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Julio César William Shakespeare

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Page 1: William Shakespeare: Julio César

Julio César

William Shakespeare

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Ofrenda floral ante la escultura de César en el Foro Julio

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"Nacerá troyano César, de limpio origen, que el imperio ha de llevar hasta el Océano y su fama a los astros. Julio, con nombre que le viene del gran Julo. Lo acogerás en el cielo cuando llegue cargado con los despojos de Oriente; también él será invocado con votos". (Virgilio, La Eneida, Libro I, 286.).

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En Roma, en el corazón del Foro Romano, miles de visitantes dejan mensajes improvisados, versos o pequeños regalos en hojas de papel plegado y pegado con gran esmero: es el homenaje silencioso y discreto al hombre que representa aún hoy en día, el poder mismo: Julio César.

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"Colocaron los restos de César en el Foro, en la antigua Regia de los romanos.Acumularon a su alrededor mesas, sillas y todo lo que de madera había por allí. Encendieron el fuego y todo el pueblo permaneció junto a él rezando durante la noche. En aquel lugar donde se erigió primeramente un altar ahora se alza el Templo de César, en el que es venerado como un Dios".

Apiano

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Este templo fue construido por Augusto en honor a su padre adoptivo, Julio Cesar. De esta manera lo divinizó. El templo de finalizó en el 29 a.C.

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El lugar se localiza justo donde César fue cremado; se halla cerca del sitio en que los Tribunos realizaban sus arengas; también es el área donde Marco Antonio reunió a la multitud con el discurso inmortalizado por la fantasía de Shakespeare y que ha nutrido a aquellas generaciones enteras identificadas con la cultura anglosajona: "Amigos, romanos, compatriotas, prestadme atención! ¡Vengo a inhumar a César no a ensalzarle."

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Restos del podio del Templo de César en el Foro. Roma 2013

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Moneda con el perfil de Augusto y el Sidus Iulium en el reverso

La divinización de César fue crucial para la propaganda del entonces Octavio, que pasó a ser conocido como divus filius (hijo del dios).

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Fue un magistral disfraz dialéctico teñido de habilidad y diplomacia, capaz de trastrocar en pocas horas la situación, exponiendo a los "libertadores" bajo el perfil de siniestros y brutales asesinos. En los tiempos precedentes a los idus de marzo nadie había ostentado tanto poder para gobernar la República, ni lo había administrado en forma tan sui géneris, con absoluta libertad y seguridad personales. Ninguno de sus predecesores había sido tan osado, arriesgándose en todo momento a perderlo todo. Parece increíble que un político tan genial y un estratega con su visión del futuro no haya intuido una conjura tan predecible.

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Según las fuentes antiguas fueron múltiples los prodigios que anunciaron la muerte de Julio César. Entre los más famosos se encuentra la advertencia que le hizo el arúspice Espurina sobre un gran peligro que le amenazaba durante los idus de marzo. Aquél fatídico día al encontrarse el dictador con Espurina camino del Senado le comentó que sus predicciones habían fallado porque habían llegado los idus de marzo y no le había ocurrido nada. Espurina le contestó que aún no había concluido la jornada.

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Otro hecho curioso fue el lugar donde se produjo el asesinato: la Curia de Pompeyo. Ese día se había trasladado hasta allí la sesión del Senado al estar en obras su sede en el Foro romano. Esta Curia construida por el gran rival de César se ubicaba junto al teatro del mismo nombre erigido en lo que hoy se conoce como el Área Sacra di Largo di Torre Argentina en pleno centro de la Roma antigua.

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Área Sacra di Largo di Torre Argentina. Roma 2013

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Lugar exacto de la Curia de Pompeyo donde Julio César fue apuñalado

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Una caída llena de infinita dignidad pues César en sus últimos instantes, viendo que no saldría con vida de allí, se envolvió la cabeza con la toga y con la otra mano se cubrió las piernas para que sus asesinos no tuvieran opción de mofarse de su cuerpo desnudo. Mantuvo su dignitas intacta hasta el final demostrando una vez más su carisma único.

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La muerte de César. Kar Theodor von Piloty.1865

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Por su parte, todos sus asesinos murieron en los tres años sucesivos y casi ninguno lo hizo de muerte natural. Un gran número de ellos perecieron durante las guerras civiles que se desencadenaron tras la muerte del dictador, otros murieron en naufragio y otros se quitaron la vida con el mismo puñal con el que habían perpetrado el crimen.

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Cayo Julio César era nieto del tribuno Cayo Mario, representante del partido "popular" vencido por Sila. La fe en sus propias capacidades, una innata aptitud para lograr consensos, así como su inclinación casi obsesiva por exaltar su propia imagen constituyen el origen de su personal relevancia, circunstancias que lo llevan en breve a convertirse en el líder de la plebe.

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Posee una personalidad atrevida y una inteligencia brillante. Llega a ser magistrado, edil (al cuidado de la ciudad), expone en el Capitolio sus colecciones de arte, promueve juegos y espectáculos atribuyéndose todos los méritos, aunque quien los financie sea Bíbulo, el rico colega con el que comparte la edilidad.

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En el año 63 a.C., cuando vence a todos sus adversarios por el codiciado cargo sacro de pontífice máximo, el futuro dictador apenas tiene 38 años y se halla al borde del abismo económico. Llega a ser el máximo centinela de la religión del Estado mediante un gasto exorbitante: para obtener consensos, regala y ofrece grandes sumas de dinero a intereses bajísimos.

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Escéptico, agudo, dueño de una mentalidad laica, simpatizante del pensamiento epicúreo (organización filosofía que cubre la búsqueda de una vida feliz mediante la búsqueda inteligente de placeres, la ataraxia -ausencia de turbación- y las amistades entre sus correligionarios), posee una personal pero lúcida visión política que va más allá del horizonte republicano.

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Por esta razón, la liga con la cual se vincula a Pompeyo, quien representa a la facción opuesta, la de los "optimates« (senadores de familias nobles), nunca se malogra. Ambos aspiran al gran mandato y tienen un enemigo común a vencer: el sumo poder de la clase senatorial. El matrimonio de su hija Julia, concedida como esposa a Pompeyo, sella el pacto entre ambos.

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Para ampliar consensos políticos, César intenta cultivar la simpatía de Marco Tulio Cicerón, honrado por el pueblo con el apelativo de Padre de la patria. Cicerón intuye que la vieja República está en crisis; sin embargo, se debate entre el temor de enemistarse con el César, el líder de la plebe, y sus propios sentimientos de amor y lealtad hacia las instituciones; además hace intervenir los intereses de la clase senatorial de la que forma parte. Mantiene una actitud adulatoria, una hipócrita lealtad en todas las confrontaciones, esforzándose por frenar su natural imprudencia.

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La alianza con Pompeyo, financiada por Craso, garantiza recíproco apoyo, permitiendo a César llegar a cónsul y a Pompeyo a distribuir tierras a los veteranos. Para proteger a la población provincial de exorbitantes impuestos tributarios y contener el poder de los magistrados en el gobierno, el propio César aprueba la ley contra la extorsión, la cual limita las ambiciones de éstos hasta el límite de negarles la posibilidad de recibir regalos.

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Es una novedad increíble, digna de un gran legislador que atiende y resguarda ámbitos que están más allá de los confines de su propia ciudad. Con el gobierno de las Galias (actual Francia y Bélgica) todo cambia: la plebe urbana, un referente social de su política, es sustituida por un grupo numeroso de soldados. A los acaudalados de la casa localizada sobre la vía sagrada, donde se ha transferido como pontífice máximo, se aplican las severas condiciones de la vida militar: cuatro legiones, cerca de 18 000 hombres con los cuales afronta y comparte cotidianamente los peligros, las fatigas, las comidas frugales y las marchas forzadas.

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La conquista militar de la Galia y su transformación en clave propagandística, fueron la ocasión para que César se cubriera de gloria militar en una región no lejana a Roma, corazón pulsante de la política.

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En 49, en respuesta al fortalecimiento del poder de Pompeyo y en abierto contraste con la aristocracia senatorial, César otorga la ciudadanía romana a la Galia; abre así las puertas a la profesión pública a todos los habitantes de la Italia septentrional, principal fuente de reclutamiento de sus legiones, garantizando con ello su gratitud y apoyo.

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En ese mismo año, la elección de cónsules que quieren privarlo del mando de las Galias y del ejército, constituye el pretexto para la ruptura definitiva entre ambas fuerzas.

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Se trata, entonces, del inicio de la guerra civil. Marchando sobre la urbe romana, derrota a los soldados que Pompeyo le ha enviado a su encuentro; aun así, no renuncia a reconciliarse con él. Es un intento extremo de solucionar el distanciamiento: los persigue a lo largo de la Italia meridional para ofrecerles la paz. Sus intenciones parecerían sinceras: para ambos no hay nada que ganar mediante una guerra civil.

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A pesar de todo, Pompeyo huye a Grecia para reorganizar su propio ejército. El pueblo está de parte de César. Además es evidente la fidelidad de las legiones hacia su carismático comandante, quien seduce a sus propios soldados al llamarlos "compañeros" (de penas y fatigas), los colma de regalos y los conmina a luchar de su lado; su actitud deviene irrefutable. ésta es el arma mortal que Pompeyo, rodeado de ricos senadores y personajes de rango, no valora e incluso ignora, firmando con ello su propia derrota.

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Ni siquiera la muerte de Pompeyo, tramada por los consejeros del joven rey de Egipto Tolomeo, da fin a la guerra civil; por el contrario, se extiende a la provincia donde se combate como en una gran tabla de ajedrez. Cleopatra, en lucha por la regencia contra el hermano Tolomeo, prefiere permanecer al lado de César; con gran prudencia, entra con él por la noche, escondida en un tapete enrollado bajo la mirada divertida del general, quien muestra el "precioso contenido".

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No es la hermosura de esta mujer, ni el hijo que espera de él; tampoco la voluntad del pueblo (que la repudia) lo que, a pesar de todo, la impone en el trono de Egipto: la situación se debe, sobre todo, al cálculo político de César, quien, con el fin de sujetar al país, diseña el juego de frente a un gobierno políticamente débil.

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Apenas tiene el tiempo suficiente para saborear sus triunfos, celebrados en Roma en el 46, y alentados por la llegada de Cleopatra con el recién nacido Cesaretto (Kesarion), cuando se encienden los conflictos; en España, los hijos de Pompeyo agitan la resistencia; en Oriente, las legiones se amotinan.

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En medio de un conflicto civil tan extenso, casi total, uno de los problemas que César debe afrontar es el de la recuperación de los equilibrios políticos drásticamente destruidos. Para ello, ofrece y concede "clemencia" de manera masiva y perdona a muchos de los enemigos, reintegrándolos a la vida política; involuntariamente, con esta errática decisión, arma la mano del ex pompeyano Casio y del idealista Bruto, quienes tienen grandes intereses y representan el descontento de gran parte de la aristocracia senatorial.

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Por primera ocasión bajo César, ese mundo arcaico de privilegios estaría, peligrosa y aun democráticamente, abriendo las puertas al reconocimiento del mérito, más que al del censo. En la conjura para asesinarlo participan también muchos de los irónicamente llamados "fidelísimos": Trebonio, su lugarteniente en Galia y Décimo Bruto, nombrado en el testamento tutor de Octaviano, además de heredero.

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Se trata de una señal de la pura intolerancia hacia un poder casi monárquico. Bastaron al pueblo sólo dos días para identificarse con Bruto y con los "tiranicidas", antes de asistir a los funerales de César, donde escucharían las palabras que Antonio pronunció durante la oración fúnebre.

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Antonio tiene estructurado magistralmente su discurso: muestra el manto de César ensangrentado y su testamento. Con sus palabras provoca un ambiente conmocionado de resentimientos, rabia y venganza hacia los asesinos, y enciende los ánimos de los oyentes al grado extremo de llevarlos a incendiar sus casas.

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Julius Caesar, 1599

William Shakespeare

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Narra el asesinato de César, siendo los verdaderos protagonistas de la obra por un lado Bruto y Casio y por otro Marco Antonio, personajes romanos de la época de César.

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Su argumento se basa en Vidas paralelas de Plutarco, historiador griego del siglo I.

El texto nos habla de la ambición y las artimañas que llevan al poder, así como de la amistad. Los personajes no son ni buenos ni malos absolutos: son humanos.

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Julio César fue el político romano (Roma, 100-44 a.C.) que sentó las bases del Imperio. Tras la última batalla contra sus enemigos comienza la trama de la obra, que termina con la muerte de Bruto (42 a.C.).

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César llega a Roma victorioso desde la Bética (Andalucía, España). El pueblo le recibe alborozado. Pero un adivino le dice: “Guárdate de los idus de marzo” (15 de marzo en el calendario romano; los idus eran días de buenos augurios).

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Los idus, por ejemplo eran los días 13 de cada mes, excepto en marzo, mayo, julio y octubre que se celebraba el día 15. Entre ellos destaca el conocido como "idus de marzo" que designaba al día 15 del mes dedicado al dios de la guerra Marte, el mes de Martius según los romanos.

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Estos días eran jornadas de buenas noticias, sin embargo, los caprichos de la historia hicieron que uno de estos días el propio Julio César fuera asesinado en el año 44 a.C. De hecho, según apuntaba el propio escritor griego Plutarco, César fue advertido del peligro, pero lo obvió y el idus de marzo de ese año se tiñó de sangre.

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Según el texto de Plutarco, "Lo que es más extraordinario aún es que un vidente le había advertido del grave peligro que le amenazaba en los idus de marzo, y ese día cuando iba al Senado, llamó al vidente y riendo le dijo: «Los idus de marzo ya han llegado»; a lo que el vidente contestó compasivamente: «Sí, pero aún no han acabado»".

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Incluso años más tarde el propio Shakespeare haría famosa la frase "¡Cuídate de los idus de marzo!" (Beware of the ides of March, en su versión anglosajona original) a través de su obra Julio César, de 1599, en la que recreaba la conspiración que acabó con el asesinato del mandatario.

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Casio (Cayo Casio Longino, senador romano) conversa con su cuñado Bruto (Marco Junio Bruto, también senador y al que se atribuyó falsamente ser hijo de César). Casio sondea a Bruto acerca de su opinión sobre el peligro del poder absoluto que está acaparando César.

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Bruto se muestra interesado. Casio decide que lo convencerá. Mientras, César sufre un ataque de epilepsia en el Foro, ante el pueblo que le aclama, acompañado de su esposa Calpurnia y su mano derecha Antonio (Marco Antonio).

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Bruto tiene la confianza de César y del pueblo. Por eso, Casio necesita que esté con él y los que pretenden acabar con César. Casio y los demás conjurados visitan a Bruto, que se une a ellos. Casio propone matar también a Marco Antonio, pero Bruto alega que sería demasiado. Porcia, esposa de Bruto, está preocupada por su marido, al que ve agitado.

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Tras una noche de tormenta y de fenómenos extraordinarios, los augures y Calpurnia (que ha soñado que la estatua de César sangraba) aconsejan a César que no acuda al senado. Veamos una lista de esos fenómenos:

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- Truenos y relámpagos– Se estremecen los cimientos de la tierra– Brotan llamas de las manos– Aparece un león encolerizado frente al Capitolio– Caminan hombres en llamas

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– Grazna el ave de las tinieblas de día en la plaza mayor– Ancianos, locos y niños profetizan– Se abren las tumbas, vomitando a los difuntos– Una leona pare en medio de la calle– Guerreros combaten en las nubes haciendo llover sangre– Los espectros lanzan alaridos en las calles

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Es ya el día de los idus de marzo. Al final, César se deja convencer y dispone enviar a Marco Antonio en su lugar. Pero se le anuncia que está prevista su coronación y acude. Una vez allí, los conjurados le matan.

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Marco Antonio manda decir a Bruto que se pondrá de su lado. Acude al senado y estrecha las manos ensangrentadas de Bruto, Casio, Decio, Metelo, Cina, Casca y Trebonio. Bruto autoriza a Antonio a hacer un discurso fúnebre al pueblo tras hablar él. Cuando Antonio queda solo ante el cadáver de César, le pide disculpas por fingir que apoya a los rebeldes y augura terribles matanzas. Octavio (hijo adoptivo de César y futuro César Augusto) está en camino hacia Roma.

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Bruto hace su discurso ante el pueblo: ha matado a César por ambicioso y para salvar a Roma. Los ciudadanos le vitorean. Turno de Antonio. Utiliza su discurso para enaltecer a César y poner al pueblo en contra de Bruto y los conspiradores. Bruto y Casio escapan de Roma.

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Los ciudadanos están encolerizados. Tanto que en una escena cómica vemos a cuatro de ellos dispuestos a asesinar al poeta Cina sólo por llamarse como uno de los golpistas.

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Ahora el triunvirato compuesto por Antonio, Octavio y Lépido gobierna Roma. Antonio le comenta a Octavio que Lépido es un majadero. Luego añade que Bruto y Casio están preparando un ejército para volver.

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Bruto se encuentra con Casio. Mantienen una agria discusión, en la que Bruto acusa a Casio de corrupto, pero luego se reconcilian. Bruto cuenta a Casio que Porcia se ha suicidado tragando brasas de carbón, angustiada por la situación política. Ya de noche, se aparece el espíritu de César a Bruto y le dice: “Me verás en Filipos”.

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Campo de batalla: las llanuras de Filipos (Macedonia, 42 a.C.). Por un lado, Bruto y su ejército, con Casio. Por otro, Octavio y el suyo, con Antonio. Casio se suicida al creer que ha perdido una batalla. En un segundo combate, el ejército de Octavio va ganando. Bruto pide a uno de sus soldados que lo mate porque esa noche ha vuelto a ver el fantasma de César. Al final se suicida cayendo sobre su propia espada, sujeta por su criado. El triunvirato ha ganado.

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Antonio elogia a Bruto ante su cadáver: “Todos los conspiradores, menos él, obraron por envidia al gran César”. Octavio se une a los elogios y se acaba la obra.