obra reproducida sin responsabilidad editorial¡sicos en español/anton chejov... · no estará...

161
Tres hermanas Anton Chejov Obra reproducida sin responsabilidad editorial

Upload: others

Post on 20-Mar-2020

9 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Tres hermanas

Anton Chejov

Obr

a re

prod

ucid

a si

n re

spon

sabi

lidad

edi

toria

l

Advertencia de Luarna Ediciones

Este es un libro de dominio público en tantoque los derechos de autor, según la legislaciónespañola han caducado.

Luarna lo presenta aquí como un obsequio asus clientes, dejando claro que:

1) La edición no está supervisada pornuestro departamento editorial, de for-ma que no nos responsabilizamos de lafidelidad del contenido del mismo.

2) Luarna sólo ha adaptado la obra paraque pueda ser fácilmente visible en loshabituales readers de seis pulgadas.

3) A todos los efectos no debe considerarsecomo un libro editado por Luarna.

www.luarna.com

PERSONAJES

ANDREI SERGUEEVICH PROSOROV.NATALIA IVANOVNA, su novia y después

su mujer.OLGA, MASCHA, IRINA, sus hermanas.FEDOR ILICH KULIGUIN, profesor en un

colegio, esposo de Mascha.ALEXANDER IGNATIEVICH VERSCHI-

NIN, teniente coronel al mando de una batería.NIKOLAI LVOVICH, BARÓN TUSEN-

BACH, primer teniente.VASILI VASILLEVICH SOLIONII, capitán.IVÁN ROMANOVICH CHEBUTIKIN, mé-

dico militar.ALEKSEI PETROVICH FEDOTIK, segundo

teniente.VLADIMIR KARLOVICH RODE, segundo

teniente.FERAPONT, guarda del Ayuntamiento. Un

viejo.ANFISA, el ama. Anciana de ochenta años.

Acto primeroLa escena representa una sala de la casa de

los PROSOROV a través de cuyas columnas sedivisa un gran salón. Es mediodía.

En la calle brilla un sol alegre, y en el salónse dispone la mesa para el almuerzo.

Escena IOLGA, vestida con el uniforme azul de pro-

fesora de un colegio de niñas, corrige, de pie yandando, los cuadernos de sus alumnas. MAS-CHA, de negro, y sentada, con el sombrerodescansando sobre las rodillas, lee en un libro.IRINA, de blanco, está de pie, en actitud pensa-tiva.

OLGA.-Hoy hace un año justo que muriónuestro padre... Exactamente en este cinco demayo, Irina, día de tu santo... Hacía mucho fríoy nevaba... Creí entonces no poder sobrevivir a

aquello... Tú te habías desmayado y estabastendida como una muerta... Ha pasado un año,sin embargo, y ya nos es fácil recordarlo... Aho-ra vistes de blanco y tu cara resplandece. (Danlas doce.) ¡También entonces sonó el reloj!...Recuerdo que se llevaron a nuestro padre conmúsica, y que en el cementerio se dispararonsalvas... Aunque era general de brigada, elacompañamiento fue muy numeroso... ¡Verdadque caían a cántaros la lluvia y la nieve!...

IRINA.-¿Para qué recordarlo?

Escena IIA través de las columnas, se ve entrar en el

salón a TUSENNBACH, a CHEBUTIKIN y aSOLIONII.

OLGA.-Hoy no hace ningún frío, se puedentener las ventanas de par en par y, sin embargo,los abedules no han abierto todavía... Hace on-ce años que nuestro padre recibió el mando de

la brigada y que salimos con él de Moscú... Re-cuerdo perfectamente que en Moscú, por estaépoca, a primeros de mayo, todo está ya flore-cido, inundado de sol, y hace un tiempo her-moso... ¡Once años y aún me acuerdo de aque-llo como si me hubiera ido de allí ayer!... ¡Diosmío!... ¡Cuando me desperté esta mañana habíatal cantidad de luz!... ¡Vi la primavera, el almase me emocionó y deseé ardientemente volverallí!...

CHEBUTIKIN.-¡Diablos!TUSENBACH.-¡Claro que no son más que

tonterías! (MASCHA, pensativa y con la cabezainclinada sobre el libro, silba ligeramente unacanción.)

OLGA.-No silbes, Mascha... No es bonito.(Pausa.) Este ir todos los días al colegio y pa-sarme luego el tiempo dando lecciones hasta elanochecer, me produce un constante dolor decabeza y despierta en mí la idea de la vejez... Y,en efecto, en estos cuatro años que llevo traba-jando en el colegio siento cómo se me han ido

escapando, día a día y gota a gota, las fuerzas yla juventud. ¡Solo una cosa crece y se fortalecedentro de mí: un sueño!...

IRINA.-Sí... Él de marcharse a Moscú..., ven-der la casa, terminar con todo esto, y... a Moscú.

OLGA.-Sí. A Moscú cuanto antes. (CHEBU-TIKIN y TUSENBACH ríen.)

IRINA.-Nuestro hermano se hará, segura-mente, profesor, y no se quedará a vivir aquí.Lo único que nos retiene es la pobre Mascha.

OLGA.-Mascha vendrá todos los años aMoscú a pasar el verano. (MASCHA silba ale-gremente una canción.)

IRINA.-Si Dios quiere, todo se arreglará. (Fi-jando la vista en la ventana.) ¡Qué buen tiempohace!... ¡No se por qué tengo hoy en el almatanta luz!... ¡Esta mañana, al recordar que era eldía de mi santo, me dio de pronto una alegría!...Y me acordé de cuando era pequeña y vivíaaún mamá... ¡Y qué pensamientos más placen-teros los míos!

OLGA.-¡Hoy estás de un radiante y te mepareces tan extraordinariamente bonita!... Tam-bién Mascha lo es mucho... Andrei estaría muybien si no hubiera engordado tanto..., lo cual nole va. Yo, en cambio, he envejecido y he adelga-zado mucho. ¡Seguramente por lo que en elcolegio me enfado con las niñas! Hoy, porejemplo, que estoy libre y en casa, no me duelela cabeza y me siento más joven que ayer... Notengo más que veintiocho años... ¡Claro quetodo está bien!... ¡Que todo es voluntad deDios!..., pero se me figura que si estuviera casa-da y tuviera que pasarme el día en casa, estaríamejor. (Pausa.) Querría a mi marido...

TUSENBACH.-(A SOLIONII.) ¡Qué tonteríasdice usted! ¡Me aburre escucharle! (Entrando enla sala.) Olvidaba decirles que hoy vendrá ahacerles una visita Verschinin, nuestro nuevojefe de batería. (Se sienta ante el piano.)

OLGA.-Muy bien. Encantada.IRINA.-¿Es viejo?

TUSENBACH.-No... No mucho. Tendrá, a losumo, cuarenta o cuarenta y cinco años. (Em-pieza a tocar suavemente.) Parece simpático, yseguro que no tiene nada de tonto, aunquehabla mucho.

IRINA.-¿Es hombre interesante?TUSENBACH.-Sí..., no está mal. Tiene mu-

jer, suegra y dos niñas. Hay que decir tambiénque es casado dos veces. Cuando va de visita,en todas partes cuenta que tiene mujer y dosniñas. Aquí lo dirá igualmente... Su mujer esuna alocada de larga trenza, que no habla másque de temas superiores, filosofía y, de cuandoen cuando, intenta suicidarse, seguramente porfastidiar a su marido... Yo hace mucho tiempoque me hubiera marchado, pero él se lo aguan-ta y se contenta con lamentarse.

SOLIONII.-(Dejando el salón y entrando enla sala seguido de CHEBUTIKIN.) ¡Con unamano no soy capaz de levantar más de «pud»(1) y medio, y con las dos levanto cinco y hastaseis, por lo que llego a la conclusión de que dos

hombres no tienen el doble, sino el triple y qui-zá más, de la fuerza de uno solo!...

CHEBUTIKIN.-(Andando y leyendo el pe-riódico.) «Para la caída del pelo, dos gramos denaftalina por media botella de alcohol... Diluiry aplicar diariamente»... (Escribiendo en el librode apuntes.) Tomaremos nota. (A SOLIONII.)De manera que, como le iba diciendo, el corchi-to se mete en la botellita atravesada por un tu-bito de cristal. Luego coge usted un puñado dealumbre.

IRINA.-¡Iván Romanich! ¡Querido Iván Ro-manich!

CHEBUTIKIN.-¿Qué hay, nenita mía?... ¡Mialegría!

IRINA.-¡Dígame! ¿Por qué me siento hoy tanfeliz?... ¡Me parece enteramente tener alas y,encima de mi cabeza, un ancho cielo azul por elque pasaran volando grandes pájaros blancos!...¿Por qué será? ¿Por qué?

CHEBUTIKIN.-(Con ternura, besándole am-bas manos.) ¡Mi pájaro blanco!

IRINA.-¡Hoy, cuando me desperté, me le-vanté y me lavé, me pareció de pronto que todoestaba claro para mí en este mundo! ¡Que sabíacómo hay que vivir!... ¡Y lo sé, querido IvánRomanich!... ¡El hombre, sea quien sea, tieneque trabajar con el sudor de su frente! ¡En estosolo está el sentido y el fin de su vida, de sufelicidad, de sus entusiasmos!... ¡Qué hermososer el picapedrero que, apenas amanece, se le-vanta para picar piedras en la calle..., o el pas-tor, o el maestro que instruye niños..., o el ma-quinista del ferrocarril!... ¡Dios mío!... ¡No digoya ser hombre!... ¡Preferible es ser un buey o unsimple caballo y trabajar..., que ser la mujerjoven que se levanta a las doce, toma su café enla cama e invierte dos horas vistiéndose!... ¡Oh,qué terrible!... ¡Esa sed de beber que se sienteen día de calor, tengo yo de trabajar!... ¡Y si nomadrugo y no trabajo, retíreme su amistad,Iván Romanich!

CHEBUTIKIN.-(Con ternura.) Se la retiraré,se la retiraré...

OLGA.-Nuestro padre nos acostumbró a le-vantarnos a las siete... Ahora, Irina se despiertaa esa hora; pero hasta las nueve, por lo menos,se está en la cama pensando en no sé qué... ¡Ycon una cara tan seria! (Ríe.)

IRINA.-¡Es que estás acostumbrada a consi-derarme como una niña, y te resulta raro vermeseria!... ¡Tengo ya veinte años!

TUSENBACH.-¡Esa tristeza del no trabajar...,cómo la comprendo, Dios mío!... ¡Yo no he tra-bajado nunca en mi vida! ¡Nací en un Peters-burgo frío y ocioso...; de una familia que nosupo nunca de trabajo ni de privaciones!... ¡Re-cuerdo que cuando volvía de «Korpues» (2), ellacayo me quitaba las botas y yo me ponía ahacer caprichos bajo la mirada de adoración demi madre, que se asombraba de que los demásno me vieran como ella!... ¡Se me preservabadel trabajo, aunque quizá no consiguieron im-pedírmelo del todo!... ¡La hora ha llegado deque se cierna sobre nosotros una inmensidadde nubes..., de que se prepare una fuerte y sana

tormenta que ya avanza y está próxima y quede un soplo ahuyentará pronto de nuestra so-ciedad la pereza, la indiferencia, el prejuiciocontra el trabajo y el podrido aburrimiento!...¡Yo trabajaré, y dentro de veinticinco o treintaaños trabajarán todos los hombres! ¡Todos!

CHEBUTIKIN.-Yo no trabajaré.TUSENBACH.-A usted no se le cuenta.SOLIONII.-¡Dentro de veinticinco años, ya

no estará usted en este mundo, gracias a Dios!...¡Dentro de dos o tres años le dará, probable-mente, un soponcio a la cabeza y se morirá, oyo, ángel mío, en un momento de arrebato, lepegaré un tiro en la frente! (Saca del bolsillo unfrasco de perfume y se rocía con él el pecho ylas manos.)

CHEBUTIKIN.-(Riendo.) ¡La verdad es queyo nunca hice nada!... ¡Salí de la universidad yno volví a dar golpe! ¡Ni siquiera a leer un li-bro! ¡No leo más que el periódico! (Sacandootro del bolsillo.) ¡Aquí tengo uno! ¡Por los pe-riódicos me entero de que existió, por ejemplo,

un tal Dobroliubov... (3), pero... ¿qué fue lo queescribió?... No lo sé... ¡Solo Dios lo sabrá!... (Seoyen unos golpecitos en el suelo dados en eltecho del piso inferior.) Aquí está ya. Me lla-man abajo. Es alguien que viene a verme. Enseguida vuelvo. Espérenme. (Sale apresuradoatusándose la

barba.)IRINA.-Con seguridad está tramando algo.TUSENBACH.-Sí. Llevaba una expresión de

cara muy solemne. Subiré ahora con un regalo.IRINA.-¡Qué desagradable!OLGA.-¡Sí, es terriblemente desagradable!

¡No hace más que tonterías!MASCHA.-(Levantándose y canturreando a

media voz.) ¡Junto al mar hay un roble verde, con una cadena de oro prendida en él! Con una cadena de oro prendida en él...OLGA.-Hoy no estás alegre, Mascha. (Ésta,

siempre canturreando, se pone el sombrero.)¿Adónde vas?

MASCHA.-A casa.IRINA.-¡Qué raro!TUSENBACH.-¡Irse en un día de santo!MASCHA.-Es igual... Vendré a la tarde.

Adiós, querida mía. (Abrazando a IRINA.) Otravez vuelvo a desearte que seas muy feliz y ten-gas mucha salud... En otros tiempos, en vida denuestro padre, en los días de santo no bajabande treinta o cuarenta los oficiales que venían acasa... ¡Qué animación aquella!... ¡Ahora, encambio, no hay aquí más de persona y media, yla misma calma que en el desierto! Me mar-cho... Hoy me siento algo melancólica... Noestoy alegre... ¡Pero tú no me hagas caso!(Riendo entre lágrimas.) Ya hablaremos des-pués. Entre tanto..., adiós, querida mía... Me iréa alguna parte... IRINA.-(Contrariada.) ¡Ay...,cómo eres!

OLGA.-(Entre lágrimas.) Te comprendo,Mascha...

SOLIONII.-¡Cuando un hombre filosofa, saleuna filosofística..., o una sofística...; pero si es

una mujer o dos las que filosofan, lo que sale esun «tírame de este dedo»!

MASCHA.-¿Qué quiere usted decir con eso,hombre terrible?

SOLIONII.-Nada... «Apenas había tenidotiempo de respirar, ya el oso se le había echadoencima» (4).(Pausa.)

MASCHA.-(A OLGA, con enfado.) ¡No llo-res!

Escena IIIEntran ANFISA y FERAPONT con una tarta.

ANFISA.-¡Por aquí, padrecito! ¡Entra! ¡Tie-nes los pies limpios! (A IRINA.) Es de la Dipu-tación. De Protopopov, Mijail Ivanich... Unatarta...

IRINA.-Gracias. Dale las gracias. (Coge ensus manos la tarta.)

FERAPONT.-¿Cómo dice?IRINA.-(Alzando la voz.) ¡Que le des las

gracias!

OLGA.-Amita..., dale un poco de tarta. An-da, Ferapont... Ahí te darán tarta.

FERAPONT.-¿Cómo dice?ANFISA.-¡Vamos, padrecito Ferapont Spiri-

donich! ¡Vamos! (Salenambos.)MASCHA.-¡No me gusta ese Protopopov...

Mijail Potapich o Mijail Ivanich!... ¡No hay queinvitarle!

IRINA.-Yo no le he invitado.MASCHA.-Mejor que mejor.

Escena IVEntra CHEBUTIKIN, seguido de un soldado

cargado con un «samovar» de plata. Se oyenexclamaciones de asombro y desaprobación.

OLGA.-(Cubriéndose el rostro con las ma-nos.) ¡Un «samovar»!... ¡Es terrible! (Entrandoen el salón, se dirige a la mesa.)

IRINA.-¡Iván Romanich! ¡Querido!... ¿Quéhace usted?

TUSENBACH.-¿No se lo había dicho?MASCHA.-¡Iván Romanich! ¡No tiene usted

vergüenza!... ¡Sencillamente, no la tiene usted!CHEBUTIKIN.-¡Queridas mías!... ¡Son uste-

des lo único que tengo!... ¡Lo más precioso paramí en este mundo!... ¡Pronto cumpliré los se-senta! ¡Soy un viejo! ¡Un solitario! ¡Un viejoinútil!... ¡No hay nada bueno en mí salvo esteamor que les tengo, y, si no fuera por ustedes,hace tiempo que no estaría ya en el mundo! (AIRINA.) ¡Mi nenita querida!... ¡La conozco des-de el día que nació! ¡La llevé en mis brazos!¡Tuve gran cariño a su difunta madre!

IRINA.-Pero ¿por qué hacer unos regalos tancaros?

CHEBUTIKIN.-(Entre lágrimas, pero enfa-dado.) ¡Regalos caros!... ¡Vaya una cosa!... (AlAsistente.) ¡Llévate allí el samovar! (Remedán-dola.) ¡Regalos caros!... (El Asistente transportael samovar al salón.)

ANFISA.-(Entrando en la sala.) ¡Queridas!...Ahí está un coronel que no conozco. Ya se ha

quitado el abrigo, nenitas, y viene hacia acá.¡Arinuschka!... ¡Sé amable!... ¡Sé cariñosa! (Sa-liendo.) ¡Hace tiempo que ya es hora de almor-zar!... ¡Dios mío!...

TUSENBACH.-Verschinin, seguramente.(Entra VERSCHININ.) ¡El teniente coronelVerschinin!

VERSCHININ.-(A MASCHA y a IRINA.)Tengo el honor de presentarme... Verschinin...¡Cuánto, cuánto me alegro de verme, por fin, ensu casa!... ¡Ay, ay..., qué cambiadas están!...

IRINA.-¡Siéntese, por favor!... ¡También no-sotras le vemos con mucho gusto!

VERSCHININ.-(En tono jovial.) ¡Qué con-tento estoy! ¡Pero son ustedes tres..., las herma-nas!... Yo recuerdo a tres niñas. De sus caras nome acordaba, pero sí de que su padre, el coro-nel Prosorov, tenía tres niñas pequeñas. Esto lorecuerdo perfectamente, porque las vi con mispropios ojos... ¡Cómo pasa el tiempo!

TUSENBACH.-Alexander Iganatievich es deMoscú.

IRINA.-¿De Moscú?... ¿Es usted de Moscú?...VERSCHININ.-De allí soy, en efecto. Su di-

funto padre era allá jefe de batería cuando yoestaba de oficial en la misma brigada. (A MAS-CHA.) Me parece recordar un poco su cara.

MASCHA.-Pues yo a usted no le recuerdo.IRINA.-¡Olga! ¡Olga!... (Alzando la voz y di-

rigiendo su llamada al salón.) ¡Ven acá, Olga!(OLGA entra en la sala.) Resulta que el tenientecoronel Verschinin es de Moscú!

VERSCHININ.-¿Entonces..., ésta es OlgaSergueevna, la mayor, usted es María. Y usted,Irina, la pequeña?...

OLGA.-¿Conque es usted de Moscú?VERSCHININ.-Sí... En Moscú estudié y en

Moscú entré en el servicio, residiendo allí bas-tante tiempo... Luego me dieron el mando deesta batería y aquí me vine, como ven ustedes...En realidad, las recordaba poco... Solo que erantres hermanas... Su padre, en cambio, se quedógrabado en mi memoria, y si ahora, por ejem-

plo, cierro los ojos, sigo viendole como cuandoestaba en vida... Solía visitarles en Moscú...

OLGA.-¡Y yo que creía que me acordaba detodo el mundo, resulta que...!

VERSCHININ.-Mi nombre es Alexander Ig-natievich.

IRINA.-¡Conque de Moscú, Alexander Igna-tievich! ¡Qué sorpresa!

OLGA.-Nosotras tenemos intención de tras-ladarnos allí.

IRINA.-Esperamos estar allí ya para el oto-ño... Es nuestra ciudad... En la que nacimos...En la calle Staraia Basmannaia... (Ambas ríende contento.)

MASCHA.-¡Cuando menos lo esperábamos,encontramos un paisano! (En tono vivo.) ¡Aho-ra empiezo a acordarme!... ¿Recuerdas, Olga, auno que llamaban en casa «el Mayor enamora-do»?... ¡El teniente entonces era usted! ¡Estabausted enamorado de alguien, y todos, no sé porqué, por hacerle sin duda rabiar, le llamaban«Mayor»!

VERSCHININ.-¡Eso, eso!... ¡El «Mayor ena-morado»!... ¡Eso!

MASCHA.-¡No tenía usted más que bigo-te!... ¡Oh, como ha envejecido! (Saltándosele laslágrimas.) ¡Cómo ha envejecido!

VERSCHININ.-¡Sí!... ¡Cuando me llamaban«el Mayor enamorado» era joven y estaba, enefecto, enamorado!... ¡Qué diferente es ahoratodo!

OLGA.-¡Pero si no tiene usted ni una cana!¡Está usted envejecido, pero todavía no es viejo!

VERSCHININ.-¡Sin embargo, tengo ya cua-renta y dos años!... ¿Hace mucho que dejaronustedes Moscú?

IRINA.-¡Once años!... Bueno; pero ¿por quélloras, Mascha?... ¡Qué tonta! (Entre lágrimas.)¡A mí también me estás haciendo llorar!

MASCHA.-¡No es nada!... ¿En qué calle vi-vía usted?

VERSCHININ.-En la Staraia Basmannaia.OLGA.-Como nosotras...

VERSCHININ.-En tiempo, viví en la calleNemetzkaia... Recuerdo que, para ir de la calleNemetzkaia a los cuarteles Krasnie, tenía quepasar por un sombrío puente bajo el que se oíael chapoteo del agua... ¡A un solitario le darátristeza atravesarlo!... (Pausa.) ¡Aquí, en cam-bio, el río es tan ancho, tan caudaloso!... ¡Es unrío maravilloso!

OLGA.-Sí, pero hace frío... Hace frío y haymosquitos.

VERSCHININ.-¡No digan!... ¡El clima esaquí tan sano!... ¡Tan bueno!... ¡Bosque, río yhasta abedules!... ¡Simpáticos y tímidos abedu-les!... ¡Son los árboles que más quiero!... ¡Quéhermoso es vivir aquí! ¡Lo que sí se extraña esque esté la estación, nadie sabe por qué, a unadistancia de veinte verstas!

SOLIONII.-Pues yo sí sé por qué. (Todos lemiran.) Porque si la estación estuviera cerca, noestaría lejos, y si está lejos, es porque no estácerca... (Se hace un silencio incómodo.)

TUSENBACH.-¡Qué bromista es usted, Vasi-lii Vasilievich!...

OLGA.-¡Yo también le recuerdo ahora!... ¡Lerecuerdo, sí!

VERSCHININ.-Conocí también a su madre.CHEBUTIKIN.-¡Qué buena era! ¡En paz des-

canse!IRINA.-Mamá está enterrada en Moscú.OLGA.-En el monasterio Novo-Devichii...MASCHA.-¡Figúrese que ya empieza a olvi-

dárseme su cara!... ¡Lo mismo nos olvidarán anosotros!

VERSCHININ.-Si... Nos olvidarán. ¡Ése esnuestro sino, contra el que nada se puede!... ¡Loque ahora nos parece serio, significativo, degran importancia..., llegará el día en que lo ol-videmos o se nos antoje poco importante!... ¡Esinteresante, en realidad!... En el momento ac-tual no podemos saber qué, con el tiempo, lle-gará a tenerse por importante y qué por lasti-moso y ridículo. ¿Acaso el descubrimiento deCopérnico o el de Colón no fueron considera-

dos, en sus principios, como fútiles y risibles,mientras cualquier majadería que escribiera unchiflado era tenida por una verdad?... ¡Puedeque esta vida actual nuestra, que ahora nossatisface, llegue un día a resultar extraña, in-cómoda, necia, y no solo insuficientemente pu-ra, sino hasta pecaminosa!...

TUSENBACH.-¡Quién sabe!... ¡Quizá, por elcontrario, se la califique de superior y se la re-cuerde con respeto! ¡Ahora no hay martirios, niejecuciones, ni invasiones!... ¡Cuántos sufri-mientos quedan, sin embargo!

SOLIONII.-(Con voz chillona.) «¡Pitas! ¡Pi-tas! ¡Pitas!»... ¡El barón prefiere la filosofía a lacomida!

TUSENBACH.-¡Vasil Vasilich! ¡Le ruego queme deje en paz! ¡Resulta ya cargante! (Cambiade sitio.)

SOLIONII.-(Con voz chillona.) «¡Pitas! ¡Pi-tas! ¡Pitas!»...

TUSENBACH.-(A VERSCHININ.) Los su-frimientos que ahora apreciamos..., ¡y son tan-

tos!..., nos hablan, sin embargo, de un ciertogrado de altura moral, alcanzado ya por la so-ciedad...

CHEBUTIKIN.-¡Dice usted, barón, que undía llamarán «alta» a nuestra vida..., pero noserá por sus gentes!... (Poniéndose en pie.) ¡Mi-ren que bajito soy! ¡Será por consolarme por loque lleguen a llamarla alta!... (De detrás delescenario llega el sonido de un violín.)

MASCHA.-Es Andrei, nuestro hermano, elque toca...

IRINA.-¡Es todo un sabio!... ¡Desde luegollegará a profesor!... Papá era militar, pero suhijo escogió una carrera científica.

MASCHA.-Conforme al deseo de papá.OLGA.-Hoy le hemos estado haciendo ra-

biar. Parece ser que anda algo enamorado...IRINA.-De una señorita de la localidad.

Luego vendrá, seguramente.MASCHA.-¡Ay..., pero cómo se viste!...

¡Aunque no lleve cosas feas o pasadas de mo-da..., sencillamente da lástima!... ¡Suele ponerse

una falda rarísima, amarillo fuerte, adornadacon un fleco de lo más vulgar, y acompañadade una blusa roja! ¡Y sus mejillas resultan tanfregadas!... ¡Andrei no está enamorado! ¡Nopuedo admitir siquiera la idea!... ¡Es, sencilla-mente, porque nos quiere hacer rabiar, por loque hace esas tonterías!... Ayer oí decir que ellase casaba con Protopopov, el presidente de laDiputación... ¡Ojalá fuera así! (Volviendo lacabeza hacia la puerta inmediata.) ¡Andrei!¡Ven acá! ¡Solo un momento, querido!

Escena VEntra ANDREI

OLGA.-Mi hermano, Andrei Sergueich.VERSCHININ.-(Presentándose.) ¡Verschi-

nin!ANDREI.-(Presentándose.) ¡Prosorov! (En-

jugándose el sudor del rostro.) ¿Aquí al mandode la batería?

OLGA.-¡Figúrate que Alexander Ignatieviches de Moscú!...

ANDREI.-¿Sí?... Pues que sea en buen hora...Mis hermanas, desde este momento, ya no ledejarán en paz.

VERSCHININ.-Ya he tenido tiempo de abu-rrirlas.

IRINA.-¡Mire el marquito de retrato que meha regalado hoy Andrei! (Mostrándole el mar-quito.) ¡Está hecho por él mismo!

VERSCHININ.-(Contemplándolo sin saberqué decir.) Sí... Es...

IRINA.-¡Y aquel otro de encima del piano,también lo hizo él! (ANDREI, con un gesto deimpaciencia, se aparta del grupo.)

OLGA.-¡Tenemos en él a todo un sabio!...¡Toca el violín y talla infinidad de cositas! ¡Enuna palabra: lo domina todo!... ¡Andrei! ¡No tevayas!... ¡Ha tomado la costumbre de marchar-se! ¡Ven acá! (MASCHA e IRINA, entre risas ycogiéndole por los brazos, le obligan a volver.)

MASCHA.-¡Ven! ¡Ven!

ANDREI.-¡Dejadme, por favor!MASCHA.-¡Tiene gracia! ¿No llamaban en

tiempos a Alexander Ignatievich «el Mayorenamorado» y no se enfadaba en absoluto?

VERSCHININ.-En absoluto.MASCHA.-¡Pues yo quiero llamarte a ti «el

violinista enamorado»!IRINA.-¡O «el profesor enamorado»!OLGA.-¡Porque Andriuschka está enamora-

do!... ¡Está enamorado!IRINA.-(Aplaudiendo.) ¡Bravo! ¡Bravo!...

¡Bis!... ¡Andriuschka está enamorado!CHEBUTIKIN.-(Acercándose a ANDREI por

la espalda y cogiéndole con ambas manos porel talle.) «¡Solo para el amor fuimos creados porla Naturaleza!» (Ríe, siempre sin separarse delperiódico.)

ANDREI.-¡Bueno..., basta, basta!... (Enju-gándose el rostro.) No he pegado los ojos entoda la noche, y no me encuentro ahora en ca-ja... Me puse a leer hasta las cuatro; después meeché, pero no conseguí nada... Pensando en esto

y en lo otro, llegó el amanecer, y la alcoba se mellenó de sol... Quiero este verano, mientras es-toy aquí, traducir un libro del inglés.

VERSCHININ.-¿Lee usted inglés?ANDREI.-Sí; nuestro padre, que en paz des-

canse, nos martirizaba con la educación... Re-sulta cómico y tonto, pero hay que reconocerque desde que murió empecé a engordar... ¡En-gordé en un año, como engorda el que le quitande encima un gran peso!... Gracias a nuestropadre, mis hermanas y yo sabemos francés,inglés, alemán..., e Irina italiano...; pero..., ¡quéno nos costaría!

MASCHA.-¡En una ciudad como ésta, po-seer tres idiomas es un lujo inútil!... ¡Ni un lujosiquiera! ¡Un aditamento sobrante!... ¡Tenemosmuchos conocimientos superfluos!

VERSCHININ.-¡Vamos!... ¡Conque tienenustedes muchos conocimientos superfluos! ¡Amí, en cambio, se me figura que no puede exis-tir ciudad, por aburrida y triste que sea, en laque no resulte necesaria la persona inteligente e

instruida!... ¡Admitamos que entre los cien milhabitantes de esta ciudad, desde luego atrasa-da, solo haya tres que se les asemejen!... ¡Natu-ralmente, serán ustedes incapaces de dominar ala masa oscura que les rodea!... ¡Poco a poco, enel curso de la vida, se verán ustedes obligados aceder, a perderse en la muchedumbre de lascien mil personas!... ¡La vida les ahogará; perosu existencia, sin embargo, no habrá pasado sindejar rastro!... ¡Después de ustedes..., iguales austedes..., habrá primero seis, luego doce, y asísucesivamente hasta que sea la gente como us-tedes la que constituya la mayoría!... ¡Dentro dedoscientos o trescientos años, la vida será in-descriptiblemente maravillosa! ¡Ésa es la vidaque el hombre necesita, y si actualmente no latiene, ha de presentirla, esperarla, soñar conella, prepararse para ella!... ¡Por eso, tiene quesaber más y ver más de lo que supieron y vie-ron su padre y su abuelo!... (Riendo.) ¡Y ustedlamentándose y llamando superfluos a sus co-nocimientos!

MASCHA.-(Quitándose el sombrero.) Mequedo a almorzar.

IRINA.-(Con un suspiro.) ¡La verdad es quedeberíamos tomar nota de todo esto! (ANDREIha dejado, sin ser visto, la estancia.)

TUSENBACH.-¿Dice usted que la vida, alcabo de muchos años, será maravillosa? ¡Cier-to..., cierto que, para intervenir ahora en ella,aunque solo sea de lejos, hay que prepararse...,que trabajar!...

VERSCHININ.-(Levantándose.) ¡Desde lue-go!... Pero ¡cuántas flores hay aquí! (Mirando asu alrededor.) ¡Tienen ustedes un piso magnífi-co! ¡Las envidio!... ¡Yo he rodado toda mi vidapor esos pisitos amueblados con dos sillas y undiván, en los que las estufas hacen humo!... ¡Loque me faltó siempre en la vida es precisamenteestas flores!... (Frotándose las manos.) ¡En fin,qué se le va a hacer!

TUSENBACH.-¡Sí!... ¡Es menester trabajar!...¡Seguro que está usted pensando: «al alemánéste te he conmovido... »; pero le doy mi pala-

bra de honor de que soy ruso y de que ni si-quiera hablo alemán! ¡Mi padre es ortodoxo!(Pausa.)

VERSCHININ.-(Dando algunas vueltas porel escenario.) ¡Con frecuencia se me ocurre pen-sar en si sería posible empezar otra vida y,además, vivirla de un modo consciente!... ¡Lavida ya vivida sería el borrador, y la nueva, elllamado «escrito en limpio»!... ¡Todos, entonces,creo yo, pondríamos nuestros mayores afanesen no repetirnos a nosotros mismos!... ¡Yo, porlo menos, daría un nuevo ambiente a mi vida!¡Me instalaría en un piso como éste..., con floresy mucha luz!... Tengo una mujer y dos hijas...Hay que decir que mi mujer está enferma, etcé-tera... Si tuviera que volver a vivir, no me casa-ría...

Escena VIEntra KULIGUIN, de uniforme de gala

KULIGUIN.-(Acercándose a IRINA.) ¡Her-mana querida!... ¡Permíteme que te felicite en eldía de tu santo y que te desee de todo corazóncuanto pueda desearse a una joven de tus años!¡Te traigo también como regalo este libro!(Ofreciéndole uno.) Es una historia, escrita pormí, de nuestro colegio, que comprende sus cin-cuenta años de existencia. El libro es insignifi-cante y ha sido escrito por mí, por no tener na-da mejor que hacer, pero, no obstante, léelo.¡Buenos días, señores! (A VERSCHININ.) ¡Ku-liguin!... Profesor del colegio local y consejerocivil. (A IRINA.) El libro contiene una referen-cia a cuantos, en el curso de estos cincuentaaños, terminaron sus estudios en nuestro cole-gio... «Feci quod potui; faciant meliora poten-tes...» (Besa a MASCHA.)

IRINA.-¡Pero si ya me regalaste uno igualpor Pascua de Resurrección!

KULIGUIN.-¿Será posible?... Devuélvemeloentonces, o si no..., quizá sea mejor que se lo

des al coronel... Tómelo, coronel... Algún día elaburrimiento le hará leerlo.

VERSCHININ.-Muy agradecido. (Dispo-niéndose a marcharse.) ¡Encantado de haberlassaludado!

OLGA.-¿Que se marcha usted?... ¡No! ¡No!...IRINA.-¡Se queda usted a almorzar con no-

sotros!... ¡Por favor!...OLGA.-¡Se lo ruego!VERSCHININ. -(Con una inclinación cortés.)

¡Según parece, he caído aquí en un día de san-to!... ¡Perdone que, por no saberlo, no la hayafelicitado! (Se traslada con OLGA al salón.)

KULIGUIN.-¡Hoy, señores, es domingo y,por tanto, día de descanso!... ¡Descansemos,pues!... ¡Divirtámonos todos, cada uno confor-me a su edad y situación!... Por cierto, hay quequitar las alfombras durante el verano y guar-darlas hasta el invierno con naftalina o polvospersas... ¡Los romanos eran gente sana! ¡Sabíantrabajar, pero sabían también descansar! ¡Tení-an una «mens sana in corpore sano»!... ¡Su vida

fluía con arreglo a determinadas formas!...Nuestro director suele decir: «¡Lo importanteen una vida es su forma!» «¡Lo que pierde suforma, acaba!»... Así ocurre igualmente ennuestra vida cotidiana... (Cogiendo a MASCHApor el talle y riendo.) ¡Mascha me quiere! ¡Mimujer me quiere!... Las cortinas hay que guar-darlas también con las alfombras... ¡Hoy estoycontento y de un humor magnífico!... ¡A lascuatro, Mascha, iremos a casa del director! ¡Seestá organizando un paseo de pedagogos consus familias!

MASCHA.-Yo no voy.KULIGUIN.-(Disgustado.) ¡Querida!... ¿Por

qué?MASCHA.-Luego hablaremos. (Con enfa-

do.) ¡Iré, bueno...; pero déjame, por favor. (Seaparta de él.)

KULIGUIN.-¡Pasaremos después la tarde encasa del director!... ¡Es un hombre que, pese a loprecario de su salud, hace los mayores esfuer-zos por mostrarse sociable! ¡Tiene un carácter

magnífico y franco! ¡Excelente persona!... Ayer,después del consejo, me decía: «Estoy cansado,Fedor Ilich!... ¡Estoy cansado!» (Tras una mira-da al reloj de pared y otra al suyo.) Su reloj ade-lanta siete minutos... «Sí... -decía-. ¡Estoy can-sado!» (De detrás del escenario llega el sonidode un violín.)

OLGA.-¡Tengan la bondad! ¡Pasen a almor-zar!

KULIGUIN.-¡Ay, mi querida Olga!... ¡Lo quetrabajé ayer! ¡Desde la mañana hasta las oncede la noche! ¡Acabé cansadísimo, pero hoy meencuentro feliz! (Se dirige a la mesa, en el sa-lón.)

CHEBUTIKIN.-(Guardándose el periódicoen el bolsillo y atusándose la barba.) «¡Pirog!»(5), ¡Magnífico!

MASCHA.-(En tono severo, a CHEBUTI-KIN.) ¡Cuidado., ¡No beba nada! ¿Me oye?... ¡Lehace daño!

CHEBUTIKIN.-¡Bah!... ¡Eso ya pasó! ¡Haceya dos años que no bebo, y además... (Impa-cientándose.), qué más da!

MASCHA.-¡No se atreva, de todos modos!¡No se atreva! (Con enfado, pero evitando quesu marido la oiga.) ¡Diablos!... ¡Otra vez a abu-rrirse en casa del director!

TUSENBACH.-Yo que usted no iría. La cosaes sencilla.

CHEBUTIKIN.-¡No vaya, monina!MASCHA.-¡Sí..., no vaya!... ¡Este maldito

modo de vivir mío es insoportable! (Entra en elsalón.)

CHEBUTIKIN.-(Yendo en pos de ella.) ¡Bue-no! ¡Bueno!...

SOLIONII.-(Entrando en el salón.) «¡Pitas!¡Pitas! ¡Pitas!»...

TUSENBACH.-¡Basta ya, Vasilii Vasilich!¡Basta!

SOLIONII.-«¡Pitas! ¡Pitas! ¡Pitas!»...KULIGUIN.-(Alegremente.) ¡A su salud, co-

ronel!... ¡Pedagogo de carrera, formo parte de

esta familia! ¡Soy el marido de Mascha!... ¡Esmuy buena! ¡Muy buena!...

VERSCHININ.-¡Beberé un poco de estavodka oscura!... (Bebe.) ¡A su salud! (A OLGA.)¡Qué a gusto me encuentro en su casa! (En lasala han quedado solos IRINA y TUSEN-BACH.)

IRINA.-Mascha está hoy de mal humor...¡Cuando se casó, a los dieciocho años, tenía a sumarido por el hombre más inteligente delmundo!... Ahora es distinto... Es el hombre másbueno; pero no el más inteligente.

OLGA.-(Con voz impaciente.) ¡Andrei! ¡Vende una vez!

ANDREI.-¡Ahora mismo voy! (Entra y se di-rige a la mesa.)

TUSENBACH.-¿En qué piensa usted?IRINA.-En nada... No me gusta ese Solionii

y, además, le tengo miedo. No dice más quemajaderías.

TUSENBACH.-Es un hombre raro... A míme da lástima y me irrita a la vez..., aunque es

mayor todavía la lástima que me da... Se mefigura que lo que le pasa es que es tímido.Cuando estoy solo con él, le encuentro inteli-gente, afable..., mientras que en sociedad resul-ta un bruto... ¡No se marche! ¡Que se sienten!...¡Déjeme estar a su lado!... ¿En qué piensa?(Pausa.) ¡Usted tiene veinte años...; yo aún nohe cumplido los treinta!... ¡Cuántos años toda-vía ante nosotros!... ¡Qué larga hilera de díaspara llenarla de mi amor hacia usted!

IRINA.-¡Nikolai Lvovich!... ¡No me hable deamor!

TUSENBACH.-¡Tengo en el alma una sedardiente de vida, de lucha, de trabajo!... ¡Sed ala que se une ahora mi amor por usted, Irina...,como ex profeso maravillosa para que la vidame parezca también maravillosa!... ¿En quépiensa?

IRINA.-¡Dice usted que la vida es maravillo-sa!... Cierto; pero..., ¿no sera que nos lo parecesolamente?... ¡Ninguna de nosotras, las treshermanas, tuvimos una vida maravillosa!...

¡Nuestra vida nos ahogó siempre como la malahierba!... ¡Me están cayendo las lágrimas!... ¡Es-to no debe ser! (Enjugándose rápidamente lasmejillas, sonríe.) ¡Trabajar!... ¡Lo que hay quehacer es trabajar!... ¡Por eso nos falta alegría ytenemos una visión tan sombría de la vida!¡Porque no conocemos el trabajo! ¡Procedemosde gente que lo despreciaba!... (Entra NATA-LIA IVANOVNA vestida de rosa y con un cin-turón verde.)

NATASCHA.-Ya están sentándose para elalmuerzo... Llego retrasada. (Lanzándose unaojeada en el espejo y arreglándose el cabello.)No estoy mal peinada..., me parece. (Aperci-biéndose de la presencia de IRINA.) ¡Irina Ser-gueevna, querida!... ¡Felicidades!... (La besalarga y efusivamente.) ¡Tienen ustedes muchosinvitados, y eso me azara!... ¡Buenos días, ba-rón!

OLGA.-(Saliendo del salón.) ¡Aquí tienen us-tedes a Natalia Ivanovna! ¡Buenos días, queridamía! (Se besan.)

NATASCHA.-¡Tienen ustedes una reunióntan numerosa, que me siento terriblementeacobardada!

OLGA.-¡Qué tontería! ¡Aquí todo el mundoes de confianza! (Con aire asustado y a mediavoz.) ¡Lleva usted un cinturón verde, querida!...¡No está bien!

NATASCHA.-¿Existe, acaso, alguna supers-tición sobre ello?

OLGA.-¡No...; es que, sencillamente, el colorverde desentona y hace un efecto raro!

NATASCHA.-(Con voz llorosa.) ¿Sí?... ¡Perosí no es verde! ¡Si es más bien mate! (Entra conOLGA en el salón. Todos toman asiento alre-dedor de la mesa. La sala queda vacía.)

KULIGUIN.-¡Te deseo, Irina, un buen novio!¡Ya es hora de que te cases!

CHEBUTIKIN.-¡Y otro novio también paraNatalia Ivanovna!

KULIGUIN.-¡Natalia Ivanovna tiene ya no-vio!

MASCHA.-(Dando golpecitos en el platocon el tenedor.) ¡Tomaré una copita de vino y...pase lo que pase!

KULIGUIN.-¡Estás mereciendo un tres!VERSCHININ.-¡La «nalivka» (6) está muy

aromática! ¿Con qué la han hecho?SOLIONII.-Con cucarachas.IRINA.-(Con voz llorosa.) ¡Uf..., qué asco!OLGA.-¡Para la cena tendremos pavo asado

y tarta de manzana!... ¡Gracias a Dios, hoy estoyen casa todo el día! ¡Y por la noche!... ¡Vengan,señores, esta noche!

VERSCHININ.-¡Permítame que venga yotambién esta noche!

IRINA.-¡No faltaría más! ¡Se lo ruego!NATASCHA.-Aquí no gastan ceremonias.CHEBUTIKIN.-«¡Solo para el amor fuimos

creados por la Naturaleza!» (Ríe.)ANDREI.-¡Ya está bien, señores! ¿Cómo no

les aburre? (Entran FEDOTIK y RODE cargadoscon una gran cesta de flores.)

FEDOTIK.-Pero ¡si están ya almorzando!

RODE.-(Con voz bronca y pronunciandomucho la «r».) ¿Almorzando?... ¡Pues sí queestán almorzando!

FEDOTIK.-¡Aguarda un momento! (Haceuna fotografía.) ¡Una!... ¡Espera un poco más!(Hace otra.) ¡Dos!... ¡Ya está!... (Vuelven a cogerla cesta y entran en el salón, donde son acogi-dos con gran alboroto.)

RODE.-(Esforzando la voz.) ¡Mis felicitacio-nes y mejores deseos!... ¡Hoy está el tiempomaravilloso! ¡Francamente magnífico!... Me heestado toda la mañana paseando con mis cole-giales... Doy clase de gimnasia en el colegio...

FEDOTIK.-¡Puede moverse, Irina Sergueev-na! (Hace otra fotografía.) ¡Está usted hoy muyinteresante! (Sacando del bolsillo un trompo demúsica.) ¡Este trompo para usted! ¡Suena que esuna maravilla!

IRINA.-¡Qué preciosidad!MASCHA.-¡Junto al mar hay un roble verde, con una cadena de oro prendida en él!

Con una cadena de oro prendida en él...

(En tono quejumbroso.) ¿Por qué me habrádado por decir esto»?... ¡Desde la mañana tengometida esta frase en la cabeza!

KULIGUIN.-¡Somos trece a la mesa!RODE.-¿Será posible que conceda valor a

esos prejuicios? (Risas.)KULIGUIN.-¡Cuando se reúnen trece perso-

nas a la mesa, significa que entre ellas hayenamorados! ¿No será usted uno, a lo mejor,Iván Romanovich?... (Risas.)

CHEBUTIKIN.-Soy un viejo pecador; pero...¿por qué se ha azorado Natalia Ivanovita?... Escosa que no comprendo... (Risas estrepitosas,NATASCHA sale corriendo del salón seguidade ANDREI.)

ANDREI.-¡Déjelos! ¡No les haga caso! ¡Espe-re!... ¡Espere, se lo

ruego!NATASCHA-¡Qué vergüenza!... ¡No sé lo

que me pasa!... ¡Y ellos, riéndose de mí!... ¡Es

incorrecto esto que acabo de hacer de levan-tarme de la mesa..., pero no puedo..., no pue-do!... (Oculta el rostro entre las manos.)

ANDREI.-¡Querida mía! ¡Se lo ruego! ¡Se losuplico! ¡Cálmese!... ¡Le aseguro que estabanbromeando!... ¡Que ha sido con la mayor ino-cencia!... ¡Querida mía!... ¡Todos son buenos yafectuosos! ¡A los dos nos quieren!... ¡Vengaconmigo a la ventana! ¡Desde aquí no nos ve-rán! (Mira hacia atrás al andar.)

NATASCHA.-¡Es que no tengo costumbrede alternar!...

ANDREI.-¡Oh juventud!... ¡Maravillosa, pre-ciosa juventud!... ¡Querida mía! ¡Cálmese!...¡Créame! ¡Créame!... ¡Qué feliz me encuentro asu lado! ¡Mi alma está llena de amor..., de entu-siasmo!... ¡Oh!... ¡No nos ven! ¡No nos ven!...¿Por qué la quiero?... ¿Cuándo empecé a que-rerla?... ¡Querida mía!... ¡Mi niña buena..., pu-ra..., ¡Sea mi mujer! ¡La quiero!... ¡La quierocomo nunca, nunca!... (Un beso. Entran dos

oficiales, que al ver besarse a la pareja se detie-nen asombrados.)

Acto segundoLa misma decoración del primer acto. Son

las ocho de la noche. De la calle llega el sonidoapagado de un acordeón. Las luces no han sidoencendidas todavía.

Escena IEntra NATALIA IVANOVNA envuelta en

una bata y con una vela en la mano; da unospasos y se detiene ante la puerta de la habita-ción de ANDREI

NATASCHA.-¿Qué haces, Andriuscha? ¿Es-tás leyendo?... ¡No..., no es nada!... ¡Es que!...(Abre una segunda puerta, echa una ojeada trasella y vuelve a cerrarla.) ¡Estoy mirando novaya a haber fuego! (Entra ANDREI con unlibro en la mano.)

ANDREI.-¿Qué quieres, Natascha?

NATASCHA.-¡El servicio, con el carnaval,anda trastornado; tiene una que andar mira quete mira por si sucede algo!... ¡Ayer, a mediano-che, al pasar por el comedor, vi que se habíandejado encendida una vela!... ¿Quién fue?... Nopude averiguarlo. (Depositando la vela.) ¿Quéhora es?

ANDREI.-(Mirando el reloj.) Las ocho ycuarto.

NATASCHA.-Olga e Irina todavía no hanvuelto. No han vuelto... ¡Como las pobrecitastrabajan: Olga en el Consejo Pedagógico e Irinaen el Telégrafo!... (Suspirando.) Esta mañana,hablando con tu hermana, le dije: «¡Cuídatemucho, Irina querida!»... Pero ¡no me hace caso!¿Así que dices que son las ocho y cuarto?...Nuestro Bobik anda regular... ¿Por qué estarátan frío? ¡Ayer tenía fiebre y hoy está frío!... ¡Meda tanto

miedo!ANDREI.-¡No es nada, Natascha! ¡El chico

está perfectamente!

NATASCHA.-¡De todos modos, mejor serátenerle a dieta! ¡Me da un miedo!... Parece serque hoy, a las nueve, van a venir las máscaras...¿No sería mejor que no vinieran, Andriuscha?

ANDREI.-¡La verdad es que no sé!... ¡Se lesha invitado!...

NATASCHA.-¡Oye!... ¿Sabes que esta ma-ñana el chiquitín, al despertarse y mirarme, sesonrió de pronto?... ¡Eso quiere decir que meconoce!... «¡Hola, Bobik! -le dije yo-. ¡Hola, que-rido!»... ¡Y él venga a reírse! ¡Los niños se danperfecta cuenta de todo!... Conque..., entonces,Andriuscha, ¿digo que no se reciba a las másca-ras?

ANDREI.-(Indeciso.) ¡Eso, lo que quieranmis hermanas!... ¡Las amas de casa son ellas!

NATASCHA.-También a ellas se lo diré.¡Son tan buenas!... (Disponiéndose a salir.) Parala cena pondré cuajada. El doctor dice que si note limitas a comer cuajada, no adelgazarás. (De-teniéndose.) ¡Bobik está frío!... ¡Tengo miedo deque sea fría su habitación!... ¡Convendría, hasta

que llegue el buen tiempo, instalarle en algunaotra!... ¡La de Irina, por ejemplo, está pintipara-da para el niño! ¡No hay humedad, y da el solen ella todo el día! ¡Habrá que decirle que,mientras tanto, se pase a la de Olga! ¡Como detodos modos no está en casa en todo el día, ysolo viene a dormir!... (Pausa.) ¡Andriuschan-chik!... ¿Por qué estás tan callado?

ANDREI.-Porque sí... Porque me había que-dado pensando... Además no hay nada de quehablar.

NATASCHA.-Por cierto..., quería decirte al-go... ¡Ah, sí!... ¡De allá..., de la Diputación..., havenido Ferapont preguntando por ti!

ANDREI.-(Bostezando.) Dile que pase.(NATASCHA sale. ANDREI se pone a leer enel libro, a la luz de la vela olvidada por ella.Entra FERAPONT, cubierto de un viejo abrigoraído y con el cuello alzado. Una bufanda lecubre las orejas. ANDREI le dice:) ¡Hola, almamía! ¿Qué me cuentas?

FERAPONT.-El presidente le envía este librocon esta nota. (Entregándole ambos.) Aquí es-tán.

ANDREI.-Gracias, muy bien. ¿Por qué vie-nes tan tarde? ¡Ya son más de las ocho!

FERAPONT.-¿Cómo dice?ANDREI.-¡Digo que vienes tarde! ¡Que ya

son más de las ocho!FERAPONT.-Así será... ¡Cuando vine era

aún de día, pero como no me dejaron pasar!...«El señor está ocupado», me decían, y yo ¡quéle iba a hacer!... ¡Si estaba ocupado, es que esta-ba ocupado!... ¡A mí no me corría prisa ningu-na! (Creyendo que ANDREI le pregunta algo.)¿Cómo?...

ANDREI.-¡Nada!... (Examinando el libro.)Mañana, viernes, no hay oficina; pero yo iré detodos modos... En casa me aburro. (Pausa.)¡Abuelo querido!... ¡Qué singularmente cambiay nos engaña la vida!... ¡Hoy, de puro aburri-miento, y como no tenía nada que hacer, agarréeste libro!... ¡Son viejos apuntes de la universi-

dad, y me hicieron reír!... ¡Dios mío!... ¡Pensarque hoy soy secretario de la Delegación!... ¡Dela misma Delegación en que es presidente Pro-topopov!... ¡Secretario, y pudiendo aspirar, a losumo, a llegar a miembro directivo!... ¡Miembrodirectivo yo, que todas las noches sueño conque soy profesor de la Universidad de Moscú!...¡Un famoso sabio!... ¡El orgullo de la tierra ru-sa!...

FERAPONT.-Eso yo no lo sé... Oigo mal...ANDREI.-¡Si hubieras oído bien, tal vez no

hubiera hablado contigo!... ¡Y, sin embargo,tengo que hablar con alguien!... ¡Mi mujer nome entiende, y a mis hermanas sin saber porqué les tengo miedo!... ¡Temo que se rían de míy me avergüencen!... Beber, no bebo... Me des-agrada frecuentar las tabernas y, sin embargo...,¡qué placer sería encontrarse ahora en Moscú...,en Testov, en Bolschoi o en Moskovskii! (7)...¡Querido mío!...

FERAPONT.-El otro día, el contratista estu-vo contando de unos comerciantes de Moscú

que se pusieron a comer «blini» (8) hasta que,según parece, se murió uno de ellos, que sehabía comido cuarenta... No sé si fueron cua-renta o cincuenta las que se comió. No lo re-cuerdo bien...

ANDREI.-¡Encontrarse en Moscú, sentadoen el enorme salón del restaurante!... ¡A nadieconoces y nadie te conoce a ti... y, sin embargo,no te sientes extraño!... ¡Aquí, en cambio, dondetodo el mundo te conoce y tú conoces a todo elmundo, sí te sientes extraño!... ¡Extraño y soli-tario!

FERAPONT.-¿Cómo?... (Pausa.) Y tambiénel mismo Contratista... claro que a lo mejor esmentira habla de no sé qué cuerda gorda quepasa por Moscú...

ANDREI.-¿Para qué?FERAPONT.-¡Yo no sé!... ¡Es el contratista el

que lo dijo!ANDREI.-¡Tonterías! (Lee.) ¿Has estado tú

alguna vez en Moscú?

FERAPONT.-(Tras un silencio.) No... No heestado nunca... No lo quiso Dios. (Pausa.) ¿Mevoy?

ANDREI.-Sí, puedes irte... Que te vaya bien.(FERAPONT se dispone a salir.) Que te vayabien. (Lee.) Ven mañana a recoger esos pape-les... Vete ahora. (Pausa.) Se fue... (Suena untimbre.) Los asuntos si... (Estirándose y conpaso lento entra en su habitación. Al escenariollega el canto de la niñera meciendo al niño.)

Escena IIEntran MASCHA y VERSCHININ. Mientras

estos conversan, la doncella enciende la lámpa-ra y las velas

MASCHA.-No sé, no sé... ¡Claro que la cos-tumbre hace mucho!... Por ejemplo, cuandomurió nuestro padre tardamos mucho tiempoen acostumbrarnos a la falta de asistente... Pero,

aparte de la costumbre, se me figura que hablotambién por espíritu de justicia... Quizá enotros sitios no sea igual, pero en nuestra ciu-dad, las personas más honradas, más nobles ymás educadas son los militares...

VERSCHININ.-Tengo sed. Bebería con gustoun poco de té.

MASCHA.-(Mirando al reloj.) Estarán paraservirlo... ¡Cuando me casaron, a los dieciochoaños, tenía miedo a mi marido, que ya era en-tonces profesor, mientras yo apenas había ter-minado el curso!... ¡Me parecía terriblementesabio, inteligente e importante! ¡Ahora es dis-tinto..., desgraciadamente!

VERSCHININ.-Sí... Sí...MASCHA.-¡No me refiero a mi marido -ya

me he acostumbrado a él-, pero lo cierto es queentre los civiles hay tanta gente áspera, desata-da y mal educada!... ¡La aspereza me ofende,me ataca los nervios, y el ver que una personano es lo debidamente fina, suave y amable, mehace sufrir!... ¡Cuando tengo que alternar con

los demás profesores, compañeros de mi mari-do, sencillamente: sufro!

VERSCHININ.-¡Pues a mí me parece que elelemento civil y el militar ofrecen el mismointerés..., por lo menos en esta ciudad!... ¡Soniguales!... ¡Oyendo hablar a un intelectual deaquí -sea civil o sea militar-, la conclusión quese saca es la misma: que es un mártir de su mu-jer, de su casa, de su hacienda y de sus caba-llos!... Pero, dígame, por favor..., ¿por qué elhombre ruso -al que la altura de miras es ensumo grado propia- no coge de la vida más quelo que está abajo?... ¿Por qué?

MASCHA.-¿Por qué?VERSCHININ.-¿Por qué ha de ser él un

mártir de su mujer y de sus hijos, y no su mujery sus hijos mártires suyos?

MASCHA.-Hoy está usted un poco de malhumor.

VERSCHININ.-¡Tal vez!... ¡Quizá porque nohe almorzado. Desde la mañana estoy sin to-mar nada. Tengo a una hija algo malucha, y

cuando alguna de mis niñas cae enferma, lainquietud se apodera de mí y la conciencia meatormenta por haberles dado una madre seme-jante... ¡Si la hubiera usted visto hoy!... ¡Quécriatura tan nula!... ¡A las siete de la mañanaempezamos a reñir y a las nueve salí dando unportazo! (Pausa.) Jamás hablo de esto, y es sin-gular que sea solo con usted con quien me la-mente. (Besándole la mano.) ¡No se enfadeconmigo!... ¡Fuera de usted no tengo a nadie!(Pausa.)

MASCHA.-¡Qué ruido hace la chimenea!...¡Poco antes de morir nuestro padre hacía elmismo!... ¡Exactamente el mismo!

VERSCHININ.-¿Tiene usted prejuicios?MASCHA.-Sí.VERSCHININ.-¡Qué raro! (Besándole la ma-

no.) ¡Es usted una mujer maravillosa! ¡Encanta-dora! ¡A pesar de esta oscuridad, veo brillar susojos!

MASCHA.-(Cambiando de silla.) Aquí estámás claro.

VERSCHININ.-¡La quiero! ¡La quiero!...¡Quiero a sus ojos! ¡A sus movimientos!... ¡Ma-ravillosa, encantadora mujer!

MASCHA.-(Con risa sosegada.) Cuando leoído hablar así, no sé por qué me entran ganasde reír, aunque me dé miedo. ¡No vuelva a re-petir nada de eso! ¡Se lo ruego! (Bajando lavoz.) Por más que..., siga... Me da igual... (Es-conde el rostro entre las manos.) Viene gente.Hábleme de alguna otra cosa.

Escena IIIIRINA y TUSENBACH salen del salón

TUSENBACH.-¡Tengo un triple apellido: ba-rón Tusenbach, Krone y Altschauer; pero, sinembargo, soy ruso y ortodoxo como usted!...¡De alemán me queda ya muy poco!... ¡Quizásolo la paciencia y la tozudez que empleo enaburrirla!... ¡Todas las tardes la acompaño hastaaquí!

IRINA.-¡Qué cansada estoy!TUSENBACH.-¡Y seguiré yendo todos los

días al Telégrafo para luego acompañarla acasa!... ¡Diez, veinte años!... ¡Mientras usted nome eche! (Viendo a MASCHA y a VERSCHI-NIN.) ¿Ustedes aquí? ¡Buenas noches!

IRINA.-¡Por fin me encuentro en casa!... (AMASCHA.) Figúrate que ahora mismo acaba deir una señora a poner un telegrama a un her-mano que vive en Saratov, al que se le habíamuerto un hijo, y cuya dirección no podía re-cordar... Al fin decidió enviar el telegrama sinmás señas que sencillamente: «Saratov...» Puesbien: estaba llorando, y yo, sin embargo, asíporque sí, la traté con brusquedad... «¡No tengotiempo!», le dije. ¡Fue estúpido!... ¿Vendrán hoymáscaras?

MASCHA.-Sí.IRINA.-(Sentándose en una butaca.) ¡A des-

cansar!... ¡Qué cansada estoy!

TUSENBACH.-(Con una sonrisa.) ¡Cuandovuelve usted al trabajo, se me aparece usted tanjoven..., tan desgraciadita!... (Pausa.)

IRINA.-¡Es que me canso!... ¡No!... ¡No megusta el Telégrafo!... ¡No me gusta!

MASCHA.-Has adelgazado. (Silba ligera-mente.) Estás más joven, y ahora, de cara pare-ces un chiquillo.

TUSENBACH.-Es el peinado.IRINA.-¡Tendré que buscar otro trabajo! ¡És-

te no me va!... ¡No contiene nada de aquelloque yo precisamente quería y con lo que soña-ba!... ¡Es un trabajo sin poesía..., en el que elpensamiento está ausente!... (Sí, oye golpear elsuelo.) Es el doctor el que da esos golpes... (ATUSENBACH.) ¡Contéstale, querido, conotros!... ¡Yo no puedo! ¡Estoy cansada!... (TU-SENBACH golpea en el suelo.) Ahora subirá...¡Por cierto que es menester tomar medidas!...¡Ayer el doctor y nuestro Andrei estuvieronjugando en el Círculo y volvieron a perder!...¡Dicen que Andrei perdió doscientos rublos!

MASCHA.-(Con indiferencia.) ¡Y qué vas ahacerle!

IRINA.-¡Hace dos semanas perdió!... ¡En di-ciembre también perdió!... ¡Ojalá se diera másprisa a perderlo todo!... ¡Puede que entoncesnos marcháramos de esta ciudad!... ¡Dios mío!...¡Todas las noches, en sueños, veo Moscú!... ¡Es-toy enteramente loca! (Ríe.) ¡En junio nos tras-ladaremos allá; pero hasta junio faltan febrero,todavía..., marzo, abril, mayo!... ¡Casi medioaño!

MASCHA.-¡Hay que impedir a todo tranceque Natascha se entere de esa pérdida!

IRINA.-Yo creo que le da igual.

Escena IVRecién levantado de la cama, donde ha esta-

do descansando, entra CHEBUTIKIN en el sa-lón. Después de atusarse la barba, se sienta a lamesa y saca del bolsillo un periódico

MASCHA.-Ahí está ya. ¿Pagó el piso?

IRINA.-(Riendo.) No. Ni una kopeica enocho meses... ¡Se te habrá olvidado, seguramen-te!

MASCHA.-(Riendo.) Fíjense en la posturaimportante que adopta cuando se sienta. (Ríentodos. Pausa.)

IRINA.-¿Por qué está usted tan callado,Alexander Ignatievich?

VERSCHININ.-¡Qué sé yo!... Me apetecetomar té. ¡Daría media vida por un vaso de té!..Desde la mañana no he tomado nada...

CHEBUTIKIN.-¡Irina Sergueevna!IRINA.-¿Qué quiere?CHEBUTIKIN.-¡Venga aquí!... «Venez ici!»

(IRINA se levanta, y va a sentarse a la mesa.)¡Sin su ayuda no puedo! (IRINA extiende anteél las cartas para un solitario.)

VERSCHININ.-¡Qué le vamos a hacer!... ¡Sino nos dan té..., filosofemos, al menos!...

TUSENBACH.-¿Sobre qué?

VERSCHININ.-¿Sobre qué?... ¡Soñemos, porejemplo, con lo que será la vida doscientos otrescientos años después de nosotros!

TUSENBACH.-¡Bah!... ¡Después de nosotrosse volará en globo, habrá cambiado la moda delas chaquetas y se habrá, quizá, descubierto unsexto sentido, que estará siendo desarrollado...;pero la vida en si seguirá siendo la misma...:difícil, llena de misterio y feliz!... ¡Dentro de milaños el hombre dirá, suspirando, lo mismo queahora: «¡Oh, qué difícil es vivir!»..., y, sin em-bargo, lo mismo que ahora, seguirá sin quererla muerte y temiéndola!

VERSCHININ.-(Después de un momento demeditación.) ¡Cómo decirle!... ¡A mí se me figu-ra que todo en la tierra ha de transformarsepoco a poco..., incluso que se está transforman-do ya ante nuestros propios ojos!... Dentro dedoscientos, de trescientos o de mil años -cuándo, es lo de menos-, habrá una vida nuevay feliz. ¡Claro que no será para nosotros, aun-que para ella vivamos, trabajemos y suframos

también ahora!... ¡Crearla constituye el fin úni-co de nuestra existencia y, si se quiere, de nues-tra felicidad! (MASCHA ríe, con risa sosegada.)

TUSENBACH.-¿Qué le pasa?MASCHA.-No sé... Hoy llevo todo el día,

desde por la mañana, riendo.VERSCHININ.-Estudié en el mismo sitio

que usted. No fui a la Academia, pero leo mu-cho, aunque no sé escoger mis lecturas, por loque puede que lo que leo sea precisamente loque no hay que leer... ¡Sin embargo, cuanto máslarga es mi vida, tanto más afán de leer tengo!¡Empiezo a verme el pelo blanco, soy casi unviejo y qué poco sé!... ¡Qué poco!... ¡No obstan-te, se me figura que lo principal, lo verdadero,sí lo conozco bien!... ¡Cómo me gustaría poderdemostrarles que la felicidad no existe!... ¡Queno debe existir y que no existirá para noso-tros!... ¡Nuestra única misión es trabajar y tra-bajar, dejando que sea la felicidad la suerte denuestros lejanos descendientes!... ¡Si no soy yo

feliz, lo serán, al menos, los descendientes demis descendientes!

Escena VFEDOTIK y RODE entran en el salón, se

sientan y canturrean, rasgueando bajito en laguitarra

TUSENBACH.-Entonces, según usted, ¿unono puede ni siquiera soñar con la felicidad?...Pero ¿y si yo soy feliz?

VERSCHININ.-No.TUSENBACH.-(Con un gesto de asombro.)

Desde luego, no nos entendemos. ¿Cómo con-vencerle? (Mostrándole un dedo a MASCHA,que ríe con risa sosegada.) ¡Ríase!... (A VERS-CHININ.) ¡No digo ya dentro de doscientos ode trescientos años..., dentro de un millón, lavida seguirá siendo como era!... ¡La vida nocambia, permanece inmutable, sujeta a unasleyes propias que nos son ajenas o que, por lo

menos, no conoceremos nunca! ¡Los pájarosemigrantes, las grullas, por ejemplo, vuelan yvuelan y, sean grandes o pequeños los pensa-mientos que vaguen por sus cabezas, seguiránvolando siempre, sin saber por qué ni adón-de!... Vuelan y vuelan, diciendo de los filósofosque haya entre ellos: «¡Que filosofen cuantoquieran! ¡A nosotros lo que nos importa es vo-lar!»

MASCHA.-¿Y tiene eso algún sentido?TUSENBACH.-¿Sentido?... Cuando nieva,

¿qué sentido tiene el que nieve? (Pausa.)MASCHA.-¡Mi parecer es que el hombre ha

de ser creyente o debe buscar la fe! ¡De otromodo, su vida es vacía!... ¡Vivir sin saber paraqué vuelan las grullas, para qué nacen niños,para qué hay estrellas en el cielo!... ¡O sabemospara qué vivimos o todo es tontería!... (Pausa.)

VERSCHININ.-¡De todos modos, siente unoque se le haya ido la juventud!...

MASCHA.-Gogol dice: «¡Qué aburrido, se-ñores, es vivir en este mundo!»...

TUSENBACH.-Y... «¡qué difícil, señores, esdiscurrir con ustedes!», les digo yo.

CHEBUTIKIN.-(Leyendo en voz alta el pe-riódico.) Balzac se casó en Berdichev... (IRINAcanturrea suavemente.) Lo apuntaré en miagendita. (Anotando.) «Balzac se casó en Berdi-chev.» (Vuelve a leer el periódico.)

IRINA.-(Pensativamente, mientras hace unsolitario.) «Balzac se casó en Berdichev.»

TUSENBACH.-¡Mi suerte está echada!...¿Sabe, María Sergueevna?... He pedido el retiro.

MASCHA.-Ya lo he oído decir, pero no veonada bueno en ello. No me gusta el elementocivil.

TUSENBACH.-¡Es igual! (Levantándose.)¡No soy guapo, así que..., vaya militar quehago!... ¡Bueno, es igual!... ¡Trabajaré!... ¡Traba-jar, aunque solo sea un día en la vida, pero detal modo que el cansancio, al llegar a casa por lanoche, le haga a tino caer desplomado sobre lacama y quedarse dormido instantáneamente!

(Dirigiéndose al salón.) ¡Seguro que los obrerosduermen profundamente!

FEDOTIK.-(A IRINA.) Acabo de comprarleen Pijikov, en la calle Moskovskaia, estos lápi-ces de colores... ¡Ah, y también este pequeñocortaplumas!

IRINA.-¡Se ha acostumbrado usted a consi-derarme una niña, y no se da cuenta de que hecrecido! (Cogiendo, contenta, los lápices y elcortaplumas.) ¡Qué encanto!

FEDOTIK.-Para mí he comprado esta nava-ja... Mire... Una cuchilla..., otra cuchilla..., trescuchillas... Ésta es para hurgarse en los oídos...,éstas son unas tijeritas, y esto, un limpiauñas.

RODE.-(Alzando la voz.) ¡Doctor! ¿Cuántosaños tiene usted?

CHEBUTIKIN.-¿Quién, yo?... ¡Treinta y dos!(Risas.)

FEDOTIK.-Voy a enseñarle ahora mismootro solitario... (Extiende ante él las cartas.Traen el samovar. A su lado se coloca ANFISA,y poco después NATASCHA trajina también

junto a la mesa. Entra SOLIONII, que, tras sa-ludar a todos, toma asiento a la mesa.)VERSCHININ.-¡Qué viento hace!

MASCHA.-Sí. Estoy aburrida del invierno.Ya se me ha olvidado cómo es el verano.

IRINA.-¡Este solitario sale!... ¡Lo cual quieredecir que iremos a Moscú!

FEDOTIK.-No..., no sale. ¿No ve que el ochotapa al dos de «pique»? Eso quiere decir que noirán ustedes a Moscú.

CHEBUTIKIN.-(Leyendo el periódico en vozalta.) «Tzitzikar: Se ha declarado una epidemiade viruela...»

ANFISA.-(Acercándose a MASCHA.) ¡Mas-cha!... ¡Ven a tomar el té, querida! (A VERS-CHININ.) ¡Por favor, señoría!... ¡Perdone, pa-drecito! ¡Me he olvidado de su nombre!

MASCHA.-Traémelo aquí, ama... No tengogana de ir allá.

IRINA.-¡Ama!...ANFISA.-¡Vooooy!...

NATASCHA.-(A SOLIONII.) ¡Los niños depecho lo entienden todo perfectamente!... Hoyle digo: «¡Hola, Bobik! ¡Hola, guapo!»... ¡Y memiró de un modo!... ¡Usted se figura segura-mente que en mí habla solo la madre...; pero leaseguro que no!... ¡Es un niño extraordinario!...

SOLIONII.-¡Si el niño fuera mío, lo asaría enuna sartén y me lo comería!... (Con el vaso en lamano, se dirige a un rincón del salón y se sien-ta.)

NATASCHA.-(Tapándose la cara con lasmanos.) ¡Qué hombre más bruto y más maleducado!

MASCHA.-¡La persona que no se entera desi es invierno o verano, es feliz! ¡Se me figuraque, si yo estuviera en Moscú, el tiempo medejaría indiferente!

VERSCHININ.-Hace unos días estuve le-yendo el diario de un ministro francés, escritodesde su prisión. Dicho ministro estaba conde-nado por la cuestión de Panamá... Pues bien...¡Con qué deleite, con qué entusiasmo habla de

los pájaros que divisa a través de la ventana dela cárcel, y en los que antes, en sus tiempos deministro, no había reparado nunca!... ¡Claro queahora, que está otra vez en libertad, ha vuelto,como antes, a no reparar en los pájaros!... ¡Pueslo mismo usted, cuando viva en Moscú, dejaráde reparar en él! ¡La felicidad no existe paranosotros, y todo se limita a que la deseemos!

TUSENBACH.-(Cogiendo una caja de la me-sa.) ¿Y los bombones? ¿Dónde están?

IRINA.-Se los comió Solionii.TUSENBACH.-¿Todos?ANFISA.-(Sirviendo el té.) ¡Hay aquí una

carta para usted, padrecito!VERSCHININ.-¿Para mí? (Cogiendo la car-

ta.) De mi hija... (Lee.) ¡Vaya!... ¡Discúlpeme,María Sergueevna! ¡Me marcho a escondidas!¡No puedo tomar el té!... (Levantándose, ner-vioso.) ¡La historia de siempre!

MASCHA.-¿Qué ocurre, si no es ningún se-creto?

VERSCHININ.-(Bajando la voz.) ¡Mi mujerha vuelto a envenenarse!... ¡Tengo que ir allá!...¡Me marcharé sin que se aperciba nadie!... ¡To-do esto es terriblemente desagradable! (Besán-dole la mano.) ¡Querida!... ¡Mujer buena..., sim-pática!... ¡Salgo inadvertido! (Sale.)

ANFISA.-¿Adónde va?... ¡Y yo que le habíaservido el té!

MASCHA.-(Enfadándose.) ¡Quita!... ¡Quémolesta eres!... ¡No la dejas a una en paz! (Diri-giéndose a la mesa, con la taza en la mano.) ¡Meestás aburriendo, vieja!

ANFISA.-Pero ¿por qué te enfadas, querida?LA VOZ DE ANDREI.-¡Anfisa!ANFISA.-(Remedándole.) ¡Anfisa!... ¡Ahí se

está sentado!... (Sale.)MASCHA.-(En el salón, junto a la mesa, y en

tono irritado.) ¡Hacedme sitio! (Revolviendo lascartas.) ¡Se ponen ustedes aquí..., con estas car-tas!... ¡Tomen el té!

IRINA.-¡Tienes mala idea, Mascha!

MASCHA.-¡Pues si la tengo, no me hables!¡No se metan conmigo!

CHEBUTIKIN.-¡No vayan a meterse conella! ¡No se metan!

MASCHA.-¡Tiene usted ya sesenta años, pa-ra portarse como un chiquillo!... ¡Sabe el diablolas cosas que se le ocurren!

NATASCHA.-(Suspirando.) ¡Querida Mas-cha!... ¿Por qué emplear en conversación esasexpresiones?... ¡Te diré, francamente, que, contu exterior maravilloso, resultarías encantadoraen sociedad si no fuera por esa manera de ex-presarte!... «Je vous prie!... Pardonnez moi, Ma-rie, mais vous avez des manières un peu gros-sières!»

TUSENBACH.-(Conteniendo la risa.) ¿Meda?... ¿Me da?... ¡Me parece que por ahí hay unpoco de coñac!...

NATASCHA.-«Il paraît que mon Bobik dejàne dort pas»... Se ha despertado... ¡Hoy estámalito!... ¡Perdonen que me vaya con él! (Sale.)

IRINA.-¿Adónde se fue Alexander Ignatich?

MASCHA.-A su casa. Otra vez, a él y a sumujer, les ocurre algo extraordinario.

TUSENBACH.-(Yendo hacia SOLIONII conun frasco de coñac en la mano.) ¡Se pasa ustedel tiempo ahí sentado, solo..., dando vueltas aalguna idea incomprensible para uno!... ¡Bue-no!... ¡Hagamos las paces!... ¡Bebamos coñac!(Beben.) ¡Hoy tendré que estar toda la nochetocando el piano! Tocaré una serie de cosillas...¡Qué remedio!

SOLIONII.-¿Y por qué hacer las paces? Yono estoy reñido con usted.

TUSENBACH.-¡Porque siempre despiertausted en mí la sensación de que entre nosotrosha pasado algo! ¡Hay que reconocer que es us-ted extraño!

SOLIONII.-(En tono declamatorio.) «¡Extra-ño, sí!...; pero ¿quién no lo es?» (9). «¡No te en-fades, Aleko!»...

TUSENBACH.-¿Qué tiene que ver Aleko conesto? (Pausa.)

SOLIONII.-¡La verdad es que, cuando estoysolo con una persona, todo va bien! ¡Soy unhombre como otro cualquiera!... ¡En sociedad,sin embargo, me muestro triste, tímido, y digotoda serie de sandeces!... ¡A pesar de todo, soymás noble y más honrado que muchos! ¡Puedodemostrarlo!

TUSENBACH.-¡Como se agarra usted siem-pre a lo que digo, suelo enfadarme con usted;pero, no obstante -y no sé por qué-, me es ustedsimpático!... ¡Bueno! ¡Hoy quiero beber! ¡Beba-mos!

SOLIONII.-¡Bebamos! (Beben.) ¡Nunca tuvenada contra usted, barón!... ¡Lo que me pasa esque tengo el mismo carácter que Lermontov!...(Bajando la voz.) ¡Hasta dicen que nos parece-mos algo! (Saca del bolsillo un frasco de perfu-me y se rocía las manos con él.)

TUSENBACH.-He pedido el retiro... ¡Se aca-bó!... Lo he estado meditando durante cincoaños, y, por fin, me he decidido. ¡Trabajaré!

SOLIONII.-(Declamando.) «¡No te enfades,Aleko!... ¡Olvida!... ¡Olvídate de tus ensue-ños!»...

TUSENBACH.-¡Trabajaré!

Escena VIMientras éstos hablan, entra ANDREI con

un libro en la mano y va a sentarse junto a unade las velas.

CHEBUTIKIN.-(Entrando en la sala conIRINA.) ¡Y la comida era también auténtica-mente caucasiana!... Sopa de cebolla, y paraasado, «chejartma», que es carne.

SOLIONII.-La «cheremscha» no es carne, si-no una planta del género de nuestra cebolla.

CHEBUTIKIN.-¡No, ángel mío!... ¡La «che-jartma» no es cebolla, sino un asado del génerodel cordero!

SOLIONII.-¡Pues yo le digo que la «che-remscha» es cebolla!

CHEBUTIKIN.-¡Y yo le digo que la «che-jartma» es cordero!

SOLIONII.-¡Y yo le digo que la «cherems-cha» es cebolla!

CHEBUTIKIN.-¿Para qué vamos a seguirdiscutiendo? ¡Ni ha estado usted nunca en elCáucaso ni ha comido «chejartma»!

SOLIONII.-¡No la he comido porque la abo-rrezco!... ¡La «cheremscha» huele exactamenteigual que el ajo!

ANDREI.-(Suplicante.) ¡Basta, señores!... ¡Selo pido!

TUSENBACH.-¿Cuándo vendrán las másca-ras?

IRINA.-Me prometieron que a las nueve..., osea, ahora...

TUSENBACH.-(Rodeando con el brazo aANDREI, cantando.) «¡Ay zaguán, mi zaguán!¡Nuevecito mi zaguán!»...

ANDREI.-(Bailando y cantando.) «¡Nueveci-to, muy bonito!»...

CHEBUTIKIN.-(Bailando.) «¡Muy bonito mizaguán!»... (Risas.)

TUSENBACH.-(Besando a ANDREI.) ¡Tu-teémonos y celebrémoslo bebiendo!... ¡Yo tam-bién, Andriuscha, iré contigo a la Universidadde Moscú!

SOLIONII.-¿A cuál?... En Moscú hay dosUniversidades.

ANDREI.-En Moscú hay una Universidad.SOLIONII.-Pues yo le digo que hay dos.ANDREI.-¡Como si hay tres!... ¡Mejor que

mejor!SOLIONII.-¡En Moscú hay dos Universida-

des!... (Protestas y siseos.) ¡Dos Universidades:la vieja y la nueva!... ¡Ahora bien: si así lo quie-ren ustedes y si mis palabras les molestan,puedo no hablar!... ¡Y hasta retirarme a otrahabitación! (Sale por una de las puertas.)

TUSENBACH.-(Riendo.) ¡Bravo! ¡Bravo!...¡Qué famoso es este Solionii! ¡Empiecen, seño-

res! ¡Me pongo al plano! (Se sienta ante éste yataca un vals.)

MASCHA.-(Dando sola unas vueltas devals.) ¡El barón está borracho! ¡El barón estáborracho! ¡El barón está borracho!...

Escena VIIEntra NATASCHA.

NATASCHA.-(A CHEBUTIKIN.) ¡Iván Ro-manich! (Le dice algo por lo bajo y sale despuéssilenciosamente. CHEBUTIKIN da un golpecitoen el hombro a TUSENBACH, y le murmuraalgo al oído.)

IRINA.-¿Qué pasa?CHEBUTIKIN.-Que ya es hora de marchar-

se... Buenas noches.TUSENBACH.-Buenas noches. Ya es hora de

marcharse.IRINA.-Pero ¿cómo?... Pues ¿y las máscaras?

ANDREI.-(Azorado.) No van a venir másca-ras... Verás, querida... Natascha dice que Bobikestá malucho y que por eso... ¡En una palabra:yo no sé nada ni tengo nada que ver!...

IRINA.-(Alzando los hombros.) ¡MaluchoBobik!

MASCHA.-¡Qué vamos a hacerle!... ¡Si nosechan, habrá que marcharse! (A IRINA.) No esque Bobik esté malucho..., es que ella... (Lle-vándose el dedo a la sien con expresivo gesto.)está... ¡Es una cursi! (Por la puerta de la dere-cha, ANDREI entra en su habitación. Le sigueCHEBUTIKIN. En la sala empiezan las despe-didas.) FEDOTIK.-¡Qué pena!... ¡y yo quepensaba pasarme aquí la velada!... ¡Claro que siel nenito está enfermo!... ¡Mañana vendré atraerle unos juguetes!

RODE.-(Con fuerte voz.) ¡Hoy, que precisa-mente me había echado a dormir después decomer, pensando en que iba a estar toda la no-che bailando!... ¡Si no son más que las nueve!...

MASCHA.-¡A la calle! ¡Allí hablaremos!...¡Decidiremos el qué y el cómo!... (Resuena unúltimo: «¡Adiós! ¡Que les vaya bien!», y la risaalegre de TUSENBACH. Salen todos. ANFISAy la doncella levantan la mesa y apagan las lu-ces. Se oye cantar a la niñera. ANDREI, conabrigo y sombrero puestos, entra silenciosa-mente en escena seguido de CHEBUTIKIN.)

CHEBUTIKIN.-¡Mi vida pasó tan rauda co-mo el relámpago, por lo que no me dio nuncatiempo a casarme!... ¡Quería, además, con locu-ra a mi madre, que está casada!

ANDREI.-No hay que casarse... No debe unocasarse, porque es

aburrido.CHEBUTIKIN.-Desde luego que lo espero...,

¿y la soledad?... ¡Bien está filosofar. Y, sin em-bargo, la soledad es una cosa terrible!... ¡Aun-que, en realidad..., qué mas da después de to-do!

ANDREI.-Vámonos pronto.

CHEBUTIKIN.-¿Por qué tanta prisa?... Haytiempo.

ANDREI.-Temo que me retenga mi mujer.CHEBUTIKIN.-¡Ah!...ANDREI.-Hoy no pienso jugar. No haré más

que sentarme allí. Me encuentro algo pachu-cho... ¿Qué será bueno, Iván Romanich, para lafatiga?

CHEBUTIKIN.-¿Y para qué me preguntas amí?... ¡Ya no me acuerdo, querido! ¡No lo sé!

ANDREI.-¡Vayámonos por la cocina! (Salen.Suena un timbrazo, luego otro. Se oyen voces yrisas.)

IRINA.-(Entrando.) ¿Qué pasa ahí?ANFISA.-(A media voz.) Son las máscaras.

(Un timbrazo.)IRINA.-Diles, amita, que no hay nadie en ca-

sa... Que nos perdonen. (ANFISA sale, e IRINApasea en actitud pensativa por la habitación.Está nerviosa. Entra SOLIONII.)

SOLIONII.-(Con un gesto de asombro.) ¡Sino hay nadie!... ¿Dónde están todos?

IRINA.-Se fueron a sus casas.SOLIONII.-¡Qué raro!... ¿Está usted sola, en-

tonces?IRINA.-Sola. (Pausa.) Adiós...SOLIONII.-Hace poco no supe comportar-

me... ¡Me faltó tacto... pero usted, que no escomo los demás..., que tiene sentimientos purosy elevados..., ve la verdad!... ¡Solo usted es ca-paz de comprenderme!... ¡La quiero!... ¡Tengopor usted un amor profundo! ¡Un amor sin lí-mites!

IRINA.-Adiós... ¡Márchese!SOLIONII.-¡Sin usted, mi vida es imposible!

¡Oh, mi delicia!... (Con las lágrimas saltadas.)¡Mi felicidad!... ¡Oh maravillosos, magníficosojos como no vi nunca iguales en ninguna mu-jer!

IRINA.-(Con frialdad.) ¡Deje..., Paul Vasilich!SOLIONII.-¡Es la primera vez que le hablo

del amor que siento por usted, y se me figuraque no estoy en la tierra, sino en otro planeta!...(Pasándose la mano por la frente.) ¡Es igual, sin

embargo! ¡No pueden, naturalmente, quererle auno a la fuerza!... ¡Eso sí, no tengo que tenerrivales!... ¡No tengo que tenerlos!... ¡Le juro, porcuanto me es más sagrado, que mataré a quiensea mi rival!... ¡Oh criatura maravillosa!

Escena VIIINATASCHA entra en escena con una vela en la

mano.

NATASCHA.-(Mirando primero detrás deuna puerta, después detrás de otra y pasando,sin detenerse, ante la de su marido.) Ahí estáAndrei... Que siga leyendo... ¡Perdone que ven-ga en traje de casa, Vasilii Vasilich..., pero nosabía que estaba usted aquí!

SOLIONII.-¡Qué más da! Adiós. (Sale.)NATASCHA.-¡Pobre niña mía! ¿Estás can-

sada? (Besando a IRINA.) ¡Si te acostaras tem-pranito!

IRINA.-¿Se durmió Bobik?

NATASCHA.-¡Se durmió, sí, pero con unsueño intranquilo!... ¡A propósito, querida!...Hace tiempo que quería decírtelo; pero siempreocurre que o tú no estás en casa o yo estoy ocu-pada... ¡La habitación que Bobik tiene ahora meparece muy fría y húmeda!... ¡La tuya, en cam-bio, sería tan buena para el niño!... ¡Querida!...¡Preciosa!... ¡Trasládate por ahora al cuarto deOlga!...

IRINA.-(Sin comprender.) ¿Adónde? (Seoyen los cascabeles de una troika que se acercay se detiene ante la casa.)

NATASCHA.-Tú y Olga estaréis en la mis-ma habitación, y la tuya se la dejarás a Bobik...¡Es un encanto!... Hoy, diciéndole: «¡Bobik esmío!... ¡Mío!»..., fijó sus ojitos en mí. (Un tim-brazo.) Será, seguramente, Olga... ¡Qué tardeviene! (Entra la DONCELLA, se acerca y le dicealgo al oído.) ¿Protopopov?... ¡Ay, qué gracia!...¡Es Protopopov, que viene a invitarme para darun paseo en troika! (Riendo.) ¡Qué especialesson los hombres! (Otro timbrazo.) Llega al-

guien... No sé... Quizá me vaya a dar un paseode un cuarto de hora... Di que ahora mismovengo. (Timbrazo.) Están llamando. Será segu-ramente Olga. (Sale.)

Escena IXPasa corriendo la DONCELLA, mientras IRINA

permanece sentada, pensativa. Entran KULIGUINy OLGA en compañía de VERSCHININ.

KULIGUIN.-¡Vaya, vaya!... Pues ¿no habíandicho que iba a haber Fiesta?

VERSCHININ.-¡Qué raro! ¡Cuando me fui,hace media hora, se quedaban esperando a lasmáscaras!

IRINA.-Se han ido todos.KULIGUIN.-¿Mascha también?... ¿Adónde

ha ido?... ¿Y qué hace Protopopov abajo, espe-rando en su troika?... ¿A quién espera?

IRINA.-¡No me hagas preguntas! ¡Estoy can-sada!

KULIGUIN.-¡Bueno..., caprichosa!...OLGA.-¡Ahora termina el Consejo! ¡Estoy

rendida!... ¡Nuestra directora ha caído enferma,y ahora soy yo la que tiene que reemplazarla!...¡Me duele la cabeza!... (Sentándose.) ¡Andreiperdió ayer, jugando, doscientos rublos!... ¡Laciudad entera habla continuamente de ello!

KULIGUIN.-Sí..., yo también salí cansado dela Junta. (Se sienta.)

VERSCHININ.-¡Pues a mi mujer le dio laocurrencia de asustarme, y por poco se enve-nena!... ¡Todo acabó bien, y ahora estoy conten-to y descansando!... Conque, entonces, ¿hayque marcharse?... Permítanme que les deseeuna buena noche... ¡Fedor Ilich! ¿Nos vamos aalguna parte?... ¡No puedo estar en mi casa! ¡Nopuedo! ¿Vamos?

KULIGUIN.-¡Estoy muy cansado!... Me sien-to incapaz de acompañarle. Y mi mujer..., ¿sefue a casa?

IRINA.-Seguramente.

KULIGUIN.-(Besándole la mano.) Adiós.Mañana y pasado tenemos todo el día descan-so... Que les vaya bien... (Disponiéndose a sa-lir.) ¡Tenía muchas ganas de tomar el té, pensa-ba pasar la velada en grata compañía y..., pero«fallacem hominum spem»!... Caso acusativo sies con exclamación...

VERSCHININ.-Me voy solo, entonces. (Sale,silbando ligeramente, seguido de KULIGUIN.)

OLGA.-¡Me duele la cabeza!... ¡Andrei per-diendo en el juego..., y toda la ciudad hablandode ello!... Voy a echarme un poco. (Poniéndoseen movimiento.) ¡Mañana tendré el día libre!¡Pasado mañana, también libro!... ¡Oh, Diosmío!... ¡Qué agradable!... ¡Mañana el día libre!...¡Me duele la cabeza! (Sale.)

IRINA.-(Sola.) ¡Todo el mundo se fue! ¡Aquíno queda ya nadie. (Se oye el sonido de unacordeón que tocan en la calle y la canción quecanta la niñera.)

NATASCHA.-(Atravesando el salón envuel-ta en una pelliza, tocada de un gorrito y segui-

da de la doncella.) Dentro de media hora estaréen casa. Solo voy a dar una vuelta. (Sale.)

IRINA.-(Sola y con tristeza.) ¡A Moscú!... ¡AMoscú!... ¡A Moscú!...

Acto terceroHabitación de OLGA e IRINA. Hay una ca-

ma a la izquierda y otra a la derecha, ocultaspor biombos. Son más de las dos de la madru-gada. Se oye el repique de un «toque a fuego»llamando a un incendio, que arde hace algúntiempo. Puede observarse que en la casa no seha acostado nadie todavía.

Escena IEn el diván, y siempre vestida de negro, esta

echada MASCHA. Entran OLGA y ANFISA.

ANFISA.-Ahora se han sentado debajo de laescalera... Yo les digo: «¡Suban, por favor!...¿Cómo van a estarse ahí?»... Pero por toda con-testación lloran: «¡Papaíto!... ¡Dónde estará!...¡Quién sabe -dicen- si se habrá quemado!»...¡Pues sí que!..., ¡Y en el patio hay más..., tam-bién a medio vestir!

OLGA.-(Sacando unos vestidos del armario.)¡Toma este gris!... ¡Y este!... ¡También esta blu-sa! ¡Y esta falda!... ¡Cógela, amita!... ¡Dios mío!...¡Dios mío!... ¡El callejón de Kirsanovskii haquedado, por lo visto, hecho cenizas!... ¡Tomaeste otro! (Echándole en los brazos los vesti-dos.) ¡Los pobres Verschinin están asustadísi-mos!... ¡Poco faltó para que se les quemara lacasa!... ¡Que se queden aquí a pasar la noche!¡No se les puede dejar marchar!... ¡El infelizFedotik no pudo salvar nada! ¡Todo se le haquemado!...

ANFISA.-¡Habría que llamar a Ferapont,Oliuscha!... ¡Sola no podré llevarlo!

OLGA.-(Con el dedo en el timbre.) No haynadie. (Hablando a la puerta.) ¡Eh!... ¡Quién haypor ahí!... ¡Que venga alguien acá! (A través dela puerta abierta se divisa una ventana, roja porel resplandor del fuego, y se oye pasar a losbomberos por delante de la casa.) ¡Qué espantoy qué hartura!...

Escena IIEntra FERAPONT.

OLGA.-¡Toma!... ¡Baja esto!... ¡Ahí debajo dela escalera están las señoritas Kolotilin!... ¡En-tregádselo! ¡Y esto también!

FERAPONT.-¡Como usted mande!... ¡Tam-bién en el año doce ardía Moscú!... ¡Dios mío!...¡Dios mío!... ¡Los franceses no salían de suasombro!

OLGA.-¡Anda! ¡Anda!FERAPONT.-Como usted mande. (Sale.)OLGA.-¡Amita! ¡Querida! ¡Dalo todo!... ¡No-

sotras no necesitamos nada!... ¡Dalo todo, ami-ta!... ¡Estoy rendida!... ¡Apenas me sostienen lospies!... ¡A los Verschinin no es posible dejarlesmarchar a casa!... Las niñas pueden echarse enla sala, y Alexander Ignatievich abajo, con elbarón... Fedotik... también con el barón o, si no,que se quede aquí..., en el salón... ¡El doctor,como a propósito, ha cogido una borracheraterrible y no se puede mandar a nadie a su ca-

sa!... La mujer de Verschinin, también en el sa-lón...

ANFISA.-(Con voz cansada.) ¡Oliuscha!¡Querida!... ¡No me eches! ¡No me eches!...

OLGA.-¿Qué tonterías dices, ama? ¡Nadie teecha!...

ANFISA.-(Rechinando la cabeza sobre el pe-cho de OLGA.) ¡Cariño mío! ¡Preciosa mía!...¡Yo trabajo..., y me afano..., pero cuando no mequeden fuerzas, puede que me digan: «¡Fuerade aquí!»...! ¿Y adónde voy a irme?... ¿Adón-de?... ¡Tengo ochenta años!... ¡Ochenta y uno,mejor dicho!

OLGA.-¡Siéntate, amita! ¡Estás cansada, po-brecilla!... (Haciéndola sentarse.) ¡Descansa,buenecita mía!... ¡Qué pálida estás!

Escena IIIEntra NATASCHA.

NATASCHA.-Se anda diciendo por ahí quehay que organizar, sin pérdida de tiempo, unasociedad de ayuda a los damnificados... En rea-lidad, la idea es magnífica. Por lo pronto, hayque atender a los pobres lo más rápidamenteposible. Es obligación de los ricos... Bobik ySofeschka duermen como dos santitos, sin ente-rarse de nada... La casa está llena de gente... Porcualquier parte que vayas, la encuentras atesta-da... ¡La cosa es que hay «influenza» en la ciu-dad y me da miedo que vayan a cogerla losniños!

OLGA.-(Sin escucharla.) Desde este cuartono se ve el fuego... Aquí todo es tranquilidad...

NATASCHA.-Sí... ¡Seguro que estoy algodespeinada!... (Mirándose al espejo.) ¡Dicen quehe engordado, pero no es verdad!... ¡Ni unapizca!... ¡Mascha se ha dormido!... ¡Estaba tancansada, la pobre!... (A ANFISA, fríamente.)¿Cómo te atreves a estar sentada delante de mí?¡Levántate! ¡Vete de aquí! (ANFISA sale. Pau-

sa.) ¡Por qué tienes a esta vieja, es cosa que nocomprendo!

OLGA.-(Sobrecogido.) Perdona... Tampocoyo comprendo...

NATASCHA.-¡No hay razón ninguna paraque siga aquí!... ¡Es una aldeana, y donde debevivir es en la aldea!... ¡Pues no se la mima po-co!... ¡A mí, en la casa, me gusta el orden!... ¡Nodebe sobrar gente en ella! (Acariciándole lamejilla.) ¡Pobrecita!... ¡Estás cansada!... ¡Nuestradirectora se ha cansado!... ¡Cuando mi Sofesch-ka crezca y empiece a ir al colegio, te tendrémiedo!

OLGA.-No pienso ser directora.NATASCHA.-Eso ya es cosa decidida. Te

elegirán, Olechka.OLGA.-Renunciaré... No puedo... Es supe-

rior a mis fuerzas. (Bebe un poco de agua.) ¡Conqué brutalidad acabas de tratar al ama!... ¡Per-dona, pero no lo puedo soportar!... ¡Se me nu-blan los ojos!

NATASCHA.-(Nerviosa.) ¡Perdona, Olia!...¡Perdona!... ¡No quería disgustarte!... (MAS-CHA se levanta, coge su almohada con aire deenfado y sale.)

OLGA.-¡Compréndeme, querida!... ¡Quizáhemos sido educados de un modo especial,pero no puedo soportarlo!... ¡Semejante conduc-ta me agobia..., me pone enferma!... ¡Me depri-me, sencillamente, el ánimo!

NATASCHA.-¡Perdona! ¡Perdona! (La besa.)OLGA.-¡La más pequeña brutalidad..., el que

se pronuncie una palabra poco delicada, hieremi sensibilidad!

NATASCHA.-¡Tienes razón!... ¡Digo a vecescosas que no debiera decir..., pero convén con-migo en que podría vivir en la aldea!

OLGA.-¡Son ya treinta los años que lleva encasa!

NATASCHA.-Pero ¡ahora no puede traba-jar!... ¡o yo no te entiendo, o eres tú la que noquieres entenderme a mí!... ¡Ya no está en dis-

posición de trabajar!... ¡No sirve más que paradormir o estarse sentada!

OLGA.-¡Pues que se esté sentada!NATASCHA.-(Con expresión de asombro.)

¿Cómo que se esté sentada?... ¿No es una cria-da, al fin y al cabo?... (Entre lágrimas.) ¡No teentiendo, Olia!... Tengo niñera, nodriza, donce-lla y cocinera...; ¿para qué necesitamos, enton-ces, de esta vieja? ¿Para qué?... (De detrás delescenario llega el repique del toque a fuego.)

OLGA.-¡Esta noche me ha envejecido diezaños!

NATASCHA.-¡Tenemos que llegar a unacuerdo, Olia!... ¡Tú estás en el colegio y yoaquí!... ¡Tú te ocupas de la enseñanza y yo delgobierno de la casa, y cuando yo digo algo refe-rente al servicio, sé «lo que me digo»!... ¡Quemañana mismo no esté ya aquí esa vieja ladro-na! ¡Esa vieja chocha! (Pataleando.) ¡Esa viejabruja!... ¡Y que no se atreva nadie a excitarme!¡Que no se atreva!... (Reprimiéndose repenti-

namente.) Lo cierto es que, si no te mudas alpiso de abajo, vamos a estar siempre riñendo.

Escena IVEntra KULIGUIN.

KULIGUIN.-¿Dónde está Mascha? Ya eshora de irse a casa. Dicen que el fuego amaina.(Estirándose.) No se ha quemado más que unamanzana de casas, aunque al principio, por elviento, parecía que ardía la ciudad entera. (Sen-tándose.) ¡Estoy cansado!... ¡Olechka! ¡Queridamía!... ¡A veces suelo pensar que, de no habersido por Mascha, me hubiera casado contigo,Olechka! ¡Eres muy buena!... ¡Estoy agotado!(Escucha.)

OLGA.-¿Qué?KULIGUIN.-¡El doctor parece que ha cogido

hoy, a propósito, una borrachera terrible!... ¡A

propósito enteramente!... Me parece que aquíllega. ¿Le oyes?... Sí, aquí viene. (Riendo.) ¡Bue-no está el doctor! Yo me escondo. (Corre a ocul-tarse en el rincón que forma el ángulo del ar-mario.) ¡Menudo bandido!

OLGA.-¡Se ha pasado dos años sin beber, yahora, de pronto, otra vez a emborracharse! (Seinstala con NATASCHA en el fondo de la habi-tación. Entra CHEBUTIKIN. Su paso al andares seguro, como el de la persona sobria. Atra-viesa la estancia, se detiene, mira a su alrede-dor, se acerca al lavabo y empieza a lavarse lasmanos.)

CHEBUTIKIN.-(Con aire taciturno.) ¡Al dia-blo todos! ¡Al diablo!... ¿Creen que porque soymédico puedo curar cualquier enfermedad?...Pero ¡si yo ya no sé absolutamente nada!... ¡Si seme ha olvidado todo lo que sabía!... ¡Ahora, yano me acuerdo de ello! (OLGA y NATASCHA,valen sin que él se dé cuenta.) ¡Diablos!... ¡Elmiércoles pasado tuve que ir a Sasip a asistir auna mujer!... ¡Se murió!... ¡Y la culpa de que se

muriera es mía!... Sí... ¡Hará cosa de veinticincoaños sabía un poco, pero ya no me acuerdo denada!... ¡De nada! ¡Quién sabe si no soy ni si-quiera un hombre!... ¡Si solo lo aparento, por-que tengo unos brazos, unas piernas, una cabe-za!... ¡Si no existo y no hago más que andar,comer, dormir!... (Llorando.) ¡Oh, si no existie-ra!... (Con semblante taciturno deja de llorar.)¡Diablos!... Pues ¿y hace tres días en el Círculocuando se pusieron a hablar de que si Shakes-peare..., de que si Voltaire?... Yo no había leídonada, pero ponía cara de que sí... Y los demás...,igual que yo... ¡Qué vulgaridad! ¡Qué bajeza!...¡Y me acordé de la mujer que había matado elmiércoles!... ¡Y, al recordarlo todo, me sentí elánimo tan feo, tan torcido..., que empecé a be-ber! (Entran IRINA, VERSCHININ y TUSEN-BACH: este último de paisano y con un abrigonuevo a la última moda.)

IRINA.-Sentémonos. Aquí no vendrá nadie.VERSCHININ.-¡Si no hubiera sido por los

soldados, hubiera ardido la ciudad entera!...

¡Bravos muchachos! (Frotándose satisfecho lasmanos.) ¡Valen el oro que pesan!... ¡Bravos mu-chachos!

KULIGUIN.-¿Qué hora es?TUSENBACH.-Las tres, pasadas. Ya empie-

za a amanecer.IRINA.-Ninguno de los que están sentados

en el salón se marcha. Ahí está también Solio-nii. (A CHEBUTIKIN.) ¡Debería usted irse adormir, doctor!

DOCTOR.-¡Bah!... Gracias. (Se atusa la bar-ba.)

KULIGUIN.-(Riendo.) ¡Conque usted entre-gándose a la bebida, Iván Romanich! (Dándoleuna palmada en el hombro.) ¡Muchacho valien-te!... «In vino veritas!», que decían los antiguos.

TUSENBACH.-Me piden que organice unconcierto a beneficio de los damnificados.

IRINA.-Perfectamente. ¿Y a cargo de quién?TUSENBACH.-Pudiera organizarse si qui-

siera María Sergueevna. Opino que toca mara-villosamente el piano.

KULIGUIN.-Toca, sí, maravillosamente elpiano.

IRINA.-¡Si ya se le ha olvidado!... ¡Hace lomenos tres años que no pone las manos en él!...¡Y hasta puede que cuatro!

TUSENBACH.-Aquí no hay nadie que en-tienda una palabra de música, pero yo, que síentiendo, les aseguro y les doy mi palabra dehonor de que María Sergueevna toca admira-blemente..., como una verdadera artista.

KULIGUIN.-Tiene usted razón, barón... Yoquiero mucho a Mascha... Es muy buena.

TUSENBACH.-¡Tocar tan maravillosamentey tener que reconocer que nadie la comprende!

KULIGUIN.-(Con un suspiro.) Sí..., pero...,¿estará bien que actúe en un concierto?... (Pau-sa.) Yo no sé... Puede que no esté mal... ¡He deconfesar que nuestro director, que es un hom-bre bueno..., muy bueno, inclusive, y muy inte-ligente..., tiene algunos puntos de vista!... ¡Cla-ro que el asunto no es cosa suya; pero, de todosmodos, si les parece hablar con él. (CHEBUTI-

KIN coge entre las manos un reloj de porcelanay empieza a examinarlo.)

VERSCHININ.-¡Me he puesto sucísimo en elfuego! ¡Estoy hecho un adefesio! (Pausa.) Ayerllegó a mis oídos el rumor de que se queríatrasladar nuestra brigada a no sé qué sitio muylejos... Según unos, a Tzarstvo Polskoe, y segúnotros, a Chita.

TUSENBACH.-Yo también lo he oído decir¡La ciudad va a vaciarse, entonces, por comple-to!

IRINA.-¡También nosotras nos vamos!CHEBUTIKIN.-(Soltándosele de las manos

el reloj, que se rompe al caer.) ¡Se hizo añicos!(Pausa. Todas las caras expresan sentimiento yconfusión.)

KULIGUIN.-(Recogiendo los pedazos.) ¡Mi-ren que romper una cosa de tanto valor!... ¡Ay,Iván Romanich!... ¡Su conducta merece un cero!

IRINA.-¡Era el reloj de mi difunta madre!CHEBUTIKIN.-¡Lo sería!... ¿Que era de su

madre?... ¡Pues que lo fuera!... ¡Puede que yo

no lo haya roto!... ¡Que lo parezca nada más!...¡Y puede también que parezca que existimos yque en realidad no existamos!... ¡Yo no lo sé...,ni lo sabe nadie!... (Desde la puerta.) ¿Por quéme miran así?... ¡Natascha tiene una aventuracon Protopopov y ustedes ni se enteran!... ¡Ahíestán sentados, sin ver nada, y, mientras tanto,Natascha de aventurita con Protopopov!...(Cantando.) «¿No querría aceptar este dátil?»...(Sale.)

VERSCHININ.-Sí... (Ríe.) ¡Qué extraño, sinembargo, es todo esto! (Pausa.) Empieza el fue-go y echo a correr a casa. Me acerco y la veointacta sin riesgo inmediato pero, eso sí, misniñas están en el umbral de la puerta, vestidassolo con su ropa interior y sin su madre. Lagente va de aquí para allá..., los caballos y losperros pasan corriendo y en las caras de misniñas hay tal expresión de inquietud, espanto,súplica y no sé qué más..., que el corazón se meoprime... «¡Dios mío!... -pienso-. ¡Qué sufri-mientos estarán reservados a estas miniaturas

en el curso de una larga vida!»... Las cojo y co-rro con ellas, pero siempre dominado por lamisma idea. (Se oye tocar a fuego. Pausa.) Lue-go encuentro aquí a su madre, gritando enfa-dada... (Entra MASCHA con un cojín entre lasmanos y se sienta en el diván.) ¡Viendo a misniñas en el umbral de la puerta, a medio vestiry con la calle roja por el resplandor del fuego yllena de estruendo, pensé que escenas semejan-tes ocurrirían hace muchos años cuando unenemigo inesperado atacaba, saqueaba e incen-diaba!..., ¿Y qué diferencia hay, en realidad,entre lo que es y lo que fue?... ¡Cuando pase eltiempo, sin embargo, dentro de doscientos otrescientos años, las gentes volverán las mira-das hacia nuestra vida actual con miedo y bur-la, y todo lo de ahora resultará anguloso, pesa-do, sumamente incómodo y extraño!... ¡Y quévida, ay..., será la de entonces!... ¡Qué vida!...(Ríe.) ¡Perdónenme que haya empezado otravez a filosofar! (Pausa.) Pero parece que estánustedes todos dormidos... Pues, como les iba

diciendo..., ¿cómo será entonces la vida?...¡Imagínensela!... ¡Las personas que haya ahoracomo ustedes en la ciudad, no pasarán detres..., pero en las generaciones futuras habrámás y más... hasta que llegue el momento enque todo esté cambiado a su hechura!... ¡Vivi-rán conforme a un tipo de vida recibido de us-tedes, pero no el de ustedes mismos que sehabrá quedado viejo, y nacerán otros mejores!...(Riendo.) ¡Hoy tengo un estado de ánimo sin-gular! ¡Unas ganas locas de vivir! (Cantando.)«¡No hay edad que no esté sujeta al amor!... ¡Suinflujo beneficioso!» (10)... (Ríe.)

MASCHA.-Tram tam tam...VERSCHININ.-Tram tam...MASCHA..¿Tra ra ra?...VERSCHININ.-Tra ta ta... (Ríe. Entra FE-

DOTK.)FEDOTIK.-(Bailando.) ¡Todo se quemó!...

¡Todo se quemó!... ¡Todo, hasta el último trastose quemó! (Risas.)

IRINA.-¡Qué bromas tiene! ¿Qué se ha que-mado todo?

FEDOTIK.-¡Todo hasta el último hilo!... ¡Laguitarra y la fotografía y todas las cartas!... ¡Te-nía una agendita para regalarla, y se quemótambién!

Escena VEntra SOLIONII.

IRINA.-¡Por favor, no!... ¡Márchese, VasiliiVasilich!... ¡Aquí no se puede estar!

SOLIONII.-¿Y por qué puede estar el baróny yo no?

VERSCHININ.-En efecto, hay que marchar-se. ¿Cómo va el fuego?

SOLIONII.-Dicen que decrece... ¡No!... ¡De-cididamente encuentro extraño que pueda estaraquí el barón y yo no!... (Saca del bolsillo elfrasco de perfume, y se rocía con él.)

VERSCHININ.-Tram tam tam...

MASCHA.-Tram tam...VERSCHININ.-(Ríe. Dirigiéndose a SOLIO-

NII.) Vamos al salón.SOLIONII.-Está bien. Tomaré nota. «De no

temer que el ganso fuera a excitarse, esta ideapudiera quizá explicarse»... (Tras una mirada aTUSENBACH.) «¡Pitas! ¡Pitas! ¡Pitas!»... (Sale encompañía de VERSCHININ y FEDOTIK.)

IRINA.-¡Qué olor a tabaco ha dejado aquí es-te Solionii! (Asombrada.) ¡El barón se ha dor-mido!... ¡Barón! ¡Barón!...

TUSENBACH.-(Espabilándose.) ¡Estaba tancansado!... La fábrica de ladrillos... ¡No deliro,no!... Es que pronto iré allí a trabajar. Ya esta-mos en tratos... (A IRINA, con ternura.) ¡Quépálida y qué maravillosa y encantadora estáusted!... ¡Su palidez parece iluminar la oscuraatmósfera, como una luz!... ¡Está usted triste!¡Está usted insatisfecha de la vida!... ¡Oh!...¡Venga conmigo!... ¡Vayámonos y trabajemosjuntos!

MASCHA.-Nikolai Lvovich..., márchese.

TUSENBACH.-(Riendo.) ¿Estaba ustedahí?... ¡No la había visto! (Besando a IRINA lamano.) ¡Adiós!... Me marcho... ¡Mirándola larecuerdo en un día de su santo, hace muchotiempo!... ¡Se mostraba usted tan llena de ener-gía, tan alegre..., hablando del placer del traba-jo!... ¡Qué vida dichosa creía entrever enton-ces!... ¿Dónde está ahora? (Besándole la mano.)¡Tiene lágrimas en los ojos!... ¡Acuéstese! ¡Yaempieza a amanecer!... ¡Si me fuera permitidodar la vida por usted!

MASCHA.-¡Nikolai Lvovich..., le estoy di-ciendo que se marche!

TUSENBACH.-Y me marcho. (Sale.)MASCHA.-(Echándose de nuevo en el di-

ván.) ¿Duermes, Fedor?KULIGUIN.-¿Qué?...MASCHA.-Mejor sería que te fueras a casa.KULIGUIN.-¡Mascha querida!... ¡Querida

mía!...IRINA.-¡Está cansada! ¡Hay que dejarla des-

cansar, Fedia!

KULIGUIN.-Ya me voy... ¡Esposa mía ama-dísima!... ¡Te amo, único bien mío!...

MASCHA.-(Enfadada.) «Amo, amas, amat,amamus, amatis, amant»...

KULIGUIN.-(Riendo.) ¡Sí!... ¡La verdad esque eres extraordinaria!... ¡Hace ya siete añosque nos casamos, y me parece que fue ayer!¡Palabra de honor!... ¡Sí!... ¡La verdad es queeres una mujer extraordinaria!... ¡Estoy conten-to, contento, contento!...

MASCHA.-¡Y yo aburrida, aburrida, aburri-da!... (Se incorpora y continúa hablando senta-da.) ¡No se me quita de la cabeza!... ¡Es senci-llamente indignante!... ¡Lo tengo metido en lacabeza como un clavo y no puedo callarme!...¡Me refiero a Andrei!... ¡Ha hipotecado esta casaen el banco, y su mujer se ha apropiado todo eldinero!... ¡Como si esta casa le perteneciera so-lamente a él!... ¡Es de los cuatro!... ¡Tiene quereconocerlo si es una persona decente!...

KULIGUIN.-¡No vale la pena, Mascha!...¿Qué falta te hace a ti nada?... ¡Andriuscha estáen deuda con todo el mundo!

MASCHA.-¡Sea como sea, es indignante!(Vuelve a recostarse.)

KULIGUIN.-Ni tú ni yo somos pobres... Yotrabajo... Tengo las clases del colegio y otrasmás... Soy un hombre honrado, sencillo... «Om-nia mea mecum porto», como suele decirse.

MASCHA.-¡No me hace falta nada, pero meindigna la injusticia! (Pausa.) ¡Vete, Fedor!

KULIGUIN.-(Besándola.) ¡Estás cansada!¡Descansa por lo menos media horita, que yo teesperaré ahí sentado! ¡Duerme!... (Yendo haciala puerta.) ¡Estoy contento, contento, conten-to!... (Sale.)

IRINA.-¡En efecto, cómo se ha empequeñe-cido nuestro Andrei!... ¡Cuánto ha envejecido yse ha evaporado junto a esa mujer!... ¡Pensarque hubo un tiempo en el que se preparabapara profesor, y que ayer se jactaba de ser yamiembro directivo de la Diputación! ¡Él, miem-

bro directivo, y Protopopov, presidente!... ¡Laciudad entera hablando y riendo, y él solo sinver ni oír nada!... ¡Ahora, por ejemplo!... ¡En unmomento en el que todos han corrido al fue-go..., él ha seguido sentado en su habitación, sinel mínimo interés por ello!... ¡Con tocar el violíntiene bastante! (Nerviosa.) ¡Oh, qué horrible,qué horrible, qué horrible!... (Llorando.) ¡Nopuedo! ¡No puedo soportarlo más!... ¡No pue-do!... (OLGA entra y comienza a poner ordenen torno a su mesita. IRINA, entre fuertes so-llozos.) ¡Tiradme!... ¡Tiradme a alguna parte!...¡No puedo más!

OLGA.-(Asustada.) ¡Bueno, bueno..., queri-da!...

IRINA.-(Sollozando.) ¿Adónde..., adónde sefue todo?... ¿Dónde está?... ¡Oh, Dios mío!...¡Dios mío!... ¡Todo se me ha olvidado! ¡Todo seha embrollado en mi cabeza!... ¡Se me olvida,por ejemplo, cómo se dice en italiano la palabra«ventana» o «techo»!... ¡Se me olvida todo!...¡Diariamente se me olvida!... ¡Y la vida no vol-

verá jamás!... ¡Y jamás iremos a Moscú!... ¡Sien-to que no iremos!...

OLGA.-¡Querida!... ¡Querida!...IRINA.-(Conteniéndose.) ¡Oh, qué desgra-

ciada soy!... ¡No puedo trabajar!... ¡No trabaja-ré!... ¡Basta, basta!... ¡Lo mismo antes, cuandoestaba empleada de telefonista, que ahora tra-bajando en la Delegación, detesto cuanto medan a o para hacer!... ¡Ya tengo veintitrésaños!... ¡Hace mucho tiempo que trabajo y micerebro se ha secado!... ¡He adelgazado, me heenvejecido, me he afeado y carezco de todasatisfacción!... ¡Y, mientras tanto, el tiempo pasay se le figura a una que se aparta de la verdade-ra, maravillosa vida y se va lejos, lejos..., haciaun precipicio!... ¡Estoy desesperada y no com-prendo cómo todavía sigo viva y no me he ma-tado!

OLGA.-¡No llores, nenita mía! ¡No llores!...¡Me haces sufrir!

IRINA.-¡Ya no lloro!... ¡No lloro!... ¡Se aca-bó!... ¡Bueno..., ya no lloro más! ¡Se acabó! ¡Seacabó!... ¡Se acabó!...

OLGA.-¡Querida!... ¡Te estoy hablando comoa una hermana..., como a una amiga!... ¿Quieresoír mi consejo?... Cásate con el barón. (IRINAllora silenciosamente.) ¿Tú le estimas..., le tie-nes gran aprecio!... ¡Cierto que es feo..., pero tanpuro, tan honrado!... ¡Uno no se casa por elamor, sino por cumplir un deber!... Yo, al me-nos, así lo pienso, y me casaría sin amor... Mecasaría con quien quisiera casarse conmigo contal que fuera una persona honrada... ¡Hasta megustaría casarme con un viejo.

IRINA.-¡Yo siempre esperé que, al trasladar-nos a Moscú, encontraría allí al hombre verda-dero para mí!... ¡A aquel a quien había amadoen sueños!... Pero ¡todo ha resultado tontería!...

OLGA.-(Abrazando a su hermana.) ¡Queridamía!... ¡Hermana mía maravillosa! ¡Todo locomprendo!... ¡Cuando el barón Nikolai Lvo-vich dejó la carrera militar y se presentó en

nuestra casa vestido de paisano, me pareció tanfeo que me eché a llorar!... Él me preguntaba:«¿Por qué llora usted?»... Y yo..., ¿qué podíadecirle?... ¡Sin embargo, si Dios quiere que secase contigo, será para mí una felicidad!... ¡Escompletamente distinto!

Escena VINATASCHA, con una vela en la mano, entra

silenciosamente por la puerta de la derecha,atraviesa la escena y sale por la de la izquierda.

MASCHA.-(Sentándose.) ¡Anda como si vi-niera de prender fuego!

OLGA.-¡Qué tonta eres, Mascha!... ¡Perdó-name, por favor, pero eres lo más tonto de lafamilia!

MASCHA.-¡Me dan ganas de hacer una con-fesión, queridas hermanas!... ¡Tengo una penaen el alma!... ¡Os lo confesaré a vosotras y no

volveré ya nunca a confesárselo a nadie!... Voyahora mismo a decíroslo. (Bajando la voz.) ¡Esmi secreto, pero vosotras tenéis que conocerlo!¡No os lo puedo callar!... ¡Quiero..., quiero...,quiero a ese hombre!... Acabáis de verle... Bue-no..., ¿para qué andar con rodeos?... En unapalabra: quiero a Verschinin.

OLGA.-(Dirigiéndose a su cama tras elbiombo.) ¡No digas eso!... ¡Aunque es igual!...¡No te oigo!

MASCHA.-¡Qué se le va a hacer!... Al prin-cipio me parecía extraño..., luego sentí piedadde después le quise..., le quise con su voz, consus desgracias y con sus dos niñas...

OLGA.-(Detrás del biombo.) ¡Es igual!... ¡Note oigo!

MASCHA.-¡Qué tonta eres, Oiga! ¿Qué esamor?...; pues será mi sino... Será mi destino...El me quiere... Todo esto asusta y no estábien..., ¿verdad?... (Atrayendo hacia a sí a IRI-NA y cogiéndola por la mano.) ¡Oh, queridamía!... ¿Cómo se deslizará nuestra vida, y qué

será de nosotras?... ¡En las novelas lo encuentrauno todo tan viejo, tan fácil de comprender...;pero cuando es uno mismo el que quiere, veque nadie sabe nada y que cada uno tiene quedecidir por sí propio!... ¡Queridas mías!... ¡Mishermanas!... ¡Me he confesado a vosotras y deahora en adelante guardaré silencio!... ¡Serécomo el loco de la obra de Gogol!... ¡Silencio...,silencio!...

Escena VIIEntra ANDREI. Le sigue FERAPONT.

ANDREI.-(Enfadado.) ¿Qué quieres?... ¿Quévienes buscando?... ¡No te entiendo!

FERAPONT.-¡Se lo he dicho lo menos diezveces, Andrei Sergueevich!...

ANDREI.-¡En primer lugar no soy para tiAndrei Sergueevich, sino «su señoría»!...

FERAPONT.-Los bomberos, señoría, solici-tan se les permita pasar por el jardín para ir al

río... ¡Si no lo hacen, tendrán que andar dandovueltas y más vueltas!... ¡Un verdadero castigo!

ANDREI.-¡Bueno!... ¡Diles que sí! (Sale FE-RAPONT.) ¡Cómo me aburren!... ¿Dónde estáOlga? (OLGA sale de detrás del biombo.) Ven-go a pedirte la llave del armario. He perdido lamía. Tú tienes una llavecita igual. (OLGA leentrega en silencio la llave. IRINA se dirige a sucama detrás del biombo. Pausa.) ¡Qué enormi-dad de fuego!... Ahora ha empezado a amai-nar... ¡Diablos!... ¡Este Ferapont me ha sacadode quicio y me ha hecho decirle una sandez! ¡Suseñoría! (Pausa.) ¿Por qué estás tan callada,Olga?... ¡Ya es hora de no hacer tonterías y dedejar de enfurruñarse así porque sí!... ¿Estásaquí, Mascha?... ¿Y tú, Irina, también?... ¡Mag-nífico entonces!... ¡Tendremos una explicaciónfranca de una vez para siempre!... ¿Qué tenéiscontra mí?... ¿Qué?...

OLGA.-¡Déjalo, Andriuscha!... ¡Ya tendre-mos esa explicación mañana!... (Evitándose.)¡Qué noche más agotadora!

ANDREI.-(Con visible azoramiento.) ¡No tepongas nerviosa!... ¡Os estoy preguntando conla mayor sangre fría qué tenéis contra mí!...¡Decídmelo claro!...

LA VOZ DE VERSCHININ.-Tram tam tam.MASCHA.-(Levantándose y en tono alto.)

¡Tra ta ta!... Adiós, Olga... Quédate con Dios.(Pasa detrás del biombo para besar a IRINA.)¡Que duermas bien!... Adiós, Andrei... ¡Márcha-te!... ¡Están cansadas!... ¡Mañana tendréis esaexplicación! (Sale.)

OLGA.-¡En efecto, Andriuscha...; dejémoslapara mañana! (Yendo hacia su cama, detrás delbiombo.) ¡Ya es hora de dormir!

ANDREI.-¡Sólo voy a decir esto, y me iréinmediatamente!... ¡En primer lugar -y en ellome he fijado desde el día mismo de mi boda-,tenéis algo contra Natascha, mi mujer!... ¡Na-tascha es una persona excelente, honrada, rectay noble!... ¡Ésa es mi opinión!... ¡Quiero a mimujer y la estimo!... ¿Lo comprendéis?... ¡Laestimo y exijo que la estimen también los de-

más!... ¡Repito que es una persona honrada ynoble, y que todo ese descontento vuestro no esmás que -perdonadme- capricho!... ¡En segundolugar, diríase que os enfada el que no sea profe-sor ni me ocupe de las ciencias!... ¡Trabajo, sinembargo, en la Diputación, soy uno de susmiembros directivos, y considero esta ocupa-ción tan sagrada y de tanta altura como el ser-vicio a la ciencia!... ¡Soy miembro directivo yme siento orgulloso de ello, si os interesa saber-lo!... (Pausa.) En tercer lugar, quiero decirostambién que, sin pediros permiso, he hipoteca-do la casa... Reconozco mi culpa y os pido per-dón. Mis deudas, que ascienden a treinta y cin-co mil rublos, me obligaron a hacerlo... No hevuelto a jugar a las cartas... Hace tiempo quedejé el juego..., y lo mejor que puedo deciros, endescargo mío, es que vosotras, muchachas, per-cibís una pensión, mientras que yo..., en reali-dad, no ganaba nada...

KULIGUIN.-(Asomando la cabeza por lapuerta.) ¿No está Mascha por aquí? (Inquieto.)¿Dónde puede estar?... ¡Es raro! (Sale.)

ANDREI.-¡No me escucháis!... Natascha esuna persona excelente..., honrada. (Deteniéndo-se después de dar unas vueltas en silencio.)Cuando me casé, pensé que seríamos felices...y, sin embargo... ¡Dios mío!... (Llorando.) ¡Misqueridas hermanas!... ¡Mis buenas hermanas!...¡No me creáis! ¡No me creáis!... (Sale.)

KULIGUIN.-(Asomando, inquieto, la cabezapor la puerta.) ¡No está aquí Mascha?... ¡Quécosa más rara! (Sale. Se oye tocar a fuego. Elescenario queda vacío.)

IRINA.-(Detrás del biombo.) ¡Olía!... (¿Quiénpega en el techo de abajo?

OLGA.-El doctor Iván Romanich. Está bo-rracho.

IRINA.-¡Qué noche más agitada!... (Pausa.)¡Olia! (Asomando la cabeza tras el biombo.)¿Oíste?... ¡Se nos llevan la brigada!... ¡La trasla-dan a un sitio muy lejos!...

OLGA.-¡No son más que voces que corren!IRINA.-¿Nos quedaremos entonces solas?...

¡Olia!OLGA.-¿Qué?IRINA.-¡Querida!... ¡Estimo y aprecio al ba-

rón!... ¡Es una persona excelente! ¡Accedo acasarme con él, pero..., eso sí..., vayamos aMoscú!... ¡Vayámonos, te lo suplico!... ¡Nadamejor en el mundo que Moscú!... ¡Vayámo-nos!... ¡Olia!... ¡Vayámonos!

Acto cuartoLa escena representa el vicio jardín de la ca-

sa de los Prosorov. Al extremo de una largaalameda de abetos se divisa el río, desde cuyaotra orilla se extiende el bosque. A la derechaestá la terraza de la casa y, sobre una mesa,botellas y vasos indican que acaba de bebersechampán. Es el mediodía. De cuando en cuan-do atraviesan el jardín transeúntes que se diri-gen al río. Pasan cinco soldados.

Escena ICHEBUTIKIN, de un perfecto humor, que

no le abandona en todo el transcurso del acto,sentado en un sillón del jardín, espera que se lellame. Lleva gorra y bastón. IRINA, KULIGUINy TUSENBACH éste con una condecoracióncolgada al cuello y sin bigote despiden, desdela terraza, a FEDOTIK y RODE, que bajan los

peldaños de la escalinata. Ambos oficiales vis-ten uniforme de campaña.

TUSENBACH.-(Cambiando un abrazo conFEDOTIK.) ¡Es usted una gran persona!...¡Siempre nos hemos llevado bien! (Cambiandootro abrazo con RODE.) ¡Una vez más..., adiós,querido!

IRINA.-¡Hasta la vista!FEDOTIK.-¡Hasta la vista, no!... ¡Adiós!...

¡No hemos de volver a vernos!KULIGUIN.-Eso ¡quién lo sabe! (Sonriendo,

a tiempo que se enjuga los ojos.) ¡Vaya! ¡Yotambién estoy llorando!

IRINA.-¡Ya volveremos a encontrarnos al-guna vez!

FEDOTIK.-¿Cuándo? ¿Dentro de diez o dequince años?... ¡Ya no nos reconoceremos en-tonces!... ¡Nos saludaremos con la mayor frial-dad! (Sacándole una fotografía.) ¡Quieta!...¡Otra, como última!

RODE.-(Abrazando a TUSENBACH.) ¡Ya nonos veremos más! (Besando la mano de IRINA.)¡Gracias por todo!

FEDOTIK.-(Enojado.) ¡Espera!TUSENBACH.-¡Si Dios quiere, volveremos a

vernos!... ¡Escríbannos! ¡No dejen de escribir-nos!

RODE.-(Paseando la mirada por el jardín.)¡Adiós, árboles! (Lanzando un grito.) ¡Gop-gop!... (Pausa.) ¡Adiós, eco!

KULIGUIN.-¡A saber si se casará usted enPolonia!... Su esposa polaca le dirá al abrazarle:«¡Kojane!» (11). (Ríe.)

FEDOTIK.-(Consultando el reloj.) Falta me-nos de una hora. Solionii es el único de la bate-ría que se irá con la barcaza... Los demás vamosformados. Hoy salen tres baterías, mañanaotras tres, y la ciudad se quedará tranquila ysilenciosa.

TUSENBACH.-Y atrozmente aburrida.RODE.-Por cierto, ¿dónde está María Ser-

gueevna?

KULIGUIN.-¿Mascha? Está en el jardín.FEDOTIK.-Quiero despedirme de ella.RODE.-Adiós. Hay que marcharse ya. Si

no..., me echaré a llorar. (Abraza rápidamente aTUSENBACH y a KULIGUIN y besa la manode IRINA.) ¡La vida aquí fue una maravilla!

FEDOTIK.-(A KULIGUIN.) Esto para us-ted..., como recuerdo. Es una agenda con unlapicito... Nos vamos para el río... (Conformevan andando, vuelven ambos la cabeza.)

RODE.-(Con un grito.) ¡Gop-gop!KULIGUIN.-(Con otro grito.) ¡Adiós! (Al

llegar al fondo del escenario, FEDOTIK y RO-DE encuentran a MASCHA, de la que se despi-den, y que sigue el camino con ellos.)

IRINA.-¡Se fueron! (Va a sentarse en el últi-mo peldaño de la escalinata.)

CHEBUTIKIN.-Se olvidaron de despedirsede mí.

IRINA.-¿Por qué no les dijo usted algo?CHEBUTIKIN.-La verdad es que yo tampo-

co me di cuenta... ¡Como hemos de vernos

pronto!... Mañana me marcho yo... Sí... ¡Quedaotro día más! Dentro de un año, cuando me denel retiro, volveré y entonces para pasar los úl-timos años de mi vida junto a ustedes... ¡Ya nome falta más que un año para empezar a cobrarmi pensión!... (Se mete un periódico en el bolsi-llo y se saca otro.) Cuando venga aquí, cambia-ré radicalmente de vida... Volveré a ser unhombre quietecito..., buenecito...

IRINA.-Si... Le hace a usted mucha faltacambiar de vida, querido.

CHEBUTIKIN.-En efecto... Comprendo quedebe ser así... (Canturreando a media voz.)«¡Ta-ra-rá..., bumbia... Sentado estoy!»...

KULIGUIN.-¡Es usted incorregible, IvánRomanich!... ¡Incorregible!...

CHEBUTIKIN.-¿Por qué no me toma ustedcomo educando?... ¡Entonces sí que me corregi-ría!...

IRINA.-¡Fedor, te has afeitado el bigote!...¡No puedo verte así!... KULIGUIN.-¿Y porqué?

CHEBUTIKIN.-¡Quisiera poder decirle loque parece ahora su cara!

KULIGUIN.-¡Qué se le va a hacer!... ¡La cosaestá admitida!... «Modus vivendi»... Nuestrodirector se afeita el bigote, y yo, desde que soyinspector, me lo afeito también. Yo sé que no legusta a nadie, pero a mí me da igual... Tan sa-tisfecho me siento con bigote como sin él. (Sesienta. Por el fondo del escenario pasa AN-DREI, empujando un cochecito en el que va elniño dormido.)

IRINA.-¡Iván Romanich!... ¡Tengo una pre-ocupación enorme!... ¡Usted, que estaba ayer enel bulevar, cuénteme lo que pasó!

CHEBUTIKIN.-¿Lo que pasó?... No pasó na-da... ¡Tonterías! (Su pone a leer el periódico.)

KULIGUIN.-Hablan como de que si Solioniiy el barón se hubieran encontrado en el bule-var, junto al teatro...

TUSENBACH.-¡Deje eso!... ¿Para qué?...(Con aire impaciente, entra en la casa.)

KULIGUIN.-Junto al teatro... Parece ser queSolionii empezó a provocar al barón, y éste, nopudiendo contenerse, le dijo algo ofensivo.

CHEBUTIKIN.-Yo no sé nada... ¡Tonteríastodo!

KULIGUIN.-Cuentan que una vez, en unseminario, escribió un maestro para una com-posición la palabra «renyxa» (12) y el alumno laleyó «renyxa», como en latín... ¡Tiene gracia!...Pues sí..., hablan de que si Solionii está enamo-rado de ti, Irina, y aborrece al barón... ¡Y es na-tural que esté enamorado!... ¡Irina es una mu-chacha muy buena!... ¡Hasta se parece a Mas-cha!... ¡Igual de reflexiva!... ¡Aunque tú, Irina,tienes el carácter más suave, sin que eso quieradecir que el de Mascha no sea también bueno!...¡Yo la quiero mucho! (Del fondo del jardín llegael grito de «¡Gop-gop!».)

IRINA.-(Estremeciéndose.) ¡Hoy todo measusta!... (Pausa.) Ya tengo dispuestas las cosas,y después de comer mandaré el equipaje... Ma-ñana es mi boda con el barón, y mañana tam-

bién nuestra partida para la fábrica de ladrillos,y pasado, estaré ya en la escuela, empezandouna nueva vida... ¡Quiera Dios ayudarme!...¡Cuando me dieron el título de maestra, hastalloré de alegría!... (Pausa.) ¡Ahora vendrán abuscar el equipaje!

KULIGUIN.-Todo eso está bien..., aunque nome parece muy serio... Son solamente ideascarentes de gravedad..., pero, de todos modos,te deseo suerte...

CHEBUTIKIN.-(Emocionado.) ¡Mi buena...,mi querida niña!... ¡Qué lejos se fue usted!... ¡Yano puedo alcanzarla!... ¡Me he quedado atrás,como esos pájaros emigrantes que no puedenvolar por viejos!... Pero ¡usted vuele, querida!...¡Vuele con Dios!... (Pausa.) No debía ustedhaberse afeitado el bigote, Fedor Ilich.

KULIGUIN.-¡Bueno, basta ya! (Suspira.)¡Cuando se marchen hoy los militares, todoserá otra vez como anteriormente!... ¡Puedendecir lo que quieran, pero Mascha es una mujermuy buena..., muy honrada!... Yo la quiero mu-

cho y estoy agradecido a mi suerte... ¡Nuestrodestino es muy diverso!... Aquí, en tiempos,trabajaba un tal Kosiarev... ¡Estudiaba conmigo,pero le echaron en el quinto año, porque nuncafue capaz de comprender lo que era «ut conse-cutibum»!... Ahora está muy pobre y terrible-mente enfermo y, cuando nos encontramos, ledigo: «¡Hola, ut consecutibum!»... «Eso... dice,«consecutibum»..., y tose. Yo, en cambio, todami vida he tenido suerte. Soy feliz, y hasta ten-go una «Stanislav» (13) de segundo grado, yahora soy quien enseña a los demás este «utconsecutibum». ¡Claro que soy hombre inteli-gente!... ¡Más inteligente que muchos, aunquela felicidad no dependa de eso! (Se oye inter-pretar al piano la «Plegaria de una joven».)

IRINA.-¡Y mañana por la tarde ya no oiré es-ta «Plegaria de una joven» ni me encontraré conProtopopov!... (Pausa.) ¡Ahí está sentado, en lasala, ese Protopopov... ¡También hoy ha venido!

KULIGUIN.-¿Y la directora?... ¿No ha llega-do todavía?

IRINA.-No. Han ido a buscarla... ¡Si supie-ran ustedes lo difícil que resulta vivir aquí so-la..., sin Olia!... ¡Como es la directora, reside enel colegio, donde está todo el día ocupada,mientras yo, aquí sola, me aburro, no tengonada que hacer, y he llegado a tomar odio a mihabitación!... ¡Lo he decidido! ¡Si no es mi des-tino estar en Moscú, que no lo sea! ¡Quiere de-cirse que es ese mi destino, y no hay nada quehacer!... ¡Todo es voluntad de Dios!... Lo ciertoes que Nikolai Lvovich ha pedido mi mano,que yo lo he pensado y me he decidido... Es unhombre muy bueno... Hasta asombra que lo seatanto, y me parece, de pronto, que a mi alma lehan crecido alas... Estoy más contenta, más li-gera, y otra vez con ganas de trabajar... Soloque ayer pasó algo..., algún misterio que secierne sobre mí...

CHEBUTIKIN.-«Renyxa», «Chepuja».NATASCHA.-(Desde la ventana.) ¡Ya está

aquí la directora!

KULIGUIN.-Llega la directora. Vámonos.(Él e IRINA entran en la casa.)

CHEBUTIKIN.-(Leyendo el periódico, can-turreando a media voz.) «Ta-ra-rá... Bumbia»...«Sentado estoy»... (Acerca su asiento a MAS-CHA. Por el fondo se ve pasar a ANDREI, em-pujando el cochecillo.)

MASCHA.-Usted ahí, sentadito...CHEBUTIKIN.-¿Y qué?MASCHA.-(Sentándose a su vez.) Nada.

(Pausa.) ¿Tuvo usted cariño a mi madre?CHEBUTIKIN.-Mucho.MASCHA.-¿Y ella a usted?CHEBUTIKIN.-(Después de una pausa.) De

eso ya no me acuerdo.MASCHA.-¿Está aquí «el mío»?... Así solía

decir en tiempos María, nuestra cocinera,cuando hablaba de su bombero: «el mío»... ¿Elmío -pregunto yo- está aquí?

CHEBUTIKIN.-No ha venido todavía.MASCHA.-Cuando se coge la felicidad a ra-

titos..., a pedacitos... como yo, y luego se pier-

de..., poco a poco, se embrutece uno y se vahaciendo malo. (Llevándose la mano al pecho.)Aquí dentro siento algo bullir... (Contemplandoa ANDREI, que avanza, empujando el cocheci-to.) Aquí viene nuestro hermanito Andrei...¡Todas nuestras esperanzas fueron vanas! ¡Ima-gínese que miles de gentes hubieran empleadomucho esfuerzo y dinero en levantar una cam-pana, y que ésta, de repente, se cayera y serompiera!... ¡Pues eso es Andrei!

ANDREI.-¿Cuándo, por fin, va a haber tran-quilidad en esta casa?... ¡Qué ruido!

CHEBUTIKIN.-Pronto va. (Consultando elreloj.) Es un reloj antiguo y tiene sonería.(Haciendo funcionar ésta.) A la una en puntosaldrán la primera, la segunda y la quinta bate-rías. (Pausa.) Yo..., mañana.

ANDREI.-¿Se va para siempre?CHEBUTIKIN.-Eso no lo sé. Puede que

vuelva dentro de un año, aunque..., ¡que dia-blos!..., ya es igual. (De un punto distante llegael sonido de un arpa y de un violín.)

ANDREI.-La ciudad se quedará vacía... Pa-recerá que le han puesto encima una tapadera.(Pausa.) Ayer, junto al teatro, pasó algo... Todoel mundo habla de ello, pero no sé lo que fue.

CHEBUTIKIN.-¡Nada!... ¡Tonterías!... Solio-nii estuvo provocando al barón, éste se acaloróy le ofendió, teniendo, por fin, Solionii que de-safiarlo... (Mirando al reloj.) Ya es la hora... Meparece que era a la una y media en el campoforestal..., en ese que se ve desde aquí..., al otrolado del río..., donde iba a ser el «pifpaf»...(Riendo.) ¡Solionii se figura que es un Lermon-tov!... ¡Hasta hace versos!... Bromas aparte, éstees ya su tercer duelo.

MASCHA.-¿De quién?CHUBUTIKIN.-De Solionii.MASCHA.-¿Y el barón?CHEBUTIKIN.-¿Qué barón? (Pausa.)MASCHA.-Se me embrolla todo en la cabe-

za... Pero ¡no hay que permitírselo!... ¡Puedeherir y hasta matar al barón!...

CHEBUTIKIN.-¡El barón es una excelentepersona, pero, barón más o menos..., qué másda!... ¡Que sea lo que sea!... Es igual. (Al otrolado del jardín se oye el grito de «¡gop-gop!»)¡Espérate, si quieres!... Es Skovortzov, el testigo,el que llama... Está sentado en la barquita.(Pausa.)

ANDREI.-A mi juicio, tomar parte en unduelo, o presenciarlo aunque sea en calidad demédico, es sencillamente inmoral.

CHEBUTIKIN.-Así parece, pero solo lo pa-rece... ¡El mundo está vacío..., nosotros no exis-timos, y únicamente lo parece!...

MASCHA.-¡Y que se pase usted así el día en-tero! ¡Habla, habla que te habla!... (Echando aandar.) ¡Además, vivir en este clima, en el que acada momento puede empezar a nevar..., tenerque escuchar este género de conversación! (De-teniéndose.) No entro en casa. Se me resiste elentrar en ella. Cuando venga Verschinin, aví-seme. (Alejándose por la alameda.) ¡Ya se mar-chan los pájaros emigrantes!... (Mirando a lo

alto.) ¿Son cisnes o gansos?... ¡Oh, queridos!...¡Felices vosotros! (Sale.)

ANDREI.-Nuestra casa se quedará vacía...Los oficiales se marcharán, se marchará usted,mi hermana se casará, y yo me quedaré solo enella...

CHEBUTIKIN.-Sin embargo..., ¿su mujer?

Escena IIEntra FERAPONT con papeles para firmar.

ANDREI.-¡La mujer es la mujer!... Es honra-da..., buena..., pero, a pesar de esto, tiene en síalgo que la rebaja a la altura de un animal áspe-ro, pequeño, ciego... La verdad es que no haypersona en ella... Le estoy hablando como a unamigo..., como al único a quien puedo abrir mialma... Cierto que quiero a Natascha, pero aveces la encuentro asombrosamente vulgar, yentonces me pierdo y no comprendo por qué la

quiero tanto o, por lo menos, por qué la que-ría...

CHEBUTIKIN.-(Levantándose.) Mañana memarcho, hermano... Puede que no volvamos avernos, por lo que aquí tienes mi consejo: ponteel gorro, coge un garrote y márchate... Márcha-te y échate a andar sin volver atrás la vista... Ycuanto más lejos vayas, mejor será...

Escena IIIPor el fondo del escenario pasa SOLIONII

acompañado de dos oficiales. Al divisar aCHEBUTIKIN, avanza hacia él. Los oficialessiguen su camino.

SOLIONII.-Doctor, es la hora... Son ya lasdoce y media. (Saluda a ANDREI.)

CHEBUTIKIN.-Al instante. ¡Cómo me abu-rrís todos! (A ANDREI.) Si pregunta alguienpor mí, Andriuscha, di que en seguida vengo.(Suspirando.) ¡Ay! ¡Ay!...

SOLIONII.-«Apenas había tenido tiempo dedecir ¡ay!..., cuando ya el oso se le había echadoencima»... ¿Por qué suspira usted, viejo?

CHEBUTIKIN.-¡Deja!SOLIONII.-¿Y esa salud? ¿Cómo va?CHEBUTIKIN.-(Con irritación.) ¡De primera!SOLIONII.-¡Se inquieta usted sin motivo,

viejo!... ¡No es gran cosa lo que voy a hacer!...¡Me limitaré a matarle como a una chocha! (Sa-ca del bolsillo un frasco de perfume y se rocíacon él las manos.) Hoy me llevo echado unfrasco entero, y sigo oliendo... Me huele a cadá-ver. (Pausa.) ¡Así es!... ¿Recuerda usted estosversos?: «¡Y el rebelde busca la tormenta, comosi en la tormenta estuviera la paz!» (14).

CHEBUTIKIN.-En efecto... «¡No había teni-do tiempo de decir ¡ay!..., cuando va el oso se lehabía echado encima!» (Salen él y SOLIONII. Seoye gritar: «¡Gop-gop!»... Entran ANDREI yFERAPONT.)

FERAPONT.-Tiene que firmar estos papeles.

ANDREI.-(Nervioso.) ¡Déjame! ¡Déjame, hazel favor!... (Sale empujando el cochecito.)

FERAPONT.-¡Para eso son papeles! ¡Parafirmarlos! (Se retira al fondo del escenario.)

Escena IVEntran IRINA y TUSENBACH éste con

sombrero de paja. KULIGUIN atraviesa la es-cena llamando a gritos: «¡Mascha! ¡Mascha!»

TUSENBACH.-Al parecer, es la única perso-na en la ciudad que se alegra de que se vayanlos militares.

IRINA.-Es natural... La ciudad va a vaciarse.(Pausa.)

TUSENBACH.-¡Querida!... En seguida vuel-vo.

IRINA.-¿Adónde vas?TUSENBACH.-Tengo que ir a la ciudad, y

después a despedirme de los amigos.

IRINA.-¡Mentira!... ¡Nikolai!... ¿Por que estáshoy tan distraído? (Pausa.) ¿Qué pasó ayer jun-to al teatro?

TUSENBACH.-(Con gesto de impaciencia.)Dentro de una hora volveré a estar contigo.(Besándole las manos.) ¡Amor mío!... (Contem-plando fijamente su rostro.) ¡Hace ya cinco añosque te quiero, y todavía no he podido acostum-brarme a como eres! ¡Cada vez te veo más ma-ravillosa!... ¡Qué bonito... qué precioso pelo!...¡Qué ojos!... Mañana te llevaré conmigo..., tra-bajaremos..., seremos ricos... ¡Mis sueños sevolverán realidad! ¡Serás feliz!... Pero ¡lo que síocurre es una cosa..., una cosa... que no mequieres!

IRINA.-¡Eso no está en mi poder!... ¡Seré unaesposa fiel y sumisa, pero... no me pidasamor!... ¡Qué se le va a hacer!... (Llorando.) ¡Nohe querido ni una sola vez en mi vida!... ¡Oh,cuánto he soñado con el amor!... ¡Hace tiempoque de día y de noche sueño con él, pero mialma es como un precioso piano cerrado del

que se hubiera perdido la llave!... (Pausa.) ¡Haycomo una inquietud en tu mirada!

TUSENBACH.-¡Es que no he dormido entoda la noche!... ¡En mi vida, que no contienenada terrible que pueda serme motivo de susto,solo esa llave perdida me atormenta el alma yme impide el sueño!... ¡Dime algo!...

IRINA.-¿El qué?... ¿Qué voy a decirte?...¿Qué?...

TUSENBACH.-No sé... Algo.IRINA.-¡Bueno..., bueno!... (Pausa.)TUSENBACH.-¡Cuántas veces las pequeñe-

ces más tontas adquieren, de pronto, en la vidaun significado!... ¡Uno sigue riéndose de ellas,considerándolas eso..., pequeñeces y, sin em-bargo, no tiene fuerzas para dominarse!...¡Oh..., no vamos a continuar hablando de esto!¡Estoy alegre! ¡Se me figura que es la primeravez en mi vida que veo estos abetos, estos abe-dules y estos álamos!... ¡Todo me mira curioso yespera!... ¡Qué árboles más hermosos!..., ¡Quéhermoso debe de ser, en realidad, vivir a su

lado!... (Se oye el grito de «¡gop-gop!».) Hayque irse. Ya es la hora... Mira...: este árbol estáseco y, sin embargo, el viento lo agita como alos demás... También yo, si me muriera, se mefigura que continuaría participando de la vidade un modo u otro... ¡Adiós, amor mío!... (Lebesa las manos.) Encontrarás los papeles queme diste sobre la mesa, debajo del calendario.

IRINA.-¡Voy contigo!TUSENBACH.-(Inquieto.) ¡No, no! (Toma

apresuradamente el camino de la alameda, pe-ro se detiene.) ¡Irina! IRINA.-¿Qué?

TUSENBACH.-(Sin saber qué decir.) Hoy notomé café... Di que me lo preparen. (Sale rápi-damente. IRINA queda pensativa; luego se di-rige al fondo del escenario y se sienta en el co-lumpio. Entra ANDREI, empujando el cocheci-to; después, FERAPONT.)

FERAPONT.-¡Los papeles no son míos, An-drei Sergueich! ¡Son del Estado!... ¡No los heinventado yo!

ANDREI.-¡Oh, dónde se fueron los tiemposaquellos en los que era joven, alegre, inteligen-te..., cuando tenía el pensamiento lleno de deli-cadezas y el presente y el porvenir iluminadospor la esperanza!... ¿Por qué, apenas hemosempezado a vivir, nos volvemos ya aburridos,grises, ininteresantes, perezosos, indiferentes,inútiles, desgraciados?... ¡Nuestra ciudad tienedoscientos años de existencia y cien mil habi-tantes y, sin embargo, no hay uno solo entreellos que sea distinto a los demás!... ¡Ni unosolo que, ni antes ni ahora, haya sobresalido enalgo! ¡Ni un sabio, ni un artista, ni una personade alguna notabilidad, capaz de despertar laenvidia o el deseo apasionado de la emula-ción!... ¡Todos se limitan a comer, a beber, adormir..., para luego terminar muriendo! Losque nacen después, también comen, beben,duermen y, para impedir que el aburrimientollegue a embotarles, introducen, como varianteen su vida, los chismes, el vodka, los naipes, lospleitos!... ¡Las mujeres engañan a sus maridos,

los maridos mienten y hacen como si no vieranni oyeran nada; una influencia irremisiblemen-te perniciosa oprime a los niños, que, apagán-dose en ellos la chispa divina, se convierten entan lamentables cadáveres, semejantes entre sí,como lo fueron su padre y su madre!... (A FE-RAPONT, con enfado.) ¿Qué quieres?

FERAPONT.-¿Cómo dice?... Le traigo pape-les para firmar.

ANDREI.-¡Me estás aburriendo!FERAPONT.-(Tendiéndole los papeles.) De-

cía ahora el portero de la Delegación deHacienda que si en invierno en Petersburgohace doscientos grados bajo cero.

ANDREI.-¡El presente me repugna, pero, encambio, cuando pienso en el futuro, qué bienes-tar experimento!... ¡Siento como el ánimo se mealigera y se me ensancha..., veo una luz cente-llear a lo lejos..., veo a mis hijos liberados de laociosidad, del «kvas» (15), del ganso con repo-llo, de la siesta tras la comida y del vil parasi-tismo!

FERAPONT.-¡Dicen que han muerto dos milhombres! ¡La gente, dicen, estaba espantada!...No sé si ha sido en Petersburgo o en Moscú...No me acuerdo bien...

ANDREI.-(Con honda ternura.) ¡Oh, herma-nas mías queridas!... ¡Mis admirables herma-nas!... (Con lágrimas en los ojos.) ¡Mascha!...¡Hermana mía!

NATASCHA.-¿Quién habla ahí tan alto?¿Eres tú, Andriuscha? ¡Vas a despertar a So-fechka!... «Il faut ne pas faire du bruit!... La So-phie est dormie dejà!... Vous êtes un ours!»...(En tono de enfado.) ¡Si quieres hablar, suelta elcochecito del niño! ¡Ferapont! ¡Cójale al señor elcochecito!

FERAPONT.-Lo que usted mande. (Coge elcochecito.)

ANDREI.-(Azorado.) Pero ¡si estaba hablan-do bajo!...

NATASCHA.-(Detrás de la ventana, jugan-do con el niño.) ¡Bobik!... ¡Bobik. travieso!...¡Bobik, feo!...

ANDREI.-(Revisando los papeles.) Bien. Yalos miraré, firmaré los que haya que firmar, y telos llevarás otra vez a la Delegación. (Se aden-tra en la casa leyendo los papeles. FERAPONTlleva el cochecito hacia el fondo del jardín.)

NATASCHA.-(Detrás de la ventana.) ¡Bo-bik!... ¿Cómo se llama tu mamá?... ¡Cariñito!¡Cariñito!... Y ésta, ¿quién es?... ¡Es tía Olia!... Aver como le dices a la tía: «¡Hola, tía Olia!»

Escena VDos músicos ambulantes, un hombre y una

joven, entran y se ponen a tocar el arpa y elviolín. De la casa salen VERSCHININ, OLGA yANFISA, que permanecen un minuto escu-chándoles en silencio. IRINA se acerca.

OLGA.-¡Nuestro jardín se ha convertido enuna calle de paso! ¡Todo el que quiere, lo mis-mo sea a pie que a caballo, cruza por él!...¡Ama..., da algo a esos músicos!

ANFISA.-(Dándoles unas monedas.) ¡Vayancon Dios! (Los músicos saludan y se marchan.)¡Pobre gente! ¡No será por estar muy satisfe-chos por lo que tocan!... (A IRINA, besándola.)¡Buenos días, Arischa! ¡No sabes lo bien queestoy viviendo! ¡En el colegio, en un piso oficialy con Oliuscha!... ¡Así lo ha querido Dios!...¡Que viva en mi vejez como nunca pecadora demí desde que nací he vivido! ¡Es un piso gran-de..., oficial... y tengo para mí sola un cuartocon una cama!... ¡Todo es oficial!... Y cuando medespierto por la noche..., ¡Virgen Santísima!...,no hay en el mundo persona más feliz que yo.

VERSCHININ.-(Mirando al reloj.) Nos va-mos ya, Olga Sergueevna. Es hora de marchar-se. (Pausa.) ¡La deseo cuanto mejor..., mejor!¿Dónde está María Sergueevna?

IRINA.-En el jardín, supongo. Voy, a buscar-la.

VERSCHININ.-¡Si es usted tan buena!...Tengo prisa.

ANFISA.-También yo iré a buscarla. (Lla-mando a voces.) ¡Mascheñka! (Adentrándosecon IRINA en el jardín, y en el fondo de éste.)¡Uuuu!...

VERSCHININ.-¡A todo le llega su fin!... ¡Te-nemos, pues, que separarnos!... (Mira la hora.)La ciudad nos ha obsequiado con un a modo dealmuerzo... ¡Se bebió champán, el alcalde pro-nunció un discurso, y yo estuve comiendo yescuchando mientras mi alma estaba aquí, entreustedes!... (Paseando la mirada por el jardín.)¡Cómo me había acostumbrado a su compa-ñía!...

OLGA.-¿Volveremos a vernos alguna vez?VERSCHININ.-Seguramente, no. (Pausa.)

Mi mujer y mis niñas seguirán aquí todavía unpar de meses... ¡Por favor!... ¡Si les ocurriera onecesitaran algo!...

OLGA.-¡Desde luego! ¡Pierda cuidado! ¡Estétranquilo! (Pausa.) ¡Mañana no habrá ya en laciudad un solo militar!... ¡Todo se volverá re-cuerdo, mientras para nosotras comenzará,

naturalmente, una nueva vida!... (Pausa.) Lascosas no salen conforme a nuestro gusto, sino alrevés. Yo no quería ser directora, y lo soy... Locual quiere decir que no iremos a Moscú.

VERSCHININ.-Bueno... Gracias por todo.¡Perdóneme si hubo algo que lo fuera de suagrado!... Hablé mucho..., demasiado... por loque también le pido perdón. ¡No guarde malrecuerdo de mí!

OLGA.-(Enjugándose los ojos.) ¿Por qué novendrá Mascha?

VERSCHININ.-¿Qué más puedo decirle dedespedida?... (Riendo.) ¿Sobre qué filosofar?...¡La vida es difícil!... ¡A cuántos de nosotros senos antoja sorda y desesperada y, sin embargo,hay que reconocer que cada día se va haciendomás clara, más fácil, por lo que es de suponerno está ya muy lejos el tiempo en que se aclaredel todo! (Consultando el reloj.) Ya es hora demarcharse... Antes, la Humanidad era guerre-ra..., ocupaba su existencia en expedicionesmilitares, asaltos, conquistas...; pero ahora todo

eso, al morir, ha dejado un enorme espacio va-cío que, por el momento, nada ha llenado... LaHumanidad busca con ardor, y llegará a encon-trar..., naturalmente... ¡Si al menos, ay, sehubiera dado más prisa!... (Pausa.) ¡Si al afán detrabajo pudiera añadirse la instrucción, y lainstrucción al afán de trabajo!... (Mirando alreloj.) Es tarde. Tengo que

marcharme...OLGA.-Aquí viene.

Escena VIEntra MASCHA.VERSCHININ.-Vengo a despedirme. (OLGA

se retira a un lado para no importunar la des-pedida.)

MASCHA.-(Fijando los ojos en su rostro.)¡Adiós! (Largo beso.)

OLGA.-¡Basta! ¡Basta! (MASCHA sollozaconvulsivamente.)

VERSCHININ.-Escríbeme. No me olvides.Déjame. Ya es hora... ¡Olga Sergueevna! ¡Cója-la!... Se me hace tarde..., va voy retrasado. (Be-sa, conmovido, las manos de OLGA, vuelve aabrazar a MASCHA, y sale rápidamente.)

OLGA.-¡Bueno, Mascha!... ¡Basta ya, queri-da! (Entra KULIGUIN.)

KULIGUIN.-(Azorado.) ¡No importa!... ¡Dé-jala que llore! ¡Déjala!... ¡Mi buena, mi queridaMascha!... ¡Eres mi mujer! ¡Pese a todo, soy fe-liz!... ¡No me quejo! ¡No te hago ningún repro-che! ¡Olia es testigo!... ¡Empezaremos otra vez avivir como antes..., y yo no te diré ni una pala-bra ni te haré la menor alusión!...

MASCHA.-(Reprimiendo los sollozos.) ¡Junto al mar hay un roble verde, con una cadena de oro prendida en él! Con una cadena de oro prendida en él...

¡Me vuelvo loca! ¡Junto al mar!... ¡Ro-ble verde!...

OLGA.-¡Cálmate, Mascha!... ¡Cálmate!... Da-le agua.

MASCHA.-Ya no lloro...KULIGUIN.-¡Ella ya no llora! ¡Ella es muy

buena!... (Se oye un tiro, lejano y seco.)MASCHA.- ¡Junto al mar hay un roble verde, con una cadena de oro prendida en él! ¿El gato verde... o el roble verde?... ¡Yo

estoy confundiendo todo! (Bebe agua.) ¡La vidamalograda!... ¡Ya nada necesito... Ahora mecalmo... Es igual!...

Escena VIIEntra IRINA.

OLGA.-¡Tranquilízate, Mascha!... Así... ¡Sieres muy buena!... ¡Vámonos a mi cuarto!

MASCHA.-(Con enfado.) ¡Yo no! (Deja oírun breve sollozo, que en el acto contiene.) ¡Nientro ni entraré en casa!

IRINA.-¡Estémonos aquí sentadas juntas...,aunque sea sin hablar!... Mañana me marcho.(Pausa.)

KULIGUIN.-Ayer, en la clase de tercero, lecogí a un chico estos bigotes y esta barba. (Co-locándose ambos sobre el rostro.) Así me pa-rezco al profesor de alemán. (Riendo.) ¿No esverdad?... ¡Qué gracia tienen estos chiquillos!

MASCHA.-En efecto..., así te pareces a vues-tro alemán.

OLGA.-(Riendo.) Mucho. (MASCHA llora.)IRINA.-¡Ya está bien, Mascha!KULIGUIN.-Me parezco mucho.

Escena VIIIEntra NATASCHA.

NATASCHA.-(A la DONCELLA.) ¿Cómo?...¡Pues con Sofechka se quedará Protopopov Mi-jail Ivanich, y a Bobik que le pasee Andrei Ser-gueich!... ¡Cuánto quehacer dan los niños!... (A

IRINA.) ¡Irina!... ¡Qué pena que te vayas maña-na!... ¡Si al menos te quedarás una semana!...¡Quédate un poco más! (Lanza un grito al mirara KULIGUIN, que se quita, riendo, los bigotes yla barba.) ¡Ay!... ¡Qué susto me ha dado usted!...(A IRINA.) Me había acostumbrado mucho a tucompañía... ¿Crees que va a serme fácil el quenos separemos?... Haré que Andrei se traslade atu habitación con su violín ¡que lo rasque allí!-,y en la suya pondremos a Sofechka. ¡Qué pre-ciosidad de criatura! ¡Qué nenita más encanta-dora!... Hoy, mirándome con sus ojitos, dijo:«¡Mamá!»...

KULIGUIN.-¡La verdad es que es una mara-villa de criatura!...

NATASCHA.-Conque, entonces..., ¿ya ma-ñana me quedo aquí sola? (Suspira.) Lo prime-ro que voy a hacer es mandar que quiten esaalameda de abetos..., luego estos álamos. ¡Re-sultan tan feos al anochecer! (A IRINA.) ¡Que-rida!... ¡No te está nada bien ese cinturón! ¡Esde mal gusto! ¡Tendrías que ponerte algo clari-

to!... ¡Después, aquí, por todas partes, mandaréplantar florecitas y florecitas, y habrá un olor!...(En tono severo.) ¿Qué hace ahí ese tenedor,tirado en ese banco? (A la DONCELLA, en-trando en la casa.) ¿Por qué, pregunto yo, estáese tenedor en ese banco? (Con un grito.) ¡Ca-lle!

KULIGUIN.-Ya está armándola. (Se oyen loscompases de una marcha militar.)

OLGA.-¡Se van!

Escena IXEntra CHEBUTIKIN.

MASCHA.-¡Ya se van los nuestros!... ¡Qué sele va a hacer!... ¡Buen viaje! (A su marido.) Vá-monos nosotros a casa. ¿Dónde está mi capa ymi sombrero?

KULIGUIN.-Los dejaste allí. Ahora mismo telos traigo.

OLGA.-Sí... ¡Ya es hora de irse cada cual a sucasa!...

CHEBUTIKIN.-¡Olga Sergueevna!OLGA.-¿Qué? (Pausa.)CHEBUTIKIN.-Nada... ¡No sé cómo decírse-

lo! (Le murmura algo al oído.)OIGA.-(Espantada.) ¿Será posible?CHEBUTIKIN.-Sí... ¡Ése es el caso!... ¡Estoy

agotado!... ¡No tengo ánimos para hablar más!(Con acento de enojo.) ¡Qué más da, después detodo!

MASCHA.-Pero ¿qué ha ocurrido?OLGA.-(Rodeando entre sus brazos a IRI-

NA.) ¡Qué terrible día el de hoy!... ¡No sé, que-rida, cómo decírtelo!

IRINA.-¿Decirme el qué?... ¡Pronto! ¡Lo quesea!... ¡Por el amor de Dios! (Llora.)

CHEBUTIKIN.-¡En el duelo ha resultadomuerto el barón!

IRINA.-(Llorando silenciosamente.) ¡Lo sa-bía! ¡Lo sabía!

CHEBUTIKIN.-(Sentándose en un banco, alfondo del escenario.) ¡Estoy cansado! (Saca unperiódico del bolsillo.) ¡Dejémoslas llorar! (Can-

turreando a media voz.) «Tra-ra-rá... Bumbiá...¡Sentado estoy!» ¡Qué más da!... ¡Es igual! (Lastres hermanas están de pie, estrechándose unacontra otra.)

MASCHA.-¡Oh, cómo toca la música!... ¡Nosdejan!... ¡Y uno se fue para siempre..., parasiempre..., y nosotras nos quedamos solas paraempezar a vivir de nuevo!... Porque..., es preci-so vivir... Es preciso vivir...

IRINA.-(Reclinando la cabeza sobre el pechode OLGA.) ¡Llegará un día en el que todo elmundo sepa por qué es todo esto... Para quéson todos estos sufrimientos... Ya no habrá mis-terios, pero, entre tanto..., hay que vivir!... ¡Hayque trabajar!... ¡Únicamente eso..., trabajar!...¡Yo mañana me marcharé sola a trabajar en laescuela!... ¡Dedicaré mi vida entera a cuantospuedan necesitar de ella!... ¡Ya estamos en oto-ño, pronto llegará el invierno, todo se cubriráde nieve y yo seguiré trabajando..., trabajan-do!...

OLGA.-(Rodeando con los brazos a sushermanas.) ¡Oíd qué alegre, que animadamentesuena la música! ¡Uno tiene deseo de vivir!...¡Oh, Dios mío!... ¡Pasarán los años y nos iremospara siempre!... ¡Seremos olvidados!... ¡Se olvi-darán de cuántos éramos y de cómo eran nues-tros rostros..., nuestras voces..., y, sin embargo,de nuestros sufrimientos presentes nacerá laalegría de cuantos hayan de sucedernos en lavida!... ¡La felicidad y la paz llenarán la tierra, ylas gentes, al recordar a los que ahora vivimos,tendrán para nosotros una buena palabra y nosbendecirán!... ¡Oh, mis queridas hermanas!...¡Nuestra vida aún no ha terminado!... ¡Segui-remos viviendo!... ¡Qué alegre..., qué alegre-mente suena la música!... ¡Un poco más, y di-ríase que íbamos a saber para qué vivimos...,para qué sufrimos!... ¡Si uno pudiera saber!... ¡Siuno pudiera saber!... (La música suena cada vezmás lejana, KULIGUIN entra sonriente con elsombrero y la capa, ANDREI empuja el coche-cito en el que va sentado BOBIK.)

CHEBUTIKIN.-(Canturreando a media voz.)«Tra-ra-rá... Bumbiá... ¡Sentado estoy!»... (Po-niéndose a leer el periódico.) ¡Qué más da! ¡Quémás da!...

OLGA.-¡Si uno pudiera saber!... ¡Si uno pu-diera saber!...

(Telón.)