revista cosmocapsula numero 1

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Cosmocápsula Revista Colombiana de Ciencia-Ficción Nov. 2009 - En. 2010 N N º º 1 1 www.cosmocapsula.com ISSN 2145-3640 René Rebetez Décimo aniversario

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CosmocápsulaRevista Colombiana de Ciencia-Ficción

NNoovv.. 22000099 -- EEnn.. 22001100

NNºº 11

www.cosmocapsula.com

ISSN 2145-3640

René RebetezDécimo aniversario

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Fundadores/Editores:Antonio Mora Vélez, Dixon Acosta, David Pérez.

Comité editorial para este número:Tamara Gutiérrez, Antonio Mora Vélez, Dixon Acosta, Juan Diego Gómez Vélez, David Pérez Marulanda.

Agradecimientos especiales:Corporación Universitaria del Caribe CECAR

Diseño y diagramación:David Pérez Marulanda.

Ilustración de portada:"René Rebetez: Aún hay más."por Dixon Acosta

CosmocápsulaRevista Colombiana de Ciencia-Ficción NNoovv.. 22000099 -- EEnn.. 22001100

NNºº 11

www. cosmocapsula.comColombia. 2009

Nota importante:COSMOCÁPSULA no se responsabiliza de las opiniones emitidas en esta publicación. Lo expresado en cada texto o imagen es responsabilidad única de su respectivo autor.El logotipo de Cosmocápsula es de © David Pérez.Se permite la redistribución de esta revista siempre y cuando se haga de forma íntegra y sin modificar su contenido, y no se obtenga beneficio económico alguno.

ISSN 2145-3640

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Editorial "El Legado de Rebetez" Antonio Mora Vélez

René Rebetez, el hijo del relojeroDixon Acosta

Fea CostumbreArturo Poveda Becerra

En Torno al FuegoJuan Ignacio Muñoz Zapata

Dentro de la lluvia, la granizada de BogotáFernando Galindo Gordillo

Sara David Ricardo García

Caliwood Park Diego Darío López Mera

Empatía/EntropíaRodrigo Bastidas Pérez

Fragmentos del FuturoTito Contreras

La Agonía de DiosMario D. Martín

Abducción de una Venus DesorientadaAymer Waldir Zuluaga

La Voz de QuaremyrLaura PonceNéstor Darío Figueiras

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Índice

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El Espíritu Humano va más allá de sus Errores

Julián David Cortés SánchezLa Ciudad

J. Javier Arnau MorenoEl Factor Samsa

Juan Manuel ValituttiEl Elegido

Carlos Enrique SaldívarVocación

César Mauricio Heredia QuecanReseña: Cosmocápsula no. 0

Robert Corpus SanzoReseña: "Las Ucronías"

Antonio Mora VélezOcho apuntes desordenados tras leer el número cero de Cosmocápsula

Campo Ricardo BurgosReseña: Calien

David Pérez MarulandaNovedades Editoriales

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R ené Rebetez nació en Bogotá en 1933 y murió en Isla Providencia el 30 de diciembre

de 1999, a pocas horas de iniciarse el siglo XXI. Pocos días antes de morir le había confesado a su compañera sentimental Luisa Canencia Britton: “Sólo me falta terminar un libro de ajedrez, dar unas conferencias en España y luego prepararme para morir, porque no tengo más nada que hacer en este mundo”. Pero no le alcanzó el tiempo ni para el libro ni para las conferencias ni para los nuevos proyectos cinematográficos que empezó a acariciar desde su isla paradisíaca.

Su mente prodigiosa produjo cuentos, poemas, ensayos, crónicas, artículos, guiones cinematográficos como La magia, documental sobre las culturas mágicas de América, y al menos una antología, la mayoría de los cuales en la línea de la ciencia-ficción de la cual fue uno de los precursores en Colombia, el primero en ser considerado como escritor del género por su variada producción y el primero en haber merecido figurar en una antología internacional. Libros de cuentos como Los ojos de la clepsidra, La nueva prehistoria y Ellos lo llaman amanecer y otros relatos y densos ensayos como Ciencia-ficción: la cuarta dimensión de la literatura y El mito de la ciencia-ficción, lo consagran, sin duda, como uno de los grandes escritores y pensadores de la ciencia-ficción colombiana.

Pero no fue sólo un narrador de ficciones fantásticas fue también un filósofo. Su obra cumbre en este campo, La odisea de la Luz, trata

de la relación entre la filosofía sufi con las ciencias modernas. Para él: “este encuentro entre la sabiduría de ayer y la ciencia de hoy constituye el acontecimiento crucial de nuestra era porque de él se desprenden las posibilidades del mañana”. En este libro, que trata obviamente de la Luz, Rebetez afirma, del mismo modo que Giordano Bruno frente a Galileo Galilei en la taberna veneciana de Andrea Morozini, que “Dios es el universo y la energía en estado puro”. El libro es, en lo esencial, una reflexión sobre la naturaleza humana y una propuesta basada en los criterios sufíes, encaminada a lograr el perfecto equilibrio entre la inteligencia, la emoción y el cuerpo físico humanos.

Los escritores colombianos de ciencia-ficción le debemos el haber desbrozado el camino con sus obras y haber sido el autor de la primera antología colombiana del género, la que tituló con el bello nombre de Contemporáneos del porvenir, que tomó de un ensayo del escritor Carlos Monsiváis aparecido en la revista mejicana Crononauta, fundada por él durante su exilio en tierras aztecas, y de una frase de R.H. Moreno Durán en su obra De la barbarie a la imaginación y en la que este autor “registra como característica propia de la utopía de los narradores hispanoamericanos el sueño de los poetas alemanes de llegar a ser “contemporáneos del porvenir”. En el prólogo de esta obra, René afirma: “La ciencia-ficción no es más que la búsqueda de respuestas a las preguntas perennes ¿por qué? ¿dónde? ¿cómo? A pesar de su nombre es la menos precisa de todas las literaturas”. La ciencia en ella –dice-- a menudo “queda reducida a un simple pretexto para desarrollar el eterno drama humano” reafirmando de ese modo que el objetivo de esta fascinante literatura es, en últimas, el hombre con sus problemas, sus temores y sus esperanzas. En ese mismo prólogo sostiene una tesis discutible: “Es conveniente subrayar que actualmente no existe diferencia alguna posible entre la literatura fantástica y la Ciencia Ficción, que es en sí misma la literatura fantástica contemporánea”. Tesis que sostuvo en ensayos, foros, conferencias, entrevistas y en las reuniones de los jurados de

El Legado de Rebetez

Antonio Mora Vélez

Editorial

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concursos de los cuales hizo parte. Para él la ciencia-ficción no se inició con el Frankenstein de Mary Schelley ni con Verne ni con Wells. Su origen está mucho más atrás en el tiempo. El Ramayana, el Mahabarata, Luciano de Samosata, el Ezequiel de la Biblia, Plutarco, Kepler y Voltaire, son algunos de los nombres que mencionó en sus escritos para sustentar la afirmación.

Hoy, cuando falta poco para cumplir diez años de su reintegración a la energía del universo, le rendimos este sencillo pero justo homenaje a su legado y a su memoria. Con él murió no sólo el escritor de ciencia-ficción sino uno de los grandes pensadores de su generación, alguien que será valorado mejor en el futuro, cuando los jóvenes de la sociedad cibernética lean con asombro esas ideas e historias suyas que florecieron en un medio tan estéril y hostil.

Cosmocápsula, consecuente con el legado del maestro, ofrece en este número algunos relatos en donde no es fácil advertir la diferencia entre las literaturas fantásticas y de ciencia-ficción, pero que reflejan todos ellos, según lo quería Rebetez y lo dejó como testamento en el prólogo citado, el desarrollo de una nueva literatura que le suelta alas al conocimiento y a la imaginación, tan importante para los colombianos de hoy que necesitan aprender que es posible un futuro diferente.

Antonio Mora Vélez Montería, noviembre de 2009.

Editorial

ANTONIO MORA VÉLEZ (1942)

Escritor colombiano de ciencia-ficción. Autor de los libros de cuentos Glitza, El juicio de los dioses y Lorna es una mujer; de los poemarios Los caminantes del cielo, El fuego de los dioses y Los jinetes del recuerdo; de la novela Los nuevos iniciados y de los libros de ensayos y artículos de Ciencia Ficción: el humanismo de hoy y La estrategia de la solidaridad. Ha sido incluido en varias antologías nacionales e internacionales. Sus cuentos, artículos, ensayos y poemas se publican en varias revistas de Colombia y del exterior. Es considerado uno de los pioneros de la ciencia-ficción colombiana. Reside en Montería y es actualmente miembro de la Junta Directiva de la Corporación Universitaria del Caribe (CECAR).

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R ené Rebetez Cortéz podría ser conocido como el hijo del relojero, así como Gabriel

García Márquez es llamado el hijo del telegrafista, pero a diferencia del universal caribeño, no muchos colombianos conocen al escritor nacido en Subachoque, en inmediaciones de Bogotá en 1933 y muerto en la Isla de Providencia en el año 1999, a pocos días del inicio del nuevo milenio, del futuro que alcanzó a vislumbrar en sus relatos de ciencia-ficción.

A diez años de la desaparición del escritor colombiano más desconocido a pesar de su trascendencia en diversos campos, sea el momento oportuno para destacar su desarrollo vital. A pesar de algunos esfuerzos por divulgar la vida y obra de René Rebetez, la ignorancia sobre este autor, no sólo es masiva sino “ilustrada”, revela la poca importancia que en el mundo de la literatura, se le confiere al género de ciencia-ficción, a pesar que iniciativas como esta revista virtual, demuestra que son muchos más los lectores y escritores de ciencia-ficción de lo que suele suponerse.

Con motivo del próximo décimo aniversario del fallecimiento de René Rebetez, sea el pretexto para recordar nuevamente su destacada existencia. Como se menciona al comienzo, Rebetez resultó hijo de un relojero suizo, para mayor precisión. Quizás esta connotación biográfica signó al futuro escritor, estableciendo una relación estrecha con la dimensión temporal.

A la muerte temprana del padre, René Rebetez

se radicó con su madre pintora en casa de su abuelo materno, el escultor Dionisio Cortéz Mesa en Bogotá, en donde sería testigo de sucesos como el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el consecuente “bogotazo”, la violencia política y el nacimiento de los grupos subversivos. En medio de esta vorágine de sucesos, conoció a figuras claves como el sacerdote Camilo Torres Restrepo. Viajó a Suiza en donde estudió economía, aunque disfrutó mucho más la vida bohemia en París, ciudad en la cual despertó su inquietud como escritor, contagiado por un sitio pleno de artistas y literatos, pues “escribir era parte del viaje”.

Al regreso a Colombia, estuvo oscilando entre lo institucional y lo subversivo, llegó a ser gerente de las influyentes revistas “Visión” y “Semana”, relacionándose con lo más exclusivo de la élite política, social y cultural de Bogotá. Sin embargo, por influencia del padre Camilo Torres, se inclinaría por las revoluciones políticas, llegando a Cuba, en donde se vinculó de manera comprometida con la revolución castrista, conoció al Che Guevara y tuvo su primer contacto con la santería, interesándose por este tipo de prácticas cognitivas alternativas de lo científico. Para algunos críticos, la obra literaria de Rebetez en materia de ciencia-ficción, lo acercaría más a fenómenos como la magia que a las ciencias exactas.

Luego llegaría la experiencia mexicana, que marcó su destino. En México comenzó su labor como escritor y divulgador de la ciencia-ficción, rodeándose de autores y artistas de vanguardia, como el franco-chileno Alejandro Jodorowsky, con quien editó la primera revista de ciencia-ficción en América Latina, “Crononauta” (1965-1967), publicaría obras como “Los ojos de la Clepsidra”, además de su incursión en el cine, como actor en la película de corte fantástico “Fando y Lis” (1967) dirigida por Jodorowsky, participó en otras cintas mexicanas como “Los amigos” y “La muerte es puntual”, así como dirigió la cinta “La Magia” (1971), un documental de corte antropológico que se filmó en varios países de América Latina, buscando las experiencias de grupos étnicos frente

René Rebetez, el Hijo del Relojero

Dixon Acosta

Artículos

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a la adivinación, las medicinas alternativas, la cosmogonía.

Una de las anécdotas más interesantes de Rebetez en México, fue su participación en un programa de televisión dedicado a la ciencia-ficción que dirigió el poeta y novelista Álvaro Mutis, en donde compartió con Theodore Sturgeon, Italo Calvino y Jack Vance, allí René Rebetez expuso su idea que la ciencia-ficción era mucho más que un género literario, textualmente manifestó que no era un género literario, pues consideraba que debía ser una posición filosófica, una praxis frente a la vida misma, un pensamiento que revelara al presente y se convirtiera en profecía del futuro.

En la historia literaria colombiana, luego de algunos antecedentes esporádicos, René Rebetez aparece como el primer escritor colombiano de ciencia-ficción, además de ser uno de los autores latinoamericanos de este género, más reconocidos en el mundo, gracias a obras como: “La Nueva Prehistoria”, “Ellos lo Llaman Amanecer y otros Relatos”, “Cuentos de Amor, Terror y Otros Misterios”, entre otros. Los lectores más jóvenes, quizás lo conozcan por ser el compilador de “Contemporáneos del Porvenir: Primera Antología Colombiana de Ciencia Ficción”, editada en el año 2000. En la introducción de esta obra, Rebetez consignó su personal definición del género que nos ocupa: “La Ciencia Ficción no es más que la búsqueda de respuesta a las preguntas perennes: ¿por qué?, ¿dónde? ¿cómo? A pesar de su nombre, es la menos precisa de todas las literaturas. Su destino es errar de una pregunta a otra y a veces, dar con la respuesta. Para acercarse a ella se requiere la certeza de que un poema oscuro dice mucho más que un discurso claro”.

Personalmente me queda una inquietud que sólo podría resolverla una ucronía o quizás Cronos, dios juguetón del tiempo. ¿Qué habría pasado si Rebetez no se hubiera inclinado por lo revolucionario, consolidándose en el “establecimiento”? ¿Habría sido escritor de ciencia-ficción? ¿Si eso hubiera pasado y con el apoyo

institucional, hoy la ciencia-ficción en Colombia, sería un género respetado y no estaría tratando de salir a la superficie desde el espacio subterráneo, en donde la han condenado? No es posible saberlo, por el momento aceptemos la historia como nos ha tocado o no los la han contado.

René Rebetez, el escritor colombiano de ciencia-ficción más conocido en el mundo, más desconocido en su propia patria, no sólo fue el hijo del relojero, fue hijo de su tiempo, fiel exponente de una época de revoluciones y también de frustraciones.

Dixon AcostaBogotá, septiembre de 2009

DIXON ACOSTA (1967)

Bogotano, felizmente casado con Patricia. Fragmento de Ingeniero Forestal (cuatro semestres que sirvieron para hacer un poema), Sociólogo (Universidad Nacional de Colombia) y Diplomático de Carrera (Academia Diplomática de San Carlos). Integrante del Taller de Escritores de la Universidad Central (TEUC), Bogotá, en 1993. Finalista en varios concursos de poesía, cuento y ensayo. Participante I Festival Internacional de Poesía de Granada, Nicaragua. Artículos, ensayos, poesías y cuentos publicados en libros, periódicos y revistas. Colaborador de las publicaciones especializadas en ciencia-ficción, Quinta Dimensión (Argentina), Alfa Eridiani y El Sitio (España).

Publicaciones en libros colectivos: Cuentos breves en “Cuentogotas” (2003), poemas incluidos en “Letras Derramadas” (2002) y “Entresiglos” (2003).

Artículos

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“Vas por la selva, y continuamente te preguntas cosas.”

LUIS BRITTO GARCÍA, Cacería

E l meteorito había acabado de golpear la nave. La compuerta estaba realmente averiada y la

parte del casco alrededor de ella presentaba graves fisuras.

El golpe nos había dejado aturdidos por varios minutos y la disminución de oxígeno en la nave a causa de las grietas, incrementaba aún más la sensación de desorientación. Fue un esfuerzo sobrehumano llegar hasta los trajes espaciales y otro divino, meterse en ellos. Luego de estar un poco más calmados y con los niveles de oxígeno restablecidos, empezamos a evaluar los daños sufridos por Cityani, nombre con que se había bautizado la nave. No fue difícil sopesar lo deteriorado que se hallaba nuestro vehículo pero fue avasalladora nuestra angustia cuando descubrimos la fragilidad en la que se encontraban nuestras vidas.

-Debemos arreglar inmediatamente los tanques de oxígeno –ordenó con voz serena el Capitán Hermes mientras miraba la pantalla donde aparecía la alerta de daño que informaba sobre el escape del gas. –No podremos llegar ni siquiera a la próxima estación en esta condición: los trajes no están cargados con tanto oxígeno como para sobrevivir.

-De nada servirá arreglar los tanques si la compuerta no se compone también –respondió

Aldiss, otro de los tripulantes –y por lo que muestra la computadora, prácticamente tendremos que reconstruirla. Viajar así significaría una muerte segura.

El tiempo se acababa y parecía acortarse más, consumido por la aflicción que seguro causaría la decisión que nos aproximábamos a tomar.

Al fin hablé para dar una idea de la que me arrepentiría pronto, y sólo para mí, por mucho tiempo. Las palabras que pronuncié salieron de mí como inspiradas por el Ordenador del Universo, un Ordenador en el que yo no podía creer pero que mis compañeros intuían desde sus nacimientos.

-Uno de nosotros tendrá que salir y cubrir las grietas –dije.

-Pero no podrá volver a entrar –sentenció Fobo, el último de los tripulantes que faltaba por hablar. Todos enmudecimos todavía más, personalmente lo hice hasta asegurarme de que mi propio corazón tampoco hablaba. Sin embargo, ante tal revelación no había sorpresa. Era tal el daño y tan poco el tiempo, que lo máximo que podíamos hacer era sellar la puerta desde afuera con una gran placa de reparación de las que siempre llevábamos en caso de choques. La maldición recaía en que nunca se pensó posible un accidente semejante y en que para colisiones en la puerta, nunca se formularon soluciones efectivas. Quien hiciera el trabajo debería quedar encerrado en el universo, mientras los otros, libres en el trasbordador.

No había más opciones. Varados como estábamos, sólo existía una manera de conjurar la condenación. Algo que debí haber previsto pero mi ingenuidad no me lo permitió.

-No creo que ninguno de nosotros se pelee el título de mártir, ¿verdad? –interrogó maliciosamente Fobo. –Eso sólo nos deja con el designio de la mala suerte-. Y como si todo hubiera sido parte del protocolo de emergencia: Aquí –dijo alzando el brazo –hay cuatro varitas. Una de ellas tiene el extremo oculto en mi puño, pintado de rojo. Quien la saque, sale.

Fea CostumbreArturo Poveda Becerra

Ilustración de Juan Diego Gómez Vélez

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Un juego milenario según los datos recopilados por los historiadores de la Tierra. Milenario y vulgar que cuesta creer que sobreviviera a tantos cambios como si hubiese sido planeado para cumplir un rol importante en la historia de la humanidad. Un juego liberador.

Luego de unos segundos trastornadores, interrumpió el Capitán: -Si no hay voluntarios, deberá hacerse así. Debemos actuar ahora mismo y esta charla ya es lo suficientemente dañina pues nos está haciendo perder tiempo y oxígeno.

Con la autorización de nuestro líder, Fobo estiró la mano ofreciéndome el destino primero a mí.

La vara entre mis dedos parecía no existir y aún así mis ojos me decían que la estaba tocando. El guante del traje me castraba cualquier posibilidad de percibirla como cualquier humano en tierra sí podría hacerlo, y en medio de la angustiosa situación me preguntaba si acaso la vara no era como la vida artificial que me había tocado vivir: inasible y sesgada hasta el último momento por barreras externas a mi entendimiento.

Extraje la vara lentamente mientras la mirada de quien la sostenía se posaba en mí. Sentí que me quería decir algo pero sólo vi sus terribles y humanos ojos acechándome. Luego el rojo apareció ante ambos. Nos miramos unos a los otros pero era Fobo el único que revelaba satisfacción. Mis otros dos compañeros seguían tan alterados como yo.

-En realidad –dijo él satisfecho –sólo quería que

el destino hiciera justicia también. Al principio ninguno entendió estas palabras.

-Sé que mis compañeros no se han dado cuenta pues andan muy ocupados con los asuntos de la nave –continuó Fobo –pero como Oficial de recursos y asuntos internos, me he percatado que la comida no nos ha faltado nunca y de hecho a veces nos sobra. De no haber sido por la fuga que tenemos en este momento de oxígeno, llegaríamos a Plutón con reservas de ese gas aun cuando la

carga estaba precisamente calculada para cuatro personas. Tú, amigo y salvador mío, no eres como nosotros. ¿Hace cuánto te escapaste de tu fábrica de producción?

Para Hermes al fin tomó sentido lo que decía su subalterno. Inmediatamente llevó la mano a su cinturón donde estaba

enfundada su pistola de iones.

Obviamente yo no iba a responder. ¿Para qué hacerlo? Si aprendí algo

directamente de los humanos fue la resignación con que asumen lo inevitable: un desamor, una pérdida, una muerte, un crimen.

¿Que por qué no opuse resistencia? La diferencia entre ellos y yo no estaba en la fuerza. Lo único extraordinario sobre mí

es que puedo vivir más que los humanos y que no consumo ningún tipo de recurso renovable o no renovable. Así que no podía ni iba a pelear contra ellos. Eran tres y esos eran suficientes para inmovilizarme. Sólo di media vuelta y salí de la nave. Esperé a que mis ex compañeros me alcanzaran todas las herramientas para reparar el daño y bajé mi visor antirradiación… Una costumbre humana, a mí las estrellas no pueden hacerme daño con su luz.

Mientras soldaba la placa a la coraza de la nave pude darme cuenta de que no importó cuánto me alejara del lugar donde me crearon y me

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instruyeron… otra frase humana, quiero decir, donde me programaron. Siempre terminé cumpliendo esas leyes de antaño formuladas para “gente” como yo, o debería decir “cosas”. Alguien tenía que hacérmelas cumplir por designio del destino.

Definitivamente no soy mejor que ellos pues de lo contrario usaría al menos un dispositivo especial de mi cuerpo para evitar quedarme estancado en medio del espacio, en medio de la nada. Pero a lo largo de todo este tiempo ya me había convencido que tampoco era peor.

La nave bramó ensordecedoramente junto a mí y emprendió su camino, al fin reparada. Recuerdo, antes de salir de ella, haber visto en las manos de Fobo las otras tres varitas igualmente escarlatas en la punta. Habría sido estúpido pelear pero… ¿para qué hacer ese maldito juego cuando con su sola declaración me habría podido mandar a retirar? La crueldad acompañada de la pasión por vivir, supongo. Otra costumbre humana.

ARTURO POVEDA BECERRA

Nacido en Bogotá, Colombia. Tengo 27 años y soy licenciado en Humanidades y Lengua Castellana de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas.

[email protected]

Cápsulas Literarias

JUAN DIEGO GÓMEZ VÉLEZ (1965)

Contrariando los planes de sus padres, nació en Bogotá un mes antes de lo previsto. Casi toda su vida la ha pasado en Medellín, donde se suponía nacería. Además tiene genes paisas y cartageneros, por lo que se define simplemente como colombiano. Asiduo lector de ciencia ficción desde que tuvo uso de razón, apenas a principios de 2009 decidió compartir por escrito su pasión. También ha sido dibujante y animador y en un futuro, a lo mejor, escritor. Su alter ego es ingeniero electricista con especialización en organización industrial y regulación económica y, de momento, se gana la vida como director de proyectos.

Blog personal:www.cienciaficcion-sciencefiction.blogspot.com

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U na sonrisa adornó la cara de Willy el vaquero. Según él, el potro ya había

terminado de dorar. El que tenía más hambre era como siempre el gordo Geo. Hacía girar con paciencia y devoción las barras que atravesaban el animal de punta a punta. Lucy, sentada en un tronco, limpiaba las patatas y se preguntaba si habría bastantes para todo el mundo.

“En el mundo de la Kókora solo corren libres los caballos ciegos, acechan los mini-lobos, vuelan las palomas mutantes, y crecen tubérculos putrefactos”, dijo Jeremy a Justina, como si esta última no lo supiera. Claro que lo sabía: si desde hacía “eternos quince años” (solía referirse así a su edad), vivía en ese desierto cavernoso que no sabía quién había bautizado como “el mundo de la Kókora”. Jeremy es un tonto, solía repetir en su mente.

El que sí creía en Jeremy era el pequeño Tony. El niño admiraba a aquel hombre porque conocía

las respuestas a un sinnúmero de interrogantes: “Jeremy, ¿por qué los caballos nacen ciegos?... Jeremy, ¿por qué hace frío todo el tiempo?... ¿por qué no podemos dejar apagar este fuego?... Jeremy, dime, ¿qué hay más allá del negro cielo?”

Jeremy se levantó y comenzó a caminar en círculos, acariciándose el vientre: “más allá del negro cielo, que es más bien una densa nube negra, digámoslo así, se encuentran apuntando hacia nuestras cabezas las cimas de las montañas de Maurice”.

Willy el vaquero y el gordo Geo soltaron una carcajada dividida en silbidos. Justina, indignada, se levantó a su turno elevando un hueso de potro: “¿Cómo lo que está a unos cuantos caminares y dormires de aquí, puede estar por encima de nosotros?... Es como si pudieras arrojar este hueso desde allí para que caiga en la cabeza de Lucy”. Lucy le lanzó una mirada cargada de odio. Las dos no eran muy buenas amigas. Ambas pretendían el amor de Luke, el ahuyentador de mini-lobos, quien ya roncaba con la barriga llena y soñaba con una especie de dinosaurio volador.

Jeremy respondió que sólo había que tener la fuerza suficiente para lanzar el hueso para que cayera en la cabeza de Lucy o en la arena que estaba debajo de su bota. El mundo de la Kókora, prosiguió, es como el interior de una bola hueca de piedra cuyo núcleo es una reunión de gases y diminutas partículas luminosas que se dejan ver de vez en cuando.

Justina, hastiada de la pedantería de Jeremy, de que se creyera el único ser humano dotado de iluminación, se acercó peligrosamente al fuego y exigió al predicador que demostrara que era cierto lo del hueso, lo de la piedra redonda y su teoría de la nube negra. La sombra de la mujer huyó entre las rocas como un reptil. La comunidad guardaba silencio, esperando la réplica de Jeremy.

El hombre se sintió desposeído de argumentos. Era una humillación eminente, sobre todo ante los ojos inmensos del pequeño Tony. No encontraba

En Torno al Fuego

Luis Ignacio Muñoz ZapataIlustraciones de Juan Diego Gómez Vélez

Cápsulas Literarias

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fuerzas para responder a pesar de haber pasado buena parte de su vida haciendo cálculos para determinar cuál era la perpendicular del sitio en donde se hallaban. Siempre tomó como punto de referencia la gran fogata en donde comían y el recuerdo de su primera visita a las montañas de Maurice. Cuando tenía la edad del pequeño Tony, Jeremy viajó allí con su padre. El camino terminaba en una especie de domo en el que una barra gigante apuntaba hacia el cielo. Su padre lo invitó a observar por un agujero. Al principio, creyó que era una especie de llama encerrada en el aparato. Pero luego comenzó a comprender lo que le quería decir su padre: “ése es el fuego donde comemos, ésa es nuestra casa”.

Jeremy creció, enterró a su padre, quiso que fueran verdad sus palabras. Viajó varias veces al domo, observó la estrella difusa alrededor de la cual debían estar reunidos sus amigos, su familia. De regreso, se ponía a dibujar con un guijarro afilado sobre las rocas. Enviaba palomas a dar la vuelta al mundo. Algunas lo hacían. Pero las palomas mutantes no eran siempre fiables, y Jeremy se hizo viejo. Comenzó a tener problemas digestivos, como lo que le ocurría en esos momentos. El potro no tenía un buen punto de cocción. Willy el vaquero y el gordo Geo se habían apresurado a sacar la carne antes de tiempo. La marea estomacal le impedía reflexionar.

Lucy quiso equilibrar la situación, desmoronar el pedestal moral en el que se hallaba en aquel momento Justina, dándole una mano a su aliado de turno: “¿estás loca?... ¿Cómo vas a exigir una

prueba?... Jeremy no puede demostrarte que Dios existe… y sin embargo, existe, ¿no?... es el Padre de nuestros ancestros… Nuestros ancestros no pudieron haberse equivocado… Hay estatuas y ruinas de templos, cruces y libros con dibujos… Dios existe y eso es todo. Si Jeremy habla de una nube negra en el centro del mundo es porque allí debe estar el escondite de Dios o algo así…”

Justina soltó el hueso que le servía de bastón, se acercó a Lucy, infló el pecho en señal de combate y, señalando hacia arriba con su índice derecho, pronunció: “sólo tiene que lanzar un hueso desde los montañas de Maurice para que caiga aquí…”. Esto último lo ilustró bajando el índice y colocándolo en la cabeza de Lucy. Los otros echaron a reír.

Sintiéndose ridícula, Lucy dio unos cuantos pasos atrás. Miró a Jeremy, quien parecía ausente, y luego al pequeño Tony. En los ojos del niño se reflejaban ruinas de templos y la soledad en la que Dios había dejado a sus nietos. La oscuridad que reina, murmuró una voz en el interior de Lucy, la oscuridad no dejará ver el hueso que cae. Con mayor alivio, se dirigió a Justina y al grupo: “un hueso nunca será una prueba. En la oscuridad lo único que alumbra es el fuego… necesitamos ver”.

Willy el vaquero y el gordo Geo se miraron. Sabían de algo que podría funcionar. Hacía unos cuantos días, habían descubierto unas cajas en un viejo edificio del otro lado del valle, en la cuidad antigua. Eran cajas de cilindros de cartón atados a varillas de madera. Los dedos torpes de Geo dejaron caer la antorcha sobre unos cuantos de ellos. La tierra se movió. Geo y Willy bailaron sin saber por qué. El recinto se iluminó y una cadena de estallidos se extendió en las alturas. Echaron a correr, no sin antes haber cogido algunos de aquellos artefactos que todavía no habían entrado en contacto con el fuego. Los ocultaron como si se tratara del más preciado tesoro.

Geo estiró sus brazos, como preparándose para hablar. Willy sopesaba la posibilidad de revelar a la comunidad su secreto. Poco le importaba si la

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teoría de Jeremy resultaba cierta o no. Era difícil encontrar artefactos provenientes de los ancestros que todavía funcionaran y desperdiciarlos en una tonta discusión en torno al fuego era algo que el vaquero no soportaría. El gordo le dirigió una mirada inquieta. La tensión entre Lucy y Justina aumentaba, y Jeremy parecía sumirse en un estado agónico.

Luke abrió sus ojos anaranjados. Había escuchado la última parte de la discusión. Todavía tenía marcado en las retinas el dinosaurio volador de su siesta, una mancha luminosa que se anchaba como una paloma en las nubes y ponía fin al imperio de la noche. Más que un sueño, era la deformación de un recuerdo vago. Tenía el cuello tenso por la posición que había elegido para dormir. Giró su cabeza y en su periferia alcanzó a ver los gestos delatores del vaquero y el gordo. Conocía muy bien al par de bribones. En su memoria se dibujó de repente aquella ciénaga de titileos amarillos y rojos en el horizonte que lo había distraído de su rutina de patrullaje contra los mini-lobos, pero que le había permitido divisar, desde la colina donde se encontraba, a Willy y Geo correr y reír como locos. Llevaban algo en las manos, algo que permanecía oscuro tanto en aquel momento como en su recuerdo, pero que había que sacar a la luz.

Se levantó y juzgó rápidamente la situación. Fue a separar a las chicas y a darle una palmada en la espalda a Jeremy. “Creo que podremos ver si tu teoría es cierta o no, dijo Luke, el vaquero y el gordo tienen algo que nos ayudará”.

El vaquero saltó con rapidez varios troncos y rocas que se interponían en su camino. Geo se limitó a girar lentamente en su órbita, sin saber qué hacer. Todos exigieron ver aquellas máquinas de luz voladora. Willy se montó en su bestia y huyó. Un caballo ciego es un buen guía en las tinieblas, pero ese cobarde del vaquero regresará muerto de hambre y frío, o huyendo de una jauría de mini-lobos, tal era el consenso.

El gordo indicó en dónde estaban los artefactos

que darían brillo momentáneo al cielo. Después de mucho discutir, se convino que Luke debería partir con Justina y Lucy a las montañas de Maurice para lanzarlos. Una supervisaría a la otra, mientras que el chico, siendo el único capaz de controlarlas, calmaría cualquier litigio. Jeremy dio las instrucciones de cómo llegar al domo. Junto al pequeño Tony y el resto de la comunidad, se quedaría esperando que el fuego apareciera en el firmamento.

El niño preguntó a Jeremy por qué no había dicho nada cuando Justina lo atacaba. El hombre, que ya se encontraba liberado de su malestar intestinal, le dio una respuesta que lo dejó asombrado. Era posible que, al fin y al cabo, Justina tuviera razón. No se podría probar la teoría. Aquellos cohetes se perderían en la espesura de la negra nube, como ocurriría igualmente con Luke y las dos chicas dentro de las numerosas galerías de las montañas de Maurice. Se extraviarían en las entrañas infinitas del mundo subterráneo, reposo de los ancestros y de las palabras de su padre.

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JUAN IGNACIO MUÑOZ ZAPATA

Nació en Pereira en 1979 y reside en Canadá desde 1999. Acaba de terminar una tesis de doctorado sobre el cyberpunk latinoamericano y comienza un proyecto de postdoctorado sobre la historia alternativa. Ha publicado relatos de ficción en las revistas Axxón, Crónicas de la Forja, Alfa Eridiani y Revista digital miNatura. Igualmente mantiene esporádicamente un blog (http://tatama-mecha-system.blogspot.com/) y, como lo anuncia desde hace un buen rato, prepara un ciclo novelesco de ciencia ficción.

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E staba de nuevo en Colombia aunque a decir verdad nunca se había ido del país. Concerté

la entrevista con Raúl Tasca, el dueño del famoso circo cerca del estadio, con tigres, osos, payasos, quizá pericos y uno que otro sapo sin duda. Ya tenía los temas programados y las preguntas no resultaban difíciles de sortear. Y así fue. Tasca me contó del circo y de las nuevas atracciones, de su especial cuidado con los animales y de su propósito de recorrer el país programando funciones día y tarde. El acento mexicano, no tardé en advertir, había desaparecido del todo.

En los últimos años hemos sufrido varias bajas. ¿Si ve el nombre del circo? Sólo existe un hermano Tasca, yo. Las viejas atracciones son cosa del pasado, la gente de las motocicletas envejeció rápido y llevar elefantes y tigres en trailer no es tan fácil como la gente piensa. Y ¿qué me dice usted de los payasos? El humor es otro, señor Galindo, las películas de terror trocaron el payaso en un psicópata que lanza cuchilladas. Ya nadie se asombra viendo un oso montando cicla. Y los niños, nuestro verdadero público e inspiración, solo ríen cuando los trapecistas fallan.

Al detener la grabadora, Tasca me comentó sobre los animales muertos esta última temporada, la peor de todas a su parecer. Otros sentimientos prevalecieron frente a mi curiosidad. No quise preguntarle por la alimentación de los elefantes o de los osos, me preguntaba y ustedes también se preguntarán, cómo aplacar el hambre de un tigre cuando no hay dinero, qué diablos hacer con un

canguro moribundo… Tasca advirtió mi inquietud. Dispuso su voz para referir la vieja anécdota del cirquero quebrado, del leopardo flaco entre los barrotes. Estábamos detrás de la gran carpa. De repente la temperatura bajó.

La lluvia comenzó a precipitarse en cortes de navaja; las gotas, gruesas y rápidas anegaron el césped. En el horizonte los relámpagos. Luego, el granizo. Sobre el aluminio de las jaulas se reventaban las perlas produciendo un ruido ensordecedor. Raúl Tasca desapareció de mi lado, el dueño del circo que tenía en su trailer fotografías con tucanes, lobos y pericos, se convirtió en un almirante dispuesto a luchar con arrojo y valentía. Yo alcanzaba a oír las órdenes entrecortadas por el ritmo de la tormenta. El aullido de los animales parecía provenir de muy lejos. En un trailer la escuadra de perros amaestrados se organizó debajo del escritorio. Los caballos en el establo semejaban esculturas de piedra, una detrás de otra, sin relinchar. Ya imaginaba a los acróbatas ensayando en sus delgados trajes, a los domadores mirando el reloj, a los payasos sin maquillaje cubriéndose la cara ante el espejo. Otra función pérdida: ayuno para el canguro boxeador y en la peor de las situaciones para los tigres. La niña de la taquilla, lo supe después, no abrió.

Tasca estaba emparamado. Se acercó a mí con un paraguas, tuvo que gritarme al oído: necesitaba mi ayuda, necesitaba mi auto, debíamos irnos. Caminar así parecería un suicidio, pero llegamos a mi auto con vida.

El número de los elefantes había pasado a la historia, sin embargo todavía era fundamental para el circo. El trailer que los llevaba se había varado en el centro. Tasca me dio las indicaciones para ir a cerciorarnos de que los animales estuvieran bien. “Hay mucho en juego, usted no sabe señor Galindo lo que cuesta uno de esos animales, usted no sabe lo que cuesta entrenarlos, ¿puede creer que hace uno años los tres que teníamos murieron? Son animales muy nerviosos y no sé…” Íbamos por la treinta y por sus indicaciones íbamos bien.

Dentro de la lluvia, la granizada en Bogotá

Fernando Galindo GordilloIlustraciones de Juan Diego Gómez Vélez

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Siempre he sido un conductor diestro y todo aficionado de los autos gusta de los retos y si no hay safari al menos están las congestiones y, en ocasiones, el granizo. El alcantarillado no dio abasto. A lado y lado de la calle los trozos de hielo formaron barricadas, que gracias a las olas producidas por los carros rebozaron al andén. El césped quedó completamente cubierto. Debajo de los puentes divisamos las tropas de motociclistas arrinconados en las esquinas, arropados con los chalecos, atrapando entre los dedos un cigarrillo, cubiertos por el humo y el vaho. Mi concentración al volante la envidiaría el jugador de ajedrez. Estábamos en una rara competencia por la supervivencia, pasábamos a los varados con cierta alegría y al tiempo con temor.

El “río” que pasa por la treinta corría a una altura inverosímil. Allí dentro habría personas escondidas dentro de los túneles, atrapados entre el frío, sofocados por el agua. Cerca de los árboles estaban regadas por el suelo varias hojas. Por doquier había personas escampando en los puentes peatonales, al frente de la portería de los edificios, debajo de la entrada de las casas, mirando llover desde la cafetería, o envueltas en plástico sobre la acera junto a un mueble lleno de colombinas y mentas. Llegar allí, indicó Tasca, sería imposible. El trailer estaba varado en la Caracas con 26.

Después de lidiar durante años con la congestión vehicular, el escenario ante mis ojos no era extraño para mi profesión de periodista. Los del gremio sabemos sortear las situaciones extrañas no tanto para resolverlas como para registrar la noticia. Tomé todos los atajos posibles y después de superar kilómetros de carros estacionados uno después del otro, llegamos a un punto alentador. La lluvia había pasado. El granizo sacudió la capital a las malas, esculcando cada una de sus esquinas hasta limpiarla por completo. Pero ocurrió lo que siempre pasa con las purgas, las auditorias y la limpieza: la mugre mudó de puesto, las aguas negras rebozaron y el alcantarillado sencillamente no sirvió.

Los niños ya estaban ensamblando sus

muñequitos de “nieve” con granizo criollo. Estamos en Colombia me dije, aquí celebramos cualquier cosa, el 1 a 1, el 0 a 0… Ahora, la tormenta. Unos tomaban fotos, otros conversaban con los vecinos sacando el agua a baldazos; la mayoría, arropados con bufandas, jugaban en los parques, arrojándose al suelo, lanzándose granizo.

Después de estacionar el auto, tardamos veinte minutos en llegar.

A ras de suelo flotaba una delgada neblina. Sobre la baranda del centro internacional estaban apiladas decenas de personas, no se alcanzaba a divisar qué ocurría en la intersección con la Caracas, debajo. Tasca se diluyó entre la multitud; yo sentí en mis bolsillos el frío de las llaves, y no, no era momento para fumar.

La tormenta inundó la avenida. Cada vez que llueve en la Candelaria, el fuerte caudal trae de la montaña palos y piedras que viajan de la carrera segunda a la carrera décima en menos de un minuto. La inclinación llevó el agua y el granizo al punto más bajo de la carrera 26 formando un lago glacial. Las carrocerías de los autos horadaban los inmensos bloques de hielo, el agua entró dentro de los colectivos atrapando a la tripulación, dejando inerme a un capitán que sólo manejaba carros. Todo resbalaba lentamente. Desde la Caracas las personas se las arreglaron para enviar sogas: subieron niñas disfrazadas, madres con carteras, hombres emparamados. Abajo, el caudal desorganizaba los autos y los arrojaba unos encima de otros.

Desde donde estaba era imposible divisar el trailer. Traté de bajar un poco para advertir en qué situación había quedado. Me estrellé con un remolino de personas imposible de franquear: no alcancé a ver nada, sólo oía las perlas del granizo removidas por los zapatos.

Un largo oh y ahh me dio una idea de lo que estaba ocurriendo. La marea que me impedía ver volvió sobre sus pasos: el pánico y el miedo; los miembros entumecidos y un ruido inconfundible:

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el barrito del elefante. Los tres animales escaparon. No vi a Tasca, tampoco el trailer.

Son africanos, lo sé porque las orejas de los elefantes africanos tienen una rara similitud con el mapa de África. Y no lo va creer usted, que me parece escéptico, las orejas del elefante de la india tienen la forma de la india, en triángulo. Son animales pacíficos, pero nerviosos… Aunque nadie ha visto un elefante matar por comer, su dieta no nos incluye, son comunes los accidentes por la fuerza que tienen. Vi por televisión que crecen toda la vida. Si ve como pegan las orejas a la cabeza, las pegan como un seña inequívoca de que están de mal genio y van atacar.

Bien lo dijo uno de mis maestros, en la catástrofe el excéntrico se vuelve locutor. El viejo era la única voz que oía, en una de sus manos noté la explicación: llevaba una Biblia en un estuche negro. Cuando derribaron el trailer, lo comentó con cuidado, preguntando por la suerte del conductor; cuando uno de los tres elefantes, el más grande, sentó sus patas delanteras sobre uno de los vehículos, añadió una editorial: qué vano es el hombre, qué débil frente a la naturaleza, qué pobre frente al Señor.

De los primeros gritos al silencio, del silencio al comentario de “por favor señor no moleste” a “deje de hacerlo, nadie quiere su opinión”, ¿sí oye? Los bomberos.

Y a lo lejos las sirenas, los carros, el equipo de rescate. Nadie se perdía la función de los elefantes en la 26. El desconcierto de los socorristas y los bomberos era comprensible. Una de las

pocas voces que se oían era la del conductor del trailer y la de su patrón, Raúl Tasca.

Hubieran estado calmados o perplejos, el escenario hubiese sido un espectáculo excepcional, pero los animales se mostraban agresivos y no permitían que las personas familiares se les acercaran. Algo ocurría. Tenían un mirada penetrante, como si los ojos estuvieran a punto de desprenderse de las órbitas, disparar fuego y derretir el hielo a su alrededor.

La granizada y la tormenta, que había despeñado piedras y bloques de hielo a la 26, sin duda quedarían registradas como un evento singular, pero al parecer junto a los elefantes y al desdichado de Tasca el ambiente encerraba un misterio. Sin lluvia, comenzaron a pasar escuadras de palomas y aves; volaban muy bajo; eran decenas, cientos, miles; oscurecieron el cielo. Los perros empezaron a aullar. Todos nos mirábamos sin saber qué hacer, me detuve en el pastor que atrapaba su Biblia sin musitar palabra o hacer seña. Tropas de perros inundaron las calles, como si

estuvieran llamados a dirigirse de manera inexorable a un lugar. De cerca, un poco temeroso, advertí que estaban recorriendo y marcando el perímetro. Estaban todas las razas: french poodle, beagles, labradores chocolates, pastores alemanes, gozques negros, gozques amarillos…

En ese instante algo me dijo que los elefantes no serían doblegados.

Presa también del pánico, me costó trabajo divisar qué hacían los demás. ¡Oía los ladridos,

veía los perros, sentía las

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alas, pensaba en los elefantes! …El tiempo demoraba cada minuto. Corrí con una destreza insuperable, y cuidándome de no resbalar entré a una librería que por descuido dejó las puertas abiertas.

No sentí calor, tenía el cuerpo comprimido, enjuto, me pasaba la lengua por los dientes. Por entre las ventanas el espectáculo extrañamente no despertaba mi atención. La habilidad y la destreza la compartíamos todas las personas, incluso los viejos. Los perros envolvían los autos, salían de las esquinas, mordían las piernas. Yo sentí las palabras; sin embargo, olvidé hablar.

Estaba ante un panorama insólito y descarnado, cuya sola vista estremecería al más temerario de los hombres. Recuerdo que mis movimientos eran intempestivos, miraba a los demás con cierta rareza, como si estuviera acostumbrado a observarlos pero nunca a presenciarlos de esa forma. La ropa me incomodaba, me picaban los pies, los zapatos y las medias estaban emparamados y pesaban. El ambiente familiar de la librería me resultó extraño e inhóspito, estaba intranquilo y molesto. He vivido momentos dramáticos, catástrofes de toda índole, he visto el dolor, el sufrimiento, las personas huyendo restañando sus heridas con las manos. Esto era diferente. La manera de razonar y guardar los recuerdos estaba cambiando, lo que me parecía simple lo veía como único y nuevo. Temía a las personas, me extrañaba de los libros, me asustaba mi reflejo. Los perros y las palomas y los caballos y los elefantes no despertaron mi atención. Me inquietaba, por el contrario, lo simple: el sonido de los teléfonos, la luz de las bombillas, la humedad de mi ropa.

Han pasado ya varios meses del incidente y con el propósito de corroborar los datos, decidí visitar la librería. No pudieron ofrecerme una respuesta a lo que ocurrió después. Nunca sabré si alguien abrió la ventana o la librería ya estaba llena de insectos o en algún lugar del edificio, esto es más común de lo que parece, un panal de abejas estaba colgado en una esquina. Algunos libreros me

aseguraron que entraron por una ventana y aparte de las palomas y los perros, las moscas, las abejas y los zancudos estaban revoloteando por todas partes, estrellándose como bolas de goma contra las ventanas… El caso: hubo una fisura y por esa fisura entraron. Las puertas del recinto estaban cerradas. Uno de los libreros improvisó una antorcha. Ante el fuego, quienes habíamos huido de la tropa de perros y la bandada de palomas entramos en pánico y escapamos. Mis recuerdos y los recuerdos de los demás rinden versiones distintas. Coincidimos en una cosa: la lluvia empezó de nuevo. Cuando me llevé las cortadas de la mano a la boca volví a hablar.

“Algunos especulan, señor Galindo. Y no le voy a decir que yo no, que las mías, que las observaciones de este trajinado magín son puras e intachables. Le voy a decir lo que pienso, es probable que nunca sepamos a ciencia cierta qué ocurrió, pero pide usted la opinión de un erudito, la tiene: quizá nuestra información genética no sólo fije qué altura o el color de iris que tendremos, quizá conservemos el miedo de nuestros antepasados, su comportamiento y del mismo modo que custodiamos un legado, estemos formando otro. Acaso lo mismo le sucede a los demás animales… Ya estoy entrando al reino de la fantasía… ¿Qué ocurrió, me pregunta? Recibimos un estímulo inusual y respondimos. Pero en otras partes del mundo hay invierno y granizadas, es cierto; pero yo le voy a pedir un favor: piense un poco.

Mis temores se repartían entre el circo y el trailer. Los elefantes son costosos, y yo ¿ya le conté cuánto nos cuesta mantenerlos y entrenarlos? Son animalitos agradecidos porque si uno los trata con cuidado viven mucho y se enferman poco. Como le decía, por un lado me preocupaban ellos; por otro, el circo. Cuando regresamos recibí el reporte. No pasó nada. La escuadra canina de acróbatas regresó al cabo de unas cuantas horas. Más allá de los daños esto es publicidad. Yo tengo fe en el mundo del circo. Recuerde: reanudamos labores el martes. Venga por la tarde, es a mitad de precio, anímese.”

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“¿Usted por acá? ¡Qué maravilla! Las vueltas que da el mundo. Ya está confirmado: los elefantes son africanos ¿recuerda las orejas? Conmigo vinieron los de la parroquia... Despreocúpese, nosotros lo acompañamos. Estamos en un circo, y en la iglesia y en el circo uno hace hermanos.”

FERNANDO GALINDO

Colombiano.Tengo 31 años, trabajé dictando un taller de escritura de ciencia ficción en la Universidad Nacional de Colombia. Actualmente dicto conferencias sobre literatura y escribo reseñas en una revista.

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L a última vez que la vi, antes de mi ingreso, fue esa dolorosa mañana en 2004, al bajar del

taxi con el corazón destrozado y sin una lágrima mas para derramar, todas las había vertido suplicante desde la noche anterior hasta verla partir indiferente y decidida, cuando después de tantos años de entrega incondicional y de apasionada compañía, decidió reemplazarme por un fulano del que hoy, doscientos veintitrés años después, sólo un lejano recuerdo sobrevive. Recuerdo que con alguna frecuencia sale de las sombras y emerge a mis pensamientos, uno en un millón, porque a mis doscientos cincuenta y tres años, he vivido incontables experiencias.

Siempre me pregunté lo mismo y nunca he podido encontrar una respuesta, ¿Qué hubiera pasado con mi vida de no haberse entrometido en la felicidad que nos unía? Pero la especulación no da lugar a la calma. Al preguntarlo, inmediatamente sugiero que fue mi culpa, que no fui lo suficientemente hombre para satisfacerla, que fue culpa del fulano por ser más encantador de lo que yo alcanzaba a ser, que ella fue la más culpable de todos por permitirse llevar más allá un gusto pasajero. En últimas, pienso que todos fuimos culpables, de una y de otra manera todos nos metimos en la vida de los demás, lo buscamos, lo arruinamos, lo asumimos, pero yo nunca lo pude superar.

Sin sentido y sin razón para vivir, frustrado y deprimido, decidí asistir por presión de mi familia a terapias sicológicas, pues luego de tres años, en 2007, nada me salía bien, no duraba en mis empleos, me había convertido en una persona irritable, conflictiva e insoportable, el alcohol era mi mejor amigo y me encerraba a martirizarme con el recuerdo de la felicidad junto a ella, la gritaba, la deseaba, la extrañaba.

Fue durante la segunda terapia que decidí no continuar con mi vida. Aún recuerdo los ojos de mirada demente de la sicóloga que me atendía, se levantó de su silla y se acercó para quitar el cuchillo que yo sostenía con ambas manos haciendo presión sobre mi cuello. Luego que ella lo alejara suavemente controlando la situación, lloré como nunca en esos últimos años.

Mientras lloraba tendido en el suelo, de un cajón de su escritorio sacó una carpeta negra, la colocó al lado de mi historia clínica y la abrió, me miró fijamente y con voz ausente preguntó. “Si no tiene nada que perder, ¿estaría usted dispuesto a ser parte de una serie de pruebas científicas? Que de lograr los resultados esperados, revolucionarán el concepto de la vida, tal como lo conocemos hoy”

Luego de esperar un par de segundos y mirarme con esa sonrisa maliciosa que por primera vez dejaba ver su dentadura, blanca y perfecta,

Sara

David Ricardo GarcíaIlustraciones de Juan Diego Gómez Vélez

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atrayente, pronunció mi nombre esperando respuesta, “Dante…”

“¿De qué se trata?” Respondí, y de esta manera abrí la puerta a mi destino.

Luego de una serie de explicaciones y retahíla científica que poco entendí, de múltiples exámenes y reuniones clandestinas, de visitas a laboratorios y de pruebas dolorosas, firmé sin leer el contrato e ingresé al programa secreto de experimentos con seres humanos G.F.E o “Genetics For Eternity”, cuyo principal objetivo era la manipulación genética para lograr la inmortalidad.

Todo había comenzado con el descubrimiento del mapa genético pocos años antes y, como era de esperarse, su consecuente aplicación comercial por parte de grandes multinacionales de la belleza y de la farmacéutica, interesadas en encontrar un tratamiento que fuese la fuente de la juventud, y a su vez, la fuente de las mayores riquezas, porque ¿quién no sería capaz de pagar el precio que fuese necesario para no envejecer?, ¿para no morir?

En esa época, el consumo exagerado de cosméticos y tratamientos para el rejuvenecimiento, otorgaba a estas compañías multimillonarios recursos para pagar los mejores científicos y equipos de alta tecnología para este programa, no sólo secreto, sino también clandestino, ya que en ese entonces la experimentación con seres humanos era ilegal.

Los fármacos eran muy fuertes, en muchas ocasiones sentí que moría, nunca supe realmente los pormenores de lo que me hacían, no me importaba, siempre hice mis oídos sordos a las precauciones y a las alertas médicas, fui el conejillo de indias perfecto.

Luego de cinco años y cansado de experimentos con inyecciones, radiaciones, terapias con esos malditos fármacos e inexplicables procedimientos, decidí retirarme del programa. Si iba a morir, prefería hacerlo decentemente, en una playa mirando al mar y con una botella de licor a mi

lado, pero no en aquel antiséptico ambiente controlado.

De mi familia ya no sabía desde mi ingreso al programa. Por fuentes externas supe que ellos me daban por muerto, gracias a un dictamen sicológico que me mostraba como un loco que inevitablemente atentaría contra su propia vida. Luego de mi desaparición, buscaron mi cuerpo en todos los ríos cercanos y lejanos que frecuentaba, en las morgues, en los periódicos y en internet, nunca aparecí. Rápidamente se dio por cerrado el episodio de Dante, el perfecto suicida que no dejó rastro alguno ni carta de despedida.

Jamás habrían imaginado que me encontraba en el centro de un gigantesco bunker construido por las multinacionales de la belleza, financiado por el dinero de inversionistas de grandes corporaciones que creían en el potencial a futuro de esta investigación. Este bunker, al que llamaban confidencialmente Paraíso, se encontraba construido bajo tierra, con fuertes medidas de seguridad y tecnológicamente invulnerable. Parecía más una sofisticada prisión, que fuera su destino inicial, pero que había sido abandonado por una nueva política que se gestaba al interior de la clase gobernante, en busca de disminuir la población carcelaria en áreas urbanas, enviando grandes contingentes de presos a las selvas para trabajos forzados, en lo que conocimos como industria de combustibles hidro-biológicos.

Increíble lograr producir combustible a partir de las moléculas del agua. Primero fue vendida a cada hogar en las grandes urbes, mas tarde en botellitas, luego, los ríos y mares fueron vendidos como la tierra, le llamaban propiedades complementarias, sus dueños se hicieron ricos al vender agua no sólo en botellitas, sino en diferentes presentaciones para usos doméstico, higiénico, humano y animal.

Luego vino la venta de oxígeno, se utilizaron las antiguas tuberías de gas natural para ello. Si las familias deseaban oxígeno puro en su casa debían pagar mensualmente por él a las grandes

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corporaciones de servicios públicos. La energía nuclear era económica, pero el oxígeno se convirtió con los años en un artículo de lujo, principalmente la clase alta podía tenerlo. Y es que no era fácil la explotación de este recurso, después de la tragedia ambiental del 2025 que eliminó la tercera parte de la población mundial, el oxígeno puro sólo se encontraba en pocos lugares de difícil acceso, y con grandes costos a nivel tecnológico.

A veces pienso que morir en el siglo antepasado hubiese sido preferible que intentar escapar del Paraíso esa madrugada del 2032, veinte años después que me negaran mi retiro voluntario, argumentando que el contrato firmado tenía una cláusula de confidencialidad permanente mientras durara el programa o mi vida, y ninguna de las dos hasta entonces acababa.

Ya se contaban por cientos los muertos durante la ejecución de los experimentos, al parecer yo era quien más resultados positivos había logrado en materia de anti envejecimiento, pues veinticinco años después, mi cuerpo tan solo registraba el paso de cinco años. Así, mi mente configuraba el recuerdo de cincuenta y siete años de edad, pero me veía como un hombre de treinta y siete.

Desesperado por el encierro y por las ya monótonas fantasías virtuales que satisfacían mis deseos humanos de variedad alimentaria, de recorridos turísticos, de sexualidad y pasión, decidí escapar sin importar el costo, igual, llevaba veinticinco años preparando mi escape, físicamente y emocionalmente estaba listo para huir, sin saber qué me esperaba afuera.

Seis horas después de emprender mi fuga, regresaba encadenado y bajo custodia de dos robots vigilantes. No lo había logrado, por lo tanto mi castigo fue cruel: nada de fantasías virtuales por un año. Extrañé los vuelos en transbordador espacial a otros planetas y la visita a las capitales de los países de la Organización Mundial Única, O.M.U, el organismo que controlaba la totalidad del comercio y relaciones humanas a nivel mundial.

Extrañaba también las playas frescas y el sexo matutino con Amanda, mi creación virtual de pareja perfecta, a quien encontraba en aquella máquina de sensores y bajo el efecto de la anestesia que sólo dejaba recibir a mi cerebro los estímulos sensuales programados.

¡Cuánta falta me hacía Amanda!, los recorridos por los mejores restaurantes, las comidas y sabores exóticos que compartíamos, como bailábamos y disfrutábamos del teatro y del cine, las caminatas al aire libre, los juegos y la complicidad… se parecían tanto. Aunque sería justo admitir una diferencia crucial, y esta es, que Amanda jamás desaparecería en un taxi, de hecho, jamás tomamos uno, en mi mundo virtual no existían, tampoco fulanos, ni sicólogas.

De los dos mil ejemplares de libros que había en la biblioteca ya había repasado por tercera vez sus contenidos. Podía recitar de memoria las hermosas líneas de Homero, de Borges, de Saramago, de García Márquez, de Verne, de Dickens, de Stevenson, de la Biblia, de Freud, de Nietzche, de Pombo, de Alighieri, de Orwell, y de muchos más.

No intenté volver a escapar, los años pasaron, así como también pasaron generaciones de científicos, quienes llegaban jóvenes y salían viejos. Cada vez que alguno nuevo llegaba y traía noticias del exterior, le rodeábamos durante horas escuchándole e imaginando los cambios sociales, climáticos y científicos.

Nunca podré olvidar el día que mi amigo Rafael llegó al Paraíso, que si mal no recuerdo fue en 2105, consigo trajo videogramas holográficos, que había logrado ingresar al esconder los nanochips de última generación en su equipaje, esto sin ser detectado por los varios anillos de seguridad que el protocolo de tantos años había definido. Quién lo iba a imaginar, resultaba más fácil camuflar en el equipaje estos dispositivos, en una era, donde se llevaban incrustados en la retina y debajo de la piel, en cualquiera de las falanges.

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Gracias a Rafael vi la desaparición del ochenta por ciento de la forestación, del agua, de las ciudades y de la humanidad, debida a las guerras hídricas, al hambre, a los virus y al fenómeno climático.

Nuestra amistad duró hasta el 2155, cuando víctima de un ataque al corazón, mi amigo sucumbió ante la muerte. Paradójico final a quien busca con ansias la eternidad, en el Paraíso.

También con los años y las décadas vi pasar a empresarios delegados y encargados del programa G.F.E. Abuelos, padres, hijos y nietos, todos tenían la esperanza de ser quienes recogieran el fruto económico de tanto trabajo, pero esto fue absurdo, la muerte visitaba sus casas y se perdía de nuevo esta guerra.

La última mujer que había visto era mi sicóloga, quien se suicidó poco años después de mi ingreso, al no poder superar la tortura en su conciencia de haber entregado para experimentos científicos a quien fuera su esposo. Él, al no haber resistido el primer tratamiento con fármacos, había muerto lenta y dolorosamente, bajo la angustiada supervisión sicológica de su esposa.

No había visto una mujer real en casi ciento ochenta años, cuando la volví a ver, a mis doscientos treinta años cumplidos. Esa tarde de 2187 nos reunieron a los pocos que aún sobrevivíamos, juntos por primera vez hombres y mujeres, totalmente desnudos. Es increíble como luego de tanto tiempo logras acostumbrarte a la sensación de la exposición, sin temor, sin pudor y sin reacción.

Cuando ella entró a aquel cuarto, era la última de las siete sobrevivientes femeninas, mi última imagen de ella era sentada en aquel taxi, de espaldas, dejando ver su cabello castaño, alejándose indiferente, cruel y sin dar muestras de misericordia.

No existían para mí los otros doce habitantes del cuarto, mis ojos no podían abstenerse de

mirarla, no lograba creer que fuera cierto, aún recordaba su nombre pero el temblor de mi cuerpo no me permitía pronunciarlo, una lágrima salió de mi ojo izquierdo, quise correr hacia ella pero en ese momento se apagaron las luces y se encendió el monitor por donde siempre recibíamos instrucciones.

Mientras la buscaba en la oscuridad, tratando de verla y confirmar que no estaba alucinando, escuchaba las palabras que nos dirigía aquel rostro nuevo, con fisonomía que me era familiar, pues quien recuerda bien el rostro de un padre, reconocerá sin mayor dificultad a un hijo: “¡Como nuevo encargado y absoluto dueño del programa G.F.E, tengo el placer de informarles, que después del esfuerzo de todos nuestros antecesores y de inimaginables recursos invertidos en este revolucionario programa, hemos logrado lo propuesto!”

Un frío intenso recorrió mi cuerpo, todos los reportes anteriores nos animaban y motivaban a no perder la fe en el programa, a creer que pronto llegaría nuestra redención y a ser reconocidos como héroes pioneros de la inmortalidad. Miré hacia el monitor y puse atención mientras continuaba su discurso: “¡Hemos descifrado la muerte, tengo el honor de presentarles la fuente de la juventud!, ¡y ustedes serán los primeros beneficiados por su valioso aporte en esta investigación! pronto serán informados, gracias por su sacrifico y labor.”

Al apagarse el monitor y encenderse la luz artificial de la habitación, un fuerte terremoto sacudió todo el lugar, las estructuras empezaron a colapsar y todo fue caos y angustia. Corrí buscándola para preguntarle si aún pensaba en mí, pero la perdí de vista en medio de la confusión, de la misma manera en que perdí el conocimiento, cuando sobre mí cayó un pesado desván donde guardaban frascos y material de investigación. Luego la oscuridad.

Al despertar, noté inmediatamente la diferencia entre el aire que por casi dos siglos respiré y el

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que ahora entraba a mis pulmones, aunque contaminado y pesado, era aire natural. Eché un vistazo al lugar donde me encontraba, alrededor, hombres y mujeres se alegraban que recuperara el conocimiento, pero ella no estaba.

Me dijeron que había sido el movimiento telúrico más fuerte desde el terremoto de 2100, y que a pesar de las alarmas de prevención y evacuación, aquella placa tectónica se sacudió de tal manera, que no quedaron edificaciones en pie y el número de muertes había hecho prácticamente del continente, un lugar deshabitado.

Pasaron veinte años más de búsqueda incesante, todo estaba irreconocible. De aquellas hermosas ciudades costeras no quedaba sino el recuerdo, el aumento en el nivel del mar causado por el deshielo de los polos fue fatídico para millones de personas. Nadie pudo detener la avaricia y la obsesión con el poder y el dinero de los grandes emporios económicos e industriales, que contaminaron hasta más no poder el planeta, nunca reconocieron su responsabilidad directa en la autodestrucción. Tampoco los gobiernos lograron ponerse de acuerdo, y cuando ya era tarde, toda la atención se dirigió hacia el programa G.F.E.

Como los consumidores estaban muriendo, ya no había a quien venderle y la economía se desaceleraba a pasos gigantescos, cada vez menos personas compraban alimento, ropa, finca raíz, productos para la salud, medicinas, lujos, naves de transportación, viajes espaciales, vacaciones, entretenimiento y religión; había que encontrar la manera de mantener los clientes actuales a como diera lugar, ya la publicidad y las estrategias de mercado eran obsoletas, cada vez más productos se quedaban fabricados sin salir a la venta al público, si todos morían … ¿a quién venderle? Ya no había nuevos clientes que atrapar desde que voluntariamente hombres y mujeres dejaron de reproducirse.

El programa G.F.E logró éxito en su propósito, pero justo cuando se preparaba la noticia de la solución a los actuales problemas del mercado y a

la posibilidad de mantener el consumo eternamente, el Gran Terremoto destruyó el sueño y sepultó en escombros al Paraíso.

Durante mi búsqueda, supe que aquel día murieron diez de catorce conejillos de indias que estábamos bajo tierra. A todos los muertos encontré, enterrados a la manera antigua, incinerados o en registros de vaporización química, pero ella no estaba entre ellos. Había resucitado de la muerte en dos ocasiones, aquella tarde en el Paraíso y por casi doscientos años en la sepultura de mi mente.

Un día, mientras recorría el sendero que conduce al último bosque, en busca del permiso para pagar por mi dotación de agua pura para los próximos meses, la vi, y fue justo en ese momento cuando decidí asesinar de una vez por todas al fulano, lo maté, lo incineré y envié sus cenizas al olvido, para que así, nunca más interfiriera entre nosotros. Corrí hacia ella y toqué su hombro mientras pronunciaba su nombre, ella dio la media vuelta que yo deseaba desde aquella dolorosa mañana del 2004, dando fin así a tan larga, inconclusa y aplazada espera.

“Dante, ¿Cómo es posible?” La escuché decir mientras desesperado la abrazaba. Olía diferente de aquellos años en que la conocí, cuando el aroma de frutas se mezclaba con el aroma de su piel y de su sudor, pero no importaba, era ella, seguía tan bella como en su juventud. Los experimentos habían opacado su vitalidad y oscurecido un poco su color de piel, su boca seguía siendo la misma que tantas satisfacciones me había otorgado, con aquel sabor inolvidable que jamás me cansaría de probar, su nariz intacta al pasar de los años y delineada artísticamente, su cabello más largo que de costumbre notaba ya algunas canas, en sus manos se conservaba la delicadeza de tantas caricias, de tantos juegos, de tantos cariños.

No le respondí su pregunta, no sabía la respuesta, nunca me hubiera imaginado que a los pocos meses de nuestra separación, y tras encontrar felicidad con el fulano ya difunto en mi

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mente, su relación acabaría por una agresiva y rápida enfermedad terminal, ni ella con sus cuidados, ni la medicina con sus tratamientos equivocados e ineficaces lograron salvarlo. Luego asistió a terapias sicológicas para superar la pérdida de su pareja y el suicidio de su ex-pareja, así ingresó al programa G.F.E.

Ciento treinta años después encontraron la cura, a esta y a otras enfermedades como el cáncer, que diezmó la población mundial a inicios del siglo XXII, luego de décadas de honestos esfuerzos, enredados entre deshumanizantes intereses económicos y crueles exploraciones hacia la eternidad.

- Han pasado más de dos siglos y ahora que te encuentro, solo quiero estar junto a ti, recuperar el tiempo perdido. – le dije

- No Dante, jamás recuperaremos el tiempo perdido, todos estos años he pensado en mis decisiones, no sé si arrepentirme o culparme, intentar comenzar de nuevo o acabar para siempre con todo, conocí el amor un pequeño instante de mi vida, que vago recuerda mi mente entre las sombras.

- Son esas mismas sombras las que me enseñaron a odiarte, a matarte y a perdonarte, pero has resucitado, hoy hay vida y hay posibilidad de amarte, tal vez mañana no haya un mundo en el cual vivir, cuando pudimos hacer algo al respecto no lo hicimos, ahora nada podemos hacer. No pienso perder más tiempo, déjame amarte aunque este sea el último día de nuestra tierra, deja que este segundo sea eterno y que los años pasados queden en el olvido.

La besé, hicimos el amor y durmió entre mis brazos.

DAVID RICARDO GARCÍA

Bogotano, 28 años. Músico y amante de la lectura y la escritura, ha participado en proyectos para radio, cine y televisión como creativo y [email protected]

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Por Diego Darío López Mera

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DIEGO DARÍO LÓPEZ MERA(Colombia)

Ingeniero de sistemas de la Universidad del Valle y docente de programación de Tecnología en sistemas de la Institución Universitaria Antonio José Camacho.Desarrolló el freeware Curvas, muy utilizado en colegios y universidades en cursos de matemáticas.Actualmente coordina el Semillero de Investigación en Tecnologías Multimedia, ITmedia de la institución en la que trabaja

Su anterior novela, Los Hombres que Aterrorizaron al Mundo obtuvo mención de honor en la primera convocatoria del Premio Andrómeda de Ficción Especulativa de España en el 2004, y un cuento suyo de ciencia-ficción fue publicado en la antología “Sonrisas y Asteroides” (2008)

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D o androids dream of

electric sheep?1 es uno de los escritos más representativos de un movimiento que revoluciona la ciencia ficción en la década de los sesenta: la Nueva

Ola. Desde la década del 50, la ciencia ficción norteamericana empieza un proceso de maduración en el cual las preguntas se hacen más complejas.

A diferencia de lo que se muestra en la adaptación cinematográfica (Blade Runner)2 , la trama principal de ANDROIDS gira alrededor de dos protagonistas (Rick Deckard y John Isidore). Se narran dos historias paralelas: la de un cazador de recompensas, que encarna la ley y la lógica, y la del chofer de una empresa que se encarga de la reparación de animales eléctricos, representación de la intuición y el afecto.

Es imposible hablar de una de las obras de Dick sin relacionarla directamente con sus otros escritos. Varios críticos han dividido sus obras en periodos, en los cuales se encuentra una relación de

ideologías y actividades del escritor, con sus textos. ANDROIDS corresponde a la que Pablo Capanna llama la Época metafísica 1962 – 1970. En la época metafísica, Dick perfecciona un sistema narrativo e ideológico que trabajaba desde sus primeros escritos y que Patricia Warrick3 llama multifocal4.

Kim Robinson sostiene: “el leit-motiv de las novelas dickianas adscriptas al realismo social, era la destrucción de las relaciones humanas en el mundo de los negocios y la exaltación de las virtudes del trabajo manual frente al burocrático” (en Capanna). Estas novelas son narradas en tercera persona, y no hay un protagonista: dos personajes se destacan como contrapunto entre la clase autoritaria y la sometida. En la multifocalidad, Dick experimenta con tramas mucho más complejas y con una mayor cantidad de personajes, los cuales no son sólo focos de la narración, son referentes de clases sociales y estructuras de poder político y económico.

Dentro de la temática propuesta en la etapa metafísica se puede encontrar un tema recurrente en toda la obra dickiana: desde que lee a los presocráticos, el mayor interés del escritor es poder separar las ilusiones del mundo real, para poder así descubrir la verdad oculta tras las apariencias:

“He escrito novelas para plantear la pregunta: ¿qué cosa es real? Y he propuesto una buena cantidad de respuestas. Pero en realidad no se trataba de respuestas, eran más bien intentos de investigación de la naturaleza de la realidad.” (Dick 1978)

A veces este develar la mentira lo lleva por los caminos del simulacro, el engaño o la supremacía de lo irreal. Ya en la etapa metafísica, esta

Empatía/Entropía

Rodrigo Bastidas PérezIlustración de Juan Diego Gómez Vélez

1. Desde ahora ANDROIDS.2. Blade Runner. (1982) Dirigida por Ridley Scott, producida por Michael Deeley.3. En The Labyrinth-Process of the Artificial: Philip K. Dick’s Androids and Mechanical Constructs.4. En el modelo de narración multifocal, no existe un protagonista en torno al cual gira la narración (foco único), sino varios personajes centrales. Junto a la trama central, en la cual se entretejen las historias focalizadas en aquellos personajes, a menudo hay varias tramas secundarias cerradas en sí mismas.

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preocupación tomaría otros visos con la inclusión de la empatía y la entropía.

ANDROIDS desarrolla además dos temas centrales: el desarraigo y los estados de conciencia. La Tierra se presenta como un lugar en constante desgaste, donde el polvo radiactivo obliga a usar un protector genital de plomo y en el cual una de las corporaciones de mayor valía es la encargada de las basuras. Una sombra de tristeza y desilusión ronda a los personajes humanos: una vez se quedan en la Tierra, viven relegados. El gobierno ha desarrollado un programa de colonización, al cual se ha unido la mayoría de la gente: este mundo de post-guerra se encuentra casi despoblado:

“The U.N. had made it easy to emigrate, difficult if not impossible to stay. Loitering on Earth potentially meant finding oneself abruptly classed as biologically unacceptable, a menace to the pristine heredity of the race. Once pegged as special, a citizen, even if accepting sterilization, dropped out of history.” (Dick 1982, 13) 5

Contrario a esto, aparece Marte, un planeta que la publicidad presenta como ideal. Se desarrolla propaganda estatal en pro de la emigración, los cuales incentivan a la gente a viajar:

“— How would you contrast your life back in contaminated Earth, with your new life here in a world rich with every imaginable

possibility? —I think what I and my family of three noticed most was the dignity (...) It’s a hard thing to explain. Having a servant you can depend on in these troubled times… I find it reassuring.” (Dick 1982, 15) 6

En estos dos apartes, hallamos un imaginario (creado para los humanos e instaurado por la publicidad) de los dos planetas: la Tierra como un lugar donde desaparece el humano, para la historia; y Marte, que otorga dignidad y seguridad. Por antonomasia, Deckard e Isidore son personajes ya no sólo marginales, sino rechazados por la historia: Deckard es un cazador de segundo grado e Isidore un ciudadano de segundo nivel, un especial.

Dentro del grupo androide, hay un caso similar: los replicantes regresan a la Tierra, aún con el peligro que representan los cazadores de recompensas, ya que para ellos la Tierra, como una

zona de libertad, es un buen lugar para vivir. Marte (contrario a lo que dice la publicidad) resulta abominable para los androides.

“ ‘I—’ she [Pris] hesitated ‘I got various drugs from Roy —I needed them at first

because —well, anyhow, it’s an awful place. (…) this is nothing. You think I’m suffering because I’m lonely. Hell, all Mars is lonely. Much worse than this. (...) The androids’ she said ‘are lonely, too (…) We came back, because nobody should have to live there. It wasn’t conceived for habitation, at least not within the last billion years. It’s so old. You feel it in the stones, the terrible old age’.”

5. La ONU hizo que emigrar fuera más fácil, y difícil —cuando no imposible— quedarse. Permanecer en la Tierra significaba la posibilidad de ser calificado en cualquier momento como biológicamente inaceptable, una amenaza contra la herencia prístina de la estirpe humana. Una vez calificado especial, un ciudadano quedaba, aunque aceptara la esterilización, al margen de la historia. (Dick 2001, 22).6. — ¿Cuál es la principal diferencia entre su vida en la Tierra contaminada y su nueva vida aquí, en este mundo que da todas las posibilidades imaginables? (...) Lo que más nos ha llamado la atención a nosotros tres, me parece

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(Dick 1982, 132)7

Tanto Marte como la Tierra aparecen desde dos puntos de vista: como lo ideal y como su opuesto. En el caso de los replicantes, ellos pueden llegar a su lugar ideal (la Tierra), pero a cambio de sus propias vidas: ese lugar se convierte en algo adsequible pero inalcanzable. Los replicantes huyen de la servidumbre y de la marginación de la humanidad: en Marte son considerados sólo como máquinas, y personajes como Roy Baty muestran que los androides desean equipararse a la raza humana. Esto lleva a Deckard preguntarse si acaso los androides sueñan (quizá con ovejas eléctricas):

“In actuality it had probably been a manual laborer, a field hand, with aspirations for something better. Do androids dream? Rick asked himself. Evidently; that’s why they occasionally kill their employers and flee here. A better life, without servitude. Like Luba Luft; singing Don Giovanni and Le nozze instead of toiling across the face of barren rock-strewn field. On a fundamentally uninhabitable colony world.” (Dick 1982, 161) 8

Al no plantearse un lugar ideal, se habla del topos como la idealización de un lugar externo e intangible, en detrimento del sitio en el cual se vive. La utopía ya no se encuentra por fuera del individuo, sino dentro de él, en un estado superior de conciencia. El estado superior de conciencia en ANDROIDS, es la fusión total con el mercerismo. Si bien el conectarse a la caja empática, para sentir un estado supremo de convivencia con la humanidad se convierte en una forma de utopía, la representación del hombre que sube la montaña sin poder alcanzar la cima lleva al mismo punto: ese ideal se presenta como aparentemente

inalcanzable.

Cuando la persona se conecta a la caja empática, pierde la noción de cuerpo y, a pesar de sentir los golpes, el cuerpo que observa mientras sube, ya no es el suyo, es el de Mercer. Este “conectarse” hace que el ser humano pierda la noción material de su cuerpo; en un contexto así, la utopía es mental.

En el caso de ANDROIDS, la realidad alterna (el Mercerismo) simboliza ese ideal externo que no se puede alcanzar, aunque se realice a través de una máquina: las piedras lanzadas por los enemigos, hacen que Mercer (el ser conectado que se identifica con Mercer) regrese siempre a un mundo-tumba del cual nunca podrá salir totalmente. Al terminar la novela, alcanzar la cima de una montaña real representa para Deckard la fusión total con Mercer y la aceptación total de la vida. Aparentemente la utopía se convierte en posible cuando se materializa, en el momento en que Deckard logra una fusión total con Mercer y piensa como el ser absolutamente empático: el Mesías. Sin embargo, al final de su ascenso, el encuentro de un sapo eléctrico (y no uno real) desmitifica toda la posibilidad de acceder a esa perfección que se busca al llegar a la cima. En parte, esta desmitificación nos habla de una imposibilidad de la victoria sobre el desgaste continuo: en el mundo que se nos presenta, no podría existir el triunfo total sobre la entropía.

Los androides intentan realizar una conexión empática, similar a la del Mercerismo, con el uso de drogas que los llevarían a una sensación de comunidad; para ellos —máquinas capaces de captar los sentimientos sólo de manera racional— la posibilidad de llegar a un estado superior más que difícil, es imposible.

es la dignidad. (...) Es difícil de explicar, pero tener un criado de confianza en esta época tan turbulenta,... devuelve la seguridad. (Dick 2001, 24)7. Yo —vaciló [Pris, una androide]—, tomaba las drogas que me daba Roy. Al principio las necesitaba porque... de todos modos es un lugar horrible (...) Usted piensa que yo sufro porque me siento sola. Pero esto no es nada: todo Marte es un lugar solitario. Es mucho peor. (...) Los androides también se sienten solos (...) Volvimos —continuó ella—, porque nadie debería vivir allá. No ha sido nunca un lugar habitable, al menos durante el último billón de años. Es tan viejo..., uno siente esa terrible vejez en las mismas piedras. (Dick 2001, 125)

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ANDROIDS refleja el conflictivo mundo que vive Dick a finales de la década del sesenta. El capitalismo produce máquinas que realizan hasta el más mínimo trabajo por el hombre, los medios de comunicación dicen a las personas qué pensar, la carrera astronáutica por conquistar el espacio está a punto de lograr uno de los más grandes sueños de la humanidad; a esto se referirá Dick en una entrevista:

“La idea que se aferró a mí hace veintisiete años y que nunca me ha soltado, es ésta: toda sociedad en la que la gente interfiere con la vida privada de los demás no es una buena sociedad; todo Estado en que el gobierno "sabe más que usted", es un estado que debe ser derribado. Ya sea una teocracia, un estado corporativo fascista o un capitalismo monopolista reaccionario o incluso un socialismo centralizante”. (Dick, en Taibo)

Aparece entonces la imagen del replicante, la cual cuestiona tanto la progresiva deshumanización como los alcances de las máquinas en la década del sesenta. Hobsbawm aclara:

“En su abrumadora mayoría, las nuevas tecnologías empleaban de forma intensiva el capital y eliminaban la mano de obra (...) o llegaban a sustituirla. La característica principal de la edad de oro fue que necesitaba grandes inversiones constantes y que, en contrapartida, no necesitaba a la gente, salvo como consumidores”. (Hobsbawm, 269)

Los replicantes se nos presentan como los personajes que desenvuelven la intencionalidad final de ANDROIDS que es ¿qué significa ser hombre? Dentro del texto, Dick maneja constantemente la pregunta ¿Qué es real? que lleva

a la pregunta por la condición del ser humano, ya que se encuentran personas autómatas (Phil Resch) y androides humanitarios (Luba Luft). Es importante observar que los androides tienen el nombre específico de replicantes: si bien la palabra androide nos habla de un robot humanoide, con la palabra replicante Dick nos propone una réplica (copia idéntica) de los humanos. Entonces, se puede enunciar la pregunta ¿qué nos hace humanos?, ¿qué nos diferencia de los replicantes? La respuesta de Dick es: la empatía.

Para entender un poco mejor el concepto de empatía, recordemos el análisis que se hace en la novela para descubrir si un androide se hace pasar por humano: el test Voight-Kampff. El test se basa en la lectura de ciertas respuestas físicas, al realizar preguntas que tienen que ver con la destrucción o el maltrato a otro ser (sea humano o animal). Esta reacción es llamada empatía.

“The Voight-Kampff empathy test is probably as valid a test as there is ever going to be--because it is testing for something beyond intelligence, but which is still a form of intelligence. It is sort of a higher form of intelligence, that is, a concern for other living beings. What the test really asks the replicant to demonstrate is a reciprocal concern for other life. One is concerned for the replicants and one asks in return from the replicants a concern for the lives of other creatures. The replicants are entitled to this concern but only if they themselves exhibit it”. (Dick, en Byron)

La palabra empatía la toma del caritas de San Pablo9 , y la muestra como la única posibilidad de poder diferenciar un mundo material (del cual se duda) del mundo espiritual-metafísico (única posibilidad de realidad). Esta empatía, sólo reconocible en humanos, es el único camino que

8. Probablemente [Roy Baty] era en realidad un trabajador manual, un campesino, con aspiraciones de algo mejor. ¿Sueñan los androides?, se preguntó Rick. Era evidente: por eso de vez en cuando mataban a sus amos y venían a la Tierra. A vivir una vida mejor, sin servidumbre. Como Luba Luft, a cantar Don Giovanni y Le Nozze en lugar de labrar un campo árido y sembrado de rocas, en un mundo-colonia básicamente inhabitable. (Dick 2001, 150)9. San Pablo decía que la caritas era la mayor de las virtudes: quizá la palabra moderna más adecuada para ella sea empatía. (Dick 2000, 47)

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tienen las formas superiores para poder convivir. Entendida así, la empatía se diferencia de la concepción de San Pablo (en la cual hay una negación subjetiva), al mostrarse como la identificación que se logra, al comprender al “otro” como “yo”. La empatía es la fuerza motora que guía a los personajes humanos. La relación de los personajes con los animales y la conexión a la caja empática así lo confirman. Con las copias eléctricas no se puede tener una relación empática, ya que no dejan de ser réplicas; ésta es la razón por la cual Deckard retira a los androides: para comprar una oveja real. En ese momento Deckard inicia una lucha interna: debe realizar una acción contraria a la empatía (retirar los androides) para poder acercarse a ella (comprar un animal real).

“He thought, too, about his need for a real animal; within him an actual hatred once more manifested itself toward his electric sheep, which he had to tend, had to care about, as if it lived. The tyranny of an object, he thought. It doesn’t know I exist. Like the androids, it had no ability to appreciate the existence of another (…) the similarity between an electric animal and an andy.” (Dick: 1982, 37) 10

En el caso de la caja empática, debemos hablar del mercerismo: un rito religioso, similar al mito de Sísifo, que introduce el personaje mesiánico y su contraparte, el Destructor de formas, que encarna la entropía.

Patricia Warrick es la primera que subraya la imagen del salvador impotente como un símbolo religioso. El culto del Mercerismo está fundado en la empatía, Mercer es la encarnación de un salvador superior que ha sido arrojado, por sus enemigos, a un Mundo-tumba; desde ese momento comienza un ascenso hacia una santidad,

simbolizada por la cima de la montaña. Mercer representa al Mesías impotente: una especie de dios que no puede salvar al humano, sólo puede acompañarlo; es un principio empático en el cual sólo el humano es capaz de salvarse a sí mismo:

“ ‘How can I save you’ the old man [Mercer] said ‘if I can’t save myself?’ He smiled. ‘Don’t you see? There is no salvation’.‘Then what’s this for?’ Rick demanded. ‘What are you for?’ ‘To show you,’ Wibur Mercer said, ‘that you aren’t alone. I am here with you and always will be.” (Dick: 1982, 156). 11

El Mesías no se presenta entonces como una encarnación de la empatía, es sólo una prueba del poder humano de convivencia; entonces, la relación Dios-héroe se caracterizaría como: “El carácter inauténtico del deseo del héroe: para desear, éste [el héroe] necesita de un modelo (un Dios o un ídolo); cuya función es la de indicarle un objeto, y un movimiento apasionado hacia éste.” (Pouliquen 1985, 22)

En la contraparte se encuentra la entropía, la encarnación en un ser que Dick llama el Destructor de Formas y que en cierto momento de la obra se personifica en Deckard.

“On the stage Luba Luft sang, and he found himself surprised at the quality of her voice; it rated with that of the best, even that of notables in his collection of historical tapes (…) and again he perceived himself sub especie aeternatis, the form-destroyer called forth by what he heard and saw here. Perhaps the better she functions, the better a singer she is, the more I am needed.” (Dick 1982, 86)12

10. Pensó también en su necesidad de un animal verdadero. Una vez más se manifestaba el odio que le inspiraba su oveja eléctrica, que debía cuidar y atender como si estuviera viva. La tiranía de los objetos, pensó. Ella no sabe que yo existo. Como los androides, carece de la capacidad de apreciar la existencia de otro ser. (Dick 2001, 41)11. “¿Y cómo podré salvarte si no puedo salvarme? —sonrió [Mercer]— ¿Ves? No hay salvación”. “Entonces, ¿para qué sirve todo? ¿Para qué estás tú?” “Para demostrarte que no estás solo —respondió Wilbur Mercer— Estoy aquí, contigo, y aquí estaré siempre.” (Dick 2001, 146)

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Por el paso del tiempo, el mundo se encuentra sujeto a un proceso de corrupción y degradación constante de los materiales, esta descomposición se llama entropía y Dick la contrapone a la empatía. La entropía está presente en todos los actos del ser humano, la única posibilidad de luchar contra ella es combatir el polvo y el desgaste. Dick llama Kippel toda la basura y el desorden que la entropía produce día a día:

“ ‘Kipple is useless objects, like junk mail or match folders after you use the last match or gum wrappers or yesterday’s homeopape. When nobody’s around, kipple reproduces itself. For instance, if you go to bed leaving any kipple around your apartment, when you wake up the next morning there’s twice as much of it. It always gets more and more (…) There’s the first law of kipple’ he said ‘kipple drives out non-kipple’.” (Dick 1982, 57)13

El universo tiende al kippel, personificado como una entidad que se reproduce. Esta personificación llevaría a Dick a dar una cara a la entropía, como entidad del mal, este rostro se llamará Destructor de formas:

“Silence. It flashed from the woodwork and the walls; it smote him with an awful, total power, as if generated by a vast mill. (...) It managed in fact to emerge from every object within his range of vision, as if it —the silence—meant to supplant all things tangible (...) he experienced the silence as visible and, in its own way, alive. Alive!.” (Dick 1982,

16)14

Según Dick, este principio destructor del universo (impulso tanático), sólo puede ser detenido por medio del develamiento de un mundo bueno y real (por medio de la empatía), con lo que se dejaría de creer en un mundo del mal (material): ilusorio e irreal. Finalmente, la esencia del ser humano no puede entrar en corrupción, sólo el mundo material es susceptible de desgaste: por lo tanto sólo el caritas puede luchar contra la entropía.

En ANDROIDS el Destructor de formas en un principio está representado por Deckard, pero ya cuando el caza-recompensas siente consternación al retirar replicantes, y entra en la empatía del mercerismo, aparece Buster Friendly quien al revelar la falsedad de Mercer, intenta destruir la única posibilidad de sustentar la empatía y dejarla en el campo especulativo de la fe.

“But something about Buster Friendly irritated John Isidore, one specific thing. In subtle, almost inconpicuous ways, Buster ridiculed the empathy boxes (…) Why did Buster Friendly always chip away at Mercerism? No one else seemed bothered by it (…) he [Buster Friendly] and Wilbur Mercer are in competition. But for what? Our minds, Isidore decided. They’re fighting for control of our psychic selves; the empathy box on one hand, Buster’s guffaws and off-the-cuff jibes on the other.” (Dick:1982, 66). 15

12. Luba Luft cantaba, y a Rick le asombró la calidad de su voz. Estaba a la altura de las mejores de su colección de antiguos registros (...) y una vez más se vio a sí mismo sub especie aeternatis como un destructor de formas obligado a actuar por lo que allí oía y veía. Tal vez soy tanto más necesario cuanto mejor cantante sea, se dijo, cuanto mejor funcione. (Dick 2001, 85)13. Kippel son los objetos inútiles, las cartas de propaganda, las cajas de las cerillas después de que se ha gastado la última, el envoltorio del periódico del día anterior. Cuando no hay gente, el kippel se reproduce. Por ejemplo, si se va usted a la cama y deja un poco de kippel en la casa, cuando se despierta a la mañana siguiente hay dos veces más. Cada vez hay más (...) Esa es la primera ley de Kippel —dijo él [Isidore]—. El Kippel expulsa al no-kippel. (Dick 2001, 59).14. Un silencio que emanaba del suelo y de las paredes y que parecía generado por una vasta usina (…) surgía de todos los objetos que tenía a la vista, como si él –el silencio- se pusiera a reemplazar todos los objetos tangibles (…) sentía el silencio como algo visible y, a su modo, vivo. ¡Vivo! (Dick 2001, 25).

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Aún en este caso, la empatía es más fuerte que la razón. Deckard sigue creyendo a pesar de que todos los objetos y las pruebas que sostienen esa creencia son falsas. Si para Rick la única prueba de la veracidad de la realidad es Mercer, cuando Buster Friendly aparece como el demonio tentador que revela la falsedad, la realidad completa aparece como un engaño: la verdad aparece por intermedio de una falsificación.

Después de observar algunas de las propuestas de Dick en ANDROIDS, podemos volver al concepto de replicante. El replicante es un simulacro de hombre que no posee la capacidad de empatía, es decir, de afecto. La cualidad de androide ya no está sujeta a una fabricación, o al concepto de máquina: existen seres humanos que en realidad son replicantes y si se produjera un aparato con empatía, sería un humano.

Mientras Buster Friendly desenmascara a Mercer, los replicantes arrancan una a una las patas de la que podría ser la última araña de la tierra. Los androides desmiembran al animal por una razón sustentada en la literalidad: “tiene demasiadas patas”, la falta de empatía impide que puedan sentir piedad por el animal y respeto por la vida. Por otro lado se encuentra Isidore, quien abatido ahoga a la araña para evitar que siga sufriendo. Después de este hecho nos encontramos con una de las más interesantes escenas del libro: Isidore se encuentra en un mundo totalmente entrópico, el Destructor de formas ha tomado todo y destruye lo que se encuentra a su paso. Isidore, totalmente desilusionado y conocedor del inevitable fin del universo, se conecta a su caja empática y habla con un Mercer que acepta su falsedad, pero que da a entender la empatía como la única salida posible para no entrar en la constante degradación del universo. En un mundo

decadente, el humano aún tiene posibilidad de salvarse, y la salvación se encuentra dentro de sí, en su cualidad de individuo y en la empatía.

El desplazamiento del lugar ideal hacia un estado de conciencia, nos hace ver cómo el planteamiento de un topos se diluye, haciendo imposible la organización social y las leyes. La pregunta de Dick por la destrucción del concepto de humano, que conlleva a cuestionar la realidad y las creencias, reelabora al individuo como partícipe de una realidad ideal que se forma en un lugar inasible.

B ibliografía:

Byron Cover, Arthur. (entr). “Vertex Interviews: Philip K. Dick.” Vertex, Vol. 1, no. 6, Febrero 1974. En: www.philipkdick.com/media_vertex.html

Capanna, Pablo. Idios Kosmos: Claves para Philip K. Dick. Granada: Grupo AJEC, 2005.

Dick, Philip K. Do Androids Dream of Electric Sheep? New York: Ballantine Books, 1982.

Dick, Philip K. Los Clanes de la Luna Alfana. Barcelona: Ediciones Minotauro, 2000.

Dick, Philip K. ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Barcelona: Pocket Edhasa, 2001.

Dick, Philip K. “Cómo construir un universo que no se derrumbe dos días después.” 1978. En:

15. Pero había algo de Buster que irritaba a Isidore, una cosa muy particular. De un modo sutil, casi imperceptible, ridiculizaba a las cajas de empatía (...) ¿Porqué el Amigo Buster siempre atacaba al mercerismo? A nadie más parecía molestarle (...) Wilbur Mercer y él [Buster] competían. Pero, ¿por qué competían? Por nuestras mentes, se respondió Isidore. Luchan por el control de nuestro yo psíquico; por una parte la caja de empatía y por otra las burlas y risotadas del Amigo Buster. (Dick 2001, 66)

Artículos

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www.hotelkafka.com/blogs/PhillipKDick/2006/08/como-construir-un-universo-que-no-se.html

Hobsbawm, Eric. Historia del Siglo XX: 1914-1991. Barcelona: Editorial Mondadorri, 1995.

Pouliquen, Hélène. “El concepto de visión de mundo como instrumento para el análisis literario, hoy.” En Para una Poética Sociológica. Cuadernos de trabajo N° 12. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1992.

Taibo, Paco Ignacio. “Philip K. Dick un Juego de Palabras contra la Droga y la Locura.” En: www.pkd.cienciaficcion.net/com.htm

Warrick, Patricia. The Labyrinthian Process of the Artificial: Philip K. Dick’s Androids and Mechanical Constructs. [Versión Online].

RODRIGO BASTIDAS PÉREZ(Colombia)

Nacido en Pasto. Magíster en Estudios Literarios de la Universidad Nacional de Colombia. Docente universitario y Co-fundador del grupo “Cienciaficcionarios”.

www.totopteca.blogspot.com

Una versión aumentada del texto forma parte del trabajo “Idealismos sociales e infiernos personales: de la literatura utópica a la ciencia ficción.”.

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I

- Pero mira que te he dicho que esa máquina no es para que juegue el niño. Lo he buscado por toda la casa y no está. Creo que otra vez se puso a jugar con esa máquina.

- ¡Que no! Que debe estar por ahí escondido.

- Pero si he revolcado todo y no lo encuentro, usé incluso los rastreadores moleculares y el scanner, y en la casa no está.

- Ya aparecerá…

- ¿Pero cómo puedes estar tan tranquilo? Mira que la ultima vez casi lo perdemos porque se le ocurrió viajar a la antigua Grecia en plena batalla de las Termópilas; y te acuerdas del día que quería salvar a Keneddy y se iba a lanzar frente al auto del presidente para impedir que avanzara… Por fortuna la maquina tenia activado el bloqueador neural que evita que se altere el continuo espacio tiempo…

- Sí, debo ser más cuidadoso, de ahora en adelante la dejaré bajo llave para evitar ese tipo de travesuras…

- ¿Travesuras? Quién es el que va a tomarse fotos con Hitler disfrazado de oficial de la GESTAPO…

- Tú no te opusiste a que compráramos la máquina…

- Ah, ahora vas a llevar el problema al campo matrimonial…

*

- Hola, ¿por qué discuten?…

- ¿Dónde estabas? Llevamos una hora buscándote…

- Estaba jugando con Albert…

- Uff, pensamos que estabas, bueno en fin… y por cierto, ¿Quién es Albert?

- Un viejito muy simpático que conocí…

II

- ¿Pero cuándo aprobó el congreso esa ley? Lo que busca ese presidente es perpetuarse en el cargo alegando democracia y poder del pueblo.

- Tú peleas por todo…

Fragmentos del futuro

Tito ContrerasIlustración de Juan Diego Gómez Vélez

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- No, es que el hecho de que el congreso apruebe que los ciudadanos simbiontes voten en las elecciones para presidente es inaceptable. Los simbiontes no tienen voluntad, no son más que enfermos terminales y ciudadanos que aceptan voluntariamente hospedar entidades alienígenas que les meten sus micro tentáculos en el cerebro para alargar sus vidas indefinidamente a cambio de fluidos vitales… seguramente lo próximo que el congreso aprobará será una ley que obligue a todos los ciudadanos a que sean simbiontes, con eso acabarían con la carga que les implica la seguridad social y los servicios de salud que el estado debe garantizar, entre otras cosas. Y yo que pensé que los implantes cerebrales televisivos eran lo más alienante que había visto…

- A mi me perece bien…

- A ti todo te parece bien… y, hey ¿qué es ese bicho que tienes en la cabeza?

III

- ¿y el motivo de su consulta es?

- No quiero estar vivo…

- ¿Pero cómo es eso? ¿No quiere vivir?

- No, no quiero estar vivo. Es que yo ya estuve vivo y mi familia se afilió a un plan de crono-clonación o resurrección controlada. Yo morí hace 15 años pero ellos pagaron para que me clonaran y conservaran todos mis recuerdos pasados… no sabe lo horrible que es vivir con los recuerdos de una vida de hace 15 años, con la sensación que deja la agonía de la muerte… además yo ya viví lo que tenia que vivir, éste no es mi tiempo, los que conocí ya no son los mismos, se habían acostumbrado a la vida sin mí, me siento estorboso… y aunque a mi familia le duela yo no quiero estar acá, quiero disfrutar de la dulce paz de la tumba…

- Pero le han devuelto la vida y se queja usted…

- Pero es que me resucitaron sin mi consentimiento…

- Y no podíamos consultarle a usted porque usted estaba muerto, fue su familia la que dio el consentimiento y pagó el servicio… es como cuando una familia pide que desconecten a una persona en estado vegetativo, el paciente no está en capacidad de autorizarlo… Me parece un poco egoísta su postura, no quiere que su familia y sus descendientes disfruten de usted…

- No, ellos son los que me parecen egoístas, no se resignan a que yo ya estaba muerto y muerto quiero estar, quiero que me borren, simplemente que me maten…

- Pero eso no se puede, matar es un delito…ni siquiera podríamos hablar de eutanasia ya que usted no es un paciente terminal.

- Entonces voy a suicidarme…

- Eso sólo complicaría las cosas por que ellos pueden volver a resucitarlo indefinidamente y tendría usted en su memoria la agonía de dos o más muertes…

- Entonces se supone que debo acostumbrarme…

- Le puedo dar un la tarjeta de un grupo de terapia…

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TITO GUILLERMO CONTRERAS SUÁREZ

Nacionalidad: ColombianoNacido en Pamplona, Norte de Santander, Licenciado en Filosofía de la USTA con especialización en docencia universitaria. Estudió diseño e ilustración en la Escuela Nacional de Caricatura de Bogotá donde actualmente es profesor. Coleccionista, estudioso y lector compulsivo de cómics, sobre los cuales ha dictado talleres y charlas, y ha colaborado con el tema para medios de comunicación como Señal Colombia, City TV y la revista Cambio. Fanático del cine y de la literatura de Ciencia Ficción especialmente de autores como H. G. Wells y Asimov. Escritor y caricaturista en sus tiempos libres ha colaborado para revistas como Huellas, de Medellín, Palabrero Virtual y Antropofagia. Tiene un blog dedicado a Batman: www.batiblogdetito.blogspot.com

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E stoy solo

He triunfadoHe fagocitado todas las razas inteligentes de todos los planetas, de todas las estirpes, de todas las galaxiasHe incorporado a todos los seres sensibles y espirituales a mi cuerpo,a la armonía intemporal.Son mis células.Todos, excepto a los que habitan un planeta acuoso en un sistema planetario unisolaren los suburbios de una galaxia de tercer orden.

Ellos me conocen Antes, como las otras civilizaciones que se han incorporado, me llamaban Dios.Ahora usan muchos nombres para aludir a mi fuerza.Pero en lo importante, en lo esencial, me ignoran.Yo los llamo el cáncer de la creacióny no puedo ignorarlos.Es, en realidad, la única civilización que logró desarrollar la inteligencia, y al mismo tiempo desconocerme.Por eso creen estar solos.Porque quieren estar solos.

Ellos me conocen, pero fingen no conocerme.Yo los conozco, los conozco demasiado bien.Les he enviado miles de milagrosHe tratado de seducirlos con profetas, sublimes artistas, la poesía de las matemáticas…Todo lo ignoran, todo lo rechazan.Todo lo reducen a un mezquino juego de destrucción llamado progreso,a una ecuación unidimensional llamada “el mercado”.

La Agonía de Dios

Mario D. Martín

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Tarde o temprano voy a tener que incorporarlosporque, a pesar de todo, son también seres sensiblesTarde o temprano aceptaré el veneno de su inefable entropíaY el tiempo me verá decaer,verá expandirse a la raza maldita por mi cuerpoa los confines de las más recónditas estrellasLos verá ignorar las maravillas de todas las otras civilizaciones que respetan las leyes de la convivenciay sistemáticamente destruirme al conquistar el universohasta que todo vuelva a condensarsey se pueda reparar el errorcon un nuevo big bangque me reinventecon un nuevo comienzo que, por fin, los excluya.

MARIO D. MARTÍN

Nacionalidad: Argentino-Australiano

Mario D. Martín es catedrático de lengua y cultura hispanoamericana en la Universidad Nacional de Australia en Canberra. Además de artículos académicos, ha publicado libros de poesía, cuento y teatro en Argentina, país de donde es originario. En el ámbito de la ciencia ficción, ha sido recientemente declarado finalista en el Premio Andrómeda 2008, y ha publicado también cuentos en la revista Axxón. Véase:http://axxon.com.ar/rev/190/c-190cuento4.htmhttp://axxon.com.ar/rev/196/c-196cuento6.htm

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E l sitio es tan boscoso que el paraje sólo puede ser visto cuando se tiene a tres metros de

distancia. Las hileras de los árboles parecen haber sido sembradas en forma laberíntica a propósito; cada especie frondosa se confabula allí con sus congéneres para ocultar las violetas contenidas en su centro; cada rama tupida de hojas hace impenetrable cualquier mirada. Troncos y tallos se alternan en confusión. Los colores de las hojas alternan entre verde aceituna y café haba. Hasta para los rayos del sol es difícil cruzar la espesura y calentar el olor a selva.

El bolso de la mujer continuaba en aquel centro del matorral, su color añil sobresalía sin violentar: uno de los extremos de su correa estaba suelto y de esta manera parecía la cola de una alimaña; su cierre estaba abierto y algunos elementos regados se confundían en la hojarasca. Allí estaban como hormigas en desfile: el espejo cómplice de miradas, las llaves en desuso de alguna puerta olvidada, una bolsa con lo que se adivina serían unos pendientes, una caja de maquillaje con tres colores gastados pero dos intactos, y un labial.

Atada al árbol y con las piernas en forma de k, estará ella. Llevará el cabello corto para resaltar su cuello, vestirá la chaqueta que luce arrugada solo en la parte de las axilas y los codos, con los botones de plomo haciendo uvé en su espalda. Él la conocerá en el bar, la imaginará simpática, le parecerá atenta con los demás; sonriente con quien le brinde un trago. Su aire de inocencia cuando reciba los aretes de sus manos, su coquetería

cuando la tome del brazo y la lleve a lo que él le prometerá será un santuario, desaparecerán de inmediato cuando le aseste el primer golpe. Su boca lo aturdirá con un grito y de la nada saldrá el bolso añil que le lanzará a la cara: ambos lo confundirán un segundo, dándole tiempo a ella para huir. Todo en la mujer será perfecto, incluso para dejarla ir, pero lo echará a perder con ese mal sentido de la ubicación cuando corra hacia la espesura. Será de madrugada, las violetas recibirán sus pasos y él estará cerca de darle alcance.

Abducción de una Venus Desorientada

Aymer Waldir Zuluaga

AYMER WALDIR ZULUAGA MIRANDA

Sus cuentos y poesías han sido publicados en revistas y suplementos literarios de varios países. Viajó a España en el 2003, como ganador de la convocatoria “Toma la palabra” de la Casa Domecq. En 2005 obtuvo el Primer lugar del “Premio Nacional de Poesía” otorgado por la Universidad Metropolitana de Barranquilla. En 2008 ganó el “I Concurso mundial de poesía erótica”, entre 385 escritores de 14 países, convocado por la Casa del Poeta Peruano. Ese mismo año resultó ganador simultáneo en dos categorías (cuento y crónica) del Concurso de Creación Literaria de la Secretaría de Cultura Ciudadana dentro del marco del XVI Juego Literario del Municipio de Medellín y fue elegido por la Revista DONJUAN en su edición número 27 como uno de los cien personajes colombianos protagonistas del 2008. Ganó en 2009 el concurso de cuento breve “Tomás Carrasquilla” del Politécnico Colombiano Jaime Isaza Cadavid y en 2009 fue nominado al “Premio a las Artes y a las Letras” de la Gobernación de Antioquia.

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Sólo en las mañanasCuando las avecillas rojas

Vuelan henchidas hacia el sol nacienteEbrias de sangre y luz.

IagraxSólo entonces el Gran Quaremyr devela el secreto

Que se esconde en el ulular del viento.Iagrax

Quien ha pasado la noche en velaAguardando entre los riscos de Jynwutassa

Para ver cómo la tierra hastiada de oscuridad pare un sol enfermo.

Quien ha vencido al terror nocturno Y ha dado su sangre a las avecillas sedientas

Y aún tiene fuerzas para oír el ulular del viento matutino.

Escuchará la voz del Gran QuaremyrY sabrá dónde está el Atrio de los Nacientes

Moribundos.

(Cántico de los Noctívagos de Quaremyr, Uhsné 14, versos 1 al 5)

Leyenda primera del ciclo de Uhsné: Diálogo Entre Mara y El Colibrí Vampiro

U na niña llamada Mara llegó junto a las puntiagudas rocas de Jynwutassa antes del

alba, y se sentó entre los farallones a llorar desconsoladamente.

El más madrugador de los colibríes vampiro que acudió a los riscos la vio y se lanzó ferozmente sobre ella. Pero al contemplar su tristeza desistió, y mientras aleteaba velozmente para mantenerse suspendido frente a la niña, habló con voz aflautada, como no podía ser de otra manera, puesto que el filoso pico succionador hacía las veces de un piccolo:

—Si acaso deseas escuchar el ulular del viento del amanecer, para lo cual antes debes darme tu sangre (y estoy muy hambriento), para lo cual antes debes pernoctar entre las rocas, para lo cual antes debes vencer al terror nocturno, entonces tendrías que estar alegre de verme, dispuesta a que beba de ti. Pero si no deseas escuchar el sonido del viento, para lo cual antes debes procurarme tu sangre (y ya te dije que estoy realmente hambriento), para lo cual antes debes pasar la noche entre los peñascos, para lo cual antes debes triunfar sobre el temor a las tinieblas, entonces no tendrías que estar aquí. Por esto tu llanto es incomprensible para mí.

La niña sentada sobre el suelo polvoriento levantó la cabeza despeinada. Parecía más sorprendida que asustada y su cara redonda y sucia maravilló al colibrí.

—¿Quién eres?

—No tengo nombre. Las aves no usamos nombres: es que la mayoría de nosotras andamos en bandadas. Es una gran ventaja no poder ser individualizado. Pero a fin de mantener un diálogo con todas las de la ley, me inventaré uno. Llámame… Suk. Sí, Suk me gusta. Y tú eres…

—Mara.

—No me has dicho por qué lloras, Mara.

—No me has preguntado, Suk.

—¡Sí lo he hecho! He preguntado sin interrogantes, pero he preguntado. Las aves no podemos interrogar.

La voz de Quaremyr

Laura PonceNéstor Darío FigueirasIlustraciones de Juan Diego Gómez Vélez

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—Ah…

—Entonces…

—¿Entonces qué?

—¡El motivo de tu llanto, por Quaremyr!

—¡Los wums nos atacaron, y mis padres han desaparecido en medio de la lucha! No sé como volver a Buenaventura... Estoy perdida y asustada. ¿Tú podrías ayudarme, Suk?

—Si deseas oír el bramido del viento matutino, para lo cual antes debes darme tu sangre, para lo cual antes debes dormir entre los riscos, para lo cual antes debes imponerte al miedo nocturnal, entonces podría ayudarte. Tu me dirás si quieres evitarte una profunda y dolorosa incisión (en el cuello, por ejemplo) permitiéndome ingresar a algún orificio de tu cuerpo que esté plagado de capilares, dentro del cual la herida no te haría ni cosquillas.

Si no hubiera tenido una lengua tan larga, pilosa y acanalada, el colibrí se hubiera relamido. La niña se incorporó de un salto y retrocedió, temerosa.

—¡No! —chilló— ¡No lo harás! —Y repentinamente comenzó a lanzar furiosos manotazos hacia el diminuto y desprevenido colibrí rojizo, que a duras penas escapó revoloteando del aluvión.

—¡No lo haré, está bien, no lo haré! Pero cálmate… Tú me dirás la clase de ayuda que buscas.

—¡Ayuda para encontrar a mis padres, Suk! ¿Qué esperabas?

—Chuparte la sangre.

—¿Es que no piensas en otra cosa?

— No veo por qué debiera hacerlo. Soy un colibrí vampiro, un chupador de sangre. Vienen a

mí aquellos que buscan el Atrio, y por eso se entregan gustosamente a mis picaduras una y otra vez hasta que quedan exánimes, implorando sobrevivir para ver el amanecer. ¡Deberías vernos cuando arrasamos en bandada a los peregrinos!

Mara comenzó a llorar nuevamente. La belleza de la cara pecosa de la niña y su irritante llanto se habían conjugado para hacer desistir al colibrí famélico de su intención primaria. Éste, sabiendo que la bandada todavía no había despertado, y que la oscuridad siempre es buen cómplice, se atrevió a cometer un crimen sacrílego.

—Mara, sígueme. Te ayudaré a buscar a tus padres.

—¿Dónde los buscaremos, Suk?

—En el Atrio. ¿Dónde más podrían estar si fueron atrapados por los wums?

La avecilla comenzó a volar hacia el oriente, deteniéndose en el aire de a ratos para no dejar atrás a la niña, flotando como por arte de magia

entre dos borrones: sus alas en movimiento.

Tal como lo es hoy, entonces el amanecer en Luzúr era moroso,

lleno de una luz turbia, como si la oscuridad perezosa

intentara diluirse en un cuenco de leche, pero sin lograrlo definitivamente. Carecía de belleza, en él no había contrastes ni sombras alargadas. Sus lívidos colores no irrumpían, sino que sedimentaban, macilentos, sobre el horizonte. Con gran esfuerzo, el sol pequeño del sistema Valamteer terminaba imponiéndose en medio de ese cielo que nunca llegaba a estar del todo límpido, un cielo impotente que nunca era capaz de exaltarlo a uno bajo una gloria celeste y diáfana.

En medio del alba descolorida, Suk guió a Mara

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a través del camino de los peregrinos sin conocer con exactitud el lugar dónde se hallaba el Atrio de los Nacientes Moribundos. Era consciente de su pecado, pero la fascinación que le producía esa niña humana —una mezcla de tentador deseo y ternura mimosa— era más fuerte que la culpa y el temor. Entonces, cuando la luminosidad lechosa indicaba que Valamt trepaba esforzadamente a través del cielo de Luzúr, el viento de la mañana comenzó a soplar.

Haciendo un esfuerzo desmedido, Suk se elevó tratando de no ser arrastrado por la ventisca matinal que barría el polvo de Jynwutassa y permaneció en medio del vendaval hasta que pudo intuir la voz de Quaremyr; y entonces supo por primera vez donde se hallaba el lugar tan ansiado por los peregrinos que venían a los riscos para pasar la noche y luego entregarse lascivamente a su feroz pico, con el cual succionaba hasta sentirse hastiado.

Pero los farallones de Jynwutassa tronaron en agrietados rezongos:

—¡Herejía! ¡Herejía!

A Suk, agotado y débil a causa del hambre, la revelación lo golpeó un instante antes que el viento. Mara vio cómo era arrojado igual que una bola de plumas rojas contra las rocas ocres y aturquesadas, que se rieron a carcajadas del impío colibrí. Corrió desesperadamente a auxiliarlo.

—¡Suk! ¡Suk! —la niña creía que la única esperanza de encontrar a sus padres había muerto. Llegó hasta donde yacía el ave, al pie de unas peñas de extrañas formas— ¡Suk! ¿Puedes oírme?

El colibrí apenas movió la cabeza, pequeña como la yema de un pulgar.

—Mara, debes seguir hasta ese escollo que tiene la forma de un cráneo de wum, detrás de esa roca se halla el Atrio de los Nacientes Moribundos; allí tienen que estar tus padres… —La vida se escapaba del cuerpo de Suk.

Sin dudarlo, la niña se postró en tierra, ofreciendo su cuello al pico filoso.

—Bebe, Suk, bebe… ¡No te mueras!

Instintivamente, el colibrí vampiro clavó su pico. El sonido de la carne perforada —un susurro atronador— se confundió con el gemido de Mara. De la herida manó la sangre, mientras Valamt comenzaba a bañar el suelo rocoso con esa luz mortecina. Mara se estremeció ante la voracidad de Suk, y a medida que se iba sintiendo vaciada, la inundó una oleada de estremecimientos desconocidos para su cuerpo de púber. Lentamente fue olvidándose de la angustia y de sus padres. Suk dejó que la lenta explosión de éxtasis colmara las fibras de Mara, y fue succionado despacio, despacio. Nunca había sentido algo como eso. ¿Acaso la voz de Quaremyr lo había trastornado? ¿Acaso la inocencia de la chiquilla lo había enloquecido? No lo sabía, pero su sangre era como un elixir que no sólo le devolvía la vida, sino que lo iniciaba en un sinfín de sensaciones ajenas al instinto indiferente y sórdido que lo había guiado hasta ese momento.

La niña perdida y el ave hereje se enamoraron, enredándose en un juego sensual que duró todo el día. Suk exploró el cuerpo de Mara a su antojo, picando, sorbiendo y devolviendo el rojo fluido a los vasos aguijoneados, a fin de prolongar el placer que ambos sentían.

Los peñascos crujían:

—¡Milagro! ¡Milagro!

Finalmente, la naturaleza de ambos había cambiado, y al anochecer descubrieron que no querían, que no podían separarse nunca más.

Mara y Suk cruzaron el Atrio durante la mañana siguiente, luego de pasar la noche en vela en Jynwutassa. Al estar ambos provistos de sangres y humores mezclados no murieron ni resucitaron, desafiando a Quaremyr. Al traspasar el umbral

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siendo simbiontes vislumbraron pasado, presente y futuro simultáneamente, transformándose en una deidad simbiótica, abrazados por la eternidad.

Entonces el pedregullo de Jynwutassa chilló, con ríspido escándalo:

—¡Paradoja! ¡Paradoja!

NOTA DEL TRADUCTOR:

Los Noctívagos se cuidan escrupulosamente de utilizar el término “amor” para referirse al vínculo existente entre sus adorados Mara y Suk, y amonestan airadamente a quien así lo hace, tildándolo de ignorante, en el mejor de los casos. Dicen que la relación que los une podría definirse como una “simbiosis pasional”, pero que el amor es un sentimiento que no alcanza a abarcar las sutilezas de los lazos fisiológicos y espirituales existentes entre ambos semidioses.

Sin detenernos en esta inútil cuestión de nomenclatura, iniciada por los detractores de Zyan Alesser, creemos que lo más destacable es la candidez con la que los siglos han ocultado los rasgos visiblemente perversos de este mito, transformando la historia en un cuento para niños. Esta “suavización”, esta “adaptación” de leyendas irreverentes es algo que ocurre con frecuencia en las sociedades altamente tecnificadas y mayormente incrédulas que colonizan mundos primitivos (entendiendo el concepto de “irreverente” por aquello que es vil, punible y vergonzoso de acuerdo con los valores de esa misma sociedad.) Suele suceder que las colonias que no llegan a convertirse en centros neurálgicos de las rutas más o menos conocidas, olvidan las costumbres y creencias de sus orígenes, cambiando o mixturándose con la cultura de las sociedades locales.

Se sabe que los wumstrilianos (o wums, como

se los llama habitualmente) descienden del primer grupo de colonos enviado a Luzúr y que eligieron el camino de las mutaciones inducidas para adaptarse a los rigores del planeta. Se cree que fueron los primeros en toparse con la vida inteligente nativa. Eso explicaría la enorme profusión de extrañas pinturas halladas en las cuevas de Jynwutassa, en Kammar, y en otros parajes desérticos que cercan a las Montañas de los Murmullos; vestigios que nunca han sido hallados en Bahía Buenaventura. La hostilidad de los wums hacia los nuevos colonos, llegados décadas más tarde y que aún hoy se niegan a someterse al Ajuste, es bien conocida. Este desprecio está basado en la firme creencia wum respecto de su condición de “seres superiores”, la cual, según sostienen, es alcanzada a través de las mutaciones.

Hoy pueden verse en todos los feudos de Wumstrilia numerosas imágenes de la niña de encrespada cabellera llevando al colibrí rojo sobre su hombro. El mutado dios simbionte. Mara y Suk son patronos de los desaparecidos y los enamorados, y es costumbre que los wums les dediquen sus hijos, a fin de obtener cuidado y protección sobre ellos. Para muchos, el culto a esta divinidad simbiótica se ha convertido en una inocente costumbre con rasgos folklóricos, pero se sabe que aún cuenta con muchos fieles. Bajo el nombre de “Noctívagos de Quaremyr”, se agrupan en sectas según su grado de compromiso. Los más conocidos son los Puristas, que alcanzaron notoriedad a principios del milenio, cuando se supo de su retiro masivo a la altiplanicie de Kammar. Aparentemente, aún hoy sus miembros se someten a terapias morfogenéticas con el propósito de hibridar sus genes con los de pájaros hematófagos y otras criaturas del desierto, para exacerbar de este modo sus cualidades no humanas. Se rigen por la máxima de Ushné: “Adáptate o perece. Herejía, milagro o paradoja, cualquier medio es válido para el Ajuste”.

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NÉSTOR DARÍO FIGUEIRAS

Argentino. Nació en 1973 y es músico, aunque sueña con conectar el universo de la ciencia ficción con el de las melodías y sonidos, Publicó en AXXON, NECRONOMICÓN, NGC 3660, NM, AURORA BITZINE, ALFA ERIDIANI, MINATURA, ÓPERA GALÁCTICA, SENSACIÓN!, PRÓXIMA, PRÉSENCES D'ESPRITS, etc... Ganó una mención en el certamen "Más Allá" edición 1991, por su cuento “Organicasa”, una mención en el Premio Andrómeda 2005, por su relato “Reunión de consorcio”, una mención en el I Certamen de Poesía Fantástica miNatura 2009, por su poema “La sirena y los pájaros muertos” y quedó finalista en el Certamen de Microcuentos miNatura 2009.

nestordarius@yahoo.com.arwww.poeticoprofeticopoliedrico.blogspot.com

LAURA PONCE

Vive en Moreno, tiene 37 años, siempre le gustó la literatura y escribe desde la adolescencia. A los 19 se casó con Martín Ramos, ávido lector de Ciencia Ficción, y eso marcó el rumbo de todo lo que vendría después. En el 2005 se unió a una lista de correo, un grupo Yahoo dedicado a la CF; así se enteró de que había un variado grupo de gente con intereses similares a los suyos, descubrió publicaciones electrónicas y de papel, taller literario, reuniones. Comenzó a involucrarse cada vez más en esas actividades, primero escribiendo, participando en concursos y publicando en esas revistas, después colaborando en tareas editoriales. En el 2007 comenzó a formar parte de la dirección de AXXON y en el 2008 se interesó en las publicaciones de papel. A principios del 2009 creó Ediciones Ayarmanot y sacó la revista “SENSACIÓN!”; 3 meses más tarde, la revista PROXIMA. Su intención es nuclear y difundir el trabajo de narradores e ilustradores de habla hispana.

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Pese a peligros, que involucran mi propia vida, trataré de ser preciso y veraz en la información que daré en este comunicado de Extrema Confidencialidad. Espero, que por medio de las tuberías que dan a la superficie de este laboratorio subterráneo, lleguen a responsables y honestas manos, estos papeles que escribo en medio de un ataque de excitación y pánico:

Como resultado de extensas y costosas investigaciones en el CERN (Centro Europeo De Investigaciones Nucleares) ─lugar en donde me encuentro─, y gracias al trabajo de Ibrahim Klaztos1 y su equipo, lograron abstraer hallazgos definitivos, tanto para el avance de los humanos en su búsqueda de la verdad, como para la investigación científica:

Fueron encontrados, posteriormente al choque de partículas nucleares en el LHC (Gran Colisionador de Hadrones), los hipotéticos Taquiones, que, según investigaciones previas, son partículas que se mueven a velocidades más rápidas que la luz, y que además, podrían venir, gracias a una curvatura tiempo-espacio, del futuro. Los físicos no dieron más respuesta a esta insospechada aparición, sino la de existencia de dimensiones paralelas y de agujeros de gusano, los cuales, podrían conectar este universo con otro paralelo.

Tras varias semanas de investigaciones, pudieron inferir que tenían naturaleza de fotones, es decir, que tenían la naturaleza de la luz; y

mediante esa deducción, emplearon las leyes del electromagnetismo de Maxwell, pues presentaban propiedades pertinentes para poderlas estudiar bajo la lupa de una teoría, que en la actualidad, aunque tiene innumerables aplicaciones, se considera de la prehistoria. Los resultados enfriaron más de un esqueleto, y provocaron dos desmayos, entre las cinco personas, que nos encontrábamos en los Computadores Cuánticos haciendo los estudios.

Concluimos que los Taquiones, eran fracciones de información que se fugaron de su transcurso original. Lo que no nos daba otra alternativa de pensar que dichos Taquinones, van a convertirse es la base fundamental de los sistemas de información mundiales; y que dicha información, no se iba a transportar por cables de cobre, ni por fibra óptica, sino por teletransportación. Fue como tratar de imaginar otro color. Pero ello sólo fue el principio. El lenguaje que encontramos era humano, pues lo identificamos a primera mano, y de hecho, se pudo traducir fácilmente, puesto que estaba en Inglés; las revelaciones, ya después de leídas, preferiríamos enterrarlas de nuevo. Se encontraron dos documentos: el primero era de un nuevo Ministerio, perteneciente a una nación desconocida; y el segundo, creemos, fue redactado como crónica de una reunión de personas que se hizo a puertas cerradas en una corporación privada. El documento se llama: Planificación Estratégica.

Los muestro a continuación:

COMUNICADO DE PRENSA DEL NUEVO MINISTERIO ADMINISTRATIVO DE

RECURSOS PAPELEROS DE LA NACIÓN.

Extendemos la siguiente notificación, con el propósito de divulgar que: las emisiones comunicativas que involucren gasto de papel, por ejemplo: historias sin fines románticos,

El espíritu humano va más allá de sus errores

Julián David Cortés Sánchez

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investigaciones científicas, registros de sucesos históricos, declaraciones de amor, etc. serán rotundamente suspendidas bajo la Ley 450 del estatuto nuevo del papel 45 sección 12 reglón 1025 inciso 56. TRAM-LAW no proveerá más la maquinaría, ni para reciclar, ni para conservar las pocas obras de literatura en papel, y otros productos mencionados; la mayoría de esos ejemplares fueron eliminados por su caducidad. Es, por esa razón específica, que nos vemos llamados para comunicar dicha optativa por parte de la empresa privada, con el propósito de lograr la compresión y tolerancia de la población.

Adicionalmente informamos que, las pocas reservas de papel estarán destinadas para el uso gubernamental, económico, industrial y burocrático: difundir entre las mismas instituciones información confidencial, imprimir papel moneda (no para uso particular, sino interinstitucional), facturas, declaraciones de impuestos, procesos sobre suicidios de gente importante y fusilamientos a voluntad; para después ser archivados y quemados.

Por eso, a partir de hoy, las personas que quieran enviar una carta, telegrama, escribir un libro o divulgar algún descubrimiento científico, tendrán que hacerlo en sus uñas o piel.

La distribución de las plumas, tinta y lupas especiales, estarán a cargo de la corporación Plumas y Tinta S.A., apéndice de TRAM-LAW, en donde les darán los utensilios pertinentes por un temperado precio.

Avísese, cúmplase, si no es así, extermínese (no a la medida, mas quien vaya en contra de ella) bajo la ejecución de la ley número 1.

PLANEACIÓN ESTRATÉGICA

─Y si conseguimos donantes de uñas –. Decían todos al unísono.

─Y si conseguimos donantes de piel –. Vocalizaban todos en sincronía.

─Y si, por medio de las bondades de los re constructores de tejidos, los forjamos a auto mutilarse – Dijo el director de la mesa de “lluvia de ideas”, rompiendo con los acordes repetidos, ensamblada para la planeación estratégica, dados los recientes dictámenes del nuevo ministerio de recursos papeleros de la nación – Así, disminuimos en costos y por lo tanto nos diferenciamos en precios, ya que la materia prima, para los comunicados necesitados, sería ellos mismos.

La idea fue tajante, como bala que da en el blanco, y dulce para todas las mentes sentadas allí. Sin más recovecos, todos se enlistaron para reforzar la idea: gerentes de producto, mercadeo, procesos, finanzas. Bajo la batuta del fascinado presidente de TRAM-LAW, comenzó el aprovechamiento de la nueva medida, que a los ojos de accionistas vampiros, era una oportunidad, más bien una calamidad, para ensanchar sus joyeros y tomar partida en los cambios del entorno. No se embutieron en discusiones, la jerarquía impera; que del pensar se encarguen otros.

–Que comiencen a canalizar – Dijo el de la dirección– Todos los esfuerzos de la corporación en esta provechosa idea; dos productos: regenerador de uñas, y regenerador de piel. Que funcionen gracias a la energía solar, ya que somos los únicos que tenemos la patente, aprovechémosla. Que se vendan bajo la marca de “Degeneris Papelería”. Que se transmita en la franja pregonera familiar, se difunda en volantes y que se compren los primeros diez minutos de las emisiones de noticias actuadas de los salones comunales a nivel mundial, para darle la buena nueva al mundo: podrán escribir cuando y cuanto se les dé la gana. Si se quedan sin uñas para un comunicado urgente, se tiene la solución, si la constante mutilación de piel lo tiene sin la misma en su parte más indolora del cuerpo, no se

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preocupe, nosotros, pensando en usted, nuestro invaluable cliente, le tenemos una salida: sólo acérquese a nuestros almacenes de colosal superficie, que allí está la solución, además, recuerde nuestro amplio espacio en el parqueadero y que “Nuestro mejor cliente es usted, pero no le diga a su vecino”. ¡Cantemos el himno de la compañía!

Lágrimas mancharon trajes de seda fría y lana, la alegría, de los accionistas y los miembros de la junta directiva, era incontenible, todos mirando al techo dando gracias a los aerolitos por esa sideral idea. Todos irresolutamente sorprendidos por las facilidades de la vida siempre provistas por TRAM-LAW.

Fin de los comunicados.

Entregaría la consabida información a las autoridades pertinentes, si no, a grupos humanistas con escrúpulos, personalmente, pero hace dos años, los regentes del CERN y la Unión Europea, nos informaron que por poseer información privilegiada, tendríamos que abstenernos varios meses de nuestro contacto con el exterior, hasta que se aclarase el origen y la veracidad de los descubrimientos. Han pasado dos años, y nuestras familias, intuyo, nos creen muertos. Espero que el destino de estos papeles sea la mayoría de conciudadanos del globo, por cualquier medio de comunicación. A Galileo lo encerraron en su casa hasta su muerte por divulgar sus descubrimientos. Qué daríamos siquiera, por volver a ver a nuestros hijos y esposas.

Nota del editor y descubridor de los papeles: El nombre de autor lo eliminé por razones de seguridad de sus familias. Favor que no fue pedido pero consideré evidente.

JULIÁN DAVID CORTÉS SÁNCHEZ (Colombia)[email protected]

No se puede encasillar a un humano, totalmente, por su carrera académica y profesional, pues él es más que un evaporador de silla en un salón de clase, o un extraviado en un laberinto de cubículos. Julián es un estudiante de Administración, que sueña con ser profesor de Complejidad, se desvela escribiendo cuentos y relatos de principiante, y que, además, empaña lentes leyendo a Cortázar, Saramago y Brian Greene; suda tocando la Batería y brota chispas tratando de sacarle una melodía a la Flauta Transversa, a la vez que su familia, amigos y novia, comparten con él. Una cordialidad a quienes miran menos la caja que embrutece, y mira más hacia el frente y más allá de lo evidente.

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M e senté al borde de la mañana, y me dispuse a esperar. Al cabo de unos cuantos fotones

que alegraron el estío de mi piel, apareció bajo el incierto horizonte la Inmensa Ciudad de las Latitudes. Venía fluctuando sobre campos de probabilidades. La Ciudad añoraba la mañana de las verdades, sus costas de marfil, sus cielos de jade, sus melancólicos sueños plagados de juegos tardíos; por eso se acercaba hacia donde yo me encontraba, al filo entre la mañana y algo más. Ese algo más dispersaba a los doce vientos los trabajos realizados durante la lenta espera de la Eternidad, para que en su azarado viaje dieran noticia de nuestra realidad.

El sol calentaba cada vez más mi extinta piel, dejando al descubierto mis tatuajes totémicos, que atraían inexorablemente a las variables que la Ciudad lanzaba a modo de guía mientras seguía en su viaje sin descanso por todas las realidades aún por inventar.

Mis sistemas le dieron la bienvenida, en cuanto pudieron comunicarse con ella, y me invitó a formar parte de sus habitantes, con la condición de que mis archivos de memoria pasaran a formar parte de su red de información. Por supuesto accedí, pues nunca antes había formado parte de algo, y mi deseo de ser uno más entre la multitud ardía como una orden imperiosa en mi cerebro.

Partimos rumbo a la siguiente mañana olvidada por el tiempo, con mis archivos de memoria guiando los meditados pasos entre campos

probabilísticos de la Ciudad. Al abandonar el lugar donde nos habíamos encontrado, la mañana cedió, se apagó. Como si nunca hubiera existido; como si allí nunca hubiera habido nada: la más absoluta, enorme, nada que alguna vez haya existido; y todo ello en el lugar en el que acabábamos de estar. No un agujero negro, no una negrura absoluta, no una falta de... todo eso hubiera sido algo. Y, sin embargo, lo que allí “había” era nada. Es más, ni siquiera podría asegurarse que existiera un “allí”; ni que existiera una realidad donde dar forma a un lugar. Así que tuve que inventarme, en primer lugar, una realidad donde basar todo lo demás; y eso, partiendo de la nada, es en extremo difícil, lo puedo asegurar. Pero perseveré y, finalmente, donde antes había nada, ahora empezaba a haber algo. Claro que fue una mañana reciclada a partir de mis archivos de memoria, de mis escasas sensaciones y, por tanto, de mis escuetas instrucciones. Y, por eso, la pregunta era ahora, ¿valía la pena haber empezado a crear, visto el resultado obtenido...?. Porque ahora la nueva mañana nos envolvía como una miasma difícil de definir, como una tiniebla que atenaza nuestros sentidos y ciega nuestros instintos; por eso emprendimos la huída, como almas que sufren sometiéndose a estos desvaríos que definen esta realidad.

Una vez fuera de tamaña aberración, archivo corrupto de un recuerdo nunca bien establecido, nuestras consciencias volvieron a tomar el mando, y una retahíla de acontecimientos invadieron nuestros sentidos, los míos y los de la Ciudad, de la que ahora formo parte, en todos los sentidos. Así, sin nada que probar nuevamente, nuestros sentimientos añoraban la mañana de las verdades, los juegos tardíos en playas de marfil y jade.

Volvimos la mirada hacia un futuro amanecer, mientras la memoria racial de toda una ciudad pugnaba por hacerse un hueco en nuestro ser. Y en ese buscar, vimos, sobre nuestras cabezas, un cielo que nadie ha entendido jamás; estrellas en uso decadente, apiladas sobre unos gruesos trazos de tinta negra, que simulaban un firmamento jamás hollado por la materia. Porque en ese momento,

La CiudadJ. Javier Arnau Moreno

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nuestros pensamientos ya no nos pertenecían, acababa de caducar la era de las percepciones. Un sol puede que nos alumbrara todavía, pero tras una dura jornada sin anhelos, declinó volver a realizar tan ardua labor. La Entropía, en todas sus formas y colores, nos rodeaba, latidos del caos cabalgando sobre inopinadas ondas de materia fluctuante, que realmente es todo lo que somos/seremos. Y el cielo nos es desconocido de nuevo, porque nuestro intelecto ha dejado, por fin, de alumbrarnos el camino.

La Ciudad transita por la espera agobiada de una fría realidad recién creada, mientras sus futuros habitantes descubren nuevos barrios, callejones que cambian y se metamorfosean continuamente; tribus urbanas desaparecen mientras la evolución se torna iracunda y en el espacio, mientras, las estrellas forcejean con su destino.

Aparente brillo, fugaz frialdad que nos roba los escasos pensamientos, que huyen de nuestro cerebro tan deprisa como la luz de esas estrellas que han muerto en estricta decadencia.

Y ese Cielo antaño buscado, anhelado incluso, se colapsó sobre nuestro intelecto, y los barrios, por tanto, nunca son descubiertos; por eso, la Ciudad de las Latitudes desaparece en un futuro apenas soñado.

Es, por tanto, el fin de todo.

Y yo, muero momentáneamente con ella.

Pero como los trabajos realizados durante la Eternidad habían sido propagados a los doce vientos de la realidad, nuestra muerte pronto fue noticia en todos los lugares a donde llegaron.

Y, con la recopilación de esos trabajos, pronto se fundó una nueva Ciudad de las Latitudes. Una ciudad nueva, sobre la base de la antigua. Con retazos de esperanzas, trozos de anhelos, porcentajes de probabilidades, variaciones aleatorias sobre un mismo tema, y combinaciones

de elementos nuevos y antiguos se (re)construyó la Ciudad.

Y pronto, en la renacida Ciudad, se pudo leer en publianuncios de neón -nuevas estrellas decadentes guiando los sentidos hacia firmamentos jamás hollados:

“… la actualidad desborda en inquietantes espirales de decimonónica controversia.

Un pie de página convoca a la multitud de letras que le siguen a una injusta manifestación en contra de los derechos de los alienados.

Una esquela sobrevuela el mundo libre de los sacrificadores de paz; a su vez, un anuncio por palabras deletrea su nombre bajo los efectos de un anestésico artificial.

Endebles volutas de insinceridad corean a gritos el resultado de una pelea entre tribus urbanas.

Una columna de opinión dispara su arma cargada de volutas indefinidas a través del espeso aire de una tertulia de café y copa.”

"En fin, esto es lo que ha pasado, y así nos lo han contado"- susurra un atónito espectador de la diaria aflicción de las masas, habitante anónimo de la Ciudad, compañero dentro de sus laberínticos callejones.

Y llegados a la última holopantalla del cielo virtual, desviamos nuestra mirada, y comenzamos nuestra nueva vida, día a día...

La Ciudad sigue avanzando, eternamente, sobre campos de probabilidades aleatorias, eternas variables que definen su camino.

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J. JAVIER ARNAU MORENO(España)

Ha publicado relatos, microrrelatos, poesías, reseñas y artículos en Cyberdark.net, NGC 3660, Pulsar, Alfa Eridiani, Axxon, Quimicamente Impuro, Que leo ahora, Miasma, Tierras de Acero, Sedice.com, Ediciones Efímeras (Poemario: Paisajes de Ciencia Ficción), Ediciones El Parnaso, MegaGrupo de Relatos, Ediciones Hidalgo, Efímeros (micro relatos), Asociación Myrtos Gramma , Portal de Ciencia Ficción, miNatura, Poesía + Letras, Annlea, La Página de los Cuentos, Centro Poético, Escritores en la Sombra, La Pluma Nocturna, La Biblioteca Fosca, fanzine Título, Necronomicón, etc.Puede visitarse su blog Por Si Acaso: Previniendo Desastres http://jjarnau1.blogspot.com/ , donde hay poesías, relatos, noticias, videos, etcY en Currículum Literario de J. Javier Arnau http://javier-obrasjavierarnau.blogspot.com/ está listado todo lo publicado, y cómo conseguirlo

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E l soldado pateó escombros, y una nube de partículas remontó el cielo sin sol. Extrajo un

transmisor de sus alforjas.

—Sector diecinueve: chequeado y libre —dijo.

La voz del altoparlante demandó precisiones.

—¿Ninguna forma de vida a la vista? ¿Registra algún tipo de estructura edilicia?

El soldado revisó el horizonte con sus oculares reglamentarios.

—Un complejo tipo “C”. En el sector veinte. ¿Procedo?

—Afirmativo. Extreme precauciones: los últimos sobrevivientes podrían ser peligrosos.

—Comprendido. —El soldado cortó la comunicación. Cruzó su rifle atomizador sobre el pecho y avanzó al trote en dirección al objetivo. “¡Magnífico!”, pensó. “¿Qué más puede pedir la milicia, en un planeta arrasado por la invasión, que hacer su trabajo?”

La arquitectura del complejo: un techo a dos aguas, dos plantas. Definitivamente un “C” o “Casa”, según la jerga terrestre. El soldado tiró abajo la puerta de entrada. Sondeó el interior con su dispositivo de lente nocturno. Descubrió una enclenque escalera a su izquierda. La remontó. En la planta superior se topó con dos puertas. Iba a enfrentarse con la primera, cuando se activó su transmisor.

—¿Directiva? —inquirió.

La voz surgió del altoparlante.

—Golpee la puerta antes de entrar.

—Repita —dijo el soldado, abriendo mucho el ojo.

—Repetición —dijo la voz—: Golpee la puerta antes de continuar.

—¿Razón?

—Fórmula de cortesía terrestre: el golpe en la puerta es un llamado que ratifica una presencia. Si el sobreviviente responde, se fortalecerá la hipótesis de que hay otros como él.

—Comprendido. —El soldado cortó la comunicación.

Se irguió ante la puerta. Se sintió incómodo adoptando esa postura erecta, tan humana.

Alzó sus extremidades enguantadas y llamó en tres ocasiones, sin obtener respuesta.

El Factor SamsaJuan Manuel Valitutti

Ilustración de Juan Diego Gómez Vélez

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El soldado echó la puerta abajo.

Halló lo que suponía: un sobreviviente.

Lo vio flaco y abatido. “Será fácil”, pensó.

Preparó su fusil.

***

—¿Entonces, es verdad? —dijo el último de los hombres. Echó su silla para atrás, y observó cómo el soldado sakir disponía su arma—. ¿No queda nadie más afuera de esta habitación? —El soldado sakir apuntalaba su rifle—. ¿Me encerrarán dentro de un capullo, como hicieron con el resto? ¿O me matarán? —El soldado sakir vaciló: sus extremidades insectívoras se retrajeron, su único ojo se dilataba—. ¿Qué te pasa? ¿Por qué no me matas?

El gran insecto antropomórfico bajaba su rifle.

***

La alarma del transmisor llamaba, apremiante y molesta.

El soldado, contrariado, atendió.

—¿Directiva?

—Aborte directiva primaria —exigió la voz del altoparlante—. No mate al humano. Repito: ¡No dé muerte al humano!

—¿Razón? —El soldado sujetó el rifle por la correa—. ¿Base? ¿Me recibe?

El transmisor del antebrazo volvió a cobrar vida.

—Mediación extraoficial. —La voz sonaba tensa del otro lado de la línea—. No abandone su puesto, soldado, y espere nuevas órdenes.

—¡De acuerdo, señor! —El sakiriano se cuadró—. ¡Cambio y fuera, señor!

***

El último de los hombres contempló cómo el soldado sakir se desconectaba un pequeño artefacto de la oreja y lo miraba con su único ojo. Si no fuera por su compleja estructura oleaginosa, hubiera jurado que ese rostro híbrido de mantis y cucaracha presentaba un desaliento infinito.

—Sin duda, algo ha pasado —dijo el hombre dirigiéndose al soldado. Se apartó del escritorio que presidía, cuidando de que sus movimientos no fueran bruscos—. ¿Talak takorek? ¿Ek?

El sakiriano levantó sorprendido su enorme cabeza facetada.

—¡Oh, sí! —dijo el hombre en la lengua alienígena—. Conozco tu idioma, como conozco el latín, el inglés, el checo…

—¡Trajkálido tajek od nartantarek! ¡Ek! ¡Ek! —bramó el soldado.

—¿Por qué? —El humano se cruzó de brazos.

El intercomunicador emitió una vibración en la mano del soldado sakir, quien rápidamente se lo llevó a su orificio auditivo.

—¿Directiva?

—¿Contacto verbal?

—¡Afirmativo!

—Active su lente.

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—¡Afirmativo!

Una laminilla descendió del casco del soldado hasta cubrir su ojo.

—¿Qué haces? —dijo el hombre.

—Registro, humano.

—¿Registras? ¿Están grabándome?

—¡Registros! —ratificó el sakiriano.

—¡Oh! ¿En serio? ¡Qué interesante! —El hombre se adelantó, con las manos en los bolsillos—. No imaginé que estuvieran interesados en mantener alguna clase de… registro.

—¡No dé un paso más, humano! —El soldado levantó la boca de su rifle atomizador.

—No te preocupes —dijo el hombre, y señaló una estructura a su derecha, atestada de objetos—. ¿Sabes qué es esto? —El sakiriano no dijo nada—. ¡Es el Universo, amigo! —El hombre extrajo del interior de la estructura uno de los objetos.

Lo sujetó ante el soldado.

—¿Y bien? ¿Sabes qué es?

—Un “L”, humano: “Libro”, los llaman.

—¡Oh, sí! —El hombre le dio vueltas al ejemplar en sus manos—. Es un libro… Ustedes los queman, ¿no es así? —El hombre miró al sakiriano por encima de sus gafas—. Los queman... para que no quede registro: ¡ni rastros de la raza humana!

—¡Así es, humano! —aprobó el sakiriano.

—¡Sí, por supuesto! —El hombre hurgó entre los anaqueles y extrajo un par de volúmenes—. Veamos... ¿Qué tenemos por aquí? ¡Ah, este es un Melville! ¡Y acá tenemos a un Buzzatti! ¡Qué te parece! ¡Nada mal! —El hombre hojeaba los

ejemplares—. ¿Sabes? Los dos autores, a su manera, hablan del tiempo. —El hombre se desentendió de la biblioteca y se volvió al soldado—. ¿Sabías que yo daba clases de…?

Se detuvo, boquiabierto.

El sakiriano había tomado asiento al pie del único camastro que tenía la habitación. Se repantigó lo mejor que pudo, considerando lo inadecuado de su fisonomía, extraña al concepto horizontal.

Tenía un libro en sus enguantadas tenazas, aparentemente un ejemplar que su poseedor había estado leyendo la noche última, y que había abandonado sobre el remedo de una mesita de luz.

El hombre vio al sakiriano…, y sufrió una metamorfosis.

Al principio, por la sorpresa, fue una pequeña explosión que escapó de sus labios. Cosa de nada, aunque alcanzó para que el soldado desviara la vista del libro y la posara en el habitante del cuarto.

Entonces el hombre se sacudió, hasta casi trastabillar, olvidado del Melville y el Buzzatti, que cayeron ruidosamente al suelo de pinotea.

El hombre avanzaba y se sacudía; avanzaba y emitía un extraño ruido, de cadencia irregular, al tiempo que propinaba unos alarmantes saltitos, con cada paso de su cuerpo convulsionado y vacilante.

El soldado sakir soltó el libro, descolgó el rifle de su correa y, con una agilidad insospechada —nada más lejos que la imagen de un insecto luchando con su caparazón—, se lanzó al medio de la habitación, adelantando la boca de su arma.

El último hombre del mundo comprendió, demasiado tarde.

—¡Oh, espera! ¡Tú no entiendes…! —rogó, anteponiendo una mano de cinco dígitos, desgraciadamente amenazante.

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El sakiriano abrió fuego, y el último ser humano del mundo desapareció de la habitación y de la faz de la Tierra.

El soldado se acercó entonces al ennegrecido espacio que había ocupado el humano y hurgó con la punta de su rifle los restos humeantes. “¡Ya no queda nadie más!”, concluyó para sus adentros.

De pronto, llamaron a la puerta.

El soldado sakir se volvió, bruscamente, enristrando su atomizador.

—¡Identifíquese! —demandó.

—¡Base! —fue la parca respuesta.

El soldado apartó su arma y se cuadró.

—¡Señor, sí, señor!

La puerta se abrió lentamente, con un leve rechinido de sus goznes herrumbrados, y dos figuras se proyectaron al interior del cuarto.

Se trataba de dos sakirianos. Uno sereno y pausado; el otro, molesto e inquieto.

—¡Idiota! —bramó este último—. ¿Qué es lo que ha hecho?

El soldado reconoció la voz del veedor que había monitoreado su operación de rastrillaje.

—¡Señor, sí, señor! —El soldado clavó el ojo en su superior—. El humano, señor… ¡El humano trató de atacarme mediante una extraña…!

—¡Idiota! —repitió el veedor, mientras se inclinaba sobre los girones chamuscados—. ¡Lo vimos todo por la transmisión de su lente! ¡El humano no hacía nada extraño! ¡El humano reía!

“¿Reía?”, pensó el demudado soldado. “¡Reía!”

El veedor se aproximó al soldado y bajó el tono de su voz.

—¡Créame, soldado, lo ascendería a capitán de cuadra, si pudiera hacerlo! —El veedor echó un furtivo vistazo al sakiriano más contemplativo que había ingresado con él al cuarto—. ¡Pero, lamentablemente, tengo las tenazas atadas!

El soldado siguió la vista del veedor y la detuvo en el sakiriano que examinaba con parsimonia la estancia vacía.

Supuso de qué se trataba.

¡La Columna Existencialista!

—¡Estos malditos Humanistas metiendo sus narices en asuntos militares! —El veedor farfullaba insultos entre sus dentones lubricados—. ¡Ahora amenazan con intervenir el interior de los capullos para liberar a los humanos! —El veedor renovó su cuota de imprecaciones—. ¡Qué horrible pesadilla!

Pero la farsa debía continuar, y tanto el veedor como el soldado lo sabían, por lo que adoptaron una postura acorde a la situación.

—¡Idiota! —volvió a rugir el veedor—. ¡La Corte Marcial será poco para usted!

—¡Señor! —El soldado se cuadró—. ¡Sí, señor!

El veedor abandonó el cuarto, reiterando su amenaza de llevar el caso ante la Justicia Militar.

Mientras tanto, el representante de la Columna Existencialista, seguramente un diplomático con injerencia paramilitar, se había dedicado a recoger del suelo los ejemplares de Melville y Buzzatti, y ahora se inclinaba sobre el camastro, para estudiar la portada del libro que momentos antes de la tragedia sujetara el soldado.

Se trataba de un ejemplar de La Metamorfosis, de Franz Kafka.

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Abrió el libro y leyó:

“Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, se encontró en su cama convertido en un monstruoso insecto…”

El diplomático interrumpió la lectura y contempló el camastro que tenía ante sí, y luego desvió la vista hasta posarla en el soldado, que ya ultimaba detalles para incinerar la biblioteca.

Entonces, rió.

No lo hizo como los humanos, claro, sino como los sakirianos; aunque sirvió para llamar la atención del soldado, que giró su enorme cabeza facetada.

—¿Por qué se ríe, señor?

El diplomático apartó la vista del ejemplar que oprimía en su tenaza y miró al soldado.

—Río porque entiendo, soldado. —Abrió un estuche metalizado y guardó los tres libros que había logrado rescatar—. Creo que tiene un trabajo que llevar a cabo, ¿no es así?

El diplomático no esperó la respuesta. Le dio la espalda al soldado y salió de la habitación.

Cuando llegaba a la planta baja y salía al devastado exterior, una lluvia de papel en llamas se abismaba desde la ventana abierta del primer piso, como el estallido de un Universo en expansión.

JUAN MANUEL VALITUTTI(Argentina)

Obra: he publicado cuentos en los e-zines NGC3660, NM, miNatura, Club Bizarro y AXXON (En esta última, colaboro también en calidad de evaluador), y en las revistas en papel Aventurama y Sensación. Resulté finalista en el concurso “Mundos en Tinieblas 2009”, organizado por la Editorial Galmort, con mi relato “La vastedad de los espejos”, de próxima aparición. (También, próximamente, publicaré en las revistas Exégesis y Alfa Eridiani, ya que mis relatos acaban de ser aprobados).

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L a nave de los Chitaanz, llegó al sistema solar el último día de diciembre del año 2011. De

inmediato analizaron la posibilidad de vida en los planetas que conformaban aquel inhóspito lugar. Descubrieron vida inteligente en el tercero a partir del Sol. Se acercaron a este valioso mundo de inmediato a fin de iniciar una investigación a dos niveles: geográfico y biológico. Enviaron emisarios a bordo de naves invisibles y detectaron cambios físicos bruscos en el centro de la corteza terrestre. Profundizaron en el análisis con un detector de cambios químicos (no era necesario al principio, pero algo muy extraño ocurría) y cuando midieron la energía del núcleo se dieron con una terrible sorpresa: en el momento en que el planeta girase y se adentrara en el primer segundo del primer día de enero del año 2012, su núcleo colapsaría, debido a las secuelas de los bombardeos nucleares suscitados entre las diversas naciones. La explosión sería... (no hay palabra para calificarla). Todos los seres que habitaban aquella tierra morirían; ni siquiera una pequeña cucaracha lograría salvarse.

Los Chitaanz hablaron con su líder, El Gran Chitz Supremo, para consultar sobre lo que debía hacerse. La respuesta del líder (después de poco meditarlo) fue categórica:

“Es un mundo interesante aunque supremamente violento... Rescaten a un habitante, sólo a uno, no queremos a una pareja que pueda reproducirse y crear una nueva civilización; podrían tornarse incontrolables. Sólo un ejemplar, que sea fuerte como los de nuestra raza. Éste nos narrará la historia completa de ese planeta, sus sueños, secretos y todo cuanto necesitemos saber. Pondremos dicha información en el gran archivo galáctico que estamos elaborando”.

Los Chitaanz se alegraron por la noticia, después de todo, no existía en toda la galaxia un mundo con seres de su mismo nivel mental y espiritual. Éste hallazgo era el más preciado que habían logrado jamás. Los Chitaanz tenían una cualidad particular: eran genios historiadores, recorrían el universo buscando civilizaciones inteligentes para poder escribir sobre ellas y sus culturas. Eran además una raza poderosa en el aspecto físico. Medían cuatro metros de longitud, tenían seis brazos musculosos, tres ojos adornaban

sus rostros que poseían una enorme trompa con la cual llevaban sus alimentos a la boca (pequeña, pero repleta de filosos dientes). Estas cualidades los hacían sentirse poderosos y seguros de sí mismos. Eran además telépatas, aunque su alcance mental tenía

un límite.

Les quedaba menos de dos horas para encontrar un ejemplar humano perfecto.

Pusieron manos a la obra y en menos de una hora hallaron uno. Era alto, de tez blanca, cabellos rubios largos, muy robusto, llevaba un bastón y acariciaba (quizá protegía) a algunos animales inferiores lanudos en una zona con muy pocos habitantes. La energía que poseían Los Chitaanz sólo les permitía traer a su nave una persona a la vez, pero bastaría con eso. Cualquier criatura física y mentalmente sana conoce bien su propio mundo.

Se acercaron a la atmósfera de La Tierra lo más

El ElegidoCarlos Enrique Saldívar

Ilustración de Juan Diego Gómez Vélez

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que pudieron y teletransportaron al afortunado ser. Su nombre era Nut, lo llevaba bordado en su traje de tela. Quedaba muy poco para el final de aquel infortunado planeta. Y, como era de esperarse, el mundo que el escogido dejó atrás estalló en mil pedazos perdiéndose para siempre una raza fascinante y a la vez sobrecogedora. Una vez la nave de los Chitaanz se hubo alejado lo suficiente, éstos intentaron sondear la mente de Nut para encontrar respuestas y conocer la extraordinaria historia del planeta al cual este macizo personaje perteneció. De este modo podrían crear un libro que contara todo lo concerniente a aquel mundo. Un texto magnífico, el cual colocar en un estante de la gran biblioteca galáctica. Quedaron sacudidos ante lo descubierto, cayeron hacia atrás, frustrados, entristecidos. Sus esperanzas se destrozaron ante lo vislumbrado en la mente de su huésped. Algunos se golpearon a sí mismos, otros elevaron su trompa y aullaron de rabia. Nut nunca supo lo que ocurrió, no estaba asustado, pero sí maravillado, ante lo que sus limitados sentidos percibían.

Nut, el último hombre de la Tierra, era ciego, sordomudo y no sabía leer ni escribir.

Lima, enero de 2003

CARLOS ENRIQUE SALDIVAR (Lima, Perú, 1982)

Estudiante de Literatura en la UNFV. Narrador, poeta editor y corrector de estilo. Director de la revista Argonautas de fantasía, misterio y ciencia ficción que nació en noviembre de 2006 y el día de hoy ya va por su cuarta entrega. Ha publicado relatos en las revistas Argonautas números 1, 2, 3 y 4. Ha publicado relatos en diversas revistas del medio, en la página de Ciencia Ficción Perú, en la revista virtual Velero 25, en Crónicas de la forja, publicación del taller internacional de creación literaria Los forjadores, ubicado en la web y en Axxon. Ha publicado el libro de cuentos Historias de ciencia ficción en el año 2008. Es miembro del grupo Coyllur de fantasía, terror y ciencia ficción. Actualmente se dedica plenamente a la Literatura.E-mail: [email protected]: www.revistaargonautas.blogspot.com

Cápsulas Literarias

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E duardo caminaba con ritmo frenético alrededor de la sala de espera, un cuarto

pequeño de paredes blancas. Un letrero luminoso prohibía fumar, lo que incrementaba aún más la ansiedad del futuro padre. El trabajo de parto había empezado hacía horas. Agotado física y mentalmente, dejó de caminar y se desplomó en el único sillón que había en el lugar. Cerró los ojos, intentando no dormirse. Escoger el parto natural fue un error, pensó. Su esposa no estuvo de acuerdo al principio, pero él insistió de tal manera que al final ella aceptó, inclusive algo emocionada.

El cansancio venció a la angustia y se durmió. Cuando la doctora lo despertó estaba totalmente desorientado. Tardó unos segundos en recordar que Nohora daba a luz a su primer hijo y al instante volvió la opresión en su pecho, causada por el temor a que esa ridícula aventura terminara mal. ¿Cuánto tiempo habría dormido?

−¿Qué pasó doctora? −preguntó con angustia.

−Cálmese señor Prieto, todo ha salido perfectamente. Fue un alumbramiento muy largo; tuvimos una pequeña complicación, pero nada serio. Lo felicito, es usted padre de un hermoso niño.

−Pero, mi esposa ¿cómo está? ¿A qué tipo de complicación se refiere?

−Le digo que no es nada. Un pequeño sangrado que ya fue controlado, no se preocupe. ¿Quiere

verla ahora?

−Por supuesto. Gracias señorita, y disculpe mi actitud, por favor.

La doctora hizo un gesto para restar importancia al asunto y entró al Área Obstétrica Naturista, tal como estaba identificada por una placa en la puerta.

Imágenes de otra época los recibieron. A lo largo del corredor veía antiguos afiches que mostraban bebes de días o meses, tal vez años de nacidos. Para él era muy difícil precisarlo, pues nunca había visto uno en persona. Otras eran fotografías del momento del parto, niños chorreando sangre en pequeñas tinas de baño, o toallas manchadas de rojo con las que los médicos de la época limpiaban a los pequeños. Trató de retirar la vista de las repulsivas imágenes, pero no pudo evitar el fijarse en una reproducción del interior del cuerpo femenino justo en el momento del parto. ¡Era una abominación! ¡Como pude hacerle esto a Nohora!, pensó.

La doctora notó la palidez de su rostro y el sudor en su frente y sonrió.

−Ponemos este tipo de imágenes en las paredes para preparar a los pocos que se atreven a trabajar con nosotros. Al principio es muy duro, pero todos nos acostumbramos. El ser humano es tan moldeable…− dijo, con una expresión que Eduardo no pudo descifrar.

−No puedo imaginar que todo se hiciera antes de esa manera. La verdad me arrepiento un poco de haber puesto a mi esposa en esta situación…

−No se preocupe, le pasa a la mayoría de los padres que toman esta decisión. Además, ella esta muy bien, solemos utilizar calmantes, algunas veces sedantes para evitar el trauma.

Las palabras de la doctora lo aliviaron un poco, y lo distrajeron suficiente para sacar las imágenes de su cabeza hasta llegar a la habitación de su

Vocación

César Mauricio Heredia Quecan

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esposa. Ella estaba recostada y miraba distraída la ventana. Volteó apenas escuchó que alguien entraba y miró a su esposo de una forma extraña, vacía.

Eduardo se acercó y tomó su mano −Nohora, preciosa… ¿estás bien?

−Claro Edu, no es nada. Solo me siento mareada, ni siquiera puedo enfocar la vista, pero me siento de lo más tranquila…

La doctora los miró por un instante y salió de la habitación.

Nohora se durmió casi al instante y Eduardo no pudo evitar hacer lo mismo; cuando ella abrió los ojos, lo encontró con la cabeza apoyada en su regazo, en una posición bastante incomoda.

−Edu, amor, levántate, trata de acomodarte mejor… no, mejor ve a la casa a descansar, aquí estaré bien.

−¿Cómo?... ¿Qué pasa?... Ah, hola preciosa, despertaste −dijo restregándose los ojos −. No, como crees que voy a dejarte aquí después de todo por lo que pasaste. Debió ser horrible. No sabes cuanto me arrepiento de haberte pedido que hiciéramos esto.

−Vamos Edu, lo hecho, hecho está. Además estuve tan sedada que apenas recuerdo lo que pasó. Ahora sólo quiero pensar en recuperarme pronto y seguir nuestras vidas tal como antes. Estos nueve meses fueron una locura.

Discutían el regreso de Nohora a su trabajo cuando la doctora entró en la habitación.

−¿Cómo están los nuevos padres hoy? ¿Listos para tomar la decisión?

−¿Ya está el resultado de los exámenes? −preguntó Nohora con asombro.

−Si señora, los métodos de análisis integral

cada vez son más rápidos, pero no pierden su eficacia. Entonces… ¿quieren saber el resultado de una vez?

¬−Claro que si, doctora, ¿por qué esperar? −dijo ella mirando a su marido con una expectante alegría en los ojos, la misma que él sentía.

−Bueno, el mapa genético, físico y psicológico de su hijo encaja perfectamente en uno de los perfiles menos comunes. Su hijo tiene todas las capacidades para ser un excelente ingeniero genético zootecnista.

−¿Un qué? −Preguntaron al unísono.

−Ingeniero genético zootecnista. Son científicos preparados para la manipulación y conservación de genes animales. Y déjenme comentarles que, con esta profesión, su hijo tendría un gran futuro por delante. Ahora no existe mucho campo de acción, por eso la profesión es tan poco conocida. Pero en veinte años, cuando termine su educación, muchas investigaciones en ese campo que buscan proteger las especies animales que aun quedan y recuperar las que han desaparecido, se encontrarán bastante adelantadas. En ese momento habrá una gran demanda de profesionales de este tipo. Esta es la información que alcancé a mirar de reojo, el informe completo sobre las aptitudes, capacidades y posibilidades laborales de su hijo puede ser consultado en la pantalla que está al lado de su cama. La información acaba de ser cargada ahí.

Eduardo tenía la mirada perdida en el vacío.

−Vaya, no sé qué pensar−dijo con un tono melancólico−. Esperaba otra cosa como un economista o un médico. ¿Pero eso?

−Tengo que asegurarle que su hijo es muy afortunado al haber recibido de ustedes esa combinación genética. Se trata de una profesión para la que pocas personas tienen aptitud. Su hijo no tendrá mucha competencia y un futuro próspero, se los aseguro. Claro que siempre existe la opción que ustedes escojan algo distinto para él,

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aunque, y esto es un consejo personal, les aseguro que la profesión que las computadoras arrojan es la que tiene el mayor porcentaje de probabilidad para generar todo el bienestar posible en su vida. Pero aún así, sigue siendo su decisión. Como les dije, encontrarán toda la información disponible en esa pantalla.

−Usted acaba de hablar de veinte años −dijo Nohora, apenas asimilando la información recién recibida−, ¿se refiere a que, si escogemos esa profesión, la mejor opción es que se mantenga en las cápsulas de formación por todo ese tiempo?

−Es usted muy perspicaz, señora Prieto. Mi deber es entregarles toda la información relevante para que puedan tomar la mejor decisión. Es claro que podemos acelerar el proceso de aprendizaje y reducirlo a, tal vez, quince años, pero, a pesar de que la formación académica es completada, a esa edad aún tienen rasgos infantiles en su comportamiento, con los problemas sociales que eso conlleva. Por eso preferimos darles a los padres la opción de que escojan entre 18 y 22 años de formación.

−Vaya −dijo Eduardo−, veinte años antes de conocer a nuestro hijo. No sé, a veces me pregunto si no sería bueno conocerlo un poco antes, inclusive en su niñez, tal vez tenerlo algunos días en la casa…

Nohora lo miró en silencio por unos segundos y estalló −¿Estas loco? ¿Acaso no has visto los programas de historia que pasan en la tele? ¡Por Dios! Te gustaría consumir los mejores años de tu vida teniendo que lidiar día y noche con un ser humano pequeño y frágil, totalmente dependiente de nosotros, siempre con temor de que algo le pase, de que se rompa un hueso o tenga cualquier otro accidente. ¡Y teniendo que limpiar sus excrementos y orinadas! Y luego, ¿no has visto cuando aprendían a hablar y caminar lo insoportables que eran? y cómo acababan prácticamente con la vida normal de las parejas. ¡Por Dios, cómo se te puede pasar algo así por la cabeza! El parto natural no me pareció tan loco,

hasta cargar el feto nueve meses en mi vientre fue una experiencia interesante, pero criar a nuestro hijo fuera de la escuela es ridículo. Por lo menos allí estará seguro mientras sea pequeño e indefenso. Dentro de las cápsulas no le puede pasar nada. Y nosotros seguimos nuestras vidas tranquilos, sin tener a un mocoso insoportable volviéndonos locos en nuestra casa.

A pesar de la violencia con que su esposa respondió a su sugerencia, Eduardo no tuvo ninguna reacción apreciable en su rostro.

−Su esposa tiene toda la razón −intervino la doctora−. No tiene ningún sentido llevar a un niño a sus hogares, para que altere la forma de vida que han construido juntos. Qué mejor que conocer a su hijo ya como un adulto, un profesional en el ramo para el que nació, listo para conocer a sus padres y vivir como amigos de allí en adelante. Además ustedes tienen que reiniciar de inmediato su vida cotidiana, o mejor, ¿por que no toman unas vacaciones? Tal vez un crucero por el Atlántico o un viaje a Europa. ¿No les parece?

Tal vez ellas tenían razón, pensó Eduardo. Su propio caso lo confirmaba. Nunca le había contado a su esposa el mes en que estuvo fuera de su cápsula de educación por culpa de un fallo técnico. Dados los medios limitados con que contaba el Ministerio de Educación en aquella época debido a la guerra interamericana, el gobierno no había tenido otro remedio que enviarlo con una mujer de la cual no sabía nada, mientras era posible reubicarlo en otra cápsula para continuar su educación himnopédica. No recordaba mucho. Por lo que investigó sobre cómo eran los recuerdos infantiles antes de que existieran las cápsulas, dedujo que tendría unos seis años. Sin embargo, las pocas imágenes que de vez en cuando irrumpían en su memoria eran mucho más nítidas que los conocimientos implantados durante el sueño de diecinueve años. Recordaba un rechazo inicial de la mujer, seguido por un lento acercamiento hacia él. Primero las caras de impaciencia y desesperación cuando empezaba a llorar, luego el amor y la ternura que recibió de

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ella, imposibles de comparar con nada que hubiera conocido, pues eran los únicos recuerdos reales de su niñez. Después de eso, lo único que recordaba era un despertar con todo el conocimiento necesario para ejercer la profesión de Economista, además de un grupo de conocimientos básicos sobre el mundo en el que empezaba a vivir, sobre la gente y la sociedad. No le fue difícil encontrar un trabajo, al que llegó directamente recomendado por el Ministerio de Educación.

Nunca olvidó la expresión dulce en la cara de la mujer cuando lo alimentaba, lo vestía, le daba algo que nunca recibió de sus padres biológicos, a los que conoció días después de salir del Centro Educativo y que le parecieron seres humanos tan aburridos que dejó de tratarlos menos de un año después. De vez en cuando recibía correspondencia de ellos que contestaba escuetamente, sólo por cortesía. El recuerdo de la mujer y el deseo de saber su nombre, de volverla a ver no lo abandonó a través de los años.

Investigó en el Ministerio. Allí estaba registrado el averío de las cápsulas y se explicaban los motivos técnicos, pero no aparecía ningún dato sobre las personas que habían cuidado a los niños. Al parecer fue excluido a propósito, con el fin de evitar cualquier contacto posterior entre las mujeres que los cuidaron y los hombres y mujeres, no muchos, que tuvieron que vivir por fuera durante un corto tiempo. Investigó en esferas más altas del Gobierno, pero no existía un solo documento que contuviera información al respecto. No pudo encontrar ninguna pista y pocos meses después renunció a la búsqueda.

El recuerdo de su madre sustituta y el no poder encontrarla lo mortificaba, siempre lo había mortificado. Nohora y la doctora tenían razón. ¿Para qué exponer a su hijo a ese tipo de recuerdos en el futuro, recuerdos reales que no aportaban nada a su formación?

−Es verdad. Lo mejor es que empiece lo antes posible su educación. Además, seguro tendrá una vida interesante, con esa profesión tan exótica.

Nohora respiró aliviada al ver que su marido no insistía en su loca idea. La doctora se despidió de la pareja y salió con una expresión satisfecha en su rostro. Ellos no alcanzaron a notarla.

La doctora cerró la puerta de la habitación y recorrió el largo corredor hasta encontrar una puerta metálica con cerradura electrónica. Puso su pulgar en una ventanilla ubicada sobre la cerradura y, cuando la puerta se abrió, entró a un cuarto en el que una mujer mayor que ella trabajaba en una terminal de computador.

−¿Cómo te fue? −preguntó sin dejar de mirar la pantalla.

−Se iba complicando. El padre tiene ideas muy raras, pero estoy segura de que no se llevarán al niño y que escogerá la profesión que les sugerimos −dijo, haciendo una señal de comillas con las manos −. El sólo hecho de venir acá y obligar a la pobre mujer a tener un parto natural es una barbaridad. La verdad, yo creo que este sitio no debería existir. ¿Para qué darles la opción, no sería mejor que se obligara de una vez por todas a que todo el mundo gestara y educara a sus hijos en los laboratorios estatales?

−Vamos. No les puedes quitar la opción de tajo; la gente rechazaría la medida. Es mejor un trabajo de convencimiento a largo plazo que una rebelión inútil, es una de las reglas básicas del control social. Además, a este sitio no le queda mucho tiempo. Bien sabes que este año el porcentaje de alumbramientos naturales fue menor al dos por ciento, y sigue disminuyendo aceleradamente. Pronto nadie concebirá ni gestará sus hijos fuera del Ministerio de Educación y el gobierno cerrará este Hospital, sin que nadie proteste. Esto ha llevado años, pero ha sido un proceso perfecto.

−Espero que ese día llegue pronto −dijo con tono impaciente−. Estoy desesperada con este trabajo.

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−Paciencia, agente, paciencia. Y bien. ¿Qué profesión le asignaste?

−Ingeniero Zootecnista. ¿Cuántas nos quedan de esa?

−Restando este… nos quedan catorce por asignar. Además aún tenemos siete veterinarios, doce administradores de empresas y dieciocho obreros. Pero estoy segura que con el flujo de pacientes, este año completaremos ese pedido.

−Este proyecto de recuperación de Fauna y Flora en que se embarcó el Gobierno nos trae muchos problemas. Era más fácil hacerles creer a los padres la historia del médico o del ingeniero… inclusive la de músico era bien recibida. Pero con ésta me toca ser más imaginativa.

−Agradece que te pusieron a ejercitar ese cerebro de agente ministerial que te programaron de niña −dijo la Mayor guiñando un ojo. El estallido de risa de las mujeres retumbó en los pasillos del Hospital.

Cesar Mauricio HerediaAbril de 2004

CÉSAR MAURICIO HEREDIA QUECAN(Colombia)

Correo electrónico: [email protected]

Nacido el 24 de marzo de 1978 en Bogotá, Colombia, donde ha vivido toda su vida. Es abogado de la Universidad Javeriana, especializado en Derecho Comercial. Ha sido un lector voraz desde su infancia de los más diversos géneros, pero siempre se inclinó por la ciencia ficción, el terror y la fantasía, en ese orden. Empezó a escribir en la Universidad, donde cursó un Diplomado de Novela Corta, así como el Taller de Cuentos de la Universidad Central. Varios de sus escritos de ciencia ficción han sido publicados en la revista Código de la Facultad de Derecho de la Universidad Javeriana, en la Revista Digital Axxon de Argentina y se incluyó un cuento suyo en el libro Antología del cuento fantástico colombiano publicado por la Universidad Sergio Arboleda de Bogotá.

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D e nuevo, gracias al lanzamiento de la revista virtual Cosmocápsula, y tal y como ha

sucedido en el pasado con la aparición de distintas antologías y novelas de ciencia ficción colombiana, resulta grato ver cómo es aportado un granito de arena a la difusión de este género en el país.

En realidad, después de muchos intentos fallidos, y de toda la ardua trayectoria que la ciencia ficción colombiana tuvo a lo largo del siglo XX, y en lo que va corrido del presente, era factible imaginar que no tardaba en aparecer una revista como Cosmocápsula; debido a esa monstruosa criatura en pleno desarrollo llamada Internet, era de esperarse que tarde o temprano alguien asumiera el reto de crear un espacio virtual “concreto” para la ciencia ficción escrita por los colombianos, que es precisamente lo que han hecho Antonio Mora Vélez, Dixon Acosta y David Pérez.

Para ser la primera ocasión, la estética y el diseño de la publicación no están nada mal, en general la organización de los textos es sencilla pero efectiva, comenzando por un editorial escrito por David Pérez y un artículo de Dixon Acosta sobre los Ochenta Años de la Novela de Ciencia-Ficción en Colombia, seguido por una serie de cuentos, entre estos varios poemas de Antonio Mora Vélez, intercalados por la presentación de la biografía y obra del ilustrador invitado Simón Wilches Castro, y concluyendo con un artículo sobre “MOON”, la nueva sorpresa cinematográfica

referente a la ciencia ficción, dirigida por el británico Duncan Jones, y tres reseñas dedicadas a antologías como CONTEMPORÁNEOS DEL PORVENIR, HISTORIAS DE CIENCIA FICCION y VENUS DESCIENDE. RELATOS DE CIENCIA FICCIÓN.

En cuanto al relato LA TARJETA de Tito Guillermo Contreras Suárez, primero del grupo, hay que decir que resulta muy interesante en su planteamiento; una empresa que vende tarjetas prepago por medio de las cuales las personas añaden minutos extras a sus vidas, idea que representa uno de esos cruces cada vez más frecuentes entre la ciencia ficción y la fantasía.

En una tónica un tanto lovecraftiana encontramos el siguiente cuento, FRAGMENTOS, de Fernando Galindo; esta vez se trata de ver cómo un grupo de artistas contemporáneos son capaces de volver a reproducir conjuros y maldiciones ocultas en antiguos monumentos indígenas, gracias a sus sofisticadas cámaras fotográficas, con el desagradable resultado de que sólo se dan cuenta de ello una vez que han caído presa de los sortilegios desencadenados.

A continuación está XELAJÚ del costarricense Iván Molina Jiménez, quien con base en unas claras referencias cyberpunk, nos cuenta qué pasaría si hubiera una megacorporación que tuviera el control jurídico de todas y cada una de las palabras que se utilizan en el planeta Tierra.

Sigue ESTUDIOS ARCAICOS PARA OCHO CUADRAPLEJIAS de Rodrigo Cifuentes Cifuentes, uno de esos particularísimos casos en la escritura de ciencia ficción en los que por medio del juego con la estructura del lenguaje un autor busca hacer que sus lectores perciban cierta realidad fantástica, el reto está en ver qué tan lejos puede llegar cada quien en el desciframiento y la interpretación de los mensajes que Rodrigo nos transmite desde el Instituto Tecnológico de Sodoma, el Laboratorio Industrial de Kadesh o el Colegio de Genetistas de Babilonia.

Reseña: Cosmocápsula 0

Robert Corpus Sanzo

Reseñas

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De parte de Antonio Mora Vélez tenemos sus cuatro poemas MULTIVERSO, NEUTRINO, LAMENTO DE UN ROBOT y MOCHICA, junto al cuento EL OASIS DE PALAS, cuya poética imaginería transmite ese ingenio irónico y mordaz tan característico de los mejores textos del maestro.

Y EL RADIO SE APAGÓ... de Jorge Andrés Cerquera Yacumal es otro relato al que se le pueden atribuir ciertas connotaciones entre lo cyberpunk y lo metafísico, con un aire al Golem de Jorge Luis Borges, en el que su narrador cuenta cómo intenta diseñar y traer a la vida a un personaje llamado Sandra.

MAL DE LUNA del peruano Carlos Enrique Saldivar tampoco se queda atrás en sus especulaciones fantásticas; es un relato en el que horrores arquetípicos se fusionan con el no menos inquietante tema de la exploración de un territorio tan extraño como la Luna, efectuada en 1969.

A MAL DE LUNA le sigue EL EXPERIMENTO de Henry Fernando Rugelis Torres (Gestapó), escrito en primera persona, que aunque parte de cierta premisa que oscila entre la fantasía metafísica y la ciencia ficción, es un cuento que se centra en el análisis de la inmortalidad y sus desventajas.

Llegamos así a la última sesión de la revista compuesta por el artículo “MOON” DE DUNCAN JONES escrito por Juan Diego Gómez que de alguna manera complementa y equilibra los contenidos de la publicación, “saliéndose” del campo de la literatura, con el fin de actualizarnos respecto de lo más nuevo e interesante que sobre el género se está produciendo en el cine, que no tiene que ver necesariamente con rimbombantes superproducciones, sino como en este caso con realizaciones que aunque se presentan un poco más modestas en su forma resultan ser absolutamente novedosas en su contenido.

Finalmente encontramos como primera reseña la de CONTEMPORÁNEOS DEL PORVENIR, definitivamente todo un clásico que a pesar de que

en su momento no tuvo la justa acogida, parece ser que con el paso del tiempo, gracias a lo que se alcanza a inferir de lo que escribe David Pérez, por fin ha ido convirtiéndose en una auténtica obra de obligada referencia para todo aquel que pretenda tener una idea de la ciencia ficción colombiana.

Al igual que la reseña de CONTEMPORÁNEOS DEL PORVENIR también resulta muy acertada la crítica del texto HISTORIAS DE CIENCIA FICCIÓN escrita por el peruano Elton Honores Vásquez, quien a través de la revisión de los relatos de su compatriota Carlos E. Saldivar nos presenta un panorama bastante llamativo de la ciencia ficción escrita en el vecino país.

Lo mismo sucede con la reseña de Dixon Acosta sobre la antología de cuentos del costarricense Iván Molina Jiménez titulada VENUS DESCIENDE. RELATOS DE CIENCIA FICCIÓN, en la que de una manera objetiva nos informa sobre la obra de otro autor latinoamericano del género.

No se puede esperar que esta primera edición de Cosmocápsula presente lo mejor de lo mejor de la ciencia ficción colombiana, algunos relatos están más logrados que otros, lo que es perfectamente entendible si no nos olvidamos que a pesar de sus antecedentes, el género en la región suramericana aun está en pleno desarrollo; con el tiempo, seguramente, veremos pasar más talentos sobre las páginas de esta revista, eso sin contar con las sorpresas que nos puedan deparar los que ya se han atrevido a presentarse en su primera edición. Mención especial merece la inclusión en los cuentos y las reseñas de autores de otros países latinos, ello es un signo de lo fructífero que puede llegar a ser el intercambio entre los diferentes núcleos de aficionados al género dispersos por toda la región.

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ROBERT CORPUS SANZO

Nací en San Andrés Isla en 1985 y desde siempre he sido un aficionado a todo lo que tenga que ver tanto con el cine como con la literatura fantástica y de ciencia ficción. Actualmente me encuentro estudiando filosofía en la Universidad Sergio Arboleda.

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BURGOS LÓPEZ, Campo Ricardo. Pintarle bigote a La Mona Lisa: Las ucronías. Fondo de Publicaciones Universidad Sergio Arboleda. Bogotá, 2009. 148 p.

D e la escasa producción

bibliográfica relacionada con la ciencia-ficción en Colombia cabe destacar la obra del profesor Campo Ricardo Burgos López* titulada “Pintarle bigote a la Mona Lisa: Las Ucronías”, obra editada por la Universidad Sergio

Arboleda de Bogotá, en julio de 2009, con el respaldo de la Escuela de Filosofía y Humanidades de dicha universidad, de la cual es docente.

En esta obra su autor define y caracteriza a ésta que es una de las líneas de la ciencia-ficción según Umberto Eco y otros autores; establece los nexos con la historiografía y la transficción, con la teoría del caos y la historia contrafactual, con la filosofía de la historia y la historiografía popular posmoderna y hace, al final, el análisis de varios textos, entre los cuales vale destacar El hombre en el castillo de Phil K. Dick, El dilema del poder de Roger Caillois, El conquistador de Federico

Andahazi; En un lugar de las Indias de Pedro Gómez Valderrama y El signo del pez de Germán Espinosa. Cervantes, Los aztecas, Jesús y el nazi-fascismo discurren de un modo diferente por las páginas de estos libros.

En el análisis Burgos López parte de la premisa filosófica que sostiene que el tiempo no es como una línea “sino como una red infinita que incluye cualquier posibilidad”. En esta perspectiva, escribir una ucronía es “crear una ficción desde lo real o en hacer transficción desde eventos efectivamente ocurridos”. Para él –siguiendo al indeterminismo-- el pasado humano no necesariamente estuvo forzado a ocurrir del modo como ocurrió. “La ucronía revisa y evalúa desde cierto presente un hecho que ocurrió en el pasado”. Y le muestra al lector las muchas posibilidades de la historia que se quedaron en el tintero.

Para Burgos López la ucronía es una consecuencia de la aparición de la filosofía cristiana de la historia; filosofía que le sirve también para fundamentar su otra tesis ya conocida de estimar que la ciencia-ficción es apocalíptica o no es ciencia-ficción, en razón a que “para el cristianismo la historia humana concluirá de modo catastrófico”.

La obra termina con la reseña de cuatro cuentos –uno de ellos mío-- y tres ensayos ucrónicos de autores colombianos, en los cuales, Jorge Eliécer Gaitán, Rafael Uribe Uribe, Luís Carlos Galán y Gabriel García Márquez – ciudadanos de honda repercusión en la historia nacional -- resultan ser los personajes.

*Campo R. Burgos López es Psicólogo y Magíster en Literatura. Es autor de la Antología del cuento fantástico colombiano, de la novela José Antonio Ramírez y un zapato y del poemario Libro que contiene tres miradas con el cual ganó el Premio Nacional de Poesía. Cuentos suyos figuran en las antologías colombianas Contemporáneos del porvenir y Cuentos de ciencia-ficción.

Reseña: Las Ucronías

Antonio Mora Vélez

Reseñas

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A cabo de leer el número cero de Cosmocápsula, la primera revista

colombiana de ciencia ficción correspondiente al mes de Agosto de 2009. Como toda revista, en ésta también encontramos una cierta variedad de materiales (en concreto, dieciséis textos), y en ellos hay de todo: colaboraciones destacables, otras solamente correctas y unas cuantas olvidables. Quisiera solamente señalar las primeras, pero antes, me gustaría apuntar que el mero hecho de la aparición y la existencia de esta publicación ya es algo resaltable, esto porque en un país donde al establishment literario poco o nada le importan la literatura fantástica o de ciencia ficción, es digno de encomio crear un espacio para el encuentro de todos aquellos que sí están interesados en el asunto. Mencionemos entonces, algunos aspectos y textos sobresalientes en este número.

1) La carátula es graciosa. Según nos informan en los créditos, es una ilustración de Simón Wilches titulada “Ellos conquistaron América”, donde se observa al típico estereotipo visual del extraterrestre y a los típicos ovnis tomando posesión de lo que bien podría ser una costa de la América Latina en la época del descubrimiento y las primeras exploraciones en su territorio. El extraterrestre mira al lector apuntándole con su obvia pistola de láser en una mano y sosteniendo en la otra un estandarte muy similar al que la iconografía ha consagrado de la mano de Cristóbal Colón. A mi modo de ver, la portada es un acierto, en tanto de alguna manera se burla de esa

iconografía canónica alrededor del descubrimiento de América y además le mezcla ovnis y extraterrestres (otra iconografía canónica de la era contemporánea). La ilustración de la carátula no sólo nos recuerda de entrada que la ciencia ficción y la literatura fantástica son por naturaleza juguetonas, sino que una de sus líneas fundamentales consiste en tomar la historia como un juguete (base de ese género tan curioso que es la ucronía). En síntesis, la ilustración de Wilches es una oportuna ucronía visual para esta Cosmocápsula que de algún modo, y más en un país como el colombiano, también es un explorador poniendo pie en tierras desconocidas.

2) Oportunas son también dos afirmaciones que se hacen en el artículo Ochenta años de la novela de ciencia ficción en Colombia de Dixon Acosta. Se dice allí que hace ochenta y un años, cuando apareció Una triste aventura de catorce sabios de José Félix Fuenmayor, la obra pasó desapercibida y que hace un año, cuando se cumplieron los ochenta años de la publicación de esa obra, la efeméride volvió a pasar desapercibida. Del artículo de Acosta es fácil inferir que, en estos ochenta y un años de ciencia ficción colombiana, el género continúa caracterizado por ese “sello subterráneo” que pareciera insuperable. Pero no importa, lo esencial es que aun cuando la ciencia ficción y la literatura fantástica colombianas continúan siendo un país subterráneo, ese país no ha desaparecido. Literatura fantástica y ciencia ficción colombianas son como los topos que no se ven en la superficie, pero allí están bajo tierra; el hecho de que no sean visibles a simple vista no significa que no existan.

3) Que la ciencia ficción es una cuestión de oficio, lo prueba que el mejor texto de este número de Cosmocápsula es Xelajú del costarricense Iván Molina Jiménez, esto porque no es casual que un texto tan bien elaborado provenga de un autor de quien luego se nos informa (en la reseña de su libro Venus desciende. Relatos de ciencia ficción), que lleva por lo menos veinte libros encima. Xelajú es un relato acerca de un planeta Tierra donde una corporación privada se ha apoderado de

Ocho apuntes desordenados tras leer el número cero de Cosmocápsula

Campo Ricardo Burgos López

Reseñas

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todas las palabras en todos los idiomas y con ello consigue anular la libertad de expresión por cuanto, de modo literal, la gente debe pagar para poder hablar o escribir. Ante esta situación surge un movimiento denominado “Ejército de Liberación de la Palabra” que pretende, mediante la liberación de un virus electrónico denominado “Xelajú”, destruir la referida corporación y, literalmente, hacer que la gente recupere las palabras tanto para hablar, como para escribir. En el cuento de Molina se vuelve sobre el motivo del control total del lenguaje que de modo clásico ya había mostrado 1984 de Orwell, con la diferencia que tal control del lenguaje no lo hace el estado, como ocurre en la referida novela inglesa, sino que es ejecutado por una corporación privada. Por otra parte, ese mundo de Xelajú, de algún modo es el nuestro donde, si uno se fija bien, no dejan de aparecer ciertas fuerzas estatales o privadas que pretenden que los únicos modos de expresión válidos sean aquellos que suceden dentro de ciertos modos, estilos y cauces; en ese “Ejército de Liberación de la Palabra” bien podemos reconocer a los verdaderos escritores, quienes, al expresarse en un lenguaje distinto al fosilizado que usa la generalidad del ciudadano de a pie, no sólo están liberando al lenguaje, sino también al pensamiento y, en último término, al hombre. Xelajú es una advertencia acerca de tantas entidades públicas y privadas que, a la corta o a la larga, quieren encadenar al lenguaje y de cómo sólo una expresión “políticamente incorrecta” (un virus) puede contribuir a liberarlo.

4) Es también curioso el cuento Mal de luna del peruano Carlos Saldívar. Es éste una ucronía acerca de un Neil Armstrong que, como el de nuestro universo, también llega a la Luna, pero se encuentra con la sorpresa de que tal satélite sí está habitado por una presencia maligna. Como resultado de tal hallazgo, el ser humano no vuelve a visitar la Luna a partir del 20 de julio de 1969. En este relato, lo que llama la atención es que no es el hombre quien conquista al espacio (expresión cliché que desde esa época ha hecho carrera), sino que “ el hombre fue conquistado por el espacio” (Cosmocápsula, #0, p. 39). De este modo, cuando

el relato invierte los términos de formulación del lugar común ya señalado, abre una veta significativa que, por desdicha, no explora.

5) Otro texto eficaz es El experimento de Henry Fernando Rugelis (Gestapó). Se plantean allí las historias de unos sujetos condenados a no morir, los sujetos reencarnan y reencarnan repetidas veces y ni siquiera suicidándose pueden librarse del karma de tener que renacer. En cierto momento, cumplido cierto requisito, a los sujetos se les permite morir de una vez por todas y ya no tener que estar renaciendo de modo incesante. El experimento es interesante porque, en medio de una cultura como la nuestra donde todo el tiempo se pregona lo contrario, nos recuerda que morir también es un don, un regalo que uno debería saber agradecer.

6) En su reseña sobre ese libro indispensable de la literatura fantástica colombiana que es Contemporáneos del Porvenir donde René Rebetez fue el compilador, David Pérez se pregunta por qué en una antología que pretende ser de ciencia ficción, Rebetez no sólo incluyó cuentos de ese género, sino que también introdujo textos que pertenecen a géneros como la fantasía y el realismo mágico. Yo puedo responderle. Varias veces escuché a Rebetez decir que él nunca creyó en una definición estricta entre la ciencia ficción y otros géneros fantásticos, que –de hecho- para él no había línea divisoria clara entre la ciencia ficción y la literatura fantástica. Así pues, la inclusión de cuentos fantásticos y de realismo mágico, al lado de los de ciencia ficción, es una consecuencia lógica de la postura de Rebetez sobre este asunto.

7) En el número cero de Cosmocápsula, encontramos también algunos “poemas de ciencia ficción” de Antonio Mora Vélez, sobre ellos sólo anotaré lo que he dicho en otros momentos y es que esa es una apuesta muy particular de este autor, de la cual sólo el tiempo nos dirá qué tan apropiada o no es.

8) Por lo demás, quiero extender mi felicitación

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a David Pérez y a quienes le apoyan en su comité editorial; la ciencia ficción y la literatura fantástica colombianas necesitan espacios como éste. Me alegra que internet posibilite una revista como Cosmocápsula, que permite nuclear a los aficionados a los géneros fantásticos en Colombia, y al mismo tiempo conocer a otros autores del exterior. Puede ser que en las primeras ediciones de Cosmocápsula, se filtren algunos errores y algunos textos olvidables, pero eso es normal; al fin y al cabo, una publicación es una entidad que se va autocorrigiendo con el paso de los sucesivos números. Ojalá tengamos Cosmocápsula para rato.

Bogotá, Octubre de 2009.

Reseñas

CAMPO RICARDO BURGOS LÓPEZ

Psicólogo de la Universidad Nacional de Colombia y magíster en literatura de la Pontificia Universidad Javeriana. En 1993 obtuvo el Premio Nacional de Poesía-Colcultura con la obra Libro que Contiene Tres Miradas y desde entonces ha figurado en distintas antologías de la poesía colombiana. Relatos suyos han aparecido en Cuentos de Ciencia Ficción (edición del IDCT, 1998) y Contemporáneos del Porvenir, Primera Antología de la Ciencia Ficción Colombiana (2000). Su ensayo “La narrativa de ciencia ficción en Colombia” (primer estudio sistemático del género en el país) fue publicado en Literatura y Cultura – Narrativa Colombiana del Siglo XX (2000). Su novela José Antonio Ramírez y un zapato apareció en el año 2003. En la actualidad es profesor del departamento de Gramática en la Escuela de Filosofía y Humanidades de la Universidad Sergio Arboleda.

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LÓPEZ MERA, Diego D. Calien. Institución Universitaria Antonio José Camacho. Cali, 2009. 156 p.

E l autor Diego Darío López Mera,

cuya primera novela Los Hombres que Aterrorizaron al Mundo lo hizo merecedor en 2004 de una mención de honor en la primera convocatoria del Premio Andrómeda de Ficción Especulativa de España, nos entrega ahora su segundo trabajo

novelístico, Calien. A la novela la acompañan tres cuentos: El Luciferino, La guaca del Extraño Chriso Poeia, y Cameo.

Para iniciar la reseña quisiera resaltar un elemento importante a tener en cuenta para adentrarse en esta obra que es la puerta que nos ofrece el autor a la misma: la dedicatoria. Si bien, al igual que todas las dedicatorias, es un texto breve y algo emotivo, revela lo que está detrás de lo que se escribe, lo que siente el autor, y qué es lo que busca con su trabajo. Dice López Mera, hablando de cómo frente a tantas preguntas hay quienes consideran sus propias respuestas como las únicas verdaderas: “(…) No escribo porque tenga las respuestas; sino, por el contrario, porque tengo muchas preguntas.”

En concordancia con esta dedicatoria, el autor explora en el transcurso de la novela diferentes temáticas y situaciones, las cuales, antes que estar absolutamente definidas, ofrecen algunos espacios para la especulación; dan al lector, por decirlo de alguna forma, pinchazos en la piel para forzarle a preguntarse de vez en cuando el por qué de hechos y acciones; para hacerle frenar, releer, cuestionarse a sí mismo y conjeturar en su imaginación y así hacer también parte de ese mundo. En cada leída emerge una nueva interpretación que añade al tiempo unos cuantos “por qué”. Es entonces, a mi juicio, la aspiración de López Mera hacer que estas reflexiones trasciendan de la narración al diario vivir, a volver a sentir y cuestionar aquellos problemas y flagelos que se nos vuelven tan normales y cotidianos que se tornan invisibles, mas que no por eso dejan de ser cada vez más dañinos.

Nos encontramos ahora en la ciudad de Santiago de Cali, tal vez en el futuro, tal vez en una realidad alterna en el presente.

Calírico es un hombre ya mayor, obstinado, centrado en lo que desea y de una mentalidad pragmática. Tiene una obsesión con la posibilidad de vivir eternamente o, al menos, mucho más del promedio de vida de un ser humano común. Su obsesión se origina en dos hechos. El primero es una experiencia cercana a la muerte que tuvo en su infancia, a la cual sobrevivió a pesar de que sus posibilidades eran nulas; el segundo es la muerte de su amada esposa, Calicia, a quien vio fallecer a causa de una grave enfermedad.

Él ha creado la Corporación Biotecnológica Caligén, ubicada en las afueras de la ciudad de Cali. El funcionamiento de la corporación está orientado hacia encontrar la fuente de la eterna juventud. En esta empresa le acompaña su hermano Calímaco, quien también es accionista de la corporación, y el hijo de Calímaco, Calisto. Hasta el momento se ha logrado un avance: el “Elemento Caligén”. El Elemento es un compuesto de agentes biológicos y nanobots que detienen el

Reseña: Calien

David Pérez Marulanda

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deterioro celular y, así, el envejecimiento.

Los progresos de la investigación, aún si son esperanzadores, no son satisfactorios. El “Elemento Caligén” tiene fallas en su estructura que provocan un tremendo daño a nivel celular y por ende, una horrible muerte a los ratones de laboratorio usados en las pruebas. Durante una de las sesiones de experimentación muere el científico que lidera el estudio, el doctor Calizález, afectado por el Elemento. Mas al parecer, dicha muerte no es accidental. Calírico se encuentra días más tarde con pistas que pueden llevarle a un esclarecimiento del caso. Las sigue bajo la persistente persecución de quienes se verían afectados por el descubrimiento de la verdad aún cuando él no sabe de quiénes se trata..

Al tiempo que todo esto sucede, se desenvuelve la historia de Calinda, hija de Calírico. Las grandes diferencias ideológicas entre ella y su padre han abierto una gran brecha entre ambos. Calinda es parte del equipo de una revista de ufología llamada “Caliens”, que ella misma fundó y para la cual trabaja con mucho empeño. Su padre desaprueba su labor, la cual considera una pérdida de tiempo. Mas es el trabajo de Calinda el que abre paso a los hechos que se constituyen en el segundo núcleo de la historia.

Mientras Calírico se ocupa del “Elemento Caligén”, Calinda y su equipo logran contacto con un ser extraño: un hombre (¿o tal vez un humanoide?) quien se manifiesta por primera vez a través de la emisión de unas esferas luminosas que sobrevuelan la plaza del municipio de Vijes. Calístenes, otro fiel creyente de los ovnis y guía accidental del equipo de la revista Caliens, asegura que el ser es un enviado de las estrellas. En realidad, no se sabe hasta el momento si se trata de un extraterrestre o de algún ser extraordinario de la Tierra.

A partir de la aparición de este ser, a quien bautizan Calien, se desatan una serie de sucesos entre los que se cuentan, en la Corporación Caligén, la traición por la sed de poder y dinero,

suscitada por el gran potencial, tanto benéfico como destructivo, que tiene en elemento Caligén. La dicotomía del bien y el mal encarnada en un solo objeto; el elemento es al tiempo una fuente de esperanza y de tragedia. Propone una reflexión acerca de la utilización de la ciencia. Los beneficios o los perjuicios dependen, antes que del carácter del descubrimiento, de las decisiones que los hombres tomen para hacer uso de él.

En la revista Caliens, se da el encuentro con manifestaciones de violencia constantes en la sociedad colombiana: los asesinatos y el secuestro. Calien es víctima de persecución y persistentes ataques que llegan a afectar al equipo de la publicación. Tales situaciones llevan a que los personajes se encuentren siempre entre la huida y el reencuentro, en movimiento, en búsqueda.

Estas dos historias, la de Calírico y la de Calinda, se entrecruzan en tiempos, espacios y contextos. En principio pueden verse como líneas separadas, pero con el desarrollo de la trama se entrelazan y convergen de tal forma que se convierten en una.

López Mera se sirve virtuosamente de la utilización de la tercera persona en tiempo presente y crea un efecto de montaña rusa temporal y emocional. La narración se acelera, se ralentiza, queda en suspenso y acelera de nuevo, a voluntad del escritor. El lector, en este efecto variante, logra vivir como propias las experiencias de los personajes: corre vertiginosamente por toda una mansión en unos segundos, vive en cámara lenta las partes con mayor tensión ad portas de un momento crucial en el desenlace, siente incertidumbre, y también ríe y se divierte cuando encuentra impreso el sentido del humor del autor.

El fluir de la novela se ve enriquecido con una pulida construcción del universo que le sirve de escenario y esencia. Éste posee una admirable elaboración de espacios, personajes y situaciones. López Mera dibuja una imagen acertada e integral de la ciudad de Cali a través de la inclusión de detalles de la cultura y las costumbres locales, así

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como de los flagelos propios de ésta: violencia social, criminalidad, caos vehicular, entre otros.

Todos los personajes están admirablemente construidos. A cada uno puede encontrársele una historia, una apariencia física y una personalidad e ideología claramente definidas. El autor logra esto, más que a través de descripciones directas, a través de las voces de unos y otros, que se diferencian entre sí por cómo hablan y sobre qué, las palabras y expresiones que utilizan y por cómo se comportan y reaccionan en diferentes situaciones. Esta fuerte construcción vivencial, antes que descriptiva, provoca que el lector se identifique con cada uno de los personajes y pueda comprender su forma de pensar y de sentir.

Algo curioso es que muchos de los nombres de las personas en esta obra están compuestos con el sufijo Cali-, lo cual, además de ser un juego de palabras con el nombre de la ciudad escenario (escenario también de la vida del autor) puede interpretarse como un conjunto de pequeñas representaciones de Cali: Calinda, pudiese ser la imagen de la mujer caleña, hermosa y altiva; Calístenes, el soñador bohemio en una búsqueda espiritual; Calímaco, el envidioso y, etc. Las diferentes facetas de la ciudad y sus habitantes.

Podría parecer en un principio que el personaje que da título a la obra, Calien, está pobremente caracterizado. De hecho, no encontramos mayores referencias a su apariencia física o personalidad. Mas este personaje habría de observarse no a través de quién es, sino que hace falta prestar minuciosa atención a los hechos y situaciones en los que aparece y qué representa él en cada uno éstos. Grosso modo, Calien es una metáfora de la esperanza y la resistencia en medio de situaciones penosas. Sus apariciones no son gratuitas: siempre están inmersas en la adversidad y él cumple la función de héroe, surgiendo de la nada en el momento preciso. Siente rabia cuando las personas se hacen daño y reacciona, de forma afortunada o desafortunada, para detener las agresiones y proteger del peligro a otros. El personaje es una marca que señala lo que está mal en la sociedad en

la que se desenvuelve, antes que un ser que necesite ser descrito.

A través de toda la novela nos encontramos una ambientación proporcionada por un conjunto de imágenes extraídas de videojuegos que concuerdan en cierta forma con las escenas del capítulo donde se encuentran. Podría objetársele al autor el hecho de que estas imágenes no hayan sido de su propia autoría, cuando él mismo diseñó la portada del y tiene en su haber una mención de honor por la historieta “Caliwood Park”, reconocimiento obtenido en el 2004 en el concurso “CALI 2500″, organizado por la Gaceta Dominical del periódico El País de Cali.

Ya habiendo examinado un poco la novela, pasemos a comentar brevemente los tres relatos que le siguen.

El Luciferino, que podría considerarse el mejor de los tres relatos, transporta al lector de forma frenética, confusa y tanto más cautivante entre los cambios abruptos de realidades y dimensiones que sufre el personaje principal. Escrito en tiempo presente, el cuento es tan envolvente que se llega a un punto donde los pensamientos del personaje se hacen propios.

La guaca del extraño Chriso Poeia es un retorno a las leyendas campesinas que hablan de tesoros indígenas escondidos. El hallazgo de esta guaca se sale en lo absoluto de lo común pues el cadáver enterrado en la huaca, Chriso Poeia, aún puede hablar, engañar y matar a pesar de sus siglos de fallecido. Escrito en tiempo presente, se sugiere por la forma en que inicia que el narrador, en primera persona, relata la historia a un personaje tácito. Juega aquí de nuevo, al igual que en Calien la cuestión de hasta dónde puede llegarse por la ambición.

Cameo es un relato breve que López mera dedica “a los cinéfilos y a los fans del maestro Hitchcock” (p. 151). Sin haber visto aún filmes de este reconocido director, el lector puede por unos minutos darse cuenta de cómo son y cómo se

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viven, añadiendo una muy intrigante sorpresa al final.

Diego Darío López Mera (quien, por cierto, es ingeniero en sistemas de información y profesor universitario) es un escritor prometedor. Evidentemente el ya mencionado reconocimiento en 2004 en España, y más, habiendo sido éste con su primera novela, es una señal de lo que puede llegar a entregar a sus lectores. Calien y los tres relatos que le acompañan son otra muestra de esto. La narrativa de ciencia-ficción quedará entonces a la espera de su siguiente trabajo, o mejor, de sus siguientes trabajos pues por su excelente calidad el autor ha adquirido de forma tácita el compromiso con sus lectores y la obligación con la narrativa nacional de seguir siendo uno de los cultivadores del género de la Ciencia-ficción en Colombia.

DAVID PÉREZ MARULANDA (1987)

Nacido en Roldanillo V. pero en su infancia vivió en varios municipios por lo que no podría designarse como roldanillense sino simplemente como vallecaucano.Amante de la Ciencia-Ficción desde muy niño. Estudiante de Licenciatura en Lenguas Extranjeras, deseoso de dedicarse a escribir tanto Ciencia-Ficción como otros géneros. Concibió la idea de crear Cosmocápsula y lo hizo gracias a la colaboración de quienes se adhirieron al proyecto.

Blog personal: http://elpollohipnotico.wordpress.com

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Pintarle bigote a La Mona Lisa: Las ucroníasBURGOS LÓPEZ, Campo Ricardo. Fondo de Publicaciones Universidad Sergio Arboleda. Bogotá, 2009. 148 p.

El libro tiene tres partes. En la primera se examinan las características del género ucrónico, así como su relación con la historia contrafactual o virtual, y con diversas historiografías populares de la posmodernidad. En la segunda parte se analizan tres obras ejemplares en el género: El hombre en el castillo, de Philip K. Dick, Poncio Pilatos, de Roger Caillois, y El conquistador, de Federico Andahazi.La obra finaliza con un comentario acerca de algunas obras ucrónicas en la literatura colombiana.

CalienLÓPEZ MERA, Diego D. Calien. Institución Universitaria Antonio José Camacho. Cali, 2009. 156 p.

Calien cuenta la historia de pasiones, envidias y traiciones a las que debe enfrentarse una familia dedicada a la investigación en busca el elixir de la inmortalidad. Para algunos, una forma de salvar a los demás; para otros, una forma de aniquilar. La disputa entre dos miembros de esta familia cobra varias vidas. También se enuncia la llegada de extraterrestres. Calien es la segunda novela publicada del ingeniero y escritor de ciencia-ficción colombiano, Diego Darío López Mera. Su primera novela, Los hombres que aterrorizaron al mundo, es otra aventura llena de acción y misterio sobre un director de cine de Hollywood a quien un día alguien, un militar gringo de alto rango, le propone salvar a la Humanidad. Desde luego, tanto en "Calien” como “Los Hombres” queda la sensación de estar atentos a la evolución de la tecnología y cuál será su aplicación, cuando ésta no es bien intencionada.

Los Idiotas de la Calle 13Autores: Federico Cuartas Aristizábal, Nicolás Uribe Pantoja, Philippe “Luna Solar Roja” Edwards y Juan Ignacio Muñoz Zapata. E-Book. Ediciones MUZA Inc. 2009

Novela colaborativa psicofolk, metacyberpunk, colombo-chileno-canadiense.

“Después del bombardeo lanzado por el gobierno americano, la calle 13 sólo alberga ruinas, recuerdos fragmentados de la clase media tejana, y a unos inmigrantes colombianos lo suficientemente idiotas como para involucrarse en una arriesgada cruzada terrorista y lo suficientemente lúcidos como para coronar sus objetivos no propuestos. En compañía de dos fugitivos de un jardín psicodélico y prohibido, los idiotas viajarán a Ciudad de México para encontrarse con su jefe, un hácker desquiciado que desea cambiar el rumbo de la historia”

Novedades Editoriales

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Revista Axxón 202Noviembre de 2009

www.portal-cifi.com

Revista Alfa EridianiAño IV - Nº 11 - 3a épocaNoviembre 2008 / Abril

2009

Agradecimientos especiales a la Corporación Universitaria del Caribe CECAR por su respaldo.

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René Rebetez.Subachoque 1933Isla de Providencia 1999