periodismo democrático y falta de estatidad - silvio waisbord

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    La democracia

    PERIODISMO DEMOCRTICO Y FALTA DE ESTATIDAD*

    por Silvio Waisbord**

    Estudios recientes sobre las prospectivas globales del periodismo en elrefuerzo de la democracia han analizado una variedad de condiciones que afec-tan el desempeo de la prensa alrededor del mundo. Generalmente, las posicio-nes se dividen entre en visiones optimistas y pesimistas.

    Las visiones ms esperanzadas apuntan a desarrollos recientes como lapropagacin global de la democracia liberal, el influjo creciente de los movi-mientos globales defensores de la libertad de expresin, el mayor acceso a lastecnologas de la informacin, y el esfuerzo persistente de periodistas y organi-zaciones periodsticas en criticar intereses polticos y econmicos y expandir lacalidad del discurso democrtico. En esta lnea, los estudios que aseveran cam-

    bios en la cultura de las salas de redaccin tambin concluyen en un tono opti-mista sobre las prospectivas del periodismo democrtico. Las mismas sealan,como desarrollo positivo, la difusin de una serie de valores periodsticos identi-ficados comnmente con la prensa anglo-americana. Sea a travs de la capacita-cin o del contacto con los nuevos valores de occidente, la incorporacin deticas particulares (imparcialidad, responsabilidad, objetividad) y de actitudesy estndares entre los periodistas no-occidentales, se seala el surgimiento deuna cultura periodstica profesional adecuada al periodismo democrtico (Amin2002, Gross 2003, Hafez 2002, Mwesige 2004).

    Los escpticos, en cambio, muestran preocupacin sobre el futuro glo-bal del periodismo democrtico. Desde la concentracin meditica hasta laspolticas autoritarias sobre medios, el actual escenario de los medios constrielas oportunidades del periodismo de servir como canal de expresin pblica ycontrol poltico. La transicin hacia democracias liberales no se ha plasmado

    * Publicado originalmente en Political Communication, Vol. 24, N 2, Routledge, abril-mayo, 2007. Reproducido aqu con autorizacin del autor y de Routledge. Traduccin de

    Juan Cruz Vazquez, controlada por el autor.** Associate Professor, George Washington University E-mail: [email protected].

    POSTData14,Agosto/2009, ISSN 1515-209X, (pgs. 39-62)

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    en democracia de los medios; en cambio, ha hecho posible la consolidacin deconglomerados mediticos y la perpetuacin de polticas de control de lasorganizaciones mediticas a travs de una combinacin de medidas econmi-

    cas y legislativas. Prcticas como el amiguismo, la persecucin de periodistasdisidentes y el favoritismo por una actitud de perro faldero1 por parte de losmedios caracterizan actualmente los sistemas polticos (Chua 2002, Milton2001, Tarock 2001).

    Estos desarrollos han inspirado recientes especulaciones sobre modelosemergentes de periodismo democrtico. Los anlisis actuales ofrecen una ima-gen ms compleja de los tipos de periodismo que se estn consolidando alrede-dor del globo (Berger 2000, Stromback 2005). En contraste con los estudiosdel pasado, que ofrecan versiones idealizadas y oposiciones rgidas entre losmodelos, el periodismo real no puede ser encasillado de manera prolija en cate-goras precisas. Teniendo en cuenta que las economas de prensa, los nexos entreprensa y poltica, los sistemas polticos y la cultura de las salas de redaccin seplasman de modo diferente en los diversos pases, las dinmicas resultantes y lasoportunidades son, previsiblemente, diferentes. De este modo, ningn modelode periodismo democrtico captura adecuadamente la diversidad de situacionesy prcticas existente en los diversos sistemas polticos democrticos. Asimismo,el hecho de que el modelo del periodismo objetivo defendido histricamente

    por las organizaciones mediticas lderes en Gran Bretaa y los Estados Unidoshaya experimentado cambios sustanciales en los aos recientes, hace que nopueda ser ms considerado como sinnimo de periodismo democrtico. Debi-do a sus persistentes problemas para satisfacer las expectativas prevalecientes, setorna hoy ms difcil que en el pasado asimilar el periodismo anglo-americanoin toto como el modelo ideal a seguir en otros lugares.

    En el debate muchas veces se pierde de vista el hecho de que la consolida-cin de una prensa democrtica requiere un Estado funcional y estable. El pe-riodismo democrtico, sin importar su especificidad, no es viable mientras los

    estados no sean capaces de cumplir con algunas de sus obligaciones clave. Si-guiendo la definicin clsica de Max Weber, el Estado es entendido como unaentidad soberana con el monopolio y la legitimidad en el uso de la fuerza fsica

    1 N. del T.: En la literatura acadmica especializada sobre medios, sobresalen dos categorasantagnicas en cuanto a la posicin de los medios en relacin a la poltica de acuerdo a sucrtica o sumisin al poder imperante: ellas son lapdogywatchdog. La primera fue traducidacomo perro faldero (desde que lap significa regazo en castellano) y la segunda hace

    alusin al rol deaccountability(control) de los medios sobre la poltica (watch: mirar, vigilar)siendo su traduccin perro guardin.

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    dentro de los confines de un territorio con el cometido de asegurar el ordeninterno y el imperio de la ley. El tpico del impacto de la presencia o ausenciaestatal en el desempeo de la prensa ha cado en el olvido analtico de los estu-

    dios sobre periodismo. As, ha sido pasado por alto el hecho de que los estadosexistentes a menudo fallan en cumplir con obligaciones esenciales, incluyendola provisin de condiciones bsicas para posibilitar el periodismo.

    Dos razones principales dan testimonio de esta ausencia en la literaturaespecializada. Primero, a pesar del creciente nmero de estudios anglosajones,las condiciones para el periodismo democrtico son todava mayormente vistasa travs de la experiencia del periodismo occidental. El despliegue histrico dela prensa en una serie de pases europeos y en los Estados Unidos todava afectael entendimiento de la prensa en otras regiones del mundo (Chalaby 1996). Araz de que el Estado es mayormente considerado como una entidad dada yfuncional en Occidente, no se discute apropiadamente el contexto de debatesobre periodismo en otros pases donde el Estado es ms susceptible a fallar envarios aspectos.

    Segundo, la falta de atencin al Estado es tambin un subproducto de laspremisas que sostienen los modelos dominantes en los estudios sobre el perio-dismo. Tanto el modelo liberal como el modelo participativo-cvico son igual-mente recelosos del Estado.

    El modelo liberal se basa en la interpretacin de que la evolucin histri-ca de la prensa en algunos pases europeos y en Estados Unidos represent laculminacin de una larga marcha democrtica. El nfasis del liberalismo en lalegislacin sobre la prensa, que define la separacin entre sta y el gobierno, suglorificacin de la idea del cuarto poder y el mercado como principios pivotesde la prensa libre, y su defensa de la bsqueda de la verdad como el principalobjetivo del periodismo, se basan en una particular interpretacin de la relacinentre la prensa y la democracia liberal. El liberalismo entiende que el periodis-mo democrtico inevitablemente supone la separacin del Estado. Su espritu

    anti-estatal explica por qu identifica al Estado como el enemigo principal de lalibertad de prensa. Esta visin est expresada en la posicin de las asociacionespara la libertad de prensa cuando sealan a referentes autoritarios del gobiernocomo predadores de la prensa y los peores enemigos de la prensa, o cuandomuestran preocupacin por los intentos del gobierno de mantener a la prensacontrolada por medios legales o econmicos.

    El modelo participativo-comunitario tampoco presta mucha atencin alimpacto del Estado en la prensa. Basado en las premisas filosficas sobre los

    mritos de la vida pblica, promueve la idea que el periodismo debe servir comouna institucin facilitadora del dilogo comunitario y el involucramiento de los

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    ciudadanos en los asuntos pblicos. Como los liberales, los modelos comunita-rios conciben con frecuencia al Estado como el contexto poltico bsico para laexistencia de la prensa, siendo igualmente escpticos sobre la intervencin del

    Estado. Su desconfianza hacia los polticos de alto nivel y su apoyo acrtico a laparticipacin de base social se plasman en su postura crtica de las accionesestatales en los asuntos periodsticos. El Estado es concebido como un obstculoen la prensa democrtica. Examinado en su conjunto, el Estado es a menudoretratado como el enemigo de la prensa democrtica ms que como la entidadcuya existencia resulta vital para dicho tipo de periodismo. Adoptando la des-confianza clsica del liberalismo respecto a la intervencin del Estado, tanto losmodelos de prensa clsico como comunitario asumen tcitamente que menosEstado es necesariamente positivo para la prensa. Mientras los liberales por logeneral se focalizan en las leyes sobre la prensa, los nexos entre la prensa y elgobierno y las condiciones del mercado, los comunitarios se centran en la situa-cin del periodismo basado en la comunidad, las oportunidades para la partici-pacin cvica, y los embates tanto del comercio como de la poltica sobre losmedios de la ciudadana (ver Couldry 2002).

    El problema es que, para el periodismo, un Estado intrusivo es tan pro-blemtico como un Estado dbil, catico o directamente ausente. Tal como sevislumbra en tericos liberales clsicos como Locke y Mill, se hace necesaria una

    autoridad pblica consolidada y de buen funcionamiento para asegurar la vidacvica. Esto requiere expandir la nocin acotada del liberalismo sobre el Estadocomo un enemigo hacia un entendimiento ms amplio que vea al Estado comoun regulador de diversas cuestiones que afectan la suerte de la prensa democr-tica. Las situaciones anrquicas y los estados dbiles no son precisamente entornosideales para la consolidacin de un periodismo crtico. Los actores globales comolos cuerpos internacionales y las organizaciones no gubernamentales, a menudoaclamados como catalizadores cruciales en la democratizacin de los medios,son apoyos endebles de las leyes nacionales e internacionales que apuntan a prote-

    ger a la prensa. Claramente pueden cumplir una valiosa tarea a travs de la apertu-ra de espacios y la provisin de oportunidades para los debates pblicos, pero songeneralmente elementos difusos a la hora de apuntalar rasgos de autoridad en elcontrol de la violencia que termina desalentando la libertad de expresin.

    Es por eso que los estados importan para el periodismo. Importan por-que prevalecen como los depositarios primarios del poder y la autoridad dentrode fronteras geogrficas que afectan los sistemas mediticos en diferentes modos(Morris y Waisbord 2001). Tal como lo destaca el especialista sobre medios

    James Curran (2005: 136) el espacio ms importante de la poltica es el Esta-do. Es ste el mbito donde las leyes son formuladas e impuestas, y donde se

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    determina la paz o la guerra. El Estado es tambin la principal agencia de repa-racin social. As, los estados proveen el contexto general en el cual el periodis-mo puede funcionar. Desde la observancia de leyes de prensa que sustenten un

    periodismo justo, responsable y garante de los derechos humanos, un Estadoeficiente y liberal entreteje una serie de funciones que facilitan muchas de lastareas que se esperan del periodismo en relacin a la democracia. Sin l, laprensa cae en una dinmica violenta que suprime la expresin de la opinin y eldisenso. La presencia de instituciones estatales fuertes y legtimas resulta unacondicin fundamental para el periodismo democrtico.

    Pero esta condicin es raramente universal: en varias regiones de AmricaLatina, Europa del Este, el Medio Oriente, Asia y frica, el Estado falla en laconsecucin de funciones bsicas como la definicin y el resguardo de los dere-chos de propiedad, la recaudacin de impuestos y el monopolio de los mediosde coercin (Koonings y Krujit 2005, Militen y Krause 2002, Reno 1997,

    Yannis 2002). La falta de estatidad (statelessness) alude a los casos tpicos decolapso estatal, aquellos casos donde los gobiernos centrales fallan al monopo-lizar la violencia legtima y/o enfrentar una insurgencia armada organizada quedesafa su legitimidad, o casos donde los estados fallan en cumplir requerimien-tos esenciales tales como asegurar la primaca de la ley o la recoleccin de im-puestos. Desde el impacto por el comercio de productos ilegales a travs de las

    regiones hasta el creciente nmero de poblaciones desplazadas por la guerra o elhambre, se encuentran numerosos ejemplos que demuestran que la falta deestatidad es un problema global que ignora las fronteras nacionales. La crisis delEstado en un pas no slo deviene en profundas repercusiones entre los estadosvecinos sino que se ramifica hacia otras regiones.

    Si bien la falta de estatidad, como una condicin que caracteriza a unasignificante parte del mundo actual, ha sido tratada y extensamente discutidaen disciplinas como la ciencia poltica y las relaciones internacionales, sigue anhoy sin un tratamiento cierto en el campo de la comunicacin poltica. Slo

    ocasionalmente se mencionan sus manifestaciones ms visibles, como los se-cuestros o los asesinatos de periodistas occidentales en zonas de guerra. Lo ciertoes que se han hecho pocos esfuerzos acadmicos para entender cmo afecta a lascondiciones para la democracia y la prctica periodstica.

    En la pasada dcada, muchos acadmicos alertaron ya sobre los proble-mas de la universalizacin de la experiencia occidental en el estudio de los siste-mas de medios alrededor del mundo, o sobre la aproximacin a la prensa nooccidental a travs de las lentes o prismas de enfoque del periodismo anglo-

    americano (Curran 2002, McQuail 2000). Para tomar esta advertencia conseriedad, se necesita confrontar el hecho de que la trayectoria histrica, as como

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    el funcionamiento actual de los estados en la mayor parte del mundo, resultadramticamente diferente de la experiencia originaria del modelo occidental delperiodismo democrtico.

    Cmo afecta al desempeo periodstico la falta de estatidad? Puede laprensa contribuir a la reparacin de la fragilidad estatal? Este artculo abordaestas preguntas. El argumento principal es que el Estado brinda funciones claveen el apuntalamiento del periodismo democrtico. Desde la proteccin de losperiodistas hasta el aseguramiento y diagramacin de un contexto que promue-va la diversidad de la prensa, se espera an hoy del Estado el cumplimiento dedeterminados roles. La vida pblica, en la cual el periodismo juega un papelclave, parece impensable cuando el Estado falla. El debate pblico activo, eltipo de debate que la prensa debera promover de acuerdo a las concepcionesliberales y comunitarias, se torna una empresa quijotesca en el interior de esta-dos implosionados. El colapso de la autoridad pblica en el actual mundoglobalizado resulta en la dominacin de la fuerza bruta, el vaco legal y la inse-guridad. Esta mezcla explosiva excluye la posibilidad de la publicidad civil y deun debate razonable, dos objetivos centrales del periodismo democrtico.

    Violencia y periodismo

    De todos los bienes pblicos que se espera que provean los estados, laprovisin de seguridad contina siendo una obligacin clave. An en la asllamada era post-westfaliana, donde algunas de las funciones del Estado hansido asumidas por otras instituciones (corporaciones, espacios internacionales einstituciones no estatales), ninguna otra institucin ha tomado en sus manos laobligacin de garantizar la seguridad de los ciudadanos en el marco de un espa-cio geogrfico definido. Ciertamente, el hecho de que esas organizaciones ejer-zan influencia dentro de las fronteras polticas de los estados ha puesto en duda

    las nociones convencionales de soberana. No obstante, no han reemplazado alEstado como garante necesario de la paz interior y la seguridad. De hecho, losactores globales requieren de la existencia del Estado para seguir haciendo loque, para bien o para mal, nadie ms puede en principio hacer: evitar que laviolencia diezme el comercio y la vida cvica.

    La violencia descontrolada y desenfrenada es uno de los indicadores msvisibles de la falta de estatidad. Cuando los actores polticos no dotan unnime-mente a una entidad del poder del control legtimo del uso de la violencia, o

    cuando los estados existentes fallan en controlar de manera efectiva los mediosde coercin, la violencia se fragmenta, se expande y se privatiza (Kaldor 1999).

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    Los grupos rivalizan en el control de los recursos o se enfrentan en la consecu-cin de otros objetivos a travs de la violencia. Estas son situaciones familiar-mente hobbesianas donde los actores extra-estatales (jefes del narcotrfico o del

    contrabando, pandillas, mafias, grupos guerrilleros y fuerzas para-policiales opara-militares) operan con relativa impunidad en reas especficas que supuesta-mente estn bajo la seguridad del Estado.

    Tales situaciones no son slo caractersticas de pases que atraviesan o sonsacudidos por guerras civiles. Tambin se dan y se encuentran en pases dondelos gobiernos centrales no enfrentan desafos secesionistas pero en los cuales elaparato estatal es ineficaz en la provisin de paz y seguridad. Estos son casosdonde la falta de estatidad se ha tornado crnica: ni los estados imperan demodo efectivo ni facciones armadas intentan quebrar o separarse del Estado. Loque define a las reas con falta de estatidad es la recurrencia de la violencia comomedio dominante para llevar adelante negocios o para ejercer presin en la con-secucin de rditos privados. La existencia de zonas liberadas sin presenciaefectiva de fuerzas pblicas, la masiva privatizacin de la seguridad y las activi-dades y merodeo de bandas armadas son indicadores de las serias dificultadesque enfrentan los estados en el control de la violencia (Muthien y Taylor 2002).

    Estas son las realidades de las llamadas guerras silenciosas / brbaras / debaja intensidad / no declaradas que definen la vida cotidiana de millones de

    personas en el Sur global. La presencia de actores extra-estatales embarcados enel trfico ilcito de varios productos y/o bienes (diamantes, petrleo, minerales,madera, droga, personas) es ms tangible que el Estado mismo. Tal como lodestaca la antroploga Carolyn Nordstrom (2004: 133), no slo el crimenorganizado es ms organizado que el Estado, sino que tambin la presencia delcrimen organizado se torna ms tangible que el propio Estado. Las asociacionesciviles pueden ser activas, como las organizaciones no gubernamentales y lasinstituciones religiosas que proveen servicios de salud o educativos, pero nofueron concebidas para garantizar la seguridad pblica. Se vuelven un pobre

    sustituto del Estado como garante del orden y la ley.En esas reas, los ataques contra periodistas y reporteros, el traslado de

    editores en vehculos blindados y salas de redaccin fuertemente custodiadasson signos inequvocos de falta de estatidad. Tales reas no son solamente lastpicas zonas de guerra que tanto llaman la atencin de referentes polticos omedios de occidente, es decir, los escenarios de guerra abierta o de insurgenciadomstica. Otras tantas reas de statelessness que no se detectan en los radaresde las noticias internacionales son igualmente peligrosas para los reporteros.

    Pueden no encajar en el encuadre dominante de la guerra abierta de alta inten-sidad, que constituye el criterio de seleccin para que tales reas se vuelvan

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    noticia, especialmente en los casos donde se ven afectados intereses de occiden-te. En esas otras reas, la violencia cotidiana difcilmente se vuelve noticia. Lasas llamadas tierras de nadie son, de hecho, tierras sin Estado.

    Para los periodistas que residen o se encuentran cubriendo la vida cotidianaen la violencia de los barrios bajos urbanos, los puntos o zonas de trfico y las reasrurales, toda cobertura es cobertura de guerra, an cuando tales reas sean unaserie de cuadras definidas y acotadas o se encuentren a unas horas de viaje dedonde operan las grandes compaas mediticas en un relativo marco de orden.

    Las estadsticas recabadas por grupos de derechos humanos o de perio-dismo internacional referidas a la violencia contra la prensa documentan gene-ralmente que las amenazas y los crmenes son ms frecuentes en las reas perifricas,particularmente aquellas distantes de los grandes centros urbanos. Si bien losataques contra los reporteros al servicio de conocidos emporios mediticos me-tropolitanos reciben mucha ms publicidad, los reporteros provinciales son blan-cos frecuentes de la violencia, bsicamente porque desarrollan su labor en reasdonde la presencia estatal es ms difusa (Waisbord 2002).

    De qu manera la violencia mina el periodismo democrtico? La violen-cia elimina el espritu que sustenta el ideal de la prensa: la existencia de unintercambio abierto e irrestricto de ideas. La violencia lleva a los periodistas a laauto-censura y a los editores a tomar pocos riesgos, si es que toman algunos. La

    violencia no slo afecta la labor de la prensa, sino sobre todo limita severamentela capacidad de cualquier institucin cvica de contribuir al debate pblico.Ms que afectar al potencial del periodismo, el debilitamiento estatal mina lasprospectivas generales para la vida pblica.

    Irnicamente, los periodistas que en el mundo actual estn singularmen-te en posicin de documentar las realidades de la falta de estatidad enfrentandificultades enormes de cubrir esas historias, ya que viven tanto entre las causascomo entre los sntomas de la falta de estatidad. Las tensiones religiosas o tnicas,el trfico ilegal de bienes, los altos niveles de delito y los crmenes perpetrados

    por fuerzas policiales o militares son acontecimientos cotidianos. Esa proximidadofrece una infinidad de potenciales oportunidades para cubrir las crisis de losestados, y con ello efectuar contribuciones significativas al control democrtico.

    Sin embargo, como trabajan en los frentes de la fragilidad estatal, losperiodistas se enfrentan con la riesgosa decisin de exponer sus vidas en su afnpor cubrir actividades criminales o tensiones polticas. Las redes ilegales lucrana partir de su invisibilidad al escrutinio pblico. Por tanto, hacindolas visibles,los periodistas arriesgan sus vidas. Tal como lo han demostrado estudios recien-

    tes, esta situacin es mucho ms inmediata en el caso de la prensa local o provin-cial, ya que en estos casos los periodistas se encuentran en las reas perifricas

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    donde la falta de estatidad es ms tangible (Manzella y Yacher 2005, Morrell2005). Es por ello que no sorprende que el gran nmero de periodistas queresultan blancos de la violencia no son aquellos que descubren solamente o

    nicamente hechos ilcitos que involucran a funcionarios del gobierno o corpo-raciones sino, especialmente, a contrabandistas que prefieren mantener sus ope-raciones fuera del radar pblico.

    Los actores armados extra-estatales no son particularmente conocidos porsu tolerancia al disenso. Las mafias de la droga en Rusia y en la frontera entreEstados Unidos y Mxico, las milicias armadas afganas y somales, los jefes tribalesxenfobos, los grupos paramilitares de Colombia, las pandillas en las ciudadesde Brasil y El Salvador, y los fundamentalistas lderes religiosos difcilmentepuedan tener credenciales democrticas impecables. Mientras los estudios con-vencionales sobre medios entendiblemente hacen foco en la conocida aprehen-sin del disenso de la prensa por parte de dictadores autoritarios e intrincadosintereses comerciales, los actores extra-estatales son tpicamente contrarios acualquier forma de deliberacin democrtica. Cuando prevalecen, el debatedemocrtico raramente existe. Las ms de las veces, estos grupos no estn intere-sados en cobertura neutral u opositora: slo conciben un perro faldero, prensafavorable que los presenten bajo un halo de luz positivo, particularmente cuan-do autoridades nacionales o internacionales pretenden poner riendas a su poder.

    En tales circunstancias, una de las tareas clave de la prensa es crear islas decivilidad (Keane 1991) y simultneamente esquivar las balas provenientes de lasorganizaciones ilegales. El periodismo puede existir siempre y cuando no cuestio-ne la dinmica que genera la ausencia de Estado ni su impacto en la vida de losciudadanos. Ciertamente, el periodismo puede hacer mucho a travs de su rolclsico bajo otras circunstancias: acercar noticias sobre eventos recientes, mediaren la vida poltica y diseminar informacin. Sin embargo, hacer periodismo en elmarco de la falta de estatidad y del entorno propio de su dinmica resulta extre-madamente riesgoso. Cualquier consideracin periodstica de las actividades de

    paramilitares, pandillas juveniles, mafias o milicias seguramente lleva a conse-cuencias brutales. Una gran cantidad de reporteros amenazados y asesinados alre-dedor del mundo en los aos recientes han estado plasmando varias de las dimen-siones de falta de estatidad: cmo se solventan los grupos extra-estatales, sus vncu-los con funcionarios gubernamentales y redes econmicas ilegales.

    As, no resulta sorprendente que, en tales situaciones, el periodismo sufrauna censura auto-impuesta ms que una producida por la intervencin directadel gobierno. El miedo a la reaccin de grupos armados lleva a los reporteros al

    silencio. La intrusin estatal aparece menos peligrosa que las acciones intimidantesde los grupos armados. Mientras convencionalmente se encuadra a la censura

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    dentro de los parmetros de gobiernos o mercados que controlan sutil o abier-tamente el contenido informativo, en un escenario de falta de estatidad sta operade una forma brutal a travs de la imposicin de condiciones, amenazas y muerte.

    La violencia desenfrenada se encuentra asociada a otro problema bsicoque confronta el periodismo: el debilitamiento del imperio de la ley. El dbilresguardo que ofrecen las leyes de prensa, que supuestamente pueden promoverel periodismo democrtico, es otra manifestacin de la incapacidad estatal deobservar apropiadamente la aplicacin de las leyes.

    En muchos pases de Amrica Latina y de Europa del Este, la transicina la democracia en las ltimas dos dcadas ha motorizado movimientos en posdel cambio en la herencia legal autoritaria que desalienta la democracia de losmedios (Coman 2000; Price, Rozumilowicz y Verhulst 2002). Desmantelar lacensura gubernamental directa fue una condicin crucial pero no suficientepara facilitar la diversidad y la crtica periodsticas. Como lo demuestra la expe-riencia en democracias consolidadas, el periodismo resulta impensable sin unalegislacin apropiada, incluyendo leyes y fallos judiciales que promuevan elprincipio del derecho pblico a saber. Consecuentemente, poner a punto unmarco legal para facilitar el pluralismo de los medios se torn una prioridad enel cometido de fortalecer la democracia de los medios.

    En las nuevas democracias, los periodistas, polticos y activistas de base se

    movilizaron para apoyar cambios legislativos que incidieran en la labor de la pren-sa. Se crearon coaliciones en favor de la libertad de expresin, con objetivos espec-ficos como la abolicin de leyes de calumnia y la presin sobre los legisladores parala aprobacin de leyes que protejan la identidad de las fuentes y faciliten el accesopblico a la informacin (Cain, Egan y Fabbrini 2006, Hughes y Lawson 2005,Stotzky 2004). En cierto grado, hubo importantes avances. Esos movimientoshan alertado sobre la necesidad de legislacin que promueva un periodismo crticoy responsable. Tambin han liderado procesos para remover leyes de prensadraconianas (como las leyes sobre difamacin) y promovido sunshine laws para

    facilitar el acceso pblico a la informacin. No obstante, tales iniciativas se hanencontrado con que tener una legislacin adecuada es un primer paso importantepero que requiere esfuerzos subsiguientes para monitorear el cumplimiento efecti-vo de esas leyes. Mientras el imperio de la ley sea dbil, tal legislacin resultainefectiva en cuanto al resguardo y consolidacin del periodismo crtico. Muchasdemocracias continan careciendo de cortes y sistemas judiciales independientesque hagan a la efectiva puesta en vigor este tipo de legislacin, particularmente enregiones donde se hace tangible el sndrome de falta de estatidad. Leyes que, en

    principio, sustentan el periodismo democrtico son ineficaces cuando los estadosfallan en la provisin de garantas a los reporteros.

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    La falta de estatidad tambin socava otra condicin clave para la viabili-dad del periodismo democrtico: una economa legal y funcional. Estudios his-tricos muestran que la consolidacin de las redes comerciales y la emergencia

    de una economa de mercado fueron fundamentales en el surgimiento de laprensa moderna. Una economa funcional con reglas y procedimientos clarosparece necesaria para el periodismo democrtico.

    Qu tipo de economa provee el ambiente ms favorable para el periodis-mo independiente es una cuestin que no se ha discutido suficientemente anen los estudios sobre periodismo. Si bien la concentracin econmica, sea enmanos de los gobiernos o de las corporaciones econmicas, tiene un impactonocivo en la prensa, no existe un consenso sobre qu tipo de modelo financieroes el ms apropiado para promover el pluralismo meditico. Tanto las econo-mas dominadas por el mercado como las dominadas por el Estado presentanmuchas deficiencias.

    En las dcadas pasadas, a medida que las fuerzas de mercado ganabanfortaleza las arcas partidarias se encogan, y los sistemas pblicos de mediosentraron en una crisis aparentemente irreversible; esta cuestin recibi una granatencin en las democracias occidentales. Sin embargo, en otros lugares la con-centracin y comercializacin meditica no han minimizado la importancia delas fuentes tradicionales de financiamiento como la publicidad gubernamental,

    los dineros partidarios y las inversiones directas de individuos ricos y poderosos.La situacin se vuelve distinta all donde prevalece un marco de falta deestatidad. Por la falta de inversin, la ausencia estatal perpeta situaciones deestancamiento y depresin econmica. Cuando el imperio de la ley es dbil,tanto las entidades comerciales pequeas como las grandes corporaciones sonrenuentes a efectuar inversiones. Ni siquiera el omnipresente dinamismo de laglobalizacin econmica incide en esas reas. Como los anunciantes no estninteresados en llegar a los habitantes de una economa deprimida, los conglo-merados mediticos estn ausentes. En reas geogrficas empobrecidas, donde

    el Estado falla en asegurar las garantas necesarias para maximizar los ingresos,los magnates mediticos carecen de incentivos para desear la propiedad de emi-soras radiales o peridicos. Conscientes de la ausencia de la ley, los negocios noencuentran suficiente confiabilidad para efectuar inversiones considerables.

    Consecuentemente, las perspectivas econmicas para la prensa democr-tica estn muy por debajo del ideal. Varios estudios de caso en las nuevas demo-cracias han concluido que, en tales circunstancias, la prensa no puede serautosuficiente en trminos econmicos (Price y Thompson 2002). Los negocios

    ilegales difcilmente constituyan la fuente ideal para su sustentabilidad finan-ciera. A la vez, los negocios legales son muy cautos en auspiciar emprendimientos

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    mediticos dispuestos a confrontar con actores extra-estatales. Cuando los mer-cados fallan en brindar financiamiento, otras fuentes se vuelven la nica alterna-tiva. No obstante, las mismas resultan por lo general insuficientes y demasiado

    espordicas como para sustentar a la prensa. Las donaciones, subvenciones, y laayuda internacional sustentan parcial o enteramente slo a una porcin deemprendimientos mediticos ligados a grupos religiosos, organizaciones volun-tarias privadas y organizaciones no gubernamentales. Otras fuentes potencialesde financiamiento, como podran ser los partidos polticos o la esfera pblica, seencuentran claramente ausentes.

    Ante la falta de una amplia base financiera en economas empobrecidas,se torna muy probable que los emporios mediticos sean capturados por caudi-llos locales o actores extra-estatales. No es inusual que en este marco los editoresesperen que los reporteros se transformen en buscadores de avisos, que los espa-cios de publicidad se vendan a cualquier postor, que la corrupcin sea avasallante,y que la tica del periodismo pblico se torne tambaleante.

    Prensa y construccin de estatidad

    La construccin de la estatidad (state-building) ha sido definida como una

    prioridad poltica para el fortalecimiento del gobierno democrtico (Berger y Weber2006). Segn Robert Rotberg (2004: 42), la construccin de estatidad se haconvertido en uno de los imperativos morales y estratgicos de nuestro aterroriza-do tiempo. El fortalecimiento de la governanza en un mundo globalizado es unatarea desalentadora que, para los observadores escpticos, parecera improbable sise consideran tanto los obstculos como la escala del problema, particularmenteen algunas regiones del mundo donde los estados modernos nunca existieron demanera efectiva (Englehart 2003, Ottaway 2002, Reno 2005). Tomando en cuentaque la falta de estatidad constituye un obstculo crucial para la vida democrtica,

    qu aportes puede hacer la prensa al respecto? De qu modo puede contribuir ainstitucionalizar la vida pblica en reas sin Estado? Cmo puede contribuir acontener la violencia y fortalecer el imperio de la ley?

    Para los historiadores y socilogos de los medios, la prensa ha cumplidouna funcin crucial en la construccin tanto de naciones como de sociedadescvicas. Es ampliamente aceptada la idea de que la prensa ha efectuado contri-buciones nicas y de suma importancia en la construccin de las naciones.Histricamente, las noticias y las organizaciones de medios han moldeado iden-

    tidades sociales y culturales difundiendo lenguajes comunes y el estableciendoun sentido compartido del tiempo y el espacio. Al vincular a las audiencias y

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    lectores como miembros de comunidades imaginadas, la prensa ha delineadoy nutrido las identidades nacionales (Waisbord 2004).

    Del mismo modo, la idea de que la prensa cumple tareas clave en el

    fortalecimiento de la sociedad civil sigue prevaleciendo en estudios recientessobre democratizacin de los medios. Desde medios pblicos a medios comu-nitarios, una gran variedad de iniciativas periodsticas ofrece oportunidades parala participacin. Ciertamente, el grado y efectividad en que la prensa, como untodo, ofrece oportunidades en este sentido para la ciudadana sigue siendo obje-to de debate. Una diversidad de escollos polticos, econmicos y profesionalesreducen este potencial de construccin de ciudadana. A pesar de estas dificul-tades, se espera que la prensa cumpla funciones clave en el mbito pblico comomedio catalizador de la participacin cvica y la expresin pblica.

    A simple vista, las tareas de formacin de identidad nacional (nation-building) y de promocin de la deliberacin abierta entre diversos intereses cvi-cos (building civic society) pareceran relativamente ms directas que las de cons-truccin efectiva del Estado. Varios factores llevan a la falta de estatidad, comolos comportamientos predatorios, la corrupcin y las estructuras de poderantidemocrticas. Puede la prensa la institucin que ha coadyuvado a larenovacin de las identidades nacionales y articulado la mediacin cvica en unadiversa variedad de contextos histricos hacer contribuciones significativas

    para fortalecer estados efectivos y democrticos? Puede este constructor nacio-nal y cvico operar a la vez como constructor estatal (state builder)? All dondela vida cvica es tremendamente dificultosa, si no directamente utpica, puedela prensa apuntalar la construccin de estatidad? Puede la prensa, una institu-cin que histricamente ha ocupado una zona intermedia entre los espaciospblicos y privados, hacer contribuciones sustantivas al fortalecimiento del Es-tado, una institucin vital en la provisin de bienes pblicos?

    La construccin de estatidad no es slo una labor necesaria en situacionespos-conflicto o relacionada a proyectos geopolticos o post-coloniales ligados a

    preocupaciones de seguridad. Resulta necesario un entendimientocomprehensivo de la construccin de estatidad para poder aseverar de qu modola prensa puede contribuir a lograr estados efectivos en pases con dficits persis-tentes de governanza. La construccin de estatidad aplica a las actuales Somalase Iraks del mundo como tambin a otras regiones que no encuadran en escena-rios de guerra convencional. Ciertamente, los logros que la prensa puede alcan-zar de manera realista en diferentes contextos dependen de varios factores, entrelos cuales se incluyen las causas especficas de la inseguridad y el dbil poder de

    la ley, la salud de la sociedad civil, el alcance del gobierno y la magnitud delcontrabando de bienes.

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    Las organizaciones internacionales hacen contribuciones importantes parareducir el conflicto al interior de las fronteras estatales. Son varios los factores queusualmente mueven a los actores globales a intervenir en las crisis por falta de

    estatidad. Estudios recientes sobre construccin de estatidad remarcaron el rol delos actores nacionales e internacionales en el funcionamiento de los estados.Con respecto a las condiciones especficas de la prensa en tales situacio-

    nes, las tradicionales organizaciones periodsticas globales, como as tambininstituciones multilaterales y bilaterales, desempean roles vitales en la promo-cin del periodismo democrtico. No obstante, es difcil imaginar una reversinexitosa de la falta de estatidad sin el involucramiento activo de las organizacioneslocales. Como el manejo de otros desafos globales, la institucionalizacin de lapaz y del imperio efectivo de la ley en ciertas geografas polticas requiere unacombinacin de acciones internacionales y locales.

    Qu puede hacer el periodismo global para ayudar a sus colegas enpases con falta de estatidad? De todos los efectos y consecuencias posibles atri-buidas por la literatura especializada en medios, parece haber un consenso cre-ciente en que las organizaciones de medios poseen una capacidad nica de lla-mar la atencin y generar debate sobre temas especficos entre pblicos diversos(decisores, lderes de opinin, ciudadanos comunes). Como se ha concluido amenudo, la prensa no puede decirle a la gente qupensar, pero afecta sobreel

    tema del que la gente piensa y habla.Entonces, siguiendo esta lnea de razonamiento, el periodismo globalpuede ayudar a enfocar la atencin y alertar sobre la falta de estatidad, suscausas, y los posibles modos de revertir su efecto. Se puede argumentar que, dehecho, las organizaciones internacionales de noticias hacen exactamente eso.Constantes noticias sobre la guerra y la hambruna, las crisis de salud y losdesastres ecolgicos demuestran que los desafos de la construccin de estatidadson rasgos comunes de las noticias internacionales. Sin embargo, la cobertura detales noticias tiene varias limitaciones (Gilboa 2005), ya que sufre de una pro-

    pulsin espordica y a corto plazo de la atencin de parte de las organizacionesde noticias de occidente. Esa cobertura est dominada por las agendas polticasde los gobiernos y negocios de occidente, y se concentra en hechos particularesen vez de presentar imgenes ms comprehensivas y abarcadoras de la falta deestatidad, remarcando el desarrollo de historias (la crisis de HIV/SIDA, eltrfico de artculos ilegales, la incertidumbre de los hijos de la guerra). Este tipode cobertura meditica lleva a una fatiga de compasin (Moeller 1999) y unsufrimiento distante (Boltanski 1999). La cobertura de prensa incompleta y

    rudimentaria impide a las audiencias de occidente asumir un compromiso mshondo y constante con los problemas persistentes en el Sur global.

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    A estos problemas debemos agregar que muchas causas y sntomas de lafalta de estatidad reciben una atencin espordica, si es que reciben alguna,porque no encajan en las reglas convencionales de la cobertura de crisis. La

    violencia rutinizada, la ausencia de cortes o tribunales efectivos y las prcticaspolticas y comerciales ilegales (corrupcin, extorsin), son slo algunos ejem-plos de los problemas que afectan directamente (y del mismo modo) a ciudada-nos y reporteros, pero que convencionalmente carecen de gancho periodsticopara atraer la atencin de los medios internacionales.

    De all, entonces, surgen estas preguntas. Cmo se puede atraer la aten-cin a estos problemas cotidianos por parte de las audiencias occidentales, ma-yormente preocupadas por intereses geopolticos y comerciales y los potencialesefectos del desborde de la falta de estatidad? Cmo se puede ampliar el debatesobre estrategias para re-direccionar el entorno presente que mina lagobernabilidad democrtica? Qu hemos aprendido de experiencias de cons-truccin de estatidad previas que pueda servir a las nuevas democracias?

    Ms all de su tamao e influencia, los diferentes tipos de organizacionesmediticas occidentales pueden hacer una contribucin importante asocindo-se con agencias internacionales, donantes, y organizaciones no gubernamentalesen esfuerzos comunes para fortalecer la gobernabilidad. Parecera que cada vezms las asociaciones internacionales necesitan focalizarse en la promocin y arti-

    culacin de un ambiente frtil para un periodismo democrtico que ane a lasinstituciones locales e internacionales (Mbabazi, MacLean y Shaw 2002).Cmo pueden ayudar las organizaciones periodsticas domsticas a repa-

    rar la falta de estatidad? En situaciones conflictivas, sea guerra abierta o escaladasde tensin, el periodismo local puede hacer una contribucin crucial rehusndosea promover la violencia. Los casos infames de control estatal sobre la radio enSerbia a fines de 1990 y la Radio Televisin Libre de Mille Collines durante laguerra civil de Ruanda en 1994 son slo un par de ejemplos de medios de odioque animaron a la audiencia a cometer crmenes atroces. Claramente, tales empo-

    rios mediticos no operaron autnomamente sino que lo hicieron representandosentimientos culturales y objetivos polticos de grupos organizados.

    En el anlisis de tales experiencias, periodistas y especialistas han pro-puesto el periodismo de paz como una forma periodstica que medie en con-flictos, facilite el dilogo entre la diversidad de grupos polticos y tnicos, y seasensible a diferencias locales (Tehranian 2002). No son pocas las organizacionesde medios en situaciones posteriores a conflictos leales a estos ideales. Siguiendolas lecciones aprendidas de la experiencia en los Balcanes durante el conflicto de

    la dcada de los noventa, La Benevolencija apunta a promover oyentes crticos yactivos, animar a la poblacin a oponerse a la incitacin, constituyndose en un

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    catalizador para el dilogo y la reconciliacin. En Colombia, organizacionesperiodsticas y no gubernamentales han colaborado en la promocin del discur-so democrtico para resistir la violencia y descomprimir una situacin caracteri-

    zada por una guerra civil de cinco dcadas y violacin masiva de derechos huma-nos (Alther 2006).Tales esfuerzos deben ser destacados en su ayuda a la desactivacin de po-

    tenciales situaciones de violencia. Sin embargo, la promocin del periodismo depaz, como tambin del castigo legal a los individuos responsables de propagar elodio (como ha pasado con ex ejecutivos de medios hallados culpables de contri-buir a una campaa de limpieza tnica durante el genocidio en Ruanda) puedeno asegurar el fin de tales prcticas. Los medios de odio siguen constituyendouna posibilidad mientras prevalezcan condiciones de falta de estatidad.

    Esta situacin ilustra dramticamente el hecho que, ante la ausencia de laley, el periodismo puede no escapar a las dinmicas prevalecientes de la violenciay la corrupcin. Particularmente en circunstancias como esas, el periodismo noes una organizacin autnoma de funcionamiento independiente de las polti-cas dominantes y los intereses comerciales que se benefician de la debilidadestatal. Se torna, en cambio, una institucin de mltiples capas que abarcatanto a organizaciones de medios alineadas con actores que sacan rdito de laviolencia como a otras organizaciones que tratan de introducir y sostener la

    civilidad dentro del caos.Entonces, en el afn de examinar las perspectivas para un periodismodemocrtico en el Sur, se hace necesario adoptar una visin amplia que analicelas acciones necesarias para enfrentar la condicin de falta de estatidad hacia laconsolidacin de un entorno que haga posible el periodismo democrtico.

    Muchas intervenciones para institucionalizar el periodismo democrticoen sociedades con estados fallidos o dbiles ofrecen, bsicamente, aproxima-ciones educacionales convencionales con el fin de cambiar las prcticas periods-ticas. Sin embargo, impartir cursos de capacitacin a periodistas sobre periodis-

    mo transparente y responsable parece insuficiente para inspirar cambios dondela falta de estatidad es un importante obstculo para el periodismo democrtico.Promover un conjunto especfico de competencias en las salas de redaccin paraproducir coberturas diversas, fcticas y tnicas puede ser acertado, pero el pro-blema es que la emergencia de nuevas prcticas periodsticas se hace improbablemientras las condiciones reinantes permanezcan sin cambio alguno. Las trans-formaciones de reglas y normas periodsticas son inseparables de cambios msamplios de tinte econmico, poltico y cultural.

    Para resultar efectivo, cualquier entrenamiento requiere un entorno en elque los periodistas puedan aplicar efectivamente las destrezas aprendidas. Cuando

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    falta tal entorno, lo ms probable es que el impacto sea mnimo: los periodistascontinuarn realizando sus tareas como lo hacan siempre. Consecuentemente,los programas de capacitacin necesitan ser amoldados a las condiciones espec-

    ficas que los periodistas afrontan. Cmo pueden ser cubiertas las noticias sensi-bles y controversiales entre la debilidad de las fuerzas de seguridad, una comple-ta ausencia de la autoridad estatal y cortes corruptas y cmplices? Cmo pue-den ser capacitados los reporteros con habilidades y destrezas en reas donde losderechos democrticos, aun cuando fueren estipulados en constituciones nacio-nales, no se aplican? Qu competencias profesionales son necesarias cuandofaltan condiciones estructurales para la consolidacin de una prensa democrti-ca, tales como diversas fuentes de financiamiento y gobernabilidad efectiva?

    La dolorosa realidad que trae aparejada la falta de estatidad en vastasregiones del Sur global hace necesario repensar las tareas del periodismo dedesarrollo. El periodismo de desarrollo ha sido definido como el modelo perio-dstico apropiado para los objetivos de desarrollo y cambios sociales en el Sur(Aggarwala 1979). Sus apologistas defienden un modelo de periodismo que, envez de adoptar simplemente los principios de objetividad y adversidad defini-dos en los cnones de la prensa occidental, trabaja con sectores sociales y polti-cos para promover un proceso participativo ms amplio que mejore los estndaresde vida de la mayora de la poblacin. Promoviendo tal visin, sus adherentes

    han proclamado con razn que el periodismo no debe actuar de acuerdo a metasy normas predeterminadas y que, en cambio, debe adecuarse a las circunstan-cias locales, ser sensible a las culturas locales, y resultar efectivo en la comunica-cin con las preocupaciones populares.

    En el mundo actual, un sinnmero de polticas se topa a diario conproblemas tpicos de gobernabilidad, como la incapacidad o inhabilidad de losestados en aplicar legislacin que promueva polticas especficas que, en princi-pio, ayuden en la consecucin de metas de desarrollo. Consecuentemente, elperiodismo de desarrollo necesita promover una concepcin que considere la

    falta de estatidad tanto una condicin preeminente como tambin un desafoen las nuevas democracias y, de modo ms amplio, en los pases no occidentales.No es suficiente poner simplemente los desafos tradicionales del desarrollo altope de la agenda de la prensa. La resolucin exitosa de los problemas estruc-turales que persisten en las sociedades en desarrollo requiere, por sobre todo, lainstitucionalizacin de mecanismos que sostengan una gobernabilidad efectiva.Reparar los dficits educacional y de salud, y mantener medios de vidasustentables por mencionar slo algunos de los objetivos de las Metas de

    Desarrollo del Milenio parece de difcil logro sin que los estados funcionen.El periodismo podra hacer una contribucin duradera a la gobernabilidad de-

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    mocrtica no slo con alertar sobre temas econmicos y sociales que requierenatencin, sino tambin a travs de la provisin de oportunidades para discutiracciones que fortalezcan la efectividad estatal.

    Conclusiones

    A pesar de las tendencias que sugieren la consolidacin de un periodismoy una esfera pblica global con epicentro en los medios de comunicacin, elperiodismo sigue siendo una institucin local afectada por circunstancias loca-les. No hay duda de que la conectividad de las salas de redaccin, la habilidadde llegar a crecientes nmeros de personas tras las fronteras nacionales y la ex-plosin de formas alternativas de reunin y distribucin de contenidos de noti-cias pusieron en evidencia las nuevas dinmicas que redefinieron la relacinentre la prensa y las audiencias. Sin embargo, estos desarrollos no han vueltoirrelevantes las condiciones locales. El entorno laboral de miles de organizacio-nes de medios y reporteros en rincones distantes del globo contina siendodeterminado por la poltica y la economa locales. El poder de los jefes tribales yde los lderes religiosos, los intereses comerciales locales, la presencia de trafican-tes ilegales y grupos de milicias, la autoridad de oficiales militares y policiales y

    el funcionamiento de las cortes locales, continan afectando las decisiones quese toman constantemente en las salas de redaccin, los temas que se cubren y losriesgos que se toman. Las ascendentes fuerzas globales pueden parecer tan re-motas como el alcance de los gobiernos centrales.

    El periodismo, como cualquier otra institucin que opera en la vida p-blica, es extremadamente sensible al grado de vigor de las leyes, al tipo de nor-mas y mandatos culturales que se siguen, a quin propulsa el poder econmico,a quin controla la informacin, y as sucesivamente. Si bien la falta de estatidad,la ausencia de una autoridad central que monitoree y haga valer las leyes, puede

    tener repercusiones ms all de su territorio, constituye una experiencia vvidade nivel local que afecta las decisiones y comportamientos cotidianos en la pro-duccin local de noticias.

    Las fuerzas de los medios democrticos globales pueden circunstancial-mente dar apoyo al periodismo local, pero no constituyen un sustituto delEstado.

    En lugares donde el Estado tiene una dbil presencia, las cortes internacio-nales y otros cuerpos de gobernabilidad global, los programas periodsticos de

    donantes occidentales, las organizaciones no gubernamentales, las organizacioneseuropeas de derechos humanos, o la tecnologa de avanzada, pueden constituir

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    aliados tcticos de los reporteros y las organizaciones de medios que all se desem-pean, proveyendo ayuda y respaldo en situaciones especficas. Sin embargo, estosactores no reemplazan en sus acciones las funciones bsicas que an necesitan los

    estados para hacer posible la democracia. A veces la esfera pblica global est muyalejada de las salas de redaccin locales, el artculo 19 de la Declaracin Interna-cional de los Derechos Humanos es muy abstracto para que los periodistas en-cuentren medios econmicos de subsistencia, y el movimiento democrtico inter-nacional carece de aplicacin local. A pesar de su creciente presencia, lagobernabilidad global de los medios y los movimientos cosmopolitas en apoyo dela expresin democrtica no son siempre tangibles en los entornos locales queestancan las opciones y posibilidades del periodismo. Cmo pueden ser respeta-das las leyes de prensa donde siquiera existe la ley? Qu reglas periodsticas pue-den seguirse donde no existen las reglas? Qu tica periodstica es posible cuandoprevalecen los comportamientos predatorios en los negocios y la poltica en elmarco de sociedades sin Estado (Black y Barney 2002)?

    En las recientes dcadas, el estudio de la democracia global y de losmedios se ha dedicado a examinar con mucha atencin las perspectivas de lavida pblica bajo la consideracin de cmo el periodismo contribuye al dilogoy a la participacin. Est ampliamente aceptado que ni los gobiernos autorita-rios ni las corporaciones voraces son particularmente simpatizantes de una esfera

    pblica vibrante. La sociedad cvica, donde la democracia se experimenta y serenueva, sufre cuando el autoritarismo poltico y/o el poder de los negociosdictan qu debe ser comunicado.

    A este punto, se necesita agregar que las perspectivas se tornan difcilestanto para el periodismo como para la democracia cuando los estados estnausentes. Los persistentes esfuerzos de las organizaciones periodsticas, el creci-miento de las redes de periodistas y las acciones de los activistas por la libertadde expresin en el sostenimiento de la vida pblica en el Sur global, sugierenque la nica barrera que se opone a la consolidacin de la democracia no es una

    sociedad cvica dbil. A pesar de todos los tipos de obstculos en las sociedadescon dinmicas autoritarias establecidas, las movilizaciones populares en pos dela democracia de los medios han dado grandes pasos. Es, en cambio, la malacondicin del Estado la que necesita urgente atencin, tanto analtica comopolticamente. Los estados desgarrados, inefectivos y no-democrticos no sloconstituyen una problemtica que atae al sostenimiento del periodismo ensituaciones de posguerra, sino que tambin constituyen un dficit grave en reasy pases que no han experimentado conflictos armados.

    Ciertamente, el Estado no es siempre sinnimo de desarrollos positivosen cuanto al periodismo. Adems de la tradicin liberal de fuerte oposicin a la

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    intromisin estatal contenida en las constituciones de occidente y en los fallosde las cortes, el legado del autoritarismo en la mayor parte del Sur hace difcilasociar el Estado con el periodismo democrtico. El Estado evoca a menudo

    censura oficial, persecucin poltica, violencia, legislacin sobre medios a favorde intereses poderosos y cortes cooptadas. An hoy, la lista de enemigos de laprensa est poblada de vetustos dspotas que recurren a mecanismos tradiciona-les para amordazar a la prensa. Dada esta semblanza, la desconfianza hacia elEstado es ampliamente justificada en vastos sectores del Sur global.

    Sin embargo, tal como categricamente sostuvo el politlogo StephenHolmes (1997) en relacin a las actuales democracias europeas del este: menosEstado implica menos libertad. Aplicado esto a la prensa, una institucin a laque a menudo se le encomend la gran misin de promover la libertad de ideas,la frase citada implica que menos Estado (violencia incontrolada, falta de vigorde la ley) se traduce en menos periodismo democrtico. Para cambiar la visindel Estado como enemigo de la prensa a la de aliado necesario del periodis-mo democrtico, es necesario reencuadrar los supuestos comunes del Estado enrelacin a la comunicacin poltica. El Estado implica mecanismos funciona-les para institucionalizar la aplicacin de la ley, la observancia de la legislacinpara promover el acceso a la informacin, la facilitacin viable y diversificada deeconomas que sustenten sistemas mixtos de medios, el aseguramiento de tribu-

    nales dinmicos e independientes que respalden el derecho del pblico a sa-ber, el control de la corrupcin en el interior y fuera de las salas de redaccin,y el fin de la violencia contra reporteros, fuentes periodsticas, y ciudadanos. Lasociedad cvica tiene mucho para contribuir en este aspecto a partir del monitoreode las acciones estatales, llamando la atencin sobre determinados problemas,identificando mecanismos efectivos de accountability, colaborando con institu-ciones oficiales, etc. Sin embargo, las instituciones cvicas no pueden por su solacuenta enderezar los complejos problemas de violencia, seguridad y falta devigor de las leyes. El crecimiento y la relativa salud de una vida cvica en las

    nuevas democracias debera ser un recurso valioso para reencauzar los problemasperennes de la construccin de estatidad.

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    Silvio Waisbord

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    Resumen

    La premisa inicial de este artculo es que elperiodismo democrtico, sin importar su es-

    pecificidad, no resulta viable mientras los es-tados no sean capaces de desempear funcio-nes clave que no pueden ser delegadas a nin-gn otro actor. Para el periodismo, un Estadoinstrusivo representa una problemtica deigual tenor que un Estado dbil, catico yausente. Este punto no ha sido suficiente-mente reconocido e investigado por parte dela literatura especializada sobre la actual ex-pansin y consolidacin de una prensa de-mocrtica mundial. La falta de estatidad(statelessness), una condicin que afecta en par-ticular a grandes regiones del Sur global, de-tiene las prospectivas para la consolidacin delperiodismo que hace al anclaje de la vida de-mocrtica. La ausencia del Estado facilita laviolencia anti-prensa, mina las bases econ-

    micas para el desarrollo de nuevas organiza-

    ciones y debilita el imperio de la ley. Permane-ce an difuso si la prensa, una institucin que

    histricamente ha jugado roles clave en la cons-truccin y renovacin de la identidad nacio-nal y que se conform como catalizador de lamedicacin social, puede realizar tambin con-tribuciones significativas en el fortalecimien-to efectivo de los estados democrticos. El ar-tculo concluye con una serie de sugerenciassobre los modos en los cuales la prensa puedesostener procesos de construccin de estatidad.Se argumenta que, si bien el periodismo con-cebido como una institucin civil no puedepor s solo solucionar problemas enquistadosde violencia, seguridad y ausencia legal, spuede contribuir a la construccin de estatidada travs del monitoreo de las acciones estata-les, llamando la atencin sobre determinadosproblemas, e identificando mecanismos efec-

    tivos de accountability.

    Periodismo democrtico y falta de estatidad

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    Abstract

    The starting premise of this article is thatdemocratic journalism, no matter its specifics,is not viable as long as states are unable toperform key functions that cannot bedelegated to other actors. For journalism, anintrusive state is as problematic as a tenuous,chaotic, and absent state. This point has notbeen sufficiently recognized and investigatedin the literature on the current expansion andconsolidation of a democratic press

    worldwide. Statelessness, a conditionparticularly affecting large swaths of the globalSouth, deters the prospects for the affirmation

    of journalism that anchors democratic life. Stateabsence facilitates anti-press violence,undermines the economic basis for news

    organizations, and weakens the rule of law.It remains unclear whether the press, aninstitution that has historically played keyroles in building and renovating nationalidentities and mediating civic engagement,can also make significant contributions tostrengthening effective and democratic states.The article concludes by suggesting ways in

    which the press supports state-buildingprocesses. It is argued that although journalismas civic institution alone cannot addressentrenched problems of violence, security, andlawlessness, it contributes to statebuildin

    through monitoring state actions, raisingattention to problems, and identifyingeffective accountability mechanisms.

    Key words

    development, globalization, journalism, state, violence

    Silvio Waisbord

    Palabras clave

    desarrollo globalizacin periodismo Estado - violencia