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  • Jean Plaidy

    La reina

    Jezabel

  • 1953 by Jean Plaidy 1980 Javier Vergara Editor

    Juncal 691/Buenos Aires/Argentina Impreso en Argentina/Printed in Argentine Depositado de acuerdo a la Ley 11.723 Esta edicin se termin de imprimir en los Talleres Grficos TALGRAF Talcahuano 638/Buenos Aires/Rep. Argentina en el mes de enero de 1980

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    CAPITULO 1

    Dentro de sus gruesos muros de piedra, Pars arda bajo el sol del verano. Haca semanas que, desde los rincones ms distantes de la tierra francesa, los viajeros atravesaban las puertas de la ciudad. Los nobles llegaban con su squito, seguidos por mendigos, vagabundos y ladrones que se unan a ellos en el camino. Pareca que todos los habitantes de Francia haban decidido presenciar la boda de la princesa catlica de Francia con el rey hugonote de Navarra.

    De tanto en tanto pasaba una brillante figura acompaada por el sonido de las trompetas que lo anunciaban como noble. En su camino al Louvre atravesaba calles de casas altas y elegantes con techos como agudos bonetes grises, y si se trataba de un noble catlico lo saludaban los catlicos, y los hugonotes si era un hugonote.

    En las callejuelas, con su mugre y sus moscas, haba tensin, y la tensin se perciba tambin en las calles y las plazas sobre las que se elevaban, como guardianas, las torres gticas de la Sainte Chapelle y de Ntre Dame, los muros sombros de la Bastilla y la Conserjera. Los mendigos husmeaban el olor de comida que pareca estar perpetuamente en las calles, porque sta era una ciudad de restaurantes, donde florecan los rtisseurs y los ptissiers, protegidos por los nobles y hasta por el rey mismo. Los mendigos estaban hambrientos, pero tambin alertas.

    De vez en cuando estallaba una ria en las tabernas. Se deca que haban matado a un hombre en los Ananas y que su cadver haba sido arrojado en secreto en el Sena. Era un hugonote, y no era extrao que hubiera tenido dificultades en el Pars catlico. Un hugonote entre catlicos era una amenaza peligrosa; pero ese verano en Pars haba miles de hugonotes. Se los vea en las calles, frente a la iglesia de Saint-Germain lAuxerrois, paseando por las calles congestionadas, entre chozas o mansiones; muchos se alojaban tras las paredes amarillas del Htel de Bourbon; otros se dirigan a la casa de la esquina de la Rue de LArbre Sec

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    y la Rue Bthisy que era el centro del ms grande de todos los lderes protestantes, el almirante Gaspard de Coligny.

    Hacia el este en la Rue Saint Antoine se encontraba una de las ms grandes mansiones de Pars, el Htel de Guisa, y ese da de verano entr un hombre en la ciudad, cuya aparicin llen de alegra a la mayora de los parisienses; era su hroe, su dolo, el hombre ms apuesto de Francia junto a quien todos los dems, aunque fuesen prncipes o reyes, parecan hombres del pueblo. Era el rubio duque de veintids aos de edad, Enrique de Guisa.

    Los parisienses le expresaban a gritos su devocin; agitaban sus gorras, aplaudan, saltaban, y sollozaban por el asesinato de su padre, que haba sido como l. Era una figura romntica, este duque de Guisa, en especial ahora que toda la ciudad se preparaba a celebrar esa boda, porque Guisa haba sido amante de la princesa que sera entregada a un hugonote; y Pars se habra deleitado de ver al duque catlico casado con su princesa. Pero se deca que la vieja vbora, la reina madre, haba atrapado juntos a los amantes, y como resultado el apuesto duque fue dado en matrimonio a Catherine de Clves, viuda del prncipe de Porcien, y la alegre y descuidada Margot fue obligada a renunciar al catlico Enrique de Guisa y a casarse con el hugonote Enrique de Navarra. Era algo antinatural, pero era lo que poda esperarse de la italiana Catalina de Medici.

    Viva! gritaban los parisienses. Viva el duque de Guisa! l aceptaba elegantemente el homenaje. Seguido por su comitiva y por

    los mendigos que se les haban unido en el camino, entr en la Rue Saint Antoine.

    La princesa Margarita, en sus aposentos del palacio del Louvre con su

    hermana, la duquesa Claudia de Lorena, escuchaba los vivas que se oan desde la calle y sonrea con alegra, sabiendo a quin se dirigan. Margarita, conocida en todo el pas como Margot, tena diecinueve aos; de formas llenas, vivaz y sensualmente atractiva, se deca que era una de las mujeres ms instruidas del pas, y una de las ms licenciosas. Su hermana mayor, ms seria, esposa del duque de Lorena, haca un agudo contraste con la princesa ms joven; Claudia era una joven tranquila y sobria.

    Los cabellos negros de Margot caan sobre sus hombros; se haba quitado la peluca pelirroja que eligiera ese da. Le brillaban los ojos, y hasta Claudia saba que brillaban por el apuesto duque de Guisa. Margot y Guisa eran amantes, aunque ya no se guardaban fidelidad. Haba demasiadas separaciones y, se deca Claudia, la naturaleza de Margot era demasiado afectiva como para ser constante. La suave y dulce Claudia siempre trataba de ver a las personas con la ptica ms condescendiente. Margot haba dicho muchas veces a su hermana que le haban arruinado

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    la vida al negarle el permiso de casarse con el hombre que amaba (el nico que poda amar). Declaraba que como esposa de Enrique de Guisa habra sido fiel; pero como era su amante y no poda ser su esposa, haba quedado deshonrada. Por desesperacin acept a uno o dos amantes, y luego no pudo renunciar al hbito, porque le era fcil amar, y en la corte haba tantos hombres atractivos.

    Pero explicaba Margot a sus mujeres, siempre soy fiel al seor de Guisa cuando est en la Corte.

    Y ahora pensar en l pona brillo en sus ojos y una sonrisa en sus labios.

    Ve a la ventana, Carlota orden. Dime, lo ves? Descrbemelo. Una muchacha llena de encanto se levant de su butaca y fue hasta

    la ventana. Carlota de Sauves no poda cumplir una orden como la que acababa de recibir sin proclamar que era la mujer ms hermosa de la corte. Sus largos cabellos rizados estaban magnficamente peinados, y su atuendo era casi tan elaborado como los que usaban Claudia y Margot; era rubia, de ojos azules, y tena dos o tres aos ms que Margot; su marido, un hombre de edad madura, ocupaba el cargo de secretario de estado, y si bien sus obligaciones le dejaban poco tiempo para dedicar a su mujer, haba muchos otros dispuestos a reemplazarlo en sus responsabilidades conyugales. La reputacin de Margot estaba ligeramente daada, pero la de Carlota de Sauves era francamente mala, porque cuando Margot tena una aventura, realmente amaba, y ese amor era, aunque slo temporariamente el amor de su vida, pero los amores de Carlota eran menos inocentes.

    Ya lo veo dijo Charlotte. Qu alto es! Dicen que es por lo menos una cabeza ms alto que los hombres de

    su comitiva coment Claudia. Y cmo monta a caballo! exclam Carlota. No es de extraar

    que los parisienses lo amen. Margot se levant y fue rpidamente hasta la ventana. No hay otro como l declar. Ah, podra contarte tantas cosas.

    Ay, Claudia, no te espantes. No te contar nada, porque no soy tan indiscreta como Carlota y Henriette.

    Sera mejor que nos contaras sugiri Carlota, de otro modo muchas de nosotras trataremos de averiguarlo por nuestros propios medios.

    Margot se volvi hacia Carlota y le dio un fuerte tirn de oreja. Se lo haba enseado su madre, y saba por propia experiencia que poda causar mucho dolor.

    Madame de Sauves dijo, ahora plenamente en papel de princesa, haris bien en guardaros de dirigir la mirada a Monsieur de Guisa.

    Tocndose apenas la oreja, Carlota replic: Mi seora, nada debis temer. No dudo de que Monsieur de Guisa

    os es tan fiel... como vos le sois a l.

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    Margot se apart y volvi a su asiento; en poco tiempo olvid su furia, porque esperaba tener un encuentro con Enrique de Guisa; los que la rodeaban la conocan bien, y la queran, porque a pesar de sus defectos era el miembro ms agradable de la familia real. Era de genio rpido pero se calmaba con igual rapidez y era generosa y de buen corazn; siempre ayudaba a los que estaban en dificultades; era vanidosa e inmoral. Lleg a haber rumores desagradables en relacin con su afecto por su hermano Enrique, duque de Anjou; en una poca lo admiraba mucho, cuando l tena diecisiete aos y era el hroe de Jarnac y Montcontour, y el amor de Margot, aunque fuera por su primo o su hermano, no negaba nada que se le pidiera. Era hermosa y alegre, e instruida, siempre muy ansiosa por hablar de s misma, pero era una compaa encantadora, daba placer estar con ella, y todos la amaban.

    Ahora, ante las palabras de Carlota de Sauves, deba justificarse a los ojos de sus mujeres. Se estremeci, y se columpi levemente en su silln.

    Pensar murmur, que cada minuto que pasa me acerca ms a un matrimonio que detesto.

    Trataron de consolarla. Sers reina, querida hermana dijo Claudia. Otras colaboraron: Se dice que Enrique de Navarra, aunque no es tan hermoso como

    Monsieur de Guisa, no carece de atractivos. Carlota tambin particip, sin dejar de acariciarse la oreja. Muchas mujeres daran fe de sus atractivos murmur. Es un

    poco rudo, digamos, un poco salvaje, pero sera difcil encontrar a alguien tan afectuoso y adems tan elegante como Monsieur de Guisa. El duque Enrique es un rey entre los hombres; en cambio dicen que el rey de Navarra no es ms que un hombre... entre las mujeres.

    Calla, Carlota intervino Margot, echndose a rer. Ah, pero se me aprieta el corazn. Qu puedo hacer? No me casar con ese idiota. He odo que tiene debilidad por las campesinas.

    No ms que por las grandes damas replic Carlota. Sencillamente le gustan todas.

    Puede ser respondi Margot, que el Papa no otorgue las dispensas. A cada momento ruego que el Papa se niegue a que se realice la boda. Qu podemos hacer, entonces?

    Sus damas sonrieron. Opinaban que la madre del prncipe, que deseaba la boda, no permitira que sta fuera impedida por un simple Papa. Pero no dijeron nada; lo habitual era participar de las fbulas de Margot. Claudia, por su parte, no deseaba atribular an ms a su hermana.

    Entonces no habr boda continu Margot, y todos estos hombres y mujeres podrn volver a sus lugares. Pero es interesante ver tanta gente en Pars. Debo confesar que me gusta. Me encanta or los gritos

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    de la gente toda la noche. Han convertido la noche en da, slo porque se han reunido aqu para ver mi casamiento con el estpido de Enrique de Navarra, con quien nunca me casar, con quien he jurado no casarme nunca.

    Alguien llam a la puerta. Adelante! grit Margot, y su rostro cambi cuando vio a

    Madelenna, la doncella italiana favorita de su madre. Claudia tembl; siempre temblaba cuando haba alguna perspectiva de que fuera llamada a presencia de su madre.

    Qu sucede, Madelenna? pregunt Margot. Su Majestad, la reina madre, desea la presencia inmediata de

    Madame de Sauves. Todas menos Carlota demostraron alivio, y ella no dio indicacin

    alguna de lo que senta. Ve de inmediato dijo Margot con soltura. No debes hacer

    esperar a mi madre. Hubo silencio cuando se fue Carlota. Despus de una pausa Margot

    continu hablando de su odiado matrimonio, pero sus ojos haban perdido el brillo y la animacin desapareci de su rostro.

    Carlota de Sauves se arrodill ante Catalina de Medici, la reina madre de Francia, hasta que Catalina la autoriz a incorporarse con un movimiento de su bella y blanca mano.

    Entonces Catalina tena cincuenta y tres aos de edad; en los ltimos aos haba engordado mucho, porque era amante de la buena comida; vesta de negro, el luto que llevaba desde la muerte de su esposo, Enrique Segundo, ocurrida trece aos atrs. Tena el rostro plido, las quijadas colgantes, los grandes ojos salientes; un largo velo negro le cubra la cabeza y caa sobre sus hombros. Sus labios pintados sonrean, pero Carlota de Sauves tembl, como les suceda a muchos cuando estaban en presencia de la reina madre, porque a pesar de su expresin ms bien jovial, despus de tantos aos a nadie se le escapaba su oculta astucia; y haba pasado muy poco tiempo desde la muerte de Juana de Navarra, la madre del futuro esposo, a quien haban convencido, contra sus deseos, de que fuera a la corte a hablar del matrimonio de su hijo con la hija de Catalina. La muerte de Juana fue rpida y misteriosa, y como ocurri inmediatamente despus de hacer ella lo que le exiga Catalina, haba muchos en Francia que relacionaban la muerte de Juana de Navarra con Catalina de Medici. La gente hablaba mucho sobre las extraas modalidades de la reina madre, y sobre su origen italiano, porque se pensaba que los italianos eran adeptos al arte de envenenar; se sospechaba que quien la provea de perfumes y guantes, Ren el Florentino, no slo la ayudaba a eliminar sus arrugas sino tambin a sus enemigos, y que adems de perfumes y cosmticos le proporcionaba venenos. Hubo otras muertes adems de la de Juana de Navarra,

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    asesinatos secretos que arrojaban sospechas sobre esta viuda enlutada. Carlota pensaba en ellos en esos momentos, mientras se enfrentaba con la reina madre.

    Pero Carlota, joven, audaz y bella, era todo menos tmida. Le encantaba la intriga; se deleitaba en explotar el poder que emanaba de su incomparable belleza. Catalina le tena simpata porque Catalina siempre favoreca a quienes podan serle tiles, y saba usar a las mujeres bellas.. No posea un harn para satisfacer sus deseos erticos como su suegro Francisco Primero. Las mujeres de la Petite Bande de Francisco eran amantes suyas que cumplan con la tarea de divertirlo con su ingenio y su belleza; las mujeres de Catalina deban poseer los mismos atributos: ser capaces de encantar y seducir, tentar a los maridos a que fueran infieles a sus mujeres y a los ministros de estado a que abandonaran sus obligaciones; arrancar secretos a quienes los posean y apartar de sus reyas a los embajadores extranjeros. Todas las mujeres del Escuadrn Volant pertenecan a Catalina en cuerpo y alma, y ninguna de las que entraban en ese grupo esotrico se atreva a abandonarlo. A ninguna mujer virtuosa se le habra pedido que ingresara en la cofrada, porque las mujeres virtuosas no tenan ninguna utilidad para Catalina de Medici.

    Carlota sospechaba el motivo del llamado. Estaba segura de que se relacionaba con la seduccin de algn hombre. Se pregunt de quin se tratara. En esos momentos haba en Pars muchos hombres, nobles y eminentes, pero sus pensamientos se dirigieron al joven que haba visto a caballo, desde la ventana de los aposentos de Margot. Si era Enrique de Guisa cumplira con mucho gusto la tarea. Y bien podra ser. Tal vez la reina madre deseaba impedir la conducta escandalosa de su hija; y como Margot y Enrique de Guisa se encontraban ambos en Pars, sin duda habra escndalo, aunque l era el marido de otra mujer y ella estaba a punto de casarse.

    Catalina dijo: Podis sentaros, Madame de Sauves. No fue inmediatamente al

    grano. Vens de los aposentos de la Princesa. Cmo la habis encontrado?

    Muy excitada por el tumulto en las calles, Madame. Me envi a la ventana a ver pasar al duque de Guisa. Vuestra Majestad sabe cmo se comporta ella cada vez que el duque est en Pars. Est muy excitada.

    Catalina hizo un gesto afirmativo. Bien, el rey de Navarra deber cuidarla, verdad? No ser muy duro

    con ella por su liviandad. Padece de la misma debilidad. Catalina lanz una estridente carcajada en la que Carlota particip obsequiosamente.

    Catalina continu: Dicen que este caballero de Navarra es muy galante. Lo es desde

    muchacho. Lo recuerdo bien. Carlota observ los labios de la reina madre, que se curvaron con cierta lascivia. Este aspecto de la personalidad

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    de Catalina era tan repulsivo como cualquier otro para Carlota. Era fra como el hielo y no tena amantes, pero le gustaba que las mujeres de su Escuadrn hablaran con ella de sus amores, mientras ella permaneca indiferente, insensible a las emociones, y a la vez como si participara vicariamente de sus aventuras. Viejas y jvenes prosigui Catalina. No importaba qu edad tuvieran. Lo nico que importaba era que fuesen mujeres. Qu os dijo la princesa Margarita cuando os envi a la ventana a mirar a Monsieur de Guisa?

    Carlota relat en detalle todo lo que se haba dicho. Era necesario no olvidar nada, porque la reina madre poda interrogar a otra de las presentes, y si los dos informes no coincidan se molestara mucho. Le gustaba que sus espas observaran bien y no olvidaran nada.

    No est tan enamorada del apuesto duque como en otra poca declar Catalina. Una vez... Volvi a rer. No tiene importancia. Esas aventuras os pareceran comunes, ya que habis tenido las vuestras. Pero esos dos eran insaciables. Bella pareja, verdad, Madame de Sauves?

    Vuestra Majestad tiene razn. Los dos son muy hermosos. Y ninguno de los dos es capaz de mucha fidelidad. Son presa fcil

    de la tentacin. De manera que mi hija estaba un poca celosa del efecto que pudiera tener vuestro inters sobre el apuesto Guisa, no es cierto?

    Carlota se toc levemente la oreja, y Catalina ri. Tendris que realizar una tarea, Carlota. Carlota sonri, pensando en la elegante figura a caballo. Como

    muchos opinaban, era el hombre ms apuesto y encantador de Francia. Deseo que la vida de mi hija sea lo ms placentera posible

    continu Catalina. Siente rechazo por esta boda, lo s, pero le satisface verse en el papel de la inocente agredida, de manera que, en alguna medida, disfrutar con el papel de desposada contra su voluntad. El joven rey de Navarra siempre ha sido uno de los pocos jvenes que no la atraen, y deseo que me ayudis a facilitarle las cosas.

    Slo tengo un deseo, y es servir a Vuestra Majestad con todo mi corazn.

    Vuestra tarea ser fcil. Est dentro de vuestras capacidades, y como implica atraer a un joven apuesto y tratar de enamorarlo, supongo que la cumpliris sin inconvenientes.

    Confe Vuestra Majestad en que har todo lo posible por complacerla. No ser desagradable, el amante que os propongo tiene una

    reputacin tan colorida como la vuestra. He odo decir que es tan irresistible para muchas mujeres como vos lo sois para muchos hombres.

    Carlota sonri. Hacia mucho que deseaba al atractivo duque de Guisa. Si nunca se haba atrevido a poner sus ojos en l era porque Margot vigilaba a sus amantes como una leona a sus cachorros: pero si era una orden de la Reina Madre, la ira de Margot tendra poca importancia.

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    Veo que os interesa la propuesta dijo Catalina. Disfrutad de vuestra empresa, querida ma. Estoy segura de que as ser. Comunicadme vuestro progresos.

    Vuestra Majestad desea que comience en seguida? No es posible. Catalina sonri con lentitud. Tendris que

    esperar a que este caballero llegue a Pars. No deseara que comenzarais a cortejarlo por correspondencia.

    Pero, Madame... comenz Carlota, sorprendida. Catalina arque las cejas. S, Madame de Sauves? Qu deseabais decirme? Carlota guard silencio, con los ojos bajos. Pensabais que me refera a alguien que est ya en Pars... que

    acaba de llegar a Pars? Pens que... que Vuestra Majestad hablaba de alguien que est ya

    en Pars. Lamento desilusionaros. Catalina se mir las manos, an bellas y

    jvenes gracias a las lociones de Ren. No deseo que vuestros amores avancen con demasiada rapidez. Mientras cortejis a este joven, recordad vuestros deberes de esposa. Debis decirle que vuestro respeto por el barn de Sauves, mi secretario de estado y vuestro amante esposo, os impiden darle lo que desea, y lo que sin duda pronto os pedir con gran elocuencia.

    S, seora. Eso es todo. Podis marcharos. Vuestra Majestad an no me ha dicho el nombre del caballero. Catalina ri en voz alta. Una omisin seria de mi parte. En realidad es muy importante que

    lo sepis. Pero, no lo habis adivinado? Me refiero, por supuesto, al novio, al rey de Navarra. Parecis sorprendida. Si habas pensado en Enrique de Guisa, lo lamento. Cmo adoris a ese hombre, vosotras las mujeres! Por l mi hija est dispuesta a renunciar a una corona, y vos misma estabais llena de excitacin cuando suponais que l sera el objeto de vuestra seduccin. No, Madame. Debemos facilitar las cosas a nuestra joven pareja. Dejad a Monsieur de Guisa a mi hija, y tomad a su marido.

    Carlota estaba estupefacta. No era lo que se llama una mujer virtuosa, pero a veces, cuando deba obedecer los designios de la reina madre, se senta en manos de un engendro del infierno.

    En el viejo Chteau de Chtillon haba un clima de tristeza. Era inexplicable, porque all viva la familia feliz de Francia, pero en las semanas anteriores, el jefe de la casa, el hombre a quien todos los miembros de la familia amaban y reverenciaban profundamente, haba estado inquieto y preocupado. Sola dedicarse a sus jardines, donde las rosas daban un magnfico espectculo, y pasaba muchas horas felices con los jardineros discutiendo dnde plantar los nuevos rboles frutales; charlaba con los miembros de su familia o caminaba por los senderos

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    verdes con su amada esposa; rea y bromeaba con su familia o les lea en voz alta. Era un hogar hecho para la felicidad.

    Pero precisamente porque haban sido tan felices estaban ahora tan ansiosos. No hablaban entre ellos de esa querida amiga, la reina de Navarra, que haba muerto en forma misteriosa poco tiempo atrs, en Pars, pero pensaban en ella continuamente. Siempre que se mencionaba a la corte, al Rey o a la Reina Madre, Jacqueline de Coligny se aferraba al brazo de su marido como para retenerlo a su lado y protegerlo de todo dao; l le oprima el brazo y sonrea, aunque saba que no poda asegurarle que se cumpliran sus deseos. No poda prometer no acudir a la corte si lo llamaban.

    Gaspard de Coligny haba sido muy feliz, pero, al ser amado por los hugonotes, necesariamente era odiado por los catlicos. Ahora tena cincuenta y tres aos de edad; desde su conversin a la Religin, cuando era prisionero en Flandes, haba sido muy devoto a ella. Por ella haba sacrificado todo, como ahora saba que tal vez tendra que sacrificar su felicidad y su familia. No tema la clase de muerte de Juana de Navarra, pero le perturbaba la idea de que quizs su familia debera llorarlo. Ese era el motivo de su tristeza. Viva en medio del peligro; muchas veces haba enfrentado a la muerte y estaba dispuesto a enfrentarla una vez ms. Recientemente se haba salvado de morir envenenado por instrucciones, supona l, de la reina madre. No deba confiar en esa mujer, pero, si no confiaba en ella, cmo hallara una solucin a todos sus problemas? Saba que las misteriosas muertes de sus hermanos, Andelot, el Comandante en jefe de Infantera, y Odet, cardenal de Chtillon, probablemente haban sido ordenadas por Catalina de Medici. Odet muri en Londres, Andelot en Saintes. Los espas de la reina madre estaban en todas partes y asesinaban por encargo. Pero si lo llamaban a la corte debera ir, porque su vida no le perteneca: perteneca a su partido.

    Paseaba por los senderos del jardn cuando se le acerc su esposa. La contempl con ternura. Estaba embarazada, y los dos se sentan muy felices por ello. Haca poco que se haban casado, y eran una pareja romntica. Jacqueline lo amaba desde antes de conocerlo, como muchas damas hugonotas, y cuando l qued viudo decidi consolarlo si l se lo permita. Hizo el largo viaje desde Saboya hasta La Rochelle, y el viudo, conmovido por su devocin, no pudo resistirse al consuelo y la adoracin que se le ofreca. Poco despus de la llegada de Jacqueline a La Rochelle Gaspard entr en la felicidad de un segundo matrimonio.

    He venido a ver tus rosas dijo ella, enlazando su brazo con el de su marido.

    l sinti de inmediato que haba surgido otro motivo de ansiedad, porque perciba la inquietud de ella. Jacqueline nunca haba sabido ocultar sus sentimientos, y ahora que esperaba un hijo estaba ms cndida que nunca. Los dedos temblorosos que pos en el brazo de su

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    marido hicieron pensar a ste qu sera lo que haba sucedido. No le pregunt qu la preocupaba; no tena prisa por or cosas desagradables.

    Pero ya viste las rosas ayer, amor mo. Cambian todos los das. Quiero volver a verlas. Ven. Vayamos al

    rosedal. Ninguno de los dos se volvi a mirar las paredes grises del castillo.

    Gaspard rode a su esposa con su brazo. Ests cansada. No. Un llamado de la corte, pens l. Un llamado del Rey o de la Reina

    Madre. Jacqueline me pedir llorando que no vaya. Pero debo ir. Mucho depende de que vaya. Debo trabajar para nuestro pueblo. Las discusiones y las asambleas son mejores que las guerras civiles.

    Durante mucho tiempo haba soado con esa guerra que significara la libertad para los hugonotes de Francia y Flandes, la guerra que brindara libertad de culto, que terminara con las horribles masacres como la de Vassy. Si poda lograrlo, no le importara lo que le sucediese... excepto el dolor que su muerte causara a los suyos, que saba que l no poda evitarlo.

    Los dos hijos de Gaspard, Francis y Odet, de quince y siete aos de edad, fueron a reunirse con ellos. Conocan el secreto: Gaspard lo advirti de inmediato. Francis no revelaba nada, pero el pequeo Odet no pudo evitar mirar a su padre con ansiedad. Era triste que un nio debiera soportar tanto temor y aprehensin.

    Qu sucede, hijo mo? Mientras haca la pregunta. Gaspard advirti las miradas de Jacqueline y de su hijo mayor.

    Nada, pap respondi Odet con su aguda voz de nio. No me sucede nada. Estoy muy bien, gracias.

    Gaspard le acarici los cabellos oscuros y pens en ese otro Odet que haba ido a Londres y nunca regres.

    Qu agradable se est aqu! exclam. No tengo ningn deseo de estar entre paredes.

    Sinti el alivio de los otros. Queridos nios! Amada esposa! Casi dese que Dios no le hubiera brindado esa felicidad domstica, ya que tendra que destrozarla; no haber sido elegido como lder, sino poder entregarse a una vida ms placentera, ms hogarea.

    Su hija Louise, y Tligny, el hombre con quien se haba casado poco antes, entraron en el jardn. Era un placer verlos juntos, porque estaban enamorados, y Tligny era ms que un hijo para Gaspard: el joven hugonote era uno de los mejores lderes del movimiento, un yerno de quien poda enorgullecerse Gaspard de Coligny, almirante de Francia y jefe de la causa de los hugonotes. Jacqueline y los muchachos saban que no podan seguir manteniendo el secreto.

    Tligny anunci:

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    Hay un llamado de la Corte. Del rey? pregunt Gaspard. De la reina madre. Han ofrecido un refrigerio al mensajero? Est comiendo respondi Louise. Tengo rdenes de regresar a la corte lo antes posible continu

    Tligny. Y sin duda tambin vos, seor. Ya lo veremos respondi Gaspard. Por ahora se est muy bien

    aqu, en el jardn. Pero era imposible dilatar el mal momento, y mientras se paseaban

    por los jardines Jacqueline saba que los pensamientos de su marido estaban en esos despachos. Saba que era una tontera pensar que era posible cancelarlos negndose a hablar de ellos o a mirarlos. Tligny tena rdenes; su marido deba esperar otro tanto.

    Y as era. Haba una orden de la reina de que fuese a la corte. Por qu tan sombra? pregunt Gaspard, sonriendo, a su

    mujer. Me invitan a la corte. Hubo una poca en que no esperaba volver a recibir semejante invitacin.

    Ojal hubiese sido as respondi Jacqueline con vehemencia. Pero, querida, olvidas que el Rey es mi amigo. En el fondo es bueno,

    nuestro joven rey Carlos. Creo que es el soberano ms bondadoso que haya subido al trono de la fleur-de-lis.

    Pensaba en su madre, y en nuestra querida amiga, la reina de Navarra.

    No tienes por qu pensar en la reina madre al recordar la muerte de Jeanne. Jeanne estaba enferma y muri de esa enfermedad.

    Muri envenenada, y el veneno fue administrado por... Pero Gaspard haba apoyado una mano en el brazo de su esposa. Deja que los parisienses murmuren esas cosas, querida, nosotros

    no debemos hacerlo. En boca de ellos son habladuras; en las nuestras seran traicin.

    Entonces la verdad es una traicin? Jeanne fue a comprarle guantes al envenenador de la Reina... y muri. Eso me dice todo lo que deseo saber.

    Ten cuidado, querida. Piensa que estoy en peligro. Puede ser una fantasa. No la convirtamos en un peligro real.

    Tendr cuidado. Pero, debes ir a la corte? S, querida, debo ir. Piensa en lo que esto significa para nosotros...

    para nuestra causa. El rey ha prometido ayuda al Prncipe de Orange. Venceremos a Espaa y los miembros de nuestra religin tendrn libertad de culto.

    Pero, Gaspard, no es posible confiar en la Reina Madre. Jeanne lo deca, y lo saba.

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    Trataremos con el rey, querida. El rey tiene buen corazn. Ha dicho que los hugonotes son tan sbditos suyos como los catlicos. Tengo muchas esperanzas.

    Pero fue menos optimista al hablar con su yerno, Tligny. Cuando quedaron solos, le dijo:

    A veces me pregunto si algunos de los de nuestro grupo merecen la ayuda de Dios. Se darn cuenta de la solemnidad de nuestra misin? Comprendern que es hora de establecer la Religin en nuestra tierra, para que las futuras generaciones nazcan con ella? A veces me parece que la mayora de la gente no tiene verdadero amor por la Religin. La usan para luchar contra sus enemigos, y les interesa ms discutir el dogma que llevar vidas virtuosas. Los hombres de nuestro pas no aceptan de buen grado el protestantismo, hijo mo. No es como en Flandes, en Inglaterra o en las provincias alemanas. A nuestro pueblo le gusta la alegra y los rituales; no creen que est mal pecar, recibir el perdn y volver a pecar. Como nacin no les atrae una vida tranquila y pacfica. Debemos recordarlo. Las dos religiones han sido, al menos para muchos, un motivo de contienda. Hijo mo, estoy preocupado. En estos llamados hay una frialdad que no sent en la corte. Pero estoy decidido a cumplir las promesas que hice al Prncipe de Orange, y hay que obligar al rey a que cumpla con su palabra.

    Todo cuanto decs es verdad replic Tligny. Pero, padre mo, si el rey se niega a cumplir con su palabra, qu podemos hacer?

    Tratar de influir sobre l. Creo que puedo hacer bastante en ese sentido, si me dejan solo con l. Si no nos ayuda, tenemos a nuestros adeptos, nuestros soldados, nuestras propias personas...

    La ayuda de Chtillon parecera pequea, cuando se nos ha prometido la ayuda de Francia.

    Tienes razn hijo mo, pero si Francia no cumple con su palabra, Chtillon no debe imitarla.

    He recibido cartas de amigos en la corte. Padre, nos ruegan que no vayamos. Los Guisa traman algo contra nosotros, y la reina madre participa en el complot.

    No podemos dejar de ir porque hayas recibido esas cartas, hijo mo. Debemos tener cuidado, seor. No te preocupes. Nos cuidaremos. Durante la comida comunal no se habl de la partida pero todos,

    desde Jacqueline y Gaspard en un extremo de la mesa hasta los sirvientes en el otro, pensaban en ella. Gaspard era muy amado en toda la campia circundante, porque se saba que haba comida para quien la necesitara en el Chteau de Chtillon: el Almirante mismo haba instituido esas comidas comunales que comenzaban con un Salmo y terminaban con la bendicin.

    Sentado ante la larga mesa, Gaspard pensaba ahora en la lucha que enfrentaba y en los hombres comprometidos a ayudarlo. Estaba el joven

  • 17

    Prncipe de Cond, tan parecido a su padre, aquel hombre alegre y brillante que haba muerto luchando por la causa: pero el joven prncipe, a pesar de todo su valor, no era un hombre fuerte. Estaba el joven rey, Enrique de Navarra, que a los diecinueve aos era un guerrero bastante bravo, pero dado a la vida liviana: tena ms sed de placer que de virtud. No saba resistir a los encantos de las mujeres, le gustaban las aventuras amorosas, la buena comida y la bebida, era un prncipe demasiado alegre como para dedicarse a una causa religiosa. Tligny? No era porque fuese tan allegado suyo que Gaspard pona sus esperanzas en l. En Tligny Gaspard reconoca su propia devocin, su propia determinacin. Tambin estaba el duque de la Rochefoucauld, muy amado por el rey Carlos: pero an era joven y no haba pasado por ninguna prueba. Estaba el escocs, Montgomery, cuya lanza matara accidentalmente al rey Enrique Segundo. Probablemente Montgomery pasara a ser jefe de los hugonotes si el almirante encontraba la muerte, pero ya no era joven, y era preciso buscar entre los jvenes. El liderazgo recaera en forma natural en el joven rey de Navarra.

    Era tonto pensar en su propia muerte: era una idea que le haban transmitido las miradas asustadas de su familia y sus amigos. Hasta los sirvientes parecan atemorizados. Todos le pedan en silencio que ignorara los despachos, que se negara a obedecer las rdenes de la reina madre.

    El nico que no tena miedo era Tligny: y Tligny saba, como lo saba el almirante, que deban partir sin demoras a la corte.

    Gaspard habl; habl con trivialidad sobre la prxima boda que, esperaba l, no sera slo la unin de una princesa catlica con un prncipe protestante, sino la unin de todos los catlicos y los protestantes de Francia.

    Si el rey y la reina no estuvieran dispuestos a favorecernos habran deseado este matrimonio? Acaso el mismo rey no ha dicho que si el papa no da la dispensa la Princesa Margarita y el rey Enrique se casarn en pleine prche? Qu ms se poda decir? l es nuestro amigo. Al menos l es nuestro amigo. Es joven y est rodeado por nuestros enemigos, pero cuando vaya a la corte podr asegurarle que nuestra causa es justa. Me ama, es mi querido amigo. Ya sabis cmo me trataron la ltima vez que estuve en la corte. Me consult sobre todos los asuntos. Me llam padre. Desea hacer el bien y quiere la paz en el reino. Y, amigos mos, no dudis de que yo lo ayudar a conseguirla.

    Pero hubo murmullos en la mesa. En la corte estaba la italiana, y cmo confiar en ella? El almirante olvidaba que una vez haba enviado a uno de sus espas a envenenarlo en el campamento. Y habra sido fcil lograrlo. El almirante perdonaba demasiado, confiaba demasiado. No haba que perdonar a una vbora, ni confiar en ella.

    Etienne, uno de los sirvientes del almirante, se ech a llorar abiertamente.

  • 18

    Si el almirante nos deja, nunca regresar profetiz. Sus compaeros lo miraron con horror, pero l continu con sus

    sombras predicciones. Esta vez esa mujer lograr realizar sus malvados planes; el mal

    triunfar sobre el bien. Lo obligaron a callar, pero sigui derramando lgrimas sobre su vaso. Cuando retiraron el mantel uno de los sacerdotes (siempre haba uno

    o dos durante las comidas) dio la bendicin. Luego el almirante y su yerno se retiraron para hablar de sus planes y para preparar despachos que anunciaran su llegada a la corte.

    Pocos das despus, cuando partieron, Etienne estaba en los establos. Esperaba all desde las primeras horas de la maana, y cuando el almirante mont a caballo se arroj a sus pies gimiendo como un poseso.

    Mi seor, mi buen amo implor, no vayis hacia vuestra ruina, porque eso es lo que os espera en Pars. Si vais a Pars moriris all... y tambin morirn los que vayan con vos.

    El almirante se ape y abraz al hombre que lloraba. Amigo mo, te has dejado influir por rumores malignos. Mira a mi

    hombre fuerte. Mira a mis adeptos. Debes saber que podemos cuidar de nosotros mismos. Ve a la cocina a que te den un vaso de vino. Bebe a mi salud, hombre, y arriba ese nimo.

    Hicieron alejarse a Etienne, pero no dejaba de sollozar; y el almirante, mientras cabalgaba hacia Pars con su yerno, no poda apartar la escena de su mente.

    Cuando Carlota de Sauves se retir, Catalina de Medici se puso a

    meditar. An no tena planes definidos con respecto al joven rey de Navarra, pero pensaba que era mejor que Carlota comenzase a trabajar con l en cuanto llegara; no era aconsejable que el rey trabara otra relacin que podra resultar ms fuerte que la que ella quera forjar. Estaba segura de que Enrique de Navarra era como su padre, Antonio de Borbn: un hombre dominado por las mujeres; y estaba decidida a que la mujer que dominara a su futuro yerno fuera una espa. No haba que permitir que se enamorara de su esposa. Esto no era muy probable, ya que Margot lo tratara muy mal, y Enrique de Navarra, a quien nunca le haban faltado admiradoras, no se enamorara fcilmente de una esposa que lo despreciara. Pero no poda confiar en Margot porque Margot era una intrigante que trabajara antes por su amante que por su familia.

    Segua meditando cuando su hijo Enrique entr en la habitacin. Entr sin hacerse anunciar y sin ceremonias. Era la nica persona en la corte que se atreva a hacer eso.

    La reina levant la mirada y sonri. La ternura era extraa en su rostro. Los ojos saltones se suavizaron, y su piel plida adquiri un leve

  • 19

    color. Era su hijo preferido, y cada vez que lo miraba la torturaba la idea de que no era su primognito, porque habra querido quitarle la corona a su hermano y colocarla sobre esta cabeza oscura y hermosa.

    Catalina haba amado a Enrique, su marido, en medio del abandono y la humillacin a que l la someti durante aos, y dio su nombre a este hijo. No era el nombre con que lo bautizaron (entonces lo llamaron Eduardo Alejandro), pero se convirti en su Henri y estaba decidida a que un da se convirtiera en Enrique Tercero de Francia.

    Francisco, su primognito, haba muerto, y cuando muri ella dese fervientemente que Enrique fuera coronado y no Carlos, de diez aos de edad. Era muy irritante pensar que se llevaban un ao de diferencia. Por qu, pens, no haba dado luz a este hijo aquel da de junio de 1550? Eso le habra ahorrado muchas ansiedades.

    Querido mo dijo tomndole una mano, una de las manos ms bellas de Francia, y muy parecida a la suya, y llevndosela a los labios, aspir el perfume de almizcle y violetas que l traa a la habitacin. Le pareca la criatura ms hermosa que jams haba visto, con su chaqueta de terciopelo color cereza y raso gris perla; el borde la camisa de hilo estaba tieso de joyas de todos colores; el cabello rizado bajo la pequea gorra enjoyada; sus largos dedos blancos cargados de anillos. Llevaba diamantes en las orejas y brazaletes en las muecas.

    Ven dijo la reina. Sintate a mi lado. Pareces preocupado, mi amor. Qu te sucede? Se te ve cansado. No has hecho demasiado el amor con Mademoiselle de Chteaunneuf?

    l sacudi una mano con languidez. No, no es eso. Ella le dio unas palmaditas en la mano. Se alegraba de que por fin su

    hijo hubiera tomado una amante: el pblico lo esperaba y todos estaban contentos. Adems, una mujer jams influira sobre l como los jvenes perfumados, y de cabellos rizados, de quienes gustaba rodearse. Rene de Chteaunneuf era de las que no se meten en lo que no les importa; la clase de mujer que Catalina prefera para su hijo. Pero le preocupaban los amores de Enrique con Rene, porque lo dejaban exhausto, y luego deba pasar das en la cama, rodeado por los jvenes que lo cuidaban, le rizaban los cabellos, le llevaban las mejores golosinas del palacio, le lean poesa y traan a sus perros y a sus cotorras para divertirlo.

    Era un joven extrao, este hijo. Medio Medici, medio Valois, era enfermo de cuerpo y alma como todos los hijos de Enrique Segundo y Catalina de Medici. Tenan males congnitos; pagaban los pecados de sus abuelos (tanto del padre de Enrique como del padre de Catalina).

    La gente deca que era extrao que un joven como este Enrique, duque de Anjou, hubiera sido un gran general en las batallas de Jarnac y Montcontour. Pareca imposible que este joven lnguido y afeminado que se pintaba la cara, se rizaba los cabellos, y a los veintin aos de edad

  • 20

    deba guardar cama despus de hacer el amor con una mujer, hubiera luchado en la batalla y vencido a hombres como Luis de Borbn, prncipe de Cond. Catalina, que era realista, admita para sus adentros que en Jarnac y Montcontour Enrique haba contado con un buen ejrcito y excelentes consejeros. Adems, como todos sus hijos, maduraba temprano y declinaba rpidamente. A los veintin aos ya no era el hombre que haba sido a los diecisiete. Siempre seguira siendo ingenioso, y sabra apreciar la belleza, pero su amor por los placeres, las perversiones a las que se entregaba con petulancia, le estaban quitando energa. Por cierto que no era el general quien estaba ahora frente a su madre. Frunca los labios en un gesto de mal humor, y Catalina crea saber por qu.

    No debe preocuparte el embarazo de la Reina, hijo mo. El hijo de Carlos no vivir.

    Antes decas que nunca tendra un hijo varn. An no lo ha tenido. Cmo sabemos de qu sexo ser el nio? Qu importa eso? Aunque fuera una nia, queda el hecho de que

    son jvenes y tendrn otros hijos. Catalina juguete con su brazalete talismn hecho con piedras de

    diferentes colores. Las piedras tenan grabados que se decan ser signos de demonios y de magos; los eslabones estaban hechos con partes de un crneo humano. Este adorno inspiraba temor a quienes lo miraban, como deseaba Catalina. Sus propios magos lo haban hecho para ella, y crea en sus cualidades especiales.

    Al ver a su madre acariciar la joya, Anjou sinti cierto alivio. Saba que su madre no permitira que nadie se interpusiera en su camino al trono. Pero le pareca que haba sido un descuido de ella permitir que Carlos se casara, y pensaba comunicarle su opinin.

    No vivirn dijo Catalina. Ests segura, madre? Ella pareca completamente concentrada en su brazalete. No vivirn repiti. Hijo mo, pronto llevars la corona de

    Francia. De eso estoy segura. Y cuando as sea no olvidars la gratitud que debes a quien te llev a l, verdad querido?

    Nunca, madre respondi. Pero ha llegado esa noticia de Polonia. Confieso que me gustara que fueras rey sin ninguna demora. Rey de Polonia? Ella le rode con su brazo. Deseara que fueses rey de Francia y Polonia. Si fueras rey de

    Polonia solamente, y tuvieras que marcharte de Francia para ir a ese pas brbaro, creo que se me partira el corazn.

    Eso es lo que desea mi hermano. Nunca permitira que te apartaran de m. Enfrentemos la realidad, madre. Carlos me odia.

  • 21

    Tiene celos de ti porque eres mucho ms apto para ser el rey de Francia que l.

    Me odia porque sabe que me quieres ms que a l. Le gustara verme desterrado de este pas. Siempre ha sido mi enemigo.

    Pobre Carlos, es un loco y un enfermo. No podemos esperar de l nada razonable.

    S. En buenas estamos. Un rey loco en el trono de Francia. Pero hay muchos que lo ayudan a gobernar. Rieron juntos, pero Enrique se puso serio de inmediato. Pero, y si este nio fuera varn? No podra ser un nio sano. Creme, nada debes temer de la

    descendencia enferma de tu hermano. Y si exige que yo acepte el trono de Polonia? Ese trono an no est vaco. Pero la reina est muerta y el rey gravemente enfermo. Mi hermano

    y sus amigos estn furiosos porque me negu a casarme con la Reina de Inglaterra. Y si ahora insisten en que acepte el trono de Polonia?

    Lo importante es que no te destierren de Francia. Yo no lo soportara, y no creers que algo as podra suceder si yo no lo deseo.

    Seora, tan seguro estoy de que gobiernas este reino como de que te estoy viendo.

    Entonces no tienes nada que temer. Es que mi hermano me da miedo. Perdname, madre, si te recuerdo

    que ltimamente ha aumentado la influencia de quienes lo rodean, no los menosprecies madre.

    Ya no ocuparemos de ellos. Pero pueden ser peligrosos. Recuerda la actitud de mi hermano con

    la reina de Navarra. Catalina la recordaba muy bien. El rey, como muchos otros en

    Francia, sospechaba que su madre haba tenido que ver con el asesinato de Juana de Navarra; sin embargo haba ordenado una autopsia. Si se hubiera hallado veneno, la ejecucin de Ren, el envenenador florentino sirviente de la reina madre, habra sido inevitable. Carlos pensaba que su madre estaba implicada en el asunto, y no vacil en su deseo de descubrirla. Catalina nunca olvidara esa traicin de su propio hijo.

    Sabemos quin fue el responsable de su actitud dijo Catalina. Y una vez conocida la causa es posible eliminarla.

    Coligny es demasiado poderoso replic Anjou. Cunto tiempo lo seguir siendo? Hasta cundo le permitirs que siga envenenando la mente del rey contra ti... contra nosotros?

    Catalina no respondi, pero su sonrisa dio nimos a su hijo. Viene a la corte dijo Anjou. Esta vez no hay que permitirle que

    se marche.

  • 22

    Creo que cuando Monsieur de Coligny llegue a la corte, tu hermano no estar tan enamorado de l respondi Catalina con lentitud. Hablas de la influencia del almirante sobre tu hermano, pero no olvides que cuando el rey se encuentra en dificultades slo puede acudir a su madre.

    As era en otra poca. Seguir siendo igual? Coligny sabe lo que hace. Su virtud, su severidad religiosa han

    tenido efectos en el rey. Pero esto ha sucedido porque al principio no cre que ese amigo hugonote pudiera influir tanto sobre l. Ahora que conozco el poder del hugonote y la estupidez de Carlos, sabr cmo actuar. Ir a ver a Carlos ahora. Una vez que hable con l confiar menos en su querido Coligny. Creo que cuando el poderoso Almirante llegue a Pars tendr una recepcin ms bien fra.

    Ir contigo para sumar mi voz a la tuya. No, mi querido. Recuerda que el rey est celoso de tu capacidad

    superior. Djame ir sola, y luego te contar en detalle todo lo que se dijo. Madre, no permitirs que me enven a ese pas brbaro? Acaso te envi a Inglaterra? Has olvidado mi indulgencia contigo

    cuando tan descortsmente te negaste a casarte con la Reina de Inglaterra? Catalina lanz una carcajada. La insultaste, y eso podra haber desatado una guerra. Sabes que es una vanidosa. Jams olvidar tu maligna insinuacin de que si te casabas con la amante del conde de Leicester, sera adecuado que Leicester se casara con la tuya. Eres terrible, y te adoro por eso. Cmo soportara vivir si t no estuvieras cerca para hacerme rer? Acaso no fue intolerable que te marcharas a las guerras? No, querido. No permitir que te enven a Polonia... ni a ningn sitio donde ests lejos de m!

    l le bes la mano mientras ella le acariciaba los cabellos rizados, con suavidad porque a l no le gustaba que lo despeinaran.

    Carlos, el rey, estaba en la parte del Louvre que prefera: en los

    aposentos de Marie Touchet, su amante. Tena veintids aos, pero pareca mayor por su rostro arrugado y

    plido. En su vida nunca haba gozado de ocho das consecutivos de salud; sus cabellos eran hermosos pero escasos, y caminaba encorvado. A los veintids aos era como un viejo. Pero su rostro era notable, a veces casi hermoso. Sus ojos profundos eran castaos con reflejos dorados, como los de su padre; eran alertas e inteligentes, y cuando no sufra uno de sus accesos de locura, bondadosos y seductores. Eran los ojos de un hombre fuerte, y lo que daba un aspecto extrao a su cara era el contraste que hacan con su boca dbil, casi imbcil, y su mentn vencido. En la faz del rey se vean dos personajes diferentes: el hombre que poda haber sido y el hombre que era; el humanista fuerte y bondadoso y el hombre de sangre enferma, que carg en su corta vida con las consecuencias de los excesos

  • 23

    de sus abuelos. Su problema pulmonar pareca agravarse semana a semana, y a medida que su cuerpo perda fuerzas le resultaba cada vez ms difcil controlar su mente. Los accesos de locura se hacan ms frecuentes, y tambin los de melancola. Cuando, en el silencio de la noche, senta el frenes que se apoderaba de l, se levantaba de la cama, despertaba a sus seguidores, se pona una mscara e iba a las habitaciones de uno de sus amigos; sus hombres atrapaban al joven en la cama y lo azotaban. Este era un pasatiempo favorito del rey en sus momentos de locura, y los amigos que reciban los golpes eran sus amigos ms queridos. Lo mismo haca con los perros que adoraba. En sus momentos de lucidez derramaba lgrimas sobre los perros que, en su locura, haba golpeado hasta matar.

    Viva en un continuo estado de desconcierto y miedo. Tena miedo de sus hermanos, de Alenon y de Anjou, pero en particular de Anjou, que era el favorito de su madre. Saba perfectamente que su madre quera el trono para Enrique, y trataba de imaginar constantemente qu habran tramado entre los dos. En esos momentos pensaba que el embarazo de la reina deba preocupar mucho a su madre y a Anjou.

    Tambin tema a los Guisa. El joven y apuesto duque era uno de los hombres ms ambiciosos del pas, y lo apoyaba su to, el cardenal de Lorena, ese astuto lascivo con una lengua ms filosa que una espada, y tambin los hermanos del cardenal, el cardenal de Guisa, el duque de Aumale, el gran prior y el duque de Elbouef. Estos poderosos prncipes de Lorena no apartaban los ojos del trono de Francia, y nunca perdan oportunidad de apoyar a su joven sobrino, Enrique de Guisa quien, con su encanto y su porte aristocrtico, ya haba atrado al pueblo de Pars.

    Pero haba algunos en quienes el rey poda confiar. Aunque pareciera extrao, una de esas personas era su esposa. No la amaba, pero su bondad haba conquistado su corazn. La pobre Elisabeth, como muchas otras princesas sacrificadas en el altar de la poltica, haba venido de Austria para casarse con l: era una criatura tmida que se aterroriz al enterarse de que deba casarse con el rey de Francia. Cmo lo habra imaginado? Como a los grandes monarcas que conociera: el abuelo de Carlos, Francisco Primero, ingenioso, divertido y encantador. O Enrique Segundo, el padre de Carlos, fuerte, severo y silencioso. Elisabeth pensaba que ira a Francia a casarse con un hombre como stos: en cambio encontr a un joven de ojos castaos y boca dbil, que fue amable con ella por timidez. Ella retribuy esa bondad con devocin, y ahora asombraba a Francia con la promesa de que dara un heredero al trono.

    Carlos se ech a temblar al pensar en su hijo. Qu le hara su madre? Le dara ese morceau Italiniz que la haba hecho famosa? De una cosa estaba seguro el rey: su madre nunca permitira que el nio accediera al trono. Pondra a su vieja nodriza Madeleine a cargo del nio, porque Madeleine era otra de las personas en quien poda confiar. Luchara por el

  • 24

    nio como haba tratado de luchar por l durante su amenazada infancia. S, poda confiar en Madeleine. Haba olvidado los das difciles de su infancia, combatiendo secretamente las enseanzas de sus tutores que trataban de pervertirlo. Pero slo secretamente, porque esos tutores haban sido elegidos por Catalina para agravar la locura del joven y para iniciarlo en todas las formas de la perversin, y si la reina se enteraba de que Madeleine los combata, Madeleine sera quien recibira el morceau. Muchas veces, despus de pasar una hora de terror con sus tutores, Carlos se despertaba durante la noche, tembloroso y asustado, e iba a refugiarse en los brazos maternales de Madeleine, a quien siempre tena lo ms cerca posible. Ella lo abrazaba y lo acunaba, y lo llamaba su beb, su Charlot, para que l recordara que no era ms que un nio, a pesar de que era rey de Francia. Madeleine segua siendo como una madre para l, aun ahora que ya era un hombre, y l insista en que siempre estuviese cerca.

    Su hermana Margot? No, ya no poda confiar en Margot. Se haba endurecido, ya no era su querida hermanita. Haba tomado como amante a Enrique de Guisa, y no vacilara en revelar a ese hombre los secretos del rey. Ya no podra volver a confiar en ella, y no poda amar a alguien en quien no confiaba.

    Pero estaba Marie... Marie, la ms querida de todas. Ella lo amaba y lo comprenda como nadie. A ella poda leerle sus poemas, mostrarle el libro sobre caza que estaba escribiendo. Para ella l era realmente un rey.

    Y Coligny. Coligny era su amigo. Nunca se cansaba de estar con el almirante: con l se senta seguro, porque a pesar de que se deca que era un traidor a Francia, nunca haba inspirado a Carlos la menor aprehensin. Tena la certidumbre de que Coligny nunca hara algo deshonroso. Si Coligny pensaba actuar contra l se lo dira de inmediato, porque Coligny nunca finga ser lo que no era. Era una persona recta, y si era hugonote, bien, haba muchas cosas de los hugonotes que a Carlos le gustaban. Tena muchos amigos entre ellos: no slo Coligny era hugonote, tambin su nodriza Madeleine lo era, y Marie, y el mejor de sus mdicos, Ambroise Par, y estaba su querido amigo Rochefoucauld. Carlos deseaba que no hubiera conflictos entre catlicos y hugonotes. l era catlico, por supuesto, pero muchos de sus amigos haban aceptado la nueva fe.

    Uno de sus pajes se acerc a decirle que su madre vena hacia l, y Marie se ech a temblar, como siempre que aguardaba un encuentro con la reina madre.

    Marie, nada debes temer. No te har dao. T le agradas. Lo ha dicho. Si no fuera as, yo no te permitira que permanecieras en la corte. Te dara una casa donde pudiera visitarte. Pero le gustas.

    Sin embargo Marie segua temblando. Paje dijo el rey, dile a la reina, mi madre, que la ver en mis

    aposentos. S, Sire.

  • 25

    Bien. Ests contenta ahora? Au revoir, querida. Volver ms tarde. Marie le bes las manos, aliviada por no tener que encontrarse con la

    mujer que tema, y Carlos se alej por los corredores que comunicaban las habitaciones de Marie con las suyas.

    Catalina lo salud con muestras de gran afecto. Qu buen aspecto tienes! Parece que te alegra la perspectiva de ser

    padre. El rey apret los labios. Lo invada el terror cada vez que su madre

    mencionaba al nio que gestaba su esposa. Y qu bien se la ve a nuestra pequea reina! continu Catalina.

    Debo insistir en que se cuide mucho. No hay que permitir que corra ningn riesgo ahora.

    Carlos haba aprendido a temer las bromas de su madre. A la Reina Madre le gustaba hacer chistes, y en especial el humor negro. Se deca que ofreca la copa de veneno a su vctima con una frase ingeniosa, haciendo votos por su salud. Este rasgo suyo haca pensar a algunos que era de carcter jovial, no advertan de inmediato el cinismo que ocultaba su risa. Pero Carlos saba ms que otros sobre ella, y no sonri.

    Catalina advirti al punto su expresin. Se dijo que tendra que vigilar de cerca a su pequeo rey. Se haba apartado demasiado de ella.

    Me traes alguna noticia? pregunt el rey. No, slo he venido a charlar, contigo. Estoy preocupada. Pronto

    Coligny llegara a Pars. Eso me alegra replic Carlos. Catalina ri. Ah, es astuto ese almirante. Junt las manos y elev los ojos con

    expresin piadosa. Un hombre tan bueno! Tan piadoso! Un hombre muy despierto, dira yo. Puede engaarnos a todos con su religiosidad.

    Engaarnos, seora? S, engaarnos. Habla de virtud mientras piensa en derramar

    sangre. Te equivocas. Cuando el almirante habla de Dios, piensa en Dios. Ha descubierto la bondad de su rey, sin duda... y piensa usarla. Slo he recibido bondad de l, madre. Hijo mo, no te corresponde recibir benevolencia, sino otorgarla. El rey se sonroj. Su madre saba hacerlo sentir infantil, como si no

    fuera un rey, sino un nio que depende en todo de su madre. He venido a hablarte de ese hombre, porque pronto estar aqu para

    seducirte. Hijo mo, debes pensar con claridad. Ya no eres un nio. Eres un hombre, y el rey de un gran pas. Quieres lanzar a este pas a una guerra con Espaa?

    Odio la guerra respondi el rey con vehemencia. Sin embargo alientas a quienes la hacen. Ofreces tu reino, a ti

    mismo y a las personas de tu familia a Monsieur de Coligny.

  • 26

    No, no. Yo quiero la paz, la paz... Catalina lo aterrorizaba. Cuando estaba con ella recordaba escenas de

    su infancia, cuando ella le hablaba as, despus de haber ordenado a todos sus asistentes que se retiraran. Entonces le describa las cmaras de tortura y todos los horrores cometidos contra hombres y mujeres que carecan de poder y estaban en manos de los poderosos. No poda apartar de su mente la imagen de la sangre, del potro de tormento, de los brazos y piernas sangrantes, destrozados. El pensamiento de la sangre siempre lo enfermaba, lo aterrorizaba, lo llevaba a esa locura en que, obsesionado por la idea, necesitaba verla correr. Su madre poda despertar esos accesos de locura mucho ms fcilmente que los tutores italianos que haba elegido para l. Cuando los senta llegar, y an le quedaba un resto de lucidez, deba luchar contra ellos con todas sus fuerzas.

    Quieres la paz prosigui ella, y qu haces para preservarla? Tienes encuentros secretos con un hombre que desea la guerra.

    No! No! No! S. Acaso no te renes en secreto con el almirante? Catalina se

    haba puesto de pie y lo miraba; l slo vea ese rostro pesado con los ojos prominentes.

    Me... me he encontrado con l admiti. Y volvers a hacerlo? S. No... no. No lo har. Baj la mirada, tratando de escapar a

    esos ojos hipnticos. Agreg con terquedad: Me reunir con cualquiera de mis sbditos, si lo deseo.

    Haba hablado el rey, y Catalina se preocup secretamente por ese despliegue de fuerza. Carlos tena demasiados amigos hugonotes. Habra que matar a Coligny lo antes posible, y tambin a Tligny, a Cond y Rochefoucauld. Pero Coligny era el ms peligroso.

    Catalina cambi de tono, se cubri la cara con las manos y continu con tristeza:

    Despus de todos los esfuerzos que me cost criarte y proteger tu corona... la corona que tanto catlicos como hugonotes han tratado de arrebatarte... despus de haberme sacrificado y haber corrido tantos peligros, nunca imagin que recibira una retribucin tan msera. Te ocultas de m... de tu propia madre!, para pedir consejo a tus enemigos. Si has de actuar contra m, dmelo, y volver a mi tierra natal. Tu hermano tambin deber huir conmigo, porque ha dedicado su vida a proteger la tuya, y tendrs que darle tiempo para que huya de esos enemigos a quienes piensas regalar la tierra de Francia. Ri con amargura. Los hugonotes que hablan de una guerra con Espaa, pero que en realidad slo quieren una guerra con Francia... la ruina de nuestro pas, para que ellos puedan florecer sobre sus ruinas.

    T jams te iras de Francia.

  • 27

    Qu otra cosa podra hacer? Y t, cuando te hayan llevado a las cmaras de tortura, o te hayan dejado podrir en un calabozo, o, peor an, cuando te hayan eliminado en la Place de Grve...

    Qu quieres decir? Imaginas que te dejarn vivir? Alz sus grandes ojos hacia el

    rostro de su hijo. Aunque no crea que ella se marchara jams de Francia, ni que su hermano Anjou hubiera respondido nunca a otra cosa que sus propias ambiciones, esta extraa madre suya segua hipnotizndolo, como tantos aos atrs. Catalina se daba cuenta de que su hijo ya no era un nio confiado, y por eso no insisti demasiado. Slo deseaba sembrar dudas sobre el almirante en su mente.

    l le tom la mano y se la bes. Hijo querido, quiero que sepas que todo lo que digo y hago es por tu

    bien. No te pido que exilies de la corte al almirante. Por cierto que no. Recbelo aqu. As te ser ms fcil descubrir su verdadera naturaleza. Ah, te ha seducido. Es comprensible, lo ha hecho con muchos antes de ti. Slo te pido que seas cauteloso, que no confes demasiado. No tengo razn en pedirte esto, hijo mo?

    El rey respondi con lentitud: Como siempre, tienes razn. Te prometo que no ser demasiado

    confiado. Y si descubres, querido hijo, que a tu alrededor hay traidores,

    gente que conspira contra ti, que busca tu muerte y tu destruccin? El Rey se morda los labios y sus ojos estaban inyectados en sangre. Entonces... Sus manos tironeaban de su chaqueta, ...entonces,

    madre, ten la seguridad de que no habr piedad para ellos. No, no habr piedad!

    Su voz se haba convertido en un chillido, y Catalina se puso de pie, segura de haber logrado su objetivo.

    El duque de Alenon haba terminado su partida de tenis y se haba

    retirado a sus aposentos para meditar sombramente sobre su futuro. Era un joven muy insatisfecho; no poda imaginar un destino peor

    que el suyo... ser el cuarto hijo de un rey. Pocos haba que tuvieran esperanzas de que l accediera al trono, cosa que deseaba ardientemente.

    Estaba furioso porque pensaba que la vida haba sido injusta con l. Como Hrcules, el menor de los hijos de la familia real haba sido un nio muy hermoso, muy consentido, muy mimado, excepto por su madre, pero a los cuatro aos enferm de viruela y su hermosa piel qued penosamente marcada. No era tan alto como sus hermanos; era corpulento y moreno. En la corte se deca que era un verdadero italiano, y esto significaba que no gustaba a los franceses. Pero, cul de sus hermanos les gustaba? El enfermizo Francisco? No, lo haban despreciado. Amaban a Carlos, el

  • 28

    loco? Por cierto que no. Poda gustarles el perfumado y elegante Enrique? No. Lo odiaran ms que a cualquiera de los otros. Entonces por qu no habran de amar a Francisco de Alenon? Cambiaron su nombre, Hrcules, por el de Francisco cuando muri su hermano mayor. Entonces estaba encantado: Francisco era nombre de rey. Pero su madre dijo, con su risa cnica, que Hrcules no era un nombre adecuado para su hijito. La odi por eso; pero la odiaba por tantas cosas... Bien, por qu el pueblo de Francia no habra de tomar por rey a otro Francisco?

    Pens en el casamiento con la reina de Inglaterra que le proponan, y la idea lo enfureci. No soportaba el ridculo, y saba que sus cortesanos sonrean disimuladamente cuando se mencionaba el tema de ese matrimonio. La reina de Inglaterra era una mujer mayor, una arpa que se diverta haciendo bromas de mal gusto a quienes se le acercaban. No se las hara a l. Y por qu l, un joven de dieciocho aos, habra de casarse con una mujer de treinta y nueve?

    Algn da les demostrara lo que era capaz de hacer. Y dejaran de tratarlo como a una persona sin importancia. Un da les dara una sorpresa. Tena amigos que lo seguiran donde l los condujese.

    Mir desde la ventana de su habitacin hacia la Torre de Nesle; luego hacia las tres torres de Saint-Germain-des-Prs. Vio la multitud all reunida: hugonotes y catlicos. En las calles haba muchas intrigas, y muchos consejos secretos en palacio. Pero a l, al hermano del rey, el hijo de Enrique Segundo y Catalina de Medici, lo mantenan aparte por considerarlo demasiado joven y poco importante!

    Vio avanzar por la calle a un grupo de hombres a caballo. Otro gran personaje que vena a asistir a la boda de su hermana. Llam a uno de sus asistentes:

    Quin es se que entra en la ciudad? El almirante de Coligny, seor. Comete una tontera al entrar de

    esta manera en Pars. Por qu? Tiene muchos enemigos, seor. El duque asinti. S, no dudaba de que haba complots contra el

    almirante. Seguramente su madre hablaba de este hombre cuando se encerraba con sus hermanos; pero jams discuta las conspiraciones con l. Se mordi los labios hasta hacerlos sangrar. Lo trataban como a un nio... el hijo menor que jams accedera al trono, el pequeo Hrcules que se haba convertido en Francisco porque Hrcules era el nombre de un hombre fuerte, y ni siquiera era apuesto, porque tena la piel marcada de esa manera. Sus amantes le decan que era ms apuesto que su hermano Enrique, pero era porque a pesar de ser el ms joven de todos modos era el hijo de una casa real. Tena muchas amantes, pero cualquier hombre en su posicin las habra tenido. Era pequeo y feo; no era importante, y cuando su madre lo llamaba mi sapito, no lo haca precisamente con

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    cario. Lo despreciaba y no haba lugar para l en sus planes. Quera quitarlo del camino envindolo a Inglaterra.

    Ri en voz alta de ese estpido almirante que entraba de cabeza en una trampa. Odiaba al almirante, no por razones polticas o religiosas, sino slo porque era apuesto y era importante.

    Observ que los hugonotes de la ciudad marchaban en procesin alrededor del almirante, como para protegerlos a l y a sus hombres. Los catlicos mostraban caras agrias; algunos lanzaban insultos. Costara muy poco iniciar una conflagracin que destruira toda la ciudad de Pars.

    Era una locura haber arreglado este matrimonio, y al hacerlo traer tantos hugonotes a la ciudad. Pero, sera ste el resultado de un plan de su madre?

    Sus hermanos lo sabran. Y sin duda tambin Enrique de Guisa. Todos los hombres importantes lo sabran. Pero mantenan a Francisco de Alenon en la ms completa oscuridad. Era ms de lo que poda soportar un prncipe de sangre real.

    Volvi a morderse el labio y trat de imaginar que esas voces pedan a gritos un nuevo rey, y que el nombre de ese rey era Francisco.

    En cuanto estuvo en presencia del rey, Gaspard de Coligny supo que sus enemigos estaban trabajando contra l. La actitud del rey hacia l pareca haber cambiado por completo. La ltima vez que viera a Carlos, el joven lo haba abrazado clidamente, sin ceremonias.

    No me llames Majestad. No me llames Monsieur. Llmame hijo y yo te llamar padre.

    Pero ahora estaba ante un monarca diferente. Ya no haba calor en los ojos dorados: eran fros y sospechosos. Enrique de Guisa y su to, el cardenal de Lorena, estaban en la corte y gozaban de los favores de la reina madre. Sin embargo, durante el ceremonial de la recepcin, a Gaspard le pareci ver un matiz de disculpa en los ojos del rey; pero la reina madre estaba de pie junto a su hijo, y aunque el saludo de sta fue el ms clido de todos, ella era la persona en quien menos confiaba el almirante, y estaba seguro de que la animosidad que perciba emanaba de ella.

    El almirante abord sin temor el motivo de su visita: la cuestin de la ayuda para el prncipe de Orange y la guerra con Espaa.

    Catalina habl en nombre de su hijo. Habis tardado en venir a Pars, Monsieur lAmiral. Si hubierais

    venido antes habrais estado presente en el consejo militar que convoqu para decidir el asunto de la guerra.

    Un consejo militar, Madame? Pregunt Coligny, estupefacto. Pero, qu miembros formaban este consejo?

    Catalina sonri: El duque de Guisa, el cardenal de Lorena... y otros. Deseis or sus

    nombres? Ese es mi deseo, Madame.

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    Catalina mencion los nombres de varios nobles, todos ellos catlicos. Comprendo, Madame. Esos consejeros naturalmente habrn

    sugerido que no cumplamos nuestras promesas. Esos hombres nunca apoyaran una expedicin dirigida por m.

    No era una cuestin de liderazgo lo que considerbamos, Monsieur lAmiral, sino el bien de Francia.

    El almirante se apart de la reina madre y se arrodill ante el rey. Tom la mano de Carlos y le sonri.

    Catalina, que los observaba de cerca, vio sonrojarse la piel plida y enfermiza de Carlos; vio afecto en su mirada. Carlos slo se liberaba de la influencia de ese hombre cuando no estaba en la corte. Era un peligro real. No poda permitirse que el almirante viviera muchas semanas ms. Aunque su muerte acarreara desastres, tendra que morir.

    Sire dijo Coligny. No puedo creer que estis decidido a romper vuestra promesa al prncipe de Orange.

    Carlos respondi en voz muy baja y avergonzada: Ya habis odo el resultado de la deliberacin del Consejo Monsieur

    lAmiral. Es a ellos a quienes debis dirigir vuestros reproches. Entonces no hay nada que decir replic Coligny. Si ha triunfado

    la opinin contraria a la ma, esto es el fin. Ah, Majestad, tan seguro estoy de que os arrepentiris de seguir ese consejo como de que estoy arrodillado aqu.

    Carlos se ech a temblar. Extendi una mano como para detener al almirante. Pareca que estaba a punto de hablar, pero los ojos de su madre estaban fijos en l y cay otra vez bajo su dominacin.

    Coligny prosigui: Su Majestad no se ofender si yo cumplo con mi promesa de ayudar

    al prncipe de Orange. Carlos vacil y Coligny esperaba, pero la influencia de Catalina segua

    siendo ms fuerte que la del almirante recin llegado, y aunque una vez ms Carlos hizo el gesto de comenzar a hablar, no articul palabra.

    Lo har con mis amigos, mis parientes y mi propia persona. Se volvi hacia Catalina. Su Majestad ha decidido no hacer la guerra a Espaa. Dios quiera que no se vea envuelto en otra que no pueda eludir.

    Coligny hizo una reverencia y se retir. En sus aposentos lo esperaban varias cartas. Una de ellas deca:

    Recordad el mandamiento que todo papista obedece: No acatars la fe de un hereje. Demostraris ser sensato si abandonis la corte de inmediato. De otro modo, sois hombre muerto.

    Estis en grave peligro, escriba otro. No os dejis engaar por lo que se dice sobre la boda del duque de Alenon con la Reina de Inglaterra. Ni por este casamiento de Margarita con Navarra. Alejaos lo antes posible de esta cloaca infectada que es la corte de Francia. Cuidaos de las garras envenenadas de la Serpiente.

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    Y otro: Os habis ganado el favor del rey. Eso es suficiente razn para

    vuestra muerte. Ley todas estas cartas, y mientras el crepsculo entraba en su

    habitacin percibi que cada ruido aceleraba los latidos de su corazn. Toc las paredes con las puntas de los dedos y se pregunt si, en los lugares en que la madera estaba despareja, habra una puerta secreta. En el adornado techo habra algn agujero por donde un ojo pudiera espiarlo? Cualquier momento poda ser el ltimo de su vida.

    Pronto Carlos cay bajo la fascinacin del almirante. Desde que

    Gaspard llegara a la Corte Carlos se senta ms audaz, menos temeroso de su madre. Haca que Gaspard lo acompaara y tenan muchas entrevistas a solas. Pero Catalina saba lo que suceda en esas entrevistas. Haba un tubo que iba desde su cmara secreta hasta los aposentos del rey, que le permita or la mayor parte de lo que hablaba. Era suficiente para alarmarla.

    Discutan constantemente el asunto de la guerra con Espaa, y el rey no se mantena firme.

    Tened la seguridad, querido almirante, de que deseo satisfaceros. No me mover de Pars hasta que lo haya logrado.

    El asesinato del almirante no poda demorarse, pero tendra que ser despus de la boda. Si el almirante sufra ahora una muerte sbita, tal vez no habra boda. Catalina se complaca en observar a su vctima: era como engordar a un cerdo antes de matarlo. All estaba, hinchado de orgullo y confianza; pensaba que con slo venir a la corte se ganaba la voluntad del rey; no tena ms que persuadirlo y poner en marcha sus planes.

    Bien, que disfrutara de sus ltimas semanas en este mundo. Que siguiera pensando que era poderoso en el pas... por unas semanas.

    El almirante careca de sutileza y, como a muchos rudos soldados, le hacan falta algunas lecciones sobre la conduccin de un estado y la diplomacia. Rara vez meditaba antes de hablar; deca lo que pensaba, y eso, en una corte donde se practicaba la hipocresa como una de las bellas artes, era el colmo de la estupidez.

    En una de las reuniones del Consejo, habl del asunto del trono de Polonia.

    Hay varios que lo reclaman, y sin duda pronto quedar vaco. Si ese trono ha de caer en manos de Francia es necesario que el duque de Anjou parta en seguida hacia Polonia.

    El rey asinti con entusiasmo, ya que pocas perspectivas lo complacan tanto como la de ver a su hermano fuera del pas. Catalina estaba furiosa, pero pareca considerar el asunto con calma. En cuanto a

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    Anjou, su ira era casi incontrolable: enrojeca, y le temblaban los aros en las orejas.

    Creo que Monsieur lAmiral interfiere en asuntos que no le conciernen declar con frialdad.

    Este asunto de Polonia es de inters vital para Francia, Monsieur respondi Gaspard con su acostumbrada franqueza.

    Eso es muy cierto lo apoy el rey. Y si Monsieur continu Gaspard, no acept Inglaterra por

    matrimonio, ni aceptar a Polonia por eleccin, deber decir claramente que no desea salir de Francia.

    Se levant la sesin y Anjou fue de inmediato a buscar a su madre. Qu pensis de esa insolencia, Madame? pregunt. Quin

    sabe qu traman entre los dos? Madre, les permitirs que conspiren contra m?

    Ten paciencia. Espera a que pase la boda y ya vers. La boda! Pero, cundo ser? S que todos los nobles de Francia

    estn aqu con su squito, pero ese viejo tonto, el cardenal de Borbn, nunca lo celebrar sin el permiso del papa, y crees que el papa lo dar? Permitir que nuestra hermana catlica se case con el hugonote? Bien, pronto nos enteraremos de que ha prohibido la boda, y habr un escndalo en Pars.

    An eres muy joven, hijo mo, e ignoras que hay formas de producir milagros. No temis, nos arreglaremos sin Monsieur Gregory.

    El Borbn no realizar la ceremonia sin la venia del papa. No se enterar de los deseos del papa, hijo mo. He escrito al

    gobernador de Lyons que no debe llegar correo de Roma hasta despus la ceremonia.

    Entonces esperaremos en vano el permiso del papa. Es mejor eso que recibir desde Roma la comunicacin de que la

    boda no debe realizarse. Cmo logrars que realice la ceremonia sin el consentimiento del

    papa? Deja eso por cuenta de tu madre. Pronto tu hermana estar unida

    al duque de Navarra. Nada temas. Puedo manejar al viejo cardenal. Ten paciencia, mi querido. Espera... espera a que pase la boda y ya vers.

    Los oscuros ojos italianos de Anjou brillaron cuando los levant hacia su madre con expresin interrogativa:

    Quieres decir...? Ella se llev un dedo a los labios. Ni una palabra... Ni siquiera entre nosotros. An no. Pero no temas.

    Acerc la boca al odo de su hijo. A Monsieur lAmiral no le queda mucho tiempo de vida. Djalo que se mueva a sus anchas durante sus ltimas horas en la tierra.

    Anjou asinti, sonriendo.

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    Pero murmur su madre, tendremos que actuar con la mayor cautela. Planear el fin de este hombre es una tarea llena de peligros. No es presa fcil. Nuestros espas estn en todas partes y nos han comunicado que recibe advertencias sobre lo que le suceder. No logro entender cmo alguien ha llegado a saberlo. Habr que tender las redes con mucho cuidado para atrapar al salmn, hijo. No te equivoques al respecto.

    Madre, no dudo de tus poderes para lograr lo que desees. Ella lo bes con ternura. En la antecmara de su dormitorio, la princesa Margarita reciba al

    duque de Guisa. Estaba tendida a su lado en el divn cubierto de raso negro, recurso que usaba para que hiciera un bello contraste con la blancura de sus brazos y sus piernas. Sonrea a Enrique, saciada y feliz por el momento. Ningn hombre la satisfaca, ni crea que podra satisfacerla en el futuro, como su primer amante, el duque Enrique de Guisa.

    Cunto tiempo ha pasado dijo ella. Haba olvidado lo maravilloso que eres.

    Y t, mi princesa respondi l. Eres tan maravillosa que jams te olvidar.

    Ah suspir Margot. Si nos permitieran casarnos! Entonces no seras el marido de otra mujer y yo no enfrentara el matrimonio ms odioso que imaginarse pueda. Ay, Enrique, amor mo, si supieras cmo rezo cada da, cada noche, para que suceda algo que evite este matrimonio. Es posible, amor mo? Es posible hacer algo?

    Cmo saberlo? respondi sombramente Guisa. En Pars hay una atmsfera que hace que uno se pregunte qu suceder despus. Tom entre sus manos el rostro de ella y lo bes. Slo hay una cosa cierta en todo el mundo, y es que te amo.

    Ella lo abraz ardientemente; sus brazos lo rodeaban, sus labios clidos exigan. Ella nunca dejaba de asombrarlo, aunque la haba conocido y amado toda la vida. La mir mientras ella se tenda en la cama, extendiendo los brazos hacia l, con los oscuros cabellos sueltos; los bellos ojos oscuros que brillaban en el rostro sensual: ya ansiaba el prximo abrazo.

    Margot dijo Guisa con pasin, no hay otra como t. Descansaban, satisfechos, tras la puerta cerrada de la antecmara,

    felices y seguros. Con tiernas reminiscencias hablaron del da en que los descubrieron. Margot llevaba la bella ropa con que haba recibido a su cortejante, Sebastin de Portugal. Recordaron la furia del rey y de la reina madre, que esa noche azotaron a Margot casi hasta matarla por haber participado en la aventura: Guisa logr a duras penas escapar con vida.

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    Ah dijo Margot, saliste de ese peligro con una esposa, pero a m me qued el corazn destrozado.

    Lo haba dicho entonces, pero luego aprendi que los corazones que se destrozan hoy cicatrizan maana, y la esposa de Enrique de Guisa no pudo evitar que l fuera el amante de Margot. Margot descubri que haba otros hombres en el mundo (no tan apuestos ni tan encantadores, es cierto,) y no poda vivir sin su amante.

    Qu agradable era estar en los brazos de este hombre y atraerlo a un nuevo frenes de pasin, y pensar con tristeza, cuando la pasin slo brindaba una satisfaccin temporaria, muy temporaria: Ah, qu distinto habra sido si me hubiesen permitido casarme con el hombre que amo. Habramos sido fieles el uno al otro y nuestra unin habra sido perfecta.... El papel de vctima era el favorito de Margot. Satisfaca sus deseos y luego deca: Pero qu diferente sera si me hubieran permitido casarme con el nico hombre que jams he amado! Le bastaba decrselo para luego entregarse a cualquier aventura sin ningn remordimiento.

    De pronto golpearon a la puerta y se oy la voz de Carlota de Sauves. Margot sonri. Sin duda Carlota saba a quin reciba Margot en su antecmara, y eso la pondra un poco celosa. Eso era bueno. Por su belleza y su importancia en el Escadron, Carlota se daba demasiados aires.

    Quin es? pregunt Margot. Yo. Carlota de Sauves. Y a quin buscas? Quera preguntarte si has visto a Monsieur de Guisa. La reina

    madre pregunta por l. Se est impacientando. Margot ri. Se levant y fue hasta la puerta. Cuando vea a Monsieur de Guisa se lo dir. No temas, eso ocurrir

    muy pronto. Gracias. Ir a decirle a Su Majestad que Monsieur de Guisa ya

    viene. Margot se volvi hacia su amante, que ya se haba puesto la chaqueta

    y estaba ajustndose la espada. La impaciencia de l por marcharse la enoj.

    Pareces muy ansioso por irte. Mi querida, es un llamado de tu madre. Margot lo rode con sus brazos. Que espere un poco. l la bes, pero ella saba que pensaba en la entrevista con la reina

    madre. Primero viene la ambiciosa jefa de la casa de Guisa y Lorena dijo

    con ligereza. La amante despus. Verdad? No minti l. Sabes que no es as.

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    Los negros ojos de Margot relampaguearon. A veces deseaba pelear con Enrique. Para ella el amor lo era todo, y no poda admitir que quizs no fuese as para l.

    Entonces, bsame pidi. l la bes. Bsame como si pensaras en m, y no en lo que le dirs a mi madre.

    Ay, Enrique, cinco minutos ms! Querida, no me atrevo. No te atreves! Siempre con el No me atrevo. Lo mismo dijiste

    cuando permitiste que te casaran con la estpida de tu esposa! Margot, volver. Por qu crees que te manda llamar ahora? Es porque sabe que

    estamos juntos y le encanta molestarnos. No conoces a mi madre. S que cuando me llama, debo obedecer. l dio vuelta la llave en la cerradura, pero Margot segua aferrada a l,

    besndolo apasionadamente. Cundo volvers? En cuanto pueda. Lo prometes? Lo prometo. Entonces bsame otra vez... otra vez... otra vez... Catalina despidi a todos sus asistentes, ni siquiera permiti que se

    quedara su enano. Iba a recibir al gran duque de Guisa. Lo vio aproximarse, pensando que no era de extraar que Margot lo

    encontrara irresistible. Era muy atractivo. Veintids aos no eran muchos, pero en unos aos ms sera tan astuto como haba sido su padre, y an ahora, como siempre lo acompaaba ese viejo zorro que era su to, el cardenal de Lorena, deba cuidarse de este hombre.

    l la salud ceremoniosamente, y ella dijo: Tengo mucho que comunicaros, Monsieur de Guisa. Estamos solos,

    pero hablad en voz baja. No es fcil hablar en secreto en el palacio del Louvre.

    Comprendo, Vuestra Majestad. Supongo que la presencia de alguien en la corte os enfurece tanto

    como a m, querido duque, Sabis de quin os hablo? Creo que s, Madame. No mencionaremos su nombre. Me refiero al asesino de vuestro

    padre. Enrique era muy joven y an no saba ocultar muy bien sus

    emociones. Pareca algo cansado, efecto, sin duda, de la hora que haba pasado con Margot. Ella era capaz de cansar a cualquiera! De quin habra heredado esos hbitos? De su madre, no. Eso era seguro. De su

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    padre? Por cierto que tampoco. Haba sido un hombre fiel... fiel a una mujer que no lo mereca, es verdad; pero Margot jams sera fiel. Haba tenido muchos amantes, aunque an no haba cumplido veinte aos. Seguramente los haba heredado de su abuelo. Francisco Primero, o tal vez del propio padre de Catalina. Se deca que ambos eran insaciables. Pero Catalina haba mandado llamar a este hombre para discutir asuntos importantes, no para hablar de sus amores con su hija.

    S, Madame respondi Enrique con amargura. Siempre haba credo que Gaspard de Coligny era el asesino de su padre, y no sera completamente feliz hasta haber vengado a Francisco de Guisa.

    No podemos tolerar su presencia aqu, en la corte continu Catalina. Su influencia es mala para nuestro rey.

    El corazn de Guisa comenz a latir con ms rapidez. Saba que Catalina insinuaba que l la ayudara a preparar el asesinato de Coligny. Sus dedos se cerraron sobre la empuadura de su espada y sus ojos se llenaron de lgrimas mientras recordaba cmo haban llevado a su padre al castillo cercano a Orlans. Volvi a ver el rostro noble del duque Francisco, con la cicatriz debajo de un ojo, que le haba ganado el nombre de Le Balafr. Recordaba la ltima vez que viera ese rostro amado, y cmo haba jurado vengarse de quien crea ser el asesino de su padre.

    Madame, cules son vuestras instrucciones? pregunt. Qu? Necesitis instrucciones para vengar la muerte de vuestro

    padre? Seguramente Vuestra Majestad pensaba hacerme algunas

    sugerencias cuando me mand llamar. Este hombre se pasea por la corte, domina al rey, amenaza no slo

    a vuestra familia, sino tambin a la ma, y me peds instrucciones! Madame, os prometo que no vivir un solo da ms. Ella levant la mano. Ahora os apresuris demasiado, mi seor duque. Queris hundir a

    esta ciudad en un bao de sangre? Deseo que este hombre asista a la boda de mi hija con el rey de Navarra. Luego... es vuestro.

    El duque hizo una inclinacin de cabeza. Como Vuestra Majestad lo desee. Querido duque... Sois casi un hijo para m. No pasasteis la mayor

    parte de vuestra infancia con mi familia? Y habis llegado a amarlos, verdad? Ms que otros? Bien, es natural. Pero yo os quiero como a un hijo. Por eso deseo que tengis oportunidad de vengar a vuestro padre.

    Vuestra Majestad me otorga una gracia importantsima. Aun os otorgara ms. Ahora escuchad. No procedis con descuido.

    No permitir que desafiis a ese hombre. Dejad que el golpe mortal provenga de un asesino desconocido.

    Siempre he credo que es mi madre quien debe asestar ese golpe, Madame. Creo que sera justicia. Es buena tiradora, y...

  • 37

    Catalina hizo un gesto con una mano. Sois joven, duque, y vuestras ideas son las de un nio. Si se

    disparara contra ese hombre y consiguiera escapar, qu tumulto habra! No, el primer disparo debe dar en el blanco. No convirtamos este asunto en una comedia. Ese hombre tiene el don de escapar a su destino. A veces pienso que lo protege alguna magia especial.

    No se salvar de mi venganza, Madame. No. Estoy segura de que no. Mantened esta cuestin en secreto,

    pero hablad de ella con vuestro to. Buscad la forma de esconder un asesino en una de vuestras casas, y cuando el asesino de vuestro padre pase por la calle en camino al Louvre, haced que dispare sobre l. Nada de comedias. Utilicemos a un tirador sereno, no a una duquesa nerviosa. Esto es cuestin de vida o muerte, Monsieur, no un acto teatral para divertir a la corte. Retiraos, y comunicadme vuestro plan cuando lo tengis. Pero, no olvidis... despus de la boda. Est claro? Entendisteis bien duque?

    Perfectamente claro, Madame. Bien, volved a vuestros placeres, y ni una palabra de esto a nadie...

    excepto, por supuesto, a vuestro digno to. S que puedo confiar en vos. Vuestra Majestad puede confiar en m por completo. Bes la mano de la reina y se retir. Estaba demasiado excitado como

    para volver junto a Margot. Busc a su to, el cardenal de Lorena, para contarle su conversacin con al reina madre.

    Catalina estaba contenta; agradaba a su naturaleza viperina satisfacer sus deseos en esa forma tortuosa.

    El novio cabalgaba hacia Pars a la cabeza de sus hombres, y aunque

    iba vestido de severo luto por la reciente muerte de su madre (haca menos de tres meses que haba muerto misteriosamente en Pars) en sus labios haba una cancin gascona.

    Era un joven de diecinueve aos, nada alto, pero bien proporcionado, con una inmensa vitalidad. Su actitud era desenvuelta y franca, y rea a menudo, pero sus ojos eran velados y astutos y revelaban el carcter que el resto de la cara ocultaba. En esos ojos haba algo profundo, latente en esos momentos, que no tena intencin de mostrar al mundo. Haba heredado mucho de la astucia de su madre, pero poco de su piedad. Era hugonote porque su madre lo haba sido, pero en materia religiosa era un escptico.

    Por Dios deca, creo que un hombre debe tener alguna fe. El buen Dios decidi hacerme hugonote, y eso soy.

    Pero bostezaba durante los sermones, y a veces roncaba sin disimulo; en una oportunidad se escondi detrs de un pilar, y mientras coma cerezas arrojaba los carozos a la cara del predicador.

    Sus hombres lo queran. Consideraban que era un prncipe digno de ser seguido. l tena con ellos una ruda familiaridad, y era fcil incitarlo a

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    la risa y a las lgrimas, pero sus emociones carecan de profundidad. Los ojos velados, cnicos, traicionaban las fciles emociones, y mientras lloraba transmita que las lgrimas nada significaban para l. Haba tenido tantas aventuras amorosas que llamaban la atencin incluso en ese pas donde la promiscuidad resultaba natural. Su madre le haba dado una crianza natural, que no lo alentaba a imitar la modalidad fantasiosa de los prncipes de Valois. Tena maneras bruscas y no le preocupaba demasiado su aspecto; se senta tan feliz en la casa de un campesino como en un palacio real, siempre que la esposa o la hija del campesino le alegraran la estada.

    De manera que entr en Pars a caballo, seduciendo a las mujeres de Auvernia y Bourbonnais, Borgoa y Orlans. Desde su ms tierna infancia saba que probablemente se realizara esta boda, porque haba sido arreglada por el padre de Margot, Enrique Segundo, cuando Navarra tena dos aos y Margot apenas un poco ms. Era un buen matrimonio para l, el mejor posible, pensaba. Su madre lo deseaba porque lo acercara al trono. Navarra se encoga de hombros cuando pensaba en el trono de Francia. Haba muchos en el medio: Enrique de Anjou y Francisco de Alenon, para no mencionar los hijos que stos pudieran tener; y en esos momentos la mujer de Carlos estaba embarazada. Navarra dudaba que ningn rey de Francia pudiese disfrutar ms que l de la vida, y lo que le interesaba era disfrutar de la vida.

    Pero el matrimonio estaba arreglado, y le daba lo mismo que cualquier otro. Margot siempre haba tenido antagonismos contra l, pero, qu le importaba? Qu necesitaba de una esposa cuando haba tantas mujeres dispuestas a satisfacerlo? No tendra inconveniente en dar libertad a Margot, y en asegurarse la suya.

    En cuanto se supo que ira a Pars, debi escuchar muchas advertencias.

    Recuerda lo que le sucedi a tu madre le decan. Fue a Pars y nunca regres.

    No comprendan que no lo perturbara seriamente la idea del peligro, y que estuviera ansioso por ir a esa corte de intrigas. Su madre muri y eso lo conmocion; llor amargamente cuando recibi la noticia, pero en medio de su llanto descubri que tena una sensacin de liberacin, que luego disfrutara. Siempre haba sabido que su madre era una buena mujer, y se avergonzaba de no amarla ms. Supona que ella era una santa y l, en el fondo, un pagano. Ella se habra desilusionado de l si hubiese vivido, porque nunca llegara a ser el hugonote piadoso que ella deseaba. Y su muerte no slo le brindaba ms libertad, sino mayor importancia... ya no era un simple prncipe, sino el rey de Navarra. Ya no haba molestas restricciones, ni sermones de su madre. Era gloriosamente libre, dueo de sus actos, y eso era bueno porque tena diecinueve aos, era viril y lleno de salud, y le resultaba muy fcil conquistar a las mujeres.

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    Por eso durante el camino cantaba una cancin de Gasconia y aunque de vez en cuando un amigo deslizaba una advertencia en sus odos, eso slo serva para excitarlo ms. Estaba ansioso de aventuras, de intriga.

    Y cuando, junto con su comitiva, lleg a corta distancia de Pars, el rey Carlos en persona sali a recibirlo. Al joven rey de Navarra le encant que el rey de Francia lo abrazara y lo llamara hermano, y le diera semejantes muestras de amistad.

    La reina madre iba tambin con la com