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Graciela Ú. German

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Graciela Ú. German

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A A A A los amigos, los amigos, los amigos, los amigos,

que son parte deque son parte deque son parte deque son parte de nuestranuestranuestranuestra vidavidavidavida

y nuestra historia.y nuestra historia.y nuestra historia.y nuestra historia.

TapaTapaTapaTapa: Pedro Pascual PerelloPedro Pascual PerelloPedro Pascual PerelloPedro Pascual Perello

Nacido en Inca (Mallorca) España.Nacido en Inca (Mallorca) España.Nacido en Inca (Mallorca) España.Nacido en Inca (Mallorca) España.

EstudióEstudióEstudióEstudió en el colegio La Salle. en el colegio La Salle. en el colegio La Salle. en el colegio La Salle. Músico.Músico.Músico.Músico. Pintor autodidacta.Pintor autodidacta.Pintor autodidacta.Pintor autodidacta.

Vive en CalVive en CalVive en CalVive en Calvvvviiiiáááá, Islas Baleares, Islas Baleares, Islas Baleares, Islas Baleares

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A modo de IntroducciónA modo de IntroducciónA modo de IntroducciónA modo de Introducción

Vivimos muchas más realidades extrañas y maravillosas de las que nuestra Vivimos muchas más realidades extrañas y maravillosas de las que nuestra Vivimos muchas más realidades extrañas y maravillosas de las que nuestra Vivimos muchas más realidades extrañas y maravillosas de las que nuestra propia imaginación supone. propia imaginación supone. propia imaginación supone. propia imaginación supone.

Algunos sucesos tienen un pie en la realidad y otro Algunos sucesos tienen un pie en la realidad y otro Algunos sucesos tienen un pie en la realidad y otro Algunos sucesos tienen un pie en la realidad y otro en…otra realidad. en…otra realidad. en…otra realidad. en…otra realidad. Sueños casi imposiblesSueños casi imposiblesSueños casi imposiblesSueños casi imposibles.... Amores distantes e inesperadosAmores distantes e inesperadosAmores distantes e inesperadosAmores distantes e inesperados. . . . Pasados que Pasados que Pasados que Pasados que atraviesan el presente y se disparan hacia el futuro.atraviesan el presente y se disparan hacia el futuro.atraviesan el presente y se disparan hacia el futuro.atraviesan el presente y se disparan hacia el futuro. Momentos que se atraviesan inimaginables. Momentos que se atraviesan inimaginables. Momentos que se atraviesan inimaginables. Momentos que se atraviesan inimaginables.

AquAquAquAquí hay í hay í hay í hay unununun hilo conductorhilo conductorhilo conductorhilo conductor comocomocomocomo un juego de polaridadesun juego de polaridadesun juego de polaridadesun juego de polaridades de lo cotidiano a de lo cotidiano a de lo cotidiano a de lo cotidiano a lo universallo universallo universallo universal,,,, que que que que va va va va atravesando muerte y vida,atravesando muerte y vida,atravesando muerte y vida,atravesando muerte y vida, olvidos olvidos olvidos olvidos y recuerdosy recuerdosy recuerdosy recuerdos, , , , amantes del pasado y del presente, amantes del pasado y del presente, amantes del pasado y del presente, amantes del pasado y del presente, hombre y mujerhombre y mujerhombre y mujerhombre y mujer, enfrentándose a , enfrentándose a , enfrentándose a , enfrentándose a opciones como resentimientos o reparación, opciones como resentimientos o reparación, opciones como resentimientos o reparación, opciones como resentimientos o reparación, caminar o quedacaminar o quedacaminar o quedacaminar o quedarse quietarse quietarse quietarse quieta,,,, izquierdoizquierdoizquierdoizquierdo oooo derechoderechoderechoderecho, tierra o cielo, , tierra o cielo, , tierra o cielo, , tierra o cielo, separación o simbiosis, separación o simbiosis, separación o simbiosis, separación o simbiosis, y y y y siempre “otra siempre “otra siempre “otra siempre “otra oportunidad” que la vida oportunidad” que la vida oportunidad” que la vida oportunidad” que la vida nos nos nos nos trae.trae.trae.trae.

ComoComoComoComo en los “Cuentos Mágicos” estos “Relatos… se van trasladando en los “Cuentos Mágicos” estos “Relatos… se van trasladando en los “Cuentos Mágicos” estos “Relatos… se van trasladando en los “Cuentos Mágicos” estos “Relatos… se van trasladando lentamente hacia un mundo que sólo podemos ver con ojos interioreslentamente hacia un mundo que sólo podemos ver con ojos interioreslentamente hacia un mundo que sólo podemos ver con ojos interioreslentamente hacia un mundo que sólo podemos ver con ojos interiores....

Un aporte entonces Un aporte entonces Un aporte entonces Un aporte entonces ppppaaaarararara descubrir esa miradadescubrir esa miradadescubrir esa miradadescubrir esa mirada.... Que descubrasQue descubrasQue descubrasQue descubras tustustustus propias y propias y propias y propias y extrañas maravillas en estos relatos.extrañas maravillas en estos relatos.extrañas maravillas en estos relatos.extrañas maravillas en estos relatos.

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Índice

A modo de Introducción………………………………………… Pág. 2

1- EL TREN………………………………………………………. Pág. 4

2- EL OLVIDO………………………………………………........ Pág. 5

3- EL FUEGO……………………………………………………... Pág. 7

4- EL SUEÑO …………………………………………………. .... Pág. 9

5- LA MUJER de PIEDRA……………………………………… Pág.14

6- EL OJO IZQUIERDO ………………………………………… Pág.17

7- LLUVIA de ESTRELLAS.…………………………………….. Pág.20

8- LA SALA de RAYOS “X”……………………………………… Pág.24

9- EL TRAJE GRIS ………………………………………………… Pág.28

Agradecimientos y reseña……………………………………….... Pág.32

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EL TREN (Bajo el signo de Géminis)

Principio del andén. Principio del día. El que vende café, comenta noticias con el del kiosco de diarios. Principio del invierno. Hay una luz allá en el fondo. Es el tren. Todos se acercan y se amontonan. Gente a control remoto de su trabajo, de su familia y siempre el tren se los lleva de aquí para allá. A los mismos lugares, con las mismas caras, sólo a veces a lugares distintos. Alguien, con la cara pálida y el pelo suelto como si buscara algo perdido, se acerca a las vías. Ellas titilan con reflejos dorados y parecen querer decirle algo. El borde, gastado de tantos pies, de tantos días... Sus pies, cansados de caminos cerrados y truncos. Ahí viene el tren. Ya llega. Ese borde está roto, la vía le habla, quiere decirle algo, no se escucha... ¿qué dirá en este tumulto? Principio del andén, la luz está cerca; la vía refulge, más cerca...más...no se oye; el borde se cae, el tren grita, desespera, la vía destella, el clamor se hace silencio...El día se disuelve en oscuridad. Siempre el tren. ........................................................................................................................................................... Fin del día. Final del andén. El del kiosco de golosinas charla con el de los diarios. Fin del verano. Cansancio del tren que vuelve, movimiento cotidiano en la ola de descarga. Se abren y cierran las puertas y ellos entran y salen. Sigue la vía fijada a durmientes, acompañada de piedras. Cuando alguien canta en su interior el tren parece que bailara, que se alivianara de su carga. Siempre el tren. Ahora no quiere salir, no quiere andar, es grande su agobio, como si algo lo fijara a las vías. Convencido de que puede hacer algo más importante en sus interminables trayectos.

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El tiempo se dilata, se extiende. Late. Respira. Empieza lentamente a moverse, como cuidadosamente, sin decidirse demasiado. Hay un tumulto en el andén. Hay una luminosidad especial en el banco del andén. Ambulancia que ensordece y gente que corre. Murmullo silencioso y gente que habla bajo. De pronto, el círculo cerrado se abre, deja paso y una enfermera lo atraviesa. Sostiene un bulto arropado en sus brazos. Todos siguen con la mirada queriendo abrazar también, proteger y cuidar a quien trajo el tren. Siempre el tren. Cansado de los anónimos, aburrido de las rutinas. Convencido de que puede hacer algo más importante en sus interminables trayectos.

EL OLVIDO

Cuando el Olvido fue entrando al pueblo, los habitantes “sentían” que todo se estaba inundando, que lentamente las aguas del pueblo iban creciendo, aunque ciertamente, ellos no vieron nada…

Así fue que cuando los cubrió, se produjeron algunos problemas. Muchas cosas importantes dejaron de importar y muchas otras que debían ser recordadas, se olvidaron.

Catalina, una mujer que vivía con su marido hacía treinta y seis años, esa mañana se despertó y lo vio en su cama, pero no sabía quién era. Por las dudas y para evitar escándalos, le preparó el desayuno y actuó “como si nada”.

También el ferretero Fermín, de la calle ancha, perdió la cuenta de las deudas de sus viejos clientes y ya no los reconoció. Y pensando que eran nuevos en el pueblo empezó a llevarse de lo mejor con ellos.

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Así le fue a doña Dorotea, que tenía una casa de hospedajes. Vivía su hija con ella, pero Dorotea pensó que era uno de sus huéspedes con lo cual empezó a tratarla como tal.

El caso quizás más complicado lo tuvo el abogado Carpinski, que puso todos los casos que llevaba en una caja y allí los dejó. Las querellas y los juicios quedaron pendientes y nunca fueron tratados, pero lo raro fue que Carpinski sentía que era un abogado nuevo y que no tenía ningún caso pendiente.

También le pasó algo extraño al marido de Catalina, que durante años andaba de aquí para allá con otras mujeres del pueblo. Ellas no recordaron sus andanzas y él pensó que siempre había sido feliz con su mujer. Catalina pensó que ese hombre era un amante nuevo y maravilloso al cual no tenía nada que reprocharle.

La hija de Dorotea, Valeria, pensó que era una viajera que estaba de visita en el pueblo y fue descubriendo poco a poco muchas de las cosas interesantes que el pueblo tenía y que por supuesto ella nunca había visto ni prestado atención.

Los mellizos Polarois vivían a la entrada del pueblo y fueron los primeros que dejaron de pensar en el juego y en las carreras de autos. Uno de ellos eran exageradamente temeroso y el otro agresivo. Pero esa mañana, cuando se miraron al espejo, no recordaban cuál era cual, y empezaron una vida más tranquila trabajando en el aserradero de su padre, que por supuesto, no recordó que eran sus hijos y pensando que eran nuevos empleados les ofreció un buen sueldo para empezar.

Lo de Pascual fue muy interesante porque siempre había vivido enfermo de una cosa y de la otra, de médico en médico, pero a partir de esa mañana no recordó su historia de enfermedades. Salió a pasear y a visitar a su hermana y sus sobrinos con regalos para todos de lo más feliz. Y aunque parecería imposible, de todos sus males se curó.

Blanca, la maestra del pueblo, hizo pasar a todos los alumnos porque los que eran repitentes quién sabe cuáles serían! Ella sentía que era el primer día de clase y se puso a enseñar con todas las ganas y entusiasmó tanto a los chicos que todos aprendieron de maravilla. Algunos sintieron que era la primera vez que asistían a esa escuela y aunque antes habían sido catalogados de “burros” ese primer día estuvo espectacular y todos eran unos “sabiondos”.

Así fue cómo cambió la historia de este pequeño pueblo, de las afueras de Buenos Aires, que se llamaba…se llamaba…bueno, creo que lo olvidé.

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EL FUEGO

Era un barrio al que le gustaba quemar cosas. De pronto aparecía una nube de humo en algún lugar. Podían ser las ramas o las hojas de los árboles. Todo bien. Pero algunos vecinos quemaban también sus cosas inútiles, como gomas de bicicletas, sillas rotas o muebles viejos, que iban destruyéndose lentamente en la vereda o en la esquina de la calle.

Sólo por curiosidad, Federico podría preguntarles por qué quemaban todo; alguno de ellos seguramente respondería: “y…porque ya no sirve”, o “porque me molesta”, o “porque no me gusta”. ¿No era más lógico envolverlos y hacer paquetes o dejarlos para que los lleve el basurero? pero parece que esta posibilidad no entraba en sus opciones. Les gustaba incendiar. Quemarlo todo. Sentían una satisfacción especial al ver que “no quedaba nada”, que todo se transformaba en cenizas. Y era un espectáculo ver las llamas altas o bajas, rojas o amarillas, azules, depende de qué o con qué se quemaban. Así era: un barrio afecto al fuego.

La curiosidad de Federico fue creciendo sobre todo en una época donde todas las noches, como si fuera una ceremonia, alguno de los vecinos comenzaba su incendio personal. Se sentaban para contemplar, para admirar la danza del fuego que se iba produciendo a medida que se desintegraba lo que se quemaba.

“Tengo que quemar algo -pensaba - y ver qué se siente.” Buscaba por toda la casa elementos que pudieran desintegrarse por las llamas. Pero no encontraba qué. Le pareció que lo más fácil podían ser papeles. Trató de encontrar algunos que no sirvieran, pero todos tenían alguna importancia, eran documentos, recibos o tarjetas, que tenían referencias afectivas y al darle nostalgia no podía quemarlas.

Al fin, encontró cuadernos de viejas entrevistas con pacientes que hacía años no aparecían en el consultorio psicológico. El contagio se había producido: ¿habría un placer escondido en hacer desaparecer algo, destruirlo, hacerlo cenizas?

La hora de la caída del sol era especial para comenzar a quemar. Febrilmente recorrió los cajones de la casa buscando más y más papeles inútiles, hasta que dio con uno donde estaba aquella carta de tantos años atrás. La leyó. Y a medida que pasaban los renglones empezó a sentir una furia interna, un enojo antiguo que afloraba y salía a la

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superficie. Gran parte de la historia de las frustraciones que le costó tanto superar, tenían que ver con el origen de esa carta. Junto a ella encontró varias más.

Como en una película, las imágenes de su infancia y adolescencia iban pasando una por una. Una franja densa de su historia. Demasiado para ver todo junto. Una historia antigua de odios y marginación que siempre quiso olvidar. Parecía inútil todo el esfuerzo de sus años de estudio, carrera y profesión; de pronto se vio sumergido en ese resentimiento que no lo dejaba respirar.

Varios días así como reuniendo furia y contradicciones, porque algo en él “sabía” que no era así, que su vida actual contenía afectos importantes, carrera exitosa, otra forma de mirar. ¿Qué haría entonces con esta realidad que parecía desmoronarse? Y todo por unas cartas que le traían lo que él siempre quiso olvidar…

Por días anduvo por la casa como fiera enjaulada sin saber qué hacer, hasta que una noche, la famosa de San Juan, vio por la ventana que sus vecinos se preparaban. Aparecían cosas en la calle, como siempre pero en mayor cantidad y de diversa índole. Y junto a la caída del sol comenzaron los incendios, lentamente, uno por uno. Cada cuadra tenía su incendio particular. Hasta un muñeco de trapo sentaron en una silla y se desintegró vorazmente frente a los aplausos de sus creadores quedando sólo hierros retorcidos. Todo desaparecía en llamas que cubrían alegremente la oscuridad de la noche.

Entonces, sintió un deseo irrefrenable de quemar las cartas. Las juntó y apretó en el puño. Salió a la calle. Luz de llamaradas. Las caras rojizas y concentradas de sus vecinos. Puso el encendedor cerca. Estaban una arriba de las otras. Empezó por una punta; la llama pequeña empezó a crecer más y más y fue peinando las hojas una por una. Miraba esa llama que tenía la cara de sus recuerdos. El fuego se desparramó. Sus ojos parecían darle fuerza, potencia inusitada. Iba volcándole como combustible todo lo que cargó sobre sí todos estos años, odios, resentimiento, rencor. Fuerte la llama, comunicada con las otras llamas, hizo arder todo.

Las cosas de la cuadra se iban desintegrando; su pasado oscuro también. Un par de horas y ya sólo quedaban cenizas de las cartas; en la cuadra también. Todo se había quemado. Un viento arremolinado sopló y se las llevó a ninguna parte. Ya no había nada.

Suspiró profundamente. Esbozó una sonrisa. Ahora entendía por qué “era un barrio al que le gustaba quemar cosas.”

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EL SUEÑO Tanteó con la mano el despertador. Despacio fue reconociendo su habitación. “Otra vez el mismo sueño; el mismo lugar, la misma casa... el parque extenso, verde y hermoso, árboles de distintas especies, robles con hojas amarillentas, abedules con hojas plateadas y mucho más lejos, un pinar que desparramaba perfume fresco en el aire. Y la casa... “Ahí el sueño parecía detenerse. No era grandiosa, sino una amplia casa de campo, blanca, con muchas ventanas alrededor, galería de baldosa roja con forma de herradura en el medio del parque. Y el sueño iba adentrándose en la casa... Había algo acogedor en ella, como una tibieza, un perfume cotidiano o ciertos colores de los sillones, la alfombra, el estampado de las cortinas, ¿o sería que de tanto soñarla se había hecho parte de ella? Ya no lo sabía. Antes la soñaba esporádicamente pero en este año, el sueño se había repetido muchas veces. Para Viviana, todo había empezado hace cuatro años atrás cuando se mudaron a este departamento del quinto piso en una convivencia larga y frustrante con su ex. Nunca le gustó. Y menos en la capital. Pero en ese momento no tenía alternativa. Por eso pensó con bastante lógica, que se debía a su insatisfacción, su malestar por vivir en un lugar que no tenía balcón, ni ventanas al sol y que además tenía los recuerdos de su vida en pareja. “El día que me vaya de aquí, este sueño terminará” (Esto le había dicho su amiga, aficionada a la psicología) Y trataba de convencerse de que así sería. La mañana transcurrió sin muchos sobresaltos, como siempre. La oficina, la atención al público, los jefes, los compañeros, el humo y el llamado de su mamá desde Mar del Plata; los ruidos, el tráfico, los gritos, el aturdimiento de la gran ciudad, que en definitiva la hacía sentir tan sola... Otro día terminaba. Llegaba a su departamento, una ducha y a comer restos de algo que hubiese quedado en la heladera. Al fin, trataría de que la música la llevara a otro lugar que no fuera éste donde estaba. Pero su ensoñación fue interrumpida por el sonido del portero eléctrico.

- Hola, ¿la familia Reis? - Sí. - Soy Juan, hijo de la tía Dora de Entre Ríos. Marta vive aquí ¿no? Tengo que

hablar con ella. - Es mi madre, pero no vive acá. Soy su hija Viviana.

Su mente trató de ordenar todos los parentescos, tíos, primos a montones en algunas provincias del litoral, la mayoría desconocidos por completo, y ahí recordó el llamado de su mamá avisándole “algo” sobre una visita, que no recordaba bien “de quién” ni “para qué”.

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- Ah qué problema…es importante que hable con ella. - Mmm…bueno, ¿querés subir? - Sí, por supuesto. Gracias.

Miró el departamento y estaba en el aburrido orden se siempre; dio un suspiro y alcanzó a ponerse una remera cuando ya sonaba el timbre de la puerta. Abrió. Vio unos ojos que la miraron de golpe, sin aviso y sin permiso, al volver la puerta. El pelo era algo pelirrojo como su barba y tenía una sonrisa que se reflejaba en la cara. - Pasá… Juan, me dijiste ¿no? -Y Viviana sonrió también cortésmente.

- Sí, hola- Se dieron la mano; estaba vestido con un pantalón gris y un saco azul que le hizo acordar a los uniformes del colegio. De golpe, le pareció que lo conocía…que lo había visto en algún lado. ¿Entre Ríos?…imposible. Las pocas veces que fue a ver a su abuela, las tenía muy presentes. Quizás alguna foto…podría ser.

- Mamá me llamó por teléfono esta mañana, para decirme que alguien iba a venir de Entre Ríos.

Se sentaron. - Perdonáme, por venir directamente. ¿Hace mucho que vivís aquí? - Unos cuatro años… Viviana estaba algo descolocada. En realidad no se acordaba de lo que su mamá le había dicho por teléfono. Sentía hambre y en medio de la conversación pensó en comer algo, pero en el departamento no había nada; “Encargo unas pizzas y listo” Pensó. - ¿Te gusta la pizza? - ¡Claro! Sobre todo después de viajar un par de horas sin comer... - ¿Vivís en Entre Ríos? Juan comenzó a contar el motivo de su viaje: su madre la “tía Dora”, de quien Viviana había oído hablar, había muerto hacía dos años. Había criado a los más chicos de la familia y la abuela de Viviana la quiso siempre como una hija. Marta, su madre, contaba sobre ella, “yendo y viniendo en la casa grande, alegre y movediza.” La abuela tenía una propiedad en el campo, antigua y bastante alejada, donde había vivido sus primeros años de casada. Siempre hablaba con cariño de ese lugar. En su testamento se la había dejado a Juan pero con la expresa y previa condición de que Marta o su hija Viviana, como familia directa, dieran su consentimiento.

Caprichos de la abuela- Pensó Viviana. - Mirá, mamá está ahora en Mar del Plata, hasta el mes que viene no va a venir a Buenos Aires...

- No, no, es muy tarde, se vence el plazo...; mirá, mis viejos se separaron y yo me fui con papá a Brasil; mamá no quiso apartarse de tu familia. Cuando todos se fueron o murieron, ella se quedó allí en la casa del campo. A nadie le interesaba el lugar porque está lejos de todo. Estuve cuando mamá murió y quiero quedarme a vivir allí.

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Su relato sonaba como una súplica. ¿Qué podía hacer? ¿Viajar? ¿Qué podía importarle algo que estaba tan alejado de ella? Sonó el timbre y llegaron las pizzas. Algo frías y gomosas, pero las comieron igual. Siguieron charlando de las historias familiares hasta tarde y Viviana ya pensaba que tendría que viajar a Entre Ríos. Era casi medianoche. Miró sus ojos cansados y reconoció que era injusto salir a esa hora a buscar un hotel. - Si querés, podés quedarte a dormir aquí en los sillones y mañana terminamos de

ver qué se puede hacer. Yo tengo que ir a trabajar pero... Le llevó unas mantas para taparse. Todo era extraño. Durante la charla de Juan, ella creía estar escuchándolo y prestando atención a sus relatos de familia, pero si miraba sus ojos se perdía; su voz le sonaba lejos y esa sonrisa que se escapaba hacia sus ojos, le daba una especie de escalofrío. Cuando le llevó las mantas, ya estaba recostado en el sillón, con una remera y pantalón corto. No le quedó más remedio que poner la manta sobre él. Juan le tomó la mano: - Gracias. El escalofrío se le fue al estómago y le subió a la garganta. Sus ojos color miel la dejaron paralizada. - Que duermas bien - Repitió de memoria. Pero fue ella quien no durmió tan bien. Esa noche fue extraña. Parecía que volvía al sueño de siempre, pero de golpe todo el paisaje empezaba a alejarse; ella corría, corría con desesperación por alcanzarlo pero cada vez se alejaba con mayor rapidez y todo se volvía oscuro y negro como la noche. Despertó transpirando y quejándose. Ya era la mañana. Quiso ir a la cocina a tomar algo y allí estaba Juan. Se sorprendió al encontrar alguien en su cocina; y recordó lo que había pasado el día anterior. El vio su sorpresa. - Espero que no te moleste; me levanté más temprano y te preparé un mate, tomás

¿no? En realidad no, pero en este momento cualquier cosa daba igual. Estaba dormida todavía y con cierto fastidio, cierta molestia de encontrar a este “intruso” en su departamento. - ¿Dormiste bien? No parece... en cambio yo estaba muerto. - Es que tuve una pesadilla - Y sin saber por qué se puso a contarle sus sueños. Él

la escuchaba atentamente. - No estás contenta aquí ¿no es cierto? - No. Odio este lugar. Este encierro. - Mirá, yo necesito que me acompañes a firmar esos papeles, ¿por qué no te tomás

el fin de semana? El cambio te va a hacer bien... ¿Qué remedio tenía? La opción era más interesante que quedarse en el departamento. No fue a trabajar. Decidieron viajar ese mismo día. Habló con su madre a Mar del Plata, contándole la historia que traía Juan a Buenos Aires.

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A ella le pareció perfecto que viajara para dar la autorización. Algo recordaba del lugar, aunque dijo, debía estar muy abandonado después de tantos años. Arregló los permisos en la oficina y por las dudas también se tomó el lunes. Así pasaron parte del día. Viviana armó su bolso, mientras Juan sacaba los pasajes a E.Ríos. El bolso no le cerraba. “Puse muchas cosas”. Era un fin de semana, pero no sabía muy bien qué cosas guardó; hacía calor pero guardó buzos y pullover, medias, por las dudas...¡una ridiculez! ¡Por un fin de semana! Al fin el bolso cerró. Juan llegó, recogió sus cosas y cerraron el gris departamento. Viviana sentía un gran cansancio. No sabía bien si estaba contenta o fastidiada de viajar. De todos modos, Juan le iba contando cosas de su vida que la distraían de su depresión: sus trabajos en Brasil, su vida en la ciudad, sus estudios de agronomía, su búsqueda o su “vuelta al origen” como él llamaba a su decisión de vivir en E.Ríos. Sin querer, Viviana se escuchó contándole sus cosas, su hastío, su vida gris, la muerte de su padre, el alejamiento de su madre al casarse nuevamente, estos últimos años de frustración con su pareja; el abandono que sentía en Buenos Aires, que antes llenaba sus expectativas y sus ganas de vivir.

El la miró y la tomó de la mano: - Estás muy sola – Otra vez ese escalofrío; no quería, se resistía a mirarlo a los ojos,

pero una fuerza irresistible condujo los suyos hacia los de él... y ¿por qué? ¿por qué se le tenían que llenar los ojos de lágrimas? No quería llorar, no podía dejar que eso le pasara, pero se encontró llorando en forma desconsolada, con angustia, con tristeza, despaciosamente mientras el micro seguía su rumbo con rapidez.

- Creo que me quedé dormida... –dijo, dándose cuenta que aún (y no sabía cuánto tiempo hacía) estaba recostada sobre Juan. - Sí, pero ya llegamos - respondió seriamente. Viviana sentía algo así como vergüenza mezclada con cierto placer de haberse descubierto, de haber hablado de sí misma, de mostrar cosas que ni siquiera ella quería ver. Pero nada supo de él sino solamente que apretó muy fuerte su mano al bajar. Decidieron no ir al campo, sino primero firmar todos los papeles en la escribanía y después ver la casa. El trámite fue rápido. Cuando salieron, la cara de Juan resplandecía; se sentía feliz. La miró y besó su mejilla murmurando un suave: Gracias…. Tardarían unas dos horas más en llegar al campo con el auto que habían alquilado. Casi no hablaron durante el viaje. El manejaba con una mano en el volante y la otra levemente cerca de la pierna de Viviana. No dijo nada. Sentía su calor, su temblor, su expectativa. Ella no podía pensar en nada. Sólo sentía sensaciones indefinidas con una fuerza que nunca vivió. Cuando llegaron al campo, caía la tarde. Y era precioso. - Voy a entrar por la tranquera de la casa. Mandé que la limpiaran, porque estuvo

un poco abandonada. El parque iba rodeando la casa; era de un verde suave, tierno como los pastos nuevos.

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Viviana sentía que había entrado en un mundo distinto, en un espacio diferente al que estaba acostumbrada. El aire era fresco, la tarde que caía le daba a todo un color diferente, más intenso, con una fuerza inusual. - Vamos, seguro que te va a gustar.

Traspasaron la puerta de madera y Viviana tuvo una sensación rara, extraña. - Yo estuve en esta casa; conozco este lugar... las ventanas, el color de los sillones,

el estampado de las cortinas, la alfombra... ¡No puede ser! ¡Juan, es mi sueño, es la casa de mi sueño! Corrió hacia la otra puerta; él retiró el pasador y salieron al patio de baldosa roja. El paisaje desde allí era maravilloso. Viviana corría de un lado a otro.

- ¡Mirá los árboles!, los robles amarillos, los abedules, los pinos detrás de todo... ¡Dios mío! Se puso a temblar y palideció; Pablo la tomó del brazo y la hizo entrar.

- Yo soñé con ella ¿sabés? Muchas veces la soñé y era así, así como está, como vos la ves, así la vi en mis sueños!

- Bueno, ahora no es un sueño, está aquí, es real, como vos y como yo. La miró fijamente la acercó a él y la besó. Viviana se fue perdiendo lentamente entre sus manos, entre sus brazos y su cuerpo se estrechó fuertemente al de él. - Voy a devolverte el favor; esta noche quiero que te quedes aquí.

Despacio fue recorriendo la casa y percibiendo su perfume; su olor tan especial, su tibieza, su clima acogedor... Viviana sentía que algo había renacido en ella, algo le pertenecía o ella pertenecía a ese lugar, a esa casa, algo le hacía sentir que vivía realmente.

Ya era de noche. Después de comer lo que trajeron del viaje, Pablo encendió la chimenea. - ¿Cómo te sentís? - No sé cómo explicarte. Encontré algo y no sé bien qué es. Es la casa, es mi sueño, pero es más que eso... es un sentimiento diferente; es como haberme encontrado a mí misma; es como ganas de vivir con una fuerza nueva, sentir de verdad, ver con otros ojos...y miró los de él y no pudo salir de ellos...y él tampoco la dejó. Hubo un silencio largo. Se escuchaban pájaros cantar cercanos a la casa. Ahora, este era el momento de Juan. - Te quiero Viviana; desde que te vi te quiero. Porque yo te soñaba una y otra vez

en estos años; te veía aquí conmigo; y te busqué; te busqué en muchos lugares y ya desesperaba, cuando abriste la puerta de tu departamento y te reconocí. Y te quise ahí mismo, porque ya te quería desde hace mucho, mucho tiempo...

Y mirando sus ojos sorprendidos la besó suavemente. Viviana respondió y una fuerza contenida desde quién sabe cuánto tiempo los empezó a inundar. Se dejaron sumergir en ella. Lentamente las caricias fueron marcando el camino de los cuerpos, hasta fundirse completamente. Se amaron como para siempre o como si desde siempre se hubieran amado. Y la casa los cobijó, como si siempre lo hubiera hecho, con un perfume, una tibieza, de noches para dar amor y placer, en medio de los sueños, sin tiempos ni pasado, como eternamente.

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La MUJER de PIEDRA

“Después que lo sacaron, uno de ellos dijo: “Huye, si quieres salvar la vida. No mires hacia atrás,

ni te detengas en ningún lugar…”. Génesis 19,17-25

Y como la mujer de Lot miró hacia atrás, quedó convertida en una columna de sal.”

Le encantaba correr por el parque. Era su rutina de todas las mañanas. En ese circuito, todos los que corrían habitualmente, se cruzaban y se saludaban como antiguos compañeros de ruta.

El aire era muy puro temprano y la hacía sentir renovada y vital. Mientras corría, iba pensando en nuevos proyectos que tenía en mente. Los metros quedaban atrás junto al pasado con sus cargas y problemas. “Correr es mirar hacia adelante y alcanzar al

tiempo…No importa lo demás.” Sólo pensaba en las actividades que harían cambiar las áreas de trabajo de la Agrupación, o imaginar diferentes reuniones y los viajes que ayudarían a dar forma a estos proyectos: “Arte y ecología; sí, esos son importantes en este

momento; el mundo está cambiando de conciencia y estos proyectos van a ayudar a ese cambio”- Pensaba.

¿Cómo y qué pasó, entonces? No se sabe nada del suceso. El asunto es que esa mañana mientras corría velozmente sintió un golpe muy fuerte en la espalda, algo que se clavaba como a la altura de la cintura. ¿Qué era? O ¿quién fue? ¿Alguien le había lanzado una piedra? ¿Un flechazo a traición? Se dio vuelta para mirar al agresor…pero no había nadie en el camino. El golpe era muy fuerte y cada vez más grave: lo punzante se fue transformando lentamente en una espada que la atravesó completamente. El dolor brotó por adelante a la altura del ombligo.

Siguió caminando lentamente pero el aguijón-espada se clavaba con más fuerza y el dolor se hacía insostenible. Y así fue que le impidió seguir la marcha.

Se detuvo. Algunos pasaban por el camino y le preguntaban si necesitaba ayuda, por qué estaba ahí parada. Les contaba que algo la había atravesado y que no podía seguir, que el dolor la detenía. Pero como no se veía ninguna herida, le daban la mano, algún abrazo y deseándole suerte seguían su camino.

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Fue cayendo la tarde y empezó a teñirse de oscuro el lugar. El dolor se movía por adentro y empezó a desparramarse. Las piernas se le habían agarrotado y pensó que era porque hacía un rato largo que no se movía. Pero no. Se estaban transformando en algo duro y pesado: eran de piedra De la cintura para abajo era imposible el movimiento y entonces quedó “clavada“ en el piso de tierra. El dolor seguía moviéndose por adentro sin preocupación por lo que le pasaba a su dueña. Durante la noche, fue subiendo por la cintura a las costillas y todo el tórax se endureció y se transformó en piedra también.

Con las manos y los brazos fue tocando el cuerpo que al golpearlo sonaba como duro, rígido. Indudablemente era de piedra. Y lentamente se iban transformando también los brazos y las manos así que buscó una posición cómoda para ellas. Exactamente a las dos horas, las manos y los brazos eran de granito puro, imposible de moverlos. Bueno, pensó, muevo la cabeza y puedo mirar alrededor, pero durante la hora siguiente el cuello también se transformó en piedra. Trató de quedar en posición mirando al sudeste. Ya nada se movía. Hasta el tiempo parecía haberse congelado.

Los ojos y la lengua parece que se salvan- pensó, precisamente cuando salió el sol al amanecer. Era el Solsticio de Invierno.

Con la aparición del día, la gente empezó a circular y les extrañaba mucho encontrar una estatua de piedra en el camino, pero cuando se acercaban se daban cuenta que la estatua los veía y ¡hasta podía hablarles! Porque los ojos y la lengua no se habían endurecido.

Una vez que pasaba la curiosidad del momento, se armaban tertulias de las más diversas en círculo alrededor de la estatua. En algún momento llegaron grupos musicales que improvisaron y se juntaron a cantar sus canciones. (Alguno de ellos compuso un tema que se llamó La mujer de piedra y lo subió a Internet). En los encuentros generalmente a la tarde, asistían chicos y grandes de diferentes creencias y nacionalidades, algunos venían del sur y otros del norte; primero con curiosidad preguntándole cómo se había transformado en piedra; luego cuando ya no era novedad el tema, empezaban a hablar de otras cosas como política, la ecología en el mundo o recetas de comidas exóticas, que eran intercambiadas entre los asistentes.

Así pasó el tiempo hasta el Equinoccio de Primavera. Ese día la estatua, bastante cansada de esa vida de inmovilidad, vio que a sus costados caían gotas de agua gruesas y pesadas. De sus ojos caían gotas como lágrimas, permanentemente que se deslizaban de la cara y el resto del cuerpo hasta caer en la tierra. Comenzaron a ser abundantes

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dibujando un charco alrededor, un círculo cada vez más grande. Casi sin darse cuenta quedó medio sumergida en esa pequeña laguna que se formó a sus pies. Al mismo tiempo, el cielo tomó un color rojizo y pesado. Las nubes en el cielo empezaron a juntarse y como en un acuerdo previo hecho de truenos, empezó a llover copiosamente. Los rayos iluminaban la noche augurando tormenta que se desató con una fuerza inusitada. Llovía a mares y el agua se confundía con sus lágrimas. Esta mezcla comenzó a hacerse luminosa. Una a la otra se fusionaban y producían una luz clara y celeste. La mujer de piedra se fue iluminando completamente. Permaneció así toda la noche mientras la lluvia caía.

Los primeros minutos del amanecer se llevaron los truenos, los rayos y la lluvia. Y sobrevino una gran calma. La mujer de piedra abrió los ojos para ver el amanecer y casi sin darse cuenta giró su cabeza hacia un costado y luego hacia el otro. Los dedos de la mano se ablandaron y luego los brazos. ¡Qué maravilla! ¡Podía moverlos!

A medida que la luz se apropiaba de la mañana, empezó a mover su cuerpo muy despacio. Cuando ya era el mediodía, dio un paso hacia adelante…y luego otro: ¡ya podía andar! Como un chico que da sus primeros pasos comenzó a moverse lentamente y a caminar. El agua había transformado no sólo su cuerpo sino sus pensamientos. El pasado se había unido al presente y le permitía seguir.

El sol ya calentaba su cuerpo secándolo y penetrando por la piel. Ahora sí; ahora podría llegar al final de su camino, hacia donde el destino le indicaba.

Ya era el Solsticio de Verano.

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EL OJO IZQUIERDO Todo comenzó con una pequeña molestia en el lado izquierdo de la cara. Era como un cosquilleo que con el correr de los días se transformó en una contractura dolorosa. Lentamente el ojo izquierdo se fue endureciendo, perdiendo elasticidad y brillo, hasta que una tarde, después de la siesta, el ojo izquierdo se independizó. Esa dualidad amigable de los ojos, se rompió para siempre. Esa comunicación entrañable, donde uno comparte el mismo espacio, donde uno le rinde cuenta al otro de lo que mira, y donde sus movimientos ineludiblemente llevan a su compañero, se había terminado.

El ojo izquierdo se había declarado en rebeldía de su igual, y planteaba su vida por separado. Para él, el derecho era un orgulloso conservador que se creía dueño de la situación y un soberbio que miraba un aspecto de la realidad creyendo que era el verdadero. Por lo tanto emitió su manifestación:

“Él, siempre indicaba qué mirar y hacia dónde. Era una tiranía. Una dependencia absoluta. Ahora, voy a mirar el mundo como yo quiero.”

Por lo tanto, el ojo izquierdo se separaba del derecho y empezaba a mirar para cualquier lado.

Por lo pronto el ojo derecho no decía nada. Se mantenía en absoluto silencio; no se sabía si por indiferencia total o por sentirse mortalmente ofendido por ese abandono; quizás también hubiera una posibilidad de sentirse culpable de algo. El asunto era que no emitía ninguna opinión al respecto. Sin embargo, secretamente, pensaba que el ojo izquierdo era un anarquista demasiado conectado al inconsciente colectivo y por eso tenía la visión deformada.

En honor a la verdad, entre ambos hubo cierta excitabilidad previa a la separación. Era como si “saltaran” por cualquier cosa, como si quisieran “salirse” de la cara y escaparse hacia otro lado. Estaban más “abiertos” que nunca y todo les producía una reacción. Probablemente eso fue lo que los llevó a esta situación, pero sólo uno tomó la determinación y se separó del otro. Y ese otro se quedó en su lugar, vaya uno a saber mascullando qué cosas.

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No era fácil para su dueño. Salía por la mañana y de golpe veía dos casas, dos negocios, o dos colectivos uno por una calle y otro por la otra. Tenía que recordarse: “Ah sí, el ojo izquierdo está separado del derecho”. Y tratar de recordar cómo sería esa realidad si juntaba ambas imágenes. Además había que resolver algunos problemas cotidianos como el que se planteaba cuando al leer un libro, el derecho leía una hoja y el izquierdo la otra, o al comer, cuando el derecho ordenaba papas y el izquierdo quería zapallo y esto obligaba a su dueño usar dos tenedores al mismo tiempo.

Muchas veces, después de un día agotador, el derecho se mantenía abierto y firme mientras que el izquierdo se cerraba y se iba a dormir.

El conflicto hizo andar a su dueño de un lado para el otro. Varios oftalmólogos, especialistas hospitalarios y hasta una “Fundación de Miastenia Gravis” figuraban en su agenda, pero nadie le pudo dar ninguna solución para que el ojo izquierdo volviera a su lugar. Hasta llegó a provocar ciertas pérdidas, como la extracción de una muela y un premolar ante la urgencia de que se solucionara el problema, pero el ojo izquierdo no se conmovió en absoluto del asunto. En definitiva, tenía que esperar que la situación se resolviera por sí sola.

Mientras tanto, el ojo derecho parecía salir un poco de su ostracismo. Podría decirse que extrañaba a su compañero. Al fin y al cabo, se conocían desde que habían nacido y siempre estuvieron juntos como otras partes del cuerpo: las orejas (aunque ellas estaban más distanciadas); las manos y los pies (aunque ellos tenían la peculiaridad de juntarse y separarse si querían) y ¡ni hablar de los órganos internos! Pero los ojos pertenecían a la categoría de los sentidos, y probablemente eso hiciera que la separación provocara mayor sensibilidad en ambos. El derecho, nunca hubiera pensado que su compañero podía ser tan insensible y dejarlo solo. También, si hubiera hablado antes... pero claro, “yo tenía que haberme dado cuenta de que algo pasaba...” y derramó una sola lágrima de nostalgia por los viejos tiempos.

Pero el ojo izquierdo estaba muy distraído con sus nuevas aventuras como para escuchar reclamos tardíos. Revoloteaba en el globo ocular sin ton ni son, aunque en honor a la verdad, lo que mejor le salía era quedarse quieto sin moverse y mirando al frente (claro, eso era lo que había aprendido mejor junto al derecho)

A su dueño lo tenía bastante alterado ese consejo de” paciencia, seguro que se resuelve

solo”. Trataba en lo posible de olvidarse, pero siempre alguna situación visual, se lo hacía recordar.

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Como alguno de esos días, al salir por la mañana, se cruzó con unas vecinas que charlaban amablemente. “Voy a mirar sólo con el izquierdo” – Pensó- y se sorprendió porque no vio lo mismo: las vecinas se pegaban sopapos y revoloteaban los bolsos. ¡Epa! ¿Y esto? Pero al mirar con el derecho todo parecía perfecto.

Empezó a dudar del asunto, cuando por la tarde se fue a tomar un café con un compañero de trabajo y su esposa. Como para divertirse un rato, se tapó el ojo derecho y miró sólo con el izquierdo. Pero, ¡cómo podía ser! Del otro lado su compañero estaba a los besos ¡con la secretaria de la oficina! Entonces se dio cuenta, de que la culpa la tenía el ojo izquierdo. Él, estaba descolocado y se le ocurría mostrar cosas que no estaban en la realidad formal. El derecho, ¡tenía que hacer algo!

Pero el derecho estaba sensiblemente arrepentido y ni loco iba a ponerse a retar al compañero disidente. Lo que quería era que volviera y estaba dispuesto a hacer concesiones para ello. Tampoco se podía seguir de esta manera porque la salud mental del dueño estaba en juego: no podía andar por la vida, tapándose un ojo y tapándose el otro. Éste reconoció, que a pesar de las sorpresas del primer momento, no podía resistir la tentación de saber lo que veía el ojo izquierdo, aunque indudablemente tuviera que relacionarse formalmente con la visión del derecho. Todas las circunstancias se veían diferentes y tenían otra cara si las mostraba el ojo izquierdo.

Hacía falta llegar a un acuerdo y definir de una vez esta situación. Entonces el dueño, les empezó a recordar, cuántas cosas habían visto juntos en la vida, cuantas cosas hermosas él había contemplado con los ojos bien abiertos, o los había cerrado lagrimeando por alguna escena que lo emocionó profundamente. Los necesitaba a los dos y no quería prescindir de ninguno. Quería ver ambas realidades de la vida.

El acuerdo se logró de la siguiente manera: el derecho aceptaba la independiente visión del ojo izquierdo, pero esta debía permanecer en secreto. El dueño recibiría lo que él veía y sacaría sus conclusiones pero formalmente se manejaría todo con el derecho.

Poco a poco, lentamente, el conflicto se fue arreglando. El ojo izquierdo volvió “casi” a su lugar, aunque de vez en cuando, se disparaba a mirar por su lado el mundo, sin que nadie lo supiera.

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LLUVIA de ESTRELLAS

Cerró la mochila ajustando bien las cuerdas. Todos los bolsillos repletos. Todos los papeles en orden. Estaba acostumbrado a esa rutina. Casi siempre un viaje largo por año y un par más cortos también. Pero este viaje era especial. No era a un lugar desconocido; ya había estado antes con grupos de exploradores y montañistas. Aunque ahora tenía que ir solo. Absolutamente solo.

No era raro que fuera en este momento de su vida, cercano a la mitad (cosa que le impresionaba un poco) con carrera sin terminar y parejas que no funcionaron. Las presiones de un trabajo indefinido y frustrante. Un tiempo sin proyectos ni deseos. Claroscuros. Vida como un rompecabezas con piezas que no encajaban. No importa ahora. Los cambios vendrían de la mano de los viajes que siempre, siempre le traían mensajes nuevos. Era una apuesta que valía la pena.

Lo más importante: el mapa. Desplegó un papel sobre la mesa y lo dibujó de memoria. Repasó el itinerario. Era turístico, pero la expedición que quería hacer no lo era. Todo empezó cuando durante varias semanas pensaba con estar ahí, una y otra vez. Casi una obsesión. Hasta en sueños se vio en ese lugar. Por eso, respondiendo más a su intuición que a necesidades concretas, proyectó su partida.

El micro salió a las 12 Hs aproximadamente. Venía completo. Tenía el asiento del lado del pasillo. Una chica rubia ya estaba sentada en el lado de la ventanilla. Se saludaron con un: ¡Hola! de lo más cortés y nada más. Durante el viaje, por la tarde, pasaban películas aburridísimas en el micro, así que prefirió leer un artículo que traía, con datos más que interesantes:

“Las noches de mediados de diciembre son noches de fiesta astral, cuando las Gemínidas hacen su aparición en la bóveda celeste de nuestro planeta. Estos meteoros generalmente son, junto a las Perseidas, dos de las lluvias de estrellas más prolíficas del año. Los astrófilos podrán disfrutar de hasta 40 Gemínidas por hora.

El mejor momento para observar es la noche del 13 y del 14 de diciembre. Las Gemínidas, que parecen emanar de la constelación de Géminis, pueden aparecer en cualquier rincón del firmamento.

El origen de las Gemínidas es el asteroide cercano a la Tierra 3200 Faetón. Esta relación fue puesta de manifiesto tras el descubrimiento del asteroide en 1983 por el satélite IRAS y fue la

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primera lluvia claramente relacionada con un asteroide. Aunque se cree que dicho asteroide es tan sólo un cometa extinto, y las partículas fueron eyectadas hace siglos.

La mayoría de las lluvias de meteoros provienen de cometas; de modo que el hecho de tener a un asteroide como progenitor hace que las Gemínidas sean bastante excéntricas. Extrañas luces que parecen estrellas que caen sobre la Tierra en múltiples direcciones, volubles como la constelación de los gemelos.

”La explicación más probable es que Faetón expulsó polvo quizás en respuesta a la ruptura de las rocas de la superficie (a través de las fracturas térmicas y de la descomposición -craqueo- de minerales hidratados) sometidas al intenso calor del Sol”.

Se durmió pensando en las explosiones de asteroides, la diferencia con los cometas y de qué manera podían interferir en nuestra vida de simples terráqueos.

El micro llegó a destino. Hermoso sol. Mediodía. Calor.

Emprendió la marcha de inmediato. La subida al refugio no era complicada, ya la había hecho en varias oportunidades. Claro, nunca solo como ahora, siempre con grupos grandes o chicos. El clima en esta época era bastante cambiante. Después de unas dos horas de marcha en las que hubo algo de sol y algunas lloviznas, llegó al valle donde empezaba la subida más pronunciada. Había un puente que cruzaba el arroyo y un pequeño refugio. Ahí aprovechó para hacer un descanso El aire se sentía límpido y perfumado. Después de dos horas de seguir la caminata el paisaje empezaba a cambiar; muchos parches de nieve por el camino; las lengas empezaban a hacerse más bajas y se notaba la diferencia de altura. Una hora más y ya estaba en el refugio a 1700 mts de altura.

Lo recibieron muy bien como siempre. Esta vez no había contingentes. El espacio estaba ordenado y tranquilo, mucho más de lo habitual. Las chicas estaban decorando el refugio por la Navidad. Cocinaban tortas y otras cosas riquísimas. Descansó un largo rato. Más tarde habló con el encargado; tenía que pedir permiso para pasar la noche afuera. No habría problema. Lo conocían y sabían de la relación que él tenía con la montaña. Charlaron un rato de cómo estaban las picadas, de cómo venía la temporada y sobre el clima y los vientos.

Salió ya tarde y empezó a caminar. Aún había bastante luz. Después de atravesar un valle tranquilo descendió bruscamente hacia la primera laguna de aguas cristalinas. De nuevo descendió un poco más y llegó al fondo del valle donde estaba la laguna que buscaba. La conocía, pero la luz de ese atardecer le daba un aspecto diferente, rojizo, espectral. El silencio era profundo. La calma perfecta. Armó la carpa que llevaba para estas ocasiones. Ya la noche se iba cerrando.

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Se sentó afuera de la carpa. El frío seco de la noche se hacía sentir. Pero el espectáculo era impresionante. Estrellas y más estrellas se veían maravillosas.

Constelaciones, planetas, todo estaba allí. Orión, resaltaba dibujada por encima de las otras sobre el fondo estrellado. Al mirar fijamente veía más estrellas superpuestas a las otras. De pronto: “¡Una estrella fugaz!" ¡La vi!” pegó un grito en la soledad de la montaña. No tuvo mucho tiempo para emocionarse porque otra más se cruzó por ese recorte de cielo. Y de inmediato otras dos juntas… Y ahí empezó la “Lluvia de Estrellas”. El frío que lo rodeaba se empezó a transformar en un calor interno: venía de la emoción con la que estaba mirando las estrellas. El recorte que hacían los picos de la montaña formaba una especie de pantalla. La “lluvia” empezó a cubrirla. No podía abarcarla con los ojos. Caían de un lado y del otro. La velocidad, la intensidad eran mayúsculas. Entonces en esa fuerte visión comenzó a ver siluetas, como personas dibujadas en el movimiento de las estrellas. Cada vez tomaban formas más nítidas. Una, dos, personas…empezó a reconocerse. La imagen era él de chico. La figura de su mamá, su abuela…su hermano. No tenía tiempo de pensar si era cierto lo que estaba viendo. Las imágenes se sucedían en el tiempo, una detrás de otra mientras observaba la pantalla estelar. Las circunstancias de su adolescencia, escenas de su juventud, sus amigos, su casa, los viajes de chico con su papá. Un hilo conductor se entrelazaba con todas ellas; algunas no eran reconocidas o quizás no las recordaba; un encuentro amoroso…una muchacha... su cuerpo esbelto, su cabello dorado, ondulado…casi en una ráfaga llegó a ver sus ojos, cuando la luminosidad se hizo intensa, completamente blanca y todas las imágenes se disolvieron y aparecieron las estrellas como siempre, fijas en el espacio. En el silencio espectral, la noche fría…y solamente algún cometa, alguna estrella pasando lentamente, como fuera de bandada, perdida…La “Lluvia de Estrellas” había terminado.

Andrés no se dio cuenta, pero el tiempo cronológico había sido mucho más que el interno. El sol empezó a asomar desde el este trayendo una luz nueva en el brillante cielo que empezó a mutar del negro al naranja y celeste. Entró en la carpa y se desplomó.

De golpe recordó la noche. Parecía que hubieran pasado años de todo eso. Sentía como si el pecho hubiera estallado y se hubiera vuelto a armar…con una luz nueva.

Llegó de vuelta al refugio con el sol en alto y un hambre atroz. Pensó en contarle a los del Refugio, pero no se animó. Ellos lo observaban algo fugazmente. Al volver sólo le dijeron la típica ¿“Todo bien”? A la que él contestó: “Perfecto”. Un código de escasas palabras que probablemente escondiera cierta complicidad. Sin embargo notó que hablaban por debajo, más que de costumbre. Quizás les resultaba algo extraño verlo con la barba crecida como de una semana. No importaba. Devoró un almuerzo como si no hubiese comido en meses. En una de las mesas, de espaldas, vio una campera que le

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pareció conocida. Subió la vista y vio el pelo enrulado de la chica del micro. En las paredes del refugio, había varias fotos antiguas. Grupos de mochileros…montañistas de otros países, los que siempre “iban en enero…” jóvenes que ya serían viejos…Miró las caras y pensó: ¿Alguno de ellos habrá vivido esto? Lo que vio esa noche, esas escenas de su vida…algo más que imágenes…No las iba a olvidar jamás.

Se despidió de todos y se fue a la ciudad. Estuvo un par de días dando vueltas, yendo un poco al bosque, pero sin subir nada más. Ya tenía el pasaje de vuelta. Una última despedida al lago y al micro de nuevo. En la terminal había demoras y algunos turistas se acercaban a la boletería para ver qué pasaba. Se sentó en el piso y alguien se sentó a su lado. Era la chica del micro.

- Hola - Recordó que no había estado muy amable en el viaje de ida y trató de reparar su actitud. Ella lo miró. De pronto quedó paralizado: sus ojos azules, como el cielo, pero no de cualquier cielo, sino ese cielo que él vio allá arriba, con el sol deslumbrante de su pelo rubio, resplandeciente, de luz… ¡eran esos ojos! Los de su visión inconclusa en la noche de la lluvia de estrellas.

- Ella sonrió. –¿Cómo te llamás? ¿De dónde venís? - Andrés… - respondió casi tartamudeando- vengo del Refugio. - Ah… -suspiró - Yo también. Pero no te vi ahí. - Estuve poco. Fui a una laguna…arriba en los picos. - Yo también subí pero desde el valle, del otro lado y estuve en los picos…y en la

laguna.

Ahora ella lo miró y él sintió que no era la primera vez que lo veía. Lo miró como si supiera todo! Sintió que conocía el secreto de esa noche, que algo más pasaba y él no se daba cuenta.

Entonces se animó y le preguntó:

- ¿Conocés algo de la llamada “Lluvia de Estrellas? - Y ella con una sonrisa cómplice le contestó: - Yo vi la “Lluvia de Estrellas”…la misma que viste vos.

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La SALA de “RAYOS X”

“In Lak ech a lak en” (“Tú eres yo y yo soy tú” – Frase Maya)

-Ah no, Silvina ya no trabaja con nosotros.- respondió Pablo con cierta incomodidad.

Y de golpe se fue a dos años atrás, en la Sala de Rayos X. Suspiró. Recordó que, su vínculo con Silvina casi le cuesta la separación de su mujer… ¿por qué justamente ahora preguntaban por ella?

-Doctor, entonces ¿vengo la semana que viene?

-Si, si… la semana que viene.

Ella se fue sin despedirse. Todo el tiempo que estuvo allí fue muy fuerte. Al principio parecía una simpatía, un llevarse bien, un acomodarse en el lugar, pero al tiempo fue tomando otras características. No podían cruzarse en el pasillo sin sentir escalofríos en la piel; si tenían que trabajar juntos, un cosquilleo como a la altura del estómago manejaba la situación y hacía que hablaran más bajo, con palabras suaves y sonrisas amables. Fue difícil.

Una tarde Pablo se olvidó el celular en la casa y al sonar su mujer atendió y casualmente era Silvina. Revisó algunos mensajes y ahí sí, se dio cuenta que algo fuerte pasaba.

Pablo recuerda esa noche como de las peores. Quería a su mujer y no era su intención desarmar la familia. Sólo pensar en la mirada de su nena de cinco años lo hacía sentir mal.

Pero su mujer, quería explicaciones concretas que él no sabía dar:

- Es una compañera de trabajo y nos llevamos bien…Sonaba como tonto si pensaba realmente cómo se conmovía todo cuando la veía llegar. Y ahora este presente le traía otra vez a Silvina. En realidad nunca se había ido.

……………………………………………………………………………………………………...

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Va cruzando el semáforo del microcentro ya tarde, después de un día completo en la Clínica. ¿Por qué siempre había algo que hacía que lo recordara? Desde el primer día hubo algo diferente en el trato con Pablo. El la miraba distinto como si la conociera desde siempre, como si fuera alguien importantísima para él. Ella pensaba que todo era una locura. Sabía que quería a su mujer. Y Silvina, hacía poco que se había casado, feliz, contenta, había empezado una vida nueva, en depto. nuevo, en trabajo nuevo. Después todo se complicó. No quería y sí quería cruzarse con Pablo en los pasillos, porque se sentía confusa, algo explotaba en su pecho si estaba cerca.

Y así pasaron varios meses hasta lo que pasó en la Sala de Rayos X. Después de eso renunció. No pudo más. Por suerte encontró esta Clínica más cerca de su dpto... Pero de todos modos, algo de él siempre estaba presente.

……………………………………………………………………………………………………...

Terminaba el día laboral y Pablo quedó solo en su consultorio. Fue cerrando todo y por último la Sala de Rayos X. Estaba oscura y ordenada como siempre con algunas luces de la maquinaria acorde al lugar. Tenía en el bolsillo el celular...-¿Y si la llamo? La imagen del encuentro en la Sala era muy fuerte.

Sacó el celular del bolsillo. Buscó “Silvina”. Llama…

Silvina estaba entrando en su departamento. Sin saber por qué ese día recordó la Sala de rayos X todo el tiempo. Al abrir la puerta sonó el celular. Era Pablo. Pensó en no atender pero habían pasado dos años de todo eso y nunca más supo de él, así que aunque fuera por curiosidad (y sin pensar en consecuencias) atendió.

- Silvina, soy Pablo. (eso ya lo sabía; aunque pasaran cien años reconocería su voz.)

- Hola, cómo estás-. - Quiero verte. Necesito verte.

A los dos, al mismo tiempo, se les cruzaron las imágenes de la Sala de rayos X. Hubo un silencio largo e incómodo.

- Está bien. Pero me mudé a capital. ¿Podría ser mañana? - Decime dónde y voy. - En el Tortoni. Salgo a las seis. - Bien. Te veo allí.

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Al cortar el teléfono ambos sintieron un gran alivio; algo estaba pendiente aunque no sabían muy bien de qué se trataba.

Cada uno recordó en silencio lo que pasó.

Era el último día de la semana, un viernes como a las 19 hs. Hacía un rato largo que Pablo y

Silvina estaban trabajando juntos en la Sala de rayos x. Pasaban radiografías una por una y

marcaban en grandes planillas los resultados. Fue entonces que la mano de Pablo, rozó sin

querer la de Silvina. Inmediatamente quiso correrla pero quedó como “pegada” a la de ella y no la

pudo sacar. Ambos se miraron, pero en el intento, los brazos se acercaron y se unieron y parecían

fundirse uno con el otro. Y así los cuerpos fueron obligados por una fuerza inusitada a quedar

uno junto al otro como “imantados” y sorprendidos. Una parte de los cuerpos aún estaba

separada pero las manos, brazos y el costado de los cuerpos que estaba unido, empieza a

transparentarse y a verse como uno solo en algo así como una impresionante simbiosis física.

De pronto se escuchó una voz que grita en los pasillos: -¡¡Pablo!! ¿Estás en la sala? ¡Te llaman

por teléfono! Y entonces de golpe todo se esfumó, esa fusión desapareció; la mano de Pablo se vio

sobre la de Silvina y ella la retiró inmediatamente.

Entró uno de los técnicos.

- Te llaman por teléfono en la secretaría y un paciente quiere hablarte.

Y eso fue todo. Quedaron en confusión, como asustados o sorprendidos o maravillados, mil sentimientos imposibles de comprender.

Médico y técnica eran demasiado concretos en su vida para aceptar lo que había pasado sin tener explicaciones lógicas y coherentes. Sin embargo ya habían pasado dos años sin encontrar ninguna.

Entró Silvina al café y Pablo ya estaba esperándola. Se saludaron con “Hola cómo estás” sin tocarse siquiera.

- Qué pensás…- pregunta Pablo después de un rato silencioso. - No sé, después de lo que pasó quedé muy asustada y tenía miedo de verte o de

encontrarte. Fue como perderme, diluirme completamente. En ese momento no sentí nada pero, ¿qué hubiera pasado si no te llamaban?

- No lo sé. ¿Habríamos desaparecido? Silvina… en un instante yo “escuché” lo que vos pensabas….como tu voz diciendo ¿qué es lo que está pasando con nosotros?

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- ¡Yo no hablé en ningún momento! Pero también sentí tu voz adentro mío….!Dijiste algo, unas palabras, una frase que recuerdo perfectamente: “In Lak

ech a lak en” - Silvina…esa frase resuena en mí todos los días y aparece fuertemente cuando

pienso en vos.

Pablo y Silvina acordaron no alejarse demasiado e intentar seguir compartiendo la vida. Era más que nada una necesidad. Aunque fuera solamente unas horas tomando café, sus mundos internos se calmaban y se sentían enriquecidos. Hablaban de sus inquietudes y de sus profundas búsquedas espirituales. Podían comprenderse de un modo difícil de entender para otros. Aunque estuvieran en silencio. Simplemente compartiendo las vidas que habían elegido. Pero sin acercarse demasiado. Por las dudas.

Se dice que cuando un ser muy evolucionado se va, a veces su espíritu se “desparrama” en

otros…Y ellos andan por la vida. A veces se encuentran. Entonces se reconocen y sienten una

fuerza irresistible de unirse y ser como “uno solo…”

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EL TRAJE GRIS

La enorme sala estaba llena de trajes. Parecía interminable. Estaban todos en perchas, uno al lado

del otro. Tenía que elegir uno, pero no cualquiera.

Recordó que hacía tres meses atrás tenía la dirección y el número en el bolsillo izquierdo. Allí la había dejado bastante tiempo. Cuando el plazo estaba por vencer, todavía no se había decidido. Dudaba en ir, o en romper la dirección para siempre. Pero sabía que esto no era posible. Era una oportunidad que no se podía desperdiciar así nomás. Era consciente de esto. Ahora podía elegir y si dejaba pasar este momento, ya no sería su elección.

Hacía unos cuantos meses atrás había sentido el impulso de ordenar su vida desordenada:

Logró hablar con su ex y llegar a algunos acuerdos permanentes. Aunque lo más importante es que logró superar esa molestia parecida al resentimiento que siempre le aparecía cuando hablaban o se encontraban. Se dio cuenta que perdonar (y perdonarse) de todos los conflictos que habían vivido, le daba un aire nuevo, una sonrisa verdadera y relajada y lo mejor de todo eso era que también se lo transmitió a su ex que dejó de estar en pie de guerra o a la defensiva.

Era un buen cierre para esta historia. Le envió un CD de la música que le gustaba tanto. Era como sellar esta relación que había tenido de todo: hasta las lágrimas.

Miró el número que tenía. Empezó a recorrer uno por uno hasta encontrar arriba unas etiquetas.

Y lo vio. Como una túnica cerrada. Estiró la mano para tocarla pero dudó un momento.

Le vino a la mente la imagen de uno de sus hijos poniéndose el traje para el casamiento. Ninguno de los dos vivían en la casa, pero venían cada tanto a charlar (generalmente cuando tenían problemas) a pedirle consejos y hasta a comer al mediodía algunos domingos. Había logrado buenos vínculos con ellos, aunque es cierto que fue un esfuerzo enorme recuperarlos después de la separación; hubo que aprender a mostrar el cariño verdadero y personal porque ya no había ámbito familiar.

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Sacó del bolsillo el papel con un número: 623. Volvió a mirar el número para asegurarse. Sí, era

ese.

Siempre se aseguraba un par de veces sobre lo que hacía. Así fue siempre en su trabajo. Pensó en él en ese momento; no sabía quién había dejado a quién. Treinta y cinco años en el mismo lugar era más que suficiente. La docencia puede ser agotadora entre alumnos y dirección; hubo años que prefirió haberse dedicado a otra cosa y no seguir soportando caprichos de chicos y adultos. Pero una medalla de reconocimiento (por los servicios prestados en el área pedagógica) en un acto verdaderamente multitudinario, podía verse como una reconciliación con la vocación de la vida. Ahí tenía las fotos, diplomas y medalla, en un testimonio fehaciente que había hecho bien las cosas.

Recordó que este fin de semana arregló todo el jardín. Puso flores nuevas, cortó el césped, podó ramas que se habían caído con el viento de la última tormenta. No era un espacio muy grande, pero suficiente para descansar un rato al sol, o a la sombra de alguno de los árboles según la estación.

Por eso lo sorprendió cuando le llegó la invitación:- Justo ahora, que tengo todo

acomodado para pasar tranquilamente el resto del tiempo. Después de la primera sorpresa (y algo de rechazo también) pensó en todo lo que le hubiera gustado hacer y no pudo. Porque claro, una vez que uno se lanza en la vida, que empieza a vivir de verdad, no es tan fácil torcer los rumbos.

Siempre le apasionaron otras culturas, de lugares lejanos y todo lo interesante que podía aprehender de ellas. Pero los viajes nunca habían sido a lugares lejanos… ¿Cómo sería? ¿Cómo sería vivir diferente? No cometer los mismos errores, rehacer fácilmente las cosas que costó aprender tantos años.

Si llegó esta invitación seguramente que todo estaba preparado…pensó. De todos modos dejó pasar varias semanas mientras acomodaba ollas en la cocina y tiraba cosas que no servían y regalaba la ropa de la temporada que se acababa.

Pero al fin, tuvo que decidirse. Preparó una valija con las cosas valiosas y se la envió a su hijo el mayor, papeles y todo eso; hizo llamadas telefónicas a sus amigos más queridos con quienes intercambió chistes y anécdotas divertidas de años anteriores, que inevitablemente siempre volvían a recordar.

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Hoy era el día en que vencía el plazo. Así que se levantó temprano tomó el papel con la dirección y puso un candado en el portón de reja de la casa…por las dudas.

Después buscó por Internet la dirección porque no tenía muy en claro las calles… La sastrería estaba al final de la calle, algo alejado del centro, en una cortada. En el papel no decía el horario y el negocio parecía cerrado. Miró por los vidrios. Tocó el timbre.

Al rato llegó un hombre bajo, con anteojos, algo pelado y con una sonrisa amplia. Abre la puerta:

-Pensé que no iba a venir- le dio la mano y lo hizo pasar. Era un espacio bastante reducido a lo elemental, algunas telas, metros, tijeras, mesa larga. Amablemente el sastre lo condujo al final de la habitación donde había una puerta. La abrió y le hizo señas para que pasara.

- ¿Tiene el número no es cierto?

- Sí, sí, por supuesto.

- Muy bien. Le deseo el mejor de los viajes Su traje ya está preparado. Allí encontrará el perchero

y el espejo.

Y allí lo dejó cerrando la puerta.

Los colores eran desde el negro más oscuro al blanco resplandeciente pasando por todas las

gamas de los grises. El número de nuevo: 623. El color estaba entre los grises… bastante claro.

Luminoso. Qué bien.

Al costado, un perchero. Lentamente se sacó toda la ropa hasta quedar completamente desnudo.

La colgó prolijamente.

Tomó la túnica y se la puso. Esta se ciñó perfectamente a su cuerpo y se fue estrechando hasta

formar parte de su piel por completo. Se sorprendió. Tenía en toda su piel un tono gris. Se miró

en el espejo. Un ser gris. Gris claro, gris perla. No estaba tan mal.

Bueno ya está. Su cuerpo se fue transformando en poroso…transparente… luminoso. Tocó el

espejo con la mano y este se diluyó; pasó la mano a través de él. Parecía de agua. Puso un pie y

ahí el resto del cuerpo y por fin la cabeza.

Había raras sensaciones en el cuerpo. Parecía que había dejado de respirar. Parecía que el

corazón había dejado de latir. Ya no tenía nociones del tiempo y del espacio.

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Entonces ya estaba del otro lado y vio un espacio infinito, pero no estaba seguro si era con sus

ojos. Muchas formas luminosas, yendo y viniendo. Más oscuras y otras más blancas.

Más y menos luz. Iban hacia una apertura redonda y más luminosa todavía. El pasaje era

sumamente lento.

Una fuerza lo iba llevando. Otras formas delante y otras detrás. Ya estaba allí y suavemente

atraviesa el foco de luz.

Algo así como perder la conciencia de todo y sensación de no estar, o de no ser.

………………………………………………………………………………………………...........

Espacio sin tiempo. Luego, algo indefinido, parecido a una espera…; de nuevo sentir latidos del

corazón y una muy fuerte respiración…; verse diferente. Comprimido en una piel

cobriza…pequeño…lloroso.

Brazos que lo levantan y hablan un idioma extraño…sonriendo.

Otra oportunidad.

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Agradezco a todos los que leyeron estas pequeñas historiasAgradezco a todos los que leyeron estas pequeñas historiasAgradezco a todos los que leyeron estas pequeñas historiasAgradezco a todos los que leyeron estas pequeñas historias y deseo que ellas les ayuden a poder “mirar la realidad de otro modo” y deseo que ellas les ayuden a poder “mirar la realidad de otro modo” y deseo que ellas les ayuden a poder “mirar la realidad de otro modo” y deseo que ellas les ayuden a poder “mirar la realidad de otro modo”

descubriendo aquellas cosas, que no se ven a simple vista.descubriendo aquellas cosas, que no se ven a simple vista.descubriendo aquellas cosas, que no se ven a simple vista.descubriendo aquellas cosas, que no se ven a simple vista.

Agradezco especialmente al pintor PedrAgradezco especialmente al pintor PedrAgradezco especialmente al pintor PedrAgradezco especialmente al pintor Pedro Pascual Perello quieno Pascual Perello quieno Pascual Perello quieno Pascual Perello quien me permitióme permitióme permitióme permitió su pintura para la tapa del libro.su pintura para la tapa del libro.su pintura para la tapa del libro.su pintura para la tapa del libro.

G.Ú.G.G.Ú.G.G.Ú.G.G.Ú.G.

Nací el 8 de Abril de 1956 Estudié Historia, y un poco de M.T.China.

Terapeuta en PsicoAstrología Terapeuta Floral (Sistema Bach)

Homeopatía Casada. Seis hijos.

Vivo en Longchamps Pcia.Bs.As

Mail: [email protected]

Diciembre 2012