado

6. Lucas 6:12- Yeshua ora toda la noche por discernimiento en llamar y nom-brar a sus discípulos en servicio.

7. Lucas 9:18; Mateo 16:13- Yeshua ora por Sus discípulos para que reciban revelación de quien es El para que puedan escuchar a Dios por sí mismos.

8. Lucas 9:28- Yeshua ora y es transformado, revelando a Sus discípulos la fuente de poder y gloria.

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BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA - BROSHUIS Inés. Para ti catequista, Ed, DABAR. México, D.F. 1995, Págs., 156. - CANSI F. Bernardo. Símbolos y técnicas de dramatización para la catequesis, Ed, DABAR. México, D.F. 1984, Págs., 110. - BIBLIOTECA ELECTRONICA. Varios autores. - ANNE-MARIE AITKEN - JEAN JONCHERAY (Directores), Thabor: la enciclopedia de los catequistas, Desclée, París 1993. - CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio General para la Catequesis, CELAM - Paulinas, Bogotá 1998. - V M. PEDROZA - M. NAVARRO - R. LÁZARO - J. SASTRE (Directores), Nuevo Diccionario de catequética, volumen 1 y 2, San Pablo, Madrid 1999. Recopilado y estructurado por SAMA (Sergio Martínez) 15-12-2011

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• Las preguntas que haga el catequista tienen que llevar a la reflexión. Las preguntas serán claras y no sólo dirigidas a los más inteligentes. Todos tienen que reflexionar y participar, inclusive los más tímidos y callados. Valoren siempre las respuestas. Por medio del diálogo, el catequista da su "recado", transmite el mensaje de Dios. C. Lectura de la Palabra de Dios La parte del diálogo puede terminar con la lectura de la Palabra de Dios. Den atención a una buena lectura: pausada, clara, con buena entonación. Que la lectura no sea demasiado larga. Nadie logra mantener la atención durante mucho tiempo en una lectura. D. La oración Este es el momento propio para la oración. Se puede orar al comienzo del encuentro, pero el momento para una verdadera respuesta es ahora, después de escuchar el mensaje del Evangelio. Es el "sí" de los catequizandos a la llamada de Dios.

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9. Lucas 10:2- Yeshua ora para que los obreros sean mandados a la cosecha. 10. Lucas 11:1; Mateo 6:10-Yeshua ora y demuestra a Sus apóstoles como orar

por la venida del Reino de Dios y para que Su voluntad sea hecha en la tie-rra como en el cielo.

En lo personal estoy particularmente interesado en estas oraciones que Yeshua hizo por sus discípulos. A través de sus oraciones Yeshua los acercó a El mismo. También, discernió cuáles eran sus llamados. También oró por ellos para que recibieran revela-ción. (Creo que el apóstol Pablo (Saulo) estaba pensando en la oración de Yeshua en Lucas 9 y Mateo 16 cuando escribió la oración de Efesio 1 para que recibiéramos la revelación del conocimiento de quien es Yeshua (verso 17) y quienes somos en El (verso 18). Durante los tres o cuatro años que Yeshua estuvo con sus discípulos, El formó su carácter a través de mucha oración. Oraba por ellos y con ellos. Yeshua aun ora por nosotros el día de hoy para que seamos conformados a Su imagen y para que reci-bamos al Espíritu Santo (Hechos 2:33; Romanos 8:34; Gálatas 4:19; Hebreos 7:25). 3. Antes y Después de la Crucifixión

11. Lucas 22:40; Mateo 26:38-En Getsemaní, Yeshua ora con todas sus fuerzas para que la voluntad de Dios sea hecha y no la suya.

12. Juan 17:1- Yeshua como el Sumo Sacerdote ora por Sus discípulos y el fu-turo de la Iglesia internacional para que sean uno con Dios, unidos, glorifica-dos, llenos de santidad y la evangelización del mundo.

13. Mateo 27:46- Yeshua clama a Dios, citando el Salmo 22, “¿Mi Dios, porque me has desamparado?”.

14. Lucas 23: 34- Yeshua ora por el perdón de todos, “Padre, perdónalos, por-que no saben lo que hacen.”

15. Lucas 23:46- Yeshua encomienda Su ser enteramente con una última ora-ción “Padre, en tus manos encomiendo Mi espíritu.”

La crucifixión es el acto final de intercesión por nosotros y también el acto final a la obediencia del Padre. Yeshua dedicó su vida al amor que sacrifica todo y obediencia. De la misma manera, la cruz sirve como modelo perfecto para que nosotros camine-mos en intercesión.

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CONTENIDO

1- En la huella del buen pastor ......................................................................... 8

2- Dios nos llama a ser catequistas .................................................................. 9

3- Los frutos del espíritu en la vida del catequista ......................................... 11

4- Perseverar en la oración............................................................................. 12

5- El catequista, artesano del encuentro ........................................................ 14

6- El catequista, servidor de la Palabra .......................................................... 15

7- La sabiduría del catequista ......................................................................... 16

8- La importancia del testimonio ..................................................................... 17

9- La palabra que da vida ............................................................................... 19

10- El catequista, una puerta abierta para el encuentro con Dios.................. 21

11- Abrir la puerta, para que entre el señor .................................................... 23

12- La pedagogía de la fe: enseñar como Jesús para vivir como El .............. 24

13- El grupo en la catequesis ......................................................................... 26

14- Pistas para la preparación de un Encuentro de Catequesis .................... 28

15- JESUS MODELO DEL CATEQUISTA ..................................................... 30

16- El ministerio del catequista ....................................................................... 33

17- El catequista hoy ...................................................................................... 35

18- El catequista lleva a la persona el mensaje de su liberación ................... 36

19- Catequesis, proceso permanente y progresivo ........................................ 39

20- El contenido del mensaje catequético ...................................................... 40

21- La historia de la catequesis ilumina nuestro caminar ............................... 42

22- El año litúrgico .......................................................................................... 45

23- ¿Cómo desarrollar un encuentro catequético? ........................................ 46

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3. El encuentro catequético puede tener el siguiente desarrollo (no es la única mane-ra): a) Punto de partida: la vida, los acontecimientos y situaciones, experiencias vividas por los catequizandos. b) Por medio del diálogo, profundizar la experiencia, analizando causas, actitudes, etc. c) Iluminar la vida con la Palabra de Dios. ¿Cómo ve Dios tal situación? Hágase una lectura de la Palabra de Dios. d) ¿Cómo vamos a responder a la llamada de Dios? En el momento de la oración dará cada uno su respuesta. e) Puede profundizarse el mensaje por medio de ciertas actividades fuera del encuen-tro: en casa, en la comunidad. f) ¿Cómo vamos a vivir todo esto? Acordemos con los catequizandos que podemos hacer concretamente para vivir mejor en comunidad, y cómo vamos a celebrar la vida en la Liturgia. A. Punto de partida Tenemos que partir de la propia vida del catequizando, de los acontecimientos y hechos, de sus experiencias. Cada edad tiene sus problemas, preguntas, necesida-des. Si partimos de la realidad de nuestros catequizandos, ellos se sentirán motivados, porque van a reflexionar sobre algo que les toca de cerca, que les cuestiona o angus-tia. Si no unimos la catequesis con la vida concreta, el entusiasmo y el interés serán escasos. Podemos usar murales que plantean un problema o una situación vivida. Es ameno dramatizar ciertos acontecimientos, hacer juegos que revelan una actitud de los parti-cipantes o llevan a una cierta experiencia. Podemos partir de un canto o de una narra-ción. Lo importante es que esté siempre ligado a la realidad de los catequizándoos. B. El diálogo Analicemos los hechos y acontecimientos por medio del diálogo. Evitemos el "monólo-go". No se trata de una "clase". No somos el "maestro" a quien hay que escuchar sin poder hacer comentarios. No. Es un reflexionar juntos. Hablemos con los catequizan-dos sobre sus experiencias, sus tazones, sus preguntas. Busquemos juntos las causas y las consecuencias de los hechos. Analicemos las actitudes de las personas involucradas. Transmitamos el mensaje del Evangelio. Mi-remos la realidad con ojos de fe. Tratando de la catequesis de niños, procuremos que el diálogo no sea demasiado largo. Para los pequeños puede durar unos 10 minutos. Para los mayores, 15 ó 20 minutos. Si es muy largo, desvían su atención y no asimilan nada. Para la catequesis con la niñez, observen también: • Usen un vocabulario sencillo, al alcance de los catequizandos. Si emplean palabras nuevas, expliquen primero su sentido. • El tono de voz, la actitud del catequista, son muy importantes. Que sean de respeto ante la Palabra de Dios que va a transmitir. • Propicien un ambiente que favorezca el diálogo. Pongan las sillas en círculo. Los catequizandos pueden sentarse en el suelo. Que el ambiente esté alegre, limpio, adornado con flores y carteles.

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23- ¿CÓMO DESARROLLAR UN ENCUENTRO CATEQUÉTICO? Después de todo lo que hemos visto sobre una cateque-sis, según las directrices de nuestros Obispos en Puebla, podemos preguntar: ¿Cómo desarrollar concretamente un encuentro catequético? 1. Tal vez les llame la atención la palabra "encuentro" y no

"clase". Hemos visto que toda la catequesis debe hacerse en la comunidad y llevar a la comunidad. Por tanto, el primer paso es hacer de nuestro propio grupo de catequi-zandos una comunidad. No vamos a dar una clase. Preparamos todo para que haya una verdadera vivencia comunitaria. La clase es para la escuela. El encuentro es para la comunidad. En un encuentro anterior, vimos lo que caracteriza a la comunidad. Es la fe, la oración y el amor, la solidaridad. Formemos con nuestros catequizandos una comunidad don-de se profundiza el mensaje, donde se hacen experiencias de oración y donde se llega a una vivencia de verdadera fraternidad. Todo lo que sigue se aplica a cualquier tipo de catequesis, sea con la niñez, con la adolescencia, con jóvenes o gente adulta. El modo de actuar, el desarrollo, es el mis-mo. Sigue el método VER, JUZGAR, ACTUAR. Sin embargo, tendremos que adaptar-lo a la edad del grupo. Es importante para la comunidad que todos se conozcan, conozcan algo de la vida de los otros, sus problemas y dificultades. Debemos dar atención a los enfermos, a los que cumplen años. Ayudemos a los catequizandos a actuar no sólo a nivel de grupo, sino también en el barrio, en la escuela, en el trabajo. No podemos perder nunca de vista la ligazón de la pequeña comunidad de los cate-quizandos con la comunidad mayor: la comunidad parroquial. No puede faltar la rela-ción con otros grupos que actúan en aquella comunidad. 2. El encuentro catequético forma parte de un plan para determinado tiempo: un año, dos años, seis meses, según el tiempo en que se esté con el grupo. Una preparación para la Confirmación requerirá menos tiempo que una catequesis para niñas y niños, que exige más tiempo. Un trabajo constante con los jóvenes pide una planificación para más tiempo que un encuentro ocasional en un fin de semana. Será conveniente hacer primero un plan global para el tiempo necesario, determinando los temas que deben entrar. Hay muchos manuales que pueden ayudarnos, pero esto no tiene por que restar crea-tividad al equipo coordinador de la catequesis, porque las situaciones son diferentes según el lugar y la edad. Es imposible exigir que un plan sea completo. Dentro de esta visión global, veamos cómo desarrollar cada encuentro catequético. La preparación del encuentro catequético ha de hacerse con el debido tiempo y no a última hora. Lo mejor sería una preparación con los otros catequistas. Al comienzo de cada encuentro es bueno preguntarse: ¿Qué queremos conseguir? ¿Cuál es el objetivo? ¿Cuál es la meta? Será siempre una actitud de vida, un modo de vivir en comunidad. Que las actitudes sean bien concretas para cada encuentro, como por ejemplo: gratitud, escucha, servicio, perdón, solidaridad, compromiso, etc. Es importante que el mismo catequista interiorice y procure vivir el mensaje a transmi-tir.

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INTRODUCCION

Este material recopilado de varios libros de formación para catequistas, ofre-ce sugerencias para encuentros de reflexión sobre los diversos aspectos del catequis-ta hoy.

Este material quiere ser un apoyo para ustedes catequistas. Con el que quie-ro darles algunas pistas para que trabajen mejor en el campo de la catequesis. Quiero decirles que su misión es importantísima en la Iglesia hoy. Pues nosotros somos real-mente indispensables. Ya que hemos recibido una misión de la comunidad y, a través de ella, del mismo Jesucristo. Tenemos que encararla con seriedad. Y paso a paso descubriremos cada vez más su identidad.

Nadie se convierte en un buen catequista de un día para otro. Es un caminar. Puede ser que nosotros tengamos un verdadero don para la catequesis; pero, aunque así sea, necesitamos formación e información. Hoy en día la catequesis da pasos largos y se transforma a pasos agigantados. Pues hay nuevos puntos de vista y nue-vos rumbos. Quien no profundiza pierde el tren y queda desubicado en la realidad de hoy. Nuestra misión es muy seria. La catequesis es la primera misión de la Iglesia. El Papa Juan Pablo II pide a todos los agentes de pastoral, que dediquen especial aten-ción a la catequesis. Y nosotros podemos ayudar en esa misión.

Se trata también de una tarea sumamente ardua y delicada, porque la cate-quesis no es simplemente una enseñanza, sino la transmisión de un mensaje de vida. Es transmisión del Reino de Dios presente entre nosotros.

El objetivo de este material, es ayudarnos con herramientas de reflexión para desempeñar mejor la tarea de ser catequistas.

Roberto Carlos Marzola Seminario Mayor Arquidiocesano de Bogotá

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1- EN LA HUELLA DEL BUEN PASTOR

La figura de buen Pastor con la cual Jesús se identifica puede ayudarnos a descubrir rasgos poco explorados de nuestra voca-ción catequística. Para un pueblo acostumbrado a la vida rural, como era el israelita, la imagen del pastor se asociaba fácilmente a una serie de tareas, rutinas, preocupaciones y cuidados propios de su oficio. La coti-dianeidad del ejemplo que señalaba Jesús permitía reconocer de inmediato las situaciones que la comparación sugería. Andando por el campo he tenido la suerte de poder contemplar

pastores cuidando sus ovejas u otros animales... la reflexión de la Biblia conjugada con la vida va enseñando y descubriendo el gran tesoro de esta comparación que Jesús utiliza para darse a conocer. Creo que como catequistas tenemos mucho que andar en la huella del Buen Pastor.

El Buen Pastor, Jn. 10, 1-42 Es bueno leer el capítulo entero, pues a las palabras de Jesús, Juan opone la reacción de los judíos. 1) Ir leyendo el evangelio y anotar las actitudes de buen pastor que Jesús propone. 2) Para cada actitud recordar situaciones de la vida de Jesús donde podamos apreciar cómo la vivió él de manera concreta. 3) Relacionar cada actitud con nuestra práctica de catequistas, ¿cómo incorporar a nuestro ser catequista esta manera de ser de Jesús?

Te presentamos algunas actitudes para ir pensando

• El buen Pastor conoce sus ovejas ¿Conocemos la vida de nuestros catequizandos? ¿Compartimos sus alegrías, sus angustias, sus esperanzas, sus desalientos? ¿Sabemos lo que están viviendo las familias que tenemos a cargo? ¿Nos interesamos por sus situaciones de vida?

• Las llama por su nombre ¿Tenemos un trato personal con nuestros catequizandos? ¿Buscamos llegar a su interioridad? ¿Somos portavoces para que el Señor llame a cada uno por su nombre a través nuestro?

• Camina al frente de sus ovejas ¿Damos testimonio de lo que enseñamos? ¿Intentamos vivir lo que creemos? ¿Somos los primeros en cumplir lo que pedimos a los demás que cumplan? ¿Vivimos en forma coherente como para ir al frente y de frente?

• Da la vida ¿Entregamos lo mejor de nosotros por los demás? ¿Buscamos donar los talentos que recibimos de Dios para beneficio de los otros?

• Sus obras lo dan a conocer ¿Nuestras obras, nuestros gestos, nuestras actitudes de vida muestran a los demás lo que creemos y enseñamos? ¿Somos transparentes: los demás descubren y encuen-tran al Dios de la Vida a través de nuestra práctica? ¿Nuestra manera de estar con los demás... refleja y testimonia nuestra cercanía a Dios?

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22- EL AÑO LITÚRGICO

Durante todo el año, la Iglesia celebra los distintos as-pectos del gran misterio de nuestra salvación, llamado también el "Misterio Pascual". La Iglesia tiene su año: El AÑO LITÚRGICO, con sus fiestas determinadas. En cada fiesta conmemora un aspecto de nuestra salvación. El Año Litúrgico comienza con el primer domingo de Adviento, a fines de noviembre. Adviento quiere decir venida. Esperamos la venida del Señor en Navidad. Son cuatro semanas que nos preparan para esta fiesta. La Navidad celebra el Nacimiento de Jesús. Enviado del Padre, vino a poner su tienda de campaña entre noso-

tros, para ser el camino que nos lleva a Dios, para ser la Verdad y la Vida. Con el miércoles de ceniza comienza la CUARESMA, 40 días de reflexión y peniten-cia, para preparamos a la mayor fiesta de los cristianos: la PASCUA. En la Semana Santa, conmemoramos el sufrimiento y la muerte de Jesús para, en el día de Pascua, manifestar nuestra alegría por la resurrección del Señor. Jesús está vivo y está en medio de nosotros. Jesús volvió a la gloria del Padre. Están sentado "a la derecha de Dios". Esto quiere decir que El, después de la humillación de la muerte en la cruz, fue elevado y participa del poder de Dios. Nosotros los celebramos en la ASCENSIÓN. Cristo nos envía su Espíritu. Jesús está con Dios, en poder y gloria, pero está también con nosotros hasta el fin de los tiempos por medio del Espíritu que El nos regala. Nos acordamos de la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles, pero también del Espíritu en nuestra vida, en la fiesta de PENTECOSTÉS. Celebramos el nacimiento de la Iglesia, la gran comunidad de Jesús, unida por el Espíritu Santo. El ciclo pascual son siete semanas, que van del domingo de Pascua hasta Pente-costés, celebrando las distintas facetas de un único misterio: el Misterio Pascual. Después de Pentecostés, la Iglesia recuerda el mensaje de Jesús a través de fiestas como Corpus Christi, Sagrado Corazón, Todos los Santos, de Nuestra Señora y algu-nos santos, hasta la llegada del Adviento. Todo el tiempo, durante el año, está impregnado de la presencia de Dios y su acción salvadora. Dios mismo camina con su Pueblo hasta el fin de los tiempos. Estudio en grupos 1. ¿Que hacer para llevar a nuestros catequizándoos a la celebración de la Liturgia y del Año Litúrgico? ¿Qué estamos haciendo? ¿Que nos falta por hacer? Lean en casa, o en grupo, CT 23. Oración Lectura de Heb. cap. 9. Compartan la reflexión. • Si es necesario, una breve explicación. • Unos momentos de silencio.

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te cristiana, no tiene sentido alabar a Dios sólo con palabras. La Liturgia y la vida no pueden separarse nunca. Los otros sacramentos están orientados a la Eucaristía. Y, preferentemente, deberían celebrarse dentro de la misa. Detengámonos un poco más en este punto:

• Para poder participar en la Eucaristía, es necesario pertenecer al Pueblo de Dios, a la comunidad de los cristianos. Entramos en esta comunidad por el BAUTISMO. Y asumimos un compromiso con esa comunidad.

• Una vez que pertenecemos a la comunidad cristiana, tenemos que ser miem-bros responsables, dedicados al servicio del Reino de Dios. Esto se expresa sobre todo por la CONFIRMACIÓN. Este sacramento confirma nuestro com-promiso como miembros del Pueblo de Dios. Contamos con la gracia del Espíritu Santo para vivir nuestro cristianismo hasta las últimas consecuen-cias.

• Cuando fracasamos como miembros de la Iglesia, podemos contar con la mi-sericordia de Dios en el sacramento del PERDÓN. Con nuestro pecado per-judicamos a la comunidad cristiana. Necesitamos volver, confesar nuestros pecados y pedir perdón a Dios y a la comunidad. Perdonados, estaremos más preparados para celebrar el culto a Dios en la Eucaristía, con la comuni-dad.

• Cuando alguien está enfermo o debilitado por la edad, la comunidad cristiana quiere estar presente con la UNCIÓN DE LOS ENFERMOS. No es un sa-cramento aislado de la comunidad. Expresa la presencia de ella en la enfer-medad. Quiere expresar también la presencia del enfermo en la comunidad por la comunión, participando así de la celebración de la Eucaristía.

• El MATRIMONIO expresa el amor entre Cristo y la Iglesia, la entrega total del uno al otro, como Cristo la vivió y como nosotros la vivimos en la Eucaristía.

• Finalmente, el sacramento del ORDEN ordena a los sacerdotes que presiden la Liturgia, que animan y orientan al Pueblo de Dios y que, por medio de los sacramentos, hacen presente la acción liberadora de Cristo. Así, todos los sacramentos forman una unidad, teniendo a la Eucaristía como centro.

Reflexión en grupos ¿Cómo debe ser nuestra catequesis de manera que forme a los catequizandos para una vivencia litúrgica? En el plenaria, tengamos en cuenta los puntos siguientes:

1. La Eucaristía es el centro de la vida de la Iglesia. 2. Es el Pueblo que se reúne con Jesús, para rendir culto al Padre. El Padre es

el fin. Cristo es el mediador. 3. La Liturgia es siempre comunitaria. 4. Todos los sacramentos están orientados a la Eucaristía. 5. No puede haber culto a Dios sin vivencia cristiana

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Para trabajar en grupos Para reflexionar:

• Leer en silencio el salmo. • Elegir una frase y repetirla en voz alta • Comentar con el grupo por qué elegiste esa frase. • A partir del salmo descubrir nuevas actitudes y características del catequista.

Para la puesta en común: • Sintetizar en un dibujo las características descubiertas • Escribir entre todo el salmo como si hubiera sido escrito en nuestro tiempo,

usando imágenes, situaciones y palabras de nuestra cultura. 2- DIOS NOS LLAMA A SER CATEQUISTAS

Antes de iniciar la reflexión de este artículo Intenta recordar la manera en que Dios te llamó a ser cate-quista ¿Cuándo fue? ¿Cómo? ¿De qué se valió Dios para irrumpir en tu vida y llamarte? ¿Te acuerdas de personas que supieron transmitirte la Pala-bra de Dios en tu vida? ¿Quiénes te enseñaron las cosas de Dios, aún sin tener un título de catequista, pero viviendo la

misión de un catequista? Busca en la Palabra de Dios los siguientes textos. Observa en ellos cómo llama Dios y cómo responden las personas.

• Abraham - Gén. 12, 1-5 • Moisés - Ex. 3, 1-4, 17 • María - Lc. 1, 26-38 • Discípulos - Mc. 1, 16-20

¿Encuentras elementos en común con tu vida? ¿Descubres nuevas maneras de lla-mado que pueden ayudarte a pensar si Dios te sigue llamando hoy? Cuando compartimos nuestras experiencias de vida como catequistas, cuando somos capaces de revisar nuestra vocación y descubrir la forma en que Dios nos ha llamado a cada uno... y meditamos nuestra vida a la luz de la Palabra siempre viva de la Biblia, aprendemos como: Dios utiliza distintos medios para llamarnos:

• nos llama a través de personas • nos llama a través de situaciones de la vida • nos llama a través de señales o signos

Sentir el llamado de Dios, darse cuenta que Dios llama • Dios pasa por la vida de todos los días, hay que estar atento para escucharlo. • Tener la capacidad de descubrir la presencia de Dios. • Lo cotidiano, la vida de siempre, ése es el lugar que Dios elige para revelar-

se, para correr el velo y descubrirnos que está pasando por ahí.

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La vocación es un proceso (tiene etapas, tiene momentos, se va viviendo) • El llamado de Dios es progresivo, nuestra vida es una historia de sucesivos

llamados. • Hay que aprender a mirar la vida con otros ojos para encontrar las huellas de

Dios en nuestro caminar. • La vocación es camino, más que puerta de entrada, y se hace camino al an-

dar... • Todos recibimos dones para que podamos vivir nuestra vocación • Dios no nos deja solos, su garantía es que Él está junto a nosotros. • Todos hemos recibido mucho, hay que descubrir que recibió cada uno, para

ponerlo al servicio de los demás (parábola de los talentos). • Dios nos llama constantemente, también nos va mostrando nuevos dones

que no sabíamos que teníamos.

A veces nos cuesta vivir la vocación (dudas, miedos, incertidumbres) • El llamado de Dios siempre es un desafío, un cuestionamiento, un compromi-

so… • Decir sí al Señor compromete la vida. • Las dudas, miedos e incertidumbres son parte del camino, nos ayudan a se-

guir buscando, nos recuerdan que nunca podremos encontrarlo todo, nos descubren nuestra esencia vital de peregrinos...

Leer la Biblia, la Palabra de Dios, nos ayuda a descubrir nuestra vocación

• Cuando leemos la Palabra encontramos ejemplos de personas que vivieron llamados parecidos a los nuestros.

• Sus vidas nos muestran que es posible responder al Señor e iniciar un cami-no de compromiso

• Sus experiencias también nos hablan de un lento descubrir que quiere Dios de nosotros y un camino de respuesta que pasa por la vida y no por decir, de palabra, «Señor, Señor...» (la respuesta se da con la vida).

Nuestra respuesta al llamado de Dios es servir y ayudar con disposición y alegr-ía

• Dios llama para dar una misión, un compromiso, una tarea en bien de los demás.

• La respuesta es estar disponible a la misión que El nos vaya mostrando. • La alegría en el servicio es signo de que nuestra entrega es sincera y fecun-

da.

Transmitir el mensaje de Dios y el amor de El Dios nos llama para ser instrumentos de su mensaje y para colaborar con Él en la construcción de su Reino para mostrar con nuestro testimonio (porque a las palabras... se las lleva el viento) que nos ama y quiere que vivamos su amor construyendo la fraternidad real (porque nadie ama a Dios a quien no ve sino ama a su hermano al que ve).

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Generalmente se hace una distinción entre "evangelización" y "catequesis". Evangeli-zación sería el anuncio a los hombres. La catequesis lleva a la celebración de la vida en la liturgia. Los Obispos en Puebla dijeron que no basta anunciar la Palabra y denunciar el peca-do que existe en nuestra realidad. Necesitamos también celebrar nuestra vida y nues-tra fe. Nosotros lo hacemos en los sacramentos. En la vida cristiana, los sacramentos son momentos fuertes de comunión de Dios con los seres humanos y de éstos con Dios. Los Obispos dijeron: "En toda catequesis integral están inseparablemente unidos:

• El conocimiento de la Palabra de Dios, • La celebración de la fe en los sacramentos, • La confesión de la fe en la vida cotidiana (P. 999).

En la Liturgia celebramos nuestra vida y nuestra fe. La palabra "Liturgia" viene de dos palabras griegas: leito: del pueblo; ergon: obra, acción, servicio. La Liturgia es, por tanto, la acción de Dios en favor del Pueblo, y la acción del Pueblo en relación con Dios. Nos reunimos ciertos días y en ciertos lugares para rezar y ex-presar nuestra fe. El lugar es generalmente la Iglesia. Se celebra la Misa y se adminis-tran los Sacramentos. Se celebra la Liturgia: el culto del Pueblo a Dios. Y Dios se comunica con su Pueblo. El acto litúrgico, el culto, es una acción de alabanza a Dios, es un acto comunitario, de comunidad, del Pueblo de Dios. Es un acto ofrecido a Dios en unión con Jesucristo. En la Liturgia, Jesús está en medio de nosotros, como nuestro hermano que, con nosotros, rinde alabanza a Dios Padre. La Liturgia no se dirige, a Jesús, sino al Padre. En la Liturgia, no sólo alabamos a Dios. También le damos gracias por los beneficios recibidos. Pedimos perdón de nuestros pecados y faltas, y pedimos las gracias de Dios. El acto litúrgico se hace con ceremonias, gestos, oraciones, lecturas, expresiones corporales y momentos de silencio. El culto a Dios beneficia también al ser humano. Este, al entrar en contacto con Dios, toma conciencia e su condición de criatura. Se siente pequeño y pecador. Toma conciencia de su tarea y misión. Pide a Dios la gracia de poder concretar en la vida lo que expresa en la Liturgia: Dios tiene que ocupar el primer lugar en la vida. La voluntad de Dios es la primera preocupación. Toma conciencia de que la voluntad de Dios es transformar este mundo en un mundo mejor y hacerlo más cristiano. La Eucaristía está en el centro de la Liturgia. Alrededor de ella giran los otros sacra-mentos, todos orientados por ella: el Bautismo, la Confirmación, la Confesión, la Un-ción de los Enfermos, el Matrimonio, el Orden. El domingo, sobre todo, la comunidad se reúne para celebrar la Eucaristía, siguiendo la costumbre de los primeros cristianos. Ellos se reunían ese día para conmemorar la muelle y resurrección de Jesús. El domingo se convirtió en "el día del Señor", en que el Pueblo de Dios expresa su unión como familia, su fraternidad y solidaridad. El pueblo reza, canta, participa del banquete de la unión. Nunca el Pueblo es tan "Pueblo" de Dios como cuando, unido en a misma fe, se expresa y se compromete en la Eucaristía. Pero este acto de culto sólo tiene sentido si los cristianos, en la vida de cada día, viven lo que están celebrando. Si no hay compromiso, si no hay una vivencia verdaderamen-

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¿Cómo somos fieles a la persona? Toda la acción pastoral de la Iglesia contempla la salvación concreta del ser humano, de todo el ser humano y de todos los seres humanos. En América Latina se dirige a la mujer y al hombre latinoamericanos, con toda su problemática, con sus angustias y sufrimientos. De modo especial, se dirige a los pobres. (Ya tratamos este punto en encuentros anteriores). No es éste el lugar para profundizar el contenido de nuestra fe. Para eso existen los libros y cursos que pueden orientar. El Documento de Puebla da una visión general del contenido de la evangelización, en el capitulo I de la 2a parte. (Números 165 a 339) Es indispensable profundizar la Sagrada Escritura. Hoy no podemos pensar en una catequesis que no sea bíblica. Otra orientación viene de los documentos de la Iglesia, del Papa, de nuestros Obispos, porque ellos acompañan los acontecimientos y enseñan a interpretar la vida a la luz del Evangelio, en nuestra realidad. En su discurso en Porto Alegre (Brasil), el Papa hizo una observación sobre el conte-nido de la catequesis. Dijo: La catequesis no es simplemente una enseñanza, sino que es transmisión de un men-saje de vida. (...) Quien dice "mensaje", dice algo más que doctrina. (...) El mensaje NO se limita a proponer ideas. Exige una respuesta, pues es una interpelación entre personas, entre el que propone y el que responde". Trabajo en grupo 1. ¿Cual es la diferencia entre "contenido" y "mensaje", según el pensamiento del Papa? 2. ¿Por qué es necesario sistematizar el contenido de la fe? 3. ¿Cuáles son los principales puntos de ese contenido? 4. ¿Qué quiere decir fidelidad a Jesucristo? 5. ¿Qué quiere decir fidelidad a la Iglesia? ¿Se limita esa fidelidad sólo a las cuestio-nes doctrinales? Plenaria ¿Por qué debemos conocer los documentos de la Iglesia? ¿Cuáles son los documen-tos que estamos ya leyendo o estudiando? Lea en casa, o en grupo, CT cap. I y el número 21. Oración Lectura de 2 Tim 3,14-17 y 4,1-5. Compartan la reflexión. 21- LA HISTORIA DE LA CATEQUESIS ILUMINA NUESTRO CAMINAR

Para entender el caminar de la catequesis en América Latina, para juzgarla y, si es necesario, corregirla, es bueno saber algo sobre la catequesis del pasado. La catequesis atraviesa una histo-ria de casi 20 siglos. Ha tenido sus altos y bajos. Y es mucho lo que podemos aprender para iluminar nuestra catequesis actual. Desde sus orígenes, la Iglesia ha procurado poner en práctica el mandato de Cristo: 'Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos" (Mt 28,19). Los apóstoles anunciaron el mensaje de Cristo; y, a lo largo de los siglos, los misioneros dejaron su tierra para llevar el

Evangelio a todas partes del mundo.

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Para trabajar en grupos Dios nos llama a ser catequistas Para reflexionar con la Palabra y la vida

• Trabajar en pequeños grupos con las preguntas y textos que aparecen al principio del artículo.

• Si se pueden formar cuatro grupos, repartir un texto para cada uno. • Comentar con el grupo qué conocemos del personaje bíblico del texto. • Hacer una lista de características de cómo Dios llama y cómo es la respuesta

de cada persona ante ese llamado. Para la puesta en común

• Escribir en un afiche, en dos columnas, las características que observamos del llamado y respuesta en el texto bíblico.

• Escribir entre todos una oración que relacione el texto leído con la experien-cia de catequista de los integrantes del grupo.

Plenario • ¿Qué encontramos en común con nuestras vidas? • Compartir las oraciones.

3- LOS FRUTOS DEL ESPÍRITU EN LA VIDA DEL CATEQUISTA

«El fruto del Espíritu es caridad, alegría, paz, comprensión de los demás, fidelidad, mansedumbre y dominio de sí mismo.» Gálatas 5, 22 El tiempo de Pentecostés es un excelente momento para revi-sar nuestra vocación y práctica de catequistas. Ser catequista es anunciar la Palabra de Jesús, dar testimonio del Evangelio, y enseñar a los demás con nuestra palabra y nuestra vida.

El origen de la palabra catequista es «hacer resonar». Siempre que pregunto en los talleres de espiritualidad del catequista, con qué imagen asociamos este significado tan motivador de ser catequista, me responden «con una campana». En nuestros días se escuchan pocas campanas, pero si andamos en este mundo podremos recordar campanas que escuchamos sonar. Yo me acuerdo mucho de dos:

• La campana del colegio... Señalaba el comienzo (¡alegría!) del recreo, y tam-bién su finalización (no tanta alegría...)

• La campana de la parroquia... Marcaba las horas del día y sonaba con fuerza antes de cada misa dominical llamando a la comunidad.

La campana era una señal, con su tañido nos hablaba de otra realidad más importante y trascendente que su sonido mismo. Ser catequista tiene mucho que ver con ser campana. Nuestro sonido (nuestra vida, nuestra palabra) debe ser capaz de evocar algo más importante que nos trasciende: la Palabra de Dios, el encuentro con Jesús. El sonido de la campana es signo... y también lo es nuestra misión de catequista. Signos de la vida nueva a la que Dios nos invita, signo de la compañía de Dios que

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camina a nuestro lado-signo de la comunidad que nace en torno a la palabra, a la oración, a la enseñanza, a los sacramentos, al compartir. El catequista vive animado por el Espíritu de Jesús, pide su guía y su aliento para ser fiel a su misión y poder anunciar el Evangelio.

• ¿Cómo está «sonando» nuestra campana en estos tiempos? • ¿Estamos dando los frutos que el Espíritu espera de nosotros?

Para trabajar en grupos Los frutos del Espíritu en la vida del catequista Leemos el texto de Gálatas 5, 22 Recortamos siete campanas de cartulina y le ponemos a cada una el nombre de uno de los frutos del Espíritu (conviene que las campanas sean grandes). Nos dividimos en parejas (y si somos pocos cada uno trabaja con una campana). A cada pareja se le da una campana y la siguiente guía:

• ¿Qué significa ser campana de caridad, alegría, paz... (cada uno completa según su campana) en la vida de un catequista?

• Nombrar tres actitudes que como catequista ayudan a que suene esa cam-pana.

• Nombrar tres actitudes que como catequista nos ayudan a que la campana suene, actitudes que ahogan ese fruto, que no lo muestran, que no lo trans-miten.

• Escribir una pequeña oración que comience con la frase: «Espíritu de Jesús ayúdanos a ser campana de...»

Las actitudes y la oración se escriben dentro de la campana de cartulina. Se pone en común lo trabajado en los grupos (o individualmente si son pocos). En ronda realizamos una oración compartida. Si es posible tener una campana de verdad, a medida que cada catequista va haciendo su oración personal en voz alta, al terminar hace sonar la campana y se la pasa al de al lado. Entre todos escribir una nueva campana con un compromiso común a intentar vivir como catequistas. Colgar esa campana en un lugar visible dentro de la parroquia. Terminar con un canto al Espíritu Santo. 4- PERSEVERAR EN LA ORACIÓN

«Todos ellos perseveraban juntos en la oración en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos.» Hech. 1, 14 El libro de los Hechos de los Apóstoles nos señala en varias oportu-nidades esta actitud de los primeros discípulos de reunirse y orar juntos para escuchar la voluntad de Dios. Los apóstoles habían aprendido de Jesús su manera de orar al Padre. Realmente les hab-

ía llamado la atención esta disposición de Jesús, expresada en la búsqueda de mo-mentos y lugares para orar, tan diferente a las prácticas de oración del pueblo judío, caracterizadas por lo ritual, la repetición, los horarios fijos. Jesús les había enseñado a orar en la vida y a orar la vida... para encontrar la volun-tad de Dios y la fuerza para ponerla en práctica. Por eso, el primer testimonio que encontramos de la comunidad primitiva es su disposición a orar...

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En el trabajo con jóvenes es también necesaria alguna sistematización. Una buena oportunidad es la preparación para la Confirmación. Para niñas y niños, contamos con la preparación para la Primera Eucaristía, que pue-de abarcar varios años de preparación y que supone una catequesis sistemática. Para adolescentes, tenemos la catequesis de Perseverancia. Es claro que para la niñez y la adolescencia hemos de presentar el contenido de la fe con la debida dosis, según la edad, porque todavía no son capaces de asimilar el mensaje en toda su profundidad. Los documentos, tanto el de Puebla como Catechesi Tradendae, dicen que la cate-quesis debe ser fiel a Jesucristo, a la Iglesia y al Ser Humano. "La fidelidad a Dios se expresa en la catequesis como fidelidad a la Palabra dada en Jesucristo. El catequista no se predica a sí mismo, sino a Jesucristo, siendo fiel a su Palabra y a la integridad de su mensaje" (P. 994) Todo aquel que catequiza sabe que la fidelidad a Jesucristo está indisolublemente unida a la fidelidad a la Iglesia; que el, con su trabajo, está edificando continuamente la comunidad y transmitiendo la imagen de la Iglesia; que debe hacer esto en unión con los obispos y con la misión recibida de ellos". (P. 995) "La fidelidad a la mujer y al hombre latinoamericanos exige a la catequesis que ella penetre, asuma y purifique los valores de su cultura. Por consiguiente, que se esmere en el uso y adaptación del lenguaje catequético" (P. 996) ¿Cómo somos fieles al mensaje de Jesucristo? Llevemos a los catequizandos a conocer a Jesucristo, que nos revela quién es su Padre y nuestro Padre: Dios. Jesús vino para liberar al ser humano, con su modo de vivir, de enseñar y de actuar. El se dio sin medida en la cruz, manifestando así hasta dónde llega el amor. Resucitó y camina con nosotros hasta el fin de los tiempos. Para conocer a Jesús es indispen-sable el conocimiento del Evangelio. ¿Cómo somos fieles a la Iglesia? Jesús envió su Espíritu para consolidar y formar la comunidad de la Iglesia. La Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios, la gran comunidad, la familia de Dios. Es un pueblo que camina, guiado por sus pastores, y que existe para servir al mundo. La Iglesia es la gran comunidad que debe estar en el mundo: 1. Una señal del Reino de Dios, que es un Reino de paz, de justicia y amor. 2. Un instrumento para que ese Reino de justicia y: paz se extienda al mundo entero. Pero ella sólo puede ser | instrumento si es señal, es decir, si ella vive lo que predica. Así, la Iglesia va caminando a través de la historia de la humanidad, hasta el fin de los tiempos. Entonces, Cristo "volverá", completará su obra y se la entregará a Dios, que será todo en todos. La vida de cada persona y la vida de la humanidad tienen un fin escatológico. Esto quiere decir que no termina aquí en la tierra, sino que continuará más allá de la muer-te. Durante su peregrinación por esta tierra, la Iglesia hace presentes las señales de la salvación, que son los sacramentos. Por medio de ellos celebra y vive la salvación que Cristo nos trajo y que debe penetrar toda la vida humana, desde la cuna hasta la tum-ba.

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En cuanto a los niños(as) mayores y a los jóvenes, ellos también catequizan a los padres. En la familia tiene que haber diálogo, respeto mutuo, deseo de aprender unos de otros. Las reuniones para los padres, hechas en la parroquia, los cursos, movimien-tos etc., influyen en la formación religiosa de los hijos (CT 68). b) LA PARROQUIA. Es otro lugar importante de la catequesis. En ella funcionan la catequesis parroquial, los grupos de jóvenes, los movimientos, las comunidades de Base y los círculos bíblicos. Como veremos más tarde, la catequesis contempla la entrada y la vivencia en una comunidad: la comunidad parroquial (CT 67 y 70). En la parroquia, la Liturgia es también un medio muy importante de catequizar a los fieles (CT 48). c) LA ESCUELA. Es también un lugar de formación religiosa. Aunque tenga aspectos diferentes de la catequesis parroquial, la escuela puede y debe dar su contribución a la educación religiosa de los alumnos (CT 69). d) LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN: televisión, radio, periódicos, revistas, cine, tienen una fuerza muy grande en la formación de nuestro pueblo, especialmente de los jóvenes y adolescentes. Y no siempre influyen de la manera mejor. Hay todavía un gran campo en que la Iglesia tiene que hacerse presente (CT 46). Cada tipo de catequesis supone métodos diferentes. También de parte del catequista o del agente de pastoral exige distintos grados de formación y madurez. Pero hay ciertas líneas fundamentales que se aplican a todas las etapas. Estudio en grupo 1. ¿Hay en su parroquia o comunidad una catequesis diversificada para todas las edades? ¿Qué es lo que hay? ¿Qué falta todavía? ¿Por qué? 2. ¿Qué puede hacerse para los grupos a los que no se ha llegado todavía? 3. ¿Con qué edad y en qué lugar prefiere usted trabajar? Plenario: Pueden estudiar en grupo, o leer en casa, los números de Catechesi Tra-dendae que hemos citado anteriormente. O pueden leer el capitulo quinto del mismo documento. Oración Lectura de Lc, 9,1-6. Comparan la reflexión. Oraciones espontáneas. 20- EL CONTENIDO DEL MENSAJE CATEQUÉTICO

Después de todo lo que hemos visto, tal vez surge en ustedes una pregunta: Si la catequesis es todo un proceso de vivencia comunitaria para iluminar la vida con la Palabra de Dios, ¿no es necesaria una "enseñanza" sistemática? Hemos visto que la tarea del catequista es ayudar a su grupo a reflexionar sobre la vida, ver cómo el Evangelio ilumina esa vida y lleva a las personas a comportarse de acuerdo a su fe.

Podemos hablar de una catequesis ocasional, porque buscamos una iluminación del Evangelio cuando se producen ciertos acontecimientos, situaciones y problemas. Es cierto que no puede faltar alguna sistematización catequética. En general, las mis-mas comunidades y movimientos la reclaman. Piden algún curso o algo parecido para esclarecer su fe de un modo más sistemático.

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Perseveraban... La oración no es para un rato, o para hacer de vez en cuando. Es una práctica de vida, un estilo de comunicación con Dios que hay que ejercitar. La oración requiere esfuerzo, dedicación, interés, ganas, constancia... ...juntos... La oración de los discípulos es compartida, en común, en comunidad. Al Padre nos dirigimos como comunidad. Buscamos su voluntad unidos. Porque así nos damos fuerzas, aliento mutuo y además aprendemos de los demás. Porque Dios, muchas veces, habla a través de los que tenemos al lado. ... en compañía de María... La madre es mediadora ante el Señor. Ella intercede para llevar nuestra oración. Mar-ía es maestra de oración. La Biblia nos repite, en los evangelios, que María guardaba la Palabra de Dios y la meditaba en su corazón. Siguiendo su ejemplo podremos des-cubrir al Dios vivo y verdadero que conoció María. El Dios del Magnificat, el Dios que libera, que hace justicia y hace maravillas en aquellos que siguen sus pasos. Propuesta para una reunión de catequistas 1. Leemos en común Hech. 1,14 En parejas trabajamos:

• ¿Cómo es tu oración personal? • ¿Le dedicas tiempo por día, por semana a la oración? • ¿Cómo rezas? (contarle al otro cómo es nuestra manera cotidiana de rezar)

1. Nos reunimos de a dos parejas:

• ¿Qué fue lo que más te impactó de lo charlado en el paso anterior? • ¿Aprendiste algo del otro? ¿Qué? • ¿Como catequistas, como es nuestra oración en común? ¿Rezamos?

¿Cuándo? ¿Cómo? • ¿Qué nos enseña María con respecto a la oración? • Ponerse de acuerdo en tres propuestas para mejorar la oración en común del

grupo de catequistas. • Escribirlas.

2. Nos reunimos en el grupo grande: • Se ponen en común las propuestas y se eligen dos para intentar vivir en la

segunda mitad del año que resta. • Se acuerda reunirse nuevamente a fin de año para evaluar si se han cumpli-

do las propuestas y si han servido para mejorar la oración personal. • Concluir el encuentro con una oración espontánea. • Como signo visible, cada participante toma la Palabra de Dios y la aprieta

contra su corazón, dice su oración y pasa la Biblia al compañero del costado, para que repita el gesto, haga su oración... y así recorrer una ronda de ora-ción en común.

• Terminar con un canto a María.

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5- EL CATEQUISTA, ARTESANO DEL ENCUENTRO

La catequesis es espacio eclesial para el descubrimiento del Dios de la Vida y el nacimiento de la experiencia de fe y comunidad. A través de un itinerario permanente (que no atañe solamente a los años de la infancia) busca desarrollar un proceso que conduzca a las personas a:

• conocer a Dios, amarlo y buscar su voluntad, • fortalecer la fe en Dios, conocer las enseñanzas de

su mensaje, • integrarse a una comunidad de fe para vivir lo que

Dios propone, • sumarse a la tarea de anunciar la Buena Noticia de

Jesús y construir su Reino de vida. Este proceso es un camino que se inicia en la familia, núcleo privilegiado para la transmisión de la fe, y continúa con las distintas opciones que ofrece la comunidad eclesial, conforme a la edad de las personas y a su iniciación en la fe. Todos esos espacios que la catequesis ofrece están atravesados por una experiencia que los unifica y da sentido: el encuentro con Dios vivo y el encuentro con los herma-nos. La catequesis puede ser el lugar que enseñe y capacite a las personas para el encuentro con Dios y los demás. Si consideramos esto como el eje que vértebra toda acción catequística de la comuni-dad, el responsable de animar esta tarea es el catequista que puede descubrir una misión profundamente enraizada en su vocación: ser artesano del encuentro. Ser artesano Todos conocemos, seguramente, algún artesano, ya sea por contacto directo o por referencia. A partir de esa/s personas que conocemos, reflexionemos algunas de sus características propias:

• Ama profundamente lo que hace (le da sentido a su vida). • Aplica un saber nacido y acrecentado en la experiencia. • Busca nuevas maneras de hacer sus cosas (se renueva). • Es paciente, con sí mismo y con su obra. • Lo que sabe lo aplica (hace con las manos).

¿Puedes agregar otras características que hayas reconocido en artesanos? Artesano del encuentro Apliquemos estas características a la tarea catequística para descubrir nuevas luces que iluminen nuestro caminar: Ser artesano del encuentro, de Dios con los demás y de los demás entre sí, requiere catequistas que:

• Amen profundamente a Dios y encuentren en la catequesis el llamado de Dios para sus vidas. Nadie puede dar lo que no tiene. Para enseñar y trans-mitir las cosas de Dios hay que llevarlo muy adentro en el corazón.

• Para ayudar a otros a encontrar a Dios hay que partir de la propia experiencia de haber encontrado a Dios en la propia vida. La transmisión de la fe nace del testimonio vivo (recordemos los relatos de la iglesia naciente, en el libro de los Hechos de los Apóstoles).

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19- CATEQUESIS, PROCESO PERMANENTE Y PROGRESIVO Cuando se habla de catequesis, muchos piensan en la catequesis de niños y niñas. Pero la catequesis no se reduce a la edad infantil. Los Obispos en Puebla dijeron: "La catequesis es un proceso de conversión y creci-miento permanente y progresivo en la fe" (P. 998). Los Obispos de Brasil, en febrero de 1980, definieron la catequesis como un proceso dinámico, gradual y permanente. Un proceso es algo que se desarrolla poco a poco. Es un camino a recorrer. Es dinámico, en constante movimiento. Es gradual, porque pasa por etapas. Es permanente. Es un proceso que nunca se termina. Por eso, se habla hoy de CATEQUESIS PERMANENTE. La catequesis va de la cuna a la tumba. Es para la niñez, para los jóvenes, adultos y ancianos (Ver el Documento de Puebla, N. 1011). ¿Cuáles son las etapas de este proceso permanente? Es difícil presentar un esquema. Hay personas que empiezan a ser catequizados muy pronto, en el ambiente familiar. Otros, sólo cuando son jóvenes o adultos. Para unos, la catequesis, incluso desde la infancia, es pobre, mientras que otros son bien catequizados. Pero, teniendo en cuen-ta todo esto, podemos presentar un esquema: En este esquema podemos ver que hay diferentes lugares de catequesis: a) LA FAMILIA. Los padres son los primeros catequistas, aunque no den, general-mente, una catequesis sistemática. Los padres catequizan más con el ejemplo que con sus palabras. El niño(a) imita a sus padres en lo que hacen, no en lo que hablan.

la etapa: Catequesis preescolar

Se da en familia, en la vivencia con los padres y hermanos. Es una catequesis ocasional y, gene-ralmente, no sistemática. Se puede Iniciar una catequesis parroquial para los pequeñitos, que en esta fase están muy abiertos a un mensaje religio-so (CT36).

2a etapa: Catequesis de niños y niñas

Continúa en la familia. Catequesis parroquial. Pre-paración para la Primera Eucaristía. La enseñanza religiosa en las escuelas (CT 37).

3a etapa: Catequesis de adolescentes

Continúa en la familia. Catequesis parroquial (de perseverancia o grupos de muchachitos). La ense-ñanza religiosa en las escuelas.

4a etapa: Catequesis de jóvenes

En la parroquia: Preparación para la Confirmación. Grupos de Jóvenes. Más tarde: Cursos para ena-morados y novios. (En este nivel, más bien que de catequesis hablamos de grupos, cursos etc. Es una fase Importante. Puebla hace también una opción preferencial por los jóvenes CT 39-40).

5ª etapa: Catequesis de adultos

Comunidades de base, círculos bíblicos, cursos, movimientos.

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¡Cómo salva Dios a los seres humanos? Dios no salva El solo a las personas. Él invita a mujeres y hombres a participar de su Proyecto de Salvación. Los mismos seres humanos son colaboradores de Dios. Una vez que la persona entra en la creación, Dios no salva solo. Ha querido necesitar de mujeres y hombres para salvar a la humanidad. Dios nos ha dotado de inteligencia para pensar y hacer planes. El nos ha dado un corazón para amar, y nos ha enseñado en Jesucristo los verdaderos valores de la vida. Nos ha indicado el camino de la verdadera felicidad. Ahora bien, la persona tiene que comprometerse y hacer todo cuanto esté de su parte. Tiene que colaborar con el Proyecto de Dios. Esto es lo que nos falta muchas veces. Cambiamos la escala de valores. En lugar del amor solidario y la justicia, hacemos del dinero, de la propia ganancia y del poder los valores supremos. En vez de pensar en repartir las riquezas de la tierra, sólo unos pocos acumulan los bienes en sus manos. Y así, impiden la salvación, la liberación de todos los demás. Ahí está precisamente el pecado, el pecado social o comunitario. Los problemas de nuestra sociedad son con-secuencia del pecado, del egoísmo y de la omisión. El papel de la Iglesia Es misión de la Iglesia anunciar esa salvación. Ella, como Pueblo de Dios, necesita también la salvación. Pero, al mismo tiempo, ella está llamada a ser instrumento en las manos de Dios para salvar al mundo. ¿Cuáles son las consecuencias de todo esto para la catequesis Para ser liberadora, nuestra catequesis tiene que contemplar siempre la salvación del ser humano concreto, de todo el ser humano, aquí y ahora. Ha de tener muy presente la salvación de todos y no sólo la de algunos grupos. Podemos sustituir la palabra "salvación" por "felicidad". El catequizando debe llegar a la verdadera felicidad. No es una felicidad falsa, engañosa. Es la felicidad que Jesús vivió y predicó. Sólo por la fraternidad y el verdadero amor, podemos llegar a nuestra plena realización. Dicen los Obispos de América Latina, reunidos en Puebla: "La liberación en Cristo se va realizando en la historia, en la liberación de nuestros pueblos y en la liberación propia y personal. Abarca las diferentes dimensiones de la existencia: lo social, lo político, lo económico, lo cultural y el conjunto de sus relaciones. Por todo ello ha de circular la riqueza transformadora del Evangelio, con su contribución propia y específi-ca, que debe salvaguardarse. De lo contrario, la Iglesia perdería su sentido más pro-fundo; su mensaje no tendría ninguna originalidad" (P. 483). Estudio en grupo 1. ¿Se siente usted plenamente salvado? ¿Qué le falta todavía? 2. ¿Qué es lo que en su ambiente esclaviza al ser humano? ¿Cuales son los grupos más esclavizados? ¿Por qué? 3. ¿Qué les falta a sus catequizandos? 4 ¿Es nuestra catequesis realmente liberadora? Ponga algunos ejemplos. Plenaria: en casa o en grupo, lean CT 29. Oración Lectura de Mt 5,1-12. Compartan la reflexión. Oraciones espontáneas.

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• El artesano es un innato investigador, busca, desarrolla, experimenta... El ca-tequista que quiera provocar el encuentro debe vivir en permanente búsque-da, desinstalarse y estar abierto a lo nuevo. La capacitación y formación es una herramienta privilegiada para crecer y aprender, para enseñar y transmi-tir mejor.

• Dios enseña que nos espera siempre, y que, pacientemente, sale a nuestro encuentro con la alegría de la primera vez (Parábola del Padre Misericordio-so). Sencillamente, si Dios es paciente... nosotros también...

• El artesano no es un intelectual teórico. Sabe, posee un saber intelectual, pe-ro no se queda en palabras, su obra es la obra de sus manos. De la misma manera el catequista muestra con sus obras su capacidad de generar en-cuentro.

Para pensar y meditar

• Piensa en la catequesis como en una artesanía del encuentro con Dios: ¿qué actitudes de un catequista favorecen su trabajo?

• El mismo Dios es un artesano de tu vida, relee el hermoso pasaje de Jerem-ías (18, 1-4) y aplícalo a tu vida. ¿Qué características tiene el modelado de tu vida que va proponiéndote Dios?

• Piensa en dos actitudes que puedas comprometerte a vivir en tu misión de catequista para generar encuentro con Dios y con los demás.

6- EL CATEQUISTA, SERVIDOR DE LA PALABRA

Quiero compartir con ustedes una pequeña reflexión surgida en un encuentro con catequistas. Este encuentro era la segunda etapa de un proceso de formación de dos años que estábamos realizando con los catequistas, rurales y urbanos de una sufrida región de nuestro país. Los catequistas rurales son personas muy sencillas y llenas de Dios, pastores, campesinos, hombres y mu-jeres, jóvenes y ancianos... en sus desoladas tierras son los arroyos que llevan el agua viva de la Palabra a sus comunidades.

La Biblia nos habla de las personas que anuncian la Palabra «Yo, por mi parte, era como un canal salido de un río, como un arroyo que se pierde en un jardín del Paraíso. Yo pensé: voy a regar mi huerta, voy a regar mis flores. Pero mi canal se convirtió en río, y el río en mar. Entonces dije: Haré brillar como la aurora la instrucción, llevaré a lo lejos su luz. Derramaré la instrucción como una profecía y la dejaré a las generaciones venideras. Comprueben ahora que no he trabajado para mí solo, sino para todos los que buscan la sabiduría.» Eclo. (Sir.) 24, 30-34 La vida del catequista a la luz del texto bíblico Como catequistas somos servidores de la Palabra. Pequeños canales, sencillos y humildes, que surcan la vida de nuestra comunidad... Cuando tomamos conciencia de nuestra vocación y decidimos emplear nuestro tiempo, nuestras capacidades y nues-tros dones al servicio de nuestra gente, descubrimos, con alegría y sorpresa, que el Dios generoso multiplica nuestros esfuerzos. Si nos entregamos con confianza a Dios,

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sabiendo que somos simples canalitos para que su Palabra llegue con su frescura y novedad a los demás, El se encarga de hacer de nosotros arroyos y ríos. El texto nos habla de la experiencia de un hombre sabio, que ha descubierto la obra de Dios en su propia vida y decide comprometerse en el anuncio de su Palabra. Como catequistas somos llamados a transmitir las enseñanzas de Jesús y promover el en-cuentro de los demás con el Dios verdadero, que cambia la vida y nos descubre el sentido profundo de la existencia. ¡Qué alegría poder decir como el sabio del texto, he trabajado para los demás, para que los otros conozcan la sabiduría, es decir la Palabra del Dios de la Vida! Para rumiar el texto y rezar la vida

El catequista, servidor de la Palabra en su comunidad - ¿Somos canales por donde circula el agua viva de la Palabra de Dios? - ¿Qué actitudes de nuestra vida «secan» nuestro reserva de agua viva? - La Palabra es la Fuente donde nace nuestro canal, ¿está presente en nuestra vida de todos los días? ¿Acudimos a ella? ¿Nos nutrimos con su lectura y oramos con ella? ¿Estudiamos la Palabra para poder transmitirla mejor? - Compara las palabras del texto con tu vida, ¿eres un verdadero arroyo para tu co-munidad? Los demás ¿se encuentran con el Dios de la Vida a través de tu testimonio y enseñanzas? - ¿Qué puedes y debes cambiar de tu manera de ser para ser un arroyo más transpa-rente, más caudaloso, más fecundo? - Ofrécele tus reflexiones a Dios a través de una oración escrita por tus propias ma-nos. 7- LA SABIDURÍA DEL CATEQUISTA

En todo el país se encuentran catequistas con muchísima y profunda espiritualidad. Muchos de ellos, sencillas mujeres y hombres del pueblo, que enseñan con su testimonio y ejem-plo la sabiduría de una vida enraizada en la palabra de Dios. Feliz la persona que busca la Palabra «Feliz el que se dedica a la sabiduría y puede responder al que lo interroga; que hace suyos los caminos de la sabiduría

y profundiza sus secretos; que sale a cazarla y acecha su paso; que mira a través de sus ventanas y escucha a su puerta; que instala su tienda al lado de su casa y clava las estacas en sus muros. Pone su tienda en manos de la sabiduría y se queda en esa feliz morada. Deja a sus hijos bajo su protección y se tiende al abrigo de sus ramas; lo protege del calor y él se instala en su gloria.» Eclo. (Sir.) 14, 20-27 La Palabra, cimiento de la vida del catequista Este pequeño texto, escondido en uno de los libros sapienciales de la Biblia, nos ayu-da a pensar en el alimento que nutre la vida de un catequista. El autor alaba a la per-sona que se dedica a la sabiduría, que para el pueblo de Israel estaba contenida en la Palabra de Dios. Ella brinda respuestas de vida y nos orienta para vivir el proyecto de Dios. El texto invita a acercarse a la Palabra, a profundizar en su lectura, para descubrir significados siempre nuevos. ¡Quién puede decir «ya conozco la Palabra»! Si el mismo

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Para que el ser humano sea realmente una persona realizada y feliz, tiene que des-arrollarse armónicamente en todos los aspectos de su ser. a) Lo más importante y la base de toda felicidad es el equilibrio psicológico. Una persona llena de traumas, problemas y angustias, difícilmente encontrará condiciones para una verdadera felicidad y libertad interior. El equilibrio psicológico está íntimamente ligado con una infancia feliz, dentro de un hogar armónico, donde la niña y el niño pueden sentirse aceptados y amados. Ahí está la importancia de una familia bien formada. b) Para ser realmente persona, el ser humano necesita, antes que nada, de los de-más. Sólo con los otros puede crecer y desarrollarse. Sólo así puede encontrar lo que más falta le hace: la amistad y el amor. El amor es el mayor valor. Con relación a este valor, son secunda-rios los demás. Yo puedo ser feliz siendo pobre o enfermo. Pero no puedo ser feliz sin amor. La soledad es el mayor sufrimiento. c) Es necesario también un cierto bienestar material. Es verdad que los bienes mate-riales pueden esclavizar al ser humano. Pero, por otro lado, necesita estar bien mate-rialmente. Nadie puede vivir sin dinero. Sólo con dinero se consigue el tratamiento de una enfermedad, el alimento, la vivienda, el estudio, la diversión, condiciones necesa-rias para que el ser humano pueda encontrar su realización. Cuando nos falta la salud, el empleo, la escuela, carecemos de lo necesario para poder desarrollarnos. d) La persona tiene derecho a la libertad: libertad como ser social y religioso. La per-sona quiere participar de las decisiones que le afectan. Exige una participación políti-ca. e) Aunque encuentre todo esto en la vida, el ser humano no es todavía plenamente feliz. Busca la razón de su vida y el sentido que ilumina su existencia. ¿Por qué y para qué vivo? San Agustín dijo: "Nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Dios". Por encima de cualquier valor está Dios, y sólo El da pleno sentido a nuestra vida. Cuando nos falta Dios, estamos inquietos, sentimos el vacío aunque tengamos otros valores. Cuando decimos que el mensaje de Cristo es un mensaje liberador, hemos de enten-der que se trata de la eliminación de todos los contravalores que nos impiden encon-trar nuestra felicidad como seres humanos y como hijos de Dios. Salvar a todos los seres humanos Como ya hemos visto, la salvación es para todos los seres humanos. No es posible que sólo ciertas personas, individualmente o en un pequeño grupo, lleguen a la salva-ción. Tienen que salvarse todos. Muchos grupos, y hasta países, están todavía lejos de la salvación en el sentido que estamos hablando. Hay muchedumbres de ham-brientos, desempleados, enfermos, abandonados, refugiados. Están lejos de la libera-ción total. ¿Por qué? Porque hay grupos que se apoderan de todos los medios sin pensar en compartir y distribuir los bienes de la tierra y los bienes del espíritu.

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7. El catequista ha de cuidar constantemente de su formación. Nunca puede decir que está preparado para su tarea. Como todos los cristianos, necesita una formación per-manente, que puede darse de estas formas:

• En días de encuentro, reflexión y oración con los catequistas de su comuni-dad;

• Planificando y programando con otros, ayudándose así mutuamente; • Participando de cursos en la propia comunidad o parroquia, o fuera; • leyendo mucho, actualizándose siempre, estudiando los documentos de

la Iglesia sobre catequesis y otros temas actuales; • formando al grupo de catequistas (sobre esto hablaremos más adelante).

Trabajo en grupo 1. Leyendo las exigencias para ser un buen catequista, ¿cuáles son, en su opinión, las cualidades y exigencias que hay que desarrollar más? 2. ¿Cómo piensan ustedes cuidar de su formación? Viendo las diferentes posibilida-des, ¿qué sugieren ustedes concretamente? Plenaria: Lectura en grupo, o en casa, de CT 66. Oración Lectura de 1 Cor 9,16-18. Unos momentos de silencio para la reflexión. Compartan esa reflexión. Oraciones espontáneas. 18- EL CATEQUISTA LLEVA A LA PERSONA EL MENSAJE DE SU LIBERACIÓN

La misión del catequista es llevar a todos el mensaje de salvación que Cristo nos trajo. Este mensaje se dirige a toda la humanidad. ¿Qué entendemos por "salvación" o 'liberación? Al hablar de salvación, muchos piensan automáticamente en salvar el alma e ir al cielo. La salvación sería, por tanto, algo que viene después de la muerte. Otros entienden por salvación "estar en amistad con Dios".

Ponen la salvación solamente en el aspecto religioso e individual. No es que esta manera de pensar sea totalmente equivocada, pero es incompleta. El Papa Pablo VI, en su Encíclica Populorum Progressio, dijo que la salvación o libe-ración de Cristo está destinada a todo el ser humano y a todos los seres humanos (PP 14, 42,87). Y en la Constitución Dogmática. Lumen Gentium leemos que Dios quiere salvar a la persona pero no individualmente sino como "pueblo" (LG 9). Desarrollemos esta idea. Salvar a todo el ser humano. Cuando hablamos del ser humano total, tenemos presen-tes todas las dimensiones de ese ser. No se trata sólo de salvar su alma, garantizán-dole la felicidad del ciclo. El ser humano no puede dividirse en cuerpo y alma. Es un todo. El espíritu no actúa sin el cuerpo, ni el cuerpo sin el espíritu. Los dos están tan intencionados que es difícil distinguirlos. Además de eso, el ser humano no necesita sólo la salvación después de la muerte, sino aquí y ahora.

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Dios nos sale al encuentro cada vez que la leemos con apertura de corazón y senci-llez. La Palabra nos ayuda a comprender la vida que vivimos, nos devuelve la mirada de Dios sobre las cosas, nos introduce en la voluntad del Padre. Por eso es vital para la vida de fe el contemplar la realidad desde su lectura y oración. La Palabra nos ayuda a discernir, nos permite conocer y adentrarnos en los misterios de Dios, siempre infini-tamente Otro, cercano y compañero, pero también por descubrir, pura sorpresa y gratuidad. El texto nos propone instalar nuestra existencia a su lado, abrigarnos a su amparo, permanecer en su presencia: «saborear» su compañía. Para rumiar el texto y rezar la vida La sabiduría del catequista Dedícale un tiempo a la evaluación y discernimiento de tu tarea. A la luz del texto te invitamos a revisar tu espiritualidad de catequista: _ ¿Qué presencia tiene la Palabra de Dios en tu vida? _ ¿Haces tuyos sus caminos? ¿Cómo mejorar? _ ¿Contemplas la vida a través de sus ventanas...? ¿Te ayuda la lectura de la Palabra a conocer la voluntad de Dios en los tiempos que vivimos? ¿Te guía para interpretar la realidad que vivimos desde la mirada de Dios? _ ¿Dónde tienes instalada la carpa de tu existencia? ¿Dónde buscas amparo y protec-ción en los momentos difíciles? _ Como catequista, ¿qué pasos puedes ir dando para dedicar más tiempo a la Palabra de Dios? _ Aprende a rumiar los textos y rezar la vida con la Palabra. Relee versículo por versí-culo la cita bíblica sugerida y aplícala a tu propia vida. ¿Qué aprendes? ¿Qué puedes comentarle a Dios? ¿A qué te puedes comprometer para crecer en la sabiduría que nace de la Biblia?

Escribe un propósito concreto en el que expreses un compromiso de crecimiento con relación a la Palabra de Dios en tu vida.

8- LA IMPORTANCIA DEL TESTIMONIO

La fe se transmite a través del testimonio y el ejemplo. Si revisamos nuestra historia seguramente podremos recordar varias personas que, mediante su testimonio de vida, nos acercaron al misterio del Dios de la Vida. Muchas veces no han sido grandes intelectuales los que nos han enseñado el rostro de Dios sino personas sencillas, muchas de ellas en el hogar, el colegio, el barrio, la misión... A la hora de transmitir la fe y contagiar a los demás la alegr-

ía del evangelio la herramienta más eficaz es el propio ejemplo.

Con mis obras te mostraré mi fe «Hermanos, si uno dice que tiene fe, pero no viene con obras, ¿de qué le sirve? ¿Acaso lo salvará esa fe? Si un hermano o una hermana no tienen con qué vestirse ni qué comer, y ustedes les dicen: “Que les vaya bien, caliéntense y aliméntense”, sin darles lo necesario para el cuerpo, ¿de qué les sirve eso? Lo mismo ocurre con la fe:

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si no produce obras, muere solita. Y sería fácil decirle a uno: “Tú tienes tu fe sin obras. Muéstrame tu fe sin obras, y yo te mostraré mi fe a través de las obras”. Sant. 2, 14-18

El testimonio de vida, principal recurso pedagógico del catequista La carta de Santiago es muy clara al plantear la necesidad de acompañar la fe con obras que la muestren y lleven a la vida práctica. El catequista, como servidor de la Palabra y pedagogo de la fe debe recordar siempre estas sencillas enseñanzas. Lo que enseñamos con el ejemplo no se olvida fácilmente. La pedagogía de Jesús está llena de gestos y actitudes. Si recorremos los evangelios son muchas las ocasio-nes en que su manera de vivir despierta interrogantes en los discípulos, y esos inter-rogantes (profundos, existenciales) abren el camino al don de la fe. Es común encontrar a muchos catequistas preocupados por la necesidad de actualizar sus recursos para enseñar el evangelio. Y es muy bueno que así sea, pues implica una toma de conciencia de su misión y responsabilidad. Pero a veces los recursos están más cercanos de lo que esperamos. ¿Por qué no planificar algunos encuentros de catequesis alrededor de acciones solida-rias? Los frutos de la sabiduría se aprecian en la conducta, nos enseña el mismo Santiago unos párrafos más adelante que la cita señalada más arriba (Sant. 3, 13) La forma de vivir del catequista, su manera de ser-para-los-demás, el ejemplo de su entrega y su servicio son herramientas privilegiadas para la transmisión de la fe. Quien ha de confiar y creer en una persona que no muestra con su vida lo que enseña con sus palabras. Vivimos un tiempo histórico en el que las palabras están muy devalua-das. Estamos acostumbrados a escuchar grandes discursos y promesas de cambio... que quedan en la nada e incrementan el escepticismo de la gente. Por esto es tan impor-tante enseñar con los hechos y el testimonio. Además de seguir los pasos del Señor, que pasó haciendo el bien y nos enseñó con su vida, respondemos a una situación histórica.

En los cursos y talleres para catequistas, cuando hablamos de este tema, siempre dejo estos interrogantes: • ¿Cuántos libros de la madre Teresa has leído? • ¿Qué recuerdas de ella? • ¿Por qué su enseñanza del evangelio es tan transparente?

En la enseñanza de la fe es necesario siempre volver a lo simple, a la sencillez del evangelio vivido todos los días... que tal vez sea mucho más exigente y comprometido que hablar con palabras complicadas y difíciles.

Para rumiar el texto y rezar la vida La importancia del testimonio Relee las palabras de la carta de Santiago. • ¿Qué te ha llamado la atención? • ¿Puedes relacionar el texto con tu vida personal y de catequista? • Tus obras... ¿serían capaces de generar fe y adhesión a Jesús en los demás? • ¿Qué obras concretas debes vivir como catequista comprometido en el anuncio y transmisión del evangelio de Jesús? • ¿Qué cambios debes hacer en tu manera de hacer catequesis para incorporar lo que la Palabra de Dios nos señala?

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Terminaremos cada encuentro con alguna oración. Hoy podemos leer Le 10,1-9. Guardemos unos momentos de silencio para la reflexión. Enseguida, cada uno dice lo que siente ante el texto. Hagan algunas oraciones espontáneas. 17- EL CATEQUISTA HOY

¿Puede ser catequista todo el que quiera? Si y no. Para anunciar el Evangelio más explícitamente, son necesarios algunos requisitos. ¿Cómo debe ser el catequista hoy? ¿Cómo tiene que ser el catequista en América Latina? Antes de continuar este estudio, pueden pensar en las cua-lidades que ha de tener hoy un buen catequista. Cada quien anota esas cualidades en un papel. Después, uno habla y otro hace el resumen en el tablero. Comenten los resulta-dos.

Para saber lo que se puede esperar de un buen catequista, hay que saber primero cuál es la catequesis que necesita hoy la Iglesia en América Latina. En el desarrollo de los distintos temas, tocaremos varios aspectos de la catequesis hoy en día, dentro de las directrices de nuestros Obispos. Sólo mencionaremos brevemente algunas cuali-dades de un buen catequista. 1. El catequista ha de tener una espiritualidad profunda de adhesión a Jesucristo y a la Iglesia. Tiene que testificar con su propia vida, más que con sus palabras, su compro-miso con Cristo, con la Iglesia y con su comunidad. Necesita ser una persona de ora-ción y alimentar su vida con la Palabra de Dios. 2. Debe ser una persona integrada en su comunidad. La catequesis hoy ha de ser comunitaria. Por eso, el catequista tiene que conocer a su comunidad, caminar con ella y ser sensible a sus problemas. 3. El catequista necesita una conciencia crítica ante los hechos y acontecimientos de la vida. Debe ayudar a la comunidad a reflexionar la propia realidad, a la luz de la Palabra de Dios. Ayudarla a liberarse del egoísmo y del pecado, y llevarla a la cele-bración de su vida en la Liturgia. 4. Tendrá siempre una actitud de animador. Ha de aprender a oír y a dialogar, cami-nando junto con la comunidad. 5. Si la catequesis da una visión sistemática del contenido de la fe, el catequista debe conocer a fondo el mensaje que va a transmitir. Conocerá la Biblia y sabrá interpretar-la, uniendo siempre la vida con la Palabra de Dios y ésta con la vida. 6. El catequista necesita tener también ciertas cualidades "humanas":

• ser una persona psicológicamente equilibrada. Si está lleno de problemas personales, aún no resueltos, difícilmente sabrá orientar a los otros;

• saber trabajar en equipo, tener un cierto liderazgo y ser creativo; • ser una persona responsable y perseverante. El mejor catequista puede aca-

bar con el trabajo catequético sí no es asiduo en los encuentros. Son necesa-rias la responsabilidad y la puntualidad.

• amar a los catequizandos y tener algunas nociones de psicología, didáctica y técnica de grupo;

• sentir dentro de si la vocación de catequista. Sin esa vocación, se desani-mará en seguida ante las exigencias de la catequesis.

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el crecimiento y vida de la misma, ejerciendo ministerios diversos, según la gracia y los carismas que el Señor se dignó concederles" (P. 804). "Los ministerios que se pueden conferir a los laicos son servicios realmente importan-tes en la vida eclesial (por ejemplo, en el campo de la Palabra, de la liturgia o de la dirección de la comunidad), ejercidos por laicos con estabilidad y que han sido reco-nocidos públicamente y a ellos confiados por quien tiene la responsabilidad en la Igle-sia" (P.805). Ya en 1972, el Papa Pablo VI había escrito: "Nada impide que las conferencias de los Obispos soliciten a la Santa Sede otros ministerios, cuando lo juzgan necesario o útil en la propia región, como por ejemplo las funciones de hostiario, de exorcista y de catequista" (Motu proprio "Ministeria Quaedam"). La catequesis es un verdadero "ministerio". (La palabra "ministerio" quiere decir "servi-cio"). Es uno de los servicios más importantes en la Iglesia. El Papa Juan Pablo II ha dicho que la catequesis debe ser la primera preocupación de los obispos. Y los obis-pos llaman a los catequistas para colaborar en esa tarea. El catequista no actúa solo. Debe actuar siempre en comunión con la Iglesia. Está ligado a su comunidad parroquial y a su párroco. A través del párroco está también unido al Obispo de la Diócesis. Hará su trabajo catequético dentro del plan pastoral de la Diócesis y del plan parro-quial. Aunque el catequista actúe dentro de una comunidad menor, por ejemplo una Comunidad de Base, no puede estar desligado de la Parroquia y de la Diócesis. El catequista está también vinculado a otros catequistas de su comunidad. Es intere-sante observar que los discípulos, en el tiempo de Jesús, formaron una comunidad en torno a él. Ellos fueron enviados por Jesús de dos en dos (Le 10,1); y Jesús dijo: "donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18,20). Este es un llamado de atención para nosotros, catequistas. Los catequistas tienen que trabajar juntos, como grupo o equipo. Así, tendrán la certeza de que Cristo está en medio de ellos y los envía. La Iglesia está necesitando de miles y miles de catequistas para poder llegar a todos los sectores de la población, a todas las edades y a las distintas realidades que viven nuestros pueblos. Realmente, el Señor nos llama a trabajar. Su mies es grande. Trabajo en grupo 1. ¿Se siente usted llamado a ser catequista? ¿Quién es el que llama? ¿Dios? ¿Su comunidad? ¿El párroco? ¿Siente dentro de usted mismo la vocación de catequizar? 2. ¿Ha hecho usted algún descubrimiento estudiando este capitulo sobre el ministerio del catequista? ¿Cuál? Plenaria: Cada grupo lleva sus respuestas al plenario. Puede haber una profundización de las respuestas. En cada encuentro, indicaremos algunos párrafos del documento del Papa Juan Pablo II sobre la catequesis: Catechesi Tradendae (CT). Pueden leer y comentar el texto en grupo, o leerlo indivi-dualmente, en casa. Esta semana, podrían leer los números 15 y 16. Oración

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Mis manos abiertas

Enséñame Señor a vivir mi fe todos los días,

en las cosas sencillas y cotidianas. Enséñame Señor

a transmitir mi fe todos los días con gestos sinceros, con manos abiertas.

Enséñame Señor a contagiar a otros

el espíritu del Evangelio. A hacer el bien para que venga el Reino.

Enséñame Señor a ser un espejo de lo que creo,

A mostrar con mis obras La fe que da sentido a mi vida.

Que así sea, Señor.

9- LA PALABRA QUE DA VIDA

La fuerza del catequista está en la Palabra de Dios. Como servidores de la Palabra y discípulos del Señor de la Vida debemos esforzarnos en recrear en nosotros una mística que nazca y abreve en la lectura y reflexión de la Biblia. Y digo recrear porque en el camino de la fe siempre esta-mos recomenzando y empezando de nuevo. No deben desalentarnos los tropiezos, por el contrario, pueden ser momentos y espacios vitales que alumbren nuevos desaf-

íos y crecimientos. Seguramente muchas veces nos hemos propuesto releer la Palabra y mantener una rutina de oración con ella, y con el tiempo la vamos perdiendo. Ahora que comienza el año podemos recrear estos propósitos y sumar nuevas fuerzas para incorporarlo a nuestra vida. Porque la Palabra de Dios para el catequista tiene que ser su alimento diario. El contacto con ella despierta las ganas de conocerla más e introduce en la intimidad con Dios. Se trata, simplemente, de hacer de la lectura de la Biblia un hábito cotidiano. Los grandes maestros de espiritualidad (y no hablo sólo de los que son conocidos sino especialmente de los anónimos que todos encontramos en nuestras comunidades) son personas de una profunda unión con la Palabra. Piensa en tus maestros en la fe... _ ¿Qué relación con la Biblia descubres en ellos y ellas? _ ¿Qué puedes aprender para tu vida? La Palabra de Dios es la semilla que él mismo nos regala para vivir como discípulos. Nuestra tarea consiste en cuidar esta semilla para que crezca y de frutos.

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¿Cómo se cuida la semilla de la Palabra? • Con su lectura cotidiana • Orando con la Biblia • Estudiando y conociendo mejor las Escrituras • Compartiendo con otros la oración y la reflexión de la Palabra • Buscando en ella la voluntad de Dios para nuestra vida • Descubriendo en ella las claves de una conducta que siga los pasos de Jesús • Dejando que ella penetre y empape nuestra tierra (nuestra vida), aprendiendo a escuchar, saborear y rumiar la Palabra antes de dar respuestas La Palabra, fuente de espiritualidad «¡Bendito el que confía en Yahvé, y que en él pone su esperanza! Se asemeja a un árbol plantado a la orilla del agua, y que alarga sus raíces hacia la corriente: no tiene miedo de que llegue el calor, su follaje se mantendrá verde; en año de sequía no se inquieta, ni deja de producir sus frutos.» Jer. 17, 7-8 Confiar en Dios es buscar en su Palabra el alimento. Poner en él la esperanza es descubrir la fuerza que nace de su Palabra viva en nosotros. Igual que los árboles, cuyas raíces crecen y se introducen en la tierra, abriéndose paso hacia el agua que nutre, como catequistas debemos esforzarnos en buscar di-ariamente el agua viva de la Palabra de Dios en la Biblia. Si nuestras raíces están bien cercanas a la Palabra de Dios tendremos fuerzas y áni-mo para superar las dificultades de la vida, los tiempos de sequía que todos tenemos (por ser humanos). Cuando sobrevengan estaremos preparados, protegidos, cuida-dos... y como la planta de la lectura, no dejaremos de producir frutos. Todos sabemos qué pasa con las plantas que no regamos, en poco tiempo sus hojas se amarillenta, se marchita, se pone rígida y termina seca, dura y sin vida. Que no nos pase lo mismo en la vida... que no perdamos el contacto con el agua que nunca deja de fecundar nuestras posibilidades. Para rumiar el texto y rezar la vida La palabra que da vida • Relee el pequeño texto del profeta Jeremías. • ¿Estás «plantado» cerca del agua verdadera, o de otros arroyos? • ¿Qué significa en tu vida el «alargar las raíces»? Piensa en desafíos concretos que debas superar. • ¿Qué representa en tu vida la tierra dura, las piedras, la profundidad que unas raíces decididas deben enfrentar? • ¿Tu follaje espiritual se mantiene verde? ¿Cuáles son tus rincones que se han mar-chitado o están amarillentos? ¿Cómo revivirlos? • ¿Has pasado tiempos de sequía? ¿Por qué? ¿Cómo superarlos? Puedes terminar orando con el Salmo 1, que nos invita a la oración con palabras muy parecidas a las de Isaías.

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16- EL MINISTERIO DEL CATEQUISTA

En este encuentro veremos primero de dónde viene el llamado para ser catequista y cual es nuestra misión. Todos los que quieren seguir a Jesucristo, y que están bautizados como señal de su pertenencia al Señor, for-man juntos la "IGLESIA". La palabra "Iglesia" viene del griego, y quiere decir "asamblea" o "convocatoria". Es el pueblo que Dios reúne. Por eso. Iglesia significa también "Pueblo de Dios". Es el Pueblo que marcha a través de

los siglos guiado por Jesús, su Pastor, con rumbo a la Tierra Prometida. Este Pueblo de Dios tiene una misión. Es enviado a todos los seres humanos y a todos los pueblos de la tierra Para anunciar el Evangelio y hacer crecer el reino de Dios. "Vayan y hagan discípulos míos a todos los pueblos, y bautícenlos para consa-grarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que les he mandado" (Mt 28,19). La Iglesia, el Pueblo de Dios, es un instrumento en las manos de Dios para llevar la salvación a toda la humanidad. Cuando hablamos de la "salvación" pensamos en la salvación o liberación de todo el ser humano y de todos los seres humanos. Salvar a todo el ser es liberarlo de todo lo que le oprime, esclaviza y perjudica. Es buscar su felicidad, su desarrollo armónico y total. Salvar a todos los seres humanos quiere decir trabajar para que haya una sociedad más justa, en la que todos sean iguales en digni-dad, se respeten los derechos de todos, donde nadie domine a nadie, y haya verdade-ra COMUNIÓN Y PARTICIPACIÓN. Así se hace realidad el proyecto de Dios y des-punta su Reino. Para cumplir su misión, la Iglesia está organizada; tiene sus pastores para acompañar el caminar del Pueblo de Dios y alcanzar su meta. Sin embargo, no sólo los pastores, sino todos los miembros de este Pueblo participan en la misión de la Iglesia. El Pueblo de Dios es, en primer lugar, un Pueblo profético. El profeta es un vocero de Dios. Así, como Pueblo, la Iglesia habla en nombre de Dios. Anuncia el Evangelio de Jesucristo y denuncia el pecado. Anuncia dónde se manifiesta la presencia de Dios y ayuda a descubrir dónde Él está ausente. El profeta denuncia hechos y estructuras que impiden la libertad y el desarrollo de los seres humanos. Quiere transformar el mundo, sustituyendo los valores que el "mundo" predica por los valores del Evangelio. Quiere dar a conocer a Jesucristo, que indicó el verdadero camino de la salvación. Por eso, cada cristiano, que por el Bautismo se ha convertido en miembro de este Pueblo, es un profeta. Por el sacramento de la Confirmación ha recibido aún más expresamente la misión de ser un miembro responsable de este Pueblo. Su deber es anunciar y denunciar. Desde los comienzos de la Iglesia ha habido personas que recibieron una tarea o "ministerio" especial en medio de este Pueblo. Así, los pastores de la Iglesia (Papa, Obispos) son los primeros que ejercen la misión de profetas. Ellos escogen a otros para ayudarles en su ministerio. Llaman a personas para catequizar y concientizar al Pueblo de su gran misión. Los padres ayudan a los obispos en su ministerio profético. Pero también los laicos son llamados para desempeñar ese servicio. Los obispos de América Latina, reunidos en Puebla (México), en 1979, hablaron así: "La Iglesia, para el cumplimiento de su misión, cuenta con la diversidad de ministerios. Al lado de los ministros jerárquicos, la Iglesia reconoce el lugar de los ministerios des-provistos del orden sagrado. Por tanto, también los laicos pueden sentirse llamados o ser llamados a colaborar con sus pastores en el servicio a la comunidad eclesial, para

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CONTRATO DEL CATEQUISTA CON DIOS YO:..................................................................................................... ME COMPROMETO A SER CATEQUISTA. ………............................... FIRMA DEL CATEQUISTA

• Este contrato es de por vida. • No se puede renunciar. • El firmante se compromete a: a. Hacer hasta lo imposible por construir la comunidad.

b. Dejarse mover por el Espíritu Santo.

c. Preparar los encuentros en oración.

d. Tratar amablemente a los colegas catequistas.

e. Jamás olvidarse de su condición de servidor.

f. Entregar su vida por los hermanos.

Derechos del firmante. a. Pedir a Dios la fuerza necesaria para seguir adelante.

b. Recibir semanalmente la sonrisa de los niños, jóvenes y la gratitud de los padres.

Quien firme este contrato se compromete a secarse por completo amando a los que Dios pone a su cargo, y pasa a ser miembro activo como catequista de la comunidad del Escuadrón Jeshua.

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Dichoso el hombre que no va a reuniones de malvados, ni sigue el camino de los pecadores ni se sienta en la junta de burlones,

mas le agrada la Ley del Señor y medita su Ley de noche y día.

Es como árbol plantado junto al río, que da fruto a su tiempo

y tiene su follaje siempre verde. Todo lo que él hace le resulta.

Salmo 1, 1-3 10- EL CATEQUISTA, UNA PUERTA ABIERTA PARA EL ENCUENTRO CON DIOS

La Biblia es rica en imágenes y símbolos para explicarnos las cosas más profundas de Dios. El lenguaje bíblico es un len-guaje sacramental, porque el mismo Dios nos habla de esta manera: con signos y señales que nos ayudan a descubrir su presencia en medio nuestro. Jesús es el gran sacramento de Dios. A través de su vida, sus palabras y su práctica cono-cemos al Dios de la Vida y nos encontramos con Él. “Si me conocen a mí, también conocerán al Padre” Jn. 14, 7 “El que me ha visto a mí ha visto al Padre” Jn. 14, 9

Hablar con imágenes permite recuperar el lenguaje sencillo de la Biblia, que llega al corazón e invita al cambio de vida. Hay muchas imágenes que podemos asociar para profundizar en la vocación y misión del catequista. Una de ellas es la imagen de la “puerta”. La puerta es un instrumento que comunica espacios, que abre a una interioridad. Las hay grandes, pequeñas, de madera, metal, vidrio u otros materiales, pesadas, livianas, nuevas, antiguas... todas tienen en común la capacidad de abrirse y dejar paso. La puerta tiene mucho que decirnos a nuestra vida de catequistas.

• ¿Somos puertas abiertas para que otros se encuentren con el Dios de la Vida a través nuestro?

• ¿Nuestras palabras y nuestra práctica ayudan a los demás a abrir sus pro-pias puertas al Señor que vive dentro de cada hombre y mujer?

• ¿Cómo anda nuestra puerta? ¿Está bien aceitada para su función? ¿O sufre el paso del tiempo y está algo desvencijada, con sus bisagras herrumbradas, perezosa para ser abierta?

• ¿Y en ese caso, cómo aceitarla para mantenerla en movimiento, y ágil, y dis-puesta para su función? ¿Cuál será el aceite indicado y dónde conseguirlo?

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Ser puerta significa aceptarse como instrumento y tener claro que nuestra misión es quedar abiertos, ir perdiendo protagonismo para que el otro pueda encontrarse con Dios y su Palabra. Si en nuestro corazón anida el Señor, será cuestión de abrir la puerta para enseñar que El nos anima, nos da fuerza y esperanza. Abrir la puerta es dar testimonio, hablar desde el corazón y la experiencia. Invitar al encuentro y presentar al Dios que llena nuestros días. Estamos llamados a ser puertas abiertas, porque el Señor a quien seguimos nos dice que El mismo es puerta, para el encuentro y la vida. “Yo soy la puerta: el que entra por mí está a salvo. Circula libremente y encuentra alimento.” Jn. 10, 9 Jesús se presenta como la Puerta. El acceso a la vida. Él, como buen pastor, nos conoce, nos quiere y busca lo mejor para nosotros. Juan lo expresa con imágenes tan delicadas como cuidar, proteger y dar alimento. Ese es nuestro Dios, el que nos abre su vida (nos da su vida) para que podamos vivir mejor. Para rumiar el texto y rezar la vida El catequista, una puerta abierta para el encuentro con Dios _ Relee el texto de Juan. _ Piensa en tu propia experiencia de fe, ¿de qué manera Jesús ha sido una puerta para tu vida? _ Piensa en tu tarea catequística, ¿cómo puedes ser “puerta” para que los demás encuentren a Dios. _ ¿Qué características y actitudes de vida puedes proponerte cambiar en esta Pascua, para mejorar tu misión? _ Ofrécele tu oración al Señor y pídele fuerzas para ser fiel a su Palabra y a su testi-monio.

Señor, que en mi misión de catequista sea como una puerta sencilla, abierta, para que otros puedan

pasar a través de ella para encontrar a Dios.

Ayúdame a no endurecerme, a no “atrancarme”,

para que mis palabras y mis gestos y mi persona toda,

sepa hacerse a un lado, para dar paso a tu presencia, que con los brazos abiertos

esperas y acudes al encuentro de todos los que pasen por mi vida,

hecha humilde puerta. Que así sea, Señor de la vida.

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en ese ambiente debemos ser catequistas, por eso no estamos llamados a hacer de catequistas sino a serlo. La opción de vida que hemos tomado nos compromete hasta tal punto que toda nues-tra vida debe de verse afectada por nuestro SER CATEQUISTA. Los NO del catequista. El catequista no es aquel:

• Que se cree el súper cristiano que se las sabe todas. • Que por sus muchos meritos ha llegado hasta donde está. • Que no es coherente entre lo que vive y lo que enseña. • Que se hace “compinche” de su grupo. • Que “dicta clases” de catequesis deshumanizando al grupo. • Que no quiere a su comunidad y se ocupa solo de la catequesis. • Que no prepara los encuentros porque no le interesan.

Los SI del catequista. El catequista es aquel:

• Que ha recibido de Dios el llamado a comunicar a otros la misma fe que ha recibido.

• Que con generosidad y desinteresadamente se entrega al servicio de los de-más.

• Que humildemente reconoce su debilidad y su ignorancia pero confía en la obra del espíritu.

• Que vive cada segundo con ansias de conocer más a Dios y así compartirlo con los hermanos.

• Que enseña lo que cree, y practica lo que enseña. • Que se hace uno con su grupo y comparte de igual a igual. • Que quiere al grupo que el Señor le encomendó y se gana la amistad de to-

dos.

Las letras chicas del contrato. Cuando dijimos SI a ser catequistas, firmamos con Dios un contrato de vida, en el

cual había muchas letras pequeñas que seguramente no leímos (aquí va una copia del

contrato que firmamos con las letras pequeñas agrandadas para que veamos bien).

Sería bueno que pensemos si después de haber leído bien el contrato lo firmaríamos

nuevamente asumiendo todo lo que, querramos o no, ya hemos asumido cuando

dijimos si al llamado de Dios a ser catequistas.

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papeles. Luego de escritas cada uno puede leer la que escribió o si se colocan todas juntas (y se ofrecen) luego cada integrante puede extraer una al azar y leerla. Esto último tiene dos ventajas para grupos o personas que se inician:

o favorece el aprendizaje porque permite a las personas más tímidas compartir una oración, que al no ser la propia brinda más libertad para decirla.

o Y, por otra parte, como todos van a leer y compartir una oración, se asegura que se leerán todas las oraciones escritas.

• Pensar y proponer actividades que tengan en cuenta la situación de los cate-quizandos. Es decir su edad, sus conocimientos, su cultura, su forma de ser, de sentir, de expresarse. Para evangelizar la vida debemos partir de las situacio-nes que las personas viven, y esto incluye tener en cuenta sus alegrías, sus tristezas, sus anhelos y esperanzas, sus frustraciones. Partir de la vida e ilumi-narla con la Palabra son los primeros pasos de la metodología catequística

15- JESUS MODELO DEL CATEQUISTA

“Un día estaba Jesús orando en cierto lugar. Cuando termi-naba su oración, uno de sus discípulos le pidió: «Señor, enséñanos a orar así como Juan enseñó a sus discípulos.» El les dijo: «Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino. Danos cada día el pan del día. Perdónanos nuestros pecados, pues nosotros perdonamos a todo el que nos ofende. Y no nos dejes caer en la prue-ba.»” Cada uno de nosotros tenemos una vocación específica, un llamado, para el cual y por el cual hemos sido creados; sin este

llamado por detrás de todas las cosas nuestra vida no tendría sentido, y es que el Padre Dios nos pensó con tanto amor que no podía dejarnos a la deriva, pero eso si, la última palabra la tenemos nosotros. La vida del cristiano es un elegir a cada instante, es un optar por esto o por aquello, pero llega un momento en que la opción se vuelve mas seria y debemos elegir ya no una forma de estar, sino una forma de ser. Llamados a ser catequistas, no a hacer de catequistas. Cuando empezamos la catequesis, dimos un SI profundo y seguro a Dios, un SI que no se termina en ese momento, sino que se prolonga como una opción de vida, como una forma de ser. El decir SI a ser catequistas es decir SI a ser maestros de la fe, esa fe que la aprendimos de nuestros mayores, que la aceptamos con amor y que ahora la transmitimos con entusiasmo y con la esperanza de que ocurra en los demás lo mismo que ocurrió en nosotros. La vocación del catequista no es temporal, es desde siempre y para siempre; aunque el día de mañana no tengamos un grupo a nuestro cargo, seguiremos siendo catequis-tas, de nuestras familias, vecinos, amigos y de todos aquellos que aquí o allá necesi-ten de nosotros una palabra de aliento, de apoyo... una palabra de Dios. Hoy por hoy, ya sea con los padres o con los chicos, nuestra función es transmitir, enseñar la Pala-bra de Dios. Esto requiere de nosotros una dedicación de tiempo completo, pero sin dejar de lado nuestras familias, nuestro trabajo, nuestros estudios, sino que también

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11- ABRIR LA PUERTA, PARA QUE ENTRE EL SEÑOR

El Jubileo del año 2000 fue un tiempo de gracia para el encuentro profundo con el Dios de la Vida. Uno de los sig-nos más importantes de ese año jubilar lo constituyó la puerta. El Papa Juan Pablo II inició los festejos del año Santo abriendo una puerta e invitando a toda la Iglesia a pasar por ella para acercarnos a Dios y comprometer nues-tras vidas en el seguimiento de su hijo Jesús, construyendo el Reino. La puerta, como símbolo, tiene mucho para decir-

nos en nuestra vida de catequistas. La puerta de nuestro corazón Como catequistas transmitimos lo que llena nuestro interior. Como la planta que orien-ta y mueve sus hojas hacia la luz que le da vida, también nosotros debemos orientar-nos hacia el Dios bueno que vivifica y fortalece. La lectura de la Palabra, los sacramentos, la oración personal y grupal, la experiencia de comunidad, el compromiso solidario, nos van renovando desde el interior y nos ayudan a mantener abierta la puerta de nuestro corazón. Pero no siempre abrimos la puerta para que Dios entre y empape nuestra vida. Todos tenemos rincones de nuestra existencia que permanecen inaccesibles a la presencia del Padre. El crecimiento de la vida de fe, orientada por el Evangelio, puede ir «abriendo» esas puertas cerradas, para que la brisa del Espíritu llegue a toda nuestra persona. Y este es un trabajo de toda la vida, ¡cuánto más para un catequista que busca transmitir a otros la fuerza de la Palabra! María, madre, modelo y maestra del catequista, es el espejo para mirar nuestra vida y tomar ejemplo. Ella, como ninguna, supo abrir la puerta de su corazón para que Dios habitara en su interior. Se hizo portadora de la Vida que no acaba, lámpara que nos ofrece la llama siempre viva de Jesús. Como María, para engendrar al Dios del Reino y ayudarlo a nacer en nuestras comunidades, digamos sí, al pedido del Señor de abrir el corazón. La puerta de nuestro entendimiento Como catequistas tenemos la responsabilidad de ayudar a otros a descubrir a Jesús y a fortalecer su fe, transmitiendo las enseñanzas del Señor, a la luz de la experiencia y guía maternal de la Iglesia. La formación permanente, la lectura espiritual, el intercam-bio con otros, la asistencia a cursos-talleres-encuentros, irá permitiendo el desarrollo y crecimiento de nuestra fe, para poder razonar de ella y enseñarla a los demás. Como la planta, que para crecer y ser fuerte necesita el riego cuidadoso, periódico y perma-nente, también nosotros precisamos la formación que de cimientos sólidos a nuestra fe. Abrir la puerta de nuestra mente para que la sabiduría del Señor vaya impregnando nuestro entendimiento. Es una gran responsabilidad del catequista y de su comunidad: formarnos para crecer, para saber, para vivir, para transmitir con más fidelidad. La puerta de nuestro entendimiento no es sencillo mantenerla abierta. ¡Cuántas veces nos cerramos en posturas y formas de «entender» la vida y la fe que no encuentran su raíz en el evangelio de Jesús! ¡Qué difícil es abrir nuestra mente para que el Dios Sabio sacuda nuestras ideas y nos invite a pensar las cosas desde su punto de vista! Una vez más la virgencita es quien nos orienta en el caminar de nuestra espiritualidad. Ella vivió la apertura de mente al proyecto de Dios y nos muestra la manera de hacerlo

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también nosotros. Los textos de la infancia de Jesús en el evangelio de Lucas, cuando hablan de María repiten dos veces una frase que suena a nuestros oídos como letanía de vida. «María meditaba estas cosas y las guardaba en su corazón»(Lc. 2, 19; 2, 51). La virgen nos enseña que para entender las cosas de Dios, primero hay que abrir la puerta del corazón. La puerta de nuestras manos Como catequistas somos testigos de lo que anunciamos. Es decir, transmitimos con nuestras vidas lo que presentamos con la palabra. Nuestro ejemplo es la mejor ense-ñanza y será ciertamente lo que ayude a enraizar el evangelio en los demás. Como la planta, que bañada por la luz y regada por el agua, brota y da fruto, también nosotros, si abrimos la puerta del corazón y la del entendimiento, podremos abrir las manos para ofrecer las semillas de nuestro trabajo. Abrir las manos significa practicar lo que anunciamos, lo que anida en nuestro co-razón. Abrir las manos significa vivir, como Jesús, para mostrar con la vida, y con gestos concretos, que es posible una existencia distinta, ofrecida a los demás; generosa con todos, abierta al Padre y a los hermanos. María nos enseña con su testimonio que la verdadera transmisión de la Buena Noticia comienza con la práctica. Luego de la anunciación sabemos que se dirigió en forma rápida y resuelta a colaborar con su prima Isabel, que necesita una mano pues era mayor y había quedado también embarazada (Lc. 1, 39-56). El camino espiritual del catequista:

Tener corazón, mentalidad y manos abiertas... para que Dios abra la puerta,

y su Espíritu habite en nosotros, y seamos testigos de Jesús, enseñando con nuestra vida

lo que abunda en nuestro corazón. Para pensar y meditar Abrir la puerta, para que entre el señor • ¿Cómo están las puertas de tu corazón, tu mente y tus manos? • ¿Cuáles son los cerrojos que impiden que se abran por completo? • ¿Cómo puedes abrir estas puertas al Señor? Ofrécele a Dios un compromiso para abrirle la puerta en tu tarea y vocación catequis-ta. 12- LA PEDAGOGÍA DE LA FE: ENSEÑAR COMO JESÚS PARA VIVIR COMO EL

La catequesis nace de la acción de la Palabra de Dios y vive para anunciarla y transmitirla a los demás. En la catequesis el evangelio es central. Y el evangelio, sa-bemos, es una buena noticia que nace de la vida y de la persona de Jesús. Por ello, cuando pensamos en metodolog-

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• Generando espacios de comunicación extra-reuniones. Por ejemplo, a través de la visita o el llamado por teléfono de las personas que no asistieron a una reunión.

• A través del reconocimiento explícito del trabajo, la participación, los aportes personales en la reunión, la producción personal en la carpeta o cuaderno.

• El festejo de los cumpleaños, los nacimientos, la celebración de fechas espe-ciales...

Estas simples propuestas, sencillas de implementar ayudan a generar una trama humana sólida e importante para que la Palabra de Dios y el proceso de fe puedan echar raíces sólidas en un grupo humano que vaya creciendo en la conciencia de pequeña comunidad. ¿Cómo preparar un encuentro de catequesis?

• Planificar con tiempo, preparar las reuniones con anticipación es el primer paso para generar encuentro. Esto no quiere decir estar atado a un esquema rígido, inviolable, detallado hasta en sus mínimos momentos. Muchas veces la “ficha” del encuentro se constituye en un cerco a la creatividad, pues termina ahogan-do la iniciativa personal de los catequistas. Pero no se trata de caer en la im-provisación total. Un buen esquema de lo que se va a realizar ayuda a estable-cer tiempos, recursos, preguntas a utilizar, y colabora para que el catequista tenga claro el objetivo del encuentro, y guíe al grupo para alcanzarlo. Muchos encuentros sin planificación terminan a la deriva, pues se carece de un buen “plano” que anticipe a donde se quiere llegar.

• Incluir en los encuentros espacios para el diálogo, la reflexión conjunta, el com-partir grupal, es decir, favorecer la comunicación dentro del grupo. Esto se lo-gra con actividades o preguntas para que el grupo trabaje en conjunto o en pe-queños grupitos. La catequesis abre un espacio para comunicar y encontrarse con la Palabra de Dios. El ejercicio del diálogo, de escuchar al otro, de respetar los turnos, de aprender de lo que el otro dice es un aporte valiosísimo para aprender a escuchar la Palabra de Dios. ¿Cómo escuchar a Dios en un grupo humano que no aprende a escucharse entre sí? La catequesis no es un monó-logo del catequista, sino una búsqueda compartida, que implica:

o aprender a escuchar; o aprender a participar; o aprender a decir lo que uno piensa, lo que se descubre y tiene en el

corazón. • Dar a la Palabra de Dios un lugar central en el encuentro. La lectura de la Pa-

labra de Dios en el encuentro de catequesis debe significar la presencia de Jesús, que se acerca, que comparte nuestra vida, que nos escucha, y que nos habla. Para ir transmitiendo estas vivencias, profundas y complejas, es muy útil ayudarse con signos. Especialmente para los niños el lenguaje simbólico puede ser una excelente puerta de entrada al encuentro con el Señor. En el cuadro de la página siguiente encontramos varias sugerencias para el trabajo con la Pa-labra en el encuentro.

• Crear un espacio de oración. Esto implica generar un clima, ayudar a disten-derse, motivar a hablar en voz alta. Las canciones son una excelente herra-mienta para introducir los espacios de oración. Es importante enseñar a rezar. Una ayuda para aprender a rezar puede ser escribir las oraciones en tarjetas o

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Pero hay algo diferente que se puede dar en un grupo de fe y que no es esencial en los demás grupos: la manera como se viven las cosas que pasan. Te pongo un ejemplo que estoy seguro te ayudará a entender lo que quiero decir. Moisés es encargado por Dios de formar un pueblo (un grupo, en definitiva) que salga de la esclavitud de Egipto y camine hacia la tierra de la libertad. Moisés hace lo que Dios le indica y pone en marcha al pueblo. Los que salen de la esclavitud con mucha alegría y euforia se dan cuenta pronto que las cosas no son tan sencillas como pare-ce. Entre ellos empiezan las peleas, las desconfianzas... Vivir en grupo les resulta difícil. En esto no son originales. Les suceden las mismas cosas que a todos los grupos. Lo original viene de la manera como viven estos acontecimientos internos del grupo. El grupo aprende a leer estos aconteceres propios del grupo como cosas con mucha importancia, donde se revela la manera de ser que tienen y donde se revela la manera que Dios tiene también de ser. Reflexionando sobre lo que les pasa en la vida de grupo descubren un sentido a sus vidas, y sobre todo descubren la presencia de Dios en sus vidas. El hecho de ser grupo, de llegar a ser pueblo, se hace para ellos algo tan importante que se convierte en lugar donde descubren a Dios y se descubren ellos mismos mucho mejor. Esta realidad es la que cada grupo de fe está llamado, de alguna manera, a revivir y a rehacer. El grupo crea un estilo y manera de ser y nos prepara para vivir en la comunidad ecle-sial rompiendo esquemas de individualismo y abriéndonos a un intercambio de rela-ciones nuevas”. 14- PISTAS PARA LA PREPARACIÓN DE UN ENCUENTRO DE CATEQUESIS

Preparar un encuentro no es lo mismo que dar una clase. Para transmitir la experiencia de fe, y ayudar a que la misma crezca en otras personas es vital el marco de una comuni-dad. El primer paso, por consiguiente, para desarrollar un proce-so de catequesis, es crear un ambiente comunitario entre

las personas que van a compartir el espacio. Esto no es tarea que se consigue de un día para otro. Más aún, la comunidad es una realidad viva, que se alimenta del en-cuentro entre las personas que la integran, por lo cual puede crecer o decrecer, según sea la experiencia de las personas que la integran. ¿Cómo crear comunidad en el marco de la catequesis?

• Promoviendo el conocimiento personal de los participantes: catequizandos y catequista.

• Ayudando a que cada persona se sienta valorada, respetada e integrada al grupo. Que nadie quede al margen.

• Preocupándonos e interesándonos por la presencia o ausencia de todos. ¿Cómo conseguir esto?

• Iniciando los encuentros con algunas preguntas para compartir, que permitan que todos hablen, cuenten algo de su vida, muestren algo de sus intereses, expectativas, deseos, anhelos.

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ía catequística, es decir, las mejores maneras de hacer catequesis, no podemos dejar de partir de la vida. La pedagogía de Dios nos muestra cómo iniciar y llevar adelante un proceso de aprendizaje, crecimiento y maduración en la fe. La catequesis asume la tarea de:

• Iniciar en la fe y desarrollar un proceso de crecimiento en la fe e inserción en una comunidad concreta.

• Anunciar, transmitir y educar en los valores del Evangelio de Jesús, la Buena Noticia que permite vivir actitudes más humanas, fraternas y solidarias, para la construcción del Reino.

Para llevar adelante su tarea los catequistas reconocen a Jesús como modelo a se-guir. Su vida nos transmite las claves para invitar, iniciar y profundizar un proceso de crecimiento en la fe. Un camino de fe. Volviendo los ojos a Jesús encontraremos pau-tas para seguir, condiciones para recrear, opciones para continuar... En la catequesis, se trata de enseñar como Jesús lo hizo, para vivir como Jesús vivió. La catequesis no es solamente una transmisión de conocimientos sino, especialmente, la transmisión de una fe y una manera de vivir inspirada y animada por el Evangelio. Por esto, es importante partir siempre de la vida, iluminarla con la Palabra de Dios, expresarla en la oración y en las celebraciones de la comunidad, para volver a la vida y manifestar, con obras y compromisos concretos, esa vida nueva que recibimos por la acción de la Palabra. La catequesis centrada en Jesús y en su Palabra tendrá como objetivos:

• formar la fe • invitar a la conversión • animar la esperanza • integrar a la comunidad • promover el compromiso

Para lograrlo es importante: Partir de la vida

• Conocer a nuestros catequizandos • Partir de la situación concreta que se vive y que viven los integrantes del gru-

po de catequesis. • Analizar la realidad. Hacer una lectura evangélica de los sucesos y de los di-

ferentes aspectos de la vida (social, económico, político, familiar).

Iluminar con la Palabra de Dios • Conocer la Palabra, que es conocer a Jesús, conocer a Dios y a su mensaje. • Leer y meditar la Palabra • Buscar en ella criterios para discernir la realidad y las situaciones que vivi-

mos. • Dejarse interpelar y cuestionar por la Palabra, para generar el cambio interior

y la conversión.

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Expresar en oración y celebración • Promover la actitud de apertura y escucha a lo que Dios nos habla. • Estimular el diálogo con Dios. • Enseñar la capacidad de ofrecer, dar gracias y pedir en la oración. • Celebrar la vida y la presencia de Dios en la vida. • Promover una vida sacramental vivida en comunidad. • Comprometerse en obras concretas • Promover la expresión del cambio en actitudes, gestos y hechos concretos. • Animar a la solidaridad y la búsqueda de la justicia. • Estimular el compromiso activo, constante, paciente, eficaz en el amor con-

creto por el otro, especialmente por los que más sufren. ... y el compromiso, la vida de fe concretada en lo cotidiano, la Palabra meditada, orada y celebrada, irán despertando nuevas situaciones de vida, para discernir por donde pasa la vida según el Espíritu, y así continuar un proceso catequístico perma-nente, para aprender siempre más a ser discípulos y seguidores de Jesús. 13- EL GRUPO EN LA CATEQUESIS

Todos tenemos la experiencia de haber integrado grupos en nuestra vida. El ser humano por propia naturaleza tiende a agruparse y reunirse, es una característica constitutiva de la persona humana. Desde pequeños estamos formando y participando de gru-pos: el primero, la familia; luego, a medida que crecemos, integramos grupos en la escuela, grupos de amigos, grupos

que comparten algún interés común, etc. Es importante diferenciar una reunión de personas de un grupo. Algunas características sencillas nos ayudarán a clarificarlo: _ Un grupo establece una red de relaciones. En un grupo se dan relaciones entre sus miembros, existe una mutua interdependencia entre sus miembros. Lo que le pasa, vive o dice uno de sus miembros afecta a los demás y viceversa. _ Un grupo tiene objetivos explícitos, compartidos, existe un para qué estar reunidos. El objetivo es, muchas veces, el motor del grupo y lo que fomenta su cohesión y uni-dad. Pueden existir grupos formados por personas que piensan y son muy diferentes pero que comparten un objetivo común, y el grupo, funcionar muy bien. Es importante que el objetivo que guía al grupo sea transparente, claro, conocido por todos y consensuado, es decir aceptado con buena voluntad por todos. _ Un grupo tiene una cierta permanencia en el tiempo. Esto es muy variable, pues hay grupos que funcionan un lapso corto de tiempo y otros duran toda la vida. Es necesario que el tiempo sea suficiente para permitir la interacción entre sus miembros y el establecimiento de lazos de unión. En los grupos que comparten mucho tiempo esos lazos pueden transformarse en amistad, pero no es necesario que ella exista para formar un grupo. _ En un grupo existen ciertas normas, o acuerdos, que ayudan a relacionarse y guían el trabajo común de todos en pos del objetivo grupal. Normas explícitas y consensua-das ayudan a anticipar los conflictos y colaboran para solucionarlos si aparecen.

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Las normas permiten regular la vida, el trabajo y las relaciones del grupo. Existen normas explícitas, que son las que se enuncian y conversan, y también implícitas. Entre las normas implícitas están muchas relacionadas a la forma de trato entre los integrantes del grupo. El respeto, la apertura, el interés por el otro son algunos ejem-plos de aspectos del grupo que suelen funcionar bajo normas implícitas. A veces, especialmente en grupos de niños o jóvenes, resulta necesario y oportuno conversar y explicitar verbalmente estas normas implícitas, pues ayuda a las relaciones del grupo. _ La interacción y forma de relacionarse que establecen los miembros de un grupo es una característica importante. Algunas formas de relacionarse son perjudiciales para el funcionamiento grupal, otras, que podemos llamar sanas, contribuyen al crecimiento del grupo y al bienestar de todos sus miembros. _ Los roles que los integrantes de un grupo asumen en el mismo es otra característica importante. Los mismos pueden ser más activos o pasivos, pueden contribuir al bien-estar o generar malestar grupal. Los roles están relacionados con el poder y la autori-dad dentro de un grupo (“quién puede”, “quién conduce”, “quién lidera”, “quiénes si-guen”, “quiénes hablan”, “quiénes callan”, etc.). Si bien los roles están muy relaciona-dos con las características personales de los individuos es importante que en un grupo los roles funcionales (aquellos que tienen alguna responsabilidad o tarea especial) sean rotativos, y se distribuyan de una manera democrática, con participación y acuerdo de todos. _ En un grupo se van entretejiendo las historias personales de sus miembros con la historia grupal que el encuentro va generando. Se forma una trama donde cada integrante queda vinculado e involucrado en un proceso que es común a todos. La historia grupal es un elemento importante en la identidad de un grupo, en especial, en aquellos que llevan tiempos juntos. _ Sentido de pertenencia. Todos los miembros del grupo se sienten parte de... Perci-ben algo que los contiene. Esto permite reconocer al grupo como algo propio y a la vez compartido. La pertenencia genera responsabilidad e interés. El grupo de fe Así como al considerar la vida de todos nosotros es inevitable hablar de grupos (pues nuestra vida se desarrolla en y junto a los grupos que integramos), al hablar de cate-quesis es imprescindible hablar de grupos, también. La vivencia de la fe es esencialmente grupal. El bautismo, primero de los sacramen-tos, que nos inicia en la vida de fe, nos integra a un grupo, nuestra comunidad cristia-na. Jesús mismo, formó un grupo de personas para compartir la venida y la fe, al inicio de su predicación, y, nos prometió estar presente cuando haya un grupo reunido en su nombre (Mt. 18, 20). El grupo de fe tiene todas las características de un grupo humano, pero además tiene otras específicas que le dan identidad propia y que es bueno tener en cuenta para el trabajo catequístico. “El grupo de fe participa y experimenta las mismas cosas que cualquier otro grupo, por ejemplo, un equipo de fútbol. Un grupo de preadolescentes o de adultos que se juntan para reflexionar sobre su fe viven las mismas realidades humanas que los demás grupos. Entre ellos puede haber incomprensiones, lucha por el poder dentro del grupo, celos, problemas de relaciones, etc.