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REVISTA EUROPEA. NÚM. 28 6 DE SETIEMBRE DE 1 8 7 4 . AÑO I. EL SOMBRERO DE TRES PICOS, HISTORIA VERDADERA DEUN SUCEDIDO QUE ANDA EN ROMANCES, ESCRITA AHORA TAI. Y COMO PASÓ. (Conclusión.) * XXVIII. ¡Ave Haría purísima! ¡Las doce y inedia, y sereno! Así gritaba porlas calles de la ciudad quien tenia facultades para tanto, cuando la molinera y el corregidor, cada cual en uná'áe las burras del molino, el Sr. Juan López en su muía, y los dos alguaciles andando, llegaron á la puerta del corregi- miento... *f" La puerta estaba cerrada. \i Dijérase que para el Gobierno, lo mismo que para los gobernados, había concluido todo por aquel dia. — ¡Malo!—pensó Garduña. Y llamó con el aldabón dos ó tres veces. Pasó mucho tiempo, y ni abrieron, ni contestaron. La seña Frasquita estaba más amarilla que la cera. El corregidor se habia comido ya todas las uñas de ambas manos. Nadie decia una palabra. ¡Pum!... ¡Pum!... ¡Pum!... golpes y más golpes á la puerta del corregimiento (aplicados sucesivamente por los dos algua- ciles y por el Sr. Juan López)... ¡Y, nada! ¡No respondía nadie! ¡No abrian!... ¡No se movia una mosca! Sólo se oia el claro rumor de ¡os caños de una fuente que había en el patio de la casa. Y de esta manera trascurrían minutos, largos como eternidades. Al fin, cerca de la una, abrióse un ven- tanillo del piso segundo, y dijo una voz fe- ft¡eñiná: —¿Quién? *'' VéanseJbs números 23, 24, 25 y 2T, págs. 129, 1G1, 2<M y 26S. TOMO II. —Es la voz del ama de leche...—mur- muró Garduña. —¡Yo!—respondió D. Eugenio de Zú- ñiga.—¡Abrid! Pasó un instante de silencio. —¿Y quién es V.?—replicó luego la no- driza. — ¡Pues no me está V. oyendo! Soy el amo... el corregidor... Hubo otra pausa. —¡Vaya V. mucho con Dios!—repuso la buena mujer.—Mi amo vino hace una hora, y se acostó en seguida. Acuéstense ustedes también, y duerman el vino que tendrán en el cuerpo. Y la ventana se cerró de golpe. La seña Frasquita se cubrió el rostro con las manos. —¡Ama!—tronó el corregidor, fuera de j sí.—¿No oye V. que le digo que abra la puerta? ¿No oye V. quesoy yo? ¿Quiere ! usted que la ahorque también? La ventana volvió á abrirse. j —Pero vamos á ver... ¿Quién es V. para dar esos gritos? —¡SBy el corregidor! — ¡Dale, bola! ¿No le digo á V. que el señor corregidor vino antes de las doce... y que yo lo vi con mis propios ojos encer- rarse en las habitaciones de la señora? ¿Se quiere V. divertir conmigo? ¡Pues espere usted y verá lo que le pasa! Al mismo tiempo se abrió repentina- mente la puerta, y una nube de criados y ministriles, provistos de sendos garrotes, se lanzó sobre los de afuera, exclamando fu- riosamente: —¡A ver! ¿Dónde está ese que dice que es el corregidor? ¿Dónde está ese chusco? ¿Dónde está ese borracho? Y se armó un lio de todos los demonios, en medio de la oscuridad, sin que nadie pudiera entenderse, y no dejando de recibir algunos palos el corregidor, Garduña, el Sr. Juan López y Toñuelo. SO

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REVISTA EUROPEA.NÚM. 28 6 DE SETIEMBRE DE 1 8 7 4 . AÑO I.

EL SOMBRERO DE TRES PICOS,HISTORIA VERDADERA DE UN SUCEDIDO QUE ANDA EN ROMANCES,

ESCRITA AHORA TAI. Y COMO PASÓ.

(Conclusión.) *

XXVIII.¡Ave Haría purísima! ¡Las doce y inedia,

y sereno!

Así gritaba por las calles de la ciudadquien tenia facultades para tanto, cuandola molinera y el corregidor, cada cual enuná'áe las burras del molino, el Sr. JuanLópez en su muía, y los dos alguacilesandando, llegaron á la puerta del corregi-miento...*f" La puerta estaba cerrada.\i Dijérase que para el Gobierno, lo mismoque para los gobernados, había concluidotodo por aquel dia.

— ¡Malo!—pensó Garduña.Y llamó con el aldabón dos ó tres veces.Pasó mucho tiempo, y ni abrieron, ni

contestaron.La seña Frasquita estaba más amarilla

que la cera.El corregidor se habia comido ya todas

las uñas de ambas manos.Nadie decia una palabra.¡Pum!... ¡Pum!... ¡Pum!... golpes y

más golpes á la puerta del corregimiento(aplicados sucesivamente por los dos algua-ciles y por el Sr. Juan López)... ¡Y, nada!¡No respondía nadie! ¡No abrian!... ¡Nose movia una mosca!

Sólo se oia el claro rumor de ¡os caños deuna fuente que había en el patio de la casa.

Y de esta manera trascurrían minutos,largos como eternidades.

Al fin, cerca de la una, abrióse un ven-tanillo del piso segundo, y dijo una voz fe-ft¡eñiná:

—¿Quién?

* ' ' VéanseJbs números 23 , 24, 25 y 2T, págs. 129, 1G1, 2<M y 26S.

TOMO I I .

—Es la voz del ama de leche.. .—mur-muró Garduña.

—¡Yo!—respondió D. Eugenio de Zú-ñiga.—¡Abrid!

Pasó un instante de silencio.—¿Y quién es V.?—replicó luego la no-

driza.— ¡Pues no me está V. oyendo! Soy el

amo... el corregidor...Hubo otra pausa.—¡Vaya V. mucho con Dios!—repuso

la buena mujer.—Mi amo vino hace unahora, y se acostó en seguida. Acuéstenseustedes también, y duerman el vino quetendrán en el cuerpo.

Y la ventana se cerró de golpe.La seña Frasquita se cubrió el rostro con

las manos.—¡Ama!—tronó el corregidor, fuera de

j sí.—¿No oye V. que le digo que abra lapuerta? ¿No oye V. que soy yo? ¿Quiere

! usted que la ahorque también?La ventana volvió á abrirse.

j —Pero vamos á ver... ¿Quién es V. paradar esos gritos?

—¡SBy el corregidor!— ¡Dale, bola! ¿No le digo á V. que el

señor corregidor vino antes de las doce...y que yo lo vi con mis propios ojos encer-rarse en las habitaciones de la señora? ¿Sequiere V. divertir conmigo? ¡Pues espereusted y verá lo que le pasa!

Al mismo tiempo se abrió repentina-mente la puerta, y una nube de criados yministriles, provistos de sendos garrotes, selanzó sobre los de afuera, exclamando fu-riosamente:

—¡A ver! ¿Dónde está ese que dice quees el corregidor? ¿Dónde está ese chusco?¿Dónde está ese borracho?

Y se armó un lio de todos los demonios,en medio de la oscuridad, sin que nadiepudiera entenderse, y no dejando de recibiralgunos palos el corregidor, Garduña, elSr. Juan López y Toñuelo.

SO

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298 REVISTA EUROPEA. 6 DE SETIEMBRE DE 1 8 7 4 . N.°

Era la segunda paliza que le costaba áü. Eugenio su aventura de aquella noche,además del remojón en la acequia del mo-lino.

La seña Frasquita, apartada de aquel labe-rinto, lloraba por la primera vez en su vida...

—¡Lúeas! ¡Lúeas!—decía.—¡Y has po-dido dudar de mí! ¡Y has podido estrecharentre tus brazos á otra! ¡Ah! ¡nuestra des-ventura no tiene ya remedio!

XXIX.Postnubila... Diana.

—¿Qué escándalo es este?—dijo al finuna voz tranquila, majestuosa y de graciosotimbre, resonando encima de aquella ba-raúnda.

Todos levantaron la cabeza y vieron unamujer, vestida de negro, asomada al balcónprincipal del edificio.

—¡La señora!—dijeron los criados, sus-pendiendo la retreta de palos.

—¡Mi mujer!—tartamudeó D. Eugenio.—Que pasen esos señores, lil señor cor-

regidor dice que lo permite—agregó lacorregidora.

Los criados cedieron paso, y el de Zú-ñiga y sus acompañantes penetraron en elportal y tomaron por la escalera arriba.

Ningún reo ha subido al patíbulo conpaso tan inseguro y semblante tan demu-dado como el corregidor subía las escalerasde su casa... Sin embargo, la idea de sudeshonra principiaba ya á descollar, connoble egoismo, por encima de todos losinfortunios que habia causado y que loafligian, y sobre las demás ridiculeces dela situación en que se hallaba.

—¡Antes que todo—iba pensando,—áoyun Zúñiga y un Ponce de León!... ¡Ay deaquellos que lo hayan echado en olvido!

XXX.Una señora de clase.

La corregidora recibió á su esposo y ásu rústica comitiva en el salón principal delcorregimiento.

Estaba sola, de pié, y con los ojos cla-vados en la puerta.

Erase una principalísima dama, bastantejoven todavía, de plácida y severa hermo-

sura, más propia del pincel cristiano quedel cincel gentílico, y estaba vestida contoda la nobleza y la seriedad que consentiael gusto de la época. Su traje, de corta y es-trecha falda y mangas huecas y subidas, erade alepín negro: una pañoleta de blondablanca, algo amarillenta, velaba sus redon-deados hombros; y larguísimos maniquetesó mitones de tul negro cubrian la mayorparte de sus alabastrinos brazos. Abanicá-base majestuosamente con un pericón enor-me, traido de las islas Filipinas, y tenia enla otra mano un pañuelo de encaje, cuyoscuatro picos colgaban simétricamente conuna regularidad sólo comparable á la desu actitud y menores movimientos.

Aquella hermosa mujer tenia algo dereina y mucho de abadesa, é infundía porende veneración y miedo á cuantos la mira-ban. Por lo demás, el atildamiento de sutraje á semejante hora, la gravedad de sucontinente y las muchas luces que alumbra-ban el salón, demostraban que la correg¡i<i»'dora se habia esmerado en dar á aquella-escena una solemnidad teatral y un tínteceremonioso que contrastasen con el carác-ter villano y grosero de la aventura de sumarido.

Advertiremos, finalmente, que aquellaseñora se llamaba doña Mercedes Carrillode Albornoz y Espinosa de las Monteros, yque era hija, nieta, biznieta, tatáranieta yhasta vigésimanieta de la ciudad, como des-cendiente de sus ilustres conquistadores.Su familia, por razones de vanidad munda-na, la habia inducido á casarse con el viejoy acaudalado corregidor, y ella, que deotro modo hubiera sido monja, pues su vo-cación natural la iba llevando al claustro,consintió en aquel doloroso sacrificio.

A la sazón tenia ya dos vastagos del arris- 'cado madrileño, y aún se susurraba quehabia otra vez moros en la costa...

Conque volvamos á nuestro cuento.

XXXI.La pena del Talion.

—¡Mercedes!—exclamó el corregidor alcomparecer delante de su esposa—Necesitosaber inmediatamente... "'

—¡Hola, tio Lúeas! ¿V. por aquí?—-dijo

...i

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N.°28 P . A. DE ALARCON. EL SOMBRERO DE TRES PICOS. 299

la corregidora, interrumpiéndole.—¿Ocurrealguna desgracia en el molino?

—¡Señora! ¡no estoy para chanzas!—repuso el corregidor hecho una fiera.—An-tes de entrar en explicaciones por mi parte,necesito saber qué ha sido de mi honor...

•—'¡Esa no es cuenta mía! ¿Acaso melo ha dejado V. á mí en depósito?

—Sí, señora... ¡A V.!—replicó D. Eu-genio.—¡Las mujeres son las depositaríasdel honor de sus mandos!

—Pues entonces, pregúntele V. á sumujer por el suyo. Precisamente nos estáescuchando.

La seña Frasquita, que se habia que-dado á la puerta del salón, lanzó una espe-cie de rugido.

—Pase V., señora, y siéntese...—aña-dió la corregidora, dirigiéndose á la moli-nera con una dignidad soberana.

Y por su parte, encaminóse al sofá.La generosa navarra supo comprender

desde luego toda la grandeza de la actitudde aquella esposa injuriada... é injuriadaacaso doblemente... Así es que, alzándoseen el acto á igual altura, dominó sus natu-rales ímpetus, y guardó un silencio deco-roso.—Esto sin contar con que la señaFrasquita, segura de su inocencia y de sufuerza, no tenia prisa de defenderse... ¡Te-níala, sí, de acusar, y mucha!... pero nociertamente á la corregidora.—Con quienella deseaba ajustar cuentas era con el tioLúeas..., y el tio Lúeas no estaba allí.

^ S e ñ á Frasquita.-.—repitió la noble da-ma, al ver que la molinera no se había mo-vido de su sitio:—le he dicho á V. quepuede pasar y sentarse.

Esta segunda, indicación fue hecha con• voz más afectuosa y sentida que la prime-

ra . . . : ^ Dijérase que la corregidora habíaadivinado también por instinto, al lijarse ené reposado continente y en la varonil her-mosura de aquella mujer, que no iba á ha-bérselas con un ser bajo y despreciable,si|9 quizás más bien con otra infortunadacomalia;-;—¡infortunada, sí, por el solo he-chi)ade; ¡haber conocido al corregidor!

Cruzaron; pues, sendas miradas de paz yde indulgencia aquellas dos mujeres que seconsideraban dos veces rivales, y notaron

con gran sorpresa que sus almas se aplacie-ron la una en la otra, como dos hermanasque se reconocen.

No de otro modo se divisan y se saludaná lo lejos las castas nieves de las encumbra-das montañas.

Saboreando estas dulces emociones, lamolinera entró majestuosamente en el salón,y se sentó en el filo de una silla.

A su paso por el molino, calculandoque en la ciudad tendría que hacer visi-tas de importancia, se había arreglado unpoco y puéstose una mantilla de franelanegra, con grandes felpones, que le sen-taba divinamente. — Parecía toda una se -ñora.

Por lo que toca al corregidor, habiaguardado silencio durante aquel episodio.El rugido de la seña Frasquita y su apari-ción en la escena, no habian podido menosde sobresaltarlo. Aquella mujer le causabaya más terror que la suya propia.

—Conque vamos, tio Lúeas—prosiguióDoña Mercedes, dirigiéndose á su marido.—Ahí tiene V. á la seña Frasquita... ¡Puede V.volver á formular su demanda!

—Mercedes, ¡por los clavos de Cristo!-^gritó el corregidor.—¡Mira que tú no sabesde lo que soy capaz! ¡Nuevamente te con-juro á que dejes la broma y me digas todo loque ha pasado aquí durante mi ausencia!¿Dónde gftá ese hombre?

—¿Quién? ¿Mi marido? Mi marido seestá levantando, y ya no puede tardar envenir.

—¡Levantándose!—bramó D. Eugenio.—¿Se asombra V.?Pues ¿dónde queria V.

que estuviese á estas horas un hombre debien, sino en su casa, en su cama, y dur-miendo con su legítima consorte, comomanda Dios?

—¡Merceditas! ¡Ve loque te dices! ¡Re-para en que nos están oyendo! ¡Repara enque yo soy el corregidor!...

—¡A mí no me dé V. voces, tío Lúeas, ómandaré á los alguaciles que lo lleven á V.á la cárcel!—replicó la corregidora, ponién-dose de pié. • . '.;. —¡Yo á la cárcel! ¡Yo! ¡El corregidorde la ciudad! ;

—El corregidor de la ciudad, el repreí-

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sentante déla justicia, el apoderado del Rey—repuso la gran señora con una severidady una energía que ahogaron la voz del fin-gido molinero,—llegó á su casa á la horadebida, á descansar de las nobles tareas desu oficio, para seguir mañana amparando lahonra y la vida de los ciudadanos, la santi-dad del hogar y el recato de las mujeres,impidiendo de este modo que nadie puedaentrar disfrazado de corregidor ni de nin-guna otra cosa en la alcoba de la mujer aje-na; que nadie pueda sorprender á la virtuden su descuidado reposo; que nadie puedaabusar de su casto sueño...

—¡Merceditas! ¿Qué es lo que profieres?—silbó, el corregidor con labios y encías.—¡Si es verdad que ha pasado eso en mi casa,diré que eres una picara, una pérfida, unalicenciosa!

—¿Con quién habla este hombre?—pro-rumpió la corregidora desdeñosamente, ypasando la vista por todos los circunstan-tes.—¿Quién es este loco? ¿Quién es esteebrio? ¡Ni siquiera puedo ya creer que seaun honrado molinero como el tío Lúeas, ápesar de que viste su traje de villano!—Se-ñor Juan López, créame V.—continuó, en-carándose con el alcalde de monterilla, queestaba aterrado.—Mi marido, el corregidorde la ciudad, llegó á esta su casa hace doshoras, con su sombrero de tres picos, sucapa de grana, su espadin de caballero y subastón de autoridad... Los criados y algua-ciles que me escuchan se levantaron y losaludaron al verlo pasar por el portal, porla escalera y por el recibimiento. Cerráron-se en seguida todas las puertas, y desde en-tonces no ha penetrado nadie en mi hogarhasta que llegaron VV.—¡Es esto cierto?—Responded vosotros...

—¡Es verdad! ¡Es muy verdad!—contes-taron la nodriza, los domésticos y los minis-triles; todos los cuales, agrupados á la puertadel salón, presenciaban aquella singular es-cena.

—¡Fuera de aquí todo el mundo!—gritóD. Eugenio, echando espumarajos de ra-bia.— ¡Garduña! ¡Garduña! ¡Ven y pren-de á estos viles que me están faltando lrespeto!horca!

Todos á la cárcel! ¡Todos áalía

Garduña no parecía por ningún lado.—Además, señor—continuó Doña Mer-

cedes, cambiando de tono y dignándose yamirar á su mando y tratarle como á tal, te-merosa de que las chanzas llegaran á irre-mediables extremos.—Supongamos que V.sea mi esposo... Supongamos que V. sea donEugenio de Zúñiga y Ponce de León...

—¡Lo soy!—Supongamos, además, que me cupiese

alguna culpa en haber tomado por V. alhombre que penetró en mi alcoba vestidode corregidor...

—¡Infames!—gritó el viejo, echandomano á la espada, y encontrándose sólo conel sitio, y con la faja de molinero mur-ciano.

La navarra se tapó el rostro con un ladode la mantilla para ocultar las llamaradasde sus celos.

—Supongamos todo lo que V. quiera,—continuó doña Mercedes con una impasibi-lidad inexplicable.—Pero dígame V. ahora,señor mió: ¿Tendria V. derecho á quejarse?¿Podría V. acusarme como fiscal? ¿Podría V.sentenciarme como juez? ¿Viene V. acasodel sermón? ¿Viene V. de confesar? ¿Vie-ne V. de oir misa? ¿O de dónde viene V.con ese traje? ¿De dónde viene V. con esaseñora? ¿Dónde ha pasado V. la mitad de lanoche?

—Con permiso,—exclamó la seña Fras-quita, poniéndose de pié, como empujadapor un resorte, y atravesándose arrogante-mente entre la corregidora y su marido.

Este, que iba á hablar, se quedó con laboca abierta al ver que la navarra entraba enfuego.

Pero doña Mercedes se anticipó, y dijo:—Señora, no se fatigue V. en darme á

mi explicaciones... Yo no se las pido á us-ted, ni mucho menos... Allí viene quienpuede pedírselas á justo título. ¡Entiéndaseusted con él! n

Al mismo tiempo se abrió la puerta déun gabinete, y apareció en ella el tio LúcaSjvestido de corregidor de pies á cabeza;';̂con bastón, guantes y espadín, como-'Si'SépreSéritiáse en las sala* de Cabildo.

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XXXII.

La fe mueve las montañas.

-—Tengan VV. muy buenas noches,—pronunció el recién llegado, quitándose elsombrero de tres picos, y hablando con laboca sumida, como D. Eugenio de Zúñiga.

En seguida se adelantó por el salón, ba-lanceándose en todos sentidos, y fue á besarla mano de la corregidora.

Todos se quedaron estupefactos. El pare-cido del tio Lúeas con el verdadero corre-gidor era maravilloso.

Así es que la servidumbre, y hasta elmismo Sr. Juan López, no pudieron conte-ner una carcajada.

D. Eugenio sintió .aquel nuevo agravio, yse lanzó sobre el tío Lúeas como un basilisco.

Pero la seña Frasquita metió el montante,apartando al corregidor con el brazo demarras, y su señoría, en evitación de otravoltereta y 'del consiguiente escarnio, sedejó atrepellar sin decir oxte ni moxte.—Estaba visto que aquella mujer había nacidopara domadora del pobre viejo.

El tio Lúeas se puso más pálido que lamuerte al ver que su mujer se le acercaba;pero luego se dominó, y, con una risa tanhorrible que tuvo que llevarse la mano alcorazón para que no se le hiciese pedazos,dijo, remedando siempre al corregidor:

—¡Dios te guarde, Frasquita! ¿Le hasenviado ya á tu sobrino el nombramiento?

¡Hubo que ver entonces á la navarra!Tiróse la mantilla atrás, levantó la frentecon una soberbia de leona, y, clavando en elfalso corregidor dos ojos como dos puñales,

— ¡Te desprecio, Lúeas!—le dijo en mi-tad de la cara.

Todos creyeron que le habia escupido:tal gesto, tal ademan y tal tono de voz acen-tuaron aquella frase.

El rostro del molinero se transfiguró aloír la voz de su mujer. Una especie de ins-piración, semejante á la de la fe religiosa,habia penetrado en su alma, inundándolade luz y de alegría... Así es que, olvidán-dose por el momento de cuanto habia vistoy creido ver en el molino, exclamó con laslágrimas en los ojos y la sinceridad en loslabios:

—¿Conque tú eres mi Frasquita?—|No!—respondió la navarra fuera de

sí.—¡Yo no soy ya tu Frasquita! Yo soy...¡Pregúntaselo á tus hazañas de esta noche,y ellas te dirán lo que has hecho de estecorazón que tanto te queria!...

Y se echó á llorar, como una montaña dehielo que se hunde y principia á derretirse.

La corregidora se adelantó hacia ella sinpoder contenerse, y la estrechó en sus bra-zos con el mayor cariño.

La seña Frasquita se puso entonces á be-sarla, sin saber tampoco lo que se hacia,diciéndole entre sus sollozos, como unaniña que busca amparo en su madre:

— ¡Señora, señora! ¡Qué desgraciadasoy!

—¡No tanto como V. se figura!—contes-tábale la corregidora, llorando también ge-nerosamente.

—¡Yo sí que soy desgraciado!—gemíaal mismo tiempo el tio Lúeas, andando ápuñetazos con sus lágrimas, como avergon-zado de verterlas.

—Pues ¿y yo?—prorumpió al, fin DonKugenio, sintiéndose ablandado por el con-tagioso lloro de los demás, ó esperando sal-varse también por la via húmeda; quierodecir, por la via del llanto.—¡Ah, yo soyun picaro! ¡Un monstruo! ¡Un calavera des-hecho, que ha llevado su merecido!

Y rompió á berrear tristemente, abra-zado á la barriga del Sr. Juan López.

Y éste y los criados lloraban de igualmanera,' y todo parecía concluido, y sinembargo, nadie se habia explicado.

XXXIII.Pues ¿y tú?

El tío Lúeas fue el primero que salió áflote en aquel mar de lágrimas.

Era que empezaba á acordarse otra vez delo que habia visto por el ojo de la llave. .

—Señores, vamos á cuentas!...—dijo depronto.

—No hay cuentas que valgan, tio Lú-eas,—exclamó la corregidora.—¡Su mujerde V. es una bendita!

—Bien... sí. . . pero...—¡Nada de pero!... Déjela V. hablar, y

verá cómo se justifica. Desde que la vi, me

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dio el corazón que era una santa, á pesarde todo lo que V. me había contado...

—¡Bueno, que hable!... — dijo el tíoLúeas.

— ¡Yo no hablo!—contestó la moline-ra.—El que tiene que hablar eres tú...Porque la verdad es que tú...

Y la seña Frasquita no dijo más, en vir-tud del invencible respeto que le inspirabala corregidora.

—Pues ¿y tú?—respondió el tio Lúeas,perdiendo de nuevo toda fe.

—Ahora no se trata de ella,—gritó elcorregidor, tornando también á sus celos.—¡Se trata de V.!... Se trata de esta señora..-.¡Ah! Merceditas... ¿Quién había de decir-me que tú...

—Pues ¿tú? — repuso la corregidora,midiéndolo con la vista.

Y durante algunos momentos los dos ma-trimonios repitieron cien veces las mismasfrases:

- ¿ Y tú?—¿Pues y tú?—¡Vaya, que tú!—¡No qué tú!—Pero ¿cómo has podido tú... 'Etc., etc., etc.La cosa hubiera sido interminable si la

corregidora, revistiéndose de dignidad, nodijese por último á D. Eugenio:

— ¡Mira, cállate tú ahora! Nuestra cues-tión particular la ventilaremos más adelan-te. Lo que urge en este momento es devol-ver la paz al corazón del tio Lúeas; cosamuy fácil á mi juicio; pues allí distingo alSr. Juan López y á Toñuelo, que están sal-tando por justificar á la seña Frasquita...

—¡Yo no necesito que me justifiquen loshombres!—respondió ésta.—Tengo dos tes-tigos de mayor crédito, á quienes no se diráque he seducido ni sobornado..,

—Y¿dóndeestán?—preguntó el molinero.—Están abajo, en la puerta...'—Pues diles que suban, con permiso de

esta señora.—Las pobres no podrían subir...—¡Ah! ¡Son dos mujeres!... ¡Vaya un

testimonio fidedigno!—Tampoco son dos mujeres. Sólo son

dos hembras...

—¡Peor que peor! ¡Serán dos niñas!...Hazme el favor de decirme sus nombres.

—La una se llama Piñona y la otra Li-viana...

—¡Nuestras dos burras!—Frasquita: ¿teestás ri yendo de mí?

—No: que estoy hablando muy formal.Yo puedo probarte con el testimonio denuestras burras que no me encontraba enel molino cuando tú viste en él al señorcorregidor...

—¡Por Dios te pido que te expliques!...—Oye, Lúeas... y muérete de vergüenza

por haber dudado de mi honradez. Mientrastú ibas esta noche desde el lugar á nuestracasa, yo me dirigía desde nuestra casa allugar, y por consiguiente, nos cruzamos enel camino. Pero tú marchabas fuera de él, ópor mejor decir, te habías detenido á echarunas yescas en medio de un sembrado...

—Es verdad que me detuve... Continúa.—En esto rebuznó tu borrica...—¡Justamente! ¡Ah, qué feliz soy! ¡Ha-

bla, habla, que cada palabra tuya me de-vuelve un año de vida!

—Y á aquel rebuzno le contestó otro enel camino...

—¡Oh! sí... sí... ¡Bendita seas! ¡Meparece estarlo oyendo!

—Eran Liviana y Piñona, que se habíanreconocido y se saludaban como buenasamigas, mientras que nosotros dos ni nossaludamos ni nos reconocimos...

—¡No me digas más!... ¡No me digasmás!...

—Tan no nos reconocimos—continuó laseña Frasquita,—que los dos nos asusta-mos y salimos huyendo en direcciones con-trarias... ¡Conque ya ves que yo no estabaen el molino! Si quieres saber ahora porqué encontraste al señor corregidor ennuestra cama, tienta esas ropas que llevaspuestas, y que todavía estarán húmedas, yte lo dirán mejor que yo. ¡Su señoría secayó en el caz del molino, y Garduña lodesnudó y lo acostó allí! Si quieres saberpor qué abrí la puerta... fue porque creíque eras tú el que se ahogaba y me llamabaá gritos... Y, en fin, si quieres saber lodel nombramiento... Pero no tengo masquedecir por la presente. Cuando estemos soba

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N.° 28 P . A. DE ALARCON. EL SOMBRERO DE TRES PICOS. 303

te enteraré de ese y otros particulares... queno debo referir delante de esta señora.

—¡Todo lo que ha dicho la seña Fras-quita es verdad!—gritó el Sr. Juan López,deseando congraciarse con Doña Merce-des, visto que ella imperaba en el corregi-miento.

—¡Todo! ¡Todo!—añadió Toñuelo, si-guiendo la corriente de su amo.

— ¡Hasta ahora... todo!—agregó el cor-regidor, muy complacido de que las expli-caciones de la navarra no hubieran ido máslejos...

—¡Conque eres inocente!—exclamabaen tanto el tio Lúeas, rindiéndose á la evi-dencia.— ¡Frasquita mía! ¡Frasquita de mialma! ¡Perdóname la injusticia, y deja quete dé un abrazo!...

—Esa es harina de otro costal...—con-testó la molinera, hurtando el cuerpo.—An-tes de abrazarte, necesito oir tus explica-ciones...

—Yo las daré por él y por mí,—dijoDoña Mercedes.

— ¡Hace una hora que las estoy espe-rando!—profirió el corregidor, tratando deerguirse.

—Pero no las daré—continuó la corre-gidora, mirando desdeñosamente á su ma-rido—hasta que estos señores hayan des-cambiado vestimentas... y aun entonces, selas daré tan sólo á quien merezca oírlas.

—Vamos... Vamos á descambiar...—dí-jole el murciano á D. Eugenio, alegrándosemucho de no haberlo asesinado, pero mi-rándolo todavía con un odio verdaderamentemorisco.—¡El traje de Vuestra Señoría meahoga! ¡He sido muy desgraciado mientraslo he tenido puesto!...

—¡Porque no lo entiendes',—respondióleel corregidor.—¡Yo estoy, en cambio, de-seando ponérmelo, para ahorcarte á tí y ámedio mundo, si no me satisfacen las ex-culpaciones de mi mujer!

La corregidora, que oyó estas palabras,tranquilizó á la reunión con una suave son-risa, propia de aquellos afanados ángelescuyo ministerio es guardar á los hombres.

XXXIV.También la corregidora es guapa.

Salido que hubieron de la sala el corre-gidor y el tio Lúeas, sentóse dé nuevo lacorregidora en el sofá; colocó á su lado á laseña Frasquita, y, dirigiéndose á los domés-ticos y ministriles que obstruían la puerta,les dijo con afable sencillez:

— ¡Vaya! muchachos, contad ahora vos-otros todo lo malo que sepáis de mí.

Avanzó el cuarto estado, y diez voces qui-sieron hablar á un mismo tiempo; pero elama de leche, como la persona que más alastenia en la casa, impuso silencio á los de-mas, y dijo de esta manera:

—Ha de saber V., seña Frasquita, queestábamos yo y mi señora esta noche alcuidado de los niños, esperando á ver sivenia el amo, y rezando el tercer rosariopara hacer tiempo, pues la razón que habiatraido Garduña era que andaba el señor cor-regidor detrás de unos facinerosos muy ter-ribles, y no era cosa de acostarse hastaverlo entrar sin novedad, cuando sentimosruido de gente en la alcoba inmediata, quees donde mis señores tienen su cama dematrimonio. Cogimos la luz, muertas demiedo, y fuimos á ver quién andaba en laalcoba, cuando ¡ay Virgen del Carmen! alentrar, vimos que un hombre, vestido comomi señ^r, pero que no era él (¡como queera su marido de V!), trataba de esconder-se debajo de la cama.—«¡Ladrones!» prin-cipiamos á gritar desaforadamente, y unmomento después la habitación estaba llenade gente, y los alguaciles sacaban arras-

. trando de su escondite al fingido corregi-dor.—Mi señora, que, como todos, habia re-conocido al tio Lúeas, y que lo vio conaquel traje, temió que hubiese matado alamo, y empezó á dar unos lamentos quepartian las piedras...—a ¡A la cárcel! ¡Ala cárcel!» decíamos entre tanto los demás.—a ¡Ladrón! ¡Asesino!» era la mejor pala-bra que oia el tío Lúeas, y así es que es-taba como un difunto, arrimado á una paredy sin decir esia boca es mia.—Pero viendoluego que se lo llevaban ya á la cárcel, di-jo... lo que voy á repetir, aunque verdade-ramente mejor sena para callado: «Señora,

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»yo no soy un ladrón ni un asesino; el ladrón»y el asesino de mi honra está en mi casa,«acostado con mi mujer.»

—¡Pobre Lúeas!—murmuró la seña Fras-quita.

—¡Pobre de mí!—suspiró la corregi-dora.

—Eso dijimos todos... «¡Pobre tio Lú-eas y pobre señora!»... porque... vamos...ya teniamos ciertos antecedentes de que miseñor habia puesto los ojos en V...; y, aun-que nadie se figuraba que V...

—¡Ama!—exclamó severamente la cor-regidora.—¡No siga V. por ese camino!...

—Continuaré yo por el otro—dijo unalguacil, aprovechando aquella coyunturapara apoderarse de la palabra.—El tio Lú-eas, que nos engañó de lo lindo con su trajey su manera de andar cuando entró en lacasa, tanto que todos lo tomamos por el se-ñor corregidor, no habia venido con muybuenas intenciones que digamos, y si la seño-ra no hubiera estado levantada... figúrese V.lo que habria sucedido...

—¡Vamos! ¡Cállate tú también!—inter-rumpió la cocinera.—¡No estás diciendomás que tonterías!—Pues, sí, seña Fras-quita: el tío Lúeas, para explicar su presen-cia en la alcoba de mi ama, tuvo que con-fesar las intenciones que traia... ¡Por ciertoque la señora no se pudo contener al oírlo,y le arrimó una bofetada en medio de laboca, que le dejó la mitad de las palabrasdentro del cuerpo!—Yo misma lo llené deinsultos y denuestos, y quise sacarle losojos... Porque ya conoce V., seña Fras-quita, que aunque sea su marido de V.,eso de venir con sus manos lavadas...

— ¡Eres una bachillera!—gritó el porte-ro, poniéndose delante de la oradora.—¿Quémás hubieras querido tú?...—En fin, señaFrasquita, óigame V. á mí, y vamos al asun-to.—La señora hizo y dijo lo que debia...pero luego, calmado ya su enojo, compade-cióse del tio Lúeas y paró mientes en elmal proceder del señor corregidor, viniendoá pronunciar estas ó parecidas palabras:—«Por infame que haya sido su pensamiento»de V., tio Lúeas, y aunque nunca podré«perdonar tanta insolencia, es menester que»su mujer de V. y mi esposo crean durante

«algunas horas que han sido cogidos en sus«propias redes y que V., auxiliado por ese«disfraz, les ha devuelto afrenta por afren-»ta! ¡Ninguna venganza mejor podemos to-«mar de ellos que este engaño tan fácil de«desvanecer cuando nos acomode!»—Adop-tada tan graciosa resolución, la señora y eltio Lúeas nos aleccionaron á todos de lo queteniamos que hacer y decir cuando volviesesu señoría, y por cierto que yo le he pegadoá Garduña tal palo en la rabadilla, que creono se le olvidará en mucho tiempo la nochede San Simón y San Judas...

Cuando el portero dejó de hablar, ya ha-cia rato que la corregidora y la molineracuchicheaban al oído, abrazándose y besán-dose á cada momento, y no pudiendo en oca-siones contener la risa.

¡Lástima que no haya llegado á saberselo que hablaban!...—Pero el lector se lofigurará sin gran esfuerzo; y si no el lector,la lectora.

XXXV.

Decreto imperial.

Regresaron en esto á la sala el corregi-dor y el tío Lúeas, vestido cada cual con supropia ropa.

—¡Ahora me toca á mí!—entró diciendoel insigne D. Eugenio de Zúñiga.

Y, después de dar en el suelo un par debastonazos, como para recobrar su energía(á guisa de Anteo oficial, que no se sentiafuerte hasta que su caña de Indias tocaba enla tierra), díjole á la corregidora con un én-fasis y una frescura indescriptibles:

—Merceditas: estoy esperando tus ex-plicaciones.

Entre tanto, la molinera se habia levanta-do y le tiraba al tio Lúeas un pellizco depaz, que le hizo ver estrellas, mirándolo almismo tiempo con desenojados y hechice-ros OjOS.

El corregidor, que observara aquella pan-tomima, quedóse hecho una pieza, sin acer-tar á explicarse una reconciliación tan inmo-tivada.

Dirigióse, pues, de nuevo á su mujer, yle dijo hecho un vinagre:

—Señora: ¡Todos se entienden menos

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nosotros! Sáqueme V. de dudas. ¡Se lo man-do como marido y como corregidor!

Y dio otro bastonazo en el suelo.—¿Conque se marcha V.?—exclamó doña

Mercedes acercándose á la seña Frasquitay sin hacer caso de D. Eugenio.—Puesvaya V. descuidada, que este escándalo notendrá ningunas consecuencias. — ¡Rosa!alumbra á estos señores, que dicen que semarchan...—Vaya V; con Dios, tio Lúeas.

— ¡Oh... no!—gritó eldeZúñiga, inter-poniéndose.—¡Lo que es el tio Lúeas no semarcha! El tio Lúeas queda arrestado hastaque sepa yo toda la verdad. ¡Hola, alguaci-les! ¡Favoral rey!.. .

Ni un solo ministro obedeció á ü . Eu -genio. Todos miraban á la corregidora.

—¡A ver, hombre, deja el paso libre!—añadió ésta, pasando casi sobre su mando ydespidiendo á todo el mundo con la mayorfinura; es decir, con la cabeza ladeada, co-giéndose la falda con la punta de los dedosy agachándose graciosamente, hasta comple-tar la reverencia que á la sazón estaba demoda, y que se llamaba la pompa.

—Pero yo... Pero tú.. . Pero nosotros...pero aquellos...—seguía mascujando el ve-jete; tirándole á su mujer del vestido y per-turbando sus cortesías mejor iniciadas.

¡Inútil afán! Nadie hacia caso de su se-ñoría.

•Marchado que se hubieron todos, y solosya en el salón los desavenidos cónyuges, lacorregidora se dignó al fin decirle á su es-poso, con el acento de una Czarina de todaslas Rusias que fulminase sobre un ministrocaido la orden de perpetuo destierro á laSiberia:

—Mil años que vivas ignorarás lo que hapasado esta noche en mi alcoba. Si hubie-ras estado en ella, como era regular, notendrias necesidad de preguntárselo á nadie.Por lo que á mí toca, no hay ya ni habrájamás razón ninguna que me obligue á sa-tisfacerte; pues te desprecio de tal modo,que si no fueras el padre de mis hijos, tearrojaba ahora mismo por ese balcón.—Con-que buenas noches, caballero.

Pronunciadas estas palabras, que D. Eu -genio oyó sin pestañear (pues lo que es ásolas no se atrevía con su mujer), la corre-

gidora penetró en el gabinete y del gabineteen la alcoba, cerrando las puertas detrás desí, y el pobre hombre se quedó plantado enmedio de la sala, murmurando entre encías(que no entre dientes) y con un cinismo deque no habrá habido otro ejemplo:

—Pues señor, no esperaba yo escapartan bien... ¡Garduña me buscará otra!

XXXVI.Conclusión, moraleja y epílogo.

Piaban los pajarillos saludando el alba,cuando el tio Lúeas y la seña Frasquita sa-lian.de la ciudad con dirección á su molino.

Los esposos iban á pié, y delante de elloscaminaban apareadas las dos burras.

—El domingo tienes que ir á confesar—le decia la molinera á su marido;—puesnecesitas limpiarte de todos los malos jui-cios y criminales propósitos de esta noche.

—Has pensado muy bien—contestó elmolinero.—Pero tú, entre tanto, vas á ha-cerme otro favor, y es dar á los pobres loscolchones y las ropas de nuestra cama, yponerla toda de nuevo.—Yo no me acuestodonde ha sudado aquel bicho venenoso!

—¡No me lo nombres, Lúeas!—replicóla seña Frasquita.—Mejor es que hablemosde otra cosa. Tengo que pedirte un segundofavor...

—Habla.— E i verano que viene vas á llevarme á

tomar los baños del Solan de Cabras.—¿Para qué?—Para ver si tenemos hijos.— ¡Felicísima idea! Te llevaré, si Dios

nos da vida.Y con esto llegaron al molino, á punto que

el sol, sin haber salido todavía, doraba yalas cúspides de las montañas.

A la tarde, con gran sorpresa de los e s -posos, que no esperaban nuevas visitas dealtos personajes después de un escándalocomo el de la precedente noche, concurrió almolino más señorío que nunca. El venerableprelado, muchos canónigos, el jurisconsul-to, dos priores de frailes y otras varias per-sonas (que luego se supo habian sido convo-cadas allí por Su Señoría Ilustrísima) ocupa-

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ron materialmente la plazoletilla del empe-drado.

Sólo faltaba el corregidor.Una vez reunida la tertulia, el señor

obispo tomó la palabra, y dijo: que, por lomismo que habían pasado ciertas cosas enaquella casa, sus canónigos y él seguiríanyendo á ella lo mismo que antes, para queni los honrados molineros .ni.las demás per-sonas allí presentes participasen de la cen-sura pública, que sólo merecia aquel quehabia profanado con su, torpe conducta unareunión tan morigerada y tan honesta. Ex-hortó paternalmente á la seña Frasquita paraque en lo sucesivo fuese menos provocativay tentadora en sus dichos y ademanes, yprocurase llevar más cubiertos los brazosy más alto el escote del jubón. Aconsejó altío Lúeas el desinterés, la circunspeccióny la verdadera modestia, y concluyó dandola bendición á todos, y diciendo que, comoaquel dia no ayunaba, se comeria con muchogusto un par de racimos de uvas.

Lo mismo opinaron todos... respecto deeste último particular..., y la parra se quedótemblando aquella tarde.—¡En dos arrobasde uvas apreció el gasto el molinero!

Cerca de tres años continuaron estas sa-brosas reuniones, hasta que, contra la pre-visión de todo el mundo, entraron en Españalos ejércitos de Napoleón y se armó la guerrade la Independencia.

El señor obispo, el magistral y el peni-tenciario murieron el año de 8, y el abogadoy los demás contertulios en los de 9, 1 0, 11y 12, por no poder sufrir la vista de losfranceses, polacos y otras alimañas que in-vadieron aquella tierra y que fumaban enpipa, en el Presbiterio de las iglesias, du -rante la Misa de la tropa!

El corregidor, que nunca más tornó almolino, fue destituido por el mariscal Se-bastiani, y murió en la cárcel alta de Gra-nada, por no haber querido ni un solo ins-tante (dicho sea en honra suya) transigircon la dominación extranjera.

Doña Mercedes no se volvió á casar, yeducó perfectamente á sus hijos, retirándoseá la vejez á un convento, donde acabó susdias en opinión de santa.

Garduña se hizo afrancesado.El Sr. Juan López fue guerrillero y mandó

una partida, muriendo, lo mismo que sualguacil, en la famosa batalla de Baza, des-pués de haber matado muchísimos fran-

ceses.Finalmente: el tio Lúeas y la seña Fras-

quita (aunque no llegaron á tener hijos, ápesar de haber ido al Solan de Cabras y dehaber hecho muchos votos y rogativas), si-guieron siempre amándose del propio mo-do, y alcanzaron una edad muy avanzada,viendo desaparecer el absolutismo en 1812

1820, y reaparecer en 1814 y 1823,asta que, por último, se estableció de nue-

vo el Sistema Constitucional á la muerte delRey Absoluto, y ellos pasaron á mejor vida(precisamente al estallar la Guerra civil delos siete años), sin que los sombreros decopa que ya usaba todo el inundo pudiesenhacerles olvidar aquellos tiempos... simbo-lizados por el sombrero de tres picos.

P. A. DE ALARCON.

Julio de 1874.

LOS FERRO-CARRIÜES ECONÓMICOS EN ESPAÑA.VÍA ANGOSTA.

I. Empirismo en los ferro-carriles. Ancho de Stephenson. Ancho de

Brunell. Vía española y de otras naciones.II. Primera linea angosta. Otras posteriores. Cuestión de pendientes:

pendiente económica: sus valores. Cuestión de curvas.

III. Ventajas de vía angosta según Buell, Adaptación al terreno.

Economía en la construcción. ídem en el material fijo. Ídemen el móvil. Gastos de explotación. Cuestión del trasbordo demercancías.

IV. Anchos propuestos en la vía angosta. Clase de material móvil. Es-

tabilidad de éste. Locomotoras Fairlie: sus dimensiones.

V. Mal estado de nuestras linea». Necesidad de una segunda red.

Coste de nuestras líneas. Coste probable de una línea ordinaria,ídem de una angosta. Detalles de la vía.

VI. Gastos de explotación. Receta probable. Saldos finales con vía or-

dinaria y con la angosta. Sistemas especiales para fuertes pen-dientes .

VI!. Tramvlas: cuestión del ancho: razones especiales. Sistema Oryan:sus ventajas. Conclusión general.

i.Apenas pasa de cuarenta años la vida de los

ferro-carriles, que es sin duda la industria hu-mana con mayor rapidez propagada y en laque se han invertido capitales más considerables,y es asombroso cuánto sobre ellos se ha estudiadoé inquirido. Verdad es que al principio se adop-taron ciertas reglas empíricas para el proyecto

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de estas líneas, aplicándose la ciencia del inge-niero casi exclusivamente á los detalles, y co-piando en lo demás los modelos prefijados. Lacuestión se resentía de su origen inglés y prác-tico.

Posteriormente se ha ido aquilatando el asuntoy se ha tratado de formular el problema com-pleto de un ferro-carril, haciéndolo depender decálculos y principios fijos. Las cuestiones de lavía, del material fijo y del móvil, han sido des-menuzadas al propio tiempo, coadyuvando á ellola práctica de los constructores y el estudio delos ingenieros.

No vamos á ocuparnos aquí de todos, ni si-quiera de los principales temas que hoy se agitansobre ferro-carriles: tamaña tarea exigiría unvolumen y conocimientos vastísimos, de que ca-recemos. Nos limitaremos á una sola de aquellas,la referente al ancho de la vía, aunque en sus re-laciones con las demás. Para estudiarla con fru-to, nos será indispensable hacer algunas indica-ciones sobre las pendientes y curvas, que de-penden del ancho ó influyen sobre él, relacionán-dose siempre con el material y atendiendo al ea-pittíempleado.

Este problema del ancho de la vía es quizá elmás importante en la industria de los trasportessobre carriles. Nuestros lectores tendrán ocasiónde convencerse de ello al leer estas líneas, siantes no se han ocupado del asunto. No tratare-mos, por consiguiente, ni del sistema Fell, ni de.loa que tienen un sólo carril, como el de Larman-jat, ni de otros análogos, ni de los de alambre,como el de Hodgson, limitándonos exclusiva-mente á los afines con el sistema ordinario, peroen los que la distancia de los carriles es menor.

El célebre Stephenson señaló en los albores delos ferro-carriles el ancho de 4 pies y 8 pulga-das, en medidas inglesas, de carril á carril, ó sealm,435, lo que equivale á lm,5 de eje á eje delos carriles. Se fijó quizás en el ancho de algu-nos carros, y sin razón especial, probablementeá capricho, por una verdadera inspiración, segúnsus admiradores, dio las dimensiones citadas.Estas se adoptaron sin discusión en todas partes,por imitación servil primero, y luego para unifor-mar el material y poderlo componer mejor y en-comendarlo más fácilmente á las fábricas que loconstruían.

Poco tiempo después se pensó en la convenien-cia de variar el ancho, y el célebre ingeniero Bru-nell propuso aumentarle. Se fundaba para ello enque la caja de fuego, ó sea la parte de la locomo-tora inmediatamente situada encima de la re-jilla donde arde el carbón, está limitada por elancho de la vía, pues siendo altas las ruedas, por

razones incontrovertibles, éstas limitan dichacaja. Ahora bien, como la potencia de la locomo-tora depende de las dimensiones de esta caja, deaquí la idea de Brunell, quien además atendió áotras consideraciones de menor importancia.

Construyóse en Inglaterra un ferro-carril, elQreat Western, cuyo ancho era de 7 pies, ó2m,13E; pero se notó en la práctica que las ven-tajas eran ilusorias, y fue preciso colocar untercer carril intermedio, que con uno de los otrosformara el ancho ordinario para que por amboscirculara el material de otras líneas enlazadascon la anterior. Últimamente se ha decidido limi-tarse en esta línea al ancho común.

Francia, Alemania, Bélgica, Holanda y casitoda Europa adoptaron la vía ordinaria inglesa.Alguna línea que se hizo más ancha volvió prontoal tipo general, por ejemplo la de Badén y la deAmsterdan.

En Rusia y España, atendiendo á consideracio-nes militares, ó sea para evitar que pudieran in-troducirse trenes con tropas enemigas en caso deuna guerra, se adoptaron anchos mayores qd»el ordinario, siendo el nuestro de 1 m,735 de eje áeje, influyendo quizás en él la opinión de Brunell.La razón militar es de poca fuerza, puesto queen caso de una guerra nada más fácil que cortarun ferro-carril. Portugal ha adoptado nuestravía, y la de Irlanda es de 1 m,6().

En los Estados-Unidos el mayor número dekilómetros tienen el ancho ordinario, otros el de1 m,83; en las Indias inglesas y Chile 1 m,68; enAustralia y el Brasil 1 m,60.

* . I L

El uso déla vía estrecha no se ha generalizadohasta estos últimos años; si bien la mayoría seha hecho para líneas mineras, se usan ya enSuecia, en Bélgica, en los Estados-Unidos paraviajeros y mercancías. Más adelante probaremossus ventajas en las líneas de pequeño tráfico ótrazadas en paises montañosos.

El primer ferro-carril de vía angosta data de1836, titulado del alto y bajo Flenu, en Bélgica;tiene 62- kilómetros de longitud; el radio mínimode las curvas es 60 metros; el ancho de la vía,lm,2; las pendientes llegan á 25 por 1.000; elcoste kilométrico ha sido de 71.000 francos. Lalínea de Amberes á Gante data de 1847 y tienelos elementos siguientes, en el mismo orden delos anteriores: 50 kilómetros; 800 metros, 1ra,15;6 por 1.000; 105.000 francos.

La de BrOllthal en Prusia, construida en 1862,tiene respectivamente: 22, 38, 0m,79,13 por 1.000,25.243; la de Hamar en Noruega del mismo año:39,270, lm,07, 12, 49.100; la célebre de Festi-

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niog en Inglaterra, reformada en 1864: 23, 35,O»,60, 15,104.000; la de Dronthjem, Noruega, enigual año: 49, 225, 1 m,O7, 23, 83.333; la de SanLeone, Italia, de 1867: 15, 45, 0«\80, 40, ignorandoel coste; la de Commentry, Francia, de 1868; 17,90, 1m, 45 (pendiente enorme); la de Vierhovie,Rusia, de 1871: 62, 208, 1 m,O7, 13 y 95.000. Estasson las líneas más características, aunque hayotras muchas construidas ó proyectadas; la ma-yor parte mineras, algunas de viajeros.

Como se ve, el ancho ha disminuido y su tér-mino medio se acerca á un metro, algo más de lamitad de la vía española. Para comprender bienlas razones que abonan en pro de estas vías, de-bemos hacer previamente algunas consideracio-nes sobre las pendientes y las curvas, con el finde encaminarlas á nuestro propósito.

El célebre ingeniero francés, M. Freycinet, haestudiado perfectamente la cuestión de pendien-tes en un libro muy conocido. Al aumentar éstas,hacemos crecer los gastos de explotación, perodisminuimos los de construcción, pues la línease pliega mejor al terreno que suponemos que-brado.

Circulan muchos trenes por dia; cada uno deéstos sufrirá el sobrecargo de la explotación, queal cabo del año, sumado con los intereses del ca-pital empleado en la construcción, dará unacierta cifra. Si, por el contrario, circulan pocostrenes, el sobrecargo será menor. En el primercaso hay que ver si haciendo una vía más suave,la suma del gasto de explotación, que será máspequeño, con 'el de los intereses de la construc-ción, que será mayor, componen una cifra menorque la anterior. Entonces son preferibles las pen-dientes suaves.

De aquí se deduce que en las líneas de gran trá-fico, como si dijéramos en la red principal de unanación productora, convienen ferro-carriles depocas cuestas: en las de poco movimiento, comosi dijéramos en la segunda red, se deben emplearpendientes fuertes. Al estudiar una línea, con-vendrá, por lo tanto, ver la pendiente económica,como dice "Freycinet, esto es, la más convenienteen aquel caso, atendiendo á la vez al coste pri-mero y al gasto diario.

Este ingeniero resuelve la cuestión matemáti-camente, empleando el elegante método de losmáximos, y llega á los resultados siguientes, aun-que los datos numéricos en que se apoya no sonmás que aproximados, y tomados de los ferro-carriles del Mediodía de Francia.

Los ingresos por mercancías y viajeros en unaño, divididos por el número de kilómetros, llá-mase receta kilométrica, y descontando los gastosde explotación, receta neta, y para valores de ésta

de 5.000, 10.000,15.000, 20.000 y 23.000 francos,las pendientes económicas correspondientes sonde 41, 35, 28, 19 y 6 por 1.000, suponiendo que elcoste de construcción de cada kilómetro hayasido de 300.000 francos.

La cuestión de curvas está más íntimamenteligada que la anterior con la del ancho de la vía:con el sistema ordinario no es prudente bajar de300 metros de radio; con la vía estrecha puedellegarse á menos de 100 sin riesgo alguno. Enefecto, al pasar un vehículo por una curva, tieneque andar una rueda mayor camino que su com-pañera, y como ambas van fijas al eje, esto difi-culta la marcha. Pero á medida que es más estre-cha la vía, la diferencia de caminos recorridos esmenor, y por tanto pueden exagerarse las curvas.

Esto en la hipótesis de usar material ordinario,pues no queremos tratar en este sitio nada refe-rente al articulado ó al especial de algunos sis-temas.

Aquí también disminuyen los gastos de cons-trucción á medida que son más rápidas las cur-vas, pudiendo así plegarse al terreno; peroaumentan los de explotación, ya por haber mayo-res frotamientos, ya porque la velocidad de mar-cha no puede ser tan considerable. Sin embargo,las ventajas están casi siempre por el empleo decurvas rápidas, mientras la velocidad no se re-sienta.

III.

Entremos ya en el ancho de la vía, suponiendoque por ésta ha de circular un material análogoal generalmente usado, lo cual sucede en la ma-yoría de los casos.

El general Buell, ingeniero jefe de una líneaférrea de los Estados-Unidos, dice en un lu-minoso informe, que al pasar de la vía ordi-naria de 1 m,435 á la angosta de 1 m,07 se ob-tienen las siguientes ventajas: 1." Una economíaen la construcción cuya diferencia es de 80por 100 del coste de la vía estrecha. 2.° Una dife-rencia análoga de 45 por 100 en el valor de la vía.3." Otra de 50 en el material móvil. La velocidadá que se'puede llegar en esta vía, la hace subir á76 kilómetros por hora. La relación del peso útil,ó sea de la carga, al total, esto es, á la carga yvehículos, es en la vía ancha de 47 á 100, y en laangosta de 75 á 100.

Estos datos, aun admitidos como buenos, noson exactamente aplicables á España; pero enalgunos debe hallarse más favorecido entre nos-otros el cambio de la vía ancha á la estrecha, porser la primera todavía mayor que la análoga delgeneral-ingeniero norte-americano.

La vía angosta es ventajosa con respecto á la

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ancha en las obras de construcción, siempre quese empleen curvas de pequeño radio y pendientesfuertes; esto es, para ferro-carriles económicos depequeño tráfico y que atraviesen paises monta-ñosos. Se puede adaptar de tal suerte al terreno,que se evitan grandes desmontes y terraplenes,túneles y obras costosas, serpenteando por lasladeras y vertientes.

Esta economía en la construcción proviene delos elementos siguientes: menor terreno ocupado,y por lo tanto comprado, y menor longitud tam-bién, porque la línea no tendrá que dar grandesrodeos, como el de Orduña ó el de Reinosa en losferro-carriles de Bilbao y Santander, para salvarpequeñas alturas relativas. Además los perfilestrasversales de los terraplenes y desmontes dis-minuyen considerablemente, porque, á medidaque crece el ancho, tiene que aumentar el alto deun desmonte. La menor longitud de la vía dismi-nuye también las tierras que han de moverse.Hallamos, por último, la supresión de casi todoslos túneles, que son la parte más cara; la de mu-chas obras de fábrica, y el menor ancho de lasindispensables.

En cuanto á la vía, hallamos una economía nomuy grande en la menor cantidad de balasto: estan sólo el cubo correspondiente á su alto y á ladiferencia de ancho. El material fijo de la vía es-trecha es más barato que el de la ancha, porquesus locomotoras tienen que ser más pequeñas, ypor tanto más ligeras: los carriles no tendrán38 kilogramos por metro, sino cosa de 20, á lomás 26: las traviesas, placas, etc., serán tambiénmenores.

Tomando datos europeos, pues los de Buell sonamericanos, diremos que los ferro-carriles hancostado, para todo lo referente á una vía, de200.000 á 350.000 francos el kilómetro, y en losúltimos, que se han realizado con mayor econo-mía, no se ha bajado fácilmente de 150.000. Conla vía angosta, el coste medio ha sido de 57.000francos. Véase si es grande la economía.

Pasemos ahora al material móvil. Las locomo-toras y "wagones son más económicos en el casoque patrocinamos. Notemos en este punto que uneje de un par de ruedas, y lo mismo pudiéramosdecir de una traviesa, no es sólo más barato por-que se disminuye 4 decímetros de longitud, sinoque como en la resistencia por flexión, la seccióncrece más deprisa que la distancia entre los pun-tos fijo y de apoyo, resulta que los ejes citadospueden ser aquí mucho más delgados, porque sonmás cortos.

Pero la gran ventaja del sistema que preconi-zamos está en que al angostar la vía se estrechamenos relativamente la plataforma ó parte útil de

los wagones. De esto, y de que pueden hacersemucho más ligeros, por la consideración anterior,así como por la menor velocidad que llevan, re-sulta que la relación del peso útil al muerto, estoes, al del vehículo, incluyendo su fracción de lo-comotora y frenos, es mucho mayor en la víaangosta que en la ordinaria. En un tren de mer-cancías, tal como se cargan en Francia ó Bélgica,el peso útil es á lo más 60, cuando el muerto 40;esto es, el peso útil vez y media el muerto. En lavía estrecha llega á ser hasta tres veces el pesoútil comparado con el muerto.

Esta gran ventaja sólo sufre excepción cuandolas mercancías son de mucho volumen y pocopeso. Es notable, sobre todo en el trasporte deminerales, que casi siempre son muy densos.

En cuanto á los gastos de explotación, dismi-nuyen también en una línea de este género, com-parada con otra ancha de pendientes y curvasiguales, por la menor longitud y por la razón an-tedicha que permite aminorar el peso muertotrasportado.

Un inconveniente encuentran algunos en losferro-carriles de vía angosta cuando han de enla-zar con otros de vía ancha; á saber, la necesidadde efectuar el trasbordo de las mercancías. Hare-mos notar primeramente que muchas líneas tras-bordan las mercancías, á pesar de tener igualancho, por evitar cuestiones sobre recorrido delmaterial en caminos que no pertenezcan á la com-pañía dueña de aquel. Salvo el carbón de piedraque se deteriora en las cargas, la sal y algunasotras sustancias, es casi preferible trasbordar ápermitir circular wagones por diversas líneas.

En Bélgica el trasbordo desde los ferro-carrilesanchos á los estrechos ya citados, sólo cuesta portonelada, cosa de un real; en los norte-america-nos, un poco más, no llegando á real y medio; enlos suecos viene á ser el tipo de los belgas. Unrecorrido de unos 5 kilómetros en vía estrechacomparado con el de la ancha, subsana este so-breprecio. En nuestro país, cuya mano de obra esbarata, seria de poca consideración. El célebreingeniero NOrdling asegura que con pequeñotráfico es más barato el trasbordo en todas parteaque trasportar vacío de retorno el material deotras compañías.

IV.

Se presenta ahora una cuestión: ¿cuál es dentrode la vía angosta el ancho preferible? Punto eseste muy discutido y muy discutible. Algunossostienen que hay uno para el cual la relacióndel peso útil al muerto es un máximo, y lo adop-tan. Más allá de este ancho se cae en los inconve-nientes del sistema ordinario; más acá de él se

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310 REVISTA EUROPEA. 6 DE SETIEMBRE DE 1 8 7 4 . N.°28tiene ya un ferro-earril de juguete, más que unaobra seria y económica.

El ingeniero inglés Fairlie, uno de los entusias-tas del nuevo sistema y cuyo material móvil esel mejor dispuesto, según luego veremos, propo-ne el ancho de tres pies ingleses, ó sea 0 m,915.Otro ingeniero también inglés y que se ha dis-tinguido en la línea de Festiniog, que muchostoman como modelo, propone dos y medio piesingleses, ó sea 0 m,76. Los suecos han adoptadotres y medio pies, ó sea 1 m,067, lo cual ha sidocopiado en Rusia.

Los ingenieros alemanes han propuesto dos ti-pos, uno de 0m,75, y otro de 1 m,00. Si ha detrasportar viajeros, ó si las mercancías son vo-luminosas y ligeras, fijan el último tipo en las lí~neas económicas; si sólo hay mercancías y éstasson pesadas se atienen al primero. Para mineralesexclusivamente, con líneas de bastante longitud,llegan hasta 0i»,60.

Se imita de esta suerte á los rios cuyo anchodepende del caudal de agua, y de lo quebrado delterreno. Las vías del ancho ordinario representa-rán los rios caudalosos; las del tipo primero ci-tado, los de poco cauce, y las del segundo los ar-royos y torrentes.

Las obras de un ferro-earril angosto no difieren,en cuanto á sa naturaleza, de sus análogas de unoordinario. Los desmontes serán menores, lospuentes más estrechos y menos sólidos; he aquítodo. Respecto del material fijo sucede lo mismo:carriles más ligeros, traviesas más cortas y demenor escuadría.

No ocurre esto en el material móvil; mejor di-cho, en las locomotoras. Los wagones tienen laforma de los ordinarios; suele reducirse la distan-cia de sus ejes para facilitar el paso por las cur-vas. Convendría generalizar el uso de los wago-nes americanos, que son muy largos y descansanen dos carritos, cada uno de cuatro ruedas y pro-vistos de una quieionera en su centro, donde seapoye un quicio sujeto al tablero. Gomo en cadacarrito la distancia de sus ejes es pequeña, lespermite pasar con facilidad por curvas rápidas.Los viajeros suelen ir en los wagones Fairlie comoen los ordinarios, no á lo largo como en los detramvías.

Cierto es que hay alguna más estabilidad en lavía ancha que en la estrecha, á igualdad de diáme-tro en las ruedas, pero esto queda compensado conla menor velocidad que siempre ha de haber enestos ferro-carriles económicos. El ingeniero Pihles el que proyectó el material de las líneas sue-cas, dándoles una estabilidad tan segura como enlas antiguas.

Las máquinas locomotoras presentan, según

hemos indicado, mayor novedad en el nuevo gé-nero de vías. Al disminuir la caja de fuego decre-ce la potencia del motor, y es preciso valerse dealgún medio para aumentarla, haciendo al mismotiempo que la distancia de los ejes sea pequeñapara facilitar el paso por las curvas. No es posi-ble elevar la máquina sobre las ruedas para hacervolada la caja de fuego, porque entonces tendríaque ser esta pequeña, lo cual dificulta la trac-ción, y el centro de gravedad de la máquina subi-ría tanto que la haria poco estable.

Para poder hacer máquinas potentes y poco pe-sadas ha procedido Fairlie del modo siguiente,que es el más aceptable de todos los propuestos:Ha unido dos locomotoras por su parte posterior,y ha formado así como una sola máquina de cua-tro cilindros. Cada par de estos .mueve dos paresde ruedas acopladas, y habiendo ocho en toda lamáquina, resulta que el peso completo de ésta seutiliza como adherente para tracción, que es eldesiderátum en este problema. El conjunto puedepasar fácilmente por curvas rápidas.

Las locomotoras unidas son de las que llevanel tender en sí mismas; á los lados de cada calderavan los depósitos de agua y carbón. Una cubiertaprotege al maquinista y fogonero contra la incle-mencia del tiempo.

Para vía de 1 m,07 construye Kairlie máquinascuyos cuatro cilindros tienen diez pulgadas dediámetro y 18 de carrera; su peso total, des-pués de cargadas, es de 28 toneladas, lo cualda siete en cada par de ruedas, fácilmente sopor-table por carriles de 20 kilogramos por metro.Estas dimensiones se modiñcan según el anchode la vía. Los elementos de la distribución, cal-dera, etc., son poco diferentes en esta locomotoray en las ordinarias.

Los frenos de ésta y de los wagones son de loscomunes generalmente, pero más numerosos ypotentes. Los enganches son también muy sóli-dos para evitar que se suelten wagones de la co-la en el ascenso de las pendientes fuertes.

V.

Vamos ahora á hacer algunas indicaciones so-bre la aplicación de este sistema de ferro-carrileseconómicos á España. Algunos hay ya en cons-trucción, como los mineros de las cercanías deBilbao: dos de ellos tienen lm,10;yuno en ex-plotación en Huelva; pero no se ha difundidoentre nosotros la idea de extenderlos por toda laPenínsula y aplicarlos á viajeros. Nuestras gran-des líneas languidecen y se hallan mal servidas ápesar del reducido tráfico que poseen; pero estaúltima causa produce precisamente el efecto ci-tado.

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N.°28 G. VICUÑA.' LOS FERRO-CARRILES ECONÓMICOS. 341

Y si esto sucede en las vías que unen las prin-cipales ciudades con las costas y fronteras, claroes que las que se construyan habrán de tener unporvenir más precario. No hay que pensar en éste,como en otros puntos, en vivir á lo rico, siendocomo somos, verdaderamente pobres.

La segunda red de nuestros ferro-carriles nopuede costar las enormes sumas gastadas en laprimera, sino se quiere arruinará sus accio-nistas nacionales y extranjeros en mayor escalaque lo ha hecho ésta.- Sobre este y otros puntospuede verse la juiciosa Memoria escrita hace po-cos años por los ingenieros señores Arnao, Vildó-sola y Rodríguez.

Por otra parte, es urgente completar nuestrasvías de comunicación. Sin ellas no hay que pen-sar en la futura regeneración fabril de España.Las carreteras son un medio caro de trasporte, yes preciso hacer que ciertos centros productores,que las cuencas carboníferas y metalíferas, quelas comarcas agrícolas y aun forestales se hallencruzadas por vías férreas de tarifas muy econó-micas y que coadyuven á la prosperidad de nues-tra producción.

Los ferro-carriles forman parte de los instru-mentos del trabajo, según la frase de un ministrofrancés; hay que hacer, por consiguiente, quesean baratos y eficaces. ¡Cuál seria la suerte deeste país si los millones que consumen nuestrasluchas intestinas se hubieran gastado en estaempresa, á todas luces beneficiosa y humani-taria!

El coste de los ferro-carriles alemanes es porkilómetro 201.000 francos; el de los americanos96.500. Los primeros se han hecho con bastanteeconomía; en los últimos es mayor aún ésta, y elcoste de los terrenos atravesados ha sido insignifi-cante. En España se han derrochado sumas enor-mes en la construcción de estas líneas; ya pormala administración, ya porque las exigenciasde los propietarios han sido exageradas, ya porotras causas, es lo cierto que el coste de nuestrosferro-carriles ordinarios, con obras para doblevía, pero montada una sola, sube nada menosque á 1.236.740 reales por kilómetro, y eso quenuestras estaciones son en general pobres teja-vanas.

Sin embargo, en la actualidad pudiera reba-jarse notablemente el gasto de construcción, y héaquí los datos que nos parecen lo más económicoposible, tomados como término medio entre lasmil circunstancias que los hacen variar, y extrac-tados de los que nos han suministrado varios denuestros amigos y compañeros, á este género deobraa dedicados.

Coste probable de un kilómetro de ferro-

carril ordinario en España.

REALES

Expropiación 10.000Explanación 160.000Obras de fábrica 80.000Túneles 20.000Estaciones y casillas de guardas 40.000Vía y material de estaciones 156.000Pasos de nivel y vallas 5.000Telégrafo 3.000Material móvil 125.000Accesorios generales 10.000

Suma , 609.000

15 por 100 de imprevistos, administra-ción y dirección 91.350

TOTAL 700.350

Debemos hacer algunas advertencias sobre elcuadro anterior. En primer lugar, todas las obrasserán para una vía, y no para dos, como se hanhecho en la primera red. Las pendientes llegaránal 2 por 100, y aun algo más ; las curvas bajaráná 300 metros de radio. Se supone que el terrenono es todo él muy quebrado, y que hay algunosvalles abiertos; tampoco se prevee el paso de va-rios rios caudalosos. Deberá obtenerse tambiénalguna dispensa en el ancho de cunetas y pa-seos.

En el primer renglón se supone que los propie-tarios ceden paite de los terrenos atravesados,como tendrán que hacer, y obrarán en pro de susverdaderos intereses, los que deseen ver ciertaslíneas, ó bien que aquellos son casi todos delEstado, quien los da gratuitamente. De noser así, habrá que subir este renglón á 250.000reales.

Las estaciones y sasillas serán modestísimas.El material de hierro, fijo y móvil, variará segúnlos precios; depende de la actividad del tráfico ydel mercado; los indicados pecan de bajos másque de otra cosa. El renglón de túneles tendráque ser cinco ó seis veces mayor si el país fueratodo él quebrado en extremo.

Citamos estos datos, los más económicos posi-bles, ̂ para probar ahora la gran ventaja de la víaangosta. Empleando el material Pairlie , he aquílos números más aproximados que conocemospara un ferro-carril que hubiera de competir conel anterior, teniendo que pagar, como en él , muypoco por expropiaciones.

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312 REVISTA EUROPEA. 6 DE SETIEMBRE DE 1 8 7 4 .

Coste probable de un kilómetro de ferro-carril angosto en España.

REALES.

Expropiación 8.000Explanación 80.000Obras de fábrica 60.000Estaciones y casillas de guardas 30.000Vía y material de estaciones 100.000Pasos de nivel y vallas 5.000Telégrafo. 3.000Material móvil 97.000Accesorios generales 8.000

Suma 391.000

15 por 100 de imprevistos, administra-ción y dirección 58.650

TOTAL 449.650

Aquí se suprimen los túneles; las pendientescomo las anteriores, pero se podrán forzar al 3 por100; las curvas podrán bajar álOOmetros de radio.

Si hay tal economía en la construcción, luegoveremos la que resulta en la explotación. Repeti-mos, como antes, que esto sólo tiene la preten-sión de representar un término medio prudencial.

Pasemos á detallar uno de los renglones de loscuadros anteriores, por ser de gran importancia;es para el sistema ordinario, con todas las econo-mías posibles:

Vía y material de estaciones;sistema ordinario.

REALES.

Carriles (de 35 kilogramos) 105.000Coginetes 5.000Traviesas 20.000Balasto (es muy variable) 6.000Colocación 4.000

Suma 140.000

Material do estaciones 16.000

TOTAL 156.000

Para el caso del material Pairlie tenemos:

Via y material de estaciones; vía angosta.REALES.

Carriles (de 21 kilogramos) 63.000Coginetes 4.000Traviesas 16.000Balasto (es muy variable) 4.000Colocación 3.000

Suma 90.000

Material de estaciones 10.000

TOTAL 100.000

VI.Pasemos ahora á ver las ventajas de la explo-

tación. Desde luego la velocidad sera algo menoren la nueva vía que en la anterior, si bien en éstano se podrá tampoco aspirar á la que pudiera te-nerse en las líneas de pendientes suaves y gran-des curvas; la primera no podrá pasar de 25 kiló-metros por hora, á juzgar por los elementos in-trínsecos de la cuestión, aunque los entusiastaspor el nuevo sistema dicen que ésta puede sermucho mayor.

La receta media kilométrica de nuestros ferro-carriles para 1872, según los datos de la últimaMemoria publicada por la dirección de Obras pú-blicas, siendo jefe el activo é inteligente inge-niero Sr. Page, fue de 74.130 reales, y los gastosde explotación consumieron el 42 por 100 de esteingreso.

Si esto sucede en nuestra red principal, claroes que en la segunda será preciso contar con unareceta mucho menor, que en las circunstanciasactuales—prescindiendo por supuesto de la guerracivil—no pasaría de 24.000 reales. Pero aun cuan-do el país adquiriera mayor vida comercial, no esprudente calcular más de 32.000 reales como re-ceta para dichas líneas. Suponiendo también queel gasto de explotación disminuyera por perfec-cionamientos y economías introducidos, no po-dríamos contarlo menos del 38 por 100, pues estenúmero suele aumentar á medida que disminuyela receta.

Con estos datos, y aunque el rédito del dinerobajara al 5, del cual estamos muy lejos, tendría-mos lo siguiente: el rédito de 700.350 reales al 5por 100 es 35.017; el 38 por 100 de 32.000 es12.160, que sumado con el número anterior, da47.177 reales de gasto anual, y rebajando los in-gresos, tendremos 15.177 reales, que será la pér-dida por kilómetro del saldo total de la empresa.Dicha pérdida deberá subsanarse con subvencio-nes, ó por otro medio que se estime oportuno, sies que se quiere tener la línea á todo trance. Ca-pitalizando al interés citado, estas pérdidas equi-valen á una subvención por kilómetro de 303.540reales.

Efectuando el mismo cálculo para el caso delsistema económico que patrocinamos, podremosdesde luego asegurar que la relación del gastode la explotación á los ingresos no pasará del 30>cuando en el anterior es 38. La mayor relacióndel peso útil al muerto, según antes dijimos,hace que los entusiastas del sistema de vía an-gosta exageren ea más de un 8 por 100 las ven-tajas de la economía en la tracción. Limitándo-nos , sin embargo, á esta cifra, para que no se

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N.° 28 G. VICUÑA. LOS FERHO-CARRILES ECONÓMICOS. 313

nos dirija análogo cargo , podremos repetir elcálculo anterior como sigue:

El rédito de 450.000 rs. al 5 por 100 es 22.500;el 30 por 100 de 32.000 es 9.600, que sumado conel número anterior, da 32.100; rebajando los in-gresos tendremos 100 rs. de pérdida por kilóme-tro; cantidad muy pequeña y fácil de subsanarcon un pequeño aumento en los ingresos. Capi-talizando esta pérdida al mismo interés, equivaleá una subvención por kilómetro de 2.000 rs.

Las cifras expuestas, aunque meramente apro-ximadas, prueban la conveniencia de pensar se-riamente en acometer la segunda red de nuestrosferro-carriles, pero limitándose á los de vía an-gosta, económicos en extremo y muy suficientespara el tráfico que durante bastantes años hande soportar.

Habria que vencer en España, al establecer estasegunda red, los temores del vulgo y aun laspreocupaciones de algunas personas competentes,pero poco amigas de innovaciones; pero ambosinconvenientes se salvaron en mayor escala alinaugurarse las vías férreas de comunicación.

No conviene de todas suertes pasar más alládel 3 por ICO en las pendientes: fuera de estascondiciones no es fácil servirse del material or-dinario. Pudiera exceptuarse algún caso especial,como por ejemplo, el de una rampa constantepor la que se bajaran minerales, no teniendo queascender los trenes sino vacíos: entonces pudierapasarse del límite citado. Las pendientes fuertesson siempre la losa de plomo que pesa sobre elservicio de una línea.

El ferro-carril recientemente inaugurado enRigi permite vencer pendientes mayores, pero esgracias á una cremallera central, en la que en-grana una rueda de la locomotora. El sistema fu-nicular propuesto por Agudio se aplica á todaclase de pendientes, pero no se trata sino de ca-bles movidos por máquinas fijas, los cuales re-molcan los trenes. Ambos sistemas, ideados pre-cisamente en los albores de los ferro-carriles,«xigen material especial y salen por completo dela sencillez y regularidad de la vía angosta.

Quizás convenga aplicarlos en algún punto deEspaña, no lo afirmamos ni lo negamos; pero loque por hoy deseamos inculcar en el ánimo denuestros benévolos lectores, es la necesidad decompletar nuestras vías férreas apelando al sis-tema de vía angosta que reúne las ventajas de lasencillez, carácter práctico, economía y eficacia.Que las comarcas y poblaciones hasta hoy deshe-redadas se contenten con una línea de este siste-ma, que tendrá vida propia, y no sueñen con unaordinaria que será la ruina de sus accionistas ylanguidecerá en su servicio. Más vale ver concur-

TOMO H .

rida una vía de esta especie, que notar, como su-cede hoy en España, algunas en las que hay untren de ida y otro de vuelta al cabo del dia, y veren muchas agotarse en subvenciones colosales elcapital que el exhausto Tesoro no puede suminis-trarles.

Estudíese en cada caso el coste de construc-ción; véase el tráfico probable, y sobre esta base seconocerá sies posible un ferro-carril y de quédase.

VIL

Los tramvías, que tanto se van generalizandode pocos años á esta parte en el seno de las gran-des poblaciones, contribuyendo eficazmente ámejorar su higiene, no difieren de los ferro-car-riles más que en el motor. Este es animado, locual permite aumentar algo las pendientes, por-que dicho motor puede desarrollar, en un ciertoinstante, un esfuerzo muy superior al que ordina-riamente ejerce en el resto del trayecto, y si estono basta se le agrega alguna caballería de re-fuerzo para subir alguna pendiente excepcional.

Un solo carruaje forma cada tren: los carrilesno tienen que sufrir el peso de Ja locomotora, yson por tanto de poco peso; suelen ir montadossobre largueros de madera, apoyados á su vez entraviesas. Esto da gran elasticidad é invariabili-dad á la vía.

Vienen á ser, por tanto, los tramvías una cosaintermedia entre el ferro-carril y la carretera enlo referente á la tracción, y por tanto subsistenracionalmente cuando hay un tráfico intermedioentre el que debe alimentar uno y otro medio decomunicación.

Una gran parte de las razones expuestas ante-riormente; abogan por los tramvías angostos, porlo cual á nadie ha ocurrido hacerlos muy anchos;pero hay otras especiales. En primer lugar, lacuestión de la caja de fuego es aquí ociosa, puesno hay locomotoras. En segundo lugar, el desi-derátum de los tramvías, en cuanto al motor, esllegar á ser arrastrado cada vehículo por un soloanimal: la tracción es mejor; la conducción másfácil; el auxilio de otra bestia, al subir cuestas,más eficaz.

Además, un carruaje de un tramvía no se cargacompletamente en el punto de partida, y claroes que cuanto más pequeño sea, mayor será enél la relación del peso útil al muerto. Con esto seconseguirá al propio tiempo poder aumentar elnúmero de vehículos circulantes, saliendo unocada cinco minutos en vez de salir cada diez, todolo cual redundará en beneficio del público, y enmayor utilidad para la empresa explotadora deeste servicio.

Pero queda aún otra razón en pro de la angos-21

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3U REVISTA EUROPEA.—'6 DE SETIEMBRE DE 1874.

tura <Je los tramvías, que es la principal, á saber:la facilidad que tendrán de poderse establecer encarreteras estrechas ó en calles de poca luz. ElEstado ó los municipios exigen que quede á unlado y otro de la vía un ancho suficiente para quecirculen los carros y carruajes ordinarios; enMadrid es dos metros por cada lado hasta laacera; de aquí la imposibilidad de plantear lostramvías en ciertos caminos si no se estrechansus elementos.

Y cuenta que estos medios de comunicación seestán propagando con gran rapidez, sobre todo enel seno de las poblaciones, oponiéndose tan sóloá ello la angostura de las calles en varios puntosy los recodos rápidos en ciertos sitios de nues-tras vetustas capitales. El negocio de las empre-sas, y lo que vale más la comodidad del público,abonan por la modificación en el sentido indi-cado.

El ancho entre carriles del tramvía madrileño,que es el más usado en Europa, es el de los fer-ro-carriles más comunes, ó sea de lm,43. Puesbien, hay quien tiene pedida á nuestro ayunta-miento la concesión de unas líneas con un sis-tema original, por el cual esta dimensión se re-duce nada menos que á 0m,70. Las curvas queallí son á lo menos de 14 metros de radio, puedenaquí descender quizás hasta 8, por ser tambiénmenor la distancia de los ejes del vehículo. Lacaja del carruaje tiene en el primer caso 2m,5 deancho total; la del segundo un metro.

El inventor de este sistema es D. Daniel Oryany A.cuña, el activo é inteligente director de laExposición nacional de 1873. Este señor disponeun vehículo sin imperial, tirado por una caballe-ría y con mayor holgura y comodidad, tanto enel asiento como en el paso de los viajeros, de lasque lioy disfrutan en los carruajes que haceneste servicio á los barrios de Salamanca y Po-zas. No entramos en los detalles del sistema porrazones de brevedad y conveniencia , aunque au-gurando de su bondad y deseando verlo plan-teado. Sólo diremos que dentro de la caja hayocho asientos, cuatro á cada lado, pero no situa-dos los unos enfrente de los otros; de suerte quecada viajero no tiene delante quien le moleste nile quite la vista de la calle. Los carruajes soncómodos, esbeltos y elegantes, tal como estánproyectados.

Excusamos repetir que cuanto dejamos dichomerece la consideración de los propietarios y ca-pitalistas españoles, no para que traten de rea-lizarlo en el momento presente, sino de tener he-chos los estudios y adquiridas las concesionespara acometer las obras en cuanto cese la guerracivil, salvo en la cuestión de tramvías. Mientras

aquella dure no hay empresa posible, como tam-poco mientras el crédito público esté tan bajocomo ahora. Pero no es dudoso que esta termi-nará pronto, y renacerán las fuentes de riquezay actividad de la nación. Para entonces será lle-gado el momento de plantear los ferro-carriles devía angosta, y quizás desde ahora alguno espe-cial, así como los tramvías urbanos.

G. VICUÑA.

UN CUARTEL DE INFANTERÍA EN. BERLÍN.

Al salir ele Berlín por la puerta de Hall, dirigiéndoseá la izquierda, después de atravesar el canal, se entrapor una calle larga llamada Pionier Strasse, que, ensu mayor parte, la forman verdaderas casuchas. Laciudad acaba en aquel punto; y mientras la especu-lación contemporánea cubre con espléndidos edificioslas orillas del Thiergatcn al Oeste de la capital, desde-ña por completo los accidentados terrenos del Sur,que merecerian su nombre de Hassen-Haide (matorralde las liebres), si desde hace largo tiempo no hubie-ran huido las liebres? ante la agitación perpetua deltrabajo militar.

En aquel paraje el soldado impera como señor:cuarteles construidos, cuarteles en construcción, cam-pos para ejercicios, blancos para el tiro, todo lo nece-sario. Ahuyentados de la ciudad, en 1872, algunos mi-les de pobres por el excesivo alquiler de las casas, cre-yeron tener derecho á construir en el terreno baldíode Hassen-Haide un pueblo de barracas, verdaderacorte de los Milagros; pero la policía les hizo com-prender pronto su error, y mediante algunos brazos,piernas y aun cabezas rotas, restituyó al ejército elmonopolio exclusivo de aquellas soledades. A estebarrio, del que apenas hablan las mejores guias, vaná seguirnos nuestros lectores para visitar con nosotrosel más bello cuartel de infantería que existe en Ale-mania: el del regimiento Kaiser Frantz, 2." de gra-naderos de la guardia.

Este regimiento no es moderno. Fundado en 1$14,.cuando Prusia empezaba á reponerse de los desastresque Francia le habia ocasionado, su historia llega enrealidad hasta los mismos orígenes de la monarquíaprusiana. Loselementos que debían constituirle habíansido tomados, en efecto, de tres cuerpos: el batallónde Pomsrania, formado en 1735 con ayuda de cuatroantiguos regimientos; el batallón de Prusia occidental,creado por el gran Federico, y el batallón de fusilerosde. Silesia, cuya organización acordada en 1807 fueuno de los primeios jalones puestos en el camino dela revancha por los vencidos de Jena. Todo3 los re-cuerdos militares de Prusia, gloria é infortunios, estánreasumidos en este regimiento: es un cuerpo escogido,

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N.° 28 UN CUARTEL DE INFANTERÍA EN BERLÍN.

y durante la última campaña en Sainte Marie-aux-Chenes, y en el Bourget, pagó caro el honor de nofaltar á sus valientes tradiciones.

Como á Luis XIV, á Fe Jerico el Grande le gustabanmucho las construcciones, y los numerosos cuartelesque hizo edificar han servido durante más de unsiglo á sus económicos sucesores para alojar elejército. Después de las guerras del Imperio, el paísera demasiado pobre para hacer gastos superfluos, ymás lardee! soberano reinante, Federico GuillermoIV,hermano y predecesor del rey actual, gustaba másde construir museos y palacios, con lo cual satisfacíamejor sus aficiones artísticas.

Pero las reformas sucesivamente emprendidas ha-bian hecho insuficientes los cuarteles de Federico elGrande, y el 2." regimiento de granaderos de la guar-dia, distribuido en varios edificios separados unos deotros, necesitaba con urgencia tener un cuartel, A lamuerte de Federico Guillermo IV, en 1860, la coronade, Prusia pasó á su hermano, cuyo carácter erala más completa antítesis del de su predecesor.Soldado ante todo, el nuevo rey gozaba en el ejércitouna popularidad comparable tan sólo á io impopularque era para el resto de la nación. Desde el principioüe su reinado comenzó, ayudado por su amigo el ge-neral Roon, una lucha ardiente contra las Cámarasque se oponían por sistema á todo aumento de gustos.Al poco tiempo reforzó su Consejo de Ministros con«n hombre casi desconocido entonces, pero cuyonombre, suceda lo que quiera, dominará la historiadel mundo durante la segunda mitad del siglo xix:Mr. de Bismarck-Schoenhausan, hoy príncipe y canci-ller del imperio alemán.

Gracias á la elocuencia de este ministro, gracias,sobre todo, á su profundo desdén hacia las resisten-cias parlamentarias, el nuevo rey pudo realizar lasreformas, cuyo plan habia concebido; y la actividadmilitar, suspendida durante el precedente reinado, co-menzó en tedas partes con nuevo vigor. La campañacontra Dinamarca en 1863 justificó los esfuerzos intentados hasta entonces, y la embriaguez de la gloríanacional dejó al rey mayor libertad acallando losinstintos da economía que animaban á los diputados.Entonces empezó á construirse el cuartel destinadoal %.° de granaderos. ¡Extraña coincidencia! Esteregimiento, cuyo jefe es el emperador de AustriaFrancisco José, no pudo ocupar su cuartel do PionierStrasse, sino hasta el momento en que se declarabal aguna de 1806. Los primeros habitantes del nuevocuartel Cueron los heridos y prisioneros austríacos.

I.

P terreno elegido por el ministerio de la Guerraapa.¡un vasto trapecio que abrazaba unas seis hectáreasy;B!?!ií|Pfl98.¡J?<}F Ia Pa r ' 'e de Pionier Strasse tiene una

<Je 3£Q metros, y su orientación general es

sensiblemente de Este á Oeste, al menos respecto al¡je del gran patio. Grandes campos de maniobras le•odean por todas partes. Los blancos establecidos en¡1 Basen-Haide están á unos 400 metros, y apenas

dista un kilómetro la inmensa llanura de Tempelhof,donde so hacen los ejercicios de conjunto; como se ve,s muy difícil encontrar posición más satisfactoria.

Las construcciones ocupan una superficie de 10.723metros cuadrados próximamente, ó sea una hectárea,siete áreas y 23 centiáreas. Gornpónense de tres edifi-cios, cada uno para un batallón; una cuadra para 24cabfdlos, un cobertizo para ejercicios, seis letrinas yun cuerpo de guardia.

Estos diversos edificios son de ladrillo, y por reglageneral cubiertos con pizarra. La monotonía del colorles da un aspecto un poco frió, pero de gran limpieza,lo que acaso IIQ sucedería si el color rojo del ladrillohubiera sido cubierto con una capa de yeso. El ter-reno que ocupa este gran establecimiento militar estárodeado por una tapia, también de ladrillo, que tienedos puertas con verjas'á Pionier Strasse. Entraremospor la más occidental, que es la primera que se en-cuentra al llegar de Berlín.

Una ancha alameda de unos 40 á 50 metros con-duce desde la verja al patio principal A la derecha deesta alameda hay un jardin donde ostán colocados losaparatos destinados á los ejercicios gimnásticos du-rante el verano. A la izquierda está limitada, en parte.de su extensión, por el cuerpo de guardia, en el cualse entra por un pórtico, bajo cuya arcada está el ar-mero. La palabra armero no expresa exactamente laidea, pues lo que hay allí para colocar las armas noes un armero. El aparato consiste en unos espigonesmetálicos, que desde arriba, y en una saliente inclinadade alto ab3|o, presentan una especie de lecho ó canalhueco donde están colocadas en dos filas las, armas;de modo que, formados ios soldados do la guardia,cada hombre tiene su fusil delante de sí.

Algunos pasos más lejos no3 encontramos en elgran patio, cuyo aspecto es verdaderamente imponen-te. Consiste este patio en un vasto rectángulo de 200metros de largo y 120 de ancho, rodeado por cuatroedificios que no se unen, de modo que dejan grandessalidas por los cuatro ángulos. Alrededor del patiohay una alameda de seis metros de ancha, que, cuandolos árboles crezcan, proporcionarán en el verano unpaseo á la sombra. En la mitad de uno de los grandeslados, y á 10 metros déla alameda,, está el monu-mento levantado por el regimiento á la memoria de losoficiales y soldados muertos durante la campaña deFrancia. El resto del patio está despejado para quesirva á las reuniones ó ejercicios de detall durante elbuen tiempo.

Esto no sucede jamás en los meses de invierno,siendo preciso prever el caso en que fuera necesarioejercitar á los soldados bajo cubierto, y es(,e es el

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objeto del edificio por donde comenzaremos nuestravisita, y que está el primero á la derecha, cuando seentra en el patio.

Es un gran salón de 120 metros de largo por 20 deancho y 6 y 60 centímetros de alto. El techo estásostenido por una ligera armadura de hierro que man-tiene las tablas de pino bastante inclinadas. Gracias áesta disposición, toda la superficie del suelo quedalibre para el trabajo que ningún obstáculo interrumpe.El aire y la luz entran por grandes y numerosas ven-tanas, y algunas luces de gas permiten continuar lainstrucción aun durante la noche. Por unas arcadassituadas á las dos extremidades de este cobertizo, sepasa á dos pabellones que sirven durante el inviernopara los ejercicios gimnásticos. Sus dimensiones sediferencian poco, y son las siguientes:

Largo 21,63 metros.Ancho 9,41 id.Altura 11,40 id.

Una gruesa capa de arena y serrín impide ó amorti-gua los golpes ó accidentes que, por lo demás, sonmuy raros, gracias á una severa vigilancia.

El material de gimnasia es muy sencillo y se distin-gue por su carácter de economía práctica. Todos losaparatos se reducen á algunas barras, varias cajas quese sobreponen y un pórtico. Las barras pueden colo-carse á alturas variables por medio de ranuras hechasen los montantes verticales.

El mayor número de los ejercicios que exigen enFrancia aparatos variados, como son barras paralelas,barras aisladas etc., se ejecutan con ayuda de este90I0 aparato. Las cajas sirven para el ejercicio quenosotros hacemos sobre el caballo de madera, pre-sentando sobre este aparato la doble ventaja de costarmenos caro y hacer variar instantáneamente la alturadel asiento, sin comprometer la solidez de la máquina.Todas estas cajas pueden ponerse unas sobre otras,habiendo una que debe colocarse siempre la últimapor contener un cogin de cuero sobre el cual cae elsoldado sin lastimarse.

Se exige en todos estos ejercicios la mayor preci-sión, y los instructores son implacables en hacerlosrepetir á los que cometen la menor incorrección. Laspruebas de fuerza están terminantemente prohibidas,porque lo que se pide á la gimnasia es que dé á loshombres una gran elasticidad, una gran libertad entodos sus miembros, y los resultados obtenidos son elmejor elogio del método seguido para conseguir esteobjeto.

II.

Los edificios que forman los otros tres lados delpatio central sirven cada uno para alojar á un bata-llón, y tienen además los departamentos necesariospara cocinas, almacenes, etc. Los almacenes y los ta-lleres generales del cuerpo, del mismo modo que las

salas do reunión para los oficiales, están repartidosentre el acuartelamiento de los tres batallones, demodo que todos estos servicios se encuentren cómo-damente instalados, sin que quede lugar desocupado.

Cada uno de estos cuarteles parciales comprendetres pabellones, uno en el centro y dos en las extre-midades. Los cuarteles tienen 170 metros de largototal, 20 de ancho y unos 19 de altura. La fachada delos pabellones cuenta 23 metros, y su saliente porcada lado les da igual profundidad. Son un poco másaltos que las demás partes del edificio, ó á lo menoslas paredes se elevan algo más, á costa del techo.Constan de cuatro pisos y un sotabanco ó buhardillamuy baja, en vez de tres pisos y un sotabanco óbuhardilla espaciosa que tiene el resto del edificio.Cada piso tiene 88 ventanas. En el sotabanco óbuhardilla el número de huecos es tres veces mayor,pero son unas ventanillas cimbradas, estrechas y lar-gas, abiertas en la pared junto al techo.

En los pabellones, estas ventanas son todavía máspequeñas y practicadas entre las consolas decorativas.El aspecto general es á la vez grandioso y sencillo,sin adornos inútiles, halagüeños para los aficionadosá las artes, pero costosos para el "bolsillo que los paga.No se ve allí, como sucede con frecuencia en los cuar-teles franceses, secar en los balcones los objetos pe-queños, como guantes, cinturones, etc., que nuestrossoldados cuidan de blanquear por sí mismos. Algunoscajones con plantas trepadoras son el único adornode las ventanas de los oficiales y sargentos, sin per-judicar á la severa armonía de una arquitectura dondese ha prescindido del lujo en provecho de la utilidad.El patio se encuentra extraordinariamente limpio.

Como antes hemos dicho, cada edificio está dedica-do al alojamiento de un sólo batallón. La distribucióndel acuartelamiento es igual en todos ellos ó se dife-rencia muy poco. Vamos á describirla detalladamentefijándonos en la del primer batallón que ocupa el edi-ficio frente al cobertizo de los ejercicios.

III.

Debajo del edificio y en toda su extensión hay unsubterráneo, como so le llama oficialmente, ó seauna cueva, cuya profundidad es de 2IB,i5O sobre elnivel del patio, y donde entra la luz. y el aire porgrandes lumbreras. En esta cueva están las cocinas,los almacenes de combustible, de provisiones, lascantinas, el taller del armero, y en fin, los salonesdonde los músicos ensayan, y que serán,además,pun-tos de reunión y comedores para sargentos y cabos,cuando esté definitivamente votada la ley que mejorasu situación.

Cada batallón tiene dos cocinas, que se emplearíaná la vez si el regimiento permaneciera algún tiempocon su efectivo de movilización completo. Habitual-mente sirve una de ellas para prepararla comida de

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las once de la mañana, y la otra el café de la tarde, loque permite lavarlas y que estén completamente lim-pias. La ración del soldado alemán es menos abun-dante que la del soldado francés. En un país donde secome mucho puede parecer esto una anomalía; perola retención que se hacede l sueldo es bastante peque-ña para dejar á los soldados la posibilidad de compraren las cantinas el complemento necesario á su alimen-tación.

En pié de paz la ración se compone del modo si-guiente:

Pan, 780 gramos (la distribución se hace cadacuatro dias en la forma de un pan de tres kilogramos).

Carne, sin cocer, 180 gramos (por la cocción quedareducido este peso á 128 gramos).

Además: _90 gramos de arroz. i

1*20 gramos de harina de avena ó de^ E»to5 aumentoscebada mondada. ',M «>»u««y«» »nos

230 gramos de habas.1.500 gramos de patatas.

28 gramos de sal.Cuando las tropas ejecutan los grandes ejercicios,

ó en ciertas localidades, como Greudenz, donde elclima es muy riguroso, estas cantidades se aumentanconsiderablemente. Los soldados de la guardia paganpor esta comida un silbergros y medio ó dos silber-gros, comprendiendo la comida de la tarde, lo cualequivale á 20 ó 25 céntimos de franco. Como sucedeen Francia, al soldado alemán le gusta que el ranchoesté muy espeso: para prepararlo, cada cocina tienedos hornillos, uno para las comidas ordinarias y otropara los dias de fiesta y las comidas de carne asada.

En el primero de estos hornillos hay dos ó tres gran-des marmitas con cubierta, cuya disposición mereceexplicarse. Para impedir que el vapor llene la coci-na cuando se levantan las tapaderas, cada una deellas está provista de un tubo, que puede abrirse ócerrarse á voluntad en uno de sus extremos, y quepor el otro comunica con otro tubo más grande, ver-dadero colector por donde el vapor excedente semarcha. De este modo la atmósfera de la cocinasiempre está bastante despejada para que pueda pro-cederse sin trabajo á la distribución de la comida,operación que se hace con toda regularidad, según vaá ver el lector.

Poco antes de la hora reglamentaria, los cocinerosabren las marmitas y sacan la carne, que cortan entantos pedazos como raciones hay en el batallón, queen pié de paz son de 800 á 600. Los pedazos se colo-can en unas planchas, cada una tíe las cuales estádestinada á una habitación, y contiene tantas racio-nes como hombres presentes hay en éstas, según lalista de por la mañana. Durante dicho tiempo los sol-dados se forman por compañías en columna de unoen fondo, á lo largo de la pared, en los corredores y en

as escaleras, de modo que dejen espacio libre para lacirculación. Cada soldado lleva-su pedazo de pan, unplato de loza y una contraseña de estaño.

Cuando suena la hora empieza la distribución. Al en-trar en la cocina, cada soldado entrega la contraseñaal sargento de plantón. Este le deja pasar y el soldadorecibe primero su ración de carne, que coloca sobreel pan, y después, como cosa de un litro de puré es-peso, condimentado en las marmitas.

Dispuestas de antemano las raciones con arreglo alnúmero de soldados que se alojan en cada cuadra óhabitación, los sargentos fiscalizan bien el número yno hay equivocaciones. Estos diversos movimientosse fiscalizan con la precisión de un ejercicio, sin gri-tos, sin ruido y en completo orden.

Los almacenes de víveres y el combustible estántambién situados en la cueva, en habitaciones cerra-das con llave, y que, gracias á su proximidad á lascocinas, facilitan que el servicio se haga cómoda-mente, sin exigir el trasporte, siempre sucio, de le-gumbres, carbón ó carnes, en el interior de los edifi-cios. En esta misma localidad del cuartel hay dosgrandes salones que, según hemos dicho antes, sedestinarán con el tiempo á los sargentos y cabos, yque ahora están dedicados á ciertos detalles de ins-trucción y á los ensayos de la música, de I03 tambo-res, de los pífanos, etc.

Un invento ingenioso hace que los tambores puedanejercitarse sin ruido. Los ensayos so hacen sobre cajasde madera, teniendo la piel muy estirada, sobre uncojin relleno de pelote. Las propiedades mecánicasde este instrumento son iguales á las del tambor,pero sus propiedades acústicas son infinitamente me-nores, de modo que el ruido del ensayo apenas se oyeen el cocedor, cuando está cerrada la puerta. Esteprocedimiento no es aplicable, desgraciadamente, álos pífanos, cuya discordante cacofonía seria un in-conveniente grave si la circunstancia de ensayar en lacueva no ahogase en gran parte el sonido.

El taller del armero, próximo á estas habitaciones,no contieno ningún detalle interesante. No sucede lomismo con las cantinas, cuya puerta está próxima, yque describiremos con el cuidado que merecen.

Antes hemos dicho que la retención sobre la pagaera bastante pequeña para permitir á los soldadoscompletar la alimentación á su gusto: este es el objetoprincipal de las cantinas; pero en un país donde latemplanza no es precisamente una virtud nacional,y donde, por costumbre popular, se pasan muchas ho-ras en las cervecerías, era preciso tomar ciertas pre-cauciones para impedir que las cantinas se convirtie-ran en tabernas, causa de desorden, suciedad y em-briaguez en el regimiento.

No titubeamos en asegurar que el problema ha sidoresuelto en este punto del modo más satisfactorio. Ellocal dedicado á estos establecimientos (salvo la can-

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tina de los sargentos que está situada en el primerpiso, con billar, etc.), es bastante pequeño y le divideen dos partes un largo mostrador. La mayor, destina-da á los compradores, no contieno, ni bancos, ni sillas,ni mesas, estando prohibido del modo más terminantecomer ó beber allí io que se compra, de -modo que lossoldados compran en ellas, pagan al contado y suben iá sus habitaciones para beber ó comer lo que han com-prado. De este modo Oo hay deudas, ni esas excitacio-nes entre oamaradas, que con frecuencia terminan enel calabozo ó en la enfermería. Los artículos vendidosen la cantina a bajo precio son de calidad superior álosquo el soldado podria encontraren la población porel mismo dinero. Este resultado se obtiene por la in-tervención de los oficiales, pues la comisión de vívereses la que compra para las cantinas.

Las adquisiciones se hacen en grandes cantidadesy pagando al contado: la caja del regimiento adelantalos fondos necesarios, y por tanto con una ventaja con-siderable que redunda en beneficio del soldado. Lamisma comisión fija la tarifa del precio corriente,y esta tarifa, puesta á la vista del comprador, es es-crupulosamente aplicada. No hay interés comercialninguno en esta organización, realizándose la venta,no por medio de un cantinero ó especulador, sino porel de un sargento, en cuyo servicio turnan los delregimiento, y que dura poco para cada uno de ellos.El sargento es responsable de los artículos que recibeal desempeñar este servicio, y seria severamentecastigado si infringiera el reglamento, que todosconocen y respetan.

No es preciso insistir mucho para que se comprendael carácter eminentemente práctico de esta organiza-ción, muy superior ala francesa, que convierte la oan-tina en causa de constantes castigos. Verdad es quepara aplicarla es preciso que los regimientos tengancajas de ahorros capaces de hacer los adelantos defondos, y cuya gestión está á cargo del consejo admi-nistrativo del regimiento. Estas cajas, que en Prusialas aumentan donativos particulares, pequeñas ganan-cias, etc., contienen á veces muchos centenares demiles de francos. En el ejército francés no hay nadaanálogo.

Un lavadero para la ropa del batallón y una sala debaños completan la distribución del sótano.

IV.

El primero y el segundo piso están especialmentededicados á habitaciones de oficiales, de sargentos yde soldados, salvo el salón de que antes hemos habla-do, que sirve, por decirlo así, de casino á los sargen-tos y cabos, y las salas destinadas en el cuartel deltercer batallón á las reuniones de los oficiales.

En cada regimiento prusiano hay cierto número detenientes y subtenientes que viven en el cuartel. Estemétodo ofrece ventajas, pero no deja de tener incon-

venientes. Los oficiales son generalmente jóvenes, yá pesar de las órdenes severas, seria aventurado negarque Venus no fuera alguna vez á visitar ó Marte, condetrimento de la disciplina y -del buen ejemplo. Pel-o,en todo caso, esto es excepcional, y la posición moíalde los oficiales respecto á sus subordinados, está á de-masiada altura para que pueda rebajársela. Además, lahabitación en el cuartel es un obstáculo formal pafaesas intimidades prolongadas, cuyo resultado sueleser la pérdida de una carrera de gran porvenir.

En el cuartel que estamos visitando hay nueve ha-bitaciones para oficiales por cada batallón, ó seanveintisiete para todo el regimiento: y como tiene cu»-renta y un tenientes y subtenientes, y de ellos cincodestacados, únicamente nueve están obligados á vivirfuera del cuartel, y estos suelen ser los de másedad.

Cada Cuarto se compone de dos habitaciones, unsaloncito con estufa y dos ventanas y un dormitoriocon una ventana. Con arreglo á los precios actualesde los inquilinatos en Berlin,este cuarto costana 700ú 800 francos por lo menos, sin amueblar. Comb su-cede en Francia, los oficiales que viven en el cuarteltienen derecho á algunos muebles, cuyo modesto lujoestá en proporción al grado.

Aunque el mobiliario de los oficiales prusianos sueleser mejor que el de los franceses, como el mayor nú-mero de los que pertenecen á la guardia son ricos,no se contentan con él y lo completan con obje-tos que compran de su bolsillo, por lo cual algunasde estas habitaciones tienen un aspecto de coqueteríamilitar verdaderamente envidiable, encontrándosehasta objetos de arte, copas de plata, grupos en bron-ce, etc., etc., premios de las carreras de caballos quehan ganado, porque este ejercicio está muy en bogahasta en la infantería, y los oficiales del 2." de grana-deros tienen un steeple-chase anual que contribuye ámantener en ellos la afición y la práctica de la equita-ción: algunos grabados, algunas armas, recuerdos delas últimas campañas, algunas cintas, trofeos de losúltimos bailes, completan la decoración del salón, encuyas ventanas se ven con frecuencia plantas queaumentan la alegría de la estancia.

Este lujo relativo, este bienestar, se extiendehasta los sargentos y cabos. Sin referirnos á los sar-gentos mayores que son generalmente casados ytienen un despacho, un dormitorio, una cocina yhasta una pequeña antecámara, los simples sargentosse encuentran instalados en el cuartel de PionierStrasse con un lujo de muebles que envidiarían lossargentos franceses. Cada uno de ellos posee unamesa, una silla, una cubeta, una palangana, etc.,todo por cuenta del Estado.

Las cámaras ó habitaciones de los soldados no ins-piran menos interés. El principio generalmente adop-tado en «1 ejercito prusiano* es no reunir en un mismo

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N.° 28 UN CUARTEL DE INFANTERÍA EN BERLÍN. 34 9

local sino corto número de hombres, á lo más diez ódoce. Las grandes cuadras ó salones están termi-nantemente prohibidas, y su existencia en algunoscuarteles sólo se justifica por la necesidad.

Este método tiene ventajas y perjuicios, pero locreemos mejor que el adoptado en Francia. Disminu-yendo los disgustos y los inconvenientes de la vidaen común, da mayor comodidad al soldado. La vigi-lancia es más difícil, pero como el jefe de habitaciónes severamente responsable de las infracciones delreglamento, es raro que éstas se cometan.

El mueblaje concedido al soldado prusiano es máscompleto que el que tienen los franceses, y que secompone para cada veinticinco ó treinta soldados,de una alhacena para el pan, otra para el equipo, unamesa, dos bancos y un cántaro. En Prusia la alha-cena para el equipo es inútil, porque la mayor partede los efectos están en el almacén de la compañía.Describiremos el mueblaje de una cámara ó dormi-torio prusiano.

El lecho es una cama de hierro sostenida por cuatropies que se prolongan por encima del colchón. Estoscuatro pies, de un metro ele largos, terminan conuna curvatura, en la cual hay un hueco paralelo á lavarilla. Por efecto de esta disposición las camas sesobreponen de dos en dos durante el (lia, quedandolos pies de la cama de encima dentro de los pies de lacama de abajo. De este modo diez camas sólo ocupanel lugar de cinco, y así se duplica el espacio libre dela habitación. Por la noche las camas se desmontan yse colocan una al lado de otra por interés de la hi-giene; un jergón y un f'ederbetl, ó almohadón ordina-rio, muy conocido de cuantos han visitado Alemania,completan el material de dormitorio.

Cada soldado tiene además un armario de 60 cen-tímetros de altura, 40 de ancho y 30 de profundidad,donde encierra sus cepillos, su plato, su cuchara ytodos los objetos pequeños que necesita. Debsjo delarmario y colgados de garfios sujetos á la pared, co-loca el cinturon y el sable. Los oficiales y los sargen-tos mandan abrir con frecuencia los armarios paraver si los objetos que encienan están completamentelimpios. En la cámara hay además dos mesas y unnúmero de asientos igual al de hombres que debenhabitar en ella. Una de las mesas sirve para comer,para limpiar los efectos, para escribir, etc. La otraestá exclusivamente dedicada al lavado y limpieza dela persona; en ella hay una cofaina y dos jarros gran-des ó cantaritos. Los soldados tienen derecho á unatoalla para cada dos, medida muy atinada bajo elpunto de vista de la higiene y del aseo.

Un jefe de cuadra ó estancia, generalmente ge-freite ó cabo, es responsable de la limpieza y de ladisciplina. Tiene su cama aparte, en uno de los rinco-nes, de ordinario en la extremidad opuesta á la puerta,lo cual le facilita la vigilancia, y está acuartelado

como los soldados, con la úaica diferencia de teneruna toalla para él solo.

Cada uno de los tres edificios del cuartel contienecinco grandes cuadras ó salones; uno para 40 camasy los domas para 32. Antes hemos dicho que, deestas habitaciones se hacia el menor uso posible; enefecto, además de ellas, hay para cada batalton treshabitaciones de 4 camas, ocho de á 7, siete de á 9,treinta y cuatro de á 10, doca de á 11, ocho de á 12,dos de á 13; en suma, setenta y cuatro habitacionespara 728 plazas; es decir, más de las necesarias parael efectivo ordinario en tiempo de paz.

Todas estas piezas son calentadas, indicando uncuadro fijo junto á la puerta la temperatura á que de-ben estar, según que el dia es frió, muy frió, ó cálido,lo cual consta en el parte diario. Hay un hombre en-cargado de cuidar de las estufas de loza, con lascuales se calientan las citadas habitaciones que ademásse ventilan por un tubo de tracción que hay en ellecho y unos ventiladores en las ventanas. Grandes ópequeñas, todas las habitaciones están dispuestas deigual modo, con una limpieza extraordinaria y presen-tando todas las condiciones de bienestar, compatiblescon la vida común.

La ventilación es lo que deja algo que desear; porello al menos explicaban los médicos una violentaepidemia de tifus que hubo el año anterior en estecuartel.

V.

Los talleres y los almacenes ocupan en cada edi-ficio los pisos superiores. Para los lectores que no co-nozcan los detalles de servicio de equipo del ejércitoprusiano, expondremos brevemente esta organiza- ^cion, cuj|p estudio completo tendría de seguro grandeinterés.

Kn Prusia gozan los batallones la mayor libertad encuanto concierne á su compañía, á su escuadrón ó ásu batería; de aquí la emulación que hay entre ellos,que se traduce en una instrucción más rápida y en laperfección administrativa por medio de una economíabien entendida. Este principio absoluto ha tenido porconsecuencia la creación de almacenes de compañía •ó de escuadrón, donde los capitanes tienen en depó-sito todas las prendas de equipo, necesarias para lossoldados que están á sus órdenes. Puesto que visita-mos un cuartel de infantería, haremos caso omiso dela caballería y de la artillería, ocupándonos sólo deluniforme y del calzado.

Las primeras materias necesarias para -el equipo,paños ó cueros, se compran por una comisión com-puesta del segundo comandante del regimiento, quela preside, dos ó tres tenientes, designados por el co-ronel y el Zahlmeister ú oficial contador del regi-miento.

Esta comisión tiene además á su cargo la vigilan-

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320 REVISTA EUROPEA.—6 DE SETIEMBRE DE 1 8 7 4 . N.°28cía de la fabricación y conservación de los uniformesy del calzado, mientras no se distribuyen. Los talle-res y los almacenes generales de los cuerpos están,pues, sometidos á su fiscalización, y el aprovisiona-miento debe ser tal que haya siempre dos equiposcompletos. Para distribuirlos hay otra comisión, lla-mada de equipo del batallón, habiendo una por bata-llón, compuesta de un capitán y un teniente, ademásdel Zahlmeister ó contador del batallón. Estos oficialesreciben los efectos del almacén del cuerpo, y sonresponsables de su conservación hasta tn.nto que ha-yan sido distribuidos á las compañías. Cada una deéstas tiene á su vez un almacén y un taller, en losque se ajustan y reparan los uniformes.

El capitán de la compañía es el único encargadode la administración de este último servicio, y comodebe procurar la mayor economía, prolonga cuantopuede la duración de los uniformes, á fin de tsner unoó dos equipos nuevos y completos para cada solda-do. Por regla general á cada compañía se dan cuatrouniformes nuevos durante el servicio, y uno refor-mado, que sirve para las reparaciones y para distri-buirlo á los licenciados. Tales sumariamente el me-canismo del equipo en el ejército prusiano; acercadel cual y para referir todos sus detalles, pudiera es-cribirse un grueso libro.

El taller general del cuerpo está bajo la direcciónde un jefe obrero que emplea más ó menos sastres yzapateros, según las necesidades. El número de sas-tres varia de treinta á cuarenta. Casi todas las cos-turas están hechas con máquina, poniéndose sólo ámano los bolones ó vivos que no pueden arreglarfácilmente con la máquina.

El jefe obrero es reponsable de la confección y delcorte; no tiene interés ninguno comercial en la fabri-cación, cuyos elementos, como antes hemos dicho, selos entrega la comisión de equipo sin más retribuciónque su sueldo. Los uniformes hechos son almacena-dos y clasificados por tallas y por cantidades. Labuena calidad del trabajo está asegurada por ei hechode que á nadie interesa cometer un fraude.

Los talleres de compañía están organizados deigual modo, pero como es natural, en menores pro-porciones. Las costuras se hacen también con má-quina. Esta es una costumbre esencialmente ale-mana, porque en cada calle de Berlín se encuentrauna fábrica ó un depósito de máquinas para coser.

Los almacenes de compañía tienen estanterías,donde están perfectamente clasificados los uniformespor talla y duración. L03 cascos están colgados deltecho, y en un armario se encuentran todos los obje-tos de equipo de uso poco frecuente y que, por su pe-queño volumen, podrían perderse con facilidad: plu-meros, cordones, bandas, etc. No hay para qué decirque reina en todo la mayor limpieza, y que el ordenestá asegurado por un registro de entradas y salidas,

llevado bajo la responsabilidad del capitán, por el sar-gento más antiguo de la compañía, que por este en-cargo se llama capitán de armas.

El espíritu de cuerpo se mantiene con mucho cui-dado en el ejército prusiano, y la visita que estamoshaciendo nos lo probará. Las paredes de cada alma-cén están cubiertas de inscripciones más ó menosadornadas y ricas, según la cantidad que ha podidodedicarse á este objeto. Estas inscripciones reprodu-cen sumariamente la historia de la compañía, los he-chos de armas felices ó desgraciados en que ha to-mado parte, los nombres de los capitanes y sargen-tos mayores que las han mandado, los de los oficia-les y sargentos muertos en el campo de batalla, etc.

Cada vez que un soldado tiene que acudir á estahabitación para el servicio, tiene á su vista lo que hanhecho sus antecesores, y por la lectura de sus valero-sos hechos adquiere la emulación de igualarles.Además, algunos comentarios de los sargentos, al-gunas observaciones de los oficiales, trastornan in-sensiblemente estas gloriosas indicaciones en un cursode historia nacional. El soldado que allí había apren-dido los nombres de Jena y de Friedland, se acos-tumbró á la esperenza de una revancha, y las pasio-nes de 1806, mantenidas despiertas en el corazón, lespreparaban eomo cosa natural á los sacrificios de 1870.

Vi.

Hasta ahora hemos visitado casi exclusivamente laspartes del cuartel dedicadas á la tropa. Entremosahora en el casino de oficiales, que ocupa gran partedel entresuelo en el edificio del tercer batallón. Parasaber lo que se llama un casino, es preciso referiralgunos detalles acerca de la vida de los oficiales ale-manes.

Según hemos dicho antes, algunos de ellos vivenconstantemente con la tropa, y todos ellos estén lamayor parte del dia en el cuartel por las necesidadesdel servicio y de la instrucción.

El ministro de la Guerra, á quien los reglamentosadministrativos dejan el derecho de enagenar los ter-renos que posee, ha usado desde hace algunos añosampliamente de este permiso; de modo que con losbeneficios realizados por la venta de inmuebles en elinterior de la ciudad, ha podido eomprar grandesterrenos en los barrios apartados y construir cuarte-les nuevos, espaciosos, bien distribuidos, cuyo únicoinconveniente, muy discutible, es el encontrarse ágran distancia del centro de la capital. Así han podidoacuartelarse en nuevos edificios el primer regimientode dragones de la guardia, el segundo de huíanos, elsegundo de granaderos, y pronto se trasladará tam-bién á Pionier Strasse el segundo de dragones, ocu-pando un hermoso cuartel, cuya construcción ha em-pezado ya. Es preciso, pues, proporcionar á los ofi-ciales un sitio de reunión, una especie de círculo

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N.°28 UN CUARTEL DE INFANTERÍA EN BE&LIN. 321donde no les aburra mucho su forzado alejamiento:es indispensable que puedan, caso de necesidad, co-mer allí, y que tengan salones bastante espaciosospara dar fiestas, para reunirse con objeto de jugar alKriegspiel ó de asistir á las conferencias militaresque dan los jefes de cuerpo; es decir, que el casino delos oficiales es á la vez fonda, café y sitio de ins-trucción.

En el cuartel que visitamos hay cinco salones des-tinados á casino, y ocupan gran parte del entresuelode uno de los edificios, teniendo anejo un jardin re-gularmente cuidado, y que es mediano recurso du-rante los calurosos veranos de Berlin.

La primera de estas habitaciones es un salón come-dor. Los oficiales acuden á él por la mañana, y tomanindividualmente el desayuno que llaman Mittagstich.Conviene, al llegar á este punto, dar algunas explica-ciones. Un alemán lo menos que come son cinco ve-ces por dia; pero sólo una de estas comidas se com-pone de alimentos sustanciales, y es la que hobitual-mente hace á las cinco de la tarde.

Las otras son: por la mañana antes de trabajar, almedio dia ó á la una de la tarde, á las tres y á lasdiez de la noche. La comida de medio dia consiste enun pedazo de carne fria, y los oficiales lo toman en elsalón antes citado, sin dejar de hablar, y sin que enrealidad se sienten á la mesa. Entran y salen sucesi-vamente según la libertad que les deja el servicio.

Algunas mesas cubiertas con tapices, sillas, bula-cas y canapés, forman el mueblaje de este salón, cu-yas paredes están adornadas con muchos cuadros ófotografías. En un mismo cuadro están reunidas lasfotografías de todos los compañeros muertos durantela guerra, y las pérdidas de este regimiento se hanelevado á 21 oficiales muertos, un jefe, dos capitanesy 18 tenientes. En otros cuadros están los caballoscon los cuales los oficiales del segundo de granade-ros han ganado carreras, la reproducción de los actosmilitares en que el regimiento ha tomado parte; enuna palabra, aquí como en el almacén de la compañíase reúne cuanto es propio para mantener el espíritude cuerpo, uso constante en el ejercito prusiano.

Otros dos salones siguen al anterior con mueblajey decorado parecidos. En uno de ellos hay un pianode cola, y otro sirve de sala de lectura y de conferen-cias. A la izquierda, en una habitación de medianacapacidad estala biblioteca, por donde hay que pasarpara llegar al inmenso comedor donde todo el cuerpode oficiales y muchos convidados celebran la grancomida mensual.

El fondo de este salón está ocupado por el mostra-dor del gerente, y en las paredes hay colgados dosretratos de tamaño natural que representan al empe-rador de Austria actual y á su padre, jefes sucesivosde este regimiento.

Tal es el casino de oficiales en el cuartel núm. 2

de granaderos. Describiremos una reunión en él, porejemplo, una partida de Kriegspiel, que dará algunamás vivacidad á esta árida descripción.

El Kriegspiel, que es á la vez juego y estudio, seefectúa generalmente una vez por semana en cadacuerpo del ejército prusiano. El dia fijado para el re-gimiento de que nos ocupamos es el sábado por lanoche y empieza á las seis, después de la comida quelos oficiales hacen en común Ninguno está obligado áasistir al juego, pero nunca faltan aficionados con losque se organiza una partida, cuyo programa ha sidobosquejado (¡e antemano por el coronel, en la prece-dente reunión. Entonces designa el problema militarque debe resolverse; el j3fe de cada ejército que ha-bitualmente es un capitán, y en fin, los dos jefes quecon el título de confidentes (Vertrauter) deben ayu-dar con sus consejos á los que mandan los ejércitos,decidir los actos dudosos y oponerse á las irregulari-dades y á las inverosimilitudes muy manifiestas.

Se conceden ocho dias para estudiar la cuestión, ycada jefe de ejército, después de determinar su plande campaña, conforme á las hipótesis establecidas porel coronel, redacta una orden de marcha para sustropas, en la que indica las disposiciones que ha adop-tado para el momento en que empiece la operaciónmilitar. Cuando han quitado el servicio de las mesasdel comedor se reúnen muchas mesas para formar ungran cuadrado de tres ó cuatro metros por lado, y selas cubre con mantas.

El oficial encargado de conservar el material delKriegspiel coloca entonces los mapas del terreno so-bre el cual debe verificarse la partida. Estos mapas,en una escala de ocho milésimas, se forman uniendocartones cuadrados de unos 48 centímetros por lado,y son amptfcciones groseramente hechas, pero clarasy de fácil lectura.de los mapas del Estado Mayor pru-siano.

Como el precio de adquisición de un cuaderno demapas impreso es bastante caro, los que se empleanen los regimientos están dibujados por los mismos ofi-ciales ó por los sargentos, sin que el dibujo se hagacon grande esmero. De este modo se obtiene baratoel principal elemento del juego instructivo, ejercitan-do á los oficiales en el dibujo topográfico.

Cada jefe de cuerpo distribuye entonces entre sussubordinados pedacitos de plomo que representan lastropas que deben mandar; á uno la caballería, á otrola infantería, á otro la artillería, y cuando las fuerzasque hay que manejar son considerables, se subdividenestos elementos en divisiones, brigadas, etc., cuyadirección se encarga á nuevos oficiales. Todos ellosreciben además las escuadras, reglas y compases quenecesitan para medir las distancias y figurar el tiempoque deben emplear en recorrerlas.

Terminados estos preparativos, el comandante delejército ofensivo pasa con sus oficiales á otro salón; el

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322 REVISTA.EUROPEA. 6 DE SETIEMBRE BE 1 8 7 4 . N.° 28

ejército defensivo permanece por el contrario en el co-medor, con el coronel y los espectadores. El jefe deeste ejército dispone entonces en la formación queha prescrito y en los sitios designados las diversasfracciones de sus fuerzas, justificando las órdenes queha dado y comentándolas en caso de necesidad. Elcoronel levanta una breve acta de la situación fie losejércitos, consignando la hora en que empieza la ba-talla. Después se quitan del mapa todas las fuerzasque en realidad no serian visibles, por estar situadasen una aldea, en un bosque, en un repliegue del ter-reno, etc., y se hace entrar en el salón al ejércitoagresor. Su jefn explica entonces (en ausencia de losenemigos) las disposiciones que ha tomado, se le-vanta otra acta, y en presencia ya los adversariosempieza la batalla.

A. fin de ahorrar tiempo se suponen adquiridosciertos informes por descubiertas y avanzadas. En lahipótesis contraria cada ejército lanza su caballería,y así que llega á una posición tal que pueda examinarlos repliegues del terreno, los bosques, etc., es reglaque laB tropas quitadas del mapa porque se considera-ban invisibles, se repongan en su sitio, porque en unaverdadera operación militar hubieran sido reconocidas.

No entraremos en los detalles de las maniobras quepor ambas partes se ejecutan, porque esta descripciónno seria inteligible, y aun aplicándola á un ejemplodeterminado seria de escaso interés.

El orden, la exactitud y el método se exigen rigu-rosamente á los beligerantes, y los jefes designadospara vigilarles procuran ser en su misión completa-mente imparciales, realizándola con escrupulosidad.Exigen que se invierta el tiempo necesario en re-correr las distancias dadas, é impiden que el trote óel galope para la caballería ó la artillería se prolonguede un modo inverosímil; en fin, en caso de luchaacuden á fórmulas algo empíricas, para decidir dequé lado hubiese quedado Ja victoria en el caso de uncombate real.

Al cabo de dos ó tres horas próximamente, segúnla importancia de la operación y los incidenles que lacaracterizan, se reputa terminada la batalla, y lastropas aún ocultas en las aldeas, bosques, etc., sonpuestas en evidencia. Todo el mundo se sienta alre-dedor de la mesa, y el coronel-hace la crítica de laacción con ayuda de las actas que se han levantadodurante distintos períodos de ella.

En esta crítica se aprecian todos los movimientos,aprobándolos ó censurándolos, y la explicación justi-ficativa de la aprobación ó de la censura se hace conla mayor imparcialidad. Cada jefe de ejército tiene de-recho de defender las operaciones que ha prescrito,siendo esta una verdadera lección práctica de artemilitar que termina la partida d3 Kriegspiel, una espe-ciede enseñanza mutua que desarrolla útilmente elgol-pe de vista de los oficiales y estimula su amor propio.

VIL

Poco tenemos que añadir para poner de manifiestotodas las ventajas de un cuartel como el del 2.° degranaderos. Es evidente que con las condicionesdel reclutamiento moderno, llamando á las armas átodas las clases de la sociedad, no bastan los edificiosconstruidos hace un siglo para cuarteles.

Los ejércitos de entonces estaban compuestos demercenarios, palabra que sentimos emplear, porqueel uso le ha dado una significación ofensiva que no que-remos aplicar á los que nos han precedido en la milicia.

En épocas anteriores abrazaba la carrera de las ar-mas el soldado voluntario mediante un contrato desueldo, y á veces con elevada prima, por lo cual de-batia las ventajas y las condiciones con que se despo-jaba de su libertad. Además, entonces el bienestar nose hallaba tan generalizado como hoy dia. Las nece-sidades eran menores, y los peores cuarteles se pre-ferían bajo el punto de vista de la higiene y de la co-modidad, á la mayoría de las habitaciones de la clasepopular. Hoy no sucede lo mismo; la industria hapuesto al alcance de todas las fortunas, sino el lujo,una comodidad relativa; los progresos de la actividad,la vulgarización de la higiene pública han saneado lasciudades hasta en los barrios más pobres, y el carác-ter de las leyes actualmente en vigor en la mayoríade las naciones civilizadas, consiste en confundir átodas las clases de la sociedad en las filas del ejército;y el millonario, no siendo oficial, compartirá, aunquesólo sea durante un año, la vida común impuesta átodos sus compatriotas.

De aquí las nuevas necesidades y las nuevas exi-gencias que debe tener en cuenta el Estado si no quiereque el peso ya agobiador del impuesto de sangre lle-gue á ser insoportable. El servicio general obligatorioexiste en Prusia de3de hace tiempo, y por ello secomprende en dicha nación muy bien la necesidad demejorar en cuanto sea posible las condiciones mate-riales de la vida militar.

(Bulletin de la, reunión des offlciers.)

LOS SATÉLITES DE JÚPITEROBSERVADOS Á LA SIMPLE VISTA.

¿Son los satélites de Júpiter visibles á la sim-ple vista? De ordinario se contesta negativamenteá esta pregunta; sin embargo, en una de las úl-timas sesiones de la Sociedad astronómica deLondres, un astrónomo inglés ha declarado ha-berlos visto.

El 3 de Abril último, á las diez de una nochemuy pura, Mr. Denning, de Bristol, distinguióperfectamente, al lado de Júpiter y á la simple

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N."28 FLAMMARlÓN. >LOS SATÉLITES DE .ITÍPÍTEH . 323

tista, el tercero y el cuarto satélites. Encontrá-banse entonces especialmente bien colocados paraesta observación, por estar á la mayor distanciadel planeta; pero esta posición se repita confrecuencia, y sin embargo, tal visibilidad es ex-cesivamente rara. El autor logró distinguirlosocultando el brillo de Júpiter. Con el buscador(que aumenta cinco veces el volumen) y con unosgemelos de teatro (que aumentan tres veces) losveia con facilidad, sin ocultar el planeta, y no leadmiró verles á la simple vista, aunque hasta en-tonces habia sido muy escóptico acerca de estepunto.

Habiendo ensayado muchas veces y hecho en-sayar la misma experiencia en las mejores condi-ciones de observación, sin obtener resultado algu-no, he deducido de la observación precedente, quela vista de Mr. Denning es excepcional, lo cualestá demostrado por el hecho de poder contar ála simple vista trece estrellas en las Pléyades yhaber visto á Júpiter en pleno dia. Añadiré que el3 de Abril último, el cuarto satélite de Júpiter es-taba más luminoso que de costumbre, siendoigual en brillo al tercero.

Sabido es que el descubrimiento de los satélitesde Júpiter ha sido el primer resultado de la in-vención de los anteojos.

E1T de Enero de 1610, en Pádua, Galileo ad-virtió cerca del planeta que el nuevo instrumentohabia dotado de un disco sensible y bien deter-minado, tres estrellitas; dos estaban al Ortente yla tercera al Occidente. Al siguiente dia vio lastres al Occidente, y al otro dia se veian sólo dossituadas al Oriente del disco de Júpiter. Todoesto no podia explicarse por un cambio de posi-ción visible del planeta, é indicaba un movi-miento propio de estas estrellitas. Chocándole lasingularidad del resultado , Galileo redobló laatención; el 13 advirtió cuatro estrellas, y com-probó que habia en el firmamento un astro alre-dedor del cual circulaban planetas secundarios,como los planetas, de antiguo conocidos, gira-ban alrededor del sol; era el mundo de Copórnicoen miniatura; las ideas de este grande hombre no•podían ser rechazadas, y se cuenta que Keplero,al saber las observaciones del astrónomo de Flo-rencia, exclamó, parodiando la exclamación delemperador Juliano: «.¡Galilcs vicisti!»

Como todos los descubrimientos, éste no fueadmitido sin crítica. Una academia entera, la deCortona, sostuvo que los satélites eran una ilu-sión óptica producida por el anteojo. En los diá-logos que contiene la obra de Sizio, cuando unode los interlocutores pregunta por qué se vencuatro satélites alrededor de Júpiter, solamentese le contesta: porque el anteojo es á propósito

(proporzionata) para producir tales apariencias ála distancia de Júpiter y no á otras distancias.Clavino decia en Octubre de 1610, que para verlos satélites era preciso construir primero unanteojo que los engendrara. Cierto es que alsiguiente mes de Setiembre abandonó esta opi-nión absurda, cuando por sí mismo observó loscitados astros. Gaüleo refiere que habia en Pisaun filósofo llamado Libri, que no consintió jamásen mirar por los anteojos para, observar los saté-lites ile Júpiter. «Espero, añade el. ilustre filósofo(el referido Libri acababa de morir), que, no ha-biendo querido jamás ver los satélites desde latierra, los habrá visto al ir al cielo.»

Este descubrimiento de Galileo demuestra queanteriormente no ae habían observado los satéli-tes de Júpiter, lo que, de ser visibles sin ayudade anteojos, hubiera sucedido al mismo tiempoque se observó el planeta.

Sin embargo, en las láminas de una enciclope-dia japonesa, cuya primera edición remonta áépoca muy anterior á la de la invención de los an-teojos, Júpiter está representado con dos estre-llitas á sus lados. Este dibujo, sin embargo, noprueba mucho, pues los japoneses añaden á lostextos de sus obras más antiguas, cuando lasreimprimen, documentos que han recibido desúscomunicaciones con los holandeses; la circuns-tancia de estar dibujado Júpiter con dos y no concuatro satélites , puede ser de difícil explicación,sin que por ello sea decisiva respecto á la visi-bilidad de estos pequeños astros sin el recurso delos anteojos.

Wrangel refiere que en Siberia encontró un ca-zador del p|»ís que, enseñándole á Júpiter, le dijo:«Acabo de ver á esa grande estrella tragarse unapequeña y vomitarla después.» Según el célebreviajero ruso, se refería á una inmersión y emer-sión subsiguiente del tercer satélite, al cual alu-dia el cazador. La penetración de la vista de losindígenas tártaros es , como se sabe, proverbial.

Boussingault ha procurado en vano verles en Bo -gota á 2.640 metros de altura, y lo mismo sucedióá Piazzy Smyth en el pico de Tenerife; sin embar-go, el marqués de Ormonde les ha visto en el cielo,sobre el Etna; el astrónomo Jacob advirtió el ter-cer satélite desde Madras; Stoddart, misionero enPersia, refiere en su diario que podia descubrir-los de vez en cuando, durante el crepúsculo y an-tes de que el planeta hubiese adquirido todo subrillo; el I.° de Setiembre de 1832, Mr. Webb havisto en Inglaterra el tercero y el cuarto satélitecolocados del mismo lado y lejos de Júpiter, perodebe decirse que usaba para ello un lente cónca-vo. Mr. Boguslawski, director del observatoriode Breslau , refiere que un sastre de esta ciudad,

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324 REVISTA EUROPEA. 6 DE SETIEMBRE DE 1 8 7 4 . N.-28muerto en 1837, distinguía con frecuencia el pri-mero y el tercero. Bauki ha visto el primero y elsegundo reunidos, el tercero con frecuencia, y unavez el cuarto; el segundo y el tercero han sidovistos separadamente por Boyds en 1860. Massonha visto el tercero en 1863. Estos ejemplos de-muestran que los satélites de Júpiter puedenverse perfectamente á la simple vista; pero á con-dición de estar dotado de una vista excepcional,de buscarlos expresamente y de ocultar el planetade modo que no deslumhren sus rayos. Es toda-vía más raro poderlos distinguir sin dicha pre-caución.

Puede explicarse esta visibilidad notando quecuando se mira á Júpiter ala simple vista, pa-rece formado este planeta de un punto centralluminoso, de donde parten en todos sentidos ra-yos divergentes. Estos rayos son más ó menoslargos, y respecto á la longitud, existen entre losobservadores inmensas diferencias. En unos losrayos no pasan de tres, cuatro ó cinco minutos degrado, en otros se extienden á doce ó quince mi-nutos. Para todo el mundo, los satélites se en-cuentran envueltos en una falsa luz.

Si suponemos que la imagen de Júpiter en cier-tos ojos excepcionales se extiende sólo en rayosde un minuto ó dos de amplitud, no parecerá im-posible que los satélites sean de vez en cuandovistos, sin necesidad de recurrir al artificio de laamplificación. Para comprobar esta conjeturahizo construir Arago un anteojo pequeño, en elcual el objetivo y el ocular tenían casi el mismofoco, y por tanto no aumentaban los objetos. Esteanteojo no destruía por completo los rayos diver-gentes, pero reducía considerablemente su longi-tud. Pues bien: esto ha sido bastante desde e!primer ensayo para que un satélite (el tercero),convenientemente apartado del planeta, sea visi-ble. El hecho ha sido comprobado por todos losastrónomos del Observatorio.

Desde que ha quedado establecido que los saté-lites de Júpiter pueden verse sin aumento de nin-guna especie, es evidente que los ojos que reduz-can los rayos divergentes de la imagen del pla-neta á la extensión que estos rayos conservancon el pequeño anteojo antes referido, verán lossatélites tan bien como los ojos ordinarios conayuda de los instrumentos. Debe creerse, pues,que hay ojos dotados naturalmente de esta per-fección; ojos que despojan las imágenes de losobjetos alejados y más brillantes de casi toda sufalsa luz.

El tercer satélite de Júpiter (el más grueso delos cuatro) es un astro de sexta magnitud; yo lohe comprobado en 1812, cuando la conjunción deJúpiter con Urano, cuyos elementos había calcu-

lado y que observé expresamente para medir esteresplandor. Podría vérsele ordinariamente a lasimple vista, si no estuviese bañado en la luz deJúpiter.

Añadiremos que los cuatro satélites de Júpiterestán situados á las distancias respectivas de108.000, 170.000, 272.000 y 478.000 leguas de Jú-piter; que sus diámetros son respectivamente de1.020, 863, 1.500 y 1.050 leguas (el tercer satélitees cinco veces más grande que la Luna y casi dosveces más grueso que Mercurio) y que estos cuatropequeños mundos circulan alrededor del planeta:el primero en un dia y diez ocho horas; el segun-do en tres dias y trece horas; el tercero en sietedias y tres horas, y el cuarto en diez y seis diasy diez y seis horas, produciendo así cuatro clasesde meses, de mareas y de eclipses á los habitantesde este inmenso mundo.

CAMILO FLAMMARION.

(La Nature.)

IMPORTANCIA GEOLÓGICA

DEL POLVO ATMOSFÉRICO.

Mucho se ha hablado en estos últimos tiemposdel polvo atmosférico, y creemos interesante re-cordar, sobre este punto, las observaciones deM. Virlet d'Aoust. que ha comprobado en Méjicola producción, por vía de sedimento atmosférico,de capas bastante gruesas, para que, sin titu-bear, se las asimile áverdaderas capas geológicas.

Estas capas, cuyos caracteres han llamado porlargo tiempo la atención de los observadores,constituyen un terreno arcilloso, generalmenteamarillento, que, no sólo envuelve por completoalgunas montañas aisladas, sino que forma lasladeras y las bases de las más elevadas cordi-lleras del país, como lo son la del Popocatepelty la de Orizaba. Es una especie de revestimientoque llega hasta 3,800 metros de altura, y tiene enlas partes bajas hasta 60, 80 y 100 metros degrueso.

Examinando este depósito, se ve que, en mediode un obroque homogéneo, contiene todos los pe-ñascos y fragmentos separados y rodados de lasmontañas que cubre; de modo que en ciertospuntos parece constituir el cimento de una aglo-meración formada por los pedazos de las rocassubyacentes. Este terreno es, además, bastantemóvil, y cuando llegan las lluvias torrenciales decada año, lo arrastran, produciendo en poco tiem-po barrancos ó cortaduras muy profundas, dondevan á parar, con las tierras que les rodean, los ár-boles de la superficie, á medida que se van veri-

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N,° 28 E. MEUN1ER. EL POLVO ATMOSFÉRICO. 325flcando los desprendimientos, siendo arrastradospor el torrente que los lleva á la llanura, en for-ma de aluviones fluviales.

Al principio creyó M. Virlet d'Aoust, segúndice él mismo, que este terreno estaba formado,como el de la llanura, por aluviones pluviales,resultando de la disgregación secular de las rocasque constituyen las montañas; pero no tardó di-cho geólogo en advertir que tal modo de for-mación no podia explicar la especie de mantoque cubre las alturas aisladas en medio de losllanos. Era además inadmisible que este terrenohubiese sido elevado por la misma fuerza que for-mó la montaña, puesto que se encuentran en élreatos de cacharros y madera carbonizada queanuncian un origen posterior, en parte al menosá la existencia del hombre.

Parecía, pues, difícil explicar la formación deestas capas extrañas, y M. Virlet empezaba ya áperder la esperanza de conseguirlo, cuando pre-senció un fenómeno, muy distinto en la aparien-cia, y ligado,sin embargo, íntimamente al asuntode que tratamos. Este fenómeno son los remolinosde polvo que con frecuencia se producen en grannúmero de puntos de la llanura mejicana. Estosremolinos levantan el polvo y lo trasportan en es-pirales muy abiertas hasta 500 ó 600 metros dealtura media. Al desaparecer en un punto, apa-recen en otros muchos, y en resumen, queda ensuspensión en las altas regiones de la atmósferauna cantidad considerable de polvo, tanto, que áveces se oscurece el aire, y el cielo toma un tinteamarillento.

Levantado así el polvo, es presa de las corrien-• tes atmosféricas. En un país donde, como en Mé-jico, existen crestas montañosas, el curso alter-nativo de estas corrientes reproduce el de la tierray el del mar que se observa en las costas.

Durante la mitad del diá la brisa sopla desdela llanura hacia la montaña, y en sentido inversoen el resto. Además, las crestas montañosas ycubiertas de bosque constituyen para la brisa dela llanura una barrera que detiene su velocidad ydetermina la caida de polvo que acarrea, del mis-mo modo que un dique ó presa en un rio da oca-sión al depósito del limo que las aguas arrastran,y una vez caido el polvo no vuelve á levantarse,porque los remolinos sólo se verifican en la lla-nura.

Existe, pues, un mecanismo notabilísimo queconduce sin cesar, de la llanura á la montaña, unaparte de los materiales que las aguas corrientesarrastran, por el contrario, de la montaña á la lla-nura, formando uno de esos círculos tan numero-sos en el dominio de la naturaleza, y que tantointerés exaitan en el observador filósofo.

Además, conviene advertir que, si en Méjico elfenómeno de los torbellinos de polvo contribuyeá formar rápidamente estos terrenos, que puedenllamarse aéreos, en otros puntos la acción de al-gunos vientos reinantes no concurre menos á laproducción de fenómenos análogos. Es probableque muchos de esos depósitos, cuya única causase ha atribuido á los aluviones pluviales, estudia-dos y examinados cuidadosamente, se les califi-que de formaciones aéreas, ó, á lo menos, se con-sideren como de origen mixto; es decir, comoproducto de una especie de colaboración entre lasaguas corrientes y las corrientes aéreas.

Recuérdese sobre este asunto, que examinandoen 1845 M. Raulin la tierra vegetal amarillentaque cubre las mesetas más altas de mármol blan-co de la isla de Candía, consideróla resultado delpolvo que levantaba el viento en puntos situadosá alturas inferiores.

Esta observación y los nuevos estudios hechossobre el polvo atmosférico tienen especial impor-tancia, y debe esperarse que consideraciones deesta naturaleza arrojarán inexperada luz sobrealgunos capítulos todavía oscuros déla geología.

ESTANISLAO MEUHIER.

BOLETÍN DE LAS ASOCIACIONES CIENTÍFICAS.

Asociaciónpara el adelanto de las ciencias.

LILA, 2 0 AGOSTO, 1874.

REVISTA DE LAS CIENCIAS MATEMÁTICASEN EL CONGRESO DE LYON.

Cálculo ¡ntegr«J*-Nuevas determinaciones de valores.—Regulador de

fuerza centrifuga.—Geometría superior.—Demostraciones nuevas de

teoremas.—Propiedades de un punto en un triángulo,—Instrumentos

para resolver ecuaciones algebraicas.—Medidas de las fuerzas rápidas.

—Cuadrante solar.—Meridiano internacional.—El problema de Watt:

«el movimiento paralelo».—El rombo Brliculado.—La rosca de Ar-

quimedes.—La constitución física del sol.—El velocípedo en la guer-

ra.— La perforación de San Golardo.— El túnel submarino.—El pro .

blema de la estabilidad de los buques.—El porvenir de la marina.—

Las líneas defensivas.— Aforismo estratégico.

Al intentar dar una idea de los trabajos de estaSociedad en la reunión de 1873 en Lyon, debo ha-cerlo con la misma división de nuestros trabajosen grupos principales. El de las ciencias matemáticas contiene varias secciones: las matemáti-cas puras, la astronomía, la geodesia, la mecánica,la navegación y las construcciones civiles y mili-tares.

El trabajo de matemáticas mas importante quese ha presentado en el Congreso de Lyon es de-bido á uno de los sabios extranjeros invitados,M. Tchebichef, miembro de la Academia de SanPetersburgo.

El análisis matemático de los problemas de lafilosofía natural y de los problemas de la Indus-

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tria perfeccionada, conduce frecuentemente á ex-presiones algebraicas que parece imposible reducirá una forma sencilla, prestándose á las aplicacio-nes numéricas. Los esfuerzos de los geómetras selimitan entonces, sea á guiar los calculadores enla manera de dirigir los ensayos, sea á trasformarlas expresiones rigurosas, pero inabordables á lascifras, en otras casi equivalentes, pero aproxima-das nada más. Tales son en muchos casos las fór-mulas llamadas de cuadraturas. La de que se haocupado M. Tchebichef había sido ya objeto de lasinvestigaciones de Gauss y de nuestro célebregeómetra M. Hermite; basta decir que figura entrelas más difíciles del cálculo integral, tan erizadode símbolos indescifrables para la mayoría, peroque al mismo tiempo es el instrumento más ma-ravilloso que el hombre ha encontrado en sí mis-mo, y al cual debemos reconocimiento, tanto porlas grandes verdades que nos ha ayudado á des-cubrir, como por los servicios que ha prestado ycontinúa prestando todos los días en las aplica-ciones más delicadas y más grandiosas de la me-cánica.

M. Tchebichef no se ha detenido en esto; indicaun método para determinar el valor límite de cier-tas integrales y nos presenta un nuevo reguladorde fuerza centrífuga muy interesante, sobre todo,bajo el punto de vista teórico.

Dos geómetras franceses, Poncelet y Chasles,encontrando, quizá sin saberlo positivamente,antiguos métodos descubiertos por Euclides ydesgraciadamente perdidos, han fundado en nues-tros días una geometría nueva, llamada geometríasuperioró moderna, por oposición á esa verdaderageometría elemental que conocemos todos. Esosmétodos muy delicados, intuitivos en gran parte,consisten, sobre todo, en operar trasformacionesde figuras ó de relaciones de magnitudes, y en di-rigir esas trasform&eiones, para las figuras porejemplo, de manera que so obtengan las más sen-cillas, cuyas propiedades sean conocidas ó fácilesde estudiar, para subir de estas últimas á las pro-piedades de las figuras más complicadas. Uno delos representantes más distinguidos de esta nue-va escuela, que cuenta hoy en Francia y en el ex-tranjero numerosos discípulos, M. Mannheim haexpuesto en Lyon varios teoremas nuevos, ó de-mostraciones nuevas de teoremas que habia des-cubierto antes por otras vías.

M. E. Lemoine también ha llevado un contin-gente muy notable de teoremas de geometría, quetitula: Propiedades de un punto notable de un trián-gulo; y M. E. Colignon ha probado una vez más,por algunos ejemplos, que si la geometría sirvepara resolver los problemas de la mecánica racio-nal, ésta, por una feliz reciprocidad, puedeá suvez ayudar en mucho á la geometría.

Todo el mundo conoce la regla para loscálculos,y el aritmómetro que prestan tantos servicios álos ingenieros y á los que tienen que efectuargrandes cálculos aritméticos. M. Marcel Deprezha querido hacer más,' y dar á los calculadoresinstrumentos capaces de resolver por sí las ecua-ciones algebraicas de cualquier grado. Variastentativas se habían hecho ya en este orden deideas, pero nadie habia ideado medios tan inge-niosos como los que propone M. Deprez Difícil mesería dar aquí una idea de esos instrumentos, peroestoy seguro que la Asociación aprobará el gastode 500 franeos que se hizo para concluir una de

las máquinas imaginadas por M. Deprez para laresolución de las ecuaciones.

M. Marcel Deprez también ha presentado apa-ratos destinados ala medida de las fuerzas quevarían rápidamente. Sobre este punto debe tra-tar, según creo, en este Congreso, presentandosus aparatos y los resultados de los experimentosque ha hecho recientemente. No debo, pues, in-sistir en un asunto que podremos apreciar mejordentro de algunos dias.

M. Lisbanne, después de haber descrito el cu-rioso cuadrante solar del atrio de la iglesia deBrou, cerca de Bourg, cuadrante trazado sobre elsuelo, horizontal, y cuyo stilo ó indicador lo formael mismo que mira, ha presentado una construc-ción geométrica muy sencilla y muy elegante.Este cuadrante se remonta al principio del si-glo xvt, y supone en su inventor conocimientosastronómicos y geométricos muy adelantados.Lalande que habia estado en Bourg no dejó deobservarlo, y le mandó restaurar en 1757.

La cuestión de un primer meridiano universalé internacional, ha sido promovida por el doctorHureau de Viüeneuve, que ya sabrá con satisfac-ción que se ha puesto á la orden del dia delpróximo Congreso geográfico el asunto que él hainiciado.

La presencia del sabio M. Tchebichef en Lyonha facilitado la ocasión de arreglar una cuestiónde prioridad relativa á una invención mecánicade la mayor importancia. El problema de Watt,designado en Inglaterra con el nombre de movi-miento paralelo, y que Watt habia resuelto de unmodo aproximado por medio de su célebre para-lelógramo articulado, ha dado lugar á laboriosasinvestigaciones, en las cuales M. TeheMchef hatomado la mayor parte. Las dificultades de esteproblema eran tales, que casi se habia reputadoinsoluble. Sin embargo, en 1865 el capitán Peau-cellier, hoy teniente coronel de ingenieros, habiadescubierto una elegante solución que pasó casidesapercibida, aunque se comunicó en 1867 á la <Sociedad filomática por M. Mannheim, que quizáno insistió bastante en su importancia. La mismasolución se habia encontrado, por otra parte, porM. Lipkine, discípulo de M. Tchebichef, y sepublicó en 1871 en el periódico de las minas deLieja. Nuestro colega, M. Lemoine, fue el primeroen recordar á este propósito los derechos del co-ronel Peaucellier, en el periódico de física deM. d'Almeida, y hasta indicó una manera de adap-tar el rombo articulado al balancín de una má-quina de vapor. La cuestión de prioridad no era,pues, dudosa, pero convenia dar á M. Tchebi-chef, que tiene naturalmente mucho interés en lainvención de su discípulo y amigo M. Lipkine,

I todas las pruebas que pudiera desear. M. Man-nheim se encargó de esta tarea, y hemos tenidola satisfacción de presenciar la lealtad con queM. Tchebichef se manifestó convencido. Un pe-riódico científico inglés, The Iron, nos ha traídodespués una nueva confirmación del pleno reco-nocimiento del derecho de M. Peaucellier. Elilustre profesor Sylvester, á quien M. Tchebichefhizo conocer, después de terminado el Congresode Lyon, la invención y sus autores, ha dado enel Instituto Real de Londres una conferencia en-tusiasta sobre el movimiento paralelo de Peauce-llier y sobre sus maravillosas propiedades geo-métricas y mecánicas. El profesor Sylvester ha

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lo hasta decir, que desde la rosca de Ar-quTmedes no se habia imaginado en mecánicanada tan ingenioso y tan fecundo; y ha anunciadoque se iba á hacer en seguida una aplicación áuna máquina fija que se estaba construyendo parael servicio del Parlamento inglés. He creido queno debia pasar en silencio este episodio del Con-greso de Lyon que hace honor á todos, franceses,ingleses y rusos, y que revela la utilidad de es-tas reuniones.

Quisiera poder decir algunas palabras de la con-ferencia de M. Janssen sobre la constitución físicadel sol, pero la expedición que hicimos variosmiembros del Congreso á Voulte, me impidiópresenciarla, y por otra parte, M. Janssen no hapublicado su trabajo (1).

Ahora debo unir á los trabajos matemáticos elnotable estudio de M. Marchegay sobre el velocí-pedo ó vehículo bíciclo. Cuando vemos en lascalles esos caballeros de nuevo género, corrercon una rapidez vertiginosa, la primera idea quese nos ocurre, es la de que realizan prodigios dehabilidad, y tememos por ellos y algo por nos-otros cuando están muy cerca. Los geómetras 3ehan fijado en otra cosa, y M. Marchegay ha po-dido descubrir desde luego, bajo el punto devista cinemático, teoremas muy curiosos refe-rentes á las huellas de las dos ruedas, las veloci-dades y las aceleraciones de los puntos de apoyode esas.ruedas; además ha estudiado el equi-librio y la dirección del aparato mientras avanza,y las resistencias vencidas, determinando las me-jores condiciones del motor animado, es decir, delque monta el velocípedo. M. Marchegay llega á laconclusión de que es preferible para un hombrede mediana estatura emplear una rueda motorabastante grande, pero que no pasa de 1 m,20de diámetro en las carreras de fondo y de bajada,y lm,15 en viaje. Del uso del velocípedo quecada dia se extiende más, puede sacarse muchautilidad en la guerra para llevar despachos y otrosusos. No hay exageración ninguna en pedir á unvelocipedista una carrera de cinco ó seis horas aldia, con intervalos de descanso, á la velocidad de16 kilómetros por hora. Me limito á hacer estaindicación para que se estudie el asunto.

Nuestro infatigable colega M. Bergeron hadado, acerca de la gran empresa de la perforacióndel San Gotardo y del gigantesco proyecto deltúnel submarino bajo el Canal de ía Mancha,detalles muy interesantes hacia los cuales debollamar la atención.

El túnel del Mont-Cenis tiene un poco más de12 kilómetros de largo, y ha sido abierto en quin-es años próximamente. El de San Gotardo tendráun poeo menos de 15 kilómetros, y el hábil em-presario M. Luis Pavre, de Ginebra, se ha com-prometido á terminarlo en ocho años. Natural-mente, la experiencia adquirida en el Mont-Cenissirve de mucho en San Gotardo, además del em-pleo de máquinas perforadoras más poderosas, yel uso de la dinamita. Los periódicos americanoshan anunciado que los ingenieros de su país secomprometían á hacer en las Montañas Pedrego-sas un túnel de cerca de 20 kilómetros en cuatroaños; y M. Bergeron, sin conocer los medios con

(i) En breve publicaremos en IR REVISTA EUROPEA un admirableestudio deM. Cornu, profesor de la Escuela Politécnica de París, sobrela coMtítaeioa fi&ica dol sol.

que cuentan esos ingenieros, indica que debe seralgún procedimiento análogo al martillo-pilondel capitán inglés Penrice, puesto en movimientopor el aire comprimido ó el vapor, y funcionandocasi como el ariete que empleaban los romanospara hacer sus acueductos subterráneos. M. Ber-geron oree que el empresario del túnsl de SanGotardo ganaría más de dos años haciendo usodel martillo-pilon del capitán Penrice, en el cualpropone algunas modificaciones. De todos modos,antes de concluir el año 1880, la Alemania estaráen comunicación directa con Italia á través de laSuiza y del San Gotardo. Es un hecho que nopuede ser indiferente para nadie.

La unión de Francia á Inglaterra, á través delestrecho que ha dado su nombre á un departa-mento vecino, no será, de seguro, un hecho me-nos interesante. M. Bergeron lo examina sola-mente bajo el punto de vista del ingeniero. Cuan-do se habla del proyecto de hacer una galeríabajo el canal, la primera objeción que se presentaes que esa galería está expuesta á una inunda-ción; pero, de los experimentos hechos en las mi-nas subterráneas, resulta que el agua que molestaá los mineros es la que procede del lado dé tierray no del mar. La segund i objeción se refiere algasto y al tiempo considerable que necesitaría eltrabajo; pero cálculos fundados en observacioneshechas en otros túneles revelan que con 120 mi-llones, y en diez ó doce año3 á lo sumo, podríaacabarse la obra. Si estos cálculos son exactos,este siglo que ya ha presenciado la realizaciónde tantas empresas gigantescas, reputadas comoimposibles, podrá añadir á esa lista el ferro-carril submarino entre Francia é Inglaterra.

El problema de la estabilidad de los buques enreposo y en movimiento ha sido abordado, en suprimera parte, porEuler, Bouguier, Borda, Dupiny Keech. Las leyes establecidas para el caso dereposo en mar en calma, y que sirven habitual-mente de guía á los constructores, están muyiéjos de bastar para redactar definitivamente unproyecto, y su aplicación en absoluto seria muypeligrosa. Es preciso que intervenga la cienciadifícil de ltís^movimientos del buque en una maragitada, y esta ciencia no ha dicho su última pa-labra. M. Willaret, ingeniero de la marina fran-cesa, hubiera deseado pasar revista á los notablestrabajos de esta clase, publicados en Francia éInglaterra, pero no ha tenido tiempo, y se limitaá dar una idea de la naturaleza de las cuestiones,tan importantes para el porvenir de la marinamercante, como de la marina de guerra, de quese ocupan los ingenieros de las dos grandes po-tencias navales de Europa. Al efecto, M. Villaretha presentado la traducción de una curiosa Memo-ria de M. Reed, sobre la propulsión de los buquesy otros varios interesantes documentos. Lo quedejo indicado del problema que ocupa álos inge-nieros de ,1a armada, basta para hacer presentirque los recursos del análisis y de la mecánica, yaun podria añadir de la física, no son demasiadopara resolverlo.

Otro tanto se puede decir del problema de ar-tillería, cuyas condiciones y dificultades ha ex-puesto M. André, recordando que los notablesprogresos realizados por la artillería francpsa pocotiempo antes de la campaña de Italia, habíancoincidido, ó al menos seguido muy de cerca, conla magnífica teoría de las rotaciones dada por

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Poinsot en 1852. Nuestro colega, átítulo temporal,hubiera podido añadir al nombre de Poinsot el dePoisson, cuyo proyectil ideal, deducido de la teo-ría, no se ha ensayado todavía como merecía..Nadie, entre nosotros, duda de la influencia consi-derable que ejerce la ciencia en general sobre losprogresos de las artes de la guerra como sobrelos de las artes de la paz; pero es bueno aprove-char todas las ocasiones de repetir, que lo que sellaman las ciencias abstractas, y que muchas per-sonas desdeñan por no tomarse el trabajo de es-tudiarlas, les prestan frecuentemente los mayo-res servicios.

Después de haber mencionado las comunicacio-nes relativas á guerra y marina, hechas por doshombres de ambas carreras, debo llamar vuestraatención sobre la Memoria de M. Kd. Piette, deCraonne, sobre las Líneas defensivas de Francia.Encierra una descripción muy bien hecha de lacuenca de Paris y de las colinas concéntricasque la forman y protegen. Sienta el aforismo es-tratégico de que no se debe fortificar la fronterani una línea paralela, sino el camino que puedeseguir el invasor; y se declara partidario de unagran fortificación que formarla, alrededor de Pa-ris, como un vasto semicírculo de hierro y fuegode treinta leguas de radio, cuyas extremidadesse apoyaran en el Sena y en el Oise; y aunqueno podemos admitir esta idea porque seria lomismo que abandonar las provincias del Este, elestudio de M. Piette es muy recomendable, y esmuy consolador ver á personas que tienen otrosdeberes que cumplir, ocupar sus ratos de ocio enmeditar sobre los medios de proteger á su paísde nuevas empresas invasoras; de modo que sepueden aplicar á M. Piette las célebres frases delgeneral Duvivier: «Los errores de un ciudadanoque sueña con la independencia y la felicidad desu patria, son siempre respetables.»

A. LAUSSEBAT,

Profesor del Conservatorio de Artes de Paris.

BOLETÍN DE CIENCIAS Y ARTES.

Está llamando la atención en Francia un relojkilométrico ó podómetro, destinado á medir el ca-mino recorrido por un peatón. Se lleva en el bol-sillo del chaleco, teniendo cuidado de que vayasiempre en posición vertical. Empieza á funcio-nar cuando el peatón da el primer paso y se ace-lera, disminuye ó detiene al mismo tiempo queél. El cuadrante está graduado en 12 kilómetros,pero la aguja empieza de nuevo una vuelta, alterminar la anterior, sin dificultad ninguna. Antesde usarlo debe arreglarse por medio de un pe-queño ensayo, recorriendo medio kilómetro, porejemplo, y si no está bien se adelanta y se atrasacomo un reloj por medio de un tornillo regulador.

El capitán Ducy está construyendo en Ingla-terra un buque de vapor que se compondrá dedos cascos gemelos, unidos por un túnel, concuya construcción pretende evitar el mareo. Es-tará concluido y se ensayará el mes próximo.

En Chester (Pensilvania) se ha botado al aguaun nuevo vapor, que es de los mayores que se co-nocen. Se llama City of Pekín, mide 138 metros,su cabida es de 6.000 toneladas, y la fuerza de sumáquina de 4.500 caballos efectivos. Tiene cuatropuentes y está dispuesto para 2.000 pasajeros. Ensu casco se han empleado 3.267.000 kilogramosde hierro.

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Grandes matas de ortigas que hay en las in-mediaciones de Colliure (Francia) y que ocasio-naban grandes picaduras en las manos impru-dentes que se ponían en contacto con ellas, hanperdido sus desagradables propiedades á conse-cuencia de un viento fuerte y huracanado, perosin perder sus aguijones, que conservan el mismoaspecto y forma de siempre. ¿Cómo ha podidoel viento determinar en las propiedades de lasortigas una metamorfosis tan extraordinaria?M. Naudin lo atribuye á la volatilización; coapoco aire la trasudación, á través de la epidermisy las células, es lenta y compensada por la nuevaproducción del veneno; pero con viento fuerte laexhalación del veneno es muy activa y puede lle-gar hasta el agotamiento de todo el que encierrala planta. Esta explicación se encuentra confir-mada por la circunstancia de que, ocho diasdespués del huracán que les privó de sus propie-dades, las ortigas empezaron de nuevo á recupe-rarlas y á producir sus picaduras.

* *El Sr. D. Valentín Calderera ha regalado á la

Biblioteca provincial de Huesca 300 volúmenes deHistoria y Bellas Artes.

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En América se está aplicando en grande escalala teoría del doctor Paséale para la curación de latisis y la anemia, por medio de la absorción, porlas vías digestivas, de la sangre recien extraídade los animales. En Brigton van los enfermos almatadero, y allí beben vasos de sangre caliente.El doctor Paséale administra la sangre pulveri-zada por ser menos repugnante y más eficaz.

BOLETÍN BIBLIOGRÁFICO.

Él Agrimensor práctico, ó sea Quid de agrimensorres, peritos agrónomos y labradores, por D. Joa-quín Escoda'y Rom, ingeniero industrial.-^Li-brería de Cuesta, Carretas 9, Madrid, 1874.

Puesto ya un término, coi: el área, á la diversidad de medidas que enEspa0a se usaban, y, arregladas las carreras de agrimensores y peritosagrónomos, era de necesidad absoluta un Tratado de Agrimensura yaforaje, y esta necesidad ha venido a llenarla el liaro que anunciamos.Después de los principios indispensables de aritmética, sistema métricodecimal y comparación de todas las pesas y medidas de España redaci-cidas al nuevo sistema, trata el Sr. Escoda con toda extensión de limedida, tasación, repartición y deslinde de cualquier terreno, y exponecon claridad las reglas para levantar los planos por varios métodos, yios modelos de todas clases; concluyendo con breves nociones de agri-mensura legal. La casa editorial de Cuesta, que ei especial en obras deagricultura, ha prestado un nuevo servicio a esta ciencia con la publíci-cion del libro del Sr. Escoda.

Historia de la Conquista de Méjico, por Solís.—Tres tomos en 8.a; volúmenes v, vi y vn de laBIBLIOTFXA NACIONAL ECONÓMICA. Administración,Misericordia, %, Madrid, 1874.

Imprenta de la Biblioteca de Instrucción y Recreo, Rubio,28.